MT 5 Violencia - Apuntes Personales
MT 5 Violencia - Apuntes Personales
MT 5 Violencia - Apuntes Personales
Juan Mateos sj
El Sermón del Monte
Contenido:
Presentación
1 - La opción personal por la justicia
2 - Para entender las Bienaventuranzas
3 - Los que eligen ser pobres
4 - Dichosos los que sufren
5 - Los sometidos
6 - Los que tienen hambre y sed de justicia
7 - Los que prestan ayuda
8 - Los que trabajan por la paz
9 - Los que viven perseguidos
10 - La sal de la tierra
11 - El cumplimiento de la Ley
12 - La verdadera piedad
13 - El Padre Nuestro (1» parte)
14 - El Padre Nuestro (2» parte)
15 - No sean como los hipócritas
16 - La mota en el ojo ajeno
17 - La confianza en la oración
18 - Los peligros de la comunidad
19 - Conclusión: Coloquio sobre el Sermón del Monte
El presente texto es trascripción de un ciclo de conferencias tenidas por el autor en España a la HOAC.
Estas son las bienaventuranzas según el evangelio de Mateo, pues Lucas tiene otras distintas, que necesitan una explicación
muy diferente. Las Bienaventuranzas son el código del Reinado de Dios. Mateo las presenta así, con una solemnidad extraordinaria,
como principio del Sermón del Monte, pero ya Jesús ha hablado antes del Reinado de Dios, y Juan Bautista mismo en el evangelio
de Mateo. Ya sabemos que hay que considerar cada evangelio por separado, pues cada evangelista tiene una visión teológica
distinta de Jesús. Todos coinciden en lo fundamental, pero presentan a Jesús de manera distinta. Por ejemplo, para Mateo la
comunidad cristiana universal, los paganos, entran a formar parte del pueblo de Israel, por lo que en la genealogía de Jesús él
escribe: "Jesús, hijo de Abrahán, hijo de David" . ¿Por qué pone HIJO DE ABRAHÁN, cuando ninguno de los otros evangelistas
comienza así? Porque a Abrahán se le hizo aquella promesa: "En tu nombre -o por tu nombre- se bendecirán todas las naciones de la
tierra" . Es decir que, de alguna manera, todos los pueblos de la tierra serían descendientes de Abrahán. Y esta promesa la recoge
Mateo interpretando que, en la edad final, cuando llega el Mesías, el nuevo Israel, el Israel definitivo, el Israel mesiánico, ya no son
las doce tribus aquellas, sino que será la Humanidad entera, porque toda la Humanidad participará de la bendición que se dio a
Abrahán. De manera que los paganos se integrarán también en el nuevo Israel y todas las promesas hechas a Abrahán, y después de
él, serán para todos los pueblos del mundo.
Ante "el hecho de Jesús" y ante el hecho de la "comunidad cristiana", según las circunstancias en que se encuentren, los
evangelistas lo interpretan de manera distinta. Es decir, dan una visión teológica diferente, y ésta no viene de Jesús, sino de ellos.
Ellos ven así la cosa. ¿Por qué la ven así? Pues porque las circunstancias se lo imponen o se lo aconsejan. Mateo se encuentra ante
una oposición furibunda de los fariseos. Está viviendo en un ambiente donde hay una hostilidad enorme de los judíos. La
comunidad donde escribe Mateo es una comunidad fundamentalmente judía y, entonces, los judíos no cristianos están diciéndoles a
los suyos que son unos traidores y que, al admitir a los paganos dentro del judaísmo, han traicionado a éste. Y, ante esa acusación,
Mateo tiene que explicar este problema, y por eso dice : "Ya en Abrahán estaba dicho que todas las naciones se bendecirán con su
nombre": por lo tanto, todos los hombres tienen derecho a llamarse hijos de Abrahán y descendientes suyos. Y éste es el plan de
Dios también: que toda la Humanidad entre dentro de la bendición que se prometió a Abrahán y a su descendiente, que es el
Mesías. De manera que la bendición de Abrahán va a ser realidad en el Mesías, y el Mesías va a realizar aquella promesa universal.
Por tanto, toda la Humanidad entra dentro. No somos traidores; ustedes son los que han ignorado esa promesa universal. Esto es lo
que responde Mateo a los judíos que les atacan. Las circunstancias en que viven fuerzan a Mateo a hacer una síntesis teológica de la
obra y de la figura de Jesús, que responda a la polémica que tiene delante. Pero eso es ya la visión teológica de Mateo. Por eso,
siempre decimos que cada evangelista hay que considerarlo por separado, teniendo en cuenta la visión teológica que ha dado de la
vida de Jesús. Según esto, ahora hablamos de la Bienaventuranzas de Mateo exclusivamente, sin compararlo con los demás.
Juan Bautista ya habla en Mateo del Reinado de Dios: "Enmiéndense, porque el Reinado de Dios está cerca" . Jesús toma de
nuevo ese pregón de Juan Bautista y dice exactamente lo mismo. El Reinado de Dios se da como una realidad conocida. De hecho,
era la gran expectativa de Israel. Ya se dice en muchos salmos -por ejemplo - que Dios es el rey de Israel. Pero la época en la que
se escriben esos salmos y en que predican los profetas es una época de desastre político: Israel está en gran inestabilidad -la
Monarquía está para caer o ha caído, y están sometidos a imperios extranjeros-, por lo que poéticamente podían decirle a Dios: "Tú
eres nuestro rey", aunque la realidad era que eso no se veía por ninguna parte, pues estaban sometidos a reyes extranjeros. Por eso,
hay una esperanza, que va creciendo, de que llegará un momento en que, realmente, Dios sea el Rey de Israel, y así los libere de
todo dominio extranjero. ¿Cómo se concebía ese reinado?: Se pensaba que se instauraría por medio del Mesías. El Mesías sería un
hombre extraordinario, lleno de fuerza de Dios, que cambiaría inmediatamente la situación y vendría el reino de la prosperidad, de
la paz y del dominio sobre los extranjeros. El Mesías era considerado como un segundo Moisés, que había de aplicar la Ley y
llevarla a su perfección; y un segundo David, un rey guerrero, que liberaría a Israel del dominio romano y que, además, impondría
su yugo sobre todas las naciones.
Este es el concepto común del Reinado de Dios, y esto se esperaba de diversas maneras.
Estaban los saduceos , que eran la clase dirigente, puesto que tenían el poder económico. Este partido estaba integrado por
la aristocracia civil -las grandes familias con extensas posesiones de tierra- , y la aristocracia religiosa o sacerdotal. Por tanto, éstos
no tenían ningún interés por el Reinado de Dios, ni por el Mesías, ni por nada. Todo cambio les parecía peligroso, porque ponía en
peligro su situación de privilegio. Ellos tenían su componenda con los romanos y se arreglaban bien.
Estaban después los fariseos, que eran los observantes devotos de la Ley, los espiritualistas: éstos decían que el Reinado de
Dios vendría cuando el pueblo observara perfectamente la Ley. Eran unos espiritualistas inactivos. Odiaban a los romanos, por
supuesto, pero la única táctica que ellos proponían para que viniera ese Reinado de Dios, que era la observancia de todos esos
mandamientos, no hacía vacilar el poder romano. Por lo tanto, eran unos espiritualistas no comprometidos, pues, de hecho, no
movían un dedo para mejorar la tristísima situación social en que se encontraba Palestina, donde había una enorme opresión y
muchísima hambre. Los latifundistas habían acaparado la tierra, especialmente en Galilea -la región más rica- , y la gente no tenía
para comer y se organizaban bandas para robar , ya que no podían conseguirlo de otra manera. Ante esto, los fariseos decían: " Ya
Dios lo arreglará; vamos a ser buenos y a cumplir la Ley, que ya Dios se encargará de solucionarlo". Esta era la actitud farisea:
espiritualistas, tremendamente religiosos, pero sin ningún compromiso con la realidad social en que vivían. Y éstos eran los guías
espirituales del pueblo. No eran ricos, y muchas veces ejercían un oficio, pero, por su religiosidad extrema, tenían un gran influjo
sobre la gente y se ponían a sí mismos como modelo.
Otro partido, otra facción que había en el pueblo eran los zelotes, los nacionalistas fanáticos, que habían salido de los
fariseos, pero decían que eso de cruzarse de brazos ante la realidad no podía ser, que había que hacer algo para que se acelerara la
llegada de ese Reinado de Dios. Y eso lo concebían como una "guerra santa" contra los invasores, una guerra empezada por la
iniciativa humana, pero en la que Dios intervendría milagrosamenate por medio del Mesías y salvaría la nación. Estos pertenecían a
la clase oprimida y proponían -además de este tipo de guerra- una revolución social nacional, que mejorase la condición de los
pobres, por lo que una de las cosas que hicieron en la guerra fue quemar los archivos de las deudas que la gente tenía, y que estaba
en Jerusalén. Proponían también una revolución política para sustituir a toda aquella jerarquía traidora y colaboracionista con los
romanos, que pertenecía a la clase adinerada, a los saduceos.
Y, por último, había otro partido o facción, otro sector, que eran los esenios, que no se nombran en los evangelios (los
zelotes sí se nombran, pues uno de los Doce era zelota). Estos esenios se retiraban al desierto, porque estaban en ruptura total con
todas las instituciones: no iban al Templo, ni aceptaban a los Sumos Sacerdotes ni a la jerarquía. Eran observantes de la Ley y
vivían allí retirados en el desierto, donde tenían sus ceremonias y sus ritos, siendo unos célibes y otros casados. Se consideraban
"los elegidos", el auténtico Israel que heredaría todas las promesas. En la época de Jesús habían adoptado también el fanatismo de
los zelotes: participaban en ese deseo de la guerra santa y, de hecho, entre los libros de aquella comunidad, existe un tratado sobre la
guerra santa, donde se describe cómo el Mesías se pondría a la cabeza de unos escuadrones, tocarían unas trompetas y vencerían a
los paganos. Todas las fantasías propias de un pueblo oprimido y poco realista.
Estos eran los principales grupos o facciones. Todos concebían el Reinado de Dios: Los saduceos, para rechazarlo, ya que
eran la clase dirigente y no querían cambios. Los fariseos para decir que sí, que Dios lo mandará y que, para que llegue, lo que hay
que hacer es ser buenos. Los zelotes, para decir que, además, hay que arrimar el hombro, por lo que eran violentos y terroristas. Y
los esenios, compartiendo esta misma ideología. Pero todos estos partidos suponían que las "instituciones de Israel" eran intocables;
incluso los más extremistas, los fanáticos zelotas, eran unos reformistas radicales. Nadie ponía en cuestión las instituciones de
Israel: ni el templo, ni la monarquía, ni la Ley; todo debía continuar, aunque, como estaba mal dirigido, había que cambiar los
dirigentes, de forma que todo funcionase en el plan jerárquico que ellos concebían.
Esta era la concepción del Reinado de Dios en aquel tiempo. Y ahora Jesús pronuncia la frase "Enmiéndense , porque está
cerca el Reinado de Dios" (Mt 4,17). Este "enmiéndense" ya le quita muchos aspectos en los que pensaban los judíos. Por
ejemplo, el Reinado de Dios no va a ser cuestión de una guerra, ni cuestión de un cambio de régimen, que es lo que ellos querían,
sino que necesita una opción personal por la justicia: y eso es antes; es decir, primero es una opción, y luego vendrá el Reinado de
Dios. De manera que lo primero que tiene que hacer el hombre es decir "Yo acabo con mi vida de injusticia y empiezo una vida de
justicia con el prójimo". O sea, lo que se llama ser honrados. Una vida de honradez, una vida de no hacer daño, de no explotar a
nadie.
Este "enmiéndense" se suele traducir en algunas Biblias por "conviértanse", pero esto último está mal traducido. Este
verbo hebreo nunca se traduce en griego por "convertirse", sino por "metanoeo", que es igual a enmendarse. Y la diferencia es ésta:
'convertirse o volverse hacia...' es un verbo de contenido teológico: uno se vuelve hacia Dios y, entonces, por respeto a Dios, se
porta bien con los hombres. En cambio, el otro verbo, 'enmendarse', no dice relación a Dios, sino que significa 'cambiar de actitud
mental': es decir, que yo tengo una actitud y tomo otra distinta; de una actitud, por la que me porto con el prójimo como me da la
gana, paso a otra por la que me porto bien con mi prójimo. O sea, que no es por respeto a Dios, sino por respeto al hombre. Y esto
es muchísimo más fuerte. De manera que, sin necesidad de recurrir a Dios, el mismo hecho de que 'todos somos personas' ya me
obliga a comprender que yo no puedo comportarme mal con otro hombre. Este es el verbo que usan los evangelistas en este caso.
Jesús lo que dice es 'enmiéndense', pasar de un modo de vivir injusto a un modo de vivir justo ; y esto, por el hecho mismo de que
todos somos hombres.
Eso es motivo suficiente para que no nos portemos mal. Y antes de recurrir a Dios, de manera que sea un acto humano: y
esto es condición para el Reinado de Dios; sin esto no hay posibilidad de que llegue el Reinado de Dios "que está cerca" . Y no se
trata de un cambio exterior, como cuando dice 'ahora viene el Mesías, cambia el régimen, quita a los dirigentes corrompidos, pone a
otros que sean buenos, se pone él al frente y dirige el cotarro, que son todas cosas exteriores al hombre; sino que lo primero que
pide Jesús es un cambio interior: este propósito de portarse con justicia, de no contribuir personalmente a la injusticia que existe en
el mundo. De modo que, con esto, quita ya toda la cuestión guerrera que estaba contenida en el concepto de Reinado de Dios.
El Reinado de Dios significa que Dios es Rey y, por lo tanto, que él se entiende con el hombre directamente. Esta
afirmación del Reinado de Dios supone una amenaza virtual para todo poder que se interponga entre Dios y el hombre. Dios va a
gobernar directamente al hombre. Esto lo entendían los judíos como que sucedería a través del Rey Mesías, pero aquí Jesús, hasta
ahora, no dice más que eso: el Reinado de Dios puede tener ese significado.
Después de este pregón, Jesús llama a cuatro pescadores, a dos parejas de hermanos. Esta llamada -que es distinta para el
primer caso y para el segundo- es para hacerlos "pescadores de hombres", es decir para atraer a los hombres a este Reinado de Dios
que va a empezar. Y ellos "lo dejan todo y siguen a Jesús". Ya tenemos aquí el modelo de cómo hay que seguir a Jesús: hay que
desprenderse de un pasado. Esta llamada de los cuatro, en realidad, no es de los cuatro, sino de dos y dos. Dos parejas de hermanos,
de los cuales la primera pareja son dos hermanos que no tienen ningún vínculo más que el de la igualdad de hermanos; y tienen
nombres griegos -Simón y Andrés-, lo que indica que son gente más abierta. En cambio, la segunda pareja -Santiago y Juan- tienen
nombres hebreos y, además, no sólo son hermanos, sino que tienen un padre -Zebedeo-, que es la figura de la autoridad. De manera
que están unidos, no sólo por el vínculo fraterno, que es un vínculo entre iguales, sino por un vínculo de superioridad que domina a
los dos. Con esto está describiendo Mateo -como Marcos- dos grupos de la sociedad judía: los más abiertos y los más
conservadores; los que pueden tener mayor libertad, porque no están sometidos a una autoridad, y los que viven en una sociedad
jerárquica, que es lo que representa la figura dominante del padre. Y ésta es la llamada a Israel, la invitación a Israel, representada
por estos dos grupos. Después, Jesús va por toda Galilea enseñando y curando a todos los enfermos que llegaban de todas partes. Y
ahora viene el SERMON DE LA MONTAÑA.
"Lo siguieron grandes muchedumbres de gente llegadas de GALILEA (la región norte de Galilea), DECÁPOLIS
(la de enfrente, al otro lado del lago), JERUSALEN (el centro), JUDEA (la provincia del sur), y TRANSJORDANIA" (al
otro lado del río) (Mt 4,25).
Esto era el antiguo reino de David. O sea, todo Israel, de alguna manera, está siguiendo a Jesús . Pero es un seguimiento
diferente de los cuatro de antes, pues esta gente no ha dejado nada. Tienen una simpatía por Jesús, pero todavía no son discípulos
suyos. Ven en Jesús una esperanza y le siguen.
"Al ver las multitudes subió al monte, se sentó y se le acercaron sus discípulos. El tomó la palabra y se puso a
enseñarles así".
Esta es la introducción. Reacción de Jesús ante el gentío que le sigue: se sube a un cerro. Y vemos que dice "al monte", pero
no dice a qué monte. Normalmente el evangelista debía decir: se subió a "un monte" porque, si no dice el nombre y nadie sabe cuál
es, se pone el artículo indeterminado. Sin embargo, dice "al monte", como si ese monte fuese conocido por todos. ¿Por qué habla
así el evangelista? Pues porque el "monte" en todas estas culturas y en los evangelios es el lugar simbólico de la presencia de Dios
en relación con la historia humana. A Dios se le atribuye como morada el cielo. Todo es metáfora, claro, que hay que usar símbolos.
Siempre, en todas las culturas humanas, lo excelente se pone arriba y lo despreciable abajo. Por eso siempre, en todos los pueblos,
desde los animistas a los cristianos, se ha dicho que Dios está arriba, aunque en realidad no está arriba ni abajo, ni a la derecha, ni a
la izquierda; pero instintivamente tomamos el símbolo de la altura para representar la excelencia . Por lo tanto, el cielo es la morada
de Dios. Es un símbolo espacial que no corresponde a una realidad, ya que Dios está en todas partes. Pero Dios se pone en contacto
con la Historia humana, y entonces el símbolo que se escoge es "el monte", que es lo más alto que hay dentro de la superficie de la
tierra. De manera que un lugar elevado, el monte, se considera que es un lugar donde Dios se va a manifestar, donde Dios se va a
comunicar, donde Dios va a actuar. El monte es el lugar simbólico de la presencia divina en contacto con la Historia humana. Por
eso Jesús sube al monte.
En la cultura griega la morada de los dioses era el monte Olimpo. En la cultura judía el Templo estaba en el monte Sión y la
Ley se le dio a Moisés en el monte Sinaí. Y este símbolo tradicional lo usan los evangelistas para indicar precisamente el lugar de la
presencia de Dios, la esfera divina en contacto con la Historia humana. Y Jesús se sube a la esfera divina "y se sienta", porque su
sitio es la esfera divina. El ha recibido todo el Espíritu de Dios, él es el Hombre-Dios, él es igual al Padre y, por lo tanto, su sitio es
la esfera divina. "Sentarse" significa la estabilidad: Jesús se queda sentado porque ese es su sitio.
Aquí tenemos un paralelo con el antiguo Sinaí. Jesús va a promulgar el código de la Nueva Alianza, el código del Reinado
de Dios, que son las Bienaventuranzas. Y vemos lo bien que lo hace el evangelista. Jesús sube al monte como subió Moisés, pero a
Moisés le habla Dios, y aquí es Jesús el que habla. Jesús es hombre como Moisés, y sube al monte como él, pero no habla Dios,
sino él, por lo que tenemos al Hombre-Dios. Une el papel de Moisés con el papel de Dios en su persona. El es el Hombre-Dios, el
que va a pronunciar esta Nueva Alianza, y por eso va a ser "su Alianza": él es el que hace la Alianza. Como lo dirá después en las
palabras de la Cena: "Esta es la sangre de la Alianza mía". El es el que entabla con la Humanidad esta nueva relación, porque él es
la manifestación de Dios en la tierra, como ha dicha Mateo mismo en la escena de la Natividad: Le pondrán por nombre Enmanuel
(que significa DIOS ENTRE NOSOTROS). Jesús es Dios en la tierra, es el Hombre-Dios, el que ha recibido la plenitud del espíritu
de Dios.
Y ahora el Hombre-Dios está en el monte y se le acercan sus discípulos. En el Sinaí no se podía hacer eso. Precisamente
sube Moisés sólo, y el pueblo tiene que quedarse más allá de un límite fijado y, al que se atreva a pasar ese límite, le caerá encima
un castigo divino. Ahora, sin embargo, esa separación entre Dios y el pueblo se ha terminado. Los discípulos, que han hecho su
opción por Jesús, tienen derecho a entrar en la esfera divina; ellos pertenecen ya también a la esfera divina; están con Jesús en ella.
El pueblo, la multitud que está fuera, que no ha hecho todavía una opción, no está con ellos. Ahora se acabarán las mediaciones
porque Jesús toma el papel de Dios mismo, y todos los que siguen a Jesús tienen acceso inmediato a él que, a su vez, es el acceso a
Dios. Ya se acabaron los intermediarios.
"El tomó la palabra... (esto lo pone Mateo como frase solemne) y se puso a enseñar así".
A los discípulos, pero la multitud lo oye. De manera que, en cierto modo, la multitud está invitada a lo que Jesús dice.
Directamente se refiere a los discípulos, pero indirectamente a la multitud, a la Humanidad entera.
"Enseñar" no es informar: hay una diferencia. Informar es hacer conocer algo que uno no conocía, y enseñar es hacer
conocer algo que uno no conocía pero que, además, tiene que ser aplicado en la vida del discípulo. De manera que ser discípulo
significa aprender del Maestro para traducirlo en sus propia conducta: porque aquí lo que se enseña es una manera de vivir. No son
teorías, sino una manera de vivir. Por tanto, lo que Jesús va a decir ahora es para su inmediata aplicación por parte de los discípulos
y de todos los que le escuchan. Y empieza :
"Dichosos los que eligen ser pobres, porque ellos tienen a Dios por Rey".
Los mandamientos de la antigua Ley eran imperativos, futuros que son imperativos: "no jurarás, no matarás", etc. : es el
Dios impositivo. Pero en la Nueva Alianza no hay ninguna imposición, sino una invitación. Y quizá más bien el proponer un ideal
que suscite la activación del hombre. "Dichosos...": las ocho empiezan así. Ni una sola imposición. Vemos el cambio de estilo.
Aquí Dios ya no es el soberano: eso era del Antiguo Testamento. Aquí Dios será el Padre. "Dichosos..." ¿Quién quiere
entusiasmarse con esta idea?: porque esto tiene una promesa de felicidad.
Y ahora, antes de empezar a explicar cada una de las bienaventuranzas, vamos a ver la estructura de las ocho, cosa muy
importante para entenderlas .
La primera es "Dichosos los que eligen ser pobres, porque ellos tienen a Dios por Rey", y la octava es "Dichosos los que
viven perseguidos por su fidelidad, porque estos tienen a Dios por Rey". Como vemos, ambos tienen la segunda parte igual. La
traducción ordinaria de la última es: "...porque de ésos es el Reino de los Cielos". El "Reino de los Cielos" es el " Reino de Dios",
y suele explicarse que Mateo pone "de los cielos", en vez de poner "de Dios" por reverencia al nombre divino. Ya sabemos que los
judíos no pronunciaban nunca, por respeto, el nombre de Dios. Más bien decían "la Fuerza", o "la Potencia", o "el Bendito", etc. Y,
claro, como Mateo es tan judío, lo nombra así. Pero esto no es cierto: porque hay otros casos en los que dice el "Reino de Dios",
concretamente en tres ocasiones. Entonces ¿por qué hace esta distinción?.
Estudiando el texto se saca esta conclusión: cuando Mateo habla del Reino de los Cielos lo que significa es la universalidad
de su Reino: un reino destinado a una Humanidad entera. En cambio, cuando habla del Reino de Dios significa, entonces, el reino
que espera Israel: la prueba es que lo usa en tres contextos en los que se refiere al pueblo judío, a su expectativa. Como para
nosotros "los cielos" es una cosa impersonal, no vemos esa distinción, y por tanto es mejor traducir "el Reino de Dios". Mejor aún,
el "Reinado de Dios", pues la palabra no significa reino sino reinado, que no es lo mismo.
Esta palabra griega -"basileia"- tiene tres significados:
1°: la realeza, es decir, la dignidad del rey: el que tiene esa dignidad y, por lo tanto, tiene derecho a gobernar al pueblo;
2°: el reinado, que es la actividad del rey, que nace del hecho de que es rey, de que tiene la realeza;
y 3°: el reino: es decir, el territorio de los súbditos sobre los que se ejerce el reinado. En griego tiene, por tanto, estos tres
significados. Pero como esto es una traducción de una palabra aramea -"malkut"-, en arameo significa "reinado": es activo; es la
actividad de gobierno que Dios ejerce.
Por tanto, la primera y la última bienaventuranzas tienen el mismo colofón: "porque ésos tienen a Dios por rey" o "porque
sobre ésos ejerce Dios su reinado". Pero, además, éstas dos tienen una relación particular entre ellas: son como el marco en el cual
entran las otras seis. En éstas dos está el verbo en presente: "porque ésos tienen a Dios por rey": tienen ya, ahora. El Reinado de
Dios es una realidad que existe ya. Sin embargo, todas las demás tienen los verbos en futuro: "Dichosos los que sufren porque ésos
recibirán el consuelo", "Dichosos los sometidos porque ellos heredarán la tierra"... De manera que la primera y la última son una
realidad presente, mientras que las otras seis son una realidad futura: esto es muy importante. Es una realidad que existe ya y una
realidad que tiene que existir, que existirá después. Ya vemos qué sentido tiene esto.
En las otras seis hay dos grupos claros: tres y tres. Las tres primeras -la segunda, la tercera y la cuarta- hablan de una
situación negativa, de una situación dolorosa de la Humanidad, y se hace una promesa que va a remediar esa situación dolorosa:
"Dichosos los que sufren, porque ésos recibirán el consuelo; dichosos los sometidos, porque ésos van a heredar la tierra"... Es decir,
sufrir, estar sometido y padecer injusticia son situaciones negativas, y hay tres promesas de que esas situaciones se van a remediar.
En cambio, las otras tres -la quinta, sexta y séptima- hablan de actitudes positivas, que también tienen una promesa: "Dichosos los
que prestan ayuda, porque ésos van a recibir ayuda; dichosos los limpios de corazón, porque ésos van a ver a Dios, y dichosos los
que trabajan por la paz, porque a ésos Dios va a llamarlos hijos suyos".
De manera que ya hemos visto la estructura: primera y última en presente, expresando una realidad que tiene que existir ya.
Las seis que están en medio, en futuro. De ellas, las tres primeras describen situaciones negativas del hombre, y Jesús promete ahí la
solución a esas situaciones. Las otras tres son actitudes positivas, y Jesús también da una promesa de felicidad y de beneficio.
Vamos, entonces, a la primera.
"Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ésos van a ser saciados"
La última de este grupo de tres bienaventuranzas resume a las otras dos. Y la metáfora es fortísima: "hambre y sed". Quiere
decir que, sin justicia, el hombre no puede vivir. La vida en la injusticia es de muertos en vida. Lo mismo que el que no tiene que
comer y no tiene que beber se muere, el que no tiene justicia es un muerto en vida. Esa es una vida que no es digna de vivirse. Y
esta situación de injusticia resume las dos anteriores, y otros aspectos de la injusticia que se pueden presentar en el mundo.
"Justicia" es aquí, naturalmente, la justicia entre hombre y hombre. Justicia supone igualdad, supone dignidad, ser tratado como
persona, supone libertad, autonomía, derecho a decidir por uno mismo, en fin, todo lo que constituye una persona humana.
Pues todo eso, todo el deseo de justicia, el deseo ardiente, vehemente, necesario, irreprimible, que siente la Humanidad,
queda satisfecho en esta nueva utopía, esta nueva sociedad que debe empezar ahora. Esto es lo importante: que debe empezar hoy.
Esto está muy claro, pero ahora necesitamos la cabeza para decir: "Y ¿cómo se empieza esto ahora?. En una sociedad tan diferente
de la de Jesús". El no lo aplica a su sociedad, como vemos, sino que pone una visión general, universal, que sirve para toda época.
Pero ahora, ¿cómo podemos nosotros empezar algo así? Algo que responda plenísimamente a este espíritu y a la situación de la
sociedad en que vivimos. Ahí es donde hay que ir.
¿Cómo se puede organizar esa comunidad? ¿Cómo podemos entender esa renuncia al dinero en esta sociedad de hoy, en la
concreta en que vivimos nosotros? ¿Cómo podemos entender esa solidaridad de unos con otros? ¿Cuáles son los canales? Esto hay
que pensarlo, porque de las mismas bienaventuranzas no se pueden sacar unas normas claras, ya que las circunstancias varían.
Suponiendo el Espíritu, que es el deseo de hacerlo, el deseo de entrega, vamos a ver, con el talento que Dios nos ha dado, cómo lo
llevamos a la práctica. Y luego, ya formada la comunidad, cómo esa comunidad puede incidir de alguna manera para que sea real
esta liberación de la injusticia que el Señor propone, y que el Señor dice que tiene que ser efecto de esta comunidad, cuáles son los
aspectos de esta injusticia que nos tocan o que podemos remediar, o dónde podemos incidir de alguna manera. Esto hay que
pensarlo. Y hay que pensarlo dialogando, y hay que pensarlo imaginando, proponiendo, y hay que pensarlo experimentando. Y, si
una cosa no resulta, probaremos de otra manera.
Esto no es una ley, sino un espíritu. Si tomamos esto como una ley, nos destrozamos, pues entonces decimos: "ninguno de
los que estamos aquí somos cristianos, porque ninguno hemos hecho una opción de esta categoría. Todos tenemos dinero en el
bolsillo, pero no salimos de aquí y se lo damos al primer mendigo que haya en la calle". Entonces, ¿qué?. Si tomamos las cosas
como una ley, no se entiende nada del asunto. Es un espíritu enormemente lanzado y exigente, es nuestro espíritu, que Jesús nos ha
dado, que nos lanza y nos empuja, pero ahora viene la cabeza: ¿cómo podemos hacerlo? Una cosa concreta, una cosa práctica,
porque el Señor es enormemente práctico, una cosa desde hoy. Y, si no podemos hoy, ¿cómo podemos ir creciendo en el sentido de
aborrecer esta injusticia enorme que hay en el mundo? Porque la hay en infinitos niveles, no sólo en el sentido de que la gente coma
o no coma, sino en otras infinitas cosas.
Ante esta injusticia que tenemos en nuestro ambiente y que existe en el mundo en magnitudes horrorosas, ¿cómo podemos
nosotros hacer algo concreto? Pensar, discutir, reunirse, dialogar, aprender, ver iniciativas... Porque, desde luego, estas
bienaventuranzas no las podemos echar en saco roto. No se puede.
Entonces, si las rechazamos, es cuando ya renunciamos a ser cristianos. Pero ¿cómo vamos a ponerlo en práctica? Ya vimos
lo que hacen las comunidades de Murcia. Esta es una manera, pero tampoco es el modelo, pues habrá otras mil. Supongamos una
por ejemplo: somos un grupo de gente normal, que no pasa necesidad ¿por qué no abrimos una cuenta corriente y todos los meses
cada uno mete ahí lo que pueda o lo que tenga gana? Una vez será 500 y otras serán 5.000 y, si a uno le toca la lotería, puede que
sean 50.000. Y luego, ese dinero, al cabo de un tiempo, si no podemos organizar nada, aunque sea lo damos a Pastoral Social o a
una organización de ayuda. Esto, para empezar a ser un poco solidarios. Esto es elemental, por supuesto, y tampoco arregla nada,
pero por lo menos manifiesta una solidaridad. Esto es casi nada, pero por algún lado hay que empezar.
Las otras tres bienaventuranzas son las que expresan una situación positiva. Se refieren a la comunidad en su vida interior,
su disposición interior. Las tres anteriores, las de las situaciones negativas, son el efecto que va a producir la existencia de la
comunidad a plazo más o menos largo, y en una extensión más o menos grande, según los grupos cristianos que haya. Pero ahora,
¿cuáles son las disposiciones que tiene la comunidad para realizar esa obra? Estas son las otras tres bienaventuranzas: quinta, sexta
y séptima.
"Dichosos los que prestan ayuda, porque ésos van a recibir ayuda"
Esto se traducía por los "misericordiosos", pero no se trata de un mero sentimiento, sino de una ayuda. Como aquellas
"obras de misericordia corporales", en las que decíamos "dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir a desnudo,
etc". Son obras de misericordia. Esa es la bienaventuranza. Por lo tanto, se trata de prestar ayuda. "Dichosos los que prestan
ayuda". Esta es la disposición de la comunidad.
"Porque ésos van a recibir ayuda". Dios ayuda a la comunidad que ayuda. De manera que no tengan miedo de ayudar,
porque él nos ayuda. Aquí hay una acción directa de Dios en la comunidad misma. Una de las maneras como la comunidad va a ir
haciendo esa acción liberadora que se ha descrito antes, es por su deseo y su práctica de prestar ayuda. Y, en eso, no tengan miedo,
porque hay una promesa detrás: "porque ésos recibirán ayuda".
"Dichosos los limpios de corazón, porque ésos van a ver a Dios"
El corazón -como ya vimos- es la interioridad de la persona considerada en su aspecto estático, o sea, permanente. "Limpio"
es igual a "puro", aunque para nosotros es mejor decir "limpio", porque "puro" tiene demasiadas connotaciones. La persona que
tiene el corazón "limpio" es la que no abriga mala intención para nadie. De hecho, el mismo Mateo lo explica en el capítulo 15,
cuando dice que "lo que sale del corazón es lo que mancha al hombre, porque del corazón salen las malas ideas, los malos
designios..." , y ya enumera una serie de cosas. De manera que las malas intenciones internas producen una serie de actos que son
los que manchan al hombre. Lo que se hace con mala idea o con mala intención.
Por tanto, el corazón "limpio" es el que no tiene mala idea, ni mala intención contra nadie. Es de una benevolencia, de una
disposición positiva y favorable para todo el mundo. No hay miedo de que esta persona nos traicione, ni nos ponga una zancadilla,
ni tenga un propósito oculto de explotación que no aparece en lo que dice. Precisamente, esa transparencia, esa sinceridad, esa
autenticidad es la que, realmente, hace que la comunidad sea diferente. Porque el mundo no suele ser así. En el mundo todo son
segundas intenciones, propósitos inconfesados, para ver cómo aprovecharse del prójimo. Aquí es todo lo contrario. Es lo que decía
Jesús en otra ocasión: la sencillez de la paloma.
Y ¿cuál es la promesa que se hace a esta comunidad?: que "verán a Dios" . Ya es un paso más. La primera de este grupo
-"dichosos los que prestan ayuda" - se refería al acto exterior de la comunidad. Acto exterior hacia otros; entre ellos y hacia otros.
Esta ya va a lo interior, es la disposición interior. Al acto exterior corresponde el acto de Dios que también podemos llamar exterior:
"reciben ayuda". Pero aquí, como estamos en una disposición interior, que se traduce inmediatamente en la conducta, porque uno
actúa como es por dentro, eso está claro. Si uno por dentro es complicado, enrevesado, con mala intención, los actos que produzca
serán así. Si uno por dentro es sencillo, pacífico, amoroso, lo que le salga será eso. A la larga se ve en seguida. Y esta
bienaventuranza dice que, a esa disposición de amor interior hacia los demás, corresponde la visión de Dios. Esos van a tener una
experiencia directa e inmediata de Dios en su vida.
Esto está tomado también de un salmo, el 51, donde se dice: "¿Quién, Señor, subirá a tu templo y verá tu rostro? El que es
puro de corazón y de manos inocentes". De manera que había que ir al templo para ver a Dios. Y la pureza hebrea también se
entendía según una serie de ritos, de prohibiciones y de tabúes. Pero todo eso se ha acabado en el N. T. La condición para ver a Dios
no son ya los templos, ni los ritos, ni las observancias, que están suprimidas en el N. T. Unicamente esa disposición amorosa del
corazón hacia los demás, es lo que hace que Dios Padre -que es Amor- se revele al que es así. El que desde dentro -no sólo desde
fuera- está en una disposición favorable. La comunidad que vive en una transparencia, en esa sinceridad, en esa lealtad hacia la
gente, tendrá una experiencia continua de Dios en su vida cotidiana. Y no hay más pureza que ésta.
En el A. T. lo puro era lo que tenía acceso a Dios, y lo impuro lo que no lo tenía. Según ellos, estar en estado de pureza -
ritual, legal- significaba poder acercarse a Dios. Estar en estado de impureza, por haber tocado un cadáver, por ejemplo, alejaba de
Dios. O por cuestiones tan fisiológicas como el período de las mujeres, que también las hacía impuras. Son todos ésos tabúes
ancestrales, que vienen desde el fondo de la Historia. Pero, todo eso se acabó. Lo que hace al hombre agradable a Dios, lo que hace
que tenga acceso a Dios, es que tenga el corazón lleno de amor a los demás. Y no hay más. Es el único criterio. Con esto Mateo
echa abajo todos los ritualismos, todos los locales sacros, el templo, etc. Todo eso se ha acabado. Como ya lo hizo Marcos de un
modo y Juan de otro. Todos los evangelistas coinciden en esto: la única condición para estar cerca de Dios es tener amor. No hay
más condición que ésa. El está siempre cerca pero, para que uno note esa cercanía, tiene que estar en sintonía con él. Y sintonía con
él significa ese amor que se traduce en transparencia, en sinceridad, en lealtad, en bondad hacia los demás.
De manera que tenemos ya: prestar ayuda, que es lo exterior, y la limpieza del corazón, que es lo interior. Se complementan,
y ahora se reúnen los dos en una, como ha pasado antes con la injusticia.
"Dichosos los que trabajan por la paz, porque a ésos los va a llamar Dios hijos suyos"
Esta reúne las dos anteriores, pero aquí lo que hay que entender es el concepto de "paz" , que hay que interpretarlo según el
mundo de ideas hebreo. La "paz" no es solamente lo que nosotros llamamos que no haya guerra. La paz significa la prosperidad, las
buenas relaciones humanas, el derecho y la justicia. Es decir, la felicidad del hombre. No solamente que haya dos reconciliados. Por
supuesto, eso entra, pero entra sobre todo el concepto de prosperidad, tranquilidad, excelente relación humana, hermandad, derecho
y justicia. Es la felicidad. Es "dichosos los que trabajan por la felicidad de los hombres".
"Porque a esos los llamará Dios hijos suyos" . ¿Por qué? Porque hijo es el que se porta como su padre. En el lenguaje éste
de los evangelios hijo no es solamente el que nace de uno, sino el que se parece a su padre, el que se porta como su padre. Ese es el
hijo. El que no se porta como su padre no es su hijo, aunque haya nacido de él. Cuando Jesús va a Nazaret, a su tierra, en el
evangelio de Lucas, todo el mundo creía que era hijo de José, naturalmente, y cuando Jesús habla allí y pone esta profecía de Isaías:
"El espíritu del Señor está sobre mí y he venido para consolar a los que sufren, para anunciar la Buena Noticia a los pobres y
para anunciar el año de gracia del Señor"... , y omite el versito siguiente, que completaba y que estaba escrito allí, en el mismo
renglón y que dice "... y el día del desquite -de la revancha- del Señor" . Eso lo dice el profeta porque tiene aún esa idea de que
Dios es vengativo, pero Jesús no lo dice, porque Dios no es vengativo. Se equivocaba el profeta. Y, entonces, todo el mundo de su
pueblo (que no es más que el símbolo de toda la nación judía) se indigna, porque ellos esperaban que Jesús, con aquella fama que
traía detrás, se constituyera en el líder político, en el líder guerrero, para liberar a Israel de la dominación romana. Eso esperaban,
"el día de la revancha". Estaban esperando la frase, pero Jesús no la menciona y, entonces, dicen: "Pero ¿no es éste el hijo de
José?", es decir, no se parece en nada a su padre. El no es hijo de José. Y, en el evangelio de Marcos, aún peor: "¿No es éste el hijo
de María?". Ni le dan padre siquiera, ya que no se parece a él. Y esto es porque se sabe que la familia de Jesús llevaba el apellido
de "Pantera": por eso se extrañan. Esto está atestiguado por documentos judíos y cristianos de los siglos I y II.
Por tanto ser hijo es portarse como su padre. Por eso, Dios, a los que trabajan por la felicidad del hombre, los va a llamar
hijos suyos. Porque se portan como él. Todo el interés de Dios es la felicidad de los hombres y, a los que actúan así, los va a llamar
hijos suyos. Y "llamarles" significa que lo son y que son reconocidos como tales, ya que "llamar", en este lenguaje griego-semítico,
significa ser algo y ser reconocido como tal. Por tanto, a éstos va a llamarlos Dios hijos suyos pero, además, van a ser reconocidos
como hijos de Dios, es decir, van a dar al mundo lo que es la imagen del verdadero Dios.
Y así tenemos ya las seis bienaventuranzas que están intercaladas. Las tres primeras, las situaciones negativas que, reunidas
en el hambre y sed de justicia, van a ser cambiadas. ¿Por qué? Porque ya hay una posibilidad, porque se ha creado una alternativa.
Porque los hombres pueden optar, y no solamente porque pueden optar, sino porque, además, el efecto de la comunidad cristiana va
a pasar más allá de las fronteras de la comunidad y la misma sociedad va a ir cambiando, porque existe ese grupo desde donde el
amor de Dios puede brillar.
El otro grupo de tres: actitudes y actividad de la comunidad cristiana: 1) prestar ayuda, sin miedo, porque recibirán ayuda;
que es la que dijo también el Señor "no se preocupen por lo que van a comer" etc.; ustedes, a procurar la justicia del Reinado de
Dios que, por lo demás, ya el Padre se ocupará de ustedes; van a ayudar y el Padre les va a dar ayuda; 2) la disposición interior
favorable a todo el mundo; sin segundas intenciones, sin zancadillas, sin rencores, la sencillez, la autenticidad, la sinceridad; esto se
traduce en una conducta y va a tener como consecuencia o premio de Dios la presencia continua e inmediata de Dios en la
comunidad, en los individuos ; y 3) la última es la suprema: el que trabaja por la felicidad de los hombres; en cualquier sentido,
sobre todo, liberarlos de la injusticia , procurar la justicia y el derecho, la hermandad de los hombres, la solidaridad, el compartir,
todo lo que sea bueno y cree una nueva relación humana de amor, ése se parece a Dios, porque se porta como se porta Dios y, por lo
tanto, es y será reconocido como hijo de Dios.
"Dichosos los que viven perseguidos por su fidelidad, porque ésos tienen a Dios por Rey"
Esta última bienaventuranza, como ya vimos al principio, está en paralelo con la primera porque, como ella, está en
presente. Además, éstas dos son las más paradójicas de todas. "Dichosos los que eligen ser pobres" y "dichosos los que viven
perseguidos" son dos enormes paradojas.
Aquí en la traducción, hay que explicar el "vivir perseguidos" , porque la forma griega significa eso: un estado continuo, y
la última palabra -la "fidelidad" - se suele traducir por la "justicia", pero no es la justicia; significa la "justa relación con alguien".
Puede ser la relación de vida con Dios o la relación de vida con el hombre. La relación que debemos a Dios es la fidelidad y la
relación que debemos al hombre es la de justicia u honradez. De manera que la traducción de esta palabra depende del contexto:
porque la palabra es muy amplia y, según el contexto en que se use, así hay que traducirla . Aquí se trata de la fidelidad a Dios que,
al mismo tiempo, es la fidelidad al hombre, pero es la fidelidad a ese compromiso primero que se ha hecho, a esa opción de la
primera bienaventuranza. Inmediatamente después, Jesús va ampliar esta bienaventuranza, aplicándosela ya directamente a los
discípulos y, entonces, les dice: "Dichosos ustedes cuando les persigan por causa mía" . Esa fidelidad es por causa suya, es la
fidelidad a Jesús, la fidelidad a su mensaje, la fidelidad al compromiso hecho en la primera bienaventuranza, a esa opción por la
pobreza, a ese renunciar a la idolatría del dinero.
Como la primera bienaventuranza es elegir entre dos dioses -el Dios verdadero, el Padre, o el dinero, la idolatría-,
mantenerse en esa opción es mantenerse en la fidelidad a Dios. Entonces, cuando una comunidad, un grupo humano rechaza, niega -
no solamente de palabra, sino con su práctica- los valores en que se funda la sociedad existente, que son la ambición del dinero, del
honor y del poder, evidentemente ese grupo, en cuanto empiece a notarse, se hace enormemente molestoso para esa sociedad y, por
tanto, esa sociedad lo persigue. Lo persigue de una manera o de otra, depende de las épocas, de los regímenes, etc. Unas veces será
una persecución a muerte, otras veces no lo será. Depende de las circunstancias. Desde luego, la cárcel ha sido muy abundante en
tiempos del régimen anterior para los que tenían algún compromiso social de cualquier clase. Cuántos sacerdotes estuvieron
también en la cárcel, a pesar de que ese régimen era más bien respetuoso con el estado clerical, pero llegó el momento en que se
saltó a la torera el respeto... porque le molestaban, porque eran personas que estaban, de alguna manera, comprometidas con una
función social. Por tanto, de una forma o de otra viene la persecución. Naturalmente, en nuestra época no hemos tenido una
persecución a muerte en nuestro país, pero en otros sí.
De manera que, para este grupo humano, esta comunidad, este trozo de nueva Humanidad, que niega con su práctica los
valores de la sociedad -las tres grandes ambiciones: tener más dinero, tener más honores y tener más poder- lo normal es la
persecución, ya que este comportamiento lleva consigo la antipatía existente. Por tanto, si la comunidad cristiana está muy unida
con las sociedades humanas o con las instituciones del poder humano, es mala señal, porque significa que no está viviendo la
alternativa, que con su praxis -otra cosa son las palabras- no está negando los valores sobre los que se asienta la sociedad injusta. Y
esto lo estamos viviendo todos los días. Cómo en la Iglesia se pretende la buena amistad con los regímenes. Y no hay que tener
ninguna amistad particular con ningún régimen político, porque todo régimen político representa una sociedad que es injusta: lo
mismo el dictatorial de antes, que el democrático de ahora. Este será algo menos injusto, quizás, pues evidentemente deja más
margen a la libertad humana pero, en el fondo, la sociedad ésta, la economía de mercado o sociedad capitalista, es profundamente
injusta, porque está consagrando el capital, es decir, la desigualdad entre los hombres, está consagrando el acaparar, el que unos
acaparen y otros no tengan bastante. Es radicalmente injusta porque impide la igualdad de los hombres, impide la relación de amor,
ya que no hay relación de amor donde hay acaparamiento de dinero. Y esto lo consagra y es la base, incluso, de nuestra
Constitución. De manera que, aunque sea una cosa mucho mejor, pues evidentemente permite mucha más libertad y, por tanto, más
expresión y más desarrollo de la persona, sin embargo sigue siendo una sociedad injusta.
Por eso, la comunidad cristiana, no es que tenga que oponerse sistemáticamente al régimen que exista -a éste, al otro o al de
más allá-, pero tampoco tiene que estar con él como un novio. Al contrario, ella tiene que mantener en su praxis un modo de actuar
que no coincide, ni mucho menos, con lo que consagra cualquier sociedad existente. Siempre hay poder y dominio. Evidentemente,
en un régimen dictatorial el poder es absoluto, no hay quien abra la boca ni pueda protestar. Ahora, el poder es mucho más relativo:
hay una oposición, se critica, se puede hablar mal, se puede escribir mal, se puede salir en televisión diciendo que el gobierno lo
hace mal, todo se puede hacer, pero existe un poder, un poder represivo, a pesar de todo.
Y todo no es la sociedad ideal, no puede ser nunca la sociedad ideal. Por aquí, desarrollando una de estas sociedades en
cualquier dirección aún de mayor democracia, no llegamos nunca al Reinado de Dios, porque las bases de la sociedad están
viciadas; las bases que son: el dinero, el honor y el poder. Y todo es lo mismo en el otro lado, pues allí el poder es aún peor, y eso
no puede ser. El dominio del hombre sobre el hombre no puede aceptarse ni en el Este, ni en el Oeste, ni en el Sur, ni en el Norte.
Por lo tanto, la comunidad cristiana, naturalmente, tiene que chocar con todo régimen político, porque profesa una escuela
de valores que es distinta de todos. Sin embargo, hay que ser realistas y saber que en una sociedad donde la gente no ha hecho
opción por los demás, sino por su propio egoísmo -como la que tenemos aquí y en cualquier parte del mundo-, una sociedad donde
cada uno busca sólo su interés y su lucro personal, naturalmente tiene que haber alguien que asegure un mínimo de convivencia.
Eso está claro. De manera que, no es que el cristiano sea un utópico en el sentido de decir que "hay que suprimir todo poder, toda
economía de mercado, todo capital ahora mismo", ya que eso no se puede, porque la nueva sociedad, ésta que Jesús propone y cuyo
código son las Bienaventuranzas, se hace por opción personal y libre. Cuando cada uno de nosotros diga "yo no quiero vivir para mi
propio provecho, quiero ayudar a los demás, quiero ser solidario con todos, quiero vivir en un grupo donde esto sea absoluta
realidad, donde cada uno esté dispuesto a matarse por el de al lado, y hacia fuera ya veremos lo que se puede hacer...", cuando haya
esa opción entonces ya se acabó la ley, los tribunales, la policía, las cárceles, etc..., porque si nadie busca su propio interés, se
acaban todos los conflictos. Pero en la Humanidad, tal y como existe, la comunidad no puede imponer nada, porque tiene que
aceptar que tiene que haber esa organización que asegure el mínimo de convivencia. Por lo tanto, aquí está la utopía pequeña, que
es la comunidad cristiana que se realiza hoy, donde se viven estos valores nuevos, los valores del Evangelio. Y luego está la
Humanidad alrededor, que es la utopía grande, que habrá que irla realizando poco a poco. Pero ¿cómo se entra en la utopía? Por una
opción personal: no hay más que eso. Y claro, eso es muy lento y, además, no sabemos si va a llegar nunca a la Humanidad entera.
Como ya vimos con lo de la levadura, no parece que toda la masa se convierta en levadura, pero sí que va a ir cambiando.
Con esto se acaban las Bienaventuranzas. ¿Por qué dice que "ésos tienen a Dios por rey" ?; ¿por qué dice "dichosos" ?
Porque esos experimentan el Reinado de Dios sobre ellos. De manera que, en medio de esa persecución más o menos cruenta, más o
menos molesta, siempre hay una alegría particular, porque se tiene la experiencia de que Dios está con nosotros. Por tanto, no hay
que deprimirse por eso; es más, es el éxito de la comunidad. Esto no quiere decir que haya que procurar atraer persecuciones: nada
de atraérselas, sino sencillamente vivir de esta manera y, si vienen, es buena señal, aquí estamos, pues eso significa que se está
haciendo "daño" a la sociedad injusta. Si jamás hay un indicio que demuestre que esa sociedad está molesta de alguna manera con el
grupo cristiano, es mala cosa. Quiere decir que ese grupo no hiere en nada a la sociedad existente, no está ahí pinchando de alguna
forma por su modo de vivir. Es decir, de cuando en cuando, a nivel individual o a nivel comunitario, tiene que haber molestias de
estas: trabajos que se pierden, antipatías, rechazos, vacíos, etc. Pues eso es lo propio de la comunidad cristiana. Y esto querrá decir
que ahí se está viviendo el Mensaje como debe ser y que, además, eso se está viendo desde fuera. Naturalmente, es que estos que
sufren la persecución son los que trabajan por la felicidad del hombre. La penúltima bienaventuranza dice eso precisamente:
"dichosos los que trabajan por la paz" . Y ya hemos visto que la "paz" lo abarca todo: es la felicidad del hombre, es decir, que el
hombre no solamente esté en paz, sino que tenga prosperidad, que haya justicia, que haya derecho... Los que trabajan por la paz son
los que están -no luchando, que es palabra poco evangélica, pero sí- procurando, como pueden, hacer que cambie la sociedad, que
los que están oprimidos y son infelices lo sean menos. Y este es otro de esos aspectos por los cuales la sociedad se siente molesta,
porque esta gente está haciendo algo que está en contra, precisamente, de la estructura social. Por ejemplo, nadie se ocupa, ni los
partidos políticos, ni los sindicatos, ni la infinidad de organizaciones -cristianas o no cristianas- de que la gente se desarrolle como
persona. Y esto es lo más importante. Aquí está el punto: que la gente sea capaz de crítica y, por lo tanto, sea libre.
Naturalmente, para esto hace falta comer primero, porque el que no come, a ese ni crítica, ni libertad, ni nada: no se puede
hablar más que del estómago. Pero, supuesto que la gente tenga un mínimo vital, lo importante es que vayan personalizándose, que
sean personas, que tengan espíritu crítico, que sepan que son libres y sepan usar de su libertad, que tomen su vida en su mano, que
sean autónomos y que, de esa forma, empiecen ellos a crear asociaciones, grupos, para vivir de otra manera, como personas. De esto
nadie se ocupa. Hay algunas comunidades cristianas donde esto es una realidad para los miembros de la comunidad, pero los demás
nada. Se hace beneficencia, escuelas, guarderías, todas cosas muy buenas pero, tratar de que la gente sea persona... ¡ Claro!, esto no
le conviene a ningún régimen político. El espíritu crítico (no la crítica por la crítica, que puede ser una manía, sino la capacidad
humana para decir "esto sí, esto no") es algo que puede hacer tambalearse a toda organización -civil y religiosa- porque la
organización lo que quiere es que aceptemos sus programas sin más. Y los programas que proponen los partidos, o la Iglesia, o lo
que sea, hay que examinarlos y... luego ya veremos. Esto es lo que hay que procurar: que la gente tenga libertad y sepa usarla. Y
para eso necesita cultura, cierta cultura, para que así pueda tener elementos de juicio; necesita diálogo y, por lo tanto, agrupación,
asociación, para discutir, pues somos muy apasionados, nos dejamos llevar por la primera opinión que oímos, y hay que aprender a
dialogar, aprender a escuchar, aprender a personalizarse y a personalizar a los demás. Pero este ejercicio sano de la crítica no se
fomenta porque no le conviene a ningún régimen.
Sin embargo, éstos son los objetivos claros de la comunidad cristiana. ¿Cómo se hace? Eso ya es mucho más difícil de
decir, porque no hay recetas. En cada sitio será de una manera y en algún caso será tal vez imposible. Pero por ahí es por donde se
va cambiando la sociedad, por donde se va procurando la felicidad del hombre, que no consiste sólo en comer, beber, dormir, tener
un televisor, sino en ser persona, auténticamente persona, saber tener una relación de amistad, de solidaridad, de entrega a los
demás. Y los que se dedican a esto, encuentran siempre dificultades. Ya le ocurrió a San José de Calasanz cuando se fue a Roma y
vio que la gente allí no sabía ni leer ni escribir: fundó entonces una escuela gratuita y la nobleza de Roma se fue al Papa, que era el
Rey de Roma, y le dijo que eso (el enseñar gratuitamente a los pobres) no podía ser: si la gente aprendía a leer ¿quién va a poder
gobernarlos? Y el pobre santo sufrió bastante.
Y esto pasa también hoy. No con lo de leer y escribir, pues ahora para cualquier oficio o profesión, por muy modesta que
sea, hace falta saberlo, por lo que los sistemas políticos procuran que la gente aprenda algo; pero la cultura del pueblo..., hasta
cierto punto solamente: pues si la gente se sacude demasiado, ya no conviene. ¿Quién los gobierna? Por ejemplo, en el Congo Belga
(ahora Zaire) los belgas nunca permitieron que los negros estudiasen en la universidad. Culturita, sí, para que sean mecánicos, para
que arreglen cosas, pero universitarios, no, porque eso es peligroso: pueden discutir las cosas de tú a tú.
Pues esto es misión de la comunidad cristiana: personalizar. Y para eso, hay que vivir este mensaje de igualdad, de libertad,
de desprendimiento, de solidaridad, de generosidad, de renuncia a todo dominio. Porque también podemos ir paternalísticamente,
como tanto se ha hecho de beneficencia en la Iglesia: que, a veces, es necesaria, no se puede negar, pues si una persona está
muriendo de hambre, habrá que darle un pan, pero eso no es la solución a nada. Es sólo remediar una necesidad inmediata. La
solución es promover a la gente para que ella se busque la vida, para que sea autónoma.
Y aquí acaban las ocho bienaventuranzas. Resumiéndolas, se trata de la creación de una sociedad nueva. La alternativa que
Jesús propone es una sociedad fundada sobre tres valores, que son: el compartir, la igualdad, y el servicio , la entrega, la
solidaridad humana profunda, tan profunda que puede llegar a dar la vida por los demás. Esta sociedad, este grupo, empieza por una
opción libre, nunca por imposición, y esta opción se hace en virtud del sentimiento de justicia que uno tenga. Viendo la situación de
la Humanidad, donde la injusticia es feroz, uno se tiene que decir: y yo, ¿qué? Como esto no tiene arreglo por sí mismo, porque la
sociedad está basada sobre los falsos valores, hay que empezar otra cosa. Yo no quiero ser cómplice de esa injusticia. Y, como la
injusticia se produce por la acumulación de riqueza de toda clase -dinero, cultura etc.- yo no quiero eso. De modo que, si tengo
dinero, voy a ver cómo puedo compartirlo, cómo voy a ser solidario, de qué manera voy a conseguir que el dinero ya no sea el
centro de mi vida. Si yo tengo cultura, veré cómo puedo ponerla al servicio de los demás. No es que vaya a ser inculto si los demás
lo son: no se trata de identificarse con la miseria, sino de solidarizarse con la miseria, que no es lo mismo. Algunas veces se dice
"Jesús se identifica con los más pobres y miserables"; pero no se identifica. El nunca es pobre ni miserable. Es pobre porque no
tiene dinero, pero nunca sufre pobreza, ni sufre hambre, ni sufre miseria , porque él está en la alternativa: aunque no haya dinero, no
haya capital, no existe nunca miseria, como dice la bienaventuranza. Jesús no se identifica, se solidariza con los pobres para hacer
que salgan de ahí. Por eso pone la metáfora del médico: éste no se hace enfermo con el enfermo, sino que procura que salga de su
mala situación. Y esto es lo que hay que hacer. Esta comunidad no experimenta el hambre y lo que quiere es que nadie la
experimente; al menos hace lo posible.
De modo que vamos a empezar. Vamos a empezar en grupo a vivir de esta manera, en un grupo donde todos seamos
iguales, donde la diferencia no cree rangos. "Es que este señor es mayor..." Bueno, pues le daremos todo el cariño y el respeto que
se merece, pero no por eso tiene que mandar en nadie. "Es que este señor es muy culto..." ¡Encantados!: que ponga su cultura al
servicio de todos, pero no por eso tiene que erigirse él en árbitro de la vida de los demás. Todos somos diferentes: unos más
jóvenes, otros más viejos, hombres y mujeres, cada uno sabe algo de una materia que no sabe el otro, pero que nunca eso cree un
rango, sino que sea motivo o capacidad para un servicio. Si alguien tiene más de algo -cultura, prudencia, lo que sea...- que lo ponga
a disposición, que preste servicio con eso a los demás.
Cuando esto empieza a suceder, cuando esta comunidad empieza a trabajar, recordemos que trabajar es aliviar el
sufrimiento de los oprimidos (2ª bienaventuranza) o es procurar que el hombre que está sometido y dependiente tenga su autonomía
o que, de cualquier manera, reine la justicia para los que tienen hambre y sed de justicia. Este grupo se presenta ante la sociedad
como gente que está dispuesta a prestar ayuda, sabiendo que Dios se la va a prestar a ellos. Gente transparente, sincera, auténtica,
que no busca nunca su propio provecho, ni tiene segunda intención y que se dedica a trabajar por la felicidad de los demás. Y
entonces, si existe ese grupo con esta dedicación, poquito a poco se irá haciendo la liberación del hombre. Y, si no, pues no se hará.
Porque Dios está detrás de todo, ¡ claro ! pero él cuenta con nuestra libertad y nuestra colaboración. Y, si nosotros no queremos
colaborar..., su acción queda como suspendida. Dios es amor y, por tanto va derramando su torrente de amor; pero ese amor será
eficaz si nosotros lo ponemos en circulación , si le abrimos canales; si no los tiene, se queda impotente.
Y este compromiso con el bien del hombre, por la promoción de la justicia, se puede hacer de muchas maneras. Hay
injusticias que se pueden remediar a nivel individual, pero hay otras que son "estructurales", que están en las mismas instituciones,
en las mismas leyes. Y entonces ¿cómo se puede remediar? Por eso, cada uno elige su propio compromiso según sus cualidades,
según su vocación, según su valentía, etc. ; no hay que excluir que un cristiano "se meta en política"; ya que hay que echar abajo
ciertas leyes e instituciones que son injustas de por sí. Y no es que pretendamos crear una sociedad perfecta, pero vamos a tratar de
disminuir el dolor y la injusticia que hay en la sociedad. Algunos podrán meterse en política, aunque, si van con la ley cristiana
hasta el fondo, poco van a medrar en un partido, pero algo harán. Hay muchos niveles. Hay intendentes, por ejemplo, que han
tomado su intendencia realmente como un servicio a la comunidad de su ciudad y están haciendo maravillas. Sin poder ninguno, sin
ambición personal, están cambiando la ciudad. Esto es una cosa muy elemental, pero hay otras mucho más difíciles. Y, como la
injusticia es institucional, habrá algunos que sientan la vocación de meterse por ahí para ver si pueden cambiar esa injusticia que
está instaurada en las mismas Constituciones de los Pueblos. Otros dirán "eso no es para mí"; pues muy bien. Cada uno es dueño de
su vida y de su actividad, y habrá otro campo en el que pueda actuar. Hay terreno político, terreno social, terreno -digamos- humano
elemental, hay mil cosas, mil organizaciones, y otras que se pueden crear. Y... mucho contacto personal. Pero que cada cristiano que
está en estas comunidades, haga algo por procurar la felicidad de los hombres.
La adhesión a Jesús es la adhesión a su programa, a su obra y esta obra tiene dos aspectos: uno de ellos la liberación . La
obra de Jesús la conciben los evangelistas como un "éxodo" (= salida), el éxodo definitivo, que consiste en: 1) sacar de la
esclavitud, es decir, toda obra de liberación de la miseria, de la ignorancia, de la injusticia...; y 2) llevar a una "tierra prometida",
que es este Reinado de Dios, esta sociedad nueva. Vamos, por tanto, a empezar a liberar a la gente como Jesús empezó, abriéndole
los ojos, diciéndoles que había una alternativa, que sus letrados no tenía autoridad divina, etc. Empecemos a liberarlos de todo lo
que les ata a un pasado, a unos prejuicios, a una mentalidad, a una injusticia, a una sumisión de todo lo que los sistemas quieren. El
hombre tiene que levantarse, ponerse derecho y tener toda su libertad, que es para lo que Dios le ha creado. Y, una vez conseguido
esto, proponer: "bueno, ahora que están libres y pueden optar, miren: hay esta posibilidad, esta alternativa, que es esta comunidad".
De manera que la labor empieza en la liberación y termina en la comunidad.
Ahora vamos a ver el pasaje que sigue, que es muy importante, donde Jesús explica lo de la persecución. En este pasaje se
dirige directamente a los discípulos. Hasta ahora se ha dirigido a todos en general - "dichosos los que ..." -, porque esto está abierto a
la Humanidad entera, pero ahora va para aquellos que le han dado su adhesión, a los que le han seguido.
"Dichosos ustedes cuando les persigan, les insulten y les calumnien de cualquier modo por mi causa"
Esta es la fidelidad. Muchas veces se trata de poner una etiqueta. Antes era la de "herejes", después, en tiempos de Franco,
la de "comunistas" o "judeo - masónicos", y ahora parece que es la de "anarquistas". Hay etiquetas para todo, y la sociedad se la
pone a los grupos que le molestan, les pone la peor que encuentra en su época, pues cada época inventa la suya para dasacreditar.
"Estén alegres y contentos, que Dios les va a dar una gran recompensa; porque lo mismo persiguieron a los profetas
que les han precedido"
De manera que, cuando les insulten, cuando les den de lado, cuando les miren, cuando les nieguen el saludo, cuando les
quiten el puesto, den un salto de alegría (ese verbo significa eso: "dar un salto de alegría") porque la recompensa es Dios mismo. Su
reinado es ése, es la expresión de su Espíritu, y el Espíritu es su amor, su alegría. Vemos lo poco convencional que es esto. Cuando
a uno le hacen algo sucio o le ponen una zancadilla, en seguida se pone a despotricar contra todo bicho viviente, y eso es normal;
pero inmediatamente hay que reaccionar, y decir: "esto es lógico, tiene que pasarme; lo malo sería que no me pasara". Cuando
nosotros queremos vivir este mensaje, lo normal es que lo dejen a uno plantado.
Y, además, añade Jesús: "porque lo mismo persiguieron a los profetas que les han precedido" . De manera que el cristiano
es profeta. Pero ya de otra manera, pues el profeta antiguo era el que denunciaba con la palabra, y el profeta nuevo es el que vive la
nueva realidad. El profeta es el que denuncia y anuncia . Denuncia la injusticia existente, y anuncia la esperanza. El antiguo
profeta del A. T. lo hacía de palabra, y el del N. T. es el que denuncia por las obras y anuncia la esperanza, por su manera de vivir.
De manera que cuando les rechace la sociedad, alégrense. Naturalmente esto se puede hacer "en el grupo", porque uno sabe
que tiene alrededor gente que lo quiere y que, si se encuentra en mala situación, todos están dispuestos a ayudarle. Jesús nunca
habla del individuo aislado, pues este no puede resistir la presión de la sociedad, y tendrá que contemporizar antes o después. La
seguridad va a ser el grupo. Por supuesto, el amor de Dios va a ser una experiencia interior pero, además, va a ser la experiencia del
grupo, del amor del Padre que se manifiesta en los demás. Por eso se puede ser dichoso, porque hay esa seguridad, que es la
seguridad del amor de los demás.
"Ustedes son la sal de la tierra. Si la sal pierde su sabor ¿con qué se salará? Ya no sirve más que para tirarla a la
calle y que la pise la gente"
La sal era el símbolo de la permanencia de la Alianza. La sal se usaba siempre en los contratos -incluso hasta la Edad
Media europea- y por eso se llamaban "contratos de sal". Como la sal conserva, impide la putrefacción, en símbolo de eso, cuando
se hacía un pacto entre dos se regalaban mutuamente un saco de sal para significar "este pacto es incorruptible". Era la señal de la
fidelidad. Y esto aparece ya en el A. T. En todo sacrificio que se hacía en el Templo había que echar un puñado de sal, ya que eso
justificaba que ese sacrificio era según la Alianza, es decir que perpetuaba la Alianza. La sal era la garantía de la perpetuidad de la
Alianza. Aún más, hay dos textos en los que Dios mismo dice: "He hecho con Aarón un pacto de sal", y "Yo he hecho con David
un pacto de sal". Esto quería decir que Dios había hecho con Aarón y David un pacto que duraría para siempre, que sería
incorruptible. De manera que la sal era el signo de la perpetuidad, la garantía de la continuidad de la Alianza.
Y ahora dice: "Ustedes son la sal de la tierra" . Es decir, depende de ustedes el que esta nueva Alianza con los hombres siga
existiendo. Su conducta será la garantía de que existe esta nueva oportunidad que da Dios a los hombres, esta nueva efusión de su
amor a través de Jesús, que ha expuesto en el programa de las Bienaventuranzas, la posibilidad de la creación de esa sociedad nueva
que es su Alianza.
"Si la sal pierde su sabor ¿con qué se salará?" . Si la sal pierde el sabor. La frase que usa aquí Mateo es "se pone tonta" o
"se vuelve necia", y lo hace a propósito porque es que, al final de este Sermón de la Montaña, viene la parábola de las dos casas: "El
hombre prudente, el hombre sensato, es el que edificó su casa sobre roca, y vino la inundación y su casa resistió. Este es el que
escucha mi palabra y la pone por obra. El necio edificó su casa sobre arena, vino la inundación y su casa se derrumbó. Este es el que
escucha mi palabra y no la pone por obra". De manera que la sal necia es la comunidad que escucha el mensaje de Jesús, pero no lo
practica. Y entonces ¿con qué se le dará sabor a esa sal ya? Si están encandilados con el mensaje y en la práctica lo están
traicionando ¿quién le va a hablar ya del mensaje a esa comunidad, si se lo sabe de memoria?
"Ya no sirve más que para tirarla a la calle y que la pise la gente" . Es la cosa más despreciable del mundo. La sal que no
sala ya no sirve de nada. La comunidad cristiana que de alguna manera ya no vive ese mensaje, es digna del desprecio de la
Humanidad entera. Esto parece cruel, pero tengamos en cuenta que esto no es una ley, sino un proceso, una maduración; que esto es
un amor que se va poniendo en práctica. Aquí no estamos hablando de que el Señor obliga a hacer esto, él no obliga hacer nada, él
no ha dicho "Yo mando" en ninguna ocasión. Es que ese Espíritu que recibimos vaya madurando, que vaya llenando nuestro ser y a
medida que ese amor nos llene, sentiremos el deseo de ponerlo en práctica.
Esto está en relación con estas tres bienaventuranzas que hablan de la liberación: " Dichosos los que sufren, porque ésos van
a recibir el consuelo". "Dichosos los sometidos porque ésos van a heredar la tierra", "Dichosos los que tienen hambre y sed de
justicia, porque ésos van a ser saciados" . Esto es una promesa de liberación, porque va en futuro, y entonces es: si las comunidades
cristianas existen en esa opción, ésa es la garantía de que esta obra de liberación va a ir existiendo en el mundo. Vemos la enorme
responsabilidad de los cristianos, una responsabilidad total. Pero sin embargo, la realidad es que nunca nos habían dicho esto. El
cristianismo que hemos aprendido nunca nos ha enseñado que hay que vivir así, que se trata de formar comunidades que sean el
principio de una sociedad diferente. Por tanto, no es cosa de tener remordimientos. Pero ahora, que empezamos a saberlo, vamos a
ver si empezamos a practicarlo.
"Ustedes son la luz del mundo"
La "luz" se aplicaba a Jerusalén como ciudad. En Is. 60 dice: "Brilla, brilla, Jerusalén, porque la gloria del Señor está
sobre ti". Se aplicaba también al Templo, que en el fondo era el núcleo de Jerusalén. De manera que la ciudad santa, donde
resplandecía la gloria de Dios, y el Templo, que era el gran exponente de la santidad de Jerusalén, eran " la luz del mundo". Pero
eso se ha terminado. Ya no hay una ciudad santa ni hay un templo. Donde la gloria de Dios resplandece, o sea donde Dios se
manifiesta y se da a conocer, es en el grupo humano que está viviendo ya la realidad de este Reino suyo. Ahí es donde resplandece
su gloria, que es su amor. Eso es la luz del mundo. Se han acabado ya los derechos geográficos a ser ciudad santa. Nunca cuatro
muros pueden ser un templo para Dios, ni nunca una ciudad puede tener por sí misma el apelativo de santa. Todo eso eran cosas
infantiles de una Humanidad antigua. Lo único que puede ser santo, es decir, semejante a Dios, lo único que puede recibir el espíritu
de Dios y parecerse por eso a Dios mismo, es el hombre. Lo demás son cosas antiguas, supersticiones antiguas, objetivaciones
antiguas que en la edad adulta de la Humanidad no tienen sentido. De manera que esta Comunidad donde existe, vive, y está
apareciendo, brillando ese Espíritu de Dios, que es el amor por el bien del hombre, la actividad en favor del hombre, ésa es la luz
del mundo. Y no hay otra.
"No se puede ocultar una ciudad situada en lo alto del monte"
Alusión a Jerusalén. Como ustedes son ahora la nueva Jerusalén, es decir, esta comunidad es el sitio donde resplandece la
gloria de Dios, esto no se puede ocultar. De manera que esto tiene que verse; la comunidad cristiana tiene un modo de comportarse
que se hace visible poquito a poco, en pequeña escala porque somos poquita cosa, pero eso tiene que notarse alrededor.
"Ni se enciende un candil para meterlo debajo del perol, sino para ponerlo en el candelero y que brille para todos
los de la casa"
La comunidad cristiana no puede ser un círculo cerrado, que no tenga ninguna repercusión al exterior. Tiene que notarse de
alguna manera su presencia, porque nadie trae una vela para meterla debajo de la cama. La pone para que alumbre. El ha venido a
encender esa luz, que somos nosotros, y esa luz tiene que alumbrar, tiene que notarse. Esto no siempre es fácil, aunque tampoco
tenemos que hacernos mucho problema. Lo que sí tenemos que recoger de esto es que la comunidad no puede ser un círculo cerrado
o inactivo. Tiene que pensar que eso tiene que transmitirse por algún lado, tiene que transcender fuera del círculo de la comunidad.
Ese Espíritu que está en la comunidad -que es Dios mismo-, esa vida nueva que existe en la comunidad, ese impulso tiene que tener
un destinatario fuera de la comunidad. Es ésta la luz. Para que se vea, para que la noten. Naturalmente, si somos poca cosa, poco se
notará el Espíritu, pero algo tiene que notarse, porque se trata de que esta comunidad está interesada en el bien de la Humanidad,
que no vive para sí misma y, por lo tanto, de alguna manera su actividad tiene que verse.
"Empiece así a brillar la luz de ustedes ante los hombres"
El compromiso de la comunidad tiene que ser hacia los demás. "Los hombres" son los que no son miembros de la
comunidad.
"Que vean el bien que hacen ustedes y glorifiquen a su Padre del cielo"
"Glorifiquen" es que tienen que conocer que Dios es Padre. "Esto es lo que van a transmitir: que Dios es Padre, que Dios es
el que ama a los hombres, que Dios es el que da vida a los hombres. Eso se irá viendo cuando ustedes practiquen ese amor y
comuniquen esa vida. El efecto del amor es la vida. (Esta es la formulación que resume todo lo que es efecto del amor). Y dar vida
significa dar libertad, y dar amor, y dar alegría, y dar conocimiento, y dar todo. El Padre es el que comunica vida; por lo tanto,
cuando la actividad de ustedes sea así, la Humanidad irá comprendiendo el verdadero rostro de Dios, que es Padre. Que no es juez,
ni es soberano, ni es el que tiene al hombre debajo para castigarlo o vigilarlo, sino que es el que está deseando comunicar al hombre
la plenitud de vida que él tiene. Y ésta es la misión de la comunidad . Al ver el bien que hacen ustedes, la gente irá entendiendo la
clase de Dios que es el de ustedes, irá descubriendo el verdadero rostro de Dios".
Esto responde a las otras tres bienaventuranzas. Lo de la sal era a las tres de la liberación y lo de la luz a las tres de la
actividad cristiana: "Dichosos los que prestan ayuda, porque ésos van a recibir ayuda. Dichosos los limpios de corazón, porque
ésos van a ver a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque a ésos los va a llamar Dios hijos suyos". De manera que el
dicho de la sal se refiere a la liberación futura: "Ustedes son los garantes, con su fidelidad, de que esta liberación vaya existiendo en
el mundo. Su actividad es la que irá causando el cambio. Esa actividad de prestar ayuda, de la transparencia de conducta, del trabajo
por los demás, que es la felicidad del hombre. Y así serán la luz del mundo".
Y vemos que dice: "su Padre del cielo". Esto supone que esta comunidad ya está viviendo en el Reino porque tener a Dios
por Padre es lo mismo que tener a Dios por rey. Es decir, tener a Dios por rey es un término del A. T. que se traduce en el Nuevo
por tener a Dios por Padre, ya que Dios reina no imponiendo ni mandando, sino comunicando su Espíritu, que es su vida,
comunicando su propia vida, por lo que al comunicar su vida, ese Rey se convierte en Padre. Y ¿por qué lo llama ya "su Padre" ?
Porque están dedicados a hacer lo que él hace, porque "dichosos los que trabajan por la paz, porque a ésos los llamará Dios hijos
suyos".
Y ahora viene un pasaje que está, de ordinario, muy mal interpretado, y que todo el mundo se lo sabe de memoria. Dicen:
"Jesús no ha venido a abolir la Ley". Pues vamos a ver si eso es lo que dice el Evangelio.
Viene ahora la oposición de Jesús a la doctrina de los teólogos de aquel tiempo, que eran los letrados. Teólogos, moralistas,
canonistas, es decir, los que explicaban la Ley. Y aquí Mateo nos pone las contraposiciones entre los antiguos Mandamientos y lo
que Jesús dice. Jesús se pone por encima de los antiguos mandamientos, que ya están fuera ( 5, 21-46). Y, después de esto, viene la
oposición a los fariseos.
Los letrados eran los maestros, los teóricos, los que exponían con autoridad la doctrina. Estaban oficialmente reconocidos,
pues se ordenaban a los 40 años, después de sus estudios; no se ordenaban de sacerdotes, sino que era una ceremonia en la que se
instituían como maestros oficiales y, además, como jueces en las causas civiles y criminales. En cambio, los fariseos no eran
teóricos, sino prácticos. Los fariseos eran los observantes, eran grupos de judíos laicos, que tenían como objetivo de su vida la
observancia rigurosísima de la Ley. Por tanto, eran los dos grandes grupos que influían sobre el pueblo: los letrados o maestros por
su prestigio y doctrina, y los fariseos por su conducta. Eran hombres "santos", gente perfecta, sin tacha. Y Jesús los desenmascara
en este trozo, pues no era oro todo lo que relucía, ni santidad lo que pretendía serlo.
"Cuidado con hacer ustedes sus obras de piedad delante de la gente para llamar la atención; si no, se quedan sin
recompensa de su Padre del cielo" (6,1).
Ya está anunciando de qué se trata. Aquí hay gente -los fariseos- que hacen sus obras de piedad para que los vean. Estas
obras de piedad son las clásicas del judaísmo. Mateo está en controversia continua con grupos fariseos que son enemigos de la
comunidad cristiana, y por eso trata del "fariseísmo". En la piedad farisaica las principales obras eran: la limosna, la oración y el
ayuno. Jesús empieza hablando de estas tres, con lo que claramente se refiere a ellos, y dice: "no lo hagan para llamar la atención".
¿Qué es eso de llamar la atención?: vamos a verlo en cada una de ellas, pero el fondo es el mismo: pretender ganarse fama de santos
y con esto influir sobre el pueblo. Porque todo va encaminado al poder, incluso ese aspecto y actitud de santidad y perfección. El
"dar ejemplo" es poder: no hay que dar ejemplo; hay que ser bueno y actuar con el Espíritu, sin pretender dar lecciones a nadie,
porque de aquella forma uno se coloca por encima. Todo son útiles manifestaciones de la ambición del poder. Estas, en realidad, ni
son útiles, pues son groserísimas.
"Por tanto, cuando des limosna, no lo anuncies a toque de trompeta, como los hipócritas en las sinagogas y en la
calle para que la gente los alabe"
Lo del toque de trompetas, claro, es una exageración que quiere decir "con gran publicidad". Naturalmente, la civilización
nuestra es muy diferente de aquella; ellos iban por la calle dando a los pobres con prosopopeya para que se dijera "qué hombre más
santo". Lo que pretenden es la fama, no el ayudar, para con ella tener poder sobre el pueblo, influjo espiritual, que es un tipo de
poder muy evidente, y de lo que todos tenemos evidencia, unos desde arriba y otros desde abajo.
"Ya ha recibido su recompensa, se lo aseguro"
La recompensa que quieren es la fama y ya la tienen. No hay más.
"Tú, en cambio, cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha, para que tu limosna
quede escondida; y tu Padre, que ve lo escondido, te recompensará"
Si tú quieres ayudar es porque quieres ayudar, no por otra finalidad. Aquí está desarrollando la bienaventuranza que decía
"dichosos los limpios de corazón", los que no tienen segundas intenciones, que no van buscando bienes inconfesables, los sinceros,
los auténticos. Si quieres ser auténtico en la ayuda al prójimo, que nadie se entere, que no sepa tu mano derecha lo que hace la
izquierda y, entonces, tendrás tu recompensa. ¿De qué recompensa se trata?: de la comunicación de Dios: tendrás esa
comunicación de tu Padre, que ve en lo escondido; esa comunicación es tu recompensa. Es decir, como tú te portas igual que él se
porta, entonces viene la sintonía con él, el Espíritu común, la comunicación y la experiencia de Dios. De modo que, cuando se hace
algo, hay que hacerlo por lo que es. ¿Que hace falta remediar una necesidad urgente?: pues se remedia, pero sin publicidad.
Como vemos, Mateo no está proponiendo la limosna -como tampoco Jesús la proponía- como solución a las injusticias de
la sociedad, pues él tiene su solución. Esto es una cosa de emergencia: se dan ocasiones en que no hay más remedio y, cuando es
apremiante, hay que atenderlo de momento; y no va uno a decir "espera a que funcione la nueva sociedad..." Pero esto no es la
solución. La solución es potenciar al hombre -que es lo que hace Jesús- para que él mismo encuentre su manera de vivir.
"Cuando recen, no hagan como los hipócritas..."
"Hipócrita" es el que hace una acción externa que no corresponde a su actitud interior: es ese abismo que hay entre la
acción y el espíritu, porque se hace por un motivo para lo que la acción no está destinada.
"...que son amigos de rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas para exhibirse ante la gente"
Con las manos levantadas, delante de todos, para que se diga "¡qué hombre tan observante, tan bueno, no tiene respeto
humano!". Pero, si resulta que lo que va buscando es todo lo contrario, que se entere todo el mundo para que digan "¡qué santo es!".
Aquí, naturalmente, Jesús caricaturiza -porque se trata de una sátira- pero, en su medida, se aplica a todo el mundo, incluso a
nosotros.
"Tú, en cambio, cuando quieras rezar, entra en tu pieza, echa la llave a tu puerta..."
Todo esto son metáforas, imágenes, para decir "en lo más secreto, en el fondo de ti mismo". La palabra que usa el griego
significa "el último cuarto de la casa"; y "tu puerta" es tu corazón, tú mismo.
"...y rézale a tu Padre que está en lo escondido; tu Padre, que ve lo escondido, te recompensará"
Esa oración sí que tiene la comunicación con Dios. Y ésa es la recompensa: la comunicación con el Padre. Como vemos,
aquí dice: "tu Padre que está en lo escondido" : ya no dice " que está en el cielo". El "cielo" no significa un lugar especial, es una
metáfora: en toda la Humanidad lo excelente ha estado arriba y lo de poca calidad abajo; por eso, el cielo es el colmo de la
excelencia. Y, cuando dice: "el Padre que está en el cielo" significa la excelencia o trascendencia; así como la invisibilidad, pero no
la distancia. En cambio, cuando dice "tu Padre, que está en lo escondido", se suprime la excelencia y se enfatiza la invisibilidad; o
sea, otra manera de designar la cercanía de Dios. Tú has hecho tu oración en lo escondido, en lo más escondido de ti mismo, y allí
está el Padre: cerquísima, a tu lado, contigo, aunque invisible; hay experiencia de él, aunque no haya visión.
Aquí Jesús no habla en plural: en lo de la limosna y la oración habla en singular. ¿Por qué? Porque se trata de iniciativas
particulares, no cosas de la comunidad. Son cosas ocasionales, según el espíritu de cada uno, pero no normas para la comunidad; si
un cristiano quiere ejercer estas obras, tiene que saber cómo hacerlo. Los fariseos aquellos tenían momentos obligatorios de oración
-tres veces al día- y días fijos de ayuno -lunes y jueves-. Pero aquí, nada de eso; ni cosa comunitaria tampoco: cada uno es
completamente libre para hacer o no hacer, según el Espíritu le diga.
Y ahora tenemos que repetir una vez más de qué oración se trata. Hay dos clases de oración: una, que es la unión con Dios,
y de la que aquí no se habla; y otra es la petición a Dios de una cosa determinada, de la que sí se habla aquí. La unión con Dios es
una cosa continua, porque se basa en el don del Espíritu. En todo su evangelio, que tiene 28 capítulos, ¿cuántas veces dice Mateo,
que Jesús ora?: sólo dos: una, después del episodio de los panes, y otra en el huerto de Getsemaní. Parece poco, ¿no? Y es que esa
oración no indica la unión con Dios, que ésta la tiene Jesús por el Espíritu. Desde el momento en que en el Jordán él recibe la
plenitud del Espíritu de Dios, eso significa que está siempre unido con Dios, puesto que tiene el mismo Espíritu, la misma vida. Esa
es la unión con Dios, y de esa oración no hablan nunca los evangelistas.
Esa es la atmósfera en la que respiramos: no hay más que darse cuenta de que está con nosotros el Señor, en nosotros, al
lado nuestro, o como nosotros queramos expresarlo. Ese es el don del Espíritu: la oración continua, que unas veces se hace de
manera más consciente y otras más inconsciente, pero siempre estamos en compañía del Espíritu. Por lo tanto, basta con que
concentremos la atención en ese hecho, y ya estamos en oración, sin dificultad alguna, porque sabemos que es el Señor y que nos
acepta siempre; seamos mejores o peores, siempre nos acepta; por parte de él nunca queda, siempre está a nuestro lado deseoso de
entregarnos su amor, que es su Espíritu. Repito, de este tipo de oración no está hablando aquí Jesús.
Cuando se habla aquí de rezar u orar, significa "pedir algo a Dios", que es una cosa ocasional; eso no se hace en cada
momento, sino cuando haga falta, y diremos "Señor, necesito o necesitamos esto" o "fulano necesita tal cosa". Aquí se trata de una
petición, que ya vimos que la otra es el fruto permanente del don del Espíritu. Este don puede el cristiano recibirlo de una manera
paulatina o de modo más momentáneo, más sensible, más espectacular. Puede tener un tiempo de una pequeña exaltación -como el
enamoramiento, pues, al fin y al cabo, no está tan distante la imagen- y será algo que pasa: y tiene que pasar porque el Señor quiere
que vivamos con los pies en la tierra, bien metidos en la Historia; pero eso puede dejar la conciencia de la presencia de Dios con
nosotros, que es el fruto permanente de ese don. Por tanto, la oración contínua es el fruto permanente del don del Espíritu en
nosotros, que ya no nos distrae ni nos eleva sobre la realidad, como puede suceder en ciertos momentos, sino que, al contrario, nos
va insertando cada vez más en la Historia con la eficacia nueva de trabajar con Dios. Por aquí va la cosa y, como decimos, de esta
oración no se trata aquí. Aquí se habla del pedir algo y, cuando haya que hacerlo, "entra dentro de ti mismo, cierra tu corazón con
llave y habla con tu Padre": esa oración sí sirve. Y ahora Jesús desarrolla este aspecto de la oración y dice:
"Pero, cuando recen, no sean palabreros, como los paganos que se imaginan que, por hablar mucho, les hacen más
caso; no sean como ellos, que su Padre sabe lo que les hace falta antes de que se lo pidan"
De manera que Dios ya lo sabe, no hace falta estar pidiéndoselo con insistencia. Pero, entonces ¿para qué rezamos? ¿para
qué pedimos, si el Padre ya lo sabe? Por parte del Padre, sí; por parte nuestra, no. Nosotros, al pedir, nos hacemos capaces de
recibir. El pedir es una actitud de apertura y, cuando nos abrimos al pedir, Dios puede darnos lo que no nos podía dar si no se lo
pidiéramos. Pedir significa estar receptivo y, para recibir, hay que estar receptivo. Por tanto, esta oración de petición no es para
"mover" a Dios, ya que su amor está siempre deseando darnos. Por eso no hay que ser "verbosos", porque el Padre sabe lo que
necesitamos antes de que se lo pidamos.
¿Cuáles son las peticiones propias de la comunidad cristiana?
Se dice: "El Padre Nuestro es modelo de oración" y, en efecto, es modelo de petición en esta clase de oración. La otra
oración, la de la unión con Dios, no necesita palabras: basta tener conciencia de su presencia y de su amor. En cambio, la oración de
petición sí las necesita, y el Padre nuestro es su modelo.
Esta segunda parte ya no habla de Dios, sino de la comunidad cristiana. Por eso dice "nuestro pan, nuestras deudas, no nos
dejes caer, líbranos del mal" . En la primera parte se daba "la misión", que era lo principal. En esta segunda, se habla de la
comunidad, que es la base de la misión: la comunidad tiene que estar en perfecto estado (por así decirlo) para realizar su misión.
"Nuestro pan del mañana dánoslo hoy"
Ahora decimos "el pan nuestro de cada día dánoslo hoy": esta frase está muy mal traducida. El "cada día" está traducida de
la versión de Marcos del latín, y está hecha por san Jerónimo de una palabra griega que él no sabía lo que quería decir; y, hasta tal
punto no lo sabía que, cuando traduce el 'Padre nuestro' de Mateo, traduce por 'nuestro pan supersustancial'; y, cuando traduce a
Lucas pone 'nuestro pan cotidiano o nuestro pan de cada día'; estaba tan dudoso que traduce la misma palabra de dos formas
distintas en un evangelio y en otro. ¿Cómo resolvemos nosotros el significado de esta palabra?
San Jerónimo mismo nos cuenta en cada una de sus cartas que ha encontrado en el evangelio de los Hebreos -que era un
evangelio escrito en lengua aramea- la traducción de esta palabra, y la traducción era "mahah", que significa "mañana", el día de
mañana. Ya hay una pista. La palabra griega 'epiousion' es una palabra nueva. Orígenes, del s. III , griego de lengua, tiene un
tratado sobre el Padre nuestro y dice: "Esta es una palabra que parece que han inventado los evangelistas". Esto hay que entenderlo:
la han inventado en su forma de adjetivo, porque 'al día siguiente', en griego, se decía 'tepious' = el día que viene. De manera que
sólo el adjetivo 'epiousion' es el inventado por los evangelistas, como decía Orígenes, pero el significado está claro: mañana, el día
de mañana. De modo que, por el arameo por un lado, y por el griego, por otro, aparece que es "nuestro pan del mañana". Además,
hay otro argumento, que es definitivo: la iglesia de Egipto, la iglesia copta, tiene traducciones en su antigua lengua copta -que se
encuentra en cinco dialectos, de los que el principales es el 'bohair '-; pues, bien el evangelio copto dice "nuestro pan del mañana".
Como esa lengua ya no se habla, está traducida al árabe, y así lo dicen los egipcios cristianos de hoy, que rezan en árabe, "nuestro
pan del mañana"; cosa que les extraña, pues no saben por qué tienen ellos esa diferencia con el resto de los cristianos. Pero es la
única lengua que conserva la traducción exacta.
Nuestro pan, no de mañana, sino del mañana: no del día siguiente, pues Jesús dirá "no se preocupen del mañana": es un
mañana más lejano, el de la vida futura: el pan es sinónimo de alimento, de banquete, es el banquete de la vida futura, la unión, la
alegría y la felicidad (expresión que usa Jesús para significar la vida futura): pues que esa unión y alegría que se proponen para la
vida futura sean realidad hoy: "nuestro pan del mañana dánoslo hoy" : la unión de la comunidad, el Reinado de Dios, prometido
para después de la muerte de Jesús. De modo que lo primero que hay que pedir para la comunidad es que sea comunidad de amor,
alegría, amistad, unión: porque es el gran testimonio delante de los hombres.
"Y perdónanos nuestras deudas, que también nosotros perdonamos a los que nos ofenden"
Es una causal: perdónanos, porque también nosotros perdonamos. La única petición que lleva una condición. El motivo es
que también nosotros perdonamos". Si no perdonamos, no hay perdón. ¿Por qué?
"Perdonar" es otra manifestación de amor: perdona porque ama. Los que se cierran al amor, negándose a perdonar, no
pueden recibir el amor que Dios les ofrece. Cerrarse al amor con los demás significa cerrarse al amor que Dios quiere dar. El amor
es unívoco: el que no sabe amar, no puede recibir amor. La primera manifestación de amor en la comunidad era el 'amor interior ' ,
la segunda es 'el amor de perdón'. Y de éste no dice que sea dentro de la comunidad exclusivamente, no se limita a los miembros;
perdón mutuo y fácil entre los miembros, y también para los de fuera, de modo que se vea que la comunidad es el núcleo de donde
irradia el amor. Y, no es que Dios no quiera perdonarnos, es que no puede, porque somos incapaces de recibir amor, porque no
tenemos sitio para el amor.
"Y no nos dejes ceder a la tentación, sino líbranos del Malo"
Aquí hay un peligro, que es la tentación: cualquiera, porque no lleva artículo. Hay un peligro para la comunidad, y se pide a
Dios que no nos deje ceder a esa tentación y que nos libre del Malo. Para interpretar este verso hay que ver si Mateo ha hablado
antes de "tentación". Y ha hablado una sola vez: cuando está Jesús en el desierto. De manera que la tentación genérica, cualquier
tentación, está en relación con el desierto, donde se habla del "tentador". Según Mateo, Jesús pasa en el desierto cuarenta días y
cuarenta noches sin comer, ayunando y, al final, siente hambre. Estos cuarenta días y noches hay que tomarlos como una cifra
tradicional, como un 'período' de tiempo: como se dice de Moisés y Elías que habían estado ese tiempo en el desierto, lo que quiere
decir Mateo, es que Jesús no es inferior a ellos; como Mateo tiene muy en cuenta el Antiguo Testamento, quiere dejar claro que la
figura de Jesús no tiene nada que envidiar a la de Moisés y Elías. Bien, pues después, en ese extremo estado de ayuno, Jesús vence
la tentación. Hay tres tentaciones, que son las mismas que se van a presentar luego a la comunidad cristiana. Por eso tenemos que
comentar las tentaciones de Jesús al comentar el Padre nuestro.
Primera tentación de Jesús: se le acerca el 'tentador ', el 'Malo', y le dice: "Si eres hijo de Dios, haz que estas piedras se
transformen en pan" . Y Jesús le contesta: "No sólo de pan vive el hombre, sino de cualquier palabra que sale de la boca de Dios" .
Y dice "el hombre" ç, no Jesús, ni el Mesías, sino cualquier hombre. Las frases con que contesta Jesús están tomadas del
Deuteronomio y se aplican a cualquier hombre. ¿Cuál es la propuesta del tentador?: que Jesús utilice sus cualidades, sus poderes, su
excelencia, en beneficio propio, sin tener en cuenta el plan de Dios : por eso Jesús le responde con el plan de Dios: ¡cuidado! , que
no se trata sólo de comer, hay un plan divino, el hombre no vive sólo de pan, sino de lo que Dios diga también: el hambre propia no
es el único elemento a tener en cuenta, sino cuál es el designio de Dios en este momento.
De modo que la primera tentación es el ateísmo práctico, no tener en cuenta el plan de Dios sobre los hombres y sobre
Jesús, sino satisfacer la necesidad propia, usando para propio beneficio las cualidades que se tienen. Pero, primero es el plan de
Dios, y luego... ya veremos si conviene hacer eso o no. Y esa tentación, prescindir del plan de Dios o ateísmo práctico, puede
venirle a la comunidad. Como está dotada de muchas cosas, porque tiene el Espíritu, las puede usar para su propio provecho y
prestigio, y no para ponerlas al servicio de los demás.
Además, como en este episodio habla de 'panes', está en relación con la llamada 'multiplicación' y reparto de los panes: no
se satisface el hombre con milagritos, usando esa cualidad para su propio provecho, sino compartiendo los panes, que es como
viene la saciedad de todos y la abundancia. Esto está en la línea de la primera bienaventuranza: el compartir es el designio de Dios,
no el usar los dones para el propio beneficio.
Segunda tentación de Jesús: En el evangelio de Mateo el diablo lo lleva al alero del templo y le dice: "Échate abajo,
porque está escrito que los ángeles cuidarán de ti, te cogerán en volandas y tu pie no tropezará contra ninguna piedra". El alero del
templo era sitio donde, según las fantasías del judaísmo del tiempo, se había de manifestar el Mesías. Ese desconocido que debía
venir echaría desde allí su proclama al pueblo, pondría en marcha su milagrería para vencer a los paganos, haría el juicio, etc. De
manera que, lo que se le propone a Jesús, es una manifestación mesiánica esplendorosa, aún más, asombrosa: porque dejarse caer
en el patio del templo, delante de la gente, es digno de prestigio. Pero Jesús le dice: "No tentarás al Señor tu Dios" . ¿Qué
tentación es ésta? Por un lado, la del prestigio, del relumbrón, de la apariencia (peligros de la comunidad cristiana); por otro, es la
irresponsabilidad. "No pasa nada, Dios se encarga de las consecuencias". Y no se encarga. "Tú tírate abajo, que ya está escrito que
los ángeles te llevarán en volandas". Pues esté escrito o no lo esté, eso no es verdad: eso es el providencialismo infantil. "Nada,
nada, Dios lo arregla todo". Y no lo arregla. Porque nosotros somos los responsables de nuestras acciones, conducta y actividad
como comunidad cristiana. El Señor está siempre con nosotros, pero no podemos hacernos irresponsables. "No, eso no cuenta; lo
que cuenta es lo que Dios hace": no es verdad, cuentan las dos cosas; Dios no trabaja sin el hombre, y el hombre no construye sin
Dios. Y esto es lo que el Señor dice en los cuatro evangelios: "Sin mí no pueden hacer nada" . Pero él no va a hacerlo: él ha hecho
lo suyo y ahora nos toca a nosotros. Hay una canción que dice: "Dios no tiene brazos, pero nosotros le damos los nuestros; Dios no
tiene pies, pero nosotros caminamos por él". Está la colaboración de Dios, su fuerza, su Espíritu, pero la responsabilidad es también
nuestra. La comunidad no puede ser atea -como dice la primera tentación-, pero tampoco puede ser irresponsable, infantilmente
providencialista y, mucho menos, relumbrona.
La tercera tentación de Jesús es la más grande. El diablo se lo lleva a un cerro altísimo y le muestra en un momento todos
los reinos del mundo con su gloria. La gloria es el esplendor. La gloria significa todo: riqueza, poderío militar, económico, etc. Y ya
no le llama 'hijo de Dios' , porque lo que le está proponiendo es que deje de serlo. Pero le dice: "Todo esto te daré, si me rindes
homenaje" . Le dará todos los pueblos, será el emperador universal. Eso era lo que se pensaba entonces: el Mesías judío debía ser el
emperador universal. Había varias concepciones del Mesías, pero la más común en tiempo de Jesús era que el Mesías sería el rey de
Israel y, además, sometería, a todos los pueblos paganos, que serían sus súbditos. Y el diablo le dice: "Con eso tienes seguro el
triunfo, el poder, el dinero, la gloria, el esplendor; todos irán detrás de ti. La gente lo que espera es eso: un Mesías poderoso, rico.
De modo que te aseguro la eficacia del Reinado de Dios. Así todo el mundo lo aceptará, pero con una condición: que me rindas
homenaje" . Y Jesús le contesta: "Vete, Satanás, porque está escrito: al Señor, tu Dios, rendirás homenaje y a él sólo prestarás
servicio" . Con esto está diciendo que, intentar propagar el Reino de Dios por medio del dinero, del poder, del dominio, del
prestigio, es servir a Satanás, no a Dios.
Eso se ve clarísimo aquí y es Satanás quien lo propone. El programa de Jesús es precisamente lo contrario, como lo ha
expresado su bautismo, que está inmediatamente antes. El está dispuesto a dar la vida con tal de salvar a la Humanidad. Dar la vida:
no apoderarse de la vida de los demás, sino dar la suya para ayudar al hombre a salir de su situación. Pero el diablo lo que dice es
que nada de dar la vida, que lo que le corresponde es la gran gloria, el ser rey del mundo.
Aquí están las dos concepciones para la comunidad cristiana y para cada cristiano en particular. Y para la Iglesia actual.
¿Cómo pretendemos propagar el Reinado de Dios? ¿dando la vida por los demás? o ¿dominando con el dinero, el poder, el
prestigio, etc?. Pues, ya sabemos la respuesta: la primera es la única que lleva al Reinado de Dios, la segunda lleva al de Satanás: y
Satanás, en el evangelio, es el símbolo del poder. El poder es tentador, porque crea la ambición del poder y todo hombre se siente
atraído por la ambición y el deseo de dominio. Todo lo que sea poder, ambición de poder, deseo de dominar, está en el campo de
Satanás: y éste es el enemigo, el adversario del hombre y, por lo tanto, de Dios. Los evangelistas traducen ese antiguo lenguaje en
el que Satanás (que aparece por primera vez en el libro de Job) es un nombre común, que significa el adversario en un juicio, el
contrincante delante del juez: de ahí se traslada a esa 'entidad' que aparece en el libro de Job como un ministro que forma parte de la
corte divina, que no se fía de los hombres y "arremete" contra ellos delante de Dios. Esa figura de Satanás deja más tarde de estar
en la corte divina, y bajo el influjo de los persas -que tenían dos principios: el del bien y el del mal-, convierten a Satanás en el
principio del mal, mientras que Dios es el principio del bien. Es otra concepción distinta. No se atreven los judíos a hacer lo de los
persas, el poner a los dos principios al mismo nivel (el dios del bien y el dios del mal), y ponen a Satanás como subordinado, pero la
concepción judía responde a eso.
Los evangelistas aceptan el símbolo, pero le cambian el sentido. Dicen: ¿Quién es verdadero y auténtico enemigo del
hombre, el que lo destroza, le impide el desarrollo y crecimiento como hombre, el dominio del hombre sobre el hombre: éste es el
Satanás: por eso es el TENTADOR. Los antiguos símbolos cambian de sentido.
Esta es la tentación para la comunidad cristiana. Por eso "líbranos del Malo": el "malo" es el poder. Y aquí, en este último
binomio: "no nos dejes ceder a la tentación, sino líbranos del Malo" está contenida la última bienaventuranza: "dichosos los que
viven perseguidos por su fidelidad, porque ésos tienen a Dios por Rey" . Aquí se trata del sistema: el malo son los sistemas del
poder, que no pueden tolerar la existencia de una comunidad alternativa de este género, que está negando los valores fundamentales
de una sociedad injusta. Y, entonces, viene la tentación porque, no sólo es la persecución abierta, sino también la seducción para
que los cristianos pasen a adoptar otra vez los valores de la sociedad.
Y ahora, después del Padre nuestro, el Señor insiste sobre el perdón, por lo importante que es: "Pues si perdonan sus culpas
a los demás, también su Padre del cielo les perdonará a ustedes. Pero, si no perdonan a los demás, tampoco su Padre perdonará sus
culpas". Esto lo anuncia como hecho. La razón es la que hemos visto antes: el que no es capaz de amar, es incapaz de recibir amor.
El Padre no puede darle su amor, porque está cerrado a él.
"Cuando ayunen..."
Ya hemos visto el Padre nuestro, que es una sección del Sermón de la Montaña, donde Mateo habla de las tres obras del
fariseísmo: limosna, oración y ayuno. Ya vimos la limosna y la oración -donde está incluido el Padre nuestro- y siempre estamos en
lo mismo: "No hagan como los hipócritas que lo que buscan con la fama de santidad es tener prestigio y dominio sobre el pueblo".
Ahora nos queda el ayuno. Mateo es el único evangelista que habla del ayuno, porque se enfrenta al ambiente fariseo. Pero
el punto de vista de Mateo es el amor . La limosna no se da por exhibicionismo, sino por amor a la persona necesitada: por eso es en
secreto. La oración -como ya hemos visto- significa petición y se hace a Dios por amor. El mismo Padre nuestro es una expresión
de amor a la Humanidad entera (las tres primeras peticiones) y a la comunidad (para que esté a la altura que le corresponde). Y, por
último, el ayuno, que también puede ser una expresión de amor. Aquí no se trata del ayuno que pudiéramos llamar higiénico: el que
se hace para tener la cabeza despejada o para adelgazar. Se trata de un ayuno que tiene alguna relación con el prójimo. En este caso
el ayuno es expresión de tristeza, que significa solidaridad con un dolor o con una muerte, porque ayunar en este sentido, es
acercarse a la muerte. Como el alimento es el factor indispensable para la vida, la renuncia al mismo significa que renunciamos, de
algún modo, a esa vida y nos acercamos a la muerte. Por eso, cuando hay un dolor grande, una desgracia grande, por solidaridad y
amor a esas personas, expresamos nuestro dolor ayunando, como podemos hacerlo llorando: "yo me hago solidario con ese dolor de
muerte, renunciando un poco a lo que a mí me da la vida": ese sentido tiene. Pero no se trata de exhibicionismo, sino de
demostración íntima de amor, que la ve el Padre, porque todo lo que sea amor que sentimos en el corazón, y que es el que nos lleva
a actuar de determinada manera, viene de él, ya que el Padre es amor. Leyéndolo así se entiende este pasaje del ayuno.
"Cuando ayunen..." No dice que hay que ayunar. Si uno quiere ayunar... Cuando ayunen. Por supuesto, excluye todo ayuno
obligatorio: es algo puramente voluntario.
"...no se pongan cariacontecidos, como los hipócritas, que se afean la cara para ostentar ante la gente que ayunan"
De hecho, cuando estaban de ayuno, no se afeitaban, ni se peinaban, ni se lavaban; iban desastrados para que la gente notara
que estaban ayunando.
"Ya han recibido su recompensa, se lo aseguro"
¿Qué buscaban? ¿la gloria de la opinión de la gente?: pues ya la tienen.
"Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para no ostentar tu ayuno ante la gente, sino
ante tu Padre que está en lo escondido, y tu Padre, que ve lo escondido, te recompensará"
La recompensa es siempre en Mateo la comunicación con Dios. Dios se comunica. El que eso hace en secreto (pues
exteriormente está más contento que nunca) por amor a alguien, inmediatamente consigue una mayor comunicación divina, ya que
está en sintonía con el Señor. Esta es la recompensa.
Con esto acabamos la sección de las tres obras de piedad, en la que Jesús fustiga violentamente la hipocresía farisea.
Naturalmente, entre los fariseos había de todo: gente mejor y gente peor, pero como tenían como dominador común la fidelidad a la
Ley, poniéndola por encima del hombre, aunque hubiera gente buena, supeditaban el hombre a la Ley, y con esto tenían una escala
de valores inversa. Pero para Jesús el hombre está por encima de todo, es el valor supremo, no hay ley que se ponga por encima, ni
se puede hacer daño a nadie en nombre de ley alguna.
Este legalismo es lo que los evangelios destacan de los fariseos. Eso pasa también hoy, que hay gente muy buena, pero si se
examina el fondo y se les pregunta "¿qué es lo que más vale: la ley o el hombre?", dirán que la ley. Lo que ocurre es que ese caso
extremo se presenta raramente pero, en última instancia, ellos estarían a favor de la ley. Eso se nota mucho cuando hay jerarquía:
suelen sacrificar al hombre para salvar la ley. Eso es lo ordinario. Porque la ley es la que les da seguridad, la que permite mantener
el orden: que un individuo se fastidie es menos grave que el que se venga abajo el orden que yo mantengo. Y aquí está la gran
revolución del Evangelio: que el hombre es un valor tan supremo que no hay nada que se le pueda poner por encima. Pero es un
principio que no lo aguanta ninguna sociedad: es sólo posible dentro de la sociedad nueva, del Reino de Dios, del grupo cristiano.
Como ya vimos la última parte del capítulo 6 (vv. 19-34), al hablar de la primera bienaventuranza, pasamos ahora a lo que
nos queda del Sermón de la Montaña. Son avisos a la comunidad cristiana. El Sermón está dirigido, en primer lugar, a los
discípulos, a los que han hecho la opción por Jesús.
"No juzguen y no serán juzgados, porque les van a juzgar como juzguen ustedes y, la medida que usen, la usarán
con ustedes" (7,1)
Tenemos siempre la cuestión del amor. "Juzgar" se refiere a un juicio condenatorio: condenar a otra persona, de tal forma
que puedas llegar a interrumpir la comunicación con ella. Aquí dice que Dios se porta con nosotros como nosotros nos portamos
con los demás. "No juzguen y no les juzgarán" : si ustedes aceptan a la gente, Dios les acepta a ustedes . "Y la medida que usen la
usarán con ustedes": la misma. ¿Qué quiere decir eso?: que nosotros podemos recibir el amor del Padre en la medida en que
nosotros demos amor a los demás: si nosotros nos cerramos al amor, no podemos recibir el amor del Padre: y cerrarnos al amor es
condenar a una persona, juzgarla de esa manera severa, como hacían los fariseos, que decían "éste es un impuro, un descreído, uno
que no cumple la Ley, que no tiene religión y con él no se puede tener contacto". Pues esto se dice a la comunidad cristiana.
Puede haber actitudes dentro de ella que sean parecidas a las de los fariseos. Y sabemos la tendencia que tenemos a juzgar y
condenar a los demás: es cosa, desgraciadamente, muy espontánea eso de criticar por dentro. Se manifestará o no luego, pero creo
que todos podemos confesarnos del juicio espontáneo negativo. Si eso se lleva a la práctica, interrumpe la relación con el otro y,
entonces, mala cosa: el Señor comenzará también a distinguir en ti y no te aceptará como eres, ya que tienes también muchos lados
negativos. Y no es que Dios se proponga hacer eso, sino que el que se cierra al amor con los demás, no puede, no tiene capacidad
para recibir amor. La 'cantidad' de amor que debemos recibir está en función de la que demos. "La medida que usen la usarán con
ustedes" . Por eso, aunque sea una tendencia muy común, que llevamos dentro como un lastre, hay que irla desechando: no
juzguemos negativamente.
"¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que tienes en el tuyo? o ¿cómo
vas a decirle a tu hermano 'deja que te saque la mota del ojo' con esa viga en el tuyo? Hipócrita, sácate primero la viga de tu
ojo; entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano"
La "viga" es la falta de amor. Ese es el gran defecto: cuando uno tiene esa perspectiva maldita para ver lo que son los
demás, esa intuición malvada, esa mala actitud, que supone una total falta de amor. Porque la lucidez esa no va más que al acto
mismo o a lo que a mí me choca en el acto de otra persona, sin considerar las circunstancias, el temperamento, la ocasión, tantas
cosas que hacen cambiar la naturaleza, incluso, del acto mismo. Esta falta de amor es la viga en tu ojo y por ella tú no puedes ver las
cosas como son, ya que el verdadero conocimiento se tiene a través del amor, no sólo a través de la cabeza. El que no ama no
conoce: no conocemos a una persona si no la amamos. Cuando la queremos, entonces empezamos a conocerla de verdad. Hay que
guardarse de esto: la viga en el ojo es la falta de amor. Y tú, que no tienes amor y no ves las cosas como son, ¿cómo te atreves a
reprochar un defecto a otra persona?: el defecto grande lo tienes tú, el defecto mortal de no tener amor. Y pone la palabra
"hipócrita" en paralelo con los fariseos: de modo que hay peligro también de fariseísmo en la comunidad cristiana, de los que se
creen buenos y van a corregir a los malos. No se puede corregir a alguien poniéndose uno en el papel de bueno: eso es muestra de
superioridad y falta de amor, porque el amor iguala. Lo que hay que hacer es tener un amor mayor, porque sólo a través del amor
podemos hacer juicios.
El segundo peligro de la comunidad cristiana es el juicio implacable estilo fariseo. Y ¿cómo podemos nosotros sabernos
buenos mientras los demás son malos?: no hay más que un criterio, el de la Ley; cuando hay una norma clara, se juzga todo con la
regla en la mano -sea la de Moisés, sean las de ahora-, basta con un texto que sea norma de moralidad, bondad y maldad: todo está
clarísimo. Y, si es un texto al que le damos valor divino, como los fariseos, que tenían claro quién era bueno y malo, pues la ley
estaba dada por Dios para que la cumplamos: como yo la cumplo, soy bueno, y el que no, es malo. Ya está dividida la Humanidad
en dos partes: en cuanto hay ley, se acabó la solidaridad humana. Por eso, Jesús lo primero que dice es "fuera la ley, las normas de
moralidad, bondad y maldad; hay bondad y maldad, pero están dentro y se ven por las obras, no por atenerse a normas: el que
muestra amor y obras de amor, no hay más". Por eso, aquí, al decir "hipócritas" -aludiendo a los fariseos- quiere expresar que
también dentro de la comunidad puede haber esas fidelidades a códigos, a leyes, a reglamentos con los que uno se siente tan seguro,
puesto que es observante. Y de la observancia, en sí misma, no dice nada Jesús: lo que hay que hacer es practicar el amor. Y la
práctica del amor muchas veces tiene que saltarse la ley, porque las leyes pueden ser, y son a menudo, un impedimento para la
verdadera práctica del amor.
"No den lo sagrado a los perros, ni les echen sus perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen y, además, se vuelvan y
los destrocen a ustedes"
Los perros y los cerdos eran animales impuros. Este perro no tiene nada que ver con el perro nuestro doméstico: era un
animal vagabundo, que comía carroña; y el cerdo ya sabemos que, en la cultura judía, era el animal impuro por antonomasia. Y
dice: "no den lo sagrado a los perros" : esto es un aviso de cautela. El cristiano vive el mensaje de Jesús, experimenta el amor del
Padre y quiere eso para la Humanidad entera. Naturalmente, él no excluye de su amor a nadie, pero tiene que ser prudente: debe
saber que no todo se puede decir a todo el mundo. "Lo sagrado" es lo de Dios. "Sus perlas" es lo mismo, pero desde el punto de
vista nuestro. Lo sagrado es lo que pertenece a Dios y nuestras perlas son nuestro tesoro. Perlas indica el gran valor: la experiencia
de Dios, del Espíritu, el nuevo amor, la nueva entrega : y eso no se puede echar a los animales impuros. En Mateo está el corazón
limpio o puro, y el impuro. El corazón limpio, el de las Bienaventuranzas, es el que no tiene segunda intención contra nadie y actúa
completamente abierto: nunca habrá que temerle zancadilla ni mala jugada; es la persona perfectamente coherente con su interior, la
transparente que, como no tiene mala intención, no busca su propio interés. En cambio, los que tienen el corazón impuro actúan con
mala intención; los que causan males a los demás por buscar su propio interés, provocan injusticias, hacen daño. Porque ya la
pureza no está en observar la Ley, en tocar lo prohibido: está dentro del corazón. Estar limpio o sucio -tener acceso a Dios o no
tenerlo- es algo que está dentro del corazón. Si el hombre está abierto a su prójimo, no busca intereses bastardos, está en sintonía
con Dios: y el que los busca, no está.
Esas personas, que están positivamente en actitud contraria al mensaje de Jesús, que no pueden tolerar el mensaje -porque
toca intereses suyos-, los que no pueden aguantar una propuesta como la del Evangelio, a ésos no hay por qué proponérselo. No hay
que decir: "yo digo a todo el mundo lo que pienso": pues, no señor, no hay por qué. La comunidad cristiana está dispuesta a aceptar
la persecución por su modo de vida, que provocará una molestia mayor o menor dentro de la sociedad (cosa que puede llegar a la
persecución violenta o, al menos, a ser una cuña); pero lo que no tiene que hacer es provocar eso por imprudencia, ni intentar
convencer a gente que se sabe que está en actitud completamente contraria y de modo consciente. Hay otro dicho en el evangelio de
Mateo, que dice: "Sean cautos como serpientes e ingenuos como palomas" : se decía que la serpiente, cuando la apaleaban, escondía
la cabeza (la parte más vital) y por eso tenía fama de prudente. Es decir, no hay que provocar situaciones extremas. "No den lo
sagrado a los perros, ni echen sus perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen y, además se vuelvan y les destrocen a ustedes" .
Primero, que no van a apreciar nada: lo que para ustedes es un valor supremo, para ellos es despreciable. No se puede proponer el
mensaje para que se rían: tiene que ser a gente que tenga cierta disposición a recibirlo, pero no a los que van a despreciarlo. Es
demasiado sagrado y valioso para eso. Además, es que, como eso "toca a lo vivo", puede ser que se vuelvan contra ustedes y los
destrocen. No hay por qué provocar la persecución.
Termina esta pequeña sección, vienen ahora unos avisos de peligros para la comunidad.
"Entren por la puerta angosta; porque ancha es la puerta y amplia la calle que llevan a la perdición y muchos entran
por ellas. ¡ Qué angosta es la puerta y qué estrecho el callejón que llevan a la vida! Y pocos dan con ellos" (7,13s)
Aquí está hablando de una ciudad, que tiene una gran puerta que da a la avenida principal, y por allí entra toda la población.
Pero en la muralla de la ciudad hay una puerta pequeñita, que no dice Jesús que sea difícil entrar por ella, nada difícil, lo que pasa es
que nadie se da cuenta de que está ahí. Hay que salirse de la masa que va hacia la puerta principal para entrar por esa puertecilla que
lleva a un callejón. Pero por ahí está la vida . "Pocos dan con ella" . O sea, aquí uno no puede dejarse llevar: para ser cristiano se
necesita una opción personal y salirse de la corriente. La puerta está ahí, pero ni se dan cuenta; aunque es pequeñita, por ahí se va a
la vida, y no hay dificultad.
En Lucas hay otra comparación que dice: "Forcejeen para abrirse paso por la puerta estrecha, porque les digo que muchos
intentarán entrar y no podrán" . Allí es difícil, pero estamos en Mateo y aquí no hay dificultad; lo que pasa es que todo el mundo va
tan encandilado con la gran manifestación que todos se dirigen hacia la puerta principal; y hay que salirse de la manifestación y
buscar el callejón. Vemos una vez más la personalización que hay en el Evangelio: cómo Jesús siempre apela a la decisión y a la
responsabilidad de la persona. La masa no es el Evangelio, pues éste necesita una opción personal que nos saca de la masa.
"¡Cuidado con los profetas falsos, ésos que se les acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces: por
sus frutos los conocerán; a ver, ¿se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos?
El profeta falso es uno que se presenta hablando en nombre de Dios, que propone doctrinas que son de Dios, pero esas
doctrinas son falsas: se presentan con una apariencia suave, con palabras dulces, se acercan con piel de oveja; pero por dentro son
lobos rapaces, van al grano, a lo suyo, a pesar de todas sus palabras. Aquí hay dos concepciones del actuar de las personas. Dice
Jesús: "¿Se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos?
"Así, los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos"
Para los fariseos, las obras, el actuar, formaban la actitud del hombre. Jesús dice que no: las obras, el actuar no son más
que el reflejo de la actitud interior; la actitud existe, y nuestras obras son el reflejo, la consecuencia, el efecto, la concreción de esa
actitud. Por eso, un árbol que está dañado no puede dar más que frutos malos, y un árbol que está sano dar frutos buenos. Quiera o
no quiera, porque no sale otra cosa. Y por eso un espino no da higos, ni una zarza uvas, porque no les sale de dentro, porque están
hechos para otra cosa.
"Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos, y todo árbol que no da fruto bueno
se corta y se echa al fuego. Total, que por sus frutos los conocerán"
Esto del árbol, que se corta y se echa al fuego, lo había ya dicho Juan el Bautista en el Evangelio de Mateo, cuando dice: "El
hacha está ya tocando la base de los árboles, y todo árbol que no da buen fruto será cortado y echado al fuego". ¿Qué significa esto
del Bautista? El hablaba contra los fariseos y significaba 'los que no aceptaban la enmienda que proponía, es decir, los que no
renunciaban a la injusticia'. Los fariseos, que eran los religiosos observantes, en el fondo no renunciaban a la injusticia: su vida era
una injusticia, dominando al pueblo. Y Jesús avisa de que se puede presentar gente de la misma calaña en la comunidad, gente que
no ha aceptado el mensaje, aunque venga con muchas protestas de ortodoxia y afirmando que dicen lo que Dios quiere. A pesar de
sus buenas palabras, esa gente es destructora, porque no ha aceptado las Bienaventuranzas: buscan el dinero, son sucios de corazón,
no se preocupan por el bien de los demás, no prestan ayuda, van a su interés: por fuera son pura ortodoxia: falsos profetas.
Y añade: "Por sus frutos los conocerán" . ¿Qué producen?. Aquí podemos ir un poco más al fondo. El hecho de que, lo que
una persona produce no sea más que el reflejo de lo que lleva dentro, quiere decir que, si una persona -hable como hable, se inspire
en lo que se inspire- lo que produce es tristeza, escrúpulos, miedo, inseguridad, desencanto, etc., esto, por mucho que lo adorne, no
puede ser de Dios. Vemos que está hablando de "fruto": lo mismo que antes decía que un padre le da a su hijo pan y otro le da
pescado -que producen vida en la persona-, aquí también se trata de "frutos", de algo que produce vida: de modo que el individuo
que, con su presencia, no produce vida es un falso profeta. El que ahoga la vida, la impide, crea malestar, lleva a todo lo contrario
de la libertad, la vida, la alegría o el amor, con sus palabras o hechos, ése no es de Dios, por muy profeta y observante que se
presente. Porque lo que hace no es más que reflejo de lo que lleva dentro. Aquí un matiz de apreciación subjetiva: la impresión que
causa una persona en un ambiente: si esa impresión lleva a mayor alegría, libertad, amor, etc., eso es de Dios; lo contrario, no.
Porque Dios es el que da la vida, y lo que se oponga a la vida, no puede ser del Padre.
"No basta decirme ¡Señor, Señor!, para entrar en el Reino de Dios; no, hay que poner por obra el designio de mi
Padre del cielo"
O sea, la piedad no basta; no es que sea mala. Hay que poner por obra el designio de Dios. ¿Cuál?: lo ha dicho en el Padre
nuestro: "realícese en la tierra tu designio del cielo" : la extensión del Reino de Dios en la Humanidad: el trabajo por la paz, la
felicidad del hombre. No bastan palabras devotas, sino una actividad real para hacer el bien al hombre. No basta la piedad para
formar parte de la comunidad, pues esa piedad puede ser verdadera o falsa. Las experiencias interiores de consuelo, alegría,
comunicación con Dios, perdón, etc., pueden ser verdaderas o ilusorias. ¿Cuándo sabemos que son verdaderas?: cuando se traducen
en conducta de amor al hombre. Hay gente de mucha oración y devotísima, pero si eso no se traduce en una entrega y acción, no
vale nada. No basta decir ¡Señor, Señor!
"Aquel día muchos me dirán: ¡Señor, Señor, si hemos profetizado en tu nombre, y echado demonios en tu nombre y
hecho muchos prodigios en tu nombre! Y, entonces, yo les declararé: nunca les he conocido. ¡Lejos de mí los que practican
la iniquidad! "
Es lo mismo de antes: el que hace muchas cosas extraordinarias, pero no las hace por amor a los demás, sino por interés
suyo. Dice Jesús "nunca les he conocido" : no tengo nada que ver con ustedes, a pesar de su apariencia cristiana; eso no sirve
porque no iba movido por el amor, no estaba en la dirección del designio de Dios.
Siempre volvemos al fondo del corazón: se pretende la limpieza del corazón, que se manifiesta en una actividad
completamente transparente en favor de los demás; si no, Jesús lo rechaza por viciado.
"En resumen: todo aquel que escucha estas palabras mías y las pone por obra se parece al hombre sensato que
edificó su casa sobre roca"
La casa representa al hombre mismo: uno construye su vida sobre roca, inamovible. Aquí aparece el éxito o fracaso
individual del cristiano: fundar sobre roca. Después vendrá la Iglesia, que estará fundada sobre la roca, que es la fe en Jesús, la
adhesión a él. Esto es el éxito o fracaso del individuo, de la vida individual, y lo otro será el éxito de la comunidad cristiana: por eso
están en paralelo.
"Cayó la lluvia, vino la riada, soplaron los vientos y arremetieron contra la casa, pero no se hundió, porque estaba
cimentada en la roca"
Alude con esto a las persecuciones y dificultades.
"Y todo aquel que escucha estas palabras mías..."
Todos las escuchan, unos y otros; pero la diferencia está, no en escuchar o no escuchar, sino en llevar a la práctica o no
llevarlas, cumplir las Bienaventuranzas o no cumplirlas.
"...y no las pone por obra, se parece al necio que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vino la riada, soplaron
los vientos, embistieron contra la casa y se hundió. ¡Y qué hundimiento tan grande!"
La ruina del hombre. Porque no basta decir ¡Señor, Señor!. Jesús no quiere admiradores, sino seguidores . El que le sigue es
el que construye sobre roca, y eso no lo tumba nadie. El que sólo escucha y admira es un necio que, en cuanto llega la dificultad, se
viene abajo.
"Al terminar Jesús este discurso, las multitudes estaban impresionadas de su enseñanza, porque les enseñaba con
autoridad, no como sus letrados. Y, al bajar del monte, lo siguieron grandes multitudes de gente"
19. CONCLUSION:
COLOQUIO SOBRE EL SERMON DEL MONTE
Cuando la tentación de los panes, parece que Jesús está pasando hambre de verdad.
Eso es metafórico y sólo aparece en Lucas: es hambre de entregarse; por eso el pan que le ofrece el Malo no le sirve, el suyo
sí que le sirve.
¿Podemos esperar que el Reino de Dios llegue a su plenitud al fin de los tiempos, por intervención divina o,
simplemente, por evolución?
En los evangelios no se anuncia ninguna intervención divina milagrosa o espectacular. La historia la va haciendo el hombre,
con el Espíritu de Dios. El hombre ha sido hecho dueño de su vida, y la comunidad cristiana dueña de su vida y actividad. No es el
Señor el que está diciendo continuamente lo que tenemos que hacer, sino que colabora con nosotros. La cosa es tan nuestra como
suya. Es una evolución, como el mismo Señor nos lo dice en la parábola del grano de mostaza o en la de la levadura. Las parábolas
son de desarrollo, algo progresivo. Que eso llegue a la Humanidad entera yo creo que no depende de Dios, sino de nosotros y, no
sólo de nosotros, sino de la libertad humana, pues si los hombres no aceptan...No creo que se pueda pensar en un estado definitivo y
perfecto en este mundo, porque la libertad del hombre siempre puede decir que no. Por tanto, sería ilusorio que algún día toda la
Humanidad esté entregada a este ideal. Nadie nos garantiza que alguno no diga que no. Una plenitud total, una sociedad completa-
mente nueva en este mundo no parece factible. Al menos, los evangelios no hablan de eso, sino de que este Reinado de Dios, que
se va realizando aquí, pasa a través de la muerte y va teniendo su estado definitivo más allá.
¿Cómo habría que interpretar el pecado en los Evangelios?: porque siempre se nos ha dicho que el pecado es una
transgresión de las leyes de los Diez Mandamientos.
Se pueden dar varias formulaciones de lo que es el pecado. Una de ella es "la injusticia". Cuando habla el Bautista de su
bautismo "en señal de enmienda, para obtener el perdón de los pecados", eso es la injusticia. Pero hay otra formulación más
profunda, que es la de Juan. Para él el proyecto de Dios es que el hombre tenga la plenitud de vida. Por lo tanto, el pecado es
"suprimir la vida" en cualquier momento, en sí mismo, en los demás. Y, como vida significa libertad y amor, como base, todo lo
que sea suprimir eso -o hacer el contra-amor, el odio, la opresión- eso es pecado. Esta es la formulación más profunda que yo he
encontrado en el Nuevo Testamento. Y "pecado" quiere decir que eso va contra el plan de Dios, que contradice lo que Dios quiere.
Y también, hacia los demás: toda opresión, toda injusticia. Dice Jesús: "...el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" : no
hay más que un pecado: es esa actitud a reprimir o suprimir la vida: y de esa actitud interior nacen los actos concretos, que se
llaman los pecados. Los pecados ya no son actitud. La actitud es el pecado, y desde esa actitud, en cada circunstancia particular,
irán saliendo injusticias concretas males y daños concretos. Y vida es amor, libertad, solidaridad. Pecado es suprimir eso.
Por el contrario, enfrente de ese pecado está el amor: el mandamiento de Jesús, que es el Espíritu. El quita el pecado del
mundo dando el Espíritu, que es libertad y amor. Actitud opuesta a la del pecado: suprimir vida - comunicar vida. Y, de ese amor,
que es el mandamiento, salen los mandamientos de Jesús: ¿cuáles?: nunca los nombra, claro! Esa actitud irá actuando ante las
exigencias concretas de la realidad, y esa exigencia de la realidad se convierte, para el que ama, es un mandamiento.
¿Se puede hablar de "adultez cristiana" en aquellas personas que voluntariamente entran en una comunidad
religiosa y se someten a un código duro de conducta, anulando a veces su propia libertad? ¿Y se puede decir "no hago
esto", aunque esté en el reglamento?
Pregunta importante. Ha habido una interpretación un poco peculiar en esto de la obediencia, religiosa o eclesiástica. Jesús
nunca habla de obediencia: esa palabra no aparece en ninguno de los cuatro evangelios. Aparece el verbo "obedecer", pero referido
a un demonio, al mar, a la higuera, nunca a los hombres. No entra en el vocabulario de Jesús, como es natural, porque él viene a
proponer una sociedad de iguales, y no puede haber uno que mande más que otro.
La vida monástica, de la que deriva la vida religiosa, no es propiamente cristiana: es anterior al cristianismo; existía en la
India, entre los judíos y en otras partes. Y entonces "se bautiza" esa vida de algún modo, y se toman categorías que no son
específicamente cristianas, entre ellas eso de la sumisión a un superior. Recordemos que Jesús dice a sus discípulos "Les conviene
que yo me vaya" , precisamente por eso; o sea, 'mientras esté yo aquí, ustedes nunca actuarán con su propia responsabilidad,
porque mi presencia física es demasiado; les conviene que yo me vaya, porque entonces actuarán por el Espíritu que les voy a dar, y
eso es de ustedes; su adultez exige que yo me vaya'.
Pero dentro de la órdenes religiosas eso se ha interpretado de diferentes maneras. Por ejemplo, un autor jesuita italiano,
Gallardi, del s. XVI, escribió: "para el profeso no existen las reglas": no está sujeto a ninguna regla. Este autor, que es un espiritual
muy conocido en la Compañía de Jesús, había comprendido que quizá, en la época de la formación, era necesario, pero que, cuando
el hombre llega a su adultez- que sería la profesión religiosa- tiene que actuar por su espíritu interior. De manera que, aun dentro de
una orden tan estricta como es la Compañía (San Ignacio se convirtió en "doctor de la obediencia") se entendía esto así. Hoy la cosa
cambia. Muchas de esas órdenes se han fundado en una época en la que la jerarquización social era un fenómeno tan introducido en
cada uno de los individuos, que se pensaba en esas categorías y no se podía pensar en otras. Por ejemplo, San Benito nace en una
época de una anarquía total en Europa, que se está deshaciendo con la invasión de los Bárbaros, hasta el punto de que el Papa toma
el gobierno de Italia, porque aquello era un caos; y, claro, ante esa situación, la reacción es que tiene que haber alguien que tome el
mando. Ignacio de Loyola era un hombre que había sido militar y, sin embargo, cuando escribe los Ejercicios no habla de
obediencia allí. Y, cuando funda la Compañía, en el primer grupo de los compañeros en París, no hay ninguno que sea superior.
Van a Roma y allí le quieren imponer que tengan un superior, y se pasan quince días pensando si conviene o no conviene. Es decir,
que la cosa no estaba nada clara para Ignacio y sus compañeros. Luego, como Roma era completamente jerárquica, aceptaron. Pero
ellos no tenían la intuición inicial de eso para la Compañía de Jesús.
De manera que es una cosa delicada. En el Evangelio la formación no se hace a través de la disciplina. Eso está clarísimo en
aquella pregunta que le hacen a Jesús: "los discípulos de Juan el Bautista y los discípulos de los fariseos ayunan" , tienen una
disciplina, les imponen unos ayunos periódicos que tienen que observar en días precisos, tienen días de oración establecidas, etc.,
"pero tus discípulos no tienen nada de eso" . Es decir, tú no eres un maestro espiritual serio. Y Jesús contesta: Mi presencia
significa alegría y el ayuno es signo de tristeza; por tanto, mientras yo esté aquí, no hay ayuno. "¿Cómo pueden ayunar los amigos
del esposo mientras el esposo está con ellos?" . Se entiende que es la fiesta de la boda, el banquete, y ¿quién va a ayunar en una
fiesta de bodas?. De manera que aquí lo que hay es alegría, libertad absoluta y una adhesión incondicional a Jesús: y esa adhesión a
Jesús es la que lo canaliza todo, pero no se impone. Cada uno, según las necesidades que experimente para la eficacia de su misión,
sabrá de lo que tiene que privarse o a lo que tiene que obligarse. Son las autodisciplinas que uno se impone para la mayor eficacia,
no porque eso me ponga mejor con Dios. De modo que, en función de la misión que cada uno tiene, pero nunca por una disciplina
impuesta desde fuera. Afortunadamente, creo que la cosa está cambiando, gracias al influjo de la sociedad que nos circunda.
Aumenta el sentido de la libertad y la autodeterminación, y va entrando en los noviciados. Hay que enfocar la formación, no por la
represión, que es la disciplina, sino por la canalización de la amistad o adhesión a Jesús. Todo lo demás se canaliza por ahí y no se
reprime la vida. La vida cristiana en su expresión máxima (si es que hay máximos en este punto) tiene que ser de alegría,
comunicación, facilidad; y ocurre que muchas personas, que se han sometido a grandes accesis y disciplinas, no presentan este
aspecto; ¿qué pasa?: que algo falla; que ese Espíritu no les ha llevado al desarrollo a que normalmente lleva el Espíritu; ¿a qué se
debe?: a esa represión.
Creo que es recíproca esa tentación: por parte de la sociedad injusta que trata de influir en el cristianismo para que
se integre en sus valores; y, por parte de la comunidad, que muchas veces pretende que, los que no son cristianos, lo sean a
la fuerza.
Efectivamente, "hemos metido la pata" en la historia muchas veces, ejerciendo el dominio sobre los demás, como en el caso
de las Cruzadas, el ir a quitar la vida por defender unos lugares: ¿qué importa un sitio, al lado de la vida de un hombre?. Además, en
el Apocalipsis se dice: " La ciudad, ésa que en lenguaje profético se llama Sodoma y Egipto -Sodoma, la ciudad maldita, y Egipto,
la ciudad de la opresión- donde fue crucificado el Señor de la gloria": eso es Jerusalén para la comunidad, de modo que no hay tanta
devoción por los lugares santos; ya no hay lugares santos; lugar santo es donde está el Señor y eso es todo el Universo.
Si el amor de Dios no nos transforma el corazón ¿podremos amar, sobre todo al enemigo?
El mismo paso de ser cristiano es que Dios nos cambia, aunque hay una opción libre del hombre antes de todo. Como hizo
Jesús: él se bautiza, y eso quiere decir "estoy dispuesto incluso a dar la vida por los hombres, por librarlos de la injusticia y la
opresión". Y, ante ese compromiso, viene el Espíritu. Esto nos pasa a nosotros, no con la intensidad de Jesús. Pero, si lo hacemos,
ya está todo hecho: tenemos el testimonio del amor dentro, y ya con eso amamos a los enemigos y a quien sea.
Pero eso es muy difícil: puedo decir que sí, y cambiar luego.
Eso pasa a todos. Lo del amor a los enemigos, que lo dice Mateo, es la manera de parecerse al Padre. Mateo cambia en este
punto la doctrina de la perfección. La perfección aparece en la evangelios sólo dos veces, y las dos en Mateo. Los demás no hablan
de eso, porque a Jesús no le interesa. Mateo lo pone porque está atacado por los fariseos y ellos ponen la perfección en la
observancia de la Ley. Mateo le cambia el sentido y dice: "Sean perfectos, como es perfecto su Padre del cielo" . ¿Cómo es perfecto
Dios?: porque ama a los buenos y a los malos, manda la lluvia sobre los justos e injustos, hace salir el sol sobre unos y otros; porque
Dios no discrimina: éste es el Padre del cielo. Por lo tanto, la perfección ya no está en observar ninguna ley, sino en ser capaz de
tener un amor que no discrimine. Ahora, el amor tiene muchos grados: una cosa es el amor "de afecto", que es superior, más
perfecto, y otra el amor a "un enemigo": el Señor no puede mandar que sintamos por éste cariño volcánico. ¿Qué significa,
entonces, el amor?: no desearle mal, desearle bien y echarle una mano, si se presenta; no incluye la afectividad, porque sobre los
sentimientos no manda nadie. En la acción sí hay libertad, y ahí es donde tiene que notarse.
En esas otras comunidades, no cristianas, que cuestionan la sociedad ¿se manifiesta también Dios?
Habría que verlas: si realmente se quieren y se entregan a los demás ahí esta el Espíritu de Dios. El amor procede de Dios,
esté donde esté, se sepa o no se sepa. Eso lo dice Juan en la primera carta: Dios es amor y todo amor procede de él. Que lo sepa o le
llame "Dios" es secundario.