Malentendido 2

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Primer episodio

J. le pregunta a B., ¿dónde está el baño? Entre ellos median dos o tres metros
de distancia. B. se acerca su mano a un mueble, parece tomar algo de allí y
responde “acá”. Yo inmediatamente comprendo que ella no había comprendido
la pregunta. Porque nadie responde “acá” cuando se le pregunta por el baño.
En todo caso, puede responder “ahí”, “allá”, “arriba” (subiendo las escaleras),
“abajo”, etc. Pero no “acá”, salvo que esté parado en la puerta del baño, y sería
muy extraño que alguien preguntara por el baño estando en la puerta del baño,
aunque puede suceder. El compañero se sorprende ante la respuesta y cuando
ella le quiere entregar la botella que tomó del estante él le aclara que dijo baño,
no vino.

Segundo episodio

Seguramente ninguno de ustedes se acuerde, pero a mí el episodio me


conmovió, los días siguientes parecía un loco, obsesionado con el
malentendido, con la potencia del malentendido para sacarnos de los lugares
corrientes, el pulso cotidiano de la cosas y quizás enviarnos a su intimidad.
Pero esto sería pura moraleja. Les fui contando el cuento a todos mis alumnos,
en cada comisión empezaba la clase reproduciendo las circunstancias y yo
veía cómo a ellos les importaba mucho más el episodio que hablar de Platón o
Aristóteles. También se los notaba sorprendidos por mí conmoción, a más de
uno le vi dibujada en la cara un rastro de sorna, como diciendo, el profe está
loco. La verdad es que sigo con este episodio en el cabeza, ya pasaron dos
meses y no es que esté el día entero rumiando alrededor del hecho, pero sí le
dedico un tiempo considerable, sobre todo porque cada vez estoy más seguro
de que ese malentendido, u otros semejantes, son, o podrían ser, poesía.

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