Ambiente en La Epoca Colonial Brailovsky
Ambiente en La Epoca Colonial Brailovsky
Ambiente en La Epoca Colonial Brailovsky
Había muy poco suelo que fuera naturalmente apeo para el cultivo y había
que construirlo metro a metro. Su explotación no hubiera sido posible sin
riego, porque la mayor parte de la zona andina es árida o semiárida. Había
que ir a buscar el agua a las nacientes de los arroyos y encauzarla mediante
una red de canales. Se describen algunos principales, de muchos kilómetros
de largo y hasta cuatro metros de diámetro, pero aun para una pequeña su-
perficie atenazada se consideraba que valía la pena hacer un canal de gran
longitud. Para eso, se hacía un surco a lo largo de las montañas y se lo
cubría con grandes losas de piedra unidas con tierra para que el ganado no
lo destruyese. A veces, al cruzar un valle, era necesario sostener el canal
sobre columnas para que el nivel del agua no perdiese altura,
construyéndose acueductos similares a los romanos.
Con tan poca maquinaria, la mano de obra pasaba a tener una importancia
fundamental y era considerada un recurso valioso que, al igual que el suelo,
el agua, el ganado, el guano, era preciso mantener y conservar. A la época
de la llegada de los conquistadores españoles había una población estimada
entre 10 y 30 millones de habitantes, perfectamente vestidos y alimentados,
con un sistema de seguridad social que alcanzaba a los huérfanos, a las
viudas, a los ancianos y a las familias de aquellos que habían sido convoca-
dos a las armas.
COLONIZACIÓN Y DESERTIZACIÓN
Cuando llegaron los españoles, de todo lo que vieron, sólo les interesó el
oro y la plata para enviar a la metrópoli y para su enriquecimiento personal.
Se repartieron las tierras y esclavizaron a sus pobladores.
“Todo indica —concluye el diario— que esta planta debe venir a Buenos
Ayres con abundancia, y puede abastecer al país a corto precio.” Indicaba
más adelante que un aumento de la demanda podría reducir aún más los
precios del aceite de madi.
Así, el destino de los dominados fue sufrido por los hombres y por su
ambiente: las poblaciones dispersadas y hambreadas, los templos
demolidos, las terrazas y los acueductos abandonados, la tierra erosionada,
secos los arroyos, muertos los animales, olvidadas sus plantas.
Se cruzó con una sirena y la describe "en medio de esta laguna y aún
gimiendo / y sus doradas crines esparciendo”. En otro lugar escuchan ruidos
misteriosos y piensan "que son diablos que vienen en pos de ellos / y
vuelven erizados los cabellos". Habla de mariposas que se vuelven ratones y
que terminan siendo una plaga peor que la langosta. Después de describir
varias clases de gusanos, explica: “De unos y otros he comido”.
Si decían esto del tapir, qué no dirían del yacaré: "Se le cree a este pez
yacaré un animal sumamente horroroso y dicen que debe ser un basilisco y
que envenena y hace gran daño en las Indias”. En otra edición, aparece
indias, en minúscula, aludiendo a las supuestas costumbres sexuales de este
reptil. “Y cuando este pez o animal sopla su aliento a alguno, entonces éste
debe morir, pero todo esto es fábula. También se cuenta que no hay más
medio de acabar con este pez que el de mostrarle un espejo y tenérselo por
delante, porque él mismo se mire, porque así, al ver su propia fealdad,
cendra que caer muerto al punto.
Otro animal fantástico es el yaguaro, del que "suponen que escarba con
prontitud increíble por debajo del agua las barrancas de los ríos, hasta que
las hace derrocar sobre las embarcaciones”.18
La intención de este mensaje es clara: estos seres tan poco humanos que
mastican fuego y comen personas no pueden ser considerados como iguales
a los europeos. La esclavitud será el tratamiento más piadoso que pueda
dárseles.
Así, los naturalistas inventan una ecología tan fantástica como la zoología
de los primeros cronistas. La tierra americana era tan helada que enfriaba el
aire y por eso en los trópicos no había animales grandes. De allí deducían
que las semillas traídas de Europa no podrían germinar, y que si lo hacían,
darían unas plantitas raquíticas, tan endebles como los animales domésticos
que se importaban.
Es decir, que para “mejorar” un bosque había que quemarlo y que la obra
humana deseable era acelerar en pocos años el mismo proceso de
depredación de la naturaleza que había necesitado muchos siglos en Europa.
A lo largo de nuestra historia volverá a repetirse muchas veces esta
concepción de la pura y simple destrucción como objetivo, a veces con una
finalidad productiva, otras por una mera deformación cultural.
En los extremos del largo camino seguido por la placa se desarrollaron dos
ciudades muy distintas. En uno de ellos, Buenos Aires, como el puerto
necesario para comunicar Potosí con la metrópoli. Un puerto cuyo
movimiento no guardaba relación con las actividades productivas de las
áreas más próximas a él, sino que era la continuidad lejana de las riquezas
del Potosí. Los lingotes de plata llegaron a representar hasta el 80 por ciento
del valor de las mercaderías que salían por Buenos Aires. La mayor parte de
lo que ingresaba era contrabando. Se formó así una ciudad predominan-
temente comercial, cuya riqueza no se basaba en la producción sino en el
intercambio, característica que tendrá su importancia política en los años
subsiguientes.
En la otra punta del camino, la Villa Imperial del Potosí, ciudad fantástica
que en 1660 contaba con 160.000 habitantes, igual que Londres y más que
Sevilla, Madrid, Roma o París. La plata llenó la ciudad de riquezas y
ostentación: al igual que en la corre del rey Arturo, de todas parces llegaban
caballeros y soldados de fortuna, cubiertos con lujosas corazas, para
sostener duelos con los campeones de la Villa; y los relatos de estos duelos,
hechos por cronistas de la época, parecen páginas de un libro de caballerías.
Se construyeron 36 iglesias y en 1658 una procesión recorrió las calles
empedradas especialmente con lingotes de plata.6’'4*
La base de esa gran urbe industrial era el cerro Rico, que estaba horadado
por cinco mil bocaminas, que se juntaban dentro como los huecos de una
esponja. Para extraer el mineral, pasaban los indios de la superficie helada a
la temperatura ardiente del socavón, “y ordinariamente los sacan muertos y
otros quebrados las cabezas y piernas y en los ingenios cada día se
hieren".73 Los mitayos hacían saltar el mineral a punta de barreta y después
lo subían cargándolo a la espalda, por escalas, a la luz de una vela.
El sentimiento de lo infinito
Si, a pesar de todo, algún árbol conseguía crecer, era difícil que durase
mucho; en zona de frecuentes tormentas eléctricas y de abundancia de
pastos secos, los incendios de campos fueron muy frecuentes. Es probable
que esos incendios hayan terminado con cualquier árbol que se aventurara
en el interior de la pampa, a excepción precisamente del ombú, cuyo
carácter prácticamente incombustible lo mantenía a cubierto, y del chañar,
cuya brotación por las raíces se activa por el fuego.
Fuera de los arroyos, el paisaje era monótono. A mediados del siglo XIX,
describe Martín de Mousse: "Sobre esta enorme superficie, tan llana, tan
igual, los menores pliegues del terreno cobran proporciones extraordinarias
para la vista; el espejismo, tan frecuente en verano, hace que las matas de
hierba parezcan palmeras y siembra lagos e islas imaginarias en este mar de
pasto”.
El número mínimo de ejemplares que tienen que existir para que esa
población sobreviva depende de la especie y del hábitat del que se trate.
Cuanto más hostil el hábitat, serán necesarios más ejemplares para
sobrevivir; si es más acogedor, bastará con unos pocos.
Por el contrario, las vacas y los caballos que trajeron los españoles se
encontraron con una llanura que no tenía grandes herbívoros, o por lo
menos, que no tenía herbívoros tan grandes como ellos. Se les presentaba
como un enorme espacio vacío.
Por su parte, el jesuita Falkner cuenta que los caballos cimarrones “andan
de un lugar a otro contra el viento, y en un viaje que hice al interior el año
1744, hallándome en estas llanuras durante tres semanas, era su número
tan excesivo que durante quince días me rodearon por completo. Algunas
veces pasaron por donde yo estaba en grandes tropillas a todo escape,
durante dos o tres horas sin corearse; y durante codo este tiempo, a duras
penas pudimos yo y los cuatro indios que entonces me acompañaban
libramos de que nos atropellasen e hiciesen mil pedazos”.87
Detrás de las vacas y los caballos llegaron sus depredadores, los perros
cimarrones, que formaron grandes jaurías. Se multiplicaron a punto cal que
debieron organizarse expediciones militares para combatirlos. En 1775 se
pide a los hacendados que, con sus peones y caballos y las armas
necesarias, efectúen “correrías y matanzas de perros”.88
Una investigación hecha por el Cabildo concluyó que los perros cimarrones
se comían las dos terceras partes de los terneros que nacían cada año, lo
9
que da una idea de la envergadura del problema. Al respecto, vale la pena
transcribir el testimonio de un viajero: "Se han multiplicado tan bien de
modo que cubren todas las campañas circunvecinas y viven en cuevas
subterráneas que trabajan ellos mismos, y cuya embocadura parece un
cementerio por la cantidad de huesos que la rodean.
Una vez muertos vacas y caballos, las aves de presa se ocupan de lo que
hayan dejado los perros. Alcides D’Orbigny advierte que el número de
buitres tiene que haber crecido enormemente con la introducción del
ganado.91 Ocurrieron cambios similares con las poblaciones de
microorganismos. La mayor concentración de ganados no sólo facilitó la
reproducción de sus enemigos visibles sino también la de sus enemigos
microscópicos; se multiplicaron las epizootias, que ocasionaron gran
mortandad. Los testimonios sobre la cantidad de ganado cimarrón son lo
suficientemente contradictorios como para que podamos pensar que sus
poblaciones sufrían cambios muy acentuados. Más adelante, Mariano Moreno
constatará en una escancia de Gualeguaychú que “este tiempo ha estado
sujeto a epidemias, que según la exposición del capataz Leiva, llegó el caso
de no encontrar una res que carnear para el alimento”. '
Hay otras tres razones que condicionan esta forma de manejo del recurso
suelo: la tradicional aversión al trabajo manual de los hidalgos castellanos,
únicos propietarios, la ausencia de mano de obra asalariada, y la falca de
tradición agrícola de los indígenas pampeanos.
Pudo haber originado, sin embargo, conflictos por el uso del espacio rural,
en tanto necesariamente debe de haber existido alguna delimitación natural
o artificial de campos de pastoreo para proteger los cultivos. Incluso el
espacio ganadero debió de sufrir diferenciaciones, ya que el vacuno se
concentró en estancias, y el equino, mular, lanar y avícola, en los campos de
labranza.
La escasez de leña dio origen a la civilización del cuero. Los muebles, las
puertas de las casas y a veces sus techos, las cercas de los jardines y hasta
las llantas de las carretas se hicieron de cuero.112
“La leña es muy cara —dice un viajero—. No se encuentran en los
alrededores más que algunas, apenas propias para quemar. Todo lo que es
necesario para la armazón de las casas, la construcción y reparación de las
embarcaciones que navegan por el río, viene del Paraguay en balsas.”11* Por
la permanente escasez de madera se quemaban pajas y cardos, huesos y
bosta de animales. Muchas veces se mataban ganados cimarrones para
hacer fuego con sus huesos y su grasa.114
Para las Partidas de Alfonso el Sabio existen los bienes que son comunes a
hombres y animales; los bienes comunes a hombres solamente; los que
pertenecen al común de algún pueblo; los que pertenecen a un hombre solo
y los que no pertenecen a ninguno.
Otra ley expresa que “son comunes a toda criatura el aire, el agua de la
lluvia, de la mar y su ribera”. Este carácter común del aire y del agua
significa que necesariamente cualquier persona es parte interesada en
cualquier litigio que afecte a estos recursos naturales. Del misino modo, “los
ríos, puertos y caminos públicos son comunes aun a los que son de tierra
extraña”."7 Un comentarista aclara que el agua salada es propiedad de todos
los hombres, en tanto que el agua dulce es propiedad del rey, quien la
entrega al común de alguna villa. En ese caso, las aguas “dejan de ser reales
y pasan a ser públicas”.
Pero los bienes públicos eran más numerosos, y los montes o bosques
estaban incluidos entre ellos: “Fuentes, plazas, ferias, mercados, casas de
Cabildo, ejidos, montes, dehesas y todas las semejantes de cada pueblo, son
comunes al morador de él, pobre o rico, mas no lo son para los forasteros
sin licencia de éstos”.
* En 1533 insiste: “Hagan que los montes, pastos y aguas de los lugares y
montes contenidos en las mercedes hechas sean comunes a los españoles e
indios”.121
61
* En 1541 dice “que los paseos, montes y aguas sean comunes en las
nuestras Indias". “
A partir de aquí, son innumerables los ejemplos en los cuales los reyes
reiteran que son de uso común los recursos agua y suelo; este último para
extracción de leña y también para el pastoreo del ganado. La mecánica de
defensa de estos intereses en la siguiente: como se trataba de bienes de uso
público, los vecinos denunciaban ante el Cabildo cualquier impedimento que
tuviesen para el uso de esos bienes. La escasez del recurso forestal en la
región pampeana hacía especialmente importantes estos mecanismos de
defensa de quienes debían utilizarlo. Por ejemplo, un vecino denuncia a un
alférez por haberle impedido cortar madera y cañas en el pago de
Magdalena, siendo los montes de uso común. El Cabildo falla a su favor y
ordena se le haga justicia. Del mismo modo, en 1695, los vecinos de Buenos
Aires piden al Cabildo que logre la derogación de un impuesto que el
gobernador había colocado a la extracción de madera de los montes
naturales, insistiendo los demandantes en su carácter común. El Cabildo
envía el reclamo a España y es aceptado.1
En distintas partes del territorio colonial aparecen conflictos por el uso del
recurso forestal. Por ejemplo, San Luis actúa como área proveedora de
maderas para la fabricación de carretas, barriles, muebles, etc., en Mendoza
y San Juan. El crecimiento económico de estas últimas (a partir de sus
vínculos con Chile y con el Potosí) provocó tal demanda de madera que
afectó la continuidad de los bosques puntanos. En consecuencia, en 1627 se
dispuso que no se talaran árboles sin autorización del Cabildo local, lo que
originó inmediatas protestas de artesanos y comerciantes mendocinos y
sanjuaninos.1*8 Testimonios posteriores indican que la prohibición no fue
efectiva.
Similar fue la posición de Hipólito Vieytes, quien afirmó que “cuidaron muy
poco nuestros abuelos que a su posteridad quedase el grande beneficio que
pudo haberle proporcionado el plantío de árboles en la campaña".111 En otro
artículo dice: “Bárbaros, dirán (nuestros hijos), que han desnudado la tierra
después de haber vegetado en ella inútilmente, de las plantas más preciosas
que la naturaleza bienhechora había hecho producir, envidiosos de que os
sobreviviesen estos soberbios vegetales, no quiso vuestra mano
exterminados dejar en pie una sola planta que arguyese vuestra desidia e
ignorancia".1,5
LA FAUNA INAGOTABLE
Al ver la cantidad de peces del Paraná, un cronista dice que “hay tanto en
el río y péscanlo que es cosa no creedera”.143 Los indios pescaban con redes
y en los bañados con flechas. Los cronistas elogian este pescado como el
mejor del mundo. “Es Carito el pescado de río, que echando la cuerda o red,
salía llena, y que comió y pescó muchos siluros mayores y mejores que los
de acá, salmonetes y otros pescados en abundancia.”1-14 Por donde vayan
encuentran la misma abundancia. De la laguna Mar Chiquita (en la provincia
de Dueños Aires) dice un misionero: “Este mar chico, como lo llaman los
indios, tiene mucha variedad de peces grandes y pequeños”.145
Lo mismo ven en sitios tan alejados como las islas Malvinas. Los primeros
exploradores se encuentran con este panorama: “La abundancia de lobos,
leones y elefantes marinos era notable e inmensas colonias de pingüinos y
otras aves marinas poblaban las coscas. Los gansos salvajes y avutardas
formaban asimismo grandes bandadas en el interior, y eran tan confiados
que los primeros exploradores cuentan que los cazaban con garrotes. En
cuanto a los zorros, su mansedumbre y curiosidad los llevaba a echarse al
agua para acercarse a las embarcaciones ancladas cerca de la costa”.
La fundación de ciudades
Nada de eso ocurre en América. Aquí las ciudades nacen codas calcadas
unas de otras, con su plaza mayor al centro, con los mismos edificios
situados de la misma manera, y con las calles cortándose en exacto ángulo
recto, como en un tablero de ajedrez. Aquí se puede atravesar una ciudad
de una punta a la otra, en sentido longitudinal y transversal, sin abandonar
nunca la línea recta. En Europa, las calles son siempre curvas.
* Pero también orientando los usos del espacio para que los
establecimientos más contaminantes se ubiquen aguas abajo de la
población: “Que los solares para carnicerías, pescaderías, tenerías y otras
oficinas que causan inmundicias y mal olor, se procuren poner hacia el río o
mar, para que con mayor limpieza y sanidad se conserven las ciudades”.156
Con respecto al clima, se establece que “de la plaza salgan cuatro calles
principales, una por medio de cada costado; las cuatro esquinas miren a los
cuatro vientos principales, porque saliendo así las calles de la plaza no
estarán expuestas a los cuatro vientos". También se indica el ancho de las
calles en función del grado de asoleamiento que en cada situación se
necesita: “En los lugares fríos sean las calles anchas y en los calientes
angostas'.
En otra ley se fija que el estilo arquitectónico sea el mismo en rodas las
casas, por razones estéticas: “Los pobladores dispongan que los solares y
edificios sean de una forma, por el ornato de la población”.1“También se
fijan normas de diseño que eviten la contaminación: [que patios y corrales
sean] “de la mayor anchura posible, con que gozarán de salud y
limpieza”.161
La vida urbana
Por su parte, Domingo Belgrano Pérez afirmaba que "las más de las calles
están inmundas a causa de arrojarse a ellas de las casas todo género de
basuras; se dejan también permanecer en ellas a muchos animales muertos,
que, arrojados a los mismos pozos y pantanos que existen, algunos con
bastante agua, llega ésta a corromperse con la putrefacción en tal manera
que exhala unos vapores pútridos que no sólo son ingratos para el olfato
sino en mi concepto nocivos para la salud”. A esos vapores atribuye “las en-
fermedades epidémicas de que esta ciudad hace tiempo se halla
infestada".167
En resumen, se hizo muy poco por mejorar la vida urbana. Una de las
pocas cosas que se hicieron fue comenzar a empedrar las calles, “debido a
los enormes pantanos que se formaban en las calles más céntricas, pues
hubo uno tan hondo a pocas varas de la Catedral, que se pusieron centinelas
para evitar que la gente que lo atravesaba a caballo se ahogara al quererlo
pasar”.16’'
El resultado fue una eficiencia económica tan alta que nos lleva a pensar
en lo que hubiera sido el resto del territorio de haberse aplicado una política
de desarrollo similar y habérsela mantenido en el tiempo. Porque las
misiones (incluidas las de Tucumán) producían: algodón, hilos, tejidos, ropa
y tapicería, yerba mate, tabaco, carne y cuero, vacunos, mulares, equinos,
ovinos, porcinos, productos de tambo, todas las hortalizas domésticas, frutas
—especialmente citrus—, arroz, cacao, maíz, trigo, harinas, viñedos, azúcar
y melaza, jabón, lana, relojes de sol y mecánicos, armas de fuego y de filo,
pólvora, colorantes, curtiembre, talabartería, lomillería, maderas, extracción
minera, libros, instrumentos musicales, toda la orfebrería y platería del
culto, ladrillo, piedra de cantera, alfarería y cerámica industrial, utensilios,
herramientas manuales y mecánicas, muebles, canoas, balsas y
embarcaciones de calado fluvial, rodados menores y carretas de carga. Una
parte muy importante de estos productos se exportaba.
Del mismo modo, sugiere cercar las tierras con árboles, para aprovechar
sus maderas y frutos, e insiste en “hacer los mayores esfuerzos en poblar la
cierra de árboles, mucho más en las tierras llanas, que son propensas a la
sequedad, cuando no estaban defendidas; la siembra de los árboles
contribuye mucho para conservar la humedad, los troncos quebrantan los
aires fuertes, y proporcionan mil ventajas al hombre".
EL BLOQUEO AL DESARROLLO
Hacendados y caminos
Así, se establece una guerra abierta entre el puerto de Buenos Aires, que
en uno de los principales centros internacionales del contrabando, y la
burguesía comercial limeña, que monopolizaba el comercio legal sobre el Río
de la Plata. Los artículos contrabandeados desde Buenos Aires hacían fácil
competencia a los precios exorbitantes que se cobraban desde Lima.
A tal punto, que uno de los objetivos principales del Consulado de Buenos
Aires fue el fomento, por todos los medios posibles, del denominado "camino
de los Porongos”, una ruta alternativa que iba hasta Tucumán, pero pasando
por Santa Fe. Este camino permitía evitar el gravoso impuesto de Córdoba a
las tropas de cañetas que se dirigían con mercaderías hacia el norte.
Gobernar es despoblar
Algo parecido ocurrió con las islas Malvinas. El virrey Avilés explicó a su
sucesor que de las islas "no sacamos provecho alguno y únicamente por
motivos de Estado mantenemos su posesión”.194 Efectivamente, ingleses y
franceses las habían ocupado previamente y las habían utilizado como base
para la caza de ballenas y lobos marinos. Después de una larga negociación,
en 1775 los ingleses abandonan definitivamente sus instalaciones
malvinenses en Puerto Egmont, Para controlar su eventual regreso, los
españoles patrullan la zona y encuentran indicios de que el lugar había sido
visitado por loberos y balleneros británicos, que en tierra convertían en
aceite la grasa de esos animales. La mejor forma de evitar esas actividades
era, sin duda, sustituir a los ingleses en el uso de esos recursos y ocupar las
instalaciones, cuya importancia debe valorarse en relación con la muy
escasa infraestructura existente en las islas. Sin embargo, en vez de
utilizarlas para explotar los recursos locales, los españoles destruyeron
totalmente Puerto Egmont en 1780, “prendiendo fuego al misino tiempo al
torreón, almacenes y casas, desapareciendo el primero totalmente”.
89
52. Schmidl, Ulrico: Viaje al Rio de la Plata, en "Viajes por América del
Sur”, tomo II, Aguilar. Madrid, 1962.
53. Ramírez, Luis: cit. en Madero, Eduardo: Historia del puerto de Buenos
Aires, Buenos Aires, Imprenta de la Nación, 1902.
58. Azara. Félix de: Descripción del Paraguay y del Rio de lo Piala, en
"Viajes por América del Sur”, tomo II, Aguilar, Madrid, 1962.
90
76. Galeano, Eduardo: Las venas alienas de América latina, Buenos Aires,
Siglo XXI, 1973.
7B. Tjarks, Germán: “Panorama del comercio interno del Virreinato del Río
de la Piara en sus postrimerías”, en Humanidades, t. XXXVI, Facultad de
Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata,
i960.
80. Vignati, Milcíadcs Alejo: “Los restos humanos y los restos industríales",
en Hiitoria..., ídem ref. anterior.
81. Madrazo, Guillermo: Las pampas: los aborígenes, Buenos Aires, CEAL,
Col. El País de los Argentinos, 1977.
91
101. Azara, Félix de; Memoria sobre el estado rural Hel Río de la
Piala, Buenos Aires, Bajel, 1943.
102. Ley X, tít. 15, lib. IV, Recopilación de leyes de Indias de 1680.
105. Azara, Félix de, cic. en García, op. cic., en ref. 103.
107. Acuerdos del extinguido Cabildo, op. cit., acta del 12/3/1790.
92
120. Carlos V: ley XV, tic. 7, lib. VII, Recopilación de leyes de Indias
de 1657.
121. Carlos V: ley VII, tic. 17. lib. IV, Recopilación de leyes de Indias
de 1680.
123. Acuerdos del extinguido Cabildo... op. cic., actas del 12/7/1667
y exp. de 1695.
93
141. Zúñiga, Juan de, cit. en Medina, José Toribio: Las viajes de
Diego Cania de Moguer aI Río de la Piala, Santiago de Chile, 1908.
150. Archivo Histórico de Sanca Fe; Acias del Cabildo de Santa Fe,
MS, T. XIV, 1769-1799, folio 12 vis.
153. Recopilación de Leyes délos Reinos de las Indias, lib. IV, rít. 7,
ley 1, de 1523, Madrid, 1641.
165. Cabildo de Buenos Aires: bando del 21/5/1772. doc. en ref 163.
94
173. Alvear, Diego de: cit. en Tissera, op. cit., en réf. anterior.
95