Aguinaldo 2023 Es 1
Aguinaldo 2023 Es 1
Aguinaldo 2023 Es 1
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estamos implicados y donde la gran mayoría de sus miembros está
constituida por laicos, hombres y mujeres, de un gran número de naciones
de todos los continentes. Esta multinacionalidad que nos distingue es ya en
sí misma un don y una responsabilidad que no podemos eludir. El hecho
de encontrarnos tan ricos en culturas y tan capilarmente presentes en el
mundo es fruto de la historia de misión y de carisma, en la que hemos sido
engendrados, ambos dones del Espíritu. El ser juntos pueblo de Dios (laós
= pueblo, de donde viene «laico», es decir, miembro del pueblo) por el bien
de los jóvenes del este al oeste del globo, del sur al norte, está en plena
sintonía con lo que la Iglesia pide insistentemente desde hace tiempo, y eso
es lo que el mundo fragmentado necesita cada vez más.
Y los consagrados en la Familia Salesiana estamos igualmente
invitados a ser «levadura en la masa del pan de la humanidad» y a vivir unos
con otros, dejándonos enriquecer por la laicidad evangélica de tantos
hermanos y hermanas. Con ellos compartimos la mayor parte de los días.
La secularidad está ya en el ADN de las consagradas y de los consagrados
salesianos, tal como fueron generados en la Familia a la que Don Bosco dio
vida en el primer Oratorio. Hemos nacido con esta intensa cercanía e
intercambio entre estados de vida y vocaciones. Para decirlo en pocas
palabras: estamos llamados, como Familia, a darnos y a complementarnos
mutuamente.
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Es Jesús mismo quien actúa como levadura entre la gente más común,
entre los pobres y los enfermos que necesitan curación. «Él los curó a todos».
Es un rostro «laico» de Jesús, en medio del «laós», de su pueblo, donde no
hay diferencia de clase social ni de origen. Todos parecen compartir la
pobreza y la necesidad de ayuda. Una vulnerabilidad que no le es ajena,
como muestran los primeros versículos donde se habla de la abierta
hostilidad de los fariseos, signo premonitorio de la cruz que se está
acercando, donde su hacerse pobre para enriquecernos alcanzará pleno
cumplimiento (cf. 2 Cor 8,9).
«Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed
en el Evangelio» (Mc 1,15). La expresión se encuentra 122 veces en el
Evangelio y 90 veces en los labios de Jesús. Como tantas veces dijo el gran
teólogo Karl Rahner, es claro que el reino de Dios está en el centro de la
predicación de Jesús. Jesús vivió plenamente el reino, demostrando en los
hechos el amor incondicional de Dios por los últimos, y su estilo de vida es
adoptado por los doce y continúa en la primera Iglesia. «El que cree en mí,
también él hará las obras que yo hago, y aún mayores» (Jn 14,12).
También hoy reconocemos que es mucho el bien que se hace y que crece
en todas las latitudes, en este reino en construcción, y reconocemos además
la presencia de tanto dolor: una aflicción que, muchas veces, es
consecuencia directa de nuestro modo de ser y de actuar dentro de la familia
humana.
Estamos llamados a abrir nuestros ojos y nuestros corazones al modo de
actuar de Dios que establece su reino según sus caminos. Al sintonizarnos
con su modo de ser y actuar, colaboramos con él, como obreros en su viña.
De otro modo deja de ser «de Dios» y se convierte solo en obra nuestra.
La apertura universal que nos caracteriza como Familia Salesiana está
en plena sintonía con el Evangelio del reino. La proximidad a tantas
comunidades humanas diferentes en aproximadamente el 75% de los países
del mundo es en sí misma un potencial formidable de unidad y de misión.
La Iglesia está compuesta en más del 99% por laicos. Imaginemos cómo
aumenta la proporción si se considera y se abraza a toda la familia humana:
los laicos son la masa además de la levadura del reino. Como ya escribió
san Juan Pablo II hace más de treinta años, en este vasto mundo «la misión
está todavía en los comienzos»3.
A veces nuestra contribución humana o nuestro pequeño esfuerzo
pueden parecer insignificantes, pero siempre son preciosos ante Dios. No
debemos ni podemos medir la eficacia o los resultados de nuestros esfuerzos
calculando cuánto invertimos en ellos, el esfuerzo que requieren de
nosotros, como si fueran los únicos factores que intervienen, ya que la razón
y el motivo de todo es Dios. No nos dejemos llevar por excusas que paralizan
la misión y la construcción del reino; esto bloquea y paraliza. Incluso para
Don Bosco lo mejor puede ser enemigo de lo bueno: no es necesario esperar
las circunstancias ideales para dar el primer paso. Ser conscientes de
nuestras limitaciones, libres de triunfalismos y autorreferencialidades
4
estériles, y al mismo tiempo, llenos de confianza, seguros de que siempre
«tiene un punto sensible al bien» (MB V, 367; MBe V, 266): este es el estilo
del reino vivido según el carisma salesiano.
Mirando la realidad con los «ojos» y el «corazón» de Dios, comprenderemos
que pequeñez y humildad no significan debilidad e inercia. Es poco lo que
podemos hacer frente a lo mucho que se requiere de nosotros. Sin embargo,
nunca es «insuficiente» o irrelevante, porque es Dios quien nos hace crecer.
Es la fuerza de Dios que viene en ayuda. Y es Dios quien, al final, acompaña
nuestro compromiso, nuestro esfuerzo, nuestro ser pobre levadura en la
masa. Con la condición de hacerlo todo y siempre en su nombre.
«Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres
de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la
vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo.
Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón».
Así comienza la Constitución Pastoral del Concilio Vaticano II Gaudium et
Spes4. Dentro de tres años recordaremos el 60º aniversario de su
promulgación5. Ha marcado y sigue marcando el horizonte en el que la
Iglesia está llamada a moverse, un panorama tan familiar para el que, en la
Iglesia y en el mundo, desarrolla una misión como la de Don Bosco, donde
la vitalidad juvenil y la compasión por quien es pobre y sufre están siempre
copresentes.
Es una invitación a sentirnos solidarios y adentrarnos sin miedo en este
tiempo que nos toca vivir, con desafíos que parecen crecer cada vez más en
intensidad y son cada vez más globales y donde los primeros afectados,
muchas veces trágicamente, son los sectores más jóvenes de la población.
Es un impulso para descubrir el significado de la propia existencia, ya
que mi vida nunca está aislada de la de los demás. El yo y el nosotros solo
pueden existir y vivir bien juntos. La parábola de la levadura y esta
propuesta de Aguinaldo nos ayudan a sintonizarnos con la evolución en el
tiempo de los procesos que configuran la historia humana. La levadura
integrada en la masa del pan necesita un tiempo propio para fermentar, y
también nosotros tenemos una responsabilidad y un compromiso en la
construcción de esta familia humana para que el mundo sea más habitable,
más justo, más fraterno.
Conocemos todo el bien que nos rodea, pero también cuánto es el
sufrimiento, la injusticia, la pena que todavía atenaza el mundo en que
vivimos, como ya había dicho. El papa Francisco nos lo recuerda cuando
afirma que «cada generación ha de hacer suyas las luchas y los logros de
las generaciones pasadas y llevarlas a metas más altas aún. Es el camino.
El bien, como también el amor, la justicia y la solidaridad, no se alcanzan
4Gaudium et spes, 1.
5 Fue promulgado en la víspera de la solemnidad de la Inmaculada Concepción, el 7 de
diciembre de 1965.
5
de una vez para siempre; han de ser conquistados cada día. No es posible
conformarse con lo que ya se ha conseguido en el pasado e instalarse, y
disfrutarlo como si esa situación nos llevara a desconocer que todavía
muchos hermanos nuestros sufren situaciones de injusticia que nos
reclaman a todos»6.
Crece el grito de los pobres, de los cuales una gran parte son niños,
adolescentes y jóvenes, ante desafíos tan amplios como cercanos a los que
encontramos en los orígenes de nuestra misión. Estamos hechos para este
tiempo no menos de lo que Don Bosco lo estuvo para el suyo. Sentimos con
fuerza la apelación que proviene de la familia humana de la que formamos
parte como individuos y como comunidad, familia marcada y herida por la
imperiosa necesidad de justicia y dignidad para los últimos y los
rechazados7; de paz y fraternidad8; de cuidado de la casa común9.
No menos fuerte y radical, es decir, en la raíz de cualquier otro anhelo,
está la necesidad de verdad10 y la necesidad de Dios11.
Ante esta realidad hemos de ser muy conscientes de que no podemos
dejar para mañana el bien que tenemos que hacer hoy. Estamos llamados
a ser levadura que transforma desde dentro a la familia humana. Es un
mandato tan básico que coincide con la propia vida, con el ser humano:
nadie puede sustraerse a él.
Por eso dentro de la Familia de Don Bosco, inspirándonos en la dinámica
evangélica de la levadura, este año queremos profundizar y reconocer la
riqueza de ser parte de esta Familia, humana y salesiana, donde muchos en
esta Familia de Don Bosco son laicos y laicas, y donde los consagrados
debemos enriquecernos con esta complementariedad12. Ser laico es un
estado de vida y una vocación que caracteriza de manera tan preponderante
a todas las presencias en el mundo que de diversas maneras se identifican
o sintonizan con la Familia de Don Bosco. Agradecidos y unidos como una
auténtica familia queremos aprovechar las diferentes culturas y sociedades,
el don de sus vidas, la fuerza de su fe, la belleza de su familia, su experiencia
de vida y trabajo, su talento para interpretar y vivir el carisma y la misión
de Don Bosco para los jóvenes y para el mundo de hoy.
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Una mirada correcta a la eclesiología que propone el Concilio Vaticano II
nos lleva a declarar que hoy, especialmente nosotros como cristianos, no
podemos aceptar (y mucho menos fomentar) un dualismo entre lo sagrado
y lo profano en la realidad de un mundo que ha sido creado por Dios.
Seguramente este dualismo ha sido una realidad cuando no se ha entendido
bien la autonomía legítima de las «cosas seculares», frente a las «cosas
sagradas» o religiosas.
La Iglesia, especialmente a partir del Concilio Vaticano II, ha determinado
de modo claro esta relación del cristiano con el mundo en el que vive. Ya
desde los orígenes del cristianismo se planteaba cuál debía ser el lugar y la
condición del cristiano en una sociedad en la que ser cristiano era algo
marginal.
En la Carta a Diogneto (siglo II d.C.), en mi opinión una hermosa obra de
la literatura cristiana griega, se dice refiriéndose al cristiano en medio del
mundo:
13 Carta a Diogneto en
<https://www.vatican.va/spirit/documents/spirit_20010522_diogneto_sp.html>
(consulta 31/10/2022).
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cultura y religión. Y la Iglesia ha dado un nombre a todo este amplio campo
de acción: «el carácter secular de la vocación de los laicos».
«El carácter secular es propio y peculiar de los laicos. […] A los laicos
corresponde, por propia vocación, tratar de obtener el reino de Dios
gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios. Viven en el
siglo, es decir, en todos y cada uno de los deberes y ocupaciones del mundo,
y en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social, con las que su
existencia está como entretejida. Allí están llamados por Dios, para que,
desempeñando su propia profesión guiados por el espíritu evangélico,
contribuyan a la santificación del mundo como desde dentro, a modo de
fermento. Y así hagan manifiesto a Cristo ante los demás, primordialmente
mediante el testimonio de su vida, por la irradiación de la fe, la esperanza
y la caridad. Por tanto, de manera singular, a ellos corresponde iluminar y
ordenar las realidades temporales a las que están estrechamente
vinculados, de tal modo que sin cesar se realicen y progresen conforme a
Cristo y sean para la gloria del Creador y del Redentor»14.
Y no es menos cierto que la condición de fiel cristiano es común a todos,
y que todos somos corresponsables en favor del reino. «Teológicamente la
laicidad de toda la Iglesia se comprende desde el significado de la relación
Iglesia-mundo, y desde el sacerdocio común, el profetismo y la dimensión
regia; todo bautizado es miembro de una Iglesia que ha de servir al mundo
para hacer presente la voluntad salvífica de Dios y su reino, aunque
efectivamente cada bautizado ejerce o desarrolla esa laicidad de modo
propio y peculiar, por lo que hay diversidad de ministerios y de funciones y,
en cierta medida, de “presencia y situación” en el mundo, en la historia y
en la sociedad»15.
Es importante comprender en qué consiste este «estilo cristiano» como
modo de estar presente en la sociedad, en sintonía con el Concilio Vaticano
II16. Es el camino que seguir para una evangelización y acción misionera de
la Iglesia en una sociedad en la que la religiosidad no se puede dar ya por
supuesto como si de algo evidente y siempre presente se tratara.
Reconociendo la «autonomía de lo profano» como un aspecto legítimo de
la secularidad, la teología se preocupa por distinguir entre la autonomía de
las tareas profanas y el ámbito de lo religioso, con el derecho legítimo a la
14 Laicis indoles saecularis propria et peculiaris est (Lumen gentium, 31). La exhortación
apostólica Christifideles laici, 15 (1988), sintetiza muy bien que corresponde a todos los
bautizados, si bien de modos diversos, la tarea de ser levadura en el mundo: «Las imágenes
evangélicas de la sal, de la luz y de la levadura, aunque se refieren indistintamente a todos
los discípulos de Jesús, tienen también una aplicación específica a los fieles laicos. Se trata
de imágenes espléndidamente significativas, porque no sólo expresan la plena
participación y la profunda inserción de los fieles laicos en la tierra, en el mundo, en la
comunidad humana; sino que también y, sobre todo, expresan la novedad y la originalidad
de esta inserción y de esta participación, destinadas como están a la difusión del Evangelio
que salva».
15 BERZOSA, RAÚL, «¿Una teología y espiritualidad laical?» en Misión Abierta,
<https://www.mercaba.org/FICHAS/LAICO/una_teologia_y_espiritualidad_laical.htm>.
16 Cf. THEOBALD, CHRISTOPH, La fede nell’attuale contesto europeo. Cristianesimo come stile,
cap. III: Pluralismo religioso in società religiosamente neutrali: la fede di fronte a un nuovo
potenziale di violenza, Queriniana, Brescia 202, pp. 96-146.
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coexistencia de ambas realidades. Es decir, ese aspecto legítimo de lo
secular, que es muy diferente del «secularismo» que deriva en una
secularización radical enemiga de todo lo religioso. El hecho religioso en sus
diversos credos tiene todo el derecho a existir y a tener «carta de
ciudadanía». El Concilio Vaticano II es determinante en este sentido:
9
Se trata de vivir como cristianos en un mundo que no será mejor sin la
pequeña levadura que el cristianismo aporta al mundo creado por Dios. Es
desde la humildad, pero también desde la convicción del valor de nuestra
fe, en diálogo con las sociedades y las culturas diversas, desde donde
podemos contribuir a mejorar la vida de las personas de nuestro entorno,
renunciando a cualquier lógica de proselitismo o de imposición. En palabras
de un magnífico pastor, y hombre de reflexión que fue capaz de dialogar con
la cultura, como fue el cardenal Carlo Maria Martini, «blandir un credo, sea
científico, filosófico o teológico, para hacer cuadrar las cuentas imponiendo
una solución, es una dolorosa premisa para una ideología fuente de
violencia»19. Pero tampoco es aceptable para el cristiano de todos los
tiempos - y especialmente en la actualidad - practicar un cómodo irenismo,
o un «buenismo» que haga rebajas a la coherencia, al testimonio, y a la
autenticidad personal y comunitaria.
Y del mismo modo que la levadura en la masa pasa casi totalmente
desapercibida, así mismo nuestra colaboración en la edificación de la Iglesia
y en la construcción de una sociedad más humana, más justa y más
conforme al querer de Dios, pide de nosotros que consideremos que es más
importante hacer el bien, que el hecho de que se nos atribuya ese bien que
se hace; lo más importante será siempre contribuir al bien de la sociedad y
del mundo, incluso «sin derechos de autor», sin confundir la acción eficaz
con el protagonismo, reconociendo también que el bien hecho por otros es
válido, por lo menos, tanto como el nuestro. Si no estamos convencidos de
esto, vayamos a leer de nuevo el pasaje evangélico en el que el Señor corrige
a sus discípulos por pretender frenar el bien que otros estaban haciendo,
aunque no eran de «su grupo».
Tenemos que ejercitarnos en un modo de hacer lectura creyente de la
realidad que cuente con los demás, promoviendo el diálogo con los otros,
con la cultura, con los medios de comunicación, con los intelectuales, con
quienes piensan de modo diferente, e incluso opuesto, al nuestro. Estos son
los hábitos virtuosos que requiere nuestra manera de estar en el mundo, el
«estilo cristiano» y salesiano que podemos aportar a la visión del mundo y
de las cosas.
Este estilo, nos permitirá tejer relaciones con otros consagrados, con
otros ministros ordenados, con otros fieles laicos, también con otros
cristianos y con otros hombres y mujeres de otras religiones. Parece que
esta sea una buena actualización para que «contribuyan a la santificación
del mundo como desde dentro, a modo de fermento»20, siendo este modo de
hacer algo que nos pone en sintonía con «la universal vocación a la santidad
en la Iglesia»21. Y porque la Iglesia está implicada en el mundo en la doble
dimensión transcendente e inmanente, todo cristiano debe ser un signo del
reino de Dios, ya presente, en la historia humana. Si la piedad y la devoción
y la vida de oración y sacramental ponen el acento sobre el perfil
trascendente de esta santidad, el compromiso social en favor de la justicia
19 Cf. MARTINI, CARLO MARIA, Los movimientos en la Iglesia, LEV, 1999, p. 156.
20 Lumen gentium, 31.
21 Título del capítulo V de la Lumen gentium.
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y de la fraternidad humana ponen el acento, para nosotros, en la dimensión
cristiana inmanente. Como hacía Don Bosco, vivimos con los pies en la
tierra y los ojos fijos en el cielo. En este sentido, un miembro cualificado de
nuestra Familia Salesiana nos ha ofrecido su propia reflexión vital como
laico en el mundo y en la familia de Don Bosco definiendo a los creyentes
laicos en la Iglesia y en la familia de Don Bosco como aquellos hombres y
mujeres de las tres pertenencias: pertenencia a Cristo, pertenencia a la
Iglesia, pertenencia al mundo22.
El papa Francisco, en el hermoso encuentro que hemos vivido con motivo
de la canonización de san Artémides Zatti, al presentarlo como el «pariente
de todos los pobres», nos recordó que forma parte de nuestra vocación
salesiana ser educadores del corazón, preparando a las personas, en
particular a los jóvenes, para el mundo de hoy:
22 Cf. BOCCIA, ANTONIO, Credenti Laici nella Chiesa e nella Famiglia di Don Bosco. Uomini e
donne delle tre appartenenze. Edizione privata. ISBN 9798363498206.
23 FRANCISCO, Discurso durante la audiencia a la Familia Salesiana con motivo de la
canonización del beato Artémides Zatti, Aula Pablo VI, sábado 8 de octubre de 2022.
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en su tiempo y que es de máxima actualidad en la teología del laicado de
hoy.
«Casi todos los que han tratado sobre la devoción se han interesado en
educar a las personas separadas del mundo o, al menos, han enseñado un
tipo de devoción que conduce a este aislamiento. Yo pretendo ofrecer mis
enseñanzas a los que viven en las ciudades, en familias, en la corte, y que,
en virtud de su condición, se ven obligados, por conveniencias sociales, a
vivir entre otros»24. Por esto se equivoca mucho quien piensa relegar la
devoción a algún ámbito protegido y reservado. Al contrario, es de todos y
para todos, dondequiera que estemos, y cada uno puede practicarla según
su propia vocación. Como escribió san Pablo VI en el cuarto centenario del
nacimiento de Francisco de Sales: «La santidad no es prerrogativa de uno u
otro grupo; a todos los cristianos va dirigida esta acuciante invitación:
“Amigo, sube más arriba” (Lc 14,10); todos están vinculados por la
obligación de subir al monte de Dios, aunque no todos por el mismo camino.
“La devoción debe ser practicada de una forma por el caballero y de otra por
el artesano; por el criado y por el príncipe, por la viuda, por la soltera; por
la doncella, por la casada. Hay que relacionar su práctica con las fuerzas,
las ocupaciones y los deberes de cada uno”»25. Atravesar la ciudad secular,
custodiando la interioridad, compaginar el deseo de perfección con cada
estado de vida, descubriendo un centro que no se separa del mundo, sino
que nos enseña a habitarlo, a apreciarlo, aprendiendo también a tomar las
justas distancias de él: esta fue su intención, y sigue siendo una valiosa
lección para cada mujer y cada hombre de nuestro tiempo.
Este es el tema conciliar de la llamada universal a la santidad: «“Todos
los fieles, cristianos, de cualquier condición y estado, fortalecidos con tantos
y tan poderosos medios de salvación, son llamados por el Señor, cada uno
por su camino, a la perfección de aquella santidad con la que es perfecto el
mismo Padre” (LG 11). “Cada uno por su camino”, dice el Concilio. Entonces,
no se trata de desalentarse cuando uno contempla modelos de santidad que
le parecen inalcanzables»26.
La madre Iglesia nos los propone no para que intentemos copiarlos, sino
para que nos impulsen a caminar por el camino único y específico que el
Señor ha pensado para nosotros. «Lo que interesa es que cada creyente
discierna su propio camino y saque a la luz lo mejor de sí, aquello tan
personal que Dios ha puesto en él (cf. 1 Cor 12,7)»27.
La Iglesia, «junto a los que son llamados» según el significado original del
término, vive gracias a la riqueza de cada vocación que la define. Cada
llamada está al servicio de todas las demás y solo en la entrega se puede
expresar y redescubrir la propia identidad. Los dones no son propiedad
privada y exclusiva de un grupo. Como bautizados todos participamos del
sacerdocio de Cristo, de la profecía y de la realeza de aquel que vino a servir
24 SAN FRANCISCO DE SALES, Introducción a la vida devota, prólogo.
25 Sabaudiae gemma, carta apostólica del papa Pablo VI en IV Centenario del nacimiento
de san Francisco de Sales, doctor de la Iglesia (29 de enero de1967).
26 Gaudete et exsultate, 10-11.
27 FRANCISCO, Totum amoris est, en el IV Centenario de la muerte de san Francisco de Sales
12
y a dar la vida. El ministerio ordenado se entiende solo como un servicio al
sacerdocio común de todos los fieles. Del mismo modo, lo que es típico de
la condición laical es un don para todos los que entran en la vida y la
vocación de todos los demás miembros del único cuerpo de Cristo. La
«dimensión secular» la comparten, por tanto, también los que forman parte
de la vida consagrada o del ministerio ordenado: la historia de Don Bosco
nos ofrece una espléndida prueba de ello. Es un sacerdote de la diócesis de
Turín que funda dos congregaciones de consagrados y consagradas, y otras
dos asociaciones laicales, y con todas ellas, y muchas otras a las que sabe
implicar, se sumerge intensamente en el «siglo» en el que vive, en la vida y
los problemas de cientos de miles de jóvenes, superando sin temor grandes
dificultades y fronteras, con una fecundidad que inspira hoy a millones de
personas, más allá de las diferencias nacionales, culturales y religiosas.
Ser cristiano y ser laico abre la vía para hacer fructificar con la máxima
intensidad el talento laical, secular, comprometiéndolo en la infinita riqueza
de posibilidades que se abre a quienes viven en el mundo animados por la
fe, la esperanza y la caridad. El Concilio Vaticano II lo proclamó claramente:
«A los laicos corresponde, por propia vocación, tratar de obtener el reino de
Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios. Viven
en el siglo, es decir, en todos y cada uno de los deberes y ocupaciones del
mundo, y en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social, con las
que su existencia está como entretejida. Allí están llamados por Dios, para
que, desempeñando su propia profesión guiados por el espíritu evangélico,
contribuyan a la santificación del mundo como desde dentro, a modo de
fermento28. Y así hagan manifiesto a Cristo ante los demás,
primordialmente mediante el testimonio de su vida, por la irradiación de la
fe, la esperanza y la caridad. Por tanto, de manera singular, a ellos
corresponde iluminar y ordenar las realidades temporales a las que están
estrechamente vinculados, de tal modo que sin cesar se realicen y progresen
conforme a Cristo y sean para la gloria del Creador y del Redentor»29.
No es tarea del Aguinaldo definir todos los ámbitos y realidades de vida
en los que la presencia de los laicos es transformante y puede ser esa
levadura del reino de Dios que nadie más podría «amasar» con la misma
eficacia y capilaridad, pero ciertamente en la Iglesia tienen un amplio y
complejo espectro de potencialidades y desafíos, de situaciones que afrontar
que son a la vez apelaciones para quienes quieren ser «sal de la tierra y luz
del mundo. Un camino que el mensaje del Aguinaldo de este año nos empuja
a emprender, intensificar, hacer nuestro con valentía y generosidad
haciendo actual el mensaje de la misma Iglesia cuando dice:
28 Hago notar que la letra cursiva y en negrita es elección de quien escribe, ya que refleja
la esencia de lo que estamos tratando en este Aguinaldo 2023.
29 Lumen gentium, 31.
13
incansables que trabajan en la viña del Señor; son los humildes y
grandes artífices por la potencia de la gracia de Dios, ciertamente del
crecimiento del reino de Dios en la historia30».
No cabe duda alguna de que, para todos los laicos de la Familia Salesiana
hoy, y para los consagrados y consagradas que vivimos día a día
enriqueciéndonos con su vocación y complementariedad, el mundo, la
sociedad, la economía y la política, la acción social en el servicio de los
demás, y la vida cristiana en la vida cotidianeidad han sido siempre un lugar
teológico de encuentro con Dios:
14
de las almas, porque todas las almas deben ser recogidas y llevadas
al granero del Señor. ¡Qué abundante es esta mies! ¡Cuántos millones
de hombres hay en la tierra! ¡Cuánto trabajo todavía sin hacer para
lograr que todos se salven! Pero operarii autem pauci; los operarios
son pocos.
Por operarios que trabajan en la viña del Señor se entiende todos los
que de algún modo colaboran en la salvación de las almas. Y advertid
que por operarios, no solamente se entienden aquí, como alguno
puede pensar, los sacerdotes, predicadores y confesores, que
ciertamente están colocados a propósito para trabajar y se dedican
más directamente a cosechar la mies, pero no son los únicos ni
bastarían. Operarios son todos los que de alguna manera contribuyen
a la salvación de las almas; así como son obreros del campo no solo
los que recogen el grano, sino también todos los demás.
Contemplad la variedad de obreros de un campo. Uno ara, otro rotura
la tierra, ese la arregla con la azada, este con el rastrillo o con el mazo
rompe los terrones y los allana, unos arrojan la semilla, otros la
cubren; quién arranca los hierbajos, la cizaña, el comino, la alverja;
quién escarda, quién poda, quién arranca; unos riegan en tiempo
oportuno y recalzan; otros por el contrario siegan y hacen gavillas,
manadas, y montones, quién las carga en el carro y quién las acarrea;
quién extiende, quién trilla, quién bielda, quién criba, quién ensaca y
lleva al molino y quién lo convierte en harina; después quien la cierne,
quien la amasa, quien la mete al horno.
Ya veis hijos míos qué variedad de obreros se requieren hasta que la
mies alcanza su meta y se convierte en el pan elegido del paraíso. Lo
mismo que en el campo sucede en la Iglesia, donde se necesita toda
suerte de obreros de toda clase. No hay uno que pueda decir: “Aunque
yo sea de conducta intachable, no serviré para trabajar por la mayor
gloria de Dios”. No, que nadie hable así; todos pueden hacer algo de
alguna manera»32.
32 INSTITUTO HISTÓRICO SALESIANO, Fuentes salesianas. Don Bosco y su obra, Editorial CCS,
Madrid 2021, 651-652.
33 Cf. VECCHI, JUAN EDMUNDO, La Familia Salesiana cumple veinticinco años, 30-31.
15
Soy muy consciente y trato de transmitir esta conciencia a toda nuestra
Familia Salesiana de un hecho particularmente evidente: solo juntos, solo
viviendo en comunión podremos hacer algo significativo hoy.
He lanzado una fuerte llamada a toda la Congregación Salesiana sobre
nuestra misión compartida con los laicos (llamada que sirve a toda la familia
de Don Bosco) y no escucharla llevaría, en un futuro no muy lejano, a un
peligroso punto de no retorno. Declaré que «nuestro CG24 ha sido,
ciertamente, una respuesta carismática a la eclesiología de comunión del
Vaticano II. Sabemos bien que Don Bosco, desde el inicio de su misión en
Valdocco, implicó a muchos seglares, amigos y colaboradores para que
formasen parte de su misión entre los jóvenes. “Logra que un grupo de
eclesiásticos, seglares, hombres y mujeres, compartan su labor y se haga
corresponsable en ella”34. Se trata, por tanto, a pesar de nuestras
resistencias, de un camino que no tiene punto de retorno porque el modelo
operativo de la misión compartida con los seglares, tal como lo proponía el
CG24 es, de hecho, “el único válido y viable en las condiciones actuales”»35.
Así tenemos el «no retorno» para el bien de quien se adentra en este estilo
de misión, formación, vida compartida que abre nuevos horizontes de futuro
al carisma de Don Bosco en plena sintonía con el camino que la Iglesia está
llevando a cabo con la guía del papa Francisco, sin duda profético y
ejemplar. Y está también el arriesgado «no retorno» de quien no puede
traspasar este umbral y se encierra en formas de aislamiento
autorreferencial, y ya no está al día con los tiempos en el modo de vivir e
interpretar la presencia salesiana, destinadas a ser irrelevantes y a
extinguirse con el paso de los años.
El objetivo último de la misión de Don Bosco es, junto con la salvación
de sus muchachos, la transformación de la sociedad. La visión amplia y
valiente de Don Bosco, su laboriosidad incansable, su resiliencia frente a
los obstáculos... solo se explican con este horizonte de transformación
social y de evangelización de los jóvenes a escala mundial.
Don Bosco no hace política, pero puede dirigirse a todos los
representantes de los distintos niveles de gobierno porque su compromiso
está claramente orientado al bien de los jóvenes, de los cuales nadie que se
preocupe por la sociedad humana y el servicio a los demás, incluido el
servicio público, por el bien de todos puede dejar de interesarse. Nuestra
voz común puede encontrar acceso y escucha mucho más allá de los límites
confesionales si juntos encarnamos hoy ese mismo celo de predilección por
los jóvenes que nos ha sido dado como carisma y que solo podemos realizar
juntos como Familia de Don Bosco.
La complementariedad de las vocaciones en la Familia de Don Bosco,
el estar unidos como Familia Salesiana, y unidos al gran número de laicos y
laicas del mundo, juntos en la misión y en la formación, se convierte en una
necesidad ineludible hoy, y más en el futuro, si no queremos permanecer
irrelevantes.
34 CG24, n. 71.
35 CG28, Línea programática 6, p. 59.
16
Y la comunión en el espíritu de familia y en el vasto movimiento salesiano
es el gran don que tenemos con nosotros y que hemos heredado.
36 ÁNGEL FERNÁNDEZ ARTIME, Carta del Rector Mayor al concluir el II Seminario sobre la
promoción de las Causas de Beatificación y Canonización en la Familia Salesiana, (Roma,
20 de mayo 2018).
<https://archive.sdb.org/Documenti/Santita/Seminario_2018/Santi_2_Seminario_2018
_RMlettera_es.pdf>
37 Christifideles laici, 55.
17
cultural. Considero muy oportuno recordarlos en el testimonio de este
Aguinaldo:
18
Entre estas numerosas y variadas figuras de santidad quisiera señalar
algunas que nos ofrecen un significativo y original testimonio de santidad
laical, y que en mi opinión muestran ese aspecto poliédrico, es decir, rico
en aspectos, lados, formas y colores, de la vida laical vivida en diferentes
contextos, en siglos diferentes, con vocaciones diversas, pero llenas de
santidad en la cotidianeidad. Esa santidad laical de «la puerta de al lado»
que tanto bien nos hará descubrir siempre. Me detengo en contemplar a:
19
joven recto y valiente, de inteligencia poco común, de origen humilde, de
condición obrera, defensor de los derechos del pueblo y de la Iglesia.
Nacido en Pozoblanco (Córdoba, España) el 25 de diciembre de 1914,
perdió a su madre en la llamada epidemia «española». Huérfano incluso de
padre a los doce años, tuvo que dejar la escuela y trabajar como sillero.
Cuando los salesianos llegaron a Pozoblanco en septiembre de 1930,
Bartolomé asistía al oratorio y ayudaba como catequista y animador.
Encontró en don Antonio do Muiño un director que lo impulsó a continuar
su formación intelectual, cultural y espiritual a través de la participación
en círculos de estudio. Este salesiano será, hasta la muerte prematura de
Bartolomé, su confesor y guía espiritual. Es apreciado por familiares,
amigos, compañeros por su ingenio, su compromiso apostólico y su actitud
de líder. Posteriormente se incorporó a la Acción Católica, de la que fue
secretario y donde dio lo mejor de sí. Se trasladó a Madrid para
especializarse en el apostolado entre los trabajadores en el Instituto Social
Obrero, y se destacó como un elocuente orador y estudioso de la cuestión
social. Habiendo obtenido una beca de estudio, pudo conocer las
organizaciones católicas de trabajadores de Francia, Bélgica y Países Bajos
a través de un viaje organizado por el Instituto Social Obrero. Nombrado
delegado de los sindicatos católicos, fundó ocho secciones en la provincia
de Córdoba.
Cuando estalló la revolución el 30 de junio de 1936, Bartolomé regresó a
Pozoblanco y se puso a disposición de la «Guardia Civil» para la defensa de
la ciudad, que al cabo de un mes se rindió al otro grupo de la contienda
bélica. Acusado de rebelión, fue llevado a prisión, donde continuó
comportándose de manera ejemplar: «¡Para merecer el martirio, hay que
ofrecerse a Dios como mártires!». Fue juzgado y condenado a muerte en
Jaén el 29 de septiembre. Tras la sentencia, manteniendo la calma y
defendiéndose con dignidad, dijo: «Ustedes creyeron hacerme mal, en
cambio me hacen bien porque me cincelan una corona».
Las cartas que escribió a su familia y prometida la víspera de su muerte
son una clara prueba de ello. «Sea ésta mi última voluntad: perdón, perdón
y perdón; pero indulgencia que quiero vaya acompañada del deseo de
hacerles todo el bien posible. Así pues, os pido que me venguéis con la
venganza del cristiano: devolviéndoles mucho bien a quienes han intentado
hacerme mal…», escribió a sus tías y primas.
Y a su prometida, Maruja: «Cuando me quedan pocas horas para el
definitivo reposo, sólo quiero pedirte una cosa: que en recuerdo del amor
que nos tuvimos, y que en este instante se acrecienta, atiendas como
objetivo principal a la salvación de tu alma, porque de esa manera
conseguiremos reunirnos en el cielo para toda la eternidad, donde nada nos
separará».
Sus compañeros de prisión han conservado los emotivos detalles de su
salida para la muerte; con los pies descalzos, para parecerse aún más a
Cristo. Al ponerle las esposas, las besó con reverencia, dejando sorprendido
al guardia que se las ponía. No aceptó, según le proponían, ser fusilado de
espaldas. «Quien muere por Cristo -dijo-, debe hacerlo de frente y con el
pecho descubierto. ¡Viva Cristo Rey!», y cayó acribillado junto a una encina.
20
Era el día 2 de octubre de 1936. Aún no había cumplido los 22 años. Fue
beatificado en Roma el 28 de octubre de 2007.
21
• Vera Grita «La maestra de escuela de Savona».
22
Técnico Don Bosco en Lahore y se había convertido en voluntario de la
seguridad.
Lo que más llama la atención es lo fuerte que era este joven sencillo para
enfrentar el mal y luchar contra la violencia homicida. La frase pronunciada
al agresor antes de morir ― «Moriré, pero no te dejaré entrar en la iglesia» ―
expresa una fe fuerte y un coraje heroico al dar testimonio de un amor sin
medida. El Evangelio de ese cuarto domingo de Cuaresma (15 de marzo de
2015) proclamaba las palabras de Jesús a Nicodemo: «Pues todo el que obra
el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus
obras. En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea
que sus obras están hechas según Dios» (Jn 3, 20-21). Akash selló estas
palabras con su sangre de joven cristiano. Luchó mano a mano con el poder
de la muerte, el odio y la violencia e hizo triunfar la luz y la verdad. Lavó el
vestido blanco con la sangre del Cordero haciéndolo resplandecer (cf. Ap
7,14).
El contacto con el mundo y el carisma salesiano fortalecieron en Akash
aquellas disposiciones de bondad y generosidad que había aprendido en su
familia y en la comunidad cristiana. Akash Bashir es un ejemplo de
santidad para todo cristiano, un ejemplo para todos los jóvenes cristianos
del mundo. Y es sin duda un signo carismático evidente del sistema
educativo salesiano. Akash es la voz de tantos jóvenes valientes que logran
dar la vida por la fe a pesar de las dificultades, la pobreza, el extremismo
religioso, la indiferencia, la desigualdad social, la discriminación. La vida y
el martirio de este joven pakistaní nos hace reconocer el poder del Espíritu
Santo de Dios, vivo, presente en los lugares menos esperados, en los
humildes, en los perseguidos, en los jóvenes, en los pequeños de Dios.
23
relaciones humanas el lugar privilegiado para el anuncio del Evangelio y
para el florecimiento del carisma.
Estos testimonios de santidad nos recuerdan la llamada universal a la
santidad tan querida tanto por san Francisco de Sales como ya hemos
dicho, como por nuestro Padre de la Familia Salesiana, Don Bosco, cuando
proponía a los jóvenes del oratorio y a la clase obrera la meta de la santidad
como objetivo abierto a todos, fácil de seguir y orientada hacia la felicidad
sin fin. Todo esto teniendo cerca a María Auxiliadora, la que acogió a Jesús
en su seno virginal y por eso es madre, maestra y guía de la fe,
especialmente en el acompañamiento de las jóvenes generaciones en su
camino hacia la santidad. La vida de todos ellos y su ejemplo son como
«levadura para el pan».
Deseo concluir el mensaje del Aguinaldo de este año con una última
palabra que alcance a nuestros jóvenes y al camino que juntos deseamos
hacer, porque también ellos desean acompañarnos, tanto como nosotros a
ellos: «Queremos decíroslo fuerte, con todo el corazón. Estar aquí, para
nosotros, ha sido un sueño hecho realidad: en este lugar especial que es
Valdocco, donde comenzó la misión salesiana, juntos salesianos y jóvenes
para la misión salesiana, con nuestra voluntad común de ser santos,
juntos. Tenéis nuestros corazones en vuestras manos. Cuidad este vuestro
precioso tesoro. Por favor, nunca nos olvidéis y seguid escuchándonos.
Turín, 7 de marzo de 2020»39.
De hecho, los jóvenes se preparan para la vida, los acompañamos en ese
camino, y no me cabe duda de que un grandísimo servicio que les haríamos
a ellos y a la sociedad y a la Iglesia es el de ayudarlos a tomar conciencia
de ese protagonismo social que han de tener y para el que deben prepararse.
Por eso son también los primeros en aprender que están llamados a ser ese
fermento en la familia humana.
Al prepararme para la redacción de este Aguinaldo decidí buscar y leer,
justamente para este apartado final del Aguinaldo, algún aspecto de lo que
hubieran dicho los últimos tres Papas ― san Juan Pablo II, Benedicto XVI
y Francisco ― a los jóvenes, pues tenía la certeza de que sus mensajes serían
abundantes y de una gran fuerza. Y así me lo parecen: tan actuales, tan
oportunos y me atrevería a decir, tan «salesianos». Y al mismo tiempo quiero
dejar constancia de cuan vasta, extensa y desafiante es la tarea que los
jóvenes tienen por delante en la Iglesia y en el mundo si aceptan el desafío
de ser, en verdad, jóvenes de hoy, activos en su compromiso cristiano y
social, y verdadero fermento en la familia humana.
39CG28, «Carta de los jóvenes a los capitulares», en ¿Qué salesianos para los jóvenes de
hoy?, Anexo 3, p. 217.
24
El papa san Juan Pablo II, propuso tres años antes de su muerte, en
una de sus intervenciones40, ocho grandes desafíos que son auténticas
propuestas de vida y de compromiso cristiano, social y político para los
jóvenes que deseen asumir retos significativos. De hecho, son ocho desafíos
que algunos estudiosos reducen a uno que se podría expresar de este modo:
poner al ser humano en el centro de la economía y de la política. La tarea es
esta: la defensa de la vida humana en toda situación; la promoción de la
familia y la eliminación de la pobreza con la reducción de la deuda,
promoción del desarrollo y apertura del comercio internacional justo; la
defensa de los derechos humanos y el trabajo para garantizar el desarme
reducción de ventas de armas y consolidación de la paz una vez terminados
los conflictos; la lucha contra las grandes enfermedades y el acceso de todos
a las medicinas más necesarias; la salvaguarda natural y la prevención de
catástrofes naturales, y por último, la aplicación rigurosa del derecho y de
las convenciones internacionales.
40 SAN JUAN PABLO II, Discurso a los embajadores de los países acreditados ante la Santa
Sede (10 de enero de 2002).
41 Cf. BENEDICTO XVI, Carta Encíclica Caritas in veritate.
42 Cf. Christus vivit, 72-74; cf. Fratelli Tutti, 25.
43 Cf. FRANCISCO, Fratelli Tutti, 38-40.
25
descarte de personas en todo el mundo, el racismo y los derechos humanos
universales violentados son otras de las realidades de un mundo en el que
también hay tanto dolor44.
Somos conscientes de que todo esto y mucho más está golpeando a esta
familia humana en la que queremos ser levadura45, sal, luz ¿Podría decirse
que se trata de una mirada pesimista? No. De ningún modo. El mismo papa
Francisco cita tantos progresos que existen hoy, pero que vienen de la mano
de un «deterioro de la ética».
Esta realidad es una oportunidad para que todos nosotros, pero de modo
particular los jóvenes, puedan sentir la llamada del Señor a vivir su vida
cristiana e incluso salesiana (dentro de la familia de Don Bosco), como una
gran tarea.
Esta tarea y desafío ya lo pedía el papa Pablo VI al final del Concilio
Vaticano II con un mensaje dirigido a los jóvenes en el que decía:
«A vosotros, los jóvenes de uno y otro sexo del mundo entero, el Concilio
quiere dirigir su último mensaje. Pues sois vosotros los que vais a recoger
la antorcha de manos de vuestros mayores y a vivir en el mundo en el
momento de las más gigantescas transformaciones de su historia. Sois
vosotros quienes, recogiendo lo mejor del ejemplo y las enseñanzas de
26
vuestros padres y maestros, vais a formar la sociedad de mañana; os
salvaréis o pereceréis con ella (…). ¡Construid con entusiasmo un mundo
mejor que el de vuestros mayores!»47.
Esta es la petición que a todos nos llega para ser en verdad levadura en
la familia humana, pero que hoy dirijo con profunda convicción a todos
vosotros queridos jóvenes. Estos desafíos piden de vosotros que con vuestra
vida, formación, estudios, trabajo y vocación deis un sí o un no en vuestro
compromiso para construir un mundo más justo y fraterno. Estos desafíos
os ponen en la encrucijada de aceptar o rechazar una vida exigente y
apasionante en la que poner todas vuestras fuerzas y energías según el
sueño de Dios para cada uno de vosotros y para cada una de vosotras.
Y seguramente no se pide un heroísmo particular, extraordinario, sino
solamente pero ya es mucho, hacer que los propios dones y talentos
concedidos por Dios a cada uno puedan dar fruto empeñados en crecer en
la fe, en el Amor verdadero, en la fraternidad y en servicio en favor de todos,
especialmente los últimos, los más golpeados por la vida, los que menos
oportunidades tienen.
Me parece una preciosa propuesta para cualquier joven cristiano y
salesiano que quiera ser hoy discípulo misionero del Señor, e incluso un
desafío y una propuesta de tal dignidad y alcance que, sin vergüenza
alguna, se puede ofrecer a cualquier joven que desee vivir de un modo pleno
su condición humana, ya sean cristianos o que profesen otros credos
religiosos o bien intenten vivir desde un humanismo esencial y auténtico,
al mismo tiempo que os lleve a vivir fuera de las ‘zonas de confort’ que, como
sirenas con sus cantos, pueden adormeceros.
He hecho referencia al humanismo y deseo concluir de modo explícito a
ese «humanismo salesiano» con el que podamos educar a todos los jóvenes
de todas las naciones del mundo en las presencias salesianas porque «para
Don Bosco significaba valorizar todo lo positivo radicado en la vida de las
personas, en las realidades creadas, en los acontecimientos de la historia.
Esto le llevaba a captar los auténticos valores presentes en el mundo,
especialmente si agradan a los jóvenes; a arraigarse en el flujo de la cultura
y del desarrollo humano del propio tiempo, estimulando el bien y negándose
a lamentarse por los males; a buscar con sabiduría la cooperación de
muchos, convencido de que cada uno tiene dones que deben descubrirse,
reconocerse y valorarse; a creer en la fuerza de la educación que sostiene el
crecimiento del joven y lo anima a hacerse honrado ciudadano y buen
cristiano; a confiarse siempre y en todas partes a la Providencia de Dios,
descubierto y amado como Padre»48.
Concluyo dando gracias al Señor por tanta vida bella y plena en nuestra
Familia Salesiana al servicio del Evangelio y pidamos al Señor por toda la
Iglesia y por nosotros, como parte de la misma Iglesia, que seamos la alegría
27
de evangelizar porque fue «enviada por Cristo para manifestar y comunicar
la caridad de Dios a todos los hombres y pueblos»49.
Que nuestra Madre Auxiliadora nos ayude a todos a ser discípulos-
misioneros, estrellitas que reflejan su luz. Y oremos para que los corazones
se abran para recibir con alegría el anuncio de la salvación que es Dios
mismo en Jesús.
49 Ad gentes, 10.
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