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Ecología, espiritualidad y teología.

Homenaje a Pierre Teilhard de Chardin

José Manuel Castro Cavero


Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias
(Sede Gran Canaria)

A. ECOLOGÍA Y ESPIRITUALIDAD.
BASES PARA UNA ECOTEOLOGÍA CRISTIANA

D esde una perspectiva cristiana la relación de la ecología con la espiri-


tualidad no es una cuestión que deba ser justificada. Otro tema bien diferente
es el compromiso ecológico del cristianismo, a quien algunas voces críticas
hacen responsable intelectual e histórico de los abusos contra la Naturaleza1.
Aunque la crítica parezca excesiva no es cuestión de mirar hacia atrás, sino unir-
se a las iniciativas de mayor compromiso con el cambio de mentalidad que
alumbre un nuevo paradigma de relación con la Tierra.
En este proceso la teología cuenta con un aval que es necesario dar a
conocer, su capacidad integradora. Como en un mundo plural y globalizado se
hace imprescindible disponer de una visión de conjunto para poder analizarlo
en todos sus detalles, dado que los problemas no son locales solamente a pesar
de su apariencia, de la misma manera es incontestable el propiciar una capaci-
dad integradora para responder a los desafíos que la crisis ecológica desenca-
dena. La teología cristiana acredita esta faceta integradora en mayor medida, de
––––––––––––––––––
1 Entre los primeros críticos que identifican a las tradiciones judía y cristiana como responsables de
la destrucción de la naturaleza al amparo del texto bíblico “dominad la tierra” (Gen 1, 28), se cita
a Lynn White Jr., “The historical roots of our ecological crisis”, en Science 155/3767 (1967) 1203-
1207.

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la que carecen otras disciplinas, porque en su metodología debe contar con las
aportaciones de otros saberes mediados por las ciencias del espíritu y las cien-
cias de la naturaleza2, para disponer de ellos tanto en la atención pastoral como
en la dimensión específicamente “religiosa” y litúrgica. La relevancia de la teo-
logía se acredita cada vez más al percibir que las causas de la crisis actual son
esencialmente espirituales, y que por lo tanto las respuestas presentes empren-
didas no pueden seguir ignorando esta dimensión3.

La ecología, por otra parte, si prescinde de la espiritualidad, se somete al


riesgo de quedar desvirtuada bajo el “reapoderamiento” del mismo patrón que
causó la crisis: el paradigma de la modernidad inspirado en la razón instrumen-
tal-analítica4. Se reclama un despertar de la conciencia que dé paso a un nuevo
paradigma, por lo que se necesita un modelo de educación diferente5, en el que
se integre la espiritualidad6, de camino a rehacer la experiencia de sentirse

––––––––––––––––––
2 Uso esta terminología conocida de W. Dilthey, porque en algunas universidades centroeuropeas
vuelve a denominarse con esta nomenclatura la agrupación de facultades que se está llevando a
cabo tras la reforma de los estudios superiores (por ejemplo la Universidad de Utrecht). Ciencias
Humanas y Sociales: filosofía, historia, antropología, psicología, lingüística, sociología, derecho,
trabajo social, economía; Ciencias Naturales y Experimentales: bio/geo/química, medicina, neuro-
ciencia, astrofísica.
3 J. Clammer, “Aprender de la Tierra: reflexiones sobre la formación teológica y la crisis ecológica”,
Concilium 331 (2009) 441-448 (446).
4 El inicio del proceso destructivo y la explotación de los recursos se inicia a la llegada de la ciencia
moderna, origen del paradigma actual fundado sobre las ideas de Descartes, Galileo y F. Bacon.
Hasta entonces, “la Tierra se sentía y se vivía como una realidad viva e irradiadora que inspiraba
temor, respeto y veneración”, en el nuevo paradigma se considera “mera res extensa, un objeto
inerte y desprovisto de inteligencia, entregado al ser humano para que éste exprese en ella su
voluntad de poder y de intervención creativa y destructiva”. No se podrá negar que desde esta
creencia racio-instrumental se avivara el deseo de explotar de forma ilimitada todos los recursos
hasta llegar al abuso y crisis ecológica de la que tomamos conciencia. L. Boff, “La Tierra como
Gaia: un desafío ético y espiritual”, Concilium 331 (2009) 355-364 (355).
5 Un autor al que se cita con frecuencia en ensayos ecologistas es Th. Berry, quien desafía a la edu-
cación superior y en particular la universitaria a propiciar el paso de la era cenozoica a la ecozoi-
ca, cf. J. Clammer, art. c., 447.
6 La crisis global del medio ambiente, escribe Al Gore, es una crisis interna, el desequilibrio entre
lo que somos y lo que hacemos, se trata de una crisis espiritual. Al Gore, La Tierra en juego,
Emecé Eds. Barcelona 1993, p. 24.

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comunidad terrenal y tomar conciencia colectiva de que el planeta Tierra es una


Casa Común.
La ecología entrañada en la espiritualidad reclama justicia social; por
efecto de tomar conciencia crítica (conversión) se descubre lo ocultado inten-
cionadamente (pretextualización). No aludo a una idea que sea novedosa. Las
tradiciones religiosas más conocidas para nosotros han guardado en sus narra-
ciones las causas, las consecuencias y los remedios a la ruptura entre la ecología
y la espiritualidad. Un ruptura que germina y crece, según la terminología teo-
lógica, en una dimensión de pecado, donde se reproduce la desacralización (de-
sarmonización, desequilibrio) de los vínculos del ser humano con la naturaleza,
consigo mismo, con los semejantes y con Dios. Una ruptura en la que enraízan
todas las injusticias imaginables y, obviamente, desencadena la imparable vorá-
gine de las mismas (abuso, contaminación, tortura, aniquilación…) ¿No es esta
la sabiduría que guarda el patrimonio de los relatos que la Biblia comparte con
otras religiones y culturas7, como son el asesinato arquetípico (de Abel por
Caín), el diluvio universal o la torre de Babel en contraste con el jardín que el
ser humano recibió de Yahvé con la responsabilidad de cultivarlo y guardarlo
(Gen 2 s.)?
El planteamiento que seguiré opta por la relación entre ecología, espiri-
tualidad y teología. Es la opción que me permite desarrollar una tarea crítica
(identificar la raíz de la crisis ecológica insertada en el paradigma “industrial”
de la modernidad) y esperanzada (reivindicar la espiritualidad, con la participa-
ción sapiencial de la teología), haciendo memoria de quienes han dado fe con
su vida y su pensamiento de la condición espiritual de la Tierra. De este modo
queda ya enunciada la tesis que mantendré en este trabajo: Si la ecología pres-
cinde de la espiritualidad en su fundamentación, corre el riesgo de quedar redu-
cida a una infraestructura tecnológica (instrumentalidad), ante esta posibilidad la
teología aporta una mentalidad sapiencial, crítica con la situación actual y susci-
tadora del paso a un nuevo paradigma que reconozca a la Tierra como Paraíso.
––––––––––––––––––
7 Referencias a un diluvio catastrófico se encuentran en Sumeria, Babilonia (epopeya de Gilga-
mésh), Armenia (hurritas, cf. P. Grimal, Mitologías, ed. Gredos, Madrid 2008, p. 129, encuentra
influencias hurritas en el relato del Génesis) Persia (mazdeísmo, Avesta), Grecia (mito de Deuca-
lión y Pirra), América (civilización maya, Popol-Vuh), África (Chad, mitología de la tribu mous-
saye, http://es.wikipedia.org/wiki/Diluvio_universal) y Asia (en la India, el avatar del pez (Visnú);
países del Sudeste asiático, mito de los orígenes en el Nithan khun Borom, cf. Y. Bonnefoy, Dic-
cionario de mitologías, Barcelona 2010, pp. 1186 s.).

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De igual modo que los exploradores se ayudan de algún mapa rudimen-


tario para orientarse en territorios desconocidos, me ha parecido oportuno con-
cretar en un breve apunte el significado de cada uno de los tres conceptos sobre
los que organizo y prolongo esta reflexión.
ECOLOGÍA: Por ecología se puede entender la ortopraxis de una sociedad
cuando ha tomado conciencia de las condiciones ineludibles que ha de
asumir para mantener la supervivencia de su entorno ambiental. En este
sentido se manifestó tempranamente entre nosotros el escritor Miguel
Delibes en su discurso de ingreso como académico en la Real Academia
Española de la Lengua bajo el título: Un mundo que agoniza. Corría el
año 1975 cuando Miguel Delibes tomaba la delantera, como han enseña-
do los profetas, a los acontecimientos:
“Por eso, mis palabras no son sino la coronación de un largo proceso
que viene clamando contra la deshumanización progresiva de la
Sociedad y la agresión a la Naturaleza, resultados, ambos, de una
misma actitud: la entronización de las cosas. Pero el hombre, nos
guste o no, tiene sus raíces en la Naturaleza y al desarraigarlo con el
señuelo de la técnica, lo hemos despojado de su esencia (p. 26).
Y la destrucción de la Naturaleza no es solamente física, sino una des-
trucción de su significado para el hombre, una verdadera amputación
espiritual y vital de éste. Al hombre, ciertamente, se le arrebata la
pureza del aire y del agua, pero también se le amputa el lenguaje, y el
paisaje en que transcurre su vida, lleno de referencias personales y de
su comunidad, es convertido en un paisaje impersonalizado e insigni-
ficante (p. 27).
A mi juicio, el primer paso para cambiar la actual tendencia del des-
arrollo, y, en consecuencia, de preservar la integridad del Hombre y
de la Naturaleza, radica en ensanchar la conciencia moral universal
(p. 31)”8.

La ecología pasa a ser una ciencia cuando aglutina el saber de un amplio


conjunto de disciplinas, que van desde la antropología a la biología, desde la
economía y la política a la ética, desde la geografía y la literatura a la filosofía y
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8 http://s3.amazonaws.com/lcp/scaramouche/myfiles/discurso_delibes.pdf (consulta 26/2/2011).

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desde la ingeniería y el derecho a la teología; un espectro tan amplio (material


y espiritual) que ha de fecundar un sinfín de interrogantes y, seguidamente, la
necesidad de encontrar respuestas con carácter convergente:

1. ¿Qué es la vida? ¿Por qué no la nada? (Parménides).


2. ¿Por qué el mundo, la realidad, el universo? ¿Quién puede explicar por
qué estamos en un universo que aprendió a pensar? (E. Cardenal).
3. ¿Qué es el ser humano y con qué fin? (Pascal).
4. ¿De dónde venimos, a dónde vamos, qué esperamos? (I. Kant).
5. ¿Qué puesto ocupa el ser humano en el Universo? (M. Scheler).
6. ¿Qué vinculación crea y siente el ser humano con los demás seres
vivos? ¿Dominio o cuidado? (Génesis 1 y 2, Salmo 8, Salmo 103 …)
7. ¿Qué oye el ser humano de la Naturaleza y del Universo? (San Fran-
cisco de Asís, Gurú Nanak (religión Sij), Jefe Seattle-1855).
8. ¿Cómo sobrevivir sosteniblemente, cómo ser creadores y utilizar los
recursos sin agotarlos? (Informe Brundtland (1987), Declaración de
Río-1992, Principio 1).
9. ¿Dónde limita la condición individual y social del ser humano; qué
derechos y qué responsabilidades? (Hans Jonas, Informe Brundtland
(1987), Principios 2, 5, 7, 8, 13, 27).
10. ¿Cómo mantener y transmitir a las nuevas generaciones la sabiduría
ecológica necesaria para sobrevivir sosteniblemente y cómo preservar
un patrimonio que pertenece a la humanidad? (Informe Brundtland
(1987), Declaración de Río-1992, Principio 3 y 21).

ESPIRITUALIDAD: La espiritualidad es una condición propia de todo ser


humano, que puede o no institucionalizarse en una religión9 o en una ten-
dencia espiritual de un grupo constituido socialmente, identificable con la

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9 E. Bianchi, “La vida espiritual cristiana”, Selecciones de Teología 156 (2000) 291-300: “Cuando en
el ser humano surge la pregunta por el sentido, cuando él comienza a explorar lo que es en su inte-
rior, cuando comienza a escuchar, a pensar, a interpretar y, por consiguiente, a decidir, a asumir

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creación y realización de un mundo interior en el que afloran y revierten


los interrogantes y la capacidad de búsqueda de unificación universal y el
conocimiento de sí, de los demás y de la realidad. La espiritualidad debe
ser entendida como una de las inteligencias del ser humano por su inci-
dencia en el proceso de la madurez personal, tal como dan a entender
recientes explicaciones desde varias ciencias10. Una inteligencia que sos-
tiene el despertar de la consciencia al reconocimiento de la misteriosidad
transparentada en cada ser y en la realidad.

TEOLOGÍA: Es la tarea intelectual que concluye en una síntesis de fe, configu-


rada metodológicamente; en ella confluyen diversos saberes ocupados en
hacer memoria crítica de los orígenes fundantes y de los dinamismos de
la propia tradición religiosa o espiritual, en abordar una labor hermenéu-
tica que ofrezca significatividad a las demandas de sentido planteadas por

––––––––––––––––––
unos sentimientos y unos comportamientos, entonces se inicia en él la vida espiritual”; la vida
espiritual o interior, en cuanto peregrinación hacia el corazón es la reclamación que continúa
haciendo el oráculo de Delfos, “Conócete a ti mismo”; la vida espiritual e interior es común a todo
ser humano, y la podrá dejar baldía o desarrollarla. La vida espiritual cristiana se identifica a par-
tir de dejarse guiar por el espíritu de Dios (Carta a los Gálatas 5,18), como respuesta a la llama-
da del amor de Dios, por Cristo en el Espíritu. Según numerosas expresiones de san Pablo: «vida
oculta con Cristo en Dios» (Col 3,3), vida del «hombre interior que se renueva día a día» (2 Co
4,16), «vida nueva» (Rm 6,4); «Ya no vivo yo, es Cristo el que vive en mí» (Ga 2,20); «Para mí vivir
es Cristo y morir ganancia» (Flp 1,21). En palabras de G. Tejerina, profesor de la Facultad de Teo-
logía, perteneciente a la Universidad Pontificia de Salamanca [con lo que pueden darse por des-
pejados elementos argumentales de sospecha pues se trata de la Universidad de la Conferencia
Episcopal Española], publicadas por la revista de la Facultad de Teología del Norte de España
–sede Burgos–, “no cabe identificar sin más espiritualidad y religiosidad como frecuentemente se
hace…”, Burgense 46 (2005) 451-461.
10 Ramachandran, Persinger, D. Zohar, H. Gardner, entre otros. Una presentación accesible sobre
la Inteligencia Espiritual la ofrece F. Torralba, Inteligencia espiritual, Barcelona 2010. La prueba
empírica de la Inteligencia Espiritual deriva de investigaciones de los últimos diez años, realiza-
das en el campo de la neurociencia. Estos estudios atestiguan en el ser humano un tipo de inteli-
gencia, científicamente verificable, no identificada en captar datos, ideas o emociones, sino en per-
cibir los contextos universales de la vida, totalidades significativas, y que hace sentir unidad y
vinculación al Todo. Hace sensible a la persona a los valores, a cuestiones relacionadas con la divi-
nidad y la transcendencia. Se denomina inteligencia espiritual IE (CEs = cociente espiritual), por-
que es propio de la espiritualidad captar totalidades y orientarse por explicaciones transcenden-
tales. M. Jeeves y W. S. Brown, Neurociencia, psicología y religión, Estella 2010, pp. 165 ss.

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las sucesivas generaciones, y en crear condiciones de diálogo para convi-


vir en un mundo plural.

Ecología, espiritualidad y teología se articulan no en discursos teóricos


sino a partir de experiencias personales, sustentadas en el compromiso existen-
cial. A partir de estos conceptos me surgió la idea de tributar un merecido
homenaje a Pierre Teilhard de Chardin. No cabe duda de que es una elección
interesada, científico y místico, sabiendo que por iguales o parecidos motivos,
otros personajes merecen ser recordados siempre que se aborden temas perte-
necientes al ámbito ecoteológico o ecoespiritual. Me refiero entre otros a san
Francisco de Asís11 (1182-1126), y llegados a nuestro tiempo a la religiosa
Dorothy Stang12 (1931, de origen estadounidense, en Brasil el año 2005 asesina-
da de seis disparos a quemarropa por defender los derechos humanos y sociales
a la vez que la preservación del Amazonas).
En los apartados que siguen se apreciarán los motivos que me llevaron a
preferir esta opción.

––––––––––––––––––
11 Declarado “celestial patrono de los ecologistas” por Juan Pablo II mediante la bula “Inter Sanc-
tos” (29-11-1979).
12 Era sábado, 12 de febrero por la mañana, cuando la hermana Dorothy iba camino de encontrar-
se con algunas familias asentadas en la selva; llevaba consigo un ejemplar del Nuevo Testamento
y documentación sobre el PDS, el Proyecto de Desarrollo Sostenible que promovía con el apoyo
del Ministerio de Medio Ambiente brasileño y otras instituciones como universidades, movimien-
tos sociales y eclesiales. Este Proyecto consiste en utilizar el 20% de la tierra para cultivo y el 80%
como área de conservación forestal respetando la biodiversidad mediante cultivo extractivista y
el aumento de árboles autóctonos que den frutos y sirvan para otros usos. Los grileiros (terrate-
nientes que se hacen con la posesión de la tierra utilizando la violencia y expulsando a la pobla-
ción) vieron en la hermana Dorothy a su enemiga y decidieron eliminarla. Según quedó de mani-
fiesto un intermediario contrató por cincuenta reales (20 dólares) a cuatro jóvenes pistoleros para
que la asesinaran. Se detuvo y se juzgó a los asesinos, al intermediario y al principal instigador,
aunque los procesos de la justicia llevaron a escandalosas absoluciones. El empeño de la herma-
na Dorothy ha dado sus frutos (en el entierro una de sus hermanas de congregación –Nuestra
Señora de Namur–, dijo que no iban a sepultar a la hermana Dorothy, sino a plantarla) con la apli-
cación de algunos puntos de su PDS a todas las selvas de Brasil, por ley el 80% protegidas con
gestión forestal. Junto a la hermana Dorothy Stang otros mártires por la Tierra en Brasil son
Chico Mendes, el sacerdote Josimo Tavares y la hermana Adelaida Molinari. Son los nombres de
los cientos de líderes populares asesinados en la frontera entre dos proyectos de vida y de econo-
mía, de un lado los pueblos que han vivido sosteniblemente en la Amazonia, y de otro los depre-

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2. HOMENAJE A PIERRE TEILHARD DE CHARDIN

La ocasión para no obviar el recuerdo de la figura y la obra de Pierre Tei-


lhard de Chardin nos la brinda estas IX Jornadas de Teología, que bajo el títu-
lo, Un cielo nuevo y una tierra nueva. Ecología y Teología, organiza el Instituto
Superior de Teología de las Islas Canarias-Sede Gran Canaria (ISTIC) y la Uni-
versidad de Las Palmas de Gran Canaria. Un recuerdo que se hace necesario y
sobre todo oportuno, porque al valor de su testimonio personal y a la originali-
dad de su pensamiento, se le debe sumar el esfuerzo por crear condiciones de
diálogo entre el cristianismo y el mundo actual13, una tarea de fundamentación
de la fe que no solo supo acometer como nadie de sus coetáneos, sino que ade-
lantó propuestas hoy para nosotros portadoras de novedad. Al padre Teilhard le
preocupaba hondamente la ruptura entre la ciencia y la fe, un proceso que supo
vincular con la secularización14; razón por la cual señaló las causas probables de
este nuevo reto y propuso vías apropiadas de respuesta, sobre todo, desde su
experiencia vocacional, y señaló sendas de aproximación hacia el espíritu sin
despreciar la materia. Se ha afirmado que el Concilio Vaticano II acoge en la
estructura de algunos de sus documentos constitutivos este sentir teilhardiano,
del que acabaron participando la mayoría de los padres conciliares al tratar de
reconciliar a la Iglesia con el mundo moderno.
A la obra y la figura de Teilhard de Chardin es cierto que las ha abando-
nado el éxito fulgurante que las acompañó en la década posterior a su muerte,
tampoco es cierto que hayan quedado arrojadas al olvido, como primera impre-
––––––––––––––––––
dadores del agronegocio, entregados al saqueo de la tierra, al abuso esclavizador de los trabaja-
dores y a la deportación, robo y exterminio de los pobladores. Cf. L. C. Susin, “La hermana
Dorothy Stang, un modelo de santidad y martirio”, Concilium 331 (2009) 459-464. No quiero
dejar sin mencionar la referencia que hace el autor al tipo de martirio de la hermana Dorothy, no
en nombre de Dios sino en nombre de la Tierra, no en nombre de Cristo, pero sí por seguir a Cris-
to y como Cristo por causa del Reino, por inspirarse en su palabra y por su Espíritu (art. c., p. 463)
13 Por ejemplo, Gérard Donnadieu, presidente de la Asociación Francesa Teilhard de Chardin, lo
presenta como “profeta de un cristianismo para el siglo XXI”.
14 Por secularización quiero entender bajo la guía de Teilhard, la pérdida del sentido ascendente y
convergente de la realidad. Si el ser humano es sensible a la tensión hacia delante, pero sin com-
plementarse con la tendencia ascendente, vertical, jamás se superará la materialidad, y en la mate-
ria, repite Teilhard, anida la fuerza impulsora y consistente del espíritu. “El Cristianismo abriga
todavía parcialmente, pero ya no cubre, ni satisface, ni dirige al ‘alma moderna’” , P. Teilhard de
Chardin, Como yo creo, Taurus Eds., Madrid 1970, p. 263.

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sión pudiera darlo a entender. Su atractivo intelectual se sigue dando a conocer


por medio de congresos, publicaciones y otros eventos similares15.
Lo que sí es cierto es que tras un primer tiempo de atracción entusiasta
por Teilhard (sobrepasaron el millón y medio de libros vendidos en los prime-
ros diez años posteriores a su muerte), se ha pasado a una etapa, avanzada la
década de 1970, en la que su obra no ha dejado de estudiarse con atención y con
rigor, pero confinada a ámbitos especializados16. ¿Qué le sucedió tanto a los
libros como a las ideas de Pierre Teilhard de Chardin para que perdieran preci-
pitadamente aquel éxito fulgurante?17 Nada en especial. Teilhard no es fácil de

––––––––––––––––––
15 Los datos siguientes confirman el interés que hoy sigue despertando la figura del padre Teilhard.
Por ejemplo, al aproximarse el 50 aniversario de su muerte, diferentes instituciones científicas, cul-
turales y religiosas, organizaron todo tipo de eventos para estudiar, debatir y promocionar la obra
del sabio jesuita francés. Así el denominado Quinquenio Teilhard (2001-2005) se clausuró en
Nueva York, París y Clermont-Ferrand con un seminario sobre El porvenir de la Humanidad. De
especial interés se puede considerar el coloquio celebrado en Beijing y Estrasburgo, el año 2003,
en torno al tema Ciencia y progreso humano: hacia el espíritu de la Tierra y el dominio de la mun-
dialización. El año 2004 se celebraron en París y Roma diversos actos bajo el tema Creer en Dios,
creer en el hombre. Si se analizan los repertorios bibliográficos sobre Teilhard de Chardin, por
ejemplo el realizado por L. Polgar (1990). Bibliographie sur l histoire de la Compagnie de Jesús
(1901-1980). Archivum Historicum Societatis Iesu, Roma, vol. III, «Les personnes: P. Teilhard de
Chardin», pág. 359-363, se encuentran 2.942 entradas bibliográficas. Desde 1955, cuando se inicia
la publicación de las obras filosóficas y teológicas de Teilhard, en Éditions du Seuil (“Ouvres de
Pierre Teilhard de Chardin” –entre 1955-1976–), gozan de una gran difusión internacional, se estu-
dia y se debate sobre sus ideas filosóficas, teológicas, científicas y sobre su mística.
16 “El interés por su pensamiento decreció muy rápidamente hacia 1970 pasando sus escritos a estar
casi olvidados por las nuevas generaciones. Cuando en 1971 se publica en Suiza en 11 tomos la
recopilación de los trabajos estrictamente geológicos y paleontológicos como Oeuvre Scientifique
de Teilhard (gracias a los esfuerzos de N. y K. Schmitz-Moortmann) ya había pasado la ola teil-
hardiana. Por ello, la difusión de ésta apenas tuvo la debida difusión. Hasta cierto punto, la opi-
nión pública e incluso las comunidades científicas de filósofos, teólogos, biólogos y geólogos sue-
len conocer solo lo que podríamos llamar “la mitad” de Teilhard, dado que prescinden de sus
aportaciones como científico de la naturaleza. En este trabajo pretendemos recuperar esa
“mitad” menos conocida de Teilhard: la de geólogo y paleontólogo. L. SEQUEIROS, “Pierre Tei-
lhard de Chardin (1881-1955), geólogo y paleontólogo. Recuperación histórica de su obra cientí-
fica”, p. 1, http://www.centro-pignatelli.org/documentos/SeqTeilhard.pdf (Consulta realizada el
8/3/2011).
17 No quiero dar a entender que la figura de Teilhard así como su pensamiento hayan caído en un
absoluto silencio o desinterés; grupos de trabajo, asociaciones, congresos y múltiples publicacio-
nes mantienen vivo el interés por la obra teilhardiana. Escribe L. Sequeiros, “Teilhard en mi cora-

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leer. Su pensamiento desafía tanto al saber científico como al saber teológico18.


El neurofisiólogo francés Paul Chauchard19 (1912-2003), que lo estudió en pro-
fundidad, responde a esta cuestión con mayor agudeza:

“La originalidad de Teilhard es, en primer lugar, ser un científico


completo, y es esto lo que le reprochan los que no han comprendido
el pleno sentido del esfuerzo científico. No se es un científico comple-
to si no se es un especialista competente entregado al análisis preciso
en su dominio; sin esta práctica que constituyó el oficio de Teilhard
paleontólogo, no sería más que un diletante de la ciencia, un mal filó-
sofo. Pero no lo es más si, encerrándose en su especialidad, se con-
vierte en puro técnico. En su esfuerzo de análisis no debe olvidar el
especialista que el análisis no tiene interés más que para la síntesis”.

Por esto propongo hacer un recorrido por su figura (en su biografía se


dan episodios que determinan su pensamiento) y por sus ideas “convergentes”
a modo de introducción. Me aproximaré a una obra decisiva en su vida, como
es El Medio Divino, por la que asoma la convergencia de su experiencia espiri-
tual con su vocación científica. Aunque mi aportación la creo mínima, no es
menor mi reconocimiento ni de la figura ni de las ideas de Teilhard. El paso del
tiempo, se ha de reconocer, lo va haciendo más imprescindible20, porque supo
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zón”, p. 16, www.bubok.es/ver/preview/172328 (consulta realizada el 8/3/2011), que como ejemplo
de la actualidad de Teilhard, “en una búsqueda en Internet realizada en enero de 2005, se han
hallado 128.000 citas en todos los idiomas, 9.920 en castellano y 559 imágenes”. En una consulta
realizada el 12 de marzo de 2011en el buscador Google, el número total de resultados en toda la
web a la orden Pierre Teilhard de Chardin fue de 253.000.
18 Tal vez se pueda explicar la pérdida de interés por Teilhard, no porque defraude su pensamiento
una vez conocido, sino al contrario, porque las generaciones siguientes de lectores e intelectuales,
lo mismo que la mentalidad del momento, vienen equipadas con una preparación que no es capaz
de situarse y acoger la sistematicidad que plantea el pensamiento teilhardiano.
19 Paul Chauchard, El pensamiento científico de Teilhard de Chardin, Ediciones Península, Barcelo-
na 1966, pág. 12-13 (original, Éditions Universitaires, París 1965].
Cf. http://www.upcomillas.es/webcorporativo/centros/catedras/ctr/Documentos/000pensamien-
to%20final.pdf (Consulta realizada el 10/2/2011).
20 Comment, d’ailleurs, pourrait-il en être autrement quand Teilhard est présenté à juste titre, par
le Père H. Madelin sj (le 19 novembre 2005 au Centre Sèvres), comme le «Jean Baptiste des temps
nouveaux» qui annonce le futur de l’Homme, et par le Père G. Martelet sj, comme le «Prophète

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poner a volar juntas las alas de la fe y la razón21, y con este impulso se llegó a
descubrir su vocación de “hijo de la Tierra”22 y “apóstol y evangelista” del Cris-
to en el Universo23.

2.1. APUNTES BIOGRÁFICOS


2.1.1. INFANCIA

Pierre Teilhard de Chardin nació el primer día de mayo de 1881, el cuar-


to de los once hijos de Emmanuel y Berthe-Adele Teilhard de Chardin. Ambas
familias son de linaje distinguido. Su madre era sobrina nieta de Voltaire24. Fue
el cuarto de once hijos y nació en Sarcenat cerca de Clermont-Ferrand en la
provincia de Auvernia. La espiritualidad familiar25, y el paisaje de la región con
sus volcanes, ríos y bosques marcaron el espíritu (vida interior) y la vocación
científica de Teilhard26. En su autobiografía espiritual, El Corazón de la Mate-
ria, reconoce que en los parajes de la Auvernia se encontró con un museo de his-
toria natural y reserva de la biosfera, un ambiente que le permitió desarrollar
un sentido especial de observación. Al pequeño Teilhard lo que más le asombra-

––––––––––––––––––
d’un Christ toujours plus grand»? http://www.ancien.teilhard.org/index.php?module=fonda-
tion&rub=ssrub&ssrub&id=122&nom=Retrospective (consulta 6/3/2011).
21 Expresión debida a la Encíclica de Juan Pablo II, Fides et Ratio (1998), en la Introducción: “La fe
y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación
de la verdad”.
22 P. Teilhard de Chardin, La Misa sobre el Mundo, en Himno del universo, Taurus Eds., Madrid
1964, p. 19.
23 P. Teilhard de Chardin, Le Prêtre (1918), cit. Por H. de Lubac, La oración de Teilhard de Chardin,
Ed. Estela, Barcelona 1963, p. 49.
24 Aparece una remota parentela con Marguerite Catherine Aroueten, hermana de Voltaire y tata-
rabuela de Berthe Adèle de Dompierre d’Hornoy, madre de Pierre.
25 De su padre recibe el gusto naturalista (P. Teilhard de Chardin, Corazón de la Materia, Ed. Sal
Terrae, Maliaño 2002, p. 24. En adelante citaré esta obra con la sigla CM). Su madre, “una verda-
dera santa”, según H. de Lubac (o.c., 18), le transmite la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, y
a ella le debe lo mejor de su pensamiento (CM 45). Con su hermana Margarita, enferma crónica,
exploraba la vida interior. El pensamiento de su madre y de sus hermanas le revelaron la influen-
cia de la mujer en la salvación y en el perfeccionamiento del alma humana (H. de Lubac, o.c., p.
25).
26 H. de Lubac, o. c., p. 18.

Almogaren 48 (2011) 177-213 187


José Manuel Castro Cavero: Ecología, espiritualidad y teología

ba no era toda esa riqueza natural que encontraba a su paso, sino el darse cuen-
ta de la fragilidad de la vida y la dificultad de encontrar una realidad permanen-
te (no olvida sus lágrimas más amargas al comprobar que el hierro se oxida y el
objeto que guardaba como un tesoro eterno desaparecía también)27.

2.1.2. VOCACIÓN. JESUITA


Ingresó en el noviciado jesuita de Aix-en-Provence el 19 de marzo de
1899. Una etapa de formación religiosa que finalizará hacia 1912 en la isla bri-
tánica de Jersey28. De 1906 a 1908 la Compañía de Jesús lo destina como profe-
sor de física y ciencias naturales a El Cairo. Allí estudiará la fauna, la flora y los
fósiles; descubre unos dientes de tiburón en la región de Fayoum, que le vale el
reconocimiento de asignarle el nombre de Teilhardia a una especie de escualos.
En 1908 regresa a Inglaterra (Hastings) para completar en 1912 su formación
jesuita y teológica. El 24 de agosto de 1911 recibe la ordenación sacerdotal.

3. TIEMPO DE CALAMIDADES

Durante estos años conocerá la muerte de dos de sus hermanos, Alberic


(1902) y su hermana menor Louises (1904), episodios a los que se añadía la
––––––––––––––––––
27 En Claude Cuenot, Teilhard de Chardin, Baltimore, 1938, p. 3 cita un texto recogido en la obra de
Teilhard, El corazón de la Materia (escrito en 1950, publicado en 1976): “¿Una memoria? Mi pri-
mera fue cuando tenía como cinco o seis años. Mi mamá me había cortado uno de mis rizos. Lo
tomé y lo puse al fuego. El rizo de cabello ardió en una fracción de segundo y un gran dolor me
llenó; aprendí entonces lo que era lo perecedero. … ¿Qué era lo que me causaba dolor de niño?
Esta inseguridad de las cosas. ¿Qué era lo que amaba? ¡Mi lámpara mágica de hierro! Y con una
pieza de un arado me creía, a los siete años, con un tesoro incorruptible, que duraría para siem-
pre. Pero luego me di cuenta de que lo que tenía era solo un montón de fierro que se oxida. Con
este descubrimiento me tiré al suelo y lloré las lágrimas más amargas de mi existir”.
http://www.teilharddechardin.org/studies/11-Una_Biografia_Corta.pdf
(consulta 10/2/2011). No es exactamente este el texto que se puede leer en El corazón de la Mate-
ria, Ed. Sal Terrae, Maliaño (Santander) 2002, p. 46.
28 En esta época (“cuando era ‘junior’ en Jersey”) siente la oposición entre la Materia y el Espíri-
tu, y a punto estuvo de “descarrilar”, de abandonar la Ciencia de las Piedras, para consagrarse a
las actividades sobrenaturales. Gracias al sabio consejo del maestro de novicios logró resolver el
conflicto y avanzar hacia la síntesis entre la Materia y el Espíritu, la coexistencia entre el Sentido
Cósmico y el sentido Crístico (CM 49 s.).

188 Almogaren 48 (2011) 177-213


José Manuel Castro Cavero: Ecología, espiritualidad y teología

enfermedad crónica de su hermana Marguerite-Marie (fallecida en 1936), de


quien escribió haber introducido poco a poco en su mundo interior. El año 1911
muere su hermana Françoise, superiora de la casa de las Hermanitas de los
Pobres en Shangai, a causa de una enfermedad contagiosa contraída mientras
cuida de ancianos chinos. La vinculación entre ambos hermanos fue intensa, de
mutuo reconocimiento y aprecio. En los años de la I Guerra Mundial (1914-
1918) conoció la muerte en batalla de su hermano Gonzalo (1914), de un amigo
jesuita, P. Rousselot (1915), y asiste a un gran número de moribundos como
camillero durante la contienda (participa en las batallas de Marne e
Ypres –1915–, Verdun –1917–, Chateau Tierry –1918–; en 1921 recibió el nom-
bramiento de caballero de la Legión de Honor). El impacto que le produce la
guerra se puede ver en las cartas que le escribió a su prima Margarite Teilhard,
recopiladas en el libro Génesis de un Pensamiento. Cartas 1914-1919. Estas expe-
riencias de sufrimiento llevan a Teilhard a su plena madurez y al desarrollo de
un pensamiento místico, por el que descubre cómo la presencia de Dios lo inva-
de todo. Al finalizar la I Guerra Mundial, Teilhard se aproxima a los cuarenta
años de edad y a una experiencia curtida por las calamidades recientes de la
guerra, de la muerte y del sufrimiento; a pesar de todas las desgracias no se le
esconde que la vida sostiene una dirección, un propósito misterioso y escondi-
do, no se le negaba un sentimiento de nostalgia por el horizonte, un deseo per-
sonal de unidad.

4. ESTUDIOS. FORMACIÓN

Entre 1912 y 1915 continúa sus estudios de paleontología en París, traba-


ja en el Museo Nacional de Historia Natural con el paleontólogo Marcellin
Boule, que había exhumado el primer esqueleto completo de un neandertal;
colabora en el Instituto de Paleontología Humana con Henri Breuil y en 1913
lo acompaña en las excavaciones de la Cueva de El Castillo de Puente Viesgo
(Cantabria, España), descubierta en 1903. Se especializa en geología del Perío-
do Eoceno, participa en diferentes excavaciones, en las cuevas del Período Auri-
ñaciense y en las organizadas en Bélgica y en los Alpes. En 1922 alcanzó en La
Sorbona el doctorado en Ciencias con su tesis Mamíferos del Eoceno inferior
francés y sus yacimientos, y hasta 1926 obtendrá tres licenciaturas de ciencias
naturales: Geología, Botánica y Zoología.

Almogaren 48 (2011) 177-213 189


José Manuel Castro Cavero: Ecología, espiritualidad y teología

5. LA EXPERIENCIA CHINA

En 1923 acepta la invitación del jesuita E. Licent para realizar investiga-


ciones paleontológicas en China. Al embarcar en Marsella el 1 de abril con des-
tino a Pekín, Teilhard no se podía imaginar la nueva etapa que le esperaba en
su vida. China será su nueva “patria” hasta 1946, aunque viaje a Francia, tendrá
que contar siempre con el permiso de sus superiores y por un tiempo limitado.
En 1924 regresa a Francia y vuelve a enseñar en el Institute Catholique de París,
pero sus ideas resultan sospechosas en un contexto eclesial dominado por la
mentalidad conservadora. En 1926 regresa a China a petición de sus superiores
religiosos porque temen la expansión de sus ideas en Europa y en América.
Vuelve a Francia en agosto de 1927, donde se le espera ya con nuevas sospechas
sobre su pensamiento, y en junio de 1928 recibe información del Prepósito
General Jesuita de regresar a China, evitar toda investigación teológica y dedi-
carse exclusivamente a sus trabajos científicos. Durante once años soportará
este exilio lejano con algunas escapadas breves a Francia, donde se veía con
amigos y familiares.
China, desde su primer viaje al regreso definitivo en 1946, es más que una
etapa para Teilhard. Allí realizará sus investigaciones decisivas, recibirá recono-
cimiento científico, escribirá obras fundamentales y, sobre todo, fue capaz de
desarrollar su inmenso potencial de reflexión y de espiritualidad: Expediciones
al desierto de Ordos (Oeste de Pekín cerca de la frontera con Mongolia), parti-
cipación en el descubrimiento en 1929-1930 del “hombre de Pekín” en Chou-
kou-tien, estudios geológicos y de la fabricación de herramientas prehistóricas,
participa en expediciones a Etiopía y Somalia (1929) la India (1935) Java y Bir-
mania (1937), le llega el reconocimiento mundial como geólogo, escribe su
experiencia espiritual en La Misa sobre el mundo (1923) y dos libros decisivos,
El Medio Divino (1926) y El fenómeno Humano (1938-1940).

6. LOS ÚLTIMOS AÑOS


En 1948 viaja a Estados Unidos, pero sus superiores le prohíben dar la
serie de conferencias que le habían solicitado en nombre de la Universidad de
Columbia. Sus superiores jesuitas lo llaman a Roma para que explique los
aspectos más controvertidos de su pensamiento. En Roma le dan a entender
que no recibirá permiso ni para publicar sus escritos, ni para ocupar un puesto

190 Almogaren 48 (2011) 177-213


José Manuel Castro Cavero: Ecología, espiritualidad y teología

de profesor en Francia. Durante dos años permanecerá sin saber qué destino le
espera. Llegados a 1951 sólo le queda irse a Nueva York. Allí vivirá en una
comunidad de jesuitas y podrá investigar en la fundación Wenner-Gren. En 1954
viaja por última vez a Francia. Visita su casa natal y al entrar en la habitación,
que había sido de su madre, en medio de un pronunciado silencio que acompa-
ñaba la visita dijo: “¡Aquí fue donde nací!”. Tal vez deseaba quedarse allí para
pasar sus últimos años y por eso escribió a sus superiores solicitándole permiso
para regresar a menudo. La respuesta no pudo ser más inhumana para un ancia-
no de 73 que se veía morir, desde que en 1947 superara milagrosamente un
colapso orgánico, a pesar del disfraz diplomático la contestación fue negativa y
se le recomendaba regresar lo más pronto posible a su residencia de Estados
Unidos.
A Teilhard se le presentaron ocasiones suficientes como para haber to-
mado otras decisiones bien diferentes en cuanto a su vida religiosa. En las car-
tas que escribió a sus amigos demuestra sin ningún asomo de sospecha que su
altura humana y cristiana superaba la exhibida por sus superiores. Jamás se
encuentra en sus escritos la menor dosis de amargura.
Pierre Teilhard de Chardin murió súbitamente el domingo de Pascua, día
10 de abril, de 1955 a las seis de la tarde. Al día siguiente se celebró su funeral
entre un reducido grupo de amistades. El padre Leroy y otro sacerdote de la
iglesia de San Ignacio acompañaron el cuerpo desde la iglesia al cementerio de
St. Andrews-on-Hudson, al norte del estado de Nueva York. Al morir, la autori-
dad eclesiástica permitió la publicación de las obras escritas de Teilhard. De un
primer momento de acogida desbordante, en la década posterior a su falleci-
miento, ha pasado a un inexplicable olvido, solamente roto por círculos especia-
lizados29.

––––––––––––––––––
29 Un apartado especial en la vida de Teilhard lo ocupa su relación con la autoridad eclesiástica; una
dura prueba que fortaleció su fidelidad a la Iglesia. Enviarlo a China respondía a la intención de
apartarlo de la cátedra universitaria en Francia; se le prohibió escribir y publicar sobre temas teo-
lógicos y espirituales en los que diera a conocer sus ideas; una vez fallecido se prohibió la lectura
de sus obras en los centros de estudio dependientes de la Iglesia Católica; en 1957 el Santo Ofi-
cio promulgó un decreto ordenando la retirada de los libros de Teilhard de las librerías católicas
y de las bibliotecas de los centros de estudio de la Iglesia; en 1962 se emitió un “Monitum” o amo-
nestación formal sobre la aceptación acrítica de los escritos de Teilhard. Y si no era suficiente,
para colmo, el siguiente episodio. Cuando en marzo de 1981, el entonces Presidente de Francia,
M. Valéry Giscard d’Estaing, solicitó al Provincial de los Jesuitas que los restos de Teilhard fue-

Almogaren 48 (2011) 177-213 191


José Manuel Castro Cavero: Ecología, espiritualidad y teología

B. LA DIMENSIÓN ESPIRITUAL DE LA ECOLOGÍA A PARTIR DEL


PENSAMIENTO DE TEILHARD DE CHARDIN

“El Universo, tal como los hechos lo revelan hoy, deriva hacia esta-
dos superiores de conciencia y de espiritualidad, exactamente como
en la ‘Weltanschauung’ cristiana”30.

No me es posible atender al conjunto de la obra de Teilhard, sino a una


parte de su pensamiento considerado “constante”31, el que formulado al inicio
de su etapa de madurez32 mantuvo sin necesidad de revisión hasta el final de su
vida. A un mes de morir (marzo de 1955) dejó escrita la valoración que le mere-
cían en concreto dos de sus obras, y de este modo nos legaba la ruta a seguir si
se desea acceder a la parcela convergente33 (integradora/sistemática) de su pen-
samiento:

––––––––––––––––––
sen trasladados a su tierra de origen, en honor de su centenario, contando con que las circunstan-
cias parecían ser favorables ya que la propiedad de St.Andrew-on-Hudson, donde Teilhard había
sido enterrado, se había transferido a una escuela de cocina, incomprensiblemente, el Superior de
los jesuitas franceses rechazó decididamente la petición. De este modo se negó un derecho con
todos los exiliados, el reposar después de muertos en su propia tierra natal. Las obras de Teilhard
se han podido publicar posteriormente, sorteando la censura eclesiástica, porque en 1951 nombró
heredera de su patrimonio a Jeanne Mortier, quien desde años atrás (1938) clasificó los manus-
critos y comenzó a dactilografiarlos. Un último dato que no quiero dejar de citar y que hace más
inexplicables las medidas eclesiásticas tomadas con Teilhard. Una tarde, el 24 de julio de 2009, en
la catedral de Aosta, el papa Benedicto XVI citaba en su homilía nada menos que a “Teilhard de
Chardin”, de quien reconoce su gran visión: “al final tendremos una auténtica liturgia cósmica, en
la que el cosmos se convierta en hostia viva”.
(http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/homilies/2009/documents/hf_benxvi_hom_2009
0724_vespri-aosta_sp.html. (Consulta 8/4/2011).
30 P. Teilhard de Chardin, Como yo creo, Taurus Eds., Madrid 1970, p. 171.
31 Esta palabra la utiliza Teilhard en El corazón de la Materia, Sal Terrae, Maliaño 2002, n.1, p.18.
32 H. de Lubac, La oración de Teilhard de Chardin, p. 25: “En el transcurso de los años de la guerra,
entre el catorce y el diecinueve, Pierre Teilhard llega a la plena madurez”.
33 La convergencia es un descubrimiento que desempeña para Teilhard un peso fundamental.
Desde niño buscaba el valor de las cosas en elementos permanentes, así reconoció el hierro, pero
cuando advirtió que se oxida entró en desesperación infantil, hasta que aprendió poco a poco que
la consistencia no es un efecto de la sustancia de las cosas sino de su convergencia, el sentido de
plenitud en el que se concentra la esencia de las cosas (El corazón de la materia, pp. 20 s.).

192 Almogaren 48 (2011) 177-213


José Manuel Castro Cavero: Ecología, espiritualidad y teología

“Hace mucho tiempo ya que, en La Misa sobre el Mundo, y en El


Medio Divino, intenté fijar mi admiración y mi asombro frente a estas
perspectivas todavía apenas formadas en mí.
Hoy, tras cuarenta años de reflexión continua, sigue siendo exacta-
mente la misma visión fundamental la que siento necesidad de pre-
sentar y de hacer compartir, una última vez, en su forma más madu-
ra.
Y esto con menos frescor y exuberancia expresiva que en el momen-
to de mi primer encuentro con ella”34

Dos obras, además de El corazón de la Materia (CM), que ocupan un


lugar destacado entre los numerosos y variados escritos de Teilhard35. Acerca de
El Medio Divino (MD) escribe el padre H. de Lubac: “libro que fue, podríamos
decir, largamente rezado antes de ser escrito, y que no puede ser interpretado
sin que sea rezado mientras se lee”36. Para L. Boff37 La misa sobre el Mundo
(MM) ocupa el lugar siguiente a dos creaciones emblemáticas en el camino espi-
ritual crístico-cósmico sin antecedentes desde la Edad Media, el Cántico al Her-
mano Sol de san Francisco de Asís y el Itinerario de la mente a Dios de san Bue-
naventura.
Mi aproximación a estas obras de Teilhard, en las que expone su pensa-
miento sistemático38 (convergente), sigue una perspectiva fenomenológica y
––––––––––––––––––
34 “Nota de los Editores” en, P. Teilhard de Chardin, El Medio Divino. Ensayo de vida interior,
Alianza Ed., Madrid 19844, p. 141. A ambos escritos se refiere también en El Corazón de la Mate-
ria, pp. 51 s.
35 Uno de sus mejores biógrafos, el profesor Claude Cuénot, reseña al final de su obra un total de
365 artículos, notas y memorias de tipo científico, filosófico,espiritual y teológico publicados por
Teilhard a partir de 1905, así como 150 trabajos más como discursos, necrológicas, etc. La obra
científica teilhardiana, reeditada por N. y K. Schmitz-Moorman en 1971, tiene 11 gruesos tomos y
casi 5.000 páginas. Comprende 274 trabajos que los editores consideran “científicos” y que abar-
can un período de 50 años (desde 1905 a 1955). L. Sequeiros, “Pierre Teilhard de Chardin (1881-
1955), geólogo y paleontólogo. Recuperación histórica de su obra científica”, p. 1, http://www.cen-
tro-pignatelli.org/documentos/SeqTeilhard.pdf (Consulta realizada el 8/3/2011).
36 H. de Lubac, La oración de Teilhard de Chardin, p. 128.
37 L. Boff, Evangelio del Cristo cósmico. Hacia una nueva conciencia planetaria, Ed. Trotta, Madrid
2009, p. 123.
38 Al decir sistemático se debe precisar lo que el mismo Teilhard exponía con respecto a los escri-
tos en los que daba a conocer la síntesis de su pensamiento de interpretación global. A pesar de

Almogaren 48 (2011) 177-213 193


José Manuel Castro Cavero: Ecología, espiritualidad y teología

fundamental, es decir, trato de indagar la estructura que sostiene su discurso, y


una vez identificada paso a proponerla como fundamento de la dimensión espi-
ritual de la ecología, un estadio previo a las aplicaciones específicas pendientes
de plasmar en una síntesis intelectual, ya sea o no religiosa. Teilhard se adelan-
tó a pensar en esta perspectiva sapiencial ecoecuménica porque así lo vivió per-
sonalmente y no esconde el latido en su pensamiento. Su problema más íntimo,
escribió, era de fondo teológico: descubrir la fuerza material de la Materia, la
“deriva” general de la materia hacia el espíritu, la historia general de la Mate-
ria, que ha de cruzar por el alma hacia su término y consumación (MD 83-88).
¿Cómo enseña Teilhard a ver esta dimensión espiritual del Mundo? Respondió
a esta inquietud redactando El Medio Divino, una obra con dos frentes, en uno
explora la experiencia humana (en el que se inspira la reflexión contenida en
estas páginas), en el otro hace una traducción del cristianismo a lo “mejor de las
aspiraciones propias de nuestro tiempo” (MD 12).
Tanto el planteamiento como las ideas que estructuran el pensar y la
opción fundamental de Teilhard quedan al descubierto para quien lee la obra
concebida durante los primeros años de su estancia en China (El Medio Divi-
no) en combinación con otro escrito más biográfico, El Corazón de la Materia,
redactado en décadas posteriores. Entre una y otra obra se da la luz necesaria
que permite desentrañar senderos entre la espesura de la vida interior teilhar-
diana, y seguir una valiosa guía para fundamentar la dimensión espiritual de la
ecología. Avanzaré sobre los “tres elementos incendiarios” (“las tres columnas
de mi visión y mi bienaventuranza internas”) que durante treinta años se fue-
ron acumulando lentamente en la cosmovisión de Teilhard: Materia, Vida y
Energía39; Cósmico, Humano, Crístico (y Femenino40); Materia, Espíritu, Uni-
––––––––––––––––––
la apariencia de rigor dialéctico con la que se presentan los escritos específicos, no pretendía rela-
tar una filosofía de las cosas sino, “una experiencia psicológica directa lo bastante reflexionada
como para poder ser inteligible y comunicable sin perder su valor objetivo e indiscutible de docu-
mento vivido” (CM 15).
39 El Corazón de la Materia, Maliaño 2002, pp. 27 y 23.
40 El elemento de lo Femenino es un tema sorprendente en la exposición de Teilhard al que se refie-
re en El Corazón de la Materia y en dos cartas, una del 10 de agosto de 1948 y otra del 12 de agos-
to de 1950. Las primeras citas sobre lo femenino se pueden ya encontrar en su Diario hacia el año
1916: “A la dite du 2 septembre 1916, Pierre Teilhard de Chardin écrit dans son cahier: «Le Fémi-
nin authentique et pur est par excellence une Energie lumineuse et chaste, porteuse de courage,
d’idéal, de bonté = la bienheureuse Vierge Marie. La Femme est en droit, la grande source rayon-
nant de Pureté; voilà le fait pas assez remarqué, contradictoire en apparence, qui est apparu avec

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José Manuel Castro Cavero: Ecología, espiritualidad y teología

versal (materialización, energificación y universalización)41; Cosmosfera, Noos-


fera, Cristosfera; Biogénesis, Vida, Medio. Estos tres componentes universales,
son para Teilhard, “Resplandores purpúreos de la Materia, tornando insensible-
mente al oro del Espíritu, para mudar finalmente en la incandescencia de un
Universal-Personal; todo ello atravesado, animado y perfumado por un soplo de
Unión…, y de Femenino”42.

“En fin de cuentas la planetización de la Humanidad, supone,


para realizarse correctamente, además de la Tierra que se aprieta,
además del pensamiento humano que se organiza y se condensa,
todavía un tercer factor: me refiero a la ascensión en nuestro horizon-
te interior de un centro cósmico psíquico, de algún polo de concien-
cia suprema, hacia el que convergen todas las conciencias elementa-
les del mundo y en el que puedan amarse: la ascensión de un Dios”43.

Eje 1º. El Sentido de Plenitud. La Materia, la Vida y la Evolución

“La materia, prolongada, profundizada y penetrada hasta el fondo,


siguiendo su verdadero sentido, en lugar de ultra-materializarse como
en principio yo creía, se metamorfoseaba, por el contrario, irresisti-
blemente en Psique. No metafísica, sino genéticamente considerado,
el espíritu, lejos de ser antagonista o antípoda, era el corazón mismo
de la Tangibilidad a la que yo trataba de llegar” (CM 29).

Teilhard recuerda el inicio de su peregrinación científica-espiritual (vida


interior) a una edad temprana, seis o siete años, al experimentarse atraído por

––––––––––––––––––
la Virginité chrétienne. La Pureté est une vertu avant tout féminine, parce qu’elle brille éminem-
ment dans la femme, et se communique de préférence par elle, et a pour effet de féminiser en
quelque sorte (en un sens très beau et très mystérieux du mot)»;
http://www.teilhard.org/panier/1_fichiers/Coutagne_Le.Feminin.pdf (Consulta 16/3/2011).
41 El sentido cósmico, que constituye en Teilhard la espina dorsal de su vida interior, iniciada desde
la niñez a través de su madre (el gusto por el Cielo le fue transmitido mientras el gusto por la Tie-
rra le era innato) es un proceso que sigue estas tres fases. Ver El Corazón de la Materia, 45).
42 “Introducción: La zarza ardiendo”, en P. Teilhard de Chardin, El Corazón de la Materia, p. 16.
43 El porvenir del Hombre, en P. Teilhard de Chardin, Himno del universo, Taurus Eds., Madrid 1964,
pp. 91 s.

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José Manuel Castro Cavero: Ecología, espiritualidad y teología

la Materia y buscar el apoyo de algo consistente, inalterable y definitivo: el


“Objeto beatificante”. El mechón de pelo que vio quemarse o el trozo de hie-
rro oxidado, lo dejaron sin pruebas en las que sostener su sentimiento de per-
manencia y eternidad por medio de lo material. Es fácil imaginarse el sobresal-
to que este descubrimiento desvela, sobre todo en la infancia, a quien se inte-
rroga por lo absoluto y lo universal y, sorprendentemente, lo que parece amena-
zar desde el fondo es la “nada”.
Si en la nada parece sostenerse lo inmutable y permanente, la respuesta
a la fragilidad de la Materia, pensó Teilhard, viene de Oriente, y es la plenifica-
ción por adhesión: el panteísmo, la disolución en un fondo común, el Soporte de
todas las sustancias. “Para ser Todo, fundirme con todo” (CM 26). A esta res-
puesta se veía arrojado Teilhard a sus 28 años, su despertar a la Vida Cósmica
en punto muerto, sin embargo, “por azar”, sin saber explicar ni el cómo ni el de
dónde, eclosionó en su pensamiento la idea de Evolución (CM 26).
El Sentido de Plenitud equilibró las inquietudes que desde niño buscaba
ya Teilhard en la materia, en las plantas, en los animales y en las “Piedras” (CM
24 s.). A partir de los estudios de teología se produjeron algunos cambios gra-
cias a la lectura del libro de Bergson, L’Evolution Créatrice. Una lectura mal
comprendida pero que logró atizar el fuego que devoraba su corazón y su espí-
ritu (CM 27). Así surgió el descubrimiento de la Evolución. Los paisajes de
Inglaterra, donde residía, le impresionaron: al ponerse el Sol, los bosques de
Sussex le parecían cargarse de la Vida ‘fósil’, como si un ser universal adquirie-
ra forma en la Naturaleza (CM 27). Teilhard reconoce experimentar entonces
un cambio profundo. Supera la fase de la ultra-materialización (como reconocía
en su tendencia panteísta, y dualismo estático), pasando a descubrir lo ultra-
viviente. Una inversión que supone para Teilhard sentirse liberado: el Universo
evolutivo disipaba el dualismo en el que se había mantenido y como un nuevo
amanecer descubría que el espíritu y la Materia no son dos cosas, sino dos esta-
dos, dos rostros de una misma Trama cósmica (CM 28).
La idea de la Evolución supuso para Teilhard la superación del colapso
en el que había caído y el despertar a la acción del Espíritu. La consistencia no
era ya lo “indescomponible”, como defendía el dualismo estático. En adelante
Teilhard aprehenderá la esencia única del Universo en la forma de “un Evolu-
tivo en el que la Materia se mudaba en Pensamiento por prolongación del efec-
to de la Noogénesis”.

196 Almogaren 48 (2011) 177-213


José Manuel Castro Cavero: Ecología, espiritualidad y teología

El corazón de la materia que buscaba desde niño lo iba a encontrar en el


Espíritu, en razón de sus estudios de biología y de sus vivencias personales
durante la Guerra. De una parte la Biosfera y de otra la Noosfera, dos unidades
inmensas de dimensión planetaria que al desenvolverse en el campo de la Trama
cósmica manifiestan el poder de la complejidad orgánica (Cosmogénesis), la
cual alude a evolución dirigida, en la que reside la consolidación intensamente
buscada (CM 30), el atributo fundamental del Ser que Teilhard identifica con la
Consistencia (CM 20).

Eje 2º. Lo Humano. Centro de convergencia

“Cuanto más se reflexiona, sirviéndose de todo lo que nos enseñan,


cada una en su línea, la ciencia, la filosofía y la religión, más se con-
vence uno de que el Mundo debe compararse, no a un haz de elemen-
tos artificialmente yuxtapuestos, sino más bien a algo así como un sis-
tema organizado, animado de un amplio movimiento de crecimiento
que es peculiar suyo… Hay un plan en marcha en el Universo, un
resultado en juego, que no admite mejor comparación que con una
gestación y un alumbramiento: el alumbramiento de la realidad espi-
ritual formada por las almas y por lo que ellas encierran en sí de
materia. La Tierra nueva se concentra, se desglosa y se purifica labo-
riosamente a través y a favor de la actividad humana”44.

Si queremos vivir la plenitud de nuestra humanidad (y de nuestro cristia-


nismo), como es que el espíritu se alimenta de las innumerables energías del
Mundo, no queda otro ejercicio que superar la insensibilidad que tiende a ocul-
tarnos las cosas, bien porque están próximas (por ejemplo, la masa humana), o
bien porque se hallan lejanas (las estrellas). “Lo que hace falta es ver, ver las
cosas como son, real e intensamente” (MD 33). El ejercicio de sensibilización
parte de la conciencia y al seguir las prolongaciones de nuestro ser a través del
Mundo, nos dejará estupefactos, al confrontarnos con la “extensión y la intimi-
dad de nuestras relaciones con el Universo” y cuán profundas son las raíces de
nuestro ser (MD 33).
––––––––––––––––––
44 “La signification et la Valeur constructrices de la Souffrance”, L’Union Catholique des Malades,
1933; en P. Teilhard de Chardin, Himno del universo, Taurus Eds., Madrid 1964, pp. 95 s.

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José Manuel Castro Cavero: Ecología, espiritualidad y teología

“!Qué misterio el de las primeras células que un día animó el


soplo de nuestra alma! ¡Qué síntesis indescifrable de sucesivas in-
fluencias, a la que nosotros nos hallamos ya incorporados por siem-
pre! En cada uno de nosotros repercute parcialmente, a través de la
Materia, la historia entera del Mundo. Por autónoma que sea nuestra
alma, hereda una existencia anteriormente trabajada de una manera
prodigiosa por el conjunto de todas las energías terrestres: se encuen-
tra y se une con la Vida a un determinado nivel” (MD 33).

A raíz de este impulso cosmogénico y biogénico repercute en cada ser


humano, a través de la Materia, la historia global del Mundo. Nuestra alma here-
da una existencia que viene trabajada (donada) prodigiosamente por el conjun-
to de todas las energías terrestres: “se encuentra y se une con la Vida” y apenas
está comprometida en el Universo en un punto particular, cuando ya se siente
penetrada por la marea de influencias cósmicas que tiene que ordenar:

“Por todas las aberturas nos inunda lo sensible con sus riquezas: ali-
mento para el cuerpo y nutrimiento para los ojos, armonía de sones y
plenitud del corazón, fenómenos desconocidos y verdades nuevas,
todos estos tesoros, todas estas excitaciones, todas estas llamadas, sali-
das de los cuatro puntos cardinales, atraviesan en todo instante nues-
tra conciencia. ¿Qué vienen a hacer en nosotros?... Se mezclarán a la
vida más íntima de nuestra alma para desarrollarla o envenenarla”
(MD 33s.).

Al actuar por medio del trabajo reunimos en nosotros los elementos dis-
persos del Mundo y a todas las fuerzas del Universo que en nosotros experi-
mentan para convertirse en espíritu. Una imagen nos la ofrece el alga con su tra-
bajo que “concentra en sus tejidos las sustancias esparcidas en dosis infinitesi-
males por las capas inmensas del Océano”, o la abeja cuando “forma su miel con
los jugos libados en tantas flores”(MD 35). Y a medida que crea el ser humano
se ve impulsado a superarse, a no detenerse para gozar de sus creaciones, se
trata de desprenderse de sí, del renunciar incesantemente, del proceso de des-
asimiento. Se entusiasma con el progreso de sus acciones, pero no como se suce-
den los kilómetros en una carretera llana, sino en virtud del poder ascendente
encerrado en las cosas, y dado que cada realidad alcanzada nos despierta a per-

198 Almogaren 48 (2011) 177-213


José Manuel Castro Cavero: Ecología, espiritualidad y teología

seguir un nuevo ideal de calidad espiritual superior (MD 46). “A quien desplie-
ga convenientemente sus velas al soplo de la Tierra, una corriente le fuerza a
salir cada vez más a alta mar”, como se muestra con hechos concretos: “Cuanto
más nobles son los deseos y las acciones de un hombre, más avidez tiene de las
cosas grandes y sublimes. Pronto ni su familia, ni su país, ni el aspecto remune-
rador desde su actividad serán ya plenamente satisfactorios. Necesitará... abrir
caminos nuevos, defender grandes Causas, descubrir verdades, tener un ideal
que sostener y mantener. Así poco a poco el obrero de la Tierra deja de perte-
necerse a sí mismo” y “el gran soplo del Universo, que le penetró por el resqui-
cio de una acción humilde, pero fiel, le dilata, le eleva, le transporta” (MD 46 s.).
Y en este proceso se inicia la individualización más inmaterial, el poder
de comprender y amar, la construcción del alma, una obra en la que el ser huma-
no integra algo de todos los elementos de la Tierra: “A lo largo de todos sus días
terrestres, el hombre se hace su alma; y a la vez colabora a otra obra, a otro opus,
que desborda de modo infinito: la culminación del mundo” (MD 35). Bajo nues-
tros esfuerzos de espiritualización individual, a partir de toda materia, se acu-
mula lentamente lo que convertirá al mundo en una nueva ontogénesis, en Tie-
rra nueva en Jerusalén celeste (MD 35).
En la experiencia de la vida se descubren dos componentes:
a) Actividades [acción, trabajo, desarrollo, fuerzas de crecimiento].
b) Pasividades [recepción, causas universales (nuestra naturaleza, nues-
tro carácter, nuestra buena suerte), desasimiento, potencias (pasivida-
des) de disminución].
No, el ser humano no es prometeico como interpreta la razón instrumen-
tal e industrial, su referente es otro modelo bien distinto, el bíblico Jacob, el que
luchó cuerpo a cuerpo con el Ángel, y quien acaba por adorar aquello contra lo
que lucha (MD 51). El ser humano a la vez que se entrega a continuar la mar-
cha de sus descubrimientos “tiende a hallarse dominado por el objeto de sus
conquistas” y descubrirse criatura, elemento que se siente llevado a reunirse en
el Todo, percibiéndose de la enorme fractura y desproporción en el acto de
Unión: “Él siendo el más pequeño, ha de recibir más que dar” (MD 51). De las
dos partes que componen nuestra vida humana, la activa y la pasiva, la primera
es la más atractiva, pero a la segunda le corresponde la parte sustancial porque
es la más extensa y profunda.

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José Manuel Castro Cavero: Ecología, espiritualidad y teología

Teilhard descubre una verdad psicológica, fruto de su proceso personal


de analizarse, que pasa a incorporar a la explicación de la vida interior: “ningún
hombre levanta el dedo meñique para la menor obra sin que le mueva la con-
vicción, más o menos oscura, de que está trabajando infinitesimalmente (al
menos de modo indirecto) para la edificación de algo Definitivo…”. Una sonri-
sa, una mirada, un pensamiento, un matiz particular de amor, ante todo lo bello
que una persona descubre no le es fácil creer que han de morir completamente
(preocupación que puede hacernos recordar la agonía por la inmortalidad, de
Miguel de Unamuno, ante el terror a la nada45). La consecuencia para Teilhard
es: todo cuanto mengua mi fe explícita en el valor celeste de los resultados de
mi esfuerzo, degrada, irremediablemente, mi poder de obrar (MD 30).
Las fuerzas pasivas se dividen en dos frentes, pasivas de crecimiento
(fuerzas amigas y favorables que nos dirigen hacia el éxito) y las fuerzas enemi-
gas porque lastran penosamente nuestra marcha hacia el ser-más, son las pasivi-
dades de disminución (MD 53); su número es inmenso, sus formas infinitamen-
te variadas; se dividen en dos formas, las disminuciones de origen interno y las
disminuciones de origen externo. Las externas son todos nuestros obstáculos,
desde la piedra que nos desvía al microbio que mata al cuerpo y la palabra que
infecta al espíritu. Las pasividades de disminución internas “forman el residuo
más negro y más desesperadamente inútil de nuestros años: defectos naturales,
inferioridades físicas, intelectuales o morales, la enfermedad… En la muerte
confluirán nuestras disminuciones (MD 59, 60) ¿Cómo integrar la muerte?
¿Qué significa la derrota del envejecer y el morir? “El problema del Mal, la con-
ciliación de nuestras decadencias con la bondad de las fuerzas creadoras será
siempre para nuestros espíritus uno de los misterios más inquietante del Uni-
verso”. Entrevemos que la victoria del Bien sobre el Mal no puede alcanzarse
más que por la organización total del Mundo, pero quedan nuestras vidas indi-
viduales sin beneficio del acceso a la Tierra Prometida. “Somos semejantes a
esos soldados que caen en el curso del ataque del que saldrá la Paz” (MD 63).
Dios actuaría como un artista que sabe sacar provecho de los defectos, y como
tenemos que morir, transfigurará el mal al integrarlo en un plano mejor (MD
64). El problema del Mal y la misteriosa asociación entre Materia y Espíritu se
––––––––––––––––––
45 M. de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida, Barcelona 1985, cap. 2. El espíritu y la mate-
ria entiende también Unamuno no son antitéticos: “¿Materialismo decís? Sin duda; pero es que
nuestro espíritu es también alguna especie de materia o no es nada” (p. 51).

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José Manuel Castro Cavero: Ecología, espiritualidad y teología

resuelven para Teilhard, ante la razón, al reconocer que Dios no puede crear si
no lo hace evolutivamente, y por tanto ambas cuestiones no serían más que un
efecto directo de la Evolución (CYC 197)46.
La reflexión sobre la muerte que hace Teilhard es de una originalidad
indiscutible. En la muerte encontraremos el punto decisivo de la disociación
esperada, nos pone en el estado orgánico que se requiere para que penetre en
nosotros el fuego divino, para que Dios penetre definitivamente en nosotros.
“Unirse es, en todos los casos, emigrar y morir parcialmente en aquello que
amamos”, pero necesitamos el paso del desasimiento para llevar el centro de
nuestra personalidad hasta los últimos límites de nosotros mismos, donde pode-
mos tener la impresión de poseernos más libres, aun así no habremos traspasa-
do los límites de nuestra excentración (vuelta a Dios). Para alcanzar esta unión
“es preciso dar un paso más: ése que nos hará perder pie en nosotros mismos…
¿Cuál será el agente de esta transformación definitiva? Precisamente la Muer-
te” (MD 66).

“En sí la Muerte es una debilidad incurable de los seres corporales…


La Muerte es el tipo y el resumen de estas disminuciones contra las
que nos es preciso luchar sin poder esperar como resultado del com-
bate una victoria personal directa y a la vez inmediata…
La Muerte es la encargada de practicar hasta el fondo de nosotros
mismos la abertura requerida. Nos hará experimentar la disociación
esperada. Nos pondrá en el estado orgánico que se requiere para que
penetre en nosotros el Fuego divino. Y así, su poder nefasto de des-
componer y de disolver se hallará puesto al servicio de la más subli-
me de las operaciones de la Vida. Lo que era por naturaleza vacío,
laguna, retorno a la pluralidad, puede convertirse, para cada existen-
cia humana, en plenitud y en unidad con Dios” (MD 66-67).
“Con la Muerte no penetramos en la gran corriente de las cosas,
según la beatitud panteísta, pero sin embargo, somos recobrados,
invadidos, dominados por la potencia divina encerrada en las fuerzas
de desorganización íntima –presente, sobre todo, en la aspiración
irresistible que conducirá a nuestra alma separada por el camino ulte-
rior de su destino– tan necesariamente como el sol hace subir el

––––––––––––––––––
46 P. Teilhard de Chardin, Como yo creo, Taurus Eds., Madrid 1970. En adelante citado CYC.

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José Manuel Castro Cavero: Ecología, espiritualidad y teología

vapor que se desprende al agua iluminada por él. La muerte nos


entrega totalmente a Dios, nos traspasa a él. En correspondencia,
hemos de entregarnos a ella con un gran amor y abandono, ya que no
nos queda otra cosa que hacer, cuando se presenta, que dejarnos
dominar y conducir enteramente por Dios” (El Fenómeno Huma-
no)47.
La Vida es acción y pasividad, creación y don. Pero está también la Mate-
ria, “el conjunto de las cosas, de las energías, de las criaturas que nos rodean, en
la medida que éstas se presentan a nosotros como palpables, sensibles… Será el
medio común, universal, tangible, infinitamente móvil y variado, en cuyo seno
vivimos sumergidos”. La Materia nos lleva a experimentar otra ruptura existen-
cial, llevando al límite las fuerzas de la Vida: se presenta como la amenaza de
nuestras vidas, lo que enferma, lo que sufre, lo que envejece, por la que somos
vulnerables, y ante este peso nos preguntamos ¿Quién nos liberará de ella?; al
mismo tiempo la Materia es la alegría, la felicidad, lo que une, por ella nos inva-
de la vida, y por eso nos resulta intolerable ser despojados de ella, y llegados al
límite nos preguntamos, ¿Quién nos dará un cuerpo inmortal? (MD 84).
Si se observa la vida desde el lado de la actividad se descubre que “lo
divino” intenta entrar en nuestra vida (MD 24) y que existe una especie de
medio en el que “podemos instalarnos sin tener para nada que salir nunca de él”
(MD 29). La intención es el primer paso, “la llave de oro” para acceder a nues-
tro mundo (vida) interior. La intención mueve a que nuestro esfuerzo se divini-
ce e infunda alma a nuestras acciones, aunque pronto sabremos, por la acción de
la esperanza que falta el poder de la eternización, la salvación de cada acción
(MD 29).

“La Vida por ser ascensión de consciencia, no podía continuar avan-


zando indefinidamente en su línea sin transformarse en profundidad.
Ella debía… como toda magnitud creciente en el Mundo, llegar a ser
diferente para continuar siendo ella misma”48.

La consideración de lo Humano le acarreó a Teilhard serias dificultades


en la urdimbre de su pensamiento (CM 32). En el camino de continuos desper-
––––––––––––––––––
47 P. Teilhard de Chardin, Himno del universo, Taurus Eds., Madrid 1964, pp. 158 s.
48 P. Teilhard de Chardin, Himno del universo, p. 106; cita tomada de El Fenómeno Humano.

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José Manuel Castro Cavero: Ecología, espiritualidad y teología

tares, de lo cósmico, a la evolución y al Espíritu, con la Humanización superó un


obstáculo novedoso. Cuanto más se afirmaba en él lo Cósmico tanto más se des-
concertaba lo Humano, porque se desgarraba lo Universal, al aparecer lo indi-
vidual ¿qué era lo fundamental, el árbol o el bosque? Este conflicto produjo en
Teilhard “repugnancia interior”, que sólo pudo superar al tomar conciencia de
las riquezas cósmicas que concentra el Fenómeno Humano, tras superar tres
etapas, la primera al reconocer la Noosfera (envoltura pensante de la Tierra), la
segunda al descubrir la transformación de la Trama cósmica bajo el efecto de la
Reflexión (la Materia tiende a la organización máxima y la Reflexión es el paso
al segundo nacimiento de la Vida en la Tierra, lo que supone la separación entre
Bio y Noosfera), y la tercera al identificar la deriva irreversible de la Noosfera
hacia estados de Ultra-Humanidad (CM 32, 33, 38).
“Zoológica y psicológicamente hablando, el Hombre, percibido final-
mente en la integridad cósmica de su trayectoria, no se encuentra aún sino en
un estado embrionario…, más allá del cual se perfila ya una amplia franja de
ULTRA-HUMANO” (CM 41).

Eje 3º. El Punto Omega. La Consistencia del Universo. El Corazón de


la Materia

“Con el descubrimiento de Omega finaliza lo que podría denominar


la rama natural de mi trayectoria interior en busca de la consistencia
última del Universo… no sólo en la dirección vaga del “Espíritu”,
sino en forma de Centro supra-personal bien definido, se ha revelado
finalmente, en mi búsqueda experimental, un Corazón de la Materia
total. De no haber sido creyente y de haberme dejado llevar única-
mente por los impulsos de mi Sentido de Plenitud, me parece que de
todas maneras habría llegado a la misma cima espiritual de mi aven-
tura interior. Es incluso posible que por simple profundización racio-
nal de las propiedades cósmicas de Omega (“unidad compleja en la
que la suma organizada de los elementos reflexivos del Mundo se
irreversibilizan en el seno de un Super-ego trascendente”) hubiera
sido llevado tardíamente, en el curso de un proceso final, a reconocer
en un Dios encarnado el Reflejo mismo, en nuestra Noosfera, del
núcleo último de totalización y consolidación bio-psicológicamente
exigido por la evolución de una Masa viva reflexiva. Para ser Hom-

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José Manuel Castro Cavero: Ecología, espiritualidad y teología

bre por completo, es posible que me hubiera visto obligado a hacer-


me cristiano” (CM 43)49.

Mientras el sentimiento cósmico, que en Teilhard era “cromosómico”


(CM 44), le impulsaba a buscar la Consistencia del Ser, el Corazón de la Mate-
ria, e iniciaba un camino por el que iba a desembocar en el descubrimiento de
la Evolución y en el despertar al Espíritu, otro proceso iniciado en la infancia
también, pero desencadenado por la educación recibida, se mantenía activo sin
dejar de avivar su pensamiento y su corazón, el Sentido Crístico. Dos ejes “apa-
rentemente independientes” emergieron ya en la infancia y más tarde los perci-
birá convergiendo a través de los Humano (CM 44). Los dos Omegas, el de la
ciencia y el de la fe50 (CYC 269) reaccionan y se sintetizan en la conciencia
humana. La ciencia estudia la convergencia, en el cristianismo51 el centro de la
convergencia es Cristo.

“Milagroso efecto específico de lo Céntrico, que ni disuelve ni some-


te los elementos que reúne, sino que los personaliza, ¡justamente por-
que su manera de absorber consiste en ‘centrificar’ aún más! En esas
altas latitudes del Universo se puede verdaderamente decir que, por
reducción sintética de lo Múltiple a lo Uno, la Totalización libera, es
decir, que la Materia se hace Espíritu, en la misma medida en que el
amor comienza a expandirse por doquier… (CM 54).
El Amor… por su ubicuidad, su fogosidad y el espectro innumerable
de sus formas, esta extraña potencia ha intrigado y fascinado desde
siempre a los maestros del pensamiento humano… Desde el punto de
vista de la Evolución convergente a que me han conducido y en que
me han situado sesenta años de experiencias y reflexión, el entero
––––––––––––––––––
49 P. Teilhard de Chardin, En el Corazón de la Materia, Maliaño 2002, p. 43.
50 P. Teilhard de Chardin, Como yo creo, Taurus Eds., Madrid 1970, p. 269.
51 “El gran misterio del cristianismo no es la Aparición, sino la Transparencia de Dios en el Univer-
so” (MD 111). La “transparencia de Dios” es un concepto que a mi entender la teología cristiana
no le ha prestado una atención adecuada. Por ejemplo, en la Escatología y en la Teología Funda-
mental la idea de la “transparencia” equilibra la vinculación entre Dios y el sujeto, el darse (reve-
lación) de Dios y la acogida (fe) humana, el autojuicio de cada persona como proceso del ir yendo
hacia Dios a la vez que Dios se va aposentando más dentro de sí mismo. La transparencia es siem-
pre proceso, el dinamismo de la criatura por asemejarse al Creador y la donación del Creador por
ser acogido (reconocido) por la criatura.

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José Manuel Castro Cavero: Ecología, espiritualidad y teología

Acontecimiento cósmico se reduce esencialmente a un único y vasto


proceso de ordenamiento”, con dos caras, constructiva y destructiva,
pero que “por acceso de Cristo al Punto Omega, penetra e invade una
potencia unitiva” (CM 55).

En la unión universal no desaparece el ser individual, como en el Mar se


disuelve el grano de sal o en el Fuego se volatilizan los troncos de madera; esta
es la confusión ilusoria de los materialismos y la ofuscación de los panteísmos.
Así no es el Todo. Él es también como nosotros un Centro de cualidades perso-
nales que no podemos abandonar como nos despojamos de la ropa que vesti-
mos. Estas cualidades personales, lo que he llegado a realizar de único e inco-
municable en mí mismo, mi personalidad, coinciden con la sustancia de nuestro
ser al que van tejidas por la conciencia que de ellas tenemos. Lo que se preser-
va en la consumación universal son las propiedades de nuestro centro, el centro
mismo, mi personalidad en cuyo desarrollo consiste mi vida, mi verdadero teso-
ro y único valor que justifica todo mi esfuerzo por lograr su conservación. Esa
es la porción de mi ser (centro) que no se pierde (imposible e ilógica tal pérdi-
da)52 en el Centro que convergen todas las riquezas sublimadas del Universo.
“La Realidad en la que culmina el Universo no puede por tanto desarrollarse a
partir de nosotros más que conservándonos: en la Personalidad suprema, no
podemos por menos de encontrarnos personalmente, inmortalizados” (CYC
126). Para Teilhard la unidad universal deja de ser una intuición confusa e
impersonalizada para convertirse en una Presencia: “Sé que me hallo vinculado
al Mundo y que volveré a él, no sólo con las cenizas de mi carne, sino con todas
las capacidades desarrolladas de mi pensamiento y de mi corazón. Puedo amar-
le” (CYC 127).

CONCLUSIONES
¿Qué aporta Teilhard a una comprensión espiritual de la ecología? Ante
todo, Pierre Teilhard de Chardin es su biografía. Vivió lo que pensó y creyó. De
––––––––––––––––––
52 La unión, la consumación de las fuerzas no las anula individualmente, y aunque parezca mons-
truosa la idea de un Universo personal, vale contemplar, escribe Teilhard, el Cosmos no desde lo
material de su esfera exterior sino hacia el punto en el que todos los radios se juntan; también
concentrado en el centro, reducido a la Unidad existe el Todo. “Disolver consiste en unificar más
aún” (CYC 127).

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José Manuel Castro Cavero: Ecología, espiritualidad y teología

ahí el vigor de su pensamiento. Una biografía que ejerce funciones mayéuticas,


porque quien se aproxima a su vida y a su obra es difícil que se mantenga indi-
ferente o ajeno tanto a los interrogantes que plantea como a la reflexión que
despierta. Lo mismo su vida que su pensamiento confluyen en un estado de bús-
queda. Y por esto se hace creíble, más si cabe, en la actualidad, ya que se pre-
senta con el bagaje del peregrino que se echa a los caminos bajo la intemperie
de las preguntas en las que fermenta el dar sentido a la vida. Fusionó sus cono-
cimientos científicos con los teológicos, su educación y su crecimiento espiritual
durante sesenta años de experiencia y reflexión (CM 55). En la infancia (senti-
do cósmico innato o cromosómico, CM 44), a los seis o siete años, comenzó a
sentirse atraído secretamente por “algo” que encerraba la Materia, la Consis-
tencia, lo Permanente, un cierto amor a lo Invisible (fundado en la influencia de
lo Femenino)53. Era el germen del Sentido de Plenitud, personalizado, que ini-
ciará un proceso de descubrimientos por obra de la reflexión y el pensamiento
hasta la revelación de un corazón de la materia como centro en el que conver-
ge Todo, el Punto Omega. Esta polarización psicológica es común a todas las
personas aunque no siempre sea reconocida. Se identifica con el deseo o la
necesidad irresistible de algo “único Suficiente y único necesario”, y que por
falta de términos más precisos se conoce como Sentido de Plenitud.
Se podrá estar de acuerdo con sus ideas o rechazarlas de plano; como se
ha visto bien diferente en su biografía, fondo y forma del pensamiento teilhar-
diano, en la que a creyentes o no, se nos desvela la ruta común de la espirituali-
dad: “De no haber sido creyente y de haberme dejado llevar por los impulsos de
mi Sentido de Plenitud, me parece que de todas maneras habría llegado a la
misma cima espiritual de mi aventura interior”; y, para ser completamente
humano “es posible que me hubiera visto obligado a hacerme cristiano” (CM
43). Porque sólo a través de la Materia y de lo Humano convergen los dos ejes
independientes, lo cósmico y lo crístico. Lo pagano del Sentido de Plenitud es
que el Universo se personaliza por convergencia, como centro final en el que se
––––––––––––––––––
53 Teilhard de Chardin, El Corazón de la Materia, p. 45 y 63 ss. El acceso a la madurez y plenitud
espirituales no es posible si se evita la influencia sentimental, auténtico agente de la sensibiliza-
ción de la inteligencia y del avivamiento de la capacidad de amar. En este cometido Teilhard afir-
ma que “ningún hombre puede prescindir de lo Femenino” (CM 64). Lo Femenino es la atmósfe-
ra necesaria que posibilita la capacidad de amar, la luz que ilumina el proceso de concentración
universal.

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José Manuel Castro Cavero: Ecología, espiritualidad y teología

concentra la evolución de la Cosmogénesis, en la que aparece la Biogénesis, pro-


sigue la Noogénesis y desemboca en el Punto Omega, donde Teilhard ubica el
Alguien o Ultra-Humano, por efecto del Amor. Lo cristiano es comprender que
la concentración de la Materia necesita de lo humano y así se abre paso a una
Persona (Cristo) que se universaliza por irradiación (CM 48). “Creamos en la
Revelación, fiel apoyo de nuestros presentimientos más humanos. Encubierta
por las cosas cotidianas, por todos nuestros esfuerzos depurados y salvados, se
engendra gradualmente la Tierra nueva” (MD 135 s.).
Pierre Teilhard de Chardin puso en duda el paradigma moderno54, el
mismo que excluyó de la razón al sentimiento, favoreció el humanismo arrogan-
te, la explotación de la naturaleza y sucumbió al poder de la técnica55. Su con-
tribución decisiva es la de ayudar a nacer una mentalidad diferente, atenta a los
signos de los tiempos, oyente de la voz de la naturaleza, del latido de la materia,
de la creación humana y de arribar al Punto Omega.

––––––––––––––––––
54 El paradigma anterior admitía la Tierra como una realidad viva e irradiadora que inspiraba
temor, respeto y veneración. El paradigma moderno nace con Descartes, Galileo y sobre todo con
Francis Bacon, quienes inspiran la razón instrumental-analítica que toma la Tierra como res exten-
sa, material inerte, en manos del hombre para que ejecute su voluntad de poder, creando y des-
truyendo, entregado a la explotación ilimitada de los recursos y causando la ruptura del equilibrio
de los ecosistemas. El colapso del paradigma moderno y la razón que se le asocia quedó plasma-
do en la hecatombe de las dos Guerras Mundiales (engendradas en la civilización occidental), que
ha costado reconocer una vez pasadas cuatro décadas, ya entrados de lleno en el siglo XXI y en
el tercer milenio. El nuevo paradigma no se halla en el pasado, es novedad y esperanza alumbra-
da por la toma de conciencia crítica de la Humanidad, al hacerse cargo de la tragedia ocasionada
y de la opción radical inmediata para asumir el cuidado y la protección de todas las formas de
vida que acontecen en el sistema Tierra. Ver: L. Boff, “Pistas para una nueva visión ecológico-espi-
ritual”,
http://www.servicioskoinonia.org/agenda/archivo/listanyos.php?select=2010&opcion=n&Sub-
mit=Consultar Consulta 20/2/2011
55 Es ocasión de citar a un pensador no suficientemente conocido. Se trata de Jacques Ellul (1912-
1994), filósofo, sociólogo, teólogo, y anarquista cristiano protestante francés. Durante la Segunda
Guerra Mundial, fue un líder en la resistencia francesa. Profesor de historia del derecho e histo-
ria social en Burdeos. Escribió varios libros críticos sobre la sociedad tecnológica (La technique
ou l’enjeu du siècle, Le système technicien y Le bluff technologique), sobre la relación entre el cris-
tianismo y la política, por ejemplo, “Anarquía y Cristianismo” (Lyon 1988), El hombre y el dine-
ro (Neuchâtel 1954), proponiendo que el anarquismo y el cristianismo compartían los mismos
fines sociales. Amigo de Iván Illich, se le considera como uno de los padres de las ideas sobre el

Almogaren 48 (2011) 177-213 207


José Manuel Castro Cavero: Ecología, espiritualidad y teología

En resumen, ¿cuáles son las aportaciones originales de Teilhard que


alcanzan a la ecoespiritualidad y a la ecoteología? O escrito de otro modo, ¿qué
respuestas nos da Teilhard para salir al paso de los interrogantes que formula la
ecología?

“No, el Mundo moderno no es irreligioso, sino todo lo contrario. Úni-


camente en él, lo que bulle y se transforma es el espíritu religioso, en
su totalidad y su trama misma, con el aflujo brusco, en dosis masiva
de una savia nueva” (CYC 193).
“Sólo un Dios funcional y totalmente ‘Omega’ puede satisfacernos de
ahora en adelante” (CYC 266).
“No puede tardar mucho en aparecer una ‘religión del futuro’ (defi-
nible como una ‘religión de la Evolución’)” (CYC 267).

Las claves del pensamiento ecoespiritual y ecoteológico explorado por


Teilhard se pueden sintetizar en los siguientes apartados:
1. Lo más propio es comparar al Mundo con un sistema organizado, ani-
mado de un movimiento de complejidad y evolución56.
––––––––––––––––––
post-desarrollo, de decrecimiento y de simplicidad voluntaria; es un precursor de la ecología polí-
tica y del feminismo. Ellul considera que vivimos en una sociedad tecnológica, que denomina sis-
tema técnico, cuyo modelo de racionalidad es la eficacia, que resta libertad al ser humano, relega
la dimensión espiritual e ineludiblemente conduce al consumismo. El hombre, que es un ser cons-
tituido por una gran diversidad de dimensiones (poética, simbólica, religiosa, artística, técnica,
etc.), se deja dominar por la tecnología y le aniquila todas las demás dimensiones, primando en
exclusiva la potencia y la eficacia. Ellul propone una ética del no-poder, que se caracteriza por no
colaborar y resistir al sistema técnico. El no-poder no se identifica ingenuamente con la impoten-
cia; se caracteriza por la frase puedo pero no quiero. No es un pensador antimoderno o desencan-
tado, al contrario, es utópico y crítico, por eso no rechazar la técnica sino utilizarla bien (desmiti-
ficándola), cuestionando sus sinsentidos y adoptando una postura crítica si se desconocen sus
efectos. ‘El hombre está persuadido de que ha ganado su dinero, de que éste es fruto de su trabajo,
siendo así que Dios le declara, por el contrario, que es un don gratuito, que nada saldrá de su tra-
bajo si no se lo diera Dios” (Jacques Ellul).
http://blogs.periodistadigital.com/elciervo.php/2011/04/13/jacques-ellul-sigue-vigente#comments
y http://es.wikipedia.org/wiki/Jacques_Ellul (Consultas 13/04/2011).
56 “El Mundo se construye. He aquí la verdad fundamental… Corremos el riesgo de que los seres
y sus destinos se nos aparezcan como distribuidos al azar, o, al menos, de una manera arbitraria,
sobre la superficie de la Tierra. Por un momento podríamos pensar que cada uno de nosotros
hubiera podido nacer indiferentemente más pronto o más tarde, aquí o allí, más felices o menos

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2. El punto de referencia es la Evolución, porque nos permite reconocer


la dinamicidad e interdependencia, el conflicto y los desajustes (el
mal), el lugar del ser humano y a repensar lo divino (la misteriosidad
de lo real).
3. El Mundo es convergente y en dirección a la Unidad. La creación es
continua y continuada.
4. La Materia es matriz de la conciencia. La Conciencia nacida de la
Materia siempre en marcha en torno a lo humano y en dirección a algo
Ultra-Humano (CM 49).
5. En los procesos energéticos de la Materia se descubre la razón de ser
del Espíritu.
6. La Materia y el Espíritu no son sino dos estados de una misma urdim-
bre cósmica.
7. La Materia se metamorfosea en Psique. El Espíritu es el corazón de la
Materia.
8. El ser humano desempeña una tarea esencial en la evolución, en el pro-
ceso convergente de la Materia y del Espíritu. La Materia se espiritua-
liza en la conciencia, por la prolongación (sobre-centración individual
que lleva a la conciencia a replegarse y resurgir en forma de Pensa-
miento, CM 65) de la Noogénesis.
9. El ser humano en su capacidad individual de sentir y pensar es posible
que haya alcanzado su límite, pero muy distinto es que la Hominiza-

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afortunados: como si el Universo formase, desde el comienzo hasta el final de su historia, en el
Tiempo y en el espacio, una especie de vasto jardín en el que las flores son intercambiables a
voluntad del jardinero. Esta idea no parece justa. Cuanto más se reflexiona, sirviéndose de todo
lo que nos enseñan, cada una en su línea, la ciencia, la filosofía y la religión, más se convence uno
de que el Mundo debe compararse, no a un haz de elementos artificialmente yuxtapuestos, sino
más bien a algo así como un sistema organizado, animado de un amplio movimiento de crecimien-
to que es peculiar suyo. Hay un plan de conjunto que parece estar realizándose a nuestro alrede-
dor en el curso de los siglos. Hay un plan en marcha en el Universo, un resultado en juego, que no
admite mejor comparación que con una gestación y un alumbramiento: el alumbramiento de la
realidad espiritual formada por las almas y por lo que ellas encierran en sí de materia…”. Tei-
lhard de Chardin, “La Signification et la Valeur constructrices de la Souffrance”, L’Union Catho-
lique des Malades, 1933, en Himno del Universo, Madrid 1964, pp. 95 s.

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ción, como proceso de concentración psíquica y reflexión colectiva,


haya detenido su ascenso planetario (CM 41).
10. El Sentido “natural” de Plenitud al lado del Sentido “sobrenatural” de
lo Divino se concreta en la forma de Punto Omega, la consistencia del
Universo, la convergencia de la evolución, el centro indestructible, el
ALGUIEN que se puede amar.
La aventura de la existencia interior o espiritualidad se concreta siguien-
do a Teilhard en las fases siguientes:

1. Percibir la Materia.
“La Materia será … el conjunto de las cosas, de las energías, de las
criaturas que nos rodean, en la medida que éstas se presentan a nos-
otros como palpables, sensibles, “naturales”… Será el medio común
universal, tangible, infinitamente móvil y variado, en cuyo seno vivi-
mos sumergidos… La Materia, por una parte es la carga, la cadena, el
dolor, el pecado, la amenaza de nuestras vidas. Es lo que lastra, lo que
sufre, lo que hiere, lo que tienta, lo que envejece. Por la Materia
somos paralizados, vulnerables, culpables ¿Quién nos liberará de este
cuerpo de muerte?
Pero la Materia, al mismo tiempo, es la alegría física, el contacto exul-
tante, el esfuerzo virilizador, la felicidad de crecer. Es lo que atrae, lo
que renueva, lo que une, lo que florece. Por la materia nos hemos ali-
mentado, elevado, ligado al resto del mundo, hemos sido invadidos
por la vida. Nos es intolerable ser despojados de la materia. “Non exui
volumus sed superindui” (2 Cor 5, 4). “¿Quién nos dará un cuerpo
inmortal?” (MD 83 s.).

2. Descubrir lo que representa, atender a lo que encierra.


“Sin ti, Materia, sin tus ataques, sin tus arranques, viviríamos inertes,
estancados, pueriles, ignorantes de nosotros mismos y de Dios…
Savia de nuestras almas, Mano de Dios, Carne de Cristo, Materia, yo
te bendigo” (“Himno a la Materia”, en La potencia espiritual de la
Materia)57.
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57 Teilhard de Chardin, Himno del Universo, Taurus Eds., Madrid 1964, pp. 69ss.

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3. Sentir la plenitud, lo cósmico.


“Lo mismo que el monista me sumerjo en el Universo total; mas la
Unidad que me recibe es tan perfecta que sé encontrar en ella, per-
diéndome, el perfeccionamiento último de mi individualidad.
Lo mismo que el pagano, yo adoro a un Dios palpable. Llego incluso
a tocar a ese Dios en toda la superficie y la profundidad del Mundo
de la Materia en que me encuentro cogido. Mas para asirlo como yo
quisiera… necesito ir más lejos, a través y más allá de toda limitación,
sin poder jamás descansar en nada, empujado en cada momento por
las criaturas y superándolas en todo momento, en un continuo acoger
y en un continuo desprendimiento.
Lo mismo que el quietista, me dejo mecer deliciosamente por la divi-
na Fantasía. Mas al mismo tiempo, sé que la Voluntad divina no me
será revelada en cada momento más que dentro de los límites de mi
esfuerzo. No palparé a Dios en la Materia, como Jacob, más que cuan-
do haya sido vencido por él” (La Misa sobre el Mundo)58.

4. Concentrar todo en lo Humano, la convergencia59. No puedo eludir la refe-


rencia a un párrafo en el que Teilhard transmite su drama espiritual y con ello
muestra el poso de sinceridad que anima y funda desde niño su inquietud por la
unificación:

“Dios mío, te lo confieso, he sido durante mucho tiempo, y aún toda-


vía lo soy, refractario al amor del prójimo. De la misma manera que
he gustado ardientemente la alegría sobrehumana de romperme y
perderme en las almas a las que me destinaba la afinidad misteriosí-
sima del cariño humano, así también me siento nativamente hostil y
cerrado frente al común de todos cuantos me dices que ame. Lo que
en el Universo se halla por encima o por debajo de mí …, fácilmente
lo integro en mi vida interior: la materia, las plantas, los animales y
luego las Potestades, las Dominaciones, los Ángeles; no me cuesta tra-
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57 Teilhard de Chardin, Himno del Universo, Taurus Eds., Madrid 1964, pp. 69ss.
58 Teilhard de Chardin, Himno del Universo, pp. 25 s.
59 Remito a los primeros párrafos de La Misa sobre el Mundo, el apartado “La Ofrenda”. Teilhard
de Chardin, Himno del Universo, pp. 17 s.

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bajo aceptarlo todo ello y me alegra sentir me sostiene en su jerar-


quía. Pero el “otro”, Dios mío, no sólo “el pobre, el cojo, el deforme,
el imbécil”, sino sencillamente el otro, el otro sin más, ese que por su
Universo, en apariencia cerrado al mío, parece vivir independiente de
mí y rompiendo a mi ser la unidad y el silencio del Mundo, ¿sería sin-
cero diciendo que mi reacción instintiva no es rechazarlo? ¿Que la
simple idea de entrar en comunicación espiritual con él no me es de-
sagradable?
Dios mío, haz que para mí brille tu Rostro en la vida del Otro. Esta
luz irresistible de tus ojos, encendida en el fondo de las cosas, me ha
alcanzado ya sobre todo trabajo factible, sobre todo dolor a atrave-
sar. Dame sobre todo que pueda descubrirte en lo más íntimo, en lo
más perfecto, en lo más lejano del alma de mis hermanos” (MD 127).

Alcanzar el Centro donde se encuentra lo Cósmico, lo Humano y lo Crís-


tico, el Punto Omega personalizado. Un ámbito no estático, en el que no se
disuelve lo convergido, sino que precipita al ego hacia adelante, se personaliza.
La Materia se hace Espíritu a medida que se expande el Amor (CM 54), en el
que se divinizan todas las pasiones motrices de la Tierra (CM 57); por fuerza,
“en régimen de Unión Creadora, no es sólo el Universo, sino que es Dios mismo
quien “se cristifica” en Omega, en los límites superiores de la Cosmogénesis”60
(CM 59).
El Centro universal de convergencia nos despierta de la pesadilla y el
pavor ante un final que amenaza con totalizarnos y retornarnos a la “Materia
primera”. Pero, “milagroso efecto específico de lo Céntrico, que ni disuelve ni
somete los elementos que reúne, sino que los personaliza, ¡justamente porque
su manera de absorber consiste en “centrificar” aún más! En esas altas latitudes
del Universo se puede verdaderamente decir que, por reducción sintética de lo

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60 Esta idea de Dios ligado al universo evolutivo (Teilhard escribirá de Dios que se presenta a nues-
tra adoración como “evolutor y evolutivo”, CM 62) y en la conclusión que “éste es un misterioso
producto de acabamiento para el Ser Absoluto mismo”, se encuentra relacionada con textos del
Cardenal de Bérulle. En 1948 se revisaron estas ideas de Teilhard y los revisores las juzgaron
incompatibles con la ortodoxia; sólo nos cabe sospechar que se desconocía o no se tuvo en cuen-
ta la obra del Cardenal de Bérulle (1575-1629).

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Múltiple a lo Uno, la Totalización libera, es decir, que la Materia se hace Espíri-


tu, en la medida misma en que el amor comienza a expandirse por doquier”
(CM 54).
Al final no es la nada lo que parece amenazarnos. La esperanza nos lo ha
ido manifestando como en un espejo; al final nos espera Alguien y no Algo. Al
final, siendo huéspedes del Medio, ubicados en el Centro donde se tocan todos
los elementos del Universo, unidos en Totalidad sin confusión, tras las provoca-
ciones evolutivas de la Materia que se hace Espíritu, se alcanza la consumación;
en esta tensión de unidad “céntrica” convergente movida por la Ultra-reflexión,
todos los Medios Divinos individuales permanecen personalizados por la con-
centración de la potencia y la energía, transformándose en AMOR.

“Creo que la Evolución se dirige hacia el Espíritu.


Creo que el Universo es una Evolución.
Creo que el Espíritu, en el Hombre, desemboca en lo Personal.
Creo que lo Personal supremo es el Cristo-Universal”61.

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61 P. Teilhard de Chardin, Como yo creo, Madrid 1970, p. 105.

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