Diez Ensayos de Buena Literatura: Pablo Montoya

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r e s e ña s CRÓN
TE AT RO
IC A TEATRO
E N SAYO

Diez ensayos de el que aquí comentaré: Un Robinson


cercano. Diez ensayos sobre literatu-
to y lo que en la actualidad irradia y
provoca en los jóvenes lectores y au-
buena literatura ra francesa del siglo XX. El primero tores. Su larga estadía en Francia y el
de los que acabo de mencionar es un dominio de la lengua le conceden au-
delicioso libro sobre París musical, toridad al autor para hablarnos de diez
Un Robinson cercano. asuntos menores y mayores de un escritores de ese país, de diez de sus
Diez ensayos sobre literatura arte que el autor privilegia de manera obras (y, como digo, de muchas más)
francesa del siglo XX especial. El segundo es un drástico y leídas en el idioma original. En libros
Pablo Montoya sesudo dictamen de la novela histórica como este, insisto, Pablo Montoya
Universidad Eafit, Medellín, 2013, colombiana, en el cual ruedan algunas deja entrever que es un lector no solo
166 págs. prestigiosas cabezas porque el autor copioso, sino también riguroso, crítico
centra su crítica en la verosimilitud de y perspicaz. Los autores y las obras
unos personajes que, en estas novelas, que nos presenta son sometidas a un
Pablo Montoya (Barrancabermeja, aparecen a menudo bajo insulsas “co- amplio escrutinio en el cual afloran sus
1963) ha ido construyendo, de a poco, rrecciones” históricas, sin humor ni amores, claro, el afecto que le tiene
un nombre de prestigio como narra- desenfado, obedeciendo más a solem- a todos sus escritores, pero asimismo
dor en la literatura colombiana. Sus nidades y retóricas acostumbradas. nos aporta una mirada inconforme y
cuentos y novelas se han abierto paso Un libro que debería leerse más de lo descontenta cuando es necesario que
entre los lectores por su innegable ca- acostumbrado, a propósito de temas aparezcan dichas controversias, algu-
lidad, por un estilo que privilegia la históricos generalmente manipulados nos desacuerdos que, en todo caso, el
escritura limpia, sin arabescos ni fal- tanto por obedientes y sonsas directri- lector agradece y aprovecha. “Francia,
sos prodigios, una escritura que pene- ces educativas, como por instancias de o mejor su literatura, me ha enseñado
tra y horada con cuidados golpes que poderes ladinos que huyen de la crítica a cultivar el descontento y el escepti-
terminan haciendo mella en un lector a como dé lugar. cismo, la ironía y el asombro, la sed
que, no siempre de manera consciente, La prosa ensayística de Pablo Mon- del viaje y el saber enciclopédico, la
se ve inmerso en una poética a veces toya, como en Un Robinson cercano, tolerancia hacia los otros pero también
devastadora, que entra de lleno en la deja dos lecciones o, para decirlo de la indignación hacia ellos” [pág. 7]. El
vida y en las circunstancias de sus per- forma más modesta deja dos aprendi- libro reúne, además, los ensayos que
sonajes, de sus lugares, de los estados zajes: por un lado su escritura: directa, entre 1997 y 2001 el autor publicó en
de ánimo de esos personajes y en las clara, incisiva, documentada; y por distintos números de la Revista Uni-
atmósferas de dichos lugares. En sus otro lado va un lector agudo, atento, versidad de Antioquia.
cuentos y novelas el lector encuentra panorámico y generoso. Los dos son Henri Michaux, André Gide, Albert
realidades que pasan por el vivo interés uno. Camus, Michel Tournier, Louis-Ferdi-
de sus asuntos, por las complejas rela- En el medio colombiano no son co- nand Céline, Pascal Quignard, Pierre
ciones –ciudad, crimen, poder, soledad, munes los libros dedicados al ensayo Michon, Michel Houellebecq, Julien
creación, historia, arte– que atraviesa literario de corte monográfico, diga- Gracq y Marguerite Yourcenar son
nuestra (precaria) condición política y mos, en el sentido de abarcar textos los diez nombres por los cuales van
nuestras incesantes búsquedas de nue- referidos solo a obras literarias y a estos ensayos. Con todos los autores
vas realidades. Tal vez haya que decir, unos autores determinados, como en Montoya paga una deuda, sin duda, de
con un tópico, que la literatura que es- este caso: diez autores franceses y diez sus lecturas, de sus reflexiones y sus
cribe Pablo Montoya es distinta a mu- de sus obras. O al final muchas más de aprendizajes, como lo dijo en la pre-
cho de lo que uno está acostumbrado diez porque, claro, las referencias y las sentación. Con ellos aprendió a crecer
a leer de la literatura colombiana. Es conexiones se van ampliando a medida en la literatura y de todos tomó lec-
distinta para bien de los lectores. que el autor avanza en conceptos, en ciones y estilos y temas para escribir.
El autor, no obstante, escribe otros alusiones, en personajes, etc. Hay, por Ese robo necesario que es la literatura,
libros, además de los de narrativa pro- supuesto, algunos libros que podrían ese saqueo inevitable, porque todos los
piamente. Algunos le llaman prosas ser mencionados en este sentido, y a la autores están hechos de otros, de sus
poéticas a libros como Trazos. Cua- cabeza vienen nombres como Andrés maneras de decir y sus obsesiones y
derno de París o Viajeros. Son libros, Holguín, Hernando Valencia Goelkel, sus manías, y hasta de sus filias y sus
en verdad, en los que desaparece la Fernando Charry Lara, Juan Gustavo fobias. Todo cabe y todo se hereda.
narración y aparece el ensayo, tal vez, Cobo Borda, William Ospina, y pocos Todo, también, hay que olvidarlo,
pero de una manera indefinida, quizá más, sin duda. aunque se va por el mundo con algo
abstracta, desentendida de la trama y Lo que encuentro más notorio en de todo aquello.
concentrada en el regodeo, en la frase el libro de Pablo Montoya es el buceo La cierta erudición que el autor
poética, en el sentimiento que busca profundo que realiza para llegar a mo- posee acerca del tema de sus ensayos
consciente la belleza. mentos clave en la obra de sus autores. no hace, sin embargo, que estos se
Está el autor de libros de ensayos, El solvente conocimiento que eviden- conviertan en lecciones académicas,
explícitamente. Música de pájaros, cia de ellos y sus obras, las parentelas ni, menos, en pedante exhibicionismo
Novela histórica en Colombia, 1988- que establece para hacernos ver lo que intelectual. Es consciente de la necesi-
2008: entre la pompa y el fracaso, y cada uno ha significado en su momen- dad de ser claro sin renunciar al rigor

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antropo
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y asume un punto de vista personal; el lector (y faltaría a la normal exten-


debate y el escrutinio de las obras los sión de una reseña), abordar así los
realiza desde su propia condición de diez ensayos del libro. Dejo lo dicho
escritor y de lector, y para ello aporta como una muestra, con la ilusión de
sus propias ideas y sus propios puntos haber provocado la curiosidad del lec-
de vista. No es sumiso con sus “invita- tor. Con la seguridad de que estamos
dos”, ni pretende ponerse por encima ante un excelente libro de ensayos
de ellos para demostrar una solvencia literarios.
que sin duda posee. Conoce las leyes
del ensayo y lo lleva a niveles de gran Luis Germán Sierra J.
altura y de gran estilo.
En el ensayo Viernes o los limbos
del Pacífico de Michel Tournier el
tema fundamental es su contraposi-
ción, en varios aspectos, al Robinson
Crusoe de Daniel Defoe. La primera,
dice el autor, no le teme a mostrar a un
personaje sin los evidentes prejuicios
que existen en la segunda. Robinson,
el personaje de ambas novelas, en el
francés enfrenta temas que en el inglés
están vedados por alguna razón que
tiene que ver con la moral, o con la
religión, o con la ética. “Su Robinson
parece un ángel renacentista guiado
por las Sagradas Escrituras”. La del
francés, “más demoniaca, por no decir
más actual, es la soledad de Robinson
Crusoe de Michel Tournier”. El autor
se adentra en una reflexión, apasiona-
da, acerca de la soledad.
En “Un bárbaro en Ecuador”, el pri-
mero de los textos, se refiere a Ecuador
de Henri Michaux. Montoya plantea lo
poco comprometida de la actitud del
escritor en el entorno suramericano,
de Ecuador en concreto, de la sensibi-
lidad superficial y hasta deportiva que
lo embarga ante la presencia indígena,
la cual asume en forma anecdótica,
sacándole provecho, más bien, a su
marcado interés por los alucinógenos:
“A excepción de algunas anotaciones
pintorescas, Ecuador refleja la gran
distancia que se abre entre el viajero
y el asunto del viaje […]” [pág. 11]. Un
poco lo que había dicho respecto de
otra famosa obra del autor francés,
relativa también a sus viajes: “Si en Un
bárbaro en Asia el lector reconoce una
realidad, en Ecuador la desconoce”
[pág. 11]. En el tema obligado de la
selva entran obras como La vorágine
(J. E. Rivera), El hablador (Vargas
Llosa) y Los pasos perdidos (A. Car-
pentier). En desmedro de Michaux,
claro, de quien dice que “opta por la
actitud ciudadana y, sin caer el señuelo
del color local, prefiere el desparpajo”.
Sería fatigante, para mí y para el

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