Dialnet EcologiaEspiritualidadYTeologia 7767753
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A. ECOLOGÍA Y ESPIRITUALIDAD.
BASES PARA UNA ECOTEOLOGÍA CRISTIANA
la que carecen otras disciplinas, porque en su metodología debe contar con las
aportaciones de otros saberes mediados por las ciencias del espíritu y las cien-
cias de la naturaleza2, para disponer de ellos tanto en la atención pastoral como
en la dimensión específicamente “religiosa” y litúrgica. La relevancia de la teo-
logía se acredita cada vez más al percibir que las causas de la crisis actual son
esencialmente espirituales, y que por lo tanto las respuestas presentes empren-
didas no pueden seguir ignorando esta dimensión3.
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2 Uso esta terminología conocida de W. Dilthey, porque en algunas universidades centroeuropeas
vuelve a denominarse con esta nomenclatura la agrupación de facultades que se está llevando a
cabo tras la reforma de los estudios superiores (por ejemplo la Universidad de Utrecht). Ciencias
Humanas y Sociales: filosofía, historia, antropología, psicología, lingüística, sociología, derecho,
trabajo social, economía; Ciencias Naturales y Experimentales: bio/geo/química, medicina, neuro-
ciencia, astrofísica.
3 J. Clammer, “Aprender de la Tierra: reflexiones sobre la formación teológica y la crisis ecológica”,
Concilium 331 (2009) 441-448 (446).
4 El inicio del proceso destructivo y la explotación de los recursos se inicia a la llegada de la ciencia
moderna, origen del paradigma actual fundado sobre las ideas de Descartes, Galileo y F. Bacon.
Hasta entonces, “la Tierra se sentía y se vivía como una realidad viva e irradiadora que inspiraba
temor, respeto y veneración”, en el nuevo paradigma se considera “mera res extensa, un objeto
inerte y desprovisto de inteligencia, entregado al ser humano para que éste exprese en ella su
voluntad de poder y de intervención creativa y destructiva”. No se podrá negar que desde esta
creencia racio-instrumental se avivara el deseo de explotar de forma ilimitada todos los recursos
hasta llegar al abuso y crisis ecológica de la que tomamos conciencia. L. Boff, “La Tierra como
Gaia: un desafío ético y espiritual”, Concilium 331 (2009) 355-364 (355).
5 Un autor al que se cita con frecuencia en ensayos ecologistas es Th. Berry, quien desafía a la edu-
cación superior y en particular la universitaria a propiciar el paso de la era cenozoica a la ecozoi-
ca, cf. J. Clammer, art. c., 447.
6 La crisis global del medio ambiente, escribe Al Gore, es una crisis interna, el desequilibrio entre
lo que somos y lo que hacemos, se trata de una crisis espiritual. Al Gore, La Tierra en juego,
Emecé Eds. Barcelona 1993, p. 24.
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9 E. Bianchi, “La vida espiritual cristiana”, Selecciones de Teología 156 (2000) 291-300: “Cuando en
el ser humano surge la pregunta por el sentido, cuando él comienza a explorar lo que es en su inte-
rior, cuando comienza a escuchar, a pensar, a interpretar y, por consiguiente, a decidir, a asumir
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unos sentimientos y unos comportamientos, entonces se inicia en él la vida espiritual”; la vida
espiritual o interior, en cuanto peregrinación hacia el corazón es la reclamación que continúa
haciendo el oráculo de Delfos, “Conócete a ti mismo”; la vida espiritual e interior es común a todo
ser humano, y la podrá dejar baldía o desarrollarla. La vida espiritual cristiana se identifica a par-
tir de dejarse guiar por el espíritu de Dios (Carta a los Gálatas 5,18), como respuesta a la llama-
da del amor de Dios, por Cristo en el Espíritu. Según numerosas expresiones de san Pablo: «vida
oculta con Cristo en Dios» (Col 3,3), vida del «hombre interior que se renueva día a día» (2 Co
4,16), «vida nueva» (Rm 6,4); «Ya no vivo yo, es Cristo el que vive en mí» (Ga 2,20); «Para mí vivir
es Cristo y morir ganancia» (Flp 1,21). En palabras de G. Tejerina, profesor de la Facultad de Teo-
logía, perteneciente a la Universidad Pontificia de Salamanca [con lo que pueden darse por des-
pejados elementos argumentales de sospecha pues se trata de la Universidad de la Conferencia
Episcopal Española], publicadas por la revista de la Facultad de Teología del Norte de España
–sede Burgos–, “no cabe identificar sin más espiritualidad y religiosidad como frecuentemente se
hace…”, Burgense 46 (2005) 451-461.
10 Ramachandran, Persinger, D. Zohar, H. Gardner, entre otros. Una presentación accesible sobre
la Inteligencia Espiritual la ofrece F. Torralba, Inteligencia espiritual, Barcelona 2010. La prueba
empírica de la Inteligencia Espiritual deriva de investigaciones de los últimos diez años, realiza-
das en el campo de la neurociencia. Estos estudios atestiguan en el ser humano un tipo de inteli-
gencia, científicamente verificable, no identificada en captar datos, ideas o emociones, sino en per-
cibir los contextos universales de la vida, totalidades significativas, y que hace sentir unidad y
vinculación al Todo. Hace sensible a la persona a los valores, a cuestiones relacionadas con la divi-
nidad y la transcendencia. Se denomina inteligencia espiritual IE (CEs = cociente espiritual), por-
que es propio de la espiritualidad captar totalidades y orientarse por explicaciones transcenden-
tales. M. Jeeves y W. S. Brown, Neurociencia, psicología y religión, Estella 2010, pp. 165 ss.
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11 Declarado “celestial patrono de los ecologistas” por Juan Pablo II mediante la bula “Inter Sanc-
tos” (29-11-1979).
12 Era sábado, 12 de febrero por la mañana, cuando la hermana Dorothy iba camino de encontrar-
se con algunas familias asentadas en la selva; llevaba consigo un ejemplar del Nuevo Testamento
y documentación sobre el PDS, el Proyecto de Desarrollo Sostenible que promovía con el apoyo
del Ministerio de Medio Ambiente brasileño y otras instituciones como universidades, movimien-
tos sociales y eclesiales. Este Proyecto consiste en utilizar el 20% de la tierra para cultivo y el 80%
como área de conservación forestal respetando la biodiversidad mediante cultivo extractivista y
el aumento de árboles autóctonos que den frutos y sirvan para otros usos. Los grileiros (terrate-
nientes que se hacen con la posesión de la tierra utilizando la violencia y expulsando a la pobla-
ción) vieron en la hermana Dorothy a su enemiga y decidieron eliminarla. Según quedó de mani-
fiesto un intermediario contrató por cincuenta reales (20 dólares) a cuatro jóvenes pistoleros para
que la asesinaran. Se detuvo y se juzgó a los asesinos, al intermediario y al principal instigador,
aunque los procesos de la justicia llevaron a escandalosas absoluciones. El empeño de la herma-
na Dorothy ha dado sus frutos (en el entierro una de sus hermanas de congregación –Nuestra
Señora de Namur–, dijo que no iban a sepultar a la hermana Dorothy, sino a plantarla) con la apli-
cación de algunos puntos de su PDS a todas las selvas de Brasil, por ley el 80% protegidas con
gestión forestal. Junto a la hermana Dorothy Stang otros mártires por la Tierra en Brasil son
Chico Mendes, el sacerdote Josimo Tavares y la hermana Adelaida Molinari. Son los nombres de
los cientos de líderes populares asesinados en la frontera entre dos proyectos de vida y de econo-
mía, de un lado los pueblos que han vivido sosteniblemente en la Amazonia, y de otro los depre-
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15 Los datos siguientes confirman el interés que hoy sigue despertando la figura del padre Teilhard.
Por ejemplo, al aproximarse el 50 aniversario de su muerte, diferentes instituciones científicas, cul-
turales y religiosas, organizaron todo tipo de eventos para estudiar, debatir y promocionar la obra
del sabio jesuita francés. Así el denominado Quinquenio Teilhard (2001-2005) se clausuró en
Nueva York, París y Clermont-Ferrand con un seminario sobre El porvenir de la Humanidad. De
especial interés se puede considerar el coloquio celebrado en Beijing y Estrasburgo, el año 2003,
en torno al tema Ciencia y progreso humano: hacia el espíritu de la Tierra y el dominio de la mun-
dialización. El año 2004 se celebraron en París y Roma diversos actos bajo el tema Creer en Dios,
creer en el hombre. Si se analizan los repertorios bibliográficos sobre Teilhard de Chardin, por
ejemplo el realizado por L. Polgar (1990). Bibliographie sur l histoire de la Compagnie de Jesús
(1901-1980). Archivum Historicum Societatis Iesu, Roma, vol. III, «Les personnes: P. Teilhard de
Chardin», pág. 359-363, se encuentran 2.942 entradas bibliográficas. Desde 1955, cuando se inicia
la publicación de las obras filosóficas y teológicas de Teilhard, en Éditions du Seuil (“Ouvres de
Pierre Teilhard de Chardin” –entre 1955-1976–), gozan de una gran difusión internacional, se estu-
dia y se debate sobre sus ideas filosóficas, teológicas, científicas y sobre su mística.
16 “El interés por su pensamiento decreció muy rápidamente hacia 1970 pasando sus escritos a estar
casi olvidados por las nuevas generaciones. Cuando en 1971 se publica en Suiza en 11 tomos la
recopilación de los trabajos estrictamente geológicos y paleontológicos como Oeuvre Scientifique
de Teilhard (gracias a los esfuerzos de N. y K. Schmitz-Moortmann) ya había pasado la ola teil-
hardiana. Por ello, la difusión de ésta apenas tuvo la debida difusión. Hasta cierto punto, la opi-
nión pública e incluso las comunidades científicas de filósofos, teólogos, biólogos y geólogos sue-
len conocer solo lo que podríamos llamar “la mitad” de Teilhard, dado que prescinden de sus
aportaciones como científico de la naturaleza. En este trabajo pretendemos recuperar esa
“mitad” menos conocida de Teilhard: la de geólogo y paleontólogo. L. SEQUEIROS, “Pierre Tei-
lhard de Chardin (1881-1955), geólogo y paleontólogo. Recuperación histórica de su obra cientí-
fica”, p. 1, http://www.centro-pignatelli.org/documentos/SeqTeilhard.pdf (Consulta realizada el
8/3/2011).
17 No quiero dar a entender que la figura de Teilhard así como su pensamiento hayan caído en un
absoluto silencio o desinterés; grupos de trabajo, asociaciones, congresos y múltiples publicacio-
nes mantienen vivo el interés por la obra teilhardiana. Escribe L. Sequeiros, “Teilhard en mi cora-
poner a volar juntas las alas de la fe y la razón21, y con este impulso se llegó a
descubrir su vocación de “hijo de la Tierra”22 y “apóstol y evangelista” del Cris-
to en el Universo23.
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d’un Christ toujours plus grand»? http://www.ancien.teilhard.org/index.php?module=fonda-
tion&rub=ssrub&ssrub&id=122&nom=Retrospective (consulta 6/3/2011).
21 Expresión debida a la Encíclica de Juan Pablo II, Fides et Ratio (1998), en la Introducción: “La fe
y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación
de la verdad”.
22 P. Teilhard de Chardin, La Misa sobre el Mundo, en Himno del universo, Taurus Eds., Madrid
1964, p. 19.
23 P. Teilhard de Chardin, Le Prêtre (1918), cit. Por H. de Lubac, La oración de Teilhard de Chardin,
Ed. Estela, Barcelona 1963, p. 49.
24 Aparece una remota parentela con Marguerite Catherine Aroueten, hermana de Voltaire y tata-
rabuela de Berthe Adèle de Dompierre d’Hornoy, madre de Pierre.
25 De su padre recibe el gusto naturalista (P. Teilhard de Chardin, Corazón de la Materia, Ed. Sal
Terrae, Maliaño 2002, p. 24. En adelante citaré esta obra con la sigla CM). Su madre, “una verda-
dera santa”, según H. de Lubac (o.c., 18), le transmite la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, y
a ella le debe lo mejor de su pensamiento (CM 45). Con su hermana Margarita, enferma crónica,
exploraba la vida interior. El pensamiento de su madre y de sus hermanas le revelaron la influen-
cia de la mujer en la salvación y en el perfeccionamiento del alma humana (H. de Lubac, o.c., p.
25).
26 H. de Lubac, o. c., p. 18.
ba no era toda esa riqueza natural que encontraba a su paso, sino el darse cuen-
ta de la fragilidad de la vida y la dificultad de encontrar una realidad permanen-
te (no olvida sus lágrimas más amargas al comprobar que el hierro se oxida y el
objeto que guardaba como un tesoro eterno desaparecía también)27.
3. TIEMPO DE CALAMIDADES
4. ESTUDIOS. FORMACIÓN
5. LA EXPERIENCIA CHINA
de profesor en Francia. Durante dos años permanecerá sin saber qué destino le
espera. Llegados a 1951 sólo le queda irse a Nueva York. Allí vivirá en una
comunidad de jesuitas y podrá investigar en la fundación Wenner-Gren. En 1954
viaja por última vez a Francia. Visita su casa natal y al entrar en la habitación,
que había sido de su madre, en medio de un pronunciado silencio que acompa-
ñaba la visita dijo: “¡Aquí fue donde nací!”. Tal vez deseaba quedarse allí para
pasar sus últimos años y por eso escribió a sus superiores solicitándole permiso
para regresar a menudo. La respuesta no pudo ser más inhumana para un ancia-
no de 73 que se veía morir, desde que en 1947 superara milagrosamente un
colapso orgánico, a pesar del disfraz diplomático la contestación fue negativa y
se le recomendaba regresar lo más pronto posible a su residencia de Estados
Unidos.
A Teilhard se le presentaron ocasiones suficientes como para haber to-
mado otras decisiones bien diferentes en cuanto a su vida religiosa. En las car-
tas que escribió a sus amigos demuestra sin ningún asomo de sospecha que su
altura humana y cristiana superaba la exhibida por sus superiores. Jamás se
encuentra en sus escritos la menor dosis de amargura.
Pierre Teilhard de Chardin murió súbitamente el domingo de Pascua, día
10 de abril, de 1955 a las seis de la tarde. Al día siguiente se celebró su funeral
entre un reducido grupo de amistades. El padre Leroy y otro sacerdote de la
iglesia de San Ignacio acompañaron el cuerpo desde la iglesia al cementerio de
St. Andrews-on-Hudson, al norte del estado de Nueva York. Al morir, la autori-
dad eclesiástica permitió la publicación de las obras escritas de Teilhard. De un
primer momento de acogida desbordante, en la década posterior a su falleci-
miento, ha pasado a un inexplicable olvido, solamente roto por círculos especia-
lizados29.
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29 Un apartado especial en la vida de Teilhard lo ocupa su relación con la autoridad eclesiástica; una
dura prueba que fortaleció su fidelidad a la Iglesia. Enviarlo a China respondía a la intención de
apartarlo de la cátedra universitaria en Francia; se le prohibió escribir y publicar sobre temas teo-
lógicos y espirituales en los que diera a conocer sus ideas; una vez fallecido se prohibió la lectura
de sus obras en los centros de estudio dependientes de la Iglesia Católica; en 1957 el Santo Ofi-
cio promulgó un decreto ordenando la retirada de los libros de Teilhard de las librerías católicas
y de las bibliotecas de los centros de estudio de la Iglesia; en 1962 se emitió un “Monitum” o amo-
nestación formal sobre la aceptación acrítica de los escritos de Teilhard. Y si no era suficiente,
para colmo, el siguiente episodio. Cuando en marzo de 1981, el entonces Presidente de Francia,
M. Valéry Giscard d’Estaing, solicitó al Provincial de los Jesuitas que los restos de Teilhard fue-
“El Universo, tal como los hechos lo revelan hoy, deriva hacia esta-
dos superiores de conciencia y de espiritualidad, exactamente como
en la ‘Weltanschauung’ cristiana”30.
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sen trasladados a su tierra de origen, en honor de su centenario, contando con que las circunstan-
cias parecían ser favorables ya que la propiedad de St.Andrew-on-Hudson, donde Teilhard había
sido enterrado, se había transferido a una escuela de cocina, incomprensiblemente, el Superior de
los jesuitas franceses rechazó decididamente la petición. De este modo se negó un derecho con
todos los exiliados, el reposar después de muertos en su propia tierra natal. Las obras de Teilhard
se han podido publicar posteriormente, sorteando la censura eclesiástica, porque en 1951 nombró
heredera de su patrimonio a Jeanne Mortier, quien desde años atrás (1938) clasificó los manus-
critos y comenzó a dactilografiarlos. Un último dato que no quiero dejar de citar y que hace más
inexplicables las medidas eclesiásticas tomadas con Teilhard. Una tarde, el 24 de julio de 2009, en
la catedral de Aosta, el papa Benedicto XVI citaba en su homilía nada menos que a “Teilhard de
Chardin”, de quien reconoce su gran visión: “al final tendremos una auténtica liturgia cósmica, en
la que el cosmos se convierta en hostia viva”.
(http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/homilies/2009/documents/hf_benxvi_hom_2009
0724_vespri-aosta_sp.html. (Consulta 8/4/2011).
30 P. Teilhard de Chardin, Como yo creo, Taurus Eds., Madrid 1970, p. 171.
31 Esta palabra la utiliza Teilhard en El corazón de la Materia, Sal Terrae, Maliaño 2002, n.1, p.18.
32 H. de Lubac, La oración de Teilhard de Chardin, p. 25: “En el transcurso de los años de la guerra,
entre el catorce y el diecinueve, Pierre Teilhard llega a la plena madurez”.
33 La convergencia es un descubrimiento que desempeña para Teilhard un peso fundamental.
Desde niño buscaba el valor de las cosas en elementos permanentes, así reconoció el hierro, pero
cuando advirtió que se oxida entró en desesperación infantil, hasta que aprendió poco a poco que
la consistencia no es un efecto de la sustancia de las cosas sino de su convergencia, el sentido de
plenitud en el que se concentra la esencia de las cosas (El corazón de la materia, pp. 20 s.).
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la Virginité chrétienne. La Pureté est une vertu avant tout féminine, parce qu’elle brille éminem-
ment dans la femme, et se communique de préférence par elle, et a pour effet de féminiser en
quelque sorte (en un sens très beau et très mystérieux du mot)»;
http://www.teilhard.org/panier/1_fichiers/Coutagne_Le.Feminin.pdf (Consulta 16/3/2011).
41 El sentido cósmico, que constituye en Teilhard la espina dorsal de su vida interior, iniciada desde
la niñez a través de su madre (el gusto por el Cielo le fue transmitido mientras el gusto por la Tie-
rra le era innato) es un proceso que sigue estas tres fases. Ver El Corazón de la Materia, 45).
42 “Introducción: La zarza ardiendo”, en P. Teilhard de Chardin, El Corazón de la Materia, p. 16.
43 El porvenir del Hombre, en P. Teilhard de Chardin, Himno del universo, Taurus Eds., Madrid 1964,
pp. 91 s.
“Por todas las aberturas nos inunda lo sensible con sus riquezas: ali-
mento para el cuerpo y nutrimiento para los ojos, armonía de sones y
plenitud del corazón, fenómenos desconocidos y verdades nuevas,
todos estos tesoros, todas estas excitaciones, todas estas llamadas, sali-
das de los cuatro puntos cardinales, atraviesan en todo instante nues-
tra conciencia. ¿Qué vienen a hacer en nosotros?... Se mezclarán a la
vida más íntima de nuestra alma para desarrollarla o envenenarla”
(MD 33s.).
Al actuar por medio del trabajo reunimos en nosotros los elementos dis-
persos del Mundo y a todas las fuerzas del Universo que en nosotros experi-
mentan para convertirse en espíritu. Una imagen nos la ofrece el alga con su tra-
bajo que “concentra en sus tejidos las sustancias esparcidas en dosis infinitesi-
males por las capas inmensas del Océano”, o la abeja cuando “forma su miel con
los jugos libados en tantas flores”(MD 35). Y a medida que crea el ser humano
se ve impulsado a superarse, a no detenerse para gozar de sus creaciones, se
trata de desprenderse de sí, del renunciar incesantemente, del proceso de des-
asimiento. Se entusiasma con el progreso de sus acciones, pero no como se suce-
den los kilómetros en una carretera llana, sino en virtud del poder ascendente
encerrado en las cosas, y dado que cada realidad alcanzada nos despierta a per-
seguir un nuevo ideal de calidad espiritual superior (MD 46). “A quien desplie-
ga convenientemente sus velas al soplo de la Tierra, una corriente le fuerza a
salir cada vez más a alta mar”, como se muestra con hechos concretos: “Cuanto
más nobles son los deseos y las acciones de un hombre, más avidez tiene de las
cosas grandes y sublimes. Pronto ni su familia, ni su país, ni el aspecto remune-
rador desde su actividad serán ya plenamente satisfactorios. Necesitará... abrir
caminos nuevos, defender grandes Causas, descubrir verdades, tener un ideal
que sostener y mantener. Así poco a poco el obrero de la Tierra deja de perte-
necerse a sí mismo” y “el gran soplo del Universo, que le penetró por el resqui-
cio de una acción humilde, pero fiel, le dilata, le eleva, le transporta” (MD 46 s.).
Y en este proceso se inicia la individualización más inmaterial, el poder
de comprender y amar, la construcción del alma, una obra en la que el ser huma-
no integra algo de todos los elementos de la Tierra: “A lo largo de todos sus días
terrestres, el hombre se hace su alma; y a la vez colabora a otra obra, a otro opus,
que desborda de modo infinito: la culminación del mundo” (MD 35). Bajo nues-
tros esfuerzos de espiritualización individual, a partir de toda materia, se acu-
mula lentamente lo que convertirá al mundo en una nueva ontogénesis, en Tie-
rra nueva en Jerusalén celeste (MD 35).
En la experiencia de la vida se descubren dos componentes:
a) Actividades [acción, trabajo, desarrollo, fuerzas de crecimiento].
b) Pasividades [recepción, causas universales (nuestra naturaleza, nues-
tro carácter, nuestra buena suerte), desasimiento, potencias (pasivida-
des) de disminución].
No, el ser humano no es prometeico como interpreta la razón instrumen-
tal e industrial, su referente es otro modelo bien distinto, el bíblico Jacob, el que
luchó cuerpo a cuerpo con el Ángel, y quien acaba por adorar aquello contra lo
que lucha (MD 51). El ser humano a la vez que se entrega a continuar la mar-
cha de sus descubrimientos “tiende a hallarse dominado por el objeto de sus
conquistas” y descubrirse criatura, elemento que se siente llevado a reunirse en
el Todo, percibiéndose de la enorme fractura y desproporción en el acto de
Unión: “Él siendo el más pequeño, ha de recibir más que dar” (MD 51). De las
dos partes que componen nuestra vida humana, la activa y la pasiva, la primera
es la más atractiva, pero a la segunda le corresponde la parte sustancial porque
es la más extensa y profunda.
resuelven para Teilhard, ante la razón, al reconocer que Dios no puede crear si
no lo hace evolutivamente, y por tanto ambas cuestiones no serían más que un
efecto directo de la Evolución (CYC 197)46.
La reflexión sobre la muerte que hace Teilhard es de una originalidad
indiscutible. En la muerte encontraremos el punto decisivo de la disociación
esperada, nos pone en el estado orgánico que se requiere para que penetre en
nosotros el fuego divino, para que Dios penetre definitivamente en nosotros.
“Unirse es, en todos los casos, emigrar y morir parcialmente en aquello que
amamos”, pero necesitamos el paso del desasimiento para llevar el centro de
nuestra personalidad hasta los últimos límites de nosotros mismos, donde pode-
mos tener la impresión de poseernos más libres, aun así no habremos traspasa-
do los límites de nuestra excentración (vuelta a Dios). Para alcanzar esta unión
“es preciso dar un paso más: ése que nos hará perder pie en nosotros mismos…
¿Cuál será el agente de esta transformación definitiva? Precisamente la Muer-
te” (MD 66).
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46 P. Teilhard de Chardin, Como yo creo, Taurus Eds., Madrid 1970. En adelante citado CYC.
CONCLUSIONES
¿Qué aporta Teilhard a una comprensión espiritual de la ecología? Ante
todo, Pierre Teilhard de Chardin es su biografía. Vivió lo que pensó y creyó. De
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52 La unión, la consumación de las fuerzas no las anula individualmente, y aunque parezca mons-
truosa la idea de un Universo personal, vale contemplar, escribe Teilhard, el Cosmos no desde lo
material de su esfera exterior sino hacia el punto en el que todos los radios se juntan; también
concentrado en el centro, reducido a la Unidad existe el Todo. “Disolver consiste en unificar más
aún” (CYC 127).
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54 El paradigma anterior admitía la Tierra como una realidad viva e irradiadora que inspiraba
temor, respeto y veneración. El paradigma moderno nace con Descartes, Galileo y sobre todo con
Francis Bacon, quienes inspiran la razón instrumental-analítica que toma la Tierra como res exten-
sa, material inerte, en manos del hombre para que ejecute su voluntad de poder, creando y des-
truyendo, entregado a la explotación ilimitada de los recursos y causando la ruptura del equilibrio
de los ecosistemas. El colapso del paradigma moderno y la razón que se le asocia quedó plasma-
do en la hecatombe de las dos Guerras Mundiales (engendradas en la civilización occidental), que
ha costado reconocer una vez pasadas cuatro décadas, ya entrados de lleno en el siglo XXI y en
el tercer milenio. El nuevo paradigma no se halla en el pasado, es novedad y esperanza alumbra-
da por la toma de conciencia crítica de la Humanidad, al hacerse cargo de la tragedia ocasionada
y de la opción radical inmediata para asumir el cuidado y la protección de todas las formas de
vida que acontecen en el sistema Tierra. Ver: L. Boff, “Pistas para una nueva visión ecológico-espi-
ritual”,
http://www.servicioskoinonia.org/agenda/archivo/listanyos.php?select=2010&opcion=n&Sub-
mit=Consultar Consulta 20/2/2011
55 Es ocasión de citar a un pensador no suficientemente conocido. Se trata de Jacques Ellul (1912-
1994), filósofo, sociólogo, teólogo, y anarquista cristiano protestante francés. Durante la Segunda
Guerra Mundial, fue un líder en la resistencia francesa. Profesor de historia del derecho e histo-
ria social en Burdeos. Escribió varios libros críticos sobre la sociedad tecnológica (La technique
ou l’enjeu du siècle, Le système technicien y Le bluff technologique), sobre la relación entre el cris-
tianismo y la política, por ejemplo, “Anarquía y Cristianismo” (Lyon 1988), El hombre y el dine-
ro (Neuchâtel 1954), proponiendo que el anarquismo y el cristianismo compartían los mismos
fines sociales. Amigo de Iván Illich, se le considera como uno de los padres de las ideas sobre el
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afortunados: como si el Universo formase, desde el comienzo hasta el final de su historia, en el
Tiempo y en el espacio, una especie de vasto jardín en el que las flores son intercambiables a
voluntad del jardinero. Esta idea no parece justa. Cuanto más se reflexiona, sirviéndose de todo
lo que nos enseñan, cada una en su línea, la ciencia, la filosofía y la religión, más se convence uno
de que el Mundo debe compararse, no a un haz de elementos artificialmente yuxtapuestos, sino
más bien a algo así como un sistema organizado, animado de un amplio movimiento de crecimien-
to que es peculiar suyo. Hay un plan de conjunto que parece estar realizándose a nuestro alrede-
dor en el curso de los siglos. Hay un plan en marcha en el Universo, un resultado en juego, que no
admite mejor comparación que con una gestación y un alumbramiento: el alumbramiento de la
realidad espiritual formada por las almas y por lo que ellas encierran en sí de materia…”. Tei-
lhard de Chardin, “La Signification et la Valeur constructrices de la Souffrance”, L’Union Catho-
lique des Malades, 1933, en Himno del Universo, Madrid 1964, pp. 95 s.
1. Percibir la Materia.
“La Materia será … el conjunto de las cosas, de las energías, de las
criaturas que nos rodean, en la medida que éstas se presentan a nos-
otros como palpables, sensibles, “naturales”… Será el medio común
universal, tangible, infinitamente móvil y variado, en cuyo seno vivi-
mos sumergidos… La Materia, por una parte es la carga, la cadena, el
dolor, el pecado, la amenaza de nuestras vidas. Es lo que lastra, lo que
sufre, lo que hiere, lo que tienta, lo que envejece. Por la Materia
somos paralizados, vulnerables, culpables ¿Quién nos liberará de este
cuerpo de muerte?
Pero la Materia, al mismo tiempo, es la alegría física, el contacto exul-
tante, el esfuerzo virilizador, la felicidad de crecer. Es lo que atrae, lo
que renueva, lo que une, lo que florece. Por la materia nos hemos ali-
mentado, elevado, ligado al resto del mundo, hemos sido invadidos
por la vida. Nos es intolerable ser despojados de la materia. “Non exui
volumus sed superindui” (2 Cor 5, 4). “¿Quién nos dará un cuerpo
inmortal?” (MD 83 s.).
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60 Esta idea de Dios ligado al universo evolutivo (Teilhard escribirá de Dios que se presenta a nues-
tra adoración como “evolutor y evolutivo”, CM 62) y en la conclusión que “éste es un misterioso
producto de acabamiento para el Ser Absoluto mismo”, se encuentra relacionada con textos del
Cardenal de Bérulle. En 1948 se revisaron estas ideas de Teilhard y los revisores las juzgaron
incompatibles con la ortodoxia; sólo nos cabe sospechar que se desconocía o no se tuvo en cuen-
ta la obra del Cardenal de Bérulle (1575-1629).
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61 P. Teilhard de Chardin, Como yo creo, Madrid 1970, p. 105.