Anexo 05 Act 1

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Anexo 5

LA INEVITABILIDAD DEL DESTINO: El destino de los humanos se presenta muy frecuentemente en la


literatura como una fuerza invisible de la que es imposible escapar. Hagan lo que hagan los
personajes están abocados a cumplir su sino. Edipo Rey, de Sófocles, es un ejemplo clásico. Un
oráculo vaticinó al Rey de Tebas que su hijo lo mataría y se casaría con su esposa, es decir, con su
propia madre. El Rey manda a abandonar a su hijo recién nacido en el monte para que muera. Pero el
niño sobrevive, y, al hacerse adulto, sin saber su origen, mata a su padre, y se casa con su madre,
convirtiéndose así en Rey. Cuando Edipo, ya al final de la obra, averigua lo sucedido, se siente
horrorizado:
SERVIDOR. - Pues bien, era uno de los vástagos de la casa de Layo.
EDIPO. - ¿Un esclavo, o uno que pertenecía a su linaje?
SERVIDOR. - ¡Ay de mí! Estoy ante lo verdaderamente terrible de decir.
EDIPO. - Y yo de escuchar, pero, sin embargo, hay que oírlo.
Servidor. - Era tenido por hijo de aquél. Pero la que está dentro, tu mujer, es la que mejor podría
decir cómo fue.
EDIPO. - ¿Ella te lo entregó?
SERVIDOR. - Sí, en efecto, señor.
EDIPO. - ¿Con qué fin?
SERVIDOR. - Para que lo matara.
EDIPO. - ¿Habiéndolo engendrado ella, desdichada?
SERVIDOR. - Por temor a funestos oráculos.
EDIPO. - ¿A cuáles? SERVIDOR - Se decía que él mataría a sus padres.
EDIPO. - Y ¿cómo, en ese caso, tú lo entregaste a este anciano?
SERVIDOR. - Por compasión, oh señor, pensando que se lo llevaría a otra tierra de donde él era. Y
éste lo salvó para los peores males. Pues si eres tú, en verdad, quien él asegura, sábete que has
nacido con funesto destino.
EDIPO. - ¡Ay, ay! Todo se cumple con certeza. ¡Oh luz del día, que te vea ahora por última vez! ¡Yo
que he resultado nacido de los que no debía, teniendo relaciones con los que no podía y habiendo
dado muerte a quienes no tenía que hacerlo!

EL DESTINO FRENTE A LA CASUALIDAD: Existe un debate filosófico desde la Antigüedad sobre si la


vida humana está prefijada por el destino o todo lo que sucede en ella es fruto del azar, de la
casualidad, y no hay por tanto ningún sentido detrás de los acontecimientos. “La lámpara dispuesta”;
cuento del estadounidense O’ Henry, narra cómo dos chicas, Lou y Nancy, de humilde condición,
buscan el amor. Nancy desea casarse con un, hombre rico, que le dé una vida cómoda; en cambio
Lou solo desea enamorarse. Tras una serie de circunstancias, Lou se compromete con un millonario,
mientras que Nancy se queda con Dan el austero novio de Lou. Dan salía de la lavandería en el
preciso momento en el que ella llegó, su semblante estaba extraño, tenso. - Se me ocurrió entrar
aquí para preguntar si tenían noticias de ella - Dijo. - ¿Noticias de quién? –pregunto Nancy-. ¿No está
aquí Lou? - Creí que usted lo sabía –dijo Dan-. Lou no viene a la lavandería ni va a su casa desde el
lunes. Se llevó todas sus cosas de allí. Le dijo a una de las muchachas de la lavandería que quizá se
fuese a Europa. - ¿No la ha visto nadie en ninguna parte? –preguntó Nancy. Dan la miró apretando
fuertemente las mandíbulas y con una mirada firme en los serenos ojos grises. - Me dijeron en la
lavandería que ayer la vieron pasar… en un automóvil –dijo con voz ronca-. Supongo que iría con uno
de esos millonarios de los que hablaba siempre con usted. Por primera vez Nancy se acobardó ante
un hombre y puso su mano, algo trémula, sobre la manga de Dan. - Usted no tiene derecho a
decirme semejante cosa, Dan…, ¡Cómo si yo tuviese algo que ver con eso! – declaró.
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LA REBELIÓN ANTE EL DESTINO: Cuando un personaje literario conoce de alguna forma su destino (a
través de oráculos o presagios, por ejemplo), muchas veces se rebela ante el hado funesto que le ha
sido revelado. Al inicio de Macbeth, la obra del inglés William Shakespeare, tres brujas anuncian, al
protagonista, noble escoces, que se convertirá en Rey. Posteriormente, le dicen que no será vencido
hasta que el bosque de Birnam se acerque a su castillo. Pero al final de la obra, un ejército enemigo
corta ramas y troncos del bosque para camuflarse, y se aproxima al castillo. Macbeth, pese a todo,
desafía al destino y se enfrenta al, aunque sepa que no lo puede vencer.
MACBETH: A usar tu lengua vienes ... ¡Pronto, tu mensaje!
MENSAJERO. - Mi muy noble señor, he de afirmarle que cuanto voy a decir lo he visto ... Pero no sé
cómo empezar.
MACBETH. - Bien, habla.
MENSAJERO. - Vigilando desde la colina me puse a mirar hacia Birnam y me pareció ver que el
bosque empezaba a moverse.
MACBETH. ¡Villano mentiroso!
MENSAJERO. Descargue en mí su furia si no es como digo. En estas tres leguas puede verlo moverse;
es una arboleda en marcha.
MACBETH. Si has mentido, te colgarán vivo del árbol más cercano hasta que el hambre te devore ...
Pero no me importaría que hicieras conmigo otro tanto si tus palabras son la realidad ... Se va
desbaratando mi firmeza y empiezo a dudar del equívoco de la bruja que me alucinó con estas
palabras: Nada temas hasta que el bosque de Birnam suba a Dunsinane. ¡y ahora ese bosque viene
hacia Dunsinane! ... ¡A las armas, a las armas, y avancemos! Si esto que el mensajero afirma resulta
cierto, tan inútil es escapar de aquí como permanecer. Parece que el Sol me molesta, y me alegraría
que se desquiciara el mundo. ¡Hagan sonar las campanas! ... ¡Ruja el viento, sobrevenga la
destrucción! ¡Al menos, moriré en el combate y con el arnés a la espalda!

EL DETERMINISMO: Al destino como fuerza inexorable cuyo curso no se puede cambiar se lo ha


relacionado con el determinismo, corriente de pensamientos según la cual la vida humana está
condicionada por factores como la herencia física, la educación o el contexto sociocultural. Esta
doctrina se manifiesta plenamente en Naná, del francés Emile Zola, Naná es una cortesana que goza
de fama y prestigio entre la alta sociedad parisina; su origen familiar y social ha marcado su
existencia y la ha llevado a ser lo que es. En la novela, un periodista llamado Fauchery escribe un
artículo sobre ella. [...]Un estremecimiento conmovió a toda la sala. Naná estaba desnuda. Aparecía
desnuda con una tranquila audacia y la certeza del poder de su carne. La envolvía una simple gasa;
sus redondos hombros, sus pechos de amazona, cuyas puntas rosadas se mantenían levantadas y
rígidas como lanzas; sus anchas caderas, que se movían en un balanceo voluptuoso; sus muslos de
rubia regordeta... Todo su cuerpo se adivinaba, se veía, bajo el ligero tisú, blanco como la espuma.
Era Venus naciendo de las aguas y sin más velo que sus cabellos. Y cuando Naná levantaba los brazos,
se advertía, a la luz de la batería, el vello de oro de sus axilas. Ya no hubo aplausos. Nadie volvió a reír
los rostros de los hombres se alargaban, se les encogía la nariz y tenían la boca irritada y sin saliva.
Parecía que un viento muy tenue hubiese pasado, preñado de una sorda amenaza. De repente, en la
bonachona muchacha, se erguía la mujer inquietante, aportando la locura de su sexo, descubriendo
lo desconocido del deseo. Naná continuaba sonriendo, pero con una sonrisa aguda, de devoradora
de hombres. [...]

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