El Muralismo y Las Representaciones de L
El Muralismo y Las Representaciones de L
El Muralismo y Las Representaciones de L
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Resumen
El siguiente artículo es una reflexión historiográfica acerca del papel que desempeñaron las
artes plásticas – más específicamente el Muralismo – en la construcción de la nación
mexicana en los años posrevolucionarios. La perspectiva dada al marxismo, su concepción
histórica de la lucha de clases y del materialismo histórico y dialéctico, pasó a constituirse en
el nuevo referencial teórico para entender a los grupos indígenas. A diferencia del
nacionalismo decimonónico, el indígena ya no era solo parte del pasado prehispánico, sino
una realidad viva y pulsante al hombre contemporáneo de la Revolución. Sin embargo, él no
era entendido como perteneciente a una condición étnica/cultural diferenciada; sus
caracteres peculiares fueron borrados a favor de una unidad de clase que se formaba a través
de la imagen del proletariado.
Abstract
The following article is a historiographical reflection about the plastic´s arts role – more
specifically the Muralism Movement – in the construction of the Mexican nation in the post-
revolutionary years. The perspective given to Marxism, its historical conception of class
struggle and also the historical materialism and dialectic, started to constitute the new
theoretical referential to understand the indigenous people. Distinguished from the
nineteenth century nationalism, the indigenous was not only part of the pre-Hispanic past,
but a vivid and energetic reality to the contemporary man of the Revolution. Despite that, he
was not considered as belonging to a particular ethnical/cultural condition; his peculiar
characteristics were erased in favor of a class unity that was formed through the proletarian
*
Doutorando no curso de Humanidades, linha de pesquisa Estudos Culturais e Crítica Poscolonial, pela
Universidade Autônoma Metropolitana do México (UAM). Mestre em História pelo Programa de Pós-Graduação
em História da Universidade de Brasília (PPG-HIS/UnB). Possui graduação em Licenciatura e Bacharelado em
História pela mesma universidade (UnB).
El Muralismo y las representaciones...
image.
1
Las referencias de las pinturas presentadas en este apartado se encuentran disponibles en
https://portalacademico.cch.unam.mx/alumno/historiademexico1/unidad5/culturaMexicana/pintura.
Consultado el 22/04/2017.
2
BARTOLOMÉ, Miguel. Barabas, Alicia (Orgs.). Procesos civilizatorios, pluralismo cultural y autonomías étnicas en
América Latina. México, DF: Conaculta, INAH, 1998.
3
BATALLA, Guillermo Bonfil. México Profundo, Una civilización negada. México, DF: S.A. de C.V, 2009.
construcción y percepción de ese nuevo ser que estaba surgiendo en tierras americanas. 4
Con el movimiento de Independencia mexicana y la subsecuente demanda por
constituir una nación (1821), esa búsqueda identitaria criolla va a experimentar un nuevo
ritmo de desarrollo, hasta entonces desconocido en la historia del país. De una manera
general, las artes, así como los estudios científicos, la literatura y otras manifestaciones
político-culturales de la época, pasaron a jugar un papel que se volvió imprescindible en la
construcción de un sentido de pertenencia e identidad nacional. Para diferenciarse de otras
186 comunidades políticas imaginadas, México transformaría su pasado indígena prehispánico en
un momento clave para forjar una singularidad histórica e identitaria. 5 De ahí que ese pasado
fuera insertado como parte constituyente y originaria de la nación mexicana, siendo elevado a
una condición de edad dorada y época gloriosa.6
Figura 1. El senado de Tlaxcala (1875) – Rodrigo Gutiérrez (1848-1903). Óleo sobre lienzo, 191 x 232.5 cm.
Museo Nacional de Arte, Ciudad de México.
4
FLORESCANO, Enrique. Memoria Mexicana. México, DF: Taurus, 2008.
5
Aquí usamos el célebre término creado por Benedict Anderson, Comunidades Imaginadas, para referirse a las
naciones modernas. Véase: ANDERSON, Benedict. Comunidades Imaginadas: reflexão sobre a origem e a difusão
do nacionalismo. São Paulo: Companhia das Letras, 2008.
6
FLORESCANO, Henrique. Memoria Mexicana. México, DF: Taurus, 2008.
7
La expresión Porfiriato designa el período entre los años 1876 a 1911 en que Porfirio Díaz estuvo a la frente de
la presidencia del país. El Caudillo gobernó a México por seis elecciones presidenciales consecutivas, con la breve
interrupción del gobierno de su compadre Manuel Gonzáles, que gobernó a México de 1880 a 1884. Su gobierno
fue caracterizado como una gran dictadura, compuesta por elecciones fraudulentas y por un aparato represor
que apaciguó los conflictos sociales y puso en marcha el proyecto de Orden y Progreso tan ambicionado por el
régimen porfirista, la soñada Pax Mexicana. Véase: VILLEGAS, Daniel Cosío. El Porfiriato: vida política interior,
decimonónico mexicano era una manera de acercarse y ponerse al día con lo que se creía ser
el espíritu europeo. De ese modo, el indígena era representado de una manera idílica e
idealizada en la cual sus características culturales y biológicas se vinculaban estrechamente
con aquellas propias de Europa; él cobraba importancia en el imaginario nacional solo cuando
estaba asociado a una figura de valor europeo, con rasgos y fisionomías que se remetían al
Viejo Mundo.8
Lo que el arte mexicano del Porfiriato logró construir fue la imagen de un pasado
indígena de magnitudes grandiosas tal como las representaciones creadas sobre el “glorioso 187
Figura 2. Los informantes de Moctezuma (1893) - Isidro Martínez (1861-1937). Óleo sobre lienzo, (dimensiones
no encontradas). Museo Nacional de Arte, Ciudad de México.
Por detrás del mito de la democracia racial, el mestizaje se revelaba como una
primera parte In: Historia Moderna de México. México: DF, Hermes, 1970. p. 18-39.
8
FLORESCANO, Henrique. Memoria Mexicana. México, DF: Taurus, 2008.
9
FLORESCANO, Henrique. Memoria Mexicana. México, DF: Taurus, 2008.
ideología criolla que privilegiaba el hombre blanco en contra de los demás grupos étnicos-
raciales, ocultando, así, las relaciones de poder envueltas en la mezcla racial. De ese modo, lo
indígena era reclamado como una ficción narrativa que confería unidad y cohesión a la nación,
proporcionando la ilusión de un locus nacional supuestamente armónico y conciliador.10
El Gobierno de Porfirio Díaz fue el que logró sintetizar y reunir gran parte de la
construcción simbólica acerca del pasado prehispánico creada por los criollos a lo largo de la
historia mexicana colonial e independiente. Para ello, se utilizó de los aparatos del recién
188 fundado Estado mexicano con el fin ideológico de legitimar su régimen y proyecto de nación.
Un buen ejemplo de ello estuvo presente en la nueva concepción de educación que el
Porfiriato planteó para su gobierno. Dentro de algunos proyectos forjados por este nuevo
modelo de pedagogía nacional estaba la colección titulada Biblioteca del niño mexicano, que
estaba, a su vez, direccionada a la educación infantil y que veremos a continuación.
pasado indígena prehispánico. Posadas, que más tarde sería declarado por Diego Rivera y Jean
Charlot como el padre del arte moderno, ejerciendo una inmensa influencia sobre ellos y
sobre el Muralismo, será el gran maestro que va a dibujar, en esa colección, a indios blancos,
fuertes, heroicos, cristianos y vestidos con los típicos trajes del imperio romano. En la
colección van a estar presentes: Moctezuma, Cuauhtémoc, Hernán Cortez, Las Casas y otros
personajes prominentes de la historia mexicana.
En uno de los dibujos, Moctezuma, representado siempre como un gran emperador
romano, es hecho prisionero y llevado por los guardianes españoles para el local donde se 189
ejecutará su muerte. El tlatoani azteca camina con las manos presas por detrás de la espalda y
la cabeza mirando hacia bajo, humillado por el ejército español. Sin embargo, el emperador
hecho prisionero no ofrece resistencia ante su muerte y lleva en los ojos un aire de paz y de
aceptación, como si su destino estuviera clavado por la consumación de una muerte heroica
que viniera a salvar su reino. Él aparecía como la figura de un mártir, de un héroe que moría
por los lazos de solidaridad que poseía con su pueblo.
Figura 3. La Prisión de Moctezuma o El Ultimo Ultraje (1900). José Guadalupe Posadas (1852-1913) y Heriberto
Frías (1870-1925). Dibujo sobre papel. Colección Biblioteca del niño mexicano.
difundida de Jesús Cristo por la Iglesia Católica: un hombre blanco de nariz delgada, pelo largo
y una amplia barba.12
En otra imagen, Moctezuma aparece en el momento de su muerte y se inclina hacia el
cielo como para dialogar con los dioses en su momento final. Una vez más, surge la analogía
con Cristo, que, nuevamente de acuerdo con los relatos bíblicos, había hablado con Dios
mientras moría en la cruz y le preguntaba el porqué de su abandono. Los personajes
retratados en las imágenes de los folletos son claramente colocados como los héroes de la
190 nación mexicana. La Biblioteca del niño mexicano es un ejemplo claro de los intentos del
Estado Mexicano porfirista, a través de la educación, el arte y la literatura, de difundir y crear
un imaginario nacionalista que estuviera dentro de los patrones de civilización europeo, y que
compartiera con él la “grandiosidad” e incluso la misma manifestación religiosa cristiana.
Figura 4. La Piedra Contra el Emperador o La Sublimidad de un Héroe (1900) – José Guadalupe Posada (1852-
1913). Dibujo sobre papel. Colección Biblioteca del niño mexicano.
12
La idea de una cristiandad prehispánica va de encuentro con las ideas de intelectuales criollos
independentistas como Fray Servando Teresa de Mier. Para él, el cristianismo ya estaba presente en tierras
americanas antes de la llegada de los primeros catequistas europeos por la intermediación de la personalidad de
Quetzalcóatl, que sería en realidad, según su pensamiento, el apóstol cristiano San Tomás. Véase: BRADING,
David. Los Orígenes del Nacionalismo Mexicano. México DF: Ediciones Era, 2009.
revolucionario. Personalidades como el Doctor Atl (Gerardo Murillo) – el gran abuelo del arte
mexicano contemporáneo que señaló una de las primeras voces de alarma frente a la
condición del arte a principios del siglo XX –, José Clemente Orozco, Romano Guillemín, David
Alfaro Siqueiros, etc. fueron parte de un movimiento que, desde el estallido de la Revolución,
empezó a demostrar sus desacuerdos frente a la realidad política/social y artística/cultural
mexicana.
El año de la Revolución coincide con el de las conmemoraciones del centenario del
Grito de Dolores, donde el gobierno de Porfirio Díaz hizo caso omiso de los artistas mexicanos
y contrató una gran exposición de artistas españoles como parte del programa de los festejos
del centenario. Los artistas mexicanos, sin embargo, se agruparon bajo el liderazgo del Doctor
Atl y llevaron a cabo una protesta a la Secretaría de Instrucción Pública, la cual solucionó el
problema dándoles 3.000 dólares para una exposición colectiva de artistas mexicanos. Del
éxito de la exposición, nació una sociedad artística de pintores mexicanos bajo el nombre de
“Centro Artístico”, que tenía como objetivo pintar y decorar los muros de los edificios públicos
de la ciudad de México, lo que no logró resultado inmediato visto la situación de guerra civil
en que entró el país a partir del 20 de noviembre del mismo año.14
Pero la Revolución no iría a constituirse en un estorbo al recién fundado movimiento
artístico; sus miembros, en lugar de dispersarse en función del estado de pánico provocado
por el inicio de la guerra, se sumaron a varias de las demandas revolucionarias y agregaron a
ella su descontento en relación con las maneras de pensar y hacer arte en el país. De ahí
surgió la famosa huelga de la Escuela de Bellas Artes en 1911, dirigida por estudiantes como
13
LAFAYE, Jacques. Quetzalcóatl y Guadalupe. La formación de la conciencia nacional en México. Traducción De
Ida Vítale y Fulgencio López Vedarte. México: Fondo de Cultura Económica, 2002.
14
MATUTE, Álvaro. El ateneo de la juventud: grupo, asociación civil, generación In: La Revolución mexicana:
actores, escenarios y acciones. Vida cultural y política, 1901-1929. México DF: Océano de México, 2010. p. 17-24.
Raziel Cabildo, David Siqueiros, Romano Guillemín, entre otros. Su principal reivindicación era
la destitución del director Rivas Mercado y de los maestros extranjeros, exigiendo una
renovación radical de los planes de enseñanza de la Escuela. Con la fundación de la Escuela al
Aire Libre, los estudiantes comenzaron a ensayar un arte improvisado y espontáneo,
manifestando sus inquietudes estéticas a través de un arte más popular y más libre del cerco
impuesto por el estatuto académico. 15
Con la muerte de Francisco I. Madero y la ascensión de Huerta al poder, el grupo
192 artístico rebelde se involucró más aún en los destinos políticos del país. El doctor Atl se
convirtió en el jefe de propaganda de Carranza, reorganizó la Casa del Obrero Mundial, formó
los Batallones Rojos y fundó diversos periódicos en la capital y en otras provincias de
México.16
Sin embargo, sería sólo en la década de 20, con la llegada de Álvaro Obregón a la
presidencia de la República y la asignación de José Vasconcelos al mando de la nueva
Secretaria de Educación Pública y de la rectoría de la Universidad Nacional, que el movimiento
Muralista daría sus primeras señales de vida. El momento exigía que se reconstruyera un país
destrozado por una década de Guerra Civil, de tal modo que José Vasconcelos llevó a cabo una
inédita política cultural que pretendía difundir un nuevo modelo educativo para todos los
rincones del país. La idea era combatir el analfabetismo y el aislamiento del hombre
provinciano, con fines de integrarlo al nuevo ideario de nación plasmado por los años
revolucionarios.17
Surgía un nuevo proyecto de nacionalismo cultural que debería fomentar la
construcción de un nuevo hombre mexicano, forjado a partir de los ideales planteados por la
Revolución. Para eso, dado los inmensos índices de analfabetismo mexicano, era menester
pensar en una metodología educacional que contemplara a todos habitantes del territorio
nacional, y no solamente a las élites letradas en el castellano. La imagen, el dibujo, la pintura,
el grabado, etc. aparecía como una alternativa para atender al hombre no educado en las
15
TIBOL, Raquel. Historia General del Arte Mexicano: Época Moderna y Contemporánea. Tomo II. Buenos Aires:
Hermes, 1981.
16
Entre los periódicos publicados por el Doctor Atl estaba “La Vanguardia”, órgano de la Confederación
Revolucionaria del que participaban Orozco como caricaturista, Siqueiros como corresponsal en Jalisco, Miguel
Hernández y Romano Guillemín, como dibujantes cartelistas, entre otros. Sobre la participación de los artistas en
el proceso revolucionario véase: TIBOL, Raquel. Historia General del Arte Mexicano: Época Moderna y
Contemporánea. Tomo II. Buenos Aires: Hermes, 1981. Véase también: MATUTE, Álvaro. El ateneo de la juventud:
grupo, asociación civil, generación In: La Revolución mexicana: actores, escenarios y acciones. Vida cultural y
política, 1901-1929. México DF: Océano de México, 2010. p. 17-24.
17
FLORESCANO, Henrique. El Nacionalismo Cultural In: Imágenes de la Patria. México: Taurus, 2005. p. 301-346.
letras españolas. Se debería difundir imágenes de la historia patria por varios rincones de
México de la misma manera y con el mismo fervor religioso que lo hicieron las misiones
católicas alrededor del siglo XVI para predicar el evangelio a las masas indígenas “idólatras”.18
La Imagen cumplía con una función pedagógica que debía integrar a todos los
habitantes de México en el nuevo arquetipo del hombre mexicano revolucionario,
reconstruyendo y reunificando un país destrozado y dividido por los años de guerra civil. El
ideal de ese nuevo hombre aparece reflexionado en las ideas de José Vasconcelos en su libro
La Raza Cósmica (1925): un intento de explicar la mexicanidad a través de una visión optimista 193
Figura 5. Masacre en el Templo Mayor o La Conquista de Tenochtitlán (1922) – Jean Charlot (1898-1979). Fresco,
(dimensiones no encontradas). Escuela Nacional Preparatoria, Ciudad de México.
18
FLORESCANO, Henrique. El Nacionalismo Cultural In: Imágenes de la Patria. México: Taurus, 2005. p. 301-346.
19
VASCONCELOS, José. La Raza Cósmica. Vol. I. México: Libreros Mexicanos Unidos, 1967.
20
Las referencias de los murales presentados se encuentran disponibles en SUÁREZ, Orlando S. Inventario del
Muralismo mexicano. México: Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), 1972.
Figura 6. La Creación (1922-1923) – Diego Rivera (1886-1957). Encáustica, 109.64 m². Escuela Nacional
Preparatoria, Ciudad de México.
Este mural era parte de un corto momento del Muralismo en el cuál el pensamiento y
la mística de Vasconcelos todavía estaban presentes. El mural representaba al nuevo
nacimiento del hombre, un Cristo resucitado junto a un Adán criollo y a una Eva indígena. Este
mural está directamente asociado a la idea de la quinta raza que Vasconcelos había
21
TIBOL, Raquel. Historia General del Arte Mexicano: Época Moderna y Contemporánea. Tomo II. Buenos Aires:
Hermes, 1981.
22
Tomamos aquí como referencia la división de etapas que planteó Esther Acevedo en su libro Guía de Murales
del Centro histórico de la Ciudad de México. Aunque la autora divide la primera etapa entre 1921-1926 y la
segunda entre 1926-1933, tomamos aquí la libertad, para fines didácticos, de situar las dos primeras etapas del
Muralismo como un primer momento de la historia del movimiento. Véase: ACEVEDO, Esther. Guía de Murales
del Centro Histórico de la Ciudad de México. México: Universidad Iberoamericana, 1984.
23
ACEVEDO, Esther. Guía de Murales del Centro Histórico de la Ciudad de México. México: Universidad
Iberoamericana, 1984.
vislumbrado en su libro La Raza Cósmica: la mejor raza de la historia, la raza final, la raza
mestiza.24
195
Figura 7. Los Elementos (1922-1923) – David Alfaro Siqueiros (1896-1974). Encáustica, 2,74 x 3,41 m. Escuela
Nacional Preparatoria, Ciudad de México.
24
VASCONCELOS, José. La Raza Cósmica. vol. I. México: Libreros Mexicanos Unidos, 1967.
las altas élites que gobernaban el país y el mundo – nobles, aristócratas, latifundistas,
militares, comerciantes de alto relieve (burguesía), etc. – ahora, con el arte mural, el
protagonista era el pueblo, los campesinos, los trabajadores urbanos y los indígenas. Los
nuevos actores eran representados como parte de manifestaciones colectivas y grupales,
actuando en conjunto y en masas. Hubo un desplazamiento en las relaciones de poder
provocado directamente por la Revolución: los grupos subalternos, antes marginados y
olvidados en la historia del arte, ahora aparecen para liderar las escenas de acción que
196 componen las pinturas.25
...la modalidad de 1921 a acá fue determinada por la lucha popular, por la
Revolución agraria-democrático-burguesa iniciada en 1910. El muralismo mexicano
no ha dado en sus formas ninguna aportación nueva a la plástica universal. Lo que
caracteriza su aporte es que su héroe es la masa obrera, campesina y sus aliados en
la lucha de clases. Pero por primera vez en la historia del arte de la pintura
monumental, es decir, el muralismo mexicano, cesó de emplear como héroes
centrales de ella a los dioses, los reyes, jefes de Estado, generales heroicos, los
santos, los ángeles, los arcángeles, los emperadores y los grandes capitanes; por
primera vez en la historia del arte la pintura mural mexicana hizo héroe del arte
25
TIBOL, Raquel. Diego Rivera: Luces y sombras. México, DF: Lumen, 2007.
monumental a la masa, es decir, al hombre del campo, de las fábricas y las ciudades,
al pueblo. Antes la masa del pueblo aparecía como el coro en las tragedias griegas,
siempre como fondo de alguna hazaña individual. Cuando entre el pueblo aparece el
héroe es como parte de él y su resultado claro y directo.26
Diego Rivera, por ejemplo, será categórico en afirmar que el arte cumple con una
función ideológica y que ningún arte es neutral. A partir de la lectura que hacían del
marxismo, artistas como el proprio Rivera, así como otras personalidades importantes del
Muralismo como Pascual Orozco y David Siqueiros, darían a la historia del mundo y de su país
una perspectiva afín con el materialismo histórico y dialéctico. Es decir, la historia de la 197
humanidad pasaba a ser entendida a partir del paradigma marxista de la lucha de clases –
aunque el uso de dada categoría sea más adecuado a partir de la segunda mitad del siglo XX
en la historia latinoamericana –, de la relación de conflicto que envolvía a grupos que
ocupaban diferentes posiciones sociales dentro del orden material de la sociedad a la cual
pertenecían.
Figura 9. Detalle de El hombre controlador del universo (1934) - Diego Rivera (1886-1957). Encáustica, 4,80 x
11,45m. Palacio de Bellas Artes, Ciudad de México.
26
TIBOL, Raquel. Diego Rivera: Luces y sombras. México, DF: Lumen, 2007. Pág. 162.
198
Figura 10. Historia de México (1929) - Diego Rivera (1886-1957). Encáustica, 144.29 m². Palacio Nacional, Ciudad
de México.
En este sentido, hay una brusca ruptura con las maneras de representar el indígena
prehispánico. Si Posadas y el propio Rivera habían participado de la colección de la Biblioteca
del niño mexicano, difundiendo la imagen de un indígena muerto y congelado en el tiempo
pasado, la situación posrevolucionaria plasmaba una nueva lógica de representación de los
grupos indígenas. A partir de entonces, ellos pasaron a ser vistos como una “clase” histórica,
continuamente oprimida en el tiempo, desde la Conquista hasta el adviento de la
modernidad.27
Esas serían las grandes novedades y rupturas que traía el Muralismo en relación con
las corrientes artísticas anteriores al movimiento. El manifiesto del Sindicato de Trabajadores
Técnicos, Pintores y Escultores dejaba bien claro el compromiso que el arte mural poseía con
las reivindicaciones políticas de inspiración socialista/comunista advenidas de las experiencias
revolucionarias de principios del siglo XX. Además de la Revolución Mexicana, la Revolución
Rusa de octubre de 1917, a través de sus grandes ideólogos – Lénin, Stálin y Trostski –,
planteaba un nuevo programa ideológico para la formación de la futura sociedad comunista,
que era el gran fin deseado por la mayoría de los integrantes del Muralismo de esa primera
etapa (1921-1933).28
27
Véase: VILLORO, Luis. Lo Indígena manifestado por la acción y el amor In: Los grandes momentos del
indigenismo en México. México DF: FCE, COLMEX, 1996. p. 209-284.
28
ACEVEDO, Esther. Guía de Murales del Centro Histórico de la Ciudad de México. México: Universidad
Iberoamericana, 1984.
Además de la politización del arte – que debía cumplir con una función política de
educar a las masas para la maduración de la Revolución – y del fortalecimiento de las masas
obreras, campesinas e indígenas (algo antes inexistente en la historia del arte mexicano), una
de las preocupaciones claras del Muralismo, y que también provocará rupturas con las
antiguas “escuelas” artísticas en México, será el enfoque en la llamada cuestión nacional. Se
trataba de hacer un arte que no estuviera subordinado a los arquetipos europeos; el
Muralismo quería construir un arte nacional, en donde estuvieran planteadas las realidades
propias que caracterizaban al país, exaltando las experiencias del arte prehispánico, 199
Figura 11. Detalle de La gran Tenochtitlán - Diego Rivera (1886-1957). Encáustica, 65.44 m². Palacio Nacional,
Ciudad de México.
El pasado indígena prehispánico estaría aquí nuevamente presente para legitimar y dar
sentido a los planteamientos teóricos del nacionalismo muralista. Será ese pasado lo que dará
la materia prima fundamental para crearse un arte diferenciado del europeo, retomándose,
así, las formas artísticas, estéticas, murales y todo el mundo de representación artística de las
culturas indígenas precolombinas. Aunque dos importantes figuras de los muralistas –
Siqueiros y Rivera – pasaron una larga estancia en Europa, en contacto directo con las
vanguardias europeas (principalmente Rivera que pasó todos los años del proceso
revolucionario mexicano en países europeos), estas fueron resignificadas y redimensionadas
en territorio mexicano, sintetizadas con otras corrientes artísticas e insertadas dentro del
proyecto nacionalista de reivindicación de un arte auténticamente nacional. 29
De esa manera, otra gran novedad que el arte mural logró realizar fue romper con el
29
VASCONCELLOS, Camilo de Mello. Os murais da revolução In: Imagens da Revolução Mexicana. O Museu
Nacional de História do México: 1940-1982. São Paulo: Ed. Alameda, 2007. p. 155-188.
modo pasivo y sumiso del arte mexicano frente a las tendencias europeas. Delante del
exacerbado eurocentrismo que dominaba las artes y demás expresiones político-culturales en
la sociedad mexicana colonial e independiente, el arte mural no fue omiso al arte europeo. Lo
que él sí propuso fue un diálogo crítico en el cual prevalecían las aspiraciones de crear un arte
auténtico y original, rechazando el academicismo de los tiempos anteriores que efectuaban
una mera copia del modelo de arte que se planteaba en el Viejo Mundo. No se trataba más de
imitar el arte europeo, sino de recrearlo junto con otras manifestaciones artísticas dentro de
200 las singularidades de México y Latino América, inventando, así, un nuevo arte para el mundo y
para el país.
Figura 12. El pueblo en armas (1966) - David Alfaro Siqueiros (1896-1974). Acrílico sobre tela de vidrio, 5.74 m².
Museo Nacional de Historia, Ciudad de México.
Sin embargo, el ideal mestizo sigue presente en las obras de los muralistas. La Raza
Cósmica de Vasconcelos viene a confirmar y estructurar intelectualmente las ideas acerca del
mestizaje que venían articulándose, paulatinamente, en los siglos anteriores y principalmente
en el XIX. Predominaba en la época también una lectura marxista que no reconocía a los
indígenas como seres dotados de una naturaleza histórico-cultural específica y diferenciada
que pudiera establecer alternativas de existencia frente a la civilización occidental. El
marxismo de entonces conservaba algunos rasgos del positivismo decimonónico, que veía a la
humanidad dividida en distintas etapas y grados de evolución. Los grupos indígenas debían
seguir un modelo histórico eurocéntrico y teleológico que empezaba con las sociedades
primitivas y desembocaba en el comunismo, la etapa posterior a la formación del capitalismo.
De ese modo, los indígenas eran reconocidos como participantes del tiempo presente,
pero dentro de un ideal mestizo/marxista que los vinculaban siempre a los campesinos, el
único grupo social del medio rural que era admitido por el capitalismo. Eso porque, para el
marxismo de entonces, en la lucha de clases había solamente dos grandes grupos en
confrontación: la burguesía (en el caso del México la del campo y la urbana) y el proletariado
(nuevamente del campo o de la ciudad). Los otros grupos, explotadores o explotados, eran
vistos como grupos que componían y se agregaban a esas dos grandes identidades
estructurantes. 201
Figura 13. Zapatistas (1931) – José Clemente Orozco (1883-1949). Óleo sobre lienzo, 114,3 x 139,7 cm. Museo de
Arte Moderno (MOMA), Nueva York.
Por ejemplo, el clero, que era denunciado como una institución explotadora del
pueblo, era parte de la burguesía, así como los campesinos e indígenas eran parte del
proletariado. Aunque esas dos clases sociales no estaban completamente formadas en la
historia de México a principios del siglo XX, ellas eran vistas como el destino final de la etapa
histórica de maduración del capitalismo, que se constituía como la etapa necesaria y esencial
para la creación de las condiciones históricas propicias para el advenimiento de la sociedad
comunista.
202
Figura 14. El Mundo de hoy y mañana (1929) - Diego Rivera (1886-1957). Encáustica, 65.44 m². Palacio Nacional,
Ciudad de México.
De esa manera, los indígenas y campesinos que vivían dentro de sus tradiciones
históricas ancestrales deberían incorporarse a la lucha de clases dentro de la nueva dinámica
puesta en marcha por el capitalismo y la civilización del Occidente. La cultura que debería
prevalecer era entonces la del proletariado. La indígena era parte de un pasado que ya se
había consumado y que debería liberarse de su “atraso” histórico para sumarse a las
demandas de clase del proletariado urbano. De ese modo, prevalecía, en el Muralismo, una
concepción marxista, así como una visión optimista del mestizaje, que colocaba el
proletariado como el nuevo protagonista de la historia y de la nación mexicana, quitándole al
indígena su condición histórica idiosincrática y diferenciada para imponérselo a él la marcha
histórica del comunismo.
30
“La lucha de clases y el problema indígena. Proyecto de tesis sobre el problema indígena en México y América
Latina con relación a la cuestión agraria”. Véase: RIVERA, Diego. Arte y Política. Selección, prólogo, notas y datos
biográficos por Raquel Tibol. México DF: Ed. Grijalbo, 1979. p. 236.
Consideraciones finales
En ese nuevo ideal mestizo/proletario, las diferencias que caracterizaban a los
diferentes grupos subalternos mexicanos fueron suprimidas. Ellos pasaron a ser retratados
como iguales entre sí, compartiendo, supuestamente, las mismas necesidades materiales y
culturales. Con fines de constituir una identidad homogénea y nacional, que representara a
toda la población mexicana, la multiplicidad identitaria fue colocada al margen de la historia. 31
El indígena aún aparecía dentro de sus rasgos tradicionales y particulares, pero ellos deberían
desaparecer para dar lugar a la marcha de la historia rumbo al desarrollo capitalista y a la 203
posterior sociedad comunista. El Muralismo, en ese aspecto, corroboraba con una concepción
teleológica de la historia, así como conservaba características teóricas que se habían
desarrollado en momentos anteriores a su aparición, como el positivismo y el evolucionismo
decimonónico, por ejemplo.
Pese a todo esto, el Muralismo, a lo largo de su historia, operó muchas más rupturas
que continuidades. Aunque el indígena fuera interpretado dentro de los cánones clásicos del
marxismo y del mestizaje, él no era más el indígena europeizado, muerto y pasivo para el
tiempo presente, como lo habían dibujado Posadas y Heriberto Frías en la colección de la
Biblioteca del niño mexicano, y como también representaban en sus cuadros una serie de
artistas decimonónicos como: Saturnino Herrán, José María Velasco, Hermenegildo Bustos,
etc. Es decir, el indígena surgía ahora como un ser vivo que peleaba por sus reivindicaciones,
que eran demandas en contra de las condiciones de opresión creadas por la llegada de los
españoles y de la manutención de éstas a lo largo de la historia mexicana. Junto a los
indígenas, aparecía en escena un conjunto de grupos que se encontraban históricamente
explotados por las clases dirigentes y que estuvieron casi siempre olvidados en el arte
mexicano: los pobres, los campesinos, el proletariado.
Ahora también, a partir del arte mural, no se trataba de solo copiar e imitar los
estereotipos académicos que llegaban a México desde Europa; trataba de recrearlos y de
conferirles un nuevo sentido y significado, tomando siempre como prioridad aquello que sería
propiamente nacional, auténtico y local. El arte indígena prehispánico ganaba así una nueva
valoración y un nuevo dinamismo. El arte pasaba a ser politizado y las relaciones de poder
entre el Viejo y el Nuevo Mundo eran puestas en evidencia, así como las relaciones de clase,
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BATALLA, Guillermo. México Profundo, Una civilización negada. México, DF: S.A. de C.V, 2009.
conflicto y poder entre los diferentes grupos que componían la estructura social de la
sociedad mexicana. El arte dejaba de ser neutral para situar y evidenciar los diferentes
intereses de poder por detrás de él. De ese modo, aunque con ciertas limitaciones, que
estaban puestas por las dinámicas propias de la época, el arte mural hizo con que México
diera un gran salto en su historia y se liberara de siglos de sumisión frente a un arte
academicista y eurocéntrico, que no veía otras posibilidades de constituirse sino copiando e
imitando las ideas y tendencias realizadas en el Viejo Continente.
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Bibliografía
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