Oir Con Fe
Oir Con Fe
Oir Con Fe
Romanos 10:14-17
14 ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no
han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? 15 ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados?
Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian
buenas nuevas! 16 Mas no todos obedecieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a
nuestro anuncio? 17 Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.
Introducción
La Biblia nos ofrece todas las verdades que necesitamos para vivir un estilo de vida de fe. Dentro de
sus páginas hay historias poderosas que describen las obras milagrosas de un Dios que se mantuvo
fiel a un pueblo que, en lugar de sus caminos perfectos y amorosos, eligió el orgullo, el egoísmo y la
rebelión. Y también incluye momentos increíbles en los que el pueblo de Dios respondió a su
fidelidad con fe y recibió una gran recompensa.
LOS PRINCIPALES RECEPTORES
Hay gente que oye y hay gente que no. Y si lo que estás esperando es empezar a vivir a lo grande,
necesitas oír. Porque la fe viene por el oír, el oír la palabra de Dios y tenemos que usar y hacer propia
cada palabra que escuchamos para que esas palabras que produzcan Fe, y de esta manera crecer en
ella.
La Biblia dice que, cierta vez, el apóstol Pablo estaba en Filipos. Allí ocurrió algo singular: «Y un día
de reposo … hablamos a las mujeres que se habían reunido. Entonces una mujer llamada Lidia …
estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía. Y
cuando fue bautizada…» (Hechos. 16:13-15). Esta mujer, Lidia, recibió la gracia de poder oír de la
manera que produce fe.
Hablando a los tesalonicenses, Pablo les recuerda cómo ellos recibieron la Palabra por primera vez:
«Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la palabra
de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad,
la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes» (1 Tes. 2:13). Aquí tenemos otra clave
para la fe: La palabra de Pablo fue recibida como palabra de Dios, no como de hombre. Eso permitió
que la Palabra actuara en ellos. Sin duda, ellos también recibieron esta gracia de oír.
Muchos pueden oír una predicación de la palabra de Dios, pero tal vez no todos reciban la gracia de
oír de manera que su corazón se llene de fe. Este oír es provocado por la Palabra. Cuando ella viene,
el oído se despierta, y entonces se produce la fe en el corazón, para creer que no es palabra de
hombre, sino de Dios.
EL MENSAJE QUE DEBEMOS OIR
La fe es un lenguaje de todos los días y cuando practicas este lenguaje todo se transforma porque la fe
se incorpora en el problema o la situación que atravesamos. La pregunta sería ¿Estás listo para oír a
Dio sí Porque Él está dispuesto a hablarte? Cuando hablamos de oír, hablamos en tiempo presente.
Es decir, Pablo se refiere por el oír de hoy, y no, por el haber oído. La fe es hoy, es la certeza, es la
convicción. La fe es ahora. Hubo una mujer llamada María que supo cómo hacer crecer su fe. Ella
había entendido el principio del oír. En cambio, Marta, su hermana, si bien amaba mucho a Jesús,
cuando fue a su casa se puso a limpiar mientras que María, se tiró a los pies del Maestro para oír.
Ante esta situación, Marta se enojó y con bronca le dijo a Jesús: “Señor, dile a María que me ayude
porque yo antes de oírte quiero tener la casita limpia”. A lo que Jesús le dijo: “Marta, Marta estás con
mucha ansiedad, María eligió la mejor parte”. ¿Cuál era la mejor parte? Oír… Como María, nosotros
también necesitamos oír y oír, para que así, nuestro nivel de fe crezca y nos traiga la victoria que
estamos esperando. A mayor fe, mayor victoria. El oír siempre es en el espíritu. Es captar la Palabra,
tomarla y hacerla tuya. De otra manera sólo habrás escuchado almáticamente, te habrás emocionado
un poco y la Palabra en ningún momento habrá penetrado en tu corazón y esto, ¡no te sirve! El oír
siempre es en el espíritu. Entonces… ¿Cómo me doy cuenta si estoy oyendo la Palabra? Por mi
hablar. La gente que oye fe, habla fe. Todo comienza por el oír.
LA ATENCION DE MI OIDO
Imagina a una persona que se te acerca y te habla de un amigo tuyo y te dice: “No sabes lo que dijo
de vos”. ¿Qué hiciste vos en ese momento? Oíste. Y tu fuente fue la persona que te hizo el
comentario, y lo empezaste a pensar, lo empezaste a creer, y a confesar. Antes te llevabas bien con él,
pero alguien te habló mal, y ahora lo que oíste, lo pensaste, lo creíste y por ende, lo confesaste. Así
funciona el oír. Por eso, sería bueno que en este momento te preguntaras: ¿qué estás oyendo? ¿A
quién estás escuchando?
Dios va a levantar personas cuya fuente no será la gente, su fuente será Dios. Determinate: “Al único
que voy a oír, va a ser a Dios. Mi fuente es Él. Todo lo que oiga de Dios será lo que piense, crea y
confiese, y todo lo que confiese, Dios me lo dará. Mi fuente no es el pronóstico del tiempo, ni el
dinero, ni los noticieros. Mi fuente es Jesucristo. Mis oídos son sólo para Él”.
Dios nos va a enseñar cómo oír su voz, y para esto necesitaremos tener ganas de aprender. Tenemos
que apasionarnos por su voz. Porque siempre detrás de una gran victoria, puedo cometer el mayor
error de mi vida por no estar oyendo lo correcto.
Proverbios 4:20-22 dice: “Hijo mío, atiende a mis consejos; escucha atentamente lo que digo. No
pierdas de vista mis palabras; guárdalas muy dentro de tu corazón. Ellas dan vida a quienes las
hallan; son la salud del cuerpo”. El deseo de Dios para ti y para mí es que seamos hijos llenos de sus
palabras que dan vida. Dios anhela que experimentemos la alegría, el propósito y la paz de una fe
que se basa en su palabra. Anhela que vivamos nuestras vidas con la Biblia como una fuente
constante de esperanza cuando el mundo parece estrellarse a nuestro alrededor.
La fe genuina solamente viene por el oír la Palabra de Dios (Romanos 10:17).
A. Entonces, no es una sorpresa que se haga referencia al Evangelio de Cristo como “la palabra de fe”
(Romanos 10:6-11; Gálatas 3:1-5).
B. Las palabras de Jesús produjeron fe en muchos que las oyeron (Juan 2:18-22; 4:41-42; 8:30).
C. La predicación de los discípulos también produjo fe en judíos y gentiles en todas partes (Juan
17:20; Hechos 15:7; 18:8).
D. Dondequiera que la Palabra iba, la fe iba con ella (1 Tesalonicenses 1:8).
CONCLUSIÓN
Para que la Palabra de Dios se haga realidad en tu vida, no solamente debes escucharla sino también
confirmar tu fe al proclamarla. Salmo 116:10-14: Creí; por tanto, hablé, estando afligido en gran
manera. Y dije en mi apresuramiento: todo hombre es mentiroso. ¿Qué pagaré a Jehová por todos sus
beneficios para conmigo? Tomaré la copa de la salvación, e invocaré el nombre de Jehová. Ahora
pagaré mis votos a Jehová delante de todo su pueblo. Debemos hablar de acuerdo a lo que creemos,
no a lo que sentimos, especialmente al estar afligidos, en el momento cuando nuestra fe es probada,
ya que sabemos que los beneficios del Señor son ciertos, aunque todavía no los vemos.