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Prefacio
El lugar de la ganancia y la incertidumbre en la teoría econó mica
Teorías del Beneficio; Cambio y riesgo en relació n con el beneficio
La teoría de la elecció n y del intercambio
Producció n Conjunta y Capitalizació n
Cambio y Progreso con Ausencia de Incertidumbre
Prerrequisitos menores para la competencia perfecta
El significado del riesgo y la incertidumbre
Estructuras y métodos para afrontar la incertidumbre
Empresa y beneficio
Empresa y ganancias (continuació n) El gerente asalariado
Incertidumbre y Progreso Social
Aspectos sociales de la incertidumbre y el beneficio
Ir al Capítulo 1
CABALLERO FH
Ciudad de Iowa, Iowa
Enero de 1921
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PARTE I -- INTRODUCCIÓN
Parte I, Capítulo I
El lugar de la ganancia y la incertidumbre en la teoría
económica
La economía, o má s propiamente la economía teó rica, es la ú nica de las ciencias sociales
que ha aspirado a la distinció n de ciencia exacta. En la medida en que es una ciencia exacta,
debe aceptar las limitaciones y compartir la dignidad correspondiente, y así se vuelve como
la física o las matemá ticas en ser necesariamente algo abstracto e irreal. De hecho, es
diferente de la física en grado, ya que, aunque no puede hacerse tan exacta, sin embargo,
por razones especiales, asegura un grado moderado de exactitud só lo a costa de una
irrealidad mucho mayor. La concepció n misma de una ciencia exacta implica abstracció n;
su ideal es el tratamiento analítico, y aná lisis y abstracció n son virtualmente sinó nimos.
Nos hemos dado a la tarea de reducir a orden una masa compleja de cambios
interrelacionados, es decir, de analizarlos en uniformidades de secuencia o
comportamiento, llamadas leyes, y el aislamiento de las diferentes secuencias elementales
para su estudio por separado.
A veces, los diversos constituyentes elementales de nuestro complejo fenó meno se
encuentran en la naturaleza de forma aislada, completa o parcial, ya veces se pueden idear
experimentos artificiales para presentarlos solos o con las condiciones concomitantes
sujetas a control. Este ú ltimo es, por supuesto, el procedimiento característico de la ciencia
física. Su aplicació n al estudio de la sociedad industrial es, sin embargo, generalmente
impracticable. Aquí debemos buscar comú nmente las manifestaciones de los diversos
factores en nuestro complejo, bajo diversas asociaciones, o confiar en el conocimiento
intuitivo de los principios generales y seguir el funcionamiento de las cadenas individuales
de secuencia mediante procesos ló gicos.
La aplicació n del método analítico en cualquier clase de problemas es siempre muy
incompleta. Nunca es posible tratar de esta manera con una proporció n muy grande,
numéricamente hablando, de la gran complejidad de factores que entran en una situació n
real normal como la que debemos enfrentar en la vida prá ctica. El valor del método
depende del hecho de que en grandes grupos de situaciones problemá ticas ciertos
elementos son comunes y no está n simplemente presentes en cada caso individual, sino
que ademá s son pocos en nú mero y lo suficientemente importantes como para dominar las
situaciones. Las leyes de estos pocos elementos, por lo tanto, nos permiten alcanzar una
aproximació n a la ley de la situació n como un todo. Nos dan declaraciones de lo que
"tiende" a ser cierto o "sería" cierto en condiciones "ideales", es decir, simplemente en una
situació n en la que las numerosas y variables pero menos importantes "otras cosas" que
nuestras leyes no tienen en cuenta eran enteramente ausente.
Así, en la física, el modelo y arquetipo de una ciencia exacta de la naturaleza, un nú mero
relativamente pequeñ o y factible de leyes o principios nos dice qué sucedería si se
supusieran condiciones simplificadas y se eliminaran todos los factores perturbadores. Las
condiciones simplificadas incluyen especificaciones en cuanto a dimensiones, masa, forma,
suavidad, rigidez, elasticidad y propiedades en general de los objetos con los que se trabaja,
especificaciones que normalmente son bastante imposibles de realizar, pero absolutamente
necesarias, mientras que los "factores perturbadores" son simplemente cualquier cosa no
incluida en las especificaciones, y su eliminació n real es probablemente igualmente
imposible de realizar y, nuevamente, igualmente necesaria de asumir. Só lo así podríamos
obtener "leyes", descripciones de los elementos separados de los fenó menos y su
comportamiento separado. Y aunque tales leyes, por supuesto, nunca son vá lidas con
precisió n en ningú n caso particular, porque son incompletas y no incluyen todos los
elementos del caso, sin embargo, nos permiten tratar problemas prá cticos de manera
inteligente porque son aproximadamente verdaderas y sabemos có mo hacerlo. para
descartar su incompletud. Só lo mediante tales aproximaciones, alcanzadas al tratar
analíticamente los aspectos má s importantes y má s universales de los fenó menos,
podríamos haber alcanzado una concepció n inteligente del comportamiento de las masas
de materia en movimiento y asegurado nuestro maravilloso dominio actual sobre las
fuerzas de la naturaleza.
De manera similar, pero por varias razones no tan completa y satisfactoriamente, hemos
desarrollado un cuerpo histó rico de economía teó rica que se ocupa de las "tendencias"; es
decir, con lo que "sucedería" en condiciones simplificadas nunca realizado, pero siempre
má s o menos abordado en la prá ctica. Pero la economía teó rica ha tenido mucho menos
éxito que la física teó rica a la hora de hacer que el procedimiento sea ú til, en gran parte
porque no ha conseguido que su naturaleza y sus limitaciones sean explícitas y claras.
Estudia lo que sucedería bajo una "competencia perfecta", señ alando los aspectos en los
que la competencia no es perfecta; pero queda mucho por hacer para establecer una visió n
sistemá tica y coherente de lo que es necesario para la competencia perfecta, hasta qué
punto y de qué manera sus condiciones se desvían de las de la vida real y qué
"correcciones" deben hacerse en consecuencia al aplicar sus conclusiones. a situaciones
*1
reales.
El estado vago e inestable de las ideas sobre este tema se manifiesta en la diferencia de
opinió n que abunda entre los economistas en cuanto al significado y uso de los métodos
*2
teó ricos. En un extremo tenemos a los economistas matemá ticos y los teó ricos puros
para quienes poco o nada fuera de un sistema cerrado de deducciones a partir de un
nú mero muy pequeñ o de premisas asumidas como leyes universales debe considerarse
como economía científica en absoluto. En el otro extremo hay ciertamente una fuerte y tal
vez creciente tendencia a repudiar por completo la abstracció n y la deducció n, e insistir en
una ciencia descriptiva puramente objetiva. Y en el medio está n todos los matices de
opinió n.
Desde el punto de vista del presente escritor, no es difícil encontrar el "camino medio"
correcto entre estos puntos de vista extremos, haciendo justicia a ambos. Un sistema
deductivo abstracto es só lo una pequeñ a divisió n del gran dominio de la ciencia econó mica,
pero existe la oportunidad y la mayor necesidad de cultivar ese campo. De hecho, en
nuestra analogía, la mecá nica teó rica es una secció n muy pequeñ a de la ciencia de la
naturaleza física; pero es una secció n muy fundamental, en cierto sentido la "primera" de
todas, el fundamento y requisito previo de las que siguen. Y esto también puede muy bien
valer para un cuerpo de "teoría pura" en economía; puede ser que un pequeñ o paso, pero el
primer paso, hacia una comprensió n prá ctica del sistema social sea aislar y seguir hasta su
conclusió n ló gica un nú mero relativamente pequeñ o de tendencias fundamentales que se
pueden descubrir en él. Existe una gran necesidad del uso tanto de la deducció n como de la
inducció n en economía como en otras ciencias, si es que los dos métodos son teó ricamente
*3
separables. Como bien ha argumentado Mill , debemos razonar deductivamente en la
medida de lo posible, cotejando siempre nuestras conclusiones con los hechos observados
en cada etapa. Cuando los datos son demasiado complejos para manejarlos de esta manera,
se debe aplicar la inducció n y formular leyes empíricas, para conectarlas deductivamente
con los principios generales de la "etología" (ahora deberíamos decir simplemente
"comportamiento humano"). Se enfatiza la condició n, en ambos casos, de que al usar la
deducció n, las conclusiones deben ser constantemente comprobadas con hechos por
observació n y las premisas revisadas en consecuencia, mientras que las leyes empíricas
resultantes de la inducció n deben, a su vez, demostrarse que se siguen de los principios
generales de la teoría. ciencia antes de que se les pueda atribuir mucha importancia o
*4
confiabilidad, vemos que queda poca divergencia entre los dos métodos.
El método de la economía es simplemente el de cualquier campo de investigació n donde el
aná lisis es aplicable en cualquier grado y es posible cualquier cosa má s que una mera
*5
descripció n. Es el método científico, el método de las aproximaciones sucesivas. El
estudio comenzará con una rama teó rica que se ocupará ú nicamente de los aspectos má s
generales del tema, y avanzará hacia abajo a través de una sucesió n de principios aplicables
a clases de fenó menos cada vez má s restringidas. Hasta dó nde se lleve el proceso será una
cuestió n de gusto y de los requisitos prá cticos de cualquier problema. En la ciencia, por lo
general, no conviene elaborar leyes con un grado muy alto de precisió n en los detalles.
Cuando el nú mero de factores tomados en cuenta en la deducció n se hace grande, el
proceso rá pidamente se vuelve inmanejable y los errores se deslizan, mientras que los
resultados pierden en generalidad de aplicació n má s significado que el que ganan por la
cercanía de la aproximació n al hecho en un caso dado. Es mejor dejar de tratar los
elementos por separado antes de que sean demasiado numerosos y abordar las etapas
finales de la aproximació n aplicando correcciones determinadas empíricamente.
El método teó rico en su forma pura consiste, pues, en el estudio completo y separado de los
principios generales, con la estricta exclusió n de todas las fluctuaciones, modificaciones y
accidentes de todo tipo debidos a la influencia de factores menos generales que los que se
investigan en cualquier momento. etapa particular de la investigació n. Nuestra pregunta se
relaciona con la conveniencia de utilizar este método en una forma tolerablemente rígida
en economía. La respuesta a esta pregunta depende de si en los fenó menos a estudiar
pueden encontrarse de hecho principios generales de suficiente constancia e importancia
para justificar su cuidadoso aislamiento y estudio por separado. El escritor tiene la firme
opinió n de que la pregunta debe responderse afirmativamente. La economía es el estudio
de una forma particular de organizació n de la actividad humana de satisfacció n de
necesidades que se ha vuelto frecuente en las naciones occidentales y se ha extendido por
la mayor parte del campo de la conducta. Se llama libre empresa o sistema competitivo.
Evidentemente, no es del todo completa o perfectamente competitiva, pero es igualmente
indiscutible que sus principios generales son los de la libre competencia. En estas
circunstancias está claramente indicado el estudio, como primera aproximació n, de un
sistema perfectamente competitivo, en el que los multitudinarios grados y clases de
divergencias se eliminan por abstracción. El método está particularmente indicado en un
sentido prá ctico porque nuestras cuestiones má s importantes de política social giran
directamente sobre la cuestió n del cará cter de los resultados "naturales" de la competencia,
y toman la forma de preguntas sobre si las tendencias de la competencia van a ser
fomentado y complementado u obstruido y reemplazado.
Que tal primera aproximació n teó rica está indicada en un sentido teó rico, que es la forma
ló gica natural de abordar el problema, de acuerdo con el funcionamiento de nuestros
procesos de pensamiento, está suficientemente evidenciado por el hecho de que esto es lo
que los economistas siempre han hecho. hecho, desde que ha habido tal ciencia o tal
sistema social para ser estudiado. Sin duda, han sido criticados por hacerlo, y con
severidad. Pero a juicio del presente escritor, los teó ricos del pasado y del presente deben
ser criticados con justicia no por seguir el método teó rico y estudiar una forma simplificada
e idealizada de organizació n competitiva, sino por no seguirlo de una manera
suficientemente autoconsciente, crítica y explícita. forma. En sus discusiones sobre la
metodología, los economistas histó ricos han sido, de hecho, tan claros y explícitos como se
*6
podría desear, pero en el uso del método, lamentablemente, no se puede decir tanto.
No hace falta decir que en el uso del método científico de razonamiento a partir de
premisas simplificadas, es imperativo que sea claro para el razonador y que sea inequívoco
para quienes usan su trabajo cuá l es su procedimiento y qué presuposiciones está n
involucradas. Dos dificultades supremas han subyacido a las controversias sobre el método
en el pasado. El primero es la fuerte aversió n de las masas de la humanidad, incluyendo
incluso una gran proporció n de "eruditos", a todo pensamiento en términos generales. La
segunda dificultad, por otro lado, es el hecho mencionado anteriormente, que las personas
que emplean métodos de aproximació n en economía no siempre han reconocido adecuada
y siempre, y menos aú n han aclarado a sus lectores, el cará cter aproximado de sus
conclusiones. , solo como descripciones de tendencia, pero con frecuencia se han
apresurado a basar los principios de la política social y comercial en datos muy
incompletos. Los malos resultados de no enfatizar el cará cter teó rico de la especulació n
econó mica son evidentes en todos los campos de la economía prá ctica. El teó rico que no
tiene claras suposiciones definidas en mente al elaborar los "principios", es natural que él, y
aú n má s los trabajadores prá cticos que construyen sobre sus fundamentos, olviden que se
hicieron suposiciones irreales, y deban tomar los principios por encima de lo corporal. ,
aplicarlos a casos concretos y sacar de ellos conclusiones radicales y totalmente
injustificadas. El cará cter claramente insostenible ya menudo vicioso de tales deducciones
trabaja naturalmente para desacreditar la teoría misma. Esto, por supuesto, está mal; no
permitimos que los esquemas de movimiento perpetuo desacrediten la mecá nica teó rica,
que se basa en el supuesto de movimiento perpetuo en cada etapa. Pero en economía una
desconfianza en los principios generales, fatal como es para el pensamiento claro, será
inevitable mientras los postulados de la teoría sean tan nebulosos y cambiantes.
Difícilmente pueden ser suficientemente explícitos; es imperativo que el contraste entre
estas suposiciones simplificadas y los hechos complejos de la vida se haga tan conspicuo y
familiar como se ha hecho en mecá nica.
El presente ensayo es un intento en la direcció n indicada anteriormente. Nos esforzaremos
por buscar y señ alar las irrealidades de los postulados de la economía teó rica, no con el
propó sito de desacreditar la doctrina, sino con miras a aclarar sus limitaciones teó ricas.
Hay varias razones por las que el cará cter aproximado de las leyes econó micas teó ricas y su
inaplicabilidad sin una correcció n empírica a las situaciones reales debe enfatizarse
especialmente en comparació n, por ejemplo, con las de la mecá nica. La primera razó n es
histó rica y ya ha sido indicada. Las limitaciones de los resultados no siempre han sido
claras, y los propios teó ricos, así como los escritores de economía prá ctica y arte de
gobernar, los han utilizado descuidadamente sin tener en cuenta las correcciones
necesarias para que se ajusten a los hechos concretos. Deben fallar, y fallar
desastrosamente, las políticas que se basan en un razonamiento de movimiento perpetuo
sin el reconocimiento de que es tal.
En segundo lugar, las concesiones y correcciones necesarias en el caso de la economía
teó rica son mucho mayores que en el caso de la mecá nica, y se acentú a
correspondientemente la importancia de no perderlas de vista. Los principios generales no
nos acercan tanto a la realidad; hay una mayor proporció n de factores en una situació n
econó mica que son de tipo variable y fluctuante.
Nuevamente, a pesar del mayor contraste entre la teoría y la prá ctica en el estudio de la
mecá nica de la competencia, en comparació n con la mecá nica de la materia y el
movimiento, el contraste es menos familiar y má s fá cil de pasar por alto. Nuestra raza viene
observando y manejando con rudeza este ú ltimo tipo de fenó menos desde que vive sobre la
tierra, mientras que las relaciones de competencia entre los hombres se establecieron hace
só lo unas pocas generaciones. En consecuencia, el há bito de pensar con claridad de acuerdo
con el método científico, el uso de hipó tesis y la separació n de los principios fundamentales
de los accidentes de casos particulares, se ha convertido en cierta medida en las mentes de
al menos un cuerpo respetable de la divisió n má s cultivada de la raza. Tal vez sea incluso
*7
hasta cierto punto instintivo en ciertas cepas.
Finalmente, hace mucha má s diferencia en la prá ctica si diseminamos ideas correctas entre
la gente en general en el campo de las relaciones humanas que en el caso de los problemas
mecá nicos. Para bien o para mal, estamos comprometidos con la política de control
democrá tico en el primer caso, y no es probable que recurramos a ella en el segundo. En lo
que se refiere a los resultados materiales, es relativamente poco importante si la gente
generalmente cree en sus corazones que la energía se puede fabricar o que una bala de
cañ ó n se hundirá parte del camino hasta el fondo del océano y permanecerá suspendida, o
cualquier otro concepto erró neo fundamental. . Aquí al menos hemos establecido la
tradició n de que el conocimiento y el entrenamiento cuentan y hemos persuadido a los
ignorantes a ceder ante el juicio de los informados. En el campo de las ciencias naturales,
las masas pueden y con gusto tomará n, usará n y construirá n aparatos respecto de cuya
base científica son tan ignorantes como indiferentes. Por lo general, es posible demostrar
tales cosas en una escala moderada y, literalmente, derribar a los hombres con
"resultados". En el campo de las ciencias sociales, sin embargo, por suerte o por desgracia,
estas cosas no son ciertas. Toda nuestra tradició n establecida tiende a la opinió n de que
"Tom, Dick y Harry" saben tanto al respecto como cualquier "culto"; el ignorante, en
general, no se someterá a la opinió n del informado, y en ausencia de deferencia voluntaria,
por lo general es imposible dar una demostració n objetiva. Si nuestra ciencia social ha de
producir frutos en una mejor calidad de vida humana, debe ser en su mayor parte
"vendida" primero a las masas. Por lo tanto, es manifiesta la necesidad de hacer su
literatura no só lo precisa y convincente, sino tan "infalible" como sea posible.
Si el uso del método de la ciencia exacta es o no tan necesario en el campo de los fenó menos
sociales como cree el presente escritor, sin duda se concederá ; incluso por los opositores
de este punto de vista, que ha sido empleado en la gran masa de la literatura desde que se
fundó la ciencia moderna de la economía. También se puede conceder que la terminología,
los conceptos y los modos de pensar en nuestra instrucció n econó mica y en la discusió n
general está n y durante mucho tiempo deben estar dominados en gran medida por la
tradició n establecida. Y ciertamente no se negará que si se sigue el método de razonar a
partir de premisas hipotéticas o simplificadas, su uso debe salvaguardarse cabalmente
enfatizando el cará cter de las premisas y la consecuente validez condicional o aproximada
de las conclusiones alcanzadas. Si, finalmente, se admite que esto no se ha hecho
adecuadamente hasta el momento, y que el mal uso de las suposiciones y la aplicació n má s
laxa de las conclusiones han sido consecuencia de errores y malentendidos, entonces se
establecerá la necesidad de un estudio como el presente.
La tendencia hacia una separació n má s marcada de la parte teó rica de la economía de la
parte empírica, y hacia la formulació n má s clara de las premisas, se puede rastrear en la
literatura sobre el tema, y recientemente se ha hecho un progreso notable en la direcció n
correcta. Ya se ha mencionado el trabajo de los economistas matemá ticos y de los teó ricos
puros no matemá ticos. Se ha construido un cuerpo considerable y bastante satisfactorio de
doctrina consciente y rígidamente "teó rica" (es decir, general y aproximada). El trabajo de
Pareto y Wicksteed le parece al escritor especialmente digno de menció n.
Desgraciadamente no ha logrado el reconocimiento ni se le ha otorgado el lugar
fundamental en el programa general de la ciencia que pensamos que debería tener; La
economía matemá tica en particular parece probable que siga siendo poco má s que un culto,
un libro cerrado para todos excepto para unos pocos "iniciados". En la gran masa de la
literatura econó mica, ciertamente todavía falta la evidencia de una comprensió n integral de
los principios generales y aú n má s del significado y la importancia de los principios
generales en un programa científico. Todavía existe la necesidad de una comparació n y un
contraste exhaustivos y críticos de los supuestos teó ricos con las condiciones de la vida real
y de las conclusiones teó ricas con los hechos concretos. En general, a los hacedores y
usuarios del aná lisis econó mico aú n les queda por hacer ver que las deducciones de la
teoría son necesarias, no porque sean literalmente verdaderas —que en el sentido estricto
son ú tiles porque no son literalmente verdaderas— sino só lo si guardan una cierta relació n
con la realidad . verdad literal y si todos los que trabajan con ellos tienen constantemente
presente cuá l es esa relació n. Debe admitirse que incluso los teó ricos puros generalmente
no han sido asiduos en enfatizar el significado prá ctico de su trabajo y su relació n con el
cuerpo exterior de la ciencia; se han interesado demasiado exclusivamente en la
construcció n de sus sistemas a priori , y tal vez un poco dispuestos a considerarlos como
una parte desproporcionada de la ciencia econó mica. Tal sesgo es natural e incluso ú til,
pero en un campo donde las relaciones entre teoría y prá ctica no llegan instintivamente a la
mente de los usuarios de ambas, la complementació n de la teoría con trabajos de
interpretació n se vuelve indispensable.
Una indicació n de progreso en este campo la proporciona especialmente la discusió n
centrada en torno al concepto de normalidad en el trabajo de Marshall en Inglaterra y la
noció n relacionada del estado está tico propugnada en particular en este país por JB Clark.
*8
En opinió n del escritor, el significado y el significado de los conceptos fundamentales son
mucho mejor elaborados por Marshall que por cualquier otro escritor generalmente leído.
Pero el propio Marshall ha adoptado una actitud cautelosa, casi antiteó rica, hacia los
fundamentos; se niega a establecer y seguir hipó tesis rígidamente definidas, pero insiste en
ceñ irse lo má s posible a la realidad concreta y discutir condiciones "representativas" en
oposició n a tendencias limitantes. La ganancia en concreció n y realismo es, en nuestra
opinió n, mucho má s que compensada por la oscuridad, la vaguedad y el cará cter
asistemá tico de la discusió n, la consecuencia inevitable de enterrar los fundamentos en una
abrumadora masa de calificació n y detalle. El profesor Clark, por otro lado, es francamente
teó rico e insiste en el uso deliberado de la abstracció n. Pero el escritor al menos no puede
estar de acuerdo con él sobre la cuestió n de qué abstracciones deben hacerse y la forma de
su uso. Si bien las especificaciones de su estado teó rico son má s definidas y explícitas que
*9
las de Marshall, nos parecen menos correctamente redactadas.
La oposició n a la teoría pura en general se basa en la falta de comprensió n de la misma, y es
especialmente comú n el concepto erró neo del significado de las hipó tesis está ticas o
normales. No se reconoce que su uso es inherente a la metodología de la ciencia, es de
hecho la esencia misma del procedimiento científico; que no es en absoluto recó ndito o
intelectual en su atractivo, sino que es mero sentido comú n prá ctico. El objetivo de la
*10
ciencia es predecir el futuro con el fin de hacer inteligente nuestra conducta. La
inteligencia predice, como se muestra arriba, a través del aná lisis, aislando las diferentes
fuerzas o tendencias en una situació n y estudiando el cará cter y los efectos de cada una por
separado. El método está tico y el razonamiento son, por lo tanto, coextensivos. No tenemos
manera de discutir una fuerza o un cambio excepto para describir sus efectos o resultados
bajo condiciones dadas.
El método "está tico" en economía hace simplemente esto. Indaga qué condiciones existen y
estudia los resultados que las fuerzas reconocibles en acció n (o los cambios en progreso; no
sabemos nada acerca de la fuerza; es la supuesta "causa" del cambio, que es el ú nico hecho)
tienden a producir bajo esas condiciones. Es "irreal" só lo en la simplificació n de su
problema; es decir, en tomar las fuerzas má s conspicuas y las condiciones má s importantes
y descuidar provisionalmente otras. A esto nos obligan las limitaciones de nuestra mente.
Primero debemos discutir un cambio a la vez, asumiendo que los demá s está n suspendidos
mientras ese se está trabajando en sus resultados finales, y luego intentar combinar las
tendencias en el trabajo, estimar su importancia relativa y hacer predicciones reales. Así es
como funcionan nuestras mentes; debemos dividir para conquistar. Cuando una situació n
compleja puede tratarse como un todo, si eso sucede alguna vez, no hay ocasió n para
"pensar". El pensamiento en el sentido científico y el análisis son la misma cosa.
La referencia a los resultados finales requiere una palabra má s. El concepto de equilibrio
está íntimamente relacionado con el de método está tico. Es la naturaleza de cada cambio en
el universo conocido por la ciencia tener resultados "finales" bajo cualquier condició n dada,
y la descripció n del cambio es incompleta si no llega a la declaració n de estas tendencias
ú ltimas. Todo movimiento en el mundo es y puede verse claramente como un progreso
hacia el equilibrio. El agua busca su nivel, el aire se mueve hacia la igualdad de presión, la
electricidad hacia un potencial uniforme, la radiació n hacia una temperatura uniforme, etc.
Todo cambio es una igualació n de las fuerzas que producen ese cambio, y tiende a producir
una condició n en la que el el cambio ya no tendrá lugar. El agua continú a fluyendo, el viento
soplando, etc., só lo porque el calor del sol —en sí mismo una redistribució n de energía
similar pero má s prolongada— restablece constantemente las desigualdades que estos
mismos movimientos constantemente destruyen.
Así también en los fenó menos econó micos. Los bienes se mueven desde el punto de menor
a uno de mayor demanda o precio, y cada movimiento de ese tipo borra la diferencia de
precio que lo causa. La circulació n de bienes continú a porque las actividades vitales del
hombre (la producció n de riqueza) mantienen la llegada de nuevos suministros. Lo mismo
se aplica a los cambios en la energía productiva de un uso a otro. Hay realmente tantos
estados está ticos como cambios que estudiar, conjuntos de condiciones dadas que asumir.
Es arbitrario pero conveniente hablar del estado está tico en relació n con condiciones dadas
de oferta y demanda (producció n y consumo) de bienes de consumo. Veremos que existen
de hecho otros dos problemas está ticos fundamentales; el primero supone suministros
dados de bienes de consumo, y el segundo, condiciones generales dadas bajo las cuales
tiene lugar la creació n de bienes de producció n y los cambios en las necesidades; el
primero es el problema del mercado o del precio de mercado, y el segundo el del progreso
econó mico social, a menudo denominado diná mica econó mica.
El argumento del presente ensayo se centrará en torno a la idea general de normalidad,
entendida como un intento de aislar para el estudio los fundamentos o principios generales
de una organizació n econó mica social competitiva. El objetivo será sacar a relucir el
contenido de los supuestos o hipó tesis del cuerpo histó rico del pensamiento econó mico, al
que los escritores clá sicos se refieren como teoría del "precio natural". Con esto se quiere
decir, no las suposiciones definidas en la mente de los economistas clá sicos, sino las
suposiciones necesarias para definir las condiciones de la competencia perfecta, a las que
se dirigía el pensamiento clá sico, y que son significativas porque forman la tendencia
*11
limitante de los procesos econó micos reales. .
Como indica el título del ensayo, nuestra tarea será concebida desde el punto de vista
inmediato del problema de la ganancia en la teoría distributiva. El principal atributo de la
competencia, universalmente reconocido y evidente a simple vista, es la "tendencia" a
o
eliminar la ganancia la pérdida, y equiparar el valor de los bienes econó micos con su
costo. O, dado que los costos son en general idénticos a las partes distributivas distintas de
la ganancia, podemos expresar el mismo principio diciendo que la tendencia es hacia una
distribució n sin residuos de los productos entre las agencias que contribuyen a su
producció n. Pero en la sociedad real, el costo y el valor só lo "tienden" a la igualdad; es só lo
por un accidente ocasional que son exactamente iguales de hecho; generalmente está n
separados por un margen de "beneficio", positivo o negativo. Por lo tanto, el problema de la
ganancia es una forma de ver el problema del contraste entre la competencia perfecta y la
competencia real.
Nuestro examen preliminar del problema de la ganancia mostrará , sin embargo, que las
dificultades en este campo han surgido de una confusió n de ideas que penetra
profundamente en los fundamentos de nuestro pensamiento. Se encontrará que la clave de
todo el enredo reside en la noció n de riesgo o incertidumbre y las ambigü edades que
encierran. En torno a esta idea, por tanto, se centrará finalmente nuestro principal
argumento. Una explicació n satisfactoria de la ganancia pondrá de relieve la naturaleza de
la distinció n entre la competencia perfecta de la teoría y el acercamiento remoto que se le
da a la competencia real de, digamos, los Estados Unidos del siglo XX; y la respuesta a este
doble problema se encuentra en un examen y una crítica exhaustivos del concepto de
Incertidumbre y su relació n con los procesos econó micos.
Pero la Incertidumbre debe tomarse en un sentido radicalmente distinto de la familiar
noció n de Riesgo, de la que nunca se ha separado adecuadamente. El término "riesgo", tal
como se utiliza libremente en el lenguaje cotidiano y en la discusió n econó mica, en realidad
cubre dos cosas que, al menos funcionalmente, en sus relaciones causales con los
fenó menos de la organizació n econó mica, son categó ricamente diferentes. La naturaleza de
esta confusió n se tratará extensamente en el capítulo VII, pero la esencia de la misma
puede exponerse en pocas palabras en este punto. El hecho esencial es que "riesgo"
significa en algunos casos una cantidad susceptible de medició n, mientras que en otras
ocasiones es algo que claramente no tiene este cará cter; y existen diferencias
trascendentales y cruciales en las orientaciones del fenó meno segú n cuá l de los dos esté
realmente presente y operando. También hay otras ambigü edades en el término "riesgo",
que se señ alará n; pero esto es lo má s importante. Parecerá que una incertidumbre medible ,
o "riesgo" propiamente dicho, como usaremos el término, es tan diferente de una
inmensurable que en realidad no es una incertidumbre en absoluto. En consecuencia,
restringiremos el término "incertidumbre" a los casos de tipo no cuantitativo. Es esta
incertidumbre "verdadera", y no el riesgo, como se ha argumentado, lo que forma la base
de una teoría vá lida de la ganancia y explica la divergencia entre la competencia real y la
teó rica.
Como base para la discusió n del significado y las relaciones causales de la incertidumbre,
primero haremos un breve repaso de las teorías de la ganancia propuestas anteriormente.
Tras un breve recorrido por la historia del tratamiento del tema hasta las ú ltimas décadas,
será necesario detenerse un poco má s en la polémica suscitada recientemente en torno a la
explicació n de la ganancia en términos de riesgo. El cará cter crucial de la distinció n entre
riesgo medible e incertidumbre no medible se hará evidente en esta discusió n.
La segunda parte (capítulos III-VI) se retomará con un estudio general de una sociedad
teó rica perfectamente competitiva. En el curso del argumento, se hará cada vez má s
evidente que lo esencial para esa competencia perfecta que aseguraría de hecho aquellos
resultados a los que la competencia real só lo "tiende", es la ausencia de Incertidumbre (en
el verdadero sentido inconmensurable). Otros presupuestos está n en su mayoría incluidos
o subordinados a esto, que los hombres deben saber lo que están haciendo, y no
simplemente adivinar con mayor o menor precisió n. La "tendencia" hacia la competencia
perfecta se explica de inmediato, ya que los hombres son criaturas dotadas de la capacidad
de aprender y tienden a descubrir los resultados de sus actos, mientras que la causa del
fracaso en alcanzar la meta es igualmente evidente mientras ya que la omnisciencia sigue
siendo inalcanzable. Ahora bien, dado que el riesgo, en el sentido ordinario, no excluye la
planificació n perfecta (por razones que pueden aclararse fá cilmente), tal riesgo no puede
impedir la realizació n completa de las tendencias de las fuerzas competitivas, ni dar lugar a
la ganancia.
Al concluir este breve tratamiento de la competencia perfecta, dedicaremos un breve
capítulo a las limitaciones de la competencia perfecta distintas de la imperfecció n del
conocimiento, y luego retomaremos en la Parte Tres un aná lisis cuidadoso de los conceptos
de Riesgo e Incertidumbre (capítulo VII), procediendo (en los capítulos restantes) con un
estudio algo detallado de los efectos de ambos, pero especialmente de la incertidumbre
verdadera o inconmensurable sobre la organizació n econó mica y de sus implicaciones
sobre la teoría econó mica. Las relaciones econó micas de riesgo en el sentido má s estricto
de una probabilidad medible se han tratado extensamente en la literatura sobre el tema y
no requieren un tratamiento elaborado aquí. Nuestra principal preocupació n será el
contraste entre el Riesgo como probabilidad conocida y la Incertidumbre verdadera, y el
tratamiento del primero es incidental a este propó sito.
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Parte I, Capítulo II
Teorías del Beneficio; *13
El estado está tico es el estado de ajustes "naturales" de Ricardo y los primeros escritores
clá sicos.
Lo que se denominan normas "naturales" de valores y tasas "naturales" o normales de
salarios, intereses y beneficios son, en realidad, tasas está ticas. Son idénticos a los que se
realizarían si una sociedad estuviera perfectamente organizada, pero libre de las
perturbaciones que causa el progreso... Reducir la sociedad a un estado estacionario, dejar
que la industria avance con entera libertad, hacer que el trabajo y el capital sean
*34
absolutamente mó vil... y tendrá s un régimen de valores naturales.
Para realizar el estado está tico, deberíamos eliminar cinco tipos de cambios que está n
constantemente en progreso:
Está n ocurriendo cinco cambios genéricos, cada uno de los cuales reacciona sobre la
estructura de la sociedad, modificando los arreglos de ese sistema grupal cuyo estudio es el
trabajo de la catalá ctica:
1. La població n está aumentando.
2. El capital está aumentando.
3. Los métodos de producció n está n mejorando.
4. Las formas de los establecimientos industriales está n cambiando, los talleres menos
eficientes, etc., está n pasando del campo, y los má s eficientes está n sobreviviendo.
*35
5. Las necesidades de los consumidores se multiplican
En el estado está tico, cada factor asegura lo que produce, y dado que el costo y el precio de
venta son siempre iguales, no puede haber ganancias má s allá de los salarios para el trabajo
rutinario de supervisió n.
En estas teorías má s antiguas, se dice que los precios de los bienes son "naturales" cuando
igualan el costo de producirlos;... en realidad, sus "precios naturales" eran precios está ticos.
*36
Los precios que se ajustan al costo de producció n son, por supuesto, aquellos que no dan
una ganancia clara al empresario. Un hombre de negocios cuyas mercancías se vendan a
tales precios obtendrá salarios por cualquier cantidad de trabajo que pueda realizar, e
intereses por cualquier capital que pueda proporcionar; pero no tendrá nada má s que
mostrar en el camino de la ganancia. Venderá su producto por lo que realmente le han
costado los elementos que lo componen, si se cuenta entre los costos su propio trabajo y el
uso de su capital. Veremos que esta condició n de precios sin fines de lucro corresponde
*37
exactamente a la que resultaría del ajuste está tico de los grupos productores.
Las ganancias son, entonces, el resultado exclusivamente del cambio diná mico.
"Obviamente, de todos estos cambios deben seguirse dos resultados generales: primero, los
valores, salarios e intereses diferirá n de los está ndares está ticos; segundo, los está ndares
*38
está ticos mismos siempre estará n cambiando". El tipo de cambio diná mico es
invenció n; "una invenció n hace posible producir algo má s barato. Primero da una ganancia
a los empresarios y luego... añ ade algo a los salarios e intereses... Que se haga otra
invenció n... También crea una ganancia; y este beneficio, como el primero, es una suma
difícil de alcanzar, que los empresarios captan pero no pueden retener”. "Se desliza entre
*39
sus dedos y se otorga a todos los miembros de la sociedad". Así, el efecto de cualquier
cambio diná mico es producir beneficios temporales . Pero en la sociedad real tales cambios
ocurren constantemente, y los reajustes siempre está n en proceso. "Como resultado,
tenemos... el está ndar de salarios moviéndose continuamente hacia arriba y los salarios
reales persiguiendo constantemente la tasa está ndar en su movimiento ascendente, pero
*40
siempre permaneciendo por un cierto intervalo detrá s de él".
En otro sentido, la ganancia depende de la "fricció n": "El intervalo entre los salarios reales
y el está ndar está tico es el resultado de la fricció n; porque, si la competencia funcionara sin
impedimentos ni obstá culos, la ganancia comercial pura sería aniquilada tan rá pido como
*41
pudiera ser creada". ...." "Si no fuera por ese intervalo, los empresarios como tales no
*42
obtendrían nada, por mucho que pudieran agregar al poder productivo del mundo".
La crítica fatal a este procedimiento de tomar los cambios de condiciones como explicació n
y causa del beneficio es que pasa por alto la cuestió n fundamental de la diferencia entre un
cambio que se prevé con razonable antelació n y uno que no se prevé. Ahora bien, si
simplemente asumimos que todos los "cambios diná micos" que enumera el profesor Clark,
y cualquier otro que pueda nombrarse, se conocen de antemano durante un tiempo
suficiente antes de que tengan lugar, o que tienen lugar continuamente de acuerdo con
leyes generales y precisas. conocidos, de modo que su curso puede predecirse tan lejos en
el futuro como lo requiera la ocasió n, entonces todo el argumento basado en los efectos del
cambio se derrumbará por completo. Si se replica que se trata de una suposició n contraria
a los hechos e ilícita, la respuesta es que só lo es parcialmente contraria a los hechos.
Algunos cambios está n previstos y otros no, las leyes de unos se conocen bastante bien, las
*43
de otros apenas; y la variació n en el conocimiento previo hace claramente
indispensable separar sus efectos de los del cambio como tal si se quiere lograr una
comprensió n real de los elementos de la situació n. Es evidente que una sociedad puede ser
muy diná mica, como define el término el profesor Clark, y sin embargo tener todos sus
precios "naturales" o constantemente iguales a los costos de producció n, excluyendo
cualquier oportunidad para que el empresario obtenga una ganancia neta. Es una falacia
definir las condiciones "naturales" como condiciones "está ticas".
No es necesario ningú n argumento a priori para demostrar que con el conocimiento previo
general de los cambios progresivos no surgirá n pérdidas ni posibilidades de obtener
beneficios de ellos. Este es el primer principio de la especulació n, y es particularmente
familiar en la capitalizació n del incremento anticipado en el valor de la tierra. El efecto de
cualquier cambio que pueda preverse se descontará adecuadamente por adelantado, los
"costes" relacionados con él se afectará n exactamente de la misma manera que los
"valores" correspondientes y no se producirá separació n entre ambos.
Será interesante seguir un poco má s esta línea de pensamiento, como se sugirió
anteriormente en relació n con la caracterizació n del beneficio del profesor Clark como el
señ uelo que hace que los hombres se esfuercen y asuman los riesgos que implica el
progreso. De hecho, no hay má s que un pequeñ o paso desde el conocimiento previo del
cambio hasta el hecho de que el cambio en la realidad no suele ocurrir por sí solo, sino que
es en gran medida el resultado de la actividad humana. Es evidente que si se conocen las
leyes de los cambios econó micamente significativos, aquellas acciones humanas que dan
lugar a tales cambios estará n regidas por los mismos motivos que las operaciones
productivas de utilidades inmediatas, y en la competencia de los recursos por el empleo
lucrativo los retornos será n ajustado a la igualdad entre los dos campos de uso.
Ciertamente, el progreso industrial tendría lugar en estas condiciones con la misma
facilidad que cuando las operaciones que lo originaron arrojaron resultados altamente
impredecibles, pero las recompensas de hacer invenciones, descubrir nuevos recursos
naturales, etc., una vez eliminado el cará cter especulativo de las operaciones, no sería en
modo alguno diferente de los salarios, intereses y rentas en cualquier otra línea de
actividad productiva. Serían iguales en cantidad, determinados de la misma manera, en el
mismo mercado competitivo, y en suma serían salario, interés y renta meramente, y no
ganancia. Y esto es lo que ocurre en la medida en que se puede prever un progreso, es decir,
en una medida muy grande. Los cambios diná micos dan lugar a una forma peculiar de
ingreso só lo en la medida en que los cambios y sus consecuencias son de cará cter
impredecible.
No puede, pues, ser el cambio, que es la causa de la ganancia, ya que si se conoce la ley del
cambio, como de hecho ocurre en gran medida, no puede surgir ninguna ganancia. La
conexió n entre cambio y ganancia es incierta y siempre indirecta. El cambio puede causar
una situació n de la que se obtendrá n beneficios, si genera ignorancia del futuro. Sin algú n
tipo de cambio, es cierto, no habría ganancias, porque si todo se moviera de una manera
absolutamente uniforme, el futuro sería completamente conocido en el presente y la
competencia ciertamente ajustaría las cosas al estado ideal en el que todos los precios se
equilibrarían. costos iguales. Es este hecho de que el cambio es una condició n necesaria
para que seamos ignorantes del futuro (aunque la ignorancia no tiene por qué seguir del
hecho del cambio y só lo lo hace en una medida limitada) lo que ha dado lugar al error de
que el cambio es la causa del cambio. ganancia.
No só lo puede tener lugar el cambio sin ocasionar beneficio, sino que el beneficio también
puede surgir en ausencia total de cambios "diná micos" o progresivos del tipo enumerado
*44
por el profesor Clark. Si las condiciones está n sujetas a fluctuaciones impredecibles, la
ignorancia del futuro resultará de la misma manera y las imprecisiones en el ajuste
competitivo y las ganancias será n la consecuencia inevitable. Y el hecho de que no ocurra
un cambio anticipado tiene el mismo efecto que la ocurrencia de uno no anticipado. No es el
cambio diná mico, ni cualquier cambio, como tal, lo que genera ganancias, sino la
divergencia de las condiciones reales de aquellas que se han esperado y sobre la base de las
cuales se han realizado acuerdos comerciales. Para una explicació n satisfactoria de la
ganancia, parece que retrocedemos de la teoría "diná mica" a la Incertidumbre del Futuro,
una condició n de cosas vagamente designada por el término "riesgo" en el lenguaje
ordinario y en la jerga comercial.
Excepto por una o dos referencias pasajeras, el profesor Clark no aborda el tema del riesgo
*45
en el tratado que hemos citado. En un breve artículo sobre "Seguros y ganancias"
(escrito en refutació n del Sr. Hawley) adopta la posició n de que la asunció n de riesgos da
lugar a una categoría especial de ingresos, pero que se acumula para el capitalista y no
puede ir a el empresario, como tal. Có mo trataría este ingreso, qué relació n tendría con el
interés, no nos lo dice. Pero no forma parte de la ganancia, que se define como "el exceso
*46
del precio de los bienes sobre su costo". "No hace falta decir que el riesgo de los
negocios recae sobre el capitalista. El empresario, como tal, está con las manos vacías.
*47
Ningú n hombre puede correr riesgos si no tiene nada que perder". En su obra posterior,
*48
"Essentials of Economic Theory", el tema del riesgo nuevamente recibe escasa atenció n.
Los riesgos simplemente se descartan de la discusió n, ya que "la mayor parte de ellos
surgen de causas diná micas", y el "remanente inevitable" del riesgo está tico puede ser
atendido reservando "un pequeñ o porcentaje de las ganancias anuales [ de cada
establecimiento, que]... compensará estas pérdidas a medida que ocurran y dejará los
negocios en una condició n en la que puedan rendir como un rendimiento constante a los
propietarios de acciones, a los prestamistas de... capital y a los trabajadores todos de su
producto real".
Está claro que el profesor Clark admite que su estado de competencia perfecta implica un
conocimiento sustancialmente perfecto por parte de todos los miembros de la sociedad de
los hechos presentes y futuros significativos para ordenar su conducta empresarial. El Dr.
*49
AH Willett ha complementado la teoría del estado está tico en este campo, y el Dr. AS
*50
Johnson tiene una discusió n al respecto en su estudio de la renta. Willett reconoce que
los efectos perturbadores del progreso no constituyen la ú nica causa de la divergencia
entre la sociedad real y el ideal teó rico; "la concepció n del estado está tico se alcanza
mediante un proceso de abstracció n", que "no puede detenerse" con la eliminació n de los
cinco cambios diná micos:
Si todos los cambios diná micos cesaran, el estado está tico ideal nunca se realizaría en la
sociedad humana. Hay otras suposiciones que deben hacerse, como un alto grado de
movilidad del capital y la mano de obra, el predominio universal del motivo econó mico y el
poder de prever con precisión el futuro...
Es la influencia del ú ltimo de estos factores perturbadores sobre las tasas está ticas de
salarios e intereses lo que debemos tratar de determinar. El ajuste ideal só lo podía
realizarse con la condició n de que no hubiera discrepancias entre los resultados previstos y
los reales de la actividad económica. La producció n y el consumo deben continuar con
*51
absoluta uniformidad o con una periodicidad regular.
De la anterior admisió n de que el estado está tico no es una formulació n adecuada de las
condiciones de la competencia ideal, sería fá cil inferir, de acuerdo con la teoría está tica en
su conjunto, que sería necesaria alguna modificació n en el tratamiento de la ganancia. Pero
esta inferencia no la hace el autor citado. No busca y no encuentra ninguna conexió n entre
beneficio y riesgo. Está explícitamente de acuerdo con Clark en que el empresario só lo
asume riesgos como capitalista y que, por lo tanto, los ingresos resultantes no son
beneficios. En su discusió n sobre la recompensa por la asunció n de riesgos, Willett afirma,
aú n má s enfá ticamente que lo que había hecho Clark, la afirmació n de que solo el
capitalista como tal puede asumir el riesgo u obtener la recompensa de la asunció n de
*52
riesgos. Para él, esto "parece ser una proposició n evidente por sí misma", pero no tiene
en cuenta el hecho familiar de que los hombres pueden garantizar sus obligaciones de otras
formas que no sean comprometiendo los recursos materiales que ya poseen e invertidos,
como por ejemplo, hipotecando sus ingresos actuales de todas las fuentes y su futuro poder
adquisitivo.
En su discusió n sobre las ganancias mencionada anteriormente, el Dr. Johnson hace alguna
referencia al riesgo, pero tampoco intenta encontrar en él una explicació n de la ganancia.
Descubre cuatro elementos en "los ingresos de un empresario afortunado y capaz".
(1) Una ganancia debida al azar, compensada por una pérdida menor (a cargo, sin embargo,
de algú n otro empresario); (2) una ganancia debida a su propio poder de combinar trabajo
y capital en formas má s efectivas que las empleadas habitualmente en la comunidad; (3)
una cierta participació n en los primeros frutos de las mejoras econó micas; (4) una parte de
las ganancias que los empresarios como clase obtienen por el hecho de que sus servicios
está n limitados en proporció n a la demanda de los mismos.
No necesitamos detenernos a criticar este aná lisis en detalle; podría señ alarse que las
acciones (2) y (4) son idénticas, y que ninguna formulació n distinguiría la ganancia del
salario (y (4) no de cualquier otro ingreso, como hemos señ alado anteriormente); (3) es
una referencia a la explicació n "diná mica" de la ganancia y no queda claro sin mayor
elaboració n; (1) parece apuntar a una conexió n entre beneficio y riesgo, pero esto no se
resuelve. Está claro que estas discusiones sobre el riesgo, como enmiendas de la teoría
diná mica, no pretenden explicar la conexió n entre ganancia e incertidumbre que nuestra
discusió n sobre el tratamiento del profesor Clark demostró que era necesaria. Ambos
escritores, de hecho, se oponen e intentan refutar la doctrina de que la ganancia es el
resultado de asumir un riesgo.
La doctrina de que el beneficio debe explicarse exclusivamente en términos de riesgo ha
*53
sido defendida enérgicamente por el Sr. FB Hawley, quien encuentra en la asunció n de
riesgos la funció n esencial del empresario y, por lo tanto, la base de su renta peculiar. En la
teoría distributiva del Sr. Hawley, el empresario, o "empresario", como se le llama,
desempeñ a un papel de singular importancia. La empresa es el ú nico factor realmente
productivo, estrictamente hablando, quedando la tierra, el trabajo y el capital relegados a la
posició n de "medios" de producció n. Con respecto a la ganancia, la recompensa de la
*54
empresa, Hawley dice:
... el beneficio de una empresa, o el residuo del producto después de que se satisfagan las
demandas de tierra, capital y trabajo (aportadas por otros o por el propio empresario), no
es la recompensa de la gestió n o coordinació n, sino de la riesgos y responsabilidades a que
se somete el empresario de pompas fú nebres... Y como nadie, como cuestió n de negocios, se
expone a sí mismo a un riesgo por lo que él cree que asciende el valor actuarial del riesgo
—en cuyo cá lculo en promedio es correcto— se acumula un ingreso neto para Enterprise,
como un todo. , igual a la diferencia entre las ganancias derivadas de los compromisos y las
pérdidas reales sufridas en ellos. Esta renta neta, siendo manifiestamente un residuo no
predeterminado, debe ser una ganancia, y como no puede haber dos residuos no
predeterminados en una misma empresa, la ganancia se identifica con la recompensa por la
asunció n de la responsabilidad, especialmente, aunque no exclusivamente, la de la
*55
propiedad. .
El Sr. Hawley está de acuerdo con el profesor Clark y sus seguidores al definir la ganancia
como "ingreso residual" y en cuanto a la naturaleza y la base del ingreso especial
relacionado con la asunció n del riesgo como un exceso de pago por encima del valor
actuarial del riesgo. , exigido porque la exposició n al riesgo es "molesto"; pero Hawley
*56
insiste en que la renta residual y la renta incierta son conceptos intercambiables,
mientras que Clark está igualmente seguro de que la recompensa de la asunció n de riesgos
va necesariamente al capitalista como tal y que la pura ganancia del empresario es una
especie de ganancia de monopolio que surge en conexió n con perturbaciones diná micas, y
que sus ú nicos ingresos en condiciones está ticas serían los salarios de direcció n o
coordinació n. Hawley sostiene que tales ingresos son simplemente salarios y no ganancias,
y no distingue entre condiciones "está ticas" y "diná micas". Sin embargo, en su opinió n, la
coordinació n se distingue del trabajo por el hecho de la propiedad, "que es la esencia
*57
misma del asunto en disputa". La ganancia no puede ser la recompensa de la
administració n, ya que ésta puede ser realizada por mano de obra contratada si el
administrador no asume ningú n riesgo, pero este individuo ya no es un empresario.
Se admite que el empresario puede librarse del riesgo en algunos casos por un coste fijo,
mediante un seguro. Pero por el acto del seguro, el hombre de negocios abdica gran parte
de su espíritu empresarial, "pues es manifiesto que un empresario que eliminara todos sus
riesgos por medio de un seguro no habría dejado ingreso alguno que no pudiera resolverse
58
en salarios de gerencia y ganancias de monopolio" (es decir, sin ganancias). En la medida
en que el empresario asegura, restringe el ejercicio de su funció n peculiar, pero el riesgo se
transfiere meramente al asegurador, quien al aceptarlo se convierte él mismo en
empresario y en beneficiario de un residuo o beneficio no predeterminado". La recompensa
de un asegurador no es la prima que recibe, sino la diferencia entre esa prima y la pérdida
*59
que finalmente sufre".
La clave del desacuerdo y también del esclarecimiento de los hechos se encuentra en una
confusió n en la que caen los de ambos lados de la controversia, al suponer que el "valor
actuarial" de los riesgos asumidos es conocido por el emprendedor. Existe una distinció n
fundamental entre la recompensa por asumir un riesgo conocido y la de asumir un riesgo
cuyo valor en sí mismo no se conoce. Es tan fundamental, de hecho, que, como veremos, un
riesgo conocido no conducirá a ninguna recompensa o pago especial en absoluto. Aunque
Willett distingue entre "incertidumbre" y "riesgo" y la probabilidad matemá tica de pérdida,
*60 *61
aú n trata la incertidumbre a lo largo de su estudio como una cantidad conocida. Lo
mismo se aplica a Johnson; también reconoce implícitamente en varios puntos que es
posible que no se conozca la verdadera probabilidad o el valor actuarial del riesgo, y dedica
62
algú n espacio * al énfasis de Thü nen en la distinció n entre riesgos asegurables y no
asegurables; pero tampoco tiene en cuenta en su discusió n sobre la ganancia el hecho de
que el riesgo involucrado en el espíritu empresarial no es ni puede ser una cantidad
conocida.
De manera similar, Hawley se refiere repetidamente al hecho del riesgo no asegurable, así
como a la "pura suerte" y a los "cambios que nadie podría haber previsto", pero no
*63
investiga su significado ni reconoce su importancia teó rica. Una vez que llega a decir
que "la gran fuente de ganancias de monopolio se encuentra en el hecho de que el riesgo
actuarial de cualquier empresa dada no es el mismo para diferentes empresarios, debido a
*64
las diferencias entre ellos en capacidad y entorno". "; y nuevamente, que "la ganancia es
*65
el resultado de riesgos sabiamente seleccionados". Incluso aquí, sin embargo, no
desarrolla el punto ni extrae las consecuencias del hecho de que el valor actuarial del riesgo
que corre cualquier partícipe no es conocido, ni por él mismo ni por sus competidores.
En cierto sentido, el Sr. Hawley se acerca aú n má s al quid de la cuestió n al insistir en la
responsabilidad y el riesgo de la propiedad como atributos esenciales del espíritu
empresarial. El empresario es el dueñ o de toda la riqueza real, y la propiedad implica
riesgo; el coordinador "toma decisiones", pero es el empresario quien "acepta las
*66
consecuencias de las decisiones". Admite que está n sujetos a riesgo otros que el
empresario reconocido; el arrendador es también propietario, y su terreno puede cambiar
de valor; el capitalista exige especialmente el pago de los grandes riesgos que corre, y una
parte tanto de la renta como del interés es, en consecuencia, ganancia. Una persona que
invierte su propio capital en cualquier forma de oportunidad combina necesariamente las
dos funciones de capitalista y empresario. Aparentemente, lo mismo debería aplicarse al
trabajador, a quien también se le admite que corre riesgos.
El Sr. Hawley no considera que el término "riesgo" requiera una definició n especial, pero
está claro que, al igual que los otros escritores, lo trata como una cantidad conocida; él dice
*67
esto muy explícitamente. Tanto él como sus oponentes no han logrado apreciar la
diferencia fundamental entre una incertidumbre o riesgo determinado y uno
indeterminado e inconmensurable. La ú nica relevancia prá ctica de la cuestió n de si se
conoce el valor del riesgo reconocido por Hawley es determinar si es probable que se
asegure, es decir, simplemente quién obtendrá el "beneficio" por asumirlo; incluso este
punto no se hace muy explícitamente. Ahora, una pequeñ a consideració n mostrará que no
puede haber una "molestia" considerable asociada a la exposició n a un riesgo asegurable,
porque si lo hay, estará asegurado; por lo tanto, no puede haber ningú n ingreso peculiar
que surja de esta supuesta indisposició n. Si el riesgo fuera exclusivamente de la naturaleza
de un azar conocido o de una probabilidad matemá tica, no podría haber recompensa por la
asunció n de riesgos; el hecho del riesgo no podía ejercer influencia considerable sobre la
distribució n del ingreso de ninguna manera. Porque si la posibilidad actuarial de ganancia
o pérdida en cualquier transacció n es determinable, ya sea mediante un cá lculo a priori o
mediante la aplicació n de métodos estadísticos a la experiencia pasada, la carga de asumir
el riesgo puede evitarse mediante el pago de un pequeñ o costo fijo limitado a el gasto
administrativo de proporcionar un seguro.
El hecho es que si bien una sola situació n que implica un riesgo conocido puede
considerarse "incierta", esta incertidumbre se convierte fá cilmente en certeza efectiva;
porque en un nú mero considerable de tales casos, los resultados se vuelven predecibles de
acuerdo con las leyes del azar, y el error en tal predicció n se aproxima a cero a medida que
aumenta el nú mero de casos. Por lo tanto, es simplemente una cuestió n de desarrollo
elemental de la organizació n empresarial combinar un nú mero suficiente de casos para
reducir la incertidumbre a los límites deseados. Esto es, por supuesto, lo que logra la
institució n del seguro.
Es cierto que la persona sujeta a tal riesgo puede elegir voluntariamente no asegurarse,
pero es difícil distinguir tal curso del juego deliberado, y los economistas no se han sentido
obligados a reconocer las ganancias del juego en general como una categoría especial de
ingresos en el teoría de la distribució n. Si se objeta que las dificultades prá cticas pueden
impedir el seguro incluso cuando el riesgo está determinado, la respuesta es que el seguro,
en el sentido técnico, es só lo un método de aplicar el mismo principio. Mostraremos
extensamente en nuestra discusió n general sobre el riesgo y la incertidumbre que si el
riesgo es medible, pero el "factor moral" o alguna otra consideració n hace que el seguro
ordinario sea inaplicable, se desarrollará y empleará algú n otro método para asegurar el
mismo resultado. Cuando la técnica de la organizació n empresarial ha alcanzado una etapa
bastante alta de desarrollo, un grado conocido de incertidumbre es prá cticamente
inexistente, ya que tales riesgos se asumirá n en grupos lo suficientemente grandes como
para reducir la incertidumbre a proporciones sustancialmente insignificantes.
El resultado del aná lisis anterior debería ser mostrar la inadecuació n de las dos teorías
opuestas de la ganancia e indicar las razones de ello y la direcció n en la que se debe buscar
una solució n sostenible del problema de la ganancia. Se ha visto, primero, que el cambio
como tal no puede trastornar el ajuste competitivo si se conoce la ley del cambio; y ahora,
en segundo lugar, que un cambio impredecible será igualmente ineficaz si la posibilidad de
que ocurra puede medirse de alguna manera. En una sociedad bien organizada, si los
hombres de negocios saben (1) qué cambios reales se avecinan o (2) los "riesgos" que
corren, es decir, cuá l es la probabilidad de que ocurra algo en particular, el efecto a largo
plazo es lo mismo; el ú nico resultado de tales cambios será una cierta redistribució n de la
energía productiva que tendrá lugar de manera continua y sin perturbació n alguna de las
*68
condiciones de competencia perfecta. El hecho de que la predicció n pueda implicar
costes, así como la organizació n para agrupar los riesgos y eliminar su incertidumbre, no
niega la verdad de la proposició n, siempre que estos costes sean elementos dados en la
situació n competitiva.
Sin embargo, es igualmente evidente que existe un principio de verdad tanto en la teoría
"diná mica" como en la del "riesgo", y la verdadera teoría debe reconciliar en un grado
considerable los dos puntos de vista. Por un lado, la ganancia está de hecho ligada al
cambio econó mico (pero porque el cambio es la condició n de la incertidumbre), y por el
otro, es claramente el resultado del riesgo, o como el buen uso lo llama, pero só lo de una
ú nica razó n. tipo de riesgo, que no es susceptible de medició n. La escuela de Clark ha
confundido el cambio con una implicació n comú n pero no universal o necesaria del cambio,
y ambas escuelas han seguido el discurso cotidiano hasta la falacia de tratar el riesgo como
una categoría sustancialmente homogénea, donde una diferencia fundamental en los tipos
de riesgo es, de hecho, la clave. a todo el misterio.
El significado de "incertidumbre" y de los diferentes tipos de incertidumbres, y su
importancia en las relaciones econó micas competitivas, constituirá , por lo tanto, el tema
principal que finalmente debemos investigar en el presente estudio. El siguiente paso en el
progreso del argumento será establecer una base comparativa para esta investigació n
intentando obtener una visió n clara del mecanismo de valoració n y distribució n
competitivas, tal como serían si la incertidumbre y su beneficio correlativo estuvieran
completamente ausentes. Por lo tanto, los pró ximos tres capítulos se ocupará n de un
examen de las condiciones y el funcionamiento de una sociedad perfectamente
competitiva; de estas condiciones, la crucial aparecerá constantemente como la posesió n de
un conocimiento exacto y cierto de toda la situació n econó mica por parte de todos los
competidores.
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espacio para mostrar que la "preferencia" aumenta en direcció n vertical. Las cantidades de
mercancías se miden con una escala como la que se muestra, pero las "utilidades" no se
ajustan a ninguna escala en absoluto. Si llamamos U a la curva que representa la
deseabilidad de la mercancía, y a la otra E por esfuerzo, la una mostrará una caída
(relativa) de valor y la otra un aumento (relativo) a medida que aumenta la producció n y el
consumo de la mercancía. Es indiferente si se piensa en la curva ascendente como un
sacrificio o como un dolor positivo, si el motivo creciente para desviar la energía del uso en
cuestió n se imagina como una atracció n o una repulsió n. La intersecció n muestra que en un
cierto punto (en la escala de mercancías) se producirá el desvío.
Má s allá de este punto, las curvas tienen aú n menos significado por la razó n de que la curva
E en realidad no representa nada definido, sino simplemente cualquier alternativa; tal
como está n dibujados, indican una presió n que aumenta rá pidamente contra esta línea
particular de actividad. Las curvas no indican valores absolutos de ningú n tipo; la distancia
vertical entre ellos solo tiene significado, siendo cada uno la "base" del otro; esta distancia
muestra lo que podría llamarse la "utilidad neta" de recoger y comer los incrementos
sucesivos de bayas, en comparació n con todas las posibles alternativas de conducta.
Una forma aú n má s simple y menos ambigua de representar los hechos sería dibujar en un
plano cartesiano una sola curva de "utilidad neta", como en el esquema
adjunto. Esta curva cortará el eje X o de la mercancía en el punto en que se
vuelva preferible alguna otra alternativa, y luego caerá rá pidamente en el
campo de la "utilidad negativa". Se verá que los valores Y de la curva tienen
só lo un vago cará cter cuantitativo. El niñ o no solo no pregunta cuánto sacrificio valen
cuántas bayas, sino simplemente, ¿ vale la pena el sacrificio de estas bayas ? ni siquiera
pregunta, "por cuánto" estas bayas valen "el" sacrificio. No hay una verdadera cantidad
psíquica involucrada; só lo la mercancía es medida o medible. Aú n así, hay una cierta
sensació n de variabilidad cuantitativa en el grado de preferencia, y tal curva no es del todo
falsa para los hechos de la conciencia. El ú nico punto de locus claramente determinado en
la curva es el punto cero, y es cuestionable si eso debe interpretarse como una igualdad
cuantitativa entre incentivos opuestos para la acció n o simplemente como la ausencia total
de incentivos. *15
Se sigue inmediatamente del cará cter no cuantitativo o indefinidamente cuantitativo de las
*16
variables psíquicas que los "excedentes" que han tenido tanta importancia en la
discusió n econó mica son cosas muy vagas y elusivas, si no del todo irreales. Si las
ordenadas de las curvas discutidas anteriormente no significan nada definido, por supuesto
que las á reas bajo las curvas no significan má s. La noció n falaz del excedente se deriva
naturalmente de la confusió n entre la saciedad momentá nea y el punto de vista correcto, la
estimació n de la importancia relativa de las cosas en la planificació n anticipada, comentada
anteriormente. El uso ilícito de ilustraciones de "mesa de comedor" en la exposició n de la
utilidad decreciente muestra el mismo error. No podemos insistir demasiado en el punto de
que los hombres no determinan el gasto de sus ingresos, hablando en general, sobre la base
de una comparació n de deseos momentáneos de cosas para el consumo instantá neo. Un
niñ o en una tienda de golosinas no haría eso. Desde tal punto de vista, existe una diferencia
psíquica en las diferentes unidades de una mercancía, y podría ser posible corroborar una
doctrina del excedente. Pero este no es el punto de vista del razonamiento econó mico,
porque en la medida en que los hombres planifican, no gastan sus ingresos y así fijan los
precios de las cosas y determinan la utilizació n de los recursos sociales y toda la estructura
*17
del sistema econó mico competitivo. sobre la base de ese tipo de cá lculo. Si adoptamos
una actitud racional ante el problema del valor, como, por ejemplo, mediante el dispositivo,
previamente sugerido, de colocarnos en la posició n de quien tenía que determinar la
distribució n de sus recursos para un añ o o cinco añ os en avance, obtendremos una visió n
diferente de ello. Entonces, las unidades anteriores no son diferentes de las posteriores, a
ambos lados de la balanza; hasta cierto punto el saldo es positivo, luego de repente se
vuelve negativo, y cuando se alcanza el saldo, los débitos y los créditos son iguales. Hay una
especie de principio emersoniano de compensació n aplicable a cada artículo; cada uno vale
lo que cuesta, pero también cuesta lo que vale.
De nada se sigue que hayamos probado que los placeres de la vida son iguales a sus
dolores. Esa pregunta es irrelevante para nuestros problemas y nuestro aná lisis no tiene
nada que decir al respecto. No es competencia de la economía determinar el valor de la vida
en "unidades hedó nicas" o cualquier otra unidad, sino elaborar, sobre la base de los
principios generales de conducta y los hechos fundamentales de la situació n social, las
leyes que determinan los precios de las mercancías y la direcció n del proceso econó mico
social. *18 Por lo tanto, no son las cantidades, ni siquiera las intensidades, de la satisfacció n
lo que nos interesa (aunque las limitaciones del lenguaje obligan a usar estos términos a
veces), o cualquier magnitud absoluta, sino el juicio puramente relativo de la importancia
comparativa de alternativas abiertas a la elecció n. Ahora bien, para la conducta, es evidente
que la importancia de cualquier cosa es el esfuerzo o sacrificio necesario para conseguirlo.
Dos cosas, cada una de las cuales puede obtenerse a voluntad mediante el sacrificio de la
otra, no pueden tener otra cosa que la misma importancia desde este punto de vista, y no
tiene sentido hablar de un excedente. La situació n es especialmente clara en un sistema de
intercambio que fija precios donde las cosas se pueden convertir a voluntad a tasas
conocidas por compra y venta. Sostenemos que es claramente imposible, en tal situació n,
concebir cosas que sirvan como motivos para la acció n en otras proporciones que no sean
las establecidas de conversió n o sustitució n.
Para comprender la psicología de la valoració n, los dos puntos son igualmente importantes:
(1) que, ló gicamente, la elecció n es una cuestió n de comparar alternativas y combinarlas de
que
acuerdo con la ley del procedimiento racional formulada anteriormente, *19 y (2) no es,
sin embargo, una diferencia prá ctica entre dos tipos de alternativas en una situació n
ordinaria. Esta diferencia quizá s esté relacionada con la distinció n entre nuestros
sentimientos de dolor y placer, pero en su esencia se relaciona con el cará cter cuantitativo
de las alternativas (en sus aspectos físicos, no en los estados psíquicos involucrados). En el
caso recién considerado, del niñ o y las bayas, la diferencia es evidente por el hecho de que
usamos la alternativa de las bayas para medir la alternativa de ocio. Hablamos de una cierta
cantidad de bayas y de las alternativas sacrificadas correspondientes a ellas, no de una
cierta cantidad de alternativas determinadas independientemente. El "problema", el
"esfuerzo", o lo que sea, no es cuantitativo en sí mismo, se mide por las bayas; es "la"
cantidad de esfuerzo, etc., relacionada con una cantidad específica de la mercancía medible.
Este resultado es inevitable porque, como se señ aló anteriormente, "la" alternativa no es de
hecho alguna alternativa particular , sino cualquier alternativa; no es simplemente no
mensurable, sino que es heterogéneo y totalmente indeterminado. Es este hecho el que nos
retrotrae a la concepció n de "recursos" para racionalizar el proceso deliberativo,
haciéndolo una comparació n cuantitativa; es este hecho el que da su gran importancia a la
medida del "tiempo" del esfuerzo. El tiempo no mide en ningú n sentido verdadero la
alternativa o el sacrificio y, como hemos visto, su empleo en cualquier uso es un sacrificio
en primer lugar só lo porque hay otros usos para él, que son el sacrificio real; pero es
mensurable, y nuestra inteligencia, obligada a tener algo cuantitativo de lo que alimentarse,
como el proverbial hombre que se ahoga atrapa cualquier paja.
A pesar, por tanto, del cará cter puramente relativo del dolor y el placer y de la paridad
esencial como motivos de todas las alternativas de conducta, es pragmá ticamente
necesario distinguir en la actividad productiva entre la utilidad "econó mica" entrante y la
sacrificada (recursos, que representan ) alternativas no econó micas, no especificadas en
general, entre utilidad y desutilidad, o mercancía y costo. "Costo", en este sentido, es "costo
de dolor" o "costo de oportunidad", como se prefiera; no hay una diferencia real de
significado entre los dos.
De esta larga pero aparentemente necesaria discusió n de los fundamentos de la valoració n
de la psicología, podemos proceder a considerar una situació n algo má s complicada, como
un acercamiento al estudio de los principios tal como se manifiestan en el campo de las
relaciones de intercambio. Supondremos que un individuo elige entre la producció n y el
consumo de un gran nú mero de "mercancías", ademá s de la alternativa de no producir
ninguna de ellas, sino dedicar su tiempo, etc., a usos "no econó micos". Esta es la situació n
de Crusoe en su isla, de la que se han servido muchos economistas. La misma ley de
elecció n se mantendrá como antes; entre dos alternativas cualesquiera o entre todas las
que está n abiertas, el hombre elegirá tales cantidades, o dividirá su tiempo y "recursos"
entre ellas en tales proporciones, que las cantidades físicamente alternativas o
correlacionadas de todas sean para él igualmente deseables. La ú nica diferencia es que las
alternativas son má s complicadas que en el caso del niñ o y sus bayas, y de cará cter algo
diferente; en particular, es importante la presencia de una serie de alternativas econó micas
que involucren fuentes de satisfacció n concretas y medibles.
En la mente de Crusoe indudablemente se construiría algo de la naturaleza de un sistema
de precios o una escala de valores, si él intentara seriamente obtener el má ximo de
satisfacció n de las condiciones de su entorno. Porque no se puede llegar a un uso
"inteligente" de sus oportunidades de ninguna otra manera. Debe determinar las
proporciones en las que se obtendrá n diferentes bienes por sacrificios subjetivamente
equivalentes en "esfuerzo", y de manera similar formará juicios sobre su importancia
subjetiva relativa para él, y tratará de hacer coincidir los dos conjuntos de proporciones.
Pero un conjunto de razones de equivalencia o escala de cantidades equivalentes de cosas
es la esencia de un sistema de precios. El intercambio es un medio por el cual las cosas
pueden ser convenientemente convertidas o sacrificadas unas por otras en cantidades
determinadas, y sustancialmente el mismo resultado se obtiene al elegir entre diferentes
líneas de producció n en una economía de Crusoe. Es suficientemente evidente que las
cantidades involucradas en tal cá lculo son cantidades de cosas y no de satisfacció n o
cualquier magnitud psíquica.
El papel de la idea de "recurso" y el concepto de "costo" también adoptará n una forma
característica en el caso Crusoe. El trabajo mental de evaluar todo en términos de todo lo
demá s debe forzar el recurso a una medida cruda de "esfuerzo" como está ndar comú n de
valor o "medio de intercambio" (es casi así) para mediar las comparaciones. Está claro que
se trata de un dispositivo "instrumental", pero no menos importante. "Realmente", se trata
puramente de combinar alternativas, entre las que se encuentran aquellas ocupaciones
indefinidas, "no econó micas", explorar la isla, charlar con el loro, deporte o recreació n de
cualquier tipo, o "holgazanear e invitar al alma". ." Pero el cará cter indefinido, heterogéneo
e incierto de estos ú ltimos, y la conveniencia del "tiempo" como base aproximada para una
evaluació n aproximada de la materia de que está n hechos, hacen que sea una cuestió n de
economía recurrir a su uso como medio comú n. denominador de alternativas. No será
cierto que todas las cosas producidas en tiempos iguales será n equiparadas, porque hay
elementos de "molestia", etc., que hay que tener en cuenta. La escala de valores de Crusoe
probablemente se basará en el tiempo como una "primera aproximació n" con asignaciones
mentales para los otros factores a considerar.
Las relaciones de medida será n recíprocas, en este caso como siempre. El uso del esfuerzo
para medir otras cosas equivale a una evaluació n del esfuerzo en términos de otras cosas.
Así obtenemos el concepto de un costo de desembolso cuantitativo que significa algo má s
que simplemente cualquier alternativa sacrificada. Como se señ aló antes, al establecer en
términos de "recursos" la ley general de elecció n entre alternativas, este concepto de costo
no tiene un significado independiente muy sustancial; "cuando nos presionan"
reformulamos nuestros costos de recursos o esfuerzos (o dinero) en términos de
alternativas positivas que podríamos haber tenido; pero como idea mediadora e
instrumental, es, sin embargo, una noció n ú til y de uso universal. Sin embargo, no hay
ocasió n de hablar de una posible divergencia entre el costo del desembolso y el retorno del
valor, de nada parecido a un "beneficio" de las operaciones.
Hay muchas etapas intermedias en la sucesiva complicació n de alternativas que podrían
discutirse y que arrojarían luz sobre varias fases de las relaciones econó micas; pero para
los propó sitos presentes es mejor pasar de inmediato al caso de un grupo de personas que
producen bienes para el intercambio en un mercado libre. Las relaciones entre las
actividades de satisfacció n de necesidades de una pluralidad de personas se basan en otro
"conflicto", el conflicto entre necesidades similares de diferentes individuos, en gran
medida dependientes de medios comunes e inmediatos de satisfacció n, mientras que estos
bienes inmediatos son casi enteramente depende de un fondo comú n de recursos
productivos finales. El efecto de la posibilidad de intercambio es multiplicar y complicar
enormemente las alternativas abiertas a cualquier individuo. Ahora es libre, no só lo de
hacer cualquier combinació n posible de mercancías para la producció n y el consumo, sino
de combinar la producció n de algunas con el consumo de cualquier combinació n, en los
términos proporcionados por un conjunto establecido de relaciones de cambio, cuya
investigació n es la base. principal problema que tenemos ante nosotros. Para estudiar
primero los rasgos má s esenciales de las relaciones de intercambio, será necesario
simplificar la situació n en la medida de lo posible mediante un proceso de abstracció n
"heroica". Por lo tanto, hacemos explícitamente las siguientes suposiciones en cuanto a las
características de nuestra sociedad imaginaria:
1. Se supone que los miembros de la sociedad son seres humanos normales en aspectos
esenciales en cuanto a disposiciones heredadas y adquiridas, que difieren entre sí en las
formas y grados familiares en una nació n occidental moderna: una "muestra aleatoria" de
la població n de las naciones industriales de hoy.
2. Suponemos que los miembros de la sociedad actú an con total "racionalidad". Con esto no
queremos decir que deben ser "como á ngeles, sabiendo el bien del mal"; asumimos motivos
humanos ordinarios (con las reservas señ aladas en los pá rrafos siguientes); pero se supone
que "saben lo que quieren" y lo buscan "inteligentemente". Su conducta, es decir, es toda
"conducta", como hemos definido previamente el término; todos sus actos tienen lugar en
respuesta a motivos, disposiciones o deseos reales, conscientes, estables y consistentes;
nada es caprichoso o experimental, todo es deliberado. Se supone que deben conocer
absolutamente las consecuencias de sus actos cuando se realizan, y realizarlos a la luz de
las consecuencias.
3. Las personas son formalmente libres para actuar segú n sus motivos en la producció n, el
intercambio y el consumo de bienes. Ellos "son dueñ os de sí mismos"; no hay ejercicio de
coerció n sobre ningú n individuo por parte de otro individuo o de la "sociedad"; cada uno
controla sus propias actividades con miras a los resultados que le corresponden
individualmente. Cada persona es el juez final y absoluto de su propio bienestar e intereses.
*20
4. También debemos suponer la ausencia total de obstá culos físicos para la elaboració n,
ejecució n y cambio de planes a voluntad; es decir, debe existir una “movilidad perfecta” en
todos los ajustes econó micos, sin costo alguno en los movimientos o cambios. Para realizar
este ideal, todos los elementos que entran en los cá lculos econó micos —esfuerzo,
mercancías, etc.— deben ser continuamente variables, divisibles sin límite. Las operaciones
productivas no deben formar há bitos, preferencias o aversiones, ni desarrollar o reducir la
capacidad para realizarlas. Ademá s, el proceso de producció n debe ser constante y
continuo completo; no hay un ciclo de tiempo de operaciones que pueda ser interrumpido
o dejado incompleto por reajustes repentinos. Cada persona produce continuamente una
mercancía completa que se consume tan rá pido como se produce. El intercambio de
productos bá sicos debe ser virtualmente instantá neo y sin costo.
5. Se sigue como corolario del nú mero 4 que existe competencia perfecta. Debe haber una
intercomunicació n perfecta, continua y gratuita entre todos los miembros individuales de
*21
la sociedad. Todo comprador potencial de un bien conoce y elige constantemente entre
las ofertas de todos los vendedores potenciales, ya la inversa. Cada mercancía, se recordará ,
es divisible en un nú mero indefinido de unidades que deben poseerse por separado y
competir efectivamente entre sí.
6. Cada miembro de la sociedad debe actuar como individuo ú nicamente, con entera
independencia de todas las demá s personas. Para completar su independencia, debe estar
libre de necesidades, prejuicios, preferencias o repulsiones sociales, o de cualquier valor
que no se manifieste completamente en el trato del mercado. El intercambio de bienes
terminados es la ú nica forma de relació n entre individuos, o al menos no existe otra forma
que influya en la conducta econó mica. Y en los intercambios entre individuos, no se deben
afectar intereses de personas que no sean partes en el intercambio, ni para bien ni para
mal. La independencia individual en la acció n excluye todas las formas de colusió n, todos
los grados de monopolio o tendencia al monopolio.
7. Excluimos formalmente todo abuso de individuos entre sí. No debe haber forma de
adquirir bienes excepto a través de la producció n y el libre intercambio en el mercado
abierto. Esta especificació n es en realidad un corolario de los nú meros 2 y 3, que excluyen
respectivamente el fraude o el engañ o y el hurto o el bandolerismo, pero merece una
menció n explícita.
8. Los motivos de la divisió n del trabajo y del intercambio deben estar presentes y
operativos. Estos nunca han sido adecuadamente tratados en la literatura econó mica a
pesar de que el tema ha sido discutido má s o menos por innumerables escritores sobre
problemas sociales desde Plató n hacia abajo. La condició n principal es la diversificació n de
necesidades asociadas con la especializació n de las capacidades o disposiciones
productivas, o con restricciones físicas en el rango de actividad productiva. Un hecho
importante a este respecto en el mundo real es la distribució n espacial de los diferentes
recursos de la tierra y las limitaciones a la movilidad humana. Ademá s, la naturaleza física
del proceso de producció n exige con frecuencia la ejecució n simultá nea de varias
operaciones. Para simplificar, supondremos que las dos primeras condiciones por sí solas
son suficientes para restringir a cada individuo a la producció n de una sola mercancía en
un momento dado. (Cf. nú mero 11.)
9. Todos los factores y condiciones indicados son para los fines de este capítulo y del
siguiente y hasta que se notifique expresamente lo contrario, permanecerá n absolutamente
sin cambios. Deben estar libres de modificaciones perió dicas o progresivas así como de
fluctuaciones irregulares. La conexió n entre esta especificació n y el nú mero 2
(conocimiento perfecto) es clara. En condiciones está ticas, cada persona descubriría
pronto, si no lo supiera ya, todo lo que en su situació n y entorno afectaba su conducta.
Los supuestos anteriores, especialmente los ocho primeros, son idealizaciones o
purificaciones de tendencias que se sostienen má s o menos en la realidad. Son las
condiciones necesarias para la competencia perfecta. El noveno, como veremos, está en una
base algo diferente. Solo su corolario de conocimiento perfecto (especificació n nú mero 2),
que puede estar presente incluso cuando se produce un cambio, es necesario para la
competencia perfecta. Ademá s de estas diferencias de grado só lo con respecto a la vida
real, debemos establecer, para el propó sito especial del aná lisis inmediato, otras dos
suposiciones totalmente contrarias a los hechos.
10. La primera es que por el momento no habrá propiedad productiva en el sentido
ordinario en la sociedad. Toda agencia o capacidad productiva es parte inseparable de la
dotació n personal de algú n miembro de la sociedad. Pueden utilizarse instrumentos
materiales de producció n siempre que sean sobreabundantes y, por tanto, bienes gratuitos,
o que estén absolutamente unidos a sus dueñ os (no sujetos a arrendamiento ni a venta) y
no sujetos a aumento o disminució n. La ú ltima característica, si no la de la inseparabilidad,
está , por supuesto, implícita en la especificació n de las condiciones está ticas. También
debemos observar explícitamente que los poderes personales mismos está n igualmente
fijados en cantidad y cará cter. Las consecuencias sociales de la transferencia de bienes
productivos entre individuos, y especialmente de su aumento por "inversió n", requerirá n
una discusió n extensa má s adelante y deben aislarse mediante un estudio preliminar de
una sociedad en la que está n ausentes.
11. El segundo supuesto "analítico" también está contenido en el grupo "idealizante"
anterior. Bajo el nú mero 8 declaramos que la divisió n del trabajo debía llevarse al punto en
que cada individuo produjera una sola mercancía. En la vida industrial moderna, por
supuesto, se lleva mucho má s lejos. Pero es importante estudiar por separado una sociedad
donde la producció n se organiza ú nicamente a través del intercambio de productos
*22
terminados. En una etapa posterior podemos discutir los problemas especiales de esa
etapa posterior de organizació n llamada divisió n secundaria del trabajo.
Este aislamiento es de especial importancia en vista del hecho de que la distribució n de los
productos se complica mucho cuando las agencias de producció n cooperan en la
producció n de una sola mercancía, siendo entonces ya no inmediatamente identificable el
producto de un solo agente. El problema de aislar el producto de una sola agencia, cuando
varios trabajan juntos, es, por supuesto, el conocido problema de la "imputació n" o
distribució n en el sentido técnico, que ha sido el mayor centro de controversia en la
discusió n econó mica.
La lista anterior de suposiciones y abstracciones artificiales es, de hecho, un conjunto
formidable. La intenció n ha sido hacer la lista no má s larga de lo realmente necesario o ú til,
pero de ninguna manera minimizar su grado de artificialidad, la cantidad de divergencia de
las condiciones hipotéticas de las de la vida econó mica real que nos rodea. En su mayor
parte, estos mismos supuestos, especialmente los primeros ocho, y en gran medida el
noveno, está n realmente involucrados en un punto u otro en gran parte de la discusió n de
la literatura econó mica. Si está n presentes, y son necesarios, y cuando estén presentes,
sean necesarios o no, no se menospreciará la importancia de que su cará cter abstracto e
irreal salga a la superficie de manera conspicua.
Nuestra pró xima tarea es formar una imagen de tal sociedad en acció n y descubrir las
condiciones de equilibrio o los resultados naturales de la operació n de las fuerzas y
tendencias que actú an en ella. Por lo tanto, debemos imaginar una població n así,
establecida en un entorno como el descrito, comenzando de novo en el negocio de satisfacer
sus necesidades. Cada persona, al considerar la situació n en sus contornos esenciales,
emprenderá la producció n de alguna mercancía, con miras, a través del intercambio con
otros, a asegurar los medios para satisfacer sus variadas necesidades. Después de que haya
transcurrido un breve intervalo de tiempo, cada uno habrá acumulado una pequeñ a
reserva de su bien particular, y podemos pensar que todos se reú nen en un mercado
central para intercambiar sus mercancías.
La situació n que ahora se presenta es la familiar en la discusió n econó mica, de un grupo de
y
individuos con existencias dadas de bienes que tienen que ser vendidos, *23 no
necesitamos detenernos en el proceso por el cual se establecerá n tipos de cambio fijos
*24
entre todos los bienes. establecido. Cuando el proceso haya terminado, toda la masa de
mercancías se habrá reducido a un solo fondo homogéneo de equivalencia o valor de
cambio. Tampoco necesitamos preocuparnos por el modo de expresar y manejar este
fondo; en la prá ctica, sería inevitable que se estableciera algú n tipo de medio de
intercambio está ndar; pero es indiferente para los propó sitos presentes si hay una sola
clase de dinero o tantas clases como diferentes mercancías hay.
Si la intercomunicació n es realmente perfecta, los intercambios pueden realizarse a un solo
precio. *25 Podemos imaginar que se determinará en torno a cuá les será n las proporciones a
través de consultas. Cada individuo, sabiendo el valor de la cosa que posee en términos de
todo lo demá s, está sustancialmente en la misma posició n que una persona que gasta un
ingreso monetario dado en un mercado donde los precios de venta son fijados por el
vendedor y etiquetados. El bien en sus manos representa poder de intercambio, un
"recurso", y lo repartirá entre los usos posibles de acuerdo con la ley de elecció n, de modo
que cada unidad compre utilidades equivalentes, satisfacciones de necesidades o
"importancias".
Mostrar có mo la propia escala de precios resulta del hecho de que los individuos actú an de
acuerdo con la ley de elecció n al repartir su poder adquisitivo en una situació n en la que los
precios está n dados, es tarea de esa rama de la economía conocida como teoría del precio
de mercado. . A cualquier precio dado (proporció n de sacrificar un bien por el otro), cuanto
má s se gasta en comprar un bien por cualquier artículo, menor se convierte en la cantidad
de satisfacció n de necesidades comprada con cada unidad (en relació n con la capacidad de
satisfacció n de necesidades del bien entregado). o de cualquier otro bien por el cual se
hubiera podido cambiar). De esto se deduce que cuanto mayor sea el precio de cualquier
bien (en relació n con otros, incluido el bien de compra), menos será comprado por
*26
cualquier individuo. Por lo tanto, es teó ricamente posible construir un programa, o
curva, de las cantidades de cualquier bien que tomará cualquier individuo a cada precio en
términos de otros bienes, y al sumar estas cantidades para todos los individuos, construir
una similar calendario para la sociedad en su conjunto. Pero hay una cantidad fija de cada
bien disponible en cualquier corto espacio de tiempo para disponer de él, y todo debe
venderse a un precio. Por lo tanto, en un mercado perfecto, cada mercancía tendrá un
precio definido, que es el precio uniforme má s alto al que se puede disponer de la totalidad
de las existencias existentes (incluida la salida del mercado por parte de los propietarios
actuales).
La representació n esquemá tica del equilibrio de precios de mercado es simple y obvia. Se
aplican las relaciones de utilidad involucradas en las cifras y el aná lisis para la situació n del
*27 .
niñ o y las bayas arriba de La situació n de intercambio se muestra en el esquema
adjunto.
La línea base horizontal es una escala de precios. La curva de "demanda" D muestra las
compras potenciales a cada precio, para cualquier individuo o para la sociedad en su
conjunto, segú n la escala utilizada. La cantidad a vender es independiente del precio, una
cantidad física fija, y está representada por una línea horizontal que corta el eje vertical o
de la mercancía en el punto adecuado. El valor horizontal del punto de intersecció n da el
precio de mercado bajo las condiciones. *28
Debe observarse especialmente que todas las cantidades involucradas en todo este aná lisis
son físicas y no psíquicas. Si la utilidad en la conciencia individual no es una magnitud
verdadera y mensurable, como se argumenta, es aú n má s evidente que la utilidad en
cualquier sentido social, que implica una sublimació n de las utilidades individuales en una
estimació n "social", es una suposició n totalmente inadmisible. El concepto de utilidad
social es de hecho un mero sustituto del aná lisis. Todo el problema consiste precisamente
en mostrar có mo un precio objetivo y uniforme resulta de preferencias individuales
palpablemente subjetivas y variables. Esto se debe hacer exhibiendo las interacciones de
*29
ofertas y pujas individuales en el mercado real. De hecho, no sabemos nada sobre
ninguna utilidad absoluta para ningú n individuo o sobre cantidades absolutas compradas
por cualquiera. Todo lo que puede decirse sobre el ajuste que resulta de la competencia
perfecta está comprendido en tres afirmaciones: (1) Bajo las condiciones (los precios
alternativos tal como está n fijados) cada individuo logra la meta de la acció n racional,
maximizando la satisfacció n de necesidades que puede lograr con su recursos dados
(cualesquiera que sean) en poder adquisitivo, distribuyéndolos entre las alternativas de
acuerdo con la ley de elecció n; (2) las condiciones mismas, siendo los precios o relaciones
de cambio los mismos para todos los individuos, y las utilidades relativas ajustadas para
igualarlas, se sigue que las utilidades relativas de todos los bienes (que cualquier individuo
compra) son las mismas para cada individuo; (3) las proporciones de intercambio se
ajustará n de tal manera que a esas proporciones ningú n individuo deseará cambiar nada en
su posesió n por nada en posesió n de otra persona.
Las expresiones enfatizadas son así tratadas debido a las actuales conclusiones ambiguas o
en realidad confusas con respecto a la beneficencia de los resultados de la competencia
ideal. Llamar a este resultado socialmente ideal o el mejor posible implica suponer ademá s
que
de todas las condiciones teó ricas en cuanto al funcionamiento del proceso mismo *30 la
situació n inicial, la distribució n de bienes antes de que comenzaran los intercambios, era la
mejor posible (es decir, , ya sea absolutamente ideal o absolutamente má s allá del poder
humano para modificar). Todo lo que es cierto (y dicho sin rodeos es poco má s que una
perogrullada) es que el libre intercambio tiende hacia esa redistribució n de bienes que es la
má s satisfactoria de todas las que pueden obtenerse por consentimiento voluntario.
Es evidente que en el intercambio ideal las cantidades intercambiadas son iguales en
términos de valor, y no hay posibilidad de que surja nada parecido a una "ganancia".
La condició n principal del intercambio perfecto que no se realiza en la vida real es la de la
"intercomunicació n perfecta", es decir, el conocimiento perfecto de lo que está n haciendo
por parte de todos los intercambiadores. *31
En nuestro sistema actual, los intermediarios fijan un precio que, en ausencia de
monopolio, es su mejor estimación del precio teó rico —lo que permitiría disponer de la
oferta visible— y lo modifican de vez en cuando segú n lo indique la tasa de ventas. ser
demasiado alto o demasiado bajo. Es un hecho familiar que, como consecuencia de la
intercomunicació n imperfecta, pueden obtenerse precios apreciablemente diferentes para
la misma mercancía en diferentes puntos del á rea general del mercado. Ciertos factores
agravan el efecto de la incertidumbre al perturbar el ajuste teó rico: (1) Inercia o rigidez de
los precios, por costumbre, indiferencia, redondeo de cifras, etc.; (2) variaciones en la
"mercancía" (y representaciones fraudulentas de variaciones que no existen); y esto tanto
en la mercancía física en bruto, como aú n má s en las utilidades complementarias,
conveniencia o moda del lugar de venta, recipientes ornamentales, nombres comerciales,
personalidad del vendedor, etc.; (3) la especulació n de los consumidores; los consumidores
no compran continuamente para sus necesidades actuales, sino que se abastecen o se
abstienen, de acuerdo con sus pronó sticos del mercado.
Cuando los términos se definen correctamente y se tienen en cuenta las diferencias reales
de mercancías (que incluyen todos los factores bajo el nú mero 2 anterior), la tendencia
hacia un precio definido y uniforme para bienes similares es fuerte y conspicua, y
generalmente se alcanza una buena aproximació n a este resultado. Existe, por supuesto, la
mayor diferencia en las mercancías con respecto a esta estandarizació n, desde el trigo y el
algodó n en un extremo hasta los productos artísticos en el otro.
Cuando en nuestra sociedad imaginaria de competencia perfecta los intercambios se
terminen y los bienes se consuman, todo el mundo empezará de nuevo a dedicarse a la
producció n. Pero las ocupaciones no se elegirá n como antes; ahora habrá una escala
establecida de precios de cada bien en términos de todos los demá s, y de acuerdo con esta
escala de precios cada uno dirigirá su esfuerzo y medirá su intensidad, conforme, por
supuesto, a la Ley de Elecció n al tomar su decisió n. . Las mercancías producidas se
concebirá n simplemente como poder adquisitivo sobre los bienes en general, y las
alternativas inmediatas son simplemente producir "riqueza" y no producirla, lo que
significa hacer algo, o nada (que también es hacer "algo") enteramente fuera del escala de
comparaciones cuantitativas, y esto ahora significa fuera de la esfera del mercado. Cada
hombre, por lo tanto, como Crusoe, o el muchacho en el campo de bayas, llevará sus
esfuerzos hasta el punto en que la utilidad y la desutilidad —utilidad "realmente"
sacrificada, pero de un tipo no especificado y no cuantitativo— sean de igual importancia
en el cantidades que son alternativas entre sí.
A medida que la producció n avance y los bienes se acumulen en manos de nuestros
"homines œconomici", será n intercambiados como antes, distribuidos entre las
posibilidades de intercambio de acuerdo con la Ley de Elecció n; y las posibilidades de
intercambio se modificará n continuamente por el mismo proceso para mantenerse
constantemente en ese punto donde momentá neamente las proporciones de utilidad de
cada uno pueden igualarse con las proporciones de precios. Pero este proceso de ajuste y
reajuste también tiende hacia el equilibrio; la investigació n de esta tendencia hacia una
condició n en la que la producció n y el consumo de todas las mercancías avanzarían a tasas
invariables cae en el á mbito de la segunda gran divisió n de la teoría econó mica, una rama
de la cual es la teoría del precio normal . *32
En una situació n como la que hemos descrito, con la producció n, el intercambio y el
consumo de mercancías de forma continua, la escala de valor o sistema de equivalencias
cuantitativas de las mercancías se vuelve mucho má s objetivo y definido de lo que podría
ser en la economía de un país. Crusoe individual. La presencia constante de la escala
publicada de relaciones de cambio y el funcionamiento de toda la organizació n en términos
de ella debe tener una tremenda influencia en la "racionalizació n" de la actividad
econó mica, en la impresió n de sus características cuantitativas en la mente de los hombres
y en la imposició n de cá lculos y cá lculos precisos. comparaciones El resultado es que todos
los bienes se reducen a un agregado homogéneo o fondo de unidades de valor. Este fondo
de valor, como medio para resolver los problemas de las alternativas, naturalmente divide
el proceso econó mico para cada individuo en dos partes o etapas bastante distintas en su
pensamiento. Al pensarse en los bienes que él produce meramente como tanto valor en
cambio, los problemas de combinar alternativas en la producció n se separan y simplifican
por la necesidad de considerar solo dos alternativas, como hemos señ alado anteriormente.
De manera similar, el problema del consumo se considera de manera independiente,
tomando la forma del problema de gastar valor en el intercambio, que se resuelve por
cuenta propia de acuerdo con el principio de elecció n racional o distribució n de recursos
entre usos competitivos. Así, el valor de cambio por el lado del gasto se vuelve como el
concepto de esfuerzo para Crusoe; es una idea instrumental, sin contenido ontoló gico, pero
extremadamente ú til para resolver el problema de la elecció n. La separació n de las dos
mitades del problema econó mico se acentú a mucho en la vida real por la acumulació n de
valor en el intercambio y su producció n con el fin de almacenarlo, frente a contingencias
desconocidas, sin pensar en ningú n uso particular . estar hecho de él. La separació n se
acentú a aú n má s por la tendencia de la producció n de riqueza a perder toda conexió n con
la noció n de consumo de utilidades y tomar la forma de una contienda competitiva en la
que el valor de intercambio se convierte en una mera medida del éxito, una contrapartida
en el juego. .
El posterior establecimiento y objetivació n del sistema de valores también implicará una
evaluació n má s definida de los sacrificios productivos o "esfuerzo", realmente las
ocupaciones alternativas "no econó micas" a las que se renuncia para realizar el trabajo
productivo. Siendo esta evaluació n en términos de valor de cambio, el trabajo productivo es
en este sentido llevado al fondo general de valor, aunque bajo las condiciones que ahora
estamos discutiendo (só lo producció n individual independiente) no entraría realmente en
el mercado y sería intercambiado. La evaluació n del esfuerzo productivo, es decir, su
medició n en términos de una escala establecida de equivalencias de alternativas
econó micas, proporciona un contenido sustancial correspondiente a la noció n de "costo de
desembolso" en un sentido cuantitativo o de valor, y las mentes de los hombres trabajarían
sin duda en gran medida en términos de este concepto.
Ahora bien, es especialmente importante señ alar que en este punto de la construcció n
hipotética hemos llegado primero a un conjunto de condiciones en las que el costo de
desembolso de un bien en particular no es necesariamente y axiomá ticamente igual al valor
del bien mismo. Porque, mientras tiene lugar el reajuste hacia el precio normal o las
condiciones de equilibrio, el "valor" del trabajo se determinará en la situació n del precio de
mercado en un momento dado, mientras que el valor del bien que produce se determinará
en un momento ligeramente posterior. tiempo, y normalmente habrá alguna diferencia
entre los dos. El valor del esfuerzo productivo es el que ha tenido previamente el bien que
produce , mientras que el valor del bien que efectivamente produce será otro cuando salga
al mercado. La diferencia, positiva o negativa, entre el valor de un bien y el (valor de) su
costo es aná loga a la "ganancia". Su ocurrencia se debe manifiestamente al hecho de que los
hombres deben basar sus actos en condiciones pasadas, o en inferencias inciertas sobre el
futuro basadas en condiciones pasadas, y no en las condiciones futuras reales a las que
realmente se refieren. Tan pronto como los hombres averigü en con precisió n cuá nto
valdrá n los bienes después de que se produzcan, empleará n su energía productiva en
consecuencia, y la diferencia de beneficios desaparecerá . Y dado que esto es lo que
constantemente se esfuerzan por hacer, con cierta medida de éxito, el sistema tenderá
hacia ese ajuste de equilibrio en el que no existe ganancia.
La teoría del ajuste normal de precios es precisamente aná loga a la del precio de mercado,
ya que no hay diferencia en principio (pero só lo en complicació n) entre la compra de un
bien por el sacrificio de otro en el intercambio y su “compra” por el sacrificio de la
producció n de otro bien en su producció n. Tanto la teoría del precio normal como la del
precio de mercado son poco má s que corolarios de la ú nica Ley fundamental de la Elecció n.
En el lado de la producció n de la doble alternativa, la utilidad o importancia de cualquier
bien es su poder adquisitivo, y cuanto mayor sea el precio, má s se producirá , por la misma
razó n que Crusoe
o las distancias X representan cantidades del ú nico factor productivo variable en una
combinació n, y las distancias verticales o Y , la producció n física total correspondiente del
grupo. En términos grá ficos, el punto donde comienzan los rendimientos decrecientes es el
punto (3) donde esta curva se vuelve tangente a una línea recta que pasa por el origen.
Menos de esta proporció n del agente variable no puede emplearse inteligentemente,
incluso si es gratis, porque la producció n podría incrementarse descartando una parte de
los otros factores, si no pudiera obtenerse má s del variable a un precio uniforme. Es cierto,
necesariamente ya priori, que existe tal punto en la curva, que para cantidades menores el
producto aumenta en mayor proporció n que el factor. Es decir, para cualquier punto de la
curva entre este punto (3) y la intersecció n de la curva con el eje X la tangente debe cortar
positivamente al eje X. Ahora bien, si por debajo de este punto (3) la tangente a la curva
corta el eje X positivo , si en este punto pasa por el origen y má s allá de este punto corta el
eje Y positivo , entonces manifiestamente la curva es có ncava hacia abajo en el punto en
cuestió n. Y esta es la condició n grá fica que representa incrementos decrecientes de
producto. Parece razonable suponer que la misma condició n (concavidad hacia abajo) se
cumple desde el punto 3 hasta el punto má ximo (4), pero esto no es demostrable a priori. Si
no es cierto para cierta etapa en este intervalo entre los puntos 3 y 4 en todo el campo de la
industria, como se representa en la línea punteada de la figura, hay indeterminació n en la
situació n competitiva en ese intervalo y en esa medida, pero esto es una suposició n
bastante increíble.
Es indiferente qué forma tiene la curva debajo del punto 3 siempre que su tangente
siempre corte el eje X. Sin duda, en cualquier industria, la curva mostrará etapas de
rendimientos crecientes intercaladas con etapas de rendimientos decrecientes, y varias
proporciones de combinació n de los factores son sabias y estables. *39
Si se supone que los hombres saben lo que está n haciendo, no hay motivo para discutir la
primera y la tercera etapa en absoluto. Los límites de la segunda etapa representan límites
extremos donde una u otra agencia se convierte en un bien gratuito y pasa completamente
fuera de consideració n. Má s allá de este punto se disminuye absolutamente el producto
aumentando uno u otro organismo, segú n sea el caso, lo cual es un despropó sito. La
identidad de significado de la primera y la tercera etapa es evidente; la primera etapa al
pasar en una direcció n es la tercera al leer los datos en el orden inverso. Es una mera
cuestió n de la disposició n de los resultados, no de los resultados mismos. Má s allá de los
límites de la etapa de "rendimientos decrecientes", por lo tanto, o en circunstancias en las
que la ley no se cumple, no podría existir una situació n "econó mica". A menos que el
rendimiento por unidad de cualquier agencia disminuya, no es productiva en absoluto; su
uso no agrega nada a la salida de la combinació n. Si imaginamos rendimientos crecientes, la
agencia es negativamente productiva. Este hecho ha sido reconocido en el caso de la tierra
en el enunciado comú n de que la tierra adicional nunca se tomaría hasta que se
establecieran rendimientos decrecientes en esa * 40 ya en uso.
Los hechos de variabilidad en las proporciones de las agencias en la organizació n
productiva, y de la variació n del rendimiento relativo a las diferentes agencias de acuerdo
con el principio de rendimientos decrecientes, no só lo hacen posible la organizació n
econó mica de la sociedad a través del libre contrato, sino en su ausencia toda la cuestió n de
la organizació n no tendría sentido; no habría tal problema. A menos que estuvieran
disponibles para su uso varias combinaciones de varias productividades, con la posibilidad
de compararlas, no se trataría de usar un arreglo en lugar de otro. La organizació n es
necesaria, es posible y se lleva a cabo só lo por el hecho de que pueden identificarse las
contribuciones separadas de agencias separadas a un producto conjunto. La organizació n
por libre contratació n en régimen de competencia es posible y real y eficaz en la medida en
que tal sistema tiende a dar al propietario de cada agencia la aportació n separada de esa
agencia. La sociedad moderna se organiza mediante la asociació n del control sobre las
agencias productivas con el derecho a su rendimiento. Só lo porque el ingreso es mayor
donde el producto es mayor es posible tal organizació n. En ausencia de una ley que conecte
la participació n distributiva con la contribució n efectiva, nuestro sistema social no sería un
sistema, sino un caos. Por lo tanto, es inapropiado que los economistas discutan si la
separació n de las contribuciones a un producto conjunto puede o no hacerse; está hecho ;
es asunto nuestro explicar el mecanismo por el cual se logra.
El hombre de negocios descubre cuá nto valen las diferentes agencias o unidades de poder
productivo para el proceso productivo o no podría llevar a cabo su negocio. Es obvio que el
hombre de negocios, al pujar por el uso de agencias separadas, debe pensar en términos de
las contribuciones agregadas de las unidades agregadas —en lenguaje técnico econó mico el
producto "marginal"— y es demostrable que cuando las unidades son suficientemente
pequeñ a la suma de la contribució n separada y específica de todas las agencias agota el
producto conjunto total. *41
Debe observarse que cuando se agrega una nueva unidad productiva a una combinació n
productiva, la ley técnica de rendimientos decrecientes no describe completamente la
variació n en la producció n. Como consecuencia de esta sola ley, el producto físico agregado
de agencias similares se elevará en la posició n de la que se retira la en cuestió n y caerá en
*42
aquella a la que se mueve. Pero ademá s, dado que la transferencia disminuye la
producció n total de la mercancía de cuya producció n se retira la agencia y aumenta la
producció n de la industria a la que se traslada, el precio del primero aumentará y el del
segundo bajará relativamente . . En una sociedad de libre cambio organizada, los
productores naturalmente estiman el producto en términos de su valor de cambio y no de
su magnitud física. Las variaciones en el aporte físico y en el valor de ese aporte cuando se
hace una suma de cualquier tipo de agencia, obran en la misma direcció n y deben sumarse
para dar la disminució n total del valor del producto. Llamaremos a la variació n agregada
con el nombre de productividad de valor decreciente o simplemente productividad
decreciente, que siempre debe distinguirse de los rendimientos físicos decrecientes. *43
No es necesario introducir en nuestra sociedad otros factores o agentes distintos del
trabajo para estudiar el mecanismo de imputació n. Los grupos de individuos má s o menos
especializados y que se especializan en diferentes funciones productivas en la fabricació n
de la misma mercancía representan en principio todo lo que está involucrado en la
cooperació n de agencias de cualquier naturaleza diferente. Podemos, por lo tanto,
referirnos a estos diferentes funcionarios como tipos de agencias, o incluso como "factores"
de producció n, aunque ahora encontraremos razones para evitar este término, debido a sus
connotaciones engañ osas. Cuando las condiciones de una sociedad "está tica" —es decir,
condiciones dadas de producció n y consumo de bienes— se establecen correctamente,
como hemos visto, no hay lugar para la propiedad en ningú n sentido que la diferencie de
las capacidades productivas inherentes a la sociedad. la persona del dueñ o. *44
Este asunto será discutido má s extensamente a medida que avancemos. Entiéndase
simplemente en este punto que cualquier clase o grupo de agencias, o "factor" de
producció n al que nos referimos, se forma sobre la base de los hechos físicos e incluye
aquellas cosas que son realmente intercambiables entre sí en la producció n. proceso. Si
hablamos de "factores", no habrá tres, sino un nú mero indefinidamente grande de ellos. *45
De hecho, se ha arrojado una gran cantidad de mistificació n innecesaria en torno al
problema de la imputació n. Se trata simplemente de un caso de demanda conjunta, y la
misma situació n es comú n en el caso de los bienes de consumo. En realidad, no hay má s
misterio o dificultad especial en separar la demanda de trabajo o cualquier tipo particular
de trabajo, debido al hecho de que no se emplea solo, que en construir una curva de
demanda separada para mantequilla, que siempre se consume a lo largo de con otras
mercancías. El principio de proporciones variables es la clave de la solució n en ambos
casos. Las mercancías siempre utilizadas juntas y siempre en las mismas proporciones no
serían mercancías separadas, en lo que se refiere al consumo, sino partes de una mercancía,
aunque todavía podrían valorarse por separado si las condiciones de producció n fueran
distintas.
Teniendo en cuenta los hechos anteriores y las condiciones simplificadas en las que
estamos trabajando, no es difícil imaginar el mecanismo real de la organizació n.
Comencemos como en el ú ltimo capítulo con un ajuste aleatorio y sigamos los sucesivos
reajustes hasta la condició n de equilibrio. Supongamos que los grupos de productores se
forman por conjetura de cualquier forma aleatoria, determiná ndose el producto de cada
grupo como un todo de la manera ya descrita y su divisió n entre los miembros del grupo
dispuesta sobre cualquier base. Es evidente que el deseo de cada individuo de mejorar a sí
mismo conducirá a la vez a tres tipos de investigaciones. Primero, cada persona se
esforzará por determinar su propio valor para el grupo del que es miembro y compararlo
con la parte que está recibiendo; y segundo, preguntará de manera similar cuá nto podría
valer para otros grupos. En tercer lugar, como miembro de un grupo, cada individuo se
interesará por el valor que tienen para el grupo los demá s individuos que lo integran y por
el valor que tendrían los individuos fuera de él si pudieran ser adquiridos para su grupo.
Como resultado, (1) las remuneraciones se reajustará n rá pidamente hacia los valores que
los individuos aportan a la producció n de los grupos con los que trabajan, y (2) todos los
individuos gravitará n hacia aquellos grupos en los que pueden hacer las mayores
contribuciones a la producció n. producció n. Cualquier individuo que reciba de su grupo
má s de lo que vale será puesto en libertad o se le reducirá su remuneració n. Cualquier
*46
individuo que reciba menos de lo que vale podrá asegurar su valor completo, ya que
hemos especificado condiciones bajo las cuales existirá una competencia perfecta entre los
grupos.
Todos los grupos productivos competirían así entre sí por los servicios de los miembros
reales y potenciales, y los individuos de la sociedad competirían por posiciones en el grupo
de una manera bastante aná loga al orden de cosas existente. El está ndar de lo que un grupo
podría permitirse pagar por un hombre es claramente la cantidad que él le permite
producir má s de lo que produciría sin él. En el ajuste final, la contribució n del individuo a
los ingresos del grupo es su contribució n a los ingresos de la sociedad en su conjunto, que
se ve presionado a hacer lo má s grande posible colocá ndose en la posició n en la que es
*47
realmente má s eficaz. La tendencia de una organizació n competitiva es, por lo tanto,
hacia ese ajuste ideal familiar en la literatura del laissez-faire. En el ajuste final, la
organizació n no podía cambiarse sin generar pérdidas no compensadas, y el producto total
se dividiría entre todos los reclamantes dando a cada uno su producto adicional. *48
Las condiciones previas a este resultado teó rico son ciertamente abstractas; pero son las
condiciones de la competencia perfecta, y son las condiciones a las que se acerca má s o
menos la sociedad actual. Es importante tanto entender la libre competencia porque la
sociedad se acerca a ella má s o menos como un ideal, como ser plenamente consciente de la
artificialidad de las condiciones necesarias para realizarla perfectamente.
Otra forma de formular la condició n de equilibrio es considerar el ajuste como una
revalorizació n continua de los servicios productivos. Este proceso sería má s parecido al
proceso mediante el cual se determinan los precios de los bienes de consumo. Podemos
pensar en cada productor o grupo como si estuviera en el mercado con cierta cantidad de
dinero para gastar en poder productivo en abstracto. Al nivel de precios establecido en
cualquier momento, se comprará n, por supuesto, aquellas agencias productivas que hagan
la mayor contribució n de precio al producto para un desembolso de precio dado. Pero dado
que las cantidades de todas las agencias existentes son fijas, la competencia forzará
rá pidamente un reajuste de los precios hasta el punto en que las cantidades de precios
iguales de todas las agencias hagan contribuciones de precios iguales al producto, tal como
en el primer caso cantidades de precios iguales de todos los bienes. debe representar
"utilidades iguales" para todos los consumidores. La organizació n del sistema productivo
en su conjunto es, de hecho, bastante aná loga a la del gasto de la renta. Las agencias
productivas son ahora los recursos dados de los cuales se debe hacer el mejor uso
distribuyéndolos para asegurar la igualdad de remuneració n para unidades similares en
todos los empleos. En la organizació n como un todo, los dos principios se combinan. Puede
omitirse el ingreso monetario, como intermediario instrumental, y expresarse el resultado
diciendo que los recursos reales de la sociedad tienden a distribuirse de tal manera entre
todos los empleos que unidades físicas similares en todas partes hacen contribuciones
psíquicamente equivalentes a todas las personas en el sistema en una posició n para elegir
entre ellos.
Será ahora para notar las objeciones má s importantes que se han hecho a la teoría
productiva de la distribució n, aunque muchas o todas ellas ya han sido respondidas y
probablemente no se harían contra la forma de la teoría presentada anteriormente. Para
empezar, insistamos en la completa separació n de la teoría de la distribució n propiamente
dicha de ciertos dogmas morales y sociales de gran alcance, que se han deducido de ella. El
profesor JB Clark, el principal exponente estadounidense de la teoría, es en parte
responsable de esta confusió n, a través de unos pocos pá rrafos sin protecció n en "La
*49
distribució n de la riqueza". Sin embargo, la ilegitimidad de estas deducciones éticas ha
sido bien argumentada por el profesor Carver, *50 otro expositor de la teoría, así como por el
profesor JM Clark al defender la teoría misma. *51 Podemos, por lo tanto, pasar por alto las
críticas de aquellos escritores a quienes no les gustan las implicaciones sociales que la
teoría no tiene, que incluyen una parte considerable de la crítica de los profesores
Davenport *52 y Adriance; *53
Retomaremos brevemente la cuestió n de los aspectos éticos
del sistema competitivo en el capítulo VI.
Contra la propia teoría de la productividad, una vieja y comú n crítica es la bien planteada
por Wieser, *54 quien intenta refutar la presentació n de Menger de ella, y sustancialmente la
misma línea de ataque ha sido seguida má s recientemente por Hobson, * 55 quien se refiere
especialmente a Wicksteed. . El argumento es que la productividad específica o marginal no
puede permitirse un método de distribució n teó ricamente adecuado, por la razó n de que la
suma de los productos de las agencias separadas, tal como la define la teoría, no será igual
al producto conjunto total, sino considerablemente mayor. . Se argumenta que la cantidad
sustraída del producto total cuando se retira "una unidad" será mucho mayor de lo que
puede imputarse a ese agente solo, ya que la pérdida de cualquier agente dislocará má s o
menos la organizació n. Por lo tanto, se vuelve imposible por este método dividir el total con
precisió n en partes atribuibles a los "factores" separados individualmente como la
contribució n específica de cada uno. Wieser propone un método alternativo, que es
idéntico a la exposició n del profesor FM Taylor sobre la propia teoría de la productividad.
*56
Hobson declara dogmá ticamente que el problema es imposible.
El error en esta línea de razonamiento radica en fijar la atenció n en una organizació n
comparativamente pequeñ a y bloques o unidades comparativamente grandes de servicios
productivos. Cuando se tiene en cuenta el tamañ o real de la sociedad industrial y de la
unidad ordinaria de la mayoría de las agencias, se verá que la "dislocació n" es
insignificante; teó ricamente, sin duda, las unidades tendrían que ser de un tamañ o
infinitesimal, de propiedad separada y en competencia efectiva; es decir, las proporciones
deben ser continuamente variables, en el sentido matemá tico. Pero en el caso típico, el
error resultante de esta suposició n no es grande en comparació n con otras imprecisiones
en el ajuste competitivo. Es cierto que hay casos excepcionales en los que las agencias no
son muy divisibles, o incluso nada divisibles, y la competencia da lugar a un mayor o menor
grado de monopolio. Estas excepciones son relativamente infrecuentes en la masa de la
industria en su conjunto, pero tienen una importancia absoluta considerable, y tendremos
algo que decir má s adelante con respecto a agencias ú nicas e indivisibles. *57
Padan, en el artículo mencionado, ataca aú n má s la exposició n del profesor Clark de la
teoría de la productividad sobre la base expresa de que la cantidad recibida por cualquier
factor dependería del tamañ o arbitrario asignado a la unidad marginal. Este punto también
es hipotéticamente só lido, pero irrelevante. El tamañ o de la unidad no es una cuestió n
arbitraria de metodología, sino una cuestió n de hecho, y el profesor Clark puede estar
abierto a la crítica solo por parecer implicar lo contrario. La solidez de la teoría, la
posibilidad de una distribució n competitiva, de hecho, depende de la divisió n real de las
*58
agencias productivas en unidades de negociació n de tamañ o pequeñ o. Deberíamos
sostener que es un error decir que el "trabajo" o cualquier "factor" obtiene o tiende a
obtener su producto. Esto es vá lido só lo para los hombres individuales reales u otras
agencias.
Davenport y Adriance también presentan una tercera crítica, algo filosó fica. Se sostiene que
el producto "marginal" del trabajo, por ejemplo, es tanto un producto conjunto como el de
cualquier otro que no sea la unidad marginal. El trabajador que usa tierra sin renta todavía
tiene que usarla, no puede producir nada sin ella y, por lo tanto, el producto no puede
atribuirse solo al trabajo. El profesor Taussig también, aunque como Davenport con cierta
cautela, afirma que todo producto es un producto conjunto y no puede dividirse en parcelas
atribuibles a agencias separadas, aunque al mismo tiempo se inclina a considerar todo
ingreso como el "producto" del trabajo. *59 Un examen de este razonamiento nos llevaría a la
cuestió n del sentido de la producció n y la causalidad, que será retomada ahora. Por ahora
debe bastar señ alar que se trata de una confusió n entre productividad mecá nica y
econó mica. La tierra utilizada por el trabajo marginal puede ser necesaria para las
operaciones en el primer sentido, pero no lo es en el segundo, ya que, por hipó tesis, si se le
niega el uso, puede ser reemplazada de inmediato por otra tierra igualmente buena; de lo
contrario no sería tierra libre. La falacia es paralela a la confusió n entre "utilidad" (como
suele definirse) y valor econó mico. Los bienes gratuitos, como el aire, pueden ser
necesarios para la vida, pero al no ser necesaria ninguna porció n en particular, el bien no
puede tener valor econó mico (ni, como hemos argumentado anteriormente, debe decirse
que tiene utilidad si este término se usa para connotar cualquier tipo de importancia
econó mica).
Debemos notar, finalmente, otra objeció n planteada por Hobson a la doctrina general del
*60
"marginalismo". Con la posició n fundamental de Hobson, que el marginalismo es la
forma necesaria de un tratamiento racional de elecció n, y que la visió n racional de la vida
está sujeta a limitaciones drá sticas, el escritor está totalmente de acuerdo. No está claro
que Hobson pretenda que sus críticas se apliquen específicamente a la teoría productiva de
la distribució n, pero puede que no esté fuera de lugar señ alar que tal aplicació n sería un
error. En general, sostenemos que hay un equilibrio mucho má s deliberado y cuantitativo
de alternativas en la conducta econó mica de lo que nos haría creer la discusió n que se
presenta a continuació n, pero este es un tema importante que no se puede analizar aquí. No
nos parece que la composició n de la vida sea muy aná loga a la pintura o el pastel de Hobson
en los que la proporció n de los ingredientes está rígidamente determinada por una receta o
un ideal preconcebido del todo. En cualquier caso, la producció n de bienes por la industria
es muy enfá ticamente un proceso racional, un ajuste elaborado por el productor en
términos de estos efectos muy separables de agencias separadas. Tampoco es cierto, como
*61
argumenta Hobson en otra parte, que las condiciones técnicas prescriben las
proporciones en las que deben utilizarse los organismos. Las proporciones de trabajo a
tierra y de capital a cualquiera, y en gran medida de varios tipos de cada uno entre sí, está n
abiertas a la variació n a través de un rango casi sin límite técnico, al menos en las
industrias fundamentales. Una vez má s, la apelació n final es al hecho. Es el valor para el
productor como una adició n a su organizació n como un todo lo que determina la cantidad
que ofertará en el mercado por el uso de cualquier unidad de trabajo, tierra o capital, o la
cantidad de cualquiera que ofrecerá . compra a un precio establecido. Por lo tanto, es este
"producto específico" el que rige la distribució n del ingreso en general entre las agencias
productivas en general.
Como se señ aló anteriormente, la mayoría de las objeciones a la teoría de la productividad
se relacionan con el significado de la producció n y del producto, y se reducen finalmente a
la conveniencia de usar la palabra, má s que a cualquier desacuerdo fundamental sobre
có mo funciona realmente el mecanismo distributivo. Deseamos ahora señ alar que al llamar
a la adició n hecha por cualquier agencia a la producció n total de una gran organizació n su
producto específico o separado, estamos usando la palabra "producto" en el mismo
significado y el ú nico significado que las palabras "causan". " y "efecto" o términos
equivalentes alguna vez hayan tenido. Nunca es cierto en un sentido absoluto que un
evento sea la causa de otro. Quizá se pueda decir que todo el estado del universo en un
momento dado causa todo su estado en el momento siguiente, pero cuando decimos que
"A" es la "causa" de "B", siempre asumimos que las demá s cosas son iguales ; nunca
queremos decir que si se eliminara el resto del universo, "A" solo produciría "B". Y la
imputació n de cualquier evento individual a otro como causa o efecto siempre es en gran
medida arbitraria. Todo evento tiene un nú mero infinito de causas, y depende de las
circunstancias, el punto de vista, el problema en cuestió n, cuá l de ellos destacamos para
designarlo como "La" causa. "La" causa de un fenó meno es meramente aquella de sus
condiciones necesarias que por alguna razó n prá ctica es crucial, generalmente desde el
punto de vista del control. Es aquella por la que debemos preocuparnos, las circunstancias
que nos permiten dar por sentadas las otras. Puede ser bastante correcto nombrar una
docena de antecedentes diferentes como "la" causa de un suceso particular, segú n el punto
de vista. El hecho de que otras agencias, incluso todo el sistema social, puedan estar
involucradas en la producció n de un determinado bien no argumenta en contra de que sea
el producto (específico) de la agencia particular sobre cuya actividad realmente depende su
creació n bajo las circunstancias reales de el caso. *62
Un enunciado analítico general de los principios de la organizació n está tica, en términos de
precios y sobre la base de la oferta y la demanda, constará de dos partes principales.
Tenemos que considerar dos problemas de valoració n relacionados respectivamente con
los bienes de consumo y los servicios productivos. Los problemas suelen designarse como
"valor" y "distribució n". Será conveniente abordar primero el segundo de estos problemas.
Ya hemos visto que la forma efectiva de la ley de variació n de las proporciones de los
factores es la ley de la productividad del valor decreciente. Es obvio que todos los reajustes
involucran transferencias de recursos productivos y que cada transferencia implica un
cambio de precio, elevando los precios de los bienes producidos por la organizació n de la
cual se toman los recursos y bajando los precios de los bienes a cuya producció n se desvían
los recursos. Y el efecto de este cambio de precio coincide en direcció n con el efecto de
rendimientos físicos decrecientes. Podemos contentarnos por el momento con esta visió n
superficial de las reacciones de los precios por el lado de los bienes de consumo y proceder
a elaborar las condiciones de precios de equilibrio del sistema en términos de las partes
distributivas. Después de lo cual se cambiará el punto de vista para considerar estas
acciones, no como las remuneraciones de las agencias, sino como costos de los bienes en
los que entran sus servicios. Cuando el ajuste y su equilibrio se han estudiado como una
relació n entre los precios y los costos de los bienes de consumo, podemos unir los dos
aná lisis y ver las relaciones de los tres conjuntos de hechos de precios: valores de los
bienes, costos de los bienes y valores de los bienes. servicios productivos. Es obvio que
como agregados los tres conceptos son idénticos, siendo todos de hecho la renta social vista
desde diferentes puntos de vista.
Desde el punto de vista del problema actual del "estado está tico", las ofertas de todas las
agencias productivas está n rígidamente fijadas, y la teoría de la valoració n de sus servicios
es muy paralela a la teoría de los precios de mercado que se da en el ú ltimo capítulo para
los bienes de consumo. Los hechos de la oferta y la demanda para cualquier tipo particular
de agencia se pueden presentar en forma de cuadros o grá ficos que muestren las
cantidades respectivas que vendrá n y que se pueden vender a cada precio, y el punto de
equilibrio se manifestaría en tal presentació n. . Los hechos tanto en el lado de la oferta
como en el de la demanda de la relació n son má s complicados que en el caso de los bienes
de consumo. Por el lado de la oferta no podemos tomar la cantidad existente ni siquiera en
un momento como un dato físico dado. Porque estamos tratando con los servicios de un
tipo particular de agencia, no con la agencia como tal. La cantidad de la agencia es fija, pero
la cantidad de servicios comercializables que se derivan de ella bien puede variar con el
precio ofrecido. Hay dos cursos abiertos. Podemos definir y clasificar los servicios sobre la
base de las características físicas de las agencias que los prestan o en términos del
resultado físico producido. *63 Tomemos primero las agencias definidas físicamente. En este
caso, el efecto de la sustitució n de agencias má s o menos similares debe tenerse en cuenta
al trazar la curva de demanda; suministro significa el suministro de los servicios de un tipo
particular de agente físico, agrupando cosas que son perfectamente homogéneas y
universalmente intercambiables solas.
Es habitual, porque superficialmente "natural", suponer que un hombre trabajará má s —es
decir, trabajará má s o má s horas al día— por un salario má s alto que por uno má s bajo.
Pero un pequeñ o examen mostrará que esta suposició n es incorrecta para el
comportamiento racional. En la medida en que los hombres actú en racionalmente, es decir,
por motivos fijos sujetos a la ley de la utilidad decreciente, dividirá n su tiempo a una tasa
má s alta entre el trabajo asalariado y los usos no industriales de tal manera que ganen má s
dinero, de hecho . , pero trabajar menos horas. El lugar exacto donde se alcanzará el
equilibrio depende de la forma de la curva de comparació n entre el dinero (que representa
el grupo de cosas que se pueden comprar con dinero) y el ocio (que representa todos los
usos alternativos no pecuniarios del tiempo). Por lo tanto, trazamos nuestra línea de oferta
momentá nea en términos de precio con cierta pendiente descendente. *64
La segunda alternativa es definir agencias o factores en términos de los
resultados físicos que producen. Cuando se hace esto, la forma de la curva de
oferta en un momento dependerá simplemente del grado de especializació n
del servicio en cuestió n. En un extremo tendríamos un servicio no
especializado, como mano de obra no calificada en un determinado empleo. Para tal
servicio no habría suministro alguno por debajo del precio competitivo establecido en
todos los usos, y un suministro virtualmente ilimitado por encima de ese precio. Es decir, la
curva de oferta en funció n del precio sería una línea vertical. En el otro extremo estarían
los servicios absolutamente especializados, como cortadores de diamantes o aviadores.
Para estos no habría oferta por debajo de cierto precio mínimo, lo que tales hombres
pueden ganar en otras líneas de trabajo, y a medida que el precio subiera, la oferta
aumentaría rá pidamente hasta que todos los hombres capacitados para el servicio
estuvieran empleados en él, má s allá de lo cual el La curva se fusionaría con la curva de
oferta discutida previamente de servicios de agencias dadas. (Consulte los grá ficos
adjuntos, que muestran la oferta en funció n del precio).
En cuanto a la demanda, también, el caso de los servicios productivos es menos simple que
el de los bienes de consumo; la demanda es (a) siempre indirecta o derivada, un reflejo de
la demanda de los productos de la agencia, y (b) siempre de cará cter conjunto. En relació n
con el primer hecho, la demanda también es muy compuesta; agencias productivas
idénticas sirven alternativamente a una amplia gama de necesidades y agencias muy
diferentes a las mismas necesidades. Estas complejidades en el uso de los servicios
productivos hacen que una clasificació n realmente ló gica de los mismos sea un problema
difícil, si no imposible. El hecho de la demanda conjunta, como hemos visto, diferencia los
bienes de producció n de los bienes de consumo só lo en cierto grado, y en un grado
relativamente limitado.
La forma de la curva de demanda que muestra las posibles ventas de los servicios de
cualquier tipo de agencia físicamente definida en funció n del precio es similar a la de la
curva de demanda de bienes de consumo. Es la curva de productividad de valor decreciente
ya descrita, que desciende como consecuencia tanto de la productividad física decreciente
como de la disminució n del precio. Es decir, si se incrementa la oferta de cualquier agencia
productiva, la proporció n de esa agencia en las combinaciones en las que se emplea
aumentará a lo largo de la línea, y al mismo tiempo habrá un aumento relativo en la
producció n de esos bienes en los cuales su uso es relativamente importante con la
consiguiente disminució n de su precio relativo. El punto de precio de equilibrio en
condiciones está ticas es prá cticamente la productividad específica de la oferta dada de la
agencia (aunque debemos recordar que hay alguna variació n en la oferta del servicio ya que
el precio varía incluso en un momento). En la condició n de equilibrio, es decir, el valor de
cada servicio es igual al valor de su contribució n al producto total, y las contribuciones de
agencias físicamente similares son de igual valor en todo el sistema. Es evidente que este
ajuste fija los precios de los bienes de consumo al mismo tiempo que los de los servicios
productivos, y podemos aplicar el aná lisis de oferta y demanda también a los bienes de
consumo, dando la teoría del precio normal en contraste con la teoría del precio de
mercado . estudiado en el ú ltimo capítulo.
En un momento, el precio teó rico de cualquier bien es el precio de demanda ("marginal")
de la oferta existente , el precio uniforme má s alto que sacará la oferta del mercado. La
oferta es un hecho físico dado, no una variable econó mica, sino una constante en la
ecuació n. El precio de equilibrio de un bien durante un largo período es un problema
diferente. Aquí no es la cantidad del bien lo que es constante (junto con los hechos de la
demanda), sino (en condiciones "está ticas") las condiciones de producció n de los bienes en
general (y de la demanda). La oferta de cualquier bien en particular puede cambiar
libremente y lo hará a medida que varíe su precio, en igualdad de condiciones. El precio
*65
debe ajustarse no para disponer de una oferta fija, sino para equiparar una tasa de
producció n con una tasa de consumo, ambas variables con o "funciones de" el precio.
Sin embargo, no se requiere una reinterpretació n particular de la curva de demanda, ya que
el ú nico problema nuevo está en el lado de la oferta. Suponiendo por el momento que tanto
la tasa de oferta como la tasa de demanda son de hecho una funció n del precio, es evidente
que el precio debe moverse hacia un punto de equilibrio que iguale las dos tasas; porque
los bienes no pueden consumirse má s rá pidamente de lo que se producen y no se
producirá n má s rá pidamente de lo que se consumen. Cualquier diferencia en cualquier
sentido reaccionará inmediatamente sobre el precio y el precio reaccionará sobre las tasas
de producció n y consumo de acuerdo con las relaciones funcionales asumidas, y así
sucesivamente hasta que la oferta y la demanda correspondan al precio existente.
Para investigar la base y el cará cter de la relació n entre oferta y precio, debemos
considerar los motivos que controlan la producció n. El grupo o establecimiento productivo,
cualquiera que sea su organizació n, debe pagar a sus miembros (los propietarios de los
servicios productivos) lo suficiente para retenerlos; es decir, debe hacer frente a la
competencia. Cuando cualquier grupo puede contratar a un nuevo miembro con una
ganancia, lo hará , y claramente puede conseguir a cualquier miembro nuevo aumentando
muy poco la remuneració n que recibe en otros lugares. Claramente, también, prescindirá
de cualquier miembro que deba ser empleado a pérdida; es decir, cualquiera a quien los
grupos competidores puedan pagar má s de lo que pueden pagar. La cantidad de cualquier
mercancía que se producirá a cualquier precio, por lo tanto, tiende rá pidamente hacia la
cantidad que no producirá ni pérdidas ni ganancias, porque cuando la producció n produce
una ganancia mínima, aumentará , y viceversa . Para el estudio de este ajuste es conveniente
intercambiar los ejes de nuestro grá fico anterior y ver el costo y el precio de venta como
funciones del tamañ o de la oferta.
Por lo general, se supone que el costo puede aumentar, permanecer constante o disminuir a
medida que aumenta la oferta. *66 (El precio de venta, por supuesto, prá cticamente siempre
disminuye.) La cuestió n es realmente una de las má s difíciles y quizá s una de las má s
confusas en la teoría econó mica y no puede tratarse adecuadamente aquí. Pero el examen
parece mostrar que bajo las condiciones necesarias para la competencia perfecta, los costos
siempre deben aumentar a medida que aumenta la oferta. Para que haya competencia, las
condiciones deben ser tales que un establecimiento de tamañ o relativamente pequeñ o en
comparació n con la industria en su conjunto sea má s eficiente que uno grande; de lo
contrario, se producirá el monopolio. La nueva oferta vendrá entonces a través de un
aumento en el nú mero de establecimientos similares, no a través de un aumento en el
tamañ o de ninguno de ellos, y no se realizará n economías de producció n a gran escala.
Por el contrario, el aumento de la oferta debe significar un desvío de los recursos
productivos de otros usos, lo que elevará su precio en esos usos a través de la disminució n
de la producció n y consecuente aumento del precio del producto competidor. Por supuesto,
si existe competencia, el precio subirá uniformemente para todos los productores y, por
supuesto, el costo de todas las unidades del suministro es el mismo. *67
La forma precisa de la funció n de costos dependerá de la importancia del bien particular en
la demanda de los servicios productivos que entran en él. Si su producció n constituye una
fracció n despreciable de la demanda de todos estos servicios, tendremos costo
prá cticamente constante; si es una fracció n considerable, un costo que aumenta má s
rá pidamente. También variará con el cará cter de la funció n que representa la ley de
rendimientos decrecientes en la situació n tecnoló gica dada; porque a medida que aumenta
la producció n, las proporciones de los organismos má s abundantes aumentará n en relació n
con los de oferta má s limitada. El grá fico de la pá g. 91 muestra el cará cter de las funciones y
el significado del equilibrio, y es aplicable también a las condiciones de producció n
conjunta.
La condició n de equilibrio o tendencia a largo plazo para el estado está tico ahora se ha
formulado de tres maneras desde muchos puntos de vista diferentes. Desde el punto de
vista de la distribució n, toda agencia debe estar en situació n de poder hacer la mayor
contribució n posible de valor a la renta social y ser valorada por la contribució n que
realiza. Desde el punto de vista de los bienes de consumo, los precios deben ser tales que
las tasas de producció n y consumo sean iguales o que los costos y los precios de venta por
unidad sean iguales en todas partes. Es importante ver claramente que estas declaraciones
son ló gicamente equivalentes, presentando diferentes aspectos de un mismo fenó meno. Es
evidente que los costos de los bienes son idénticos en conjunto a las partes distributivas, y
ambos a los precios de los bienes; los tres son de hecho diferentes nombres para el ingreso
total de la sociedad. Una formulació n que incluyera todas estas afirmaciones sería que los
bienes de consumo y los servicios productivos deben tener un precio tal que montos de
igual precio de los segundos hagan contribuciones de igual precio de los primeros que
tengan iguales utilidades para todas las personas en el sistema. Es realmente evidente que
esta condició n por sí sola puede ser estable, que cualquier otra pone fuerzas a trabajar para
provocarla.
Hasta ahora só lo nos hemos ocupado de diferentes tipos de servicios humanos que dan
lugar al fenó meno de la imputació n competitiva. El significado y el papel de la propiedad en
el problema de la organizació n econó mica, pró xima llamada de atenció n. Hemos visto que
los bienes materiales productivos no modifican los principios de organizació n mientras no
estén sujetos a aumento o disminució n y no sean separables de las personas de sus
propietarios, a cuyas capacidades personales deben aplicarse las mismas restricciones.
La clasificació n convencional de las agencias productivas bajo las tres categorías de tierra,
trabajo y capital ha sido mencionada negativamente en varias ocasiones en las pá ginas
anteriores, y es apropiado en este punto tomar una nota algo má s detallada del difícil
problema de la definició n correcta. y clasificació n. Es evidente que todas estas clases son
todo menos homogéneas, que diferentes seres humanos, diferentes má quinas y diferentes
agentes naturales muestran la mayor diversidad en características y en los servicios que
realizan. El intento de Cairnes de reducir el trabajo a cuerpos má s aproximadamente
homogéneos nos dio los famosos "grupos que no compiten". Aú n má s llamativas son las
diferencias de los diferentes agentes naturales: tierra de trigo frente a tierra de piñ a, tierra
cultivable frente a pastoreo o madera, y todo contrastado con los minerales y los
numerosos tipos de estos ú ltimos. El capital es algo peculiar a este respecto, su "fluidez"
depende del período de tiempo considerado.
Por otro lado, es un hecho si cabe má s importante que agentes de diferentes clases y de las
propiedades físicas má s divergentes pueden ser equivalentes e intercambiables con
respecto a los resultados que logran. Como ha observado Carver, un excavador de zanjas
(humano) es econó micamente tan parecido a una pala mecá nica como a un tenedor de
libros. *68 En efecto, la posibilidad de una organizació n competitiva de la sociedad depende
del hecho de que las proporciones varían, de que ninguna agencia particular es
indispensable, sino que dentro de ciertos límites pueden sustituirse entre sí y, por lo tanto,
cada una debe competir con otras de diferentes tipos por sus funciones. lugar. Es evidente
que de lo contrario los productores no estarían en el mercado de las agencias por separado
y no podrían ser evaluados por separado mediante licitació n pú blica. La existencia de un
problema de distribució n depende de la cooperació n de diferentes tipos de agencias que
realizan operaciones físicamente diferentes en la creació n del producto, y la posibilidad de
resolver el problema depende de la equivalencia de cantidades determinadas de los
diversos servicios que contribuyen al resultado de valor. . Se sigue de inmediato que, como
ya se ha observado, ninguna clasificació n o medida de los servicios productivos sobre la
base de sus contribuciones tiene sentido para el problema de la distribució n. De acuerdo
con tal está ndar, todos forman un vasto fondo homogéneo. *69
El problema es realmente difícil y no puede pasarse por alto, ya que no podemos discutir la
valoració n de las cosas sin saber qué es lo que se está evaluando. Sin embargo, se encontró
con la misma dificultad, como se recordará , en la esfera de los bienes de consumo, y la
respuesta debe provenir de la misma fuente en los dos casos: una apelació n a los hechos no
sofisticados del mercado. Las cosas cotizadas con el mismo nombre e idéntico precio
pueden tenerse por idénticas, y viceversa. Sin embargo, pueden mencionarse algunas
características especiales del presente caso. En primer lugar, la intercambiabilidad de los
agentes productivos depende del uso; dos cosas pueden ser equivalentes para un
propó sito, completamente diferentes para otro. Esto no es tan cierto en el caso de los
bienes de consumo, que, de hecho, generalmente no está n abiertos a una variedad tan
compleja de usos. La intercambiabilidad también es cuestió n de tiempo. El problema de
cambiar la forma de las agencias productivas y adaptarlas a nuevos usos nos lleva a
consideraciones de larga data, y especialmente al significado del capital, que se abordará en
el pró ximo capítulo. Se verá que el examen tiende a ampliar mucho la categoría de capital;
la mayoría de los servicios productivos representan en ú ltima instancia una inversió n
previa de recursos de algú n tipo.
La variació n en la intercambiabilidad en diferentes usos introduce una complicació n
especial que ha causado confusió n. La consideració n que finalmente determina no es la
intercambiabilidad en la creació n de un producto físico en particular, sino una cierta
cantidad de valor. La primera variedad de intercambiabilidad no es de hecho una condició n
necesaria para el funcionamiento de la distribució n competitiva. Si las agencias se
combinan en diferentes usos, la sustitució n efectiva se asegura a través del crecimiento
relativo o la decadencia de las diferentes industrias. Anteriormente hemos señ alado que
Wieser, que repudia la teoría productiva de la distribució n basada en la variació n de las
proporciones, presenta la teoría realmente equivalente, basada en diferentes proporciones
en diferentes combinaciones. Taylor, sin embargo, toma el ú ltimo método para su
explicació n de la teoría de la productividad, pero señ ala que los dos son equivalentes.
Ambos tipos de variaciones en la proporció n está n, por supuesto, involucrados en el
funcionamiento real del mercado de servicios productivos, y ocurren sistemá ticamente
juntos, como se explica en nuestra exposició n de la teoría de la distribució n que acabamos
de dar. *70
Para concluir esta breve discusió n de los servicios productivos, podemos simplemente
notar la invalidez de cuatro motivos comú nmente asumidos de distinció n entre trabajo y
servicios de propiedad: (1) Actividad versus pasividad. Es característico de la organizació n
empresarial que el trabajo sea dirigido por su empleador, no por su dueñ o, de manera
aná loga al equipo material. Ciertamente, a este respecto, no hay una gran diferencia entre
un trabajador libre y un caballo, por no hablar de un esclavo, que, por supuesto, sería una
propiedad. Estrechamente relacionada está (2) la cuestió n de la preferencia en la propia
agencia en cuanto a (a) el tipo y (b) la cantidad de servicio a realizar. Pero aquí también hay
a lo sumo una vaga diferencia de grado; el dueñ o de la propiedad tiene muy comú nmente
razones morales o sentimentales para restringir el campo de su empleo. No debemos
confundir la agencia que realmente realiza el trabajo con la personalidad de su dueñ o, y
parece que una herramienta o un edificio o un terreno es en este aspecto similar a la mano
o al cerebro de un hombre. De manera similar a (b) la cantidad de trabajo realizado. Se
puede argumentar que a los agentes materiales no les importa si trabajan o no. Pero la
razó n para restringir las horas de trabajo o tomar vacaciones es un posible uso alternativo
de los recursos personales o el deseo de conservarlos intactos, y las mismas
consideraciones se aplican a los recursos de propiedad. *71
(3) Otra diferencia superficial que se disuelve de manera similar bajo el escrutinio se
relaciona con las agencias "submarginales": de muy mala calidad para ser empleadas. Se
puede argumentar que no hay trabajo sin salario aná logo a la tierra libre. De hecho, sin
embargo, los seres humanos marginales y submarginales son un fenó meno casi tan comú n
y significativo como en el caso de la tierra, y superan con creces al capital en este sentido.
Cada hombre es un trabajador submarginal durante una fracció n considerable de su vida
en cada extremo de ella, y las instituciones está n llenas de hombres submarginales. Y hay
miles y millones de otras horas-hombre ociosas en un añ o que se dedicarían a cualquier
cosa que generara el menor rendimiento por encima del salario competitivo que tendría
que darse al equipo necesario para emplearlas. Por otro lado, el mismo razonamiento falaz
señ alado en relació n con el exceso de trabajo conduce indudablemente al empleo de un
gran nú mero de personas que utilizan equipo que produciría má s producto si se empleara
en la "explotació n má s intensiva" de trabajadores má s competentes. *72
(4) La supuesta diferencia má s importante entre la propiedad y los poderes personales, el
aspecto moral, no está estrictamente dentro del alcance de una discusió n puramente
descriptiva como la presente, pero puede estar en su lugar para observar que también es
en gran medida irreal. El contraste entre el ingreso del servicio personal como "ganado" y
el ingreso de la propiedad como "no ganado", del cual los "reformadores" hacen mucho, es
claramente engañ oso; es difícil, si no imposible, encontrar bases para una distinció n moral
de alguna validez general entre los dos. "Algunos nacen grandes, algunos alcanzan la
grandeza, ya algunos les imponen la grandeza"; y lo mismo se aplica igualmente a la
riqueza. Y la tarea de separar la parte del producto o la capacidad de producir que se debe
al esfuerzo consciente de la que se remonta a la ventaja heredada o a la pura suerte es casi
igual de imposible —y los malos resultados de hacer una separació n falsa tal vez igual de
grandes— en un caso como en el otro. Hay una diferencia de cierta importancia en la
posibilidad prá ctica de efectuar una redistribució n en los dos casos, lo que nos devuelve a
la ú nica especificació n que nos pareció necesario establecer con respecto a la propiedad
para excluirla como un hecho complicado; es separable de la persona de su dueñ o, y el
trabajo generalmente no lo es, o lo es en nada del mismo grado. La ú nica conclusió n en
cuanto a la política social que insertaremos aquí es la insistencia en que la "sociedad" debe
deshacerse de la idea de que porque el ingreso se "gana", es "merecido" y no de otro modo.
Ya estamos lejos de este punto de vista en la prá ctica, como lo demuestra la tributació n
indiscriminada de los grandes ingresos por "servicios" y la asistencia a los desafortunados
e incapaces. Si hemos de tener una sociedad organizada y mantener los está ndares
humanos de vida, debemos eliminar radicalmente la debilidad o imponer a la fuerza las
cargas que la debilidad no puede soportar. (¡E incluso entonces hay límites para la posible
tolerancia de la debilidad, y el elemento suerte aú n permanecería!)
Volviendo ahora de nuevo a considerar las relaciones causales con la organizació n
econó mica del ú nico atributo distintivo causalmente significativo de la propiedad,
supongamos primero que en nuestra sociedad alguna propiedad es separable por
arrendamiento, aunque no por venta, de la persona de su dueñ o. La ú nica diferencia será
que el dueñ o de tal propiedad podrá pertenecer a má s de un grupo productivo y aportar
má s de un tipo de servicio al mismo tiempo. Los principios de organizació n del sistema en
su conjunto no se ven afectados en modo alguno por este cambio en las condiciones de los
acuerdos competitivos.
La posibilidad de la transferencia permanente de la propiedad por el intercambio, aunque
no esté sujeta a aumento o disminució n, introduce algunos factores nuevos en nuestro
problema. Estos resultados está n íntimamente relacionados con los rumbos de otra
abstracció n realizada hasta ahora, la continuidad y atemporalidad del proceso de
producció n-consumo. En consecuencia, primero debemos deshacernos de esta
simplificació n y considerar el efecto del elemento abstracto. ¿Qué sucederá entonces en
una sociedad como la que hemos estudiado cuando las condiciones se modifican tanto en la
direcció n de la realidad que, mientras se mantienen el conocimiento perfecto y las
condiciones está ticas en otros aspectos, el proceso de producció n se prolonga durante un
período de tiempo considerable y se divide? en etapas y subdivisiones complicadas, y
cuando, ademá s, los bienes ya no necesitan consumirse una vez terminados, sino que
pueden almacenarse para uso futuro o intercambiarse?
La divisió n del proceso productivo en etapas realizadas en diferentes grupos o plantas es
un detalle relacionado con la duració n del proceso, pero que podemos pasar por alto con
breve aviso. De hecho, es una cuestió n de organizació n relativamente accidental, y bajo las
condiciones "sin fricció n" aquí supuestas, no habría ninguna diferencia prá ctica si los
procesos sucesivos en la fabricació n de un artículo se integraron a través de la organizació n
interna de un solo grupo o a través del mecanismo externo. de transacciones de mercado
entre grupos. Bajo estas condiciones existirá en cualquier momento un conjunto complejo
de productos parciales, bienes en proceso, que por supuesto tendrá n valor. Debemos
separar el elemento del valor de los productos parciales que se debe meramente a la
energía productiva acumulada que contienen, de cualquier modificació n de este valor
debida a la influencia psíquica directa del tiempo que debe transcurrir antes de que estén
listos para el consumo. .
La relació n del tiempo con la producció n y el consumo de bienes es una cuestió n
complicada y controvertida; Si bien aquí solo se puede intentar una discusió n muy breve, es
necesario hacer una revisió n superficial. La suposició n de una preferencia general en la
naturaleza humana por los bienes presentes sobre los futuros se hace tan comú n y
confiadamente que se requiere algo de coraje para cuestionar los fundamentos de todo el
cuerpo de doctrina sobre el tema; sin embargo, debe hacerse. La mayor parte de la
discusió n sobre el tema está , en opinió n del escritor, viciada por una concepció n falsa de la
naturaleza del problema. El hecho de la existencia de interés en la sociedad se toma
erró neamente como prueba de que los hombres descartan el futuro. La relació n entre
interés y preferencia temporal está , de hecho, invertida en este punto de vista. En un
mercado libre donde se pueden obtener intereses, es natural que los hombres valoren un
dó lar presente en la misma medida que su monto a la tasa de interés actual en una fecha
futura, ya que uno puede intercambiarse libremente por el otro. Tampoco el hecho de que
los hombres no pospongan todo el consumo de bienes indefinidamente en el futuro
argumenta una arraigada preferencia abstracta del consumo presente al futuro. Tampoco
desean comprimir todas las satisfacciones de toda una vida en el momento presente y
ayunar para siempre, *73 acto que por el mismo razonamiento demostraría una disposició n
a descartar el presente en favor del futuro.
El error en el razonamiento actual es una elecció n incorrecta de un punto cero a partir del
cual medir la preferencia temporal. La base correcta no es todo hoy y nada en el futuro; una
forma má s sensata de pregunta sería esta: si uno tuviera que elegir entre el disfrute de hoy
con la abstinencia de mañ ana por un lado, y la abstinencia de hoy con el disfrute de
mañ ana, por el otro, lo que sería má s deseable , todas las demá s cosas en igualdad de
condiciones? O mejor aú n, si a un hombre se le dieran todos sus ingresos durante un añ o en
un pago ú nico el primero de enero, ¿có mo distribuiría sus gastos a lo largo del añ o?
Evidentemente, no se trataría ni de comerlo todo el primer día ni de guardarlo todo para el
ú ltimo día; una preferencia de tiempo cero obviamente significa una distribució n uniforme
en el tiempo. Cualquier acumulació n de consumo en una fecha anterior para ser
compensada por un consumo reducido má s adelante sería un descuento real del futuro,
mientras que escatimar ahora en aras de la abundancia o el lujo en el futuro sería descontar
el presente. Por supuesto, hacemos abstracció n del elemento de incertidumbre en cuanto al
futuro. Parece justificado pronunciar cualquiera de las dos tendencias como irracional si
otras cosas se reducen realmente a la igualdad en las alternativas. *74
En cuanto a los hechos de la naturaleza humana, es seguro suponer que diferentes
individuos darían las má s variadas formas de distribució n. Sin duda, pocos de estos, si es
que alguno, se ajustarían a líneas rectas o curvas suaves de cualquier tipo, ascendentes,
descendentes o niveladas. La mayoría iría en oleadas de mayor o menor período y
amplitud, alternando intervalos de moderació n o incluso de abstinencia con "estallidos" de
varios tipos y grados. De hecho, la irregularidad parece ser una virtud en sí misma, al
menos para el individuo animoso. *75 El hecho de que haya una tendencia al alza o a la baja
dependería también del individuo. Para muchos, má s vale pá jaro en mano que ciento
volando, mientras que otros piensan mucho en el mañ ana. Algunos niñ os, como comenta
Marshall, arrancan las ciruelas del budín para comerlas primero, mientras que otros las
guardan para el final, y muchos ni siquiera las arrancan; y los adultos difieren de la misma
manera. La imprevisió n de los salvajes es proverbial. Por supuesto, las condiciones físicas
de vida establecen límites al proceso de descuento en ambas direcciones; no podemos
disfrutar el mañ ana a menos que vivamos el hoy, y muchos han aprendido a costa de que
un ritmo demasiado alto de vida en el presente puede tener un efecto similar sobre la
capacidad para el disfrute futuro. No parece que valga la pena hacer ninguna generalizació n
con respecto a la raza humana en general, especialmente en vista de la irrealidad de
cualquier suposició n simple sobre las condiciones que rodean la elecció n. Los hechos de la
mera prodigalidad por un lado y la mera avaricia por el otro son indiscutibles y pueden ser
estudiados sin intentar establecer un equilibrio preciso.
Quizá sea aú n má s importante en este punto insistir en que la mera cuestió n de la
preferencia temporal en el consumo es, en el mejor de los casos, relativamente poco
importante como explicació n del fenó meno del ahorro. La disposició n a gastar oa ahorrar, a
consumir renta en el presente oa acumular riqueza, está mucho má s influida, de hecho, por
otros motivos. *76 Al igual que la conducta humana en otros aspectos, es principalmente una
cuestió n de normas sociales, de lo que es "buena forma", "la cosa" o no es lo que hay que
hacer. El hecho de poseer una acumulació n de bienes confiere prestigio social y ademá s un
gran poder sobre los semejantes. Incluso cuando, como suponemos ahora, el empleo
productivo no está abierto a la riqueza, el hombre rico estará en posició n de hacer que se le
solicite su favor, se tema su mala voluntad, y puede, por supuesto, convertir su situació n en
una ganancia material si tan dispuesto. Las acumulaciones son necesarias para prodigar
exhibiciones o magnificencias de cualquier tipo. Por otro lado, debemos suponer que donde
la acumulació n se limita a los bienes de consumo, estará sujeta a costos considerables, por
almacenamiento, conservació n, protecció n y, sin duda, inevitable deterioro. *77
Será evidente que las diferencias entre los miembros individuales de la sociedad en
posició n econó mica y gusto con referencia al tiempo de uso de los bienes crean una
situació n en la que el intercambio será mutuamente ventajoso. Para uno, una asignació n
presente o anticipada de bienes antes de su propia producció n y contra la obligació n de
reembolsar má s tarde será o parecerá un beneficio, mientras que para otro, con un stock
ocioso acumulado y creciente, una obligació n confiable *78 para el futuro la entrega de una
cierta cantidad de valor, puede ser muy preferible a la posesió n de los bienes mismos.
Si el balance de la preferencia temporal en el conjunto de la població n es a favor del
presente, no se producirá una acumulació n neta apreciable de bienes. Aquellos dispuestos
a acumular transferirá n su producció n excedente tan rá pido como lo hayan hecho a otros
dispuestos a recurrir al futuro. Las condiciones de oferta y demanda establecerá n una
relació n de mercado de intercambio entre bienes presentes y futuros que en este caso
mostrará una prima sobre el presente, dependiendo la magnitud de la prima de la fuerza
del exceso de deseo de anticipar el futuro. Evidentemente, la prima sobre los bienes
presentes constituirá un motivo adicional para la producció n excedentaria y un freno al
consumo presente excedente. La tasa establecida será aquella a la cual la cantidad de
excedente de producció n presente iguale la cantidad de excedente de consumo presente. El
reembolso de los préstamos no afecta los principios involucrados, ya que es una repetició n
de la transacció n original con los roles de las partes intercambiados. En conjunto, un exceso
de consumo actual sobre la producció n actual es, por supuesto, imposible.
Si, por el contrario, la balanza de la preferencia temporal está del lado de una disposició n a
posponer, el resultado será un exceso momentá neo de la producció n sobre el consumo con
acumulació n neta en la sociedad en su conjunto. Los intercambios entre bienes presentes y
futuros establecerá n una prima sobre estos ú ltimos. La proporció n a la que se realizan los
intercambios debe ser siempre tal que iguale las cantidades de cada tipo de servicio
ofrecido en el mercado a la cantidad que se tomará en el precio. Con una prima sobre los
bienes futuros, la acumulació n continuará a un ritmo que depende en parte del monto de la
prima, hasta que la prima desaparezca o sea igual al costo de mantener las existencias
acumuladas. Cualquier prima mayor sobre el futuro es imposible como algo permanente.
Pero las condiciones de acumulació n bien podrían ser tales que se necesitaría un tiempo
indefinidamente largo para alcanzar el resultado de equilibrio. En ese caso, la condició n
real en cualquier momento es una prima sobre el futuro con acumulació n progresiva.
La "prima" o tasa de preferencia temporal en las condiciones descritas, aunque similar al
interés (positivo o negativo), debe distinguirse de ese fenó meno tal como se encuentra en
la vida industrial moderna; es, de hecho, un elemento, pero uno relativamente
insignificante, que afecta la tasa de interés sobre los préstamos de capital productivo. *79
El valor temporal, presente o futuro, quizá s se considere mejor como un tipo especial de
utilidad en un bien, como el valor nutritivo o la belleza o cualquier otra cualidad que
confiera o realce la deseabilidad. La tasa de pago por él, cuando se separa de otras
consideraciones, está evidentemente determinada por consideraciones "psicoló gicas" tanto
en el lado de la demanda como en el de la oferta, y la teoría actual del interés de la escuela
psicoló gica se basa en una confusió n de este fenó meno con el interés propiamente dicho
como una parte distributiva. El tema de interés propiamente dicho reclamará atenció n en
una etapa posterior de la discusió n. Encontraremos que el interés en el sentido correcto
puede no encontrarse en absoluto en una sociedad donde la incertidumbre está ausente,
incluso si la riqueza acumulada se usa productivamente e incluso si la sociedad es
progresiva con respecto a la acumulació n de capital, si el conocimiento y la presciencia
está n completos.
Ahora podemos volver, y en vista del conocimiento obtenido del papel del tiempo en la
conducta econó mica, considerar las relaciones de propiedad en el sentido simple de
agencias productivas separables de las personas de sus dueñ os y sujetas a arrendamiento y
venta. Debe tenerse en cuenta que por el momento excluimos cualquier posibilidad de
aumento o disminució n de la propiedad o cualquier cambio físico de tal cará cter que
modifique su funcionamiento. Tales cambios y sus efectos pertenecen a nuestra tercera
divisió n de la economía, que se ocupa de los cambios en las condiciones de producció n y
consumo de riqueza. Para darse cuenta de las condiciones está ticas, deben abstraerse. Será
conveniente referirse a la propiedad del tipo que tenemos en mente como "tierra", 80 ya que
la tierra ha sido convencionalmente tratada como si cualitativa y cuantitativamente fuera
dada de una vez por todas por la naturaleza. Esta no es en absoluto la visió n de la tierra que
se presentará en este estudio cuando llegue el momento de discutir el tema. Pero es un
nombre conveniente en este punto para una agencia productiva de cierto cará cter descrito.
Suponemos, como cuestió n de rutina, que dicha propiedad está limitada en cantidad (es
decir, sujeta a "rendimientos decrecientes") y que no hay otro tipo de propiedad presente
en la sociedad. Por el lado de la producció n, entonces, por el lado de la demanda, y en
relació n con la distribució n funcional será exactamente como otras agencias (servicios
humanos), pero su presencia puede afectar muy considerablemente a la distribució n
personal del ingreso.
Suponiendo que se haya alcanzado el ajuste final en la organizació n de la producció n,
cualquier propiedad como la descrita puede considerarse como un derecho o título sobre
una mercancía o renta monetaria a perpetuidad. Como tal, sus efectos sobre la conducta
está n íntimamente relacionados con la distribució n temporal del consumo. Un pedazo de
tierra representa bienes futuros en la forma muy especial de un ingreso de valor
distribuido uniformemente a lo largo de todo el tiempo futuro. Podemos suponer sin
discusió n que tal propiedad será deseable y que bajo condiciones de libre contrato se
establecerá una determinada tasa de cambio de mercado entre la tierra y los bienes de
consumo. Má s exactamente, este precio será una relació n entre la renta de la tierra (de la
cual no hay otra medida significativa que su renta) y una cantidad de bienes presentes
también medidos en términos de valor. El precio podría, por lo tanto, establecerse como un
cierto nú mero de añ os de compra o una tasa por ciento anual, y representa el fenó meno
familiar de la capitalizació n. Nuestro problema actual es formular las condiciones que
determinan esta tasa de capitalizació n.
La tierra será demandada especialmente por personas dispuestas a acumular riqueza para
uso futuro; es decir, descontar el presente. Se trata en efecto de bienes futuros, pero la
forma de su distribució n en el futuro impone una nueva limitació n especial a las
condiciones de su demanda. Hemos visto que es razonable y comú n que los seres humanos
prefieran los bienes futuros a los presentes, dentro de unos límites, frente a una
distribució n uniforme en el tiempo. La mayoría de las personas civilizadas, de hecho,
planean un nivel de vida en aumento a lo largo de la vida en lugar de uno constante, y
mucho menos en descenso. Pero cuando se considera el tiempo infinito, el caso es
diferente.
Cualquier cantidad finita de consumo o disfrute distribuida uniformemente a lo largo de un
tiempo infinito se convierte en una tasa cero de ingreso real. Por lo tanto, debe haber un
descuento aparente en el futuro en la demanda de bienes de renta perpetua. De hecho, es
evidente que los ingresos futuros deben descontarse a una tasa mayor que cero o tendrían
un valor presente infinito. El descuento del presente en favor del futuro só lo puede ser
vá lido por períodos de tiempo finitos en una sociedad donde los bienes presentes son
limitados en absoluto; es decir, en condiciones econó micas. Sin embargo, también debemos
señ alar que cuando se ha establecido una tasa de capitalizació n y un precio de mercado
para la tierra, la tierra será convertible a voluntad en un fondo de bienes de consumo
presente. La existencia de un mercado libre de bienes de renta permanente hace que la tasa
aparente de preferencia temporal uniforme para todos los intervalos reales (finitos). El
individuo que no desee seguir postergando hasta el final de un largo período sabe que no
necesita hacerlo a menos que así lo desee; porque en cualquier momento puede darse
cuenta de su acumulació n en forma de consumo presente tan rá pido como desee. Debe
haber una prima sobre los bienes presentes sobre los futuros en el mercado de la
propiedad de ingresos perpetuos; pero tal prima, aun cuando sea elevada, no es
incompatible con una prima del futuro sobre el presente durante un intervalo finito, y
podría existir perfectamente en una sociedad en la que cada individuo y el grupo como un
todo distribuyeran su consumo en el tiempo de una manera determinada. curva ascendente
en cualquier pendiente finita.
Bajo estas condiciones, una persona podría organizar, mediante la compra y venta de
bienes de renta, cualquier distribució n deseada del consumo durante un período específico
o, a través de una organizació n de seguros de vida apropiada, durante el período incierto
de su vida. Aquellos que desearan posponer el consumo, para asegurar una distribució n
creciente del ingreso real, comprarían tal propiedad en los primeros añ os y la venderían
gradualmente en los ú ltimos. Aquellos que quisieran anticipar la producció n futura y
asegurar una curva descendente de consumo venderían progresivamente sus tierras. (Las
personas que no posean tierras podrían hacer el arreglo de anticipació n solo de la manera
descrita anteriormente al discutir una situació n en la que dichos bienes estuvieran
ausentes). La sociedad en su conjunto no puede anticipar la producció n futura a menos que
haya otra sociedad de la que pueda pedir prestado. Puede posponerse en conjunto só lo
como en la situació n antes descrita, a través de una acumulació n real de bienes de
consumo. El proceso de acumulació n neta tendería nuevamente hacia un equilibrio con
producció n y consumo actuales iguales, aunque la meta podría ser una distancia indefinida
en el futuro. En cualquier momento debe haber un equilibrio de los dos tipos de motivos a
través de la tasa de descuento establecida, junto con, en el caso que acabamos de
mencionar, una cierta tasa de acumulació n neta.
La tasa a la que se capitalizan en el mercado los bienes de renta perpetua no es todavía una
tasa de interés en el sentido de una participació n distributiva. Tampoco habría ninguna
necesidad, bajo las condiciones que hemos descrito, de prestar dinero en relació n con la
transferencia o el uso de bienes generadores de ingresos (aunque los préstamos de
consumo podrían efectuarse en la forma familiar). El préstamo de capital para fines
productivos es, como veremos a continuació n, un dispositivo para separar la propiedad de
acciones de valor en bienes de producció n de la propiedad directa de los bienes mismos. Es
principalmente la presencia del factor de riesgo o incertidumbre lo que hace deseable tal
separació n. En una sociedad progresista pueden existir algunos motivos para especializar a
individuos distintos de los ahorradores la funció n de hacer la inversió n incluso en ausencia
de incertidumbre. En la sociedad que hemos descrito en la que tanto la incertidumbre como
el progreso está n ausentes, no habría ningú n motivo para prestar o tomar prestados fondos
de valor para la compra de agencias productivas.
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Parte II, Capítulo V
Cambio y Progreso con Ausencia de Incertidumbre
Pasamos ahora a la tercera gran divisió n de la economía teó rica, el estudio del uso de los
recursos en el aumento de los recursos para la fabricació n de bienes y en el refinamiento de
los deseos junto con y como alternativa a su uso directo en la fabricació n de bienes para el
consumo. Las relaciones de estos tres problemas teó ricos son algo complejas y las
confusiones con respecto a ellos han sido una fuente prolífica de error en el pensamiento
econó mico. El primer problema es el uso de bienes dados en la satisfacció n de necesidades
dadas (con una distribució n dada de los bienes para empezar y libre intercambio) y su
aná lisis y solució n constituyen la teoría del precio de mercado. Los precios de mercado,
ademá s de determinar la distribució n de existencias dadas de bienes, el producto de la
industria pasada, al mismo tiempo muestran la estimació n social de la importancia relativa
de diferentes bienes segú n la cual se elabora la distribució n de recursos bajo el segundo
problema. En esta primera divisió n, los bienes de producció n no entran en absoluto, ya que
los costos ya incurridos no tienen relació n con el precio; como dice Jevons, "lo pasado es
para siempre pasado".
El segundo problema trata del uso de recursos productivos dados en la producció n de bienes
para ser usados (siempre de acuerdo con los principios de precios de mercado) en la
satisfacció n de necesidades dadas; se ha llegado a conocer como el problema de la sociedad
está tica o "estado está tico", y tiene dos aspectos. La primera fase se relaciona con el valor
de los servicios productivos por separado; la segunda, a los valores de bienes de consumo
particulares, en relació n con los valores de los servicios productivos que los componen, o
sus costos; este es el problema de los precios a largo plazo o normales de los bienes de
consumo. En cierto sentido, como sugiere Marshall, se trata de un caso de dos
clasificaciones que se cruzan. El primer problema clasifica sobre la base de los bienes de
consumo, mostrando la equiparació n del valor de una mercancía con el del conjunto de
servicios productivos que entran en ella. La segunda toma como base el servicio productivo
y muestra la ecuació n del valor de cada unidad de servicio productivo al valor de la porció n
de cada clase de bienes de consumo en cuya creació n se emplea, de la que es responsable.
El primero es el problema del "valor" a largo plazo , el segundo es el problema de la
"distribució n" a corto plazo . Los cambios en la oferta (y el valor) de los bienes de consumo
se estudian en relació n con las condiciones fijas de producció n, incluidos especialmente los
suministros fijos y los métodos de organizació n de los recursos productivos.
El tercer problema general también se relaciona con los fenó menos de valor y distribució n.
Los cambios en las "condiciones fundamentales de oferta y demanda" de bienes dan lugar a
lo que Marshall llama "cambios seculares en el precio normal". Pero las principales
"condiciones fundamentales" sujetas a cambio son las ofertas de los diferentes servicios
productivos que evidentemente afectan aú n má s directamente los precios de estos
servicios, las participaciones distributivas. Nuestra discusió n, como la de Marshall, se
limitará prá cticamente a este efecto má s simple y directo, la modificació n de la situació n de
distribució n y su tendencia hacia el equilibrio. *81
En primer lugar, tratemos de formular con claridad y precisió n lo que implica el problema
del progreso. ¿Qué nuevas variables entran para el estudio? ¿Cuá l es el contenido exacto de
las "condiciones generales de la oferta y la demanda", o los "recursos dados utilizados en la
satisfacció n de necesidades dadas", que ha supuesto nuestro aná lisis anterior? Y
finalmente, ¿cuá les son los cambios en estos factores que requieren consideració n para
acercar nuestra sociedad lo má s posible a la realidad? Marshall, a quien el presente estudio
sigue má s de cerca que a cualquier otro escritor, parece evitar, por no decir evadir,
responder explícitamente a esta pregunta. En un punto comienza una enumeració n de
*82
elementos, pero la corta de inmediato con la expresió n general citada anteriormente.
Una lista explícita muy conocida de estados está ticos o factores diná micos que deben
excluirse es la del profesor JB Clark, cuyo nombre está especialmente asociado con el
contraste entre problemas está ticos y diná micos en este país. Da estos cinco elementos de
*83
progreso: (1) crecimiento de la població n; (2) acumulació n de nuevo capital; (3)
progreso en la tecnología; (4) mejora en los métodos de organizació n empresarial; (5)
desarrollo de nuevos deseos. El profesor Seager modifica esta lista y, en opinió n del
escritor, la mejora en gran medida al combinar el tercer y cuarto factores y agregar uno
nuevo, el deterioro de los recursos naturales o el descubrimiento de nuevas riquezas
naturales.
Ayudará a aclarar las cuestiones si primero consideramos por separado las condiciones de
la demanda y de la oferta de bienes. Las condiciones de la demanda parecen incluir los
siguientes hechos fundamentales:
1. La població n considerada como unidades consumidoras; su nú mero y composició n física
en cuanto a edad, sexo, raza, etc.
2. Los atributos psíquicos de la població n, sus actitudes de comportamiento hacia el
consumo de toda clase de bienes, tanto los "instintos" heredados (en cualquier sentido que
tales cosas existan), como la "herencia social" de há bitos, costumbres, gustos, normas,
costumbres y demá s, incluyendo, por supuesto, el conocimiento o las creencias reales en
cuanto a las características reales de las mercancías. También debemos incluir aquí
cualquier hecho institucional en cuanto al control del consumo de unas personas por otras
personas, como la autoridad de los padres, las leyes suntuarias, etc.
3. Inmediatamente, los ingresos monetarios de la població n tanto en su monto agregado
como en su distribución. En última instancia, en el ajuste de equilibrio, el ingreso y su
distribució n dependen de todo el conjunto de condiciones de la oferta de bienes,
especialmente de la cantidad y distribución de los recursos productivos en la sociedad. Es
imperativo recordar que el resultado final del ajuste competitivo depende de los hechos
iniciales en todos estos aspectos.
4. Para completar es importante, también, considerar los hechos dados en cuanto a la
distribució n geográ fica de la població n como unidades de consumo; esto está determinado,
por supuesto, por la distribució n de los recursos productivos y de las condiciones
ambientales que afectan la conveniencia de los sitios para habitar. Las diferencias aquí
también producirían efectos que se ramificarían a lo largo de toda la organizació n.
Las condiciones dadas de suministro incluyen especialmente el suministro de los factores
de producció n, pero hay otras consideraciones vitales. Podemos clasificar de la siguiente
manera:
1. La població n considerada como fuerza de trabajo, nú mero y composició n.
2. Las actitudes psíquicas o conductuales, gustos, prejuicios, etc., hacia las actividades
productivas, heredadas o adquiridas.
3. Inmediatamente, las rentas monetarias y su distribució n; en definitiva, la distribució n de
la propiedad de los recursos productivos de todo tipo. No hay diferencia entre la capacidad
personal y la propiedad productiva a este respecto. Es obvio que el ingreso afecta la
disposició n para dedicarse a actividades productivas y entra como una variable
independiente del gusto.
4. Aunque ló gicamente pertenece al nú mero 3, oa lo sumo es un corolario del mismo,
especificamos por separado la situació n institucional en cuanto al significado y alcance de
la propiedad privada. Esto incluye todos los hechos en cuanto a (a) el control del uso de los
servicios productivos y (b) de los derechos vá lidos y exigibles a la renta. De nuevo, no hay
que hacer ninguna distinció n entre los poderes personales y otros hechos productivos.
5. La cantidad y forma de los agentes materiales de producció n existentes. Bajo las
condiciones está ticas discutidas hasta aquí, estos pueden incluir só lo agentes naturales en
el sentido má s estricto, o, lo que equivaldría a lo mismo, implementos heredados de
generaciones pasadas, y en cualquier caso no sujetos ni a deterioro ni a mejora.
6. La distribució n geográ fica de los organismos productivos.
7. El estado de la técnica; el desarrollo de la tecnología, la organizació n empresarial, etc.
Combinando los dos grupos y eliminando la duplicidad encontramos los siguientes factores
respecto de los cuales se debe estudiar el cambio o la posibilidad de cambio:
1. La població n, nú mero y composició n.
2. Los gustos y disposiciones de las personas.
3. Las cantidades y clases de capacidades productivas existentes, incluyendo
a. Poderes personales.
b. Agentes materiales.
*84
i. Dada por la naturaleza.
ii. Producido artificialmente. *84
4. La distribució n de la propiedad de éstos, incluidos todos los derechos de dominio de las
personas sobre personas o cosas. (El control impersonal, por leyes o costumbres, es
indistinguible del nú mero 2, gustos y disposiciones).
5. Distribució n geográ fica de personas y cosas. Esto está en estrecha relació n con los
hechos de la tecnología.
6. El estado de la técnica; toda la situació n en cuanto a ciencia, educació n, tecnología,
organizació n social, etc.
La exhaustividad sistemá tica requeriría un estudio de los posibles cambios en cada uno de
estos elementos y la relació n de tales cambios con los fenó menos de valor y distribució n,
los precios de los bienes de consumo y de los servicios productivos (y ademá s de sus
relaciones con la tasa de capitalizació n, la tasa de venta). precios de los organismos
productivos). Sin embargo, no se puede emprender un programa tan ambicioso.
Simplemente señ alaremos algunos de los precios má s importantes de los cambios y
haremos los comentarios que parezcan especialmente significativos para iluminar los
lugares oscuros en teoría. El punto de énfasis especial es que los efectos de cambio de gran
alcance no son los resultados del hecho del cambio en sí mismo, sino de la incertidumbre
que está involucrada en un mundo cambiante. Si alguno o todos estos cambios tienen lugar
regularmente, ya sea de manera progresiva o perió dica o de acuerdo con cualquier ley
conocida, sus consecuencias en el sistema de precios y en la organizació n econó mica
pueden ser brevemente discutidas. A través de la maquinaria del intercambio de valores
presentes y futuros todos ellos será n totalmente "descontados" un tiempo indefinido antes
de que ocurran. No alterará n los cá lculos humanos ni destruirá n la igualació n universal
perfecta de alternativas. Así, en particular, los cambios, si son previsibles, no perturban los
requisitos previos de la competencia perfecta por los servicios productivos, provocando
una equivalencia exacta entre costos y valores, con ausencia de beneficio.
De hecho, los efectos de los cambios en las condiciones generales de producció n y consumo
de bienes sobre los precios de los bienes de consumo son tan obvios o tan complicados y
sin posibilidad de predicció n prá ctica que no parece que valga la pena intentar un
tratamiento sistemá tico de los mismos. a ellos. Nuestra discusió n se limitará casi por
completo a la teoría de la distribució n. En este campo, también, notemos que los cambios
progresivos generalmente pueden preverse y descontarse bastante bien y sus efectos
generalmente no son importantes en períodos cortos de tiempo. Producen relativamente
poca perturbació n real en el ajuste competitivo y no son una causa significativa de
ganancias. Las perturbaciones significativas y las fuentes de ganancias son má s bien las
fluctuaciones errá ticas y de corto plazo, y las irregularidades del cambio progresivo, no el
cambio en sí mismo. El aumento de la població n y la acumulació n de nuevos capitales no
son hechos perturbadores en grado apreciable, y las perturbaciones que surgen de la
invenció n y el perfeccionamiento se deben a la forma local y espasmó dica en que se
originan, no a la tendencia general.
Al discutir la teoría de la distribució n a corto plazo (distribució n bajo condiciones de
suministros fijos de agencias productivas) hemos enfatizado repetidamente la ausencia de
una base vá lida para una clasificació n general de las agencias productivas, ya sea a lo largo
de las líneas de los tres factores tradicionales o a lo largo de cualquier otra. otras lineas Es
decir, en el lado de la demanda son similares o difieren en innumerables gradaciones
imperceptibles, y para problemas a corto plazo las condiciones de oferta —dadas las
cantidades existentes— también son obviamente idénticas para todos. El punto de vista a
largo plazo, sin embargo, introduce la nueva cuestió n de los cambios en la oferta, respecto
de la cual existen diferencias reales. Estas diferencias en las condiciones de suministro
brindan una base para una clasificació n legítima, algo similar a la divisió n tripartita. Es
superficialmente razonable reconocer tres condiciones de suministro categó ricamente
diferentes. Primero deberíamos tener agencias cuyo suministro se dé de una vez por todas
aú n durante largos períodos, cosas no sujetas a aumento o disminució n, mejora o deterioro.
La definició n tradicional de tierra se ajusta a esta descripció n. (No planteamos aquí la
cuestió n de si existe algo a lo que se aplique la definició n.) En segundo lugar, algunos
bienes productivos pueden ser, y obviamente lo son, libremente reproducibles de la misma
manera que los bienes de consumo, en condiciones en las que la oferta se convierte en un
funció n definida del precio de sus servicios. La visió n tradicional del capital le da este
cará cter. (Nuevamente, no hacemos afirmaciones en cuanto a la correcció n de la opinió n.) Y
finalmente, la oferta de otras agencias puede ser variable, pero no en funció n del precio, o
no estar conectada con el precio de manera inmediata o directa. El tratamiento tradicional
de la oferta de trabajo a largo plazo (cuyos méritos también se reservan para un examen
posterior) la diferencia en este aspecto de otras fuerzas productivas. Esta clasificació n
tradicional no se acepta como vá lida, incluso desde el punto de vista de largo plazo, y será
criticada extensamente a medida que avancemos. Pero la base superficial de la misma y el
hecho de que está bien establecida en el pensamiento y la terminología de la ciencia
pueden justificar tomarla como punto de partida.
Las ramificaciones e interconexiones de los efectos de cualquier cambio en particular son,
en ú ltima instancia, bastante complicadas y pueden seguirse hasta que casi todos los
aspectos del ajuste se modifiquen de alguna manera. Esto es obviamente cierto para la
primera de las características está ticas nombradas. Histó ricamente, la cuestió n de la
població n se ha considerado con la distribució n en relació n con la teoría del salario a través
de su relació n con la oferta de trabajo. Por supuesto, un aumento de la població n es un
aumento de la demanda de bienes y, por tanto, de la demanda de todos los servicios
productivos, incluida la mano de obra misma. Pero la demanda de cualquier servicio
productivo depende finalmente de dos elementos, la producció n total de la industria y la
importancia relativa de ese servicio en el aumento de la producció n. De acuerdo con la ley
de rendimientos decrecientes y la teoría de la productividad específica basada en esa ley,
un aumento relativo en la oferta de trabajo aumentará el producto de la industria menos
que proporcionalmente y disminuirá la productividad relativa del trabajo. Ambos efectos
tienden a reducir los salarios por hombre. El mismo razonamiento se aplica a cualquier
otro servicio productivo así como al trabajo.
Ha surgido mucha confusió n en la discusió n econó mica a través de diferentes significados
dados a una parte distributiva. Podemos hablar de salarios, por ejemplo, como arriba, como
salarios por hombre, y de manera similar de otros ingresos en relació n con la agencia
concreta que los produce. El problema de la distribució n desde este punto de vista Cannan
*85
lo llama "pseudo-distribució n", aparentemente un término desafortunado, porque esta
es seguramente la fase del tema en la que tenemos el mayor y má s directo interés. Los
mismos economistas clá sicos, encabezados por Ricardo, generalmente centraron su
discusió n en torno a la fracció n del producto social total recibido por el "factor" en
discusió n. Otro significado claramente posible es la participació n agregada de un "factor"
medida en términos absolutos.
El efecto de un aumento en un factor (es decir, un gran grupo de unidades productivas
físicamente intercambiables) sobre la fracció n del ingreso social que recibirá , depende de
la tasa de rendimientos decrecientes obtenidos de la aplicació n de esa agencia a otras en la
vecindad de las proporciones ya existentes. Si el aumento de la producció n total es casi
proporcional al aumento del factor (recordando que no puede ser igual ni mayor), su
participació n fraccionaria aumentará ; si es mucho menos, caerá . La participació n absoluta
agregada del ingreso que cae en la agencia aumentará a menos que la caída en el producto
sea en una proporció n igual o mayor que el aumento en la agencia. Ambos puntos, sin
embargo, está n bastante alejados del problema de interés inmediato. Si se conoce el
ingreso por unidad, las partes relativas y absolutas del factor pueden determinarse
indirectamente de manera má s natural.
Obviamente, un cambio en la cantidad de cualquier agencia productiva, a través de su
efecto sobre los ingresos, reaccionará sobre la demanda de bienes y, en ú ltima instancia,
afectará a casi todas las características de la organizació n de la industria y del sistema de
precios. Los cambios resultantes en los precios de los bienes de consumo son lo que
Marshall llama cambios seculares en el precio normal. No parece rentable, si es posible,
discutirlos en abstracto. Casi la ú nica observació n general que parece valer la pena hacer es
que aquellos bienes en cuya producció n predomina una agencia particular tenderá n a
perder valor a medida que aumenta la oferta de esa agencia, en igualdad de condiciones.
El problema realmente difícil en la teoría del progreso no se relaciona tanto con los efectos
de cambios particulares. Estos efectos, aunque complicados, se pueden rastrear mediante
la aplicació n de los principios del mercado, las "leyes" de la oferta y la demanda. La
dificultad viene en la predicció n de los cambios mismos. ¿Cuá les son las condiciones de
suministro de los servicios productivos? ¿Qué cambios en la oferta de los diferentes
servicios pueden preverse razonablemente ya qué objetivos o equilibrios tienden? La
pregunta es de especial interés porque fue en términos de estos niveles ú ltimos de
equilibrio que la teoría clá sica de la distribució n se elaboró casi exclusivamente. En nuestra
opinió n, el significado de estas condiciones de equilibrio se concibió erró neamente en la
economía clá sica y su importancia tal vez se sobreestimó un poco. Los primeros escritores
consideraban que la condició n de equilibrio estaba constantemente disponible en un
sentido aná logo al equilibrio de precios normal entre la producció n y el consumo, el costo y
el valor de los bienes de consumo. Su "estado está tico" era, si no la condició n real de la
*86
sociedad, una condició n a la que bordeaba constantemente. Hace una gran diferencia en
la teoría cuando reconocemos, como lo requieren los hechos, que el equilibrio es una
distancia indefinida y generalmente muy grande en el futuro. Entonces, la condició n debe
verse como el resultado teó rico de una tendencia particular ú nicamente, que puede ser
modificada en cualquier medida o revertida por el efecto de otras tendencias, o las
condiciones pueden cambiar por completo debido a desarrollos imprevistos mucho antes
de cualquier aproximació n considerable al equilibrio. fue hecho. El equilibrio, pues, en un
caso particular, no es un resultado realmente anticipable; una predicció n concreta del
curso futuro de los acontecimientos debe tener en cuenta todas las tendencias en juego y
estimar su importancia relativa, y ademá s siempre debe estar sujeta a amplias reservas de
influencias impredecibles. De hecho, como veremos, las interrelaciones de los diversos
factores de progreso son tan complicadas, y las funciones mismas se conocen con tanta
inexactitud y se ven afectadas por tantas variables desconocidas, que las predicciones
definidas que se extienden a una distancia considerable hacia el futuro parecen ser
inexactas. bastante fuera de discusió n.
Volviendo ahora a la cuestió n de las condiciones que influyen en las variables de progreso y
de los cambios que se esperan con respecto a cada una, podemos comenzar con el factor de
població n una vez má s y repasar la lista. El plan, por supuesto, no es investigar hipó tesis al
azar, sino indagar seriamente sobre los hechos del mundo en que vivimos. El ú nico
elemento arbitrario o irreal en el procedimiento es la selecció n de las características
dominantes sobresalientes y su aislamiento con un para determinar, si es posible, sus
propias tendencias inherentes. Los productos de tal investigació n son, como todas las
deducciones teó ricas, todos los principios generales, verdades parciales que no pueden
aplicarse acríticamente, sino que deben combinarse segú n las circunstancias y
complementarse con datos empíricos. La teoría histó rica de la població n, o maltusianismo,
representaba a los trabajadores como algo aná logo a un bien suministrado en condiciones
de costo constante. En consecuencia, se sostuvo que los salarios tendían hacia un nivel de
equilibrio igual a este costo, el costo (real o mercantil, no monetario) de mantener una
població n está tica. La premisa no era, por supuesto, que la producció n de trabajadores
*87
tuviera lugar por motivos de ganancia pecuniaria, sino que en consecuencia de la ley
fisioló gico-psicoló gica de la població n, la oferta variaba de manera estrictamente aná loga.
La tendencia de los salarios al mínimo de subsistencia es de hecho una deducció n natural y
correcta de la tendencia de la població n a presionar constantemente sobre el suministro de
las necesidades de la vida. *88
Esta primera versió n de la teoría del costo de la mano de obra se reconoció
inmediatamente como insostenible y dio lugar a la teoría del nivel de vida, cuya validez
depende del supuesto de que el nivel de vida permanecerá estacionario cuando cambie el
nivel salarial. Los economistas clá sicos reconocieron que un aumento en la oferta de mano
de obra incrementará la oferta de alimentos, pero insistieron en que el segundo aumento
sería en una proporció n menor (la cruda hipó tesis de Malthus de progresió n aritmética
versus progresió n geométrica fue reemplazada en el trabajo posterior, especialmente en el
de Mill ) . , por el principio científico de los rendimientos decrecientes).
Mill también reconoció que el nivel de vida podría no permanecer estacionario si se elevaba
el nivel salarial, pero era muy pesimista (mucho má s que Malthus, de hecho) acerca de una
elevació n permanente de los salarios a menos que se pudiera producir y mantener una
amplia brecha durante una generació n. entre los salarios reales y el está ndar psicoló gico
que controla a la població n. Los hechos parecen ser que si los salarios aumentan
repentinamente a través de una mejora general en la industria o la apertura de nuevos
recursos naturales extensos, la població n aumentará , pero el está ndar psicoló gico que
limita su aumento aumenta al mismo tiempo. Por lo tanto, el nuevo equilibrio debe
establecerse con un nivel de salarios superior al anterior. Los hechos histó ricos son de este
cará cter. La era industrial moderna comenzó con la apertura de vastas regiones nuevas a la
civilizació n europea, y el movimiento ha continuado desde entonces, aunque recientemente
a un ritmo má s lento. La mejora de la tecnología tal vez se ha acelerado en velocidad clara
hasta el presente. La població n mundial de origen europeo se ha multiplicado por cuatro o
cinco, y el nivel de vida medio (si se le puede dar un significado definitivo a este concepto)
también es mucho má s alto. No se pudieron medir las cantidades relativas de los dos
cambios; la conjetura del escritor favorecería una reivindicació n de la hipó tesis
malthusiana en su conjunto. Ciertamente, ambos cambios todavía está n en pleno apogeo. *89
La omisió n má s grave en el razonamiento clá sico fue la ya mencionada, el descuido en
permitir el tiempo necesario para que el ajuste de largo plazo se realizara por sí mismo. No
só lo pueden innumerables "otras cosas" interferir con el curso ló gico de los
acontecimientos, sino que es un grave error considerar la condició n de equilibrio como una
descripció n aproximada en un momento dado. El hecho del rá pido aumento de la població n
del mundo industrial, que todavía continú a, prueba que el nivel salarial ha estado y está
muy por encima del está ndar mínimo psicoló gico. Sería ocioso especular sobre la cantidad
de tiempo que se requeriría para lograr el ajuste de equilibrio incluso si las demá s cosas
permanecieran iguales. Es teó ricamente imposible formular la condició n de equilibrio a
menos que se conozca con precisió n la cantidad de disparidad entre el nivel salarial actual
y el mínimo psicoló gico, y ademá s las tasas relativas de cambio de los dos,
correspondientes a esta y todas las diferencias menores entre ellos.
Los cambios en la composició n física de una població n no requieren una discusió n
detallada en este breve estudio. Los principales hechos a señ alar serían las diferencias
entre una població n creciente y decreciente y los cambios debidos a la inmigració n, la
emigració n y la migració n interna. Si hacemos abstracció n de todos los intereses humanos
que no se manifiestan efectivamente en el mercado, y asumimos una perfecta
intercomunicació n y libertad de movimiento, los factores migratorios se equilibrarían
rá pidamente.
La segunda de nuestras variables de progreso es el elemento psicoló gico, las disposiciones
y gustos de las personas. Al igual que el nú mero y la composició n de la població n, afecta las
condiciones tanto del lado del consumo como del lado de la producció n del problema. Por
supuesto, se producen cambios y grandes cambios en las necesidades de bienes de
consumo y en las actitudes hacia diferentes líneas de actividad productiva. *90 La mayoría de
estos cambios no pueden tratarse de manera rentable como funciones del precio y no
pueden formularse condiciones de equilibrio para ellos. Permanecen en la clase de causas
perturbadoras externas poco sujetas a predicció n, especialmente en el lado de la
producció n. A menudo se pueden observar tendencias, como el "atractivo de la ciudad" que
ahora opera para aumentar la producció n industrial a expensas de la agricultura. En
Estados Unidos, la preferencia irracional por los trabajos administrativos ha elevado los
salarios de los mecá nicos por encima de los de las tareas administrativas que exigen mucha
má s habilidad y educació n. Deben pasarse por alto otras preferencias y modas por tipos
particulares de trabajo con el mero hecho de señ alar que son parte de las condiciones
dadas del proceso econó mico y que los cambios en ellas tienen efectos ampliamente
ramificados. Estas consideraciones se aplican tanto a los usos de la propiedad como a los
poderes personales, aunque en mucho menor grado.
Por el lado del consumo hay un problema muy importante má s susceptible de tratamiento
científico, aunque todavía muy traicionero de tratar. Nos referimos al hecho familiar del
uso de recursos econó micos por empresas privadas para desarrollar, crear o dirigir deseos
*91
de consumo; es decir, el fenó meno de la publicidad. El aumento de valor a través de la
publicidad, ya sea informativa o meramente persuasiva, es bastante paralela a cualquier
otra forma de producció n, o "creació n de utilidades". Dichos valores se transfieren en gran
parte de otros bienes, pero excepto en la medida en que resulten de un menosprecio
positivo de los bienes competidores, deben considerarse simplemente como una utilidad
adicional en el bien anunciado. *92
El negocio de la creació n de necesidades es, por supuesto, muy incierto y aleatorio o
"arriesgado"; pero es evidente que, como ocurre con otros cambios, en la medida en que
puedan preverse los resultados de la acció n, la competencia igualará las ganancias con las
de otros campos. Los costes será n entonces iguales a los valores en todo el sistema, estando
presentes las condiciones de un ajuste sin beneficios. Si la creació n de deseos está sujeta a
rendimientos decrecientes, si el proceso tiende en consecuencia hacia un equilibrio, donde
ya no tendría lugar, o si es inherentemente una causa perpetua que genera un cambio
continuo, es un asunto que no podemos discutir en sus méritos. La conjetura del escritor
favorecería la ú ltima alternativa.
En cuanto al tercer factor de progreso, la cantidad de recursos productivos existentes, la
primera pregunta se relaciona con la clasificació n de estos recursos desde el punto de vista
de los cambios en la oferta. Hemos mostrado anteriormente que las diferencias deben
reconocerse un poco de acuerdo con las líneas de la divisió n tripartita convencional, pero
debemos enfatizar que las diferencias han sido muy exageradas y que no se puede
mantener una clasificació n definida de acuerdo con las líneas tradicionales. *93
Las condiciones a largo plazo de la oferta de mano de obra consisten en dos elementos: el
primero, la població n, ya se ha discutido. El segundo es el factor de la educació n, en sentido
amplio. Ahora bien, la capacitació n, que da como resultado una mayor eficiencia
productiva, es evidentemente similar a una agencia productiva material o un bien de
capital creado por la desviació n de recursos de los usos consuntivos actuales. Incluso la
població n misma, como se observó anteriormente, depende en gran medida de
consideraciones de ganancia pecuniaria en el caso de las clases sociales que subsisten
principalmente por el trabajo. La distinció n entre trabajo y capital muestra así una
tendencia a desvanecerse. De hecho, persiste cierto grado de distinció n. La formació n
técnica no puede venderse ni arrendarse para uso separado de su propietario, y no puede
perpetuarse en ningú n sentido directo má s allá de la vida laboral del propietario. El capital
está al menos menos apegado a la personalidad de su propietario (es importante señ alar
que nunca está absolutamente separado) y puede funcionar a perpetuidad. Ademá s, la
inversió n en educació n se ve má s afectada por motivos distintos de la bú squeda de
ganancias y, en consecuencia, no se ajusta tan estrechamente a la competencia efectiva para
*94
igualar el rendimiento con otras formas de inversió n. La inversió n en la mejora de las
capacidades humanas es má s bien una propuesta a largo plazo, pero no mira hacia el futuro
como muchas otras formas de inversió n; en otros aspectos, sin embargo, está sujeto a un
alto grado de incertidumbre. Después de todo, parece haber tanta diferencia entre
diferentes casos o tipos de producció n laboral y entre diferentes variedades de creació n de
bienes materiales productivos como entre las dos clases de inversió n de recursos como
tipos. En la medida en que la incertidumbre esté ausente y exista competencia, es claro que
la inversió n se distribuirá entre los dos campos y sobre todas las partes de cada uno de tal
manera que constantemente iguale sus ventajas netas. Lo que quiere decir (recordando que
los costos simplemente registran atracciones en competencia) que con ausencia de
incertidumbre, los costos y valores serían iguales en todo el sistema; es decir, habría una
organizació n perfecta y sin beneficios de la producció n y el intercambio.
Hay una similitud fundamental en las condiciones de suministro de todos los servicios
productivos que involucran la inversió n de recursos. En todos los casos hay una desviació n
del poder productivo del uso en la fabricació n de bienes de consumo presentes a la
creació n de fuentes de ingreso de nuevos bienes de consumo. Por lo tanto, se pospondrá
una discusió n sobre las condiciones de equilibrio para cualquiera de ellos hasta que todos
puedan tratarse juntos. La teoría general del equilibrio en este caso es, de hecho, la teoría
del interés a largo plazo.
El economista clá sico trató la tierra, o los agentes naturales, como dados en oferta. Este
supuesto fue la base para proponer una teoría de la renta diferente del razonamiento por el
*95
cual se explicaban las otras participaciones distributivas, y para postular una relació n
especial entre renta y costo. La definició n dada a la tierra para que se ajuste a la
descripció n de un suministro fijo —los poderes originales e inagotables del suelo— es de
hecho drá stica en su limitació n. Má s tarde, este dogma de la fijeza incondicional de la oferta
se convirtió en la base de la propaganda del impuesto ú nico. No podemos discutir esta
posició n en detalle, pero debemos tomarnos un espacio para señ alar muy brevemente que
es totalmente falaz. Debería ser evidente que cuando el descubrimiento, la apropiació n y el
desarrollo de nuevos recursos naturales es un juego abierto y competitivo, es poco
probable que haya alguna diferencia entre los rendimientos de los recursos destinados a
este uso y los destinados a cualquier otro. Ademá s, cualquier disparidad que exista es
resultado de la casualidad y es tan probable que esté a favor de un campo como del otro, o
bien se debe a alguna diferencia en el atractivo psicoló gico entre los campos; es decir, va a
compensar alguna otra diferencia en sus ventajas netas. Visto en su conjunto el proceso
histó rico por el cual la tierra se pone a disposició n para el empleo productivo, debe decirse
que es "producida"; es decir, que se le confiera su utilidad de una manera muy similar a la
que se aplica a cualquier otro bien intercambiable. Esto, por supuesto, nuevamente hace
abstracció n del factor de incertidumbre. En la vida real se introduce un gran elemento
especulativo; pero no puede decirse que esto diferencie la tierra genéricamente de
cualquier otra clase de bienes, aunque los resultados se dan en una escala especialmente
grande en el caso de la tierra.
Una nueva forma de recurso productivo se ha vuelto de gran importancia en la sociedad
moderna, consistente en métodos especiales de producció n o procesos técnicos exclusivos,
ya sean patentados o mantenidos en secreto, o simplemente "todavía" no extendidos en uso
en todo el campo de producció n. Tal proceso es una fuente de ingresos como cualquier otro
agente, y se produce en primer lugar de la misma manera, por la inversió n de recursos
presentes (en investigació n y experimentació n). Sin embargo, se diferencian de la mayoría
de los bienes de capital en que su costo de mantenimiento y reproducció n mú ltiple es tan
*96
bajo que es rentable multiplicarlos hasta el punto de convertirse en bienes gratuitos,
excepto en la medida en que son inherentes a las personas de sus poseedores. Por lo tanto,
tienden a volver a la categoría de capacidades individuales mejoradas, a menos que estén
"monopolizadas" de alguna manera. Los nuevos procesos productivos son como los
recursos naturales al ser producidos en condiciones en las que el elemento de juego es
grande, pero en la medida en que los resultados de las operaciones pueden preverse,
también tienden a igualar el rendimiento de la inversió n en comparació n con otros campos.
Pasamos, por tanto, al caso ordinario y simple de la inversió n de recursos en la creació n de
nuevas capacidades productivas; es decir, al caso de los bienes de capital. A este respecto
podemos discutir convenientemente el caso general, volviendo luego brevemente a los
problemas de los poderes humanos, los agentes naturales y los métodos productivos que
acabamos de mencionar. El argumento estará estrechamente relacionado con, de hecho
puede decirse que retoma y continú a, la discusió n en el ú ltimo capítulo sobre el tema de la
preferencia temporal y la compra y venta de bienes productivos. Ahora tenemos la
complicació n adicional de que nuestros bienes productivos ya no tienen una oferta fija, sino
que existe la oportunidad para la creació n indefinida de tales bienes a través de la
desviació n de recursos de la producció n de bienes de consumo presentes. Porque se verá
que para el individuo la inversió n de bienes presentes (su uso para pagar agencias
productivas mientras que estas ú ltimas, siendo liberadas por el "adelanto", *97 se dedican a la
fabricació n del nuevo equipo) es equivalente a su intercambio por servicios productivos ya
existentes en posesió n de otros; es un método alternativo para asegurar el mismo
resultado. La discusió n previa de la motivació n involucrada, por lo tanto, se aplica al
presente caso; es decir, se ajusta a los supuestos que se suelen hacer en cuanto a los
motivos de la formació n de capital. Destacaríamos la importancia de un nuevo motivo no
presente en el caso hipotético anterior, la oportunidad de crear, que consideramos un
motivo por sí mismo muy distinto, o al menos mucho má s, que el mero deseo de poseer. la
cosa creada. Sin embargo, en este breve estudio, parece necesario abstraerse de los factores
que complican el motivo del ahorro y tratar el nuevo equipo productivo como un mero
valor-ingreso perpetuo (con la posibilidad de cobrar por venta en cualquier momento,
como en el caso anterior). *98
La demanda de bienes de capital es, por lo tanto, meramente la demanda de renta futura, ya
discutida. Suponiendo una tecnología está tica y universalmente conocida, todas las formas
de tales bienes necesariamente se mantendrá n en un nivel uniforme de productividad en
relació n con la inversió n necesaria para crearlos, y pueden ser tratados como una clase
homogénea. La demanda de bienes de capital en la industria, como la de cualquier otra
agencia productiva, está sujeta a la doble ley de la productividad decreciente ya conocida, y
cuantos má s bienes se creen, menor será el valor del ingreso que producirá n, en términos
de los bienes mismos. medido físicamente. Pero la base sobre la que figura el inversor no
son los bienes productivos físicos creados. Estos son como inexistentes para su cá lculo.
Está interesado exclusivamente en la relació n entre (a) la cantidad (es decir, el valor) de los
bienes presentes a los que renuncia y (b) el tamañ o del ingreso de valor que recibe. Por lo
tanto, tenemos en este caso una ley realmente cuá druple de demanda efectiva decreciente:
(1) La creació n de bienes de producció n implica una desviació n de recursos de la
fabricació n de bienes de consumo, y esta transferencia tiene lugar sujeta a rendimientos
físicos decrecientes. El sacrificio de una determinada cantidad y tipo de bienes de consumo
hace posible la creació n de una cantidad menor de cualquier tipo de bienes de capital
*99
cuanto má s se avanza en el proceso. (2) Aquellos bienes productivos que se multiplican
má s fá cilmente por la inversió n de recursos deben aumentar en relació n con los otros
agentes con los que se combinan en la producció n, y estar sujetos a rendimientos físicos
decrecientes en su uso. (3) En la medida en que los organismos relativamente aumentados
participen en la producció n de ciertas mercancías má s que en otras, la oferta de estas
mercancías aumentará relativamente y su precio bajará en relació n con otras mercancías.
(4) Finalmente, a medida que los bienes presentes se sacrifican progresivamente a la
creació n de ingresos futuros, la preferencia relativa de estos ú ltimos a los primeros debe
disminuir a medida que se dispone de má s de ellos.
En igualdad de condiciones, la inversió n de recursos debe llevarse en ú ltima instancia a un
punto de equilibrio en el que la cantidad de valor del ingreso y la cantidad de valor
presente que debe sacrificarse para crearlo sean iguales para todas las personas del
sistema. Siempre que el ingreso que se puede producir sacrificando una cantidad dada de
bienes presentes tenga suficiente atractivo para inducir nuevos ahorros, los nuevos
ahorros deben continuar realizá ndose y reducir la cantidad de ingreso de valor que se
puede obtener de una cantidad dada de inversió n. En ú ltima instancia, se debe llegar a un
punto en el que el producto de la inversió n sea lo suficientemente atractivo como para
mantener en existencia el capital ya ahorrado, sin generar nuevos ahorros. Por supuesto,
algunos individuos pueden estar consumiendo capital previamente ahorrado en cualquier
momento, mientras que otros está n ahorrando e invirtiendo, siempre que ambos se
compensen entre sí. *100
Lo anterior es una breve declaració n de la teoría "ecléctica" del interés. La relació n de
equilibrio entre el valor del ingreso anual generado por los bienes de capital creados y el
valor presente sacrificado al crearlos —aquella relació n en la que no tiene lugar ninguna
conversió n neta adicional (ahorro e inversió n)— es la tasa de interés teó rica a largo plazo.
*101
Es la magnitud hacia la cual, como dice Marshall, la tasa de interés "tiende"
constantemente. Por supuesto, se debe suponer que "otras cosas" son "iguales". Pero en la
naturaleza del caso, otras cosas no son ni pueden ser iguales. A medida que se realiza la
inversió n, los nuevos ingresos derivados de ella facilitan cada vez má s el ahorro de
cualquier cantidad dada, cambiando así progresivamente las condiciones de oferta de
nuevo capital. Ademá s, es inconcebible que los deseos y los gustos, o incluso el estado de
las artes, deban permanecer está ticos mientras se produce tal ajuste. La teoría es
ló gicamente só lida si se entiende correctamente. Describe condiciones bajo las cuales la
tasa de interés no tendería a cambiar, y es ú til para predecir los movimientos futuros de la
tasa: pero da una visió n muy incompleta de los hechos que deben tenerse en cuenta en una
predicció n real. Cambios en otras cosas, especialmente en la psicología del gasto y el ahorro
(en parte una cuestió n del tamañ o del ingreso), en las cantidades dadas de agencias que no
se pueden reproducir libremente a través de la inversió n y el desarrollo de la tecnología,
sin mencionar las guerras y otras catá strofes. de hecho, ejercen comú nmente tanta
influencia sobre el tipo de interés como la tendencia al equilibrio debida al ahorro y la
inversió n progresivos. *102
Pero la crítica má s seria que se le puede hacer a la teoría ecléctica tal como se presenta
actualmente (por ejemplo, en Marshall) es su incapacidad para reconocer el verdadero
significado del equilibrio y su suposició n de que las condiciones reales en un momento
dado se aproximan a ese estado. Lo contrario es cierto; el caso es similar al de la població n
ya discutido, pero má s llamativo e importante. En un momento dado en una sociedad
donde se está n produciendo nuevas inversiones, la tasa de capitalizació n es la relació n
técnica de conversió n de bienes presentes en ingresos futuros. Es la relació n de
"productividad" de la nueva inversió n, la relació n entre el rendimiento del valor anual de
los bienes de capital a crear *103 y el valor de los bienes presentes sacrificados para crearlos.
Donde existe la posibilidad de conversió n —de ahorro e inversió n o de consumo de capital
ya existente por mantenimiento inadecuado—, no puede ser de otra manera. La psicología
del ahorro y el gasto no puede tener una influencia apreciable en la tasa de interés en un
momento. La oferta de capital no es por periodos cortos una funció n de la tasa de interés,
sino un hecho físico fijo. Los cambios en las actitudes psíquicas pueden hacer que las
personas ahorren (o consuman) un poco má s o un poco menos, pero el efecto será
insignificante en comparació n con la oferta y demanda total de capital en la sociedad. La
tasa de preferencia temporal fija la tasa a la que se acumula nuevo capital e influye en la
tasa de interés en tiempos futuros, pero no en el momento. La posibilidad de conversió n
impulsa a cada individuo a equiparar su tasa de preferencia temporal a la tasa de
productividad existente, que es causal, ahorrando má s o menos de sus ingresos o
consumiendo má s o menos capital ya ahorrado.
No hay límites al tiempo que puede ser necesario en cualquier momento para producir el
ajuste del equilibrio, incluso suponiendo que todo lo demá s está está tico. A lo largo del
período industrial moderno, la tasa de interés ha estado por encima del nivel de equilibrio,
siendo las condiciones sociales tales (incluyendo la psicología humana, las costumbres y
especialmente la concentració n del ingreso en unas pocas manos), como lo prueba el hecho
de que el capital se ha acumulado constante y rá pidamente. El tiempo que llevaría alcanzar
el equilibrio, si la demanda de capital y otras cosas permanecieran constantes, depende de
la tasa a la que la gente ahorra correspondiente a cualquier divergencia entre la tasa de
interés real y la tasa de equilibrio (teniendo en cuenta el aumento en ingreso y reducció n
en el costo psíquico del ahorro) y la rapidez de operació n de la ley de rendimientos
decrecientes en la aplicació n de nuevo capital a otras agencias productivas existentes en la
sociedad. Histó ricamente, por supuesto, las otras cosas han estado tan lejos de ser iguales
—especialmente la demanda de capital ha aumentado tan rá pidamente a través del
aumento de la població n y la apertura de nuevos recursos naturales— que la tasa de
interés muestra una constancia asombrosa. Debemos notar, también, que las mejoras en la
tecnología generalmente tienden a economizar mano de obra y tierra y aumentan
relativamente la demanda de capital. Las condiciones de equilibrio las podemos formular;
el curso real de los acontecimientos que producirá n esas condiciones o el tiempo que
ocupará n son probablemente asuntos de pura e infructuosa especulació n. Es
completamente innecesario creer que realmente habrá algú n progreso hacia el equilibrio, y
no hace falta decir que el hecho de que tal progreso no ocurra no va en contra ni de la
solidez ló gica ni de la utilidad prá ctica de la teoría misma.
El aná lisis anterior no se refiere a una tasa de interés en el sentido ordinario del término,
sino simplemente a una tasa de capitalizació n o relació n de intercambio entre los bienes de
consumo presentes y la propiedad de ingresos, que es también la relació n entre la
productividad de la inversió n y la inversió n donde la oportunidad. para la inversió n está
abierta. No está claro si el fenó meno de prestar capital gratuito a interés se encontraría en
una sociedad donde la incertidumbre estuviera ausente. El préstamo de capital es una
institució n o dispositivo para separar la propiedad del valor de un agente productivo de la
propiedad de la cosa concreta misma. El principal, si no el ú nico motivo significativo de esta
separació n, es la incertidumbre sobre los cambios futuros en el valor de los agentes.
Cuando este valor no está sujeto a cambios, o cuando es variable, pero las variaciones son
predecibles, el precio de venta de la agencia será inevitablemente tal que sea
completamente indiferente para un posible usuario si alquila la agencia o lo compra con
fondos prestados. El contrato de préstamo es una alternativa al contrato de alquiler. Los
productores toman prestado capital y lo invierten, convirtiéndolo en bienes productivos
"adelantá ndolo" a los trabajadores, terratenientes y capitalistas, quienes proporcionan los
recursos para fabricar el nuevo equipo. Es evidente que el propietario original del capital
podría tanto invertirlo él mismo y arrendar las agencias así creadas como prestar el dinero.
La inversió n sería una operació n prá cticamente gratuita en un mundo en el que el futuro
era perfectamente conocido. Sin embargo, puede ser razonable suponer que el mínimo
inevitable de cuidado y molestias sería suficiente para especializar la funció n de inversió n y
separarla del suministro de capital. Si es así, aparecerá el préstamo de capital y el interés
propiamente dicho, siendo la tasa de interés, por supuesto, la relació n de capitalizació n y
productividad que acabamos de discutir (menos el pago de los costos de inversió n si estos
fueran apreciables).
Una vez hecha la inversió n, ya hemos observado que el ingreso es simplemente una
cuestió n del rendimiento del valor de los bienes, y el valor de la agencia está determinado
por la capitalizació n de este rendimiento a la tasa de interés determinada en el mercado de
capital libre. Pero con bienes productivos libremente reproducibles, este valor nunca puede
divergir apreciablemente del costo de producció n. De hecho, los bienes de capital difieren
ampliamente en el tiempo necesario para ajustar la oferta a los cambios en la demanda. Si
hay agencias que no está n sujetas a la reproducció n a través de la inversió n, se ajustan a la
descripció n clá sica de la tierra. La opinió n del escritor es que tales agentes son
prá cticamente insignificantes y que, a largo plazo, la tierra es como cualquier otro bien de
capital. La inversió n en trabajos de exploració n y desarrollo compite con la inversió n en
otros campos y es similar en todos los aspectos esenciales a otros costos de producció n. La
distinció n entre bienes relativamente flexibles y aquellos relativamente inflexibles en la
oferta y el reconocimiento de una categoría especial de ingresos (la "cuasi-renta" de
Marshall) para los ú ltimos es posiblemente conveniente. Sin incertidumbre, tal distinció n
es, por supuesto, irrelevante.
Debemos tratar brevemente los elementos restantes de la lista de factores que se suponen
invariables al analizar el estado está tico. El cuarto fue la distribució n de la propiedad de los
servicios productivos. Los ú nicos puntos a señ alar aquí son que la condició n afecta a los
poderes personales (trabajo) precisamente de la misma manera que la propiedad, y que los
hechos dependen enteramente de las instituciones sociales. Es solo porque nos hemos
acostumbrado a ello que pensamos en términos de derechos a los ingresos de la propiedad
heredada o de la habilidad heredada. Tampoco es má s inevitable que la propiedad absoluta
(derecho de control casi ilimitado má s el derecho a la totalidad de los ingresos) deba
conferirse incluso durante su propia vida a un individuo que mediante la inversió n de los
ingresos actuales ha desarrollado poderes productivos, ya sea en su propia persona, o en
bienes de capital producidos, o por el descubrimiento y desarrollo de recursos naturales.
*104
Que debamos separar las dos categorías en nuestro pensamiento, dando por sentado los
derechos de propiedad en el caso de los poderes personales heredados y estigmatizando el
rendimiento de los bienes materiales heredados como "ingresos no ganados" parece
bastante inexplicable. La sociedad siempre tendrá que encontrar alguna manera de
fomentar el desarrollo y el uso serio e interesado de las capacidades productivas de todo
tipo (como siempre tendrá que reconocer las relaciones familiares para asegurar la
continuidad del control de una generació n a otra). Pero muchas otras formas son
concebibles para hacer estas cosas, aunque su disponibilidad prá ctica no es un tema de
discusió n aquí. Cabe señ alar que la sociedad ahora avanza rá pidamente en la limitació n de
la propiedad, tanto en el lado del control como en el de los ingresos; se imponen cada vez
má s restricciones en torno al uso de la propiedad y las condiciones en las que un individuo
puede acceder a trabajar, y se obtienen cada vez má s ingresos mediante impuestos con
fines "sociales".
Con respecto a las distribuciones geográ ficas, se podría decir mucho sobre este tema
descuidado, pero el espacio y el plan de este trabajo no lo permiten. La cuestió n de la mera
concentració n de població n, independientemente de dó nde se concentre, es decir, de la
ciudad frente al campo, es trascendental y fascinante. La inmigració n, la emigració n y la
migració n interna son obviamente problemas importantes e intrincados. En este campo
también podemos reconocer la condició n de un equilibrio final en el que se igualarían las
ventajas de todos los lugares; y aquí también el progreso hacia la meta teó rica es lento en
comparació n con el intervalo que nos separa de ella en cualquier momento particular. Los
cambios en los deseos y las actividades dirigidas a cambiar los deseos por motivos de
ganancia privada son especialmente importantes en este sentido. No es exagerado decir
que la historia política y econó mica de Estados Unidos ha estado dominada por la
especulació n inmobiliaria y por la controversia del dinero barato, en gran parte una
consecuencia de la primera. Por supuesto, la distribució n real de la població n está
determinada en gran medida por la distribució n de los recursos productivos naturales y
por la topografía del país en relació n con el transporte; en parte también por la mera
conveniencia de las ubicaciones con fines residenciales. Pero es interesante observar que
las consideraciones de consumo y motivos sociales por sí solas probablemente unirían a las
personas en grupos de todos los tamañ os y grados de compacidad, incluso en un mundo
cuyas condiciones físicas fueran absolutamente uniformes.
Las condiciones está ticas incluyen finalmente la tecnología está tica y el conocimiento en
general, y este es uno de los conceptos má s traicioneros de todos como tema del discurso
científico. Las actividades dirigidas al aumento del conocimiento pueden ser muy
productivas, pero supone un esfuerzo demasiado grande para la imaginació n tratar de
pensar que sus resultados son predecibles en un caso particular. Tenemos, sin embargo, un
enfoque de previsibilidad en grupos grandes; en muchos campos, la investigació n puede
incluso ahora llevarse a cabo má s o menos "inteligentemente" donde la escala de
operaciones es suficientemente grande. Parece casi fantasioso hablar también seriamente
de una condició n de equilibrio en la que las recompensas o las posibilidades de
recompensa de un mayor esfuerzo ya no serían adecuadas para atraer la energía
productiva hacia este campo. Pero está claro que incluso aquí, en la medida en que se
puedan prever los resultados, los recursos se distribuirá n de manera que se asegure la
igualdad de rendimiento en todo el campo de inversió n y, en condiciones de competencia,
cada valor realizado será exactamente igual al costo incurrido en la creació n. él. En este
campo, la incertidumbre es ciertamente un concomitante inevitable del progreso. Sin
embargo, existe un enfoque de la previsibilidad, una variació n en la cantidad de
imprevisibilidad independiente de la variació n en la cantidad de progreso y los dos factores
deben separarse en el aná lisis causal, porque sus efectos son muy diferentes.
Esto completa la lista de cambios progresivos. En todos los casos, la condició n necesaria y
suficiente de una distribució n perfecta y sin residuos del producto de la industria entre las
agencias causalmente involucradas en su creació n, ademá s de la competencia perfecta
misma, es que el cambio pueda anticiparse durante el período de tiempo al que los
productores ' se relacionan los cá lculos. Cuando los resultados del empleo de los recursos
puedan preverse, la competencia obligará a todo usuario de cualquier recurso productivo a
pagar todo lo que pueda pagar, que es su contribució n específica neta al producto total de
la industria. Ningú n tipo de cambio interfiere con el ajuste sin fines de lucro si se conoce la
ley del cambio.
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Parte II, Capítulo VI
Prerrequisitos menores para la competencia perfecta
En la Parte Dos hemos intentado una construcció n analítica de una sociedad perfectamente
competitiva, con miras a determinar el significado preciso de las tendencias teó ricas de una
propiedad privada, organizació n de libre intercambio de la sociedad, y especialmente las
condiciones necesarias para la realizació n de esas tendencias. Las condiciones abstractas
enumeradas por primera vez en el capítulo III representaban en parte divergencias de
grado ú nicamente con respecto a la vida real, y en parte eran abstracciones arbitrarias de
las características fundamentales de la organizació n pecuniaria hechas con el propó sito de
un estudio separado de los elementos constitutivos. Los de este ú ltimo tipo han sido
tratados en los capítulos IV y V, y el resultado, hasta el momento presente, es un esbozo de
*105
los elementos esenciales de un sistema de competencia perfecta. El primer objetivo del
estudio, má s bien preliminar, se ha cumplido así, en la medida en que el autor está
preparado o cree conveniente llegar. El segundo y má s fundamental propó sito es
contrastar esta competencia ideal y perfecta con los hechos de la vida ordinaria, examinar
las limitaciones de los principios generales desarrollados e indagar en qué direcciones
deben complementarse con datos empíricos detallados antes de se pueden extraer
conclusiones completamente aplicables.
Pero no se pretende abarcar este campo con gran exhaustividad. Só lo una de las
simplificaciones teó ricas debe ser estudiada en detalle, la suposició n del conocimiento
perfecto. La tercera parte del ensayo estará dedicada a una discusió n sobre el significado y
las consecuencias de la incertidumbre, lo incompleto e inexacto de las creencias y
opiniones en las que se basa la conducta econó mica. Pero es deseable tener como
antecedente una breve reseñ a de los otros factores abstraídos. *106
Fá cilmente se verá que muchas de las objeciones a la teoría pura de la distribució n
comentadas en el capítulo IV se relacionan con estas necesarias idealizaciones científicas y
tienen un significado real como limitaciones a la integridad y precisió n de las
generalizaciones de la teoría. Por lo tanto, no son objeciones vá lidas a la teoría y se han
presentado como tales solo debido a la falta comú n de comprensió n de la naturaleza del
razonamiento científico, el significado y el uso de los principios generales. Esto es
especialmente aplicable al primer punto a tener en cuenta, la suposició n de variabilidad
continua en la magnitud de todos los factores tratados. La cuestió n del tamañ o de la
"unidad marginal" está claramente relacionada con la de la flexibilidad de la organizació n
industrial, y las dos deben considerarse juntas. Cuando abandonamos el procedimiento
ilícito de financiar a los agentes productivos en "factores" y nos ocupamos de las unidades
competidoras reales por su propia cuenta, este problema adquiere importancia prá ctica y
constituye una limitació n efectiva a la aplicació n de la teoría. Especialmente en el caso del
trabajo, del que aquí nos ocupamos particularmente, el individuo humano es una unidad
muy eficaz; no só lo negocia como una unidad, sino que prá cticamente no puede dividirse
entre diferentes establecimientos, y la gama de ocupaciones en las que puede participar en
un corto intervalo de tiempo también está muy restringida. También puede ser ú nico en un
alto y sorprendente grado; no siempre se desvanece por gradaciones imperceptibles de una
variedad a otra en la medida que exige la imputació n competitiva perfecta. Sus nú meros
(en proporció n al nú mero de variantes) no son casi siempre tan grandes como para hacer
de un individuo una fracció n despreciable de un grupo de similares. *107
Como consecuencia de las apreciables dimensiones del agente natural, se restringe la
flexibilidad de la organizació n econó mica en su conjunto, y la crítica hecha por el Sr. JA
Hobson y el Profesor Wieser contra la teoría de la productividad es cierta en una medida
considerable en muchos casos individuales. . Hay muchas organizaciones productivas que
consisten en un pequeñ o nú mero de agentes má s bien ú nicos que se complementan entre sí
de manera muy efectiva y que no son tan demandados en otros lugares. En tal caso, la
competencia no proporciona los medios para distribuir todo el rendimiento del grupo
entre sus miembros; una parte apreciable de él resiste la divisió n automá tica y sigue siendo
un producto conjunto, dependiente de la eficacia peculiar de la organizació n particular.
Muchas asociaciones ilustran este punto. La imputació n llega hasta el grupo, dá ndole a éste
sus ingresos adecuados, pero no logra distribuirlos con precisió n dentro de él. En el caso de
una sociedad, esta divisió n entre los miembros generalmente se hace por razones éticas o
sobre la base del "poder de negociació n", pura fuerza personal. En la industria en general,
es probable que el producto especial de la organizació n por encima del asignado
competitivamente a sus componentes vaya, al menos en gran medida, al empresario,
aunque el poder de negociació n o la situació n estratégica siempre juegan un papel
importante en los procedimientos.
Los mismos factores dan lugar a una dificultad peculiar al tratar con la ley de rendimientos
decrecientes. Cuando cualquier agente, por su naturaleza física o por alguna circunstancia
particular, está disponible solo en bloques relativamente grandes, de modo que solo unos
pocos, quizá s solo uno, se utilizan en una sola organizació n competitiva, las características
tecnoló gicas de combinaciones particulares pueden causar aparentes excepciones a la "
ley" en algunos puntos; estos pueden ser evidentes para ciertas secciones de la curva por la
simple razó n de que un elemento no está sujeto a disminució n y las mejores proporciones
solo se pueden asegurar aumentando los otros elementos. Un ejemplo conspicuo es el caso
de los ferrocarriles, siendo el principal "agente" crucial el derecho de vía. Si la demanda de
transporte fuera lo suficientemente grande como para requerir un nú mero indefinido de
vías, la curva se suavizaría y, en ú ltima instancia, mostraría costos crecientes de los otros
elementos del equipo. Así ocurre con las tuberías de gas o de agua, hasta alcanzar cierto
tamañ o, y muchos casos similares. El hecho de la divisibilidad limitada es responsable de
todas las diferencias en la economía de operació n de establecimientos de diferentes
tamañ os. Las cantidades de ciertos organismos o elementos en las operaciones no son
continuamente variables, otras cosas deben ser proporcionadas para obtener la mejor
relació n, imponiendo así restricciones en el tamañ o de la planta como un todo. Muchas, si
no la mayoría, de estas cuestiones de tamañ o finalmente vuelven al ser humano como una
unidad relativamente indivisible.
Preliminarmente a una discusió n sobre la actividad depredadora, o la adquisició n que no es
producció n, debemos referirnos nuevamente a la cuestió n de las implicaciones éticas del
aná lisis de la productividad. El significado puramente causal de la productividad en una
explicació n científica de los fenó menos econó micos tiende a confundirse con cuestiones
sociales o morales que pertenecen a una esfera completamente diferente. Hemos insistido
en que la palabra "producir" en el sentido de la teoría de la productividad específica de la
distribució n, se usa precisamente de la misma manera que la palabra "causa" en el discurso
científico en general. Pero la palabra "causa" en sí misma es vaga en el lenguaje ordinario, y
es natural que surja confusió n con respecto al sinó nimo econó mico. Por ejemplo, los
socialistas, sin falta de sugerencia y justificació n del uso laxo de palabras por parte de
economistas de escuelas no socialistas, han insistido en que toda la riqueza es "producida"
por el trabajo. No necesitamos má s que mencionar los nombres de Smith y Ricardo a este
respecto, mientras que entre los escritores contemporá neos el profesor Taussig ejemplifica
la misma prá ctica, afirmando expresamente que el trabajo produce toda la riqueza, pero
*108
puede no tener derecho a toda. Deberíamos decir que lo contrario es má s correcto, que
el trabajo no "produce" toda la riqueza, pero puede tener derecho a toda, en términos
ideales.
En la medida en que cualquier afirmació n de una relació n de causa y efecto entre eventos
particulares se hace siempre (como ya se señ aló ) sobre la base de algú n interés o "sesgo"
humano especial, hay mucha justificació n para tal uso, pero esto solo hace que sea má s
imperativo. , una clara separació n del uso "científico" de la terminología causal. Por lo
tanto, es muy apropiado decir, en el lenguaje ordinario, que el cocinero "prepara" la
comida, que la apertura del acelerador de la locomotora por parte del maquinista es la
"causa" de la puesta en marcha del tren, y que su fracaso para ver la señ al es la "causa" del
naufragio y la muerte de los pasajeros. De manera aná loga, a un pequeñ o grupo de agentes
se le podría atribuir casi la totalidad de la producció n de un gran establecimiento; "en
igualdad de condiciones", el producto depende de su cooperació n.
Pero debe ser evidente que la economía científica no puede usar la palabra "producir" en
este sentido. El producto de cualquier servicio productivo puede ser, para fines científicos,
só lo lo que hemos definido que es, lo que realmente depende del servicio en cuestió n, lo
que puede producirse con su ayuda y lo que no puede producirse sin él, en el contexto
social. situació n tal como está , teniendo en cuenta el cambio de organizació n que
acompañ aría a su retiro del uso. De ello se deduce que no podemos hablar propiamente del
"producto" de un "factor" econó mico, incluso si usamos la palabra "factor" en el sentido
posiblemente legítimo de un grupo de cosas físicamente intercambiables. El producto del
"trabajo", la "tierra" o el "capital", como agregados, implica un uso de términos aú n má s
ilícito y sin sentido. El ú nico producto específico que puede reconocerse es el de un solo
agente como tal, un ser humano individual o una má quina, o una parcela de tierra (o de
capital líquido) tal como se negocia y se utiliza en el proceso de producció n (y para
competencia perfecta para que tenga lugar debe ser despreciable en tamañ o).
Má s importante, sin embargo, es el error de atribuir algú n tipo de significado moral a la
productividad econó mica. Es un atributo físico, mecá nico, que se atribuye a los objetos
inanimados con tanta propiedad como a las personas, y a las actividades no morales o
incluso inmorales, así como a las virtuosas de estas ú ltimas. La confusió n de la causalidad
con el mérito es un error inexcusable del que quizá s la psicología burguesa de la sociedad
moderna sea la culpable en ú ltima instancia, aunque los teó ricos de la productividad no
está n exentos de culpa. *109 Debemos cuidarnos de pensar que el ajuste "natural" del sistema
competitivo tiene alguna importancia moral, aunque por supuesto es "ideal" en el sentido
científico de ser una condició n de estabilidad. Llamarlo el "mejor arreglo posible" es
simplemente una petició n de principio o un mal uso de las palabras. El arreglo natural es
solo aquel bajo el cual, con las condiciones dadas en cuanto a la demanda y oferta de bienes,
especialmente la distribució n existente del poder productivo, nadie está bajo ningú n
incentivo para hacer ningú n cambio. Si pasamos por alto la cuestió n de hasta qué punto los
deseos individuales de cosas específicas realmente dominan la conducta, y descuidamos
igualmente toda la categoría de deseos de ciertas relaciones sociales e intereses en otros
individuos (no absolutamente dependientes), y asumimos ademá s (investigaremos el
presente) que no hay intereses involucrados en ningú n intercambio, excepto los de las
partes directas en él, entonces el resultado es un mero equilibrio mecá nico del tira y afloja
de los intereses individuales que interactú an entre sí.
Es imperativo que tengamos en cuenta que la cola de la serpiente está siempre en la boca
de la serpiente, que lo que el sistema competitivo tiende a devolver es justo lo que se le
pone en forma de motivos humanos y poderes humanos, naturales, adquiridos o conferido,
y no tiene en sí mismo atributo moral alguno. En la vida real se supone que la posesió n de
propiedad (o formació n superior) representa ahorro o invenció n o alguna contribució n al
progreso social. Pero es claro que no hay equivalencia técnica (mucho menos moral) entre
estos servicios y el derecho a la totalidad de sus frutos a perpetuidad, y a conferirlo a sus
herederos y causahabientes para siempre, sobre todo si consideramos el enorme elemento
de la pura suerte en todas las operaciones de este tipo. El ú nico sentido y el ú nico grado en
que las recompensas por el servicio son éticos es el de la necesidad de pagar la recompensa
para que se realice el servicio. Desde este punto de vista, la ú nica defensa de la mayor parte
del sistema existente es la dificultad de sugerir una alternativa viable.
Ahora debemos volver brevemente al punto mencionado anteriormente, la medida en que
los intereses externos no representados en los acuerdos entre individuos se ven afectados
por ellos (de otra manera que a través de la competencia directa en el mercado). La mera
efectividad mecá nica del libre contrato competitivo para producir una reconciliació n de
intereses individuales bajo condiciones dadas depende en gran medida de la respuesta a
esta pregunta. Obviamente, los extrañ os pueden verse afectados de manera ventajosa o
desventajosa. En el primer caso, los acuerdos voluntarios no se llevará n lo suficientemente
lejos para asegurar la má xima ventaja social (individual total), mientras que en el ú ltimo
caso se llevará n demasiado lejos. Estos hechos forman la fuente má s importante de la
necesidad de interferencia social. Muchos servicios, como la comunicació n y la educació n,
por no hablar de la administració n de justicia, confieren un beneficio general a la
comunidad ademá s del beneficio especial al individuo, y deben ser fomentados mediante
gratificaciones o realmente asumidos y ejecutados por agencias pú blicas o no se
desarrollará n hasta el punto de má ximo beneficio. Los ejemplos má s familiares del caso
opuesto en nuestra sociedad se relacionan con el uso de la tierra para fines que dañ an el
vecindario, o se piensa que lo hacen. Quizá tenga casi la misma importancia que las mejoras
en la tierra y los desarrollos industriales en general puedan beneficiar a la propiedad
vecina, y podrían hacerse mucho má s fá cilmente y de manera menos injusta si hubiera
alguna forma prá ctica de evaluar estos beneficios. Esto es especialmente cierto en el caso
de las obras pú blicas y cuasipú blicas, que efectú an enormes transferencias de valores no
compensadas. Puede dudarse de que, de hecho, se llegue a algú n acuerdo entre individuos
que no afecte para bien o para mal a muchas personas distintas de las partes inmediatas, y
que una gran proporció n tenga amplias ramificaciones sobre la "sociedad".
En este breve esbozo só lo podemos mencionar e insistir en la importancia fundamental que
tiene el hecho de que gran parte de lo que los hombres quieren se relaciona directamente
con los demá s miembros de la sociedad. El hombre es, después de todo, zoön politikon y, a
la par de sus necesidades personales, hay todo tipo de intereses en promover los planes de
las personas que le gustan y, siempre relativamente y generalmente absolutamente,
obstruyendo los de los demá s, en una amplia escala de gradaciones. hasta el de Thackeray
"Es un peletero; ¡déjale un ladrillo!" o "¡mata al negro!" La importancia relativa de los
motivos y deseos relacionados con los demá s, dirigidos no a las cosas materiales, sino a las
formas de las relaciones sociales, seguramente será subestimada por cualquiera que trate
los fenó menos econó micos de una manera "científica".
La fase extrema del problema del cará cter moral del sistema econó mico se relaciona con la
actividad positivamente depredadora. Davenport, siguiendo a Veblen, ha subrayado el
contraste entre la adquisició n (privada) y la producció n (social), dando mucha importancia
a la contratació n de bateadores, asesinos e incendiarios como parte de la demanda de mano
de obra, la productividad de los ladrones y sus implementos, y la como. En realidad, en la
mayoría de los casos no es muy difícil para quien está dispuesto a hacerlo distinguir entre
robo o bandolerismo y contrato libre, y quizá s todo lo que sea necesario decir de ellos al
tratar la teoría de la organizació n contractual es que está n obviamente fuera. de eso Una
gran parte de las censuras de los críticos sobre el sistema existente se reducen a protestas
contra el individuo que quiere lo que quiere en lugar de lo que es bueno para él, de lo cual
el crítico debe ser el juez; y el crítico no se siente llamado ni siquiera a esbozar otras
normas que no sean sus propias preferencias sobre cuya base se va a emitir el juicio. Sería
bueno para el progreso de la ciencia si tuviéramos menos de este tipo de cosas y un
esfuerzo má s serio para formular está ndares y determinar las condiciones bajo las cuales el
libre contrato promueve o no los intereses individuales armoniosamente y realiza los
ideales sociales. Ademá s, es muy deseable que se haga algú n intento por separar los males
por los que la forma de organizació n es má s o menos razonablemente imputable de
aquellos que son inherentes a la naturaleza y a la naturaleza humana, o a la organizació n
como tal, independientemente de su forma, y tener presente la cuestió n, al criticar el
sistema de intercambio, de si algú n otro sistema concebible ofrecería alguna posibilidad de
cambio o mejora. *110
Existe una estrecha conexió n entre el aspecto moral del orden econó mico y el problema del
monopolio. Este tema es de especial importancia en la teoría de la ganancia, ya que la
ganancia a menudo se ha atribuido total o parcialmente a la ganancia del monopolio, como
ya se notó en el caso de Macvane y la Escuela Clark. "Monopolio" es una palabra que se usa
para referirse a cosas que para los fines presentes deben mantenerse distintas, y su
significado primero debe aclararse. El monopolio suele definirse como el control de la
oferta de una mercancía. Un error comú n pero desastroso es la confusió n del control con la
limitació n natural de la oferta. No necesitamos detenernos má s que para caracterizar como
un grave mal uso de las palabras la denominació n de la renta de la tierra, por ejemplo,
como renta de monopolio. Incluso JS Mill cayó en el error de definir el monopolio como
limitació n, y está ejemplificado en su forma extrema por el Sr. FB Hawley, quien
virtualmente llama retorno de monopolio a todo ingreso debido a la "escasez" de cualquier
recurso productivo. Ahora bien, como todo ingreso, desde el punto de vista distributivo,
depende de la escasez de los agentes que lo producen, y todo exactamente de la misma
manera, el sinsentido de tal descripció n es evidente. Y, por supuesto, lo mismo se aplica a
los "ingresos de escasez" en general, se llame ganancia de monopolio o no. No hay bajo
libre competencia ningú n otro tipo de ingreso, cualitativa o cuantitativamente, y la
designació n no distingue ni describe de manera significativa nada.
No es parte de nuestro propó sito actual entrar en una discusió n exhaustiva del monopolio,
y podemos pasar muy brevemente por alto el tipo ordinario del fenó meno. En su
significado original, la palabra significaba un derecho exclusivo para producir o vender una
determinada mercancía y era esencialmente un concepto legal. El representante "legítimo"
del tipo en la industria moderna es el artículo de consumo patentado, no el proceso de
producció n patentado (incluidas las má quinas, etc.), que se considerará má s adelante. El
monopolio también puede basarse en el mero poder financiero, en la amenaza de rebajas
locales, boicot y otras formas de "competencia desleal"; esto equivale en efecto a una voz en
el control de la propiedad de otros o también de sus personas; es decir, a la propiedad
parcial. La libre competencia, por supuesto, implica la propiedad completa y separada de
cada agente productivo o unidad natural, y la explotació n de cada uno de manera de
asegurar su má ximo rendimiento de valor. Cualquier tipo de interferencia violenta con la
competencia contradice manifiestamente esta suposició n y puede denominarse
aproximadamente monopolio.
En la misma categoría de monopolio (control de un bien de consumo) podemos colocar
otras dos variedades significativas en el mundo econó mico moderno. El primero es el
"rincó n", en el que só lo se asegura un control temporal, que equivale en realidad al control
sobre el tiempo de comercializació n de un stock existente que no está sujeto a un rá pido
aumento en ese momento por la producció n adicional. El otro es el uso de marcas, nombres
comerciales, esló ganes publicitarios, etc., pudiendo incluir los servicios de profesionales de
reconocida reputació n (cualquiera que sea su fundamento real). Siendo el comprador el
juez de sus propias necesidades, si el nombre hace una diferencia para él, constituye una
peculiaridad en la mercancía, por muy similar que pueda ser en propiedades físicas a las
mercancías competidoras. Y la diferencia con los bienes físicamente equivalentes puede ser
muy real, en cuanto a la confianza en lo que se obtiene. Tales bienes son entonces
mercancías cuya oferta está controlada por el productor, y la competencia con otras marcas
o marcas es un caso de sustitució n de bienes má s o menos similares, tal como un
monopolista siempre debe tener en cuenta.
Un monopolio, de la categoría descrita, es evidentemente "productivo" en el sentido de
causalidad econó mica o mecá nica. Puede verse como un elemento productivo separado, en
cuyo caso es una propiedad en perfecto estado comercial y puede intercambiarse por otra
propiedad sobre la base de los ingresos. Se hará n concesiones para la seguridad de los
ingresos, pero es probable que estas concesiones estén tanto a favor del monopolio como
en su contra. O podemos considerar que el monopolio de un bien de consumo confiere una
productividad superior a las agencias que lo producen, por encima de las agencias
físicamente idénticas en otros usos. Mientras se les prohíba de alguna manera producir el
bien monopolizado, el efecto es el mismo que el de una incapacidad física para hacerlo, y
son, como el artículo de marca, econó micamente diferenciados, aunque físicamente
similares. Si el monopolio tiene el cará cter de una patente y se puede vender libremente
por separado de la planta que produce los bienes, es mejor tratarlo como una agencia
productiva por cuenta propia.
Nuevamente, el monopolio puede consistir en el control exclusivo de la oferta de alguna
agencia productiva, definida físicamente como un grupo de unidades intercambiables. El
ú nico incentivo para obtener tal monopolio es el deseo de asegurar uno del tipo anterior, el
poder de restringir la oferta de algú n bien de consumo. El control de cualquier tipo de
agente productivo, por supuesto, otorga el control de la oferta de mercancías cuya
producció n depende del uso de ese agente, a través del poder de prohibir el uso del agente
por completo o restringir su uso en la fabricació n de cualquier producto en particular.
mercancía dejando libre su empleo en otros usos. Ya sea que el monopolista produzca estos
bienes por sí mismo o arriende su agencia monopolizada a otros, puede asegurar el
aumento total de los ingresos netos de la mercancía final como una renta sobre la agencia
restringida y restrictiva. Es evidente en este caso también que la restricció n en el uso de la
agencia, cualquiera que sea su base, es equivalente en efecto a una peculiaridad física, y que
la productividad causal de la agencia se incrementa por su limitació n de la misma manera
que si parte había dejado de existir o había sufrido algú n cambio incapacitante. Tampoco
debería ser necesario insistir nuevamente en la separació n del aspecto de causalidad del
caso de la cuestió n de la política social.
Un caso algo diferente es el control exclusivo de un método o sistema de organizació n de la
producció n peculiarmente eficaz. La cuestió n de la productividad de un proceso especial
protegido por patente o mantenido en secreto es difícil. El tratamiento que se le da en la
literatura econó mica varía desde el de Lavergne, *111 quien insiste en que la idée productrice
es un factor independiente, siempre presente junto con la tierra, el trabajo y el capital,
hasta el de AS Johnson, quien sostiene que una idea o método no puede ser considerado
*112
como productivo porque es la naturaleza de una idea multiplicarse indefinidamente.
Aquí, nuevamente, la prueba crucial solo puede ser los hechos del caso. ¿Se le imputa
producto al método o idea? Esto es en gran medida una cuestió n de si es vendible y si
adquiere valor de capital. En ese caso; es productiva en el sentido de causalidad econó mica.
Si no es vendible, representará un elemento de la productividad de su poseedor y su
rendimiento le corresponderá en forma de salario. La cuestió n moral, si "debería" ser una
*113
fuente de ingresos, es por supuesto otra cuestió n. Parece evidente por un lado que la
mayor ventaja social requeriría la extensió n má s rá pida y general del uso de los mejores
métodos, y es significativo que esto teó ricamente puede hacerse casi sin costo. Por otro
lado, es igualmente evidente que tanto la justicia como la conveniencia exigen una justa
recompensa por el origen de mejores formas de hacer las cosas. Parecería ser una cuestió n
de desarrollo político proporcionar una mejor manera de recompensar estos servicios que
incluso un monopolio temporal de su uso; pero esta investigació n pertenece a la teoría del
progreso, y como cuestió n de política social está fuera del alcance del presente estudio.
Sin embargo, debemos insistir nuevamente en que el método debe ser reconocido como
productivo, o como que confiere una productividad superior a las agencias empleadas en
*114
conexió n con él. Una restricció n arbitraria es nuevamente causalmente equivalente a
una limitació n física. El método o idea es simplemente menos productivo en bienes (y má s
productivo en valor de cambio) de lo que sería si su uso no estuviera restringido. La misma
paradoja vale para cualquier bien productivo; si se multiplicara indefinidamente produciría
má s bienes en unidades físicas, pero no tendría valor alguno. La ú nica diferencia en el caso
de un método de producció n es que puede multiplicarse indefinidamente sin mucho costo
(una vez resuelto), una distinció n importante desde el punto de vista de la política social
(quizá s), pero no significativa desde el punto de vista de una causa. y efecto explicació n de
las cosas. Y debemos insistir de nuevo en que el peligro de razonar sobre los totales
sociales del valor de cambio, y aú n má s la traició n extrema de todo razonamiento sobre el
bienestar humano en términos de un concepto como el de utilidad econó mica, debe tenerse
en cuenta al intentar llegar a conclusiones en cuanto a politica social. *115
La posició n adoptada anteriormente, de que el monopolio es productivo, se opone a la
doctrina del profesor JB Clark y sus seguidores de que el monopolista simplemente se
apropia del producto creado por otros agentes. Pero cuando se dice que el ingreso del
*116
monopolio es "desviado de sus productores reales", o se le llama "explotador", en el
*117
sentido de que "no está asegurado por el agente que lo crea", las palabras "crear" y
"producir" no se utilizan en su significado (causal) correcto. El monopolio es imposible
excepto sobre la base de algú n control sobre un elemento esencial en la producció n de una
mercancía, y el producto extra se imputa correctamente a este elemento esencial, o a la
condició n que hace posible el control, si es separable del resto de la situació n. .
El monopolio de las agencias productivas ha tenido hasta ahora una importancia
restringida en los asuntos reales, por varias razones. La mayoría de los recursos
productivos se especializan solo en un grado limitado y está n sujetos a la competencia
efectiva de una amplia gama de sustitutos. Y en la condició n del mundo hasta ahora
subdesarrollada y rá pidamente cambiante, la mayoría de las agencias, incluso de los tipos
má s especializados, han aumentado rá pida e irregularmente su oferta a través de nuevos
descubrimientos, y abiertas a un aumento deliberado a través de gastos moderados en
trabajos de exploració n y desarrollo. Finalmente, la técnica de la organizació n en gran
escala requerida para asegurar el control unificado ha sido tosca e imperfecta, mientras
que la oposició n de la opinió n pú blica ha ido aumentando en fuerza. Es de cierto interés
indagar sobre las implicaciones de la competencia absolutamente libre en este sentido.
Con una perfecta intercomunicació n parecería muy improbable la supuesta ausencia de
colusió n, ya que los costes de organizació n tenderían naturalmente a un nivel bajo. En
condiciones está ticas (con las existencias existentes de todas las agencias fijas y conocidas),
aparentemente sería inevitable un gran desarrollo del monopolio. No es irrazonable
suponer incluso que en ausencia de una interferencia social organizada las condiciones se
aproximarían al resultado pretendido por los socialistas marxistas, el monopolio universal,
o al menos prevaleciente hasta el punto de implicar la ruptura completa del sistema
competitivo de organizació n.
Una consideració n adicional, que se remonta al requisito de tamañ o despreciable en la
unidad marginal como condició n de competencia efectiva, tiende a reforzar esta opinió n.
En el sentido ordinario de monopolio, la concentració n del control no es rentable a menos
que sea casi total. Pero con costos de organizació n ausentes o pequeñ os, podría haber un
incentivo continuo para aumentar el tamañ o de la unidad de negociació n. Es cierto, como
sostienen algunos que se oponen a la teoría productiva de la distribució n, que a medida que
la unidad de negociació n es má s grande, el producto que teó ricamente depende de ella es
má s grande en mayor proporció n, y este hecho brinda un pequeñ o incentivo para combinar
incluso en una escala muy pequeñ a. y aumentar el tamañ o de la unidad sin límite. La
remuneració n extra del bloque sobre lo que podría obtener si sus unidades constituyentes
negociaran por separado saldría de las acciones de los otros agentes utilizados en relació n
con el afectado, no de mayores pagos extorsionados a los consumidores como en el caso del
monopolio.
El argumento puede mostrarse grá ficamente recurriendo al "método de dosificació n" para
explicar la productividad específica, conocido por el profesor JB Clark. No hay falacia en
este aná lisis si por "factor" de producció n entendemos simplemente un grupo de cosas
físicamente intercambiables, y no una especie de pulpa de trabajo o capital obtenida al
poner cosas de todos los grados de heterogeneidad a través del molino del proceso
competitivo. mismo y reduciéndolos a unidades de productividad de valor. También
debemos recordar que el método es puramente un dispositivo ló gico y en ningú n sentido
representa el proceso por el cual los servicios productivos realmente se evalú an. Si,
entonces, imaginamos una sociedad está tica y fijamos nuestra atenció n en tal grupo de
agentes en competencia, se verá que las diferentes unidades o miembros que la componen
pueden ser consideradas como colocadas a lo largo de la curva descendente de
productividad decreciente del diagrama familiar. . La curva, como la de la utilidad
*118
decreciente y el precio de demanda decreciente, es puramente hipotética; la ordenada
de cada punto muestra simplemente cuá l sería la productividad de cada unidad de la serie
si el nú mero total se redujera al indicado por la abscisa correspondiente y la producció n se
reorganizara segú n líneas "naturales". No indica diferencias de productividad, ni nada más,
por el momento. También pasamos por alto el hecho de que es imposible construir tal
curva excepto para un rango muy limitado en la regió n de las condiciones conocidas y que
cualquier extensió n considerable de la misma (para un importante servicio productivo)
pronto nos lleva al reino de la pura fantasía. .
Pero ignorando las dificultades e imaginando la curva dibujada, es obvio que bajo la
imputació n teó rica cada miembro de cualquier grupo de agentes en competencia obtendrá
lo que depende directamente de lo que ocupa la posició n menos importante, que es todo lo
que en ú ltima instancia es "dependiente". sobre cualquiera. Pero si dos o má s de esos
agentes se combinan para competir como una unidad en lugar de por separado, pueden
obtener el producto total de ese nú mero de unidades en el extremo inferior de la serie, que
es má s que sus productos "marginales" por separado. Por tanto, bajo competencia perfecta,
se combinarán y negociará n como una unidad; y el mismo incentivo los impulsará a seguir
combiná ndose hasta que resulte un monopolio.
La situació n se comprende fá cilmente a partir del diagrama convencional. Si la curva CD
representa la importancia relativa de los sucesivos agentes de una serie, o
Parte I, Capítulo I
21. Aparecido en 1826. 3.ª ed., 1876. Véase 3.ª ed., vol. II, pá gs. 83 y
sigs.
24. Ibíd.
28. Economía Política, parte IV, cap. IV. Véase también "La fuente de
los beneficios empresariales y la respuesta al Sr. Macvane",
Quarterly Journal of Economics, vol. I, pá gs. 265 y sigs., y vol. II, pá gs.
263 y sigs. (Macvane sostenía una teoría del monopolio; cf. Quarterly
Journal of Economics, vol. II, pp. 1 ff. y 453 ff.) Una opinió n similar a
la de Walker ha sido defendida en Francia por Leroy-Beaulieu (Sr.).
Véase Mémories de l'Academie des sciences morales et politiques, vol.
I, pá gs. 717 y siguientes, y Traité d'économie politique, parte IV, cap.
IX.
30. "La Ley de las Tres Rentas", ibíd., vol. V, pá gs. 263 y sigs.
Má s exhaustivo que Clark o Hobson es Wicksteed, The Coördination
of the Laws of Distribution, Londres, 1894.
31. No se quiere decir que estos sean los ú nicos defensores dignos
de menció n de los puntos de vista en cuestió n, ni que otros
escritores estadounidenses sobre distribució n no hayan sido en
cierto grado originales en su tratamiento de la ganancia. Las
discusiones de los diversos autores (Davenport, Ely, Fetter, Fisher,
Johnson, Seager, Seligman, Taussig y otros) está n accesibles en todas
partes. Quizá deba hacerse una menció n especial del capítulo sobre
las ganancias en Distribution of Wealth de Carver. La distinció n de
Carver entre la compensació n por la asunció n de riesgos y los
resultados de una asunció n de riesgos exitosa apunta a la direcció n
en la que debe buscarse una solució n al problema. Otros escritores
también han visto la importancia de una disecció n crítica del
concepto de riesgo, pero hasta ahora ninguno ha llevado a cabo el
trabajo. Incuestionablemente, la mejor de estas discusiones de libros
de texto es la del profesor FM Taylor en su inédito Principios de
economía, una obra caracterizada en todo momento por argumentos
teó ricos correctamente razonados y expuestos con precisió n.
41. Ibíd., pá g. 410. Esto es erró neo incluso bajo los supuestos, ya que
las ganancias del cambio vienen en gran medida en forma de
reajustes de valores de capital. La dificultad se evita, por supuesto, si
la "fricció n" se define tan ampliamente que la "movilidad perfecta"
signifique la ausencia de toda resistencia a la voluntad humana. Pero
en un mundo donde un soplo podría transformar el edificio de una
fá brica de ladrillos en un patio de ferrocarril o en un galgo oceá nico,
no habría necesidad de actividad econó mica ni de ciencia
econó mica.
56. Revista trimestral de economía, vol. VI, pá g. 465; vol. XV, pá g. 88.
12. Un examen minucioso hace que parezca dudoso cuá nto valor
explicativo real añ ade el punto de vista de la utilizació n de los
recursos al principio bá sico de combinar alternativas. Parece que lo
que llamamos un "recurso" es tal, no por sí mismo, sino ú nicamente
por los usos a los que puede destinarse, y su aspecto cuantitativo,
cuá nto recurso hay, es aú n má s evidentemente determinable solo en
términos del uso. Pero al menos la idea de recurso nos ayuda a
mediar en el pensamiento el hecho del cará cter cuantitativamente
alternativo de las líneas opuestas de utilizació n, como lo demuestra
el hecho de que habitualmente hacemos uso de él. La forma de la
psicosis no sofisticada con respecto a los sacrificios o "costos" es de
hecho un poco desconcertante. Si preguntamos cuá nto ha costado
una cosa, parece que nos inclinamos a responder primero en
términos de dinero o esfuerzo, etc., es decir, de "recursos"; pero
cuando se nos presiona, es probable que volvamos atrá s y
evalú emos el recurso a su vez en términos de alguna otra utilidad
que podría haber tenido para él. La "ontologizació n" de la noció n de
recursos parece ser una ilustració n de un "concepto instrumental",
pero sin el cual sería difícil arreglá rselas.
18. La doctrina del excedente es uno de los pocos puntos en los que
el escritor se ve obligado a estar en desacuerdo con Marshall en una
cuestió n doctrinal fundamental. (Véase Principios, 6.ª ed., pá gs. 125-
33, especialmente pá g. 129, nota). Sin embargo, la pregunta se
relaciona con el "alcance y el método", má s que con los hechos o la
ló gica. Simplemente no veo ningú n uso para la noció n en la
comprensió n de la conducta humana o la explicació n de los
fenó menos econó micos, y estoy convencido de que la confusió n de
puntos de vista que subyace al ponerla en primer plano ha llevado a
un error grave y a sacar conclusiones totalmente irrelevantes del
razonamiento econó mico. Ademá s, una apelació n al "sentido comú n
poco sofisticado" parece fallar por completo en fundamentar la
existencia del fenó meno. Un hombre podría pagar, digamos, mil
dó lares por la "primera" barra de pan (cualquiera que sea) en lugar
de prescindir de ella, pero no se sigue ni es cierto que cuando la
obtiene por diez centavos obtiene $999,90 valor de satisfacció n
gratuita. Diversos pensadores han percibido el cará cter mítico de
estos supuestos excedentes; se espera que el argumento anterior
sugiera la fuente del error y lo haga má s fá cil de identificar y evitar.
23. Tratamos la totalidad del stock como a la venta sin reservas. Las
demandas de los propietarios actuales por sus propios bienes, que
subyacen a cualquier posible precio de reserva, de hecho no son
diferentes de la demanda de otras personas, y la situació n en su
conjunto se representa de manera má s veraz y significativa como
cantidades dadas de bienes frente a disposiciones dadas. poseerlos,
ya que la cuestió n de quién está en disposició n nada tiene que ver
con el precio que se establecerá . Por supuesto, debemos incluir la
demanda de los propietarios actuales en la demanda de cada bien;
que esté "respaldado" por el bien mismo en lugar de algú n otro bien
disponible no tiene nada que ver con el resultado. (Cf. Davenport,
Economics of Enterprise, cap. V, pp. 48 ff.)
34. Ver arriba, capítulo III, pp. 76-80 [ II.III.39-50 —Ed.], para los
supuestos bajo los cuales estamos trabajando.
56. Cf. arriba, pá g. 104, nota [ nn43 —Ed.]. Taylor tiene razó n en el
argumento de que la productividad específica se puede imputar a
través de las diferencias en las proporciones de las agencias en
diferentes industrias sin la variabilidad de las proporciones en las
industrias individualmente. De hecho, ambos elementos entran en
juego. Hemos mencionado y discutiremos má s adelante la falacia
involucrada en el concepto de "factor" de producció n.
58. Podemos notar aquí otro punto planteado por Padan, la relació n
de los rendimientos crecientes con la teoría. En general, se reconoce
que en las primeras etapas de un proceso de dosificació n hipotético,
se asegurará n rendimientos crecientes, hasta cierto punto. Al
"suponer" que esta etapa de rendimientos crecientes dura todo el
proceso, Padan fá cilmente hace que la aplicació n del método
parezca absurda. Sin embargo, esta línea de razonamiento es aú n
má s arbitraria que su punto anterior y no necesita detenernos.
Hemos demostrado con suficiente extensió n que los rendimientos
crecientes son un absurdo; que una agencia trabajada en tales
condiciones es negativamente productiva y es mejor que no se
utilice en absoluto. El profesor A. Landry, al criticar al profesor
Carver, también ha exagerado esta suposició n. (Véase Quarterly
Journal of Economics, vol. XXIII, pá gs. 557 y sigs.)
72. Esto está siendo reconocido en el caso del trabajo infantil por
muchos empleadores que se niegan a emplear niñ os simplemente
porque no es rentable en el sentido comercial. Todo este problema
se vuelve má s importante a medida que aumenta la cantidad de
capital por trabajador. También es cierto que el uso cada vez mayor
de maquinaria proporciona tareas para las que se requiere un grado
cada vez menor de capacidades humanas. El resultado neto es difícil
de estimar. El problema social del "desempleado" —có mo
identificarlo y qué hacer con él— es sin duda suficientemente
amenazador. Como la mayoría de nuestros nuevos problemas, es en
parte producto de la desintegració n de la familia, así como
directamente de los cambios industriales.
79. Wicksteed tiene una excelente discusió n sobre este punto. (Ver
Sentido común de la economía política, cap. VII.) Es digno de notarse
que la "usura" contra la cual los moralistas han clamado
universalmente en la sociedad preindustrial corresponde al
fenó meno que acabamos de describir má s que al interés moderno.
La inversió n productiva de la riqueza acumulada era casi
desconocida en épocas anteriores e incluso la compra de propiedad
productiva existente era rara. Prá cticamente los ú nicos medios
productivos conocidos eran la tierra y los esclavos. La tierra no era
propiedad privada en el sentido moderno y casi nunca se compraba
y vendía comercialmente, mientras que los esclavos se usaban casi
exclusivamente en relació n con la tierra y por su propietario, incluso
cuando no estaban vinculados legalmente a la tierra misma. Si
hubiera habido un mercado libre para los préstamos de consumo, la
correspondencia con el fenó meno que hemos descrito habría sido
completa excepto por el elemento de riesgo. La ausencia de un
mercado competitivo fue la fuente de gran parte del mal de la usura,
y los pagos realizados sin duda representaron en gran parte la
extorsió n. Obsérvese también que, histó ricamente hablando, el
interés moderno se desarrolló a partir del préstamo de consumo a
través de la intermediació n de sociedades pasivas en empresas
comerciales y no a partir de transacciones en canoas, redes de pesca,
etc., en las que las fantasías de una cierta escuela de interés los
teó ricos son propensos a deleitarse.
86. Mills, Principios de economía política, libro IV, cap. IV, sec. 4.
97. La visió n de los escritores clá sicos del capital como "anticipos a
los trabajadores" era correcta excepto por la falla —natural desde el
punto de vista de su teoría laboral— de incluir los otros factores
productivos ademá s del trabajo.
116. Willett.
120. Con respecto al "excedente econó mico" del que han hablado
mucho algunos escritores, notablemente Hobson, la observació n
hecha arriba (pá gina 188 n. [ nn115 —Ed.]) es aplicable. El pago
necesario para asegurar el desempeñ o de cualquier servicio
depende de cuá nto se desee de ese servicio. La cuestió n se complica
mucho por la mortalidad humana y el hecho de la herencia, pero en
general no hay excedentes disponibles sin reducir el volumen del
servicio. Esto no ocurrirá con las agencias monopolizadas o
altamente especializadas, y hay, sin duda, muchas remuneraciones
que son absolutamente demasiado altas y que si se redujeran
aumentarían positivamente el volumen de los servicios por los que
se les paga.
Fin de la Parte II. notas
12. Para una excelente discusió n breve del tema, con referencias a la
literatura, se remite al lector a Arne Fisher, The Mathematical
Theory of Probability, cap. I: "Principios Generales y Aspectos
Filosó ficos". La posició n del escritor es la adoptada por Fisher y
designó el principio de "razó n convincente" en oposició n a la visió n
má s antigua comú n entre los matemá ticos, de "razó n insuficiente".
Compá rese también con La Place, Ensayo sobre la teoría filosófica de
la probabilidad.
16. Término del profesor Irving Fisher (The Nature of Capital and
Income, p. 288). Preferiría simplemente "agrupar" como má s corto y
má s descriptivo.
17. Estaría fuera de lugar entrar aquí en los aspectos sociales del
seguro de vida, pero vale la pena hacer una observació n. Desde el
punto de vista social es discutible que toda clasificació n de riesgos
sea mala, excepto en la medida en que el riesgo especial sea
puramente laboral y el costo de llevarlo pueda trasladarse al
consumidor del producto. Es difícil descubrir alguna buena razó n
por la cual los desafortunados deban ser especialmente agobiados
por sus desventajas. Por lo tanto, sería mejor si todos estuvieran
asegurados a una tasa uniforme. De hecho, podemos ir má s lejos y
sostener que la tasa debe graduarse inversamente con el riesgo
(exceptuando los riesgos laborales, como se señ aló ). No hace falta
decir que só lo un plan estatal de seguro obligatorio podría operar
sobre tales principios; bajo incentivos de ganancias privadas, la
competencia obligará a cualquier agencia de seguros a clasificar sus
riesgos de la manera má s precisa y minuciosa posible.
21. Cf. Willett, Teoría económica del riesgo y el seguro, cap. tercero
36. El caso del ú ltimo empresario, que trata y conoce a los hombres
má s que a las cosas, sugiere de nuevo el problema político aná logo.
El progreso de la democracia hacia la eficiencia inteligente parece
depender de una tendencia del soberano ú ltimo, el electorado, a
centrar su atenció n en la selecció n de agentes competentes,
dejá ndoles la formulació n real de las políticas y la conducció n de los
asuntos. El gobierno de comisió n, y má s aú n el plan administrador
del gobierno municipal, es un ejemplo de ello. En la esfera política
existe un problema real de fines ú ltimos que, por supuesto, debe ser
abordado por el electorado si el sistema sigue siendo democrá tico. Y
quizá s má s que en el caso de los negocios, el juicio de los votantes
sobre el candidato debe estar relacionado con la emisió n de una
opinió n sobre los temas, en parte porque los temas principales
implican, en cierta medida, una cuestió n de ideales sociales ú ltimos.
El profesor Cooley ( Organización Social, p. 129 y cap. XIII) basa una
visió n optimista de la democracia en la creencia en la capacidad de
la població n, reconocidamente ignorante en cuanto a cuestiones
políticas y la técnica de gobierno, para seleccionar hombres
sabiamente sobre la base de una especie de reconocimiento
intuitivo de la superioridad personal.