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LETRAS SALVAJES
Revista de Literatura, Arte y Pensamiento de alta velocidad
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LETRAS SALVAJES
Copyleft 2023
Índice
Camelia Michel
Deja vu El ilusionista
H H
ay un hombre ahí afuera y tiene exacta- e sacado mil fantasmas del sombrero,
mente el mismo rostro que vi en mi sueño enamorada como siempre de mi espec-
anoche: nariz aguileña y ojos de mirada táculo. Con ellos poco a poco se puebla el
subrepticia, como si estuviera al acecho. Camina len- universo de sorpresas y cosas extrañas. Esos seres he-
tamente por la acera y parece esperar algo. Me in- chos de aire y misterio todo lo miran con sus ojos os-
triga su actitud y por eso lo sigo con los ojos desde la curos, redondos y burlones y voy sintiendo cada vez
ventana. Ahora da la vuelta en la esquina de enfrente un mayor desagrado. Pensé que, aunque siniestros,
y se devuelve a toda velocidad, perseguido por unos tenían que ser mejores que aquel conejo tan conocido,
adolescentes, que parecen quererlo asaltar. o que las suaves y tímidas palomas que tanto me can-
Abrumada por la escena decido intervenir y de re- saban, pero… ¿habré cometido un error?
pente, sin pensarlo mucho, abro una puerta no muy Cierto que al salir de su escondite han dejado una
visible, pues da a un pequeño callejón. Me paro y es- oquedad que a veces no sé cómo llenar, pero que me
pero. El extraño personaje se acerca al portón donde hace sentir muy ligera y casi etérea. Yo también voy
estoy agazapada y entonces lo llamo: "sh, sh, venga elevándome y espero al menos un aplauso. De re-
por aquí". De inmediato siento un dolor agudo en la pente llegan voces imprecisas y no puedo evitar aso-
parte derecha de mi torso, como si una lengua de marme hasta el borde del abismo. Entonces intuyo un
fuego me penetrara las costillas. Miro a mi atacante y lejano peligro…
me doy cuenta de que tiene un extraordinario pare- En medio del suspenso admito con pudor cuán
cido con el esbirro que asesinó a mi padre. dfícil es mi escena. Reconozco que me dejé llevar de
Mientras agonizo, veo una mariposa negra que un extraño arrebato cuando decidí agitar con furia
llega encima de nosotros y escucho la voz paterna que aquel báculo con pretensiones de vara mágica último
me habla con dulzura. modelo. Comienzo a pensar que no hay escapatoria y
¡Justo ahora comprendo el exacto significado de que en verdad yo tejí mi propia trampa.
mi sueño!
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Pero aún quedan mis bártulos y algunos ases bajo dimos que no teníamos rostros.
la manga, así que espero poner orden en mi eterno y ¿Qué había pasado? ¿En qué instante morimos,
confuso teatro. Sacudo entonces el capote, sin em- que no nos dimos cuenta? ¿Acaso fuimos víctimas de
bargo el horror llega de nuevo: una bandada de mur- un conjuro, de alguna alucinación colectiva, de un in-
ciélagos escapa a ras de la noche, y la mañana llega tento de suplantación? Lo cierto era que de vez en
con un revuelo de aves silenciosas ¡Son malos presa- cuando sentíamos ruidos extraños, movimientos
gios! inesperados y formas confusas que se divisaban a lo
lejos, semejando cuerpos humanos sin volumen, ab-
Demudada, no logro abandonar el callejón largo de solutamente planos.
los sueños y me apresuro a buscar la salida. Ama- Mientras estos recuerdos se agitaban producién-
rrada a mi pañuelo me cuelgo por fin en el vacío y ya donos una sensación de alarma, abruptamente al-
no sé si asciendo o desciendo. Lo cierto es que des- guien nos llamó desde el espejo y nos conminaba a
pierto en medio del escenario, sintiéndome rota, pero abandonar nuestra morada ¡Una invasiva sensación
viva y feliz, justo a tiempo para ver cuando él me de abandono y desplazamiento nos dejó paralizados!
sumerge de nuevo en el sombrero. ¿Qué hacer, si no teníamos siquiera la presencia del
pater familia para defendernos? Sólo éramos dueños
de la enorme y brumosa propiedad y de un tremendo
Los fantasmas desconsuelo.
¡Qué horrible sensación de amenaza! ¡Sensación
Homenaje a Alejandro Amenábar de vivir despojados, sin saber cómo ni quién lo hizo!
¿Y…quién era nuestro enemigo? Nunca hubo res-
Y
así descubrimos que nosotros éramos los puestas claras, sin embargo, más tarde entendimos
fantasmas. Alguien robó nuestros nombres que se trataba de un juego que había que saber jugar:
y quitó de la historia cualquier alusión a simplemente debíamos decir que no, ya que desde
nuestra corporeidad. Nos percatamos en el intento de siempre esa estancia nos pertenecía. También com-
abrir el libro donde se asentaban nuestras vidas. Sus prendimos que la voluntad es decisiva cuando se ne-
páginas resbalaban peligrosamente vacías. Otro día gocia con lo siniestro.
intentamos vernos en el espejo y de repente compren- Así, nos abrazamos muy estrechamente, agazapa-
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dos en la retorcida escalera, desde donde se domina- los seres que siempre me acompañan en el arca que
ban todos los espacios superpuestos en la anciana es- ha sido mi vida.
tructura, y gritamos a voz en cuello: Ha iniciado una nueva era, llena de fantasmas y
“¡Esta casa es nuestra...esta casa…es nuestra...esta animales extraños, de seres mitad humanos, mitad
casa...!” Y así se marcharon aquellos monstruos, ves- cualquier cosa. Pero, después de tantos días, el sol va
tidos de saco y corbata, dispuestos a repetir su ha- saliendo y yo, muy despacio, coloco mis pies en el
zaña de tiempo en tiempo, en aquella antigua y des- suelo, con un temor tan espeso como la bruma y poco
protegida vecindad. a poco me levanto ¡Entonces escapo de mi habitación!
La balsa El viento
D D
esde que comenzaron las lluvias, mi cama os días con sus noches escuchando al
se transforma en una balsa ingrávida, viento soplar, mientras se expande por el
llena de humedad y descontrol. Mi cabeza espacio. A veces llega desde el norte o por
perdió su norte hace tiempo, mientras floto sin nin- el sur; otras, planea sobre mi casa y penetra por cual-
guna orientación ni sentido. Poco a poco me diluyo quier rendija. Pero no me conmocionan la gris atmós-
con ella, al tiempo que rompemos los límites de la fera en que todo se congela y se pierde, o el frío que
casa. Afuera, el aguacero nos guía por nuevos cami- me cala los huesos, no. Tampoco su empuje chocando
nos diluvianos. Abajo quedan los árboles y carros se- en las paredes y moviendo tembloroso las ventanas
pultados por la lluvia. Los edificios más altos nos sa- cerradas, o las hojas de papel estrelladas contra el
ludan con sus elevaciones y antenas, como quietas ca- piso, los adornos en pleno desplazamiento, los jarro-
denas de montañas. nes a punto de caer...
Sumerjo mi mano en el agua y miro hacia arriba, Es su voz lo que en verdad impresiona: tan imper-
esperando una señal. A lo lejos, veo una paloma que sonal, pero que parece estallar de rabia, como si se
levanta oleadas de espuma y miro sin error una tratara de una deidad furiosa. Cualquiera diría que
brizna de hierba en su pico. Desciendo en medio de es el ulular de alguna sirena en noches de incendio, o
la niebla y comienzo a poblar la tierra de nuevo, con el canto desesperado de muchas gargantas con un
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E
ciencia y ya no puedo dejar de oírlas. ra una mujer desértica, aplastada por el
¡El viento ha penetrado en mi interior y me avasa- peso de la arena en soledad. De pronto
lla, abriendo todos los portales! Agujereada e inútil, emergió de entre las dunas, silenciosa,
comprendo que soy tan pequeña, tan transparente, escéptica y caminó de frente. Pero no pudo llegar
que de nada valdría esconderme. Ninguna cobija ser- muy lejos porque el sol ya la esperaba, candente
viría de abrigo o protección. Lo cierto es que si soy un
y agresivo. Dicen que luego del terrible estallido
túnel, nada detendrá esta brisa, esta confluencia de
sólo quedó un promontorio de huesos en llamas
corrientes, este abrir y cerrar de puertas. Sólo puedo
agrandar más y más paredes y arcos y dejar que los y una sonrida en el humo que se expande inexo-
elementos arrasen los últimos valladares... mientras rablemente por el universo.
mi voz ya se pierde en la distancia…
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Irving Sepúlveda
Ser
Destino
El tendedero
La vida es un tendedero
donde colgamos
nuestras ropas desteñidas,
nuestras ropas estrujadas,
nuestras ropas manchadas de culpa,
las ungidas de sudor y sangre.
Y al final de la jornada,
tan sólo el olor a detergente queda.
Existencia doble
Nostalgias
Fernando Morote
Pájaros madrugadores
A
pocas horas de amanecer, saliendo bien Lo primero que hizo al llegar fue mostrarme su
enfundado del “Juanito”, me encontré des- dormitorio. Un espacio vacío rodeado de libros, sólo
pués de mucho tiempo con el poeta Coco un colchón sin sábanas ocupando la mitad del piso.
López. Marginado por su familia, rechazado por los En un rincón un viejo televisor malogrado sobre una
vecinos, desahuciado por todo el mundo, estaba igua- mesita con ruedas. El resto del decorado estaba com-
lito que siempre: flaco, encorvado, anteojudo, tronado puesto por un abanico de lapiceros, ceniceros, vasos,
y sucio. Pero lúcido. En estado cuneiforme, además. botellas, cigarros, tragos y residuos de drogas desper-
Apenas me vio, sin saludarme siquiera, me soltó a digados por todas partes. Lo que quedaba de la noche
boca de jarro una andanada de poemas míos escritos se perfilaba, con todos esos elementos alrededor,
varios años atrás. Luego me dio un abrazo y declaró como una experiencia altamente productiva.
que nunca dejó de admirar mi estilo descarnado de —Dirás que soy un loco o un huachafo —dijo Coco,
escribir. “Despojado de cojudeces líricas”, remarcó. sentándose sobre el descolorido suelo de parquet en
En un segundo me pareció que estaba enamorado de posición flor de loto—, pero el único consuelo que
mí. O que al menos yo le gustaba, porque el resto de tengo es que ninguna mujer se acercará jamás a mí por
la noche no perdió la oportunidad de tocarme. Coco interés.
López es un poeta con tendencias muy respetables. Yo lo imité, sentándome de la misma manera frente
Me invitó a su casa. Una vivienda de 2 pisos, con a él.
amplios salones, enormes ventanales y patio interior. —Tengo mis dudas —dije—. Y muy serias, mi que-
El curioso detalle era que no tenía un solo mueble. Re- rido Coco.
sultaba obvio que en un tiempo había sido el hogar —¿Por qué?
familiar, pero ahora tampoco se podía negar que to- —Mis dudas nunca se ríen.
dos habían huido, dejándola abandonada. Y a mi que- —Escucha bien esto, amigo: Para mí, hacer el mí-
rido amigo junto con ella. nimo esfuerzo es un gran esfuerzo.
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—No pierdes la costumbre de ser un charlatán. superarlo me he impuesto la misión de convertir toda
—Que desdeñe el apego por los bienes materiales la basura que me rodea en arte.
no significa que me obsesione por vivir en la miseria. Entonces me extendió un vaso de plástico y me sir-
—Entiendo muy bien eso. vió un trago.
Coco buscó una botella. Todas estaban vacías. —Hay errores en la vida que tienen efectos creati-
—Dame un minuto. vos —dije.
Se levantó y caminó unos pasos hasta el baño. Es- El emoliente estaba helado. Pero el alcohol yodado
cuché que abrió y cerró una caja de metal. Regresó con me hizo hervir las entrañas. Nunca antes había expe-
un frasco de plástico en la mano. Etiqueta blanca, le- rimentado tal sensación de ardor en el esófago. Su-
tras rojas. puse que después de esa noche podía quedarme
—Es lo único que tengo. ¿No te molesta? ciego. No entendía cómo Coco podía mantener el
No me gustó mucho la idea, pero ya que estaba aplomo.
montado en el caballo había que continuar. —Quiero sobrevolar por las cumbres, como los
—¿Tienes algo con qué mezclarlo? —pregunté. cóndores —ésa fue casi una declamación del gran
—Lo dudo, pero puedo buscar en la cocina. Coco—. No reptar en los pantanos, como los gusanos.
Asentí. Se fue de nuevo y volvió al rato cargando —¿Sabes que no estás solo? —me atreví a ani-
una jarra de loza. marlo—. Abraham Valdelomar era morfinómano, Ce-
—¿Qué es? —indagué. sar Vallejo fumador de opio…
—Emoliente. —No tenía idea.
Tampoco me gustó mucho la idea, pero no quería —Sin embargo, hoy el Perú los admira y adora….
volver a casa tan temprano. —¿Crees de verdad que el Perú los admira y
—Ahora es cuando recién estoy completo —Coco adora?
trasegó el contenido del frasco a la jarra e hizo un mo- —No lo sé. En todo caso, no importa. Lo realmente
vimiento circular para mezclar los líquidos—. No me valioso es lo que nos dejaron a ti y a mí como ejemplo
falta nada: me han dicho que huelo mal, que me corte a seguir.
el pelo, que me asee; le debo a todo el mundo; me lle- —Vallejo siempre me ha perturbado.
varon preso, pasé 12 horas en cana; en fin, ¿qué más —¿Porque se drogaba como un demonio?
puedo pedir? Llevo una vida de contrasuelazos. Para —No, porque no lo entiendo. Aristóteles decía que
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lo raro despierta admiración. Y Vallejo es absoluta- tuviera el tipo de experiencias que tengo, no podría
mente raro, ¿no te parece? ser escritor. Sería sólo un habitante más, común y co-
Coco extrajo de su bolsillo un panfleto escrito a rriente, de este hermoso planeta.
mano. Los textos en rojo, me dijo, eran consecuencia —Nadie dijo que escoger el camino del arte como
de la producción y descripción de imágenes visuales forma de vida era la vía más fácil. Recuerda a Van
desarrolladas bajo estado hipnoide. Explicó que eso Gogh, a Gauguin. Es más, ya viste que muchas veces
sucedió durante una temporada que su familia lo in- la gente de tu propia familia, tus seres queridos más
ternó a la fuerza en el hospital Larco Herrera. cercanos, aquellos que más te aman, son los que más
—Escribir es mi único refugio —concluyó. te desaniman, los que más te presionan para que dejes
—Todo artista es el resultado de un sufrimiento de escribir. Te dicen “lo que más quiero en la vida es
existencial. que sigas escribiendo” o “sería la persona más feliz
—Yo creo que una de las grandes razones por las del mundo si pudieras vivir de lo que escribes”, pero
cuales el hombre se entrega al arte es la timidez. en el fondo, en su fuero más íntimo, sólo quieren que
—Los artistas son personas elegidas por Dios para trabajes como los demás, en un trabajo vulgar, como
pegarles en el culo a los imbéciles. la gente “normal”, porque -según ellos- ésa es la única
—Cuando confiesas que eres un hombre culto, in- realidad válida de la vida. Debido a esa mentalidad,
mediatamente sospechan de ti y te consideran peli- el escritor peruano tiene que sobrevivir como las pu-
groso. Mis padres decían que alentaban mi vocación tas, haciendo cosas que no quiere y que no debe.
y mira lo que hicieron. —Escribir es mi verdadero trabajo. He cometido
—La forma como reaccionamos ante las circuns- siempre el error de decir que “trabajo y en mis mo-
tancias es lo que nos hace seres ordinarios o diferen- mentos libres escribo”. Es exactamente al revés. ¿Sí o
tes. No somos seres comunes, Coco. Somos extra-or- no? Sólo soy feliz y libre cuando escribo. Ahora claro,
dinarios. si escribir es un trabajo, digamos que para mí es uno
—Hombres ordinarios para situaciones ordina- eventual; una especie de cachuelo. Escribir, en mi
rias; hombres extraordinarios para situaciones extra- caso, es sinónimo de meterse en problemas. De todo
ordinarias. Más simple no puede ser. Romper estas tipo: existenciales, familiares, sexuales, sociales. Pero
equivalencias supone truncar los desarrollos huma- es justo lo que deseo y necesito para sentirme compro-
nos. De cualquier modo, se los agradezco porque si no metido con mi vocación. Eso significa para mí ser ro-
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mántico. A la literatura hay que tratarla como a las tora famosa. Decía que al descubrir su vocación em-
mujeres: de lejos, nomás. Si se mezcla uno mucho con pezó a escribir, pero sólo se sintió escritora cuando
ella, está condenado a perder. Un escritor debe tratar comprobó que estaba viviendo de ello. ¿Te imaginas
a la literatura como a su querida, jamás como a su es- eso? ¿Significa que si no vivía de lo que escribía no se
posa; corre el riesgo de cansarse pronto y de buscar consideraba escritora? Una declaración como ésa deja
placer en otros menesteres. No es aconsejable estudiar fuera del mundo de los escritores a idiotas como
demasiado a la literatura; es preferible que la litera- Kafka, Joyce, Vallejo, Faulkner y demás papanatas
tura lo estudie a uno. que nunca lograron vivir de lo que escribían. Pobres
No sé por qué se me ocurrió en ese momento recor- infelices mediocres.
dar una frase que Picasso dijo a uno de sus discípulos: —La literatura es una forma de evitar decir idiote-
— “Para descomponer una cosa, primero hay que ces en público, pero a veces ni la literatura puede im-
saber componerla”. pedirlo.
—Soy un genio cuando las ideas están en mi mente —Conozco muchos escritores que deberían aver-
—prosiguió Coco, como si no hubiera escuchado una gonzarse de lo que escriben. Uno de ellos soy yo
palabra—, pero cuando me pongo a escribir, entonces mismo. Cualquier persona que lea lo que escribo po-
soy el hombre más desgraciado sobre la tierra. Me de- drá darse cuenta de que no soy un intelectual.
prime descubrir a cada paso lo poco original que soy. —Los lectores no merecen ningún respeto, Coco.
Bastante basura se ha escrito en los libros hasta el día Los conceptos estéticos vienen de acuerdo con la inte-
de hoy. Con mucho orgullo, puedo decir que yo tam- ligencia de las personas. El hombre luminoso apre-
bién he puesto mi aporte. Mucha gente me pregunta ciará lo interior, tendrá capacidad para reconocer,
por qué escribo así, tan desdichadamente. Yo res- descubrir y amar lo raro, lo extraño, tal vez lo exótico.
pondo simplemente porque los tiempos no están para Al hombre estúpido, en cambio, le gustará lo simple
ricuras. y puramente bonito.
—Te conozco bien, Coco. La razón por la que —Respeto las opiniones de amigos como tú, pero
nunca has ganado un concurso de cuentos es que un en realidad no cuentan para valorar mi trabajo. Preci-
ají no puede jamás salir victorioso de una competen- samente porque son mis amigos y es muy poco lo que
cia entre mazamorras. saben de literatura y del quehacer literario. La pre-
—Escuché una vez las declaraciones de una escri- gunta que yo mismo me hago y cae por su propio peso
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es: ¿sé yo algo de literatura y del quehacer literario? en organismos gubernamentales. Lo más práctico es
En realidad, no me interesa ser parte de nada. Me re- aceptar la realidad.
fiero a la comunidad de escritores. No me atraen los —No voy a escribir otra cosa sólo para satisfacer
grupos, salvo por la posibilidad de levantarme una las expectativas de los demás. Comprendo que estoy
buena hembrita. Una poeta, quizás, o una periodista. fuera del circuito escribiendo lo que escribo. Pero,
Una crítica no estaría mal. Pero después de eso, nada. como dice Buñuel, “desafortunadamente no tengo
Todo es un floreo mutuo entre amigos. Sólo escribo otras ideas”. Tampoco me interesa escribir otra cosa.
para entender mi propia vida y para rendir homenaje Tengo que ser honesto. Y escribir otra cosa, sólo para
a cada una de las etapas que he vivido y a las personas lograr aceptación de editoriales o agentes, sería como
que forman parte de ellas. traicionarme a mí mismo.
—Entonces hay que seguir adelante. —Bien dicho, mi hermano.
—Mañana inicio un nuevo proceso. Tengo la sen- Coco sacó de alguna parte un viejo álbum de Eric
sación de que otra vez me tirarán los originales por la Clapton. Pero no había tocadiscos a la vista.
cara. Con tanta gente estrecha en este país, todo es po- —De todos modos, escuchar música es un placer
sible. Por lo pronto, ya me adelantaron que el presi- máximo cuando se disfruta en soledad.
dente del instituto es un hombre muy fino y que, por Entonces empezó a cantar “Wonderful tonight”. Su
tal razón, tal vez existan inconvenientes para que inglés era bastante bueno. Nos aproximamos mirán-
apruebe mis textos. donos fijamente a los ojos. Nos desnudamos el uno
—Ya temías algo así, ¿cierto? delante del otro, en silencio, y nos tomamos de las ma-
—Me pidieron que escriba una carta explicando la nos. Coco rebuscó entre sus libros. Halló una revista
intención del libro. La última vez rechazaron la solici- que en una de sus páginas interiores albergaba una
tud porque el material “se alejaba demasiado de lo copia de “La mujer desnuda acostada” de Van Gogh.
que ellos buscan”. Después dijeron “sin comentarios”. La modelo sin ropa, de espaldas al pintor, exhibía una
Entre paréntesis agregaron “No se pueden romper larga trenza negra, pero también unas recias nalgas.
tantos esquemas”. Finalmente dijeron que el destino El detalle más conmovedor estribaba en que Coco,
del manuscrito, debido a la sobrecarga de papel, sería usando un colorete rojo incandescente, había dibu-
el incinerador, y me aconsejaron no regresar más. jado sobre la comisura de esos carrillos algo envejeci-
—No tiene caso seguir buscando apoyo editorial dos unos labios perturbadores, parecidos a los de Ma-
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Neronessa
Posteridad ascendente
Cetro filosofal
No me fracciono de esta manera por ningún otro, más que por ti:
Mi génesis es tu diosa tan parida.
Yo pordioseo tu zumbido de Luzbel
como la luz mendiga regurgitar en mí la silueta vivificante.
Mi flujo rítmico desentrañado, pero él lo hizo suyo
con el ir y venir de los poros como naves rituales.
Cosecho a los ojos del salvaje como monolito viscoso,
la válvula de escape, el arcoíris sepia de satisfacer.
Virtuoso al dilatar las salidas.
Yo proclamo, no, reclamo el Goliat de tu destreza,
persisto en tu borboteo de innumerables yo-por-segundo
para hacer de mi contradicción sísmica
una nebulosa interior tan exteriorizada.
Enlazo la distancia aérea en cada dimensión resurgida,
porque cuando mis formas solo estuvieron hechas de espacio,
admito que tu amor se forjó de espacios de tiempo.
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Negativo de la refracción
Las gotas trazadas como pestañas que han tupido su gentileza al puño
y las púas de lo frecuente y lo casi letal.
Incidencias febriles
Se han ido esparciendo las córneas como pólvora por los portales del destino
desmoronando la avaricia de ojos sin escrúpulo
Marcando las colinas de polvo en el cuerpo, soplándolas sin temor.
prolongaciones infructíferas tosen en ti,
Mis pies de pasto exhalan tus jadeos
Respiras donde mis raíces arden entre las grietas y la saturación.
El viento levanta la hoguera de semillas sobre la tierra mixta, mis cepas sobre tus cepas,
entre los gritos la papila nómada, el cóndor paranoia sobrevuela la rapiña y los deseos
expuestos.
Silencio
Galopando incinera
años de juventud.
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Carlos Dimeo
Historia de un viejo, su hijo, un joven y dos negros
C
arlos tuvo que ir a buscar su pasaporte a la fado del viejo. Quiso hacerle pensar que pensara
oficina de correos. Lo había solicitado hacía como si hubiera sido una respuesta normal. El viejo y
un par de días atrás. Cuando llegó hasta el el joven giraron cada uno sobre sí y miraron hacia el
lugar tenía unas 3 o 4 personas delante de él. La fila frente, pero primero, en el giro y de reojo entre ellos,
no era muy comprensible y se confundía entre las per- dejaron sospechar la mirada de un grupo acólito de
sonas que allí estaban. Los dos primeros eran unos ne- dos ultranacionalistas que querían estallar en la cara
gros. Detrás, un muchacho joven y un viejo. Parecía de estos extranjeros una furia de gritos. De pronto la
que el viejo era el padre del joven. En el mostrador un imagen se descongeló y La cola empezó a moverse.
hombre y dos chicas. Cuando Carlos entró en el pe- Ahora era el turno de los dos negros. Y Carlos se vio
queño salón preguntó al señor, al viejo ese que parecía en el espejo de ellos, de los otros dos. El viejo y el jo-
ser el padre del muchacho joven, del otro, que a su ven que estaban delante de Carlos y que le habían
vez parecía ser el último de la fila. –Perdón ¿usted es contestado mal, también miraron con impaciencia a
el último de la fila? El viejo y el muchacho giraron su los dos negros, pero no llegaron a decir nada, o bien
rostro hacia Carlos. El viejo volteó y ante mi pregunta, porque de manera atribulada algo se los impedía, o
le respondió no sin antes dejar de mostrarle que tenía bien porque el dilema era controvertido para ambos.
rabia por la presencia de los dos negros, y quizá tam- Entretanto parecía que solo esperaban un tris para
bién por Carlos, porque era un “extranjero”. El viejo desahogar la penuria que les infringía un tremendo
dijo con voz altanera, enfática y fuerte. – ¡Somos los dolor interior. La cola avanzó lentamente sobre los ne-
últimos! El muchacho volteó hacia Carlos y lo miró gros. Uno de ellos, que casi no hablaba español, in-
con sorna, pero a la vez con simpleza. Los que estaban tentó preguntar algo. La muchacha no le entendió.
detrás del mostrador, casi no se movían y tampoco Carlos supuso que estos eran de Sierra Leona. No sa-
hablaban miraban la escena. Carlos hizo un bía exactamente por qué. Tal vez porque alguien, His-
gesto como si no hubiera entendido el grito y el en toria de un viejo, su hijo, un joven y dos quizá la tía
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de Carlos había dicho alguna vez que los negros que parado frente a la muchacha como rogando, como pi-
estaban en la ciudad venían de Sierra Leona. La mu- diendo algo que sabía que no aparecería. Carlos se
chacha seguía sin entender, en efecto la muchacha no volvió a ver en ese espejo y la gente del mostrador se
entendía. Un segundo negro le dijo a la muchacha, si lavó las manos como Pilatos. –¡Qué podemos hacer!
usted quiere le puedo ayudar, la muchacha le rogó Se dijeron, le dijeron, así solamente con un gesto, por-
que lo hiciera. El segundo negro dijo algo al primero que era verdad que el otro no entendía nada. –¡Tiene
en una lengua que a los oídos de todos era bastante que esperar! Pero el negro no entendía y giraba el ros-
incomprensible. El viejo y el joven estaban que iban a tro en tono de pregunta a su nuevo amigo, el amigo
explotar, a pesar de todo permanecían inmutables. El farfullaba algo en su lengua y el primero volvía el ros-
viejo se posaba como si fuera una muralla, como para tro a la chica. Y ella se levantaba de manos. El viejo y
que yo no viera nada. No pudiera mirar. Por fin el se- el joven sonreían de placer, pero se impacientaban
gundo negro tradujo al primero. La muchacha quitó porque ya querían terminar y se sentían rodeados,
de la mano un pequeño papel que el primer negro ha- dos negros adelante y uno blanco extraño atrás. Nadie
bía tenido en su poder desde que se lo habían entre- se movía, como si estuviéramos en un juego de béis-
gado. Si llegaba, era la tabla de salvación. La mucha- bol donde todos piensan siempre qué es lo que va a
cha retiró el papel de las manos del primero y se fue pasar. El primer negro giraba una y otra vez. Al fin la
adentro. Él, un poco atónito, todavía con la mano sus- muchacha le explicaba en la lengua que él no com-
pendida en el aire, perdiendo en el contacto casi toda prendía y tal vez ella, porque solo se sabe de memoria
su identidad, su vida. Los otros dos no hacían nada y lo que dice. Por fin su compañero le dijo, siéntate que
miraban y en el fondo sonreían de alegría. Después de ahora te explico. Y él se sentó. El segundo, hablando
unos minutos la muchacha volvió. Malas noticias, no mejor, extendió su papel y la chica volvió con el do-
había nada. Todavía no ha llegado nada –le dijo en cumento. –A usted sí le #egó, él… –y señaló al pri-
perfecto español, una lengua que el primer negro des- mero con un gesto incómodo, dubitativo, como di-
conocía por completo. El viejo y el muchacho joven ciendo es difícil– tiene que esperar, pero no sabemos
con arrogancia y en silencio, se alegraron de que el cuánto. –Está bien, respondió el segundo por el pri-
negro no tuviera nada. El segundo mero, yo le explicaré. Recogió su documento y se fue
se entristeció y cabizbajo, atónito, seguía impertérrito hasta el segundo para decirle. El negro que no tenía
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nada estaba perdido. Se le veía en la cara. Por fin el y otra vez su cabeza, un rato a Carlos, un rato a los
viejo altanero y el joven avanzaron en la búsqueda de otros dos, bamboleaba su mandíbula con ojos brillan-
su documento. Finalmente, Carlos descubrió que el tes renegridos, trataba por todos los medios de encon-
viejo y el joven, los que estaban Historia de un viejo, trar una huella, algo de qué colgarse y dar inicio a un
su hijo, un joven y dos delante de él, eran efectiva- combate. Todos se miraban entre sí y expectantes acu-
mente padre e hijo. El hijo, un hombre de 30 o un poco saban que probablemente hubiera incidentes. El otro,
más fue a buscar su documento. Mientras tanto Carlos el de los hombres de Sierra Leona, le hablaba a su
avanzó a la chica de al lado, porque le dijo que avan- amigo, convenciéndolo, aconsejándole, consolándole,
zara hasta el lugar en el que ella estaba esperando. mientras que el viejo seguí marcando su presencia, su
Mejor así, pensó Carlos un poco aliviado, saldré pro- antonomasia, su raigambre, su alta estirpe. En ese ín-
bablemente más rápido y evitaré al viejo y al joven. El terin, entre que el viejo había girado su cabeza un par
viejo no miraba a ningún lado. Hablaba fuerte, en voz de veces a Carlos y a los dos negros, cuando aún el
alta, remarcando la garantía de ser de su nación, acen- joven permanecía estático mirando fijamente a la
tuando cada sílaba, cada gesto, mandando órdenes y chica que le atendía y Carlos estaba todavía exten-
marcando su legalidad y acotando la de los otros. Con diendo la mano y casi recogiendo su documento, en
el joven, la chica volvió a tardar. La segunda le trajo ese preciso instante, cuando aún todavía tenía la
primero el documento a Carlos que a los demás. El chance de tomar el cartoncito y ejecutar una huida in-
viejo miró de reojo y husmeó tratando de identificar minente ante la sobrevenida catástrofe, la chica, quizá
la tapa, el color, leer las letras impresas, hecho que se un poco sorprendida, tal vez admirada, empezó a pre-
le dificultaba por la edad y por la vista que era más guntarle cosas a Carlos, y fue entonces que el viejo mi-
corta. Apenas, por la rapidez, alcanzó a distinguir el rándolo de reojo y con desdén, farfullando con la boca
color de la tapa, y entonces el viejo pensó: ¡Qué raro! galimatías impenetrables, inaudibles, poco a poco co-
El documento de este es igual al nuestro. ¿Qué habrá menzó a enardecerse cada vez más. El viejo no hacía
hecho para tenerlo igual a nosotros? El segundo negro pausas entre farfulleo e ira, pero tampoco mostraba o
se quedó con el otro, hablaban, farfullaban palabras pretendía mostrar su enfado. Tuvo que comerse la
incomprensibles, como si resistieran a irse, como para lengua y apretar bien los dientes porque no tenía res-
ver si algo, si por mera y tonta casualidad algo cam- quicio alguno, no tenía frente para entrar, para vocfe-
biaba el rumbo de sus vidas. El viejo entornaba una rar sus improperios, para gritarnos seguramente con
LETRAS SALVAJES 32
toda ferocidad, su: ¡Das Judenschwein! Aunque ni después, cada uno volvió a lo suyo, y entonces los ne-
Carlos, ni los dos hombres de Sierra Leona eran judíos gros se fueron. Carlos terminó con la chica y también
o algo parecido. En fin, aunque el viejo quisiera no ha- salió del local. El viejo y el joven se quedaron todavía
bría guerra posible. El joven y cada uno de los otros allí porque tenían un problema. De reojo los miró, pri-
miraban a Carlos, a los negros y a todos. Para el viejo mero a los negros y después a Carlos. A los negros con
y el joven eran sujetos raros, Historia de un viejo, su odio, y a Carlos con más odio todavía. ¿Qué habrá
hijo, un joven y dos ignotos, que obstruían la limpieza sido de sus vidas?
de su mundo, lo impoluto de sus manos. Segundos
LETRAS SALVAJES 32
Paulatinamente
conocerás el camino
de bondades
y el túnel que conduce a la oscuridad.
No padecerás hambre
ni lamentaciones
porque tu canto
será a favor de la ternura
y el verdor del mañana.
en la frondosa selva
sobrellevar
los latidos
del corazón fracturado
caminar
sobre el agua
hasta el ocaso.
Cuando
las palabras
sobrecogen
la molestia
de los ciclos agrestes
es mejor
decir adiós
dar la vuelta
a la página
virar la esquina
con dolor
entre la angustia
y la sequía.
LETRAS SALVAJES 32
Canto sagrado
Felonía que rompe corazones,
devoción del gozo oculto.
Intensidad del río en los adioses
tinta derramada hacia la nada.
Reminiscencia de los años mozos
como lenta espera del ocaso.
El paseo del domingo
en la impotencia acumulada de lluvia.
XXXVIII
XLIX
Fragmento de luz
tras el último beso de agosto,
ojos ávidos de cristal
de aquel gato en vigilia.
Sortilegio en el mar
ante el aplomo de la noche circundante,
canción roja de metal
en el desplome de los cuerpos afligidos.
Carlos Canales
El cartero
E
l cartero murió el día de su cumpleaños. El lunes, doblando la curva, el cartero escuchó los
El cartero estacionó el vehículo enfrente ladridos feroces del perro. Acercándose al balcón,
de la casa de esquina. El cogió el paquete y Cujo amplificó sus ladridos y movió las rejas. Le la-
se dirigió al balcón. Empujaba la caja debajo de la reja dró, descontrolado, martes, miércoles y jueves tam-
cuando le salió al paso un perro del tamaño de Cujo. bién. Pero el viernes no ladró, brincó la verja y se sentó
Retiró la mano a tiempo y evitó la mordida. El pastor en el jeep antes de que se bajara el cartero.
alemán le ladraba todos los días con una agresividad Como todos los viernes de los últimos 7 años, Cujo
incomprensible. saltaba la verja y se montaba en el jeep, pero un vier-
El cartero doblaba la esquina, escuchaba los ladridos nes de marzo saltó y se despatarró. El cartero se tiró
de tenor, y cuando se bajaba del vehículo oficial a de- del vehículo, agarró al perro y lo llevó a la Clínica Ve-
jar la correspondencia, Cujo quería derrumbar las re- terinaria ubicada al final de la calle. Desesperado
jas. irrumpió en la oficina del Dr., le suplicó que le salvara
Un viernes el cartero no escuchó los ladridos de la vida, pero fueron infructuosos los intentos.
Caruso. Estacionó el vehículo blanco y azul, observó Cujo murió el día del cumpleaños del cartero.
la casa, se bajó y caminó hacia el balcón. No se sabe
cómo, Cujo brincó una cerca altísima, pasó por el lado
La incógnita
del cartero y entró en el jeep. El cartero se paralizó y
M
le tardó recobrar el aliento. Recompuesto y asu- anhattan vive en la incertidumbre. ¿Por
miendo los riesgos, se montó en el vehículo y siguió qué está alarmada la ciudad con la tasa
repartiendo cartas con el perro sentado y observando más alta de homicidios en el mundo? Las
el horizonte. Cuando terminó su trabajo del día, re- autoridades investigan los asesinatos, pero no tienen
gresó a la casa de esquina y se estacionó: Cujo lo ob- pistas que puedan esclarecerlos. Al gobernador lo
servó, se bajó y brincó la cerca. presiona la prensa; el gobernador presiona al Comi-
LETRAS SALVAJES 32
sionado de la policía; el Comisionado presiona a sus intensifica. Es un gong chino. En las casas, se abren al
investigadores; los investigadores presionan a sus in- unísono puertas y ventanas. No hay nadie adentro.
formantes. Han contratado los servicios de agencias Escucho el silencio. Me paralizo. Quiero caminar, co-
de detectives privados. Han ofrecido recompensas rrer, pero no puedo. Y el gong sigue sonando. So-
millonarias a los que ofrezcan información… Los crí- nando. Sonando. Sonando. …
menes coinciden: los occisos fueron 7, ultimados un
día 7, a las 7 de la noche, en el mes 7 y recibieron 7
balazos en el corazón. Los ejecutaron en los estaciona- Antes de que saliera el sol
mientos. Las víctimas eran banqueros.
E
staban agazapados y escondidos entre los ár-
boles frondosos, resguardados detrás de las
Las casas chinas empalizadas, ojos abiertos, fijos, concentra-
dos en el horizonte, respirando tranquilos y seguros,
E
staba en el cruce de las cuatro calles estre- alerta a la ocasión propicia, al momento que espera-
chas. Una luz tenue las iluminaba. Las pre- ban hacía tiempo. Lo vieron salir por la puerta, arre-
guntas sobraban. Las respuestas secuestra- glándose el traje claro, alisándose los cabellos, mi-
das. Tenía que decidir el rumbo. No podía permane- rando el cielo despejado, satisfecho y feliz. Prendió un
cer en el centro. Decidí el Este. Caminaba por el centro cigarrillo Marlboro y se dirigió a su auto. La manada
de la calle de barro. Faroles rojos iluminaban las casas. dispar, la jauría alborotada se le abalanzó… Las pri-
Todas las casas diseñadas idénticas. Todas las casas meras heridas lo doblegaron y lo acomodaron en la
cerradas. Caminaba y caminaba y nada variaba. Me tierra. Los cuchillos entraban y salían, por Romanos,
detuve y me volteé. A mis espaldas, un barranco. Ca- por el Apocalipsis, por Hechos, por Revelaciones, por
miné, me detuve y volví a voltearme. Persistía el San Mateo; y siguieron ahondando y sacando los
abismo. Observé las casas. No había variación. Una gruesos y largos cuchillos resplandecientes, recitando
enfrente a la otra. La separación igual también. Me re- pasajes y versículos de la Biblia. Lo destazaron; y la
puse y seguí caminando. No quise volver a mirar sangre roja oscura se escurrió por las grietas de la tie-
atrás. De pronto, escucho un sonido. Me detengo. Lo rra árida. No quedaba ropa, ni carne, solo huesos. Lo
escucho más fuerte. Empieza a amanecer. El sonido se ovillaron, lo recogieron con una pala y lo tiraron
LETRAS SALVAJES 32
como basura por el despeñadero y se marcharon en mundos, regreso, abro los ojos, vuelvo a mi casa, al-
calma, con el silencio que los había traído en la ma- muerzo sopa y vegetales, duermo la siesta, despierto,
drugada, antes de que saliera el sol. observo la caída de la tarde, le doy la bienvenida a la
noche, ceno, me siento en mi butaca, siento el viento
de la noche refrescando la sala, el silencio me revela
Las indicaciones leyendas, medito en ellas, rezo, me levanto y me
acuesto en mi cama, me concentro en la oscuridad y
D
esperté temprano en la mañana. Repasé el sin darme cuento me voy de este mundo, viajo a todos
sueño. Obedecí las instrucciones que me los países, disfruto de su cultura, retorno antes del
dio un hombre vestido de blanco. Caminé amanecer y abro los ojos”. Cerré la carta y me quedé
unos 1000 metros en mi bosque. Al lado de la piedra pensando en las palabras finales: “Una vez que hayas
gris, cavé con un pico y una pala. Encontré una carta leído mi oración, aplica las enseñanzas”. Desperté
envuelta en plástico. En mi casa, la limpié. Resistí la temprano en la madrugada. Repasé el sueño. Obedecí
tentación de abrirla en la tarde, pero las indicaciones las instrucciones que me dio un hombre vestido de
fueron autoritarias: “Ábrela en la medianoche”. La blanco. Caminé unos 5000 metros en mi bosque. Al
abrí y leí: “Me levanto en la mañana, bebo agua que lado de un árbol frondoso, cavé con un pico y una
dejo la noche anterior en la mesa, desayuno frutas, es- pala. Hallé un libro envuelto en plástico y amarrado
cucho música, leo poesía y cuentos, salgo a caminar con una soga. En mi casa, lo limpié. Resistí la tenta-
por mi bosque, escucho los pájaros cantar, los árboles ción de abrirlo al mediodía, pero las indicaciones fue-
mover sus hojas, el agua pasar por el rio, miro el cielo, ron autoritarias: “Imagínalo en la tarde”.
me siento en la piedra, cierro los ojos y viajo a otros
LETRAS SALVAJES 32
Ana Castañer
Cuando tú duermes
Anoche amor,
el silencio era el propietario
del remanso vertical de nuestra alcoba.
La cortina sin querer
pugnaba por abrir la pequeña ventana a tientas
… y tú dormías…
y yo derramé la mirada
con ternura infinita
por el aura añil
de tu cuerpo en sombras.
Solo quise comprender
el mensaje de la luz que te adorna la frente.
Solo quise embriagarme
del perfume que pervive por tu adentro.
Solo quise descubrir
la constelación de vértigo que representas.
Pero tú dormías …
y yo no me atreví a tocarte,
tuve miedo de alterar el letargo,
me asomé al borde del ensueño
y vi que, olas invisibles de mar,
tropezaban contra mi horizonte descalzo.
Perdona que desee contagiate
LETRAS SALVAJES 32
Esperarte
A veces,
en las noches desveladas sin tí
he tomado el rumbo
de la luna y del verso…
porque hay flores
pájaros
luces.
Voy a esperarte aquí
a la sombre del roble y sauce amigo,
con ese olor a silencio y a hierba grata.
Voy a esperarte aquí
porque la casa está repleta de rumores,
de cansancio, de prisas y de vacíos…
¡Aquí sin tí las horas son
más largas cada día!
Dame la mano, amor,
LETRAS SALVAJES 32
MAÑANA
Mañana
no quisiera abrir los ojos
con la desnudez total a que me acostumbran.
No quisiera amanecer
llena de aguijones preocupados,
conservando la memoria de un mal sueño,
o animando al vacío de tu ausencia,
si me desvelo, quisiera hallar
sencillamente,
tu sol agazapado en mi ventana
bebiéndose de golpe las tinieblas,
rompiendo la infinitud febril
que me limita.
LETRAS SALVAJES 32
Y así sentir
en ese instante eclipsado de los siglos,
como renazco a la longitud de una vida
creciendo aventado de silencios amarillos,
como llevo gaviotas mudas en las manos
que moldean versos a su antojo.
Mañana
Mañana no quisiera despertar
con esa ansiedad de luna por la sangre…
Mañana quisiera despertar
con un susurro de besos en silencio…
Todo me habla de ti.
¡Hasta el silencio!
LETRAS SALVAJES 32
Daniel Lescano
La Puerta
La puerta es la que elige, no el hombre.
Borges
D
esciende; baja como por un espiral – un es- trama. “Automatismo onírico” podría llamarlo. Un
piral que le recuerda a otros, a ciertas for- nuevo estilo, aunque nada nuevo… Todos esos artis-
mas estéticas de la niñez, a superhéroes, a tas experimentales de principios del siglo XX son
nada en especial –. Sabe que está en un sueño. Un unos idiotas, había dicho. Se resguardan en sus sin-
aroma a planta determinada, específica, lo inunda sentidos para evitar la ardua tarea de hacer algo de-
todo, aunque no podría decir de qué planta o flor se cente. (¿Cuándo ha pensado esto?) Sabe una cosa: le
trata. Eso es lo que lo conmueve: antes tampoco podía gusta ser él, de noche, en el sueño. Está complacido.
decirlo. La vida, piensa, es un saber de cosas que se En la vida real estaría mucho más temeroso, nervioso,
desconocen – lo dice como desde fuera del sueño –. Es mirando de lado a lado. Para cuando mete la mano en
de noche. La ciudad está desierta. Así le gustan las co- el bolsillo ya sabe que hay algo dentro. Algo con qué
sas. Hay algo en esas calles, algo estereotípico, que le defenderse. ¿De quién? No importa. Importan las im-
agrada; sombras, humo, el viento apareciendo y des- presiones, no las causas ni las consecuencias. Reco-
apareciendo por todas partes; locales nocturnos que noce una esquina con un café donde habrá de sen-
lo rodean pero a cierta distancia, él sabe que son a la tarse; la mesa de la ventana está libre. Para cuando
vez, ojos (si esto fuera una selva, si yo fuera, en mitad esté dentro, empezará a llover, empañando el cielo el
de la vida…) Le gusta la idea de los sitios abiertos, a cristal de la ventana con su lagrimal escueto. Se sienta.
lo lejos, como ojos de ¿lobos? Amenazantes. Piensa La chica que atiende parece amable. Parece una linda
que sería un buen argumento para un relato. ¿Acaso muchacha. Le recuerda a alguien, pero en un sueño
está escribiendo de manera automática, dentro del esto no es muy preciso. Es lógico que a estas horas de
sueño? Ya le ha pasado antes. Soñar que escribe, que la noche no haya nadie, o casi nadie, además está llo
LETRAS SALVAJES 32
viendo, o empezando, y él está solo. A través del cris- Ve, a través de los ojos de las sombras, que su cara
tal mojado apenas alcanza a ver las luces difusas de es – debe ser – de horror, de desazón, de reconoci-
un auto que estaciona, por quien su corazón empe- miento.
zará a acelerarse. De un momento a otro, entiende que “No, allá no quiero ir”.
lo buscan. Hay más; entiende que está allí, esperándo- “Pero te está esperando”. La otra sombra lo dice
los. Siente brío. Recuerda claro, el final de El sur, de dulcemente, la que no había hablado.
Borges. La analogía es torpe, pero efectiva. ¿Qué re- “No, no quiero ir” dice como un chico. “No iré”.
miniscencia nació de cuál? Ahora las sombras parecen viejos amigos. “Vamos,
El auto se ha detenido. No hay más luces difumi- no es tan terrible”. “No me digas que no has esperado
nadas. Casi con alegría ve las sombras acercarse, mo- por este momento”.
jándose bajo la tormenta, que hasta hace poco era una Sí, sí había esperado.
lluvia, una nostalgia en su corazón de viejas incerti- De repente están frente a la puerta, de una casita
dumbres. Entran justo cuando la chica le trae un café en un barrio, en un universo que conoce bien, o en
– que acabará siendo un vaso de cerveza –. Las som- todo caso que conoce bien su memoria. Se ve tieso,
bras, que son dos, se sientan frente suyo. antes de golpear la puerta. Las sombras lo escoltan
“Venimos a llevarte” dicen. como custodios. Eso le da un poco de risa. De golpe
Él piensa “ya lo veremos” pero dice sí. Ese sí, es imagina que no hay nada dentro; que no hay nadie,
melancólico, pero decidido. La melancolía es una vo- que nadie abrirá. Eso le causa desazón. Estaba entu-
luntad avasallante, si se lo piensa. siasmándose. “No, ahora sí quiero. Ahora debe ha-
“Pero – sonríe una de las sombras, que se parece a ber”. No sabe si lo ha dicho en voz alta, fuera del
un detective viejo, de los comics –, venimos a llevarte sueño, o lo piensa.
allá”. Y señala una puerta, una abertura pequeña, en El tiempo transcurre infinito. La lluvia cesa. Ahora
una casa de un barrio tradicional, de flores, de calles oye; oye que alguien se levanta, que buscan las llaves,
arruinadas. De repente, claro, la puerta está frente que por fin van a abrirle. Las sombras han desapare-
suyo. Esto no es solo propio del sueño, en su conden- cido, necesitaba, se fueran a tiempo.
sación. Basta que recordemos, que imaginemos, para “Pasa” dicen dentro, con tono habitual. Eso no lo
que todo aparezca frente a nosotros. Se exalta, aunque esperaba. Esperaba que abrieran la puerta. Mete la
ya lo presentía. mano en el bolsillo para avergonzarse de tocar el ins-
LETRAS SALVAJES 32
trumento. ¿Ha venido a devolverlo, o pretende evitar que ella tenía como blancas siluetas marinas, a veces
que se lo quiten? Qué importa. La mano toca el viejo enrojecidas como rosas creciendo en la nieve, aunque
picaporte que girará, que hará chillar la puerta des- fuera del café no nieva, solo hace frío (pero esto no
vencijada, que lo llevará a los brazos del amor, la importa). Pensaba, ella, que el cabello le daba un as-
muerte, la ternura perdida. Pero es demasiado olvido. pecto salvaje e inocente, así, mirando de reojo por las
Siente que el mar es de memoria. “No. No, no” dice ventanillas –aunque a menudo se atara el pelo por co-
pero él ya ha entrado. Se ve alejarse por un pasillito, modidad –, mientras pensaba, seguramente, que sus
cerrando la puerta tras de sí. Decide que es hora de manos, las de ella, eran tibieza fría. Caminaban, como
despertar. Seguramente todavía es de noche. siendo música de Dvorak por el borde de toda cosa,
Abre los ojos inhalando, incorporándose en la cuando estaban juntos, porque estaban a menudo
cama, tal como es habitual en quienes despiertan de siempre solos.
una pesadilla. La angustia irá pasando; llegará el día Un día él se cortó el cabello y ella desmoronó su
con sus luminoso renacer sobre su cuerpo de espinas. imagen en su mente (la de él). Él quería un corte new
Y en el bolsillo del pantalón, el objeto esperará la sor- wave, porque las modas siempre vuelven (aunque lo
presa vaga, y todo será ciudades, imágenes. que regrese sea una burda reminiscencia). Él se decep-
Sabe – y no sabe –, pasará toda la vida, la vida des- cionó incluso más. ¿Cómo es posible, que todo lo que
pierta, buscando la puerta con el pequeño pasillo. de mí ha entrado en tu alma sea solo mi imagen, mi
Toda la vida, o mucho tiempo, sin saber que ya ha en- cabello? En vano ella quiso explicarle, sin palabras,
trado; que solo debe recordarlo, aceptar que ha sido con las cejas erguidas, con las manos, que la imagen
valeroso, en algún tiempo, en algún lado. era un puente hacia todo lo demás, un puente que si-
quiera valía por sí mismo –podía haberse tratado de
un anillo, una sonrisa, una cabeza rapada, cierta
El cabello forma de torcer la vista – pero que era a la vez, funda-
mental como tal, y que ese puente había sido cerrado.
E
lla amaba su pelo largo, el que él tenía casi –No es tan grave, ya crecerá.
hasta traspasar los hombros, siempre recu- Al tiempo volvió él, con el cabello nuevamente
biertos con pulóveres deshilvanados, colori- largo, convencido –ya no se lo ataba siquiera pero eso
dos (pero eso no importa); y él amaba sus manos, las no importa –. Y ella se decepcionó de nuevo porque él
LETRAS SALVAJES 32
no había entendido; no entendió que no se trataba del mente. Se leyeron porque no se habían entendido,
cabello, siquiera de que se lo hubiera cortado, porque porque el mensaje no fue descifrado; la paloma, el he-
se trataba a la vez, justamente de ello. Él profirió en- raldo, alteraron el mensaje o lo alteró, pertinente, el
tonces un grito lastimoso, gutural, que a ella le dio risa viento. Y en alguna parte de ningún lado, ellos supie-
mientras resonó por todo el lugar en donde estaban. ron esto.
¿Solo te reirás? Dijo indignado. Lo que desconocemos – ¿Sabés? – dijo él, hombre primate, recién reingre-
– dijo ella – es tan amplio que da espanto. sado a la civilización –; leí que el averno significa
Si ese grito abrió un nuevo puente, tal como quizá “donde no se atreven los pájaros”. ¿O será que el
el averno se abre diciendo la palabra equivocada, no averno es tal por que los pájaros no lo rondan? Ex-
lo sabemos a ciencia cierta, pero ellos fueron enlaza- traña palabra. La palabra averno.
dos sin quererlo, de otra forma; se miraron, honda-
LETRAS SALVAJES 32
Ana Pobo
LETRAS SALVAJES 32
LETRAS SALVAJES 32
LETRAS SALVAJES 32
LETRAS SALVAJES 32
LETRAS SALVAJES 32
[Mapa de lo agreste]
LETRAS SALVAJES 32
Sandra Santos
quem me deixou ao relento ¿quién me dejó al relente
aos dois anos de idade? con solo dos años?
a memória escorre la memoria derrama
amor sobre as feridas amor sobre las heridas
quem me ensinou a sonhar? ¿quién me enseñó a soñar?
de que voz me falam de dónde la voz que me dice
que no ventre encerro que llevo en el vientre
um nado-morto un niño muerto
a quem aludem os ancestros a quiénes aluden los ancestros
com uma oferenda con su ofrenda
ao menos um pouco de paz al menos un poco de paz
um punho contra o plexo un puño contra el pecho
o compasso de anos e anos el tránsito de los años
com um pé na infância con un pie en la infancia
e outro no futuro y otro en el futuro
deito-me me tumbo
dissolvo-me me disuelvo
até não me distinguir hasta confundirme
da escuridão con la oscuridad
todo o astro deixa um rastro todo astro deja un rastro
impossível de cessar imposible de borrar
sacudo os sedimentos para o poema agito los restos para el poema
e misturo-os y los mezclo
perdendo o pulso ao futuro perdiendo el pulso al futuro
tomara um dia ser eu o fóssil quisiera un día ser el fósil
que não sabem se foi cabeça que no se sabe si fue cabeza
se coração o corazón
se ambos o ambos
LETRAS SALVAJES 32
Sandra Santos (Barcelos, Portugal, 1994) es poeta, escritora, profesora, traductora y correctora. Licenciada en
Lenguas y Relaciones Internacionales (Universidad de Oporto), tiene el máster en Estudios Editoriales (Universi-
dad de Aveiro). Participa en diversos proyectos sociales, culturales, artísticos y literarios nacionales e internacio-
nales. Sus poemas, textos y traducciones están publicados
en Portugal, España, América Latina y Estados Unidos. Su
primer poemario, Éter (2018), fue seleccionado por un pro-
grama de apoyo a la edición y traducción del Instituto
Camões y de la Dirección General del Libro, Archivos y Bi-
bliotecas de Portugal para ser publicado en portugués y es-
pañol en Brasil y México. Como poeta invitada de Portugal,
ha participado en varias ferias del libro, festivales literarios
y eventos en todo el mundo. Amante de los viajes, los pai-
sajes, los misterios, la magia de lo real, la deslumbra lo visi-
ble y lo invisible.
[email protected] / www.sandrasantos.pt
Otto Rapp
LETRAS SALVAJES 32
LETRAS SALVAJES 32
LETRAS SALVAJES 32
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[Bestiarium]
Adrián Nelson Ramírez
Puerto Rico. Artista plástico, poeta, humanista y profesor universitario. Fue pieza clave en el desarrollo cultural de las
áreas Sur y Oeste de Puerto Rico. Durante cinco años dirigió el programa televisivo “Desde mi estudio”, del canal 5 de
Mayagüez. Fue ilustrador de varias revistas, entre las cuales se destaca El cuervo (Universidad de Puerto Rico en Aguadilla),
de la que fue artista exclusivo. Falleció en 2018.
Camelia Michel
Republica Dominicana. Poeta, narradora, ensayista y periodista. Sus escritos figuran en: No creo que yo esté aquí de más,
antología de poetas dominicanas 1932- 1987 (2019), Puerta de entrada, del Círculo Literario Estrambote (2018), Eros y poiesis.
Antología temática de la poesía dominicana (Vol. 1), A la zaga de su huella. Antología poética del Interiorismo (2015) y antología de
cuentos del Taller de Narradores de Santo Domingo (2012), entre otros.
Irving Sepúlveda
Puerto Rico. Poeta, narrador, pintor e historiador. En 1967 fundó la revista Palestra. Ha publicado los poemarios Con los pies
en tierra (1973) y Tribulaciones (2002); y el libro de cuentos titulado 8 cuentos (2013). Como historiador tiene a su haber: Datos
históricos de Guayanilla (2012). Los poemas publicados en este número, pertenecen al poemario inédito Náufrago de fuego.
Fernando Morote
Perú. Poeta y narrador. Autor de Poesía Metal Mecánica (1994), Polvos ilegales, agarres malditos (novela, 2011/2019), La cocina
del infierno: relatos de un mundo inhóspito (2015) y Melodías en la orquídea (cuentos, 2017). También, El antídoto del neurótico.
Un recorrido personal por el cine clásico (2018). Es colaborador frecuente de la revista Periódico Irreverentes y de Letras Salvajes.
Neronessa
República Dominicana. Poeta, fotógrafa y artista digital. Ha publicado los poemarios: La estirpe de las gárgolas (accésit
Premio de Poesía Joven Feria del Libro, Santo Domingo, 2005) y El volcán de la matriz elástica (2015). Ha sido traducida al
inglés, al francés y al italiano. Su poesía figura en antologías nacionales y extranjeras.
Carlos Dimeo
Argentina. Dramaturgo, actor, director, crítico, investigador y docente de teatro. Ha publicado Los Girasoles no florecen en
invierno y otras piezas de teatro y Llama de amor viva (ensayo sobre la mística de San Juan de la Cruz). En 2022 publica Cuentos
de guerra. Actualmente se encuentra residenciado en Bielsko–Biala, ciudad en el sur de Polonia y ejerce la docencia en la
Universidad de esa ciudad y en la Universidad de Matej Bel en Eslovaquia.
Carlos Canales
Puerto Rico. Dramaturgo, narrador y educador. Se han estrenado más de 30 de sus obras de teatro. Algunas de sus obras
publicadas son: María del Rosario (1986), Vórtice (1994), Salsa, tango y locura (2003, 2022), Bony and Kin (2004), Ecuajey (2006)),
¡Maldita seael Capitán América! (2017), etc. Ha publicado dos libros de cuentos: Los Hombres de los Rostros Tristes (2015) y
Faustine Azul y otros cuentos (2019). Su primera novela fue El pájaro rojo (2018).
Ana Castañer
España. Escritora, artista, activista por la paz y psicóloga. Ha publicado El jamón y la matanza (1989) y De ayer a hoy: Historia
de la medicina (2012), en colaboración con sus hijos Ana y José Pobo.
Daniel Lescano
Argentina. Escritor de poesía, cuento, ensayo. Acaba de terminar una novela breve (aún inédita), parodia de novela de
vampiros, a la vez que novela del género en sí. Participó de antologías literarias, talleres, páginas web y amores estrafala-
rios.
Ana Pobo
España. Fotógrafa y escritora. Ha exhibido su trabajo fotográfico en España, Japón, Moldova, China, Italia, Rusia y Francia,
entre otros países. Ha publicado varios libros sobre Teruel, en colaboración con su madre, Ana Castañer.
Otto Rapp
Artista austriaco de tendencia surrealista. Establecido en Canadá hasta el 2011, cuando regresa a su natal Viena. 2009, I
fundó el Private Visionary Art Network, y poco tiempo después, el Public Visionary Art Gallery, the Network Artists. Aquí figuran
principales figuras de las artes surrealistas, fantástico-realistas y artistas visionarios.