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en contextos de violencia
o vulnerabilidad
Hacia una teoría del delito
con enfoque de género
AUTORAS VARIAS
Serie
COHESIÓN SOCIAL
en la práctica
COLECCIÓN EUROSOCIAL Nº 14
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Mujeres imputadas
en contextos de violencia
o vulnerabilidad
Hacia una teoría del delito
con enfoque de género
AUTORAS VARIAS
Serie
COHESIÓN SOCIAL
en la práctica
COLECCIÓN EUROSOCIAL Nº 14
Edita:
Programa EUROsociAL
C/ Beatriz de Bobadilla, 18
28040 Madrid (España)
Tel.: +34 91 591 46 00
www.eurosocial.eu
Edición no venal.
ISBN: 978-84-09-24631-1
Realización gráfica:
Cyan, Proyectos Editoriales, S.A.
Expertas EUROsociAL+:
1. Doctora en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid. Catedrática de Derecho Penal de la Univer-
sidad de Málaga. Autora de numerosos libros y artículos. Entre sus líneas de investigación, trabaja el vínculo del
derecho penal con temáticas de género, derechos sexuales y reproductivos, inmigración, discriminación y multi-
culturalidad.
2. Doctorado en Antropología Social por la Universidad Queen’s de Belfast. Activista feminista argentina. Investi-
gadora y profesora de antropología de distintas universidades. Autora de diversos libros sobre derechos de la mujer
y violencia de género, entre otros temas.
Índice
Agradecimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
PARTE 1.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43
9
Autoras varias
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Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
Por otro lado, debo agradecer el tiempo aportado por magistradas/os y funcionarias/
os del Poder Judicial de la Nación y del Ministerio Público Fiscal de la Nación de la ciu-
dad de Buenos Aires y de Salta, que nos recibieron para compartir su visión sobre la
situación de las mujeres acusadas en procesos penales, y cuyas opiniones nutrieron los
análisis de las expertas. Del Poder Judicial, mantuvimos reuniones con Ángela Ester
Ledesma (presidenta de la Cámara Federal de Casación Penal), Gustavo Hornos (vice-
presidente de la Cámara Federal de Casación Penal; preside el Sistema Interinstitucio-
nal de Control de Cárceles), Luis Fernando Niño (exjuez de la Cámara Nacional de
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Autoras varias
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Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
Cabe también una mención especial a la Defensa Pública de Costa Rica, institución
que, en las instancias preliminares del proyecto, recibió en su país a una delegación del
Ministerio Público de la Defensa y a la experta Patricia Laurenzo Copello. Allí se pudo
conocer el proceso legislativo que condujo a la inclusión, en el Código Penal de Costa
Rica, del artículo 77 bis, por el cual se introdujeron criterios de proporcionalidad y es-
pecificidad de género para disminuir las penas privativas de libertad a mujeres que, en
condiciones de vulnerabilidad, habían sido imputadas por haber introducido drogas
en un centro penitenciario. Gracias a la directora interina de la Defensa Pública de Cos-
ta Rica, Diana Montero, y al entonces supervisor de la Defensa Pública de Costa Rica,
Mario Serrano, por la organización de las entrevistas mantenidas con distintos actores
del Poder Judicial, de la Asamblea Legislativa y del servicio penitenciario.
13
Introducción
Es un gran honor y una gran satisfacción presentar esta herramienta apoyada en una
mirada cruzada de Europa y América Latina. Esta obra es el resultado del trabajo de
decenas de personas pertenecientes a equipos de la Defensoría General de la Na-
ción de Argentina (DGN) acompañadas por dos expertas de EUROsociAL+ en esta eta-
pa del programa en la cual se ha reforzado la perspectiva de género y los equipos y
recursos en este campo.
15
Autoras varias
Marie-Dominique de Suremain
Coordinadora del Área de Igualdad de Género
EUROsociAL+
16
Presentación
La publicación que tengo el honor de presentar ha sido liderada por la Comisión sobre
Temáticas de Género del Ministerio Público de la Defensa, desde donde incansable-
mente se ha trabajado en la identificación de nuevos nudos críticos en el tratamiento
dado a las mujeres por parte de la Administración de justicia. Como parte de esa re-
flexión que tiene como objetivo la mejora constante de la asistencia legal, gracias al
apoyo financiero del programa EUROsociAL+, se resolvió estudiar en profundidad las
características de las estrategias legales de defensa a las mujeres acusadas de delitos,
así como también las respuestas brindadas por los tribunales. Con la lente puesta en
las mujeres cuya participación en un ilícito estuvo condicionada por su condición de
extrema vulnerabilidad, el proyecto Apoyo a la Elaboración, Implementación y Difu-
sión de Estrategias de Defensa de Mujeres Infractoras Víctimas de Violencia de Género
o en Situación de Vulnerabilidad incluyó el examen de la actuación de los operadores
judiciales del fuero criminal y del fuero federal en determinadas jurisdicciones.
17
Autoras varias
Desde un principio se entendió que el análisis jurídico aislado de toda otra considera-
ción social sería insuficiente para avanzar en la concreción de estos objetivos. En fun-
ción de ello, se construyeron dos líneas de diálogo, una interna y otra externa. En el
ámbito interno, se creó un equipo de trabajo, conformado por Raquel Asensio, Julieta
Di Corleto, Silvia Martínez y Sebastián Van Den Dooren. La investigación incluyó, ade-
más, a integrantes de la Comisión sobre Temáticas de Género, del Programa de Proble-
máticas Sociales y Relaciones con la Comunidad y del Cuerpo de Peritos y Consultores
Técnicos del Ministerio Público de la Defensa. En el ámbito externo, el proyecto contó
con las invaluables aportaciones de Patricia Laurenzo Copello, desde la perspectiva del
derecho penal, y Rita Segato, desde la antropología social.
Esta publicación se estructura de la siguiente manera: tras una introducción al tema con un
documento en el que Raquel Asensio y Julieta Di Corleto esbozan algunas claves para pen-
sar en la dogmática penal con perspectiva de género, en la parte I se presentan los resulta-
dos de los relevamientos jurisprudenciales realizados por el equipo de la Defensoría Gene-
ral de la Nación. El denominador común de estos informes es que compendian decisiones
judiciales cuyas protagonistas obraron en contextos de vulnerabilidad, caracterizados
principalmente por la violencia de género o por situaciones de extrema pobreza. Esta pri-
mera parte está integrada por dos capítulos, el primero de ellos orientado a mostrar las lí-
neas jurisprudenciales del fuero ordinario, y el segundo capítulo recoge las decisiones emi-
tidas en el fuero federal con las especificaciones que se indican en los presupuestos
metodológicos. En sus respectivas conclusiones, cada uno de estos capítulos apuntala
nuevas formas de pensar de manera expansiva y creativa las estrategias de defensa para
mujeres imputadas de delitos. Se trata de observaciones finales que destacan los puntos
más prominentes de posibles estrategias de defensa que se pueden explorar en el futuro.
En la parte II, se ofrecen los resultados de los estudios y observaciones realizadas por las ex-
pertas. En esta sección, la mirada interdisciplinaria se concreta al poner en diálogo a la dog-
mática penal con la antropología social. Mientras Patricia Laurenzo Copello desarrolla las
herramientas conceptuales que permiten, con el lenguaje del derecho, abordar de ma-
nera innovadora el litigio ante los tribunales, Rita Segato presenta los resultados de sus lec-
turas y observaciones a la realidad jurídica y social de las mujeres infractoras de la ley penal.
La parte III de esta publicación contiene una sección denominada “anexos”, con los re-
súmenes de los fallos trabajados en la parte I.
Para concluir, solo me resta decir que más allá del acontecimiento especial que representa
la conclusión exitosa de este proyecto de investigación, la obra que presento es un aporte
valiosísimo al diálogo por una justicia más inclusiva, como así también hace a una instancia
altamente eficaz para la labor diaria de los integrantes del Ministerio Público de la Defensa
con perspectiva de género y, en consecuencia, fortalece a la defensa pública.
18
Metodología feminista y dogmática penal
Raquel Asensio y Julieta Di Corleto
I. Introducción
La doctrina tradicional asegura que la teoría del delito tiene por finalidad una aplica-
ción altamente objetiva del derecho penal vigente. El argumento es que a partir de la
creación de categorías conceptuales organizadas como un sistema de filtros es posible
alcanzar una respuesta jurisdiccional racional (Bacigalupo, 1987: 61) o igualitaria (We-
lzel, 1993: 1). De acuerdo con los más renombrados maestros de las ciencias penales,
gracias a su sistemática estructurada y a su alto nivel de abstracción, la dogmática pe-
nal contribuye a la interpretación jurídica fiel, garantiza la seguridad jurídica y permite
alcanzar la justicia en casos concretos (Roxin, 2008: 364-365).
19
Autoras varias
abreviado pueden operar como atajos para hacer menguar la necesidad de un desa-
rrollo acabado de la teoría del delito. Cualquiera de estas estrategias suele ser funcio-
nal a la vigencia de la dogmática penal tradicional, con la posibilidad de acomodar la
respuesta a una decisión previa que es cubierta bajo un manto de racionalidad (Zaffa-
roni, 2000: 360).
Los operadores judiciales que toman atajos para buscar soluciones más justas, pero
evaden el tratamiento de la cuestión conforme a la dogmática tradicional, mantienen
intacta la ficción de que la teoría del delito es una herramienta indispensable para re-
solver con justicia un caso. Parecería que, en estos supuestos, es preferible hacerle
“trampa” a la teoría en lugar de incluir nuevos paradigmas que le den otro sustento.
Desde un prisma igualitario, en los fundamentos de la teoría del delito debería discu-
tirse no solo el establecimiento de límites al poder punitivo del Estado, sino también la
importancia de que nuestra ley penal contribuya a la consolidación de una sociedad
democrática igualitaria. La teoría del delito no puede estar por encima de los postula-
dos constitucionales y descartar, en pos de una supuesta racionalidad, principios fun-
damentales como los de igualdad y no discriminación. En estos términos, una de las
posibles fuentes de inequidad es la relacionada con la discriminación padecida por
diferentes grupos en situación de desventaja política, económica y social y, entre ellos,
las mujeres.
A partir de estas premisas, ofrecemos a continuación una guía para pensar las estrate-
gias de defensa con perspectiva de género, tomando como referencia los casos en los
que las mujeres fueron imputadas en delitos cometidos contra sus hijos/as, parejas o
exparejas o delitos de drogas. Para estimular nuevas reflexiones sobre la estructura y
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Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
sistemática de la teoría del delito, con la pretensión de que el derecho penal no resulte
esquivo para las mujeres imputadas, presentaremos, en primer lugar, algunas de las
críticas feministas al derecho en general y al derecho penal en particular. Dado que el
espacio de producción en esta materia es muy vasto, expondremos ciertas nociones
preliminares que propician la apertura de las categorías jurídico-penales. En segundo
lugar, el texto se dedicará a mencionar algunas de las herramientas de la metodología
feminista que, aplicadas al tratamiento de los casos que fueron objeto de esta investi-
gación, permiten demostrar posibles dimensiones de análisis que quedan fuera del
foco de la dogmática penal tradicional. De esta manera, las herramientas de la teoría
legal feminista constituyen una nueva vía de entrada para el tratamiento de los casos
que serán objeto de mayor desarrollo en los capítulos centrales de esta publicación. En
este proceso, se advertirá que esta forma de analizar categorías —como la tipicidad, la
justificación o la culpabilidad— augura un análisis más sugerente que el requerimien-
to humanista limitado a la necesidad de una mensuración de la pena más benévola.
3. Sobre distintas corrientes de pensamiento feministas frente al derecho ver Smart (2000), Facci (2004), Olsen
(2000), Jaramillo (2000), Costa (2016) y Heim (2016), entre otros.
21
Autoras varias
Desde esta perspectiva, la advertencia sobre el sesgo sexista del derecho trasciende a
sus contenidos normativos y repara en que algunos valores, estándares y principios,
basados en un imperativo masculino, suelen ser tomados como universales y libres de
género (Facci, 2004: 35; Smart, 2000: 36). Al respecto Facci afirma (2004: 29):
Una de las críticas más profundas que el feminismo, junto a otras corrientes de pensa-
miento contemporáneas, ha desarrollado y corroborado en relación con la cultura liberal
se vincula con su falsa neutralidad; es decir, al hecho de que en la construcción de teorías,
en la afirmación de derechos, en la elaboración de normas se haga referencia genérica-
mente, al menos a partir del momento en que la igualdad se ha impuesto como principio
universal, a un sujeto neutro, sin raza, ni sexo, ni clase social, etc. Este sujeto, por el contra-
rio, tiene características precisas que se corresponden a las del grupo dominante, y tomar-
lo como modelo significa la exclusión o, en todo caso, la discriminación de otros sujetos: de
individuos de cultura y de religiones diversas de las dominantes, de clases subordinadas,
de las mujeres.
En términos similares, Rodríguez señala que el derecho “se constituye de acuerdo con
los intereses, perspectivas, experiencias y valores de los varones como género”, pero
advierte que el paradigma del sujeto de derecho no es cualquier hombre, sino aquel
con privilegios: “un varón blanco, de clase media, heterosexual, sin discapacidades y,
en general, de la religión predominante” (Rodríguez, 2000: 139-140).
Finalmente, en una tercera fase teórica, se postuló que, además de que el derecho
es sexista y masculino, también “tiene género” y, como tal, tiene la posibilidad de
crear identidades con determinadas significaciones de género (Nuñez, 2018: 20-
21). Esta idea permite pensar en el derecho “en términos de procesos que habrán
de operar de muy diversas maneras, y que no presumen inexorablemente que, cual-
quier cosa que el derecho haga, siempre explota a la mujer y favorece al hombre”
(Smart, 2000: 39).
Desde esta última perspectiva, los estudios feministas se desplazan hacia las formas y
sistemas que crean y perpetúan las formulaciones de género y, por tanto, se asume
que con el derecho es posible deconstruir normas y prácticas jurídicas, desvelar las
consecuencias escondidas y formular y aplicar reglas sustantivas y procedimentales
que expresen valores, intereses, objetivos y modalidades de acción que contemplen
las experiencias y necesidades de las mujeres y otros colectivos (Facci, 2004: 45). En
consecuencia, si se quieren contrarrestar los sesgos que el derecho provoca en los di-
ferentes dispositivos institucionales en los que impacta, resulta fundamental que se
incorpore un enfoque de género para proteger a las mujeres y otros grupos posterga-
dos. Esta mirada más optimista sobre el potencial del derecho sugiere que es posible
activar cambios que garanticen la igualdad en la creación y aplicación de las normas
que establecen derechos y obligaciones para la ciudadanía, así como también en los
procedimientos e instituciones encargadas de su aplicación.
22
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
En las últimas décadas, los cambios sociales, políticos y jurídicos operados han hecho
más visibles las condiciones de exclusión y desigualdad estructural por razones de
género y han llevado a desarrollar concepciones de igualdad más robustas (aunque el
horizonte de una realidad equitativa se ve aún muy lejano). Esas transformaciones cul-
turales también han permitido que situaciones que solían ser naturalizadas o conside-
radas inevitables sean percibidas como injustas y discriminatorias. Violencias de géne-
ro, feminización de la pobreza, familias monoparentales con jefatura femenina,
desempleo y subocupación femenina, brecha salarial, recarga de tareas de cuidado y
división sexual del trabajo, entre muchos otros, son algunos conceptos que irrumpie-
ron en el campo jurídico y que interpelan a las/os operadoras/es del sistema de Admi-
nistración de justicia en su quehacer diario. Estas son solo algunas de las problemáti-
cas que el derecho penal debería considerar para no operar sobre sociedades
imaginarias que están muy lejanas de las realidades cotidianas.
En relación con la segunda dificultad, vinculada con la necesidad de definir qué significa
trabajar con un enfoque de género, es válido recordar que este se fue transformando y
complejizando con el tiempo. De cualquier manera, en todo ese recorrido teórico la
constante ha sido el reconocimiento de las desigualdades estructurales y la necesidad
de intervenir sobre ellas para modificar las condiciones de existencia de las mujeres y
demás personas con identidades sexogenéricas diversas. En cuanto a cómo incluir un
enfoque de género en el derecho, la figura de una “caja de herramientas” (Bergallo y
23
Autoras varias
Moreno, 2017: 45) es útil para dimensionar que algunas teorías se nutren de “instrumen-
tos” que operan con una lógica que necesariamente cambia a lo largo de la historia4.
La pregunta por las mujeres (en rigor, un grupo de preguntas) ha sido diseñada “para
identificar las implicancias genéricas de las reglas y prácticas que, de lo contrario, po-
drían parecer neutrales y objetivas” (Bartlett, 2011: 32). Afín a las críticas que se presentan
desde los estudios de género al derecho, este método parte de reconocer que la cuestión
de las mujeres siempre tiene una relevancia potencial y que los análisis jurídicos y los
mecanismos de acceso a la justicia previstos para asegurar el ejercicio efectivo de los de-
rechos no deben asumir la neutralidad del derecho (Bartlett, 2011: 43; Heim, 2016: 103).
4. El filósofo francés explicaba que “entender la teoría como una caja de herramientas quiere decir: que no se
trata de construir un sistema sino un instrumento, una lógica propia a las relaciones de poder y a las luchas que
se comprometen alrededor de ellas; que esta búsqueda no puede hacerse más que poco a poco, a partir de una
reflexión (necesariamente histórica en algunas de sus dimensiones) sobre situaciones dadas” (Foucault, 1985: 85).
24
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
Aplicado al estudio de los delitos que son objeto de este informe, esta herramienta
permitió conocer qué experiencias de las mujeres acusadas de delitos han sido omiti-
das por la doctrina y práctica penal y cuáles son los sesgos de género tácitos en el ra-
zonamiento judicial. En cada grupo de casos el método invita a cuestionar, entre otras
cosas, cuáles son los supuestos fácticos que dan pie a la acusación, cuáles son las ex-
periencias y características de las mujeres criminalizadas por esos delitos, qué dice el
desarrollo doctrinario tradicional sobre el tema, en qué medida las vivencias de las
mujeres son valoradas en la interpretación y aplicación de las normas penales, qué
asunciones o preconceptos de género implica el abordaje jurídico del problema y en
qué medida la respuesta jurídica variaría si las experiencias de las mujeres fueran in-
cluidas en el análisis del tipo penal.
A modo de ejemplo, se muestra de qué forma la cuestión de las mujeres fue útil en el
estudio que se presenta para identificar un sesgo de género y habilitar nuevos aborda-
jes en los delitos omisivos imputados a mujeres acusadas por la muerte o lesiones
ocasionadas a sus hijos/as. En todos los casos encontrados, los hechos lesivos fueron
5. En el ámbito internacional de los derechos humanos, este método fue aplicado por el Comité de Derechos
Humanos en la Observación General n.o 28, comentarios generales adoptados por el Comité de los Derechos Hu-
manos, artículo 3 - La igualdad de derechos entre hombres y mujeres, 68.o periodo de sesiones, UN Doc. HRI/GEN/1/
Rev.7 at 207 (2000).
25
Autoras varias
cometidos por la pareja de la mujer. En estos supuestos, la pregunta por las mujeres
permitió advertir varias cosas. Al indagar qué dice la producción del derecho al respec-
to, se encuentra que, aunque la ley no hace distingo, la doctrina penal ha dedicado
especial atención a la condición materna para la configuración de un delito omisivo, ya
sea que se trate de una omisión propia o impropia. En tal sentido, un ejemplo constan-
te en los manuales de estudio para ilustrar la comisión de estos delitos es el de la ma-
dre que no alimenta a su bebé recién nacido o no brinda a sus hijos asistencia médica.
Sin embargo, la doctrina penal tradicional no incluye ni alienta un conocimiento situa-
do; en los textos no se formula la pregunta por los motivos de la madre (reiterada en
los ejemplos) para dejar de alimentar a su bebé o no llevar a sus hijos a recibir atención
médica. Así, la enseñanza legal tradicional del derecho presenta de modo estereotipa-
do al vínculo materno como condición suficiente para acreditar la configuración del
delito, sin problematizar aspectos del tipo objetivo, el dolo o la culpabilidad. La invita-
ción de la pregunta por las mujeres a conocer qué dicen la ley, la doctrina y la jurispru-
dencia sobre el asunto sometido a estudio ayuda a revelar en qué medida y de qué
forma han sido consideradas (o dejadas de lado) las mujeres en la formulación jurídica
y, como resultado, anticipa posibles sesgos de género en la interpretación legal y el
trámite judicial.
Al reparar en cuáles son las experiencias vitales de las acusadas, se encuentra que la vio-
lencia de género suele ser una constante cuando el acto lesivo contra los/as niños/as lo
cometió de propia mano la pareja de la mujer. Ese contexto de violencia se invocó, probó
o surgió en todos los casos incorporados al estudio. Sin embargo, la violencia de género
no suele ser considerada como un factor relevante para la solución jurídica del caso.
26
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
Este método también se pregunta qué tipo de intervenciones tendrían lugar si se de-
jaran de lado los preconceptos de género que expanden el deber de garantía de las
madres. En tal sentido, para evitar un trato sesgado, las respuestas institucionales de-
berían revisar que en cada caso se especifique cuál es la conducta obligada incumpli-
da, el conocimiento cierto del riesgo, la posibilidad real de realizar la conducta exigida
y los condicionamientos que podrían haber limitado su capacidad de respuesta6. Esos
aspectos deben respaldarse en hechos comprobados en el expediente, y no en pre-
sunciones de género.
En este orden de ideas, Laurenzo Copello7 plantea que el tipo penal objetivo no puede
exigir una conducta que implique un riesgo serio y grave para la persona obligada a
actuar, como se invocó en el caso Marlen González, ya que el derecho no puede de-
mandar conductas heroicas. También cabe preguntarse hasta qué punto la violencia
machista puede generar en las víctimas una incapacidad de actuar que elimine el ele-
mento objetivo del tipo8.
Del mismo modo, cabe problematizar cómo analizar el dolo de una mujer que está
inserta en un vínculo violento. En el caso González Bonorino9 se imputó a la mujer por
no haber evitado la muerte de su hijo, en un contexto de maltrato infantil perpetrado
por su pareja violenta. La Cámara Criminal valoró que la mujer conocía el riesgo que
corría su hijo, pues sabía del carácter violento del hombre puesto que ella misma sufría
maltrato. Este razonamiento, sin embargo, tomó en cuenta la experiencia de la violen-
cia de manera superficial y falaz (de hecho, en el proceso se tuvo por acreditado que la
mujer desconocía el maltrato que sufría su hijo). En el estudio que se presenta, en
cambio, se analiza de qué manera puede impactar el historial personal de victimiza-
ción en la posibilidad de conocimiento del riesgo en que se encuentran sus hijos/as.
27
Autoras varias
Este ejercicio también permitió identificar cómo impacta el género en otros delitos
presentados en la investigación. Por ejemplo, si un requisito del delito de traslado o
tenencia de estupefacientes es el dominio sobre el material, en el caso Caballero Flores
cabe preguntarse si las mujeres que eran controladas mientras trasladaban droga te-
nían dominio real sobre la sustancia11. Al evaluar el dolo, en el caso Martínez surge la
pregunta acerca de cuáles son los preconceptos de género implícitos en el razona-
miento judicial que afirma que, por las características de la mujer, no es creíble que
haya sido engañada por su pareja. En materia de antijuridicidad y culpabilidad, la cues-
tión por las mujeres invita a pensar en qué medida la interpretación y aplicación del
estado de necesidad recepta los intereses de las mujeres: ¿desde qué perspectiva se
realiza la ponderación de males?, ¿ese análisis incluye experiencias expandidas de las
mujeres, como la maternidad, la responsabilidad de cuidado, encabezar hogares mo-
noparentales o ser el único sostén económico del grupo familiar?, ¿es consecuente
con nuestro orden constitucional y legal afirmar que la salud pública es más valiosa
que la vida o la integridad de las mujeres acusadas o de sus hijos/as?, ¿cómo se inter-
preta la inminencia cuando no existe una amenaza directa, pero sí un contexto coacti-
vo, como en el caso Larrea Lesme?, ¿o una situación de vulnerabilidad extrema que
determina la conducta ilícita para salvar la vida del hijo, como en Suárez Eguez? Al
evaluar la reprochabilidad de la conducta, en el caso Caballero Flores la pregunta por
10. Laurenzo Copello sostiene que la exigibilidad en delitos omisivos debe ser analizada en la tipicidad objetiva,
ya que el deber de garantía encuentra límite cuando se compromete la integridad o vida del garante, pero cuando
no haya operadores/as dispuestos a aceptar este análisis, cabe repetir los argumentos en el estrato de la repro-
chabilidad (ver infra, capítulo 3, apartado 2.1.a). Siguiendo su propuesta, se repite la cuestión de la exigibilidad en
ambos estratos de la teoría del delito.
11. Ver infra, capítulo 2, apartado 5.b.
28
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
las mujeres lleva a considerar qué ámbito real de autodeterminación tenían las muje-
res que actuaron condicionadas por un marco de extrema vulnerabilidad socioeconó-
mica que exigía el ingreso urgente de dinero para sustentar la atención de salud y la
subsistencia de familiares que dependían de ellas.
En contraposición con este paradigma, uno de los presupuestos teóricos de los estu-
dios de género es que resulta imperativo incorporar las experiencias de las mujeres al
análisis legal (Facio y Fries, 1993: 39; Heim, 2016: 87). La virtud de esta herramienta es
que contribuye al desmantelamiento de diferentes mecanismos y formas que asumen
los sistemas de dominación y, por tanto, ilumina otras relaciones de poder. En conse-
cuencia, esta estrategia no es la contracara de la perspectiva androcéntrica porque no
pretende la centralidad del género femenino, sino que busca desarmar la idea de que
hay una única mirada aplicable a todos los grupos (Facio y Fries, 1999: 20). La herra-
mienta busca tener en cuenta las experiencias de subordinación de las mujeres y, al
hacerlo, visibiliza las relaciones que integran otros colectivos desaventajados, o revela
los perjuicios ignorados o minimizados por el discurso jurídico, excesivamente aboca-
do a reflexionar sobre la coherencia interna de ciertos postulados.
Desde el punto de vista de la epistemología, la crítica señala que no hay un sujeto in-
condicionado y destaca que el conocimiento es el producto de interacciones sociales
entre los integrantes de una comunidad. Esta perspectiva lleva a pensar en las estrate-
gias metodológicas aplicadas y en los sesgos que el género imprime al “producto”
(Maffía, 2007: 12). Al igual que en otras áreas, en el ámbito del derecho una de las
29
Autoras varias
Una fuente para la incorporación de las experiencias de las mujeres han sido los
grupos de autoconsciencia, espacios que habilitaron a compartir con otras mujeres
vivencias que a primera vista parecían diferentes, pero que resultaron semejantes.
En estos ámbitos se realiza un trabajo de significación y de atribución de sentido que
permite construir nuevas categorías de referencia. La identificación de trayectorias
individuales con lógicas sociales es clave para dar cuenta del contexto en el cual se
insertan esas experiencias que a primera vista podrían parecer aisladas. Así, por
ejemplo, la información sobre la naturalización de la violencia, su minimización o sus
efectos es una de las claves que puede ser de utilidad para incorporarla a los proce-
sos penales.
30
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
La inclusión de las voces de las mujeres permite el registro de hechos relevantes que,
desde otras orientaciones, podrían no merecer atención. Si se naturaliza la sumisión y
la dependencia en el espacio doméstico, es más fácil que la violencia sea minimizada.
Esto sucedió, por ejemplo, durante el litigio de los casos Hernández Zuluaga, María
Fernanda y Larrea Lesme, Sonia Ramona13. En ambas situaciones las palabras de las
mujeres fueron invocadas para alegar que la violencia vivida evidenciaba la aplicación
de una causal de justificación o de inculpabilidad. De esta manera, la herramienta de
la “experiencia de las mujeres” fue introducida para mostrar cómo esa realidad, articula-
da con las nociones de la dogmática penal, podía llevar a una respuesta absolutoria.
Sin embargo, en ninguno de los dos casos los jueces estimaron que esta vivencia po-
día haber influido en las trayectorias delictivas de las imputadas. Estos ejemplos mues-
tran que, lamentablemente, muchas veces la sola incorporación de estas experiencias
es insuficiente y se requieren explicaciones adicionales. Si bien desde hace décadas las
especialistas en la temática reconocen que las violencias en las relaciones íntimas no
tienen los mismos efectos que aquellas que se desarrollan en otros ámbitos, estas par-
ticularidades aún no son reconocidas por todos los/as operadores/as judiciales. Como
se ha explicado, estas experiencias son cruciales en las biografías individuales y, por
tanto, no tienen las mismas consecuencias que resolver casos de hurtos, robos o del
crimen organizado (Creazzo y Palidda, 2012: 299). Entre estas particularidades, consi-
derar el marco social, cultural e institucional específico es una pieza fundamental para
comprender lo estructural y compleja que resulta la violencia de género en el espacio
doméstico.
Resulta paradójico que, mientras se busca reconocer las experiencias de las mujeres
como un insumo para la comprensión de la violencia, se requiera la validación de sus vo-
ces, por ejemplo, a través de informes de expertos o expertas que expliquen sus efec-
tos. A pesar de que esta forma de trabajo pueda resultar contradictoria, hasta que exis-
ta una mayor comprensión de la problemática la producción de la prueba debería
estar guiada por el reconocimiento de estas limitaciones.
31
Autoras varias
El uso de un informe social fue clave en la resolución del caso Mañapira, Patricia14,
donde se pudo explicar que las condiciones económicas, sociales y culturales de la
imputada influyeron en su conocimiento sobre la existencia de la sustancia ilícita y, en
consecuencia, determinaron una absolución. Distinta fue la suerte corrida por Claudia
Suárez Eguez, en la que los jueces no entendieron hasta muy avanzado el proceso que
una situación de extrema pobreza, junto con la necesidad de brindar un tratamiento
contra el cáncer a su hijo, pudiera haber condicionado su participación en un delito.
De todas maneras, la disparidad en la valoración de estas experiencias no es óbice para
desacreditarla como una herramienta válida para el análisis legal con perspectiva de
género.
Las distintas formas de razonamiento legal abarcan procesos de abstracción (que per-
miten separar lo importante de lo insignificante) y de contextualización (a fin de iden-
tificar similitudes y diferencias en los casos y definir las reglas aplicables a cada contex-
to fáctico). Estos procesos tradicionales suelen descartar por insignificantes aspectos
32
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
Como ocurre con otros métodos feministas, el razonamiento práctico tiene el poten-
cial de incluir un mayor respeto por la diferencia y por quienes ostentan menos poder
por múltiples variables (tales como sexo/género, raza, posición socioeconómica, ori-
gen nacional, etc.) al identificar y considerar las perspectivas de los excluidos (Bartlett,
2000: 75).
33
Autoras varias
El razonamiento práctico feminista habilita otros análisis. En primer lugar, lejos de re-
sultar ajenos al objeto del proceso, los antecedentes de violencia ponen en contexto
los hechos denunciados y permiten un acercamiento más realista a lo sucedido. En
este sentido, la mujer relató que el día del ataque su expareja la atacó primero a ella y
luego a su novio, y contó que su expareja era una persona violenta y controladora que
no aceptaba la ruptura de la relación.
15. Cf. CIDH, caso Jessica Lenahan (Gonzales) y otros vs. Estados Unidos, informe n.o 80/11, 21 de julio de 2011,
párr. 166.
16. En materia legislativa, este supuesto se ve plasmado como homicidio agravado en el artículo 80, inciso 12 del
Código Penal, figura conocida como femicidio vinculado.
34
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
no solo resultaba creíble, sino que también estaba respaldada por los datos del con-
texto. En consecuencia, el historial de violencia (junto con otra prueba dejada de lado
en el juicio) era relevante a fin de analizar si hubo una agresión ilegítima que diera lu-
gar a una legítima defensa.
Por otra parte, en aras de analizar otros requisitos propios de la legítima defensa, un
acercamiento contextualizado permite advertir que la intervención de Gerez a favor
de su pareja era una medida necesaria y proporcional, ya que aquel se encontraba en
clara desventaja física por la marcada diferencia en peso y altura entre ambos hom-
bres; además, su pareja tenía tuberculosis, por lo que se encontraba débil, mientras
que su expareja practicaba un deporte de lucha. Un análisis práctico feminista habría
concluido, en primer lugar, que no existía dolo homicida y, en segundo lugar, que se
acreditaba un supuesto de legítima defensa de un tercero.
Sin embargo, los datos del contexto en que estaba inmersa la mujer habilitaban la
procedencia de un estado de necesidad justificante. Por un lado, se afirmó genéricamente
17. Comité CEDAW, comunicación n.o 18/2008, Karen Tayag Vertido vs. Filipinas, 22/09/2010, párr. 8.4.
35
Autoras varias
que había otros adultos a cargo y que el padre del niño estaba al tanto de la enferme-
dad de su hijo. Esa afirmación traduce un pensamiento genérico lejos de la realidad, ya
que los otros adultos que convivían con el grupo familiar carecían de medios para
afrontar el tratamiento médico y el otro progenitor tampoco realizaba aportaciones
económicas. Además, el grupo familiar se encontraba en un contexto de severa vulne-
rabilidad socioeconómica y vivía en un país que no cubría la atención de la enferme-
dad. También es relevante contemplar el rol preponderante que cumplía la mujer en el
cuidado de sus hijos, para comprender así la forma en que se sentía compelida a reali-
zar alguna conducta salvadora para su hijo (cuestiones que también pueden ser deve-
ladas apelando a la experiencia y la pregunta por las mujeres).
Un enfoque contextualizado dará relevancia a esos aspectos que con frecuencia son
descartados por otros métodos tradicionales (por qué realizó la conducta, qué posibi-
lidades reales tenía —o se podía figurar que tenía— de obtener el dinero de otro
modo, con qué recursos sociales y familiares contaba, qué rol cumplía la mujer en el
cuidado familiar, etc.) y tendrá por configurado el estado de necesidad que el razona-
miento abstracto descartó.
Por otra parte, para evaluar si procede un estado de necesidad justificante o exculpante,
el razonamiento práctico exige que la ponderación de bienes se realice desde la pers-
pectiva concreta de la persona involucrada. Desde ese punto de vista, es evidente que la
mujer dará más valor al peligro concreto en que se encontraba la vida de su hijo frente al
peligro abstracto que puede representar el transporte de drogas para la salud pública.
La reflexión en torno a la dicotomía sexual es otra clave para identificar cuándo una
misma conducta es evaluada con distintas variables de medición según el sexo, géne-
ro o identidad de género de la persona involucrada. Estos juicios diferenciados tienen
su origen en patrones socioculturales más amplios que refuerzan los roles tradiciona-
les de género y que suelen ser organizados como pares jerarquizados: racional-irracio-
nal, activo-pasivo, pensamiento-sentimiento, razón-emoción, cultura-naturaleza, ob-
jetivo-subjetivo, abstracto-concreto, universal-particular (Olsen, 2000).
36
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
En algunos casos, este doble estándar se hace patente en la legislación; por ejemplo, en
normas como el adulterio, un delito que conforme al Código Penal de 1921 condenaba
una misma situación con penas diferentes según el sexo del autor. Para ese delito, la co-
dificación castigaba a la mujer que cometía un acto sexual adúltero con la pena de pri-
sión de uno a tres años, pero para el marido se establecía que solo era punible en caso de
que tuviera manceba dentro o fuera de la casa conyugal. Con independencia del discur-
so de la época, la definición del delito de adulterio ponía en evidencia una doble moral
que permitía al hombre prácticas que estaban condenadas para las mujeres. Dado que
se aceptaban las relaciones sexuales de los varones casados con las prostitutas, era nece-
sario que la ley penal se adecuara a la conducta frecuente de sus destinatarios.
Algunas de las preguntas que permiten identificar estos sesgos son las siguientes: ¿se
evalúan las mismas conductas de varones y mujeres de manera diferente?, ¿se descri-
ben las características de cada uno de los sexos de forma indistinta?, ¿cuáles son las
obligaciones de varones y mujeres en un determinado contexto?, ¿qué se espera de
una mujer o de un varón en el espacio doméstico?, ¿sus responsabilidades son igua-
les? Estos interrogantes son solo algunos de los que pueden servir para comprender
cómo opera el “doble parámetro” en el campo del derecho.
Las expectativas normativas diferenciadas son una de las fuentes más extendidas del
trato discriminatorio. Si bien esta forma de sexismo resulta menos visible, su nivel de
expansión y generalización exige que se agudicen los sentidos para evitar su uso en las
interpretaciones legales. De hecho, en los casos de mujeres imputadas, muchas de las
decisiones que restringen las excarcelaciones o los arrestos domiciliarios se basan en la
imposición de determinadas expectativas que suponen mayores obligaciones para las
mujeres. Los deberes asociados a la crianza, originalmente vinculados con funciones
biológicas, emergen de manera solapada en las resoluciones judiciales para evaluar las
condiciones en las que se ejerce la maternidad. Muchas veces, el resultado lleva a la res-
tricción de medidas que podrían atemperar el encierro en la prisión (MPD, 2015: 86-95).
37
Autoras varias
en relación con sus pares masculinos. La distribución de las funciones sociales está mar-
cada por las categorías de género, y esa distorsión no escapa a los juicios penales.
En ese recorrido, frente a una resolución adversa a los intereses de una acusada, ya sea
porque se le imponen deberes específicos o porque se les niega el reconocimiento de
un derecho, la primera reflexión debería orientarse a identificar cuál es la concepción
de “mujer” que sirve de fundamento para la solución del caso (Facio, 1999: 126). En el
plano del derecho penal, el cuestionamiento a ese tipo de trato debe estar acompaña-
do por una correcta articulación de los estándares de igualdad y no discriminación
que den cuenta de que, en función del sexo o género de una persona, ella está some-
tida a obligaciones que tienen sustento en un doble estándar.
38
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
Tratar a la violencia en el espacio doméstico como un hecho que afecta solo a los niños
o niñas, sin tener en cuenta que aqueja también a las mujeres, las deja indefensas e
invisibiliza las barreras que existen para erradicarla. Ante situaciones diferentes, en los
que el varón ejerce violencia contra todo el grupo familiar, imponer iguales responsa-
bilidades a la mujer y al agresor supone adoptar una doble vara de juzgamiento y, por
lo tanto, dispensar un trato discriminatorio. Por lo demás, este tipo de razonamiento
desconoce que la violencia contra las mujeres puede expresarse por medio del daño a
los niños y niñas, conducta que nuestra legislación denomina “femicidio vinculado”.
En síntesis, la herramienta del doble parámetro es útil para alertar de que no se debe
confundir la necesidad de un trato diferente con la imposición de obligaciones irrazo-
nables que suponen un trato discriminatorio. La teoría del delito y la construcción de
los tipos de ilícitos no pueden desarrollarse fuera de los principios de atribución de
responsabilidad, respetuosos del principio de igualdad y no discriminación. Asimismo,
la mirada atenta al establecimiento de dobles estándares previene posibles tratos
discriminatorios.
La teoría del delito aspira a alcanzar respuestas razonables, justas y objetivas mediante
la aplicación de un sistema de análisis estratificado y limitado a lo normativo. Sin em-
bargo, como sucede en general con la creación y aplicación del derecho, el sistema
falla en sus objetivos al tomar por neutrales y universales construcciones que dejaron
de lado las vivencias y necesidades propias de las mujeres y otros grupos subordina-
dos. En contraposición, los feminismos jurídicos no se limitan a la consistencia interna
de las construcciones legales, sino que expanden su análisis a los fundamentos axioló-
gicos y a las consecuencias de su aplicación en la realidad cotidiana de las personas.
19. Ibid.
39
Autoras varias
investigación que se presenta, para evitar estos resultados, en algunas ocasiones los
jueces intentan mitigar la injusticia a la que se llegaría mediante una aplicación mecá-
nica de la dogmática penal tradicional buscando atajos. El recurso al juicio abreviado,
la moderación de la respuesta propugnando un cambio de la calificación legal o del
grado de participación o, finalmente, la disminución de la pena con sustento en valo-
raciones humanitarias son algunas de las vías alternativas a las que se recurren como
si de esta manera estuvieran haciendo justicia. Aunque esas respuestas pueden mejo-
rar parcialmente la situación procesal en algún caso, son insuficientes para asegurar el
derecho de las mujeres a un juicio justo e imparcial. Por lo demás, mantienen intacta la
idea de que la teoría del delito puede mantenerse ajena a los principios constituciona-
les que rigen en nuestro ordenamiento legal.
A partir de este reconocimiento resulta imperativo volver a analizar los conceptos jurí-
dicos que conforman la teoría del delito para incluir los puntos de vista que fueron
excluidos y para reconocer la situación de desigualdad estructural por motivos de gé-
nero. Esta estrategia pone de manifiesto las limitaciones de la teoría del delito y arroja
luz sobre los riesgos que acarrea la conservación de una base ideológica desatenta
con la discriminación, en cualquiera de sus manifestaciones. Dado que la legislación
penal no tiene una existencia independiente al de las sociedades desiguales que le
dan sustento, la metodología feminista puede contribuir a compensar esos desajustes.
Las herramientas aquí presentadas están íntimamente vinculadas entre sí: la pregunta
de la mujer lleva a pensar sobre la experiencia de las mujeres y el razonamiento prác-
tico feminista nos ilumina sobre la existencia de dobles parámetros. Cada uno de estos
instrumentos, por sí mismos, y en relación con los otros, permiten detectar y analizar
cómo eliminar el sesgo de género de la dogmática penal y de qué manera promover
prácticas jurídicas más inclusivas. En su aplicación, estas herramientas interactúan
para mejorar sustancialmente la capacidad del conocimiento jurídico. El objetivo final
es incorporar una perspectiva de género que ofrezca respuestas justas a las mujeres en
conflicto con la ley penal.
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42
PARTE 1
Capítulo 1. Criminalización de mujeres por delitos
contra las personas
Raquel Asensio, Julieta Di Corleto y Cecilia González 20
Introducción
Cuando se imputan delitos a mujeres en los que las víctimas resultan ser sus hijas/os,
parejas o exparejas, cobra vital importancia que las defensas (y los procesos penales)
incluyan un enfoque de género. Esta necesidad viene dada, en especial, porque para
calificar la conducta se evalúa a las acusadas en su vínculo con la víctima, lo que habi-
lita un campo propicio para la inclusión de estereotipos de género en los trámites pe-
nales, que prescriben cómo debe comportarse una mujer para ser considerada una
buena madre o una buena esposa. En la medida en que la mujer investigada se aparte
del guion social, pasa a ser sospechosa (Chesney-Lind, 1987: 131, citado en Larrauri,
1992). Esos estereotipos conviven, a su vez, con mandatos sociales y falsos mitos acer-
ca de qué es la violencia de género y de cómo debe comportarse una mujer para ser
considerada una “víctima real” de ese tipo de violencia (Madriz, 2001: 94-118; Veláz-
quez, 2003: 42-50).
Los estereotipos normativos o prescriptivos actúan de modo tal que, cuando un inte-
grante de un grupo se aparta del rol socialmente asignado, recibe un castigo o repro-
che social por ello (Cook y Cusack, 2010: 21 y ss.). Cuando esos prejuicios permean los
procesos penales, el castigo no es solo social, sino también jurídico (Martínez, 2013:
53-54).
20. Agradecemos la colaboración y las aportaciones realizadas por María Ángeles Ahumada, Ana Correa, María
de la Paz Herrera y Samantha Singer.
45
Autoras varias
género en su tarea21. En lo que respecta a casos como los que se abordan en este docu-
mento, esos estándares advierten que siempre que se invoque una situación de vio-
lencia de género, se activa el deber de debida diligencia reforzado para investigar, es-
clarecer y sancionar ese tipo de conductas22. Es criterio de los organismos de derechos
humanos que ese deber se mantenga cuando la mujer se encuentra acusada de un
delito, pues lo contrario implicaría una discriminación por su situación procesal, y lla-
man la atención sobre la necesidad de evitar estereotipos23 que partan de considerar a
las mujeres sospechosas de haber cometido un delito como poco fiables24. Además, la
jurisprudencia internacional indica que los procesos judiciales deben contemplar el
contexto general en el que tienen lugar los hechos, asumirse con seriedad, llevarse
adelante de forma oportuna, exhaustiva, efectiva y libre de estereotipos de género, y
traen principios específicos sobre cómo recolectar y valorar la prueba en estos
casos25.
21. Este mandato surge del deber de asegurar a las mujeres el acceso a la justicia sin discriminación por motivos
de género (art. 16 CN; arts. 1.1., 8, 25 y 26 CADH; arts. 2.1, 3, 14 y 26 PIDCyP; y arts. 2.c y 15.a CEDAW) y a ser valoradas
libre de patrones estereotipados de comportamiento (arts. 5.a CEDAW, 6.b CBP, 2.e Ley 26485). Además, surge de
forma expresa de la Convención de Belém do Pará (art. 8.c), de la Ley 26485 (art. 9, inciso h) y de pronunciamientos
y jurisprudencia de organismos internacionales de derechos humanos (ver al respecto, Corte IDH. González y otras
(Campo Algodonero) vs. México. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 16 de noviem-
bre de 2009, párrs. 400-401; Veliz Franco y otros vs. Guatemala. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y
Costas. Sentencia de 19 de mayo de 2014, párr. 216; López Soto y otros vs. Venezuela. Fondo, Reparaciones y Cos-
tas. Sentencia de 26 de septiembre de 2018, párr. 236; y Gutiérrez Hernández y otros vs. Guatemala. Excepciones
Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 24 de agosto de 2017, párr. 173; Comité CEDAW (2015).
Recomendación General n.o 33 sobre el acceso de las mujeres a la justicia. CEDAW/C/GC/33, párr. 29.a.
22. Corte IDH. González y otras (Campo Algodonero) vs. México. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y
Costas. Sentencia de 16 de noviembre de 2009, párr. 193; Espinoza Gonzáles vs. Perú. Excepciones Preliminares,
Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 20 de noviembre de 2014, párr. 241; Velásquez Paiz y otros vs. Guate-
mala. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 19 de noviembre de 2015, párr. 146.
23. En casos de distinta naturaleza, los organismos internacionales han señalado que los estereotipos de género
en la actuación institucional afectan al principio de igualdad y no discriminación (Corte IDH. González y otras (Cam-
po Algodonero) vs. México. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 16 de noviembre de
2009, párrs. 400-402; Veliz Franco y otros vs. Guatemala. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas.
Sentencia de 19 de mayo de 2014, párrs. 214-216; López Soto y otros vs. Venezuela. Fondo, Reparaciones y Costas.
Sentencia de 26 de septiembre de 2018, párr. 236; y Gutiérrez Hernández y otros vs. Guatemala. Excepciones Preli-
minares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 24 de agosto de 2017, párr. 173). También se ha indicado que
comprometen el deber de imparcialidad judicial (Comité CEDAW. Karen Tayag Vertido vs. Filipinas. Comunicación
n.o 18/2008. CEDAW/C/46/D/18/2008. 22 de septiembre de 2010, párr. 8.4; R. P. B. vs. Filipinas. Comunicación n.o
34/2011. CEDAW/C/57/D/34/2011, 12 de marzo de 2014, párr. 8.8; González Carreño vs. España. Comunicación n.o
47/2012. CEDAW/C/58/D/47/2012, 18 de julio de 2014, párr. 9.7). En idéntico sentido, Comité CEDAW (2015). Reco-
mendación General n.o 33 sobre el acceso de las mujeres a la justicia. CEDAW/C/GC/33, párr. 26 y Recomendación
General n.o 35 sobre la violencia por razón de género contra la mujer, por la que se actualiza la Recomendación
General n.o 19. CEDAW/C/GC/35, párr. 26.c.
24. Corte IDH. Espinoza Gonzáles vs. Perú. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia
de 20 de noviembre de 2014, párr. 272; J. vs. Perú. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia
de 27 de noviembre de 2013, párr. 352; Comité CEDAW. X vs. Timor Oriental. Comunicación n.o 88/2015. CEDAW/
C/69/D/88/2015, 25 de abril de 2018, párr. 6.8.
25. A modo de ejemplo, indican que, teniendo en cuenta la dificultad para probar estos hechos (que suelen
ocurrir en privado, sin la presencia de testigos ni registros documentales), el testimonio de la víctima cobra especial
relevancia, y reparan en que las frecuentes imprecisiones, olvidos o contradicciones no sustanciales en el relato,
así como las demoras en comunicarlo no minan la credibilidad de la víctima (Fernández Ortega y otros vs. México.
Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 30 de agosto de 2010, párrs. 100-106; Rosendo
Cantú y otra vs. México. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 31 de agosto de 2010,
párrs. 89-92 y 95; J. vs. Perú. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 27 de noviembre de
2013, párr. 323). Sobre estándares internacionales en materia de valoración de la prueba en casos de violencia de
género, ver Di Corleto y Piqué (2017), Lopes Cerqueira (2018: 65-80) y Zelada y Ocampo Acuña (2012).
46
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
Lineamientos metodológicos
Para la elaboración de este documento se evaluaron las estrategias de defensa y los cri-
terios jurisprudenciales adoptados por los tribunales en casos de mujeres imputadas por
delitos contra sus hijos/as, parejas o exparejas. El análisis se restringió a aquellos casos en
los que el expediente o la sentencia mostraban que la acusada se encontraba en una si-
tuación de vulnerabilidad27 o afrontaba un contexto de violencia de género28.
A su vez, con independencia de ese ámbito territorial y temporal, se agregaron cinco casos
de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que tienen relación con la temática analizada.
26. Comité CEDAW (2015). Recomendación General n.o 33 sobre el acceso de las mujeres a la justicia. CEDAW/C/
GC/33, párr. 26.
27. Para este trabajo se toma el concepto de “vulnerabilidad” dado por las Reglas de Brasilia sobre acceso a la justi-
cia de personas en condición de vulnerabilidad (actualizadas en abril de 2018).
28. Aunque se considera que conceptualmente la violencia de género constituye un factor de vulnerabilidad, en
este informe se hará especial mención a la primera, con el fin de visibilizar y analizar con mayor detalle el impacto
jurídico que tiene en particular este factor de vulnerabilidad en las posibles líneas de defensa.
29. El análisis comprende una mayor cantidad de sentencias que de casos, ya que en algunos de ellos se contó
con sentencias de distintas instancias. En algunos supuestos donde las causas quedaron abiertas más allá del pe-
riodo 2014-2017, se incluyeron resoluciones posteriores que actualizaron el estado de las causas halladas inicial-
mente. La identificación de los casos y de las sentencias analizadas puede verse en el anexo de jurisprudencia que
complementa este informe.
47
Autoras varias
Dos de esas sentencias han sido ampliamente divulgadas y son referencias obligadas en la
atención de casos similares30, otra de ellas es muy reciente, pero por la trascendencia de sus
consideraciones sin duda tendrá gran importancia en casos similares31, mientras otras dos
son poco conocidas y carecen de respuestas a los planteos esgrimidos por la defensa32. En
cualquier caso, al ser decisiones emitidas por la Corte Suprema de Justicia de la Nación,
se las incluyó en la medida en que pueden inspirar resoluciones futuras en la materia.
Es probable que existan otros casos en los que mujeres en condiciones de extrema
vulnerabilidad o víctimas de violencia de género se hayan visto incriminadas en esta
clase de delitos, pero posteriormente no superaron la etapa de instrucción y no llega-
ron a juicio. En este sentido, datos del sistema de gestión judicial del organismo sugie-
ren que por año se inician alrededor de doscientos procesos contra mujeres por deli-
tos de homicidio y lesiones agravados por el vínculo y por abandono de personas
calificado, pero cerca de la mitad resultan sobreseídos en la etapa de instrucción y solo
un porcentaje muy bajo llega a instancias de juicio oral35. Además, los datos oficiales
30. Se trata de las causas Tejerina (CSJN, fallos: 331: 636), en la que se pidió la intervención de la Corte para revisar
una condena en un caso de infanticidio; y Leiva (CSJN, fallos: 334: 1204), en el que la Corte declaró la nulidad de la
sentencia que condenó a una mujer por el homicidio de su pareja, sin atender al planteo de la defensa que alegó
que había actuado en legítima defensa.
31. CSJN, R. C. E. s/recurso extraordinario de inaplicabilidad de ley en causa n.o 63006 del Tribunal de Casación
Penal, sala IV, 733/2018/CSJ, rta.: 29/10/2019. Se trata de un caso en el que la CSJN (con remisión al dictamen fiscal)
revoca la condena a una mujer que lesionó a su pareja en un contexto de violencia de género y en legítima defensa.
32. Se incluyen aquí los casos Rosas (CSJN, Rosas, Romina Mariela y otros s/p.ss.aa. homicidio calificado, R. 730.
XLVI. RHE, rta.: 20/08/2014) y Cejas (CSJN, fallos: 339: 1168), en los que se imputó a mujeres el homicidio de sus
hijos en la figura de comisión por omisión. En Rosas la corte rechazó su intervención, con un voto disidente del juez
Zaffaroni, y en Cejas resolvió la cuestión por falta de fundamentación adecuada.
33. Las bases consultadas fueron: Ministerio Público de la Defensa, Corte Suprema de Justicia de la Nación
(https://sj.csjn.gov.ar/sj/), Centro de Información Judicial (https://www.cij.gov.ar/), Sistema Argentino de Informa-
ción Jurídica (http://www.saij.gob.ar/), Poder Judicial de la Nación (http://jurisprudencia.pjn.gov.ar/documentos/
jurisp/index.jsp), Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires (https://juba.scba.gov.ar/Busquedas.
aspx), Oficina de la Mujer – CSJN (https://om.csjn.gov.ar/JurisprudenciaOM/consultaOM/consultaSentencias.html),
Observatorio de Sentencias Judiciales del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (http://www.articulacion-
feminista.org/a2/index.cfm?aplicacion=app003&cnl=41&opc=9).
34. En once de los doce casos encontrados, las mujeres fueron asistidas por la defensa pública, y en diez de ellos
se realizó en algún momento (ya sea en la etapa de instrucción o en la de juicio) una consulta a la Comisión sobre
Temáticas de Género. Esta circunstancia indica que los/as defensores/as oficiales valoran positivamente la necesi-
dad de incluir un abordaje técnico específico.
35. Estas cifras comprenden los delitos cometidos contra los/as hijos/as y contra las parejas o exparejas, aunque tam-
bién abarca otros supuestos en los que se agrava la figura básica. Los datos del sistema DefensaNet muestran que se ini-
ciaron las siguientes causas penales: por abandono agravado: 3 en 2014, 3 en 2015, 1 en 2016 y 3 en 2017; por homicidio
agravado por el vínculo: 3 en 2014, 8 en 2015, 4 en 2016 y 4 en 2017; y por lesiones agravadas por el vínculo: 160 en 2014,
210 en 2015, 220 en 2016 y 169 en 2017. Es decir, en los cuatro años hubo un total de 10 casos por abandono agravado,
19 por homicidio agravado por el vínculo y 759 lesiones agravadas por el vínculo, lo que da un total de 788 procesos.
Las estadísticas del Ministerio Público de la Defensa indican que, de esos 788 procesos, el 45% (352 casos) fueron
sobreseídos, el 5% (37 casos) obtuvo una suspensión del juicio a prueba y poco más del 1% (10 casos) fueron re-
sueltos en juicio abreviado.
48
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
que registran la población carcelaria muestran que la presencia de mujeres en las cár-
celes federales detenidas por delitos contra las personas apenas alcanza el 6% de la
población total femenina36.
Para el supuesto específico del delito de abandono de persona, debe considerarse que
desde el año 2008 la competencia para investigar y juzgar esos delitos quedó a cargo
de la justicia local de la Ciudad de Buenos Aires37, ámbito territorial que quedó exclui-
do en la búsqueda de jurisprudencia de este informe. Sin perjuicio de ello, en los su-
puestos donde la hipótesis inicial de investigación indica que la calificación jurídica
podría variar al delito de homicidio o lesiones, es criterio jurisprudencial que la compe-
tencia se mantenga en la justicia nacional, por ser la competencia más amplia38.
Finalmente, cabe destacar que el análisis de casos se acota a lo que surge de las sen-
tencias o autos interlocutorios, ya que, salvo excepciones —que serán señaladas—, no
se tuvo acceso a otras constancias de los expedientes. En anexo de jurisprudencia se
presenta el resumen de los casos analizados, con indicación y cita de las resoluciones
judiciales incluidas, que comprende los doce casos que son materia de estudio39.
36. Según datos del Filtrado Interactivo del Sistema Nacional de Estadísticas sobre Ejecución de la Pena (SNEEP),
entre 2014 y 2016 hubo 144 mujeres detenidas en establecimientos del Servicio Penitenciario Federal por delitos de
homicidio agravado, lesiones agravadas y otros delitos contra las personas (entre los que se encontraría, entre otros, el
abandono de personas). Esas cifras representan alrededor del 6% de mujeres encarceladas y contrastan con los datos
de mujeres detenidas por delitos de drogas (que ubica esta población en más del 60% del total de mujeres encarcela-
das en el sistema penitenciario federal). Por otra parte, claramente exceden a las mujeres acusadas de lesionar, matar
o abandonar a sus hijos/as o parejas, pues la figura agravada abarca un cúmulo mayor de situaciones.
37. Convenio de Transferencia Progresiva de Competencias Penales de la Justicia Nacional al Poder Judicial de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, firmado el 01/06/2004. Ley CABA 2257 (BO: 22/11/2007) y Ley Nacional 26357
(BO: 31/03/2008).
38. Este fue el criterio expresamente establecido por la CSJN en el caso Fernández, Gabriela Yamila, analizado en
este informe (CSJN, Arjona, Mario y otro s/abandono de personas, CCC 064642/2015/4/CS001, rta.: 23/02/2016, que
remitió al dictamen del procurador).
39. No se incorporan en el anexo los casos de la CSJN.
49
Autoras varias
A su vez, cada parte presenta (1) el marco normativo aplicable al grupo de delitos impu-
tados; (2) la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia en la materia; (3) el análisis de
los casos encontrados en el relevamiento de jurisprudencia, para lo cual se tienen en
cuenta cuáles fueron los cuestionamientos a los términos de la acusación, al tipo objeti-
vo y subjetivo, a la culpabilidad y a la determinación de la pena; (4) una valoración sobre
qué tipo de recepción tuvieron en las sentencias las alegaciones vinculadas a una condi-
ción de género; y (5) propuestas sobre posibles defensas que consideren la forma en que
impacta en cada estamento de la teoría del delito el contexto de vulnerabilidad o violen-
cia de género en el que se encuentra la mujer acusada.
Los casos analizados encuentran calificaciones jurídicas que varían entre los delitos de
abandono de persona, homicidio y lesiones.
El abandono de persona (previsto en el art. 106 del Código Penal) requiere “colocar en
situación de desamparo” o “abandonar a su suerte” a una persona, siempre que genere
un peligro para su vida o su salud. Asimismo, el supuesto se agrava si se produce un
grave daño en el cuerpo o la salud de la víctima, si causa la muerte (segundo y tercer
párrafo del art. 106 del Código Penal) o si el delito es cometido por los padres contra
sus hijos (art. 107 del Código Penal).
La figura típica prevé tres modalidades, dos de las cuales fueron utilizadas en los su-
puestos de hecho analizados en el presente informe: colocar en situación de desampa-
ro a cualquier persona o abandonar a su suerte a una persona incapaz de valerse a la
que el sujeto activo debe mantener o cuidar. El primer supuesto constituye una figura
activa, porque es una infracción a una obligación de no hacer, y no requiere un vínculo
reforzado entre la persona infractora y la víctima. El segundo supuesto es una figura
omisiva, porque implica una infracción a obligaciones de hacer, y requiere que entre
infractora y víctima exista un deber jurídico preexistente que la coloca en situación de
garante (D’Alessio y Divito, 2011: 134 y ss.).
50
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
lesiones o de muerte). Sus autores son siempre calificados, limitando el círculo de po-
sibles autores a aquellos que se encuentran en una posición de garante respecto del
bien jurídico protegido. Al no estar legislado, se debe completar la tipicidad objetiva a
partir de considerar cuáles son los autores que están obligados a evitar el resultado
prohibido por la figura comisiva (Basílico y Todarello, 2012: 2013; Bacigalupo, 1999: 228).
En algunas de las causas analizadas en este apartado, las acusaciones por delitos omi-
sivos concurrieron con imputaciones de lesiones u homicidio en forma activa. Pese al
uso superpuesto entre delitos activos y omisivos, los casos estudiados no tratan de si-
tuaciones de maltrato infantil perpetradas activamente por las madres contra sus hi-
jos/as, sino que la figura activa aparece solo de modo subsidiario o residual. En cam-
bio, la centralidad de la imputación en todos los casos abordados está dada por el
incumplimiento de deberes de amparo activo, correspondientes al rol materno de
cuidado y protección.
40. El modelo argentino no contiene una cláusula genérica que permita equiparar acciones y omisiones. En este enten-
dimiento, se advierte que su utilización resulta inconstitucional por afectar el principio de legalidad y la prohibición de
analogía. Además, aun aceptando su uso, se cuestiona que se produzca igual recriminación a la omisión de evitar un re-
sultado que a su causación, con el argumento de que resulta lesivo de los principios de proporcionalidad y culpabilidad.
41. Como la CSJN está habilitada para rechazar sin necesidad de fundar recursos extraordinarios y recursos de
queja (art. 280 CPC), es probable que existan otros casos en los que también se haya cuestionado ese tipo de califi-
cación penal pero se haya rechazado habilitar su competencia sin expresar los motivos.
42. CSJN, Rosas, Romina Mariela y otros s/p.ss.aa. homicidio calificado, R.730.XLVI.RHE, rta.: 20/8/2014.
51
Autoras varias
imputó a Rosas un comportamiento omisivo, por lo que fue condenada a prisión per-
petua por el homicidio calificado por el vínculo, en comisión por omisión, y al padre
del niño, Claudio David Vega, por el mismo delito y a la misma pena, en modalidad
comisiva.
Contra esa sentencia se interpuso recurso de casación, que fue rechazado por el Tribu-
nal Superior de Justicia de Córdoba, y más tarde la defensa interpuso recurso extraor-
dinario federal y de queja.
La mayoría de la corte (con los votos de Lorenzetti, Highton de Nolasco, Fayt y Petrac-
chi) rechazó el planteamiento con aplicación del artículo 280 del Código Procesal Civil
y Comercial de la Nación, que habilita a desestimar el recurso sin necesidad de funda-
mentar, por considerar que falta agravio federal suficiente o que las cuestiones plan-
teadas resultan insustanciales o carentes de trascendencia.
En voto disidente, el juez Zaffaroni destacó que la imputación de comisión por omi-
sión viola la exigencia de estricta legalidad. Sostuvo en este aspecto que “la vía franca
a la construcción analógica de tipos penales en esta materia no tiene otra explicación
que una pretendida etización que retrocede en varios siglos a la confusión entre moral
y derecho […]. Es inadmisible que se pretenda salvar la legalidad penal con el deber
emergente de otras leyes, como puede ser la civil […]”, y concluyó que “resulta consti-
tucionalmente inadmisible —por incurrir en una analogía violatoria del principio de
legalidad— una imputación por homicidio (que es un tipo activo doloso) basada en
43. Dictamen del procurador general de la nación, Rosas, Romina Mariela y otros s/p. ss. aa. homicidio calificado,
R. 730.XLVI., 26/03/2012.
44. Cabe advertir que este tipo de valoración puede reflejar la presencia de estereotipos de género que remiten
a la idea de debilidad y emocionalidad femenina, que influyen para restar credibilidad a las mujeres que no reac-
cionan según esas expectativas sociales.
52
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
una omisión, toda vez que ni siquiera existe cláusula legal alguna en nuestro ordena-
miento jurídico que establezca que no evitar un resultado típico equivalga a causarlo”45.
Finalmente, el magistrado destacó otro aspecto crítico del fallo recurrido, vinculado al
dolo, pues evaluó que, según las constancias de la causa “no parece haber habido ni un
concierto ni una voluntad coincidente con el agente activo que puso en funciona-
miento la causalidad. La condena con base en un mero conocimiento importa en algu-
na medida un versari in re illicita, sin que pueda evitarse esta consecuencia por alega-
ción de un supuesto dolo eventual, que en estos tipos resulta aún más nebuloso que
en la tipicidad activa”.
El segundo caso que llegó a conocimiento de la Corte Suprema, Cejas, Paola Azuce-
na46, se condenó a la mujer y a su pareja afirmando que, o bien uno de los progenitores
habría propinado la paliza que terminó con la vida del niño y el otro no intervino para
evitarlo, o bien ambos lo golpearon. El Superior Tribunal de Córdoba había convalida-
do la sentencia pues consideró que no era relevante que se distinguiera el accionar
desplegado por cada uno de los adultos, pues en cualquier caso serían responsables
por el hecho y recibirían la misma pena.
La causa llegó a la Corte Suprema de Justicia de la Nación a través de queja por recurso
extraordinario rechazado interpuesto en favor de Cejas. Al analizar el caso, el Alto Tri-
bunal anuló el fallo por contener respuestas contradictorias a los agravios planteados
por la defensa. En este sentido, la corte refirió una contradicción con respecto al valor
otorgado por el Superior Tribunal Provincial a la conducta omisiva, en tanto la resolu-
ción recurrida sostuvo que era indistinto si Cejas había realizado acciones que causa-
ran el resultado de muerte o si había sido partícipe mediante la omisión de resguardar-
lo, porque en ambos casos la medida de la pena no era graduable (prisión perpetua);
pero al mismo tiempo rechazó tratar el agravio vinculado a la concurrencia de circuns-
tancias extraordinarias de atenuación que permitían imponer una pena temporal, ya
que consideró que dicha defensa solo sería eficaz en caso de que a la mujer solo se le
hubiera imputado una conducta omisiva.
En este caso, la defensa alegó que no se había valorado la prueba producida en el de-
bate que demostraba que la mujer estaba en una situación particular de vulnerabili-
dad y que era víctima de violencia de género, y fue precisamente por esas circunstan-
cias por las que no pudo actuar para evitar que su pareja golpeara a su hijo y le causara
su muerte. La Corte Suprema criticó el argumento contradictorio del tribunal, pues
impidió analizar un agravio conducente para la correcta valoración del caso. De este
modo, se colige que el análisis del contexto de violencia de género es una cuestión
45. CSJN, fallos: 330: 4945, Antognazza, María Alejandra s/p.s.a. abandono de persona calificado, causa n.o
19.143/2003, rta.: 11/12/2007. Disidencia de los jueces Lorenzetti, Maqueda y Zaffaroni, considerando 8.o.
46. CSJN, fallos: 339: 1168, recurso de hecho deducido por la defensa de Paola Azucena Cejas en la causa Casas,
Mauricio Agustín del Valle y otro s/p.ss.aa. homicidio calificado, causa n.o 71, rta.: 23/8/2016.
53
Autoras varias
que debe ser abordada por los tribunales en este tipo de situaciones como garantía
del derecho de defensa.
a. El control de la acusación
En Ordóñez Aguilera, Martha Sandra Antonia, inicialmente se acusó a la mujer por ha-
ber realizado una “intervención necesaria” en la muerte de su hija, ejecutada por su
pareja mediante una paliza cuando ella no estaba presente. En concreto, se le imputó
que no la había llevado a recibir atención médica para su tratamiento y que, una vez
acaecida la muerte, creó junto con su pareja un relato que no se ajustaba a la realidad.
También se consignó que, tiempo antes de la paliza mortal, ambos habrían propinado
golpes y quemaduras por derrame de agua y que habían ocultado dichas acciones
violentas. Asimismo, se reprochó a Ordóñez Aguilera no haber realizado ninguna
47. TOC 13 de la Capital Federal, Ordoñez Aguilera, Martha, causa n.o 30660/2015, rta.: 27/12/2016.
48. TOCyC 13 de la Capital Federal, González Bonorino, Bárbara, causa n.o 33440/2015, rta.: 22/6/2017; CNACyC,
sala de feria B, González Bonorino, Bárbara, causa n.o 33440/2015, rta.: 23/7/2015.
49. CFCP, sala I, Pastore, Andrea, causa n.o 15539, rta.: 8/9/2014.
50. TOCyC 6 de la Capital Federal, González, Marlen Antonella, causa n.o 6116/2015, rta.: 9/5/2016.
54
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
acción tendiente a hacer cesar la violencia contra su hija cuando esta se quedaba al
cuidado de su padre y que, en consecuencia, la muerte podría haber sido evitada.
Pese a la amplitud y diversidad de los hechos descritos, Ordóñez Aguilera fue requeri-
da a juicio por el delito de homicidio agravado por el vínculo, en calidad de partícipe
necesaria. Al finalizar el debate, el fiscal modificó la acusación con relación a Ordóñez
Aguilera sobre la base de recriminar que conocía el riesgo al que estaba expuesta su
hija, razón por la cual debió evitar que su marido causase la muerte de la niña, y calificó
la conducta como abandono de persona agravado por el vínculo y por el resultado.
Por último, después de la sentencia que absolvió por duda razonable a Ordóñez Agui-
lera, el fiscal general interpuso recurso de casación contra esa decisión invocando el
delito de omisión de auxilio (art. 108 CP) por no haber buscado atención médica opor-
tuna. A su turno, la Cámara Nacional de Casación criticó las oscilaciones en el encuadre
legal, señalando que la presentación de hipótesis fácticas contradictorias impidió pre-
cisar cuál era la calificación jurídica de los hechos pretendida y rechazó el recurso.
En González Bonorino, Bárbara, el fallecimiento del niño también se produjo tras haber
sufrido una paliza generalizada por parte de la pareja de la mujer cuando ella no estaba
en el hogar. Inicialmente, fue imputada por no haber evitado el episodio luctuoso, en un
contexto de maltrato infantil. Los hechos fueron calificados en el auto de procesamiento
como delito de homicidio agravado por el vínculo y por haber sido cometido con alevo-
sía, en comisión por omisión. En el momento de elevar la causa a juicio, el fiscal añadió
una acusación subsidiaria por el delito de abandono de personas agravado por haber
resultado en muerte y por haber sido cometido en calidad de madre contra su hijo. Esta
calificación legal se efectuó por considerar que González Bonorino había dejado a su
hijo al cuidado de su pareja a sabiendas de los antecedentes de maltrato a los que el niño
se hallaba expuesto. Se argumentó que, tras haber privado a su hijo del cuidado y auxilio
debido, este falleció a causa de los golpes ejecutados por el coimputado.
En Pastore, Andrea se investigó al padre y a la madre por las lesiones del bebé R. y la
muerte del bebé N., ambos de meses de edad, ocurridos con un año de diferencia.
Durante el juicio, el fiscal descartó la hipótesis de homicidio, pues consideró que no se
había podido determinar la causa de la muerte de N., y consideró la conducta como
constitutiva del delito de lesiones graves calificadas por el vínculo, cometidas en tres
ocasiones. Con relación a los hechos que afectaron a R., acusó a ambos progenitores
por lesiones graves, calificadas por el vínculo, en dos ocasiones. En la sentencia conde-
natoria, el tribunal consideró que era irrelevante quién de los dos (padre o madre) ha-
bía actuado por acción o por omisión, pues alcanzaba con presumir que al menos uno
había actuado por comisión mientras el otro lo toleró. La defensa —ejercida conjunta-
mente a favor del hombre y la mujer— cuestionó que no se habían determinado las
circunstancias en que ocurrieron los hechos, afectando así el principio de culpabilidad
y las reglas de autoría y dominio del hecho. Al revisar la condena, la Cámara Federal de
Casación Penal rechazó el agravio y agregó que no interesaba qué acción había
55
Autoras varias
llevado a cabo cada uno, pues lo determinante era el resultado de lesiones por el que
los progenitores debían responder en función del deber institucional que tienen res-
pecto a sus hijos. Durante todo el litigio el contexto de violencia fue invisibilizado, pese
a que el testimonio de una vecina sugería que la acusada no estuvo en condiciones de
evitar la acción lesiva porque estaba en el baño y a otros elementos de prueba que
mostraban la existencia de violencia íntima51. La defensa particular no profundizó ni
valoró estos datos para incluirlos en una estrategia exculpatoria.
Por último, en González, Marlen se consideró que la madre asumió una posición pasiva,
consintiendo, tolerando o, al menos, no evitando, a través de los medios a su alcance, la
producción de las lesiones ejecutadas por Joel Álamo a su hija. Asimismo, se le imputó
que tardaron tres días en llevar a la niña al hospital tras haber sufrido las lesiones. En la
descripción fáctica de la imputación, también se hizo referencia a que la hija era una niña
de tres años y medio de edad que no sabía hablar ni darse a entender por falta de esti-
mulación, que usaba pañales y que jamás había sido escolarizada (aspectos que, cabe
señalar, no son reprochables penalmente). González fue acusada como coautora del de-
lito de lesiones leves dolosas agravadas por el vínculo, en su forma de comisión por omi-
sión, en concurso ideal con el delito de abandono de persona agravado por el vínculo.
51. Del relato de la prueba reseñada en la sentencia surge que el día en que falleció N., una vecina escuchó una
discusión y que la mujer gritaba “no, papi, no, papi”, “el bebé no, el bebé no”. También refirió haber escuchado otras
discusiones en las que escuchó golpes, como si estuvieran arrojando cosas, en una fecha previa al fallecimiento del
bebé. Además, otra vecina dijo que Pastore le dijo que ella se estaba bañando y al salir advirtió que el niño había
dejado de respirar. También dijo que Francisco Pippo (padre del niño y coimputado en la causa) decía “la culpa es
mía”. Por otra parte, uno de los estudios psicológicos detectó cierta impulsividad por parte del padre de los niños y,
en cuanto a Pastore, sostuvo que tenía una personalidad “muy dependiente, sumisa, el que llevaba el manejo de la
relación familiar aparentemente era el señor, ella tenía una dependencia a nivel vincular”.
52. Ver supra, nota 21.
53. Sobre la afectación al principio de congruencia vinculada a imputaciones por obligaciones de cuidado mater-
no, en el fallo Antognazza el voto minoritario de Lorenzetti, Maqueda y Zaffaroni afirmó que se había afectado tal
garantía. En el caso, la madre había privado a su hijo de alimentación, provocándole, de ese modo, lesiones leves.
EL STJ de Chubut modificó la calificación legal del hecho por el que se había condenado a la imputada (abandono
de persona calificado) por el delito de lesiones agravadas. El voto mayoritario de la Corte convalidó el cambio de
sustrato fáctico y calificación, al no admitir el recurso por el art. 280 del Código Procesal Civil y Comercial.
56
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
Casación en Pastore, pero de algún modo fue reconocido por la Cámara Nacional de
Casación en Ordóñez Aguilera. En este último caso, la defensa oficial cuestionó los
términos de la acusación formulada a su asistida y observó la mutación respecto de las
conductas a las que el Ministerio Público Fiscal les asignó relevancia típica, lo que, se-
gún explicó, afectaron al derecho de defensa y al principio de congruencia. En el mo-
mento de resolver, la CNCC dijo: “En cuanto a la calificación jurídica del hecho que in-
tenta reprocharle a la madre de M. R. O., la Fiscalía oscila entre una omisión de auxilio,
un homicidio en comisión por omisión y un abandono de persona, lo que debilita la
fuerza argumentativa del recurso. Es que no queda claro cuál es la conducta que efec-
tivamente le reprocha a la madre y, producto de esta misma confusión, tampoco ha
mostrado con una mínima precisión en qué tipo penal encuadra su reproche. Esto re-
sulta esencial, en tanto la elección de una u otra figura demanda requisitos típicos
diferentes”54.
De las sentencias analizadas, se observa que son pocos los planteos realizados con
relación a la falta de acreditación de los diferentes requisitos de la tipicidad objetiva de
los delitos de omisión. Excepcionalmente, en la instrucción del caso Bonorino Gonzá-
lez la defensa planteó que la mujer no tenía la posibilidad de adoptar una conducta
destinada a evitar el resultado lesivo por encontrarse en una situación de violencia de
género, lo que operaba en el campo de la tipicidad55. El planteamiento no consiguió
ninguna respuesta judicial, pues la resolución de la Cámara de Apelaciones se limitó a
evaluar la culpabilidad de la acusada.
En dos de los casos estudiados se consideró que no se había acreditado el dolo (Ordó-
ñez Aguilera, Martha y González Bonorino, Bárbara), y en un tercer caso se dictó una
condena en el marco de un juicio abreviado, en el que se consideró comprobado ese
extremo (González, Marlen”)56.
En el caso de González, Marlen, la mujer declaró que estaba en el baño cuando escu-
chó “un ruido de chirlo”, e instantes después la niña comenzó a llorar. Contó que en
varias ocasiones quiso llevar a su hija al hospital, pero su pareja se opuso e incluso la
amenazó para que no lo hiciera. Cuando al fin la llevó, no contó cómo sucedieron los
hechos por temor a represalias de su pareja. Finalmente, se celebró un acuerdo de
juicio abreviado por el que se condenó a ambos integrantes de la pareja por los delitos
54. CNCC, sala II, Rojas Rivero, Anania Geremía s/recurso de casación, rta. 5/11/2018.
55. Conf. recurso de apelación interpuesto por la Defensa Pública, al que se ha tenido acceso. También argumen-
tó que tal circunstancia incidía en el ámbito de la culpabilidad.
56. En el caso Pastore este extremo no fue analizado en la sentencia de casación, la única a la que se tuvo acceso
para este estudio.
57
Autoras varias
En Ordóñez Aguilera y González Bonorino se consideró que no había dolo, ya que las
mujeres no conocían el riesgo en el que se encontraban sus hijos/as, requisito necesa-
rio para generar la obligación de actuar para impedir la agresión o bien para dar curso
inmediato a la atención de su salud.
En Ordóñez Aguilera se determinó que una niña que quedó bajo el cuidado paterno
en dos ocasiones presentó lesiones, resultando mortales las recibidas en la segunda
ocasión. El tribunal de juicio dictó la absolución de Martha Ordóñez Aguilera, pues
entendió que no se había acreditado la existencia del dolo, ya sea para el delito de
homicidio agravado como para el de abandono de persona. Valoró que la acusada no
estuvo presente en ninguno de los dos episodios, y que había tenido conocimiento de
ellos por medio de su pareja, por lo que recibió explicaciones sesgadas. Con respecto
a las primeras lesiones, advirtió que la mujer le proporcionó cuidados que, aunque
deficientes, eran los que estaban a su alcance desde su punto de vista económico y
cultural. Dijo además que era posible que hubiera creído a su pareja e incluso que se
negara a aceptar la realidad de lo sucedido. En este sentido, destacó que varios testi-
gos resaltaran positivamente el rol de Ordóñez Aguilera en la crianza de su hija58.
57. En el fallo Rosas de la CSJN, ya referenciado, la disidencia del juez Zaffaroni dijo, en relación con el dolo en la
figura de homicidio en comisión por omisión, que “no parece haber habido ni un concierto ni una voluntad coin-
cidente con el agente activo que puso en funcionamiento la causalidad”, y que no era válido sostener la condena
según un mero conocimiento, incluso tras invocar un supuesto dolo eventual.
58. La sentencia absolutoria quedó firme con la resolución de la Cámara de Casación en lo Criminal y Correccional
(CNCC, sala II, Rojas Rivero, Anania Geremía s/recurso de casación, rta.: 5/11/2018).
58
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
en el que “se interpuso para evitar los golpes a su hijo”, y aclaró que los dos tipos pena-
les atribuidos a la mujer son de carácter doloso y no admiten la figura culposa.
Durante la etapa de instrucción del caso González Bonorino, Bárbara, la defensa plan-
teó que, en el supuesto caso de que se considerara probado que la mujer conocía que
su pareja ejercía maltrato contra su hijo, ella no estaba en condiciones de adoptar una
conducta eficaz para hacerlo cesar, por lo que la conducta era inexigible60. La Cámara
de Apelaciones rechazó el argumento y, tras reconocer que la mujer estaba en una
59. Sobre inexigibilidad de otra conducta ver Laurenzo Copello, infra, capítulo 3.
60. Este planteo fue realizado también respecto a la falta de tipicidad de la figura omisiva.
59
Autoras varias
situación de violencia íntima, consideró que el tiempo que llevaba manteniendo esa
relación (un año) y la circunstancia de dejar a sus hijos al cuidado del coimputado de
forma cotidiana no reflejaban un grado de temor o disminución de su capacidad de
acción. Como se señaló previamente, el caso fue resuelto en juicio por falta de dolo,
por lo que este argumento no fue analizado por el tribunal de juicio.
El modo en que la pena fue fundamentada y el hecho de que el monto impuesto haya
sido igual para ambos acusados da cuenta de que no se hizo ninguna distinción entre
el accionar comisivo y omisivo imputado a uno y a otra, el modo disímil en que las le-
siones y el abandono de persona concurrieron en cada caso —concurso real en el caso
del hombre, concurso ideal en el caso de Marlen González62—, y que se ponderó con
igual impacto la vulnerabilidad dada por el uso problemático de drogas que tenía el
imputado y el contexto de violencia de género que afectaba a la mujer. Podría alegarse
que dichas diferencias fueron compensadas por la circunstancia de que en el caso de
González las lesiones y el abandono de persona estaban agravadas por el vínculo63,
aspecto que no ocurría en el caso de su pareja; sin embargo, nada de ello se fundó en
el fallo. Marlen González estuvo detenida un año aproximadamente cuando cumplió
el plazo previsto para obtener la libertad condicional.
61. Este punto también fue soslayado como elemento indiciario que fortalecía la defensa de Marlen González en
cuanto a la violencia padecida. El acusado manifestó que los estados de abstinencia lo volvían irascible, y en el in-
forme social se relataron episodios de violencia potenciados por el vínculo conflictivo con las drogas y privaciones
de la libertad previas.
62. Mientras que en el concurso real el rango de pena se determina con el mínimo mayor y la suma aritmética de
las penas máximas correspondientes a los diversos hechos (art. 55 CP), en el caso de concurso ideal la pena a aplicar
es la del delito con pena mayor (art. 54 CP).
63. En el caso en concreto, el rango de pena previsto para Marlen González era de dos años y ocho meses a ocho
años, y el del coimputado era de dos a siete años. Es decir, que a este último se le impuso una pena superior al
mínimo, aunque en términos absolutos, ambos recibieran igual cantidad de pena.
60
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
En los casos presentados sobre mujeres acusadas por delitos contra sus hijos/as, con
intervención de un tercero, el contexto de violencia de género en el que ocurrieron los
hechos fue expuesto en la mayoría de los procesos.
En Ordóñez Aguilera, Martha, durante la elaboración de la teoría del caso para afrontar
el juicio oral se encontraron dificultades para identificar y alegar una situación de vio-
lencia íntima, especialmente ante la firme negativa de la mujer de declarar en ese sen-
tido, por lo que no fue el eje del planteamiento de la defensa. No obstante, algunos
aspectos del control que ejercía el hombre sobre ella quedaron expuestos en el deba-
te. Finalmente, el tribunal determinó que Ordóñez Aguilera no tuvo conocimiento del
riesgo al que se encontraba expuesta la niña, porque existía una credulidad por parte
de ella respecto de la versión que le proveía su pareja, ya sea porque no podía interna-
lizar las posibilidades reales de lo sucedido o porque se negaba a aceptarlas. La sen-
tencia de casación, a su vez, criticó las contradicciones de la acusación fiscal respecto
a cuáles eran los hechos delictivos imputados a la mujer y cuál la calificación legal que
cabía atribuir, por lo que desechó el recurso interpuesto por el representante fiscal.
64. En el momento de realizar este informe no se pudo conocer si Andrea Pastore estuvo en prisión preventiva
y, en su caso, cuánto tiempo. De la sentencia de casación surge que después de la condena dictada por el tribunal,
permaneció en libertad hasta que la decisión fue firme.
61
Autoras varias
hospital a su hija, que había sido golpeada por su pareja. Un informe de la Comisión
sobre Temáticas de Género señaló que correspondía valorar la situación de coacción
en la que se encontraba condicionada la mujer en calidad de víctima de violencia con
el fin de analizar su culpabilidad. Como ya se señaló, sobre este punto no existió nin-
gún pronunciamiento en concreto y la violencia solo se tuvo en cuenta en el momento
de graduar la pena.
En los casos en los que el componente de la violencia jugó o pudo jugar un rol central
en la causa penal, su abordaje obtuvo distintas valoraciones por parte de la magistra-
tura. En algunos de los casos se advierte una fuerte intuición de los/as operadores/as
del sistema de justicia sobre la incidencia que puede tener el historial de victimización
en la resolución del caso, pero aún es insuficiente la capacidad argumentativa para
evaluar de qué forma puede repercutir en la tipicidad objetiva, en el dolo, en la antiju-
ridicidad y en la reprochabilidad, y no solo en la determinación del monto de la pena.
62
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
circunstancias precisas que contextualizan los hechos surgen como aspectos relevan-
tes para construir la teoría del caso65.
a. Control de la acusación
Por otra parte, acotar las descripciones vagas permite un mejor control sobre posibles
variaciones en la imputación a lo largo del proceso. A fin de evaluar si el principio de
congruencia se vio afectado por un cambio en la acusación, es preciso verificar si la
persona acusada pudo defenderse sobre cada uno de los elementos de la imputación
(Maier, 2004: 569)66, y si se mantienen descripciones amplias es más factible sostener
65. Para la elaboración de posibles defensas —en las imputaciones omisivas y en los delitos activos contra hijos/
as y parejas— se tuvieron en cuenta el análisis de las sentencias halladas, las formulaciones de textos de doctrina
especializada en género, las aportaciones de Patricia Laurenzo Copello contenidos en esta publicación y las contri-
buciones realizadas por los defensores y defensoras durante los talleres de validación de resultados de la presente
investigación.
66. Maier sostiene que la congruencia exigida impide introducir elementos nuevos sobre los que no se haya
podido defender el acusado, a quien se le debe garantizar la posibilidad de alegar y probar todo aquello por lo que
antes no fue acusado.
63
Autoras varias
que se ofrecen garantías suficientes para que la persona pueda defenderse de todas
las variantes posibles.
64
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
Sin perjuicio del debate acerca del alcance que debe darse al requisito de la capacidad
de actuar, puede pensarse en otros supuestos donde la incapacidad opera en el ámbi-
to de lo físico, en los términos tradicionales, pero incorporando un enfoque de género
a ese análisis. En tal sentido, existen situaciones en las que la violencia tiene tal entidad
que genera en sus víctimas un estado de paralización que les impide reaccionar. Otra
situación puede estar asociada a la carencia de habilidades de defensa personal, que
deja a la mujer en desventaja física para enfrentarse al agresor con el fin de hacer cesar
el ataque. Así como no omite nadar en auxilio de una persona que se está ahogando
quien no sabe nadar (Stratenwerth, 2008: 479), podría decirse que no omite intervenir
en auxilio de quien sufre una agresión, quien no sabe o razonablemente no puede
71. Otros autores presentan un modelo del tipo objetivo similar, aunque con variantes relacionadas con el modo
de vincular el resultado con el autor (nexo de evitación o imputación objetiva). En la obra de Zaffaroni, Alagia y
Slokar se dice que los requisitos del tipo omisivo son: la situación típica que obliga a actuar —de donde surge la
posición de garante—, la exteriorización de una conducta distinta a la ordenada —la omisión—, la posibilidad de
realizar la conducta ordenada y el nexo de evitación (2005: 573-574).
72. Ver infra, capítulo 3.
65
Autoras varias
Con relación al resultado que requiere el tipo objetivo, habrán de excluirse aquellos
que no son reprochables penalmente y que habitualmente se incluyen para señalar
que las mujeres imputadas son malas madres por cómo llevan adelante la crianza de
sus hijos/as (por ejemplo, falta de escolaridad, falta de estímulos, falta de control de
esfínteres, etc.). Como ya se dijo, la etapa de control de la acusación también se presen-
ta como virtuosa para plantear la exclusión de estas consideraciones que traducen
estereotipos de género dentro de la formulación de la imputación.
La imputación a la mujer que no participó de propia mano en las agresiones contra sus
hijos/as se sustenta en la posición de garante derivada de sus deberes de cuidado, que
integran la responsabilidad parental regulada en el Código Civil y Comercial de la Na-
ción. Sin embargo, la referencia a la normativa civil, sin considerar el contexto concreto
en el que la omisión se produce, puede generar reproches basados en una responsabili-
dad objetiva (Hopp, 2017a: 19) que contraría el principio de culpabilidad penal. Al res-
pecto, entra en juego el concepto de “exigibilidad”, por el cual los deberes de cuidado no
son absolutos (ni siquiera para los deberes parentales) y se restringen si cumplir con ellos
implica un riesgo propio con suficiente entidad y gravedad para la persona obligada a
actuar. Laurenzo Copello74 propone analizar la exigibilidad en el estamento de la tipici-
dad objetiva —habitualmente relegada al ámbito de la culpabilidad—; para ello, acude
a los desarrollos doctrinarios que limitan el surgimiento del deber de actuar en los deli-
tos omisivos a que la situación concreta le sea exigible al sujeto. Bajo esta óptica, si la
mujer tuvo razones para pensar que si intervenía para hacer cesar la violencia contra su
hijo/a si lo/la llevaba al hospital, el agresor la atacaría, podría alegarse una situación de
inexigibilidad, dado que el derecho (el tipo) no puede demandar acciones heroicas75.
73. Por ejemplo, por una diferencia en la contextura física muy marcada o por falta de conocimientos o experien-
cia en el uso de la fuerza física, ya sea defensiva o de ataque.
74. Ver infra, capítulo 3.
75. Como señala Hopp, la interpelación que jerarquiza el deber de actuar frente al riesgo para la vida de la mujer
se contrapone con el respeto a la dignidad humana, pues el reproche penal estaría indicando que la vida de ella,
por su calidad de madre, vale menos que la de su hijo/a.
66
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
Según cuál sea la imputación formulada, el dolo versará sobre distintos elementos.
En el caso de la mujer acusada por no haber frenado la agresión en curso, el tipo
subjetivo no puede verificarse si ella no estaba presente en el lugar y en el momento
de los hechos, pues el dolo exige un conocimiento concreto y directo sobre el resul-
tado lesivo. En los casos en los que la acusación radica en haber dejado al hijo/a al
cuidado de la pareja, el dolo tendrá que abarcar la conciencia sobre un riesgo con-
creto de que una agresión pueda producirse en su ausencia. Finalmente, para los
casos en los que la acusación se formula por la falta de provisión de la atención mé-
dica a su hijo/a después de la agresión, será relevante indagar cuánto conocía la
madre respecto de la gravedad de la agresión para poder juzgar si tuvo la oportuni-
dad de realizar un pronóstico real del riesgo en curso y de la situación fáctica que la
obligaba a actuar.
En todos los casos las experiencias previas y personales en torno a la violencia y a las
prácticas de cuidado son relevantes para evaluar la ponderación de riesgos que pudie-
ron hacer las mujeres. En la dirección señalada, cabe tener presente que una caracte-
rística habitual en las víctimas de violencia de género es la naturalización del maltrato
o la minimización de la gravedad de las agresiones76, lo que puede derivar en un error
en la ponderación del riesgo. Una traducción jurídica a esta situación fáctica se hace
mediante el concepto de “habituación (no reprochable) al riesgo”77. Si una persona vi-
vió un historial de violencia sin haber sufrido daños serios, entonces su experiencia
concreta puede impedirle pronosticar que sus hijos/as sufrirán daños por parte de ter-
ceros. Otras razones vinculadas a experiencias socioculturales también pueden afectar
la percepción del riesgo (Hopp, 2017a: 30).
76. Desde un abordaje psicológico, un indicador puede ser la identificación del síndrome de la mujer maltratada.
En los traumas repetidos como la violencia doméstica, se establece un patrón que permite soportar un mínimo de
dolor emocional. Así, se dice que la minimización, disociación, represión o renuncia son características del síndro-
me (Walker, 2009: 89 y 92). Desde un abordaje antropológico, se señala que la habituación a la violencia genera en
las mujeres que “las cosas tienen que tomar un cariz desmesurado para que ellas puedan definir la situación como
‘abusiva’. Lo que es ‘abuso’ para el común de la gente, para ellas es su propia forma de vida y por esta razón no les
es posible denegarla o situarla en un papel de ‘excepción’” (Kalinsky y Cañete, 2010: 39). Esta situación las lleva a
realizar, en ocasiones, evaluaciones cotidianas erradas (Kalinsky y Cañete, 2010: 64).
77. Leonardo Pitlevnik y Pablo Zalazar realizan esta lectura para el caso de mujeres víctimas de violencia, a partir
del concepto de “habituación al riesgo en los delitos de resultado” de Günther Jakobs (Pitlevnik y Zalazar, 2017: 88).
67
Autoras varias
Finalmente, también puede indagarse acerca de un error sobre el estado de salud del
niño o niña, teniendo como indicador que si el personal médico u otros/as operado-
res/as del sistema de protección no advirtieron con sus conocimientos especiales un
riesgo en curso, no se puede exigir ese conocimiento calificado a la mujer. Por el con-
trario, que esos/as profesionales hayan intervenido y no hayan reparado en un posible
riesgo, pudo transmitir tranquilidad a la mujer y despejar dudas sobre la posible pre-
sencia de un peligro para sus hijos/as.
En los casos de violencia de género, una amenaza concreta de sufrir un ataque en caso
de realizar la conducta de cuidado puede operar como una “amenaza de sufrir un mal
78. Un indicador en este sentido se verifica cuando las pericias indican un diagnóstico de impotencia aprendida.
El concepto de “impotencia aprendida” designa la pérdida de la capacidad para predecir que lo que se haga tendrá
un resultado particular. En los traumas repetidos, como es el maltrato habitual, la persona cree que no tiene esca-
patoria y se establece un patrón que le permite soportar un mínimo de dolor emocional. Las mujeres expuestas
a situaciones dolorosas de manera repetida y sin contingencias no pueden escapar de esas situaciones, aunque
tuvieran posibilidades. “Las conductas negativas y aleatorias dirigidas contra una persona pueden hacerle creer
que, con su forma natural de combatir, no logrará poner fin a semejante abuso. Por esa razón, la persona deja de
intentar ponerle fin al abuso y, en su lugar, desarrolla unas estrategias defensivas con el fin de vivir a salvo, pero
con la posibilidad de que él o ella continúen soportando los abusos. Lo que pierde, y lo que se debe recuperar, es la
motivación para seguir intentando escapar de la violencia” (Walker, 2009: 143).
79. Ver Laurenzo Copello, infra, capítulo 3.
80. Binder explica que el heroísmo no es exigible, “Nadie puede exigirme que sacrifique mi vida para salvar la de
otro. Una acción de esa naturaleza podrá ser loable moralmente, pero es seguro que el Estado no puede exigirme
que así lo haga…” (Binder, 2004: 249).
68
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
grave e inminente” (conf. art. 34, inc. 2 CP). Asimismo, aunque no se verifique un ame-
drentamiento explícito o individualizado en una amenaza concreta, un contexto coac-
tivo permanente y cíclico puede implicar el llamado “miedo insuperable” desarrollado
en contextos jurídicos extranjeros, pero reconocido localmente por vía jurispruden-
cial, asociado a la regulación normativa del estado de necesidad disculpante81.
Por otra parte, una de las exigencias del principio de culpabilidad es que la persona
haya realizado su acción como parte del ejercicio de su libertad personal (Zaffaroni,
Alagia y Slokar, 2005: 672). Este juicio rebasa las situaciones captadas en el Código
Penal como causales de exculpación, sin que ello implique un obstáculo para su apli-
cación. Un análisis del principio de culpabilidad por el acto con perspectiva de género
comprenderá que la violencia es un fenómeno que restringe la libertad y autonomía
de las mujeres, en tanto tiene un fuerte impacto en la conducción del plan de vida.
Esta situación fáctica está reconocida normativamente en el artículo 5 de la Conven-
ción Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer
(Convención de Belém do Pará).
81. Pitlevnik y Zalazar realizan una revisión de la exención de responsabilidad por inculpabilidad en los casos
de criminalización de mujeres por hechos realizados en contextos de violencia de género. Señalan dos aspectos
críticos: que la definición del ilícito penal queda intacta y que puede reforzar la lógica de subordinación debido
al riesgo de estigmatización de las mujeres implicadas (Pitlevnik y Zalazar, 2017: 76). María Luisa Maqueda Abreu
también alerta de que las defensas que se reconducen al ámbito de la culpabilidad —especialmente la inimputabi-
lidad o el miedo insuperable— tienen el peso del estigma que ese permanente reconocimiento de la incapacidad
representa para las mujeres (Maqueda Abreu, 2014: 218).
82. A nivel subjetivo, los condicionamientos a los que se hace referencia se verifican, por ejemplo, cuando se
diagnostica la presencia de la condición de “indefensión o impotencia aprehendida” (ver supra, nota 57), o de nu-
merosos mecanismos de adaptación que suelen adquirir las mujeres insertas en vínculos violentos (tales como la
minimización, negación, disociación, bloqueo de los afectos, etc.).
Además, existen obstáculos de índole estructural que las mujeres víctimas de violencia afrontan en el acceso a la
justicia y que inciden directamente en las posibilidades concretas de ejercer actos de cuidado o solicitar medidas
de prevención que las pongan a salvo a ellas y a sus hijos/as (ver, entre otros, ELA, 2009; Teodori, 2015; MPD, Comi-
sión sobre Temáticas de Género, 2015b; Larrauri, 2003: 271-307).
69
Autoras varias
Por otra parte, para el particular supuesto en el que intervino alguna agencia estatal
(por ejemplo, el sistema administrativo de protección de la niñez, juzgado de familia,
centro de salud, etc.) y no adoptó ninguna medida para prevenir la violencia en el ám-
bito familiar, cabe plantear en este estamento un argumento vinculado a la inexigibili-
dad de una conducta diferente a la acusada. En este sentido, no es exigible reclamar a
la mujer por aquello que los funcionarios y personal profesional y especializado no
fueron capaces de realizar.
Antiguamente, este tipo de episodios eran calificados por el derecho penal como in-
fanticidios, una figura derogada en 1994 que establecía una pena de reclusión hasta
los tres años o prisión de seis meses a dos años para la madre que, para ocultar su
deshonra, matara a su hijo durante el nacimiento o mientras se encontrara bajo la in-
fluencia del estado puerperal84. La misma pena se preveía para los padres, hermanos,
maridos e hijos que, con el objeto de ocultar la deshonra de la mujer, cometiesen el
delito cuando se encontraran en estado de emoción violenta y las circunstancias hicie-
ran excusable su accionar.
70
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
Los fundamentos de la Ley 24410, que derogó el infanticidio, hacían mención a que
resultaba necesario adecuar la normativa interna a la Convención sobre los Derechos
del Niño. Los/as legisladores/as consideraron que la condición de madre soltera ya no
constituía una mengua al honor, como sí podía serlo en el año 1921 y, de este modo,
se entendió que se debía proteger el interés superior del niño sobre el honor de la
madre.
El debate parlamentario que llevó a la derogación del delito de infanticidio fue cues-
tionado por pobre y carente de apoyo doctrinario. Al respecto, se criticó que la supre-
sión de la figura, con una larga tradición en la codificación nacional, se dio en el marco
de un debate ajeno a la problemática, dado que en el recinto se discutía la necesidad
de otorgar protección a los/as menores de edad frente a hechos de comercio sexual.
También se mencionó que la derogación se llevó adelante sin analizar la realidad ma-
terial de las mujeres que eran criminalizadas bajo esta figura: todas ellas de muy escasa
instrucción, con antecedentes de aislamiento, debilidad mental superficial o con limi-
tadas capacidades para la comunicación. Por último, la derogación fue cuestionada en
tanto se separaba de otras legislaciones latinoamericanas que incluían una figura ate-
nuada para estos casos, en particular, los Código de Bolivia, Ecuador, Costa Rica, Uru-
guay, Venezuela, Perú, Brasil, Colombia y Chile (Zaffaroni, 2008: 69, citado en Di Corleto
y Pitlevnik, 2011).
Sin embargo, la crítica más contundente que puede hacerse a la derogación del artículo
81, inc. 2 del Código Penal es la respuesta penal desproporcionada que se genera en los
casos de infanticidio. A partir de la supresión del delito, la mujer que mata a su hijo/a
durante o después del nacimiento es pasible de ser sancionada con la pena de prisión
perpetua prevista para el homicidio calificado por el vínculo (artículo 80, inc. 1 CP), o la
pena de ocho a veinticinco años de prisión si los jueces consideraran que mediaron cir-
cunstancias extraordinarias de atenuación (artículo 80 in fine CP), o de diez a veinticinco
años de prisión si entienden que se trata de un caso de homicidio en estado de emoción
violenta (artículo 81, inc. 1 CP). De este modo, con la derogación del tipo penal del infan-
ticidio se pasó de una pena en expectativa de reclusión hasta los tres años o de prisión
de seis meses a dos años a la posibilidad de una condena a perpetuidad o, en el mejor de
los casos, a penas cuyas escalas son muchas veces superiores a la figura atenuada.
71
Autoras varias
El 8 de abril de 2008, por una mayoría de cuatro contra tres, el máximo tribunal declaró
inadmisible la queja por rechazo del recurso extraordinario presentado por la defensa.
La reseña de las características de los votos es importante en la medida en que arroja
luz sobre los discursos que circulan en torno a la conducta de las mujeres que matan a
sus hijos/as.
Fayt y Zaffaroni firmaron una disidencia en la que sostienen que la capacidad de cul-
pabilidad puede medirse, incluso, a partir de los trastornos afectivos que pueden inci-
dir en comprender la criminalidad del acto, que no es necesaria la constatación de
delirio para que haya inculpabilidad y que también debe tenerse en cuenta el contex-
to sociocultural y la situación en que se produce el hecho. En lo atinente a las caracte-
rísticas del caso, los jueces Zaffaroni y Fayt hicieron una detallada descripción de las
circunstancias del hecho y de la vida de la autora. Al igual que lo haría el juez Maqueda
después, pasaron revista al contexto previo y concomitante que habilitaba, junto con
las pericias de la defensa, a considerar que la joven carecía de capacidad de culpabili-
dad, por lo que ordenaban la absolución de la acusada.
Finalmente, el juez Maqueda inició su voto señalando que la culpabilidad del autor “se
determina según el ámbito de autodeterminación que este haya tenido para ejercer su
conciencia moral en la constelación situacional en que hubiese actuado y en relación
con sus personales capacidades en esa circunstancia”. En referencia al estado puerperal,
el votante sostuvo que son de conocimiento público, lógica y experiencia común los
efectos que producen el embarazo y el parto sobre la psiquis de la gestante. En función
de lo normado por el artículo 41 del Código Penal, el juez Maqueda sostuvo que en
cuanto a las condiciones de “la edad, la educación y la conducta precedente son difíci-
les de imaginar peores que en el presente caso, donde la protagonista es abandonada
por todos y dejada en total desamparo en el momento del parto sorpresivo en el baño,
sin ayuda de ninguna naturaleza y sin asistencia, ni la más elemental medida de higie-
ne, ni una palabra de nadie, ante la indiferencia de todos, incluyendo a su familia de la
que tiene que alejarse cargando con su embarazo. La miseria o la dificultad de ganarse
72
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
El caso de Romina Tejerina tuvo una amplia repercusión en los medios de comunica-
ción y la decisión emitida por la Corte Suprema de Justicia de la Nación alcanzó una
gran divulgación en los tribunales.
Los informes médicos constataron que el feto respiró, que no había rastros de ahoga-
miento o estrangulamiento y que el fallecimiento se produjo porque sus vías aéreas
fueron obstruidas, aunque no se pudo determinar mediante qué mecanismo. La defensa
85. CNACyC, sala V, Escalada Irala, María Belén s/homicidio, causa n.o 16338/2008, rta.: 29/10/2013 y Juzgado
Nacional en lo Criminal de Instrucción n.o 42, Escalada Irala, María Belén s/homicidio, causa n.o 16338/2008, rta.:
27/2/2015.
73
Autoras varias
señaló que en ningún momento se logró acreditar que Escalada Irala hubiera realizado
alguna conducta para obstruir las vías aéreas del bebé, ni se descartó que esa obstruc-
ción se hubiera producido por algún otro contacto propio del parto o con algún otro
objeto (por ejemplo, al caer al excusado), o de forma fortuita86.
Tanto en la instrucción como en el debate oral las defensas alegaron que la acusa-
da había actuado sin dolo por considerar que la niña había nacido sin vida. A tal
fin, alegaron que su error de tipo había estado psíquicamente condicionado, ya
que tenía una percepción distorsionada de la realidad y creyó que estaba descar-
tando a una niña muerta. Sobre este punto en particular se destacó que la imputa-
da había negado la circunstancia del embarazo, que el día del hecho fue al baño
pensando que solo tenía malestar estomacal y allí se encontró con su hija, una
bebé nacida fuera de término a la que vio inmóvil y sin llorar, lo que sumó deses-
peración a una trayectoria de vida marcada por los abusos. El argumento fue re-
chazado por el tribunal, pero las circunstancias fueron tomadas en cuenta para
descartar la imputabilidad.
86. Adicionalmente, la defensa aportó un informe elaborado por la Comisión sobre Temáticas de Género que
daba cuenta de los vicios de la resolución de primera instancia, por contener razonamientos estereotipados y pre-
juicios de género con relación a lo que debe hacer una mujer en situación de parto, desde un estereotipo de la
buena madre, y por incorporar conjeturas que no pudieron ser corroboradas debido a una deficiente investigación
por ausencia de exhaustividad en la producción de la prueba. En esta línea, marcó que el obrar judicial era discri-
minatorio y parcial.
87. TOCyC 17, Trapasso, Rosana Verónica, causa n.o 4410, rta.: 27/10/2015.
74
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
88. TOCyC n.o 29 de la Capital Federal, Rivera Ruiz, Olidia, causa n.o 49964/2015, rta.: 06/11/2019; y CNACyC, sala
IV, rta.: 8/10/2015.
89. En la carta, Olidia reconoce que ella era la madre del niño, y le hace una serie de reproches en cuanto a que él
no se había hecho cargo de una hija en común, y que imaginaba que tampoco se haría cargo de este nuevo niño.
Le dijo: “ayer yo tuve un accidente y se adelantó el parto, y tu hijo nació en el hospital Pena”.
90. La defensa presentó ante la cámara un informe de la Comisión sobre Temáticas de Género en el que se cues-
tionó que la investigación hubiera sido arbitrariamente dirigida contra la mujer en razón del uso de estereotipos.
Concretamente, se indicó que, sobre la base de ciertas expectativas sociales sobre los roles maternales, se había
establecido una única línea de indagación sobre la muerte del niño, dejando de lado cursos de acción alternati-
vos. Además, se cuestionó la valoración discriminatoria de la prueba reunida. Desde el comienzo, la versión dada
por Alejandro Delagracia Benítez fue considerada como la única válida, y orientó completamente la investigación.
Así, las referencias que él dio respecto a las condiciones de tiempo, lugar y modo en el que recibió el cuerpo del
bebé y las manifestaciones que realizó en cuanto al momento en que tuvo conocimiento del contenido del bolso
resultaron ser las únicas líneas que condujeron hacia la imputación de Olidia Rivera Ruiz. El Sr. Benítez fue la última
persona que tuvo contacto con el cuerpo de la criatura y, a tan solo 48 horas del inicio de las actuaciones, abandonó
el país sin dejar modo alguno de localizarlo.
75
Autoras varias
En el caso Escalada Irala, la defensa instó como planteamiento subsidiario que se daba
una causal de inculpabilidad por inimputabilidad. Tras las instrucciones dadas por la
Cámara de Apelaciones, el Juzgado de Primera Instancia ordenó ampliar las pericias
psicológicas y psiquiátricas sobre la acusada. Las forenses oficiales y de la defensa eva-
luaron la personalidad de base, su adicción a las sustancias psicoactivas y los cambios
que se producen en los momentos previos y posteriores al parto. Las profesionales
concluyeron que era verosímil que Escarala Irala no haya contado con suficiente auto-
nomía psíquica para comprender y dimensionar la situación en la que se encontraba y
que no haya podido comprender y dirigir sus acciones. En consecuencia, el juzgado
declaró inimputable a la mujer y dictó su sobreseimiento.
Finalmente, en el caso de Ruiz Rivera, Olidia se introdujo un informe del Cuerpo Médico
Forense en el que se sugirió que la acusada presentaba “terror y la parálisis hacia conduc-
tas actuadoras, con fracaso de sus defensas básicas adaptativas. Aclaro que los estados
de terror y parálisis deben entenderse como aquellos estados psíquicos superiores al
estado de temor o miedo. Refiere haber vivido este segundo parto como una repetición
del primer parto de su hija, pero en la primera situación contó con el apoyo de su
91. El informe social fue elaborado por el Programa de Atención a las Problemáticas Sociales y Relaciones con la
Comunidad de la DGN y las pericias por profesionales del Cuerpo de Peritos de la DGN.
76
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
El proceso se inició a partir del hallazgo, en la puerta del baño de una estación de ser-
vicio, de una bolsa de residuos con un bebé en su interior. En el caso se logró determi-
nar que Fernández había entrado al baño, donde dio a luz a una niña, y la dejó en el
cubo de basura. Seguidamente, la mujer a cargo de la limpieza vio que la bolsa de
basura estaba llena de compresas, la cerró y la colocó dentro de otra bolsa que dejó
junto a la puerta del baño. Unos minutos más tarde, otra mujer que se encontraba es-
perando para ingresar advirtió que la bolsa se movía, la abrió y encontró al bebé.
92. En el momento de elaboración de este documento esos informes no fueron valorados, ya que el proceso aún
no había tenido audiencia de juicio.
93. TOCyC 6 de la Capital Federal, Fernández, Gabriela Yamila, causa n.o 64642/2015, rta.: 26/10/2016 y CSJN, Ar-
jona, Mario y otro s/abandono de personas, CCC 064642/2015/4/CS001, rta.: 23/2/2016 (causa Fernández, Gabriela
Yamila).
77
Autoras varias
El fiscal requirió la elevación a juicio por el delito de abandono de persona agravado por
el vínculo, descartando la tentativa de homicidio, sin fundamentos que expliquen la elec-
ción de esta calificación sobre la de homicidio. En su momento, el fiscal del juicio firmó un
juicio abreviado con la acusada y su defensa oficial, en el que se acordó una pena en sus-
penso de tres años, monto que se sitúa apenas por encima del mínimo legal94.
Dentro del escaso margen que habilita el juicio abreviado a la revisión judicial, los jue-
ces consideraron razonable el monto punitivo, cercano al mínimo de la escala penal,
en atención a “las condiciones personales de la imputada, las presiones y problemas
que manifestó padecer en esa época, su falta de antecedentes y el hecho de que la
niña, a pesar del grave riesgo que corrió, no sufrió ningún daño efectivo”; también, en
que haya reconocido su responsabilidad en el hecho95.
A partir de la derogación de la figura de infanticidio, los casos en los que se acusa a las
mujeres por delitos contra la vida o integridad personal de sus hijos/as recién nacidos
son tramitados a través de las figuras penales de homicidio agravado o, eventualmen-
te, abandono de personas.
94. El delito de abandono de personas agravado por el vínculo tiene una pena mínima de dos años y ocho meses,
y una máxima de ocho años.
95. Al contrario, valoró que el abandono se concretó sobre una recién nacida, por un lado, y su nivel de instruc-
ción y que era oficial de la policía, por otro lado, “por lo que se encontraba en condiciones de actuar de un modo
distinto, adecuado al derecho”.
78
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
El homicidio de un/a recién nacido/a por parte de su madre desencadena una sanción
moral que recae en las mujeres que rechazan la maternidad. Atender a los posibles
prejuicios y estereotipos que conforman la imagen de una buena/mala madre97 será
importante para la defensa del caso, porque pueden filtrarse para compensar la ausen-
cia de prueba sobre cómo ocurrió la mecánica de la muerte, en el aspecto cognitivo y
volitivo de la conducta, y en el ámbito de la culpabilidad. Otros aspectos relevantes
para la construcción de la teoría del caso serán el contexto en el que las mujeres dieron
a luz y los historiales de vulneración de derechos y de violencia previos.
Para dar por cumplido el tipo objetivo del delito de homicidio agravado por el vínculo
debe comprobarse la existencia de una persona nacida viva y que la acción de la mujer
haya sido la exclusiva causa de la muerte, es decir, que el/la recién nacido/a no haya
muerto por otro motivo distinto. Además, debe probarse que la víctima es hijo/a de la
mujer. En este caso, existen una serie de cuestiones que deben acreditarse y ser tradu-
cidas en la formulación de la acusación.
La primera cuestión que probar es que el bebé haya nacido con vida, para excluir im-
putaciones vinculadas con abortos espontáneos u otros eventos obstétricos en los
que no se acreditó un nacimiento con vida. Sobre este punto, cabe prestar atención a
qué tipo de estudios se realizan para constatar esta circunstancia y cuestionar la capa-
cidad probatoria de ciertos métodos poco fiables98.
96. Esta línea de defensa sí se observa en causas tramitadas en el ámbito de la provincia de Buenos Aires, todas
resueltas bajo la utilización de la reducción de la pena por circunstancias extraordinarias de atenuación (Tribunal
de Casación Penal de la Provincia de Buenos Aires, sala IV, Duette, Gladys Viviana s/ recurso de Casación, causa n.o
64.923, rta.: 20/3/2015; Tribunal de Casación Penal de la provincia de Buenos Aires, sala III, Fleitas María Isabel s/
recurso de casación, causa n.o 70.416, rta.: 21/6/2016; Tribunal de Casación Penal de la Provincia de Buenos Aires,
sala III, Duarte, Josefina s/recurso de casación, causa n.o 24.132, rta.: 5/4/2016).
97. Ver supra, notas 4 y 51.
98. La doctrina actualizada señala al respecto que la docimasia hidrostática pulmonar es una prueba poco fiable
para determinar si el feto nació vivo, ya que circunstancias tales como la insuflación previa o el paso del tiempo, las
condiciones de preservación y las condiciones del ambiente pueden incidir en el proceso de putrefacción gaseosa del
cuerpo alterando el resultado de la prueba (Cf. Amicus Curiae del Innocence Project Argentina en el caso Belén, con
cita de Byard y Payne-James, 2016, recuperado de https://studylib.es/doc/6168702/1-se-presenta-como-amigo-del-
tribunal-exma.-corte, compulsado: 29/10/2019). También se señala que existen otros peritajes para determinar con
mayor precisión si el feto nació con vida, como el examen microscópico sobre la reacción vital del cordón umbilical y
la docimasia sobre otros órganos como el oído o el estómago (ídem).
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Autoras varias
En caso de que haya nacido con vida, también será necesario que se determine de
manera precisa cuáles fueron las causas de la muerte, porque un parto precipitado o
sin asistencia puede generar un ámbito propicio para la muerte del/la recién nacido/a
por causas ajenas a una conducta homicida. De igual modo, será necesario cuestionar
la capacidad de la mujer para evitar la muerte producto de un parto sorpresivo.
En el ámbito del tipo subjetivo, el aspecto cognitivo acerca del estado de gravidez es
muy importante, porque tendrá un impacto sobre la capacidad de la mujer de advertir
que el producto del parto es una persona con vida y es su hijo/a. En este camino de ar-
gumentación, estudios basados en entrevistas a mujeres que fueron condenadas por
infanticidio destacan patrones comunes respecto al modo en que esas mujeres percibie-
ron el embarazo. El núcleo duro son mujeres que no reconocen que están embarazadas,
no les crece la barriga, en la mayoría de los casos viven el embarazo con la misma ropa
sin mostrar cambios significativos en el cuerpo y siguen su vida normalmente (Kalinsky
y Cañete, 2010: 28). Al ser preguntadas “dicen que ‘algo’ les salió del cuerpo, o bien que el
bebé nació muerto, que no lo oyeron llorar o que ni si quiera lo vieron. Esta creencia da
pie a que consideren que no lo han matado” (Kalinsky y Cañete, 2010: 28). Como estos
datos contrarían las creencias comunes acerca de cómo las mujeres desean y se prepa-
ran para la maternidad, la particularización y especificidad de la vivencia de la mujer
imputada se vuelve fundamental. En el ámbito del tipo subjetivo de homicidio o el aban-
dono de persona, la falta de percepción del/de la recién nacido/a como un sujeto con
vida puede afectar el dolo que requieren ambas figuras penales.
Para analizar la capacidad de imputabilidad (art. 34, inc. 1 CP), la propuesta realizada
por Laurenzo Copello99 introduce una visión novedosa. Propone trabajar el concepto
de “trastorno mental transitorio” no asociado a factores patológicos, sino a “una situa-
ción vital de especial dificultad”. Los contextos adversos y precarios en los que las mu-
jeres infanticidas llevan adelante los embarazos y la total soledad y aislamiento en el
que tienen sus partos son situaciones muy difíciles de superar ante un parto sorpresi-
vo y no deseado. Esos contextos están presentes en los casos conocidos de infantici-
dio. Como señala la experta, una situación excepcionalmente anormal puede provocar
la incapacidad para dirigir la conducta conforme a la norma y, por lo tanto, puede
concluir en la inimputabilidad de la mujer.
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Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
por situaciones de violencia y abusos sexuales. El litigio en nuevas causas podrá am-
pliar la potencialidad que tiene asociar el “trastorno mental transitorio” a la particular
situación de vulnerabilidad que implica para las mujeres afrontar con gran esfuerzo
una situación extraordinaria como es un embarazo y parto no deseado en total des-
amparo. En este trance, además de las pericias psíquicas o psiquiátricas, indagar sobre
la trayectoria vital y el contexto familiar también es relevante, pues es común que el
aislamiento esté marcado por historias marcadas por la vulnerabilidad y el desamparo
(que pueden encontrar padres biológicos ocasionales o violentos, embarazos produc-
to de violaciones sexuales y falta de acceso a la salud sexual y reproductiva, entre otros
factores que acrecientan el desamparo).
Ante un escenario que permite graduar la pena, se podría solicitar la perforación del
mínimo, dada la desproporcionalidad que implica una pena de 10 años para una mu-
jer marginada de los resortes estatales que pudieron brindar mejores herramientas
para conducir su plan de vida. Estos planteos, que han sido aceptados por la jurispru-
dencia en función de la vulnerabilidad de las imputadas por delitos de drogas, podrían
ser traídos a este conjunto de casos.
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Autoras varias
no siempre redundó en beneficio de las mujeres que respondieron con violencia a los
ataques de sus parejas o exparejas.
En la década de los ochenta, los estudios especializados en derecho penal y género co-
menzaron a identificar que las mujeres maltratadas que matan a sus maridos no conse-
guían beneficiarse de la eximente de la legítima defensa. A través del análisis de senten-
cias de distintos contextos jurídicos se observaron restricciones en la interpretación y
aplicación de la causal de justificación (Larrauri, 1994: 1; Larrauri, 2002; Frigon, 2000).
Además, los trabajos feministas en el ámbito del derecho penal han ido revisando los
problemas de discriminación que generan estas interpretaciones, tachándolas de an-
drocéntricas por realizarse desde un presupuesto de contienda entre hombres pares,
con similares características de tamaño y fuerza, con quien por lo general han tenido ese
solo encuentro. Por otra parte, las críticas se dirigen a que esas decisiones judiciales sos-
tienen mitos que legitiman la violencia machista y el poder de corrección del marido
hacia la mujer. Asimismo, se insistió en que los contextos de violencia doméstica son de
imprescindible análisis para abordar el juicio de mujeres que matan, poniendo de mani-
fiesto los ciclos de la violencia íntima, los obstáculos materiales, institucionales y subjeti-
vos que encuentran las mujeres para denunciar los hechos y buscar alternativas, así
como los sistemáticos niveles de impunidad y escasos recursos de prevención ofrecidos
por el Estado (Di Corleto, 2006; Hopp, 2012; Chielsa, 2007; Sánchez y Salinas, 2012). De
este modo, estas críticas exigen adaptar, desde una mirada de género, la doctrina tradi-
cional de la legítima defensa para atender a la realidad de las mujeres que se defienden
de sus parejas maltratadoras y ofrecen una renovada interpretación de los requisitos que
exige la legítima defensa: agresión ilegítima, inminencia o actualidad de la agresión, pro-
porcionalidad del medio empleado y ausencia de provocación suficiente.
100. Para una reseña de estas posiciones ver Di Corleto, 2006, con citas a Günter Stratenwerth, Günter Jakobs, y
en el país, Enrique Bacigalupo.
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A la par de las críticas vinculadas con una interpretación sesgada de los elementos
exigidos por la figura de la legítima defensa, también se advierte un tratamiento discri-
minatorio en la valoración de la prueba. Se repara al respecto en que, circunstancias
que configurarían un supuesto “típico” de procedencia de la legítima defensa (en tér-
minos de agresión ilegítima, inminencia de la agresión, proporcionalidad del medio
utilizado y falta de provocación) se dejan de lado por una exégesis arbitraria y discrimi-
natoria de los elementos probatorios, o del uso explícito de estereotipos que niegan el
derecho de defensa, por ejemplo, a quien no reaccionó antes a una agresión similar.
101. Confirman esta tendencia, otra sentencias de altos tribunales: R. C. E. s/recurso extraordinario de inaplicabi-
lidad de ley en causa n.o 63006 del Tribunal de Casación Penal, sala IV (CSJN, 733/2018/CSJ, rta.: 29/10/2019); Leiva,
María Cecilia (CSJN, fallos: 334: 1204 y sentencia de reenvío de la Corte de Justicia de Catamarca, expediente 10/06,
rta.: 30/05/2012); R. E. C. (Suprema Corte de Justicia de Mendoza, causa n.o 110.919, rta.: 23/06/2014); B. C. A. B. (Su-
perior Tribunal de Justicia de Jujuy, causa n.o 12519/2016, rta.: 30/06/2017); Gómez, María Laura (Tribunal Superior
de San Luis, causa n.o 10/12, rta.: 28/02/2012); Álvarez, Nilda Beatriz (Tribunal Oral del Colegio de Jueces Penales de
Segunda Instancia de Rosario, causa n.o 21-06079336-8, rta.: 21/12/2016).
102. MESECVI (2018). Recomendación General n.o 1 del Comité de Expertas del MESECVI sobre legítima defensa
y violencia contra las mujeres de acuerdo con el artículo 2 de la Convención de Belém do Pará. MESECVI/CEVI/
doc.249/18.
103. Ver, en este sentido, Comisión sobre Temáticas de Género de la Defensoría General de la Nación, (2013).
Dictamen para la elaboración de un nuevo Código Penal de la Nación con perspectiva de género. Proyecto de ley pre-
sentado por la senadora Kunath, Expte. 13-S-2018.
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Autoras varias
104. Dictamen PGN, L., María Cecilia s/recurso extraordinario, S. C. L. 421, L. XLIV González Warcalde, 15/05/2009.
105. CSJN, fallos 334: 1204, Leiva.
106. Señala al respecto el dictamen: “Ella pidió ayuda, una ambulancia, un teléfono, para salvar a Sergio S.; llo-
raba, daba gritos que oían todos sus vecinos; estaba desesperada, fuera de sí; dijo que él la había pegado y ella,
en su defensa y la de su hijo, se había defendido y le había clavado un destornillador, aunque no quiso matarlo”
(consid. 4).
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En su voto particular, la Dra. Highton resaltó el vínculo entre el vicio señalado y la afecta-
ción a las prescripciones de la Convención para la Eliminación de Todas las Formas de
Discriminación contra la Mujer, con jerarquía constitucional en nuestro ordenamiento
jurídico (la Dra. Argibay también estuvo de acuerdo con este punto). Además, criticó el
razonamiento judicial según el cual, de haber existido una agresión ilegítima por parte
del occiso, habrían sido consentidas por la mujer con su permanencia en el hogar107.
Un fallo más reciente de la Corte Suprema consolidó el precedente Leiva y fijó están-
dares más sólidos. Se trata del caso C. E. R., en el que el Alto Tribunal se remitió al dic-
tamen del procurador108.
C. E. R. había declarado que era víctima de violencia de género por parte de P. S., padre
de sus tres hijos, con quien convivía a pesar de la disolución del vínculo de pareja. Ex-
plicó que el día del hecho, como represalia por no haberlo saludado, P. S. le dio un
empujón y puñetazos en el estómago y en la cabeza, llevándola así hasta la cocina; allí
ella cogió un cuchillo y se lo clavó en el abdomen, luego salió corriendo y fue a la casa
de su hermano, quien la acompañó a la policía. C. E. R. dijo que no quiso hacerle daño,
pero fue la única forma de defenderse de los golpes. En el informe médico se dejó
constancia de que la mujer poseía hematomas y dolores en el abdomen y en las pier-
nas y que tenía dolor en el rostro. Por su parte, el hombre prestó declaración testimo-
nial y negó haber agredido a la mujer.
107. Dijo al respecto que “aquella afirmación del a quo para descartar un supuesto de legítima defensa que, a par-
tir del mero hecho de la permanencia de la imputada en el domicilio en que convivía con el occiso —a la cual asig-
na, sin más, un carácter voluntario—, se deriva que Leiva se sometió libremente a una hipotética agresión ilegítima,
no solo soslaya las disposiciones de convenciones internacionales y normas internas que avanzan sobre la materia,
sino que lisa y llanamente aparece en colisión con su contenido”. Cabe destacar que había prueba que demostraba
que la mujer estaba encerrada en su propia casa, no tenía llave de la puerta y las ventanas estaban con rejas, por lo
que pidió el auxilio de terceros para poder salir y llevar a su pareja a un centro de salud después de haberlo herido.
108. CSJN, R., C. E. s/ recurso extraordinario de inaplicabilidad de ley en causa n.o 63006 del Tribunal de Casación
Penal, sala IV, 733/2018/CSJ, rta.: 29/10/2019.
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Autoras varias
Con relación a las contradicciones entre la mujer y su expareja, sostuvo que “en virtud
de las normas específicas que rigen para los casos de violencia contra las mujeres,
frente a las versiones opuestas de R. y S. sobre lo sucedido, el tribunal no podía descar-
tar con certeza la causa de justificación alegada. En este sentido, es oportuno recordar
que en el precedente de fallos: 339: 1493, V. E. sostuvo que frente a hipótesis de hechos
contrapuestos, en el derecho procesal penal el in dubio pro reo y la prohibición de non
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Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
fiquet le imponen al juez inclinarse por la alternativa fáctica que resulta más favorable
al imputado”.
En el caso Calle Vilca, Ninfa109, la mujer fue acusada de homicidio calificado en grado de
tentativa por haberle clavado un cuchillo de mesa en el tórax a Álvaro Rojas Aguayo, su
pareja. Posteriormente, la conducta fue recalificada en el marco de un juicio abreviado
como lesiones graves calificadas por el vínculo, cometidas con exceso en la legítima
defensa.
A partir del relato de los implicados y de otra prueba producida, se tuvo por cierto que
en la madrugada del 1 de enero de 2016, durante los festejos por el año nuevo, Ninfa
Calle Vilca atacó a Rojas Aguajo con un cuchillo que estaba utilizando para cocinar.
También se probó que Rojas Aguajo ejercía de forma persistente violencia sobre Calle
Vilca, que la madrugada en que resultó lesionado se había mostrado agresivo durante
toda la velada y que, en un momento en que se quedaron a solas, la había agredido
físicamente.
109. TOCyC 6 de Capital Federal, Calle Vilca, Ninfa, causa n.o 14/2016, rta.: 9/5/2016.
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Autoras varias
Para tener por probada la agresión ilegítima, el fiscal puso en contexto el maltrato al
que Rojas Aguayo sometió a Calle Vilca y valoró el historial de victimización. Para ello
se sirvió del testimonio de la hermana de Ninfa, de un antecedente que implicó la
atención hospitalaria y de un informe social elaborado por el Proyecto Piloto de Asis-
tencia y Patrocinio Jurídico Gratuito a Víctimas de Violencia de Género y el Programa
de Atención a las Problemáticas Sociales y Relaciones con la Comunidad de la DGN110.
En cuanto a lo sucedido en el momento de los hechos objeto de investigación, tuvo en
cuenta los relatos de ambos integrantes de la pareja y los de un amigo en común que
estuvo con ellos esa noche (aunque no vio el momento del ataque), y la certificación
de las lesiones que presentaba la mujer.
Sin embargo, el fiscal consideró que hubo un momento en el accionar de Calle Vilca en
el cual su conducta se volvió injusta, porque excedió la fuerza necesaria para repeler una
agresión111, produciendo un exceso en la situación originalmente tutelada de legítima
defensa. Esta afirmación contradice lo que antes sostuvo, respecto a la razonabilidad del
medio empleado y a la imposibilidad de “elegir” la parte del cuerpo en la que introducir
el cuchillo, dada la rapidez con la que ocurrieron los hechos. En efecto, el fiscal afirmó
que la utilización del cuchillo respondió a una necesidad racional y que la mujer no tuvo
110. En el informe se consignó que la relación con Rojas Aguayo se caracterizó por celos excesivos, violencia física
y rasgos de control y dominio constante, que la llevaron a perder varios empleos. La exposición a la violencia de
género se intensificó a partir de su radicación en Argentina. El informe también mostró el recorrido vital de Calle
Vilca, marcado por fuertes necesidades socioeconómicas, que la llevaron a trabajar en condiciones de explotación
y violencia desde niña, el abandono de los estudios, la migración a Argentina a fin de mejorar sus posibilidades de
futuro y un recorrido laboral marcado por la explotación y la informalidad.
111. La doctrina denomina esta circunstancia como exceso intensivo cuando la conducta lesiona más de lo racio-
nalmente necesario (D’Alessio y Divito, 2011).
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Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
posibilidad de elegir en qué parte del cuerpo asestar el golpe “dada la escasa duración
del episodio” (razón por la que cambió la calificación del hecho de homicidio en grado
de tentativa a lesiones). Teniendo en cuenta que la mujer dio una única cuchillada, no se
comprende, en el razonamiento fiscal, en qué consistió el exceso en la legítima defensa
y a partir de qué conducta y qué momento su reacción se volvió injusta, cuando el mis-
mo fiscal consideró justificado el medio empleado y la zona del cuerpo herida.
El voto que lideró la sentencia coincidió con que en el caso “obró una causa de justifi-
cación vinculada con la legítima defensa ejercida por la víctima frente a una agresión
de su pareja, que fue repelida por un medio razonable, que no fue provocada, pero
que, debido a la forma en que se produjo, excedió la producción del daño indispensable
para repelerla”. Pese a la contradicción señalada en el razonamiento del fiscal general,
el tribunal consintió el planteamiento sin dar razones diferentes a las presentadas
por el acusador público.
El tribunal aplicó la pena consensuada de dos años y diez meses de prisión en suspen-
so, valorando especialmente los antecedentes de violencia de género, el embarazo
que cursaba Calle Vilca y la admisión de los hechos.
El defensor de Escobar planteó que la mujer se había defendido de las agresiones del
hombre, por lo que había mediado legítima defensa en su accionar o, en todo caso, un
exceso en la legítima defensa. Subsidiariamente, apeló a la ocurrencia de circunstan-
cias especiales de atenuación previstas en el artículo 80 del Código Penal y a la incons-
titucionalidad de la pena perpetua. También requirió la aplicación del homicidio sim-
ple, por no corresponder el agravante relativo a la relación sentimental, contemplado
en el artículo 80, inciso 1, del Código Penal.
112. TOCyC 25 de Capital Federal, Escobar, Daniela, causa n.o 38194/2013, rta.: 4/12/2014; CNCC, sala II, Escobar,
Daniela, causa n.o 38194/2013, reg. 168/2018, rta.: 18/6/2015; y TOCyC 25 de Capital Federal, Escobar, Daniela, causa
n.o 38194/2013, rta.: 18/4/2016.
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La mujer fue condenada a prisión perpetua en virtud del delito de homicidio agravado
por la relación de pareja. A criterio del tribunal, “Conforme la evaluación precedente de
toda la prueba considerada no ha existido defensa por parte de la procesada, toda vez
que el ataque ha provenido de la misma”, descartando de este modo los argumentos
de la defensa en torno al ejercicio de la acción en legítima defensa. Valoró especial-
mente que la mujer no presentaba lesiones, que la víctima tenía lesiones defensivas en
manos y brazos, el carácter violento de la mujer y tranquilo del hombre, probado por
los diversos y contestes testimonios brindados por vecinos y familiares de las partes.
También tuvo en cuenta la intencionalidad de la mujer en su intento por hacer desa-
parecer los rastros incriminantes. El tribunal también descartó los planteos subsidia-
rios esgrimidos por la defensa.
En otros casos, las defensas de dos mujeres también invocaron una causal de justifica-
ción por las lesiones impartidas a quienes habían sido sus parejas, pero la reclamación
fue descartada por el tribunal oral. No obstante, en ambas ocasiones el reproche penal
tras el debate fue significativamente menor al solicitado en la elevación a juicio y, en
uno de ellos, en la instancia casatoria se decidió la absolución de la acusada.
En ambas situaciones, las mujeres refirieron que habían ido a casa de sus exconvivien-
tes, que ellos las habían agredido físicamente y que sus actuales parejas (que las acom-
pañaban) habían reaccionado iniciando una pelea con los agresores. En este contexto,
ellas invocaron que habían intervenido para defender a sus compañeros y refirieron el
temor que les despertaba la riña por la diferencia física entre los contrincantes, y por-
que sus exparejas eran expertos en lucha (uno era profesor de un arte marcial y el otro
practicaba un deporte de lucha).
113. Afirmó al respecto que, si los hechos hubieran ocurrido según el relato de la acusada, necesariamente Esco-
bar tendría que haber presentado alguna lesión.
114. La mujer le dijo a los primeros testigos que se acercaron que las heridas habían sido producto de un juego.
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Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
En el caso Bóveda, Rosana Elizabeth115 se probó que la mujer fue a la vivienda que
había compartido con Favio Garabento, que hubo un forcejeo y ella se fue, envián-
dole posteriormente un mensaje de texto en el que le dijo que bajara y lo amenazó
con prenderle fuego a él y a su hija. Cuando el hombre bajó, se inició una riña con el
novio de Bóveda, que presentaba desventaja física frente a Garabento, y ella lo roció
con alcohol que había comprado instantes antes. Según Garabento, la mujer intentó
prenderle fuego con un mechero pero él logró evadir el ataque; según ella, lo hizo
para asustarlo pero no tenía ni mechero ni cerillas y nunca pensó en prenderle fuego.
En tanto, en el caso Gerez, Magalí Andrea116 se adujo que la mujer colaboró con su
pareja en una pelea que mantenía con su exconviviente, Carlos Leoni, en la que este
recibió varias heridas por arma blanca. Tanto la versión de Gerez como la de Leoni
coincidieron en señalar que hubo una pelea entre los hombres, que el novio de Gerez
se encontraba en el suelo mientras Leoni lo atacaba, que Gerez sujetó por detrás a su
expareja mientras le gritaba que se detuviera y le decía “Lo vas a matar”, y que esa
oportunidad fue aprovechada por el caído para reincorporarse y asestarle unas puña-
ladas. Sin embargo, Leoni aclaró que antes de que Gerez lo sujetara ya había recibido
unas puñaladas, extremo que Gerez manifestó desconocer. También se probó que la
pareja de Gerez era de contextura pequeña y estaba débil de salud pues tenía tuber-
culosis, y que Leoni era de mayor tamaño y estaba altamente entrenado.
En los dos casos hubo cambios en la calificación penal en la instancia oral. En Bóveda,
Rosana Elizabeth, la acusación fiscal cambió de la tentativa de homicidio a la de ame-
nazas simples, y en Gerez, Magalí Andrea se pasó de la imputación de homicidio sim-
ple en grado de tentativa a una participación secundaria en el mismo delito. En ambos
procesos se descartaron los planteos defensivos vinculados a la tipicidad.
Para afirmar que no hubo agresión ilegítima de la víctima se hizo caso omiso a los an-
tecedentes de violencia probados en ambos juicios. Sobre este aspecto, cabe notar
que el historial de violencia que se presentaba en ambos casos fue expuesto en las
115. TOCyC 13 de la Capital Federal, Bóveda, Rosana Elizabeth, causa n.o 48296/2015, rta.: 8/9/2016 y CNCC, sala
III, Bóveda, Rosana Elizabeth, causa n.o 48296/2015, rta.: 22/8/2018.
116. TOCyC 13 de la Capital Federal, Gerez, Magalí Andrea, causa n.o 56480/2014, rta.: 8/3/2016 y CNCC, sala I,
Gerez, Magalí Andrea, causa n.o 56480/2014, rta.: 13/6/2018.
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estrategias de las defensas pero ignorado en el texto de las sentencias. En las dos reso-
luciones se encuentran eufemismos que hacen alusión a vínculos conflictivos o rela-
ciones particulares, pero no se designan de modo acabado los antecedentes de vio-
lencia de género acreditados. Una tesitura similar se encuentra en quien fue el fiscal en
ambos juicios.
117. Según la sentencia “No han quedado dudas de que [Bóveda] roció con alcohol a Garabento cuando pre-
viamente le había enviado un premonitorio mensaje de texto que rezaba ‘bajá a Jonte cagón, salí que te estoy
comprando algo, cuidate vos y tu hija que los voy a prender fuego’. El contenido del mismo coincide exactamente
con lo que sucedió después”.
118. Es probable que esta sea la forma de plasmar en la sentencia la pésima impresión que dio Garabento en la
audiencia de debate, circunstancia que no quedó reflejada en el texto de la resolución pero que fue advertida por
integrantes de la Comisión sobre Temáticas de Género que estuvieron presentes durante el juicio.
119. En su alegato, el fiscal incluyó afirmaciones que podrían dar cuenta de la presencia de estereotipos de gé-
nero; así, criticó que la mujer “colaboró en la empresa de un tercero que podría haber matado al padre de su hija”,
lo que, entendió, habría sido fulminante para el desarrollo de la niña, y afirmó que si realmente tuvo intención de
hacer cesar el ataque, se tendría que haber interpuesto entre ambos. En relación con la legítima defensa, indico:
“Una cosa es una situación vinculada a un cuadro de violencia de género, y otra es […] colaborar para que su com-
pañero le propine las puñaladas en cuestión”.
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mismo modo dejó de lado, sin dar explicaciones a los cuestionamientos de la defensa120,
elementos de prueba que corroboraban la versión de la acusada121, según la cual ella
actuó frente a un hombre que siempre se comportó con ella de forma violenta para de-
tener una pelea.
En el caso de Bóveda, Rosana Elizabeth la pena impuesta fue la mínima (seis meses de
ejecución condicional) y estuvo por debajo de la solicitada por el fiscal. Entre los ate-
nuantes, el tribunal consideró el historial de una “relación conflictiva” y variables que
daban cuenta de la vulnerabilidad de la imputada. En ese sentido, mencionó que dejó
su provincia de origen, alejándose de su familia y su hijo, en busca de una mejora eco-
nómica y social. Valoró informes sociales que avalaban esas características y reparó en
el hecho de “que la acusada resulta ser una persona de nivel socioeconómico de clase
media trabajadora, con estudios secundarios completos y sin inconvenientes de sa-
lud”. Resulta novedoso que haya evaluado, para justificar una baja en la pena, que la
mujer había alcanzado estudios secundarios y contaba con recursos sociales, ya que
en otros casos un mayor nivel de educación y una mejor posición social se tienen en
cuenta para incrementar el reproche122.
120. La defensa oficial puso de manifiesto las denuncias efectuadas por Magalí y el “perfil particular y arbitrario”
de Carlos Leoni que demuestra la violencia, y señaló las numerosas contradicciones en las que incurría. Realizó
diversos planteos vinculados a la atipicidad de la conducta de su defendida con eje en las reglas de la participación,
señaló la falta de acreditación del elemento subjetivo (pues el propio Leoni había afirmado que actuó para detener
la pelea), señaló que, en todo caso, le cabría una conducta culposa, e invocó, en forma subsidiaria, la causa de justi-
ficación de legítima defensa por intentar detener el conflicto.
121. Entre la prueba producida se encuentra la declaración testimonial de la víctima; dos actuaciones ante la
Oficina de Violencia Doméstica (donde presentó las denuncias por violencia contra Leoni); un informe social practi-
cado a Magalí Gerez; y copia de diversos expedientes civiles y correccionales en los que Gerez denunció a Leoni por
diversos hechos de violencia. También mensajes de texto que Leoni intercambió con un amigo, de los que surge
que la víctima sabía que De Francesco estaba de camino a su casa, y que su amigo le dijo “ponelo de una”.
122. Ver, al respecto, los casos Cuba, Lidia Paola (causa n.o 573/2013, Cámara Federal de Casación Penal, sala III,
rta.: 24/6/2015) y Martínez, Elena Raquel (causa n.o 52001365/2012, Cámara Federal de Casación Penal, sala III, rta.:
30/12/2015), del informe sobre mujeres imputadas por delitos de drogas.
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Autoras varias
En tres de los cuatro casos analizados se advierte que se alegó y produjo prueba sobre
los antecedentes de victimización de las mujeres que terminaron implicadas en delitos
contra la vida o la integridad de sus exparejas violentas. Sin embargo, solo en un caso
(Calle Vilca) se consideró ese historial a la hora de evaluar la procedencia de una causal
de justificación y poner así en contexto el hecho puntual objeto de debate. En otro de
los casos (Bóveda), la violencia padecida con anterioridad al hecho investigado fue
apreciada en la instancia del análisis del elemento subjetivo del dolo, mientras que en
el tercer caso incluido (Gerez) los antecedentes fueron ignorados por completo en la
etapa instructoria y de juicio, lo que llevó al tribunal casatorio a darle la razón a la de-
fensa y anular el fallo, por haber omitido valorar la prueba recibida en el debate bajo el
apego de la sana crítica.
El caso Escobar se diferencia del resto en la medida en que se invocó que la mujer ha-
bía actuado en defensa propia, pero la prueba producida, lejos de corroborar un con-
texto de violencia de género, lo negaba. Más bien, en el juicio se acreditó que la mujer
tenía un carácter violento y que había agredido con anterioridad a la víctima, quien fue
caracterizado como una persona tranquila y pacífica. De modo que la sola invocación
de una agresión por parte de un hombre a una mujer se presenta como insuficiente
para la procedencia de la defensa cuando no va acompañada de elementos probato-
rios que acompañen el relato de la acusada.
123. Señaló al respecto que “en la medida en que la sentencia condenatoria se motivó exclusivamente en la
declaración del damnificado, Carlos Alberto Leoni, sin que exista ninguna otra prueba que permita corroborar su
versión y desvirtuar el descargo de la imputada, la conclusión a la que se arribó dependió en este caso tan solo de
la confianza que en los señores jueces sentenciadores generaron los dichos de una única persona, pese a existir
elementos aptos para desdibujar su narración en punto al rol cubierto en la emergencia por su expareja y madre
de su hijo”.
94
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
Un eje argumentativo central consiste en que la interpretación del art. 34, inc. 6, del
Código Penal debe realizarse con perspectiva de género, como derivación del princi-
pio de no discriminación. Tal como señala Laurenzo Copello en este trabajo, no se trata
de solicitar una interpretación más “benigna”, sino de realizar los ajustes interpretati-
vos necesarios para acceder a un derecho sin discriminación125. Una sentencia que rea-
liza razonamientos que excluyen a las mujeres del derecho a la autodefensa da cuenta
de un derecho sustantivo desigual y, por lo tanto, genera un agravio de carácter fede-
ral vinculado a la igualdad ante la ley126.
La Recomendación General n.o 1 del MESECVI y las consideraciones del Comité CEDAW
en X v. Timor Oriental127 refuerzan el carácter federal del agravio cuando se interpreta
la legítima defensa sin perspectiva de género. Ambos documentos deben ser conside-
raros por los tribunales locales al realizar el control de convencionalidad para generar
jurisprudencia compatible con la emitida por los órganos de aplicación de la Conven-
ción de Belém do Pará y de la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de
Discriminación contra la Mujer (CEDAW), respectivamente.
95
Autoras varias
una defensa más efectiva (Di Corleto, 2006). También se dice que es fundamental aten-
der al carácter cíclico y continuo de la violencia, lo que obliga a atender a la inminencia
más allá del momento exacto de la agresión ilegítima. En este punto, habrán de distin-
guirse los casos de defensa en confrontación con el agresor de los casos en los que no
hay confrontación directa. En estos últimos, la prueba sobre el carácter continuado de
la violencia doméstica, su gravedad y sus efectos se presenta como fundamental para
construir la teoría del caso de la defensa128.
De todos modos, tal como señala Laurenzo Copello129, es conveniente reparar sobre el
carácter no escrito del requisito de inminencia en nuestro contexto jurídico, que solo
se invoca por vía doctrinaria. En la medida en que el Código Penal no exige la inminen-
cia como un requisito de la legítima defensa, una interpretación restrictiva sobre una
causal de exclusión de responsabilidad entraría en conflicto con el principio de legali-
dad penal. Es decir, la exigencia de un requisito no previsto por el tipo de justificación,
que deja fuera a un ámbito importante de supuestos fácticos que alcanzan especial-
mente a las mujeres, genera un agravio federal vinculado al principio de taxatividad de
la ley penal y el principio in dubio pro persona.
En cuanto a la necesidad racional del medio empleado para repeler la agresión, desde
distintos ámbitos se insiste en que la proporcionalidad se vincula con la continuidad
de la agresión sufrida130 y el conocimiento específico que la mujer tiene sobre las posi-
bilidades concretas de repeler la agresión (Sánchez y Salinas, 2012: 196). Por tal moti-
vo, es relevante atender a posibles mitos sobre la violencia de género doméstica que
puedan incidir contrarrestando la teoría del caso de la defensa. En particular, cabe ad-
vertir la creencia extendida acerca de que existen otras alternativas supuestamente
“más racionales” o “proporcionales” (denunciar, irse de la casa, separarse, etc.)131, y los
estereotipos sobre las víctimas que socaban la credibilidad de su testimonio cuando se
presentan como imputadas132. Además de cuestionar estos argumentos por discrimi-
natorios, la construcción de una defensa eficaz alegará los motivos por los cuales irse
128. Para un estudio específico de defensas en casos sin confrontación ver Correa Flórez, 2017.
129. Ver infra, capítulo 3.
130. MESECVI (2018). Recomendación General n.o 1 del Comité de Expertas del MESECVI sobre legítima defen-
sa y violencia contra las mujeres de acuerdo con el artículo 2 de la Convención de Belém do Pará. MESECVI/CEVI/
doc.249/18 y sus citas.
131. En X v. Timor Oriental, el Comité CEDAW rechazó los estereotipos que permearon el juicio donde se juzgó a
la mujer por el homicidio de su esposo. Concretamente, dijo que las actuaciones, en las que se manifestó que “como
esposa, su deber es proteger al esposo”, demuestran la existencia de prejuicios profundamente arraigados […] y han
ocasionado un enorme daño a la vida de la autora y su hijo” (párr. 6.5).
132. El comité CEDAW encontró estereotipos y sesgos de género que afectaron la valoración de la prueba en el
juicio, “en particular al otorgar a las declaraciones de la autora menor credibilidad que a las de su sobrino, quien no
había estado presente en todos los momentos clave” (X v. Timor Oriental, párr. 6.5). Por su parte, la Corte IDH rechazó
el estereotipo de mujer mendaz cuando se asocia a su situación procesal como imputada de delito. En particular,
dijo que “reconoce y rechaza el estereotipo de género por el cual se considera a las mujeres sospechosas de haber
cometido un delito como intrínsecamente no confiables o manipuladoras, especialmente en el marco de procesos
judiciales. Al respecto, la Corte ha aseverado que valoraciones de esta naturaleza muestran ´un criterio discrecional y
discriminatorio con base en la situación procesal de las mujeres´” (Corte IDH, Espinoza Gonzáles vs. Perú. Excepciones
Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas, sentencia de 20 de noviembre de 2014, párr. 272).
96
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
o denunciar no eran una solución posible para la mujer. En este camino, buscará pre-
sentar prueba sobre las denuncias previas133 y advertirá de la deficitaria actuación del
Estado en la prevención de nuevos hechos de violencia. En el caso de que la mujer no
haya realizado una denuncia previamente, indagará acerca de cuáles fueron los obstá-
culos que impidieron solicitar ayuda (dependencia económica, habitacional, acceso a
empleo remunerado, conocimiento de derechos y disponibilidad de vías de denuncia
y aspectos subjetivos, entre otros).
Otro requisito exigido por el Código Penal para la procedencia de la causal de justifica-
ción es la falta de provocación. En este ámbito, será pertinente atender a posibles pre-
juicios que tienden a convalidar la violencia de género mediante calificaciones que
culpabilizan a las víctimas de lo que les sucede (la mujer provocó la agresión, por su
comportamiento, por su forma de vestir, por no haberse ido antes del hogar, etc.).
Sin embargo, la redacción neutra del inciso 1 agrava las penas también para las muje-
res acusadas de causar la muerte a su pareja o expareja, lo que puede llevar a aplica-
ciones poco razonables cuando existe un historial de violencia de género. Por un lado,
la figura agravada por el vínculo reposa en los deberes de solidaridad entre las partes,
133. El Comité CEDAW, en X v. Timor Oriental, consideró un aspecto crítico del incumplimiento estatal que no se
hubieran recabado pruebas que habrían facilitado la defensa, vinculadas a los constantes episodios de violencia do-
méstica previos a los hechos (párr. 6.5).
134. Este supuesto no se encontró en los casos analizados en este informe, pero sí en otros en los que intervino la
defensa pública y la Comisión sobre Temáticas de Género (ver Tribunal Oral en lo Criminal y Correccional n.o 16 de
la Capital Federal, B., A.M. s/ homicidio, causa n.o 79262/2016, rta.: 26/03/2019).
135. En este sentido, UFEM, 2016 y Toledo, 2017: 253.
97
Autoras varias
pero esos deberes se ven anulados en contextos donde uno de los integrantes ejerce
violencia habitual para lograr el sometimiento de su pareja. El agravante también tiene
fundamento en que el vínculo de confianza coloca al/la agresor/a en una situación de
ventaja para ejercer la conducta homicida, ventaja que frecuentemente no se verifica
en los supuestos de mujeres víctimas de violencia de género, pues la violencia ejercida
las coloca en una situación de subordinación fáctica.
Por otra parte, también resulta irrazonable agravar la pena por la existencia de una rela-
ción de pareja (actual o finalizada) cuando se comprueba el ejercicio de violencia de
género, pues el fundamento del agravante radica en encontrarse o haberse encontrado
en una situación de vulneración de sus derechos fundamentales136. En tal caso, la situa-
ción de vulnerabilidad es utilizada para agravar la pena, en lugar de disminuir el repro-
che, en afectación al principio de razonabilidad. Asimismo, también es probable que las
intenciones de separación de las mujeres víctimas de violencia se vean frustradas ante el
aumento o explosión de nuevos episodios de control por parte del agresor y, justamen-
te, la conducta homicida sea el corolario de sus anteriores intentos infructuosos de salir
de la relación. En esos contextos, es razonable rechazar la aplicación del agravante para
quien no puede salir del vínculo de pareja por su situación de victimización, o para quien
pudo poner fin al vínculo, pero no al maltrato.
4. Bibliografía
Libros y artículos
136. Cf. Convención Belém do Pará, art. 4; Comité CEDAW, Recomendaciones Generales n.os 19 y 35; y Ley 26485,
art. 3.
137. Advierte también este problema Toledo (2017).
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Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
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CSJN, Fallos: 339: 1168, “Recurso de hecho deducido por la defensa de Paola Azucena Cejas en la causa Ca-
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Dictamen PGN, “L., María Cecilia s/ recurso extraordinario”, S.C. L. 421, L. XLIV, 15/05/2009.
Dictamen PGN, “Rosas, Romina Mariela y otros s/ p. ss. aa. homicidio calificado”, R. 730.XLVI., 26/03/2012.
CNCC, sala I, “Gerez, Magalí Andrea”, causa n.o 56480/2014, rta.: 13/6/2018.
CNCC, sala II, “Escobar, Daniela”, causa n.o 38194/2013, Reg. 168/2018, rta.: 18/6/2015.
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CFCP, sala I, “Pastore, Andrea”, causa n.o 15.539, rta.: 8/9/2014.
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CFCP, sala III, “Martínez, Elena Raquel”, causa n.o 52001365/2012, rta.: 30/12/2015.
CNACyC, Sala de Feria B, “González Bonorino, Bárbara”, causa n.o 33440/2015, rta.: 23/07/2015.
CNACyC, sala IV, “Rivera Ruiz, Olidia”, causa Nº 49964/2015, rta.: 8/10/2015.
CNACyC, sala V, “Escalada Irala, María Belén s/homicidio”, causa n.o 16338/2008, rta.: 29/10/2013.
Superior Tribunal de Justicia de Jujuy, “B., C. A. B.”, causa n.o 12519/2016, rta.: 30/06/2017.
Suprema Corte de Justicia de Mendoza, “R. E., C.”, causa n.o 110.919, rta.: 23/06/2014.
Tribunal Superior de San Luis, “Gómez, María Laura”, causa n.o 10/12, rta.: 28/02/2012.
Tribunal de Casación Penal de la Provincia de Buenos Aires, sala IV, “Duette, Gladys Viviana s/ recurso de Ca-
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Tribunal de Casación Penal de la Provincia de Buenos Aires, sala III, “Fleitas María Isabel s/recurso de casa-
ción”, causa n.o 70.416, rta.: 21/6/2016.
102
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
Tribunal de Casación Penal de la Provincia de Buenos Aires, sala III, “Duarte, Josefina s/recurso de casación”,
causa n.o 24.132, rta.: 5/4/2016.
TOCyC 13 de la Capital Federal, “Ordoñez Aguilera, Martha”, causa n.o 30660/2015, rta.: 27/12/2016.
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TOCyC 16 de Capital Federal, “B., A.M. s/ homicidio”, causa n.o 79262/2016, rta.: 26/03/2019.
TOCyC 17, “Trapasso, Rosana Verónica”, causa n.o 4410, rta.: 27/10/2015.
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TOCyC 6 de Capital Federal, “Arjona, Mario y otro s/ abandono de personas”, causa Nº 64642/2015, rta.:
26/10/2016 (causa Fernández, Gabriela Yamila).
TOCyC 6 de Capital Federal, “Calle Vilca, Ninfa”, causa n.o 14/2016, rta.: 9/5/2016.
TOCyC 6 de la Capital Federal, “González, Marlen Antonella”, causa n.o 6116/2015, rta.: 9/5/2016.
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Tribunal Oral del Colegio de Jueces Penales de Segunda Instancia de Rosario, “Álvarez, Nilda Beatriz”, causa
n.o 21-06079336-8, rta.: 21/12/2016.
Juzgado Nacional en lo Criminal de Instrucción N°42, “Escalada Irala, María Belén s/homicidio”, causa n.o
16338/2008, rta.: 27/2/2015.
103
Capítulo 2. Criminalización de mujeres por delitos de
drogas
Raquel Asensio, Julieta Di Corleto y Cecilia González138
Introducción
Las políticas criminales enmarcadas en “la guerra contra las drogas” han impactado de
manera diferencial en las mujeres (Samaranch y Di Nella, 2017: 194). En Argentina, si-
guiendo una tendencia mundial, los delitos de drogas constituyen la principal causa
de encarcelamiento femenino (CELS, MPD, PPN, 2011: 23; Cornell Law School et al.,
2013: 18; WOLA et al., 2016: 18). Los estudios de género que han analizado el fenóme-
no del alza exponencial en la tasa de criminalización por drogas en la región señalan
que las mujeres desempeñan roles limitados y secundarios en los contactos con las
sustancias prohibidas, son los primeros eslabones de la cadena de tráfico (Del Olmo,
1988; Giacomelo, 2013: 2) y las más expuestas a la persecución penal (Picco y Anitua,
2012: 220). Analizado en contexto, su involucramiento en mercados ilegales coincide
con periodos de crisis económicas que derivaron en la feminización de la pobreza (Del
Olmo, 1988; CELS, MPD, PPN, 2011; Samaranch y Di Nella, 2017), y con transformacio-
nes en las estructuras familiares que colocaron a las mujeres como cabezas de familias
monoparentales (CELS, MPD, PPN, 2011: 27).
En contraste, la tasa de criminalización y las altas penas impuestas dan cuenta de nor-
mas e interpretaciones jurídicas que no admiten matices en los tipos de participación
(Di Corleto y Carrera, 2017) ni en la graduación de la lesividad del bien jurídico que las
conductas de las mujeres representan. La consecuencia de esas políticas de combate
a las drogas es un tratamiento judicial discriminatorio por resultado; es decir, una apli-
cación desigualitaria del derecho, no por su intencionalidad, sino por su impacto des-
proporcionado en el colectivo de mujeres139 (MPD, Comisión sobre Temáticas de Géne-
ro, 2015b: 6; CELS, MPD, PPN, 2011: 205).
138. Agradecemos la colaboración y las aportaciones realizadas por María Ángeles Ahumada, Ana Correa, María
de la Paz Herrera y Samantha Singer.
139. Sobre procesos judiciales con resultado discriminatorio por motivos de género, ver CIDH. Jessica Lenahan
(Estados Unidos). Informe n.o 80/11, caso 12626, fondo, 21 de julio de 2011.
105
Autoras varias
Ese efecto desigual en el grupo de las mujeres coexiste, a su vez, con numerosos este-
reotipos de género que suelen permear en las causas penales que tienen a las mujeres
como sospechosas de haber cometido un delito. Sobre estos aspectos, los desarrollos
internacionales advierten acerca de la necesidad de incluir un enfoque de género en
las investigaciones, a fin de eliminar la presencia de estereotipos y posibles sesgos que
terminan por afectar el derecho de acceder a la justicia sin discriminación140. Asimismo,
advierten que la discriminación contra las mujeres se ve agravada por factores inter-
seccionales que las afectan en diferente grado, por motivos de clase, raza, origen na-
cional, situación socioeconómica, orientación sexual, estado civil y/o maternal y salud,
entre otras141.
140. Este mandato surge del deber de asegurar a las mujeres el acceso a la justicia sin discriminación por
motivos de género (art. 16 CN; arts. 1.1., 8, 25 y 26 CADH; arts. 2.1, 3, 14 y 26 PIDCyP; y arts. 2.c y 15.a CEDAW) y
a ser valoradas libre de patrones estereotipados de comportamiento (arts. 5.a CEDAW, 6.b CBP, 2.e Ley 26485).
Además, surge de forma expresa de la Convención de Belém do Pará (art. 8.c) y de la Ley 26485 (art. 9, inciso h),
y de pronunciamientos y jurisprudencia de organismos internacionales de derechos humanos (ver al respecto,
Corte IDH, González y otras (Campo Algodonero) vs. México. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas.
Sentencia de 16 de noviembre de 2009, párrs. 400-401; Veliz Franco y otros vs. Guatemala, Excepciones Prelimina-
res, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 19 de mayo de 2014, párr. 216; López Soto y otros vs. Venezuela,
Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 26 de septiembre de 2018, párr. 236; y Gutiérrez Hernández y otros
vs. Guatemala, Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 24 de agosto de 2017, párr.
173; Comité CEDAW (2015), Recomendación General n.o 33 sobre el acceso de las mujeres a la justicia. CEDAW/C/
GC/33, párr. 29.a.
141. Comité CEDAW (2015), Recomendación General n.o 33 sobre el acceso de las mujeres a la justicia, CEDAW/C/
GC/33, párr. 8 y 9. Corte IDH, “Gonzales Lluly y otros vs. Ecuador”, Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones
y Costas. Sentencia de 1 de septiembre de 2015. Párr. 290; “Caso V. R. P., V. P. C. y otros vs. Nicaragua”. Excepciones
Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 8 de marzo de 2018, párr. 154.
142. Corte IDH, González y otras (Campo Algodonero) vs. México. Excepción Preliminar, Fondo, Reparacio-
nes y Costas. Sentencia de 16 de noviembre de 2009, párr. 193; Espinoza Gonzáles vs. Perú. Excepciones Pre-
liminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 20 de noviembre de 2014, párr. 241; Velásquez Paiz y
otros vs. Guatemala. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 19 de noviembre
de 2015, párr. 146.
143. Corte IDH. Espinoza Gonzáles vs. Perú. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia
de 20 de noviembre de 2014, párr. 272 y J. vs. Perú. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia
de 27 de noviembre de 2013, párr. 352; Comité CEDAW. X v. Timor Oriental. Comunicación n.o 88/2015. CEDAW/
C/69/D/88/2015. 25 de abril de 2018, párr. 6.8.
106
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
seria, exhaustiva y efectiva, y traen principios específicos sobre cómo recolectar y valo-
rar la prueba en estos casos144.
Desde esta perspectiva, en el presente capítulo se propone analizar la teoría del delito
aplicable en casos de drogas, teniendo en cuenta la condición de grupo subordinado
de las mujeres criminalizadas y las prácticas discriminatorias que suelen permear los
procesos penales. En este sentido, el objeto del relevamiento será identificar si los con-
textos de violencia y vulnerabilidad fueron alegados, qué valor se les reconoce a esos
extremos en la dogmática penal y de qué modo se puede argumentar en estos casos
desde un enfoque de género.
Lineamientos metodológicos
Para alcanzar los objetivos de esta investigación, se analizaron causas en las que las
mujeres aparecieran imputadas por los delitos de tenencia con fines de comercializa-
ción, transporte o contrabando de drogas, y en los que se haya discutido la situación
de vulnerabilidad145 o de violencia de género146 en la que se encontraban, con inde-
pendencia de si la decisión acogía esta tesitura o si la descartaba.
144. A modo de ejemplo, indican que, teniendo en cuenta la dificultad para probar estos hechos (que suelen
ocurrir en privado, sin la presencia de testigos ni registros documentales), el testimonio de la víctima cobra especial
relevancia, y reparan en que las frecuentes imprecisiones, olvidos o contradicciones no sustanciales en el relato, así
como las demoras en comunicarlo, no minan la credibilidad de la víctima (Corte IDH. Fernández Ortega y otros vs.
México. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 30 de agosto de 2010, párrs. 100-106;
Rosendo Cantú y otra vs. México. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 31 de agosto
de 2010, párrs. 89-92 y 95; J. vs. Perú. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 27 de no-
viembre de 2013, párr. 323). Sobre estándares internacionales en materia de valoración de la prueba en casos de
violencia de género, ver Di Corleto y Piqué (2017), Lopes Cerqueira (2018) y Zelada y Ocampo Acuña (2012).
145. Para este trabajo se toma el concepto de “vulnerabilidad” dado por las Reglas de Brasilia sobre acceso a la
justicia de personas en condición de vulnerabilidad (actualizadas en abril de 2018).
146. Aunque se considera que conceptualmente la violencia de género constituye un factor de vulnerabilidad, en
este informe se hará especial mención a la primera, con el fin de visibilizar y analizar con mayor detalle el impacto
jurídico que tiene en particular este factor de vulnerabilidad en las posibles líneas de defensa.
147. Las bases consultadas fueron: Ministerio Público de la Defensa, Corte Suprema de Justicia de la Nación
(https://sj.csjn.gov.ar/sj/), Centro de Información Judicial (https://www.cij.gov.ar/), Sistema Argentino de Informa-
ción Jurídica (http://www.saij.gob.ar/), Poder Judicial de la Nación (http://jurisprudencia.pjn.gov.ar/documentos/
jurisp/index.jsp), Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires (https://juba.scba.gov.ar/Busquedas.
aspx), Oficina de la Mujer – CSJN (https://om.csjn.gov.ar/JurisprudenciaOM/consultaOM/consultaSentencias.html),
Observatorio de Sentencias Judiciales del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (http://www.articulacion-
feminista.org/a2/index.cfm?aplicacion=app003&cnl=41&opc=9).
107
Autoras varias
La reducida cantidad de resoluciones encontradas no significa que sean pocos los ca-
sos en los que mujeres en condiciones de extrema vulnerabilidad o víctimas de violen-
cia de género resultan criminalizadas por delitos de drogas. Por el contrario, de acuer-
do con los datos oficiales disponibles, durante el 2017 el 62,77 % de las mujeres
privadas de libertad en cárceles federales estuvieron detenidas por infracción de la Ley
23737151, y diversos estudios dan cuenta de que se trata de mujeres con altos índices
de vulnerabilidad (CELS, MPD, PPN, 2011). En este sentido, consideramos que la escasa
cantidad de decisiones encontradas puede obedecer a las siguientes razones:
108
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
fundan principalmente en la admisión del hecho realizado por la imputada (art. 431
bis, inc. 5 CPP). Las estadísticas del Ministerio Público de la Defensa indican que, en los
últimos cuatro años (2014-2017), de los 553 procesos seguidos contra mujeres acusa-
das por delitos de drogas en las jurisdicciones que son objeto de estudio, el 71% (395
casos) terminó en juicio abreviado, el 10% (58 casos) obtuvo una suspensión del juicio
a prueba y solo el 19% (109 casos) fue a debate oral152.
Finalmente, tal como se señaló respecto a los delitos contra las personas, resta señalar
que el análisis de casos se acota a lo que surge de las sentencias o autos interlocuto-
rios, ya que, salvo excepciones —que serán señaladas—, no se tuvo acceso a otras
constancias de los expedientes. En el anexo de jurisprudencia se presenta un resumen
de los casos analizados, con indicación y cita de las resoluciones judiciales incluidas153.
152. Los datos fueron obtenidos de la base de datos del Ministerio Público de la Defensa (DefensaNet), y corres-
ponden a las jurisdicciones de Ciudad de Buenos Aires, Salta, San Martín y Tucumán. A nivel nacional se encontró
que el 65% de las causas finaliza en juicio abreviado, un 13% concluye con una suspensión del juicio a prueba y un
13% alcanza la etapa de debate oral.
153. No se incorporan en el anexo los casos de la CSJN.
109
Autoras varias
1. Marco normativo
Los veinticinco casos analizados en este informe fueron procesados por la Administra-
ción de justicia conforme a los lineamientos de las Leyes 23737 (tenencia y tráfico de
estupefacientes) y 22415 (Código Aduanero, que contempla el contrabando de estu-
pefacientes). Cuando se detecta en territorio argentino el traslado de droga prove-
niente de otro país o con destino al exterior, se aplica un régimen u otro, dependiendo
del lugar en el que las agencias de seguridad interrumpen su transporte. Si el hecho
implica el paso por zonas aduaneras se activa la tipificación prevista en la Ley 22415
(Código Aduanero)154; en cambio, si la droga es detectada fuera de las zonas de espe-
cial vigilancia aduanera, la conducta es abordada con respecto a la Ley 23737 (tenen-
cia y tráfico de estupefacientes).
A su vez, a este primer marco legal se suma un nuevo recorte determinado por las re-
glas de la jurisdicción y la competencia, pues en algunas de estas infracciones intervie-
ne la justicia federal o la justicia ordinaria, dependiendo de las jurisdicciones.
El tipo penal básico de contrabando está previsto en el artículo 863 del Código Adua-
nero. Esta norma dispone que será sancionado con dos a ocho años de prisión el que
“por cualquier acto u omisión impidiere o dificultare, mediante ardid o engaño, el ade-
cuado ejercicio de las funciones que las leyes acuerdan al servicio aduanero para el
control sobre las importaciones y las exportaciones”. Es decir, que “las funciones del
control aduanero no tienen que ver aquí, exclusivamente, con el control del cumpli-
miento de las obligaciones fiscales de los importadores y exportadores de mercade-
rías, sino con el respeto de las prohibiciones absolutas de importar o exportar merca-
derías” (Picco y Anitua, 2012: 230), que se consideran peligrosas para la protección de
la salud pública.
Por su parte, el artículo 866 del mismo cuerpo legal regula específicamente el contra-
bando de estupefacientes, agravando la figura si, por su cantidad, estuviesen inequí-
vocamente destinados a ser comercializados dentro o fuera del territorio nacional155.
En concreto, esta norma dispone que “se impondrá prisión de tres (3) a doce (12) años
en cualquiera de los supuestos previstos en los artículos 863 y 864 cuando se tratare
de estupefacientes en cualquier etapa de su elaboración o precursores químicos. Estas
penas serán aumentadas en un tercio del máximo y en la mitad del mínimo cuando
concurriere alguna de las circunstancias previstas en los incisos a), b), c), d) y e) del
154. El cruce de fronteras internacionales puede probarse por medio de escuchas telefónicas, testigos, etc., o
presumirse en el caso de que la droga haya sido encontrada en una zona primaria aduanera (art. 5 del Código
Aduanero).
155. Si bien el artículo 6 de la Ley 23737 también legisla un supuesto de ingreso al país de estupefacientes, es
solo para el caso en que la introducción de la sustancia al territorio nacional haya sido legítima y posteriormente se
alterara ilegítimamente su destino de uso.
110
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
Por otra parte, la técnica legislativa utilizada, tanto en el contrabando como en las in-
fracciones a la Ley 23737, habilita pocas discusiones en torno a la tentativa o la partici-
pación secundaria, una estrategia que podría abrir la posibilidad de reducir la escala
156. Sobre este tema en particular, se puede consultar el trabajo de Lauría Masaro y Pizá, 2018.
157. El art. 26 CP establece que la condena condicional procede para la primera condena que no exceda los tres
años de prisión.
158. El artículo 76 bis del Código Penal establece que: “[…] Tampoco procederá la suspensión del juicio a prueba
respecto de los ilícitos reprimidos por las Leyes 22415 y 24769 y sus respectivas modificaciones”. Esta norma fue
cuestionada en diferentes instancias con resultados dispares. Entre las decisiones a favor se encuentran las siguien-
tes: CSJN, Tortoriello de Boero, fallos: 341: 706; CNCP, sala I, Santolamazza, Alfredo Enrique y otro s/rec. de casación,
causa n.o 1282, rta.: 31/07/2012.; TOPE 3, RDE, causa n.o 990000124/2012, rta.: 07/04/2017; TOPE 2, DLG, causa n.o
1724/2010, rta.: 02/11/2015; TOPE 1, GAH, causa n.o 41013163/2005, rta.: 23/09/2015 (MPD, Secretaría General de
Capacitación y Jurisprudencia, 2017).
159. Conforme a la interpretación de la CSJN en Acosta (A. 2186. XLI, rta.: 23/04/2008), el art. 76 bis del CP prevé
dos supuestos de procedencia para la suspensión del juicio a prueba. Un grupo que abarca los delitos que no supe-
ran la pena en abstracto de tres años de máximo, y un segundo grupo que comprende los delitos que permiten el
dictado de una condena cuyo cumplimiento puede dejase en suspenso de acuerdo con el art. 26 CP (y, por lo tanto,
requieren una pena en concreto que no exceda los tres años).
160. Por su parte, a la tenencia simple de estupefacientes podrá corresponderle la suspensión del juicio a prueba
siempre que la persona imputada no tenga condena anterior, conf. art. 26 CP.
111
Autoras varias
En relación con la escala penal de los delitos tentados, el delito de contrabando pre-
vé la misma pena para el delito consumado y para su configuración en grado de
tentativa161. A su vez, la Ley 23737 organizó las conductas prohibidas en torno a la
posesión de la droga ilícita, circunstancia que dificulta la argumentación de la exis-
tencia de un delito tentado. Incluso para la configuración de los agravantes, basta
con la comprobación de una tenencia, ya que el tipo subjetivo solo incluye la finali-
dad de comercialización y no hace falta que el comercio se concrete. En este sentido,
los delitos de resultado recortado adelantan el momento de la consumación (Falco-
ne, 2007), de ahí que los planteos vinculados con la tentativa no garanticen resulta-
dos favorables162. Pese a que en el ámbito doctrinario algunos autores han cuestio-
nado la validez constitucional de estas fórmulas (Magariños, 2008), las decisiones
jurisprudenciales han respaldado su legitimidad a partir del reconocimiento del bien
jurídico de “salud pública”.
De acuerdo con los debates sobre autoría y participación, como ha enseñado la doc-
trina penal tradicional, los delitos previstos en la Ley 23737 manejan un concepto
unitario de autor, en tanto contienen una redacción omnicomprensiva que dificulta
diferenciar entre autor, partícipe primario y partícipe secundario. De esta manera,
para el caso de los estupefacientes, “entregar”, “suministrar” o “facilitar” —algunas de
las fórmulas legales utilizadas que bien podrían constituir formas de participación
accesoria en otros supuestos— están previstas como las acciones nucleares del deli-
to (Araújo Rebouças, 2013). Sin perjuicio de que esta discusión merezca mayor refi-
namiento y profundidad, por el momento, la jurisprudencia ha interpretado acrítica-
mente la legislación que borra los límites tradicionales entre la autoría y la participación,
lo que obtura la imposición de las escalas penales atenuadas previstas en el artículo
48 del Código Penal163.
161. Cf. art. 872 del Código Aduanero, por el que no se aplica la reducción de la tentativa prevista como norma
general en el Código Penal. La sala II de la Cámara Federal de Casación Penal declaró la inconstitucionalidad de esta
norma en el caso Ortuño Saavedra, Fabiana Nair s/recurso de casación, causa n.o 14288, rta.: 18/05/2012.
162. Esta aseveración acepta matices para el caso de transporte de estupefacientes, ya que algunos tribunales
han aceptado el argumento del delito tentado (MPD, Secretaría General de Capacitación y Jurisprudencia, 2016).
163. En efecto, solo escasas decisiones receptan una discusión sobre la participación secundaria en los delitos de
drogas. De todos modos, los argumentos para distinguir la autoría de la participación secundaria no permiten el
desarrollo de una teoría clara y precisa, a lo que se suma que en algunos supuestos se aplicó esta variante respecto
de un tipo penal especialmente agravado (art. 11, inc. c de la Ley 23737). Entre las decisiones que acogieron la
idea de una participación secundaria de alguno de los involucrados se puede citar: CFCP, sala IV, Ortiz Díaz, Jesús
Ezequiel y otros s/recurso de casación, causa n.o 10360/2015, rta.: 19/06/2018; CFCP, sala I, González, Iván; Jadur,
Omar Rosendo s/recurso de casación, causa n.o 8675/2016, rta.: 14/11/2017; CFCP, sala I, More, causa n.o 783/2017,
rta.: 15/06/2017; CFCP, sala I, Figueredo Taboada, causa n.o 86000157/2012, rta.: 15/07/2016; CFCP, sala I, Bartolo,
S. V. y otros s/recurso de casación, causa n.o 81000854/2013, rta.: 24/10/2016; CFCP, sala III, Masseta Oyoquipa,
César Alejandro y otro s/recurso de casación, causa n.o 33927/2014, rta.: 09/10/2017. En algunos casos se consideró
partícipe secundario a quien prestó el automóvil para realizar un transporte, en otros a quien condujo el vehículo
y, finalmente, en otros a quien brindó información para eludir el accionar policial sin tener el dominio del hecho.
112
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
b. Jurisdicción y competencia
164. Sobre los cuestionamientos a esta legislación, ver Alderete Lobo, 2017.
165. Penaliza la comercialización, entrega, facilitación o suministro de estupefacientes.
166. Fija una pena atenuada en casos de cultivo de estupefacientes para consumo personal.
167. Establece una pena atenuada cuando la entrega, suministro o facilitación de estupefacientes fuere ocasio-
nal, a título gratuito y para uso personal de quien lo recepta.
168. Incluye la figura de la tenencia simple y de la tenencia para uso personal.
169. Penaliza la falsificación de recetas.
170. Estos artículos incluyen figuras vinculadas a la producción, fabricación, expedición, almacenamiento, distri-
bución o venta de sustancias medicinales.
171. Artículo 2, Ley 23737 (texto introducido por la Ley 26052).
113
Autoras varias
mismo delito puede ser investigado y juzgado por la justicia federal en una provincia
y por la justicia provincial en otra172.
En el campo aquí explorado, las provincias de Salta y Buenos Aires y la Ciudad Autóno-
ma de Buenos Aires adhirieron a la Ley 26052, por lo que en los territorios objeto de
investigación conviven dos marcos regulatorios independientes. En el caso de la pro-
vincia de Buenos Aires, la Ley 13392 adhirió a la desfederalización en 2005, mientras
que Salta hizo lo propio por medio de la Ley 7782 a partir de enero de 2014. En cuanto
a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en función de lo dispuesto por la Ley 5935 de
la ciudad, a partir del 1 de enero de 2019, los delitos de tenencia, tenencia simple y
tenencia con fines de comercialización son investigados por la justicia porteña173.
De ello resulta que este informe se construya atravesando una particular arquitectura
institucional. En el caso de la Cámara Federal de Apelaciones de Salta, esta funciona
como tribunal de alzada de las decisiones adoptadas por los Juzgados de Primera Ins-
tancia en lo Federal de Salta y de Jujuy, aun cuando sus competencias son diferentes.
Mientras los juzgados federales de Jujuy intervienen en todos los casos de secuestros
de drogas ilícitas, los juzgados federales de Salta intervienen con la competencia limi-
tada que prescribe la Ley 26052, a la que adhirió por medio de la Ley Provincial 7782.
A su vez, las decisiones de los Tribunales Orales en lo Criminal Federal de Salta y Jujuy
pueden ser recurridas ante la Cámara Nacional de Casación Federal, con sede en la
Ciudad de Buenos Aires, con las mismas distinciones en cuanto a su competencia que
la Cámara Federal de Salta.
Respecto a la provincia de Buenos Aires, el fuero federal también interviene con com-
petencia limitada por la Ley 26052, a la que adhirió por Ley Provincial 13392. Dentro de
esa jurisdicción, las decisiones de los Juzgados Federales de Primera Instancia de San
Isidro, San Martín y Tres de Febrero son apeladas ante la Cámara Federal de San Martín,
mientras los fallos de los juzgados federales de primera instancia de Lomas de Zamora,
Quilmes y La Plata son recurridos ante la Cámara Federal de Apelaciones de La Plata.
Para los seis ámbitos territoriales mencionados, la instancia de apelación de las deci-
siones de los Tribunales Orales está a cargo de la Cámara Federal de Casación Penal, la
cual interviene también ante los recursos contra las decisiones de los Tribunales Orales
federales con asiento en la Ciudad de Buenos Aires.
172. La validez constitucional de esta norma ha sido cuestionada por la doctrina (Erbetta y Franceschetti, 2006).
También ha recibido críticas por sus efectos en la persecución de las redes de narcotráfico (MPF, Procuraduría de
Narcocriminalidad, 2014). Para consultar opiniones favorables a su vigencia ver Farber, 2015.
173. Los casos analizados en este informe son de un periodo anterior a que opere la transferencia a la jurisdicción
de la ciudad.
114
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
federales y provinciales, en la medida en que tampoco están claros los criterios para
dirimir cuándo un caso es asignado a la competencia de la justicia ordinaria y cuándo
se tramita ante la justicia federal174. Todas estas consideraciones entran en juego en la
forma en la que los/as operadores/as judiciales intervienen ante los casos de mujeres
infractoras en delitos de drogas ilícitas.
Vinculado con las garantías procesales, también en 2009 se pronunció en el caso Bal-
divieso177 respecto de la validez de un procedimiento iniciado por la denuncia presen-
tada por profesionales de la salud que brindaron atención médica a una persona que
había ingerido estupefacientes (a las que se conoce como“mula”o estar“encapsulado/a”).
En octubre de 2002, la guardia de emergencias del Hospital San Bernardo puso en
conocimiento de la policía el ingreso de una persona para ser atendida a raíz de una
obstrucción intestinal, a la que se le extrajeron del cuerpo trece cápsulas con material
estupefaciente. El paciente fue imputado por la comisión del delito de transporte de
estupefacientes y, posteriormente, condenado a la pena de cuatro años de prisión,
multa de doscientos veintiséis pesos e inhabilitación absoluta por el término de la con-
dena. La CSJN escuchó el recurso de la defensa, declaró la nulidad de todo lo actuado
y absolvió al imputado. En sus fundamentos, reafirmó la antigua línea jurisprudencial
sentada por la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional en el fallo
plenario Natividad Frías178, de 26 de agosto de 1966. Señaló que el conflicto de intere-
ses en el caso remite al “[…] derecho a la confidencialidad que le asiste a todo habitan-
te de la nación que requiere asistencia a un profesional de la salud —una acción
174. En el informe elaborado por el Ministerio Público Fiscal, señala que la indefinición de la ley para establecer
cuáles son los casos provinciales y cuáles los federales —particularmente en la determinación de los supuestos en
los que los estupefacientes se encuentran en dosis destinadas al consumidor— coloca a las jurisdicciones locales
y a las policías provinciales en un lugar destacado para determinar la competencia (MPF, Procuraduría de Narcocri-
minalidad, 2014).
175. CSJN, fallos: 329: 6019, Vega Giménez, Claudio Esteban s/tenencia simple de estupefacientes, rta.: 27/12/2006.
176. La CSJN decidió “declarar la inconstitucionalidad del artículo 14, segundo párrafo, de la Ley 23737, en cuan-
to incrimina la tenencia de estupefacientes para uso personal que se realice en condiciones tales que no traigan
aparejado un peligro concreto o un daño a derechos o bienes de terceros, pues en tales condiciones, conculca el
artículo 19 de la Constitución Nacional, en la medida en que invade la esfera de la libertad personal excluida de la
autoridad de los órganos estatales” (fallos: 332 1963, Arriola, Sebastián y otros s/ causa n.o 9080, rta.: 25/08/2009).
177. CSJN, fallos: 333: 405, Baldivieso, César Alejandro s/ causa n.o 4733, rta.: 20/04/2010.
178. CNACyC, Frias, Natividad s/ aborto, plenario, rta.: 26/08/1966.
115
Autoras varias
privada incluso para quien se encuentra realizando una conducta delictiva, en tanto
parte integrante de su ámbito de autonomía individual, tal como señala el señor pro-
curador general (artículo 19 de la CN)— y el interés del Estado en la persecución de los
delitos; pero, en concreto y en el caso, se trata nada menos que del derecho a la vida
de una persona y ese interés del Estado. Es este mismo conflicto sobre el que se deba-
tió en el antiguo plenario mencionado [Natividad Frías], pues más allá de que en aquel
conjunto de casos la concurrencia al hospital había sido precedida por la realización
de maniobras abortivas, fue el peligro de muerte y el dilema al que se veía expuesto
quien había delinquido y demandaba auxilio para su vida, el argumento central para
su resolución […]”.
179. CSJN, fallos: 338: 1504, Lemos, Ramón Alberto s/ causa n.o 11216, rta.: 09/12/2015.
116
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
180. CSJN, Staneatti, Oscar s/ causa n.o 462/2013, CSJ 578/2014 (50-S) ICS1, rta.: 24/05/2016.
181. CSJN, fallos: 341: 150, Aparicio, Patricia Aurelia y otros, infracción de la Ley 23737 (art. 5, inc. c), rta.:
27/02/2018.
182. CSJN, fallos: 341: 207, Fredes, Gonzalo Arturo y otros s/ causa n.o 13904, rta.: 06/03/18 (en disidencia Rosatti).
117
Autoras varias
En este relevamiento, cinco de los casos analizados podrían haber habilitado ese tipo de
defensa, por involucrar a mujeres que transportaban o intentaban transportar droga es-
condida dentro de su cuerpo mediante la introducción de cápsulas en su vagina o me-
diante su ingesta (lo que comúnmente se conoce como estar “encapsulado” o “encapsu-
lada”). Sin embargo, solo se realizaron los cuestionamientos pertinentes183 en tres.
En dos casos, las actuaciones se iniciaron a partir de la comunicación efectuada por mé-
dicos que atendieron a mujeres que habían introducido droga en su cuerpo y presenta-
ban malestares físicos, por lo que se invocó la violación al secreto profesional y se solicitó
la nulidad de todo lo actuado (Cuba, Lidia Paola184 y Gutiérrez Hurtado, Rosa Esther185). En
un tercer caso, el proceso se inició en una requisa intrusiva practicada a una mujer en un
establecimiento penitenciario que la defensa consideró ilegal (Godoy, María Noelia186).
En los tres procesos, las defensas cuestionaron la validez de los procedimientos de re-
quisa y secuestro de estupefacientes realizados en los albores de la causa penal, solici-
taron la declaración de nulidad de aquellos actos y los concatenados y peticionaron
consecuentemente el sobreseimiento de las imputadas por aplicación de la regla de
exclusión. Los casos fueron resueltos por distintas salas de la Cámara Federal de Casa-
ción Penal. En dos de ellos hubo lugar para los planteos (Godoy, María Noelia y Gutié-
rrez Hurtado, Rosa Esther), y en otro se avaló la intervención policial y médica, propi-
ciando la continuación del proceso (Cuba, Lidia Paola).
183. Uno de los casos en los que no se habrían realizado planteos contra la requisa y detención fue Caballero
Flores, Plácida. La causa se inició a partir de un control de rutina en carretera, cuando el personal de la Gendarmería
tuvo sospechas sobre tres mujeres porque parecían “nerviosas”, lo que motivó que fueran trasladadas a un hospital,
donde constataron la presencia de cuerpos extraños en el abdomen de dos de ellas —que resultaron contener co-
caína— (TOCF de Catamarca, causa n.o 5857/2014, rta.: 30/11/2015). El otro caso en el que no se impugnó la requisa
personal fue Gómez, Analía Verónica. El proceso se inició a partir de una inspección vaginal practicada a una mujer
embarazada que se disponía a ingresar en una penitenciaría para visitar a su pareja presa. En el registro, se encon-
traron cigarrillos de marihuana (CFCP, sala IV, Gómez, Analía Verónica, causa n.o 55018152/2012, rta.: 23/12/2015).
184. CFCP, sala III, Cuba, Lidia Paola, causa n.o 573/2013, rta.: 24/06/2015.
185. CFCP, sala I, Gutiérrez Hurtado, Rosa Esther, causa n.o 457/2014, rta.: 20/05/2015.
186. CFCP, sala II, Godoy, María Noelia, causa n.o 9277/2014, rta.: 05/04/2017.
118
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
Tanto en Godoy, María Noelia como en Gutiérrez Hurtado, Rosa Esther, la defensa basó
su planteo en la doctrina sentada en el caso Baldivieso de la Corte Suprema de Justicia,
en el que se ratificó la posición de un antiguo fallo plenario, Natividad Frías. El fallo
plenario concluyó que la denuncia penal realizada por los médicos a partir de su inter-
vención en una atención posaborto resultaba violatoria del secreto profesional y de la
garantía contra la autoincriminación. En estos casos, al igual que la intervención médi-
ca por la ingesta de cápsulas, el interés estatal en perseguir los delitos cede frente al
riesgo que existe para el derecho a la vida de quien acude al centro de salud. En el caso
Gutiérrez Hurtado, Rosa Esther, la jueza Ana María Figueroa precisó en su voto que
para la aplicación de esta doctrina no es necesario determinar la existencia de un peli-
gro real para la vida, sino que basta con la percepción del sujeto que concurre a solici-
tar atención médica sobre la presencia de un riesgo para su salud.
En Cuba, Lidia Paola, la defensa argumentó en igual sentido, pero la sala interviniente
entendió que no era aplicable el precedente de la Corte Suprema, pues mientras en el
caso Baldivieso el imputado se había acercado voluntariamente a un hospital público
en busca de atención médica, en el caso Cuba los médicos fueron convocados por las
fuerzas de seguridad.
En este apartado se incluyen nueve sentencias en las que se desarrollaron análisis vin-
culados con la tipicidad de las conductas imputadas a las mujeres, que presentan dos
situaciones diferentes. Por un lado, mujeres que fueron acusadas por infracción a la ley
de drogas a partir de su vínculo sentimental con un varón (y, en concreto, por residir
en el lugar en el que se comercializaban estupefacientes o por colaborar en un encar-
go de su pareja) y, por el otro, mujeres que fueron relacionadas con el delito, en con-
textos de vulnerabilidad social. Si bien uno y otro factor pueden superponerse, la distin-
ción es relevante porque habilita líneas de argumentación que admiten diferencias.
En el grupo de los seis casos en que aparecen mujeres involucradas en las causas pe-
nales por su relación sentimental, el mero hallazgo de drogas en el hogar o en las en-
comiendas gestionadas por la mujer a instancias de la pareja fue considerado como
prueba prevalente para atribuir su participación y autoría en el delito. Una característica
119
Autoras varias
común en este tipo de casos es que las sentencias prescindieron de una descripción
precisa y clara de la conducta imputada y, en consecuencia, omitieron el análisis indi-
vidualizado de la prueba de cargo que vinculaba a la mujer con la realización de los
hechos imputados.
En dos de los casos los planteos de la defensa tuvieron una acogida favorable. En Gon-
zález, Patricia Noemí187, se argumentó que la acusada desconocía la existencia de la
droga en dos encomiendas que había intentado enviar al exterior. González refirió que
intentó hacer los envíos postales como un favor a dos conocidos de quien en aquel
momento era su pareja, ya que carecían de documentación personal por ser extranje-
ros. Dijo que fue engañada por su expareja y aportó información relevante para dar
cuenta del ardid sufrido. Los jueces consideraron que no se había acreditado el dolo y
que el accionar de la pareja de la acusada era un modus operandi regular para ese tipo
de actos.
Por otra parte, en el caso Acuña, Roxana Noelia188, la defensa había manifestado que la
mujer desconocía la existencia de drogas y armas que fueron halladas en el domicilio
que compartía con su pareja. Tras una valoración exhaustiva de la prueba colectada, la
Cámara de Apelaciones concluyó que no se había corroborado que la mujer conociera
que su pareja guardaba drogas en el hogar común ni su participación en el hecho,
aunque esta conclusión solo habilitó el dictado de una falta de mérito para procesar o
sobreseer, que no puso fin al proceso.
187. TOPE 1, González, Patricia Noemí, causa n.o 990000245/2011, rta.: 17/11/2016.
188. Cámara Federal de Salta, sala I, Acuña, Roxana Noelia, causa n.o 12326/2013, rta.: 09/05/2017.
189. CNAPE, sala A, Vera Romero, Ivana Raquel, causa n.o 1277/2016, rta.: 27/10/2016; TOPE 3, Vera Romero, Ivana
Raquel, causa n.o 1277/2016, rta.: 10/04/2017.
120
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
sin suficiente fundamentación— determinó que no se pudo acreditar que “haya cono-
cido la cantidad de sustancia involucrada y en consecuencia enrostrarle un destino de
comercialización”. De modo que se tuvo por acreditado el conocimiento de Vera
Romero sobre la existencia de la droga, pero no que su destino haya sido para su
comercialización.
En otros tres casos los tribunales de revisión confirmaron los temperamentos incrimi-
natorios, ya fueran procesamientos o condenas. En Martínez, Elena Raquel190, la defen-
sa alegó que la mujer había sido engañada por su pareja, quien le había entregado el
vehículo en el que se halló la droga oculta en un compartimento especialmente acon-
dicionado, pero el tribunal ni siquiera consideró esa línea de investigación. En contra-
posición, el tribunal arguyó que, dadas las características personales de la acusada (a
quien se describió como una persona con “temperamento” y, por tanto, lejos “de ser
alguien sumisa y dócil”), no resultaba creíble que hubiera sido engañada. En esos tér-
minos, la falta de investigación del descargo de la imputada fue convalidada mediante
la presencia de preconceptos de género, acerca de qué clase de mujeres pueden ser
“engañadas” por su pareja.
Finalmente, llama la atención el caso Machuca, Graciela Beatriz192, en el que una mujer
fue condenada como partícipe del delito de tenencia de estupefacientes con fines de
comercialización, a partir de la requisa realizada en el hogar que compartía con su
pareja. La defensa fue conjunta para ambos integrantes de la pareja, y en el recurso de
casación se observan agravios solo dirigidos a mejorar la situación del hombre, que
intentaba trasladar la responsabilidad a la mujer, señalando que en el momento del
allanamiento no vivía en esa casa y no sabía lo que ocurría ahí. Si bien no se ha tenido
acceso al expediente, de la lectura de los agravios a la sentencia preocupa la defensa
conjunta de intereses contrapuestos y la falta de control judicial como garantía del
derecho a una defensa eficaz. El hecho de que el abogado que ejercía la defensa común
190. CFCP, sala III, Martínez, Elena Raquel, causa n.o 52001365/2012, rta.: 30/12/2015.
191. CNAPE, sala B, Hernández Zuluaga, María Fernanda, causa n.o 982/2011, rta.: 27/05/2016.
192. CFCP, sala I, Machuca, Graciela Beatriz, causa n.o 33021172/2011, rta.: 10/02/2017.
121
Autoras varias
Otro grupo de fallos que se presenta en este apartado incluye tres causas en las que las
mujeres fueron acusadas por los delitos de contrabando o transporte de drogas, pero
en su involucramiento no medió ningún tipo de relación afectiva, sino un contexto de
vulnerabilidad. Una de ellas había ingerido cápsulas con cocaína y otras dos dijeron
desconocer la presencia de la droga en la encomienda que envió una, y en las perte-
nencias que transportaba la segunda.
En los tres casos las defensas plantearon la falta de acreditación del dolo, en virtud de
que una declaró que había sido drogada y no recordaba haber ingerido las cápsulas
con cocaína (Cuba, Lidia Paola, afirmaciones que surgen de la sentencia del Tribunal
Oral); otra relató que desconocía el contenido de la encomienda que envió a petición
de su empleador (Leiva Cabana, Norma193); y una tercera alegó que desconocía que en
las zapatillas que le habían dado para transportar a cambio de un precio había estupe-
facientes ocultos (Mañapira, Patricia194).
En los casos Cuba, Lidia Paola y Leiva Cabana, Norma los jueces confirmaron los tem-
peramentos incriminatorios. Con respecto al primer caso, la sala III de la Cámara Fede-
ral de Casación Penal arguyó que la acción había sido voluntaria porque no era posible
ingerir semejante cantidad de cápsulas en estado de inconsciencia, y confirmó la con-
dena. No obstante, la mujer no había afirmado que ingirió las cápsulas en estado de
inconsciencia, sino que no recordaba lo sucedido durante un prolongado lapso de
tiempo, en el que dijo haber sido drogada. La Cámara de Casación Penal no evaluó si
el consumo de algunos estupefacientes podría causar el efecto de no recordar lo suce-
dido, sin necesidad de caer en un estado de inconsciencia.
Por otra parte, en Leiva Cabana la mujer relató que trabajaba como vendedora ambu-
lante (“mantera”) y que su empleador le había pedido que enviara un paquete de su
primo al extranjero, quien no podía hacerlo porque no tenía regularizada su situación
migratoria. La defensa oficial invocó que la mujer no conocía el contenido de la enco-
mienda y aportó un informe social que daba cuenta de la grave situación de exclusión
193. TOPE 3, Leiva Cabana, Norma, causa n.o 1306/2014, rta.: 08/11/2017 y Juzgado en lo Penal Económico 3, rta.:
26/04/2016.
194. CFCP, sala II, Mañapira, Patricia, causa n.o 5200000/2016, rta.: 29/09/2017 y TOCF de Salta, rta.: 07/11/2016.
122
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
195. El informe fue elaborado por el Programa de Atención a las Problemáticas Sociales de la DGN y destacó la
historia vital marcada por las privaciones socioeconómicas y la violencia de género ejercida en toda la relación por
su expareja y padre de sus nueve hijos e hijas. Pese a que el informe no fue valorado a los fines de determinar el
dolo, como se verá infra en el apartado d de este título, sí fue considerado en la etapa siguiente, cuando se deter-
minó la medida y modalidad de la pena.
123
Autoras varias
En los casos Hernández Zuluaga, María Fernanda y Larrea Lesme, Sonia Ramona196 se
adujo la presencia de un contexto de violencia de género que afectaba a las imputadas
y que esa situación acreditaba la aplicación de una causal de justificación o de inculpabi-
lidad. En el primero de los casos —en el que también se había hecho un planteo sobre
ausencia de tipicidad subjetiva—, el juez de primera instancia consideró que no se había
acreditado la violencia sufrida. Se presentaron informes especializados ante la Cámara
de Apelaciones que daban cuenta del contexto de violencia de género en el que se en-
contraba inmersa la acusada197; sin embargo, el tribunal hizo caso omiso de ese material
(sin explicar por qué lo dejó de lado) y consideró que no había elementos de prueba que
corroboraran la violencia ni, en su caso, estaban acreditadas “la gravedad, la inminencia
y la actualidad de los males supuestamente anunciados”. En cambio, en el caso Larrea
Lesme, Sonia Ramona se resolvió que no se había probado ningún aporte esencial de la
imputada, y cambió la imputación de una coautoría a una participación secundaria, lo
que habilitó el dictado de su inmediata libertad. La resolución, sin embargo, no se mani-
festó sobre la situación de violencia de género invocada198.
En el caso F. J. L.199, la mujer declaró que actuó bajo amenaza por parte de su pareja,
pero como el caso se resolvió con una condena en un juicio abreviado, se desconoce si
hubo alguna actividad investigativa para comprobar la presencia de coacción. Sí sur-
ge, en cambio, que parte de la información suministrada por la imputada pudo ser
corroborada: se comprobó la identidad de a quien identificó como su novio en aquel
momento, y las tareas investigativas aportaron datos que indicarían que se estaría in-
vestigando a un grupo de personas vinculadas a delitos de drogas.
En Zarzoli, Rosalía200, la mujer contó que una persona con la que había entablado una
relación sentimental le había entregado la valija con destino a Francia en la que se
196. CNACyCF, sala 2, Larrea Lesme, Sonia Ramona, causa n.o 112/17, rta.: 15/09/2017 y Juzgado Criminal y Co-
rreccional Federal 4, rta.: 27/07/2017.
197. Se presentaron informes del Programa de Atención a las Problemáticas Sociales, del Cuerpo de Peritos y
Consultores Técnicos y de la Comisión sobre Temáticas de Género, todos pertenecientes a la DGN. El informe social
hizo especial énfasis en cómo la violencia de género estuvo presente desde su infancia y posteriormente en la rela-
ción con su expareja —coimputado— y padre de su hija. El informe pericial encontró indicadores de “indefensión
aprehendida” producto de la violencia íntima. A su vez, el informe técnico jurídico de la Comisión puso el eje en
los obstáculos que encuentran las mujeres para denunciar la violencia de género y salir de relaciones violentas, así
como los factores de vulnerabilidad que habitualmente inciden en el involucramiento de las mujeres en delitos de
drogas. En este sentido, destacó que la violencia de género pasada y actual detectada en el caso en concreto debía
tener efectos jurídicos en la causa, acompañando los planteos de la defensa.
198. En este caso, la defensa produjo prueba del contexto de violencia mediante la recepción de testimonios
y aportó también copias de una instrucción preliminar realizada por la Unidad Fiscal Especializada en Violencia
contra las Mujeres (UFEM), que contenía constancias de intervenciones policiales por denuncias previas. Además,
se presentó un informe de la Comisión sobre Temáticas de Género, que realizó una crítica al procesamiento al evi-
denciar en sus razonamientos el uso de estereotipos de género implícitos. Asimismo, instó al deber de juzgar con
perspectiva de género, que obliga al tribunal a apreciar la prueba vinculada con el contexto de violencia en el que
se desarrolló la constelación de acciones atribuidas a la asistida. En este sentido, consideró que se imponía en el
caso la resolución mediante la determinación de un estado de necesidad justificante o, en su defecto, exculpante.
En el momento de realizar este informe la causa se encuentra en etapa de juicio.
199. TOCF de Salta, F. J. L., causa n.o 9536, rta.: 16/08/2016.
200. TOPE 1, Zarzoli, Rosalía Iné”, causa n.o 2578/2014, rta.: 02/10/2015.
124
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
encontró droga oculta. Aportó nombres y un número telefónico para comunicase con
esa persona, pero en la sentencia de juicio abreviado no se advierte si se realizó alguna
investigación paralela para corroborar su envío y tampoco contiene un desarrollo sufi-
ciente en torno al dolo. El fallo funda el elemento subjetivo a partir del ocultamiento
de la droga dentro de la valija —que justamente podría probar también el engaño
sufrido por la mujer— y en el reconocimiento de haber enviado la valija.
En el caso Asturayme Mauricio, Paulita Verónica203, la imputada declaró que había sido
amenazada por un tal Jaime para que trasladase estupefacientes que fueron escondi-
dos en el interior de unas chaquetas y chalecos (en los respectivos forros y como doble
fondo), dentro de un bote de champú y de un bote de crema, todo ello acondicionado
en una valija enviada desde Lima a Buenos Aires. El Juzgado de Primera Instancia en-
tendió que, por la forma en la que estaba dispuesta la droga, era evidente que la mujer
conocía de su existencia y descartó la existencia de un estado de coacción por no con-
tar con ningún elemento que lo corroborara (por ejemplo, información filiatoria de
la persona que la amenazaba), aunque no destinó ninguna acción para averiguar si la
amenaza había existido o no204.
En el caso Cuba, Lidia Paola, ya referido, la mujer había declarado que no recordaba
cómo ingirió las cápsulas de cocaína, que había ido a bailar a un local en Misiones y
que despertó en una habitación en la Ciudad de Buenos Aires, con tres hombres y una
mujer que hablaban con acento centroamericano. Afirmó que la amenazaron diciéndole
201. CFCP, sala IV, Gómez, Analía Verónica, causa n.o 55018152/2012, rta.: 23/12/2015.
202. Además del análisis de la vulnerabilidad y su aplicación al caso, el planteo del fiscal general es novedoso
porque propone analizar el estrato de la culpabilidad desde las instancias iniciales del proceso (la causa estaba en
etapa de instrucción), aspecto habitualmente rechazado por los juzgados, que postergan para la etapa de debate
el análisis sobre la capacidad de autodeterminación.
203. TOPE 2, Asturayme Mauricio, Paulita Verónica, causa n.o 1150/2017, rta.: 05/04/2018 y Juzgado Nacional en
lo Penal Económico 6, rta.: 10/08/2017.
204. Tras el procesamiento, a instancias de la defensa oficial, el Programa de Atención a las Problemáticas Sociales
de la DGN realizó un informe social, recuperando la trayectoria familiar y personal de trabajo en condiciones de
precariedad e informalidad. En abril de 2018, Paulita Verónica Asturayme Mauricio fue condenada a la pena de
cuatro años y ocho meses de prisión efectiva, mediante procedimiento de juicio abreviado. La sentencia contiene
muy poca fundamentación, con escasa valoración probatoria restringida a la enumeración formal de cada pieza in-
corporada. No se hizo ninguna referencia a la trayectoria de vida de la condenada, acreditada con el informe social,
sin perjuicio de que el monto de pena estuvo cerca del mínimo legal.
125
Autoras varias
En Caballero Flores, Plácida205, dos de las mujeres acusadas explicaron la urgencia so-
cioeconómica que atravesaban en Bolivia, razón por la cual habían aceptado el ofreci-
miento de ingerir cápsulas de cocaína para introducirlas en territorio argentino. La
defensa invocó que eran víctimas de trata, que hubo un aprovechamiento de su esta-
do de vulnerabilidad y que por ello correspondía su absolución, en aplicación del artí-
culo 5 de la Ley 26364206. El tribunal no dio lugar al planteo porque entendió que no se
daba la condición de explotación, ni tampoco la captación mediante la modalidad de
uso de la fuerza o el engaño (aunque la defensa invocó el aprovechamiento por la si-
tuación de vulnerabilidad). El fallo señaló que la legislación boliviana prevé la trata con
fines de explotación para el empleo en actividades delictivas, pero que nuestra ley no
tiene disposición similar y “que de ninguna manera se puede pretender hacer una in-
terpretación amplia ni analógica”. Es decir, aplicó un principio constitucional que res-
tringe el uso del derecho penal en contra de las imputadas. Sin embargo, la invocación
de una norma que eximía la punibilidad debió interpretarse inversamente, con un cri-
terio amplio y no restrictivo, en atención al principio de ultima ratio del derecho penal.
Por otra parte, en el caso Suárez Eguez, Claudia207 se dictó el sobreseimiento de la im-
putada tras haberse alegado un estado de necesidad justificante. Claudia Suárez fue
detenida el 24 de octubre de 2017 cuando, en un control en carretera de la Gendarme-
ría Nacional en la provincia de Jujuy, se detectó que llevaba cocaína escondida entre
su equipaje. Desde el primer momento de su detención, Claudia Suárez manifestó que
provenía de Bolivia y que había aceptado “el trabajo” en un estado de desesperación
por la enfermedad de su hijo (padecía osteosarcoma de fémur derecho de alto grado
de malignidad, un tipo de cáncer de huesos), ya que necesitaba con urgencia dinero
para costear los gastos que demandaba el tratamiento (y que su país de origen no
cubría). La defensa invocó que Suárez Eguez actuó bajo el supuesto de un estado de
necesidad justificante. Sin embargo, el Juzgado de Instrucción dictó su procesamiento
por el delito de transporte de estupefacientes y dispuso la prisión preventiva, resolu-
ción que fue convalidada después por la sala II de la Cámara Federal de Salta. Entre
205. TOCF de Catamarca, Caballero Flores, Plácida, causa n.o 5857/2014, rta.: 30/11/2015.
206. La norma establece que “las víctimas de la trata de personas no son punibles por la comisión de cualquier
delito que sea el resultado directo de haber sido objeto de trata”.
207. Cámara Federal de Salta, sala 2, Suárez Eguez, Claudia, causa n.o 20356/2017, rta.: 10/10/2018.
126
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
otras cuestiones, el tribunal consideró que no resultaba creíble que una persona que
se encontraba coaccionada por la situación económica tuviera las condiciones menta-
les y espirituales necesarias para realizar un viaje de esas características. Además, en-
contró que no estaba suficientemente acreditado que el actuar ilícito de Suárez Eguez
fuera el único medio posible para costear el tratamiento de su hijo, dado que existían
otros familiares a cargo del cuidado. Un año después, inmediatamente después de
haberse producido el fallecimiento de su hijo por la enfermedad que ella había indica-
do, la posición fiscal cambió, adhirió al planteo defensista y pidió el sobreseimiento
de Suárez Eguez por haber mediado un estado de necesidad208. A su turno, el Juzgado de
Instrucción dio lugar al pedido por aplicación del principio acusatorio.
208. A esta altura del proceso el caso tuvo gran repercusión en los medios de comunicación.
209. CFCP, sala I, Martínez Hassan, Lourdes Silvana, causa n.o 7158/2016, rta.: 18/10/2018 y TOCF de Jujuy, rta.:
01/12/2017.
127
Autoras varias
Si bien la suspensión del proceso a prueba es considerada una vía “alternativa a la pri-
sión” y, por tanto, analizable fuera del ámbito de la determinación judicial de la pena,
en este caso en concreto se optó por incluirlo en esta sección, dado que su concesión
debió superar un planteo sobre la inconstitucionalidad de la respuesta penal prevista
para el delito de contrabando.
En este sentido, en el caso Leiva Cabana, la defensa solicitó que se declarara la incons-
titucionalidad del último párrafo del artículo 76 bis del CP, en tanto prohíbe la suspen-
sión del juicio a prueba respecto de los delitos reprimidos en el Código Aduanero, y se
habilitara su procedencia. El Tribunal Oral en lo Penal Económico n.o 3 dio lugar al plan-
teo, con especial remisión al informe confeccionado por el Programa de Problemáticas
Sociales y Relaciones con la Comunidad de la DGN, que daba cuenta de la situación de
extrema vulnerabilidad social en que se encontraba la imputada y su grupo familiar.
210. Si bien el fiscal no acompañó el pedido de suspensión del juicio a prueba, recalificó la imputación de manera
que el monto de la pena fuera compatible con las exigencias que el Código Penal establece para su procedencia.
Además, el fiscal señaló que, en caso de recaer condena, prestaba conformidad para que sea dejada en suspenso.
Esta postura puede tratarse de una conformidad tácita con la suspensión del juicio, mediante una estrategia que
no permita dejarla explicitada en la sentencia.
128
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
Dentro de ese conjunto, encontramos cinco casos en los que la defensa realizó ese
planteo. Sin embargo, los tribunales dieron una respuesta positiva solo en un supuesto
(Gómez, Gladis Fabiana213). En ese caso, se dispuso una pena inferior al mínimo legal
por aplicación del principio acusatorio, en tanto la posición del Ministerio Público Fis-
cal había dado conformidad al planteo de la defensa de imponer tres años en suspen-
so, con particular atención al impacto que podría tener una pena de prisión efectiva en
los/as hijos/as a cargo de la mujer condenada.
En las cuatro causas restantes se rechazaron los planteos (Montecino, Edith Eliza-
beth214; Delgado Acevedo, Analía Verónica215; Altamirano, Jennifer Pamela216; y Gallar-
do, Jésica Lucía Elizabeth217). En Delgado Acevedo y Altamirano se valoró el contexto
de vulnerabilidad, pero se entendió que la imposición del mínimo penal daba respues-
ta adecuada y proporcional a su situación. A su vez, en Gallardo se consideró justifica-
do elevar la pena impuesta sobre el mínimo legal, en consideración de que, con la
presencia de estupefacientes en el hogar, la mujer había expuesto a un riesgo a sus
hijos/as y quebrado así su deber de garante (el fallo de la Cámara Federal de Casación
Penal no advirtió ni rechazó los estereotipos de género alrededor de la maternidad
que tal razonamiento contenía218).
129
Autoras varias
En otro grupo de seis sentencias en los que no se encontraron planteos para obtener
una respuesta penal menor a la prevista por la legislación, la defensa cuestionó el
monto de la pena o los tribunales revisaron de oficio dicha medición.
En tres casos los tribunales retomaron los argumentos presentados a lo largo del pro-
ceso para aminorar la pena. En otros dos supuestos se apartaron del acuerdo realizado
en juicios abreviados entre la acusación fiscal y la defensa y redujeron la pena original-
mente pactada (en F. J. L.219, por aplicación de la reducción prevista para “el arrepenti-
do” del delito, se redujo la pena pero se la dejó de efectivo cumplimiento, y en Gonzá-
lez, Adriana Litz220 se redujo la pena a dos años en suspenso, teniendo en cuenta, entre
otras circunstancias, la trayectoria vital expuesta en un informe social realizado por el
Programa de Problemáticas Sociales de la DGN221).
En otros casos, a pesar de los cuestionamientos realizados por la defensa, los tribuna-
les convalidaron las decisiones de instancias anteriores vinculadas con el monto de la
respuesta penal. Así, por ejemplo, la Cámara Federal de Casación Penal confirmó la
pena impuesta en la instancia anterior que superaba el mínimo legal en los casos
Cuba, Lidia Paola”222 y Martínez, Elena Raquel. Para ello, evaluó que no existía una “si-
tuación de miseria o dificultad para ganarse el sustento propio”, en el primer caso, o
“una angustia económica que justifique la inclinación a una actividad delictiva”, en el
otro. En el caso Martínez, Elena Raquel, añadió que la mujer tenía un grado de educa-
ción media-alta. En otra ocasión, la cámara revisora convalidó el monto de la pena, en
coincidencia con el mínimo legal previsto, valorando en términos generales la situa-
ción social de la condenada y el rol que desempeñaba en el eslabón más débil de la
organización de tráfico de estupefacientes (Zarzoli, Rosalía Inés).
130
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
En once de los veinticinco casos analizados, surge que las mujeres imputadas se vieron
involucradas en la causa criminal a raíz de un vínculo sentimental. En tres ocasiones
refirieron que actuaron en un contexto coactivo (F. J. L., Hernández Zuluaga y Larrea
Lesme); en otras tres ocasiones manifestaron que fueron engañadas por sus parejas
(Martínez, Elena Raquel; González, Patricia Noemí; y Zarzoli, Rosalía Inés); en dos casos
la mujer afirmó desconocer la presencia de la droga que guardaba o trasladaba su
pareja (Acuña, Roxana Noelia y Vera Romero); y en otras dos ocasiones las mujeres
fueron detenidas cuando intentaban entrar en establecimientos penitenciarios con
droga para entregar a sus parejas (Godoy y Gómez, Analía Verónica). Por último, se
analizó un caso (Machuca) del que surge que la mujer condenada había mantenido
una relación afectiva con el coimputado, pero la defensa conjunta de ambos solo se
dirigió a tratar de mejorar la situación del hombre, intentando trasladar toda la respon-
sabilidad a la mujer, lo que sugiere el ejercicio de una posición de dominio.
Otro grupo de ocho causas tiene como aspecto en común el contexto de vulnerabili-
dad en el que obraron las mujeres. En sus declaraciones, afirmaron que terminaron
involucradas en el proceso penal tras haber sido drogadas (Cuba, Lidia Paola), engaña-
das para trasladar o intentar enviar la droga (Mañapira y Leiva Cabana), coaccionadas
(Asturayme Mauricio, Martínez Hassan) o actuado en un contexto de necesidad (Caba-
llero Flores, Suárez Eguez). En tres casos, las mujeres habían ocultado la droga en el
interior de su cuerpo (Caballero Flores; Gutiérrez Hurtado; y Cuba, Lidia Paola).
131
Autoras varias
fijar el monto de la pena (en sentido contrario a lo dictaminado por el fiscal general
ante la Cámara Federal de Casación Penal, quien había señalado que la mujer puso
en riesgo su vida y que el grado de culpabilidad era muy bajo, en Cuba, Lidia Paola).
En dos de los casos (Gutiérrez Hurtado y Cuba) las causas se iniciaron a partir de
la denuncia de los profesionales de la salud que atendieron a las mujeres por
complicaciones en su salud, y las defensas pidieron que se declarase la nulidad
de las actuaciones. Mientras que en uno de ellos hubo lugar para el planteo, en
el otro caso se desechó y el proceso concluyó con una condena.
En otros dos casos, la droga fue detectada en requisas vaginales efectuadas a
mujeres que fueron a visitar a sus parejas, las cuales se encontraban detenidas en
establecimientos penitenciarios. En un caso (Godoy, María Noelia) la sala II de la
Cámara Federal de Casación Penal consideró que la revisión afectó los derechos
fundamentales de la mujer y declaró, en consecuencia, la nulidad de lo actuado
y el sobreseimiento de la acusada. En el otro caso (Gómez, Analía Verónica) no
hubo ningún cuestionamiento sobre la ilegitimidad de la requisa. Como en el
caso anterior, los representantes del Ministerio Público Fiscal sostuvieron postu-
ras desincriminatorias, pero por otros motivos (mientras que la fiscal de juicio
solicitó el sobreseimiento por atipicidad, el fiscal ante la Casación Federal argu-
mentó que se trataba de un supuesto de inculpabilidad por vulnerabilidad). Pese
a la falta de acusación fiscal, la sala IV de la Cámara Federal de Casación Penal
rechazó el recurso por cuestiones formales.
Finalmente, el caso Caballero Flores terminó con la condena de dos mujeres “en-
capsuladas”. En esta ocasión tampoco hubo planteos de nulidad referidos a los
actos de detención y requisa que dieron origen a la causa penal. La resolución
judicial es llamativa, pues condena a las mujeres después de reconocer que ac-
tuaron condicionadas por una situación de extrema vulnerabilidad y que en par-
te fueron víctimas de una organización criminal, aunque aplicando una pena por
debajo del mínimo legal.
b. Supuestos de engaño o desconocimiento sobre la existencia de la droga. En siete
casos las mujeres acusadas afirmaron que actuaron engañadas o que descono-
cían la presencia de la droga.
En Zarzoli, Rosalía Inés, el proceso finalizó con una condena en juicio abreviado,
en el que la mujer asumió su responsabilidad por el hecho.
En los casos Acuña, Roxana Noelia y Vera Romero, los dos integrantes de la pareja
se vieron envueltos en un proceso penal por delitos de drogas y las dos mujeres
afirmaron que desconocían que sus parejas tenían oculta la droga en su domicilio
(en el primer caso) o en la valija que transportaba el marido (en el caso Vera Rome-
ro). Mientras que se dictó el sobreseimiento de Acuña, Vera Romero fue condenada
sin el agravante de comercialización, porque se consideró que no conocía la canti-
dad de droga exportada, lo que descartaba la finalidad del tráfico.
En González, Patricia Noemí y Leiva Cabana, ambas mujeres manifestaron que inten-
taron enviar una encomienda a petición de su pareja (la primera) y de su empleador
(la segunda), y que desconocían que los paquetes entregados contenían droga
132
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
223. Como fue referido en la síntesis del caso, la defensora pública que intervino en la causa consideró que la
prueba de la violencia de género fue lo que impulsó el cambio de calificación en el grado de autoría.
133
Autoras varias
considera que tiene peso gravitante el hecho de que la mujer haya denunciado
con anterioridad al inicio de la causa penal la violencia padecida (lo que ocurrió
en el segundo caso, pero no en el primero).
d. Supuestos de vulnerabilidad extrema. Como se ha mencionado anteriormente,
las estrategias de defensa suelen presentar distintos argumentos subsidiarios.
Entre ellos, la situación de vulnerabilidad de las mujeres acusadas por los deli-
tos de drogas es invocada con frecuencia, principalmente, en lo que se refiere
a la valoración del monto del reproche penal. Sin embargo, en algunos de los
casos estudiados se evaluó si la condición de extrema vulnerabilidad de la mu-
jer implicada en el proceso penal podía tener incidencia en estratos previos de
la teoría del delito.
En el caso Caballero Flores, la defensa invocó que las dos mujeres “encapsula-
das” eran víctimas del delito de trata de personas y que hubo un aprovecha-
miento de su estado de vulnerabilidad. El Tribunal Oral reconoció la situación
de vulnerabilidad, pero consideró que no se acreditaba uno de los fines de ex-
plotación previstos en la legislación nacional. En el caso Gómez, Analía Veróni-
ca, el fiscal ante la Cámara Federal de Casación Penal argumentó que la con-
ducta atribuida era inculpable por la vulnerabilidad personal de la mujer, pero
la cámara casatoria rechazó el recurso y confirmó el procesamiento. En Leiva
Cabana la defensa argumentó que la extrema vulnerabilidad en que se encon-
traba su asistida la colocaba en una posición de ser pasible de engaño y, por
ello, no se había acreditado la tipicidad subjetiva, pero el Juzgado de Instruc-
ción rechazó el planteo.
En cambio, en el más reciente caso, Martínez Hassan, Lourdes Silvana, la Cáma-
ra Federal de Casación Penal absolvió a la acusada, la cual alegó haber sido
captada y obligada a transportar droga, entre fuertes críticas durante la trami-
tación del proceso debido a la ausencia de investigación por la entrega que
realizó. Por su parte, en Suárez Eguez la situación de extrema vulnerabilidad
fue finalmente aceptada por el Ministerio Público Fiscal, quien adhirió al plan-
teo de la defensa en cuanto a que la mujer había actuado en estado de necesi-
dad. En consecuencia, el juez dictó el sobreseimiento por aplicación del princi-
pio acusatorio.
Mayor receptividad tiene en las resoluciones judiciales la consideración de las
variables de vulnerabilidad social en la etapa de contemplación de la pena. Bajo
esa perspectiva se perforó el mínimo penal en los casos Caballero Flores y Gó-
mez, Gladis Fabiana; se aceptó la suspensión del proceso a prueba en Leiva Caba-
na; se dispuso una pena en suspenso en González, Adriana Litz, por debajo del
monto pactado en un juicio abreviado; y se justificó el monto de la condena en
el mínimo de la pena prevista para el delito en Altamirano, Jennifer Pamela; Del-
gado Acevedo, Analía Verónica; y Zarzoli, Rosalía. En cambio, en los casos Martí-
nez, Elena Raquel; Cuba, Lidia Paola; y F. J. L. la justicia consideró ajustado a dere-
cho alejarse del mínimo penal, pues las mujeres no se encontraban en situación
de miseria y contaban con un nivel educativo elevado.
134
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
224. Para la elaboración de posibles defensas, se tuvieron en cuenta el análisis de las sentencias halladas, las for-
mulaciones de textos de doctrina especializada en género, las aportaciones de Patricia Laurenzo Copello conteni-
das en esta publicación y las aportaciones realizadas por defensores y defensoras durante los talleres de validación
de resultados de la presente investigación.
225. Por su parte, en un informe reciente la CIDH expresó el vínculo entre pobreza, género y delitos de drogas:
“La pobreza, la falta de oportunidades y las barreras de acceso a la educación ponen a mujeres y niñas en situa-
ciones vulnerables, y hacen de ellas objetivos fáciles de la delincuencia organizada. De hecho, las mujeres con
bajos niveles socioeconómicos y educativos figuran entre las personas en mayor riesgo de ser utilizadas para
participar en operaciones delictivas como victimarias o como traficantes. La población de mujeres encarceladas
por delitos relacionados con drogas, incluida la posesión, es muy alta y está en continuo crecimiento” (CIDH,
2017, párr. 321).
135
Autoras varias
a. Control de la acusación
Como ha podido verse en este informe, cuando las mujeres son acusadas junto a sus
parejas por delitos de drogas, muchas veces se imputa el delito en coautoría, sin distin-
guir el distinto dominio que tiene cada integrante de la pareja sobre la sustancia
prohibida.
Para facilitar las defensas pertinentes ante tales situaciones, es necesario que la acusa-
ción se formule de manera precisa, es decir, debe describir de forma específica en qué
consistió el rol de la mujer y explicar circunstanciadamente cuál fue su aportación con-
creta. El ejercicio de una defensa eficaz depende del conocimiento de todas las conse-
cuencias fácticas que pueden tener relevancia penal, lo que habilita a rechazar cual-
quier referencia genérica. Esta exigencia facilitará planteos de la defensa destinados a
señalar que el aporte de la mujer no constituye delito por ser inocuo (Blanco Cordero,
2011), a sostener la atipicidad por ausencia de control y dominio sobre la sustancia (Di
Corleto y Varela, 2019) o a reducir su intervención a una participación secundaria226.
Finalmente, y para casos en los que la relación interpersonal está marcada por un his-
torial de violencia, mayores recaudos en el modo en que se formula la acusación po-
drían contribuir a develar, en una instancia previa al juicio, los márgenes de acción de
las mujeres en situaciones de dependencia económica y emocional y, por tanto, a de-
terminar que no es posible establecer una vinculación entre la mujer y la sustancia
prohibida (Di Corleto y Carrera, 2017).
La Ley 23737 cubre todas las etapas de la cadena del tráfico de drogas, para lo cual
incluye una amplia cantidad de conductas vinculadas con el contacto con las sustan-
cias ilegales. En lo que respecta a la tenencia (ya sea con fines de comercialización, te-
nencia simple o para consumo personal), es preciso reparar en el alcance de la acción
típica. Parte de la doctrina que ha revisado el concepto tradicional de tenencia señala
136
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
que es “el ejercicio de un poder de hecho sobre una cosa por el cual se puede usar y
disponer libremente de ella. No requiere un contacto material y permanente, sino que
la cosa esté sujeta a la acción y voluntad del poseedor” (D’Alessio y Divito, 2011: 1036).
La definición permite afirmar que “aun cuando exista una dimensión de relación fácti-
ca sobre la cosa, no habrá ‘tenencia’ si no existe respecto de ese material un vínculo de
poder y control” (Di Corleto y Varela, 2019).
Bajo esta perspectiva, en los supuestos de mujeres que transportan droga bajo cir-
cunstancias de fuerte monitoreo por parte de una tercera persona, es razonable soste-
ner que la mujer no tuvo poder sobre la sustancia. En el relevamiento de sentencias, se
han encontrado situaciones en las que la persona que actúa como “mula” viaja acom-
pañada por otra que controla que llegue a destino, que no desista en el camino y que
haga la entrega. En este sentido, con cita en jurisprudencia, se dice que “la vigilancia
ejercida sobre una persona que transporta droga a pedido de otra también excluirá la
existencia del ‘poder de disposición’ sobre la droga. En este caso, existirá la relación
fáctica con la cosa, pero no habrá un ‘poder y control’ efectivo, actual y concreto sobre
la sustancia que le permita decidir autónomamente el destino de aquella” (Di Corleto
y Varela, 2019).
Por otra parte, en los supuestos de mujeres coimputadas con su pareja sentimental a
partir del hallazgo de droga en el domicilio que comparten, esa cercanía física no es
suficiente para dar por probado el delito, porque tampoco se encuentra acreditado el
dominio. Al respecto, debería exigirse “que se acrediten circunstancias adicionales que
vayan más allá de la mera convivencia familiar y que permitan deducir la coautoría en
el sentido de real coposesión de las drogas”, aspectos que superan “la mera tolerancia
respecto de la actividad ilícita llevada a cabo por el conviviente”227. Si bien la defensa
no tiene la carga de probar la inocencia, a fin de realizar una defensa proactiva podrá
indagar acerca de la distribución del poder dentro de la relación sentimental. En esa
dirección, si se advierten indicadores de desigualdad en la toma de decisiones dentro
de la pareja (dominio del dinero, autonomía de la mujer e indicadores de violencia,
entre otros) estará en condiciones de aportar argumentos y material probatorio que
descarten la posibilidad de dominio sobre la sustancia y, por lo tanto, el aspecto obje-
tivo del tipo228.
227. Estándares que surgen de la jurisprudencia del Tribunal Supremo español (n.o 93/2015 rta.: 17/02/2015, n.o
490/2014 rta.: 17/06/2014, n.o 425/2014 rta.: 28/05/2014), citadas por Carrera, 2019: 14.
228. En este sentido, el Grupo de Trabajo sobre la cuestión de la discriminación contra la mujer en la legislación
y la práctica destaca la subordinación económica como factor que expone a que las mujeres sean consideradas
cómplices de actos cometidos por sus cónyuges varones. Así, se dice que “muchas mujeres son encarceladas por
posesión de armas peligrosas, drogas u otros artículos ilegales en sus casas cuando el verdadero dueño es su pareja.
Sin embargo, debido al papel subordinado en el hogar, no pueden impedir que sus parejas traigan o mantengan
esos artículos en el hogar. Como resultado, terminan encarceladas, a veces con una condena injustificadamente
severa” (Consejo de Derechos Humanos, Mujeres privadas de libertad, 2019, párr. 639).
137
Autoras varias
Por otra parte, en los casos de mujeres que transportan estupefacientes se verifican
situaciones de engaño por distintas vías: “Algunas mujeres son inducidas a transportar
regalos u objetos que sin saberlo contienen drogas camufladas”; en otros casos, “ade-
más del encubrimiento de información, entran en juego otros elementos, como el uso
de las relaciones amorosas como vehículo de engaño” (Picco y Anitua, 2012: 247). Estos
supuestos deberían concluir en la ausencia de dolo.
138
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
Tal como se señala, “En la práctica, la falta de dolo puede ser de muy difícil acredita-
ción. No obstante, su inexistencia puede deducirse de ciertos datos coyunturales” (Pic-
co y Anitua, 2012: 248). Además, deben rechazarse ficciones respecto a la capacidad de
las personas en contextos de vulnerabilidad de realizar un control exhaustivo sobre las
mercancías, y también descartarse las imágenes estereotipadas respecto a cómo de-
ben ser y comportarse las mujeres víctimas de engaño.
En este ámbito de la teoría del delito, donde se verifica la existencia de permisos, apa-
rece como relevante el estado de necesidad justificante. Tal como está legislado en el
Código Penal, el estado de necesidad justificante procede cuando la conducta típica se
realiza para evitar un mal mayor e inminente (artículo 34, inciso 3 CP). La regulación
remite a una ponderación de males y se distingue del estado de necesidad exculpante,
porque procede cuando el mal que se provoca es menor al que se quiere evitar (Zaffa-
roni, Alagia y Slokar, 2005: 631)231.
Dos situaciones fácticas pueden ser abordadas mediante el estado de necesidad: la mu-
jer que actúa para salvar su vida por estar en una situación de coacción (por parte de su
pareja sentimental o de otra persona) y aquella que se involucra en el delito porque la
229. CFCP, sala II, Mañapira, Patricia, causa n.o 5200000/2016, rta.: 29/09/2017.
230. Similar criterio adoptó recientemente el TOCF de Salta en la causa n.o 10818/2019, rta.: 05/08/2019, donde
se juzgó por transporte de estupefacientes a dos hombres que cargaban droga dentro de un bulto en la zona de la
frontera de Orán. La jueza del juicio unipersonal absolvió en consecuencia el alegato fiscal, y respecto del tipo sub-
jetivo dijo que “Considerando [los] testimonios obtenido en este juicio, como el hecho de que dentro del bulto que
llevaban los [imputados] había una caja de cigarrillos […], resulta de una lógica elemental poder concluir que los
imputados pudieron ser engañados respecto de los elementos que estaban transportando. […] Asimismo, ambos
imputados mantuvieron a lo largo del proceso que ellos se dedicaban al transporte de cigarrillos como de otros bie-
nes, actividad que en la zona de frontera se conoce como de ‘bagayeros’. […] Ello permite inferir que efectivamente
pudieron incurrir en el error de pensar que la mercadería consistía en cigarrillos, máxime cuando no era la primera
vez que hacían esta actividad, tal como lo afirmaron en este juicio. Los dichos de los imputados, junto al caudal
probatorio producido en esta audiencia de juicio […], como el hecho de que la sustancia estupefaciente iba en
una lona (lo que es usado comúnmente por los ‘bagayeros’), la que a su vez iba oculta en el interior de una caja de
cigarrillos marca Rodeo, son elementos que hacen presumir la existencia de un error por parte de [los imputados]
acerca de lo que estaban transportando, logrando con ello fijar un estándar de duda respecto a la responsabilidad
que pudieron tener en estos hechos investigados, siendo aplicable en consecuencia el art. 3 del CPPN”. Al respecto,
es notable que el fiscal y la jueza interviniente en esta causa mostraran una postura distinta a la adoptada con
anterioridad en el juicio de Mañapira, comentado en este informe.
231. Los autores explican que el estado de necesidad exculpante procede, en cambio, cuando el sujeto que se
encuentra necesitado de actuar de modo lesivo provoca un mal que no es menor al que evita.
139
Autoras varias
140
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
considerar la perspectiva de las mujeres al decidir “el mal menor”. Para ello, es preciso
considerar sus experiencias enmarcadas en situaciones de pobreza extrema, muchas
veces con responsabilidades de cuidado e insertas en una sociedad en la que todavía
imperan fuertes roles de género. Ese análisis permitirá advertir que la opción entre los
bienes en juego se encuentra fuertemente condicionada por los mandatos sociales
imperantes, que prescriben conductas de servicio, abnegación y sacrificio por parte de
las mujeres en pos de garantizar los derechos de sus hijos/as y de todos/as aquellos/as
que dependen de sus cuidados. En ese contexto, no garantizar lo necesario para la
subsistencia de quienes dependen de sus cuidados también puede tener un costo alto
para la mujer, por no cumplir con el mandato, y para su grupo familiar, por su depen-
dencia de las tareas de cuidado femenino.
Por otra parte, en los supuestos de mujeres que actúan en contextos de coacción (por
parte de su pareja sentimental o de otra persona), es útil evaluar la entidad del sufrimien-
to físico y mental padecido o amenazado para demostrar la intensidad de la afectación
(Picco y Anitua, 2012: 238). “Esta evaluación contextual, además resulta válida para de-
mostrar que la mujer mula no suele disponer de un medio menos lesivo e igualmente
idóneo para disipar el peligro inminente que la amenaza” (Picco y Anitua, 2012: 238).
Además, el Código Penal requiere que el mal que se quiere evitar sea inminente. Al
respecto, se ha propuesto que los criterios para comprobar la proximidad del peligro o
235. Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Jujuy, R. M. C, causa n.o 12570/2019, rta.: 08/11/2019. Además del
contexto de vulnerabilidad económica, el fallo contiene valiosas consideraciones en relación con el modo en que
se dio por acreditada la violencia de género y a su conceptualización como violencia física y económica.
141
Autoras varias
lesión no necesariamente deben ser rígidos en términos temporales. Para ello, se acu-
de al concepto de “peligro permanente”, en el que una situación que amenaza con un
peligro se puede convertir en cualquier momento en un daño, sin que se pueda deci-
dir exactamente cuándo sucederá tal cosa (Roxin, 2014: 903). De esta manera, “en los
casos de las ‘mulas’, las situaciones coercitivas creadas por la repetición constante y
sistemática de las amenazas, que en muchos casos van acompañadas por persecucio-
nes y hostigamientos, tornan innecesario que en el momento previo de la comisión
del delito se renueven explícitamente las amenazas de sufrir un mal en caso de negar-
se a efectuar la conducta exigida” (Picco y Anitua, 2012: 237). Asimismo, en los supues-
tos de mujeres que se involucran en delitos de drogas por situaciones de violencia por
parte de sus parejas, el peligro permanente está dado por el carácter continuo y cíclico
de la violencia de género en su modalidad doméstica.
En este plano de la teoría del delito, se enuncia el criterio por el cual “no hay delito cuando
el autor no haya tenido en el momento de la acción un cierto margen de decisión, o si se
prefiere, de libertad para decidir” (Zaffaroni, Alagia y Slokar, 2005: 672). Bajo esa premisa,
en los supuestos de mujeres acusadas en el marco de relaciones sentimentales marcadas
por la violencia, es pertinente incorporar a la teoría del caso el argumento de ausencia de
alternativas de las víctimas de violencia. En este sentido, es útil presentar los obstáculos
objetivos y subjetivos que afrontan las víctimas para denunciar y/o salir del vínculo vio-
lento. En ese trance, la exigencia de actuar conforme a derecho se torna una exigencia
heroica, no reprochable por el derecho. En particular, es importante demostrar que en-
frentarse a la pareja agresora —para oponerse a la tenencia o transporte, o para rechazar
que traiga al domicilio la sustancia ilegal— puede implicar exponerse a un riesgo mayor.
142
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
dependen de ellas con la necesidad de proveer los recursos económicos necesarios para
la subsistencia. El rol de género socialmente asignado en el sistema de cuidados tiene un
impacto diferencial en condiciones económicas adversas y discriminatorias por motivos
de género236, sin contar siquiera con el amparo de políticas públicas, porque las mujeres
“amortiguan” los efectos de la falta de ayuda del Estado para todo el grupo familiar. En
ese contexto, el trabajo informal, incluso ilegal, puede ser el único modo disponible que
tienen a su alcance para atender las necesidades del grupo familiar a cargo, frente a la
ausencia estatal y de otros adultos responsables. En esta línea de argumentación, Patri-
cia Laurenzo237 presenta argumentos desarrollados para la conformación de una exi-
mente de pena específica en los casos de penuria económica, que bien pueden traerse
a este ámbito de la teoría del delito y, además, permitirían superar el debate acerca de la
inminencia o no del riesgo que se quiso evitar.
236. Las estadísticas oficiales locales, regionales y universales dan cuenta de que las mujeres sufren discrimina-
ción para acceder a un puesto de trabajo, y que cuando lo logran acceden a empleos precarizados y peor pagados,
lo que se vuelve estructuralmente muy difícil para ellas acceder a un empleo que les permita obtener un ingreso
digno para la satisfacción de las necesidades familiares y poder ejercer el rol de cuidado, frente a un Estado carente
de políticas públicas de cuidado. Ver al respecto la discriminación por sexo en el acceso al empleo formal e infor-
mal, en los índices de desocupación y subocupación, la inserción de mujeres en rubros menos valorados, la brecha
salarial entre varones y mujeres, entre otros condicionantes discriminatorios por razones de género en el trabajo.
237. Ver infra, capítulo 3.
238. Juzgado Criminal y Correccional Federal n.o 6, MPC, causa n.o 3873/2018, rta.: 23/09/2019, con remisión al
dictamen del fiscal Franco Picardi. En igual sentido, dictamen de la Fiscalía Nacional en lo Criminal y Correccional
Federal 5, Pezo Silva, Erika Paola y otros s/ infracción Ley 23737, causa n.o 1 5278/17, Picardi, Franco E., 09/04/2019.
239. Al ser indagada, manifestó que ejercía la prostitución y era consumidora de cocaína. En ese contexto, explicó
que utilizaba la sustancia para trabajar. El juzgado dispuso la realización de un informe socioambiental. Del informe
se desprendía que la mujer había atravesado su infancia y adolescencia en un contexto de extrema vulnerabilidad
económica. En tal sentido, explicó que le había ocultado el género autopercibido a su familia y había tenido difi-
cultad en el acceso a entornos educativos. De ese modo, sostuvo que había trabajado desde los once años y se
encontraba en situación de prostitución desde los dieciocho, lo que la había llevado al consumo de sustancias es-
tupefacientes. Por otra parte, señaló que había tenido complicaciones para conseguir una vivienda digna y convivía
en un piso con tres personas. Por último, indicó que había estado expuesta a enfermedades de transmisión sexual
y a complicaciones en las prácticas de modificación corporal.
143
Autoras varias
actuaciones tenía que ver con el único modo de subsistencia posible que esta tenía a
su alcance para evitar un mal grave e inminente. […] M. P. C. parte de un estado de
vulnerabilidad muy elevado y, por lo tanto, el esfuerzo para ser alcanzada por la selec-
tividad del poder punitivo es mínimo, ya que la mera condición de ser mujer transgé-
nero e inmigrante la coloca automáticamente en la mira del mismo”.
Al respecto, se dice que “más allá de las dificultades probatorias que podría implicar el
planteamiento de una excusa absolutoria como la prevista por la ley de trata, lo cierto
es que esta estrategia de defensa podría abrir las puertas al reconocimiento de nuevas
formas de analizar el estrato de la culpabilidad, en tanto la ley está reconociendo una
realidad subjetiva sobre la que le es imposible asentar el reproche penal. Por lo demás,
esta estrategia de defensa permitiría otorgar una protección adecuada a las víctimas
de trata, no solo en razón del reconocimiento de sus derechos, sino también como una
forma de garantizar una adecuada persecución penal de ese delito” (Picco y Anitua,
2012: 253). Algunos fallos posteriores a los relevados en este informe están en proceso
de reconocer esta causal exculpatoria240.
240. Nos referimos a Martínez Hassan (causa n.o 7158/2016, CFCP, sala I, rta.: 18/10/2018), ya comentado con an-
terioridad, y a Carrizo Irma María s/infracción Ley 23737 (causa n.o CFP 2091/2019, Juzgado Nacional en lo Criminal
y Correccional Federal 7, rta.: 13/06/19).
241. Ver infra, capítulo 3.
144
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
artesanal en reducidas dimensiones de todo tipo de productos […] entre los que, en
algunas ocasiones, incluyen drogas prohibidas”. Argumenta la posibilidad de aplicar el
llamado “error de comprensión”, en los casos de mujeres apegadas a su grupo de per-
tenencia y apenas relacionadas con otros ámbitos culturales.
f. Determinación de la pena
242. Además de los fallos citados en este informe que perforaron el mínimo legal, en doctrina sostienen esta
posibilidad: Zaffaroni, Alagia y Slokar, 2005: 995-996; Devoto, 2007; Juliano, 2004.
243. Según la Corte Suprema, “[L]as Reglas mínimas para el tratamiento de reclusos de las Naciones Unidas —si
bien carecen de la misma jerarquía que los tratados incorporados al bloque de constitucionalidad federal— se han
convertido, por vía del art. 18 de la Constitución Nacional, en el estándar internacional respecto de personas priva-
das de libertad” (CSJN, fallos 328: 1146). También para la Corte IDH las Reglas Mínimas constituyen un documento
reconocido para interpretar el contenido del derecho de las personas privadas de la libertad a un trato digno y
humano (Corte IDH. Mendoza y otro vs. Argentina. Excepciones Preliminares, Fondo y Reparaciones. Sentencia de
14 de mayo de 2013, párr. 189). De modo que cabe afirmar lo mismo de las Reglas de Bangkok, en la medida que
complementan las Reglas Mínimas para el tratamiento de reclusos de las Naciones Unidas (hoy en día, actualizadas
por las Reglas de Mandela; cf. Reglas de Bangkok, Observaciones Preliminares, ap. 2).
145
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CFCP, sala I, “Altamirano, Jennifer Pamela”, causa n.o 91001193/2012, rta.: 22/11/2016.
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CFCP, sala III, “Cuba, Lidia Paola”, causa n.o 573/2013, rta.: 24/6/2015.
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CFCP, sala IV, “Gallardo, Jésica Lucía Elizabeth”, causa n.o 19/2014, rta.: 24/6/2015.
149
Autoras varias
CFCP, sala IV, “Gómez, Analía Verónica”, causa n.o 55018152/2012, rta.: 23 /12/2015.
CFCP, sala IV, “Ortiz Díaz, Jesús Ezequiel y otros s/ recurso de casación”, causa n.o 10360/2015, rta.: 19/6/2018.
CNCP, sala I, “Santolamazza, Alfredo Enrique y otro s/rec. de casación”, causa n.o 1282, rta.: 31/07/2012.
CNACyC, “Frias, Natividad s/ aborto”, plenario, rta.: 26/08/1966.
CNACyCF, sala 2, “Larrea Lesme, Sonia Ramona”, causa n.o 112/17, rta.: 15/9/2017.
CNAPE, sala A, “Vera Romero, Ivana Raquel”, causa n.o 1277/2016, rta.: 27/10/2016.
CNAPE, sala B, “Hernández Zuluaga, María Fernanda”, causa n.o 982/2011, rta.: 27/5/2016.
Cámara Federal de Salta, sala 2, “Suárez Eguez, Claudia”, causa n.o 20356/2017, rta. 10/10/2018.
Cámara Federal de Salta, sala I, “Acuña, Roxana Noelia”, causa n.o 12326/2013, rta.: 9/5/2017.
TOCF 2 de la Capital Federal, “González, Adriana Litz”, causa n.o 2579, rta.: 23/3/2017.
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TOCF de Jujuy, “R., M. C”, causa n.o 12570/2019, rta.: 8/11/2019.
TOCF de Salta, “F. J. L.”, causa n.o 9536, rta.: 16/8/2016.
TOCF de Salta, “Mañapira, Patricia”, causa Nº 5200000/2016, rta.: 7/11/2016.
TOCF de Salta, “Tercero s/ Infracción Ley 23737”, causa n.o 10818/2019, rta.: 5/8/2019.
TOPE 1, “GAH”, causa n.o 41013163/2005, rta.: 23/9/2015.
TOPE 1, “González, Patricia Noemí”, causa n.o 990000245/2011, rta.: 17/11/2016.
TOPE 1, “Zarzoli, Rosalía Inés”, causa Nº 2578/2014, rta.: 2/10/2015.
TOPE 2, “Asturayme Mauricio, Paulita Verónica”, causa Nº 1150/2017, rta.: 5/4/2018.
TOPE 2, “Cuba, Lidia Paola”, causa Nº 573/2013, rta.: 11/6/2014.
TOPE 2, “DLG”, causa N° 1724/2010, rta.: 2/11/2015.
TOPE 3, “Leiva Cabana, Norma”, causa N° 1306/2014, rta.: 8/11/2017.
TOPE 3, “RDE”, causa N° 990000124/2012, rta.: 7/4/2017.
TOPE 3, “Vera Romero, Ivana Raquel”, causa Nº 1277/2016, rta.: 10/4/2017.
Dictamen Fiscalía Nacional en lo Criminal y Correccional Federal 5, Pezo Silva Erika Paola y otros s/ infracción
Ley 23737”, causa n.o 15278/17, Picardi, Franco E., 09/04/2019.
Juzgado Criminal y Correccional Federal 4, “Larrea Lesme, Sonia Ramona”, causa N° 112/17, rta.: 27/7/2017.
Juzgado Criminal y Correccional Federal Nº6, “MPC”, causa Nº 3873/2018, rta.: 23/9/2019.
Juzgado en lo Penal Económico 3, “Leiva Cabana, Norma”, causa N° 1306/2014, rta.: 26/4/2016.
Juzgado Federal de Jujuy Nº 2, “Suárez Eguez, Claudia”, causa Nº 20356/2017, rta. 28/11/2017 y 11/12/2018
Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Federal 7, “Carrizo Irma María s/infracción Ley 23737”, causa
Nº 2091/2019, rta.: 13/6/19.
Juzgado Nacional en lo Penal Económico 6, “Asturayme Mauricio, Paulita Verónica”, causa Nº 1150/2017, rta.:
10/8/2017
150
PARTE 2
Capítulo 3. La responsabilidad penal de mujeres que
cometen delitos en contextos de violencia de género o
vulnerabilidad extrema244
Patricia Laurenzo Copello
Tanto el estudio jurisprudencial elaborado por el MPD245 como los informes sociales
del Programa de Problemáticas Sociales y Relaciones con la Comunidad que se han
realizado en el contexto del presente proyecto revelan que existen ciertos espacios de
criminalidad femenina en los que se repiten una y otra vez circunstancias vitales muy
parecidas, asociadas a la violencia latente o explícita que sufren las mujeres infractoras
por razones de género o a condiciones de marginalidad económica y social igualmen-
te atravesadas por estereotipos de género. En algunas causas judiciales estas circuns-
tancias se tienen presentes en el momento de la determinación de la pena o, en el
mejor de los casos, para graduar la culpabilidad de la autora, pero siempre de una
manera marginal, sin concederles un papel relevante en los juicios de antijuridicidad y
culpabilidad que fundamentan la responsabilidad penal.
244. Informe elaborado para este proyecto de la Defensoría General de la Nación y Eurosocial+.
245. Ver supra, capítulos 1 y 2.
153
Autoras varias
2. Grupos de casos
Se conocen como “delitos de estatus” aquellos que se vinculan con roles tradicional-
mente atribuidos a las mujeres en el ámbito doméstico o en materia de sexualidad
(Maqueda Abreu, 2014: 106).
246. Sobre la fuerte implicación de la ética del cuidado en el juicio moral de las mujeres que rechazan un emba-
razo, Gilligan, 1985: 179 y ss., 207 y 225.
154
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
1. Por una parte, los supuestos de no evitación de lesiones u homicidio de los hijos/
as causados por un tercero —generalmente la pareja sentimental—. En la prácti-
ca judicial argentina estos hechos suelen calificarse, según las circunstancias
concretas, bien como delito de abandono de personas (en su caso, con resultado
de muerte o lesiones) o bien como homicidio en comisión por omisión agravado
por el vínculo.
2. Por otro lado, desde el punto de vista de los comportamientos activos, destacan
los casos en los que una mujer da muerte a su hijo/a recién nacido/a, un supues-
to que, ante la ausencia de la histórica figura del infanticidio, da lugar a su tipifi-
cación como delito de homicidio agravado por el vínculo.
Por eso, en los delitos de estatus es imprescindible contar con esa sobrecarga de géne-
ro a la hora de valorar el hecho y sus consecuencias penales. Solo así es posible sacar a
la luz los sesgos sexistas que con frecuencia aparecen en el proceso de determinación
de la responsabilidad penal de las mujeres, sea porque se prescinde del contexto de
precariedad o violencia que podría condicionar el qué y el cómo de la exigibilidad de
la conducta o, por el contrario, porque al establecer el alcance del deber en la concreta
situación de peligro de los hijos/as se filtran estereotipos asociados al papel de madre-
cuidadora que amplían de modo desmesurado la exigencia de realizar la conducta
salvadora (Hopp, 2017: 19).
Por una vía u otra, parece que todo gira en torno a la idea de exigibilidad como criterio
regulativo que puede operar tanto en el ámbito de la tipicidad (especialmente para
155
Autoras varias
Los supuestos de omisión que con mayor frecuencia enfrentan a las mujeres con la
justicia penal en materia de delitos de estatus están relacionados con situaciones de
peligro para la vida o la integridad de sus hijos/as, creadas por la conducta violenta de
su pareja sentimental. Esquemáticamente pueden resumirse en las siguientes
conductas:
Como punto de partida, y teniendo en cuenta que se trata siempre de conductas omi-
sivas, conviene aclarar que todas las figuras penales que entran en consideración se
asientan sobre la existencia de una posición de garante derivada de la función de pro-
tección que tienen los padres/madres respecto de sus hijos/as (función de protección
por el vínculo familiar). Esta premisa vale tanto para los delitos de homicidio o lesiones
en comisión por omisión247 (omisión impropia) como para el tipo penal de abandono
de personas del art. 106 CP. En el primer caso porque la posición de garante es un
247. En estas páginas no se entrará en el complejo debate sobre la legitimidad o no de la figura de la comisión
por omisión que habilita la aplicación de un tipo penal activo a una conducta omisiva a través de criterios de
equivalencia, una cuestión muy debatida en la doctrina argentina por la falta de una cláusula general habilitante al
estilo de las que existen en otras legislaciones, como es el caso del parágrafo 13 del Código Penal alemán o el art. 11
del CP español (es conocida la opinión discrepante de Zaffaroni, Slokar y Alagia, 2005: 577-582). Si bien este asunto
ha estado presente en algunos casos jurisprudenciales muy relevantes relacionados con la responsabilidad penal
de una madre por no impedir que su pareja causara la muerte de su hijo/a (caso Rojas, Romina, entre otros), lo cierto
es que la posible inconstitucionalidad de la figura del homicidio en comisión por omisión discurre por derroteros
dogmáticos totalmente ajenos a los fines de este trabajo.
156
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
La situación es distinta si observamos al otro gran elemento del que depende el surgi-
miento del deber de actuar en los delitos de comisión por omisión: la posición del
garante249. Si bien se trata de un asunto debatido en la doctrina, existe un amplio gru-
po de autores que, con razón, condicionan el surgimiento del deber de actuar a que en
la situación concreta le sea exigible al garante la realización de la acción protectora del
bien jurídico (Stree, 2001: 206; Baldó, 2016: 356)250, en la misma línea que sucede en los
delitos de omisión pura, en los que es habitual que la propia ley mencione el riesgo
propio o de tercero como límite de la exigibilidad de la conducta251.
248. La esencia de la llamada omisión impropia se encuentra en la equiparación del comportamiento omisivo
con la causación activa del tipo penal, pero, a su vez, esa equiparación depende de la presencia de un especial
deber del omitente de evitar la lesión del bien jurídico. Ver al respecto, Roxin, 2014: 759-764.
249. Un elemento presente también, como se ha visto con anterioridad, en la modalidad de abandono de perso-
nas que entra en consideración en los casos que estamos analizando.
250. Ampliamente sobre el debate alemán en torno al papel de la inexigibilidad en los delitos de comisión por
omisión, Aguado Correa, 2004: 180 y ss.
251. El parágrafo 323, c del Código Penal alemán resulta especialmente claro en esta línea al condicionar ex-
presamente el surgimiento del deber de socorro a que la acción sea exigible conforme a las circunstancias concre-
tas, “especialmente sin riesgo propio significativo y sin la lesión de otros deberes importantes” (el art. 108 del CP
argentino dice “sin riesgo personal”, el art. 195 CP español “sin riesgo propio ni de terceros”). Aun sin la mención
explícita de la exigibilidad, la cláusula de ausencia de riesgo propio o ajeno suele interpretarse como un criterio de
inexigibilidad que afecta a la tipicidad (respecto al derecho español, entre otros, Muñoz Conde, 2017: 824; Portilla
Contreras, 2011: 730).
157
Autoras varias
La exigibilidad adquiere así un papel central en el tipo objetivo de los delitos de comi-
sión por omisión —al igual que en los de omisión pura— (Wohlers, 2010: 540) en la
medida en que se erige en presupuesto imprescindible para que surja el deber de ac-
tuar, de modo tal que aun cuando concurran los requisitos generales que determinan
la posición de garante (por ejemplo, un vínculo familiar del que se derive la función de
protección del bien jurídico252), la omisión no será típica si en la situación concreta
aparecen circunstancias de tal magnitud que hacen inexigible al garante la conducta
salvadora (Hruschka, 1988: 158).
Es cierto que la propia naturaleza de la figura penal del garante justifica que el nivel de
exigencia en la función de salvaguarda del bien jurídico sea mayor que en los casos de
los deberes generales de solidaridad característicos de los delitos de omisión pura.
Pero eso no quiere decir que ese deber sea ilimitado, porque el derecho no puede
exigir a nadie una conducta que implique el sacrificio o la severa puesta en peligro de
su propia vida o de su integridad física, por muy intenso que sea el deber de protec-
ción que le incumba sobre terceras personas (Stree, 2001: 206; Hruschka, 1988: 159).
Como bien dice Baldó (2016: 358), siempre hay un “nivel normativo máximo” de riesgo
exigible, sea propio o de terceros. La conclusión no puede ser, por tanto, que el hecho
de ser garante obligue a actuar en todo caso y bajo cualquier circunstancia o, lo que es
igual, que cualquier omisión del garante sea típica. El derecho no puede exigir conduc-
tas heroicas ni siquiera a quienes tienen una estrecha relación con la victima que se
encuentra en peligro, como sucede con los progenitores. En consecuencia, cuando en
una situación concreta se supere el nivel máximo de riesgo exigible al garante su omi-
sión no será típica por ausencia del deber de actuar.
252. Sobre la teoría de las funciones como criterio para determinar las posiciones de garantía, véase Mir Puig,
2016: 327 y ss.
253. Como es el caso de los progenitores respecto de sus hijos/as.
158
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
Queda claro, pues, que aun cuando la posición de garante eleva el nivel de riesgo que
han de asumir los progenitores ante una situación de peligro para sus hijos/as, esa
exigencia no puede ser absoluta y debe ceder, al menos, cuando la realización de la
acción debida implique un peligro significativo y cercano para su propia vida o su in-
tegridad personal. La inexigibilidad bloquea en estos casos el surgimiento del deber
de salvaguarda activa dando lugar a la atipicidad de la conducta (Wohlers, 2010: 539 y ss).
159
Autoras varias
de lo contrario faltaría el dolo254. Y la conciencia del riesgo real que corren los hijos no
puede inferirse sin más del conocimiento que tenga la mujer del carácter violento de
su pareja, ni siquiera cuando han existido episodios previos de agresiones a los meno-
res. Porque la prueba del conocimiento propio del dolo requiere mucho más que una
simple deducción hecha en abstracto. Hace falta comprobar, conforme a todas las cir-
cunstancias concurrentes en el caso concreto, que el/la autor/a sabía que su conducta
llevaba implícito el peligro directo de realización del tipo (Frisch, 1983: 119), sin que
sea suficiente el conocimiento de un riesgo puramente genérico o indeterminado.
Pues bien, en los casos de mujeres que viven inmersas en contextos de violencia durante
largos periodos de tiempo (muchas de ellas socializadas incluso en hábitats familiares de
estas características), es posible que esa experiencia previa les impida valorar de forma
adecuada la magnitud real del peligro que puede suponer dejar a los/as hijos/as al cui-
dado de su pareja. Cuando una mujer ha convivido con la violencia —hacia ella o hacia
otras personas de su entorno— desde muy joven o desde la infancia, es lógico que parta
de la normalidad de este tipo de circunstancias255, lo que muy probablemente le lleve a
minimizar los riesgos asociados a esos contextos o incluso a descartarlos en ciertas situa-
ciones concretas (como puede pasar si con frecuencia deja a los niños con su pareja y
nunca antes les ha sucedido nada256). Hay una habituación al riesgo que puede impedirle
evaluar de forma correcta la magnitud real del peligro que corren sus hijos. Y cuando
falta la congruencia entre las representaciones del/ de la autor/a y el peligro objetiva-
mente comprobado sencillamente falta el dolo y estaremos en presencia de un error de
tipo257. También en estas circunstancias, en consecuencia, estará ausente un elemento
esencial para fundamentar la tipicidad de la conducta del delito de abandono de perso-
nas (y con más razón un eventual dolo de homicidio o lesiones).
254. No entro aquí en el debate sobre la existencia o no de un elemento volitivo en el dolo de la omisión. Si bien
este tema ha tenido cierta presencia en algunas decisiones judiciales relacionadas con delitos de estatus como los que
estamos analizando (como en el fallo Rosas de la CSJN), lo cierto es que, en mi opinión, la posible relevancia de los con-
textos de violencia de género en la determinación del dolo se resuelve siempre en el plano del conocimiento y no en
el de la voluntad, por lo que no es necesario entrar en mayores precisiones sobre la estructura subjetiva de la omisión.
255. La falta de percepción del riesgo por habituación a las situaciones de violencia está presente en la jurispru-
dencia argentina. Ver Hopp, 2017: 30 y ss.
256. Sobre estas bases se resolvió adecuadamente el caso González Bonorino (véase supra, capítulo 1).
257. Sobre las particularidades del conocimiento propio del dolo y sus consecuencias desde la teoría del error,
ver Laurenzo Copello, 1999: 288 y ss.
160
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
258. En realidad, este punto de vista se fraguó ya a mediados del siglo pasado, especialmente de la mano de
Heinrich Henkel (1954) (ver al respecto Melendo Pardos, 2002: 499 y ss.); pero ha jugado un papel relevante en la
dogmática de los delitos de omisión y es ahí donde mayor protagonismo se le ha concedido como principio regulativo.
Ver Silva Sánchez, 1986: 308.
161
Autoras varias
cuando una mujer no actúa para proteger a su hijo/a por el riesgo directo de sufrir ella
misma la agresión de su pareja violenta, la no exigibilidad de la conducta actúa ya en
el ámbito de la tipicidad, impidiendo que surja el deber de actuar propio de su condi-
ción de garante.
Ello no excluye que los contextos de violencia también puedan tener relevancia en el
juicio de culpabilidad259, porque está de sobra demostrado que un historial de violen-
cia severa y continua puede generar en la víctima un temor fundado de sufrir represa-
lias si contradice la voluntad del maltratador260, un temor que sin duda puede explicar
que la mujer no se encuentre en condiciones de motivarse por la norma que le impone
el deber de proteger a sus hijos/as o, al menos, que su capacidad de motivación está
fuertemente disminuida, todo lo cual ha de repercutir necesariamente en la gradua-
ción de la culpabilidad, pudiendo llegar a excluirla en los casos más severos de violen-
cia de género, aquellos en los que su voluntad está seriamente condicionada por la
actitud amenazante y violenta del maltratador.
Bien es verdad que esta última solución puede arrastrar un efecto estigmatizante so-
bre la mujer que, además, es capaz de producir efectos negativos en su vida social
(Pitlevnik y Zalazar, 2017: 77), especialmente en la relación con sus hijos/as, hasta el
punto de ser un argumento para arrebatarle su custodia por falta de capacidad para
cuidar bien de ellos. Por eso ha de insistirse una vez más en el papel decisivo que cum-
ple el principio de no exigibilidad en el plano de la tipicidad de los delitos de omisión
como límite del deber de actuar del garante. Pero cuando no se dan las circunstancias
para acudir a esta causa de atipicidad (o sencillamente no se cuenta con aplicadores
del derecho dispuestos a reconocerla), hemos de dejar abierta la alternativa del miedo
insuperable, una opción que, además, bien interpretada no supone en absoluto predi-
car la incapacidad general de la mujer para gobernar su vida y la de sus hijos, ya que la
imposibilidad de actuar conforme a la norma no se infiere de ningún desequilibrio
psíquico, sino de un factor externo (el maltratador) perfectamente localizado y sus-
ceptible de ser neutralizado.
b. El infanticidio
Pocos delitos están tan marcados por las representaciones sociales sobre la materni-
dad y la sexualidad femenina como el infanticidio. Los vaivenes que históricamente se
259. Especialmente cuando no sea posible probar un peligro directo e inmediato para la vida o integridad de
la mujer que permita bloquear el deber de actuar y excluir con ello la tipicidad de la conducta o, también, como
recurso alternativo si se parte de la concepción clásica de la exigibilidad que concentra todos sus efectos en el
ámbito de la culpabilidad.
260. De hecho, este efecto de la violencia de género tiene que ver con su propia naturaleza estructural, porque,
como bien dice el Tribunal Constitucional español, al actuar el agresor conforme a una pauta cultural socialmente
arraigada genera “gravísimos daños a sus víctimas”, entre los que se encuentra el daño a su seguridad, “con la dis-
minución de las expectativas futuras de indemnidad, por el temor a ser de nuevo agredida” (sentencia n.o 59/2008,
de 14 de mayo, Fundamento Jurídico 9).
162
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
han producido en la tratamiento penal de las mujeres que matan a su hijo/a recién
nacido —sea para atenuar drásticamente la pena o, por el contrario, para aplicarles el
máximo rigor punitivo a través de la figura del parricidio— responden a profundos
estereotipos de género que basculan entre la predisposición a la locura de las mujeres
en el puerperio y la maldad intrínseca de quienes se apartan del rol protector “natural”
de toda mujer-madre (Maqueda Abreu, 2014: 38; Di Corleto, 2018: 206; Virto, 1998: 126).
261. En Argentina se apeló, sin embargo, a la protección de la infancia en atención a la Convención de los Dere-
chos del Niño, Di Corleto y Pitlevnik, 2011: 82.
262. Una excepción la encontramos en el Código Penal italiano que, en lugar de derogar sin más la figura del
infanticidio, en el año 1981 procedió a sustituir la tradicional “causa de honor” por una fórmula más objetiva desti-
nada a captar las particularidades de esta conducta criminal de las mujeres sin incurrir en prejuicios morales sobre
la sexualidad femenina. Concretamente, el art. 578 recoge el infanticidio en los siguientes términos: “La madre que
cause la muerte del recién nacido inmediatamente después del parto, o del feto durante el parto, cuando el hecho
esté determinado por condiciones de abandono material o moral conectadas al parto […]” (sobre el proceso de
aprobación de esta figura y los debates parlamentarios, ver Virto, 1998: 137 y ss.)
163
Autoras varias
Como bien se describe en el informe del MPD que forma parte de nuestro proyecto263,
el perfil de las mujeres que cometen un infanticidio se corresponde con el de personas
de muy escasa instrucción, con antecedentes de aislamiento familiar y social, episo-
dios de violencia sexual previa, escasa capacidad de comunicación con el entorno, ex-
trema pobreza y en ocasiones consumo de estupefacientes, una serie de factores ca-
paces de configurar un marcado déficit de normalidad motivacional difícilmente
compatible con el fundamento mismo del juicio de culpabilidad. Sin embargo, tratán-
dose de un caso paradigmático de “mala madre”, resulta casi inevitable que se filtren
estereotipos sexistas que apuntan precisamente en sentido contrario, reforzando la
desvaloración penal de la conducta con el reproche moral dirigido a la mujer que des-
oye el llamado de la naturaleza y hace daño a su vástago recién nacido. Esto se pone
de manifiesto en el voto en disidencia de los jueces Fayt y Zaffaroni en el caso Tejerina
cuando llaman la atención sobre la interpretación en contra de la acusada que hizo la
pericia psiquiátrica de la actitud de frialdad e indiferencia que mostró la mujer inme-
diatamente después de los hechos, una actitud que en cualquier otro contexto se hu-
biera tomado como un claro reflejo de “psiquis perturbada” y no precisamente de nor-
malidad motivacional, como sucedió en el caso de autos (Di Corleto y Pitlevnik, 2011: 66).
164
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
El perfil que se ha trazado más arriba de la mayoría de las mujeres que matan a su
hijo/a recién nacido/a es un perfecto ejemplo de ese tipo de factores exógenos extre-
mos que en ningún caso pueden obviarse a la hora de valorar la capacidad motivacio-
nal de la autora del hecho y, consecuentemente, su imputabilidad. Y no porque exista
algún tipo de desequilibrio psíquico intrínsecamente asociado al parto y al puerperio,
como pretendía el positivismo criminológico al vincular ciertas formas de delincuencia
femenina con particularidades hormonales del género femenino (Maqueda Abreu,
2014: 36)266, sino porque la gran mayoría de estas mujeres están inmersas en contextos
socioculturales sumamente adversos que, en vista de un episodio tan fuerte como un
parto en condiciones de máxima precariedad y soledad, pueden provocar un trastor-
no transitorio de la normalidad psíquica suficiente para impedirle dirigir su conducta
conforme a los dictados de la norma penal267.
Como todo supuesto de capacidad motivacional, está claro que puede tener matices,
de modo tal que será tarea del juez establecer caso por caso si el contexto socioam-
biental y el déficit afectivo de la autora son suficientes para excluir la culpabilidad por
razones de inimputabilidad o, al menos, han influido de forma suficientemente inten-
sa como para actuar de atenuante de la responsabilidad criminal. El único camino sen-
cillamente inaceptable es que ante situaciones tan sórdidas y desesperadas se ignoren
sin más los condicionantes ambientales y se trate a la autora como una madre cruel
que decide en pleno uso de su raciocinio desprenderse del hijo recién nacido.
Otro de los casos judiciales paradigmáticos en los que entran en juego los contextos
de violencia de género es el de las mujeres que matan a una pareja que las tiene some-
tidas a una situación de intenso maltrato.
265. Hace tiempo que se ha reconocido en la literatura penal que el trastorno mental transitorio “no solo no exige
base patológica, sino que está pensado fundamentalmente para casos en los que no existe” (Cuello Contreras, 2002:
1019).
266. No me parece acertada la idea de recuperar la figura del infanticidio acudiendo al “estado puerperal”, como
consideró la Cámara de Diputados argentina en 2010 (Di Corleto y Pitlewnik, 2011: 83), y también se había propues-
to en el proceso de elaboración del Código Penal de 1995 en España (Maqueda Abreu, 2014: 38). Aunque se trate
de un intento bien intencionado para captar desde el punto de vista penal la indudable situación de vulnerabilidad
en la que actúan muchas mujeres que matan a sus hijos después del parto, no parece buena idea hacerlo mediante
el uso de un argumento sexista que vincula los cambios hormonales de las mujeres con desequilibrios psíquicos.
Mucho más adecuada parece la línea que siguió la legislación italiana, apelando a “condiciones de abandono moral
o material” (vid. supra, nota 18).
267. Los votos disidentes del caso Tejerina apuntaron correctamente en esta línea.
165
Autoras varias
En la realidad judicial argentina el tratamiento de este tipo de casos dio un vuelco muy
significativo con motivo del amplio debate suscitado por el controvertido caso Leiva,
en el que hicieron falta tres instancias judiciales para conseguir la aplicación de la cau-
sa de justificación de legítima defensa a una mujer que mató a su pareja con un des-
tornillador mientras hacía frente a una de sus habituales agresiones en un contexto de
violencia extrema, que llegaba hasta el punto de tenerla encerrada en la vivienda que
compartían268. Más allá de las particularidades del caso concreto, sobradamente estu-
diadas por la doctrina penal argentina, lo importante es que los avatares del procedi-
miento dejaron al descubierto el abismo que separa una interpretación puramente
formalista de las normas penales de una interpretación adecuada a los cánones de
justicia material. Porque si bien es cierto que la forma de defenderse de muchas muje-
res frente a una pareja que las tiene sometidas a la violencia más extrema no siempre
responde al modelo sobre el que históricamente se configuraron los requisitos de la
legítima defensa, no lo es menos que todas las normas (también las penales) admiten
diversas vías de interpretación y es exigible al aplicador del derecho que opte por
aquella que resulte más adecuada a las valoraciones sociales del momento y, sobre todo,
a los estándares constitucionales de respeto de los derechos fundamentales. Como bien
advirtió hace tiempo Elena Larrauri (1995: 41 y 81), si hay una institución en el derecho
penal que puede resultar discriminatoria para las mujeres en caso de aplicarse de forma
rígida y formalista es precisamente la legítima defensa, porque sus requisitos se elabora-
ron sobre el modelo de confrontación hombre-hombre, pensando en personas con
fuerza semejante y posibilidades de respuesta también similares, lo que deja fuera del
“grupo de referencia” a la mayoría de las mujeres, cuya menor potencialidad física para
repeler un ataque violento puede exigirle otro tipo de estrategias menos directas.
Ello no significa que debamos prescindir de los requisitos legales de una causa de jus-
tificación tan asentada como la que estamos comentando, ni mucho menos que se
deban “atemperar” esas exigencias cuando es una mujer quien actúa. Se trata solo de
corregir mediante interpretación el sesgo androcéntrico con el que fueron construidas
muchas figuras jurídicas —entre ellas la legítima defensa—, pensadas en función de la
forma en que los hombres ejercen la violencia y se defienden, dejando totalmente al
margen a las mujeres como posibles agentes del derecho de defensa, sus particulari-
dades y situaciones. En este caso, por tanto, la incorporación de la perspectiva de gé-
nero a la interpretación de la norma penal es una exigencia del principio de no discri-
minación y no se debe confundir con una especie de aplicación benevolente hacia las
mujeres por el hecho de ser víctimas de violencia o simplemente por ser mujeres. Tie-
nen razón quienes advierten sobre los peligros que implicaría optar por una “aplica-
ción diferenciada” de la legítima defensa cuando la actora es una mujer. Y no solo por-
que puede volverse en su contra provocando una fuerte resistencia en los jueces
268. La Corte Suprema de Justicia de la Nación, en su fallo de 1 de noviembre de 2011, dejó sin efecto la primera
condena por homicidio simple y devolvió la causa a la Corte de Justicia de Catamarca, que finalmente absolvió a
la mujer por considerar que había actuado en legítima defensa (fallo de 31 de mayo de 2012). Ver Di Corleto, 2006;
Hopp, 2012.
166
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
(Lauría y Saba, 2017: 51), sino, sobre todo, porque produciría un efecto simbólico-co-
municativo profundamente negativo al reforzar una vez más la falsa imagen victimista
y vulnerable del género femenino. Lo que aquí se propone no es una interpretación ad
hoc para las mujeres269, sino una reconsideración de los requisitos legales de la legíti-
ma defensa que permita ajustarlos al universo de sujetos al que se dirige el derecho
penal, que son hombres y mujeres con sus respectivas características, circunstancias y
sus distintas formas (y posibilidades) de ejercer el derecho de defensa. En suma, lo que
se persigue es alcanzar “una aplicación igualitaria de la doctrina general de la legítima
defensa” (Larrauri, 1995: 29). En este caso, la perspectiva de género aplicada a la inter-
pretación penal sirve para deconstruir el perfil androcéntrico que siempre ha acompa-
ñado a esta causa de justificación.
Lo primero que se debe aclarar, por muy obvio que parezca, es que la relación matri-
monial —o de pareja de hecho— no implica ninguna limitación del derecho de defen-
sa, ni por la vía de imponer a la persona agredida algún tipo de asunción de riesgos ni
mucho menos exigiéndole la huida270. Estas restricciones, importadas de Alemania y
sin ningún arraigo en la tradición jurídica de los países latinos, se fundamentan en el
deber de garante que el propio derecho penal establece en los casos de relaciones
familiares estrechas, incluidas las relaciones conyugales o de convivencia afectivo-se-
xual. Tanto la jurisprudencia alemana como un amplio sector de la doctrina coinciden
en que cuando existe un deber de solidaridad mutua entre agresor/a y agredido/a,
puede exigirse a este último que busque el medio más suave posible para repeler la
agresión, incluso si ello implica algún tipo de riesgo (leve) para su integridad271. Pero igual-
mente añaden que esta limitación no es aplicable si hay una relación previa de carácter
conflictivo, como es el caso, precisamente, de las mujeres que se defienden frente a una
pareja que las viene sometiendo a maltrato habitual (Perron, 2014, parág. 32, nm. 53). En
consecuencia, ni siquiera admitiendo la teoría alemana sobre la limitación del derecho de
defensa entre personas afectivamente próximas sería posible aplicarla en relaciones don-
de se ha instaurado un clima de violencia física y psíquica totalmente incompatible con
cualquier clase de deber de protección de la víctima del maltrato hacia su maltratador.
Por lo que se refiere a los requisitos básicos de la legítima defensa, un problema frecuen-
te en casos de mujeres que actúan frente a un maltratador es el de la “supuesta” falta de
inminencia de la agresión. Aquí deben distinguirse dos clases de situaciones: en primer
lugar, el caso de la mujer que, estando frente a frente con su agresor, opta por una acción
269. Es importante corregir la imagen que a veces ofrecen los tribunales de un tratamiento “más benigno” hacia
las mujeres víctimas de violencia de género que se defienden frente a su agresor, como si se tratara de orillar algunos
requisitos de la causa de justificación para poder eximirlas de la pena (o atenuar su responsabilidad). Ese tipo de
razonamiento, además de sexista, conduce a reforzar la (falsa) idea de que el feminismo intenta conseguir privilegios
para las mujeres en la aplicación de la ley penal.
270. En la primera instancia del ya mencionado caso Leiva se alegó en contra de la mujer que había tenido la opor-
tunidad de abandonar el domicilio común en lugar de aceptar “voluntariamente” los malos tratos de su pareja. Ver
Hopp, 2012.
271. Extensamente sobre esta tesis, adoptando, con razón, una posición contraria, Palermo, 2006: 360-363.
167
Autoras varias
defensiva antes de que este llegue a tocarla o cuando apenas ha iniciado el episodio de
golpes; y en segundo lugar, el supuesto —mucho más complejo— de legítima defensa
sin confrontación directa, esto es, cuando la mujer ataca al hombre violento en un mo-
mento en el que no la está agrediendo (por ejemplo, mientras duerme).
Ante todo, es preciso dejar claro que la necesaria objetividad que debe mantener el juz-
gador al valorar la concurrencia de los presupuestos esenciales de la legítima defensa
—como de cualquier otra causa de justificación— no está reñida con la toma en consi-
deración de las condiciones específicas en las que actúa quien se defiende. En palabras
de Cerezo Mir (1998: 234), “El juez debe realizar un juicio ex ante, colocándose en el lugar
del agredido y en el momento en que este creía inminente o se iniciaba la agresión”. Eso
significa que, para valorar la inminencia, no es correcto partir únicamente y de modo
descontextualizado de la conducta desplegada por el agresor en el instante previo a la
acción defensiva, sino que han de tenerse en cuenta todas las circunstancias concurren-
tes en el hecho, incluidos los conocimientos de quien se defiende, en particular si ya co-
nocía al agresor. Porque esos conocimientos especiales pueden permitirle detectar la
inmediatez de un ataque que a ojos de un tercero quizás pase inadvertida. Está de sobra
demostrado que las mujeres que viven inmersas en contextos intensos de violencia de
género aprenden a convivir con la agresividad latente y saben reconocer la inminencia
de un ataque incluso antes de que exista una amenaza explícita por determinadas for-
mas de reacción del maltratador que ya conocen y han experimentado en vivencias pre-
vias. Por eso, resulta precipitado e inconsistente negar sin más la necesidad de la defensa
cuando una víctima de violencia habitual se adelanta al ataque del maltratador y reac-
ciona antes de que la agresión se vuelva intensa, porque es muy posible que su conduc-
ta responda a la experiencia que le avisa del peligro inminente para su vida, como tam-
bién puede suceder cuando reacciona después de una agresión que ha cesado
momentáneamente porque sabe que se va a repetir y seguramente con mayor virulen-
cia. En casos de este tipo el problema no reside, por tanto, en la falta de un elemento de
la causa de justificación —la inminencia—, sino en la falta de atención a un dato fáctico
imprescindible para comprender en toda su magnitud la situación de hecho que da lu-
gar a la acción defensiva. En palabras de Larrauri (1995: 36), “Es más una cuestión de
credibilidad que de actualidad”. De ahí que el historial de violencia siempre deba formar
parte del material probatorio de la legítima defensa cuando una mujer mata a una pareja
que la viene maltratando sistemáticamente, siendo obligatorio para los jueces incorpo-
rar ese dato en el proceso de valoración de la conducta defensiva272.
Y no solo para valorar la necesidad de la defensa, sino también la racionalidad del me-
dio empleado, porque en situaciones de violencia aprendida —como sucede en los ci-
clos propios de la violencia de género— una mujer es capaz de detectar cuándo un
272. Así lo admitió la Corte de Justicia de Catamarca en el ya mencionado caso Leiva, reprochando a los ma-
gistrados de primera instancia que no prestaran ninguna atención al historial de violencia permanente en el que
vivía inmersa la acusada y del que, según la mayoría de la Corte, cabía deducir una situación de violencia latente
suficiente para admitir la inminencia de la agresión.
168
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
primer golpe, aunque objetivamente parezca leve, es el inicio de una agresión muy
intensa que puede exigir una respuesta lo suficientemente contundente para evitar
que el ataque se vuelva incontrolable y sea imposible repelerlo (Chiesa, 2007: 53).
Más complicados son los casos de defensa en los que no hay confrontación directa
entre la mujer y su maltratador, porque es cierto que en tales situaciones faltará la in-
mediatez de la agresión propia de la “inminencia”. Sin embargo, eso no supone nece-
sariamente que deba descartase la posible aplicación de la legítima defensa completa
en todas las situaciones de este tipo, ni tampoco que la única forma de aplicarla sea
por la vía de renunciar a un requisito esencial de la causa de justificación, dando lugar
a una especie de aplicación privilegiada para las mujeres que matan a sus maridos de
forma insidiosa273 en contextos de violencia de género (Lauría y Saba, 2017: 59). Antes
de llegar a ese extremo es conveniente reconsiderar el requisito de la inminencia en
atención al papel que cumple en la legítima defensa, sobre todo teniendo en cuenta el
amplio margen de interpretación del que se dispone al no tratarse de una exigencia
explícita de la formulación legal de esta causa de justificación.
En realidad, el motivo por el que se exige que la agresión al bien jurídico esté a punto
de producirse es para fundamentar la necesidad de la acción defensiva, ya que cuanto
más cercana esté la realización del riesgo menos alternativas tendrá el/la agredido/a de
emplear otros medios menos perjudiciales (especialmente medios lícitos) para evitar el
daño. La inminencia no cumple, por tanto, una función legitimadora por sí misma, sino
que juega como indicador de la necesidad de la defensa, que es el auténtico requisito
esencial de esta causa de justificación junto a la agresión ilegítima274 (Mir Puig, 2016:
450; Maqueda y Laurenzo, 2017: 216). Por eso, parte de la doctrina —con razón— pre-
fiere hablar de “actualidad” de la agresión y no de inminencia, entendiendo por tal que
en el momento de la acción defensiva exista un peligro originado por el comporta-
miento antijurídico del agresor que “haga preciso e inaplazable actuar porque de lo
contrario haya riesgo de que una posterior defensa sea insegura o ineficaz” (Luzón
Peña, 2016: 390). Lo esencial, en consecuencia, es la concurrencia de un peligro de le-
sión para un bien jurídico de quien se defiende o de un tercero atribuible a la conducta
ilícita de quien resulta afectado por la legítima defensa que hace necesaria una acción
defensiva inmediata, con independencia de que la realización del peligro sea o no inmi-
nente. Obviamente, cuanto menos cercana esté la realización del riesgo más dificulta-
des habrá para justificar la necesidad de una defensa inmediata, pero esto no tiene que
ver con los presupuestos materiales de la causa de justificación, sino con las circunstan-
cias de la situación de hecho. Así, en el caso de mujeres sometidas a maltrato permanente
y grave que han sido aisladas de su entorno por el maltratador y donde se pueden
273. Piénsese en la mujer que mata a su pareja violenta mientras duerme o le proporciona una comida envene-
nada que el sujeto no puede detectar.
274. Por eso tiene sentido que en el pragmático derecho anglosajón se dé preferencia a la evaluación de la ne-
cesidad de la defensa en la situación concreta antes que a una rígida exigencia formal de inmediatez del peligro.
Ver Chiesa, 2007: 57.
169
Autoras varias
275. O también, un sistema público defectuoso que no garantice la seguridad de las mujeres que se atreven a
denunciar la violencia.
276. En el derecho penal español algún sector doctrinal acude en estos casos a la eximente de miedo insuperable,
cuyo fundamento se encuentra en la inexigibilidad de otra conducta por razón del fuerte obstáculo motivacional
que implica el temor fundado y razonable a sufrir una agresión grave en un futuro cercano (Varona, 2000: 309 y ss.).
277. La Asamblea General de las Naciones Unidas llama la atención sobre este riesgo en la Resolución 65/228, de
21 de diciembre de 2010, cuando en el documento sobre Estrategias y medidas prácticas modelo actualizadas para
la eliminación de la violencia contra la mujer en el campo de la prevención del delito y la justicia penal exhorta a los
Estados miembros para que se cercioren de que en los procedimientos penales “el eximente de legítima defensa de
mujeres víctimas de violencia, en particular cuando haya síndrome de mujer maltratada, se tenga en cuenta en las
investigaciones, instrucciones sumariales y sentencias contra ellas”, apartado k del anexo). Con razón se afirma en
la misma resolución que estas estrategias y medidas prácticas modelo actualizadas “no establecen un trato prefe-
rencial para la mujer, sino que pretenden garantizar que se eliminen las desigualdades o la discriminación contra la
mujer en el acceso a la justicia […]” (apartado 8 del preámbulo). Recuperado de https://www.un.org/en/ga/search/
view_doc.asp?symbol=A/RES/65/228&Lang=S, último ingreso 01/11/2019.
170
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
Los datos del sistema penitenciario argentino indican que en torno al 60% de las mu-
jeres encarceladas en prisiones federales lo son por delitos de drogas279. Si bien la de-
lincuencia femenina vinculada al narcotráfico no puede describirse como una forma
de delito de estatus donde el comportamiento delictivo encuentra su explicación di-
recta en los roles de género, no cabe duda de que la condición femenina es un factor
trascendente para explicar la implicación de las mujeres en este tipo de delincuencia y
las funciones que habitualmente cumplen en la cadena del narcotráfico. No por casua-
lidad, la Asamblea General de la OEA, en su Declaración de Antigua de junio de 2013,
declaró expresamente “que las políticas públicas relacionadas con el problema mun-
dial de las drogas necesariamente deben ser diseñadas e implementadas con un enfo-
que de género, cuando corresponda”, apuntando, entre otros aspectos, a “reducir el
hacinamiento carcelario” y asegurar “la proporcionalidad entre el daño y la pena y el
apoyo de alternativas al encarcelamiento”280.
Todos los estudios sobre mujeres encarceladas por delitos de drogas coinciden en di-
bujar un perfil de alta vulnerabilidad y condiciones extremas de exclusión social, defi-
nido por la “marginalidad, bajo nivel educativo, historias familiares marcadas por
278. Ley 19580 de violencia hacia las mujeres basada en género, aprobada por el Poder Legislativo uruguayo el
22 de diciembre de 2017.
279. Véase “Lineamientos metodológicos”, en la introducción del capítulo 2.
280. Declaración de Antigua, Guatemala: “Por una política integral frente al problema mundial de las drogas en las
Américas”, Asamblea General de la OEA, 7 de junio de 2013, apartados 11 y 18.
171
Autoras varias
distintas formas de violencia, inserción en el mundo del trabajo desde la infancia, prin-
cipalmente en la economía informal, embarazos en la adolescencia y una ausencia de
los mecanismos de protección y garantía de los derechos humanos por parte del Esta-
do”, añadiendo en muchos casos la responsabilidad de ser cabeza de familias monopa-
rentales con hijos/as y personas mayores a su cargo281. En el caso de la frontera norte
de Argentina, al igual que en otras regiones de América Latina, se añade un factor ét-
nico-cultural que debilita aún más la situación de las mujeres indígenas que cumplen
funciones de transporte transfronterizo.
Ese perfil explica por qué las mujeres de sectores socialmente oprimidos son útiles a
las redes de narcotráfico. Su alta vulnerabilidad y la necesidad económica acuciante las
hace fácilmente manipulables y al mismo tiempo prescindibles, razón por la cual se
sitúan en los niveles más bajos de las operaciones de transporte (o venta) de droga,
que al mismo tiempo son las actividades más expuestas al control policial. Incluso es
frecuente que sean “sacrificadas” por el narco utilizándolas como “cebo” para distraer a
la policía en los controles fronterizos, tanto terrestres como en aeropuertos, con el fin
de asegurar el paso simultáneo de cargamentos importantes por la misma frontera282.
En todas las organizaciones criminales existen sujetos fungibles, utilizados para las ta-
reas más arriesgadas y peor remuneradas precisamente porque son fácilmente susti-
tuibles, como de hecho sucede con tantas personas que viven por debajo del umbral
de la pobreza en vastas regiones de América Latina. Y ciertamente no son solo muje-
res; también muchos hombres son reclutados en esos mismos contextos de exclusión
social. Pero lo que no es casual es que la criminalidad femenina se centre de forma tan
marcada en los delitos de tráfico de drogas y, sobre todo, que el perfil altamente pre-
ponderante sea el que venimos describiendo. El hecho de que el grueso de las mujeres
condenadas por drogas esté conectado a situaciones de marginalidad tiene una expli-
cación vinculada al género; es una consecuencia directa de la feminización de la po-
breza que atraviesa a todo el mundo occidental por multitud de factores entrecruza-
dos, entre los que cabe destacar la prevalencia femenina en trabajos mal pagados de
la economía sumergida283, el aumento de cargas familiares por la crianza en soledad de
281. Giacomello (2013:21), quien añade la condición de delincuentes primarias, no reincidentes, una característi-
ca que, como veremos, es importante para explicar el reclutamiento de este tipo de mujeres por el narcotráfico. Es
el mismo perfil que se describe en los casos estudiados en el capítulo 2.
282. En una investigación periodística sobre las mujeres “mulas” en la frontera entre Bolivia y Chile (que describe
una situación muy similar a la frontera norte de Argentina) se explica cómo incluso se llega a vestir a las mujeres de
manera que llamen la atención de la policía en los controles fronterizos para distraer la atención policial mientras
se está pasando un cargamento mucho más grande por algún paso clandestino cercano. Véase el reportaje “Las
mujeres carne de cañón del narcotráfico” (recuperado de www.connectas.org/especiales/carne-de-canon, último
ingreso 01/11/2019). El mismo modus operandi describe Giacomello (2013: 9) respecto de las mujeres latinoame-
ricanas utilizadas como “mulas” para transportar droga por vía aérea a países europeos: en ocasiones se sacrifica
a alguna de ellas mediante una denuncia anónima con el fin de distraer a la policía mientras otros cargadores de
droga que viajan en el mismo vuelo pasan inadvertidos para la policía.
283. Como bien apunta Bodelón (2007: 114), no es casual que las mujeres se ocupen de las tareas más precarias
en las operaciones de tráfico de drogas porque no deja de ser un mercado (ilegal) de trabajo donde se reproduce
la misma discriminación de género que existe en el mercado laboral ordinario.
172
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
Esa misma función de protección de la familia, tan asociada a los roles de género, ex-
plica que en otras ocasiones las mujeres asuman la responsabilidad de ciertas opera-
ciones de pequeño tráfico o tenencia de droga en el domicilio familiar que en realidad
pertenece a sus parejas o a sus hijos (Acale, 2016: 906) o que asuman personalmente
la condición de traficantes para encubrir a los miembros (masculinos) del grupo fami-
liar y evitarles penas más gravosas, sea por tratarse de reincidentes o porque su papel
de madres les permite aspirar a alternativas a la prisión no disponibles para ellos284. A
lo que debemos añadir el factor de dependencia afectiva de sus parejas masculinas
que muchas veces las impulsan, o incluso las coaccionan, para que se impliquen en
operaciones de narcotráfico controladas por ellos, desde la recepción o envío de enco-
miendas que ocultan estupefacientes hasta la introducción de estas sustancias en cen-
tros penitenciarios285.
Todas estas circunstancias son de sobra conocidas por los operadores jurídicos que, en
general, manifiestan cierta incomodidad a la hora de aplicar la rigurosa legislación pe-
nal a las mujeres que son sorprendidas transportando droga en su propio cuerpo, sea
por ingesta o escondida en la vagina, o en operaciones de venta al menudeo u otras
actividades conexas de escasa entidad. Esto se infiere de algunos de los pronuncia-
mientos judiciales que se reportan en el capítulo 2, así como de las opiniones vertidas
por jueces y fiscales en las entrevistas realizadas en distintos ámbitos del fuero federal
con motivo de la misión en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en agosto de 2018286.
De forma más o menos explícita, dos ideas difícilmente conciliables entre sí aparecen
con cierta persistencia en el posicionamiento de los encargados de gestionar la res-
puesta penal en estos supuestos. Por un lado, la idea generalizada de la inutilidad (e
injusticia) que supone condenar a quienes constituyen el eslabón más débil de las re-
des de narcotráfico, normalmente utilizadas por su marcada situación de vulnerabilidad
284. En la reunión mantenida en el mes de agosto de 2018 con el personal de la Procuraduría de Narcocriminalidad
(PROCUNAR) del Ministerio Público Fiscal se nos indicó que las mujeres normalmente realizan tareas de venta al me-
nudeo o distribución en escenarios más visibles —y, por tanto, están más expuestas a la detención policial— porque
sus funciones de cuidados familiares les dan más posibilidades de sustituir la prisión por arresto domiciliario.
285. Sobre ciertas conductas “neutras” de las mujeres que conviven con traficantes de drogas (como el simple
hecho de tolerar la presencia de estas sustancias en el domicilio común) y su (dudoso) tratamiento jurisprudencial,
véase Carrera, 2019.
286. Se mantuvieron reuniones con integrantes de la Cámara Federal de Casación Penal; la Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Penal Económico; la Procuraduría de Narcocriminalidad; y la Procuraduría para el Combate de la
Trata y la Explotación de Personas.
173
Autoras varias
y exclusión social. Por otro lado, la convicción (a veces auténtica, otras veces en forma
de resignación ante lo inevitable) de que la lucha contra la droga es una prioridad ab-
soluta que no puede ceder ni siquiera ante situaciones personales de ostensible nece-
sidad y dramatismo, a lo que se suma el temor de que algún tipo de reconocimiento
de estas situaciones en forma de eximente de pena pueda multiplicar el reclutamiento
de mujeres vulnerables por las organizaciones de narcotráfico alentadas por las expec-
tativas de impunidad. El resultado de esta perspectiva ambivalente es un poder judi-
cial propenso a mostrar cierta benevolencia con las mujeres implicadas en pequeñas
operaciones de tráfico que se traduce (a veces) en un menor rigor punitivo, pero des-
cartando ab initio posibles causas de exclusión de la pena basadas en la ausencia de
injusto o culpabilidad.
287. Una excelente exposición de este debate puede consultarse en Cigüela Sola, 2019: 163 y ss.; también Silva
Sánchez, 2018: 98 y ss.
288. Silva Sánchez, 2018: 108; Cigüela Sola, 2019: 334 y ss.
289. De hecho, como señalan Muñoz Conde y García Arán (2015: 415), la teoría de la no exigibilidad surgió en Ale-
mania en un periodo de grave crisis económica (principios del siglo XX) como instrumento para exculpar a quienes
cometían un delito por temor a perder su trabajo.
174
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
Desde que en la segunda mitad del siglo pasado se impusiera a nivel mundial una
política prohibicionista extrema en materia de estupefacientes y sustancias psicotrópi-
cas arengada desde los Estados Unidos de América bajo el lema de “Guerra contra las
drogas”290, resulta muy complicado encontrar espacios para el reconocimiento judicial
de alguna eximente de pena en este grupo de delitos. Incluso algunas situaciones per-
sonales extremas, que en cualquier otro ámbito delictivo permitirían acudir con cierta
facilidad al estado de necesidad justificante o exculpante o a una causa de inculpabili-
dad por miedo insuperable o eximentes análogas, encuentran poco eco en los tribu-
nales cuando al otro extremo de la ponderación se sitúa la sacrosanta “salud pública”,
elevada a categoría de bien jurídico inexpugnable en virtud de infinidad de efectos
perniciosos que se asocian en bloque y sin distinción alguna a la circulación de drogas
(prohibidas) en una comunidad.
Con todo, las injusticias evidentes que se vienen produciendo desde hace años como
consecuencia de que la mayor parte del rigor punitivo lo están sufriendo los eslabones
más débiles de la cadena de elaboración y tráfico, condenados a penas absolutamente
desproporcionadas que en nada han contribuido al control del narcotráfico a gran es-
cala, están teniendo cierta repercusión en el plano de la aplicación del derecho al me-
nos en forma de atenuación de la pena o en la búsqueda de vías alternativas de cum-
plimiento. Un ejemplo interesante en el derecho comparado lo encontramos en la Ley
de Estupefacientes de Costa Rica 8204, cuyo artículo 77 bis (aprobado en el año 2013)
prevé una atenuación específica de la pena para uno de los casos paradigmáticos de
conductas vinculadas a las drogas realizadas por mujeres: la introducción de droga en
un centro penitenciario. En concreto, la pena se atenúa si la autora del hecho se en-
cuentra en condición de pobreza o vulnerabilidad o si tiene menores u otras personas
a su cargo o si se trata de una adulta mayor en condiciones de vulnerabilidad, previén-
dose, además, la posibilidad de cumplimiento en régimen de detención domiciliaria o
libertad vigilada291.
290. Sobre el paulatino proceso de endurecimiento de la respuesta penal al tráfico de drogas en el ámbito inter-
nacional, véase Silva Forné, 2016: 38 y ss.
291. Este precepto fue aprobado por la Asamblea Legislativa de la República de Costa Rica, el 30 de julio de 2013,
que reforma la Ley 8204, sobre estupefacientes y sustancias psicotrópicas, y expresamente se refiere a que sea una
mujer la autora o partícipe del delito.
175
Autoras varias
privada de libertad (muy especialmente mujeres que aprovechan las visitas íntimas
para suministrar droga a su pareja presa). A partir de una impecable interpretación
teleológica, el Alto Tribunal consideró que el destino directo de la droga para el recep-
tor adicto permite excluir el riesgo de difusión de la sustancia entre potenciales consu-
midores indeterminados, por lo que no se puede considerar afectado el bien jurídico
de salud pública, descartando, con ello, la tipicidad de la conducta292.
Más allá de estos casos excepcionales, es difícil encontrar argumentos para excluir la
tipicidad de quien conscientemente realiza alguna operación de transporte o suminis-
tro a terceros de drogas prohibidas. La ausencia de dolo que se alega en ocasiones es
muy difícil de mantener cuando se trata de ingesta de cápsulas, porque es un procedi-
miento en sí mismo clandestino que hace poco imaginable la falta de conocimiento de
la naturaleza del producto transportado. Y lo mismo cabe decir cuando la droga se
transporta adherida al cuerpo o incluso en maletas o mochilas, porque lo habitual es
que la propia organización aleccione a la persona que opera como “mula” para que
mantenga el producto a buen recaudo y siempre oculto. Por eso es casi inevitable una
imputación al menos a título de dolo eventual. Salvo, naturalmente, que sea posible
probar una maniobra de engaño por parte de un tercero, sobre todo si se trata de una
persona cercana que genera confianza en el/la transportista material, como puede su-
ceder si es el marido, el hijo o incluso el empleador/a de la mujer quien realiza la ope-
ración. Esta situación podría presentarse en la modalidad cada vez más frecuente de
envíos o recepción de paquetes que contienen alguna sustancia prohibida. Con todo,
para que el engaño resulte creíble será imprescindible aportar pruebas que demues-
tren que la mujer desconocía las actividades ilícitas del (posible) autor mediato, extre-
mo ciertamente difícil cuando se trata de personas con las que se convive.
292. Entre muchas otras, sentencias del Tribunal Supremo español n.o 857/2004; n.o 98/2005.
176
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
españoles entienden que casi ninguna situación de penuria económica puede inclinar
la balanza en favor de la acción típica porque el delito de tráfico de drogas es de los
que mayores males producen en la sociedad, apuntándose en bloque a las gravísimas
consecuencias que genera el consumo de estas sustancias: adicción, enfermedades
varias, rupturas familiares, penuria económica, corrupción, dinero negro, etc., de don-
de se infiere que “el tráfico de drogas entraña una gravedad muchísimo mayor que
cualquier problema económico que pueda afectar al agente comisor, por muy ago-
biante que sea” (Soto Nieto, 2000: 1693). De esta manera se cierran las puertas ab initio
prácticamente a cualquier intento de confrontación con los bienes jurídicos cuya
puesta en peligro provoca la acción típica, salvo casos muy excepcionales de peligros
evidentes y muy graves para la vida293.
293. De hecho, en el capítulo 2, sobre delitos federales, se describe el angustioso caso de una mujer detenida
portando droga en su equipaje que argumentó la necesidad imperiosa de dinero para sufragar el tratamiento mé-
dico de un hijo que sufría un cáncer muy agresivo y, aun así, tuvo que sufrir prisión preventiva y numerosos avatares
procesales y no consiguió que se reconociera el estado de necesidad justificante hasta después del fallecimiento
del hijo enfermo (caso Suárez Eguez, Claudia).
177
Autoras varias
Desde esta valoración ajustada a la magnitud real del mal implícito en una conducta
concreta de tráfico de drogas, mucho más adecuada al concepto y sentido de la exi-
mente de estado de necesidad, sí que es posible realizar una comparación razonable
con los males que la autora del hecho trata de evitar con su comportamiento. Así, por
ejemplo, no parece dudoso que frente a un peligro muy limitado para un bien jurídico
supraindividual, como es la salud pública, han de prevalecer aquellas situaciones don-
de se trata de evitar directamente la lesión de bienes jurídicos personales de alto valor,
como sucede cuando una mujer acepta realizar una operación de tráfico por ingesta
de cápsulas para pagar el tratamiento médico de un hijo u otro familiar gravemente
enfermo. En este caso no solo cabe argumentar en torno al alto valor que el propio
ordenamiento jurídico concede a los bienes en juego (vida, salud), sino que también
ha de tenerse en cuenta que se trata de un riesgo de lesión más o menos segura frente
a un peligro abstracto para potenciales consumidores cuya concreción requiere toda-
vía muchos pasos intermedios. Además de estar en juego un deber de garante de la
mujer respecto a sus familiares a cargo que inclina todavía más la balanza a favor de la
acción necesaria (Cigüela Sola, 2019: 316). Tampoco se debe descartar de antemano
una ponderación favorable en situaciones de necesidad económica acuciante294, sobre
todo cuando hay cargas familiares muy importantes e imposibles de atender por vías
legales295. Es verdad que en la ponderación ha de concurrir un mal concreto, sin que
resulte suficiente la alegación de pobreza296, falta de trabajo, etc. Pero no es menos
cierto que en el proceso judicial es habitual que se ignoren sin más los efectos perver-
sos que provoca la pobreza en personas concretas con historias de vida muy dramáti-
cas y reales. Hay mujeres que tienen que asumir en solitario la manutención de toda
una familia, incluyendo hijos pequeños y ancianos, muchas veces con antecedentes
de violencia de todo tipo y que no tienen la más mínima posibilidad de acceder a un
trabajo (legal) o a prestaciones públicas para paliar la situación. Por eso es tan repro-
chable que los tribunales tiendan a minimizar los efectos de la pobreza (Martínez Esca-
milla, 2006: 240), como si se tratara de un mal fácilmente evitable frente a los horribles
efectos que se atribuye sin paliativos ni matices a cualquier operación donde estén
presentes las drogas ilegales. En realidad, lo habitual es que ni siquiera se haga un in-
tento de ponderación de los intereses en juego, sino tan solo un alegato institucional
aprendido e impuesto de antemano como presupuesto indiscutible que sitúa al tráfi-
co de drogas como el peor de los males de nuestra sociedad. Pero eso no debe impedir
que una y otra vez se alegue el estado de necesidad cuando las situaciones concretas
indiquen su oportunidad, con la precaución, eso sí, de proporcionar todas las pruebas
294. Con razón sostienen Zaffaroni, Alagia y Slokar (2005: 634) que el hecho de que la miseria esté contemplada
como circunstancia atenuante en el art. 41 del Código Penal argentino no excluye su posible apreciación en el
estado de necesidad justificante cuando se cumplen todos sus requisitos.
295. La frecuente alegación de que difícilmente no existan medios menos perjudiciales que una actuación como
“correo” de la droga para evitar situaciones de penuria económica (Silva Sánchez, 2018: 90) me parece poco realista
a la vista de las condiciones de vida de algunos países exportadores de drogas ilegales, de donde proceden la ma-
yoría de las llamadas “mulas” que ingresan a territorio europeo sobre todo por vía aérea.
296. Con todo, tiene razón Martínez Escamilla (2006: 244 y ss.) cuando afirma que la pobreza en sí misma es un
“mal” cuando alcanza el estatus de exclusión social, ya que afecta de forma directa al derecho de toda persona a
tener una vida digna.
178
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
La otra razón que se alega con frecuencia para rechazar el estado de necesidad en
conductas de tráfico de drogas es de naturaleza preventivo-general: se apela al riesgo
de que proliferen este tipo de comportamientos ante la expectativa de impunidad que
supuestamente generaría la exoneración de pena. Este planteamiento merece varias
consideraciones. Ante todo, es obvio que no es legítimo utilizar un argumento pura-
mente utilitarista para limitar un derecho reconocido por el ordenamiento jurídico-
penal, como el que concede la eximente de estado de necesidad. Hay que recordar
que estamos hablando de una situación en la que el derecho penal considera lícita la
conducta típica y no de una simple disculpa ante una actuación antijurídica, de ahí
que no resulte legítimo incluir más exigencias de las que la propia ley contempla, a
riesgo de infringir el principio de legalidad (Martínez Escamilla, 2006: 262). Bien es
verdad que algunos autores, para eludir este escollo, incorporan estos criterios preven-
tivos a la propia ponderación de intereses, entendiendo que el riesgo de impunidad
futura es un elemento más a tener en cuenta en la valoración del mal que causa la
conducta. Pero este razonamiento implica una inaceptable argumentación apriorísti-
ca donde se afirma que el mal causado por la operación de tráfico de drogas es mayor
porque si se lo considera menor acarreará consecuencias negativas a posteriori. Parece
claro que en la evaluación de los males en conflicto ha de partirse de las circunstancias
objetivas concurrentes en el momento de la acción y no de consideraciones relaciona-
das con los posibles efectos futuros de la resolución judicial. Por otro lado, nadie dice
que cualquier alegación de penuria o vulnerabilidad pueda dar lugar a la eximente de
estado de necesidad. Siempre será preciso probar con datos concluyentes que en la
situación concreta existían unos condicionantes específicos generadores de un peli-
gro real y objetivo para unos bienes jurídicos igualmente concretos y constatables, de
modo tal que el reconocimiento de un estado de necesidad será en todo caso excep-
cional. No hay motivos, por tanto, para temer a un supuesto “efecto llamada” (Cigüela
Sola, 2018: 318) que únicamente tendría sentido si se implantara una línea judicial
orientada de forma general a declarar impune cualquier operación de tráfico de dro-
gas protagonizada por una persona pobre que viva en condiciones más o menos pre-
carias, una hipótesis sencillamente inimaginable en los tiempos que corren.
179
Autoras varias
servicios forzados297. Muy ilustrativo en este sentido es el fallo del caso Martínez Hassan,
de la Cámara Federal de Casación Penal, sala I, de 18 de octubre de 2018, donde clara-
mente se apunta a la aplicación de la eximente de pena prevista en el art. 5 de la Ley
26364 en un supuesto de tráfico de drogas cometido por una mujer en un contexto de
trata298. El mencionado precepto prevé, en efecto, que “las víctimas de trata de personas
no son punibles por la comisión de cualquier delito que sea el resultado directo de haber
sido objeto de trata”, una eximente que parece responder al principio de inexigibilidad
de un comportamiento adecuado a derecho en los supuestos en los que la libertad del/
de la autor/a del hecho ilícito se encuentra gravemente constreñida —o sencillamente
anulada— por el comportamiento coactivo de un tercero299. La fuerte restricción de la
capacidad de autodeterminación genera una situación anormal en la que el/la autor/a
no está en condiciones (normales) de motivarse por la norma, excluyendo así la culpabi-
lidad. Con todo, se entiende que esta alternativa de exención de pena ha de considerar-
se subsidiaria de la causa de justificación de estado de necesidad cuando concurran to-
dos los requisitos para su aplicación (Benítez Ortúzar, 2011: 230), como de hecho sucede
en muchos casos de mujeres que se avienen a realizar una operación de transporte de
droga en condiciones penosas para neutralizar un mal grave e inaplazable para ella o
para sus hijos. En estos casos la causa de justificación tiene preferencia en la medida en
que bloquea el juicio de antijuridicidad sin esperar a una mera “disculpa” del derecho por
un defecto motivacional. Nada de ello impide, desde luego, que además se alegue la
condición de víctima de trata para optar a los derechos asistenciales que la ley concede
a estas personas, sin olvidar los importantes efectos en materia migratoria que pueden
beneficiar a muchas mujeres extranjeras300.
297. Art. 2 de la Ley 26364 de prevención y sanción de la trata de personas y asistencia a sus víctimas, en la ver-
sión modificada por la Ley 26842. La captación de mujeres vulnerables por las organizaciones de narcotráfico está
tan presente en América Latina que la propia OEA, en el preámbulo de la ya citada Declaración de Antigua sobre
política de drogas de 2013, reconoce expresamente que las mujeres “pueden ser víctimas de explotación por las
redes de tráfico ilícito de drogas, lo que ocasiona daños en el núcleo familiar y en la sociedad”.
298. Concretamente, la mujer había sido compelida a pasar droga por la frontera norte de Argentina para saldar
una deuda contraída con los titulares de las sustancias con motivo de un previo traslado para ejercer la prostitución
en una localidad muy distante de su domicilio.
299. En esta línea el voto del juez Hornos en el mencionado caso Martínez Hassan.
300. El art. 5 de la Ley 26364 dispone que a las víctimas de trata “tampoco les serán aplicables las sanciones o
impedimentos establecidos en la legislación migratoria cuando las infracciones sean consecuencia de la actividad
desplegada durante la comisión del ilícito que las damnificara”.
180
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
Algunos autores prefieren relacionar la llamada socialización exótica con una especie
de alteración cognitiva que encontraría mejor anclaje en la imputabilidad302. En esa lí-
nea se mueve también el Código Penal colombiano que declara inimputables, entre
otros, a quienes en el momento de ejecución de la conducta no tuvieran capacidad de
comprender la ilicitud del hecho o de determinarse por esa compresión debido, entre
otras causas, a la “diversidad sociocultural o estados similares” (art. 33). El problema es
que incluso extendiendo el concepto de imputabilidad más allá de los condicionantes
psíquicos para incluir también los de tipo sociocultural, solo cabría acudir a la inimpu-
tabilidad en casos muy extremos de vida comunitaria diferenciada y totalmente aisla-
da del grupo social mayoritario (Cigüela, 2019: 290), algo muy difícil de argumentar en
los casos que estamos analizando en este trabajo.
En otro orden de cosas, y para finalizar, conviene recordar que la inmensa mayoría de
las mujeres que realizan operaciones de transporte de drogas por encargo de redes
criminales de narcotráfico no forman parte de esas organizaciones y, por tanto, no se les
pueden aplicar las circunstancias agravantes por pertenencia a organización criminal
tan frecuentes en la legislación penal comparada303.
301. Prefiero este término al de “socialización exótica”, acuñado por Jakobs y ampliamente reconocido en la doc-
trina comparada. Al respecto véase Castillo Ara, 2014: 256, quien, además, distingue entre error de comprensión
(relacionado con la interpretación que hace el autor de la norma que capta intelectualmente pero entiende de
forma distinta a la admitida por la generalidad) y falta internalización de la norma, entendida en un sentido mucho
más profundo de socialización en un contexto cultural distinto y contrapuesto al mayoritario.
302. Silva Sánchez, 2018: 90; Cigüela, 2019: 289, no obstante, lo limita a casos extremos de vida prolongada en
aislamiento respecto de la sociedad de referencia normativa. También deja apuntada esta posibilidad, aunque sin
asumirla totalmente, Castillo Ara, 2014: 256.
303. Con razón indica Bodelón, 2007: 113, que la supuesta pertenencia a un “cartel” de la droga sirve al sistema
judicial para justificar las penas tremendamente desproporcionadas que aplican a muchas mujeres que cumplen
funciones de transporte (corporal) de cantidades generalmente poco significativas de estupefacientes.
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Stree, Walter (2001), en Shönke y Schröder. Strafgesetzbuch. Kommentar. 26ª ed. Beck. München.
Virto Larruscain, María José (1998). “La maternidad contestada: la derogación del infanticidio y la regulación
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Vitoria-Gasteiz.
Varona Gómez, Daniel (2000). El miedo insuperable: una reconstrucción de la eximente desde una teoría de la
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Wohlers (2010). en Kindhäuser; Neumann; Paeffgen. Strafgesetzbuch. Kommentar. 3ª ed. Nomos., Baden
Baden.
183
Autoras varias
Zaffaroni, Eugenio Raúl, Alagia, Alejandro y Slokar, Alejandro (2005). Derecho Penal: parte general. 2.a edición.
Ediar. Buenos Aires.
184
Capítulo 4. Informe antropológico y de género304
Rita Laura Segato
Las informaciones compiladas en forma de lista en las partes 1.1 y 2.1 de este informe
relativas a las fallas en las prácticas judiciales frente a la vulnerabilidad de género y sus
intersecciones fueron extraídas de las entrevistas realizadas a miembros de los si-
guientes órganos del sistema de Administración de justicia: Ministerio Público de la
Defensa de la Nación, Fiscalía General ante Tribunales Orales en lo Criminal y Correc-
cional de la Capital Federal, Defensoría General de la Nación, Cámara Federal de Casa-
ción Penal, Tribunal Oral en lo Criminal y Correccional de la Capital Federal, Fiscalía
ante la Cámara Federal de Casación Penal, Fiscalía en lo Penal y Económico, Procuradu-
ría de Narcocriminalidad de la Procuración General de la Nación, Fiscalía ante la Cáma-
ra Nacional de Casación Penal, Cámara Nacional de Apelaciones en lo Penal Económi-
co, Fiscalía en lo Criminal y Correccional Federal, Procuraduría para el Combate de la
Trata y Explotación de Personas de la Procuración General de la Nación, Cámara Nacio-
nal de Apelaciones en lo Criminal y Correccional, Cámara Nacional de Casación en lo
Criminal y Correccional, Cámara Federal de Salta, Tribunal Oral Federal de Salta, Fiscalía
Federal de Salta en la capital provincial y en la ciudad de Orán.
Las recomendaciones compiladas en las partes 2.1 y 2.2 de este informe relativas a la
vulnerabilidad de género en las cárceles fueron extraídas de entrevistas a mujeres pri-
vadas de libertad en la Cárcel Federal de Güemes, provincia de Salta, y expresidiarias
de la agrupación Yo No Fui de la Ciudad de Buenos Aires.
304. ∗
Informe elaborado para este proyecto de la Defensoría General de la Nación y Eurosocial+.
185
Autoras varias
Es una apreciación general por parte de los entrevistados que la mayor parte de los
delitos de tráfico, graves o leves, son cometidos por hombres. En la actualidad, los
hombres han superado en número a las mujeres hasta en el tráfico por ingesta, y la
proporción de la participación masculina se encuentra en aumento. Mientras que la
mayor parte de los delitos de todo tipo son cometidos por hombres, los delitos más
frecuentes cometidos por las mujeres y la población trans son el narcomenudeo y el
microtráfico.
El rol de las mujeres en el tráfico como mulas puede ser considerado una continuidad
de la costumbre del contrabando hormiga, realizado tradicionalmente por mujeres en
la frontera norte de Argentina con Bolivia. Esto podría estar ocasionando la dificultad
de estas para percibir la práctica como crimen, ya que se trata de una costumbremuy
arraigada. También se superponen cognitivamente aquí el campo del delito y el cam-
po del trabajo habitual en el transporte de mercancías de las vendedoras ambulantes.
Se trata de una zona fronteriza de una economía muy informal, sin trabajo estable. Los
límites entre informalidad, legalidad e ilegalidad son muy imprecisos.
A las fuerzas de seguridad se las evalúa por la cantidad de carga que incautan, por lo
tanto, se interesan en la recuperación de la carga y no en la investigación de la estruc-
tura y modus operandi de la organización que desarticulan.
186
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
Los jueces que mantienen una posición aperturista para las imputadas vulnerables en
función de las razones antes enumeradas ven sus absoluciones relativas al tráfico de
drogas anuladas por tribunales superiores en nombre de la “lucha contra el narcotráfi-
co”. Invocar el “combate al narcotráfico” para anular sentencias que no se desligan de la
dogmática penal y sí de una interacción empática de los jueces representa un gran
retroceso en materia de garantías.
A pesar de que se trata en la mayor parte de los casos de participación por relación, el
mismo tipo penal rige para todos los involucrados y juzga la iniciativa criminal y la or-
ganización del delito de la misma forma y la tipifica en conjunto con la complicidad.
Además, el tipo penal para el tráfico de gran porte y para el microtráfico es el mismo:
es considerado el mismo delito.
La inmensa mayoría de las sentenciadas (64%) son cabezas de familia y el principal sostén
económico de sus familias. Son las únicas responsables de sus hijos. Agrava la violencia
institucional el hecho de que, según el criterio del fiscal actuante en la causa, la condición
de madre es considerada por algunos fiscales y jueces, especialmente fuera de la capital
federal, como agravante por la falta de responsabilidad en la educación de los hijos (un
ejemplo es el caso de un juez que no concedió prisión domiciliara a una mujer sentenciada
y con arraigo en la localidad porque tenía hijos y había vendido droga en su casa).
187
Autoras varias
El reproche moral que recae sobre las mujeres agrava la acción de la justicia sobre ellas.
En general se da una valoración más negativa al mismo crimen cuando es perpetrado
por una mujer como consecuencia del reproche moral. Incluso ha llegado a suceder
que se impute a la madre por una agresión de un padre a un hijo.
En algunos casos, la sentenciada es víctima del crimen de trata y, como tal, se la some-
te a la realización de tareas forzadas, entre ellas el tráfico de drogas. En la mayor parte
de los casos faltan las condiciones necesarias para la clarificación de la situación real en
la que la imputada realizó su crimen, pues puede considerarse dudoso el consenti-
miento y la autonomía de la imputada y, por lo tanto, su punibilidad en casos de tráfico
a pequeña escala.
En los casos de tráfico hacia el interior de las cárceles masculinas por parte de mujeres
durante las visitas, se constata que han sido obligadas a hacerlo y con frecuencia bajo
amenaza.
No existe una red de Defensorías argentinas y bolivianas por la que sería posible hacer
circular la información necesaria para el rol de la Defensoría en los procesos (ver los
casos relatados en el anexo de este informe).
188
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
Aun cuando los jueces actuantes, mediante una conversación y un acuerdo consen-
suado de sentido común, tengan en cuenta datos de contexto, en el sentido de cir-
cunstancias del hecho, y otras consideraciones, el argumento que queda asentado es
el contemplado por la dogmática jurídica, es decir, no se revelan las otras considera-
ciones. En otras palabras, el tribunal opera de una forma próxima a la justicia comuni-
taria pero registra el caso y fundamenta su decisión en los términos de la ley.
En algunos casos la demora en llegar a juicio es demasiado larga, pero no tanto como
para que el caso prescriba. En ese caso se ha utilizado con éxito la noción de “plazo
razonable”, que es efectiva y justa.
189
Autoras varias
No existe en Argentina, como existe en Colombia, un desarrollo del “ámbito del con-
texto”, una aceptación de “pruebas de contexto” y un protocolo de examen de estas
“pruebas de contexto” que respalden los argumentos de la Defensoría. Solo la catego-
ría jurídica “contexto” es capaz de singularizar los casos, evitando el margen de error
que ocurre con la “reducción a términos”, es decir, el recorte arbitrario que se le impone
a la situación del crimen para darle cabida en la verdadera “cama de Procusto” que es
el texto jurídico. Evitar ese margen de error es particularmente importante cuando se
trata de una imputada vulnerable por su condición de género y en interseccionalidad
con su condición de clase, raza, etnicidad, posición social, competencia lingüística y
escolaridad.
Las mujeres mulas, que actúan en el microtráfico, por lo general no hablan, no relatan
nada durante el proceso, por el cual transitan y son condenadas sin ofrecer resistencia
ni intentar contraargumentar. Una vez condenadas y cumpliendo pena comienzan a
relatar lo sucedido y ofrecen elementos que hubieran podido jugar un papel en la re-
ducción de la pena.
El procedimiento del “juicio abreviado” redunda en cancelar toda atención a los datos
de contexto, imposibilitando una defensa adecuada. Los juicios abreviados tienen un
carácter extorsivo, comenzaron intentando ofrecer un beneficio al imputado pero su
uso indiscriminado puede perjudicar a los procesados. El juicio abreviado ha sido des-
virtuado y necesita ser reconsiderado y contar con un protocolo más preciso.
La falta de una rotatividad de los jueces torna el resultado de los juicios previsibles,
pues no garantiza miradas con criterios diversos sobre los casos.
190
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
carcelario. Eso se debe a que la práctica de la justicia por parte del Estado, en todos sus
niveles, no ha sido alcanzada aún por la conciencia del sesgo patriarcal que afecta la
mentalidad de sus operadores.
Algunas entrevistadas manifestaron que sus defensores nunca se han presentado a ver-
las y que no les brindaron ninguna información, ni siquiera la más elemental sobre su
situación y lo que pueden esperar de la justicia y en qué plazo. La espera en el descono-
cimiento es extremadamente angustiante y produce secuelas psíquicas importantes.
Las condiciones de encarcelamiento son muy malas y los castigos muy crueles y, en
muchos casos, injustos, especialmente para aquellas presas no asistidas adecuada-
mente por un defensor que no se hace presente.
En los casos en que las presas podrían gozar del derecho al “extrañamiento anticipado”
que les garantiza el derecho al retorno a su país por necesidad del cuidado de sus hijos,
lo habitual es la imposibilidad de conseguir del país de origen —Bolivia, generalmen-
te— los informes socioambientales que demuestren su estado de necesidad y la situa-
ción en que permanecen sus dependientes debido a su ausencia.
191
Autoras varias
Los varios servicios propios de una unidad carcelaria son pensados a partir de las ne-
cesidades de una cárcel de hombres: las autoridades suelen ser masculinas, el kit de
higiene no tiene especificidad y no se adapta a sus necesidades, y toda la concepción
de la privación de libertad es poco sensible a las conductas delictivas propias del cri-
men perpetrado por mujeres conduciendo a un rigor desproporcional con los tipos de
delito en cuestión.
No se tienen en cuenta las condiciones de existencia que van a encontrar las presas al
salir de la cárcel: documentación, vivienda, existencia de un centro de salud (especial-
mente para las egresas con VIH), trabajo para la subsistencia, grupo de acogida (como
ejemplo, una presa que salió de la prisión sin documento, sin vivienda y sin familia, por
lo que tuvo que permanecer con la dirección del penal como domicilio). Hay necesi-
dad de organizaciones asistenciales que acompañen la transición.
192
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
193
Autoras varias
Ofrecer y exigir por parte de los miembros de las Defensorías que actúan en todas las
etapas del juicio —instrucción, oral y ejecución penal— la comprensión y asimilación
competente del significado del concepto de “empatía” mediante cursos, seminarios y
conferencias sobre el tema.
Legislar para que sea posible modificar en la etapa oral los errores cometidos en la
etapa de instrucción.
Utilizar el argumento del “plazo razonable” cuando la demora en llegar a juicio es de-
masiado larga aun sin llegar a la prescripción.
Fijar con más precisión las exigencias que debe respetar un “juicio abreviado”, para que
no redunde en perjuicio para la imputada, especialmente cuando toda consideración
del contexto queda imposibilitada.
194
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
Debería crearse un Colegio de Jueces o pool de jueces para garantizar una rotatividad
de los mismos, lo que permitiría más de una visión y criterios diversos sobre los casos.
Legislar para que la ley contemple las diversas vulnerabilidades que tienen las mujeres.
Erradicar la violencia institucional y otorgar al dolor infligido por la pena una propor-
cionalidad más adecuada a la gravedad del daño causado por el crimen.
Tornar la justicia más eficiente mediante la diferenciación de los tipos criminales rela-
tivos a negocios de gran porte y pequeño porte.
Crear un índice de vulnerabilidad específico para clasificar a las imputadas y con ello
operacionalizar la vulnerabilidad en los argumentos de defensa. Definir y normar, por
ejemplo, si la condición de madre es un agravante o un atenuante por la vulnerabili-
dad que implica, o un agravante para el delito en cuestión.
195
Autoras varias
Generar un sistema de información unificado de los datos de todas las fuerzas policia-
les del país.
Tornar obligatoria la inclusión en el protocolo de las causas penales de los informes am-
bientales que revelen las condiciones de vida en el ambiente de origen y permitan veri-
ficar si es posible argumentar en la defensa el estado de necesidad de la imputada.
196
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
Es una regla general que la defensoría debe requerir de forma reiterada por todos los
medios a su alcance una entrevista presencial con el juez o jueza a cargo del proceso.
La experiencia muestra que en los casos en que el juez puede ver y escuchar a la mujer
que juzga se ha podido alcanzar una mejor acogida para su pleito. Suele dar buen re-
sultado encaminar al juez “por derecho propio”, que la misma sentenciada, de forma
insistente, presente el requerimiento de una entrevista presencial y un escrito de la
defensoría bien argumentado.
Además del instructivo que se entrega a la persona detenida junto al número de telé-
fono de su abogado defensor, la Defensoría debe informar a la persona detenida oral-
mente —no exclusivamente mediante instrucción escrita— cómo debe defenderse.
El derecho a la autodefensa debe ser garantizado, pues se ha comprobado que los es-
critos de las presas suelen abrirse camino y obtener éxito ante los jueces. Cuando las
mujeres, acompañadas por el defensor o defensora, presentan sus argumentos direc-
tamente, son escuchadas con mayor atención y buena disposición por los jueces.
197
Autoras varias
• Crear canales de coordinación con la Defensoría del Pueblo de Bolivia y con las
autoridades consulares para la repatriación de las sentenciadas que, por no te-
ner domicilio en Argentina, no pueden ser excarceladas y deben permanecer pri-
vadas de libertad incluso por pequeños delitos de tráfico, dejando a sus hijos e
hijas en una situación de abandono. Debe posibilitarse el retorno a Bolivia y la
prisión domiciliaria con obligación de presentarse en el Consulado de Argentina
en la localidad.
• Crear canales y firmar convenios para conseguir pruebas en el extranjero. La Defen-
soría no tiene presencia en Bolivia, donde se encuentra la mitad de la historia que
necesita para su labor. El convenio con la Defensoría del Pueblo de Bolivia deberá
contemplar las siguientes prestaciones: 1) obtener datos sobre la situación socioam-
biental de las procesadas para el uso de la Defensoría en la elaboración de sus argu-
mentos y 2) reducir daños al retornar a Bolivia y protección para que no ocurra la
reincidencia (nueva captación por el crimen organizado). Es posible pensar en un
agregado de la Defensoría en la Embajada Argentina en Bolivia.
• Constituir una red de Defensorías argentinas y bolivianas que permita hacer circular
la información necesaria para el rol de la Defensoría en los procesos.
La red de Defensorías u otros pactos y convenios pueden también prestar auxilio a mu-
jeres que se encuentran presas en Argentina, hayan perdido todo contacto con sus hijos
y experimenten un gran sufrimiento por no poder conocer la situación de los mismos.
198
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
En los casos en que las presas podrían gozar del derecho al “extrañamiento anticipado” que
les garantiza el derecho al retorno a su país por necesidad del cuidado de sus hijos, lo habi-
tual es la imposibilidad de conseguir del país de origen, Bolivia generalmente, los informes
socioambientales que demuestren su estado de necesidad y la situación en que permanecen
de sus dependientes debido a su ausencia.
Caso 1
Caso 2
199
Autoras varias
vio obligada a trasladarse a Argentina donde fue hecha presa por tráfico, condenada a
tres años con suspensión y el compromiso de remitir y verificar su domicilio en Bolivia,
compromiso que no conseguía cumplir por falta de contacto y acuerdo de coopera-
ción con las autoridades bolivianas. Fue liberada el 15 de abril de 2019, mientras redac-
to este informe, trasladada a la localidad fronteriza de Salvador Maza, donde el perso-
nal de la oficina defensorial de Yacuiba, Bolivia, la esperó para posibilitar su ingreso a
territorio boliviano y trasladarla hasta esta ciudad, ya que ella no cuenta con docu-
mentos de identidad ni recursos económicos. En las próximas horas partirá hacia Co-
chabamba, donde el personal de la Delegación Defensorial de ese departamento la
apoyará para que se traslade hasta el municipio de Cliza, de donde es oriunda, para
reencontrarse con sus dos hijas de 9 y 6 años y el resto de su familia. Su repatriación fue
posible porque, a petición de la Defensoría de La Paz y por solicitud de la Defensoría
de Salta, finalmente se pudieron obtener los informes biopsicosociales que demostra-
ron las difíciles condiciones de vida de Pamela y su familia emitidos por la Defensoría
de la Niñez de Cliza a través del Gobierno municipal de esa población.
200
PARTE 3
ANEXO 1. Jurisprudencia sobre criminalización
de mujeres por delitos contra las personas
El 30 de enero de 2015, Joel Isaías Álamo le provocó lesiones a la hija de Marlen Anto-
nella González en el interior de la vivienda que compartían. Como resultado de esa
acción, la niña M., quien entonces tenía 3 años, padeció un traumatismo craneofacial
grave y varias equimosis en la cara y el cuello. También se determinó que le causó un
hematoma en el muslo izquierdo, en fecha indeterminada, entre diez y catorce días
antes del 2 de febrero de 2015.
Por tales hechos, se consideró que Marlen González asumió una posición pasiva, con-
sintiendo, tolerando o, al menos, no evitando, a través de los medios a su alcance, la
producción de las lesiones ejecutadas por Joel Álamo. En consecuencia, González fue
acusada como coautora de la comisión del delito de lesiones leves dolosas agravadas
por el vínculo, reiteradas en al menos dos ocasiones, en su forma de comisión por omi-
sión, en concurso ideal con el delito de abandono de persona agravado por el vínculo.
Por su parte, Álamo fue acusado por el delito de lesiones leves dolosas reiteradas en
dos ocasiones en concurso real con el delito de abandono de persona.
203
Autoras varias
El informe del Proyecto Piloto dio cuenta de su historia vital, en la que se destacaron
las carencias simbólicas padecidas en su infancia (el abandono de su madre y, por
ende, las escasas referencias de los cuidados ejercidos por ella) y la interrupción de su
escolarización durante la adolescencia; la violencia de género sufrida en las dos rela-
ciones afectivas importantes que mantuvo, fruto de las que nacieron sus dos hijas; la
dependencia económica de sus parejas y de su padre para la satisfacción de las nece-
sidades de las niñas y las propias; y la ausencia de otras redes de apoyo familiar o so-
cial. En lo que respecta a su vínculo con Álamo, la mujer refirió que este la agredía física
y psicológicamente, por lo que intentó separarse de él en dos ocasiones, siendo que
en la última vez requirió el auxilio de la Policía, pero la autoridad nunca se presentó en
el domicilio. Este informe destacó que “La naturalización de las situaciones de violen-
cia padecidas a lo largo de su historia vital podría haber funcionado como dificultador
para percibir el peligro en el cual se encontraba inmersa, y la consecuencia que dicha
violencia podría tener en sus hijas”, actuando como un limitante en su accionar y su
pleno desarrollo.
Por su parte, el Programa de Atención a las Problemáticas Sociales mantuvo una entre-
vista con la imputada, una con su padre y una comunicación telefónica con la trabaja-
dora social del Juzgado Civil interviniente por la situación de sus hijas. De acuerdo con
ello, elaboró un informe que dio cuenta de algunas circunstancias de su trayectoria de
vida, destacando el abandono de su madre a los diez años y la violencia de género que
sufrió por parte de sus dos parejas y progenitores de sus dos hijas. Se puso de mani-
fiesto que ambas relaciones de pareja transitaron en un escenario de fragilidad vincu-
lar, con una acotada red de referencia, tanto material como simbólica, que la posicionó
en una situación de mayor vulnerabilidad, condicionando a su vez sus posibilidades de
ejercicio del rol materno.
204
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
El tribunal consideró que estaban probadas con grado de certeza las imputaciones
formuladas. Para ello, valoró los informes que certificaron las lesiones y el modo de
producción; la declaración de la médica que atendió a la niña en el hospital, entrevistó
a la madre y realizó la denuncia; los informes psicológicos practicados a la niña —que
dieron cuenta de las dificultades expresivas a nivel lingüístico y psicomotriz—; y las
declaraciones testimoniales de los familiares de Álamo —que declararon sobre una
pequeña marca que vieron en la niña un viernes, y cómo fue creciendo durante el fin
de semana ante lo que insistieron en la necesidad de la consulta médica—.
El tribunal consideró probado el dolo de lesiones, sin hacer ningún tipo de distingo
entre el dolo que requiere un delito comisivo de aquel que exige una imputación en
comisión por omisión. De manera genérica, y sin vinculación con los hechos probados,
dijo que “encontramos probados los sucesos tanto objetivamente —merced a su ob-
via cualidad antijurídica— como subjetivamente, por la orientación con conocimiento
y finalidad de Álamo y González dirigida a vulnerar la salud de la menor, M. A. G. Esto
indica la existencia de un dolo específico indiscutible”.
205
Autoras varias
Bárbara González Bonorino fue inicialmente imputada por no haber evitado la muerte
de su hijo A., de cinco años de edad, en un contexto de maltrato infantil perpetrado
por su pareja. Los hechos fueron calificados en el auto de procesamiento como delito
de homicidio agravado por el vínculo y por haber sido cometido con alevosía, en co-
misión por omisión. Por ese mismo hecho, Osvaldo Leandro Sarli fue imputado por el
delito de homicidio agravado por haber sido cometido con alevosía y ensañamiento.
Al elevar la causa a juicio, el fiscal añadió una acusación subsidiaria, por el delito de
abandono de personas, agravado por haber resultado en la muerte y por haber sido
cometido en su calidad de madre contra su hijo. Esta calificación legal se efectuó por
considerar que González Bonorino había dejado a su hijo al cuidado de su pareja a
sabiendas de los antecedentes de maltrato al que el niño se hallaba expuesto desde
finales de diciembre de 2014, cuando se había iniciado la convivencia con el coimpu-
tado, por lo que, tras haber privado a su hijo del cuidado y auxilio debido, este falleció
producto de la paliza ejecutada por el coimputado.
206
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
Por su parte, el fiscal general también solicitó la absolución de Bárbara González Bono-
rino. Valoró que la única ocasión en que vio a Sarli intentar maltratar a su hijo actuó
para evitarlo, y que los dos tipos penales atribuidos a la nombrada (homicidio agrava-
do y abandono de personas) requieren la acreditación del dolo y no admiten la figura
culposa. Resaltó en este sentido que “a diferencia de lo ocurrido con M., padre de los
niños, y con M. y V. Q., que recibieron noticia directa de los niños en Villa Gesell, Gonzá-
lez Bonorino nunca recibió la información, tal como así lo manifestara V., quien dijo
que tenía miedo y que a la madre no le había dicho nada, extremo este abonado por
los dichos de la niñera M. F., quien también refirió que le dijeron que no contara nada
porque tenían miedo de lo que les pudiera pasar […]. No menos cierto resulta que más
allá de las sospechas que podía tener González Bonorino de que A. también pudiera
ser golpeado como lo era ella, dijo ‘jamás pensé que podía pasarle a A. lo que me pa-
saba a mí’”.
207
Autoras varias
El 22 de mayo de 2015, alrededor de las 9:40, Martha Ordóñez ingresó con su hija M.,
de tres años y once meses de edad, en brazos y desvanecida, al Centro de Salud del
barrio de la Villa 31, en la Ciudad de Buenos Aires. Fue recibida por la médica pediatra
de guardia, quien le practicó a la niña maniobras de reanimación, aunque sin éxito, por
lo que certificó que se encontraba sin vida, posiblemente desde el momento de su
ingreso al centro. El médico legista determinó que la niña presentaba varias lesiones,
tanto a nivel externo como interno, y concluyó que la muerte se había producido por
traumatismo cerrado de abdomen, cuya etiología podría haber obedecido a un golpe
y/o traumatismo directo y/o único y/o concentrado en abdomen y de gran intensidad
producido probablemente por un puntapié, dado que llegó hasta la columna verte-
bral, lo que generó las lesiones internas descriptas.
Así las cosas, se le atribuyó a Anania Geremía Rojas Rivero haber dado muerte a su hija
M. el día 21 de mayo de 2015, alrededor de las 17:00, por un golpe de gran intensidad
en la zona abdominal, mientras que a Martha Ordóñez Aguilera se le imputó haber
tomado intervención necesaria en este suceso, ocultándolo y no haciendo nada para
evitar su resultado.
208
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
También se consignó que los acusados le habrían propinado a la niña golpes y quema-
duras por derrame de agua en el transcurso del mes de mayo de 2015, y que luego
habían ocultado dicho accionar violento, del mismo modo que quisieron ocultar las
lesiones externas e internas que generaron el deceso de la niña, incumpliendo así los
deberes que pesan sobre ellos a raíz de la posición de garantes que ocupan. En tal di-
rección, se estableció que no la habían llevado al centro de atención médica para su
tratamiento a la vez que, una vez acaecido el fallecimiento de la niña, presentaron un
relato previamente acordado frente a los médicos que recibieron el cuerpo de la niña
y a sus allegados, que no se ajustaba a lo que había ocurrido en realidad.
Por otro lado, se acusó a Martha Ordóñez Aguilera por no haber realizado ninguna
acción tendiente a hacer cesar la situación violenta a la que se encontraba sometida su
hija y que podría haber evitado su muerte.
Pese a la amplitud y diversidad de los hechos descriptos, se elevó a juicio la causa por
el delito de homicidio agravado por el vínculo (artículos 45 y 80, inciso 1.o del Código
Penal).
Durante el juicio, Rojas Rivero declaró que “uno de los últimos episodios con su hija
transcurrió el día anterior al deceso, en el que mientras cuidaba a su otra hija, A., se le
ocurrió a M. ir a comprar un helado, lo que autorizó a pesar de que a su madre no le
gustaba por el asma, por lo que le dio a su hija la suma de cincuenta pesos y esta se
retiró con tal encargo (al que sumó otro para el dicente), manifestándole a su vuelta
que se había caído de la escalera […]. Que debido a que esa noche M. estaba dolorida
le dijo a su señora que la llevaran a un hospital, a lo que ella se negó […]. Que luego del
fallecimiento de M. inventaron lo de la niñera en razón de que pensaron que podían
sacarle a su otra hija, A.”. En relación con cómo pasó esa noche, contó que la niña vomi-
tó, durmiéndose alrededor de las 5:00 o 6:00 a. m. “Posteriormente, limpiaron la pieza
y la llevó a su señora a su trabajo, junto con A., mientras que M. se quedó en el domici-
lio porque no podía caminar. Que habrá tardado cerca de una hora, viendo que seguía
dormida al regresar. Que tuvo problemas para despertarla por lo comenzó a asustarse
y llamó a Martha, trasladando a su llegada a la menor a la salita”.
Martha Ordóñez Aguilera declaró que, cuando llegó a su casa el 21 de mayo, Rojas Ri-
vero le dijo que la niña se había caído de la escalera. Contó que la revisó y no le encon-
tró lesiones, salvo que la zona abdominal estaba enrojecida y pensó que era un raspón.
Aclaró que esa noche M. cenó y tomó gaseosa, y vomitó alrededor de las 21:30 o 22:00;
relató que no se quejaba del dolor, aunque se durmió tarde. Por la mañana se fue a
trabajar, y a las 8:30 su pareja la llamó porque le pasaba algo a la niña. “Al llegar, vio a
su nena vestida en la cama, por lo que sin mediar palabra la tomó del brazo y le habló,
porque tenía los ojitos abiertos, luego de lo que salió corriendo con ella en la calle. Que
un señor la vio en ese estado y le preguntó qué le había ocurrido, a lo que le contestó
que su hija estaba mal y que se moría, por lo que necesitaba llevarla al hospital, por lo
209
Autoras varias
que aquel la alzó en una camioneta y la trasladó a la salita…”; “Que fue en ese momen-
to en el que, por miedo, le dijo a las autoridades que se había quedado a cargo de otra
persona, para que no le sacaran a su otra hija que era chiquita en ese entonces”. Aclaró
“Que las demás lastimaduras también se habían sucedido cuando ella no estaba pre-
sente y se hallaba trabajando. En otro orden de ideas recordó que el 13 de mayo de
2015 había llegado a su domicilio después de su trabajo (a eso de las 18:00), ocasión
en la que se enteró de que su hija se había quemado con la pava eléctrica, tomando la
decisión de curarla ella misma, comprándole cremas, antibióticos y pomadas para tra-
tarla, ya que tenía experiencia al respecto”.
Con relación a si existía violencia en la relación con Rojas Rivero, expresó que el vínculo
era un poco conflictivo y recordó que al principio los dos tenían dificultades porque
eran jóvenes, “se cagaban a palos”, y se separaron por un tiempo. Al quedar embaraza-
da de M., su compañero se transformó en una persona totalmente diferente, ya que se
dedicaba mucho a sus hijas y ya no tenían los conflictos de antes. Contó que existían
diez “normas de convivencia” que ambos seguían y que estaban escritas en uno de los
lados de un armario (en virtud de la prueba producida en debate, se supo que entre
ese decálogo existían reglas respecto a la vestimenta que no podía usar Martha y otras
normas de control hacia ella). Por último, y ya respecto a qué pensaba que había ocu-
rrido, señaló que eran varias sus dudas, que no comprendía cómo habían sucedido las
cosas, dado que lo único de lo que se había enterado era de que se había caído de la
escalera.
El tribunal condenó a Anania Geremía Rojas Rivero por el delito de homicidio agrava-
do por el vínculo. En cuanto al contexto en que ocurrieron los hechos, entendió que la
dinámica familiar se vio alterada cuando Ordóñez Aguilera asumió una carga horaria
laboral muy extensa, debido a que su pareja se encontraba sin trabajo. A partir de ese
momento Rojas Rivero se dedicó al cuidado de las niñas a puerta cerrada, circunstan-
cia en la que se detectó la aparición de situaciones novedosas relacionadas, al menos,
con M. “Su madre se había ido temprano y mientras trabajaba en la parrilla algo suce-
dió; quizás con motivo de una travesura, quizás, o una conducta que superó lo tolera-
do por su padre, no se sabe, aunque sí que este, en cierto momento, le propinó un
fuerte golpe en el abdomen a M.”. El tribunal descartó que el modo de producción de
las lesiones que produjeron la muerte haya sido la caída en una escalera y el golpe con
un grifo —como argumentó el acusado—, y además consideró acreditado que, a la
hora de ese puntapié fatal, M. estaba al cuidado del padre.
210
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
agravado como en el delito de abandono de persona. En este sentido, valoró que Or-
dóñez Aguilera no estuvo presente en ninguno de los dos episodios en los que se
produjeron las lesiones, “sino que tomó conocimiento de ellos a la vuelta de su trabajo
y por medio de su pareja con lo que, es obvio, recibió una explicación parcial y a través
del crisol de su esposo que, obviamente, habría acomodado los hechos en su benefi-
cio, colocándose en la situación que, a sus ojos, se presentaba como la más favorable”.
Adicionalmente dijo que “es posible que Ordóñez Aguilera le hubiera creído a Rojas
Rivero y obrado en su consecuencia, sin advertir lo delicado de la situación en la que
se hallaba M. y el real peligro al que estaba expuesta luego de los dos —supuestos—
accidentes por los que había atravesado y la habían dejado en una posición más que
vulnerable y, luego del segundo, próxima a la muerte”.
Por otra parte, el tribunal consideró que “Tampoco puede descartarse que, desenvol-
viéndose en una realidad ligeramente diferenciada, le hubiera brindado a su hija la
atención y remedios que estaban a su alcance desde el punto de vista económico y
cultural que, posiblemente, no fueran los más adecuados, en la creencia de que su es-
poso era ajeno a los episodios lesivos para su salud y que estos tenían una gravedad
menor a la real”. En esta dirección, destacó que distintos testigos (maestra de la niña,
vecinas), resaltaron positivamente el rol de Ordóñez Aguilera en la crianza de su hija, y
que las profesionales del centro de salud afirmaron que la vieron con un sentimiento
real de preocupación ante lo que estaba sucediendo.
211
Autoras varias
Finalmente, descartó las conclusiones del fiscal, y para ello dijo que “no hay que olvidar
que la encausada no habría estado presente en los dos episodios y que los detalles de
lo sucedido los recibió por dichos de su pareja, por lo que a sus ojos y sin antecedentes
anteriores pudo haberlo aceptado como verosímil, sin internalizar las posibilidades
reales de lo sucedido (también es posible que se niegue a aceptarlas). Ello se mantuvo
hasta el presente cuando en sus últimas palabras volcó su desazón ante los interrogan-
tes y su deseo de saber la verdad”.
La sentencia fue recurrida por el fiscal general, con respecto a la absolución de Martha
Ordóñez Aguilera, y por la defensa de Rojas Rivero. A su turno, la Cámara Nacional de
Casación en lo Criminal y Correccional rechazó el recurso defensista y declaró inadmi-
sible el de la acusación. En cuanto al cuestionamiento a la absolución de Ordóñez
Aguilera, el tribunal casatorio dijo que “En cuanto a la calificación jurídica del hecho
que intenta reprocharle a la madre de M., la Fiscalía oscila entre una omisión de auxilio,
un homicidio en comisión por omisión y un abandono de persona, lo que debilita la
fuerza argumentativa del recurso. Es que no queda claro cuál es la conducta que efec-
tivamente le reprocha a la madre y, producto de esta misma confusión, tampoco ha
mostrado con una mínima precisión en qué tipo penal encuadra su reproche. Esto re-
sulta esencial, en tanto la elección de una u otra figura demanda requisitos típicos di-
ferentes”; y agregó que “Debido a las imprecisiones con respecto a la conducta atribui-
da, la acusación pública tampoco ha conseguido evidenciar cuál era la calificación
jurídica del hecho o de los hechos que pretendía, consecuencia de la presentación de
hipótesis fácticas contradictorias y sin un fundamento adecuado”.
En mayo de 2005, Andrea Pastore y su pareja, Francisco Pippo, llevaron a su hija R. de dos
meses a la Guardia Médica del Instituto Mater Dei por un cuadro de hematomas en dis-
tintas partes del cuerpo. A los pocos días reingresó en la misma clínica mostrando nue-
vos hematomas. Al no existir un cuadro clínico que explicara las lesiones halladas de
forma espontánea, y al no dar los familiares explicación alguna sobre su origen, la insti-
tución realizó una denuncia civil. En aquella presentación, el sanatorio señaló el antece-
dente del fallecimiento de un hermano de R., el niño N., un año atrás, cuando tenía dos
meses de edad. A instancias de la Defensoría de Menores que intervino, se iniciaron ac-
tuaciones penales para que se investigaran los hechos que afectaron a R. En el transcurso
de la instrucción se amplió la investigación a las circunstancias del fallecimiento de N.
Andrea Pastore y su pareja fueron investigados por haber causado la muerte a su hijo
N. el día 13 de junio de 2004, mediante el ejercicio de la violencia (en la autopsia
212
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
Durante el juicio, en el alegato final el fiscal descartó la hipótesis de homicidio con rela-
ción a N., ya que no había podido determinarse la causa de su muerte, por lo que calificó
la conducta como constitutiva del delito de lesiones graves calificadas por el vínculo
cometidas en tres ocasiones. Con respecto a los hechos que afectaron a R., acusó a los
progenitores por las lesiones graves calificadas por el vínculo en dos ocasiones.
Del relato de la prueba reseñada surge que el día que falleció N., una vecina escuchó
una discusión y que la mujer gritaba “no, papi, no, papi”, y que el marido le decía “no
llores, mamita, no llores”. Tras un silencio, la mujer volvió a gritar “el bebé no, el bebé
no”. También refirió haber escuchado otras discusiones, en las que escuchó golpes,
como si estuvieran arrojando cosas, en una fecha previa al fallecimiento del bebé. Asi-
mismo, otra vecina manifestó que Pastore le dijo que ella se estaba bañando y al salir
advirtió que el niño había dejado de respirar. También señaló que Pippo decía “La cul-
pa es mía”. Por otra parte, uno de los estudios psicológicos detectó cierta impulsividad
por parte del padre de los niños, y en cuanto a Pastore, sostuvo que tenía una persona-
lidad “muy dependiente, sumisa, el que llevaba el manejo de la relación familiar apa-
rentemente era el señor, ella tenía una dependencia a nivel vincular”.
Con respecto a la imputación, el tribunal afirmó que “si bien no se pudo llegar a co-
nocer los móviles que determinaron los acontecimientos, cómo se desarrollaron y la
actividad desplegada por cada uno de los imputados, el cúmulo de pruebas e indi-
cios obtenidos determinan que como mínimo uno de ellos realizó las conductas típi-
cas (o los dos conjuntamente), en tanto el otro las consintió, toleró y no evitó a través
de los medios a su alcance la producción de los resultados, teniendo en especial
consideración que el maltrato sufrido por los niños se prolongó en el tiempo”. Ha-
ciendo referencia a la omisión impropia, puntualizaron que “es irrelevante quién fue
el autor por acción o por omisión, o si fueron los dos por acción, porque ante la evi-
dencia de los hechos acaecidos y estando ambos en posición de garante, aunque
uno de los dos no hubiera hecho nada, toleró que el otro lo hiciera, y eso lo convierte
en coautor”.
213
Autoras varias
214
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
Tras la intervención policial llevada a cabo por un oficial de la Policía Federal, Escalada
Irala fue llevada al sector de obstetricia del citado centro asistencial para recibir la co-
rrespondiente atención, donde quedó internada. El oficial de policía hizo la respectiva
consulta con el secretario del juzgado penal en turno quien ordenó —con anuencia de
la jueza— no adoptar medidas legales para con la joven, aunque también mandó a
identificarla, constatar su domicilio, consultar antecedentes, implantar una consigna
policial y, en caso de que le sea dado el alta, volver a consultar.
Después de estar nueve días en internación, una enfermera le dijo a la mujer que,
como el personal del hospital estaba en conflicto gremial, ningún profesional iba a
firmarle el alta médica, lo que motivó que se marchara del centro de salud por sus
propios medios el día 7 de enero de 2008.
Según el informe forense, la muerte del recién nacido se produjo por congestión y
edema pulmonar, aclarando que “el feto ha respirado”. En un informe ampliatorio del
Cuerpo Médico Forense y de profesionales del Cuerpo de Peritos de la Defensoría Ge-
neral de la Nación se aseveró que el deceso no tuvo lugar por obstrucción de las vías
aéreas, por ingreso de agua externa, por ingesta o inhalación. Asimismo, establecieron
la inexistencia de lesiones internas y externas compatibles con aquellas producidas
por la compresión mecánica externa del cuello (ahorcadura y/o estrangulamiento),
aunque resaltaron que “la presencia de signos externos e internos en cuello confirman
la presunción, pero su ausencia no la descartan”; sin embargo, en virtud de hallazgos
histopatológicos en el tejido pulmonar del recién nacido, los médicos afirmaron que
estos “resultarían compatibles con patrón asfíctico por obstrucción al pasaje de aire
por la vía aérea, debido al aumento de las presiones intratorácicas por esfuerzo mecá-
nico ventilatorio. El hallazgo del patrón histológico pulmonar en el contexto de autos
no permite descartar que se trate de una asfixia mecánica por obstrucción de las vías
aéreas superiores (sofocación)”.
El Juzgado de Primera Instancia, después de que hubieran pasado seis años de los
hechos, decidió procesar y ordenar la detención preventiva de Escalada Irala por el
delito de homicidio agravado por el vínculo. La defensa apeló esa resolución, señalan-
do varias deficiencias en lo que se refiere a la valoración de la prueba y a la actividad
investigativa. Afirmó al respecto que la afirmación de la jueza de grado, según la cual
su defendida había realizado alguna acción para obstruir las vías aéreas del recién na-
cido, resulta arbitraria por carecer de elementos de prueba que la respalden. En forma
subsidiaria, sostuvo que el decisorio apelado no había valorado los informes psicológi-
cos y psiquiátricos ni la declaración de los profesionales, que sostenían la incapacidad
de Escalada Irala para comprender la criminalidad del acto que se le atribuye y dirigir
sus acciones.
215
Autoras varias
Gabriela Yamila Fernández fue imputada por haber abandonado a su bebé, a quien dio
a luz en una estación de servicio de la Ciudad de Buenos Aires. Conforme a la prueba
recabada durante la instrucción, se tuvo por acreditado que Gabriela Fernández ingresó
al baño y, pasados unos minutos, le pidió a su hija menor de edad que le llevara compre-
sas, razón por la cual la niña se las pidió a Mariano Arjona —pareja de Fernández—.
Ambos fueron al autoservicio de la estación, regresaron con ellas y se las entregaron a
Gabriela. Transcurridos unos treinta minutos aproximadamente, y tras dar a luz, dejó a la
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Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
niña en el interior del cubo de basura del lugar, para luego irse. Seguidamente otra per-
sona entró en el baño, quien informó al personal de limpieza de la estación de servicio
que en el baño había sangre. La mujer a cargo de la limpieza vio que la bolsa de basura
estaba llena de compresas, la cerró y la colocó dentro de otra bolsa que dejó junto a la
puerta del baño. Unos minutos más tarde otra mujer que se encontraba en la cola para
ingresar al baño advirtió que la bolsa se movía, la abrió y encontró al bebé.
Durante la instrucción, Mario Arjona declaró —en calidad de imputado, aunque segui-
damente fue sobreseído por determinarse su falta de participación material en el he-
cho—, que habían sido novios durante un año, en 2012, y que él se había encariñado
con su hija; que actualmente estaban volviéndose a ver, pero que desconocía el estado
de embarazo de Yanina; que mientras estaban de paseo en un colectivo Yanina co-
menzó a sentirse mal —alegando que era porque tenía la menstruación— y que a la
altura de la Plaza de Mataderos se bajaron a la estación de servicio para que pudiera ir
al baño. Aclaró que la esperó fuera durante veinte minutos, le compró las compresas y
luego Yanina salió caminando por su propio pie.
En el informe se dio cuenta de una infancia marcada por la violencia que ejercía su
madre y también sus sucesivas parejas, que incluyeron abuso sexual, hasta que deci-
dió abandonar el hogar materno, perder todo contacto con su progenitora durante
años e irse a vivir con su padre. Aunque el vínculo con su padre era bueno, estaba
marcado por la dependencia, la búsqueda de su aceptación y el temor a su rechazo. A
los 19 años atravesó su primer embarazo (que concluyó con el nacimiento de su hija
L.), en condiciones de soledad y desprotección afectiva, pues su padre reaccionó vio-
lentamente y quien era su pareja la abandonó. Cuando años más tarde quedó emba-
razada, decidió ocultar la gestación por temor a sufrir otra vez abandono y rechazo.
Este embarazo culminó con el parto en el baño de la estación de servicio.
217
Autoras varias
Gabriela Yamila Fernández estuvo detenida veinticuatro días, pues si bien fue inicial-
mente procesada con prisión preventiva, obtuvo su libertad en cámara como conse-
cuencia de los planteos presentados por la defensa.
2.3. Rivera Ruiz, Olidia (causa n.o 49964/2015, Tribunal Oral en lo Criminal y
Correccional n.o 29 de la Capital Federal, rta.: 06/11/2019, Cámara Nacional
de Apelaciones en lo Criminal y Correccional, sala IV, rta.: 08/10/2015)
Olidia Rivera Ruiz fue acusada de haber provocado mediante asfixia mecánica la muer-
te de su hijo, de edad gestacional de entre 36 y 40 semanas, quien sería el fruto de su
relación con Alejandro Delagracia Benítez. Según el relato de su expareja, la mujer
contactó con él por mensaje de texto el 12 de agosto de 2015 y le pidió que se encon-
traran en un lugar y hora determinada. Al llegar allí, Ruiz estaba aguardándolo en un
automóvil, descendió, le dijo “Hacete cargo de esto” y le entregó una carta y un bolso
cerrado. Después, subió al automóvil y se marchó del lugar. Acto seguido, Delagracia
Benítez se dirigió a su domicilio. Al llegar, abrió el bolso y descubrió que en el interior
había un bebé recién nacido envuelto en una manta, en apariencia sin signos vitales.
En la carta, Rivera Ruiz reconoce que ella era la madre del niño, y le realiza una serie de
reproches en cuanto a que él no se había hecho cargo de una hija en común, y que
imaginaba que tampoco se haría cargo de este nuevo niño. Le decía: “Ayer yo tuve un
accidente y se adelantó el parto, y tu hijo nació en el Hospital Pena”.
305. Para ello, hace referencia a informes médicos que descartaron alteraciones mentales.
218
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
De las constancias de la causa surge que Rivera Ruiz ocultó su embarazo, o que gente
cercana a ella no lo había advertido, y que la vivencia de un nuevo embarazo la enfren-
taba a una situación de soledad que no supo manejar. El informe del psicólogo ad hoc
del Cuerpo Médico Forense destacó: “En relación con el perfil de personalidad: sinto-
matología encontrada: sensación de angustia, sentimientos de culpa y depresión, que
puede oscilar entre el terror y la parálisis hacia conductas actuadoras, con fracaso de
sus defensas básicas adaptativas. Aclaro que los estados de terror y parálisis deben
entenderse como aquellos estados psíquicos, superiores al estado de temor o miedo.
Refiere haber vivido este segundo parto como una repartición del primer parto de su
hija, pero en la primera situación contó con el apoyo de su hermana, y en esta segunda
situación se encontraba sola. Se evidencia un aparato psíquico estructuralmente lábil,
vulnerable, con sentimientos de impotencia o indefensión, con fuerte dependencia
emocional de su hermana, quien convive con ella. Es escasa su autoestima. Presenta
un desarrollo madurativo inmaduro en lo emocional y en su vida en relación. Su nivel
intelectual se encuentra dentro de la media normal”.
306. Desde el comienzo, la versión dada por Alejandro Delgracia Benítez fue tomada como la única válida, y orientó
completamente la investigación para la identificación del autor del delito y la reconstrucción del hecho. Así, las refe-
rencias que él dio respecto a las condiciones de tiempo, lugar y modo en el que recibió el cuerpo del bebé y las mani-
festaciones que realizó sobre el momento en que tomó conocimiento del contenido del bolso resultaron ser las únicas
líneas que condujeron hacia la imputación de Olidia Rivera Ruiz. La actividad investigativa se reanudó 20 días después
de la denuncia, una vez que se efectivizó la detención de la imputada. Pese a que las comunicaciones entre el señor
Delagracia Benítez y la señora Rivera Ruiz resultaban relevantes para dar sustento o no al relato del denunciante, se
dispuso su análisis después de la detención de la mujer. Por otra parte, tampoco se adoptó respecto del señor ninguna
medida que asegurara su comparecencia en el proceso, o que mejorara la calidad probatoria de su testimonio. Después
de que hubieran transcurrido tan solo 48 horas desde la denuncia, abandonó el país sin dejar modo alguno de localizarlo.
307. En este sentido, se señaló que el Juzgado de Instrucción valoró negativamente que Olidia Rivera Ruiz no
se hubiera realizado ningún chequeo médico durante el embarazo y que el parto no se hubiera producido en un
hospital. Es decir, la ausencia de atención del embarazo y del parto derivó, a criterio del juzgador, en “un desprecio
por la vida del niño”, y por ende del dolo de homicidio.
219
Autoras varias
Olidia Rivera Ruiz estuvo detenida desde el 1 de septiembre de 2015 hasta el 2 de oc-
tubre de 2015, cuando la cámara le concedió la excarcelación.
2.4. Trapasso, Rosana Verónica (causa n.o 4410, Tribunal Oral en lo Criminal
n.o 17, rta.: 27/10/2015)
El 15 de marzo de 2013, Verónica Rosana Trapasso dio a luz a una niña en el baño del
Hospital Vélez Sarsfield, donde trabajaba como personal de maestranza. Se le imputó
que mientras se encontraba en el hospital sufrió cierta indisposición, por lo que se di-
rigió al baño del vestíbulo central, y una vez allí, sentada en el inodoro, tuvo lugar el
parto de un bebé que cayó dentro de ese artefacto sanitario. Trapasso tomó a la cria-
tura y desgarró el cordón umbilical, mientras algunas compañeras de trabajo, sin saber
lo que sucedía, le ofrecían asistencia desde fuera, que era fuertemente rechazada por
la mujer. Luego, colocó al bebé en dos bolsas de residuos, las anudó y arrojó a un cesto
de basura. Posteriormente, se escuchó un llanto, por lo que un empleado recogió la
bolsa y al romperla encontró a la recién nacida, a quien condujo al sector de materni-
dad. La niña tuvo un principio de asfixia, y Trapasso, al tener noticia de que la niña se
encontraba viva, respondió: “Pero yo no la quiero”.
En la discusión final en el debate del juicio oral, el fiscal acusó a Trapasso por hallarla
autora penalmente responsable del delito de homicidio agravado por el vínculo, en
grado de tentativa, con la circunstancia extraordinaria de atenuación de la pena —por
el estado puerperal que atravesaba—, prevista en el artículo 80, último párrafo, del
Código Penal, por lo que solicitó la pena de cuatro años de prisión.
220
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
A su turno, la defensora oficial sostuvo que era de aplicación el artículo 34, inciso 1, del
Código Penal, en tanto entendía que, en el momento del hecho, su asistida no contó
con capacidad para comprender la criminalidad del acto ni para dirigir sus acciones. A
todo evento, agregó que en el caso también podía hablarse de falta de dolo por haber
actuado la imputada en error de tipo, dado que creyó que su hija había nacido sin vida,
por lo que nunca tuvo intención de matarla, sino que, en su percepción distorsionada
de la realidad, se estaba deshaciendo de una niña muerta.
El Tribunal Oral en lo Criminal n.o 17 absolvió a Trapasso por considerar que la acusada
no pudo comprender la criminalidad del acto, debido al estado micropsicótico de di-
sociación de conciencia (con cita al art. 34, inciso 1.o CP).
El voto que lideró el acuerdo, en primer lugar, descartó el error de tipo respecto a una
falsa creencia de que la niña se hallaba viva. Consideró que la decisión de elegir el
baño del hospital a los fines del parto, cuando en el sector de maternidad la habrían
atendido sin inconvenientes y con todas las prevenciones del caso, es indicativo de su
intención de no preservar la vida que llevaba consigo. De la misma manera, aun cuan-
do se tenga por cierto que Trapasso estaba persuadida de que tenía una indisposición
y fue sorprendida por el parto, no parece sostenible que hubiera tomado semejante
decisión de dejar al bebé entre las bolsas de residuos, cuando nada le costaba recurrir
a los médicos del mismo lugar en el que había parido a efectos de despejar cualquier
duda acerca del estado de la recién nacida.
308. En concreto, se presentaron una pericia psiquiátrica y una psicológica elaboradas por el Cuerpo de Peritos
de la Defensoría General de la Nación y un informe social elaborado por el Programa de Atención a las Problemáti-
cas Sociales y Relaciones con la Comunidad de la DGN, a partir de una entrevista semiestructurada realizada con la
imputada, y entrevistas con su progenitora y dos de sus hermanos.
221
Autoras varias
Al analizar las pericias psiquiátricas, la sentencia realizó una crítica a la realizada por el
perito oficial, que contenía una clara discrepancia con las conclusiones presentadas
por los peritos de la defensa, con relación a la capacidad de la acusada. En este sentido,
señaló que “no deja de sorprenderme la pobreza franciscana que ha de caracterizar
(más bien aquejar) al dictamen presentado por el aludido médico forense, en el que se
procuró zanjar una situación de dramática complejidad en prácticamente una hoja, en
la que aspectos trascendentales en la vida de cualquier persona en general —y de
toda mujer en particular— brillan por su ausencia”. En este sentido, indicó que omitió
pronunciarse sobre los antecedentes de vulnerabilidad, el estado puerperal y las situa-
ciones de violencia de género, entre otros episodios vividos.
Sobre el punto, señaló que “lo que he de apreciar es que semejante drama existencial
ha contrastado con el burocrático informe que solo parece obedecer a un intento de
armonización entre los resultados y una postura desfavorable preconcebida”, y afirmó
en consecuencia que “corresponde tomar seriamente los dictámenes elaborados por
las peritos de la defensa, cuyo resultado encuentra, a mi juicio, mayor apoyatura en las
constancias del proceso”.
222
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
“Por último, la ausencia de temor a la muerte surge clara del hecho de haber atravesa-
do un parto complicado (en avalancha) sin asistencia médica, en el que decidió desga-
rrar ella misma el cordón umbilical, para luego deshacerse de la criatura e intentar
continuar con sus labores. Por lo demás, la despersonalización del otro y su reducción
a mero ente del que se vale, su yo, resulta también una lectura posible a la luz de lo
expresado por Rudman, Damiano309 y Cañizares310, quienes afirmaron que la nena fue
vista por Verónica Rosana Trapasso como un objeto de desperdicio”.
En síntesis, el tribunal concluyó que la acusada padeció un brote psicótico que, por tal,
originó una perturbación en su psiquis que le produjo una alteración morbosa de sus
facultades mentales (art. 34, inciso 1.o CP), la cual le impidió comprender la criminali-
dad de la tentativa de homicidio ejecutada contra su hija recién nacida.
Rosana E. Bóveda fue acusada de intentar dar muerte a Favio Adrián Garabento, con
quien había mantenido una relación de convivencia. Según la acusación fiscal inicial,
el 19 de agosto de 2015 la mujer fue a la casa de su expareja para llevarse sus pertenencias,
309. Las dos especialistas intervinieron en calidad de peritos de parte, integrantes del Cuerpo de Peritos de la DGN.
310. Encargada de brindar atención psicológica a Rosana Verónica Trapasso durante más de un año, por disposición
del juzgado donde tramita la medida de protección dictada en favor del bebé M.
223
Autoras varias
pero como el hombre le impidió el ingreso, ella comenzó a golpearlo con un objeto
pesado. Bóveda se habría marchado, pero inmediatamente después le habría manda-
do un mensaje de texto al hombre en el que le pidió que bajase del edificio y amenazó
con prenderle fuego a él y a su hija. La acusación afirmó que cuando Garabento bajó
se encontró con Rosana y con Ricardo (un hombre que estaba con ella), que la mujer
lo roció con alcohol e intentó prenderle fuego con un mechero, pero pudo escaparse
y consiguió el auxilio de la fuerza pública.
Durante el juicio, la mujer dio una versión diferente. Relató que el día de los hechos
investigados ella fue al piso a entregar la llave, que él quiso que ella entrara a la vivien-
da pero se negó a hacerlo, y entonces él la golpeó. Afirmó que cuando subió al coche
de Ricardo Basualdo, quien era su pareja, este notó que estaba dolorida y entonces
volvió para buscar a Garabento y tuvieron una pelea. Con el propósito de defender a
Ricardo, roció con alcohol a Garabento, para amedrentarlo y lograr que cesara la riña.
Aclaró que tuvo miedo por Ricardo Basualdo, ya que Garabento es profesor de kung-
fu, y negó que hubiera tenido intención ni elementos para encender el fuego, que
tampoco fueron secuestrados. Además, refirió que la relación con Garabento se había
caracterizado por el dominio y control que él ejercía sobre ella, y que intentó denun-
ciarlo en dos ocasiones, pero no obtuvo una respuesta adecuada.
Después de la prueba del debate, el fiscal general modificó la acusación y pidió que se
condenara a Rosana E. Bóveda a un año de prisión por el delito de amenazas simples,
pues no se pudo acreditar el dolo de matar. Por otra parte, el fiscal tuvo por probado
“que la relación que existió entre Bóveda y Garabento se construyó en un ciclo de he-
chos violentos, enmarcado en una problemática interna de violencia psicológica, eco-
nómica y física”, aunque no le asignó ninguna consideración jurídica a ese estado de
cosas312.
311. Como la pobreza en su familia de origen y la consecuente necesidad de migrar para generar ingresos para la
subsistencia de su hijo y de su madre, así como la condición de migrante e inserción laboral precaria.
312. En el debate, presenciado por integrantes de la Comisión sobre Temáticas de Género, Garabento declaró
profusamente sobre el vínculo con la acusada y mostró aspectos de su personalidad que evidenciaban una relación
marcada por el deseo de ejercer dominio constante sobre la mujer. El contenido de esa declaración no quedó refle-
jada en la sentencia, pero es muy probable que haya sido decisiva en la valoración de la prueba y de la calificación
jurídica. Es probablemente, por la impresión personal que dio el acusado, que el tribunal afirmara que no resultaba
extraña la conducta de la víctima.
224
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
Por su parte, haciendo alusión al principio acusatorio, la defensa oficial se refirió solo a
la imputación de las amenazas y solicitó la absolución de su asistida. Alegó al respecto
que no se había acreditado que las amenazas hubieran tenido entidad para generar
temor en Garabento y, en forma subsidiaria, planteó una causal de justificación o bien
de exculpación. Afirmó en este sentido que Bóveda habría actuado en legítima defen-
sa de un tercero, ante la amenaza de Garabento contra su actual pareja que es de ma-
yor edad, tenía otro estado físico y podría haber sido herido. Reparó en el carácter
violento de la supuesta víctima, e invocó la necesidad de considerar instrumentos in-
ternacionales de derechos humanos que exigen incluir una perspectiva de género.
El tribunal consideró que esa conducta es susceptible de generar temor y afectar ne-
gativamente el estado psíquico de la víctima, por lo que descartó el primer planteo
defensista. Entendió que no cabía sostener que Bóveda hubiera actuado de ese modo
como producto del maltrato que dijo haber padecido por parte de Garabento, pues
mantuvo una conducta reflexiva y que demandó el tiempo suficiente para que pudie-
ra recapacitar ante un actuar explosivo (pues todo el proceso le llevó varios minutos),
lo que acredita el dolo.
Por último, justificó una pena de seis meses de prisión en ejecución condicional. Valoró
como agravante las características del mal amenazado y el elemento utilizado para
ello; y como atenuantes la falta de condenas previas, “los antecedentes de la relación
conflictiva entre ambos”, y variables que daban cuenta de la vulnerabilidad de la impu-
tada. En ese sentido, mencionó que dejó su provincia de origen, alejándose de su fami-
lia y su hijo, en busca de una mejora económica y social. Valoró informes sociales que
avalaban esas características, y reparó en el hecho de “que la acusada resulta ser una
persona de nivel socioeconómico de clase media trabajadora, con estudios secunda-
rios completos y sin inconvenientes de salud”.
225
Autoras varias
Rosana Elizabeth Bóveda estuvo detenida ocho días al inicio de las actuaciones.
3.2. Calle Vilca, Ninfa (Tribunal Oral en lo Criminal n.o 6 de Capital Federal,
causa n.o 14/2016, rta.: 09/05/2016)
Ninfa Calle Vilca fue acusada de haberle clavado un cuchillo de mesa en el tórax a Álvaro
Rojas Aguayo, su pareja. El hombre tuvo que ser trasladado a un hospital e intervenido
quirúrgicamente de urgencia para reparar los vasos sanguíneos afectados. Su vida estu-
vo en riesgo pero se recuperó. Este hecho ocurrió en la madrugada del 1 de enero de
2016, en el marco de los festejos por el año nuevo, en el interior de la vivienda que com-
partía la pareja y en un contexto de violencia de género. Un amigo en común, presente
en la casa en el momento del hecho, confirmó ese extremo, relató que la mujer tenía el
brazo “mordisqueado” y que Rojas Aguayo estuvo toda la noche enfadado con ella.
Por su parte, la hermana de la imputada testificó que Ninfa era agredida por la víctima,
situación que se agravaba por la falta de trabajo y el consumo de alcohol en ocasiones
sociales. La testigo comentó episodios previos y afirmó que su hermana no había he-
cho denuncias por estos hechos y siempre le pedía que no se involucrara en estos
conflictos. Dio cuenta también de las distintas lesiones físicas que fue presentando la
imputada mientras era pareja de la víctima.
Una vez recuperado, el damnificado atestiguó que el día de los hechos estaba discutien-
do con Ninfa Calle Vilca mientras ella cocinaba cuando esta, sorpresivamente, le clavó el
cuchillo. Tras esta declaración, y aún estando la causa en trámite, el hombre se suicidó.
En su declaración indagatoria, Calle Vilca afirmó que su pareja era muy violenta con
ella, que la agredía desde antes de llegar a Argentina (ambos eran migrantes). Manifes-
tó también que en la época de los hechos sentía mucho miedo, “que no quería que la
golpeara más”, y además sospechaba estar embarazada. Sobre el hecho en concreto,
dijo que la víctima había aprovechado un momento en que se quedaron a solas para
zarandearla y golpearla, por lo que ella intentó defenderse, sin querer causarle daño.
226
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
Para tener por probado el historial de victimización y las agresiones que la víctima
habría provocado a Calle Vilca en el momento de los hechos objeto de investigación,
valoró los relatos de ambos integrantes de la pareja, los testimonios de la hermana de
Calle Vilca y del amigo en común, la certificación de las lesiones que presentaba la
mujer y un informe social elaborado por el Proyecto Piloto de Asistencia y Patrocinio
Jurídico Gratuito a Víctimas de Violencia de Género y por el Programa de Atención a las
Problemáticas Sociales y Relaciones con la Comunidad de la DGN313.
En este informe, realizado a partir de una entrevista con la imputada durante su deten-
ción, una conversación mantenida con su hermana y la lectura del expediente, se dio
cuenta de las múltiples vulnerabilidades que la afectaban. Se describió su historia vital
atravesada por la precariedad socioeconómica de una familia boliviana en la que siendo
niña tuvo que comenzar a trabajar en condiciones de explotación y violencia; en su ado-
lescencia se desplazó hacia la zona urbana y continúo con labores precarias, consolidán-
dose el abandono de los estudios. En ese contexto inició una relación afectiva con Rojas
Aguayo, que al poco tiempo devino en convivencia, y que mostró tempranamente ras-
gos de control, celos y obstaculización de los vínculos sociales. Sin embargo, a partir de
una propuesta de su hermana, la mujer se fue a vivir a Buenos Aires en busca de mejores
oportunidades. A esta invitación se sumó Rojas Aguayo con la excusa de no querer
313. Según el fallo, en el informe “se dejan constancias de la referencia hecha por Calle Vilca a diversas situaciones
en las que había sido objeto de golpes y fuertes agresiones físicas de parte de Aguayo Rojas, y consta que se tomó
contacto con la hermana, Rossmery Calle, quien dio cuenta de haber visto a su hermana lesionada y con visibles
marcas de tales agresiones, y que incluso llegó a intervenir pidiéndole a Aguayo Rojas que frenara con los golpes o
que se fuera de la casa, de todo lo cual se dejó constancia”.
227
Autoras varias
dejarla sola. Aquí en Buenos Aires se manifestó con toda gravedad la violencia de género
que venía padeciendo Calle Vilca, con palizas a las que se sucedían promesas de cambio
o la renovada confianza de ella de poder manejar la cuestión. En lo que respecta al traba-
jo, la joven tuvo que preferir tareas que pudiera compartir con su pareja porque “él decía
que no podíamos trabajar separados, porque yo le iba a meter los cuernos, él pensaba
todo el tiempo que yo lo iba a engañar con alguien”, llegando a cambiar varias veces de
empleador por las situaciones de violencia en la pareja. El informe social concluyó que la
acusada desarrolló toda su existencia vital en un escenario de pobreza crónica, con un
recorrido laboral marcado por la explotación y la informalidad y alcanzando un proyecto
de oportunidades de progreso que se vio truncado por la violencia de género que sufría
a manos de su pareja y que tanto ella como su propia hermana pudieron relatar, lo que
incrementó su intensidad a partir de su radicación en esta ciudad.
Por último, el fiscal tuvo por cierto que Calle Vilca actuó en legítima defensa. Entendió
que el medio empleado (un cuchillo Tramontina) era razonable, teniendo en cuenta “la
diferencia física de ambos, que ella ya había sido sometida a violencia en otras ocasio-
nes, y sumando en esta ocasión su sospecha de hallarse embarazada”. Sin embargo,
consideró que en un momento la conducta de la acusada se volvió injusta, pues exce-
dió la fuerza necesaria para repeler la agresión.
El voto que lideró la sentencia coincidió “con que debe descartarse el dolo de homici-
dio, y sí considerarse que hubo un dolo de producir una lesión que ha sido considera-
da de carácter grave en los informes médicos”, sin ampliar los motivos que justifican
esa afirmación314. También consideró adecuado concluir que en el caso “obró una cau-
sa de justificación vinculada con la legítima defensa ejercida por la víctima frente a una
agresión de su pareja, que fue repelida por un medio razonable, que no fue provocada,
pero que, debido a la forma en que se produjo, excedió la producción del daño indis-
pensable para repelerla”.
El tribunal aplicó la pena consensuada de dos años y diez meses de prisión en suspen-
so, valorando especialmente los antecedentes de violencia de género, el embarazo
que cursaba Calle Vilca y la admisión de los hechos.
Daniela Escobar fue acusada de homicidio calificado por haber causado la muerte de
Enrique Dellacasa, con quien tenía una relación de pareja. El hecho ocurrió el 25 de
314. Tampoco ofreció argumentos el voto del juez Guillermo Jorge Yacobucci, quien, si bien adhirió al voto del
juez Rojas, sostuvo que reservaba su opinión sobre el título de imputación escogido en el acuerdo de juicio abre-
viado, en particular el objeto del dolo exteriorizado.
228
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
julio de 2013 en el domicilio de la imputada, que compartía con su hija, su yerno y sus
nietos. Según la declaración de la mujer imputada, el hecho ocurrió en un contexto de
agresividad en el que la víctima le exigía dinero para comprar drogas, pero ella se ne-
gaba a entregárselo, por lo que Dellacasa la agarró del pecho, la tiró al suelo y la pegó.
Ella se defendió propinándole unas puñaladas con un cuchillo de mesa. Tras ello, ella
lo ayudó a curarse y vendarse las heridas producidas en mano, brazo y abdomen. Su-
perada esa primera situación, según la versión de la mujer, hubo una nueva insistencia
por parte de la víctima para acceder al dinero, pero la mujer volvió a negárselo. Tras
ello, el hombre volvió a agredirla golpeándole la cabeza contra la pared, y fue entonces
cuando refirió que tomó un cuchillo y se lo clavó en el cuello. Después de este segundo
ataque salieron de la vivienda, tomaron el ascensor y al salir del edificio, el hombre
cayó desplomado en la calle mientras la mujer pedía auxilio.
La defensa planteó que Escobar se había defendido de las agresiones del hombre por
lo que había mediado legítima defensa en su accionar o, en todo caso, un exceso en la
legítima defensa. Subsidiariamente, apeló a la ocurrencia de circunstancias especiales
de atenuación previstas en el artículo 80 del Código Penal y a la inconstitucionalidad
de la pena perpetua. También requirió la aplicación del homicidio simple, por no co-
rresponder el agravante relativo a la relación sentimental, contemplado en el artículo
80, inciso 1.o del Código Penal. La defensa no ofreció prueba adicional al relato de la
imputada para comprobar el contexto de violencia en el que ocurrieron los hechos ni
sobre la dinámica del vínculo entre las partes.
Si bien la acusada manifestó que Dellacasa y ella no eran pareja, un importante núme-
ro de testigos dio cuenta de hechos que permitían concluir la existencia de una rela-
ción afectiva, que fue caracterizada como conflictiva o disfuncional debido a que am-
bos consumían estupefacientes. Asimismo, varios testimonios fueron coincidentes en
afirmar, por un lado, el carácter violento, agresivo y conflictivo de Escobar, así como el
consumo de drogas y, por el otro, el carácter pacífico y sumiso de la víctima. Algunos
testigos mencionaron episodios de agresiones previas que habían generado en el
hombre lesiones en su rostro, propinadas por la mujer, así como la falta de reacción de
Dellacasa para defenderse. Por su parte, en el momento de la detención, Escobar no
presentaba lesiones y su estado era normal.
La mujer fue condenada a prisión perpetua en virtud del delito de homicidio agravado
por la relación de pareja. A criterio del tribunal, “Conforme la evaluación precedente de
toda la prueba considerada no ha existido defensa por parte de la procesada, toda vez
229
Autoras varias
315. A su turno, el defensor oficial ante el Tribunal de Casación manifestó que, si no se aplicaba la duda para afirmar
que en el caso no existió una relación de pareja, correspondía declarar la inconstitucionalidad del art. 80, inciso 1.o CP,
por su afectación al principio de legalidad, en virtud de la incertidumbre que genera el concepto.
230
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
Devueltas las actuaciones al tribunal de origen, con una nueva composición se conde-
nó a Escobar a la pena de ocho años de prisión, el mínimo de la escala penal. El tribunal
valoró para ello la falta de antecedentes penales; la adicción a las drogas y el alcohol;
que después del ataque acompañó y buscó asistencia para la víctima; su precaria si-
tuación socioeconómica y que, pese a ello, contribuya al sostenimiento económico de
su hija y sus nietos; y que haya retomado los estudios secundarios y manifestado inte-
rés en seguir una carrera universitaria (lo que evidencia sus deseos de superarse).
Magalí Andrea Gerez fue imputada y se requirió la elevación a juicio por el delito de
homicidio en grado de tentativa en perjuicio de Carlos Alberto Leoni. En el requeri-
miento fiscal se le atribuyó que el 9 de septiembre de 2014 colaboró, junto con su pa-
reja, Alejandro De Francesco, en la acción que pretendía dar muerte a Carlos Alberto
Leoni —expareja de Magalí y padre de su hija, M.—. La acusación fiscal tuvo por cierto
que Alejandro De Francesco le causó a la víctima, en distintos lugares del cuerpo, heri-
das cortopunzantes asestándole una serie de puñaladas con un arma blanca mientras
fue ayudado en la acción por Magalí Gerez, quien había sujetado por detrás a Leoni.
Según la versión de la víctima, Gerez fue a su casa a llevar una documentación, como
habían acordado previamente, pero cuando él salió a la vereda, Alejandro De Frances-
co bajó de su vehículo y, “sin mediar palabra”, lo atacó con un arma blanca. Aclaró que
hubo un forcejeo y logró tirar al suelo al atacante, entones Magalí Gerez le gritó “Lo vas
a matar”, y lo agarró por detrás, “como queriéndome separar”. Ese momento fue apro-
vechado por De Francesco para reincorporarse y apuñalar en el pecho a Leoni y, cuan-
do intentó escapar, le asestó dos puñaladas más por la espalda. Pese a su declaración,
afirmó creer que hubo intencionalidad de Gerez de facilitar el ataque, porque en otro
caso hubiera separado a De Francesco y no a él, y además dijo que él desconocía que
ese día De Francesco iba a acompañar a Magalí hasta su casa. Con el auxilio de su ma-
dre y hermano, el Sr. Leoni fue trasladado a un hospital, donde estuvo internado con
riesgo de vida.
231
Autoras varias
alrededor de 70 kg y una estatura de 1,70 m). Además, agregó que este último practi-
caba vale todo (al que describió “como un deporte como el boxeo pero con todo el
cuerpo”). En cuanto a los hechos, indicó que ese día acudió al domicilio de Leoni para
llevar una documentación de su hija, y en ese momento su expareja la empujó, la pateó
y se dirigió hacia la camioneta donde se encontraba Alejandro De Francesco y lo atacó.
Agregó que ella intentó intervenir para detener a Carlos Leoni, que estaba encima de su
pareja. Remarcó que De Francesco tenía tuberculosis, por lo cual estaba débil. En ese
contexto, negó tener conocimiento de que De Francesco había herido a Leoni, y hasta
que no estuvo en la camioneta no se enteró de esa circunstancia; fue entonces cuando
decidió llamar y acudir al hospital para conocer la evolución de salud de Leoni.
En cuanto a la relación afectiva con Leoni, indicó que se inició cuando ella tenía 14
años y él 21, que después de dos meses de relación se quedó embarazada e iniciaron
la convivencia. Aludió que Carlos Leoni era una persona violenta y controladora y que
por ese motivo decidió concluir el vínculo, decisión que no era aceptada por Leoni.
Contó que presentó denuncias previas contra Leoni por violencia, y que poco antes
del hecho que desencadenó el proceso penal lo denunció por haberle impedido man-
tener contacto con su hija, con la excusa de que quería evitar que la niña se contagiara
de tuberculosis.
El fiscal general solicitó que se condenara a Gerez por resultar partícipe secundaria del
delito de homicidio en grado de tentativa, a la pena de dos años y ocho meses de pri-
sión de efectivo cumplimiento. Afirmó que la situación previa vinculada a los malos
tratos “nada tiene que ver con el suceso, habida cuenta que hablamos de la colabora-
ción de la imputada en el accionar de De Francesco”. En su alegato incluyó afirmaciones
que podrían dar cuenta de la presencia de estereotipos de género; así, criticó que la
232
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
La defensa oficial de la mujer puso de manifiesto las denuncias efectuadas por su de-
fendida y el “perfil particular y arbitrario” de Carlos Leoni que demuestra la violencia, y
señaló las numerosas contradicciones de Leoni. Realizó diversos planteos vinculados
con la atipicidad de la conducta de su defendida con eje en las reglas de la participa-
ción, señaló la falta de acreditación del elemento subjetivo (pues el propio Leoni había
afirmado que actuó para detener la pelea), apuntó que, en todo caso, le cabría una
conducta culposa, e invocó, en forma subsidiaria, la causa de justificación de legítima
defensa por intentar detener el conflicto.
Sobre los antecedentes de malos tratos, la sentencia se limitó a afirmar que “entre am-
bos —víctima y victimario— venía de larga data una relación conflictiva y litigiosa con
derivaciones judiciales y acciones cruzadas al respecto, motivadas en la tenencia y el
cuidado de la hija que ambos tienen en común”.
Además, descartó la participación culposa y la legítima defensa puesto que “por un lado
hubo un contundente actuar homicida que desecha por completo la posibilidad de ce-
ñir el hecho a un delito contra la integridad física y, por otra parte, tampoco puede sos-
tenerse con seriedad que existió una agresión ilegítima del aquí damnificado que moti-
vara a actuar a Gerez bajo el amparo de la norma eximente de responsabilidad”.
233
Autoras varias
234
ANEXO 2. Jurisprudencia sobre criminalización
de mujeres por delitos de drogas
Acuña fue procesada por el Juzgado Federal de San Ramón de la Nueva Orán, como
partícipe secundaria del delito de tenencia de drogas agravado por el número de
intervinientes.
El procesamiento fue apelado por la defensa oficial, quien sostuvo que no había prue-
bas que evidenciaran que Acuña hubiera tenido conocimiento de que su marido po-
seía estupefacientes. Además, cuestionó la aplicación del agravante previsto en el art.
11, inc. c de la Ley 23737316, toda vez que Acuña no había participado en el acuerdo
delictivo que requiere la figura.
316. Las penas se agravan en el supuesto “si en los hechos intervinieron tres o más personas organizadas para
cometerlos”.
235
Autoras varias
desconociera que Raúl Marcos Moreno (junto a B.) utilizara el domicilio familiar para
guardar los estupefacientes, pues ella misma había reconocido que los B. son parien-
tes de su marido, y que en Salvador Mazza se comentaba que trabajaban con drogas.
En cambio, para la cámara, “las sospechas que aquella podía albergar sobre las activi-
dades de los familiares de su marido no resultan suficientes para desechar su versión
sobre su ajenidad y desconocimiento sobre la guarda que B. le encargó a M., más aún
cuando este último enfatizó que el paquete con 1.516,7 gramos de pasta base de co-
caína lo ‘guardó en su casa en el ropero y detrás de un cajón cuando su madre y esposa
no veían’”.
La cámara explicó a continuación que, “para que exista cooperación en los térmi-
nos del artículo 46 del Código Penal, es menester que resulte de una actividad
decidida y tomada con el propósito de reforzar la resolución adoptada o facilitar la
realización de sus fines. De modo que, para atribuirle colaboración en el almacena-
miento de drogas, el juez debió —cuanto menos— acreditar un comportamiento
distinto al de mero conocer (lo que como se dijo tampoco se acreditó), y a partir de
allí analizar si esa conducta puede traducirse en alguna ayuda a Moreno para la
guarda o tenencia de drogas. Es que aun cuando la doctrina mayoritaria admita
que el acuerdo entre cooperadores y autores pueda ser tácito, ello no equivale a
construir la complicidad (ya sea de primer o segundo grado) sin respetar los míni-
mos recaudos de prueba para afirmar sobre la existencia de un comportamiento
del partícipe que pueda ser identificado como una colaboración. Lo contrario im-
portaría reconocer un derecho penal de autor y de responsabilidad objetiva, veda-
da por el orden constitucional”.
236
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
317. La sentencia rechaza el argumento vinculado con la carencia probatoria, y señala distinta prueba que invo-
lucra a todos ellos. Pero, del recuento que hace no parece que sea suficiente para determinar el involucramiento
de, al menos, dos de las mujeres en los hechos. Según los términos del fallo, una de ellas (Mirta Antonia Coria) solo
fue vista en una ocasión haciendo un “pasamanos”, y respecto de otra (Jennifer Pamela Altamirano), solo surge que
“atendió” a una persona (“logró hacerse del dinero que le dio un tercero —por parte del sujeto de campera ama-
rilla— a las 13:38 del día 8 de septiembre de 2010, y, cuando se disponía a buscar el material estupefaciente para
entregárselo al comprador, fue interrumpido el iter criminis por la intervención de la fuerza policial que realizaba
el allanamiento”).
237
Autoras varias
Del fallo de primera instancia surge que Asturayme Mauricio declaró en su indagatoria
que “Yo no quería viajar, no quería venir, me obligó alguien que conocía mi casa, me
estaba amenazando una persona que se llama Jaime […]”. Sin embargo, el tribunal
interviniente consideró que actuó con conocimiento y voluntad. En el auto de proce-
samiento sostuvo que “el descargo de la imputada pretende hacer recaer la responsa-
bilidad penal en el hecho investigado en una tercera persona (de quien hizo saber que
se llamaría Jaime), pero que, más allá de los datos aportados en aquella declaración, se
desconocen más datos filiatorios de Jaime, quien residiría en la República del Perú, y
toda vez que aquel argumento no se encuentra corroborado por ningún otro elemen-
to incorporado hasta el presente a las actuaciones”.
El juzgado dio por probado el dolo por el lugar donde se encontraban acondicionados
los estupefacientes y por las declaraciones de la imputada, pero omitió valorar si las
amenazas que refirió configuraban una causal de inimputabilidad o reducción de la
culpabilidad por coacción. Sobre esos estratos de análisis en la teoría del delito conclu-
yó que “de las diversas constancias incorporadas al expediente no surge la concurren-
cia de causales de justificación o exculpación que lleven a eliminar la responsabilidad
de la imputada en el ilícito que se le reprocha”.
318. Posteriormente, se determinó mediante pericia química un peso total de 6.524,5 gramos.
238
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
El Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Catamarca condenó a las tres mujeres por
transporte de estupefacientes agravado por el número de personas en calidad de
coautoras. En cuanto a Plácida Caballero Flores y Angélica Durán Martínez, declaró la
inconstitucionalidad del mínimo legal previsto para la conjunción de los tipos penales
atribuidos (artículos 5 y 11 de la Ley 23737320) y les impuso la pena de cuatro años de
prisión. A Juana Guzmán Contreras, que tuvo un papel de control durante el transpor-
te, le impuso siete años de prisión.
319. Según los términos de la sentencia, Plácida Caballero Flores realizó cinco deposiciones en 24 horas y Angé-
lica Durán Martínez tres en 16 horas. Aunque no hay mayor detalle sobre cómo fue ese procedimiento (si medió
orden judicial previa que justificara la detención, si fueron inducidas a evacuar con algún medicamento, si la eva-
cuación se hizo con alguna reserva de intimidad, si había personal de salud, etc.), en algunos pasajes se dice que la
evacuación fue en presencia de testigos y en otras solo se dice sin mayor detalle que los testigos estuvieron presen-
tes sobre todo el acto procesal. En algunos casos se aclara que fueron “testigos civiles”, sin aclarar si eran personal
de salud, y en algunas ocasiones son hombres.
320. De la conjunción de estos dos artículos el mínimo legal es de seis años.
239
Autoras varias
hubiera aceptado, que se arrepiente y aclara que lo hizo por necesidad. Por su parte,
Guzmán Contreras dijo que el hombre era su novio, que él contrató a las otras, que era
su primera vez y que no obligó a las otras imputadas.
La defensa invocó que Plácida Caballero Flores y Angélica Durán Martínez eran víctimas
de trata, que hubo un aprovechamiento de su estado de vulnerabilidad y, por ello, co-
rrespondía su absolución321 en aplicación del artículo 5 de la Ley 26364322. El tribunal no
dio lugar al planteo porque entendió que no se daba la condición de explotación. Con-
cretamente, afirmó que “la finalidad del delito de trata es la explotación del ser humano,
lo cual no se configura en la presente causa, tampoco ha habido una captación como lo
refirió la defensora, ya que las imputadas manifestaron que aceptaron llevar adelante
dicho trabajo, ni tampoco medió fuerza alguna sobre su persona, toda vez que lo realiza-
ron espontáneamente, ni engaño, ya que claramente refirieron que hicieron un trato
conocían los términos del mismo y que a cambio supuestamente le pagarían una suma
de dinero en moneda extranjera, no encuadrando las circunstancias de la causa en nin-
guno de los supuestos que consagra nuestra legislación argentina”.
El fallo señaló que la legislación boliviana prevé la trata con fines de explotación para
el empleo en actividades delictivas, pero que nuestra ley no tiene disposición similar y
“que de ninguna manera se puede pretender hacer una interpretación amplia ni ana-
lógica, so pena de violación del principio de legalidad que exige por parte del legisla-
dor la descripción expresa y precisa del tipo delictivo y su sanción penal, de manera de
evitar ambigüedades en perjuicio de los procesados”.
321. Ley 26364, artículo 5.o: no punibilidad. Las víctimas de la trata de personas no son punibles por la comisión
de cualquier delito que sea el resultado directo de haber sido objeto de trata.
322. Por su parte, la defensa de Juana Guzmán Contreras dijo que querían endosarle ser cabecilla de una organi-
zación criminal pero que ella era explotada por su pareja, y pidió aplicación de la figura del arrepentido. Se negó el
pedido por extemporáneo, pero se valoró positivamente al contemplar la pena, que durante la audiencia de juicio
identificó quién era don Antonio.
240
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
El TOCF entendió que las circunstancias que las rodeaban en aquel momento “sin duda
alguna las determinaron a delinquir” y que “razones elementales de justicia también
nos lleva a considerarlas en parte como víctimas del perverso sistema y fenómeno
delictual del narcotráfico, ya que resultan ser el último eslabón de la cadena del tráfico,
que según la experiencia —y que a nadie escapa y pueden pretender ignorar— el es-
tado de vulnerabilidad323 que se vislumbra en las procesadas resulta ser aprovechado
por los verdaderos responsables de este tipo de crímenes organizados”, quienes sacan
provecho “de su desinformación, de su situación familiar, socioeconómica, y de que
ponen en peligro su propia salud y vida personal”. Por ello concluyó que la culpabili-
dad “se ve reducida por el estado de vulnerabilidad de las encartadas que las determi-
nó a delinquir, atentando, en consecuencia, en contra de principios de raigambre
constitucional: proporcionalidad, culpabilidad y humanidad”.
Cuba fue asistida en la sala de reanimación y llevada a radiología donde le tomaron pla-
cas de su abdomen. Posteriormente, volvió a convulsionar y la médica de terapia inten-
siva, tras analizar las radiografías, dispuso el traslado de urgencia de la mujer al quirófano
y convocó a la cirujana de guardia para una intervención quirúrgica. Concomitantemen-
te, llegaron funcionarios especializados de la PSA con una cámara de filmación para re-
gistrar la cirugía. Allí, una médica le entregó al preventor una cápsula grande que había
sido hallada en poder de Cuba324. De la intervención se retiraron un total de 155 cápsulas
del estómago e intestino grueso, con un total de 995,09 gramos de cocaína.
323. Para el análisis de la vulnerabilidad, se citaron fuentes de derechos humanos como las Reglas de Brasilia para el
acceso a la justicia de personas en condición de vulnerabilidad, el principio pro homine previsto en los artículos 29 CADH y 5
PDCP, datos sobre la desigualdad económica que sufren las mujeres con fuente en Gender Equality Observatory of Latin
America and the Caribbean y el informe de la CIDH Acceso a la justicia para las mujeres víctimas de violencia en las Américas.
324. El voto del juez Borinsky —en línea con lo sostenido por el tribunal de juicio— dice que en el hospital, antes
de que se tuviera certeza de las causas que motivaron el estado de salud de la pasajera, los médicos constataron
que tenía una cápsula en uno de los bolsillos del abrigo; y concomitantemente las placas del tórax confirmaron la
presencia de cuerpos extraños. Frente a dicha situación, los funcionarios de la PSA le comunicaron todo lo actuado
al juez instructor, quien autorizó seguir con el procedimiento. En cambio, el voto de la jueza Liliana Elena Catucci
refiere que la extracción quirúrgica de la droga dio lugar a la denuncia. El relato del fiscal general señala que la
cápsula entregada por la médica fue hallada durante la cirugía en la vagina de la mujer.
241
Autoras varias
El Tribunal Oral en lo Penal Económico n.o 2 condenó a Cuba a la pena de cinco años de
prisión, por ser autora del delito de contrabando de exportación agravado por tratarse
de estupefacientes inequívocamente destinados a su comercialización, en grado de
tentativa.
La defensa oficial interpuso recurso de casación. Sostuvo que las diligencias cumplidas al
inicio por la PSA y durante el traslado reflejaban irregularidades que conducían a una
detención ilegítima. Además, sostuvo que se había violado la garantía de prohibición de
la autoincriminación. En forma subsidiaria, la defensa invocó que la conducta de Lidia
Paola Cuba era atípica por ausencia de lesividad, ya que al desvanecerse no había pasado
aún el control aduanero y, por tanto, su acción solo podía ser calificada como un acto
preparatorio325. Asimismo, sostuvo que no se acreditó el aspecto subjetivo del tipo, en
virtud de que en su indagatoria la acusada dijo que había ido a una discoteca situada en
la ciudad de Posadas (Misiones), donde ingirió bebidas alcohólicas y, desde ese momen-
to, no pudo recordar nada más, y que luego despertó en una habitación que creía que
estaba en la Ciudad de Buenos Aires, con tres hombres de piel oscura y una mujer que
hablaban con acento centroamericano. Afirmó que la amenazaron diciéndole que si no
hacía lo que le decían iban a llevarla a un prostíbulo en la zona de Constitución. Señaló
que no recordaba cuánto tiempo había permanecido en estado de inconsciencia, dado
que cada vez que se despertaba la volvían a drogar. Expresó que tampoco recordaba ha-
berse trasladado en un taxi hasta el Aeropuerto Internacional de Ezeiza, ni cómo había
ingerido las cápsulas que le fueron extraídas en el hospital. Por último, la defensa se agra-
vió por la arbitrariedad de la pena de cinco años de prisión impuesta, pues no se brinda-
ron razones que justifiquen la aplicación de un monto que supera el mínimo legal326.
El fiscal general coincidió con la nulidad de todo lo actuado con relación a Cuba, por
aplicación de la doctrina Baldivieso de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Sos-
tuvo que, en el momento del desvanecimiento de la mujer en el aeropuerto, no existió
sospecha razonable o causa probable de la comisión de un delito para intervenir en los
derechos de Cuba. La sospecha surgió al ser atendida por los profesionales en el hos-
pital. En ese contexto, la entrega de los estupefacientes por los médicos al personal de
la PSA fue una clara intromisión en la esfera de privacidad de la relación médico-pa-
ciente. Paralelamente, consideró que no hubo violación a la cláusula contra la autoin-
criminación porque no intervino la voluntad de Cuba, debido a las convulsiones sufri-
das que derivaron en su internación e intervención quirúrgica; en consecuencia, a
criterio del fiscal, la mujer fue tratada como “objeto de prueba”, casos en que la doctri-
na jurídica prescinde del consentimiento del afectado.
325. El bien jurídico protegido por el delito de contrabando es el buen funcionamiento del control del servicio
aduanero.
326. El mínimo legal para el delito imputado es cuatro años y seis meses.
242
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
La Cámara de Casación también consideró probado el aspecto subjetivo del delito “en
la medida que la causante voluntariamente ingirió una considerable cantidad de cáp-
sulas con cocaína”. Señaló que la médica que declaró en el juicio dijo que “resulta im-
posible que una persona en estado de inconsciencia pudiera ingerir semejante canti-
dad de cápsulas por el tubo digestivo”, y que “por consiguiente […] la forma de
ocultamiento, la finalidad de que ni pudiera ser detectado determina que la imputada
conocía cuál era la intención y voluntariamente accedió a perpetrar el delito”329.
Sin embargo, la Cámara Federal de Casación Penal no dio lugar al planteo. Al respecto,
expresó que el tribunal evaluó fundadamente como agravante el tipo y pureza del
estupefaciente y el modo en que fue ocultado; además, consideró que Cuba no atrave-
saba una situación de miseria o dificultad para ganarse el sustento propio. Como ate-
nuantes, se consideró la ausencia de antecedentes, la favorable impresión personal, la
edad, la educación, la situación familiar y la conducta posterior.
327. Citó los arts. 121, 122 y ss. del Código Aduanero.
328. El fallo se encuentra firme, ninguna de las partes presentó recurso extraordinario federal ante la CSJN.
329. En rigor, Cuba declaró que no recordaba la ingesta, no se afirmó que estuvo en estado de inconsciencia
cuando las ingirió.
243
Autoras varias
La defensa oficial presentó recurso de casación. Entre otros planteos de fondo, se agra-
vió por la escala penal prevista para el delito de comercialización de estupefaciente, y
peticionó la declaración de inconstitucionalidad por vulnerar los principios de propor-
cionalidad y humanidad de las penas. Subsidiariamente, argumentó que la sanción
impuesta no debía superar los tres años de prisión en suspenso, por cuanto las circuns-
tancias personales de su defendida revelaban su estado de vulnerabilidad reflejado en
la grave situación socioeconómica y familiar de la que daban cuenta los informes res-
pectivos, las que, argumentó, no fueron evaluadas al fijarle la pena. En estos informes
(dos en total, efectuados en el año 2014 y 2016) se relevó que la señora Delgado Ace-
vedo asumía las tareas de cuidado y contención de todo su grupo familiar (constituido
por seis hijos/as y tres nietos), las cuales se vieron gravemente afectadas por su deten-
ción. Entre otros impactos, se señaló que desde la detención de Delgado Acevedo se
profundizaron los problemas de salud de su hija mayor, se refirió el impacto que sufrie-
ron sus hijos más pequeños y la situación atravesada por una de sus hijas, quien estuvo
detenida por un delito grave, y de otro de sus hijos que se encontraba detenido.
La sala I, por mayoría, confirmó la sentencia del Tribunal Oral. En relación con la decla-
ración de inconstitucionalidad de la pena, rechazó el agravio por considerar la excep-
cionalidad de esa decisión y la falta de acreditación de la afectación de principios cons-
titucionales y convencionales en el caso concreto. En cuanto al monto de la pena,
entendió que al imponer el mínimo de la pena prevista para el delito, el tribunal había
contemplado correctamente la sanción. Así, ponderó “el grado de vulnerabilidad de
Delgado Acevedo, en función de su situación socioeconómica expuesta en el informe
social agregado al incidente de prisión domiciliaria; el hecho de tener seis hijos, una
con discapacidad, a la vez su nivel de instrucción, lo que pudo haberla llevado a delin-
quir” (del voto de la jueza María Figueroa).
330. La referencia es comparable, dado que en otro caso donde se identificó que la acusada estaba en una situa-
ción de vulnerabilidad, el fiscal De Luca cuestionó la imposición de lo elevado de la pena (Cuba, Lidia Paola, causa
n.o 573/2013). La diferencia sustancial entre un caso y otro es la seria exposición para la vida que implica la inges-
ta de drogas. Mientras que Analía Verónica Delgado fue acusada por comercialización de 2,5 gramos de cocaína
contenidos en tres envoltorios, Lidia Paola Cuba fue acusada por tráfico de 995,09 gramos de cocaína mediante la
ingesta de 155 cápsulas. Otra diferencia que pudo justificar la postura del fiscal en uno y otro caso es que a Delgado
la condenaron por el mínimo legal, y a Cuba por una pena superior al mínimo.
244
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
Al realizarse la audiencia de visu ante el Tribunal Oral, la defensa oficial peticionó que
se contemplase aplicar una reducción de pena por aplicación del artículo 29 ter de la
Ley 23737, que preveía la figura del arrepentido332. Además, presentó un escrito donde
puso de manifiesto que, al prestar declaración indagatoria, su defendida aportó a la
331. Dice la sentencia que El Bananal es el camino secundario que evade el control migratorio y aduanero en el
paso fronterizo Puerto Chalanas, de la localidad de Agua Blancas, y que “personal interviniente pudo observar a una
ciudadana femenina que circulaba por el mencionado camino con intenciones de ingresar a territorio argentino”.
332. El artículo se encuentra actualmente derogado por la Ley 27304, que reguló específicamente los supuestos
de la figura del “arrepentido”. El art. 29 ter de la Ley 23737 disponía “A la persona incursa en cualquiera de los delitos
previstos en la presente ley y en el artículo 866 del Código Aduanero, el tribunal podrá reducirle las penas hasta la
mitad del mínimo y del máximo o eximirla de ellas cuando durante la sustanciación del proceso o con anterioridad
a su iniciación: a) revelare la identidad de coautores, partícipes o encubridores de los hechos investigados o de
otros conexos, proporcionando datos suficientes que permitan el procesamiento de los sindicados o un significa-
tivo progreso de la investigación; b) aportare información que permita secuestrar sustancias, materias primas, pre-
cursores químicos, medios de transporte, valores, bienes, dinero o cualquier otro activo de importancia, provenien-
tes de los delitos previstos en esta ley. A los fines de la exención de pena se valorará especialmente la información
que permita desbaratar una organización dedicada a la producción, comercialización o tráfico de estupefacientes.
La reducción o eximición de pena no procederá respecto de la pena de inhabilitación”.
245
Autoras varias
El Tribunal Oral Federal de Salta consideró aplicable al caso el “beneficio del arrepenti-
do”, previsto en el art. 29 ter de la Ley 23737, y condenó a la imputada a la pena de
cuatro años de prisión. Aunque una reducción aritmética de la norma arrojaba una
escala penal con un mínimo de dos años y tres meses y un máximo de ocho años de
prisión, el tribunal determinó una condena apenas por debajo de lo solicitado por el
fiscal y que —por su monto— debía ser de cumplimiento efectivo. Para llegar a esa
pena valoró como aspectos atenuantes que la imputada tenía tres hijos, y que el vín-
culo familiar facilitaría la reinserción social en el momento de salir en libertad; y, como
agravantes, algunas cuestiones vinculadas con el hecho (los medios empleados, la ex-
tensión del daño, la modalidad) y otros aspectos personales que, a su criterio, justifica-
ban un agravamiento de la pena. En este sentido, argumentó que “debemos tener pre-
sente que la incusa es profesional, pues ella declaró ser médica (tanto al prestar
declaración indagatoria como al ser interrogada acerca de sus datos personales en la
audiencia de visu). Aquello deja en evidencia dos aspectos: su nivel social superior, lo
que le permitió comprender mejor la criminalidad de su acto, y el hecho de que conta-
ba con una profesión para obtener recursos económicos de manera lícita sin necesi-
dad de inclinarse a la comisión del delito que se ha comprobado”.
Al determinar la pena sostuvo que “el grave riesgo al que sometió a sus tres hijos, quie-
nes residían en el domicilio donde la droga era mantenida con fines de comercio ilegal
[…], me convencen a afirmar el alto grado de vulnerabilidad en que se encontraban
246
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
La defensa oficial presentó recurso de casación. Después de enunciar los agravios prin-
cipales, cuestionó la sanción por ser manifiestamente excesiva con relación al grado
de culpabilidad333, y cuestionó la valoración del rol de madre y el hallazgo de la droga
en el hogar, sin que se valorase el estado de vulnerabilidad en el que se encontraba
Gallardo. Asimismo, planteó la inconstitucionalidad de la obligación de estar al míni-
mo de la escala penal, por ser manifiestamente desproporcionado con el grado de le-
sividad y culpabilidad del hecho.
Contra esa sentencia, la defensa oficial interpuso recurso extraordinario federal. La Co-
misión sobre Temáticas de Género colaboró con la elaboración de los agravios. Entre
otras cuestiones, se planteó la arbitrariedad en la determinación de la pena sustentada
en prejuicios de género vedados por los estándares internacionales de derechos hu-
manos de las mujeres y con directa afectación al derecho a un juicio justo, imparcial y
sin discriminación. El recurso fue denegado y el 24 de mayo de 2016 la Corte Suprema
desestimó la queja por recurso extraordinario federal denegado.
333. La defensa instó la declaración de nulidad del allanamiento por falta de fundamentación de la orden judi-
cial, y cuestionó la falta de prueba respecto de la intención de comercialización, por lo que solicitó la recalificación
al delito de tenencia con fines de consumo personal. Subsidiariamente, además del cuestionamiento de la pena,
planteó la inconstitucionalidad de la inhabilitación prevista en el art. 12 CP para las penas superiores a tres años de
prisión. La sala IV solo dio lugar a este último planteo.
334. La pena mínima para el delito de tenencia con fines de comercialización es de cuatro años.
247
Autoras varias
Elevada la causa a juicio, la defensa planteó la nulidad del procedimiento por conside-
rar que la requisa fue arbitraria, degradante y contraria a los derechos de la intimidad
y dignidad. Aunque el fiscal general adhirió a la impugnación, el Tribunal Oral en lo
Criminal Federal de Tucumán no dio lugar al planteo. Contra esa decisión, el represen-
tante del Ministerio Público Fiscal interpuso un recurso de casación y queja por casa-
ción denegada335. Sostuvo que no se había respetado el principio acusatorio, que la
revisión vaginal no podía ser efectuada por el servicio penitenciario, sino por personal
médico con orden judicial, que se afectó el derecho a la intimidad corporal, a la digni-
dad y a la vinculación familiar en contexto de encierro y que el procedimiento de re-
quisa afectó principios de mínima intervención, proporcionalidad, razonabilidad y
subsidiaridad.
La sala II de la Cámara Federal de Casación Penal, por mayoría, dio lugar al recurso,
declaró la nulidad de la requisa practicada a Godoy y de todo lo actuado en conse-
cuencia, y dictó el sobreseimiento de la imputada336. El voto de la mayoría sostuvo, en
primer término, que la resolución del Tribunal Oral se había apartado de la pretensión
del acusador público y por tanto afectó el modelo del proceso acusatorio. Asimismo,
invalidó la requisa vaginal por no adecuarse a los lineamientos fijados por la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos para la realización de requisas intrusivas337. Citó
las Reglas de Bangkok (regla 20) y los Principios y Buenas Prácticas sobre la Protección
de las Personas Privadas de la Libertad en las Américas (principio XX), en cuanto
fomentan el uso de medios tecnológicos que reemplacen los registros corporales in-
trusivos. Además, destacó que también se afectaron los derechos de la persona que se
encuentra privada de libertad.
248
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
La fiscal federal interpuso recurso de apelación contra esa resolución. Sostuvo que se
trataba de una participación en un injusto ajeno que era atípico —la tenencia de estupe-
facientes para consumo personal— y que, por lo tanto, también sería atípica la conducta
que se le imputaba a Gómez. En consecuencia, solicitó el sobreseimiento de la imputada
por atipicidad. A su turno, la sala A de la Cámara Federal de Mendoza dio lugar parcial-
mente al recurso de apelación interpuesto, y recalificó la conducta de Gómez como
constitutiva del delito de tenencia simple de estupefacientes. Contra esa resolución in-
terpuso recurso de casación el fiscal general, pues como la cámara se había pronunciado
más allá de la pretensión fiscal, consideró afectado el principio acusatorio.
Sostuvo al respecto que era preciso verificar en el caso cuál era el ámbito de autode-
terminación de Gómez en el momento del hecho para conocer “cuál era el abanico de
conductas disponibles y cuál era el esfuerzo que debió realizar para optar por aquella
adecuada a derecho (culpabilidad por el acto)”. Tras advertir que la razón que llevó a
Gómez a llevar los estupefacientes es su relación afectiva con el interno, consideró que
“el esfuerzo que hubiera requerido rehusarse a realizar el suministro y a rechazar satis-
facer las necesidades de su concubino supera lo jurídicamente reprochable”. En este
sentido, argumentó que “[…] es inhumano exigir una conducta diferente al cónyuge
del adicto que intenta ingresar estupefacientes para su pareja. Como se dijo, se la pone
en la disyuntiva de acceder al pedido del adicto o poner en peligro la relación, lo cual
muchas veces significará perder la principal fuente de ingresos en el medio libre. Esto
cobra especial relevancia si tomamos en cuenta que al momento del hecho tenía un
embarazo de siete meses. Si bien la conducta adecuada a derecho se encontraba entre
las conductas disponibles, el esfuerzo que debería haber realizado la imputada es tan
grande que no resulta jurídicamente reprochable. Ello es así pues el ordenamiento
249
Autoras varias
338. El juez Geminiani recogió el argumento del principio acusatorio, pero sostuvo que “ese principio procede en
los casos en el que el accionar del fiscal se ajusta a los parámetros legales, lo que en el particular no se ha verificado,
por cuanto el acusador público ha realizado una petición muy por debajo del estándar legal, al punto de dejar al
proceso sin impulso”. Esta argumentación supone que la acusación fiscal tiene la obligación de impulsar la acción,
aun cuando bajo su criterio el hecho es atípico o inculpable, de modo que pone en cuestionamiento la vigencia
del principio de autonomía (art. 120 CN) y el de objetividad que rige la actuación del Ministerio Público (art. 9, inc.
d, Ley 27148). En su voto, el juez no contraargumenta los puntos expuestos por la Fiscalía en el sentido de que la
conducta sería inculpable. Por el contrario, hace referencia de manera abstracta y sin aplicación al caso en concreto,
a que existe un derecho de todos los argentinos a vivir en libertad dentro de un modelo previsto por la ley, con la
garantía de que si un conciudadano afecta esa organización mediante un delito, el mismo habrá de ser pertinente-
mente sancionado (argumentos del funcionalismo sistémico).
250
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
La defensa impugnó la resolución, por contener una pena más gravosa que la requeri-
da por el Ministerio Público Fiscal. La sala II de la Cámara Federal de Casación Penal, por
mayoría, anuló la condena y ordenó que se fijase una nueva sanción.
El juez Slokar fundó su voto en la aplicación del mandato acusatorio que rige el proce-
so. La jueza Ledesma adhirió al voto de Slokar, pero agregó consideraciones de género
al análisis del caso. En este sentido, señaló el impacto discriminatorio de reglas supues-
tamente neutrales, la necesidad de priorizar medidas alternativas al encarcelamiento
(con invocación de las Reglas de Bangkok) y de incluir una perspectiva de género en
casos de delitos de drogas (con cita de la Declaración de Antigua), y concluyó que “La
posición del representante del Ministerio resulta, a mi criterio, acertada pues es acorde
a una política pública internacional encaminada a tratar de una manera diferenciada a
los procesos penales en los que las personas imputadas son mujeres. Es que, con crite-
rios aparentemente objetivos, se diseñaron leyes y procedimientos que se aplican in-
distintamente a hombres y mujeres. Sin embargo, la paridad de los sexos en estas dis-
posiciones no implica la igualdad material de ellos ante el derecho, más aún cuando se
trata de un grupo humano que padece profundas desigualdades y que ingresan a un
sistema penal plagado de prácticas jurisdiccionales e institucionales patriarcales, su-
friendo así una mayor discriminación y marginación”340.
339. La audiencia de visu es una instancia obligatoria previa para determinar el monto de la pena, que supone un
contacto directo entre el/la magistrado/a y la persona acusada. El Código Penal establece que “el juez deberá tomar
conocimiento directo y de visu del sujeto, de la víctima y de las circunstancias del hecho en la medida requerida
para cada caso” (art. 41 CP).
340. El juez Pedro David votó en disidencia.
251
Autoras varias
El juez del tribunal, al revisar el acuerdo, se apartó de la pena pactada entre las partes
y de la modalidad de cumplimiento. Sostuvo al respecto: “Advierto que en la especie
no se presentan circunstancias agravantes —a excepción de la cantidad de estupefa-
cientes incautada— que permitan apartarse en demasía del mínimo legal establecido
para la figura achacada y, menos aún, que conduzcan a imponer una sanción superior
a los tres años que inexorablemente deba ser de efectivo cumplimiento. De adverso,
teniendo en cuenta las condiciones personales de la imputada conforme se hallan
plasmadas en el informe socioambiental respectivo y su carencia de antecedentes
condenatorios, corresponderá imponerle la pena de dos años de prisión que, de con-
formidad con lo dispuesto por el artículo 26 del CP, deberá ser dejada en suspenso”.
El informe social al que hizo referencia fue elaborado por el Programa de Problemáti-
cas Sociales de la DGN. En este, se puso de manifiesto su maternidad adolescente,
fruto de un matrimonio enmarcado en una relación de gran asimetría; su rol de sostén
exclusivo del hogar (en lo económico-material, en lo afectivo-relacional y en lo simbó-
lico-cultural) y la carencia de lazos estables de apoyo y sostén, familiares y/o institucio-
nales como contexto de su vida. Se indicó su temprano ingreso, y permanencia a lo
largo de los años, en el ejercicio de la prostitución, su compromiso con el consumo
problemático de sustancias psicoactivas y la aparición recurrente de tumores en varias
partes de su cuerpo. Por último, se advirtió que su trayectoria vital estuvo atravesada
por condiciones de fragilidad afectiva y relacional que cogestionaron un proceso de
desimplicación subjetiva a fin de resistir (sobrevivir) a sus condiciones de existencia.
252
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
desconocía que los paquetes contenían droga en su interior, que no recibió pago algu-
no, y aportó datos y fotografías de su expareja. A partir de la información aportada, se
realizaron una serie de medidas de investigación. De las tareas de inteligencia e inter-
venciones telefónicas practicadas se concluyó que quien había sido la pareja de Gon-
zález tenía pleno conocimiento del contenido de la encomienda y que se relacionaba
con otros sujetos que ejercían actividades ilícitas vinculadas al comercio de drogas341.
En los alegatos de juicio, la defensa solicitó la absolución por falta de dolo. Además,
pidió que, en caso de imponérsele una pena, se evaluara su colaboración en los térmi-
nos del artículo 29 ter de la Ley 23737 —que facultaba al juez a reducir la pena o eximir
de ella al/la imputado/a que aporta datos para la identificación de otros autores del
hecho investigado342—.
El fiscal de juicio consideró que había dolo, cuanto menos, dolo eventual, “ya que im-
puso ambas encomiendas por pedido de una persona que prácticamente desconocía
sin tomar ningún tipo de recaudo”, y valoró para ello que “la imputada no indagó de-
masiado sobre los motivos o razones por las cuales decían que no podían practicar los
envíos”. Asimismo, rechazó la aplicación de la figura del arrepentido, pues en ese mo-
mento no existían resultados concretos que avalaran la credibilidad de las afirmacio-
nes de la imputada.
El Tribunal Oral en lo Penal Económico n.o 1 absolvió a la imputada. Para resolver de ese
modo, sostuvo que “en su oportunidad la imputada expuso todas las circunstancias en
relación a [su] falta de conocimiento, dichos que aparecen como verosímiles, por el
tenor de las escuchas telefónicas y sus conclusiones”. En este sentido, valoró que “de las
escuchas en su contexto, a juicio de la prevención surge claro que T. estaría en conoci-
miento del contenido de la encomienda, pues nunca se mostró sorprendido por la
convocatoria policial de Patricia Noemí González e, independientemente de ello, po-
dría aportar el paradero y nombre de las personas que dice que lo perjudicaron y no lo
hace, sino que responde con evasivas, e incluso sugiere a Patricia Noemí González que
se calle y que diga que no sabe nada de nada”. También “se valora la colaboración de la
imputada suministrando datos para identificar a [la otra persona] y su amigo que le
diera los elementos para los envíos. A partir de sus dichos se pudo adelantar en las
actuaciones por separado, a punto tal que la señora fiscal de instrucción solicitó en dos
oportunidades se le tome declaración indagatoria [a la otra persona]. Es de destacar
que el accionar de este personaje se corresponde con un modus operandi regular para
este tipo de casos en que se busca anonimato e impunidad, pero de los dichos de la
imputada que se apuntalan en la prueba documental y testimonial obrante en los
341. Según surge de la sentencia, las actuaciones se realizaron por separado al trámite contra Patricia Noemí Gon-
zález. El fiscal de instrucción pidió en dos ocasiones la indagatoria del exnovio de la imputada, pero el juez dispuso el
archivo de las actuaciones. A instancias de la defensa de González, se desarchivó y se insistió en la producción de las
medidas de prueba.
342. El artículo se encuentra actualmente derogado por la Ley 27304, que reguló específicamente los supuestos de
la figura del “arrepentido”. Véase supra, nota 17.
253
Autoras varias
autos se advierte que no es ajena la posibilidad de que [la imputada], persona influen-
ciable y simple, lo que se advierte por el tribunal en el contacto directo con ella en la
audiencia de juicio, pudiere haber actuado como lo hizo sin advertir que estaba cola-
borando con el ilícito. Esta posibilidad, no carente de sustento, determina que debe
adoptarse la duda ya mencionada. En concordancia con lo expuesto es necesario con-
cluir que aquella conducta reprochada a [la imputada] no puede ser objeto de repro-
che penal en este juicio, por existir una real duda acerca de su participación voluntaria
en el hecho, con conocimiento de su significado toda vez que dentro del contexto
probatorio reunido en autos, mencionado precedentemente, no se ha podido acredi-
tar [su] intervención dolosa”.
En el cuerpo de Gutiérrez Hurtado se encontró una cápsula con 513 g de cocaína, por lo
que se inició una causa penal. La defensa solicitó la nulidad del procedimiento por viola-
ción al secreto profesional y a la garantía que prohíbe la autoincriminación. La sala A de
la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Penal Económico rechazó el planteo, hecho
que motivó la interposición de un recurso de casación. El fiscal general adhirió a la pos-
tura de la defensa e hizo extensivo el argumento a la coimputada (T. F).343. Aclaró que la
investigación debía continuar con el fin de identificar a quienes habían entregado el
material estupefaciente, y sostuvo que la declaración de nulidad de ningún modo bene-
ficiaba a aquellos autores. La Cámara Federal de Casación Penal, con tres votos concu-
rrentes, dio lugar al recurso, revocó la resolución impugnada y declaró la nulidad del
procedimiento que dio origen a la causa y de todo lo obrado en consecuencia.
Los votos de Ana María Figueroa y Luis María Cabral resolvieron la cuestión por aplica-
ción del precedente Baldivieso de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Se esta-
bleció que los hechos conocidos por el médico se encontraban bajo amparo profesio-
nal y que no se había dado ninguna causal que justificara su revelación, por lo que al
343. De la lectura del fallo no queda explícito cuál fue la conducta que se le reprochó a T. F. ni qué rol desempeñó
en los hechos.
254
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
dar noticia a los agentes de seguridad se violó el secreto médico. En relación con la
garantía que prohíbe la autoincriminación, con citas al fallo plenario Natividad Frías, se
resaltó la “grave situación dilemática” o “el inhumano dilema” entre “la muerte y la
cárcel”.
La jueza Ana María Figueroa precisó que para la aplicación de esta doctrina no era
necesario determinar la existencia de un peligro real para la vida, sino que bastaba con
la percepción del sujeto que había concurrido a solicitar atención médica. De acuerdo
con su voto: “lo determinante, a los fines de analizar la operatividad de la garantía con-
tra la autoincriminación, es ponderar la situación concreta del sujeto al momento de
manifestar —en este caso frente a un médico— los hechos que lo inculpan en la comi-
sión de un delito, en la creencia de que se trata del mal menor que puede sufrir, sin
influir en lo más mínimo a tales fines la acreditación de la entidad de ese mal. Es por
ello que lo argumentado por la cámara a quo, en punto a la determinación mediante
un control médico de la ausencia de peligro para la vida de la imputada, o que Gutié-
rrez Hurtado ‘estuvo solo unas horas en el hospital’ y que ‘no se necesitó intervención
quirúrgica alguna para solucionar su dolencia’, o que ‘tampoco quedaron consecuen-
cias físicas’ no resulta un elemento dirimente a los fines de la nulidad que se plantea,
en tanto la inexistencia de peligro de vida de Gutiérrez Hurtado fue corroborada con
posterioridad a los hechos bajo análisis”.
El mismo voto señaló que el estado de dolencia y salud en que se encontraba Gutiérrez
Hurtado evidenciaban que se había encontrado en un “estado de necesidad”. Al consi-
derar que estaba en riesgo su vida, vivió una “ausencia de opción” y “un vicio de su
voluntad” a la hora de solicitar asistencia médica. “Debido a los fuertes dolores abdo-
minales que padecía […] no tuvo más remedio que solicitar asistencia médica aun en
conocimiento que sus manifestaciones podían provocar el inicio de actuaciones pena-
les en su contra, lo que denota que se encontraba en estado de necesidad”. Por su
parte, el juez Gustavo M. Hornos resolvió dar lugar al planteo de nulidad por aplicación
del principio de bilateralidad, pues el fiscal general —titular de la acción— había decli-
nado la pretensión acusatoria y había adherido al recurso de la defensa. Hornos tam-
bién reconoció que, por ser las circunstancias fácticas análogas, era aplicable el prece-
dente Baldivieso de la Corte Suprema, aunque dejó claro que en otro caso similar,
Zambrana Daza344, había sostenido una postura contraria.
344. En el año 1997 la CSJN revocó la decisión de la Cámara Criminal y Correccional Federal que había declarado
la nulidad de un procedimiento iniciado a partir del hallazgo de cápsulas de cocaína en el cuerpo de Zambrana
Daza mediante un tratamiento médico recibido en el hospital. Los hechos del caso se habían originado a partir de
la atención sanitaria solicitada por la acusada. El fallo de corte fue un retroceso en el reconocimiento de derechos,
ya que entendió que no se había producido violación a la prohibición de autoincriminación porque la imputada no
había sido objeto de medios engañosos ni coactivos para obtener las cápsulas. En relación con el secreto médico,
también fue una decisión restrictiva, porque la corte entendió que la denuncia había sido realizada por una funcio-
naria del hospital público, obligada a notificar a las autoridades de los delitos de acción pública que llegasen a su
conocimiento. El fallo Baldivieso, reseñado en la nota anterior, implicó, por tanto, un cambio muy significativo de
postura del Alto Tribunal.
255
Autoras varias
El juzgado argumentó que estaba probado que la acusada sabía que las encomiendas
contenían droga, porque ella reconoció que su pareja le pidió que retirara giros de di-
nero procedentes de Europa a nombre de ella, que eran para otra persona, “lo que
demuestra al menos que la nombrada notó cierta irregularidad y que nada hizo para
cambiar dicha circunstancia”, y que la habitualidad y regularidad de los envíos “pudie-
ron ser indicios de una situación irregular”.
256
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
Además, la defensa produjo prueba que la cámara tuvo a la vista al revisar el procesa-
miento. Concretamente, aportó un informe social elaborado por el Programa de Pro-
blemáticas Sociales y Relaciones con la Comunidad, y otro informe psicológico produ-
cido por el Cuerpo de Peritos y Consultores Técnicos, ambos de la DGN. El primero
desarrolló aspectos de su historia vital, resaltando las vulneraciones padecidas a partir
de la fragilidad de los lazos afectivos y la violencia de género. Hizo especial énfasis en
cómo la violencia de género estuvo presente desde su infancia, primero a partir de los
abusos sexuales de su padrastro y luego en la relación con su expareja y padre de su
hija, vínculo en el que las agresiones psicológicas comenzaron en fases tempranas de
la relación de pareja y se convirtieron en algo crónico, generándole un escenario de
aislamiento sociofamiliar y extrema subordinación, con progresiva pérdida de la auto-
estima. Por otra parte, el informe del Cuerpo de Peritos encontró indicadores de “inde-
fensión aprehendida”, que explicaban las dificultades que había tenido Hernández
Zuluaga para salir del vínculo violento.
La defensa también presentó un informe técnico elaborado por la Comisión sobre Te-
máticas de Género de la DGN, donde se hizo referencia a los obstáculos que encuen-
tran las mujeres para denunciar la violencia de género y salir de relaciones violentas, y
los factores de vulnerabilidad que habitualmente inciden en el involucramiento de las
mujeres en delitos de drogas. En este sentido, el informe destacó que la violencia de
género pasada y actual detectada en el caso en concreto debía tener efectos jurídicos
en la causa, acompañando los planteos de la defensa.
257
Autoras varias
En el momento de realizar este informe la causa está en etapa de juicio y las partes
llamadas a ofrecer prueba para el debate oral.
El juez consideró que existía una “comunidad probatoria” para el rol de los cuatro im-
putados en la causa, y analizó la situación de cada uno de ellos de manera conjunta.
Sin realizar un esfuerzo de fundamentación en la apreciación de la prueba que alcan-
zaba a Larrea Lesme, concluyó que ella “fraccionó y suministró” o “entregó” sustancias
estupefacientes, y que “tuvo drogas en su poder”. A su vez, el magistrado afirmó que
Larrea Lesme y García Álvarez “tenían un papel preponderante” en la supuesta organi-
zación para la comercialización de estupefacientes. Sin embargo, este rol jerarquizado
que jugaría la pareja en la organización se sustentó principalmente en la valoración de
prueba que involucraba a García Álvarez, y no a Larrea Lesme.
258
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
plata’ o ‘decile que pase por casa que estoy enfermo’, sin aportarme ninguna explica-
ción para saber el contexto de lo que estaban hablando, excusándose con ‘no te metas
en mis asuntos’”; esta situación transcurría en un contexto coactivo por las amenazas y
golpes recurrentes.
345. Declaró su hermana, que fue testigo directa de hechos de violencia; su empleadora, que la vio con moreto-
nes en varias ocasiones; y una amiga, que la alojó en su casa en varias ocasiones cuando Larrea Lesme temía que
ocurriera una nueva agresión. La Unidad Fiscal Especializada en Violencia contra las Mujeres (UFEM) realizó una
investigación preliminar, donde se obtuvieron datos sobre intervenciones policiales por denuncias de violencia
ocurridos en San Martín, provincia de Buenos Aires.
346. El informe realizó una crítica al procesamiento en tanto evidenciaba en sus razonamientos el uso de este-
reotipos de género implícitos. Asimismo, instó al deber de juzgar con perspectiva de género, que obliga al tribunal
a apreciar la prueba vinculada con el contexto de violencia en el que se desarrolló la constelación de las acciones
atribuidas a la asistida. En este sentido, consideró que se imponía en el caso la resolución mediante la determina-
ción de un estado de necesidad justificante o, en su defecto, exculpante.
259
Autoras varias
Antes del dictado del procesamiento, la defensa oficial presentó al juzgado considera-
ciones de distinto tipo. En primer lugar, planteó la falta de tipicidad objetiva, porque su
asistida no había realizado ninguna conducta tendiente a burlar la actividad de control
aduanero. Afirmó al respecto que su asistida no había acondicionado el estupefacien-
te oculto en el paquete, y al llevar la encomienda al correo, había explicado que era
para hacerle un favor a otra persona. Como segundo planteo, la defensa alegó la falta
de tipicidad subjetiva, porque Leiva Cabana desconocía el contenido oculto en el bote
de crema. En este sentido, brindó argumentos para entender que la vulnerabilidad
ponía a las mujeres en una situación pasible de engaño y peticionó, en consecuencia,
el sobreseimiento de la asistida.
260
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
261
Autoras varias
determinar la pena. Sostuvo al respecto que “la idea que aquella vulnerabilidad haya
implicado un caso de estado de necesidad justificante o disculpante […] podrá tener
incidencia en la eventual graduación de la pena”347, 348.
Al ser elevada la causa a etapa de juicio, la defensa presentó una solicitud de suspen-
sión de juicio a prueba. El Tribunal Oral en lo Penal Económico n.o 3, a petición de la
defensa, declaró la inconstitucionalidad del último párrafo del art. 76 bis del Código
Penal, en tanto prohíbe la suspensión del juicio a prueba respecto de los delitos repri-
midos en el Código Aduanero. En consecuencia, concedió la suspensión del proceso.
El Tribunal Oral consideró el informe elaborado por el Programa de Atención a las Pro-
blemáticas Sociales y Relaciones con la Comunidad de la DGN, entre otros, y entendió
que Leiva Cabana se encontraba en un “grado extremo de vulnerabilidad social”, que
condicionaba el encuadre legal de los hechos, la razonabilidad de la reparación de
daño ofrecida y las reglas de conducta a imponer. Afirmó en tal sentido que “cabe rei-
terar que el grupo familiar de la imputada es numeroso (siete personas, dos menores
de edad), que habita en una vivienda sumamente precaria (casa pequeña con suelos
de tierra), en pésimas condiciones de habitabilidad y sanitarias (carecen de red de
agua, cuentan con luz sin medidor, gas de bombona y baño en el exterior tipo letrina),
sin ingresos estables y suficientes (trabajos informales, “changas”) y con algunos inte-
grantes con problemas de salud crónicos sin cobertura social (tuberculosis, asma
bronquial, mal de Chagas)”. Según surge de la sentencia, el fiscal general consideró las
circunstancias personales de la nombrada y recalificó la conducta sin los agravantes,
de manera que el mínimo legal de pena fuera de tres años349.
El juez del tribunal consideró razonable la reparación simbólica del daño ofrecida de
50 dólares, en función de la nula capacidad económica de la imputada. En cuanto a las
reglas de conducta, argumentó que, dado el caso particular de la acusada y su situa-
ción social, “la imposición de tales reglas también conforman cuestiones abstractas
por lo cual solo se dispondrá un compromiso genérico que abarque evitar situaciones
de riesgo que posibiliten conductas delictivas, cualesquiera sean estas”. También fijó
como plazo de suspensión el mínimo legal de un año.
347. El 8 de noviembre de 2017 el Tribunal Oral en lo Penal Económico n.o 3 suspendió el juicio a prueba, conside-
rando principalmente las condiciones de vulnerabilidad de Leiva Cabana. Los factores valorados y los fundamentos
de derecho se analizan en el apartado III del informe.
348. Este caso guarda gran similitud con el caso González, Patricia Noemí, referido en el apartado anterior. En aquel caso
la mujer también declaró que envió una encomienda a petición de otra persona (quien entonces era su pareja), como un
favor a dos migrantes que no tenían la documentación en orden, y que desconocía la presencia de la droga. Como fue rela-
tado, en ese caso se absolvió a la acusada por el beneficio de la duda, ya que se evaluó que su relato presentaba una posibi-
lidad no carente de sustento, y tuvo en cuenta la impresión personal que tuvo el tribunal de la mujer. En cambio, en el caso
analizado el juzgado interviniente no consideró seriamente esa posibilidad, e incluso la información sobre la realidad de
vida de la imputada fue dejada de lado a la hora de evaluar qué impacto pudo haber tenido en su responsabilidad penal.
349. Si bien el fiscal no acompañó el pedido de suspensión del juicio a prueba, recalificó la imputación de manera
que el monto de la pena fuera compatible con las exigencias que el Código Penal establece para su procedencia.
Además, el fiscal señaló que, en caso de recaer condena, prestaba conformidad para que fuera dejada en suspenso.
Esta postura puede tratarse de una conformidad tácita con la suspensión del juicio, mediante una estrategia que
no permita dejarla explicitada en la sentencia.
262
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
Finalmente, ordenó librar oficios a distintos organismos estatales a fin de garantizar dere-
chos básicos de Leiva Cabana y su grupo familiar que se encontraban insatisfechos: “El
tribunal no puede desconocer la preocupante situación social de la imputada sin tratar al
menos de influir positivamente en una mínima mejora de su calidad de vida y la de su
grupo familiar. La Corte Interamericana de Derechos Humanos tiene establecido que
todo funcionario público tiene la obligación de tutelar, en su medida, los derechos huma-
nos reconocidos por el Pacto de San José de Costa Rica, obligación que también impone
la Convención de los Derechos del Niño respecto a menores de edad. En el caso, resultan
muchos los derechos de los que carece la imputada y su grupo familiar (vivienda digna,
acceso a servicios elementales, trabajo, niñez equilibrada, protección a la familia). Por ello,
el tribunal interesará a los distintos programas sociales del Ministerio de Desarrollo Social
de la Nación […] a fin de que, con carácter de urgente dada la vulnerabilidad extrema de
la imputada Cabana y su grupo familiar, arbitren los medios que se entiendan disponibles
para atender sus carentes y más elementales derechos. En el mismo sentido, se librará
oficio al Ministerio de Desarrollo Humano y Trabajo de la provincia de Buenos Aires […].
También se dará intervención al defensor del pueblo de la provincia de Buenos Aires —In-
fancia y Adolescencia y Discapacidad y Adultos Mayores– y a la Subsecretaría de Promo-
ción y Protección de los Derechos de la citada provincia de Buenos Aires. Todos los oficios
correrán en sus diligenciamientos a cargo de la defensa de la imputada”.
Asimismo, libró oficio a la defensora general de la Nación a fin de destacar “el alto gra-
do de compromiso ético de la Sra. defensora oficial interviniente […] en el cual no solo
se circunscribió a la debida asistencia legal sino que abarcó aspectos humanitarios
vinculados a la situación social de la imputada Cabana”.
263
Autoras varias
sentencia, vinculado al tema sustantivo de la acusación, que el planteo del recurso se li-
mitó a presentar defensas que favorecían en forma exclusiva al hombre, es más, su teoría
del caso perjudicaba directamente a la mujer. Concretamente, el hombre manifestó que
él ya no vivía en ese hogar, que en el momento del allanamiento estaba viviendo en la
ciudad de Corrientes, que Machuca era su expareja y no sabía lo que ocurría allí. En el
recurso, entonces, se agravió por la valoración efectuada por el Tribunal Oral de los testi-
monios que él aportó para acreditar la separación de hecho de la pareja.
350. De la sentencia de casación surge que Patricia Mañapira explicó que un gendarme la autorizó a no des-
cender del vehículo, debido a que se encontraba con tres niños y hacía mucho calor, y que por ese motivo había
permanecido en su asiento.
264
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
351. El documento fue presentado por la defensa, una vez abierto el debate, lo que dio lugar a la oposición del
Ministerio Público Fiscal. El Tribunal Oral, por mayoría, desestimó el pedido de desglose “sin perjuicio de la valora-
ción al momento de dictar sentencia”.
352. El Tribunal Oral descartó el estado de necesidad exculpante alegado por la defensa porque “ha de repa-
rarse que este estado ha de provenir de una situación apremiante que se le presenta o está por presentársele
prontamente al sujeto, y no ante males cotidianos o de extensión permanente en el tiempo, como ser la vivencia
a diario de una situación económica precaria o acuciante, pues lo contrario importaría que el sujeto pueda en-
contrarse amparado indefinidamente y hasta lograr un cambio de mejor fortuna para delinquir”. Señaló que no
se encontraba limitado su ámbito de autodeterminación porque la propia Patricia Mañapira refirió al tribunal
que se desempañaba en distintas actividades laborales (limpiando casas, como niñera, en trabajos en el campo y
labores de cosecha, etc.). “La propia imputada ha reseñado las actividades licitas que ejerció en otro momento y
que le proporcionaron la oportunidad de ganarse el sustento en forma digna y honesta, por lo que ha de descar-
tarse la existencia de un mal grave e inminente que la haya motivado a actuar, cuando en realidad pudo buscar
otras alternativas de vida con apego a la ley. Incluso la misma actividad de pasera, sin necesidad de incurrir en
actividades ilícitas”.
265
Autoras varias
Por último, y para el caso en que no prosperen las defensas antes planteadas, solicitó
el apartamiento del tope mínimo legal previsto para el delito353.
La Cámara Federal de Casación Penal entendió, por mayoría, que no se había compro-
bado que Mañapira hubiese tenido conocimiento del traslado de material estupefa-
ciente, lo que impedía tener por configurado el delito.
El voto que lideró el acuerdo354 descartó uno a uno los elementos en los que se basó el
Tribunal Oral para tener por probado que Mañapira había actuado con dolo. En este
sentido, señaló la arbitrariedad en el argumento del tribunal porque de la prueba pro-
ducida no era factible inferir que la acusada hubiera sido remisa a reconocer su equi-
paje. Asimismo, señaló que “tampoco resulta convincente lo argumentado en punto a
que la mujer debió notar el excesivo peso del calzado entregado […]. Mañapira recibió
seis pares de zapatillas, esto es, doce piezas que contenían 2.125 gramos de cocaína
repartidos […] cada zapatilla contenía un excedente de 177 gramos, por lo que no se
aprecia razonable colegir que la acusada no pudiera ignorar la diferencia de peso entre
una zapatilla normal con otra que contenía estupefacientes ocultos. Más aún cuando
el calzado deportivo no reúne un peso estándar que permita percibir un excedente de
las dimensiones señaladas”.
“Por lo demás, la consideración en orden a que la mujer recibió una promesa de pago
que superaba grandemente lo que aquella percibía por ese tipo de actividad resulta, a
todas luces, irracional. En ese orden, el tribunal señaló que Mañapira declaró cobrar la
suma de 70 dólares por transportar mercaderías y que, en este caso, le habían ofrecido
200 dólares por llevar los seis pares de zapatillas desde Salvador Mazza hasta Pichanal.
Cabe sindicar que asiste razón a la defensa en que la diferencia de 130 dólares no re-
sulta exorbitante ni permite forzosamente colegir que respondería a la realización de
una actividad ilícita. Es importante destacar que el dinero que percibiría por transpor-
tar la mercadería resulta ser menos que la suma de dinero que se le impuso como
multa por la comisión del ilícito (225 dólares más las costas del proceso)”.
“Asimismo, cabe relevar que el mismo tribunal tuvo en cuenta que Mañapira percibía
entre 200 y 300 dólares por día de trabajo. Pues bien, resulta propio inferir que aquella
consideró adecuada la suma, en atención al tiempo que insumiría el trabajo […], no
aparece extraordinario el cobro de la suma correspondiente a un día de trabajo”.
“También resulta infundada la consideración en orden a que Patricia Mañapira ‘no po-
dría desconocer’ que existe esta modalidad de ‘microtráfico’. Al respecto, cabe señalar
353. En cuanto a este planteo realizado por la defensa en los alegatos finales, el tribunal consideró que “el estado
de vulnerabilidad de la encartada no es motivo suficiente ni plausible para declarar tal inconstitucionalidad. No se
advierte que la norma atacada (mínimo de la escala penal del delito de transporte de estupefacientes) sea incons-
titucional en lo que se refiere a este caso en concreto”.
354. La jueza Ángela Ledesma lideró esa posición, el juez Alejandro Slokar adhirió y el juez Carlos Mahiques votó
en disidencia.
266
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
que la encartada declaró haberse dedicado durante muchos años a la actividad sindi-
cada como ‘bagayera’, no habiendo tenido problema alguno en cuanto al contenido
de lo que portaba. Por el contrario, parece plausible que la mujer no tuviera conoci-
miento acerca de ese tipo de maniobras, si aquella nunca había estado involucrada en
un episodio de ese estilo”.
En esa dirección, concluyó que los elementos colectados resultaban insuficientes para
descartar la presunción de inocencia, pues “los elementos cognitivos y volitivos exigi-
bles por la figura en cuestión fueron reemplazados por una ficción idealista acerca de
lo que la acusada debería haber conocido”.
267
Autoras varias
La sala III de la Cámara Federal de Casación Penal confirmó la sentencia, con votos
concurrentes. En cuanto al aspecto subjetivo del tipo, consideró que el Tribunal Oral
había valorado correctamente los elementos que comprobaban el conocimiento so-
bre la existencia de la droga y la voluntad de transportarla. Para llegar a esa conclusión
se limitó a identificar distintos elementos probatorios, sin explicar de qué modo se
derivó de ellos ese conocimiento y voluntad en el caso puntual. En este sentido, la cá-
mara dijo que “el a quo tuvo particularmente en cuenta para atribuirle responsabilidad
de Elena Raquel Martínez la cantidad de material estupefaciente secuestrado en el
vehículo, el modo en que el mismo se encontraba acondicionado y los lugares en don-
de se hallaba escondido dentro del rodado. Asimismo, consideró que ella era quien
conducía el vehículo y que el mismo era de su propiedad”.
En la sentencia también se valoró que “el olor que caracteriza al tipo de estupefaciente
secuestrado […] no pudo pasar inadvertido a la conductora. Esta valoración encuentra
sustento en los diversos testimonios […] que fueron contestes al señalar el fuerte olor
a pegamento que desprendía la parte trasera del vehículo”. Sin embargo, ese razona-
miento resulta inconsistente, en tanto pretende igualar el olor del estupefaciente con
el olor del pegamento.
También, recordó que la sentencia del Tribunal Oral descartó el descargo formulado
por Martínez, porque las explicaciones que había dado la mujer eran contradictorias e
inverosímiles, como lo manifestado respecto a que una persona que había conocido
hacía cuatro meses le había regalado la camioneta. Asimismo, se tuvo por probado el
aspecto subjetivo acudiendo a un modus operandi generalizado, al decir que “es de
público conocimiento que en la modalidad de transporte de estupefacientes con la
utilización de vehículos con doble fondo para ello, los mismos normalmente se en-
cuentran a nombre del conductor o con un permiso ante escribano público para su
manejo, a los fines de no despertar ningún tipo de sospecha por parte del personal de
la fuerza de seguridad”.
355. Los argumentos de la defensa fueron tomados del escrito de interposición del recurso de casación, al que se
tuvo acceso, pues la sentencia de la Cámara de Casación presenta un relato parcial de los planteos defensistas. En
el recurso de casación, la referencia al rol que pudo desempeñar la pareja de Elena Raquel Martínez fue realizada
a los efectos de impugnar el monto de la pena, en el entendimiento que debió valorarse favorablemente la infor-
mación aportada por la imputada para que la pesquisa condujera a la aprehensión de otro autor del hecho. En este
sentido, destacamos que en la instancia de casación la defensa de cámara amplió los fundamentos, introduciendo
en ese momento los agravios relacionados con la falta de acreditación del aspecto subjetivo, entre otros planteos
de fondo.
268
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
En cuanto al monto de la condena, expresó que “la nombrada tenía medios de vida
suficientes para su sustento, no reflejándose una angustia económica que justifique la
inclinación a una actividad delictiva con la que involucra en autos, observando un gra-
do de educación media-alta (cursó un terciario en seguridad e higiene conforme a lo
relatado por la encartada)”.
En su descargo, Lourdes Silvana Martínez Hassan contó que era de La Paz, Bolivia, que
tenía dos bebés y que al más pequeño le habían diagnosticado un lipoma debajo de
uno de sus brazos, por lo que debía someterse a una cirugía. Relató que en su trabajo
una compañera supo que quería conseguir dinero para el procedimiento médico y le
ofreció trabajar como dama de compañía y, ante la desesperación, lo aceptó. Aprove-
chó la licencia que tenía por vacaciones en su trabajo y viajó hasta Villazón. Al llegar a
la terminal se le acercó un hombre, le preguntó su nombre y le dijo que subiera al taxi,
ya que la iba a llevar a la casa donde trabajaría. Al llegar a la casa, que era de adobe, la
hicieron entrar en una habitación. Al atardecer entró otro hombre y le indicó que se
vistiera con poca ropa, en el transcurso de una hora entró otro hombre que olía a
269
Autoras varias
alcohol y con el que “debía estar”, pero tenía mucho miedo y no pudo hacerlo, lo que
provocó el enfado del hombre. Contó que por la mañana un chico de unos quince
años le llevó un té con pan y le dijo que se vistiera porque irían a verla. Contó que le
dijo al joven que quería hablar por teléfono con su madre para saber de sus hijos, a lo
que accedieron, por lo que se vistió y salió. Después de hablar por teléfono, estando
cerca de la frontera, cruzó a Argentina a buscar otro trabajo porque estaba desespera-
da por la salud de su hijo. Al no conseguir trabajo volvió a pasar a Villazón, fue a la casa
y les dijo que se quería ir. En ese momento el hombre la agarró fuerte del brazo, la tiró
sobre la cama y le dijo que no se podía ir ya que habían gastado dinero en pasaje, co-
mida y alojamiento. Le quitaron la ropa y le dijeron que se quedara en la habitación.
Expresó que después de un rato el hombre volvió a la habitación y le dio un pantalón
y una chaqueta, le dijo que se los pusiera y que le daría otro trabajo, la agarró del brazo
y la sacó, momento en el que le dijo que la chica con la que había hablado sabía dónde
estaba su familia y que si gritaba o hacía algo iría donde ellos estaban. La llevó cami-
nando del brazo hasta la frontera, al llegar a un paso la hizo bajar, llegó el chico que le
llevaba la comida y le entregó al hombre una mochila, ese hombre habló por teléfono
con alguien y le dio la descripción de su ropa, le puso la mochila y le dijo que fuera
directa, que la iban a reconocer y que no intentase escapar ni ir a otro lado, y que des-
pués de entregar la mochila debía regresar por el mismo camino. Fue entonces cuan-
do intentó pasar la droga y fue interceptada.
Con relación al delito de trata, el tribunal lo descartó porque entendió que la mujer
había obrado en libertad, es decir que “no es posible concebir una situación de trata
‘con el acuerdo del titular del bien jurídico protegido’”. También afirmó que “la trata
solo puede ser ilegal en la medida en que se la lleve a cabo mediante la concurrencia
de ciertos y determinados medios de los que resulta la anulación de la capacidad de
autodeterminación de la persona para expresarse libremente en los actos de su vida
[…]. Una situación de trata presupone ausencia de libertad en el sujeto pasivo. No se
puede hablar de trata ‘en libertad’. Los medios comisivos —aun cuando no estén ex-
presamente previstos en la ley, como en nuestro caso el art. 145 bis— son de la esencia
del concepto de trata, toda vez que solo con su empleo se puede llegar a generar la
situación de dominio, control y sometimiento del sujeto pasivo. Dicho de otro modo,
270
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
es solo a través del empleo de tales medios —engañosos, violentos o abusivos— que
se puede llegar a anular o limitar la voluntad —o libertad— de la persona humana”.
Concluyó al respecto que la defensa no había acreditado que la mujer hubiera estado
actuando bajo el control o sometimiento de otra persona, ni que hubiera existido, por
parte de terceros, el uso de medios engañosos, violentos o abusivos que a su vez hu-
bieran disminuido o anulado su voluntad o su capacidad de discernimiento y la libre
manifestación de su autodeterminación. En definitiva, consideró que la estrategia de
defensa era “poco creíble y falaz”. Dicho de otro modo, valoró puntualmente como un
dato de “suma relevancia en su contra” el hecho de que la mujer “durante el tiempo
que salió sola para hablar por teléfono con su madre, pasar para Argentina y volver a
su país no se haya escapado o haya solicitado ayuda a las autoridades de cualquiera de
los dos países. No obstante ello, la imputada manifestó que no lo hizo debido a que
necesitaba recuperar sus cosas personales, resultando dicha declaración nada creíble”.
271
Autoras varias
no probó ser víctima de trata, cuando tal actividad corresponde a la parte acusadora”.
El mismo juez advirtió, además, “un salto en el razonamiento lógico seguido por los
sentenciantes, por cuanto el tribunal otorgó veracidad a todo el relato de la imputada
[en el momento de graduar la pena] pero descreyó de la existencia de los tratantes, sin
motivar esta división en la credibilidad del relato de la víctima”. Con relación a la valo-
ración realizada por el Tribunal Oral, en cuanto a que le llamaba la atención que no
hubiera denunciado a las autoridades cuando la mujer salió a hablar por teléfono, el
magistrado señaló: “Este tipo de razonamientos parte de endilgar responsabilidad a la
víctima de trata, desconociendo la problemática que sufren las mujeres víctimas
de trata de personas, en el cual, muchas veces desconocen o no asumen su calidad de
víctima. Ello así, o bien porque equivocadamente asumen parte de la culpa, o bien por
temor a represalias, el cual es infringido intencionalmente por los sujetos activos o,
también por miedo a perder su fuente de ingresos”.
El planteo fue rechazado por la Cámara Federal de Casación Penal, sin considerar si-
quiera las invocaciones sobre vulnerabilidad, las que ni siquiera fueron identificadas
en la sentencia. El fallo argumentó en términos genéricos que las escalas penales son
fijadas por el legislador, que la declaración de inconstitucionalidad es la ultima ratio, y
que no se acreditó en el caso por qué la pena mínima resultaba desproporcionada.
272
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
contar con dinero para costear los gastos que demanda el tratamiento (y que su país
de origen no cubría). La defensa invocó, entre otros planteos, que Suárez Eguez actuó
bajo el supuesto de un estado de necesidad justificante. Sin embargo, el Juzgado de
Instrucción dictó su procesamiento por el delito de transporte de estupefacientes y la
prisión preventiva, resolución que —un año después de la detención— fue convalida-
da por la sala II de la Cámara de Apelaciones Federal de Salta.
Tras el fallecimiento de su hijo por la enfermedad que ella había indicado, la defensa
volvió a instar el sobreseimiento por estado de necesidad. Para ello, sostuvo que el fa-
llecimiento renovaba la situación probatoria de la causa y, además, aportó noticias
periodísticas donde el presidente del Estado Plurinacional de Bolivia declaraba que se
iban a tomar medidas para la atención gratuita de los enfermos oncológicos menores
de edad —en un reconocimiento de que la atención gratuita estatal no existía hasta el
momento —. A este fin, la Comisión sobre Temáticas de Género colaboró con la defen-
sa en la elaboración de fundamentos jurídicos y, dada la trascendencia del caso, se
presentaron amicus curiae por parte de la sociedad civil.
Finalmente, el Juzgado de Instrucción dio lugar al pedido por aplicación del principio
acusatorio, dejando a salvo que no acordaba con el criterio del Ministerio Público Fiscal.
273
Autoras varias
En su declaración indagatoria, la asistida afirmó que el motivo del viaje era una opera-
ción de su pareja, que le permitiría volver a caminar. Explicó que ella lo ayudaba en
todo, a bañarse, a cambiarse los pañales y a ponerse la ropa. Expresó que, si hubiera
sabido lo de las maletas, no habría dejado a sus dos hijos de 4 y 5 años en su país de
origen —Paraguay—, porque era la única que trabajaba para darles de comer. Tal cir-
cunstancia fue corroborada por su marido, que negó que ella conociese el contenido
de las maletas y contó que él le dijo que unos amigos le financiarían la operación.
En línea con ese descargo, la defensa oficial de Vera Romero interpuso recurso de ape-
lación contra el auto de procesamiento, y alegó que no se encontraba comprobado el
aspecto subjetivo del tipo. En este sentido, agregó que, al tiempo de procederse al
secuestro de la sustancia estupefaciente, esta fue encontrada en el interior del equipa-
je enviado a nombre del marido y que de la existencia de un vínculo con él no podía
derivarse automáticamente que conociera la actividad que desarrollaba su pareja.
También criticó el razonamiento realizado por el juez de grado, en cuanto a que “tam-
poco resulta relevante señalar que mi asistida se hubiese encontrado llorando al mo-
mento del procedimiento, ya que no existe reacción natural y estandarizada, como en
la resolución apelada se implica, de cómo actuar ante un procedimiento policial. Cla-
ramente el llanto de mi asistida indica angustia ante esa situación, pero no es indicati-
vo de que aquella supiese del contenido que fue encontrado durante el procedimien-
to”. Además, la defensa presentó un informe elaborado por el Programa de
Problemáticas Sociales y Relaciones con la Comunidad de la DGN, donde se resaltó “un
escenario de profunda vulnerabilidad, en la que se destaca la escasa incidencia de re-
des sociofamiliares e institucionales que pudieran haber actuado como apoyo o sos-
tén eficaz frente a la fragilidad que signó su trayectoria vital y en la que aparece pre-
sente un ‘ser para otros’, como un desplazamiento incesante por roles diversos aunque
constantes en su anclaje en la subordinación de género”.
274
Mujeres imputadas en contextos de violencia o vulnerabilidad
oculto de las maletas —sin perjuicio de las pruebas que pudieran aportarse luego—, y
que “no resulta creíble, según el orden normal y natural de las cosas, que una persona
que es el único sostén de la casa, según sus propios dichos, acepte de parte de su pa-
reja que se encontraba desempleado, realizar el viaje sin mayores averiguaciones ni
planificaciones para la intervención quirúrgica que, según manifestaran, pretendían
realizar”.
En ningún momento se realizó una valoración expresa del informe social elaborado
por el Programa de Atención a las Problemáticas Sociales y Relaciones con la Comuni-
dad de la DGN. Este documento recorrió aspectos de la trayectoria vital de la asistida y
dio cuenta del desarrollo de su existencia en un escenario de profunda vulnerabilidad
socioeconómica, destacando la escasa incidencia de redes sociofamiliares e institucio-
nales que pudieran haber actuado como apoyo. Se resaltó que se presentaba un “ser
para otros”, como un desplazamiento incesante por roles diversos, aunque constantes
en su anclaje en la subordinación de género. También se puso de manifiesto cómo su
encarcelamiento representaba un nuevo engranaje en el proceso de acumulación de
desventajas y en las consecuencias para su hijo y su hija, de 5 y 4 años, que de manera
abrupta habrían perdido las figuras centrales de su crianza y no contarían con una fi-
gura estable de cuidado.
Ya con una defensa particular, se firmó un juicio abreviado, donde Vera Romero fue
condenada a la pena de tres años de prisión en suspenso. El Tribunal Oral en lo Penal
Económico determinó —a instancias del acuerdo entre defensa y Fiscalía— que no se
pudo tener por acreditado que la mujer “haya conocido la cantidad de sustancia invo-
lucrada y en consecuencia enrostrarle un destino de comercialización”. Ante la nueva
calificación, se impuso una pena menor a la de su pareja.
275
Autoras varias
Pese a los datos de las personas aportadas por Zarzoli, no se advierte de la sentencia
condenatoria si se realizó alguna investigación paralela para corroborar su descargo.
Por el contrario, en acuerdo de juicio abreviado entre la defensa y la Fiscalía, la acusada
asumió su responsabilidad por hecho, y se acordó una pena de cuatro años y seis me-
ses de prisión.
El Tribunal Oral convalidó el acuerdo con una sentencia que no tiene un desarrollo
suficiente en cuanto al conocimiento y voluntad de realizar el tipo penal. En cambio,
sustenta el dolo por la circunstancia de que la droga había sido ocultada dentro de la
maleta —que justamente podría probar también el engaño— y en el reconocimiento
del hecho realizado por Zarzoli. Con relación a la pena, tuvo en cuenta “la condición de
vida de la nombrada como así también el hecho de que el ilícito que se tiene por pro-
bado encuentra su génesis en la existencia de una organización de tráfico de estupe-
facientes en la cual la enjuiciada ocupó uno de los últimos eslabones”. Por ello conside-
ró válida la pena acordada, que resulta ser el mínimo legal previsto para el delito
imputado356.
356. Destacamos, que en el caso, el Programa de Problemáticas Sociales y Relaciones con la Comunidad de la
DGN había realizado un informe social, pero a los fines de acompañar un pedido de arresto domiciliario. En la
sentencia condenatoria se hace mención genérica de la condición social de Zarzoli, pero sin hacer expresa cita en
el informe.
276
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pea que, a lo largo de sus 10 años de trayectoria, ha venido
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homólogas de Europa y América Latina. EUROsociAL tiene
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talecimiento institucional y a la implementación de políticas
públicas. Su acción parte desde la convicción de que la co-
hesión social debe ser considerada como fin en sí misma y,
al mismo tiempo, como medio para reducir brechas porque
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