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I. Introducción
El objetivo del siguiente trabajo es intentar encontrar en la Tradición Órfica1 un antecedente
no sólo religioso sino también filosófico a ciertas concepciones de la inmortalidad del alma que
figuran principalmente en el Fedón2 de Platón. Comenzaré este trabajo exponiendo la
concepción de la inmortalidad del alma que podemos encontrar dicho diálogo, haciendo
énfasis en su relación con cierto tipo de conocimiento. Para luego, analizar de qué manera
algunos de estos tópicos podrían estar pre-‐anunciados en ciertos documentos del orfismo.
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Platón denuncia el aspecto meramente ritualístico que podrían alcanzar estos cultos,
quizás más que nada los misterios de Eleusis, que eran los más populares en Atenas y eran
parte del culto de la pólis. En efecto, este tipo de conocimiento “técnico” significa que aquello
que el sujeto necesita conocer para llegar a la “inmortalidad”5 son los ritos, su correcta
realización o aquello que el sacerdote les haya mostrado o dicho6. En las Leyes cita como
forma de impiedad a aquellos qué piensan que los dioses son “fáciles de ablandar, porque se
dejan seducir con sacrificios y plegarias” (Leyes 885b). Este aspecto, mas general de la religión
griega, tiene su correlato en los misterios, y Platón en la República se encarga de mostrarlo:
Ofrecen el tumulto de libros de Museo y Orfeo (…) con los cuales llevan a
cabo los sacrificios (thyepoloúsin) para convencer, no sólo a individuos, sino
también a ciudades, de que existen redenciones y purificaciones de las
faltas cometidas (…) tanto en vida como después de la muerte, a los que
llaman “iniciaciones” (teletés) y que nos liberan de los males del otro
mundo, mientras que, si no se hacen estos rituales, nos esperan cosas
terribles. (Rep. 364e-‐365a, trad. C. Mársico y M. Divenosa).
Este pasaje se ha convertido en un centro de debate sobre los estudios sobre Orfismo que no
analizaremos en este momento. Bástese con decir que aquí Platón habla de oficiantes,
probablemente órficos, que ofrecían iniciaciones tanto privadas como públicas, haciéndoles
creer a los “iniciados” que eso era suficiente. Volveremos sobre este pasaje luego, pero de
momento es importante notar como Platón denosta un tipo de religión que sea solamente
técnica, incluso o quizás sobre todo en lo referente a la inmortalidad del alma.
Platón propone otro modelo, donde lo necesario es un conocimiento del tipo
filosófico7 para alcanzar el más alto y deseable grado de inmortalidad. En el Fedón, al comienzo
mismo del diálogo, Sócrates argumenta que el filósofo, por su condición, debe aceptar e
incluso desear la muerte. Esta afirmación provoca incertidumbre incluso entre interlocutores
de cierta gama filosófica como Cebes, quien le replica que dicha idea le parece insólita (62a-‐c).
Uno podría decir que todo el diálogo funciona como un desarrollo de esta afirmación inicial.
Aquí el eje central ronda sobre el siguiente supuesto: Cuanto más separada este un alma de un
cuerpo al momento de la “muerte”8, mejor existencia post-‐mortem obtendrá. ¿En qué consiste
5
El uso del término puede dar lugar a confusiones, de momento lo utilizaré simplemente como un
opuesto a la muerte tal como se la definió en la n.3, y haciendo referencia a un estado superior de
existencia tras la misma, sea cual sea dicho estado. Es decir, inmortalidad es la supervivencia de algún
ente sustancial (ausente en los poemas homéricos) del sujeto tras la muerte.
6
Lo mostrado o hecho (tá drómena) y lo dicho (tá legómena) por el sacerdote parecen ser aspectos
vitales para casi todos los misterios. La columna XX del Papiro de Derveni, que analizaré luego, parece
dar lugar a dicha interpretación. Véase también Parker (1983:286).
7
Lo llamo filosófico en el sentido totalizador que tiene la filosofía para Platón, es decir, que es un
conocimiento que va a ser tanto metafísico (conocimiento de las formas, en una primera instancia)
como ético (el tipo de vida que se debe llevar a cabo, el modo de vida filosófico), y que ambas etapas
son indistinguibles.
8
La muerte es definida como la separación y liberación (lúsis kaí khorísmos) del alma del cuerpo (67d).
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esta separación? En que el alma no se someta, en vida, a los deseos propios del mundo
sensible (68b-‐c). El máximo grado de separación se produce tras la muerte, pero a dicha
separación “metafísica” se debería sumar otra, que tiene que ver con la carga que tiene el
alma de su paso por este mundo. En vida, el hombre debe atenerse a la purificación
(kátharsis), que consiste en comenzar esta separación. Dicha purificación en su estado más
excelso es la filosofía. Y es que Platón va a dejar en claro esta función catártica que va a tener
el conocimiento filosófico, pues aunque el conocimiento en su estado más puro no es
alcanzable en vida (por nuestra condición corpórea), conforme vayamos separándonos del
cuerpo por medio de la filosofía, podremos acercarnos a lo verdadero, o por lo menos
crearemos la condición de posibilidad para el momento de la muerte9.
Es así como, en el mito escatológico final, cuando se muestra que sucede con las
almas una vez llegadas al Hades, donde tras llegar, de acuerdo a como han llevado su vida, se
les asigna cierto destino (114b-‐115a), a los filósofos les espera la forma más alta de dicha
existencia:
Y entre estos (sc. los que viven en la morada más alta sobre la tierra por
obrar de modo justo), los que se han purificado suficientemente por medio
de la filosofía (hoí philosophía ikanés katherámenοi) viven absolutamente
sin cuerpo por todo el tiempo siguiente, y llegan a moradas aún más bellas
que las anteriores, que no es fácil describir ni alcanza ahora el tiempo. (Fed.
114c)
Es de notar que se aclara que recién en esta instancia el alma está totalmente libre de
cuerpo. Podemos interpretarlo a la luz de que la filosofía como purificación es separar el alma
del cuerpo, y en tanto tal, si no se la práctica, incluso aún después de la muerte sigue habiendo
cierto “residuo corpóreo”10. Pero más allá de lo conflictivo del pasaje, es clara esta concepción
de la filosofía como medio superior para separar efectiva y definitivamente el alma del cuerpo.
El trato preferencial al filósofo, también reaparece aquí, toda vez que en el diálogo se lo
comparó con el status de un iniciado en los misterios11. En éste caso accede a zonas que otras
almas pías y santas no podrían acceder. Y a su vez, se les asegura una existencia post-‐mortem
excelsa a la luz de sus prácticas en vida.
Es claro entonces, que hay sólo un tipo de conocimiento que provee para Platón la más
alta forma de inmortalidad, y es el conocimiento filosófico. Uno podría llevar una vida justa,
9
Fed. 66e-‐67a: “Y mientras vivimos, como ahora, según parece, estaremos más cerca del saber en la
medida en que no tratemos ni nos asociemos con el cuerpo, a no ser en la estricta necesidad, y no nos
contaminemos de la naturaleza suya, sino que nos purifiquemos de él, hasta que la divinidad misma nos
libere. Y así, cuando nos desprendamos de la insensatez del cuerpo, según lo probable estaremos en
compañía de lo semejante y conoceremos por nosotros mismos todo lo puro, que eso es seguramente lo
verdadero. Pues al que no esté puro me temo que no le es lícito captar lo puro.” Véase también el
análisis de Fierro (2001:28-‐30).
10
Este “residuo” sería esas cargas que lleva el alma por su paso del mundo sensible tras la muerte, por
ejemplo, las acciones injustas que haya cometido en vida (114a).
11
Véase Adluri (2006:415ss.).
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pero esta no sería suficiente para garantizar la máxima separación del cuerpo, sólo el
conocimiento de las ideas (que, incluso en vida no puede ser alcanzado en su totalidad) y de lo
que es justo y bueno realmente va a permitir la máxima separación posible entre el alma y el
cuerpo, y por consiguiente, la más alta forma de inmortalidad posible12.
12
Sobre el status de verdad tanto del mito final como de lo expuesto en el diálogo, acuerdo con Morgan
(2004:198-‐202) en que Sócrates tiene real convicción de lo que narra, pero que acepta también los
límites tanto de la condición humana, como del mito, qué en el mejor de los casos, “nos acerca” a la
verdad.
13
En Leyes 782c (fr. 652 Bernabé) Platón menciona a “una especie de vida llamada órfica” (Ὀρφικοί τινες
λεγόμενοι βίοι) que tiene entre sus principales características el vegetarianismo, aunque no era el único
tabú o la única prescripción, véase Parker (1983:302ss.) y Jiménez San Cristóbal (2008:742ss.).
14
Jíménez San Cristóbal (2008:747) dice que esta purificación es de la culpa ancestral heredada por el
desmembramiento de Dionisio por parte de los titanes y su posterior fulminación por parte de Zeus, que
dio origen a la humanidad. Dicho mito es, hasta el día de hoy, muy discutido, pues sólo se encuentra en
forma completa en poemas órficos de época helenística. En todo caso, a diferencia de Platón, la
purificación no está dada por un tipo de conocimiento específico, sino por respetar ciertas pautas en lo
referente a las conductas de la vida.
15
Fr. 488,4 Bernabé. Las laminillas de oro son pequeñas láminas encontradas en contextos funerarios
(las más antiguas, de siglo IV a.C) que contienen instrucciones para que el alma del muerto, una vez en
el Hades, recuerde lo que debe hacer y decir para acceder a su destino post-‐mortem. Véase el extenso
trabajo de Bernabe & Jimenez San Cristobal (2008), especialmente el capítulo 10, para su
argumentación sobre el carácter órfico de estas láminas.
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Habiendo mostrado brevemente en qué consistía este biós orphikós, resta ahora
mostrar como el otro gran documento órfico de época clásica, que es el Papiro de Derveni16,
nos ofrece dentro de esta tradición, un antecedente sobre esta concepción de la necesidad de
un conocimiento ulterior para comprender realmente los ritos.
Tras comentar varios ritos asociados, presumiblemente, a lo que sucede tras la muerte
de un alma, el autor comenta un poema teogónico de Orfeo, donde pretende mostrar que en
realidad es una cosmología (vinculada filosóficamente al período tardío de los así llamados
filósofos pre-‐socráticos), que Orfeo “ocultó” intencionalmente. En medio de su comentario, el
autor introduce abruptamente17 un análisis que el realiza sobre aquellos que se hacen iniciar
tanto en las ciudades como de forma privada:
En cuanto a los hombres que vieron los ritos sagrados tras haberlos
celebrado en las ciudades, me asombra menos que ellos no los entiendan
(gignóskein); pues no es posible escuchar y a la vez entender lo que es
dicho (legómena), pero los que lo hacen por alguien que hace una profesión
de los ritos, esos son dignos de asombro y lástima.
El autor comienza haciendo una diferencia entre los que se inician en las ciudades
(probablemente, los misterios de Eleusis) y los que se inician de manera privada, con aquellos
que hacen “una profesión de los ritos”. Estos personajes nos recuerdan al pasaje ya citado
supra de la República. Es probable, dado el contexto órfico del poema, que esté haciendo
referencia a algún Orfeotelesta18. Es interesante que aquí se retome la distinción entre lo dicho
(ta legómena) y lo hecho (ta drómena), que es propio del orfismo19. La distinción también
alberga cierta diferencia gnoseológica entre unos y otros, que será aclarada a continuación:
Por un lado asombro, porque pensando antes de iniciarse que van a
conocer, se marchan tras celebrar los ritos antes de conocer y sin
cuestionarse, como si entendiesen algo de lo que vieron, oyeron o
aprendieron. Por otro, lástima, porque no les basta a ellos haber pagado el
gasto, sino que se marchan también privados de conocimiento. Antes de
celebrar los ritos esperan conocer, pero tras celebrarlos se marchan
privados incluso de su esperanza. (PDerv. Col. XX, fr. 470 Bernabé)
Este pasaje sirve como eje hermenéutico de buena parte del texto, al menos en lo que
corresponde al motivo por el cual el autor bien podría querer comentar tanto ritos como un
16
El Papiro de Derveni fue encontrado en 1936, el texto ha sido datado hacia fines del siglo V a.C., y
contiene un comentario a una teogonía órfica, junto a otros ritos, por parte de un autor anónimo,
presumiblemente órfico. Cito según la edición de Kourementos, Parassoglou, & Tsantsanoglou (2006) y
refiero a su estudio preliminar para más información. Las traducciones son mías.
17
Si había alguna relación entre el comentario de la col. XX y las otras columnas, no figura en las partes
que han sobrevivido del texto.
18
Así se denomina a estos oficiantes órficos.
19
Jimenez San Cristobal (2008:733ss.)
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poema. Respecto a estas iniciaciones, es claro que en la realización de un ritual (o, en su
defecto, su asistencia) no están dadas las condiciones suficientes para un entendimiento sobre
qué quieren significar realmente estos ritos. El pasaje es importante, porque dentro de los
cultos mistéricos, tenemos un testimonio directo de alguien que, siendo profesante o al menos
órfico, no sólo muestra que no basta la condición de iniciado, sino que tampoco la sola
rememoración alcanza: Hay que comprender lo que uno aprendió. Esta comprensión está dada
básicamente por cierto conocimiento “filosófico”20, o al menos de poder responder ante los
cuestionamientos o las objeciones que los mismos textos o las mismas prácticas traen.
También, al momento de hablar de aquellos a los que consultan oráculos21, el autor parece
tener en mente a un grupo de personas (probablemente el común de la gente) que no cree en
los oráculos o en la adivinación por sueños. Argumenta que el problema es gnoseológico,
puesto que no pueden creer, no pueden entender, ni viceversa, y concluye: “Si no aprenden ni
conocen, no hay manera de que crean, incluso cuando vean los ensueños” (col V, 9-‐11)22. Esto
quiere decir que para el autor, hay una relación unívoca entre ciertos fenómenos que
podríamos considerar religiosos (como la adivinación onírica) y la correcta aprehensión de esos
fenómenos. No sólo el poema de Orfeo necesita explicación para que sea inteligible, sino que
también el mismo análisis es necesario para los ritos.
Explicada esta vinculación entre los ritos y su comprensión, se podría preguntar: ¿esto
tiene algún vínculo con algún estado de inmortalidad? Es difícil responder la pregunta, pues el
texto no es claro respecto a que sucede tras la muerte: se menciona el Hades, ciertas
Euménides o Erinis que pueden ser perjudiciales y que pueden ser aplacadas con ritos (col III-‐
V), pero no se dan más precisiones. Lo que me importa como antecedente para la concepción
presentada en Platón, es ese paso adicional que necesita todo acto religioso: Su correcta
realización no es suficiente. En el caso de Platón, lo que también va a haber es una escisión
clara entre una forma de religión “técnica”, y una asimilación de ciertos conceptos religiosos a
una filosofía particular. Aquí estamos en un paso intermedio: La filosofía dentro de las
prácticas religiosas provee un fundamento y una comprensión superior.
IV. Conclusión
20
Que podría relacionarse con aquellos sacerdotes de los que habla Platón en el Menón (81a) que son
capaces de dar logoi (razones, fundamentos) sobre sus prácticas, véase Kourementos, Parassoglou, &
Tsantsanoglou (2006:239). No debemos entender aquí “filosofía” tal como lo entiende Platón en el
Fedón, sino más bien como cierto conocimiento que permite des-‐ocultar el verdadero significado de
estos textos sagrados. En este caso, es un conocimiento metafísico, porque detrás del poema, para el
autor hay una cosmogonía, y en ese sentido podría llamarse “filosófico”.
21
Entre los que, el mismo autor se sitúa: “Para ellos, vamos (πάριμεν) al oráculo a preguntar, con vistas
a lo profetizado, si es lícito no creer en los terrores del Hades” (Col V, 3-‐5).
22
El autor tiene la misma postura hacia el poema que comenta, donde presenta una escisión entre los
que saben comprender y tener real entendimiento de lo dicho y aquellos que no, véase como ejemplo
Col XXIII.1-‐3: “Este verso (…) es confuso para la mayoría, pero para los que tienen un entendimiento
correcto (orthós gignóskousin) es claro que ‘Océano’ es el aire, y el aire es Zeus” y véase también el
“prólogo” al comentario en Col VI.
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El análisis de la relación entre inmortalidad y conocimiento nos llevó a ver dos concepciones
bien diferenciadas. En primer lugar, una presente en ciertos cultos mistéricos, donde bastaba
un conocimiento “técnico” (es decir, un conocimiento de los ritos practicados) para alcanzar el
más alto grado de inmortalidad posible. Platón propone que lo necesario es un conocimiento
de corte “filosófico” que sirve como purificación, en donde el alma se va despegando de las
afecciones del cuerpo y el mundo sensible, para, al momento de la separación definitiva,
pueda esta alcanzar el grado máximo de inmortalidad. Dentro de este primer tipo de
conocimiento, el técnico, vimos en el Orfismo dos irrupciones: La primera, es la introducción
de ciertas normas prescriptivas que debían ser cumplidas tras iniciarse23, es el modo de vida
órfico que aseguraba la pureza del iniciado durante esta vida. Pero también, el Papiro de
Derveni funcionó como un antecedente, dentro de esta primera concepción, para entender el
paso hacia la segunda. El autor no propone abandonar los ritos religiosos o los textos sagrados,
sino que, mediante su correcta comprensión (mediante un análisis que hoy llamaríamos
filosófico), llegar a comprender su real significado.
De esta forma, en el Orfismo encontramos variantes que permiten vislumbrar ciertos
desarrollos posteriores que hace Platón. Esto no quiere decir que Platón haya reformulado el
Orfismo, o que haya sido influencido por el autor del Papiro de Derveni, pero sí que ciertos
procesos racionalizantes se estaban gestando dentro de los mismos cultos mistéricos. En todo
caso, quedará para investigaciones posteriores si es posible revelar algún vínculo más fuerte
en este sentido entre Platón y el Orfismo.
23
También el Pitagorismo tenía un modo de vida que debía ser llevado a cabo, pero su función
soteriológica está lejos de ser clara, y más aún, en relación con el Orfismo.
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