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E
l planteamiento sobre la obra cuya génesis textual tratamos ha tenido dos
momentos de reflexión muy diferentes, aunque complementarios, que tie-
nen que ver con el aporte por parte de Benoît Santini (y Raúl Zurita) de
un material textual abrumador, a partir de enero de 2014, en cuya clasificación
y transcripción todavía estamos, producto de la fotografía de más de cuatro mil
soportes que estaban en el archivo de Carlos Alberto Cruz, propietario de los
mismos. Cuando un primer estudio estaba realizado, a partir de escaso material
antetextual, la llegada progresiva y sistemática de unas cuatro mil doscientas imá-
genes (que el poeta recibía a su vez al mismo tiempo) fue producto de agradecido
alborozo y de zozobra: ¿Serían útiles los trabajos previos ya realizados? ¿Serviría
el diálogo mantenido con el poeta y su memoria sobre el estado de la cuestión
textual de la obra hasta diciembre de 2013? ¿Dónde situábamos un texto nuestro
que era una primera reflexión sobre el libro publicado en 1994?
Una metáfora vivencial nos permitía salir de la intranquilidad: a veinte años
de la aparición del libro, a treinta del comienzo de escritura de los manuscritos y
copias dactilográficas que recibíamos, se producía la inquietante situación de que
el poeta había vuelto a recibir sus papeles casi al mismo tiempo que nosotros. Ser-
vía esto quizá para lo que podría ser un relato “genético”: Raúl Zurita reescribía
y reflexionaba como creador en el mismo espacio textual sobre el que nosotros
debíamos trabajar para plantearnos la génesis amplia de la obra. A treinta años
de distancia, un proceso de endogénesis literaria se estaba cumpliendo y cabía de
nuevo preguntar al autor, plantearle cuestiones sobre su escritura en el pasado,
confrontarlas con el sorprendente material recibido que analizamos en estas pá-
ginas. Si no podíamos conducir la reflexión a su crecimiento, al menos lo narrado
nos introducía en un apasionante “relato de escritura”, pero para no perdernos en
la ficción debemos volver a la objetividad de los materiales.
234 Lecturas inéditas
El libro La Vida Nueva (LVN ),1 aparecido en 1994, es un amplio conjunto poé-
tico (535 páginas y 351 poemas aproximadamente) integrado además por tres
libros previos: Canto a su amor desaparecido (CASAD), de 1985,2 El amor de Chile
(ADC), de 1987,3 Canto de los ríos que se aman (CRA) –más adelante narraremos
los problemas que presenta esta obra, que aunque publicada en 1997 está escrita
durante el decenio 1983-1993, lo que aparece indicado por el propio autor al
comienzo del libro–. Junto a material procedente de estos tres libros Raúl Zurita
crea otros poemas y secciones para la confección de LVN en la que se anticipó
CRA.
Para desarrollar un planteamiento genético de la obra contábamos inicialmen-
te con un conjunto de materiales que Zurita fue creando como escritura y orde-
namiento de la misma:
1. Un índice manuscrito realizado por el poeta, que da cuenta del proyecto
global, y minuciosamente de cada apartado de los que luego integran el libro.
2. Una maqueta con hojas cuadriculadas que contiene generalmente el título
de los poemas en la parte superior, junto a la numeración de las páginas en la
parte inferior derecha, otras anotaciones y pequeños textos e, incluso, anotaciones
que no son de la mano del autor sobre características técnicas para la confección
de libro (tipo de letra y otras cuestiones formales). En este conjunto aparecen
dibujos del propio autor cuya relevancia se anotará en el momento oportuno.
3. Las copias mecanoscritas de siete poemas, tres del inicio del libro, y los
restantes del CRA, que presentan variantes.
4. Manuscrito de CASAD y manuscrito de ADC.
La hipótesis principal de partida para el desarrollo de nuestro trabajo consis-
tía en el análisis de este conjunto de materiales; si bien no podía completar una
minuciosa propuesta genética, por la ausencia de los manuscritos referenciada, sí
resultaba relevante para dar una idea del proceso de construcción del libro y de
la intención, significado y valores que la obra tiene. LVN es por primera vez en
1994 la indicación de un sentido creativo y teórico evidente en la última produc-
ción del autor, en el libro Zurita4 de 2011, donde se experimenta un proceso de
J. Joyce, presente en este libro y en otras página de Zurita que, en su edición primera, no lleva más
que el apellido del autor sin la referencia que aparecía en LCA. Obra abierta, obra en desarrollo y obra
en progreso serán aquí conceptos alternativos cuyo origen está en Umberto Eco (U. Eco, Obra abierta,
Barcelona, Ariel, 1962).
236 Lecturas inéditas
como la historia de amor que atrae el título familiar –el Dante familiar de Zurita
es proverbial a través de los relatos de infancia de la abuela Feli–,6 y, desde la
indicación de la página de la dedicatoria, se nos conduce casi al final del libro y
al extenso texto en prosa, “Sí”, que es un largo poema de amor a la sociedad, a la
naturaleza y a la mujer, porque “en las alturas y en el torrente los amores perdidos
se encuentran”, mientras también las ciudades “se elevan igual que las nebulosas”,
y el encuentro, narrado como secuencias oníricas, hace que en ella vea “los ríos
que se aman”.
LVN, como ya hemos dicho, es también un largo poema de amor con un re-
ferente y una situación concreta y ésta es una parte esencial que se crea para el
libro de 1994. Pero la obra es también el desarrollo de los libros anteriores y de
una realidad explícita que construye una nueva dimensión: el tema social de los
pobladores con los que se abre el libro y se recupera varias veces en él como una
inmersión manifiesta en la realidad chilena y también nueva en la configuración
de la obra.
La ausencia de los antetextos planteada al principio no impidió que hiciéramos
deducciones de génesis del libro y sobre todo que nos planteáramos dudas sobre
cuestiones que nos surgían y que directamente formulamos al autor que, con pa-
ciencia y generosidad infinita, nos fue respondiendo.
Como hemos dicho, es abrumador el número de páginas recibidas sobre las que
aún estamos en proceso de clasificación y transcripción. Resultan lógicamente
de gran interés los inéditos que vamos encontrando. Aproximadamente 4 266
soportes presentes en el fondo Cruz detallado por el coordinador en su “Nota
filológica preliminar” constituyen el material textual al que nos referimos, tenien-
do que considerar la cifra indicada como provisional, pues entre ellos a veces hay
saltos de numeración y sobre todo algunos responden a encuadres fragmentarios
para destacar el proceso de tachaduras de un texto. En todo caso, los más de
tres millares de textos originales significan sin duda un proceso amplísimo de
creación. De manera provisional, nos acercaremos a algunos órdenes y problemas
esenciales que hemos encontrado.
6. La narración autobiográfica esencial sobre éste y otros aspectos está en Raúl Zurita, El día más
blanco, Santiago de Chile, Alfaguara, 1999.
José Carlos Rovira y Eva Valero Juan 237
[…] sería ideal que saliera en noviembre de este año. Por favor, ayúdame para
que sea una buena edición, digna. Yo en julio el material visual (los dibujos del
manuscrito se verán como dibujos hechos por aviones en el cielo, el original
se está preparando en Alemania, es extremadamente bello) y también las foto-
grafías de la escritura en el desierto que cierra el libro, y que se hará el 15 del
próximo mes en Atacama.
Por mi parte he dado el máximo, ojalá que la Universitaria haga lo mismo […].
De más está decirte que este libro me importa demasiado. Dame una mano.
Te tengo guardado[s] todos los manuscritos de “La vida nueva” que escribí
en Italia.
(Carta de 2 de junio de 1993-P1010733)
Me pasó algo para mí muy fuerte cuando vi esos manuscritos con Benoît, entre
las miles de hojas estaba la primera versión de La Vida Nueva que fue la que le
entregué a la Editorial Universitaria para su publicación (fue después de escri-
bir en el desierto, el 2003 -se refiere a 1993-). Era un volumen encuadernado
bastante más extenso que La Vida Nueva que salió en 1994. El caso es que me
había olvidado absoluta y completamente de esa primera versión, hasta ahora.
En breve, la editorial dijo que era muy largo y que tendría que acortarlo (o di-
vidirlo en tres volúmenes que se editarían en forma independiente) y cedí. No
puedo entender cómo pudo pasar. Arruiné ese libro, lo acorté al punto que fue
FUE ALLÍ CUANDO EMPECÉ A GRABAR SUS SUEÑOS. LEJOS, MUY LEJOS, LA
LUZ DE OTROS SOLES ILUMINABA LAS ESTEPAS DE PLANETAS DESCONOCI-
DOS Y ALGO DE SU PALIDEZ ALCANZABA TAMBIÉN A TEÑIR ESTAS COVACHAS
IMPROVISADAS. ASÍ COMENZARÁ MI LIBRO; PENSÉ, CON SUS SUEÑOS, ESTÁ
BIEN, TODOS MORIREMOS ALGÚN DÍA ARDIENDO COMO UN SUEÑO EN EL
ESPACIO, SALVO QUE YO NO QUIERO QUE MI SUEÑO MUERA.9
En un libro que mantiene en esta parte una coincidencia absoluta con la ma-
queta, pero que, por ausencia de los manuscritos –y de las grabaciones que hizo–,
no tenemos más material para establecer su génesis que la frase “Así comenzará
mi libro, pensé, con sus sueños”, estamos ante una apertura absoluta de la obra
que, a través de los sueños de los pobladores, reconstruye su realidad. Los sueños
son generalmente pesadillas, menos el último, el de Ziley Mora, en el que un sue-
ño feliz presenta, a quien está en un prado, un cielo que contiene todos los países
“como en una pantalla de cinerama”.
Si el material textual que poseemos no permite, como ya hemos dicho, muchas
deducciones sobre la génesis de los poemas y el libro, la memoria del poeta nos
resuelve en fechas recientes algunas cuestiones que consideramos relevantes. En
un correo reciente, nos explica Zurita a propósito de una cronología que estaba
elaborando:
[…] otro dato que debo incluir es mi viaje a la región del lago Futaleufú en
1984 donde Jack Schmitt (el traductor de Anteparaíso) gran conocedor de la
zona, me lleva a conocer a Aladín Ibáñez botero del río Futateufú que es uno
de los pilares de LVN que me contó gran parte de las historias.
Algo similar fue lo del Campamento Monseñor Raúl Silva Henríquez, Fue
una gran toma de terrenos en la comuna de La Granja en Santiago, fue en
septiembre del 83, y yo estaba allí por solidaridad además conocía el sector
porque con el Colectivo de Acciones de Arte trabajamos con pobladores de
esa comuna en dos acciones de arte. La toma fue una acción sorpresa, en una
noche cerca de mil familias se tomaron un terreno baldío (llegaron a ser más
de cinco mil familias). Bueno, la amenaza de desalojo era fortísima y el ir era
un modo de apoyarlos. Comencé a hablar con ellos y casi todos eran productos
de la emigración del campo a la ciudad, sobre todo del sur, y se produjo una
coincidencia, un compañero de la Universidad Santa María, boliviano, Jacobo
Homsi, me contó esa leyenda entre los indios bolivianos de que si te agarran de
los pelos de la nuca no te mueres que se narra allí y que no se me olvidó nunca
y pasó que uno de los pobladores contó exactamente eso y casi me desmayé,
no podía creerlo porque era la misma leyenda que yo conocía de diez, quince
años antes, la contó como algo que le había pasado. Allí se me vino la idea de
los sueños, volví al otro día y comencé a pedirles que me contaran sueños, al
principio los grabé pero no estaba acostumbrado, así que tomaba apuntes, es-
cuché muchos y me impresionó la recurrencia con imágenes rurales, de campo,
y que no eran los sueños que te puede contar un amigo o tu mujer, no eran
sueños buñuelianos, porque los sueños también tienen un carácter de clases.
Escuché decenas y los que transcribí fueron los que más me impresionaron. Las
tramas de los sueños son fieles, los nombres también, yo reconstruí el habla en
la escritura, no son transcripciones literales. Hay un dato falso, Ziley Mora, un
amigo en ese momento diácono que fue importante para mí porque me mostró
a Isaías como poeta el año 80, sabiendo en lo que andaba me contó un sueño
que incluí entre los otros y el sueño que le da el origen me lo contó una amiga
que tampoco era de allí, el primero.10
Al final de aquel correo, Zurita nos insistía en que seguiría escribiendo por
la noche y efectivamente así fue, pues al día siguiente recibimos otro correo que
contenía una fotografía de Helen Hughes acompañada por el siguiente texto:
[…] te envío mientras tanto una foto que esa vez creo sí que habla más que
mil palabras, es de una norteamericana fotógrafa, Helen Hughes, que se quedó
en Chile, ella fotografió el campamento Raúl Silva Henríquez y no vi esta foto
hasta el 2008 cuando apareció un libro con fotografías de la dictadura, el 1998
(es un libro sobre los fotógrafos agrupados en la AFI –Asociación de fotógra-
fos independientes–, se inventaron ese nombre para sentirse un poco menos
desprotegidos) y a quienes gracias a su valentía que llegó en el caso de uno de
ellos, Rodrigo Rojas Denegri, un joven de menos de 20 años que llegó, se con-
servó en gran parte la memoria visual de esos años horribles. Bueno, te decía
que cuando vi esta foto 25 años después dieron ganas de llorar porque ella y yo
sacamos creo exactamente la misma fotografía:
CIENTOS DE BANDERAS FLAMEABAN SOBRE LAS CASUCHAS DE CARTÓN Y
PLÁSTICO DEL CAMPAMENTO. AMONTONADOS…11
El primer libro que hay que considerar es CASAD, que había sido publicado en
1985. Hasta las recuperaciones en LVN (1994) median nueve años entre los ma-
teriales del libro del 94 y los de una obra que tuvo que ver directamente con la
reconstrucción de la historia vivida.
CASAD es sobre todo un libro que modifica, o quizá organiza de otra forma,
la temática de Purgatorio y Anteparaíso sin hacer desaparecer la visión alucinada
de la realidad. En la preparación de la edición de LVN, la presencia del libro del
85 adquiere un carácter turbador, mediante el que la maqueta inicial ya descrita
rompe el orden riguroso que, con alguna variante menor, existe entre el prototipo
y la obra impresa. Si el índice manuscrito nos entrega hasta la página 253 una
correspondencia rigurosa con la misma página del libro, a partir de ella hay una
variación importante que indicamos gráficamente en cuatro columnas, la primera
y segunda son la de la maqueta y la página indicada; corresponden la tercera y la
cuarta a la edición impresa y la página:
IN MEMORIAM
CANTO A SU AMOR 255 UNIVERSIDAD SANTA MARÍA 255
DESAPARECIDO (1967-1973)
Ahora Zurita –me largó– 257 Inscripción 75 257
Canto a su amor desaparecido 261 Anotada la imagen que vuelve… 259
Universidad Santa María 269 Perdiéndose en la resaca 262
En la página 275 del índice manuscrito del fondo Biggs y en la 263 de la edi-
ción de 1994 recuperamos de nuevo el mismo orden con la serie “Las tumbas del
océano”, aunque veremos también que ofrece variaciones importantes, producto
asimismo de la inclusión explícita en ella del CASAD.
En el esquema anterior, la primera intención del autor en la maqueta era ini-
ciar –y el soporte material lo demuestra, mediante una fotocopia blanca pegada
sobre la cuadrícula– con el comienzo absoluto del CASAD: “Ahora Zurita –me
largó– ya que de puro verso y desgarro te pudiste entrar aquí, en nuestras pe-
sadillas; ¿tú puedes decirme dónde está mi hijo? (Maq. 237, fondo Biggs)”, que
sin embargo se ve sustituida por la “Inscripción 75”, un poema distinto en el que
habla de que “conviene recordar estas cosas”, para dar entrada a una serie poética
nueva, indicada en el índice por “Anotada la imagen que vuelve”, en la que no se
recupera el CASAD, sino una construcción aparentemente similar –fragmentos en
prosa y distribuidos en dos columnas– que recuerda en cualquier caso el tono
y la dimensión simbólica de esta obra. Como el texto, presente en la maqueta,
está mecanografiado –no es una fotocopia del Canto como la señalada antes–
entendemos que está escrito para LVN, para relatar la historia de los detenidos/
desparecidos de la Universidad Santa María de Valparaíso, en la que estudió in-
geniería civil el propio Raúl Zurita: dieciocho nombres aparecen a lo largo de los
dieciocho fragmentos, son nombres de detenidos en los primeros días del golpe,
compañeros y compañeras de la Universidad de los que alguno como José Poffalt
está muy documentado. Consideraremos que la variación que ha producido no
es producto de la inclusión del CASAD, como pretendía según la maqueta, sino
escritura de un nuevo episodio de recuerdo de la propia experiencia en la Uni-
versidad Santa María y de los propios compañeros que padecieron el golpe.
Al continuar el poemario, sí se produce la inclusión de una parte del CASAD.
De nuevo reproducimos la relación con cuatro columnas como las anteriores (la
primera y segunda son la de la maqueta y la página indicada; corresponden la
tercera y la cuarta a la edición impresa y la página; el signo igual quiere indicar
absoluta coincidencia entre el índice y la obra impresa):
242 Lecturas inéditas
Canto a su amor
Página - línea Maqueta y edición Página - línea
desaparecido
Países africanos que Países centrales que
19 - 1 277 - 1
lloran lloran
20 - 13 Nicho del país África Nicho de país Central 278 - 13
…y bajo los ríos el …y bajo los ríos el
20 - 19-20 grito de los negros grito de los indios que 278 - 19-20
que huían. huían
Son variantes que significan la exclusiva localización americana que los nichos
de países en los galpones cuarteles tiene en LVN, tras la desaparición del empla-
zamiento también africano de los países-nichos. El dibujo de las tumbas que con-
tenía los países africanos, con el extraño “país África”, ha desaparecido también
para centrarse en América.
La modificación podría no tener más trascendencia que una decisión del
autor que no podemos explicar, más que con la constatación de que se ha pro-
ducido. Pero hay un recurso como la memoria del propio autor que sí indica el
sentido de esa modificación y su manera de trabajar la poesía. Nos dice textual-
mente:
Sí, después de la primera (o segunda) edición del canto cambié los nichos
africanos porque sentí que no tenía ningún rigor y se dispersaba incluyéndolos,
era demasiado abarcador, tan abarcador como superficial porque en realidad
no sabía nada o muy poco de los países africanos por lo que no tenía ninguna
certeza para poder intervenirlos con el lenguaje como sí podía hacerlo con los
americanos. Me atormentaba además el desequilibrio puesto de que debería
haber puesto muchos más países africanos, y el no poder hacerles presente su
hablas, sus lenguas, me atormentaba (Correo, 23 de julio de 2013)
Tiene gran valor la inclusión del CASAD en LVN, de fragmentos y nuevas es-
crituras que densifican el libro y que, en cualquier caso, con la recuperación par-
cial de un texto escrito nueve años antes, viene a ratificar el sentido de obra abierta
que la producción poética de Zurita tiene desde sus inicios. Para los sentidos glo-
bales de LVN diremos que ésta es también el CASAD, aunque en la confrontación
entre los títulos y textos de la maqueta y los que al final aparecieron impresos hay
ampliaciones (el texto de la Universidad Santa María) y variaciones de imágenes
244 Lecturas inéditas
Queridos todos:
De las latitudes del Sur
entre los paralelos 43 y
57 de todas las aguas
ríos caudales y nevados
se escribe y dice:
Queridos ríos
Queridas todas:
Se lee y dice:
“Bienaventurados son los torrentes
corriendo
Bienaventurados los destrozados
que los ríos
José Carlos Rovira y Eva Valero Juan 247
- Canto de los ríos que se aman no fue un proyecto en sí mismo, el proyecto era La
Vida Nueva, cuya primera parte se llama “Canto de los ríos que se aman” y que
terminé de escribir en 1990, año en que me voy a Italia como agregado cultural
(y donde terminaré las 2a y tercera parte del libro).
[…]
- Después de Anteparaíso en 1982 comencé a pensar en La Vida Nueva, pero
tuve una partida falsa, en 1984 aparece una plaquette que se llama El Paraíso
está vacío en una edición muy pequeña que publica Editores Asociados (los
que sacaron Anteparaíso), allí se dice que es el “prólogo de La vida nueva” pero
no lo será, este poema aparece de nuevo recién en Zurita y es el de la sección
“Verás que se va”.
- En 1985 empiezo a escribir los primeros poemas de los ríos y les pongo el
título de Canto de los ríos que se aman.
- En 1986 escribo El amor de Chile, no lo pensé inicialmente como parte de LVN,
sino como un conjunto aparte que debía oponer al crimen (se habían degollado
a Natino, Guerrero y Parada) la traza de un amor que jamás extinguirían el
crimen y el asesinato. Lo incorporé en la tercera parte de LVN.
- En 1994 aparece LVN.
248 Lecturas inéditas
Entre las precisiones nos parece evidente que el proyecto era LVN, que conte-
nía una parte llamada CRA, y que, al surgir en 1986 la escritura de ADC, mantuvo
por las anotaciones comentadas un proceso doble de escritura que contenía CRA.
Vamos ahora a recorrer las propuestas de esta obra.
Aunque el CRA fue publicado, como ya hemos dicho, de forma exenta en 1997,
si tenemos en cuenta lo que se indica en su primera página, el libro habría sido
escrito entre 1983 y 1993, década en la que aparecen CASAD (en 1985) y ADC
(en 1987). Sin embargo, existe información contradictoria respecto a los años de
composición, pues en una entrevista el poeta declara al respecto: “Es un proyecto
que comencé en 1986. Inicialmente iba a ser un poema de amor. Pero fue cre-
ciendo”.12 Preguntado el autor sobre la aparición de CRA en 1993, despeja en la
entrevista cualquier duda al respecto:
En 1993 se publica en Italia una pequeña selección de los poemas de esa pri-
mera parte en una edición bilingüe italiano-castellano traducida por Ignazio
Delogu. Es una edición de 100 ejemplares, la editorial se llama Le parole gelate.
El título que tiene esa selección es Canto dei fiumi che si amano/Canto de los ríos
que se aman, esa es la edición de 1993.” (correo del 1 de septiembre de 2013).
CRA tiene en la nota que se anticipa al texto de la obra debajo del título, en
la edición de LVN, la indicación de que corresponden “los cantos I, II y III: Los
ríos arrojados, El cruce del mar, El nuevo cielo” (p. 29). En la edición exenta de
1997, se reitera con una variante y otra disposición: “LA VIDA NUEVA Parte I: Canto
de los ríos que se aman Parte II: Los ríos arrojados Parte III: El nuevo cielo” (p. 13).
En la maqueta mencionada, donde hay una coincidencia sustancial con el decurso
textual de LVN, con pocas excepciones que no podemos comentar ahora, obser-
vamos que “El cruce del mar”, subrayado, es un título explícito que cierra la parte
de LVN que se reproduce en CRA y no encontramos, ni en la maqueta, ni en LVN
ni en CRA, la referencia a “El nuevo cielo”.
12. En entrevista con J. A. Epple, “Transcribir el río de los sueños (Entrevista a Raúl Zurita)”,
Revista Iberoamericana, nº 168-169, 1994, p. 882.
José Carlos Rovira y Eva Valero Juan 249
Podremos decir entonces que la edición de 1997 de CRA contiene una parte
importante del mismo libro en LVN, pero que se interrumpe en la página 187
(“El cruce del Mar”) hasta la página 253 (“la escarchada alba”) al no reproducirla
en CRA. Posiblemente “El cruce del mar”, con sus intensas resonancias bíblicas y
mosaicas, está introduciendo otro contenido global, aunque también es posible
que la interrupción, y la desaparición de “El nuevo cielo” como parte explícita
tanto de LVN como de CRA (si bien esta imagen poética, como veremos, está muy
presente en la obra), tenga que ver con razones editoriales, de extensión definida
previamente de la obra.
Como el CRA forma parte principal de LVN, publicada en 1994, parece razo-
nable pensar en cualquier caso que los poemas que lo componen estaban pensa-
dos para el proyecto de esta obra, tanto por los años de inicio de composición de
los mismos, que rondarían el tránsito entre CASAD y ADC, como por los nuevos
sentidos de la poética zuritiana que se gestan en esa transición: ADC ofrece un
planteamiento predictivo del CRA, en tanto que “arrebatadora sinfonía en que
lector, paisaje y poema se entrecruzan e intercambian sus voces”; como dice la
“Presentación” del libro por sus editores, en donde se da el valor además de
“síntesis de su obra anterior”, pero “apertura de una nueva y audaz etapa que
nos involucra a todos. Este Amor es su amor y también el de todas las cosas que
dialogan entre ellas y hablan”.13
Al igual que veremos en el CRA, ya en ADC aparecen imágenes de ríos en-
trando sobre el cielo, así como la utilización de un “nosotros” que “somos los
arenales, somos ustedes, somos las líneas de Zurita”, que dicen los desiertos,
idea esta última que recorre toda la poética posterior hasta concluir en el título
de su último libro, Zurita; título que, lejos de cualquier interpretación egolá-
trica, debe leerse como el camino que le permite profundizar en lo humano,
desde el propio ser en su individualidad, tal y como el poeta ha planteado en
diversas ocasiones.14 Ese “nosotros” se funde con los elementos principales de la
naturaleza chilena que se humaniza en sus ríos, en sus acantilados, en sus mon-
tañas, con especial intensidad desde ADC, por ejemplo en el poema “Queridas
montañas”:
13. Los Editores, “Presentación”, en: R. Zurita, El amor de Chile, op. cit., s.p.
14. En Los poemas muertos también encontramos, en el titulado “Una imagen”, una ideal esencial
en ese mismo sentido, al reflexionar sobre la “escritura celeste” que inauguró en Anteparaíso (1982), y
desarrolló en los murales en el cielo de La Vida Nueva (1994): “Pero no, la muerte es un hecho inmi-
nente y me emociona saber que yo seré el único que habré visto esos dibujos en toda su demencia y
belleza. Es ese trazo final de la muerte, su composición, que deshará las figuras dibujadas en el cielo
igual que el viento, pero que las deshará dentro de mí, sin que ningún otro las vea, lo que paradó-
jicamente me hace sentir que todos somos uno” (R. Zurita, Los poemas muertos, Ciudad de México,
Ácrono/ Libros del Umbral, 2006, pp. 8-9).
250 Lecturas inéditas
Así, Zurita construye una nueva “multitud” a partir del yo, que emerge de la
muchedumbre de montañas de la cordillera, de los “queridos lagos” y los “que-
ridos torrentes”, de las “amadas planicies nevadas” y de la afluencia de ríos que
de ella descienden para llegar a la “multitud” de seres humanos en la que cifra la
esperanza del mundo: “somos la multitud que marchará / nueva bajo el viento,
les contestamos / nosotros los renacidos desde la tierra / todavía llenos de polvo,
verdes / meciéndonos”; versos que prefiguran, en este “amor de Chile”, el naci-
miento de LVN y que por tanto están en la génesis misma también del proyecto
que en 1997 aparecería de forma exenta como CRA. Esa idea genesíaca de ADC
prefigurando LVN resulta especialmente visible en el poema “Amadas planicies
nevadas”, a través de la idea del sueño que deviene, como vemos, en seguridad de
la llegada de “una nueva vida”, un “nuevo mundo”:
trabajo, en el caso del CRA contábamos tan sólo con las copias mecanoscritas de
cuatro poemas de este libro, que presentan variantes muy diversas y significativas
en lo que respecta al proceso de escritura y reescritura constante al que Zurita
somete sus poemas. Analizamos a continuación dichas variantes, y añadimos des-
pués otras muy significativas que parten del nuevo material inédito recibido con
posterioridad, y que contiene la idea fundamental que pretendemos desarrollar.
Pero para llegar al análisis de dichas variantes y a un acercamiento a los cam-
bios de sentidos que introducen en los poemas es preciso avanzar, en primer lu-
gar, cuál es la idea global del CRA, acudiendo, dada su existencia, a lo expresado
explícitamente por el poeta sobre su intención en este poemario:
La idea es la siguiente: son todos estos ríos que van desde el Itata hasta el
Baker, cientos de ríos que vienen bajando de la cordillera y de pronto inician
una especie de vuelta, cambian su curso y comienzan a marchar para arriba.
Suben hacia el cielo y allá dibujan todas las escenas que se produjeron en la
tierra. Es un libro de unas doscientas páginas donde están narrados todos los
hechos que han sucedido en esta zona. Estos ríos aparecen como el trasfondo y
los testigos de esta historia…15
Y se cierra el libro con la página en blanco presidida por un solo verso: “espu-
meando de amor sobre las montañas”.17
Resulta interesante, en el sentido planteado, la interpretación de Óscar Galin-
do sobre la intencionalidad del CRA:
La utopía surge, por tanto, del dolor. Como plantea Rafael Rubio, antólogo de
Zurita, en su prólogo a Qué es el paraíso, “lo realmente subversivo es mantener la
fe, aun bajo el peso aplastante de la realidad”, actitud que hace de su obra “una
alegoría (contradictoria, es cierto, y dolida) de la esperanza”.19
Vayamos a continuación al análisis de las variantes halladas en los poemas de
los que tenemos mecanoscrito y que aparecen tanto en LVN como en el CRA, para
analizar después otras variantes fundamentales que provienen de la supresión en
la edición definitiva de LVN de partes fundamentales que se encontraban en la
primera versión que nunca vio la luz.
El primer poema que comentamos es el titulado “Canto de los ríos que se
aman”, con el que se inicia el capítulo “Los ríos arrojados” en LVN y que, sin
embargo, no aparece en CRA hasta la página 51, como primer poema del capítulo
“Primer canto de los ríos”. El poema presenta una significativa variante: en el ver-
so 5, que en la copia dactilográfica de la Biblioteca Nacional de Chile dice “canto
del cielo que se viene amando”, el verbo amar es sustituido, en LVN y CRA, por
gritar, que indica un cambio radical en la intensidad de la imagen de un cielo que
grita, imponiendo una suerte de estallido hacia lo “nuevo” que ha de venir tras el
grito, tras la protesta, tras la denuncia:
16. R. Zurita, Canto de los ríos que se aman, Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 1997, p. 168.
17. Ibid., p. 169.
18. Ó. Galindo, “Registro y transcripción testimonial en la poesía chilena actual. Lihn, Zurita”,
Estudios Filológicos, nº 38, 2003, p. 29.
19 R. Rubio, “Prólogo” a Raúl Zurita, Qué es el Paraíso (antología), Santiago de Chile, Ediciones
Tácitas, 2013, p. 19.
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También estos versos últimos presentan una variante que converge con la an-
terior, pues en la copia dactilográfica encontramos: “porque en este mundo cantan
todas las / cosas de amor”. Ese amor es reemplazado por una forma indirecta de
expresarlo en ese “hablar” y “cantar”, “tocándose”.
Asimismo, más adelante en el mismo poema la variante sigue en la misma di-
rección: si en el mecanoscrito dice, en los versos 9-10, “cantan de amor las cosas
de este mundo”, en LAV y CRA nuevamente desaparece la palabra amor que es
sustituida por la rotundidad del canto: “Cantan sí, todas las cosas de este mun-
do”.21
Otras variantes menores pueden rastrearse en este poema, que obedecen pro-
bablemente a cuestiones de sonoridad y versificación, aunque preguntado Zurita
al respecto, responde: “creo que nunca he vuelto a publicar un libro que sea
idéntico a como estaba, no hay de todas las ediciones de Canto a su amor desapa-
recido dos que sean idénticas ni dos reediciones del El amor de Chile iguales” (1
de septiembre de 2013). En general, la respuesta, para un estudio genético, no
pudo ser más desalentadora, o alentadora, según queramos considerarla, pues las
variaciones y variantes se explican así en palabras del autor:
En el 90% de los casos son porque entre una edición y la otra cambian los
tamaños de los libros y las tipografías y debo adecuar los largos de las líneas a
la nuevos formatos, eso significa sacar o agregar palabras, seguramente es una
pretensión pero lo que yo quisiera que lo que escribo diga algo antes de leerlo,
que primero sea un golpe visual y después se lea. Eso pasa por las formas vi-
suales no como los caligramas (que en general no soporto) sino como diseño,
si ves el Zurita p.e las páginas que se enfrentan generalmente tienen la misma
forma, son simétricas como si se espejearan, todo o casi todo lo que hago pasa
por esa prueba. Yo al escribir pienso al mismo tiempo en cómo debe verse en
el libro. Si los editores por las razones que sean cambian los formatos yo debo
readecuar todo. También están los pequeños ajustes de contenidos que se de-
ben a cambios de ubicación dentro del conjunto de los poemas (correo del 22
de octubre de 2013).
20. R. Zurita, Canto de los ríos que se aman, en La Vida Nueva (esta edición), p. 367.
21. Ibid.
254 Lecturas inéditas
la Biblioteca Nacional coincidente con CRA y LVN. Así ocurre en la primera, que
se halla en el verso 4: mientras que en el mecanoscrito y CRA encontramos “se
largan los ríos que se aman partiendo”, en LVN hay una reiteración de “largan
largan”, que enfatiza la idea del fluir del río y del paso de las cosas que los ríos
se llevan consigo. Y el poema continúa en la copia dactilográfica con el verso 5:
“Borrascosos torrente abajo bañándonos las…”, que es sustituido, tanto en CRA
como en LVN, por
y los libros:
Fijémonos en esos “ríos que vienen rotos / de pena tempestuosos”, que antes
eran “ríos que se aman anchos / erizados de amor”. En la versión publicada esos
ríos que se aman quedan en el título del libro, mientras que los poemas indican
esa idea sin la explicitud y la reiteración del título, en la línea apuntada de la
256 Lecturas inéditas
[…] el hombre hablaba con su cintura porque mientras a duras penas iba cami-
nando entre los soldados, le iba contando a la cabeza de su hijo el origen del
mundo, el nacimiento de los ríos, de cómo aprendieron su canto, del Wenuleufú
que es el río del cielo […] A todos los personajes, al toqui, al hijo, al hombre
que le enseñó a cantar a los ríos, los llamé indistintamente Lienlaf porque Leo-
nel Lienlaf era el relator (correo del 20 de enero de 2014).
De modo que el sentido del “canto de los ríos que se aman” se explicita en
estas líneas como ese canto del río del cielo que está en la base de la visión del
mundo mapuche. Al desaparecer toda esta parte de la edición publicada, efecti-
vamente se estaba mutilando el origen de la idea de la que surge el libro. Entre
los muchos ejemplos que nos ofrece todo ese material inédito, escogemos tres
poemas de los que contamos con manuscritos o mecanoscritos previos al meca-
noscrito entregado a la editorial.
Resulta de especial interés el manuscrito del segundo poema que compone la
narración poética de “El hombre que hablaba con su cintura”, que consta de doce
fragmentos. A continuación ofrecemos el manuscrito y el mecanoscrito con el fin
de observar las variantes:
Antes de todo fue el Padre. Él mandó al Ser, para abajo lo mandó y el Ser se
vino abajo estrellándose contra las aguas de la oscuridad. El Ser quedó atur-
dido por el golpe y porque quedó aturdido por el golpe el Padre envió a su
mujer, Mar de Plata, para que lo despertara y ella bajó entonces para hacerlo.
Miembro por miembro comenzó a despertarlo y por cada miembro que ella
le despertaba iba haciendo las cosas de este mundo. Primero el Río Grande o
Futaleufú o Vutalebú, luego un valle para que este lo mojara, después las mon-
tañas, enseguida los archipiélagos e islas todas. Más tarde los peces, las aves
y los animales que existen. Ya al final le despertó los pájaros y de allí nació el
cielo y cuando le abrió los ojos el cielo se pobló con el sol, la luna y todas las
estrellas, nubes y galaxias del firmamento. Pero a Mar de Plata se le olvidó el
corazón y el corazón dormido del Ser tuvo que empezar a despertarse solo. De
allí nació el hombre. Todavía está medio dormido –dice el Padre– y por eso
el hombre no entiende y está obligado a pensar y a pensar. Si es apenas una
criatura en la tierra. Así nací yo, Mar de Plata o Lienlaf (ms. P1020316 en la
carpeta 5 –C5–).
José Carlos Rovira y Eva Valero Juan 257
Antes fue el Padre. Él mandó al ser y el ser se golpeó contra las aguas de la
oscuridad aturdiéndose. El Padre envió entonces a su mujer Mar de Plata
para que lo despertara. Poco a poco ella lo fue haciendo, miembro a miem-
bro, y por cada trozo que despertaba iban naciendo las cosas del mundo.
Primero el río Futaleufú, luego la pampa, después las montañas y después de
las montañas las islas, los archipiélagos y las olas moliéndose sobre las rocas.
Siguió despertándolo y nacieron los peces, los pájaros y todos los animales
que se ven. Al final les tocó a los párpados que se abrieron formando el cielo
y cuando los ojos miraron se creó el sol, la luna y todas las estrellas de la
noche. Así apareció el mundo, pero a Mar de Plata se le olvidó despertarle
el corazón y el corazón dormido tuvo que empezar a despertarse solo. De
allí nació el hombre que todavía está medio dormido y no entiende. Por eso
está condenado a pensar y le teme a la muerte. Si apenas es una criatura en
la tierra…
Como puede observarse al contrastar ambos textos, hay una evolución hacia
un estilo más conciso, exacto, sintético. Podemos señalar dos ejemplos de va-
riantes fundamentales en este sentido: la conversión de “El Ser quedó aturdido
por el golpe y porque quedó aturdido por el golpe el Padre envió a su mujer”
en “El Padre envió entonces a su mujer”; y “De allí nació el hombre. Todavía
está medio dormido –dice el Padre– y por eso el hombre no entiende y está
obligado a pensar y a pensar”, que se reduce a “De allí nació el hombre que
todavía está medio dormido y no entiende”. Otras variantes importantes se en-
cuentran, por ejemplo, en “las olas moliéndose sobre las rocas”, que se agrega
en el mecanoscrito y que poetiza esa idea del oleaje contra las rocas que va a ser
reiterativa en todo el poemario; o el cambio de “los animales que existen” por
“los animales que se ven”, que apunta la evolución hacia esa materialidad de la
expresión ya comentada al analizar las variantes que implican la supresión de la
palabra amor.
Otro ejemplo interesante de uno de los cuatro poemas que preceden a
la parte “El hombre que hablaba con su cintura” lleva por título “Canto de
Basilio Lienlaf”. Resulta especialmente interesante porque encontramos dos
manuscritos previos al mecanoscrito, que copiamos a continuación (P1020238,
C5):
Y en P1020258 (C5):
porque de ésta
ni las cenizas nos dejaron y no queda nada
Además de ese primer verso, que opta por enfocar la imagen de los ríos, en
lugar de la lluvia sobre la tierra, es importante la variante del segundo verso,
en el que “y nuestro corazón se ahogaba” es sustituido por “y el corazón se nos
partía”, expresión más dura, si cabe, para poetizar el dolor que va a atravesar
todo el poema. En esta misma línea, destaca la tercera conversión del sexto
verso que de “Nosotros nos consumíamos en la pena” pasa a “Nosotros nos he-
ríamos los pechos de pena”, o la nueva imagen, más dantesca, de los cadáveres
clamando, que aparece en el verso siguiente. Por último, resaltemos las variantes
en los dos últimos versos: desde “porque de esta solo quedan cenizas / que ni
siquiera podemos llorar” (primer manuscrito), pasando por “porque de esta
solo quedan cenizas / que no podemos llorar” (segundo manuscrito), hasta la
versión del mecanoscrito –“ni las cenizas nos dejaron y no queda nada”–, que
abunda y ahonda en el vacío que el poema transmite, finalmente, con un rotun-
do laconismo: “y no queda nada”.
Por último, destacaremos también el onceavo fragmento de “El hombre que
hablaba con su cintura”, del que también contamos con antetexto, si bien en este
caso no es un manuscrito sino un mecanoscrito previo. Se trata de un fragmento
muy extenso, del que consignamos tan sólo el principio como muestra del cambio
que se produce en relación con el mecanoscrito entregado a la editorial, pues no
son simples variantes sino modificaciones de mayor calado, como puede obser-
varse a partir del punto:
Los ejemplos son múltiples, pero con los casos analizados podemos obtener
una idea global de esa obra en progreso que en todo este nuevo material inédito y
desconocido hasta el momento se revela ingente y abrumadora, pero que apunta
en todo caso a esa evolución hacia la expresión más sugerente, lacónica, lacerante,
260 Lecturas inéditas
incisiva al fin, lograda en la versión definitiva de LVN que, sin embargo, nunca
vio la luz. Con dichos ejemplos damos por iniciada una investigación sobre ese
material inédito que sin duda precisa de nuevas investigaciones para alcances
ulteriores en la visión genética de LVN.
Para concluir, tal vez sea necesario advertir otro sentido de lo “genético”, que
va más allá tanto de las variantes que acabamos de analizar (y que se constatan a
lo largo de toda la obra en un sistema continuo de recurrencias y autocitas), como
de las incorporaciones constantes de la obra anterior en las nuevas ediciones, en
el sentido ya explicado de obra abierta. Me refiero a lo genesíaco que está plantea-
do por el propio autor en sus ensayos respecto a la historia de la literatura y que
podemos ejemplificar a través de su ensayo dedicado a Walt Whitman.
“Soy amplio, contengo multitudes”, escribe Whitman en sus célebres Hojas de
hierba; verso que bien podría rubricar el propio Zurita por el sentido dado a toda
su obra y, particularmente, por el título de su último libro: Zurita, ya interpretado
antes en el sentido del yo lírico asumiendo a la multitud, a la humanidad toda. En
este ensayo, titulado “Walt Whitman, camarada nuestro”, Zurita explica, además, la
asunción no sólo de esa voz múltiple que es la de la colectividad, sino también la
de la voz de los poetas muertos, que reviven en su poesía y que, por tanto, están
en la génesis de la misma:
Y Zurita continuará, desde ese sentido genesíaco que está en la base misma de
su poesía, ese viaje que es, también, de una nueva multitud, y que en el CRA tiene,
como en Whitman, una plasmación en fusión con las multitudes metaforizadas en
la propia naturaleza, y convertidas finalmente en paisaje: en sus cumbres, en sus
ríos, en sus torrentes, en sus planicies… Así por ejemplo, hacia el final del libro,
en el poema titulado “Todo Chile llega entonces”:
22. R. Zurita, Sobre el amor, el sufrimiento y el nuevo milenio, Santiago de Chile, Editorial Andrés
Bello, 2000, p. 33.
José Carlos Rovira y Eva Valero Juan 261
Este sentido originario en relación con la tradición poética está expresado por
Zurita en este fragmento del ensayo dedicado a Whitman:
Perdimos el Paraíso sólo para inventar el poema y esa misma invención es tam-
bién la única prueba de que es posible un nuevo mundo, un milenio que arran-
cándonos de cuajo de la condena contenida en las palabras, una la vida con la
muerte, el viento con la hierba, el poema con la arrasadora promesa de otro
cielo.24
Hace unos meses recibimos un correo del poeta con un amplio texto adjunto: se
trataba de Nueva Nueva El sueño de Antonio Ibáñez, con una explicación: “La repre-
sa es hoy un poema. Lo rescaté de La vida nueva (de la que no fue), y después de
casi 30 años lo acabo de terminar”.25 El texto contiene veinticuatro poemas que
proceden, con variantes de texto y variaciones de disposición, efectivamente de
VOD, donde ocupaban las páginas 384-399. Varios de los poemas recibidos, la
23. R. Zurita, Canto de los ríos que se aman, op. cit., p. 520.
24. R. Zurita, Sobre el amor, el sufrimiento y el nuevo milenio, op. cit., p. 35.
25. En el correo (15 de abril de 2014), entre varias consideraciones personales, sigue esta frase
en la que le comunica a José Carlos Rovira en relación con el poema, con su generosidad habitual:
“y está dedicado a ti”.
262 Lecturas inéditas
mayor parte sin título, tienen al final cuatro números sucesivos entre paréntesis,
con una interrupción, creando las regularidades que van de 3102 a 3109, de
3201 a 3207 y de 3302 a 3307. En medio de cada una de éstas aparecen poemas
titulados: a) “EL SUEÑO DE NUEVA NUEVA –Amados ríos”, b) “EL SUEÑO DE LOS
RÍOS ROJOS –Amados ríos–”, c) “EL SUEÑO DE NUEVA DIOS–Amados ríos–”; cierra
el conjunto otro poema “LOS RÍOS DE LA NOCHE”, estando abierto en la primera
página por una amplia cita “Del sueño de Antonio Ibáñez” y otra de Candellaio
de Giordano Bruno.
Las cifras mencionadas que acompañan a cada uno de los poemas son sin
duda una cronología de algo acaecido en un tiempo futuro en el que el sueño na-
rrado crea la temporalidad en un acaecer mítico. También lo mítico se constituye
como forma de creación de espacio(s) fundacional(es).
Desde el punto de vista del momento de génesis de este conjunto, como de
una parte amplia de la obra, es en el año 1984 cuando, tras obtener una beca
Guggenheim, Zurita recorre en enero la Región de Aysén junto con Jack Schmitt
–traductor de Anteparaíso al inglés–. Aysén es una amplia zona fluvial en la que
conoce a Aladín Ibáñez, que es botero en el río Futaleufú, y cuyas historias están
en la base, como las de Leonel Lienlaf, de una parte de LVN.
Antes de que recuperase los textos aludidos, nos decía lo siguiente Raúl Zuri-
ta, en un correo en el que respondía a preguntas sobre el motivo de “Nueva Nue-
va” (que habíamos encontrado en algunos manuscritos) y en las que se indagaba
sobre la conjunción de un espacio mítico fundacional con espacios reales: “En
1985 escribo una serie de textos que están perdidos que prefiguran el tema de
los ríos y que después se transformarán en «Nueva Nueva» […]. También el sueño
“Mar de Plata” fue escrito en esa clínica, el tema de Nueva Nueva está en todos
esos poemas” (correo del 10 de febrero de 2014).
Mar de Plata es el significado que Zurita atribuye al nombre lienlaf (lien: plata;
laf: mar, lago, llanura) en mapudungun. La construcción a través de sueños es
una de las claves principales de la obra. Los nueve sueños que abren LVN tienen
como último el ya mencionado “Mar de Plata”. Allí está la primera referencia a una
ciudad que se llama “Nueva Nueva Imperial”:26
26. La ciudad de Nueva Imperial, fundada como un fuerte en febrero de 1882 en el proceso de
“pacificación” de la Araucanía, rememoró la Imperial fundada en el mismo espacio y desaparecida por
el conquistador Pedro de Valdivia en 1551.
José Carlos Rovira y Eva Valero Juan 263
tantos nombres como nombres tienen los miles de brazos /, afluentes, desagües,
cauces y ríos”).29
Antonio Ibáñez aparece varias veces, abriendo construcciones míticas, como
las que vinculan su sueño de la torre en el agua a la Jerusalén celestial, a la nueva
Jerusalén a través del sueño de la madre:
El sueño cancelado
33. Es una mera coincidencia, pero la reconstrucción de Chaitén es un proceso todavía actual por
la grave destrucción operada por el volcán del mismo nombre en 2008, es decir, más de veinticinco
años después de la alegoría de Zurita de las nuevas fundaciones.
34. En 1946, una importación de castores canadienses para que se reprodujeran y así poder co-
mercializar con sus pieles, en Argentina, en Tierra de Fuego, provocó un descontrol de los hábitats y
un paso a Chile de centenares de castores que hoy se consideran una plaga biológica incontrolada, que
produce a través de represas y daños al arbolado una incipiente catástrofe ecológica.
266 Lecturas inéditas
La igualdad de los versos sólo nos sirve ahora para concretar que es la dis-
posición tipográfica la que aquí crea variaciones, junto a la duda inicial sobre el
escenario en Imperial o en Chaitén, elegida al final, como espacio principal de esta
“Carta a los vivos”.
Además Zurita utilizaeste texto, con el título “¿Por qué me morí?” (p. 240), en
reelaboración en el interior de un conjunto titulado con las palabras iniciales de
Mother del grupo británico Pink Floyd: “MOTHER, DO YOU THINK THEY´LL DROP
THE BOMB?”.
Desde la edición de “Carta a los vivos” en LVN al empleo de motivos en Zuri-
ta, observamos usos y variaciones:
Imágenes en el cielo
35. Cf. Benoît Santini, “El cielo y el desierto como soportes textuales de los actos poéticos de Raúl
Zurita”, <http://www.revistalaboratorio.cl/2009/12/1140> [Leído el 26/06/2011]. El artículo, con
otra línea de reflexión, estudia el valor semántico y poético de las escrituras realizadas.
268 Lecturas inéditas
36. Esta frase sintética tiene su desarrollo amplio en R. Zurita, “Nuestros rasgos en el cielo”, en:
Sobre el amor, el sufrimiento y el nuevo milenio, op. cit., pp. 173-178, y de una manera más amplia, recapi-
tuladora, en: R. Zurita, “Una imagen”, Los poemas muertos, op. cit., pp. 7-19.
37. Cf. José Carlos Rovira, epígrafe “Contraseñas para una pequeña salvación: Miguel Ángel pinta
los Andes”, en: “Zurita: memorial de la desolación”, América sin nombre, nº 16, diciembre de 2011, pp.
104-112.
José Carlos Rovira y Eva Valero Juan 269
[U]na de las pocas críticas que realmente me han enfadado es que los mismos
que conocían ese proyecto desde la noche más oscura de Pinochet, dijeron
cuando finalmente pudo hacerse en 1993 que mi propósito era homenajear a la
Concertación y congraciarme con el nuevo poder. Si hubiera sido así no habría
tenido nada de malo, pero los que salieron con eso […] sabían, y lo sabían en
todo su dramatismo, que no era así” (correo del 12 de febrero de 2014).
“La vida nueva” y la ejecución física de este proyecto –su final– es probable-
mente el último gran homenaje que un arte moribundo: la literatura, le rinde a
una época y a un siglo que termina.
Un signo, una frase, un rostro humano –aquél que quiero– visto desde las
alturas abriéndose al porvenir, como si todos dijéramos: no tememos, sólo es-
peramos. Sí, sólo eso: esperamos.
Raúl Zurita
1982-1985
-Atacama
-Sonora
-Arizona
“No tememos”
solo esperamos
NI PENA NI MIEDO
Escrito sobre el desierto de Atacama.
Raúl Zurita
Mayo 1990
Acompañan una serie de diseños que dan cuenta de un proyecto, tejido entre
1982 y 1990, que tenía la particularidad de haberse previsto para la realización en
tres desiertos, Atacama, Sonora y Arizona, lo que presenta, en los diseños, algunas
diferencias notables.
En primer lugar, el proyecto de escritura oscila en varios bocetos entre “Ni
pena ni miedo” y “No tememos”, incluso con un boceto en inglés con la ins-
cripción “We are not afraid”, pensado para el desierto de Arizona. Este boceto
(DSCN5826 de C11) será clave para el origen de la idea como veremos más
adelante.
En los bocetos de Atacama y Sonora un rostro emerge sobre la frase central,
como explica en el primer texto que hemos dado. El dibujo es:
Junto a este esbozo aparecen varios diseños del proyecto, algunos basados
sólo en el texto, con perspectivas de su efecto y medidas, con cálculos numéricos
de las dimensiones, jugando siempre entre las dos posibilidades: “Ni pena ni
miedo” y “No tememos”. Están entre los materiales también los dibujos prepa-
José Carlos Rovira y Eva Valero Juan 271
rados para Sonora, los mismos que los de Atacama, aunque la cara está trazada
sobre sucesivos cuadrados que en el esbozo de Arizona (DSCN5814) aparecen
solos sin el rostro, con el texto en inglés, y con una inscripción superior de difícil
lectura, que dice “Signos emergencia Hopi”, mientras en la parte inferior un texto
nos da cuenta de la altura desde la cual debe ser vista la imagen y de los aviones
comerciales y su vuelo a esa altura:
Se trata de dos laberintos tallados en roca, uno al sur de Oraibi (el cuadrado)
y el otro al sur de Shipaulovi. Combinados aparecen en una madera con función
religiosa en un altar de Walpi. El símbolo, sigue diciendo Waters, “se conoce
comúnmente como Tápu’at (Madre y Niño). La plaza representa el renacimiento
espiritual de un mundo que sucede a otro, como se simboliza por la propia emer-
gencia” (p. 23).
Zurita ha dejado patente en el interior de su esbozo la marca representada
por Waters de la emergencia, difuminada en el fondo del dibujo, pero podemos
destacarla:
Y nos ha dado, por tanto, una clave sobre la que insistimos: una reflexión a
partir del libro de Waters, y probablemente desde otros más, le ha llevado a un
José Carlos Rovira y Eva Valero Juan 273
La reelaboración actual de La vida nueva por parte del poeta nos obliga a una pru-
dencia absoluta en el uso del material textual que quedó inédito. Ya hemos seña-
lado la circunstancia de estar escribiendo este trabajo al mismo tiempo en el que
Zurita transforma los conjuntos de escritura previos a su edición, los reordena, los
asume de nuevo en una creación que se realiza treinta años después a su origen.
Sí tiene sentido plantear a través de algunos de ellos los procedimientos de
escritura que utilizó, las indicaciones que el texto nos ofrece sobre la creación de
la obra a partir de 1985. Estamos convencidos de que hay poemas valiosos en el
conjunto textual que quedaron fuera también del primer proyecto editorial. Un
ejemplo será suficiente como inicio: en el conjunto titulado por el propio poeta
La vida nueva. Parte primera, aparece sin título el siguiente poema manuscrito
(DSCN4437, en AS):
Verso final en el que los dos puntos abren un poema de amor, el siguiente,
titulado “Como la escarcha”,40 en el que recupera los cuatro versos finales del
poema inédito y dos veces el verso “Así se hiela mi corazón”:
Como la escarcha
“Queridas todas las aguas”, que no es vuelto a recuperar como texto pero sí
como sentido en la edición (LVN), nos introduce en un franciscanismo de la ma-
teria abundante en la obra: “queridos ríos, queridos árboles, queridas montañas,
queridos vientos, queridos cielos”, más frecuente que el amor también declarado a
las personas: “querida gente”.41 Pero a lo largo de la obra encontraremos también
la extensión del amor a los torrentes, cordilleras, glaciares, valles, lagos, desier-
tos…hasta una entrada esencial a la serie poética final:42 “Y QUERIDAS TODAS LAS
COSAS, CURSOS GENERALES DE LAS AGUAS, NUBES, ROMPIENTES, ROSTROS, PAISAJES
DE LA TIERRA, CIELO Y CIUDADES”.
La frase “Álvaro Ibáñez ve su nueva cara sobre el cielo” tampoco es recupe-
rada, aunque entendemos que aparece en el dibujo y es parte del sentido de las
caras celestes que ya hemos comentado. Casi ninguno de los fragmentos citados
es rescatado, pero el dibujo que está a la izquierda de la cara intenta representar
la entrada de los ríos en el cielo –“Los ríos del cielo”/ “Los ríos entran en el cielo”
(que sí se recupera) / “El Baker sobre el cielo”– cuyo sentido, más que a lo largo
de una larga cita de fragmentos indicativos de la obra, podemos resumir por una
entrevista de Zurita en la que le daba su compleja dimensión a esta inmersión
celeste:
Estos ríos aparecen como el trasfondo y los testigos de esta historia. Después,
hablando con mi amigo Leonel Lienlaf, me contó algo que curiosamente yo pre-
sentía: me di cuenta de que esta visión de los ríos del cielo es algo que participa
de la cosmovisión mapuche. El me habló del huilcaleufu, “el mar de arriba”,
“las aguas de arriba”. El Huilcaleufu es el río de las pintas blancas, la vía láctea.
Esto me impresionó mucho, porque fue como constatar que cuando uno bucea
en sí mismo, sin haberse documentado necesariamente, encuentra esas grandes
imágenes que estaban sepultadas pero que nos han acompañado siempre.43
La imagen de las caras celestes está fundida a la de los ríos que entran en el
cielo. Y otra vez Zurita ve el esbozo como imagen, hace un apunte sobre ella y
crea un fragmento que tiene densidad y reflexión teórica entre el mundo ma-
puche que ha descubierto y la propia intuición originaria. Ver los versos es un
planteamiento esencial del mundo poético que estaba construyendo.
Con LVN inauguró Zurita un procedimiento de escritura que llega hasta los úl-
timos años, hasta el último libro de 2011. Aunque el autor haya sugerido una
perspectiva única de concepción de la obra, ésta está marcada por un proceso de
escritura múltiple que tiene varios títulos previos, desgajados quizá, como afirma,
del principal, pero autónomos en su presencia editorial previa y también, como
hemos visto, en su escritura.
Hay varias cuestiones planteadas que pueden llevarnos a una (im)probable
conclusión: el autor ha afirmado siempre que su escritura está basada en la con-
cepción previa de un libro, que no hace poemarios acumulando poemas sueltos,
sino que concibe el libro como una totalidad. Pero LVN es la conjunción de dos
obras previas, CASAD y ADC, en las que se encuentran ya indicios del diseño de
CRA, como hemos podido comprobar. En esa conjunción aparecen también otros
procesos de escritura.
El autor nos ha afirmado también en este tiempo, como ya hemos recordado,
que “nunca he vuelto a publicar un libro que sea idéntico a como estaba, no hay
de todas las ediciones de Canto a su amor desaparecido dos que sean idénticas
ni dos reediciones de El amor de Chile iguales” (correo del 1 de septiembre de
2013), lo que, al margen de la evidencia, se convertía en una cuestión a plantear-
le: la confección de la Obra, con mayúscula que exigiría Juan Ramón Jiménez,
se concilia con la variación persistente de la Obra y, además, en el caso que nos
ocupa, con que varias escrituras previas cerradas y posteriormente variadas cons-
truyesen la Obra; o que, por el contrario, la Obra se distribuyese previamente en
otros libros.
Es rotunda la afirmación que Zurita le hizo a Chiara Bolognese a propósito de
su último libro, Zurita, y la sucesión de apariciones previas de partes del mismo
(Las ciudades de agua, Sueños para Kurosawa, Cuadernos de guerra…):
45. C. Bolognese, “Roberto Bolaño y Raúl Zurita: referencias cruzadas”, Anales de Literatura Chi-
lena, n° 14, diciembre de 2010, p. 259.