Capítulo 1: Cuando Internet Desaparezca

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Vazhnov, A. (2015). Cuando Internet desaparezca.

En La red de todo:internet de las


cosas y el futuro de la economía conectada (pp.5 - 11) (70p.). [s.l.] : [s.e.]. (C74107)

capítulo 1

Cuando Internet Desaparezca

“Las tecnologías más importantes son las que desaparecen”. 


Mark Weiser, 1991

“Diría simplemente que Internet va a desaparecer”. 

 E ric Schmidt, 2015


El índice de Promedio Industrial Dow Jones, también conocido
como el Dow Jones o simplemente el Dow, es uno de los índices de
bolsa más antiguos en el mundo. Durante más de un siglo, ha
estado midiendo el rendimiento de las acciones de las 30
empresas más grandes de EEUU y, gracias a su larga historia, es,
tal vez, el índice de mercado más famoso. En la actualidad, en
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tal vez, el índice de mercado más famoso. En la actualidad, en
el Dow Jones permanece solamente una empresa que también estaba
en 1896, cuando el índice se publicó por primera vez. Es la
única empresa que logró mantenerse entre las líderes mundiales
durante más de 100 años, adaptándose a todas las dramáticas
revoluciones tecnológicas que nos trajo el siglo XX mientras que
la mayoría de sus competidores no sólo no están más en el Dow
Jones sino que dejaron de existir hace décadas.

Esta empresa es General Electric. Originalmente fue fundada


por Thomas Edison en 1892 como una empresa de lámparas
eléctricas y hoy vuelve a encontrarse en medio de una
transformación histórica. GE está apostando su futuro a una
tendencia tecnológica que la empresa llama la Internet
Industrial, la idea de que con la miniaturización y la caída de
precios de los componentes electrónicos, ahora podemos agregar
comportamientos inteligentes y conexión a Internet a todas las
máquinas industriales, desde turbinas eólicas hasta camiones y
trenes.

Este mismo fenómeno también es el motor subyacente tras los


términos como ciudades inteligentes, internet de las cosas, los
wearables, la red de todo y muchas otras tendencias digitales
que están cambiando nuestra vida. En el fondo, todas estas
corrientes de cambio comparten el mismo origen  :   los precios de
la computación y la conectividad están bajando tanto que ahora
podemos agregar comportamientos inteligentes y conexiones
inalámbricas a todas las cosas que nos rodean: a los autos, a
los relojes, a los teléfonos, a los robots voladores que
conocemos como drones. Y cuando agregamos sensores, una CPU y
una conexión inalámbrica a un nuevo objeto, este objeto, de
repente, existe no sólo en el mundo físico sino que también
tiene un avatar en la red. Las cosas que nos rodean, desde las
maquinas industriales hasta los autos y relojes, ya no son
simplemente productos sino que se convierten en un nuevo punto
de conexión entre el mundo físico y el mundo digital. Todo se
vuelve hardware y la increíble flexibilidad del software ya no
se aplica sólo para las computadoras sino para todas las cosas
que hay a nuestro alrededor.
Es un cambio en la naturaleza de los productos cuya magnitud
es difícil de comprender por completo y las empresas de
tecnología están compitiendo entre sí con pronósticos que, a
veces, parecen exagerados. Ericsson promete 50 mil millones de
dispositivos conectados a la red en el año 2020, más de 7 por
cada persona del mundo; General Electric predice que Internet
Industrial añadirá 15 trillones de dólares al PBI mundial en los
próximos 20 años, un importe similar al actual PBI total de
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próximos 20 años, un importe similar al actual PBI total de
EEUU; John Chambers, el CEO de Cisco Systems dijo recientemente
que la Red del Todo es una oportunidad de más de 19 trillones de
dólares para las empresas de tecnología.
Si bien estas empresas tienen incentivos propios para su
optimismo y las predicciones de tendencias nunca son ciertas, es
fácil ver las razones para su entusiasmo. Estamos viendo una
gran convergencia entre el mundo informático y el mundo
industrial, una fusión de las dos grandes revoluciones donde
casi cada máquina, cada auto, cada reloj y cada electrodoméstico
puede beneficiarse de las habilidades inteligentes para darnos
productos más conectados, maquinas más confiables y una manera
mucho más eficiente de usar los recursos de nuestro planeta. La
próxima década ofrecerá oportunidades increíbles a los
empresarios y emprendedores a medida que los enormes sectores de
la logística, el transporte, la agricultura y manufactura
empiecen a transformar su base industrial, agregando
comportamientos inteligentes y conectados a todos sus sistemas y
procesos productivos. Como veremos más adelante, esta
convergencia también potencia el desarrollo de la economía
compartida y puede llegar a cambiar incluso nuestro concepto de
propiedad y lo que valoramos en términos de estatus social.
Muchos críticos dicen que estas predicciones no son realistas
y, en parte, no son más que “humo” vendido por las empresas.
Además, los desafíos técnicos asociados con Internet de las
Cosas son enormes. Sin embargo, la popularidad de servicios como
Uber y Tinder y el potencial de los dispositivos conectados como
el reloj de Apple para revolucionar los ámbitos de salud y el
cuidado de las personas mayores, nos dan un presagio de los
profundos impactos sobre la economía, la cultura y nuestra
relación con la tecnología que pueden resultar de la
disponibilidad de sensores conectados e indican que el momento
bisagra está llegando.

¿Por qué, por ejemplo, Uber y Tinder aparecieron en la


segunda década del nuevo siglo y no en 2005 o 1995? El mundo
estaba lleno de gente que buscaba taxis o pareja en aquel
entonces al igual que hoy; así que si no existían, seguramente
no es por falta de demanda. En ambos casos, la pregunta tiene la
misma respuesta: la dramática caída de los precios de los chips
de la geo localización y la disponibilidad casi universal de la
conexión inalámbrica a Internet que no llegó hasta hace unos
años.

Uber y otras aplicaciones parecidas funcionan gracias al chip


de GPS, un componente que se comunica con un conjunto de
satélites en órbita alrededor del planeta. Estos satélites usan

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satélites en órbita alrededor del planeta. Estos satélites usan
el método de triangulación para ubicar el chip que pueda indicar
la ubicación del pasajero, auto o pareja potencial. Los chips
GPS costaban varios miles de dólares en los años 80s, bajaron de
precio hasta 500 USD en 1997, mientras que hoy cuestan tan solo
2–3 USD. Ahora cada auto y cada teléfono puede tener un GPS sin
que aumente mucho su precio, algo que hace tan solo 10–15 años
no era posible.
Lo mismo pasa con todo tipo de componentes electrónicos. Un
chip de 2.000 transistores que costaba 1000 USD en 1970, en 1990
bajó a 1 USD y hoy en día cuesta menos de 2 centavos. En un solo
fin de semana largo en 2014, Apple vendió más poder
computacional en sus teléfonos que el equivalente al poder
computacional del mundo entero en 1995.

¿Qué puede ser más aburrido que hablar de los precios


históricos de CPUs y chips de GPS? ¿A quién le importa? La
verdad es que nos importa a todos. Cuando una CPU, un chip de
GPS, una cámara de fotos, un módem de conexión inalámbrica
cuesten menos que un café, la manera en la que percibimos la red
y nuestras computadoras va a cambiar. Empezarán a desaparecer.
En una conferencia reciente, al presidente de Google Eric
Schmidt le preguntaron sobre el futuro de Internet. Schmidt
contestó:

“Diría, simplemente, que Internet va a desaparecer. Va a


haber tantas direcciones IP, tantos dispositivos, cosas que
tienes puestas encima, cosas con las cuales estás interactuando
que ya ni siquiera vas a sentirla. La red, simplemente, será
parte de tu presencia todo el tiempo. Imagínate que entras a una
habitación… y estás interactuando con todas las cosas que están
ahí.”
Schmidt se refiere a un futuro quizás no tan lejano, cuando
todas las cosas de su casa desde el termostato hasta las luces y
las cortinas estén conectadas a la red, permitiéndole
controlarlos desde su teléfono móvil o simplemente con la voz o
con gestos. Los analistas tecnológicos están divididos sobre con
qué velocidad toda esta tecnología va a llegar a nuestros
hogares, pero nuestra relación con Internet ya está cambiando de
la manera que dice Schmidt. Cuando aprieta un botón en la app de
Uber para llamar a un taxi, ya no está pensando, “Voy a usar la
web en mi computadora o smartphone para pedir un taxi.” Cuando
aprieta ese botón, las palabras “Internet” y “web” ya no pasan
por su mente. Es un ejemplo temprano donde Internet ya ha
desaparecido. Quedó un botón mágico que le pide un taxi a donde
esté.

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La Computación Ubicua
Este concepto de Internet y computadoras invisibles no es
reciente. En el año 1988, Mark Weiser, de laboratorios PARC,
originó el término “computación ubicua” (ubiquitos computing).
Weiser imaginaba computadoras y sensores integrados
invisiblemente en todo nuestro alrededor ayudándonos en nuestra
vida cotidiana. Las lámparas que automáticamente se ajustan a la
luz ambiental para dar la iluminación necesaria, los
despertadores que preparan café recién hecho antes de
despertarlo, las ventanas que sutilmente le dicen el pronóstico
que se puede ver desde un rincón de su mirada, los pines que lo
identifican a la habitación y ajustan la temperatura y el
volumen de la música a su gusto. Y no sólo imaginaba, muchos de
estos inventos que todavía nos resultan futuristas en 2015
tenían prototipos experimentales en su laboratorio a finales de
los años 80s. Acerca de la visión de la tecnología que estaba
tratando de construir, dijo lo siguiente en su artículo “La
Computadora del Siglo 21”:

“Las tecnologías más importantes son las que desaparecen. Son


las que se entrelazan con el tejido de nuestra vida cotidiana
hasta que ya no son distinguibles de ella.”

¿Cómo podemos lograr todo esto? Muy simple. Poner centenares


de pequeñas computadoras y sensores conectados a la red en
absolutamente todo: interruptores, ventanas, heladeras,
televisores, termostatos, zapatos, ropa. En la época de Weiser
esto parecía una locura y, aún hoy, parece algo extravagante.
Sin embargo, las transformaciones parecidas ya han sucedido en
nuestras vidas. Tenemos varias tecnologías invisibles, un buen
ejemplo es la electricidad.
Cuando los primeros motores eléctricos se empezaron a usar en
el siglo XIX, reemplazaron los motores a vapor que impulsaban
las maquinas industriales en las fábricas. Un motor eléctrico
enorme estaba conectado a un sistema de cintas y engranajes que
distribuían la fuerza a donde fuera necesario y daban movimiento
a docenas de máquinas distintas.

Hoy en día, los motores eléctricos se volvieron tan baratos,


son tan pequeños y eficientes que ninguno de nosotros ni
siquiera puede contar cuántos tiene en su vida. Hay uno en la
aspiradora, otro en el secador de pelo, los motorcitos que
mueven las batidoras y licuadoras y los que giran el plato que
ponemos en microondas… Además, cualquier auto promedio tiene más
de 20 motores   —  e l que arranca el auto, él que limpia el
parabrisas, él que sube y baja las ventanillas, varios motores

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parabrisas, él que sube y baja las ventanillas, varios motores

en el acondicionador de aire y muchos más. Los motores


eléctricos se entrelazaron tanto en nuestras vidas que ya hace
años desaparecieron por completo. Nadie piensa, “Voy a activar
un motor para subir la ventanilla o para secarme el pelo”,
simplemente sube la ventanilla o se seca el pelo. Weiser decía
que es inevitable que termine pasando lo mismo las computadoras,
que algún día las computadoras iban a desaparecer de nuestras
vidas dejándonos con un mundo donde todas las cosas a nuestro
alrededor sean inteligentes y conectadas.

¿Qué es Internet de las Cosas?


Pasó un cuarto de siglo desde que Weiser publicó su visión y
aquel algún día está llegando hoy. En 2015, los productos
estrella del show más importante de electrodomésticos, el
Consumer Electronics Show en Las Vegas, fueron productos
inteligentes conectados a la red. Había una maceta inteligente
que sabe exactamente lo que necesitan sus plantas con sensores
para medir la humedad y la temperatura del suelo y que es
controlable desde el teléfono móvil. Había una batería para las
alarmas de incendio que siente cuando se está agotando y manda
un mensaje para avisarlo. Un productor Japonés presentó un
anillo que permite controlar las cosas inteligentes de su casa a
través de gestos con la mano. Casi cada electrodoméstico del
show, desde los clásicos, como los televisores, hasta los
futuristas, como el anillo, contenían pequeñas computadoras
conectadas a la red.

Si bien la visión de las cosas inteligentes está avanzando


rápido, el nombre de Computación Ubicua que usaba Mark Weiser
quedó en el milenio anterior. En 1999, Kevin Ashton, que en
aquel entonces trabajaba en Procter & Gamble como gerente de
marketing usó el término Internet of Things (Internet de las
Cosas) para explicar aquel concepto todavía novedoso y complejo
a los ejecutivos de la empresa. Su idea era poner un microchip
capaz de comunicarse por radio en todos los lápices labiales que
vendía P&G. De esta manera, explicaba Ashton, cada lápiz podría
decir exactamente dónde está inalámbricamente y así Procter &
Gamble podría controlar los movimientos de su inventario de una
manera mucho más fácil y precisa. El término resultó mucho más
pegajoso ya que inmediatamente daba imagen mental de las cosas
conectándose a Internet sin la intervención humana y es el
nombre más usado hoy en día. Sin embargo, antes de despedirnos
para siempre del término Computación Ubicua, este concepto tiene
un par de lecciones importantes para mostrarnos de qué trata
Internet de las Cosas.

Como explica el profesor de estrategia de Harvard Michael


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Como explica el profesor de estrategia de Harvard Michael
Porter, el término Internet de las Cosas a veces nos da un
modelo mental equivocado:

“La diferencia fundamental que brindan los productos


conectados e inteligentes no es internet sino el cambio en la
naturaleza de las “cosas”. Son las nuevas habilidades de los
objetos y los datos que ellos generan que son los factores
principales de la nueva era.”
De hecho, la mayoría de las “cosas” inteligentes de Internet
de las Cosas nunca se conectan directamente a Internet sino que
se conectan mediante protocolos locales como Bluetooth, NFC y
RFID a su teléfono móvil, a un router de una casa inteligente
(smart home), al sistema de pago, o a un sistema de control
industrial que lee los datos de los sensores integrados en una
turbina. Muchas veces estas conexiones y datos se quedan dentro
de las redes internas de las empresas u hogares.
Además, centrándonos demasiado en la parte de “Internet” de
la definición, podemos perder de vista las tecnologías
transformadoras como drones cuadricópteros o autos autónomos.
Es algo que no encaja en el concepto del IoT si lo pensamos de
la manera literal que sugieren sus siglas, pero es una
manifestación de las mismas fuerzas de sensores, procesamiento y
conectividad barata. Por ejemplo, los primeros cuadricópteros se
crearon en los años 1920 pero resultaron imposiblemente
difíciles de manejar para un piloto humano. La razón por la que
esta tecnología está creciendo ahora es porque hoy podemos
controlar sus cuatro motores de una manera automática y precisa,
usando procesadores y sensores baratos en cada drone para darle
estabilidad de vuelo. Y, por supuesto, los drones se vuelven
mucho más útiles cuando, con la conectividad barata, los podemos
controlar de forma remota desde nuestros smartphones usando
protocolos estándares como el Bluetooth.
En este sentido, es muy útil tener presente que, cuando
hablamos de Internet de las Cosas, muchas veces en realidad
estamos hablando de Computación Ubicua, de poder agregar las
habilidades que antes sólo tenían las computadoras a todas las
cosas que nos rodean. Y no sólo en casa, sino también en las
plantas industriales, en los edificios, en las calles y en
agricultura. En el Internet de las Cosas, las “cosas” no son
siempre cosas y se conectan a redes que no son siempre Internet.
Mejor pensar el nombre IoT como metáfora de que nuestros objetos
se vuelven inteligentes, aprenden a sentir el mundo alrededor de
ellos y adquieren la capacidad de comunicarse entre sí, con
otros sistemas en Internet y con nosotros.

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