La Travesía
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En la hermenéutica del mito existen distintos niveles interpretativos que devienen
de diversas postulaciones teóricas. Una de ellas concibe al mito como un intento de
expresión de las ansiedades básicas de la humanidad. Aquello que no se sabe cómo
conocer, aquello que no se puede entender, se lo explica míticamente, siendo esta
explicación mítica a la vez un esfuerzo de elaboración de tales ansiedades y,
ambivalentemente, la búsqueda de la negación de las mismas. Se cierra el círculo:
se consteliza el mito, fascina a los individuos.
Este efecto luminoso, adhesivo, fascinante, es la clave que señala que el mito porta
esos secretos inaccesibles a la conciencia; de que el mito sería como un juego que
todos los hombres jugaran haciendo como que no conocieran las reglas. Por esto el
mito es también una contraseña que permite indicar aspectos de la identidad
humana.
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Pero Gilgamesh no tomó en cuenta estos consejos ni los peligros que la diosa le
indicó y siguió su viaje. Iba en busca de un barquero que lo llevaría a través de las
aguas de la muerte hasta la morada del dios quien quizás le revelara la naturaleza de
la planta. Y así fue. El dios anunció a Gilgamesh el secreto de la hierba: la planta
crecía en el fondo del mar, debería sumergirse y emerger con ella. Gilgamesh, que
no se detenía ante nada se ató a los pies una piedra y descendió al fondo del mar,
recogió la planta, aunque hiriéndose, se desató las piedras y subió a la superficie
donde lo esperaba el barquero para el viaje de regreso. A éste le dijo:
Por esto es posible postular que este tipo de ciclos míticos del héroe tiende a
explicar que aunque concientemente el ser humano haya conocido lo que es y
significa la muerte, inconscientemente (2) intenta manifestar lo contrario. “En el
fondo, nadie cree en su propia muerte, o, lo que viene a ser lo mismo, en el
inconsciente cada uno de nosotros está convencido de su inmortalidad”, dice Freud.
Todos somos ese héroe inconscientemente. Pero, a la vez, este tipo de mitos surgen
a consecuencia de que existe un disparador de este tipo de ansiedades en un
momento determinado de la vida individual de cada ser humano. Ese momento es el
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que se denomina crisis de la mitad de la vida, porque esta crisis está modelada por
la angustia ante la conciencia de la muerte individual; no la de otros, la propia.
Esto es así, porque uno de los aspectos del disparador de esta crisis es la sensación,
también subjetiva, de que por primera vez en la vida hay cosas que ya no podrán
comenzarse o realizarse; por ejemplo la decisión de no tener más hijos, o la vivencia
interna de que hay cosas que son sólo para que inicien los jóvenes, etc. Esto podría
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definirse también como la sensación de vivir con límites en oposición a ese tiempo
joven que era vivenciado como ilimitado. Ese tiempo joven quedará, entonces,
delegado en los hijos para que el sujeto pueda seguir evolucionando. Estos límites
de la adultez no implican una coerción de expectativas, sino que naturalmente
significa aquello que está al alcance del sujeto, a la vez que discriminan un espacio
psíquico y un campo nuevo donde, con otras variables, el sujeto podrá seguir
desarrollándose.
Este nuevo espacio psíquico se operará a partir de lo que Elliot Jacques (3)
denomina resignación constructiva. Esto es aquello, a su decir, que imparte
serenidad a la vida y al trabajo. También puede denominarse este momento como de
re-signación, dado que se resignifica no sólo ese espacio psíquico, sino también la
identidad individual del sujeto en crisis, a la vez que el pasado y el futuro se
modelan desde una nueva perspectiva. Similarmente la actividad externa opera un
cambio cualitativo y cuantitativo: así como enantiodrómicamente, en un decir
heraclíteo, sucede lo mismo con la actividad interna.
Esta crisis, entonces, plantea una revisión de la propia adolescencia. Sirva como
ejemplo la vida de Herman Hesse, quien, en tratamiento psicológico y a sus 40 años
escribe Demian, verdadera pintura del anhelo y los sufrimientos del adolescente.
Zak de Goldstein (5) analiza la obra, paraleliza con la vida del autor y afirma que “la
elección que hace Hesse de la adolescencia como modelo responde a la proximidad
de este período conflictual con el estado de su propio mundo interno que vuelca
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autobiográficamente en la obra”. Es una condición necesaria de la crisis esta
revisión.
Ernest Jones, (6) biógrafo de Freud cuenta la “verdadera sacudida que representó
para Freud descubrir su propio complejo de Edipo”, y esto fue entre los 40 y 42
años; y exactamente a sus 40 muere su padre Jacob. En su autoanálisis pudo
desenterrar recuerdos de su más temprana infancia. Piénsese también que comienza
su producción científica propiamente psicoanalítica con sus “Estudios sobre la
histeria”, en colaboraricón con Breuer en esta misma época. “La interpretación de
los sueños” ve la luz a sus 43 años.
Lo que se espera es que suceda una tempestad, porque se instala la crisis y ésta
ofrece una posibilidad. El caso de una disociación tan importante como para que no
se perciba la crisis no podrá traerla sino devuelta en síntomas, generalmente graves,
que expresarán aquello que el sujeto concientemente no puede abordar. Es por esto
que la crisis de la mediana edad siempre estalla, aunque no se manifieste
exteriormente, porque es un regulador y un ordenador evolutivo que jalona el cruce
del umbral hacia la segunda mitad de la vida.
Pensar la crisis con la imagen del cruce del umbral facilita conceptualizaciones
acerca de la crisis como parto. Quizás tengan mucha relación todas las concepciones
míticas acerca del segundo nacimiento, los trabajos de los alquimistas medievales,
de los filósofos de la naturaleza, puesto que ellos también estaban expresando sus
propias crisis individuales. Mauricio Abadi, (7) hablando específicamente del
nacimiento humano concibe tres tipos de ansiedades: angustia de encierro, angustia
de tránsito y angustia ante el vacío, las que serían experimentadas psíquicamente
por el niño a su nacimiento y re-vivenciadas ante las situaciones de la vida que las
potencien; y plantea además una dialéctica del adentro y del afuera para la
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comprensión de la evolución y los cambios del ser humano. “O sea, en la medida en
que el vivir supone una continua transición y retransición (del adentro al afuera y
del afuera al adentro) atravesando, en los dos sentidos opuestos, el mismo umbral,
podemos ubicar el centro de la vida del hombre en ese umbral, metafórico símbolo
del límite entre la vida intrauterina y la vida extrauterina. Umbral desde el cual se
mueve el vivir con mayor amplitud de excursión, con diferente ritmo, etc., según la
ecuación personal de cada individuo”. Por eso este umbral es como el symbolum
antiguo que unía dos mitades, las que únicamente estando juntas hacían que el
symbolum valiera como tal, y autenticaba la relación. Por eso este umbral puede ser
símbolo de unión y puente que conecta ambas edades.
Básicamente hay dos estados típicos para expresar la crisis: maniaco, el uno;
depresivo, el otro. El estado de manía se apoya en el mecanismo psíquico de la
negación: el sujeto niega lo que le pasa, niega el paso del tiempo, niega el avance de
la edad, etc. Por esto es frecuente observar los supuestos botes salvavidas a que se
aferran estas personalidades: Un nuevo hijo a los 40 después de haber criado dos o
tres más sustentado por la fantasía inconsciente de que ese nuevo hijo le devolvería
la juventud perdida; o por ejemplo, el caso de la ruptura de una pareja para iniciar
una relación con otra persona sensiblemente menor, para intentar demostrarse que
“todo sigue igual” o que “esta todo bien”, en relación a como eran antes las cosas. Y
así no habrá salida.
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redistribuye su energía para la vida aceptando la muerte, porque el intento de
resolución maníaca de la crisis buscaría tachar la muerte en un esfuerzo por
potenciar la vida; y en la expresión depresiva de la misma el sujeto buscaría tachar
la vida para potenciar la muerte dentro suyo. El único camino pasa, una vez más por
la unión de estos supuestos opuestos.
Gilgamesh inició su travesía para convertirse en héroe y terminó siendo un simple hombre
más. Cuando Gilgamesh llora desviste un héroe y viste un hombre que ha comprendido que
necesita empezar a serlo. Por eso su sacrificio sirvió: porque la vida es una travesía, pero a la
vez la mitad de la vida implica una travesía.
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