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EL CULTO MEDIEVAL

La fuente más importante de información sobre el culto medieval la constituyen los


diversos libros litúrgicos que hubo en uso tanto en el oriente como en el occidente. Estos
fueron compilados para lograr diferentes propósitos y han llegado a nosotros desde distintas
épocas. Si el lector de la misma tenía que leer un pasaje del Antiguo Testamento, o del
libro de los Hechos, o de las epístolas, o del Apocalipsis, recurría al Epistolarium; si otro
debía leer la lección correspondiente de los Evangelios, tenia el Evangelarium a mano; o
bien pudiera ser que el Liber Comitis estuviese disponible para ambos tipos de lectura. El
sacerdote usaba su Sacramentarium, aún cuando el mismo contenía todavía fórmulas para
ritos que a través del tiempo habían pasado a ser privativas del obispo, conteniendo
también los formularios usados por el sacerdote en los bautismos, matrimonios, visitas a
los enfermos y entierros, formularios estos que fueron más tarde reunidos en tomos
separados conocidos como Manuale, el Rituale o el Sacramentale. El Kalendarium
indicaba el advenimiento de las festividades y el Martyrologium el de los días consagrados
a la memoria de los santos y de los mártires. El Ordinale guiaba al clero en la conducción
del culto mientras que el Compotus les ayudaba a calcular la fecha en que caía la Pascua de
Resurrección. De uso más frecuente eran el Psalterium para el recitado del oficio diario, y
el Sermologus y el Homilarium, libros que ayudaban al predicador en la preparación de su
sermón semanal para la instrucción de los fieles.

El libro litúrgico de los primeros años de este periodo indicaba el modo peculiar en que
cada distrito llevara a cabo su culto. Las variaciones eran frecuentes y no había un rito
uniforme que fuese seguido consistentemente en amplias zonas geográficas. Gradualmente,
empero, las formulaciones locales fueron cediendo ante los usos más ampliamente
aceptados, y la uniformidad fue creciendo.

Bajo Carlomagno, la iglesia de Galia adoptó la liturgia romana, pero incorporó a la misma
elementos peculiares a las liturgias galas; más tarde este amalgama romano – gala desalojó
a la liturgia que se usaba en la misma Roma. De esta combinación, el Sacramentario
Gelasiano que procede del siglo siete, es el mejor exponente. El Antifonario de Bangor,
de Irlanda (680-691) preserva el oficio coral de la iglesia celta. En Inglaterra el Orden
Litúrgico de Sarum (Salisbury) llegó a ser de importancia. El rito romano seguido en la
catedral fue modificado durante la Edad Media y para el año 1457 ya casi todo el país había
adoptado el orden del culto en uso en Salisbury. En 1549 los reformadores lo adoptaron en
gran medida para compilar el Primer Libro de Oración común de Eduardo VI. En el
prefacio a éste, dicho orden de Salisbury es descrito como una formulación “local”para
cuyo reemplazo se había diseñado el nuevo libro.

En el oriente se usaba el Euchologion; el mismo contenía el texto de los tres ritos


eucarísticos: el de San Crisóstomo, el de San Basilio, y el de la Liturgia del Presantificado,
con las partes invariables del oficio, y las oraciones usadas en la celebración de los
sacramentos. El más antiguo manuscrito del mismo, el Codez Barberinus, se originó
probablemente en el siglo octavo. En el oriente los ritos rápidamente se hicieron uniformes
y los textos litúrgicos homogéneos.
El centro del culto era la Eucaristía y aquí también la tendencia general se movía hacia la
uniformidad. La tradición oriental, ya fijada en lo esencial antes del fin del siglo cuarto,
estaba basada en el rito de la iglesia de Jerusalén con algunas modificaciones introducidas
desde Bizancio, rito que Constantinopla había tratado de forzar sobre todas las iglesias
sujetas al edicto imperial. Los cambios considerables que habían sido característicos del
oriente antes del siglo siete cesaron para el noveno, época en que la liturgia oriental quedó
estereotipada.

El rito occidental de la Eucaristía se componía de elementos romanos y galos; el rito


oriental era el de la liturgia bizantina. Algunas diferencias entre ambos son notables. El
culto comenzaba en el oriente con la Prothesis, a saber, las devociones preparatorias y el
vestirse de los ministros, el lavamiento de manos, la preparación de las obligaciones (en
especial el corte del pan), el incensamiento de la iglesia y la bendición pronunciada por el
sacerdote puesto en pie ante la mesa. Las preparaciones eran seguidas por letanías,
antífonas y oraciones, elementos que en forma conjunta recibían el nombre de Enarxis. A
esta altura del culto comenzaba la Liturgia de los Catecúmenos con la procesión hacia la
mesa portando el libro de los Evangelios, y con el cántico de himnos que concluía con el
Trisagio. En el occidente, empero, el culto comenzaba con la Misa de los Catecúmenos, la
que hasta el siglo dieciséis incluyó el recitado ante el altar del Salmo 43, la confesión
mutua, y oraciones. Posteriormente en el occidente, estos actos no fueron considerador
como parte de la misa, la que comenzaba propiamente con el Kyrie, una letanía oriental que
sobrevivió en sus tres respuestas Kyrie, Eleison, y con el Gloria, un salmo privado oriental
usado a partir del siglo cuarto. Las

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