VOLTAJE

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VOLTAJE de Adriana Genta

LUCILA: Cierre la puerta.


ANGELA: (Cierra con cuidado) ¿Paso llave, doña?
LUCILA: No es necesario. Tiene lock automático. Como tengo apuro, le explico
ya la tarea.
ÁNGELA: ¿Pero el trabajo es para ahora?
LUCILA: Sí, claro.
ÁNGELA: No tengo las herramientas acá. Se las tengo que pedir a un tío.
LUCILA: No las necesita.
ÁNGELA: Ah… ¿sin herramientas?
LUCILA: ¿Está dudando de hacerlo?
ÁNGELA: No. Si me doy maña….
LUCILA: Sí, se va a dar maña. Es sencillo y pago bien. Le voy a explicar.
Preste atención porque no puedo malgastar la poca energía anímica que me queda
en explicarle dos veces la misma cosa. Empecemos por el final. ¿Ve esto? (saca un
fajo de billetes, que Ángela mira deslumbrada) Quédese ahí y no intente robarlos,
porque basta con que apriete esto (muestra un control remoto en la otra mano)
para que venga la policía al instante.
ÁNGELA: Sin ofender, doña; chorra no soy.
LUCILA: Entonces va a cobrar cuando haga lo que tiene que hacer (Guarda el
fajo entre su ropa).
ÁNGELA: ¿Y qué tengo que hacer?
LUCILA: Mire bien. (Recoge una especie de chaleco con algunos cables
alrededor y del que sale uno largo, con un enchufe en la punta. Se lo pone) Yo
me voy a acostar con esto puesto, ahí en el sofá. Usted agarra este extremo y lo
enchufa en aquel toma.
ÁNGELA: (Desconcertada) ¡Pero va a quedar seca!
LUCILA: No lo diga así.
ÁNGELA: Usted me dijo que era una changuita de electricidad.
LUCILA: Y es eso, no se asuste, usted no corre riesgos. La instalación es
segura. Soy ingeniera y yo misma la hice. Es sólo conectar.
ÁNGELA: (Yendo hacia la puerta). Usted está chapa. Yo me las tomo.
(Intenta abrir, pero no se abre)
LUCILA: Está bloqueada. Se va a desactivar automáticamente cuando enchufe
esto. En el momento en que se hace la descarga eléctrica, también se acciona el
mecanismo de lock de la puerta y se abrirá inmediatamente para que usted pueda
salir. Entonces usted saca la plata de mi bolsillo –claro, primero desenchufa para no
quedar pegado- y se va inmediatamente. La puerta quedará destrabada sólo unos
minutos para que pueda salir rápido de acá.
ÁNGELA: (Desconfiada) ¿Por qué no lo hace usted misma, si es sólo
enchufar?
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LUCILA: ¿Prefiere seguir limpiando casas por hora? Le estoy dando una
oportunidad.
ÁNGELA: Dóneme la plata. Si usted igual va a fallecer, con todo respeto.
¿Para qué la quiere?
LUCILA: Asistencialismo no. Gánese su paga.
ÁNGELA: Me está jodiendo.
LUCILA: ¡Es que usted no coopera! Y entienda que no lo hago yo misma
porque me falta coraje. Es una acción extrema.
ÁNGELA: Y me la hace hacer a mí.
LUCILA: Si la hace usted, se llama eutanasia. Es un gesto noble.
ÁNGELA: Pero voy en cana.
LUCILA: (Tomando una carta) Voy a morir con esta carta en la mano. “Sr.
Juez…” dice. Y dice que no se acuse a nadie por mi muerte. Que yo sola tomo esta
determinación y que sólo a mí deben culpar.
ÁNGELA: Mire, doña, entre usted forrada en guita y yo una pobre mucama, el
juez me va a echar el fardo a mí, por más cartas que usted mande.
LUCILA: No se detenga en esa eventualidad ahora. Piense en su familia, en
sus hijos, en cuánto necesitan este dinero. (Pone en la mano de Ángela el
enchufe, toma el sobre del juez en la mano y se acuesta). Hágalo de una vez.
ÁNGELA: (Titubea, luego da unos pasos hacia el toma. Lucila suspira,
angustiada y Ángela se detiene) ¿Para qué lo hace?
LUCILA: Para morirme, idiota. ¡Enchufe!
ÁNGELA: (Llega hasta el toma. Se detiene) Pero ¿por qué?
LUCILA: Porque ya no soporto la vida. ¡Por favor! ¡Accione! No prolongue mi
agonía.
ÁNGELA: (Se agacha, va a enchufar. Se detiene) No puedo.
LUCILA: ¡Por favor!
ÁNGELA: (Va a enchufar pero vuelve a detenerse) El va a volver.
LUCILA: ¿Qué dice?
ÁNGELA: Que el tipo ese va a volver con usted.
LUCILA: ¿De qué habla?
ÁNGELA: De lo que veo.
LUCILA: ¿Qué ve?
ÁNGELA: Veo por todos lados fotos de usted abrazada con un tipo. Si él
estuviese acá, usted no se andaría matando. Él no se murió, porque ninguna foto
tiene velita ni flor. Así que el chabón no está porque se las tomó, se debe haber ido
con una pendeja. Y usted lo quiere, si no habría sacado las fotos.
LUCILA: ¿Usted es vidente?
ÁNGELA: Soy mujer.
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LUCILA: Siga…
ÁNGELA: Si yo tuviera una casa así y la guita que usted tiene, por más que el
chabon se me fuera con otra, yo ni en pedo me mato. Al contrario, empezaría a
disfrutarla. Pero bueno, no todos somos iguales.
LUCILA: Consejos no, sólo dígame qué más ve.
ÁNGELA: Si yo le digo qué veo… estamos cambiamos de changa pero usted
me paga igual… ¿no? (Suena el teléfono que está al costado del sofá)
LUCILA: (Incorporándose un poco, ansiosa, mira el identificador) ¡Es él…!
Usted es bruja. (Duda, va a atender, pero su mano se detiene, temblorosa, luego
se decide y atiende) Hola… hola… Cortó.
ÁNGELA: ¿Y?
LUCILA: Tengo que ver que quería decirme… a lo mejor… (Se mira con
espanto el chaleco) ¡Qué locura!
ÁNGELA: ¿Cambió de idea?
LUCILA: Por lo menos voy a pensarlo más. Y hablar con él. Ahora vaya...
Necesito quedarme sola, vaya nomás…
ÁNGELA: ¿Y el pago?
LUCILA: No sé… no me hable de plata ahora… estoy saliendo de una
pesadilla… (Lucila va a sacarse el chaleco)
ÁNGELA: (Amenaza con el enchufe) ¡Pare o enchufo!
LUCILA: (Se detiene espantada) ¡¿Me va a matar?!
ÁNGELA: Ah, antes era anastasia y ahora es matar... Si la boleteaba me daba
una fortuna y por salvarle la vida no me da nada. ¿Quién la entiende? ¡No me joda!
¿Se cree que porque soy pobre soy cualquier cosa? ¿Que puede tenerme pa’ cá y
pa’ allá como a perro? Usted es pirada, pero pirada jodida. Hay pirados buenos que
se matan solos y no cagan a nadie. Pero para que sepa, yo tengo mi dignidad y no
me voy a ensuciar con su mierda, así que métase el enchufe y la plata en el culo.
(Suelta el cable, se dirige a la puerta) Ábrame que me quiero ir.
LUCILA: (Se saca rápidamente el chaleco y agarra el control remoto sin
que Ángela lo vea) ¡Mire bien! Con esto puedo llamar a la policía. No haga ningún
movimiento raro, pero espere, porque voy a tener una atención con usted, por las
molestias. (Saca el fajo de entre sus ropas y pone un billete sobre la mesa, con
cuidado de no acercarse mucho a Ángel) Sírvase.
ÁNGELA: ¿Esto me va a dar por salvara? ¿Tan poquito vale su vida?
LUCILA: Me salvó el teléfono, no usted.
ÁNGELA: Y encima, desagradecida. ¿O no se da cuenta que si yo la
enchufaba derecho viejo cuando me dio la orden, cuando sonaba el teléfono usted
ya iba a estar seca?
LUCILA: No tengo ninguna obligación, esto lo hago de generosa. (Saca un
billete más) ¿Así está bien? (Ángela mira el abultado fajo en la mano de ella sin
decir nada, Lucila pone un billete más) Ahora sí… Tómelo o déjelo.
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ÁNGELA: (Toma los tres billetes) No va a decir después que se los robé
¿no?
LUCILA: No. Puede irse tranquilo.
ÁNGELA: Ábrame.
LUCILA: (Cayendo en cuenta) Es que para abrir hay que enchufar el chaleco.
Hágalo.
ÁNGELA: ¡Ah… no… enchúfelo usted!
LUCILA: (Se acerca con cuidado, enchufa con aprehensión, la puerta se
destraba, Ángela sale)

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