LIGAZÓN
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ESCENA 1.
LA MOZUELA: ANA
LA RAPOSA: MARTA
LA RAPOSA: ¡Para todos derramas tu sal! Tú me dirás que para todos tienes.
LA RAPOSA: deja que te la prenda. ¡Sí que te da realce! ¡Lástima no tener un espejillo,
para que puedas mirarte!
LA MOZUELA: Lo que miro, tía, es la encubierta que usted trae. Guárdese la gargantilla,
que dogal se me vuelve en la garganta.
LA RAPOSA: Ten cabeza y no hables sin discernimiento. ¡Hoy eres una rosa!... ¡mañana
unas viruelas, una alferecía, un humor, un aire ético, en último resultado, los años, te
dejan marchita! ¡Ten cabeza! ¡Puedes lucir como una reina! ¡No son iguales todos los
días! Hoy te acude la proporción de un hombre que te llena la mano de oro, mañana
no la tienes.
LA MOZUELA: ¿Para qué me quiere ese hombre? ¿Para amiga, y que donde se canse
me deje? ¡No estoy para tirarme!
LA RAPOSA: ¡Muy cotorra eres! ¡Tirarte! ¡Sedas vestirías! Quédate la sarta y no hagas
desprecio.
LA RAPOSA: ¡Estoy atontada con la soberbia que muestras! ¡Pues tu madre te ha dado
mejor enseñanza! Hija, tú no gobiernas con la cabeza! Voy a verme con tu madre. Ella
tiene otra experiencia y sabe lo que suponen trabajos y penas.
LA MOZUELA: el caso que usted maquina no hay madre en el mundo que lo resuelva
sin contar con su hija.
LA MOZUELA: ¿De negarme yo, qué puede mi madre? ¡Qué puede? ¿Meterme el
cortejo en la alcoba? ¡Dormiré con las tijeras ocultas bajo la almohada!
La raposa se mete por la puerta del ventorro, con galgueo trequeleante, apoyada en el
báculo. La Mozuela en señal de menosprecio canta sobre el umbral. Ladran remotos
canes, y la sombra de un mozo afilador se proyecta sobre la estrella de los caminos
luneros.
Yo le jice, le jice
le jice la jiga
ESCENA 2.
EL AFILADOR: JOSETE
LA MOZUELA: MARÍA
EL AFILADOR: ¡Afilar tijeras y navajas! ¿Mocita, quieres que te limpie de orín las
tijeras? ¡Te las pondré de plata!
EL AFILADOR: sal al claro de luna para bien verte, y te diré los miles que supone en
moneda el precio propuesto.
LA MOZUELA: ¿Por mi cara has de sacar la cuenta? ¡La tengo más fea que un tito!
En el claro de luna gira su sombra la rueda del mozo afilador: saca chispas de la piedra
de acero. La Mozuela, alertada y nocturna, sobre el vano luminoso de la puerta, hace
saltar en la palma de la mano, una moneda negra.
EL AFILADOR: Tunería del camino, que conduce a esta puerta. ¡Mirando al tu garbo,
qué otra me resta sino camelarte!
LA MOZUELA: Prosero.
EL AFILADOR: ¡Tan majas, mocita, voy a ponerte las tijeras, que no tendrás alma para
negarme el premio!
El afilador, sobre la rodilla del calzón, sacaba el último brillo a las tijeras: las hacía
jugar cortando un rayo de luna: Tornaba a pasarlas por la pernera.
EL AFILADOR: Lo hablado
LA MOZUELA: Pues voy a sacarte la copa de anisete. ¿O tienes preferencia por otra
bebida?
LA MOZUELA: Te bebes la copa, tomas soleta y, cuando acabes la vuelta del mundo, te
daré respuesta.
LA MOZUELA: Ya lo he mojado
La mozuela moja los labios en la copa y se la ofrece al tuno, que levanta la quimera de
su tabanque en el claro lunero.
Se aleja. El negro trebejo, sobre los hombros del errante perfila su rueda con rara
sugestión de enigmas y azares: Bajo el cielo de estrellas, en el rezo susurrante de la
noche aldeana, se desvanece. Salen a la penumbra lunaria del emparrado la ventera y
la raposa, dos sombras calamocanas con leria tartajosa, esguinces y vaivenes.
ESCENA 3
LA RAPOSA: AINARA
LA VENTERA: CLARA
LA RAPOSA: ¡Tolondrean las estrellas, comadre! ¡Este relajo de vida hay que alegrarlo!
LA RAPOSA: Usted esté terne para zurrar cordobanes, a usted corresponde ese
ministerio. Comadre, si se olvida que mis pasos van a llenarle la casa, le quiebro la
suerte.
LA VENTERA: A las doce del sábado monto en la escoba y por los cielos. ¡Arcos de sol!
¡Arcos de luna!
ESCENA 4.
LA VENTERA: DENISE
LA MOZUELA: JOANA
Canta la Mozuela:
Me dijo, me dijo
De hacerme su amiga!
LA VENTERA: ¿cuál fue el consejo que te dio la comadre? ¿Por qué no has recibido el
presente?
LA MOZUELA: No me apetecen tales ferias.
LA VENTERA: ¡No te azorres! ¿Es tirarte pagar con agrado un fino rendimiento, y no lo
es ponerte pico a pico con cada uno que va y viene?
LA VENTERA: ¿Y con tomar una prenda de estima, vendrás a decir que te echas por
tierra? ¡Así me muera, si sabes tú lo que es miramiento!
LA VENTERA: Por tu bien miro. ¿Dónde esperas una igual conveniencia? ¿Dónde la
esperas? Tú estás ignorante de cuanto representa un amigo que no mira la plata. Si
escuchas a tu madre puedes verte con capitales.
LA MOZUELA: ¡No me camela ese punto, porque se venga saltando el oro en la palma
de la mano!
LA MOZUELA: ¡No se remonte, que está por demás! De perderme, que sea en carroza y
para salir de cuidados. Con una gargantilla aún no ciego, y antes me doy a un gusto
mío, para perderme.
LA VENTERA: Irás por donde tu madre te ordene. ¡Mala ralea, así pospones tu buena
ventura! ¡Así la repeles!
LA VENTERA: ¡A lo menos recibe sus dones y tenle parrafeo por la ventana! Ponte la
gargantilla para que si le ocurre aparecerse esta noche te la vea puesta, y no me
busques el genio.
Metíase la madre zaguán adentro, y en el pretil del dornajo quedaba la hija. Lenta se
oscurecía la luna con errantes lutos. La sombra ahuyentada de un perro blanco, cruzó
el campillo. Quedaba, todo de la noche, el cantar, abolida la figura de la mozuela, en la
nocturna tiniebla. Los pasos del mozo afilador eran sobre el lindero del campillo
abismado de ecos.