7 Pasos para Educar Hijos Felices
7 Pasos para Educar Hijos Felices
7 Pasos para Educar Hijos Felices
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Gabriela Ciucurovschi
Índice
Prólogo
1. ¡Un buen modelo a seguir!
2. Un ser único
3. Las costumbres, nuestra segunda naturaleza
Nuestro alimento de cada día
Los pensamientos, otra clase de alimento
Las elecciones
4. La disciplina
5. Los ingredientes de una vida feliz
El perdón
El amor incondicional
La oración
Los valores
6. “Los pecados” que no perdonan a nadie
El miedo
La ira
La culpa
La envidia y el odio
El orgullo
El juicio crítico
Sobre “pecados” y sus consecuencias
7. Ser padres
Sigue tu intuición
Una experiencia para toda la vida
El sacrificio de los padres
El conflicto entre generaciones
La relación entre generaciones
La herencia que dejas
Agradecimientos
Prólogo
Cada uno lleva su infancia como un cubo volcado en la cabeza. (…) su contenido nos vierte
encima la vida entera, por mucho que cambiemos de ropa…
El camino de Conrad Castiletz
Heimito von Doderer
Cualquier padre quiere lo mejor para su hijo. Empezando por este deseo
y hasta su materialización en la vida del niño tienes que recorrer un largo
camino, en el que tus acciones pueden contribuir en la realización de dicho
deseo o no.
Al comienzo de la relación con tu hijo hay una intención positiva. Las
intenciones positivas son un valor en sí, pero cuando se trata de tu propio
hijo lo que más te interesa es el resultado final. ¿Cuál es ese bien que tú
deseas para tu niño? ¿Tus acciones realmente contribuyen a lograrlo?
¿Cómo se revela para el niño mismo?
Y tienes tantos deseos para tu hijo. Desgraciadamente, no siempre te das
cuenta a tiempo que debajo del alud de cosas que anhelas para él, destaca
una esencial: su felicidad. Por lo general, quieres que esté sano, que tenga
buenas notas, que sea obediente, quieres que llegue a ser alguien, que
tenga un oficio, etc.
Una persona feliz es una persona realizada. Es una persona que goza la
vida tal como es, con todos sus altibajos.
Sin embargo, la llave de la felicidad está en la infancia. Nuestra
capacidad de ser felices y sentirnos satisfechos se halla en las cosas que
acumulamos en dicho período, especialmente en los primeros años de la
vida.
Las cosas asimiladas en aquel entonces representan la base de nuestra
vida. El sello que los padres dejan en sus niños mediante la educación que
les ofrecen, los valores que transmiten o a través de la relación que traban
con ellos, resulta esencial para los adultos venideros.
Cualquier niño aspira a ser amado y quiere recibir la aprobación de sus
padres. Indistintamente de la edad que tenga, sean 20 o 50 años, la relación
con sus padres y todo lo que ellos sembraron en su alma lo va a acompañar
durante toda la vida. Esta relación influye en el nivel más profundo de su
vida interior y dirige, mediante vías ocultas, su ser entero.
Acercándonos a la perspectiva opuesta de la relación padres-hijos, o sea
al papel que el niño desempeña en nuestra experiencia como padres, no
voy a mencionar más que esto: él es el espejo de nuestro devenir. Es la
dicha única, alcanzada mediante la crianza de un alma con nuestro amor y
sabiduría; y para que un niño se convierta en un fruto bello y maduro, las
raíces que echa tienen que ser también bellas y maduras.
Los estudios de psicología, la experiencia de ser madre y la constante
preocupación por la naturaleza humana me hicieron percibir, hace muchos
años, el impacto que la relación con los padres llega a tener en el niño a
nivel consciente y, más notable aún, a nivel inconsciente. Es decir todo
aquello que los padres le transmiten subliminalmente a través de su
actitud, conducta y pensamientos.
El libro te ayuda a tomar conciencia del impacto que tienes como madre
o padre en la evolución de tu hijo y también en su felicidad. Te ayuda a
rasgar capas de condicionamientos y a ver las cosas en su esencia. Y la
mayoría de ellas son cosas que ya conoces o que sientes, pero que se te
olvidan en el transcurso de la vida, cuando uno está propenso a descuidar
sus prioridades.
Es posible que no percibas un gran provecho de este proceso. No
obstante, una vez que tomas conciencia de algo las cosas a tu alrededor
empiezan a mudar. Tus reacciones no seguirán siendo las mismas, porque
ahora ya puedes intuir su efecto, que muy probablemente no deseas.
No pienses ahora que todo el futuro de tu hijo depende únicamente de ti.
Todo lo que le ofreces, en tu calidad de madre o padre, pasa antes por el
filtro de la personalidad del niño. Y dicho filtro ya no depende de ti. De ti
solamente depende la materia prima. Tu deber consiste en que esa materia
prima, elaborada por la personalidad de tu hijo, sea sana y hermosa.
No dejes que te inquiete el pensamiento de que no eres perfecto. Nadie
lo es. Pero siempre hay una manera de hacer las cosas mejor.
Ser padre no es el más simple de los oficios. Por eso mismo muchos
padres querrían saber más cosas al inicio del proceso de crianza y
educación del niño. Sin embargo, este oficio se aprende especialmente
viendo y obrando. Los padres crecen a la vez que su hijo. Padres e hijos
nos desarrollamos juntos. La dirección es la que realmente importa.
Y para que no pierdas la dirección correcta, es imprescindible que veas
las cosas en su conjunto, y comprendas los mecanismos y las leyes
universalmente válidas que dirigen la vida de todos nosotros, sin que
podamos influir en ellas. Una vez consciente de todo ello, podrás ser la
madre o el padre que deseas ser y apoyar a tu hijo a lo largo de su
evolución, para que se convierta en la persona que anhela ser.
La experiencia de cada vida es única. Hay, sin embargo, un denominador
común que nos puede ayudar a descifrar los resortes del alma humana. En
todas partes, las personas acarrean consigo su propia historia: sus penas y
alegrías, sus temores y frustraciones, sus deseos y necesidades. En el
centro de su propia historia gravita la relación con su madre y con su
padre. Y todo arranca aquí.
1.
¡Un buen modelo a seguir!
¡Los padres comen uvas agrias
y a los hijos se les destemplan los dientes!
(Refrán)
Hay que ser consciente del hecho de que lo que haces, lo que piensas y
decides para tu vida, supone una gran responsabilidad sobre los hombros
de cada uno. Resulta mucho más simple echar la culpa al destino en vez de
pensar dónde podrías haber actuado de otra manera para que el resultado
fuera diferente. Está claro que no podemos explicar absolutamente todo lo
que ocurre en nuestras vidas, pero la mayoría de las cosas, si observamos
con atención, se relacionan con lo que hicimos o pensamos en cierto
momento.
Ayuda a tu hijo a que descubra esta responsabilidad y no te arrepentirás.
Así le empujarás a que preste atención y que no le resulten indiferentes las
elecciones que hace. Ayúdalo a descubrir la vida en todo su conjunto.
Ayúdale a ver las cosas a largo plazo. A veces, lo que a corto plazo puede
resultar doloroso, a largo plazo puede traer muchos beneficios.
4.
La disciplina
La suerte solo aparece ahí
donde hay disciplina.
(Refrán irlandés)
Todos nosotros, adultos y niños, amamos la libertad de hacer lo que
queremos. No obstante, sin la existencia de ciertas reglas no podríamos
convivir. Si las entendemos, aceptamos e interiorizamos, las reglas nos
pueden simplificar la vida dentro de la sociedad.
Con respecto al cumplimiento de la vida social y sus reglas tengo una sola
enmienda: cualquier regla hay que pasarla antes por el filtro de tu
pensamiento y sentimiento. Porque además de aquellas reglas destinadas a
facilitarnos la vida, hay también un montón de desvíos. No te agobies ni a
ti ni a tu hijo con esas reglas de sobra que nada bueno conllevan.
Ello significa que si él no quiere, no hay que forzar a tu hijo a que haga
ciertas cosas únicamente porque son del agrado de los adultos. Por
ejemplo, obligarle a que recite el poema aprendido en el colegio ante los
invitados sólo para demostrar su buena educación. Claro que resulta muy
satisfactorio ver que nuestros hijos están acumulando información y
pueden expresarla de una manera personal. Sin embargo, no es beneficioso
para el niño forzarlo a que haga algo sólo para complacer a alguien.
Muchos padres amenazan a sus hijos con el “coco” o con “el hombre
del saco”, o con otros personajes que le asustan. Y todo eso para
apremiarlo a que haga algo que no desea realizar por las buenas. Muchas
veces los padres fatigados y atormentados recurren a estos trucos para
obtener la obediencia del niño, pero sus efectos resultan asoladores
psicológicamente. Obtener algo de tu hijo a través de la fuerza o el miedo
significa abrir la puerta a sus desasosiegos futuros. Realmente no resulta
fácil obtener lo que quieres de él, sobre todo cuando él se pone más terco
que una mula y tú crees que lo estás haciendo por su bien. Es
imprescindible que reflexiones bien para encontrar una solución. Por
ejemplo, puedes recurrir al método de quitarle un capricho.
Dicen que del miedo nacen monstruos. Estos monstruos se refugian
dentro de nosotros, devorándonos la paz interior y limitándonos para
experimentarnos a nosotros mismos.
No siembres el miedo en el alma de tu hijo solo por el deseo de protegerle
la vida (o de controlársela).
Resulta más sano enseñarle a protegerse de los eventuales peligros que
sembrarle el miedo.
La manera más eficiente de combatir sus miedos y desasosiegos es gozar
de la vida junto a él. La alegría y el goce eliminan los miedos que son
propensos a inmiscuirse dentro del alma de tu hijo.
Ten cuidado con las cosas que dices delante de él, con los cuentos e
historias que escucha y cuyo final dramático le puede despertar la
imaginación pero al mismo tiempo desencadenar el miedo.
No recurras a los miedos de tu hijo para controlarle o para manipular
sus emociones. Las afirmaciones del tipo “¡Si yo me muero, se quedarán
con el agua al cuello!”, hechas solo por el deseo de los padres de ser más
valorados por los demás, no traen ningún beneficio ni siquiera al que lo
dice.
El niño tiene una capacidad mucho más fuerte que el adulto de ver, de
imaginar cosas. Para él la palabra se traduce antes en imagen y su
imaginación puede trabajar sin límites.
Si no estás completamente convencido, haz un inventario con todos tus
miedos y ansiedades. Intenta escribirlo en un papel y luego imagínate
cómo podría ser tu vida sin ellos. ¿Sientes ya su liberación? ¿Sientes lo
bella que es tu vida y todas las cosas que ves, sientes, oyes y pruebas?
La mayoría de los miedos se vinculan a los eventos potenciales, cosas
que tememos que puedan ocurrir en un futuro más próximo o más lejano.
Las cosas que tememos están en el futuro, no podemos saber a ciencia
cierta si van a pasar o no, pero el miedo que experimentamos está en el
presente. Y de hecho nosotros vivimos en el presente a través del miedo
todas esas cosas que aún no han ocurrido. Y de una manera u otra con el
pensamiento o con el hecho, las atraemos a nuestras vidas. Por eso el
dicho “mal que uno teme, de ése se muere”.
La actitud ante los demás. Enseña a tu hijo a que trate a la gente con
indulgencia, a que comprenda el hecho de que la gente es diferente, y que
cada uno actúa también de manera distinta. Esto no significa que uno actúe
bien y el otro mal, sino solamente que sus acciones son diferentes y,
mientras no perjudiquen a nadie, la gente tiene la libertad de manifestarse
tal como quiere.
Sigue tu intuición
Por mucha información que tuvieras acerca de qué es lo mejor para tu
hijo o por mucho que leyeras acerca de ello, lo más adecuado para él sale
de tu alma. Ninguna estadística y ningún estudio, por muy complejos que
sean, podrá revelarte a tu hijo. Solamente tú, con tu corazón de madre o
padre, lo puedes percibir.
Presta atención a aquello que te dice la intuición de madre o padre y no
permitas que la tapen las normas, los dogmas y los principios que pueden
ser versátiles.
El lazo entre tú y tu hijo es muy fuerte, duradero e indestructible que
empezó con tu deseo de tener un hijo y que es imperecedero.
¡Sigue tu intuición!
A lo largo de tu evolución como madre o padre te confrontarás con un
montón de opiniones acerca de cuál es la mejor manera para criar a un
niño. Toparás con incontables técnicas a través de las cuales puedes
obtener lo que tú más quieres para él. Pero no olvides que ningún método,
por muy bueno que sea y por muchos resultados favorables que haya
obtenido con el tiempo, no puede ser aplicado sin más, sino que hay que
adaptarlo tanto a la personalidad del niño como al contexto mismo. Juzga
las cosas con tu corazón.
Una experiencia para toda la vida
Ser padres es una experiencia única. Una experiencia que sobrepasa los
confines estrictos del crecimiento y la educación de un niño. Es un acto de
creación, una vivencia intensa, un proceso del desarrollo en el que tú
evolucionas junto con tu hijo.
Aquello que tú eres se reflejará en tu hijo, y lo que él es se reflejará en
ti. Tu personalidad y conducta le guiarán hacia una dirección u otra. Y sus
acciones tendrán un eco en tu alma. Nada de lo que él hace será neutro
para ti.
Y a pesar de todo, no olvides el hecho de que sois dos vidas distintas. No
te concentres en tu hijo y obstaculices la evolución de tu vida. Tú creces
junto a él como las ramas de un árbol. Y este crecimiento se vincula con
todo aquello que tú deseas hacer en la vida, con tus aspiraciones, pero
sobre todo con tu interior, porque aquí arranca todo. Desde el interior
hacia afuera. Tu evolución representa un acto de vivencia interior, una
guerra ganada contigo mismo.