La Rosa Del Desierto
La Rosa Del Desierto
La Rosa Del Desierto
EDICIONES ANDANTE
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Printed in Spain
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Mi agradecimiento eterno
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Velas blancas encendidas
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Rosa blanca sin espinas
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Recuerdos de dulces sueños
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Cantos tibetanos
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Egipto corazón del Nepal africano
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Piel morena, aterciopelada, de azabache, con aroma a menta
y canela en rama. Perlas cultivadas, como flores blancas, brotan
en tu cuello de cisne, hija del sol y prometida del viento. Pies
morenos y descalzos, quemados por el trotear bajo el sol del
desierto en Egipto.
Buscas un pozo de agua para tu niño interior, pero
encuentras tan sólo espejismos y falsas realidades. Espejismos de
cristales de cuarzo, en el horizonte se reflejan en tus ojos
cabizbajos. Quisieras poder convertirlos en palacios, de oro y
brillantes, para tu pequeño hijo, pero tu deseo es tan sólo un
anhelo. Aún recuerdas el hambre devorando tu cuerpo inerte y
cansado, alivio de brisa y fuego.
Podrás vivir tu existencia despojada de bienes materiales, mas
no de buenos sentimientos. Bajarás los párpados en el anochecer
del camino, para resguardar a tu niño de los temores del vacío.
Cantos africanos, en la profundidad de la selva, oirás junto a
lamentos de las madres que lloran por sus hijos. Sus gemidos
cogerán fuerza y brío para levantar las piedras que entorpecen
los pedregosos caminos. Retumbarán las raíces de la tierra
olvidada, de la tierra asustada. Haciendo estrechas sendas
conseguirás llegar a tu destino, mas las heridas de tu espíritu no
sanarán como es debido. De ellas aflorarán enormes ríos de lava
roja. Es herida mortal que deshoja, y con deseo tu alma inmortal
escapa, buscando un pétalo de rosa roja. Rosas con espinas,
clavando tus entrañas, acechan tu agonía esperada. Pero no te
dejas vencer y aún luchas por amar. Dulce remanso de paz
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encuentras, tras las torres de cristal, en tu nacimiento a la luz
blanca y etérea. Tu niño pequeño llora y sus lágrimas se
convierten en enormes diamantes color añil, como el iris de sus
ojos. Un viejo caminante del valle del Jordán, que vaga por la
selva del Nepal africano, encuentra a tu retoño, triste y lloroso.
Entre sus brazos cálidos lo acuna, como algodones de nubes
grises que rozan el paraíso eterno.
El ojo del águila roja que surca los mares y los océanos traerá
esperanza, y mirará tras las puertas selladas con fuego y sangre.
Las golondrinas vendrán al oír los rezos que prodigan las voces
del sentir de tu pueblo.
Rencores y fobias escapan a los cielos, al pronunciar el ritual
escrito en viejos pergaminos egipcios. Pergaminos, con secretos
milenarios, esconden mundos ocultos para el ser humano.
Mundos ocultos y misterios por desvelar subyacen en el interior
de oscuros jeroglíficos.
Los hijos de la luz transcribirán al arameo los manuscritos de
Vihara y Heliópolis, auténticas llaves de las puertas hacia el
atmán, hacia el Yo interno. Manuscritos muy valiosos para el
camino iniciático de la sabiduría interior, para el conocimiento
de lo Absoluto. Bajo la sombra del árbol sagrado de Hathor
recitarán mantras, bellos sonidos sagrados para aliviar el
sufrimiento en los seis reinos existenciales. Hijos de la luz:
¡Contemplad la Joya del Loto! ¡Om Mani Padme Hum! ¡Om
Namah Shivaia!
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Caminante del desierto
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Manto florido de rosas – Hijo del Sol
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Odas y sonetos de amor bailarán juntos, al oír la risa de tu hijo.
Hijo del sol y de las estrellas luminosas.
Y pensarás: ¡Qué lindo es mi niño! Mi niño lindo, soñando
con ángeles custodios, en la cueva de la montaña mágica sagrada
de Gamala. Con sus sandalias de cuero y su túnica blanca
dormirá en un campo de amapolas rosas, somníferas, que le
inducirán a una siesta hipnótica, en los límites de la realidad
pragmática. Los unicornios blancos acudirán a su encuentro,
para cabalgar por encima de las nubes hacia la inmortalidad.
Tatuajes de henna en su piel morena, sellados con sangre, entre
silencios y sonidos del arpa divina. Amaneceres rubís iluminarán
los silencios, los silencios breves del arpa dormida. Respiraciones
y mantras llenarán de aire fresco, de sutil luz blanca, su tercer
ojo Ajna. Mantras místicos se sentirán en la lejanía… ¡Om Mani
Padme Hum! ¡Aissa, Aissa! ¡Om Namah Shivaia! Arcoíris de
luces rotas, finos destellos de cobre y plata. Despertarán los hijos
de la luz, con el amanecer rubí y los cielos de ámbar.
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Madre Libertad – Mma Horiya
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oníricos, de fresa y frambuesa, en tu cesta de mimbre plateada,
regalos de los dioses del Olimpo.
Endulzarás la miel, más aún, con tus labios gruesos, piel
melocotón. Miel de azahar, romero y tomillo, regalarás al “rey
de las ventiscas y de los vientos indomables”.
Poseidón te convertirá en una ninfa, y hechizarás, con tus
dulces encantos, a piratas y navíos extraviados, en los infinitos
mares del olvido.
Temerás la llegada del frío y gélido invierno, ya que esperas
penas y omisiones, abandonos en la perpetua Nada, y eterna.
Sopor, en la niebla que ocultará tus cinco vulnerables sentidos.
Devolverás las sábanas etéreas, blancas, para cubrir campos
llenos de trigo.
Hondeando banderas violetas, reclamarás tus derechos
violados por los ejércitos del faraón egipcio. Truncarán esos
deseos, con nuevos aires al olvido.
Mientras, remedias su ausencia, con calor dulce y tranquilo.
En ese calor hogareño, miles de rayos renacen a la luz de los
prisioneros cautivos.
Cosquillas maderadas hacen latir el reloj de tu águila
escarlata. Los jardines, en poniente, florean camelias, al paso de
los sultanes de Oriente. Pasa cabalgando Tutmosis, el faraón de
los anillos sagrados; mientras niños inocentes mueren, en
recovecos estrechos. Y se olvida la tristeza profunda, que
acompaña la inocencia perdida.
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Monjes castrenses salen de tu casa de ébano, para acompañar
el reloj de tu vida que hace clic-clac. El jardinero de palacio corta
agujas de cristal, entre jazmines y rosales blancos. Te obsequiará
con la presencia del hijo del sol y de la luna, en tu nuevo renacer
a la inmortalidad.
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Rosa de los Vientos
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Mar Rojo
Madre, eres la dulce joya del mar Rojo, que reside dentro de
la flor de loto. Eres el dulce mantra de mi despertar al alba. Eres
alba plateada, en el amanecer dorado de mis dulces sueños.
Madre, eres el árbol sagrado de Abraham, en mi dulce y eterno
despertar. Despertar mío, al eterno silencio dormido.
Madre, eres alma infinita, flor sagrada del mar Rojo, en tu
eterno caminar.
Pececillos tropicales del mar Rojo brincan en las fuentes de
palacio, al sentir la brisa de tu inmensa felicidad. Felicidad que
irradia tu luminosidad y se desborda por los confines terrenales.
Eres ánima inmortal que bebe del manantial sagrado, con el
cáliz dorado de los Templarios. Alguien te ayuda, desde el Más
Allá, a escribir con tinta de sangre tu historia.
Te sentarás en el alfeizar de las torres más altas para admirar
la aurora boreal. Aceite de bergamota ungirás en tu frente, en el
bautismo hacia la inmortalidad. Pensarás que el ser inmortal
tiene miles de reencarnaciones y tú tan sólo recuerdas tu última
existencia.
No eras humana sino paloma blanca, que padeció por el
amor de un príncipe destronado. Antes guiñabas con los ojos,
ahora son tus alas de libertad las que guiñan al cielo, cada vez
que emprendes tu vuelo inmortal.
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Con mirada pícara al sol naciente, te bañas en piscinas de
mármol y oro relucientes. Con tus dientes perlados, masticas
con hastío una manzana envenenada, para dormir plácidamente
junto a tu amado en el lecho prohibido del desierto del Sáhara.
Con tus pasos silenciosos, alertas a esclavos y oprimidos de la
llegada de torrentes aguaceros.
El príncipe amado pedirá la cabeza del águila roja, para
regalarte como ofrenda su collar de esmeraldas preciosas. Velas
encendidas en el claustro del monasterio iluminan tu lecho de
amor. Tu doncella de confianza llevará el collar al bosque
encantado, para guardarlo en un cofre lleno de violetas
silvestres. En el fondo del manantial tu príncipe soñado escribirá
con pétalos de magnolia tu precioso nombre Libertad. Y con sus
dedos frágiles, cogerá flores de loto que cubrirán tu cuerpo,
divino e inmortal. Clavos ardientes se clavan en tu pecho
desnudo para siempre. Mientras, se olvida la agonía y los
injustos regresan a la tierra prometida.
Sillas de oro, en el trono de los cielos, esperan al guerrero
silencioso vencido por la paz. Trompetas y flautines tocan, al
unísono, para recibir con honores al guardián de los mares.
Mientras la diosa Isis duerme plácidamente en la arena de la
playa, las olas rompen de manera caprichosa, formando cuencos
de plata. Fluyen con las olas palabras dulces de amor, bellas
palabras de amor olvidadas.
El príncipe pasea con su carroza disfrutando del sonido de tu
dulce mantra. Mantra místico, himno a los dioses. Un mantra
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sánscrito despierta una nueva conciencia oculta en el fondo de
tu inmortalidad. Y libera, sosiega tu mente con su dulce
vibración, al ser el lenguaje divino que deja reverberando el
silencio. Silencio secreto y perenne.
Yaces en tu lecho, esperando encontrar la liberación
suprema, rodeada de rosales floridos y jazmines blancos. Aceite
de almendras dulces masajea tu cuerpo apagado por el miedo.
Se abrirán las puertas de los círculos energéticos, como flores
que abren sus pétalos al sol. Eliminarás el miedo y te sentirás
más segura en la tierra prometida. Tu tercer ojo Ajna se
iluminará con la salida del sol naciente. Y podrás comunicarte
con lo Inmaterial y el Más Allá. Un rayo incandescente,
brillante, cegará los ojos de aquellos que te miren.
Compadecerán tu eterno olvido y tu enorme soledad, a lo largo
de los siglos. Luciérnagas de colores se encenderán como gotas
de agua calma. Romero y menta cultivarás en el jardín del Edén.
Flores de lavanda y tomillo fresco recogerás con una cesta de
mimbre plateada para perfumar tus delicados sentidos. Seguirás
a impulsos tus corazonadas y representarás tu dolor de manera
aliviada.
Encontrarás el camino hacia la esperanza, como las ramas de
un árbol encrespado hacia el cielo, como el espíritu de un árbol
sagrado en Oriente, como un sándalo hindú rozando el techo
celeste, de Oriente a Occidente.
Madre, eres flor sagrada inmortal del mar Rojo en tu eterno
caminar.
31
Flores de Neem
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Y los árboles frondosos, del bosque salvaje, te esperarán
cuando tus estrellas fugaces se derramen por los cielos, y cubran
su manto con finos cristales de hielo. Crearás nubes bajas con
forma de olas serenas, apaciguadas por el viento tranquilo. Y tus
redes capturarán el miedo irreal, que perturba mis sueños y
sentidos, en el océano incandescente de platino y de sal.
Lloran los peces de colores tropicales, cuando afinas tus
cantos de sirena, en las noches de luna llena. Lloran las estrellas
por amor al hijo del sol, lloran como pétalos en flor.
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Hijo del Sol y de la Luna
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sufrimiento vano, por tu dolor desmedido, de lo que el viento se
llevó asustado y cohibido.
En el verano austral, durante las noches de luna llena, allá
donde la Tierra y la bóveda celeste se fusionan, tú volarás hacia
la constelación estelar de Orión y Marte. Luciérnagas brillantes,
cual farolillos antiguos de aceite, llevarás en tu caminar rítmico y
pausado. Ocarinas de tiempo perdido tocarán en los estratos
celestes, al sentir la belleza de tu luz incandescente.
Luz de la luna azul, bajo los cielos de Asia. Luz blanca de la
tierra de las nieves, de las cumbres elevadas de tu querido
Himalaya. Himalaya, paraíso de las montañas sagradas, tierra
inmortal de las nieves inmaculadas, donde tú, como el agua,
como el espejo, reflejas la belleza inmensa de tu alma más
sagrada. Himalaya eterno, en mi realidad y en mis sueños.
Himalaya, en ese despertar puro, en ese samsara de
transmigración al despertar perfecto.
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Élitros del escarabajo egipcio
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Cairo brindarán por tu memoria, para el resto de la historia, por
los siglos de los siglos.
Jamás olvidarás la piedra Rosetta de Júpiter, ni los anillos de
Saturno en el sistema solar. La Vía Láctea, en todo su esplendor
y magnificencia, creará una dulce estrella con tu nuevo nombre
Libertad. Las puertas de luz iluminarán los ojos de los ciegos; y
tus sabias palabras acallarán las voces de los siervos del guerrero.
El faraón mandará construir un palacio con retazos de
madera, oro y adobe, para ti, su princesa amada, esclava de su
corazón enaltecido. Esmaltes impregnados de luces, creados con
arte y emoción contenida, adornarán tus lindos aposentos.
Burbujas y pompas de jabón explotarán, a pedazos, el hielo de
su corazón hastiado y congelado. Mas tu alma enamorada
calmará las aguas turbulentas de tu amado.
Huirás a la isla de Gorée, al abrigo de ventiscas y huracanes.
Allí, te conciliarás con el desgarro de tus raíces perdidas, heridas
y mortales. Escucharás canciones doradas de tus antepasados
ancestrales, mientras olvidas los silencios rotos, los silencios
eternos de tu alma, en la mar.
Lucirás una bella djellaba blanca, que envolverá tu morada y
tu cuerpo llagado y mutilado por el terror de la guerra. Bailarás
la danza de los siete velos, en la khayma de los sultanes
guardianes del desierto. Y bellas melodías de arpa sonarán en tu
nombre, en el nuevo jardín del Edén, al compás de las ramas
mecidas por el viento.
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En el desierto del Sáhara te clavarás rosas espinosas, agujas
afiladas como puñales. Mas en la soledad consentida, sólo
percibirás el latido de tu corazón indomable.
Te aferrarás con fuerza a este puerto en la tormenta, con tu
ancla a su ancla, hilo plateado de vida, rebosante de ilusiones
soñadas. Tan sólo un fuego fatuo encenderá la llama de la
hoguera de tu amor. Y de tu piel morena y caliente brotarán, al
amarte, ríos de especias afrutadas y de almizcle. Elevarás una
ofrenda a los dioses mitológicos, en el resplandor dorado y
brillante del sol naciente.
Y entonando versos cantados, en el ocaso de tu amor
prohibido, te cohibirás con los desatinos del más vil destino.
Descansarás acurrucada plácidamente, entre sus fornidos brazos,
escudriñando los mundos sutiles del silencio apagado. Tus
expresivos ojos serán luceros, que despertarán su conciencia a la
luz de la Nueva Era. Entrelazando el cordón umbilical plateado
y tu esencia al universo etéreo, elevarás tu conciencia suprema.
Y tu voz frágil, melodiosa, cantará un himno para sanar las
heridas mortales de su amor imperturbable. Serás la guardiana
de sus secretos inconfesables, allí donde repose su corazón
atormentado al abrigo de revueltas y tremendas tempestades.
Indomable y salvaje, sólo extrañarás el escalofrío de la dulce
inmortalidad. Buscarás inspiración en las vidas de los prisioneros
cautivos, privados de libertad.
En lo alto de Chaouen, los algodones de azúcar de caña
serán de nuevo tu cuna más esperada y anhelada. Y gritarás a los
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dioses: ¡Ahora soy libre! No habrá nadie allí arriba, tan sólo tu
sombra y tus propios aposentos.
Y tallarás tu historia en el tronco del árbol sagrado de
Oriente. Sándalo, árbol de la luz infinita plenamente consciente.
Mientras, el jardín dorado de tu vida estará lleno de alegrías,
sueños, ilusión y magia. Jamás podrás olvidar sus caricias, sus
besos, sus ojos y su mirar, a pesar del paso del tiempo y de la
eternidad.
Cuando se despierta a la inmortalidad del alma, el espíritu
libre ilumina el universo, como un bello espejo de plata. Cuando
se renace a la inmortalidad del alma, el espíritu llena el vacío
más absoluto y austero, como el agua de un río en la eterna
esencia del alba.
Son los recuerdos vívidos, instantes sublimes de dulce amor,
de felicidad, que envuelven tu corazón en un arcoíris de
auténtica pasión. Sus tiernos besos, soplos de vida, iluminarán el
fuego interno de vuestro cálido amor, como la ternura de un
atardecer dorado, infinitamente sereno, en el jardín del Edén.
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Almas, corazones de Palestina
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Sueños vívidos, reales, de corazones puros llamados a
reencontrarse, en el despertar a la luz, en un amor inmortal
existencial. Amor, fuego y pasión, en el despertar a la luz, en los
límites de la realidad pragmática. Almas gemelas, corazones de
Palestina, bajo los cielos eternos del Himalaya.
45
Madre inmortal – Morada de libertad
46
Libre, como el agua de lluvia
48
Constelación de Perseo
50
Espíritu libre del alma humana
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gratitud y verdad. Palabras divinas del corazón sobrevolando el
mar de Galilea.
Espíritus libres inmortales, almas de corazones puros,
volando sobre la conciencia colectiva universal. Espíritus
reencarnados de amor viajan hacia la Ciudad Santa, de tu alma y
de mi alma.
54
Iluminación del nirvana
56
Agua de amor
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Dulce sueño de libertad
63
El amor, lágrimas de plata
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Pueblo esenio del desierto de Judea. Mares de cielos, soles
despiertos. Amaneceres rubí, cielos de ámbar. Bellos reflejos de
cobre y plata, en el valle de Jezreel.
65
El árbol del amor sagrado
66
Sabiduría del silencio
68
Desnudarás tu corazón
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Mientras, en el oasis de Siwa se forjarán nuevos espejismos
mágicos, espejismos de sueños dorados, en el jardín de tu
reinado. Sueños de estrellas mágicas, tiernas sombras de
añoranza, de esperanza.
Te reencarnarás libre, como gaviota blanca, después de ser
reina faraónica en la antigua Mesopotamia. Orgullo y soberbia
ocultos, juntos se conjugarán en una sólida coctelera. Coctelera
dulce, entrañable, para levantar los cimientos de la Nueva Era.
Mas los “sin nombre” no podrán superar jamás los límites
marcados, respetando a los dioses de los océanos encantados.
Límites marcados, señalados a sangre y fuego, con huellas y
tatuajes de henna, por tu dulce amado. Llegarán tiempos
difíciles, tiempos de liberación. Intentarás sobrevivir al horror de
la posesión, de los deseos, apegos, de la vanidad, del orgullo y de
la terrible esclavitud. Aprenderás a sobrevivir en el mundo de la
incomprensión. Aprenderás los estados de tu mente, de tu
conciencia y de tu esencia humana, en la selva de la eterna
sinrazón. Apaciguarás la intranquilidad de tu mente, de fieros
sonidos verbales, y crueles desmanes, recitando dulces y poéticos
mantras sánscritos. Apaciguarás la inquietud de los mares de tu
espíritu, reposando tus odas poéticas en la Madre Libertad.
Apaciguarás el turbulento torbellino de tus mares, de inquietos
pensamientos y falsos avatares. Cerrarás los párpados,
sutilmente, al retornar la paz a tu trono eterno.
Ecos lejanos y distantes nacerán, como dulces sirenas azules,
de una estampa celeste, en el bosque encantado. Desnudarás tu
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corazón para vivir a flor de piel tu sentir y tu sufrir. Acabarás
extenuada, agotada y sin aliento, intentando escapar de las
entrañas profundas de la tierra imaginada. Ensimismada, te
alimentarás con el amor infinito de las almas gemelas, mientras
hibernas en el eterno invierno austral. Volarán tus pies,
inquietos y doloridos, en tu largo caminar por las sombras del
abismo. Te sentirás en soledad, vacía y entristecida. Vagabunda
pobre de la vida más austera, de la vida más sentida y sufrida.
Al notar el desapego ajeno, que genera tu comportamiento
sincero, las palabras pronunciadas por tus labios, sellados a
fuego, se verán tristemente enmudecidas. Se verán enmudecidas
y maldecidas por el clamor general. Tus crueles enemigos
imaginarán fantasmas, falsos espejismos, en tus lindos
aposentos, al negar tus propias palabras consentidas. Jarros de
hiel y azúcar amargo serán las mejores ofrendas que recibirás en
tu soñada luna de miel. Desengaños y falsedades enormes
dominarán, harán acto de presencia cuando rememores tus
vívidos recuerdos. Mas no temas la opinión del sumo sacerdote,
tan sólo te dedicará sus cánticos, y sus benditos salmos
celestiales. Mujeres, vestidas de negro, se solidarizarán con tu
tortura, con tu olvido vano y con tus desgarros.
Y tu silencio, enmudecido, se convertirá en rebrillo de sol y
luna, al recordar las lilas violetas de tu jardín secreto. Y
encontrarás tu esencia inmortal, en un estado de sopor especial.
Será un dulce sueño invernal, donde hallarás, finalmente, tu
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dulce inmortalidad. Inmortalidad en un estado de conciencia
universal, en un renacimiento a la luz de una nueva realidad.
72
El tiempo llegará a ser lo que tú deseas
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Viajera del alba
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guardará la historia de la transmigración de tu inmortal esencia,
en tumbas protegidas por arenas movedizas y pardas.
Y tu alma inmortal, en ese lugar celeste, contemplará toda la
verdad prohibida de la esencia oculta, inteligible. Los cuatro
elementos reales: agua, fuego, tierra, y aire, te protegerán a ti,
madre, adorada y querida, de tus enemigos traidores. Y tu alma,
ya tranquila, viajará libre en dos corceles blancos alados para
reposar a la sombra del olvido cotidiano.
Serás viajera del alba, inmortal águila peregrina, mensajera
del tiempo inmemorial en el sendero inefable hacia el moksha,
hacia el nirvana.
Y tu espíritu ya calmado, apaciguado, soñará con un mundo
más humano. Un mundo alejado, despojado y distanciado, del
apego, de la vil traición y sinrazón. Un paraíso espiritual
distanciado de la traición y del cruel engaño. Remolinos etéreos
engullirán su vanidad fatal y su prepotente orgullo. Orgullo
mortal y vanidad desmedida del mundo material.
Entonarás cánticos al universo celeste, cánticos sánscritos,
para apaciguar los ánimos de los dioses Zeus y Marte. Y tu
contacto espiritual, con los estados luminosos de la mente,
sentirá el desgarro de los apegos, en tu alma dulce e inmortal.
Inmortalidad divina, liberación suprema desmedida.
Mientras, el gélido frío se clava, vilmente, en las entrañas
más sagradas de la tierra prometida.
Escondidos sentimientos de pasión desenfrenada, escaparán a
las cumbres nevadas del eterno Himalaya. Pasión roja de amores
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sutiles, de amores esenios, bajo los cielos añiles de Asia. Pasión
desmedida, desconocida en el antiguo pueblo hebreo. Pasión de
amores inmortales, desde tiempos ancestrales, inmemoriales.
Y en el eterno presente, escondes el secreto de la flor de tu
pasión. Escondes tus más frágiles sentidos para escuchar los
dulces sonidos del bosque eterno y prohibido. Sonidos perfectos
y bellos apaciguan, y serenan, los vientos trémulos de tu alma de
luz blanca. Agitada estaba tu esencia, en un mar infinito de
tormentas de arena. Y en el eterno presente, serena está tu
esencia, al percibir la brisa suave de los vientos, en el desierto de
Judea. Vientos indomables rozan corazones puros, entre ocasos y
espejismos falsos. Vientos del desierto acarician, con ternura, tu
infinito amor inmortal. Amor de la hija del cielo, de la
prometida del viento, amor de un corazón esenio. Desierto de
amor tranquilo, amor de fuego sagrado. Amor de instantes
sublimes, de instantes etéreos, que funden y abrasan, como los
intensos atardeceres, en Cachemira. Amor, pausado y calmado,
como sombras de luces y sueños, entre tiernos destellos de soles,
entre sutiles perfumes de azahares blancos.
Y en las tormentas del desierto, se oyen sollozos sentidos, en
la lejanía… Sollozos, de agua salada, que empapan tus mejillas,
levemente sonrosadas. Y las almas durmientes se agitan en sus
más plácidos sueños, al escuchar los gemidos y dulces sollozos
de tu querido pueblo. Hallarás alivio místico en el laberinto
oculto de tu mente peregrina. Un alivio, ascético e iniciático, en
tu compleja y pragmática plenitud consciente.
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Mente peregrina, en el desierto de la vida. Luz blanca viajera,
mensajera en el tiempo, desde el principio del Génesis, desde el
origen del universo, desde el árbol sagrado de la vida.
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Vientos de libertad
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Vientos de aromas lejanos, aromas mágicos de incienso
oriental, jazmín de lavanda y flor del Nepal. Vientos, destellos
finos de plata, entrelazando inmensas cadenas blancas, por la
Madre Libertad.
Libertad de un pueblo esclavo. Pueblo esenio, pueblo elegido
dentro del pueblo hebreo, bajo el azul cielo dulcemente irisado,
bajo las montañas nevadas, bajo los cielos estrellados de Asia.
Mientras, tú, ajena a rumores y leyendas, acunarás en tus
brazos a tu hijo anhelado. Hijo anhelado y esperado, por este
pueblo vilmente esclavizado. Esclavizado por faraones, que
mecen y esconden sus pecados más amargos. Pecados, amargura
de la oscuridad más absoluta de la vida. Oscuridad infinita del
abismo infernal. Y su mano oscura será guía, fiel consejera, en la
selva negra de la miseria más profunda.
Supersticiones ancestrales acecharán tu memoria, y ésta
invadirá el universo de la vida, con principios y valores morales.
Fraternidad, igualdad y austeridad, valores morales esenciales
de la Gran Hermandad Blanca, en los monasterios de Krmel y
Qumrán.
Arte de la palabra dulce del pueblo esenio. Memoria colectiva
de un pueblo, bella sonrisa elegida del universo. Brillo en la
inmensidad de océanos transparentes, en noches estrelladas de
terciopelo raso.
Desde el desierto de los Vientos se ensalzan palabras con
bellos sonidos: Paz, gratitud y verdad. Palabras sagradas de un
pueblo asceta. Sonidos bellos de manantial, músicas antiguas y
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fantasías con sabor a metal. Sonidos dulces, cascadas frescas de
manantial, cristales bellos de lo esencial. Sonidos de mantras,
cristales hialinos en el atmán. ¡Yesus, Yesus! ¡Om Namah
Shivaia! ¡Aissa, Aissa! Arcoíris de luces rotas, finos destellos de
cobre y plata, con el amanecer rubí dorado y los cielos de ámbar.
Sonidos en el silencio yacente de un pueblo humilde, iniciático.
Pueblo de espíritus libres volando, como halcones inmortales,
hacia las orillas del mar Muerto, hacia el desierto de Judea.
Espíritu cananeo del pueblo esenio escapando libre, por encima
de las cumbres de Judá, hacia el valle del Jordán, hacia Beit
Shemesh “Ciudad eterna del Sol”.
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Tierra sufriente
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Madre estrella del viento
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Eras libre atardecer, entre odas poéticas y cantos de sirena.
Eras poeta asceta, y caminante errante sin fronteras. Eras halcón
peregrino y paloma mensajera, en el río tumultuoso del reloj del
tiempo inmemorial.
Te sentías mar de olas, entre finas aguas y hojas plateadas,
bajo los árboles sagrados de ashoka, en las noches brillantes de
Kashmir.
Te sentías alegría de la luna, entre caricias tiernas de
palabras, entre tibios susurros de armonías y aleluyas. Te sentías
alegría del sol, reflejo de claros manantiales, entre amores dulces
y tiernos besos espirituales. Besos irisados de plata, espejos de
fuego sagrado y pasión, bajo el inmenso fulgor de la lumbre,
impregnados de inmenso calor y de amor.
En tu mirada cristalina, reflejos y espejos de sonrisas divinas.
Miradas profundas y hechizadoras, senderos y fuentes de rosas
puras.
Bajo los colores de un cielo gris, te sentías arcoíris
luminiscente, en la plenitud consciente. ¡Blanca plenitud en el
absoluto presente!
Te sentías criatura hermosa, rosa caprichosa en tu lecho
floreciente. Te sentías luciérnaga brillante, bajo las luces de las
estrellas de Oriente. Te sentías luna roja, embriagada por
perfumes de mares, de azahar y rosa. Te sentías jardín dorado de
lirios enmudecidos, entre flores blancas de tomillo enverdecido.
Te sentías mariposa libertaria, princesa soñadora y adorable
90
musa de los poetas griegos. Te sentías luna graciosa y
caprichosa, en tu cuna de seda y satén fino.
-¡Qué profunda es tu enigmática conciencia! -clamaban los
jilgueros silvestres del jardín celeste. Pensabas fluir con tu
existencia, por el acantilado más abrupto, hacia los mares del
eterno olvido.
Tú, madre querida y adorada, te refugiaste en tu morada
durmiente, con los brazos desplegados al viento de Egipto.
Verdes rayos de esperanza iluminaban tu morada más sagrada.
Morada floreciente, templo sagrado de finas estrellas
primaverales. Alivio ascético de tu mente, en tu compleja y
pragmática plenitud consciente.
Se desvaneció tu mente, como la brisa del viento, en tan sólo
un instante. Se desvaneció entre sueños de estrellas nocturnas y
utopías hermosas. Sueño tierno de verano, espejismo dorado.
Espejismo, de un desierto de cristal, en el que transgredías
sentimientos desconocidos para llenar ese inmenso vacío de tu
realidad existencial.
Y más allá de tu cuerpo inmortal, estando inmersa en esa
burbuja celestial, proyectaste tu mirada hacia la inmensidad.
En el atardecer profundo de tus sueños, sentiste tu corazón
desplegado al viento de Egipto. Y en el amanecer enigmático de
tus sueños, tu corazón era “luna roja, lirio profundo y rosa” de
mis prohibidos sueños.
91
Cima de los vientos indomables
94
Me entristecí al contemplarte, en momentos bajos de tu
existencia, cuando tus lágrimas dulces resbalaban, acariciando
tus mejillas sonrosadas y divinas. Mejillas empapadas por los
ríos calmos, apacibles, de tus penas y agonías. Tu infancia fue
dura y dolorosa, perdiste pronto la inocencia hacia una madurez
temerosa.
Tu sonrisa franca, pura y blanca, como nubes de algodón al
alba. Tus ojos negros, rebrillos de luceros en la aurora. Tu piel,
de porcelana caliente, brillaba ardiente bajo el sol naciente de
Egipto. Sobre la alfombra terracota del desierto, tu silueta
caminaba sigilosa, como suave rosa perfumada, caprichosa.
Madre, eras diosa de los mares, de los océanos y de los
techos celestes. Hermosa, como las tiernas flores primaverales.
Desde el principio, transmutaste tu alma en gacela salvaje, en
espíritu libre de garza volando sobre los bosques, en colibrí
plateado en el reino dorado de Shambhala.
Fuiste, en los otros reinos existenciales: Hathor, diosa del
amor y la belleza suprema; Isis, diosa egipcia de la magia; Ushas,
diosa india de la aurora.
Cuando la llama encendía la vela de mi corazón, entristecido
y enojado, tú madre me abrazabas con dulzura. Me cogías
suavemente, en tu regazo, para besar mis pies pequeños y mis
finas manos temblorosas. Y me arrullabas entre tus brazos
cálidos, con aroma a canela en rama. ¡Qué recuerdos tan gratos,
vividos en esos dulces instantes!
95
Siempre cuidaste de mí, con empeño y desvelo. Inculcaste en
mi espíritu, el sentido del valor y de la honestidad más plausible.
Contigo aprendí a perdonar sin errar, a mis enemigos más
crueles. La palabra perdón la convertiste en insignia y bandera
blanca, hondeando al espejismo de tu horizonte más lejano.
Horizonte fronterizo y sentido de tu humilde destino. Destino
azaroso y cautivo.
Hiciste de la honestidad un valor supremo primordial y un
sentimiento universal en tu mundo imaginario, donde realmente
reinaba el amor y la paz.
Sentías añoranza de tu tierra árida, roja, de tu tierra natal,
pero pronto emigraste hacia un mundo mejor, en busca de la
más absoluta perfección. Tan sólo pretendías ser feliz, en medio
de la desesperación. Desesperación traicionera, por engaños e
hipocresías vanas. Tejías una tupida tela de araña, indescriptible,
atrapadora, en tu pequeño espacio vital, para vencer el odio de
tus enemigos. Pero siempre los perdonaste, no merecían que
mencionaras ni una sola palabra, sobre sus nombres, ni
pronombres.
Para mí, madre, siempre serás la princesa celeste, mi sol
brillante y mi luna ardiente.
Y en el eterno presente, eres mi vida y mi esencia innata, a
cada instante.
Tus ojos son fiel espejo, reflejo de la belleza de tu noble
alma, como el agua clara de las cascadas, en mi querido
Himalaya.
96
Flor de Shambhala
100
Y repetías una frase constante: ¡Te quiero madre, vida mía!
¡Te quiero más allá de mi propia existencia, y más allá de la
muerte!
Jamás negaste a tus benditos hijos, fruto secreto de una
pasión desbocada y de un hermoso amor prohibido. No era
necesario tanto sufrimiento vano en la rueda incesante de la
vida.
Y tu alma luminosa, llorosa y desgarrada, huía sin fronteras,
volaba hechizada con sus alas blancas hacia las cumbres nevadas.
Cumbres hermosas de tus anheladas montañas. Montañas,
gélidas y blancas, de tu querido Himalaya.
No era necesario tanto discurso vano, ni sentir agujas
clavadas como dulces espinas de rosas blancas. No era necesario
ver la muerte tan de cerca, ni dejar marchitar tus flores de loto,
en ese jardín árido y desolado de tu inmenso desierto. No era
necesario sentir el umbral del dolor, ni sentir el amargo olvido,
en la profundidad de tu silencio cohibido. Y en el silencio
dormido, habitaban palabras bellas, susurros de palabras repletas
de infinitos secretos cautivos.
El mutismo y orgullo vano, de los feroces leones del desierto
perdido, atemorizaban y acechaban tus sueños más prohibidos.
Tus sueños mágicos, reflejos de arcoíris y luces de mundos
sutiles, de corazones gentiles, en el sendero de las nubes blancas.
Sendero luminiscente, lleno de piedras y enormes guijarros de
barro, en la rueda incesante del samsara. Piedras y clavos herían
tus pies, pequeños y descalzos, en ese pedregoso camino,
101
levemente ensoñado. Los feroces leones ocultaban sus deseos
sumamente prohibidos, sus deseos desbocados más inefables,
frívolos y desmedidos. ¡Qué hipocresía más vana vivir en los
pronombres! ¡Cuánto odio y venganza derramaban sus ciegas
palabras vanas! ¡Malditas garras en sus míseras entrañas!
Frases despiadadas, como espadas solares, fueron enterradas
en sarcófagos sagrados, en la nueva necrópolis helada. En ese
espacio, doloroso y cautivo, tus labios sellaron sus duras
palabras, para siempre, eternamente.
En el leve suspiro del silencio dormido, sentías que tu
corazón moría, y dejaba escapar, sutilmente, tu alma
francamente herida.
Y tú, eras un hermoso ángel de luz, en busca de algo
inexistente en el mundo real.
¡Qué difícil era cruzar ese puente imaginario, entre lo real e
irreal!
En tus recuerdos innatos, surgían inspiraciones poéticas
ilusorias, odas escritas desde el Más Allá de tu dulce
inmortalidad.
Y tú, seguías caminando descalza, clavándote agujas y espinas
de rosas blancas. Mientras, meditabas en el silencio dormido,
bajo la sombra del sándalo, árbol sagrado de Oriente. Y tu
esencia luminosa alzaba su voz al techo celeste: ¡No me importa
nada ese vil y triste engaño! ¡No me importa su magnificencia,
ni su inmoral venganza!
102
Jamás quisiste causar ningún daño, ni acallar sus falsas
promesas y sus dolientes palabras, en los océanos iridiscentes del
supra-consciente. Tan sólo buscabas la verdad sincera de tu
propia existencia, la verdad de esa realidad abstracta y levemente
etérea. Fuiste humillada en tu fuero más interno, mas no
consiguieron jamás acallar tu libertad de volar, y tus ansias de
gozar con el viento sureño.
Tan sólo quisiste renacer de tus propias cenizas, como el ave
fénix, y emprender un vuelo majestuoso hacia los mares
intranquilos de la eternidad consciente.
No olvidarás aquellos tiempos pasados, donde erraba tu
memoria fallida, donde tus enemigos acechaban como hienas
enfurecidas. Acechaban tu sosiego de paz y tu dulce remanso
tranquilo, en los infinitos mares de espejo y cristal. Debajo de su
piel de cordero habitaba un lobo furioso y embravecido por el
viento. Enfurecido con su ego y alter ego dormido.
Y tus pensamientos sinceros desbordaron claros manantiales
y ríos tranquilos, en los mundos sutiles del inconsciente
colectivo.
Cautelosamente, aprendiste a dar pequeños pasos, en el
camino del tiempo olvidado. Albergaste vívidos recuerdos de tu
inocente niñez. Recuerdos cautivos de una inefable infancia
perdida.
Tu vida no fue un camino de rosas. En las tristes
madrugadas, la flor de tu corazón sollozaba, entre lluvias de
lágrimas rotas. Bajo los techos celestes de Oriente, despertaron
103
yelmos de coronas de rosas. En las aldeas durmientes, brotaron
yelmos levemente afilados, de lirios enmudecidos y rosas
perfumadas ardientes.
No quieres rememorar esos fatales recuerdos, ni esos infelices
momentos, donde reía la hiena cruel ante tus sentires y amargos
defectos.
Madre, tus sentimientos no importan a nadie, ni tu amor
desgarrado, tan sólo yo reclamo tu derecho a existir y a sentir,
con tu corazón magullado, hechizado. Corazón hechizado y
embrujado, entre rayos de soles y luces de auroras boreales.
¡No lo olvides madre! estas frases son tuyas para siempre,
eternamente: ¡Madre te quiero! ¡Mma thlit gori! Te quiero, mas
no llores, no desbordes el río de tus tranquilos sueños.
Eran entes infelices, sin voluntad alguna, sin deseos, ni
desvelos. Y sin libertad lloraban, gritaban al escuchar tu dulce
aleteo de mariposa blanca. Mariposa alada, hialina, en los
mundos ensoñados de Morfeo.
Y en el eterno presente, olvidas tu enorme dolor al acariciar
el cielo con tus frágiles dedos. Y con tus obras abstractas,
plasmas la esencia luminosa que irradia el arcoíris solidario de tu
maltrecho corazón.
Eres la luz de mi camino, fiel reflejo de todas las madres
coraje que luchan extenuadas por sacar adelante a sus hijos.
Madre: ¡Te quiero tanto! No cesaré de repetírtelo, en cada
instante sublime de tu existencia.
104
Tus besos de chocolate blanco, dulces como la miel de azahar
y romero fresco. Y tus cálidos abrazos los guardaré, con sumo
cuidado, en la caja de mis recuerdos, como un regalo preciado
de la flor de tu corazón. No existe ningún bien material que
compense esa inmensa felicidad. Felicidad infinita que siento, en
mis entrañas, al mirar tus ojos de intensa luz plateada. Tus ojos
son diamantes puros y bellos, aunque el sufrir de tus sollozos y
llantos los haya convertido en diamantes de sangre. Sangre
herida y doliente.
Madre, tan sólo quiero y anhelo que se repitan esos instantes
bellos, instantes de mágicos encuentros. Encuentros emotivos,
entre tu corazón y el mío. Entre rebrillos de soles, entre reflejos
de luces, latidos acompasados de corazones y flores se oyen, en
el mundo sutil del silencio.
Ojos brillantes, perlas de coral blancas, encierran un mundo
encantado de luz y ciegos deseos. Deseos y desvelos en tu vida,
perdidos en la memoria de ese laberinto secreto. Secretos
inconfesables, perdidos y ocultos detrás de una enorme coraza
de piedra rocosa. Coraza de piedra, máscara perfecta de
protección de tu sentir y de tu inmenso sufrir. Murallas de
piedra entorpecen tu pedregoso camino, a lo largo del sendero.
Y siempre, a cada instante, sueño con tus ojos verdes, verdes
infinitos como rayos de esperanza. Esperanza en esta Tierra Gaia
que ilumina tu mirada, tu mirada y mi frágil mirada.
El silencio, enmudecidas tus sabias y dulces palabras,
permanece intacto y dormido. Tan sólo un instante permanece
105
latente para escuchar, levemente, el latido de tu dulce remanso
de amor apacible. Tu amor secreto, prohibido y divino, florece
en el jardín de tus sueños cautivos y cohibidos. Florece, como un
jazmín blanco, perfumado con tu dulce esencia de mujer.
Esencia de mujer fresca, olor a flor de canela. Canela del árbol
sagrado de la vida. Árbol de Abraham en Judea, árbol de Hathor
en Alejandría, árbol de sándalo sagrado en Shambhala.
Mandalas sutiles y mantras se plasman, entre finos destellos,
en la pared mágica de tus sueños y dulces pensamientos.
Mandalas bellos, coloridos, atrapan mis más débiles sentidos.
Sentimientos ocultos, inmortales en tu tiempo y en el mío.
Ocultos en el tiempo de la historia, en el tiempo de tu viejo reloj
vivo. Reloj viejo, antigüedad de bronce, que refleja el lento
trascurrir de tus pasos, en el tiempo inmemorial. Reloj
impredecible que impide tu vuelo previsto al cielo celeste, al
universo etéreo. Reloj que regalaste a tus amados hijos, antes de
partir en ese vuelo imaginario hacia la luz etérea y blanca. Reloj
de pared que, haciendo clic-clac, avisa del transcurrir rápido y
sigiloso de tu escaso tiempo. Escaso, pero a la vez eterno tiempo,
en el frondoso bosque y mágico de tus vívidos sueños. Tiempo
de tus sueños floreados, transparentes, en el mundo mágico de
Morfeo.
Haces desaparecer de mi vida el miedo, el vil enojo, la
soledad desmedida y la sospecha contenida. Haces desaparecer
todos mis demonios, y enciendes una inmensa vela blanca, luz
incandescente de mi frágil existencia humana.
106
Silbidos de mirlos rojos acunan mis sentidos, cuando atisbo
en el horizonte tu más bella presencia. Y me regalas eternas
sonrisas, al amanecer, con el rocío fino del alba. Manadas de
lobos salvajes, fieles guardianes de tu humilde morada,
cabalgarán por el bosque encantado, mientras huyes de la
soledad de tu dulce olvido.
Caminas, con paso firme, sobre la fina arenisca de la playa,
dejando tus huellas en el tiempo perdido. En el tiempo
inmaculado del eterno y triste olvido. Y con los ojos cerrados,
modelas con tus frágiles manos la arenisca de la playa, en el
amanecer dorado de Alejandría.
Luces y sombras dibujas, en papel mojado, con mucho
ahínco y dulce olvido. Luces para pedir a los dioses buenos
augurios, en el camino de las nubes blancas. Mandalas y
pensamientos escritos, en papel mojado, en el mundo mágico e
invisible del Ser divino e inmortal. Reflejos inviolables de una
dulce inmortalidad, de un despertar a otra realidad existencial.
Renacimiento del Ser a la iluminación eterna, desde la
inconsciencia a la pura consciencia. Impredecibles augurios del
tiempo, en el renacer de tu dulce inmortalidad. Inmortalidad
libre de aferramientos, apegos, orgullos, odios y deseos.
Inmortalidad, un bello renacimiento en la pura luz de la realidad
existencial.
107
Voces del Sáhara – Voces del África viva
109
Niños del alma inmortal
111
Niños del África Alma
Cascadas de agua, agua del mar, mares del sur. Sur de África.
África de indígena, indígena de un pueblo, pueblo de encanto,
encanto de un rocío, rocío de la mañana. Mañana de esperanza,
esperanza en el futuro, futuro de un niño, niño del África Alma.
África, piel de melocotón.
Esclavitud poética siento en mis venas, al oír los clamores de
este pueblo hermano. Hermosas mujeres de alma negra alzan
clamores a los techos celestes, al amanecer con el alba.
Ancestrales raíces surgen de la nada, de esa nada inmortal
que yace en tu fría mirada. Mirada de traición, que rasga
vestiduras de hermosas djellabas blancas.
Sonrisas estrelladas, labios de terciopelo raso, esconden tu
frágil mirada. Miradas que subyacen en laberintos ocultos, en
espejismos de oasis y noches durmientes.
Ojos profundos, sollozos de niños. Niños ocultos, misterios
aterciopelados en las noches del África Alma.
Papeles mojados, con lágrimas rotas, con suaves sonrisas y
pequeños guiños al alba.
No temas la nada, ni el eterno silencio. No hay muerte, hay
vida. Vida es esperanza. No hay silencios mudos, hay suspiros
leves en la nada. Hay llantos de niños, niños del África Alma.
Almas quieren volar, vuelos de gaviotas blancas. Almas
quieren escapar hacia las cumbres nevadas.
112
Yo soy viajera del tiempo. Mensajera de luz, en la nada.
Deseo soñar este mundo del África profunda en mi alma.
Mi alma y tu alma son tan sólo un alma. Un alma negra
llena de deseos, y flores rojas de escarlata. Flores de pasión y
nardos. Flores de jazmín, de dulce escarcha blanca.
Mi alma, flor sagrada de neem, refleja tu amor en la mirada.
Mirada hechizada, embrujada por soles de instantes orientales.
Despertares al sol naciente, de Oriente a Occidente.
Niños del África Alma. Niños que despiertan sus sentires, sus
amores al hijo del sol naciente. Hijos del África libre. Hijos de
mi alma y de tu alma. ¡Despertad con el sol! ¡Despertad
silenciosamente, con el aleteo de las mariposas blancas! Gritad a
los vientos celestes: ¡Amo mi África negra, mi África continente!
¡Amo mis raíces profundas, desde Camerún hasta Ghana! ¡Amo
mi tierra profunda, desde el origen de la humanidad, desde el
inicio de mi alma!
Soy hermano un alma negra, paloma viajera del tiempo.
Desde Senegal, desde Congo Belga, desde Camerún y
Mozambique. Soy viajera inmortal, mensajera de la libertad de
mi raza negra. Soy mariposa libertaria de mi vida, en la
inmensidad de los cielos de este continente amado. Amado
desde mi principio, desde mi nacimiento a la luz eterna. ¡África
viva en mi alma!
113
Libertad eterna para tus alas – Flor de loto al sol
114
Eres la flor de mi dulce secreto. Secreto, pétalos rojos de
infinita pasión.
En el sendero de la compasión, una semilla fugaz floreció,
sembrando una enorme alegría en mi noble corazón. Largos
años estuve sumida en un abismo, mas desperté de la oscuridad
a una nueva realidad existencial. Mi memoria estaba innata,
recordaba la inmortalidad y ese vacío infernal. Ese vacío que no
llena ni el amor; amor de ése alma que acoge y calienta mi
cansado corazón. Ese vacío es pozo profundo, debido al dolor de
la traición. Hay maneras de pedir auxilio, de gritar callada en
silencio, para no caer en la selva de la sinrazón.
Sus pensamientos prohibidos clavan espinas rosadas, en mi
corazón eternamente sellado. Corazón sellado por intenso amor
prohibido. Hay maneras de gritar sin furia, con fuerza, de gritar
sin rabia. Hay maneras de demostrar al mundo que no quiero
ser su esclava, ni su dueña, ni su cadena, ni su estrella más
sagrada. Hay maneras de llorar en silencio, de llorar en la calma
más agitada, para que no me oigan, ni desprecien mi alma. Para
que no insulten mi nombre, ni mi pronombre, ni mi alma. Para
que no malgasten ni una sola palabra, en su agitada vida, ni en
su más triste memoria perdida. Memoria perdida y cautiva.
Y tus ojos son reflejo de una llama desesperada, de una
súplica apacible al mundo; de una llamada a gritos de auxilio,
pidiendo libertad eterna para tus alas. Madre sé valiente, ten
coraje. Enfréntate a tus propios miedos. No te escondas, no te
refugies detrás de esos demonios infestos. No convenzas a nadie,
115
yo conozco tu tormento. Tu tormento y mi tormento. No hacen
falta intermediarios, tú y yo conocemos la auténtica verdad de
nuestra historia. La verdad, pura e hialina, transparente como el
agua fría de las cascadas, como el espejo claro de esa montaña.
Montaña mágica de mis sueños, en el despertar del sol naciente.
Sombras luminosas, en el árbol de la vida, son refugios
escondidos de mi dulce despertar a la inmortalidad.
116
Despertar en tierra roja – Luces divinas
118
Arcoíris de luces rotas, finos destellos de cobre y plata.
¡Despierta hija de la luz, con el amanecer rubí y los cielos de
ámbar! ¡Om Mani Padme Hum! ¡Aissa, Aissa! ¡Yesus, Yesus!
¡Om Namah Shivaia! Mantras de los hijos de la luz se oyen en la
lejanía… Son melodías profundas, mantras libertarias del pueblo.
Melodías irisadas, cánticos profundos en el inmenso desierto.
Melodías son poesías dulces, a orillas del mar Muerto. Paz,
gratitud y verdad, son dulces melodías de amor de nuestra
hermosa Madre Libertad, en el corazón del pueblo esenio.
119
Ángel durmiente
120
tras la reja plateada caliente. Plateada y brillante, en el anochecer
profundo de tus sueños más ausentes.
Y tu ángel, con sus alas rotas, emprendía un dulce vuelo
como gaviota blanca, al amanecer, con el fino rocío del alba.
121
Niño que simboliza la libertad
122
Y dormida, ansías esa dulce inocencia perdida. ¡Bendita
inocencia perdida y cautiva! Cautiva en esa esencia, cautiva en
ese ángel blanco que custodia, con cautela, el jardín del Edén
prohibido. Prohibido y florido.
¡Ángel durmiente, con alas blancas, despierta ya está triste
alma! Mientras, mi espíritu yace durmiente, en éste, mi oscuro y
sosegado horizonte. Ángel blanco divino, dulce sentimiento de
inspiraciones poéticas, en mis sueños y desvelos.
Mariposas de arcoíris solidarios, sobre el árbol sagrado de la
vida, coloreando el cielo en su eterno vuelo. Mariposas de
colores y ángeles divinos unidos en búsqueda de lo Infinito y de
lo Inmenso. Vuelo de libertad, en el despertar de la infinita
soledad del desierto. Soledad que ilumina mis amaneceres, y mis
despertares, al borde del umbral de la realidad existencial.
Sentido y sensibilidad, al borde extremo del umbral del Más
Allá. Umbral mágico, inefable, esperando tu eterno vuelo,
mariposa del desierto. Tu viaje eterno, apacible vuelo en el
éxtasis de mis dulces sueños.
123
Amor de noche plateada
124
Océanos azules, espejos de plata, crisálidas místicas de mariposas
blancas.
Verás brillar, en la madrugada, las hojas plateadas de mi
alma. Rosa verdadera, eterna ninfa dorada de mi mar sereno, y
de mi calma. Te quiero aquí y ahora, en el eterno presente, lirio-
rosa de mis sueños.
Son tantas emociones e ilusiones que olvidas la tristeza de tu
sangre, y las lágrimas caídas, en cascada, por tus mejillas
levemente sonrosadas.
Madre, adorada y querida, a pesar que el sol no brille
mañana, deseo que se cumplan todos tus anhelos. Deseo que tu
alma sea libre y feliz, como la brisa eterna del viento sureño.
Y tu voz está pidiendo, a gritos, rayos verde esperanza.
Madre, que tu luz brille eternamente, para siempre. Eterna
inmortal, hoy y mañana.
Hemos encontrado tantos momentos felices, en el viejo baúl
de los recuerdos, que tu mente no quiere frenar su infinito
vuelo. Instantes sublimes y mágicos iluminan la luna plateada,
con el brillo de tu intensa mirada extraña.
Amor de madre, amor de noche. Amor de noche plateada.
Noche, sendero de plata hacia el amor absoluto, hacia la mirada
inefable de lo Inmenso. Amor de sangre ardiente, que muere por
salvar mi vida, en un instante. Amor de noche, que sana mis
infinitas heridas mortales.
Jamás olvidaré tu pecho desnudo, cálido regazo de mi lento
despertar hacia la luz.
125
Eres gacela inmortal en las montañas, gaviota libre en los
cielos del Olimpo. Eres fugaz estrella dorada, en mi universo
celestial. ¡Tanta incomprensión anida a tu alrededor!
Luchas por vivir, tan sólo un instante, con tu corazón
despierto al alba de tu amado. Tu mente lejana vuela sobre las
dunas color terracota del desierto. Tu conciencia permanece
dormida, en tierras lejanas del más absoluto olvido.
Quieres ser fuente cristalina, flor de loto en el universo
imaginario. Perdonas las injurias, los engaños y prejuicios, que
hieren tu dulce estrella de los vientos.
Eres cruz del norte y estrella de los mares sureños.
Desde el Génesis erigiste una bandera blanca, que enarboló
tu nombre Libertad, por los siglos de los siglos, a través de la
Vía Láctea.
Agua cálida de mares de plata, inmersos pétalos de rosas
blancas. Barcos de piratas con banderas altas. Banderas blancas,
alzadas, rompen el misterio, la extraña calma del silencio.
Silencio, eterno e inefable, en tus mágicos sueños.
Sueños mágicos, prohibidos, desvelados por suaves
atardeceres, entre luces tenues de finos rayos y soles.
Navegantes en mares de plata, océanos azules y espejos de
plata. Crisálidas místicas de mariposas blancas…
Madre, te quiero dentro de mi corazón y de mi atmán
interno. Mi atmán se purifica con el bello sonido interno “Om”
que escucha el pueblo esenio.
126
Sonidos de mantras son cristales hialinos en mi atmán. ¡Om
Namah Shivaia! Arcoíris de luces rotas, finos rayos de oro y
plata, con el amanecer rubí y los cielos de ámbar. Reflejos de
corazones en el espejo, llantos secretos de un pueblo. Pueblo
esenio de mis sueños. Sueños de corazones esenios, dulces
despertares en mi desierto.
Madre te quiero aquí y ahora, en el eterno presente, lirio-rosa
de mis sueños.
Son palabras dulces que brotan de mi corazón, como pétalos
rojos de una bella flor, como cascadas de agua viva, como gotas
de lluvia fina. Son palabras poéticas de dulce amor, en el camino
de plata hacia lo Absoluto, hacia la infinita e inefable consciencia
universal. Son sonidos bellos en tu búsqueda, en tu renacimiento
a la luz blanca plateada, en el encuentro con tu atmán interior.
Amor de noche plateada. Noche, flecha de plata hacia el
amor absoluto, hacia la mirada inefable de lo Inmenso. Madre:
¡Escucha lo Inmenso! ¡Escucha los bellos sonidos del pueblo
esenio en el silencio! Escucha el “Om”, en los breves silencios
dormidos de tu alma, en los silencios rotos de las aguas de un
río en calma. “Om” poderoso arco para que tu alma fluya, como
un rayo de luz blanca, hacia Brahma. Mantras de los hijos de la
luz, finos destellos de cobre y plata.
¡Despierta hija de la luz, con el amanecer rubí y los cielos de
ámbar! Amor de madre, amor de noche plateada…
127
Cielos de terciopelo raso
128
Volabas hacía el cielo añil, hacia la llama violeta, con tus alas
desplegadas, aspas de viejos molinos de viento. Mióstenes
contemplaba tu vuelo inmortal, y lloraba lágrimas plateadas de
San Lorenzo, ante los tiernos sollozos de tu eterno inconsciente,
de tus profundas raíces, de tu inmortal savia blanca. Corceles
negros acechaban tus más profundos sueños, y en sudores fríos
despertabas sin aliento, sin gotas de aire fresco. Fresco e hialino
tu cabello se doraba, bajo el viejo sol naciente de tu imperio
celestial.
Pesadillas oscuras y tenebrosas, ocultas en laberintos
perdidos, acechaban tus sueños prohibidos. Pesadillas que no
dejaban latir acompasado tu frágil corazón apenado. Apenado y
extenuado, enmudecido por el más absoluto vacío.
Creías que él no te amaba, que no eras la princesa de sus
sueños. En tu fuero interno pensabas que las princesas
realmente no existían. Mas tú, madre, adorada y querida, eras
más que una princesa, eras el cisne blanco, bello y mágico del
lago encantado.
Eras un ángel puro y etéreo, cuya aura plateada irradiaba
amor, infinito e inmortal, hacia el universo cósmico existencial.
Encandilabas con tu voz, suave y melodiosa, a reyes,
príncipes y faraones. Con tu mirada cristalina, hechizabas a
piratas, navegantes y marinos de los mares de plata perdidos.
Eras dulce sirena de amor, en la mar. Con tus cánticos,
embrujabas a filósofos, músicos y poetas del oráculo de Delfos.
129
Encantabas a los elfos de los bosques, a los dulces duendes,
dueños eternos de tus sueños dormidos.
Ballenas blancas danzaban en los mares de tu triste olvido,
como olas bravas en las claras y finas orillas de la playa. Estaban
de paso, camino del mar interior, en búsqueda del profundo
verano austral.
Mariposas exóticas, de mil colores, empezaban a volar al oír
tus dulces cantos de sirena, de sirena hechizadora en el mar.
Mar plateado, mar embrujado, todo se hacía camino en tu mar.
Y al nacer a la inmortalidad sutil de tu alma, velas
incendiarias alumbraban tu dulce oscuridad terrenal y tu
humilde cuna. Y tú madre, emprendías una dulce agonía al
camino de los cielos. Cielos de terciopelo raso, cubiertos de
estrellas doradas. Bajo las cumbres nevadas de Asia, yacían
dormidas, tu alma y mi alma.
Mares de plata embriagantes. Finos destellos de plata,
envejecida en la mar. Cascadas frescas de manantial. Agua de
lluvia, como la suave seda egipcia de los zocos. Azúcar de caña y
miel de romero endulzaban tus tibios y hermosos sueños.
Madre, piadosa y amada, querida princesa, musa creativa de
inspiraciones inefables. Destellos de plata, dulce ninfa dorada,
sirena cautivadora en los mares del Olimpo. Diosa mitológica de
hermosas leyendas místicas.
Cielos de terciopelo raso, cubiertos de estrellas doradas. Bajo
las cumbres nevadas de Asia, yacían dormidas, extasiadas en un
silencioso letargo, tu alma y mi alma.
130
Mariposa del desierto – Despertar del pueblo esenio
131
Acunaste entre tus cálidos brazos, como algodones de nubes
rozando el paraíso celeste, a tu frágil mariposa desgarrada.
¡Arcoíris de colores emprende, con tus alas rotas, tu dulce
vuelo hacia la eterna madrugada! ¡Mariposa del desierto
despliega tus alas al viento, al infinito universo!
Las golondrinas vendrán al oír los rezos del sentir de tu
pueblo. El ojo del águila, surcando los océanos plateados, traerá
esperanza, y abrirá las puertas selladas con fuego y sangre.
Palabras al viento como alas de mariposa. Y las velas de tu
barco ondearán libres, con la brisa del desierto sureño.
Mariposas del pueblo esenio: ¡Sentid la inefable llamada del
desierto! ¡Despertad en el amanecer dorado del jardín del Edén!
¡Volad libres sin cadenas, conectadas con lo Inmaterial e
Intangible, con lo Supremo! ¡Ayudad al despertar de todos los
pueblos! Así, alcanzaréis la certeza verdadera, el camino de la
compasión y de la sabiduría interna.
Mariposas del desierto: ¡Volad sin miedo! ¡Volad hacia el
Edén, dulce paraíso terrenal de los sueños!
Mariposas del pueblo esenio: ¡Despertad a la vida eterna!
¡Despertad en el amanecer dorado del jardín del Edén!
Amanecer rubí, cielos de ámbar, finos destellos de cobre y plata.
¡Vestid pureza espiritual, en ese dulce tránsito, en ese
inefable renacer a la inmortalidad! Túnicas blancas de lino,
impregnadas en aromas de orquídeas, hallaréis en la khayma
dorada del desierto. ¡Despertad con el hijo del sol, para abrazar
cálidamente la silenciosa e imperecedera inmortalidad!
132
¡Roh sahm Allah! ¡Roh sahm doniyt! Flechas de almas al
universo. Almas que fluyen como rayos de luz infinita hacia
Brahma.
¡Om Namah Shivaia! ¡Om Mani Padme Hum! Mantras de
los hijos de la luz, finos destellos de cobre y plata.
¡Madre te quiero! ¡Mma thlit gori! Te quiero aquí y ahora, en
el eterno presente, lirio-rosa de mis sueños. Amor de noche
plateada. Noche, sendero de plata hacia el amor absoluto, hacia
la mirada inefable de lo Inmenso. ¡Despierta hija de la luz, con
el amanecer rubí y los cielos de ámbar! ¡Despierta en el eterno
presente de mis sueños! ¡Despierta en mi plena consciencia, y en
mi infinito universo!
Mariposas del pueblo esenio: ¡Despertad a la vida eterna!
¡Despertad con el amanecer dorado del jardín del Edén! ¡Roh
sahm doniyt! ¡Lanzad almas con flechas al universo! ¡Lanzad
almas como un rayo de luz hacia Brahma!
133
Ninfa dorada
137
Gratos recuerdos volvieron a renacer en tu nuevo lecho
durmiente, templo sagrado floreciente de la inmortal joya del
loto.
Y extasiada, con inmenso fervor contemplaste tu verdadero
amor.
Quedaste ciega por el brillo del sol, y enmudecida por los
sollozos de los ángeles caídos. Mas no quisiste mirar a la temida
oscuridad del abismo, sino a la luz infinita del mañana. Luz
infinita consciente, caricia de la eterna y dulce brisa de la
madrugada, al amanecer, con el rocío suave del alba.
En el despertar del silencio dormido, escuchaste estas
palabras: ¡Alma, alba de mi vida y de nuestra existencia humana,
renace en tu dulce inmortalidad como samana!
Y despertaste en el sagrado templo del amor, brillando como
una lluvia irisada de estrellas plateadas. Destellos se reflejaban
en el iris de tus ojos vívidos, dulcemente perlados. Ojos
brillantes iluminaban mi dulce oscuridad. Oscuridad que
transmutó en luz, en eterna sonrisa, en finos destellos de plata,
en reflejos de luna y sol. Noches de Nepal, reflejos en el tiempo
inmemorial, rebrillos de músicas antiguas de metal.
Lejanos espejismos de amor viste nítidamente, brillando en el
horizonte dorado. Sonrisas del universo, rebrillos en la
inmensidad de tus ojos océano transparentes.
En el infinito de las noches estrelladas, de terciopelo raso, tu
sabiduría era una flecha dorada hacia el atmán. Atmán interno,
conocimiento iniciático de la escuela sabia de la vida. Vida
138
monacal y sencilla en el eterno silencio de los viejos árboles, en
el leve susurro de sus brillantes hojas otoñales. Brillo en la
inmensidad, luminosidad de tu tiempo dormido y del mío.
Dormida estaba tu alma, entre crisálidas de mariposas blancas,
en vitrinas transparentes de oro y plata. Mariposas frágiles en el
eterno inconsciente. Inconsciente colectivo de un eterno olvido.
Paz, gratitud y verdad, inefables valores de una vida austera y
monacal. Vida ascética de un pueblo; pueblo que comienza a
despertar de su profundo letargo, de su eterno sueño. Verdad en
el camino de las nubes blancas, en la búsqueda eterna de la
felicidad suprema. Un camino del corazón sincero, sendero de
luz blanca divina. Corazón despierto, con el frío del desierto,
bajo titilantes estrellas de satén y seda.
Madrugadas eternas bajo los cielos de Asia, bajo los cielos del
Tíbet, bajo los cielos de India, Egipto y Judea. Bajo los cielos
grises del mar Muerto, esperaba ansioso tu pueblo. Bajo los
cielos inmaculados y etéreos, se elevaban clamores de paz al
cielo, clamores al mundo espiritual, al infinito universo.
139
Luz eterna del Universo
142
Rayos de luz cautivos reflejan paisajes idílicos, en oasis
impregnados de espejismos plateados. Espejismos, de oro y
plata, en tu desierto anhelado. Desierto de Judea, oasis inmortal
de tus miedos cautivos, de tus tentaciones y deseos heridos.
Tentaciones mortales embrujan tus bellos ojos cautivos, entre
dulces sonidos de arroyos calmos, en el atardecer grisáceo de
Qumrán. Suavemente, se impregnan tus ojos hialinos con luces
y finos rayos, bellos destellos de plata. Ojos color miel y plata,
cautivos en la rueda del samsara. Rueda de la vida que gira y
gira, como aspas de viejos molinos, como migraciones de aves
libertarias. Y la luz del universo alumbra el mar Muerto, con
finos reflejos de oro, en las noches de Qumrán.
143
Shemá madre, escucha los sonidos del pueblo
145
Nadie sabe cómo sientes, nadie sabe cómo eres. Nadie
comprende, ni entiende, porque lates con los corazones gélidos
durmientes. Lates, con fervor, por unir corazones aislados en las
sombras y en las luces. Lates, pétalo a pétalo, en un latido
acompasado rojo de sangre pasión. Y sacrificas tu alma, por
rozar y acariciar el terciopelo de estrellas, cada noche irisada de
luna llena. Lates por unir amistades distanciadas, con cadenas de
acero y plata. Corazones de acero se engarzan en las verjas
plateadas de tu inmenso sufrir.
Y tú eres toda mi alegría, tú eres mi ansiada calma dentro de
mi agitada alma. Calma apacible, sosegada, como las aguas de
un río en el sendero de las nubes blancas.
No permitas jamás que me frene, ni un instante tan sólo, en
aliviar tu dulce agonía. Tu agonía dulce, madre, es mi inmensa
agonía en el mutismo del silencio dormido. No permitas jamás
que me frene en amar en la distancia, aunque duela, aunque
sufra por querer la fría madrugada cautiva. No permitas que deje
de amar eternamente, ni que deje de volar libre, entre sueños y
desvelos.
¡Shemá madre! ¡Escucha los sonidos del pueblo! Somos tarwa
no asid amllal, hijos de la luz blanca. Luz infinita plenamente
consciente que ata eternamente los corazones y las almas. Luz
que entrelaza los corazones esenios, con finos rayos de suave
seda plateada.
Fraternidad, igualdad y austeridad, valores morales esenciales
de la Gran Hermandad Blanca, en los monasterios de Krmel y
146
Qumrán. Arte de la palabra dulce, memoria colectiva de un
pueblo, bella sonrisa elegida del universo. Palabras, flechas de
amor directas al corazón. Luces de amores esenios, rebrillos en
la inmensidad de océanos transparentes, bajo las noches
estrelladas de terciopelo raso.
Desde el “desierto de los vientos”, se ensalzan palabras con
bellos sonidos: Paz, gratitud y verdad. Palabras sagradas de un
pueblo asceta, sonidos bellos de manantial, músicas antiguas y
fantasías con sabor a metal. Sonidos dulces, cristales bellos de lo
esencial, cascadas frescas de manantial. Sonidos de mantras son
cristales hialinos en el atmán. ¡Aissa, Aissa! ¡Om Namah
Shivaia! ¡Yesus, Yesus! ¡Roh sahm Allah!...
Arcoíris de luces rotas, finos destellos de cobre y plata, con el
amanecer rubí dorado y los cielos de ámbar.
¡Luz del universo ilumina el techo de los cielos! ¡Ilumina
cada amanecer dorado del pueblo esenio!
147
En el reino del colibrí
148
Nunca digas que no eres ave libertaria, ni que sientes cómo
eres, en el fondo de tu esencia, pura y blanca. Ya tu hijo te
defiende, ante tantos huracanes. Te defiende ante ésos que no
quieren que tu esencia sea libre y clara. Esencia libre, murmullo
de un río en calma, en el reino del pequeño colibrí escarlata.
Pequeño colibrí, ¡haz que la luz sea dulcemente transparente, y
alumbre la llama de mis velas blancas! Velas apagadas por la
fragilidad humana, en los seis reinos de existencia de la rueda
del samsara. Llamas fatuas para quemar los apegos, con la
lumbre de la hoguera encendida por tu alma. Alma de paloma
viajera en el tiempo, alma que no entiende las promesas vanas.
Susurros de palabras vuelan, como ligeras plumas al viento.
Vientos gélidos del eterno Himalaya. Susurros silentes escapan,
como suave y dulce polvo de cometas, en ese inmenso terciopelo
raso de titilantes estrellas. Palabras, dulces palabras, como hilos
de cometas, cosen tu rayo esperanzador a los paraísos celestes,
en la ancestral hoguera de tu mente.
Madre, no permitas jamás que nadie te ofenda ni robe tus
bellos atributos de gacela salvaje. No consientas que nadie
hurgue en tus heridas, ni arranque las raíces profundas de tu
historia más sentida. Historia de un corazón esenio, espectador
de las noches de embrujo, en el desierto de Judea. No permitas
que se pierdan esas raíces profundas de tu sangre y de tu savia
más sagrada. No consientas que hieran tu vida divina de
princesa libertaria. Vida de profundas raíces místicas, de
sintonías ascéticas en el camino de las nubes blancas.
149
Madre, no te asustes en la profundidad de la noche, tan sólo
es un leve trueno que ruge en la tormenta, descargando su rabia
en tu apacible calma. Es tu esencia, madre, la que rebosa alegría,
la que ilumina de colores los mil paraísos celestes de mi vida. Es
tu alegría dorada la que enciende mi arcoíris solidario en mi
apacible mar de plata. Es tu esencia, a nardos y rosas, la que
perfuma mis aposentos en mi khayma dorada. Es tu esencia, la
que transmuta la magia de mi desierto en bella rosa de Jericó. Y
tu esencia de lirios reviste de primavera los cánticos del pueblo
esenio. Esa misma esencia, joya del loto, acaricia tu memoria
dulcemente perdida, en esos laberintos ocultos de tu vida y de
mi vida. Acaricia las hojas de ese árbol, que se mecen
suavemente en tus cabellos ondulados. Galopa con el caballo de
tu ánima en mis dulces sueños dorados.
No permitas que abandone mi creencia en la existencia del
nirvana, aunque mueran mis entrañas, aunque duelan mis
heridas profundas en el constante renacer al samsara. No
consientas que se olvide mi memoria, ni mi bella historia de
amor en el país de los cuencos de cuarzo. Esa historia tan
hermosa que transcurre entre susurros de palabras, entre danzas
mágicas de blancas djellabas. Esa historia oculta de mi vida, esa
esperanza fresca que desgarra las débiles conciencias. Sólo tú y
yo, madre, conocemos la existencia de este mítico paraíso en
Shambhala. Shambhala, tierra de felicidad permanente, tierra de
dulce inmortalidad humana. Inmortalidad entre vientos frescos
de aromas mágicos, entre espejismos de horizontes perdidos.
150
En el techo del mundo, entre sombras de viejos monasterios,
los corazones puros abren sus pétalos en flor. Son flores de loto
en el despertar a la luz. Son corazones puros, amores inmortales
que danzan con armonías de cuencos tibetanos. Corazones
inmortales que se aman, entre aromas de incienso oriental, olor
a madera y jazmín del Nepal. Amor inmortal, palabra bella que
sella para siempre las conciencias del mundo material.
Mantras de tierras míticas, de tierras perdidas en las cumbres
nevadas del eterno Himalaya. Mantras, sonidos bellos de
hechizos mágicos que alivian tu existencia y tu samsara. Entre
sonidos purificadores, dulces y tiernas miradas cálidas se
abrazan. Se abrazan apasionadas, en el reino del pequeño colibrí
escarlata. Miradas que atrapan corazones puros, con redes
mágicas de sueños entrecortados al alba. Sueños apacibles,
reflejos del agua de un río en calma. Sueños dulces, en el espejo
de tu amanecer consciente. Sueños vívidos, recuerdos de vidas
anteriores, escapan de tu mente en el camino de las nubes
blancas. Camino de estrechas sendas y luces blancas irisadas.
Caminos áridos, senderos de plata hacia el monasterio de
Qumrán. Camino de corazones puros latiendo acompasados, en
la danza mágica de la hoguera del amor. Senderos de plata de
corazones esenios, de espíritus libres a orillas del mar Muerto.
Recuerdos y espejismos flotan sobre las dunas de oro. Fantasmas
atrapa-sueños, del amor y del olvido, remueven mis frágiles
sentidos en las noches de mi desierto. Noches de misterios y
151
desvelos, noches azules de una extraña soledad en el desierto.
Noches de terciopelo raso en el desierto de Judea.
Y tu lucha no se olvida… y tu nombre me da fuerza en la
tormenta. Mi destino es tu destino, mi palabra es tu palabra. Mi
morada es tu casa y tu casa es mi alma. Esencia libre, murmullo
de un río en calma, en el reino del pequeño colibrí escarlata.
Reino de Shambhala, en las tierras míticas del lejano Himalaya.
Retumba el reino compasivo de Shambhala, en los corazones
inmortales de tu pueblo. ¡Pueblo esenio despierta a la luz, en el
reino del pequeño colibrí escarlata! ¡Pueblo esenio, despierta con
el amanecer rojizo de ámbar! ¡Pueblo compasivo, despierta en el
sendero de las nubes blancas de Shambhala!
152
No olvides tus raíces, tus recuerdos
155
Madre Luna
160
No te calles, no te rindas, busca el camino luminoso de la
vida. Sé tú misma, bodhisattva compasiva, paciente en tu
inmenso sentir y sufrir, paloma viajera del tiempo, que es tu
tiempo y mi tiempo.
Y tu corazón, madre, alza su voz a los techos celestes: “No sé
qué me pasa, quizás sea su ausencia que desgarra mi alma.
Quizás no entienda por qué llora el cielo, quizás no comprenda
por qué siento miedo; por qué estoy apenada y por qué siento la
brisa de los vientos sureños. Quizás sólo sea un preciso
momento, un instante tan sólo de ansia desmedida y equivocada
desdicha. Quizás tan sólo mi alma esté desvelada por aquellas
mentiras injustas y aquellas promesas falsas. Promesas vanas que
rompen la paz de mis sueños dormidos, mientras mi ángel de
plata protege tus cielos eternos. Etéreos son tus cielos y tus más
lindos sueños”.
Madre, no te rindas, busca ese arca milenaria perdida. Busca
el secreto guardado por los Templarios que se olvida en la
historia y se pierde en tu memoria.
No dejes que acallen tu voz las guadañas acechantes de la
dama de la muerte. Y recuérdales, con inmenso fervor, el
proverbio indio Greek: “Sólo cuando se haya talado el último
árbol, sólo cuando se haya envenenado el último río de la vida,
sólo cuando se haya pescado el último pez, sólo entonces
descubrirás que el dinero no es comestible”.
Compartes el color de tu piel morena, púrpura dorado de mi
alma, con los corazones puros esenios del desierto. A cada
161
instante, tu espíritu bodhisattva renuncia al propio nirvana, a la
liberación suprema por compasión hacia todos los seres
vivientes. Madre, que tu espíritu compasivo te infunda enorme
valor y coraje. La vida es un sueño, dura tan sólo un instante.
Tú, mira hacia el ancho cielo en tu vuelo magistral de ángel.
Hermoso misterio, que embruja y hechiza sus lánguidos sueños,
de vidas vacías, de extraños recuerdos. Hermoso misterio que
aleja tus miedos. Miedos que son, en esencia, mis propios
miedos.
Eres mi ángel custodio, aquél que protege mi barca a la
deriva, en mi humilde morada oceánica de la eterna melancolía.
Melancolía que desborda mi ánima infatigable hacia los mares
del eterno olvido.
Y tú, eres mi radiante sol y tú, eres mi aterciopelada luna. Mi
luna, plateada y brillante, en las noches mágicas de las sombras
oscuras, en las noches embrujadas por hechizos furtivos.
No olvides jamás tus alas blancas de terciopelo raso. No
olvides jamás tus alas ilusorias si emprendes tu eterno vuelo. Tus
alas, plateadas e irisadas, son siempre aire fresco en mi plácida
ánima durmiente. Aire fresco en la esencia de tu inmortalidad,
en la pura esencia de tu extraña y hermosa libertad.
Y cuando los campos tostados de trigo florezcan de nuevo,
sus flores silvestres embargarán de dulces fragancias tus sueños.
Tus dulces sueños de princesa esclava en ese misterio. Misterio
entrecruzado en un laberinto oculto de pasiones imperfectas.
162
Y las lámparas de argán, que adornan tu morada y aposentos
de princesa enamorada, son fiel reflejo de tus más bellos
sentimientos.
Olor a incienso quemado inunda toda la estancia, y tu
hermosísima alma inmortal y a la vez humana. Olor a incienso y
mirra embriaga tus sentidos de una inmensa serenidad y calma.
Aroma de incienso sri sai flora, elixir poderoso en la búsqueda
de la eterna luminiscencia.
Al final del oscuro laberinto conseguirás hallar la anhelada
felicidad suprema. Alcanzarás el nirvana, estado sublime de paz,
en las cumbres nevadas de tu querido Himalaya. Tierras del
Himalaya, en tu inefable despertar a la luz, en la iluminación
perfecta, en la liberación de todo sufrimiento o samsara.
Supremo despertar bajo los cielos de Asia, tras interminables
renaceres en los seis reinos de existencia.
Y en el techo del mundo, abandonarás tu espíritu compasivo
de bodhisattva camino hacia la dulce inmortalidad.
¡Vuela alto, paloma mía, mira alto hacia las cumbres
perdidas! ¡Vuela alto hacia la luz, hacia tu liberación inmortal
divina!
163
Paleta de ébano africano
166
Hijo amado, que nadie lastime tu vuelo
168
tiempos perdidos, desde el origen del universo, desde el árbol de
la vida.
Sé que te sentiste muy solo en ese desierto, en las noches
oscuras y sombrías de la madrugada fría. Noches azules donde
mi esencia y yo vagábamos perdidas, entre callejuelas estrechas
de la vida. Aún recuerdo tus primeros sollozos, tus llantos de
intenso clamor pidiendo libertad para nuestro pueblo. Eras
frágil, de mirada ausente perdida en el infinito, con ojos grandes
y muy vivarachos. No pronunciabas palabras, ni frases con
sentido. Tu alma vivía en otros mundos oníricos, donde reinaba
el silencio eternamente dormido. Por eso nadie oía, ni escuchaba
tus incesantes lamentos de niño. Hijo amado, ¡aún recuerdo tus
primeros pasos! Tú salvaste, tan sólo en un mágico y preciso
instante, el rumbo de mi vida. Siendo inocente, salvaste mi
espíritu del fuego eterno, y yo volví a renacer de nuevo, entre
cenizas y fatuos rescoldos, como un ave fénix en su eterno vuelo
imaginario. Quedaron brasas aún calientes, pero ahora intento
apagarlas. Apagarlas con tu dulce mirada, aún inocente pero ya
liberada. Liberada de los engaños fatuos y de las mentiras
descarnadas. Liberada de la jaula dorada de la esclavitud humana
que, entre sus barrotes de oro y plata, encerraba tu alma
escarlata en la tierna infancia. Alejaste ese monstruo terrible que
aterraba tu infancia. Tu infancia cautiva entre siete barrotes, y
silenciada por cadenas de acero y plata. Tu mirada, espejo del
miedo, reflejo del terror de la guerra y del odio entre pueblos.
169
Mas en tu mundo mágico, de duendes y elfos, volabas al
cielo entre dulces sueños de Morfeo. Volábamos juntos hacia la
inmortalidad humana, hacia las cumbres nevadas de nuestro
querido Himalaya.
Hijo, ahora quisiera volver a emprender junto a ti esos
vuelos, esos prohibidos deseos y anhelos de libertad de nuestro
pueblo. Quisiera proteger tu esencia dormida, y custodiar tus
lindos sueños. Sueños de almas puras e inmensamente blancas.
Sueños de inocentes miradas perdidas, en el atardecer de un
espejismo dorado.
Susurros de campanas tibetanas llegan con el viento del
norte. Son dulces sonidos, espejismos que traen los vientos
indomables. Susurros de mantras rozan suavemente tu mejilla
cálida y sonrosada. Vientos del Tíbet acarician tu preciosa alma
de ángel divino escarlata. ¡Qué nadie lastime tu dulce y eterno
vuelo! ¡Qué nadie lastime tus alas de ángel desplegadas a los
vientos sureños!
170
Vagaba mi sombra dormida
171
quisiste como yo te quise a ti, en ese paraíso lejano refugio de
nuestro cálido amor.
Y en el eterno presente, mi mente serena viaja por el dulce
cosmos plateado de Morfeo, en las noches de luna llena del
desierto de Judea. Mientras tú, príncipe del silencio escribes a
tus musas doradas, en tu viejo cuaderno hechizado de finos
destellos de plata. Y yo vuelo con mis poesías al alba, a los
vientos de tu desierto, buscando una flor roja fragante de pasión.
Pasión oculta que esconde en tu morada el latido de mi intenso
amor.
Cascadas de manantiales arroyan los silencios mudos en la
mar, porque no encuentro sentido a mi frágil caminar. Con la
brisa del viento, sollozo entre silencios rotos, porque no
encuentro cómo amar. Amar lo que ven mis ojos cautivos, lo
que siente mi alma al vibrar con tu latido y el mío. Y con mis
pies doloridos, caminando despacio, encuentro ese mar perdido,
sentido a tu silencio dormido. Y siendo princesa esclava,
prisionera enjaulada, vuelo con mi alma inmortal abrazada a tu
alma. Cuando noto que me esquivas, que te escapas y fugas con
tu frágil mirada, yo sufro, adolezco en el silencio mudo, al
amanecer con el alba. Son instantes vanos, impregnados en este
samsara del más absoluto silencio. Y en tu desamor no
entendiste mi esencia, ni mi frágil existencia. Existencia de
princesa inmortal, condenada a ser prisionera cautiva, gacela
salvaje enjaulada.
172
Vagaba mi sombra levemente dormida, por las aldeas
sombrías de Palestina, viendo dulces mariposas frágiles entre
viejos arbustos afligidas.
Y yo muero lentamente de agonía. Ardiente agonía de éste,
mi corazón perdido.
Yace mi sombra dormida, en esta tumba florida. Tumba,
jardín dorado de este inmenso paraíso que es la vida. Paraíso de
eternas sombras que vagan levemente dormidas.
173
Madre estrella de los mares
174
de la consciencia universal y cósmica, encuentras tu verdadera
esencia.
Madre, mi alma es fiel espejo donde reflejo un ardiente
deseo. Deseo de volar hacia el infinito y buscarte un hueco en el
cielo junto a las estrellas. Sólo deseo ardientemente alcanzar una
de esas estrellas, traerla conmigo y ofrecerte en ella todo mi
cariño, para que descanses el resto de la eternidad en el regazo
de su luz incandescente.
175
Madre te quiero en mi atmán interno
183
Memorias de África
185
¡Mejor callar que gritar! ¡Mejor cantar que llorar! Madre
África: ¡Te echaré tanto de menos! ¡Jamás olvidaré nuestros
instantes felices, ni el brillo de tu cometa irisado que haces
brillar en las conciencias plateadas! Escribirás versos cantados,
en tus papeles viejos y mojados por las olas cristalinas y las
dudas de estas fieras desmedidas.
Lucharé con la paz por delante, para que los demás
comprendan tu esencia pacífica e inmortal, y no te hieran mi
ángel. Ángel eternamente dormido en un lecho florido de rosas
y lirios enmudecidos. Clarinetes celestiales entonarán música, en
tu última madrugada. Mas tu corazón aliviado sigue el ritmo
acompasado, pausado, de mi latido cansado y extenuado. Sus
corazones osados, oscuros y ensombrecidos, mienten al más
puro olvido de tu intenso amor prohibido.
Recuerdos de mi infancia desbordan los ríos y océanos de
cristal de roca. Recuerdos que galopan en mi mente, mientras tú,
madre adorada y querida, curas mis infinitas heridas mortales
con tu sublime amor maternal. Cicatrices tatuadas, en negro y
blanco, son inmensas lunas celestiales. Celestes se reflejan en los
océanos de mis mundos mágicos soñados. Me abrazas cuando
hace frío, y calientas con tus brasas y rescoldos la hoguera de mi
corazón malherido.
Oigo suspiros de feroces leones, rugidos entre las penumbras
oscuras de las nieblas de tu olvido. Olvidos que vislumbro y
pretendo desvelar, ante tanta mediocridad que se esconde tras la
miseria humana.
186
Linternas amarillas enfocan mi retina casi ciega, entre juegos
de luces y sombras, de tus idas y venidas. Linternas cegadas por
el resplandor, bajo ese inmenso sol abrasador de tu desierto. El
sol, rey del universo celeste, desprende tormentas de fuego,
quemando el orgullo innato de los que critican tu existencia
humana.
Es como un cuento, al atardecer bajo los rebrillos del sol,
para seres inocentes unidos por candados de amor engarzados
en plata.
Tienes sólo un nombre Libertad, no lo olvides jamás, aunque
ellos te roben la joya esmeralda de tu bendita memoria de
geisha. Memorias de África y olvidos de princesa esclava llenan
sus vacías existencias humanas. Y la luna azul hace guiños locos,
mientras el sol danza con sus rayos abrasadores, al escuchar tu
nombre en vano.
Pienso en ti, cada instante, madre…
¡Qué bramidos se oyen en las noches silvestres! Y su corazón
extasiado se hace dueño de tu eterno olvido, en tan sólo un
breve y eterno instante vacío de palabras. Son fieras salvajes,
feroces leones que descarnan su rabia en tu sangre derramada.
Sangre quemada y caliente por el rubor y el olvido. Ecos lejanos
atormentan sus días, en extrañas penas y añoranzas por los seres
queridos. Son ultrajados por sus odios desmedidos. Convertidos
en esclavos cruelmente oprimidos. Al sol poniente, olvidan sus
huellas de sangre ardiente y sus continuas cicatrices mortales.
Duelen y atormentan sus extrañas vanidades. Entresijos llenos
187
de viejas telarañas, de eternas traiciones y falsas esperanzas en el
mañana, allí al fondo, encuentran silencios rotos en sus mentes
desvariadas. No permitas jamás sus tormentos, ni consientas sus
falsos lamentos.
Madre, no lo olvides, Shambhala te espera y te acompañará
en tu eterno vuelo. Tu danza invisible y mágica hechiza y
embruja mis sentidos. Danza de llama divina, alrededor de la
lumbre, en la hoguera de mis sueños y lamentos. Danza de los
siete velos embriaga a los cuatro vientos de este desierto. A los
vientos espantados por el rugido de sus altaneras voces,
encadenados por los soles de tu hermosa y dulce madrugada.
Madrugada esperada y paciente. Silencios entrecortados en tu
cueva secreta y sigilosa, cueva abandonada en los montes del
Olimpo.
188
Navajas afiladas
190
Sendero hacia la inmortalidad
192
es un premio consentido por los dioses del Olimpo. Es un
premio que otorgan los dioses en las eternas y dulces alboradas.
Eres presa del desconcierto más cierto, y de la cruenta
desesperación, ante la vil batalla de su falsa ambición humana.
Ambición desmedida que pone todo su empeño en salpicar tus
entrañas de envidias vanas. Mas no abandones tu pueblo, ni tu
humilde morada, cuando sientas que tu alma se empaña, con
millones de lágrimas de sangre y lava. Recuerda tiempos pasados
donde tu frágil memoria no fallaba. Recuerda tiempos pasados
donde los “sin nombre” gobernaban tus incesantes pensamientos
oníricos.
Y en tu desconsuelo, gritaste con furia y rabia a los cuatro
vientos: ¡Soy libre! ¡Amo al viento gélido de tus sueños!
Y tus ojos atigrados, con nostalgia, recordaban tu historia
más sagrada, en la eterna y dulce madrugada. Protegida por los
pueblos, por mercaderes de poemas de tu templo más sagrado,
en los amaneceres extraños envejecidos por el tiempo. Tiempo
de dudas y deseos… Dudas, que asaltan los mares del deseo, tan
sólo acarician suavemente las ramas de tu alma desvelada.
Eres guerrera de la paz en tus libros imaginarios de duendes,
princesas y sirenas blancas. Tu historia, prohibida por el
“tribunal supremo”, es una historia de amor real, en un mundo
virtual e imaginario, en Qumrán.
La tierra que habitas es cobijo inmortal, de hadas blancas y
elfos protectores de los bosques encantados. Ve despacio, en tu
193
silencioso camino empedrado. Es mi mensaje para ti, es mi
ofrenda amada de mi latido acelerado.
Alquimistas y viejos trovadores acuden a tu lecho florido,
lecho durmiente lleno de hermosas rosas doradas. Cantan viejas
canciones de estrofas por el pueblo olvidadas. Cantan poesías
dulces, con palabras de amor, palabras. Libros extraños,
revolucionarios, arden en la hoguera de los odios y rencores de
la historia.
Dime madre, si no extrañas el mundo mágico y el misterio
que asoma al borde del umbral.
Y tus alas se despliegan como abanicos en tu vuelo. Vuela
alto por los mundos de Morfeo, que la vida es un sueño nada
más. Un eterno sueño, desvelado por instantes e historias
interminables, en un pedregoso caminar. Un misterio nublado y
atardecido por los mares transparentes del Olimpo.
Y si acaso eres dueña de tus actos, no te alteres ni te enfades
con quien te regaló la luz, en este nuevo amanecer profundo y
prohibido. Piensa que eres madre hermosa, embellecida por los
suaves reflejos de la luna llena. Permanecerás siempre protegida
por los guerreros de luz, ya que es su digna condición después
de tanta traición.
No olvides tus raíces ni tu historia más prohibida, que la vida
es muy corta y se rebela ante tanta acritud humana. Se rebela a
los vientos más sagrados, desconfiando de los sabios consejos;
consejos puros e inocentes como jilgueros viejos.
194
Y en mi alma guardo esas flores fragantes de lirios, rosas y
nardos. Esas flores que olvidaste en el viejo baúl de mis íntimos
recuerdos y apaños. Olvidaste todas las penurias que pasé en tu
ausencia y en tu olvido; así como los caminos que tramaron en
tu ausencia prolongada. Vida prolongada por el aire fresco de las
cumbres altas, bajo los cielos de Asia. Cielos donde se respira
una grandiosa libertad en toda su magnificencia. Eres dueña de
mi vida, de todas mis melancolías bravas. Melancolías que
acechan en las sombras de este enorme bosque desolado.
Desolado por los fuegos de mi alma y de tu alma. Fuegos que
son brasas de rescoldos que no se apagan. Brasas que calientan
tu memoria frágil y olvidada. Olvidada en laberintos ocultos de
la antigua Mesopotamia. Eres madre todo lo que yo deseo, todo
lo que yo siento cada día y cada noche.
No permitas que se olviden de tus metas y de tus logros, de
tu vida consagrada en los libros de la historia. Eres fiel al sentir
de tu pueblo esenio. Contemplas las olas embravecidas que se
rompen contra la frágil arenisca de esa inmensa playa.
En tu inmortalidad verás al esquivo leopardo de las nieves,
en las cumbres elevadas de tu querido Himalaya. Compartirás tu
mirada con mi alma apenada y tremendamente desgarrada.
Y yo, a tus pies morenos y descalzos, seguiré escalando con
coraje y fuerza inhóspita para alcanzar tu cima más alta. Madre,
todo lo que soy es gracias a tu tremendo amor. Eres mi dulce
amiga y la dueña de mi vida. Cada instante junto a ti es un
regalo de los dioses del universo. Te quiero aquí y ahora, en el
195
eterno presente, lirio-rosa de mis sueños. Amor de noche
plateada. Noche, sendero de plata hacia el amor absoluto, hacia
la mirada inefable de lo Inmenso.
Mma thlit gori, madre te quiero, tu alma dulce es mi bello
universo. Infinitas gracias madre por el inmenso regalo de la
vida.
196
Dulce inmortalidad humana
200
Inspiraciones poéticas
202
Ecos y voces insomnes se palpan, se sienten, en tu alma
magullada y herida. Voces extrañas de paraísos terrenales, de
crepúsculos dorados, en el sendero de las nubes blancas. Voces
negras de tu vieja guitarra, olvidada y dormida, se oyen en la
lejanía. Lejanía de tenues inspiraciones divinas, de eternas y
bellas melancolías, de infinitas sombras dormidas. Lejanía de
paraísos luminiscentes, de reinos de cisnes blancos, de almas
profundamente divinas. Lejanía...
203
Dos estrellas brillan en tu desierto
204
musical. Vives en océanos transparentes de intenso amor,
entrando en un largo letargo de ensoñación.
¡Tantos errores cautivos existen en el destino! Suena la
alarma de un despertador, de tu viejo reloj del tiempo perdido.
Tiempo de plata, tiempo que ata tu alma apenada a mi alma.
Madre, sabes que yo podría ser mejor, mas no puedo dejar de
ser como soy, etéreo y frágil; frágil como un alma inocente de
niño. Soy el niño que llora al sol y cree que tiene razón, aun en
la más extraña sinrazón. Desmedida y desbocada al universo,
encuentro mi alma cautiva, envuelta entre tenues velos negros.
Velos que no dejan entrever las llagas, ni las espinas de los
pétalos amargos de mi triste corazón, acongojado y apenado. Y
tú madre sabes que yo puedo errar, y en ese errar mi paso debo
frenar, frenar tan sólo un instante, un instante subliminal.
Madre soy el fruto de tu amor prohibido. Amor incesante,
sin condición, en este océano de luz radiante. Y tú sabes cómo
es la verdad, cómo es la auténtica libertad de este pueblo errante.
Tú madre sabes cómo es la verdadera libertad, en este océano de
cristal de tu flor más fragante. Flor fragante de tu pueblo
errante, y de tu velo negro más distante.
Madre, perdieron su dignidad, por aquel entonces, aquellos
que te despojaron de tus lindos aposentos de princesa noble.
Aposentos escondidos entre pétalos de hermosos y radiantes
sentimientos.
¡Corre madre con tu mente, con tu furia, en tan sólo un
breve instante! ¡No te frenes, ni te pares de repente, ante esos
205
precipicios abruptos de tu existencia digna y humilde! ¡Vuela
alto con tus alas irisadas, como hada encantada, hacia los
bosques lejanos de tus sueños y mis sueños! Nada como cisne
blanco, en las aguas hialinas de manantiales claros. Nada como
sirena cautiva, sumergiéndote en las aguas profundas de tu
memoria serena y perdida. Memoria serena y cautiva, memoria
presa de tus pensamientos sinceros.
Eres perfume embriagante, mezclado entre fragancias
hermosas y amaderadas de olores salvajes. Aromas exóticos de
flores violetas de cinamomos y nardos índicos, en tu dulce
esencia. Hermosa esencia y presencia de noble princesa.
Madre eres princesa dulce, como la miel de azahar, como el
maná caído del cielo en los primeros tiempos de nuestra
humanidad.
206
Lágrimas rotas
209
Papel mojado en lágrimas rotas
216
Lecho durmiente del Universo
217
Entre suspiros leves, desapareces sutilmente por recovecos
estrechos. Recovecos maltrechos de tus numerosas cicatrices
ardientes.
La agonía de tus días deja paso a la inmensa alegría del sol
naciente, de Oriente a Occidente. Y la muerte más inerte deja
paso al que nace, entre leves suspiros y presagios nebulosos de
antaño.
Adoro tu dulce decoro, mientras la brisa acaricia suavemente
cada hoja, cada rama, cada flor de este árbol que es la vida. Es el
árbol de tu vida y de la mía…Vidas que se juntan, que
entrelazan sus raíces en la historia perdida.
Y tu vuelo es un anhelo… Y tu llanto, pura emoción, es un
dulce quebranto de mi leve existencia humana, cuando la nieve
se cierne sobre las cumbres blancas, bajo los cielos de Asia. Llega
por fin el ocaso de los dioses del Olimpo, cuando el reloj del
tiempo perdido hace clic-clac. Y tu historia madre, es mi historia
querida. Y tu herida es mi vida magullada y malherida. Y tu ira
enaltecida es mi furia consentida, mas aprendes que el tormento
es eterno ofuscamiento.
Mientras la llama de tu alma se siente desolada, escarchada y
maltratada, en la eterna madrugada asoman puñales de vino y
sangre, entre abiertos ventanales. Son miradas que te atrapan,
extasiadas y anheladas. Son ofrendas que atormentan, entre
enmiendas y contiendas. Es consuelo marginado, en tu vuelo
imaginado.
218
Y consigo descifrar un viejo pergamino, escrito en jeroglíficos
egipcios, en un triste desatino de tu historia, que es mi historia.
Un momento que tú sientes, como eterno sufrimiento, como
eterno ofuscamiento. Asoman, entre cristales claros, figuras
fantasmales que adormecen tus sentidos más prohibidos y
cautivos.
Esa espuma que rezuma, de cascadas de agua brava, es rocío
fino que brota en las frías madrugadas. Es pura coincidencia
entre tanta obsolescencia. Es pura transparencia entre tanta
ocurrencia. Pero tú, madre, tan sólo quieres dejar dormida mi
alma eternamente, en un rincón plácido de tu tierno corazón
extasiado.
219
Asid amllal sahm Doniyt – Luz blanca flecha al
Universo
221
son los puñales de acero que atraviesan tus alas hialinas. Alas
puras y blancas de gaviota libertaria divina.
Elegante es tu túnica, tu blanca djellaba del antiguo mercado
egipcio. Blancas túnicas esperan tu breve anhelo de libertad, al
amanecer profundo del alba. En tu alba, que es mi alba. Alba,
que adelanta los cánticos celestiales, en las mañanas de tu dulce
mirada. Mirada que se engarza y escudriña tus suspiros más
cohibidos. Cohibido está tu llanto más amargo, en tu dulce y
pausado letargo. Letanía en las nieves que cubren las cimas de
todo Oriente y Occidente.
Entre tomillos verdes, como hija de la luz escapas. Escapas
con las raíces profundas de tu pueblo esenio hacia los confines
de plata, hacia las tierras sagradas de lo Inmenso, de lo
Absoluto. Talwardat nljla como bella flor de loto escapas, con
alegría inefable a tu querido Himalaya. Escapas como una flecha
dorada hacia la luz blanca, hacia el universo etéreo… Asid amllal
sahm doniyt.
222
Tiempo un breve instante
224
Corazón de pétalos floridos
226
Halcones hacia Asid Amllal
230
Tu calma y mi calma
232
¡Aléjate de los feroces leones del desierto! Sus garras acechan
y atrapan tu sincero corazón desgarrado y maltrecho. Yo madre,
perdono y olvido su indiferencia hacia ti. No merecen réplica, es
cierto y tú lo sabes. Olvida sus palabras hirientes que hacen
daño a tu esencia luminiscente. Recuerda sólo los instantes
sublimes bajo los árboles sagrados de neem. Recuerda esos
atardeceres calmos y apacibles en el valle de Kashmir. Sueña con
la danza de la luna, en los cielos inmaculados bajo la luz infinita
de Ladakh. Recuerda, eternamente, el fuego ardiente de la
hoguera de tu amor en Srinagar. Recuerdos de dulces sueños,
sueños de corazones esenios en el inefable despertar a la luz, en
el despertar a la suprema consciencia universal.
Después de tanto tiempo en la tremenda oscuridad, hoy veo
por fin luz blanca en mi horizonte; asid amllal…
Jamás pensaste que me ayudabas a madurar, a aprender de
mis propios errores y de mis inmensos defectos. Madre, te doy
las gracias, hoy y para siempre. Hoy sé que puedo volar libre
hacia mis sueños y que éstos se conviertan en realidad.
Por fin siento en mi sangre ardiente correr la suprema
libertad. Libertad de los hijos de la luz infinita consciente.
Libertad del pueblo esenio en el despertar hacia una nueva
realidad existencial. El despertar del pueblo a un nuevo
pensamiento iniciático, en Jaram.
233
Mma thlit gori – Madre te quiero
235
Madre nuestra historia es única
238
Árboles de luz y amor
240
Eres mi musa y mi ángel
241
Cansada de tanto juramento en vano, yo te pido olvidar.
Créeme madre, no te merece la pena sufrir más. No derrames ni
una lágrima tuya, en este inmenso mar de cristal. Ahora,
créeme, estás en paz. Alcanzaste la paz suprema en tu dulce
despertar.
Eres una flor hermosa, que impregna mi jardín dorado, con
aromas a jazmín y menta. Tu piel huele a flor de canela, a
incienso oriental quemado. Tus besos saben a miel de romero, a
chocolate dulce no amargo.
Ahora eres feliz, surcas los cielos inmensos como águila
imperial. Desde tu cama de bambú y seda fina, cubierta por
sábanas blancas, tu alma inmortal despliega sus alas al universo
cósmico y trasciende la materia gris y oscura. Te acompañan
siempre dos unicornios blancos alados.
Madre eres la reina mora, eres la bella princesa de palacio.
Todos te honran, todos te alaban. Todos comparten tu inmensa
sabiduría innata. Todos sonríen al alba, con tu lindo mirar. Ese
mirar humilde, sencillo y gracioso que tienes.
Graciosa y apasionada, siempre quisiste ser paloma libre.
Ahora posees lo más grande que es la ansiada libertad. Libertad
para pensar de manera independiente, libertad para reír sin
límites y para soñar con mundos increíbles.
Agitas con tus hermosas alas las velas, banderas blancas de
mi barco, cuando contemplo el atardecer, en tus hermosos ojos
irisados. Ojos mágicos y hechizados, por espejos de cristal
dorado.
242
Madre, tú me regalaste tu vida, llena de dichas, risas y cantos
de pájaros. Aunque para otros, tu vida no era más que un canto
de locos, desdichas y llantos.
Madre, tú olvida, no les hagas caso, olvida ese pasado que
duele, que hace sufrir a tu corazón herido y magullado. Piensa
en tu libertad inefable para volar a paraísos secretos. Piensa en
tu libertad para ondear banderas violetas al viento. Sueña con tu
dulce inmortalidad. Inmortalidad, en las noches frías de nuestro
desierto.
243
Rosa del desierto - Talwardat nljla
244
Si tú quieres, madre, con nuestras esencias y nuestras auras
cósmicas viajaremos en los lomos del unicornio alado al oráculo
de Delfos. Desde allí escalaremos las cumbres nevadas del
Himalaya, de mi anhelado y soñado Himalaya. A pesar del frío
gélido y de las rocas abruptas, venceremos a las fuerzas ocultas
del mal. Entrelazando nuestros corazones alcanzaremos la cima
de tu cielo azul añil, bajo los cielos de Asia.
Con tu voz sublime alzarás tus banderas violetas implorando
a los dioses: ¡Merezco ser feliz! ¡Ayúdame, libertad! Gritarás a
los vientos del sur, con la frescura de tu alma inocente, pero a la
par inmortal. Olvidarás viejos rencores, daños pasados de tu
trágica historia vivida. Madre, olvidarás tu pasado triste y
desgarrado. Te prometo que jamás te arrepentirás de descubrir la
luz de la eternidad consciente. Madre, por fin hallarás ese regalo
de los dioses, recordando aquellos tiempos felices de tu
existencia humana, donde eras la princesa adorada.
Prométeme no sufrir más, ni derramar una sola lágrima de
cristal. Deja volar tus recuerdos tristes, que se difuminen con la
brisa del desierto. Recuerdos ensombrecidos por la memoria
histórica de tu pueblo esclavizado y herido. Entenderás, en ese
preciso instante, el verdadero sentido de tu vida y de la mía.
Madre, aunque finjas, yo comprendo tu inmenso sufrir. Ese
sufrir que se clava punzante, como clavos de acero y desgarran
tu esencia dormida.
Con tu ramo de flores de canela, hueles a mil amores,
princesa querida. No creo que ellos jamás sientan lo que yo
245
realmente siento por ti. ¡Te contaría tantas cosas de tu vida y de
la mía! ¿Has pensado qué pasaría si tu alma volara cada noche
hacia la estrella polar? Caerían copos de nieve blanca sobre la
arena fina del mar de cristal.
En tu mundo interno la alegría de vivir es sublime. Siempre
regalas sonrisas bellas, como flores blancas de jazmines y rosas
dormidas, cuando reflejas tu alma en la mía. Madre, ha pasado
mucho tiempo ya desde que yo era un niño perdido en este
mundo irreal de la realidad consciente. Mas actualmente, mi ego
es como un ser inocente; jamás perdió la inocencia ni la sutil
sonrisa de su eterna mirada cautiva.
Pachiras crecen en mi jardín florido, silenciosamente
dormido. Siento una pasión inesperada, en mi conciencia
selectiva despierta. Es pasión fraternal en el sutil mundo de la
luz y del espíritu consciente.
No te importe nada lo que digan, o lo que te maldigan con
sus palabras vacías. Tú, sólo vive y sueña. Los sueños y anhelos
en esta vida son gratis desvelos. Las guerras son mucho más
caras que contemplar la paz, desde tu ventana de cristal de plata,
canela en rama. Olvida esas malditas jugadas.
¡Madre, me importas muchísimo, y tú lo sabes! A pesar de lo
que digan, lo que mientan, o lo que les oigas decir, ocultos tras
su máscara de acero y plata. Tú, madre, me importas más que
mi propia vida.
246
Estrella bella de los mares, escoge tu bella barca floreada y
navega hacia el océano infinito de tus sueños, como bellísima
sirena libertadora de almas.
247
Mariposa dulce metáfora de libertad
María de Magdala…
María, bella flor de Palestina, embriagas mi plácido soñar
con perfumes de nardos índicos. Mi corazón late apasionado, en
este intenso amor prohibido. María de Magdala, eres mi amor
de fuego y mi calor de sangre hirviendo. Mi amor bello, de
sangre caliente y ardiente. María, eres mi eterno amor cautivo.
Ríos de sangre brotan, al pie del moral antiguo, y sus gritos
pelados tornan su color pálido en rojo pasión, por nuestro
profundo amor desmedido.
El mar Muerto es fiel espejo, de nuestro intenso amor
secreto. María… el mar Muerto es fiel reflejo, del sentir que yo
tengo.
María, bella flor de Palestina, te adoro, siempre contigo
durante toda la eternidad consciente. Aquello que tengo, aquello
que poseo, es tuyo expresamente, es para ti corazón floreciente.
Tus deseos son los míos y mis deseos son los tuyos, amor mío.
Nuestro amor es inmortal, morada inmortal de secretos y
silencios rotos en la mar. En la mar, que es nuestro mar y
nuestro hermoso palpitar.
Elegí tu bondad y humildad para acompañar mi esencia
yacente. Tus ojos y tu mente, brillos de alma esenia en Qumrán,
a orillas del mar Muerto.
248
Eres compañera de mi pedregoso camino, en mi eterno
sendero de plata. Eres hija de la luz naciente, en mi extraña
soledad. Eres luz libertaria de esta cruda realidad existencial.
Eres lumbre en mis anocheceres en el Gólgota y dulce vino en
mi consciencia adormilada.
Hija de la poesía revolucionaria. María, amada mía, tu poesía
es reflejo de un mar de lágrimas de plata. Eres poesía viviente,
estrella titilante, reflejo del dolor de un pueblo esclavo, del
pueblo hebreo sufriente. Eres poesía inspiradora, en mis noches
de cautiverio más amargo.
María, bella flor de Palestina, aprendiz de mis enseñanzas
más sagradas. María, perfume fragante de mirra en mi oasis
inmortal, aire fresco de espejismo en la soledad de mi desierto.
Canta mi amor. Esboza sonrisas de plata, llenas de mariposas
aladas.
Siembro un jardín dorado a tus pies, bajo ese cielo azul
celeste. Luces fluorescentes, en el techo celeste, teñidas de rojo
pasión. Beso, con pasión, tu enorme corazón enamorado de la
vida, del tiempo y de este instante. Instantes, pedazos de vida
inimaginable.
Odio ese carácter, ese genio que enturbia mi pensamiento
distante, esa furia desmedida que arrebata mis sentidos y mi
propia vida. Mi vida, que es tu vida. Genio que arrebata mi
sonrisa y ofende tu mirar.
249
Infinitas gracias María por ofrecerme tu corazón de gacela
dormida. Ungiste mis cabellos y pies, con cara esencia de nardo
índico del Ganges.
María de Magdala, nunca jamás me embriagaré con rosas de
lágrimas dulces, en la oscuridad tan brillante, cuya luz me hizo
cegar y cuyo espejo irisado quise robar. Nunca jamás olvidaré
tus blancas rosas, tus dulces lágrimas y ese fresco perfume,
aroma a flor de canela, aroma de piel mojada y caliente.
Hoy, como señal de tu amor, me ofreces ricas pasas de
Corinto y sanas mis heridas con bálsamo de mirra.
Eres recuerdo imborrable de mi propia realidad existencial.
Eres ola calma en mi querido mar Muerto y fina huella tatuada
en la arena de mi desierto.
María, con tus alas de mariposa dormida, hechizas mi alma
cautiva. Mariposa frágil, hechizo de mis ojos, con tus alas rotas
vuelas afligida, llagada y malherida. Mariposa, embrujo de mis
sueños, yaces en lechos floridos de jazmines blancos y lirios
enmudecidos. Silencios rotos, en el aire fresco, entre risas
plateadas y durmientes. A orillas del mar Muerto, tú, María,
cautivas aromas primaverales. Son ocultas realidades. Mariposa
pura, reflejo de mi alma dormida, iluminas con tu arcoíris la
aflicción de mis noches y días. Y en el crepúsculo de los dioses,
de mis sueños dorados, meces mi alma inmortal, con la suave
brisa de olmos centenarios. Mariposa, cautiva de mis amores,
bella como Mióstenes, con tu brillo plateado enciendes sonrisas
cómplices, en las almas de los eternos enamorados. Lágrimas y
250
sonrisas dormidas escapan sutilmente, como pétalos al viento, de
tus ojos irisados y de tus labios sellados. Labios sonrosados y
perlados. ¡Mariposa dulce exquisita como la miel, miel de azahar
y romero, despliega tus alas rotas hacia el jardín del Edén! Tus
alas rotas, banderas blancas hondeando al viento de libertad, son
algodones de azúcar en mis labios, que en el alba embriagan mi
plácido soñar. ¡Mariposa, con aroma a flor de canela, alza tus
alas plateadas al viento de mi desierto! Emprende tu vuelo
prohibido, hacia el amanecer dorado de mi aurora boreal. Y los
reflejos de tus alas laceradas alivian el yelmo de espinas, en mi
extraña soledad. Heridas extrañas y soledades coexisten en mi
flagelo y agonía yacente.
Amores inmortales, de brasas aún calientes, engarzan
diamantes de sangre en nuestros corazones ardientes. Brillan
nuestros corazones y nuestras mentes, entre brasas y rescoldos
del fuego sagrado, eternamente. Mientras, el rocío de este dulce
espejismo del alba, impregna con agua de esperanza tus alas
frágiles, rotas por amargos desencantos. En un bello sueño de
primavera, de madrugada escarlata, tus alas frágiles emprenden
un vuelo inmortal, entre los límites de mi calma y desasosiego.
¡Vuela libre como gaviota, sin anclas que amarren tu esencia
en la tormenta, sin cadenas, ni jaulas doradas que opriman tu
conciencia! ¡Vuela alto, sin fronteras, sin prisiones que atrapen
tus sueños anhelados! Tus sueños más secretos y prohibidos.
Sutiles espejismos desgarran las heridas rotas, crespúsculos de
tus banderas blancas. Banderas de libertad, laceradas por el
251
tiempo y el olvido, en tu vuelo inmortal hacia la consciencia
cósmica y universal.
Mariposa frágil, etérea, con tu blanca y pura esencia, eres
madre, madre dulce, como miel de azahar. ¡Mariposa, dulce
metáfora de libertad!
252
Maestro mío… nuestro amor inmortal
258
fuego sagrado, una auténtica fusión nuclear entre corazones
enamorados.
Luces de neón fluyen en la oscuridad de las noches del
desierto de Judea.
Y dormida yace tu alma junto a la mía, en un lecho cubierto
de plantas sagradas de haoma y fragantes flores de neem. Flores
hermosas, rayos de luces, entre rebrillos de soles y lunas…
Galileo, Maestro mío: “Vivo cada instante, en el presente
actual, bajo la inmensidad de la llama del amor sagrado, bajo el
poder de tu inefable magia. Vivo cada instante como si fuera un
pedazo infinito de vida, sin la preocupación del pasado, ni la
incertidumbre del mañana. Vivo cada instante, en el eterno
presente, sin la esclavitud y yugo del nuevo orden establecido en
Judea”.
259
Rabí, mi corazón llora en el silencio dormido
262
Puerta al infinito – Creo en ti Maestro
263
Si cruzas las interminables fronteras, si derribas los elevados
muros de tu humilde corazón de poeta, no olvides jamás tus
promesas. No olvides jamás mi perdón. Mi perdón y mi dulce
compasión de bodhisattva.
Cielos transparentes en el cielo de tu memoria. Cielos
límpidos, rebosantes de aire fresco. Aire del plasma que en cada
breve respiración exhalas. Cordón de luz plateado une tu alma al
techo celeste, en el sendero de tu dulce inmortalidad silente.
Burbujas de paz envuelven tu corazón eternamente, como una
flor irisada al sol naciente, de Oriente a Occidente.
Sé que ha habido momentos que perdí la fe en ti, Maestro.
Cerca del abrigo del mar Muerto, siento la bondad de los demás
al pensar en ti. Quiero que sepas, que yo sí confío y creo en ti.
Eres como un huracán abatido, como una inmensa tormenta
eléctrica. Te prometo ser una buena mujer, sin misterios ocultos,
sin secretos. Eres prisionero cautivo de tus enemigos, mas quiero
que seas libre de tus obsesiones inmortales. Muero rendida a tus
pies, ante tu mirar apasionado, ante tu embrujadora
personalidad. Eres un laberinto oculto, en la memoria cautiva,
que encierra los más insospechados misterios. Y en la profunda
oscuridad del silencio, puedo escuchar tu débil voz, tus sollozos
de frágil niño.
Maestro, quiero que me libres de este terrible samsara, dolor
que clava mis entrañas y mi alma atosigada de pasión
equivocada. Dolor que se clava, como espinas de rosas blancas,
en mi apenado corazón. Maestro, regresa al paraíso, al jardín del
264
Edén para alcanzar la auténtica verdad. Allí serás libre, como
gaviota blanca, como halcón peregrino volando en libertad.
Tu silencio es mi silencio. Tu silencio es mi dulce recuerdo,
mi recuerdo más grato. A veces no consigo entender tu mundo
espiritual, en esta selva de la sinrazón.
Gritos se escuchan en la lejanía de tu lecho florido, cerca del
monte de los Olivos, en Getsemaní.
Mientras el tiempo del reloj de tu vida pasa, mi esencia se
acostumbra a soñar con ese mundo profundamente espiritual.
Ese mundo se escapa sutilmente, a gran velocidad, hacia el
universo etéreo, hacia el universo infinito. Universo infinito,
lleno de polvo cósmico…
En primavera, quiero que irradies flores de luz blanca sobre
mi alma apaciguada. Quiero que me acompañes, día y noche, en
cada instante, con la luz de tu pensar. Con la velocidad del rayo
violeta, rayo del amor universal, enciendo la llama de tu linterna
en la cueva de mis sueños profundos, de mis sueños místicos y
religiosos.
Este mundo quiere ya la paz, Maestro mío.
El pueblo esenio reclama a los dioses, con sus cánticos
celestiales, paz y libertad. Tambores africanos se oyen en la más
absoluta lejanía…
Maestro: ¡Quiéreme! ¡Quiéreme tan sólo un breve instante!
¡Quiéreme tan sólo un instante vacío de palabras y sonidos!
Maestro: ¡Quiéreme en el silencio dormido! ¡Quiéreme en tu
265
profundo silencio cautivo! Verás en cada amanecer, un breve
instante de nuestro amor prohibido.
Y yo estaré reposando mi alma muy lejos, en la cumbres
nevadas, bajo los cielos de Asia. Más allá de tu imaginación,
reposaré en los confines terrenales.
Maestro, somos dos almas gemelas, corazones de luz
fundidos bajo un mismo cielo. Cielo azul, añil como el iris de
tus ojos profundos.
Zeus cuidará mis sueños, mientras duermo en un lecho
cubierto de pétalos de rosas blancas. Fragancias de rosas se
expanden al infinito, entre soles y luces insomnes, entre arroyos
y laberintos de tu mente consciente. Y el universo se expande
inmortalmente con el Gran Sol Central.
¡Quiéreme y abre tus brazos a la flor de la vida, a la flor del
amor! Tus besos, sabor a rica miel de romero, endulzan mi frágil
esencia interior. Ellos permanecen incrédulos, ante tus
enseñanzas y enigmas ocultos. Palabras dulces, en tus labios, son
bellas odas de amor. Mas ellos hacen oídos sordos, y tú Maestro,
sientes una gran opresión. Opresión compasiva en tu tercer ojo,
en tu Ajna. Un rayo de luz blanca penetra en tu mente
grandiosa, en tu espíritu bodhisattva de infinita compasión.
¡Maestro mío, ten compasión!
Tus pies morenos caminan descalzos, sobre la arena caliente
del desierto de Judea, dejando huellas grabadas en mi recuerdo
innato. Tienes la llave que encierra la caja de nuestro amor.
266
Quieres alargar tu mano para no dejarme caer en el vacío más
absoluto.
Y construyes, con ramas de bambú y palmeras, una cama
para reposar tu alma viajera. Árboles de pachira siembras en el
porche de tu jardín dorado. Violetas abren tus ojos enamorados,
como olas refrescantes de lluvia clara.
Y el destino te devuelve mi amor profundo e infinito. Infinito
amor lleno de hermosa pasión. Pasión desmembrada en pétalos
de inefable compasión.
Sufres un traspié en el sendero del bosque encantado, mas
vuelves a levantarte tras la abrupta caída camino del Calvario.
No quiero pensar en tu alma flagelada. Ánima flagelada,
dulcemente irisada. Quiero pensar, mientras pienso, en tu
esencia pura floreada. Quiero pensar en tu bella mirada,
eternamente iluminada. Quiero pensar, mientras pienso, en tu
sonrisa pura inmaculada. Y tu alma desgarrada vuela alto, cual
gaviota blanca libertaria.
Maestro, comprende mi infinito dolor en la rueda del
samsara. Rueda incesante de la vida, rueda de inacabables
renaceres en los seis reinos existenciales.
Podrás llenar mi vida con millones de arcoíris de esperanza.
Podrás llenar mi cama de rosas blancas perfumadas. Podrás
llenar mi mente de ancestrales poesías al alba y mi corazón de
sublime amor en la tierna madrugada.
267
El Supremo comprende el yugo de mi sufrimiento y mi
inmenso dolor. Comprende mis lágrimas saladas, mis lágrimas
rotas en las noches estrelladas.
Se llenará mi esencia con drusas de amatistas violetas y
mariposas libertarias, en las chispas del verano alboreadas.
268
María de Magdala, bella flor de Palestina
276
Amada mía: ¡Qué hermosa es tu verdad! ¡Tu mirada es tan
profunda y hechizadora! No comprendo cómo soportas mi
intenso sufrir, mi profundo sentir… Tan sólo quisiera ser lluvia
de gotas de rocío, en tus frías madrugadas. Tan sólo quisiera ser
pozo profundo, para que ahogues en él, las tristezas y miserias
de este mundo.
María, tu mundo no está muy lejano del mío. Mi mundo
inmortal es como el tuyo, un mundo mágico, sobrenatural,
profundamente sensible y espiritual. A millones de años luz, ves
partir tu vagón del tiempo inmemorial. Vagón del tiempo, vagón
de sueños, entre rebrillos de soles y lunas. Tiempo de soles,
sueños de lunas.
Tus cabellos negros acaparan mis juicios. Dices que denuncie
esos enormes prejuicios, mas no sabes María, ¡cuánto he sufrido!
Continuamente he callado mis lágrimas rotas entre señales,
entre divinos linajes. He silenciado mis continuos sollozos, entre
lágrimas empapadas en sudor y sangre. Sangre ardiente y
caliente de mi alma más paciente.
Mis sonrosadas mejillas se acaloran con tu elegante presencia
de gacela salvaje, mitad humana, mitad divina. Y tú, amada mía,
con perfumes de espigas de nardos, unges mi espíritu en la
calma.
María, como hija de la luna, tu corazón enamora al hijo
cautivo del sol.
Y el sol brinda a la luna un baile, una danza mágica. Son
almas gemelas inmortales, que viven distanciadas eternamente.
277
El sol alumbra tus días, te sonríe al alma. Mientras, la luna azul
hace un guiño de amor divino y te calma.
Corazón floreado, inmerso en pétalos de rosas blancas. Rosas
blancas de amor y pasión desmedida… Jardín dorado lleno de
jazmines blancos de verano. ¡Rosas y jazmines blancos despertad
al ser alumbrados! ¡Despertad con la llama del fuego sagrado!
Fuego sagrado de corazones esenios, alquimia de espíritus
inmortales a orillas del mar Muerto.
Hija de la luna, los ángeles de luz vienen al encuentro de tu
inmortal. No temas, ni atemorices tus frágiles y dulces sueños.
El hijo del sol enamora tu frágil esencia dormida, mientras las
estrellas plateadas bailan eternamente despiertas. Estrellas
fugaces caen sobre tu lecho florido, como pétalos de rosas rojas
de amor y pasión. Sol y luna danzan ese espejismo salvaje,
espejismo ensoñado de tu corazón extasiado.
Mientras tu espíritu luminoso navega en los mares del cielo y
del eterno olvido, nubes blancas de algodón acunan tu alma y
abrazan tu frágil corazón dormido. Corazón inmerso, sumergido
en un plácido sueño de invierno. Sueño apacible de invierno
frío…
María, hoy el techo celeste se tiñe de rojo pasión, rojo celeste
de mi dulce corazón. Hoy la luna azul baila al son de mi dolor,
en lo alto de Magdala, junto a su cautivo amor el sol. Hoy
soñaremos juntos, en un arcoíris blanco y rojo pasión. Hoy
cantaremos a los dioses del cielo, alzando nuestra voz, en un
estruendoso clamor lleno de amor. Hoy soñaremos espejismos
278
rojos, laberintos azules, en tu desierto de amor. Hoy soñaremos
océanos inmensos, océanos de intenso amor. Océanos donde
navegan viejos veleros, con banderas rojas en tu corazón. Y con
el alma en vilo bailaremos eternamente unidos, acariciando los
vientos cálidos sureños. Mas tan sólo, alcanzará la cima el
halcón rojo embravecido. Y cuando gane con gallardía al águila
azul, todos alzarán un inmenso clamor al hijo cautivo del sol, de
tu sol y mi sol. Rugidos feroces acechan mis sueños en el
desierto prohibido, prohibido y desvanecido. Hoy, al atardecer
de este breve instante, instante sublime y mágico, sentirás con
inmensa alegría que tu sueño dulce, tu frágil espejismo rojo, es
también el mío. Espejismos de sueños rotos, de intenso amor
cautivo. Amor rojo prohibido, celeste pasión entre dos eternos
hijos de la luz. Espejismo rojo pasión del hijo del sol y la luna,
en el valle de Cedrón.
Y se liberan lágrimas en cascadas finas, de manantiales
claros, por tus bellas y dulces mejillas, levemente sonrosadas y
divinas. Largas pestañas ocultan tus ojos ávidos de inocencia
perdida. Inocencia perdida y cautiva. Ojos llenos de esperanza
en un mañana. Ojos de la dama del sol y de la luna mágica.
Esperanza, dulce canto que se escucha al fondo, al amanecer con
el rocío del alba.
María, flor de Palestina, brillantes son tus bellos ojos,
transparentes como el cielo etéreo. Cielos etéreos que envuelven
mis sentidos más intensos. Ojos celestes brillan en la inmensidad
del universo. Ojos radiantes, que abren las puertas, son eternas
279
ventanas del alma abiertas. María, tus ojos son fiel espejo de tu
alma, tus ojos son reflejo de tu inmensa luz blanca.
Jamás olvides tu dulce inmortalidad. Jamás olvides tu dulce
bondad. Bondades que lloran los pueblos hermanos, en la
lumbre, hoguera de nuestro cálido amor.
Si cruzas las interminables fronteras, si derribas los elevados
muros de tu humilde corazón de poeta, no olvides jamás
cumplir tus promesas. No olvides jamás mi perdón. Cielos
transparentes en el cielo de tu memoria. Cielos límpidos,
rebosantes de aire fresco. Aire que exhalas, en cada breve
respiración que inhalas. Cordón de luz plateado une tu alma al
techo celeste, en el sendero de tu dulce inmortalidad humana.
Inmortalidad humana y divina en el camino de las nubes
blancas…
Burbujas de paz envuelven tu corazón eternamente, como
una flor irisada al sol naciente. Burbujas de paz se expanden, en
un espejismo rojo pasión, de Oriente a Occidente. Espejismo de
tierno amor. Amor de fuego sagrado entre el hijo del sol y la
prometida del viento, en el valle de Cedrón.
280
María, reflejos de tu alma
281
Poeta testigo de nuestro amor
284
No creas que mi amor por María de Magdala es fruto de una
locura apasionada. Es un amor de siglos, de senderos de magia.
Es un amor recíproco, de versos cantados al agua. Es un amor
de poetas, de dulces sonetos, de palabras de amor, palabras… Es
una lluvia incesante de estrofas plateadas. Es un amor entre
almas puras, de amaneceres tibios al alba. Es una música sin
sonidos, una canción para recordar mañana. Es un perfume
invisible, etéreo, de miradas de éxtasis bajo las gélidas montañas.
Es un amor apacible de horas nonas, bajo árboles y hojas de
ashoka. Es un amor de vientos y destinos inefables, en
interminables horas matinales. Es un amor de dos corazones
esenios, sobrevolando las arenas del desierto de Judea. En este
amor puro y neto no existen muros infranqueables, ni vallas, ni
fronteras. Es un amor puente entre dos corazones, para alcanzar
esas nubes que se escapan al techo divino celeste. Es un amor
dulce, como algodones de azúcar de caña, que brilla con los
rayos iluminados al alba. Silencios rotos, no hay sonidos, sólo
ecos de dulces despertares al alma. Amores son dulces
despertares, entre silencios de cinamomos, en el valle de
Hinnom. Despertares de amores esenios, entre silencios eternos,
frente a las puertas sagradas de Jerusalén.
Y en el monte de los Olivos, yo descanso plácidamente, sobre
la hierba del camposanto. Seguramente hermano poeta, mi ser
se perderá en el olvido, cautivo de este horizonte lejano. Pero
quiero que sepas, que yo jamás volveré a ser él mismo. Cerraré
285
esta puerta abierta, y con candados de hierro clausuraré las
traiciones en mi pasado.
Sillones de piel aterciopelada acomodan mi ligero adormecer
en la falda del Olivete. Y mi esencia yace durmiente en un
campo de amapolas somníferas, en los límites de la realidad
pragmática.
Una manta de terciopelo grisáceo cubre la frialdad de mi
noche. Noche de sombras, noche silente. Noche profunda en la
falda del Olivete…
Oigo los pasos del tiempo. Entre silencios atisbo un brillo en
tus ojos. Es tan dulce esa mirada que olvido tu indiferencia hacia
mí. ¡Es tan fácil el perdón cuando aún brilla la llama del amor!
Y entre suspiros leves, se oyen las olas del azul mar de
Galilea. Mar de Galilea: ¡Quiero verte, quiero sentirte muy cerca
de mí! ¡Mar profundo, azul de amor inmenso! ¡Azul océano, en
mi alma y en tu alma!
Una palabra de amor escapa, entre sonidos de cuencos
tibetanos, al palacio de los cisnes dorados. Palabras de amor,
sólo palabras, escapan al eterno reino de Shambhala.
286
Escuchad hijos de la luz
287
Mirad, conoced primero vuestro interior, profundizad en su
conocimiento. El camino iniciático es la única manera de
alcanzar la sabiduría perfecta.
Sólo soy un poeta esenio que dedico mis poesías a la libertad
de mi pueblo. Sólo soy reflejo de las lágrimas de un pueblo
herido, del llanto de los hijos perdidos, en la “Ciudad de los
Vientos” de mi desierto. Sólo soy un mago en la luz blanca. Soy
resplandor de una mente en calma. Sólo escucho lo que nadie
siente en el silencio. Soy aprendiz del arte dulce de las palabras.
Palabras dulces, suspiros violetas al alba. Flores de violetas y
bálsamo de Jericó perfuman el lecho del dios Shamash. Lecho
yacente, lecho silente del sol naciente. Luna roja luce, como
brillante luciérnaga, en las noches frías de Galilea.
No me arrepiento de ser un mago, ni de hacer magia con mis
palabras. Palabras iniciáticas que son auténticas semillas,
mensajes de amor verde esperanza. Palabras que comparto en el
silencio, entre mis compañeros de camino, hijos de la luz blanca.
Tarwa no asid amllal, roh sahm doniyt. Hijos de la luz infinita
plenamente consciente, vuestras almas son flechas directas al
universo existencial.
No diré ni una sola palabra más, aunque por dentro me esté
muriendo por vuestro desamor. No puedo soportar el orgullo de
los príncipes del silencio, ni la falsa hipocresía de los fariseos.
Aunque me humillen y me martiricen, sólo soy el reflejo de sus
propios miedos. Miedos reflejados en aguas de claros
288
manantiales, donde la gracia divina escapa al universo, con la
fuerza del viento celeste, entre rebrillos tenues de luces y soles.
Mis manos heridas, magulladas por clavos hirientes, y mi
cuerpo paralizado reflejan mi amor profundo por vosotros,
compañeros de camino. Hijos del sol y de la luna os quiero,
tarwa tafukt ayour thlit gori. Amigos míos poetas, os quiero aquí
y ahora, en el eterno presente, como celestes ríos, como infinitos
mares de ojos míos.
Como los lirios del campo, ellos no se fatigan ni hilan, el Ser
Supremo es quien los viste de amor y de belleza divina. Cada
instante, me levanto, golpe tras golpe, caída tras caída, camino
del Calvario.
289
Espinas clavadas - Sentir
290
este eterno latir, te reclama tan sólo un sentimiento, que seas
capaz de sentir, a golpe de corazón, el sentir que yo tengo.
Sentir. Sentir mi corazón galopando en los senderos oscuros
de tus sueños. Sentir. Sentir mi alma vibrando, en la
profundidad desconocida de tu ser. Sentir. Sentir ese miedo tan
profundo, atrapado dentro de tus entrañas, como una tela de
araña. Sentir. Sentir que tu presencia orgullosa hiere mis frágiles
entrañas. Noto frías sábanas blancas. Sentir. Sentir esos ojos tan
ávidos y hermosos, perlas de azabache, cómo huyen, escapan y
ocultan su mirada. Sentir. Sentir que mi alma está volando hacia
el cielo celeste, infinito, como una bella paloma blanca. Sentir.
Sentir mi liberación final, mi despertar sublime a la luz en el
moksha, en el nirvana. Sentir. Sentir mi iluminación perfecta, mi
liberación inefable en el nirvana.
291
Lanzas afiladas
293
Tu último sueño – Túnicas blancas esenias
295
Mantos de escarlata – Velos negros
296
espinas de rosas blancas. Perfumes de rosas, entre cascadas de
lágrimas saladas….
Lágrimas, que se escapan al llegar la eterna madrugada, se
pierden entre finas hileras de palabras rotas, al alba. Rotas en
silencios mudos, en silencios que se clavan en la profundidad de
sus míseras entrañas, de su idolatrado ego y alter ego. Ego,
esencia de tu ser, triste y cansado. Ego conjurado y hechizado,
por ese dulce corazón amargado. Amargado, decepcionado por
un oscuro pasado. Pasado que desvanece el presente más
hermoso. Pasado que envuelve mi alma cautiva, tu ego exhausto
y cansado.
Y yo, no puedo luchar contra las olas bravas de este inmenso
mar, que es nuestro mar. Porque de tanto amar, mi corazón se
siente embrujado. Porque de tanto callar, se encuentra perdido y
apesadumbrado. ¡Pobre corazón hechizado, malherido y
desgarrado! Velos negros ocultan su enorme desencanto. Es fácil
amar, pero sumamente difícil olvidar el velo del pasado. Velos
negros deslumbran y ciegan los bellos ojos de mi fiel amado…
Velos negros reflejan cristales de bellos amores, cristales de
amatistas violáceos, entre andares calmos y acompasados. Velos
negros son espejos de amores prohibidos, de árboles de neem
sagrados. Velos negros son fieles destellos, de bellos amores
furtivos, de dulces fuegos fatuos sagrados. Velos negros son
espejos de tus raíces profundas, de perfumes salvajes, de almas
de luz puras. Velos negros son reflejos de corazones ardientes,
de fragantes rosas, en el desierto de tu luna.
297
Lunas azules, llenas de velos negros, embriagan tus cálidos
vientos del desierto, en la eterna noche de Qumrán.
298
Odas poéticas en su dulce nombre
300
Prisionero del samsara
302
Brahma necesito volar
303
Brahma, necesito escuchar cómo nacen las hojas divinas de
agua, los gélidos vientos y las nubes plateadas. Necesito sentir
los besos, las auroras boreales y las cálidas mañanas. Necesito
sentir cómo vibran las hojas de amor plateadas. Necesito ver con
mis propios ojos tu existencia inmortal y tu gracia. Esa gracia
divina que envuelve mi morada. Esa gracia que envuelve mi
corazón y mi alma dulcemente enamorada.
Enamorado estoy del embrujo de esta vida, de este sueño
cautivador y mágico en el desierto de Judea. Enamorado de
María, hija del sol y de la luna. Enamorado de María, bella flor
de Palestina. Enamorado de la prometida del viento en mi
desierto anhelado.
Brahma, enamorado estoy de tus creaciones tan perfectas y
de tus rayos dorados al alba. Mi corazón enamorado palpita a
todas horas, en cada instante que creas palabras de amor,
palabras...
Quiero alcanzar esa estrella, que brilla en la noche más clara.
Quiero alcanzar tu morada, tu morada interna dulce y la más
amarga. Dulce morada que habitas en el confín de éste, mi
universo inmortal al alba. Soy hijo del sol y de la luna, en los
vientos cálidos de tu desierto. Necesito un abrazo de amor, puro
y limpio, en el amanecer, con el rocío del alba. Necesito conocer
la verdad del pájaro libre, las palabras de amor susurros del
alma.
Ser Supremo, reinas en los cielos con justicia, sin cárceles
prisioneras, sin jaulas doradas de la esclavitud humana. Reinas
304
con amor profundo hacia todos tus seres, hijos inmortales de la
luz blanca. Con amor inefable reinas, en el universo celeste de
mis sueños dorados. Sueños celestes, fantasías de metal florecen.
Florecen nardos índicos del Ganges, en tus noches sublimes,
lentamente… Y en instantes breves, la sombra nocturna
transmuta en llama violeta, en luces resplandecientes, bajo
estrellas de lunas ardientes.
Diosa Tara, reinas con enorme bondad, mientras el silencio
atrapa la oscuridad de mis noches; mientras la luz del sol hace
brillar los pétalos de amor, de mi eterno corazón enamorado.
Ser Supremo, tú sabes lo que yo siento y lo que yo amo.
Brahma, necesito respirar el aire fresco de bondad, que exhala tu
alma llena de gracia. Es aire límpido, fresco, cascada de puro
manantial sagrado. Es aire de moksha sagrado, repleto de amor
incondicional, amor de fuego sagrado. Es brisa de viento sureño;
brisa de amor sublime, inefable, universal y etéreo. Es aire puro
que emana tu montaña sagrada, entre rayos de luces, entre
destellos y rebrillos de soles.
Brahma, Dios creador compasivo, necesito sentir la luz de tu
alma llena de gracia. Necesito reposar tranquilo en el jardín del
Edén, en tu oráculo de Delfos, en las hojas milenarias de tu
sándalo sagrado. Necesito posar mis alas hialinas de mariposa
dormida, en tu hermoso lecho yacente. Lecho durmiente, lecho
silente de fragantes y bellas violetas silvestres.
305
María, canción del viento en mi ser inmortal
306
amaneceres ocres, por reflejos de soles y claros atardeceres, en el
valle de Kashmir.
Permanecí enjaulado por carceleros de luz, guardianes
secretos del Edén perdido. Y marché lejos de este mundo
prohibido, volando, buscando una flor de loto, un tierno arrullo
en mi mar cautivo. Sentí mi alma inmortal, abrazada a tu alma
divina. Sentí mi alma vibrar, con tu latido y el mío. Y
caminando despacio, encontré ese mar perdido, sentido a tu
silencio dormido. En instantes breves, impregnados del más
absoluto silencio, fluyeron cascadas de manantiales sagrados.
Cascadas arrullaban los silencios mudos en mi mar, porque el
mundo no hallaba el sendero de tu frágil caminar.
Y en mi existencia inmortal, María, eres canción del viento
otoñal. Eres velo plateado e ilusorio en mi firmamento
estrellado. Eres cisne blanco, entre juncos dorados. Eres garza
divina, en un estanque de reflejos plateados. Eres samana del
bosque sublime, entre brillos de luces de neón y luciérnagas
ocultas. Eres brillo rojizo en mi amanecer divino. Eres bello
susurro del río desde el tiempo inmemorial. Eres bailarina de la
danza de los siete velos, en mi dulce inmortalidad.
Secretos profundos atisban un brillo radiante, opalino, en tus
ojos claros e hialinos. Y en tus ojos color miel, verde atigrados,
se refleja un amor luminiscente; un amor apasionado, en la flor
de tu eterno corazón enamorado. Flor de loto, entre hojas
plateadas de agua y gotas frías de lluvia. Hierba fresca, mojada,
encharcada por torrentes de lluvia clara y fina. Cascadas de agua
307
fina resbalan por tus suaves mejillas, sonrosadas y divinas.
Lluvias de manantiales claros, en épocas de sequía. Primaverales
esbozos, de finas alas blancas divinas. Hojas de álamos viejos,
encrespados al techo de los cielos, pidiendo breves instantes,
pedazos de vida inmortal.
Brotan ríos de agua brava, ríos de sangre caliente en mi dulce
inmortalidad. Brota lava roja en mi corazón herido e inmortal. Y
en las alas de mariposas rojas, magulladas por corazones
perdidos, brotan bellos arcoíris solidarios. Brotan hojas en mil
ramas, hojas de sutiles primaveras deseadas.
Corazones rojos reflejan amores silenciados de este humilde
destino. Destino prohibido y cohibido, por los sollozos y
gemidos de un amor perdido. Clamor intenso de un pueblo
esenio herido. Magullado y herido, entre espadas afiladas de
navajas plateadas, entre yelmos de rosas blancas con espinas
doradas.
Llantos y letanías se oyen en la lejanía… Lejanía hechizada,
embrujada de la tierra prometida. Lejanía consentida de tus
ancestrales raíces perdidas. Lejanía de tu lava ardiente, de tu
extraña sangre caliente. Se oyen viejos clamores en la lejanía…
Lejanía de tierras inmortales, de tierras inmaculadas divinas.
Lejanía de la tierra de las nieves. Lejanía…
Y tú, mientras, piensas en mi eterna existencia. Y mi alma
enamorada, exhausta, alza su voz al alba: ¡Te quiero, luna roja
de mis sueños! ¡Te quiero, perfume invisible de mis sueños! Y
mi alma enamorada, pregunta al alba: ¿Merece ser inmortal sin
308
amor? Y la estrella Mióstenes exclama, con su muerte: ¡Mejor
morir de amor y volver a renacer, que vivir eternamente sin
amor!
309
Mi alma de luz blanca – Roh asid amllal
311
Entre dulces recuerdos
312
Clamores de corazones esenios
313
Meditas en el silencio dormido, en el jardín de los lotos
prohibidos. Mientras, otros pierden su eterna inocencia.
Inocencia perdida y cautiva.
En un mundo utópico, de transparencias y fragilidad
humana, como el papel roto de seda fina, tiemblan tus manos
curtidas, envejecidas por el sol ardiente. Manos sacudidas a los
vientos celestes. Al viento tus cabellos canos, levemente
ondulados.
Aire fresco, en la orilla del mar transoceánico, respiras, sobre
la fina arena blanca y rota en finos pedazos de cielo amarillo.
Mientras, tu rostro frágil, aniñado, acaricia la brisa oceánica en
tus eternos desvelos. Desvelos de sueños rotos, e insomnios
etéreos. Insomnios de una mente, en calma, huelen a frescura, a
tierna sabiduría innata. Insomnios que rompen los tiempos
perdidos. Tiempos de insomnio, tiempos perdidos en atardeceres
cautivos. Tiempos llenos de cruces y enormes desvaríos.
Insomnios que huelen a locura y falsos olvidos. Tiempos de
laberintos, de cielos amarillos. Cielos amarillos, de magia
transparente, de efímeros destinos. Tiempos de espadas solares,
de tierna dulzura, en auroras boreales. Auroras boreales, en
tiempos ancestrales. Tiempos de un pueblo esenio fuerte, como
las aguas tranquilas de un río apacible e inerte. Tiempos de un
pueblo sufriente, entre sombras y luces, entre cielos ardientes.
Tiempos de lirios, rosas y nardos, de tiernos encantos. Tiempos
de senderos claros y amaneceres dorados. Amaneceres sutiles,
entre destellos de acero y plata, que unen los tiempos perdidos.
314
Amaneceres que siembran amores eternos y lirios blancos
enmudecidos. Clamores de corazones esenios, soñando azares
puros, y ríos de lava y sangre. Amaneceres de instantes furtivos.
Y entre viejos clamores, despiertan a la luz de la inmortalidad,
inocentes amores cautivos. Tiempos de tiernos amores, entre
dulces clamores de libertad, en el valle de Hinnom.
315
María, nadie comprende tu amor
317
Aroma a lavanda
318
Aroma a lavanda impregna tus silencios breves, tus sonidos
pausados, cada instante más anhelados. Aroma a lavanda en tu
caminar acompasado, en el latir profundo de tu corazón
enamorado.
Laberintos ocultos encuentras en tu triste melancolía.
Melancolía amarga que traspasa el umbral de la propia realidad
existencial. Mientras, yo respiro profundamente, con alivio, tu
perfume afrutado, calmando mi tristeza y mi vacío más amargo.
No puedo alejarme del abismo más profundo, aunque mi
reloj esté detenido en el tiempo inmemorial. Este es mi destino,
azaroso y cautivo. ¡Qué cruel y desatinado destino! Verdes hojas
de lavanda inspiran mis palabras. Palabras llenas, impregnadas
de un amargo dolor cautivo. Dolor que es espejo maldito de mi
destino azaroso y prohibido.
Dejo mi mente en calma, apacible, serena, mientras pienso
en ti, mi fiel amado. Pienso en tus alas rotas por tantos desvelos
cautivos. Rotas por intensos desvelos, por inmensos miedos y
desatinos.
Quiero escapar, ser libre como paloma blanca, mas una
niebla fantasmal me impide caminar. Caminar en ese pedregoso
sendero hacia la inmortalidad, de mi destino y tu destino. Ecos
que se alejan cada vez más de manera inmortal. Ecos que
trascienden a tu abandono moral. Ecos que reverberan los
sonidos bellos en la mar.
Intentas dormir un plácido sueño, mas esos falsos espejismos
perturban tus más frágiles sueños. Sueños impregnados de
319
perfumes de lavanda, y flor de canela en rama. Cantos de
guerreros se oyen en la selva. Cantos impregnados de aromas de
lavanda y flores de violetas.
¡Óyeme cantar cánticos de bendición, cánticos de compasión
por esta cruel sociedad! Sin ti Maestro, me siento sola, con el
corazón vacío y apenado. Mas sólo será un instante, luego
retornará de nuevo la esperanza. Esperanza en un nuevo día, en
un nuevo amanecer. Amanecer dorado del sol naciente, de
Oriente a Occidente.
320
Suspiros violetas
321
Mientras yo soy quién alienta cada paso, tú, avanzas con tus
pies heridos y descalzos. Delfines blancos acuden a tu encuentro,
en el vacío más absoluto y eterno. Delfines bellos de mares,
mares de tiernos amores.
Eres flor de pasión, en el jardín de la eterna compasión. Eres
suspiro dulce, susurro del río apacible. Eres reina faraónica de la
magia; sirena cautivadora, en los mares de plata. Eres princesa
hechizadora de mis sueños, eternamente; diosa de la belleza y la
magia.
Mas no quisieras ser ninfa dorada, ni princesa esclava, ni
cautivadora sirena. Tan sólo quisieras ser dulce mariposa,
suspiro sutil de flor violeta.
Y en tu dulce inmortalidad eres alma de flor enamorada, hija
de la luna plateada, prometida inefable del viento. Eres hija de la
luz inmortal, alma de luz directa a Brahma, en el camino de las
nubes blancas.
Coloreas mi cielo añil con arcoíris solidarios, con lluvia de
cometas, con caricias titilantes de estrellas. Y regalas tu sonrisa
caminando por los verdes prados, con tus pies morenos y
descalzos.
Flores de romero; suspiros breves de silencios eternos,
entrecortados. Tierna madrugada, dulce caricia del viento, en la
noche cálida de Getsemaní.
322
Maestro eres ave fénix
323
Maestro, Geshe de mi desierto
324
Maestro, Geshe de mi desierto… Desierto de espejismos
dorados y tiernos sueños. Sueños prohibidos, desvelados por
suaves atardeceres, entre luces tenues de finos rayos y soles.
Navegantes en mares de plata, océanos azules y espejos de
plata. Crisálidas místicas de mariposas blancas.
325
El alma de mi montaña
327
Mariposas de la Humanidad
328
Hijos de la Madre Libertad - Tarwa Mma Horiya
330
con cadenas doradas. Jaulas de mármol y oro fino serán sus
cárceles eternas.
Y los hijos de la libertad, en un arcoíris solidario, se
abrazarán unidos por los vientos cálidos de la paz. Somos hijos
del sol naciente, de Oriente a Occidente, que alumbra nuestro
frágil caminar. Somos hijos de la luna cautiva, que ilumina sus
noches tristes y oscuras. Somos hijos de los vientos de la paz,
sirenas dulces cautivan y atrapan nuestra esencia sutil en la mar.
Nuestra pasión por soñar imposibles, sueños rotos de azahar…
Sirenas hechizadoras embrujan nuestro caminar, con sus
cánticos místicos por la paz. Somos navegantes, piratas de la
dama Libertad. Descubriremos tesoros ocultos en el alma
humana, a cada instante que reverbera el silencio dormido.
Sentimos cada palabra, albergamos dulces sueños y
esperanzas. Alumbramos el misterio de la noche con la lumbre
fatua de la esperanza. Esperanza en un mañana donde el hijo del
sol libre de la esclavitud vuelva a abrazar nuestras almas.
Iluminamos el misterio de la vida con la llama sutil de la
esperanza.
Somos hijos de la libertad, eternamente. Hijos del sol
naciente, de Oriente a Occidente. Nacimos de la luz blanca, con
alas de gaviota blanca. Y cerraremos las jaulas doradas de la
esclavitud humana, con nuestras bellas poesías al alma.
Somos banderas blancas de la paz silente. Lloramos
eternamente, por los hijos perdidos, descarriados, por los hijos
benditos de tu vientre. Lloramos eternamente,
331
desconsoladamente, por la violencia obstinada, y por la
esclavitud de Occidente. Lloramos sin lágrimas saladas, sin
derramar una sola palabra.
Nuestros corazones sangran eternamente, sangran cascadas
de lágrimas rotas. Lágrimas silentes, vacías en un saco perdido,
en ese abismo profundo de la eternidad consciente. Sangran
cascadas de lágrimas y lava, hasta las raíces profundas de tu
propio ser consciente.
Somos hijos de la libertad, nuestra única arma es la
solidaridad en este mundo irracional e irreal. Mundo lleno de
espejismos baratos y enorme superficialidad. Espejismos
superfluos, carentes de humanidad.
Y alzaremos unidos, nuestras voces al viento, con el corazón
encogido en el pecho, latiendo acompasado hacia el sentir de
nuestra eterna Madre Libertad.
332
Libertad para la esclavitud humana – Horiya
337
Madre coraje, mujer enamorada, dulce bodhisattva compasiva
con todos los seres del universo, escucha el breve letargo del
silencio cautivo. Escucha el breve susurro de un álamo
encrespado hacia el azul cielo. Dulce semilla de bodhisattva
compasiva, abraza el tronco del árbol milenario, del árbol
sagrado de ashoka, bajo las estrellas plateadas de Anantapur.
Mujer libre, madre coraje elegiste el reino de esta existencia,
y las raíces profundas de tu propia tierra silente.
Mujer bodhisattva, eres metamorfosis kafkiana de mariposa
ilusoria, crisálida blanca en tu infinito renacer, en el camino del
karma, en el sendero de plata hacia el nirvana. Eres flecha
transparente, directa al inefable universo, buscando luces entre
las sombras, en el eterno presente, aquí y ahora. Eres flecha del
alma, buscando solidaridad, paz, gratitud y verdad. Mujer
bodhisattva, eres flecha directa a la diosa Tara, buscando la
sabiduría inmensa del universo celestial.
Madre, eres gacela salvaje, buscando tu morada interna de
libertad, entre las gotas de rocío divinas, entre estrellas de
palabras que susurran bellas palabras.
Mujer libre, buscas cómo purificarte de los aferramientos y
apegos internos en tu propia evolución humana. Madre coraje,
despeja tu camino silente de rosas con espinas, de piedras
pedregosas, de muros y de vallas. Y vive libre, en cada murmullo
del bosque, en cada trino musical de jilgueros amarillos,
eternamente.
338
Escucha los ecos silentes del silencio en tu vieja arpa
dormida. Escucha el reloj del tiempo silente, cada breve instante
es un dulce arcoíris de vida.
A todas las mariposas frágiles, a todas las madres coraje, a
todas las mujeres, mi recuerdo especial, con amor y cariño, en
estas frases que salen desde lo más profundo de mi corazón y de
mi ser consciente.
A las almas durmientes, a los corazones inocentes, a las flores
yacentes, a los soles brillantes del eterno inconsciente.
A ti madre, bella estrella de los mares: ¡Te quiero en mis
noches silentes, en mis eternos silencios constantes! ¡Madre, te
quiero eternamente! ¡Mma thlit gori!
339
A mi madre Juana con amor
344