Rafael Barrett - La Puerta

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La Puerta

Rafael Barrett

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Texto núm. 6079

Título: La Puerta
Autor: Rafael Barrett
Etiquetas: Cuento

Editor: Edu Robsy


Fecha de creación: 13 de diciembre de 2020
Fecha de modificación: 13 de diciembre de 2020

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La Puerta
—Sí… ¡márchate! ¡Déjame en paz!

—Alberto… ¿es posible?

Al verla tan débil, tan rubia, tan suave, un malvado deseo le hizo repetir:

—¿Qué?… ¡Que te vayas! ¡Que no vuelvas!

La arrojó del gabinete, y cerró la puerta.

Una satisfacción ácida alegraba sus venas de macho fuerte.

Había sentido bajo sus dedos, que mordían, doblarse la carne infantil y
temblorosa de la mujer, y había mirado aquel cuerpecito estrecho, otras
veces palpitante de caricias largas, desvanecerse lánguidamente en la
sombra. Y como un eco salvaje oía aún el latigazo de su propia voz:

—¡Que te vayas! ¡Que no vuelvas!…

Pero también comenzó a oír lamentos que subían en su conciencia… ¿A


ella, a su Mari, tan dulce, había él tenido valor de castigarla? ¿Y por qué?
¿Por qué, en medio de una disputa cariñosa y abandonada, le había
ahogado de repente el ansia feroz de hacerla sufrir, de estrujar el
corazoncito adorado? Y una gran extrañeza, una gran claridad, surgió de
pronto.

No, no la amaba ya. Todo había acabado. Todo había muerto.

Se quedó contemplando la alta puerta inmóvil, y le pareció que no se


abriría jamás.

Detrás de la puerta, apretándose el pecho con las manos moribundas,


Mari escuchaba. Era muy de noche. Por las piedras de las calles se
arrastraban los pasos de algún mendigo.

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Mari le envidió no tener más que frío y hambre. Ella tenía un horrible frío
en el alma. Percibió ruido de papeles, de hojas de libro que se pasan…
«Está trabajando…», pensó. «Ahora se levanta, se pasea… viene». Mari
no podía respirar. «Se va. No abre». Los pies crueles de Alberto iban y
venían, sin pararse, a la puerta, sin querer llegar hasta aquella
desesperación muda, llevando la limosna de paz… Y las lágrimas brotaron
sin fin, brotaron quemadoras de la fuente invisible, mojando en la
obscuridad el rostro tibio, pegado a la puerta inmóvil… Y Mari se dejó caer
poco a poco al fondo de su dolor…

Las horas aprovechaban el negro silencio para huir, empujándose las unas
a las otras, y Alberto, borracho de sueño y de tristeza, se decidió a abrir.

Mari, desplomada en el suelo, se había quedado dormida. Él levantó la


hermosa cabeza de oro, empapada en sudor y en llanto, y besó los cálidos
ojos entreabiertos.

A la luz de la lámpara aparecían algunas arrugas junto a la boca


atormentada, de donde salía un vago perfume de muerte.

Entonces el hombre tomó a la niña en brazos y pasaron la puerta para


entrar en el amor verdadero, hecho de tinieblas, de angustia y de llamas.

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Rafael Barrett

Rafael Barrett, de nombre completo Rafael Ángel Jorge Julián Barrett y


Álvarez de Toledo (Torrelavega, Cantabria, España, 7 de enero de 1876 -
Arcachón, Francia, 17 de diciembre de 1910) fue un escritor - narrador,
ensayista y periodista- que desarrolló la mayor parte de su producción
literaria en Paraguay, por lo que es considerado una figura destacada de la
literatura paraguaya a principios del siglo XX. Es particularmente conocido
por sus cuentos y sus ensayos de hondo contenido filosófico, exponente
de un vitalismo que anticipa de cierta forma el existencialismo. Conocidos
son también sus alegatos filosófico-políticos a favor del anarquismo.

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