P. Aubenque

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P.

AUBENQUE: EL PROBLEMA DEL SER EN ARISTOTELES

La tesis central del libro es la vacilación aristotélica entre dos orientaciones posibles de la
metafísica (la ciencia buscada).

1) En sentido de la ontología. La ciencia buscada sería aquella que versaría sobre el ser en
tanto que ser. Esta ciencia sería primera por ser universal. Pero hay problemas: El ser se dice de
muchas maneras (y más bien en el sentido de la homonimia que de la sinonimia, aunque ninguno de
los dos calificativos sea correcto en este caso); así, la universalidad del ser no es la de un género. Y
sólo puede haber ciencia de un género. Por tanto, no puede haber ciencia del ser. Lo único que
puede haber entonces es dialéctica. La dialéctica no es ciencia porque la ciencia procede
demostrativamente y su instrumento es el silogismo, pero para ello debe haber principios de los que
partir. Pero en algo que no es un género, y que, por universal no puede presuponer nada, no se
puede proceder por silogismo. Así, sólo se puede proceder dialécticamente (casi retóricamente).
Sólo se pretende sentar la probabilidad de las hipótesis.

2) En sentido de la teología. En este caso, y dado el fracaso de la ontología como ciencia


buscada, se trataría de establecer, por contra, la universalidad de lo primero. Lo divino sí es un
género, y por tanto puede haber ciencia. Y lo divino puede explicar el mundo en el mismo sentido
en que el orden de un ejército se explica por remisión al general que hace guardar el orden. Con esto
ya está dicho que en Aristóteles se preserva el chorismós platónico e incluso se agudiza al
mantenerse en el plano de un único mundo. El principio divino es transcendente. (Si el principio
fuese inmanente todo debería poder ser remitido al orden que establece el principio y la
contingencia sería reductible a necesidad). Pero en Aristóteles la contingencia es irreductible (es
necesaria). Eso quiere decir que el desorden de lo sensible se explica por degradación del orden de
lo divino (lo divino es ese motor inmóvil que mueve por deseo de emulación, por medio de los
cuerpos celestes cuasi-divinos). todo esto quiere decir que el discurso teológico también es
problemático, pues si el principio es transcendente (a-mundano) y la ontología misma se contruye
por referencia a nuestro decir (mundano), no hay discurso posible para la teología. Sólo se puede
proceder por negaciones (teología negativa). Ninguna categoría (humana) es aplicable a lo divino.
Su transcendencia así aparece como no-ser. (Con esto queda preparado el camino hacia el
neoplatonismo).

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El tiempo lógico (de la demostración) es inverso al tiempo cronológico (de la generación). De


manera análoga, la causa eficiente está en el extremo opuesto a la causa final. Así, mientras el
tiempo lógico es el que se remonta a la causa eficiente, el cronológico es el que desemboca en la
causa final. Por ello la comprensión va de los fines a la causa eficiente. Hay, por tanto, una
prioridad de lo práctico (cognoscitivamente). Esta es otra manera de presentar la apagogé: el
camino de los más evidente para nosotros a lo más evidente en sí.

El planteamiento de este libro es netamente heideggeriano en el sentido de la deconstrucción


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P. Aunbenque: El problema del ser en Aristóteles.

histórica. Se trata de extraer a Tomás y los neoplatónicos de Aristóteles, para volver a comprender a
un Aristóteles sin más.

Por todo ello, hay que entender la Filosofía primera como teología es decir, como saber de los
primeros principios, de las cosas en sí. Es un saber divino y no humano.

La Metafísica sin embargo es el saber propiamente humano, basado en la inversión de la relación


cognoscitiva. La Metafísica va después de la Física (mientras que la filosofía primera va antes de la
filosofía).

Aristóteles pasa de una concepción optimista de la historia de la filosofía como progreso a una
concepción de la historia como dialéctica, como ámbito en el cual se debe producir el diálogo de la
filosofía.

El Ser es el lugar de todas las atribuciones (categorias).

En Sócrates la dialéctica es universal porque es el saber del no-saber. En Platón la dialéctica no


está reñida con la cientificidad. Para Aubenque (p. 268) el platonismo es el proyecto de esa unión
entre saber y universalidad. Ciertamente el filósofo no lo puede saber todo, pero conoce lo mejor.
Así, lo único que tiene que conocer el filósofo es la Idea de Bien. Pues el Bien es el principio. Así,
la ciencia del Bien (la dialéctica), es la ciencia de los primeros principios. Desde aquí es desde
donde hay que entender la ciencia aristotélica del Ser en cuanto ser y su concepción de la dialéctica
(p. 269). Aristóteles opone saber (técnico, especializado) a cultura (general). La cultura (que no es
saber), es universal en la medida en que se conforme con ser crítica, sin añadir nada. El hombre
cultivado no puede juzgar el contenido de la ciencia, pero sí la forma (categorias, forma del
silogismo, etc.). Al hombre cultivado incumben las consideraciones sobre el método. Esta cultura
general es la dialéctica, heredera del ideal de sofistas y retóricos. (La dialéctica en realidad tiene la
función o uso (sofístico) de suscitar apariencias ante interlocutores débiles. Pero el examen teórico
de cómo se suscitan esas apariencias aproxima la vertiente positiva y negativa de la dialéctica -igual
que en Kant- n.108, p. 276) A la dialéctica le falta (frente al silogismo) el término medio. Por eso es
una búsqueda vana o inútil, porque no se pone de acuerdo en la esencia (eso es lo que ocurre en el
Parménides de Platón) Pero, precisamente por eso abre los límites del saber. Hay 2 dialécticas: la
primera consiste en la inducción, el hallazgo de una esencia. Es el orden de la investigación frente
al orden de la exposición. La 2ª es el continuo fracaso del diálogo que es lo que permite el
ensanchamiento de la ciencia.

Hay dos aporías acerca de la sabiduría: La aporía de la unidad es la que dificulta el camino de la
ontología. La aporía de la separación es la que dificulta el camino de la teología. Estos dos
problemas se pueden resolver a la vez si se entiende que la unidad ha de ser transcendente a aquello
de lo cual es unidad. Esto es el platonismo (las Ideas separadas). Pero Aristóteles opone 2 cosas a
esta solución: 1) Duda que las Ideas sean verdaderamente transcendentes y 2) Duda que la
transcendencia sea garantía de unidad.

Al final del libro, en las pp.310-330, encontramos una teoría de la ciencia en Aristóteles. En
Aristóteles no hay ciencia de lo contingente, pues la ciencia consiste precisamente (frente a la
opinión) en mostrar la necesidad. Así sólo hay ciencia de lo necesario. Esto es equivalente a decir:
no hay ciencia de lo corruptible (corrupción es la máxima forma de contingencia). Sólo hay ciencia
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de lo incorruptible. Así toda la verdadera ciencia es teología (incluso la medicina: nunca puede
preveer ningún particular. La ciencia se intenta aproximar a lo particular, pero no lo pude conseguir
si quiere seguir siendo ciencia). Así la teología es la única ciencia. No obstante, la teología es inútil.
La teología es el pensamiento divino que se piensa a sí mismo. El discurso propio del hombre no es
la teología sino la ontología. La teología astral será el punto de toque para la resolución de esta
paradoja. La contemplación de los "dioses visibles" es tan fundamental en Aristóteles como el
"cogito" para Descartes. Rompen con la separación inteligible-sensible, pues desaparece esa
distinción en los astros visibles (son las dos cosas). Así el cielo será el dominio de la ciencia
demostrativa (es inmaterial, pues es la materia lo que degrada lo inteligible a sensible).

El ser sensible (compuesto) está fundado por el movimiento. Por eso, la verdadera ontología de
nuestro mundo es la de la Física (ser sensible es ser por physis). Las conocidas categorías físicas
aristotélicas hay que entenderlas a la luz de las paradojas (sofística, platónicos, presocráticos) de las
que son muestra (sin resolverlas, como pretenderá la tradición posterior). Así hay que entender la
doble duplicidad materia, privación, forma y la de potencia-acto (p. 420).

En la p. 371 afirma que "La relación de Dios al mundo no es, por tanto, una relación de creación o
de emanación, sino de degradación. El Dios de Aristóteles no es todavía el "más allá del ser" de los
neoplatónicos: es simplemente ser. El mundo es quien, por relación a él, es un ser menor. La
diferencia entre Dios, que es, y el mundo, que tiende a ser, es del orden del no-ser; ahora bien, el
no-ser no se deduce."

¿Cómo mueve el primer motor? p. 386: "Para traducir la relación del hombre con esa perfección, es
decir, el hecho de que sienta como un deber habitar en ella cuando sabe que está irremediablemente
alejado de ella, preferimos, mejor que el vocabulario de la finalidad...el de la imitación, la mimesis,
mediante el cual Aristóteles designa con frecuencia esa relación fundamental que no pertenece tanto
al orden del deseo como al de la llamada o vocación, y al que ninguna metáfora, ni aun psicológica,
puede llegar a agotar." Este primer motor inmóvil es, a su vez, el que obliga al mismo movimiento
de la filosofía: (p. 386): "Pero la unidad del discurso no se daría nunca por sí misma, más aún,
nunca sería "buscada", si el discurso no fuera movido por el ideal de una unidad
subsistente"..."Todo el proceso de investigación de la ontología aristotélica apunta a reconstruir,
mediante el espontáneo rodeo del lenguaje o a través de las mediaciones más doctas de la dialéctica,
una unidad derivada que sea como el sustitutivo, en el mundo sublunar, de la unidad originaria de lo
divino".

Con respecto al problema de la unidad y la separación, lo que ocurre en Aristóteles es que se


acentúa el chorismós al incluirse en el ser de lo físico por la mímesis como hemos visto: "En este
sentido, teología y ontología serían dos aspectos, divino y humano, de una misma ciencia: la de la
unidad. La teología sería una ontología para Dios, y la ontología un teología para el hombre."(p.
393)..."Las relaciones entre teología y ontología encuentran al fin su articulación en el fenómeno
fundamental del movimiento: la teología agotaría el campo de la ontología en un mundo en que no
hubiese movimiento; la ontología sería la única "teología" posible en un mundo donde hubiese sólo
movimiento" (p. 394).

Afirmaciones fuertes de Aubenque son: (p. 404): "1) La Física de Aristóteles es ya una ontología; 2)
la teoría del ser en cuanto ser extrae su contenido efectivo (que consiste, como hemos visto, en la
distinción de las significaciones del ser y la búsqueda de su problemática unidad) de una reflexión
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P. Aunbenque: El problema del ser en Aristóteles.

sobre el movimiento".

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