Shayla Black - Forbidden Confessions 02 - Seducing The Bride

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Sinopsis _________________________________________________________ 4
Prólogo _________________________________________________________ 5
1 _____________________________________________________________ 14
2 _____________________________________________________________ 24
3 _____________________________________________________________ 42
4 _____________________________________________________________ 68
Próximo libro ___________________________________________________ 70
Sobre la autora __________________________________________________ 71
Créditos ________________________________________________________ 72
¿Qué tan lejos iré para reclamarla?
Soy Hayden.
Soy lo bastante mayor como para haber aprendido.
Puedo tener a cualquier mujer que desee, excepto a Perrie Atkins.
Ella es demasiado joven. Fuera de los límites. Inocente. Prohibida.
Es la hija de mi mejor amigo.
Una vez, estuvo enamorada de mí. Ahora, es una mujer adulta y está
comprometida a otro hombre. Aun así, no puedo dejarla ir. Pero, ¿cuántos puentes
estoy dispuesto a quemar con tal de convencerla de que es mía?
Quizás si le digo que estoy enamorado de ella, me elegirá.
Por otra parte, Perrie me ha sorprendido por años, y ahora no es diferente…

Forbidden Confessions #2
Hayden
Me voy a ir al infierno.
Eso no es noticia; lo he sabido desde hace un tiempo. Pero mientras
fantaseo, no por primera vez, con la hija apenas legal de mi amigo y socio
comercial, no tengo dudas de que el purgatorio tiene un trono grabado
esperándome.
—¡Vamos, tortuga! —Perrie Atkins agarra mi mano y voltea su mirada en
mi dirección, su cabello oscuro y húmedo pegado a su piel pálida y muy suave.
Se ríe mientras me arrastra de regreso al océano simulado para esperar otra
ola, sus hoyuelos brillan con una emoción de mejillas sonrosadas. No puedo dejar
de notar que la parte de abajo de su biquini rosa, que está sostenida por pequeños
lazos, revela más de su trasero de lo que oculta.
—¿De nuevo? —finjo quejarme.
En secreto, me encanta pasar tiempo con ella.
Hace ocho años, cuando acababa de salir de la universidad y acababa de
comprar la mitad de un exitoso negocio de construcción, no tanto. Pero en ese
momento, mi socio, Dan, era un padre recién soltero. El negocio estaba en auge,
los proyectos estaban en un punto crítico… y yo estaba verde. Así que hice mucho
trabajo de niñera. Después de ver películas de angustia adolescente, hornear
galletas, enseñarle preálgebra a Perrie, abrazarla mientras lloraba por su primer
enamoramiento y llevarla mucho a este parque acuático, llegué a conocerla. Y me
encontré disfrutando de la niña ingeniosa e intrépida.
Luego… llegó la pubertad. Las cosas cambiaron. Estaba bien al principio.
Perrie seguía siendo linda, hablaba desde animé que me confundía hasta música
K-pop. Me encantaba bromear con ella sobre sus “canciones favoritas”. ¿Cómo
podía saber qué canción le gustaba más cuando eran cantadas en coreano? Se hizo
un corte pixie antes de cumplir los dieciséis y lloró después. Pero logré sacarle una
sonrisa cuando la llamé mi Tinkerbelle morena.
Luego, decidió convertirse en animadora en su último año. Con su
decimoctavo cumpleaños a la vuelta de la esquina y las faldas repentinamente
diminutas, no podía negar que en algún momento de los últimos años de s’mores1,
juegos de arcade y malas películas de terror B, ella había crecido.
No me sentía como un “tío” orgulloso en absoluto. Me sentía como un
pervertido por reconocer que Perrie era totalmente follable. Peor aún, me moría
por ser el hombre que demostrara cuán cierto era eso. Mi fijación solo parece más
real porque no he tenido sexo en casi un año. Ella es la única mujer que deseo.
Sí, voy al infierno.
—¿Qué pasa? ¿Estás envejeciendo? —se burla—. ¿Debería inscribirte en
2
AARP ?
Tengo treinta años, ni cerca de la edad de jubilación. Para ella,
probablemente parezco anciano. Eso es absolutamente deprimente.
—¿Que sabes? Apenas tienes la edad suficiente para limpiarte el culo.
—¡Ja! La edad solo es un número. Además… —Cruza sus brazos sobre su
pecho—. Soy mejor y más inteligente que tú.
No me atrevo a mirar sus pezones duros asomando por la parte de arriba de
su biquini. Bueno, no otra vez.
—¿Así que lo eres?
Hemos jugamos mucho a este juego también. Es adorablemente competitiva
en todo: videojuegos, deportes, trivia, crucigramas, registros de manejo, listas de
lectura, y eso me encanta de ella. Me mantiene alerta, me alienta y me hace
esforzarme por ser mejor.
Ya me siento culpable por esta antorcha abrasadora que llevo por ella. Pero
es peor este verano porque se ha vuelto absolutamente evidente que no solo quiero
quitarle la ropa y quitarle su virginidad aún intacta.
Estoy enamorado de ella.
Dan me crucificaría si tuviera alguna idea de lo que estaba pensando sobre
su niña. Y no lo culparía.
Absolutamente, positivamente no puedo cruzar la línea con Perrie. Además
del riesgo de hacer estallar el negocio que comparto con el hombre al que considero

1
S’mores: dulce típico que se come durante las fogatas que consiste en galletas de chocolate Graham,
rellenas con malvaviscos y derretidas al fuego de la fogata.
2
AARP: organización estadounidense sin ánimo de lucro independiente, que atiende las necesidades e
intereses de las personas mayores de 50 años.
un hermano mayor, está la chica misma. Tiene un futuro grande y brillante por
delante, comenzando con una universidad de la Ivy League en el este, con una beca
completa. Sí, es así de inteligente. Necesita irse de Phoenix, ver el mundo, conocer
gente, experimentar la vida. Y necesita hacer eso sin mí.
Mi cabeza lo sabe. Mi polla odia esa idea.
Incluso si Dan no me enterrara vivo en cemento de secado rápido por tocar
a su hija, dudo que Perrie piense en mí de esa manera. Claro, la he pillado mirando
una o dos veces. La curiosidad por el sexo opuesto es normal y, como es hija única,
pasa su tiempo con adultos, principalmente conmigo. Ella es madura más allá de
su edad y definitivamente odiaba los juegos que jugaban los chicos de secundaria.
Pero es humana; tiene hormonas Demonios, me asomé a su habitación la semana
pasada, pensando que estaba en la cama con dolor de cabeza… pero juro que la
atrapé masturbándose. Verla jadear, sonrojarse y estremecerse bajo sus sábanas ha
atormentado mi deseo sexual desde entonces.
Sigo diciéndome que todo esto es irrelevante. Se va para comenzar su
increíble nueva vida mañana por la mañana, y nuestra salida a este parque acuático
que hemos visitado juntos muchas veces es la última. Pero la parte subversiva de
mi cerebro sigue insistiendo en que todavía tengo toda una noche para encontrar
una forma creativa, preferiblemente sin ropa, de hacerle cambiar de opinión.
Dios, soy un idiota.
—Cuando entramos, vi que todavía tenían esa máquina Tempest en la sala
de juegos —comentó con una sonrisa desafiante—. Apuesto a que puedo vencerte
de nuevo.
—Eso deseas. Esta vez será diferente.
Levanta ese oscuro arco de ceja hacia mí.
—¿Porque has estado practicando?
—Porque estoy decidido —mentí.
De hecho, estoy aliviado de que haya encontrado algo más para que
hagamos en público. Mientras no estemos solos, no puedo ser demasiado
imprudente al poner mis manos sobre ella.
—¡Aquí viene! —Su sonrisa se ilumina cuando la ola hecha por el hombre
brota del borde de la piscina y se hincha a través del agua antes de estrellarse sobre
nosotros.
La fuerza del agua me arroja y amenaza con arrastrarla hacia abajo.
Farfullando y jadeando, se arroja contra mí, envolviendo sus brazos alrededor de
mis hombros y sus piernas alrededor de mi cintura. Es pequeña, pero sus curvas se
sienten jodidamente seductoras y exuberantes.
Nuestros ojos se encuentran. Sus labios se separan. Parpadea, las gotas de
agua se adhieren a sus largas pestañas negras. Está a escasos centímetros de
distancia. Todo lo que tengo que hacer para besarla es agarrar un puñado de su
exuberante cabello castaño, acercarla a mí y aplastar sus labios contra los míos.
¿Podría convencerla de meterse en mi cama y dejar su virginidad?
Aparte de mi conciencia, cada parte de mí saluda esa idea, especialmente el
apéndice demasiado ansioso entre mis piernas. Pero si dejo que se acerque a mi
polla, se dará cuenta de lo mucho que la deseo.
Para evitar esa crisis, le hago cosquillas en las costillas y obtengo el chillido
esperado a cambio antes de dejarla a un lado con cuidado.
Ella me envía un pequeño puchero.
—¿Ya me estás alejando? Pronto te librarás de mí.
Eso ablanda mi corazón… si no el resto de mi cuerpo.
—Nunca quiero deshacerme de ti, princesa.
—Aún no parece real que me vaya. Hice todo el papeleo y empaqué todo,
obtuve mi boleto de avión… —Frunce el ceño—. Dime que estoy tomando la
decisión correcta.
—Es una gran escuela. Te va a encantar allí y te sucederán cosas increíbles.
—Eso es lo que me digo a mí mismo—. Aprenderás cosas nuevas, ganarás
independencia… —Conocerás chicos. Tendrás sexo.
Intento no pensar en eso. Claro, sería mejor para ella si encontrara algún
tipo afortunado que la hiciera feliz. Pero ella ni siquiera lo conoce todavía, y ya
quiero golpearlo.
—Eso es lo que dice papá.
—¿Qué opinas?
Suspira.
—Todo sonó genial… antes de que faltaran horas para irme.
—Estás nerviosa, y es totalmente comprensible. Dale por lo menos un
semestre. Luego, si lo odias, habla con tu papá. Dan lo entenderá, y pueden idear
un plan.
—¿No puedo llamarte en su lugar? Sabes que no es bueno para darme
consejos.
No puedo discutir con ella allí. Dan es un gran tipo, aparentemente mal
equipado para manejar a una hija adolescente por su cuenta.
—Siempre puedes llamarme —le digo—. Pero una vez que llegues allí y te
establezcas, no vas a querer hacerlo.
—Por supuesto que lo haré. Te extrañaré.
Su susurro esparce chispas a través de mi sangre. Parece que está diciendo
mucho con esas dos palabras. Esa debe ser mi ilusión.
—También te extrañaré, princesa.
Después de otras horas bajo el sofocante sol de verano y un maratón de
Tempest en la sala de juegos, guío a una Perrie exhausta a través del oscuro
estacionamiento.
Cuando enciendo mi camioneta, ella me sonríe, sosteniendo una de las
fichas de la sala de juegos.
—¡Sobra una!
—Guárdala para la próxima vez que estemos juntos. Entonces, jugaremos
de nuevo, ¿de acuerdo?
—Seguro.
—¿Lo prometes?
—Lo prometo. Sabes que nunca las rompo.
No las rompe. Siempre puedo contar con Perrie.
Su pequeña sonrisa se vuelve melancólica.
—Hoy estuvo fantástico. Gracias por todo.
—Siempre es un placer. ¿Helado? —ofrezco simplemente para prolongar
nuestros últimos minutos juntos. Si me dejara comerlo de su cuerpo, lo amaría aún
más.
Por primera vez, rechaza su postre favorito.
—¿Te importaría llevarme a casa? Yo… necesito hablar contigo sobre algo.
—Claro.
Me devano los sesos para averiguar qué le preocupa y por qué no me lo ha
dicho ya. No ayuda que esté inusualmente silenciosa o que cuanto más nos
acercamos a su casa, más pensativa se vuelve.
Cuando me detengo en el camino de entrada y estaciono la camioneta, me
vuelvo hacia ella con el ceño fruncido.
—¿Perrie?
Ella mira hacia la casa. Todas las ventanas están oscuras. Dan todavía no
está en casa. Ya que es un adicto al trabajo, no es ninguna sorpresa.
—¿Puedes entrar? Puede que necesite ayuda para bajar mis maletas por las
escaleras.
—No hay problema.
Salto de mi vehículo y la acompaño a través de la puerta principal. Dentro
de la casa, muchas de las cosas de Perrie ya están desaparecidas, como su
omnipresente altavoz Bluetooth, las llaves de su auto, la botella aleatoria de
esmalte de uñas… De alguna manera, el lugar ya parece más vacío y ella ni siquiera
se ha ido.
Su partida va a ser dura.
Respiro hondo mientras la sigo escaleras arriba, agradecido de que se haya
puesto pantalones cortos. Son tan pequeños que la curva de su trasero sobresale
por debajo del dobladillo, pero cubren más que la parte inferior de su bikini. Tengo
que estar agradecido por los pequeños favores.
Dentro de su habitación, veo dos maletas grandes cerca de la puerta y las
alcanzo.
—¿Ambas?
—Sí. Espera. —Envuelve una mano tentativa alrededor de mi brazo,
luciendo francamente nerviosa.
—¿Estás bien?
Se muerde el labio de nuevo, aparentemente vacilante y agitada.
—Te gusto, ¿verdad?
¿Como una persona? ¿O como mujer?
—Claro. Hemos sido amigos durante años —digo con cuidado.
Suspira.
—¿Qué pasa si no quiero que seamos amigos?
Mi corazón vacila.
—No entiendo.
Pero creo que sí entiendo.
—No tengo sentido. —Levanta la barbilla y me fija con una mirada sin
pestañear—. Hayden, estoy enamorada de ti. Siempre lo he estado. Quiero que
pases esta noche conmigo. Por favor.
Perrie Atkins me acaba de hacer una proposición. Santa mierda.
Trago pesado, enmudecido. Mi boca cuelga abierta. Mi corazón se acelera.
Mi polla… bueno, es predecible.
Antes de que pueda decir una palabra, se lanza contra mí, enrolla sus brazos
alrededor de mi cuello e inclina sus labios sobre los míos.
Todos los pensamientos se congelan bajo una avalancha de oh, diablos, sí.
Su beso es completamente inexperto, pero estoy muy excitado porque
finalmente estoy sintiendo a Perrie.
Mi cerebro grita que necesito alejarla… pero el resto de mí tiene un esquema
totalmente diferente. Es una irresponsabilidad y me llevará directamente al Hades,
pero voto a favor del pecado.
Con un gemido, agarro su trasero con mis manos, luego giro para empujarla
contra la pared, sumergiéndome en su boca y devorándola como si estuviera
hambriento porque lo estoy.
Su pequeño gemido mientras envuelve sus piernas alrededor de mis caderas
va directamente a mi polla. Se aferra a mí con todo su cuerpo, separando más sus
labios para acomodar la puñalada insistente de mi lengua y derramando más de su
dulce sabor para que lo consuma.
Mientras la inhalo imprudentemente, empujo a un lado cada pensamiento
excepto este momento.
Un millón de imágenes de nosotros juntos en su cama, yo clavándome en
su carne virgen y poniéndome en celo encima de ella sin ropa ni nada tan práctico
como un condón entre nosotros, bombardean mi cerebro. Mi paciencia se enciende
en llamas. Después de un beso, estoy más excitado que nunca en mi vida.
Maldición, tengo que parar. Ahora. Si no lo hago, no podré. Entonces, cada
sucia fantasía que flota en mi cerebro se hará realidad.
Y todos los grandes planes de Perrie para el futuro se detendrán. Su vida
habrá terminado.
No puedo ser responsable de eso.
Con una respiración entrecortada, la empujo lejos de mí.
—No.
Todavía jadeando, me envía una mirada suplicante. Las lágrimas nadan en
sus grandes ojos verdes. Sus labios se ven tan malditamente rojos y exuberantes
por nuestro rudo beso, que es todo lo que puedo hacer para no agarrarla de nuevo.
—Hayden…
En algún lugar, encuentro la voluntad de poner más distancia entre nosotros.
—Dije que no, Perrie. No pasaré la noche contigo. No te veo de esa manera.
—Mentiras. —Ella mira hacia abajo a la longitud dura debajo de la bragueta
de mis pantalones cortos—. Mientes.
No importa lo que diga mi boca, mi polla me delata.
—Quiero una mujer. Eres solo una niña.
—¿No soy lo suficientemente adulta porque soy virgen? —Ella parece
herida.
—La experiencia sexual no tiene nada que ver con eso. —Lo último que
quiero hacer es animarla a encontrar al primer imbécil duro para quitarle su
inocencia—. Pero nunca has pagado una factura o pasado una noche bajo un techo
que hayas tenido que ganar. Demonios, el mes pasado, todavía estabas
desahogándote sobre la escuela secundaria. —Dado que ha estado a cargo de la
casa en ausencia de su madre durante casi ocho años, acusarla de inmadurez es un
golpe bajo. Pero no puedo sentirme mal por decir cualquier cosa que ponga fin a
su ruina—. Estamos en diferentes lugares de nuestras vidas, Perrie.
—Me amas —lanza—. Lo sé. La forma en que me besaste lo demostró.
Mierda.
—La forma en que te besé demuestra que soy un chico al que le gustan los
coños. Y si no fueras la hija de Dan, probablemente lo tomaría. Pero lo eres, y no
quiero arruinar una amistad. Así que me voy ahora.
Me doy la vuelta para salir de su habitación antes de hacer lo que sea
necesario para borrar esa mirada cabizbaja de su rostro y reemplazarla con una
sonrisa satisfecha.
—¡Espera! —grita.
El tono desesperado de su voz casi me mata.
—Toma esto. —Marcha frente a mí y golpea su última ficha de juego en mi
mano, luego me envía una mirada determinada—. Guárdala. Cada día que me haya
ido, quiero que la mires, la sientas y me recuerdes. Que sepas que me estaré
guardando para ti. Un día, Hayden Hughes, me querrás. No solo mi coño. A mí.
Cuando llegue ese día, devuélveme la ficha. En cualquier momento, en cualquier
lugar, seré tuya por la noche. Entonces, demostraré que soy toda la mujer que
necesitas.
El pequeño disco de metal me quema la palma de la mano cuando pasa junto
a mí, hacia el baño contiguo.
Mientras cierra de un portazo, meto la ficha en mi bolsillo con una
maldición. Por supuesto que no se daría por vencida fácilmente. La persistencia es
una de las cualidades de Perrie que suelo admirar. Esta noche, me da miedo que
ella realmente espere hasta que el recuerdo de ese beso abrasador me derrumbe y
no pueda resistirme más.
—Ese día no va a llegar —le grito a través de la puerta, pero son palabras
vacías—. Te veré durante las vacaciones de Navidad. Y no hablaremos de esto
entonces, ni nunca.
Cuando salgo de la casa a empujones y me alejo en la noche, no me siento
aliviado. De hecho, no puedo evitar preguntarme si acabo de cometer el peor error
de mi vida.
Cuatro años después

Perrie no vino a casa para Navidad ese año. O de visita en todo el verano
siguiente. Siempre había un viaje increíble con una compañera de cuarto, una
pasantía en serio importante que no podía perderse u otra clase que tomar. Sabía
que Dan hablaba con Perrie regularmente. Incluso voló de regreso al Este un par
de veces para visitarla. Hace un par de meses asistió a su graduación. Pero ella
nunca regresó a Phoenix. Peor aún, ella nunca me habló en esos largos cuatro años,
incluso cuando me derrumbé y la llamé unas semanas después de su partida.
La extrañé muchísimo y pasé años cuestionando la forma en que actué esa
última y terrible noche. Un millón de veces, me pregunté qué habría pasado si la
hubiera llevado a la cama, arrancado su inocencia y le hubiera hecho promesas
para el futuro que desearía que estuviéramos planeando juntos incluso ahora.
Nunca lo sabré.
Esta noche, finalmente regresará a casa.
—Gracias por estar aquí. —Dan me da una palmada en el hombro con una
mano mientras me pasa una cerveza fría con la otra.
Intenté excusarme de esta reunión familiar para salvar mi cordura al señalar
que Perrie es su única hija y que deberían pasar este precioso momento juntos.
Insistió en que soy como de la familia y que nos quiere a todos juntos.
—Un placer. —A medida que se apilan las mentiras, ya se hizo una bola
enorme.
—Estoy emocionado de que Perrie esté de camino a casa. No puedo esperar
a escuchar su gran anuncio.
Tengo un mal presentimiento al respecto. Siempre fue el tipo de chica que
gritaba cosas buenas desde los tejados. Sus redes sociales deberían estar llenas de
estas cosas. Así que ni siquiera darle una pista a su padre me pone muy nervioso.
Forzando una sonrisa, le doy una palmada en la espalda.
—Probablemente haya conseguido un trabajo increíble. No es una sorpresa,
¿verdad? Fue a una escuela de primer nivel, se graduó summa cum laude y ha
hecho un millón de conexiones, estoy seguro.
—Estoy muy orgulloso de ella. —Su sonrisa se convierte en algo
melancólico—. A veces, miro hacia atrás y me arrepiento de todo el tiempo que
pasé trabajando en lugar de estar con ella, especialmente después de que su madre
se fue. Pero siempre te tuvo a ti. Eso significó el mundo para los dos.
—Es una chica especial. —Es una de las pocas cosas que puedo decir que
no revelará cuánto he extrañado a Perrie y cómo el agujero que dejó en mi corazón
casi me mata.
Desde la sala de estar, ambos escuchamos el portazo de un automóvil. Tomo
aire y agarro mi lata de cerveza con tanta fuerza que casi se arruga en mi puño. No
tengo idea de lo que le diré.
Dan se da vuelta y marcha hacia la puerta principal.
—Esa debería ser Perrie.
Mierda, tengo que mantener la compostura. No puedo agarrarla, jalarla
hacia mis brazos y besarla. No puedo confesar cuánto la he extrañado en mi vida.
Especialmente no me atrevo a susurrar que sigue siendo la número uno en mi
archivo, que frecuento porque el sexo real con mujeres al azar siempre es una
decepción.
Ninguna de ellas es Perrie.
Pero si hay alguna esperanza para nosotros, no descubriré cómo se siente
escondiéndome con mi cerveza en la habitación de al lado, así que sigo a Dan.
Cuando entro en el vestíbulo, no es la hija de Dan la que entra por la puerta
con la maleta en la mano. En cambio, veo a un hombre de veinticinco años con un
traje de negocios color carbón que claramente cuesta una pequeña fortuna. Su
contextura delgada, piel pálida y manos suaves y cuidadas me dicen que es un
joven con un trabajo bien remunerado.
—¿Quién eres? —Definitivamente no se parece a ningún conductor de viaje
compartido que haya tenido.
El tipo deja a un lado una maleta negra y empuja su mano en mi dirección.
—Derek Kingston. Tú debes ser Hayden.
—Sí. —¿Debería conocer a este tipo?—. Es bueno conocerte.
Mientras me estrecha la mano, sonríe.
—He oído todo sobre ti.
Su ceja levantada me dice que no todo es bueno.
Frunzo el ceño.
—Lo siento. ¿Cómo conoces a Perrie?
—¿Eres su novio? —pregunta un radiante Dan.
—¿Ella no te lo dijo?
Un instante después, Perrie entra por la puerta y envuelve su mano alrededor
del brazo de Derek. Es imposible pasar por alto el diamante gigante en forma de
lágrima en el dedo anular de su mano izquierda.
¿Está comprometida?
—Nos vamos a casar. Quería sorprender a todos. —Le envía a su padre una
sonrisa demasiado alegre y le da un beso en la mejilla.
No ha mirado en mi dirección ni una sola vez.
—Sin duda alguna estoy sorprendido. —Dan asiente, pareciendo asimilarlo
todo.
Únete al club. Hace menos de sesenta segundos, me estaba preparando para
volver a ver a Perrie… y tratando de averiguar qué hacer con su dominio absoluto
sobre mi corazón. Este nuevo desarrollo hace obvio que la preocupación es
discutible.
—No sabía que estabas saliendo con alguien —añade Dan.
Perrie se ríe demasiado rápido. Conozco sus sonidos y expresiones. Es un
manojo de nervios.
—Ahora lo sabes. Si soy sincera, sucedió muy rápido. Nos conocimos hace
tres meses a través de amigos en común y… una cosa llevó a la otra.
¿Hace tres meses?
—Eso parece rápido —comento.
Ella finalmente mira en mi dirección.
—En mi experiencia, cuando esperas al amor, por lo general pasa de largo.
Claramente, Perrie todavía puede entregar una ocurrencia.
También es más hermosa y follable que nunca. El corte de duendecillo que
una vez tuvo es un recuerdo lejano, reemplazado por ondas oscuras que fluyen
hasta la mitad de su espalda. El tono rosa puro en sus labios carnosos y el polvo de
sombra marrón en sus ojos solo acentúan sus impresionantes rasgos. Sus mejillas
todavía tienen un toque de plenitud juvenil que la hace lucir muy dulce. Pero ella
tiene este nuevo aire de confianza que es extremadamente seductor.
La lujuria se apodera de mi aliento. Mi sangre corre. Siento la piel tirante y
caliente. Se necesita todo lo que tengo para no agarrarla, abrazarla, besarla y
recordarle lo cercanos que éramos y lo mucho que podríamos ser, si ella no
estuviera planeando casarse con otra persona.
Derek envuelve posesivamente su brazo alrededor de la cintura de Perrie.
—Bien dicho, cariño.
Se necesita toda mi moderación para no darle una golpiza.
Dan sonríe con orgullo.
—¿Por qué no entran ustedes dos y se sientan? Tomaremos una copa y
puedes contarnos a Hayden y a mí sobre tus planes de boda.
Preferiría que me arrancaran todos los dientes con unos alicates, pero
mientras todo el mundo se dirige a la sala de estar, me muevo entre Perrie y su
prometido.
—No llegué a saludar.
Dejo caer mi mano sobre su hombro. Ese único toque me atraviesa cuando
su suave jadeo llega a mis oídos. Luego cierra su mirada hacia mí, aguda y
sorprendida.
Esa es la conciencia que compartimos hace cuatro años. Perrie todavía lo
siente.
—Hola, Hayden. —Se aleja de mí con una sonrisa tensa y extiende su mano.
Oh, princesa. Estamos mucho más allá de un apretón de manos…
Pero deslizo mi palma contra la de ella porque necesito sentirla. No
manosearla, aunque me muero por hacerlo también. Pero tengo que decidir si voy
a dejar que sea Perrie la que se escape… o si voy a luchar para recuperarla.
Le doy un tirón a su mano, haciéndola caer contra mí. Nuestros pechos
chocan. Le rodeo la cintura con un brazo inflexible. Cuando nuestras miradas se
encuentran, ella parpadea, se pone tensa, contiene la respiración. Sus pezones se
endurecen tanto que es imposible no darse cuenta.
Sí, ella no es inmune a mí, ni siquiera un poco.
Reprimiendo una sonrisa, meto la mano debajo de su cabello, envuelvo mis
dedos alrededor de su nuca y presiono mis labios en la concha de su oreja.
—Te extrañé.
Ella se estremece y se ablanda contra mí.
—También te extrañé.
Odio dejarla ir después del gratificante susurro de Perrie, pero tengo que
hacerlo, al menos por ahora. Tanto como la quiero, también quiero lo mejor para
ella. ¿Hay alguna posibilidad de que sea Derek?
—Ven a sentarte conmigo, cariño. —Su prometido la agarra de la mano y
la lleva al sofá, colocándola en la esquina, lo más lejos posible de mí.
No puedo culpar a sus instintos…
Cuando Dan se sienta en el sillón reclinable más cercano a ellos, tomo el
sofá de dos plazas al otro lado de la habitación. Desde aquí, puedo estudiar la cara
de Perrie, el comportamiento de Derek y su interacción.
Se acomoda rígidamente al lado del hombre con el que pretende casarse.
No se tocan… hasta que Derek agarra su mano.
—Quería conocerlo en persona, señor Atkins, y pedirle oficialmente la
mano de Perrie primero. —Él nos da una sonrisa sin pretensiones—. Pero
simplemente no podía esperar. Esta chica es única.
Dan parece complacido por el elogio de Derek. Yo no lo estoy. Solo dice lo
obvio.
—Entiendo —dice mi amigo y socio comercial—. Cuéntame más sobre ti.
¿No va a interrogar a este tipo sobre por qué está llevando a Perrie al altar?
—Bueno, soy codirector ejecutivo de una empresa de tecnología ambiental.
Un amigo mío y yo comenzamos la empresa, y mudaremos nuestra sede a Seattle
el próximo mes…
Mientras Derek sigue hablando, me irrito. No solo suena como un imbécil
engreído, sino que me doy cuenta de que tiene la intención de llevarse a Perrie
lejos otra vez. En el fondo, tenía la esperanza de que ella regresara a Phoenix
después de graduarse…
—¿Qué piensas de Seattle? —le pregunto a ella.
Se encoge de hombros.
—Todavía no he ido. Derek dice que es asombroso…
Entonces, ¿a él no le importa si a ella le gusta dónde vivirán?
—¿Qué harás ahí?
—Estoy seguro de que encontrará un trabajo —responde Derek por ella—.
Es tan inteligente y encantadora. Hay muchas nuevas empresas geniales y
pequeñas empresas propiedad de mujeres en las que ella podría marcar la
diferencia.
Tal vez no lo dice en serio, pero el idiota suena condescendiente. Perrie
causará sensación donde sea que esté empleada, no solo en los “pequeños”
rincones del lugar de trabajo. Además, nada de eso parece que vayan a cumplir los
sueños que expresó Perrie antes de irse a la escuela.
—¿Princesa?
Se encoge de hombros.
—Lo resolveré. Es una gran ciudad con una economía saludable…
Y mucha lluvia. Siempre le ha encantado el calor, el sol y la belleza del
desierto. Para ella, las tormentas arruinan un hermoso cielo azul. Y Derek quiere
llevarla a una de las ciudades más lluviosas del país.
¿Él la conoce en absoluto?
Claro, ella podría estar dispuesta a hacer ese sacrificio si realmente lo ama.
Pero la forma en que parece reacia a mirar al chico, y mucho menos a tocarlo, me
lleva a preguntarme si lo hace.
—Bueno, todo eso suena maravilloso —dice Dan cuando Derek finalmente
se calla—. ¿Estás emocionada, Perrie?
—Encantada.
No suena como si lo estuviera. Está mintiendo.
—¿Así que tu compromiso era tu gran anuncio, princesa? —le pregunto
directamente porque no quiero que Imbécil piense que estoy hablando con él.
—Parte de ello. —Traga saliva con nerviosismo y finalmente me lanza una
mirada de soslayo. El destello de conciencia cuando nuestros ojos se encuentran
se muestra en todo su rostro. Luego se vuelve hacia Dan y le aprieta la mano—.
De hecho, nos gustaría casarnos aquí, con tu permiso.
—Me encantaría. —Dan parece un padre satisfecho y orgulloso.
Quiero vomitar.
—¿Cuándo?
Ella duda.
—El sábado.
¿En seis jodidos días? ¿Cuánto tiempo tengo para ver si atarse a Derek sería
el mayor error de su vida y detenerla?
—Oh, vaya. Bueno… —Dan se frota las manos—. Entonces tenemos
mucho que planear. ¿Qué tal si nos sentamos a cenar y puedes decirme lo que estás
imaginando?
Mientras el padre de Perrie pierde el tiempo con eso, encontraré la manera
de dejarla a solas para poder escuchar su versión de este enredo, sin que su
prometido se entrometa.

Perrie
Hayden puede ver a través de mí; estoy segura de ello.
Escapé de la tensión de la mesa para lavar los platos, pero sigo siendo un
manojo de nervios. Hayden miró a Derek durante toda la comida. Conozco el
millón y una de las razones por las que a mi prometido no le gusta mi flechazo de
la infancia. Y mi padre parece ajeno a los trasfondos.
¿Podría ser esto más incómodo?
Por desgracia, sí. Si Hayden descubre mi secreto, será cien veces peor.
Mientras meto los últimos cubiertos en el lavavajillas y cierro la puerta, me
pregunto si he tomado la decisión correcta. Tal vez debería explicar todo. Pero
corro el riesgo de escandalizar y decepcionar a mi padre. Ugh, no puedo lidiar con
eso ahora. Después de ocho horas de viaje y una de las noches más estresantes que
recuerdo, estoy agotada.
Gracias a Dios que mi padre y Derek estaban ansiosos por explorar el patio
trasero en busca del lugar perfecto para la ceremonia, y que Hayden parece
completamente concentrado en diseccionar a mi prometido. No espero que eso
dure. Pronto pondrá su atención en mí, y entonces… casi tengo miedo de
preguntar.
Esperaba no sentir nada de este loco mal de amores cuando lo viera. Pero
ahora está dolorosamente claro que tendré que lidiar con estos sentimientos
persistentes hasta el sábado, tal como lo he hecho durante los últimos cuatro años.
—Perrie.
Hablando del diablo.
—Hayden. —No lo miro mientras camina tranquilamente hacia la cocina,
su mirada está pegada a mí. Desafortunadamente, no puedo quitarme la certeza de
que soy transparente. Por favor, que no vea mi corazón temblando y desnudo frente
a él—. ¿Qué ocurre?
Toma mi mano izquierda, sacudiéndome con su toque, y mira fijamente mi
anillo de compromiso. Es enorme y no es en absoluto lo que yo hubiera elegido.
Incluso bajo las luces de la cocina, brilla y grita que soy la mujer de alguien, que
es exactamente lo que Derek quería.
Sin una palabra, Hayden suelta mi mano y me inmoviliza con el tipo de
mirada que me hace retorcer.
—Dime lo que estás haciendo.
—¿Qué parece? Estoy lavando los platos.
—No te hagas la tonta. ¿Tres meses, princesa? ¿Cuál es tu prisa? Y no me
vengas con esa mierda de que una cosa llevó a la otra. No sueles ser impulsiva.
—Aprecio tu preocupación, pero Derek es genial. No te preocupes.
Frunce el ceño.
—¿Pensaste que ese guion funcionaría conmigo? Hace que Dan y su culpa
paternal se sientan mejor al creerte, pero voy a ser más difícil de vender. ¿Lo amas?
Dios, es más directo de lo que recuerdo.
Alcanzo las sartenes sucias.
—Pásame el jabón para platos, por favor.
Con un suspiro de frustración, Hayden agarra mis hombros.
—Los malditos platos esperarán hasta que hayamos hablado.
Está demasiado cerca. No puedo soportarlo
Me alejo y niego con la cabeza.
—No puedes hacer esto. Te di una oportunidad…
—Eras demasiado joven.
—Eso no hizo que lo que sentía fuera menos real. Pero si crees que puedes
lanzarte cuatro años más tarde y aceptar mi estúpida oferta ahora que soy “lo
suficientemente mayor”, estás muy equivocado.
—¿Él te hace feliz?
—Derek ha sido muy bueno conmigo. Y para mí. —Es la verdad.
—¿Lo dices en broma? Te trato con condescendencia. Hizo que tu carrera
pareciera algo lindo y apenas digno de su atención. Eso no puede parecerte bien.
Te conozco demasiado bien para creer eso.
—No lo entiendes.
—Tal vez tú no lo hagas —discute mientras avanza hacia mí de nuevo. De
espaldas a la cocina, la estufa detrás de mí, no tengo adónde ir—. Te mereces a
alguien que esté tan orgulloso de ti que esté dispuesto a gritarte alabanzas.
Demonios, te mereces un hombre que te adore. No creo que sea él.
—Tampoco lo eres tú, así que no es asunto tuyo.
—¿Qué pasa si lo hago mi asunto?
Mi corazón se detiene.
—¿Qué significa eso?
—¿Puedes mirarme a los ojos y decirme que amas a este hombre?
—Amo a Derek.
Hayden rechina los dientes mientras escudriña mi expresión,
desmembrándome segundo a segundo.
¿Y si de verdad puede ver a través de mí?
—¿Te deja sin aliento como amante? ¿Estás ansiosa por casarte con él?
¿Quieres tener sus hijos? ¿Estás en ese tipo de amor con él? Porque hasta ahora,
no lo estoy comprando.
—¿Por qué no puedes dejar de jugar veinte preguntas, felicitarme y dejarlo
pasar?
La sonrisa que juega en sus labios me pone sumamente nerviosa.
—Una razón: creo que todavía sientes algo por mí. ¿Y sabes qué? Seré
sincero. Yo también te deseaba en ese entonces. Ese beso increíblemente caliente
me ha perseguido desde que te fuiste, y si hubieras tenido alguna idea de lo cerca
que estuve de tirarte en tu cama y ser el primer y último hombre dentro de ti, te
habrías asustado muchísimo.
Mi corazón da un brinco en mi pecho, y cruzo los brazos para ocultar mi
temblor.
—¿Por qué decírmelo ahora?
—Porque no creo que tú y yo hayamos terminado.
Niego con la cabeza.
—Me voy a casar.
—Sé que lo crees. Pero quiero ver cuán apegado estás a él.
Acapara mi espacio personal y toma mi rostro entre sus manos, sus labios
cerniéndose un suspiro por encima de los míos. Jadeamos. Nuestras respiraciones
se mezclan. Está tan, tan cerca…
Oh, Dios, Hayden me va a besar. Me avergüenza admitir lo
desesperadamente que lo deseo.
El portazo de la puerta trasera y el retumbar de la voz de Derek mezclándose
con la de mi padre me hace soltarme de sus brazos.
—Déjame en paz.
Maldice en voz baja, luego levanta las manos como si se estuviera
rindiendo.
—Por ahora.
Pero lo sé mejor. Una vez que Hayden decide que quiere algo, no se
detendrá ante nada para tomarlo. Él vendrá a mí implacablemente hasta que me
case… o me debilite.
Que Dios me ayude.
Hayden
Durante los siguientes días, Perrie pasa más tiempo lejos que cerca. No
puedo decidir si está corriendo de un lado a otro para organizar esta boda o para
evitarme.
De cualquier manera, no se me ha escapado que Derek no ha movido un
dedo para ayudarla a planear sus nupcias.
Idiota perezoso. Si me casara con ella…
Pero no puedo ir allí. Ese pensamiento solo me vuelve loco.
La conclusión es que esto no me gusta, y tampoco él. ¿Estoy celoso de que
haya tenido a la mujer que estoy deseando? Claro. Pero también es un idiota, se
esconde en el estudio y golpea su computadora portátil, con el teléfono
aparentemente pegado a la oreja. ¿Cree que es demasiado importante para
ayudarla? No entiendo lo que ella ve en este tipo.
Es hora de que lo descubra.
Avanzando por el pasillo, veo a Derek en el estudio, trabajando
frenéticamente, con el cabello despeinado y la corbata tirada por la habitación.
No me molesto en saludarlo.
—Tengo que hablar contigo.
—Tendrá que esperar. ¿Te importaría decirle a Perrie que no puedo ir con
ella a la degustación de pasteles? Acaba de surgir una maldita conferencia
telefónica y es realmente importante.
¿Pero tu boda no lo es?
Es todo lo que puedo hacer para no poner los ojos en blanco.
—Si me das cinco minutos, seguro.
No debería llevarme tanto tiempo averiguar por qué Perrie dijo que sí a este
idiota, pero me estoy dando más tiempo en caso de que resulte ser tan baboso como
sospecho.
Por lo que he visto, no ha hecho nada más que dejarla en último lugar. Es
una versión más joven y brillante de Dan. Pero si Derek, al abandonarla, una vez
más, convence a Perrie de que no se case con él, me complace transmitir el
mensaje.
—Está bien. ¿Que necesitas? —Derek parece listo para volver a sumergirse
en el trabajo ahora que ha encontrado a un chico de los recados para dejar a su
prometida por él.
He pasado de querer pegarle un puñetazo a preguntarme qué es lo peor que
puede pasar si lo hago.
—Oh, por el amor de Dios, ¿podrías dejar de mirarme así? —gruñe Derek.
—¿Cómo?
—Me estás juzgando. No es como si quisiera que el trabajo explotara la
semana en que Perrie más me necesita.
—Estoy seguro de que ella entiende. —Pero yo no. Es una cuestión de
prioridades.
—Mira, si este trato se concreta, solidificará nuestro futuro. No te debo una
explicación, y Perrie sabe lo que pasa. Pero te estoy informando para que te lo
tomes con calma.
El tono de Derek dice que no me quiere, y sabe que el sentimiento es mutuo.
¿Perrie le dijo que una vez sintió algo por mí? ¿O ha sentido la corriente de
atracción todavía entre nosotros?
—Dime qué es lo que más amas de ella.
—Todo. Ella es hermosa, hombre. —Se encoge de hombros—. Dulce,
amable, divertida, perversamente inteligente. Todo lo que podría haber soñado…
casi. —Me lanza una mirada especulativa—. Pero a veces es distante.
Siento a Derek intentando cambiar las tornas. Tengo curiosidad; Morderé.
—¿Sí?
Su prometido asiente.
—Me preocupa que ella no esté tan involucrada emocionalmente en nuestra
relación como yo.
¿Está bromeando en este momento? En las últimas cuarenta y ocho horas,
ella lo atendió de pies y manos mientras planeaba sin ayuda su pequeña boda. Y
no me hagas empezar con lo que me imagino que le está dejando hacer en la
habitación de su infancia donde la besé por primera vez.
—¿Por qué dirías eso? —finalmente pregunto.
—Un par de semanas después de que nos conocimos, me habló sobre haber
estado enamorada una vez de este chico en casa. Ella dijo que solían ser cercanos.
Pero aparentemente, él no la quería. Me he estado preguntando todo este tiempo
quién podría ser. En realidad, no pensé que lo encontraría en este viaje ya que él la
rechazó y todo eso. Pero aquí estás, justo debajo de su nariz, soltando vibraciones
de hola, cariño mientras me miras como si te encantaría partirme en dos. —Derek
se inclina más cerca y me envía una mirada aguda y con los ojos entrecerrados que
prueba que es un buen vendedor porque puede leer a la gente—. Déjame decirte
algo. Tuviste tu oportunidad de hacerla feliz. Ahora es mía.
¿Quiere que nos midamos el largo de nuestros penes? No estoy para nada
interesado. Sin embargo, lo que es fascinante es la admisión de Derek de que Perrie
puede ser distante. Si sintió la necesidad de contarle a su niño sobre mí cuatro años
después de que la decepcioné, entonces es muy posible que todavía sienta algo por
mí.
Si eso es cierto, ¿por qué está comprometida con este dron corporativo?
Porque la rechazaste, idiota. Ella se va a casar con este tipo por tu culpa.
Mierda. Tengo que detenerla.
—No creo que puedas hacerla feliz —digo finalmente.
Derek frunce el ceño.
—No me importa lo que pienses.
—Eso es lo primero en lo que estamos de acuerdo —comento—. A mí
tampoco me importa lo que pienses.
—Rechazaste a Perrie, viejo. Ella ya no es asunto tuyo. Entonces, ¿por qué
no te quitas de mi vista?
—La rechacé entonces porque era demasiado joven. Pero, ¿sabes lo que eso
significa? Fui su primera opción.
—Vete a la mierda.
Y vete a la mierda también, amigo.
—¿Sabías que Perrie odia la lluvia? ¿O que es terriblemente ambiciosa?
¿Consideraste algo de eso antes de decidirte por esta gran mudanza a Seattle,
aparentemente sin consultarla?
—Retrocede. No puedes jugar el juego de no-la-quiero-pero-no-puedes-
tenerla. Ella no es un trofeo que ganas si me echas. Es una mujer que quiere que
un hombre la ame. Ya has probado que no eres tú. Así que en cuatro días será la
señora Kingston y tú serás un recuerdo.
Está jodidamente equivocado, y continuar con esta conversación es una
pérdida de aliento y de tiempo.
—Si pensar eso te ayuda a dormir mejor, diviértete. —Me giro para irme.
Salta de su silla.
—¿Adónde vas?
—A encontrar a Perrie.
—No te atrevas a molestarla.
Derek parece preocupado. Debería estarlo.
Le muestro una sonrisa satisfecha y un saludo burlón.
—Disfruta de tu conferencia telefónica.
Con un silbido, me voy. Tengo una chica que reconquistar y solo unos días
para hacerlo. La buena noticia es que sé exactamente por dónde empezar…

Perrie
En el patio trasero, intento absorber el cegador día azul de octubre. Coloco
mi teléfono entre mi oreja y mi hombro, medio escuchando la cotización de la
proveedora.
—Ajá. Me gusta esa idea.
En realidad, no tengo idea con lo que estoy de acuerdo. Estoy demasiado
concentrada en lo que hará Hayden a continuación.
Durante el postre de la otra noche, “accidentalmente” me rozó cien veces,
hasta que me dolía el cuerpo, cada terminación nerviosa en llamas.
Cuando Derek y yo nos retiramos a la habitación de mi infancia después, él
quería hablar sobre la mudanza a Seattle y el futuro. Alegué un dolor de cabeza,
salté a la ducha y me masturbé a través de un trío de orgasmos que me dejaron
exprimida y llorosa pero claramente insatisfecha.
Ayer, intenté concentrarme en los detalles de este evento ciertamente
pequeño pero importante. Las flores fueron fáciles ya que realmente solo necesito
un ramo para llevar y algunos arreglos para alinear el arco enrejado que servirá
como altar improvisado. Alquilé mesas y sillas para unas veinticinco personas.
Envié un mensaje de texto a algunos amigos de la escuela secundaria y la
universidad para invitarlos. Pero aún no tengo vestido, oficiante, fotógrafo, ni torta.
Tengo al menos otros cien detalles que deben abordarse. Derek está Dios sabe en
qué parte de la casa, así que depende de mí terminarlos, pero estoy demasiado
distraída para marcar algo de mi lista.
¿Por qué pensé que esto era una buena idea?
—¿Qué? —le digo a la proveedora porque perdí por completo mi línea de
pensamiento con Hayden.
Sucede mucho.
Afortunadamente, se ofrece a enviar un correo electrónico con sus
sugerencias de alimentos y su cotización, luego colgamos. Leeré todo cuando esté
más concentrada.
—Hola, princesa. —Hayden se acerca con pantalones cortos de mezclilla
rasgados y una camiseta sin mangas ajustada que muestra el hecho de que trabaja
con su cuerpo para ganarse la vida. El sol ama a este hombre. La piel sobre sus
músculos abultados es de un rico color marrón dorado que me recuerda
exactamente por qué siempre anhelaba nuestros días en el parque acuático. Hayden
en traje de baño es una obra de arte.
Intento no babear.
—Hola. ¿No trabajas hoy?
—Prefiero pasar tiempo contigo. ¿Cómo está la planificación de la boda?
Él sabe exactamente cómo hacer que me derrita.
—Lenta.
—¿Necesitas ayuda?
Le lanzo una mirada suspicaz.
—¿Por qué? Hace dos días, me dijiste que me casaría con el hombre
equivocado. ¿Cambiaste de parecer?
—No. Acabo de tener una charla con Tontín, quiero decir, Derek. Estoy
más convencido que nunca de que tengo razón. Por cierto, me dijo que te dijera
que no puede ir contigo a probar pasteles.
Suspiro.
—A ambos nos preocupaba que esta semana se volviera loca. Él y su socio
comercial están intentando cerrar una gran negociación antes de la mudanza.
—El negocio es lo primero. Entendido. —Hayden me lanza una mirada
llena de fingida confusión—. Pensé que no querías casarte con alguien como tu
padre.
No se equivoca, pero no me atrevo a validarlo ahora.
—¿Viniste a juzgar o a ayudar?
—Ayudar. Soy todo tuyo…
La forma en que sonríe me dice que no solo quiere ayudarme en la
planificación de la boda, sino cualquier otra cosa que yo quiera. Me encantaría
preguntarle sobre sus relaciones y su vida sexual… pero no puedo decir en un
instante que no estoy interesada y volverme personal en el siguiente.
—Gracias. ¿Conoces a un buen fotógrafo u oficiante?
Eso lo anima.
—En realidad, sí. Mi hermana se mudó aquí el año pasado. No sé si Dan te
dijo…
—No, pero dudo que quiera tomar las fotos de mi boda. Eso está muy por
debajo de su nivel salarial.
Hannah es fotógrafa de moda, una de las mejores en el negocio. Sus fotos
son impresionantes. Es excelente para capturar tanto ángulos impactantes como
emociones en cada toma.
—Ella lo hará. Lo prometo. —Él guiña un ojo—. Así que tacha eso de tu
lista.
—Eso es increíble. En serio, lo aprecio. Pero, ¿por qué se mudaría aquí? —
Ha vivido en Nueva York desde siempre y ha viajado constantemente por el
mundo—. Phoenix no es una meca de la moda.
—Ella me dijo muchas tonterías sobre sus razones para mudarse, pero en
última instancia, tiene un atractivo que no pudo resistir.
—¿Tú? —Estoy segura de que mi mirada refleja lo escéptica que estoy al
respecto.
—Ni siquiera cerca. —Sonríe—. Se supone que no debo saber esto, pero
ella y tu padre están… juntos.
Me quedo boquiabierta.
—¿Estás seguro? Mi padre trabaja. Nunca tiene citas.
—Desde que Hannah vino a visitarme la primavera pasada, lo hace. Se
cayeron bien, y estoy bastante seguro de que se liaron. Después de eso,
comenzaron a hablar y… creo que se está poniendo serio.
—Así que estás diciendo que ella sería la fotógrafa de mi boda como un
favor a mi papá, ¿no?
—Básicamente.
—¿Pero ninguno de ellos te ha contado de verdad sobre su relación?
—No en tantas palabras. Creen que estoy ciego o algo así. Es gracioso. Pero
la buena noticia es que Dan finalmente comenzó a trabajar mucho menos. —
Hayden toma mi mano y ahogo un grito ahogado ante el fuego que enciende su
simple toque—. Él no aprendió a poner a las personas en su vida primero lo
suficientemente pronto como para salvar su matrimonio con tu madre. O para darte
la infancia que te merecías. Pero ha aprendido desde Hannah.
—Ahora que lo pienso, ha estado mucho más presente en los últimos días.
—Tu padre tardó veinte años en descubrir qué era lo más importante. —Me
lanza una mirada especulativa—. ¿Cuánto tiempo le tomará a Derek esa lección?
¿De verdad quieres casarte con alguien que te haga esperar años? ¿Décadas?
—Detente. —Es todo lo que puedo decir. Cada momento que estoy con
Hayden, me siento tan débil.
—Tengo razón, y lo sabes.
Agarro mi teléfono de la mesa y tomo las llaves de mi auto.
—Me tengo que ir o llegaré tarde a la prueba del pastel.
—¿Qué tal un poco de compañía?
Oh, me está tentando, a propósito, estoy segura. No debería dejar que se
acercara demasiado… pero sería bueno tener otra opinión. Al menos eso es lo que
me digo a mí misma.
—Está bien.
La forma en que sonríe dice que trama algo.
—Por cierto, la directora de nuestra oficina, Linda, tiene un hijo que es
pastor asociado. Probablemente podría realizar la ceremonia. ¿Quieres que llame?
—¿Lo has conocido?
Hayden asiente.
—Buen chico. Joven, divertido. Él sería bueno.
—Claro. Lo apreciaría. Déjame agarrar mi lápiz labial y mi billetera para
que podamos irnos.
—Mi camioneta está bloqueando el tuyo rentado. Yo manejaré.
—Bien. —Desaparezco para reunir mis pertenencias y recuperar mi
cordura.
Todavía sospecho de las razones por las que está siendo tan útil, pero
Hayden siempre ha sido el primero en echar una mano a las personas que lo
necesitan. Es un gran solucionador de problemas, un buen ingeniero, un amigo
fabuloso y tiene una asombrosa habilidad para convencer a todos de que vean las
cosas a su manera…
Ese último rasgo me preocupa. Él sabe exactamente cómo presionar mis
botones.
Cuando llego al vestíbulo de nuevo, está sonriendo y metiendo su teléfono
en su bolsillo.
—El hijo de Linda, Josh, está dispuesto a conocerte esta noche y ver si
encajas bien.
—Genial —digo mientras salimos por la puerta—. Si puedo marcar una
cosa más de mi lista…
—¿Lo arreglaré para las cinco y media?
—Perfecto.
Envía un mensaje de texto justo antes de desbloquear la camioneta y abre
la puerta del pasajero para ayudarme a entrar. Es un día perfecto en Arizona, sin
nubes y azul. La ligera brisa me alborota el cabello y la falda. Estoy bebiendo en
la bendita luz del sol. Mi vistazo anterior al pronóstico de Seattle mostró días de
tristeza y lluvia por delante.
El viaje de diez minutos a la panadería está lleno de melodías grunge
clásicas y un silencio cargado de conciencia. Hayden conduce un vehículo como
si fuera su vida: con competencia, confianza y sin muchas disculpas. Es una de las
cosas que más me atrae de él. No pasa mucho tiempo cuestionándose a sí mismo.
Si se equivoca en algo, simplemente lo arregla.
¿Eso es lo que está intentando hacer conmigo?
Cuando abre mi puerta y extiende su palma, me doy cuenta de que hemos
llegado.
Intento prepararme antes de poner mi mano en la suya, pero es inútil. El
impacto de Hayden en mi moderación es nuclear. Intentar no verme afectada por
él es como intentar no notar una montaña directamente en mi camino.
Imposible.
Cuando nuestros dedos se tocan, me estremezco. Es patético. Y su pequeña
sonrisa me dice que sabe que no soy inmune.
Cierro la puerta del auto y me dirijo a la panadería.
—No te regodees.
—No voy a perder el tiempo con eso. ¿Vas a intentar convencerme de que
él te satisface en la cama o simplemente me vas a ceder ese punto?
—Lo que hacemos en la cama no es asunto tuyo.
Por detrás, agarra mis hombros y presiona mi espalda contra su pecho, duro
por años de trabajo físico. No hay absolutamente ninguna manera de pasar por alto
el ardor de sus dedos firmes en mi piel o la presión de su erección de acero contra
mi trasero.
Es lo único que puedo hacer para no derretirme contra él.
—Para. —Tengo la intención de que la protesta salga con fuerza. En su
lugar, es completamente entrecortada.
Dios, han pasado cuatro terribles años desde que me rechazó. ¿Por qué no
puedo superar a este hombre?
—Dame la oportunidad de hacerte sentir mucho mejor —me susurra al oído.
No me atrevo.
—Estamos aquí para concentrarnos en los pasteles. Si tienes sexo en el
cerebro, te sentirás muy decepcionado.
—Cuando estás cerca, siempre tengo sexo en el cerebro. —Me abre la
puerta de la tienda, revelando una vitrina larga llena de tentaciones azucaradas bajo
un fascinante techo floral pintado en una estela de blanco, gris y rosa pálido—.
Pero seré un buen chico mientras estemos aquí.
Sus palabras hacen locuras a mi equilibrio. Durante años, he fantaseado con
estar desnuda con Hayden, con sus manos grandes y hábiles agarrando mis caderas
mientras se abre paso dentro de mí y me hace suya por primera vez.
Con su palma caliente posándose en la parte baja de mi espalda mientras
me lleva al frío interior blanco y hace arder mi sentido común, no es un buen
momento para pensar en eso.
Debería resistirme a hostigarlo. Debería… y, sin embargo, envío una mirada
sofocante en su dirección.
—Cierra la boca. Ya sé que eres todo palabrería.
Hayden se ríe, algo grave, gutural y totalmente satisfecho de sí mismo.
—Oh, princesa, estaré feliz de mostrarte lo equivocada que estás. Todo lo
que tienes que hacer es deshacerte del holgazán, y estaré encima de ti todo el
tiempo. Y no te follaré hasta que tengas un orgasmo. Eso es demasiado fácil. Te
follaré hasta que me imprima en tu alma.
Ya lo ha logrado sin siquiera tocarme.
Pero me salvé de responder cuando una competente rubia de treinta y tantos
con un toque de francés y una sonrisa apareció desde la parte trasera de la panadería
para pararse debajo de un candelabro moderno.
—¿Puedo ayudarlos?
—Soy Perrie Atkins.
Ella sonríe y me da la mano.
—Mi novia de última hora. Bienvenidos. Soy Misty, la dueña. —Luego
dirige su atención a Hayden y extiende su brazo en un saludo profesional—. Y tú
debes ser el prometido impaciente. ¿Cuál era tu nombre?
—Hayden. —Él no corrige su presunción de que él es mi novio.
—En realidad…
—Estamos ansiosos por probar pasteles hoy y marcar una cosa más de
nuestra lista. —Envuelve su brazo alrededor de mí y me jala contra él—. ¿No es
así, princesa?
No estoy segura de qué diablos trama, fingiendo que me casaré con él este
fin de semana. Pero en lugar de hacer una escena sobre algo que no importa, me
encojo de hombros.
—En realidad no tengo un sabor en mente, como dije por teléfono. Así que
estoy ansiosa por probar algunas muestras y tomar decisiones hoy.
—Me alegro de poder meterte. Ya que tu pastel solo necesita alimentar a
treinta o menos…
—El evento será muy íntimo —interrumpe Hayden.
—Y quiero que el pastel refleje eso. Debe ser simple pero elegante.
Encontré algunas cosas que me gustan en Pinterest.
—Perfecto. Eso ayudará. Si me enseñas tus fotos, prepararé tu bandeja de
degustación.
Cuando desaparece, tomo mi teléfono y abro la aplicación de redes sociales
basada en imágenes, muy consciente de que Hayden está a mi lado.
—Le dejaste pensar que eres mi prometido.
—No la corregiste.
—No vale la pena discutir. A ella solo le importa el pastel.
—¿Estarías más emocionada por este fin de semana si te casaras conmigo?
Me giro hacia él, con la boca abierta.
—¿Por qué harías esa pregunta?
—Bien. No haré que respondas eso en voz alta cuando ya sé la respuesta.
—No la sabes. Eso está tan lejos del ámbito de la posibilidad…
—¿Lo está?
¿En verdad está sugiriendo que hay un universo alternativo en el que él y
yo uniríamos nuestras manos en unos días e intercambiaríamos votos de hasta que
la muerte nos separe?
—Aquí vamos. —Misty regresa con una bandeja para hornear gigante
cubierta con casi una docena de pastelitos pequeños hermosamente glaseados y
dos botellas de agua fría. Lo pone en un escritorio ancho escondido en la esquina
y nos indica las sillas en el frente—. ¿Quieres que te guíe a través de los sabores?
—Por favor.
—A la izquierda está nuestro tipo más popular para bodas, el blanco. Puedo
servirlo con un relleno de crema de almendras que es deliciosamente ligero o
podemos ir con algo más afrutado como fresa o frambuesa, que también agregará
algo de estilo visual a su pastel. En la fila, tengo terciopelo rojo, chocolate, limón,
zanahoria, champán rosado, coco, mármol…
Después de que ella continúa con cada uno y me dice todos los rellenos
disponibles, estoy tambaleándome. Pensé que esto sería una simple cuestión de
decirle cómo quería que se viera el pastel y elegir un sabor que la mayoría de la
gente debería disfrutar. Pero como con todo lo que me he encontrado al planificar
este evento, las selecciones son más complicadas de lo que pensaba.
—¿Tiene recomendaciones específicas?
—Son todos buenos. Es solo una cuestión de preferencia personal. Te traje
uno de todo al gusto.
—Hayden es alérgico al coco —espeto, luego me molesto conmigo misma.
¿Se comerá el pastel?
—Me alegro de que me lo hayas contado. Eliminaremos esa muestra. —
Misty saca uno de los mini cupcakes del medio de la fila—. Una vez que elijas el
sabor del pastel, probaremos algunos rellenos. Sacaré cualquiera con coco, así que
no tienes que preocuparte.
—Gracias. —Hayden sonríe como si se estuviera divirtiendo por completo.
—Por supuesto. —Misty asiente como si estuviera lista para ponerse manos
a la obra—. Si aún no están seguros por dónde empezar, tal vez puedan decirme
algunos de sus postres favoritos.
—A mi chica le encanta un pudín de pan pecaminoso —ofrece Hayden.
¿Recuerda eso?
Misty asiente con entusiasmo.
—A mí también. Capital Grille…
—Tiene el mejor, ¿verdad?
—Definitivamente. Oh, Dios mío…
—Pero a Perrie realmente le encanta el helado, cuanto más ligero y
cremoso, mejor.
—Eso es útil. ¿Te gustan los sabores afrutados, los más tradicionales o…?
—Los inusuales —interviene por mí—. Encontramos un lugar una vez que
hizo un sabor a biscotti de limón que la hizo gemir todo el tiempo que lo estaba
comiendo. No tuvimos ningún momento a solas esa noche, así que fue una maldita
noche larga.
Lo miro fijamente, con los ojos muy abiertos. Esa noche, poco antes de mi
graduación de la escuela secundaria, está grabada en mi cerebro, y solo en parte
debido al increíble helado. Recuerdo estar a días de cumplir los dieciocho y así,
tan consciente de Hayden como hombre, de quererlo hasta que me doliera y odiar
el hecho de que no me viera como nada más que una niña.
—Eso no es cierto.
—Te encantó ese helado.
—Me refiero a lo que sentiste por mí.
—Te había engañado. —Sonríe—. No voy a avergonzar a Misty con las mil
y una cochinadas que pensé esa noche. Te diré después.
Mis mejillas se vuelven inequívocamente calientes. Coinciden con el resto
de mi cuerpo, que destella con necesidad.
Me retuerzo en mi silla, sin atreverme a decir una palabra.
Misty se aclara la garganta, luciendo divertida.
—Podemos empezar con el limón. Tengo un relleno con sabor a biscotti que
puedo agregar si te gusta esa combinación de sabores…
Durante los siguientes veinte minutos, Misty y yo charlamos sobre los
sabores de los pasteles mientras probamos cada delicioso bocado. A mi lado, soy
consciente de que Hayden se lame el glaseado de los labios y me observa con una
mirada desconcertante.
—No creo que el pastel de zanahoria sea para mí —digo.
—Eso era mármol. —La sonrisa de Hayden dice que sabe que me está
poniendo nerviosa.
—Oh, lo siento. —Le sonrío a Misty para disimular el incómodo momento.
—En absoluto. Son muchos sabores a la vez. Puede que haya guardado lo
mejor para el final…
Antes de que pueda alcanzar el postre final, Hayden lo coge de la bandeja,
quita el papel del bizcocho esponjoso y lo parte por la mitad. Se mete una pieza en
la boca con un gemido. La otra la sostiene a centímetros de mis labios. Retrocedo,
insistiendo en silencio que puedo alimentarme.
Toma mi nuca y me acerca más.
—Abre.
Jurando que me voy a vengar por este subterfugio e intimidad forzada,
acepto el bocado. En el momento en que el pastel toca mi lengua, se derrite en la
dulzura más delicada equilibrada con un pequeño toque de tarta del glaseado de
queso crema.
Gimo.
—Estoy en el cielo. ¿Qué es?
—Champán rosado.
—Guau. —Estoy enamorada.
—Esto es espectacular. Pero sé cómo podría saber mejor. —Hayden desliza
su pulgar por la comisura de mi boca y sale con unas cuantas migas y una
cucharada de glaseado. Observo, sin pestañear y sin aliento, mientras coloca el
dedo en medio de su lengua, cierra los labios alrededor de él y gime—. Ahora es
perfecto.
El calor se fusiona y se agudiza en un dolor insistente entre mis piernas que
no puedo fingir que no siento.
Cuando me doy cuenta de que Misty me está mirando, trago y trato de
encontrar dos palabras coherentes para unir.
—¿Qué tipo de relleno recomiendas con eso?
La panadera parece divertida.
—Probablemente vainilla o almendra. Ambos son buenos. La almendra es
un poco más inesperada y menos dulce. —Se estira para encontrar una muestra,
luego coloca dos pequeños vasos de papel con una pequeña cuchara de plástico
para probar frente a mí, luego hace lo mismo con Hayden.
Mientras sumergimos los pequeños utensilios en las muestras, luego en
nuestras lenguas, una mirada me dice que estamos en la misma página.
—Almendra, seguro —le digo a Misty.
—Estoy de acuerdo.
Es sorprendente darse cuenta de que Hayden y yo acabamos de acordar
juntos un sabor de pastel de bodas, después de que prácticamente comió un poco
de mis labios. Es tan íntimo… tan de pareja. Y cuando deja caer su mano en mi
muslo con una sonrisa para Misty, estoy tambaleándome, con confusión, con
deseo.
Me pongo de pie abruptamente.
—Creo que estamos bien aquí. Ya sabes el tamaño del pastel.
—No vi bien tu tablero de Pinterest.
—Te enviaré un enlace. —Estoy ansiosa por escapar… hasta que me doy
cuenta de que estaré sola con Hayden en la pequeña cabina de su camioneta con
nada más que unos cuarenta y cinco centímetros separándonos.
Si me vuelve a tocar, ¿cómo voy a resistirlo? Peor aún, ¿qué presagia mi
debilidad para mi futuro?
De repente, Hayden toma mi mano entre las suyas y parece muy feliz de
empujarme afuera.
—Gracias por tu ayuda, Misty. Te buscamos el sábado a las nueve de la
mañana.
—Veo muchas novias y novios, así que tengo una idea de quién lo logrará.
Ustedes dos van de la mano. Parece que se conocen muy bien, pero aún bromean
y tienen mucho fuego. Es una buena receta para el éxito. —Ella sonríe y saluda—
. Los veo este fin de semana.
¿Es eso algo que les dice a todas las parejas que cruzan la puerta? No lo
creo. Misty parece profesional, sí. Pero bastante honesta, también.
¿Podríamos Hayden y yo estar felizmente casados?
Ni siquiera debería considerar la idea… pero es difícil no hacerlo.
En el momento en que la puerta se cierra detrás de nosotros, me abruma la
persistente preocupación de que estoy llevando mi corazón en la manga para que
él lo vea. Y si Derek pudiera leer mis pensamientos ahora, ¿qué diría?
—Ya no hay necesidad de actuar para Misty. —Vuelvo la mirada para
verificar que estamos a la vuelta de la esquina, luego retiro mi mano de la suya.
La agarra de nuevo y me acerca más.
—¿Quién dice que estoy actuando?
Antes de que pueda objetar, vuelve a tocar mi labio inferior con el pulgar,
un movimiento lento y sensual que me deja hormigueando, con las rodillas débiles
y desesperada.
—Hayden…
Él no responde, solo baja su mirada a mis labios, que automáticamente se
separan para darle la bienvenida. Sus ojos se oscurecen. La intención graba su
rostro.
Me va a besar.
Debería alejarlo, decir que no. Lo sé.
Pero esta puede ser la única vez en mi vida que sabré lo que se siente cuando
Hayden Hughes me besa voluntariamente como una mujer. ¿Cómo puedo dejarlo
pasar?
—Dios, esa mirada. Me estás matando. —Su voz áspera suena tensa.
—¿Qué quieres decir?
—Tus ojos. Me están comiendo. —Se pasa una mano agitada por el
cabello—. Necesitas que te bese alguien que sepa qué carajo está haciendo, y
claramente ese no es Derek.
—Estoy comprometida. —Y cuando estoy tan cerca de Hayden, en realidad
no me importa.
Sus ojos oscuros perforan mi alma.
—Con el hombre equivocado. Dame una buena razón para no besarte.
Debería tener un millón… pero no puedo pensar en una.
Desde el bolso que cuelga de mi hombro, suena mi teléfono, perturbando el
momento. No puedo decidir si estoy furiosa o agradecida por la distracción. Un
vistazo a la pantalla me dice que es Derek.
—Hola —digo mientras saco el dispositivo.
¿Puede oír mi voz temblando?
—Lamento mucho lo de la degustación de pasteles. ¿Ya elegiste un sabor?
—Lo hicimos. Ya nos estamos yendo.
—¿Estamos?
Dudo.
—Hayden vino conmigo para tener una segunda opinión.
—Apuesto a que esa no es la única razón —murmura Derek.
No lo es, ¿y qué se supone que debo decir?
—Estamos de regreso para la cena. ¿Terminaste el trabajo del día?
—Sobre eso… —La mueca en su voz es imposible de pasar por alto—. Lo
siento.
—¿Tienes que ir a Seattle? —En realidad, no tengo que adivinar. Este no es
mi primer rodeo con sus viajes de negocios de última hora.
—Hay un vuelo que sale a las siete de la noche. Tengo que abordar ese.
Volveré el sábado por la mañana.
¿Está bromeando?
—¡Ese es el día de la boda!
—Lo sé. Me siento horrible. Pero este es todo mi futuro…
Cierro los ojos y hago algunos cálculos mentales. Si tenemos que aplazar la
ceremonia unas horas es posible, solo ridículo.
—¿A qué hora volverás?
—Hay un vuelo que sale de Seattle a las seis de la mañana. Estaré de regreso
en la casa de tu papá con tiempo de sobra antes de la ceremonia al mediodía.
¿Qué pasa si el avión se atrasa?
No tiene sentido preguntarle. Él no tiene una respuesta.
Intento aplacar mi decepción y ser solidaria. Está haciendo lo mejor que
puede.
—Cuídate. Espero que todo vaya bien. Te veré justo antes de la ceremonia.
—Lo harás. Llegaré. —Hace una pausa—. Llámame con cualquier
actualización.
—Lo haré.
Luego escucho tres pitidos y la conexión se silencia.
Ni siquiera tengo que mirar hacia arriba para ver la condena de Hayden. Por
supuesto que escuchó todo.
—Él te deja la semana de tu boda, y ni siquiera tiene las pelotas para decirte
que te ama antes de irse. —Hayden niega con la cabeza—. Tienes que pensarlo
mucho antes de decir que sí. Porque estoy bastante seguro de que no pasará mucho
tiempo antes de que llames a un abogado y comiences tu vida de nuevo.
—No hagas esto. —Marcho hacia su camioneta, más que lista para irme a
casa y meterme en la cama con una botella de vino.
Hayden envuelve sus dedos alrededor de mi codo y me tira contra su cuerpo.
—¿Que no haga qué, ser honesto?
—No te metas en mi cabeza.
—Alguien tiene que evitar que cometas este error.
—Esta boda ya está planeada. ¿Qué quieres que haga?
Su rostro se suaviza mientras pasa sus dedos por mi cabello.
—Cásate conmigo en su lugar.
Hayden
Bueno, eso fue sutil, jodido idiota.
A mi lado, Perrie se encierra en sí misma en el camino de regreso a la casa
de Dan. Lucho por algo que decir.
—Hablo en serio —finalmente le digo—. En caso de que pensaras que no
lo hacía.
Se vuelve hacia mí con los ojos enrojecidos. Conozco bien sus expresiones.
Está intentando no llorar.
—No, no hablas en serio.
—¿Por qué dirías eso?
Pone los ojos en blanco.
—No te casaste con Jackie como se llame después de dos años de darle
como cajón que no cierra. No te vas a casar con la chica a la que solo has besado
una vez.
Para esto tengo la respuesta perfecta.
—Podemos arreglar eso ahora mismo. Hay un Hilton al final de la calle.
—Sigo comprometida.
—Y sigo pensando que vas a casarte con el hombre equivocado. Déjame
probarlo.
Resopla.
—Incluso si nos registramos y nos follamos toda la noche, todavía está el
problema de mi papá. Una vez me dijiste que no valía la pena perder a un amigo
por mí.
Esas palabras que le lancé hace cuatro años en mi desesperación por alejarla
me hacen estremecer ahora.
—Lamento haber dicho eso. Me equivoqué. No, mentí para que
retrocedieras. Pero ni Dan ni nuestro negocio son el problema entre nosotros. La
brecha de doce años en nuestras edades tampoco significa nada. Lo único que nos
detiene ahora eres tú.
—No puedo tomarte en serio. La idea de casarte conmigo nunca se te
ocurrió hasta hoy.
—Eso no es cierto.
—De acuerdo. No antes de esta semana.
No puedo refutarla.
—Eso es lo que pensé. Siempre has intentado “salvarme” de una forma u
otra: de sentirme sola cuando era niña, de morirme de hambre si olvidaba el dinero
de mi almuerzo, de ser un asco en los videojuegos. Si te sacrificaras simplemente
para salvarme de casarme con Derek, ambos seríamos miserables. Tan solo déjalo.
Ella lo entendió todo mal. Pero cuando cruza los brazos sobre su pecho y
mira por la ventana del pasajero el paisaje que pasa, ignorándome, me doy cuenta
de que nada de lo que diga ahora la convencerá de que se equivoca.
El resto del viaje lo pasamos en silencio.
Cuando regresamos a la casa de Dan, Derek se ha ido. Perrie desaparece en
su habitación.
Mi mejor amigo frunce el ceño cuando la ve irse.
—Está enfadada. ¿Qué sucedió?
—Deberíamos hablar.
Dan frunce el ceño y luego se encoge de hombros.
—Claro. Es la cerveza en punto. Podemos sentarnos en el patio trasero.
No estoy ansioso por ver todo el progreso de la preparación de la boda, pero
podemos hablar fuera del alcance del oído de Perrie allí.
—Suena bien.
Unos minutos más tarde, Dan y yo estamos sentados alrededor de la mesa
del patio, contemplando la puesta de sol. Estoy demasiado distraído para apreciar
los vívidos naranjas, rosas y amarillos que colorean el cielo. Respiro hondo y me
preparo para soltar toda mi vida personal y profesional con una frase.
—Estoy enamorado de Perrie.
Dan hace una pausa a mitad de un sorbo y luego vuelve a bajar la lata de
cerveza.
—Lo sé.
No solo estoy sorprendida, su respuesta no me da idea de cómo se siente al
respecto.
Sintiendo la necesidad de coraje líquido, abro mi cerveza y tomo la mitad
en unos cuantos tragos.
—Y… voy a hacer todo lo que pueda para poner fin a esta farsa el sábado.
No quiero perderte como amigo o socio comercial, pero para ser honesto, Dan, si
no lo apruebas, eso no me detendrá.
Distraídamente, toca el borde de su lata.
—¿Qué quiere Perrie?
—No decepcionarte. Así que te digo lo que pasa de hombre a hombre. Me
gustaría tu bendición, pero si no puedes dármela, por favor, no le des tu
desaprobación. La aplastará.
—¿Crees que ella también está enamorada de ti?
—Ella ha hecho todo lo posible para ocultarlo, pero sí.
—¿Aún?
Es mi turno de fruncir el ceño.
—Sabías…
—¿Que estaba enamorada de ti antes de irse a la universidad? Oh, sí. —
Deja escapar un largo suspiro—. Ella me lo dijo. Y te diré lo que le dije entonces.
Si mis dos personas favoritas en el mundo se hacen felices mutuamente, cuando
sea el momento adecuado, eso también me haría feliz a mí.
Un cálido alivio se desliza por mis venas.
—Quiero que sepas que nunca la he tocado. Me besó una vez, pero…
—Estoy impresionado. Durante años me pregunté si te acostaste con ella
ese verano antes de que se fuera.
Si lo hubiera hecho, ¿sería todo diferente ahora?
—Me habrías matado.
—En su momento, sí. En retrospectiva, tal vez hubiera sido lo mejor. Para
ser franco, no me gusta Derek. No, eso no es verdad. Él está bien; simplemente no
es adecuado para ella.
—Por supuesto que no lo es. Se fue en un viaje de negocios días antes de su
boda. Él no la ama.
Dan niega con la cabeza.
—Y Perrie no lo ama. Me di cuenta de eso en los primeros cinco minutos.
—Ella dice que sí…
—Probablemente quiera porque casarse con él sería más fácil ya que él no
es tú. Admito que está apegada a él de alguna manera que no entiendo. Pero no
estoy ciego; sé que su corazón ha sido tuyo durante mucho tiempo.
—¿Tengo tu bendición, entonces?
De repente, Dan sonríe y empuja su mano hacia mí.
—Un mil por ciento. Siempre te has sentido como familia. Sería bueno
hacerlo oficial.
Un peso de dos toneladas acaba de levantarse de mi pecho.
—Gracias. Sería genial.
—¿Tienes un plan? Ella es una cosa obstinada. Seguirá adelante con esta
boda con el Señor Metrosexual a menos que la hagas cambiar de opinión.
—Tengo algunas ideas, y podría necesitar tu ayuda. Pero volveré a eso. Ya
que estamos aclarando el aire… Hablando de no ser ciego, sé sobre ti y Hannah.
—¿En serio? Oh, gracias a Dios. —El alivio visible de Dan es casi
cómico—. He estado devanándome los sesos durante meses para encontrar una
manera de decírtelo.
—El que ustedes dos se follen incesantemente con los ojos lo hicieron obvio
el 4 de julio. Lo sospeché mucho antes, pero…
—Es gracioso. Tanto tú como yo hemos estado preocupados de que el otro
piense que somos demasiado mayores para las mujeres que amamos. Después de
todo, soy trece años mayor que Hannah.
Me encojo de hombros.
—Mi hermana menor es en gran medida una adulta. Si se hacen felices el
uno al otro…
—Lo hacemos. —Hace una mueca—. Ella está embarazada. Siete semanas.
Nos enteramos el viernes pasado. Iba a proponérselo de todos modos, pero
deberíamos acelerar las cosas ahora. Con tu bendición.
Es imposible quedarme en mi silla por esa noticia. Dan también se pone de
pie y compartimos un largo abrazo de hermanos. Es la mayor emoción que he visto
salir de él en una década, y no puedo evitar pensar que mi hermana ha sido buena
para él.
—La tienes. Pero amigo, esto es raro. Si todo sale bien, serás mi suegro y
mi cuñado.
—Suena espeluznante. —Se ríe—. Pero no puedo pensar en nada mejor que
Hannah y yo encontrando un lugar juntos para criar uno o dos bebés. Seré un mejor
padre esta vez porque estoy listo y sé todas las formas en que la cagué la primera
vez. Además, si convences a Perrie de que sea tu esposa, ella regresará de una vez
por todas.
—No si, cuándo. Haré lo que sea necesario para convencerla de que se case
conmigo. Pero tengo que ser honesto, las palabras no funcionan.
—Ah. Entonces… ¿estás tramando algo encubierto? Eso es algo que
siempre he admirado de ti, ese talento para saber cuándo y cómo ser totalmente
inescrupuloso.
Eso me hace reír. Suena gracioso viniendo de Dan honrado. Pero no se
equivoca.
—Estoy pensando en algo realmente bajo y sucio…
—Dime. Veré cómo puedo ayudar.

Perrie

Tres días después

Mi boda es mañana y nada es nada como lo imaginaba. Uno por uno, mis
amigos de la universidad me hacen saber que, después de todo, no podrán volar en
el último minuto. Todos están demasiado ocupados o arruinados. Resulta que mis
amigos de la secundaria y yo ya no tenemos mucho en común. La mayoría todavía
están en la universidad o piensan que estoy loca por establecerme ahora. Así que
no es una despedida de soltera épica para mí, lo que en realidad está bien. No me
gustan los bailarines exóticos ni los juegos de fiesta borrachos. Pero mi prometido
sigue fuera de la ciudad. Mi padre ha estado notoriamente ausente durante horas.
Y Hayden está quién sabe dónde. Pensé que al menos uno de ellos pasaría mi
última noche como soltera conmigo, pero no.
Me siento miserablemente sola.
Eso no es precisamente cierto. Me sobran remordimientos para hacerme
compañía. Se están amontonando y diciéndome que cada elección que he hecho ha
sido incorrecta.
Mi teléfono suena, interrumpiendo ese pensamiento alegre. Miro hacia
abajo para ver un mensaje de texto de Derek.
Derek: Las reuniones acabaron. Todo salió genial. Todavía no es oficial,
pero creo que Brayden y yo logramos esta cuenta.
Yo: ¡Eso es genial! Escribo de vuelta.
Derek: Lo siento de nuevo, te tuve que abandonar esta semana. ¿Todo listo
para el gran espectáculo de mañana?
Mis dedos dudan sobre la pantalla. Estoy tan cerca de cancelar todo. Por
supuesto, justo después de tener todo en su lugar. Finalmente encontré un vestido
del perchero, con la ayuda de Hayden. Ha sido extrañamente solidario los últimos
días. Y como si se diera cuenta del error de abrir la boca, ha guardado absoluto
silencio sobre casarse conmigo después de su impulsiva propuesta.
No debí haberme hecho ilusiones. Seguiré adelante y esperaré lo mejor,
pero estoy ya pasé el pensármelo dos veces. Estoy en la billonésima ahora.
Yo: Sí. ¿Todavía estás de acuerdo con esto de la boda?
Derek: ¡Por supuesto! No te rindas conmigo. Vuelvo enseguida. Tenemos
esto.
Yo: Gracias.
Derek: Cualquier cosa por ti, cariño. Envía un emoji de guiño con él.
Con una leve sonrisa, oscurecí mi teléfono. Derek no me defraudará. Él
nunca lo ha hecho. Desearía haberme enamorado de él, al menos un poco.
Agregando eso a mi montón de arrepentimientos, camino descalza hasta el
gabinete de licores y abro una botella de tinto. El sonido del vino derramándose en
mi vaso vacío es triste, pero lo ahogo bebiendo la mitad y luego me dirijo a la
cocina para encontrar mi última cena. Después de mañana, seré feliz… o estaré
totalmente destrozada.
Mientras me trago algunas sobras del pollo asado de anoche antes de perder
el entusiasmo por la comida, tomo mi teléfono. Es estúpido e impulsivo y
probablemente terminará en miseria, pero le envío un mensaje a Hayden.
Yo: ¿Qué pasa?
Sin respuesta. Cuando mencioné algo ayer sobre tal vez tener una reunión
esta noche, fue extrañamente vago sobre sus planes y cambió de tema. ¿Tiene una
cita caliente? ¿Un ligue con una amiguita para follar? ¿O simplemente se olvidó
de mí?
Es un pensamiento deprimente.
Con un suspiro, limpio mi cena solitaria, me dejo caer en el sofá y miro mi
vaso casi vacío. Mientras contemplo servirme otro, suena el timbre. En el momento
en que miro por la mirilla, veo a un conductor subirse a su camioneta y alejarse.
Abro la puerta y encuentro un ramo de flores en el porche, una colorida
profusión de gardenias, lirios rosados, rosas de col y orquídeas. Es enorme e
impresionante.
¿Quién envió esto?
No lo sé, pero me encuentro sonriendo mientras llevo las flores a la sala de
estar y busco la tarjeta. La saco de su sobre y encuentro dos palabras simples.
HUÉLEME AHORA
Automáticamente, obedezco. Los aromas maravillosamente vertiginosos se
arremolinan en mi cabeza y me desesperan por saber quién me los entregó. La
tarjeta no está firmada. Derek no me enviaría flores; lo sé. De hecho, solo puedo
pensar en una persona que podría haberlo hecho.
Hayden.
Esa posibilidad rebota en mi cabeza cuando el timbre vuelve a sonar. Llego
a la mirilla a tiempo para ver a un mensajero local dejar una bolsa de una licorería.
Cuando lo retiro y miro dentro, veo una botella de champán muy elegante. Hay
una tarjeta adjunta con otra instrucción de tres palabras.
PONME A ENFRIAR
Junto a ese, encuentro una caja oblonga blanca con otra nota sin firmar.
NO ME ABRAS
¿Hayden envió estos regalos misteriosos? Ya que no puedo estar segura,
¿puede en serio enojarse si la curiosidad se apodera de mí? Mientras mi cerebro da
vueltas a la pregunta como un pretzel, deslizo obedientemente la botella de
champán en el refrigerador y coloco la caja, envuelta con un lazo rojo de seda, en
el mostrador de la cocina.
Apenas he terminado cuando el timbre vuelve a sonar. ¿Qué diablos sucede?
¿Son todos estos regalos la forma para que Hayden me decepcione con delicadez?
Si es así, lo admito; estaré destruida.
Cuando abro la puerta de nuevo, el mensajero está parado allí una vez más.
Es un adolescente con un problema de acné y ojos saltones. Cuando me ve con
pantalones cortos y una camiseta sin mangas, parece que no puede mover la lengua.
Pobre tipo. Recuerdo esa época incómoda…
—¿Se supone que debes darme la caja en tus manos?
—¿Qué? —Él traga, luego asiente—. Ah, ¿eres Perrie?
—Esa soy yo.
—Pensé que serías un tipo viejo.
Sonrío.
—Me pasa eso a veces. ¿La caja?
—Cierto. Casi lo olvido. —La empuja en mi dirección—. Tienes una buena.
Con una última mirada larga, trota de regreso a la puerta trasera en ralentí
que sigue sonando una melodía de R & B. Cierro la puerta, sacudiendo la cabeza.
Tal vez debería mirar el lado positivo. Aunque mi vida todavía está patas
arriba, podría ser peor. Podría volver a tener dieciséis… y aún quedarme seis años
de amor no correspondido por Hayden.
La verdad es que tengo una buena vida. Tengo algunas personas geniales
en mi esquina. Estoy recibiendo múltiples ofertas de trabajo en las principales
ciudades de todo el país, por lo que tengo opciones si las cosas no salen según lo
planeado. Soy joven, saludable y resistente.
Simplemente preferiría no agregar un corazón roto a esa lista.
Me hundo en el sofá de la sala de estar y tiro del paquete impecablemente
envuelto con volantes que tengo en las manos. La etiqueta adherida me dice que
es de una tienda local con una reputación muy sexy. La tarjetita metida debajo de
la cinta rosa pálido contiene dos palabras más.
ÚSAME AHORA
Mi corazón se detiene. ¿Hayden me envió lencería? ¿Es posible?
Abro la caja y rasgo el delicado papel de seda. La tela de gasa blanca y el
encaje me hacen jadear. Es increíblemente suave.
Cuando sostengo la pieza por las tiras finas, la caja cae a mis pies, olvidada.
El baby doll es completamente transparente. Las dos copas diseñadas para “cubrir”
mis senos están adornadas con un encaje de puntos juguetón pero delicado. Debajo,
un pequeño lazo blanco, colocado donde la tela se junta suavemente, pretende
mantener unidos los lados ondulantes. Pero ese lazo es puramente para mostrar
porque el cabrón está abierto con un dobladillo festoneado que corre a lo largo del
torso y recorta el borde inferior, que apenas roza la parte superior de mis muslos.
Me agacho y busco en la caja otra tarjeta o cualquier cosa que me diga de
quién es mi regalo misterioso. Todo lo que encuentro es un pequeño trozo de
bragas a juego. Las tiras de encaje sobre las caderas hacen eco del diseño destinado
a abrazar mis pechos. El resto, incluido el material sobre mi coño, es tan
transparente que me pregunto por qué está ahí.
El factor provocación en este atuendo es multiplicado por un millón. Es
lencería destinada a la seducción. Nunca he tenido nada parecido.
No hay duda de si me lo voy a poner. No puedo esperar.
Mientras me deslizo en el dormitorio y me quito los pantalones cortos y la
camiseta, espero y rezo por estar poniéndome esto para Hayden.
Si soy sincera, volví a Phoenix por él. Todo es siempre por él.
Las prendas se sienten como una nube sedosa de nada cuando me las pongo.
Cuando me paro frente al espejo de cuerpo entero, me sorprende ver que el encaje
me abraza perfectamente, aferrándose y revelando aún más de lo que oculta.
Me siento como una diosa, una tentadora. Como la mujer que podía poner
una gran sonrisa de satisfacción en el rostro de Hayden Hughes.
Desde la sala de estar, escucho música que comienza a sonar, algo que no
puedo identificar desde esta distancia. Pero es lento y sexy y me atrae escaleras
abajo porque, además de mi papá, solo una persona tiene la llave de la puerta
principal.
Temblando, cruzo la casa. Cuando doy vuelta en la esquina, el hombre del
que nunca me desenamoré se encuentra en el arco, esperando. Cuando Hayden me
ve, toma aire. Su mandíbula cae. No habla, solo parpadea y traga saliva. Me
arriesgo a mirar hacia abajo. Está inequívocamente excitado por lo que ve.
—Hola —susurro.
—Oh, princesa… —Su mirada vuelve a subir a la mía—. Guau…
La electricidad chisporrotea a través de mi piel. El aire parece vivo con él.
La corriente cargada rebota entre nosotros. Todavía no me ha puesto un dedo
encima, pero ya estoy tan drogada por la excitación que me cuesta respirar.
—¿Me enviaste esto?
Él asiente, aparentemente buscando su cerebro. Sería divertido si no
estuviera tan nerviosa.
—Sí, junto con las flores y el champán. Tal vez todo eso sea un cliché, pero
llego tarde al juego del romance contigo, así que voy a empezar aquí. Maldita sea,
eres incluso más hermosa de lo que pensaba.
—¿Por qué?
La pregunta sale mal, pero parece entender que no estoy preguntando por
qué cree que me veo bien o por qué le ha llevado tanto tiempo hacerme perder el
control.
—Porque todo lo que dije el día de la degustación de pasteles fue honesto y
serio.
Entonces… ¿quiere follarme hasta que se grabe en mi alma? ¿Persuadirme
para que me case con él? ¿O ambos?
De todos modos, tengo una decisión que tomar.
Pero, ¿en serio? Siempre he sabido qué y a quién quiero.
Antes de tirar todos mis planes, necesito respuestas. Además, no debería
ponérselo fácil después de todo el tormento que nos ha causado.
—¿Por qué?
Una vez más, no pretende malinterpretar ni perder el tiempo. Salta al meollo
del asunto.
—Porque te amo.
El shock saca el aire de mis pulmones. Nunca me ha dicho esas palabras.
—Hayden…
—Lo he hecho desde hace mucho tiempo. Y tú me amas. Aún. —Pone un
pie delante del otro, cerrando lentamente la distancia entre nosotros—. ¿No es así?
Siempre lo he hecho.
Sus ojos están sobre mí, desnudándome mentalmente, hasta que siento
como si ya no estuviera usando una sola puntada transparente. Incluso su mirada
me marea con anticipación. No tengo ninguna duda en ese momento de que me ve
como una adulta. Su igual. El objeto de su deseo. La mujer dueña de su corazón.
—Sabes que no es tan simple —murmuro.
—Ah, Derek el tontín. —Frunce el ceño, expresión dura—. Quítatelo.
—¿La lencería?
Él niega con la cabeza.
—Llegaremos a eso pronto. En este momento, me refiero a esa roca suya.
Ni siquiera me di cuenta de que todavía estaba usando el anillo de
compromiso. Se ha convertido en una segunda naturaleza.
Lentamente, lo deslizo de mi dedo y lo dejo en la mesa de café.
—Esto no significa que no me vaya a casar con él. O que me acostaré
contigo.
—Eso es exactamente lo que significa.
Levanto una ceja hacia él. Pero es difícil estar enojada cuando su mirada
recorre mi cuerpo con una caricia visual que me deja adolorida. Mis pezones se
endurecen. Mi coño se suaviza y se inunda. Duelo por él.
De alguna manera me las arreglo para negar con la cabeza. Si me quiere,
tendrá que demostrarlo. Unas pocas palabras y regalos no serán suficientes.
—Solo estamos teniendo una conversación.
Resopla.
—Antes de que te lleve a la cama y demuestre que me perteneces.
—Estás asumiendo.
—Estás usando la lencería que elegí, sabiendo muy bien que tengo la
intención de seducirte.
—Eso no es cierto. —Pero lo es—. Solo tenía curiosidad.
De repente, sonríe.
—Está bien. Jugaremos esto a tu manera. Pero la Perrie que conozco nunca
se retractaría de una promesa.
¿De qué está hablando?
—Exactamente. Le prometí a Derek hasta que la muerte nos separe.
—Aún no lo has hecho. Además, me hiciste un voto solemne hace cuatro
años. —Mete la mano en su bolsillo y extrae algo que suena con un tintineo
metálico cuando lo arroja sobre la mesa de café a mi lado—. Prometiste que podría
devolverte eso cuando y donde quisiera, y me demostrarías que eres toda la mujer
que necesito. Estoy cobrando, aquí mismo, ahora mismo. Ven aquí para que
finalmente pueda besarte como quería.
Miro hacia abajo para encontrar la ficha final de la sala de juegos del parque
acuático, que impulsivamente empujé en la mano de Hayden la noche de nuestra
última visita allí.
—¿Lo conservaste?
Probablemente sea una tontería, pero estoy atónita y conmovida.
Asiente.
—Me dijiste que lo mirara, lo sintiera y te recordara. Lo hice… todos los
malditos días.
Estoy mucho más emocionada de lo que me atrevo a decir.
—Una chica dijo esas estúpidas palabras.
—No. Una mujer joven e increíblemente sabia me dijo que le devolviera
esto cuando no solo quisiera su coño sino también a ella. Así que aquí estoy,
admitiendo que quiero todo. Siempre lo he querido.
—Tu elección de tiempo es pésima. Me caso mañana.
—No con él. Tengo toda la noche para asegurarme de eso. —Da medio paso
más cerca y señala el suelo frente a él—. Ven aquí. Encuéntrame a mitad de
camino.
¿Cómo puedo resistir?
Descalza, camino de puntillas hacia Hayden y me encuentro mirando su
amado rostro familiar. He fantaseado con él haciéndome el amor durante más
tiempo del que debería admitir. ¿De verdad va a suceder ahora?
—Buena chica. —Toma mi cara en su mano—. ¿Vas a tomar la ficha?
¿Estás diciendo que sí?
Parpadeo, mirando sus ojos diabólicamente oscuros. Este es mi punto de
decisión, mi momento decisivo, pero ¿qué más puedo decir?
—Sí.
—Gracias, maldita sea. Siento que he esperado cien años para tocarte.
—He esperado más tiempo. —Envuelvo mis brazos alrededor de su cuello
y me presiono contra su cuerpo, con los labios a un suspiro de distancia de los
suyos.
Hayden ya está impaciente, sus puños se envuelven alrededor de la tela fina
mientras cierra el último centímetro entre nosotros y cubre mis labios con los
suyos. No pierde el tiempo buscando. Se sumerge profundamente para demostrar
que puede, que lo dejaré. Que él es mi dueño. Es el beso de un hombre que apuesta
por su reclamo.
Me balanceo y me desmayo contra él, cerrando los ojos mientras me
disuelvo en una felicidad instantánea. Su gemido gutural me dice que está tan
impactado como yo. Nos fundimos el uno con el otro como si siempre hubiéramos
estado destinados a compartir este momento.
Respirando con dificultad, se aparta y me mira profundamente a los ojos.
—Jesús, Perrie. Besas exactamente como recuerdo.
¿Eso es algo bueno?
—¿Sí?
—¿Cómo es eso jodidamente posible?
No tengo idea de lo que está preguntando.
—¿Me besarás de nuevo?
—Oh, sí. Y esta vez no me detendré hasta que sepa cómo te sientes
agarrando mi polla mientras gritas cuánto me amas.
—¿Qué pasa si no lo hago? —No puedo resistirme a burlarme de él. La
verdad es que siempre lo he amado, y todo lo que necesito para disolverme en un
charco de necesidad es mirarlo.
Me envía una sonrisa de suficiencia.
—Será mejor que entiendas ahora, princesa, que voy a ser implacable.
Tengo un poco más de doce horas para probarte que estás comprometida con el
hombre equivocado. Voy a aprovechar cada segundo. Te voy a dejar muy débil y
saciada. Y no me iré de tu cama ni de tu lado hasta que admitas que solo me amas
a mí.
Estoy dispuesta a admitir eso ahora, pero no lo hago. No hay forma de que
me permita perderme a Hayden volviendo todo su enfoque determinado en mí.
—Eres bienvenido a intentarlo.
Eso lo hace reír.
—Nunca supiste cuándo dejar de hostigar al oso, ¿verdad?
Probablemente no, pero su determinación francamente me entusiasma.
Lo empujo contra la pared.
—Cállate la boca.
Antes de que pueda responder, aprieto mis brazos alrededor de su cuello y
salto a su abrazo. Me atrapa, ambas manos agarran mi trasero, y deja escapar un
uhh. Pego mi cuerpo contra el suyo y me apodero de sus labios.
Su agarre se aprieta. Gime, animándome. Debería dejar que me muestre lo
que tiene en mente, dejar que me demuestre lo mucho que me desea. Pero apenas
puedo reprimir mi desbordante anticipación, especialmente cuando me retuerzo y
froto mi clítoris contra su polla de acero.
—Maldición. —Termina el beso con la maldición entrecortada—. No
puedo ser paciente en este momento. ¿Te has follado a Derek en tu dormitorio?
—No.
Él parece desconcertado por eso.
—¿Ni una sola vez?
—No. —Eso es todo lo que me atrevo a decir ahora.
La resolución cruza su rostro.
—He soñado tantas veces con tenerte en tu cama…
Todavía abrazándome con fuerza, avanza por el pasillo, sus labios rozan mi
cuello, mordisquean mi lóbulo, antes de bajar para mordisquear mi hombro.
A los pies de mi cama, me suelta para deslizarme por su cuerpo. Siento cada
centímetro duro antes de que mis pies finalmente toquen el piso de madera.
Todo en esta habitación se ve exactamente como cuando yo era adolescente.
Las paredes y la cabecera tachonada son tonos similares de blanco inmaculado.
Mis sábanas de lunares blancos y negros gritan juventud y felicidad. El edredón
rosáceo con sus fundas ribeteadas de encaje a juego parece tan inocente. La
almohada de leopardo y el audaz candelabro rompen toda la dulzura con actitud.
Esta habitación era un reflejo perfecto de mí. En muchos sentidos, todavía
lo es.
Aquí es exactamente donde también quiero hacer el amor con Hayden.
Ninguna de mis fantasías lo incluía seduciéndome con el sol de la tarde entrando
oblicuamente a través de mi ventana, arrojando rayos dorados sobre su rostro
fuerte y encendiendo el fuego en sus ojos. Pero esto es mucho mejor que cualquier
medianoche sombría que imaginé.
—Estoy nerviosa —admito.
—No lo estés. Esto es para nosotros. Dime todo lo que quieras y sientas. Yo
lo haré también. No solo vamos a follar; vamos a unirnos. Y después de esto, nunca
te dejaré ir, Perrie. ¿Entiendes eso?
Hasta ahora me ha puesto caliente, pero ahora sus palabras me conmueven
profundamente.
Mientras asiento, él roza mi mejilla con sus nudillos, rozando su camino
hacia atrás para tomar mi nuca y levantar mis labios hacia los suyos. Entonces
estoy cayendo, disolviéndome en él, perdiéndome en su beso. Uno se derrama
dentro del siguiente, luego otro, hasta que mis labios se sienten hinchados,
magullados y hormigueantes.
Sus manos tampoco están quietas. Es como si tuviera la intención de
sensibilizarme con cada toque, comenzando con un arrastre de las yemas de sus
dedos sobre mis hombros, luego bajando por mis brazos, a través de mis clavículas,
antes de subir lentamente por mi garganta y debajo de mi mandíbula. Finalmente,
pasa su pulgar por mi labio inferior de nuevo.
—Entonces, así es como te ves cuando te han besado bien. —Sonríe,
terriblemente complacido consigo mismo.
—¿Vas a hacer que me sonroje o me besarás de nuevo?
—Deberías saber la respuesta a eso.
La sé, y me preparo para más de ambos. En cambio, me sorprende al quitar
el tirante de mi baby doll. Sus labios siguen en una seducción tan lenta y paciente
que me dan ganas de llorar. Hace lo mismo con el tirante a juego en el otro hombro
hasta que la prenda apenas se pega a mis pechos. No es que importe. Él puede ver
a través de él de todos modos, especialmente con el sol brillando sobre nuestros
cuerpos.
—Maldición, tienes los pezones más bonitos. —Finalmente, pasa sus
nudillos por uno.
La sensación es tan instantánea, tan caliente, que jadeo.
—Hayden…
Apenas me ha tocado, y estoy jadeando. Cada centímetro de mi piel está en
llamas. Dios, ¿cómo me sentiré cuando me rodee? ¿Cuando esté encima de mí?
¿Dentro de mí?
—Hmm, princesa. —A través de la tela, hace lo mismo con el otro pezón—
. Estos están tan difíciles. Me encanta lo sensible que eres, la forma en que
respondes a mí.
Apenas logro asentir con la cabeza antes de que agarre un pico rígido entre
su pulgar e índice y lo apriete. Mi grito instantáneo no tiene nada que ver con el
dolor y todo que ver con el placer.
—Sí —canturrea mientras pellizca el otro, luego desliza los tirantes del
baby doll por mis brazos, uno tras otro, exponiendo mis pechos a su mirada
hambrienta—. Tan jodidamente perfecta.
Con dedos firmes y cálidos, acuna un seno en su mano y lo levanta mientras
se inclina.
Oh, Dios…
El primer toque de su lengua es como una sacudida de un cable vivo, de
alguna manera inesperado e impactante. Pero luego sus labios se cierran alrededor
de mi punta sensible. Le da un tirón y lo atrae a su boca con un fuerte tirón.
Estoy perdida.
Sin ningún pensamiento consciente en absoluto, hundo mis dedos en su
cabello corto y envuelvo mis manos alrededor de él para acercarlo más. Me
complace con otro tirón de succión, le sigue una caricia de su lengua, luego un
pequeño mordisco que me hace clavar mis uñas en su cuero cabelludo.
—Te gusta eso —murmura contra mi piel. No es una pregunta—. Oh,
Perrie, voy a estar en estos pezones todo el tiempo. Santo cielo…
Cuando cambia al otro pico y prácticamente lo inhala en su boca, grito de
nuevo y me doy cuenta de que no solo he perdido mi corazón por este hombre por
el resto de mi vida, sino que estoy a punto de perder mi cuerpo, también. Por la
mañana, cada parte de mí le pertenecerá. Estoy emocionada y aterrorizada por esa
noción.
A medida que continúa mordisqueando y bebiendo mis puntas, tirando,
jalando, pellizcando, lamiendo, se vuelven tensas y agradablemente doloridas. No
sabía que existía tal estado, pero siento mi cuerpo. Mi piel está viva. Mi sangre
corre. Mi corazón está repleto. Soy completamente mujer en este momento. Es
como una droga, y deseo más.
El calor me inunda. Mi cabeza zumba. Estoy mareada, desorientada. En
llamas.
Las abrasadoras palmas de Hayden rozan el baby doll por la piel desnuda
de mi torso. La forma en que expone mi cuerpo a su mirada ardiente me oprime el
pecho. Estoy sin aliento, adolorida. Y muy lista.
—Eres hermosa. —Toca mi ombligo, toca la curva de mi cadera, come el
hueco de mi cintura—. Y eres mía.
—Por esta noche. —No voy a rendirme fácilmente.
—Sigue pensando eso si te hace sentir mejor”
Aún estoy intentando frotar dos células cerebrales para formar una respuesta
rápida cuando roza sus nudillos sobre la tela de gasa que cubre mi coño. Me
sorprende darme cuenta de que se pega húmedamente a mi carne.
—Estás empapada, princesa. —Hayden gime cuando cae de rodillas frente
a mí y pega la tela empapada en mi piel—. Mírate…
Tiemblo cuando él se inclina y cierra su boca sobre el triángulo saturado y
me lame con la parte plana de su lengua.
Las sensaciones me sacuden. El choque inmediato de placer quema mis
venas. Un hormigueo cae en cascada detrás de eso, dejándome tambaleándome y
desequilibrada. Es veinte veces más agonizante cuando Hayden desliza sus
pulgares debajo de la parte delantera elástica de las diminutas bragas, separa mis
labios y empuja mi punto más sensible con la punta de la lengua.
—¡Hayden!
—Jesús, eres dulce. ¿Algún hombre te ha hecho correrte en su boca?
—N-no. —Apenas puedo jadear la palabra.
Contra mi carne, lo siento sonreír.
—Oh, voy a disfrutar de esto.
Cuando envuelve sus brazos alrededor de mis caderas y se pone de pie,
levantando mis pies del suelo, grito. No tengo mucho tiempo para sobresaltarme
ya que Hayden rápidamente me deja caer sobre el colchón. Con sacudidas
impacientes, arrastra la diminuta tanga de mi cuerpo y se arrodilla al lado de la
cama.
Mi corazón late con fuerza cuando arrastra mis caderas hasta el borde y
coloca mis muslos sobre sus hombros. Luego pasa su lengua a través de mis
pliegues, dejando escapar un gemido profundo y satisfecho.
—¡Dios mío! —Mi espalda se arquea. Agarro con fuerza el edredón. Mis
ojos ruedan hacia atrás en mi cabeza.
¿Cómo puedo evitar romperme en un millón de pequeños pedazos?
La forma en que Hayden devora mi coño, centrando toda su atención en mi
clítoris con hábiles mordiscos y lametones, me hace darme cuenta de que es
imposible. Me está fracturando, derribando todas las barreras que cree que he
levantado entre nosotros, haciéndome suya.
No puedo detenerlo… y no quiero hacerlo.
Es despiadado e incesante, deslizando, lamiendo, chupando. Manipula mi
reacción, mi cuerpo, mi mente, hasta que me retuerzo de dolor y canto su nombre.
Hasta que ya no me importa nada excepto Hayden, cómo me hace sentir y
encontrar la manera de hacer que este éxtasis dure para siempre.
De repente, retrocede y presiona un beso casi casto en la parte superior de
mi coño.
—No, princesa. La primera vez que te corras por mí, voy a estar dentro de
ti.
Por mucho que quiera el orgasmo ahora, asiento. Prefiero que estemos
unidos, sintiéndolo profundamente cuando me desmorone por él.
—Apúrate. —Ataco su cremallera.
—Espera, Perrie. Princesa. Solo un… ¡Mierda!
Sí, probablemente no esperaba que empujara sus pantalones y ropa interior
alrededor de sus rodillas y tragara la cresta de su polla entre mis labios. Pero gimo
porque estoy tan contenta de haberlo hecho. Es salado y almizclado. Varonil. Y
grande. Estoy estirando mis labios tanto como puedo, pero en cuestión de
segundos, la bisagra de mi mandíbula comienza a protestar. Aun así, no me
importa. Quiero probar a este hombre. Quiero su sabor en mi lengua. Quiero
complacerlo.
Lo lamo como un cono de helado, deleitándome con su siseo mientras
agarra mi cabello y me guía arriba y abajo de su longitud rígida.
—Oh, mierda. Sí. Princesa, mmm…
Como mi boca está ocupada de otra manera, sonrío por dentro mientras lo
chupo más profundamente, moldeando mis labios a su forma y presionándolo
contra el paladar mientras lo trabajo. Luego retrocedo, rozo la parte inferior de su
coronilla con la punta de la lengua, presionando un punto que instantáneamente lo
hace tambalearse.
Se libera con un gruñido.
—¿Derek te enseñó eso?
—No.
—Entonces, ¿dónde diablos aprendiste a hacer mamadas?
Me quedo boquiabierta, tan contenta en ese momento de que algunas de mis
ex compañeras de cuarto de la universidad se llamaran con orgullo putas. Salían
mucho, con cualquiera que les interesara. Y no fueron tímidas a la hora de
compartir detalles. Escuché…
—Nadie.
Él frunce el ceño.
—¿Estás diciendo que nunca has hecho una mamada?
—Nunca —susurro.
Me pregunto cuánto tiempo le llevará descubrir el resto de mi secreto.
La mirada sospechosa de Hayden me dice que ya está descifrando su camino
hacia la verdad.
—Pero no importa. Solo quiero complacerte. —Me inclino hacia atrás.
Es demasiado rápido y tira de mi cabello, deteniéndome antes de empujarme
de nuevo sobre el colchón y luego cubre mi cuerpo con el suyo. Él mira
profundamente, atentamente. Prácticamente puedo escuchar su mente trabajando,
así que me levanto y presiono mis labios contra los suyos.
Instantáneamente, usa los suyos para abrir los míos de par en par y se
sumerge, mi pecho retumbando con necesidad, mientras se fuerza a sí mismo en
los rincones más profundos de mi boca y mi alma.
Finalmente, se aparta y toma mi rostro entre sus manos.
—¿Me deseas?
—Sí —jadeo—. Mucho.
—¿Necesitas más pruebas de que me perteneces?
—No. —Ya no quiero jugar juegos. Solo quiero a Hayden—. Soy tuya.
—No te vas a casar con Derek, ¿verdad?
—No lo haré.
Suspira con visible alivio, luego acaricia mi labio con su pulgar.
—¿Vas a casarte conmigo en su lugar? Ya hablé con tu papá. Nos ha dado
su bendición.
Mi corazón se atasca en mi garganta.
—¿En serio? ¿Me lo estás preguntando en serio?
—No voy a dejar que te vayas de nuevo. La primera vez fue el mayor error
de mi vida.
—Oh, Dios mío… —Esto es real.
—¿Es un sí? —exige.
—Sí. —Asiento mientras lo asimilo. Voy a ser la esposa de Hayden—. ¡Sí!
—Ah, princesa. Gracias, maldita sea. Te amo.
—Yo también te amo.
Me roza la mandíbula con un beso, sella nuestro vínculo con una dulce
presión de labios y luego, de mala gana, me suelta para mirarme a los ojos.
—¿Quieres hijos?
—Por supuesto. —No me gustaba ser hija única, así que siempre me
imaginé tres o cuatro pequeños a los que podría criar y mimar.
—Yo también. Los quiero contigo.
Sonrío.
—Me encantaría.
Su expresión se vuelve seria.
—Los quiero ahora.
De repente, capto lo que está diciendo.
—¿Ahora?
—Ya hemos esperado años. ¿De verdad quieres esperar más?
Un millón de pensamientos cruzan mi cabeza. Seríamos recién casados.
Estoy intentando empezar una nueva carrera. Tenemos que adaptarnos a vivir
juntos. Todavía soy bastante joven.
Pero nos conocemos desde siempre, entonces, ¿cuánto necesitamos
realmente conocernos o adaptarnos el uno al otro? Todavía puedo trabajar y ser
mamá; muchas mujeres lo hacen bien. Y preocuparse por la edad es para personas
que no saben lo que quieren de la vida. Yo lo sé completamente.
—Tienes razón. Comencemos ahora.
Se ríe, luego me da un beso en la boca que pretende ser una celebración.
Pronto se demora, luego adora. Soy succionada de vuelta a un vórtice de pasión
del que no puedo escapar. Tengo la sensación de que así será siempre entre Hayden
y yo.
Cuando me estoy derritiendo, jadeando y con las mejillas rojas, coloca su
cuerpo entre mis muslos abiertos y me mira profundamente a los ojos.
—La noche que me diste esa ficha, dijiste que te estarías reservando para
mí. ¿Perrie?
Sé lo que está preguntando. Trago saliva.
—Soy virgen.
Una sonrisa suaviza su rostro.
—Debería haberlo adivinado antes. Eres una chica que siempre cumple su
palabra. En realidad, no estás comprometida con Derek, ¿verdad?
—No.
—¿Y nunca lo has estado?
No puedo mirar a Hayden a los ojos.
—Él es un muy buen amigo. Lo amo… pero es como un hermano para mí.
—Entonces, ¿por qué viniste aquí y…
—¿Y fingí? Derek me ofreció un trabajo en su nueva empresa en Seattle.
Antes de aceptar, tenía que venir aquí y ver si había alguna posibilidad de que
finalmente pudieras quererme. Se ofreció a ayudar.
—Siempre te deseé… incluso cuando no debería haberlo hecho. Entonces,
¿esta farsa era para mí?
Asiento.
—Pensé que, si no te importaba ahora que yo pertenecía a otra persona,
nunca lo haría. Entonces podría mudarme a Seattle y tratar de seguir con mi vida.
—Tienes que rechazar su trabajo y decirle que se vaya al infierno.
Me río.
—No se sorprenderá mucho. Solo volará de regreso mañana porque…
—Ni siquiera va a fingir casarse contigo al mediodía.
Niego con la cabeza.
—No lo hará. Solo necesita recoger sus cosas y despedirse.
Hayden levanta una ceja.
—Si él quiere quedarse mañana y verme casarme contigo de verdad, solo
para que sepa que estás fuera de los límites, estoy totalmente de acuerdo.
—¿Quieres decir… tú y yo casándonos? ¿De verdad?
—¿Por qué dejar que una boda perfectamente buena se desperdicie?
Me río, mareada de felicidad. Hayden me está dando todo lo que podría
haber querido. Bueno, casi. Sigo esperando a que una nuestros cuerpos y me haga
suya de la forma más primaria posible.
—Me encanta —murmuro—. Te amo.
—También te amo. En unas horas, si puedo soportar no estar dentro de ti,
sacaré de mi bolsillo el anillo de compromiso que te compré y te lo pondré en el
dedo. Luego abriremos esa botella de champán y beberemos de las copas que envié
con ella, las que dicen Sr. y Sra. —Me lanza una sonrisa autocrítica—. Estaba
pensando en positivo porque no quiero que nadie más sea la señora Hughes excepto
tú.
—Eso suena genial. Pero ahora mismo…
—Ahora mismo, tengo que tenerte. Siento que he esperado toda mi puta
vida.
—Yo también.
Entonces el silencio cae entre nosotros. Hayden baja la cabeza y vuelve a
tomar mis labios en un beso a la vez solemne y apasionado. Sus manos vagan,
delineando la curva de mi cintura, luego agarra mis caderas mientras se prepara y
acaricia mi cuello.
Después de trazar un camino erótico sobre mi punto de pulso, sus labios se
deslizan hacia mi oído mientras alinea su polla desnuda contra la entrada de mi
pequeño y dolorido coño.
—Dime que eres mía, Perrie.
—Soy tuya. —Cierro los ojos con anticipación.
Estoy a solo unos segundos de sentir eso en un nivel profundo y visceral.
—Abre —insiste—. Tus ojos, tu coño, tu corazón. Extiéndelos todos para
mí.
Levanto mis pestañas con un aleteo y separo más mis piernas debajo de él.
Mi corazón ya está abierto; lo ha estado durante años.
Me inmoviliza con una mirada autoritaria que me hace temblar.
—Dime que serás mía para siempre.
—Lo seré. Y serás mío para siempre —insisto.
—Lo seré. —Pronuncia las palabras como un voto.
Mi corazón late y atrapa mi respiración en mi pecho. El tiempo se ralentiza.
Solo conozco a este hombre. Y recordaré la forma en que me mira en este momento
por el resto de mi vida.
Finalmente, enseña los dientes, gruñe y se abre camino a través de la
delgada barrera de mi himen con una fuerte embestida. Incluso mientras él
desgarra mi cuerpo y jadeo ante su invasión, nuestra unión repara la fractura que
dejó en mi corazón hace cuatro terribles años.
La incomodidad entre mis piernas es un pequeño precio a pagar por la
sensación de Hayden conduciéndose dentro de mí, empujando poco a poco, solo
para retirarse y hundirse de nuevo, esta vez más profundo, más insistente.
—Oh, Dios… Nunca había sentido nada mejor, princesa. Jamás.
Levanto las caderas para encontrarme con él mientras vuelve a acariciarme
lentamente hacia abajo. Aunque me siento llena de él, todavía no está
completamente dentro de mí. El estiramiento de mi carne para acomodarlo arde y
pica, pero lo agradezco.
—Más profundo… —gimo.
Él sisea mientras se balancea sobre mí, sus ojos oscuros ardiendo tanto por
la pasión como por la tensión de contenerse.
—Estás tan jodidamente apretada. Y se siente tan diferente a pelo.
Estoy conmocionada.
—Nunca has…
—No sin condón, no. —Se aleja, luego vuelve a entrar a la fuerza,
finalmente hasta la empuñadura.
Ambos gemimos. Lo siento en todas partes: dentro de mí, a mi alrededor,
abrumándome. Echo la cabeza hacia atrás, me aferro a él, le clavo las uñas.
—No puedo creer que finalmente esté dentro de ti —susurra—. Fantaseé
con ser tu primero, princesa. He querido hacerte mía durante mucho tiempo. El
hecho de que estemos juntos ahora, que no haya nada entre nosotros, y que podrías
quedar embarazada esta noche… —Imposiblemente, se hincha dentro de mí—.
Oh, mierda, sí.
Logro un poco de cálculo mental.
—El momento sería el correcto.
—¿En serio?
—¿Está bien?
—¿Bien? —De repente, se mete dentro como un hombre salvaje,
reclamándome con un ritmo duro y cada vez mayor que dispara todas mis
terminaciones nerviosas—. Voy a quedarme dentro de ti toda la noche, haré que te
corras por mí hasta que estés exprimida, y te llenaré cada vez que pueda. Me
encantaría que estés embarazada cuando me case contigo mañana.
—Sí…
Todas las conversaciones se detienen entonces. Me embiste profundamente,
un empellón fuerte tras otro, aumentando su ritmo en algo crudo, primitivo,
insistente. Con los dientes al descubierto, gime mientras se abre camino dentro de
mí, reclamándome magistralmente y volteando mi cuerpo del revés. Cada
embestida de su amplia polla raspa las terminaciones nerviosas dentro de mí, lo
que hace que mis ojos ardan, mi cuerpo se tense y mi corazón se acelere.
—Me estás apretando.
—Me estás deshaciendo —me las arreglo para gritar entre respiraciones
laboriosas.
—Bien. Quiero ver que te corras. —Rueda sobre su espalda y agarra mis
caderas hasta que estoy situada encima, a horcajadas sobre él.
Es tan grande que juro que puedo sentirlo por todas partes dentro de mí.
—Ahora sé una niña buena y fóllame.
Siento que Hayden se está conteniendo un poco ya que es mi primera vez,
y es dulce. Pero me está dando un vistazo del hecho de que será lujurioso y crudo
en la cama.
¡Síííí!
Mientras me muevo con cuidado sobre él, mi cabello roza sensualmente mi
espalda. Extiendo las palmas de las manos sobre la sólida anchura de su pecho de
trabajador y me empapo de la vista de la tinta tribal alrededor de sus gruesos
bíceps. Mientras guía mis caderas, mis pechos rebotan y mi coño se incendia.
Increíblemente, lo siento en lugares que antes no sentía. Y cuando se aprieta y
golpea dentro de mí con rápidos golpes, mi deseo se sale de control. Empiezo a
desmoronarme.
Acelera mi pérdida de cordura con un pulgar sobre mi clítoris.
—Córrete para mí. Sí. Maldición. Sí, como…
No puedo oír el resto por encima de los latidos de mi corazón. Me tenso y
grito cuando siento la tormenta amontonándose entre mis piernas y la necesidad
desgarrando mis venas. Se desborda y me envía a las nubes a un éxtasis en el que
solo soy consciente del placer y Hayden en lo más profundo de mí brindándolo.
Me sacude. Me estremezco, me desintegro ante él, y grito con la garganta
desgarrada hasta que me golpea una fuerte oleada de satisfacción y me siento
completamente deshuesada.
Una fracción de segundo más tarde, me tira de espaldas de nuevo, me golpea
con un martillo neumático como si no pudiera llenarme lo suficientemente
profundo o rápido, luego un gruñido animal sale de su garganta mientras me
empala con un último y poderoso empuje, se estremece e inunda mi vientre con su
semilla caliente.
El momento es perfecto, poderoso, profundo y mucho más sorprendente que
cualquier fantasía adolescente que haya tenido sobre hacer el amor con Hayden
Hughes.
Un momento después, recupera el aliento y coloca un mechón de cabello
detrás de mi oreja.
—¿Te sientes bien, princesa?
—Sí.
—¿Feliz?
Sonrío.
—Sí.
Me lanza una sonrisa astuta.
—¿Esa ficha que me diste sirve para más de un viaje?
La curva de mi boca se vuelve traviesa.
—Sirve para toda la noche.
—Aleluya. ¿Qué tal si abrimos el vino burbujeante, deslizo ese anillo de
compromiso en tu dedo, luego puedes abrir tus piernas para mí de nuevo para que
pueda hacerte sentir deliciosamente dolorida y asegurarme de que te veas bien
follada mañana cuando me case contigo?
Ahí está mi Hayden, audaz, desafiante y perfecto para mí.
Me retuerzo debajo de él, ganándome un siseo, luego le susurro al oído:
—No puedo pensar en nada que quiera más.
Hayden
Estoy en el cielo.
Hace seis días, Perrie llegó a casa, acompañada por un “prometido”, y me
obligó a reexaminar mis sentimientos por la dulce y virginal hija de mi mejor
amigo. Gracias a Dios ya no tengo que fantasear sobre cómo es estar hasta el fondo
dentro de Perrie. Después de anoche, ella es toda una mujer, mi mujer. Y mientras
camina por el pasillo hacia mí, luciendo deslumbrante en un sencillo vestido tubo
de raso blanco hasta el suelo con inserciones de encaje a lo largo de la espalda y la
abertura a la altura del muslo, podría jurar que está brillando aún más de lo
habitual.
Crucemos los dedos para que esté embarazada.
Sí, tal vez sea una ilusión, pero la idea me pone bastante extasiado.
—Nunca los había visto tan felices —murmura Dan en mi oído mientras
está a mi lado.
—Gracias por ser mi padrino.
Él asiente.
—Feliz de serlo. Me siento honrado de estar a su lado mientras se convierten
en marido y mujer.
—¿Te devolveré el favor pronto? —Miro a Hannah en la primera fila—. Mi
hermana se ve con los ojos llorosos… y lleva una piedra en la mano izquierda que
no solía estar allí.
—Le propuse matrimonio anoche. Ella dijo que sí. Nos vamos a Las Vegas
el próximo fin de semana.
—Perrie y yo estaremos allí.
Dan me da una palmada en la espalda y se queda en silencio mientras mi
novia se desliza hacia mí. Solo tengo ojos para ella. Y un corazón rebosante que le
pertenece solo a ella.
Finalmente, llega al frente del pasillo. A su lado, Derek, que apenas llegó a
tiempo para la ceremonia, le levanta el velo y la besa en la frente.
—Sé feliz, cariño.
—Lo seré. —Ella me mira con amor en sus ojos antes de mirar a su amigo
por última vez—. Encuentra a tu persona y sé feliz también, ¿eh?
Él asiente y luego se sienta en la primera fila. En el otro lado del altar se
encuentra una de sus ex compañeras de cuarto de la universidad a la que logré traer
en avión en el último minuto para que Perrie tuviera a alguien a quien adora para
que la apoyara. Y la forma en que ella y Derek se miran me dice que ninguno de
los dos pasará la noche solo.
Meto un dedo debajo de la barbilla de Perrie.
—¿Estás lista para convertirte en la señora Hughes?
—Sí. Vamos, tortuga. Vamos a casarnos.
—¿Tortuga? —Levanto una ceja hacia ella—. ¿Quién logró traer a tu dama
de honor desde Connecticut en menos de veinticuatro horas? ¿Y conseguirnos una
licencia de matrimonio de última hora el sábado por la mañana?
—Tú —reconoce, y luego mira hacia abajo al diamante corte cojín de dos
quilates con un halo circundante que escogí ayer por la mañana, decidido a
convertirla en mi esposa—. Y me has hecho la mujer más feliz.
—Voy a seguir haciendo eso por el resto de tu vida.
—Y te haré el hombre más feliz, lo prometo. —Ella sonríe, luego susurra
en mi dirección mientras nos enfrentamos al oficiante—. Sabes que nunca rompo
mis promesas.
Lo sé. Y mientras prometo amar, honrar y apreciar a Perrie por el resto de
mi vida, imagino que pronto aprenderá que yo tampoco rompo mis promesas.
¿Qué tan profundo caerá luego de una noche con un sexy extraño?
Soy Calla.
Soy responsable. Hago planes. Soy precavida, siempre.
Hasta que veo al guapo extraño de manos fuertes y humor sombrío.
Lo deseo.
Cuando me hace una proposición indecente, hago algo temerario.
Digo que sí.
Sigo a un hombre que no conozco a su habitación de hotel y entrego mi
cuerpo.
Pero él puede que sea más de lo que puedo manejar.
En especial, cuando descubro la sorprendente identidad de mi sexy
extraño…
Forbidden Confessions #3
Shayla Black es una autora éxito en ventas del New York Times y USA
Today de casi noventa romances contemporáneos, eróticos, paranormales e
históricos. Sus libros han vendido millones de copias y han sido publicados en una
docena de idiomas.
Como hija única, Shayla se dedicaba a soñar despierta, para disgusto de sus
profesores. En la universidad, descubrió el amor por la lectura y comenzó a seguir
una carrera editorial. Aunque se graduó con un título en Marketing/Publicidad y
se embarcó en una temporada en las empresas estadounidenses, su corazón se
encontraba con sus personajes e historias, así que dejó atrás las pantimedias y trajes
de poder.
Actualmente reside en el norte de Texas con su maravilloso marido, su hija
y dos gatitos mimados. En su tiempo “libre”, disfruta de los realities de TV, los
juegos y escucha una mezcla eclética de música.
Traducción
Flochi

Corrección, recopilación y revisión


LizC

Diseño
Bruja_Luna_

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