Augusto de Campos Sobre Julián Carrillo, La Jornada Semanal

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Augusto de Campos, máxima figura viva de la literatura brasileña, traza en este breve artículo

un homenaje al compositor mexicano Julián Carrillo. Dentro del universo microtonal, lo pone
incluso por encima de otros como Haba, Obukhov y Wyschnegradsky.

Julián Carrillo, el mayor de los microtonalistas

Augusto de Campos

Junto con Iván Wyschnegradsky (1893-1979) y Alois Haba (1893-1976), el mexicano Julián

Carrillo (1875-1965) comparte el mérito de haber allanado la “tierra incógnita” microtonal.

En rigor, a esa tríada le falta otro ruso, también defensor del microtonalismo, Nicolai

Obukhov (1892-1954), autor de la legendaria cantata Le livre de vie (El libro de la vida), de

la que se dice dura 24 horas, aunque no es posible acceder a sus composiciones, dado que la

propia vida del compositor acabó de manera drástica y prematura. Sin embargo, de todos

ellos, me parece que el primero de la lista es el más asombroso, debido a la gran

excentricidad de su investigación en América Latina. Compositor y teórico fértil, también

creó y adaptó muchos instrumentos para la producción de microtonos. Uno de sus raros

discípulos fue el suizo-bahiano Walter Smetak (1913-1984), que llegó a soluciones muy

personales bajo la influencia de las teorías de Carrillo, a quien se refiere como JC, “una

especie de Jesucristo de la música”. Pero, de acuerdo con Juan Carlos Paz, a diferencia de los

europeos, el compositor mexicano parte de un empirismo absoluto, ajeno a la influencia de

problemas de orden espiritualista y antroposófico, de derivación scriabiniana, o por

elementos de la música vernácula. 1 También según Paz –que puede ser considerado el más

eminente de los músicos modernos de Argentina–, Carrillo es un especulador puro, que

1
Véase Introducción a la música de nuestro tiempo (1971).
desacredita la teoría del temperamento igual, perpetuada, en su opinión, por el hábito y el

espíritu acomodaticio, al igual que la pretendida relación lógica entre la escala denominada

natural y la escala física.

Carrillo nació en 1875, vale decir, un año después de Schoenberg y Charles Ives. Ya

en 1895 descubrió entre el sol y el la de la cuarta cuerda de la guitarra los dieciséis sonidos

que lo llevarían, a partir de cada uno de los seis tonos de una octava, a la escala de 96 sonidos

–aquello que más tarde englobaría bajo la denominación simbólica del “Sonido 13”, para

distinguir su sistema del tradicional. Su primera composición sistemática en esa línea fue el

Preludio a Colón, presentado en 1925 en un concierto que causó polémica en México.

Podemos oír esa y otras composiciones, tanto de la fase inicial, brahmsiana, como de la

microtonal, en una de las pocas ediciones disponibles, que sólo se consigue en su país:

Música de Julián Carrillo, caja con dos CDs, una selección de las 36 obras que grabó en

París, con la Orquesta Sinfónica Lamoureux, entre 1961 y 1965.2

Gracias a sus viajes por Europa, el compositor se dio a conocer en los guetos artísticos

de vanguardia. Sin embargo, a pesar de lo polémico de sus ideas, Carrillo siempre estuvo al

margen en su propia tierra, en parte, debido al éxito de la música de inspiración nacionalista,

que triunfó con Carlos Chávez a la cabeza (el equivalente mexicano de Villa-Lobos), cuya

obra, especialmente la de percusiones, no es para nada despreciable, pero no se involucra en

los desafíos más profundos de los nuevos lenguajes del universo sonoro. Del disco mexicano,

vale destacar el Preludio a Colón, para soprano en 1/4 de tono, flauta, guitarra, violín, arpa y

octavina (instrumento de cuerda diseñado para producir octavos de tono), afinados en 1/4, 1/8

y 1/16; con su anfractuosa línea melódica microtonal, que parece teñirse de los dolores de las

civilizaciones precolombinas y suena más como un lamento que como una celebración del

2
En internet hay una excelente página dedicada a este compositor: Julián Carrillo y el Sonido 13
<https://sonido13.com> Los discos siguen siendo difíciles de conseguir, pero se pueden oír diversas
composiciones en ese sitio, donde se encuentran desde un sexteto para cuerdas de 1900 hasta una de sus últimas
composiciones, la bella “Misa a SS. Juan XXIII” (1962), en cuartos de tono para voces masculinas a capella,
revuelo coral gesualdiano-microtonal, entre agónico y exultante, de gran impacto sonoro.
descubrimiento, un aria/cantilena melancólica, similar a la que aparece en la posterior y

mejor portada (aunque igualmente hermosa) Quinta Bachiana de Villa-Lobos –aunque aquí

cabría apuntar que la composición de Carrillo es más cercana, en términos conceptuales, al

Villa-Lobos experimental que se escucha en obras anteriores como Quatuor (1921) y Noneto

(1923), notables por las conformaciones exóticas y por las irrupciones vocales que, de

manera incidental, llegan a incorporar el microtonalismo. También son impresionantes los

dos breves cuartetos atonales de 1927 en cuarto de tono, Meditación y En secreto, que

sugieren un sube y baja de escaleras infinitas en sus escalas de acordes con microintervalos.

Asimismo, resultan admirables las obras de la última fase, Horizontes (1947) y Balbuceos

para piano metamorfoseado (1958), composiciones de mayor aliento en las que el músico

mexicano desafía a las orquestas convencionales, en el primer caso, con un violín y un

violonchelo en 1/4 y 1/8 de tono y un arpa en 1/16 de tono, y en el segundo, con un piano en

1/16 de tono, que eriza el espacio sonoro con impensables arpegios sireniformes. La música

de resistencia de Carrillo, su quijotesco esfuerzo por ampliar la sensibilidad musical, son

impactantes.

Traducción de Iván García y Vania Rocha

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