10 Estrategias para Defender A Un
10 Estrategias para Defender A Un
10 Estrategias para Defender A Un
culpable
Publicado el 16 de septiembre de 2015por José María de Pablo
Todo abogado penalista ha tenido que responder alguna vez a la misma pregunta: “¿cómo puedes
defender a una persona si sabes que es culpable?”. La respuesta está en el art. 24 de la
Constitución Española, que establece que todas las personas -sean inocentes, culpables, o
mediopensionistas- tienen el derecho fundamental “a la defensa y a la asistencia de letrado, (…) a
utilizar los medios de prueba pertinentes para su defensa, a no declarar contra sí mismos, a no
confesarse culpables y a la presunción de inocencia”. Y es el abogado la persona encargada de
garantizar que quien se vea sometido a un procedimiento penal pueda ejercer ese derecho
fundamental.
De hecho, la grandeza de un Estado de Derecho consiste, entre otras cosas, en saber que cuando se
condena a alguien se hace tras un juicio justo con las debidas garantías del derecho de defensa.
Sin guantánamos.
Además, en los más de veinte años que llevo defendiendo a todo tipo de acusados en los tribunales
he aprendido que dividir a los acusados en “inocentes y culpables” es tan simplista como dividir a
las personas en “buenos y malos”: hay una rica escala de grises, también entre los que se sientan en
el banquillo de los acusados.
Pero este post no trata de los aspectos éticos de la defensa de un culpable, sino de un problema
práctico que también puede plantearse un abogado: ¿cómo defender a un cliente que, no solo es
culpable, sino que además cuenta con pruebas de cargo tan rotundas que tiene imposible
conseguir la absolución?
También se puede acudir a la novedosa mediación penal, de la que existe información en esta
página del CGPJ.
Cuarto, ser realistas y no obcecarse con una imposible absolución.
Un vicio típico en abogados principiantes (y a veces no tan principiantes) consiste en perder la
perspectiva, dejarse llevar por un excesivo optimismo, y convencer al cliente de que su caso está
ganado cuando no es así.
El abogado debe valorar con serenidad el caso que se le encomienda (la prueba de cargo y de
descargo, la jurisprudencia aplicable…), y si hay posibilidades objetivas de obtener una absolución,
dejarse la piel en ello. Pero cuando es objetivo que la sentencia será condenatoria, no podemos
jugar al doble o nada con la libertad de nuestro cliente: habrá que centrarse en conseguir que la
condena sea la menor posible.
Algunas fórmulas eficaces para, al menos, reducir notablemente la duración de una inevitable
condena, son las estrategias quinta a novena que describo a continuación:
En ese caso, puede ser conveniente acudir inmediatamente al Juzgado de Guardia a presentar un
escrito confesando el delito. De este modo, nuestro cliente podrá beneficiarse de la atenuante de
confesión (art. 21.4. del Código Penal) para reducir la condena.
Pero ojo: la confesión debe prestarse antes de que el procedimiento se dirija contra nuestro cliente,
de lo contrario no habrá atenuante. Además, la confesión debe ser completa (si nos guardamos
datos y nos descubren, adiós atenuante) y sincera (si nuestro cliente falta a la verdad en algún
punto esencial, también perderá la atenuante).
En realidad, esta estrategia es válida para casi todos los casos, incluidos aquellos en que vemos
accesible una libre absolución. Con frecuencia –cuando es posible hacerlo- aconsejo a los clientes
consignar el importe de la indemnización en la cuenta del Juzgado, indicando que es para la
reparación del daño. Si felizmente absuelven a nuestro cliente, el Juzgado le devolverá el dinero; si
le condenan, será para la víctima, pero nuestro cliente verá reducida la duración de su condena
gracias a este atenuante.
Queda muy bien, en trámite de conclusiones, explicar al Juez lo honrado que es nuestro cliente
que, a pesar de estar convencido de su inocencia, consigna el importe de la posible indemnización
para no dejar desamparada a la víctima en caso de que el Juzgado entienda que ha cometido un
delito.
Octavo, la conformidad.
En muchos casos será conveniente acordar con el Fiscal (y en su caso, con la acusación) un
acuerdo de conformidad y aceptar una pena menor a la que pensamos que podría recaer en caso de
celebrarse el juicio.
Dos consejos. Uno, es preferible quedar con el Fiscal días antes a la fecha del juicio para negociar y
cerrar el acuerdo: mi experiencia es que se obtienen acuerdos más favorables así que negociando
en la misma sala de vistas minutos antes del juicio (y con el Juez escuchando la negociación!!!).
Dos, no hay motivo para esperar a la fase de juicio oral para llegar a una conformidad:
habitualmente será más ventajosa para nuestro cliente la conformidad en fase de instrucción (art.
801 LECRIM) que explico a continuación.
Todo son ventajas: se acorta la duración del procedimiento (evitamos al cliente la intranquilidad
de estar años esperando su juicio), se alcanza un acuerdo de conformidad y, lo más importante, el
juez “impondrá la pena solicitada reducida en un tercio, aun cuando suponga la imposición de
un pena inferior al límite mínimo previsto en el Código Penal”.
Estamos ante el descuento por pronto pago de las multas de tráfico aplicado a los delitos penales,
que permite reducir la pena en un tercio de su extensión.
1º.- Acompañaremos a nuestro cliente al Juzgado de Guardia para presentar un escrito confesando
los hechos.
2º.- Indicaremos a nuestro cliente que consigne en la cuenta del Juzgado el importe
correspondiente a aplicar el baremo de indemnizaciones a las lesiones ocasionadas.
3º.- En su declaración como imputado, nuestro cliente reconocerá los hechos. Una vez terminada
su declaración, solicitaremos la transformación en diligencias urgentes de juicio rápido del art. 801
LECRIM.
4º- Quedaremos con el Fiscal y negociaremos un acuerdo. El Fiscal no pondrá reparos para
apreciar las atenuantes de confesión y de reparación del daño. Si además es razonable, podremos
convencerle para apreciar otra atenuante más por haber actuado en estado de embriaguez, ya que
los hechos ocurrieron de madrugada en una discoteca (esto último, que sin pruebas objetivas nos
costaría mucho acreditar en un juicio, es más factible pactarlo con el Fiscal).
Tenemos, por tanto, tres atenuantes, lo que permitiría reducir la pena en uno o dos grados (art.
66.1.2º del Código Penal). Lo que era una pena de entre tres meses y tres años de prisión, reducida
en dos grados queda en una pena de entre 23 y 45 días de prisión: podríamos acordar con el Fiscal
30 días de prisión, que se sustituirían por 60 días de multa (art. 71 del Código Penal).
5º.- El Juez, al aplicar el art. 801 LECRIM reducirá en un tercio la multa de 60 días acordada,
dejándola en 40 días. A una cantidad de 5 euros / día, estaríamos ante una multa de 200 euros.
De este modo, lo que amenazaba con terminar en una pena de hasta tres años de prisión para
nuestro cliente, se habrá quedado en una multa de 200 euros