Goya
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Goya
- INICIOS
Francisco de Goya y Lucientes se inicia en la pintura con trece años con José Luzán, un
modesto pintor local, que le enseña las primeras pautas del dibujo y la copia de grabados
antiguos.
Tras un breve viaje a Italia, regresa de Zaragoza donde recibe sus primeros encargos,
estableciéndose como pintor independiente. Por mediación de Francisco Bayeu es
escogido para decorar la Tribuna del Coro de la Basílica del Pilar y los muros de la Cartuja
de Aula Dei. La escena del Nacimiento de la Virgen es una de las más grandiosas de la
serie que decora la iglesia de la Cartuja del Aula Dei,
PINTOR DE CÁMARA
Tras su paso por la Real Fábrica de Tapices, entra al servicio de los Borbones como pintor
de Corte. En 1780 es admitido en la Academia de Bellas Artes. Diez años después, Carlos
IV le nombra pintor de Cámara.
Su reconocimiento social le convertirá en el pintor de la nobleza y la burguesía, para
quienes realizaría cientos de retratos, afianzándose en este género. Como retratista, Goya
es un gran observador de la naturaleza humana. Sus progresos rápidamente se advierten
en la delicadeza y la madurez de su pintura se suma su talento para ahondar en la
psicología de los personajes, despojándoles de sus mejores galas y ofreciendo su imagen
más humana.
María Luisa de Parma, Carlos IV y el Conde de Floridablanca serán algunas de las
personalidades que retrata a lo largo de estos años. Pero será en el retrato de La familia de
Carlos IV, donde realizará un extraordinario estudio psicológico.
No se conoce con certeza la fecha en la que pintó las majas, aunque se sospecha que pudo
ser en estos años. La maja desnuda muestra una extraordinaria factura a partir de suaves
tonos. A pesar de ser uno de los escasos desnudos, la sensualidad de la vestida, es mayor,
gracias a la soltura y el dominio del color.
La Inquisición mandó comparecer a Goya ante sus tribunales por haber pintado las Majas y
los Caprichos, pero curiosamente el asunto fue sobreseído gracias a la intervención de un
personaje poderoso, quizá el Cardenal don Luis de Borbón o, en último término, el propio
Fernando VII, con quien el pintor no mantenía muy buenas relaciones, todo sea dicho.
4.- CAPRICHOS
En 1799, Goya publica su primera serie de grabados, a la que titula Caprichos. En ochenta
láminas de increíble trazo, el grabador dibuja una terrible panorámica de la sociedad de su
tiempo. Monstruos, majas, chulos y mendigos se dan cita en estas escenas de vicios
humanos, acompañadas de una cita que manifiesta la intención del autor. La serie de los
Caprichos consta de 80 grabados realizados entre 1793 y 1796. Toda la sociedad es
criticada por el artista: la educación, la religión, la nobleza, la prostitución y un largo
etcétera, por lo que intervino la Inquisición. Para evitar problemas con el Santo Oficio, Goya
regaló las planchas y los ejemplares sin vender a Carlos IV a cambio de una pensión para
su hijo Javier.
Las tropas de Napoleón habían invadido España y estaban cometiendo todo tipo de
tropelías, como se encargó de relatar fielmente en sus Desastres. La cultura de Goya y su
adhesión a un círculo de reformadores ilustrados se volvían ahora en su contra. Tachado de
afrancesado, sospechoso de traición a la patria, hubo de contemplar impotente el
aniquilamiento de su tierra y de sus más íntimas convicciones.
La carga de los mamelucos y los Fusilamientos de la Moncloa del 3 de mayo son también
testimonio de este tiempo.
La Guerra de la Independencia supone para Goya, igual que para miles de españoles, un
aterrador dilema; su filosofía ilustrada, favorable a la reforma de España y contraria al mal
gobierno de Carlos IV y Godoy, le hacen alinearse, formando parte de los afrancesados, con
el rey José I; pero su elevado patriotismo y su razón no entienden la masacre que se está
produciendo en el país. Tiene, pues, el corazón dividido y estos seis años de conflicto
armado van a provocar un importante cambio en su pintura, que se hace a partir de
entonces más suelta, más violenta, más negra en definitiva. Contra lo que puede parecer
lógico, tanto el Dos de Mayo como su compañero El Tres de Mayo, no se pintaron al
iniciarse la contienda, sino al finalizar ésta en 1814. Goya se dirige al Consejo de Regencia,
solicitando ayuda económica para pintar las las hazañas del pueblo español; desde febrero
hasta mayo de 1814 va a estar el artista ocupado en realizar ambos lienzos. Éste es un
concepto claramente romántico y moderno de entender la guerra y los logros nacionales,
que se atribuyen al pueblo y su voluntad, más que a sus dirigentes.
Cuando finaliza la Guerra de la Independencia, se retira a la Quinta del Sordo. En las obras
que realiza se aprecia el empleo de la espátula de caña en la mezcla de los colores. En el
Lanzamiento de barra y la Procesión de los disciplinantes ya se observa esta técnica.
Por encargo de las Escuelas Pías de San Agustín pinta La última comunión de San José de
Calasanz y Cristo en el jardín de los Olivos, donde manifiesta una fuerte angustia.
Los Disparates, la cuarta y última serie de grabados, tienen en este momento su origen. En
dieciocho estampas, también conocidas como "Los proverbios", plasma temas que ya había
abordado en su anterior producción, incluso remontándose a la época de los tapices.
Disparates nº 1, Disparate femenino
Disparate de tontos
Pero, son las Pinturas negras las que conforman el gran legado que dejó en la Quinta del
Sordo. Pintadas al óleo sobre muro, en estas composiciones plasma su sufrimiento. Goya
se acerca por primera vez al expresionismo a través del modelado abrupto y deforme sobre
la imprimación negra que define estas pinturas. Saturno devorando a su hijo y Las parcas
son algunas de las obras que configuran este conjunto.
El Aquelarre
cabeza de perro
En 1824 se traslada a Burdeos. Allí recupera su inquietud por abordar nuevas técnicas.
Trabaja en miniaturas sobre marfil, llegando a reunir cerca de cuarenta ensayos de temas
arbitrarios. Realiza una serie de litografías sobre los toros de Burdeos. Un año antes de su
muerte pinta la Lechera de Burdeos.