Talleres-Oracion Vol 2 Compressed-4

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 136

TALLERES DE ORACIÓN

AGUSTINIANA

Tocar a Cristo con el corazón

Enrique A. Eguiarte Bendímez, OAR


Obras pictóricas

Portada:
Simone Martini, Detalle del Polidíptico San Agustín,
Museo Fitzwilliam, Cambridge.

Internas:
• Grabados de Boetius Bolswelt, Iconographia Magni
Patris Aurelii Augustini, 1624, Amberes.
• Ilustraciones de Steve Erspamer.
SUMARIO
Introducción 7
Métodos de oración (Apéndice) 13
Oración final de los talleres 23
T aller 21: Taller de la Acción del Espíritu Santo II 27
Taller 22: Taller del Padrenuestro I 31
Taller 23: Taller del Padrenuestro II 37
Taller 24: Taller del Padrenuestro III 43
Taller 25: Taller del Padrenuestro IV 49
Taller 26: Taller del Padrenuestro V 53
Taller 27: Taller del Padrenuestro VI 57
Taller 28: Taller del Padrenuestro VII 63
Taller 29: Taller del Padrenuestro VIII 67
Taller 30: Taller del Padrenuestro IX 73
Taller 31: Taller del Padrenuestro X 79
Taller 32: Taller del Padrenuestro XI 83
Taller 33: Taller del Padrenuestro XII 89
Taller 34: Taller del Padrenuestro XIII 95
Taller 35: Taller del Padrenuestro XIV 101
Taller 36: Taller del Padrenuestro XV 107
Taller 37: Regresa al Corazón (Taller de Interioridad I) 113
Taller 38: Regresa al Corazón (Taller de Interioridad II) 119
Taller 39: Regresa al Corazón (Taller de Interioridad III) 125
Taller 40: Regresa al Corazón (Taller de Interioridad IV) 131
Abreviaturas de las Obra deSan Agustín
Citadas en el Texto1

Acad. Contra Academicos libri tres (BAC 3)


beata u. De beata uita (BAC 1)
cat. Rud. De catechizandis rudibus (BAC 39)
conf. Confessiones libri tredecim (BAC 2)
cons. eu. De consensu euangelistarum (BAC 29)
c. Adim. Contra Adimantum BAC 30)
c. ep. Pel. Contra duas epistulas Pelagianorum (BAC 9)
c. Faust. Contra Faustum (BAC 31)
c. Max. Contra Maximinum arrianum (BAC 38)
ciu. De ciuitate Dei libri uiginti duo (BAC16-17)
c. Iul. Contra Iulianum (BAC 35)
c. Iul. Imp. Contra Iulianum opus imperfectum (BAC36-37)
diu. qu. De diuersis quaestionibus LXXXIII (BAC 40)
doctr. chr. De doctrina christiana libri quattor (BAC 15)
ench. Enchiridion (BAC 4)
en. Ps. Enarrationes in Psalmos (BAC19-22)
ep. Io. tr. In epistulam Iohannis ad Parthos tractatus decem (BAC 18)
ep. Epistulae (BAC 8, 11, 11a)
f. et op. De fide et operibus (BAC 39)
f. et symb. De fide et symbolo (BAC 39)
Gen. litt. De Genesi ad litteram (BAC 15)
gr. et lib. arb. De gratia et libero arbitrio (BAC 6)
haer. De haeresibus (BAC 38)
Io. eu. tr. In Iohannis euangelium tractatus (BAC13-14)
mor. De moribus ecclesiae catholicae (BAC 4)
nat. et gr. De natura et gratia (BAC 6)
ord. De ordine (BAC 1)
perseu. De dono perseuerantiae (BAC 6)
praed. De praedestinatione sanctorum (BAC 6)
qu. Quaestionum in Heptateuchum (BAC 28)

1
Señalamos entre paréntesis el número del volumen dentro de la colección de las Obras completas de
san Agustín, en la traducción española de la Biblioteca de Autores Cristianos (BAC).

Ejercicios Espirituales Agustinianos


5
qu. eu. Quaestiones euangeliorum (BAC 18)
reg. Regula (Praeceptum) (BAC 40)
retr. Retractationes (BAC 40)
s. Sermones (BAC 7, 10, 23-26)
s. dom. m. De sermone Domini in monte (BAC 12)
sol. Soliloquiorum libri duo (BAC 1)
spir. et litt. De spiritu et littera (BAC 6)
symb. cat. De symbolo ad catechumenos (BAC 39)
trin. De trinitate libri quindecim (BAC 5)
util. cred. De utilitate credendi (BAC 4)
uera rel. De uera religione liber unus (BAC 4)
uirg. De sancta uirginitate (BAC 12)

Ejercicios Espirituales Agustinianos


6
Introducción

Los ojos de la carne buscan la luz del sol;


los del corazón buscan otra luz.
¿Quieres ver la luz que se divisa con los ojos del corazón?
Dios es tal luz. en. Ps. 26, 2, 15.

Orar con san Agustín nos ayuda a buscar a Cristo siguiendo el modelo que
el santo Obispo de Hipona nos ha dejado, y poder beber, de esta manera,
del rico manantial de su espiritualidad. Para san Agustín orar es, ante todo,
abrir nuestro corazón delante de Dios para dialogar familiarmente con
él2; escuchar en la intimidad de nuestro corazón su voz para podernos
disponer a cumplir su voluntad todos los días de nuestra vida, porque “Tu
mejor servidor es aquel que no tiene sus miras puestas en el oír de tus labios
lo que él quiere, sino en querer sobre todo aquello que ha oído de tu boca”3.
Esta segunda parte de estos Talleres de Oración que ahora te ofrecemos
son una renovada invitación a seguir las huellas espirituales de san Agustín
en su búsqueda de Dios. Una búsqueda que debe ser modelo para nuestra
búsqueda personal, ya que san Agustín buscaba para hallar, y hallaba para
seguir buscando con mayor ardor 4. Es nuestro deseo que estos nuevos
Talleres de Oración sean, para ti y tu comunidad, un nuevo aliciente para
que sigas buscando y hallando a Dios, como san Agustín y con san Agustín.
En esta segunda parte, como peregrinos que van avanzando hacia la
Ciudad de Dios y que todos los días avanzan caminando con los pies de los
afectos 5, te invitaremos a que profundices en el modelo más excelente de
oración, que es el Padrenuestro (Mt 6, 9-13). Lo haremos en este segundo
volumen de la mano de san Agustín, apoyándonos particularmente en sus
catequesis sobre el Padrenuestro a los competentes; es decir, a quienes
se preparaban para el bautismo. Te ofrecemos también, en este segundo
volumen, una serie de talleres que hemos llamado de “Interioridad”,
donde te acompañaremos a vivir de una manera especial la invitación
de san Agustín de “regresar al corazón”6, que es precisamente uno de
los movimientos espirituales esenciales del santo Obispo de Hipona.
3
conf. 10, 37.
4
trin. 15, 2.
5
en. Ps. 83, 4.
6
Cf. Io. eu. tr. 18, 10.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


7
Iremos profundizando en este deseo agustiniano, evitando la dispersión y
procurando entrar en nuestro corazón, donde Dios nos espera; pues este
es uno de los grandes descubrimientos de san Agustín: Dios se encuentra
en lo más profundo de mi propia intimidad7.
En este segundo volumen hemos seguido la misma estructura que en el
primer volumen. Cada una de las sesiones está dividida en dos partes. La
primera de ellas es una introducción teórica, que ayuda a comprender
la dinámica espiritual agustiniana, y sirve no sólo para conocer más
el pensamiento de san Agustín sino. sobre todo, para situar el tipo de
oración dentro de su propio contexto. Ciertamente, esta primera parte no
es la más importante. La parte más importante es la segunda. Para que la
puedas vivir, este librito te irá dando una serie de pistas y pautas para que
puedas vivir paso a paso los diversos Talleres de Oración con san Agustín.
Por ello, en la segunda parte, te proponemos no sólo unos textos tanto
de san Agustín como de la Sagrada Escritura, sino también una serie de
dinámicas pedagógicas para que puedas hacer la oración como y con san
Agustín.
Estas dinámicas pedagógicas están particularmente dirigidas a cada uno
de los facilitadores de los Talleres. Sin embargo, esto no es obstáculo para
que si tú, después de haber leído y meditado el primer punto, quieres
comenzar a orar, lo puedas hacer siguiendo las pistas que te ofrecemos
en la segunda parte, que se basan fundamentalmente en los textos (tanto
bíblicos como agustinianos), y escogiendo la dinámica pedagógica de
oración que más se ajuste a tus propias necesidades.
Por otro lado, este manual te podrá ser de una gran utilidad, no sólo
como una orientación durante las sesiones del Taller de Oración con
san Agustín, sino también, después de haber finalizado la sesión con tu
grupo de oración, tú puedes seguir orando en tu casa. Es más, sería muy
recomendable que después de haber vivido la experiencia en comunidad
con tu grupo de oración, te comprometieras a orar, a lo largo del tiempo
que media entre una sesión y otra de los Talleres de Oración, según el
tipo de oración que te fue presentada en el último taller. Sólo de este
modo conseguiremos que los Talleres se vayan haciendo vida, y que la
espiritualidad agustino recoleta se viva todos los días, en la experiencia
cotidiana.
Así, pues, las páginas de este nuevo volumen son una invitación para
7
Cf. conf. 3, 11.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


8
que, en tus reuniones comunitarias y en tu vida personal o familiar, sigas
orando con san Agustín y, de su mano, puedas abrir tu corazón delante de
Dios.
Finalmente quisiera agradecer a todos aquellos que, en diferentes partes
del mundo, han vivido la primera parte de los Talleres de Oración con san
Agustín. Sus comentarios y su apoyo son para nosotros de un gran valor.
También quisiera expresar mi agradecimiento a todos aquellos que han
hecho posible estos Talleres de Oración con san Agustín, comenzando por
nuestro P. General, Fr. Miguel Miró; sin cuya ayuda y apoyo, este proyecto
nunca hubiera podido ver la luz. Agradezco a todos los miembros del
Equipo de Revitalización de la Orden: Fr. Pablo Panedas, Fr. Lauro Larlar,
Fr. Jairo Soto, Fr. Carlos María Domínguez, Fr. Carlos González Castellanos.
Un particular agradecimiento a Fr. José Manuel González Durán, quien
gentilmente no sólo nos sugirió las canciones agustinianas para el final de
cada sesión, sino que también nos ofreció la misma canción y su letra para
ser usada por estos Talleres de Oración. A todos ellos y a toda la familia
agustino recoleta, gracias por su apoyo, su cariño y su “ánimo fraterno”
(conf. 10, 5).
Fr. Enrique A. Eguiarte
28 de agosto de 2014, fiesta de nuestro Padre san Agustín.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


9
Métodos de Oración
Apéndice
Métodos de Oración
Apéndice
1. EJERCICIO DE ORACIÓN DE IMAGINACIÓN

a. Antes de empezar el ejercicio, es recomendable invitar a los partici-


pantes a sentarse formando un círculo.

b. Se pueden atenuar las luces del lugar o bien, apagar las luces colo-
cando unas velas para crear ambiente de recogimiento.

c. Se puede poner una música suave como fondo para la oración.

d. Una vez hechos los preparativos, se les explica a los participantes la


dinámica a seguir; es decir, que se les va a invitar a cerrar los ojos; se va a
leer un texto; que ellos deben, en su interior, imaginar que están ahí junto
con Cristo y contemplarlo. Se les debe decir que, después de la lectura,
se van a tener algunos minutos de silencio y de oración (En las primeras
sesiones puede haber mucha gente que haya acudido por curiosidad y
posiblemente no tenga experiencia de oración. Por ello, no conviene alar-
gar excesivamente estos primeros momentos de silencio en el Taller. Cada
animador debe estar atento a la concentración o a la distracción de cada
uno de los participantes y no alargar el momento si percibe que alguno o
algunos ya no están orando).

e. Pasados esos minutos de oración, en absoluto silencio, el animador


del grupo debe tomar la palabra con voz suave e invitar a los participan-
tes a ir terminando su oración-contemplación; a guardar en su corazón lo
que han experimentado de Dios, y recordarles que pronto deben volver a
abrir los ojos. Pasados unos instantes, debe dar la orden, con suavidad, de
volver a abrir los ojos a todos los participantes.

f. En ese momento, todavía con la música suave y sin romper el clima


de oración, según el ambiente que haya, puede hacer una de dos cosas:

1. Invitar a los que lo deseen a hacer una oración en voz alta para agra-
decer, alabar a Dios o hacer una petición.

2. Invitar a todos a rezar juntos el Padrenuestro.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


13
g. Hay que terminar el Taller con un “Cierre de sesión” sugerido en cada
esquema.

h. Finalmente se debe rezar juntos la oración de san Agustín y el anima-


dor dar las instrucciones para la próxima sesión.

2. EJERCICIO DE ORACIÓN DE ECO

a. Antes de empezar el ejercicio, es recomendable invitar a los partici-


pantes a sentarse formando un círculo.

b. Se pueden atenuar las luces del lugar o bien, apagar las luces colo-
cando unas velas para crear ambiente de recogimiento.

c. Se puede poner una música suave como fondo para la oración.

d. Una vez hechos los preparativos, se les explica a los participantes


la dinámica a seguir; es decir, que se va a leer un texto. Cada uno debe
tener el texto en sus manos (deberá estar en el Manual del Participante).
Después de la lectura, se les invita a un momento de silencio; de releer el
texto; de meditarlo. Es preciso decir que se van a dejar unos minutos de
silencio y que, después, se va a compartir la frase que más haya llamado la
atención. Para la extensión del tiempo en el que el grupo estará en silen-
cio, el animador debe ver la concentración y grado de recogimiento del
grupo.

e. Pasados esos minutos de oración en absoluto silencio, el animador


del grupo debe tomar la palabra con voz suave e invitar a los participan-
tes a compartir libremente la frase que más les haya llamado la atención,
subrayando que no se trata de decir todas las frases seguidas, sino de de-
jarlas caer y resonar en el interior de los demás.

f. Una vez que el animador note que ya han participado los que querían
participar, según el ambiente que haya puede hacer una de dos cosas:

1. Invitar a los que lo deseen a hacer una oración en voz alta para agra-
decer, alabar a Dios o hacer una petición.

2. Invitar a todos a rezar juntos el Padrenuestro.

g. Hay que terminar el taller con un “Cierre de sesión” sugerido en cada

Ejercicios Espirituales Agustinianos


14
esquema.

h. Finalmente se debe rezar juntos la oración de san Agustín y el anima-


dor dar las instrucciones para la próxima sesión.

3. EJERCICIO DE ORACIÓN DE “MANTRA”

a. Antes de empezar el ejercicio, es recomendable invitar a los partici-


pantes a sentarse formando un círculo.

b. Se pueden atenuar las luces del lugar o bien, apagar las luces colo-
cando unas velas para crear ambiente de recogimiento.

c. Se puede poner una música suave como fondo para la oración.

d. Una vez hechos los preparativos, se les explica a los participantes la


dinámica a seguir. Se trata de meditar y “dejar caer” dentro del corazón una
frase breve que será propuesta por el animador, de tal forma que, el ritmo
para meditar y repetir desde el interior en silencio esa frase, se acompase
con el ritmo de la respiración. Se recomienda que la persona tenga los
ojos cerrados o semicerrados. Se les puede recordar que, a lo largo del
tiempo de la oración, pueden abrir los ojos en algunos momentos para
volver a leer la frase o ver la proyección de la misma. Se les debe decir que
el ejercicio va a durar algunos minutos, donde se pide que todos estén
en silencio (En las primeras sesiones puede haber mucha gente que haya
acudido por curiosidad y posiblemente no tenga experiencia de oración.
Por ello no conviene alargar excesivamente estos primeros momentos de
silencio en el taller. Cada animador debe estar atento a la concentración o
a la distracción de cada uno de los participantes, y no alargar el momento
si percibe que alguno o algunos ya no están orando).

e. La frase propuesta como mantra en el Manual puede:

1. Ser escrita en un cartel grande para que todos la puedan ver y sin
dificultad repetir en el interior.

2. Se puede preparar una proyección repetitiva en Power Point con la


frase completa o la frase dividida por partes; que se vaya sistemáticamen-
te repitiendo mientras dure el tiempo de la oración.

f. Pasados esos minutos de oración en absoluto silencio, el animador


del grupo debe tomar la palabra con voz suave e invitar a los participantes

Ejercicios Espirituales Agustinianos


15
a ir terminando su oración-contemplación; a guardar en su corazón lo que
han experimentado de Dios y recordarles que pronto deben volver a abrir
los ojos. Pasados unos instantes, debe dar la orden, con suavidad, de vol-
ver a abrir los ojos a todos los participantes.

g. En ese momento, todavía con la música suave de fondo, posiblemen-


te la proyección con la frase todavía en marcha y sin romper el clima de
oración, según el ambiente que haya, puede hacer una de dos cosas:

1. Invitar a los que lo deseen a hacer una oración en voz alta para agra-
decer, alabar a Dios o hacer una petición.

2. Invitar a todos a rezar juntos el Padrenuestro.

h. Hay que terminar el Taller con un “Cierre de sesión” sugerido en cada


esquema.

i. Finalmente se debe rezar juntos la oración de san Agustín y el anima-


dor dar las instrucciones para la próxima sesión.

4. EJERCICIO DE ORACIÓN DE “ILUMINACIÓN”

a. Antes de empezar el ejercicio, es recomendable invitar a los partici-


pantes a sentarse formando un círculo.

b. Se pueden atenuar las luces del lugar.

c. Se puede poner una música suave como fondo para la oración.

d. A cada uno de los participantes se le da una vela encendida (buscan-


do la manera para que la cera no manche el lugar; colocando la vela en un
vasito, etc.) y se les pide que imaginen que esa luz que tiene en sus manos
es la luz del Espíritu Santo que les ayuda a iluminar la oscuridad que pue-
de haber en sus vidas.

e. Una vez hechos los preparativos, se les explica a los participantes la


dinámica a seguir. Se trata de meditar y de pedir a Dios “luz” en el interior
para poder ver las cosas como Dios las ve. Al mismo tiempo de pedir luz,
se puede poner en la presencia de Dios los problemas o dudas que la per-
sona pueda tener. Se les invita a cerrar los ojos y, en silencio, a dejar que la
luz de Dios vaya iluminando su camino y a ser capaces de escuchar la voz
de Dios en el propio interior. Quien dirige el taller debe estar muy aten-

Ejercicios Espirituales Agustinianos


16
to para evitar que las velas se caigan o quemen algo, ya que la personas
tiene los ojos cerrados. Se les debe decir que el ejercicio va a durar algu-
nos minutos, donde se pide que todos estén en silencio (En las primeras
sesiones puede haber mucha gente que haya acudido por curiosidad y
posiblemente no tenga experiencia de oración. Por ello, no conviene alar-
gar excesivamente estos primeros momentos de silencio en el Taller. Cada
animador debe estar atento a la concentración o a la distracción de cada
uno de los participantes, y no alargar el momento si percibe que alguno o
algunos ya no están orando).

f. Pasados esos minutos de oración en absoluto silencio, el animador


del grupo debe tomar la palabra con voz suave e invitar a los participan-
tes a ir terminando su oración-contemplación; a guardar en su corazón lo
que han experimentado de Dios, y recordarles que pronto deben volver a
abrir los ojos. Pasados unos instantes, debe dar la orden, con suavidad, de
volver a abrir los ojos a todos los participantes.

g. En ese momento, todavía con la música suave de fondo, con las velas
encendidas en las manos y sin romper el clima de oración, según el am-
biente que haya, puede hacer una de dos cosas:

1. Invitar a los que lo deseen a hacer una oración en voz alta para agra-
decer, alabar a Dios o hacer una petición.

2. Invitar a todos a rezar juntos el Padrenuestro.

h. Hay que terminar el Taller con un “Cierre de sesión” sugerido en cada


esquema.

i. Finalmente se debe rezar juntos la oración de san Agustín y el anima-


dor dar las instrucciones para la próxima sesión.

5. EJERCICIO DE ORACIÓN CON UNA CANCIÓN

a. Antes de empezar el ejercicio, es recomendable invitar a los partici-


pantes a sentarse formando un círculo.

b. Se pueden atenuar las luces del lugar o colocar algunas velas estra-
tégicamente.

c. A cada participante se le da la letra de la canción. Si la canción es de


tipo “mantra” (que repita siempre el mismo texto), se les puede repartir a

Ejercicios Espirituales Agustinianos


17
los participantes un texto bíblico o agustiniano relacionado con el “man-
tra” de la canción”.
d. Se debe explicar lo que se va a hacer. Se va a escuchar, en absoluto
silencio, la canción. Se les pide que pongan atención a la frase o frases que
más les hayan llamado la atención. Se escucha una primera vez siguien-
do la letra. Posteriormente, se les invita a cerrar los ojos y se escucha la
canción una segunda vez. Después se invita a meditar en silencio la frase
que más les haya llamado la atención o que les haya tocado más sus sen-
timientos. Para esta meditación en silencio se puede poner una música
suave. Si se tuviera la versión instrumental de la canción sería muy bueno.
Se les debe decir que el ejercicio va a durar algunos minutos, donde se
pide que todos estén en silencio (En las primeras sesiones puede haber
mucha gente que haya acudido por curiosidad y posiblemente no tenga
experiencia de oración. Por ello no conviene alargar excesivamente estos
primeros momentos de silencio en el taller. Cada animador debe estar
atento a la concentración o a la distracción de cada uno de los participan-
tes, y no alargar el momento si percibe que alguno o algunos ya no están
orando).
e. Pasados esos minutos de oración en absoluto silencio, el animador
del grupo debe tomar la palabra con voz suave e invitar a los participan-
tes a ir terminando su oración-contemplación; a guardar en su corazón lo
que han experimentado de Dios, y recordarles que pronto deben volver a
abrir los ojos. Pasados unos instantes, debe dar la orden, con suavidad, de
volver a abrir los ojos a todos los participantes.
g. En ese momento, todavía con la música suave de fondo y sin romper
el clima de oración, según el ambiente que haya, puede hacer una de dos
cosas:
1. Invitar a los que lo deseen, a hacer una oración en voz alta para agra-
decer, alabar a Dios o hacer una petición.
2. Invitar a todos a rezar juntos el Padre nuestro.
h. Hay que terminar el Taller con un “Cierre de sesión” sugerido en cada
esquema.
i. Finalmente se debe rezar juntos la oración de san Agustín y el anima-
dor dar las instrucciones para la próxima sesión.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


18
6. EJERCICIO DE ORACIÓN ESCRIBIENDO UN TEXTO

a. Antes de empezar el ejercicio es recomendable invitar a los partici-


pantes a sentarse formando un círculo.

b. Se pueden atenuar las luces del lugar o colocar algunas velas estra-
tégicamente.

c. A cada participante se le da una hoja en blanco y un bolígrafo.

d. Se debe explicar lo que se va a hacer. Se va a escuchar en absoluto


silencio la lectura pausada de un texto (De la Biblia o de san Agustín). Se
les pide que pongan atención a los elementos que más les llamen la aten-
ción para que los mediten. Se pone música suave invitando a reflexionar.
Pasados unos minutos, se va a volver a leer lentamente el texto y se les
pide que hagan oración con ese texto; que se vean reflejados en las pa-
labras del texto. Se vuelve a dejar un momento de silencio con la música
de fondo. Pasados otros minutos, se les pide que escriban la oración que
brota en ellos como un eco de las palabras escuchadas. Mientras escriben
hay música de fondo.

(En las primeras sesiones puede haber mucha gente que haya acudido
por curiosidad y posiblemente no tenga experiencia de oración. Por ello,
no conviene alargar excesivamente estos primeros momentos de silencio
en el taller. Cada animador debe estar atento a la concentración o a la
distracción de cada uno de los participantes, y no alargar el momento si
percibe que alguno o algunos ya no están orando).

e. Pasados esos minutos en los que han estado escribiendo, el anima-


dor del grupo debe tomar la palabra con voz suave e invitar a los partici-
pantes a ir terminando su oración escrita.

g. Posteriormente, todavía con la música suave de fondo y sin romper


el clima de oración, puede invitar a los que lo deseen, a leer en voz alta y
despacio la oración que escribieron.

El animador debe advertir que después de cada oración leída se va a


dejar un tiempo de reflexión antes de que alguien más pueda compartir
su oración.

Para finalizar la lectura de las oraciones (no debe alargarse en exceso


este momento; con tres o cuatro son suficientes), invita a todos a rezar
juntos el Padrenuestro.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


19
h. Hay que terminar el Taller con un “Cierre de sesión” sugerido en cada
esquema.

i. Finalmente se debe rezar juntos la oración de san Agustín y el anima-


dor dar las instrucciones para la próxima sesión.

7. EJERCICIO DE ORACIÓN DE TOLLE LEGE

a. Antes de empezar el ejercicio, es recomendable invitar a los partici-


pantes a sentarse formando un círculo.

b. Se pueden atenuar las luces del lugar o colocar algunas velas estra-
tégicamente.

c. Es preciso, desde la sesión anterior, haber invitado a todos los parti-


cipantes a que lleven una Biblia. Conviene siempre tener algunas Biblias a
mano para los que no estuvieron en la sesión anterior o los que la hayan
olvidado.

d. Se debe explicar lo que se va a hacer. Es preciso escoger un texto


de la Biblia (AT, NT, Evangelios, Cartas de san Pablo, etc.). Se les pide que
abran la Biblia al azar en la parte estipulada y que lean el primer texto que
vean. Debe ser un texto más bien breve. Si el texto es extraño o no les dice
nada, es preciso decirles a los participantes que pueden repetir la búsque-
da; pero que no lo hagan muchas veces, sino que traten de entender el
texto que les ha salido. Se les invita a que, después de leerlo, lo mediten
en silencio y hagan con él oración unos minutos. Durante el tiempo de
lectura y meditación debe haber música suave.

e. Pasados los minutos de oración, el animador del grupo debe tomar


la palabra con voz suave e invitar a los participantes a ir terminando su
oración.

f. Posteriormente, todavía con la música suave de fondo y sin romper


el clima de oración, puede invitar a los que lo deseen, a que compartan,
en voz alta y despacio, el texto que les salió y qué es lo que oraron en él.

g. El animador debe advertir que después de cada participación se va a


dejar un tiempo de reflexión, antes de que alguien más pueda compartir
su texto.

Para finalizar la lectura de los textos (no debe alargarse en exceso este

Ejercicios Espirituales Agustinianos


20
momento, con tres o cuatro son suficientes), invita a todos a rezar juntos
el Padrenuestro.

h. Hay que terminar el Taller con un “Cierre de sesión” sugerido en cada


esquema.

i. Finalmente se debe rezar juntos la oración de san Agustín y el anima-


dor dar las instrucciones para la próxima sesión.

8. EJERCICIO DE ORACIÓN CON UN ICONO

a. Antes de empezar el ejercicio, es recomendable invitar a los partici-


pantes a sentarse formando un círculo.

b. Se pueden atenuar las luces del lugar o colocar algunas velas estra-
tégicamente.

c. A cada participante se le da una estampa con un icono.


(Preferentemente de Cristo y que tenga los ojos abiertos).

d. Se debe explicar lo que se va a hacer. Se va a escuchar en absoluto si-


lencio la lectura pausada de un texto (De la Biblia o de san Agustín). Se les
pide que pongan atención a los elementos que más les llamen la atención
para que los mediten en diálogo con Cristo representado en el icono. Se
les pide a los participantes que miren a los ojos al icono y que se dejen a
la vez mirar por él. Se pone música suave invitando a reflexionar. Pasados
unos minutos se va a volver a leer lentamente el texto y se les pide que
sigan haciendo oración con ese texto, en diálogo, mirando a los ojos del
icono de Cristo. Debe haber música de fondo.

Cada animador debe estar atento a la concentración o a la distracción


de cada uno de los participantes, y no alargar el momento si percibe que
alguno o algunos ya no están orando.

e. Pasados esos minutos en los que han estado orando y dialogando en


silencio con Cristo representado en el icono, el animador del grupo debe
tomar la palabra con voz suave e invitar a los participantes a ir terminando
su oración.

f. Posteriormente, todavía con la música suave de fondo y sin romper el


clima de oración, puede invitar a los que lo deseen, a compartir su oración
en voz alta.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


21
g. El animador debe advertir que después de cada oración se va a de-
jar un tiempo de reflexión, antes de que alguien más pueda compartir su
oración.

Para finalizar, invita a todos a rezar juntos el Padrenuestro.

h. Hay que terminar el Taller con un “Cierre de sesión” sugerido en cada


esquema.

i. Finalmente se debe rezar juntos la oración de san Agustín y el anima-


dor dar las instrucciones para la próxima sesión.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


22
Oración Final
de los Talleres

Vueltos hacia el Señor, Dios Padre omnipotente, démosle con puro


corazón, en cuanto nos lo permite nuestra pequeñez, las más ren-
didas y sinceras gracias, pidiendo con todas nuestras fuerzas a su
particular bondad, que se digne oír nuestras plegarias según su be-
neplácito, y que aparte con su poder al enemigo de todos nuestros
pensamientos y obras; que acreciente nuestra fe, gobierne nuestra
mente, nos dé pensamientos espirituales y nos lleve a su felicidad,
por su Hijo Jesucristo, Señor nuestro, que con Él vive y reina, Dios, en
unidad del Espíritu Santo, por todos los siglos de los siglos. Amén.
(en. Ps. 150, 8)

Ejercicios Espirituales Agustinianos


23
Talleres de Oración
Agustiniana
Taller 21: Taller de la Acción del Espíritu Santo II

A. EL ESPÍRITU SANTO FORJA LA IMAGEN DE CRISTO EN EL ALMA

Otro de los efectos que san Agustín le atribuye al Espíritu Santo en la


oración es que éste va forjando la imagen de Cristo en el interior de los
creyentes. De este modo, san Agustín señala que el creyente debe ser mo-
neda de Dios y que el Espíritu Santo es el artífice que debe acuñar, en el
corazón de cada cristiano, la imagen de Cristo, para que se sepa a quién
pertenece y cuál es la meta hacia la cual se dirige su vida:

Moneda de Cristo es el hombre; allí está la imagen de Cristo, allí el nombre


de Cristo, allí la función y los oficios de Cristo 3.

No obstante, esta imagen de Dios impresa por la acción santificadora


del Espíritu Santo en el corazón del creyente, puede borrarse por el peca-
do. Por ello, la gracia de Dios, por medio del Espíritu Santo, es lo que hace
que la imagen de Cristo se vuelva a acuñar en el corazón del creyente. Y
así, como sucedió en el evangelio cuando le preguntaron a Cristo si de-
bían pagar los impuestos y Cristo pidió una moneda y preguntó de quién
era la imagen grabada en ella (Mt 22, 15-21), del mismo modo el creyente
debe dar al César lo que es del César y darse a sí mismo a Dios, para que
3
s. 90, 10

Ejercicios Espirituales Agustinianos


27
Dios mismo grabe en su interior la imagen de quien es
la Verdad (Jn 14, 6), el mismo Cristo:

Somos moneda de Dios, moneda que hemos salido


del tesoro. Por el pecado se borró lo que en nosotros es-
taba impreso; vino a reformarla el mismo que la había
formado, pide su moneda como el César pide la suya (...)
Dad al César las monedas; a Dios entregaos a vosotros
mismos, y entonces será impresa en nosotros la verdad4.

No obstante, san Agustín señala la importancia de


que este artífice de la imagen de Cristo en el corazón
del creyente, el Espíritu Santo, permanezca siempre
dentro de él; pues cuando el creyente se queda vacío,
como señala el evangelio, pueden volver a él, como a
una casa, aquellos espíritus inmundos que la habita-
ban (Lc 11, 24-26). Por ello, el creyente, en su camino
de santidad, debe pedir a Dios, todos los días, el don
del Espíritu Santo para llenarse continuamente de él y
de su acción santificadora:

Quien no recibe al Espíritu Santo, inquilino de su purificación, hace que el


espíritu inmundo vuelva a él más numeroso5.

Así, pues, la oración tiene una dimensión pasiva y otra activa. Es pasiva,
pues la oración es un don de Dios que el ser humano recibe y, aunque
el ser humano tenga que empeñar su propia voluntad y entendimiento,
quien da la gracia de la oración es Dios. Por ello, la faceta activa de la ora-
ción corresponde principalmente a Dios, por medio del Espíritu Santo,
que es quien va forjando en el interior del ser humano la imagen de Cristo
(Ef 3, 17). Por otra, parte el mismo Espíritu Santo es quien edifica la vida
del creyente sobre una roca firme (Mt 7, 24-27) y quien, finalmente, va rea-
lizando en interior del ser humano la obra de la santificación.

Todas estas acciones aunque suceden en la intimidad del corazón del


creyente, se deben reflejar en su vida y conducta de todos los días:

Oír y no hacer, es edificar sobre arena; oír y obrar, es edificar sobre piedra;
no oír ni hacer, es no edificar6.
4
Io. eu. tr. 40, 9.
5
f. et op. 25, 47.
6
en. Ps. 102, 28.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


28
Por ello, es preciso no olvidar que la santidad es obra del Espíritu Santo
en el corazón del creyente (Rm 5, 5). No se trata de que el cristiano vaya
consiguiendo la santidad por sí mismo, como un premio a su esfuerzo,
sino que es un don de parte de Dios, quien cada día por medio de la ac-
ción del Espíritu Santo, edifica su ciudad en el creyente (Mt 5, 14). No obs-
tante, en esta edificación de la santidad, de la obra de Dios en el corazón
del hombre, es preciso poner un fundamento sólido, que no puede ser
otro fuera de Cristo:

Hay que pensar que la Escritura divina es como un campo en el que se va


a levantar un edificio. No hay que ser perezosos ni contentarse con edificar
sobre la superficie; hay que cavar muy hondo, hasta llegar a la roca viva. Esta
roca viva es Cristo7.

B. EJERCICIO DE ORACIÓN

Se proponen dos ejercicios de oración.

1. Ejercicio de oración de imaginación Mt 22, 15-21

a. Seguir las pautas de la oración de imaginación presentadas en el


Apéndice.

b. En este texto es preciso resaltar el papel del Espíritu Santo en el co-


razón del hombre y cómo forja la imagen de Cristo. Preguntarles a los par-
ticipantes, como monedas de Dios, qué imagen llevan en el corazón: la de
Cristo o la del mundo.
Mt 22, 15-22
Le enviaron a Jesús los fariseos sus discípulos, junto con los herodianos, a
decirle: ‘Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas el camino de Dios
con franqueza y que no te importa por nadie, porque no miras la condi-
ción de las personas. Dinos, pues, qué te parce, ¿es lícito pagar tributo al
César o no?’
Mas Jesús, conociendo su malicia, dijo: ‘Hipócritas, ¿por qué me tentáis?
Mostradme la moneda del tributo’. Ellos le presentaron un denario.
Y les dice: ‘¿De quién es esta imagen y la inscripción?’ Le dicen: ‘Del César’.
Entonces les dice: ‘Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es
de Dios’. Al oír esto quedaron maravillados, y dejándolo se fueron.

7
Io. eu. tr. 23, 1.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


29
c. Como cierre de sesión, se puede leer despacio y saboreando cada
palabra la oración de Io. eu. tr. 40, 9.
Somos moneda de Dios
Somos moneda de Dios, moneda que hemos salido del tesoro; por el pe-
cado se borró lo que en nosotros estaba impreso; vino a reformarla el mis-
mo que la había formado, pide su moneda como el César pide la suya...
Dad al César las monedas, a Dios entregaos a vosotros mismos, y enton-
ces será impresa en nosotros la verdad (Io. eu. tr. 40, 9).
d. Finalmente, se debe rezar juntos la oración de san Agustín (pág. 23) y
el animador dar las instrucciones para la próxima sesión.

2. Ejercicio de oración escribiendo un texto: Io. eu. tr. 40, 9

a. Seguir las pautas de la oración escribiendo un texto presentadas en


el Apéndice.

b. El texto que se puede usar es el de Io. eu. tr. 40, 9:

Somos moneda de Dios, moneda que hemos salido del tesoro; por el pe-
cado se borró lo que en nosotros estaba impreso; vino a reformarla el mis-
mo que la había formado, pide su moneda como el César pide la suya (...)
Dad al César las monedas, a Dios entregaos a vosotros mismos, y enton-
ces será impresa en nosotros la verdad (Io. eu. tr. 40, 9).

c. Como cierre de sesión, se puede leer despacio y saboreando cada


palabra la oración de Io. eu. tr. 23, 1 o escuchar una canción: “Somos del
Señor” (Jésed).
Hay que cavar hondo
Hay que pensar que la Escritura divina es como un campo en el que se va a
levantar un edificio. No hay que ser perezosos ni contentarse con edificar
sobre la superficie; hay que cavar muy hondo, hasta llegar a la roca viva.
Esta roca viva es Cristo (Io. eu. tr. 23, 1).
d. Finalmente, se debe rezar juntos la oración de san Agustín (pág. 23) y
el animador dar las instrucciones para la próxima sesión.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


30
Taller 22: Taller del Padrenuestro I

En tiempo de san Agustín, el Padrenuestro formaba parte de los ele-


mentos que sólo podían aprender aquellos que se preparaban para el
bautismo, como la oración propia de la Iglesia católica en donde se mani-
festaba de manera clara que, quienes se bautizaban, se convertían en hijos
de Dios (1Jn 3, 1) y a la vez se hacían hermanos de todos los miembros de
la comunidad.

El Padrenuestro era, por tanto, una oración que ocupaba un lugar im-
portante en tiempo de san Agustín. Por esta razón le va a dedicar varios
comentarios a lo largo de su vida como pastor de la Iglesia de Hipona.
De este modo, el primer comentario agustiniano lo encontramos en un
sermón que predicó siendo todavía un joven presbítero de la iglesia de
Hipona, al explicar el Sermón de la Montaña De sermone Domini in Monte
(el Comentario al Sermón de la Montaña). En este primer comentario tene-
mos, ya en germen, muchos elementos que posteriormente desarrollará
san Agustín en otros sermones, sin que por ello esta primera explicación
pierda su valor.

Una segunda interpretación agustiniana la podemos encontrar en la


explicación que hace el Obispo de Hipona a los “competentes” o catecú-
menos que se preparaban para recibir el bautismo. Estas hermosas ca-
Ejercicios Espirituales Agustinianos
31
tequesis, hechas en el marco de la traditio
oratio dominica; es decir, en la entrega de la
oración del Señor, se encuentran recogidas
en el sermonario agustiniano en los sermo-
nes 56 a 59. En estas catequesis, san Agustín
explica cada una de las partes y peticiones
del Padrenuestro, invitando a los catecú-
menos no sólo a memorizarlo sino, sobre
todo, a vivirlo y a reflexionar lo que signifi-
ca cada una de las palabras y peticiones del
Padrenuestro.

Así, pues, en el De sermone Domini in Monte (el Comentario al Sermón


de la Montaña), san Agustín señala cómo el mismo nombre de Padre apli-
cado a Dios, debe inflamar el corazón de quienes son sus hijos de adop-
ción y debe hacer que su corazón se llene de amor:

Así, pues, en el De sermone Domini in Monte (el Comentario al Sermón de


la Montaña), san Agustín señala cómo el mismo nombre de Padre aplicado
a Dios, debe inflamar el corazón de quienes son sus hijos de adopción y
debe hacer que su corazón se llene de amor:

(…) Nosotros hemos recibido el espíritu de adopción, el cual nos hace cla-
mar: ¡Abba!; esto es, ¡Padre! (…) Padre nuestro. Con este nombre se inflama el
amor, pues, ¿qué cosa puede ser más amada de los hijos que su Padre?8

Y este gran afecto que debe encender el corazón de los hijos al pronun-
ciar el nombre del Padre, es lo que señala san Agustín en la explicación
que hace del Padrenuestro en la catequesis a los neófitos, invitándoles a
decir la palabra ‘Padre’ con todo el corazón y con afecto, para que la reci-
tación del Padrenuestro tenga efecto en todos los creyentes; es decir, para
que mutuamente la comunidad se encienda en el amor de este Padre, que
es Dios:

Acordaos de que tenéis un Padre en el cielo. En el nacimiento para la muer-


te tuvisteis a Adán por padre. Recordadlo; teniendo a Dios por Padre vais a ser
regenerados para la vida. Lo que decís, decidlo de corazón. Haya afecto en
quien ora y causará efecto en quien escucha9.

8
s. dom. m. 2, 4, 16.
9
s. 56, 5.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


32
Por otro lado, san Agustín destaca la desproporción que existe entre el
hombre y Dios. De este modo, si todo creyente, tomara consciencia de la
grandeza y la omnipotencia de Dios, temblaría al llamarle Padre. Por esta
razón, san Agustín usa una comparación sacada de su propia época. De
este modo, señala que, si un día un hombre de la clase senatorial, la clase
más alta de la sociedad romana, le diera permiso a un hombre de clase
baja de llamarle ‘padre’, de seguro, el hombre plebeyo no se sentiría digno
de llamarle al senador ‘padre’; y si llegara a hacerlo, lo haría temblando.
Valiéndose de esas categorías sociales de su época, san Agustín nos pre-
senta el siguiente ejemplo para ilustrar la diferencia y distancia que existe
entre Dios y los seres humanos:

Porque si un plebeyo de edad madura fuera autorizado por un senador


para llamarle ‘padre’, sin duda alguna temblaría y no se atrevería fácilmen-
te a hacerlo, teniendo en cuenta la inferioridad de su estirpe, la indigencia
de riquezas y la vileza de una persona plebeya. Pero, ¿cuánto más habrá de
temblar uno de llamar Padre a Dios, si la fealdad de su alma y la maldad de
sus costumbres son tan grandes que provocan a Dios para que las aleje de su
unión (…)?10.

Finalmente, san Agustín recuerda que por el bautismo hemos llegado


a ser hijos de Dios, y también hijos de la Madre Iglesia. Así lo señala a los
catecúmenos en su preparación para el bautismo:

Vais a comenzar a tener a Dios por Padre cuando hayáis nacido por medio
de la Iglesia Madre11.

B. EJERCICIO DE ORACIÓN

Se proponen dos ejercicios de oración.

1. Ejercicio de oración de imaginación. Rm 8, 14-17

a. Seguir las pautas de la oración de imaginación presentadas en el


Apéndice.

b. En este texto es preciso resaltar lo grande que es tener a Dios por


Padre.

10
s. dom. m. 2, 4, 16.
11
symb. cat. 1, 1.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


33
Rm 8, 14-17
Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios.
Pues no recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes
bien recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar:
¡Abbá, Padre!
El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que
somos hijos de Dios.
Y si somos hijos, somos también herederos, herederos de Dios y cohere-
deros con Cristo, ya que sufrimos con él, para ser con él glorificados.
c. Como cierre de sesión, se puede leer despacio y saboreando cada
palabra la oración de s. 56, 5 o escuchar una canción: “Canción del Padre”
(José Manuel Durán OAR; disco “Vendremos a él”, pista 3).

Tenemos un Padre

Acordaos de que tenéis un Padre en el cielo. En el nacimiento para la


muerte tuvisteis a Adán por padre; recordadlo, teniendo a Dios por Padre
vais a ser regenerados para la vida. Lo que decís [Padre Nuestro], decidlo
de corazón. Haya afecto en quien ora y causará efecto en quien escucha.
(s. 56, 5).

d. Finalmente, se debe rezar juntos la oración de san Agustín (pág. 23)


y el animador dar las instrucciones para la próxima sesión.

2. Ejercicio de oración de “mantra” con s. dom. m. 2, 4, 16

a. Seguir las pautas de la oración de mantra presentada en el Apéndice.

b. Se sugiere usar como frase de s. dom. m. 2, 4, 16: “Padre nuestro, con


este nombre se inflama el amor”.

O leer el texto de s. dom. m. 2, 4, 16 y que cada participante escoja la


frase que mejor le parezca:

s. dom. m. 2, 4, 16: (…) nosotros hemos recibido el espíritu de adopción, el


cual nos hace clamar: ¡Abba!, esto es, ¡Padre! (…) Padre nuestro, con este
nombre se inflama el amor, pues, ¿qué cosa puede ser más amada de los
hijos que su Padre? Y al llamar los hombres a Dios Padre nuestro, se aviva

Ejercicios Espirituales Agustinianos


34
el afecto suplicante y cierta presunción de obtener lo que pedimos, puesto
que antes de pedir cosa alguna hemos recibido este don tan grande como
es el que se nos permita llamar a Dios Padre nuestro.

c. Como cierre de sesión, se puede leer despacio y saboreando cada


palabra la oración de s. 56, 5, o escuchar una canción: “Canción del Padre”
(José Manuel Durán OAR; disco “Vendremos a él”, pista 3).
Tenemos un Padre
Acordaos de que tenéis un Padre en el cielo. En el nacimiento para la
muerte tuvisteis a Adán por padre; recordadlo, teniendo a Dios por Padre
vais a ser regenerados para la vida. Lo que decís [Padre Nuestro], decidlo
de corazón. Haya afecto en quien ora y causará efecto en quien escucha
(s. 56, 5).
d. Finalmente, se debe rezar juntos la oración de san Agustín (pág. 23) y
el animador dar las instrucciones para la próxima sesión.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


35
Taller 23: Taller del Padrenuestro II

A. UN PADRE TODO PODEROSO Y TODO CARIÑOSO

San Agustín, en sus escritos, va a subrayar la omnipotencia de Dios,


contra las ideas maniqueas de que existían dos dioses de igual poder y
enfrentados desde los orígenes del mundo. San Agustín, en concordancia
con la doctrina católica, señalará que no hay más que un Dios y que éste
es omnipotente, pues no hay nada imposible para él.

De este modo, en la explicación que les dio a los obispos del África del
Norte sobre el Credo, en el 393, que ha quedado recogida en la obra De
fide et símbolo, san Agustín destaca la omnipotencia de Dios, en primer
lugar, en la creación. Dios lo ha hecho todo de la nada y no hay ninguna
otra fuerza o potencia que se pueda comparar con Dios:

Así, pues, los que creemos en Dios Padre omnipotente, debemos afirmar
que no hay ninguna criatura que no haya sido creada por el Omnipotente12.

San Agustín estaba convencido de que nada sucedía por azar, casuali-
dad, conjunción de los astros o por la fatalidad. Todo lo que sucede, acon-
tece porque Dios así lo quiere, o bien lo permite, o porque él mismo lo

12
f. et symb. 2, 3.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


37
realiza. No hay, pues, un azar ciego que sea
el que vaya guiando los destinos del ser hu-
mano:
(…) Nada sucede que no quiera el omnipo-
tente, o permitiendo que se haga, o ejecután-
dolo Él mismo13.
Y, junto con esta idea de un Dios todopo-
deroso, san Agustín resalta también los ele-
mentos paternos, entrañables y cariñosos de
este Dios, ya que se trata de un Dios que ama
al hombre y que no cesa de llamarlo a los premios eternos. Es más, san
Agustín, en un texto muy interesante señala que Dios tiene facetas tanto
de Padre, como de madre, pues reúne elementos de uno y de la otra.
Es padre porque crea, llama, manda y gobierna; madre, porque abriga,
alimenta, amamanta y conserva14.
De este modo, san Agustín señala que Dios es Padre, en primer lugar,
porque crea. La creación es una de las características que nos hablan de
la omnipotencia de Dios, ya que cuando san Agustín habla de creación
piensa en la creación a partir de la nada.
En segundo lugar, Dios es Padre porque llama. Todos los que pueden
llegar a ser hijos de Dios lo son (Jn 1, 12), no porque ellos mismos se hayan
acercado a Dios, sino porque han recibido un llamado de parte del mismo
Dios quien es el que los hace venir hacia sí y los atrae hacia Cristo (Jn 6, 44),
no forzando su voluntad sino con lazos de amor, como señala san Agustín
en su comentario al evangelio según san Juan15.
Una tercera característica que tiene Dios como Padre es la de ordenar y
mandar. Su voluntad y designio son los que rigen el universo, y el hombre
alcanza su felicidad y su propia realización obedeciendo los mandatos de
Dios; pues su infinita sabiduría sabe lo que le conviene al hombre en cada
uno de los momentos de su vida y, por ello, ordena todo según este plan
amoroso y omnisciente.
13
ench. 95, 24.
14
en. Ps. 26, 2, 18.
15
Io. eu. tr. 26, 5: Muestra nueces a un niño, y se le atrae y va corriendo allí mismo adonde se le atrae. Es
atraído por la afición y sin lesión alguna corporal; es atraído por los vínculos del amor. Si, pues, estas cosas,
que entre las delicias y delectaciones terrenas se muestran a los amantes, ejercen en ellos atractivo fuerte,
¿cómo no va a atraer Cristo, puesto al descubierto por el Padre? ¿Ama algo el alma con más ardor que la
verdad?

Ejercicios Espirituales Agustinianos


38
Un cuarto rasgo que señala san Agustín, es el gobernar todas las cosas.
Se trata de una idea paralela a los mandatos y designios de Dios. Nadie
más rige y gobierna el orden del universo fuera de Dios (Hch 17, 28). No
hay otro dios con el que tenga que competir, ni hay tampoco una lucha
que tiene que ser librada.

Así, pues, una vez que san Agustín ha hablado de los rasgos propios del
padre que pueden describir a Dios, señala el Hiponate una serie de carac-
terísticas propias de una madre, que también pueden ayudar a conocer
algunas peculiaridades de Dios.

De este modo, se señala, en primer lugar, la protección, el abrigo, el ca-


lor, el abrazo y el medio resguardado, seguro y adecuado que Dios puede
brindar en los momentos de tribulación y de desconsuelo, como hace una
madre con sus hijos (Is 49, 15). En segundo lugar, san Agustín señala que
Dios, en su aspecto materno, nos nutre y alimenta (Salmo 130).

La tercera característica que san Agustín le atribuye a Dios como madre


es la de conservar o contener, señalando que el ser humano no puede
vivir fuera de Dios, como el embrión no puede existir fuera del seno de
su madre. Dios nos contiene, nos rodea y nos protege, de tal manera que
no se puede ir fuera de él; pues fuera de Dios, no hay existencia (Salmo
125); es más, como señala san Agustín, si Dios no pensara en nosotros no
podríamos ni siquiera existir:

Es padre porque crea, llama, manda y gobierna; madre, porque abriga,


alimenta, amamanta y conserva16.

B. EJERCICIO DE ORACIÓN

Se proponen dos ejercicios de oración.

1. Ejercicio de oración de imaginación Jr 17, 5-10

a. Seguir las pautas de la oración de imaginación presentadas en el


Apéndice.

b. En este texto es preciso resaltar la importancia de confiar en Dios y


abandonar la vida en sus manos. El texto propone dos imágenes, para que
cada participante vea con cuál se identifica.

16
en. Ps. 26, 2, 18.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


39
Jr 17, 5-107
Así dice el Señor:
Maldito sea aquel que confía en el hombre,
Y hace de la carne su apoyo,
Y del Señor se aparta en su corazón.
Pues es como el tamarisco en la Arabá,
Y no verá el bien cuando viniere.
Vive en los sitios quemados del desierto,
En una salina inhabitable.
Bendito sea aquel que confía en el Señor
Pues no defrauda el Señor su confianza.
Es como árbol plantado a las orillas del agua (…)
No temerá cuando viene el calor,
Y estará su follaje frondoso;
En año de sequía no se inquieta
Ni se retrae de dar fruto.
c. Como cierre de sesión, se puede leer despacio y saboreando cada
palabra la oración de ench. 96, 24 o escuchar una canción: “La fuente eres
Tú” (Lilly Goodman; disco “Sin miedo a nada”).
Creemos en Dios omnipotente
Confesamos creer en Dios Padre omnipotente; pues no se llama omni-
potente por otro motivo sino porque, por una parte, puede todo lo que
quiere, y por otra, ninguna voluntad de la criatura puede impedir la reali-
zación de su voluntad omnipotente (ench. 96, 24).
d. Finalmente, se debe rezar juntos la oración de san Agustín (pág.23) y
el animador dar las instrucciones para la próxima sesión.

2. Ejercicio de oración escribiendo un texto con en. Ps. 26, 2, 18

a. Seguir las pautas de la oración escribiendo un texto presentada en


el Apéndice.

b. Se sugiere usar el texto de en. Ps. 26, 2, 18.

en. Ps. 26, 2, 18: Es padre porque crea, llama, manda y gobierna; madre,
porque abriga, alimenta, amamanta y conserva.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


40
c. Como cierre de sesión, se puede leer despacio y saboreando cada
palabra la oración de ench. 96, 24, o escuchar una canción: “La fuente eres
Tú” (Lilly Goodman; disco “Sin miedo a nada”).
Creemos en Dios omnipotente
Confesamos creer en Dios Padre omnipotente; pues no se llama omni-
potente por otro motivo sino porque, por una parte, puede todo lo que
quiere, y por otra, ninguna voluntad de la criatura puede impedir la reali-
zación de su voluntad omnipotente. (ench. 96, 24).
d. Finalmente, se debe rezar juntos la oración de san Agustín (pág. 23 y
el animador dar las instrucciones para la próxima sesión.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


41
Taller 24: Taller del Padrenuestro III

A. DIOS ES PADRE, CUANDO CASTIGA Y CUANDO ACARICIA (en. Ps.


54, 2)

Mucha personas delante del sufrimiento y de las situaciones difíciles


que tiene que afrontar en su vida, se preguntan el por qué, y piensan que,
si Dios es Padre, no debería permitir esos males que afligen a sus hijos.
San Agustín, a esta situación, da una respuesta en concordancia con la
Sagrada Escritura. De este modo, el Obispo de Hipona responde diciendo
que Dios no deja nunca de ser Padre en todas las circunstancias de la vida
de una persona, y está convencido, con san Pablo, de que: “A los que aman
a Dios todo les sirve para el bien” (Rm 8, 28). San Pablo, como san Agustín,
habla de “todo”. No sólo los acontecimientos más agradables y buenos,
sino también las situaciones difíciles y duras. Todo sirve para el bien de los
que aman a Dios.

De este modo, san Agustín destaca, ante todo, la infinita sabiduría de


Dios, que sabe orientar, con su providencia salvadora, los diversos aconte-
cimientos de la vida de los hombres para dirigirlos a la salvación. Así, se-
ñala san Agustín, que incluso en los acontecimientos más oscuros y duros,
Dios sigue siendo padre y se sigue portando como padre. Por eso dice san
Agustín:

Ejercicios Espirituales Agustinianos


43
Estás alegre, reconoce al padre que te
acaricia; te hallas atribulado, reconoce al
padre que te corrige. Ya acaricie, ya corrija,
enseña a aquel a quien prepara la heren-
cia17.

Todo esto nos debería llevar a inter-


pretar nuestra vida desde una perspec-
tiva salvífica y de fe, viendo en todos los
acontecimientos de nuestra existencia,
sobre todo en los más duros y dolorosos,
la mano de Dios que permite algunas
cosas malas para buscar siempre nues-
tro mayor bien y nuestra salvación. De este modo, así como los seres hu-
manos usamos mal las cosas buenas que Dios ha puesto en nuestras ma-
nos; es decir, así como usamos sus dones para alejarnos de Dios en lugar
de acercarnos más a él, del mismo modo, Dios usa bien de las cosas malas
para buscar el provecho y la salvación de aquellos a los que ama:

El alma que usa desordenadamente de las criaturas no logra evadirse del


orden del Creador. Porque si ella usa mal de los bienes, Él usa bien aun de los
males18.

Por otro lado, san Agustín, frente a la desgracia, nos invitaría, ante todo,
a la confianza en Dios. Dios nunca abandona a sus hijos, a aquellos que
creen en él. Por ello, no se puede pensar que Dios no tenga poder para ac-
tuar e impedir el mal. El obispo de Hipona señala que no se puede poner
en duda la omnipotencia de Dios. Dios lo puede todo y no hay ninguna
fuerza superior a él.

Quien piense que Dios no es todopoderoso para apartar lejos los males
que sufren los justos, es por lo mismo un insensato; porque no entiende que
así, como es impío decir que Dios es injusto, así es impío negar que es omni-
potente (…)19.

Por otra parte, san Agustín es consciente de que muchos justos sufren
diversos males. Por ello, señala que la tribulación y el momento de dolor y
sufrimiento es el momento en el que no hay que abandonar la plegaria y

17
en. Ps. 54, 2.
18
ep. 140, 2, 4.
19
q. 82, 2, 3.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


44
la oración sino, todo lo contrario; es el momento de orar con mayor fervor
y confianza, con la convicción de que Dios nunca abandona a sus fieles,
sino que les concede su gracia para superar la adversidad a quienes oran
pidiéndosela:

La ley de la fe es aquella por la que pedimos y creemos que nos ha de ser


dado, por la gracia, que hagamos lo que no podemos ejecutar por nosotros20.

Por otra parte, la fe debe llevarnos a estar seguros de que Dios siempre
escucha y acoge la oración de aquellos que se dirigen a él con un corazón
filial; y también, que Dios, en todo momento, busca el bien y la salvación
de aquellos que lo aman, particularmente, por medio de las situaciones
difíciles y adversas.

Por ello dice san Agustín:

(…) Es de la más perniciosa impiedad dudar que hay Dios, y que es tan
justo como es omnipotente. Ninguna causa se ofrece más probable de por
qué los justos sufren ordinariamente en esta vida, sino porque eso les es pro-
vechoso21.

Todo ello es una invitación a orar con confianza a Dios, sabiendo que
él siempre tiene sus oídos abiertos para acoger las plegarias de aquellos
que le suplican.

B. EJERCICIO DE ORACIÓN

Se proponen dos ejercicios de oración.

1. Ejercicio de oración de imaginación Rm 8, 28-29

a. Seguir las pautas de la oración de imaginación presentadas en el


Apéndice.

b. En este texto es preciso resaltar la importancia de confiar en Dios y


abandonar la vida en sus manos.

20
en. Ps. 118, 10, 5.
21
Idem.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


45
Rm 8, 28.31
A los que aman a Dios, todo les sirve para el bien;
aquellos que han sido llamados según su designio (…)
Si Dios está con nosotros, ¿quién podrá estar contra nosotros? Al que no
perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por nosotros,
¿cómo no nos dará graciosamente con él todas las cosas?
c. Como cierre de sesión, se puede leer despacio y saboreando cada pa-
labra la oración de sol. 2, 6, 9 o bien escuchar una canción: “Padre Nuestro,
Padre Bueno” (Carlos M. Voces; disco “Despertar la interioridad dormida”).

Líbrame de los errores

Dios, Padre nuestro, que nos exhortas a la oración y concedes lo que se te


pide, pues rogándote vivimos mejor y somos mejores; escúchame, porque
voy tanteando en estas tinieblas; dame tu diestra, socórreme con tu luz y
líbrame de los errores; con tu dirección entre dentro de mí para subir a ti.
Así sea (sol. 2, 6, 9).

d. Finalmente, se debe rezar juntos la oración de san Agustín (pág. 23) y


el animador dar las instrucciones para la próxima sesión.

2. Ejercicio de oración de iluminación con q. 82, 2, 3

a. Seguir las pautas de la oración de iluminación presentadas en el


Apéndice.

b. Se sugiere usar el texto de q. 82, 2, 3.

Quien piense que Dios no es todopoderoso para apartar lejos los males
que sufren los justos, es por lo mismo un insensato, porque no entiende
que así como es impío decir que Dios es injusto, así es impío negar que
es omnipotente (…) Establecidos brevemente los principios según las cir-
cunstancias de la cuestión propuesta, a saber, que es de la más perniciosa
impiedad dudar que hay Dios, y que es tan justo como es omnipotente,
ninguna causa se ofrece más probable de por qué los justos sufren ordi-
nariamente en esta vida, sino porque eso les es provechoso. (q. 82, 2, 3).
c. Como cierre de sesión, se puede leer despacio y saboreando cada pa-
labra la oración de sol. 2, 6, 9, o escuchar una canción: “Padre Nuestro, Padre
Bueno” (Carlos M. Voces; disco “Despertar la interioridad dormida”).

Líbrame de los errores

Dios, Padre nuestro, que nos exhortas a la oración y concedes lo que se te


pide, pues rogándote vivimos mejor y somos mejores; escúchame, porque
voy tanteando en estas tinieblas; dame tu diestra, socórreme con tu luz y
líbrame de los errores; con tu dirección entre dentro de mí para subir a ti.
Así sea (sol. 2, 6, 9).

d. Finalmente, se debe rezar juntos la oración de san Agustín (pág. 23) y


el animador dar las instrucciones para la próxima sesión.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


47
Taller 25: Taller del Padrenuestro IV

A. DIOS ES PADRE Y NOS AMA. ¿POR QUÉ PEDIRLE?

San Agustín está convencido de que Dios, como Padre, nos ama y está
dispuesto a otorgarnos todo aquello que nos pueda ayudar a la salvación.
No obstante, el mismo Obispo de Hipona se pregunta, si Dios es omni-
potente y conoce todas las cosas, ¿por qué necesitamos orar y presentar
nuestras súplicas ante él, si Él ya conoce lo que necesitamos?

En primer lugar, san Agustín nos recuerda que al momento de orar no


hace falta mucha palabrería sino tener piedad y devoción. No por mucho
hablar vamos a ser escuchados. En la oración, lo que cuenta es el afecto
del corazón, manifestado por la piedad:

Como primera cosa, nuestro Señor suprime la palabrería, para que no te


presentes ante Dios cargado de palabras, como si quisieras enseñarle algo
con ellas. Cuando te pones a orar, necesitas piedad, no palabrería22.

En segundo lugar, a la cuestión de por qué tenemos que pedirle a Dios


si Él ya conoce nuestras necesidades, san Agustín da dos respuestas. La
primera de ellas es que necesitamos pedir para no creer que la cosa que

22
s. 56, 4.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


49
Dios va a otorgarnos es vil o no merece la pena. Quien
la pide, al momento de solicitarla, toma más cons-
ciencia de qué es aquello que pide:

Pero alguien puede decir: «Si sabe ya lo que necesi-


tamos, ¿no sobran aún las pocas palabras? ¿Para qué
orar? Él lo sabe. Denos lo que necesitamos». Si quiso que
orases es para dar sus dones a quien los desea; para que
no parezca cosa vil lo dado23.

Por otro lado, san Agustín señala que es necesario


pedir, no sólo porque la condición del hombre es la
de ser mendigo de Dios sino, también, para que au-
mente el deseo de aquello que le pedimos al Señor.
Es cierto que Dios ya sabe lo que necesitamos; pero,
al pedirlo, hacemos más grande el deseo de poder al-
canzar a poseer aquello que le pedimos a Dios. Por
ello, es preciso pedirle a Dios:

Lo hace, aunque sabe lo que necesitamos antes


de pedírselo y puede mover nuestro ánimo. Esto puede
causar extrañeza, si no entendemos que nuestro Dios y
Señor no pretende que le mostremos nuestra voluntad,
pues no puede desconocerla; pretende ejercitar con la oración nuestros de-
seos y, así, prepara la capacidad para recibir lo que nos ha de dar. Su don es
muy grande, y nosotros somos menguados y estrechos para recibirlo24.

No obstante, san Agustín señala con claridad que no nos será lícito pe-
dir algo que no esté incluido en el Padrenuestro, que es el modelo más
excelso de oración cristiana:

No te es lícito pedir otra cosa distinta de lo que en ella (el Padrenuestro)


está escrito25.

B. EJERCICIO DE ORACIÓN

Se proponen dos ejercicios de oración.

1. Ejercicio de oración de imaginación Mt 6, 7-9

23
Idem.
24
ep. 130, 17.
25
s. 56, 4.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


50
a. Seguir las pautas de la oración de imaginación presentadas en el
Apéndice.

b. En este texto es preciso resaltar la importancia de orar con piedad y


devoción y evitar la palabrería vana.

Mt 6, 7-9
Al orar no habléis mucho, como los paganos, que se figuran que por
mucho hablar van a ser escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro
Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo.
Vosotros pues, orad así:
Padre nuestro que estás en los cielos (…)

c. Como cierre de sesión, se puede leer despacio y saboreando cada


palabra la oración de ep. 130, 19.
Orar con afecto continuo
(…) no será inútil o malo el estar largamente en oración, cuando otras
obligaciones y actividades buenas y necesarias no nos lo impidan, aun-
que también en ellas, como he dicho, hemos de orar siempre con el deseo.
Porque no es lo mismo orar con muchas palabras que orar durante largo
tiempo, como algunos piensan. Una cosa es un largo discurso y otra es un
afecto continuo (ep. 130, 19).
d. Finalmente, se debe rezar juntos la oración de san Agustín (pág. 23) y
el animador dar las instrucciones para la próxima sesión.

2. Ejercicio de oración de imaginación con ep. 130, 17

a. Seguir las pautas de la oración de imaginación presentada en el


Apéndice.

Ep.130, 17: (…) quien sabe dar buenos dones a sus hijos nos obliga a pe-
dir, buscar y llamar. Lo hace, aunque sabe lo que necesitamos antes de
pedírselo y puede mover nuestro ánimo. Esto puede causar extrañeza, si
no entendemos que nuestro Dios y Señor no pretende que le mostremos
nuestra voluntad, pues no puede desconocerla; pretende ejercitar con la
oración nuestros deseos, y así prepara la capacidad para recibir lo que nos

Ejercicios Espirituales Agustinianos


51
ha de dar. Su don es muy grande, y nosotros somos menguados y estre-
chos para recibirlo.

b. Como cierre de sesión, se puede leer despacio y saboreando cada


palabra la oración de la ep. 130, 19, o escuchar una canción: “Esta es la
llave” (Jésed).
Orar con afecto continuo
(…) no será inútil o malo el estar largamente en oración, cuando otras
obligaciones y actividades buenas y necesarias no nos lo impidan, aun-
que también en ellas, como he dicho, hemos de orar siempre con el deseo.
Porque no es lo mismo orar con muchas palabras que orar durante largo
tiempo, como algunos piensan. Una cosa es un largo discurso y otra es un
afecto continuo (ep. 130, 19).
c. Finalmente, se debe rezar juntos la oración de san Agustín (pág. 23) y
el animador dar las instrucciones para la próxima sesión.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


52
Taller 26: Taller del Padrenuestro V

A. DIOS ES PADRE Y HAY QUE APRENDER A DARLE LAS GRACIAS

San Agustín nos invitará a saber dar siempre gracias a Dios en nuestra
oración (1 Tes 5, 18); sabiendo que todo lo que sucede en nuestras vidas
entra dentro del plan de Dios, con el propósito de conducirnos a la salva-
ción. Por eso, desde esta convicción, de que nuestra vida está en las manos
de Dios, debemos orar siempre dando gracias a Dios, ya que, como dice
san Agustín, tendríamos que llevar siempre en nuestros labios y en nues-
tro corazón las palabras ‘gracias a Dios’:

¡Gracias a Dios! Pues, ¿qué cosa mejor podemos saborear en el alma, llevar
en la boca y expresar con el cálamo, que ‘gracias a Dios’? Nada puede decir-
se con mayor brevedad, ni oírse con mayor complacencia, ni entenderse con
mayor sublimidad, ni realizarse con mayor provecho”26.

Es verdad que es fácil dar gracias a Dios cuando las cosas van bien o
cuando no hay mayores dificultades. Pero, cuando aparece la tribulación,
la frustración y el dolor, no es tan sencillo agradecer. No obstante, san
Agustín nos invitará a no abandonar la acción de gracias en ningún mo-
mento (Salmo 117):
26
ep. 41, 1.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


53
A Dios, hermanos, a Dios hay que dar
las gracias. Temed a Dios para que no de-
caigáis. Amadle para que progreséis27.

Quien vive su fe, debe llegar a la con-


vicción de que todo sucede según la vo-
luntad de Dios y no según los azares ca-
prichosos del destino. La providencia de
Dios todo lo gobierna y, como Padre, bus-
ca siempre el bien de sus hijos; aunque
en muchos momentos permita el sufri-
miento y la tribulación, con el fin de sacar
un bien y un provecho para sus hijos. Es,
pues, preciso dar gracias a Dios cuando su voluntad nos pone en la escue-
la de la tribulación y del dolor; pues, de esta escuela, debemos aprender
la enseñanza de la humildad y de la confianza, sabiendo que Dios nunca
deja de ser Padre y que, junto con la prueba, nos mandará la fuerza para
soportarla:

Si algo acaece en contra de lo que hemos pedido, hemos de tolerarlo con


paciencia, dando por todo gracias a Dios, sin dudar lo más mínimo de que lo
más conveniente es lo que acaece por voluntad de Dios y no por la nuestra28.

Y, como ejemplo de obediencia a la voluntad del Padre, san Agustín


nos presenta la figura de Cristo en la oración del huerto, en donde nuestro
Señor le pide a Dios, ante todo, que se cumpla su voluntad. No obstante,
Cristo también expresa el deseo de que, si es posible, pase el amargo cá-
liz de la pasión (Lc 22, 39-42). Como bien sabemos, el amargo cáliz de la
pasión no le fue quitado a Cristo, sino que tuvo que afrontar la pasión y
la muerte para cumplir el plan de Dios y redimir a los hombres (Hb 5, 8):

Nuestro Salvador se nos puso de modelo cuando dijo: Padre, si es posible,


pase de mí este cáliz, pues transformando la voluntad humana, que tenía por
su encarnación, añadió en seguida: pero no lo que yo quiero, sino lo que quie-
res tú29.

Todo creyente debe, pues, dar siempre gracias a Dios por todos los be-
neficios que recibe. San Agustín es consciente de que los seres humanos,

27
ep. 144, 2.
28
ep. 130, 26.
29
Idem.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


54
en muchas ocasiones, somos injustos, pues llevamos un estrecho recuen-
to de las cosas negativas y malas que pasan en nuestra vida, mientras que
olvidamos todo lo bueno y agradable que Dios nos ha concedido. Por ello,
es preciso aprender a agradecer para tomar consciencia, en primer lugar,
de que todo es un don de Dios y, en segundo lugar, que es posible que
nuestras desgracias sean grandes, pero que es también grande la miseri-
cordia de Dios y lo mucho que nos ha dado. Quien aprende a agradecer,
aprende a relativizar el mal que hay en su vida y descubre que todo es un
don de Dios (1Cor 4, 7), por ello hay que vivir siempre agradeciendo a Dios:

Demos gracias a Dios y no seamos ingratos, porque cuando no existía-


mos nos predestinó; porque alejados nos llamó y, porque siendo pecado-
res, nos justificó 3030 .

B. EJERCICIO DE ORACIÓN

Se proponen dos ejercicios de oración.

1. Ejercicio de oración de imaginación Lc 11, 21-22

a. Seguir las pautas de la oración de imaginación presentadas en el


Apéndice.

b. En este texto es preciso resaltar la importancia de dar gracias a Dios


y de ser sencillos y humildes delante de Dios.
Lc 11, 21-22
En aquel momento, Jesús se llenó de gozo en el Espíritu Santo y dijo:
‘Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado
estas cosas a los sabios e inteligentes y se las has revelado a los peque-
ños. Sí, Padre, pues así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado
por mi Padre y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el
Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
c. Como cierre de sesión, se puede leer despacio y saboreando cada
palabra la oración de conf. 1, 31.
Gracias, dulzura mía
Gracias a ti, dulzura mía, esperanza mía y Dios mío, gracias a ti por tus
30
s. 158, 3.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


55
dones; pero guárdamelos Tú para mí. Así me guardarás también a mí y se
aumentarán y perfeccionarán los que me diste, y yo seré contigo, porque
Tú me diste que existiera. (conf. 1, 31)
d. Finalmente, se debe rezar juntos la oración de san Agustín (pág. 23) y
el animador dar las instrucciones para la próxima sesión.

2. Ejercicio de oración de iluminación con ep. 130, 26

a. Seguir las pautas de la oración de iluminación presentada en el


Apéndice.

ep. 130, 26: Si algo acaece en contra de lo que hemos pedido, hemos de
tolerarlo con paciencia, dando por todo gracias a Dios, sin dudar lo más
mínimo de que lo más conveniente es lo que acaece por voluntad de Dios
y no por la nuestra. Nuestro Salvador se nos puso de modelo cuando dijo:
Padre, si es posible, pase de mí este cáliz, pues transformando la voluntad
humana, que tenía por su encarnación, añadió en seguida: pero no lo que
yo quiero, sino lo que quieres tú.

b. Como cierre de sesión, se puede leer despacio y saboreando cada


palabra la oración de conf. 1, 31, o escuchar una canción: “Pater Noster
(Gragoriana & Jan Mikusek).
Gracias, dulzura mía
Gracias a ti, dulzura mía, esperanza mía y Dios mío, gracias a ti por tus
dones; pero guárdamelos Tú para mí. Así me guardarás también a mí
y se aumentarán y perfeccionarán los que me diste, y yo seré contigo,
porque Tú me diste que existiera (conf. 1, 31).
c. Finalmente, se debe rezar juntos la oración de san Agustín (pág. 23) y
el animador dar las instrucciones para la próxima sesión.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


56
Taller 27: Taller del Padrenuestro VI

A. DIOS ES PADRE Y NOS AMA. ¿POR QUÉ NO RECIBIMOS LO QUE


PEDIMOS?

San Agustín es consciente de que, cuando oramos y le pedimos algu-


na cosa a Dios, en muchas ocasiones, no recibimos aquello que pedimos.
Esto puede llevar a la persona que ora, a pensar que Dios no lo escucha
o que su oración es tan pequeña que no puede llegar a Dios. San Agustín
nos invitará, en primer lugar, a tener la consciencia, la certeza y la fe de
que Dios siempre escucha nuestra oración; pues siempre el Espíritu Santo
viene en ayuda de nuestra debilidad y nos da la capacidad de orar:

(…) Hay en nosotros una docta ignorancia, por decirlo así; pero docta por
el Espíritu de Dios, que ayuda a nuestra debilidad. En efecto, dice el Apóstol:
(…) el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad; porque no sabemos lo
que hemos de pedir como conviene; mas el mismo Espíritu interpela por no-
sotros con gemidos inenarrables31.

Por otro lado, san Agustín nos invita a reflexionar que no recibimos
aquellos que pedimos porque oramos sin fe; es decir, sin creer que vamos
a recibir aquello que le pedimos a Dios. Se trataría de aquellas ocasiones
31
ep. 130, 28.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


57
en las cuales hacemos una oración ruti-
naria, pero que nuestra petición delante
de Dios no tiene fuerza ni convicción;
pues creemos, ya desde el principio, que
no vamos a recibir aquello que le pedi-
mos a Dios. San Agustín nos invitará a
orar siempre con fe, sabiendo que, si
Dios lo cree conveniente, nos va a otor-
gar aquello que le pedimos:

Tened fe; mas para tener fe, orad con fe.


Pero no podéis orar con fe sin tener fe. Pues
ninguna otra cosa ora sino la fe32.

Por otra parte, san Agustín se percata que no recibimos aquellos que le
pedimos a Dios porque sencillamente no nos conviene. Dios, como Padre,
sabe aquello que nos conviene en cada uno de los momentos de nuestra
vida y nos invitará a confiar en Él. Nosotros podemos llegar a creer que hay
cosas que son indispensables para nuestra vida, y por eso se las pedimos
a Dios. No obstante, Dios sabe que esas cosas no nos van a hacer ningún
bien sino, todo lo contrario; por eso no nos las otorga:

(…) Que nadie se enorgullezca si Dios le escucha cuando pide con impa-
ciencia lo que no le convendría pedir. Y, juntamente, para que nadie se apo-
que y desespere de la divina misericordia para con él, si Dios no le escucha
cuando quizá pide algo cuya recepción sería riguroso tormento o ruina, por
dejarse el beneficiario corromper por la prosperidad. En esos casos no sabe-
mos pedir como conviene33.

San Agustín también señala que no recibimos aquello que pedimos,


porque Dios espera que cambie nuestro corazón; espera que nos convir-
tamos; que crezcamos en la paciencia, para concedernos aquello que pe-
dimos:

A Él le debemos la actitud piadosa por la que no creemos que se haya ol-


vidado de nosotros por el hecho de no librarnos de las tribulaciones; antes, al
contrario, con la paciente tolerancia de los males esperamos alcanzar bienes
mejores”34.

32
s. 168, 5.
33
ep. 130, 26.
34
ep. 130, 26.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


58
Finalmente, san Agustín señala que Dios, en ocasiones, no concede in-
mediatamente aquello que pedimos pues quiere disponer nuestro cora-
zón; prepararlo para recibir aquello que Dios nos va a dar. Por ello, quiere
que el corazón se ensanche y se dilate por medio de la espera, para que,
quien recibe el don de Dios, no sólo esté ya preparado, sino también para
que no le parezca algo vil, sino que es para él algo muy deseado, por el
tiempo que lo estuvo esperando:

Debemos comprender que el Señor y Dios nuestro no busca que le mos-


tremos nuestra voluntad, que ya conoce; lo que quiere es que, en la oración,
ejercitemos el deseo y así nos hagamos capaces de recibir lo que nos va a dar.
Su don es muy grande y nosotros tenemos una capacidad pequeña. Por eso
dice: Dilataos, para que no vayáis llevando el yugo con los gentiles”35.

San Agustín nos invita a orar con confianza; a llamar, buscar, pedir en la
puerta de Dios, sabiendo que Dios es Padre y quiere dar, con la consciencia
de que el don más grande que Dios quiere otorgar es el del Espíritu Santo:

Dios sabía que eras su mendigo y, como padre de familia, enormemente


rico en riqueza espiritual y eterna; te exhorta y te dice: pide, busca, llama”36.

B. EJERCICIO DE ORACIÓN

Se proponen dos ejercicios de oración.

1. Ejercicio de oración escribiendo un texto con Lc 22, 41-44

a. Seguir las pautas de la oración escribiendo un texto presentadas en


el Apéndice.

b. En este texto es preciso resaltar la importancia de orar sin cesar, pi-


diendo siempre a Dios que se cumpla su voluntad.

Lc 22, 41-44
Y se apartó de ellos como un tiro de piedra y puesto de rodillas oraba
diciendo: ‘Padre, si quieres, aparta de mi esta copa; pero no se haga mi
voluntad, sino la tuya’. Entonces se le apareció un ángel venido del cielo
que le confortaba. Y sumido en agonía, insistía más en su oración. Su su-
dor se hizo como gotas espesas de sangre que caían en tierra.

35
ep. 130, 17.
36
s. 61, 6.
Ejercicios Espirituales Agustinianos
59
c. Como cierre de sesión, se puede leer despacio y saboreando cada
palabra la oración de sol. 1, 1, 4.
Dios mío, escúchame
Dios, de ti proceden hasta nosotros todos los bienes, tú apartas to-
dos los males. Dios, nada existe sobre ti, nada fuera de ti, nada sin ti.
Dios, todo se halla bajo tu imperio, todo está en ti, todo está conti-
go. Tú creaste al hombre a tu imagen y semejanza, como lo reconoce
todo el que se conoce a sí. Óyeme, escúchame, atiéndeme, Dios mío,
Señor mío, Rey mío, Padre mío, principio y creador mío, esperanza mía,
herencia mía, mi honor, mi casa, mi patria, mi salud, mi luz, mi vida.
Escúchame, escúchame, escúchame según tu estilo, de tan pocos co-
nocido (sol. 1, 1, 4).
d. Finalmente, se debe rezar juntos la oración de san Agustín (pág. 23) y
el animador dar las instrucciones para la próxima sesión.

2. Ejercicio de iluminación con ep. 130, 26

a. Seguir las pautas de la oración de iluminación presentada en el


Apéndice.

ep. 130, 26: En estas tribulaciones que pueden ocasionarnos utilidad y


ruina, no sabemos lo que hemos de pedir como conviene. Y, sin embar-
go, porque son molestas, porque van contra nuestro débil natural, todos
coincidimos en pedir que se nos libre de ellas. Pero a nuestro Señor debe-
mos la merced de pensar que no nos abandona cuando no nos las quita,
sino que nos animamos a esperar mayores bienes soportando piadosa-
mente los males. Y de este modo la virtud se perfecciona en la debilidad.

b. Como cierre de sesión, se puede leer despacio y saboreando cada


palabra la oración de sol. 1, 1, 4, o escuchar una canción: “Dios mío, ¿Por
qué me has abandonado?” (Jésed).

Dios mío, escúchame

Dios, de ti proceden hasta nosotros todos los bienes, tú apartas to-


dos los males. Dios, nada existe sobre ti, nada fuera de ti, nada sin ti.
Dios, todo se halla bajo tu imperio, todo está en ti, todo está conti-

Ejercicios Espirituales Agustinianos


60
go. Tú creaste al hombre a tu imagen y semejanza, como lo reconoce
todo el que se conoce a sí. Óyeme, escúchame, atiéndeme, Dios mío,
Señor mío, Rey mío, Padre mío, principio y creador mío, esperanza mía,
herencia mía, mi honor, mi casa, mi patria, mi salud, mi luz, mi vida.
Escúchame, escúchame, escúchame según tu estilo, de tan pocos co-
nocido (sol. 1, 1, 4).

c. Finalmente, se debe rezar juntos la oración de san Agustín (pág. 23 y


el animador dar las instrucciones para la próxima sesión.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


61
Taller 28: Taller del Padrenuestro VII

A. DIOS ES PADRE Y ESTÁ EN LOS CIELOS

Como hemos señalado en otros Talleres, san Agustín comentó en va-


rias ocasiones el Padrenuestro, tanto el su explicación del Sermón de la
Montaña, como en la carta 130, así como en las catequesis a los catecúme-
nos, en lo que se llamaba la traditio oratio dominica, la entrega de la ora-
ción del Señor, la entrega del Padrenuestro. Es curioso que san Agustín, en
donde más va a profundizar, es en las primeras palabras del Padrenuestro;
es decir, las referentes a “que estás en el cielo”. Es en el primer comen-
tario, en el del sermón del Señor en la Montaña. Entonces, como joven
presbítero, hacia el año 391, san Agustín señala que, estas palabras del
Padrenuestro, nos deben llevara a pensar en que cada cristiano, cada bau-
tizado, se ha convertido en un templo de Dios, porque dentro de él habita
el Dios Trinidad, el Padre, Hijo y Espíritu Santo. Por eso, dice:

(…) Se entiende que las palabras Padre nuestro que estás en los cielos, sig-
nifican que está en los corazones de los justos, donde Dios habita como en
su santo templo. Asimismo, también, a fin de que aquel que ora quiera que
resida en sí mismo aquel a quien invoca, y con esta noble emulación sea fiel a
la justicia, que es el mejor presente para invitar a Dios a establecer su morada
en el alma37.
37
s. dom. m. 2, 6, 18.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


63
Así, pues, estas palabras del Padrenuestro llevan, a san Agustín, a con-
siderar el misterio de la inhabitación; de cómo Dios mora, como en su
templo, dentro del corazón de todo creyente que vive en su gracia. Por
ello, en primer lugar, san Agustín nos invitará a tomar consciencia de esta
presencia de Dios en el corazón de da uno de nosotros. Cristo habita en
el hombre interior y, ahí, debemos continuamente encontrarlo, para ado-
rarlo y amarlo. Así se lo hace saber san Agustín a Itálica en la carta 92, para
señalarle que nunca estará sola pues Cristo habita en su corazón:

Que te consuele tu fe y tu esperanza y la misma caridad que se difunde


en los piadosos corazones por el Espíritu Santo, del cual hemos recibido ya
algo como prenda, para que nos animemos a desear la misma plenitud. No
debes juzgarte desolada mientras, según el hombre interior, tengas presente
a Cristo en el corazón por la fe (…)38.

Este hecho de ser templos de Dios, debe llevarnos a vivir una vida de
santidad, con la consciencia de que nuestros cuerpos son templo de Dios;
pues Dios habita dentro de cada uno de nosotros, y alejarnos de todo tipo
de impurezas y de acciones que no sean coherentes con esta presencia de
Dios:

Tú mismo eres templo de Dios. Cuando entras, cuando sales, cuando estás
en tu casa, cuando te levantas, eres templo. Mira lo que haces; procura no
ofender al que mora en él; no sea que te abandone y te conviertas en ruinas39.

Por otra parte, san Agustín nos invitará a entrar en nuestro interior, para
ser capaces de contemplar y de adorar a Dios que mora en nuestro cora-
zón como en un templo, y quitar todo aquello que pueda impedir su pre-
sencia, haciendo de Dios el centro de nuestras vidas por medio del amor:

Tú anhelas seguro la amistad de Cristo; quiere alojarse en tu casa; hazle


lugar. ¿Qué significa “hazle lugar”? No te ames a ti, ámale a Él. Si te amas, le
cierras la puerta; si le amas, le abres. Si le abres y entra, no perecerás amándo-
te, sino que lo encontrarás por haberte amado40.

Finalmente, san Agustín nos recordaría que, si bien es cierto que cada
creyente es templo de Dios y es un “cielo”, pues Dios habita en su interior,
también toda la comunidad es un templo de Dios; pues quienes forman

38
ep. 92, 1.
39
S. 82, 13.
40
En. Ps. 131, 6.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


64
parte de una comunidad, forman una
entidad, un cuerpo comunitario que
debe tener una sola alma y un solo
corazón. Y en esa sola alma y corazón
está presente, también, Dios. Quienes
forman parte de una comunidad no
deben olvidar que dicha comunidad
es templo y casa de Dios, por lo que
debe ser también un “cielo”:

¡Cuántos miles, hermanos míos,


creyeron cuando colocaron a los pies
de los apóstoles el precio de sus bienes!
¿Y qué dice de ellos la Escritura? Que se
hicieron ciertamente templos del Señor; no sólo se hizo cada uno de por sí,
sino también todos ellos juntos se hicieron templo de Dios. Luego hicieron un
lugar al Señor41.

B. EJERCICIO DE ORACIÓN

Se proponen dos ejercicios de oración.

1. Ejercicio de oración de imaginación 1Cor 3, 16-17

a. Seguir las pautas de la oración de imaginación presentadas en el


Apéndice.

b. En este texto es preciso resaltar el hecho de que cada creyente y


también cada comunidad es templo de Dios. Se invita a contemplar en
silencio imaginativo este misterio.
1 Cor 3, 16-17
¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu Santo habita en vo-
sotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios le destruirá a él, porque
el templo de Dios es sagrado, y vosotros sois ese templo.
c. Como cierre de sesión, se puede leer despacio y saboreando cada
palabra la oración de en. Ps. 131, 5 o escuchar una canción: “Templos de
Dios” (José Manuel González Durán OAR; disco: “Vendremos a él”, pista 10).

41
En. Ps. 131, 5.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


65
Somos el templo de Dios
¡Cuántos miles, hermanos míos, creyeron cuando colocaron a los pies de
los apóstoles el precio de sus bienes! ¿Y qué dice de ellos la Escritura? que
se hicieron ciertamente templos del Señor; no sólo se hizo cada uno de
por sí, sino también todos ellos juntos se hicieron templo de Dios. Luego
hicieron un lugar al Señor (en. Ps. 131, 5).
d. Finalmente, se debe rezar juntos la oración de san Agustín (pág. 23) y
el animador dar las instrucciones para la próxima sesión.

2. Ejercicio de oración con un icono con 1 Cor 3, 16-17

a. Seguir las pautas de la oración con un icono presentada en el


Apéndice.

b. Se sugiere usar el icono de la Trinidad de Rublev.

c. Se sugiere que el animador del grupo haga una breve explicación de


dicho icono antes de comenzar el momento de oración.
1 Cor 3, 16-17
¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu Santo habita en vo-
sotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios le destruirá a él, porque
el templo de Dios es sagrado, y vosotros sois ese templo.
d. Como cierre de sesión, se puede leer despacio y saboreando cada
palabra la oración de en. Ps. 131, 5, o escuchar una canción: “Templos de
Dios” (José Manuel González Durán OAR; disco: “Vendremos a él”, pista 10).
Somos el templo de Dios
¡Cuántos miles, hermanos míos, creyeron cuando colocaron a los pies de
los apóstoles el precio de sus bienes! ¿Y qué dice de ellos la Escritura? que
se hicieron ciertamente templos del Señor; no sólo se hizo cada uno de
por sí, sino también todos ellos juntos se hicieron templo de Dios. Luego
hicieron un lugar al Señor (en. Ps. 131, 5).
d. Finalmente, se debe rezar juntos la oración de san Agustín (pág. 23) y
el animador dar las instrucciones para la próxima sesión.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


66
Taller 29: Taller del Padrenuestro VIII

A. DIOS ES PADRE. SANTIFICADO SEA TU NOMBRE

Dios y su nombre son santos. La tradición hebrea tiene a este respecto


una consideración particular, ya que el nombre de Dios es tan santo, que
no se puede pronunciar ni escribir. Hace poco recibía un mensaje de una
amiga hebrea. Y al final de decía: “D’os lo quiera”. No había escrito comple-
ta la palabra “Dios”, por respeto al nombre del Señor. San Agustín, en sus
comentarios, nos invita también a tener respeto por el nombre de Dios. De
este modo, pondrá de manifiesto particularmente dos cosas al comentar
qué significa que el nombre de Dios sea santificado. En primer lugar, el
Obispo de Hipona señala que el nombre de Dios es santificado cuando es
tenido por santo por todos los hombres de todas las naciones, al contem-
plar la conducta de los creyentes.

Por ello, san Agustín recalca, en primer lugar, que lo que le pedimos a
Dios es que nos conceda la gracia de vivir de tal manera, que su nombre
sea respetado y venerado por aquellos que contemplen las buenas obras
de los creyentes y no, por el contrario, que por las malas acciones de quie-
nes son creyentes, el nombre de Dios sea ultrajado y despreciado. Así lo
dice san Agustín en su comentario al Sermón de la Montaña:

Ejercicios Espirituales Agustinianos


67
Santificado sea el tu nombre, lo cual no se pide así como si no fuera santo
su nombre, sino para que sea venerado como santo por todos los hombres;
es decir, que sea Dios conocido por todos ellos de tal manera, que no tengan
cosa alguna por más santa y a que teman más ofender (…) Así, pues, se dice
que es santo su nombre allí donde, con veneración y temor de ofenderle, se le
nombra42.

Por otra parte, san Agustín explica, en sus sermones dirigidos a los ca-
tecúmenos, que aquello que se pide al decir “santificado sea tu nombre”,
no es que el nombre de Dios sea santo, pues ya lo es; sino que, quienes lo
invocan como santo, sean santificados por la acción de Dios. San Agustín,
en este caso, se refiere al hecho de ser santificados por Dios; señalando
que la meta de la vida cristiana consiste precisamente en esto: en alcan-
zar la santidad; en ser santificados por la acción de la gracia de Dios en
el corazón de cada creyente. Esta frase del Padrenuestro debiera ser una
invitación a vivir en santidad y a recordar que la santidad no es la obra del
ser humano, sino que es la obra de la gracia de Dios en el corazón de cada
creyente:

Santificado sea tu nombre. También le pedimos esto: que su nombre sea


santificado en nosotros, pues en sí es siempre santo. ¿Cómo es santificado su
nombre en nosotros, sino haciéndonos él santos? Pues nosotros no éramos
santos, y por su nombre hemos sido hechos tales; él, en cambio, es siempre
santo y su nombre lo es igualmente. Rogamos por nosotros, no por Dios43.

Finalmente, san Agustín, en otro sermón dirigido a los catecúmenos,


sabiendo que el contexto en el que está predicando es un contexto bau-
tismal, insiste en la idea de la santidad, y señala que, lo que se pide en
esta frase del Padrenuestro, es que cada creyente pueda perseverar en el
camino de la santidad cuyo primer paso es el bautismo. San Agustín invita,
pues, a los catecúmenos a vivir un proceso bautismal que se prolongue a
lo largo de toda su vida, para que ellos recuerden que, en las aguas bautis-
males, fueron purificados y se revistieron de Cristo. Por ello, toda su vida se
debe convertir en una continua conversión, para mantener las vestiduras
del corazón libres de todo pecado:

Sea santificado tu nombre. ¿Qué beneficio es esto que pedimos a Dios, es


decir, que sea santificado su nombre? El nombre de Dios es santo desde siem-
pre; ¿por qué, pues, pedimos que sea santificado, sino para ser santificados
nosotros por medio de él? Pedimos que sea santificado en nosotros lo que
42
s. dom. m. 2, 5, 19.
S. 57, 4.
43

Ejercicios Espirituales Agustinianos


68
es santo desde siempre. El nombre de
Dios es santificado en vosotros en el mo-
mento de ser bautizados. Y una vez que
hayáis sido bautizados, ¿por qué vais a
pedir eso, sino para que persevere en vo-
sotros lo recibido? (s. 59, 3).

B. EJERCICIO DE ORACIÓN

Se proponen dos ejercicios de ora-


ción.

1. Ejercicio de oración de imagi-


nación Mt 5, 13-16

a. Seguir las pautas de la oración de imaginación presentadas en el


Apéndice.

b. En este texto es preciso resaltar la importancia de dar testimonio de


Dios, del reino de los cielos, para que realmente el nombre de Dios sea
santificado; es decir, tenido como santo por todos.
Mt 5, 13-16
Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la
salará? Ya no sirve para nada, mas que para ser tirada afuera y pisotea-
da por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar
una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una
lámpara para ponerla debajo del celemín, sino sobre el candelero para
que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delan-
te de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a
vuestro Padre que está en los cielos.
c. Como cierre de sesión se puede leer despacio y saboreando cada
palabra la oración de conf. 10, 1, o escuchar una canción: “Lámpara encen-
dida” (Jésed).
Entra en mi alma
Que te conozca a ti, Conocedor mío, que te conozca a ti como soy cono-
cido. Virtud de mi alma, entra en ella y ajústala a ti, para que la tengas y
poseas sin mancha ni ruga. Esta es mi esperanza, por eso hablo; y en esta
esperanza me gozo cuando rectamente me gozo. Las demás cosas de esta

Ejercicios Espirituales Agustinianos


69
vida, tanto menos se han de llorar cuanto más se las llora, y tanto más se
han de llorar cuanto menos se las llora (conf. 10, 1).
d. Finalmente se debe rezar juntos la oración de san Agustín (pág. 23) y
el animador dar las instrucciones para la próxima sesión.

2. Ejercicio de oración escribiendo un texto con s. dom. m. 1, 7, 17

a. Seguir las pautas de la oración escribiendo un texto presentada en


el Apéndice.

No se enciende una luz para ponerla debajo de un celemín. ¿Cómo inter-


pretaremos esto? ¿Juzgaremos que se ha dicho de esta manera, deba-
jo de un celemín, para que se entienda solamente la ocultación de una
luz, como si dijera, nadie enciende una luz y la oculta? ¿O que la pala-
bra «celemín» tiene también alguna otra significación, de modo que
poner la luz debajo de un celemín signifique anteponer las comodi-
dades corporales a la predicación de la verdad, y que por este motivo
deje alguno de predicar la verdad cuando teme padecer alguna mo-
lestia en las cosas corporales o pérdida en las temporales? Además, la
palabra «celemín» está justamente empleada, ya sea por la retribución
de la medida con la que cada uno recibirá la recompensa de aquello
que hubiere practicado en vida, según el testimonio del Apóstol, que
dice: porque allí recibe cada uno el pago debido a las buenas o malas
acciones que hubiere hecho mientras ha estado vestido de su cuerpo,
como se dice también en otro lugar de esta medida corporal: con la
misma medida que midiereis seréis vosotros medidos; o ya sea porque
los bienes transitorios que conciernen al cuerpo empiezan y terminan
con cierta medida o número de días determinados, lo cual tal vez se
significa por el celemín; mientras que los bienes eternos y espirituales
no son encerrados en tales límites. Pues Dios no le ha dado su espíritu
con medida. Pone la luz debajo de un celemín todo aquel que oculta
y obscurece la luz de la buena doctrina con las comodidades o venta-
jas temporales. Sino sobre un candelabro. De consiguiente, sobre un
candelabro coloca la luz aquel que subordina su cuerpo al servicio de
Dios, de manera que ocupe lugar superior la predicación de la verdad,
e inferior el servicio o provecho del cuerpo (s. dom. m. 1, 7, 17).

Ejercicios Espirituales Agustinianos


70
b. Como cierre de sesión, se puede leer despacio y saboreando cada
palabra la oración de conf. 10, 1, o escuchar una canción: “Lámpara encen-
dida” (Jésed).
Entra en mi alma
Que te conozca a ti, Conocedor mío, que te conozca a ti como soy cono-
cido. Virtud de mi alma, entra en ella y ajústala a ti, para que la tengas y
poseas sin mancha ni ruga. Esta es mi esperanza, por eso hablo; y en esta
esperanza me gozo cuando rectamente me gozo. Las demás cosas de esta
vida, tanto menos se han de llorar cuanto más se las llora, y tanto más se
han de llorar cuanto menos se las llora (conf. 10, 1).
c. Finalmente, se debe rezar juntos la oración de san Agustín (pág. 23) y
el animador dar las instrucciones para la próxima sesión.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


71
Taller 30: Taller del Padrenuestro IX

A. DIOS ES PADRE. VENGA A NOSOTROS TU REINO

San Agustín, al explicar estas palabras del Padrenuestro señala, por una
parte, que Dios ya está reinando, tanto en la tierra como en el cielo y que
nunca ha dejado de reinar ni dejará de hacerlo:

Pues el decir aquí también, de igual manera, “venga el tu reino”, no signifi-


ca que Dios no esté reinando. Mas acaso defienda alguno que se dijo “venga
a la tierra”, como si Dios, en verdad, no reinase ahora también en la tierra, y no
hubiera reinado siempre en ella desde la creación del mundo44.

En segundo lugar, señala que lo que se pide es que este reinado de


Dios se manifieste a todos; lo quieran ver o no:

En consecuencia, “venga” significa que se manifieste a los hombres.


Porque al modo que la luz, aunque presente, está ausente para los ciegos y
para aquellos que cierran los ojos, así el reino de Dios, aunque es permanente
en la tierra, sin embargo, está ausente para los que no le conocen45.

44
s. dom. m. 2, 6, 20.
45
Idem.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


73
No obstante, san Agustín es consciente de que muchos no llegarán a
aceptar ese reinado de Dios; pero que, incluso para ellos, este reino llega-
rá, lo quieran o no; y entonces será el juicio final, en donde los hombres
serán juzgados según sus obras:

Pero a nadie será permitido ignorar el reino de Dios cuando su Hijo unigé-
nito venga del cielo, no sólo de una manera espiritual, sino también visible,
en forma de hombre, el hombre del Señor, a juzgar a los vivos y a los muertos.
Después de cuyo juicio, esto es, después que se haya hecho la separación en-
tre los justos y los pecadores, (…) se completará, por todos lados, la vida bien-
aventurada eternamente en los santos, como ahora los ángeles celestiales,
muy santos y muy bienaventurados, son sabios y felices iluminándolos Dios
sólo46.

En sus sermones catequéticos a los neófitos, san Agustín señala que, lo


que se pide en esta parte del Padrenuestro, no es sólo que venga el reino
de Dios, sino que podamos estar incluidos en él; es decir, que nuestra vida
sea recta y justa; de tal forma que, cuando llegue ese reino -que sin duda
alguna llegará-, no nos encuentre fuera de él sino viviendo según sus pre-
ceptos, para poder reinar siempre con Cristo:

Venga a nosotros tu reino. Deseamos que venga a nosotros; deseamos ser


hallados en él. Que vendrá, es un hecho. Pero, ¿de qué te aprovechará si te
encuentra a su izquierda? Luego, también, aquí deseas un bien para ti y oras
por ti mismo. Esto deseas; esto anhelas al orar: vivir de tal manera que formes
parte del reino de Dios que se otorgará a los santos. Por tanto, oras para vivir
bien; oras en beneficio tuyo, cuando dices: “Venga tu reino”. Formemos parte
de tu reino; llegue también para nosotros lo que ha de llegar para tus santos
y justos47.

Es más, dentro de estos sermones catequéticos, san Agustín señala


que lo que pedimos es, no sólo encontrarnos dentro del reino, sino que
el mismo reino esté ya dentro de nosotros; que nos convirtamos en reino
de Dios; de tal manera que, cuando llegue el reino definitivo, no sea sino
la manifestación de lo que cada creyente llevaba dentro de sí. Esta idea es
particularmente hermosa, pues señala que el fin de la vida cristiana es la
cristificación; la transformación del creyente en otro cristo y cómo, tam-
bién, todo el ser del creyente se debe transformar en un reino de Dios en
el que Cristo reine:
46
Idem.
47
s. 56, 7.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


74
Venga tu reino, como deseando
que reine Dios. El reino de Dios sere-
mos nosotros si, creyendo en él, nos
vamos perfeccionando. Serán su reino
todos los fieles redimidos con la san-
gre de su Hijo único. (…) Esto es lo que
deseamos y pedimos al orar “Venga tu
reino”; es decir, que venga a nosotros.
Pues, si nosotros fuéramos hallados ré-
probos, aquel reino vendrá para otros,
no para nosotros48.

Finalmente, en la carta a Proba,


san Agustín, en consonancia con lo que ha explicado antes, afirma que al
decir “venga a nosotros tu reino”, lo que se quiere es aumentar el deseo de
participar en ese reino eterno de Dios; señalando de manera particular la
oración de deseo y cómo el mismo deseo de Dios y de su reino se convier-
te en la oración continua del creyente:

Cuando decimos “venga a nos el tu reino”, que ciertamente ha de venir,


queramos o no queramos, enardecemos nuestro deseo de aquel reino, para
que venga a nosotros y merezcamos reinar en él49.

B. EJERCICIO DE ORACIÓN

Se proponen dos ejercicios de oración.

1. Ejercicio de oración de imaginación Mt 25, 31-40

a. Seguir las pautas de la oración de imaginación presentadas en el


Apéndice.

b. En este texto es preciso resaltar la importancia de aprovechar el


tiempo presente para poder vivir bien y reinar siempre con Cristo.

Mt 25, 31-40

Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus


ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas

48
s. 57, 5.
49
ep. 130, 21.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


75
delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros,
como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su
derecha y los cabritos a su izquierda. Entonces dirá el Rey a los de su
derecha: Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino pre-
parado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre,
y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me
acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en
la cárcel, y vinisteis a verme. Entonces los justos le responderán: Señor,
¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento y te dimos
de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te
vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte? Y
el Rey les dirá: ¿En verdad os digo que cuando lo hicisteis a uno de estos
hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis’.

c. Como cierre de sesión, se puede leer despacio y saboreando cada


palabra la oración de conf. 4, 14, o escuchar una canción: “Estuve enfermo”
(Jésed).

Feliz el que te ama

Bienaventurado el que te ama a ti, Señor; y al amigo en ti, y al enemi-


go por ti, porque sólo no podrá perder al amigo quien tiene a todos
por amigos en aquel que no puede perderse. ¿Y quién es éste sino
nuestro Dios, el Dios que ha hecho el cielo y la tierra y los llena, porque
llenándoles los ha hecho? Nadie, Señor, te pierde, sino el que te deja.
Mas porque te deja”, ¿adonde va o adonde huye, sino de ti plácido a ti
airado? Pero ¿dónde no hallará tu ley para su castigo? Porque tu ley es
la verdad, y la verdad, tú (conf. 4, 14).

d. Finalmente, se debe rezar juntos la oración de san Agustín (pág. 23) y


el animador dar las instrucciones para la próxima sesión.

2. Ejercicio de oración escribiendo un texto con s. 56, 7

a. Seguir las pautas de la oración escribiendo un texto presentada en


el Apéndice.

Venga a nosotros tu reino. Deseamos que venga a nosotros; deseamos


ser hallados en él. Que vendrá, es un hecho; pero ¿de qué te aprovechará

Ejercicios Espirituales Agustinianos


76
si te encuentra a su izquierda? Luego también aquí deseas un bien para ti
y oras por ti mismo. Esto deseas, esto anhelas al orar: vivir de tal manera
que formes parte del reino de Dios que se otorgará a los santos. Por tanto,
oras para vivir bien, oras en beneficio tuyo, cuando dices: Venga tu reino.
Formemos parte de tu reino: llegue también para nosotros lo que ha de
llegar para tus santos y justos (s. 56, 7).

b. Como cierre de sesión, se puede leer despacio y saboreando cada


palabra la oración de conf. 4, 14, o escuchar una canción: “Estuve enfermo”
(Jésed).

Feliz el que te ama

Bienaventurado el que te ama a ti, Señor; y al amigo en ti, y al enemi-


go por ti, porque sólo no podrá perder al amigo quien tiene a todos
por amigos en aquel que no puede perderse. ¿Y quién es éste sino
nuestro Dios, el Dios que ha hecho el cielo y la tierra y los llena, porque
llenándoles los ha hecho? Nadie, Señor, te pierde, sino el que te deja.
Mas porque te deja”, ¿adonde va o adonde huye, sino de ti plácido a ti
airado? Pero ¿dónde no hallará tu ley para su castigo? Porque tu ley es
la verdad, y la verdad, tú (conf. 4, 14).

c. Finalmente, se debe rezar juntos la oración de san Agustín (pág. 23) y


el animador dar las instrucciones para la próxima sesión.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


77
Taller 31: Taller del Padrenuestro X

A. DIOS ES PADRE. HÁGASE TU VOLUNTAD

Se trata de una petición que san Agustín va interpretar de diversas ma-


neras en los diferentes textos donde la comenta. En primer lugar, señala
san Agustín que lo que se pide es que la voluntad de Dios se cumpla en
los ángeles, que siempre le obedecen, entendiendo por ellos el “cielo”, así
como en los santos que viven en la tierra, entendiendo por ellos “tierra”:

(…) “Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”; es decir, como


se hace tu voluntad en los ángeles, que están en los cielos, los cuales están
absolutamente unidos a ti y gozan de ti, sin que error alguno oscurezca su
sabiduría ni miseria alguna impida su bienaventuranza, así se cumpla en los
santos que están en la tierra50 (s. dom. m. 2, 6, 21).

Una segunda interpretación que señala san Agustín es la entender por


“cielo” a los justos y por “tierra” los pecadores. Aquí, el obispo de Hipona
entiende dos cosas. Por una parte, se puede tratar de pecadores, a los que
se desea que se arrepientan y se conviertan, de tal manera que lleguen a
aceptar su voluntad:

50
s. dom. m. 2, 6, 21.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


79
(…) Que así como los justos hacen tu voluntad, así también
la obedezcan los pecadores para que se conviertan a ti (…)51.

O bien, se puede tratar de pecadores que no quieren


convertirse ni aceptar la voluntad de Dios y, por ello, aunque
ellos no lo quieran, la voluntad de Dios se cumple en su pro-
pia condenación:

(…) Con las palabras “hágase tu voluntad así en la tierra


como en el cielo” se pide que se otorgue a cada uno su mere-
cido; que se retribuya a los justos, el premio, y a los pecadores,
la condenación, lo cual sucederá en el juicio final. cuando los
corderos serán separados de los cabritos52.

También invita a entender san Agustín por “cielo” al alma


y por “tierra” al cuerpo; de tal modo que se pide a Dios que,
así como el alma está dispuesta y pronta para cumplir la vo-
luntad de Dios, del mismo modo, el cuerpo se disponga a
ello, dejando de lado los impedimentos que pueda tener:

(…) Entenderemos por cielo y tierra el espíritu y la carne. Se pide que la


voluntad de Dios se haga en la tierra como en el cielo; es decir, que así como
el espíritu no resiste a Dios, siguiendo y haciendo su voluntad, así el cuerpo no
resista al espíritu o al alma (…)53.

Otra interpretación que señala san Agustín es entender por “cielo” a


Jesucristo y por “tierra” a la Iglesia; de tal manera que se pide que, así como
nuestro Señor Jesucristo cumplió siempre la voluntad del Padre, del mis-
mo modo la Iglesia se apreste a cumplir lo que Dios ha mandado o bien,
en el esposo y la esposa:

(…) Así en la Iglesia como en nuestro Señor Jesucristo; como en el varón


que cumple la voluntad del Padre, así en la esposa con que se ha desposado.
Porque el cielo y la tierra convenientemente pueden significar el varón y la
esposa, por cuanto la tierra fructifica fertilizándola el cielo54.

Por otra parte, en su sermones a los catecúmenos, san Agustín regresa


a estas mismas ideas. No obstante, en uno de ellos va más allá y nos deja
51
s. dom. m. 2, 6, 22.
52
Idem.
53
s. dom. m. 6, 2, 23.
54
s. dom. m. 6, 2, 24.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


80
una hermosa frase que invita a meditar. De este modo, san Agustín les
recuerda a los neófitos que ellos acaban de aprender, en su catequesis,
que Dios es omnipotente. Y, si es omnipotente, puede hacerlo todo. Así, su
voluntad necesariamente se tiene que cumplir. Por eso, se pregunta san
Agustín acerca del significado de estas palabras, y señala como respuesta
que, lo que se pide en el Padrenuestro, es que el ser humano pueda ser
dócil a la voluntad de Dios y que no resista a su cumplimiento:

Si es todopoderoso, ¿por qué rezas para que se cumpla su voluntad? ¿Qué


quiere decir “Hágase tu voluntad”? Hágase en mí de manera que no resista a
tu voluntad55.

Hb 10, 7

Entonces dije: He aquí que vengo –pues de mí está escrito en el rollo


del libro- para hacer, Oh Dios, tu voluntad.

B. EJERCICIO DE ORACIÓN

Se proponen dos ejercicios de oración.

1. Ejercicio de oración de mantra con Hb 10, 7

a. Seguir las pautas de la oración de mantra presentadas en el Apéndice.

b. Se sugiere la frase: “Aquí estoy Señor para hacer tu voluntad”

c. Como cierre de sesión, se puede leer despacio y saboreando cada


palabra la oración de conf. 1, 5, o escuchar una canción: “Soy tu salvación”
(José Manuel González Durán OAR; disco: “Confieso tu salvación”, pista 6).

Muera para que no muera

¿Quién me dará descansar en ti? ¿Quién me dará que vengas a mi cora-


zón y le embriagues, para que olvide mis maldades y me abrace conti-
go, único bien mío? ¿Qué es lo que eres para mí? Apiádate de mí para
que te lo pueda decir. ¿Y qué soy yo para ti para que me mandes que
te ame y si no lo hago te aíres contra mí y me amenaces con ingentes
miserias? ¿Acaso es ya pequeña la misma de no amarte? ¡Ay de mí!
Dime por tus misericordias, Señor y Dios mío, qué eres para mí. Di a mi
55
s. 56, 7.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


81
alma: «Yo soy tu salvación.» Que yo corra tras esta voz y te dé alcance.
No quieras esconderme tu rostro. Muera yo para que no muera y pue-
da así verle (conf. 1, 5).

d. Finalmente, se debe rezar juntos la oración de san Agustín (pág. 23) y


el animador dar las instrucciones para la próxima sesión.

2. Ejercicio de oración de iluminación

a. Seguir las pautas de la oración de iluminación presentada en el


Apéndice.

b. Se sugiere usar el texto del s. 56, 7

s. 56, 7: ‘Creo en Dios Padre todopoderoso’. Si es todopoderoso, ¿por qué


rezas para que se cumpla su voluntad? ¿Qué quiere decir Hágase tu vo-
luntad? Hágase en mí de manera que no resista a tu voluntad. Por tanto,
también aquí oras por ti y no por Dios. La voluntad de Dios se hará en ti
aunque no la cumplas tú.

c. Como cierre de sesión, se puede leer despacio y saboreando cada


palabra la oración de conf. 1, 5, o escuchar una canción: “Soy tu salvación”
(José Manuel González Durán OAR; disco: “Confieso tu salvación”, pista 6).

Muera para que no muera

¿Quién me dará descansar en ti? ¿Quién me dará que vengas a mi cora-


zón y le embriagues, para que olvide mis maldades y me abrace conti-
go, único bien mío? ¿Qué es lo que eres para mí? Apiádate de mí para
que te lo pueda decir. ¿Y qué soy yo para ti para que me mandes que
te ame y si no lo hago te aíres contra mí y me amenaces con ingentes
miserias? ¿Acaso es ya pequeña la misma de no amarte? ¡Ay de mí!
Dime por tus misericordias, Señor y Dios mío, qué eres para mí. Di a mi
alma: «Yo soy tu salvación.» Que yo corra tras esta voz y te dé alcance.
No quieras esconderme tu rostro. Muera yo para que no muera y pue-
da así verle (conf. 1, 5).

d. Finalmente, se debe rezar juntos la oración de san Agustín (pág. 23) y


el animador dar las instrucciones para la próxima sesión.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


82
Taller 32: Taller del Padrenuestro XI

A. DIOS ES PADRE. EL PAN DE CADA DÍA

En su primera explicación del Padrenuestro, san Agustín va a dar tres


respuestas a lo que significa el pan de cada día que le pedimos a Dios. De
este modo, señala san Agustín que le pedimos a Dios que todos los días
podamos tener nuestras necesidades materiales satisfechas. Sería el pri-
mer pan que se pide:

La cuarta petición es: “El pan nuestro de cada día dánosle hoy”. El pan coti-
diano, significa todas las cosas necesarias para el sustento de la vida presente
(…)56.

No obstante, san Agustín se da cuenta de que éste no es el más impor-


tante; que hay un segundo pan más importante que es la Eucaristía. Y éste
es el que tenemos que pedir, ya que es el que no pasa:

(…) En conformidad con este último precepto, fue añadido en la oración


dominical “dánosle hoy”, o significa el sacramento del cuerpo de Cristo, que
todos los días recibimos, o el manjar espiritual57.

56
s. dom.m. 2, 7, 25.
57
Idem.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


83
No obstante, en esta primera explica-
ción, san Agustín se encuentra con una
interesante dificultad que podríamos lla-
mar “ecuménica”; pues san Agustín sabe
que, en la parte oriental del Imperio, no
se celebraba la misa todos los días; por
lo que la interpretación del pan de cada
día como la eucaristía, no se podría apli-
car a los orientales. Y, para evitar decir
que ellos no cumplen lo que se señala
en el Padrenuestro, porque no reciben
el pan de la eucaristía todos los días, san
Agustín añade un tercer sentido a este
pan cotidiano que se pide a Dios. Se trata
del pan de los preceptos divinos; concretamente, el pan de la palabra de
Dios que todos los días se predica en la Iglesia:

En vista de esto, resta que por pan cotidiano entendamos el espiritual; a


saber, los preceptos divinos, los cuales conviene meditar y cumplir todos los
días58.

En los sermones dirigidos a los neófitos, san Agustín vuelve a abordar


esta explicación para señalar una interesante reflexión espiritual. Le pedi-
mos el pan de cada día a Dios, porque somos sus mendigos. Todo ser hu-
mano es mendigo de Dios y, todo lo que tiene, lo tiene recibido de parte
de Dios:

“Danos hoy nuestro pan de cada día”. Te proclamas mendigo de Dios. Pero
no te ruborices; por rico que sea uno en la tierra, siempre es mendigo de Dios59.

Por otra parte, san Agustín insiste, en este sermón a los catecúmenos,
en el pan de la palabra de Dios que es preciso recibir y comer todos los
días como alimento del alma:

Nuestro alimento cotidiano en esta tierra es la Palabra de Dios, que se dis-


tribuye siempre en las Iglesias. Nuestra recompensa después del trabajo se lla-
ma vida eterna.(…) Danos hoy nuestro pan de cada día para que vivamos de
tal modo que no nos separemos de ese altar60.

58
s. dom. m. 2, 7, 26.
59
s. 56, 9.
60
s. 56, 10.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


84
No obstante, no se queda aquí san Agustín, recordando que el pan
principal que hay que pedir a Dios es el de la eucaristía. Por ello, señala
que, lo que se pide a Dios es que el creyente pueda vivir de tal forma que
nunca sea apartado, por su indignidad o sus pecados, de la mesa del altar
de Dios donde se distribuye la Eucaristía:

Y el elemento que subraya san Agustín de la Eucaristía, como pan de


cada día, es que, quien la recibe, debe vivir en la unidad, pues se convierte
en lo que recibe; y está invitado a no romper la unidad de cuerpo de Cristo
si ha recibido, precisamente, el mismo Cuerpo de Cristo:

El alimento carnal para el sustento de cada día, sin el cual no podemos vi-
vir. (…) La Eucaristía, (…) es nuestro pan de cada día; (…) La fuerza que en él
se simboliza es la unidad; para que, agregados a su cuerpo, hechos miembros
suyos, seamos lo que recibimos. Entonces será efectivamente nuestro pan de
cada día61.

Pero el pan de cada día no sólo es la Palabra de Dios y la Eucaristía. Son,


también, todos los elementos espirituales necesarios en la peregrinación
hacia la ciudad de Dios; como son, la predicación, el cantar himnos, etc.
Por ello, en su sermón dirigido a los catecúmenos, les recuerda que le pi-
dan a Dios también este otro pan cotidiano:

Lo que yo os expongo es pan de cada día. Pan de cada día es el escuchar


diariamente las lecturas en la Iglesia; pan de cada día es también el oír y can-
tar himnos. Cosas todas que son necesarias en nuestra peregrinación. ¿Acaso
cuando lleguemos allá hemos de escuchar la lectura del códice? Al Verbo mis-
mo hemos de ver; a él oiremos; él será nuestra comida y nuestra bebida como
lo es ahora para los ángeles62.

B. EJERCICIO DE ORACIÓN

Se proponen dos ejercicios de oración.

1. Ejercicio de oración de meditación con Jn 6, 44-51

a. Seguir las pautas de la oración de meditación presentadas en el


Apéndice.

b. Es preciso invitar a tomar conciencia de la necesidad del cuerpo de


61
s. 57, 7.
62
S. 57, 7.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


85
Cristo para el alma, todos los días, para tener fuerzas en la peregrinación
hacia la ciudad de Dios.

Jn 6, 44-51

Nadie puede venir a mí si el Padre que me ha enviado no lo atrae, y yo lo


resucitaré en el último día. Está escrito en los profetas: ‘Serán todos ense-
ñados por Dios’. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No
es que alguien haya visto al Padre, sino aquel que ha venido de Dios, ese
ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene la vida
eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el
desierto y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que quien lo
coma no muera. Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Si uno come de este
pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne para la
vida del mundo.

c. Como cierre de sesión, se puede leer despacio y saboreando cada


palabra la oración de conf. 7, 24, o escuchar una canción: “Eucaristía” (José
Manuel González Durán OAR; disco: “Vendremos a él, pista 7).

Abrazando el Camino

Y buscaba yo el medio de adquirir la fortaleza que me hiciese idóneo


para gozarte; ni había de hallarla, sino abrazándome con el Mediador
entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, que es sobre todas las
cosas Dios bendito por los siglos, el cual clama y dice: Yo soy el camino,
la verdad y la vida, y el alimento mezclado con carne (que yo no tenía
fuerzas para tomar), por haberse hecho el Verbo carne, a fin de que fue-
se amamantada nuestra infancia por la Sabiduría, por la cual creaste
todas las cosas (conf. 7, 24).

d. Finalmente, se debe rezar juntos la oración de san Agustín (pág. 23) y


el animador dar las instrucciones para la próxima sesión.

2. Ejercicio de oración de eco con s. 57, 7

a. Seguir las pautas de la oración de eco presentada en el Apéndice.

La Eucaristía, en consecuencia, es nuestro pan de cada día; pero recibá-


moslo de manera que no sólo alimentemos el vientre, sino también la

Ejercicios Espirituales Agustinianos


86
mente. La fuerza que en él se simboliza es la unidad, para que agregados
a su cuerpo, hechos miembros suyos, seamos lo que recibimos. Entonces
será efectivamente nuestro pan de cada día. Lo que yo os expongo es pan
de cada día. Pan de cada día es el escuchar diariamente las lecturas en la
Iglesia; pan de cada día es también el oír y cantar himnos. Cosas todas
que son necesarias en nuestra peregrinación. ¿Acaso cuando lleguemos
allá hemos de escuchar la lectura del códice? Al Verbo mismo hemos de
ver, a él oiremos, él será nuestra comida y nuestra bebida como lo es aho-
ra para los ángeles (s. 57, 7).

b. Como cierre de sesión, se puede leer despacio y saboreando cada


palabra la oración de conf. 7, 24, o escuchar una canción: “Eucaristía” (José
Manuel González Durán OAR; disco: “Vendremos a él, pista 7).

Abrazando el Camino

Y buscaba yo el medio de adquirir la fortaleza que me hiciese idóneo


para gozarte; ni había de hallarla, sino abrazándome con el Mediador
entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, que es sobre todas las
cosas Dios bendito por los siglos, el cual clama y dice: Yo soy el camino,
la verdad y la vida, y el alimento mezclado con carne (que yo no tenía
fuerzas para tomar), por haberse hecho el Verbo carne, a fin de que fue-
se amamantada nuestra infancia por la Sabiduría, por la cual creaste
todas las cosas (conf. 7, 24).

c. Finalmente, se debe rezar juntos la oración de san Agustín (pág. 23 y


el animador dar las instrucciones para la próxima sesión.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


87
Taller 33: Taller del Padrenuestro XII

A. DIOS ES PADRE. EL PERDÓN DE LAS OFENSAS

Al explicar este punto del Padrenuestro, san Agustín es consciente de


que está abordando uno de los aspectos más delicados y difíciles de la
vida cristiana. Por ello, va a dedicar, en casi todas sus catequesis, un amplio
espacio para exponer lo que esto significa.

En primer lugar, san Agustín deja claro que nadie, en esta vida mor-
tal, puede vivir sin pecado; y que es preciso hacer una transformación en
nuestro corazón. Pasar de ser fariseos soberbios -que hacen de la oración
una autoalabanza sintiéndose buenos y santos y, por ello, desprecian a los
demás-, para convertirnos en unos publicanos que, ante Dios, al momen-
to de hacer oración, reconocen sus propios pecados y están dispuestos a
perdonar a su prójimo:

Te viene bien imitar al publicano y no engreírte como el fariseo, quien su-


bió al templo a jactarse de sus méritos, ocultando sus heridas. El otro, en cam-
bio, que decía: “Señor, muéstrate propicio a mí, pecador”, sabía a qué había
subido63.

63
S. 58, 6.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


89
También san Agustín nos recuer-
da que, como pecadores que somos,
no debemos restarles importancia
a los pecados pequeños, sino que
es preciso, todos los días, pedir el
perdón de estos pecados menudos;
pues, como señal san Agustín, un
poco de agua no puede hundir un
barco; pero si aumenta la cantidad
de agua que va entrando poco a
poco, esto puede causar el naufra-
gio del barco. Por ello, san Agustín
nos invita a pedir el perdón todos los
días y a estar dispuestos a perdonar a
quienes nos hayan ofendido, pidien-
do el perdón de nuestros pecados en
la oración y también con la limosna, como una práctica penitencial:

Quienes, después de bautizados siguen en esta vida, contraen algo de-


bido a su fragilidad mortal, lo cual, aunque no llegue a causar el naufragio.
Conviene, no obstante, que sea achicado. Porque si en una nave no se achica
el agua, poco a poco penetra tanta cuanta se precisa para que se hunda. Esto
es orar: achicar el agua. Pero no sólo debemos orar; hay que dar también li-
mosna, porque cuando se achica el agua para evitar el naufragio de la nave,
se actúa con la voz y con las manos64.

Por otra parte, san Agustín subraya la dimensión de pacto o de mutuo


acuerdo que se establece con Dios al pedir el perdón de los pecados; pues
Dios nos perdonará, si nosotros, a la vez, perdonamos a nuestro prójimo
las ofensas que hayan cometido contra nosotros. Por ello, san Agustín in-
siste en que, en realidad, quien sale ganando al perdonar, es el mismo que
pide perdón a Dios; pues si no perdona y guarda resentimientos y renco-
res, sólo se hace daño a sí mismo:

Digamos, pues, cada día: “Perdónanos nuestras deudas así como nosotros
perdonamos a nuestros deudores”; digámoslo con corazón sincero y haga-
mos lo que decimos. Es una promesa que hacemos a Dios; un pacto y un con-
venio. El Señor tu Dios te dice: «Perdona y te perdono. ¿No has perdonado?
Eres tú quien fallas contra ti mismo, no yo»65.
64
S. 56, 11.
65
s. 56, 13.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


90
De hecho, san Agustín señala el proceso que sigue toda ofensa no per-
donada. De este modo, una ofensa no perdonada se convierte en ira, que
no es otra cosa que un afán de venganza. La ira, con el paso del tiempo,
se convierte en odio y, como señala san Agustín en diversos lugares de su
obra, “el que odia a su hermano es un homicida” (1Jn 3, 15). Sólo el perdón
puede liberar al hombre:

¿Qué es la ira? El afán de venganza. ¿Qué es el odio? La ira inveterada. La


ira, si se ha hecho inveterada, se llama ya odio66.

Es más, el mismo san Agustín invita a sus oyentes a perdonar, quitándo-


se todo tipo de odio e ira. Para ello, san Agustín usa un ejemplo señalando
que, así como cualquier persona buscaría todos los medios para limpiar
su casa de serpientes y escorpiones, del mismo modo, el creyente debe
limpiar su corazón de odios y resentimientos; pues su corazón es la casa
de Dios. Por ello, es preciso perdonar siempre:

Enmiéndate, corrígete. Si en vuestras casas hubiese escorpiones o áspi-


des, ¿cuánto no os esforzaríais para limpiarlas y poder habitarlas tranquilos?
Os airáis; la cólera se hace inveterada en vuestros corazones; surgen tantos
otros odios, tantas otras vigas, tantos otros escorpiones y serpientes, ¿y no
queréis limpiar vuestro corazón, casa de Dios? Haced, pues, lo que está di-
cho: Así como nosotros perdonamos a nuestros deudores, y pedid con seguri-
dad: “Perdónanos nuestras deudas, porque en esta tierra no podréis vivir sin
deudas”67.

Y si el poder perdonar a los enemigos parece una empresa difícil y re-


sulta complicado el poder imitar al Maestro que perdonó a sus verdugos
en la cruz, san Agustín nos invita a imitar el ejemplo de un ser humano, de
un santo: san Esteban, quien estando a punto de ser apedreado, perdonó
a sus agresores:

Si es mucho para ti imitar a tu Señor, piensa en tu consiervo. Apedreaban


al santo Esteban y, de rodillas, entre piedra y piedra, oraba por sus enemigos,
diciendo: “Señor, no les imputes este pecado”. Ellos estaban allí para ape-
drearlo, no para pedirle perdón; pero él oraba por ellos. Así quiero que seas
tú; ábrete. ¿Por qué arrastras siempre tu corazón por tierra? Escucha: ¡arriba el
corazón! Ábrelo, ama a tu enemigo68.
66
s, 58, 8.
67
s. 58, 8.
68
s. 56, 16.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


91
Finalmente, san Agustín insiste en la importancia del perdón como un
elemento esencial de la vida cristiana:

(…) Perdonad a todos. Perdone cada cual de corazón lo que tenga en su


interior contra quienquiera que sea. Entrad así y estad seguros de que se os
perdonarán completamente cuantas deudas contrajisteis69.

B. EJERCICIO DE ORACIÓN

Se proponen dos ejercicios de oración.

1. Ejercicio de oración de meditación con Mt 18, 23-34

a. Seguir las pautas de la oración de meditación presentadas en el


Apéndice.

b. Es preciso invitar a tomar conciencia de la necesidad de perdonar al


prójimo para poder recibir el perdón de Dios; pues todos necesitamos el
perdón de Dios.

Mt 18, 21-35

En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús le preguntó: Señor, ¿cuántas


veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta
siete veces? Jesús le dijo: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta
veces siete. Y les propuso esta parábola: el Reino de los Cielos es seme-
jante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al empezar a
ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000 talentos. Como no
tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus
hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase. Entonces el siervo se echó
a sus pies, y postrado le decía: “Ten paciencia conmigo, que todo te lo
pagaré.” Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad
y le perdonó la deuda. Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de
sus compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le
decía: “Paga lo que debes.” Su compañero, cayendo a sus pies, le suplica-
ba: “Ten paciencia conmigo, que ya te pagaré.” Pero él no quiso, sino que
fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía. Al ver sus com-
pañeros lo ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor
todo lo sucedido. Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: “Siervo
malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicas-
te. ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo
69
s. 56, 13.
Ejercicios Espirituales Agustinianos
92
modo que yo me compadecí de ti?” Y encolerizado su señor, lo entregó
a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. Esto mismo hará
con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a
vuestro hermano.

c. Como cierre de sesión, se puede leer despacio y saboreando cada


palabra la oración de conf. 10, 4, o escuchar una canción: “Pater Noster”
(Schola Gregoriana Pragensis).

No dormir en la desesperación

No obstante esto, Médico mío íntimo, hazme ver claro con qué fruto
hago yo esto. Porque las confesiones de mis males pretéritos -que tú
perdonaste ya y cubriste, para hacerme feliz en ti, cambiando mi alma
con tu fe y tu sacramento-, cuando son leídas y oídas, excitan al cora-
zón para que no se duerma en la desesperación y diga: «No puedo»,
sino que le despierte al amor de tu misericordia y a la dulzura de tu
gracia, por la que es poderoso todo débil que sé da cuenta por ella de
su debilidad (conf. 10, 4).

d. Finalmente, se debe rezar juntos la oración de san Agustín (pág. 23) y


el animador dar las instrucciones para la próxima sesión.

2. Ejercicio de oración escribiendo un texto con s. 58, 8

a. Seguir las pautas de la oración escribiendo un texto presentada en


el Apéndice.

s. 58, 8: ¿Qué es la ira? El afán de venganza. ¿Qué es el odio? La ira inve-


terada. La ira, si se ha hecho inveterada, se llama ya odio. Así parece con-
fesarlo aquel que después de haber dicho: Mi ojo está turbado por la ira,
añadió: He envejecido en medio de todos mis enemigos. Lo que al princi-
pio era solamente ira, se convirtió en odio, porque se hizo vieja. La ira es
la paja, el odio la viga. (…) Nos dice entonces Cristo: Ves la paja en el ojo
de tu hermano y no ves la viga en el tuyo. ¿Cómo la paja, creciendo, llegó
a hacerse una viga? Porque no fue sacada al momento. (…) Acumulando
falsas sospechas, regaste la paja; regándola la nutriste, nutriéndola la
hiciste una viga. Al menos, tiembla cuando se te dice: El que odia a su
hermano es un homicida. No extrajiste la espada, no heriste la carne, no

Ejercicios Espirituales Agustinianos


93
despedazaste cuerpo alguno a golpes; en tu corazón existe solamente el
pensamiento del odio y eres considerado ya como homicida. Ante los ojos
de Dios eres reo. Aunque vive, tú le diste muerte. Por lo que a ti respecta,
diste muerte a quien odiaste. Enmiéndate, corrígete. Si en vuestras casas
hubiese escorpiones o áspides, ¿cuánto no os esforzaríais para limpiarlas
y poder habitarlas tranquilos? Os airáis; las cóleras se hacen inveteradas
en vuestros corazones, surgen tantos otros odios, tantas otras vigas, tan-
tos otros escorpiones y serpientes, ¿y no queréis limpiar vuestro corazón,
casa de Dios? Haced, pues, lo que está dicho: Así como nosotros perdo-
namos a nuestros deudores, y pedid con seguridad: Perdónanos nuestras
deudas, porque en esta tierra no podréis vivir sin deudas.

b. Como cierre de sesión, se puede leer despacio y saboreando cada


palabra la oración de conf. 10, 4, o escuchar una canción: “Pater Noster”
(Schola Gregoriana Pragensis).

No dormir en la desesperación

No obstante esto, Médico mío íntimo, hazme ver claro con qué fruto
hago yo esto. Porque las confesiones de mis males pretéritos -que tú
perdonaste ya y cubriste, para hacerme feliz en ti, cambiando mi alma
con tu fe y tu sacramento-, cuando son leídas y oídas, excitan al cora-
zón para que no se duerma en la desesperación y diga: «No puedo»,
sino que le despierte al amor de tu misericordia y a la dulzura de tu
gracia, por la que es poderoso todo débil que sé da cuenta por ella de
su debilidad (conf. 10, 4)

b. Finalmente, se debe rezar juntos la oración de san Agustín (pág. 23) y


el animador dar las instrucciones para la próxima sesión.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


94
Taller 34: Taller del Padrenuestro XIII

A. DIOS ES PADRE. LAS TENTACIONES

Cuando san Agustín aborda el tema de las tentaciones, en sus explica-


ciones del Padrenuestro, va a distinguir con claridad entre una tentación
que él llama “mala”, y otra tentación que él denomina “prueba”. El punto de
partida de esta distinción agustiniana, y no podía ser de otra manera, es un
texto de la Sagrada Escritura; en este caso de la carta del apóstol Santiago
(St 1, 13), en donde hablando de las tentaciones dice: “Nadie cuando es
tentado, diga que es tentado por Dios”. Por ello, san Agustín distingue entre
estas dos tentaciones:

El apóstol Santiago escribe: “Nadie, cuando es tentado, diga que es ten-


tado por Dios”. Se refiere a aquella tentación mala por la que cada uno es en-
gañado y queda sometido al demonio; esto es a lo que él llamó tentación70.

De este modo, la tentación mala es aquella en la que el hombre es en-


gañado y seducido, y, por ende, se aleja de Dios. Se trata de la tentación
que pone Satanás al hombre y en la que Dios, por un inefable designio,
deja que algunos caigan y se alejen de él. Aquí san Agustín nos hace ver
dos cosas. Que existe una justicia insondable de Dios y unos designios
70
s. 57, 9.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


95
misteriosos pero siempre justos. Y por otra parte, queda reflejada la de-
bilidad y fragilidad del hombre. Sin la ayuda de la gracia de Dios, el hom-
bre no puede hacer nada. Para no caer en la tentación necesita orar; pedir
siempre a Dios la gracia para superar todos los obstáculos:

Dios no tienta a nadie con aquella tentación por la que uno es engañado
y seducido. Pero, a algunos, ciertamente, por un profundo y oculto juicio, los
abandona en ella. Una vez que él se haya retirado, sabe el tentador qué ha de
hacer. Si Dios lo abandona, no halla quien le ofrezca resistencia y, acto segui-
do, se constituye en poseedor. Para que Dios no nos abandone decimos: “No
nos dejes caer en la tentación”71.

Por otra parte, san Agustín señala, una vez más siguiendo la Sagrada
Escritura, la dimensión de prueba que tiene la tentación. De este modo,
a partir del texto del Eclesiástico (Eclo. 34, 10), “Quien no ha sido tentado,
¿qué cosa puede saber?”, san Agustín invita a sus oyentes a reflexionar so-
bre la dimensión pedagógica de la tentación; es decir, como un momento
en el cual el ser humano es puesto a prueba, para que reconozca su propia
fragilidad, su debilidad; para que perciba hasta qué punto sus concupis-
cencias lo han limitado, y para que confíe más en Dios y deje que la gracia
prepare su voluntad, cooperando con esa gracia por medio de una sana
ascesis:

Mas una cosa es ser tentado, y otra consentir en la tentación. Porque sin
tentación, ningún hombre puede estar probado ni para sí mismo, como está
escrito: “quien no ha sido tentado, ¿qué cosa puede saber?”72.

Y la finalidad de estas pruebas de parte de Dios, estas “tentaciones bue-


nas”, es que el ser humano pueda llegar a saber si realmente ama a Dios.
Esta respuesta san Agustín la da a partir del texto de Dt 13, 4: “El Señor Dios
vuestro os tienta para saber si le amáis”. Ciertamente, san Agustín señala
que no se trata de que Dios desconozca si una persona lo ama o no; sino
que se trata, más bien, de que esto venga a ser sabido por la misma per-
sona; es decir, que ella llegue a darse cuenta si ama o no a Dios. La prueba
de la tentación es el mejor instrumento para conocer la autenticidad del
amor que se le tiene a Dios:

Existe otra tentación que recibe también el nombre de prueba. De ésta está
escrito: “El Señor vuestro Dios os tienta para saber si le amáis”. ¿Qué significa

71
s. 57, 9.
72
s. dom. m. 2, 9, 30.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


96
para saber? Para hacéroslo saber a
vosotros, pues él ya lo sabe73.

De hecho, san Agustín nos re-


cuerda que las tentaciones están
hechas a la medida de cada perso-
na; a la medida de la concupiscen-
cia desordenada de cada uno. Por
ello, el Obispo de Hipona nos invi-
ta a vencernos a nosotros mismos,
para poder vencer al mundo; de tal
forma que la concupiscencia esté
dominada en el propio interior:

No temáis a ningún enemigo ex-


terior: véncete a ti, y el mundo está vencido (te uince et mundus est uictus)74.

San Agustín, en su sermón a los neófitos, les recuerda que la concupis-


cencia no se quita con las aguas bautismales; pero invita a que cada cre-
yente comience una lucha contra ella en su interior, para evitar que esta
misma concupiscencia los aleje de Dios:

Vence dentro de ti eso que sientes; lucha, combate. Quien te ha regenerado


es tu juez. Te propuso el combate; tiene preparada la corona. Puesto que, sin
duda alguna serás vencido si él no viene en tu ayuda, si él te abandona, por
eso mismo dices en la oración: “No nos dejes caer en la tentación”75.

Y el fruto de la concupiscencia es el pecado. Y el pecado lleva a la muer-


te (St 1, 15). Por ello, san Agustín nos invita a orar para que venzamos la
concupiscencia; de tal modo que, cuando Satanás nos coloque delante
algún elemento que incite nuestra propia concupiscencia, éste no tenga
ningún efecto al estar dominadas nuestras inclinaciones malas:

Una vez que la concupiscencia ha concebido, da a luz al pecado, ¿No te-


mes aún? El pecado engendra la muerte; teme al menos la muerte. Y si no
temes al pecado, teme aquello a lo que conduce el pecado. Dulce es el pecado,
pero amarga es la muerte. Tal es la desdicha de los hombres: al morir dejan
aquí aquello por lo que pecan y llevan consigo los pecados76.
73
s. 57, 9.
74
s. 57, 9.
75
Idem.
76
s. 58, 9

Ejercicios Espirituales Agustinianos


97
Finalmente, san Agustín nos invita a orar, sabiendo que el hombre es
débil y que necesita de la gracia para poder vencer la prueba de la tenta-
ción.

B. EJERCICIO DE ORACIÓN

Se proponen dos ejercicios de oración.

1. Ejercicio de oración de meditación con St 1, 12-15

a. Seguir las pautas de la oración de meditación presentadas en el


Apéndice.

b. Es preciso invitar a tomar conciencia de la necesidad de orar para no


caer en la tentación, por la propia fragilidad humana, teniendo siempre
confianza en la fuerza de la gracia de Dios.

St 1, 12-15

¡Feliz el hombre que soporta la prueba! Superada la prueba recibirá la


corona de la vida que ha prometido el Señor a los que le aman.

Ninguno cuando sea probado, diga: ‘Es Dios quien me prueba’; porque
Dios ni es probado por el mal ni prueba a nadie. Sino que cada uno
es probado por su propia concupiscencia que le arrastra y le seduce.
Después la concupiscencia, cuando ha concebido, da a luz el pecado; y el
pecado, una vez consumado, engendra la muerte.

c. Como cierre de sesión, se puede leer despacio y saboreando cada


palabra la oración de conf. 10, 6, o escuchar una canción: “Padre Nuestro”
(Diana Navarro).

Pequeñuelo soy

Pequeñuelo soy, mas vive perpetuamente mi Padre y tengo en él tutor


idóneo. Él es el mismo que me engendró y me defiende, y tú eres to-
dos mis bienes, tú Omnipotente, que estás conmigo aún desde antes
de que yo lo estuviera contigo (conf. 10, 6).

d. Finalmente, se debe rezar juntos la oración de san Agustín (pág. 23)


y el animador dar las instrucciones para la próxima sesión.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


98
2. Ejercicio de oración de iluminación con s. 58, 8

a. Seguir las pautas de la oración de iluminación presentada en el


Apéndice.

El apóstol Santiago escribe: Nadie, cuando es tentado, diga que es tenta-


do por Dios. Se refiere a aquella tentación mala por la que cada uno es en-
gañado y queda sometido al demonio; esto es a lo que él llamó tentación.
Existe otra tentación que recibe también el nombre de prueba; de ésta
está escrito: El Señor vuestro Dios os tienta para saber si le amáis. ¿Qué
significa para saber? Para hacéroslo saber a vosotros, pues él ya lo sabe.
Dios no tienta a nadie con aquella tentación por la que uno es engañado
y seducido, pero a algunos ciertamente, por un profundo y oculto juicio,
los abandona en ella. Una vez que él se haya retirado, sabe el tentador
qué ha de hacer. Si Dios lo abandona, no halla quien le ofrezca resistencia
y, acto seguido, se constituye en poseedor. Para que Dios no nos abando-
ne decimos: No nos dejes caer en la tentación (s. 57, 9).

b. Como cierre de sesión, se puede leer despacio y saboreando cada


palabra la oración de conf. 10, 6, o escuchar una canción: “Padre Nuestro”
(Diana Navarro).

Pequeñuelo soy

Pequeñuelo soy, mas vive perpetuamente mi Padre y tengo en él tutor


idóneo. Él es el mismo que me engendró y me defiende, y tú eres to-
dos mis bienes, tú Omnipotente, que estás conmigo aún desde antes
de que yo lo estuviera contigo. (conf. 10, 6).

c. Finalmente, se debe rezar juntos la oración de san Agustín (pág. 23) y


el animador dar las instrucciones para la próxima sesión.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


99
Taller 35: Taller del Padrenuestro XIV

A. DIOS ES PADRE. LÍBRANOS DEL MAL

En algunos de los comentarios agustinianos esta última petición del


Padrenuestro, se encuentra incluida en la anterior; y el Obispo de Hipona,
de alguna manera, casi no le dedica espacio en su comentario. Donde tal
vez encontramos su explicación más extensa e interesante es en el primer
comentario al Padrenuestro; en su explicación del Sermón de la Montaña.
Aquí, san Agustín invita a tomar conciencia de los dos males a los que
debe enfrentarse el hombre. En primer lugar, el mal que está en el mundo
y en el que vive el ser humano; y, en segundo lugar, la inclinación al mal
que está en su propio interior, como consecuencia del pecado original. De
este modo, san Agustín señala que, en esta parte del Padrenuestro, se pide
el verse librado de estos dos males:

La última petición es: “mas líbranos de mal”. En efecto, hemos de orar no


solamente para que seamos preservados del mal que no tenemos, lo cual se
pide en esta petición, sino también para que seamos librados de aquel mal en
que hemos sido hundidos77.

No obstante, san Agustín es consciente de que nadie puede ser libra-


77
s. dom. m. 2, 9, 25.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


101
do de los efectos del pecado original en
esta tierra; por lo que esta petición iría
encaminada en una doble dirección.
Por una parte, como una petición que
refleja la esperanza de poder llegar al
reino de Dios, a la ciudad de Dios, en
donde el hombre se verá liberado de
todos los males y podrá vivir en paz. Y,
en segundo lugar, como una petición
de sabiduría, para elegir siempre lo que
conduce a Dios. De este modo, como
una expresión de esperanza de llegar a
la ciudad de Dios en donde ya no habrá
mal que nos pueda hacer caer, san Agustín dice:

Cuando decimos “mas líbranos de mal”, nos excitamos a pensar que no


estamos aún en aquel lugar bueno en que no padeceremos mal alguno78.

Es más, esta esperanza parte de la realidad de que el momento presen-


te es malo, siguiendo en ello san Agustín al texto de Ef 5, 16: “aprovechan-
do bien el tiempo presente, porque los días son malos”. Para verse librados
de este mal presente, san Agustín responde con el salmo 33, 14-15, en
donde lo que se pide es vivir una vida recta para poderse ver libre de todo
mal:

“Mas líbranos del mal”. Quien quiere ser librado del mal, atestigua que
está metido en él. Por esto dice el Apóstol: “Redimiendo el tiempo, porque los
días son malos” (Ef 5, 16). Pero ¿quién es el que quiere la vida y ama el ver
días buenos? ¿Quién no lo va a desear, siendo así que todo hombre, mientras
vive en esta carne, no tiene sino días malos? Haz lo que se dice a continua-
ción: “Refrena tu lengua del mal y tus labios para que no hablen con engaño.
Apártate del mal y haz el bien (Sal 33, 14-15); busca la paz y sigue tras ella”.
De esta forma carecerás de días malos, y se habrá cumplido lo que pediste:
Líbranos del mal79.

Como señalamos anteriormente, esta parte del Padrenuestro tiene


también una consecuencia muy concreta para los viandantes; es decir,
para todo creyente como peregrino de la ciudad de Dios. De este modo,
san Agustín indica que lo que se pide es la sabiduría de Dios, para que
78
ep. 130, 21.
79
s. 58, 11.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


102
el peregrino de la ciudad de Dios se pueda alejar con una cuidadosísima
vigilancia de todo aquello que Dios ha recomendado rechazar; y, por otro
lado, para desear con una ardiente caridad lo que el Señor nos ha manda-
do añorar, que no es otra cosa que la felicidad en la vida eterna:

Pero, a pesar de eso, los fieles siervos de Dios no deben desesperar de ob-
tener aquella sabiduría que se concede también en la vida presente. Consiste
ésta en apartarse con cautísima diligencia de todo aquello que por revelación
de Dios comprendemos que debe evitarse; y apetezcamos con ardentísima
caridad todo aquello que por revelación de Dios entendamos que se ha de
amar80.

San Agustín nos invita a desear la ciudad de Dios, el reino de los cielos,
sabiendo que, mientras caminamos, tenemos que afrontar muchas tribu-
laciones pero que nunca nos faltará la gracia de Dios. Por ello, en medio de
estas luchas, suspiramos como peregrinos por la patria del cielo:

Cuando decimos “mas líbranos de mal”, nos excitamos a pensar que no es-
tamos aún en aquel lugar bueno en que no padeceremos mal alguno. Y esto
último que se dice en la oración dominical abarca tanto, que el cristiano, so-
metido a cualquiera tribulación, gime con esa fórmula; con ella llora; por ella
comienza; en ella se para, y por ella termina la oración. Era menester valerse
de palabras para imprimir en nuestra memoria las realidades mismas81.

B. EJERCICIO DE ORACIÓN

Se proponen dos ejercicios de oración.

1. Ejercicio de oración de mantra con 1 Jn 5, 3-4

a. Seguir las pautas de la oración de mantra presentadas en el Apéndice.

b. Se sugiere usar la frase: “La victoria que vence al mundo es nuestra fe”.

1 Jn 5, 3-4
Pues en esto consiste el amor a Dios: en que guardemos
Sus mandamientos.
Y sus mandamientos no son pesados,
Pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo,
80
s. dom. m. 2, 9, 25.
81
ep. 130, 21.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


103
Y la victoria que vence al mundo es nuestra fe.
Pues ¿quién es el que vence al mudo sino el que cree
Que Jesús es el Hijo de Dios?

c. Como cierre de sesión, se puede leer despacio y saboreando cada


palabra la oración de conf. 4, 31, o escuchar una canción: “Desde el alba
hasta el ocaso” (Mite Balduzzi).

Al abrigo de tus alas

¡Oh Dios y Señor nuestro! Esperemos al abrigo de tus alas y protége-


nos y llévanos. Tú llevarás, sí. Tú llevarás a los pequeñuelos, y hasta que
sean ancianos tú los llevarás, porque nuestra firmeza, cuando eres tú,
entonces es firmeza; mas cuando es nuestra, entonces es debilidad.
Nuestro bien vive siempre contigo, y así, cuando nos apartamos de él,
nos pervertimos. Volvamos ya, Señor, para que no nos apartemos, por-
que en ti vive sin ningún defecto nuestro bien, que eres tú, sin que te-
mamos que no haya lugar adonde volar, porque de allí hemos venido
y, aunque ausentes nosotros de allí, no por eso se derrumba nuestra
casa, tu eternidad (conf. 4, 31).

d. Finalmente, se debe rezar juntos la oración de san Agustín (pág. 23) y el


animador dar las instrucciones para la próxima sesión.

2. Ejercicio de oración escribiendo un texto con ep. 130, 21

a. Seguir las pautas de la oración escribiendo un texto presentada en


el Apéndice.

Ep. 130, 21: Cuando decimos mas líbranos de mal, nos excitamos a pensar
que no estamos aún en aquel lugar bueno en que no padeceremos mal al-
guno. Y esto último que se dice en la oración dominical abarca tanto, que
el cristiano sometido a cualquiera tribulación gime con esa fórmula, con
ella llora, por ella comienza, en ella se para y por ella termina la oración.
Era menester valerse de palabras para imprimir en nuestra memoria las
realidades mismas.

b. Como cierre de sesión, se puede leer despacio y saboreando cada


palabra la oración de conf. 10, 6, o escuchar una canción: “Desde el alba
hasta el ocaso” (Mite Balduzzi).
Ejercicios Espirituales Agustinianos
104
Al abrigo de tus alas

¡Oh Dios y Señor nuestro! Esperemos al abrigo de tus alas y protége-


nos y llévanos. Tú llevarás, sí. Tú llevarás a los pequeñuelos, y hasta que
sean ancianos tú los llevarás, porque nuestra firmeza, cuando eres tú,
entonces es firmeza; mas cuando es nuestra, entonces es debilidad.
Nuestro bien vive siempre contigo, y así, cuando nos apartamos de él,
nos pervertimos. Volvamos ya, Señor, para que no nos apartemos, por-
que en ti vive sin ningún defecto nuestro bien, que eres tú, sin que te-
mamos que no haya lugar adonde volar, porque de allí hemos venido
y, aunque ausentes nosotros de allí, no por eso se derrumba nuestra
casa, tu eternidad. (conf. 4, 31).

d. Finalmente, se debe rezar juntos la oración de san Agustín (pág. 23) y


el animador dar las instrucciones para la próxima sesión.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


105
Taller 36: Taller del Padrenuestro XV

A. DIOS ES PADRE. AMÉN

En muchas ocasiones pensamos que las palabras que usamos hoy en la


liturgia son modernas o son un invento relativamente contemporáneo. No
obstante, hay palabras y ritos litúrgicos que provienen desde los primeros
tiempos de la cristiandad. Entre estas palabras usadas en la liturgia y en la
oración, está la palabra “Amén”. La liturgia, en el tiempo de san Agustín ya
la utilizaba; y el mismo Obispo de Hipona aprovecha el sentido profundo
de esta palabra para hacer una catequesis y explicarnos el sentido que
tiene. San Agustín señala, como punto de partida, que dicha palabra no ha
sido traducida por la gran profundidad y autoridad que tiene:

Es cierto que encontramos muchas veces en los libros santos palabras he-
breas no traducidas, como amén, aleluya, raca, hosanna, etc. Algunas, aun-
que hubieran podido traducirse, conservaron su forma antigua, como acon-
tece con amén y aleluya, por la mayor reverencia de su autoridad82.

De este modo, sabemos que los fieles de Hipona usaban esta palabra
todos los días al momento de comulgar; ya que en la Iglesia de Hipona, a

82
doc. chr. 2, 11, 16.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


107
diferencia de otras Iglesias del norte de África83, se celebraba cotidiana-
mente la eucaristía84. Así dice san Agustín:

Ante su garantía (La Eucaristía) dices cada día “Amén”. Has recibido la
prenda; cada día se te dispensa. No pierdas la esperanza tú que recibes la vida
de esta prenda85.

También, en el sermón 229, aparece otro vestigio más de la presencia


de la palabra ‘amén’ dentro de la liturgia agustiniana. En este caso, se refie-
re a la aclamación que el pueblo hace después de la consagración y antes
del Padrenuestro, como bien aclara y explica Agustín. De este modo, el
Padrenuestro serviría como una petición de perdón, preparativa para la
recepción del Cuerpo de Cristo; y el rito de la paz no será sino la expresión
de la reconciliación y perdón que existe en el corazón del creyente, al que
se invita a dar el beso de la paz, no como Judas -de una manera artera y
traidora-, sino desde la paz que reina en el corazón reconciliado en Cristo86.

De esta forma, el Amén se convierte no sólo en un simple asentimiento,


sino en una profesión de fe ante los misterios de Dios; de modo particular,
al relativo a la presencia real y sustancial de Cristo en el sacramento de la
Eucaristía. Así lo explica san Agustín:

(El pan y el vino) se convierten en el Cuerpo y Sangre de Cristo por efecto


de la palabra. En efecto si quitas la palabra, no hay más que pan y vino; pro-
nuncias la palabra, y ya hay otra cosa. Y esa otra cosa, ¿qué es? El cuerpo y la
sangre de Cristo. Elimina, pues, la palabra: no hay sino pan y vino; pronuncia
la palabra y se produce el sacramento. A esto respondéis: ‘Amén’. Decir Amén
equivale a suscribirlo. Amén equivale en nuestra lengua, a verdadero.87

Una idea similar es la que va a exponer dentro del sermón 229 A (Guelf.
7), al hablar sobre la presencia real de Cristo dentro de la Eucaristía, en
relación con la dimensión eclesial y comunitaria del cuerpo de Cristo. De
este modo, los fieles son cuerpo de Cristo y al comulgar, reciben lo mismo
que ellos son: el cuerpo de Cristo. A estas dos realidades, a la pertenen-
cia a la Iglesia, cuerpo de Cristo, y a la realidad de lo que se recibe en la
Eucaristía, que es también cuerpo de Cristo, es a lo que el creyente respon-
de “amén”, cuando se acerca a recibir la eucaristía dentro de la celebración
83
ep. 54, 2
84
Cf. s. 56, 10; s. 57, 7; s. 112 A; ep. 54, 2.
85
s. 334, 2.
86
s. 229, 3.
87
s. 229, 3.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


108
comunitaria. El “amén” significa que
es verdadero; que cree que aquello
que recibe es el cuerpo de Cristo. Así
lo expresa san Agustín en una frase
muy rica dentro del sermón anterior-
mente aludido:

Vosotros sois lo que habéis recibi-


do por la gracia que os ha redimido.
Cuando respondéis Amén, lo rubricáis
personalmente. Esto que veis es el sa-
cramento de la unidad.88

Esta misma idea va quedar rati-


ficada en los Tratados sobre el Evangelio según san Juan, donde Agustín
pone de manifiesto que los traductores de los libros sagrados no quisie-
ron traducir la palabra Amén, junto con otras, por el deseo de ser fieles al
original, a las mismas palabras de Cristo, así como para que no se rompiera
un cierto velo y halo de secreto que encierra dicha palabra:

La palabra amén quiere decir verdadero. Sin embargo, no ha sido tradu-


cida, cuando podía haber dicho: De verdad os digo. Ni el traductor griego ni
el latino se atrevieron a hacerlo, pues la palabra amén no es griega ni latina,
sino hebrea. Así quedó, sin ser traducida, como haciendo honor al velamen
del secreto; no con el fin de negarlo, sino para que no perdiera dignidad que-
dando al descubierto89.

Así, pues, la palabra amén está presente en la liturgia agustiniana; y


nosotros, cuando rezamos el Padrenuestro y decimos al final amén, hace-
mos dos cosas. En primer lugar, ratificamos que creemos y que es cierto
lo que hemos dicho en esas palabras, comprometiéndonos a vivir como
hijos de Dios, y a reconocer, en los demás hombres, a nuestros hermanos.
Y, por otra parte, la palabra amén significaría también un gran “sí” que le
decimos a Dios; para que él pueda disponer y guiar nuestras vidas como
Padre amoroso y todopoderoso, que nos lleva en muchas ocasiones por
sendas oscuras hacia la salvación y que pide nuestra confianza.

88
s. 229 A, 1 (Guelf. 7, 1).
89
Io. eu. tr. 41, 3.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


109
B. EJERCICIO DE ORACIÓN

Se proponen dos ejercicios de oración.

1. Ejercicio de oración con un icono con 2 Cor 1, 18-22

a. Seguir las pautas de la oración con un icono presentadas en el


Apéndice.

b. Se sugiere invitar a reflexionar sobre la respuesta personal que cada


uno ha dado a Dios a lo largo de su vida y, particularmente, en este mo-
mento; cuál es la respuesta que le estamos dando a Dios en lo que él ahora
nos está pidiendo en nuestra vida personal, familiar, etc.

2 Cor 1, 18-22

Hermanos: ¡Dios me es testigo! La palabra que os dirigimos no fue


primero «sí» y luego «no». Cristo Jesús, el Hijo de Dios, el que Silvano,
Timoteo y yo os hemos anunciado, no fue primero «sí» y luego «no»;
en él todo se ha convertido en un «sí»; en él todas las promesas han
recibido un «si». Y por él podemos responder: «Amén» a Dios, para
gloria suya. 

c. Como cierre de sesión, se puede leer despacio y saboreando cada


palabra la oración de sol. 1, 1, 5, o escuchar una canción: “A ti solo” (José
Manuel González Durán OAR; disco: “Agustín íntimo”, pista 1).

Te amo a ti solo

Ahora te amo a ti solo, a ti solo sigo y busco, a ti solo estoy dispuesto


a servir, porque tú solo justamente señoreas; quiero pertenecer a tu
jurisdicción. Manda y ordena, te ruego, lo que quieras, pero sana mis
oídos para oír tu voz; sana y abre mis ojos para ver tus signos; destie-
rra de mí toda ignorancia para que te reconozca a ti. Dime adonde
debo dirigir la mirada para verte a ti, y espero hacer todo lo que man-
dares. Recibe, te pido, a tu fugitivo, Señor, clementísimo Padre (sol. 1,
1, 5).

d. Finalmente, se debe rezar juntos la oración de san Agustín (pág. 23) y


el animador dar las instrucciones para la próxima sesión.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


110
2. Ejercicio de oración escribiendo de iluminación con 2 Cor 1, 18-
22

a. Seguir las pautas de la oración escribiendo un texto presentada en


el Apéndice.

2 Cor 1, 18-22

Hermanos: ¡Dios me es testigo! La palabra que os dirigimos no fue pri-


mero «sí» y luego «no». Cristo Jesús, el Hijo de Dios, el que Silvano,
Timoteo y yo os hemos anunciado, no fue primero «sí» y luego «no»;
en él todo se ha convertido en un «sí»; en él todas las promesas han
recibido un «si». Y por él podemos responder: «Amén» a Dios, para glo-
ria suya.

b. Como cierre de sesión, se puede leer despacio y saboreando cada


palabra la oración de sol. 1, 1, 5, 6, o escuchar una canción: “A ti solo” (José
Manuel González Durán OAR; disco: “Agustín íntimo”, pista 1).

Te amo a ti solo

Ahora te amo a ti solo, a ti solo sigo y busco, a ti solo estoy dispuesto


a servir, porque tú solo justamente señoreas; quiero pertenecer a tu
jurisdicción. Manda y ordena, te ruego, lo que quieras, pero sana mis
oídos para oír tu voz; sana y abre mis ojos para ver tus signos; destierra
de mí toda ignorancia para que te reconozca a ti. Dime adonde debo
dirigir la mirada para verte a ti, y espero hacer todo lo que mandares.
Recibe, te pido, a tu fugitivo, Señor, clementísimo Padre (sol. 1, 1, 5).

c. Finalmente, se debe rezar juntos la oración de san Agustín (pág. 23) y


el animador dar las instrucciones para la próxima sesión.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


111
Taller 37: Regresa al Corazón
(Taller de Interioridad I)

A. TODOS SOMOS HIJOS PRÓDIGOS

San Agustín experimentó, en su vida, la realidad del pecado y del ale-


jamiento de Dios. Su proceso vital podría ser resumido en tres momentos.
Un primer momento descendente, en donde san Agustín se va alejando
paulatinamente de Dios; perdiéndose en la región de la desemejanza90
para vivir disperso entre las cosas materiales y volcado hacia las criaturas.
Un segundo momento es la toma de conciencia de su situación y el co-
menzar a recorrer, con la ayuda de la gracia de Dios, el camino que condu-
ce de nuevo al encuentro con el Señor91. Finalmente, el tercer momento
sería el de descubrir la persona de Cristo, su misericordia y amor, y cómo
Cristo habita en el corazón de cada ser humano y le invita a huir de la dis-
persión para unificar toda sus potencias y orientarlas hacia Dios92.

De este modo, el proceso vital agustiniano puede ser parangonado


con el proceso interior del mismo Hijo pródigo que nos narra el Evangelio
según san Lucas (Lc 15, 11-20).

90
Cf. conf. 7, 16.
91
Cf. conf. 3, 7.
92
Cf. conf. 7, 13.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


113
Al igual que el hijo pródigo,
san Agustín sale de su interior y
se vuelca hacia las criaturas, olvi-
dándose de Dios (Lc 15, 13); bus-
cando en ellas la felicidad, la vida
plena, la realización. Por eso, en las
Confesiones, señala que él buscaba
a Dios y se perdía entre las realida-
des exteriores, mientras que Dios
estaba en su interior aguardándo-
lo:

¡Tarde te amé, belleza tan anti-


gua y tan nueva, tarde te amé! Y he
aquí que tú estabas dentro de mí y
yo fuera, y por fuera te andaba buscando. Y, deforme como era, me lanzaba
sobre las bellezas de tus criaturas. Tú estabas conmigo, pero yo no estaba con-
tigo. Me retenían alejado de ti aquellas realidades que, si no estuviesen en ti,
no serían93.

San Agustín, como el hijo pródigo, experimenta la pobreza y miseria


que existe lejos de Dios (Lc 15, 14-16). El hombre ha sido creado para el
encuentro con Dios: “Tú nos hiciste para ti y nuestro corazón está inquieto
hasta que descanse en ti”. San Agustín vivió una etapa de su vida de esa
manera, olvidándose de Dios y buscando el amor de las cosas sensibles.
Por eso, nos señala en el libro tercero de las Confesiones que, como el hijo
pródigo, gastaba todos sus bienes en los amores desordenados (Lc 15, 13),
dejándose arrastrar por ellos y olvidándose de Dios. Es verdad que san
Agustín descubre que la fuerza esencial del ser humano es el amor94. Pero
también se da cuenta de que los malos amores son los que hacen que el
ser humano se aleje de Dios y se pierda en ellos; mientras que los buenos
amores son los que acercan a Dios y hacen que el ser humano se pueda
levantar de su postración:

Amad y no améis; amad unas cosas y no améis otras. Hay, en efecto, cosas
cuyo amor es provechoso y cosas cuyo amor es un estorbo. No ames lo que te
es un estorbo si no quieres encontrarte con un tormento. Lo que amas de la
tierra es un estorbo...95.
93
conf. 10, 38.
94
Cf. conf. 3, 1.
95
s. 311, 4.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


114
Por otro lado, san Agustín experimenta que la dispersión y los malos
amores no le han dado vida ni felicidad y que, como el hijo pródigo, em-
pezaba a pasar necesidad. El hijo pródigo llegó incluso a apacentar cerdos,
los animales más impuros para los judíos (Lc 15, 15). San Agustín hace re-
ferencia a este detalle de la parábola del hijo pródigo, para señalar particu-
larmente lo lejos que se encontraba de Dios en aquellos momentos:

Pero ¿dónde estabas entonces para mí? ¡Oh, y qué lejos, sí, y qué lejos pe-
regrinaba fuera de ti, privado hasta de las bellotas de los puercos que yo apa-
centaba con ellas!96.

Pero, incluso, en esa situación de dispersión, de pecado, Dios no aban-


dona al hombre. San Agustín, muchos años después de su conversión, re-
flexionará sobre su vida pasada, y se dará cuenta de que aquello que le
hizo volver a su interior y recapacitar para evitar la dispersión, fue precisa-
mente la gracia de Dios. Sólo por la gracia el hombre puede regresar a su
interior; y, ayudado por la misma gracia, puede recoger todas sus poten-
cias, que se encontraban volcadas hacia las cosas materiales. Así lo señala
san Agustín:

Y también en ese libro [las Confesiones] lo que narré de mi conversión,


pues era Dios el que me estaba convirtiendo a la misma fe, que yo, con una
misérrima y furiosísima locuacidad devastaba (…) Por eso prediqué que Dios,
por su gracia, no sólo convierte las voluntades de los hombres apartados de la
recta fe, sino también las voluntades de los hombres contrarias a la misma97.

Así, pues, tanto el hijo pródigo como san Agustín recapacitan y regre-
san a su interior (Lc 15, 17) para, en ese lugar de intimidad, escuchar la voz
del Padre; la voz de Dios, que los invita a regresar, a evitar la dispersión, y
encaminarse hacia Él. Mientras el ser humano no haga ese alto en su vida,
como lo hizo el hijo pródigo y el mismo san Agustín, su vida seguirá dis-
persa, esclava del pecado y abocada finalmente al fracaso y a la muerte;
pues lejos de Dios no hay vida: “Buscad lo que buscáis, pero sabed que no
está donde lo buscáis. Buscáis la vida en la región de la muerte: no está allí.
¿Cómo hallar vida bienaventurada donde no hay vida siquiera?”98.

B. EJERCICIO DE ORACIÓN

Se proponen dos ejercicios de oración.


96
conf. 3, 11.
97
perseu. 53.
98
conf. 4, 18.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


115
1. Ejercicio de oración de imaginación con Lc 15, 11-20

a. Seguir las pautas de la oración de imaginación presentadas en el


Apéndice.

b. Se sugiere invitar a reflexionar sobre el estado de dispersión y de


la necesidad de regresar al corazón para poder encontrar a Cristo, para
poder orar.

Lc 15. 11-20
Un hombre tenía dos hijos.  El más joven le dijo: ‘Padre, dame la par-
te de la herencia que me corresponde.’ Y el padre repartió los bienes
entre ellos.  Pocos días después, el hijo menor vendió su parte  y se
marchó lejos, a otro país, donde todo lo derrochó viviendo de manera
desenfrenada. Cuando ya no le quedaba nada, vino sobre aquella tie-
rra una época de hambre terrible y él comenzó a pasar necesidad. Fue
a pedirle trabajo a uno del lugar, que le mandó a sus campos a cuidar
cerdos. Y él deseaba llenar el estómago de las algarrobas que comían
los cerdos, pero nadie se las daba. Al fin se puso a pensar: ‘¡Cuántos
trabajadores en la casa de mi padre tienen comida de sobra, mientras
que aquí yo me muero de hambre! Volveré a la casa de mi padre y le
diré: Padre, he pecado contra Dios y contra ti, y ya no merezco llamar-
me tu hijo: trátame como a uno de tus trabajadores.’ Así que se puso en
camino y regresó a casa de su padre.
“Todavía estaba lejos, cuando su padre le vio; y sintiendo compasión
de él corrió a su encuentro y le recibió con abrazos y besos. 

c. Como cierre de sesión, se puede leer despacio y saboreando cada


palabra la oración de conf. 10, 38, o escuchar una canción: “Revivir” (José
Manuel González Durán OAR; disco: “Agustín íntimo”, pista 12), o “¡Qué tar-
de te amé!” (José Manuel González Durán; disco: “Agustín íntimo”, pista 4), o
“Tarde te amé” (José Manuel González Durán OAR; disco: “Confieso tu amor”,
pista 7).

Tarde te amé…
¡Tarde te amé, belleza tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y he aquí
que tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te andaba buscando;
y deforme como era, me lanzaba sobre las bellezas de tus criaturas. Tú
estabas conmigo, pero yo no estaba contigo. Me retenían alejado de ti
aquellas realidades que, si no estuviesen en ti, no serían.
(conf. 10, 38)

d. Finalmente, se debe rezar juntos la oración de san Agustín (pág. 23) y


el animador dar las instrucciones para la próxima sesión.

2. Ejercicio de oración de eco con conf. 10, 38-39

a. Seguir las pautas de la oración de eco presentada en el Apéndice.

Tarde te amé
¡Tarde te amé, belleza tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y he aquí
que tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te andaba buscan-
do; y deforme como era, me lanzaba sobre las bellezas de tus criaturas.
Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo. Me retenían alejado
de ti aquellas realidades que, si no estuviesen en ti, no serían. Llamaste
y clamaste, y rompiste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y ahuyen-
taste mi ceguera; exhalaste tu fragancia y respiré, y ya suspiro por ti;
gusté de ti, y siento hambre y sed; me tocaste, y me abrasé en tu paz.
Cuando yo me adhiriere a ti con todo mi ser, ya no habrá más dolor ni
trabajo para mí, y mi vida será viva, llena toda de ti. Pero ahora, como
al que tú llenas lo elevas, me soy carga a mí mismo, porque no estoy
lleno de ti (conf. 109, 38-39).
b. Como cierre de sesión, se puede leer despacio y saboreando cada
palabra la oración de conf. 10, 29, o escuchar una canción: “Revivir” (José
Manuel González Durán OAR; disco: “Agustín íntimo”, pista 12), o “¡Qué tar-
de te amé!” (José Manuel González Durán; disco: “Agustín íntimo”, pista 4), o
“Tarde te amé” (José Manuel González Durán OAR; disco: “Confieso tu amor”,
pista 7).

Tú eres mi vida

¿Y a ti, Señor, de qué modo te puedo buscar? Porque cuando te busco


a ti, Dios mío, busco la vida bienaventurada. Que te busque yo para
que viva mi alma, porque si mi cuerpo vive de mi alma, mi alma vive
de ti (conf. 10, 29).

Ejercicios Espirituales Agustinianos


117
c. Finalmente, se debe rezar juntos la oración de san Agustín (pág. 23) y
el animador dar las instrucciones para la próxima sesión.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


118
Taller 38: Regresa al Corazón
(Taller de Interioridad II)

A. DINÁMICA ESPIRITUAL AGUSTINIANA (I)

1. Noli foras ire

San Agustín, pues, al igual que el hijo pródigo, recapacita, regresa a su


interior (Lc 15, 17). De este modo, en el huerto de Milán, recibe la llamada
fuerte de Dios a volver a su corazón (Tolle Lege)99; a dejar la vida de disipa-
ción, y a buscar en su interior al Dios que lo había buscado y encontrado.
Por eso, señala san Agustín en el De Vera Religione, lo que será el proceso
de la interioridad agustiniana.

En primer lugar nos invita a no salir fuera de nosotros mismos: Noli


foras ire.

También nos invita san Agustín a que regresemos a nosotros mismos;


a nuestro interior: in teipsum redi. No basta no estar dispersos; es preciso
regresar al propio ser; es preciso regresar al interior; al corazón.

San Agustín, por ello, tomará una frase del profeta Isaías, leído según la
versión bíblica que él tenía a la mano, que decía: “Regresad prevaricadores
al corazón” (Is 46, 8).
99
Cf. conf. 8, 29.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


119
Así, pues, estas palabras del profeta Isaías, leídas en la versión que san
Agustín tenía a mano, se convierten en el grito agustiniano que invita a la
interioridad; que exhorta a regresar al corazón, reconociendo la dispersión
en la que el ser humano se puede encontrar:

Regresad, prevaricadores, al corazón. ¡Regresad al corazón!  ¿Por qué os


vais de vosotros y perecéis por vosotros? ¿Por qué vais por caminos solitarios?
Erráis vagando; ¡regresad! ¿A dónde? Al Señor100.

El corazón, como bien sabemos, representa para san Agustín el recinto


más interior del ser humano, en donde toda persona se encuentra consigo
misma y con Dios. San Agustín nos invitará a regresar a lo más íntimo de
nosotros mismos, para ser capaces de descubrir a Dios: “vuelve a tu interior,
regresa a tu interior, regresa a tu corazón”101.

Por ello, el proceso espiritual agustiniano no termina aquí, en el regreso


al propio corazón. Se trata, simplemente, de un paso previo a la parte más
importante y esencial de la interioridad. El ser humano ha dejado todo lo
que está fuera; ha unificado y ordenado sus potencias, porque quiere en-
contrarse con quien lo habita interiormente; es decir, con Dios.

Por ello, san Agustín, en este regreso al corazón, invita a verificar y con-
frontar los propios sentimientos. Con ello, subraya que el regreso al interior
no tiene una función intelectual o filosófica, como querían los pensadores
de su tiempo, sino que tiene fundamentalmente una función afectiva y de
encuentro con Alguien que nos ama:

“Vuelve al corazón; mira allí qué es lo que tal vez sientes de Dios: allí está la
imagen de Dios. En este hombre interior habita Cristo, y en el hombre interior
serás renovado según la imagen de Dios (…)”102.

2. In interiore homine habitat veritas

El regreso al corazón tiene la finalidad de encontrarnos con Cristo,


quien es el único que puede renovar la vida de una persona; es el único
que lo puede llenar de los dones que lo lleven a la vida eterna.

Por eso, en la frase que anteriormente señalábamos del De Vera reli-


gione, san Agustín sigue diciendo: In interiore homine habitat veritas -en
100
Io. eu. tr. 18, 10.
101
s. 141, 8.
102
Io. eu. tr. 18, 10.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


120
el interior del hombre habita la
verdad-, y quien es la Verdad; es
decir, Jesucristo. En este texto, san
Agustín alude a la carta a los Efesios
(Ef 3, 16-17), donde san Pablo habla
de que en el hombre interior habita
Cristo. Es preciso dejar al hombre
exterior, apegado a las cosas sen-
sibles y posiblemente disperso por
las cosas que experimenta y siente,
y volver al hombre interior; entrar
en el corazón, pues sólo ahí habita
Cristo.

Así, pues, el proceso de interiori-


dad de san Agustín no lleva sólo a dejar las cosas exteriores para descubrir
una paz por la ausencia de reclamos exteriores, sino que se vuelve al inte-
rior con un propósito muy específico: el encuentro con Dios.

Es preciso recalcar esto; pues, en la actualidad, se pueden dar algunos


errores y se puede correr el riesgo de creer que el ser humano, con el sim-
ple hecho de evitar la dispersión y de entrar en su propio corazón, ya está
haciendo oración. Por ello, es importante resaltar que, tanto el proceso de
unificación como el de regreso al interior, no son sino preámbulos de lo
que puede ser la oración. La oración no es sólo un momento de recogi-
miento interior y de ausencia de ruidos y de molestias exteriores.

La oración, ante todo, es un encuentro con Dios. Dejamos todo lo que


está fuera, porque queremos encontrarnos con Dios y dejarnos encontrar
por él. De otro modo, la oración sería una simple disciplina por la que se
evitan los ruidos y reclamos exteriores, para encontrar una paz más o me-
nos abstracta.

El ser humano se pone en el camino de la interioridad para descubrir a


Dios; para escuchar su voz. Esto no sólo es parte de la esencia de la oración
sino que es una gracia; no es fruto del esfuerzo del hombre, pues el hom-
bre, esencialmente ante Dios, no es más que un mendigo:

Es mendigo todo aquel que, sin atribuirse nada a sí mismo, lo espera todo
de la misericordia de Dios y llama cotidianamente a la puerta del Señor...103
103
en. Ps. 106, 14.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


121
B. EJERCICIO DE ORACIÓN

Se proponen dos ejercicios de oración.

1. Ejercicio de oración escribiendo un texto con Ef 3, 14-19

a. Seguir las pautas de la oración escribiendo un texto presentadas en


el Apéndice.

b. Se sugiere invitar a reflexionar sobre el estado de dispersión y de


la necesidad de regresar al corazón para poder encontrar a Cristo; para
poder orar.

Ef 3, 14-19

Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor
Jesucristo, 
de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, 
para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortaleci-
dos con poder en el hombre interior por su Espíritu; 
para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que,
arraigados y cimentados en amor, 
seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál
sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, 
y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para
que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.

c. Como cierre de sesión, se puede leer despacio y saboreando cada pa-


labra la oración de Io. eu. tr. 18, 10, o escuchar una canción: “En lo íntimo”
(José Manuel González Durán OAR; disco: “Agustín íntimo”, pista 3), o “Volved
al corazón” (José Manuel González Durán OAR; disco: “Confieso tu amor”, pis-
ta 8).
Regresa al corazón
Vuelve al corazón; mira allí qué es lo que tal vez sientes de Dios: allí está
la imagen de Dios. En este hombre interior habita Cristo, y en el hombre
interior serás renovado según la imagen de Dios
(Io. eu. tr. 18, 10)

d. Finalmente, se debe rezar juntos la oración de san Agustín (pág. 23) y


el animador dar las instrucciones para la próxima sesión.
Ejercicios Espirituales Agustinianos
122
2. Ejercicio de oración de mantra con Io. eu. tr. 18, 10

a. Seguir las pautas de la oración de mantra presentada en el Apéndice.

b. Se recomienda repetir la frase “Regresa al corazón. Mira ahí lo que tal


vez sientes de Dios”.

Regresa al corazón

Vuelve al corazón; mira allí qué es lo que tal vez sientes de Dios: allí está
la imagen de Dios. En este hombre interior habita Cristo, y en el hombre
interior serás renovado según la imagen de Dios (…)”

c. Como cierre de sesión, se puede leer despacio y saboreando cada


palabra la oración de en. Ps. 106, 14, o escuchar una canción: “En lo ín-
timo” (José Manuel González Durán OAR; disco: “Agustín íntimo”, pista 3),
o “Volved al corazón” (José Manuel González Durán OAR; disco: “Confieso tu
amor”, pista 8).

Mendigos de Dios

Es mendigo todo aquel que, sin atribuirse nada a sí mismo, lo espera todo
de la misericordia de Dios y llama cotidianamente a la puerta del Señor
(en. Ps. 106, 14).

d. Finalmente, se debe rezar juntos la oración de san Agustín (pág. 23) y


el animador dar las instrucciones para la próxima sesión.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


123
Taller 39: Regresa al Corazón
(Taller de Interioridad III)

A. DINÁMICA ESPIRITUAL AGUSTINIANA (II)

De este modo, el ser humano regresa a su corazón para encontrarse


con Dios. San Agustín descubre también que Dios no está fuera, sino en lo
más íntimo de su propia interioridad: “Tú estabas dentro de mí, más interior
que lo más íntimo mío y más elevado que lo más alto mío”104. Ahí, en lo más
profundo del ser humano, está Dios y aguarda a cada persona a que ésta
rompa con la dispersión y regrese al interior para encontrarse con él: “Tú
que me eres más interior que mis cosas más íntimas; tú dentro, en mi corazón,
(...)”105.

Este encuentro con Dios sólo puede darse cuando el ser humano ha
unificado sus potencias; ha ordenado sus amores y se ha decidido a buscar
sólo en Dios su propia felicidad:

Este será el que tenga el amor ordenado de suerte que ni ame lo que no
debe amarse; ni deje de amar lo que debe ser amado; ni ame más lo que se
debe amar menos; ni ame con igualdad lo que exige más o menos amor; ni
ame, por fin, menos o más lo que por igual debe amarse106.
104
conf. 3, 11.
105
en. Ps. 118, 22, 6.
106
doctr. chr. 1, 27, 28.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


125
1. Trascende et teipsum

Es verdad que este proceso de interioridad no termina aquí, en el en-


cuentro con Dios, sino que invita a la apertura hacia los demás; pues, para
san Agustín, la espiritualidad no es un momento de encuentro con Dios
que me desvincule de los demás, sino que el proceso de interioridad siem-
pre implica una apertura a los otros; un compartir aquello que he recibido
de Dios con aquellos que me rodean. Por eso, san Agustín nos recuerda
que si, en realidad, amamos a Dios, no podemos reservarnos ese amor
para nosotros mismos, sino que tenemos que llevar a todos a conocer y
experimentar ese amor; y a amar también al mismo Dios:

Si amáis a Dios, arrebatad al amor de Dios a todos los que con vosotros
están unidos y a todos los que se hallan en vuestra casa. (…) arrebatadlos a
gozar y decidles: Engrandeced conmigo al Señor”107.

Por otro lado, San Agustín explica el peligro de desvincular la oración


con la vida de todos los días con un ejemplo sumamente gráfico, en don-
de se puede percibir lo errado que están algunas personas en su vida es-
piritual; pues pretenden honrar a Cristo en su oración y a la vez lo afrentan
y lo hieren en su encarnación en los hermanos. Así nos señala san Agustín
que, quien no sabe percibir la presencia de Cristo en los hermanos que lo
rodean, se parece a aquella persona que se acercaba a otra para expresarle
su cariño dándole un beso, pero que al acercarse a rendirle esta manifesta-
ción de amor, le pisara los pies con unos zapatos que tuvieran clavos, y con
ello le causara un gran dolor. Así lo explica san Agustín:

¿De qué te sirve creer en Él, si le llenas de afrentas? Le adoras en su cabeza,


le injurias en su cuerpo. Él ama a su cuerpo. Si tú te has separado del cuerpo, la
Cabeza no se separa del suyo. «En vano me tributas honor», le grita la Cabeza
desde el cielo, «en vano me tributas honor». Es como si alguien quisiera besar-
te la cabeza y, a la vez, pisarte los pies. Quizá machaca tus pies con los clavos
de sus cáligas al querer sujetar tu cabeza para besártela. ¿No interrumpirías
las palabras de quien pretende honrarte, para gritarle: «¡Qué haces, hombre!
Me estás pisando»?108. 

Por ello, san Agustín nos invitará a no vivir una espiritualidad que des-
linde y separe Cristo Cabeza, de Cristo cuerpo. La riqueza del encuentro
en la oración con Cristo Cabeza se debe mostrar y manifestar en mi en-

107
en. Ps. 33, 2, 6.
108
ep. Io. tr. 10, 8.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


126
cuentro cotidiano con el Cuerpo
de Cristo en los hermanos que me
rodean.

La oración no es un puerto don-


de el cristiano puede encontrar un
reposo para sí mismo; sino es un
punto de lanzamiento, desde el
cual, debe descender para com-
partir su experiencia de Dios.

Si nuestra oración no nos capa-


cita para amar más a los hermanos,
podemos empezar a cuestionar-
nos la autenticidad de la misma;
pues quien no se encuentra verdaderamente con Cristo en el silencio de
la oración, difícilmente podrá descubrir el rostro de Cristo en el hermano
con el que convive y en quien sufre o necesita de su ayuda: “Quien guarda
en su corazón a Cristo, no dice lo que Caín: Soy yo acaso el guardián de mi
hermano?’ ”109.

De este modo, cuando ayudamos a alguien o damos algo, no hacemos


sino devolver a Dios lo que él nos dio y entregárselo al mismo Cristo pre-
sente en el pobre:

Cuando lo hicisteis con uno de estos mis pequeñuelos, conmigo lo hicis-


teis. Quiso sentir hambre en los pobres el que es rico y está en el cielo. ¡Y tú,
hombre, dudas en dar al hombre, sabiendo que dando lo que das, se lo das a
Cristo, de quien recibiste todo lo que das! 110.

Finalmente, este proceso de regresar al corazón y de interioridad exige


una conversión continua111. No puede contemplar a Dios quien no purifica
su corazón; pues sólo el ojo del corazón purificado puede contemplar a
Dios112. San Agustín esto lo sabía con claridad y, por eso, hizo de la conver-
sión continua una de las líneas esenciales de su espiritualidad. Todos los
días ponerse en camino para ajustar los propios pasos al camino de Dios.

109
c. Faust. 12, 10.
110
en. Ps. 75, 9.
111
Cf. Const. 12.
112
trin 1, 12, 27: “Contemplando por la fe al que es igual al Padre, podemos purificar nuestros corazones”.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


127
B. EJERCICIO DE ORACIÓN

Se proponen dos ejercicios de oración.

1. Ejercicio de oración de imaginación con Mt 25, 31-40

a. Seguir las pautas de la oración de imaginación presentadas en el


Apéndice.

b. Se sugiere invitar a reflexionar sobre la importancia de no desligar la


espiritualidad de la propia vida y pensar en el juicio final.

Mt 25, 31-40

«Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de


todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán
congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos
de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá
las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces dirá el
Rey a los de su derecha: “Venid, benditos de mi Padre, recibid la he-
rencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mun-
do. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis
de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestis-
teis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y acudisteis a mí.” Entonces
los justos le responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te
dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos
forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos
enfermo o en la cárcel, y acudimos a ti?” Y el Rey les dirá: “En verdad
os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pe-
queños, a mí me lo hicisteis.”

c. Como cierre de sesión, se puede leer despacio y saboreando cada


palabra la oración de en. Ps. 75, 9, o escuchar una canción: “Tuve hambre y
me disteis de comer” (Cesáreo Garbarain).

Dar a Cristo

Cuando lo hicisteis con uno de estos mis pequeñuelos, conmigo lo hicis-


teis. Quiso sentir hambre en los pobres el que es rico y está en el cielo. ¡Y
tú, hombre, dudas en dar al hombre, sabiendo que dando lo que das, se
lo das a Cristo, de quien recibiste todo lo que das! (en. Ps. 75, 9)
d. Finalmente, se debe rezar juntos la oración de san Agustín (pág. xx) y
el animador dar las instrucciones para la próxima sesión.

2. Ejercicio de oración de mantra con en. Ps. 33, 2, 6.

a. Seguir las pautas de la oración de “mantra” presentadas en el


Apéndice.

b. Se sugiere usar la frase “Si amáis a Dios, arrebatad al amor de Dios a


todos” o bien “Engrandeced al Señor conmigo”.

Arrebatad a todos al amor de Dios

Si amáis a Dios, arrebatad al amor de Dios a todos los que con vosotros
están unidos y a todos los que se hallan en vuestra casa. (…) arrebatadlos
a gozar y decidles: Engrandeced conmigo al Señor”. (en. Ps. 32, 2, 6)

c. Como cierre de sesión, se puede leer despacio y saboreando cada


palabra la oración de en. Ps. 75, 9, o escuchar una canción: “Tuve hambre y
me disteis de comer” (Cesáreo Garbarain).

Dar a Cristo

Cuando lo hicisteis con uno de estos mis pequeñuelos, conmigo lo hicis-


teis. Quiso sentir hambre en los pobres el que es rico y está en el cielo. ¡Y
tú, hombre, dudas en dar al hombre, sabiendo que dando lo que das, se lo
das a Cristo, de quien recibiste todo lo que das! (en. Ps. 75, 9)

d. Finalmente, se debe rezar juntos la oración de san Agustín (pág. 23) y


el animador dar las instrucciones para la próxima sesión.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


129
Taller 40: Regresa al Corazón
(Taller de Interioridad IV)

A. EL ENCUENTRO CON CRISTO

Así, pues, san Agustín se siente llamado a entrar en su interior, pues de-
sea unificar todas sus potencias y descubrir al Dios que lo inhabita porque
lo ama. Para san Agustín, el elemento que debe sobrecoger a todo ser hu-
mano es saber que Dios lo ha amado (1Jn 4, 19), y lo ama hasta tal punto
de habernos dado a su propio Hijo (Rm 8, 32), quien no sólo se abajó hasta
hacerse hombre igual en todo a nosotros, menos en el pecado, sino que
aceptó también por amor la humillación máxima de la muerte y de la cruz
(Fil 2, 8ss).

El encuentro con Cristo es lo que lleva a san Agustín a romper con su


vida de pecado y de alejamiento de Dios, para abrirse totalmente al Cristo
que lo ama. Por ello, el texto que leyó debajo de la higuera en el huerto
de Milán, obedeciendo a la voz que le decía Tolle Lege, lo lleva a romper
con su egoísmo y con el hombre viejo, para darse cuenta de que Cristo
lo amaba profundamente (Rm 13, 13). Así lo señala san Agustín en el De
Trinitate, quedándose extasiado por el gran amor con el que Dios ha ama-
do al hombre:

 ¡Oh cómo nos amaste, Padre bueno, que no perdonaste a tu Hijo único,

Ejercicios Espirituales Agustinianos


131
sino que le entregaste por nosotros,
impíos! ¡Oh cómo nos amaste, ha-
ciéndose por nosotros,  quien no te-
nía por usurpación ser igual a ti, obe-
diente hasta la muerte de cruz,(…)113.

Este encuentro profundo y amo-


roso con Dios es el que llega a to-
car las fibras más profundas del ser
humano y le hace dar un giro com-
pleto en su vida, para dejar de ser
el centro y colocar en la médula de
su existencia a Dios. Así lo exclama
el joven Agustín mientras se prepa-
raba para el bautismo en Casiciaco:

Ahora te amo a ti sólo, a ti sólo sigo y busco, a ti sólo estoy dispuesto a


servir, porque tú sólo justamente señoreas; quiero pertenecer a tu jurisdicción.
Manda y ordena, te ruego, lo que quieras, pero sana mis oídos para oír tu voz;
sana y abre mis ojos para ver tus signos; destierra de mí toda ignorancia para
que te reconozca a ti114.

San Agustín, pues, entra en su interior para tener esta experiencia fuer-
te y definitiva del amor de Dios; para experimentar que no hay nada más
fuerte que ese amor (Ct 8, 6), y vivir toda su vida en sintonía con el amor
de Dios. De aquí que sus escritos estén llenos de imágenes de fuego, de
incendio, de arder, pues el amor es fuego vivo que desea hacer arder en
su amor a todos aquellos que se acercan a Dios. Por eso, nos recuerda san
Agustín, que un verdadero proceso interior debe llevar a esta experiencia
fuerte de Dios que es fuego vivo. Así lo señala san Agustín, comentando el
pasaje del Antiguo Testamento en donde comenta el texto que indica que
Dios es “fuego devorador” (Dt 4, 24):

Él es el fuego devorador. El amor divino consume la vida antigua y renueva


al hombre de forma que Dios, en cuanto fuego devorador, hace que le ame-
mos, y en cuanto celoso nos ama él. No temáis, pues, el fuego que es Dios;
temed más bien el fuego que él ha preparado para los herejes115.

113
conf. 10, 69.
114
sol. 1, 1, 5.
115
c. Adim. 13.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


132
De aquí que debamos cuestionarnos si nuestro proceso de interioridad
nos ha llevado a un encuentro verdadero con Dios; a un encuentro verda-
dero con Cristo. Si después de la oración salimos como hemos entrado,
acompañados por nuestras tibiezas y mediocridades, muy posiblemente
hemos podido entrar en nuestro interior pero no hemos podido comple-
tar el proceso agustiniano por todos conocido. Si hemos entrado en el co-
razón, es para tener un encuentro con Cristo, que es la verdad que habita
en el hombre interior.

Este es el meollo de la oración y de toda la espiritualidad. No se trata de


simples procesos psicológicos de consuelo, de búsqueda de “meditacio-
nes trascendentales”, que nos llevan a experimentar una paz artificial; ni
tampoco de devociones que se quedan y apelan sólo a los sentimientos.
Para san Agustín, se trata de entrar en el corazón, en el propio interior,
para tener una experiencia a pie descalzo de Dios.

Y en este encuentro con Dios no podemos sino quedarnos por una par-
te maravillados, por el infinito amor con que nos ha amado y nos ama y,
por otra parte, aterrorizados por la gran diferencia entre Dios y nosotros.
Así lo señala san Agustín bellamente en las Confesiones:

Y reverberaste la debilidad de mi vista, dirigiendo tus rayos con fuerza so-


bre mí; y me estremecí de amor y de horror. Y advertí que me hallaba lejos de
ti en la región de la desemejanza, como si oyera tu voz de lo alto: «Manjar soy
de grandes: crece y me comerás. Ni tú me mudarás en ti como al manjar de tu
carne, sino tú te mudarás en mí»116.

B. EJERCICIO DE ORACIÓN

Se proponen dos ejercicios de oración.

1. Ejercicio de oración con un icono con Conf. 10, 69

a. Seguir las pautas de la oración con un icono presentadas en el


Apéndice.

b. Se sugiere invitar a reflexionar sobre el infinito amor de Dios por


cada ser humano.

116
conf. 7, 16.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


133
Conf. 10, 69

 ¡Oh cómo nos amaste, Padre bueno, que no perdonaste a tu Hijo único,
sino que le entregaste por nosotros, impíos! ¡Oh cómo nos amaste, ha-
ciéndose por nosotros, quien no tenía por usurpación ser igual a ti, obe-
diente hasta la muerte de cruz,(…) conf. 10, 69.

c. Como cierre de sesión, se puede leer despacio y saboreando cada


palabra la oración del c. Adim. 13, o escuchar una canción: “Fuego de Dios”
(Rojo).

Dios es fuego devorador

Él es el fuego devorador. El amor divino consume la vida antigua y renue-


va al hombre de forma que Dios, en cuanto fuego devorador, hace que
le amemos, y en cuanto celoso nos ama él. No temáis, pues, el fuego que
es Dios; temed más bien el fuego que él ha preparado para los herejes (c.
Adim. 13).

d. Finalmente, se debe rezar juntos la oración de san Agustín (pág. 23) y


el animador dar las instrucciones para la próxima sesión.

2. Ejercicio de iluminación con c. Adim. 13.

a. Seguir las pautas de la oración de iluminación presentadas en el


Apéndice.

Dios es fuego devorador

Él es el fuego devorador. El amor divino consume la vida antigua y renue-


va al hombre de forma que Dios, en cuanto fuego devorador, hace que
le amemos, y en cuanto celoso nos ama él. No temáis, pues, el fuego que
es Dios; temed más bien el fuego que él ha preparado para los herejes (c.
Adim. 13).

b. Como cierre de sesión, se puede leer despacio y saboreando cada


palabra la oración de conf. 10,69, o escuchar una canción: “Fuego de Dios”
(Rojo).

Ejercicios Espirituales Agustinianos


134
¡Cómo nos amaste!

¡Oh cómo nos amaste, Padre bueno, que no perdonaste a tu Hijo único,
sino que le entregaste por nosotros, impíos! ¡Oh cómo nos amaste, ha-
ciéndose por nosotros, quien no tenía por usurpación ser igual a ti, obe-
diente hasta la muerte de cruz,(…) (conf. 10, 69).

c. Finalmente, se debe rezar juntos la oración de san Agustín (pág. 23) y


el animador dar las instrucciones para la próxima sesión.

Ejercicios Espirituales Agustinianos


135

También podría gustarte