El General Espartero
El General Espartero
El General Espartero
dor de una pequeña fortuna ganada en el juego, al que era muy aficio-
nado, si creemos lo que de él escribieron los redactores de El espec-
tador
De su permanencia en tierras americanas durante esos diez años
vitales obtendrá experiencia militar, condecoraciones y amigos. Espe-
cialmente amigos. Los oficiales, jefes y generales realistas destinados en
el Perú en la última época en que América era España significarán un
importante grupo de presión político-social durante el cuarto de siglo
posterior a la definitiva emancipación. Se adelantarán cien años a sus
colegas «africanistas», a esa facción del Ejército contemporáneo de Al-
fonso XIII y Primo de Rivera, que tendrá un peso po/it ico decisivo en
la vida nacional, teniendo en común el haber combatido en unas guerras
coloniales, lejanas al sentimiento —y a la geografía— dcl pueblo es-
pañol, y el ser testigos y actores de un cambio de régimen en el marco
de una sociedad muy polarizada, y en la que se está abriendo paso una
nueva realidad social, económica y política; si Espartero y sus coetáneos
asisten al proceso de transición del Antiguo al Nuevo Régimen, los afri-
canistas son testigos de la crisis del sistema de la Restauración. En am-
bos momen tos se acentuó el ya consustancial a la profesión militar,
fuerte espíritu ~e cuerpo y la tendencia al intervencionismo en la vida
política de los altos jefes de la mililia, «legitimados» por su condición
de primeros ciudadanos y garantes de la soberanía nacional...
Los «ayacuchos», comúnmente comprometidos ante la historia —y
no sólo por la batalla del <‘rincón de los muertos», sino por su ilegal
acto de rebeldía contra Pezuela ‘~ constituirán el típico modelo de mi-
litares colonialistas que, unidos por un marcado sentimiento corpora-
tista, tendrán comunes una serie de factores; de procedencia social
modesta, la mayoría de ellos fueron militares surgidos de la guerra y
por la guerra, y a consecuencia de ella abandonaron sus carreras uni-
versitarias, estudios eclesiásticos o trabajos de otra índole. Incluso en
aquellos casos en que eran ya militares antes de mayo de 1808, la gran
movilidad que experimentaron los escalafones en los seis años que duró
la contienda peninsular les permitió avanzar en esta carrera de modo
«... tiene mucho valor, talento, aplicación y conocida adhesión al Rei N. 5.» ~
«... su conducta política y militar es buena...» II, ~ adhesión al Rei N. Sl deci-
26 Sobre las amnistías y el regreso de los exiliados, vid. Pp. 183-188 de Sánchez
Mantero, Rafael, op. cit., en que intenta evaluar el número de españoles que se
beneficiaron de tal medida de gracia.
27 Llauder sustituye en Cataluña al conde de España. Es todo un ejemplo.
Ambos tienen un pasado anticonstitucional; pero uno evoluciona hacia un refor-
mismo posibilista, el catalán Llauder, mientras que el francés naturalizado per-
sistió en mantener una postura reaccionaria. Lo que pensaban cada uno de ellos
sobre Espartero —y lo que representaba como «ayacucho»— lo podemos ver en
las notas 10 y 31.
El general Espartero durante la «década ominosa» y su... 159
«...Según la oja de sus servicios que tengo a la vista (...) este Gefe merece buen
concepto de los Geiierales a cuyas órdenes ha servido en Ultramar, pero hasta
ahora no ha podido ponerse a prueva su disposición en conformidad de lo pre-
venido en la R. Orden de 23 de Mayo de 1826, a causa de que tenía su salud que-
brantada; más hallándose ya restablecido, soy del parecer se le podrá tener
presente el dicho efecto de conocer su aptitud, pues cada día se necesita más
con los Gefes procedentes de aquellos Dominios que han tenido poca ocasión
de conoqer el sistema de 3’administración y orden regular que observan los Cuer-
pos en tiempos de paz..»
34 Sobre la vida social del matrimonio Espartero en Barcelona, vid. Mis me-
morías íntimas, por el teniente general don Fernando Fernández de Córdova, Ma-
drid, BAE, 1966, tomo 1, Pp. 58 y 59, en que relata un gracioso incidente entre
don Baldomero, doña Jacinta y el entonces joven oficial de la Guardia Fernando
Fernández de Córdova, durante el baile de la «Patacada,,.