Gonzalez 2003 EslabonPerdido
Gonzalez 2003 EslabonPerdido
Gonzalez 2003 EslabonPerdido
ISSN: 1405-7778
[email protected]
Escuela Nacional de Antropología e Historia
México
NUEVA ÉPOCA, volumen 10, número 28, mayo-agosto, 2003, México, ISSN 1405-7778.
2 LETICIA GONZÁLEZ ARRATIA
1884:233], botánico empírico que también hacía de arqueólogo, aunque sin una
formación profesional.
La documentación disponible indica que el promotor de esta aventura fue
Frederic Putnam [1883:118], curador del museo con amplias influencias en el mundo
de la incipiente arqueología de Norteamérica [Fagan, 1977:282].
Es pertinente preguntarse las razones no explícitas que motivaron esta aventura,
si tomamos en cuenta el prolongando tiempo que ocupó (ocho meses), lo penoso
que fue viajar hasta el corazón del Bolsón de Mapimí (un desierto extremadamente
seco, deshabitado e incomunicado) y lo costoso e incluso lo peligroso de esta explo-
ración, pues en esa época los ataques de apaches y comanches todavía eran frecuen-
tes en esa zona del país.
Considerando el valioso material arqueológico que Palmer obtuvo —seis bultos
mortuorios intactos y material externo [1880]—, la fragilidad y la poca susceptibilidad
de la aparición de gran variedad de textiles, plumas, objetos de madera, etcétera, en
contextos arqueológicos —ya que en otro tipo de clima éstos desaparecen con el
paso del tiempo—, es necesario cuestionarse por qué los resultados de esa exploración
no entusiasmaron a nadie.
Para indagar sobre esto analizaremos dos testimonios directos de la época y uno
indirecto que permiten el delicioso ejercicio de elucubrar sobre el tema. Una fuente,
una carta inédita, corresponde a un rico y culto agricultor mexicano, José Ángel
Benavides, que habitaba en la Comarca Lagunera (lugar donde se ubicaban las
principales cuevas mortuorias en esa época) y que conoció a Edward Palmer, pues
en algún momento fue su anfitrión y le proporcionó información sobre la presencia
de diferentes cuevas mortuorias [Benavides, 1918].
Otra fuente es una referencia publicada por Frederic Putnam donde señala
haber consultado una serie de autores que mencionan la presencia de esas cuevas
en el área que se le comisiona explorar a Palmer [Putnam, op. cit.:119]. La última
fuente la constituyen los aspectos biográficos de algunos autores que indican los
intereses académicos de Putnam cuando se realizó la exploración a Coahuila [Fagan,
op. cit.:283].
Iniciaremos con el recuento de una conversación entre Palmer y Benavides que
ocurrió en 1880, en medio del desierto (en el aislado poblado de San Pedro de las
Colonias, Coahuila, 60 km al norte de Torreón), cuando el primero había concluido
la mayor parte de su trabajo de campo y había encontrado varios bultos mortuorios
intactos pero otros abiertos y con los huesos desparramados en el interior de las cue-
vas visitadas, debido al saqueo. Las observaciones de Palmer que 38 años después
aún recuerda Benavides nos trasladan de manera sorprendente al tema de los inicios de
la humanidad.
EN BUSCA DEL ESLABÓN PERDIDO 3
EL ESLABÓN PERDIDO
Esta conversación quedó consignada por Benavides en una carta enviada a Pastor
Rouaix1 en 1918, y recuerda las palabras de Palmer que tanta impresión le causaron:
El Doctor [Palmer] me dijo mire Ud., Señor Benavides, si hubiera encontrado media
docena de estos ejemplares [y le enseñó “un maxilar humano con solo los dientes incisivos,
sin muelas ni señal de los alveolos o el lugar que ocupan”] daría una gran sorpresa a la
ciencia estableciendo con base segura el eslabón que une la raza humana al orangután.
Pero un solo ejemplar puede ser un fenómeno y por lo mismo no me arriesgo a publicarlo
pero Ud. queda para completar el descubrimiento siga Ud. investigando y puede ser
que encontremos el eslabón perdido [Benavides, op. cit.].
1 Pastor Rouaix era secretario de Agricultura en esa época, dependencia que se encargaba de la Dirección
de Arqueología, presidida por el ilustre arqueólogo mexicano Manuel Gamio.
4 LETICIA GONZÁLEZ ARRATIA
como el Museo Peabody o la Smithsonian Institution, con las que Palmer se relacionaba
en los Estados Unidos. Desde ahí empezó a alimentar sus conocimientos al respecto
pero también sus fantasías.
Habría que señalar, sin embargo, que la hipótesis de Huxley ubicaba al progenitor
del hombre (el eslabón perdido) en África, siguiendo los argumentos del mismo
Darwin [ibid.:76] pero sin contar realmente con pruebas empíricas que lo sustentaran.2
Entonces, ¿por qué se le ocurrió a Palmer que el “eslabón perdido” podría localizarse
en la Comarca Lagunera y el Bolsón de Mapimí?
Actualmente, sabemos que la intuición de Darwin y Huxley acerca del lugar
donde podría encontrarse el antecesor más remoto de los humanos era correcta.
Pero la ausencia de fósiles, que marcó la pauta para ubicar geográficamente a los
más antiguos antepasados del hombre moderno, y el poco desarrollo de los estudios
geológicos permitían la introducción de otras hipótesis, como lo indican Leakey y
Lewin cuando se refieren a los inicios del estudio del hombre antiguo en Europa.
Según Haeckel, Pithecanthropus apareció en Lemuria, un continente que [...] se creía entonces,
se había hundido en el océano Índico. Desde Lemuria, los descendientes evolutivos de
este ser habrían migrado hacia el oeste, hasta África, hacia el noreste hasta Europa y Próximo
Oriente, hacia el norte hasta Asia, y cruzando el puente continental hasta América, y hacia
el este vía Java hasta Australasia y la Polinesia. Hoy esta geografía global nos parece extraña,
pero en tiempos de Haeckel no se conocían las bases de la geología continental ni las placas
tectónicas, y la idea de extensos puentes terrestres y de continentes hundidos formaba
parte del pensamiento científico convencional [Leakey et al., 1995:55].
Por tanto, la idea de que el eslabón perdido pudiera estar localizado en América
no estaba tan fuera de lugar en esa época. Cuando Palmer regresó a los Estados
Unidos y llevó el material recolectado en las cuevas mortuorias de La Laguna y
sitios cercanos al Peabody Museum, se abrieron los bultos y se separaron los objetos
de los restos óseos humanos. Cordelia Studley se encargó de estudiarlos y no hizo
ninguna mención respecto a la presencia de algún dato en los maxilares estudiados
que pudiera considerarse una anomalía extraordinaria [Studley, 1884].
Seguramente, Palmer pronto se olvidó de su hipótesis pero no así Benavides,
quien siguió fielmente los consejos del primero, a tal grado que en algún momento
no especificado3 envió al secretario de Agricultura, Pastor Rouaix, unos maxilares
2 Hacia 1880 el único fósil humano conocido en el mundo había sido descubierto en una cantera de
piedra caliza en Neanderthal, Alemania, en 1856, y había sido descrito como” [...] un tipo inferior a
todas las razas humanas que ahora existen” [Dart y Craig, 1962:43]. No obstante, se reconocía que
sus restos “[...] presentaban una forma relativamente moderna de un humano extinguido hace unos
34 000 años” [Leakey, 1995:55]. Respecto a otros hallazgos, hasta 1891 fueron descubiertos los fósi-
les de Java [ibid.:56].
3 Benavides escribió una carta a Rouaix con la siguiente nota: “He recibido su comunicado de esta
misma fecha que contesto con la historia de los objetos a que Ud. se refiere [...]”.
EN BUSCA DEL ESLABÓN PERDIDO 5
encontrados en las cuevas de la Comarca Lagunera de Coahuila, del tipo que le en-
señó Palmer. Posteriormente, le escribió una carta el 25 de abril de 1918 donde le
explicaba la procedencia de estos objetos y le manifestaba su inquietud respecto a su
relación con el eslabón perdido.
Rouaix, a su vez, envió de inmediato los materiales al arqueólogo Manuel Gamio
a la ciudad de México para que fueran estudiados [Rouaix, 1918], y la respuesta no
se hizo esperar. Gamio le contestó, apoyado en el estudio de Alfonso Herrera, que
este tipo de maxilar correspondía a individuos viejos que por su edad perdieron las
muelas y con el tiempo los alvéolos se cubrieron y desaparecieron [Gamio, 1918].
Así se cerró el capítulo del “eslabón perdido” de La Laguna.
El concepto de “eslabón perdido” ha sido afinado a partir de los diferentes
estudios y hallazgos realizados durante un siglo, desde los años ochenta del siglo
XIX hasta el siglo XX , y la imagen popular y romántica que se tenía en el siglo XIX
se ha modificado sustancialmente. Hoy en día, algunos especialistas entienden
como tal:
[...] la primera fase de la evolución del hombre: el periodo crucial, cuando se separó de su
antepasado; crucial, porque fue durante este periodo cuando se desarrollaron las
características más significativas de la anatomía y conducta humana [Varios autores, 1981:7].
Pero no todos los estudios manifiestan las mismas opiniones. Por ejemplo, Clark
Howell considera que la idea del eslabón perdido es un “concepto erróneo”, pues
implica que es posible demostrar la relación entre el hombre y los antropoides a
partir de un solo fósil [Howell, 1969:13] que llenara el vacío empírico entre ambos.
Este fósil, según el mismo autor, no ha sido hallado ni se encontrará jamás debido a
la especificidad empírica que ese concepto aspiraba alcanzar en el pasado. De hecho,
se trata de un proceso que quedará reflejado a lo largo de muchas generaciones e
individuos.
Respecto a la exploración de las cuevas mortuorias de Coahuila, quedan varios
puntos oscuros que sería pertinente retomar:
curador del museo, Frederic Putnam. Se podría pensar que el objetivo inmediato
de la exploración haya sido la adquisición de objetos para el museo, sin embargo,
aquel material abundante e impactante que Palmer llevó al museo, aunque sí
fue exhibido,4 no fue estudiado sistemática ni formalmente a pesar de que en los
Proceedings de la reunión de 1880-1882 de la Boston Society of Natural History se
comprometió a ello, como puede apreciarse en la siguiente cita: “Mr. Putnam
stated that he considered the collection one of great interest and that a detailed account of
it would be given, in which Dr. Palmer’s notes would be incorporated” [Putnam,
1883:119].
Sin embargo, en 1887 Putnam escribió una nota al pie de página en el estudio de
los restos óseos humanos publicado por Studley: “Esta colección se mencionó en el
Informe Catorceavo del Museo, pero los abundantes e interesantes objetos asociados
a los bultos, o sueltos en las cuevas, aún no se han descrito” [en Studley, 1884:233].5
En 1968 Walter W. Taylor, arqueólogo que conocía este material, mencionó que
hasta ese momento aún no había sido estudiado.
Para entender el significado de las exploraciones del Museo Peabody en Coahuila,
se debe explorar la vertiente relacionada con el impacto que ocasionaron en Europa
occidental y en los Estados Unidos los hallazgos de Boucher de Perthes en el valle
del Somme, en Francia, por una parte, y los restos óseos del hombre de Neanderthal,
por otra.
Ambos obtuvieron rápidamente el interés de los dos centros académicos esta-
dounidenses que tenían presencia en el mundo de la arqueología: la Smithsonian
Institution y el Museo Peabody de la Universidad de Harvard. Esta atención se
manifestó particularmente en el curador del museo, Frederick Putnam, quien pronto
incluyó la búsqueda de los orígenes del hombre en Norteamérica como uno de sus
intereses académicos y parte de sus proyectos de campo [Fagan, op. cit.:282].
A la distancia y perspectiva que proporciona el tiempo que nos separa de los
años ochenta del siglo XIX, aparece, aunque diluida, la posible estrategia empleada
para buscar evidencia de la antigüedad del hombre en América. Ésta consistía, por
una parte, en dirigir las excavaciones hacia el mismo tipo de contexto geológico
donde Boucher de Perthes había localizado en Francia artefactos muy antiguos: en
las gravas, en este caso, de Norteamérica. Por otra parte, agotar las referencias
conocidas —bibliográficas y verbales— más prometedoras sobre la presencia de restos
óseos humanos cuyas características apuntarían hacia una gran antigüedad. Tal vez
4 Este material arqueológico se encontraba en exhibición en 1887 en la Galería Mexicana del Museo
Peabody [Studley, 1884:233, n. 1].
5 Traducción libre de la autora. La cita textual en inglés dice: “This collection is mentioned in the Fourteenth
Report of the Museum, but the many interesting objects found in the bundles or loose in the caves have not yet
been described” [ibid.].
EN BUSCA DEL ESLABÓN PERDIDO 7
6 Actualmente está en preparación un libro dedicado a las exploraciones de Edward Palmer en las
cuevas mortuorias de Coahuila donde se describirá con mayor detalle el material arqueológico.
8 LETICIA GONZÁLEZ ARRATIA
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