Encuentro Con Jesús en La Eucaristía: Discípulos Llamados A Adorar

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ENCUENTRO CON JESÚS

EN LA EUCARISTÍA
Discípulos Llamados a Adorar
Una Carta Pastoral del
Obispo David L. Ricken, DD, JCL
Adorar a Jesús 2022–2025
LÍNEA DE TIEMPO
19 DE JUNIO DEL 2022
Fiesta del Corpus Christi: Lanzamiento del Avivamiento Eucarístico de los años Adorar a Jesús.

19 DE JUNIO DEL 2022 – 11 DE JUNIO DEL 2023


Años Diocesanos: : Inspirar un encuentro con Jesucristo en la Palabra y la Eucaristía para
aquellos involucrados en posiciones claves de formación en nuestras parroquias y sistema
educativo.

11 DE JUNIO DEL 2023 – 17 DE JULIO DEL 2024


Años Parroquiales/Escolares: Para equipar a los líderes claves de formación en nuestras
parroquias y sistema educativo, estudiantes y personal escolar a tener un encuentro más
pleno con Jesucristo en la Palabra.

DEL 17 AL 21 DE JULIO DEL 2024


Congreso Eucarístico Nacional | Indianapolis, Indiana

CONGRESO EUCARÍSTICO 2025


Lanzamiento de compartir a Jesús: Equipar a los feligreses, estudiantes y personal escolar en
nuestras parroquias y sistemas educativos a tener un encuentro más pleno con Jesucristo en
la Eucaristía.

Cristo Sumo Sacerdote y Cristo Bizantino | Cortesía de MonasteryIcons.com


ENCUENTRO CON JESÚS
EN LA EUCARISTÍA:
Discípulos Llamados a Adorar
Carta Pastoral a los Sacerdotes, Diáconos, Religiosos y Fieles Laicos
de la Diócesis de Green Bay

Reverendísimo David L. Ricken, DD, JCL


Duodécimo Obispo de Green Bay

Fiesta de San Agustín, Obispo y Doctor de la Iglesia

Agosto 28, 2022

3
Tabla de Contenidos
Introducción............................................................................................ 5

Parte I — Visión General de Nuestra Jornada de Discipulado Diocesano.... 7


• Descubre a Jesús Años (2016-2018)
• Sigue a Jesús Años (2018-2020)
• Adora a Jesús Años (2022-2025)
• Comparte a Jesús Años (2025-2028)

Parte II — Discípulos Llamados a Adorar............................................. 11


• La Importancia del Domingo
• Encuentro con Cristo en el Santo Sacrificio de la Misa

Parte III — Desbloqueando el Significado de la Misa..............................13


• El Sacrificio Pascual
• El Cielo en la Tierra
• El Mayor Acto de Gratitud
• La “Escuela de Acción de Gracias”
• El Sacramento de La Comunión y de La Caridad

Parte IV — Visión General de la Estructura de la Misa........................ 22


• La Estructura de la Misa
• La Liturgia de la Palabra
• La Liturgia de la Eucaristía
• Una Cultura Parroquial Eucarística

Parte V — Redescubriendo el Poder y la Belleza de la Misa................ 31


• Preparación para la Misa
• Orando la Misa

“Cinco Practicas Vivas” Para Vivir la Misa............................................ 34

Parte VI — Enviados Como Discípulos en Misión................................. 40


• El Papel Inestimable del Espíritu Santo en la Sagrada Liturgia
• María, Madre de la Eucaristía

Recursos Recomendados...................................................................... 44

4
Introducción
Mis hermanos y hermanas, durante los últimos años, hemos estado en nuestra jornada diocesana
de discipulado llamado “Discípulos en el Camino.”

Este proceso no es un programa, sino un verdadero peregrinar juntos para descubrir, seguir,
adorar y compartir la ternura de Jesús y para crecer más profundamente en el amor con él a
medida que da sentido y esperanza a nuestras vidas.

“Discípulos en el Camino” ha sido como cualquier peregrinar, físico o espiritual — lleno de


alegrías, oraciones escuchadas, de luchas y dolor. Nos esforzamos por seguir los pasos del
Maestro, Jesús, para llegar a ser más como él y experimentar las cualidades del Reino de Dios
ya aquí en medio de nosotros y poder compartirlas con los demás.

En esta carta pastoral, repasaré con ustedes el camino que como obispo, sacerdotes, parroquias
y muchos de los fieles, hemos estado llevando a cabo juntos y les ofreceré una visión general
de hacia dónde vamos en los próximos años.

5
6
Parte I — Visión General de Nuestra
Jornada de Discipulado Diocesano
Introducción a la Jornada (2014-2016)
Esta jornada comenzó en el 2014, con la publicación de mi reflexión pastoral titulada, “Enseñen
a mi Pueblo a Orar,” y se utilizó en los vicariatos y en las parroquias de toda la diócesis. Varios
estilos de oración, meditación y contemplación, profundamente arraigados en las Escrituras
y la tradición espiritual católica, se introdujeron en nuestras parroquias y hogares. También
le pedimos al Espíritu Santo que bendijera esta jornada hacia la Nueva Evangelización en el
que nos estábamos embarcando. Al aprender a orar y profundizar nuestra vida de oración
como individuos y como comunidad, nos estábamos preparando para encontrar a Jesús más
personalmente y estar expuestos al gran tesoro de la vida espiritual y mística de la Iglesia.

Por favor, vean la “Pedagogía del Discipulado” a continuación, que destaca las etapas de
crecimiento en el discipulado y la dinámica que hemos estado utilizando para mover a nuestra
diócesis a cumplir la misión, dada por Jesús, de salir a predicar el Evangelio a todas las naciones
y bautizarlas “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Mateo 28:18-20).

PEDAGOGÍA DEL DISCIPULADO


DESCUBRE A JESÚS SIGUE A JESÚS
“Vengan y lo Verán” (Jn 1:39) “Sígueme” (Mt 9:9)
1
Discípulos: Estoy invitado a Discípulos: Me acompañan a
encontrar a Jesús. crecer en amistad con Jesús y
su cuerpo, la Iglesia Católica.
Discípulos Misioneros: Presento Enviado y
a Jesús intencionalmente a sostenido por Discípulos Misioneros:
otros para que lo encuentren 4 2 Acompaño y formo aquellos
como su amigo y salvador. el Espíritu quienes desean crecer en amistad
Santo con Jesús y la Iglesia Católica.

COMPARTIR A JESÚS 3 ADORAR A JESÚS


“Vayan y hagan Discípulos” (Mt 28:19) “Permanezcan Unidos Conmigo” (Jn 15:4)

Discípulos: Soy enviado a la misión para Discípulos: Respondo con amor para
compartir mi amor por Jesús y la Iglesia adorar y alabar a Dios en medio de la
Católica con los demás. comunidad católica.

Discípulos Misioneros: Equipo y envío Discípulos Misioneros: Formo y apoyo a


a otros en misión para evangelizar y las personas para que adoren en comunidad
hacer discípulos. como el cuerpo de Cristo, la Iglesia Católica.
7
Descubre a Jesús, Años (2016-2018)
Cada uno de nosotros está invitado a convertirse en amigo y discípulo de Jesús y a comprender
este profundo don: Si fueras la única persona que hubiera vivido, Jesús aún habría pasado
por todo lo que paso en su vida, ministerio, muerte y resurrección solo por ti.

La etapa de “Descubre a Jesús” comenzó con enseñanza y catequesis a los líderes diocesanos
y parroquiales para ayudar a las personas a tener una experiencia personal con Jesús y a
encontrar la presencia de Jesús dentro y alrededor de ellos. Esta es una etapa continua que se
profundiza a medida que perseveramos construyendo nuestra relación personal con Jesucristo
y compartiéndolo con otros en nuestras vidas.

Hermanos y hermanas, anhelo que todos y cada uno de ustedes conozcan a Jesús personalmente,
que tengan una experiencia de conocer a Jesús como su mejor amigo, su Señor y Salvador. Sta.
Teresa de Calcuta solía preocuparse por sus hermanas en la comunidad, fundó las Misioneras
de la Caridad. Ella les escribió en un famoso discurso:

“El amor personal que Cristo tiene por ti es infinito. Eres


especial para Dios. Él está esperando que vengas a Él en
oración. Él quiere honrarte con su Presencia. Jesús te ama
con ternura, eres precioso para él. Vuélvete a Jesús con
gran confianza y déjate amar por él.”

Por favor, tomen el tiempo para reflexionar sobre estas hermosas palabras de la Madre Teresa.
Les ruego que tengan una conversación sencilla con el Señor Jesús. Él escucha cada palabra
que hablan y conoce cada suspiro que toman. Él puede contar cada cabello en su cabeza y
los ama personalmente. Si ya lo conocen, pídanle que los lleve más profundamente a su amor
y a su servicio.

Podrían decir, “No soy digno.” Tienes razón, y yo tampoco. Pero todo lo que quiere de nosotros
es una apertura de corazón que le permita entrar en nuestras vidas más profundamente. Díganle:
“Señor, te permito que me llenes con tu presencia. Ven Espíritu Santo, eres bienvenido aquí en
mi alma. Ven Espíritu Santo, eres bienvenido aquí.”

Sigue a Jesús, Años (2018-2020)


Una vez que conocen y aman a alguien, quieren estar cerca de esta persona, pasar tiempo
con él o ella, descubrir qué le agrada y qué la hace feliz. Hermanos y hermanas, esto es lo
que significa seguir a Jesús. Esta es la etapa de maduración al seguir a Jesús. Esta es también
una etapa de negación, comúnmente llamada ascetismo donde abrazamos la cruz de Jesús
en sacrificio y oración. Al hacerlo, aprendemos a decir sí a la voluntad de Dios en nuestras
vidas. Aprenden a cultivar la relación con Dios y con los demás a través de obras de amor y
misericordia.

Según el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC): “Las obras de misericordia son acciones
caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y
espirituales. Instruir, aconsejar, consolar, confortar, son obras espirituales de misericordia, como
también lo son perdonar y sufrir con paciencia. Las obras de misericordia corporales consisten
especialmente en dar de comer al hambriento, dar techo a quien no lo tiene, vestir al desnudo,
visitar a los enfermos y a los presos, enterrar a los muertos” (no. 2447).
8
Esta es también la etapa de “hacer discípulos.” Una vez que conoces y amas a Jesús, quieres
compartir esa experiencia con los demás. Si cada católico hiciera dos discípulos en los próximos
años, presentándolos a Cristo y caminando con ellos en una participación plena y activa en la
Iglesia, ¡el rostro del mundo se transformaría por completo! Curtis Martin, quien fundó la Fellowship
of Catholic University Students (FOCUS) que sirve en los campus universitarios y universidades, dijo:
“Si incluso un millennial hace la obra de discipulado con dos o tres personas en la vida de ese joven,
el mundo entero se convertiría a Jesucristo y a la Iglesia Católica en treinta y tres años.”

¡Piensen en cómo sería si cada uno de nosotros estuviéramos haciendo discípulos! Estaríamos
más abierto a los planes de Dios para nuestras vidas y en la vida de la Iglesia. Estaríamos mejor
preparados para dar la bienvenida a Jesús cuando regrese para el establecimiento completo del
Reino de Dios. “Venga tu Reino, hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo” (Mateo 6:10).

Animo a cada uno de ustedes a hacer más espacio en su tiempo y en su vida para Jesús.
Continúen compartiendo su jornada de fe y presenten a un nuevo amigo a Jesús; ya sea que
él esté creciendo a través del estudio bíblico individualmente o en un pequeño grupo de
discipulado en su parroquia, escuela, campus u hogar. El patrón se puede explicar fácilmente
de la siguiente manera, que ha sido popularizada por el movimiento de Cursillo y escrita por el
Obispo John Doerfler de Marquette — “Conviértete en amigo de Jesús, haz un nuevo amigo
y preséntale a tu nuevo amigo a Jesús.”

Los años de pandemia han estado llenos de desafíos y oportunidades. Hemos estado
aprendiendo lo que significa movilizarse para la misión en un contexto muy restringido y en
circunstancias difíciles. Eso ha sido una bendición en este tiempo de dolor y pérdida. Pero el
Señor está con nosotros, y es fiel.

Adorar a Jesús, Años (2022-2025)


En lo que se ha llamado la “Pedagogía del Discipulado” (ver tabla en la página 7), ahora
entramos en los años de Adorar a Jesús. Providencialmente, la Conferencia de Obispos
Católicos de los Estados Unidos (USCCB) está lanzando una iniciativa de tres años llamada
“Avivamiento Eucarístico” centrada en la Eucaristía. El objetivo del Avivamiento Eucarístico
es alentar “un movimiento de católicos en todo Estados Unidos, sanados, convertidos,
formados y unificados por un encuentro con Jesús en la Eucaristía y enviados en misión por
la vida del mundo.”

En la Diócesis de Green Bay, implementaremos esta prioridad además de otras facetas de


nuestros años de Adoración a Jesús a medida que aprendemos a conocer y apreciar el tesoro
de la Misa al enfocarnos en la presencia de Cristo en la Palabra y en la Eucaristía.

Según varios estudios de investigación nacional, hay cuatro signos específicos de una fuerte
cultura eucarística en una parroquia:
• Devoción por la Eucaristía
• Un sentido de auténtica hospitalidad cristiana
• Cultivo de un sentido más profundo de la música sacra
• Excelente predicación

Durante estos años de Adorar a Jesús, nos esforzaremos por emprender un viaje para convertirnos
en parroquias centradas en la Eucaristía para que todos puedan llegar a una mayor devoción
a Dios nuestro Padre y a su Hijo más amado, Jesucristo, a través del poder del Espíritu Santo.

9
Comparte a Jesús, Años (2025-2028)
Muchas personas hoy en día están destrozadas y dolidas. Muchos no conocen
a Dios o lo han rechazado. Nuestra sociedad cada vez más secular piensa
que puede salvarse a sí misma, pero no puede. Al proclamar el Evangelio
y el Reino de Dios presente ahora y aún por establecer plenamente en el
momento de su regreso, podemos reclamar nuestra identidad en y para
Jesucristo.

San Pablo VI, en su documento “Evangelii Nuntiandi” (“Sobre el Anuncio de


la Buena Nueva,” no. 14), escribe que “la Iglesia existe para evangelizar.”
Un discípulo misionero es un discípulo que es “enviado a la misión” para
evangelizar o compartir a Jesús con la familia, amigos, feligreses, personas
en el vecindario y en el mundo en general y especialmente con los pobres,
los vulnerables y los marginados. Si queremos, durante estos años, seremos
movilizados y enviados a la misión como discípulos misioneros.

Por favor, no piensen que tienen que esperar y pasar por estos años de
formación para hacer este trabajo. Esta gracia nos llega a todos a través
de los sacramentos — especialmente el bautismo y la confirmación. Nos
hemos estado tomando nuestro tiempo con esta formación porque estamos
trabajando hacia un cambio sistémico, no en la naturaleza o la enseñanza de
la Iglesia, sino en nuestro enfoque para compartir el Evangelio.

Un discípulo misionero católico ama la Misa y se dedica a la adoración


todos los domingos. La Misa es la liturgia del cielo anticipada e iniciada
con cada Misa en la tierra. Este es el acto central del discipulado misionero.

Un discípulo misionero católico


ama la Misa y se involucra en la
adoración cada Domingo. La Misa
es la liturgia del cielo anticipada
e iniciada con cada Misa en la
tierra. Este es el acto central del
discipulado misionero.
10
Parte II — Discípulos Llamados
a Adorar
La Importancia del Domingo
La oración más grande de todas es la Misa, y la Misa dominical es ese día especial de la semana
cuando toda la comunidad se reúne para dar honor, gloria y alabanza a Dios. Este es “el” día de
la semana. Es el primer día de la semana y no el ultimo del fin de semana. Es un día de descanso
y recreación. Es el único día en que nos regocijamos especialmente en el don de la Eucaristía, que
es el alimento para nuestra jornada. El domingo es el día en que vamos a la iglesia y nos reunimos
como Iglesia para dar testimonio público en acción de gracias por las bendiciones de la semana
que acaba de pasar y pedirle a Dios sus bendiciones en la semana venidera.

En muchos sentidos, las semillas de mi propia vocación al sacerdocio fueron sembradas al ir


a Misa con mi familia los domingos. Recuerdo cuando era niño que todos nos preparábamos
bien para el domingo. Mamá y papá se esmeraban en su vestimenta para la Misa dominical y
se aseguraban de que nosotros también lo hiciéramos. Nos sentamos en la banca delantera
para que nos comportáramos, y prestáramos atención a la Misa y llegáramos a entenderla.
La Misa era en latín en aquellos días. Ahora la Misa es en la lengua vernácula, y podemos
estudiar y orar con las lecturas antes de ir a Misa. La Misa dominical es un tiempo para dar la
esencia de nuestro tiempo, talento y tesoro a Dios y a la comunidad. Este es un tiempo también
para entregar las causas de nuestra gran necesidad, una oportunidad para darnos a nosotros
mismos a medida que salimos de nuestro pequeño mundo particular y entramos en el mundo
comunitario, universal y eterno.

El domingo puede y debe convertirse en el punto central de nuestro discipulado como


individuos, como familias y como parroquias y comunidades de fe. La Misa es la “fuente y
cumbre de toda la vida cristiana,” de nuestras oraciones y meditaciones y de la vida cristiana
durante toda la semana (“Lumen Gentium,” no 11).

Una parte importante del propósito de la Nueva Evangelización es invitar a nuestros familiares
y amigos a volver a la práctica activa de la fe asistiendo a la Misa dominical. La Misa es la forma
más elevada de oración disponible para los seres humanos, ya que es una participación en la
liturgia celestial que está llena de abundancia en comparación con nuestros débiles intentos
aquí en la tierra. “El inmenso número de personas que no han recibido el Evangelio de Jesucristo
no puede dejarnos indiferentes,” dice el Papa Francisco en “Evangelii Gaudium” (“La Alegría
del Evangelio,” no. 264).

11
Encuentro con Cristo en el Santo Sacrificio de la Misa
Cristo nos está llamando a cada uno de nosotros a profundizar nuestra vida de oración, y la
forma más íntima de experimentar este encuentro es en el santo sacrificio de la Misa. Este
encuentro en la Eucaristía se desborda en amor y nos lleva a dirigirnos a Él en nuestra oración
diaria. Como nos recuerda San Pedro Julián Eymard, “La Eucaristía es todo, porque de la
Eucaristía todo es.”

La culminación de nuestras oraciones diarias encuentra su máxima expresión en la celebración


de la Misa dominical. Nunca estamos participando en una actividad privada, incluso cuando
oramos y meditamos solos. Estamos unidos místicamente a otros miembros del cuerpo de
Cristo, aquellos que nos han precedido en la muerte y nuestros contemporáneos hoy en día
mientras rendimos alabanza y acción de gracias. En muchos sentidos, cada acto de oración
entra en el compromiso comunitario de la Iglesia, fluye de la Eucaristía y regresa a ella.

La Eucaristía es ... “la fuente y la cumbre de la vida cristiana. Los otros sacramentos, y de hecho
todos los ministerios eclesiásticos y las obras del apostolado, están vinculados a la Eucaristía y
están orientados hacia ella. Porque en la Santa Eucaristía está contenido todo el bien espiritual
de la Iglesia, a saber, Cristo mismo, nuestra Pascua” (CIC, nos. 1324-1327).

La Eucaristía es la forma más íntima en que Jesucristo está presente para nosotros porque Él
mismo es el sacramento. Él está plenamente presente en la Eucaristía. Cada vez que participamos
en la celebración de la Eucaristía, renovamos nuestra creencia en la verdad de que Cristo dio
su vida por cada uno de nosotros. Al recibir a Jesucristo mismo, somos capaces de llegar a ser
cada vez más como Él. Este encuentro está en el centro de lo que somos como cristianos, y
nuestra esperanza es unirnos algún día a San Pablo para decir: “Ya no soy yo quien vive, sino
Cristo que vive en mí” (Gálatas 2:20).

“Cada celebración de la Eucaristía es un rayo de luz


del sol que ilumina y que es Jesucristo resucitado. “Cuanto más ardiente es el
Participar en la Misa, especialmente el domingo, amor a la Eucaristía
en el corazón del
significa entrar en la victoria del Resucitado, ser
pueblo cristiano, más
iluminado por su luz, calentado por su calor.” claramente reconocerá la
- PAPA FRANCISCO meta de su misión: llevar
a Cristo a los demás. No
sólo una teoría o una
forma de vida inspirada
“A partir de este momento, por Cristo, sino
vivir plenamente la Eucaristía; el don de su propia persona.
ser personas para las Cualquiera que no ha
que el la Santa Misa, la compartido la verdad del
amor con sus hermanos
Comunión y la Adoración
y hermanas aún no ha
Eucarística sea el centro y
dado lo suficiente.”
la cumbre de toda su vida.”
- PAPA BENEDICTO XVI
- SAN JUAN PABLO II
12
Parte III — Desbloqueando el
Significado de la Misa
¿Qué quieren decir los católicos con la palabra adoración? La adoración es el honor correcto, la
alabanza y la acción de gracias a Dios que hacemos a través de la oración pública de la Iglesia,
la liturgia y en nuestra oración privada. La Misa es el acto perfecto de adoración, ofrecido por
el Hijo al Padre en el Espíritu Santo. Podemos (y debemos) orar de muchas maneras diferentes,
pero solo en la Misa podemos ofrecer la oración de alabanza y acción de gracias perfectas que
le debemos a Dios. En la Misa, es Cristo quien hace la ofrenda por nosotros, con nosotros y en
nosotros. Él es el sumo sacerdote y mediador, y la Misa es el lugar y el tiempo que estableció
para la representación de su sacrificio. Cuando tomó pan y vino y los bendijo, los llamó su
Cuerpo y Sangre, y dijo: “Haced esto en memoria mía” (Lucas 22:19); y así lo hacemos.

Cuando venimos a adorar, Jesús está presente en la Palabra y en la Eucaristía. Es una cita
que él hizo, y siempre la cumple, no porque Dios necesite nuestra adoración, sino porque
necesitamos adorar a Dios.

El adorar es la necesidad humana más profunda, y es un deber que tenemos con Dios. Fuimos
creados a imagen y semejanza divina, hechos por Dios y para Dios. En la Misa, en comunión con
Jesús, recibimos el amor que el Hijo ha conocido desde la eternidad. En la Misa, en comunión
con Jesús, devolvemos el amor al Padre de una manera que es apropiadamente divina.

En la Misa, estamos cobijados en nada menos que el amor de la Santísima Trinidad. Esto se
expresa bellamente en la gran doxología, las palabras que se escuchan al final de la Oración
Eucarística justo antes de que comience el Padre Nuestro: “Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios
Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de
los siglos Amen.”

Por el poder del Espíritu Santo, permanecemos en Jesús; y con Él y por medio de Él damos gloria
y alabanza al Padre. En comunión con Cristo, estamos unidos en comunión unos con otros.

Este es el amor que esperamos conocer para siempre en el cielo. Lo recibimos como un anticipo
ahora mismo en la Misa.

Una vez más, esta es la adoración perfecta, y es para lo que fuimos hechos. Si no adoramos al
único Dios verdadero, pero en cambio, adoraremos a alguien o algo más; lo pondremos en el
lugar de Dios y lo convertiremos en un ídolo, dándole lo mejor de nuestro amor y atención. Para
algunas personas es política; para otras es riqueza; para otros: automóviles, comida, compras,
sexo o viajes. Todas estas son cosas buenas, pero cuando hacemos de cualquiera de ellas lo
más importante nos destruye. Tales sustitutos nunca pueden satisfacer los anhelos del corazón
humano. San Agustín lo expresó de manera más memorable: “Nos has hecho para ti, y nuestros
corazones están inquietos, hasta que puedan encontrar descanso en ti.”

La adoración es la meta, el fin al que tiende todo discipulado. La adoración proporciona la


única satisfacción duradera de nuestros deseos más profundos.

“Hacer éste en memoria Mia.” - Lucas 22:19 13


Temas para Desbloquear el Significado de
la Misa
La Misa es un tema infinitamente rico. Podrías llenar una
biblioteca con los libros que se han escrito sobre ella.
Podrías llenar un libro con reflexiones sobre un solo aspecto
o elemento de la Misa: sacrificio, sacramento, presencia,
ritual, historia, doctrina y trasfondo bíblico. Vivimos en una
época de gran desarrollo en los medios de comunicación,
y todos los días aparecen nuevos libros, videos, podcasts
y artículos — algunos muy técnicos, otros bastante
pastorales. Sí, estamos presenciando una crisis de fe en el
poder de la Misa, pero también estamos presenciando una
gran y heroica respuesta por parte del clero y los laicos.

¡No pretendo reproducir todos sus esfuerzos! En esta


sección quiero considerar sólo algunos temas claves que
ayudaran a una comprensión más profunda de la Misa.

El Sacrificio Pascual
La comida más importante en el Antiguo Testamento era la comida de pascua, llamada en
hebreo el seder. Dios estableció esta fiesta como el convenio más grande: “Éste es un día que
ustedes deberán recordar y celebrar con una gran fiesta en honor a el Señor; lo celebrarán
como una ley permanente” (Éxodo 12:14).

Los Israelitas consumieron la Pascua como su última comida en Egipto, donde habían
sido esclavizados durante muchos años. Cuando llegó el momento, tuvieron que salir
apresuradamente y no hubo tiempo para dejar que la masa se levantara para el pan. En cambio,
comieron pan sin levadura con un cordero asado entero y varios otros platos de acompañamiento
profundamente simbólicos, como hierbas amargas. A través de los siglos siguientes, en cada
seder, un miembro de la familia (generalmente el padre o el hermano mayor) explicaba el
significado de cada alimento a medida que se iban sirviendo.

El cordero era esencial. Dios había enviado una plaga final sobre Egipto, reclamando la vida de
cada primogénito en la tierra. Cada familia de israelitas protegió a su primogénito ofreciendo el
cordero pascual. Esparciendo un poco de la sangre y untándola por todo el marco de la puerta
de la casa que habitaban (Éxodo 12:7,2-23), para que el Ángel de la Muerte supiera pasar de
largo por encima de ellos.

Después, cada hogar israelita tenía la obligación de siempre conmemorar el Éxodo. En la comida
del seder, la familia renovó su alianza con Dios. Cuando Jesús estaba creciendo, José y María,
como judíos fieles, celebraban el día santo como peregrinos en Jerusalén (véase Lucas 2:41).

Fue en un seder de Pascua que Jesús instituyó la Eucaristía. Ese día les dijo a sus discípulos más
cercanos, los Doce: “Con ansia he deseado comer esta Pascua con ustedes antes de padecer”
(Lucas 22:15). Procedió entonces a celebrar el seder de una manera inusual. Tomó algunos de
los elementos tradicionales, pan y vino, y los bendijo, asignándoles un nuevo significado. Dijo
del pan: “Este es mi cuerpo, que será dado por ustedes” (Lucas 22:19). Luego, sobre el cáliz
de vino, dijo: “Esta copa es la alianza nueva sellada con mi sangre, que será derramada por
ustedes” (Lucas 22:20).
14
Hay cuatro relatos completos de este seder en el Nuevo Testamento, pero ninguno de ellos menciona
un cordero. Sólo en la Primera Carta de San Pablo a los Corintios encontramos una razón para esta
aparente omisión. El apóstol explica que Jesús mismo es el cordero de la nueva Pascua: “Porque aún
Cristo, nuestra Pascua, ha sido sacrificado” (1 Corintios 5:7). En el siguiente versículo continúa: “Por
tanto, celebremos la fiesta … con panes sin levadura de sinceridad y de verdad” (5:8).

Al comienzo del ministerio de Jesús, Juan el Bautista se había dirigido misteriosamente a Él


como “el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo” (Juan 1:29). Así, al ofrecer su
Cuerpo y Sangre, Jesús se presentó como el sacrificio pascual perfecto. Él era el Cordero de
Dios. A medida que su vida llegaba a su fin, untaba con su propia sangre el madero de la cruz,
evocando la sangre del cordero pascual y su propósito de salvar vidas. El madero de la cruz se
convierte en la puerta de entrada a la libertad del pecado y la muerte.

Para nosotros que hemos asistido a muchas Misas, esas líneas e imágenes son muy familiares: el
pan sin levadura, el cáliz de vino, las bendiciones pronunciadas sobre ambos, el mandamiento
de “Este es el Cordero de Dios.” Cuando vamos a la iglesia, la liturgia deja claro que estamos
sentados en el seder de la Nueva Alianza, la Pascua del nuevo Éxodo.

La Pascua del Antiguo Testamento había sido un evento importante, pero todavía era solo
una sombra de la Pascua por venir en Jesucristo. En el antiguo Éxodo, las doce tribus fueron
liberadas de la esclavitud y se establecieron en una “tierra que fluye con leche y miel.” Pero en
el nuevo Éxodo, el mundo entero fue liberado de la esclavitud al pecado y la muerte, y se le
permitió entrar en una tierra prometida mucho mayor: el cielo, que es una parte eterna en la
vida de Dios mismo.

15
El Cielo en la Tierra
Muchos de estos temas se expresan en su forma bíblica más refinada — y sorprendente — en
la carta a los hebreos y el visionario Libro de Apocalipsis. En ambos libros, la Misa se presenta
consistentemente como la adoración unificada del cielo y la tierra.

En el Libro de Hebreos, capítulo 12:1-2, nos encontramos “rodeados de una nube tan grande
de testigos” — los ángeles y los santos — “mientras mantenemos nuestros ojos fijos en
Jesús.” Nos encontramos en “la ciudad del Dios viviente, la Jerusalén celestial, y con los ojos
fijos de ángeles, a la asamblea general e iglesia de los primogénitos que están inscritos en
los cielos” (22-23). Allí, Jesús es “el mediador de un nuevo pacto, y la sangre rociada que
habla más elocuentemente que la de Abel” (24). Recuerda que, en la Última Cena, Jesús se
había referido a la Eucaristía como la Nueva Alianza en su sangre. Por esa razón, la Misa es un
momento de tremenda importancia, y debemos reconocerlo como tal. Las Escrituras nos dicen:
“Demostremos gratitud, mediante la cual ofrezcamos a Dios un servicio aceptable con temor y
reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor” (28-29).

El Libro de Apocalipsis parece un libro enigmático y desconcertante para muchos cristianos.


Pero tiene mucho más sentido si se lee a la luz de la liturgia. Reconocemos muchos de
sus pequeños detalles como elementos familiares de la Misa dominical. Hay vestimentas
sacerdotales, incienso, cálices, himnos, el “Santo, Santo, Santo”, el “Cordero de Dios.” Existe
el “maná oculto” de la Eucaristía.
16
Incluso la estructura del libro refleja la Misa, que se ha dividido en dos desde el comienzo
de la Iglesia. Los primeros capítulos tratan de la apertura y lectura de los rollos. Los capítulos
posteriores tratan del banquete del Cordero de Dios.

El autor del Libro de Apocalipsis, San Juan, presenta el cielo como un banquete sagrado que
dura la eternidad. Sin embargo, ese banquete no comienza cuando morimos, comienza cuando
vamos a Misa, cada vez que vamos a Misa y donde quiera que vayamos a Misa, porque la Misa
es el único lugar donde, real, verdadera, sustancial y sacramentalmente — el cielo toca con
los pies en la tierra y Dios nos alimenta con el Pan de Vida. En Apocalipsis, vemos la liturgia
celestial-terrenal como el acto perfecto de acción de gracias (ver Apocalipsis 4:9, 7:12 y 11:17).
En el Cordero vemos a la perfecta víctima pascual, cuya fiesta es eterna.

Jesús insinuó todo esto en su afirmación de que la Eucaristía es su cuerpo (Lucas 22:19) y su
presencia real (Juan 6:26-65). Si Jesús está verdaderamente presente, entonces el cielo está allí.
Donde quiera que vaya el Rey, es atendido por su corte. Reconocemos esto tantas veces cuando
asistimos a la liturgia. En el Rito Penitencial, reconocemos que estamos en presencia de “todos
los ángeles y santos.” Al comenzar la Oración Eucarística, el sacerdote ora: “Por eso, con los
ángeles y arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria ...”

Así es como las grandes figuras de la historia de la Iglesia han experimentado la Misa. En el
siglo IV, San Atanasio dijo a su congregación: “Mis amados hermanos, no es una fiesta temporal
a la que venimos, sino una fiesta celestial. No la celebramos en las sombras; nos acercamos a
ella en la realidad” (“Festal Letters,” Carta 4, párr. 3).
17
¡En realidad! Por eso hablamos de la presencia real! Vamos a ver al Rey de Reyes, y esto
debería infundirnos asombro. San Juan Crisóstomo, en el siglo V, instó a su pueblo a cultivar un
profundo sentido de asombro Eucarístico. ¡Y, sin embargo, eran renuentes incluso a presentarse
a Misa! Les dijo: “Miren, se los ruego: una mesa real está puesta delante de ustedes; los
ángeles sirven en esa mesa; el Rey mismo está allí ... [Cristo] nos ha invitado al cielo, a la mesa
del gran y maravilloso Rey, y ¿nos encogemos y dudamos, en lugar de apresurarnos y correr
hacia él?” (“Homilías sobre Efesios,” Homilía 3).

Los santos que invoco no son extraños. Representan la corriente principal del cristianismo, y
la doctrina que expresan ha sido la fe constante de la Iglesia desde el principio. Sigue siendo
nuestra fe hoy. Puedes leerlo en el Catecismo de la Iglesia Católica:

“En la liturgia terrena pregustamos y participamos en aquella liturgia celestial que se


celebra en la ciudad santa, Jerusalén, hacia la cual nos dirigimos como peregrinos, donde
Cristo está sentado a la derecha del Padre, como ministro del santuario y del tabernáculo
verdadero; cantamos un himno de gloria al Señor con todo el ejército celestial; venerando
la memoria de los santos, esperamos participar con ellos y acompañarlos; aguardamos al
Salvador, nuestro Señor Jesucristo, hasta que se manifieste El, nuestra Vida, y nosotros
nos manifestamos con El en la gloria” (CIC, no. 1090; véase también 1136 y 2642).

Tal ha sido la devoción de los cristianos desde la primera generación. Pero ¿tú y yo la hemos traído
a casa? ¿La hemos hecho nuestra? Escucha de nuevo a San Juan Crisóstomo, que habla en nombre
de la Iglesia antigua: “Porque cuando tú ves al Señor sacrificado y humilde, y el sacerdote que está
orando sobre la víctima, y a todos teñidos de aquella preciosa sangre; ¿por ventura crees hallarte
aún en la tierra entre los hombres, y no penetras inmediatamente sobre los cielos?” (“Sobre el
Sacerdocio,” Libro I). A medida en que ustedes y yo no recordemos esto, debemos convertirnos.

Estar con el Rey, Jesucristo, es estar en el cielo. Puede que no se vea o se sienta como nuestras
ideas sobre el cielo. Como obispo, escucho regularmente quejas de personas de que su iglesia
parroquial es demasiado caliente en el verano o demasiado fría en el invierno. En la consumación
de la historia, esas imperfecciones presumiblemente serán remediadas. Al final veremos las
cosas como son y veremos a Dios como Él es (1 Juan 3:2). Ahora, sin embargo, contemplamos
a Jesús con ojos de fe, y eso es en sí mismo un privilegio mayor de lo que podríamos haber
imaginado. Es un don profundo.
18
El Mayor Acto de Gratitud
Es educado que digamos “gracias” por cualquier regalo, y
Dios es el manantial de donde mana cada cosa buena que
hemos tenido en la vida. Los dones de Dios para nosotros
son incontables, tanto en el orden natural como en el
sobrenatural, por lo que nuestra deuda de gratitud está
más allá de nuestra capacidad de expresar. Le debemos
algo más que un gesto de educación. Le debemos una
deuda que solo la Misa puede pagar, porque allí Jesús
mismo está haciendo la ofrenda — y Jesús mismo es la
ofrenda. La adoración siempre implica acción de gracias.

“Eucaristía” es uno de los primeros términos aplicados


a la Misa. Su raíz griega significa simplemente, “acción
de gracias.” Cuando Jesús toma pan en los Evangelios,
da gracias y, habiendo dado gracias (eucharistēsas),
bendice y distribuye el pan. Esto sucede cuando alimenta
a las multitudes (Mateo 15:36, Juan 6:11). Sucede,
primordialmente, en la Última Cena (Lucas 22:17-19). En
conmemoración de Jesús, sucede para los Apóstoles en
el Libro de los Hechos de los Apóstoles (Hechos 27:35).

Si ustedes y yo tomamos un momento para meditar,


concluiremos que cada uno de nosotros ha sido
generosamente bendecido en la vida, incluso aquellos que
están sufriendo grandemente deben reconocer que han
sido bendecidos de muchas maneras. De hecho, muchas
de nuestras luchas involucran bendiciones que una vez
tuvimos, pero que luego perdimos. Siempre estamos en el
extremo receptor de muchas bendiciones, pero rara vez las
apreciamos mientras las tenemos. Rara vez nos tomamos
el tiempo para dar gracias. La Misa es el momento perfecto
para hacerlo, como lo hicieron Jesús y San Pablo.

Algunas personas llevan un diario de bendiciones. Otros


encuentran otras maneras de dar gracias todos los
días. Las personas que hacen esto reportan una mejora
constante en su actitud y su aprecio por los dones de la
vida. La gratitud los mueve a lo largo del camino de la
transformación hacia una alegría y felicidad mucho mayor.

Cuando queremos reconocer las bendiciones,


instintivamente debemos mirar al Proveedor de todo
beneficio y todo don perfecto (Santiago 1:17). Dios nos
Dios es el manantial de da sus dones a través de muchos mediadores. Él nos
da vida a través de nuestros padres. Él nos da trabajo a
donde mana cada cosa través de nuestros patrones. Él nos da afecto a través de
nuestros amigos. Podemos y debemos agradecer a las
buena. La adoración personas que nos traen bendiciones grandes y pequeñas,
siempre implica pero siempre debemos recordar agradecer a Dios. Él es

acción de gracias. la fuente última de todas nuestras bendiciones.


19
Este es uno de los propósitos principales de la Misa. Por lo menos una vez a la semana damos
gracias a Aquel que nos sostiene. En la Misa escuchamos estas palabras: “Demos gracias al
Señor nuestro Dios. ... Te ofrecemos, en esta acción de gracias, el sacrificio vivo y santo.”

La gratitud es beneficiosa para nosotros de muchas otras maneras. Nos ayuda a adquirir virtudes
aparentemente no relacionadas, como la humildad. Cuando estamos habitualmente agradecidos,
recordamos incluso nuestras mayores fortalezas como regalos recibidos de otros: de padres,
abuelos, maestros, mentores, hermanos, gerentes y amigos — pero en última instancia de Dios.
Cuando nos detenemos a calcular cuánto se nos ha dado, comenzamos a reconocer nuestra propia
pequeñez e indignidad. Entonces nos estamos moviendo hacia el verdadero espíritu de adoración.

La “Escuela de Acción de Gracias”


En la Misa, nos unimos a Jesús para darle gracias a Dios con, en y a través de Jesús. Con él
nuestras vidas se convierten también en sacrificios vivos de alabanza y acción de gracias, como
nos recuerda esta cita de Wilfrid Stinissen: “La Eucaristía es una escuela de Acción de Gracias. Allí
aprendemos de nuevo a dar gracias, no sólo por lo bello y delicioso, sino también por lo difícil,
por el sufrimiento y la muerte. Unidos a Jesús, damos gracias por su muerte, que se ha convertido
en nuestra salvación y, por lo tanto, damos gracias también por nuestra propia muerte. ... La
Eucaristía puede enseñarnos a dar gracias en todas las circunstancias; porque esta es la voluntad
de Dios en Cristo Jesús (I Tesalonicenses 5:18)” (“The Bread that is Broken,” página 7).

La gratitud está en la raíz de nuestra obligación de asistir a Misa el domingo. En el Nuevo


Testamento, el domingo es el Día del Señor, y los cristianos siempre lo han honrado como tal.
La semana pertenece al Señor, y lo reconocemos simbólicamente dándole el primer día. En
las primeras horas de ese día, cultivamos nuestra relación personal y comunitaria con nuestro
Creador. No solo estamos obedeciendo una regla, aunque la asistencia a la Misa semanal es
una obligación seria y debe cumplirse. Estamos disfrutando de un privilegio. Es un honor ser
contado como uno del pueblo de Dios. Es una bendición tener la libertad de reunirse como una
comunidad de creyentes. Es bueno para nosotros recordar estas cosas y dar gracias.

Cada día es un regalo. Cada respiro es un nuevo regalo para nosotros; el uso de cada uno de
nuestros sentidos es un regalo. Por todo esto damos gracias en la Misa. Dios no nos promete
a ninguno de nosotros el día siguiente ni siquiera el siguiente aliento. No tenemos derecho a
estos; son puros dones del Creador. Cuando reconocemos la gracia de cada día y respiramos, nos
volvemos más agradecidos con el autor y dador del don de la vida. Contar nuestras bendiciones
todos los días es una práctica y un hábito tremendo. Decir “gracias” desvía nuestro enfoque de
las cosas que nos faltan y queremos — y lo coloca en cambio en las cosas buenas que ya tenemos.

Si visita el país de Grecia hoy, escuchará a los comerciantes expresar gratitud con una sola palabra:
¡Eucaristía! Cuando tengamos en cuenta el origen de la palabra “Eucaristía,” apreciaremos una
de las razones principales por las que vamos a Misa: ¡para dar las gracias!

20
El Sacramento de La Comunión y de La Caridad
En los primeros días de la Iglesia — en el siglo II, en el norte de África — un converso llamado
Tertuliano escribió un libro para explicar la fe católica a sus incrédulos vecinos. Él les habla
sobre la adoración dominical, pero también sobre los efectos que tiene en los adoradores. El
mayor efecto es el amor.

Habla de la colecta, donde los cristianos hacen donaciones voluntariamente, y detalla las
actividades caritativas financiadas por ella. La colecta se utiliza, dice, “para sustentar y enterrar
a los pobres, para alimentar los niños huérfanos de padres y de hacienda, para viejos que no
pueden salir de casa, para quienes padecieron naufragios, para los presos en las cárceles, para
los desterrados a las islas y para los condenados a las minas” (“Apología,” cap. 39). El tesoro
de la Iglesia se utiliza para atender las necesidades reales de las personas reales.

La Misa no se trata de dinero — ni ahora, ni en el siglo II. Tertuliano observa: “Pero también esta
demostración de grande amor lo notan con murmuración algunos. Mirad, dicen, como se aman
entre si” (“Apología,” cap. 39). En la narrativa de Tertuliano, este es el amor que fluye de la Misa.
En la Misa, las personas son atraídas a la comunión con Jesús — y, en Jesús, experimentan la
comunión entre sí. Es por lo que San Pablo puede llamar a la Iglesia el cuerpo de Cristo (1 Corintios
12:27). “La copa de bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre de Cristo? Y el
pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? Así, siendo muchos formamos un
solo cuerpo, porque el pan es uno y todos participamos del mismo pan.” (1 Corintios 10:16-17).

En la Eucaristía, Cristo da todo lo que tiene: su cuerpo, su sangre, su alma y su divinidad. No


priva de nada; no sólo de la Iglesia, sino de cada uno de nosotros individualmente. Estamos
obligados, entonces, a “ir y hacer lo mismo” (Lucas 10:37). Somos responsables de la vida
que hemos recibido en la Eucaristía. Como hemos experimentado la misericordia, debemos
demostrar misericordia. Como hemos conocido la bondad, debemos mostrar bondad. Como
hemos recibido caridad, debemos extender la caridad. La Eucaristía es el modelo y la medida
de nuestra propia entrega.

No todo el mundo puede hacer de todo. Incluso en la Iglesia antigua, la gente hacía lo que
podía, no más, pero tampoco menos. Los cristianos que visitaban las minas y las prisiones
probablemente no eran los mismos que enterraban a los muertos o cuidaban a los huérfanos.
Todos hicieron algo. Todos encontraron una manera de compartir el amor infinito que habían
recibido en la Misa. Así es como la Iglesia convirtió al mundo occidental en un lapso de tiempo
relativamente breve. Los cristianos, fortalecidos por el amor de Dios en la Eucaristía, salieron
y amaron a sus vecinos. El amor recibido en la Misa se desbordó en el mundo, y cambió el
mundo. Así que podemos estar seguros de que el éxito en la evangelización no sólo es posible.
Está comprobado. Se ha hecho.

Como nos recuerda San Pedro Julián Eymard, “¡Qué bondadoso es nuestro Jesús Sacramentado!
Él le da la bienvenida a cualquier hora del día o de la noche. Su Amor nunca conoce el descanso.
Él siempre es muy amable contigo. Cuando lo visitas, se olvida de nuestros pecados y habla
sólo de su alegría, de su ternura y de su Amor. Por la acogida que te da, uno pensaría que te
necesita para ser feliz.”

Se trata de amor, y comienza en la Misa.

Así que exploremos ahora en esta siguiente sección una visión general de las partes y la
estructura de la Misa, lo que nos ayudará a apreciar el “por qué” detrás del “qué.”
21
Parte IV — Visión General de la
Estructura de la Misa
Como todos estos temas sugieren, la Misa es el evento más grande en la historia humana; y
eso es cierto para cada Misa. Puede parecer humilde para nuestros sentidos humanos. Otros
eventos pueden estimular nuestras emociones o entretenernos en mayor grado. Pero nada de
eso testifica en contra de la verdad y el poder de la Misa, especialmente cuando llegamos a
comprender más plenamente la Misa y cómo nos forma en el cuerpo de Cristo. Muchos de los
contemporáneos de Jesús, después de todo, no estaban impresionados por su persona. Era del
pueblo sin importancia en Nazaret, dijeron. Sus padres eran pobres. Pero aquellos que miraban
con ojos de fe lo reconocían por lo que era y por quién era. Vieron que él era el cumplimiento
de los oráculos de los profetas hebreos. Informados y atentos, sabían que debían seguirlo.

Si consideramos la Misa como aquellos primeros discípulos consideraron a Jesús, veremos su


significado y propósito divino. No es un surtido aleatorio de gestos y textos. Es la mayor obra
de arte, compuesta por Dios mismo y cuidadosamente dispuesta por los santos a lo largo de
dos mil años de historia. Cuando crezcamos en nuestro conocimiento de las partes de la Misa,
creceremos también en asombro, ¡de que Dios nos ha amado tanto!

En las páginas que siguen, caminaré a través de las partes de la Misa, exponiendo sus
orígenes y simbolismo. ¡Cada segmento podría ser el tema de un libro por sí mismo! Pero seré
necesariamente breve y, en cambio, les invito a que continúen estudiando los muchos recursos
de calidad que están disponibles hoy en día.

La Estructura de la Misa
La Misa se divide en dos partes: la Liturgia de la Palabra y la Liturgia de la Eucaristía. Estos tienen
propósitos diferentes y complementarios. En la Liturgia de la Palabra, los fieles son instruidos a
partir de los libros de la Sagrada Escritura. En la Liturgia de la Eucaristía, la Iglesia celebra el rito
establecido por Jesús en la Última Cena: la ofrenda del sacrificio de su Cuerpo y Sangre.

La Misa se divide en dos partes:

la Liturgia de la Palabra + la Liturgia de la Eucaristía

22
La Liturgia de la Palabra
Ritos Introductorios

Aunque podemos comenzar nuestra reunión


con un himno, la Misa en sí comienza con
algunas oraciones cortas y tradicionales. La
primera es la Señal de la Cruz. Esta es una
oración muy antigua, que incluye palabras y
un gesto. En una homilía pronunciada por el
Papa Benedicto XVI en el 150 aniversario de
la aparición en Lourdes, la llamó “una especie
de síntesis de nuestra fe,” porque invoca
el nombre trinitario de Dios (Padre, Hijo y
Espíritu Santo) esta reconoce el medio de
nuestra salvación (la cruz).

A los primeros cristianos les encantaba esta


oración y creían que estaban trazando la
marca de Dios sobre sus cuerpos — el gesto
prefigurado por el profeta Ezequiel (9:4)
y mencionado varias veces en el Libro de
Apocalipsis (7:3, 9:4 y en otros lugares).

En el norte de África del siglo II, Tertuliano escribió:

“Los cristianos nos ceñimos la frente


con la Señal de la Cruz.”
El sacerdote luego extiende un simple saludo,
invocando a Dios por su nombre y extraído
de las palabras de la Escritura. Él puede decir
simplemente: “El Señor esté con ustedes”
(véase Rut 2:4), o algo más elaborado, como “La
gracia de nuestro Señor Jesucristo, y el amor de
Dios, y la comunión del Espíritu Santo estén con
todos ustedes” (véase 2 Corintios 13:14).

Sigue el Rito Penitencial. Esta es una etapa


necesaria en nuestra adoración — un examen
CortesíadMnyIc.m
de conciencia con respecto a nuestros actos
desde la última vez que recibimos la Comunión
o el sacramento de la reconciliación. Recordamos cualquier pecado que hemos cometido en
este tiempo; y usando las oraciones de la Iglesia, tradicionalmente llamada el Confiteor (“Yo
confieso”) y el Kyrie (“Señor, ten misericordia”) — pedimos perdón.

A través de la Misa misma, Dios nos concede el perdón por todos nuestros pecados veniales.
Si somos conscientes de haber cometido algún pecado mortal, debemos permanecer en
la Misa, pero no avanzar a la Sagrada Comunión y aprovechar la primera oportunidad que
podamos para ir a la confesión donde podamos ponernos en paz con Dios.
23
Debemos ser conscientes de la diferencia entre el pecado mortal y el venial (véase 1 Juan
5:16-17; CCC, nos. 1854-1864). La mejor manera de adquirir esta conciencia es a través de
la confesión sacramental regular. El Catecismo de la Iglesia Católica establece que uno debe
confesar pecados graves al menos una vez al año (CIC, no. 1457).

Los domingos y otros días especiales, la Misa procederá con la oración llamada Gloria (“Gloria
a Dios”). Esta antigua oración comienza con la oración de los ángeles en el nacimiento de Jesús
(Lucas 2:14). Es una hermosa y gozosa oración de alabanza a Dios.

Estos ritos introductorios son muy breves. De hecho, ¡probablemente pasaste más tiempo
leyendo sobre ellos en este momento de lo que pasarás orando con ellos en la mayoría de
las Misas! Concluyen con una oración llamada Oración Colecta, que se centra en un tema
espiritual para la Misa y prepara a la congregación para escuchar la palabra de Dios. Entramos
a continuación, al corazón de la Liturgia de la Palabra.

Las Lecturas y la Homilía

Una de las razones más importantes por las que nos reunimos es para escuchar las Escrituras
proclamadas y dejarlas que formen nuestros corazones y mentes. No basta con estar presente.
Debemos estar atentos. Todos los libros de la Biblia son inspirados por Dios. Son su Palabra en
el lenguaje humano. Y sólo los libros de la Biblia son inspirados por Dios. Otros libros pueden
ser buenos o incluso grandes, pero sólo la Escritura es divina. Por lo tanto, sólo estos libros
pueden ser proclamados en la Misa.
En cada Misa, los católicos escuchan una gran
cantidad de Escrituras. Los domingos y días
festivos especiales, hay cuatro lecturas. La primera
generalmente se extrae del Antiguo Testamento; la
segunda generalmente proviene de las cartas del
Nuevo Testamento. Entre esas dos lecturas hay un
responsorio del Libro de los Salmos; este a menudo
es cantado por un salmista, frecuentemente también
es el cantor, y por la congregación.

La lectura final y más importante es de los


Evangelios, los relatos divinamente inspirados de la
vida de Jesús. El ritual nos da muchas indicaciones
de la importancia única del Evangelio. Primero,
sólo un miembro del clero, un sacerdote o diácono,
puede proclamar el Evangelio durante la Misa. La
lectura del Evangelio es precedida con un Aleluya
— una exclamación hebrea que significa “¡Alabado
sea el Señor!”. También nos ponemos de pie para
la proclamación del Evangelio, aunque estábamos
sentados durante las lecturas anteriores.

Una de las razones más importantes por


las que nos reunimos es para escuchar las
Escrituras proclamadas y dejarlas que
formen nuestros corazones y mentes.
24
Después, dirigimos una oración directamente a
Jesucristo, porque creemos que él está especialmente
presente cuando el Evangelio se lee en voz alta en la
Misa. Entre semana, el número de lecturas se reduce
de cuatro a tres.

No hay nada aleatorio acerca de las selecciones elegidas


de las Escrituras. Han sido cuidadosamente escogidos
por la Iglesia y dispuestos para desarrollarse a lo largo
de las estaciones del año. Se prescriben en un libro
llamado Leccionario. Los cristianos (y los judíos) han
estado usando leccionarios desde la antigüedad. Ellos
se aseguran de que nuestras lecturas sean variadas y
siempre relevantes, y que ninguna parte de la Biblia
sea postergada en nuestra adoración.

El Leccionario Católico actual (en uso desde 1969)


prescribe lecturas durante un ciclo de tres años. Al final
del ciclo, empezamos de nuevo desde el principio. El
Leccionario es como un curso de estudios que repetimos
muchas veces a lo largo de toda nuestra vida. Se asegura
de que estaremos familiarizados con la Biblia — ¡si
estamos escuchando! — y que de que crezcamos en
nuestro conocimiento a medida que avancemos en años.

Cuando todas las lecturas han sido proclamadas, el


sacerdote o diácono puede pronunciar una homilía —
un sermón comentando las lecturas y aplicándolas a la
vida cotidiana. Después de la homilía, la congregación
(los domingos y días festivos especiales) recitarán el
Credo de Nicea o el Credo de los Apóstoles. Ambas
son antiguas profesiones de fe — destellos compactos
de la doctrina cristiana básica que nos recuerdan las
verdades de las que fluyen todas nuestras creencias: la
unidad y la Trinidad de Dios, la persona y la naturaleza
de Jesucristo y la misión y autoridad de la Iglesia.

Concluimos la Liturgia de la Palabra con las Oraciones


de los Fieles (a veces llamada la Oración Universal).
Se trata de peticiones breves recitadas por un lector,
o más apropiadamente, el diácono, a las que la
congregación responde con una oración. El contenido
de las peticiones variará, pero a menudo incluyen
intercesiones por la Iglesia, el mundo, la comunidad
local, las autoridades públicas y por las personas que enfrentan dificultades particulares.

Hay un cambio notable entre la primera “mitad” de la Misa (la Liturgia de la Palabra) y la segunda
(la Liturgia de la Eucaristía). La primera se refiere principalmente a la entrega de información, es
decir, a la difusión de un mensaje. Ese es el propósito de las lecturas, la homilía y el credo. La
Liturgia de la Eucaristía, sin embargo, se centra principalmente en la acción del sacrificio. Es a
esto a lo que ahora dirigimos nuestra atención.
25
26
La Liturgia de la Eucaristía
Durante la Liturgia de la Eucaristía, la Iglesia cumple el mandato de Jesús de “hacer esto en
memoria mía” — de ofrecer su Cuerpo y Su Sangre bajo las especies de pan y vino. El sacrificio
de Jesús fue “de una vez por todas” (Romanos 6:10, hebreos 7:27, 1 Pedro 3:18). La ofrenda de
su propio sacrificio no se repite, sino que se vuelve a presentar. Fue “uno” hace mucho tiempo,
pero, en la Liturgia de la Eucaristía, está inmediatamente presente “para todos,” en cada lugar
y en cada época.

La Liturgia de la Eucaristía se divide en tres secciones: La Preparación de las Ofrendas, la


Oración Eucarística y la Sagrada Comunión.

La Preparación de las Ofrendas

Ahora el sacerdote o el diácono prepara el altar, a veces asistido por los monaguillos. Las
ofrendas — de vino y pan sin levadura — son llevados al altar. La comunidad, unida como el
cuerpo de Cristo, presenta sus ofrendas para ser ofrecidas por el sacerdote mientras los eleva
con una oración de bendición. Puede hacer esta en silencio, mientras la congregación canta un
himno, o puede recitar las oraciones en voz alta, con la gente respondiendo: “Bendito seas por
siempre Señor.” Las bendiciones que se oran se basan en fórmulas que han sido utilizadas por
el pueblo de Dios durante miles de años.

El sacerdote vierte el vino en un recipiente sagrado, llamado cáliz, junto con una pequeña cantidad
de agua. La mezcla de vino y agua significa muchas cosas: la sangre y el agua que salieron del
costado de Jesús después de su muerte (Juan 19:34), la naturaleza divina y humana en Jesucristo
y la comunión de nuestra debilidad con la fuerza de Jesús. En este momento, también, la
congregación puede tomar una colecta de donaciones, para ser utilizadas para el mantenimiento
de la iglesia y la ayuda de los pobres. Estas ofrendas monetarias se colocan al pie del altar.

La Oración Eucarística

Esta es la pieza central de la Liturgia de la Eucaristía y, de hecho, de la Misa. Todas las demás
partes de las que hemos hablado (las oraciones, las lecturas, la recitación del credo) pueden
incorporarse en otros servicios y eventos. La Oración Eucarística, sin embargo, sólo puede ser
usada en la Misa; es la oración la que le da a la Misa su carácter distintivo.

Está precedida por una breve oración llamada prefacio, que concluye con el canto o recitación del
Sanctus: “Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los Ejércitos ...” El Sanctus aparece dos veces en la
Biblia, una vez en el Antiguo Testamento (Isaías 6:2-3) y una vez en el Nuevo Testamento (Apocalipsis
4:8). En ambos lugares, surge de los serafines en el cielo como la adoración y ante el trono de Dios.
Cantado ahora, el Sanctus significa la unión del cielo y la tierra que tiene lugar en la Misa.

La Oración Eucarística en sí misma es una oración larga y sólo puede ser ofrecida por un
sacerdote ordenado. Él ora como el representante de la comunidad de adoración, y ora “en la
persona de Cristo,” habiendo sido incorporado a Jesús a través de su ordenación, el sacramento
del orden sagrado. En este punto de la Misa, ya no es el sacerdote quien ofrece el sacrificio,
sino Jesucristo a través del sacerdocio ministerial del sacerdote quien “hace la ofrenda de su
propio Cuerpo y Sangre.” Cristo es a la vez sacerdote y víctima en la Misa.

La congregación también ha sido incorporada a Cristo en el “sacerdocio común,“ que todo


católico ha recibido en el bautismo. Por lo tanto, cada persona bautizada en la Misa tiene el
poder de unir su vida y todo lo que hay en ella, a las ofrendas en el altar.
27
El Concilio Vaticano Segundo (1962-1965) habló
de esto en el más poderoso sentido: “Pues todas
sus obras, sus oraciones e iniciativas apostólicas,
la vida conyugal y familiar, el cotidiano trabajo, el
descanso de alma y de cuerpo, si son hechos en
el Espíritu, e incluso las mismas pruebas de la vida
si se sobrellevan pacientemente, se convierten
en sacrificios espirituales, aceptables a Dios (cf. 1
Pedro 2:5), porque en la celebración de la Eucaristía
se ofrecen piadosísimamente al Padre junto con
la oblación del cuerpo del Señor. De este modo,
también los laicos, como adoradores que en todo
lugar actúan santamente, consagran el mundo
mismo a Dios” (“Lumen Gentium,” nº 34).

¡Ese es el poder que existe con tan solo asistir a la


Misa! Consagramos el mundo a Dios. Lo ofrecemos
con las ofrendas de pan y vino en el altar; y con esos
dones el mundo se transforma. Porque, durante la
Oración Eucarística, esos humildes dones, “frutos
de la tierra, y el trabajo de los hombres” — se
convierten en lo que uno de los primeros cristianos,
CortesíadMnyIc.m San Ignacio de Antioquía, llamó la misma “carne de
Jesucristo” y la “sangre de Dios.”

Dentro de la Oración Eucarística, Jesús, el Sumo Sacerdote, a través del sacerdote ministerial en
la Misa, reza la “narración de la institución” que se encuentra en tres de los Evangelios: Mateo,
Marcos y Lucas, así como en la Primera Carta de San Pablo a los Corintios. Jesús les dijo a sus
discípulos que “hicieran esto en conmemoración mía” (Lucas 22:19, 1 Corintios 11:24-25), y así
hacemos lo que Él pide. La acción sigue siendo suya, por lo que no es simplemente un acto
psicológico de recuerdo. Hace lo que él dice que hace. Hace que el pan se convierta en su Cuerpo
y el vino en su Sangre. En palabras de los antiguos catecismos, la acción “afecta lo que significa.”

El libro ritual de la Iglesia, el Misal Romano, incluye varias oraciones eucarísticas, y el sacerdote
puede elegir cualquiera de ellas. Algunas son mucho más largas que otras. Algunas son muy
antiguas en sus orígenes; y algunas han sido compuestas recientemente. Algunas tienen
propósitos especiales. Hay una Oración Eucarística, por ejemplo, compuesta especialmente
para Misas con muchos niños pequeños. Hay oraciones eucarísticas para la reconciliación, para
ser utilizadas en tiempos de guerra o disturbios sociales.

Todas las oraciones eucarísticas tienen ciertos elementos, o movimientos, en común. Hay palabras
de acción de gracias, hay una epíclesis o invocación del Espíritu Santo, cuando el sacerdote
extiende sus manos sobre las ofrendas del pan y el vino.

En esta narración de la institución, ya mencionada anteriormente, hay un movimiento de


anamnesis, que en griego significa “remembranza,” cuando el sacerdote recuerda la vida, la
muerte, la resurrección y la glorificación de Jesús. Hay intercesiones y una oración final de
“doxología” — el término proviene de las palabras griegas “una palabra de alabanza.” En la
doxología, el sacerdote eleva las ofrendas y se refiere a ellas en términos personales: “Por Cristo,
con él y en él ...” En otras palabras, ensalza la Eucaristía como al mismo Jesús, porque está
realmente presente en la Santa Cena. La congregación se une a esta alabanza respondiendo
“Amén.” Esta conclusión a veces se llama “El Gran Amén.”

28
El Rito de la Comunión

Cristo viene a nosotros no sólo para mantenerse a distancia, sino para estar unido con nosotros,
y con cada uno de nosotros, para mezclar su carne y sangre con nuestro carne y sangre. Eso
es lo que tiene lugar en el Rito de Comunión en la Misa. Comenzamos esta parte de la Misa
orando en las palabras que Jesús nos enseñó, el “Padre Nuestro.” Nos atrevemos a llamar a
Dios “Padre” porque somos uno con Jesús, que es el Hijo eterno de Dios. Es nuestra Comunión
con Jesús la que hace esto posible. En esta oración pedimos “nuestro pan de cada día”, que
los primeros cristianos interpretaron en un sentido eucarístico. En la Misa, Dios da a la Iglesia
su sustento.

Seguimos el Padre Nuestro intercambiando un Signo de Paz. Esto varía de una cultura a otra. En
algunos lugares del mundo, las personas hacen una reverencia. En nuestro país se acostumbra
a darse la mano. Hacemos las paces de esta manera porque Jesús nos lo pidió. En el Sermón
de la Montaña, dijo: “Por eso, si tú estás para presentar tu ofrenda en el altar, y te acuerdas de
que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí mismo tu ofrenda ante el altar, y vete antes a hacer
las paces con tu hermano; después vuelve y presenta tu ofrenda” (Mateo 5:23-24).

Procedemos entonces a cantar el Cordero de Dios (en latín, Agnus Dei). Este es un antiguo
himno basado en la proclamación de San Juan Bautista: “He aquí, el Cordero de Dios, que quita
el pecado del mundo” (Juan 1:29). Identificamos este “Cordero,” como lo hace la Biblia, con el
Jesús eucarístico. Recuerda las palabras de San Pablo: “Porque nuestro cordero pascual, Cristo,
ha sido sacrificado. Por tanto, celebremos la fiesta … con panes sin levadura de sinceridad y de
verdad“ (1 Corintios 5:7-8).

Después, el sacerdote parte la hostia, como Jesús partió el pan sin levadura en la Última Cena,
y lo eleva, diciendo: “He aquí el Cordero de Dios ...” La congregación responde con otra línea
adaptada del Evangelio: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya
bastara para sanarme” (Mateo 8:8).

29
Entonces, nuestro camino está despejado. Si somos católicos practicantes, y conscientes de
no haber cometido ningún pecado mortal desde nuestra última confesión y de haber ayunado
durante al menos una hora, entonces podemos acercarnos al altar para la Sagrada Comunión.
“Uno no debe celebrar la Misa o recibir la Sagrada Comunión en el estado de pecado mortal
sin haber buscado el sacramento de la reconciliación y haber recibido la absolución. Como la
Iglesia ha enseñado constantemente, una persona que recibe la Sagrada Comunión mientras
está en un estado de pecado mortal no sólo no recibe la gracia que el Sacramento transmite; si
no que comete el pecado de sacrilegio al no mostrar la reverencia debida al sagrado Cuerpo y
Sangre de Cristo” (“El Misterio de la Eucaristía en la Vida de la Iglesia,” no. 47).

Si no podemos cumplir con estos requisitos, podemos permanecer en nuestro banco y orar en
silencio para recibir la “comunión espiritual,” invitando a Jesús a entrar en nuestros corazones
y permanecer allí. Tales oraciones son eficaces, ¡y subutilizadas! Son apropiadas para rezarse en
este momento de la Misa, cuando sea necesario. Pero también pueden ser recitadas en otros
momentos, fuera de la Misa, y debería serlo.

Procedemos a la Sagrada Comunión y debemos avanzar reverentemente, concentrándose en


la importancia del evento. Si estamos recibiendo la Hostia en la lengua, debemos abrir la boca
de par en par y hacer que nuestra lengua sea fácil de alcanzar, moviéndola hacia adelante. Si
estamos recibiendo en nuestras manos, debemos colocar nuestra mano dominante debajo de
la otra, y luego usamos nuestra mano dominante para llevar la hostia a nuestra boca. Debemos
tener cuidado de consumir cualquier partícula que quede en nuestras manos, recordando que
cada pequeña partícula de la Hostia contiene a Jesús en su totalidad.

Consumimos la Hostia. Nos comemos la Hostia. Logramos lo imposible: lo finito contiene lo


infinito. Dios Todopoderoso viene no sólo a morar entre nosotros, sino dentro de nosotros, en
la comunión más cercana que se pueda lograr. Cuando estemos en el cielo no estaremos más
cerca de él, aunque entonces “lo veremos cómo es” (1 Juan 3:2). En ese momento debemos
hablar con Jesús íntimamente, en silencio, en nuestros corazones, alabándolo, agradeciéndole
y diciéndole nuestras preocupaciones más profundas. Esta es una oración poderosa, capaz de
transformar nuestras mentes y nuestras vidas. Debemos prestar toda nuestra atención a Jesús.
Si hay un himno, podemos cantarlo a Jesús. Si no lo hay, podemos disfrutar del silencio.

Lo que rompe el silencio es una breve oración final, luego una bendición y luego una despedida.
Puede parecer extraño, después de muchas largas oraciones que son ricas en poesía, que
alcancemos la meta, la Sagrada Comunión — y luego seamos enviados tan abruptamente.
Pero la Misa toma su nombre de ese despido. Las palabras finales de la Misa en latín son “Ite,
missa est.“ — que, más o menos traducidos, son “Ve, se envía.” De missa derivamos muchas
otras palabras en y todas ellas son relevantes: Misa, misión, comisión.

Al llamar a su forma suprema de oración “la Misa,” la Iglesia nos dice que estamos fortalecidos
por el Pan de ángeles para hacer la obra de Cristo en el mundo. Somos enviados a evangelizar
a nuestro prójimo y santificar el mundo a través de nuestro trabajo. En nuestros pensamientos
y nuestras acciones, debemos traer el cielo a la tierra, tal como lo hace Jesús en la Misa. ¡No
tenemos tiempo que perder!

En nuestros pensamientos y nuestras acciones, debemos traer


el cielo a la tierra,

tal como lo hace Jesús en la Misa.


30
Parte V — Redescubriendo el
Poder y la Belleza de la Misa
Mis hermanos y hermanas, si fueran la única persona que alguna vez vivió, Jesús todavía
habría muerto en la cruz por ti; sólo por ti. Todo debido a su gran amor por ti, Jesús todavía
habría celebrado la Cena del Cordero, soportado la pasión de la muerte sangrienta en la cruz
y resucitado de entre los muertos, ¡solo por ti!

Durante estos años de Adoración a Jesús, los animo a todos y cada uno de ustedes, ya sea en
el liderazgo como sacerdote o pastor, diácono o líder pastoral, feligrés o ministro litúrgico, o
como individuo, o esposo o esposa, una persona soltera o pareja casada, como familia, joven o
anciano, niño o adolescente, los invito a todos a descubrir personalmente el amor de Jesús
por ti, expresado perfectamente en el sacrificio y la celebración de la Santa Misa.

Los invito a descubrir, quizás por primera vez, o a redescubrir la belleza de la Misa, así
como adentrarse en el misterio del más grande amor. Jesús celebró la primera Misa con sus
discípulos el Jueves Santo por la noche, la noche antes de su pasión, de su muerte en la cruz
y resurrección de entre los muertos. Es a través de todo esto que dejó el gran legado de la
Misa como nuestro punto de entrada
en esta gran e inmensa belleza del
sacrificio y celebración de la Misa, la
cena del Señor. Conocer la Misa es
muy importante para comprender este
misterio más profundamente.

Mi invitación a todos y cada uno de


ustedes es a entrar en la Misa, ya sea
diariamente y/o cada domingo, más
profundamente y más intencionalmente.

En esta sección, quiero que enfoquemos


nuestros corazones y mentes en cómo
orar la Misa, cómo amar la Misa y cómo
vivir la Misa más intencionalmente,
en nuestros hogares, parroquias,
comunidades y el mundo.

Mi invitación a todos y
cada uno de ustedes es
a entrar en la Misa más
profundamente y más
intencionalmente.

31
Orando la Misa
Como con todas las cosas en la vida, las mejores cosas son las más simples y las más obvias.
¡A menudo son tan obvias que las ignoramos por completo! El tesoro de la renovación de la
Iglesia ya está justo en medio de nosotros. No tenemos que inventar algo nuevo o añadir más
adornos a la Misa. Necesitamos celebrar la Misa de la Cena del Señor con mayor conciencia
y presencia de mente y corazón. Necesitamos dar lo mejor de nosotros mismos a adentrarnos
cada vez que celebramos el Misterio Pascual; lo que significa un reingreso a la pasión, muerte
y resurrección de Jesucristo, el hijo de Dios, el Verbo a través del cual se ha establecido toda
la creación del universo y todas sus partes, el Verbo hecho carne. La Eucaristía es pan que es
carne y carne que es DIOS. ¡Ahora eso es un mysterium tremendum, un misterio tremendo,
¡que es a la vez muy atractivo y al mismo tiempo demoledor y aterrador!

Para vivir y celebrar bien la Misa debemos entrar en cada Misa con toda nuestra mente y
corazón puestas en las palabras que decimos o que se recitan públicamente y en acciones
que realizamos en ese momento. En otras palabras, en lo que nos sea posible, necesitamos
prestar atención a lo que está sucediendo en cada momento y adentrarnos en la Sagrada
Liturgia estando verdaderamente atentos a la presencia de Dios en todas y cada uno de los
palabra y acciones. Podemos hacer esto en calma y oración prestando atención a lo que se
está desarrollando. Podemos empezar por darnos cuenta de la presencia del Espíritu Santo que
vivifica las palabras y acciones sagradas en las que estamos tan humildemente adentrándonos,
momento a momento, palabra por palabra, acción por acción. Así simplemente, con este
ejercicio intencional y pacífico, de atención el momento presente, ya sea como Sacerdote que
celebra, como católico nuevo en la banca, como una persona que ha asistido a la Misa toda su
vida nunca es demasiado tardeo demasiado pronto
para entrar en la belleza de la Misa.

Debemos tener en cuenta que la Misa se trata de


ofrecer al Padre los dones de nuestras vidas en cada
domingo o todos los días en la Misa diaria.

Damos toda la gloria y el honor en, a través de y


con Jesucristo como Él se ofrece a sí mismo, su
propio cuerpo, como un cordero de sacrificio, en
unión con el Espíritu Santo.

Cada vez que entramos en la Misa, no estamos


repitiendo el sacrificio, sino entrando en el mismo
sacrificio ofrecido por Cristo en el Misterio Pascual.
Estamos dando adoración al Padre, junto con, en
y a través de Jesucristo mismo por el poder del
Espíritu Santo. Qué honor, un honor que ninguno de
nosotros está haciendo, pero sin embargo el Señor
Jesús nos ha instruido a “hacer esto en memoria de
mía,” cada uno desde su propio lugar o papel en la
Sagrada Liturgia.

La Misa se trata de ofrecer al Padre


los dones de nuestras vidas.
32
Estoy convencido de que, si nos acercamos a la Sagrada Liturgia prestando más atención
enfocados y con mayor humildad ante la acción sagrada en la que nos estamos adentrando
y realizando, el Señor honrará nuestras intenciones y trabajará para atraer a él lo mejor de
nuestras intenciones, palabras y acciones y nos transformará en el proceso. La Misa no es
entretenimiento, es un drama, un drama divino que no entretiene, sino que místicamente
nos mueve más profundamente en la realidad del sacrificio de entrega del Señor, ofrecido
al Padre por la salvación de toda la humanidad; todas y cada una de las personas y de
todas y cada una de las épocas de la historia humana.

En el documento del Concilio Vaticano II, se utiliza el término “ars celebrandi,” que significa el
“arte de celebrar.” En los términos más breves, esto significa la manera en que el sacerdote,
inspirado por el Espíritu Santo y guiado por la Iglesia, utiliza los diversos elementos del ritual
(palabras, gestos, vestimentas, música, etc.) para manifestar el rostro vivo de Cristo a la asamblea
orante. El ministro de la Eucaristía no puede celebrar los sacramentos como un robot, ni su
creatividad puede llevarlo fuera del guion. Todos y cada uno de nosotros, y especialmente el
sacerdote y otros ministros, somos servidores de la liturgia. El arte de celebrar los sacramentos
es el acto de permitir que el Espíritu Santo anime el alma de la liturgia de la Iglesia.

Nuestra responsabilidad es ser claros y transparentes en la celebración de la Misa. La Misa


comunica, une e imita a Cristo crucificado, resucitado y triunfante mientras da alabanza,
adoración y honor al Padre. Orar la Misa nos ayudará a cada uno de nosotros reunidos para la
adoración dominical a hacer lo que estamos llamados a hacer como Discípulos Llamados a Adorar.

Preparación Para la Misa

Cualquier evento importante requiere preparación, y la Misa (como hemos visto) es el evento
más importante de todos. Los solicitantes no solo se presentan a una entrevista de trabajo. Ellos
se preparan. Los compradores no solo se presentan para cerrar la compra de una casa. Hay
mucho que hacer de antemano. Bueno, desde los inicios del cristianismo, los creyentes se han
estado preparando para la Misa de una manera importante: el sacramento de la reconciliación.
La instrucción en la Didache, del primer siglo, no podría ser más clara: “Pero cada día del Señor
congréguense, partan el pan y den gracias después de haber confesado sus transgresiones,
para que su sacrificio sea puro.” Todavía lo hacemos hoy.

Necesitamos hacer esto, porque todos pecamos y estamos destituidos de la gloria de Dios
(Romanos 3:23), e incluso los justos caen con bastante frecuencia (Proverbios 24:16). Debemos
confesar nuestros pecados sacramentalmente al menos una vez al mes, si no más a menudo. Es
importante que los sacerdotes utilicen sus homilías para recordar a los fieles esta tradición —
para ponerse a disposición de manera natural para escuchar confesiones — y para aprovechar
ellos mismos el sacramento. Cuando vamos a Misa, nos estamos acercando a un lugar Santo,
el tribunal del cielo, la presencia real y sustancial de Dios. Debemos prepararnos para esto.
“La obligación de asistir a Misa cada domingo, día del Señor, en el que conmemoramos la
resurrección de Jesús y en otros días de obligación es, por tanto, una expresión vital de nuestra
unidad como miembros del Cuerpo de Cristo, la Iglesia” (“El Misterio de la Eucaristía en la Vida
de la Iglesia,” no. 28).

La Misa es una oración poderosa. Estamos obligados a asistir a ella todos los domingos y en
otros ciertos días de obligación especificados por la Iglesia. La tradición católica nos da muchas
maneras de encender y renovar el fuego de la devoción eucarística y hay cinco prácticas que
quiero mencionar. Estas “Cinco Práctica Vivas” nos ayudarán a vivir la Misa.
33
Parte VI — “Cinco Prácticas Vivas”
para Vivir la Misa
Para la mayoría de los católicos, nuestro contacto principal con la
vida de nuestras parroquias será en la misa dominical. Es nuestra
oportunidad de encontrar a Cristo en el sacramento de la Eucaristía.
1. Misa Como tal, la Misa es un poderoso instrumento para la evangelización,
y se debe hacer todo lo posible para cultivar un ambiente que
fomente el discipulado intencional durante la Misa dominical. La
atención y el cuidado deben dirigirse especialmente al proceso de
acogida, la música, la predicación y a la integración de familias con
niños pequeños en la comunidad. También se debe prestar atención en vincular la Misa dominical
y una vida de discipulado. Esto significa conectar el domingo con nuestra vida cotidiana.

El Directorio Nacional de Catequesis publicado por la USCCB llama a todas “personas a una
integración más efectiva de la oración diaria en sus vidas, especialmente la antigua práctica
de rezar los salmos y la Liturgia de las Horas de la Iglesia, la contemplación de los misterios
de la vida de Cristo a través del rosario y una mayor reverencia de la Eucaristía a través de la
adoración del Santísimo Sacramento.”

La adoración implica no sólo la participación en la misa dominical, sino también la celebración


de los sacramentos. Es al participar en los sacramentos y los sacramentales de la vida católica
que surgen discípulos creíbles. Mantener a Jesús en el centro de nuestras vidas encuentra su
expresión más plena en la Misa.

Les recuerdo a todos los católicos que asistan a misa todos los domingos. Es una obligación que
lleva el peso del pecado mortal faltar a la Misa el domingo. Si se ha perdido la misa dominical,
por favor traiga esto a la confesión antes de su próxima misa dominical. Además, trate de ir otro
día entre semana o dos si es posible. Puede ser una experiencia muy diferente, más tranquila y
enfocada. Algunas personas incluso tienen la costumbre de asistir todos los días. Intente aumentar
su asistencia a la Misa incluso en una Misa entre semana durante un tiempo, luego agregue otra.
¡le sorprenderá de cómo aumenta tu deseo por Jesús! La asistencia regular a la Misa fortalece
nuestra fe a través de las Escrituras, el Credo, otras oraciones, la música sacra, la homilía, recibir la
Comunión y ser parte de una comunidad de fe. Invitar a alguien a misa — una invitación personal
puede hacer toda la diferencia para alguien que se
ha alejado de la fe o se siente extraviado de la Iglesia.

Lo que trae gozo es el amor de Cristo y la comprensión


de que somos parte del glorioso Cristo resucitado.
Somos parte de su cuerpo místico y, por lo tanto,
¡nunca estamos solos! No debemos ver el domingo
simplemente como un día de obligación, sino como
un día para celebrar la resurrección con alegría.
No es un día para oprimirnos, sino para liberarnos,
como el Evangelio de Marcos nos recuerda que
“el día de descanso no fue hecho para el hombre,
sino el hombre para el día de descanso” (2:27).
Debemos celebrar siempre la Eucaristía dominical
con la alegría de Cristo, que encontramos como el
que nos ama y nos salva.
34
Lectio divina es una palabra latina, que significa
“lectura divina” o más a menudo traducida
como “espiritual.” Lectura de la Sagradas
2. Lectio Divina Escrituras en las que gradualmente dejamos ir
nuestra propia agenda y nos abrimos a lo que
Dios nos quiere decir. Las Escrituras ofrecen
acceso de primera mano a la palabra de Dios
y cuentan la historia de salvación. Los católicos
pueden orar con las Escrituras a través de un método conocido como lectio Divina, para estar
más en sintonía con la palabra de Dios. Además, de hacer oraciones de comunión espiritual
cuando sea posible. He aquí una oración corta y tradicional: Deseo, mi Señor, recibirte, con la
pureza, humildad y devoción con que tu Santísima Madre te recibió, con el espíritu y el fervor
de los santos.

Una clave significante para revitalizar la vida de nuestras parroquias, nuestras comunidades
y nuestras propias vidas de oración es esta antigua práctica de la lectio divina. En “Evangelii
Gaudium”, párrafo 264, el Papa Francisco nos recuerda que “la mejor motivación para decidirse
a comunicar el Evangelio es contemplarlo con amor, es detenerse en sus páginas y leerlo con el
corazón. Si lo abordamos de esa manera, su belleza nos asombra, vuelve a cautivarnos una y otra
vez. Para eso urge recobrar un espíritu contemplativo, que nos permita redescubrir cada día que
somos depositarios de un bien que humaniza, que ayuda a llevar una vida nueva. No hay nada
mejor para transmitir a los demás.”

La primera etapa en el proceso es la lectio (lectura), donde leemos la palabra de Dios, lenta
y reflexivamente para que pueda echar raíces en nosotros. Permitimos que las palabras y/o los
versículos capturen nuestros corazones mientras Dios les habla.

La segunda etapa es la meditatio (reflexión), donde reflexionamos en el texto que hemos


elegido y lo meditamos en nuestros corazones para que podamos tomar de él lo que Dios
quiere darnos. A través del pasaje de las Escrituras, podemos imaginarnos en la escena, las
imágenes, los sonidos y los pensamientos que vienen a nuestra mente para adentrarnos aún
más profundamente en el pasaje.

La tercera etapa es la oratio (respuesta), donde dejamos de lado nuestro pensamiento y


simplemente dejamos que nuestros corazones hablen a Dios. Esta respuesta está inspirada por
nuestra reflexión sobre la palabra de Dios. Esta etapa nos mueve a una respuesta de oración
mientras conversas con el Señor.

La etapa final de la lectio divina es el contemplatio (descanso), donde dejamos ir nuestras


propias ideas, planes y meditaciones y simplemente descansamos en la palabra de Dios, un
descanso santo que nos renueva y sostiene. A través de esta fase, nuestra atención se centra
en Dios, y nos permites refrescarnos y restaurarnos para un nuevo comienzo.

35
Lectio Divina — Orar con las Escrituras
“Hay una manera particular
de escuchar lo que el Señor Esta antigua tradición es una hermosa forma de orar con
quiere decirnos en su palabra la Biblia y es fundamental para la Nueva Evangelización,
y de dejarnos transformar para que nuestros miembros se llenen de energía
por el Espíritu. Es lo que continuamente en la palabra de Dios, tanto en la Misa
llamamos lectio divina. como en nuestra propia oración personal o grupal.
Consiste en leer la palabra
de Dios en un momento El Proceso de la Lectio Divina
de oración y permitir que
nos ilumine y nos renueve.” 1. Lectio — Lectura
­­­­– Papa Francisco (“Evangelii • Seleccione un pasaje de las Escrituras.
Gaudium,” párr. 152) • Lea el pasaje varias veces y permita que las
palabras capten su atención y su ser. De esta
manera, comienza a escuchar mientras Dios le
habla a su corazón.
“Quisiera, en particular,
2. Meditatio — Meditación
recordar y recomendar la
• Durante esta fase, busque adentrarse en la mente
antigua tradición de la lectio
de Cristo y aprender lo que Él quiere revelarle.
divina: la lectura diligente
• A medida que lee, ciertas palabras, frases o
de la Sagrada Escritura incluso pensamientos pueden haber venido a
acompañada de la oración tu mete. Tómese un tiempo durante esta etapa
produce ese diálogo íntimo para considerar por qué estas frases y palabras
en el que la persona que lee podrían haber venido a su mente. Imagínate
escucha a Dios que habla y al como un espectador en el pasaje de las Escrituras,
orar, le responde con confiada reflexionando sobre lo que ve, escucha, saborea,
apertura de corazón. Si se toca y a qué o a quién se sientes atraído.
promueve de manera efectiva, • Considere cómo las palabras se relacionan con su
esta práctica traerá a la Iglesia, vida hoy. Al final de su oración, deje de escribir y
estoy convencido de ello, una hablar. Concéntrese en el Señor, descanse en Él y
nueva primavera espiritual.” disfrute de estar cerca de Él en el amor.
— Papa Benedicto XVI (Discurso
conmemorativo del 40 aniversario 3. Oratio — Orando
de “Dei Verbum”) • Durante esta fase, ore desde su corazón y responda
a lo que Jesús le ha hablado en las palabras de las
santas Escrituras.
• Permita que la gracia de estas palabras, imágenes
“Es especialmente necesario y pensamientos lo mueva a una oración sincera.
que la escucha de la palabra • Pídale personalmente ayuda a Jesús, guía,
de Dios se convierta en un perspicacia y dirección. Encuéntrase hablando con
encuentro vivificante, en Él de forma natural.
la antigua y siempre válida
tradición de la lectio divina, 4. Contemplatio — Contemplación
que extrae del texto bíblico • Durante este tiempo, encuéntrase con y en el
la palabra viva que cuestiona, Señor. Descanse en su presencia para que el
dirige y da forma a nuestras núcleo mismo de su ser quede quieto.
• Centre tu atención en Dios.
vidas.” — San Juan Pablo II
• Permita que la palabra de Dios despierte en usted
(“Novo Millennio Ineunte,”
el valor, la fuerza, la energía y la guía para un
párr. 39)
nuevo comienzo.
36
La importancia de la
Adoración Eucarística

3. Adoración Eucarística
se muestra en el hecho
de que la Iglesia tiene
un ritual que la rige
llamado: el Rito de la
Exposición Eucarística
y la Bendición. Esta es una extensión de la adoración al
Santísimo Sacramento que ocurre en cada misa: “Éste es el
Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos
los invitados a la cena del Señor.”

Muchas personas se preguntan qué hacer en adoración. La


palabra de Dios nos da la respuesta. En los salmos se nos
insta a “estar quietos y saber que yo soy Dios.” Lo importante
es que esté aquí. Dese el don de la paz y la tranquilidad con
el Rey de la Paz en la Adoración Eucarística. Santa Catalina
Labouré nos recuerda que el silencio es un maestro magistral,
porque es en la quietud donde Dios habla. Ella dijo: “Cada
vez que voy a la capilla, me pongo en presencia de nuestro
buen Dios, y le digo: ‘Señor, aquí estoy. Dime lo que quieres
que haga.’ ... Y luego, le digo a Dios todo lo que hay en mi
corazón. Le cuento mis penas y mis alegrías, y luego escucho.
Si escucha, Dios también le hablará, porque con Él, buen Dios,
tiene que hablar y escuchar. Dios siempre le habla cuando se
acerca a Él de manera clara y sencilla.”

Encuentre una iglesia que mantenga sus puertas abiertas y


haga visitas ocasionales (o regulares) al tabernáculo dónde la
Eucaristía está reservada y Jesús permanece verdaderamente presente. Si tiene algún puesto
en el Iglesia — si es sacerdote, diácono, maestro, catequista, lector, cantor — Le recomiendo
encarecidamente que considere tomar la práctica de una Hora Santa diaria ante el tabernáculo.
Lo que está haciendo es tan importante, que necesita la gracia que viene sólo apoyados en la
oración disciplinada e intensamente eucarística.

San Manuel González García, sacerdote y obispo español que fue canonizado recientemente,
nos recuerda que “Jesús en nuestros tabernáculos no está simplemente presente en la forma
en que una estatua estaría presente, sino que está presente como una Persona real y viva. Por lo
tanto, estamos llamados a responderle, no sólo con nuestra presencia física, como si fuéramos
una vela o un mueble decorativo, sino que debemos esforzarnos por estar presentes ante Él
con toda nuestra mente y con todo nuestro ser. Es decir, debe haber una presencia corporal y
espiritual. Si Jesús está presente en el tabernáculo con sus ojos mirándonos, entonces cuando
estamos ante Él, debemos estar mirando a la sagrada Hostia con los ojos del cuerpo, así como
con los ojos del alma, mirando hacia el interior de esa Hostia.”

Lo animo a llevar sus deseos más profundos al Señor en la Adoración Eucarística, Él lo está
esperando. Mi deseo es que, en la Diócesis de Green Bay, a través del don de nuestras capillas
de Adoración Eucarística, se ofrezcan oraciones por un aumento de las vocaciones cada hora
de cada día. Debido a que las vocaciones, especialmente al sacerdocio, provienen de áreas
de la diócesis donde los fieles se reúnen en torno a la Eucaristía en oración perpetua, pido un
compromiso renovado de nuestras capillas de Adoración Eucarística para que estén abiertas y
disponibles para todos.
37
El sacramento de la reconciliación contiene los
elementos de conversión, confesión y celebración.

4. Confesión
Es este sacramento el que nos cambia, nos desafía
y nos equipa como discípulos de nuestro Señor,
Jesucristo, para llegar a los demás y transformar el
mundo para Cristo. San Juan Pablo II dice en “Novo
millennio ineunte,” párrafo 37, que “es este rostro
de Cristo el que debe ser redescubierto a través del
Sacramento de la Penitencia.”

El sacramento de la reconciliación nos pone en


contacto íntimo con Jesús, donde somos liberados
de los pecados que perturban nuestros corazones y
mentes y experimentamos el perdón incondicional
y la misericordia de Dios para que podamos ser una
fuente viva de perdón y misericordia para los demás.
Cuando esta liberación ocurre a través del sacramento
de la reconciliación, estamos en mejor disposición de
proclamar el Evangelio con palabras y hechos.

Un enfoque renovado del sacramento de la


reconciliación debe ser alentado en la parroquia
con una invitación explícita a aquellos que asisten
regularmente a la confesión, aquellos que asisten
esporádicamente y aquellos que no asisten en
absoluto. Dediquemos tiempo a reflexionar sobre
las razones por las que las personas no vienen a
confesarse. Es posible que no tengan una relación
personal con Cristo o un sentido de pecado,
pueden necesitar más catequesis con respecto a la
Eucaristía, pueden tener miedo porque no lo han
hecho en muchos años, pueden haber tenido una
mala experiencia en el pasado o que las ocasiones
que la confesión está disponible son limitadas y
no convenientes. Al igual que ir a misa, podemos
encontrar fortaleza y crecer más profundamente en
la fe a través de la participación en el sacramento
de la penitencia y la reconciliación.

La confesión nos insta a volver a Dios, expresar


nuestro dolor por quedarnos cortos y abrir nuestras
vidas al poder de la gracia sanadora de Dios. Este
sacramento perdona las heridas del pasado y
proporciona fuerza para el futuro. Si no ha estado en
algún tiempo, por favor no tenga miedo. El Señor
nos espera en el sacramento de la reconciliación.
Todos los católicos están obligados a ir una vez al
año, y el Adviento y la Cuaresma son momentos
particularmente importantes para confesarse. Si
va un par de veces al año, considera ir con más
frecuencia.
38
El rosario es una oración basada en las Escrituras y
comienza con el Credo de los Apóstoles, que resume
los grandes misterios de la fe católica. El Padre Nuestro,
5. El Rosario que introduce cada misterio, es de los Evangelios.
La primera parte del Ave María son las palabras del
ángel anunciando el nacimiento de Cristo y el saludo
de Isabel a María. San Pío V añadió oficialmente la
segunda parte del Ave Maria. Los misterios del rosario
se centran en los acontecimientos de la vida de Cristo. Hay
cuatro misterios: los gozosos, dolorosos y gloriosos y — en
el 2002 San Juan Pablo II añadió — los luminosos.

Según nuestra tradición católica, el rosario fue instituido


por la Santísima Virgen María. En el siglo 13, la Santísima
Virgen se apareció a Santo Domingo (fundador de los
dominicos), le dio un rosario y le pidió que todos los
católicos rezáramos el Ave María, el Padre Nuestro y el
Gloria. Si no has rezado el rosario en algún tiempo o no
lo has rezado todos los días, este es un gran momento,
con todos los disturbios en el mundo es tiempo para
volver a rezar el rosario.

Comencé a rezar el rosario cuando era niño en las rodillas de mi madre. A medida que he
crecido en mi vida espiritual, he notado que la Santísima Madre es tan solícita. Cuando le pides
algo, ella siempre responde. No he tenido una sola oración sin respuesta. No siempre fue lo
que quería o lo que esperaba, ¡pero casi siempre era mejor de lo que había pedido! Rezar
el rosario es una forma poderosa de restaurar el orden en su propia vida espiritual y un gran
refuerzo para la calidad de vida espiritual en el hogar cuando toda la familia ora junta. Recen
el rosario tan seguido como puedan, individualmente o con su familia o en un grupo pequeño.

Hay muchas personas que ya no saben cómo rezar ni siquiera las oraciones comunes de la
Iglesia. Muchos no saben cómo rezar el rosario. Por favor, compartan esta hermosa forma
de oración con otros, especialmente con aquellos que no conocen el significado básico del
rosario o cómo rezarlo. Esta es también una manera de dar testimonio y compartir la alegría de
formar discípulos. Hay personas en nuestras parroquias a las que les encantaría rezar el rosario
y enseñar a otros a orar.

“CINCO PRÁCTICAS VIVAS”


Misa | Lectio Divina | Adoración Eucarística | Confesión | El Rosario

39
Parte VI — Enviados Como
Discípulos en Misión
La Misa dominical es el ancla de nuestras vidas como católicos y es un gran privilegio escuchar
la palabra de Dios todos los domingos y todos los días si lo deseamos. Este es un poderoso
alimento de nuestra mente, nuestra alma y nuestras actividades diarias. A medida que nos
esforzamos por seguir mejor a Jesús cada día y cada semana, para recibir su cuerpo, sangre,
alma y divinidad, debemos reconocer que este es un privilegio insondable. Celebrar con el
cuerpo de Cristo, la Iglesia, el pueblo de Dios en nuestra parroquia y en nuestras comunidades
es un gran don. Estar unidos con los católicos celebrando la misma Misa en todo el mundo es,
de hecho, un gran privilegio.

Como mencioné anteriormente, la Misa proviene de la palabra latina “missa” y lleva dentro de
sí la misión que se nos ha confiado. La Misa concluye con las siguientes opciones que dejan
bastante claro que estamos siendo enviados a la misión: “La Misa ha terminado, vayamos en
paz.” “Anuncien a todos el Evangelio del Señor.” “Glorifiquen al Señor con su vida.” “Pueden ir
en paz.” Nuestra respuesta es siempre la misma: “¡Demos gracias a Dios!” ¿Qué otra respuesta
es apropiada excepto glorificar y agradecer a Dios, quien nos envía a testificar en nuestros
hogares, nuestros lugares de trabajo y nuestras comunidades?

Cuando escuchamos las palabras: “La Misa ha terminado, vayamos en paz,“ nuestro trabajo
como discípulos misioneros comienza de nuevo. Con estas palabras, compartimos la misión de
Cristo al llevar su mensaje al mundo. La conclusión en la Misa nos invita a responder al mandato
del Señor de “ir y hacer discípulos” por el testimonio fiel de nuestras vidas, tendiendo la mano
a los perdidos, a los más pequeños y a los últimos.

La Misa termina, pero es entonces cuando comienza nuestro trabajo en el mundo.

Podemos hacerlo, pero sólo si invocamos el Santo Espíritu.

40
El Papel Inestimable del Espíritu Santo en la Sagrada Liturgia
Hace un par de años, los obispos de la Región VII (Illinois, Indiana y Wisconsin) y yo tuvimos
la oportunidad de reunirnos personalmente con el Papa Francisco. Durante nuestro tiempo
juntos, compartí con él el progreso que estamos haciendo en nuestro esfuerzo por construir una
cultura de discipulado misionero. Él me animó (y nos animó) a “apoyarnos en el Espíritu Santo,”
escuchando a dónde el Espíritu nos está guiando. También dijo que necesitamos recordar
que no es necesario que llevemos el Espíritu Santo a los demás; el Espíritu Santo ya está allí.
Simplemente ayudamos a las personas a darse cuenta de lo cerca que Dios está ya de ellos y
les ayudamos a responder al amor de Dios. Recuerdo lo poderosas que se sentían sus palabras
en ese momento.

Hay retos delante en el camino, mis queridos hermanos y hermanas en Cristo, pero nunca
debemos olvidar que dos mil años después el Espíritu Santo está aquí con nosotros, en el
amor constante de Jesús. Qué gran consuelo es, saber que el Espíritu Santo nos está guiando.
De hecho, hay muchas personas de sabiduría avanzada y experiencia en el reino espiritual
que creen que estamos en un lugar similar al de esos primeros seguidores. Estamos siendo
preparados por la Divina Providencia para una nueva efusión del Espíritu Santo — una
que nos llama a cada uno de nosotros a un arrepentimiento más profundo del pecado, una
que iluminará nuestras mentes y transformará nuestros corazones con el “fuego del Amor
Divino” y nos obligará a testificar a los demás el poder de Dios en nuestras vidas.

¡Ruego para que esto sea cierto!

Así que, con confianza,


encomendémonos de nuevo al
cuidado y a la guía del Espíritu
Santo. Ese viejo himno que
cantamos durante pentecostés es
mucho más conmovedor y eficaz
durante estos tiempos:

Ven, Espíritu Santo, Bendito


Creador, y en nuestros corazones
descansa; ven con Tu gracia y
ayuda celestial, para llenar los
corazones que has hecho, para
llenar los corazones que Tú has
hecho.

Invocamos el poder y la presencia


del Espíritu Santo para llenar
nuestros corazones de nuevo
a medida que avanzamos como
discípulos misioneros.

Encomendamos todos nuestros


esfuerzos a la Santísima Madre,
María, Madre de la Eucaristía.

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María, Madre de la
Eucaristía
Mi madre era una conversa a la fe
católica, y mi padre a menudo decía
que ella encarnaba el corazón de la
fe. Sin embargo, fue mi padre quien
llevó dentro de él la tradición viva del
catolicismo como católico de cuna, y
juntos transmitieron este legado vivo a
sus hijos. Uno de sus dichos favoritos
era: “Tengo a mis hijos como regalos de
Dios para amar y cuidar.” Ella hizo eso
con cada uno de nosotros. Cuando era
niño, tenía asma bastante grave. Eso fue
en los días previos a los atomizadores u
otras ayudas a los ataques de asma.

En medio de un ataque, mamá me


llevaba en su regazo y rezaba el rosario.
Su abrazo amoroso y su dependencia
del don de la paz proporcionado por
la Santísima Madre me ayudaron a
recuperar el aliento y me dieron una paz
profunda. ¡Qué regalo de una madre!
¡Soy un hombre bendecido!

No es sorprendente que mi madre mirara


a Maria como su guía.

La madre de Jesús es la primera y la mejor de las discípulas. Ella fue la primera en conocerlo
junto con San José. Ella lo cargo en su vientre, lo dio a luz y lo crio. Ella le enseñó e instruyó, pero
también aprendió de ella sobre el Padre y el amor del Padre. Ella fue la primera de las discípulas y
nuestro modelo de amor duradero, sacrificio paciente y testimonio gozoso. Ella es la más efectiva
de todos los testigos, ya que ella, desde el cielo, todavía está guiando a la gente a su Hijo.

Una de las lecciones que podemos aprender de María es la importancia de poner la voluntad
de Dios antes que la nuestra. Vemos esto más claramente en la Anunciación, cuando María dice
“sí” a la voluntad de Dios de dar a luz a su Hijo, Jesús. Sabemos que esto no podría haber sido
fácil para una joven que descubrió que estaba milagrosamente con un hijo, sin embargo, María
dejó de lado lo que pudo haber sido su propio deseo de hacer lo que Dios le pidió. La voluntad
de María de poner la voluntad de Dios antes que la suya propia también le permitió poner las
necesidades de los demás antes que las suyas, que es la definición del amor. Su decisión de
sacrificarse y rendirse a Dios es algo de lo que todos podemos aprender.

Al aprender a aceptar la voluntad de Dios, María también se resistió aceptar los desafíos y las
dificultades. Vemos esto en las circunstancias del nacimiento de Jesús cuando, después de un
largo viaje, María dio a luz a Jesús en un establo, entre los animales. También somos testigos
de la fuerza de María en la crucifixión cuando, a pesar de ver a su hijo torturado y brutalmente
asesinado, permanece al lado de Jesús hasta el final.

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Al aprender a amar la Misa y a adorar a Dios el Padre de quien fluyen todas las bendiciones, la
Santísima Madre sirve como nuestro testimonio y guía. María, Madre de la Eucaristía, enséñanos
a amar la Eucaristía, tanto como amas a tu hijo, Jesús y a su cuerpo, la Iglesia Católica.

Somos excepcionalmente bendecidos por tener la única aparición mariana aprobada en los
Estados Unidos. La aparición de la Santísima Madre a una joven inmigrante belga en 1859 cerca
de Champion, Wisconsin, fue aprobada oficialmente por la Iglesia en 2010. Desde entonces, el
número de peregrinos ha aumentado de alrededor de 10.000 por año a casi 200.000.

Muchos feligreses en nuestra propia diócesis nunca han estado allí para una visita. Espero
con ansias en que un día no muy lejano cada parroquia traiga un autobús o más llenos en
peregrinación para pedir la intercesión de Nuestra Señora del Buen Socorro para ellos y sus
parroquias. Nuestra Señora da grandes dones de paz personal y un mayor deseo de orar y, a
menudo, incluso sana a las personas físicamente. ¡Qué regalo!

Confiamos todos nuestros esfuerzos a Nuestra Señora del Buen Socorro que está tan presente
para nosotros en la Diócesis de Green Bay.

San Pedro Julián Eymard, Apóstol de la Eucaristía, ruega por nosotros.


San Norberto, Apóstol de la Eucaristía, ruega por nosotros.
Santa Clara de Asís, ruega por nosotros.
Beato Columba Marmion, ruega por nosotros.
San Manuel González García, ruega por nosotros.
Beato Carlo Acutis, ruega por nosotros.
Santa Isabel de la Trinidad, ruega por nosotros.

Sinceramente tuyo en Cristo,

Nuestra Señora del Buen Socorro,

¡ruega por nosotros!


Obispo David L. Ricken, DD, JCL

Obispo David L. Ricken


David Laurin Ricken nació el 9 de noviembre de 1952, hijo de George William
“Bill” y Bertha (Davis) Ricken en Dodge City, Kansas, el segundo de tres hijos,
entre ellos Mark y Carol. Fue ordenado sacerdote el 12 de septiembre de
1980, y el 6 de enero de 2000, fue ordenado al Episcopado para la Diócesis de
Cheyenne en la Basílica de San Pedro en Roma por Su Santidad, Juan Pablo II.
El Papa Benedicto XVI nombro al Obispo Ricken el duodécimo obispo de la
Diócesis de Green Bay el 9 de julio de 2008, fue instalado como obispo el 28
de agosto de 2008, en la Catedral San Francisco Xavier en Green Bay.

Desde la infancia, el Obispo Ricken ha tenido una devoción particular a la Santísima Virgen
María, así como a San Francisco de Asís. Le gusta enseñar lo básico y guiar a las personas a
reflexionar más profundamente sobre la belleza de la fe católica, especialmente a través de la
oración contemplativa y la Oración del Corazón.
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Recursos Recomendados
El Catecismo de la Iglesia Católica | La publicación del Catecismo universal de la Iglesia Católica ha
solidificado y aclarado la posición de la Iglesia sobre nuestra atesorada tradición desde los días de la Iglesia
primitiva y el florecimiento de la misión catequética de la Iglesia a lo largo de los siglos. El Catecismo ha
sido un don único para la Iglesia y seguirá dando muchos frutos en el futuro. Exposición completa y precisa
de la doctrina católica, contiene el contexto esencial y fundamental de la fe católica de manera completa
y resumida. Presenta lo que los católicos de todo el mundo creen, celebran en los sacramentos y viven
en moralidad, siempre centrados en la oración. Además, consulte el Catecismo Católico para Adultos
de los Estados Unidos (USCCA): cada capítulo incluye historias, doctrina, reflexiones, citas, preguntas de
discusión y oraciones para guiar al lector a una fe más profunda.

“El Misterio de la Eucaristía en la Vida de la Iglesia” de la Conferencia de Obispos Católicos de los


Estados Unidos | Este documento fue desarrollado por el Comité de Doctrina de la Conferencia de Obispos
Católicos de los Estados Unidos (USCCB) y fue aprobado por el pleno de la USCCB en su Asamblea General de
noviembre de 2021. Estas reflexiones sobre la fe eucarística y la práctica de la Iglesia están destinadas a alentar
la renovación eucarística en las parroquias y comunidades y pueden utilizarse para la catequesis parroquial, así
como para la meditación, la reflexión y el estudio personal e individual. Reaviva tu fe eucarística reflexionando
sobre el don de la Eucaristía en la Parte I y sobre la respuesta de los fieles a este don en la Parte II.

“Convertirse en Personas Eucarísticas: La Esperanza y la Promesa de la Vida Parroquial” por Timothy


P. O’Malley | No podemos simplemente hablar de la presencia de Cristo en la Eucaristía; tenemos que
creerlo, celebrarlo y vivirlo individualmente y como comunidad de fieles. Y debemos cultivar una cultura en
nuestras parroquias que trate la Presencia Real no solo como una doctrina católica importante, sino también
como la parte más importante de la identidad parroquial. Este libro describe cuatro facetas esenciales de
una cultura parroquial eucarística: liturgias de reverencia gozosa que celebran los dones de la diversidad;
formación que comprometa la mente, la imaginación, el entendimiento y la voluntad; una vida rica de
piedad popular y la vitalidad de la Iglesia doméstica; y un compromiso de solidaridad con el prójimo.

“He Aquí el Misterio: Una Comprensión más Profunda de la Misa Católica” por Mark Hart | El popular
orador y autor Mark Hart ayuda a los católicos a ver la Misa como lo que realmente es: un banquete
celestial, una fiesta de bodas, en la que el cielo y la tierra se encuentra. En su estilo atractivo, Hart guía
a los lectores hacia una comprensión más profunda de la Misa, sus raíces en el sábado judío, su carácter
sacrificial y sus signos y símbolos. Cuando se nos dice que vayamos en paz, Él nos inspira a ver la Misa
como un lugar para ser alimentados para que podamos promover la misión de Cristo en el mundo. En la
última parte del libro, Hart proporciona respuestas concisas a preguntas frecuentes, tales como: “¿Por qué
no puedo irme justo después de la Comunión?” o “¿Por qué cambiaron las palabras?” Finalmente, Hart
ofrece 10 cosas que podemos hacer para sacar más provecho de la Misa.

“Un Paseo Bíblico a Través de la Misa: Entendiendo lo que Decimosy Hacemos en la Liturgia” por el
Dr. Edward Sri | El Dr. Edward Sri nos lleva en un recorrido único por la liturgia. Basado en la traducción
revisada de la Misa, este libro explora las raíces bíblicas de las palabras y gestos que experimentamos
en la liturgia y explica su significado encontrado. Esta mirada intrigante a la Misa Católica seguramente
renovará su fe y profundizará su devoción a la Eucaristía.

“El Obispo del Sagrario Abandonado: San Manuel González García” de Victoria Schneider | San
Manuel se sintió llamado al sacerdocio a la edad de 12 años. Después de su ordenación en 1901, fue
enviado a predicar a una iglesia que encontró sucia y abandonada. Allí, orando ante un tabernáculo
cubierto de polvo y telarañas, con manteles rotos y aceite goteando en el suelo de la lámpara del santuario,
decidió dedicar su vida a satisfacer las necesidades de Jesús en el tabernáculo. Este tabernáculo pobre y
abandonado le enseñó al joven sacerdote más sobre el amor de Jesús que sus años de estudio teológico.
Marcó toda su vida desde ese momento. Este santo obispo nos ayudará a recibir la Sagrada Comunión
con más fervor y a amar más profundamente a Jesús en la Adoración Eucarística.
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“Pan que se Rompe” por Wilfred Stinissen | La Sagrada Eucaristía es el tesoro más preciado de la Iglesia,
la fuente y la cumbre de su culto y de su vida. La Iglesia está construida sobre y alrededor de la Eucaristía.
En este libro, un reconocido escritor espiritual y sacerdote carmelita muestra cómo recibir al Señor en la
Eucaristía tiene profundas consecuencias, porque la Eucaristía no es sólo el gran sacramento que produce
la unidad con Cristo y con los fieles, pero también la norma fundamental para el comportamiento cristiano.
El autor explica que, por lo tanto, la Iglesia debe guardar este precioso don. Ella desafía correctamente
a los fieles a acercarse a la Eucaristía con gran reverencia y conciencia limpia para no recibir al Señor
indignamente, sino para convertirse en su pueblo sacrificador y servicial.

“Un Viaje Devocional Hacia la Misa: Cómo la Misa Puede Convertirse en un Tiempo de Gracia,
Alimento y Devoción” por Christopher Carstens | Al explicar el significado espiritual detrás de los signos
y símbolos, palabras y acciones de la Misa, el autor Christopher Carstens le enseña formas espiritualmente
enriquecedoras de ingresar al edificio de la iglesia, hacer la Señal de la Cruz, reza la Oración de Apertura,
escucha las Lecturas, prepara tu alma en el Ofertorio, participa en la Oración Eucarística, recibe la Comunión
e incluso responder a la despedida.

“Eucaristía” por el Obispo Robert Barron | En este atractivo tratado teológico, el obispo Robert Barron
ofrece una reintroducción al antiguo significado y poder de la Eucaristía. A través de un triple análisis de
la Eucaristía como comida sagrada, sacrificio y Presencia Real — motivos distintos, pero estrechamente
entrelazados basados en las Escrituras — El Obispo Barron atrae a los lectores a la profunda verdad que
fluye de las palabras de Jesús en la Última Cena: “Tomad, comed; este es mi cuerpo ... Beban de ella, todos
ustedes; porque esta es mi sangre de la alianza.” No estamos simplemente invitados a recordar a Jesús o
imitar su ejemplo moral; estamos invitados a la gracia de la comunión y, en última instancia, al reino de Dios,
comiendo y bebiendo el mismo yo que Él ofrece en sacrificio.

“Eucaristía: Camino a la Transformación, Sanación y Discipulado” (DVD/Libro) por la Dra. Mary Amore
Combinando Escrituras, historias y presentaciones fáciles de entender de las enseñanzas católicas, esta
serie de tres partes está diseñada para invitar a los oyentes a encontrarse con Jesús en la Eucaristía de tres
maneras: siendo transformados interiormente, sanados espiritualmente y renovados en el discipulado. Ya
sea que te cueste encontrar una razón para ir a la misa dominical todas las semanas o quieras despertar tu
amor por Jesús en la Eucaristía, esta poderosa conferencia de una hora con la renombrada oradora Dra.
Mary Amore te llevará a descubrir un nuevo significado en la Eucaristía para tu vida cotidiana.

“Jesús y las Raíces Judías de la Eucaristía: Desbloqueando los Secretos de la Última Cena” por el Dr.
Brant Pitre | Este libro arroja nueva luz sobre la Última Cena al mirarla a través de los ojos judíos. Usando
su profundo conocimiento de la Biblia y el judaísmo antiguo, el Dr. Brant Pitre responde a preguntas como:
¿Cómo era la Pascua en la época de Jesús? ¿Cuáles eran las esperanzas judías para el Mesías? ¿Cuál fue
el propósito de Jesús al instituir la Eucaristía durante la fiesta de la Pascua? Y, lo más importante de todo,
¿qué quiso decir Jesús cuando dijo: “Este es mi cuerpo ... esta es mi sangre.”

“Vivir la Misa: Cómo una Hora a la Semana Puede Cambiar tu Vida” por el P. Dominic Grassi y Joe
Paprocki | Grassi y Paprocki muestran cómo cada parte de la Misa se relaciona con nuestro llamado bautismal,
cerrando el abismo entre la Misa dominical y la vida diaria. Esta edición recientemente revisada tiene en
cuenta los cambios en el nuevo Misal Romano, sin embargo, en lugar de aislar esos textos o comentarlos,
los autores han integrado los cambios sin problemas en el libro. Esta asimilación asegura que los lectores se
mantengan enfocados en el mensaje central del libro, cómo la Misa en su conjunto nos cambia, en lugar de
desviarse por el nuevo Misal textos. Ideal para los innumerables católicos que asisten a Misa simplemente
por costumbre, para los muchos que no han ido a Misa en un tiempo o para cualquiera que busque unirse a
la Iglesia Católica, “Vivir la Misa” demuestra convincentemente cómo la hora gasta en la Misa del domingo
puede realmente transformar las otras 167 horas de la semana.

“Entendiendo la Misa” por Mike Aquilina | Mike Aquilina no solo responde preguntas prácticas sobre
este acto central de adoración católica, sino que también lo guía a través de la Misa, explicando el
significado detrás de las oraciones y prácticas. Es posible que se sorprenda de lo mucho que ha perdido
en su comprensión de la Misa. Encuentre respuestas a preguntas tales como: ¿Qué es la Presencia Real?
¿Cuáles son las raíces judías de la Misa? ¿Por qué la Misa es un sacrificio? ¿Por qué algunas personas
reciben la Comunión en la lengua y otras en la mano?

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Fotos y Créditos
Portada: Photography by The Karma Group (2019) Diaconate at St. Francis Xavier Cathedral (Sam Lucero;
Portada Interior: Christ the High Priest and Byzantine May 18, 2019). Fr. John Girotti preaches at Rural Life Day
Christ, courtesy of MonasteryIcons.com. Mass at St. Mary Magdalene Church in Waupaca (Sam
Pag. 5: Employee Recognition Mass on the diocesan Lucero; April 10, 2021).
campus (Sarah Gietman, 2017). Pag. 26: Bishop David Ricken celebrates Catholic
Pag. 6: St. Mary Parish in De Pere celebrates its 150th Schools Week Mass for students from St. Mary School
anniversary (Sam Lucero; Nov. 30, 2019). in Luxemburg and Holy Trinity School in Casco at Holy
Pag. 8: St. Teresa of Calcutta (Wikimedia Commons). Trinity Church (Sam Lucero, Jan. 29, 2020).
Pag. 9: Photography by The Karma Group (2019) Pag. 28: Icon courtesy of MonasteryIcons.com.
Pag. 10: Photography by The Karma Group (2019) Pag. 29: Fr. Walter Stumpf celebrates Ash Wednesday
Pag. 12: Photography by Sarah Gietman (2016) Mass at St. Nicholas Parish in Freedom for St. Nicholas
Pag. 14: Bishop David Ricken joined Fr. Alvan Amadi and School students and parish members (Sam Lucero;
members of St. Mary Parish’s Rosary Society in Algoma for Feb. 25, 2020). Confirmation retreat and Mass with Fr.
a 150th anniversary Mass (Sam Lucero; Feb. 23, 2020). Mark Vander Steeg at St. Bernard Parish in Green Bay
Pag. 15: “The Sacrificial Lamb” (1670-1684) by Josefa (Sarah Gietman; 2017).
de Óbidos. Pag. 31: “The Last Supper” (1897) by Gaston de La
Pag. 16: “The Disputation of the Holy Sacrament” Touche.
(1509-1510) by Raphael. Pag. 32: A Mass of thanksgiving was celebrated at St.
Pag. 17: Transitional Diaconate Ordination at St. Francis Xavier Cathedral, 150 years to the day that the
Francis Xavier Cathedral (Sam Lucero; May 19, 2019). Diocese of Green Bay was created (Sarah Gietman;
Pag. 18: Bishop David Ricken joined Hispanic Catholics March 3, 2018).
from St. Philip Parish in Green Bay for the feast of Our Pag. 34: Sun shines through windows of an incense-
Lady of Guadalupe (Sam Lucero; Dec. 12, 2016). The filled St. Bernard Church in Green Bay during Mass
dedication and blessing of the new church at Holy (Sam Lucero, Sept. 10, 2008).
Trinity Parish in Oconto (Sam Lucero; Jan. 27, 2019). Pag. 35: Photo from Unsplash.com. Photo from
Photography by The Karma Group (2019). Bigstock.com.
Pag. 19: Bishop David Ricken joined Hispanic Catholics Pag. 37: The Quad Parishes of Green Bay held a
from St. Philip Parish in Green Bay for the feast of procession with the Blessed Sacrament from St. Jude
Our Lady of Guadalupe (Sam Lucero; Dec. 12, 2016). Church to Annunciation Church for the feast of Corpus
Photography by The Karma Group (2019). Christi (Sam Lucero; June 2, 2018).
Pag. 20: Photography by The Karma Group (2019) Pag. 35: Photography by the Catholic Foundation for
Pag. 22: Bishop David Ricken celebrated a Jubilee the Diocese of Green Bay. Photo from Unsplash.com.
Year Mass for Youth and Youth Ministers at St. Francis Photography by Sarah Gietman (2016).
Xavier Cathedral during the diocese’s 150th anniversary Pag. 39: Photo from Unsplash.com. The annual
year (Sam Lucero; Jan. 14, 2018). Notre Dame Academy Chrism Mass at St. Francis Xavier Cathedral (Sarah
in Green Bay hosted a Mass for nearly 2,000 Catholic Gietman; March 22, 2016). Photo from Unsplash.com.
school students, faculty and staff, followed by a Photography by Sarah Gietman (2016). Photo from
presentation by internationally-known speaker, Chris Unsplash.com. Photo from Bigstock.com.
Stefanick (Sam Lucero; Sept. 17, 2019). Pag. 40: Photography by The Karma Group (2019).
Pag. 23: Icon courtesy of MonasteryIcons.com. St. Pag. 41: “The Pentecost” (1620-1625) by Juan Bautista
Nicholas Parish in Freedom held an Ash Wednesday Maíno.
Mass for St. Nicholas School students and parish Pag. 42: “The Virgin Adoring the Host” (1852) by Jean
members (Sam Lucero; Feb. 26, 2020). Auguste Dominique Ingres.
Pag. 24: Members of SS. Peter and Paul Parish in Pag. 40: Stained glass image at the National Shrine of
Green Bay and students from St. Thomas More Our Lady of Good Help in Champion, Wisconsin. Portrait
School, located on the parish campus, gathered for of Bishop David Ricken by Harmann Studios (2013).
Ash Wednesday Mass (Sam Lucero; March 6, 2019).
Rural Life Day Mass at St. Mary Magdalene Church in Agradecimiento especial a The Compass por el uso
Waupaca (Sam Lucero; April 10, 2021). de sus fotos, que nos han ayudado enormemente a
Pag. 25: Dcn. Tony Abts elevates the Book of the ilustrar la vida y la fe de aquellos en la Diócesis de
Gospels at the Mass of Ordination to the Permanent Green Bay.

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1825 Riverside Drive • PO Box 23825 • Green Bay, WI 54305-3825
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