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Dos categorías generales: los trastornos proliferativos, en los que se produce una expansión de los
leucocitos, y las leucopenias, que se definen como una deficiencia de leucocitos.
Leucopenia
La linfopenia deriva en realidad de la redistribución de los linfocitos más que de un descenso del
número de linfocitos en el cuerpo.
Las infecciones víricas agudas inducen la producción de interferones de tipo I que activan los
linfocitos T y cambian la expresión de varias proteínas de superficie que regulan su migración. Esos
cambios dan lugar
al secuestro de los linfocitos T activados en los ganglios linfáticos y aumentan la adherencia a las
células endoteliales, procesos ambos que contribuyen a la linfopenia
• Afecciones congénitas raras (p. ej., el síndrome de Kostmann), en las cuales los defectos
hereditarios de genes específicos alteran la diferenciación granulocítica.
• Lesiones de mecanismo inmunitario de los neutrófilos, que pueden ser idiopáticas, asociadas a
un trastorno inmunitario bien definido (p. ej., el lupus eritematoso sistémico) o causadas por la
exposición a fármacos.
El recuento de leucocitos en sangre periférica depende de varios factores, como son: • El tamaño
de las reservas de precursores mieloides y linfoides y de sus depósitos celulares en la médula ósea,
timo, circulación y tejidos periféricos.
• La proporción de células que están adheridas a las paredes de los vasos sanguíneos en un
momento dado (la reserva marginal).
Anomalías congénitas
La ausencia completa del bazo es rara y normalmente se asocia a otras anomalías congénitas,
como situs inversus y malformaciones cardiacas. La hipoplasia es un hallazgo más común
Los bazos accesorios son frecuentes. Son pequeñas estructuras esféricas histológica y
funcionalmente al bazo normal. Se pueden encontrar en cualquier lugar dentro de la cavidad
abdominal.
Los bazos accesorios tienen importancia clínica en algunos trastornos hematológicos, como la
esferocitosis hereditaria, en los que la esplenectomía puede ser el tratamiento
Rotura
La rotura se precipita normalmente por un traumatismo cerrado. Con mucha menor frecuencia, se
produce en ausencia aparente de un golpe. Estas roturas espontáneas nunca afectan a los bazos
verdaderamente normales, sino que se producen por un daño físico menor en un bazo frágil por
alguna afección subyacente. Las afecciones predisponentes más frecuentes son la mononucleosis
infecciosa, paludismo, fiebre tifoidea y neoplasias linfoides, que pueden provocar un aumento de
tamaño del bazo con rapidez, produciendo una cápsula fina y tensa que es susceptible de rotura.
La rotura es improbable en los bazos que aumentan de tamaño crónicamente, debido al efecto
endurecedor de la fibrosis reactiva extensa.
Timo
Al nacer, pesa entre 10 y 35 g. Su crecimiento continúa hasta la pubertad, cuando alcanza su peso
máximo de 20-50 g, y posteriormente sufre una involución progresiva a poco más de 5-15 g en la
tercera edad.
Hay distintos tipos de células que pueblan el timo, pero predominan las células epiteliales y los
linfocitos T inmaduros, también denominados timocitos.
Las células epiteliales en la corteza son poligonales y tienen un citoplasma abundante con
extensiones dendríticas que entran en contacto con las células adyacentes.
En el timo también se pueden encontrar macrófagos, células dendríticas, una población menor de
linfocitos B, pocos neutrófilos y eosinófilos, y alguna célula mioide dispersa (de tipo muscular).
3) alteraciones de la coagulación, ya sea por uno solo de estos factores o por una combinación de
ellos
La respuesta hemostática normal está relacionada con las paredes de los vasos sanguíneos, las
plaquetas y la cascada de la coagulación.
Las pruebas que se utilizan para valorar los distintos aspectos de la hemostasia son las siguientes:
Tiempo de protrombina (TP). Esta prueba permite evaluar las vías extrínseca y común de la
coagulación.
Tiempo de tromboplastina parcial (ITP). Esta prueba valora las vías intrínseca y común de la
coagulación.
Los trastornos de este grupo son relativamente frecuentes, pero no suelen causar problemas
hemorrágicos graves. Con frecuencia, se manifiestan por pequeñas hemorragias (petequias y
púrpura) en la piel o membranas mucosas, especialmente las encías. A veces se producen
hemorragias más intensas en articulaciones, músculos y localizaciones subperiósticas, o bien
adoptan la forma de menorragia, epistaxis, hemorragia digestiva o hematuria.
Algunas de las situaciones clínicas en las que las anomalías de las paredes de los vasos provocan
hemorragias son las siguientes:
La amiloidosis perivascular puede debilitar las paredes de los vasos sanguíneos y causar
hemorragias.
Secuestro. El bazo secuestra normalmente el 30-35% de las p laquetas del cuerpo, aunque esta
cifra puede aumentar hasta el 80-90% cuando el bazo está aumentado de tamaño, produciendo
grados moderados de trombocitopenia.
La púrpura trombocitopénica inmunitaria (PTI) crónica está causada por la destrucción de las
plaquetas mediada por autoanticuerpos. Puede producirse en varias afecciones predisponentes y
exposiciones (secundaria) o en ausencia de un factor de riesgo conocido (primaria o idiopática).
Patogenia
La trombocitopenia normalmente mejora mucho tras la esplenectomía, lo que indica que el bazo
es el principal lugar de eliminación de las plaquetas opsonizadas. La pulpa roja del bazo también es
rica en células plasmáticas y parte del beneficio de la esplenectomía se debe a la eliminacióÍ1 de la
fuente de autoanticuerpos.
Características clínicas
La PTI crónica se presenta con mayor frecuencia en mujeres adultas, antes de los 40 años.
La PTI aguda es principalmente una enfermedad de la infancia, que se presenta con igual
frecuencia en ambos sexos. Los síntomas aparecen bruscamente, a menudo 1-2 semanas después
de una virosis autolimitada, que aparentemente desencadena el desarrollo de autoanticuerpos
por mecanismos indeterminados
A diferencia de la PTI crónica, la PTI aguda es una enfermedad autolimitada que se resuelve
espontáneamente antes de 6 meses.
Trombocitopenia medicamentosa
Los megacariocitos infectados por el VIH son propensos a la apoptosis y su capacidad de producir
plaquetas está deteriorada. La infección por el VIH también provoca hiperplasia y cambios en la
regulación de los linfocitos B (posiblemente debido a sus efectos directos sobre los linfocitos T
CD4+), todo lo cual predispone al desarrollo de autoanticuerpos.
Se cree que las variadas manifestaciones clínicas de la PTT y el SHU están relacionadas con la
diferente susceptibilidad a la formación de trombos de los tejidos.