Carrera CLAD 2004
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Carrera CLAD 2004
2004
Introducción
El documento tiene como objetivo analizar los factores que han propiciado la transformación del
modelo de relaciones intergubernamentales (RIGs) que prevaleció en México durante más de medio
siglo; señalar las transformaciones que muestra la relación entre sus tres ámbitos de gobierno; y las
limitaciones del marco jurídico-institucional en el que los actores políticos estatales y municipales
deben continuar sus esfuerzos por consolidar un modelo de RIGs más acorde con la lógica de un país
federal.
En la primera sección se identifica una serie de elementos teóricos que serán utilizados en el análisis
del caso mexicano. En la segunda sección se presenta la evolución de las RIGs de 1980 a 2000,
destacando el paso de un modelo de Autoridad Inclusiva a uno de Autoridad Coordinada. Y en al
tercera, y última sección, se analiza el marco jurídico-institucional en el que se desarrolla la nueva
dinámica de las RIGs en México.
1.1 Definición
El término de relaciones intergubernamentales (RIGs) se originó en los Estados Unidos de América
durante los 1930s. 1 Muchos estudiosos han señalado que la teoría de RIGs evolucionó en los Estados
Unidos debido al fortalecimiento del papel de estados y gobiernos locales como tomadores de
decisiones y en el escenario político (Elazar, 1965; Anderson, 1965; McCulloch, 1965; Ostrom &
Ostrom, 1965; Rutledge, 1974; Hillenbrand, 1974; Crihfield & Reeves, 1974; Beyle, 1974; Grumm &
Murphy, 1974; Seyler, 1974; Lovell, 1983; Elazar, 1990; Reeves, 1990).
Las RIGs han sido definidas de diversas formas, una de las más clásicas es como “la dimensión
escondida del gobierno” (citado en McCulloch, 1965:131).2 También han sido definidas como
“básicamente un conjunto de relaciones funcionales, financieras y administrativas, que no son
estrictamente materia de arreglos formales, institucionales, jurídicos o legales” (Id.:132). Se ha
sugerido que las RIGs se enfocan en las relaciones interpersonales que existen entre funcionarios de
gobierno preocupados por asuntos comunes (Graves, 1974). Las RIGs reconocen la primacía de
funcionarios públicos que actúan en un contexto interjurisdiccional, y se refieren a relaciones
informales de trabajo que se desarrollan en un contexto institucional (Wrigth, 1974:3).
Las RIGs y el federalismo están estrechamente vinculados, ya que las primeras, como concepto,
derivan del segundo (Wright, 1988; Rhodes, 1981). La teoría de RIGs expande y fortalece la teoría del
federalismo ya que incluye conceptos y relaciones que no están contemplados en esta última disciplina.
1
Una de las primeras veces que el término apareció fue en 1937, cuando Clyde Snider escribión un artículo acerca de
condados y ayuntamientos. En 1940, W. Brooke Graves editó un número especial de Annals, con el título: Relaciones
Intergubernamentales en los Estados Unidos de (Wright, 1988; 13).
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Todas las traducciones del inglés han sido realizadas por la autora de este documento.
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1.2 Características
La siguiente descripción resume las principales características de las RIGs: “las RIGs enfatizan
interacciones regulares e informales de funcionarios públicos nacionales, estatales y locales. Ellas
destacan procesos, no estructuras, políticas, no leyes; y cambio, no permanencia” (Winkle, 1983:45). A
fin de tener una mejor comprensión de las RIGs, a continuación se señalan sus características más
importantes (Wright, 1988).
a) Hay interacción entre todos los ámbitos o niveles de gobierno. Las RIGs analizan todas las
interacciones que puedan tener lugar al interior de un sistema de gobierno. En el caso de
federaciones, el análisis no se enfoca tan sólo a la relación entre el gobierno federal y los
estatales, ya que también hay relaciones entre la federación y los gobiernos locales, entre
estados y municipios, e incluso entre los propios gobiernos locales. Con el fin de entender el
funcionamiento de todo el sistema es esencial considerar a todos los actores involucrados.
b) Todos los políticos y funcionarios, en todos los niveles ámbitos de gobierno, son participantes
potenciales o reales en el proceso de toma de decisiones de las RIGs. Los que toman las
decisiones por la sociedad son quienes determinan la dinámica de las RIGs, éstas últimas son
esencialmente relaciones humanas (Weider, 1960, citado en McCulloch, 1965:129). Por ello, el
concepto de RIGs debe enmarcarse en términos de relaciones y comportamiento humano. En
estricto sentido, no hay relaciones entre gobiernos, sino entre políticos y funcionarios.
c) Las acciones y actitudes de políticos y funcionarios son fundamentales en las RIGs. Las
acciones siempre tienen un propósito, y las actitudes están influidas por cómo los políticos y los
funcionarios perciben las acciones y actitudes de los otros participantes. Por ello, “para entender
la interacción entre los gobiernos central y local no es suficiente estudiar los métodos..o los
procedimientos...Es igualmente, y quizá más importante, entender las actitudes y valores que
hacen que la gente emplee esos métodos y procedimientos” (Greenwood, 1980:166).
d) La interacción entre políticos y funcionarios es permanente. Normalmente, los funcionarios no
actúan de manera caprichosa, sus acciones tiene una orientación definida, y son realizadas con
el fin de lograr resultados que requieren de la aprobación de otros actores en el vasto escenario
de las RIGs. Por lo tanto, las relaciones entre políticos y funcionarios no son ocasionales o
aisladas, ni tampoco se apegan siempre a reglas o decisiones legales. Los participantes están
siempre enfocados en arreglos informales prácticos, que están orientados hacia el logro de
metas en un contexto formal, legal e institucional (Wright, 1988).
e) Las RIGs se llevan a cabo en torno a la generación de políticas. Las políticas consisten en las
acciones o no acciones, de políticos y funcionarios, y las consecuencias de esas acciones. Las
políticas son generadas por la interacción entre esos actores.
La teoría de las RIGs es un complejo conjunto de interacciones y cada país posee condiciones
particulares que determinan cómo se llevan a cabo. Considerando esto, es conveniente presentar los
modelos clásicos que describen de manera muy general cómo interactúan los gobiernos nacionales y
subnacionales.
1.3 Modelos
Existen tres modelos clásicos para la interacción entre los gobiernos federal, estatales y locales
(Wright, 1988).
i) Autoridad Coordinada. En este modelo hay límites claros y bien definidos que separan la esfera
federal de la estatal, y los gobiernos locales son ‘criaturas’ de los estados (Cuadro 1).
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ii) Autoridad Inclusiva. De acuerdo con este modelo, los gobiernos estatales y municipales dependen
completamente de las decisiones tomadas por el gobierno nacional. Este modelo se caracteriza por una
relación de dependencia de los gobiernos subnacionales, y la pauta de autoridad que prevalece es la
jerárquica (Cuadro 2).
iii) Autoridad Traslapante. Este modelo se caracteriza por una limitada dispersión del poder, cierta
autonomía moderada, y un alto grado de interdependencia potencial o real. Se distingue por
competencia simultánea, cooperación y negociación. El poder o influencia para cada ámbito de
gobierno es limitado, y están basados en la negociación, que es la principal estrategia para alcanzar
acuerdos. Las áreas exclusivas para cada ámbito de gobierno, con amplio poder discrecional son muy
limitadas. Por ello, existen grandes áreas en las cuales las diferentes esferas de gobierno operan
simultáneamente (Cuadro 3).
Se considera que el modelo de Autoridad Traslapante representa con más exactitud cómo las RIGs
funcionan hoy en día en los Estados Unidos de América. Es decir, son la representación más cercana de
las RIGs en un sistema federal. Existen diversos esfuerzos por sistematizar un conjunto de variables
que sirvan como base para el análisis de las RIGs. En la siguiente sección se señalan algunas variables,
derivadas de tres modelos analíticos, que se han considerado relevantes para lograr una mejor
comprensión de cómo funcionan y se transforman las RIGs.
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la forma en que las RIGs evolucionan, por lo que es indispensable tener una visión completa de todos
ellos y de cómo interactúan entre sí. Acorde con la propuesta de Wright, en el sentido de que la
evolución de las RIGs no depende tan sólo de asuntos financieros, este teórico canadiense establece que
hay otros recursos, como los políticos, que son también fundamentales en la negociación de los
diferentes actores (Simeon, 1972).
Por último, resulta conveniente retomar otro modelo diseñado con base en la experiencia británica, en
el cual fueron adoptados muchos de los elementos de los dos modelos arriba mencionados. (Rhodes,
1981). La contribución más valiosa del modelo desarrollado por Rhodes es el concepto de “poder-
dependencia”.3 Este concepto reconoce la naturaleza recíproca de las relaciones de poder: “no importa
cuan grande se el poder de una agencia central sobre una autoridad local, la primera depende en cierta
medida de esa autoridad local” (Rhodes, 19:99). Este hecho es esencial para explicar los cambios en las
RIGs. Las bases de esta relación de poder-dependencia son los recursos que posee cada actor político
en cada ámbito de gobierno. Estos recursos no están distribuidos equitativamente y un tipo de recurso
puede ser sustituido por otro. La disponibilidad, distribución y sustitución de esos recursos son
fundamentales para entender el poder de cada esfera de gobierno.
Al igual que Wright, Rhodes también considera que hay una tendencia a considerar los asuntos fiscales
como la principal arena de las RIGs, y que esta limitada perspectiva subestima el poder relativo que
posee cada ámbito o nivel de gobierno. Como Simeon, Rodees afirma que los diferentes actores
políticos disponen de una gran variedad de recursos para llevar a cabo el proceso de negociación; y
clasifica esos recursos en cuatro categorías: i) constitucionales o legales, ii) financieros, iii) políticos,
iv) de información.
Con base en la revisión de los tres modelos arriba señalados, es posible organizar y vincular un
conjunto de variables básicas que ayuden a explicar cómo funcionan y evolucionan las RIGs. Estas
variables son:
a) El análisis de las RIGs debe considerar, necesariamente, su evolución histórica como la base de
su actual estatus.
b) Las personas, autoridades, funcionarios y grupos de interés, y sus respectivos objetivos, metas y
valores son el factor más importante para entender la evolución de las RIGs.
c) Es necesario ubicar las dos variables ya señaladas en su contexto institucional, social, cultural, y
jurídico-institucional.
d) La interacción de los actores políticos se basa en la negociación a través de medios tanto
formales como informales, y estos últimos tienen a veces mayor influencia que los primeros.
e) Los recursos financieros no son los únicos ni los más importante en la dinámica y
transformación de las RIGs. Existen también recursos jurídicos, políticos y de información que
también influyen y pueden ser empleados en la consecución de objetivos y metas.
f) La relación de poder tiene una naturaleza recíproca, por lo que no importa cuan dependiente sea
un gobierno subnacional en relación con el gobierno central, el primero siempre dispondrá de
algún recurso para influir en cierta medida sobre el segundo.
En la siguiente sección, se analiza el caso mexicano y la evolución de sus RIGs a la luz de los
elementos teóricos hasta aquí estudiados.
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Power-dependence
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Estado mexicano (Art. 115). En la Constitución se describe al municipio como ‘libre’, en el sentido de
que es concebido como una esfera autónoma de gobierno. No obstante, en la práctica, es el ámbito de
gobierno más débil y dependiente.
La centralización del poder en la figura del presidente permeó toda la pirámide del poder, hasta las
esferas estatal y municipal. Hasta los 1980s, no existía un patrón de voto regional debido a la
preponderancia del PRI. De 1929 hasta mediados de los 1970s, este partido controló la presidencia de
la república, el congreso federal, todas las gubernaturas y legislaturas estatales, y la gran mayoría de
gobiernos municipales (Purcell, 1975). Los gobernadores eran elegidos por el presidente, y éstos a su
vez, elegían a los presidentes municipales de sus estados.
Paradójicamente, aunque los estados y municipios han estado políticamente subordinados al gobierno
federal, han tenido un rol fundamental para el sistema. Ambas esferas de gobierno han sido el vínculo
entre el gobierno federal y la diversidad de intereses políticos, económicos y sociales de las regiones
que integran el país. Además han sido responsables de preservar el status-quo del régimen
posrevolucionario en sus respectivas jurisdicciones (Morgenstern, 1997:6). No obstante su contribución
para el mantenimiento de la estabilidad política del sistema, estados y municipios han estado
tradicionalmente subordinados a las decisiones tomadas en el ámbito federal.
En la arena fiscal, federalismo significó subordinación financiera para estados y municipios. El
gobierno federal ha concentrado las facultades fiscales más importantes y posee también las fuentes de
ingreso más elásticas y estables. Tradicionalmente, los estados han tenido escasa autonomía fiscal. La
Constitución de 1917 heredó de sus predecesoras la centralización en materia fiscal y la sobre-posición
de facultades para recaudar recursos entre los gobiernos federal y estatales (Art. 31). Por otra parte, a
los estados les fue prohibido ejercer la mayor parte de las facultades fiscales (Art. 117), por lo que su
capacidad para generar recursos propios quedo muy limitada (Gráfica 1).
Si la Constitución de 1917 privó a los estados de fuentes importantes de ingreso, la situación de los
municipios era aún peor. El Art. 115 contenía una paradoja: los municipios tenían la capacidad de
manejar sus finanzas con completa libertad, pero sus ingresos debían ser determinados por las
legislaturas estatales. Por ello, antes de los ochenta, los municipios no tenían ninguna fuente importante
de ingreso, así que se convirtieron en el ámbito de gobierno más débil en términos fiscales. Hasta 1983,
las municipalidades estaban limitadas a cierto porcentaje de los impuestos estatales y en algunos casos
no recibían ninguna participación de los recursos que el estado recolectaba en las jurisdicciones
municipales (Gráfica 1). La única base fiscal para el gobierno local era la emisión de licencias para
negocios y permisos para vendedores ambulantes (Johnson, 1968:49).
Además de concentrar las fuentes más importantes de ingreso, el gobierno federal tenía hasta hace poco
tiempo a su disposición diversos medios para distribuir recursos entre los estados de manera
discrecional. Estos recursos eran canalizados en forma de transferencias para programas de inversión
pública, apoyo a zonas y grupos marginados, y fondos para proyectos especiales. El monto y
condiciones para acceder a esos recursos dependía en gran medida, en la relación del gobernador con el
presidente, y de su capacidad de negociación.
La distribución desigual de recursos fiscales entre los diferentes ámbitos de gobierno estaba claramente
diseñada para reforzar la lógica del sistema político mexicano. La estructura de las relaciones fiscales
intergubernamentales proporcionaba al Ejecutivo federal todos los elementos para reforzar a través del
control financiero, el control político del gobierno federal sobre los gobiernos subnacionales4.
La descripción hasta ahora realizada permite afirmar que, hasta la década de los 1980s, las RIGs en el
Estado mexicano posrevolucionario obedecían al modelo de Autoridad Inclusiva; ya que los gobiernos
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Por gobierno subnacionales se entiende estados y municipios.
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estatales y municipales dependían completamente de las decisiones tomadas por el gobierno nacional
(véase apartado 1.3). La dinámica de la relación entre federación, estados y municipios se basaba en
una relación de dependencia de los gobiernos subnacionales, y la pauta de autoridad que prevalecía era
la jerárquica. En el siguiente apartado, se analiza la evolución de las RIGs a partir de 1980.
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política ya que hacían más difícil su principal función de preservar el sistema. En el pasado, esos
líderes tuvieron suficientes recursos para mantener el control sobre las organizaciones corporativas. La
crisis económica estimuló el surgimiento de sindicatos independientes que representaban una amenaza
para su rol tradicional en el sistema de patronazgo (Stansfield, 1992; Grindle, 1996).
La crisis económica también hizo evidente la inconformidad de diferentes grupos sociales,
manifestándose principalmente en el ámbito subnacional. Entre 1982 y 1983, el Partido Acción
Nacional (PAN) logró una cadena de importantes victorias en las elecciones municipales, incluyendo
las capitales de cinco estados: Chihuahua, Durango, Sonora, Guanajuato, y San Luis Potosí. Las
victorias de la oposición dejaron en claro que las demandas de descentralización se iban extendiendo en
la esfera municipal. El régimen enfrentaba su crisis institucional más grave; algunos analistas la
denominaron ‘crisis de confianza pública’ y ‘crisis de representación’ (Rodríguez, 1992:129).
La nueva administración dio a conocer el Plan Nacional de Desarrollo 1983-1988, señalando a la
descentralización como uno de los principales objetivos del gobierno federal. Fueron tres las estrategias
identificadas para combatir los problemas derivados de la centralización, todas ellas vinculdas con una
transformación de la dinámica de las RIGs: i) fortalecimiento del federalismo, ii) promoción del
desarrollo regional, iii) vigorización de la vida municipal (SPP, 1983:375). El desarrollo regional fue la
piedra de toque del proceso de descentralización, y una de las principales acciones para su
implementación en la esfera fiscal fue la reforma del Art. 115 constitucional.
Cinco días después de tomar posesión, De la Madrid envío una iniciativa al Congreso de la Unión para
modificar el Art. 115 constitucional. La reforma fue aprobada el 2 de febrero de 1983, convirtiéndose
en la política más importante para fortalecer la autonomía municipal (CNEM, 1985). De acuerdo con el
gobierno federal, la reforma tenía como fin proporcionar más recursos a los municipios para que
pudieran disfrutar de la autonomía consignada en la Constitución, de la cual nunca se habían
beneficiado en la práctica (Rodríguez, 1992:129).
La reforma al Art. 115 fortaleció el estatus legal del gobierno municipal, estableciendo claramente, por
vez primera, sus responsabilidades en materia de los servicios públicos que debía proveer. Aunque los
municipios también recibieron facultades para llevar a cabo otras importantes funciones, 5 el elemento
más importante de esta reforma en términos fiscales, fue que la Constitución consagró su derecho a
recibir ingresos de fuentes claramente definidas así como la libertad para decidir cómo utilizarlos
(Rodríguez, 1995:154). El impuesto predial fue asignado como fuente exclusiva municipal, y a los
municipios también les fue otorgada la facultad de obtener recursos por la provisión de los servicios
públicos recién asignados por la reforma constitucional.
La llamada reforma municipal de 1983, validó en la arena fiscal el control que el SNCF le había
otorgado a los estados sobre los municipios en 1980. El nuevo Art. 115 estableció que las
transferencias federales que le correspondían a los gobiernos locales, serían determinadas por la Ley de
Coordinación Fiscal, debiendo ser distribuidas con base en los criterios fijados por los congresos
estatales. El control de los estados sobre los municipios fue incluso reforzado cuando la reforma señaló
que también correspondía a las legislaturas estatales determinar las tasas del impuesto predial, fuente
de ingresos recién asignada con exclusividad a las municipalidades.6
Durante esta fase, las políticas y estrategias analizadas muestran que lejos de fortalecer la autonomía
5
Planeación del uso del suelo, promoción del desarrollo, y protección ambiental. La reforma de 1983 también incorporó el
principio de representación proporcional en la elección de los miembros del ayuntamiento (CNEM, 1985).
6
De acuerdo con la teoría y práctica, un elemento esencial para la autonomía fiscal de los municipios es que éstos posean la
capacidad para determinar las tasas y cuotas de sus ingresos propios. Si los gobiernos locales no pueden modificar sus tasas,
no pueden empatar el nivel de sus servicios públicos con las preferencias locales; lo cual implica un serio conflicto entre
esas necesidades y su capacidad fiscal.
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legal y fiscal de los gobiernos subnacionales, tuvieron el efecto contrario haciéndolos más
dependientes. En términos de relaciones fiscales intergubernamentales, las bases de distribución del
nuevo sistema fiscal eran meramente políticas y su objetivo principal era mantener la predominancia
del gobierno federal por encima de estados y municipios.
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surgimiento en 1987 de un nuevo grupo al interior del PRI, denominado Corriente Democrática,
liderado por Cuauhtémoc Cárdenas, ex - gobernador de Michoacán, y Porfirio Muñoz Ledo, ex –
presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PRI.
El nuevo grupo demandó la adopción de mecanismos de verdadera democracia interna para la selección
del candidato presidencial del PRI para las elecciones de 1988, e inició una campaña para apoyar a
Cárdenas como candidato. La élite política decidió ignorar a este grupo e incluso reprimir sus ideas a
favor de la democratización. Los disidentes fueron expulsados del PRI y poco después Cárdenas aceptó
la candidatura del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM). Esta candidatura, apoyada
por cuatro partidos de izquierda, formaron el Frente Democrático Nacional (FDN), convirtiéndose en
una genuina amenaza para el PRI.
Las elecciones de 1988 fueron las peores en la historia del partido oficial. La Comisión Electoral
necesitó siete días para contar los votos, alimentando la sospecha de fraude. El 13 de julio Carlos
Salinas de Gortari, candidato del PRI, fue declarado ganador con el 50 por ciento de los 19 millones de
los votos. Cárdenas fue declarado como segundo con el 31 por ciento, y Manuel Clouthier como tercero
con 17 por ciento (Wynia, 1990:161). Salinas tomó posesión como el presidente más debilitado de la
historia moderna de México. Una encuesta de Los Ángeles Times señaló que el 74 por ciento de los
entrevistados no creía en la victoria de Salinas (Morris, 1995:70).
Las reformas económicas adoptadas en los 80s, afectaron la legitimidad del PRI y la composición de su
élite política (Dresser, 1994:144). Las elecciones de 1988 revelaron el grado de descontento en la
sociedad mexicana con un Estado que abandonó su política social por la crisis fiscal. En este contexto,
la sospechosa victoria de Salinas dañó más la legitimidad del sistema (Craske, 1996:78).
Las elecciones de 1988 también tuvieron importantes consecuencias para el poder Legislativo. El
Congreso cambió de composición, limitando en cierta medida el poder presidencial al quitarle la
posibilidad de llevar a cabo reformas constitucionales sin la aprobación de los diputados de la
oposición. En la Cámara de Diputados, el PRI obtuvo 260 de los 500 asientos. Bastante menos de las
dos terceras partes, 332, requeridas por la ley para aprobar cualquier cambio a la Constitución. Por lo
que el presidente tenía que negociar con la oposición con el fin de obtener los 70 votos que le faltaban.
Sin embargo, la aprobación de cualquier otro tipo de legislación, como el presupuesto de la federación,
aún estaba garantizada. La nueva composición del Congreso permitió a los partidos de oposición
promover importantes reformas en la arena lectoral, las cuales impusieron límites significativos al PRI
y a su control sobre la conducción de las elecciones (Rodríguez & Ward, 1996:93).
Las elecciones de 1988 revelaron la fragmentación del poder del régimen. El PRI perdió su mayoría en
la ciudad de México, en donde aumentaba la insatisfacción de sus habitantes por la falta de democracia
en la selección de su gobernante. El PRI también perdió en la segunda ciudad más grande del país,
Guadalajara, y en muchos otros estados (Aguilar & Meyer, 1993:243). Después de más de 40 años de
relativa tranquilidad política, el mapa se transformó en uno de intensa competencia electoral.
Salinas de Gortari tuvo que enfrentar la crisis económica heredada de la administración anterior, y la
crisis política más profunda jamás experimentada por el sistema en general y por la presidencia en
particular. De acuerdo con el Plan Nacional de Desarrollo 1989-1994, la modernización del país se
llevaría a cabo con base en tres acuerdos fundamentales: i) el Acuerdo Nacional para el Fortalecimiento
de la Democracia, ii) el Acuerdo Nacional para la Recuperación Económica y la Estabilidad de Precios,
iii) el Acuerdo Nacional para el Mejoramiento de los Niveles de Vida. El segundo de ellos señaló la
descentralización del gasto público como una estrategia para fortalecer a estados y municipios, uno de
sus objetivos más importantes; además de una mejor coordinación entre los tres órdenes de gobierno
(SPP, 1989:9).
La canalización más importante de recursos hacia estados y municipios se realizó con base en el
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Acuerdo Nacional para el Mejoramiento de los Niveles de Vida. Este acuerdo fue la base para el
Programa Nacional de Solidaridad (PRONASOL), el programa federal que se convertiría en la bandera
de la administración salinista. Salinas conservó el enfoque neoliberal adoptado por la administración
previa, en la cual él había sido secretario de programación. Su principal preocupación era superar la
crisis económica, pero estaba consciente de que su crisis de legitimidad tenían que ser resuelta también.
La pregunta era: cómo promover las transformaciones económicas necesarias de tal manera que se
resolviera en lugar de agravarse la crisis política enfrentada por el sistema (Bailey, 1994:97). Era
necesario encontrar una estrategia para minimizar las contradicciones surgidas entre el modelo
económico neoliberal y las demandas sociales (Craske, 1996:80).
Para resolver este dilema, Salinas y sus colaboradores acuñaron el concepto de ‘liberalismo social’, el
cual fue diseñado para ‘casar’ la economía neoliberal con un tipo muy particular de paternalismo social
(Knight, 1996:49). El liberalismo social proveyó de las bases ideológicas para diseñar el programa de
combate a la pobreza que ayudaría a Salinas a recuperar la legitimidad perdida y a paliar los problemas
sociales producidos por la adopción de la política económica neoliberal. Salinas presentó el
PRONASOL en diciembre de 1988.
PRONASOL se proponía beneficiar 48 por ciento de la población mexicana que vivía por debajo de la
línea de pobreza, y especialmente, el 19 por ciento que estaba clasificado en pobreza extrema
(Cornelius, Craig & Fox, 1994:7). PRONASOL o Solidaridad fue implementado por la Subsecretaría
de Desarrollo Regional de la Secretaría de Programación y Presupuesto (SPP). Algunos autores
consideran que el diseño de Solidaridad fue obra de Salinas, pero otros sugieren que aunque su origen
no era nacional, ya que fue impuesto por el FMI para acompañar el proceso de reestructuración
económica, su forma de implementarlo fue netamente mexicana (Cornelius, Craig & Fox, 1994:6;
Ward, 1995). Independientemente de su origen, el objetivo principal de Solidaridad fue restaurar la
imagen del presidente y los poderes de la institución presidencial que se vieron empañados con las
elecciones de 1988 (Bailey, 1994:117).
El PRI había mantenido el monopolio del poder en estados y municipios por cerca de medio siglo. Fue
hasta mediados de los 80s cuando esta situación empezó a transformarse. Los cambios en el ámbito
municipal fueron la semilla del proceso democratizador que impulsó la transformación del modelo de
relaciones intergubernamentales en México. El número de municipios de oposición aumentó
significativamente de 1989 en adelante por diversas razones. Una de ellas provino de las elecciones de
1988. Ya que el PRI no tenía la mayoría necesaria en la Cámara de Diputados para aprobar reformas
constitucionales, el presidente tuvo que reconocer algunas victorias del PAN en el ámbito subnacional
ya que requería del apoyo de este partido.
El FDN, la coalición que apoyó la candidatura de Cárdenas para la presidencia en 1988, se transformó
en un nuevo partido: el Partido de la Revolución Democrática (PRD). Al ser reconocido en mayo de
1989, ganó gran apoyo en algunos estados del centro y sur del país. En diciembre de 1989, durante las
elecciones en el estado de Michoacán, ganó 52 de las 113 municipalidades del estado (Bruhn &
Yanner, 1995:113). Sin embargo, el PAN fue el líder de la transición iniciada en 1989 (Rodríguez &
Ward, 1995:6; Guillén, 1995:51). Uno de los principales problemas de los municipios de oposición
fueron los limitados recursos financieros con los que contaban para llevar a cabo sus programas. Pronto
se dieron cuenta que su dependencia financiera era uno de los obstáculos más serios para lograr mayor
autonomía.
Las fuerzas políticas locales empezaron a cuestionar la concentración de recursos en el ámbito federal
(Courchene, Díaz & Webb, 2000:128). La discreción en el manejo de las transferencias federales de los
municipios fue uno de los primeros asuntos en ser abiertamente denunciados por los presidentes
municipales de oposición. Cuando el PRD ganó un gran número de municipalidades en Michoacán, sus
ayuntamientos cuestionaron la honestidad de los funcionarios estatales en la distribución de
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fondos fueron destinados generosamente hacia las áreas donde el PRD tenía mayor apoyo. En las
elecciones de 1991, el PRD perdió la mayor parte del apoyo político ganado en Michoacán en 1988. Se
estima que cada voto para el PRI en Michoacán costó 70 dólares, comparado con sólo 2 dólares, que
fue el costo de los votos para el PRD (Chávez, 1992, citado en Ward, 1994:60). No fue una
coincidencia que el 12 por ciento del presupuesto total de Solidaridad para 1992, se concentrara en
Michoacán.
PRONASOL se creó en la oficina del presidente como un clásico ejemplo de la discrecionalidad del
Ejecutivo (Knight, 1996:11, Cornelius, Craig & Fox, 1994:14). Usando estructuras jerárquicas, las
decisiones sobre cuáles proyectos podían llevarse a cabo tenían que ser autorizadas por el centro,
reforzando arbitrariedad en el proceso de toma de decisiones (Craske, 1996:87). Aunque PRONASOL
benefició al PRI, recuperando legitimidad para todo el sistema, particularmente reforzó el dominio del
presidente, vigorizando su popularidad y proporcionándole mayor control en la distribución de fondos
discrecionales (Bailey, 1994:103; Knight, 1994:40; Dresser, 1994:144; Varley, 1996:224).
PRONASOL fue un mecanismo muy efectivo para fortalecer el centralismo presidencial, aumentando
el control federal sobre estados y municipios. Este programa debilitó a los gobiernos estatales ya que
perdieron capacidad de decisión frente al gobierno federal. Los municipios no sólo no ganaron
influencia en el proceso de toma de decisiones sino que se vieron debilitados todavía más al convertirse
en meros canales para transferir recursos a organismo que representaban estructuras paralelas pero
incluso con más poder, ya que disponían de fondos para financiar obra pública.
Durante esta fase el gobierno federal reforzó su posición dominante sobre estados y municipios, y el
presidente fortaleció su rol como el actor más importante del país en la toma de decisiones. Estados y
municipios fueron debilitados para reforzar la institución presidencial y recuperar la legitimidad del
régimen. Paradójicamente, cuando los tomadores de decisiones del ámbito federal adoptaron un
enfoque tecnocrático neoliberal, su programa social más importante se basó en la distribución
discrecional de recursos que no siguió ningún criterio de eficiencia.
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diciembre de 1994, México enfrentó otra severa crisis económica. La crisis fue producto de diversos
factores relacionados con la política neoliberal de la administración salinista (Otero, 1996:8; González,
1998:46). La crisis fue agravada por recorte en el gasto público, un aumento del IVA del 10 al 15 por
ciento. Los intereses bancarios se elevaron a tasas del 60 por ciento acompañados por significativos
incrementos en bienes provistos por el gobierno, tales como electricidad y gasolina. Al mismo tiempo
se estableció un límite del 12 por ciento en el aumento de salarios. Ese año, la economía se contrajo 6.2
por ciento en términos reales, la reducción más grave desde 1932 (González, 1998:53).
La centralización de la economía había mantenido controladas las tensiones entre las regiones y el
gobierno federal, pero la crisis económica las agudizó aún más. Las transferencias federales A estados
y municipios se redujeron considerablemente. La depresión económica experimentada por la sociedad
socavó de nuevo la credibilidad del gobierno y del PRI, fortaleciendo a los partidos de oposición
(Rubio, 1998:26). En la primera mitad de 1995, el PRI perdió tres estados, los cuales fueron ganados
por el PAN: Jalisco, Guanajuato y Baja California (Langston, 2001:504). En las mismas elecciones,
pero en el ámbito municipal, el voto del PRI cayó de cerca de un 70 por ciento a un 52 por ciento. En
las elecciones de 1996, el PRI también tuvo pérdidas importantes en estados que había controlado
tradicionalmente: el Estado de México, Guerrero y Morelos (Magaloni, 1999:208).
La mayor competencia electoral no fue el único factor que el sistema tuvo que enfrentar. Otra fuerza
había venido creciendo lenta pero sostenidamente dentro del propio PRI: una división interna que
llevaría al debilitamiento del una vez llamado ‘amo de todo el sistema político’ (Scott, 1959:146). La
fragmentación de la clase política del PRI fue la que más contribuyó en el decline de la autoridad
presidencial. El conflicto interno inició muchos años atrás con el resentimiento de los miembros del
PRI que pertenecían a la vieja guardia. Durante dos décadas, éstos fueron testigos de cómo tecnócratas
educados en el extranjero habían sido promovidos a las posiciones más importantes. Los miembros
activos del PRI fueron desplazados de los cargos que les garantizaban poder político y económico
(Rubio, 1998:16).
El resentimiento de la vieja guardia se combinó con el rol diferente que Zedillo dio a la institución
presidencial dado su deseo de respetar el marco constitucional (Cedeño, 2000:10). Al principio de su
administración Zedillo declaró que mantendría una sana distancia del PRI con el fin de que sus líderes
tomaran sus propias decisiones. Formalmente al menos, esto terminó con el liderazgo informal del
presidente sobre el PRI (Langston, 2001).
Difiriendo totalmente del estilo de Salinas, Zedillo decidió no involucrarse en conflictos electorales
estatales y municipales, permitiendo que las cortes los resolvieran. Ello significó que era más fácil para
los gobernadores interferir en asuntos electorales, por lo que estos actores políticos vieron fortalecida
su influencia en las RIGs. “El presidente abandonó sus poderes tradicionales, por lo que forzó a todos
los demás actores políticos a llenar el vacío creado por este abandono presidencial” (Rubio, 1998:17).
Por otra parte, el vínculo de Zedillo con los gobernadores era débil ya que la mayoría de ellos fueron
seleccionados durante la administración de Salinas. Zedillo enfrentó cinco elecciones de gobernadores
en 1995 y siete más en 1997 pero ninguno de esos candidatos del PRI pertenecía a su camarilla (Casar,
1998:26). Algunos de esos gobernadores eran políticos muy experimentados, como Manuel Bartlett de
Puebla y Roberto Madrazo de Tabasco, quienes creían que tenían el derecho a ser considerados
potenciales precandidatos presidenciales. Hasta entonces, una de las reglas no escritas del PRI había
sido que sólo los miembros del gabinete podían ser considerados entre los posibles candidatos
presidenciales (Langston, 2001:505).
Apoyados por el núcleo duro del partido, estos gobernadores aprovecharon la 17ª Asamblea General
del PRI en 1996 para cambiar los requisitos para ser candidato del PRI a una gubernatura o a la
presidencia. Los nuevos requisitos para ser candidato presidencial fueron ser militante del partido, y
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haber ocupado un puesto de elección popular. Estos requisitos excluyeron a la mayoría de los
miembros del gabinete de Zedillo en la carrera por la candidatura a la presidencia, cuando antes de la
asamblea ellos eran los precandidatos más probables. Así pues, el resultado más importante de este
evento fue la reducción del poder que durante más de sesenta años tuvo el presidente para escoger a su
sucesor. Estos cambios terminaron con las posibilidades de la mayor parte de los miembros del
gabinete y en contraparte, surgieron varios candidatos entre los gobernadores (Ibíd.:506).
Los problemas derivados de la última crisis económica, el nuevo poder de los gobernadores priístas, y
la mayor competencia electoral unieron a actores políticos de los ámbitos estatales y municipales en
busca del mismo objetivo: descentralización. Para los gobernadores priístas, la descentralización era
atractiva con el fin de aumentar su poder político en sus estados, pero sus expectativas iban más allá.
Ellos esperaban que más facultades y recursos fortalecerían su papel en la escena nacional, lo cual
eventualmente los llevaría a una posición más alta, es decir, a la presidencia. Los políticos de la
oposición consideraban a la descentralización como un medio para un reparto más justo y balanceado
de poder y recursos, lo cual contribuiría a terminar con el sistema creado por el PRI.
Aunque con diferentes objetivos, los actores subnacionales se dieron cuenta que podían unir esfuerzos
con el fin de presionar al gobierno federal para obtener mejores resultados en sus demandas de
descentralización. El primer ejemplo de esta nueva estrategia fue la organización de foros plurales en
los cuales federalismo y descentralización pudieran ser discutidos y analizados.7 El evento más
importante sobre federalismo tuvo lugar en marzo de 1995 en Jalisco. En su inauguración, Zedillo
reconoció:"Hoy en México, el centralismo es opresivo y retrogrado, y socialmente insensible e
ineficiente" (Foro Nacional, 1995:11).
Las conclusiones presentadas por los representantes de estados y municipios reflejaban claramente sus
objetivos. Afirmaron que los principales problemas para lograr un verdadero federalismo eran el
centralismo, el presidencialismo, la debilidad municipal, la pasividad judicial, la inequidad en la
distribución del ingreso, la falta de respeto en la división de poderes, la débil participación democrática,
la ambigüedad de la estructura jurídica, y la corrupción (Ibíd.:427).
Gobernadores, presidentes municipales y académicos coincidieron acerca de la necesidad de
transformar el patrón seguido en las relaciones intergubernamentales. Todos ellos pidieron la
redefinición de las facultades entre los órganos y ámbitos de gobierno, la estricta aplicación de la ley,
democracia y participación ciudadana en el diseño de políticas públicas, desarrollo regional
balanceado, mejor distribución de recursos financieros, transparencia en la gestión de recursos
públicos, y particularmente, el fortalecimiento de los gobiernos estatales y municipales frente al ámbito
federal (Ibíd.:429).
El Presidente Zedillo denominó Nuevo Federalismo a su política de descentralización. El concepto de
federalismo cobró fuerza durante las campañas presidenciales de 1994, y los tres principales partidos
políticos lo adoptaron aunque bajo diferentes enfoques.8 Al principio de la administración de Zedillo, el
programa de Nuevo Federalismo no tenía una estructura propia, ni tampoco había una estrategia formal
o un documento de política que indicara cómo sería implementado (Ward & Rodriguez, 1999b:675). A
pesar de la falta de una estrategia integral, a diferencia de administraciones anteriores, Zedillo vinculó
el problema de desarrollo regional a las políticas federales más importantes: el fortalecimiento del
federalismo y la reducción de la pobreza (SHCP, 1995).
En 1995, el gobierno federal anunció la transferencia del Ramo 26 del presupuesto federal, Programa
de Superación de la Pobreza, hacia los estados y los municipios (Trejo & Jones, 1998:77). Durante
7
En diciembre de 1994, se organizó el foro llamado ‘20 Compromisos por la Democracia’ en el cual participaron políticos
estatales y municipales de todos los partidos políticos.
8
'Nuevo Federalismo' para el PRI, 'Auténtico Federalismo' para el PAN, y 'Federalismo Democrático’ para el PRD.
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1995, estos recursos fueron distribuidos directamente y de manera discrecional por la Secretaría de
Desarrollo Social (SEDESOL) entre los estados y los municipios. En 1996, se llevó a cabo un cambio
sustancial ya que estos recursos fueron divididos entre estados y municipios con base en criterios bien
definidos. Un par de años después, hubo cambios sustantivos aún mayores derivados de un evento
político histórico, gracias al cual se avanzaría en materia de descentralización, fortalecimiento del
federalismo y transformación del modelo de RIGs.
Durante las elecciones de 1997 se renovaron la Cámara de Diputados; una cuarta parte del Senado; seis
gubernaturas; y congresos estatales y ayuntamientos en siete estados. Además, por primera vez en la
historia moderna, se efectuó la elección directa del Jefe de Gobierno de la Ciudad de México. Este
proceso electoral representó un parte aguas en la transición democrática de México, además de
transformar sustancialmente la dinámica de las RIGs.
Después del conteo de los votos, el PRI tuvo que admitir su más importante derrota en el ámbito
subnacional. El candidato del PRD, Cuauhtémoc Cárdenas,9 ganó la Jefatura de Gobierno de la Ciudad
de México. La capital del país había estado bajo el control del gobierno federal, y ahora que se
encontraba en manos de un gobierno de oposición, ambos gobiernos tenían que definir sus límites uno
frente al otro. El hecho que Cárdenas se convirtiera en el Jefe de Gobierno de la Ciudad de México lo
posicionó como el segundo político más importante del país, y por lo tanto, en un potencial e
importante candidato para las elecciones presidenciales del 2000 (Rubio, 1998:34).
El resultado más importante de las elecciones de 1997, por sus consecuencias en el sistema político y
por su impacto en materia de federalismo, ocurrió en el nivel federal. El PRI perdió el control de la
Cámara de Diputados por primera vez en la historia.10 Las elecciones de 1997 permitieron la existencia
de un gobierno nacional dividido cuando el PRI perdió la mayoría en el Congreso, la Cámara de
Diputados quedó dividida en tres grandes grupos parlamentarios (PAN, PRI, PRD), y en la Cámara de
Senadores perdió la mayoría calificada. El hecho de que la Cámara de Diputados ya no estuviera
controlada por el PRI significó que los intereses de la oposición podrían alcanzar esta estratégica arena.
En esta ocasión, el presidente tenía que enfrentar oposición por parte del órgano de gobierno que
siempre había estado subordinado a él. Enfrentando la peor crisis económica del país, pugnas internas
en el PRI, el fortalecimiento del Congreso, y una oposición más poderosa en estados y municipios,
Zedillo no tenía otra alternativa más que: “Llevar a cabo una redistribución de facto de poder político y
económico." (Ward & Rodriguez, 1999a:1)
Después de las elecciones de 1997, por primera vez desde la creación del régimen del PRI, los
principales actores políticos en el ámbito federal no tenían los mismos objetivos. Aunque los diputados
no son representantes de los estados, provienen de los distritos electorales en los que todo el país está
dividido. Una buena parte de los diputados recién electos debía su posición al apoyo de la población de
esos distritos, la cual les había dado su voto con la promesa de que llevarían sus demandas para ser
escuchadas en el ámbito federal. Los partidos de oposición más importantes en la Cámara de Diputados
eran el PAN y el PRD. Ambos partidos habían hecho del federalismo y la descentralización objetivos
clave de sus agendas políticas y sus diputados eran responsables por el logro de esos objetivos.
La elección democrática de diputados de la oposición les garantizó la legitimidad necesaria para jugar
un nuevo rol de contrapeso para el poder Ejecutivo. Así pues, la demanda por la descentralización no
vino sólo de los estados y municipios o del mismo PRI; el Congreso federal se transformó y una parte
de él apoyó dicho objetivo. El reto del presidente Zedillo era superar la crisis económica y política,
9
Cárdenas fue candidato presidencial en 1988 y de acuerdo con múltiples opiniones, el ganó la presidencia pero su triunfo
no fue reconocido.
10
La distribución de las curules en la Cámara fue: 238 para el PRI, 125 para el PRD, y 122 para el PAN. El Partido de los
Trabajadores (PT) ganó 7 asientos y el Partido Verde Ecologista (PVEM) ganó 8 (Domínguez, 1999:9).
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embargo, la transición de meras agencias del gobierno federal a auténticos ámbitos de gobierno es
difícil. Más aún cuando el andamiaje institucional en el que tiene que desarrollarse este cambio no se
ha transformado. Así pues, estados y municipios tratan de ejercer sus facultades como gobiernos “libres
y soberanos”, en un marco creado para la predominancia del gobierno federal. Es en este contexto que
las tres instancias de gobierno realizan esfuerzos para coordinarse, obedeciendo no sólo a una voluntad
política, sino impulsados por la imperante necesidad de responder a la compleja problemática que les
plantea la sociedad.
Diversas son las áreas en las que la coordinación intergubernamental es indispensable. La más
estudiada ha sido hasta ahora la relativa al ámbito fiscal, no obstante, existen muchas otras en las que la
concurrencia de federación, estados y municipios es también forzosa. Una de ellas es la planeación del
desarrollo, sobre todo en lo referente a su vertiente regional.
11 Conformada por los estados de Hidalgo, Estado de México, Morelos, Puebla, Tlaxcala y el Distrito Federal.
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ámbito metropolitano y regional. Aunque hasta ahora sus esfuerzos no han logrado resultados
sustanciales.
El marco referente a los recursos financieros con los que la RCP deberá promover su desarrollo
regional, tampoco es halagüeño. Intrínsecamente vinculado con el desarrollo regional es su
financiamiento. El análisis de datos financieros señala que las entidades de la RCP, como promedio,
han presentado un ligero déficit fiscal. Es decir, gastan más de los recursos que reciben. A esto hay que
añadir que dichas entidades canalizan más recursos a su gasto corriente que al de inversión. Por otra
parte, aunque han registrado un incremento real tanto de su ingreso como de su gasto, la inversión
federal en la región ha disminuido.
Esto ultimo es importante si se considera que las entidades de la RCP dependen, en promedio, de las
transferencias federales para financiar el 80 por ciento de su gasto total. Es decir, la recaudación de sus
ingresos propios es muy baja. Este último problema no es exclusivo de las entidades de la RCP, sino
que es un fenómeno que se ha observado a nivel nacional a partir de la creación del Sistema Nacional
de Coordinación Fiscal en 1980 (Cabrero & Carrera, 2000). El problema que se plantea aquí es además
de cómo lograr una eficaz planeación del desarrollo regional, cómo puede financiarse.
La adecuación del marco jurídico para las actividades de la planeación del desarrollo regional es
prioritario. La definición de atribuciones y responsabilidades de cada nivel de gobierno es premisa
necesaria para avanzar en este sentido, así como la reforma de los principales instrumentos legales que
rigen las acciones de planeación del desarrollo en el ámbito federal y estatal. El Sistema Nacional de
Planeación Democrática y los sistemas estatales deben ser revitalizados y adecuados para dar cabida a
la planeación regional y metropolitana de manera especifica y obligatoria. Esto incluye el incorporar de
manera real a los COPLADEs y COPLADEMs en las actividades de planeación del desarrollo regional.
En este sentido, la mayor parte de los planes estatales de desarrollo y leyes estatales de planeación
contemplan estos propósitos.
Los gobiernos municipales deben ser parte de este esfuerzo de planeación del desarrollo regional. La
participación de los municipios en la planeación del desarrollo regional también debe incluir la
asociación entre los gobiernos locales que por vecindad comparten una problemática común. En este
contexto es importante señalar que las experiencias de coordinación inter-municipal deben estimularse
aún más y difundirse con el propósito de fomentar su implementación. La intermunicipalización puede
convertirse en una valiosa estrategia para la solución eficaz, eficiente y a largo plazo de algunos de los
problemas más importantes que aquejan a la mayor parte de los municipios del país. Esta modalidad de
coordinación intergubernamental es muy reciente en México y su desarrollo ha sido lento debido a que
en la mayor parte de los gobiernos municipales prevalece la concepción de un gobierno local
dependiente de los estados y de la federación, sin capacidad de generar sus propias soluciones.
A lo anterior hay que añadir que hoy en día, el ámbito municipal es en donde más claramente se refleja
la nueva geografía del poder. Desafortunadamente, entre los ayuntamientos con diferente filiación
partidistas prevalece la lógica de la confrontación más que la de cooperación para brindar mejores
niveles de vida a sus gobernados. Asimismo, el marco jurídico-institucional en el que estos incipientes
esfuerzos de coordinación se llevan a cabo es sumamente deficiente. A esta problemática debe
agregarse la carencia de recursos financieros y capacidad institucional. De acuerdo con información del
Instituto de Desarrollo Social (INDESOL), en 2000, sólo 527 municipios del país, esto es el 22 por
ciento del total, habían utilizado esta vertiente de coordinado. Este número disminuyó en 2002, a 484
municipios, es decir, el 20 por ciento.
Finalmente, la problemática financiera de las entidades de la RCP representa un obstáculo para la
consolidación de una planeación regional eficaz. Es indispensable reconocer que los estados no poseen
una fuente sustantiva de ingresos propios, a diferencia de los gobiernos municipales que cuentan con el
20
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impuesto predial, los estados no poseen ningún tributo importante con el que puedan fortalecer su
recaudación propia. Esto ha sido uno de las más graves deficiencias del proceso de descentralización
fiscal en México. La teoría y practica de la descentralización fiscal señalan que para que un proceso de
esta naturaleza tenga mayores probabilidades de obtener resultados exitosos, es indispensable que cada
nivel de gobierno cuente con una fuente sustantiva de ingresos propios, la cual pueda administrar con
cierto grado de autonomía (Nooregar, 1997). Así pues, la redefinición del actual sistema de
coordinación fiscal es necesaria también para consolidar el proceso de planeación del desarrollo
regional.
Conclusiones
El análisis de la primera fase del proceso de evolución de las RIGs en México, mostró que de 1980 a
1988, la relación entre los diferentes ámbitos de gobierno obedecía a un patrón altamente centralizado
basado en el sistema político construido por el régimen del PRI-gobierno. Estados y municipios se
encontraban subordinados ante el gobierno federal, y el presidente era el principal tomador de
decisiones. Las políticas diseñadas para supuestamente fortalecer constitucional y fiscalmente a los
gobiernos subnacionales, tuvieron el efecto contrario, volviéndolos más dependientes.
La etapa de 1989 a 1996, puede ser definida como el principio de una transición hacia un nuevo
modelo de RIGs. La semilla del proceso de democratización que estimuló esa evolución fue sembrada
en la esfera municipal. El arribo de gobiernos municipales de oposición, quienes a pesar de la carencia
de recursos financieros fueron capaces de usar el apoyo de la sociedad civil como su mejor recurso
político, se convirtió en el elemento más importante para obligar al gobierno federal a redefinir la
dinámica de las RIGs. Pero el proceso iniciado en esta etapa no rindió frutos sino en la siguiente.
Durante esta fase, el modelo de RIGs alcanzó su centralización más extrema, reforzándose el dominio
del presidente mientras que estados y municipios se debilitaron más.
A partir de 1997, es posible observar con claridad un cambio en el modelo de RIGs. El fortalecimiento
de los gobiernos subnacionales a través de la descentralización, fue un imperativo para la
administración de Zedillo, su única alternativa para mantener la estabilidad del sistema. El resultado de
estas transformaciones ha sido un proceso de descentralización altamente controlado por el gobierno
federal, quien dicta su intensidad y dirección. Hasta ahora los estados han sido los principales
beneficiarios, mientras que los municipios permanecen como el ámbito de gobierno menos fortalecido.
Las RIGs en México siguen evolucionando, y parte de esta transformación son los esfuerzos que
estados y municipios llevan a cabo por coordinarse, horizontal y verticalmente, con diferentes
propósitos. Pero el marco jurídico-institucional en que el que tienen que trabajar fue diseñado para una
etapa en la que ellos no tenían ni voz ni voto, mucho menos capacidad de gestión. Esto constituye uno
de los principales problemas que habrá que solucionar si se desea que el modelo de RIGs en México
evolucione hacia uno más acorde con el esquema federal del país.
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Reseña biográfica
Ady Patricia Carrera Hernández. Doctorado en Políticas Públicas y Maestría en Gestión
Económica Pública por la Universidad de Birmingham, Reino Unido; Licenciatura en Administración
Pública por la Universidad Nacional Autónoma de México. Jefa del Departamento de Estudios de
Administración Estatal y Municipal del Instituto Nacional de Administración Pública de México (1990-
1992); Investigadora en la División de Administración Pública del Centro de Investigación y Docencia
Económicas (CIDE) (1994-1996); y Asesora en la Dirección General del Instituto Nacional para el
Federalismo y el Desarrollo Municipal (INAFED) (2003-2004). Consultora del Instituto Holandés de
Vivienda y Desarrollo Urbano (IHS) desde 2000, para su programa de Desarrollo Económico Local en
Centroamérica. Actualmente se desempeña como Profesora-Investigadora en la Facultad de Ciencia
Política y Administración Pública de la Universidad Autónoma del Estado de México; en donde es
miembro del Comité del Doctorado en Ciencias Sociales y Líder del Cuerpo Académico en
Administración Pública, Política y Gobierno.
Dirección Postal: Camino a Santiago no. 40, Col. 1ª Ampl.. Santiago Acahualtepec, México,
DF, CP 09608 [email protected] Tel. + (52) 55 58 32 36 48 + (52) 722 215 0494 + (52) 722 214
3169 Fax: + (52) 722 213 1607
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Gobierno Estatal
Gobierno
Gobierno
Municipal Federal
Cuadro 2
Modelo de Autoridad Inclusiva
Gobierno Federal
Gobierno
Estatal
Gobierno
Municipal
Cuadro 3
Modelo de Autoridad Traslapante
Gobierno Gobierno
Federal Municipal
Gobierno
Estatal
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IX Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Madrid, España, 2 - 5 Nov. 2004
Cuadro 4
Porcentaje del Ingreso Público por Ámbito de Gobierno (1983-1988)*
Año Federal Estatal Municipal
1983 84.5 13.7 1.8
1984 82.7 15.0 2.3
1985 82.7 14.9 2.4
1986 84.0 13.6 2.4
1987 84.8 13.1 2.1
1988 84.1 13.3 2.6
Fuente: Cabrero, 1998:130
* Excluye transferencias federales y el Distrito Federal se contabiliza en el ámbito estatal.
Gráfica 1
Porcentaje del Ingreso Público Total por Ámbito de Gobierno
1930-1980
100
90
80
70
60 FEDERAL
50 ESTATAL
%
40 MUNICIPAL
30
20
10
0
1930 1935 1940 1945 1950 1955 1960 1965 1970 1975 1980
AÑOS
Gráfica 2
Transferencias Federales e Ingreso Propio en el Total del Ingreso de los Estados
1975-1988
70
60
50
40 TRANSFERENCIAS
%
30 INGRESO PROPIO
20
10
0
1975
1976
1977
1978
1979
1980
1981
1982
1983
1984
1985
1986
1987
1988
AÑO
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Gráfica 3
Transferencias Federales e Ingreso Propio en el Total del Ingreso de los Municipios
1975-1988
70
60
50
40 TRANSFERENCIAS
%
30 INGRESO PROPIO
20
10
0
75
76
77
78
79
80
81
82
83
84
85
86
87
88
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
AÑO
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