Adolescencia y Consecuencias Pedagógicas
Adolescencia y Consecuencias Pedagógicas
Adolescencia y Consecuencias Pedagógicas
VÍCTOR MERCANTE
Presentación
INÉS DUSSEL
unipe: EDITORIAL
UNIVERSITARIA
Mercante, V ctor
La crisis de la pubertad y sus consecuencias pedag gicas - 1a ed. - Gonnet:
UNIPE: Editorial Universitaria, 2014.
336 p.; 24x16 cm. - (Ideas en la educaci n argentina / Dar o Pulfer; 10)
ISBN 978-987-27761-8-3
Estudio ZkySky
Diseño de la colección
Mariana Liceaga
Edición
VÍCTOR MERCANTE
La crisis de la pubertad y sus consecuencias pedagógicas
Edición anterior: 1918
ISBN 978-987-27761-8-3
Presentación de la colección
Ideas en la educación argentina
DARÍO PULFER
Director de la colección
Índice
PRESENTACIÓN
VÍCTOR MERCANTE: LA ADOLESCENCIA COMO
CATEGORÍA ESCOLAR. LA EMERGENCIA
DE UNA PROBLEMATIZACIÓN
por Inés Dussel ............................................................................................................................... 11
LA CRISIS DE LA PUBERTAD
Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS ................................................... 43
INTRODUCCIÓN ........................................................................................................................... 51
Reseña histórica de la Enseñanza Secundaria .................................. 51
El problema actual .............................................................................................................. 63
CAPÍTULO I
La crisis de la pubertad ........................................................................................................ 75
CAPÍTULO II
Las variaciones orgánicas durante la crisis ................................................ 85
CAPÍTULO III
Las actividades mentales durante la crisis .................................................. 117
CAPÍTULO IV
Los sentimientos y la conducta durante la crisis ................................. 173
CAPÍTULO V
La capacidad para aprender durante la crisis .......................................... 215
10 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
CAPÍTULO VI
Organización y gobierno de la enseñanza
durante la crisis ....................................................................................................................... 259
CAPÍTULO VII
La educación y el aprendizaje durante la crisis ..................................... 289
1. Rodolfo Senet había publicado en 1911 Elementos de psicología infantil, y también circulaban textos de fi-
siólogos como Horacio Taborda y Horacio Piñeiro donde se analizaban los cambios de la adolescencia desde
el punto de vista fisiológico. Es interesante notar que en el trabajo de Ernesto Nelson, Plan de reformas a la
enseñanza secundaria en sus fines, su organización y su función social, una propuesta muy ambiciosa de re-
forma, la referencia al sujeto de la educación es en términos de «niño» (véase por ejemplo el apartado sobre
«El Colegio, el niño y la vida», p. 117 y ss., que parafrasea el trabajo de Dewey en The School and Society and
the Child and the Curriculum). Nelson habla de «juventud» y de «niñez», pero solo excepcionalmente se re-
fiere a los «adolescentes» (por ejemplo, p. 145; dato que, por otra parte, no subraya Gagliano (1992), que lo
ubica como un texto fundante sobre la adolescencia). En contraposición a estas obras, el texto de Mercante
buscó producir una mirada integral sobre la pubertad y la adolescencia, desde el punto de vista psicológico,
fisiológico y pedagógico. Es por eso que lo considero un texto pionero.
12 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
tópico que se vuelve un problema que requiere atención.2 Las primeras déca-
das del siglo XX ven surgir numerosos textos que conceptualizan la adoles-
cencia como un momento turbulento, crítico, que requiere estudio e interven-
ción de médicos, psicólogos, legisladores y pedagogos. Las obras de G. Stanley
Hall (Adolescence. Its Psychology and its Relations to Physiology, Anthropo-
logy, Sociology, Sex, Crime, Religion and Education, editado en 1904), Ga-
briel Compayré (L’Adolescence. Études de Psychologie et Pédagogie, de 1910),
Pierre Mendousse (L’Âme de l’Adolescent, 1909), A. Lemaître (La vie mentale
de l’adolescent et ses anomalies, 1910) y del criminólogo italiano Antonio
Marro (La pubertà studiata nell’uomo e nella donna in rapporto all’Antro-
pologia, alla Psichiatria, alla Pedagogia e alla Sociologia, 1898), son evi-
dencia de esta nueva visibilidad de la adolescencia como cuestión social, y de
los múltiples ángulos que se organizan para estudiarla. Según Juan Manto-
vani, «Compayré decía […] que la adolescencia constituía un objeto de estudio
tan nuevo como bello, y agregaba que sobre ella contábamos con solo dos fa-
mosas páginas de Aristóteles, escritas hace más de dos mil años, y ahora mil
trescientas páginas de Stanley Hall; y en el medio nada, o casi nada» (Manto-
vani, 1950: 16).3
¿Por qué este súbito interés en la adolescencia? Para Nancy Lesko, que estudia
la historia del concepto, este momento de emergencia se vincula con la incerti-
dumbre del cambio de siglo, producto de la urbanización, la inmigración masiva a
tierras americanas y los nuevos desarrollos del capitalismo. «La adolescencia se
volvió una forma de hablar sobre el futuro de la nación y de desarrollar ciudada-
nos modernos que fueran racionales y autodisciplinados» (Talburt y Lesko, 2012:
12). Con la idea de que la ontogenia recapitula la filogenia, y que los niños repiten
los mismos pasos que los grupos humanos en su progreso hacia etapas más civili-
zadas, el ordenar y controlar al adolescente se convirtió en un objetivo biopolítico
de primer orden, porque era equivalente a gobernar a las poblaciones díscolas. Por
otro lado, la expansión tibia pero significativa de la escolaridad más allá de la es-
cuela primaria comenzó a evidenciar cuestiones sobre el sujeto de la educación (su
afectividad, sus modos de aprender, sus cambios físicos) que hasta ese momento
no habían ocupado el espacio público. Nótese que todavía en el Diccionario peda-
gógico ilustrado de J. Patrascoiu de 1923 se define al adulto como el «estado de las
personas que han traspasado la edad escolar. Esta termina generalmente a los ca-
torce años cumplidos» (citado por Gagliano, 1992: 302). La adolescencia era to-
davía una categoría social muy pequeña e invisible para buena parte de la pobla-
ción y de los pedagogos.
Esta emergencia de la problematización sobre la adolescencia coincide con un
segundo movimiento que la amplifica y le da cauce: el del peso creciente de la cien-
cia como discurso de legitimación del mundo. Desde el siglo XIX, la ciencia aparece
como la razón que ordena al mundo, y es la que autoriza una intervención sobre el
devenir aparentemente caótico de lo social. Ante la caída de las religiones como fun-
damento ético de la acción, la ciencia surge como el parámetro para diferenciar el
bien y el mal, lo normal y lo patológico (cf. Foucault, 2000; Canguilhem, 1986).
Pero la presencia de la ciencia no es meramente retórica; surgen instituciones, au-
toridades, textos, laboratorios, aparatos de medición y experimentación, financia-
miento, que generan un cuerpo de personas y de objetos que tendrá importancia
creciente en las sociedades modernas, y que no puede separarse de sus discursos
(Latour, 1995). La ciencia se profesionaliza y se vuelve académica, incorporándose
a un discurso universitario que instituye reglas y nuevas jerarquías de saberes (cf.
Depaepe, 1992). Mercante mismo es uno de los primeros en dar ese paso en el ám-
bito de la psicología y la pedagogía en Argentina, sin haberse graduado aún en una
universidad.
Hay una tercera dinámica que es muy importante para entender la obra de
Mercante y de la pedagogía científica, que es el movimiento de reforma educativa
(cf. Depaepe, 1992). Ya hacia finales del siglo XIX surgen propuestas y movi-
mientos que critican el sistema educativo y proponen modificaciones de distinta
envergadura, y esos cambios empiezan a pensarse como una «reforma», una in-
tervención concertada que es una tecnología de gobierno de las escuelas y los
maestros (cf. Popkewitz, Tabachnik y Wehlage, 2007). La reforma educativa toma
un carácter arrasador: hay que actualizar, renovar, adecuar, democratizar la es-
cuela (cf. Kliebard, 1986). Es en este punto donde Mercante puede encontrarse
con Vergara y con otros pedagogos que serán importantes para el movimiento es-
colanovista (cf. Puiggrós, 1990).
Dentro de este movimiento más general, y como se verá en detalle más ade-
lante, el libro de Mercante es un texto militante sobre la necesidad de transformar
la escuela secundaria en direcciones, según el autor, «dictadas por la ciencia».
Contra el viejo currículo humanista, Mercante construye un discurso científico
sobre la adolescencia que es el fundamento para introducir cambios en los cole-
gios y las escuelas, y no está claro cuál de las dos intenciones, la científica o la po-
lítica, tiene más peso en su argumentación.4 Si se considera a La crisis de la pu-
bertad… bajo la luz de la reforma como tecnología de gobierno, puede observarse
que su autor se presenta como un reformador de la educación. Desde esta pers-
pectiva, el poco éxito concreto de sus propuestas es menos importante que el
hecho de que sí tiene eficacia en producir un lugar de enunciación para la ciencia
educacional que la ubica por encima de la práctica política y pedagógica. La cien-
4. Ana María Talak (2000) señala que en el trabajo de Mercante lo educativo subordina a lo estrictamente
psicológico-científico, a diferencia del trabajo de Senet que se inscribe más claramente en el discurso cien-
tífico. Lionetti (2006) considera que Mercante pugna por una autonomía del profesional de la educación,
pero no analiza las tensiones entre ambos discursos, cuyos efectos en la repercusión de su obra no fueron
menores –como se señalará en la última sección de esta Presentación–.
14 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
La vida de Víctor Mercante (1870-1934) está atravesada por algunos de los movi-
mientos a los que antes se hizo referencia, como la inmigración, la expansión de
la escuela y la academización y cientifización de la pedagogía.7 Se conocen algu-
nos aspectos a través de la reconstrucción que hace en sus memorias, publicadas
póstumamente, en la cual la vida narrada se convierte en caso ejemplar y en re-
5. Esa eficacia en producir un nuevo lugar de enunciación no significa que se haya traducido en eficacia para
dictar políticas; como lo supo Mercante amargamente, la legitimidad del discurso científico no fue suficiente
para contrarrestar los argumentos y estrategias de los sujetos políticos que derrotaron su propuesta de re-
forma educativa.
6. Así se titulan las memorias que Mercante dejó inconclusas. Véase MERCANTE, V., Una vida realizada. Mis
memorias, Buenos Aires, Imprenta Ferrari Hnos., 1944.
7. Al referir la biografía del autor no intento convalidar la función-autor, tan bien descripta por Foucault, que
postula que la personalidad y la historia de un autor explica la unidad y los sentidos de una obra (FOUCAULT,
2010). Siguiendo al historiador de la psicología Kurt Danziger (DANZIGER y BROCK, 2006), en el análisis his-
tórico se trabaja en un nivel trans-individual, con tendencias, fenómenos o fuerzas que no pueden conside-
rarse equivalentes a la acción individual. La biografía individual por sí sola no explica cambios culturales, ins-
tituciones sociales, reglas o costumbres sociales, relaciones de poder (DANZIGER y BROCK, 2006: 12). Pero
sí interesa dar cuenta de cómo esos cambios atraviesan y configuran recorridos vitales, como se intentará
mostrar en este apartado.
PRESENTACIÓN. VÍCTOR MERCANTE: LA ADOLESCENCIA COMO CATEGORÍA ESCOLAR… 15
8. En un lúcido ensayo sobre el género autobiográfico en América Latina, Silvia Molloy discute la lectura de
las autobiografías como una alegoría de la nación, una fusión de la historia del sujeto en una esencia nacio-
nal. Señala que es conveniente «dejar que la preocupación nacional […] reverbere en el texto como escena de
crisis…; ver esa preocupación nacional como espacio crítico, marcado por una ansiedad de orígenes y de re-
presentación, dentro del cual el yo pone en escena su presencia y logra efímera unidad» (MOLLOY, 1996: 15).
9. Ignoro si ese dato es verdadero. Pero es probable que imite el gesto de Sarmiento de crearse un linaje pa-
tricio por vía materna (en el caso del sanjuanino, por los Albarracín y los Oro).
16 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
tual de Merlo y el paranaense. A los profesores los recuerda como severos y dis-
tantes, y a las materias, inicialmente incomprensibles. Pese a todo, va adaptán-
dose y encontrando amigos y afinidades.
En 1890, ya en posesión del título de maestro normal, Mercante es asignado a
la dirección de la Escuela Normal de la ciudad de San Juan. Durante cuatro años
desarrolla allí una intensa actividad, no solamente como director de la escuela nor-
mal sino también como diputado en la legislatura provincial por la Unión Cívica
Nacional (Lionetti, 2006: 100), y con un cargo en el Ministerio Provincial de Edu-
cación, además de participar activamente en los debates públicos a través de la
prensa local.10 También contrae matrimonio con una joven pianista.
En 1894, el Consejo Nacional de Educación le encomienda la dirección de la
Escuela Normal Mixta de Mercedes, fundada por Carlos Vergara (de la que había
sido destituido, cf. Puiggrós, 1990). Mercante permanece al frente de la escuela de
Mercedes doce años, en el curso de los cuales inicia sus investigaciones psicoló-
gicas sobre las características de la inteligencia infantil y, en especial, la aptitud
matemática de los niños.
En 1906 se le solicita organizar la sección pedagógica de la Facultad de Dere-
cho y Ciencias Sociales de la Universidad de La Plata, tomando como modelo los
centros análogos de Bruselas y Ginebra. De esta sección surge la Facultad de Cien-
cias de la Educación en 1915, de la que es el primer decano, además de profesor
de Psicopedagogía y Metodología especial y práctica, hasta el año 1920 en que se
jubila. En este período dirige la revista pedagógica editada por la Universidad:
Archivos de Pedagogía y Ciencias Afines (1906-1914), transformada más tarde
en Archivos de Ciencias de la Educación (1915-1920).
Además de esta actividad universitaria, Mercante se desempeña como Ins-
pector de Enseñanza Secundaria y Normal entre 1915 y 1916, en cuyo carácter ase-
sora al Ministro de Justicia e Instrucción Pública para la reforma global del sis-
tema educativo, que plantea la creación de un ciclo escolar intermedio de tres
años de duración entre la primaria y la secundaria. Esta reforma, que discutiré
más adelante, duró pocos meses, ya que el primer gobierno electo por sufragio
universal, encabezado por Hipólito Yrigoyen, decidió revocar las modificaciones.
A partir de 1920, Mercante se dedica a la actividad universitaria en su cargo
de profesor honorario de la Universidad Nacional de La Plata, y brinda numero-
sas conferencias además de publicar varios libros. Muere en 1934 cuando cruzaba
los Andes, en Chile, a su regreso del IIº Congreso Panamericano de Educadores.
10. Es destacable el vínculo del magisterio con la política en el orden conservador, que años después será
expresamente prohibido para los normalistas.
11. Agradezco a Darío Pulfer el señalamiento de esta dimensión historiográfica, que no estaba presente en ver-
siones anteriores de esta Presentación, así como la orientación precisa hacia muchos de los textos que han
reseñado o debatido la obra de Mercante.
PRESENTACIÓN. VÍCTOR MERCANTE: LA ADOLESCENCIA COMO CATEGORÍA ESCOLAR… 17
dirección discute implícitamente con Puiggrós por su visión «un tanto simplista
y unilineal» de la relación entre los normalizadores y las políticas estatales. Lio-
netti parece sorprenderse con «la densidad de […] conocimiento» y la «amplia
formación pedagógica, según los paradigmas científicos del momento» de Mer-
cante (Lionetti, 2006: 112), algo que, justo es decirlo, ya había sido señalado por
la historiografía educativa (Tedesco, 1986; Puiggrós, 1990; Dussel, 1996 y 1997).
Sin embargo, concluye que «[el] ropaje científico del discurso pedagógico de Mer-
cante fue expresión y, al mismo tiempo, instrumento de la reacción ideológica de
su tiempo. Sus ideas pedagógicas […] tenían un propósito correctivo. La Pedago-
gía era el instrumento para propiciar la reforma de un sistema educativo que con
el paso del tiempo había generado desconcierto» (Lionetti, 2006: 111). Con esa
lectura, Lionetti termina más cerca de la postura que critica, y vuelve a subrayar,
por medio de términos como «ropaje científico», «expresión» e «instrumento de
la reacción», la articulación política conservadora de Mercante y su alineación
con posturas autoritarias y excluyentes.
Estas lecturas historiográficas son importantes e iluminan aspectos de la obra
de Mercante que son relevantes para considerar el texto que se presenta. Pero quizá
sea conveniente, antes de cerrar una interpretación y saltar a los calificativos, re-
correr con más detalle su obra, y analizar cómo se inscribe en un campo de pro-
ducción pedagógica y de lenguajes disponibles en su época. ¿Qué tradiciones re-
toma Mercante en su conceptualización de la pedagogía? ¿Qué lenguajes y
conceptos le resultan claves? ¿Qué lugar ocupa la estadística como fundamento de
cientificidad de los argumentos educativos? ¿Qué red de citas y referencias de au-
toridad construye? Sobre estos temas se profundizará a continuación.
12. Esta posición es discutida por William James, John Dewey y los psicólogos experimentales wundtianos,
que creen que es necesaria una especialización técnica y desconfían de las mediciones obtenidas en condi-
ciones poco controladas (cf. DEPAEPE, 1992).
20 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
LA PAIDOLOGÍA
13. La recolección del encuentro, narrado en forma de diálogo, se encuentra en La paidología (pp. 179-185).
Imitando un formato extendido en la época, Mercante ficcionaliza el intercambio, que según su recuerdo se
dio en castellano, y en el cual Freud se interesó por su tesis sobre la pubertad. Sin embargo, el diálogo de-
nota un conocimiento al menos mediano de la obra del austríaco. Así, le hace decir a Freud que «el trata-
miento psicoanalítico es una educación destinada a vencer en el individuo los restos de la infancia» (MER-
CANTE, 1927b: 183).
22 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
Mercante mismo viajó a Bruselas, Roma y Ginebra para entrar en contacto con co-
legas. Su nivel de actualización y vinculación con la producción de otros centros
científicos es destacable. Mercante dirigió dos publicaciones en esos años: los Ar-
chivos de Pedagogía y Ciencias Afines (1906-1914), y los Archivos de Ciencias de
la Educación (1914-1920). Sin embargo, después del retiro de Mercante, el labo-
ratorio entró en una crisis profunda y nunca volvió a recuperar la vitalidad que lo
había caracterizado en sus inicios.
Es claro que la crisis del laboratorio no fue solamente por la jubilación de Mer-
cante. Para 1918, el movimiento de la Paidología se había desinflado en Europa.
La búsqueda de una perspectiva integral sobre la infancia fue retomada por la fi-
losofía y la hermenéutica. En la psicología, el auge de la corriente de la Gestalt, el
psicoanálisis y el personalismo planteó un abordaje culturalista y filosófico. La
psicología experimental se concentró en la medición de la inteligencia, donde se
hizo fuerte (Depaepe, 1992). De a poco, el impulso renovador del movimiento pai-
dológico fue derivando en otras líneas, y la Paidología y los pedagogos científicos
como Mercante fueron siendo marginados. Pero esa es una historia que va más
allá del texto que se presenta en este libro, sobre el cual se profundizará a conti-
nuación.
14. Señala Grafton que «[l]os historiadores tradicionales postulaban la universalidad; sus ejemplos sobre el
bien y el mal […] ofrecían a sus lectores una instrucción válida para cualquier tiempo y lugar. Los historiadores
modernos, en cambio, se distancian de sus propias tesis incluso mientras tratan de fortalecerlas. Las notas
forman una historia secundaria que se mueve con, pero difiere claramente de, la primaria. Al documentar el
pensamiento y la investigación que subyace a la narrativa que se presenta sobre ellos, las notas prueban
que el texto es un producto históricamente contingente, dependiente de formas particulares de investiga-
ción, oportunidades y estados de cuestiones particulares que existían antes de que el historiador comenzara
a trabajar» (GRAFTON, 1994: 57). Grafton muestra que en la disciplina histórica la práctica de presentar prue-
bas y criticar fuentes empieza en el siglo XVII, aunque se vuelve común a finales del siglo XIX y sobre todo
a principios del XX.
PRESENTACIÓN. VÍCTOR MERCANTE: LA ADOLESCENCIA COMO CATEGORÍA ESCOLAR… 25
Bruselas, en 1911, pero no dio detalles de sexo o edades, CP: 175). En toda la obra
se evidencia la preocupación por construir un discurso científico riguroso sobre
la pubertad y la adolescencia, cuyos contenidos se analizan en el apartado si-
guiente.
15. Aníbal Ponce, en Ambición y angustia de los adolescentes, habla de «los afectos equívocos» de esta etapa
vital, «que los psicoanalistas no vacilan en clasificar de homosexual, y para el cual muchos idiomas tienen pa-
labras especiales: fiamma en italiano, flammes en francés» (PONCE, 1947: 122). Es decir, el adjetivo «fia-
mesco» que utiliza Mercante está en línea con la terminología de la época.
28 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
16. Michel Foucault (2000) analiza el pánico moral en torno al niño masturbador, fechado unas décadas antes
al escrito de Mercante, en la línea ya mencionada del complejo médico-familiar de vigilancia e intervención
sobre el autoerotismo infantil y adolescente.
17. Son muy escasas las referencias al psicoanálisis, y no se hacen explícitas en este texto. Pero el término
«deseo» parece provenir de Freud, a quien, como ya se señaló, Mercante conoce en 1911, varios años antes
de escribir este texto.
PRESENTACIÓN. VÍCTOR MERCANTE: LA ADOLESCENCIA COMO CATEGORÍA ESCOLAR… 29
Mercante, sería bueno que la pedagogía tomara el afecto como motor, y organizara
la escuela en torno a visitas a islas, bosques, museos, asilos, azoteas. «No es en-
señanza, es paseo… dirán. Allá vamos, no obstante. El aula es muy estrecha; el
mundo no cabe en ella. Por eso evolucionamos hacia el open door, cuyo horizonte
es la campiña, el mar, la naturaleza ilímite [sic]» (CP: 157). En esa consideración
de los deseos (intereses, podría llamárseles también), Mercante encuentra rasgos
valiosos y estimulantes: «Jóvenes de primer año incapaces de redactar una nota
o describir un objeto, ofrecen trabajos de una exquisitez maravillosa cuando re-
flejan sus sentimientos y le dan vida a sus afectos» (CP: 157). Esta frase es de las
pocas que destacan rasgos positivos de la pubertad.
Para cerrar este apartado, puede confrontarse esta concepción de la pubertad
con la que pocos años más tarde planteará Aníbal Ponce sobre la adolescencia,
que identifica como un período que incluye a la pubertad.18 Ponce habla del dolor
psíquico y de los estados de confusión y de angustia en que viven los adolescen-
tes: «El adolescente se desprende del niño en el momento mismo en que se inicia
ese drama. Quien no lo haya sentido conservará a lo largo de su vida el mismo
puerilismo mental de los once años; quien no lo haya resuelto, arrastrará tam-
bién, y para siempre, la secreta angustia de un conflicto en latencia. No se alcan-
zan, en efecto, los años venturosos del final de la adolescencia sino a costa de una
larga iniciación dolorosísima. Como aquellos navíos del cuento de Kipling que
solo adquieren un alma después de haber vencido una tormenta» (Ponce, 1947:
13). El tono es de empatía, solidaridad, comprensión; muy distante de las califi-
caciones de cretinismo, imbecilidad y psicosis con que asocia Mercante a la pu-
bertad.
18. Dice Ponce: «[…] en nuestra opinión la adolescencia no se inicia con la pubertad. Es sabido que se reserva
la palabra pubertad para designar el comienzo de la función reproductora. En la forma en que nosotros la
entendemos, la pubertad es un momento de la adolescencia, pero de ningún modo su iniciación ni mucho
menos su causa» (PONCE, 1947: 15) También menciona en la nota 4 de su libro que «[de] acuerdo con la eti-
mología, también, “pubertad” significa “cubrirse de pelos”. Es una alusión clarísima al vello de las axilas y del
pubis».
30 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
19. Grupo étnico africano, término que se usaba en la época como sinónimo de «negro».
PRESENTACIÓN. VÍCTOR MERCANTE: LA ADOLESCENCIA COMO CATEGORÍA ESCOLAR… 31
una tendencia a ver, sentir, pensar, hacer y conducirse al revés de lo que el sen-
tido común o la razón elemental aconsejan. No poco ha contribuido a su incre-
mento –cuyas manifestaciones científicas, estéticas y morales son la imperfec-
ción, el error y la incorrección– la revista gráfica, el cinematógrafo, la abundancia
de teatro menor, los medios fáciles de disipar el tiempo, el humorismo de baja ley
que han restado al esfuerzo motivos y oportunidades para rectificar los actos y el
criterio» (CP: 419). El zurdismo es así una categoría pedagógica (ya que refiere a
cuestiones de aprendizaje) pero también moral, política y cultural. Mercante cree
que hay causas profundas y «díficiles de traer a la luz»: es producto de enferme-
dades venéreas en padres o abuelos, o de un alcoholismo ancestral. «No son pro-
blemas políticos ni pedagógicos los que deben intranquilizarnos, sino higiénicos
y étnicos» (ibíd.). Nuevamente se sanciona la diferencia política y social con el
determinismo biológico y de raza.
20. Los párrafos que dedica a los exámenes son muy sugerentes. Mercante es crítico de los exámenes de in-
greso no por su selectividad social –como ya se ha visto, estaba de acuerdo con ella– sino por ser inconve-
nientes psicológica y pedagógicamente. Dice: «[L]os exámenes de ingreso y, en general, toda forma ten-
32 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
planes de estudio anteriores, con alguna notable excepción, han compartido al-
gunas características negativas: el currículo libresco, el listado de asignaturas, la
desconsideración de la psicología infantil o adolescente, la enseñanza centrada
en listas de contenidos pero no en ejercicios, actitudes o actividades, el eje en los
exámenes.
La estabilidad de los planes de estudio no tiene razón de ser, para Mercante,
cuando el país ha cambiado mucho desde 1862. Reconoce la importancia de la
función «nacionalizadora» de los colegios nacionales, que dan «un credo común
a los argentinos». «[P]ero la estructura de las enseñanzas no pueden ser las mis-
mas desde que ya no son los mismos los problemas inmediatos» (CP: 19). «Las re-
formas son las exigencias de un país, cuya vida, cada año, se caracteriza por nue-
vas y a menudo imprevistas actividades» (CP: 20). Aparece aquí el impulso del
movimiento de la reforma educativa al que ya se hizo referencia.
Pero esa reforma, como se ha señalado anteriormente, no es en dirección de
la emancipación y la educación libertaria. La de Mercante es una visión crítica de
la sociedad, pero desde una postura decadentista sobre la sociedad de masas del
siglo XX. La educación es criticada porque «prepara deformes e ineptos para la
lucha, mientras languidecen las artes y aumenta el pauperismo y los desconten-
tos. El joven, a los 14 o 15 años, debe estar preparado para el ejercicio de ocupa-
ciones que le permitan […] asegurar la subsistencia con su trabajo sin mendigar
empleos de los poderes públicos» (CP: 24). Por otro lado, plantea una lectura de
los cambios tecnológicos y culturales que abre la puerta a una revisión de los sa-
beres escolares, aunque finalmente Mercante no se anime a dar ese paso. Por
ejemplo, hace referencia a la explosión de la cultura que traen los cambios técni-
cos: «los libros se han difundido y abaratado», «el diario y la revista […] contri-
buyen a esa cultura que la vida cotidiana exige», «los modos indirectos de apren-
der se han multiplicado: cinematógrafos, proyecciones, conferencias, audiciones,
espectáculos públicos de toda índole» (CP: 29).
Ante esta situación, la reforma Saavedra Lamas propone en 1916 crear una
nueva institución, la escuela intermedia, que se adecue a las necesidades de la
pubertad, y que plantee como ideal de formación a un nuevo sujeto, disciplinado,
viril, con una función social definida (CP: 22-23). La escuela intermedia es una
educación integral que pone «a los unos, en el camino definitivo de la vida obrera;
a los otros, en el camino de los estudios superiores, pero con disciplinas que sa-
nearon sus sentimientos y sus convicciones acerca del trabajo» (ibíd.). La crisis
de la pubertad, con el desequilibrio entre el desarrollo físico y el mental y emo-
cional, hace que no sea el estado «más propicio a una actividad mental intensa,
pero sí a una disciplina manual; razón esta del carácter intuitivo, ejercitativo y
prevocacional de los programas de cultura intermedia y de la acentuación de la
manual y la técnica» (CP: 24). Habría que obligar al cerebro a un esfuerzo mínimo
y al músculo, a uno máximo. Las ramas más propicias para esta etapa son la en-
señanza agrícola y la educación física (CP: 111).
diente a precipitar un estudio, son contrarios al desarrollo normal de las aptitudes, sujeto a las leyes de la con-
tinuidad progresiva; […] el Estado tiene la obligación, no de favorecer intereses particulares, sino de realizar
propósitos educativos que formen una juventud sana y vigorosa física, intelectual y moralmente» (CP: 34).
PRESENTACIÓN. VÍCTOR MERCANTE: LA ADOLESCENCIA COMO CATEGORÍA ESCOLAR… 33
• suprime los años, y plantea una inscripción libre a las materias elegidas
por el alumno, con la condición de correlatividad que exige conocer un
cuerpo de conocimientos antes que otro;
• organiza cuatro núcleos de materias (ciencias físico-matemáticas, ciencias
químico-biológicas, ciencias histórico-geográficas; materias literarias y fi-
losóficas);
• cada materia tiene un tiempo distinto de cursado, según la edad y prepa-
ración del alumno;
• se suprimen los programas analíticos y se aboga por la responsabilización
del profesor por su acción didáctica (CP: 31 y 36);
• propone una modificación del ambiente de aprendizaje, promoviendo la
«afectividad hacia un estudio» a través de impedir la fragmentación o la per-
turbación por cambios frecuentes de materia;
• suprime el examen de ingreso, al exigir como condición inicial el cursado
de la escuela primaria y la escuela intermedia.
Mercante señala que hay que abandonar «esta práctica tradicional del examen
sobre diez o doce materias fundamentalmente diferentes con horarios irrisorios,
programas inconmensurables y aprendizajes en textos o por audiciones de con-
ferencias dictadas, desde un sillón, por catedráticos verbosistas, obligando al
alumno a realizar esfuerzos innecesarios a su preparación» (CP: 31). Plantea que
«la mayor dificultad para el estudio de una materia es cambiar, cada hora, de mo-
tivos, lo que habitúa a la distracción, contraria al interés y al deseo, movientes del
aprendizaje y del perfeccionamiento» (CP: 35). Estas consideraciones muestran
una percepción aguda sobre la estructura académica y organizativa de la escuela
34 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
secundaria, y de los límites que ella impone para otro tipo de enseñanza; y ha-
blan de lo que Baquero, Terigi y otros llaman «régimen académico», sistema de
promoción y organización de los cursos que siguió relativamente estable a lo largo
de estas décadas (Baquero, Terigi y otros, 2009).
El carácter selectivo del colegio secundario se justifica también en la no obli-
gatoriedad: «el niño que elude la asistencia es porque su deseo no es adaptarse a
un ambiente en donde todas sus actividades no encuentran el estímulo propio.
Se excluye, pues, solo, y la escuela debe favorecer de todas maneras esta selección
natural silenciosa y creadora de un sentimiento noble, la sinceridad» (CP: 327).
La selección se convierte en elección de un sujeto que además es moralmente ín-
tegro porque asume su deseo; no se interrogan las causas que llevan a salirse de
la escuela ni a conformar los deseos o intereses.
Por otra parte, es interesante la reflexión que propone Mercante sobre la cien-
cia de su época, y los desafíos que plantea al conocimiento escolar. «[E]l extraor-
dinario desarrollo de las ciencias en las postrimerías del siglo XIX y a principios
del XX y la industrialización intensa de las actividades, hace de todo punto im-
posible mantener con éxito durante el período secundario programas integrales
porque el tiempo es escaso y la capacidad, insuficiente para asimilar extensiones
vastas de conocimiento» (CP: 33). Pero además la enseñanza no debe buscar
transmitir conocimientos de una disciplina, sino «su espíritu y su método, […]
disciplinar al alumno dentro de una categoría de fenómenos y, principalmente,
[…] sembrar, en su cerebro, problemas o motivos de actividades» (ibíd.). Estos
enunciados suenan muy actuales, y hablan de la larga tradición de debates curri-
culares que han nutrido a las aulas argentinas.
Mercante también se ocupa de los docentes. Establece diferencias claras entre
el maestro primario, el profesor de la escuela intermedia y el profesor del colegio
nacional. Para él, los dos primeros niveles cubren una edad que es «el mejor mo-
mento» para la formación del carácter y la disciplina moral. Esta solo puede ser
obra de un reducido número de profesores; por eso, del maestro de primaria no
puede pasarse a la «acción múltiple de varios catedráticos», y es necesario una
figura intermedia. Mercante propone que los tres años de la escuela intermedia
sean enseñados por dos profesores por año. «La educación moral del niño no
puede ser sino la obra directa y constante de una persona, del maestro que está a
su lado el día, la semana, el año, que lo conoce por todos sus aspectos, en todas
sus debilidades, en todas sus virtudes» (CP: 375).
El profesor de la escuela intermedia debería ser egresado de un profesorado
normal en letras o ciencias, porque necesita estar preparado y poseer una inteli-
gencia didáctica (CP: 371). Los alumnos varones tendrían profesores varones,
salvo en las materias de dibujo, aritmética, idiomas. Ello se debe a que una maes-
tra mujer no puede «virilizar el estilo de las composiciones» ni «descubrir los en-
cantos que seducen al hombre» en los espectáculos de la naturaleza (CP: 372). El
hombre no puede renunciar al gobierno de sus alumnos, ni a las materias «idea-
tivas y morales» como la historia, la composición, las ciencias naturales. Mer-
cante señala que el mismo argumento sirve para proponer que las escuelas de mu-
jeres tengan una dirección femenina (CP: 373). Una vez más, los argumentos de
Mercante se alinean con posturas conservadoras sobre las posiciones sociales
de varones y mujeres.
PRESENTACIÓN. VÍCTOR MERCANTE: LA ADOLESCENCIA COMO CATEGORÍA ESCOLAR… 35
selección de los talentos por sobre la inclusión de las masas. «De ahí la misión
grave del colegio. La nacionalidad, hoy, es un problema psicológico. Es inútil nues-
tro patriotismo si renunciamos a ser superiores por nuestro saber, nuestra cultura
y sobre todo, por nuestra voluntad de hacer» (CP: 311). ¿Cómo convertirse en su-
periores? «Es una misión santa del colegio y de la universidad –si no conspirarían
contra la patria– preparar esta clase superior de inteligencias y caracteres, ele-
gida, no por su abolengo y su fortuna, sino por su aplicación, su tenacidad, su
genio y sus virtudes» (CP: 312). Mercante cree que basta un 0,5% talentoso de la
población para que la nación llegue a grandes destinos. Pero mientras el colegio
no tome esa función como propia, «una canalla ignorante y ensoberbecida, con
sus títulos de doctor o sus actitudes heroicas por escudo, entregará el país a otra
raza que no traerá armas de fuego para tomarnos ni cadenas para aherrojarnos»
(CP: 312).
El elitismo y el conservadurismo de esta posición es pasmoso. El enojo de Mer-
cante puede deberse a la reciente elección que coloca a Yrigoyen y al radicalismo
en el gobierno, o a los gérmenes de descontento estudiantil que estallan ese mismo
año de 1918 en Córdoba y pronto encuentran eco en otras universidades. Pero lo
más sorprendente es la diatriba antiinmigratoria en alguien que es precisamente
fruto y parte de ese movimiento. Como señala Puiggrós, «las huellas del pasado
personal casi han desaparecido» (Puiggrós, 1990: 144).
¿Cuál fue el precio que pagó Mercante para resolver la «ansiedad de los orí-
genes y de representación» de la que habla Silvia Molloy? La «efímera unidad»
que construye como educador, científico y reformador, ese relato sobre su vida y
su aporte a la transformación de la escuela secundaria, cierra filas con un discurso
político excluyente y racista, y con una jerarquía cultural conservadora, cuya única
novedad es el lugar privilegiado de la ciencia en el lugar que antes ocupaban los
religiosos.
El balance de la obra de Mercante ha sido ambivalente. José Rezzano, quien
pronunció el discurso de homenaje en su sepelio en nombre del Consejo Nacio-
nal de Educación y de la Universidad de La Plata, no dudó en decir que «La cri-
sis de la pubertad y sus consecuencias pedagógicas constituye un aporte valiosí-
simo para fundamentar biológica y psicológicamente la escuela intermedia ideada
por un ministro progresista y desgraciadamente malograda» (Rezzano, 1936: 50).
Pero sus detractores han sido más abundantes, o al menos quienes lo han relegado
al silencio y la marginación. Aníbal Ponce no lo cita en su obra sobre la adoles-
cencia, basada en conferencias dictadas en 1931 y editadas en 1936, probable-
mente por marcadas desavenencias políticas y teóricas. Juan Mantovani, en su
trabajo de 1950 sobre el mismo tema, lo cita como una de las lecturas obligadas,
pero no lo menciona más que como nombre propio, sin hacer referencia a sus ar-
gumentos (en cambio, sí cita los conceptos de Rodolfo Senet). Es probable que su
silencio se debiera a que el dogmatismo experimentalista de Mercante no com-
paginaba bien con su idea de la pedagogía como «ciencia espiritual» (Mantovani,
1950: 85) y su visión de la adolescencia como una era difícil pero con pronóstico
optimista.
Por su parte, la lectura historiográfica tampoco ha sido más complaciente.
Manuel Horacio Solari, en su Historia de la educación argentina, reconoce el
estudio científico de la pubertad que introduce el libro, pero considera que la
PRESENTACIÓN. VÍCTOR MERCANTE: LA ADOLESCENCIA COMO CATEGORÍA ESCOLAR… 37
BIBLIOGRAFÍA CITADA
Canguilhem, Georges
1986 Lo normal y lo patológico, México D.F., Siglo XXI.
Carli, Sandra
1997 «Infancia, psicoanálisis y crisis de generaciones: una exploración de las nuevas
formas de debate en educación», en Puiggrós, Adriana (dir.), Dictaduras y
utopías en la historia reciente de la educación argentina (1955-1983). Historia
de la educación argentina, t. VIII, Buenos Aires, Galerna, pp. 221-287.
Castel, Robert
1994 «Problematization as a Mode of Reading History», en Foucault and the
Writing of History, editado por Jan Goldstein, Cambridge, Basil Blackwell,
pp. 237-252.
Danziger, Kurt
1999 «Natural Kinds, Human Kinds, and Historicity», en Maiers, W. et al. (eds.),
Challenges to Theoretical Psychology, Toronto, Captus Press, pp. 78-83.
Depaepe, Marc
1987 «Le premier (et dernier) congrès international de pédologie à Bruxelles en 1911»,
Le Binet Simon. Bulletin de la Société Alfred Binet et Théodore Simon, LXXXVII,
3, nº 612, pp. 28-54.
1990 «La pédologie comme base d’un monde meilleur. J. Yoteyko et la science de
l’enfant au début du XXe siècle», en Fumat, Y.; Guillain, A. y Sigal, P.A. (eds.),
Les enjeux éducatifs. Emergence - permanence - récurrence, Montpellier,
Publication de la Recherche, Université Paul-Valéry (Montpellier III), pp. 211-235.
1992 «Experimental Research in Education 1890-1940: historical processes behind the
development of a discipline in Western Europe and the United States», en
Whitehead, M. (ed.), Education and Europe: Historical and Contemporary
Perspectives, Hull, Studies in Education Ltd., pp 67-93.
Dewey, John
1991 The School and Society and the Child and the Curriculum, Chicago, Il, University
of Chicago Press.
Díaz, Beatriz
2003 La prescripción de la pericia educativa. Un estudio metafórico sobre la
conformación de la estadística educativa en la Argentina de fines del siglo XIX y
principios del siglo XX, Buenos Aires, Tesis de Maestría en Ciencias Sociales con
orientación en Educación, FLACSO/Argentina.
Dussel, Inés
1996 «Perfiles de Educadores: Víctor Mercante», Prospects-UNESCO, París, vol. XXVI,
nº 2, pp. 415-431.
1997 Curriculum, Humanismo y Democracia en la Enseñanza Media (1863-1920),
Buenos Aires, Oficina de Publicaciones del CBC-UBA/FLACSO.
PRESENTACIÓN. VÍCTOR MERCANTE: LA ADOLESCENCIA COMO CATEGORÍA ESCOLAR… 39
Foucault, Michel
1984 «Le souci de la verité», conversación con François Ewald, en Magazine Littéraire,
nº 207, mayo.
2000 Los anormales. Curso en el Collège de France (1974-1975), Buenos Aires, Fondo
de Cultura Económica.
2010 ¿Qué es un autor?, Buenos Aires, El Cuenco de Plata.
Gagliano, Rafael
1992 «Aportes para la construcción de una historia crítica de la adolescencia
en la Argentina», en Puiggrós, Adriana (dir.), Escuela, democracia y orden
(1916-1943), Buenos Aires, Galerna, pp. 299-341.
Giovine, Renata
2008 Cultura política, ciudadanía y gobierno escolar. Tensiones en torno a su
definición: la provincia de Buenos Aires (1850-1905), Buenos Aires, Stella y La
Crujía.
Grafton, Anthony
1994 «The Footnote from De Thou to Ranke», en History and Theory, vol. 33, nº 4,
diciembre, pp. 53-76.
Kliebard, Herbert
1986 The Struggle for the American Curriculum, 1893-1958, Nueva York, Routledge.
Latour, Bruno
1995 «Joliot: History and Physics Mixed Together», en Serres, Michel (ed.), History of
Scientific Thought, Londres, Blackwell, pp. 611-635.
Lionetti, Lucía
2006 «Víctor Mercante: agente político e intelectual del campo educativo en la
Argentina de principios del siglo XX», Prohistoria, año X, nº 10, Rosario,
primavera, pp. 93-112.
2007 La misión política de la escuela pública. Formar a los ciudadanos de la república
(1870-1916), Buenos Aires, Miño y Dávila.
Mantovani, Juan
1950 Adolescencia. Formación y Cultura, Buenos Aires, Espasa Calpe Argentina.
Mercante, Víctor
1893 Museos escolares argentinos y la escuela moderna, Buenos Aires, Imprenta de
Juan Alsina.
1897 La educación del niño y su instrucción. Escuela científica, Mercedes, Imprenta de
Mingot y Ortiz.
1904 Psicología de la aptitud matemática, Buenos Aires, Librería del Colegio.
1918 La crisis de la pubertad y sus consecuencias pedagógicas, Buenos Aires, Cabaut y Cía.
1925 Charlas pedagógicas, Buenos Aires, Gleizer.
40 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
Molloy, Silvia
1996 Acto de presencia. La escritura autobiográfica en Hispanoamérica, México D.F.,
El Colegio de México y Fondo de Cultura Económica.
Nelson, Ernesto
1915 Plan de reformas a la enseñanza secundaria en sus fines, su organización y su
función social, Buenos Aires, A. Mentruyt.
Ponce, Aníbal
1947 Ambición y angustia de los adolescentes, 3ª ed., Buenos Aires, Iglesias y Matera.
[1ª ed., Buenos Aires, Talleres Gráficos de L.J. Rosso, 1936.]
Puiggrós, Adriana
1990 Sujetos, disciplina y curriculum en los orígenes del sistema educativo argentino,
1885-1916, Buenos Aires, Galerna.
Rezzano, José
1936 «Discurso en su sepelio pronunciado por el Vocal del Consejo Nacional de
Educación doctor José Rezzano», en Consejo Nacional de Educación, Informe
presentado al Ministerio de Instrucción Pública - 1934, Buenos Aires, Talleres
Gráficos del Consejo Nacional de Educación.
Sarlo, Beatriz
1992 La imaginación técnica. Sueños modernos de la cultura argentina, Buenos Aires,
Nueva Visión.
Zimmermann, Eduardo
1994 Los liberales reformistas. La cuestión social en Argentina (1890-1916), Buenos
Aires, Sudamericana-Universidad de San Andrés.
La crisis de
la pubertad y
sus consecuencias
pedagógicas
Nota a la edición de 2014
LLAMADO POR EL DOCTOR CARLOS SAAVEDRA LAMAS, al día siguiente de que él asumiera
el Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, a la Dirección General de Ense-
ñanza Secundaria y Especial, para prestar mi concurso a las reformas que se pro-
ponía en los colegios y universidades, de las que habíamos hablado años antes, no
economicé esfuerzo para traducir en prácticas sus convicciones y las mías, nacidas
de la experiencia, de la observación y del estudio, rectificadas y ratificadas durante
más de veintiocho años de consagración a la enseñanza. En diciembre de 1915 es-
taba redactado el Plan de Estudios, los considerandos del decreto y los funda-
mentos de orden científico, pedagógico y legal de la reforma proyectada sobre ins-
trucción secundaria, particularmente en lo referente a ese período entre la infancia
y la adolescencia en el que la escuela y el colegio libraron siempre un combate de
predominio, sin producir más que una situación caótica en la que las más nobles
actividades de la juventud descaecieron en la indecisión y la anarquía. Teníamos
en contra el tiempo, el tiempo para explicar la reforma y convencer a un país en el
que todos se ocupan de educación y cada uno cuenta en su haber un tratado de en-
señanza; el tiempo para arraigar una reforma que rompía con prácticas tradicio-
nales y las situaciones de profesores acostumbrados a la cátedra de tres o cuatro
horas, y de padres satisfechos con el certificado que abre a sus hijos las puertas de
la universidad. El tiempo no nos ha sido propicio.
Cuando una reforma no triunfa, es porque la opinión, que la debe sostener con
el calor de su simpatía, no ha sido preparada. El país no está obligado a aceptar lo
que no comprende ni el innovador debe pretender que sus pensamientos se con-
viertan en convicciones comunes, puesto que el razonar acerca de problemas com-
plejos como los de la enseñanza requiere una consagración que solo el interés na-
cido de una propaganda sabia y vehemente puede esperarla. «La lógica reina –dice
Le Bon– en el laboratorio del sabio, pero no ejerce sino una influencia débil en el
pensamiento y en la conducta de los individuos.» Convencidos de la bondad del
plan del ministro Saavedra Lamas, nos abstenemos de recriminar la sustitución
por otro, pues, en el país, aún no se ha hecho un estudio tranquilo de las necesi-
dades y problemas de la enseñanza secundaria, ni se ha difundido lo bastante la efi-
cacia de tales o cuales medios para remediarlos con un plan orgánico. De ahí que
toda tentativa de reforma levante esa resistencia advertida en el comentario de la
48 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
conversación o del artículo, improvisado si se quiere, pero que denuncia, para qué
negarlo, un ambiente desfavorable, que concluye indefectiblemente en la desna-
turalización de los conceptos o en el decreto derogatorio.
No obstante, la reforma renacerá, no importa con qué nombre y en qué frag-
mentos; tal vez, no con la rapidez y el vigor con que la desearíamos los que pusi-
mos en ella todo nuestro esfuerzo y toda nuestra sinceridad. A defender va este
libro, y a justificar sus valores científicos y estadísticos, esa creación del doctor
Saavedra Lamas, cuyo nombre es todo un feliz hallazgo, por eso tan combatida
(pues la Inspección General proponía llamarla Escuela Preparatoria o Gimnasio)
la Escuela Intermedia, que es la escuela del ejercicio, del reposo y de la prueba.
Acostumbrados durante cincuenta años a pasar materias del 2º al 4º años, y
viceversa; a aumentar o disminuir horas; a suprimir el latín o a mantenerlo en los
programas, en fin, a lo que Amancio Alcorta llamara la escuela única, claro está
que el ministro Saavedra fuera un «desorganizador de la enseñanza secundaria».
Además, los intereses creados son tantos, que solo el tiempo librará al colegio de
los vicios en los que el espíritu de nuestra juventud se enferma, a veces, irreme-
diablemente. Un hecho sin principio que lo explique es obra muerta; de ahí que
el plan nos mueva a escribir este libro, basado en lo que debemos acostumbrar-
nos, en todas las contiendas pedagógicas, a considerar esencial, el conocimiento
del niño para saber qué podemos hacer de él.
El ministro del doctor Plaza, a pesar de las convicciones que tenía acerca de la
bondad de sus reformas, maduradas al contacto de los didactas más conspicuos de
Europa como Liard, Wetenkamp, Neviani, Credaro,1 antes de firmar el decreto con-
sultó la opinión de casi todos los rectores y directores de los colegios y escuelas del
país, particularmente de Leopoldo Herrera, Manuel Derqui, Eduardo Latzina,
Alejandro Bergalli, Mariano de Vedia, René Bastianini, Isidro Quiroga, Avelino
Herrera, Maximio S. Victoria, Eduardo Tibiletti, Juan W. Gez, Honorio J. Senet,
Julio Bello, de larga y eficaz actuación en la enseñanza; de todos ellos tuvo la más
simpática acogida, de algunos, una propaganda tan ardorosa como eficaz, al mismo
tiempo que oportunas modificaciones al proyecto antes de convertirse en mandato.
Los doctores Horacio Rivarola, Rodolfo Senet y Pascual Guaglianone, subsecreta-
rio del Ministerio, jefe de la división de Instrucción Pública, y subinspector general,
respectivamente, consagraron toda su actividad al éxito del nuevo plan, a cuyos fun-
damentos aportaron la luz de sus conocimientos pedagógicos. Si no tuvo la fortuna
de sobrevivir a los cambios políticos del año 1916, no fue una obra impremeditada
ni precipitada. El tiempo, estamos seguros, la justificará.
Este libro es una doctrina basada en hechos y observaciones sistemáticos que
si no hoy, mañana, servirá de guía al legislador y de fundamento a los planes y
métodos; porque no es posible que procedamos siempre por inspiración o por tra-
dición. Detrás de la ley escolar y del arte de enseñar hay una ciencia o debe ha-
berla. A ella acudimos y con sinceridad creemos que un día, indefectiblemente,
será la que ordene el paso de las reformas, rompiendo la indiferencia, a menudo
obrepticia, que se tiene por el estudio del niño y por los que consagraron una vida
seria a la investigación en un terreno tan vasto, tan fértil y tan poco explorado; en
él, tantos interesados por la cultura joven están quietos como los hombres de la
edad paleolítica en la naturaleza que les brindaba, tierra, agua, plantas y anima-
les para el trabajo. Pero creo en la vida americana. Tengo, por eso, una fe inque-
brantable en el maestro que viene; entonces, el camino abierto será camino an-
dado. La semilla que sembramos será árbol florido, en humus propicio. Que
nacimos medio siglo antes, se dirá; tal vez haya quien crea inútil esta paciencia de
traducir en curvas las actividades del niño. Está bien. No abrigamos ilusiones,
pero alimentamos esperanzas.
Introducción
Los gobiernos que tuvo el país, desde 1810, no dictaron leyes sobre la naturaleza,
organización y gobierno de la enseñanza secundaria. Todo se hizo por decretos y
resoluciones. Los planes persiguieron un fin; pero no tuvieron presentes los me-
dios para alcanzarlo, como es fácil advertirlo en los considerandos, por lo común
ambiguos e imprecisos, en los documentos oficiales.
El Colegio del Uruguay. En 1849 Urquiza fundó el Colegio Entrerriano. Las dos
primeras direcciones no organizaron bien sus estudios. Pero el nombramiento de
Alberto Larroque, en 1854, le dio reglamentos y planes que hicieron del colegio
uno de los institutos más importantes del país por el espíritu de las enseñanzas y
por sus métodos. Las materias de su primer plan de estudios eran: latinidad, fi-
losofía, matemáticas, francés, teneduría de libros, jurisprudencia, música; plan,
como se ve, exiguo y con asignaturas profesionales, tendientes a formar abogados.
En 1855 el Gobierno nacional decretó este:
Estudios preparatorios (dividido en tres secciones): enseñanza religiosa, gra-
mática razonada, literatura, geografía, latín, matemáticas, dibujo. Después de
estos tres años los estudios se polifurcaban en: a) estudios mayores universita-
rios; b) estudios para la carrera de comercio; c) clases accesorias. Ofrece, como se
ve, diferencias con los otros de los que nos hemos ocupado hasta ahora. Desde
luego, no es integral sino en sus tres primeros años y en él no se advierte ese en-
ciclopedismo que trajo tan a menos los estudios de los colegios en el último cuarto
de siglo.
54 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
Presidencia Pellegrini. 1891. Reduce a cinco años los estudios, con 22 horas el
primero y 24 los demás. Aligera los cursos suprimiendo materias y se estudian
con más intensidad las que quedan, excepto latín. Acentuación literaria. Como
tipo de educación integral es deficiente. Se suprime el dibujo. Aconseja la ads-
cripción de un año preparatorio en las universidades.
Se advierte mala preparación de los alumnos de 1er año, de ahí el decreto del
6 de febrero de 1892 que establecía el examen de ingreso; por otra parte, se con-
sidera que exigir el 6º grado es imposible porque las escuelas graduadas son
pocas. Las modificaciones proyectadas en 1893 (25 de enero) no alteran sensi-
blemente el plan en vigencia. En efecto, es el mismo de 1891, con aumento de la
[carga horaria a la] contabilidad y una que otra hora a determinadas materias. El
Ejecutivo entiende dar otra orientación a los estudios secundarios. En 1893, se
pretende convertir en ley este sistema de integralidad, practicado durante treinta
años, que hoy habría resultado a todas luces deficiente.
Presidencia Uriburu. 15 de julio de 1897. Proyecto de ley del doctor Bermejo que
establece cuatro años de enseñanza integral y dos de especialización. Cada año, 24
horas semanales. Por primera vez se introduce el trabajo manual. La presión ejer-
cida por la enorme tensión de los conocimientos, por una parte, y la necesidad de
conducir a otras profesiones que no sean las de la universidad trajo este plan, que
condujo, lógicamente, a la creación de las escuelas agrícolas, vinícolas, industria-
les, comerciales, etc. Bermejo deseaba, en ese plan, la bifurcación del colegio (des-
pués del 4º año) dentro del mismo colegio, lo que se resolvió poco después en co-
legios con tendencias profesionales bajo el nombre de escuelas industriales,
agrícolas, etc. La consecuencia fue crear escuelas de cinco o seis años de estudios,
con catedráticos, porque comprendían una enseñanza general evidentemente
media, con la consiguiente forma dispendiosa.
En 1898 (18 de abril) se vuelve a un plan integral de 20 horas semanales. Nin-
guna acentuación, salvo el extraordinario incremento de la educación física que,
desde entonces, en derivación hacia juegos al aire libre, ha afectado la cultura in-
telectual y moral de niño.
exigía 12 años para el ingreso; duraba cuatro la secundaria general; tres, la se-
cundaria especial; exigía a las especialidades materias innecesarias; era obligato-
rio para ingresar en la universidad cuando correspondía a la universidad estable-
cer el ingreso. Reincidía en el error del plan Magnasco al distribuir las materias
en años; las siete del quinto año, previas a las siete del sexto, etcétera.
Presidencia Quintana. En 1905 el plan vuelve a ser intregral; pero una integrali-
dad bien conceptuada, de seis años con aumento de horas en cada año: 26, 26, 26,
28, 28 y 28. Se suprime el latín, que figuraba en los planes anteriores, y se acen-
túa la enseñanza de las ciencias naturales y de la geografía, distribuyendo equita-
tivamente el tiempo entre las materias. La educación física toma un tiempo que
nunca tuvo en los planes anteriores: seis horas semanales. Pero los seis años se re-
dujeron luego a cinco, con reformas de poca trascendencia. El decreto está pre-
cedido de una exposición de fundamentos del ministro doctor J.V. González
acerca de la preeminencia de las ciencias sobre las materias literarias y su signi-
ficado en la cultura general del alumno, que es la defensa más conceptuosa hecha
hasta hoy de la enseñanza integral, explicándola como cultura y como fuente de
ideales.
Conclusiones. I. Desde 1863 los colegios se han regido por un mismo plan de es-
tudios de carácter integral, razonativo, explicativo, a los que se ingresó del 4º
grado siempre. II. La enseñanza de tipo secundario, es decir, para hombres de 16
a 17 años, ha sido necesariamente infantilizada para adaptarse a niños de 11 y 12,
con cuatro grados de instrucción primaria; pero conservando la cátedra que no se
aviene con el niño ni la forma ejercitativa de las aptitudes. III. Todos los gobier-
nos han creído en el niño portento; por consiguiente, en una juventud de capaci-
dades que nunca ha tenido, con la consecuencia de haber desorientado sus acti-
vidades mentales y morales. IV. Los planes han sido hechos teniendo en vista un
propósito examinativo; nunca la experiencia, el estudio del ambiente físico, social
y político; las aptitudes del niño, su edad y sus inclinaciones. Lo que debe saber,
y no lo que puede saber. V. Por último, los programas han sido índices de asigna-
turas, nunca de ejercicios y aprendizajes.
cuela intermedia con dos profesores para cada año. 3) Ingreso de la intermedia al
colegio, cuyas materias no están distribuidas en años, en las que el alumno se ins-
cribe libremente, considerando previas a las que por su naturaleza científica sir-
ven de preparación a otras. 4) El carácter de la enseñanza primaria y media es in-
tegral y prevocacional; la de los colegios por núcleos afines, con la libertad de
inscribirse en cualquier número de materias.
ESCUELAS PRIMARIAS
1er grado: Lectura: seis lecciones semanales de 25 minutos cada una. Escri-
tura: seis lecciones semanales de 25 minutos cada una. Lenguaje: seis lecciones
semanales de 25 minutos cada una, o tres de 50. Educación de los sentidos: seis
lecciones semanales de 25 minutos cada una. Aritmética: seis lecciones semana-
les de 25 minutos cada una. Canto: todos los días 15 minutos. Dibujo: tres lec-
ciones semanales de 25 minutos cada una. Educación física: todos los días 25
minutos.Educación del sentimiento: dos lecciones semanales de 25 minutos cada
una.
2º grado: Lectura: mecánica, ejercicios de respiración al aire libre, articulación
y puntuación comprensiva, seis lecciones semanales de 25 minutos cada una. Es-
critura: seis lecciones semanales de 25 minutos cada una. Idioma nacional: com-
posiciones descriptivas, seis lecciones semanales de 25 minutos cada una. Edu-
cación de los sentidos: seis lecciones semanales de 25 minutos cada una.
Aritmética: seis lecciones semanales de 25 minutos cada una. Canto, dibujo, ejer-
cicios físicos y educación del sentimiento: con la misma distribución de tiempo ex-
presada en el grado anterior.
3er grado: Lectura: cuatro lecciones semanales de 25 minutos cada una. Escri-
tura: cuatro lecciones semanales de 25 minutos cada una. Idioma nacional: seis
lecciones semanales de 25 minutos cada una. Historia natural: seis lecciones se-
manales de 25 minutos cada una. Geografía física: cuatro lecciones de 25 minu-
tos cada una. Historia nacional: cuatro lecciones semanales de 25 minutos cada
una. Aritmética: seis lecciones semanales de 25 minutos cada una. Geometría:
cuatro lecciones semanales de 25 minutos cada una. Canto, dibujo, ejercicios fí-
sicos y educación del sentimiento: la misma distribución de tiempo que en el
grado anterior.
4º grado: Lectura: cuatro lecciones semanales de 25 minutos cada una. Es-
critura: cuatro lecciones semanales de 25 minutos cada una. Aritmética: seis lec-
ciones semanales de 25 minutos cada una. Idioma nacional: seis lecciones sema-
nales de 25 minutos cada una. Geografía general de la República Argentina: seis
lecciones semanales de 25 minutos cada una. Historia argentina: cuatro lecciones
semanales de 25 minutos cada una. Ciencias naturales: tres lecciones semanales
de 25 minutos. Geometría: cuatro lecciones semanales de 25 minutos cada una.
Canto, dibujo, ejercicios físicos y moral. No habrá más profesores que los de canto.
Los regentes y los profesores de grado, de acuerdo con las instrucciones que
reciba el Director de Escuela de la Inspección General, prepararán, antes del mes
de febrero de cada año, una distribución detallada del programa, en lecciones, ha-
ciendo constar la forma y los elementos de desarrollo.
60 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
ESCUELAS INTERMEDIAS
COLEGIO NACIONAL
horas semanales. Anatomía, filosofía e higiene: seis horas semanales. Zoología (ge-
neral y sistemática): cuatro horas semanales. Psicología: cuatro horas semanales.
Núcleo III. Ciencias histórico-geográficas: Geografía física, política y econó-
mica de Europa: cinco horas semanales. Geografía física, política y económica de
América y Oceanía: cuatro horas semanales. Geografía política y económica de la
República Argentina: tres horas semanales. Prehistoria: historia de las civilizacio-
nes de Oriente, Grecia y Roma: seis horas semanales. Historia de las civilizaciones
medievales y modernas (Europa y América): seis horas semanales. Historia con-
temporánea (Europa y América): tres horas semanales. Historia argentina: cuatro
horas semanales. Instrucción cívica: cuatro horas semanales.
Núcleo IV. Materias literarias y filosóficas: Gramática castellana (comple-
mentos y composición): seis horas semanales. Literatura preceptiva (con análisis
de autores americanos y argentinos y composición): cuatro horas semanales. Li-
teratura española: tres horas semanales. Literatura europea (francesa, italiana y
alemana): seis horas semanales. Latín (primer curso): cuatro horas semanales.
Latín (segundo curso): tres horas semanales. Latín (tercer curso) y literatura la-
tina: seis horas semanales. Francés o inglés: tres horas semanales. Francés o in-
glés (y sus literaturas): tres horas semanales. Lógica: tres horas semanales. Ética
y metafísica: tres horas semanales.
Cursos complementarios: ciencias domésticas (en los colegios de señoritas):
dos cursos de tres horas semanales cada uno, y ejercicios físicos.
Los rectores dispondrán además de un curso de una hora semanal de cultura
estética. Para los alumnos regulares de los colegios se crearán cursos anuales
sobre otras asignaturas que tuviesen un mínimo de 25 inscriptos y fuesen solici-
tados por el rector, con informe aprobatorio de la Inspección.
1863 1879 1884 1888 1891 1893 1900 1901 1905 1912
Aritmética + + + + + + + + + +
Contabilidad – – + – – + – – – –
Geometría plana + + + + + + + + + +
Geometría del espacio + + + + + + + – + +
Álgebra + + + + + + + + + +
Trigonometría + + + + – – – + – +
Cosmografía + + + + – + + + + +
1863 1879 1884 1888 1891 1893 1900 1901 1905 1912
Química orgánica + + + + + + + + + +
Mineralogía – + + + + + + + + +
Geología – + + + + + + + + +
Botánica – + + + + + + + + +
Zoología – + + + + + + + + +
Anatomía y física – + + + + + + + + +
Higiene – + + + – – – – – +
Geografía argentina + + + + + + + + + +
Geografía de América + – + + + + + + + +
Geografía del Asia – – + + + + + + + +
Geografía de Europa, etc. + + + + + + + + + +
Geografía física – + +
Historia argentina + + + + + + + + + +
Historia americana + + + + + + + + + +
Historia antigua + + + + + + + + + +
Historia media y moderna + + + + + + + + + +
Historia contemporánea + – + + – + + + + +
Historia universal + + – – + + + – +
Esta sinopsis de la enseñanza secundaria desde 1810 hasta 1916 nos la hace ver,
hasta la presidencia del general Mitre, sin unidad, lo que no poco ha contribuido
a ese estado de anarquía política en el que cada provincia pretendió erigirse en es-
INTRODUCCIÓN 63
EL PROBLEMA ACTUAL
nuevas. Unos dejan el 4º, abandonan el régimen escolar vigente a una edad en
que, aptos para una profesión, se entregan al trabajo productivo porque el 5º y
el 6º grado no ofrecen cómo educar sus aptitudes prácticas. Se echan al trabajo,
a las privaciones, a formar capacidades en un taller sin orientación ni método.
Tal vez frecuenten las escuelas de adultos, los cursos libres, las escuelas profe-
sionales nocturnas, para perfeccionar su manualidad con la perspectiva de mejor
remuneración. «Otros –dice Devogel–1 engrosan el regimiento de aquellos de
los que las industrias se apoderan para confiarles ocupaciones elementales,
declarados más tarde inaptos para el trabajo inteligente, para ser piezas de
una máquina. Otros, por fin, en reducido número, continúan, merced a cierto
bienestar económico, sus estudios, sin vocación a veces, solo porque es un deseo
paterno para el hijo la educación superior.» Llegan en reducidos porcentajes a
la universidad, después de densos primeros años. Pero los que abandonan los
primeros años del colegio, donde no eran llamados por sus inclinaciones y apti-
tudes, sin estar preparados para el ejercicio profesional, vuelven las espaldas al
taller, extraño a los hábitos adquiridos en las aulas; buscan el empleo y se refu-
gian en las oficinas. El funcionarismo no es un mal, pero exige una capacidad y
no debe ser la idea fija de todo joven, no bien ocupa la banca de un colegio. «Hay
pues –dice el pedagogo belga– otras cosas que hacer a los 12, 13 y 14 años, me-
jores que la repetición de programas y métodos primarios, disimulados en la
multiplicidad de cátedras y presupuestos subidos.» La escuela intermedia no
pretendía formar obreros, sino aptitudes profesionales para una multitud de ser-
vicios que requieren una disciplina manual, sembrando en el espíritu el amor al
taller. De esta suerte, era posible retener al niño más años en la escuela, satisfa-
ciendo los deseos de los hogares modestos que anhelan, para sus hijos, una edu-
cación corta. La escuela intermedia, al tomar al niño a los 12 años, completaba
la instrucción general, al mismo tiempo que lo preparaba para la secundaria y
técnica.
Contribuye no menos a despoblar el 5º y el 6ºgrado el examen de ingreso en
los colegios nacionales, escuelas industriales y de comercio con el certificado de
4º grado, práctica que no observaríamos si no hiciera del 1º, 2º y a veces del 3er
año de la enseñanza secundaria, repeticiones del 4º, 5º y 6º grados, con el incon-
veniente de no disciplinar con el mismo éxito, porque el niño se adapta a una es-
tructura secundaria, bruscamente. La maestra única de grado, casi maternal en su
acción continua de consejera y educadora, cede a la influencia de seis o siete ca-
tedráticos sin que, como ella, tengan la preocupación de suscitar sentimientos en
el momento más crítico de su formación. Los informes de los profesores y recto-
res2 reconocen la deficiencia de los alumnos que se inscriben en 1er año; aconse-
jan la supresión del examen de ingreso y la aprobación de dos o tres años más de
enseñanza primaria. No es posible que el niño, apenas egresado del 4º grado, pre-
pare en dos meses la obra de dos o tres años, obra educativa, de madurez, por
tanto, de tiempo. Varios ministros pretendieron suprimir esa prueba, sin resul-
tado, porque el interés de los padres de doctorar al hijo a los 20, 21 o 22 años re-
trajo siempre la cuestión al ingreso prematuro, y por más que algunos colegios
reprobaran hasta al 80% de los candidatos, otros promovían la casi totalidad,
prestándose el sistema a verdaderas inmoralidades en perjuicio de la seriedad de
la enseñanza, que ha elementalizado textos, programas, métodos, prácticas, con
los que no se adquiere el espíritu de una ciencia, sino las nociones primarias de
su contenido.
La escuela intermedia no es la escuela industrial, en la que lo teórico y lo prác-
tico convergen en la formación del maestro obrero. Solo arma defensas, completa
una educación común, despierta vocaciones, disciplina las actividades prácticas,
da una cultura técnica que integraliza la enseñanza y completa la educación del
hombre para una función social, a la edad en que puede realizarse, poniendo a
los unos, en el camino definitivo de la vida obrera; a los otros, en el camino de los
estudios superiores, pero con disciplinas que sanearon sus sentimientos y sus con-
vicciones acerca del trabajo. La escuela, así concebida, es la continuación lógica de
la primaria y conduce a los estudios secundarios y profesionales. Solo ella justifi-
caría la obligación escolar hasta los 14 años, más allá del 4º grado, y de los 12
años, en países donde la industria es el primer resorte de la riqueza y del bienes-
tar. El obrero dejaría de ser el semianalfabeto peligroso que sabe leer; la juventud,
entregada a estudios superiores, dejaría de mirar con fruncido ceño todo lo que
pudiera encallecer sus manos.
La profesionalidad desarrolla el sentido ejecutivo; forma el hombre com-
pleto y reacciona contra la obra de nuestros colegios, enfermos de pasividad. Se
aprende haciendo; unir el pensamiento a la acción, la idea al hecho, es fijar un
concepto elevado acerca del taller, respetable como una oficina administrativa
o un consultorio médico. Dentro de cada hombre debe estar el obrero, porque
el hombre vale por lo que produce y realiza. Una enseñanza viril reduce a can-
tidades mínimas a los ociosos, porque mil ocasiones ofrecerán ocupación a sus
manos. Los métodos en este período de trabajo intenso deben propiciar una
manualidad inteligente; el espíritu de invención e iniciativa, cuya oportunidad
la ofrece solamente el taller; la perseverancia, sin la cual no es posible el es-
fuerzo vencedor. La escuela intermedia inauguraba una nueva época para la
enseñanza argentina. Su éxito estaba en manos de los rectores; pero los inte-
reses privados y nuestra incurable ligereza crítica dieron con ella por tierra. Si
el Ministerio se propuso esta reforma, no era con el propósito de satisfacer una
vanidad, sino de señalar a las actividades de la juventud argentina, rumbos, ro-
busteciendo sus disposiciones para el trabajo reparador y sano, librándola
del enervamiento de que es y puede ser víctima, habituada a la inactividad del
banco y al engaño para vencer las insuperables dificultades de programas que
todo lo exigen, desde una vasta erudición hasta una capacidad profunda para
el análisis; desde los principios más abstractos de la ciencia hasta la noción más
elemental de sus hechos. La educación de la adolescencia, se ha dicho, debe ser
integral; razones de orden psíquico, social y didáctico así lo aconsejan; pero la
doctrina falla si no cultiva la aptitud de convertir en hechos o cosas, nuestros
pensamientos o creaciones. A cada instante notamos, en la juventud, la motri-
cidad que escapa a sus músculos, traducida a menudo en desorden. Sin oca-
sión para ejercitarla, debilita cada vez más la voluntad, nexo entre la repre-
sentación o idea y la ejecución.
66 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
3. La riforma della scuola media, Atti del II Congresso Nazionale, Roma, 1909; L’École primaire supérieure
technique de Saint Gilles, etcétera.
INTRODUCCIÓN 67
pedismo escolar. De aquí esa diferencia, hasta esa aversión a los estudios para los
cuales no se está inclinado, porque para alcanzar un cierto éxito, se debe resistir
el fuego de muchas seducciones y tener un cerebro privilegiado. Pero en estas se-
ducciones hay un fenómeno que, apreciado con criterio tranquilo, es el argu-
mentum crucis de la reforma.
El plan de estudios se caracterizaba por:
1° La supresión de los años e inscripción libre en las materias, las que el
alumno elegía, designadas previas las que por su afinidad o relación deben estu-
diarse antes que otras.
2° La distribución de las materias en núcleos a los efectos de facilitar la direc-
ción técnica de su enseñanza y el ingreso en la universidad cuyas facultades de-
terminarían en qué materias aprobaría el aspirante.
3° La asignación a cada materia del tiempo que el alumno, de acuerdo con su
edad y la preparación adquirida en la escuela intermedia, necesitaba para asimi-
larla extensiva e intensivamente, según su espíritu y sus métodos para no ser so-
metido a exámenes de ingreso en las facultades.
4° Facilitar, sin la obligación del estudio por años, mediante la inscripción
libre, su preparación científica; las universidades solo exigirán el estudio de las
materias de un núcleo y algunas complementarias, favoreciendo así la inclina-
ción, librándose de fatigas, que incitan a prácticas ilícitas para asegurar la pro-
moción.
5° La sustitución de los programas analíticos por el plan de estudios, con la
obligación del profesor no de reproducir un índice, sino de distribuir la materia
en lecciones considerando la extensión, la intensidad, la importancia de los pun-
tos, el tiempo de que dispone, el material, la ejercitación y las formas didácticas
de la enseñanza. El plan no comprendía, ya dijimos, menos materias que el que
está en vigencia; pero la reforma concluía con la elementalización de la enseñanza
secundaria, tan dolorosa para la vida intelectual del alumno durante los primeros
años de la universidad. Las ciencias, en los últimos cuarenta años, han adquirido
tal extensión que el estudio de los programas que las abarcan se ha hecho penoso
a causa de que el tiempo no es elástico y se ha querido mantener el principio de
la integración. La inteligencia del joven se siente así abrumada bajo el peso de un
enciclopedismo vasto a tal punto que, por excepcional que se la considere, no
puede el cerebro responder a la vez a diez o doce materias y resistir a la fatiga que
consigo trae el propósito de dominarlas. Consentimos, en consecuencia, el en-
gaño, de forma que la vida moral del colegio ha sufrido y el estudio de las mate-
rias ha consagrado prácticas viciosas y aprendizajes elementales que repercuten
dolorosamente en la conducta adulta. Lo que indica el error en que caemos exi-
giendo el cuadro de todo el saber para certificar el bachillerato y realizar el con-
cepto integrativo más allá de los límites de la escuela intermedia. Se lo palpa, asi-
mismo, en el hecho de que las universidades, por boca de sus decanos, han
señalado la preparación deficiente de los aspirantes al 1er año; al quejarse de ella,
crearon recursos preparatorios o sometieron al examen de admisión a los postu-
lantes.
La enseñanza primaria educa, da de cada materia nociones, estudia, de la
ciencia, algunos hechos, motivos para ejercitar las aptitudes intelectuales y for-
mar el lenguaje. De esta suerte, las asignaturas ofrecen pocas diferencias funda-
70 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
mentales a los efectos del esfuerzo de penetración que requieren para ser enten-
didas. Pero la enseñanza secundaria no solo cultiva la observación; analiza y co-
ordina el conocimiento con métodos que demandan tiempo y una preocupación
en base a interés y afecto, que mantenga en viva tensión al espíritu. Semejante es-
tado, único eficaz para las culturas profundas, se produce cuando la mente vive
ambientes de aprendizajes afines; cuando después de 45 minutos, una ejercita-
ción matemática, v.gr., no cede a una ejercitación literaria para volver a ella a los
tres días, retomando el hilo mediante un trabajo preparatorio molesto y fatigoso,
en el que el interés se quiebra, pues la afectividad hacia un estudio se mantiene
por la persistencia de los elementos representativos. El ambiente es potenciali-
dad y refuerzo solo cuando no es perturbado por cambios extraños ni es susti-
tuido total o parcialmente. Si pretendemos ya no el barniz de la cultura, sino el
dominio formal de la materia; la comprensión de sus fenómenos, sus leyes y sus
métodos; aptitudes cultivadas, ágiles y prestas a la interpretación de suerte que
vaya al banco universitario un espíritu capaz de grandes abstracciones y de una
familiarización con el complicado detalle de las especialidades, fuerza es que
abandonemos esta práctica tradicional del examen sobre diez o doce materias
fundamentalmente diferentes con horarios irrisorios, programas inconmensu-
rables y aprendizajes en textos o por audiciones de conferencias dictadas desde
un sillón, por catedráticos verbosistas, obligando al alumno a realizar esfuerzos
innecesarios a su preparación, mal secundados por el empeño. Este cambio a
favor de la tendencia y del esfuerzo voluntario sin obligar al estudio integral en
el que hasta el dibujo es previo, tras un propósito instructivo al par que educa-
tivo sobre un grupo de materias que se utilizan recíprocamente para organizar un
sólido capital de conocimientos, estaba destinado a fortalecer convicciones y,
volvemos a repetirlo, a sanear una conducta llena de fallas. Hoy, al inscribirse, se
compromete, si aspira a la promoción, a llevar una carga de peso fijo, tenga o no
hombros para sostenerla; antes solo se comprometía a los que podía alzar. Se-
guramente, estudiaría cuatro o cinco materias por año sin escudar su indolencia,
si de ella fuera víctima, en la excusa de que lo abruman lecciones y deberes. A los
tres o cuatro años, cumplidos los 19 o 20 años, ya espíritu cultivado, fácil a las
altas operaciones mentales, podría inscribirse en una facultad, seguro de una
labor fácil y provechosa.
La consagración, por otra parte, a determinadas materias no excluía una cul-
tura, obligado únicamente a recibirla. Las conferencias de estética, a cargo de
profesores preparados, estaban destinadas a elevar el espíritu del alumno me-
diante la exposición conceptuosa, en presencia, a menudo, de los espectáculos o
cosas de la naturaleza; la lectura de la poesía o de la página literaria escogida y
comentada; la proyección, comentada, de la obra de arte; la audición, comen-
tada, del fragmento para cultivar sentimientos de amor a lo bello, dulcificar la
conducta y crear ideales. En el plan de estudios, su éxito dependía de la atracción
de los valores, no de la obligación de aprobar el curso. De esta suerte, la reforma
se fundaba en estos considerandos: que la enseñanza secundaria, sin correlación
con la primaria, no prepara de una manera eficiente para la vida ni para el in-
greso a las escuelas especiales y a las universidades.
Que es posible establecer grados de cultura de acuerdo con la edad y los apren-
dizajes que, al educar aptitudes y fijar conocimientos necesarios para satisfacer las
INTRODUCCIÓN 71
La crisis de la pubertad
Varones Mujeres
1ª Infancia hasta los 7 años hasta los 6 o 7 años
2ª Infancia de 7 a 12 años de 7 a 10 años
3ª Adolescencia de 12 a 15 años de 10 a 15 años
4ª Pubertad de 15 a 16 años de 13 a 14 años
Pero el mismo autor observa que, de las varias crisis, solo una es formidable, en
tal forma que todo el mundo la conoce bajo el nombre de pubertad.
Para Lacassagne, la primera infancia corresponde a los siete primeros meses;
la segunda, de los 7 meses a los 2 años; la tercera, de los 2 años a los 7; la ado-
lescencia, de los 7 a los 15; la pubertad, de los 15 a los 20. Leverrier emplea una
terminología diferente: primera edad, hasta los 7 años; segunda infancia, de los
7 a los 14; adolescencia, de los 14 a los 21. Springer subdivide así: primera infan-
cia, hasta los 2 años; segunda infancia, desde los 2 hasta los 10 o 12; juventud,
desde los 12 a los 20 o 22 años. Estas referencias indican lo acomodaticio de tales
clasificaciones, si bien todas concuerdan en señalar dos crisis o momentos im-
portantes de brusquedad en el crecimiento del individuo: uno, de los 6 a los 7
años; otro, de los 11 a los 14 o 15, que, íntimamente relacionados con las activida-
des mentales, marcan el comienzo de dos períodos pedagógicos distintos. Esta
3. «Estos cambios que se notan en la voz se deben a una revolución del apa-
rato vocal por otra parte común al organismo, que comienza a los 11 años y ter-
mina a los 15 o 16. La crisis afecta a todas las actividades, desde las físicas a las in-
telectuales; el joven se muestra inestable, taciturno a veces, a veces locuaz,
confuso; por lo común, perezoso, inquieto, indisciplinado. El 4º y 5º grado ofre-
cen fenómenos sorprendentes; parecen acometidos de una regresividad inconte-
nible y desconcertante, en donde los métodos y los maestros naufragan. Una es-
pecie de cretinismo transitorio ha hecho presa de los jóvenes, pero sin dar un
momento de reposo a sus músculos en constante movimiento, como si todo aque-
llo tuviera algo de contradictorio.» Estas observaciones publicadas en 18955 cons-
tituyen, en verdad, el cuadro sintomático de una crisis que fisiólogos, psicólogos
y pedagogos han llamado profunda, explicándolas en obras nacidas en los labo-
ratorios de un valor científico incontestable, por tanto. En esta crisis, lo orgánico
y lo intelectual se relacionan de tal suerte que los cambios de lo uno repercuten in-
tensamente en lo otro. Es la transición de la infancia a la adolescencia; transición
brusca y violenta casi, que afecta a todos los órganos, a todas las funciones, a todas
las modalidades, tanto, que ha hecho decir a Jean Jacques Rousseau que el hom-
bre nace dos veces: «c’est ici que l’homme nait véritablement à la vie et que rien
d’humain n’est étrange à lui [es aquí donde el hombre nace verdaderamente y
donde nada de lo humano le es ajeno]».6
5. MERCANTE, Víctor, «La voz de los niños», en La Educación, 15 de febrero de 1895, Buenos Aires.
6. Emilio, IV.
80 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
saciones alcanzan toda la fuerza de que son capaces los órganos sensitivos. La ju-
ventud es la edad de las percepciones claras y fáciles, de la memoria segura, de la
imaginación espléndida. En esta edad se va perfeccionando la facultad de la aten-
ción, se va formando el gusto estético y el sentimiento ético de la convivencia so-
cial. Perfectamente consciente de su fuerza y de su potencialidad, el joven llega a
ser a veces temerario, irreflexivo; con frecuencia es víctima del engaño debido a
su impericia».7
«Con la pubertad –dice Mendousse– principia a organizarse un alma nueva en
la que predominarán las adquisiciones más útiles al individuo y a la especie. Mas
lo que sobreviva de las edades precedentes perderá su significado infantil. Por
una parte, las transformaciones fisiológicas y mentales que se operarán, a veces
bruscamente, otras por desarrollo regular, llevarán a su más alto grado las ten-
dencias individuales que distinguen a un sujeto de los demás; por otra, el ins-
tinto social, las aptitudes personales, la progresión de los caracteres de la especie,
de la raza, del grupo étnico, hacen del adolescente un ser más específico que el
niño. Los cambios que se operan a partir de la pubertad ofrecen esta singularidad:
“la de crear en el individuo un nuevo tipo cuya estructura difiere de la organiza-
ción propia a las edades precedentes”.8 En todos los tiempos, excepto, tal vez, en
las civilizaciones contemporáneas, los grupos sociales tuvieron el sentimiento de
esta época excepcional de la vida. En todas partes, el acontecimiento de la puber-
tad se celebra con ritos y prácticas destinadas a herir fuertemente la imaginación
de los jóvenes, a grabar con rasgos indelebles en su espíritu, a menudo sobre el
cuerpo, el comienzo de las virtudes necesarias a la vida verdadera que comienza.»9
La infancia y la adolescencia son los dos períodos más opuestos de la vida
humana; no puede ser sino pueril lo que la escuela haga para el adolescente con-
servando el carácter de la infancia; no puede ser sino prematuro lo que para la
infancia haga de carácter adolescente. «Desde el nacimiento a la pubertad, el
niño, si bien atraviesa momentos críticos, se desarrolla siguiendo una evolución
regular donde cada fase se diseña por una organización más rica y definida de los
caracteres aparecidos precedentemente. Por el contrario, a partir de la edad crí-
tica, el carácter se organiza o se descompone por variaciones, a menudo bruscas,
siempre inesperadas. ¿Cómo termina la infancia, cuándo comienza la adoles-
cencia? La crisis depende de influencias de orden físico, fisiológico y étnico. El
clima, la alimentación, la raza, el antecedente hereditario anticipan o retardan
esta evolución orgánica y, por tanto, las manifestaciones de carácter psíquico y
moral que las acompañan.» Los autores están contestes en establecer, para los
países latinos, 11-12 años como término de la infancia en las niñas; 12-14, en los
varones. Por consiguiente, a esa edad irrumpe la pubertad cuyo período conmo-
cional dura dos o tres años con uno prepúber o preadolescente de signos pre-
cursores, según Mendousse. La adolescencia verdadera, que se extiende hasta
los 18-21 años, comenzaría, pues, a los 15 para los precoces; a los 16-17 para los
normales.
ranoias, ciertas locuras características de estas crisis, favorecidas por alguna tara
más o menos encubierta. «Algunas diátesis se manifiestan únicamente a deter-
minadas edades; sin esta circunstancia, no existe la enfermedad mental. La he-
befrenia hace estragos entre los adolescentes. Los primeros síntomas de esta en-
fermedad juvenil se manifiestan a los 15 años, 16, 17, etc.»15 Los alienistas
describen y caracterizan una psicosis de la pubertad.
«La adolescencia, período de transformación, de desarrollo y crisis –dice G.
Compayré– no menos que la infancia, merece la atención de los psicólogos. Como
también es la edad de los estudios, la edad escolar por excelencia, interesa a los
educadores conocer sus inclinaciones y seguir su evolución porque nacen hábitos
que proyectarán su luz o su sombra sobre toda la vida. El sexo, que hasta los 12 o
13 años no señala divergencias entre las aptitudes y gustos de la mujer y del varón,
modifica profundamente el temperamento y el carácter; la crisis de la pubertad se-
para más y más, por su fisonomía moral tanto como por sus rasgos físicos, al joven
de la joven. Es la edad en que el niño se emancipa, en que su personalidad se per-
fila, en que, más libre, entra al mundo, se mezcla a la vida y a las realidades am-
bientes, recibiendo la influencia del medio social que sustituye al doméstico. A
partir de los 12 o 13 años, el adolescente y la adolescente son personajes distintos:
las almas tienen entonces un sexo.»16 Por último, Henri Marion había observado
que «esta eclosión, en la niña, es una crisis capital, otra vida, pero decisiva. La
calma, la paz absoluta, es lo que más conviene para que esta transformación se re-
alice sin accidentes. Es la época en que las facultades se orientan definitivamente
y encuentran su cauce». 17
Los 12 y los 16 años son edades significativas en la historia del desarrollo del
niño y marcan nuevas actividades, nuevos horizontes, nuevas direcciones, nuevas
orientaciones. «La conciencia social se despierta; el eje de los intereses se des-
plaza» (Claparède). Todas las ocupaciones, todos los pensamientos que gravita-
ban antes sobre un pequeño número de objetos asumen un carácter social, deci-
didamente intelectual, después de la crisis, con intereses culminantes de un sexo
por el otro. «La edad decisiva de la adolescencia –dice M. Ferdinand Gache– es
la de los 16 años, desde el punto de vista moral, como desde el punto de vista fí-
sico. Es a los 16 años que irrumpen las pasiones; es a los 16 años que estallan los
entusiasmos o no florecerán ya nunca; es a los 16 años que los instintos sociales
regulan nuestros actos; es a los 16 años que se es piadoso y bueno o duro y ego-
ísta; es a los 16 años que los unos entregan su alma a las vanidades; los otros a la
envidia y al odio. ¡Oh!, ¡cuán útil sería que niños y niñas se frecuentaran, se co-
nocieran, se amaran sin distinción de clase ni de rango!»18
A los 16 años, el niño comprende a los demás y se comprende a sí mismo. «La
esencia del yo es el sentimiento de responsabilidad, de deber, del papel que juga-
rán sentimientos de origen y de significado social.» Starbuck nos advierte cuánto
la pubertad predispone a la exaltación religiosa; su máximo de frecuencia, dice, es
Relaciones entre las actividades físicas y las mentales. Crecimientos extraordinarios se-
ñalados por las estadísticas, en el sistema óseo. Relaciones inversas entre el crecimiento
del cerebro, la talla y los músculos. Fenómenos revelados por las curvas dinamométri-
cas y vitales. Juego de las secreciones internas en la variación de las actividades men-
tales. La crisis considerada como el período de movimientos más activos. El juego con-
siderado como un gasto de energía. Consideraciones pedagógicas.
1. ¿Qué relaciones existen entre las actividades mentales, principal objeto di-
dáctico de un plan de estudios, y las actividades físicas? El fisiólogo ha notado,
dijimos en el capítulo anterior, que el desarrollo intenso de lo uno trae consigo
un estado de reposo o disminución funcional de lo otro. Este fenómeno que
gracias a las investigaciones hechas durante el siglo XIX y a nuestras propias
estadísticas aparecerá tan de relieve en el curso de esta obra, brusco como
una conmoción, pero para no reproducirse en adelante, sean cuales fueran los
azares a que expongamos la vida, es el argumento más poderoso a favor de un
plan de estudio reducido pero intenso y variado respecto a la ejercitación física
y vocacional. Durante el período prepúber «la talla, el peso y la fuerza muscu-
lar sufren una detención»,1 preparando el extraordinario empuje de la adoles-
cencia.2
«Lo interesante –dice Claparède– en esta crisis formidable es la brusquedad de
ces à coups, después de un período de calma preadolescente. Cada conmoción de la
curva, en efecto, está precedida por un arresto o quietud que parece anunciar el es-
fuerzo que el organismo realizará [...] Antes de la crisis, un período de reposo: como
si se retrocediera para saltar mejor; luego, la explosión, como si todas las fuerzas vi-
tales se reconcentraran para un estallido supremo.»3 Por analogía y concomitancia,
¿no se explica asimismo un reposo mental antes del vuelo de los 15 o 16 años?
2. Talla y peso. Stanley Hall consagra los dos primeros capítulos de Adoles-
cence a esta cuestión, según él, de extrema importancia. Estados Unidos ha hecho
estadísticas sobre 69.000 niños. ¿A qué edad el crecimiento es más rápido?, ¿qué
factores determinan la talla y el peso? «En los dos sexos –dice Hall– el creci-
miento en altura precede al de peso. La vida confortable favorece el desarrollo fí-
sico. La poussée de la adolescencia se manifiesta más por el aumento de peso que
por el aumento de talla.» «De 5 a 12 años, el aumento es alrededor de 30 libras;
de 12 a 16 años, excede de 45 libras», lo que evidencia la distracción enorme de
elementos para proveer a ciertos desarrollos en perjuicio del trabajo cerebral. Es
a los 15 o 16 años que el crecimiento anual llega a su máximo. Para las niñas pre-
coces, es a los 12 o 13 años que se produce ese máximo de aceleración, ya que au-
mentan:
Estas cifras del crecimiento físico fueron estudiadas por nosotros en las escuelas
de La Plata desde 1906; vamos a consignar los resultados en los que las crisis están
indicadas con tal intensidad que no dejan duda acerca de los curiosos fenómenos
que se producen en la evolución física del individuo.8
7 a 8 años
17 a 18
17 a 18
10
10
14
16
14
16
12
12
13
13
15
15
17
17
11
11
9
9
Peso (varones) Peso (mujeres)
7 a 8 años
7 a 8 años
17 a 18
17 a 18
10
10
14
16
14
16
12
12
13
13
15
15
17
17
11
11
9
7 a 8 años
17 a 18
17 a 18
10
10
14
16
14
16
12
12
13
13
15
15
17
17
11
11
9
El crecimiento anual de la talla es, en los niños de La Plata (pp. 58, 59 y 78):
En donde se ve que el período de vigor está, en las niñas, entre los 10,5 y los 13,5,
para cesar casi a los 16,5 años; datos que concuerdan perfectamente con los de Hall
(véase gráfica). Para los varones está entre los 12,5 y los 15,5, cesando casi a los 17
años. Datos que, al confirmar los de Hall, revelan una anticipación en el desarrollo
de la mujer.
mm
55
50
45
40
Niñas
35
30
25
20
Varones
15
10
5
0
81/2 91/2 101/2 111/2 121/2 131/2 141/2 151/2 161/2 171/2 181/2 19 20 21 22 23 24
Talla
Niñas (La Plata) Varones (La Plata)
(crecimiento por año) (crecimiento por año)
= 2 cm
CAPÍTULO II. LAS VARIACIONES ORGÁNICAS DURANTE LA CRISIS 91
9,5
10,5
11,5
12,5
13,5
14,5
15,5
16,5
16,5 a 17,5
6,5 a 8,5
9,5
10,5
11,5
12,5
13,5
14,5
15,5
16,5
16,5 a 17,5
17,5 a 18,5
Una curva característica9 es la del crecimiento del diámetro bicigomático, la que
señala un desarrollo extraordinario de los 11 a los 16 años, altísimo entre los 11 y
12 y entre los 15 y 16; relativamente intenso entre los 13 y los 14; con reposo entre
los 12 y 13; entre los 14 y 15 y entre los 16 y 17 años. Es una marcha de impulsión
y calma significativa, en este período de la euritmia corporal, expresada por estas
cifras:
17 a 8 años, 1 mm 12 a 13 años, 0 mm
18 a 9 años, 1 mm 13 a 14 años, 4 mm
19 a 10 años, 1 mm 14 a 15 años, 0 mm
10 a 11 años, 0 mm 15 a 16 años, 7 mm
11 a 12 años, 6 mm 16 a 17 años, 0 mm
9 años
10 años
11 años
12 años
13 años
14 años
15 años
16 años
17 años
9. ROBASSO, A., «Evolución del diámetro bicigomático», Archivos de Pedagogía y Ciencias Afines, marzo de
1913, p. 112.
92 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
En 1915 repetimos las investigaciones sobre 1.504 niños, varones y mujeres, de las
escuelas de la Universidad y de las escuelas comunes de La Plata; los resultados
confirman las observaciones hechas antes respecto al crecimiento físico.
V. M. V. M. V. M. V. M. V. M. V. M.
V. M. V. M. V. M. V. M. V. M.
7a8 3 3 1 1 3 4 2 7 2
8a9 5 5 3 3 1 2 2 15 16
9 a 10 3 4 2 2 1 1 1 1 9 10
10 a 11 6 7 3 4 2 2 2 1 22 9
11 a 12 4 6 2 4 2 2 1 9 23
12 a 13 6 4 4 5 1 1 27 17
13 a 14 3 6 2 5 1 2 3 1 5 32
14 a 15 2 1 3 1 10
15 a 16 1 4 2 6
16 a 17 1 1 6
17 a 18 3 3 2 1 14
18 a 19 2 2 3 1 23
CAPÍTULO II. LAS VARIACIONES ORGÁNICAS DURANTE LA CRISIS 93
Varones
Diámetros craneanos
Estatura Peso en mm Capacidad vital
en cm en kg en el
en años
Esc. Com. Esc. Gra. Esc. Com. Esc. Gra. Esc. Com. Esc. Gra. Esc. Com. Esc. Gra. Esc. Com. Esc. Gra.
7a8 3 6 1 3 1 5 2 5 18
8a9 6 3 3 2 1 1 3 12 20
9 a 10 2 5 1 3 2 1 2 3 12
10 a 11 7 6 4 3 2 2 1 3 21 28
11 a 12 3 3 2 1 2 1 1 1 12 1
12 a 13 6 7 3 7 2 1 2 1 24 32
13 a 14 3 2 4 2 3 2 5 1 11 18
Niñas
7a8 3 1 3 2 2
8a9 5 3 2 2 16
9 a 10 4 2 1 1 10
10 a 11 6 3 1 8
11 a 12 6 4 5 2 3 1 3 19 35
12 a 13 4 4 4 4 2 3 20 5
13 a 14 7 5 6 4 1 1 1 40 9
14 a 15 1 1 1 1 27
15 a 16 1 4 2 6
16 a 17 1 1 6
17 a 18 3 3 2 1 14
18 a 19 2 2 3 1 23
Estatura
70
60
50
40
M.
30
V.
20
10
Años
7a8
8a9
9 a 10
10 a 11
11 a 12
12 a 13
13 a 14
14 a 15
15 a 16
16 a 17
17 a 18
18 a 19
94 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
Peso
5000
4000
3000
2000
1000 V.
1000 M.
Edades
7a8
8a9
9 a 10
10 a 11
11 a 12
12 a 13
13 a 14
14 a 15
15 a 16
16 a 17
17 a 18
18 a 19
La Plata (1915)
Talla
Niñas Varones
Peso
Años
7a8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
Años
7a8
9
10
11
12
13
14
15
15 a 16
CAPÍTULO II. LAS VARIACIONES ORGÁNICAS DURANTE LA CRISIS 95
3. Cráneo y cerebro. El desarrollo del cráneo está en íntima relación con el cre-
cimiento de la masa encefálica; de aquí que tengan interés las estadísticas levanta-
das en el laboratorio de La Plata sobre 652 varones y 549 niñas de 6 a 20 años de las
escuelas y colegios de la Universidad. He aquí una del crecimiento en milímetros, por
edades y sexos, de los diámetros anteroposterior y transverso máximo:11
Varones Niñas
Edad D.A.P. D.T.M. Edad D.A.P. D.T.M.
7 174,6 140,6 8 173,6 139,6
8 176,6 143,6 9 173,6 140,6
9 178,6 143,9 10 175,5 142,6
10 179,7 143,4 11 175,4 142,6
11 178,6 144,5 12 177,6 143,8
12 183,6 146,5 13 180,6 143,8
13 183,6 146,2 14 180,6 144,7
14 185,6 146,8 15 180,8 145,6
15 188,6 149,6 16 182,6 146,6
16 189,6 149,6 17 183,6 145,6
17 190,6 149,6 18 183,6 145,6
18 190,6 149,6
10. Lamentamos no publicar las medidas antropométricas de una investigación realizada por L. Borruat en
1.200 niños en la provincia de Santa Fe, por no habernos llegado a tiempo los cuadros. Pero el señor Borruat
en un artículo dice: «La estadística revela que la debilidad del niño es más acentuada entre los 11 y los 13 años,
precisamente, al aproximarse la pubertad, razón para alarmarse».
11. Laboratorio de Antropología de la Facultad de Ciencias de la Educación de La Plata; mensura de más de
tres mil niños de uno y otro sexo, distribuidos por edades: SENET, R., «Investigaciones antropológicas», Ar-
chivos de Pedagogía y Ciencas Afines, n° 4, pp. 27-104; MERCANTE, V., «Investigaciones craneométricas»,
Archivos de Pedagogía y Ciencas Afines, n° 1, pp. 41-80.
96 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
17 años
16 años
15 años
14 años
13 años
12 años
11 años
10 años
9 años
8 años
7 años
Diámetros
190
189
188
187
186
Va
185
ro
ne
184
s
P.
183
182 Mu
jer
e s
181
A.
180
179
178
D.
177
176
175
174
173
149
148
147
146
145 Va
M u je ro
res ne
144 s
T.
143
142
D.
141
140
139
CAPÍTULO II. LAS VARIACIONES ORGÁNICAS DURANTE LA CRISIS 97
13 años 1.486 g
14 años 1.289 g
15 años 1.490 g
16 años 1.435 g
Pero desde el punto de vista de la enseñanza, es de sumo valor lo que dice Kaes:
«La complejidad del cerebro progresa enormemente después de los 16 o 17 años»,
lo cual significa que es la edad en que se encuentra apto para el análisis y el razo-
namiento sistematizados, que es la característica de la educación del colegio na-
cional.
Los estudios de Vulpius y de Flechsig confirman los de Kaes, pues estos céle-
bres neurólogos han constatado que las fibras tangenciales, por las que se reali-
zan las asociaciones más elevadas del espíritu crecen, se desarrollan y entran en
función, sobre todo, a los 17 y 18 años.
Las recientes investigaciones de Godin15 acerca del crecimiento de un gran
número de niños constatan, midiendo todos los segmentos del cuerpo, que «mien-
tras una porción del cuerpo está en reposo, otra crece; que el alargamiento y el en-
grosamiento no son simultáneos sino alternativos (loi des alternances)». Es lo
que revelan las estadísticas del laboratorio de La Plata, relacionando el peso, la
talla, el cráneo y otras medidas, que largo sería referirlas en este trabajo.
4. Ángulo facial. Según Vitali16 el ángulo facial, que tiene una tendencia a dis-
minuir desde los 11 años, ofrece su mayor abertura a los 16 años, con un prome-
dio de 76,2º contra 75 a los 11, y 74,4 a los 18. Binet afirma que la pubertad de-
termina una aceleración tal en el desarrollo de la cara, que la rapidez anterior se
duplica. Los segundos molares nacen entre los 13 y los 14 años. «Al mismo tiempo
que aumentan todas las dimensiones cefálicas, la fisonomía cambia de aspecto. Es
después de la crisis de la pubertad que la diferenciación humana se produce con
nitidez» (E. Maillet).
Varones
D.A.P. D.T.M.
8 años
9 años
10 años
11 años
12 años
13 años
14 años
15 años
16 años
17 años
18 años
8 años
9 años
10 años
11 años
12 años
13 años
14 años
15 años
16 años
17 años
18 años
Niñas
8 años
9 años
10 años
11 años
12 años
13 años
14 años
15 años
16 años
17 años
18 años
8 años
9 años
10 años
11 años
12 años
13 años
14 años
15 años
16 años
17 años
18 años
En esta inestabilidad de la fisonomía, ve Lancaster17 una manifestación de los
cambios psíquicos, un síntoma significativo que la educación debe tener en
cuenta.
En una investigación realizada en el laboratorio de Antropología de La Plata
sobre 1.120 sujetos de uno y otro sexo,18 se llega a este elocuente cuadro:
Estas cifras dan la característica más típica de la infancia: la disminución del án-
gulo facial hasta los 13 años en el varón, hasta los 12 en la mujer, deteniéndose de
una manera casi absoluta hasta los 17 en el varón, hasta los 16 en la mujer, durante
el período en que los diámetros evolucionan con más rapidez. Difícilmente daría-
mos con medidas antropométricas que acusaran con más precisión el período de
crisis de que nos estamos ocupando, ese período intermedio de la evolución orgá-
nica y fisiológica entre la infancia y la adolescencia estable.
7a8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
17 a 18
5. Fuerza muscular. Otros órganos reproducen en su desarrollo esta crisis.
Paul Godin19 ha realizado alrededor de treinta mil mensuraciones sobre sujetos de
13 a 18 años. De ellas resulta que, cuando las dimensiones aumentan rápidamente,
las transversales permanecen casi estacionarias, y viceversa. Así, las piernas, de
los 12 a los 15 años, aumentan 49 mm por año; de los 15 a los 17, solamente 25,
mientras que el tronco crece durante aquel período muy lentamente; en el último,
se hace con más rapidez. Quetelet, en una estadística muy completa acerca de la
fuerza muscular, ofrece este cuadro (dinamómetro Regnier, con las dos manos):
19. Recherches anthropométriques sur la crois. Des diverses parties du corps, 1903.
100 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
Varones Mujeres
El grisado, mano derecha (La Plata)
6a7
7a8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
19 a 20
8a9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
19 a 20
Niñas
Edad (años) Mano izquierda Mano derecha
Mercante Mercante
7 11,1 12,3
8 13,5 13,2
9 14 13,8
10 14,8 14,1
11 16,7 17,4
12 16,9 18,2
13 16,1 18,6
14 18,3 19,7
15 19 20
16 21,1 22,8
17 22,2 24,9
18 23,1 24,4
19 23,7 24,4
20 22,8 24,1
Varones
Varones Mujeres
7 a 8 años
9 años
10 años
11 años
12 años
13 años
13 a 14 años
7 a 8 años
9 años
10 años
11 años
12 años
13 años
14 años
15 años
16 años
17 años
18 años
18 a 19 años
De la misma manera que en los crecimientos del sistema óseo y del sistema mus-
cular se advierte, en esta gráfica, que el desarrollo más violento se produce de
los 12 a los 13 años en el varón; de los 13 a los 14 en la mujer, extendiéndose el
período conmocional de los 10 a los 14 años en el varón y de los 11 a los 15 en la
mujer.
104 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
Varones Mujeres
Edad Puls. V. Puls. M.
explor. explor.
16 43 48 53,0 50,5
17 46 54 49,5 50,8
18 49 44 47,4 51,0
19 52 48 45,0 48,2
10 47 61 44,0 45,8
11 52 45 44,2 43,8
12 54 57 44,4 41,3
13 51 50 45,0 43,2
14 48 42 43,4 44,0
15 50 41 41,5 42,0
16 33 40 42,6 43,0
La tabla de Gilbert señala, pues, con sobrada claridad, una marcha desde los pri-
meros años hacia las pulsaciones que da el adulto, es decir, 32 en 30 segundos. La
marcha es regular hasta los 10 años en el varón; hasta los 12 en la mujer; luego se
produce una fuerte oscilación en el sentido de una mayor actividad circulatoria
que no declina probablemente sino después de los 16 años, relacionada con las
necesidades del crecimiento. Pero es curioso advertir a los 13 y 14 –culminación
del aumento– la tendencia a volver al ritmo de los 9 o 10 años. El cuadro de la si-
guiente página es una demostración elocuente de la intensidad de los fenómenos
fisiológicos durante el período de crisis.
El número de movimientos respiratorios varía (V. Henry) más o menos en el
mismo sentido que el número de pulsaciones, existiendo un paralelismo notable
entre una y otra actividad. Las influencias que aceleran las pulsaciones del cora-
zón aceleran las de la respiración.
El número de movimientos respiratorios por minuto es, en el adulto, de 12 a
24, término medio 16; en el niño es mayor, presentando fenómenos de aceleración
de los 12 a los 16 años.
106 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
7 años
8 años
9 años
10 años
11 años
12 años
13 años
14 años
15 años
16 años
8. Las secreciones internas. G. Marañón29 dedica nutridos capítulos al signi-
ficado biológico de las secreciones internas; la teoría en doctrina explica muchos
fenómenos fisiológicos, particularmente nerviosos, en la época en que son más
activos, durante la pubertad. ¿Para qué sirven, en el individuo sano, estos órga-
nos que, cuando enferman, dan lugar a síndromes complejos y variables? Órga-
nos de secreción interna son glándulas que no están dotadas de conducto excre-
tor; y secreciones internas son los productos que estos órganos vierten en el
torrente circulatorio.
La secreción interna de cada órgano se compone de distintos principios ac-
tivos de la naturaleza compleja; a estos principios bioquímicos se los llama,
desde Starling, hormonas (excitantes); pero los hay que, por el contrario, inhi-
ben o refrenan. ¿En qué consiste esa función de las secreciones internas? Toda
la vida vegetativa resulta regulada por su influencia: regula el metabolismo; re-
gula el crecimiento y la morfología del cuerpo; regula la actividad del sistema
nervioso y contribuye a la defensa del medio orgánico contra los agentes extra-
ños. Las glándulas expresan su anormalidad exagerando su función, disminu-
yéndola o, por último, ofreciendo una función no excesiva ni deficiente sino
cualitativamente perturbada. Estos tres síndromes tipos dan lugar a la hiper-
función, a la hipofunción y a la disfunción. El hipertiroidismo produce la des-
nutrición; una enfermedad del testículo, en la niñez, ocasiona el retardo del
desarrollo de los genitales externos, la falta de aparición de los caracteres
sexuales secundarios, la poca firmeza en los rasgos morales y psíquicos de la
masculinidad. Tiene suma importancia, teórica y prácticamente, la llamada aso-
ciación pluriglandular endógena. En los recientes libros de endocrinología
ocupa muchas páginas la relación que liga las funciones de secreción interna
con el funcionamiento del sistema nervioso. No es esta la obra indicada para
11. El juego. Entre los 12 y los 17 años, más que antes o que después, el ado-
lescente se entrega al juego por placer y por necesidad. Pero pierde el carácter de
los que lo seducían en su infancia; no gusta de la rueda, del gran bonete, de la
prenda, sino de los que exigen gasto de energía física, como la carrera, el rescate,
el fútbol. Ya L. Gulick, en una monografía publicada en 1898, advertía que cada
edad ofrece en sus juegos caracteres distintos. Conocemos la teoría de Spencer,34
según la cual los movimientos producidos fuera de una utilidad inmediata se
deben a un excedente de energía que busca descarga; la de Stanley Hall35 y L. Gu-
lick, según la cual los juegos no son sino restos atávicos, actividades pasadas que
reaparecen en el niño en razón de esa ley biogenética por la que el individuo re-
capitula la especie, pues los juegos evolucionan a través de la infancia, en la misma
forma que a través de la raza; la de Karl Groos,36 según la cual se trata de un ejer-
cicio preparatorio para la vida seria, es decir, un modo de ejercitar el músculo y
la inteligencia cuando no se tienen motivos para su actividad; la de Carr,37 según
la cual es un estímulo del crecimiento de los órganos, especialmente del sistema
nervioso, y un ejercicio complementario o de compensación para entretener los
hábitos recientemente adquiridos, al mismo tiempo que es una acción catártica o
purgativa de nuestros instintos, librándolos de las tendencias nocivas a nuestra ci-
vilización; la de G.A. Colozza,38 según la cual es un ejercicio de actividades para
adquirir nuevas experiencias, con los sobrantes de energía que dejan las necesi-
dades comunes, una vez satisfechas. Las teorías enunciadas, a nuestro parecer,
no están en pugna; los hechos y la historia las explican a todas, y todas, dentro de
ciertos límites, se complementan. El juego satisface exigencias orgánicas que no
encuentran otra manera fácil de ser colmadas. La adolescencia defiende muchos
intereses; pero ni el hogar ni la escuela han sabido canalizarla; de ahí que derive
hacia donde las dificultades son menores.
Nogrady, miembro de la «Sociedad Húngara para el Estudio del Niño», en
Los niños y sus juegos, sobre varias encuestas realizadas por la corporación de
que forma parte, dice: «Ni los varones ni las niñas simpatizan con los juegos ar-
tísticos; de los 7 a los 18 años, algún interés se nota en aquellos; pero ninguno en
estas. Los varones no manifiestan propensión al juego de las muñecas, mientras
que las niñas lo prefieren hasta los 13 o 14 años; es a los 9 o 10 que se pronuncia
más intensa, mientras cesa a los 15. A partir de esta edad, las niñas gustan, nótese
bien, de los juegos cuyo propósito es el ejercicio corporal. El gusto por los queha-
ceres domésticos comienza a los 4 años en los varones, a los 6 en las mujeres y se
sostiene hasta los 15. La tendencia a los juegos de azar nace a los 6 y persiste hasta
los 17; a los 11 o 12 años es extraordinaria su intensidad».39 A los 17 años se des-
pierta mayor interés por los científicos. En términos generales, después de los 10
años, se prefieren los juegos que contribuyen no al movimiento sino al aumento
de la fuerza física, especialmente a los 14 años (varones 56%, mujeres 99%), a los
16 (varones 64%, mujeres 55%) y a los 18 (varones 70%, mujeres 72%); Nogrady
agrega que de las experiencias hechas se deduce que en los juegos del niño el gusto
artístico es siempre inferior al interés por el desarrollo físico, lo que destruye las
teorías hasta hoy emitidas acerca del placer estético como atractivo. Interrogados
por qué preferían, los niños de 8 a 14 años, tales o cuales juegos, el 80% contestó
que porque «era sano, fortificaba al cuerpo y no fatigaba». Por consiguiente, se
trata de que la escuela disponga un sistema de ejercitación útil que satisfaga esos
deseos del niño.
Al despertar la adolescencia, nuestras investigaciones han advertido dos gran-
des intereses en el joven; primero el de la naturaleza, para observarla y viajarla;
segundo el del juego, para una ejercitación vigorosa del sistema muscular, cuyo
36. GROOS, K., Die Spiele der Thiere, Jena, 1896; Die Spiele der Menschen, Jena, 1899; Der Lebenswert des
Spieles, 1910.
37. CARR, The Survival Values of Play, 1902.
38. COLOZZA, G.A., Il giocco nella psicologia e nella pedagogia, Milán, Paravia 8C, 1910.
39. Compte Rendus, II, p. 364; 1er Congreso de Pedología, Bruselas.
116 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
Las funciones mentales. Opiniones acerca de los cambios producidos por la crisis. Pro-
fundas modificaciones señaladas por las estadísticas y curvas en la sensibilidad general,
acuidad de los sentidos, atención, memoria, asociación, fenómenos sinestésicos, tiem-
pos de reacción, abstracción, imaginación, razonamiento. Estado ordinario de inesta-
bilidad y disminución mental entre los 11 y los 16 años. Anomalías observadas en el len-
guaje. Proceso adversativo de las actividades físicas e intelectuales. Período de reposo
intelectual, señalado por las curvas entre un período de objetividad que concluye y otro
de abstracción que comienza.
ción es algo así como su voltaje y la memoria su potencial. A esta traslación del
mundo objetivo a las esferas perceptivas donde reaparece como imagen, sigue la
elaboración del pensamiento o creación, trabajo de análisis o desmenuzamiento
primero, de síntesis y construcción después, que los psicólogos han llamado aso-
ciación, que puede ser lógica o no, según el criterio con que se eligen y combinan
los desechos del análisis; reducida o ilimitada hasta lo fantástico, según la clase y
cantidad de los elementos relacionados. Por una parte el razonamiento, por otra
la imaginación, resuelven estos problemas de las más altas operaciones del espí-
ritu que consisten, por una parte, en comprender, por otra, en crear, en determi-
nados campos de los conocimientos, relaciones entre las cosas y fenómenos. Esta
segunda fase se distingue de la primera por el carácter abstracto de las activida-
des, como que se trata ya no, como en el primer caso, de convertir el mundo en
ideas y palabras, sino de crear ideas para convertirlas en hechos y cosas. Este paso,
al que sirve de puente la voluntad (energía y previsión), conduce a la última fase
del proceso psíquico, el del movimiento, al que sirve principalmente de órgano el
músculo, destinado, después de una disciplina que le es propia, a obedecer a las
incitaciones del pensamiento. Esta sucesión es continua y continuamente reno-
vada por nuevos o diferentes estímulos durante toda la vida; pero ofrece grados
de complicación, según se trate de una labor circunscripta a los sentidos o de una
labor de los centros superiores. De esta suerte, las actividades mentales dependen,
en cuanto a capacidad (radio de comprensión, rapidez y exactitud de las opera-
ciones), de aptitudes sujetas a las leyes del desarrollo y susceptibles de ser edu-
cadas.
Cuando, los objetos en mano, dialogamos con un niño, la forma es catequís-
tica; la hoja es verde porque es verde, convencidos por la vista. Las cualidades de
las cosas son los postulados de la verdad, con los que edificamos, luego, la ló-
gica, según el método socrático. Todo está en que no abusemos de los postulados
(la geometría parte de varios evidentes para los ojos) y no tengamos por tales a
los conceptos. Esa es la diferencia que existe en afirmar «Júpiter es todopode-
roso» y «la tinta es negra».
cente otra persona o mejor dicho, la integran. Porque, en verdad, el niño hasta la
época que estudiamos, si bien pudo manifestar aptitudes y tendencias con las que
continuará durante el resto de su vida, se nos aparece, sin embargo, en su con-
junto, como un ser impreciso, vago, que no permite, respecto a su psicología, como
ya notaba Cabanis, una diferenciación clara entre uno y otro sexo.
«La evolución que sufre el organismo alcanza necesariamente a las esferas in-
telectual y moral. Consecuencia inevitable de la acentuación del temperamento,
con motivo de la crisis puberal, es la definición del carácter, que se traduce en
conducta. La estructura, la morfología y el funcionamiento orgánico reciben
en esta época de la vida, un fuerte estímulo; el resultado es que la anatomía y fi-
siología del varón y de la mujer sufren cambios definitivos, que dan a cada cual su
fisonomía. El mismo fenómeno se produce en su psicología. A partir de la puber-
tad, el varón llega por grados al apogeo de los atributos intelectuales y morales de
su masculinidad y la mujer adopta los caracteres peculiares de su sexo. La crisis
psíquica, a menudo, es más intensa en la mujer que en el hombre. La evolución
se produce en las profundidades de su ser intelectual y moral. La joven experi-
menta un mundo de sensaciones nuevas y en su espíritu, hasta entonces mecido
en las ingenuas fantasías de la infancia, una ola de emociones, de deseos no co-
nocidos, de aspiraciones vehementes, se expande y lo conmueve. A la absoluta
despreocupación moral en que vivía su alma infantil sucede, poco a poco, el co-
nocimiento de su situación sexual y el papel que le incumbe en la vida. Dentro de
este nuevo estado de espíritu, aparece el pudor. Antes se mezclaba con el varón en
los juegos y en las conversaciones, compartiendo alegrías y regocijos. Ahora se
aísla; un secreto instinto anuncia su verdadera misión. El espíritu siente la mor-
dedura de nuevos pensamientos y una curiosidad ávida, la impulsa hacia los en-
cantos que su imaginación enardecida le pinta. Este acrecentamiento de la vida in-
terior la reconcentra. Su habitual jovialidad anterior es interrumpida por excesos
de meditación y melancolía, que la conducen a buscar la soledad, al tiempo que
vehementes anhelos, angustias hasta entonces ignoradas y llantos inmotivados la
agitan profundamente.
»Su ternura vuela; aquel cariño que antes consagraba a los juguetes, a los ani-
males, a todas las cosas, en fin, se polariza, casi, en determinados pensamientos
y personas. Su facultad de amar gana en intensidad. Esta es la época en que tan
fáciles son las amistades. Un vivo movimiento emocional arrastra a todo el ser en
pos de una comunidad de afectos que se ansía de manera imperiosa e improrro-
gable.
»El exceso sentimental suele traducirse, a veces, en misticismo. De ahí los pre-
maturos ingresos a los claustros. La riqueza de emociones y la fogosidad de la
imaginación van acompañadas, en esta época de crisis, de una debilidad marcada
de los elementos ponderadores del juicio. La irreflexión y el capricho se enseño-
rean de los actos de la púber. No hay lógica ni razonamiento en muchos desplan-
tes de su carácter. Entregada a su sensibilidad enardecida y a las quimeras de su
cerebro, no es capaz de oírse su razón, conturbada como se halla por la eclosión
de la nueva vida que alumbra todo su ser. Semejante estado es un terreno fértil
para las soluciones extremas, que precipitan inadvertidamente al abismo. La
joven, en crisis puberal, es capaz de los más duros sacrificios, bajo el falso miraje,
a sus ojos ofuscados, de una violenta desdicha o placer.
120 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
3. CLAPARÈDE, É., Psychologie de l’enfant…, op. cit., p. 423; véanse gráficas de pp. 424 y 425.
4. MERCANTE, V., La educación del niño, p. 110.
5. CLAPARÈDE, É., Psychologie de l’enfant…, op. cit., pp. 427 y 428.
122 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
La medida de las Nubes está calculada por el número de soluciones falsas; el cua-
dro VIII de dicho estudio muestra cómo el fenómeno de la crisis se acentúa de los
11 a los 16 años en los varones; de los 12 a los 17 en las niñas.6
6. SCHUYTEN, M.C., «Nubes, de Geestesnevel der normale Schoolgaande jeugd», en Paedologisch Jaarboek,
1904, pp. 102-107.
7. Adolescence, op. cit., t. II, p. 75.
CAPÍTULO III. LAS ACTIVIDADES MENTALES DURANTE LA CRISIS 123
Edad: 10 11 12 13 14 15 16 17 18
Índice: 1,56 1,84 1,63 1,48 1,65 1,44 1,62 1,52 1,41
Las perturbaciones de los 11, 14 y 16 años, que traen una mayor rudeza táctil, son
homólogas del dolor; no obstante, advierte Mendousse, la torpeza se reduce
cuando la sensación va cargada de un fuerte tono sentimental y tiende a prolon-
garse en emoción.
La influencia de la vida mental sobre la experiencia sensible se manifiesta
más precisa en el mundo de los sabores. En efecto, un sinnúmero de sustancias
que eran desagradables para el niño (el tabaco, el ajenjo, la cerveza, el fernet, los
amargos, los ácidos) en la adolescencia ejercen una atracción a veces irresisti-
ble. Una investigación realizada en las escuelas de La Plata acusó un altísimo
porcentaje de niños de 12, 13 y 14 años que declaran agradables olores y gustos
que en las escalas de Lineo y Zwaardermacker están clasificados de nausea-
bundos.
13. MARRO, La pubertà studiata nell’uomo e nella donna in rapporto all’Antropologia, alla Psichiatria, alla
Pedagogia e alla Sociologia, 1898, p. 40.
14. MERCANTE, V., Archivos de Pedagogía y Ciencias Afines, t. III, p. 82.
15. Ibíd., p. 88.
CAPÍTULO III. LAS ACTIVIDADES MENTALES DURANTE LA CRISIS 125
Otro tanto ocurre con las estadísticas de Cohn,17 quien hizo estas observaciones:
1er grado 27%; 2º grado 36%; 3er grado 46%; 4º grado 55%; 5º grado 58%.
Tales hechos, al señalar vicios graves en los sistemas de enseñanza, princi-
palmente, porque ejercitamos la vista sobre el papel, el libro, la pizarra y las
paredes, no sobre el cielo, las praderas, los bosques, las barrancas y los hori-
zontes, indican que el sentido de la vista, intelectual por excelencia y órgano
mayor de la educación intuitiva y estética, sufre, en el 5º grado, a los 12 años,
un aminoramiento tal, que por fuerza debe ser compensado por una labor más
activa de los centros superiores, a los que corresponde un cambio de métodos
pedagógicos, por una parte; por otra, de recursos de comprensión y aprendi-
zaje. Sin dejar de advertir el hecho notado por Straub, que después de los 17
años se produce un aumento de acuidad visual, lo que supone que el período
crítico origina un debilitamiento funcional del órgano y lo inhabilita tempora-
riamente para el trabajo normal de la misma manera que inhabilita la garganta
para el canto. Al mismo tiempo, advirtamos que la miopía y el astigmatismo
son defectos que impiden apreciar las bellezas de los cuadros en tela o papel,
puesto que la consecuencia es la confusión de los detalles de la perspectiva y del
color.
tensa, sufre una crisis de obtusidad, en la época púber que, comúnmente, se tra-
duce en sordera parcial de un oído siempre, en un estado de asimetría tempora-
ria, mientras dura el período conmocional. Una investigación realizada en 1908
nos dio este resultado (los niños debían distinguir cuándo la nota [La] era la
misma y cuándo era más alta o más baja [La sostenido], producidas con diez se-
gundos de intervalo):
Niñas Varones
8 años 85% 82%
9 años 89% 83%
10 años 78% 69%
11 años 75% 77%
12 años 81% 67%
13 años 78% 54%
14 años 72% 63%
15 años 85% 74%
16 años 93% 79%
17 años 92% 85%
La mujer posee mayor fineza auditiva que el varón, pero sufre, en los dos sexos,
un período crítico comprendido entre los 11 y los 15 años en la mujer; entre los
12 y los 15 en el varón con una fuerte sacudida a los 10 y otra intensísima a
los 13. Estos fenómenos correlacionados con la voz nos indujeron a suprimir las
clases de canto y vocalización en el 5º y 6º grado de la escuela graduada y a
aconsejar esta reforma en los programas de las escuelas primarias, juzgando
inútil todo esfuerzo educativo en un período tan anormal del proceso audio-fo-
nético. Tal vez esta causa determina la antipatía musical señalada en un inte-
rrogatorio nuestro.
En otra investigación realizada en 1907 acerca de la aptitud ortográfica18 sobre
90 palabras dictadas, constatamos, en cada 100 niños de:
Varones Mujeres
Disacusias Disacusias
9,5 años 500 482
11 años 310 290
12 años 266 190
13 años 344 165
14 años 168 88
15 años 72 111
16 años 45 36
17 años 50 22
18 años 28 50
En donde se nota, en los varones, a los 13 y 14 años, mayor dificultad para per-
cibir la palabra que a los 11 y 12, a pesar del grado de educación literaria; otro
tanto ocurre en la mujer, aunque de una manera menos acentuada, entre los 13
y 15 años. Pero es significativa la fuerte conmoción que sufre el niño a los
13 años, pues la acuidad ofrece una disminución tan grande que la atención debe
ser difícil donde la enseñanza es verbal y la comprensión deficiente. Esa es la
edad, sin embargo, del 1º y 2º año de los colegios. La función se regulariza a los
16 años, edad, entonces, apta para resistir con éxito métodos expositivos en sus-
titución a los intuitivos de la enseñanza primaria, por fuerza menos amplios y
abstractos que aquellos. Bezold, realizando investigaciones sobre 1.918 alum-
nos de los liceos y escuelas primarias de Munich, constató, de acuerdo con las
edades:
Estadística que, como las mías, señala una crisis violenta a los 12 años, tal vez, de
progresión más típica si Bezold hubiese separado los sexos.
Concluyente como las anteriores es la experiencia que realizamos en 1904 res-
pecto a la reproducción auditiva de números.19 El cómputo arroja esta positividad
o casos exactos, por ciento:
Varones Niñas
17,8 años 78% 17,7 años 69%
10,1 años 33% 10,1 años 23%
11 años 50% 11,15 años 30%
12 años 22% 12,5 años 19%
12,7 años 53% 13 años 38%
13,5 años 42% 14 años 37%
15,1 años 88% 15,3 años 70%
90 V.
80
M.
70
60
50
40
30
20
10
7,8 10 11 12 13 14 15 años
7 años + 8 5 5 12 5 8 17
– 9 12 12 5 12 9
8 años + 17 8 14 36 25 28 38
– 21 30 24 2 13 10
9 años + 19 19 14 31 30 28 40
– 21 21 16 9 10 12
10 años + 14 16 20 33 31 31 39
– 25 23 19 6 8 8
11 años + 19 16 18 30 22 25 37
– 18 21 19 7 15 12
12 años + 28 27 25 33 33 28 40
– 12 13 15 7 7 12
CAPÍTULO III. LAS ACTIVIDADES MENTALES DURANTE LA CRISIS 129
13 años + 19 23 22 26 28 31 36
– 17 13 14 10 8 5
14 años + 30 30 30 34 30 31 40
– 10 10 10 6 10 9
Se advierte que la excitación b arroja menor positividad que las otras dos, efecto
de los ritmos de la atención; que la acuidad, como era lógico esperarlo, es mayor
para la apreciación de un tono.
Reduciendo a porcentaje y gráfica la excitación a, obtenemos las curvas que
damos a continuación, las que ponen bien de manifiesto una profunda crisis sen-
soria para el conocimiento del sonido, a los 13 años y entre los 9 y 11.
96%
93%
90%
87%
A
84%
81%
78%
75% B
73%
69%
66%
63%
60%
57%
54%
51%
48%
45%
42%
39%
36%
7 años
8 años
9 años
10 años
11 años
12 años
13 años
14 años
Grados
1º 2º 3º 4º 5º 6º 7º
23
22
21
20
19
18
17
16
15
14
13
12
11
10
9
7 8 9 10 11 12 13
Edades
38
37
36
35
34
33
32
31
30
29
28
M.
27
26
25
24
23
V.
22
21
20
19
18
17
16
15
14
11 años
12 años
13 años
14 años
15 años
16 años
17 años
18 años
19 años
20 años
legios. Todo maestro sabe que es difícil conseguir una atención más o menos larga
y una quietud provechosa para el aprendizaje: en 1er grado (inferior y superior, de
6 a 8 años) y en 4º o 5º grado; o bien en 1º y 2º año, a veces 3º (12 a 15 años)
de nuestros colegios; es donde más se grita, donde más se expulsa, donde más el
maestro desespera y donde más tolera. Si los profesores acostumbraran a escri-
bir sus memorias, tendríamos observaciones sorprendentes acerca de la psicolo-
gía de los niños. En cambio, cuando los grados contienen alumnos de la misma
edad (así los organiza un director avezado), los grados 2º, 3º, a veces los 4º; los
4º y 5º años, son grupos tranquilos, atentos, que no molestan. Esta diversidad de
manifestaciones no se debe, como se cree a veces, a la incapacidad de los profe-
sores o a los procedimientos defectuosos de la enseñanza, sino a una crisis aguda
del espíritu que trae consigo el desasosiego.
La ecuación personal es una medida de la atención. Ella es, en la rigidez de sus
cifras, reveladora fiel de lo que se ha dicho antes. El laboratorio de Psicología de
la Universidad de La Plata estudió, en 1913, a 276 varones y 250 niñas,27 y en las
relaciones del tiempo con la edad las estadísticas arrojan cifras reveladoras. Ob-
sérvense los cuadros publicados más adelante y nótese esto: cómo en el grupo in-
teligente, en el no inteligente, en la reacción táctil y en la auditiva, los tiempos si-
guen una progresión casi aritmética, en las cuatro columnas hasta los 11 años;
cómo a los 12, en las cuatro columnas a la vez, el tiempo salta, bruscamente, alar-
gándose, para regularizarse nuevamente a los 14, después de una contrarreacción
de equilibrio poderosa a los 13. Nótese, en los varones, una crisis menos pronun-
ciada que en la mujer a los 12 y una fuerte a los 15, para normalizar luego, pero
inestable, entre los 12 y 15; es, por tanto, de más duración que en la mujer. Decía
entonces: «La observación de la gráfica y el análisis de las cifras nos permiten es-
tablecer, como principios generales: 1º que desde los 7 años hasta los 20, a me-
dida que la edad aumenta, los tiempos de reacción disminuyen algo más de la
mitad; con acentuada rapidez de los 7 a 14; con lentitud de los 14 a los 20, ten-
diendo de los 17 a los 20 a estabilizarse, sin alcanzar el mínimo sino a los 30; 2º
que, en los varones, ofrece crisis parciales a los 9 y a los 14, que si bien interrum-
pen la regularidad de la progresión, no son intensas, como la que perturba, de los
12 a los 14 años, la reacción de las niñas, denunciada por una fuerte oscilación de
la gráfica. Tal vez deba atribuirse esta diferencia a que el parapsiquismo pertur-
bador del varón comprende un número de años mayor que el de la niña, varía de
los 12 a los 17; a que se distribuyan las crisis entre estas edades, mientras que en
la mujer se restringe entre los 12 y 14 años».
Del punto de vista de los sexos, es curioso notar cómo hasta los 11 años, es
decir, antes de la profunda crisis femenina, las niñas, particularmente las inteli-
gentes, dan tiempos más cortos que los varones, produciéndose el fenómeno in-
verso de los 12 en adelante.
El fenómeno tiene relaciones con la atención, con la voluntad y con la consti-
tución de los centros perceptivos. La atención de la mujer es más concentrada en
el período infantil y se vuelve más indirecta y dispersa (distraída) en la pubertad,
27. Archivo de Ciencias de la Educación, nº 1, pp. 1-70: MERCANTE, V., «Los tiempos de reacción táctil y au-
ditiva según la edad, el sexo, la raza y los fenómenos mentales».
CAPÍTULO III. LAS ACTIVIDADES MENTALES DURANTE LA CRISIS 135
Niñas Varones
Tiempo de
Tiempo de
Tiempo de
Tiempo de
Tiempo de
Tiempo de
Tiempo de
reacción
reacción
reacción
reacción
reacción
reacción
reacción
reacción
auditiva
auditiva
auditiva
auditiva
táctil
táctil
táctil
táctil
20 20,5 17 – – 21,7 17,4 – –
18 21,8 18 – – 21 16 – –
17 23,5 20 23,5 20 22 18 – –
16 24,4 20,2 25,6 20,3 23 18 – –
15 26,7 21,4 24,8 20,4 26,6 21 – –
14 27,2 21,6 26,2 21,3 24 19,4 27 20,6
13 25 20,6 26,1 22,6 26,6 20,5 29,7 24,9
12 31,8 27 32,8 28 29,8 22,2 30 21
11 28 22,7 30,7 23,5 29 24,2 29,7 24
10 29,1 25,8 31,9 26 30,5 26,9 37,7 25,8
9 31 24,4 35,1 28,5 37,5 26,6 35,6 30
8 33 25 32,5 25,8 36 32 38 27
7 36,3 31,7 41 33 39 30,3 38 31
ocurriendo lo contrario en el hombre quien, por otra parte, es cada vez más re-
suelto en sus actos. La conclusión se conforma a las que tenemos hechas en otras
investigaciones que acusan una infancia más intelectual en la niña que en el varón
(campo intuitivo) y una pubertad inversa. Resumiendo: el varón es de atención
más dispersa antes de los 13 años que la niña; necesita excitantes más intensos
para concentrarla. La crisis de los 12 años, señalada por fuertes irregularidades,
determina una modificación en la marcha progresiva del fenómeno mental en los
dos sexos. En el varón la intensidad crece, mientras que en la mujer se debilita,
perdiendo el terreno que en situación tan privilegiada la tenía durante la infancia.
Pero la atención sufre, en este segundo período, los efectos no de la dispersión,
sino de la distracción.
136 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
10 años
14 años
16 años
12 años
13 años
15 años
17 años
11 años
8 años
9 años
7 años
40
39
38
37
36
35
34
33
32
31
30
29
28
27 R.T.V.
26
25
24
23 R.T.M.
22
21
20 R.A.V.
19 R.A.M.
CAPÍTULO III. LAS ACTIVIDADES MENTALES DURANTE LA CRISIS 137
10 años
18 años
14 años
16 años
19 años
12 años
13 años
15 años
17 años
11 años
8 años
9 años
7 años
40
39
38
37
36
35
34
33 Crisis
32
31
30
29
28
27
26
25
24
23
22
21 V.
20 M.
19
18
M.
17 V.
16
15
7 años 27 19 20,6 15
8 años 22 19 14 12
9 años 22 21 13 10
10 años 15 13 14 11
11 años 16 16 13,5 9,6
12 años 13 9 15 14
13 años 12,5 11,5 9,5 10
14 años 13 8 14 10,5
15 años 14 9,5 14 8
16 años 9,5 7 8 10
17 años 8,5 7,5 8,4 8,6
18 años 9,4 8 8,7 2
19 años 9 6 9 6
138 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
7 años
8 años
9 años
10 años
11 años
12 años
13 años
14 años
15 años
16 años
17 años
18 años
19 años
Todo écart (amplitud oscilatoria) es siempre de un significado profundo, sea cual
fuere el fenómeno que se observa. Indica el grado de irregularidad funcional de
los procesos, su estado de maduración por una parte, o anfibológico, por otra. A
medida que la edad aumenta, la reacción tiende a ser menos oscilante, las máxi-
mas obedecen a una progresión decreciente; pero a los 14 y 15, en los varones, la
curva parece sacudida por un terremoto, de los 12 a los 16 en la mujer, con fuer-
tes irregularidades a los 12 y a los 16, precedidas de estados excepcionalmente ac-
tivos o tiempos cortos, manteniendo durante tres o cuatro años ese fenómeno
curioso de vaivén de las cosas que buscan su estabilidad, notado en casi todas
nuestras investigaciones. Lincoln28 consigna los resultados de una investigación
larga y paciente realizada por Chadwick en las escuelas estadounidenses, según
la cual la atención puede sostenerse de una manera continua: durante 15 minu-
tos, por niños de 5 a 7 años; durante 20 minutos, por niños de 7 a 10 años; du-
rante 25 minutos, por niños de 10 a 12 años; durante 30 minutos, por niños de
12 a 16 años.
Pero estas estadísticas tan regulares se prestan a todas las sospechas; proba-
blemente detrás de ellas no existe una investigación formal. No es posible que de
los 12 a los 16 años el niño sea capaz de una atención más concentrada que a los
10 u 11. El estado de indisciplina del 4º grado, del 5º, del 1er año, prueban la in-
capacidad del espíritu de entregarse a una operación durante el mismo tiempo
que los niños de 3er grado, 2º o 3er y 4º año. Estos autores escriben todavía con el
horror a lo que Vaschide y Raymond llaman curvas paradojales.
Los niños aprenden a colocar acentos a las palabras desde el 1er grado; de suerte
que solo estados peculiares de distracción pueden ser la causa del olvido de un
trazo que no exige el ejercicio de otras actividades mentales ni culturas de orden
superior para conservar su imagen visomotriz.
La sustitución de la b por la v, signo característico de ese estado dismnésico
que producen los trastornos funcionales de nuestro organismo, ofrece una curva
muy afectada por la crisis como puede observarse en el diagrama, marcada con
violencia a los 16 años; intensa a los 11 y a los 14, con un período irregular de vai-
vén entre los 11 y los 16.
«La desatención –dice A. Mosso–29 es una válvula de seguridad que salva al
cerebro de los peligros de un trabajo excesivo. La distracción y la inquietud son las
voces de la naturaleza que grita y se rebela al pedagogo que pretende de la inteli-
gencia esfuerzos que no puede realizar.» La crisis, pues, es una etapa funesta al
trabajo de la inteligencia; no debemos exigir al alumno esfuerzos que, por otra
parte, no realiza. (Véase, más adelante, Conducta.)
Hervívoro Herbíboro
74%
72
70
68
66
64 38%
62 36
60 34
58 32
56 30
54 28
52 26
50 24
48 22
46 20
44 18
42 16
40 14
38 12
36 10
34 18
32 16
30 14
28 12
26 10
9 años
10 años
11 años
12 años
13 años
14 años
15 años
16 años
17 años
18 años
19 años
9 años
10 años
11 años
12 años
13 años
14 años
15 años
16 años
17 años
18 años
19 años
11. Memoria. Como la atención, sufre de los 12 a los 16 años un profundo de-
bilitamiento. Esa facilidad en retener frases, versos, detalles y descripciones de
las cosas con que nos asombra el niño, al aprender primero, a leer; luego a los 10
y 11 años, en recitar páginas enteras de los compendios que estudia, se pierde re-
pentinamente a los 12 años; su cerebro, acometido por una especie de parálisis
psíquica se nubla y encuentra difícil no solo fijar lo nuevo sino conservar lo viejo.
Olvida las expresiones que le eran familiares, las palabras con que encantaba a
sus padres. Un lote de términos groseros se recenta en él y con una palabra, re-
cogida en la calle, expresa gran parte de sus sentimientos y conceptos. ¡Mangiá!,
exclama, por: ¡Qué hermosa es la escena!; o ¿Ves? fuiste desgraciado; o ¡Ganó la
carrera! etc. Su vocabulario es una jerga inferior y pobre de variados significados,
por cuya razón resume infinidad de valores emotivos y conceptuales, conclu-
yendo por ser, a fuerza de economía, un caló simbólico. Con esto va dicho que su
lenguaje está sembrado de hiatos, incongruencias, pausas, verdaderos olvidos o
incapacidades para dar la ilación al discurso. El niño, cuando de él no hacemos
una observación detenida, disfraza su indigencia mental con su extraordinaria
motricidad, dos aspectos de origen muy diferente. De ahí el engaño en que caen
CAPÍTULO III. LAS ACTIVIDADES MENTALES DURANTE LA CRISIS 141
8 años 20 23
9 años 18 18
10 años 23 25
11 años 20 19
12 años 16 18
13 años 14 16
14 años 19 20
15 años 16 13
16 años 12 18
17 años 20 24
La memoria verbal ofrece mayor lucidez a los 10 años, luego a los 8 y a los 17 en
el varón. A los 10 años y a los 17 en la mujer; luego a los 8 y a los 14, sujeta a ese
movimiento de oscilación advertido en otras pruebas. Pero el momento de mayor
crisis parece producirse a los 16 años en el varón, y a los 15 en la mujer, durante
un período que se extiende de los 11 a los 17 años en el varón y de los 12 a los 16
en la mujer.
La ortografía es un caso de memoria visiva y motriz; por consiguiente, ofrecen
interés las experiencias que realizamos en 1907.30 Si observamos la gráfica de di-
ferencia de aptitud ortográfica de los sexos notaremos, en los varones, que el pro-
ceso regular de la memoria está interrumpido por fuertes crisis dismnésicas a los
9 años, a los 12 y a los 14, con eco a los 16 para desaparecer definitivamente a
los 18. La mujer no ofrece sino una fuerte conmoción entre los 13 y los 17 años;
pero a los 15 la crisis presenta su mayor agudeza con un alto porcentaje de erro-
res comparado al que lo antecede y al que lo sigue. Corresponde, como puede
verse en dicha gráfica, al 1er y 2º año, precisamente los cursos que proporcionan
a las estadísticas mayor número de reprobados.
los de la proposición a, lo son con menos fidelidad que a los 8 años, pero nunca
exceden de tres las cifras si bien disminuyen a dos. Tienden a usar un lenguaje
propio, menos correcto que el modelo.
En casos comunes se escriben 50 y 17 pesos cada oveja y se olvida, casi siem-
pre, el punto decimal en 1,50.
Como en 2º grado, la denominación ovejas se cambia, a veces, por caballos,
vacas, bueyes, hecho que solo encontramos repetido en 5º grado.
La maestra de 3er grado superior me decía, en el momento de la prueba: es un
ejercicio que hacemos con frecuencia, no costará a los alumnos reproducir exac-
tamente el enunciado que usted lee. No obstante, solo el 11% de los varones y el
24% de las mujeres respondieron a la seguridad y buena fe de mi interlocutora, lo
que demuestra la facilidad con que nos engañamos, acerca de los alumnos, atri-
buyéndoles capacidades que no tienen; y sobre ellas, quizá, descansa el armazón
de nuestros procedimientos, sin saber luego a qué achacar el fracaso de enseñan-
zas tardías y poco sólidas.
La reproducción de las proposiciones ofrece los mismos aspectos que a los 8
años; la b perturba y desaparece a menudo. La reproducción de los números es
mucho más fiel; 50 y 17 aparecen en todos los enunciados; 122 y 1,50 sin olvidar
el punto decimal, con frecuencia; el 2 suele sustituirse por 2,50 en los precios; el
203 por 213; hay permutas en el orden de las cantidades 213, 122 y 17 en vez de
122, 203 y 17; se observa que la reproducción exacta de la proposición a (de los nú-
meros y su orden) es indicio de la reproducción exacta de todo el problema o, por
lo menos, de su concepto totalizado.
El lenguaje tiende a ser propio y más incorrecto que en los grados anteriores.
Hay un enunciado sin números, de una niña clasificada con 1 (poco inteli-
gente).
«A los 12 años se observa un fenómeno singular de actividad reproductora que
consideramos como un caso de hipermnesia colectiva, tanto más, cuanto el 5º
grado nos ofrece el fenómeno inverso. Hechos, al parecer, extraordinarios y que
pueden ser indicios de una crisis fisiológica, la proximidad del cretinismo transi-
torio, o una nueva orientación de las funciones psicológicas, o el destronamiento
de la integración periférica por la central, de la memoria por la razón», decíamos
en 1904.
Recordamos que en el experimento XVIII, la misma edad presenta crisis, una
transición marcada entre la discriminación errónea y la completa con su 41% de
discriminaciones incompletas (véanse las gráficas).
El enunciado es reproducido, en casi la totalidad de los casos, fielmente, en lo
tocante a números, palabras, proposiciones, conceptos y hasta signos, pues nin-
guno olvidó los signos de la pregunta; solo tres alteraron el orden de las cantida-
des; cinco sustituyeron una por otra y varios fueron deficientes en la pregunta.
Ningún caso de fusión, por lo tanto el área mnésica es de más amplitud que en
cualquiera de los otros grados.
A los 13 años se observa, como dijimos, de un modo extraordinario, fenómenos
inversos. «Numerosos casos de amnesias incompletas e hipomnesias difusas que
a los 14 mejoran de una manera apenas notable; estas crisis no pueden, por su ca-
rácter colectivo, ser sino transitorias y debidas a una causa fisiológica también tran-
sitoria, pero inevitable en la evolución psicogénica del individuo. En un principio,
144 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
nuestra tendencia fue atribuirlas al schock moral, profunda emoción de los alum-
nos al ser examinados por personas extrañas con quienes acostumbran más res-
peto; pero estaban prevenidos de que no se trataba de un examen sino de un expe-
rimento; por otra parte, los demás grados presentarían la misma tensión psíquica.
¿Menos conscientes? Quizá produjera, la conciencia, atención expectante e inhi-
biera, como consecuencia, las vías de fijación. Pero ¿no sería más acertado pensar,
de alumnos que presentan una edad media de 13,5 a 14 años, en una intoxicación
transitoria del cerebro por aquella crisis parcial del organismo, que ha de darnos al
hombre más hombre, a la mujer más mujer, al cerebro más reflexivo? Sea cual fuere
la causa, el hecho existe y para eliminar la emoción, repetimos 11 días después, y ya
familiarizados con los experimentos, el mismo. La nueva reproducción comparada
a la anterior, alumnos por alumno, presenta las mismas deficiencias; la pequeña
mejora, por ser pequeña y siempre inferior al 4º grado (12 años), y aun 3er grado,
debe atribuirse a la repetición de vías, pues la primera fijación, no obstante el
tiempo transcurrido, debió dejar un estado de vibración latente que debía intensi-
ficar al activo, engendrado por las renovadas impresiones. Así J.R., en la primera
y segunda vez, da el precio de un peso por cada oveja, de las restantes. N.A.M. se
olvidó una y otra vez la pregunta. F.T. en los dos casos presenta amnesia parcial, hi-
pomnesia y paramnesia; en los dos casos dice… tenía en un corral 220 ovejas, ven-
dió 50/122 en vez de: tenía en un corral 122 ovejas, en otro 203 y en otro 17,
vendió 220… C.A. presenta, en diferentes números y proporciones, las mismas in-
coherencias, confusiones y paramnesias. M.I.B. reproduce, en los dos casos, idén-
ticas fases de la dismnesia: un individuo tenía 250 ovejas y se murieron 150/50 y
vendió 7/50 a 150/7 pesos cada una. ¿Qué valor sacó de sus ovejas? C.F. presenta
tantos casos de permuta la segunda vez como la primera y la elipsis en las dos de
la proposición b. El área mnésica de A.L. es más reducida la segunda vez que la pri-
mera. Podríamos continuar este análisis comparativo; pero es innecesario para de-
mostrar la profunda perturbación transitoria del acto mnésico que señala una etapa
en la evolución del organismo.»
Las dismnesias a los 13 años son de varios géneros; pero generalmente am-
nesias incompletas generalizadas. Todos, excepto uno, presentan el enunciado
sin una proposición y una o varias de las restantes incompletas. La primera en
ningún caso se olvidó; pero reproducida con muchas alteraciones. Tocante a nú-
meros se presentan casos notables de sustitución y permutas en la casi totalidad
de los enunciados. Por primera vez notamos números de más de tres cifras. Una
niña reproduce: «tenía en un corral 2.000 ovejas, 173 corderos; en otro 1.700, en
otro 320. Se murieron y el resto lo vendió a $ 17 c/u…». A menudo, se expresan
valores en cantidades enteras de dos cifras y a veces de tres. El lenguaje no tiende
a ser propio y la dislogia es característica de los enunciados. Volvemos a repetirlo,
la perturbación es tan anormal que ningún grado la presenta semejante.
Recordamos que esta crisis audio-reproductiva se presenta también en la es-
critura del número 937.427 y que es un signo de aptitudes intelectuales menos
desarrolladas. Sin embargo, da el 5º grado, el 87% y 48% de discriminaciones
completas.
Los de 15 años reaccionan hacia la normal, pero no tanto como para conside-
rarse fuera de la crisis. El lenguaje, correcto, tiende a ser propio; así, nótese bien,
los alumnos no reproducen las palabras del modelo, pero sí el concepto; los pri-
CAPÍTULO III. LAS ACTIVIDADES MENTALES DURANTE LA CRISIS 145
meros grados reproducen las palabras. Es una prueba de que la atención se di-
rige a las ideas dentro de una actividad que es central y no periférica. El número
17 aparece en casi todos los enunciados; con frecuencia el 50; luego el 122; ocho
veces el 203 (en 33 alumnos) sustituido a menudo por 213 y 113, caso de percep-
ción auditiva deficiente y no de amnesia acústica.
Hay frecuente olvido de una proposición central, la d, más que la b y fusión o
trastrocamiento de los términos, de la b, c y d.
Con todo, constatemos la poca energía de las impresiones acústicas para evo-
car imágenes, reforzarlas y formar un sistema orgánico que, diferenciándose,
pueda contribuir a la reproducción exacta.
De aquí lo ventajoso de la autolectura, de que el niño tenga en sus manos el
texto y lea en él los enunciados, lo cual no significa que no eduquemos su oído con
ejercicios apropiados, sobre todo, en cuanto atañe al lenguaje matemático (repro-
ducción de números, expresiones, signos, fórmulas, etc.). Es incierto, pues, que las
percepciones e imágenes acústicas, como dice Morselli, se presten más que las vi-
sivas a cimentar la memoria conservadora.
La reproducción del número 203 por audición de un problema que contenga
también al número 220 da lugar, en diferentes personas, a actos mnésicos de
cinco categorías:
1ª reproducción 203
2ª reproducción (muy rara vez) 220
3ª reproducción ninguno
La reproducción por vía acústica integra con las imágenes de la vía visiva; es más
compleja que la que principia por una impresión retiniana. Los casos de la se-
gunda categoría se deben a defectos de percepción: doscientos tres y doscientos
trece se asemejan lo bastante para producir una asociación difusa. Los casos de la
tercera categoría, permutación y trasposición de cantidades, se deben a la noción
mal conservada de espacio y tiempo. Los casos de la cuarta y quinta categoría
deben atribuirse a una defectuosa asociación de los centros sensoriales acústicos
y visivos o a un estado enfermizo de las células correspondientes; las sensaciones
del primer centro, el acústico, no evocan con intensidad suficiente para diferen-
ciar las imágenes del segundo centro, el visivo.
Decimos, en consecuencia, a los efectos de la enseñanza que, desde que el niño
retiene con más facilidad números enteros de pocas cifras, cuando nuestro pro-
pósito sea la cultura de la integración central, no deben dictarse enunciados de
cantidades irregulares y muchas cifras (lo hacemos notar como un principio en es-
tética de la matemática) a fin de que la reproducción de ciertas imágenes, de valor
146 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
Las dos últimas columnas dan el porcentaje de la reproducción lógica del con-
cepto total del problema.
La gráfica (véase p. 147), después de una extraordinaria vivacidad de la me-
moria entre los 11 y los 12 años, lógica (de conceptos) y de proporciones (verbal),
señala, a los 13, una fuerte crisis que prosigue a los 15 y probablemente hasta los
16, en uno y otro sexo.
Colegrove32 realizó, en 1900, experiencias interesantes sobre la memoria
en los Estados Unidos; llega a conclusiones de gran valor didáctico para el pe-
ríodo de la crisis. Según Colegrove, a los 10 u 11 años la memoria motriz de-
crece en las mujeres y aumenta en el hombre para culminar a los 14 y 15, edad
en que declina rápidamente; todas las memorias (de forma, color, palabras, ob-
jetos) dan curvas ascendentes hasta los 11 años. A los 13, es extraordinaria la
baja de la memoria visual mientras la acústica llega a su momento álgido, para
caer hasta los 15 en varones, hasta los 14 en mujeres y recomenzar la ascensión
a los 16 y 17. En general, dice Colegrove, es el período de una «reorganización
total de las memorias y la edad de oro de la motriz», feliz coincidencia con el
extraordinario desarrollo de la fuerza y del sistema muscular. Así pues, didác-
ticamente, podríamos decir nosotros que es la edad de la escuela taller. Dife-
rentes memorias, dice Colegrove, culminan a diferentes edades, relacionadas
con las respectivas actividades de la inteligencia. Monroe, examinando a 275
varones y 293 mujeres, observó que la memoria visual vuelve a su vivacidad a
los 15 y la auditiva a los 16. Según Colegrove, entre los 12 y los 15 años, los niños
no recuerdan tan fácilmente, como antes o después, las impresiones de la pri-
mera edad. La crisis de la pubertad trae una marcada disipación de las memo-
rias infantiles.
400 70
350 60
V.
300 50
V. 40
250
200 30
M.
150 M. 20
100 10
9 años
10 años
11 años
12 años
13 años
15 años
9 años
10 años
11 años
12 años
13 años
15 años
Conradi (véase la curva en p. 148), examinando a 295 sujetos encontró, en el
lenguaje de los alumnos de 11 a 16 años, un extraordinario predominio de tér-
minos raros porque, según ellos, eran más elegantes, más apropiados, más fá-
ciles de emplear; según nosotros, cierto todo eso, pero a causa del olvido o de la
incapacidad de retener las palabras y frases más apropiadas y menos vulgares
del idioma. Estas crisis, [de las que] dice T.L. Smith33 que suceden a un período
de intenso deseo por conocer, son los fenómenos crepusculares que preceden
al nacimiento de la razón en el adolescente. Un hecho significativo se observa en
los muchachos de 1º, 2º y 3er año, cuya edad varía entre los 11 y los 15 años;
pocos, después de resolver sus problemas en la pizarra, son capaces de recitar
los enunciados; abren el libro para leerlos. Los hechos revelados por la expe-
riencia acerca de la marcha de los diversos tipos de memoria son de una gran
importancia didáctica en lo tocante a educación de la mano y al aprendizaje de
los idiomas. Hasta hoy se ha insistido empecinadamente en el error de comen-
zar el estudio del francés y del inglés a los 12 o 13 años, es decir, en los cursos
de 1er o 2º año, con el ingrato éxito de todos conocido, a punto de que un joven
que deja el 5º año no sabe extractar la página de cualquier obra escrita en inglés.
De este resultado desalentador es injusto responsabilizar a los profesores; el
plan fija el estudio de los idiomas a una edad en que la memoria de palabras y
frases está en completa crisis. Las investigaciones, en cambio, señalan los 9 o 10
años como el momento propicio por excelencia, o bien a los 17, para tales ense-
ñanzas.
33. «Curiosity and Interest», The Pedagogical Seminary, vol. X, 1903, pp. 315-358.
148 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
Curvas de Conradi
A - Jerigonza y extranjerismos.
B - Balbuceos.
C - Precisión.
50%
A
40
B
30
20
C
10
1
Edad 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20
9 años 82 31 seg.
10 años 85 27 seg.
11 años 75 29 seg.
12 años 84 28 seg.
13 años 76 22 seg.
14 años 84 21 seg.
Inductora: plato
Edad Sustantivación As. ilóg. Tiempo
13 años, pues, la nueva fuerza se anuncia con cifras halagadoras, si bien de poca
duración, porque a los 14 se detiene, como la inflorescencia de un frutal que re-
acciona al primer calor de agosto, pero es luego contenida por los fríos que decli-
nan a fines de septiembre.
15
Tiempo
55%
14 50%
45%
T 40%
13
12
I
11
S
10
8
Años 9 10 11 12 13 14
I - Asociaciones ilógicas
S - Intensidad de la sustantivación
T - Tiempo de integración asociativa
35. Monografía de Joaquina González acerca de la capacidad para la memoria de localización geográfica, La-
boratorio de Psicopedagogía de la Universidad de La Plata.
152 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
Por lo general el cuadro es el mismo de las 45 niñas del preparatorio; pero poco
varía en 1º y 2º años. Obsérvese:
Acerca de la distancia:
11 años 28 19 = 47 57 66 = 123
12 años 8 8 = 16 26 26 = 52
13,5 años 59 52 = 103 34 33 = 67
14,5 años 57 24 = 84 28 58 = 86
16 años 56 52 = 108 29 33 = 62
11 años 15 32 = 47 70 53 = 123
12 años 9 16 = 25 25 18 = 43
13,5 años 26 19 = 45 59 66 = 125
14,5 años 22 23 = 45 63 62 = 125
16 años 36 40 = 76 49 45 = 94
Sin necesidad del gráfico, fácilmente se advierte que, no obstante las diferencias
culturales entre los alumnos de 11, 12, 13 y 14 años, la crisis ofrece entre ellos un
grado de intensidad aproximadamente igual. Pero a los 16 la corrección es nota-
ble, pues la razón entre respuestas exactas y respuestas falsas es 1:5 y 7:9; mien-
tras que a los 13 años es 1:8 y 1:5.
El razonamiento matemático36 en la investigación realizada en 1902 nos da
las siguientes cifras porcentuales:
Edad A. B. C.
V. M. V. M. V. M.
10 años 45 0 0 0 11 50
11 años 50 55 0 5 25 14
12 años 55 56 0 4 11 8
13 años 49 56 25 10 16 5
14 años 0 30 25 24 13 10
15 años 11 0 10 36 0 5
A. - Razonamiento incompleto.
B. - Razonamiento incorrecto.
C. - Incoordinación y dislogias.
Ellas denuncian una crisis irreductible de tres años, de los 11 a los 14, pero álgido
a los 13 si se considera que a la alta cifra de razonamientos incompletos se suma
la de los razonamientos incorrectos y las dislogias. A los 15, el razonamiento ma-
temático está en plena efervescencia organizadora, como puede verse en el hecho
de que el porcentaje de razonamientos incompletos es casi nulo, pero alto el de in-
correctos, sin dejar de ver que a los 15, sin dislogias, entra el adolescente al juego
regular de su aptitud, pues a los 14 los porcentajes de las columnas B y C marcan
fuertes fallas, no obstante la baja que presentan los incompletos. Esta aurora del
nuevo día para razonar se anuncia por una superabundancia de palabras y expli-
caciones en los razonamientos de los alumnos de 14 y 15 años, como si temieran
no ser suficientemente explícitos o pretendieran convencer de muchas maneras
al lector. Es la prueba cierta de que la aptitud ha madurado. Así, este otro cuadro37
señala este otro aspecto del mecanismo lógico. El razonamiento comprendía cua-
tro proposiciones:
Reproducción %:
Hemos notado, decía entonces,38 que las dismnesias accidentales son tan co-
munes (¿fatiga mental?) que gran parte de las formas negativas las tienen por
causa. Una parte de los alumnos escribe sin interrupción sus razonamientos;
otra parte, del 4º, 5º y 6º grado, principalmente (12 a 15 años), borra, vuelve
atrás y toma otro camino; borra y vuelve otra vez al primero, inseguros durante
cierto tiempo. A esta categoría pertenecen alumnos cuya vía de integración está
formándose. El ejercicio es, entonces, provechoso, pues está elaborando unida-
des psíquicas, organizando memorias que no existen. El razonamiento no sufre,
como la memoria, una crisis durante los primeros años de la pubertad; se orga-
niza y prepara a nacer a los 16 o 17 años con aquel esplendor que ha de hacer rey
de la creación al hombre.
capaces de redactar una nota o describir un objeto, ofrecen trabajos de una ex-
quisitez maravillosa, cuando reflejan sus sentimientos y les dan vida sus afectos.
Una singular felicidad de estructura, equilibrio de tonos, pureza y precisión de
contornos, vivacidad de rasgos, dulzuras, verismos, elegancias, penetraciones
que asombran.
Los resultados de aquella investigación pueden resumirse en estos cuadros:
Varones
10 años
18 años
14 años
16 años
12 años
13 años
15 años
17 años
11 años
9 años
1. Temas filosóficos
y morales — 3 — — 10 3 23 26 56 58
2. Id. políticos — — — — — — 1 2 1 —
3. Id. patrióticos — — — 4 — 7 6 13 — —
4. Id. históricos — — 18 — 5 20 26 14 20 29
5. Id. literarios
y belleza — — — — — — — — 2 16
6. Id. científicos — 3 — — 5 2 2 8 17 2
7. Id. geográficos — — — 4 – 8 11 6 15 15
8. Id. naturaleza — 6 — 12 5 13 15 40 38 16
9. Id. paseos — — — 16 20 36 23 17 12 10
10.Id. animales,
plantas y cosas 183 100 150 80 100 93 33 24 12 12
11. Id. descriptivos
de tipos y escenas — 12 31 55 15 14 18 20 29 2
Resumen:
A. Temas de
carácter abstracto — 6 18 4 20 32 58 63 96 106
B. Temas de
carácter objetivo 183 106 181 167 140 164 100 107 106 55
158 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
Niñas
10 años
18 años
14 años
16 años
12 años
13 años
15 años
17 años
11 años
9 años
Temas tipo 1 — 3 — 5 3 20 25 27 6 27
Temas tipo 2 — 2 — 4 — — — — — —
Temas tipo 3 — 2 — — — 6 2 6 7 9
Temas tipo 4 — 66 4 — 3 3 — — 6 —
Temas tipo 5 18 — — — — 3 — — 10 27
Temas tipo 6 — — — — — — — — — —
Temas tipo 7 — — — — 6 9 5 2 10 3
Temas tipo 8 96 33 68 57 94 94 77 116 61 91
Temas tipo 9 — — 13 23 62 27 38 32 62 39
Temas tipo 10 52 69 91 57 3 15 3 6 — —
Temas tipo 11 8 3 8 17 12 17 10 7 22 —
Abstractos 18 73 4 9 6 32 27 33 29 63
Objetivos 156 105 180 154 177 162 128 163 165 133
Hay, en uno y otro sexo, especialmente en la mujer, hasta los 16 años en aquel,
siempre en esta, un profundo amor hacia la naturaleza; lo proclaman cifras tan
elocuentes que no necesitamos comentarlo. Pero en la mujer se advierte, a los 12
años, un abandono casi absoluto de sus afectos por los animales y cosas; en cam-
bio, una necesidad incontenible de esparcimiento y de admiración de la belleza en
los cuadros al aire libre, en el vuelo y plumaje de los pájaros, en la policromía de
las flores, en la vida de las primaveras. Se advierte un profundo cambio de am-
biente mental a los 13 años; pero no para tender el vuelo hacia las cimas del espí-
ritu sino hacia los grandes espectáculos de la naturaleza por sus bellezas sensibles.
Antes eran las cosas en sí; ahora son las cosas y fenómenos relacionados en un
conjunto para producir una impresión de grandeza. El hombre sufre dos años más
tarde la crisis, pero no hacia la naturaleza, por ella pasa a los 16 años, sino hacia
las altas actividades abstractas. Desde los 17 años, una honda curiosidad se apo-
dera de su espíritu, la de conocer las primeras causas de los fenómenos del uni-
verso y el fin moral del hombre en la tierra. Nótese bien: a los 17 años despiertan
repentinamente facultades para el análisis, para los juicios, para las generaliza-
ciones y para la imaginación. Pero, desde los 12, especialmente a los 13, se nota
una irradiación dispersiva opuesta al concentrismo uniobjetivo de los 9, 10 y 11
años. A los 14 y 15 germinan fuerte los afectos históricos; pero también el ansia por
los paseos y por la naturaleza. Este cuadro elocuente de deseos y tendencias inte-
lectuales indica que los estudios del colegio, si han de asumir el carácter de aná-
lisis y de doctrina que los planes les atribuyen, no deben comenzar sino después
de los 15 años. Entre la infancia y los 15 años se produce una dispersión tal de
afectos y tales solicitaciones, que preparan sin disputa la nueva orientación que se
define, a más tardar, a los 16 o 17. Esa avidez intensa de saber y penetración del
misterio de las cosas estalla en la misma época y señala el momento de los estu-
dios profundos y de las preferencias, en aquellos empujados por la evolución a
CAPÍTULO III. LAS ACTIVIDADES MENTALES DURANTE LA CRISIS 159
destinos más altos. Asimismo, la encuesta deja entrever la sustitución de los sen-
timientos domésticos por los sociales, la marcha hacia una vida más amplia y de
emociones más humanas.
A la imaginación lógica la exploramos en el campo de la matemática. Prepa-
rados los alumnos para escribir, les pedimos que formularan, con la mayor liber-
tad de espíritu, un problema acerca de la pizarra que tenían al frente.
Nos propusimos averiguar:
1º El número de combinaciones que, sin forzarla, puede su mente crear.
2º El grado de coordinación y lógica al relacionar los datos entre sí.
3º La mayor o menor correspondencia del dato con el objeto (grado de exac-
titud de la asociación).
La edad, el ejercicio, la cultura, el desarrollo natural de la inteligencia, el grado,
los conocimientos que se poseen, concurren a producir el fenómeno. La compa-
ración por edades y sexos nos hará ver las diferencias acerca de un punto impor-
tantísimo del proceso: la combinación. Hemos considerado tres aspectos, cada
uno importante desde el punto de vista de la invención. A veces, el problema de
una combinación puede ser fruto de un trabajo más interesante y original que el
de varias combinaciones. De aquí el atractivo de la idea que más se aparta de las
impresiones diariamente recibidas, de la idea nueva. La imaginación puede con-
siderarse como proceso reviviscente de integraciones (imágenes) anteriormente
constituidas, en cuyo caso no es sino la memoria; o como aptitud para corregir y
combinar imágenes, en cuyo caso es un proceso de ideación que termina por dar
una imagen nueva y sintética. La construcción será tanto más bella y rica cuanto
más mediatas, menos afines o derivadas sean las imágenes asociadas.
Poco nos toca decir acerca del lenguaje: muy correcto en cuanto a construcción
y concordancia y limitadísimo el número de enunciados con exceso de palabras o
repetición de frases aclaratorias y conceptos; de modo que el infantilismo psí-
quico es una peculiaridad que no encontramos sino raramente. La incoordina-
ción, en progresión decreciente de los 8 a los 15 años, ofrece un porcentaje bajo,
11% en este, 43% en aquel. Excepcionalmente han escrito cantidades de muchas
cifras o decimales de más de tres; hay tendencias a evitar operaciones largas. El
2º grado (8 años y medio) comienza los enunciados, casi siempre, con estas pa-
labras: Si un pizarrón, etc., para valorizar la extensión o precio de muchos, anun-
cio indiscutible de que la integración central comienza. No presentan más de una
combinación, la operación de multiplicar, porque, probablemente, a fin de año, los
problemas dados por la maestra eran de esa única especie. No hay organización
espontánea de asociaciones mediatas; la suma y resta se recordaron en tres casos.
El lenguaje, de forma simple y construcciones directas, no ofrece disgramaticismo,
presentando admirablemente ordenadas las partes, a punto de no ofrecer un caso
con exceso de palabras. Debemos, pues, considerar típico de esta edad todo pro-
blema explícito de una proposición correctamente redactada en el menor número
posible de palabras.
Los de 10 años no comienzan con enunciados como los de 9; más extensos,
tratan de resolver cuestiones acerca de la pizarra. Pero la poderosa influencia del
ambiente escolar conserva a la imaginación su carácter de reproductora; en el
57% concluyen con esta pregunta: ¿cuál es la superficie del pizarrón?, dadas las
dos dimensiones; porque a las medidas de superficie ha dedicado el maestro
160 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
mayor tiempo. No obstante, hay más variedad de asuntos que en 2º grado; la ope-
ración dominante es la multiplicación. En la mayoría de los casos el problema es
una combinación; pero los hay de dos en bastante número, aunque ninguno de
tres. Con datos innecesarios, se presentan más abundantes que a los 8 años y
medio y hay casos incompletos. El lenguaje no es tan correcto; se emplean pala-
bras que la claridad del concepto no exige, y se suprimen otras necesarias; se
hacen transposiciones de vocablos, frases e ideas que afectan la comprensión y
estética del problema, siendo las relaciones, mediante el régimen, mal estableci-
das con frecuencia. Los varones dan enunciados de mayor extensión que las niñas;
a pesar de todo, nunca de forma complicada y los elementos asociados para la
combinación pueden considerarse adquisiciones recientes, evocadas por la per-
cepción. Se notan ensayos más complejos con el concurso de imágenes fijadas en
tiempos más o menos remotos, pero de dudoso éxito. Un niño escribe: «¿cuál será
la superficie de un pizarrón?», sin más datos que esa pregunta; otro, «¿cuánto
debe medir esa pizarra si su largo es de 3,50m y su alto de 1,50 m?». Hay un ele-
vado porcentaje de problemas cuyos datos no corresponden al objeto, no obstante
tener el objeto a la vista.
Los de 11 años de un salto se colocan a una extraordinaria distancia de los de
10, a causa, sin duda, de la variedad de problemas por ellos resueltos, rompiendo
el ambiente monótono de los programas y de las series adaptadas a la lección. En
un lenguaje que se aparta del formulismo de los enunciados anteriores, se aso-
cian con sorprendente seguridad elementos mediatos que exigen al lector un de-
tenido análisis para descubrir las relaciones. Hay riqueza de expresión, sintaxis
natural y correcta, un solo caso de asintatismo, dos, a menudo tres, cuatro y hasta
seis combinaciones, y el ambiente escolar no ha sugerido, en la mayoría de los
casos, el problema; hay datos y relaciones que indican una vasta mentalidad y
fácil integración de imágenes, relacionadas de una manera indirecta o difícil de
descubrir. Hay palabras, en muchos enunciados, que la claridad del concepto no
exige y se nota la tendencia a especificar demasiado, opuesta a la que la matemá-
tica pretende, la comprensión en el menor número de palabras. Escriben en ter-
cera persona, rara vez en primera, nunca en segunda; abusan de la y y del este; la
concordancia entre el sujeto y el atributo falta a menudo; pero el concepto se con-
serva lógico: aspecto del lenguaje adolescente cuando comienza a ser original.
Los de 12 años, no obstante haber servido las medidas de volumen, de tema
casi exclusivo a las lecciones de los últimos meses del año, no presentan sino dos
enunciados de esta especie. Hay como una crisis progresiva en el poder de la ima-
ginación que los aproxima al 2º grado. Vuelve a imponerse el formulismo; el len-
guaje pierde la originalidad tan manifiesta en el grado anterior, se torna correcto
y comienza por «¿cuál será la superficie de un pizarrón?», etc. No hay variedad es-
pecífica; los mejores problemas solo ofrecen una combinación, muchos con datos
innecesarios (necesidad del alumno de dar amplitud a su creación, pero contra-
riada por un proceso de lógica, inseguro). Pocas veces se nota exceso de palabras,
hay uno que otro enunciado rico en proposiciones, que trata del costo para pin-
tarlo, pero es deficiente en datos.
Los de 14 y 15 años (5º y 6º grado) reaccionan presentando los fenómenos de
los de 11 (3er grado); pero con más intensidad, los unos inclinados a los volúme-
nes, los otros a varias especies de enunciados sin preferir ninguno; pocas veces de
CAPÍTULO III. LAS ACTIVIDADES MENTALES DURANTE LA CRISIS 161
85
80
c
75
70
65
60 b
55
50
45
40
35
30
25
20
a
15
10
5
0
9 años
10 años
11 años
12 años
13 años
14 años
15 años
a. memoria
b. imaginación
c. razonamiento
sin precedentes, y como en ningún otro momento de la vida las palabras y los con-
ceptos excitan los centros motrices y provocan el movimiento de los labios, de las
manos, para convertirse en voces o en trazos.
Colvin y Meyer,40 examinando tres mil composiciones de adolescentes para
determinar el predominio de qué imágenes según la edad, observan que: 1º
las imágenes de la infancia, a consecuencia de la fermentación púber, se hun-
den en el olvido de la inconsciencia, reemplazadas por adquisiciones de un ca-
rácter diferente, excepto las visuales; 2º las imágenes auditivas disminuyen
hacia los 14 años, aumentan a los 15 o 16 reforzadas por el gusto, por la música
y los ecos que las voces de la naturaleza despiertan en la emotividad del sujeto.
Por el contrario, la imaginación táctil, muy desarrollada al comenzar la pu-
bertad, baja de una manera sensible sin alcanzar nunca el nivel precedente.
Igual suerte corren las imágenes motrices y las doloríficas. «Entre la infancia
mítica y la virilidad razonadora –dice Ribot–,41 la adolescencia es un período
de transición señalado por el antagonismo entre la subjetividad pura de la ima-
ginación y la objetividad de los procedimientos razonativos; diríase, de otra
manera, entre la inestabilidad y la estabilidad mentales. Los resultados no apa-
recen sino en el tercer período (16 a 17 años), después de esta fase oscura de
la metamorfosis.»
Desde cierto punto de vista, dice Mendousse,42 la imaginación del adolescente
parece retrogradar porque se manifiesta bajo formas menos definidas y menos
representativas. Pero al contacto de la experiencia, de la reflexión, de las necesi-
dades prácticas se corrige.
La fantasía del niño no tiene radio ni lógica. La imaginación es la fase elevada
del espíritu; la prueba de su cultura y de las variedades más evolucionadas del
hombre. Exige caudales adquiridos por larga y obstinada experiencia. Por eso es
que las grandes obras de la imaginación creadora, como la Divina Comedia,
Fausto, Parsifal, El Paraíso Perdido, el «Moisés», la «Transfiguración», son pro-
ductos de la edad madura. No es el niño, pues, un tipo imaginativo; es un traduc-
tor infiel de ideas e imágenes.
En las que la crisis es denunciada a los 12 años y 14 en los varones; de los 12 a los
15 en la mujer. Esta experiencia es una medida de la memoria, de la atención in-
terna y de la aptitud para comparar. El mismo fenómeno se advierte en la apre-
ciación de superficie y de volumen; pero en la mujer, a los 11 años y a los 14. La
experiencia XVII constata la crisis con una fuerte baja de positividad, a los 12, 13
y 14 años en los varones; a los 11, 13 y 14 en las mujeres.
El experimento XVIII es la solución de un problema y establece la capacidad
para razonar de los examinados. Este notable estudio llega a esta conclusión: que
en los varones la capacidad para razonar sufre una intensa crisis a los 13 años,
por un predominio extraordinario de incoordinaciones en los análisis; al año si-
guiente, la corrección es casi absoluta; pero el razonamiento denuncia su estado
de organización en el hecho de que el adolescente se va en exceso, pues parece
que toda explicación le es poca para convencer. Este exceso se atenúa inmediata-
mente y desaparece a los 17 años. La curva (gráf. p. 250 en Psicología de la apti-
tud…, op. cit.), pues, indicaría que la crisis de la pubertad afecta profundamente
la aptitud más elevada del espíritu; pero que de ella nace vigorosa y fuerte para
acometer con éxito la solución de los grandes problemas del discernimiento.
Acerca de la memoria (experimento 414, p. 255 en Psicología de la aptitud…,
op. cit.) llega a esta conclusión (gráf. p. 265 en Psicología de la aptitud…, op. cit.):
una extraordinaria capacidad reproductora a los 13 años, precisamente, cuando
el razonamiento sufre trastornos más intensos y una disminución rápida a los 14
y 15. He aquí el cuadro:
Proposiciones reproducidas
Varones Mujeres
10 años 216 122
11 años 98 186
12 años 265 222
13 años 446 409
14 años 255 153
15 años 243 130
CAPÍTULO III. LAS ACTIVIDADES MENTALES DURANTE LA CRISIS 165
Varones Mujeres
10 años 65 90
11 años 23 85
12 años 254 163
13 años 139 132
14 años 287 256
15 años 355 197
166 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
15. Aptitudes expresivas. «Entre las perspectivas del mundo moral que se abre
y la pobreza de su vocabulario, aún infantil, la desproporción no tarda en sen-
tirse. Entre los 14 y los 16 años comienza a espulgar los diccionarios; recoge fra-
ses, imita estilos de autores preferidos, busca términos, crea frases bizarras, en fin,
su afán es intenso en adquirir un lenguaje y formarlo, porque con él acentúa su
cultura y su personalidad.» El interés de los adolescentes por las formas verbales
y su gusto por la lectura nos da derecho a suponerlos librescos. En efecto, a par-
tir de los 15 años el respeto por la letra adquiere proporciones que no tiene equi-
valente en los niños. Pero lo que es incontestable es que la crisis de la pubertad
trae consigo una extraordinaria impulsión a la lectura de romances y viajes, lo
que contribuye a depurar el lenguaje.
Las aptitudes expresivas sufren, al iniciarse la pubertad, una vida accidentada,
en la que el niño parece volver no atrás, sino a ciertos estados de imbecilidad en los
que todo es confuso o difícil (estado anfibológico). Su vocabulario se empobrece,
sustituye las frases por palabras y las palabras a menudo se sustantivan; en la jerga
vulgar, «voces sin equivalente», como dice Senet,46 con las que, símbolos pinto-
rescos de numerosos significados, pretende expresar sus actos, sus juicios, sus
emociones, sus sentimientos. Grandes silencios, pausas inoportunas rompen el
hilo de las conversaciones y suple su memoria verbal, tardía, por los terminachos
obscenos del habla vulgar. Las proposiciones se reducen, con frecuencia, a la enun-
ciación del sujeto, a veces del verbo, siempre en modo indicativo, tiempo presente,
tercera persona; la adjetivación es primitiva y rudimentaria; dice azúcar dulce,
tinta negra, incapaz de unir en otra forma las cualidades a sus cosas, cuando el
lenguaje debe producir sensaciones de elegancia y fluidez. Las oraciones comple-
jas son estructuras ausentes; en fin, se expresa en un lenguaje de piedra en el que
las ideas deben adivinarse. D. Becchio, [en] experiencias realizadas con diez series
de palabras inductoras (sustantivos, adjetivos y verbos) tuvo por contestación, en
la asociación espontánea, 19.415 sustantivos concretos, 690 sustantivos abstractos,
2.776 adjetivos, 1.554 verbos, 365 adverbios, 89 pronombres, precisamente
cuando, en un lenguaje rico y preparado para expresar conceptos de vuelo y belleza,
la proporción es inversa: abundancia de adjetivos y verbos; pocos sustantivos.
47. En Adolescence: Its Psychology and its Relations to Physiology, Anthropology, Sociology, Sex, Crime, Re-
ligion and Education, vol. 1.
168 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
D., tipos descriptivos; O., observadores; A., afectivos; Ci., científicos; I., imaginativos; Cont.,
contemplativos; P., elogiosos; Crít., críticos.
8 años 9 años 10-11 11-12 12-13 13-14 14-15 15-16 16-17 17-18
90%
80
De 70
s.
60
Co 50
nt.
40
30
20
10
Obs.
1
las cláusulas.51 Desde luego, es absurdo pensar que, a una edad en que las dislo-
gias son características y la abstracción todavía duerme, las reglas y preceptos
pueden ser eficaces para cultivar el lenguaje.
Estudiando las aptitudes para la lectura en el Liceo de Señoritas de la Uni-
versidad de La Plata52 encontramos que desde los 11 hasta los 15 años se man-
tiene a la misma altura el porcentaje de las pausas mal hechas (formas disártri-
cas), para desaparecer casi a los 16 años. Ellas, sin duda, tienen un significado
emotivo por una parte; por otra, el de una disminución de la acuidad visiva, una
y otro, consecuencia de ese debilitamiento nervioso y mental a que nos hemos re-
ferido en otra parte de este capítulo.
Edad A. B. C.
11 años 4,3 51 seg. 25%
12 años 4,9 46 seg. 22%
13 años 4,5 52 seg. 32%
14 años 4,7 45 seg. 36%
15 años 4 47 seg. 31%
16 años 2,5 41 seg. 32%
17 años 1,5 43 seg. 21%
18 años 1,6 40 seg. 11%
19 años 2 37 seg. 9%
La disminución del tiempo se nota a los 16 años; antes, conserva su carácter in-
fantil, especialmente a los 13 y a los 16. Las disfonías, relacionadas con el cambio
de la voz, adquieren un predominio intenso desde los 13 hasta los 16. Esta inves-
tigación revela un estado de anormalidad desfavorable al perfeccionamiento de la
aptitud mecánica para leer. Posiblemente, la enseñanza no conseguiría progresos
entre los 11 y los 16 años. Además, la respiración es, hasta los 17, por lo común, su-
perficial y no profunda; frecuente, como si el pulmón soportara menos la fatiga.
16. Las conclusiones acerca de la marcha de las actividades físicas y de las ac-
tividades intelectuales pueden resumirse en la gráfica de página 171 que ilustra,
aproximadamente, uno y otro proceso relacionados.
La ley fisiopsicológica de Ferrier, cuyo enunciado es «La difusión de la ener-
gía nerviosa consumida por el pensamiento está en razón inversa de la difusión de
Desarrollo intelectual
24 años
Crecimiento físico
23 años
22 años
Secundario y Superior
21 años
20 años
19 años
Curvas de intensidad y correlación
18 años
17 años
16 años
15 años
Ciclo intermedio
14 años
13 años
12 años
11 años
10 años
Ciclo primario
9 años
8 años
7 años
172 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
54. MORSELLI, Enrico, Manuale di Semeiotica delle malattie mentali, t. II, p. 133.
Capítulo IV
al soplo de quién sabe qué desconocidas afinidades, grande vive sin que
los años, la adversidad, ni las desazones, si ellas interpusieran su insalva-
ble dique, mengüen un átomo la fuerza de este afecto que, sagrado, juré
para siempre.
N.
Para D.N. - Cruz sobre cruz. - Breve historia de un amor que duró lo que
el placer, por una odiosa que no sabe odiar. - Agosto de 1904. - Buenos
Aires.
3. Psycopathies sexuales.
4. LEMAÎTRE, A., «L’Onanismo precoce nei ragazzi…», Rivista di Psicologia applicata alla Pedagogia e alla
Psicopatologia, año II, nº 3.
178 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
la vida interior del adolescente, que no atina, durante los primeros años, a dis-
ciplinarla. Los excitantes producen reacciones fáciles y enérgicas que se tradu-
cen en monoideísmos, obsesiones, estados contemplativos, hipobulias, o en lo
que comúnmente se llama simpatía o afile, cuya virtud es producir una espe-
cie de parálisis psíquica generalizada, si tales estímulos aparejan vicios, siem-
pre difíciles de descubrir, pero de los que sufren, más que las actividades físi-
cas, la atención, la memoria, el razonamiento, el lenguaje y la voluntad. Los
fenómenos se agravan con la intoxicación producida por la nicotina; es a los 11
o 12 años que el 60% de los niños empieza a fumar tabaco inferior, cuyos efec-
tos sobre el cerebro son tan perniciosos como el onanismo. W.H. Burnham, de
la Universidad de Clark, en un estudio publicado en The Pedagogical Semi-
nary6 llega, entre otras, a estas conclusiones: que el fumar disminuye la capa-
cidad para el trabajo muscular y afecta la mental del alumno, a causa del efecto
extraordinariamente tóxico de la nicotina probado por numerosos experimen-
tos. El primer efecto sobre el sistema nervioso es estimulante; el segundo, es de-
presivo; pero tan corto aquel, que no debe considerarse. El niño parece ané-
mico y lo atormentan sueños, a veces alucinaciones que después de los 15 años
no vuelven, pero que, entonces, causan miedos nocturnos, angustias, preocu-
paciones que quitan esa tranquilidad necesaria al reposo y ese reposo necesa-
rio al estudio. Sin embargo, a los 12 años insiste en dormir solo; le molesta la
compañía de los hermanos o de los padres. «El joven púber –dice Beaunis–,7
hombre o mujer, está movido por impulsos que orientan nuevos destinos, de-
terminan una nueva organización psíquica de la que es centro el sentido gené-
sico. Y las excitaciones sexuales reclaman desfogues provisorios que satisfacen,
pero que no apagan. A ellos difícilmente el adolescente renuncia, hasta que la
aventura de una pasión amorosa y la gracia de una niña pueda librarlo de sus
perturbadoras consecuencias. Entonces el instinto sexual penetra en los me-
andros de la más alta idealidad y sus sentimientos asumen un carácter social
consolador.»
lucha desespera a los padres, quienes, sin resignarse a ver en sus hijos tal vez lo
que ellos fueron, miran con sorpresa estos cambios del nene que se truecan en
desilusiones y agravios. Dondequiera él esté o ponga su mano, hay desarreglo y
confusión. Las ropas en el suelo; los libros y escritos en todas direcciones; en el
piso, papeles; en el escritorio, manchas y garabatos; en las paredes figuras y
obscenidades; los bancos cortados, calados, con alusiones a sus calenturas ge-
nésicas. Solo una preocupación, que fatiga y agita, por ellos, atenúa los efectos
de una conducta que desencanta. R. Senet9 dice: «A muchos padres y maestros
causa extrañeza este período caótico del sentimiento del niño. Son más o menos
crueles e inhumanos; mortifican, estropean y aun matan a animales inofensivos.
Revientan sapos a pedradas, destruyen nidos, matan pichones; con regocijo
hondean a todos los seres vivientes que se les cruzan al paso; cuando aciertan,
gozan comentando su buena puntería. Luego, en la escuela, en las calles, por el
motivo más fútil, quieren prevalecer, sobreponerse a los demás por su fuerza fí-
sica; basta, para que peleen, que alguien diga: aquel te puede». Senet, antici-
pándose a las hermosas páginas de Victor Margueritte, escritas en 1907,10 ha
descripto con intuición admirable ciertos aspectos de la adolescencia. Al niño,
en esta época, lo acometen accesos de ira; rezonga, con la mayor facilidad, mur-
mura palabras obscenas, archinecesarias para autosugestionarse la idea de valor
personal. Su vocabulario se enriquece con los términos de la gente baja; usa
aquellos que indican desparpajo, desenfado, desprecio, arrogancia. A esta edad,
la coprolalia es de una frecuencia inusitada y mosca blanca el bienhablado.
Nunca dirá: «Lo vencí, es un cobarde»; sino: «Lo c…; es un c… de m…». La ten-
dencia de los niños de buena condición social es a mezclarse con la gente baja,
por la que tienen cierta estima… «A la edad a que me refiero –dice Senet– los
niños tienen un amor propio exagerado en lo concerniente a su valor y a sus
fuerzas físicas. Los desafíos se realizan en público, nombrándose, con anticipa-
ción, un juez de fallo. Una pelea es un espectáculo que gozan con fruición com-
pañeros de la misma edad. Otro hábito es el de aplicar a los demás apodos, so-
brenombres y motes, y la de ser necios para recibirlos. En primero, segundo y
tercer año (7 a 11 años) tal hecho es absolutamente desconocido.» «También
–advierte Senet– ser características las manifestaciones colectivas, organizar
bandos en un barrio contra otros de otro barrio. En 1880-1881 intervino la po-
licía en los combates que libraban los del Paseo de Julio con los del Paseo Colón.
«El período belicoso11 se presenta más acentuado en unos, menos en otros; pero
la gran mayoría atraviesa por él, a veces, antes de la crisis de la pubertad; otras
después, en cuyo caso es peligroso por los medios ofensivos de que puede dis-
poner. Dura poco tiempo; se atempera luego, para no ofrecer sino una activi-
dad normal.»
En otro estudio de no menor importancia, R. Senet trata otro fenómeno
característico de la crisis de la pubertad, la megalomanía o espíritu de las gran-
dezas que embriaga al niño.12 «Coincide –dice–, por lo general, con la época de
la pubertad, entendida en sentido psicológico más bien que sexual, es decir,
desde los 13 a los 18 años. El fenómeno, señalado por varios autores, no ha sido
determinado con precisión ni tratado con el fin de establecer a qué período co-
rresponde de la evolución filogenética de la especie. Al hablar de un período me-
galómano, entendemos significar una exaltación del sentimiento de la propia
personalidad, una exageración de la conciencia de las propias fuerzas en la que
se mezclan la vanidad enfermiza del yo con la comprensión de las condiciones del
ambiente en que se entra a luchar por la vida.» Senet insiste en la razón genética
de esta manifestación, defensor de la teoría que, pocos años después, servía de
base a las doctrinas pedagógicas de Stanley Hall. «Generalmente ese estado
desaparece al comenzar el período emotivo-intelectual (apenas termina la crisis
a los 16, 17 o 18 años, continuación del belicoso y que juzgamos una concepción
genial, pues todas las investigaciones realizadas hasta aquí prueban esa evolu-
ción). Se puede afirmar que la infancia está absorbida por las voliciones de orden
nutritivo, decreciendo hasta la pubertad, época en que empiezan a orientarse en
la dirección genésica (período genésico) que, después de irrumpir violentamente
se atempera cuando el individuo entra en el período emotivo-intelectual.» La
exaltación de la personalidad se caracteriza por hechos como la exageración del
precio de las cosas, la exageración de los acontecimientos, el abuso de muy, mucho
y de los superlativos, el cuidado esmerado no de la persona sino de los vestidos,
en la mujer sobre todo; uso de alhajas, cintas, cruces, relicarios, medallas, cora-
zones, herraduras de oro, amuletos, brillantes químicos, piedras falsas, con el fin
de exhibir riqueza y grandezas que no se poseen. De buena fe creen que los
admiran los demás y se creen gente chic… «No considero –dice Senet– a este pe-
ríodo de megalomanía juvenil, como un estado morboso estable, sino transitorio,
principalmente por la pérdida del sentido de adaptación individual al ambiente.»
La imaginación y los sentimientos presentan un ardor particular que hacen ex-
clamar, como a Briseix, «Aut Cæsar aut nihil!». Una reverie de sueños y ambi-
ciones, estado, tal vez, pasivo o latente de futuras empresas de hombría que pre-
paran «el estallido de las pasiones a los 16 años» (Gaches). El pesimismo en
varones es cosa rara; por lo contrario, las manifestaciones son belicosas o son bu-
fonescas; unas y otras, por lo común, mezcladas para darnos ese tipo sui géneris
que apodamos de loco, loquillo, informal, sin juicio. Pero las taras hereditarias
pueden volver de revés este carácter. El amor, en conexión con el desarrollo de los
órganos sexuales, dice Stanley Hall, nace con todas sus pasiones, celo, rivalidad,
cólera. Los sentimientos religiosos se regeneran; los sentimientos de la natura-
leza ejecutan en el alma del adolescente su rica sinfonía de emociones diversas;
en fin, la vida moral se dilata porque la conciencia del pecado despierta. Por estas
razones se tiene el derecho de llamar a la adolescencia una segunda vida. La ca-
racterística de los sentimientos durante la crisis, según Hall, sería la inestabili-
dad, la movilización en todas direcciones, fenómenos que constatamos nosotros
y otros investigadores en las estadísticas cuyos cuadros publica este libro. La falta
de equilibrio, la alternatividad de los afectos opuestos dan esa impresión de alma
que flota, ondula y no encuentra equilibrio. A los días, semanas, meses de acti-
vidad excesiva suceden días, semanas, meses de indiferencia, apatía, pereza,
«cambio al que pueden no ser extrañas las estaciones, la anemia, la hiperhemia»,
pero que Hall atribuye, en gran parte, al atavismo (arqueo-psicosis). Entre los
varios tipos de alternativas que considera Hall, cita la de la confianza y del temor,
flujo y reflujo, que llega a extremos que no se repetirán en el período emotivo-in-
telectual. La timidez explicaría el retobamiento, las tendencias antisociales du-
rante la crisis, cuyo signo es el tartamudeo. Hall dice que ella es frecuente en los
débiles. El punto de partida, según Rouma, podría ser la sensación de un estado
de inferioridad. A medida que el niño crece, la confianza en sí, en presencia de
las personas, disminuye y el miedo ejerce una sugestión desastrosa. Pero estamos
persuadidos de que el fenómeno se debe a la conciencia de la personalidad sin,
empero, el recurso de un sentimiento social que apenas se vislumbra. Rouma
constata «que el tartamudeo leve es característico en los niños de poca edad,
mientras que el grave es propio de los de 12 a 15 años». «La timidez –agrega– re-
crudece en la época de la pubertad. Durante este período importante de la vida
en que el joven se hace hombre y la niña mujer, la esfera emotiva está sobreex-
citada y las impresiones hallan un gran eco en la sensibilidad del niño. Esta hi-
perestesia lleva, a menudo, a la misantropía, a las cóleras súbitas, a la vagancia.»
La pubertad trae consigo una tendencia a concentrar la atención sobre sí mismo,
que origina estados anormales destinados a resolverse en antipatías y choques
que afectan la conducta del individuo relacionada con la de sus semejantes.
«La adolescencia es la edad de la amistad –dice Compayré–. Seguramente si
ella no preocupa como el amor, liga a los jóvenes entre sí, o los aleja para siem-
pre. Los temperamentos se buscan y los caracteres congenian para constituir la
simpatía en su significado etimológico. Serán, estos recuerdos, los feelings de la
nostalgia. Pero, durante la crisis, la amistad no es sino un ensayo de contactos, una
experiencia sin frutos. Es así como siempre, tratos de quinto y sexto grado, o de
los primeros años del colegio, no continuados en la pubertad, han solido perderse
en el olvido. Es frecuente que los niños de tales grados y tales años recuerden sin
cariño a sus maestros o profesores, si no los han olvidado completamente des-
pués de haber abandonado la escuela, a la que, por lo común, no se vuelve a visi-
tar. La amistad, pues, de los primeros años, es la que muere si no se rehace en
otras condiciones de frecuencia y compenetración. Por eso, quienes hablan de la
función social de la escuela primaria hablan de una quimera; no así del colegio, en
donde debe ser una preocupación de sus programas de enseñanza. Esta amistad
no debe cultivarse solamente entre los jóvenes de un mismo sexo, sino entre se-
ñoritas y señoritos, pues es la mejor manera de prevenir el peligro de las pasiones
cuando se las tiene aisladas. La conversación y el trato harán comprender al hom-
bre que la mujer no es ese ser difícil y sobrehumano, inabordable, extraordinario
(así lo cree el adolescente) al que no se sabe cómo llegar, si se es tímido, o al que
llega brutalmente el audaz.»
«El carácter –dice Le Bon–, al tratar de las fuerzas afectivas e intelectuales, es
el resultado de una combinación de sentimientos heredados, es decir, de ele-
mentos afectivos, guías casi absolutas de nuestra vida. Uno comprende con la in-
teligencia, pero se conduce por su carácter»; conceptos que, en países como los de
América, en donde la confluencia de las razas tiende a disolverlo, invitan a pen-
CAPÍTULO IV. LOS SENTIMIENTOS Y LA CONDUCTA DURANTE LA CRISIS 183
dad que reclama la acción enérgica del padre o del profesor.»17 «Si existe una edad
en que la virtud pueda enseñarse, es esa de la conmoción, porque las faltas no son
sino pasajeras.» La fórmula de Herbart que «la educación del carácter está en la
educación de las ideas», muy discutible generalmente, es cierta para el adoles-
cente, en quien la idea directriz es una fuerza de paso a la acción.
En el estudio acerca de la afectividad, realizado sobre 489 niñas y 467 varo-
nes18 de 8 a 17 años de edad, advertí un cambio profundo de tendencias producido
por la crisis. «Lo que primero hiere19 en la encuesta es el radio de dispersión afec-
tiva, menos amplio en la mujer que en el varón, sin que el ambiente escolar altere,
en ningún caso, esta ley. A los 13 años asoma en el varón el espíritu de grandeza
con que individualiza sus actos, afanado por mostrarse raro. La edad y los cono-
cimientos, lejos de concentrar en el grupo los afectos, los abren en abanico, ten-
diendo a impersonalizarse, según las tendencias que tan enérgicamente se pro-
nuncian de los 14 a los 16 años. Antes de los 12 pocos son los temas que no sean
nombres de animales o cosas; mientras que después de los 14 años prefiere los de
extensión, complejos, pertenecientes a la categoría más elevada de la labor del
hombre.» Siendo la afectividad, ante todo, un efecto de la necesidad de conocer
lo nuevo, bien se advierten rumbos muy distintos del espíritu. «Ejerce, en los jó-
venes, una simpatía muy marcada lo que es actividad humana. Este sentimiento
cenestésico, capaz de mover el interés y trazar una ruta, ofrece en la niña otro ca-
rácter; es apacible, tranquilo hacia la niñez (instinto maternal) y hacia los estados
bellos de la naturaleza (la primavera) conforme con el despunte de un período
amoroso y soñador. Lo bello símpsico [sic], ciertas formas aberrantes, las belle-
zas del movimiento, el aspecto útil, los misterios del alma, seducen al varón mayor
de 14 años. El egoísmo cede su puesto al sentimiento de caridad, y nace la pasión,
en primer término, por la vida histórica; luego, por los panoramas de la natura-
leza y el motivo geográfico; luego hacia los oficios y artes mecánicas. Es posible
orientarnos: una marcha de lo descriptivo al análisis, de los sentidos a la razón.»
Pero lo resaltante de la investigación es el alto porcentaje de votos por el paseo
en varones y niñas, de los 12 a los 16 años, que concuerda asimismo con la ten-
dencia a la ambulación durante el período de crisis, notado en el joven por los an-
tropólogos italianos (Marro, Angiolella, Lombroso). El mayor número de inasis-
tencias sin causa justificada se produce en niños de 13 a 16 años, especialmente
en el 2º y 3er año; en el 4º y 5º grado.
Perros Gatos
96% 40% M.
80% 32%
V.
64% 24%
M.
48% 16%
32% 18% V.
16% 10%
8 años
10 años
12 años
14 años
16 años
7 años
8 años
9 años
10 años
11 años
12 años
13 años
14 años
15 años
16 años
40%
30%
20%
10% V.
M.
V.
10%
9 años
10 años
11 años
12 años
13 años
14 años
15 años
16 años
17 años
18 años
19 años
9 años
10 años
11 años
12 años
13 años
14 años
15 años
16 años
17 años
18 años
19 años
S. Hall23 dice: «1º La adolescencia es la primer respuesta al sentimiento de la na-
turaleza. La familiaridad con ella y los afectos que despierta deben ser diligente y
sistemáticamente dirigidos. 2º En orden genético, le sucede la ciencia popular,
transmitida en laboratorios y por maestros hábiles. 3º Luego, las aplicaciones in-
dustriales, previa una educación técnica preparatoria. 4º Finalmente, por sobre
todo, la ciencia pura, sin más incitación que el amor a la verdad». Las gráficas ad-
vierten, ese era nuestro fin, variaciones de una constancia tal, que el pedagogo no
puede sustraerse a la reflexión que ellas sugieren. En 1905 exploramos este aspecto
de la vida sentimental en 280 niños de uno y otro sexo, publicando la correspon-
diente monografía en Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines.24
Respecto a forma, después de observar un cuadrado y un rectángulo, obtuvimos
esta distribución de la simpatía, en porcentajes:
Varones Mujeres
Cuad. Rect. Cuad. Rect.
18 años 84 16 85 15
19 años 100 — 95 5
10 años 77 23 63 37
11 años 73 27 28 72
12 años 69 31 54 46
13 años 64 36 65 36
14 años 80 20 71 29
22. MERCANTE, V., Archivo de Pedagogía y Ciencias Afines, t. III, pp. 63-66.
23. Adolescence, op. cit., v. I, p. 153.
24. MERCANTE, V., «Sentimientos estéticos del niño», enero de 1906, pp. 17-29.
CAPÍTULO IV. LOS SENTIMIENTOS Y LA CONDUCTA DURANTE LA CRISIS 187
Varones Mujeres
Eq. Esc. Eq. Esc.
18 años 91 9 100 —
19 años 91 9 76 24
10 años 55 45 85 15
11 años 63 37 36 64
12 años 85 15 76 24
13 años 57 43 84 16
14 años 90 10 66 34
El gusto sufre una caída entre los 10 y los 11 años, otra a los 13, con tendencia a
restablecerse a los 14 años en el varón, pero oscilante entre los 10 y los 14. En la
mujer hace crisis intensa a los 11 años; y siguiendo ese movimiento de vaivén ca-
racterístico de las conmociones profundas y estados inestables, no se restablece
a los 14, lo cual indicaría que los sentimientos estéticos de la mujer sufren más los
efectos de la transición. El tercer experimento, que compara los valores estéticos
de la esfera y del cilindro nos da, en porcentajes:
Varones Mujeres
Esf. Cil. Esf. Cil.
18 años 100 — 86 14
19 años 100 — 81 19
10 años 89 11 88 12
11 años 71 29 78 22
12 años 100 — 95 5
13 años 78 22 89 11
14 años 100 — 81 19
Experimento que señala una crisis a los 10 y 11 años; otra a los 13 en los varones;
en la mujer, entre los 11 y los 14. Estos cuadros denuncian, en los varones, una in-
certidumbre de juicio y por consiguiente electiva muy acentuada entre los 12, 13
y 14 años, fenómeno que no se advierte antes de los 11 ni a los 15. En la mujer esta
incertidumbre está marcada vivamente a los 12 y 13 años. Los gustos, la afectivi-
dad que preside en todos los casos la elección, sufren, durante la crisis, una con-
moción, para normalizarse a los 15 y no admitir ya, por motivos de la edad –esto
es importante– variaciones. Respecto a colores, entre el verde, el rojo y el amari-
llo obtuvimos esta opción, también en porcentajes:
188 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
Varones Mujeres
V. R. A. V. R. A.
18 años 35 43 22 43 43 14
19 años 42 37 21 43 52 15
10 años 22 56 22 12 50 38
11 años 63 27 10 43 50 17
12 años 62 31 17 41 45 14
13 años 64 36 — 61 34 15
14 años 80 20 — 47 43 10
Niños de 4 a 9 años
Niños de 10 a 15 años
220
210
200
190
180
170 a
160
150
140
130
120
110
100
90
80
70
60
50
40
b
30 c
20
10 d
0
Edad
10
11
12
13
14
15
Análisis de los elementos estéticos en la memoria del paisaje: a) elementos reales agregados;
b) elementos olvidados; c) elementos fantasiosos; d) elementos transformados.
190 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
En donde se nota una fuerte oscilación entre los 11 y los 16 años en los varones, y
a los 15 en la mujer.
Las gráficas de p. 191 muestran la marcha recta hasta los 12 años y medio; y
cómo a partir de esta edad se producen trastornos intensos, rompiendo las líneas
de su progresión regular en perjuicio del sentimiento real de las cosas y con ga-
nancia de dismnesias y exageraciones, en un primer esfuerzo hacia lo abstracto.
Los sentimientos estéticos, tan íntimamente relacionados con la vida sexual,
sufren un profundo cambio al comienzo de la pubertad, como lo sufren las sen-
saciones y las ideas dignificadas por aquellos. De esta suerte, los motivos del in-
terés, eje didáctico de la enseñanza, dejan de ser pueriles, para tener una razón
más profunda, basada en la selección sexual, en la selección intelectual, en el me-
joramiento de la especie, en el mejoramiento de los conceptos.
CAPÍTULO IV. LOS SENTIMIENTOS Y LA CONDUCTA DURANTE LA CRISIS 191
Varones
100
a 90
80
a
70
60
50
40
b
30
b
20
10
11
12
13
14
15
10
11
12
13
14
15
Niñas
100
90
80
a
70
a
60 b
50
40
b
30
10
11
12
13
14
15
10
11
12
13
14
15
6. Tal vez nada distinga tanto a edades y sexos como los motivos de la risa.
Poco estudiado, aspecto tan delicioso de la sentimentalidad, del que depende el
éxito de la enseñanza que quisiera ser amena, porque la consecuencia inmediata
es no solo la sensación agradable de reposo, sino el aumento extraordinario de
la atención sobre el asunto, sin el peligro de lo adventicio, que la pedagogía es-
tadounidense ha procurado resolver con lo que requiere un temperamento, el
humor. Él fija diferencias entre niños de 8 años, de 13 y de 17. Lo que es pere-
grino o pueril para un joven de cierta cultura, inunda de alegría al chico que por
192 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
primera vez asiste a clase. Lo que no comprende y deja sin un gesto de emoción
a un muchacho en la edad crítica, se traduce en goce inefable para quien las abs-
tracciones son escenas de la vida y las sutilezas del pensamiento, alusiones y ca-
ricaturas de épocas y personajes. Las muecas del payaso tienen gracia para el pe-
queño; con los sainetes y comedias de la catadura de Piccio, Adán y Cía. ríen los
adolescentes de la literatura. El Quijote no produce sino tristeza o conmisera-
ción en la mujer, si llega a leerlo. El niño de 14 años o 15 no lo comprende. So-
lamente para el joven que ha cumplido los 21 es una fuente inagotable de risa es-
pontánea. Henri Bergson, en la obra más lógica y genial que ha escrito, porque
es una maravilla de observaciones y de consecuencias, La risa trata lo cómico en
las formas, en los movimientos, en las situaciones, en los caracteres y en las pa-
labras, si bien en todos ellos el resorte es el mismo, el del diablillo mecánico: lo
imprevisto y lo absurdo en lo humano. He aquí, clasificados, también, los mo-
tivos que exigen una comprensión clara para resolverse en emociones. Corres-
ponden a la afectividad que en diferentes períodos predomina en el individuo,
según hemos escrito en páginas anteriores. El niño de 8 años no advertirá cau-
sas para la risa o la sonrisa sino en formas y movimiento de la cosa única que im-
presione vivamente sus sentidos. En la palabra, cuando evoque con dulzura y
agudeza formas y movimientos con los que está familiarizado. En el de 13, los
conjuntos producirán análogos efectos; pero en el fondo, su risa esconde cierta
maldad y la pretensión de corregir, insinuando la burla. El de 18 exigirá ingenio,
sutileza, ardid, intelectualidad, agudeza, en fin, palabra para reír. Así es cómo,
hasta cierta edad, la mujer es dueña de los secretos de una enseñanza que man-
tenga en el diapasón de la sonrisa al mundo infantil. Y desde cierta edad, solo
el hombre es capaz de ese juego que mantenga en la sonrisa al mundo de los jó-
venes. La mujer jamás ha escrito páginas humorísticas; pero sabe, más que el
hombre, hacer reír al niño, en cuya alma es un prisma iridiscente su instinto de
maternidad. No obstante, carecemos de investigaciones que nos digan cuáles
elementos pueden constituir un motivo de la risa o la sonrisa relacionados con
la edad y el sexo; es una pena porque los procedimientos pedagógicos ganarían
en eficacia y formaríamos un criterio acerca de la literatura más propicia al niño,
hoy, sin atractivos porque toca mal los resortes del interés y, al mismo tiempo,
de la instrucción.
Recuerdo con emoción el monumento de Bistolfi en el cementerio de
Génova. Allí, seis edades sienten sobre el cadáver el dolor: la primera infancia,
la niñez, la adolescencia, la juventud, el adulto, el anciano; el hijo, la madre, el
padre, el hermano. Una escala de intensos tonos, desde la tranquilidad a la
desesperación, ejecuta el cincel en aquel grupo que interpreta con asombrosa
verdad la psicología de las vidas. Así, aquel motivo tan poderoso deja a unos in-
diferentes, y sume a los otros en el más desolado abatimiento, porque el espíritu
reacciona en aquel poema genético bajo una misma impresión, según la mayor
experiencia de cada uno.
El niño llora, llora mucho; un llanto de contrariedad, de dolor físico, de
defensa o de conquista. Es un llanto de necesidades en el que rara vez se ad-
vierte su mundo interior. Al comenzar la adolescencia, el llanto expresa menos
las influencias exteriores y no lleva, ya, el propósito de exhibir una víctima. Tal
vez la impotencia se desborde en iras lloriqueadas; pero se sufren estoicamente
CAPÍTULO IV. LOS SENTIMIENTOS Y LA CONDUCTA DURANTE LA CRISIS 193
los agravios y las palizas, con la idea de una retribución más o menos próxima.
La crisis es un período sin emociones, porque los miedos infantiles pierden su
poder terrorífico y los grandes afectos carecen todavía de grandes comprensio-
nes, puesto que la vida subjetiva, para la generalidad, comienza ahora. Es inútil
esperar afectos conmovedores en un alma que se renueva, en presencia de cua-
dros, dramas, melodías, que poco después tendrán tanto significado en la vida
de los sentimientos. El adolescente es más bufonesco que sensitivo y sentirá
antes la alegría de las cosas y fenómenos que el dolor. Le seducirá lo heroico y
producirá honda impresión en su espíritu lo que es bélico. Admirará la victoria,
pero no los sacrificios que preceden a la justicia o a los triunfos del corazón o de
la idea. Esta es la edad sin afecciones, en que debe prepararse para comprender
lo que debe sentir después. Las causas cambian, ahora, de sentido; objetivas
antes, serán internas dentro de poco. Solo en casos de precocidad podrá con-
moverlos María de Isaac, o un drama de Hugo. Está mejor dispuesto para la
risa que para el llanto. Pero es capaz de exaltarse. Los sentimientos patrióticos
asumen aspectos raros y se refractan a través ya no del canto, de la poesía de los
sentimientos y figuras de pizarrón, sino de personajes a quienes concibe en ac-
titudes épicas, nunca de labor paciente y privaciones. La patria es para ellos una
expresión geográfica de límites sagrados que no debe ser hollada por extraños
y en la que el gobernante, como un padre, es una personificación de virtudes. Se
despierta en el fondo de su alma el sentimiento de la inviolabilidad y de la de-
fensa, sin interés alguno por sus leyes orgánicas ni las declaraciones de la Cons-
titución, a la que estudia con desagrado cuando planes imprudentes la ponen
en sus manos antes de los 17 años, sin haber penetrado todavía la trama de los
acontecimientos históricos. La anécdota interesa como un cuento; hay en ella
valores íntimamente relacionados con las escenas de que es actor diariamente.
Pero no como experiencia histórica.
Durante la crisis, el niño no ofrece sino pasiones fugaces, mientras no estén en
juego intereses sexuales. El odio es un sentimiento casi desconocido; su comba-
tividad no deja rencores, ni lastiman a su vida moral las infidencias y truhanerías
de los compañeros. Ese veneno, segregado por la envidia contra los éxitos de los
demás, es propio de un período de la juventud en que el espíritu lucha, sobrepo-
niéndose a sí mismo, por conquistar las posiciones de preferencia, en el orden po-
lítico, social e intelectual, entre los 17 y 27 años. Es la época sombría del corazón;
hipócrita, disimulada, anónima y acre. No obstante, al iniciarse la pubertad, el
niño suele sentirse envidioso, y la injusticia puede preparar el terreno de los odios
para la época del vigor adolescente, traducidos a menudo en venganzas san-
grientas o perqués biliosos. Los atentados anarquistas y los insultos hirientes o
bajos son cometidos o proferidos por jóvenes cuyo bozo apenas ha nacido. El niño,
pues, está en condiciones excepcionales para acostumbrarse a la emulación sin
ser roído ni desfallecer por el triunfo de los otros; pero, sensible a la justicia, con-
viene que de ella tenga siempre la convicción de que se la hace; mas es prudente
que el maestro no multiplique las ocasiones de ser juez, como la de habituarse a
la clasificación, a los muy bien o muy mal, a las correcciones sin cierto funda-
mento.
194 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
25. Adolescence.
26. Crime and Pauperisme, parte II, p. 586.
CAPÍTULO IV. LOS SENTIMIENTOS Y LA CONDUCTA DURANTE LA CRISIS 195
17 años 5 1 2 — 10
18 años 21 8 19 1 63
19 años 80 23 34 2 172
10 años 148 45 52 10 340
11 años 269 104 84 23 621
12 años 401 222 130 25 1.045
13 años 532 286 159 44 1.365
14 años 645 426 195 66 1.764
15 años 591 499 203 105 1.829
16 años 598 485 185 124 1.796
17 años 385 266 130 75 1.160
18 años 196 88 62 37 837
19 años 95 31 32 17 254
20 años 64 12 19 3 133
21 años 14 1 4 3 33
(El total suma delitos cuyas columnas no hemos creído necesario transcribir.)
Estos cómputos, característicos de la conducta, marcan con cifras intensas el
período crítico entre los 12 y los 17 años, pero agudo a los 14, 15 y 16; período
evidentemente fruto del sobrante muscular y de la disminución del poder in-
hibitivo por debilitamiento de la conciencia y una fuerte conmoción de los ins-
tintos, pues según Lombroso las lesiones, en psicología criminal, conciernen
más a los sentimientos que a la inteligencia. Carré,27 corroborando cifras de la
tabla anterior, nos da esta otra, correspondiente a una estadística típica de
1883:
Crímenes y suicidios
Varones Mujeres
18 años
14 años
16 años
12 años
13 años
15 años
17 años
74% 11 años
72%
70%
68%
66%
64%
62%
60%
58%
nº de sujetos 362 400 431 434 427 314 290 345
Carré y Marro, pues, investigando el uno en Francia y el otro en Italia, también ad-
vierten una fuerte crisis de la conducta a los 14, 15 y 16 años, especialmente aguda
a los 14, con un comienzo acentuado a los 12.
Estos fenómenos se ligan a la inasistencia, a la holgazanería –que pone a
prueba la paciencia de maestros y profesores– y a una falta a sus obligaciones y
deberes que apenas consigue remediar una vigilancia que esclaviza a padres y en-
señantes. La hipobulia arroja, a los 14 años, la cifra más alta de casos, comparada
esa edad con todas las demás. He aquí, durante un año, el porcentaje de los de-
beres a los que, por edades, han faltado los 858 alumnos de dos escuelas de La
Plata (3.654 deberes):
estar todo el día sobre la escalera; algunas materias, porque no les gusta; otras,
porque no las comprenden; porque para saber hay que estudiar demasiado. Car-
pintero, porque hay que serruchar mucho; otro explica su desafecto porque pierde
el tiempo sin sacar provecho; porque no tiene facilidad. Las causas pueden, en
general, resumirse en estas: porque no les atrae, ni les interesa; porque falta la ap-
titud.
Los 32 del 5º, de 11 y 12 años, dieron un resultado análogo, que con otros cur-
sos, total 146, podemos resumir así:
Niños de 12 a 15 años
Materia Gust. Desag. Profesión Gust. Desag.
Aritmética 2 4 Dactilografía 36 4
Geometría 10 33 Agricultura 59 7
Historia 19 12 Carpintero 3 35
Geografía 20 6 Maquinista 46 56
Anatomía 1 1 Pintor 14 25
Química 1 1 Violinista 22 24
Literatura 8 9 Comerciante 14 23
Francés 1 — Sastre — 1
Dibujo — 1 Farmacéutico 6 —
Zoología 2 1 Médico 12 2
Botánica 1 — Abogado 1 —
Varias 1 4 Mecánico 15 —
Militar 5 —
Varios 5 8
Por consiguiente, contra 66 deseos a favor del estudio de materias, se tienen 238
a favor de la educación manual, especialmente agrícola y mecánica, siendo un
tanto curiosa la antipatía por el violín y la carpintería. Adviértase, pues, que la
casi totalidad de los niños expresa deseos de hacer algo con sus manos, de apren-
der con ellas un oficio. El motivo principal de su interés nos lleva, como el intenso
crecer de sus músculos, al taller o al campo agrícola, fuentes, además, de cultura
mental si la observación es dirigida sobre los innumerables fenómenos de la vida
de las plantas y de los animales.
Los de 10 y 11 años, total 63 niños, dieron estas cifras:
Aritmética — 2 Dactilografía 14 3
Geometría 2 8 Agricultura 21 —
Historia 7 4 Carpintero 2 15
Geografía 15 1 Maquinista 6 30
Escritura — 3 Pintor 9 18
Literatura 8 3 Violinista 15 7
Ortografía 1 — Comerciante 8 6
200 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
Música — 1 Médico 4 —
Abogado 1 —
Mecánico 6 —
Militar 2 —
Aviador 2 —
Port. o basur. — 3
Total 32 22 90 82
Fácil es observarlo, este grupo también se pronuncia a favor de las actividades ma-
nuales, pero para la agricultura, la dactilografía y el violín. Esta edad, comparada
con la siguiente, ofrece mayor simpatía por las materias de estudio, menos nece-
sidad manual; por consiguiente, es admirable la correspondencia con el desarro-
llo orgánico. Digno además es de observarse que la materia que gusta más es la
geografía, sin duda porque es panorámica y conduce a la naturaleza, por la que
la afectividad del adolescente, en otra investigación, vimos que era extraordinaria.
Estas pruebas, si valor tienen, indican nuevos caminos a la escuela y a los pro-
gramas. Acaso expresen con sinceridad la verdadera vocación futura del alumno,
proporcional, en su reparto, a lo que desearíamos y el Estado quisiera de 146 hom-
bres.
El 7 y 8 de septiembre realizó A. Calcagno, jefe del laboratorio de Psicología
de la Facultad, una investigación análoga en la Escuela Normal de La Plata, de
acuerdo con este cuestionario (4º, 5º y 6º grado):
I. ¿Cuáles de estas cosas quisiera hacer o aprender ahora? Indique dos:
1 - Escribir a máquina 7 - Violinista
2 - Geometría 8 - Jardinería
3 - Modista 9 - Bordadora
4 - Historia 10 - Literatura
5 - Pintora 11 - Telegrafista.
6 - Geografía 12 - Otra cosa. (¿Cuál?)
¿Por qué?
II. ¿Cuáles de esas mismas cosas u otras semejantes, le desagradaría hacer o
aprender ahora? Indique dos. ¿Por qué?
El resultado fue:
Aritmética 4 1 Jardinería 1 5
Geometría 6 1 Dactilografía 4 3
Historia 11 — Modista — 20
Geografía 2 4 Bordadora 2 4
Literatura 3 2 Telegrafista — 7
Varias 1 4 Pintora 11 —
Violinista 8 2
Maestra 1 —
Total 27 12 27 31
CAPÍTULO IV. LOS SENTIMIENTOS Y LA CONDUCTA DURANTE LA CRISIS 201
Aritmética 14 5 Jardinería 15 34
Geometría 28 17 Dactilografía 31 15
Historia 48 24 Modista 7 85
Geografía 24 24 Bordadora 29 35
Literatura 32 7 Telegrafista — 72
Idiomas 4 — Pintora 91 10
Instruc. Cív. — 5 Violinista 43 21
Varias 5 6 Pianista 14 3
Maestra 16 —
Artista 2 1
Varios 2 12
Total 155 88 250 288
La mujer, si bien ofrece menos tendencia profesional que el varón, también ella,
entre los 12 y 15 años, prefiere ejercitar la mano antes que estudiar materias
(250 votos contra 155). Pero desconcertaría un tanto su manifiesta inclinación
a la pintura y su adversión a los quehaceres femeniles (modista, bordadora) si
no recordáramos que a esta edad nace en ella un deseo exagerado por la natu-
raleza. Las razones que da de su elección confiesan, asimismo, el horror a la fa-
tiga, la necesidad de reposo y una vida entretenida por ocupaciones ligeras, ame-
nas y un tanto románticas. Tareas como la telegrafía y la costura son tan
francamente aborrecidas porque son monótonas, se realizan a la sombra y no
ofrecen encantos. Entre las materias, agradan más la historia y la literatura por-
que también ofrecen una satisfacción a sus sentimientos líricos. Nótese que la
pronunciación por los quehaceres manuales es menos ostensible que en los va-
rones, pues agradan:
Materias Profesión
Varones 66 238
Mujeres 155 250
Desagradan:
Materias Profesión
Varones 72 184
Mujeres 88 288
Edad (años): 7 8 9 10 11 12 13 14 15
Miedo al hombre
Varones 7 18 18 16 8 10 1 5 2
Mujeres 4 10 14 17 22 10 11 9 8
Esta estadística, utilizada para rebatir la teoría de Stanley Hall, según la cual la
mayor parte de las fobias infantiles se deben a la herencia y constituyen reverbe-
raciones de las pasadas edades de la humanidad, a nosotros nos sirve para cons-
tatar un cambio de emociones, estímulo de los actos, a los 12 años, edad en la que
el hombre adquiere esa conciencia de superioridad sobre las cosas de la que antes
carecía. Rodolfo Senet33 considera la nictofobia como una manifestación del
temor; sus observaciones sobre 160 varones y 359 niñas están confirmadas por las
de Varendonck y pueden correlacionarse con los innumerables fenómenos de la
crisis revistados hasta ahora.
32. VARENDONCK, J., «Phobies d’Enfants», en Revue Psychologique, vol. III, pp. 5-45.
33. Patología del instinto de conservación, op. cit., p. 217.
204 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
Varones Niñas
Nictof. Nictof.
7,5 años 100 7,9 años 98
9 años 89 9,7 años 100
10 años 88 11 años 96
11,5 años 88 12,6 años 96
13 años 66 13,5 años 88
14 años 75 14,6 años 72
Primer test:
36. «La sugestion et l’éducation», Revue Psychologique, fasc. 2, vol. III, pp. 109-163.
206 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
37. MERCANTE, V., La educación del niño y su instrucción, Escuela científica, Mercedes, Imprenta de Mingot
y Ortiz, 1897.
38. BASSI, A., La escuela experimental de Esquina, p. 31.
39. La educación de la voluntad.
40. DELLEMAGNE, Phisiologie de la volonté, p. 156.
CAPÍTULO IV. LOS SENTIMIENTOS Y LA CONDUCTA DURANTE LA CRISIS 207
contactos realizados según una ley cronológica. Pues es a propósito de estas ma-
nifestaciones superiores que la ley parece cumplirse. Creemos que en la corteza
las relaciones entre los territorios no se establecen sino lentamente y en virtud de
principios tributarios, en parte, de las circunstancias. Ellos explican el egoísmo
del niño, la irreflexión en sus actos, la ausencia de emociones altruistas, la limi-
tación de sus tendencias hasta la edad en que cambios profundos sobrevienen
en su sistema nervioso. Los centros que inhiben su vida intelectual afectiva no
están desarrollados sino imperfectamente; falta, para su organización definitiva,
en las ramículas terminales, las calidades necesarias al contacto integral. La his-
tología, lo esperamos, explicará en el porvenir las etapas de la evolución de nues-
tros sentimientos, de nuestros instintos, de nuestras pasiones; aun, nuestra
ascensión gradual hacia los conceptos científicos y artísticos más vastos y com-
plicados. Una sistematización en cierto modo uniforme rige, de la raza humana,
el advenimiento de las tendencias y de las aptitudes. Si el estallido genésico, por
ejemplo, tiene una edad, es porque los órganos se vitalizan en época determi-
nada; pensamos que el sistema al que incumbe la conciencia de ese fenómeno
sufre también un mise au point histológico; tiende hacia una especie de madu-
ración integral que lo asocia completa y definitivamente a la vida de los centros
superiores. Lo que decimos del instinto genésico puede ser aplicado a todas las
manifestaciones que gozan de cierta individualidad o cierta unidad. Las aptitu-
des de algunos niños fenómenos se deben simplemente a asociaciones numero-
sas y precoces entre centros cuyas relaciones, normalmente, se producen más
tarde o menos íntimamente. La evolución de nuestros actos voluntarios se en-
cuentra, pues, ligada a la de los sistemas néuricos que representan la trama his-
tológica. Es probable que la involución y la regresión de nuestras tendencias, la
reducción de nuestros actos voluntarios, se produzcan bajo la influencia de
modificaciones que con la edad sufren las relaciones intra e interneuronales».
Dellemagne distingue tres categorías de funciones, según tengan por objeto las
necesidades nutritivas, las necesidades sexuales o las necesidades emotivo-inte-
lectuales.41 La primera infancia no conoce sino la primera; la inteligencia realiza
una función receptiva o de almacenamiento. La pubertad se estrena con las ma-
nifestaciones de la segunda, sin excluir la primera, preparándose para una vigo-
rosa eclosión del espíritu mediante la orientación de las tendencias emotivo-in-
telectuales hacia las ciencias, las artes, el deseo de saber, el deseo de crear, que
polarizarán luego sus energías físicas. «Junto a estas categorías que se reparten
la existencia, debe señalarse una evolución paralela de estados subjetivos que
preparan a la conciencia para percibir el yo. La tendencia al ejercicio del cuerpo,
la necesidad de movimiento, la inestabilidad, la explosión en gestos y gritos, no
son sino los efectos de la actividad interna, a causa de intensos procesos nutriti-
vos y de un desprendimiento de energía que, privada aún de circuitos de deriva-
ción hacia los centros superiores, se resuelve en actos reflejos. Las primeras vo-
liciones se verifican, digámoslo, sin voluntad; no provocan ningún proceso
psíquico de esa síntesis que nos da la sensación de querer. La tercera categoría
de necesidades no se manifiesta sino en un restringido número de individuos y
17 años 6 15
18 años 15 22
19 años 22 30
42. SPRINGER, M., Étude sur la croissance, et son rôle en pathologie, París, 1890.
43. THOMAS, L’Education dans la famille.
* A los 16 años habría que suspender los estudios dado que la inteligencia aprovecha muy poco durante esos
períodos de intenso crecimiento. [N. del E.]
44. SCHUYTEN, op. cit., p. 314.
CAPÍTULO IV. LOS SENTIMIENTOS Y LA CONDUCTA DURANTE LA CRISIS 209
10 años 26 30
11 años 21 42
12 años 29 34
13 años 20 44
14 años 16 27
10%
15%
20% M.
25%
30%
V.
35%
40%
45%
7 años
8 años
9 años
10 años
11 años
12 años
13 años
14 años
Stanley Hall, en su ya muchas veces citada obra Adolescence, tal vez la más im-
portante de cuantas se han escrito hasta hoy sobre la psicofisiología del niño, con-
sagra un extenso capítulo a las enfermedades del cuerpo y de la mente45 recor-
dando, en él, a los que se han ocupado de este asunto, a Heneoch, Stenzl, Spitzner,
Burns, Strümpell, Moebius, transcribiendo estadísticas que sirven de argumento
a sus doctrinas acerca del desarrollo del individuo. Dice, de acuerdo con Charcot,
que de los 13 a los 16 años es el período de la Cephalgia adolescentium y de las in-
digestiones, especialmente desórdenes de estómago. La función metabólica re-
quiere más oxígeno; el crecimiento más cal, la sangre más hierro, los músculos
más proteína, el cerebro más fósforo, el trabajo muscular más nitrógeno y mio-
sina. Véanse en la siguiente página las gráficas46 en que Hall resume las diversas
relaciones críticas del período, basadas en estadísticas de Engelman, Key, Hertel,
Hartwell en las que observa miles de casos:
50
48
46 c
44
42
40
38
36
34
d
32
30
a
28
26
24
22
20
18
b
16
6 años
7 años
8 años
10 años
11 años
12 años
13 años
14 años
15 años
a. Casos de enfermedad.
b. Curva de resistencia o intensidad vital.
c. Curva de la mortalidad.
d. Curva del crecimiento.
En él, los 13 años señalan el período agudo de las enfermedades; un momento de de-
clinación a los 10; declinación después de los 14. La mayor resistencia vital (curva
B) se produce a los 11 años y medio con una fuerte baja de los 13 a los 15. La mor-
talidad está en razón inversa de las enfermedades; a los 12 es la mínima, con ten-
dencia a mantenerse baja en las edades subsiguientes; es, por el contrario, altísima
durante la infancia. La curva del crecimiento se acentúa paralela a la de las enfer-
medades, ordinariamente, anticipándose la enfermedad de aquella a la de esta. Los
trastornos psíquicos calculados por las insuficiencias del lenguaje alcanzan la cifra
más alta a los 13 años, precisamente, la época en que el crecimiento es agudo, con-
firmación irrefutable de lo que ya dijimos en un capítulo anterior acerca de la meio-
praxia psíquica. No necesitamos entrar en otras consideraciones para convencer al
lector de la anormalidad en que, por el crecimiento, las enfermedades y el debilita-
miento del sistema nervioso, trabaja la mente, siendo características de este período
las psicosis de la pubertad, la hebefrenia, las cefalalgias adolescentes, la demencia
precoz, cuyos significados están en sus propios nombres. Desde el punto de vista pe-
dagógico, lo más grave que debemos señalar es la bulastenia que se apodera fatal-
mente de una gran parte de los niños, para excluir definitivamente del colegio a los
unos, para correr los azares de una prueba difícil, los otros.
CAPÍTULO IV. LOS SENTIMIENTOS Y LA CONDUCTA DURANTE LA CRISIS 211
Varones Niñas
(Anexa) (Liceo)
Por enfermedad 28,7 34,2
Por indisposición 23, 37,8
Por enferm. de otros 2,5 1,
Por causa justificada 0,5 0,2
Por imposibilidad 4, 2,
Por ocupaciones 10,5 3,
Por retención pot. 1,1 1,1
Por mal tiempo 9, 8,6
Por tarde 2,5 2,5
Por viaje 4,4 2,8
Por funerales 2,5 2,
Por sin razones 10, 4
Varones Mujeres
El padre 38 20,5
La madre 51 45,
Los hermanos 5,5 8
Otras personas 4 5
El alumno 1,3 22
18 inas.
17 inas.
16 inas.
15 inas.
14 inas.
13 inas.
12 inas.
11 inas.
10 inas.
9 inas.
7,5 años
8,5 años
9,5 años
10,5
años
11,5
años
12,5
años
El período conmocional está bien marcado entre los 13 y los 16 años, dato que re-
vela cómo el niño, en un arranque de espontaneidad parece, desde los 12, resis-
tirse a la escuela primaria, a una escuela que no satisface las exigencias de sus
nuevas actividades. De suerte que no tan solo la población escolar de los grados
superiores es la quinta parte de la del 1er grado, sino que la que asiste sufre gran-
des claros hasta que las tendencias encuentran el medio que retenga, por un in-
terés que cuida de su porvenir, a los alumnos.
14. La edad y el sexo se revelan causas tan profundas de variación (en otros tér-
minos, de evolución genética), que todas las investigaciones psicológicas que ten-
gan un objetivo pedagógico deben, en adelante, tener esos dos grandes valores
por coordenadas. Vislumbro ya un principio con la fuerza de una ley, en educa-
ción, tan importante como la de Newton en física, de que, en la formación de las
capacidades, la escuela solo puede disponer el ambiente para su desarrollo; pero
el desarrollo es el resultado casi matemático de una marcha natural cuyas eta-
pas las marca el sexo por una parte, la edad por otra. De suerte que inútil es em-
CAPÍTULO IV. LOS SENTIMIENTOS Y LA CONDUCTA DURANTE LA CRISIS 213
Alumnos Inmunes
1909 265 46
1910 283 38
1911 328 55
1912 312 40
1913 270 32
Total 1.458 211
pubertad. He querido llamar la atención sobre esta excepción, porque los grupos
excepcionales, desgraciadamente, suelen ser el punto de mira de las reformas o la
defensa de prácticas detestables. Esa séptima parte, ese 15%, ¿no será el grupo
destinado por la naturaleza misma a la universidad? Las verdades suelen ser crue-
les y los padres nos resistiremos a creerlo, a pesar de su evidencia.
Capítulo V
A) 1 1 1
+ + =
3 + 5 + 6
F) 5 x 6 + 3 x 6 + 3 x 5 .
3x5x6
B) que 1 1 x 5 x 6 ;
=
3 3x5x6
C) que 1 1 x 3 x 6 ;
=
5 3x5x6
D) que 1 1 x 3 x 5 ;
=
6 3x5x6
CAPÍTULO V. LA CAPACIDAD PARA APRENDER DURANTE LA CRISIS 217
7 x3 y z
21 x7 y z
Primer grupo
Segundo grupo
a) Buenos:
b) Regulares:
con cantidades aritméticas que con cantidades algebraicas; es un proceso más largo
y costoso dominar la noción elemental sobre que reposan los grandes desarrollos
matemáticos que familiarizarse con estos. Por ejemplo: se necesita un mes de lec-
ciones hábiles (24 lecciones) para que el niño entienda la numeración de 1 a 10, y
bastan 25 minutos para que aprenda la numeración de mil a un millón. El binomio
de Newton no requiere más de 50 minutos; pero la suma algebraica exige, por lo
menos, doce lecciones, porque en esas doce lecciones el alumno debe familiari-
zarse con las nociones acerca de los coeficientes, de los exponentes, de las unida-
des de suma, de los signos, de los paréntesis que no le basta comprender sino que
debe aprender. Y la mente no aprende sino por muy pequeñas dosis lo nuevo. Un
plan de estudios que con dos lecciones por semana pretenda realizar en un año un
programa de conocimientos que deben utilizarse en matemática superior y en fí-
sica, como las de 4º y 5º año, es absurdo. No basta que se diga: «Enseñe Ud. en una
lección a sumar fracciones aritméticas y algebraicas» y que se nos argumente que
se trata de un simple caso de generalización (cosa por demás sabida); es necesario
que el alumno aprenda esa suma; porque ya dije, la capacidad para comprender es
muy diferente de la de aprender, hecho en el que no ponen su atención los que con
tanta facilidad se encargan de hacer programas, calculando la importancia de la
materia por el mayor o menor desprecio que les merece su elementalidad. No se ex-
plican por qué en 1er grado, al mismo tiempo que se enseña a sumar números no
se enseña a sumar cantidades algebraicas; para ellos abstraer y generalizar son es-
fuerzos tan sencillos como los de aprender el nombre de las cosas. Desgraciada-
mente, el cerebro no nace con tales disposiciones; hay que prepararlo mediante
una acción que no es sino lenta y, por consiguiente, larga, como si se tratara con los
métodos gimnásticos de darle al brazo más desarrollo y agilidad.
Desarrollo del programa: Suponiendo que mis alumnos de 2º año no consti-
tuyeran un curso desnivelado y fueran todos del tipo de Maciel, Strasser, Codazzi
y Tieghi, he aquí la distribución de mis lecciones, pues debo considerar que el
alumno reparte su tiempo escolar con otras materias.
LECCIONES
1 7 8
+ +
5 8 11
que sumar
x, , x2 , x3 + 2 x2 – 3 x ,
x+1 x +3x+2
2
x + 6 x2 + 11 x – 6
3
las reglas podrán ser análogas; pero el trabajo es diferente. Además, cada cuestión
debe ser tratada tan completamente que organice la aptitud para todos los casos
análogos. Cuando al alumno tenga que aprender a sumar fracciones, no basta que
enseñemos
a c ;
+
b d
no es sino el primer paso para llegar a los casos generales; con ellos, el alumno no
sabe sumar; encontraría obstáculos insalvables para resolver cualquier ejercicio
como el antes indicado.
Pero esta aptitud de conjunto, esta penetración del campo, esta facultad para
generalizar, no se adquiere sino mediante ejercitación y tiempo, más, tratándose
de alumnos que tanto ignoran o tienen una noción falsa de su saber, precisamente
CAPÍTULO V. LA CAPACIDAD PARA APRENDER DURANTE LA CRISIS 227
porque, por desgracia, en las escuelas primarias se han convencido de haber apren-
dido a dividir cuando tan solo dieron el primer paso para comprender la regla.
2. «Two thousand normal children measured by the Binet measuring seale of intelligence», The Pedagogical
Seminary, XVIII, 1911, pp. 232-259.
3. La misura dell’intelligenza nei fanciulli, Roma, 1916, p. 284.
4. MERCANTE, V., Psicología de la aptitud matemática del niño y Psicología y cultivo de la aptitud ortográ-
fica.
228 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
a) Los números arábigos indican la edad física; los romanos la edad mental.
b) Las cifras en cursiva indican el número de alumnos cuya edad mental co-
rresponde a la física.
c) Las cifras en bold indican el número mayor de alumnos, o sea la edad men-
tal dominante a una edad física.
E. Schmitt5 reduce la tabla de Goddard a estos porcentajes en los que el signo (–)
indica grupo insuficiente o retardo de la edad mental respecto a la física; el signo
(=) indica correspondencia entre las dos edades; el signo (+) indica grupo precoz.
Edad –% =% +%
15 años 12,2 35 52,6
16 años 20,6 30 49,4
17 años 13,2 57,8 28,9
18 años 44 41,1 14,8
19 años 40,2 27,8 31,8
10 años 27,4 55,8 16,6
11 años 55,4 36,2 7,8
12 años 72,9 27 —
13 años 92,1 7,8 —
14 años 100 — —
Capacidad mental
12 años 38 41
13 años 42 45
14 años 40 42
15 años 42 45
16 años 45 48
17 años 47 48
18 años 50 49
o escultores; a quienes carecen de eso que es, por fin, la inclinación. El ejem-
plo más categórico nos lo ofrece el Conservatorio, en cuyo 1er año se inscriben
30 candidatos a violinistas. Después de seis años, a pesar del mismo profesor,
las mismas horas, los mismos ejercicios, tendremos dos solistas eximios, la
plata labrada del curso; diez o doce ejecutantes; siete u ocho mediocridades
que la tenacidad empuja, sin que el oído ni la mano dejen de ser rebeldes a las
disciplinas musicales; nueve o diez negados hasta el punto de no afinar sus
instrumentos ni sostener el ritmo de un compás simple, como si con el estu-
dio desaprendieran. Este fenómeno de reversibilidad es común a todos los es-
tudios; típicamente señala a los que no deben aprender materias para las que
carecen de aptitudes, pues en los grupos escolares son los obstáculos que el
curso encuentra para el avance, cuando el profesor no los abandona, y cons-
piran contra la economía del tiempo y el interés de las clases. Lo mandáis a la
pizarra con otros seis; lo encargáis de una ecuación; a los 15 minutos interro-
gáis; en cinco, cuatro de sus compañeros explicaron satisfactoriamente sus
trabajos, sostuvieron la atención del curso y los clasificasteis. Pero él olvidó el
enunciado y necesita leerlo; no reconoce el coeficiente fraccionario de un tér-
mino; ha hecho mal la resta de dos quebrados; pedís la regla aritmética y, des-
pués de balbucear varios minutos, empeñados en extraérsela, lo declaráis ig-
norante de un conocimiento, sobre el cual mil veces llamaste su atención; al
pasar un término olvidó cambiar el signo… su memoria, su lógica y su lenguaje
resultan afligentes. Vuestras explicaciones, innecesarias para el curso, os to-
maron 25 minutos; el curso, contrariado, cae en el fastidio y acabáis con vues-
tro plan deshecho porque la distribución del tiempo os falla. Pero ¿conseguis-
teis siquiera iluminar a vuestro alumno? No; la escena se repetirá cien veces
si cien veces cometéis la imprudencia de llamarlo a recitar. ¿Por qué, pues,
obligar a esos jóvenes a que estudien ciencias para las que no tienen capaci-
dad? ¿Por qué esa ciencia ha de ser indispensable a zoología e historia? De ahí
el fraude. Ese inepto pondrá en juego su astucia para conseguir, de cualquier
manera, la promoción, a fin de realizar sus aspiraciones, tal vez, literarias.
Nada, pues, tan desigual como las aptitudes, aun supuestos individuos de la
misma edad, del mismo ambiente y de la misma raza. La herencia paterna,
la higiene, las enfermedades, la nutrición, los vicios, las modifican profunda-
mente y, sin que tengamos enfermos, tenemos enfermedades que dejan, a los
unos en el umbral del saber, mientras los otros vuelan a la cima. La psicología
morbosa ha hecho estudios prolijos sobre cada aptitud; pudo así establecer
actividades específicas para cada una y los grandes hiatos que desconciertan
a la mente cuando trabaja. Las perturbaciones de la sensibilidad; las obtusi-
dades de los sentidos, las dismnesias, las disprosesias, las disfantasías, las ce-
didades, las asimbolías, las dislogias, las disfasias, los desarreglos del lenguaje
articulado, los tipos de retención, de comprensión; son fenómenos que modi-
fican la marcha de un proceso psíquico, debilitándolo en un sentido, refor-
zándolo en otro, que arrojan, fatalmente, una variedad de inteligencias que el
colegio, contra todo lógico dictado, se empeña en someter a las mismas disci-
plinas: la misma aula para todos, el mismo plan, las mismas materias, los mis-
mos programas, los mismos profesores.
CAPÍTULO V. LA CAPACIDAD PARA APRENDER DURANTE LA CRISIS 231
6. Por último, otro inconveniente grave con que tropieza la formación de una
capacidad es el número de materias. Primero, porque el tiempo de consagración
a un mismo género de conocimientos disminuye; luego, porque no es posible or-
ganizar sistemas sólidos y duraderos de ideas, a causa de que el proceso mental
cambia continuamente de estímulo y por tanto debe, por los nuevos componen-
tes, recomenzar la marcha, con las demoras que trae consigo el primer tiempo de
adaptación.
Si el estado de debilidad de la atención del niño, producido por la crisis, así lo
constatan las estadísticas del penúltimo capítulo, lo reagravamos, obligándolo a
renovar los motivos cinco o seis veces al día, de nueve o diez asignaturas, tendre-
mos explicada, en parte, esa arraigada antipatía por el estudio y ese estado de con-
fusión perenne que tanto preocupa al maestro honrado. El aula se ha parecido
siempre a un cinematógrafo; pero este deleita, mientras que aquella mortifica. La
atención está íntimamente ligada a la afectividad y al interés sobre un motivo
nuevo. Lo nuevo exige al espíritu una preparación larga para organizar, en los
centros, una conciencia. La afectividad se produce mediante la comprensión de lo
nuevo y la preocupación de lo nuevo, lo que no se obtiene sino merced a un es-
fuerzo dirigido sobre lo mismo, de una manera continua sin otras interrupciones
que las del reposo que reclama la fatiga. De esta suerte, el espíritu comienza por
vivir un ambiente, un ambiente mental; cuando estímulos, sensaciones, recuer-
dos, razonamientos, ideas, actos, no son sino elementos de ese ambiente, la con-
ciencia así reforzada, actualiza bien los momentos, adquiere esa intensidad que
constituye precisamente el dominio del conocimiento, la memoria, la facilidad de
entrar en el juego de su mecanismo, el interés, el espíritu de la asignatura. Pero
este dominio se obtiene consagrando el espíritu a un solo campo. Cuando el ce-
rebro debe organizar varios estados de conciencia, entonces el proceso deja de ser
continuo y la sustitución importa una extraterritorialidad de actividades; excluye
de nuestras preocupaciones, absolutamente, los elementos del estado de con-
ciencia que estábamos formando y recomienza la tarea de una organización con
el esfuerzo consiguiente que requiere el comienzo. Pero el estado B es una rele-
gación del A. Cuando volvemos al A se reproduce el mecanismo de la sustitución
y un extraordinario gasto de energía preparatoria para que la conciencia reviva su
ambiente y readquiera los valores que tenía cuando fue sustituida por B. Ahora
bien, si este juego es frecuente, claro está que las organizaciones resultarán débi-
les, disgregables a la menor presión que sufran. Y se comprende cómo la atención
distribuida en varios campos pierde su poder fijador y el interés, de ella derivado,
se diluya en mil partecillas sobre mil solicitaciones diversas. En verdad esto, psi-
cológicamente mirado, es la distracción. Varios años de ejercicios de esta natura-
leza incapacitan, en razón del hábito, a la atención para detenerse sobre un pro-
blema y profundizarlo. Esta es una de las razones más graves que tenemos para
combatir los planes y los horarios de los colegios, cuando se pretende con ellos una
cultura científica y la formación de un espíritu. Es, sin embargo, uno de los fines
indudables del colegio formar la aptitud para atender, que es concentrar la aten-
ción sobre un punto el mayor tiempo posible. De ahí que hayamos calificado al ci-
nematógrafo, de la manera que se lo usa, utilizando la tendencia del espíritu a no
trabajar, de aparato para cultivar la distracción; ocurre algo semejante en la es-
cuela con cuyos programas se educa la atención versátil.
232 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
A B C D E F G H I J K
24 30 18 55 38 28 22 17 56 16 10
A) Físico-matemáticas.
B) Química.
C) Ciencias naturales.
D) Historia.
E) Literatura.
F) Filosofía.
G) Ninguna.
H)Matemática y Filosofía.
I) Historia y Literatura.
J) Historia, Filosofía y Literatura.
K) Todas.
7. En 1903 nos ocupamos ya de este caso de la atención que explica el interés: Psicología de la aptitud ma-
temática del niño, cap. VII: «Economía de esfuerzo y tiempo», pp. 325-362.
8. La educación de la voluntad, op. cit., p. 24.
CAPÍTULO V. LA CAPACIDAD PARA APRENDER DURANTE LA CRISIS 233
9. Ibíd., p. 28.
234 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
las ideas y los sentimientos de que sea capaz; es decir, obligarlo a proliferar, a dar
de sí cuanto pueda ofrecer.
»2º Cuando nos falta un sentimiento o se resiste a despertar, se examinará
con qué idea o grupo de ideas pueda tener algunas relaciones, y se fijará la aten-
ción sobre estas ideas, manteniéndolas con firmeza en la conciencia, esperando a
que, por funcionamiento natural de la asociación, se despierte el sentimiento.
»3º Cuando un sentimiento desfavorable a nuestro propósito asalta la con-
ciencia, es menester resistirse a prestarle la menor atención, buscando el modo de
no pensar en él hasta hacerlo perecer de inanición.
»4º Cuando un sentimiento desfavorable ha tomado cuerpo, se impone a la
atención y nos conceptuamos impotentes para rechazarlo, entonces se someten a
un trabajo de crítica malévola todas las ideas de que depende este sentimiento y
aun el objeto mismo del sentimiento.
»5º Conviene dirigir una penetrante mirada sobre las circunstancias exterio-
res de la vida, fijándose hasta en los más pequeños detalles para utilizar, con in-
teligencia, todos los recursos y evitar todos los peligros.»10
Cuando los educadores se hayan penetrado de la necesidad de que el estu-
diante no sea un «fugitivo de sí mismo»; cuando el estudiante comprenda que
la distracción es una debilidad análoga al temblor de los miembros, entonces
encontrará momentos para el recogimiento; se guardará de dispersar su espíritu
como lo hacen sus compañeros; no leerá diez periódicos en las primeras horas
de la tarde, y no malgastará su tiempo en jugar a las cartas, en discutir con ve-
hemencia sobre cualquier simpleza, ni en distracciones sobre cualquier género,
porque con pundonor bastante para dominarse, no se dejará llevar inerte por la
corriente que arrastra a los demás.
El medio más eficaz de llegar a esta posesión de sí mismo es suscitar en su
alma enérgicas afecciones o vehementes repulsiones. Tratará, pues, por sencillas
y familiares reflexiones, de «hacerse» amar el trabajo y «hacerse» detestar la vida
muelle, inútil e insulsa del holgazán. Su propia experiencia le suministrará a cada
instante estas reflexiones, y no dejará que sean enseguida desalojadas de su pen-
samiento por otras ideas; tendrá cuidado de saborearlas, obligándolas a adqui-
rir todo su desarrollo y extensión. En lugar de pensar solo con palabras, como es
lo vulgar, querrá ver de una manera concreta y determinada el objeto de su re-
flexión.
El genio, no lo olvidemos, es el fruto de un ambiente, una pasión y una vo-
luntad al servicio de una idea.
Comience, pues, el colegio por corregir su sistema de educar a versátiles.
sas apreciaciones a que puede dar origen.» «La que debiera adoptarse –dice A. Al-
corta– es la de instrucción común e instrucción profesional. La primera com-
prendería lo que se comprende hoy en la primaria y secundaria, cuyas materias o
ramas se repartirían en grados diversos y sucesivos; y la segunda, las que com-
prende la superior, cuyas asignaturas son diferentes de aquellas, en sí mismas y
sus objetos.» De cómo Alcorta resuelve en prácticas estos conceptos, habría
mucho que observar, porque hace doctrinas sin hechos a que referirse. Pero eso
no quita valor a los principios tan claramente expuestos acerca de una educación
destinada a especializar aptitudes.
Alcorta siente la integralidad como una cultura de la escuela común, la que
no supo desprender de prejuicios y tradiciones como la del examen, de la distri-
bución en años, dominado por la idea fija de que las culturas deben someterse a
prueba como los conocimientos; que la educación y la instrucción realizan fines
análogos. De aquí que su tratado se engolfe en la vieja cuestión de los predomi-
nios de la enseñanza; si han de ser literarios o científicos, sin advertir que en la
escuela única los dos resuelven valores necesarios pero en forma deficiente por
falta de intensidad. Una estructura enciclopédica, sí; pero ¿hasta cuándo? ¿Hasta
cuándo esa escuela común tan bien concebida en los primeros capítulos? ¿Diez
años, en una época como la nuestra en que la cultura nos viene de todas partes,
no es un período de duración exagerado? ¿No debe, el joven, profesionalizar
antes sus capacidades? Son cuestiones no analizadas que vuelven a su primer es-
tado el problema diciendo: «La instrucción secundaria tomará por punto de par-
tida a la primaria, y por límite la superior», en la que se entrevé la preparación
para la universidad como fin del colegio, pues, agrega: «Siendo, la superior, es-
pecial o profesional, la secundaria concluirá donde empieza la especial», enten-
diéndose esto como una estructura preuniversitaria. Pero si Alcorta no pudo re-
solver en planes sus ideas, las sintió y supo pensarlas. Parece fuera de duda que
los programas de enseñanza deben favorecer la elección de los aprendizajes
según las tendencias, y que es contrario a la relación entre la capacidad y el saber
empeñarse en someter después de los 16 años, a los que frecuentan el colegio, al
mismo plan, con diez o doce asignaturas por año, vastamente enciclopédico que,
absurdo por razones relativas a la atención y al interés, contraría, retarda o ma-
logra los frutos que pueden obtenerse de una consagración favorecida por las
predisposiciones. La educación vocacional vive el espíritu de la educación natu-
ral y cifra sus éxitos sobre un principio del movimiento, el de seguir la línea de
la menor resistencia, o sea la de los menores obstáculos para alcanzar un propó-
sito. La educación sistemática, dice un pedagogo, obedece a leyes y principios
fijos y persigue fines preconcebidos contrarios, con frecuencia, a la naturaleza y
a los educandos. «Tienden a dirigir las actividades hacia puntos que más intere-
san a los padres y a los educadores. Para conseguir su objeto, la escuela desvía al
niño de sus inclinaciones y lo somete a la tortura de una disciplina contra la que
se pronuncia con reacciones a veces violentas.» No obstante, la vida ofrece un
campo de acción tan variado y vasto que nada justifica el empeño de obligar al in-
dividuo a ser lo que no quiere ser. «Una educación convencional y arbitraria es
natural que encuentre resistencia en los escolares. Es una lucha triste la que li-
bran a menudo. En ella el débil lleva la peor parte siendo, al fin, absorbido por
el colegio y obligado a obedecerlo, a seguir sus prescripciones con la misma ciega
CAPÍTULO V. LA CAPACIDAD PARA APRENDER DURANTE LA CRISIS 237
obediencia con que el enfermo se somete al médico.» Davenport dice: «Es peli-
groso educar al niño sin referirse a su vocación», y Eliot agrega: «La percepción
o descubrimiento de las capacidades o talentos individuales puede, a veces, rea-
lizarse en la escuela primaria; pero, generalmente, la secundaria debe conside-
rarse como la parte más delicada de la labor de los educadores». Stanley Hall
asegura, como nosotros, que el 34% de los estudiantes abandona la escuela pre-
maturamente por falta de interés, y cree que una buena parte de ellos continua-
ría mediante los atractivos de una enseñanza vocacional bien entendida. Morti-
ficante resulta el sistema cuando, sin ninguna razón de orden científico, las
materias se distribuyen en líneas sin poder avanzar sino cuando el alumno ha
probado su eficiencia en todas las de un año. Así, quien resultase aplazado en
historia no puede inscribirse en matemática del curso siguiente. El colegio no
solo pena la vocación movida siempre por un gran afecto que es el interés del
que Herbart hace el eje de la pedagogía, sino que le obliga a realizar esfuerzos, ex-
cedan ellos a su poder, de una misma medida para todos. No puede tenerse con-
cepto más cruel de las aptitudes, ni con más crueldad puede tratarse a quien
tiene, en algún sentido, aspiraciones a perfeccionarse. Así, cada promoción, claro
está, esconde la complacencia o el delito; junto a un 10 en literatura encontramos
un 4 en química, o quienes pierden su carrera.
El plan de estudios decretado por el doctor Saavedra Lamas modificaba, desde
este punto de vista, a los anteriores, introduciendo en el ciclo secundario (para
los 16 o 17 años) la distribución en núcleos de materias afines, donde la tenden-
cia de los capaces tuviera campo de donde escoger, sin la obligación de someterse
a un grupo fijo de asignaturas; «el alumno podrá inscribirse en cualquier número
de materias siempre que las horas semanales de clase no excedan de 30, los ho-
rarios del colegio lo permitan y la asignatura no tenga previas en las que no estu-
viese aprobado» (art. 13). Es la consecuencia lógica del principio de la diversidad
de esfuerzos de que son capaces los individuos y la más sana de las previsiones
contra el ejercicio de bajos impulsos como la adulación, el engaño, la falsedad, el
favor que, convertidos en hábitos, son luego prácticas ordinarias en la vida pú-
blica con sus temibles efectos sociales y políticos. Cada núcleo en el plan del ex mi-
nistro Saavedra Lamas es una tendencia y favorece una educación; las materias
están relacionadas por afinidades íntimas en cuanto a espíritu, métodos y cono-
cimientos, las unas contribuyendo a reforzar a las otras, sin distraer la mente a
cada hora, en ambientes extraños los unos a los otros, para penetrar profunda-
mente en las cosas mediante el análisis, excitada por una compresión más fácil y
clara.
Si consideráramos que a ciertas nociones, costosas en 1er o 2º año, el alumno
las aprende en tres o cuatro horas de lectura a los 20 o 21 años, no nos empeña-
ríamos, seguramente, en la frondosidad de los programas ni sustraeríamos el ado-
lescente a la naturaleza, fuente suprema, a su edad, de estímulos intelectuales,
orales y estéticos.
Concibo a la enseñanza primaria como una formación de aptitudes y de sen-
timientos en el aula irreemplazable de la naturaleza; distribuida en cuatro gra-
dos, libre de exámenes, clasificaciones de promoción y formas sistemáticas. Como
el estímulo de un amor intenso por la naturaleza, sus cosas y sus fenómenos, por-
que ella es la fuente del saber y en ella el hombre hallará siempre la felicidad. El
238 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
«La escuela del trabajo es como un gran taller donde cada actividad del niño en-
cuentra los estímulos, los motivos, los instrumentos que necesita para ejerci-
tarse. En lugar de abstracciones y símbolos, que son los utensilios de la escuela
del saber, presenta al niño realidades, para estímulo de sus actividades menta-
les y físicas.»14
Siendo, pues, educativa, durante un período que en el niño no pueden pro-
nunciarse vocaciones ni se persiguen los propósitos sistemáticos de la ciencia,
los procesos conservan ese carácter de generalidad sobre todas las cosas y fe-
nómenos empleados como excitantes para formar el hábito de la descripción;
por eso, mal la califican aquellos que llaman a su enseñanza integral por su con-
tenido, no tratándose sino de nociones, palabras y cultivo de aptitudes. La ins-
trucción primaria es, además, una disciplina de los sentimientos y provee a
aprendizajes esenciales como la lectura, la escritura, la aritmética, el dibujo, di-
rigiendo la atención a la naturaleza para individualizar sus hechos y crear un
noble interés por ella. Pero un interés inteligente. «Hay ojos que miran y no
ven…» Yo recuerdo con emoción la vida casi salvaje de mi segunda infancia,
transcurrida en plena naturaleza, sin que la escuela me sustrajera a sus encan-
tos, pues aprendí a leer a los seis años y no volví al aula hasta los once. Solía,
sobre una piedra, seguir con la vista a la alondra hasta perderse mientras can-
taba, en el cielo, o extasiado, observar horas y horas las caprichosas formas que
arremolinadas por el viento tomaban las nubes, en las que veía, ya la Virgen con
el niño, ya un viejo de largas barbas, ya una quimera de espantosas formas… Mi
imaginación todo lo animaba y la naturaleza no me ofrecía sino cosas y cuadros
de una belleza viva y seductora que llenaban de dicha mis horas, mis años, mis
sentidos y mi espíritu. Mil veces he utilizado aquellos conocimientos, bebidos en
el silencio y grandeza de los panoramas de que era yo centro; un grueso volumen
no bastaría para contener los recuerdos de aquella feliz época vivida bajo el sol,
entre las mieses, los cantos y perfumes del bosque, trepando montañas o so-
portando los rigores de las nieves en el desolado invierno. «Entonces advertía
ya que un punto a cinco metros era una mosca, a quinientos, un tordo, a cinco
mil, un águila.» Pero el ciclo denominado intermedio, que comprende a niños
en plena crisis, por tanto, de actividades distintas a las del ciclo primario, des-
tinado, desde luego, a retener a los incapaces de realizar esfuerzos superiores y
predestinados al oficio; o a preparar el momento de la decisión, en los dispues-
tos a mayores vuelos; este ciclo debe ofrecer, por eso, un grupo reducido de ma-
terias de estudio y un campo variadísimo a la elección profesional de artes y ofi-
cios menores, en donde los afectos del alumno tengan todos los contactos para
encontrar, luego, el cauce natural de sus actividades. La intermedia es una es-
cuela de prueba, por consiguiente de eliminación, no violenta, como ocurre con
los primeros años del Colegio Nacional, sino protegida por disciplinas que pre-
paran al nuevo luchador sin recelo para el trabajo, que es la mejor y la más noble
defensa de la vida. Los distraídos, los incapaces de una cultura superior, aque-
llos sin ecuación personal definida, abandonan el colegio pero no con el estigma
de una clasificación que los condene, sino con el certificado de una aptitud que
cano, verdadera enseñanza lustral en las fuentes más puras de la belleza. La re-
forma del doctor Saavedra Lamas comprendía, fuera de las especialidades, un nú-
cleo común de materias culturales, si bien copioso y desvirtuado por las obliga-
ciones. Solamente escapó a estos rigores la educación estética, que, por otra parte,
los colegios tomaron tan en menos que no se preocuparon de ella, prueba evidente
de lo mal preparados que estamos para comprender ciertos ideales didácticos.
Decía el artículo 17, en su parte final: «Los directores dispondrán, además, un curso
semanal de una hora de cultura estética y otro de ejercicios físicos», de esta ma-
nera: «La cultura estética estará a cargo de profesores especialmente preparados
a quienes se remunerará por conferencias, sobre literatura, música, pintura, ilus-
tradas con la lectura de poesías y páginas escogidas; con audiciones y con proyec-
ciones de obras de arte, cuando no fuera posible presentar el original o sus copias,
bien entendido que el alumno no está obligado a recitaciones, deberes, ni exáme-
nes».
El núcleo común de la reforma del 1º de marzo comprendía:
1) Gramática castellana.
2) Literatura perceptiva.
3) Literatura española.
4) Francés o inglés.
5) Historia.
6) Matemática.
7) Anatomía y fisiología.
8) Psicología.
9) Lógica y ética.
10) Instrucción cívica.
11) Cultura estética.
12) Educación física.
Se advierte en este plan, aconsejado por varios rectores de los colegios naciona-
les de Buenos Aires, un concepto instructivo y no educativo; el propósito de fijar
conocimientos, no de realizar una cultura, recargando al alumno con materias y
exámenes que mantenían en vigor el tipo clásico de la enseñanza integral. Hu-
biera bastado la asistencia obligatoria a este núcleo común:
1) Educación histórica.
2) Educación literaria.
3) Educación filosófica.
4) Educación estética.
5) Idiomas extranjeros.
6) Educación física, que hubiese realizado la eficacia social, «norma de las
fuerzas de la educación y fin ético de la escuela», trascendencia que a nadie escapa
tratándose de las democracias de América en las que el ciudadano desempeña
una función activa preponderante. W. Chandler15 concluye diciendo: «Solo es so-
17. «El problema de la transmisión de los caracteres adquiridos», Archivos de Pedagogía y Ciencias Afines,
t. XI, p. 373.
18. DELAGE, I., Las teorías de la evolución, Madrid, 1911.
246 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
bajo una forma dinámica que puede llamarse fuerza vital análoga a la que, en el
ser viviente evolucionado, se llama fuerza psíquica».
Por cierto, como dice Bergson, «la vida es creación y el genio tiene, por norma,
ser radicalmente nuevo». Pero es evidente que sus fulgores son las culminaciones
de un camino cuya porción más extensa ha sido transitada por otros. El genio al-
canzará sus propósitos con tanta más facilidad cuanto más tenga el individuo ga-
nado, en hábitos y predisposiciones heredadas, de dicho camino. Causas diferen-
tes de las que agitan la conciencia de las naciones europeas producen en nuestro
país una masa densa de individuos inestables, de difícil iniciativa, cuya única as-
piración es realizar a sueldo un trabajo dirigido por alguien.
10. Tres grados de intensidad ofrece la vocación según provenga del instinto,
de la inclinación o de la tendencia. El instinto, suma de la vida específica, es el
principio animador de los actos reflejo, que la educación puede atenuar, canali-
zar quizá, nunca reducir a otro. La inclinación y la tendencia son instintos en for-
mación menos activos, más intelectuales en un terreno psicofisiológico que pre-
dispone a cierta actividad en la que la atención es fácil, la voluntad dispuesta, la
afectividad intensa y la educación eficaz. Es la capitalización de la vida civilizada.
Por eso las encontramos en trance de genializarse, en las razas amarilla y blanca,
en la última, sobre todo, la más evolucionada. Empeñarse contra estas conduc-
ciones innatas, pretender corporizar un estado de conciencia de reciente creación
en tendencia es, sin duda, un noble propósito de nuestro sistema integral de en-
señanza; pero nos entrega una juventud sin aptitudes y sin conocimientos cuando
una parte de ella ha resistido a la terrible pero nunca inexorable prueba del exa-
men. «La vocación existe y sin detenernos a analizar la filosofía íntima que la rige,
aseguramos que ella gobierna despóticamente los destinos humanos» (L.F. Fer-
nández). El proceso de diferenciación o desavenencia entre los pueblos de una
misma raza y los estados de una nacionalidad como ocurre en el primer caso en
Europa, en el segundo, en cualquiera de sus reinos, imperios o repúblicas, se debe
a los sistemas educativos que acentuando diferencias, al principio mínimas, du-
rante muchos siglos fijan rasgos que la insistencia convierte en la posibilidad de
transmitirse de una generación a otra como caracteres adquiridos. Es imposible
otra explicación de un fenómeno que conduce a gentes étnicamente las mismas,
a divergencias a veces funestas, pero por hoy necesarias al progreso. He ahí la ma-
nifestación innegable de lo que puede la escuela, el colegio y la universidad en la
determinación de tendencias colectivas que los sociólogos llaman espíritu de las
naciones, nacionalismo, principio de Estado. Nuestras investigaciones constatan
en las tendencias dos períodos, uno correspondiente a la niñez, otro a la adoles-
cencia; el último, definitivo. Las tendencias de la niñez, como las de los primeros
grupos humanos, es al juego al aire libre y a las actividades manuales indefinidas.
Se advierte el quererlo todo, pero no todo el esfuerzo para poder. Así el 1er grado
de una escuela común (Nº 8), compuesto por niños de 8 y 9 años, preguntados
qué querrían ser, contestaron:
4 no saben 3 panadero
6 militar 1 pintor
5 carpintero 2 lechero
CAPÍTULO V. LA CAPACIDAD PARA APRENDER DURANTE LA CRISIS 247
1 peluquero 1 escribano
1 frutero 1 agrónomo
1 fidelero 2 médico
3 herrero 3 maestro
5 cochero 1 rematador
2 albañil 1 empleado
En resumen:
4 indiferentes
30 actividades manuales
9 actividades superiores
4 no saben 4 maestro
8 militar 1 tapicero
6 carpintero 2 sastre
4 mecánico 1 pintor
2 cochero 2 comerciante
4 albañil 4 escribiente
5 abogado 6 escribano
1 agrónomo 1 rentista
5 médico 1 rematador
3 ingeniero
En resumen:
4 indiferentes
29 actividades manuales
32 actividades superiores
3 no sabe 1 pintor
5 militar 1 panadero
4 carpintero 1 carnicero
6 mecánico o herrero 1 aviador
3 peluquero 1 rentista
5 albañil 3 empleado
1 pastero 4 escribano
1 tipógrafo 3 maestro
1 telegrafista 3 ingeniero
En resumen:
3 indiferentes
29 actividades manuales
15 actividades superiores
248 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
7 no sabe 1 escultor
8 militar 1 dibujante
3 carpintero 2 abogado
2 mecánico 1 médico
1 zapatero 3 ingeniero
1 comerciante 1 escribiente
1 relojero 1 maestro
En resumen:
7 indiferentes
16 actividades manuales
10 actividades superiores
4 no sabe 1 peluquero
2 cochero 2 mecánico
2 marino 3 maestro
1 comisario 4 médico
1 carpintero 8 abogado
1 dentista 1 escribano
1 librero 4 ingeniero
En resumen:
4 indiferentes
9 actividades manuales
22 actividades superiores
7 no sabe 12 ingeniero
6 militar 5 abogado
1 lechero 1 dentista
2 aviador 1 farmacéutico
6 doctor 1 comerciante
6 médico 1 escultor
1 químico 1 escribano
4 escribano 1 maestro
En resumen:
7 indiferentes
7 actividades manuales
37 actividades superiores
CAPÍTULO V. LA CAPACIDAD PARA APRENDER DURANTE LA CRISIS 249
1 músico 7 doctor
1 dentista 22 médico
2 farmacéutico 14 ingeniero
2 militar 8 abogado
3 marino 4 escribano
6 aviador 1 agrónomo
En resumen:
Actividades superiores: 71
1 zapatero 2 doctor
3 marino 13 médico
1 militar 2 farmacéutico
4 aviador 44 ingeniero
2 arquitecto 8 abogado
1 músico 4 escribano
Estadísticas que señalan la influencia del ambiente. Hay una simpatía de cir-
cunstancias, extraña al valor intrínseco del deseo manifestado; pero la tenden-
cia es clara a una actividad superior y, en general, de carácter mecánico, provo-
cada por la visión del objeto, exclusión hecha del teorismo que oculta. De suerte
que estos quereres denotan la ausencia de esa vocación que se define en el pe-
ríodo adulto. Si a la pregunta qué le gustaría ser la transformáramos en qué le
gustaría hacer, que actualizaría sus actividades, tendríamos entonces, como
contestación, jugar, cazar, pasear, tendencia instintiva de la infancia; las vo-
caciones de esta edad rara vez concuerdan con las de la edad adulta; solo en ma-
nifestaciones de un intenso tono sentimental como las de carácter artístico. Ló-
gicamente, así debe ser, porque las actividades en un caso preparan para la
procreación; en el otro, para la protección. La crisis de la pubertad anuncia el ad-
venimiento de los caracteres adquiridos hasta entonces latentes, capital pre-
cioso de la civilización, característicamente humano y protector, transmitido de
una generación a otra acrecentado, y tesoro vital de cada raza o, mejor dicho, de
cada nación.
El problema vocacional es de un interés práctico indiscutible, toda vez que im-
plica la facilidad educativa de una aptitud en formación. Tratado bajo otros nom-
bres desde Galton (1869) hasta nuestros días (Congreso Eugénico de Londres, 1912),
dentro de los principios generales de Lamarck, Darwin, Moreau de Tours, Morel,
quien introdujera la teoría de la degeneración;19 F. Ameghino, quien revelara al
mundo la otra de la bestialización –que esconde doctrinas de trascendencia al ex-
19. Recomendamos la lectura de «La Rivindicazione della Legge di Morel», trabajo reciente de Enrico MOR-
SELLI, 1916 (Quaderni Italiani di Psichiatria, VIII, 11-12).
250 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
plicar estados no regresivos, mas sí de alteración y desvío de las líneas–, ha dado so-
luciones que esperan solamente la buena voluntad de los hombres para que se tra-
duzcan en reformas sociales y pedagógicas. «No obstante el carácter de inmutabi-
lidad que se atribuye a los instintos, estos pueden variar, siendo las variaciones
transmisibles, lo que favorece la adquisición de nuevos instintos. Los instintos, con-
siderados como hábitos hereditarios, habrían sido engendrados por acumulación de
actos psíquicos muy simples en su origen, pero que, merced a la evolución, pasaron
de lo simple a lo complejo, de lo homogéneo a lo heterogéneo, dando lugar a estos
actos complicados que nos parecen una maravilla.»20 Es la explicación del perfec-
cionamiento acumulativo, cuando la cultura bate sobre un mismo camino.
El descendiente posee, a veces, un porcentaje alto de caracteres del padre, a
veces de la madre, a veces una proporción equilibrada de uno y otro, a veces de
ascendientes perdidos en las profundidades de los tiempos. Evidentemente, si
el padre y la madre concurren con modalidades análogas, los caracteres del hijo,
ordinariamente, se definen en una repetición intensa de los caracteres esencia-
les y una estabilidad o equilibrio del carácter. Por eso en el mulato y por lo ge-
neral en todo mestizo hay dos personalidades contradictorias, resultando, así,
a menudo falsos. «Las fuerzas vitales idénticas en naturaleza de dos padres, cua-
tro abuelos, ocho bisabuelos y así sucesivamente, aumentan la potencialidad de
las fuerzas vitales correspondientes del hijo, quien resulta una vida de homolo-
gías concurrentes. Es así cómo la generación sexual fija caracteres específicos.»
Esta potencialidad heredada alcanzará su máximo de expansión cuando se
desenvuelva en un medio idéntico al de sus ascendientes: en un mismo clima,
dentro de una misma multitud, al contacto de los mismos elementos sociales,
movidos por las mismas pasiones y las mismas necesidades. Es el resultado de
armonías reforzadas, no solamente por el agregado de las experiencias de cada
individuo a las ancestrales, sino también por una adaptación a medios que no
han variado. Todo lo cual forma el temperamento de la raza, acumulación de
predisposiciones de varias líneas de ascendientes que han vivido la misma at-
mósfera material y moral. «Lo que un ascendiente ha adquirido a fuerza de ener-
gía, de trabajo y de paciencia, es raro que no lo legue, en disposiciones, a sus
descendientes; pues toda diferenciación alcanzada por un órgano o una función
se transmite bajo la forma de facilidad en el descendiente. Es una ley universal
que tan solo por dos contingencias puede fallar: 1ª por la fuerza nerviosa del
descendiente, debilitada por la acción divergente de las líneas progenitoras: que-
rer pero no poder; 2º por la adaptación a un ambiente desfavorable. «Partir del
capital hereditario que se posee, enriquecerlo por una concentración cada vez
mayor, es decir, por la atención y el esfuerzo dirigidos hacia el qué perseguido,
tal podría ser la fórmula fundamental de la educación.»21 Pero cuando las lí-
neas ancestrales y la adaptación no son concurrentes, la concentración es débil
y el hijo se resuelve en manifestaciones inestables, en esfuerzos abruptos, en
perseverancias que mueren al iniciarse, en afectos fugaces, efectos evidentes de
dos espíritus que combaten en su yo, el sí y el no, un principio que crea, un prin-
cipio que destruye; una personalidad que se disipa. Difícil de advertir un rumbo,
naufragan en él las previsiones del educacionista. Los caracteres adquiridos li-
bran una lucha violenta de posición y supervivencia en la que se anulan con-
quistas recientes y delicadas para entregarnos a los impulsos característicos de
la vida específica y no individual; las actividades sufren, cualitativamente, una
estasis atávica; la tendencia cede al instinto que es una tendencia primitiva ge-
neralizada. De tales hechos nacen problemas complicados cuando deben resol-
verse en países de inmigración, como el nuestro, en donde los niños, como lo
prueban nuestras estadísticas etnográficas,22 resultan de componentes ejerci-
tados durante miles de años en ambientes y costumbres que han abierto pro-
fundas grietas en el modo de ver, de pensar y de querer. No encuentro otra ex-
plicación a ese debilitamiento de la voluntad en la juventud argentina, un mal
que la escuela y el colegio no saben cómo combatir y que arroja todos los años
cifras tan altas de náufragos que sume a padres y maestros en hondas y sombrías
reflexiones. No obstante, son las consecuencias naturales de la mezcla que prin-
cipia borrando los trazos más recientes de la selección y las virtudes más pre-
ciadas de la última cosecha. El padre se sorprende al advertir que su hijo no es
como él era: amante de la lectura, trabajador, respetuoso, económico, atento,
casero, observador, ordenado, apasionado por la botánica, curioso y tenaz por
conocer un fenómeno; por el contrario, asoman tendencias que lo desconciertan
primero y que no puede contener después. Su hijo no es él, es otro. Es la madre
o una actividad bastardeada por dos psicologías diversas que se obstinan en ani-
quilarse en el descendiente. Dentro del joven hay un toba y un alemán que en un
momento inexplicable de simpatía se abrazaran, pero cuya guerra milenaria de
raza recomienza el instante mismo en que la carioquinesis principia. La com-
posición étnica de nuestro pueblo es el mayor inconveniente que puede encon-
trar una manifestación franca de vocaciones en la mayor parte de los individuos,
fuera cual fuere la época que consideremos del período adolescente o adulto, al
que hemos llamado de protección. Los sentimientos de las razas poco evolucio-
nadas juegan alrededor del placer o del dolor de las sensaciones; difícilmente en
ellas la vida intelectual produce esas emociones propias de los espíritus sensi-
bilizados por culturas seculares. El indio asumirá una actitud indiferente o des-
graciada en presencia del «Moisés», de la «Cena», de la telegrafía sin hilos, es-
cuchando la lectura del Fausto o las páginas de «Sigfredo». Mil siglos vivió en
América y no supo explotar sus riquezas ni sentir sus encantos. ¿Con qué puede
contribuir al genio de la raza anunciada por Ingenieros? Es inútil esperar que se
pronuncien tendencias superiores; ni pretender conducirlos, venciendo resis-
tencias incalculables, al ejercicio de funciones a las que faltará siempre el sen-
tido de una moral, de una estética y el calor de un deseo. J. de Morgan ha dicho,
al ocuparse de las grandes naciones muertas: «Le mélange du sang cause des di-
vergences au sein même de pays, a toujours amené la décadence d’abord, la
ruine ensuite».*23 Sin negar nosotros que esta estasis aparente de barbarie
22. MERCANTE, V., «Investigaciones del ángulo facial…», op. cit., p. 187.
* «La mezcla de sangre provoca divergencias en el seno mismo del país, siempre trajo primero la decaden-
cia y luego la ruina.» [N. del E.]
23. Les premières civilizations, p. 479.
252 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
pueda ser una tregua producida por fuerzas hasta ahora ignoradas de la vida co-
lectiva, que incube renacimientos con fulguraciones nuevas. Todas las desave-
nencias producidas por falsas convicciones, rumbos equivocados, prácticas ana-
crónicas, tradiciones enmohecidas, se fundirían así, como en un crisol el oro de
todas las monedas, para imprimir en la raza ideales comunes y más puros de
amor, de progreso y de felicidad. Por eso, en las escuelas y colegios latinoame-
ricanos habrá siempre dos masas de tendencias indefinidas: a) una, inestable o
de vocación mutable, animada por un primer impulso hacia una actividad, pero
que, seducida luego por otra, no encuentra la constancia que exige el éxito; b)
otra indiferente e inactiva atraída por el juego, y destinada a las funciones infe-
riores de la vida social, acicateada por necesidades primordiales ineludibles,
pero satisfechas con una actividad puramente refleja; por consiguiente, con un
gasto mínimo de energía. Inútil es esperar de esos grupos una manifestación
vocacional, propia de los que Venturi llamó característicos. Una educación que
pretenda llevarlos a una profesionalidad elevada e inteligente será penosa y llena
de zozobras para el joven, para el padre y para el maestro. Hay que prepararlos
para la vida, pero una vida inferior dentro de enseñanzas en que los aprendiza-
jes sean fáciles. Dicho está que las disciplinas no pueden ser sino manuales,
aquellas con las que los pueblos se iniciaron en la protección de la especie. El
tipo indiferente a los halagos del pensamiento es un producto de las razas que
escaparon, por razones geográficas, a la civilización y se incorporaron a ella en
épocas recientes; tal ocurre, en primer término, con la negra, con la indígena. La
herencia no pudo acumular lo que no tuvo ejercicio y adaptación. De ahí la in-
capacidad y por qué, en nuestro país, la falta de tendencias ofrece un porcentaje
más elevado que en las formaciones europeas. Hay, pues, un grupo nutrido de
jóvenes indiferentes a las especulaciones superiores, forzados por exigencias so-
ciales de distinto orden, a seguir un programa de estudios secundarios en el que
triunfan, mediante la astucia, que para la promoción tiene variados recursos.
Son los que no deben estudiar, a quienes deben cerrarse las puertas del colegio,
porque carecen de capacidad para el análisis, para la abstracción, para com-
prender los conceptos; carecen de voluntad, de tendencias intelectuales, son
distraídos, y su espíritu no está animado por deseos superiores. Sin más cen-
tros excitables que los sentidos, sensibles a la acción intuitiva, que es el espíritu
de la educación primaria, no pueden excederla y deben disciplinarse en un ofi-
cio. He robustecido esta convicción durante 29 años examinando a varios miles
de alumnos. Un carácter que no revela eficacia vocacional, dice Stanley Hall, se
acerca a lo negativo, es un cero que solo adquiere valor colocado delante de una
cifra negativa.
Fuera de los grupos A y B está el de las vocaciones superiores, al servicio de
las cuales el joven pone su inteligencia y un gran poder voluntario. Los pueblos
americanos ofrecen porcentajes reducidos de estos conductores de sí mismos,
definidos no bien la pubertad ha hecho crisis, en quienes la herencia convergente
de los padres o la preponderante de uno de ellos señala un rumbo al que se diri-
gen y en el que persisten todas las actividades, sirviendo de fuego animador la
afectividad. Son los inteligentes; pero el inteligente es unilateral, sin que dejemos
de reconocer la existencia de un pequeño número de mentes enciclopédicas o
sintéticas (que no deben confundirse con las inestables) en quienes se advierten
CAPÍTULO V. LA CAPACIDAD PARA APRENDER DURANTE LA CRISIS 253
muchas vocaciones superiores, pero en las que el tiempo limitado no las deja cul-
minar. Ciertamente, cuando un país abundante como el nuestro, donde los pa-
dres viven llenos de aspiraciones (que los hijos no las comprenden y las sienten
como mortificaciones) esperando aquel momento dichoso, que nunca llega, de
que se regeneren y pronuncien por una explosión de amor hacia determinado
estudio, la masa de los indiferentes es crecida y nos amenaza con un nivel inte-
lectual bajo; los jóvenes son arrastrados u obligados a decidirse por una carrera
porque frecuentemente el hogar los instiga y ellos obedecen con más o menos
pena al mandato, ofreciendo curiosas irregularidades si los planes son enciclo-
pédicos y deben probarse en diez o doce grupos de conocimientos y habilidades
distintas. (No confundimos la obligación con la exigencia; exigir es conducir,
obligar es violentar.)
No obstante la explicación que nos hemos permitido acerca de la herencia
como factor determinante de las inclinaciones, no pretendemos con ello sostener
la teoría de que, estudiando a los antepasados deba la escuela fijar el rumbo edu-
cativo del niño. No ignoramos cuán frágiles son todavía tales procedimientos, que
tienen sin solución los problemas eugenésicos o de transmisión a los hijos de ca-
racteres que los capacite para actividades en condiciones de obtener del trabajo
un rendimiento superior en cantidad y calidad, buscando en el matrimonio, prin-
cipalmente, la suma de aptitudes afines que, acentrando la tendencia y vigori-
zando la voluntad, tocaría el fondo mismo de las vocaciones.
rarlos cuanto antes al ejército de los autómatas, que trabajan por la ley del
hábito.
El tipo se caracteriza por el sistema de imágenes vivas y predominantes en sus
centros perceptivos y motrices. Ahora bien, l’imagerie estalla no bien lo hace la
crisis, y se organiza con asombrosa rapidez, de suerte que a los 15 años los gran-
des aspectos y los grandes caminos están trazados, no siendo en lo sucesivo sino
perfeccionamiento, nunca cambio; la imaginación creadora, característica de la
vocación superior, será, a través de la edad adulta, la que se pronuncie a los 14 o
15 años, sin disciplina, sin cultura tal vez, pero decidida, tenaz. Es común oír a
los jóvenes de 12 a 17 años, en 5º y 6º grado, 1º, 2º y 3º del colegio: «A mí no me
da para las matemáticas». «A mí me gusta la historia o el dibujo.» «¡Cuánto me
agrada la química!» Son manifestaciones innegables de tendencias y de aclima-
tación a estudios que el alumno no abandonará ya; la observación así lo com-
prueba, a través de los años de la escuela normal, del colegio y aun de las activi-
dades posescolares, las aficiones no cambian; al que desde los primeros años fue
buen algebrista, lo hemos encontrado diez o quince años más tarde en la cátedra
de matemática; no así al rebelde que encontramos enseñando castellano o his-
toria.
El adolescente necesita, en este segundo comienzo de la vida, en que las ten-
dencias se pronuncian tumultuosamente y libran ardorosos combates en el
campo de la indecisión para hundirse las unas para siempre en lo inconsciente,
para continuar las otras imperativas en la conciencia, un ambiente variado, am-
plísimo, sin limitaciones, en donde todo pueda conocerse, todo pueda probarse,
para que la tendencia se manifieste y encuentre un cauce. Acaso la apatía de-
penda de no haber encontrado, el educador, aquel reactivo que, tocando la ten-
dencia, precipita el deseo, la pasión, el interés de una actividad que creemos re-
belde, pobre o infecunda. Una prueba de tres años, antes de los 16 o 17, parece
suficiente, bajo la dirección de hábiles profesores, para dar con un rumbo, des-
pués de palpar las resistencias en la relación entre las actividades y las cosas del
mundo que al hombre civilizan. Es en razón de ese período de extraordinaria vi-
veza de imágenes, que a partir de los 13 años la belleza suscita emociones de un
carácter antes desconocido y que todo espíritu nacido para el arte (poeta, escul-
tor, músico, pintor) surja en esta crisis en que la imaginación vuela tanto, sin
que la Historia pueda darnos, sino excepcionalmente, ejemplos de individuos
que no se hayan pronunciado, fuera ya de la vacilación, a esta edad. Lancaster
afirma que la vocación artística nace a los 10 años, se eleva a los 12 y decrece a
los 15 en los no definidos.24 Los artistas han sido siempre precoces, los músicos
más que los escultores. Según Ribot,25 «en las artes plásticas, la vocación y la ap-
titud de crear se manifiestan hacia los 14 años». Mozart, Weber, Schubert, Che-
rubini, Giotto, Rafael, Miguel Ángel, Durero, Bernini, Rubens y mil otros son los
ejemplos acabados de esta tesis. Ningún educacionista ignora, por otra parte,
que la inclinación por tal o cual manualidad artística –la facilidad y el deseo– se
pronuncian al comenzar la adolescencia. De ahí que padres y maestros, si no son
26. BRITTAIN, H. L., «A study in imagination», The Pedagogical Seminary, XIV, p. 169.
27. La vie mental de l’adolescent…, op. cit., cap. I.
28. L’âme de l’adolescent, op. cit., p. 168.
256 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
manos con la razón formada a los quince años, valentón como él, insolente con-
tra los mandatarios absolutos, caballerescos y vanidoso, honrado como un ángel,
con nociones sobre muchas cosas y recargado de hechos, de recuerdos y de his-
torias de lo pasado y de lo entonces presente, que me han habilitado, después,
para tomar con facilidad el hilo y el espíritu de los acontecimientos, apasionarme
por lo bueno, hablar y escribir duro y recio, sin que la prensa periódica me ha-
llase desprovisto de fondos para el despilfarro de ideas y pensamientos que re-
clama. Salvo la vivacidad turbulenta de su juventud, que yo fui siempre taimado
y pacato, su alma entera transmigró a la mía, y en San Juan mi familia, al verme
abandonar a raptos de entusiasmo, decía: ahí está don José Oro hablando; pues
hasta sus modales y las inflexiones de su voz alta y sonora se me habían pe-
gado».29
El estudio que hemos hecho nos permite llegar a estas conclusiones: 1º Que
en el hombre existen dos períodos vocacionales diferentes: uno correspondiente
a la niñez (antes de los 11 o 12 años); otro a la adolescencia, definido por la cri-
sis de la pubertad. 2º Que la vocación es un fenómeno psico-moral determinado
por valores hereditarios, a veces opuestos, en cuyo caso pierde los grados inte-
lectuales de adquisición más reciente para detenerse en formas inferiores.
3º Que la vocación adulta se define no bien la crisis de la pubertad estalla; pero
no es común a todos los individuos. En unos no existe; en otros es inestable; en
otros es precisa y lateral; en otros es poliédrica, según la expresión gráfica de
Lombroso. 4º Que, del punto de vista pedagógico, la capacidad vocacional del
alumno puede definirse de los 12 a los 16 años. Los inestables o los indiferentes,
incapaces de decisión, pueden ser arrastrados por una voluntad extraña (la de los
parientes) al ejercicio de una actividad, sin que ello pueda darnos sino frutos me-
diocres o negativos, con la creencia fatalista de que los triunfos se deben a la
suerte. (Tal es el parecer vulgarizado, ya no en la gene inculta, sino en la juven-
tud que se educa.)
Estas conclusiones traen consigo otras didácticas –advertido ya lo prematuro
que sería descubrir facies del hijo en las herencias paterna y ancestral– que podrían
resumirse en ejecutivas como estas: 1º observar las manifestaciones del alumno al
comenzar la adolescencia y clasificar sus afectividades; 2º ofrecer el mayor número
de oportunidades posibles para que sus tendencias se manifiesten, sin contrariar su
voluntad; 3º proteger la inclinación que nazca del juego libre de sus actividades;
4º considerar sus elecciones como un programa de educación y cultura.
Los pueblos, como las especies, evolucionan y no se repiten; pero cuando el am-
biente favorece determinadas actividades y no lesiona su estructura orgánica. De
otra manera se producen fenómenos que la ciencia ha concretado en dos teorías de
grandes argumentos: la de la degeneración y la de la bestialización. Nosotros agre-
garíamos la de la cristalización o incapacidad para mejorar, propia de las especies
que luchan poco entre sí y de un modo lateral, del hombre inactivo o esclavo de la
tradición.
El inactivo es el fruto de la escuela que pretende formar esos polifaciados del
saber que lo ignoran todo porque no profundizan nada.
Necesitamos, de nuestro país pequeño pero lleno de savia, formar una na-
ción grande. Grande será cuando conduzcamos a las alturas una juventud inte-
ligente, tenaz para el trabajo, apasionada por el saber, convencida de la obra
que puede realizar el estudio serio y la voluntad. El tipo incapaz de comprender
esta marcha, y que disfrazado de mentiras pretende subir, debe, sin piedad, ser
excluido del colegio, porque corrompiéndolo todo será el mayor tropiezo que
los elementos sanos encontrarán para desenvolver una acción eficaz y vigorosa.
Por eso la Inspección General, en el reglamento de promociones de 1916, dis-
puso que dejaría el colegio todo alumno que tres veces consecutivas resultara
aplazado en dos materias o en una, durante dos meses. Solo una selección sin
condescendencias, estímulo de los mejores, podrá darnos esa mentalidad ro-
busta de los países llamados a no ser esclavos y a realizar empresas superiores
sobre la tierra. Los latinoamericanos estarían enfermos, no de inacción, sino de
distracción, acostumbrados a esos éxitos fáciles que no son sino accidentales en
la vida de los pueblos, mientras dura el vacío de las zonas geográficas que ocu-
pan. De esta suerte, esa errabundez propia de los clanes primitivos es notoria en
las clases pudientes, perennemente en viaje, sin lugar fijo ni preocupadas en dar
útil empleo a sus rentas; es notoria en la juventud de las clases artesanas; en
esa tendencia a trabajar siempre menos y a vagabundear. Esta doble fuga del
capital y del trabajo trae, inevitablemente, la conquista pacífica del extranjero,
que en razón de su mayor constancia y preparación absorbe el comercio, la in-
dustria, el capital, la cátedra, todo lo que, signo de superioridad, exige gran aten-
ción y grandes actividades. Hay que formar un sistema nervioso, una sensibili-
dad, una razón y un sentimiento que se sobreponga al instinto de las razas que
la inmigración confunde bajo la misma bandera. Cada americano es, hoy, un
conflicto de sentimientos, de ideas y de deseos; estamos llenos de conceptos in-
dígenas acerca del trabajo, de la propiedad, de la economía, de la política, del
saber, de la dignidad, del respeto, porque la sangre trae consigo un pensamiento
y una conducta. Pero «una democracia es más que una forma de gobierno; es
una manera de vivir socialmente y comunicarse los unos a los otros las expe-
riencias de interés común».30 De ahí la misión grave del colegio. La nacionali-
dad, hoy, es un problema psicológico. Es inútil nuestro patriotismo, si renun-
ciamos a ser superiores por nuestro saber, nuestra cultura y, sobre todo, por
nuestra voluntad de hacer. Vencidos por nuestras propias necesidades, creadas
por una civilización a la que no podemos renunciar, seremos conquistados si-
lenciosamente, renovados, sustituidos, sin advertirlo, porque en el siglo XX los
pueblos no se desplazan violentamente como en la época de Darío; las familias
pierden sus propiedades, sus fortunas, sus influencias, su prestigio, sus apelli-
dos en quince, treinta, cincuenta años, absorbidas por una conquista de pene-
tración lenta, vigorosa y hasta seductora, si han descaecido por la molicie, la
mentira y el ocio. En todos los pueblos existe una masa de elementos inferiores
que adolece de los males apuntados. Pero ningún camino se les abre para ele-
varse y contaminar los impulsos sanos de los capaces cuyo 0,5% basta para que
una nación ocupe el lugar avanzado de los que dictan sus destinos al mundo. Es
una misión santa del colegio y de la universidad –si no conspirarían contra la pa-
tria– preparar esta clase superior de inteligencias y caracteres, elegida no por su
abolengo o su fortuna, sino por su aplicación, su tenacidad, su genio y sus vir-
tudes. Mientras esto no suceda, una canalla ignorante y ensoberbecida, con sus
títulos de doctor o sus actitudes heroicas por escudo, entregará el país a otra
raza que no traerá armas de fuego para tomarnos ni cadenas para aherrojarnos.
¡Vivamos nuestra buena sangre!
Capítulo VI
Correlación de los ciclos escolares. La obligación escolar en la ley de 1884 y concepto pe-
dagógico que de ella debemos formarnos, del punto de vista de la educación del alumno.
Dificultades que encuentra en los colegios el cultivo y desarrollo de las aptitudes, a causa
del desnivel de los cursos y del concepto instructivo de la enseñanza. Elementalización
y desnivel producidos por el examen de ingreso y los planes integrales durante el pe-
ríodo crítico. La escuela, al adaptarse al modo de ser de las actividades del alumno para
disciplinarlas, constituye un tipo diferente de la primaria y de la secundaria. Plan di-
dáctico de la escuela intermedia; cómo ella resolvía los problemas, durante el período
crítico, de orden fisiológico, social y económico.
cación. Esta crisis fisiológica es individual y oscila entre los 12 y los 15 años. Cada
alumno debe ser, a los efectos del nuevo tratamiento didáctico, objeto de una ob-
servación destinada a precisar el momento en que debe sustraerse a la acción fa-
tigante de los métodos intelectualistas. No solamente hay necesidad de un ciclo es-
colar intermedio entre la primaria y la secundaria, sino que las normas del plan
de estudios, de los programas y de la enseñanza serían:
1º Que la enseñanza debe integrarse, pero las materias deben reducirse a su
mínimo.
2º Que debe exigirse poco esfuerzo a la memoria, a la abstracción y al razo-
namiento y reforzar en la naturaleza y los laboratorios, la observación y los sen-
timientos.
3º Que debe trabajarse lo más posible al aire libre, ejercitarse los músculos,
aprovechando el necesario reposo del cerebro, en disciplinar la mano y en formar
aptitudes profesionales.
4º Abundar en exposiciones amenas sobre las cosas y la vida, sobre la belleza,
profusamente ilustradas para que la comprensión sea fácil y el sugerimiento sus-
tituya, en la formación de ideas e imágenes, al estudio, al deber, a la labor sobre
el libro y el cuaderno.
5º Realizar una obra intensa de dirección moral, precisamente, en esta explo-
sión de sentimientos nuevos, en este caos donde los instintos atávicos y las in-
fluencias malsanas del ambiente pueden prosperar si el joven es abandonado a sí
mismo.
6º Tender su espíritu sobre todas las cosas, sobre todas las actividades no para
saberlas, sino para sentirlas a fin de que las tendencias que la crisis hace nacer
robustezcan su vocación.
Si la educación ha de adaptarse por su organización, sus enseñanzas y sus mé-
todos a los ciclos, ha de ofrecer, es indiscutible, según el caso, una estructura di-
ferente y valores diferentes. Pero ciertamente deberá considerar que la acción
didáctica durante el período conmocional, prepúber y preparatorio, así como debe
ser diferente de la de la infancia, no ha de ser la misma que la de la adolescencia
que suceda a la crisis. De ahí, entonces, tres períodos educativos necesariamente
distintos, conforme a las capacidades distintas de los individuos:
I. El de la infancia, que comienza a los 7 y termina a los 11, 12 o 13 años (es-
cuela primaria de cuatro grados con cuatro, cinco o seis años de estadía escolar,
según la plasticidad del niño).
II. El de la crisis del «segundo nacimiento» o de la pubertad, que comienza a
los 11, 12, 13 o 14 y termina a los 14, 15, 16 o 17 años, según el tipo fisiológico del
educando (escuela intermedia, escuela media, Grammar School, gimnasio, etcé-
tera).
III. El de la adolescencia (juventud), que comienza a los 14, 15, 16, 17 o 18 y ter-
mina a los 17, 18, 19, 20 o 21 años (Colegio Nacional, High School, College, Liceo,
escuelas profesionales, etcétera).
Se dice que la educación primaria comienza a los 7 años; la intermedia a los
11 o 12; la secundaria a los 14 o 15. Tal declaración no significa establecer que el
ciclo primario termina para todos los que cumplen 11 años; el intermedio para los
que cumplen 14 o 15; el secundario para los que cumplen 17 o 18. Sería vulgar en-
gaño tal creencia, pues nada [hay] tan variable como la evolución mental, ni de du-
CAPÍTULO VI. ORGANIZACIÓN Y GOBIERNO DE LA ENSEÑANZA DURANTE LA CRISIS 261
ración más diversa, según los individuos. Esos límites señalan tan solo la menor
edad en que es posible someterse a las nuevas enseñanzas, la edad del tipo que
evoluciona normalmente dentro de nuestra raza y nuestro ambiente. Las edades
de un grado o curso de 40 alumnos, por niveladas que se las suponga ofrecen, por
lo menos, entre la máxima y la mínima, un écart de tres a cuatro años.2 Los más
inteligentes suelen ser de menos edad que los no inteligentes:3
Varones Mujeres
Máx. Mín. Écart Máx. Mín. Écart
1er grado 10 – 7 = 3 10 – 7 = 3
2º grado 12 – 8 = 4 11 – 8 = 3
3er grado (inf.) 12 – 9 = 3 13 – 9 = 4
3er grado (sup.) 14 – 10 = 4 15 – 10 = 5
4º grado 15 – 11 = 4 16 – 11 = 5
5º grado 16 – 12 = 4 16 – 12 = 4
6º grado 18 – 12 = 4 17 – 13 = 4
1er año 17 – 11 = 6 19 – 14 = 5
2º año 17 – 12 = 5 21 – 14 = 7
3er año 18 – 12 = 6 24 – 16 = 8
4º año 19 – 14 = 5 21 – 16 = 5
5º año 23 – 14 = 9
Sería, pues, equivocado afirmar que todos los niños aprueban o pueden aprobar
el 1er grado a los 8 años; el 2º a los 9; el 3º a los 10; el 4º a los 11. El retardo está,
evidentemente, en correspondencia con el retardo fisiológico y mental del alumno
y en que los programas se adaptan a la evolución de los mejores.
El siguiente cuadro indica la edad que teóricamente atribuimos a los cursos y
la que realmente tienen (estadísticas de la Escuela Normal y Colegio Nacional de
La Plata):
2. MERCANTE, V., Psicología de la aptitud matemática…, op. cit., cuadros del 1 al 11, pp. 117-147; ídem, «Psico-
fisiología de la aptitud ortográfica», Archivos de Pedagogía y Ciencias Afines, nº 3.
3. Ídem, Psicología de la aptitud matemática…, op. cit., pp. 282 y 283, cuadros.
262 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
V. M.
camino que no le es simpático con las ruedas del fraude y de la astucia. Pero el co-
legio, con sus derechos de inscripción y de examen, cierra las puertas al inclinado
a realizar esfuerzos espontáneos de voluntad y trabajo. Nos encontramos, así, en
un terreno que puede traernos cuidados para el bienestar futuro del país, si la en-
señanza debe ser, como la quiere el doctor V.F. López, «para garantir el progreso
moral y material del pueblo, para emancipar la razón y constituir la prepotencia
de la opinión pública, de modo que el orden social venga evolucionando natural-
mente a través del adelanto social, con entera libertad». Sean los reglamentos se-
veros; pero que los cumpla el alumno sin mediar la pena o la tolerancia de la su-
perioridad a fin de que la selección resulte amplia y sin artificios. «Los hombres
de carácter son los que poseen fisonomía propia, ofreciendo tendencias origina-
les, capacidad fecunda para iniciativas distintas de las habituales. Son los actores
en el drama humano. Entre ellos están los meneurs [líderes] de Tarde y los ani-
madores de D’Annunzio. Los hombres sin carácter forman la masa anodina, el
número abstracto, los individuos para quienes, diría Dante, es noche mucho antes
de la oración. Ribot los llama amorfos, Malapert, apáticos y Nordau les señala un
rol de lastre en la vida social» (Ingenieros). Son los que no deben elevarse porque
tienen en contra su propia voluntad y solamente el engaño les sirve de montgol-
fiera.* Ninguna fuerza depende tanto de uno mismo como la voluntad, y ninguna
tan necesaria al éxito en la lucha que empeñemos. Dejémosla, sin intervenciones
extrañas, dentro de los ambientes en que debe reaccionar sola; pero ambientes
que la pongan a prueba. No auspiciamos, por eso, la asistencia libre ni las lar-
guezas que acrediten el perdón al carácter de una falla. Ingenieros8 advierte dis-
minuida la simulación en los grupos avanzados, a medida que se solidarizan en
ideales de verdad y de justicia. «Felices los hombres que pueden preocuparse de
ser y olvidarse de parecer; los que, esclavos hoy de la ficción organizada, puedan
ser redimidos por la inutilidad de vivir en un perpetuo engaño recíproco.»
La enseñanza obligatoria se parece a la obligación de guardar preceptos hi-
giénicos, porque las enfermedades constituyen un peligro para la colectividad. El
individuo pertenece al Estado, se debe a los demás, bien poco a sí mismo. De este
concepto deriva el cultivo y desarrollo de aptitudes que lo hagan útil a sus seme-
jantes, de forma tal que el esfuerzo se traduzca en un máximo de rendimiento.
Pero nadie resiste a ser educado sino cuando se contrarían sus tendencias o se
exigen ejercicios en los que su capacidad se excede. La ley ha querido prevenirse
contra la desidia del padre, quien dispone del hijo hasta una edad avanzada. Pero
la ley va sujeta a las naturales del desenvolvimiento humano; no podría ordenar
funciones para las que no ha llegado la oportunidad físico-psicológica.
Felizmente la ley, por ese instinto previsor de los hombres que la dictan, ni en
su letra ni en su espíritu pretendió nunca establecer la obligación de concurrir
ocho años, desde los 6, a la escuela común. Fija un programa mínimo de ense-
ñanza y deja librado a la voluntad de los padres el tiempo para aprenderlo, den-
tro de la edad de 6 a 14 años. «La escuela primaria tiene por único objeto favore-
cer y dirigir simultáneamente el desarrollo moral, intelectual y físico de todo niño
* Esta palabra viene de los hermanos franceses Montgolfier, creadores del primer globo aerostático.
8. La simulación en la lucha por la vida, 11ª ed., p. 216.
CAPÍTULO VI. ORGANIZACIÓN Y GOBIERNO DE LA ENSEÑANZA DURANTE LA CRISIS 269
9. BERRA, F.A., Código de enseñanza primaria. Véase la disquisición sobre el significado de la palabra grado;
nota al artículo 18, p. 38.
270 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
cia de hablar de la ley violada. Pero, para tranquilidad de los que atribuyen un
poder mágico a la pedagogía de los artículos, digo que el decreto del 1º de marzo
no solo respetó la ley, sino que apenas tocó los departamentos de aplicación de las
escuelas normales que por otra ley, la de 1875, y los decretos que la reglamenta-
ron, son escuelas de experimentación destinadas, se comprende bien, a observar
niños y a probar métodos para que el legislador tenga informaciones precisas
cuando se ocupa de los problemas de la enseñanza. Pero esa es la ley que no se ha
cumplido; tan en desuso está que cuando un ministro echa mano de ella, se le
grita: ¡Alto ahí!, V.E. se extralimita.
El art. 1º del decreto traía el orden a ese desbarajuste en que cayera la ense-
ñanza dependiente del Ministerio, a causa de las escuelas creadas desde el año
1891, con propósitos especiales sin correlacionarlas, disimulando sus puntos de
partida falsos con el examen de ingreso. Dicho decreto decía: Las escuelas y cole-
gios dependientes del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública comprenderán:
Sarmiento 142 85
Moreno 638 220
Avellaneda 161 142
Rivadavia 186 101
Belgrano 155 120
Bartolomé Mitre 151 94
Liceo Nac. de Señoritas 147 102
Dolores (Bs. As.) 28 17
Bahía Blanca 42 35
Azul 41 11
Mercedes (Bs. As.) 21 16
San Nicolás 54 34
Rosario 128 92
Santa Fe 72 62
Uruguay 51 44
Paraná 37 29
Corrientes 66 37
Río Cuarto 27 8
Santiago del Estero 25 23
Tucumán 119 72
Salta 50 30
Jujuy 20 15
Catamarca 25 20
La Rioja 45 23
San Juan 69 47
Mendoza 124 73
San Luis 20 16
La Plata 213 135
Pellegrini 9 9
Central de Buenos Aires 253 120
Chivilcoy 49 40
Una estadística acerca de la preparación escolar de los alumnos que forman el 1er
año nos acusaría más del 80% con el certificado de 4º grado. Hay, en los padres,
desde la fundación de los primeros colegios, una convicción inarrancable de que
el niño de 4º grado que ha cumplido 11 o 12 años debe ir al colegio. Ese padre será
un prodigio de recursos para que su hijo comience lo que él llama la enseñanza se-
cundaria. Esta presión no puede resistirla ningún ministro; y, así, todas las re-
glamentaciones exigen seis grados para ingresar al 1er año; pero incluyen esta cláu-
sula: «o con certificados de 4º, previo un examen de ingreso o de aptitud». El
programa de este examen es un resumen de los de 3er y 4º grado. Por su puerta ha
pasado y pasa la población de los primeros años. De aquí que las enseñanzas, con
planes hechos según un concepto secundario, sufran una profunda alteración y se
tenga, en verdad, escuelas primarias superiores desnaturalizadas. Encomiable es
la resolución del ministro doctor Salinas que exige el certificado de 6º grado para
inscribirse en 1er año. ¿Resistirá? Pero la reforma debe completarse modificando
la estructura del 5º y 6º grado. El interés de los padres, que los ministros han te-
nido que respetar, produjo este conflicto de las enseñanzas desde muchos años,
causa principal de esta crisis no resuelta y que todos sentimos. Se ha tratado de
conjurar el mal; así, la Universidad de La Plata creó, con el título de Preparatorio,
un curso intermedio entre el 4º grado y el 1er año, que no lo cursan todos, porque
el colegio debe recibir candidatos de otras partes; pero que atenúa de una manera
eficacísima los efectos del ingreso por examen de aptitud. Otro tanto hizo el Co-
legio Nacional Moreno; pero su rector, el doctor Derqui, por razones de presu-
puesto, no pudo mantener este plan que juzgaba necesario. Si, por una parte, im-
perosos motivos de orden fisiológico exigen un ciclo de educación diferente al
primario no bien el niño cumple los 12 años, por otra, imperiosos motivos de
orden social reclaman una escuela de pocos años que tenga una finalidad y com-
plete una cultura de orientaciones que las escuelas graduadas nunca han previsto
y las de artes y oficios no consideraron en sus programas. Los grados superiores
son cursos despoblados.
En la provincia de Buenos Aires y en la Capital Federal la inscripción de 1914
arroja las siguientes cifras:
Inscriptos Porcentaje
Capital Federal
Inscriptos Porcentaje
Los alumnos se van, se dijo, porque el 5º y 6º grado no los atraen; es una gran ver-
dad. Al cumplir los 12 años, al iniciarse un período de nuevas actividades ¿qué les
ofrecen? Una recapitulación de los cuatro primeros, una continuación de proce-
dimientos infantiles para robustecer nuevas aptitudes, nuevos afectos y nuevas
tendencias, sin que el deseo manual encuentre una disciplina que lo haga útil a la
vida. Si esa deserción no comprometiera el orden económico y moral del país no
tendría por qué preocuparnos; pero es que la preparación de los cuatro grados es
insuficiente para alfabetizar a los ciudadanos de una república democrática que
todo lo espera de ellos. El analfabetismo intelectual es más peligroso que el de la
lectura, hemos dicho durante veinte años y comparte nuestra opinión el doctor
Uballes.10 A esta cultura incompleta de la inteligencia que trata de prevenir la ley
misma de 1884, se agrega una absoluta pasividad respecto a la enseñanza práctica
de miles de jóvenes destinados a la agricultura, al taller, a los oficios menores, a
los que se congregan sin capacidad, desagradados y dispuestos a rehuirlos para
entregarse a la vida parásita, sin profesión. Por estas razones la escuela debe re-
tener al joven hasta los 14 o 15 años, no para que en ella disipe el tiempo repi-
tiéndose, sino para que se abran a sus actividades los horizontes de una era seria
de pensamiento y de trabajo. Quienes combatieron el plan del ex ministro doctor
Saavedra Lamas tuvieron solo una razón para hacerlo: la repugnancia de ver con
el delantal del artesano a sus hijos, porque no lo habían usado ellos.
Otra causa de no menos peso es la duración de los ciclos escolares. La repeti-
ción de métodos, de prácticas, de personas, de aulas, de disciplinas, produce un
hastío que el alumno resiste sin disimulo; más, si coincide con los cambios psico-
fisiológicos del organismo. La escuela y el colegio educan y siembran conforme a
un espíritu, desde que su fin no es, como vulgarmente se cree, transmitir conoci-
mientos para ser aprendidos. Parece que ese espíritu se adquiere en tres o cuatro
años. Llega el momento en que el niño se advierte saturado; entonces busca cómo
abandonar el sistema, ya por el examen libre, ganando años, ya rehuyendo el es-
tudio; por eso, el 6º año ha sido tenazmente resistido; por eso, una gran cantidad
de alumnos del 4º año, los mejores, se someten a las pruebas del 5º sin cursarlo;
por eso, el estudio en los últimos años, hecho sin entusiasmo, no tiene los atrac-
tivos que captan la simpatía de los primeros. Los estadounidenses (a lo mismo
tienden en Europa) dieron a este problema una solución tan plausible como prác-
tica, fijando en cuatro los grados de cada ciclo, no la duración, porque sería su-
poner en todos los alumnos la capacidad de cursar cada grado en un año; com-
prende esta organización a la misma universidad; de manera que, cada cuatro
años, el joven puede satisfacer una aspiración y realizar un fin profesional. Se
presta, indiscutiblemente, a reparos el sistema que habilita para el trabajo remu-
nerativo, solo después de siete años de conferencias y exámenes, como ocurre en
Medicina y Ciencias Exactas, a los 26 o 27 cumplidos. De ahí la premura de apro-
bar el colegio que, largo a su vez, nada hace para llevar candidatos de inteligencia
disciplinada y fácil, gracias al injustificado empeño de exigir diez o doce materias
en cada año elementalizadas hasta lo infantil, a las puertas facultativas. O. Buyse
dice: «Las materias de los programas de las escuelas elementales de las ciudades
están uniformemente repartidos en ocho grados o años de estudio que conducen,
normalmente, a los niños, de los 6 a los 14, al dintel de las escuelas secundarias.
Los cuatro primeros grados se llaman primarios (primary); los otros cuatro,
grammar grades. La escuela secundaria general, técnica, comercial (high school,
manual training school, comercial high school) dura cuatro años, de los 14 a los
18 años; los colleges, cuatro años, de los 18 a los 22 o más».11
Sin duda los planes de estudio de nuestro país tendieron siempre a distinguir
dos períodos en la enseñanza primaria: uno elemental, otro superior; sin acertar
con los programas. El plan de estudios vigente en la Capital Federal (1910) esta-
blece: 1º el período infantil (1º, 2º y 3er grado), en que «predomina la enseñanza
oral y la objetivación»; 2º el período superior (4º, 5º y 6º grados), en el que «la
enseñanza va asumiendo un carácter sistemático y regular, distribuida en cursos
compendiados». En el plan de estudios de la provincia de Buenos Aires la ense-
ñanza primaria se divide en: 1º escuelas elementales con cuatro años; 2º escue-
las complementarias, que agregan dos a las elementales (plan de 1908); el plan de
1914 establece para las escuelas comunes cuatro grados, y mantiene las comple-
mentarias para un reducido número de escuelas, las graduadas del tiempo del
doctor Berra. En nuestro país, desde hace más de cuarenta años, la enseñanza
primaria se dividió, sin definirse, en a) elemental; b) superior; la primera con cua-
tro grados, la segunda con dos y a veces tres, continuación de la primera.
«Con la estadística en la mano12 podemos afirmar que cada año 5.000 niños se
inscriben en el 1er año de los colegios nacionales de la República. Pero de esos
5.000, solo 1.400 alcanzan el ansiado bachillerato. De modo, pues, que en el trans-
curso de una promoción completa, la acción docente se esteriliza en 3.600 niños,
número casi tres veces el de los que aprovechan el beneficio íntegro. Un desgra-
namiento tan considerable se justificaría, hasta cierto punto, si el colegio fuera
exclusivamente preparatorio de las universidades. Pero ni la Constitución ni las
leyes le asignan tal carácter. Ese desgranamiento, que solo atañe a una educación
general, ¿cómo podría justificar la exclusión que hace de los más en beneficio del
menor número, sin dar por tácitamente sentado, al mismo tiempo, que el 72% de
la población argentina es reacia a la educación o incapaz de recibirla? He aquí,
pues, nuestra primera tesis, cuyas conclusiones habremos de utilizar más ade-
lante. Un instituto de educación general que no logre educar sino a la minoría de
la masa estudiantil que lo frecuenta evidencia, por ello mismo, defectos graves
que comprometen la función específica a que está llamado. Tales víctimas (los
que no concluyen) atestiguan el fracaso de sus propios fines, pues nadie sería
osado de afirmar en presencia de tales estadísticas que el Colegio Nacional llena,
en la sociedad argentina, la misión de cultivar la mente de todos los jóvenes que
llaman a sus puertas. Y eso que, dada nuestra organización educacional, la ense-
ñanza secundaria es la única oportunidad ofrecida a la cultura general del niño
que abandona la escuela primaria. El examen somero de esta primera cuestión
que nos sale al paso pone de relieve, pues, una grave deficiencia que no encuen-
tra atenuante en argumento alguno. Es un instituto cuyo papel moneda solo puede
ser convertido a la puerta de la Universidad; pero fuera de allí, no tiene valor in-
trínseco alguno.» Los hechos no han pasado, para las personas consagradas a la
enseñanza, inadvertidos; se ha intentado conjurar el mal con proyectos injusta-
mente encarpetados. El diputado José Luis Cantilo, fundado en observaciones
exactas de nuestro medio y sobre opiniones de reputados escritores como Elliot,
Leblanc, Buyse, P. Adam, Leclerc, en la sesión del 29 de septiembre de 191413 en-
tregó a la Cámara un plan modesto en apariencia, pero cuyo significado era el de
una reforma trascendental del viejo régimen educativo de la escuela primaria ar-
gentina, en el sentido, precisamente, que la concebimos nosotros, salvo detalles
que en nada afectan la idea que guiara al legislador. «Créanse –decía– en las es-
cuelas primarias superiores de ambos sexos, dependientes del Consejo Nacional
de Educación, en las escuelas de la Capital y en las de la Ley nº 4.874, en las pro-
vincias y territorios nacionales, secciones de enseñanza técnica, profesional e
industrial. Estas secciones se dividirán en cuatro grupos: a) de enseñanza indus-
trial; b) de enseñanza comercial; c) de enseñanza rural; d) de enseñanza domés-
tica. Las secciones compondrán tres grados en las escuelas superiores correspon-
diendo a 4º, 5º y 6º de los actuales programas. Créanse tres grados superiores
suplementarios destinados a la enseñanza técnica, profesional e industrial en las
escuelas de la Ley 4.874». A continuación, el doctor Cantilo establece las materias
de este ciclo que, como es fácil notarlo, constituyen una nueva escuela en la que
se ingresa de 12 años, después de cuatro grados primarios de aprendizaje, pues el
1º, 2º y 3º se desdoblan y retienen hasta los 11 o 12 años al niño (véanse las esta-
dísticas acerca de la edad de los grados). Solo faltaba declarar a este plan, gene-
ral y obligatorio, fijándolo como un período de correlación entre la escuela pri-
maria y las demás de carácter secundario o especial, tal como lo hizo el decreto del
terés es que en la escuela de la crisis se realice ese contacto de alma a alma de que
nos habla Payot entre los alumnos, su director y sus profesores, como si se tra-
tara de un hogar donde los padres cuidan con inteligencia a sus hijos, alentán-
dolos con un afecto cálido y protector. ¡Qué lejos [de esto se encuentran] las es-
cuelas graduadas, con sus programas de 15 o 18 asignaturas, con sus compendios,
sus deberes imprecisos, sus clasificaciones, sus exámenes, sus lecciones de 25
minutos, su aglomeración en las aulas, sin notas alegres, sin sol, sin naturaleza;
o los primeros años de nuestros colegios, librescos, rígidos, sin calor doméstico,
bajo la mirada torva, irónica, fría o indiferente de profesores sin sentimiento pa-
terno; qué lejos, digo, de esta otra activa, cariñosa, íntima, espontánea, consa-
grada al mundo de los fenómenos, a la cultura, al ejercicio, a sentir lo bello, sin
comprometer al niño en malos actos! El hogar, por lo común, no puede asumir
la responsabilidad de la dirección de sus hijos durante este período delicado; por
lo contrario, su obra furtiva suele contribuir a sus extravíos. Esta razón nos asiste
para sostener un horario que retenga al niño desde las ocho hasta las once de la
mañana; desde las dos hasta las cinco o seis de la tarde, sustrayéndolo, así, a
la influencia y a la tentación de las amistades peligrosas, de las andanzas delec-
tantes, de los paseos corruptores, de las impresiones que bajo velos atrayentes es-
conden vicios fatales.
Del punto de vista de la tendencia el plan ofrecía, a todos los incapaces de so-
portar seis años de estudios, la ocasión de realizarlos completos en tres años, pre-
parándolos para el ejercicio de una vida útil y honesta. En la enseñanza profesio-
nal variada y múltiple, podían elegir una educación conforme a sus inclinaciones
y, para muchos, ese campo era un despertar de aptitudes que resolvía definitiva-
mente un tipo de actividad. Para los que iban al colegio, este les ofrecía la liber-
tad de elegir las materias de estudio y dedicarse al grupo para el cual sintieran
disposición; así era sólido el aprendizaje y disciplinado el espíritu, desde que ju-
gaba a su favor el interés. Eran innecesarias las precauciones de la Universidad de
exigir el examen de ingreso, que descalifica la enseñanza secundaria, y los pri-
meros años de facultad no hubieran ofrecido el mismo cuadro de naufragios que
ofrece aquella, desde que el joven comenzaba sus estudios secundarios a los 15 o
16 años, después de los de la intermedia, y su cerebro estaba preparado para abor-
dar las materias de su elección, concebidas como un conjunto no de nociones,
sino como un sistema de conocimientos en donde cultivaría sus aptitudes para la
observación, para el análisis y para la abstracción con el éxito que en vano ha pre-
tendido el antiguo plan, pues en él, a causa del excesivo número de materias y un
número insuficiente de horas, el alumno no podía consagrarse a un núcleo de
aprendizajes afines, distraído a cada instante por una categoría de conceptos di-
ferentes.
El antiguo plan obligaba a inscribirse en 12 o 13 materias; el nuevo no; el
alumno se inscribía en las que deseaba, predominando un grupo del mismo ca-
rácter por su contenido y sus métodos, sin estudiar cada año más de siete, reali-
zando el trabajo en las salas y laboratorios del colegio y no en su casa, porque el
tiempo sobraba para hacerlo así.
Todos los años, cada curso ofrece, hoy, cierta cantidad de alumnos condicio-
nales, es decir, que deben, de los anteriores, una o más materias, lo que importa
reconocer el sin objeto de la distribución de las asignaturas en años; de ahí el de-
creto de noviembre de 1915 que regulariza esta práctica para el examen, estable-
ciendo la correlación de las materias con las previas, cuyo significado es la supre-
CAPÍTULO VI. ORGANIZACIÓN Y GOBIERNO DE LA ENSEÑANZA DURANTE LA CRISIS 281
sión de los grupos por año. Siendo evidente que no todos son capaces del mismo
esfuerzo, cada alumno, por el plan reformado, hacía sus estudios en el número de
años que se juzgare capaz, mientras el antiguo disponía un número fijo de mate-
rias por año, siendo la extensión contraria a la intensidad, en la misma unidad de
tiempo.
El antiguo plan era una frecuente repetición de materias. De esto resultaba la
falta de novedad y, por consiguiente, de interés del alumno por aprender, mal-
gastando el tiempo, que es oro en educación. Así, comparados el programa de 5º
y 6º grado con los de 1er año, 2º y aun 3º, se advertirá (niños, en uno y otro caso,
de 11, 12, 13 y 14 años) una gran suma de nociones que se repiten sin profundi-
zarse, porque el tiempo y la multiplicidad no lo permiten.
El carácter nocional de la materia resulta del exceso de asignaturas que por
año estudia el niño, del poco tiempo que se les asigna, de la distribución de la
misma materia en varios años y de la edad en que se estudia; la noción es prepa-
ración insuficiente para la Universidad, puesto que con ella solo se ejercitan pro-
cedimientos intuitivos, nunca analíticos; formas descriptivas, nunca razonativas.
Agrava los defectos su carácter dispersivo. Quiere esto decir que una misma ma-
teria se estudia en 1º, 2º, 3º y 4º año con un número de horas reducido en cada
año. Por eso figuran en cada curso hasta diez asignaturas diferentes, que se repi-
ten en los demás.
Por ejemplo: 1) geometría plana: 1º, 2º y 3er año; 2) aritmética: 1º, 2º y 3er año;
3) geografía: 1º, 2º, 3º, 4º y 5º año.
La forma cíclica se explica en las materias educativas, cuya función no puede
sustituirse por otras análogas, como el ejercicio físico, el dibujo, el idioma; pero
en la geometría no tiene razón de ser, porque educativamente es sustituida por
otras matemáticas. El plan de Saavedra Lamas volvía, en lo posible, esta disper-
sión a la concentración, porque es economía de esfuerzo y de tiempo, pues no es
lo mismo recomenzar muchas veces una enseñanza que realizarla de un modo
continuo. Así, geometría plana de 1º, 2º y 3er año, con dos horas en cada uno, se
la estudia en un año con cuatro horas. Esta forma reduce el número de materias
de cada curso, reconcentra el espíritu, evita la distracción y consagra más inte-
rés y empeño a una materia, lo que permite profundizarla. Los aprendizajes, sea
cual fuere la categoría de los estudios, se caracterizan en tres grupos: I. los de
ejercitación muscular y, particularmente, educación de la mano: dibujo, escri-
tura, trabajo manual, ejercicios físicos, ortografía, lectura, canto, solfeo; II. los
de educación mental: matemáticas, ciencias naturales, geografía, historia, gra-
mática, etc.; III. los que tienen por objeto la educación de los sentimientos y la
disciplina de los instintos: cultura estética, cultura moral, prácticas preventivas
y formas correccionales. Según el período escolar, asumen importancia unos
más que otros; pero la prueba de capacidad varía y el grado no existe, para al-
gunas, para otras no tiene objeto, como que no contiene los motivos de una pro-
moción.
Por el plan de 1912, el alumno rendía 161 pruebas de capacidad, en otros tan-
tos grupos de conocimientos, durante doce años, para ser bachiller. Por el de 1916,
rendía solamente 79 en diez años. Se redujo la dispersión a una concentración
que permitía más reposo, más detención en los conocimientos y métodos, más
profundidad, en fin, una prueba más formal e intensa, si bien nuestra opinión es
282 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
pesos en tres cuotas: una en marzo, otra en junio y otra en agosto, para material
de laboratorio y sala, que la Dirección invertirá de acuerdo con los jefes de nú-
cleo; c) los alumnos de cada asignatura no excederán de 30 ni serán menos de 10.
5º La promoción se hará: a) promediando las clasificaciones mensuales, prin-
cipalmente de los trabajos realizados por el alumno, en las salas y laboratorios; b)
por un examen oral en diciembre, cuya clasificación será promediada con la del
año; c) el alumno que resultare aplazado en el examen complementario de febrero
no podrá ser inscripto como regular en la materia si en la que es previa resultó de-
ficiente; d) el alumno libre dará examen en la época reglamentaria, conforme al
programa desarrollado en el curso del colegio donde rinda la prueba, obligado a
presentar los trabajos prácticos que exigiese, sobre los cuales será sometido al in-
terrogatorio que la mesa juzgue necesario.
6º El alumno podrá inscribirse en cualquier número de materias siempre que
las horas semanales de clase no excedan de 30, los horarios del colegio lo permi-
tan y la asignatura no tenga previas en las que no estuviese aprobado.
7º Queda librado a las Facultades de cada Universidad determinar, para los
alumnos que ingresaran en ellas, las materias que deben aprobar en los colegios.
8º El Ministerio otorgará el título de:
a) Bachiller en Ciencias Físico-Matemáticas a quien hubiese aprobado el Ier y
IVº núcleo de materias y diera examen general sobre las del Ier núcleo.
b) Bachiller en Ciencias Químico-Biológicas a quien hubiese aprobado el IIº
y IVº núcleo de materias y diera examen general sobre las del IIº núcleo.
c) Bachiller en Letras a quien hubiese aprobado el IIIer y IVº núcleo de mate-
rias y diera examen general sobre el IIIº.
9º El examen general se dará en diciembre, febrero o julio, después que el as-
pirante haya aprobado las materias de los núcleos correspondientes.
Las escuelas normales serán mixtas en aquellos lugares en que no las hubiere,
a la vez, de varones. Pero la del Profesorado en Lenguas Vivas inscribirá, en sus
cursos docentes, alumnos de uno y otro sexo.
1º Comprenderán: a) un Departamento de Enseñanza Primaria; b) un Depar-
tamento de Enseñanza Intermedia o Preparatoria; c) un Departamento de Ense-
ñanza Normal; el primero, a cargo inmediato de un regente o subgerente; el se-
gundo a cargo inmediato de un regente o del vicedirector.
2º Las escuelas normales de profesores tendrán por objeto preparar titulados
para enseñar en las escuelas intermedias; en las escuelas normales de maestros de
acuerdo con las especialidades que hubieren hecho y dirigirlas. Nadie podrá in-
gresar en los cursos del profesorado sin título de Maestro Normal.
3º Cada escuela normal de profesores podrá preparar para una o varias espe-
cialidades, debiendo la de Lenguas Vivas conservar su carácter, su organización
y sus planes actuales en lo referente a sus cursos profesionales, que tendrán por
fin formar profesores de idiomas extranjeros para las escuelas y colegios del país.
En las escuelas normales no habrá alumnos libres ni sus alumnos pagarán más de-
recho que el de laboratorio, fijado en cinco pesos que la Dirección invertirá total-
mente en material de trabajo.
4º El alumno solo practicará en aquellas materias que hubiere aprobado o
estuviere cursando en el Departamento Normal. La práctica estará a cargo del
CAPÍTULO VI. ORGANIZACIÓN Y GOBIERNO DE LA ENSEÑANZA DURANTE LA CRISIS 285
dad para todas las cosas, sino para ciertas cosas. Es la vocación; pero la vocación
debe despertarse; requiere un excitador; debe el sujeto conocer y probarse. En
el común de las gentes, la vocación no se encuentra en el campo de la teoría pura
sino en el de las actividades manuales. De aquí que sea necesario escoger un pe-
ríodo de la escolaridad, adecuado a la prueba, por la edad y por la preparación.
Este punto es uno de los más interesantes de la pedagogía y del momento actual.
Los europeos y los estadounidenses, hemos visto, creen que entre los 11 y los 15
años el joven puede decidirse. Para que su campo afectivo no sufra desviaciones
y la prueba resulte amplia el alumno, durante tres o cuatro años, ejercita el co-
nocimiento de las ciencias, de las que practica, en salas y laboratorios, sus mé-
todos, y ejercita el aprendizaje de las profesiones, sin el propósito de adquirir-
las, sino de escoger una. En Nueva York se realiza ahora una experiencia en
grande, después de ensayos afortunados que condujeron a las ciencias, a las pro-
fesiones y a las industrias, hombres que llevaron a sus respectivas actividades el
capital precioso de su voluntad y sus afectos. Según acaba de referírmelo el doc-
tor Darío Sala, eminente pedagogo chileno, se han invertido seis millones de
pesos en instalar más de treinta talleres para otros tantos oficios, para que a
ellos concurran los niños de la Grammar School y de la High School, no a un de-
terminado taller, sino a todos, a fin de que observen, conozcan, prueben y, por
fin, escojan la manualidad que resuelva el problema de su vida. La voluntad es
un problema afectivo. Toda inclinación contrariada es un tiro de muerte a la vo-
luntad.
He aquí, pues, el fundamento de una función importantísima de los planes in-
tegrales y el problema trascendental que pretendía resolver el decreto del 1º de
marzo. El Ministerio tenía la profunda convicción de que con verbalizaciones
desde la cátedra, en aulas inactivas, que es la manera menos gravosa de transmi-
tir conocimientos, no disciplinamos la observación, el razonamiento, ni la mano;
sentenciamos a muerte la voluntad y creamos al país un ejército burocrático, es
decir, de copia notas, mendicantes y rebeldes a toda iniciativa. La escuela inter-
media era la escuela de las decisiones; había que darle toda la vida posible para
que ese momento de los destinos no se malograra, desde que en él se eleva una ac-
tividad o muere.
Se advierte fácilmente la carga dispersiva y sobrecargada del plan de 5º y 6º
grado; otro tanto ocurre con el de 1º, 2º y 3er año del Colegio Nacional que aquella
escuela pretendía corregir:
5º grado: aritmética 3; geometría 1; animales 1; plantas 1; minerales 1; cuerpo
humano 1; fenómenos físicos y químicos 2; lectura 2,5; escritura 1; lenguaje 3;
historia 1,5; geografía 2; instrucción moral y cívica 1; dibujo 1; música 1; trabajo
manual 1; labores y economía doméstica 1; ejercicios físicos 1,5; trabajos de labo-
ratorio 1.
6º grado: aritmética 3; geometría 1,5; animales 1; plantas 1; minerales 1;
cuerpo humano 1; fenómenos físicos y químicos 2; lectura 1,5; escritura 1; música
1; lenguaje 3; trabajo manual 1; historia 1,5; ejercicios físicos, 1,5; geografía 2; la-
bores y economía doméstica 1; instrucción cívica 2; laboratorio 1; dibujo 1.
Colegios Nacionales. 1er año: aritmética 3; geometría plana 2; historia 4; geo-
grafía argentina 2; castellano 4; escritura 2; francés 4; educación física 2; dibujo 2.
2º año: castellano 3; historia (media y moderna) 4; francés 3; inglés 4; arit-
CAPÍTULO VI. ORGANIZACIÓN Y GOBIERNO DE LA ENSEÑANZA DURANTE LA CRISIS 287
La educación y el aprendizaje
durante la crisis
1. ¿Por qué necesitamos un edificio? Porque la naturaleza como aula ofrece los
inconvenientes de las estaciones, de las lluvias, de los fríos, de los calores, de los
vientos, que solo pueden sufrirse cuando la utilizamos para observar sus fenó-
menos, sus piedras, sus plantas, sus animales, sus espectáculos o ejercitamos en
ella los músculos. Hay aprendizajes que exigen dispositivos, salas, laboratorios,
que no podríamos instalar a campo y cielo. La escritura, el dibujo, la ortografía,
la aritmética, exigen un material fijo y durante una parte del año la casa; de los
240 días de clase, solamente cien favorecen una estadía provechosa al aire libre.
Pero todas las enseñanzas tienen, en la naturaleza, un capital a cuya explotación
deben consagrarse esos cien días. La lección de dibujo y la de estética hallarán en
ella sus mejores motivos; la de lectura y de composición, en ella los elementos de
una ejercitación sana y vigorosa; la de geometría, de geografía, de ciencias natu-
rales, en ella la oportunidad de estudiarlas y de comprenderlas. De esta suerte,
los programas deben dirigir las actividades a esta sala inmensa de ejercitación,
distribuyendo adecuadamente el tiempo a fin de que los horarios que acostum-
bran las escuelas y colegios no cierren la puerta de salida hacia esta nueva expla-
nada didáctica en donde deben ponerse en juego procedimientos de los cuales
nos hemos ocupado en nuestra Metodología especial (tomos I y II). No ignoramos
que la excursión con fines pedagógicos ha sido un paseo durante un día hermoso
de primavera, porque fue una práctica excepcional y porque nunca el programa de
lecciones la tuvo en cuenta. Los niños abandonan el aula para retozar, pocas veces
instruidos para un propósito estético, literario y científico. Una prédica intensa y
290 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
apasionada rompería este encantamiento del aula que inmoviliza al maestro en las
fórmulas añejas de una tradición condenable. «En el aula se enseña y se aprende;
afuera se corre.» En aulas miserables, desaseadas y oscuras, situadas en la cam-
paña limpia, bella, primaveral y triunfante, he visto con dolor a cuarenta o cin-
cuenta niños recibir lecciones de lectura o de cosas.
El edificio, en los centros urbanos, debe ocupar la mayor extensión de tierra
posible, lugares altos a la orilla de los ríos, en los bosques, en los parques, en fin,
donde el niño pueda recibir la impresión de los grandes espectáculos de la luz, de
los colores, del aire, de los horizontes. Aun en Buenos Aires los hay en Belgrano,
en Flores, en cualquier parte de la costa. Pero la sensación panorámica, bajo el
sol, podrá obtenerse desde el mismo edificio, si llega a treinta metros de altura y
sus techos son cómodas terrazas. Ya se sabe con cuánto placer no solamente el
niño sino el adulto suben a una torre y con qué avidez la vista escudriña las leja-
nías y el espíritu goza en contemplar lo que tiene por delante. La terraza es un
sitio ideal para recoger elementos para la composición, para el dibujo, para estu-
diar el lugar geográfico, para recibir impresiones estéticas. Por consiguiente, el
edificio de una escuela, en los centros poblados, debe ir en busca de la naturaleza
por sus galerías exteriores y su altura ser un observatorio. Desgraciadamente,
Buenos Aires no tuvo en cuenta, para sus espléndidas construcciones, semejantes
recursos. Se iluminan las aulas con luz eléctrica y el techo solo sirve para recibir
las aguas pluviales. La escuela de los jóvenes cuya pubertad comienza debe ser
un sitio de ejercitación, en tal forma dispuesto, que puedan librarse de esfuerzos
penosos para sentir y para comprender. Reducida la enseñanza a un mínimo de
materias, la sala o el laboratorio sustituirán el aula. ¿Qué es una sala, qué es un
laboratorio? Un dispositivo didáctico en donde todo habla al niño de los fenóme-
nos y cosas de la materia en la que debe ejercitarse como un tipo activo. No se
trata de un gabinete, de una exposición de material del que no hará uso. No. Es-
tará a mano lo necesario para que trabajen en sus experiencias treinta o cuarenta
alumnos a la vez; para que observen, para que ejerciten, para que el ambiente los
sature, sin las contrariedades o contratiempos que trae consigo un aula, en donde
solo hay cuarenta bancos para sentarse y sirve para lectura, para botánica, para
geometría. La sala ambiente y no el auditorio, donde la pasividad es irremediable,
irremediable la distracción, irremediable el desasosiego y la imaginación, debe
traducir en hechos la palabra del profesor. Podremos, así, cubrir de ilustraciones
las paredes, porque tendrán un objeto; podremos disponer mesas o pupitres es-
peciales para el trabajo, porque será de una índole solamente; podremos tener, en
estanterías adecuadas, a mano los elementos; podremos, en cada sala, tener la bi-
blioteca de libros e ilustraciones especiales con los que, al familiarizarse el
alumno, se prepara para utilizar lo que será su principal fuente de saber y de
orientación. Una escuela de cursos paralelos, distribuidos en tres años, seis cur-
sos por la mañana, seis por la tarde, o sea 700 alumnos, satisfará las necesidades
de la enseñanza con las siguientes salas: dos de matemáticas; una de lectura y
composición; dos de dibujo y escritura; una de química; una de física; una de his-
toria natural; una de idiomas extranjeros; una de geografía; una de historia; una
de proyección, cuyas dimensiones serán ordinariamente de 8 x 12 m. A estas salas
debe agregarse el departamento de talleres que, de acuerdo con los propósitos vo-
cacionales de esta educación, serán varios. La construcción económica que mejor
CAPÍTULO VII. LA EDUCACIÓN Y EL APRENDIZAJE DURANTE LA CRISIS 291
vive la naturaleza es la que hemos llamado tipo poligonal, distribuida según este
plano:
Cada sala es un pabellón aislado con un patio adyacente para lecciones al aire
libre. Evita por otra parte, la promiscuidad de las edades y los recreos comunes.
No obstante, todas convergen en un hall central.
Pero el punto de vista económico nos hace pensar en el taller común, en el
edificio destinado a ese único objeto, al que concurrirían niños de varias escue-
las. De esta suerte los mismos útiles, las mismas salas, los mismos maestros ser-
virían a muchos alumnos cuya asistencia no tropezaría con dificultades, aun en
los grandes centros, porque la enseñanza general se daría por la mañana o por la
tarde; la manual, en la otra sección del día. Nos hemos ocupado del edificio y de
su ubicación porque de él depende, en gran parte, el éxito de la escuela interme-
dia a la que toca el período más delicado de las actividades del niño. Por cierto,
no ignoramos lo eficaz de un sistema que a los 11 o 12 años llevara a los alumnos
a una escuela situada en los lugares más salubres, bellos y pintorescos de la re-
pública. Pero la enseñanza es costosa, por consiguiente, irrealizable como tipo
común. L’École des Roches defraudó las esperanzas de Demolins porque no tuvo
fondos para sostenerse. No obstante, por una ley, los internados deberían su-
292 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
1. Declaraciones del Congreso de Córdoba; proposición aprobada de P.A. Pizzurno, 1912. Léanse actas, 1917.
294 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
escape libre a su carácter porque ninguno ve en aquellos alumnos una vida que
se agita bajo presiones extrañas; pero para todos la hora es accidental o de pa-
satiempo, alegre, cruel o displicente, en la que por lo común se piensa minutos
antes, menguada con grandes claros de inasistencias durante el año. Tampoco
los alumnos sienten en aquellos profesores al hombre de experiencia, de saber,
prudente, grave, al buen consejero, al buen maestro, al buen padre; las ideas
crujen en la incertidumbre; han sembrado la duda y aquellos demoledores de
creencias e ilusiones son las primeras víctimas, porque ahí comienza ese me-
nosprecio cada vez más acentuado hacia el catedrático, quien mina hora por
hora los prestigios de un conductor sincero y sabio de espíritus. Es la conse-
cuencia de un terrible desengaño. El alumno, en la edad de las aspiraciones y de
los ideales, ansía el maestro, lo busca… lo busca en las columnas del diario, en
el comentario bibliográfico. A los del colegio los advierte incapaces; se han anu-
lado en el campo de sus afectos; crea centros, conferencias para traer extraños
a quienes siente más aptos, para entregarles incondicionalmente su alma, en
los umbrales, aún, del criterio para discernir.
Este caos, en el mundo invisible de la conciencia, que se traduce en indisci-
plinas y desilusiones, se vuelve más agitado cuando estos veraneantes de la en-
señanza no tienen conceptos formados acerca del estímulo, del valor moral, de
la justicia, de la puntualidad, llevándose por delante, si no la pedagogía, los re-
glamentos que no cumplen. Sin convicciones profesionales, porque ejercen fun-
ciones para las que no se prepararon, juzgan insignificante lo que para el niño
es trascendental en el momento de la germinación de sentimientos e ideales.
Así, no clasifican a sus alumnos durante dos o tres meses; o un día, apremiados
por la secretaría, toman una lista y promueven con diez a todos, o con cinco. O
repiten en el segundo bimestre las notas del primero. O, en una clase, clasifican
a treinta, por respuestas de medio minuto a simples preguntas. Procedimientos
irregulares que impresionan a los alumnos se comentan durante un mes en los
recreos, en los hogares con la intervención apasionada de padres y hermanos,
quienes dejan la reputación del colegio por los suelos y maltrecho el sentimiento
de justicia. Así arraiga ese malestar en el alma de la infancia que se traduce,
poco a poco, en odio, en impiedad, en agresión, en maledicencia, en servilismo,
en adulonería y otros aspectos de la perversión. Son, para mí, los efectos de este
sistema que entrega el período delicado de la adolescencia en manos de perso-
nas que, por ser muchas, no pueden asumir la dirección espiritual del alumno a
quien no conocen, con quien no intiman, a quien no penetran, a quien no acon-
sejan, sobre quien no ejercen una acción paterna, ni adquieren el ascendiente
pastoral del hombre que vive sus alientos y sus zozobras. El niño se siente aban-
donado frente al enemigo y usa de su libertad tal como la quieren los instintos
de una época de profundo debilitamiento. De esta suerte el profesor único, el
profesor que entra antes de sus alumnos a la clase; capaz, con el trato frecuente,
de organizar el carácter de cada uno y ser un padre en el aula, en el recreo, en la
calle, en los paseos; en el conocimiento de las aptitudes y debilidades, ser un
consejero justo y cariñoso; el profesor que se ocupa de ellos, tan solo de ellos y
aviva esos afectos con los que conduce a donde su voluntad lo quiere; el profe-
sor, dueño de los resortes que han de mover la máquina que tiene entre manos;
profesor destinado a tener un criterio claro de las actividades y una responsa-
CAPÍTULO VII. LA EDUCACIÓN Y EL APRENDIZAJE DURANTE LA CRISIS 295
rias; A.A., las lecciones; F.V., ciencias naturales; E.C., instrucción cívica, historia
y geografía; D.H., mecánica; M.G., historia de Napoleón; J.E.P., historia, geogra-
fía y dibujo; M.L., el origen del hombre; A.P.A., escribir y leer; D.A., las lecciones
del horario; A.C., mecánica; A.B., lo que enseñan; E.S., física y química; S.J., fran-
cés; R.B., agricultura; E.S., lo que es la patria; C.L., dibujo; R.D., dibujo, historia
y geografía; B.S., agricultura; M.R., geografía, historia y química; R.P., dibujo y
canto; J.E., historia griega; A.R., trabajo manual; A.S., historia; H.M., historia;
R.L., historia; P.L., dibujo y geografía; J.R., matemática; L.P., dibujo; H.Z., álge-
bra; J.C., historia. Los alumnos, al realizarse la investigación, estaban en clase de
historia.
El grupo de 3er grado (9 a 11 años) contestó:
1. Estudiar. 2. Escritura. 3. Aritmética. 4. La hora. 5. Aritmética y zoología.
6. Geometría. 7. Leer. 8. Aritmética. 9. Lectura. 10. Dibujo. 11. A estudiar.
12. Aritmética. 13. Todo. 14. Aritmética. 15. Aritmética. 16. Historia. 17. Jardinería.
18. Agricultura. 19. Algo. 20. Leer. 21. Jardinería. 22. Geometría. 23. Aritmética.
24. Geometría. 25. Fútbol. 26. Aritmética. 27. El comportamiento. 28. Jardinería.
29. Aritmética. 30. Cosas útiles. 31. Aritmética. 32. Idiomas. 33. Geometría.
34. Geometría. 35. Geometría. 36. Aritmética.
Sin un profesor único, es absolutamente imposible un horario de circunstan-
cias. La enseñanza ofrecerá ese aspecto antipático de dosificación por casillas u
horas fijas, tan contrario a toda manifestación natural del espíritu. El sistema de
cátedras pone la enseñanza en manos de advenedizos que le hacen daños incalcu-
lables. La ineptitud didáctica de los profesores, la ignorancia, las excentricidades,
la asistencia irregular, la inconsciencia de las funciones delicadas que desempe-
ñan, en fin, dejan ingratos recuerdos en los anales de la enseñanza secundaria y
normal del país. Mientras el sistema se mantenga, no libraremos al colegio de ese
peligro, que al anarquizar el espíritu y el carácter, prepara generaciones de escép-
ticos y viles, garantizados por certificados de una capacidad que no poseen, pero
que los inmuniza.
La educación moral del niño no puede ser sino la obra directa y constante
de una persona, del maestro que está a su lado el día, la semana, el año; que lo
conoce por todos sus aspectos, en todas sus debilidades, en todas sus virtudes;
que se preocupa de sus actos como de sus estudios; que le infiltra siempre un
espíritu y le ofrece un modelo. Así como es imposible concebir en el amansa-
miento, la acción de muchos individuos, en la disciplina de la conducta, es im-
posible suponer la acción variable, multiforme y genialmente contradictoria de
varios catedráticos. La personalidad del educando es la imagen virtual de una
personalidad. No puede formarse bajo la acción, cada 45 minutos, de modali-
dades, opiniones, consejos, voluntades, deseos, excitaciones diferentes, del que
exige y del que no exige, pues en los comienzos del período emotivo intelec-
tual, la anarquía o las acciones encontradas no pueden sino ser relajadoras de
la voluntad.
Volvamos por este fin ético, del que el colegio ha hecho olvido, considerando,
como dice Ingenieros,2 que de los resultados de la moralidad todos somos soli-
cia a la soberbia unida no sea la calamidad de una institución sobre la que basa su
grandeza el Estado. La mujer necesita una escuela donde aprenda a razonar sobre
los fenómenos humanos y la influencia de las cosas para que se convenza de que
su misión apenas ha comenzado al tener un hijo y que al abusar de la calle, del
teatro, del paseo, de la vida social, como si con el matrimonio contrajera el deber
de disipar los días en distracciones y goces, cava una fosa en la que se precipita-
rán los ideales más robustos de la raza.
Difícil ascensión es la del niño por un camino que el hombre ha sembrado de
seducciones para detenerlo. Muchas influencias perniciosas, aparentemente úti-
les y regenadoras, que traban la acción del maestro, silenciamos. Pero permíta-
senos dos páginas acerca del cinematógrafo. «Mando mis hijos al cinematógrafo
para que se distraigan.» El padre ha dicho una gran verdad; el cinematógrafo es
un aparato con el cual educamos la distracción como en un paseo por el bosque o
por las avenidas, a los que vamos sin otro objeto que ver gentes y recibir impre-
siones del ambiente sobre las que no fijamos la atención. Al cinematógrafo no se
va a comprender los elementos de un asunto sino a habituar la atención a un con-
tinuo cambio producido por cosas conocidas y cuyo interés finca en las situacio-
nes de los personajes, protagonistas siempre de un tema vulgarísimo e insustan-
cial del que se retienen imágenes, nunca palabras, con las que se aprende lo nuevo.
(Si no fuera así, la naturaleza, en la que todos vivimos, no procrearía sino sabios.
Pero necesitamos andar por ella con el maestro que nos hable o con el libro.) Cier-
tamente, si los asuntos fueran de otra índole, proyectados de otra manera y tu-
vieran un hábil comentador, prestarían a la enseñanza algunos servicios, serían
menos funestos a la atención. Pero esta reforma no tiene miras de llevarse a cabo;
por lo contrario, cada día se tratan escenas sin valores intelectuales; de recursos
tan simplificados que no exigen el menor esfuerzo a la imaginación, al razona-
miento para entendérselas. Es precisamente lo lamentable. Aquello que tiene la
apariencia de una enseñanza y de un ejercicio mental, cultiva en el niño un sen-
timiento de repugnancia a toda actividad que exige de él atención prolongada y
trabajo, precio del saber, del perfeccionamiento y de la conquista. El cinemató-
grafo y el fútbol han contribuido a crear, en los últimos años, esa necesidad del
éxito sin gasto de energía nerviosa ni de empeño voluntario, absurda aspiración
porque, a lo desconocido, a lo que no se tiene, se llega siempre, merced a un es-
fuerzo intenso y continuo que trae la satisfacción inefable sí de una victoria, pero
después de la fatiga soportada a veces con pena. El film, si no ha de ser una sen-
tencia de muerte de la atención y de la imaginación, persiguiendo fines educati-
vos, debe sufrir cambios tales que probablemente no simpatizarían ya con él los
que van a distraerse. Pero en las escuelas y colegios sería la fuente de oro de la en-
señanza. Hoy, es el enemigo de esas disciplinas que pretenden formar un espíritu
estudioso y reflexivo. Recordemos que el genio es el producto de una gran pasión
y una gran voluntad dentro de un ambiente.
Por último, desde otro punto de vista, el hogar conturba la función docente
del colegio. Cada padre, en los países americanos, singularmente, defiende las
más extrañas prácticas en la educación de sus hijos. Según este, debe fumar a los
11 años y tener dinero para gastarlo sin dar cuenta de su inversión; según aquel,
no debe salir de la casa sino acompañado, ni frecuentar más amigos que niños de-
centes; según otro, a los 12 años debe usar llave, ir a los cafés, imponerse al res-
300 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
peto de los demás, con los puños cuando sea necesario. Según otro, debe asistir
a todas las festividades, tomar en ellas parte cuando lo invitan; no debe perder
función de cinematógrafo ni partido de fútbol. O debe conocer temprano ciertos
vicios, ir a caballo, al hipódromo, al circo, sustraerse lo más posible a la vida se-
dentaria de la casa. O debe dulcificar sus maneras acostumbrándose a las reu-
niones sociales de la casa, bajo la vigilancia paternal de sus superiores y consa-
grar ciertas horas al estudio, a la lectura y, sobre todo, al cumplimiento de sus
obligaciones, preocupado en proporcionarle cuidadosamente lo necesario para
este programa de cultura. Así vemos que el colegio no solo lucha contra el aban-
dono o la desavenencia de los padres, sino contra sus extrañas voluntades a las
que el instinto da tenacidades metálicas. Los educadores se hallarán, a menudo,
vencidos por este obstáculo; de suerte que la escuela, antes de definir su acción,
libra este combate cuyo objeto es eliminar el elemento inadaptable por sus ten-
dencias y sus costumbres, en perjuicio de los nivelados que durante dos o tres
años deben ser espectadores de esta selección hecha de la manera más primitiva.
Necesitaríamos, pues, si no una escuela para enseñar a ser padres, una escuela
para clasificar tipos.
Las simpatías son, en sí, fugaces; pero desde otro punto de vista el ambiente
social y doméstico alimenta ese hondo malestar que se advierte en los jóvenes de
18 a 27 años, que estalla en odios inexplicables; doquiera el niño goza de cierto
contacto social, en la sala, en el comedor, en el tren, en los teatros, en los recreos,
no se educa sino en la maledicencia dura y mordaz a todas las cosas, por más que
este sistema individual de defensa sea prueba evidente de inferioridad. ¿Cómo
evitar estas influencias?
El hogar, en conceptos educativos, es víctima de la incertidumbre o de la con-
tradicción, porque la confluencia de pueblos en la democracia americana es un
conflicto constantemente renovado de ideas y por consiguiente, un cambio con-
tinuo de procedimientos que adolecen de un mal grave, la versatilidad y una ten-
dencia funesta, distraer al niño en lo fútil. ¿Cuántas veces miles de familias du-
rante el año gastan en juguetes, golosinas, joyas, sedas el valor de un microscopio?
Sin embargo, no sabemos de un padre que haya puesto en manos de su hijo ese
maravilloso creador de afectos para entretenerlo.
la fatal mentira del examen de ingreso. Los profesores, por cierto, se habitúan fá-
cilmente a los cursos mixtos; pero pierden la noción de finalidad de cada sexo a
tal punto de no ser capaces de dirigir años formados exclusivamente de varones.
La escuela mixta sí, porque la reclaman necesidades sociales ineludibles. Pero no
una coeducación intelectual sin límites. En la coeducación no hemos advertido lo
que algunos pedagogos pretenden: la emulación. Niñas y varones en la escuela se
mostraron siempre indiferentes a la preponderancia del sexo; el esfuerzo por so-
bresalir de algunos alumnos radicaba en causas que hubiesen producido el mismo
impulso en aulas de un solo sexo. Horace Mann, en 1853, en defensa del sistema,
enunció lo que fue el principio de una gran reforma en los Estados Unidos y el
lema de sus escuelas: «La pequeña sociedad en el seno de la cual el hombre se
forma debe, como la grande en la que entrará un día, estar formada por los dos
sexos. Estos dos sexos deben, desde el principio, aprender a conocer y a amar, el
uno en el otro, la humanidad; a sentirse amigos antes que su atención se fije sobre
sus diferencias».
5. El artículo 10 del decreto del 1º de marzo decía: «Cada profesor, antes del
15 de febrero, de acuerdo con las instrucciones recibidas del Ministerio, presen-
tará a la Dirección del colegio o escuela, la que lo elevará el mismo mes a la supe-
rioridad, una distribución detallada de la materia, en tantas lecciones cuantas
dará en el año, haciendo constar, en cada una, temas de enseñanza, ejercicios,
material, y particularmente, la forma didáctica», poniendo en manos del cate-
drático el plan de estudios en el que tan solo se enunciaban las materias, asig-
nándoseles horas semanales. Era la segunda vez que se adoptaba esta medida
trascendental, pues el exministro doctor J.V. González la estableció en el plan de
estudios de 1905, para que el profesor ejercitase uno de los derechos más legíti-
mos y dignificantes de su persona. Pero con pena declaro que tan menoscabada
la tenían los reglamentos, que el catedrático se resistía al ejercicio de la libertad
que el decreto brindaba, como que llegaron a la Inspección numerosas notas pi-
diendo programas, angustiados hasta no saber qué hacer por este «retardo inex-
plicable del Ministerio». Otros pronosticaban la anarquía en la enseñanza y cala-
midades sin fin, porque no remitíamos el índice de un libro para dictar álgebra,
para dictar geografía astronómica, para dictar física. Era preciso que dijéramos:
«Suma, resta, multiplicación y división de expresiones literales; 1º, 2º y 3º caso;
potencias con exponentes negativos; nunca debe olvidarse la importancia de los
ejercicios» y otras indicaciones por el estilo, a riesgo de que el álgebra de Jujuy no
fuera la misma que la del colegio Belgrano de Buenos Aires. Los programas dis-
tribuidos en lecciones, sin embargo, llegaron; no era el índice de la materia lo que
faltaba; abundaban, por lo contrario, los pormenores acerca de la suma, de la
resta, de la multiplicación, con un lujo que, de imprimirse, hubieran dado volú-
menes varias veces superado el del Ministerio de 1913. Faltaba, salvedad hecha de
un buen número de casos, el concepto didáctico de la materia, el concepto que no
pueden dar los programas oficiales. Pero tales deficiencias, que podían ser corre-
gidas por la Inspección, eran la consecuencia de un renunciamiento durante más
de cincuenta años al ejercicio de una función exclusiva del profesor.
Hemos probado con argumentos irrebatibles que el niño no aprende lo que la
escuela quiere sino lo que él puede. Que, víctimas de la más ciega ilusión, con-
304 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
sentimos la mentira del examen que solo prueba una variedad infinita de inter-
pretaciones de los programas, maneras diversas de distribuir el tiempo y un apro-
vechamiento lamentable de la enseñanza, si nos atuviéramos a la idea vulgarizada
de que «estamos averiguando lo que sabe». «Esta instrucción para el examen
–dice Nelson– exhibe en el examen mismo su propia pobreza. En cualquier parte
del mundo en que ese acto sirve de piedra de toque, de medida, en suma, de la
educación, el espectáculo es necesariamente desolador para quien lo contempla
sustrayéndose a la presión de la rutina; centenares de jóvenes desfilan tratando
de encubrir, como mejor pueden, su irremediable ignorancia; la ignorancia del
que formula una verdad que no es suya; la ignorancia del que no ha discurrido ni
dudado; del que no ha descubierto lo que sabe y que tiembla ante la posibilidad
de que su saber ajeno se ponga a prueba». He ahí probado, en el examen como ex-
periencia, una falta absoluta de esa uniformidad que pretenden aquellos que abo-
gan por un programa oficial. La capacidad de los alumnos, el nivel del curso, el
texto, el método, la ejercitación, el uso del tiempo, las condiciones del profesor,
el ambiente del local modifican profundamente la extensión y solidez de los co-
nocimientos de una asignatura. Basta saber que los programas, generalmente, no
se cumplen; se llega a noviembre faltando en física, magnetismo y electricidad; en
historia, la de Roma. Es el oficial que favorece estas transgresiones. El profesor,
al amparo del texto de un decreto forzosamente vago, no se preocupa por medir
el tiempo, ni pensar en él antes de comenzar las clases en marzo. De esta suerte
se detiene tres o cuatro meses sobre puntos a los que no debe asignar más que un
mes; cuatro o cinco lecciones sobre temas a los que no debe consagrar más de dos.
Cuando advierte la lentitud de la marcha, entonces transige con la mentira. Se
preparan de historia, de física, de química, de zoología, programas de examen de
diez o doce bolillas, cada una de las cuales contiene medio libro. Así: Bolilla 3:
«Logaritmos; segunda operación inversa a la potenciación. Representación geo-
métrica de la función exponencial. Logaritmos vulgares neperianos. Teoría de la
logaritmación. Logaritmo de un producto, de un cociente, de una potencia, de una
raíz. Cálculos con logaritmos. Característica y mantisa. Tablas: su manejo». De
todo esto el examinado recuerda una que otra definición. Basta para que no re-
sulte aplazado. Es evidente que el sucinto enunciado oficial de un tópico es sus-
ceptible de muy diversos desarrollos, si se carece de tiempo, si la preparación del
alumno no responde o no hay honradez profesional en el catedrático. Nada, pues,
más inútil y perjudicial, porque no responsabiliza a los enseñantes, que estos ca-
tálogos semisintéticos del conocimiento, inferiores a cualquier índice, sin el valor
de la orientación didáctica más elemental. En cada profesor hay una capacidad
científica y un temperamento pedagógico; en cada localidad un ambiente; en cada
curso un tipo de alumno; al Ministerio interesa cómo el catedrático interpreta la
enseñanza y ejerce sus funciones; con qué pensamiento inicia el curso y con qué
criterio asume la responsabilidad de su desarrollo.
Solo un camino puede satisfacer este anhelo: que el profesor manifieste, en
términos claros, qué hará de la materia, del material, del tiempo, de los niños, du-
rante el año, lección por lección. Es una manera de prestigiar sus iniciativas y la
más simple y rápida de conocer su preparación. Tal era el significado del artículo
10, que concluía de una vez con la mentira de los programas dignificando las fun-
ciones del catedrático, desdén de las ordenanzas a quien redujeron a la condición
CAPÍTULO VII. LA EDUCACIÓN Y EL APRENDIZAJE DURANTE LA CRISIS 305
* Debe ser la refracción del universo a través de un temperamento. [N. del E.]
CAPÍTULO VII. LA EDUCACIÓN Y EL APRENDIZAJE DURANTE LA CRISIS 307
gunda persona, las oraciones complejas son más eficaces en la formación del
lenguaje que la tinta roja, la que, al absorber las mejores horas de actividad,
deja al maestro fatigado e ignorante para las funciones didácticas de la escuela
y al alumno convencido de su ineptitud.
e) El francés y el inglés serán optativos, adquiridos por el método directo; el
aprendizaje debe comenzar a una edad en que la memoria de las frases y de las pa-
labras es extraordinariamente plástica, a los 9 o 10 años.
f) En geografía se relacionarán las condiciones de los lugares o zonas con la
vida en ellos desarrollada, sin tomar en cuenta las fronteras sino la orografía, la hi-
drografía, los climas, los productos, la habitabilidad. El alumno hará observacio-
nes sistemáticas de los fenómenos geográficos del lugar, a los efectos de compren-
der las cifras referentes a otros suelos.
g) Las ciencias naturales comprenderán series de monografías hechas sobre
ejemplares tipos, de cuyo conjunto resulte una exposición de la materia. Se dará
un curso breve de geología argentina. Estas materias, química y física, requeri-
rán cuestionarios hábilmente preparados para dirigir las experiencias, la obser-
vación y el pensamiento del alumno mediante métodos activos que organicen sus
actividades y contribuyan a cultivar afectos por la naturaleza y a comprender los
fenómenos de la vida.
h) La historia del día tenderá a formar el hábito de la lectura de los grandes
diarios y revistas para adquirir en ellos los conocimientos relacionados con la vida
y sus necesidades. ¿Qué historia más útil para la cultura general que la del pre-
sente y, en su extensión política, social, económica, literaria, comercial, más efi-
caz para comprender sus valores? Más tarde el éxito de sus actividades depen-
derá, en gran parte, de la capacidad de leer el presente.
i) La física y la química tendrán principalmente por objeto acostumbrar a la
experiencia a los alumnos, ejercitar la observación, la inducción y la generaliza-
ción en un género de fenómenos que hará conocer un aspecto de las cosas y cul-
tivará la capacidad para el análisis y para las manipulaciones, previo conocimiento
del material, sobre la base de cuestionarios que habitúen a la medida. No se pre-
tende un estudio fundamental de la ciencia sino, mediante nociones, aplicando
sus métodos, formar un concepto de ellas, aparte de las derivaciones de orden
profesional y técnico que tendrá en vista el programa.
j) La aritmética será una amplísima ejercitación respecto a decimales, frac-
ciones comunes, sistema métrico, raíces, proporciones y problemas de toda ín-
dole, particularmente de orden comercial, que den al alumno el dominio práctico
de la asignatura, eduquen su capacidad generalizadora y razonativa y le permitan
resolver con rapidez. Por eso se recomienda el uso de un libro de ejercicios y pro-
blemas que, al sintetizar la materia, sea una recapitulación constante, al mismo
tiempo que profundamente impregnada de su espíritu.5
k) La geometría tendrá principalmente por propósito educar la observación,
la capacidad de inducir y generalizar, de traducir a figura los enunciados, de for-
mar el lenguaje geométrico, de razonar teoremas y resolver problemas gráficos y
numéricos en lo que tienen de aplicativo en la parte práctica, pero siempre en
5. A este fin responde la Síntesis aritmética, ejercicios y problemas, de que soy autor.
308 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
vista la cultura del espíritu. El alumno se ejercitará en medir sobre las cosas y el
terreno y en resolver los problemas que ello suscite.
l) El álgebra será enseñada con el mismo espíritu que las demás ramas de las
matemáticas, con el particular propósito de que, fecunda gimnasia intelectual, dé
al alumno un perfecto dominio de las operaciones, del factoreo, de los casos de di-
visibilidad y de las ecuaciones de primer grado. Satisfaría los propósitos del pro-
grama si los alumnos resolvieran, durante el año, los ejercicios y problemas con-
tenidos en el 1er tomo del libro de Tzauf y Morf.
Oportuno es que agreguemos que a la falta de criterio del hogar para dirigir a
los hijos se una la falta de acierto para hacerlos estudiantes. Los padres se desve-
lan para poner una sala y un comedor, ricos en muebles y decoraciones; pero no
se ocupan de proporcionar a sus hijos una pieza iluminada, pizarrones, micros-
copio, compás, reglas, libros, buenos útiles de trabajo, un escritorio, un ambiente
confortable donde su interés crezca. He observado además, en los exámenes de
promoción, la incalculable cantidad de hiatos que ofrecen la memoria y el razo-
namiento, lo que produce esa impresión ingrata de incapacidad para el análisis,
para la coordinación y para la traducción gráfica de los conceptos, sean ellos enun-
ciados geométricos. Entre otras prácticas para corregir este tipo de mente oscura,
que alcanza al 80% en los adolescentes de 12 a 16 años, está la del empleo cons-
tante, desde los grados primarios, del paradigma y de la esquematización clasifi-
cativa (sinopsis verbales y gráficas), instrumentos insuperables de organización
mental, dado que las ideas se estratifican siempre en sistemas. La ejercitación, a
los 9 y 10 años, en la declamación de páginas literarias, proveerá de frases y pa-
labras para expresar los conceptos.
La conducta del hombre guarda una relación íntima con la verdad de la que es
única fuente la ciencia. Pero la ciencia no forma el sentimiento de la verdad si el
joven no crea el interés por ella que, conforme a la teoría afectiva, no nace sino
cuando se aprende oportunamente y se comprende con esfuerzo pero no penoso.
Estos deseos no se realizarán cuando son doce o trece las materias que compro-
meten su actividad; cuando la imposibilidad alimente odios y resistencias hacia lo
que debe ser atrayente. De esta suerte, la contribución moral de la ciencia no so-
lamente es escasa sino negativa. Una vez más, necesitamos insistir en la reducción
a tres o cuatro de las materias de obligación o esfuerzo, destinadas a educar la vo-
luntad, régimen de la conducta; mientras las demás deben ser de entretención y
cultura. La afectividad, estimulada así, dará en cualquier campo frutos de una
sazón inesperada, en aptitudes para el trabajo sano y en esperanzas para la cose-
cha que viene.
7. Acerca del dibujo, merced a las disposiciones motrices del niño, los 12 años
son un buen momento para tal enseñanza, si ha de ser ornamental, decorativo y
aplicado a fines industriales, sirviendo de motivo modelos de la flora indígena.
Nada tan absurdo como la copia de yesos y el ejemplar único para 30 alumnos;
asimismo, no se concibe esta enseñanza sin local adecuado, sin material y en
menos de seis horas semanales por lo menos. Dos horas, ocurre ahora, mortifican
al profesor y a los alumnos, quienes jamás pueden recibir instrucciones formales
y sentir afectos por una clase para la que disponen de un metro de espacio en un
aula de 35 alumnos. Dice Guido Buffo (informe elevado en 1916 a la Inspección
CAPÍTULO VII. LA EDUCACIÓN Y EL APRENDIZAJE DURANTE LA CRISIS 309
sus secretos tendrá de ella un conocimiento o una idea bastante clara, mientras
que el que la conozca por impresiones fugitivas, apenas podrá darse cuenta de las
cosas de una manera vaga, porque la “impresión” de las cosas no es el conoci-
miento de ellas. Volviendo a la naranja: ¿Cuántas composiciones decorativas pue-
den hacerse con sus cascos, dejando al alumno amplia libertad para disponerlos?
(objetivamente). La reproducción gráfica de una de aquellas composiciones he-
chas por el alumno mismo será otro ejercicio cuya importancia tal vez no se apre-
cie bastante, en su relación con el porvenir del niño, porvenir económico a veces…
»En las escuelas, para la enseñanza del colorido, debe preferirse la acuarela a
cualquier otra clase de pintura. La educación sobre la armonía de los colores de-
berá hacerse por la observación directa de la naturaleza. Esta enseñanza, siendo
como es, difícil, es víctima de un descuido completo. Me parece que las teorías
hasta ahora divulgadas acerca de la armonización de los colores son de una ver-
dad relativa, por cuanto ellas son, en su mayor parte, preceptos con demostracio-
nes que complican el estudio en lugar de simplificarlo. En su conjunto, estos con-
ceptos tienen un valor real por el hecho de que ofrecen el modo de razonar y
descubrir muchas cosas interesantes, ya sea en los colores físicos o químicos; pero
consideramos más oportuno dar esta educación en el modo más fácil y más prác-
tico posible. El método simple que proponemos es el de ejercitar el sentido cro-
mático en la observación de la naturaleza. Es más fácil encontrar una tela o un ob-
jeto industrial de colores chocantes e inarmónicos, que una hoja, o un insecto, una
montaña, un cielo, cuyos colores carezcan de armonía. Se empezará, ante todo,
por ejercicios a la acuarela que reproduzcan colores bien unidos, es decir, planos,
uniformes, sin esfumaduras. Que el alumno se provea, por ejemplo, de tres hojas
cuyo color verde sea distinto en cada ejemplar. Se trata de estudiar el color y no la
hoja. En un papel, el alumno ensayará muchas veces hasta encontrar un verde pa-
recido a una hoja, y cubrirá con este color un rectángulo (o el dibujo de la hoja) tra-
zado previamente en el papel. Después encontrará sucesivamente los otros dos
verdes y llenará otros dos rectángulos con estos colores. La corrección se referirá
al tono, que deberá ser lo más parecido posible al modelo, a la unidad del color, a
la limpieza. En una mariposa hay dos colores distintos. Los reproducirá de la
misma manera: en dos rectangulitos. Esos dos colores estarán, sin duda, en ar-
monía entre ellos. La naturaleza es toda una armonía de formas y de colores. Una
flor tendrá sus pétalos de color rosado claro, cuyo tono, gradualmente, irá trans-
formándose en un morado subido. El alumno tratará de subdividir o localizar
mentalmente las zonas de esta gradación de color. Un niño verá solo tres entona-
ciones: un rosa pálido, un rosa subido y un morado. Otro alumno distinguirá mejor
y verá cinco, es decir, un rosa claro, otro un poco más subido, otro más subido to-
davía, un morado rosado y un morado más intenso. Lo esencial es que aprenda a
distinguir el mayor número posible de tintes y de gradaciones. Trazará, después,
tantos rectangulitos cuantos sean los tintes que se distinguen. El alumno proce-
derá a llenar cada uno de aquellos rectángulos con la tinta correspondiente. En la
flor no se descuidará la parte interna, pues pistilos y estambres tendrán siempre
su coloración especial. El conjunto de toda la coloración de esta flor será perfec-
tamente armónico. Ahora bien, ¿hay que colorear una composición geométrica
decorativa o un friso; hay que hacer un tejido, o un bordado a color, etc.? La co-
lección de un buen número de estos estudios será un diccionario abierto que el
CAPÍTULO VII. LA EDUCACIÓN Y EL APRENDIZAJE DURANTE LA CRISIS 311
alumno podrá consultar para guiar con acierto su buen gusto. Quince colores da
un alguacil; 25 la flor de “alaba” (cactus); y 30 la flor “azucena del campo”. Esta
manera de estudiar el color lleva por sí misma al esfumado». El niño debe, antes,
ejercitarse en escoger el modelo más bello y la posición más bella para hacerlo ob-
jeto de su producción, sobre lo cual insistimos, porque ahí nace el interés y culti-
vamos el sentido estético del educando como lo quería Benvenuto Cellini cuando
ponía a su discípulo a dibujar vértebras humanas.
El dibujo, en toda escuela de carácter técnico, es el auxiliar indispensable para
proyectar la obra creada por la imaginación que ha de convertirse en objeto. De
aquí que, teniendo dicha enseñanza una finalidad tan precisa, debe asignársele
un tiempo que permita desarrollar un programa de destreza de la mano y educa-
ción de la vista. No hay oficio, por modesto que lo juzguemos, que no necesite del
dibujo. Por eso los cursos nocturnos, concurridos especialmente por obreros a re-
quisición de estos, destinan gran parte del tiempo a esta asignatura piloto de todas
las artes manuales. (Véanse los detalles de esta enseñanza, Metodología especial,
tomos I y II.)
El horario destinará medio día a la enseñanza general y medio día a la profe-
sional y técnica. Las tentativas de introducir el trabajo manual en las escuelas y co-
legios se malograron porque nunca se le asignó el tiempo suficiente de ejercita-
ción. El alumno, al eternizarse en un ejercicio, no formaba aptitudes por falta de
continuidad y perdía el interés nacido en los éxitos rápidos y en la variación del
trabajo. Por otra parte, la perfección manual exige una ejercitación más larga que
la intelectual, agregando que la fatiga sobreviene más tarde y afecta menos al sis-
tema general, por cuanto trabaja menos el cerebro. El niño debe sentirse formal-
mente en el trabajo cuya principal condición es la constancia. Esa constancia no
será nunca un hábito si el alumno no se consagra a una misma actividad sino una
hora por semana. La consecuencia será precisamente lo contrario. Conseguire-
mos un temperamento impaciente, capaz de comenzar siempre, nunca de con-
cluir, modo común del carácter de nuestra juventud.
introducir en los programas un curso de Historia del Arte –ha dicho Perrot–,9
que llegaría a ser para los alumnos una materia de lecciones y un motivo más de
mortificaciones, deberes y malas notas.» Es en presencia de las obras de arte que
el maestro hablará, como lo hacía L. Lugones en su curso de Estética de la Uni-
versidad de La Plata (1915 y 1916). Debe sentir, comprender y ser sugerido. Nada
más. El gusto, decía Goethe, se cultiva a la vista de lo más perfecto. El niño deberá
colocarse en un medio que ofrezca, a sus sentidos, el espectáculo de lo bello. «El
solo contacto, pero continuo, de las cosas hermosas formará su gusto.» Esta edu-
cación por el medio artístico, que puede comenzar desde los primeros años, se
completará, después de los 8 o 9, por otra especializada en el ejercicio de las ap-
titudes estéticas, merced a discretas explicaciones sugeridas por la belleza. Pero
cuidado con el comentario erudito, con el análisis profundo, con los discursos que
a fuerza de esclarecer vendan los ojos, como a esos que al visitar un museo de
Roma o Florencia, se ensimisman de tal manera en la lectura de la guía que des-
cuidan lo que venían a ver. Vimos, al ocuparnos de los sentimientos estéticos, que
la edad, el sexo, la raza modifican esta sensibilidad; los motivos que excitan hoy
no interesan mañana y viceversa. Es innegable la correlación entre la vida men-
tal y el sentimiento estético; durante la crisis, los cambios preparan la inteligen-
cia para apreciar, en los estímulos, valores inadvertidos durante la infancia. Pero
la naturaleza sigue siendo la fuente inagotable de las más puras emociones, por la
que el adolescente declara sus afectos más intensos. Los valores estéticos de las
cosas y fenómenos transferidos a la palabra, al mármol, al cuadro y a la música,
¿puede sentirlos el alumno? Pienso que el programa es vasto, novedoso y atra-
yente; sería la llave misma de la formación de ese espíritu que ha de entregarse a
la idea y en ella hallar alas para sus vuelos más altos. La belleza puede explicarse,
debe comprenderse y debe sentirse. Ella también reclama el enfoque de la aten-
ción, estados de conciencia y sentidos. La primera parte la constituirían motivos
naturales; la segunda, motivos poéticos; la tercera, motivos pictóricos; la cuarta,
motivos plásticos; la quinta, motivos musicales. Esta educación exige del alumno
actitudes contemplativas, no difíciles de asumir, en cuanto que el interés está con-
tenido en los asuntos mismos; del profesor, habilidad para explicarse, un pro-
fundo sentido del asunto y sensibilidad exquisita por los fenómenos; de la escuela,
supresión de exámenes y deberes, en estos cursos el alumno no debe sentirse obli-
gado; los motivos de la naturaleza, innumerables como son, deben clasificarse,
ocupando el primer término los espectáculos del día, la salida y puesta del sol, la
primavera y el otoño; el florecimiento de las plantas, el reverdecer de los campos,
el mar y la montaña. El profesor debe escoger hora oportuna y lugar adecuado
para observar. Pronunciará entonces su conferencia, sobre la base de sensacio-
nes emotivas, dirigiendo los sentidos a los fenómenos que embellecen el cuadro,
fijando la atención sobre los elementos que constituyen las notas estéticas y pro-
ducen esa impresión de placer y grandeza que el niño seguramente ha de sentir,
como aquellos antepasados suyos que cantaron himnos a la aurora, al sol y a las
flores. Cualquier altura dominante (el techo o la torre del colegio) se presta a estas
lecciones en las que la temperatura, la luz, la tranquilidad, el ambiente, los colo-
10. ROJAS, R., La restauración nacionalista, cap. V. [Hay edición de 2010, con presentación de Darío Pulfer,
La Plata, Unipe (N. del E.).]
314 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
cursos fáciles, con el propósito de dejar una honda impresión de los elementos
estéticos del cuadro que los ojos contemplan. Si suponemos en el niño la capaci-
dad de ver y sentir, no tendrían objeto estas salidas con sus profesores. La tarea
no es simple, toda vez que exige de ellos una sana preparación literaria, predis-
posiciones y una sensibilidad exquisita por los espectáculos naturales. Queda por
realizar otra educación en las salas de la escuela, ofreciendo una o dos veces a la
semana motivos para despertar el sentido de la belleza en el arte, exhibiendo la
obra y explicando su estructura y su significado. Un domingo, en Florencia, com-
prendí la acción educadora de la galería cuando centenares de niños, con sus pa-
dres, la recorrían y en presencia de los cuadros o de los mármoles, los hijos reci-
bían una lección tan sencilla como inolvidable sobre las obras maestras de Rafael,
Boticelli, Tiziano, Perugino. Desgraciadamente no tenemos, como las ciudades
europeas, la dicha de disponer de museos para embeber a los alumnos en estas
fuentes de energía intelectual. Debemos, entonces, conformarnos con la proyec-
ción y la conferencia. El grado de perfeccionamiento alcanzado por aquella y las
admirables estampas en circulación bastan para interesar al niño y abrir su espí-
ritu a esta idealidad dulce y llena de encantos del arte. Siembra y sugerimientos
podríamos titular a esta enseñanza que recurre a las producciones más elevadas
del genio para remover el alma del niño. Como si se proyectara una pintura, leerá
(nunca más de cinco minutos continuos) y comentará las páginas de los grandes
escritores, sin que las lecciones excedan de 40 o 50 minutos, con el propósito de
que sienta la belleza en la palabra y traduzca los conceptos en amplias visiones,
pues con frecuencia el trozo tendrá por motivo un panorama observado días antes
o una escena proyectada ya sobre la tela. La combinación, como lo hacía Lugones,
tiene el mérito de robustecer la atención y vigorizar los conceptos que se organi-
zan. La audición musical completa este ciclo de educación estética, en el que la fi-
gura, la palabra, el sonido y la naturaleza se correlacionan íntimamente para una
germinación potente de ideas y sentimientos cuyas flores recogeremos tres o cua-
tro años más tarde. El comentario tendrá por objeto el conocimiento del lenguaje
musical, ilustrado con frases y períodos hábilmente ejecutados al piano y elegidos
en piezas de verdad y mérito. De esta suerte, educado el oído, asociará el signifi-
cado que diera el profesor a la expresión que diera el piano, consiguiendo de este
análisis la comprensión del conjunto, de tal forma, que resulte una página de Ri-
naldi tan impregnada de bellezas y explicable como una página de Darío. Los tro-
zos que se escojan deben, principalmente, ser descriptivos, como El arroyo o Las
campanas de Grieg, por cuanto es fácil comprender, relacionando los motivos
con los fenómenos de la naturaleza, el valor emotivo, conceptual y evocativo de los
ritmos, de las progresiones, de los acordes, de la trama armónica. Durante cuatro
años, una vez por semana, en 1909, 1910, 1911 y 1912, dimos a los cursos reunidos
del Liceo estas conferencias, que fueron horas de emociones, esparcimiento y ele-
vación espiritual para los alumnos, quienes sintieron el arte como una fuente con-
soladora de inagotables estímulos.
Así entendemos esta educación tan cultural y amansadora de las pasiones, que
tarda en ser un capítulo fundamental de los programas. Es cierto, el profesor debe
sentir, más que en otra cátedra, su enseñanza. Pero, sin pretender de ellos confe-
rencistas excepcionales, ¿cómo, en una escuela normal o en un colegio, entre los
40 o 50 que dictan materias, es posible que no haya tres o cuatro capaces de ha-
CAPÍTULO VII. LA EDUCACIÓN Y EL APRENDIZAJE DURANTE LA CRISIS 315
blar a sus alumnos acerca de la belleza? ¿Preparar una proyección, una audición,
una lectura comentada? Es más, no creo necesario sueldos para esta especiali-
dad; bastaría que el Ministro recomendara a los rectores el programa de un curso
cuya cosecha, para la emancipación del espíritu en atmósfera tan pura, sería más
celebrada que la de los cursos disciplinados con textos, recitaciones y exámenes,
tan torturadores para el estudiante. La educación estética como la educación
moral, por último, viene de todas partes bajo la influencia de todas las cosas. Por
eso el niño debe recibir la impresión de la belleza donde quiera ejercite sus acti-
vidades. Si en la pizarra trazamos una figura geométrica, esta ha de ser agradable;
si escribimos una frase, esta ha de serlo en letras caligráficas y delicada en su
decir; si presentamos una manzana, esta no ha de ser verde, manchada, deforme
y chica; si en la clase de dibujo exponemos un modelo, este no ha de ser lo primero
que encontramos; si damos un problema, este no ha de ser un pretexto para hacer
operaciones. Lo bello es lo mejor y la expresión más alta de la verdad. Tiene, es
innegable, un gran significado educativo que el niño no esté siempre en contacto
con lo feo, con lo imperfecto, con lo vulgar, con lo desagradable. La escuela, sin
embargo, cuida poco todo esto. Las maestras parecen, a veces, tan insensibles
como el niño menos favorecido a tales impresiones; usan, con frecuencia, un ma-
terial a propósito para mandar los ojos al techo y los oídos a la calle. Por último,
algunos programas y los presupuestos de la nación llaman educación estética al
ejercicio de los dedos y de las cuerdas vocales (dibujo, vocalización y hasta labor
doméstica), lo que es una denominación impropia; del punto de vista estético,
ningún ojo, por anormal que lo consideremos, hallará encantadoras las figuras
del niño; ni oído alguno, agradables las vociferaciones, que con cierta ironía son
tildadas de cantos escolares. El fin educativo es absolutamente diferente. Disci-
plinar músculos no es lo mismo que organizar estados de conciencia de la belleza;
se la puede sentir, sin saberla hacer. Marcel Braunschvig ha escrito, acerca de esta
educación (el redactor de uno de los principales diarios de Buenos Aires pregun-
taba, haciendo crítica de la reforma de 1916, qué significaba eso de educación de
los sentidos, educación de los sentimientos, educación estética) un libro de honda
repercusión en Francia, bajo el título de El arte y el niño: ensayo sobre la edu-
cación estética, en el que los maestros y los apasionados por los problemas de la
enseñanza hallarán orientaciones útiles sobre el asunto.
Los acontecimientos del día. Tan fecundas como las lecciones de educación es-
tética son estas otras, también sin exámenes, sin clasificaciones, pero de las que
el alumno participa en forma activa, para abrir su espíritu al mundo en que vive.
El estudio de la historia, de la geografía, de las ciencias, deja una impresión des-
consoladora de obra muerta, de motivos pasados que alejan centenares de años,
centenares de kilómetros del medio en que se agitan los sentimientos, las ideas,
los intereses de todos, sin referirnos jamás al presente, a lo actual, que es lo que
más debe atraernos y con lo que resolvemos cada uno nuestra existencia. El niño,
de esta suerte, ignora en qué vive; los acontecimientos políticos, económicos, his-
tóricos, científicos, literarios, de más palpitante actualidad le son tan extraños
como los que se producirán cincuenta años después; ¡sin embargo, estamos pre-
parando para la vida! Pero no estudiamos la vida. ¡Cuánto, cuánto la ignoramos
en sus más ostensibles manifestaciones! Yo recuerdo, después de 18 años, que Irí-
zar llegaba de su expedición a las regiones polares; los diarios y revistas derra-
316 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
oportunidades que una escuela, que en lugar de haga ha dicho siempre no haga,
les ofrece para ejercitar su voluntad, atajo funesto de un espíritu que debe formarse
en la escuela del esfuerzo. No hagas, dice también la madre. La distracción, que es
aya de la pereza, se evitará con la reducción de asignaturas y de los motivos de es-
tudios, concentrados de tal suerte que, durante la semana, no tenga el alumno que
preocuparse sino de dos o tres materias, mientras las demás, como el ejercicio fí-
sico o la educación estética, no realizan sino un fin cultural. Durante la crisis, el ca-
rácter de los aprendizajes será ejercitativo; un trabajo constante de experiencia,
observación y redacción en la naturaleza, en las salas o en los laboratorios, ofre-
ciendo continuamente oportunidades a sus afectos, por las cosas y por los hombres.
«La dirección moral y la dirección metódica del trabajo tienen un remedio común:
la íntima relación del profesor con el alumno. Así es como Sócrates transmitió a
Platón su método y su entusiasmo por la verdad. El profesor y el alumno abrirán
un abismo al espíritu, sin ese contacto de alma a alma en donde han germinado
siempre el talento y el genio.»20
B) Consecuencia: El taller a los 12, 13, 14, 15 y 16 años puede determinar una
vocación manual u oficio en cualquier individuo, convenientemente dispuesto
para que en él la tendencia se canalice.
A) Tesis: La aptitud al nacer marca una tendencia; las aptitudes que nacen en
la crisis, o después, son definitivas; luego, las tendencias son también definitivas.
B) Consecuencia: El alumno, entre los 12 y 16 años, puede definir su vocación
intelectual y decidirse por determinados estudios, omisión hecha de aquellos gru-
pos formados por tipos indiferentes, enfermos o incapaces.
A) Tesis: Entre las aptitudes mentales y físicas existe una relación funcional de
tal naturaleza, que cuando las unas están en un período extraordinario de activi-
dad, las otras se llaman a un relativo sosiego (meiopraxia). Además, el cerebro
retarda su desarrollo con relación a los demás órganos.
B) Consecuencia: Caracterizándose la crisis de la pubertad por un extraordi-
nario crecimiento orgánico, no debe exigirse a la inteligencia esfuerzos a los que
se resistiría o con los que peligraría su funcionamiento normal. La escuela debe
robustecer ese crecimiento, favoreciéndolo con un sistema de educación espe-
cialmente físico-higiénico y, si fuera posible, con un año de reposo mental.
A) Tesis: El período más activo del movimiento muscular está entre los 12 y 16
años, que lo es, asimismo, de la memoria motriz.
B) Consecuencia: El período de la crisis es el más indicado para formar hábi-
tos manuales y plegar los movimientos a automatismos útiles en enseñanzas como
la escritura, el dibujo, la telegrafía, la música instrumental, etc. De no hacerlo así,
el niño disipará sus fuerzas en juegos, agresiones, destrozos; en todo lo que resulte
un gasto fácil de su sobrante de energía, sin que pueda, más tarde, rehabilitar me-
jores oportunidades para la disciplina de sus dedos.
A) Tesis: Los tiempos de reacción, al cruzarse en el momento de la crisis, cons-
tituyen uno de los fenómenos extraordinarios que mejor caracterizan la psicolo-
gía divergente de los sexos.
B) Consecuencia: La coeducación debe prever la función social de los sexos;
pero la enseñanza no debe ser común.
A) Tesis: La memoria de las palabras y frases sufre un notable debilitamiento
y los centros nerviosos se organizan para el análisis sistemático.
B) Consecuencia: La crisis señala el momento más inoportuno para iniciar el
aprendizaje de los idiomas, o exigir del alumno aprendizajes razonados con la am-
plitud científica de la materia.
Apéndice
Los débiles obedecen a la misma ley de crecimiento de los normales durante la cri-
sis, pues, de los 11 a los 12 años el aumento de talla y peso es mayor que a las eda-
des anteriores.
328 LA CRISIS DE LA PUBERTAD Y SUS CONSECUENCIAS PEDAGÓGICAS
Crisis
M.
40
V.
35
Crisis
30
25
8 años
9 años
10 años
11 años
12 años
13 años
14 años
15 años
16 años
17 años
18 años
Nota II: La gráfica de Pyle acerca de la memoria confirma lo que hemos dicho de
esta aptitud, refiriéndonos al número, a los enunciados, a la ortografía y a las pa-
labras, en el capítulo III. En ella se advierte que la memoria femenina, hasta los
18 años, supera a la masculina; que la crisis de esta dura más que la de aquella, de
los 13 a los 17 años, mientras en la niña dura de los 15 a los 17, pero con tenden-
cia a estabilizarse desde los 13. Su significado pedagógico es que la edad para
aprender idiomas, ortografía, palabras, versos está antes de los 13 años o después
de los 16. Tendremos aptitudes rebeldes a los 13, 14 y 15 años.
UNIPE: Editorial Universitaria asume el desafío doble de pensar nuestro tiempo
y hacer frente a la desigualdad educativa produciendo materiales que conjugan
rigurosidad científica y divulgación de calidad. Para ello produce un catálogo in-
teresante y rico para la formación integral de docentes, investigadores, estu-
diantes universitarios y lectores interesados en temas contemporáneos. La co-
lección Ideas en la educación argentina busca actualizar la historia de las ideas
en ese campo y cimentar una conciencia histórica abierta a las diversas tradicio-
nes pedagógicas del país.
ADRIÁN CANNELLOTTO
Rector
Unipe: Universidad Pedagógica
Esta edición, de 700 ejemplares, se terminó de imprimir
en marzo de 2014 en Altuna Impresores S.R.L.
Doblas 1968 - Ciudad de Buenos Aires