Contratos Final Completo
Contratos Final Completo
Contratos Final Completo
CONTRATO
DEFINICION
Es el acto jurídico mediante el cual dos o más partes manifiestan su consentimiento para crear, regular, modificar,
transferir o extinguir relaciones jurídicas patrimoniales
el CCYC lo define como un acto voluntario y licito que tiene la particularidad de que se establece por el
consentimiento de dos o más partes
PRINCIPIOS
Libertad de contratación: permite que los particulares decidan con quien contratar, cuál será el objeto como será
regulada la relación contractual y solucionar las diferencias
Fuerza obligatoria: contrato celebrado es obligatorio para las partes y solo puede ser modificado o extinguido por las
partes o la ley
Buena fe. Es un principio vertebral del derecho privado. Es una Conducta recta y honesta en relación a las partes
interesadas
Conservación del contrato: este está orientado a que el vínculo negocial alcance los fines previsto por las partes
Principio de relatividad de efectos: que los efectos del contrate solo afecte a las partes y no perjudique a terceros
quienes solo serán alcanzados si así o propone la ley
Es bilateral
Entre vivos
Patrimonial
Causado
El contrato regla exclusivamente de un modo inmediato o directo, las relaciones jurídicas patrimoniales
obligacionales, es decir, las propias del derecho creditorio.
Con el nacimiento de la obligación el deudor queda patrimonialmente ligado al deudor, y esta limitación a su
accionar, este ligamen, debe derivar de un hecho que el derecho reconozca como válido para justificarlo.
La causa no debe ser ilícita, es decir no debe estar prohibido el hecho o acto que generó la obligación, en
consecuencia, debe ser conforme con el ordenamiento jurídico.
Son ejemplos de cuasicontratos la gestión de negocios ajenos o gestión oficiosa y el enriquecimiento sin causa o
injusto. Por ejemplo, cuando un vecino se va de vacaciones y se le paga la boleta de gas, esto genera una obligación
en el dueño cuando vuelva de tener que pagar lo pagado por el gestor.
El delito es una conducta típica, antijurídica y culpable El sujeto que comete el delito adquiere entonces la obligación
de realizar una indemnización sobre los daños.
El cuasidelito se diferencia del delito por la ausencia de intención, no obstante, al igual que el delito el sujeto debe
responder por los daños causados con una indemnización.
La ley será fuente de obligaciones aún en contra de la voluntad del sujeto. La ley se impone. Son obligaciones
impuestas por una norma jurídica, por ej. las obligaciones alimentarias, impositivas. Es una fuente de obligaciones
impuesta por el Poder Legislativo.
La declaración unilateral de voluntad es el poder de la sola voluntad del deudor, para crearse obligaciones a su
cargo perfectamente válidas y exigibles, antes de la concurrencia de la voluntad del acreedor, y cuyo apartamiento,
le impondrá responsabilidad civil por los perjuicios ocasionados. La promesa pública de recompensa es uno de los
supuestos admitidos como típicos de voluntad unilateral.
Las relaciones contractuales de hecho o fácticas, son relaciones jurídicas iguales a las contractuales, pero nacidas no
de un contrato, sino derivadas del contacto social o derivadas de una conducta social típica. Por ejemplo, el contrato
de peaje, el contrato de adhesión
Sólo por excepción pueden ser algunos de los derechos personalísimos objeto de un contrato, por ej. la disposición
del propio cuerpo, o parte de él, que no importan una disminución permanente de la integridad física: enajenación
de la sangre o de la leche de la madre (contrato de nodrizaje; la disposición mortis causa de residuos corporales,
etc.)
El contrato resulta insuficiente, por sí solo, para producir la adquisición o constitución de derechos reales. En nuestro
ordenamiento jurídico es productor de efectos obligacionales, pero carece de eficacia real o de derecho real.
El contrato sirve de título al derecho real. Pero ese título resulta insuficiente para la transmisión o adquisición de
derechos reales, pues es necesario que sea seguido, en nuestro derecho, con una finalidad de publicidad: tradición e
inscripción registral. Tratándose de la hipoteca y la prenda sin desplazamiento, es suficiente el modo de inscripción
registral.
Art. 1893 del CC y C: Inoponibilidad. La adquisición o transmisión de derechos reales constitutivos de conformidad
a las disposiciones de este Código no son oponibles a terceros interesados y de buena fe mientras no tengan
publicidad suficiente.
uno persigue como fin inmediato, el emplazamiento en el estado de familia o la regulación de facultades emergentes
de los derechos subjetivos familiares, mientras que el contrato tiene como fin la creación de una relación
patrimonial. Ej. de actos jurídicos familiares son: matrimonio, reconocimiento de hijos, adopción. En el derecho de
familia los deberes carecen del contenido patrimonial propio de las obligaciones.
emergen de una pluralidad de sujetos que actúan satisfaciendo un solo interés. Por lo tanto, estos actos no son
contratos, ya que estos últimos requieren dos o más, “centros de interés”
El acto colectivo es un negocio jurídico unilateral (hay una sola parte o centro de interés) puesto que la única parte
está compuesta por varias voluntades que se suman para formar una declaración de voluntad única, como por
ejemplo la decisión del órgano colegiado de una sociedad o la decisión que toman los condóminos de celebrar un
contrato respecto de la cosa en condominio.
El acto colegial es aquel donde la voluntad en vez de ser individual, se torna colectiva luego de un proceso de
deliberación sujeto a las reglas de la mayoría. Por ejemplo, las decisiones que se toman en el consorcio de un
edificio, resultan de todas las voluntades que se unen para satisfacer el interés de ese ente, que es una persona
jurídica. Se forma una supravoluntad.
El acto jurídico complejo es aquel en el cual la declaración de voluntad de los otorgantes se integra con la
declaración de voluntad constitutiva del sujeto. Por ejemplo, el matrimonio, que no es un contrato por cuanto a la
declaración de la voluntad de los contrayentes debe adicionarse la voluntad integrativa o constitutiva del oficial
público o como la venta de bienes de un inhabilitado, como el pródigo: este si bien no es incapaz, pero está
inhabilitado para realizar determinados actos y requiere para actuar la asistencia de un curador. El único interés es el
del prodigo, pero el curador debe otorgar su voluntad (art. 48 del C.C. y C)
UNIDAD 2
ELEMENTOS
Para constituirse requieren necesariamente, los siguientes elementos: Un sujeto activo o acreedor, un sujeto pasivo
o deudor, una manifestación de voluntad que ambos sujetos o partes expresan, y según la manera en que se realice
determinará la forma contractual; un vínculo jurídico, que obliga al deudor con respecto al acreedor y permite a este
peticionar el cumplimiento de la prestación ante el incumplimiento, y el objeto de la prestación que puede consistir
en una cosa (contrato de compra-venta o locación de cosas) o en un hacer (contrato de locación de servicios o de
obra).
Los elementos naturales: son los que normalmente se prevee para cada tipo de contrato
son aquellas consecuencias que se siguen del negocio, por ejemplo: aún ante el silencio de las partes, la gratuidad es
un elemento natural de la donación, las garantías de evicción y por vicios redhibitorios son un elemento natural de
los contratos a título oneroso.
Los elementos accidentales: son aquellos que expresamente establecen e incorporan al contrato las partes en
virtud del principio de la autonomía de la voluntad
Los elementos esenciales: son aquellos sin los cuales no puede existir el contrato, consentimiento, objeto, causa y
en algunas ocasiones la forma
La manifestación de voluntad: Emitida en forma libre, o sea, sin engaños (dolo), equívocos (error), ni violencia física o
mental. La voluntad puede expresarse verbalmente, por escrito o en forma tácita, salvo que el contrato tenga
legalmente establecida una forma determinada. El contenido de esta manifestación es una oferta, que emite una de
las partes, y que es aceptada por la otra, o que, recibida, sea objeto de una contraoferta, o sea, que sin rechazar la
propuesta original (ya que en este caso no habría contrato) proponga aceptarla bajo otras condiciones, por ejemplo,
por un precio menor. En el caso de la contraoferta, el acuerdo de voluntades queda concluido o perfeccionado,
iniciando sus efectos legales, cuando la parte oferente en primer término acepte la contraoferta.
Consentimiento:
Para que el contrato sea eficaz, debe ser válido y la voluntad haberse emitido libre y conscientemente
Objeto:
Es todo aquellos que puede ser materia de contrato, tiene que ser posible, licitó, determinado determinable
La causa: Es el motivo que determina a las partes a contratar, ya que ellas se obligan hacia un fin, que de ser también
lícito.
Causa fin:
Es fin el inmediato autorizado por el ordenamiento jurídico que ha sido determinante de la voluntad, también
integran la causa los motivos exteriorizados cuando sean lícitos y hayan sido incorporados al acto de forma expresa,
o tacita si so esenciales para ambas partes
Condición:
Cláusulas que las partes subordinan su plena eficacia o su resolución a un hecho futuro e incierto
Plazo:
Cargo:
TIPOS DE CONTRATO
CLASIFICACION
Contrato unilateral: una de las partes se obliga con la otra que no contrae obligación alguna
Contrato bilateral: las partes contratantes se obligan recíprocamente, este contrato da siempre da lugar a dos
acciones (ej. compraventa uno paga y la otra entrega la cosa)
la clasificación de los actos jurídicos de igual denominación apunta a la cantidad de voluntades necesarias para que
eficacia del acto, es decir, no a los efectos sino a la misma formación. Siendo así, resulta claro que el contrato. si se lo
considera como acto jurídico siempre será bilateral. porque por definición necesita el consentimiento de dos o más
personas. En cambio. como contrato. podrá ser unilateral o bilateral.
-el pacto comisorio (autoriza a la parte que no es incumplidora a optar por la resolución de las obligaciones
frente al incumplimiento de la otra)
-la imposibilidad de pago en los casos q suceda los efectos se extinguen para las dos partes
Contrato plurilateral: son aquellos que pueden intervenir más de dos partes y que presentan una estructura
asociativa
Contrato oneroso: suponen una prestación de una de las partes que le traerá aparejada una ventaja con
consecuencia de tal acción
Contrato aleatorio: el contrato existe, pero las obligaciones y derechos de las partes surgirán cuando surja el hecho,
que además de futuro e incierto, es fortuito (ej. cesión de derechos hereditarios)
Contrato de administración: es cuando tiene por finalidad producir a los bienes los beneficios que normalmente
pueden obtenerse de ellos, respetando su naturaleza y su destino (locación con plazo menor a 6 años)
Contrato declarativo: son aquellos que presuponen la existencia de una situación o relación jurídica anterior, que de
alguno modo reconocen o definen, no solo en adelante sino también para atrás, tiene efectos retroactivos
Contrato fiduciario: determina una modificación subjetiva de la relación jurídica preexistente y el surgimiento
simultaneo de una nueva relación, ej. transmisión plena de dominio
Contrato dispositivo: es cuando disminuye o modifica sustancialmente los elementos que formas el capital del
patrimonio
Contrato constitutivo: son los que crean relaciones jurídicas nuevas y producen sus efectos desde que se realizan y
hacia el futuro
Contrato accesorio: este está sujeto a un contrato principal sin el cual no existiría, este adquiere fuerza luego del
incumplimiento del contrato principal. Ejemplos de este tipo de contrato pueden ser: la hipoteca, la prenda, fianza o
clausula penal.
LA EVICCION
Habrá evicción cuando surja toda turbación de derecho, total o parcial, que recae sobre el bien, por causa anterior o
contemporánea a la adquisición;
b) los reclamos de terceros fundados en derechos resultantes de la propiedad intelectual o industrial, excepto si el
enajenante se ajustó a especificaciones suministradas por el adquirente;
c) las turbaciones de hecho causadas por el transmitente.
LOS VICIOS REDHIBITORIOS los defectos que hacen a la cosa impropia para su destino por razones estructurales o
funcionales, o disminuyen su utilidad a tal extremo que, de haberlos conocido, el adquirente no la habría adquirido,
o su contraprestación hubiese sido significativamente menor
UNIDAD 3
FORMULACION DEL CONTRATO
Para que haya contrato debe mediar el concurso de voluntades correspondiente a dos o más personas en forma
simultaneo sucesiva con la finalidad común de reglar sus derechos
MANIFESTACION DE LA VOLUNTAD
La manifestación de la voluntad negocial es lo que lograra que el negocio jurídico sea reconocible en el mundo
exterior
Esta voluntad debe ser exteriorizada bajo la forma de una declaración o un comportamiento, no se puede prescindir
de la forma, ya que ella es requerida para reconocer un negocio jurídico
Manifestación expresa: se realiza por formas que exteriorizan la voluntad, la palabra, el documento, por la ejecución
de un hecho material
Manifestación tacita: se realiza a través de un comportamiento o acto concluyente por medio de los cuales se la
puede conocer con certidumbre
-debe tratarse de un acto o comportamiento del q sin equívocos se deduzca la voluntad de quien lo emite
-debe deducirse una toma de posición que vincule respecto de ciertos intereses ajenos
resulta de los actos por los cuales se la puede conocer con certidumbre. Carece de eficacia cuando la ley o la
convención exigen una manifestación expresa.
El silencio opuesto a actos o a una interrogación no es considerado como una manifestación de voluntad conforme
al acto o la interrogación, excepto en los casos en que haya un deber de expedirse que puede resultar de la ley, de la
voluntad de las partes, de los usos y prácticas, o de una relación entre el silencio actual y las declaraciones
precedentes.
Su importancia radica en que es a partir de su concreción que cobran exigencia las obligaciones asumidas por los
contratantes
El proceso de formación del consentimiento requiere de la formulación y del envió de la una oferta, cuya aceptación
puede ser exteriorizada por el destinatario de forma expresa o tacita
TRATATIVAS PRECONTRACTUALES
Estas comprenden comunicaciones entre sujetos que están encaminadas a concertar un contrato, pero carecen aún
de los elementos para ser considerados con el carácter de oferta, estas tratativas se encaminan a la concreción del
contrato
No son una instancia necesaria, se presentan en general en todos aquellos supuestos en que las partes se aproximan
para constituir lo que será la oferta contractual
Estas no generan vínculos jurídicos, pero si se estrechan deberes con visos de juridicidad, ya que se puede mirar que
existe la libertad de contratar y también la expectativa que se pueden haber generado
CARTA DE INTENCION
Son instrumentos mediante los cuales una parte o todas ellas expresan un consentimiento para negociar sobre
ciertas bases.
Sus finalidades son registrar puntos sobre negociaciones ya arribadas, determinar objetivos, la identidad de las
partes y representantes, deber de confidencialidad, deber de información, de obrar de buena fe
Las rupturas de estas negociaciones pueden dar lugar a responsabilidad precontractual son válidas las cláusulas de
irresponsabilidad pactadas
TEORIA DE PUNKATION
En esta teoría dice que el contrato no es de nacimiento espontaneo, sino que se llega a este a través de tratativas y
gestiones que en determinadas circunstancias generan obligaciones y derechos entre los que la realizan
A través del acuerdo parcial esta teoría dice que no es necesario estar de acuerdo con todos los puntos del contrato,
sino que con que expresen su voluntad sobre los elementos esenciales se puede concluir el contrato, integrándose
su contenido de acuerdo a las reglas establecidas
ARTICULO 982.- Acuerdo parcial. Los acuerdos parciales de las partes concluyen el contrato si todas ellas, con la
formalidad que en su caso corresponda, expresan su consentimiento sobre los elementos esenciales particulares. En
tal situación, el contrato queda integrado conforme a las reglas del Capítulo 1. En la duda, el contrato se tiene por no
concluido. No se considera acuerdo parcial la extensión de una minuta o de un borrador respecto de alguno de los
elementos o de todos ellos.
MINUTA
Se registran avances obtenido en aspectos parciales de la negociación, para definir puntos de discusión que restan,
autorizar personas para las negociaciones las formalidades del caso, la minuta es el documento preliminar a otro que
será el oficial
INVITACION A OFERTAR
Es una declaración unilateral de voluntad dirigida a una pluralidad de personas con el fin de que estos inicien
tratativas o a formular la oferta
La invitación formulada por medios publicitarios No obliga contractualmente a quien la emite y constituye una
invitación a ofertar
Se regula la oferta dirigida a persona indeterminada en el ámbito negocial de los contratos paritarios, en los de
consumo la oferta dirigida a consumidores potenciales indeterminados
CONTRATO PRELIMINAR
ESTE ES UN ACTO JURIDICO CUYO OBJETO ES LA DETERMINACION DE LOS ELEMNENTOS ESENCIALES particulares de
un contrato futuro, cuya celebración constituye la causa
Deben contener el acuerdo sobre elementos esenciales particulares que identifiquen el contrato futuro definitivo
Es un vínculo instrumental y temporario con relación al contrato definitivo cuya posible concreción es su fin
CONTRATO DE PROMESA
La promesa de celebración de un contrato futuro obliga por el plazo por el que fue formulado, el que puede ser por
un año o menor y ser renovado a su vencimiento o prorrogado por un lapso inferior al plazo estipulado,
no se pueden hacer estos sobre contratos formales para poder evitar el fraude en la ley
CONTRATO DE PREFERENCIA
Posibilita que determinados negocios se mantengan bajo el ámbito de control de quienes en un determinado
momento participan de ellos, otorgándoles la posibilidad de adquirir los derechos de los que sean titulares antes de
dar ingreso a terceros
Este pacto no da acción para obligar sino a preferir el beneficiario si decidiera realizar la transmisión de derechos
Su perfeccionamiento depende de una conformidad o de una autorización queda sujeto a las reglas de condición
suspensiva
Se considera ilícita y generadora de responsabilidad, la conducta de quien vulnera el deber de obrar de buena fe, el
deber de diligencia, la confidencialidad, el de lealtad, de hablar claro, la moral o las buenas costumbres, principios
generales del derecho, durante las tratativas precontractuales frustrando injustamente la celebración del contrato.
Es necesario que la violación de estos principios se le pueda atribuir a una de las partes, que sea imputable, que su
obrar voluntario o que hayan sido realizados deliberadamente para que se lleven a cabo
Se exime de esta responsabilidad cuando el daño fue ocasionado por caso fortuito o fuerza mayor como si también
en razón del hecho de la propia víctima o de un 3ro extraño
El código dispuso que durante las tratativas se debe obrar de buena fe para no frustrarlas injustificadamente
El incumplimiento de este deber genera la responsabilidad de resarcir el daño que sufra el afectado
UNIDAD 4
(es el acto jurídico mediante el cual dos o más partes manifiestan su consentimiento para crear, regular, modificar,
transferir o extinguir relaciones jurídicas patrimoniales)
El oferente es aquella persona o empresa que brinda un producto o servicio, normalmente, con el objetivo
de obtener ganancias. La contraparte del oferente es el demandante, quien requiere el bien
comercializado. Ambos lados deben ponerse de acuerdo.
El proceso de formación del consentimiento requiere de la formulación y del envío de una oferta.
La oferta es la manifestación dirigida a persona determinada o determinable, con la intención de obligarse y con las
precisiones necesarias para establecer los efectos que debe producir de ser aceptada
Los contratos concluyen con la recepción de la aceptación de la oferta por una conducta de las partes que
demuestren la existencia del acuerdo
Requisitos
a) Intención de obligarse. La oferta debe contener una declaración de voluntad seria, destinada a crear, modificar o
extinguir un contrato. No constituyen ofertas las declaraciones formuladas en broma; los pedidos de información
sobre un determinado producto o servicio; las propuestas “sin compromiso” o similares, de las que no surja la
intención del emisor de asumir ineludiblemente un compromiso contractual, generador de obligaciones.
c) Suficiencia. La oferta debe estar referida a un contrato especial y contener los elementos necesarios para
establecer los efectos que se derivarán de su aceptación. No es necesario que prevea todos y cada uno de los
aspectos jurídicos inherentes al vínculo obligacional que se procura establecer, pero debe satisfacer los recaudos
mínimos imprescindibles para que el contrato pueda considerarse concluido a partir de una eventual aceptación de
los términos de la propuesta enviada al destinatario.
obligatoriedad
Los instrumentos mediante los cuales una parte, o todas ellas, dan cuenta de su consentimiento para negociar
cuestiones relativas a un futuro contrato solo tienen la fuerza obligatoria de una oferta si cumplen con sus requisitos
(art. 993 CCyC).
Es una solicitud hecha a una o varias personas para que se hagan oferentes de un contrato.
Se diferencia de la oferta ya que no requiere ser completa, es una convocatoria más que una proposición, carece del
carácter vinculante, quien invita a ofertar se reserva el carácter de aceptante. (“Se alquila”, es una invitación a
escuchar ofertas).
Esta es la vía prevista para, por ejemplo, la constitución de las sociedades anónimas por suscripción pública de
acciones, las que se conforman a partir de la acción de los promotores quienes, formulan una propuesta dirigida al
público en general, con intervención de la autoridad de control, la que da lugar a la posterior firma de contratos de
El contrato plurilateral puede tenerse por concluido cuando todas las partes intervinientes, con la formalidad que en
cada caso corresponda, expresan su consentimiento sobre todos los elementos esenciales particulares.
La aceptación
Concepto
En el proceso de construcción de un vínculo contractual, la aceptación es la contracara de la oferta. De ella depende
la generación de un consentimiento válido.
el régimen de la aceptación de la oferta contractual, establece que para que ella tenga eficacia debe expresar plena
conformidad con la oferta, en grado tal que cualquier modificación introducida a la propuesta original por el
destinatario generaría la formulación de la oferta de un nuevo contrato, a través de una contraoferta, el que
quedará concluido si el oferente inicial comunica de forma inmediata la aceptación de la contrapropuesta a su
emisor.
Quien recibe una oferta dispone entonces de varias posibilidades: guardar silencio, rechazarla, proponer una
reformulación de sus términos o aceptarla. Si acepta, su manifestación debe ser: a) lisa y llana; y b) oportuna,
formulada durante el lapso de vigencia de la oferta. Ello sin perjuicio de la posibilidad de considerar a la aceptación
tardía como una oferta formulada por el destinatario de la propuesta anterior.
Retractación de la aceptación. La aceptación puede ser retractada si la comunicación de su retiro es recibida por el
destinatario antes o al mismo tiempo que ella.
MODALIDADES de ACEPTACION
Modos de aceptación. Toda declaración o acto del destinatario que revela conformidad con la oferta constituye
aceptación.
Aceptación expresa: cuando se produce una aceptación verbal, por escrito o por signos inequívocos que dan cuenta
de una declaración afirmativa
Aceptación tácita: se da cuando el destinatario lleva a cabo una conducta que no desarrollaría de no haber aceptado
la oferta
Aceptación por silencio: sucede solamente cuando existe el deber de expedirse, este puede resultar de la voluntad
de las partes, de los usos o de las prácticas que las partes hayan establecido entre ellas, o de una relación entre el
silencio actual y la declaración
Naturaleza jurídica
Al igual q la oferta es una declaracion de la voluntad en sentido estricto y no un acto jurídico, pues por sí misma, no
es apta para que el aceptante alcance los efectos jurídicos que desea
REQUISITOS
Dirigida al oferente
OBLIGATORIEDAD
La oferta obliga al proponente, a no ser que lo contrario resulte de sus términos, de la naturaleza del negocio o de
las circunstancias del caso
Si la oferta se hace a una persona presente sin fijación de plazo solo se puede aceptar en el momento
CADUCIDAD
se considera que la manifestación de voluntad de una parte es recibida por la otra cuando ésta la conoce o debió
conocerla, trátese de comunicación verbal, de recepción en su domicilio de un instrumento pertinente, o de otro
modo útil.
a) Comunicación de la oferta entre presentes: exige plena correspondencia entre la oferta y la aceptación, pero
introduce una variante que flexibiliza tal requerimiento y posibilita que el contrato quede de todos modos concluido
si el oferente acepta en forma inmediata y lo comunica; se presupone una comunicación abierta entre las partes.
b) Comunicación de la oferta entre ausentes: el contrato queda concluido si la comunicación de aceptación de la
oferta, tal como fue formulada, es recibida por el emisor de la oferta durante el plazo de vigencia de esta.
Teoría de la Declaración: Esta teoría sostiene que el consentimiento se forma en el momento en el que el aceptante
declara su aceptación.
- Teoría de la Expedición: Afirma que el consentimiento se forma desde que el destinatario envía su aceptación al
oferente.
- Teoría de la Recepción: Considera que el consentimiento se forma desde que el oferente recibe la aceptación en su
domicilio.
UNIDAD 5
CONTENIDO DEL CONTRATO
El contrato se compone de:
-las normas indisponibles, que se aplican en sustitución de las clausulas incompatibles con ellas
-los usos y prácticas del lugar de celebración, en cuanto sean aplicables porque hayan sido declarados obligados por
las partes o por ser ampliamente conocidas
ARTICULO 958.- Libertad de contratación. Las partes son libres para celebrar un contrato y determinar su contenido,
dentro de los límites impuestos por la ley, el orden público, la moral y las buenas costumbres.
Tutela constitucional
El contrato y la propiedad tienen protección constitucional en el derecho argentino y toda limitación que se disponga
es de interpretación restrictiva. Esta tutela comprende tanto la libertad de contratar, que es un aspecto de la
autonomía personal a la que todo ciudadano tiene derecho (art. 19 Constitución Nacional), como la de configurar el
contenido del contrato, que es un supuesto del derecho a ejercer una industria lícita (art. 14 Constitución Nacional) y
de libertad económica dentro de las relaciones de competencia (art. 43 Constitución Nacional) La libertad de
contratar, de competir y de configurar el contenido de un contrato constituye una posición jurídica que la Corte
debe proteger como tribunal de las garantías constitucionales. lorenzetti
La libertad de contratar tiene entonces protección constitucional, y sólo puede ser reglamentada siguiendo
principios que aseguren la proporcionalidad y la no desnaturalización
Artículo 19.- Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública, ni
perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados. Ningún
habitante de la Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe.
Artículo 14.- Todos los habitantes de la Nación gozan de los siguientes derechos conforme a las leyes que
reglamenten su ejercicio; a saber: de trabajar y ejercer toda industria lícita; de navegar y comerciar; de peticionar a
las autoridades; de entrar, permanecer, transitar y salir del territorio argentino; de publicar sus ideas por la prensa
sin censura previa; de usar y disponer de su propiedad; de asociarse con fines útiles; de profesar libremente su culto;
de enseñar y aprender.
Artículo 43.- Toda persona puede interponer acción expedita y rápida de amparo, siempre que no exista otro medio
judicial más idóneo, contra todo acto u omisión de autoridades públicas o de particulares, que en forma actual o
inminente lesione, restrinja, altere o amenace, con arbitrariedad o ilegalidad manifiesta, derechos y garantías
reconocidos por esta Constitución, un tratado o una ley. En el caso, el juez podrá declarar la inconstitucionalidad de
la norma en que se funde el acto u omisión lesiva.
PRELACION
El orden público ha sido recogido en el Código Civil y Comercial (art.12) como un límite a la autonomía negocial de
los contratantes, límite incluso protegido contra el fraude a la ley.
El orden público es el conjunto de condiciones fundamentales de vida social instituida en una comunidad jurídica las
cuales por afectar centralmente la organización de estos no pueden ser alteradas por la voluntad de los individuos
ni, en su caso, por la aplicación de normas extranjeras.
La norma indisponible refleja un contenido que no puede ser dejado de lado por la autonomía de la voluntad. Una
cuestión muy ardua será determinar el carácter de la norma cuando no contiene una declaración expresa sobre su
carácter. Los derechos indisponibles son aquellos derechos que no se pueden disponer, negociar,
transar, ceder, negociar y son irrenunciables
CONTRATOS DISCRECIONALES
Reflejan la Estructura tradicional de formación del contrato, este es el resultado de un acuerdo entre Partes que se
encuentran en igualdad de condiciones negóciales, que regulan sus intereses en un mismo plano de fuerza negocial
CONTRATO DE ADHECION
Es aquel mediante el cual uno de los contratantes adhiere clausulas generales predispuestas unilateralmente sin que
el adherente haya participado en su redacción
Requisitos
Se tienen por no convenidas aquellas que reenvían a textos o documentos q no facilitan a la contraparte
Interpretación
Se interpretan en sentido contrario a la parte predisponente
CLAUSULAS ABUSIVAS
Se deben tener por no escritas las cláusulas que desnaturalizan las obligaciones del predisponente
control judicial
la aprobación administrativa de las clausuls generales no obsta a su control judicial. Cuando el juez declara la nulidad
parcial del contrato, simultáneamente lo debe integrar, si no puede subsistir sin comprometer su finalidad
si este considera estas cláusulas abusivas o remite a otros lados las declaras nulas
CONTRATO DE CONSUMO
Este se interpreta en el sentido más favorable para el consumidor cuando existen dudas
principios
-Trato digno. Los proveedores deben garantizar condiciones de atención y trato digno a los consumidores y usuarios.
La dignidad de la persona debe ser respetada conforme a los criterios generales que surgen de los tratados de
derechos humanos. Los proveedores deben abstenerse de desplegar conductas que coloquen a los consumidores en
situaciones vergonzantes, vejatorias o intimidatorias.
-Trato equitativo y no discriminatorio. Los proveedores deben dar a los consumidores un trato equitativo y no
discriminatorio. No pueden establecer diferencias basadas en pautas contrarias a la garantía constitucional de
igualdad, en especial, la de la nacionalidad de los consumidores.
-Libertad de contratar. Están prohibidas las prácticas que limitan la libertad de contratar del consumidor, en especial,
las que subordinan la provisión de productos o servicios a la adquisición simultánea de otros, y otras similares que
persigan el mismo objetivo.
LIMITES
. Está comprendido en la categoría de contrato celebrado fuera de los establecimientos comerciales del proveedor el
que resulta de una oferta o propuesta sobre un bien o servicio concluido en el domicilio o lugar de trabajo del
consumidor, en la vía pública, o por medio de correspondencia, los que resultan de una convocatoria al consumidor
o usuario al establecimiento del proveedor o a otro sitio, cuando el objetivo de dicha convocatoria sea total o
parcialmente distinto al de la contratación, o se trate de un premio u obsequio.
CLAUSULAS ABUSIVAS
Las cláusulas incorporadas a un contrato de consumo pueden ser declaradas abusivas aun cuando sean negociadas
individualmente y aprobadas por el consumidor
Cuando habiendo sido o no negociada individualmente, tiene por objeto o por efecto provocar un desequilibrio
significativo entre los derechos y las obligaciones de las partes en un perjuicio del consumidor
Se da el mismo resultado cuando se alcanza a través de la predisposición de una pluralidad de catos jurídicos
conexos
Control judicial.
El control judicial de las cláusulas abusivas se rige, sin perjuicio de lo dispuesto en la ley especial, por las siguientes
reglas:
c) si el juez declara la nulidad parcial del contrato, simultáneamente lo debe integrar, si no puede subsistir sin
comprometer su finalidad;
Unidad 6
ERROR COMO VICIO DE LA VOLUNTAD
El error es el falso conocimiento o la falsa representación que se tiene de la realidad de las cosas. Puede recaer sobre
algún elemento de hecho, contenido o presupuesto del acto. En tal caso, se tratará de error de hecho. En cambio, el
error de Derecho es el que recae sobre el alcance, la existencia o la vigencia de las normas jurídicas.
El primero es el que se refiere al elemento del acto que se ha tenido en mira al tiempo de su celebración. Si, en
cambio, recae en circunstancias accesorias o intrascendentales es inhábil para producir la invalidez del negocio.
Para que cause la nulidad, el error debe ser esencial. No se exige que sea excusable, pero, cuando el vicio afecta a un
acto bilateral o unilateral debe ser reconocible por el destinatario, pues, de lo contrario, no será posible declarar su
invalidez.
Para provocar la invalidez, el error debe afectar el proceso de formación interna de la voluntad, es decir haber sido la
causa determinante (o móvil determinante) del acto. Si, por el contrario, no recae sobre alguno de los elementos
básicos del negocio y no fue el motivo que determino la voluntad, no podrá producir la nulidad del acto.
Error de hecho. El error de hecho esencial vicia la voluntad y causa la nulidad del acto. Si el acto es bilateral o
unilateral recepticio, el error debe, además, ser reconocible por el destinatario para causar la nulidad.
ARTICULO 266.- Error reconocible. El error es reconocible cuando el destinatario de la declaración lo pudo conocer
según la naturaleza del acto, las circunstancias de persona, tiempo y lugar.
ARTICULO 267.- Supuestos de error esencial. El error de hecho es esencial cuando recae sobre:
b) un bien o un hecho diverso o de distinta especie que el que se pretendió designar, o una calidad, extensión o
suma diversa a la querida;
c) la cualidad sustancial del bien que haya sido determinante de la voluntad jurídica según la apreciación común o las
circunstancias del caso;
d) los motivos personales relevantes que hayan sido incorporados expresa o tácitamente;
e) la persona con la cual se celebró o a la cual se refiere el acto si ella fue determinante para su celebración.
ARTICULO 268.- Error de cálculo. El error de cálculo no da lugar a la nulidad del acto, sino solamente a su
rectificación, excepto que sea determinante del consentimiento.
ARTICULO 269.- Subsistencia del acto. La parte que incurre en error no puede solicitar la nulidad del acto, si la otra
ofrece ejecutarlo con las modalidades y el contenido que aquélla entendió celebrar.
ARTICULO 270.- Error en la declaración. Las disposiciones de los artículos de este Capítulo son aplicables al error en
la declaración de voluntad y en su transmisión.
DOLO COMO VICIO DE LA VOLUNTAD.
Consiste fundamentalmente en realizar una maniobra engañosa o incurrir en una omisión o reticencia que produzca
el mismo efecto. El engaño debe ser idóneo para provocar que otro celebre un acto jurídico y ha de ser la causa
determinante de la voluntad.
La acción dolosa es todo empleo de cualquier artificio, astucia o maquinación para la celebración del acto. La
omisión dolosa causa los mismos efectos que la acción dolosa, cuando el acto no se habría realizado sin la reticencia
u ocultación.
La característica del dolo como vicio de la voluntad radica en el engaño que se emplea para lograr que otro celebre
un acto jurídico.
El acto celebrado a raíz del dolo cometido por una de las partes o por un tercero acarrea la nulidad del acto.
La diferencia entre ambos radica en que el primero es el engaño que constituye la causa determinante del acto, en
tanto que el dolo incidental es el engaño que si bien ha logrado que la víctima lleve a cabo el acto jurídico en
condiciones desventajosas, no ha sido la causa determinante o fundamental para realizar el negocio jurídico.
Se considera dolo esencial al que reúne determinados requisitos: a) debe ser grave; b) debe ser la causa
determinante del acto jurídico; c) debe producir un daño importante, y d) no debe haber existido dolo recíproco.
El dolo incidental se refiere a la maniobra engañosa que proviene de la otra parte o de un tercero pero que no ha
sido la causa determinante del acto.
Tanto el dolo esencial como el incidental configuran hechos ilícitos y están gobernados por las pautas y reglas
aplicables al resarcimiento de daños. Cuando el dolo fue cometido por un tercero, la parte que al tiempo de
celebración del negocio tuvo conocimiento del dolo cometido por aquel, responde solidariamente por los perjuicios
ocasionados a la otra. Si, en cambio, no tenía conocimiento o lo adquirió con posterioridad a la celebración del acto,
el único responsable es el tercero artífice del engaño por acción u omisión.
ARTICULO 271.- Acción y omisión dolosa. Acción dolosa es toda aserción de lo falso o disimulación de lo verdadero,
cualquier artificio, astucia o maquinación que se emplee para la celebración del acto. La omisión dolosa causa los
mismos efectos que la acción dolosa, cuando el acto no se habría realizado sin la reticencia u ocultación.
ARTICULO 272.- Dolo esencial. El dolo es esencial y causa la nulidad del acto si es grave, es determinante de la
voluntad, causa un daño importante y no ha habido dolo por ambas partes.
ARTICULO 273.- Dolo incidental. El dolo incidental no es determinante de la voluntad; en consecuencia, no afecta la
validez del acto.
ARTICULO 274.- Sujetos. El autor del dolo esencial y del dolo incidental puede ser una de las partes del acto o un
tercero.
ARTICULO 275.- Responsabilidad por los daños causados. El autor del dolo esencial o incidental debe reparar el daño
causado. Responde solidariamente la parte que al tiempo de la celebración del acto tuvo conocimiento del dolo del
tercero.
Para que la fuerza física constituya causal de invalidez del acto es preciso que sea su causa determinante, es decir,
que el negocio no se hubiera realizado de no haber existido dicha acción.
En la intimidación o violencia moral, el sujeto es objeto de coacción. Su voluntad no se suprime totalmente (como en
el caso de la fuerza) pero está viciada. El sujeto, aunque constreñido, quiso realizar el acto.
La injusta amenaza es una acción psicológica sobre una de las partes del acto jurídico, inspirándole temor de
infringirle o de sufrir un mal inminente y grave si realiza o no realiza un acto determinado.
Las amenazas deben haberse exteriorizado en forma expresa o tácita, siempre que del comportamiento del sujeto
activo puedan inferirse con certidumbre.
La victima tiene acción para reclamar, además de la nulidad, el daño patrimonial o moral que ocasionaron las
amenazas o la fuerza física irresistible. El sujeto pasivo del reclamo es el autor de la acción antijurídica.
ARTICULO 276.- Fuerza e intimidación. La fuerza irresistible y las amenazas que generan el temor de sufrir un mal
grave e inminente que no se puedan contrarrestar o evitar en la persona o bienes de la parte o de un tercero, causan
la nulidad del acto. La relevancia de las amenazas debe ser juzgada teniendo en cuenta la situación del amenazado y
las demás circunstancias del caso.
ARTICULO 277.- Sujetos. El autor de la fuerza irresistible y de las amenazas puede ser una de las partes del acto o un
tercero.
ARTICULO 278.- Responsabilidad por los daños causados. El autor debe reparar los daños. Responde solidariamente
la parte que al tiempo de la celebración del acto tuvo conocimiento de la fuerza irresistible o de las amenazas del
tercero.
ARTICULO 1000.- Efectos de la nulidad del contrato. Declarada la nulidad del contrato celebrado por la persona
incapaz o con capacidad restringida, la parte capaz no tiene derecho para exigir la restitución o el reembolso de lo
que ha pagado o gastado, excepto si el contrato enriqueció a la parte incapaz o con capacidad restringida y en
cuanto se haya enriquecido.
ARTICULO 1001.- Inhabilidades para contratar. No pueden contratar, en interés propio o ajeno, según sea el caso, los
que están impedidos para hacerlo conforme a disposiciones especiales. Los contratos cuya celebración está
prohibida a determinados sujetos tampoco pueden ser otorgados por interpósita persona.
a) los funcionarios públicos, respecto de bienes de cuya administración o enajenación están o han estado
encargados;
b) los jueces, funcionarios y auxiliares de la justicia, los árbitros y mediadores, y sus auxiliares, respecto de bienes
relacionados con procesos en los que intervienen o han intervenido;
c) los abogados y procuradores, respecto de bienes litigiosos en procesos en los que intervienen o han intervenido;
Representación
Disposiciones generales
ARTICULO 358.- Principio. Fuentes. Los actos jurídicos entre vivos pueden ser celebrados por medio de
representante, excepto en los casos en que la ley exige que sean otorgados por el titular del derecho.
La representación es voluntaria cuando resulta de un acto jurídico, es legal cuando resulta de una regla de derecho, y
es orgánica cuando resulta del estatuto de una persona jurídica.
En las relaciones de familia la representación se rige, en subsidio, por las disposiciones de este Capítulo.
ARTICULO 359.- Efectos. Los actos celebrados por el representante en nombre del representado y en los límites de
las facultades conferidas por la ley o por el acto de apoderamiento, producen efecto directamente para el
representado.
ARTICULO 360.- Extensión. La representación alcanza a los actos objeto del apoderamiento, a las facultades
otorgadas por la ley y también a los actos necesarios para su ejecución.
ARTICULO 361.- Limitaciones. La existencia de supuestos no autorizados y las limitaciones o la extinción del poder
son oponibles a terceros si éstos las conocen o pudieron conocerlas actuando con la debida diligencia.
Representación voluntaria
ARTICULO 362.- Caracteres. La representación voluntaria comprende sólo los actos que el representado puede
otorgar por sí mismo. Los límites de la representación, su extinción, y las instrucciones que el representado dio a su
representante, son oponibles a terceros si éstos han tomado conocimiento de tales circunstancias, o debieron
conocerlas obrando con cuidado y previsión.
ARTICULO 363.- Forma. El apoderamiento debe ser otorgado en la forma prescripta para el acto que el
representante debe realizar.
ARTICULO 364.- Capacidad. En la representación voluntaria el representado debe tener capacidad para otorgar el
acto al momento del apoderamiento; para el representante es suficiente el discernimiento.
ARTICULO 365.- Vicios. El acto otorgado por el representante es nulo si su voluntad está viciada. Pero si se ha
otorgado en ejercicio de facultades previamente determinadas por el representado es nulo sólo si estuvo viciada la
voluntad de éste.
ARTICULO 366.- Actuación en ejercicio del poder. Cuando un representante actúa dentro del marco de su poder, sus
actos obligan directamente al representado y a los terceros. El representante no queda obligado para con los
terceros, excepto que haya garantizado de algún modo el negocio. Si la voluntad de obrar en nombre de otro no
aparece claramente, se entiende que ha procedido en nombre propio.
ARTICULO 367.- Representación aparente. Cuando alguien ha obrado de manera de inducir a un tercero a celebrar
un acto jurídico, dejándolo creer razonablemente que negocia con su representante, sin que haya representación
expresa, se entiende que le ha otorgado tácitamente poder suficiente.
a) quien de manera notoria tiene la administración de un establecimiento abierto al público es apoderado para
todos los actos propios de la gestión ordinaria de éste;
b) los dependientes que se desempeñan en el establecimiento están facultados para todos los actos que
ordinariamente corresponden a las funciones que realizan;
c) los dependientes encargados de entregar mercaderías fuera del establecimiento están facultados a percibir su
precio otorgando el pertinente recibo.
ARTICULO 368.- Acto consigo mismo. Nadie puede, en representación de otro, efectuar consigo mismo un acto
jurídico, sea por cuenta propia o de un tercero, sin la autorización del representado. Tampoco puede el
representante, sin la conformidad del representado, aplicar fondos o rentas obtenidos en ejercicio de la
representación a sus propios negocios, o a los ajenos confiados a su gestión.
ARTICULO 369.- Ratificación. La ratificación suple el defecto de representación. Luego de la ratificación, la actuación
se da por autorizada, con efecto retroactivo al día del acto, pero es inoponible a terceros que hayan adquirido
derechos con anterioridad.
ARTICULO 370.- Tiempo de la ratificación. La ratificación puede hacerse en cualquier tiempo, pero los interesados
pueden requerirla, fijando un plazo para ello que no puede exceder de quince días; el silencio se debe interpretar
como negativa. Si la ratificación depende de la autoridad administrativa o judicial, el término se extiende a tres
meses. El tercero que no haya requerido la ratificación puede revocar su consentimiento sin esperar el vencimiento
de estos términos.
ARTICULO 372.- Obligaciones y deberes del representante. El representante tiene las siguientes obligaciones y
deberes:
d) de conservación y de custodia;
e) de prohibición, como regla, de adquirir por compraventa o actos jurídicos análogos los bienes de su representado;
ARTICULO 374.- Copia. Los terceros pueden exigir que el representante suscriba y les entregue copia firmada por él
del instrumento del que resulta su representación.
ARTICULO 375.- Poder conferido en términos generales y facultades expresas. Las facultades contenidas en el poder
son de interpretación restrictiva. El poder conferido en términos generales sólo incluye los actos propios de
administración ordinaria y los necesarios para su ejecución.
a) peticionar el divorcio, la nulidad de matrimonio, la modificación, disolución o liquidación del régimen patrimonial
del matrimonio;
b) otorgar el asentimiento conyugal si el acto lo requiere, caso en el que deben identificarse los bienes a que se
refiere;
d) aceptar herencias;
e) constituir, modificar, transferir o extinguir derechos reales sobre inmuebles u otros bienes registrables;
i) renunciar, transar, someter a juicio arbitral derechos u obligaciones, sin perjuicio de las reglas aplicables en
materia de concursos y quiebras;
k) dar o tomar en locación inmuebles por más de tres años, o cobrar alquileres anticipados por más de un año;
m) dar fianzas, comprometer servicios personales, recibir cosas en depósito si no se trata del necesario, y dar o
tomar dinero en préstamo, excepto cuando estos actos correspondan al objeto para el que se otorgó un poder en
términos generales.
ARTICULO 376.- Responsabilidad por inexistencia o exceso en la representación. Si alguien actúa como
representante de otro sin serlo, o en exceso de las facultades conferidas por el representado, es responsable del
daño que la otra parte sufra por haber confiado, sin culpa suya, en la validez del acto; si hace saber al tercero la falta
o deficiencia de su poder, está exento de dicha responsabilidad.
ARTICULO 377.- Sustitución. El representante puede sustituir el poder en otro. Responde por el sustituto si incurre
en culpa al elegir. El representado puede indicar la persona del sustituto, caso en el cual el representante no
responde por éste.
ARTICULO 378.- Pluralidad de representantes. La designación de varios representantes, sin indicación de que deban
actuar conjuntamente, todos o algunos de ellos, se entiende que faculta a actuar indistintamente a cualquiera de
ellos.
ARTICULO 379.- Apoderamiento plural. El poder otorgado por varias personas para un objeto de interés común
puede ser revocado por cualquiera de ellas sin dependencia de las otras.
b) por la muerte del representante o del representado; sin embargo subsiste en caso de muerte del representado
siempre que haya sido conferido para actos especialmente determinados y en razón de un interés legítimo que
puede ser solamente del representante, de un tercero o común a representante y representado, o a representante y
un tercero, o a representado y tercero;
c) por la revocación efectuada por el representado; sin embargo, un poder puede ser conferido de modo irrevocable,
siempre que lo sea para actos especialmente determinados, limitado por un plazo cierto, y en razón de un interés
legítimo que puede ser solamente del representante, o de un tercero, o común a representante y representado, o a
representante y un tercero, o a representado y tercero; se extingue llegado el transcurso del plazo fijado y puede
revocarse si media justa causa;
d) por la renuncia del representante, pero éste debe continuar en funciones hasta que notifique aquélla al
representado, quien puede actuar por sí o reemplazarlo, excepto que acredite un impedimento que configure justa
causa;
ARTICULO 381.- Oponibilidad a terceros. Las modificaciones, la renuncia y la revocación de los poderes deben ser
puestas en conocimiento de los terceros por medios idóneos. En su defecto, no son oponibles a los terceros, a
menos que se pruebe que éstos conocían las modificaciones o la revocación en el momento de celebrar el acto
jurídico.
Las demás causas de extinción del poder no son oponibles a los terceros que las hayan ignorado sin su culpa.
Representación. Concepto. Principios. Método. Personas jurídicas y físicas. Clases: Voluntaria, legal, aparente.
Ratificación. Representación, poder y mandato. El poder. Exceso o abuso de poder.
Representación sin poder. Representación aparente. Autocontrato. Contrato a nombre de tercero sin su
autorización. Contrato con persona
Unidad 7
Objeto – Causa.
1) Objeto del Contrato:
I. Introducción
De los elementos del contrato, el que ofreció un debate complejo y dio lugar a múltiples definiciones ha
sido, por cierto, el objeto. Sin duda, a ello contribuía la redacción de los arts. 1167 a 1179, cuyas directivas
debían ser complementadas con el art. 953 referido al objeto de los actos jurídicos. Pese a su innegable
importancia, la posición de la doctrina fue tradicionalmente confusa. Incluso, se ha sostenido que el
contrato no tiene objeto sino efectos.
Así, Colin-Capitant afirman que el contrato es un acto jurídico que produce el efecto de crear obligaciones
ya sea a cargo de las dos partes o de una de ellas (1). En otros casos se lo ha confundido con la causa —el
elemento más conflictivo de definir— con la que guarda, por cierto, una relación estrecha aunque no se
confundan. También se lo ha asimilado a la prestación. Por eso, luego de realizar una muy breve reseña de
los aspectos tradicionales del problema, veremos de qué modo el Código Civil y Comercial de la Nación
aborda su tratamiento y si ha logrado superar o no las controversias históricas sobre este punto.
II. Elementos del contrato en el Código de Vélez: En primer lugar, cabe distinguir los elementos de los
presupuestos del contrato y de éstos con sus efectos y circunstancias. Los presupuestos se tienen por
incorporados naturalmente al contrato como prerrequisitos sin los cuales cualquiera de sus elementos
podría estar viciado y tornar inválido o ineficaz el negocio. Esos presupuestos son:
a. la capacidad de obrar en los sujetos intervinientes;
b. la llamada legitimación en cuanto al acto, esto es, el poder de disponer del derecho de un tercero
según la índole de la cuestión de que se trate. Si se está frente a un acto de administración, será
preciso que el que administra por otro tenga poder suficiente al respecto y si se trata de un acto de
disposición que tenga un mandato que lo habilite para ese fin.
Hay quienes incluyen como presupuesto del contrato a la idoneidad del objeto, que vinculan con la licitud
(2). Se trata de una característica que inexorablemente aquél debe ser reunir, ya que la falta de licitud no
siempre desemboca en nulidad insanable pues en algunos casos puede resultar de aplicación del principio
de conservación, en sus dos vertientes, como son los principios de saneamiento o conversión del negocio
jurídico de que se trata. Por otra parte, de manera muy sintética y simplificando el problema, los
elementos del contrato, son:
Sujeto
Objeto
Causa.
II.1. Distinción entre el objeto del contrato y el objeto de las obligaciones y con las prestaciones. Los
criterios para definir el objeto e incluso para sistematizar las múltiples definiciones que se han dado no es
tarea sencilla (3).
En nuestro derecho, la confusión partió desde el propio texto legal porque se legisló sobre las obligaciones
nacidas del contrato, al igual que ocurrió en el Code, que ha sido la fuente. En efecto, el art. 1167 del
Código Civil sustituido dispone: "Lo dispuesto sobre los objetos de los actos jurídicos y de las obligaciones
que se contrajeren rige respecto a los contratos, y las prestaciones que no pueden ser el objeto de los
actos jurídicos, no pueden serlo de los contratos". A su vez, el art. 1168, establece que "toda especie de
prestación puede ser objeto de un contrato, sea que consista en la obligación de hacer, sea que consista en
la obligación de dar alguna cosa; y en este último caso, sea que se trate de una cosa presente, o de una
cosa futura, o bien de la propiedad, el uso, o de la posesión de la cosa". El art. 1169, en tanto, prevé que
"la prestación, objeto de un contrato, puede consistir en la entrega de una cosa, o en el cumplimiento de
un hecho positivo o negativo susceptible de una apreciación pecuniaria". Al legislar sobre el objeto de las
obligaciones nacidas del contrato, el problema del objeto ha pasado a un segundo plano, razón por la cual
se ha dicho que el contrato no tiene objeto sino efectos, postura que surge de una interpretación literal,
aunque sesgada e incompleta, de los textos transcriptos (4).
La imprecisión que se desprende de los textos legales —que exhibe idéntica confusión que su fuente, es
decir, los arts. 1126 a 1128 del Código Civil francés— dio lugar a la proliferación de una serie de teorías
para explicar en qué consiste el objeto.
I. Para algunos, el objeto son las cosas y los servicios que se prestan. Responde a la pregunta qué se
contrata (quid) y se diferencia de la causa en que se refiere a la pregunta por qué se contrata. Para
esta teoría, en la locación el objeto sería la cosa locada o los servicios contratados. Esta postura
guarda relación con el art. 953 Código Civil, pero fue considerada insuficiente por un sector de
opinión por cuanto no explica cuál es el objeto en aquellos contratos que fijan conductas o
terminan un conflicto, como el contrato de arbitraje o aquellos que tienen por objeto
negociaciones (5). Para quienes se hacen esas preguntas, la respuesta es que el contrato podría
estar constituido por las relaciones jurídicas que crea, modifica o extingue. Vale decir, no habría un
objeto real sino jurídico, pues lo que importa es el lenguaje normativo, es decir, la definición que las
partes dieron a la cosa mediante las cláusulas y no la cosa en sí misma (6).
II. Para otra postura, el objeto es la prestación (7). Es una interpretación errónea que conduce a
equívocos y confusión a tal punto que impide llegar a un concepto coherente (8). La prestación es el
objeto de la obligación; es el plan o proyecto de una conducta futura. Consiste en la conducta del
deudor como medio instrumental para el logro de la satisfacción del interés del acreedor (9). No se
puede confundir el objeto del contrato con el objeto de las obligaciones, es decir, con las
prestaciones. La prestación puede ser objeto de una obligación contractual, pero también puede
serlo de una obligación extracontractual o de una declaración unilateral de voluntad. No es
exclusiva del contrato (10). Repárese que cuando los arts. 1168 y 1169 mencionan las prestaciones
de hacer o de dar, se trate de una cosa presente o futura, hacen referencia al objeto de las
obligaciones y no del contrato (11). Por otra parte, puede existir ilicitud en el contrato y no en el
objeto de la obligación. Es lo que ocurre con el pacto de herencia futura. En ese caso, existe ilicitud
en el objeto del contrato, pero la obligación que asume el heredero —transmisión de derechos—
no es ilícita (12). Finalmente, el objeto del contrato es más amplio que el de la obligación (13).
Para Lorenzetti (14) la determinación del objeto del contrato surge de una serie de procesos lógicos de
especificación. Por un lado, el objeto es un conjunto de reglas convencionales específicas que establecen
las partes para llevar a cabo una operación económica. El objeto, entonces, no está en las cosas sino en el
mundo jurídico. Por otro, la especificidad de las reglas del objeto está dada porque se refieren a lo que
quieren hacer las partes, esto es, el fin perseguido en concreto o interés práctico que se expresa
normativamente creando obligaciones nucleares, deberes secundarios de conducta, obligaciones
accesorias, garantías, reparto de riesgos.
También se ha sostenido que el objeto son los intereses que regulan las partes, pero en tanto y en cuanto
la organización social consienta en que sean regulados directamente por obra de los mismos interesados
en sus relaciones recíprocas y no haya puesto límites a la autonomía privada.
Zannoni, por su parte, afirma que el objeto del negocio es un quid; son bienes —cosas, derechos, etc.—
que sirven a intereses de los sujetos del negocio (15).
López de Zavalía, en tanto, afirma que el objeto inmediato sería las relaciones jurídicas los derechos sobre
los que éste incide, creándolos, transfiriéndolos, extinguiéndolos (16). Esas relaciones, dice este autor,
tienen un objeto, que constituye el objeto mediato del contrato que está constituido por las prestaciones.
Y —agrega— al examinar el objeto de dichas relaciones, se puede distinguir entre un objeto directo y otro
indirecto. Y —agrega— al examinar el objeto de dichas relaciones es posible distinguir entre un objeto
directo y otro indirecto. En la compraventa —dice— el objeto inmediato está constituido por las
obligaciones que contempla (pagar el precio por el comprador, dar la cosa para el vendedor), y el mediato,
por el objeto de estas obligaciones, donde el directo consiste en el doble dare (las prestaciones) y el
indirecto en el dinero y la cosa.
Mosset Iturraspe sostiene que el objeto es el contenido concreto del contrato o bien la operación jurídica
considerada con su finalidad económica y jurídica. Se trataría de una referencia a la razón de ser del acto
objetivada (17). Esta postura ha sido duramente controvertida por Bueres, (18) para quien al conectarse el
fin abstracto con el acto del negocio, se reduce y confunde el ámbito de la causa móvil.
En nuestro país, Compagnucci de Caso (19) y Bueres (20) entienden que el objeto del negocio está
determinado por los bienes o hechos (positivos o negativos) y los bienes (cosas y derechos, arts. 2311 y
2312 Cód. Civil) que son, en definitiva, el sustrato material u objetivo. Bueres sostiene que aquellos que
incluyen en el objeto el fin abstracto y el fin concreto, suprimen el elemento causa al que fusionan con el
objeto. Lo expuesto en los párrafos anteriores ha sido —en apretada síntesis— el cuadro de situación
existente en la doctrina que acompañó durante años al Código Civil. De todos esos planteos prevaleció
aquel que sostenía que el objeto eran los bienes y cosas concretos implicados en la relación jurídica.
II.2. Requisitos del objeto. Tradicionalmente, los requisitos de idoneidad del objeto son:
1) Posible: Significa que no debe ser contrario a las leyes físicas o naturales. La imposibilidad no debe
ser subjetiva o relativa ni debe consistir en una mera dificultad, aunque se trate de una mayor
onerosidad sobreviniente. El impedimento se vincula con la imposibilidad material, absoluta y total
y debe ser originaria y no sobreviniente. En este último caso —si fuera sobreviniente— el acto será
válido, pero podrá tornarse ineficaz ya sea por imposibilidad de cumplimiento inculpable o bien por
culpa de alguna de las partes (21). Se ha asimismo que en este recaudo queda comprendida la
posibilidad jurídica del objeto, interpretación que se realiza a partir de lo dispuesto en el art. 953
(22). Sin embargo, con mayor rigor, otros autores afirman que la única imposibilidad de que se trata
en esta parte, es el material, porque la jurídica está comprendida en la ilicitud (23).
2) Lícito: Según el art. 953 del Código velezano, si el objeto del acto son cosas no deben estar fuera del
comercio y si son hechos, no deben ser ilícitos, o contrarios a las buenas costumbres o prohibidos
por las leyes, o que opongan a la libertad de las acciones, o de la conciencia, o que perjudiquen los
derechos de terceros". De lo expuesto se infieren varios supuestos:
b.1. Objeto prohibido. El objeto de los actos jurídicos no deben ser bienes que la ley hubiere prohibido que
lo fuera por algún motivo especial. El término "bienes" comprende tanto las cosas materiales como a las
inmateriales. Esta exigencia se refiere a las disposiciones que prevén que determinadas cosas no pueden
ser objeto de algunos actos por razones de política legislativa. Así, las cosas muebles no pueden ser objeto
de las hipotecas (art. 2205); las cosas no fungibles no pueden ser objeto del mutuo (art. 1525); el derecho
de habitación no puede recaer sobre bienes muebles (art. 2158). En ciertos casos la prohibición se extiende
a algunos derechos o hacia determinados actos. Las cosas ajenas no pueden venderse (art. 1329), las cosas
futuras no se pueden donar (art. 1800); las cosas fungibles o consumibles que no pueden integrar el
contrato de depósito irregular ni el comodato; los inmuebles no pueden darse en prenda (art. 3204); o a
los muebles no es posible hipotecarlos (art. 3108).
b.2. Objeto ilegal. Los hechos ilícitos no pueden ser objeto de los actos jurídicos. La licitud, por definición,
forma parte de la esencia de este tipo de actos, porque el ordenamiento legal no puede tutelar aquellos
que son contrarios a sus disposiciones o principios. A licitud, por definición, forma parte de la esencia de
este tipo de actos, porque el ordenamiento legal no puede tutelar aquellos que son contrarios a sus
disposiciones o principios. La licitud del acto es, entonces, una exigencia primaria. Por tanto, el objeto de
un acto jurídico no puede consistir e n la formación de una sociedad para cometer delitos o para vender
influencias, (24) ni para solicitar rendición de cuentas por el resultado económico de una sociedad formada
para efectuar préstamos a quienes asisten al casino fuera de la línea de cajas, en infracción a la resolución
138/94 de Lotería Nacional; (25) como así tampoco en la celebración de un contrato de servicios
profesionales con un sujeto que carece de título habilitante.
3. Objeto inmoral. En este punto, el Código establece la directiva moral como regla de oro del objeto de los
actos jurídicos y sobre la cual la jurisprudencia ha elaborado una importante casuística que, por
suficientemente conocida, es innecesario reproducir aquí.
3) Determinado o Determinable: Este recaudo se vincula con lo cierto o incierto del objeto. Debe ser
conocido o determinado al momento de la celebración del contrato, aunque puede existir cierta
indeterminación temporal que debe despejarse al tiempo del cumplimiento. Tampoco es posible
una falta absoluta de certeza sobre el negocio. Por ejemplo, en la compraventa el precio puede ser
deferido a la determinación de un tercero, pero si falta cualquier referencia o el tercero indicado
para la determinación no se hace cargo, el contrato será nulo.
4) Que sea susceptible de apreciación económica. Patrimonialidad. Este requisito surge claramente de
la vinculación de los arts. 1137 y 1169. Según esta disposición "la prestación (sic), objeto de un
contrato, puede consistir en la entrega de una cosa, o en el cumplimiento de un hecho positivo o
negativo susceptible de una apreciación pecuniaria". A Sicaloja le debemos haber aportado la
distinción entre el valor económico del objeto del contrato y de la prestación como así también del
interés que guía a la persona a realizar el acto. El primero ha de tener inexcusablemente valor
económico, aunque el interés pueda ser extrapatrimonial. Esta es la solución del Código Civil
italiano de 1942 y es la que la mayoría de los autores considera aplicable en nuestro Derecho (26).
III. El objeto de los contratos en el CCC. Metodología. Influencia de los Tratados Internacionales
En el Libro III, Título II, Capítulo 5, el CCC trata el objeto de los contratos, con una expresa remisión a la
Sección 1º, Capítulo 5, Título IV del Libro Primero, esto es, al objeto de los actos jurídicos. De ahí la relación
más que obligada entre los arts. 1003, 279 y concordantes del código actual.
De esta forma se mejora de la metodología y la redacción del Código Civil, ya que se vincula expresamente
al objeto del contrato con el objeto de los actos jurídicos. Por otra parte, al eliminar las referencias a la
prestación que se reiteraban en distintos preceptos, el Código Civil y Comercial de la Nación pone fin a las
diferencias de la doctrina sobre el particular, esto es, a la confusión a que daba lugar la referencia a la
prestación que se realiza en el Código Civil y que llevó a los autores a formular una serie de elaboraciones
bastante confusas, conforme se indicó anteriormente, de manera sintética. Actualmente, al igual que
ocurre en el caso del objeto del acto jurídico, el objeto de los contratos puede consistir en bienes o hechos
siempre que no se encuentren comprendidos o afectados por alguna de las prohibiciones que menciona la
ley.
Otra de las características del Código Civil y Comercial de la Nación es que, a lo largo del articulado, hace
referencia directa o indirectamente a los Tratados Internacionales, práctica que revela que la comisión
redactora siempre estuvo atenta a descubrir aquellas directivas o disposiciones en las que debían filtrarse
necesariamente los principios establecidos en ellos, sobre todo los vinculados a los derechos humanos, que
forman parte del bloque de constitucionalidad (art. 75 inc. 22). De este modo sutilmente algunas veces y
de manera más directa otras, se refleja la constitucionalización del derecho privado, que es el eje que
resume o sintetiza básicamente los aspectos sobresalientes de este nuevo ordenamiento.
En cuanto al objeto, el art. 1003 no sólo realiza una suerte de reenvío al art. 279 —que regula el objeto de
los actos jurídicos que es similar al art. 953 hoy aún vigente— sino que también proporciona las
características que ha de tener el objeto al señalar que "debe ser lícito, posible, determinado o
determinable, susceptible de valoración económica y corresponder a un interés de las partes, aun cuando
éste no sea patrimonial". De esta forma se reitera el esquema del Código Civil en tanto, por un lado, no
define el objeto de los contratos y, por otro, indica que los arts. 1003 y 1004 deben complementarse con lo
dispuesto en el art. 279, al igual que los arts. 1167 y 1179 debían hacerlo con el art. 953, aun cuando no
existía norma expresa.
La novedad, importante, por cierto, es que se suprime la referencia a la prestación, de manera que se
terminan por fin las discusiones y se entiende que el objeto del contrato está constituido por bienes o
hechos, posición que en nuestra doctrina sostenían, entre otros, Compagnucci de Caso, Videla Escalada y
Bueres y en el derecho comparado Albadalejo, Lacruz Berdejo y Rivero Hernández, conforme se ha
resumido en párrafos anteriores. Queda absolutamente clara entonces la imposibilidad de confundir el
objeto del contrato con la prestación, es decir, con la conducta exigible a uno de los sujetos para satisfacer
el interés de los otros.
Tampoco se confunden las nociones de objeto y de causa, con lo cual también se pone punto final a una
larga controversia, conforme se dijo al tratar las distintas teorías que procuran explicar el objeto. Por tanto,
el objeto del contrato está constituido por bienes y hechos.
III.1. Recaudos del objeto según el Código Civil y Comercial de la Nación.
Como se dijo, al igual que el art. 953 del código sustituido, el actual establece los requisitos del objeto de
manera negativa, de lo cual se infiere que el principio general es la libertad o autonomía que tienen las
partes para escoger el objeto que les convenga, siempre que satisfaga determinados requisitos (arts. 279,
1003, 1004 y concs).
Así, el objeto de los contratos no podrán ser hechos ilícitos o cuando la ley hubiese prohibido que lo sean o
cuando están fuera del comercio. Asimismo, el objeto tiene que ser posible, entendiendo por tal recaudo
tanto la posibilidad material como jurídica. Así, el contrato de tocar el cielo con las manos formaría parte
del primer supuesto —imposibilidad material— en cambio la constitución de hipoteca sobre cosa mueble,
formaría parte del segundo. Los bienes objeto de los actos jurídicos tienen que ser determinados o
determinables. Al respecto, el art. 1005 dispone que "cuando el objeto se refiere a bienes, éstos deben
estar determinados en su especie o género, según sea el caso, aunque no lo estén en su cantidad, si ésta
puede ser determinada". Su antecedente son los arts. 1170 y 1171 del código anterior.
El objeto de un contrato se encuentra determinado cuando está precisado con exactitud al tiempo de la
celebración del contrato. Así, el inmueble prometido en venta en la calle Paraná nº 200, piso 1,
departamento X. Será determinable cuando está identificado en su especie aunque no se haya realizado su
individualización o cuando no se hubiera especificado la cantidad. Así, si se prometió en venta un caballo
pura sangre. Algunas veces, puede no estar determinada su cantidad pero sí el género. Tal cosa ocurre
cuando se prometió en venta trigo. Para lograr la individualización, en el caso de los contratos de objeto
determinado sólo por el género, será preciso aplicar las reglas previstas para este tipo de obligaciones. Así,
la primera de ellas, es que exista convención entre partes. La segunda, si nada se dice, cuando la elección
recae sobre el deudor debe hacerse sobre una cosa de calidad media (art. 762). Cuando, en cambio, se
trata de una obligación de género limitado (art. 785), por aplicación de lo dispuesto por el art. 779, el
deudor puede elegir cualquiera de ellas.
III.2. Determinación por un tercero.
El art. 1006 dispone que "las partes pueden pactar que la determinación del objeto sea efectuada por un
tercero. En caso de que el tercero no realice la elección, sea imposible o no haya observado los criterios
expresamente establecidos por las partes o por los usos y costumbres, puede recurrirse a la determinación
judicial, petición que debe tramitar por el procedimiento más breve que prevea la legislación procesal".
El bien o cosa puede no estar determinado al comienzo de la relación pero esta falencia no produce —sin
más— la ausencia del objeto si los interesados delegaron en un tercero la determinación. Esta disposición
tenía antecedentes en el código de Vélez, ya que los arts. 1349 a 1352 regulaban la determinación por
tercero del precio de la compraventa, hipótesis que actualmente está contemplada en el art. 1134.
IV. Bienes futuros como objeto del acto. Solución en cuanto a los pactos sobre herencias futuras
Según el art. 1007, "Los bienes futuros pueden ser objeto de los contratos. La promesa de transmitirlos
está subordinada a la condición de que lleguen a existir, excepto que se trate de contratos aleatorios".
Como se advierte, con relación a los bienes futuros, también se mantiene el principio de la libertad de las
partes para elegir el objeto de sus contratos. Sin embargo, existen excepciones a la regla. En efecto, al igual
que ocurría en el código antiguo —art. 1175 Cód. Civil— como principio general el Código Civil y Comercial
de la Nación prohíbe el pacto sobre herencias futuras, que trata en el art. 1010.
En el Código Civil, la prohibición de pactos sobre herencias futuras forma parte del elenco de normas de
orden público que contiene el derecho de sucesiones. Así, los actos que importan la aceptación o renuncia
a una herencia futura, ya sea por contrato o acto unilateral, son nulos (arts. 3311) de nulidad absoluta e
insanable (art. 1042). Tampoco eran válidos los pactos hechos por testamento por dos o más personas, ya
sea a favor de terceros o a título de disposición recíproca y mutua (art. 3618). El fundamento de la
prohibición es, ante todo, de índole moral ya que se procura evitar especulaciones con la muerte de una
persona, como así también que no forma parte de nuestra idiosincrasia la existencia de actos jurídicos de
estas características. Como se dijo, el Código Civil y Comercial de la Nación mantiene la línea del código de
Vélez pero introduce una excepción muy importante, que no tiene precedentes en los proyectos de
reforma. En efecto, el art. 1010 CCC luego de establecer que "la herencia futura no puede ser objeto de los
contratos ni tampoco pueden serlo los derechos hereditarios eventuales sobre objetos particulares, deja a
salvo "...lo dispuesto en el párrafo siguiente u otra disposición legal expresa". Dicha salvedad no es cerrada
sino que es una cláusula abierta que deja la posibilidad de introducir por ley otras excepciones en el futuro.
V. Pacto de herencia futura. La explotación de la empresa familiar
En nuestro país, no obstante, el valor y el reconocimiento social que siempre tuvo la empresa familiar
nunca fue reconocida por el Derecho como una unidad económica diferenciada del resto de los
emprendimientos. Por tanto, resultan de aplicación a su respecto las normas comunes en materia de
derecho de familia, derecho de sucesiones, sociedades y contratos, colocándola de esta forma en una
situación de mucha exposición y riesgo (27). Por otra parte, los enormes esfuerzos del grupo familiar que
suelen acompañar este tipo de empresas tropiezan en el tiempo con disposiciones de orden público —cuya
violación lleva a la nulidad de los actos— que interfieren en la aplicación de las normas propias del
Derecho societario. Las organizaciones familiares pueden perdurar muchos años en el mercado y en ese
lapso se van fragmentando. Esta realidad hace que se fraccione tanto el capital originariamente invertido
como sus frutos en muchos miembros, algunos totalmente ajenos a la familia y otros que tal vez están
ligados entre sí por un parentesco muy lejano, sin incidencia en el orden sucesorio. El Código Civil
expresamente prohíbe los "pactos sobre herencias futuras"(arts. 1175 y 1176 del Código Civil), de los que
no están exceptuados la planificación en la empresa familiar ni el régimen patrimonial del matrimonio
(arts. 1315, 1316 bis. etc. del código civil). Muchas empresas familiares han alcanzado imponerse en el
mercado y perdurar en el tiempo, a la par que han logrado un giro comercial muy importante con clara
incidencia en el aspecto social. Pero la falta de una regulación que armonice el derecho sucesorio con esta
realidad impide muchas veces realizar planificaciones a largo plazo por los conflictos personales que
muchas veces acompañan a las cuestiones hereditarias, entre otros factores propios de las relaciones
humanas. Por cierto, existen distintos mecanismos cuya aplicación satisface en parte —y de manera
indirecta— la necesidad de una regulación especial. Así, los interesados suelen acudir a la aplicación del
artículo 3514 del Código Civil, que da cuenta de la partición por ascendiente, ya sea por donación o por vía
testamentaria. En este último sentido, el art. 51 de la ley 14.394 autoriza al causante a imponer una
indivisión hereditaria con el límite temporal de 10 años, plazo que puede extenderse o excepcionarse
frente a circunstancias especiales. Otra alternativa es la mejora —también efectuada por testamento—,
que emerge de los artículos 1805, 3524 y 3604 del Código Civil. En otros casos, los interesados acuden al
fideicomiso, al mandato irrevocable (art. 1977); a la renta vitalicia (art 3794). Todos ellos constituyen
mecanismos indirectos de planificación que permiten eludir las prohibiciones que impone el orden
sucesorio y la protección de la legítima hereditaria (28).
Frente a esta realidad, el Código Civil y Comercial de la Nación, hace más flexible la prohibición del pacto
de herencia futura. En efecto, la segunda parte del art. 1010 CCC se refiere a la validez de "los pactos
relativos a una explotación productiva o a participaciones societarias de cualquier tipo, con miras a la
conservación de la unidad de la gestión empresaria o a la prevención o solución de conflicto, que pueden
incluir disposiciones referidas a futuros derechos hereditarios y establecer compensaciones en favor de
otros legitimarios...". De esta forma se procuró proteger la continuidad de la explotación de la empresa
familiar, se trate o no de una explotación productiva o una participación societaria, supuesto este último
que, por su generalidad, amplía veladamente el supuesto en que expresamente se admite el pacto de
herencia futura. La condición para que esos pactos resulten válidos es que tengan por fin "la conservación
de la unidad de la gestión empresarial o a la prevención o solución de conflicto" vinculado directamente
con las emprendimientos familiares, por un lado y, por otro, que estos acuerdos no afecten la legítima
hereditaria, ni los derechos del cónyuge ni de terceros. En este último caso, la eventual afectación de los
derechos de otros legitimarios, puede dar lugar a compensaciones, a fin de no tornar estéril la previsión
legal de manera tal que impida la validez de lo acordado. El artículo nada dice sobre la participación del
futuro causante y de su cónyuge en este tipo de pactos, de modo que su viabilidad o no deberá examinarse
según sean las decisiones concretas que se adopten.
VI. Bienes existentes y futuros
El art. 1007 establece que "los bienes futuros pueden ser objeto de los contratos. La promesa de
transmitirlos está subordinada a la condición de que lleguen a existir, excepto que se traten de contratos
aleatorios". Como se advierte, la solución de la disposición citada es la misma que la que establece el 1173
CC. Vale decir, como principio general, se puede contratar sobre bienes futuros. Sin embargo, al igual que
el código velezano, en el actual se tratan en particular distintos supuestos. Uno de ellos, es la prohibición
de los pactos sobre herencia futura, anteriormente examinado, aunque con la excepción a que se hizo
referencia la cual flexibiliza sensiblemente la restricción. El otro supuesto analizado especialmente, es el de
la compraventa de cosa futura que el actual código trata en el art. 1131. En tal caso, se impone al vendedor
la obligación de realizar las tareas y esfuerzos que resulten del contrato o de las circunstancia, para que la
cosa llegue a existir en las condiciones y tiempo convenidos. El siguiente caso especialmente tratado, es el
de la donación. El art. 1551 CCC mantiene el principio del art. 1800 CC que establece la nulidad de la
donación que se realice sobre bienes futuros. El art. 1551 CCC establece que "la donación no puede tener
por objeto la totalidad del patrimonio del donante, ni una alícuota de él, ni cosas determinadas de las que
no tenga el dominio al tiempo de contratar. Si comprende cosas que forman todo el patrimonio del
donante o una parte sustancial de éste, sólo es válida si el donante se reserva su usufructo, o si cuenta con
otros medios suficientes para su subsistencia".
VII. Bienes ajenos
El principio general es que los bienes ajenos pueden ser objeto de los contratos. Así lo dispone el art. 1008:
"los bienes ajenos pueden ser objeto de los contratos. Si el que promete transmitirlos no ha garantizado el
éxito de la promesa, sólo está obligado a emplear los medios necesarios para que la prestación se realice y,
si por su culpa, el bien no se transmite, debe reparar los daños causados. Debe también indemnizarlos
cuando ha garantizado la promesa y ésta no se cumple. El que ha contratado sobre bienes ajenos como
propios es responsable de los daños si no hace entrega de ellos". Como se advierte, el Código Civil y
Comercial de la Nación mantiene el principio del código sustituido. Este trataba el punto en los arts. 1777 y
1778 Cód. Civil. Tal como señalaba la doctrina, el código actual distingue según se haya contratado sobre
bienes ajenos "como ajenos" o como propios. En el primer caso, asume la obligación de adquirirlo, de
manera que si no cumple, responde por los daños y perjuicios consiguientes. En cambio, si contrató sobre
bien ajeno como tal, quien comprometió su entrega asume una obligación de medios, pues está obligado a
"emplear los medios necesarios para que la prestación se realice" y responde por los daños y perjuicios si
por su culpa el bien no se llega a transmitir. El contrato sobre cosa ajena es inoponible al dueño de la cosa
o bien. Por tanto, para generar responsabilidad deberá probarse que el promitente no empleó los medios
necesarios para que la prestación se concrete. Un ejemplo específico de este caso es la compraventa de
cosa ajena (art. 1132 CCC).
VIII. Bienes litigiosos, gravados o sujetos a medidas cautelares.
El Código Civil trataba el supuesto de contratos sobre cosas litigiosas, dadas en prenda, anticresis o
hipoteca, en su art. 1174. El art. 1009 Código Civil y Comercial dispone "Los bienes litigiosos, gravados o
sujetos a medidas cautelares, pueden ser objeto de los contratos, sin perjuicio de los derechos de terceros.
Quien de mala fe contrata sobre esos bienes como si estuviesen libres deben reparar los daños causados a
la otra parte si ésta ha obrado de buena fe". De acuerdo al texto legal, el contrato que tiene por objeto
bienes litigiosos, gravados o sujetos a medidas cautelares, es válido, pero el embargo o gravamen sigue
existiendo y recae sobre el adquirente del bien. El nuevo código consolida también la solución mayoritaria
respecto de la viabilidad de disponer de bienes afectados por medidas cautelares —embargos, inhibiciones
— permitiendo que éstos puedan ser objeto de los contratos siempre que no se generen perjuicios a
terceros.
IX. Hechos como objeto de los contratos
IX.1. Requisitos que deben reunir los hechos que son objeto del contrato.
Al igual que ocurre en el Código Civil, para que el objeto del contrato sea idóneo debe ser:
a. posible;
b. lícito;
c. determinado o determinable;
d. susceptible de apreciación económica y responder a un interés de las partes, aun cuando éste no
sea patrimonial;
e. que no sea contrario a la dignidad humana; ni a la moral, al orden público, que no lesione derechos
de terceros.
En todas estas características sigue siendo de aplicación la jurisprudencia elaborada a lo largo del daño en
torno al art. 953, por supuesto con las adecuaciones que se producen naturalmente a lo largo del tiempo
en determinados conceptos, cuyo contenido lo marca el sentido común de los miembros de una sociedad
en un momento determinado. Un solo ejemplo, entre muchos, basta para explicar este punto. Repárese
que durante años el concubinato era considerado una situación de hecho inmoral y actualmente el Código
Civil y Comercial regula las uniones convivenciales como parte del régimen jurídico, a las cuales les asigna
derechos y deberes. Vale en este punto una acotación vinculada con el carácter patrimonial del objeto y su
diferencia con el interés. Al respecto, los autores sostenían que el objeto de los actos jurídicos —y de los
contratos— tenía que ser susceptible de apreciación pecuniaria, aunque los intereses no lo fueran. Al
referirse a los "hechos contrarios a la dignidad de la persona humana", el Código Civil y Comercial no sólo
utiliza un lenguaje convencional sino que logró una fórmula más amplia que la que empleaba el art. 953
según el cual no pueden ser objeto de los actos jurídicos —y, por ende, de los contratos— aquellos que "se
opongan a la libertad de las acciones o de la conciencia...", entre los cuales se hallaban las conductas que
no podían ser objeto de las condiciones, como habitar siempre en un lugar determinado, o sujetar la
elección del domicilio a la voluntad de un tercero, mudar o no mudar de religión, casarse con persona
determinada o no casarse, vivir célibe, etc. La fórmula amplia utilizada por el Código Civil y Comercial
autoriza a incluir en la prohibición cualquier acto que importe menoscabar o someter a la persona. Es
oportuno recordar que el art. 17 establece que el cuerpo humano no tiene valor comercial, en tanto que el
art. 56 referido a los actos de disposición del cuerpo los autoriza, siempre que no produzcan una
disminución definitiva, a menos que se persiga el mejoramiento de la salud propia o en beneficio de
terceros. Tampoco pueden ser objeto de los actos las acciones privadas que perjudiquen los derechos de
terceros.
X. El cuerpo humano como objeto de los contratos
El art. 1004 CCC al enunciar los objetos prohibidos, en su párrafo final deja a salvo lo siguiente: "... cuando
tengan por objeto derechos sobre el cuerpo humano se aplican los arts. 17 y 56". La norma no dice que
dichos derechos no puedan ser objeto de los contratos sino que se remite a las disposiciones mencionadas.
De tal modo, habrá que analizar si, de conformidad con las directivas que establecen dichos artículos, los
contratos pueden tener como objeto derechos sobre el cuerpo humano y, en su caso, cuáles y en qué
condiciones. El art. 17 establece que "los derechos sobre el cuerpo humano o sus partes no tiene valor
comercial, sino afectivo, terapéutico, científico, humanitario o social y sólo pueden ser disponibles por su
titular siempre que se respete alguno de sus valores y según lo dispongan las leyes especiales".
Tradicionalmente se ha sostenido que el derecho al cuerpo es un derecho personalísimo y, como tal, está
fuera del comercio. La vida cotidiana nos muestra que existen algunos derechos personalísimos sobre los
cuales sus titulares realizan actos de disposición. Para ciertas personas, ventilar su intimidad sólo se
registra como un modo de afianzase en algún área mediática a través —por ejemplo— de la televisión o de
otro medio de difusión general. Ocurre con los llamados reality show o con las imágenes que autorizan
expresamente a publicar en alguna revista. La imagen, la intimidad y algunos otros derechos no sólo están
en jaque en la sociedad moderna por las invasiones y embates que sufren desde el mundo externo sino
que muchas veces la propia persona suele levantar voluntariamente las barreras de su intimidad y
exponerse de manera excesiva e innecesaria —pero en forma voluntaria— a la crítica despiadada de
terceros.
También cabe preguntarse si es posible vender un órgano o disponer sobre las células madre. Las
respuestas siempre generaron polémicas porque estos problemas forman parte de una categoría de
derechos que, más allá de las opciones legislativas que una comunidad determinada pudiera adoptar,
integran un elenco muy caro a las personas que, generalmente, tienen sus convicciones sobre el tema o,
aunque más no sea, una somera idea de lo que quieren para sí o como estándar de vida.
Es difícil sostener la indisponibilidad absoluta de los derechos fundamentales cuando —en rigor— es el
propio ordenamiento jurídico el que requiere el consentimiento informado —art. 2 inc. e) de la Ley sobre
Derechos del Paciente ley nº 26.529 y su modificatoria— para la realización de determinados actos o
prácticas médicas y autoriza también a resistirlas. Asimismo, autoriza a formular directivas anticipadas para
después de la muerte (art. 11). La intervención quirúrgica convenida con un profesional de la medicina
importa la contratación de servicios profesionales en donde el consentimiento prestado para trabajar
sobre el cuerpo de otro es la única posibilidad de cumplimiento. La colocación de implantes, piercing,
tatuajes, constituyen la prueba más fehaciente de la posibilidad —lícita— de disponer de determinadas
acciones sobre el cuerpo y de celebrar determinados contratos. Todos estos actos, en la medida que la ley
exige que sean consentidos por su titular, es porque reconoce en éste la potestad de disposición. De todos
modos, la renuncia total o disponibilidad íntegra de los derechos fundamentales es jurídicamente inviable,
porque no se puede disponer de la dignidad personal que, en rigor, es la de la naturaleza humana que
ingresó a nuestro ordenamiento jurídico por conducto de los tratados internacionales con jerarquía
constitucional, muchos de ellos vinculados a los Derechos Humanos (29). Precisamente, con la mira puesta
en estos factores, el art. 17 del Código Civil y Comercial distingue por un lado, la puesta en el comercio de
los derechos sobre el cuerpo humano y, definitivamente, los excluye. Pero admite, al propio tiempo la
disponibilidad de esos derechos personalísimos por parte del titular, en sintonía con lo que disponen los
arts. 55 y ss. del mismo ordenamiento. Se consideran disponibles los derechos personalísimos cuando el
acto respectivo no es contrario a la ley, la moral o las buenas costumbres. El art. 17, a su vez, remite a lo
que dispongan las leyes especiales y siempre que se respeten los valores que enunc ia la referida
disposición. Vale decir, distingue entre disponibilidad de los derechos sobre el cuerpo y puesta en el
comercio. En el primer caso, admite la disponibilidad por parte del titular —no por otro, siempre que se
respeten las directivas impuestas por los arts. 17, 56, 279, 1004 y concs. y se cumplan con aquellos otros
que pudieren exigir las leyes—. Cuando son admisibles, tales actos sólo pueden tener móviles afectivos,
terapéuticos, científicos y humanitarios o sociales. Lorenzetti, Presidente de la Comisión de Reforma del
Código (decreto nº 191/2011), explica que este artículo crea una categoría nueva de derechos que no
tienen valor económico sino afectivo, terapéutico, científico, humanitario o social. De esta forma se rompe
con la tradición de enunciar en forma negativa los requisitos de idoneidad del objeto pero con la finalidad
de proporcionar directivas más precisas al problema de la disposición de derechos sobre el propio cuerpo o
sus partes separadas, como la venta de semen, la disposición de células madre, los trasplantes de órganos,
tejidos y piezas anatómicas, para mencionar algunos aspectos. Muchos de ellos están regulados en leyes
especiales y el Código Civil y Comercial remite a la solución que éstas pudieran establecer, como —por
ejemplo— en materia de trasplantes de órganos.
A su vez, el art. 56 del Código Civil y Comercial de la Nación prohíbe terminantemente "los actos de
disposición del propio cuerpo que ocasionen una disminución permanente de su integridad y resulten
contrarios a la ley, la moral o las buenas costumbres, excepto que sean requeridos para el mejoramiento
de la salud de la persona, y excepcionalmente de otra persona, de conformidad a lo dispuesto en el
ordenamiento jurídico. La ablación de órganos para ser implantados en otras personas se rige por la
legislación especial. El consentimiento para los actos no comprendidos en la prohibición establecida en el
primer párrafo no puede ser suplido y es libremente revocable".
Como se indicó anteriormente, el Código Civil y Comercial admite la disposición de los derechos sobre el
cuerpo bajo ciertas condiciones. Es lo que Cifuentes (30) denomina "indisponibilidad relativa" de los
derechos personalísimos que, según dicho autor, supone como regla la indisponibilidad y como excepción
la renuncia o disposición de esos derechos en algún caso concreto. El ejemplo más común y corriente es el
del consentimiento informado que, en el caso de las cirugías embellecedoras, encuentra en la potestad de
disponer del titular su única justificación.
XI. Conclusión
En materia de objeto de los contratos, el Código Civil y Comercial de la Nación pone fin a muchos años de
controversia sobre la propia noción. También simplifica varias normas y hace más sencilla la redacción,
característica que es, en general, propia de todo el texto. Se mantienen a grandes rasgos los caracteres del
objeto que enuncia el Código Civil y se adoptan varias de las críticas que formulaba la doctrina. Las
modificaciones que introduce son pocas pero muy importantes. Por un lado, se vincula expresamente el
objeto del contrato con el del acto jurídico y se flexibiliza la prohibición del pacto sobre herencias futuras
en orden al mejor aprovechamiento de las empresas familiares y a la posibilidad de permitir una
planificación a largo plazo de estos emprendimientos que, en general, suelen generar disputas entre los
herederos una vez muertos los fundadores. En rigor, aunque esa parece ser la única finalidad de la norma,
(31) el segundo párrafo del art. 1110, permite vislumbrar que se establecerán más excepciones que la
mencionada, incluso fuera del marco de las sociedades familiares, siempre con la condición que se respete
la legítima hereditaria, los derechos del cónyuge y los de terceros y se prevean compensaciones a favor de
los legitimarios que pudieran resultar perjudicados. Otro de los aspectos novedosos es que se adopta
expresamente la distinción de patrimonialidad del objeto y del interés implicado en la relación. En general,
se admite que este último pueda ser extrapatrimonial. Muy ligado a este aspecto, se crea una nueva
categoría de derechos —los derechos sobre el cuerpo— que tienen un régimen especial, propio de la
índole de los bienes involucrados y que, bajo ciertas condiciones, pueden ser objeto de los contratos-actos
jurídicos.
3. La trascendencia que el CCCN asigna a la causa ha dado relevancia a los “considerandos” de los
contratos
Debemos iniciar esta parte del análisis volviendo sobre la distinción entre la causa fin objetiva y la causa fin
subjetiva con un breve relato de la evolución doctrinaria de carácter histórico. Con Betti, en Italia, se
desarrolló una línea doctrinaria en virtud de la cual la causa es la razón del negocio, es su función
económico-social. Así la causa, como razón o justificación objetiva del negocio, se encuentra en su función
y así se vinculan la noción de causa con la de finalidad. Tal concepción tuvo acogida en la redacción del
Código Civil italiano de 1942 10 donde se concluyó que la causa no es el fin subjetivo perseguido por el
contratante sino la función económico social que el derecho reconoce como relevante para sus fines y
justifica la tutela jurídica de la autonomía privada. Esta teoría, denominada la teoría objetiva de la causa,
ha sido criticada porque la función económicosocial no actúa como causa, haciéndose necesario valorar las
motivaciones comunes a ambas partes en donde la causa es de la esencia para tildar de nulo a un negocio
inmoral o ilícito.
Como adelantamos, el artículo 281 CCCN adopta una posición en mérito a la cual se recepta como causa no
solo el elemento finalidad (objetivo) sino también los motivos que indujeron a las partes a contratar
(elemento subjetivo) pero solo en la medida que estuviesen exteriorizados en el contrato. La causa explica
el común propósito de las partes de alcanzar la finalidad práctica tutelada por el ordenamiento jurídico y
explica el negocio sin causa (apariencia de negocio), el negocio con causa falsa (negocio que encubre otro
distinto o simulación) y la ilicitud que es la disconformidad del resultado o de la intención con la ley y la
moral; esto se da cuando el propósito es inmoral o pretende violar la ley. Sin embargo, ya hemos visto que
la doctrina ha hecho énfasis en la distinción entre la causa y los móviles. La causa es el fin inmediato que
determinó la celebración del acto, los motivos son los móviles indirectos que no necesariamente se
vinculan con la finalidad.
Como vimos, para el CCCN la causa es tanto el fin inmediato autorizado por el ordenamiento jurídico que
ha sido determinante de la voluntad como así también los motivos. Pero el CCCN no apunta o enfatiza en
los fines de tales móviles. El análisis parte de reconocer los móviles como integrantes de la causa solo en la
medida que fuesen exteriorizados y solo cuando sean lícitos y hayan sido incorporados al acto en forma
expresa. También deben considerarse determinantes de la voluntad aunque resulten tácitamente, si son
esenciales para ambas partes. 11 Resulta entonces fundamental para que los motivos puedan considerarse
incorporados a la causa fin del negocio que los motivos sean exteriorizados, y el modo de hacerlo es,
naturalmente, exponiéndolos en los considerandos contractuales. Pero en ese particular, también debe
tenerse presente que de los considerandos debe resultar claro que tales motivos deben ser relevantes o
esenciales para ambas partes ya sea por una referencia a los mismos indirecta o en forma expresa. Dado
que desde el punto de vista interpretativo la demostración de los motivos tácitamente existentes será de
difícil acreditación, de ahí resulta la trascendencia de su exteriorización en forma expresa por vía de los
considerandos contractuales. 12
Como derivación de lo antedicho, puede concluirse que los móviles son subjetivos y jurídicamente
intrascendentes porque los motivos son individuales y no integran el acuerdo de voluntades, aunque ello
no priva la posibilidad de que los motivos puedan ser elevados por las partes a la categoría de causa fin.
El artículo 281 CCCN, al caracterizar la causa fin, agrega que
También integran la causa los motivos exteriorizados cuando sean lícitos y hayan sido incorporados al acto
en forma expresa, o tácitamente, pero en este último caso solo si son esenciales para ambas partes.
El lugar sugerido para contemplar tal situación es el capítulo de “considerandos” del contrato. De tal
forma, los considerandos de los contratos adquirieren relevancia por cuanto es el lugar y medio idóneo
para que cada una de las partes explicite no solo la finalidad inmediata sino también los móviles que, para
cada una de las partes (o ambas) los indujo a contratar englobándolos en la noción de causa que debe
permanecer durante toda la contratación hasta su conclusión.
Al manifestarse en modo expreso tales móviles, los mismos alcanzan la relevancia de la causa fin y
complementan el cuadro de elementos esenciales causales. Recalco, la causa fin debe ser esencial para
ambas partes y exteriorizada en el acto de modo expreso o tácita 13, mientras que los móviles pueden ser
solo de una de las partes, pero aun así pueden tener relevancia y operan con toda su fuerza al tiempo de la
interpretación de la convención si los mismos fueron explícitamente expuestos en los considerandos del
contrato (pues normalmente no sería lógico exponerlos en la parte dispositiva del mismo). Además,
utilizado de tal modo los considerandos de los contratos pasan a jugar un rol preponderante, no solo a los
fines de la existencia del acto jurídico sino también al tiempo de su interpretación. Expresar en forma clara
la intención determinante de la conducta de los contratantes ayuda a la recta interpretación de la voluntad
de las partes subsumiendo el criterio de interpretación en función de las palabras (regla gramatical) con la
regla de indagación de la voluntad y, por tanto, coadyuva también para aclarar su contenido.
Como corolario, podemos decir que la doctrina moderna, sin duda seguida por el CCCN, destacó que el
concepto de causa-fin es propio de los contratos y más ampliamente de los actos jurídicos, en tanto que la
causa de las obligaciones no puede ser otra que su fuente pues no se puede hablar de causa final de una
obligación sino solamente de su causa eficiente o más precisamente de la fuente de la obligación. Ello
parece desprenderse de la lectura del artículo 726 CCCN, que dice: “No hay obligación sin causa, es decir,
sin que derive de algún hecho idóneo para producirla, de conformidad con el ordenamiento jurídico”. Por
ende, el CCCN elimina esa discusión pues sin duda trata de la causa fin del acto jurídico en los artículos 281
a 283 y considera al contrato como una especie de acto jurídico mediante el cual dos o más partes
manifiestan su consentimiento para crear, regular, modificar, transferir o extinguir relaciones jurídicas
patrimoniales (art. 957). El encuadre es ratificado por los artículos 1012 y 1013 del CCCN cuando se remite
a lo normado sobre la causa de los actos jurídicos (art. 1012) y se insiste en la necesidad de que la causa
exista en todo momento de vigencia del contrato, claramente aludiendo a la causa-fin o causa-motivo (art.
1013).
4. La fuerza vinculante del contrato y la autonomía de la voluntad
Claramente compatibles con los principios del derecho mercantil son, por un lado, la afirmación de la
libertad de contratación y, por el otro, el efecto vinculante del contrato, que lleva como apéndice el
corolario de que los jueces, como regla general, no deben inmiscuirse en cuestiones propias del tráfico y
por lo tanto no les es dable alterar lo acordado por las partes contratantes. Esta conclusión fue
incorporada al CCCN que, en su artículo 960, establece:
Los jueces no tienen facultades para modificar las estipulaciones de los contratos, excepto que sea a
pedido de una de las partes cuando lo autoriza la ley, o de oficio, cuando se afecta, de modo manifiesto, el
orden público.
Pero estos principios no son absolutos y a lo largo de la evolución histórica se ha ido demostrando cómo el
necesario equilibrio entre los intereses individuales con los colectivos que propugnan una mejor y más
justa y equitativa estructura social generan situaciones propicias para que la fuerza vinculante del contrato
no sea necia a la realidad socioeconómica y admita, en caso de controversias, su revisión por un tercero
neutral como es el juez.
Cierto es que las ideas que predominaron en el siglo XIX requirieron una adaptación a la realidad social que
la sucedió. De ahí que los principios considerados básicos de toda relación jurídica, como es el respeto por
lo acordado y a limitar la intervención de terceros entre las partes (incluyendo al juez) fue evolucionando al
compás de los cambios sociales, pero también influido por las ideas políticas.
Del temor a la interferencia del Estado en los contratos surge también el temor a la intervención judicial en
el ámbito contractual y la necesidad de enfatizar que ello solo puede ocurrir en puntuales circunstancias.
Como dice el artículo 960, cuando sea a pedido de alguna de las partes en los supuestos que la ley lo
autorice o cuando de un modo manifiesto se afecte el orden público (lo que, por definición, debería ocurrir
en mínimas y puntuales ocasiones).
No estamos en los tiempos modernos frente a la disyuntiva de reconocer la plenitud de la fuerza
contractual o la incertidumbre derivada de la interferencia judicial 14 sino que se trata de encuadrar
adecuadamente el necesario y deseado equilibrio entre el valor de lo pactado y la preservación de otro
valor ínsito en todo contrato, el del equilibrio entre las prestaciones debidas mutuamente por las partes.
Por otra parte, compartimos la conclusión de Mosset Iturraspe y Piedecasas de que el contrato es una obra
compartida, fruto de las partes y la normativa legal, 15 pues si bien es cierto que el contrato es un acto
jurídico resultante de la libre voluntad de las partes, la misma tiene el acotamiento del sistema jurídico en
el que tal voluntad es expresada. Se trata del límite que imponen las normas imperativas a la autonomía de
la voluntad. Como se advierte, también desde esta perspectiva, la noción de causa adquiere relevancia y
ello se acentúa aún más cuando se aborda esta cuestión en el campo de los contratos bilaterales y
conmutativos.
No es cierto que los principios que inspiraron la legislación europea del siglo XIX –tildada de liberal e
individualista– propusieran los dogmas de moralidad, libertad y seguridad como factores ajenos a la
realidad socioeconómica 16 y mucho menos a las circunstancias propias de cada una de las partes
contratantes. Los dogmas antes referidos son valores inmanentes y parten del reconocimiento de un
derecho natural que propende a lo justo y equitativo.
Ya vimos también cómo en la doctrina jurídica la exégesis del derecho ha evolucionado al compás de los
cambios socioeconómicos. Más aún, varios principios liminares del derecho de los contratos como la
noción de distribución del riesgo y el equilibrio de las prestaciones se vio necesario revisarlos en tiempos
de desestabilización económica, sea que ello fuese el fruto de situaciones bélicas –como las guerras
mundiales– o de catástrofes económicas –como fue la crisis argentina del año 2001–.
Como adelanto, debemos tomar conciencia de que nos adentramos al análisis de uno de los elementos
esenciales del contrato (la causa) en su proyección posterior a la celebración del contrato cuando el acto
sinalagmático es puesto en situación de crisis. Con la visión moderna que inspira el derecho de los
contratos, la causa no solo es elemento esencial del acto jurídico sino que también pasa a jugar un rol
predominante al tiempo de querer poner en crisis al aforismo “pacta sunt servanda”.
Con la incorporación de las disposiciones sobre la causa se consolida una noción de contrato que toma en
cuenta los fines tenidos en mira por los celebrantes a la hora de contratar, modificación que fue
denominada “espiritualización” de la noción de contrato, 17 y mi recomendación es concretar tal noción
doctrinaria o teórica con su exposición práctica mediante la explicación de la causa contractual en el
cuerpo preliminar del contrato o “considerandos” del mismo. Ello permite no solo facilitar la interpretación
sino convertirse en útil herramienta llegado el momento de que alguna de las partes desee revisar la fuerza
vinculante del contrato pues, cuando se desvanecen los móviles o directamente son frustrados por
circunstancias ajenas a la voluntad de quien los tuviese y fueran compartidos o aceptados por la otra parte,
se abre pie a la posibilidad de replantear la obligatoriedad del vínculo convencionalmente creado. El CCCN
lo contempla en forma expresa en el artículo 1090.
La fuerza vinculante del contrato se pone a prueba en un momento crucial de su propia vida: cuando
alguna de las partes acusa a la otra de incumplimiento o cuando el cumplimiento implica una real
inequidad y, en tal momento, deviene esencial el análisis de la causa, sobre todo si está bien expresada en
el contrato.
5. El análisis de las circunstancias en que se produce la contratación, la causa y sus efectos
El artículo 1090 establece:
La frustración definitiva de la finalidad del contrato autoriza a la parte perjudicada a declarar su resolución,
si tiene su causa en una alteración de las circunstancias existentes al tiempo de su celebración, ajena a las
partes y que supera el riesgo asumido por la que es afectada. La resolución es operativa cuando esta parte
comunica su declaración extintiva a la otra. Si la frustración de la finalidad es temporaria, hay derecho a
resolución sólo si se impide el cumplimiento oportuno de una obligación cuyo tiempo de ejecución es
esencial.
El instituto no existía en el CCIV y tampoco en el Código de Comercio, y fue admitido por la jurisprudencia y
doctrina como una consecuencia de la elaboración y profundización de la teoría de la causa fin elaborada a
partir de los artículos 500, 501 y 502 CCIV, hoy expresamente previstos en los artículos 281-283 CCCN, que
la regulan como elemento del acto jurídico, complementados por los artículos 1013 y 1014, que la
contemplan específicamente para los contratos. De esta forma, el CCCN siguió la línea propiciada por los
Proyectos de Reforma de 1987 y 1998. 18
La frustración del fin del contrato es un modo de resolver los desajustes que se producen en una relación
jurídica por afectarse a la causa fin y puede constituirse así en un modo no previsto originalmente de
terminación de la relación contractual. De tal modo, el CCCN siguió la postura de las XIII Jornadas
Nacionales de Derecho Civil (Buenos Aires, 1991), en donde se consideró –de lege lata– que
La frustración del fin del contrato es capítulo inherente a la causa; entendida ésta como móvil
determinante, razón de ser o fin individual o subjetivo que las partes han tenido en vista al momento
formativo del negocio. 19
Así, se ha abierto la posibilidad a revisar la obligatoriedad de las prestaciones comprometidas por las
partes por alguna contingencia sobrevenida que prive de razón de ser al contrato, por afectar su causa,
dando pie a la parte afectada a hacer valer la repercusión de tal circunstancia como afectación causal y
permitirá que sobre esa base se justifique la incidencia de los mecanismos de resolución. La trascendencia
práctica de esta postura surge no solo del hecho de haberse elevado a norma de derecho positivo la teoría
de la frustración de la finalidad, sino que refuerza la reflexión en torno a la relevancia del elemento causal
al tiempo de celebrarse el acto jurídico y redactarse en un instrumento la voluntad de las partes del
mismo.
Ya vimos que la causa es, pues, el fin que las partes se han propuesto, lo cual posibilita analizar su
intención y admitir o rechazar la validez del acto. 20 El CCCN, en el artículo 281, lo cataloga como elemento
esencial de los actos jurídicos –y por lo tanto del contrato–, encuadrando el concepto en la noción de
causa-fin, diciendo que es el fin inmediato que autoriza la ley y determina la voluntad de los sujetos. 21
Por otra parte, el CCCN también ratifica el principio de fidelidad al contrato cuando en el artículo 959
establece: “Todo contrato válidamente celebrado es obligatorio para las partes. Su contenido sólo puede
ser modificado o extinguido por acuerdo de partes o en los supuestos en que la ley lo prevé”. Y tal principio
es ratificado por la norma siguiente, pues el artículo 960, referido a las facultades de los jueces, dice: “Los
jueces no tienen facultades para modificar las estipulaciones de los contratos, excepto que sea a pedido de
una de las partes cuando lo autoriza la ley, o de oficio cuando se afecta, de modo manifiesto, el orden
público”.
El inspirador de la teoría de la frustración de la finalidad fue Larenz, quien desarrolló su teoría partiendo
del análisis de la relación jurídica vinculando la base del negocio jurídico con su causa. Ello tuvo lugar en
tiempos en que los intérpretes del Código Civil alemán también consideraban que el problema sobre cuál
era la causa de la prestación era una cuestión sumamente controvertida. Pero la discusión llegó a su
apogeo cuando, como fruto de la Primera Guerra Mundial, se produjo un serio desbarajuste en las
relaciones jurídicas establecidas y se tornó un clamor encontrar una solución jurídica equitativa. Locher
intentó apoyar legalmente la falta o desaparición de la base del negocio en la condictio del derecho
romano, por entender que en tales supuestos se daba la “no realización del resultado perseguido” por una
prestación. Es más, Oertmann consideraba posible la teoría de la base del negocio y su vinculación con la
condictio solamente en los negocios de prestación, pero aclarando que no resultaba aplicable a los
negocios constitutivos de obligaciones porque estos solo excepcionalmente se consideran una prestación.
22
Partiendo de la premisa que la afectación esencial de la causa conduce a la extinción del contrato, las
antedichas elaboraciones llevaron a Larenz a distinguir la falta o posterior desaparición de la causa de
aquel otro supuesto donde lo que se analiza es la no realización del resultado perseguido. Larenz considera
que por causa no puede entenderse, de ningún modo, o por lo menos en primer lugar, ni un motivo, ni una
presuposición unilateral o incluso bilateral, ni tampoco la base del negocio en sentido subjetivo. En tales
supuestos, como el planteo lleva a la resolución por pérdida de la causa, el fundamento determinante de la
repetición no es que el que realiza la prestación hubiese incurrido en un error sobre la causa de la misma,
aunque en caso de prestación por una deuda inexistente puede oponerse a la repetición la circunstancia
de que se conociese la inexistencia de la deuda y por consiguiente no estuviese obligado. En su posición, el
fundamento de la repetición es que el destinatario de la prestación ha obtenido algo con la que se ha
enriquecido injustamente. La causa de una adquisición realizada mediante una prestación de cualquier
otro modo es, por tanto, un requisito objetivo de su subsistencia jurídica pero no una base del negocio
subjetiva atribuida por medio de las representaciones de las partes al negocio de prestación. El magistral
jurista sostenía que si alguien paga una deuda parte del supuesto que esta deuda existe y que esa
representación constituye para él la base de su voluntad negocial, pero este no es en modo alguno el
motivo, por lo menos principal, por el que la ley, si la deuda no existe, le concede la repetición de la
prestación. En tal caso, la ley le concede la repetición porque no quiere conservar un desplazamiento
patrimonial que objetivamente carece de causa.
Para Larenz, la causa no es la finalidad inmediata de la prestación (causa solvendi, donandi o credendi) sino
la relación jurídica, en la que la prestación se basa objetivamente y que representa el fundamento
reconocido por el ordenamiento jurídico.
6. La causa y su frustración como causal de resolución
Como anticipamos párrafos arriba, el CCCN recepta el instituto de la frustración del fin contractual,
siguiendo las ideas arraigadas en la doctrina y continuando la inspiración de Larenz 23 desde el análisis de
las bases circunstanciales del negocio jurídico y desarrollada en nuestro derecho por Atilio Alterini e
importante doctrina nacional, recogiendo también experiencias del derecho comparado. La premisa para
incorporar este instituto es que la cuestión se relaciona también al contrato bilateral en el cual cada parte
se obliga frente a la otra a una prestación, haciéndolo para obtener la contraprestación fijada en el
contrato.
Siguiendo esa línea de razonamiento, esa contraprestación es, a juicio de cada parte, el exacto equivalente
de su propia prestación conforme su propia y subjetiva valoración. Se sigue la doctrina de que el contrato
implica un reparto de riesgos. Por ello no es de la esencia en el contrato bilateral que la equivalencia de
ambas prestaciones sea medida con una escala objetiva y general, pues puede ocurrir que, en mérito a las
circunstancias tenidas en cuenta por cada parte, tales prestaciones y contraprestación, respectivamente
pueden no ser objetivamente equivalentes. Pero esa cuestión no es relevante para el instituto de la
frustración de la finalidad si no se afecta la causa.
En el ámbito del contrato, la equivalencia está dada por lo que cada parte esté dispuesta a recibir y
entregar y que la voluntad de ambas partes tenga por objeto una prestación a cambio de una
contraprestación. La equivalencia resulta entonces fruto de un análisis subjetivo e individual, esto es lo que
hace a la esencia del contrato bilateral. Por tanto, un contrato celebrado como bilateral pierde su sentido y
carácter originarios cuando, a consecuencia de una transformación de las circunstancias, la relación de
equivalencia se modifica tanto que no puede hablarse de contraprestación, o de un equivalente que pueda
considerarse como tal por razón de haberse alterado la base del contrato. En tal supuesto será más
apropiado aplicar la teoría de la imprevisión que la de la frustración de la finalidad.
Ya apuntamos que el artículo 1090 CCCN, al regular la posibilidad de que la parte perjudicada del contrato
pueda declarar su resolución cuando se produzca la frustración definitiva de la finalidad del contrato
constituye una innovación que resalta el valor y efecto de la causa del contrato que, como también
comentamos más arriba, fue materia de arduos debates, y finalmente consensos, habidos en el país en los
últimos años a partir de la XIII edición de las Jornadas Nacionales de Derecho Civil (Buenos Aires, 1991), 24
en donde se propició por primera vez en Argentina su incorporación legislativa. 25 Si bien hay similitud con
el instituto de la excesiva onerosidad sobreviniente, la principal distinción radica en que este instituto (el
de la frustración de la finalidad) se estructura en torno a la afectación de la causa del contrato, mientras
que en la excesiva onerosidad solo se afecta la magnitud de la prestación, se pierde la proporción entre el
valor que se esperaba pagar o recibir y el que se pretende recibir o pagar.
Durante la vigencia del CCIV hubo un intenso debate sobre la posibilidad de revisión de un contrato ya
celebrado. La doctrina y jurisprudencia evolucionaron introduciendo al derecho positivo el instituto de la
lesión y el de la excesiva onerosidad sobreviniente. La incorporación del artículo 1090 es un tercer paso en
línea con la relativización del concepto de que “los contratos están para ser cumplidos”. 26 En rigor, el ar-
tículo 1090 es una de las excepciones contemplada por el artículo 959 CCCN y abre la discusión si tal norma
también autoriza a que esa parte perjudicada plantee al tribunal el ejercicio de la facultad de modificar lo
estipulado contractualmente conforme lo que autoriza el artículo 960 CCCN o, si simplemente su opción es
continuar el contrato o resolverlo, pero no está facultado a pedir la adecuación a las nuevas circunstancias.
Cuando se frustra la finalidad el contrato puede cumplirse pero la prestación resulta inútil mientras que en
la excesiva onerosidad sobreviniente la prestación es útil pero de cumplimiento muy gravoso porque la
esencia radica en la afectación del equilibrio de las prestaciones, se afectan los valores económicos y por
eso puede inhibirse la resolución readecuando los valores, lo que no es posible en la frustración porque la
causa se frustra, desaparece y, por tanto, no es posible que el acto jurídico subsista. 27 Resumiendo, la
respuesta a tal interrogante es que el artículo 1090 solo autoriza a pedir la resolución. Sin embargo, ello no
es óbice para que, por voluntad conjunta de las partes, se modifique el contrato y, de tal modo, las partes
acuerden impedir la efectiva resolución. 28 Será materia de consenso pero no de decisión judicial que, en
el mejor de los casos sólo se hará presente para homologar el nuevo acuerdo.
La cuestión a mi juicio plantea una interesante disyuntiva. ¿Debe el artículo 1090 interpretarse a la luz de
la doctrina de la causa-fin del contrato que es un campo que la doctrina calificó como un concepto
reducido, estrecho, oscuro e impreciso? 29 ¿O debe buscarse su explicación en otro instituto? Como
resulta de la explicación que sigue, en mi opinión no hay duda de que la resolución del interrogante se
encuentra a través de la indagación de la causa fin.
Por otra parte, el encuadre del artículo 1090 claramente se conecta con los principios enunciados por el ar-
tículo 1732 CCCN, que trata de la imposibilidad de cumplimiento, pues, si bien la frustración de la finalidad
no es asimilable a la frustración del contrato por incumplimiento, está íntimamente ligada a ese supuesto
aunque se trate de situaciones distintas. 30 En ambos supuestos, la parte afectada puede liberarse del
vínculo sin penalidad o deber de resarcimiento.
Pero la novedad de la norma y del enfoque en el que se funda fuerza una tarea interpretativa del contrato
en el que se la pretenda utilizar. Es entonces cuando los Considerandos del contrato en tanto exponentes,
no solo de la causa fin objetiva sino de los motivos subjetivos que llevaron a las partes a contratar,
permitirán a las partes y al juez reconocer las circunstancias bajo las cuales se contrató y, eventualmente,
abrir la puerta a la posibilidad de reconocer los términos de tal contratación pero traídos a las nuevas
circunstancias que se hubiesen dado que afectaran la causa fin integralmente considerada, esto es, no solo
la causa fin objetiva sino también la subjetiva.
La cuestión tiene, asimismo, íntima relación con el instituto considerado, pues la interpretación de un
contrato no depende exclusivamente de las palabras usadas y de su significación para las partes sino
también de las circunstancias en las que fue celebrado y a las que aquellas se ajustaron. Tales
circunstancias –entonces– devienen de algún modo en un elemento complementario de la causa y ayuda
entonces su exposición en los considerandos contractuales. Si luego de la celebración se hubiese operado
una transformación fundamental de las circunstancias tenidas en miras al tiempo de contratar, coyuntura
que las partes no habían pensado al ponderar sus intereses y acordar la distribución de los riesgos propios
de la contratación, no hay duda que la fuerza vinculante del contrato se pone en crisis.
Puede ocurrir que, de ejecutarse el contrato conforme lo acordado, esto es prescindiendo de las
circunstancias imperantes al tiempo de la ejecución, pierda por completo el sentido originario y tenga
consecuencias totalmente distintas de las que las partes habían imaginado o debieron razonablemente
prever. 31 Es este supuesto al que el artículo 1090 está dirigido y para poder plantearlo es menester
revisar la causa fin del contrato como se hubiese considerado y, eventualmente, expuesto. De ahí que una
práctica que en nuestro derecho no tuvo demasiada acogida, como es la de relatar los antecedentes o
considerandos tenidos en cuenta para celebrar la contratación, bajo la vigencia del nuevo CCCN se torna
una cuestión que hace a la diligencia debida al tiempo de la redacción e instrumentación del acto jurídico.
Unidad 8
Forma – Prueba.
1) Forma del Contrato.
La palabra forma es multívoca, y nos ofrece diversas acepciones.
Concepto Amplio: Se la suele emplear en sentido amplio, para designar el modo de manifestación de la
voluntad.
Forma seria exteriorización de la voluntad (aspecto externo del acto jurídico). Se denomina también forma
esencial. Con lo cual, si decimos que todo acto debe tener una forma externa, todos los actos son formales
y por ende también los contratos.
Concepto Restringido: Desde el sentido más restringido, o estricto, en cambio, la palabra forma alude a
ciertas y determinadas solemnidades expresamente impuesta por la ley.
Es decir, todos los contratos, como actos jurídicos, deben tener forma en sentido amplio para ser tales, y
algunos de ellos pueden tener, además, forma en sentido estricto.
Esto último acontece cuando la ley preestablece que debe celebrarse con ciertas formalidades o
solemnidades; por ejemplo, bajo la forma de escritura pública.
Si tomamos esta segunda acepción como determinante, los contratos serán formales o no formales, de
acuerdo a si la ley impone formalidades para su celebración o si el modo de manifestar la voluntad de las
partes surge de la elección de las mismas.
Se reitera en materia contractual la regla de que para la validez de un acuerdo no resulta necesario cumplir
con formalidad alguna, bastando la sola manifestación de voluntades con los requisitos establecidos para
la formación del consentimiento. La categoría de los contratos formales es la excepción, debiendo
sujetarse al cumplimiento de solemnidades cuando estas fueron impuestas legalmente o asumidas por
acuerdo de partes.
El Código reitera en materia contractual el principio de libertad de formas consagrado en la Parte general
en el artículo 284. En consonancia con la vigencia del principio de autonomía de la voluntad, la regla es que
para la validez de un acuerdo no resulta necesario cumplir con formalidad alguna, bastando la sola
manifestación de voluntades con los requisitos establecidos para la formación del consentimiento. De la
misma manera que es constitutivo del principio de autonomía negocial elegir el contratante con quien se
quiere celebrar el acto como así también elegir libremente el modo de regulación de los intereses (art. 958
y 959), también rige la regla de que no es necesario que la manifestación de voluntad tenga que adecuarse
al cumplimiento de solemnidades.
EL CRITERIO GENERAL DEL ORDENAMIENTO JURIDICO ES QUE LOS CONTRATOS SON NO FORMALES
COMO REGLA Y SOLO DEBEN CUMPLIR EXIGENCIAS DE FORMA POR EXCEPCION, CUANDO ELLAS
PROVIENEN IMPUESTAS POR LA LEY O POR EL ACUERDO DE LAS PARTES.
Los contratos se clasifican en tres categorías desde el punto de vista de la forma, según las consecuencias
que deriven del incumplimiento de la solemnidad impuesta por la ley o el acuerdo de partes:
La disposición impone que los acuerdos modificativos de un contrato ya concluido deben ajustarse a las
mismas exigencias de forma que rigen para su celebración. Es una derivación de la regla de paralelismo de
formas. Esta regla consagrada expresamente respecto del contrato de locación (art. 1188)
La expresión modificaciones tiene que ser entendida comprendiendo también a los acuerdos que
extinguen el contrato a través de la rescisión o distracto (art. 1076), siendo formales estos acuerdos
extintivos si la celebración del contrato lo era.
Queda exceptuada de esta regla la modificación de un aspecto accesorio del contrato para lo cual habrá de
tratarse de algún elemento que no sea de los esenciales particulares que constituyen las obligaciones
nucleares. También las previsiones legales pueden exonerar de la celebración de la modificación con
carácter formal.
Contratos que deben celebrarse por escritura pública.
El art. 1017 del CC y C enumera los contratos que requieren el otorgamiento de escritura pública para su
celebración siendo la misma de carácter enunciativo.
Se enumeran en esta disposición aquellos actos que en cumplimiento de una formalidad solemne relativa
deben ser otorgados a través de escritura pública.
Las consecuencias de no otorgar el acto en la forma prescripta por la ley están establecidas por los arts.
285 y 969.
En cuanto a los contratos que tienen por objeto la adquisición, modificación o extinción de derechos reales
sobre inmuebles, se desprende en primer término que quedan alcanzados todos aquellos actos que
permitan la adquisición del derecho de dominio (compraventa inmobiliaria). La adquisición de derechos de
tiempo compartido sobre un inmueble constituye un derecho real a favor de su titular. Para la constitución
del derecho real de superficie, uso o habitación se requiere la escritura pública. Para el otorgamiento de la
hipoteca se exige escritura pública.
Sin embargo, respecto de la compraventa habrá de plantearse si la exigencia tiene virtualidad como
requerimiento de forma para la celebración del acto o como exigencia necesaria para la constitución del
derecho real de dominio. Es que el estatus del boleto de compraventa inmobiliaria llevo a reconocer que
debía entenderse a este particular instrumento privado como el contrato definitivo de compraventa sin
que corresponda entender (como derivaría de la estricta aplicación del art. 969) que no ha quedado
concluido como tal y que solo valdría como contrato en que las partes se obligaron a cumplir con la
formalidad. Se considera que la categoría del boleto de compraventa inmobiliaria, basado en su uso
cotidiano y en la eficacia que se le reconoce en otras disposiciones de este Código, no debe ser equiparada
a la promesa de venta, siendo plenamente exigible la totalidad de sus efectos.
Quedan exceptuadas de realizarse por escritura pública cuando la enajenación proceda de una subasta
judicial o administrativa. Estos supuestos no están alcanzados dada la intervención en las subastas de
funcionarios con competencia para conformar, actas que constituyen instrumentos públicos. A través de
ellas, de modo equivalente a las escrituras públicas, se determinan las condiciones dominiales de los
inmuebles y demás antecedentes del título.
También debe celebrarse por escritura pública aquellos contratos que tienen por objeto derechos litigiosos
o dudosos sobre inmuebles. Esta regla tiene aplicación tradicional en el contrato de cesión, en el que se
exige la escritura pública para los derechos litigiosos. Se extiende la exigencia al caso de los derechos
dudosos. El alcance de esta disposición se proyecta a la transacción, contrato al que se le exige únicamente
la forma escrita, pero que deberá celebrarse por escritura pública si los derechos transados refieren a un
inmueble.
También, los actos que sean accesorios de otros celebrados en escritura pública. Aquí la formalidad se
expande a actos vinculados de manera consecuencial. Al utilizarse la expresión genérica “actos que sean
accesorios” de otros otorgados en escritura pública, se comprende a aquellos que sean consecuencia como
lo son los pagos que corresponda hacer en cumplimiento de lo pactado.
La imposición de escritura pública puede provenir del acuerdo de partes o también de otras disposiciones
legales contenidas en el código o en leyes especiales. En estos casos, salvo que se prevea como efecto la
nulidad, la exigencia de forma es solemne relativa.
En caso de que un contrato formal solemne relativo no sea instrumentado en escritura pública podrá
demandarse judicialmente el cumplimiento de la escrituración. Tal obligación es considerada una
obligación de hacer. Frente al incumplimiento de la condena a escriturar podrá otorgarla el juez en nombre
del condenado renuente.
En los casos en los que no se cumplió con la formalidad prevista por la ley, siendo ella exigida con carácter
solemne relativo, el contrato no queda concluido como tal, pero vale como contrato en que las partes se
obligaron a cumplir con la expresada formalidad. Esta obligación de cumplir con la formalidad es la que
regula la disposición bajo comentario considerándola como una obligación de hacer.
En caso de falta de cumplimiento en el plazo fijado en la sentencia con la firma de la escritura, se abre paso
la aplicación de un mecanismo que cotidianamente es aplicado por encontrarse previsto en los códigos
procesales y ahora lo regula el Código: la suscripción por parte del juez de la escritura en nombre del
deudor condenado renuente. En las sentencias condenatorias de escrituración es usual incluir en la propia
condena el apercibimiento de suscribirla el juez para el caso de que el condenado no lo haga. Esto hace
posible que el contrato otorgado sin cumplirse con la forma exigida por la ley adquiere ahora sí plena
eficacia quedando concluido como tal.
Lo corriente es que las partes cumplan voluntariamente y en tiempo y forma con las obligaciones que nacen de cada
contrato. Pero si esto no acontece, o las partes no se ponen de acuerdo sobre los alcances de las cláusulas o pactos
(por ejemplo, sobre los montos, cálculo de intereses o el lugar de pago), entonces será necesario acudir a la justicia y
probar que el acto existe, logrando la convicción del juez.
La prueba es la actividad procesal, realizada con el auxilio de los medios previstos y autorizados por la ley, y
encaminada a crear la convicción judicial acerca de la existencia o inexistencia de hechos afirmados por las partes en
sus alegaciones.
Los medios de prueba constituyen los modos u operaciones que, referidos a cosas o personas, son susceptibles de
proporcionar un dato demostrativo de la existencia o inexistencia de uno o más hechos.
Son medios de prueba: los instrumentos públicos y privados; documentos electrónicos; testigos; presunciones;
pericias; informes; libros contables, etc.
En cuanto a los medios de prueba el Código Civil y Comercial regula doblemente este instituto, en cuanto a los actos
jurídicos (arts. 286 y sgtes.), y respecto de los contratos (arts. 1019 y 1020)
Los contratos pueden ser probados por todos los medios aptos para llegar a una razonable convicción según las
reglas de la sana crítica y con arreglo a lo que disponen las leyes procesales, excepto disposición legal que establezca
un medio especial.
La prueba de los contratos puede llevarse a cabo mediante todos los medios probatorios admitidos legalmente. Si
los usos indican que los contratos suelen instrumentarse no pueden ser probados solo por testigos. No es admisible
probar por testigos en contra del contenido de un instrumento escrito. La forma escritural comprende los
documentos manuscritos, los soportes digitales y mensajes de datos.
El Código se enrola en un criterio abierto para la demostración judicial de los contratos admitiendo todos aquellos
medios probatorios que son admitidos por la legislación procesal.
Históricamente la prueba de los contratos fue considerada una cuestión que merecía regulación específica de la
legislación de fondo en tanto se establecían criterios limitativos en cuanto a los medios probatorios usuales. El
instrumento escrito era el medio principal requerido para la prueba de los contratos. Solo de manera excepcional se
abría la posibilidad de demostrar la celebración de un contrato por testigos, cuando existían causas previstas
legalmente que así lo autorizaba (v.gr., comienzo de ejecución del contrato).
Ahora, la regla general consiste en la admisión de todos los medios de prueba contemplados en las legislaciones
procesales, mereciendo destacarse que inclusive existe un principio residual de admisión de medios probatorios
atípicos.
La excepción viene dada por la limitación de la prueba testimonial cuando los usos indiquen que el contrato suele
instrumentarse. La necesidad de demostración por escrito, u otros medios que no sean declaraciones testimoniales,
que antes era establecida por el legislador fijando un valor económico mínimo a partir del cual regia, ahora será
exigible cuando conforme a los usos el tipo de contrato de que se trate se concierte en la práctica por escrito. En
estos casos no es que no se admitirá la prueba testimonial, sino que lo que ocurre es que no puede probarse el
contrato únicamente por este medio.
La forma escrita abarca en la actualidad los instrumentos manuscritos como los soportes digitales (art. 286).
El Código marca una importante apertura en materia de prueba de los contratos admitiendo en general todos
aquellos medios probatorios que pueden llevar al juez a la convicción sobre la existencia del acuerdo.
La razonable convicción sobre la existencia y contenido del contrato debe obtenerse de acuerdo a las reglas de la
sana crítica. Se describe a las reglas de la sana crítica como aquellas que reservan al arbitrio judicial la concreta
determinación de la eficacia de la prueba según reglas lógicas y máximas de experiencia consistiendo, por ende, en
reglas lógico-experienciales.
En los contratos que tienen formalidades probatorias para la prueba se admite la posibilidad de demostrarlos por
otros medios probatorios si hubo principio de prueba instrumental, imposibilidad de obtener la prueba instrumental
o principio de ejecución. Los contratos formales solemnes se deben probar por la forma impuesta por la ley.
Los contratos formales tienen que ser demostrados por la forma impuesta. Una de las razones que justifican la
imposición de una solemnidad para la celebración de un contrato consiste en facilitar su demostración. Esa exigencia
por tanto se corresponde con una consecuente limitación probatoria a la hora de su demostración.
En el caso de los contratos solemnes, la prueba de los contratos tiene que efectuarse por la forma impuesta por la
ley para su celebración.
La disposición legal facilita la demostración de aquellos contratos que tienen impuesta alguna formalidad ad
probationem. En los supuestos en que exista imposibilidad de obtener la prueba podrá acudirse a medios supletorios
equivalentes siempre que se justifique el supuesto de hecho mencionado y dejando a salvo que debe estar
acreditado que el contrato se celebró por la forma impuesta por la ley.
También podrá acudirse a otros medios probatorios si hay “principio de prueba instrumental”. La denominación
viene a suplantar la clásica expresión “principio de prueba por escrito”, comprendiendo ahora el concepto genérico
de instrumento emanado de la otra parte, del causante o de terceros que haga verosímil la celebración del contrato.
En los supuestos en que comenzó la ejecución del contrato también podrá superarse la exigencia de forma
establecida para prueba, acudiendo a los demás medios probatorios.
Se avanza al establecerse el principio de prueba instrumental, nueva denominación del tradicional principio de
prueba por escrito, comprensiva ahora de una variedad de formas instrumentales.
La prueba en los contratos electrónicos: la firma digital está descripta en el art. 288 del Código Civil y Comercial
donde se regula tanto la firma manual (ológrafa, de puño y letra) , como la digital, otorgándoles a ambas la misma
potencialidad de prueba de la autoría de la declaración de voluntad que proceden.
Dicha norma establece respecto de los instrumentos electrónicos: “En los instrumentos generados por medios
electrónicos, el requisito de la firma de una persona queda satisfecho si se utiliza una firma digital, que asegure
indubitablemente la autoría e integridad del instrumento”.
Cuando la ley habla de documento o instrumento electrónico, refiere a la fijación en un soporte electrónico de
información, que queda registrada en la memoria auxiliar de la computadora, incluyendo en este concepto los
medios técnicos necesarios para la recuperación de la información (hardware y software).
Es en sentido estricto, el que aparece instrumentado sobre la base de impulsos electrónicos y no sobre un papel.
Siguiendo este argumento, la firma ológrafa de puño y letra, supone la existencia del soporte papel, ya que sin el
mismo no puede concretarse el acto de estampar la firma. Es necesario asentar el nombre de una persona de una
forma particular en algún espacio en blanco. Dicho soporte no existe en un documento digital. O por lo menos no
tiene la misma naturaleza. Por lo tanto, frente a estas nuevas realidades, es menester actualizar el concepto de
“firma”, para adaptarlo a los nuevos instrumentos. La firma se transformó en la principal barrera para la celebración
de negocios jurídicos a través de vías electrónicas. Resulto necesario entonces, el concepto de “firma digital”, que es
un fenómeno tecnológico al que la norma le otorga efectos jurídicos.
La regulación jurídica de un proceso o mecanismo tecnológico tiene por fin equiparar el valor de la firma digital al de
la firma ológrafa, de modo que las firmas digitales pueden ser utilizadas para verificar la integridad y autenticidad de
un mensaje y asimismo garantizar la no repudiabilidad de mismo, esto es la posibilidad de atribuirlo al remitente sin
que este pueda rechazarlo.
Se entiende por firma digital al resultado de aplicar a un documento un procedimiento matemático que requiere
información de exclusivo conocimiento del firmante encontrándose esta bajo su absoluto control.
La firma digital debe ser susceptible de verificación por terceras partes tal que dicha verificación simultáneamente
permita identificar al firmante y detectar cualquier alteración del documento digital posterior a su firma.
UNIDAD 9
Interpretación – Calificación e Integración.
1) Interpretación.
Conforme la RAE, el término INTERPRETAR es entre otras acepciones, definido como “explicar o declarar el
sentido de algo, y principalmente el de un texto; o Explicar acciones, dichos o sucesos que pueden ser
entendidos de diferentes modos”.
Lorenzetti en el Código Civil y Comercial de la Nación Comentado; ha realizado el siguiente análisis, “En el
título introductorio se regula el ejercicio de los derechos introduciendo la regla de la buena fe (art. 9°). En
materia de contratos, se regulan separadamente los que son celebrados entre partes iguales y los de
consumo. Asimismo, se distinguen los celebrados por adhesión y los conexos. Por lo tanto, el esquema en
materia de interpretación es el siguiente: — Los contratos en general deben interpretarse de buena fe (art.
961). — Los contratos celebrados por adhesión a cláusulas generales predispuestas tienen un régimen
especial (art. 987). Los contratos paritarios tienen las reglas generales de interpretación (arts. 1061 y ss.).
Los contratos conexos tienen una regla especial (art. 1074). - Los contratos de consumo tienen sus propias
normas (arts. • 1094 y ss.)”.
Para ubicarnos en el tema, debemos recordar el PRINCIPIO DE BUENA FE consagrado en el art. 961 del CC y
C, el cual reza “ Los contratos deben celebrarse, interpretarse y ejecutarse de buena fe. Obligan no sólo a
lo que está formalmente expresado, sino a todas las consecuencias que puedan considerarse
comprendidas en ellos, con los alcances en que razonablemente se habría obligado un contratante
cuidadoso y previsor”
La buena fe tiene gravitación en todas las etapas de la contratación, este principio rector guía la
interpretación de las disposiciones contractuales (art. 1061 CCyC).
Asimismo, debemos tener presente que el art.1 del CC y C consagra “…Los usos, prácticas y costumbres son
vinculantes cuando las leyes o los interesados se refieren a ellos o en situaciones no regladas legalmente,
siempre que no sean contrarios a derecho”; además el art. 2 del CC y C, dice “ Interpretación. La ley debe
ser interpretada teniendo en cuenta sus palabras, sus finalidades, las leyes análogas, las disposiciones que
surgen de los tratados sobre derechos humanos, los principios y los valores jurídicos, de modo coherente
con todo el ordenamiento”.
Sobre la particular señala Borda que a menos que se trate de una situación reglada legalmente, si las
partes contratantes pretenden apartarse de lo que habitual, deberán expresarlo con claridad. Los usos , las
prácticas y costumbre obligan si las partes los conocen o debieran conocerlos con una diligencia media,
salvo que su aplicación sea irrazonable
En materia contractual, la regulación de la INTERPRETACIÓN la ubicamos en el Capítulo 10 del Libro III;
(arts.1061 a 1068 CC y C).
Sentado ello nos remitiremos a lo señalado por MARISA HERRERA, GUSTAVO CARAMELO Y SEBASTIÁN
PICASSO en el “CÓDIGO CIVIL Y COMERCIAL DE LA NACIÓN COMENTADO”, que al respecto dicen: “…En
este tramo del Código se trata de la interpretación de los contratos negociados, paritarios, y no de la de los
contratos por adhesión a cláusulas predispuestas o de los de consumo, que tienen sus propias reglas de
interpretación, orientadas a morigerar los efectos de la asimetría del vínculo existente entre las partes.
Como también tienen reglas específicas de interpretación los contratos conexos, como surge del art. 1074
CCyC”
Cuando hablamos de la INTERPRETACIÓN de los contratos, nos referiremos al art.1061 del CCC; el cual reza
“El contrato debe interpretarse conforme a la intención común de las partes y al principio de la buena fe”.
Por INTENCIÓN COMÚN DE LAS PARTES, quien deba interpretar deberá considerar la finalidad compartida
de quienes contrataron; superando el interés personal de cada uno de ellos. Esa finalidad puede estar
expresada o ser implícita. Lo que deberá tenerse en cuenta es aquello que determinó el consentimiento.
Siguiendo a los autores arriba mencionados, sabemos que “La finalidad es un elemento vertebral de todo
contrato, pues es claro que las partes contratan, comprometen su actividad y recursos, para el logro de un
objetivo determinado, sin el que el vínculo carece de eficacia. El contrato es la regulación del
procedimiento pautado para alcanzar un determinado fin”.
Asimismo, al mencionar el PRINCIPIO DE BUENA FE; sabemos que dicha Buena Fe La considerada en
materia de contratos es la buena fe confianza, y para comprobar su presencia, se deberá el obrar de cada
parte como lo haría un contratante cuidadoso y previsor, según sus circunstancias.
La buena fe es regla fundamental de interpretación y de integración de los contratos.
INTERPRETACIÓN RESTRICTIVA
El art.1062 CC y C reza: “Interpretación restrictiva. Cuando por disposición legal o convencional se
establece expresamente una interpretación restrictiva, debe estarse a la literalidad de los términos
utilizados al manifestar la voluntad. Este artículo no es aplicable a las obligaciones del predisponente y del
proveedor en los contratos por adhesión y en los de consumo, respectivamente”.
Conforme los señala el autor, ALBERTO BUERES en el “CÓDIGO CIVIL Y COMERCIAL DE LA NACIÓN
ANALIZADO, COMPARADO Y CONCORDADO”; “…la recepción por el art.1062 de esta regla permite conocer
ahora sí su función, limitaciones y casos de procedencia… Su función consiste en limitar el sentido de la
voluntad a la literalidad de los términos usados. Finalmente, esta clase de pauta no podrá usarse en
obligaci ones del predisponente y del proveedor de contratos de adhesión o de consumo (para evitar
desvirtuar las otras reglas que en beneficio de la parte más débil se legislan).
Este artículo establece un conjunto de principios que ayudarán al intérprete de un contrato y señala los
criterios con que debe ser evaluado el mismo.
En cuanto al SIGNIFICADO DE LAS PALABRAS, el art. 1063 CCC nos da las pautas de interpretación de las
mismas, partiendo de su literalidad y extendiéndolas al uso general que se hiciere del término. El
mencionado artículo dice: “Significado de las palabras. Las palabras empleadas en el contrato deben
entenderse en el sentido que les da el uso general, excepto que tengan un significado específico que surja
de la ley, del acuerdo de las partes o de los usos y prácticas del lugar de celebración conforme con los
criterios dispuestos para la integración del contrato. Se aplican iguales reglas a las conductas, signos y
expresiones no verbales con los que el consentimiento se manifiesta”.
Al respecto MARISA HERRERA, GUSTAVO CARAMELO Y SEBASTIÁN PICASSO en el “CÓDIGO CIVIL Y
COMERCIAL DE LA NACIÓN COMENTADO; señalan que “…la tarea interpretativa en materia de contratos se
encuentra pautada; ella debe iniciarse por el análisis gramatical y semántico de las palabras según el
sentido que les asigna el uso general, salvo que:
a. la ley les asigne un significado específico, distinto del propio del uso general —son numerosos los
ejemplos que pueden darse en distintas ramas del derecho—; o que
b. ese significado diverso haya sido establecido por acuerdo de las partes —a menudo los contratos
complejos establecen una sección en la que se determina el sentido que debe asignarse a los
términos en ellos empleados—; o que
c. ese significado específico surja de los usos y prácticas del lugar de celebración, en cuanto sean
aplicables, porque hayan sido declarados obligatorios por las partes o porque sean ampliamente
conocidos y regularmente observados en el ámbito en que se celebre el contrato, excepto que su
aplicación sea irrazonable (conf. art. 964 CCyC, que dispone los criterios a seguir para la integración
del contrato).
De acuerdo a lo establecido en el último párrafo del artículo, las mismas reglas se aplican a las conductas,
signos y expresiones no verbales por los que las personas manifiestan el consentimiento; algunas de ellas
habrán de dar cuenta de una manifestación tácita de voluntad, como cuando una persona lleva adelante
una conducta que no habría realizado de no haber contratado con determinados alcances…Si se emplean
distintos idiomas, por ejemplo en un contrato internacional, las partes pueden acordar que uno de ellos
prevalezca sobre el otro u otros…”.
INTERPRETACIÓN CONTEXTUAL
Ella apunta a la regla de interpretación POR MARCO REGULATORIO o CONTEXTO, siendo ello un principio
de uso común.
Veamos qué principio señala el art.1064 CC y C: “Interpretación contextual. Las cláusulas del contrato se
interpretan las unas por medio de las otras, y atribuyéndoles el sentido apropiado al conjunto del acto”
Siguiendo este principio; el texto de un contrato se considera elaborado asignándole similar significado a
la misma palabra o expresión, en las distintas cláusulas en las que ella es empleada.
El alcance de dicho significado este puede ser determinado por medio de la utilización clara en un sentido
que de él se haya hecho en otra cláusula del mismo contrato.
En el caso que a la misma palabra se le asigne distinto sentido a lo largo de las cláusulas, quien deba
interpretar deberá dejar de lado esta interpretación contextual y utilizar las fuentes de interpretación que
se consagran en el artículo siguiente.
2) FUENTES DE INTERPRETACIÓN
En cuanto a las Fuentes, el CCC busca ampliar, actualizar y modernizar el principio de remisión, conforme
lo señala Bueres.
Ello así, ya que conforme lo normado en el art.1065 CC y C; “Cuando el significado de las palabras
interpretado contextualmente no es suficiente, se deben tomar en consideración:
a. las circunstancias en que se celebró, incluyendo las negociaciones preliminares;
b. la conducta de las partes, incluso la posterior a su celebración;
c. la naturaleza y finalidad del contrato.
A estas Fuentes deberá recurrirse cuando no pueda aplicarse la Interpretación contextual.
El CC y C establece como PRINCIPAL FUENTE de interpretación el significado de LAS PALABRAS; pero
subsidiariamente podrá recurrirse a las circunstancias, conductas y finalidad del contrato.
Dicen al respecto MARISA HERRERA, GUSTAVO CARAMELO Y SEBASTIÁN PICASSO en el “CÓDIGO CIVIL Y
COMERCIAL DE LA NACIÓN COMENTADO que “ El artículo establece que cuando no sea posible determinar
el sentido de las palabras empleadas en el contrato por medio del cotejo del asignado a ellas en las
distintas cláusulas del acuerdo, el intérprete debe tomar en consideración:
a. las circunstancias en las que se celebró, incluyendo las negociaciones preliminares: esas
negociaciones pudieron haber dado lugar a documentos aptos para proporcionar información
sobre el sentido asignado a las expresiones por las partes, como puede ser una “carta de intención”
(art. 993 CCyC), del que surja un sentido claro de alguna palabra que genera discrepancias
interpretativas. A ese material puede sumarse la valoración de cualquier otro documento o dato
contextual que permita al intérprete formar criterio acerca del sentido que las partes asignaron a
las expresiones por ellas empleadas.
b. la conducta de las partes, incluso posterior a su celebración: se trata del principio de interpretación
de hecho o fáctica, por el que se pondera la conducta de las partes, al tiempo de la celebración o
durante la ejecución, como un elemento interpretativo valioso acerca de los alcances de lo
convenido. Así, por ejemplo, si en un contrato se estableció un plan de financiación en veinte
cuotas, sin especificar los plazos otorgados para cada una de ellas, y el deudor efectúa el primero a
los quince días y el segundo a los treinta, sin objeción alguna del acreedor, la norma queda
interpretada por los propios contratantes en el sentido que los pagos debían ser quincenales; otro
tanto puede ocurrir con el domicilio de pago; la moneda en la que se estipuló la obligación, etc.
c. la naturaleza y finalidad del contrato: los contratos presentan una finalidad típica y tienen también
una finalidad o funcionalidad económica determinada y así podemos hablar de contratos de
cambio, de previsión, etc. Pero puede que también las partes tuvieran en consideración una
finalidad motivacional, de índole subjetiva, compartida como causa determinante de la
contratación. El intérprete debe indagar en esos factores y, a partir de la información que reúna al
respecto, elaborar un cuadro de situación que le permita determinar la naturaleza del contrato del
que se trate y la finalidad perseguida por las partes en ese contrato en concreto.
3) Reglas de Interpretación
PRINCIPIO DE CONSERVACIÓN
Partiendo del principio de libertad para contratar del que gozan las partes, el orden jurídico tiene interés
en preservar el contrato más allá de las dudas que pudieran verificarse con relación a su validez o a la de
alguna de sus cláusulas,
Sentado ello, conforme el art. 1066, si hay duda sobre la eficacia del contrato, o de alguna de sus cláusulas,
debe interpretarse en el sentido de darles efecto. Si esto resulta de varias interpretaciones posibles,
corresponde entenderlos con el alcance más adecuado al objeto del contrato.
En el caso de que existieran clausulas o situaciones dudosas el juez no debe privar de validez a lo
estipulado por las partes; sólo en caso de estar comprometido el orden público, deberá de oficio declarar
su invalidez.
En caso de existir diversos sentidos posibles, siempre deberá estarse a la compatibilice de manera más
adecuada con el objeto del contrato.
PROTECCIÓN DE LA CONFIANZA
Conforme lo señala Bueres, se recepta la teoría prevista en el art.1067 del CC y C para ser utilizada a fin de
darle sentido y alcance a la voluntad de las partes..se fijan como reglas de comportamiento al interpretarse
en un contrato la confianza y la lealtad recíprocas.
El art.1067 reza: "protección de la confianza": la interpretación debe proteger la confianza y la lealtad que
las partes se deben recíprocamente, siendo inadmisible la contradicción con una conducta jurídicamente
relevante, previa y propia del mismo sujeto”.
“La buena fe lealtad constituye el parámetro al que deben ajustar recíprocamente las partes su conducta
desde el momento en el que inician las negociaciones, en la celebración y durante la ejecución, lo que
impone que sea también criterio de interpretación del contenido del contrato. La coherencia entre la
conducta previa y los actos posteriores de un contratante es expresión del respeto de esa buena fe y por
ello deben ser desestimadas las manifestaciones y conductas autocontradictorias. El principio que veda ir
contra los propios (MARISA HERRERA, GUSTAVO CARAMELO Y SEBASTIÁN PICASSO en el “CÓDIGO CIVIL Y
COMERCIAL DE LA NACIÓN COMENTADO).
EXPRESIONES OSCURAS
Tratándose de contratos a título gratuito, en cuanto a las expresiones oscuras deberá estarse a la noción
de favor debitoris, siendo la interpretación en el sentido menos gravoso; y en cuanto a los contratos a
título oneroso, el art. 1068 CC y C opta por incluir la regla de la equidad y promover su reajuste más que su
extinción.
Al respecto dice: “ARTÍCULO 1068. Expresiones oscuras Cuando a pesar de las reglas contenidas en los
artículos anteriores persisten las dudas, si el contrato es a título gratuito se debe interpretar en el sentido
menos gravoso para el obligado y, si es a título oneroso, en el sentido que produzca un ajuste equitativo de
los intereses de las partes.”
En cuanto a los CONTRATOS CONEXOS, el CCC en el art.1074 marca la regla de interpretación.-“ Los
contratos conexos deben ser interpretados los unos por medio de los otros, atribuyéndoles el sentido
apropiado que surge del grupo de contratos, su función económica y el resultado perseguido”
El principio contextual aplicable a la interpretación de los contratos en general (art. 1064 CCyC) se hace
extensivo a los contratos conexos, por medio de la cual se exige analizar el acto en su conjunto remite al
análisis e interpretación de las cláusulas de un contrato confrontándolas con las restantes que lo
componen y establece que cabe efectuar un análisis del contexto en que ha sido celebrado y debería ser
cumplido.
Asimismo, el CC y C al regular aquellos contratos celebrados por adhesión a cláusulas generales
predispuestas; en el art. 985 señala Requisitos Las cláusulas generales predispuestas deben ser
comprensibles y autosuficientes. La redacción debe ser clara, completa y fácilmente legible. Se tienen por
no convenidas aquellas que efectúan un reenvío a textos o documentos que no se facilitan a la contraparte
del predisponente, previa o simultáneamente a la conclusión del contrato. La presente disposición es
aplicable a la contratación telefónica, electrónica o similares.
Asimismo, hay que tener presente el concepto de EQUIDAD, el cual se enlaza con la idea moral del
contrato. Si el juez debe interpretar el contrato conforme a esa ley moral y a la equidad, será fundamental
tener presente el obrar de las partes.
En el ARTÍCULO 986 del CC y C se consagran las cláusulas particulares Las cláusulas particulares son
aquellas que, negociadas individualmente, amplían, limitan, suprimen o interpretan una cláusula general.
En caso de incompatibilidad entre cláusulas generales y particulares, prevalecen estas últimas”
Interpretando dicha norma, señalan MARISA HERRERA, GUSTAVO CARAMELO Y SEBASTIÁN PICASSO en el
“CÓDIGO CIVIL Y COMERCIAL DE LA NACIÓN COMENTADO, que “en la discrepancia entre una cláusula
general y otra particular, habrá de estarse a esta última, en razón no solo de que apunta a alterar, suprimir
o aclarar el contenido de la primera, suministrándole un contenido más concluyente y concretamente
adaptado al caso de que se trata, sino de que es tarea relevante del intérprete no perder de vista que la
cláusula manuscrita o mecanografiada se estipula al tiempo de la conclusión del contrato, mientras que la
cláusula predispuesta general viene formulada (redactada) previamente por el predisponente, sin
consideración al negocio concreto, por lo cual cabe concluir que la regla de autonomía particularmente
concertada revela la auténtica y real intención de las partes de derogar, en el caso singular, la cláusula
general redactada por el profesional uniformemente para sus futuros contratos.”
Además en el tipo de contratos bajo análisis, celebrados por adhesión a cláusulas generales predispuestas,
el CCC dispone la llamada interpretación "contra proferentem", el cual consiste en que las cláusulas
ambiguas predispuestas por una de las partes se interpretan en sentido contrario a la parte predisponente
(art. 987 CCC).
Señala Ricardo Lorenzetti en el Código Civil y Comercial de la Nación Comentado al respecto: “La regla
contra preferentem importa una aplicación del principio de buena fe que conduce a sancionar a quien ha
infringido el deber de expresar su declaración comprensiblemente. Acontece que las palabras usadas
deben autoabastecerse. Ello significa que deben ser idóneas, suficientes, claras, aptas por sí para ser
reconocidas por el destinatario'. Las declaraciones deben ser comprendidas y llenan este requisito las
expresadas con palabras cuyo sentido objetivo puede ser establecido, sin lugar a duda, según el uso
idiomático común o del comercio"
En el caso de los contratos de CONSUMO, el CCC establece que deben interpretarse “conforme el principio
de protección del consumidor y el de acceso al consumo sustentable”, siempre se estará “en el sentido
más favorable al consumidor”; asimismo al respecto, la Ley de Defensa al consumidor (24.240) en su Art.3
señala: Relación de consumo es el vínculo jurídico entre el proveedor y el consumidor o usuario. Las
disposiciones de esta ley se integran con las normas generales y especiales aplicables a las relaciones de
consumo, en particular la Ley Nº 25.156 de Defensa de la Competencia y la Ley Nº 22.802 de Lealtad
Comercial o las que en el futuro las reemplacen. En caso de duda sobre la interpretación de los principios
que establece esta ley prevalecerá la más favorable al consumidor. Las relaciones de consumo se rigen por
el régimen establecido en esta ley y sus reglamentaciones sin perjuicio de que el proveedor, por la
actividad que desarrolle, esté alcanzado asimismo por otra normativa específica”.
En este tipo de contratos, además en caso de duda, se aplica el “favor libertatis”, esto es la opción menos
gravosa para el consumidor.
Además el art.37 de la ley 24.240, respecto a la interpretación de este tipo de contratos; “Interpretación.
Sin perjuicio de la validez del contrato, se tendrán por no convenidas:
a. Las cláusulas que desnaturalicen las obligaciones o limiten la responsabilidad por daños;
b. Las cláusulas que importen renuncia o restricción de los derechos del consumidor o amplíen los
derechos de la otra parte;
c. Las cláusulas que contengan cualquier precepto que imponga la inversión de la carga de la prueba
en perjuicio del consumidor.
La interpretación del contrato se hará en el sentido más favorable para el consumidor. Cuando existan
dudas sobre los alcances de su obligación, se estará a la que sea menos gravosa.
En caso en que el oferente viole el deber de buena fe en la etapa previa a la conclusión del contrato o en
su celebración o transgreda el deber de información o la legislación de defensa de la competencia o de
lealtad comercial, el consumidor tendrá derecho a demandar la nulidad del contrato o la de una o más
cláusulas. Cuando el juez declare la nulidad parcial, simultáneamente integrará el contrato, si ello fuera
necesario”.
Las llamadas “cláusulas abusivas” se tendrán por no convenidas.
4) LA CALIFICACIÓN DEL CONTRATO
Siguiendo a Mosset Iturraspe, la calificación de un contrato consiste en la determinación de su naturaleza
jurídica.
a. El autor señala que dicha determinación resulta fundamental para: clasificarlo entre las categorías
jurídicas existentes.
b. Para acertar en su interpretación.
El nombre de un contrato que le den las partes, no lo desnaturaliza ni impide que el Juez proceda a su
correcta calificación jurídica.
Siguiendo al autor; La calificación resulta de los hechos que el Juez debe desentrañar y de las disposiciones
legales que definen y caracterizan la figura contractual.
Dice Lorenzetti sobre el particular que “cabe recordar que la labor interpretativa requiere necesariamente
de la calificación del negocio que se está interpretando, lo que demuestra que se trata de expresiones de
un proceso unitario. Aunque la misma no aparece aludida en la teoría general del contrato, se la menciona
en ocasión de la calificación del contrato de servicios (arí. 1252).”.
INTEGRACIÓN DE LOS CONTRATOS
Señala Mosset Iturraspe que “la integración dirigida a señalar las consecuencias jurídicas que emergen del
negocio, sea por voluntad de las partes, manifestada de manera expresa o tácita, sea por voluntad del
legislador a mérito de los elementos estructurales y de los efectos naturales, resulta también una tarea
fundamental”.
Para la INTEGRACIÓN debe estarse en presencia de una laguna o vacío legal que necesariamente lleve a la
aplicación de lo normado en el art. 964 CCC el cual indica que el contenido del contrato y que el mismo
debe "integrarse" de la siguiente manera:
I. las normas indisponibles del CCC o de leyes especiales, que se aplican directamente o en sustitución
de las cláusulas incompatibles con ellas;
II. las normas supletorias del CCC o de leyes especiales; y
III. los "usos y prácticas del lugar de celebración", en cuanto sean aplicables porque hayan sido
declarados obligatorios por las partes o porque sean ampliamente conocidos y regularmente
observados en el ámbito en que se celebra el contrato, excepto que su aplicación sea irrazonable.
Estas normas de “integración del contrato” sirven, también de criterios la llamada “interpretación
integradora”.
Sin perjuicio de ello, deberá estarse a lo previsto en el art.962 del CC y C el cual señala que las normas
relativas a los contratos son, en principio, supletorias de la voluntad de las partes, “a menos que de su
modo de expresión, de su contenido, o de su contexto, resulte su carácter indisponible”.
Asimismo, como lineamiento general, los jueces no tienen facultades para modificar las estipulaciones de
los contratos, excepto a pedido de una de las partes cuando lo autoriza la ley, o de oficio cuando se afecta
—de modo manifiesto— el orden público (art. 960).
Siguiendo a Mosset Iturraspe, no hay que confundir “integración” con “interpretación integradora”, la
primera contempla el contenido del contrato mientras que la segunda tiende a determinar el sentido y
alcance de ese contenido, de las estipulaciones o clausulas, sea recurriendo a la “intención común” o bien
a los “usos y costumbres”.
Unidad 10
Efectos
1. Efectos de los Contratos.
Art. 1021.- Regla general. El contrato sólo tiene efecto entre las partes contratantes; no lo tiene con
respecto a terceros, excepto en los casos previstos por la ley
· Autonomía de la Voluntad: Es la facultad de estipular las cláusulas que quieran, está limitada por el
orden público, la moral y las buenas costumbres. La base de la teoría general de los contratos en
nuestro Derecho es el principio de la autonomía de la voluntad. El principio de libertad contractual,
o autonomía de la voluntad, implica el reconocimiento de un poder de autorregular los propios
objetivos e intereses que las partes desean.
· Fuerza Obligatoria: Lo convenido debe ser cumplido obligatoriamente, también está limitada por el
orden público, la moral y las buenas costumbres. “Todo contrato legalmente celebrado es una ley
para los contratantes y no puede ser invalidado sino por su consentimiento mutuo o por causas
legales”.
· Principio de Relatividad: Según este principio jurídico, la eficacia del contrato es relativa: éste sólo
produce efectos entre las partes contratantes. Así se expresa con la locución «res inter alios acta
tertiis nec nocet nec prodest» (lo convenido entre unos ni perjudica ni aprovecha a terceros). Ahora
bien, los derechos y obligaciones nacidos de un contrato son transmisibles por herencia, salvo que
por su naturaleza, por pacto o por ley sean intransmisibles. En todo caso, los herederos de un
contratante no son parte en el contrato hasta que se opera la transmisión hereditaria.
Efectos con relación a los sucesores: Los efectos de los contratos se extienden activa y pasivamente a los
herederos y sucesores universales. El sucesor universal es la persona a la cual se le trasmiten todos los
bienes de una persona fallecida, pasa a ocupar el lugar del fallecido y a él se extienden todos los efectos de
los contratos, activa (créditos) y pasivamente (deudas).
a. Cuando la obligación nacida del contrato fuese inherente a la persona (Ej. Concierto de Piano)
b. Cuando resultare de:
- De una disposición expresa de la ley.
- De una cláusula del contrato
- De la naturaleza misma del contrato.
El sucesor particular es la persona a la cual no se le trasmite todo el patrimonio sino solo un derecho u
objeto determinado, sea por un actor mortis causa o por un acto entre vivos. El sucesor particular es como
si fuera un tercero y los contratos firmados por el trasmisor del bien no le afectan. Los contratos lo afectan
en los siguientes casos:
- Contrato de locación
- Contratos constitutivos de garantías
- Obligaciones ambulatorias o proeter rem.
El sucesor universal responde por las obligaciones del causante con todo su patrimonio (salvo que haya
aceptado la herencia con beneficio de inventario); en cambio, el sucesor particular responde solo con la
cosa trasmitida.
2. Terceros.
Art. 1025.- Contratación a nombre de tercero. Quien contrata a nombre de un tercero sólo lo obliga si
ejerce su representación. A falta de representación suficiente el contrato es ineficaz. La ratificación expresa
o tácita del tercero suple la falta de representación; la ejecución implica ratificación tácita.
Clases de terceros:
Terceros absolutos: Terceros absolutos o penitus extranei son aquellas personas completamente
extrañas a la formación del acto, y que no están ni nunca estarán en relación jurídica con las partes.
Respecto de ellos el contrato no produce efectos ni interesa su oponibilidad.5
Terceros relativos: Son aquellos que con posterioridad a la formación del acto o a la celebración del
contrato entran a relacionarse jurídicamente con las partes. Se subclasifican en causahabientes a
título universal y singular.
Son personas a quienes el autor les transmite una universalidad jurídica. Normalmente esta universalidad
jurídica es la herencia, y por eso se dice que los herederos son sucesores a título universal de su causante.
La gran particularidad de estos sucesores es que por traspasarse el derecho como una universalidad
jurídica no se consideran terceros, sino partes directas.
Son personas a quienes el autor les transmite una o más especies o cuerpos ciertos o una o más especies
de un género determinado. En contraposición a los herederos, los legatarios son sucesores a título
singular.
Promesa del hecho de tercero. Quien promete el hecho de un tercero queda obligado a hacer lo
razonablemente necesario para que el tercero acepte la promesa. Si ha garantizado que la promesa sea
aceptada, queda obligado a obtenerla y responde personalmente en caso de negativa. Una persona se
compromete frente a otra a que un tercero le entregará una cosa o le prestará un servicio. Si no consigue
que el tercero acceda a cumplir la prestación prometida, éste no podrá ser obligado a hacerlo, ya que el
contrato no le vincula. El destinatario de la promesa no cumplida deberá ser indemnizado por el
promitente.
Art. 1029.- Contrato para persona a designar. Cualquier parte puede reservarse la facultad de designar
ulteriormente a un tercero para que asuma su posición contractual, excepto si el contrato no puede ser
celebrado por medio de representante, o la determinación de los sujetos es indispensable.
La asunción de la posición contractual se produce con efectos retroactivos a la fecha del contrato, cuando
el tercero acepta la nominación y su aceptación es comunicada a la parte que no hizo la reserva. Esta
comunicación debe revestir la misma forma que el contrato, y ser efectuada dentro del plazo estipulado o,
en su defecto, dentro de los quince días desde su celebración. Mientras no haya una aceptación del
tercero, el contrato produce efectos entre las partes.
Art. 1030.- Contrato por cuenta de quien corresponda. El contrato celebrado por cuenta de quien
corresponda queda sujeto a las reglas de la condición suspensiva. El tercero asume la posición contractual
cuando se produce el hecho que lo determina como beneficiario del contrato.
Contratos a nombre de terceros: esta situación se da en aquellas convenciones jurídicas donde una
persona actúa en nombre de otro por mandato y el contrato obliga al tercero con la otra parte. Si no hay
mandato el contrato es nulo salvo que el tercero lo ratifique o ejecute. La relación entre el tercero y quien
celebró el negocio se rigen por las normas de la gestión de negocios
Contrato a Cargo de terceros: Es el celebrado con cargo al patrimonio de una persona ajena al contrato. El
caso típico es la compraventa de cosa ajena. El vendedor se obliga a entregar una cosa perteneciente a
quien no es parte contractual. Si no la adquiere antes de la entrega, o no consigue que el tercero consienta
en entregarla al comprador, éste deberá ser indemnizado por el vendedor. En cualquier caso, el tercero
propietario de la cosa no podrá ser privado de ella sin su consentimiento.
Estipulación a favor de tercero. Si el contrato contiene una estipulación a favor de un tercero beneficiario,
determinado o determinable, el promitente le confiere los derechos o facultades resultantes de lo que ha
convenido con el estipulante. El estipulante puede revocar la estipulación mientras no reciba la aceptación
del tercero beneficiario; pero no puede hacerlo sin la conformidad del promitente si éste tiene interés en
que sea mantenida. El tercero aceptante obtiene directamente los derechos y las facultades resultantes de
la estipulación a su favor. Las facultades del tercero beneficiario de aceptar la estipulación, y de prevalerse
de ella luego de haberla aceptado, no se transmiten a sus herederos, excepto que haya cláusula expresa
que lo autorice. La estipulación es de interpretación restrictiva.
4. Obligaciones de Saneamiento.
La obligación de saneamiento es la que contrae el que transfiere, a título oneroso o gratuito, la propiedad,
la posesión o el uso de un bien, cuando por sus propios hechos, la evicción de un tercero o la existencia de
vicios ocultos se priva al adquirente de su derecho de destinar dicho bien a la finalidad para la cual fue
adquirido.
Nuestro Código Civil llama obligación de saneamiento (artículo 1461) a la que en Derecho extranjero y en
la doctrina se llama de garantía; y reconoce sus dos formas tradicionales diciendo que, en virtud del
saneamiento, "el vendedor responderá al comprador:
El saneamiento por evicción es la obligación a cargo del vendedor de responder frente al comprador en el
caso de que tras la entrega se vea privado de la cosa comprada por sentencia firme y en virtud de un
derecho anterior a la compra.
Art. 1044.- Contenido de la responsabilidad por evicción. La responsabilidad por evicción asegura la
existencia y la legitimidad del derecho transmitido, y se extiende a:
a. toda turbación de derecho, total o parcial, que recae sobre el bien, por causa anterior o
contemporánea a la adquisición;
b. los reclamos de terceros fundados en derechos resultantes de la propiedad intelectual o industrial,
excepto si el enajenante se ajustó a especificaciones suministradas por el adquirente;
c. las turbaciones de hecho causadas por el transmitente.
Art. 1046.- Citación por evicción. Si un tercero demanda al adquirente en un proceso del que pueda
resultar la evicción de la cosa, el garante citado a juicio debe comparecer en los términos de la ley de
procedimientos. El adquirente puede seguir actuando en el proceso.
Art. 1048.- Cesación de la responsabilidad. En los casos en que se promueve el proceso judicial, la
responsabilidad por evicción cesa:
a. si el adquirente no cita al garante, o lo hace después de vencido el plazo que establece la ley
procesal;
b. si el garante no comparece al proceso judicial, y el adquirente, actuando de mala fe, no opone las
defensas pertinentes, no las sostiene, o no interpone o no prosigue los recursos ordinarios de que
dispone contra el fallo desfavorable;
c. si el adquirente se allana a la demanda sin la conformidad del garante; o somete la cuestión a
arbitraje y el laudo le es desfavorable.
Sin embargo, la responsabilidad subsiste si el adquirente prueba que, por no haber existido oposición justa
que hacer al derecho del vencedor, la citación oportuna del garante por evicción, o la interposición o
sustanciación de los recursos, eran inútiles; o que el allanamiento o el laudo desfavorable son ajustados a
derecho.
Art. 1049.- Régimen de las acciones. El acreedor de la responsabilidad dispone del derecho a declarar la
resolución:
a. si los defectos en el título afectan el valor del bien a tal extremo que, de haberlos conocido, el
adquirente no lo habría adquirido, o su contraprestación habría sido significativamente menor;
b. si una sentencia o un laudo produce la evicción.
Art. 1051.- Contenido de la responsabilidad por vicios ocultos. La responsabilidad por defectos ocultos se
extiende a:
Art. 1060.- Modalidad. Como señal o arras pueden entregarse dinero o cosas muebles. Si es de la misma
especie que lo que debe darse por el contrato, la señal se tiene como parte de la prestación si el contrato
se cumple; pero no si ella es de diferente especie o si la obligación es de hacer o no hacer.
6. Subcontratos
Art. 1069.- Definición. El subcontrato es un nuevo contrato mediante el cual el subcontratante crea a favor
del subcontratado una nueva posición contractual derivada de la que aquél tiene en el contrato principal.
Art. 1073.- Definición. Hay conexidad cuando dos o más contratos autónomos se hallan vinculados entre sí
por una finalidad económica común previamente establecida, de modo que uno de ellos ha sido
determinante del otro para el logro del resultado perseguido. Esta finalidad puede ser establecida por la
ley, expresamente pactada, o derivada de la interpretación, conforme con lo que se dispone en el artículo
1074.
7. El Empleo Útil.
Art. 1791.- Caracterización. Quien, sin ser gestor de negocios ni mandatario, realiza un gasto, en interés
total o parcialmente ajeno, tiene derecho a que le sea reembolsado su valor, en cuanto haya resultado de
utilidad, aunque después ésta llegue a cesar.
Art. 1794.- Enriquecimiento sin Causa. Caracterización. Toda persona que sin una causa lícita se enriquezca
a expensas de otro, está obligada, en la medida de su beneficio, a resarcir el detrimento patrimonial del
empobrecido.
Declaración unilateral de voluntad: La promesa pública de recompensa. Resolución total o parcial. Una
parte tiene la facultad de resolver total o parcialmente el contrato si la otra parte lo incumple. Pero los
derechos de declarar la resolución total o la resolución parcial son excluyentes, por lo cual, habiendo
optado por uno de ellos, no puede ejercer luego el otro. Si el deudor ha ejecutado una prestación parcial,
el acreedor sólo puede resolver íntegramente el contrato si no tiene ningún interés en la prestación parcial
Unidad 11
Extinción - Modificación - Adecuación.
1) Cumplimiento Normal. Imposibilidad de Cumplimiento.
Imposibilidad de cumplimiento: El fundamento de la responsabilidad “contractual” es el incumplimiento;
en tanto exista una obligación incumplida, el deudor debe responder por los daños que el acreedor sufra
como consecuencia de esa inejecución. Sin embargo, aun mediando incumplimiento, el deudor podría
demostrar que el cumplimiento de la obligación ha devenido imposible como consecuencia de un hecho
sobreviniente a la constitución del vínculo, sin culpa suya. Se trata de la llamada “imposibilidad
sobrevenida de la prestación”, que produce un doble efecto: extingue la obligación y consecuentemente, al
no subsistir una obligación incumplida, libera al deudor de responsabilidad (art. 1732).
Por ejemplo, en un terremoto (caso fortuito) que destruye la cosa que debía ser entregada al acreedor, y
con ello impide el cumplimiento de la obligación (imposibilidad)
Según el art. 955 la imposibilidad debe ser causada por caso fortuito o fuerza mayor.
Para producir su efecto liberatorio, el Código requiere que la imposibilidad cuente con ciertos caracteres.
Sobrevenida: La imposibilidad debe haber acaecido con posterioridad al nacimiento del vínculo
obligatorio, pues si fuera concomitante a él la obligación seria nula por imposibilidad de su objeto.
Objetiva: La imposibilidad es objetiva cuando está constituida por un impedimento inherente a la
prestación en sí y por sí, y es subjetiva, en cambio, cuando se relaciona con las condiciones
personales o patrimoniales propias del deudor, en la medida en que ellas no se conecten de
manera inmediata con la prestación en sí y por sí considerada. Así la insolvencia del deudor, como
también los impedimentos derivados de la organización económica del obligado o su insuficiente
capacidad técnica, constituyen típicos supuestos de imposibilidad subjetiva, mientras que, el caso
del pintor que pierde la vista en un accidente se subsumiría dentro del concepto de imposibilidad
objetiva, pues, en este último caso, las condiciones personales del deudor se relacionan
directamente con la prestación en sí y por sí considerada.
Absoluta: La prestación no puede ser cumplida en modo alguno.
Definitiva: Únicamente la imposibilidad definitiva libera al obligado. La meramente transitoria
podrá, a lo sumo, eximirlo de responsabilidad por el daño moratorio, que pueda experimentar el
acreedor.
No imputable al obligado: Para que la imposibilidad tenga efecto liberatorio es necesario que no
resulte imputable a culpa del obligado. Quien destruye la cosa que debía entregar deberá pagar
una indemnización por los daños causados.
Si la imposibilidad reúne los caracteres que acaban de enumerarse, la obligación se extingue, y el deudor
se libera de responsabilidad.
Responsabilidad por caso fortuito o por imposibilidad de cumplimiento: A pesar de existir caso fortuito, o
una imposibilidad de cumplimiento derivada de aquel, no se produce la liberación del deudor, según el art.
1733, cuando:
Exista asunción contractual del caso fortuito: En ejercicio de la autonomía de la voluntad, las partes
pueden convenir, directamente, que el obligado garantiza el resarcimiento de los daños en cualquier
circunstancia, incluso aunque sobrevenga un caso fortuito. No será válida esta estipulación en los
contratos de adhesión y consumo.
Este dispuesto por la ley: Excepcionalmente, la ley dispone que el caso fortuito no exonera.
Art. 4 de la Convención de Viena sobre Responsabilidad Civil por Daños Nucleares, etc.
Exista mora por parte del deudor: Uno de los efectos de la mora es la traslación de los riesgos de la
prestación, que a partir de ese momento pasan a estar en cabeza del deudor incumplidor. Por ese motivo,
el obligado no se libera si está en mora en el momento que sobreviene la imposibilidad de cumplimiento.
Salvo que el deudor demuestre que su estado de mora fue indiferente para la producción de la
imposibilidad de pago.
Haya culpa previa del responsable: Así, no hay fuerza mayor si el deudor que debía prestar servicios
personales se enferma con motivo de su ebriedad.
Exista contingencia propia al riesgo de la cosa o la actividad: El caso fortuito debe ser ajeno al responsable.
No hay ajenidad, por ejemplo, si un automóvil se desplaza y daña a un tercero en el contexto de una fuerte
tormenta, pero la imposibilidad de controlar el vehículo obedece también a un vicio en los frenos, o si la
colisión es desencadenada en medio de una intensa niebla, pero el automotor carecía de luces suficientes.
Exista obligación de restituir como consecuencia de un hecho ilícito: Cuando la obligación de restituir es
consecuencia de un hecho ilícito, el deudor no se exonera ni siquiera por imposibilidad de cumplimiento
objetiva y absoluta causada por caso fortuito. El poseedor de mala fe se hace responsable por la
destrucción total o parcial de la cosa, salvo excepciones.
También puede ser relativa. En este caso, el acto es válido entre las partes, pero para algunos terceros no
resulta generador de efectos por cuanto estos pueden comportarse como si no existiera (art. 382).
Inoponibilidad: El acto inoponible es un supuesto de ineficacia establecida por la ley, que priva a un
negocio valido y eficaz entre las partes, de sus efectos respecto de determinados terceros a quienes la ley
dirige su protección, permitiéndoles ignorar la existencia del negocio (art. 396).
3) Nulidad.
Nulidad absoluta y relativa: La nulidad absoluta procede cuando el interés inmediatamente vulnerado es el
interés general, esto es, “el orden público, la moral y las buenas costumbres”. La nulidad relativa, en
cambio, esta instituida en beneficio de las personas que resulten perjudicadas por un acto viciado y es
viable en los casos en que el defecto afecte el interés individual.
Para determinar si la nulidad es absoluta o relativa, será preciso entonces examinar hacia donde apunta la
potencialidad destructora del vicio congénito y cuál es el bien jurídico que lesiona, hiere o infringe.
Si es el orden público, la moral o las buenas costumbres, la nulidad será absoluta. Si, en cambio, es el
interés puramente individual y no existe un particular interés del Estado en tutelarlo, o bien cuando no
están en juego las circunstancias antedichas, la nulidad será relativa (art. 386)
La nulidad absoluta es aquella en que el vicio afecta en forma inmediata y preponderante el interés general
o particular cuando este ha sido especialmente protegido por la legislación.
Son actos afectados de nulidad absoluta aquellos que son contrarios al orden público o a la moral.
Puede ser declarada de oficio por el juez; puede ser articulada por el Ministerio Publico y por cualquier
interesado (art. 387).
La nulidad relativa esta instituida en beneficio de una de las partes. Es la sanción legal que priva de efectos
al acto jurídico en razón de un vicio congénito que produce perjuicios a intereses particulares o privados
Procede solo a petición de parte interesada; no puede ser invocada por el Ministerio Publico. El acto
puede ser confirmado y la acción es prescriptible (art. 388).
Confirmación: Es un acto jurídico que tiene por fin inmediato expurgar o convalidar a otro acto jurídico,
sujeto a una acción de nulidad en razón de experimentar un vicio en su origen.
Por ejemplo, la victima de dolo, de violencia o de lesión, que puede solicitar la invalidez, decide expurgar el
vicio de que adolecía el acto y por el cual era susceptible de ser declarado nulo, a efectos de mantener su
vigencia y la producción de sus efectos.
Solo pueden ser subsanados o confirmados los actos viciados de nulidad relativa, porque los actos
afectados por una nulidad absoluta no pueden ser revividos de ninguna manera por la naturaleza de la
protección y los intereses que se tutelan en ese caso (art. 393).
Al contrato, como especie de acto jurídico, le alcanzan las causales de extinción por ineficacia en razón de
su nulidad. Del mismo modo, también actúan como supuestos de ineficacia del contrato, los que producen
su resolución, revocación o rescisión (art. 1077). Queda fuera la inoponibilidad, prevista en el art. 396, de
la que no resulta la extinción del contrato sino la improcedencia para oponer sus efectos a ciertos terceros.
La forma paradigmática de la rescisión seguirá siendo “mutuo disenso” o “distracto”, verdadero contrato
extintivo.
El nuevo Código clasifica a las causales sobrevenidas en dos grandes grupos: la rescisión bilateral y las que
se producen por declaración de una de las partes.
Rescisión unilateral: La extinción se configura o resulta de la declaración de una de las partes,
incluyéndose, además, a la revocación y a la resolución.
Son fuentes de estas vicisitudes, el mismo contrato o la ley y así lo expresa el mismo art. 1077.
Puede concluirse que: a) la rescisión unilateral es una causal extintiva, de fuente convencional o legal,
ejercida por una de las partes, y que no requieren expresión de causa. b) la revocación se produce por
imperio de la manifestación de voluntad de aquella parte en cuyo favor el legislador la consagro, para ser
invocada, en ocasiones, de modo discrecional, y en otros casos, frente a ciertas causas determinadas, y c)
la resolución es ejercida por uno solo de los contratantes, quien invoca una cláusula del contrato o una
causa legal.
Finalmente, el contrato puede ser extinguido total o parcialmente, por una de las partes, si la otra parte lo
incumple de acuerdo a lo dispuesto en el art. 1083.
La extinción sobrevenida puede alcanzarse sin declaración de una de las partes. Así sucede en los casos que
se hubiere previsto una condición resolutoria, dado que en tal hipótesis el efecto resolutorio se despliega
sin necesidad de declaración de sentencia.
A los efectos de lograr la extinción unilateral del contrato, se exige que medie una comunicación a la otra
parte, de lo que resulta su carácter recepticio (art. 1078).
La extinción del contrato puede declararse extrajudicialmente o demandarse ante un juez. Por lo tanto, la
vía elegida para la extinción, condicionara el modo de efectivizar la comunicación de la voluntad extintiva.
Habiendo una parte plúrima o plurisubjetiva, se exige que la manifestación sea emitida por todos los
sujetos que integran una parte contra todos los sujetos que integran la otra.
La extinción intentada por vía extrajudicial puede ser resistida por la contraparte.
La parte cumplidora puede optar entre exigir el cumplimiento, con el daño moratorio correspondiente, o
pretender la resolución del contrato.
La demanda ante un tribunal por extinción del contrato impide deducir ulteriormente una pretensión de
cumplimiento. Se busca con esto evitar la contradicción de conductas.
La imposibilidad de restituir las prestaciones a cargo de quien pretende la extinción actúa como
impedimento para ello.
La extinción del contrato por declaración de una de las partes deja subsistentes las estipulaciones referidas
a las restituciones, a la reparación de daños, a la solución de las controversias y a cualquiera otra que
regule los derechos y obligaciones de las partes tras la extinción.
Rige aquí el principio de autonomía privada, toda vez que las partes han disciplinado esos efectos para el
caso de extinción unilateral.
La rescisión unilateral y la revocación son tratadas como vicisitudes que producen sus efectos hacia el
futuro (ex nunc), dejando subsistentes las prestaciones ya cumplidas.
A la resolución, por su parte, se la considera como un supuesto extintivo con vocación retroactiva al
tiempo de la celebración del contrato (ex tunc), sin perjuicio de los derechos adquiridos a título oneroso
por terceros de buena fe (art. 1079).
5) Revocación.
ARTICULO 1110.- Revocación. En los contratos celebrados fuera de los establecimientos comerciales y a distancia,
el consumidor tiene el derecho irrenunciable de revocar la aceptación dentro de los diez días computados a partir de la
celebración del contrato.
Si la aceptación es posterior a la entrega del bien, el plazo debe comenzar a correr desde que esta última se produce.
Si el plazo vence en día inhábil, se prorroga hasta el primer día hábil siguiente.
a) por el transcurso del plazo por el que fue otorgado, o por el cumplimiento de la condición resolutoria pactada;
ARTICULO 1569.- Revocación. La donación aceptada sólo puede ser revocada por inejecución de los cargos, por
ingratitud del donatario, y, en caso de habérselo estipulado expresamente, por supernacencia de hijos del donante.
ARTICULO 1967.- Efecto de la revocación. La revocación del dominio de cosa registrable tiene efecto retroactivo,
excepto que lo contrario surja del título de adquisición o de la ley.
Los derechos de declarar la resolución total o parcial son excluyentes, por lo cual, habiéndose optado por
uno de ellos, no puede ejercerse luego el otro. Ello tiende a evitar abusos en el ejercicio de la pretensión
resolutoria (art. 1083).
ARTICULO 1083.- Resolución total o parcial. Una parte tiene la facultad de resolver total o parcialmente el contrato
si la otra parte lo incumple. Pero los derechos de declarar la resolución total o la resolución parcial son excluyentes,
por lo cual, habiendo optado por uno de ellos, no puede ejercer luego el otro. Si el deudor ha ejecutado una prestación
parcial, el acreedor sólo puede resolver íntegramente el contrato si no tiene ningún interés en la prestación parcial.
El presupuesto básico para la procedencia de la resolución es el incumplimiento de la parte contra la cual
se pretende ejercer el derecho de resolver.
No cualquier inejecución habilita la extinción, sino solo aquella que resulte esencial. Por ello la resolución
por incumplimiento es una figura de excepción, coherente con el principio de conservación del contrato.
ARTICULO 1088.- Presupuestos de la resolución por cláusula resolutoria implícita. La resolución por cláusula
resolutoria implícita exige:
a) un incumplimiento en los términos del artículo 1084. Si es parcial, debe privar sustancialmente de lo que
razonablemente la parte tenía derecho a esperar en razón del contrato;
c) que el acreedor emplace al deudor, bajo apercibimiento expreso de la resolución total o parcial del contrato, a que
cumpla en un plazo no menor de quince días, excepto que de los usos, o de la índole de la prestación, resulte la
procedencia de uno menor. La resolución se produce de pleno derecho al vencimiento de dicho plazo. Dicho
requerimiento no es necesario si ha vencido un plazo esencial para el cumplimiento, si la parte incumplidora ha
manifestado su decisión de no cumplir, o si el cumplimiento resulta imposible. En tales casos, la resolución total o
parcial del contrato se produce cuando el acreedor la declara y la comunicación es recibida por la otra parte.
ARTICULO 1089.- Resolución por ministerio de la ley. El requerimiento dispuesto en el artículo 1088 no es necesario
en los casos en que la ley faculta a la parte para declarar unilateralmente la extinción del contrato, sin perjuicio de
disposiciones especiales.
El art. 1086 recoge el instituto del pacto comisorio, denominado ahora “cláusula resolutoria expresa”
La resolución por incumplimiento constituye un efecto natural de los contratos bilaterales, la inclusión de
una cláusula resolutoria expresa conserva gran importancia práctica, puesto que por su intermedio las
partes pueden convenir el régimen al que ha de someterse la potencial resolución del contrato.
Como consecuencia del principio de autonomía de la voluntad, las partes pueden establecer el mecanismo
resolutorio que deseen, pudiendo prever que no se requiera notificación alguna, funcionando de modo
autonómico, similar a una condición resolutoria.
En ausencia de previsión contractual acerca del mecanismo resolutorio, resulta aplicable en forma
supletoria el párrafo final del art. 1086, que dice: “En este supuesto, la resolución surte efectos a partir que
la parte interesada comunica a la incumplidora en forma fehaciente su voluntad de resolver”.
Por su parte los arts. 1087, 1088 y 1089 se ocupan de los presupuestos de la extinción por incumplimiento
mediando clausula resolutoria implícita.
Cuando en el marco de una facultad resolutoria implícita se opta por la vía extrajudicial, y no se trata de
supuestos de excepción, el acreedor deberá efectuar un emplazamiento al deudor para que cumpla bajo
apercibimiento de resolución.
La comunicación debe ser clara; recepticia (dirigida al deudor) y fehaciente (telegrama, carta documento,
acta notarial, etc.).
Se deberá indicar cuál es el plazo dentro del cual el deudor puede cumplir a fin de evitar la resolución,
estableciendo la norma que el plazo mínimo será de 15 días que el acreedor debe respetar.
El criterio debe entenderse en el sentido que, la salida del suceso del curso natural y ordinario de las cosas
se proyecta sobre la imprevisibilidad del evento frustratorio y la esfera de riesgos de quien la invoca.
Debe tratarse de contratos de ejecución diferida o continuada, como consecuencia de la intervención del
factor temporal en la vida del contrato.
La frustración definitiva tiene efectos retroactivos, salvo respecto de las prestaciones cumplidas en tanto
fueran divisibles y equivalentes entre sí
Sobre la imprevisibilidad, el más polémico de los recaudos, se recuerda que la doctrina y la jurisprudencia
la considero cumplida frente a los graves procesos inflacionarios de junio de 1975, febrero-abril de 1981 y
mayo de 1989.
Se exige además que provoque una excesiva onerosidad de la prestación a cargo del deudor, representada
en un notable desequilibrio.
El perjudicado tiene derecho a plantear extrajudicialmente, o pedir ante un juez, por acción o como
excepción, la resolución total o parcial del contrato o su adecuación.
Se perfila con equilibrio y amplitud la regla de la imprevisión, que se ha constituido en Argentina en un
importante instrumento de afirmación de la justicia contractual.
Teoría de la Imprevisión.
La llamada teoría de la imprevisión había sido incorporada en nuestro ordenamiento jurídico, a través de la
reforma de la Ley Nº 17.771, en la segunda parte del artículo 1.198. El nuevo Código Civil y Comercial de la
Nación, aprobado por Ley Nº 26.994, disciplina este instituto en su artículo 1.091, ubicado en el capítulo 13
“Extinción, modificación y adecuación del contrato”, del Título II “Contratos en general”, del Libro Tercero
“Derechos Personales”. Señala el referido artículo lo siguiente: “Art. 1091. – Imprevisión. Si en un contrato
conmutativo de ejecución diferida o permanente, la prestación a cargo de una de las partes se torna
excesivamente onerosa, por una alteración extraordinaria de las circunstancias existentes al tiempo de su
celebración, sobrevenida por causas ajenas a las partes y al riesgo asumido por la que es afectada, ésta
tiene derecho a plantear extrajudicialmente, o pedir ante un juez, por acción o como excepción, la
resolución total o parcial del contrato, o su adecuación. Igual regla se aplica al tercero a quien le han sido
conferidos derechos, o asignadas obligaciones, resultantes del contrato; y al contrato aleatorio si la
prestación se torna excesivamente onerosa por causas extrañas a su álea propia.” Como puede observarse,
la teoría de la imprevisión se constituye, ante todo, como un remedio jurídico frente a un contrato que con
posterioridad a su celebración se ha desquiciado por circunstancias ajenas a las partes. La norma establece
como requisitos para su aplicación las siguientes: