Rosello - El Saber Médico de Las Curanderas Novohispanas
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DOI: https://doi.org/10.14201/shhmo2018402177196
Ediciones Universidad de Salamanca / Stud. his., H.ª mod., 40, n. 2 (2018), pp. 177-196
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ESTELA ROSELLÓ SOBERÓN
EL SABER MÉDICO DE LAS CURANDERAS NOVOHISPANAS:
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1, En este artículo retomo el concepto de hibridismo cultural desarrollado por Peter Burke.
Durante muchas décadas, los historiadores y los antropólogos dedicados al estudio de la Nueva
España y la cultura mexicana hablaron de mestizaje cultural para referirse al fenómeno de inte-
racción, contacto o encuentro entre pueblos de tradiciones y orígenes muy distintos entre sí
como fueron los españoles, los indígenas y los africanos. Hoy, resulta necesario encontrar otros
conceptos que permitan comprender de manera más compleja la realidad plural del virreinato
novohispano. El hibridismo cultural del que habla Burke puede resultar de gran utilidad en
ese sentido. Burke, Peter: Hibridismo cultural.Madrid: Ediciones Akal, 2003.
2. Los nombres y las respectivas calidades de estas curanderas se encuentran registrados
en diversos procesos de Inquisición del Archivo General de la Nación de México. Cabe señalar
que los apelativos de «loba» y de «coyota» fueron nombres que se dieron a las personas que eran
hijas de uniones mixtas entre indios, mulatos, negros y españoles. Por otro lado, los nombres de
las curanderas aquí mencionadas se eligieron al azar, entre muchos otros, sólo para dar cuenta
de la diversidad en el origen y la calidad de dichas mujeres.
3. Ver Roselló Soberón, Estela: Enfermar y curar. Historias cotidianas de cuerpos e iden-
tidades femeninas en la Nueva España. Valencia: Universitat de Valencia, 2017. Es importante
señalar que las fuentes que utilizo para este artículo proceden de la investigación que realicé
durante varios años y cuyos resultados se publicaron en el libro ahora citado. Si bien las fuentes
y algunas ideas que se presentan a lo largo de estas páginas tendrán, evidentemente relación
con aquello que se presentó en dicha investigación extensa, el propósito de este este artículo es
hacer algunas reflexiones que no se hicieron entonces y que quedaron en el tintero.
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4. Cabe recordar lo que dice Marshall Sahlins sobre cómo la cultura se reproduce histó-
ricamente en las acciones cotidianas de las personas. Para el antropólogo estadounidense, «la
gente organiza sus proyectos y da significación a sus objetos a partir de los conocimientos
existentes sobre la acción…». Sahlins, Marshall: Islas de historia. Barcelona: Gedisa, 2008, p. 9.
5. Entre muchos otros, el antropólogo mexicano Juan Gallardo ha señalado cómo «las
creencias y actitudes que un pueblo determinado tiene acerca de la salud y la enfermedad reflejan
sus formas de organización social, económica, familiar, su mundo religioso y cultural». Gallardo,
Juan: Medicina tradicional purépecha. Zamora: EL Colegio de Michoacán/Universidad Indígena
Intercultural de Michoacán, 2005, p. 14.
6. La explicación de las experiencias de la salud y la enfermedad como parte esencial
de los sistemas cognitivos de las sociedades es de BenteGullveigAlver y TorunnSellberg. En
su extraordinario artículo sobre medicina popular en Noruega, estos autores desarrollan las
diferencias entre conceptos como cosmovisión, mundo conceptual y sistema cognitivo. Ver
GullveigAlver, Bente y Selberg, Torunn: «Folk Medicine as Part of a Larger Concept Complex»,
Levack, Brian P. (ed.): New PerspectivesonWitchcraft, Magic and Demonology. Witchcraft,
Healing and Popular Diseases. NY/London: Routledge, 2001, p. 22.
7. Entre los autores contemporáneos que también se ha ocupado de manera sugerente
sobre el fenómeno de la relación entre todo este tipo de saberes y conocimientos y la manera
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en que se ha buscado la curación entre los sectores «populares» se encuentra Levack, Brian P.:
Witchcraft, Healing and Popular Diseases.NY/London: Routledge, 2001.
8. Michael Stolberg ha señalado cómo diversos estudios sobre la cultura médica de la
temprana Edad Moderna europea han mostrado la manera en que muchos médicos académicos
aprendían de los conocimientos más empíricos y más populares de otros profesionistas de la salud.
Ver Stolberg, Michael: «Learning from the Common Folks. Academic Physicians and Medical
Lay Culture»: Social History of Medicine, vol. 27, Issue 4, Nov. 2014, p. 651. Efectivamente, de
acuerdo con lo que se registra en muchos documentos de archivo del siglo XVII, muchos médicos
novohispanos no sólo admiraron las formas de sanar de las curanderas, sino que incluso llegaron a
invitar a dichas mujeres a trabajar con ellos en los hospitales donde ellos mismos practicaban. Sin
embargo, no todos los médicos que estudiaban en la universidad eran tan flexibles ni tan abiertos.
9. OrvarLöfgren plantea que un sistema cognitivo es «una manera aprendida de ver, pensar
y experimentar la realidad». Gullveig Alver, Bentey Selberg,Torunn: «Folk Medicine as Part of
a Larger Concept Complex»,Levack, Brian P. (ed.): New Perspectives on Witchcraft, Magic and
Demonology. Witchcraft, Healing and Popular Diseases. NY/London: Routledge, 2001, p. 23.
10. Carolin Schmitz y María Luz López Terrada han insistido en el error de pensar en una
dicotomía entre la medicina académica y la medicina no académica en esta época. En su lugar,
para explicar la cultura médica del barroco hispánico prefieren utilizar el concepto de plura-
lismo médico del que también han hablado otros historiadores, tales como José Pardo Tomás
o Montserrat Cabré. Ver Schmitz, Carolin y López Terrada, María Luz. «Josep Rodriguez,
herbolari valencià i els seus pacients de la ribera del Tajo. Les cultures mèdiques en el món rural
barroc»: Afers82 (2015), p. 524.
11. Stolberg, Michael: «Learning from the Common Folks. Academic Physicians and
Medical Lay Culture in the XVI Century»: Social History of Medicine, vol. 27, Issue 4, Nov.
2014, p. 649.
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Sin embargo, para el caso de la Nueva España, si bien es cierto que muchos
médicos universitarios adoptaron elementos locales en la práctica de su profesión,
tales como el uso de ciertas hierbas originarias de la Nueva España y muchos de ellos
admiraron el trabajo de algunas curanderas, en general, los doctores no tomaron
tan en cuenta los saberes indígenas, africanos o asiáticos ni en sus diagnósticos,
ni en sus interpretaciones sobre la salud y la enfermedad, ni mucho menos en el
corpus de sus conocimientos teóricos. Por el contrario, el saber de las curanderas
sólo cobró sentido y vida a partir de la integración de muchas tradiciones, incluida,
por cierto, también, la galénica e hipocrática, en un saber nuevo y particular, propio
sólo de dichas profesionales de la salud virreinal12.
12. Una vez más es interesante pensar en lo que reflexionan Gullveig Alver y Selberg sobre
los sistemas cognitivos de las sociedades como sistemas que expresan, de manera no implícita ni
verbal, las reglas del juego de la cultura dentro de una sociedad. Ver Gullveig Alver y Selberg,
Torunn: «Folk Medicine as Part of a Larger Concept Complex»,Levack, Brian P. (ed.): New
Perspectives on Witchcraft, Magic and Demonology. Witchcraft, Healing and Popular Diseases.
NY/London: Routledge, 2001, p. 23. En el caso de las curanderas de la Nueva España, su saber,
como sistema cognitivo, era expresión, precisamente, de las reglas del juego de una realidad
cultural diversa, plural.
13. En muchos de sus trabajos, María Tausiet ha advertido cómo en la cultura de la temprana
Edad Moderna, heredera de la medieval, las mujeres eran tachadas de supersticiosas por definición.
En consecuencia, y en palabras de la historiadora, «en el mundo científico [de aquella época]
reinaba la convicción de que la práctica de la brujería demoníaca se relacionaba únicamente con
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la naturaleza femenina, y por extensión, que toda mujer era bruja en potencia». Ver Tausiet, Martha:
«Comadronas brujas en Aragón en la Edad Moderna: mito y realidad»: Revista d´historia moderna,
n. 15, 1997, p. 381. En ese sentido, la práctica de las curanderas de la Nueva España siempre se
vio como un qué hacer que tocaba las fronteras de la brujería y de lo diabólico.
14. Es también MartaTausiet quien señala el carácter maniqueo de la sociedad hispánica
de la temprana Edad Moderna; una sociedad que autorizaba o prohibía aquello que conside-
raba pecaminoso o lícito. Por otro lado, Brian P. Levack explica cómo el acto de curar es, por
definición, un acto benéfico. En ese sentido, las curanderas habrían sido vistas con buenos
ojos por todos aquellos que las llamaban para pedirles ayuda. Sin embargo, tal como afirma
también Tausiet, normalmente, las curanderas siempre fueron asociadas, en mayor o menor
grado, con los poderes sobre naturales, con la magia, aun cuando se tratara de magia blanca, y
no de brujería. Ver Levack, Brian, P. Witchcraft, Healing and Popular Diseases. NY/London:
Routledge, 2001,p. VII. De allí que, en el caso de la Nueva España, la presencia y actuar de estos
personajes femeninos fueran siempre vistos con recelo y cautela por parte de las autoridades
inquisitoriales preocupadas por erradicar cualquier expresión mágica.
15. Inquisición, vol. 429, exp. 4, año 1647, f. 229-2230.
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fabricar remedios y medicinas. Si bien las fronteras entre sus quehaceres no eran
tan rígidas como las que podrían existir actualmente entre médicos especializados
en detalles muy particulares de la salud humana, sí había un reconocimiento de
áreas, procederes o prácticas médicas que correspondían a diferentes actores del
pluralismo médico del siglo XVII16.
Es interesante pensar que, en el escenario cultural de la Nueva España, el
saber médico de las curanderas incluyó la posibilidad de restablecer el equilibrio
físico no sólo de los enfermos, sino, además, la posibilidad de sanar las relaciones
sociales dañadas, rotas o negativas que, en la mentalidad popular del siglo XVII
novohispano, frecuentemente se vinculaban con la causa de muchas enfermedades.
Es decir, era habilidad propia de estas profesionistas recomponer el equilibrio de
manera holística y así, recuperar no sólo la armonía en el cuerpo del enfermo, sino
también, el equilibrio del orden social17. Esto, difícilmente habría sido materia
de ningún otro médico universitario, boticario o cirujano de la Nueva España18.
Como en muchas otras latitudes del mundo de los siglos XVI y XVII, pero
más aún, incluso de nuestro mundo contemporáneo, el fenómeno cotidiano en el
que se intersectaron las enfermedades de las personas y el desequilibrio del orden
social fue el hechizo. La creencia popular en la magia permeaba en las explicaciones
sobre la manifestación de síntomas extraños en el cuerpo de las personas enfermas.
Los hechizos, tal como puede observarse en muchos casos novohispanos, eran
resultado de sentimientos como el enojo, los celos o la envidia, emociones que
16. Aquí es interesante recordar la definición que da Juan Gallardo para los especialistas de la
medicina popular. De acuerdo con el antropólogo mexicano, las personas comunes y corrientes
suelen reconocer a especialistas de la salud, es decir, a «personas que poseen habilidades médicas
o terapéuticas particulares, y que aplican a determinados padecimientos, dentro del ejercicio
de la medicina tradicional». Ver Gallardo, Juan: Medicina tradicional purépecha. Zamora: El
Colegio de Michoacán/Universidad Indígena Intercultural de Michoacán, 2005, p. 43.
17. En su obra pionera y clásica sobre los curanderos de la Nueva España, Noemí Quezada
sostenía que las curanderas daban seguridad tanto al enfermo, como a su familia y a su comunidad.
Ver Quezada, Noemí: Enfermedad y maleficio. México: UNAM, 1989, p. 28. La antropóloga
retomaba a Aguirre Beltrán quien en sus trabajos sobre magia y medicina en la Nueva España
también señaló que el curandero tenía, entre otras, la función de mantener la seguridad dentro
de su comunidad.
18. Vale la pena recordar que han sido los antropólogos los especialistas que han insistido
en la función social que han tenido las curanderas a lo largo del tiempo. En sus trabajos clásicos,
Malinowski, Levi Strauss o Marcel Mauss explicaron la relación entre las curaciones, muchas
veces mágicas, y la recuperación del orden y el equilibrio social. En este sentido, Gullveig
Alver y Selburg retoman el fenómeno del hechizo, fenómeno muy presente en la cotidianidad
novohispana, que en muchas otras sociedades también se considera causa de muchas enfer-
medades. Ver Gullveig Alver y Selberg, Torunn: «Folk Medicine as Part of a Larger Concept
Complex»,Levack, Brian P. (ed.): New Perspectives on Witchcraft, Magic and Demonology.
Witchcraft, Healing and Popular Diseases. NY/London: Routledge, 2001, p. 28.
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19. Ya en algún momento, en Enfermar y curar, me referí a cómo siempre ha habido curan-
deros y curanderas, pero cómo la sanación se ha vinculado más a las mujeres que a los hombres.
Ver Roselló Soberón, Estela: Enfermar y curar. Historias cotidianas de cuerpos e identidades
femeninas en la Nueva España. Valencia: Universitat de Valencia, 2017, p. 55.
20. Roselló Soberón, Estela: Enfermar y curar. Historias cotidianas de cuerpos e identidades
femeninas en la Nueva España. Valencia: Universitat de Valencia, 2017, p. 55.
21. López Austin, Alfredo: «Cuarenta clases de magos del mundo náhuatl» en Estudios de
Cultura Náhuatl, 7, 1967. UNAM, p. 88.
22. López Austin, Alfredo: «Cuarenta clases de magos del mundo náhuatl» en Estudios de
Cultura Náhuatl, 7, 1967. UNAM, p. 88.
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y distinguir entre los indígenas que eran médicos y aquellos que podían practicar
como «brujos». Y es que, bajo la mirada occidental y cristiana de los españoles,
los saberes autóctonos, las prácticas curativas, los procedimientos terapéuticos y
el uso de ciertas hierbas alucinógenas de origen prehispánico sólo pudieron tradu-
cirse culturalmente como prácticas diabólicas. Efectivamente, en la nueva historia
de contacto que supuso la conformación de la cultura y la sociedad virreinal, los
saberes médicos prehispánicos se colocaron en los márgenes entre lo claramente
demoniaco y lo sospechoso de serlo.
Como es fácil suponer, los saberes de muchas curanderas novohispanas
incluyeron elementos de origen prehispánico que, en muchos casos, se califica-
ron como demoníacos. Esto, aunado a la naturaleza femenina de las sanadoras,
favoreció que muchas de ellas fueran vistas con recelo y suspicacia por parte de
las autoridades inquisitoriales y médicas occidentales. Ahora bien, al llegar el
siglo XVII, las autoridades hispánicas intentaron distinguir con algo de mayor
cuidado entre las curanderas o curanderos que realizaban su oficio a partir de
procedimientos empíricos– si bien podían auxiliarse de la oración como medio
ortodoxo para sanar– y aquéllos que lo hacían sólo mediante prácticas, rituales y
saberes mágicos, supersticiosos y sobrenaturales23. Evidentemente, la posibilidad
de hacer la diferencia entre ambos tipos de curandero o curandera fue siempre
muy subjetiva y frágil24.
23. Más allá de la distinción entre un tipo de profesionista y otro, lo que sí era obvio para
las autoridades hispánicas católicas es que, en cualquier caso, la enfermedad procedía de la
voluntad divina. López Austin, Alfredo: «Cuarenta clases de magos del mundo náhuatl» en
Estudios de Cultura Náhuatl, 7, 1967. UNAM, p. 108. Si bien los esfuerzos por clasificar y
diferenciar bien a los buenos y malos médicos fueron más propios del siglo XVII, se sabe que,
a mediados del siglo XVI, fray Bernardino de Sahagún ya hacía la distinción entre «el buen y
el mal médico». Esto, tomando como referencia la sabiduría popular indígena, que consideraba
que «El buen sabio, como buen médico, remedia bien las cosas, da buenos consejos y buena
doctrina con que alumbra y guía a los demás… El mal sabio es mal médico, tonto, perdido,
amigo del nombre de sabio y vanagloria, por ser necio causa de muchos males y grandes errores,
peligroso, despeñador, engañador y embaucador». Ver Pardo Tomás, José: «Pluralismo médico y
medicina de la conversión: fray Agustín Farfán y los agustinos en Nueva España (1533-1610)»:
Hispania, 2014, V. LXXIV, n. 248 sept.-dic., p. 760. El historiador español toma la frase del
libro X, capítulo 8, vol. 2 de la Historia de Sahagún.
24. El antropólogo e historiador Roberto Martínez señala que los curanderos eran perseguidos
cuando su prestigio disminuía, a causa de algún paciente insatisfecho. Ver Martínez, Roberto:
El nahualismo. México: UNAM, 2011, p. 374. Sin duda, esta condición se cumplió así en la
realidad novohispana del siglo XVII. La información sobre el saber médico de las curanderas
de la Nueva España que se presenta en las siguientes páginas procede de procesos y denuncias
inquisitoriales contra mujeres que practicaron el oficio de curar y que fueron juzgadas por el
Santo Oficio de México por ser consideradas supersticiosas, embusteras, hechiceras o aliadas
del demonio. Todos los documentos están en el Archivo General de la Nación de México.
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A partir del siglo XVI, las curanderas se habían hecho sentir en el escenario
de la práctica médica virreinal y no habían tenido empacho en convivir e interac-
tuar con los médicos españoles que hacían su labor en los primeros hospitales de
los misioneros evangelizadores25. Por su parte, en un principio, no obstante, el
reparo que tenían en torno a las prácticas prehispánicas consideradas diabólicas o
cercanas a lo demoníaco, las autoridades virreinales no tuvieron más remedio que
aceptar la presencia y el ejercicio médico de los curanderos y curanderas locales,
que sabían muchas más cosas que ellos sobre enfermedades y remedios propios
de las tierras recién conquistadas26.
De esta manera, las mujeres dedicadas al oficio de curar atendían partos, utili-
zaban sus conocimientos de la herbolaria local para fabricar medicinas y usaban
técnicas y procedimientos de origen prehispánico para curar enfermos, ya fueran
indios, españoles, mestizos, negros o mulatos.
Poco a poco y a lo largo del tiempo, todos los elementos de una cultura
médica no sólo de origen prehispánico, sino también, empírica, se conservaron y
se integraron en un nuevo saber que también incorporó conocimientos, creencias,
ideas y prácticas europeas, africanas y posiblemente, en cierta medida, asiáticas.
Ahora bien, en realidad, sería prácticamente inútil, y además ocioso, intentar
desmenuzar la cultura médica de las curanderas para «descubrir» el origen cultural
específico de todas sus prácticas, recetas medicinales o teorías. A decir verdad,
es interesante pensar que muchas de ellas podrían haber procedido, simultánea-
mente, de tradiciones muy distintas en las que existían ideas o prácticas similares
o análogas27. Por ello, más que saber si una práctica o un medicamento utilizado
por estas mujeres era de origen prehispánico, europeo, africano o asiático, pare-
cería que para el historiador lo verdaderamente importante sería reconstruir los
métodos, terapias, medicinas y rituales utilizados por las curanderas de la Nueva
España para comprender la conformación de una nueva expresión médica híbrida
y femenina particular y propia de aquel virreinato, un saber que sin duda ocupó
un nicho muy importante, no sólo dentro de la cultura médica novohispana,
sino en la cultura médica de la temprana Edad Moderna del Imperio español en
su conjunto. Veamos, pues, algunos ejemplos de cómo se expresó y manifestó el
25. Pardo Tomás, José: «Pluralismo médico y medicina de la conversión: fray Agustín Farfán
y los agustinos en Nueva España (1533-1610)»: Hispania, 2014, V. LXXIV, n. 248 sept.-dic., p. 759.
26. Martínez, Roberto:«El poder de los curanderos en la antropolgía mexicanista. Una
breve introducción»: Patricia Gallardo y Francois Lartigue. El poder de saber. Especialistas
rituales de México y Guatemala. México: UNAM, 2014, p. 16.
27. Aquí merece la pena recordar lo que explica Peter Burke sobre la manera en que las
tradiciones se transforman a partir de su interacción cotidiana; como consecuencia de dicho
proceso, es frecuente que surjan entre ellas afinidades y convergencias. Ver Burke, Peter. Hibri-
dismo cultural. Madrid: Ediciones Akal, 2003, p. 86.
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28. AGN, Inquisicón, Vol. 765, Exp. 10, Año 1709, f.145-145v.
29. AGN, Inquisición, Vol. 1551, Exp. 25-26, año 1686, f. 349.
30. AGN, Inquisición, Vol. 1051, s/exp., f. 168v.
31. Pardo Tomás, José: «Pluralismo médico y medicina de la conversión: fray Agustín Farfán
y los agustinos en Nueva España (1533-1610)»: Hispania, 2014, V. LXXIV, n. 248 sept.-dic., p.
754. En realidad, las purgas obedecían a la idea occidental de purificar el interior del cuerpo con
vómitos o evacuaciones que limpiaban a las personas. Alain Corbin desarrolla la historia de la
importancia que tuvo la noción de higiene en las prácticas médicas medievales y renacentistas
europeas. Ver Corbin, Alain: Historia del cuerpo. Madrid: Taurus, 2005, p. 23.
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tiempos coloniales, y con el que los curanderos rociaban y frotaban a sus enfer-
mos. Después de hacerlo, los palpaban en las partes que les dolían y les sacaban
«papel, obsidiana, pedernal, trozos de madera, unas piedras llamadas azcaxalli y
otras pequeñas, que eran las enfermedades materializadas»32.
Es interesante pensar que, hacia fines del siglo XVI, en la ciudad de Bengen,
Noruega, dos mujeres presenciaron la curación que una hechicera practicó a otra
mujer de nombre Tollichenn, en la que la sanadora hizo que esta última vomitara
en un recipiente «objetos raros, tales como cerdas de cochino y cosas así»33.
Como es fácil advertir, la coincidencia entre el principio purificador de las
prácticas médicas prehispánicas que pudieron perdurar en el tiempo en la cultura
de las curanderas virreinales y las prácticas médicas europeas de la temprana
Edad Moderna, que también pudieron llegar a dichas mujeres novohispanas,
vía la tradición hispánica, es evidente. Es obvio que meterse en el galimatías de
averiguar si la práctica de la extracción de cosas del cuerpo que llevaban a cabo
las curanderas de la Nueva España tenía un origen prehispánico o uno europeo,
parecería más bien ocioso. En cambio, seguramente resultaría mucho más fructífero
explicar la manera en que las curanderas mestizas, españolas, indias y mulatas de
la Nueva España del largo siglo XVII incorporaron ideas, creencias e imaginarios
de tradiciones muy diversas para construir su propio saber y ejercer su oficio
de una manera particular en una sociedad plural y diversa como fue la virreinal.
32. López Austin, Alfredo: «Cuarenta clases de magos del mundo náhuatl» en Estudios de
Cultura Náhuatl, 7, 1967. UNAM, p. 110.
33. Bente Gullveig y Selbergson quienes recuperan este pasaje de algún proceso judicial en
contra de dicha bruja noruega. Gullveig Alver y Selberg, Torunn: «Folk Medicine as Part of a
Larger Concept Complex»,Levack, Brian P. (ed.): New Perspectives on Witchcraft, Magic and
Demonology. Witchcraft, Healing and Popular Diseases. NY/London: Routledge, 2001, p. 27.
34. La obra clásica para la historia de la curación táctil milagrosa es, obviamente, la de Marc
Bloch, Los reyes taumaturgos. En su investigación sobre las curaciones milagrosas practicadas
por los reyes taumaturgos, Bloch explora cómo el poder de los reyes franceses procedía de
un bálsamo de óleo milagroso, el bálsamo de Clodoveo, con el que se ungía a los monarcas
medievales. Ver Bloch, Marc: Los reyes taumaturgos. México: FCE, 2006, p. 213. Como se verá
más adelante, en la cultura médica novohispana, heredera de la tradición médica occidental, la
utilización de ungüentos y óleos para untar y curar fue práctica muy común entre las curanderas.
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35. López Austin, Alfredo: «Cuarenta clases de magos del mundo náhuatl» en Estudios de
Cultura Náhuatl, 7, 1967. UNAM, p. 111.
36. AGN, Inquisición, vol. 826, exp. 43, año 1729, f. 433-438v.
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Ahora bien, si las sangrías habían sido uno de los procedimientos fundamen-
tales de la medicina occidental medieval y renacentista, en el caso de los saberes
médicos prehispánicos, también había habido algunas prácticas similares que al
llegar los siglos XVI y XVII, se resignificaron culturalmente y formaron parte
de las prácticas médicas de las curanderas novohispanas. Aquí, merece la pena
señalar un ejemplo típico de cómo pudieron funcionar las tensiones culturales
en la conformación de algunas prácticas médicas híbridas de las curanderas en la
Nueva España. Es bien conocida la importancia que tuvieron las punciones y las
sangrías en la medicina galénica occidental. Al mismo tiempo, es bien conocido
que, en el México prehispánico, la práctica de las punciones sacrificiales y religiosas
fue cosa de todos los días. Cuando los médicos españoles llegaron al Nuevo Mundo
y quisieron poner en práctica las terapias de la punción, éstos se encontraron con
que los pueblos prehispánicos ya practicaban aquel procedimiento, pero no siempre
con fines médicos, sino más bien, religiosos y bajo la mirada católica hispánica, con
claros objetivos idolátricos. Evidentemente, las autoridades españolas prohibieron
continuar con la práctica de punzar el cuerpo cuando ésta tuviera fines contrarios
a la fe católica y al dogma cristiano; sin embargo, en el campo médico, la ejecución
de punciones con fines galénicos–es decir, recuperar el equilibrio de los humores en
el cuerpo, fue permitida y aceptada. Las curanderas de la Nueva España ejecutaron
curaciones de este tipo de manera cotidiana. Como en muchos otros casos, no
podemos saber con absoluta certeza cuál era el verdadero significado que estaba
detrás de dicho procedimiento terapéutico. En principio se podría suponer que se
sustentaba en la circulación popular de conocimientos de la medicina occidental, si
bien no es imposible que en algunas punciones médicas, pudieran haber quedado
vestigios de antiguas creencias religiosas prehispánicas.
Por otro lado, y para profundizar en el fenómeno en que las terapias híbridas,
cercanas a la punción del cuerpo, es bien sabido que algunos curanderos indígenas
de la época anterior a la llegada de los españoles solían dibujar «con unas navajuelas
unos círculos culebreados como si estuviera una culebra enroscada en la cabeza»
del enfermo. Esta práctica de sanación la podían practicar lo mismo curanderos
hombres que curanderas mujeres40. Por otro lado, en tiempos prehispánicos, se
sabe que los médicos también acostumbraban a punzar a los enfermos para curarlos
de diferentes padecimientos.
Una vez más, merece recordar el caso de las curaciones que Micaela de Ybarra
practicara sobre la pierna de la niña Juana en Guadalajara en 1686. Después de un
40. López Austin, Alfredo: «Cuarenta clases de magos del mundo náhuatl» en Estudios de
Cultura Náhuatl, 7, 1967. UNAM, p. 110. López Austin hace hincapié en cómo, a diferencia
de las sangrías que sólo las podían practicar médicos hombres, este tipo de cortaduras podían
ser efectuadas por mujeres curanderas, también.
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largo proceso que no arrojaba los resultados deseados, Micaela decidió hacer a
su paciente «unas cortaduras que parecía le habían sajado con cuchillo y agujeros
y luego le puso un emplasto y se la envolvió». Por si fuera poco, la curandera
«picaba la pierna con un alfiler grande dorado que traía en el paño de su cabeza
y con una pluma de gallina… luego le ponía unos polvos y otros más de solimán
labrado…» porque, de acuerdo con la experta, lo que ocurría con Juana era que
«le había quedado el mal humor solapado»41.
Es éste un ejemplo muy claro de cómo se habría manifestado el hibridismo
cultural del saber médico de las curanderas novohispanas. Las antiguas prácti-
cas prehispánicas de cortar y punzar que habían sobrevivido a veces de manera
consciente, otras, de manera latente o recesiva, se activaban en la práctica médica
de Micaela, quien no sólo recurría a ellas, sino que, de manera similar a lo que se
obtenía con las sangrías occidentales, las usaba para curar padecimientos diag-
nosticados a partir de términos galénicos e hipocráticos como era el remediar el
humor que se había quedado solapado en la pierna de la pobre niña Juana. Eso, sin
contar, por supuesto, la utilización del solimán labrado, tan común en la medicina
hispánica del siglo XVI.
41. AGN, Inquisición, vol. 1551, tomo 2, exp. 25-26, año 1686, f. 356.
42. José Pardo Tomás ha señalado la desconfianza que experimentaron muchos frailes que
conocieron las destrezas de los herbolarios indígenas. Para los frailes, parecía evidente que los
curanderos indios que usaban aquellas especies invocaban poderes sobrenaturales relacionados
con dichas plantas, lo cual se veía como una práctica peligrosa y ciertamente nada virtuosa.
Sin embargo, dadas las necesidades médicas reales, los frailes sucumbieron y aceptaron utilizar
algunas de las hierbas curativas recomendadas por los expertos indígenas. Pardo Tomás, José.
«Pluralismo médico y medicina de la conversión: fray Agustín Farfán y los agustinos en Nueva
España (1533-1610)» en Hispania, 2014, V. LXXIV, n. 248 sept.-dic. P. 749-776, p. 760.
43. En su obra clásica sobre la enfermedad en la Nueva España, Noemí Quezada explica
que el tabaco y el estafiate fueron plantas muy socorridas por las curanderas que las usaban para
hacer friegas, limpias, emplastos e infusiones. Ver Quezada, Noemí. Enfermedad y maleficio.
México: UNAM, 1989, p. 59.
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44. AGN, Inquisición, vol. 830, exp. 11, año de 1730, f. 151.
45. AGN, Inquisición, vol. 1051, s/exp., f. 174.
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46. Slater, LópezTerrada, Pardo Tomás. Medical Cultures of the Early Modern Spanish
Empire, NY/London: Routledge, 2016.s.p.
47. La idea de la polifonía como elemento central en el fenómeno del hibridismo cultural
es de Peter Burke. Ver Burke, Peter. Hibridismo cultural. Madrid: Ediciones Akal, 2003,p. 97.
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