Marea Revuelta (Brooke X Poseidón)
Marea Revuelta (Brooke X Poseidón)
Marea Revuelta (Brooke X Poseidón)
REVUELTA
NUEVOS OLÍMPICOS, LIBRO 2
C. J. VINCENT
CONTENIDO
Prólogo
1. Brooke
2. Poseidon
3. Brooke
4. Brooke
5. Poseidon
6. Brooke
7. Poseidon
8. Brooke
9. Poseidon
10. Brooke
11. Poseidon
Epílogo ~ Hades
PROLOGO
Con la ayuda de sus hermanos, Zeus desterró a las diosas del Olimpo.
BROOKE
—¿Mojado?
—¿Tengo?
La mujer hizo algunas preguntas más que Tanner respondió por mí, y
luego nos dio las gracias y se alejó con su camarógrafo.
—Mira, tío, hoy has estado increíble. La gente te está viendo y eso te
hará ganar dinero. —Tanner sonrió y me dio una palmada en la espalda—.
Esto es un sueño tío.
—Eso es fácil. Manta va a pagar todo. Todo lo que tienes que hacer es
filmar algunos anuncios y posar para algunas fotos con su equipo.
—¿Anuncios?
—Pero no me gusta.
—No seas tan terco. Es sólo una pequeña mentira blanca a cambio de
un montón de dinero. ¿Quieres volver a ser camarero en Venice Beach?
—No.
—¿Entonces tú dirás?
—Que uso una tabla Manta... Pero, Tanner, no voy a cambiar de tabla.
Tengo a Lulú desde siempre...
Me detuve en seco.
Tanner tenía grandes planes para mí, pero tenía la ligera sospecha de
que esos planes le beneficiarían más a él que a mí. Me preguntaba cuánto
dinero había negociado para sí mismo en el contrato de Manta. En la carpa
de la competición, firmé mi trofeo y mi cheque e ignoré los intentos
coquetos del voluntario de entablar conversación. Tanner se acercó a mi
hombro y le arrebató el cheque de la mano al sorprendido joven.
—No.
—Por ahora.
—Tal vez lo haga. Entonces no tendría que vivir contigo —le dije
mientras tropezaba con la arena y se reía.
Las olas eran suaves y el agua que me llegaba a los tobillos estaba
teñida de rojo, dorado y púrpura por el atardecer que se acercaba.
—Sí... sí, fue un día de muerte. —Decidí seguirle la corriente sólo para
ver a dónde quería llegar. ¿Era un competidor? ¿Alguien enfadado conmigo
por haber ganado... o tal vez sólo decepcionado por su rendimiento? —. He
cogido unos cuantos grandes que no esperaba.
¿Todavía? Siempre.
Estaba de pie hasta la cadera en el agua, con los últimos rayos de sol
de California acariciando su pecho y sus brazos bronceados y esculpidos.
Precioso.
—Soy Patrick —dijo con otra sonrisa que amenazaba con dejarme sin
aliento. Tomé su mano con cautela y la estreché, tratando de ignorar la ola
de calor frío que inundaba mis venas. Eso era nuevo.
Patrick se rio y el sonido envió otra ola de calor frío a través de mí.
—Oh, dudo que eso sea cierto. —Miró por encima de su hombro al
agua y luego a mi tabla—. Todavía hay agua buena ahí fuera, ¿quieres coger
una más antes de salir?
Dudé.
POSEIDON
Cuando las diosas nos echaron su maldición, yo había estado lejos del
Olimpo. Pero estuve lejos a menudo. Hera había envenenado a mi esposa
contra mí, y mi otrora dulce y aceptante Anfítrite se había vuelto amarga y
fría. A ella nunca le habían importado mis devaneos porque a mí nunca me
importaban los suyos y nuestra unión era tan fluida como el mar. Pero
cuando dio a luz a un semidiós engendrado por un mortal sin mi
conocimiento, la desterré de nuestra alcoba. Regresó a los mares del norte
y al solaz de sus hermanas, las Nereidas, pero no sin antes añadir su rabia a
la maldición que Hera estableció.
Al igual que mis hermanos, tomé lo que quise, cuando quise, pero a
diferencia de Zeus, que eligió centrar su rabia en lo que le habían quitado, a
mí me picó más la traición de Anfítrite que cualquier otra cosa. Después de
siglos de confianza y apertura, su secretismo era una herida que temía que
nunca sanara. No culpé al hijo de la unión, no pidió su filiación semidivina, y
me habría contentado con dejar que todo se perdiera en las olas para
hundirse en el fondo de mis recuerdos, pero su participación en la
maldición... no podía ser perdonada. Había dado a luz a un niño y luego, años
después, me había robado la posibilidad de conocer la alegría de tener a mi
propio hijo en brazos. No tenía necesidad de unirse a la cruzada de Hera,
pero había sido tentada por una venganza que no necesitaba tomar.
—Zeus. Rey de los dioses. Has faltado al respeto a las diosas que te
dieron este trono. Has escupido sobre nuestras uniones y has manchado
nuestras líneas de sangre con mortales. Os habéis convertido en
voluntariosos buscadores de placer que abandonaron a vuestros adoradores
por un beneficio egoísta y nos dejasteis para criar a vuestros semidioses y
vigilar a los mortales.
El pecho de la diosa se hinchó de ira y escupió sobre las baldosas de
mármol a los pies de Zeus.
—No eres digno del trono en el que te sientas. Ahora nos pertenece a
nosotros. Abandona este templo antes de que te destruyan.
—Estás sola hermana —dijo en voz baja. Por primera vez, Hera miró
alrededor de la sala y vio que la habían abandonado. Una sola lágrima resbaló
por su mejilla, pero no se echó atrás.
—¡Suficiente!
—No puedes...
—¿Estás tan segura? Aunque me viste matar a nuestro padre con una
sonrisa en la cara... ¿dudas de que pueda acabar con tu inmortalidad?
Un viento sopló por el templo y Hermes desapareció. Debería haber
ido tras él, ahora lo sabía, pero estaba demasiado concentrado en el castigo
de Hera. Hades esbozó su cruel sonrisa y se mantuvo firme junto a nuestro
hermano.
Cuando la mano de Zeus se alzó para lanzar el rayo que acabaría con
su inmortalidad y la arrojaría al Inframundo, un grito estremecedor sacudió
los cimientos del templo.
El mar.
3
BROOKE
La ola era larga y rápida, arrastrándome por el tubo de cristal con una
velocidad que casi me sorprendió. Oí una carcajada y abrí los ojos para ver a
Patrick deslizándose por el agua justo delante de mí. Cada movimiento que
hacía reflejaba el mío, cada corte de la tabla, cada cambio en la presión de
mis pies; cuando yo tocaba el agua, él también lo hacía, y cuando el rizo de la
ola se cernía sobre mí, ambos salíamos del tubo al unísono y nos
zambullíamos en el océano.
Subí con una sonrisa en la cara y con los pies todavía hormigueando
por la sensación del agua que corría bajo mi tabla. Patrick subió un momento
después. Se sacudió el pelo oscuro de los ojos y me sonrió.
—Si así es como montas todas las olas, no es de extrañar que hoy
hayas clavado la competición.
—Sólo monto lo que viene. Pero siento que he estado esperando una
ola así durante mucho tiempo. —La sonrisa de Patrick se amplió y mi
estómago se apretó un poco.
—No... Quiero decir, supongo que sabía que los chicos estaban
hablando a mis espaldas, sólo que no quería creerlo. —Nadé en el agua
lentamente, notando lo cerca que estaba Patrick por primera vez. Podía ver
sus piernas moviéndose suavemente bajo el agua verde, sensuales, ágiles y
musculosas. Cada movimiento que hacía era sin esfuerzo, como si el agua
fuera una parte de él—. ¿Has competido hoy? —solté la pregunta, cualquier
cosa para distraerme de la forma en que su cuerpo se movía y de la manera
en que sus ojos imposiblemente azules se encontraban con los míos.
—No creo que tengamos que preocuparnos por eso —dijo— pero si
quieres dirigirte a la orilla, podemos hacerlo.
Dejé que las olas me llevaran de vuelta a la orilla y cuando mis pies
tocaron la arena me giré para ver a Patrick saliendo del agua a mi lado.
—Sí... vale. Tengo hambre. Hay un sitio de sushi cerca al que Tanner y
yo vamos siempre... A Hiro no le importa que le llevemos un poco de la playa.
—Tendrás que decirles que inviertan en mejores toallas —dijo con una
sonrisa de satisfacción mientras me lanzaba la toalla. Me golpeó en el
hombro, dejando un círculo húmedo en mi camiseta—. Vamos, llévame hasta
Hiro y todo el sushi que pueda comer. —Se rio.
—Por supuesto, eres un campeón, ¿no? ¿Te vas a Billabong con todos
los gastos pagados? —Parpadeé un momento antes de que sonriera—. Os oí
hablar a ti y a tu novio antes de que se fuera...
Nunca había visto a nadie consumir tanta comida de una sola vez.
Patrick había pedido una enorme ronda de sushi y sashimi, y no sólo lo
habitual... Hiro estaba radiante detrás de la barra de sushi mientras
cortaba el pedido de Patrick. En nuestra mesa no había california rolls.
Había salmón, atún, caballa, calamar, pulpo, almejas cortadas de forma que
parecían aletas de tiburón, delicados langostinos, erizos de mar y muchas
otras cosas que no reconocía... Quería de todo. Y todo crudo.
—¿Qué?
—Que así sea, hay cosas mucho peores que ser. No me importa
mojarme, ¿por qué no ser un pez si eso significa que no tengo que salir del
agua? ¿Vas a comerte eso? —Sus palillos arrebataron un trozo de sashimi
de mi plato antes de que tuviera la oportunidad de decir nada.
—Supongo que no. —Me reí—. ¿Dónde vas a poner todo eso?
Me quedé mirando con los ojos muy abiertos mientras el chef daba
palmas y hacía una reverencia.
1
Hiro-san, sutekina shokuji ni kansha shimasu. En castellano significa, Hiro San,
muchas gracias por la rica comida que me serviste.
2
Anata ni hōshi suru koto wa watashi no meiyodeshita. En castellano significa, Ha
sido un placer para mí servirte.
—Espera... ¿hablas japonés? —pregunté en voz baja mientras
nuestros platos desaparecían—. Acabo de aprender a decir “gracias” y llevo
años viniendo aquí...
—¿En serio?
—Amigo... es pescado.
—No, no. Nunca es sólo pescado. Lo que hace Hiro-san en este lugar
es arte.
—Y tú sigues ganando.
Lo único que pude hacer fue asentir. Sólo conocía a Patrick desde
hacía unas horas; pero sentía que podía hablar con él... había algo diferente
en él, como si no me juzgara por nada de lo que dijera, aunque lo dijera por
accidente. Tenía la norma de no confiar nunca en nadie hasta que lo viera en
el agua; el océano era honesto. Patrick había pasado esa prueba con éxito.
Ouch.
—Tanner me hace sentir miserable de muchas maneras, pero estoy
entre la espada y la pared. No puedo pagar el alquiler con un salario a tiempo
parcial, y yo sólo... Supongo que estoy destinado a ser un vago de playa.
—¿Sí o no?
—¿Cuándo fue la última vez que tuviste una cita? —me preguntó
Patrick cuando entramos en el paseo marítimo. En Venice nunca está
realmente oscuro, y las luces que hay entre los edificios iluminan nuestro
camino lo suficiente. Era una noche perfecta; un viento suave me acariciaba
la mejilla y el sonido de las olas rompiendo en la playa era relajante. Respiré
profundamente el aire de la noche y cerré los ojos brevemente antes de
decidirme a responder con sinceridad.
Patrick negó con la cabeza y miró el agua oscura más allá del paseo
marítimo.
—Oh... lo siento.
Oh, joder.
4
BROOKE
Tanner era mucho más divertido que yo, así que no era difícil
resignarme a que eso volviera a suceder. La mayoría de los chicos echarían
un vistazo a Tanner y se olvidarían de mí. No esperaba que Patrick fuera
diferente.
—¿Vas a quedarte ahí toda la noche o vas a dejar que suba? Patrick,
cariño, pareces un hombre de cerveza... Tengo cerveza fría en la nevera con
tu nombre... —Tanner guiñó un ojo y desapareció, y pude oír cada paso
mientras se dirigía a la cocina.
—Uhh... sí. Estoy allí todos los días —tartamudeé. Podía sentir que me
sonrojaba, pero tal vez sólo fuera mí sobre exposición al sol. Patrick estaba
imposiblemente cerca de mí, y podía oler la sal en su piel.
—Yo también —dijo en voz baja. Abrí la boca para decir algo que sin
duda habría sido muy, muy estúpido, pero antes de que pudiera formar las
palabras, la mano de Patrick estaba en mi hombro y su boca en la mía.
Esto fue, sin duda, la cosa más ridícula a la que me habían sometido en
toda mi vida. El fotógrafo (cuyo nombre había olvidado) estaba flotando en
una lancha neumática junto a mí, tratando de tomar fotos de acción de mí
remando cerca de la línea de las olas. El equipo de marca que me habían dado
era un poco demasiado apretado, pero Tanner había insistido en que se veía
increíble.
—Deberías ver tu culo —susurró en voz alta. Eso era lo último que
quería oír—. Nadie lleva un traje de neopreno como tú, Brookie. Créeme. —
Le guiñó un ojo al productor, que me miró con una perfecta sonrisa
californiana. Genial.
—¿Estás vigilando que no haya tiburones verdad? —dijo una voz desde
detrás de mí.
—Oh, sí, se avistó un tigre no muy lejos... o tal vez fue un blanco. No
lo recuerdo.
Ni siquiera tuve que girarme para ver quién interrumpía el reportaje,
sabía que era Patrick. Oí una ráfaga de chasquidos del obturador y miré al
fotógrafo justo a tiempo para verle sonreír al fondo de la cámara.
—Hoy has hecho un gran trabajo Brooke —dijo por encima del hombro
—. Debería tener más que suficiente, y esas últimas tomas fueron mágicas.
—Me mostró un pulgar hacia arriba mientras el bote se tambaleaba hacia la
orilla.
—¡Brookie! ¡Trae ese culo de vuelta aquí con ese traje de neopreno
prestado! —Tanner gritó desde la playa.
—No, gracias. Ni siquiera creo que pueda subirme a mi tabla con esta
cosa. Y si no vuelvo a la orilla pronto, la cabeza de Tanner va a explotar.
—¿Has bebido demasiada agua de mar hoy? Estabas solo ahí fuera.
Los asistentes sociales mantenían a todo el mundo alejado del reportaje. No
empieces a decir locuras ahora, Duncan te quería. De hecho estoy 90%
seguro de que está enamorado de ti. Quiere fotografiarte de nuevo para
una revista... no sólo piezas publicitarias, como una revista de surf real.
¿Puedes creerlo? No te preocupes, me aseguré de que aceptara pagarte por
esa cara tan bonita. —Tanner me pellizcó la barbilla y me sacudió la cara.
Aparté su mano de un manotazo y me froté la mandíbula.
Miré hacia el agua, pero estaba desierta. Los surfistas que me habían
estado llamando antes se habían desplazado hacia la playa y su número se
había reducido considerablemente; incluso si Patrick hubiera estado allí,
habría podido verlo dirigirse de nuevo hacia la multitud.
¿Qué demonios?
—Vale, dame ese traje de neopreno, campeón. Necesito llevarlo de
vuelta a Manta. —Me lanzó una mochila y señaló en dirección a los vestuarios
—. Ve, ve, apúrate. Tenemos un límite de tiempo.
—Sí, no lo creo.
—Bueno sí, eso es parte de ello... ¿te preocupa lo que van a pensar los
otros chicos? Créeme, Brookie, si tuvieran la mitad del talento necesario
para ser siquiera considerados para este contrato, se matarían a golpes con
sus tablas por la oportunidad de llevar esa camiseta.
—Tan normal como respirar cariño. —Tanner me pasó un brazo por los
hombros y se acercó—. Sólo es venderse si no se negocia —dijo con un guiño
—. Y yo... soy un maestro de la negociación.
Ni mucho menos.
A Tanner le gustaba decirme que yo no era nada sin él... y supongo que
había empezado a creerle. Siempre había sido un vagabundo de la playa sin
mucho en el camino de la planificación de la “vida real”. Llevaba solo desde
los dieciséis años, y la playa era el único lugar en el que me sentía realmente
a gusto. Los chicos que conocí en las olas eran mis hermanos y nos
cuidábamos mutuamente.
—Hola, forastero.
5
POSEIDÓN
—Puede ser. Está claro que has pensado mucho más que nosotros en
esto de reconstruir el Olimpo.
Zeus sabía tan bien como yo que tenía razón, pero siempre había sido
terco y ahora lo estaba siendo.
Tal vez era hora de dejar de mentirme a mí mismo. Había una razón
por la que me sentía atraído por Brooke. Era tan diferente a cualquier
mortal que hubiera encontrado y podía sentir su conexión con el océano casi
tan fuerte como la mía.
La ira de las diosas hará que los campos divinos sean estériles... el
mundo será consumido por su furia. Los cielos se agrietarán y las montañas
serán como polvo.
Pero cuando los mares estén quietos, las nubes se hayan desvanecido
y los fuegos ardan hasta convertirse en cenizas en el hogar, la semilla divina
echará raíces entre las grietas del suelo del templo.
Yo sabía que no debía jugar con los mortales, pero los viejos hábitos
son difíciles de erradicar y siempre me había gustado mostrar mis poderes
sin que fuera evidente. Había observado la confusión de Brooke mientras me
buscaba en el agua después de que saltara por la barandilla del paseo
marítimo. Su preocupación había sido conmovedora y la punzada de
culpabilidad que sentí por haberme ido no era tan fácil de olvidar como en el
pasado. Los mortales eran una creación divertida, pero, a diferencia de mis
hermanos, nunca me había permitido encariñarme demasiado.
La pasión de Zeus por ellos era bien conocida... era lo que nos había
llevado a este punto en primer lugar. Todo lo que la profecía había hecho era
despertar su apetito por esta carne vulnerable y me pregunté cuántos
mortales habían sido sacrificados en sus intentos de encontrar esta
“chispa”, como él la llamaba.
Cuando lo toqué, fue como un rayo que corría por mis venas.
Pasé la mano por el agua que tenía delante. El movimiento envió ondas
doradas hacia la orilla. Brooke seguía con la mirada fija en el agua, y pude
sentir su desesperada soledad. Le habían hecho daño, lo sabía con certeza, y
mi corazón se dolía por este mortal que llevaba heridas que parecían tan
similares a las mías.
—¿Ah sí?
—No estoy seguro, este parece el lugar adecuado para que estés.
—Es bastante ridículo que algo como una sesión de fotos pueda
ponerme de tan mal humor. Son sólo un par de fotos...
—Lo siento, asumí que eras como todos los que vienen a surfear desde
el norte. Ya sabes, tipos con mucho dinero que vienen aquí y ocupan espacio
en el agua. Suelen ir de crucero y no tienen interés en surfear de verdad.
—Algo así.
—Pero dijiste...
—Dije que me gustaba el agua y que viajaba por ahí. —Brooke parecía
un poco avergonzado, como si hubiera asumido algo sobre mí que no quería
admitir. Le sonreí—. En serio, ¿estás bien? Parecía que tú y tu amigo
estabais discutiendo.
Se sonrojó sólo un poco, pero podría haber sido el rosa del atardecer
que manchaba sus mejillas.
—No es malo decir que tienes miedo. Todos los mortales tienen algo
que temer.
—Tengo miedo. Tengo miedo de que un error que cometí hace años
signifique que estaré solo para siempre. Pienso en ello constantemente.
—Para siempre es mucho tiempo —dijo Brooke en voz baja—. ¿Te has
preguntado alguna vez que si te disculpas? ¿Se arreglaría este “error”?
—Nunca es tarde para una disculpa —dijo con una sonrisa triste.
—Pasó algo, hace mucho tiempo —dijo Brooke en voz baja. Hizo una
pausa, como si tratara de decidir cuánto debía contarme. El sonido de las
olas corriendo sobre la arena era tranquilizador, y suspiró mientras se
apoyaba en mi hombro.
—No tienes que decírmelo —dije. Lo único que quería hacer era
atraerlo contra mi pecho y tratar de curar las heridas que tuviera.
BROOKE
—No lo sé —dije con sinceridad—. Sé que quiere que sea feliz, pero a
veces me preocupa que me aleje de lo que realmente quiero.
—Sólo algo que he oído decir a la gente —respondió con una sonrisa.
—¿Eran marineros?
—Nunca.
—Me lo imaginaba.
—El océano nunca es más hermoso que a esta hora del día —continuó
Patrick, su mirada casi anhelante mientras miraba las olas—. Siempre me
hace pensar en casa. La mayoría de las noches me siento solo a ver la puesta
de sol... Deseando tener a alguien que la vea conmigo.
—No puedo...
Moví las caderas, desesperado por acercarme aún más a él. Patrick
soltó una risita, un estruendo bajo y oscuro como un trueno sobre mares
tormentosos, y luego me soltó de su firme agarre. Dejé escapar un gemido
desesperado que se cortó bruscamente, sustituido por un jadeo de placer,
cuando su boca caliente y húmeda sustituyó a su mano.
Asentí con la cabeza y bajó su boca hasta mi polla una vez más,
arrastrando su lengua lentamente por mi longitud antes de introducirme
profundamente en su boca. Me pasé las manos por el pelo, jadeando, sin
poder apartar los ojos de su cara.
Sabía que debería haber dicho algo... algo elogioso... ¡cualquier cosa!
Pero mi mente estaba en blanco y mis venas palpitaban al ritmo de las olas
que rompían y de los latidos de mi corazón. ¿Qué había hecho? Apenas
conocía a este hombre... y le había dejado...
Mis pies golpeaban sobre la arena y perdí la cuenta de las veces que
casi me caigo de bruces en las cálidas dunas. En lo único que podía pensar
era en alejarme de Patrick para no tener que enfrentarme a todo lo que
estaba sintiendo. No debería haberle hablado de Eric... No debería haberle
besado... No debería...
Pero quería hacerlo. Había querido a Patrick, y ahora sabía que lo
había deseado desde el primer momento en que lo vi, del mismo modo que él
me había deseado a mí.
—Vas a tener que explicarme al menos una vez más, Brookie. Porque
ahora mismo, esto no tiene ningún puto sentido... ¡en absoluto!
—Mira, Manta quiere que vaya a algún sitio a entrenar para Billabong,
¿verdad?
—No —dije rápidamente—. Todavía no. —Le pasé el brazo por los
hombros en lo que esperaba que fuera un gesto tranquilizador—. Quiero
prepararme para ello, ¿sabes? Billabong es algo grande y no quiero
avergonzar a nadie. Es un vuelo largo, y el alojamiento y la comida... He
pensado en empezar en algún sitio más pequeño.
—¿Cómo dónde?
—¿Dónde?
—¿Hawaii?
—Está más cerca de casa para que puedas vigilarme, y te prometo que
daré señales de vida cada pocos días. Pensé en recorrer las islas y visitar las
mejores playas. Para cuando llegue a Oahu estaré listo para Australia.
—Bien. Hazlo por la mañana, pero quiero que reserves mi vuelo esta
noche.
—¿Esta noche?
—Sí. Quiero salir por la mañana. El primer vuelo que salga. Puedes
hacerlo, ¿verdad?
—Lo sé, por eso tengo que ir. Necesito algo de tiempo para
prepararme. Si quieres que compita, si quieres que gane... Esto es lo que
necesito hacer. Por favor. Sólo necesito unas semanas.
Tanner se animó.
No sé por qué necesitaba tanto salir. Sólo sabía que tenía que irme;
tenía que alejarme lo más rápido posible de Venice, de Malibú, de Manta, de
Tanner... de Patrick... de todo.
—Claro.
—No hay problema. Sabes que vivo para los imanes de nevera
horteras.
—¿Sireno?
—¡Claro! El que saltó por el paseo marítimo para no ser visto nunca
más... ¿se ahogó? ¿Presentaste un informe de persona desaparecida?
—Lo imaginaba.
7
POSEIDÓN
—Pareces muy distraído hermano —dijo una voz oscura desde las
columnas.
—Ah, sí —respondió Hades y pasó una página del libro que llevaba. Se
apoyó en una columna despreocupadamente y pasó el dedo por la página—.
Has estado buscando, ¿no es así? —preguntó distraídamente.
—Tonterías —murmuré.
—Llevas bastante tiempo fuera del Olimpo... y parece que has pasado
la mayor parte del tiempo al sol —dijo. Me miré el torso y apreté los
dientes. Los rayos del sol habían oscurecido un poco mi complexión, pero
esperaba que no se notara—. ¿Qué hace tu mortal, hermano? Zeus me dice
que el suyo es actor... y bastante bueno.
Me reí.
—¿Un actor?
—Yo…
Esta era una posición en la que nunca quería estar. No quería mentir a
Brooke, pero revelarme ante él demasiado pronto podría arruinarlo todo. Ya
sabía que si me rechazaba, me quedaría solo por el resto de mi inmortalidad,
y vería cómo mis hermanos encontraban sus chispas. Los salones del Olimpo
resonarían con las risas de sus hijos divinos, y yo me quedaría soportando el
peso de la maldición de las diosas por no poder tomar una decisión...
—Yo... no lo he decidido.
—¿Tiempo?
—Sí. Has encontrado una forma de frustrar a las diosas, espero que
no seas tan arrogante como para creer que no se enfadarán cuando
descubran la laguna de su maldición.
Hades cruzó los brazos sobre el pecho y se puso en pie. Miró a Zeus y
lo miró detenidamente antes de responder.
Miré las baldosas de mármol bajo mis pies. ¿Todas las diosas?
—Sí, hermano... cada una de ellas —dijo Hades, como si pudiera oír
mis dolorosos pensamientos—. ¿Crees que renunciarán a su victoria tan
fácilmente? Yo creo que no. Puede que estés celebrando tu nueva esperanza,
pero ¿te has detenido a pensar cómo se vengará Hera?
—No lo entiendo —dije—. Las diosas han esperado tanto tiempo, ¿por
qué iban a atacar a estos mortales ahora?
—Los ponemos en peligro con nuestro toque... —Me miré las manos,
mientras la culpa me invadía. ¿Había puesto realmente en peligro la vida de
Brooke?
—¿Lo sabías?
—Ni yo a ti. Ve... vuelve a tus mareas. Puedo sentir cómo cambian. —
Hades me despidió con un gesto de la mano, y sentí que la ira subía a mi
pecho. No serviría de nada desafiarlo. Estaba preocupado por Brooke... salir
del Olimpo cuanto antes para estar seguro de que estaba a salvo era la única
cura para mi agitación.
—Insufrible —murmuré.
Respiré profundamente y cerré los ojos. Imaginé la cara sonriente de
Brooke el día que lo había conocido y en un instante mis pies se plantaron en
el oleaje.
Miré hacia el agua; los surfistas habían salido en masa y las olas eran
buenas. Había puesto especial cuidado en mantenerlas a un nivel que sabía
que Brooke no podría resistir. El tiempo pasaba más rápido en la tierra que
en el Olimpo, y aunque no había estado fuera mucho tiempo, aquí habían
pasado varios días... días que esperaba que Brooke hubiera pasado pensando
en mí.
Pasé más tiempo del que debía preguntando a mí alrededor para ver si
alguien sabía dónde podía estar Brooke, pero cada pregunta que hacía sólo
me traía hombros encogidos y disculpas a medias. Me maldije por no haber
prestado más atención a dónde estaba. Debería haber estado observando,
pero no había pensado con claridad...
—Hawaii.
—¿A dónde vas? —Tanner llamó tras de mí—. Tengo algunas camisetas
que podrías modelar para mí... ¡Seguro que a Manta no le importaría que
sustituyera a Brooke por ti para esa sesión de fotos!
BROOKE
La tabla que había estado utilizando durante los últimos cinco años
estaba apoyada en el lateral del edificio y la agarré con un nuevo sentido de
propósito. Puede que no quiera ir a Billabong, pero de ninguna manera iba a
desperdiciar la oportunidad de salir al agua y hacer lo que más me gustaba.
Tanner me había dado una lista de los mejores lugares para practicar
el surf en cada una de las islas, y durante la última semana había hecho todo
lo posible por cumplir el programa que me había preparado. Pero en los
últimos días me había descuidado y sabía que mi teléfono estaría lleno de
mensajes de texto suyos preguntando qué demonios estaba haciendo.
Cabalgué una ola tras otra, y cada una de ellas se llevó más y más de
mi preocupación y ansiedad hasta que no quedó nada más que mi tabla y el
océano. Las olas no podrían haberse enroscado de forma más perfecta si
hubieran sido sacadas directamente de mis sueños y descubrí que lo único
que tenía en mente era Patrick y lo que había sentido al verle cabalgar las
olas a mi lado... y lo que había sentido al tener su boca en la mía, y sus manos
en mi cuerpo...
Genial. Esto era lo último que necesitaba. Si había una cosa que odiaba
del surf, era que era un terrible juez de lo que era coqueteo y lo que no.
Había dado un montón de clases de surf a chicas (y chicos) que sólo
intentaban anotarse un revolcón en la arena o conseguir mi número... Tanner
nunca dejó de reírse de mí por ello, pero todavía no había aprendido a
distinguir entre alguien que estaba realmente interesado en hablar de surf
y alguien que estaba intentando meterse en mis pantalones.
—Lo siento... ¿te he cortado el paso? Pensé que estaba solo aquí —
dije, extendiendo la mano para apagar la cámara.
—Eso es genial... ¿así que eres una profesional? —Se inclinó hacia
delante en su tabla, apoyó los codos en la fibra de vidrio y apoyó la barbilla
en las manos. No parecía local, pero sí muy cómoda sobre su tabla, no como
otras conejitas del surf que había conocido en Venice y Malibú.
Me encogí de hombros.
—Supongo.
—¿Qué?
—¿Cómo...?
—¡Deprisa!
—¡Eh! —Miré hacia delante, pero la chica de pelo oscuro estaba más
lejos—. ¡Qué demonios! Eh, ¡espera!
Tiburones.
—No te lo pongas más difícil —dijo una voz. Intenté girarme, pero las
uñas se clavaron más en mis tobillos y grité de dolor—. Mi hermana no te
dejará ir, así que luchar es inútil. Cuanto más te muevas, más fuerte será su
agarre. —La chica de ojos como el mar nadó hacia mí. Se movía con agilidad
en el agua y su piel pálida brillaba con escamas nacaradas.
—¡Qué mierda!
—Lo siento, pero tiene que ser así. Hay que darles una lección. —Abrí
la boca para suplicarle que me dejara ir, que no sabía de qué estaba
hablando, que tenía que volver a la orilla... algo... cualquier cosa... pero ella
apretó sus labios contra los míos, cortando mis palabras y robándome el
aliento.
—Me aseguraré de decirle que no has sufrido —dijo con una fría
sonrisa.
No tenía energía para luchar, y mi último aliento fue más agua que
aire cuando me sumergieron por última vez. La risa que había sonado tan
musicalmente por encima del agua era espeluznante y amenazante bajo la
superficie, y el duro agarre y las afiladas garras de mis captores me
mantenían suspendido en el agua verde.
Ceder sería fácil, como ella había dicho... todo lo que tenía que hacer
era relajarme. Mi visión se nubló y unas formas pálidas se arremolinaron
junto a mí; sus garras rozaron suavemente mi pecho y tiraron de mis
pantalones.
Nadie venía a por mí... nadie sabía dónde estaba. Y yo estaba muy
cansado. Cansado de luchar, cansado de correr... cansado de todo.
POSEIDÓN
Nuestro favor los marca y los revela a los ojos de las diosas... nuestro
amor los pone en peligro.
Thaleia.
Las dejé allí, suplicando que las liberaran mientras nos dirigía a una
isla cercana. Una reserva marina frente a la costa serviría a mi propósito.
Por mucho que quisiera llevarlo de vuelta al Olimpo, no podía tomar la
decisión por él. Tenía que pedirlo...
Dejé el cuerpo inerte de Brooke suavemente sobre la arena y me
arrodillé a su lado. Puse las manos sobre su pecho e introduje mi poder
divino en su frágil estructura, lo suficiente como para curarlo... si era
demasiado, no sobreviviría a este rescate.
Sentí una mano en mi muñeca y miré hacia abajo para ver a Brooke
sonriéndome. Su piel estaba pálida y su mano temblaba, pero estaba viva.
—¿Saber qué?
—No les hagas daño... —dijo Brooke en voz baja. Su súplica hizo que
mis pasos flaquearan un poco, pero no había forma de salvar a las ninfas del
agua. Habían elegido su bando, y serían castigadas por ello. Me adentré en el
agua sin mirar atrás y dejé que mi tridente me guiara de vuelta a las
nereidas cautivas.
—Nada que tenga valor para ti —dijo ella—. No eres más que un
arrogante usurpador... tomaste el legítimo lugar de mi padre como Rey de
los Océanos y lo trataste como si nada... somos del Viejo Orden, y tu
divinidad no significa nada para nosotros.
El delfín que una vez había sido una ninfa con asesinato en su corazón
era ahora un protector. Estaba a salvo de la ira de Hera, y sus hermanas se
salvarían. Les había hecho una bondad mayor de la que se les debía, y
esperaba que Brooke se sintiera complacido.
—¿A ellas?
—No tengo nada que hacer —dijo Brooke con una sonrisa. Se apoyó en
mí, invitándome a rodear sus hombros con el brazo. Al asentar su peso
contra mí, le oí suspirar un poco y el corazón me dio un salto en el pecho. Tal
vez esto no sería tan difícil como pensaba; sólo tenía que sacar las palabras.
—Esas eran nereidas... ninfas del mar. Solían ayudar a los marineros
en las tormentas y guiarlos a través de las aguas turbulentas.
Me reí un poco.
—No. Hay más cosas de las que puedo explicar aquí... pero las enviaron
a buscarte.
—¿Te lo dijo?
—La Nereida dijo que me habías marcado... que estaba marcado por ti.
¿Qué significa eso?
—Te lo dijo. —Apreté los dientes; esta era la parte difícil. Respiré
hondo y traté de organizar mis pensamientos, ¿cómo podría explicar esto
adecuadamente? Parecía no molestarse por mi divinidad, lo cual era
extraño... Me había preparado para una rabieta, para que huyera como lo
había hecho de la torre del socorrista. Pero parecía tan tranquilo, ¿por qué
no podía controlar mi propio corazón?—. Hace mucho tiempo, mi hermano,
Zeus, insultó a su esposa... y en su ira, la diosa lanzó una maldición sobre
nosotros. Que estaríamos solos por el resto de la eternidad. Se llevó a
nuestras esposas, a nuestros hijos, y nos dejó estériles...
—Lo siento mucho, pero no creo que pueda ayudar con esa última
parte.
—Y habrá más.
—¿Trampa?
—Sí, siempre hay una trampa. Como si tuviera que infringir alguna ley
o hacer alguna locura para demostrar que merezco estar allí. ¿O tengo que
dejar de comer lácteos? Es una locura, ¿no?
—No. Está un poco más lejos que eso. Y tendrías que dejar atrás tu
vida mortal. Yo cuidaría de ti, y de nuestros hijos. Pero cualquier familia,
cualquier ser querido... no lo entendería.
Sonreí, esperando que esto no fuera suficiente para que dijera que
no.
BROOKE
¿Pero los niños? Esa podría haber sido la parte que más me extrañó.
Sé cómo funcionan los cuerpos humanos, y el mío no funciona así. Pero una
vocecita en mi cabeza sentía curiosidad. ¿Y si era verdad? Llevaba tanto
tiempo sin familia que la idea de tener una propia era embriagadora.
Me detuve en las suaves rocas de lava negra que fluyen por la orilla y
miré las olas antes de entrar en el agua. El agua salada me escocía los cortes
en los tobillos y, en cuanto mis dedos se hundieron en la arena pálida y el
agua salada, supe que algo iba mal. La sensación que siempre había tenido
cada vez que tocaba el océano no estaba allí; en su lugar había una creciente
sensación de pánico... un temor que nunca había sentido antes. Sentía que el
pecho se me apretaba a medida que me adentraba en el mar. Me detuve
cuando el agua me golpeó el estómago, incapaz de ir más lejos.
No podía hacerlo.
Tragué con fuerza y cerré los ojos. Estar en el agua era lo único que
me hacía feliz, y ahora ni siquiera podía estar en el agua hasta la cintura sin
pensar en lo que había sido estar tan cerca de la muerte. La forma en que la
Nereida se había burlado de mí me parecía más cruel que nada... mientras
era mortal, mientras era yo mismo, era un peón. Podían herirme, podían
matarme y podían utilizarme para castigar a alguien que me importaba.
¿Me creí todo lo que me dijo? No... quizás no todo. Pero, ¿qué podía
perder si era verdad?
Volví a vadear la orilla y me senté en las rocas calentadas por el sol,
intentando pensar... pero mientras buscaba en mi confusión cualquier cosa
que pudiera mantenerme atado a Los Ángeles, cualquier cosa que fuera
demasiado difícil de abandonar, la respuesta era siempre la misma.
POSEIDÓN
Si Brooke decía que no, tendría que velar por él mientras viviera, pues
Hera no se detendría en su afán de acabar con esas chispas. Su ira nunca se
desvanecería, y mientras él viviera, mientras la esperanza que representaba
permaneciera, estaba en peligro. Si me aceptaba, podría protegerlo con la
inmortalidad de los dioses. Un bocado de ambrosía lo haría intocable. Hera
desviaría su mirada vengativa a otra parte y yo podría concentrarme en mi
propia parte en el futuro del Olimpo.
Recordé lo que era tener a mis hijos en mis brazos. Mis semidioses.
Los había amado a todos por igual, y había llorado sus muertes con todo mi
corazón. Pero los hijos que Brooke llevaría en su seno serían algo más que
semidioses; la chispa divina que las diosas habían dotado a sus hijos
convertía a estos mortales en nuestros iguales, y en cuanto probaran la
ambrosía... su lugar en el panteón estaba asegurado, y ni siquiera Hera
podría cuestionarlo.
—Los muertos no esperan tío —había dicho—. ¿Qué les importan mis
penas cuando se dirigen al Inframundo?
Tal vez eso fuera suficiente. Podía conformarme con saber que había
encontrado mi chispa... que el mortal perfecto, uno que había sido creado
sólo para mí, existía. Habíamos existido durante siglos conociendo sólo la
soledad, la ira y el dolor. Pero había probado lo que significaba ser feliz,
estar completo de nuevo... y si él decía que no, habría valido la pena.
Poseidón.
Me pasé una mano por el pelo, casi avergonzado por haber aparecido
tan bruscamente delante de él.
—Creía que algo iba mal —dije sin ganas. Brooke se rio y pasó los
dedos por la superficie de la piscina de mareas.
—No...
—Tengo que ir al Olimpo... Tengo algo para ti. Sólo estaré fuera un
momento. ¿Quieres esperar?
—El hecho de que Hera esté trabajando con otros inmortales para
poner en peligro la vida de nuestros mortales no es cosa de risa.
—¿Pero tuvo ella misma algo que ver, o se limitó a mirar desde la
barrera? —grité—. Está marcada por su odio hacia nosotros... ¡Si no me
hubiera llamado, no habría podido salvarle! —Me desesperaba la ira y las
lágrimas me escocían los ojos mientras una imagen de Brooke, retenido en
las profundidades del océano por las hijas de Nereo, se me venía a la cabeza
—. ¡No puedo perdonarla!
—Tráemela... ahora.
Todo lo que quería era estar de vuelta con Brooke, y cada segundo era
un segundo que pasaba lejos de él... todo lo que podía hacer era asentir
mientras mis dedos se cerraban alrededor de la caja dorada y me deseaba a
mí mismo volver a su lado.
Dudé. Pero lo deseaba tanto, y estaba seguro... estaba más que seguro
de que él era el indicado. Pero, ¿realmente lo creía?
—Brooke...
Le pasé los dedos por el pelo, una oleada de anhelo recorrió mis venas,
tan poderosa como las corrientes del mar, sus súplicas tan persuasivas como
la atracción de la luna, y cedí a mi deseo.
—Soy tuyo —dijo y bajó su boca a la mía. Gemí y abrí la boca bajo la
suya mientras nuestras lenguas se enredaban.
—Por favor —susurró con los ojos tan azules como el agua que nos
rodeaba, e igual de seductores.
—Es como si fuera un barco en alta mar —susurró con los ojos
semicerrados y los labios rosados en donde los había mordido—. Siento que
he estado a la deriva durante mucho tiempo. Por fin he encontrado mi ancla.
—Llévame a casa.
EPÍLOGO ~ HADES
El niño crecía con rapidez, y en poco tiempo los salones de mármol del
Olimpo resonarían con los gritos de los dioses recién nacidos. Apolo había
prometido asistir a los nacimientos, pero no se interesó por la profecía, sino
que prefirió permanecer célibe aceptando las cartas que las Parcas le habían
repartido. Cuando Hera nos había maldecido, él había aceptado su ira y se
había ido en peregrinación a la isla de Delos... Estaba seguro de que aún
albergaba algún resentimiento hacia mí, y estoy seguro de que Zeus me
habría aconsejado que me disculpara de alguna manera por la destrucción
del oráculo de Delfos. Por suerte, Zeus estaba ocupado en otra cosa, y no
me había exigido ninguna palabra insincera que pudiera reunir.
Insolente mortal.
—¿Qué? —grité.
—Oh, vamos —dijo Cameron—. Zeus dijo que podía preguntarte lo que
quisiera...