San Ignacio Carta Romanos

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San Ignacio, Carta a los Romanos

En: Ignacio de Antioquía, Cartas, Introducción, Traducción y Notas de Juan José Ayán Calvo,
Madrid, Editorial Ciudad Nueva, Fuentes Patrísticas l, 1991, pp. 149-159.

Ignacio, llamado también Teoforo, a la Iglesia que ha alcanzado misericordia en la


magnificencia del Padre Altísimo y de Jesucristo, su único Hijo, [a la Iglesia] amada e iluminada
en la voluntad del que ha querido todo lo que existe conforme al amor de Jesucristo, nuestro
Dios; [Iglesia] que preside en la región de los romanos [y es] digna de Dios, digna de honor,
digna de bienaventuranza, digna de alabanza, digna de éxito, digna de pureza; la que está a la
cabeza de la caridad, depositaria de la ley de Cristo y adornada con el nombre del Padre: a ella
la saludo en el nombre de Jesucristo, Hijo del Padre. A los que están unidos en carne y en espíritu
con todo mandamiento suyo, a los que están inquebrantablemente llenos de la gracia de Dios y
a los que están purificados de todo extraño tinte les deseo una abundante alegría sin mancha, en
Jesucristo, nuestro Dios.
I. 1. Puesto que por mis oraciones he alcanzado de Dios el ver vuestros rostros dignos de
Dios, tal como tanto había pedido conseguirlo,... Pues encadenado en Jesucristo espero saludaros
si es su voluntad que yo sea digno de llegar hasta el fin. 2. Pues el comienzo es fácil de llevar con
tal de que alcance gracia para recibir mi herencia sin impedimentos. Ciertamente le tengo miedo
a vuestro amor, a que el mismo me haga un mal. Pues para vosotros es fácil lo que queréis hacer;
pero para mí es difícil alcanzar a Dios si vosotros no tenéis compasión de mí.
II. 1. Ciertamente no quiero que agradéis a los hombres, sino a Dios, tal como le agradáis. En
efecto, yo nunca tendré tal ocasión de alcanzar a Dios ni vosotros, si calláis, podréis firmar en
una obra mejor. Pues si calláis respecto de mí, yo seré palabra de Dios; pero si amáis mi carne,
de nuevo seré una voz. 2. No me procuréis otra cosa que no sea el ser ofrecido a Dios como
libación cuando ya está preparado el altar, para que, formando vosotros un coro en el amor, al
Padre en Jesucristo cantéis que Dios al obispo de Siria lo ha considerado digno de ser hallado [en
El] después de haberlo hecho venir a Occidente desde Oriente. Es bueno que [orientado] hacia
Dios me oculte al mundo para amanecer en El.
III. 1. Nunca habéis envidiado a nadie; a otros habéis enseñado. Yo quiero que lo que habéis
ordenado cuando enseñabais, sea firme. 2. Para mí pedid únicamente fuerza, interna y externa,
para que no sólo hable, sino que también quiera, para que no sólo me llame cristiano, sino que
también me muestre así. Pues si me muestro tal, puedo ser también llamado y, entonces, ser fiel
cuando no me manifieste al mundo. 3. Ninguna apariencia es buena. Pues Jesucristo, nuestro
Dios, que está en el Padre, se manifiesta más. Lo propio del cristianismo cuando es odiado por
el mundo, no es asunto de persuasión, sino de grandeza.
IV. 1. Escribo a todas las iglesias y anuncio a todos que voluntariamente muero por Dios si
vosotros no lo impedís. Os ruego que no tengáis para mí una benevolencia inoportuna. Dejadme
ser pasto de las fieras por medio de las cuales podré alcanzar a Dios. Soy trigo de Dios y soy
molido por los dientes de las fieras para mostrarme como pan puro de Cristo. 2. Halagad más
bien a las fieras para que sean mi sepulcro y no dejen rastro de mi cuerpo a fin de que, una vez
muerto, no sea molesto a nadie. Cuando el mundo no vea mi cuerpo, entonces seré en verdad
discípulo. Pedid a Cristo por mí para que, por medio de estos instrumentos, logre ser un sacrificio
para Dios. 3. No os doy órdenes como Pedro y Pablo. Aquéllos eran apóstoles; yo soy un
condenado; aquéllos, libres; yo, hasta ahora, un esclavo. Pero si sufro [el martirio], seré un liberto
de Jesucristo y en El resucitaré libre. Ahora, encadenado, aprendo a no desear nada.
V. 1. Desde Siria hasta Roma voy luchando con las fieras, por tierra y mar, de día y de noche,
encadenado a diez leopardos, esto es, a un pelotón de soldados. Estos, a pesar del bien que
reciben, se hacen peores. Con sus malos tratos voy siendo más discípulo, pero no por ello estoy
justificado. 2. ¡Ojalá goce con las fieras que están preparadas para mí! Ruego que se muestren
breves conmigo. A ellas las azuzaré para que me devoren rápidamente, no me vaya a suceder
como a algunos, a los que, acobardadas, no tocaron. Y si ellas, sin voluntad, no quieren, yo
mismo las obligaré. 3. Perdonadme. Yo sé lo que me conviene. Ahora comienzo a ser discípulo.
Que nada visible ni invisible me envidie para que alcance a Jesucristo. Fuego, cruz, manadas de
fieras, laceraciones, separación y dispersión de huesos, mutilación de miembros, trituramiento
de todo el cuerpo, perversos tormentos del diablo vengan sobre mí con la sola condición de que
alcance a Jesucristo.
VI. 1. De nada me servirán los confines del mundo ni los reinos de este siglo. Para mí es
mejor morir para Jesucristo que reinar sobre los confines de la tierra. Busco a Aquél que murió
por nosotros. Quiero a Aquél que resucitó por nosotros. Mi parto es inminentes. 2. Perdonadme,
hermanos. No impidáis que viva; no queráis que muera. No entreguéis al mundo al que quiere
ser de Dios, ni lo engañéis con la materia. Dejadme alcanzar la luz pura. Cuando eso suceda, seré
un hombre. 3. Permitidme ser imitador de la pasión de mi Dios. Si alguno lo tiene en sí,
comprenda lo que deseo y compadézcase de mí al saber lo que me urge.
VII. 1. El príncipe de este mundo quiere saquearme y corromper mis sentimientos hacia Dios.
Así pues, ninguno de los que están con vosotros le preste ayuda. Sed más bien míos, es decir, de
Dios. No habléis de Jesucristo y deseéis el mundo. 2. No habite la envidia entre vosotros. Y si,
cuando yo esté presente, os lo pido, no me hagáis caso. Obedeced mejor a esto que os escribo.
Pues os escribo vivo, aunque deseo morir. Mi deseo está crucificado y en mí no hay fuego que
ame la materia. Pero un agua viva habla dentro de mí y, en lo íntimo, me dice: «Ven al Padre».
3. No siento gusto por el alimento de corrupción ni por los placeres de esta vida. Quiero pan de
Dios, que es la carne de Jesucristo, el de la descendencia, de David, y como bebida quiero su
sangre que es el amor incorruptible.
VIII. 1. Ya no quiero vivir según los hombres. Y ello sucederá si vosotros lo queréis.
Queredlo para que también vosotros seáis queridos. 2. Por medio de unas pocas letras os suplico:
creedme. Jesucristo Sla boca verdadera por la que el Padre habló en verdadS os pondrá de
manifiesto estas cosas porque hablo verazmente. 3. Pedid por mí para que lo alcance. No os he
escrito según la carne, sino según los sentimientos de Dios. Si sufro [el martirio], me habéis
amado; si soy rechazado, me habéis odiado.
IX. 1. En vuestra oración, acordaos de la Iglesia de Siria que, en mi lugar, tiene a Dios como
pastor. Sólo Jesucristo y vuestro amor desempeñarán el oficio de obispo con ella. 2. Yo me
avergüenzo de ser contado entre ellos pues no soy digno al ser el último de ellos y un aborto. Sin
embargo he hallado la misericordia de ser alguien si alcanzo a Dios. 3. Os saluda mi espíritu y
el amor de las iglesias que me han recibido en nombre de Jesucristo, no como a uno que va de
paso. Pues incluso las que no estaban en el camino según la carne, me escoltaban de ciudad en
ciudad.
X. 1. Os escribo esto desde Esmirna por medio de los efesios, dignos de bienaventuranza.
Junto con otros muchos está también conmigo Krocos, nombre querido para mí. 2. Respecto a
los que me preceden desde Siria hasta Roma para gloria de Dios, creo que los habréis reconocido.
Manifestadles que estoy cerca. Ciertamente todos son dignos de Dios y de vosotros. Es
conveniente que los aliviéis en todo. 3. Os he escrito esto nueve días antes de las Calendas de
Septiembre. Me despido hasta el fin en la paciencia de Jesucristo.

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