La cliente va a la oficina para pagar una cuenta vencida. La empleada le dice que debe pagarla pero no le dice dónde hacerlo, en cambio la envía de nuevo al banco. La cliente se pone cada vez más ansiosa por la falta de claridad sobre dónde pagar. Finalmente, la empleada observa que la cliente se ha desmayado en el piso.
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La cliente va a la oficina para pagar una cuenta vencida. La empleada le dice que debe pagarla pero no le dice dónde hacerlo, en cambio la envía de nuevo al banco. La cliente se pone cada vez más ansiosa por la falta de claridad sobre dónde pagar. Finalmente, la empleada observa que la cliente se ha desmayado en el piso.
La cliente va a la oficina para pagar una cuenta vencida. La empleada le dice que debe pagarla pero no le dice dónde hacerlo, en cambio la envía de nuevo al banco. La cliente se pone cada vez más ansiosa por la falta de claridad sobre dónde pagar. Finalmente, la empleada observa que la cliente se ha desmayado en el piso.
La cliente va a la oficina para pagar una cuenta vencida. La empleada le dice que debe pagarla pero no le dice dónde hacerlo, en cambio la envía de nuevo al banco. La cliente se pone cada vez más ansiosa por la falta de claridad sobre dónde pagar. Finalmente, la empleada observa que la cliente se ha desmayado en el piso.
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OFICINA de Griselda Gambaro
CLIENTE: Vengo a pagar una cuenta.
EMPLEADA: (levanta la cabeza, mira a alguien de pie, enfrente de ella. Sonríe con simpatía) ¿Qué cuenta? CLIENTE: Ésta. EMPLEADA: (mira sobre el escritorio): Está vencida. CLIENTE: Quiero pagarla. EMPLEADA: (se encoge de hombros. Blandamente) ¡Páguela! CLIENTE: En el banco dicen que está vencida. EMPLEADA: Sí, no la pagó en término. CLIENTE: ¿Qué hago? EMPLEADA: (suspira) Tiene que pagarla. CLIENTE: En el banco me dijeron que viniera aquí. EMPLEADA: (quejándose, coqueta) ¡Debo tener miel! Se ve que les caigo simpática. ¡Eso que no me conocen! CLIENTE: ¿Usted qué atiende? EMPLEADA:¿Yo? Cuentas atrasadas. CLIENTE: Entonces? EMPLEADA: (mira sobre el escritorio) No. Esta clase no. CLIENTE:¿Dónde voy? EMPLEADA:¡Ah, no sé! ¡Qué pregunta! Primero tiene que pagarla. CLIENTE: ¿Dónde? EMPLEADA: (ríe, muy comprensiva) En el banco. CLIENTE: En el banco me dijeron... EMPLEADA: (termina) Que viniera acá. No les cuesta nada decir eso. Qué incompetentes. CLIENTE: ¿Qué hago? EMPLEADA: Vaya y páguela allá. CLIENTE: (en un hilo) No quieren cobrarme. EMPLEADA: ¿No? ¡Qué extraño! ¡Qué mal anda todo! Uno pensaría que recibir dinero es lo más fácil. Y no. No quieren. CLIENTE: (despavorida) ¿Por qué? EMPLEADA: Sus razones tendrán. No son locos. Cada billete tiene su familia, su cuenta, su ministerio. No puede ir a otro lado. ¿Comprende? Sería una confusión. (Mira) ¿Por qué se pone así? ¿Quiere un café? CLIENTE: (débil y sigilosa) No. Quiero pagar mi cuenta. EMPLEADA: Páguela. ¡Ah, si todos fueran como usted! La gente quiere pagar, pero no paga. Dan excusas. Así como me ve, en este escritorio, ¡si habré escuchado historias! El otro día vino uno sin una pierna y sin un brazo, bizco, todo arruinado. Un OFICINA de Griselda Gambaro desecho. Decía que no podía pagar. No pude convencerlo. Era pobre, usó esa palabra tan poco sutil. No tenía trabajo. Y por que? Que excusa se le ocurrió? ¡Adivine! ¡La más divertida! ¡Que era paralítico! (Ríe francamente) ¡Me reí dos días seguidos! ¡Paralítico! (Ríe. Se interrumpe) ¿Qué me mira? CLIENTE: (in extremis): ¿Cuánto debo? EMPLEADA: (amable) Como no (Jocosa) ¿Esta muy apurado usted? ¿Y por que? La vida es corta (Mira sobre el escritorio) Se atrasó mucho. Esto es lo que pasa con la gente, creen que el tiempo no corre. (Calcula moviendo los labios, suma con los dedos, se descalza un pie, cuenta, asombrándose cada vez más del resultado exorbitante) ¡Uuuuuuy! CLIENTE: ¿Cuánto? EMPLEADA: (terminante) No. Hay un inciso allí. No me corresponde. Imposible confesar. (Feliz) Mejor para usted. Va a perder toda alegría. Vaya al banco. CLIENTE: ¿A qué? EMPLEADA: (marca claramente): A que le digan dónde debe ir. CLIENTE: Acá me dijeron. EMPLEADA: Se equivocaron. CLIENTE: ¿Usted no sabe? EMPLEADA: Sí, pero no se lo puedo decir. CLIENTE: ¿Por qué? EMPLEADA: Yo sufro más que usted. No me pregunte nada. Si entrara en detalles... ¿se imagina? ¡Oh, no se ponga así! Siéntese. Charlemos. CLIENTE: (exánime) No quiero charlar. Quiero pagar mi cuenta. EMPLEADA: ¡Ah, señor! Páguela. CLIENTE: ¿Dónde? EMPLEADA: En el banco. (Muy suelta e inconsecuente) Y si no es en el banco, será en otro lado. ¿Qué sé yo? ¡Hay tantos lugares! Por ahí es un banco, por ahí es acá, en un restaurante, en un archivo, ¡qué sé yo! Pero no se desanime. El mundo es un pañuelo. Con decirle que ayer encontré tres veces en la misma hora a una amiga de la infancia. Y hacía veinte años que no la veía. ¡Un pañuelo! Para mí, que del banco lo mandan de nuevo hacia acá. Tiene suerte. Ya conoce el camino. CLIENTE: (grita): ¡Ac-ac-ac! EMPLEADA: (suavemente): ¡Ssssss! No haga escándalo. Los chicos duermen. CLIENTE: (despavorida): ¿Qué chicos? EMPLEADA: (ofendida) Los míos, pues. ¿De qué se asombra? ¿No tengo aspecto de madre? Me casé joven. (Abre el cajón, sonríe maternalmente hacia abajo, murmura ¡tch, tch, tch!, cierra. Luego levanta la cabeza, busca con la mirada, perpleja) ¿Dónde se metió? (Se inclina con medio cuerpo sobre el escritorio. Se queda inmóvil un momento y fija los ojos sobre el piso. Divertida) ¿Qué le pasa? ¿Por qué se acostó? (Observa con más atención. Muy asombrada y banal) ¡Ah, qué rara es la gente! Morirse ahí sobre el piso. ¡Hay cada uno! ¡Después dicen que quieren pagar sus cuentas! (Se sienta. Agraviada) ¡Y parecía tan serio! ¡Cuánta mentira!