Leo Buscaglia - El Arte de Ser Persona

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LEO BUSCAGLIA

ELARTEDESERPERSONA

EDITORIAL DIANA
VENEZUELA

3
PRIMERA EDICION, AGOSTO DE 1987
PRIMERA EDICION VENEZOLANA, DICIEMBRE DE 1987

ISBN 968-13-1795-5 ISBN 980-6162-04-8


Título original: PERSONHOOD — Traductora: Ma. Teresa Teilechea de Salmerón
— DERECHOS RESERVADOS © — Edición original en inglés publicada por
Fawcett Columbine Book, New York. — Copyright © . 1987, por Editorial Diana, S.
A., Roberto Gayol 1219, México 12, D. F. — Impreso en Venezuela por Italgráfica,
'S. R. L.

Prohibida la reproducción total o parcial


sin autorización por escrito de la casa editora

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Como la araña, hay personas que nos negamos a dejar de tejer,
aun cuando pudiera parecer mucho más sofisticado vivir sin
esperanza. Nuestra cuerda, aunque frágil, puede aún tejerse con
optimismo, curiosidad, sorpresa, amor y el sincero deseo de
compartir un viaje a las estrellas. Nuestra meta bien vale el esfuerzo,
porque en este caso, la estrella a la que aspiramos es la humanidad
plena para todos.
Creo firmemente que en el esfuerzo continuo por la realización de
todo ser viviente radica nuestra única esperanza. Este es el singular
reto de “EL ARTE DE SER PERSONA” y el sólo propósito de este
libro.
También de Leo F. Buscaglia: EL AMOR

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CONTENIDO
Prólogo

Introducción

Capítulo I
El comienzo

Capítulo II
Las etapas del crecimiento hacia una humanidad plena
El niño que funciona plenamente
El adolescente que funciona plenamente
La persona madura que funciona plenamente
La persona que funciona plenamente en la intimidad
El anciano que funciona plenamente

Capítulo III
Algunos aspectos vitales de la persona que funciona
plenamente como tal
El camino del Taoísmo
El camino del Confucianismo
El camino del Budismo
El camino del Hinduismo
El camino del Islamismo
El camino del Judaismo
El camino del Cristianismo

Capítulo IV
Creciendo como persona que funciona plenamente
El papel de la muerte
El papel de la autodeterminación
El papel de unión con el universo
El papel del propósito
El papel de la comunicación
El papel de la duda y la incertidumbre
El papel de la espiritualidad

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El papel de la frustración y el dolor
El papel de la intimidad y el amor

Capítulo V
El desafío a su calidad de persona en plenitud

Referencias

Acerca del Autor

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El yo que somos ahora contiene el potencial suficiente para poder realizarnos.

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Prólogo

Ahora me doy cuenta que no hay nada en el mundo que aborrezca más el hombre que
emprender el camino que conduce a sí mismo.
Herman Hesse
Demián

Ya desde el siglo VI antes de Cristo un filósofo muy humano, Kung-fu-tze


(Confucio), lamentó:

¿Por qué se crea el mundo preocupaciones? Todos los caminos llevan al


mismo lugar. Todos los pensamientos llegan a las mismas conclusiones.
¿Por qué se crea el mundo preocupaciones?

Ésta pregunta tan humana sigue resonando de manera


perturbadora en la mente de todos nosotros cuando nos enfrentamos
al diario proceso del vivir. Lo que es más desalentador, es que al
parecer, no hemos encontrado ninguna respuesta durante todos estos
miles de años. Es más, hemos seguido aniquilando y abusando de
nosotros mismos y de los demás. Cada vez más perdemos el gozo de la
espontaneidad y el asombro de la espiritualidad. Parece que nos
hemos aislado del hecho de que somos parte de todo y de todos, y nos
hemos refugiado en el egocentrismo y en el provincialismo. Como
resultado nosotros, y el mundo en el que vivimos, aún estamos en un
estado potencial de realización. Somos mucho menos de lo que
podemos ser.
La existencia es como un intrincado tapiz en el que ninguna parte
puede permanecer sin realización si queremos experimentar la
totalidad sublime. En este sentido, ninguna vida tiene más ni menos
importancia que otra, ni ninguno de nosotros es más ni menos
responsable, ya que en cada uno se encuentra una parte vital de la
totalidad. A menos que todos, y cada uno de nosotros, asumamos la
responsabilidad de realizarnos viviendo como personas que funcionan

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plenamente, perpetuaremos la larga historia y la pérdida irrevocable
de la única posibilidad de poder completar el cuadro. Continuaremos
creándonos preocupaciones a nosotros mismos y a los demás, y la
pregunta de Confucio continuará sin respuesta.
Esta obra no es más que un pobre intento de festejar la calidad de
persona, ese estado tan humano que por sí solo, si se vive plena y
activamente, puede en verdad alcanzar la belleza, la fuerza y el
significado de la existencia. Debido a la inmensidad y grandeza del
tema, este pequeño libro parecerá a muchos una obra insignificante,
vaga o incompleta. Y muy probablemente lo sea.
Además, mientras más aprendo sobre la gente y el mundo en el que
vivo, más incapaz me siento de comunicar a los demás lo que he
aprendido. Por eso, lo que he escrito puede parecer elemental y
repetitivo. Finalmente, como mi más ferviente deseo es comunicarme
con el mayor número de personas que se interese en el tema, si
escribiera como un erudito, aunque fuera capaz de hacerlo, limitaría
mi perspectiva. Por tanto, es muy probable que se me acuse de haber
usado un estilo insultantemente simplista. ¡Que así sea!. Además,
admito con franqueza que esta obra reflejará mis inclinaciones,
sentimientos y valores personales. Revelará abiertamente mi amor,
respeto y optimismo por la persona humana y mi entusiasmo y
esperanza por nuestro futuro. Está escrita como un comienzo, como
un reto para la gente que se encuentra en la senda del propio
descubrimiento, del respeto a sí mismo, del desarrollo personal, del
cambio y de la realización. Es solamente una semilla, pequeña y frágil,
arrojada al viento. Un punto de partida posible. Puede ser que crezca o
que muera, dependiendo de dónde caiga y de cómo se la alimente.
Loren Eiseley describe nuestro mundo como un lugar “donde hasta

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una humilde araña se rehúsa a echarse y morir si todavía puede tejer
una cuerda que llegue, a una estrella”.
Como la araña, hay personas que nos negamos a dejar de tejer, aun
cuando pudiera parecer mucho más sofisticado vivir sin esperanza.
Nuestra cuerda, aunque frágil, puede aún tejerse con optimismo,
curiosidad, asombro, amor y el sincero deseo de compartir un viaje a
las estrellas. Nuestra meta bien vale el esfuerzo, porque en este caso la
estrella en la que aspiramos es la humanidad plena para todos.
Creo firmemente que en el esfuerzo continuo por la realización de
tocio ser viviente, radica nuestra única esperanza. liste es el singular
reto de “EL ARTE DE SER PERSONA” y el solo propósito de éste
libro.

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INTRODUCCIÓN

¿Por cuántos caminos entre las estrellas debe el hombre impulsarse a sí mismo en la búsqueda
del secreto final? La jornada es difícil, inmensa, a veces imposible, sin embargo, eso no nos
impedirá a algunos de nosotros hacer el intento.
Ya nos hemos unido a la caravana, se
podría decir en cierto punto; viajaremos
tan lejos como podamos, pero tan sólo en una vida,
no podemos ver todo lo que nos gustaría ver, ni
aprender todo lo que anhelamos saber.
LOREN EISELEY
The Immense Journey

La vida es una “viaje inmenso” y cada uno de nosotros sólo tiene


una vida para llevarla a cabo. Recorreremos nuestro camino constante
e implacablemente moldeando, acrecentando, modificando nuestro
curso incierto, realizando actos que nunca volveremos a hacer sobre
un sendero que jamás volveremos a pisar. Cada momento nos acerca
más, de una manera imperceptible, al final de la jomada, y cuando
finalmente llegamos todo nos parece simplemente un recuerdo vago y
confuso en la memoria, inexplicable, como un sueño
interrumpido, que se experimentó, pero que se ha olvidado a medias y
que parece no tener ningún propósito.
Y, sin embargo, todos y cada uno de nosotros emprenderemos
nuestra jomada única.
Mi jomada personal ha sido buena. Me ha llevado por una niñez
llena de sorpresas y maravillas, una adolescencia dolorosa, pero
emocionante en revelaciones, y una edad adulta que ha solidificado mi
vida. Me ha dado una vocación significativa que ha sido mi mayor
alegría y que me ha ofrecido miles de oportunidades viables y
desafiantes. Me ha llevado a todos los estados de la Unión Americana y
a todos los continentes del mundo. Me ha ofrecido la oportunidad de
compartir conocimientos y sabiduría con niños al igual que con

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eruditos de edad.
Me ha puesto en contacto social íntimo con culturas de
sorprendentes diferencias y con seres humanos, desde campesinos en
remotas aldeas tropicales, hasta personas sumamente mundanas de
complicadas culturas.
En una tarde ardiente y dorada en la que viajaba en autobús por el
sur de la India, vi a una mujer. Iba envuelta en desteñido sari y
caminaba alejándose del camino, erguida, fuerte y con determinación.
Guardando perfecto equilibrio sobre su cabeza, llevaba un pesado
cántaro con agua. El desierto a su derredor era inmenso. No se veía
ningún indicio de dónde venía, y menos de hacia dónde iba, a no ser
que le llevara agua a la puesta del sol. Hizo una pausa momentánea y
nuestros ojos se encontraron y nos conocimos.
Un hermoso campesino de Nepal, sin dientes, una noche me recibió
en su casa. Era una choza de techo de paja que albergaba a su familia,
a su equipo para el campo y a todos sus animales. La conversación a
excepción de señas, era imposible, solamente una sonrisa, el contacto
visual y algún roce corporal. Él no tenía idea de dónde estaba América,
nunca había hablado con un occidental ni había viajado en automóvil.
Jamás oyó hablar acerca de la historia, no tenía interés en la política ni
por nada más allá de su aldea. Sin embargo, aunque sólo por una
noche, estuvimos unidos afectuosamente. Cuando llegó el momento de
partir, sintiendo que tal vez nunca más nos volveríamos a ver,
caminamos del brazo hasta el final de la aldea y lloramos al decirnos
adiós. Aún seguirnos unidos.
Un joven y apresurado hombre de negocios, me ayudó a orientarme
en una bulliciosa tarde húmeda y llena de smog en Tokio. Se desvió
kilómetros de su camino para indicarme la dirección que yo andaba

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buscando. En el corto tiempo que estuvimos juntos casi no hablamos.
Finalmente, nos hicimos una reverencia y él se fue rápidamente a
seguir su camino. Una parte de mí se fue con él.
Un adolescente en Brooklyn, Nueva York, se me acercó roil
entusiasmo después de una conferencia, con un brillo de alegría en su
mirada. Me anunció con firmeza que yo le acababa de ayudar en su
rebelión, y ahora tenía una causa, la cual era conservar su propio
potencial. En ese momento compartimos nuestra meta común con un
cálido abrazo. A menudo todavía pienso en él y me pregunto qué será
de au vida.
Una niña de kindergarten, en cuya clase yo había enseñado, me
miró con extrañeza en una ocasión en que estaba en la cafetería con la
charola de comida en las manos y me preguntó: “¿Tú comes?” ¡Le
encantó la carcajada que solté! Ambos compartimos la alegría y yo la
revivo cada vez, que cuento la anécdota.
Durante esos breves momentos en que nos encontramos, yo fui y
aún soy esa mujer hindú, ese campesino nepalés, ese hombre de
negocios japonés, ese estudiante neoyorquino y esa niña de
kindergarten. Todos somos uno en el mismo aspecto, en nuestra
calidad de seres humanos. Cuando nuestras mentes no se pudieron
encontrar, nuestros corazones fueron el lazo común. Cuando el
lenguaje de uno fue un misterio para el otro, lo resolvieron nuestros
ojos y brazos.
Todas esas personas que he conocido, independientemente de las
diferencias que existan entre nosotros, estaban empeñados de manera
singular y con mayor o menor éxito, en el recorrido de esa inmensa
jomada. Algunas se desenvolvían en la maravilla tecnológica, otras en
la magia primitiva; algunas descansan en la opulencia material y otras

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en la mayor sencillez, e inclusive en la desesperación de la pobreza;
algunas estaban equipadas con una sólida educación formal, y otras
utilizaban solamente sus inclinaciones naturales enriquecidas por la
experiencia. No obstante, todas tenían un fuerte lazo común: su
calidad de seres humanos, su profunda necesidad de sobrevivir, de
realizar su experiencia, de amar y de ser amadas, de superar la soledad
y el aislamiento, de hacer uso de sus esfuerzos creativos para hacer las
cosas más cómodas y hermosas, tanto para ellas como para sus seres
queridos, de intentar comprender su mundo y la parte que les
corresponde representar en él. Todas ellas comparten esa singular
cualidad universal: la de una muerte inminente. Voluntaria o
involuntariamente, cada persona se encontraba obligada a aceptar el
desafío de su viaje personal, equipada, por decirlo así, con lo que era, a
sabiendas de que se dirigían hacia el mismo final.
Es evidente que muchas personas triunfaron. Parecían estar en
contacto constante con su calidad única de seres
humanos y eso era suficiente. Otras fracasaron.

Cada una de estas personas constituía la historia de toda la


humanidad, pero también formaban parte de la historia única que sólo
sus vidas escribirían. Ya que en cada una de ellas, y en el mundo en el
cual vivían, existía mucho más futuro que pasado. Era su calidad de
personas que a cada momento creaba y volvía a crear el mundo.
¿Acaso cualquiera de nosotros éramos menos personas debido a
que nuestras vidas eran más o menos complicadas, civilizadas o
aisladas? ¿Acaso el camino de ellos era tan válido como el mío?
¿Estaba Confucio en lo correcto al postular que todos nuestros
pensamientos llegan a las mismas conclusiones y nuestros caminos

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conducen al mismo sitio, independientemente del recorrido que
hagan?
Durante siglos, las personas como nosotros, al igual que los grandes
líderes religiosos, los científicos y los educadores, han estudiado y
reflexionado sobre la búsqueda continua del hombre por las
respuestas humanas a estas preguntas.
Abraham Maslow lamentó que el proceso era “endiabladamente
difícil de llevarse a cabo por medio del estudio científico”, pero, sin
embargo, hizo mucho por dignificar las dudas y dar las respuestas en
lenguaje humano. Describió la universalidad de la humanidad, el
carácter común de nuestras experiencias, nuestros intentos por
realizamos a nosotros mismos, nuestras necesidades como seres y
nuestras necesidades por deficiencia. Durante su vida produjo una
gran abundancia de evidencia científica respecto a nuestra “vida
interior especial” como seres humanos. Y a lo largo de toda una vida se
preguntó por qué algunos de nosotros somos capaces de llegar a ser lo
que somos, y por qué otros parece que “no la hacen”.

Él declaró:
Solamente una porción muy reducida de la población humana alcanza el punto
de identidad, o de individualidad, de la cualidad plena de seres humanos, de la
autorrealización, etcétera, inclusive en una sociedad como la nuestra, que es
relativamente una de las más afortunadas sobre la faz de la tierra. Esta es la
gran paradoja. Tenemos el impulso para alcanzar el pleno desarrollo de nuestra
calidad humana. Entonces, ¿por qué este desarrollo pleno no se da más a
menudo?!
Los siguientes capítulos celebrarán la calidad humana universal.
Intentarán ofrecer un punto de vista histórico de los principios éticos
que han guiado a nuestra humanidad. También examinarán el aspecto

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de lo que significaría vivir una plena calidad humana en nuestra
sociedad actual. Finalmente, presentarán el último desafío a aquellos
de nosotros que estamos ansiosos por vivir nuestra vida lo más
plenamente posible antes de nuestra muerte. A fin de que quizás
podamos evitar lo que el gran líder religioso, Mahatma Gandhi, nos
advierte en su autobiografía:

Conozco la superstición de que la autorrealización es posible solamente en la


cuarta etapa de la vida, i.e., en sannyasa (renunciación). Sin embargo, es materia
del conocimiento común la idea de que aquellos que posponen su preparación
para esta invaluable experiencia, y la dejan para la última etapa de su vida,
alcanzan no la autorrealización, sino la vejez, que se puede comparar con una
segunda y lastimosa infancia, la cual viven con una carga en esta tierra.

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EL COMIENZO

Pero, ¿dónde iba yo a empezar? ¡El mundo es tan vasto! Puedo empezar con el
país que mejor conozco, el mío. ¡Pero mi país es tan grande! Mejor empiezo con
mi pueblo. Pero mi pueblo, también, es muy grande. Mejor empiezo con mi calle.
No, con mi hogar. No, con mi familia. No importa, empezaré conmigo mismo.
Elle Wiesel Souls on Fire

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CAPÍTULO I

Al nacer se nos da el mejor de los dones: la vida, y como nuestro


primer obsequio se nos ofrece un fantástico mundo en el cual vivir.
Estos dones, con mucha frecuencia despreciados y de los cuales
abusamos, serán siempre nuestra más auténtica y valiosa posesión.
Pero aun así, como Thoreau hace notar en Walden, la mayoría de
nosotros tiene tan poco respeto por la vida, que alcanzamos el
momento de la muerte sin haber vivido. Erich Fromm también
expresa este temor cuando declara que la mayor tragedia de la vida es
el hecho de que la mayoría de los seres humanos mueren antes de
haber nacido totalmente.

Mi madre y mi padre sabían instintivamente que vivir la vida era un


arte que había que celebrar. Por las apariencias exteriores se podría
decir que tenían muy pocas razones para celebrar. Eran inmigrantes
italianos, sin un centavo, que se esforzaban por hacer una nueva vida
en una tierra extraña y hostil. No poseían ni el lenguaje ni la
sofisticación para adaptarse fácilmente a esta nueva cultura que ellos
habían elegido, pero aceptaron el desafío con gusto, abandono, amor,
fe y gran sentido del humor.

Encontraron un lugar modesto dónde vivir y lo pintaron de rosa con


adornos blancos. Al cabo de unos meses, el lugar era todavía más
contrastante y pleno de vida, pues estaba lleno de jardines con flores y
frutas, y verduras de la estación.

Los pájaros fueron los primeros en aceptar a sus nuevos vecinos, pues

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contaban con agua fresca y con semillas de girasol que papá les
colocaba en su alado camino de aquí a allá.

Mamá era la envidia gastronómica. Su gnocchi y sus ravioles se


disolvían en la boca como merengue. Su risotto a la Milanesa y su
polenta, los cuales hervía con amor durante lo que parecía una
eternidad, eran una obra maestra. El aroma del ajo, anchoas y aceite
de oliva que salía de su “magna calda” ocasionaba que se le hiciera
agua la boca a toda persona que se encontrara en los alrededores. Al
cantar, su voz era clásica y sus grandes y tiernos ojos siempre estaban
llenos de aceptación.

Papá y mamá no fueron ni famosos ni tuvieron mala reputación


durante su vida. Vivieron cada día con sencillez, empezando con un
enorme tazón de café con leche y terminando con un paseo tomados
del brazo por el vecindario. Aceptaban la tragedia y la muerte como
aceptaban la alegría y el nacimiento. Todo como parte de la vida.

Estuvieron casados sesenta años. Mamá murió a los ochenta y dos y


papá a los ochenta y seis. Mamá estaba casi tan hermosa en el
momento de su muerte, como lo estaba en su vestido de encaje en la
fotografía del día de su boda. Papá era delgado, activo y vital a los
ochenta y seis años. Su última petición, después de saber de su
inminente muerte, fue la de hacer un corto viaje al área de North
Beach, en San Francisco, donde podía tomar el sol como en la vieja
Italia. También pidió pasar un fin de semana en Las Vegas, donde
pudiera hacer un último intento por ganarle a la banca en una
máquina tragamonedas de cinco centavos. Ambos deseos le fueron
concedidos.

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Amaba tanto la vida, que inclusive después de que su enfermedad lo
dejó ciego, fue capaz de decir: “Está bien. Si se me da un poco más de
tiempo, conozco mi camino en el jardín y aún podré alimentar a los
pájaros”.
Yo crecí en este ambiente lleno de vida. Desde luego que no siempre
fue fácil. Hubo épocas de lágrimas y desesperación en las que, si no
hubiera sido por la música, por las risas, por la glicina de papá sobre la
entrada, y por la deliciosa torta de col y pan viejo de mamá, no
hubiéramos podido mantener el cuerpo y el espíritu en alto. Pero mi
“comienzo” fue muy bueno y se fue reforzando a lo largo de los años.
Aprendí a amar. Aprendí a sentir con pasión y a expresar lo que sentía
sin ninguna vergüenza. Aprendí a reír. Aprendí a ver. Aprendí a
escuchar. Aprendí a sentir interés. Aprendí a asumir una plena
responsabilidad por mi mundo. Aprendí a hacer de cada día una nueva
aventura. Aprendí que tomar de la vida es un privilegio, y que darle a
la vida mi individualidad era mi responsabilidad.
La idea de que mi familia y yo vivíamos de manera especial nunca pasó
por mi mente. Simplemente era asunto de vivir plenamente como
seres humanos únicos que éramos. A medida que fui creciendo no
tenía idea de lo que eran decisiones, libre voluntad o autorrealización.
Al igual que los que me rodeaban, me permitía a mí mismo abrazar la
vida, y el resto llegaba en forma natural.
Desde entonces, tanto en mis estudios como en mi trabajo y en mi vida
diaria, he experimentado varios bruscos despertares. La mayoría de la
gente no es feliz y no espera serlo en esta vida. Las estadísticas de
salud mental muestran continuamente el aumento de pacientes en
hospitales y clínicas mentales. En la actualidad, hay más o menos

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trescientas mil personas en trescientas veinticuatro instituciones
mentales estatales y de los condados en Estados Unidos.
Más de doscientos mil individuos reciben tratamiento en clínicas que
dan servicio externo. Como ciento veinticinco mil que sufren de
depresión crónica se encuentran en desesperada necesidad de
tratamiento, el cual reciben en forma discontinua, o definitivamente
no lo reciben, porque no está a su alcance. Se cree que uno de cada
siete norteamericanos necesitará algún tipo de tratamiento psicológico
antes de llegar a la edad media. Hay más o menos un millón
doscientos mil niños emocionalmente perturbados entre las edades de
cinco y diecinueve años. Algunos reciben ayuda simbólica pero la
mayoría se queda sin ella.
Cincuenta mil hombres y mujeres se suicidan anualmente en
Norteamérica, y existen de ocho a diez intentos de suicidio
consumado. Este número estadístico está aumentando en una
proporción alarmante. En el pasado, el mayor número de suicidios se
daba entre la población de sesenta y cinco años para arriba, pero lo
más aterrador es que la tasa que más está aumentando ¡es la del grupo
de los adolescentes!
Las tasas de divorcio han llegado a tal nivel, que el matrimonio
moderno ya no es más que un fenómeno social de carácter de prueba y
error, sin ningún significado profundo para las parejas. En algunos
estados las tasas de divorcio excede a las tasas de matrimonio.
El maltrato a los niños se ha convertido en una epidemia, y es la causa
más importante de la hospitalización infantil. No es raro escuchar
relatos acerca de padres que han golpeado a sus hijos hasta dejarlos
imbéciles o ciegos, que los han quemado con cigarrillos o con agua
hirviendo, o que han cometido con ellos otras atrocidades por el estilo.

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Aunque para esta etapa de mi vida yo ya no me debería dejar
impresionar por estos actos, me siguen dejando atónito y no
comprendo por qué, si la gente puede elegir entre la alegría y la
desesperación, con tanta frecuencia elige esta última. Mis experiencias
diarias me ponen en continuo contacto con individuos que parecen
totalmente faltos de vida y alarmantemente apáticos, y lo más
aterrador es su Completa falta de respeto hacia su persona. La mayoría
se odian a sí mismos, y odian el lugar donde se encuentran, y si
pudieran, elegirían ser alguien más o estar en otro lugar totalmente
diferente. Sospechan constantemente de los demás y entierran por
completo su yo interno a pesar de que viven con la dolorosa conciencia
de su presencia. Les temen a los riesgos, carecen de fe y se burlan de la
esperanza como si fuera una tontería romántica. Parece que prefieren
vivir en constante ansiedad, temor y remordimiento. Tienen
demasiado miedo de vivir en el presente, y se encuentran casi
totalmente aniquilados por el pasado; son demasiado cínicos para
confiar, y demasiado aprensivos para amar. Mascullan acusaciones
amargas y negativas culpando a un Dios indiferente, a unos padres
neuróticos o a una sociedad enferma por haberlos colocado en un
infierno sin esperanza, en el que se sienten desamparados. No tienen
conciencia de tu potencial o no quieren aceptarlo, y se refugian en sus
limitaciones. La mayoría de ellos se dedican a matar el tiempo como si
lo tuvieran para siempre, y no buscar otras soluciones más viables
para su miserable situación.
Hacen caso omiso al hecho de que el tiempo pasa y no importa quiénes
sean, ninguno va a salir de este mundo con vida. Ven la existencia
como un lapso de tiempo, entre un nacimiento que ellos no pidieron y
una muerte a la que le tienen terror, que deben vivir con el menor

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dolor posible. No se interesan en su forma de vida o en su realización
personal. Se ocupan en especulaciones vagas respecto a la vida
después de la muerte, a la reencarnación y a la realineación de las
energías, y pasan por alto la realidad esencial: que es ahora cuando
están vivos; que ahora tienen una vida que vivir; que
independientemente de lo que son ahora, eso no es todo lo que existe,
pero es la base con lo que mañana contarán para crearse a sí mismos;
que en cualquier momento pueden renovarse y reorganizar su vida
para vivir en paz, alegría y amor.

No nos sorprenda que eviten hacer estas reflexiones, pues se les ha


enseñado tan poco sobre cambios, alegría y crecimiento. La vida para
ellos siempre ha sido una condición metafísica tan vaga, que
científicos y educadores evitan estudiar y la cual han definido
principalmente filósofos parlanchines y poetas místicos. Estas
conclusiones filosóficas y poéticas, a pesar de que a algunos de ellos les
intriga por un tiempo, les parecen más bien semántica ambigua que
sirve sobre todo para mistificar y difícilmente reflejan las “duras
realidades de la vida”.
En las últimas dos décadas el estudio de la vida humana ha tomado un
nuevo giro. Se ha convertido en el interés activo de los científicos del
comportamiento, los cuales se han involucrado en la observación de
cómo se vive la vida y en el comportamiento humano, según se
manifiesta este en las rutinas diarias de la vida. Han intentado
proyectar el crecimiento emocional, observar los diferentes estilos de
vida y evaluar la calidad de diversos fenómenos emocionales
observables, como es la alegría (Schultz), la soledad (Moustakas), la
valentía (Tillich), el aislamiento (Sartre), el amor (Fromm), la

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autorrealización (Maslow) y la muerte (Kubler-Ross) con grandes
beneficios prácticos para todos nosotros. Nos han hecho más
conscientes de los papeles que representan nuestra vida y muerte, de
las muchas prerrogativas viables de que disponemos para elegir, y nos
han ofrecido sugerencias para mejorar la calidad y el estilo de la vida
que seleccionemos. Esto nos ha proporcionado una perspectiva
completamente nueva sobre la humanidad, los humanos y las opciones
de vida de que todos nosotros disponemos.
El humanista Buckminster Fuller nos asegura, después de casi ochenta
años de investigación, que independientemente de lo que sea la vida,
ésta no se puede pesar, tocar, empacar o medir en una balanza. La
vida, según él, no es desde luego nuestro cuerpo físico (ya que
podemos perder
veinte kilos y seguimos siendo nosotros mismos). £1 cuerpo, dice, es
básicamente agua y desperdicios. Él cree que la vida es un estado de
conciencia. Pero, desde luego, este estado de conciencia del que habla
implica mucho más, que la mera comprensión.

Las personas humanas no son seres especializados como otros


primates. Lo que nos hace únicos es nuestro cerebro, que es
totalmente diferente al cerebro de los otros seres vivientes. La función
principal de este cerebro es interpretar, diferenciar y almacenar datos
significativos provenientes del medio ambiente. El resultado de esta
actividad determinará a lo que nos referiremos como nuestra mente.
La mente crece con la experiencia que se percibe por medio de los
sentidos, y n partir de estas experiencias se crea nuestro mundo
personal. Mientras permanezcamos conscientes, estaremos
comprometidos en el proceso de asimilación de nuestro medio

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ambiente, y en la formación de nuestra vida. Este proceso es continuo
y activo, y crecemos en la medida en la que nos vemos forzados,
dispuestos, o capaces de acomodar esta embestida de nuevas
experiencias. En cada etapa de nuestra vida se nos pedirá que
llagamos ajustes personales de acuerdo con nuestro mundo
cambiante, conforme nos involucremos cada vez más en el proceso
activo de hacerlo nuestro. De este modo, cada uno de nosotros se
convierte en una unidad de diseño único, regenerada continuamente
como parte de un universo en constante cambio. El desafío principal al
que nos enfrentamos en este proceso es el de descubrir, desarrollar y
aferramos a nuestro ser único. Para hacerlo, necesitamos estar
plenamente conscientes, sensibles y flexibles. También se requiere un
sentido del humor muy agudo y, aun así, no será un proceso fácil.
Vivimos en sociedades muy complejas, rodeados siempre por
individuos que también están comprometidos en este proceso, y ellos
también harán que sea necesario y hagamos constantes ajustes.
Nos encontraremos con padres, amigos y amantes que
intentarán distorsionamos y retenernos dentro de su imagen, por su
propia conveniencia y consuelo y por lo general en nombre del amor.
Descubriremos una sociedad que nos fuerza a conformamos a sus
necesidades y que intenta metemos al aro. Nos percataremos de que la
educación consiste más en llenarnos de conocimientos irrelevantes,
enseñándonos qué debemos aprender, en vez de como hacer uso de lo
que aprendemos. Nos daremos cuenta de que las instituciones
intentan lavamos el cerebro y llenamos de miedo, culpa y vergüenza.
Por lo que no es de sorprender que proclamemos a la defensiva la
imposibilidad de llegar a ser nosotros mismos “porque ‘ellos’ no nos lo
permitirán”.

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Ahora comprendemos por qué el filósofo y dramaturgo Jean Paul
Sartre, en su corta obra maestra Sin salida concluye definitivamente
que “el infierno son los demás”.
Esta creencia dentro de nuestro abandono se refuerza más cuando se
nos pide que consideremos la historia de la persona humana: los
valores, la tecnología, las creencias religiosas y los sistemas políticos.
El resultado de este estudio produce una imagen triste de nosotros
mismos como víctimas rígidas, egocéntricas, aterrorizadas e
impotentes a merced de fuerzas superiores a nosotros.
Nuestro pasado nos ha proporcionado descubrimientos científicos
increíbles, que nos han proyectado a la libertad del espacio. Sin
embargo, en la Tierra todavía tenemos disturbios en las calles y
necesitamos de una legislación formal para asegurarle al ser humano
medios de subsistencia básicos y el derecho a vivir con dignidad, la
necesidad más fundamental para la realización de nuestra plena
calidad humana.
Vivimos en un sistema político que se enorgullece de su actitud
sofisticada y su dedicación a la paz y a la libertad universales, sin
embargo, nos encaramos a un pasado que revela que no somos más
pacifistas, menos prejuiciosos o menos militantes que los sistemas
políticos a los que tememos y condenamos. Nosotros, también, hemos
jugado un papel activo en el siglo más sangriento de la historia. Un
reciente estudio de la historia de la religión no produjo conclusiones
más optimistas o exitosas. Hemos encontrado un vasto número de
individuos que se sienten abandonados y alejados de Dios y de sus
iglesias y muchos fanáticos errados que han triunfado en la
racionalización de la apatía, del odio, del prejuicio, del temor, de la

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violencia e inclusive del asesinato en masa arguyendo que es la ...
¡voluntad de Dios!
Desde esta desconsoladora perspectiva histórica de los seres humanos,
y de las instituciones que han creado, no es sorprendente que debamos
recurrir a agentes externos para encontrar esperanza en el futuro. Se
nos dice que hemos fracasado y que seguiremos fracasando. Algunos
filósofos y científicos hasta nos advierten de una inminente extinción.
Se nos asegura que, en el mejor de los casos, estamos “enfermos” y
desvalidos, y necesitamos ayuda a gritos. Se nos fuerza dentro de un
modelo médico de comportamiento el cual implica que nuestro fracaso
para funcionar plenamente como seres humanos se debe a “patología”
de la que debemos ser “curados”. Se nos representa como una rueda
de molino, que se mueve en círculos y que no va a ninguna parte.

Si aceptamos este perfil de la persona, será muy cuestionable que


alguna vez alcancemos la fortaleza para reconstruir las ruinas
emocionales, físicas y ecológicas que hemos provocado. Es muy poco
probable que alguna vez podamos restaurar nuestra fe en la dignidad
humana; es más probable que seamos incapaces de evitar nuestro
propio apocalipsis.
Estoy convencido de que en la actualidad, tenemos suficientes
conocimientos y comprensión del potencial de la personalidad para
hacer obsoletos el odio, el temor, el dolor, el hambre, la guerra y la
desesperación. Mi argumento es que no hay vuelta atrás, que no somos
prisioneros del pasado, que podemos comenzar desde donde estamos.
Nos bastamos a nosotros mismos. No existen “otros” a quienes culpar,
cada uno de nosotros es ese “otro”. Si estudiamos cuidadosamente la
conducta humana, a menudo descubrimos que la impotencia

28
emocional, la apatía y la carencia de comprensión así como la
oposición para cambiar que vemos en los demás, en realidad radican
en nosotros mismos. Creamos nuestra propia trampa y nos cegamos
ante el hecho de que es obra nuestra.
Cuando las cosas no se hacen, somos nosotros los que no las hemos
hecho; cuando existe incomprensión, ésta también es producto
nuestro; cuando nos encontramos en estado de dolor o tensión
emocionales, somos nosotros los que los hemos escogido. Si no
logramos ser todo lo que somos, somos nosotros los que no
evolucionamos y por lo que somos nosotros, los que debemos sufrir
nuestro no-ser.
Ningún “otro” puede enseñamos a cambiar, solamente nosotros
mismos lo podemos hacer. Ningún “otro” puede traemos paz y alegría,
esos sentimientos son nuestros en forma única. (El mundo del temor,
de la alegría y de las lágrimas, es un mundo muy privado y personal.)
Ningún “otro” puede realizamos. Solamente nosotros podemos aceptar
el reto de ser plenamente nosotros mismos. Solamente nosotros
podemos decidir que deseamos vivir plenamente nuestra humanidad.

El saber que nosotros construimos nuestra propia vida no es nada


nuevo, sin embargo, la mayoría nos resistiremos a aceptarlo, porque si
lo aceptáramos, podríamos vemos forzados a cambiar. Tendríamos
que encarar al dolor y al vacío que surgen al ver un yo no realizado.
Tendríamos que emprender la búsqueda aterradora, insegura y
demandante de la autorrealización. Finalmente, tendríamos que dejar
de culpar a los demás, y asumir nuestra plena responsabilidad de crear
nuestra propia vida. No hay duda de que es mucho más fácil
aceptarnos a nosotros mismos según se nos ha catalogado: fracasados,

29
asustados, impotentes y sin esperanza, incapaces de satisfacer
nuestras necesidades de realización.
Al nacer, somos casi en nuestra totalidad, potencial no realizado, y en
cada uno de nosotros se encuentran presentes miles de posibilidades.
Podemos elegir volver a nacer en cualquier momento y aceptar el
desafío del yo que todavía tenemos que conocer, pues él mismo
también es verdadero.
El mundo, también, es en su mayor parte," potencia sin realizar y nos
está esperando para que lo realicemos. La responsabilidad, por lo
tanto, es nuestra. La manifestación de cada persona y el mundo en el
que vivimos constituye el mínimo requisito de nuestra existencia, su
principal propósito y su única esperanza. La negligencia de cualquiera
de nosotros para convertirse en una parte que funcione plenamente
dentro del todo, sin importar quiénes seamos o dónde estemos, se
traducirá en potencial perdido para siempre. Valemos en el grado en el
que nos estamos realizando constantemente, como la persona única
que somos en cada momento de nuestra vida. Esta meta parecerá
irreal e inalcanzable, un ideal romántico. El querer realizar un ideal
puede ser frustrante, ya que significa que estamos tratando con algo
imperceptible: una ilusión. Se nos dice que la única esperanza radica
en que emprendamos un viaje ilusorio hacia un yo místico y no
realizado. No tenemos ninguna certidumbre de dónde nos llevará el
viaje, ni de lo que encontraremos al llegar allá. Estamos convencidos
de que nuestra adaptación actual es, por lo menos, un ajuste y que el
cambio constituye, en el mejor de los casos, un riesgo inseguro. Se nos
recuerda que la ilusión es un juego de niños y que seguir una ilusión es
ingenuidad.

30
La manifestación de cada persona y el mundo en el que vivimos es el
mínimo requisito de nuestra existencia, su propósito principal y su
única esperanza.

31
Sin embargo, es un fenómeno interesante que el ser no realizado. . .
¡demanda visibilidad! No puede pasar desapercibido por mucho
tiempo. Nos fuerza a avanzar o a retroceder, o a vivir en un estado de
confusión, ansiedad y frustración. Estamos conscientes de que algo
falta y sentimos la necesidad desesperada de descubrir qué es. Nos
sentimos impulsados a crecer a pesar del hecho de que, a lo mejor, las
recompensas están veladas por la ilusión; de que siempre parecemos
estar mal preparados; de que hemos fracasado tantas veces; de que el
intelecto nos confunde, o las emociones nos abruman y otros viajeros
intervienen constantemente.
Encontramos que tenemos muy poco que nos sirva de guía en nuestra
búsqueda y tenemos que depositar nuestra confianza en la única
fuerza con que contamos, ese instinto natural que nos impulsa a la
creación, la decisión, la liberación y el cambio. Debemos ceder al reto
de llegar a ser plenamente humanos y confiar en nuestros propios
procesos con la esperanza de que nos conducirán a ello.
Elie Wiesel nos habla de un rabino que dijo que cuando dejemos de
existir y nos presentemos ante el Creador, la pregunta que nos hará no
va a ser ¿por qué no fuiste un mesías, un líder famoso, o por qué no
resolviste los grandes misterios de la vida? La pregunta va a ser muy
sencilla: ¿por qué no fuiste tú, la persona plena, activa y realizada que
sólo tú tenías el potencial de llegar a ser?
El reto que se nos presenta es, por lo tanto, muy claro: convertir en
realidad lo más posible de esa ilusión. Después de todo, nuestra
realidad presente no es más de lo que fueron una vez nuestras
ilusiones.
¿Y dónde comenzamos? Empezamos en el momento presente.
Abandonamos el pasado y abrazamos el ahora. Empezamos con la

32
posesión más valiosa y con la única que nos puede conducir a nuestra
propia humanidad plena y personal. Tomamos el sabio consejo del
rabino de Wiesel: “¡Empecemos con nosotros mismos!”

33
LAS ETAPAS DEL CRECIMIENTO
HACIA UNA HUMANIDAD PLENA

Al principio el infante,
Lloriqueando y vomitando en brazos de la nodriza;
Después el escolar lloroso con su cartapacio al brazo,
con su relumbrante carita matutina, arrastrándose como caracol
sin querer ir a la escuela. Después el amante,
resoplando como hornillo encendido, cantando una balada lastimera
a las pestañas de su amada. Después el soldado,
lleno de extraños juramentos, y barbado como el bardo,
celoso de su honor, pronto a la pelea
buscando una fugaz reputación
hasta en la boca del cañón. Y después Injusticia,
en su barriga redonda de buen pollo llena
con mirada severa y barba bien recortada,
llena de sabios proverbios y ejemplos modernos.
Y así, él representa su papel A la sexta edad regresa al aprendizaje y a los
pantalones que se caen, con espejuelos sobre la nariz y zurrón ai costado.
Su media de juventud ya le queda floja
porque se ha mermado su pierna y su voz varonil
otra vez tiembla y silba como de niño. La última escena de todas,
que di fin a esta extraña y memorable historia,
es la segunda infancia y el simple olvido, sin dientes, sin vista, sin gusto, sin todo.
Shakespeare Como gustéis

34
CAPÍTULO II

El punto de vista de Jacques sobre la obra de Shakespeare, “Como


gustéis”, en la cual el autor pone en escena la vida misma, es bastante
venenoso y malicioso, pero va muy de acuerdo con su encantador mal
carácter. Desde luego, tenemos que admitir que hay mucho de verdad
en lo que dice. Sin embargo, hay otras maneras de contemplar las
etapas de la vida humana. El fisiólogo las puede estudiar en términos
de madurez y crecimiento físicos, el psicólogo de acuerdo con el
desarrollo de la personalidad y el neurólogo según el funcionamiento
motor, etcétera.

En este capítulo, nos ocuparemos de las etapas que intervienen en el


crecimiento y potencialidad para lograr la plenitud en nuestra calidad
de seres humanos. Diremos que el crecimiento hacia la plena
humanidad abarca cinco etapas bastante consistentes y bien definidas.
Estas etapas son jerárquicas en su naturaleza, o sea, una sigue a la otra
en una secuencia definida, desde el punto de vista del desarrollo. No
obstante, es verdad que también podemos considerar que cada etapa
es autónoma, completa y distintiva en sí misma, así como
independiente de la que le sigue o precede. Cada etapa tiene su propia
posibilidad de realización, sin embargo, uno no necesita realizar
plenamente una etapa para pasar a
la siguiente. Por ejemplo, no necesariamente se requiere una infancia
plena para llegar a ser una persona plenamente activa en la edad
madura. Cada etapa se caracteriza por reacciones y comportamientos
que parecen más o menos consistentes en todos los seres humanos y
que sirven para cumplir ciertas funciones específicas dirigidas a la

35
realización de esa etapa específica. Además, estas reacciones y
conductas facilitan el paso a la siguiente etapa.
En otras palabras, cada etapa tiene su propio programa natural para
un crecimiento continuo. Cuando alcanzamos un cierto nivel de
desarrollo en determinado período de nuestra vida, empezamos a
experimentar relámpagos de luz que iluminan ciertos estados de
conciencia los cuales, una vez percibidos, nos sirven para impulsamos
hacia un nivel más alto. En esta nueva altura podemos percibir un
mundo renovado, y no descubierto. Nos sentimos estimulados a
conocerlo y a asimilar los datos complejos y sofisticados que nos
ofrece. Cada nuevo encuentro nos ayuda más a extrapolar, a refinarnos
y a crecer en calidad humana en cada etapa de la vida.
Al principio, este relámpago que ilumina, o esta variación en la
experiencia, pasa totalmente desapercibido. Lo que vemos no es parte
de nuestra realidad. Pero una vez que la hacemos consciente, esta
nueva intuición ocurre repetidamente, creando en nosotros una
ansiedad que nos preparará y, a la larga, nos forzará a aceptar y
acomodar esos nuevos datos. Empezaremos entonces a poner en
práctica las acciones y reacciones de nuestra nueva etapa.
Participaremos activamente en ella y, al hacerlo, la dominaremos y la
haremos nuestra.
Una buena ilustración de este fenómeno puede verse en el desarrollo
del lenguaje en un recién nacido. Llamemos a este recién nacido Ted.
Al nacer, Ted no tiene idea de lo que es el lenguaje, ni siquiera sabe
que existe. Nace en un ambiente lleno de sonidos sin significado. Su
primera función natural del lenguaje, es un balbuceo espontáneo. Él,
desde luego, está totalmente ajeno a la idea de que por medio de estos
balbuceos, se dan las complejas funciones del lenguaje conocidas

36
como pensamiento y comunicación. Cuando alcanza un Cierto nivel de
balbuceo, por lo general alrededor de los seis meses de edad, logra la
madurez para empezar a escucharlos sonidos que emite. Escucha su
sonido y empieza a estar consciente de él. Cuando lleva un tiempo
consciente de ese sonido, empieza a repetirlo con curiosa y continua
atención. Ha entrado entonces a la segunda etapa del desarrollo del
lenguaje, la ecolalia. Necesitará de muchos meses de crecimiento y de
adquisición de conciencia en la ecolalia antes de alcanzar el punto de
madurez, quizá esto sea alrededor del primer año de edad, cuando se
percate de las diferentes palabras. De esta manera, estará listo para
dominar, en el orden jerárquico adecuado, las etapas subsecuentes de
las palabras, la morfología y la sintaxis, primero sencillas y después
complejas. Es entonces cuando habrá adquirido el lenguaje.
La adquisición del lenguaje continuará, desde luego, a lo largo de toda
su vida. Puede dedicarse a pulir continuamente el proceso que dominó
casi por completo antes de cumplir los tres o cuatro años. Ampliará su
vocabulario, adquirirá una sintaxis más lúcida y sutil, así como nuevos
métodos de pensamiento y solución de problemas.
Este fenómeno se puede comparar claramente con la dinámica del
crecimiento del individuo como persona humana. Si echamos una
ojeada superficial a la vida, ésta se nos presenta como un proceso
continuo y sin tropiezos desde el nacimiento hasta la muerte; pero si
estudiamos con más detenimiento, nos damos cuenta de que lo que
parece una línea recta continua, no es ni recta ni continua, sino más
bien traumáticamente interrumpida por periodos precisos y, en
ocasiones, violentos. Empezamos como infantes curiosos dependientes
absolutamente de otros seres humanos para poder subsistir. Durante
la infancia, tropezamos torpemente con el ambiente misterioso.

37
Por lo tanto, cada etapa hacia la madurez, en un sentido muy real, es
en sí misma completa y puede realizarse independientemente de las
demás; sin embargo, como estamos programados para ser personas
plenas, la vida siempre será, por un lado, un estado activo de ser, y
por otro, un estado siempre cambiante de llegar a ser.

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que nos rodea, intentando examinar y descubrir las maravillas de
nuestro vasto mundo nuevo. En la adolescencia luchamos por nuestra
prerrogativa para emerger como una copia de todos los demás, o para
inventar una nueva persona y, así, dirigir nuestro propio destino. Si
logramos tomar .esta última decisión, entramos a la edad adulta en la
cual tenemos que concibamos constantemente con nuestro creciente
yo y con el lugar que ocupamos en un universo siempre cambiante. Al
alcanzar cierto grado de seguridad en nuestro yo que emerge
dinámicamente, estamos preparados para la intimidad y para formar
pareja, satisfaciendo, así, la necesidad de vencer la soledad al construir
un lazo resistente y significativo con otra persona. Decidimos hacer
esto inclusive al precio de renunciar a parte de nuestro yo durante el
proceso. Y, finalmente, llegamos a la ancianidad, la última etapa que
tenemos que realizar antes de que la vida, tal y como la conocemos,
termine.
Estas son, pues, las principales etapas de crecimiento Inicia la plena
calidad humana: infancia, niñez, adolescencia, madurez, intimidad y
ancianidad.
Por lo tanto, cada etapa hacia la madurez, en un sentido muy real, es
una etapa completa y puede realizarse independientemente de las
demás; sin embargo, como estamos programados para ser personas
plenas, la vida siempre será, por un lado, un estado activo de ser, y por
otro, un estado siempre cambiante de llegar a ser. Es un proceso
continuo en el cual nos creamos constantemente a nosotros mismos
para satisfacer las demandas del presente y del futuro.
En las ciencias biológicas, este fenómeno se define como epigénesis y
es el proceso por el cual un todo que no tiene diferencias, crece y se
desarrolla en una diversificación y diferenciación gradual. Eric

39
Linneberg lo describe así:
La maduración se puede caracterizar como una secuencia
de estados. En cada estado, el organismo que madura es
capaz de aceptar cierta información específica; al aceptarla el
organismo se descompone y se vuelve a sintetizar de tal forma, que
pasa a un estado nuevo. Este nuevo estado hace que el organismo sea
sensible a un tipo nuevo y diferente de información la aceptación de la
cual lo transforma, una vez más, a otro estado, que, le abre las puertas
a otros datos más, y así consecutivamente. Esta es la historia del
desarrollo embriológico que se observa en la formación del organismo
humano, al igual que en ciertos aspectos de su comportamiento. Cada
etapa de madurez es inestable y propensa a cambiar en direcciones
específicas, siempre y cuando algo en el medio ambiente la impulse a
hacerlo.
El psicólogo Eric Erickson estudió los principales conflictos y
resoluciones del desarrollo de la personalidad humana desde la
primera infancia hasta la edad avanzada, aplicando esta teoría. Su
hipótesis consiste en una teoría epigenética de crecimiento de la
personalidad. Declaró que había un plano básico general en el cual se
encontraba la personalidad y que de él empezaban a surgir y crecer las
diferentes partes de la misma, “cada parte tiene su época de
ascendencia, hasta que todas las partes han ascendido para formar un
todo que funciona”. Describió estas partes como etapas generales en
las cuales, durante los periodos críticos del desarrollo de las mismas,
surgen ciertos rasgos del ego. Según Erickson, todas las etapas existen
de alguna manera desde el principio, pero cada una tiene su periodo
crítico de desarrollo a través de una serie de periodos de crecimiento
interrelacionados.
Abraham Maslow, a quien ya mencioné anteriormente, fue el pionero
en el estudio del desarrollo en la autorrealización y en el estudio de la

40
persona humana que funciona plenamente como tal. Aisló y estudió
un tipo de impulso que está presente en el hombre durante toda su
vida y que aparentemente lo impele hacia el crecimiento como persona
para llegar a funcionar plenamente como tal. Descubrió que a lo largo
de todas las etapas de la vida, hay una poderosa fuerza que impulsa al
ser humano hacia adelante, hacia la unidad de su personalidad, a
convertirse en un ser más pleno. Sus conclusiones son las siguientes:
El hombre demuestra en su propia naturaleza una presión que lo empuja a
Ser con más plenitud, a realizar cada vez con mayor perfección su calidad
de ser humano en el mismo sentido científico y naturista en que una bellota
se ve “presionada” a convertirse en roble, o en el que se puede observar que
un tigre “se ve empujado” a ser felino, o un caballo a ser equino. Al hombre
no se le moldea o forma en su calidad humana ni se le enseña a ser
humano. El papel del medio ambiente en última instancia, es permitirle o
ayudarlo a realizar sus propias potencialidades, no las potencialidades del
medio ambiente. El medio no le da capacidades y potencialidades; el ser
humano las tiene en forma incipiente o embrionaria, exactamente como
tiene piernas y brazos embrionaria. Y, así, la creatividad, la
espontaneidad, la individualidad, la autenticidad, el interés en los demás,
la capacidad de amar, el anhelo de la verdad, son potencialidades
embrionarias que pertenecen a su especie de la misma manera que sus
brazos, piernas, cerebro y ojos.
Esta exploración del desarrollo del ser humano único y plenamente
realizado, se convirtió en el interés principal de Maslow. Los
individuos que eligió estudiar fueron, por lo general, personas
mayores que ya habían atravesado casi Indas las etapas de la vida y
habían triunfado visiblemente en el proceso de vivir como seres
humanos maduros. Estudió la autorrealización principalmente como
un estado final. (Seriamente, causa fascinación la observación y el
estudio de personas que han llegado a la ancianidad, habiendo
realizado en alto grado su calidad de personas humanas. Todos

41
conocemos a alguna de estas personas, individuos que viven, según
describe Maslow, con una percepción más eficiente de la realidad, una
mayor apertura, integridad, espontaneidad, una identidad más firme,
más objetividad, creatividad, un punto de vista más democrático, así
como una mayor capacidad de amar.
Para mí, el verdadero reto radica en vivir plenamente cada
etapa de la vida. En la posibilidad de vivir nuestra propia vida
realizándonos a cada momento, viviéndolo y comprendiendo en
propia plenitud. El mundo tiene una apariencia diferente y, por lo
tanto, un significado y un propósito diferentes, en cada momento de la
vida. Es obvio, por ejemplo, que el amor que se experimenta en la
niñez es radicalmente diferente y tiene poca semejanza al que
experimenta una persona madura. Lo mismo sucede con la
dependencia, la lealtad, la moral y la responsabilidad.
Cada etapa encierra sus propias y únicas implicaciones, requisitos y
potenciales. Estos solamente se pueden llevar a cabo, viviendo y
comprendiendo cada etapa plenamente.
La cuestión importante, por lo tanto, no se refiere exclusivamente a
qué significa ser un adulto maduro que funciona plenamente, sino se
refiere, más específicamente, a qué es lo que constituye a un niño que
funciona plenamente, un adolescente, un adulto, un amante y un
anciano.
Las implicaciones y la discusión de estas preguntas es el objetivo del
resto de este capítulo.

42
PRIMERA ETAPA.
EL NIÑO QUE FUNCIONA PLENAMENTE

Vuestros hijos no son vuestros hijos.


Son hijos del anhelo de la Vida por sí misma.
hiedan a través de vosotros, pero no provienen de vosotros.
Y a pesar de que permanecen con vosotros, no os pertenecen.
Podéis darles vuestro amor, pero no vuestros pensamientos, porque ellos tienen
sus propios pensamientos.
Podéis albergar su cuerpo, mas no su alma,
porque su alma habita en la casa del mañana, la cual vosotros
no podréis visitar, ni siquiera en vuestros sueños.
Podéis esforzaros por ser como ellos, pero no querréis que ellos sean como
vosotros.
Porque la vida no va hacia atrás, ni se demora en el ayer.
Jalil Gibrán El Profeta

El recién nacido y el niño son los seres más desvalidos y dependientes


durante un periodo de tiempo mucho más largo que cualquier otro ser
viviente. Los niños y los infantes, por necesidad, son “esclavos
naturales”. Sus identidades en el mundo las van creando fuerzas
externas. No tienen ninguna alternativa y, debido a su estado
dependiente, todos los datos e información que reciben provienen de
aquellas personas y cosas que se encuentran en su espacio vital
inmediato. Los alimentos, el calor, los cuidados, los estímulos orales,
visuales y auditivos que reciben, les son proporcionados por sus
padres y por la sociedad específica en la que nacen.
Por eso, la realización básica del niño consiste en lo que David Norton
llama la “autoridad responsable”. Así lo explica él mismo:

La dependencia de la infancia es una dependencia provisional, y es ese

43
carácter provisional el que le otorga calificación normativa a la autoridad
que se ejerce sobre los niños.
Porque se confía en esa autoridad, debe hacerse merecedora de confianza.
Porque se requiere que funcione sin ser puesta en duda, debe ser (para el
niño) indiscutible. Y como la dependencia del niño es provisional, la
autoridad sobre él debe ser una autoridad provisional conteniendo, desde el
principio, la anticipación de su propia cesión.
El primer requisito para la realización del niño está fuera de control y
se encuentra en manos de una autoridad responsable. Es necesario
que esa autoridad reconozca y satisfaga las necesidades básicas:
físicas, psicológicas y de aprendizaje del niño. Estas autoridades
tendrán que asumir, por lo menos durante un tiempo, la imponente
responsabilidad de las vidas de sus hijos, cuya existencia, en ese
momento, depende de ellas.
Los infantes y los pequeños aunque frescos y entusiastas ante la vida,
no tienen autonomía y cuentan con muy pocos recursos para su
creación. Para organizar su mundo y para interactuar en él, requieren
de un sistema de símbolos (lenguaje, signos comunes) que les
ayudarán a darle estructura a un ambiente que de otra manera sería
caótico. Debe notarse que cualquier símbolo que el niño reciba no será
suyo, sino que habrá sido previamente interpretado, identificado y
relacionado de manera firme con el mundo, según lo perciben los
otros seres humanos. Estas autoridades van a escribir un diccionario
para sus hijos y van a definir los términos, tanto desde el punto de
vista cognoscitivo como del afectivo. Les sugerirán a sus hijos cómo
deben pensar y sentir respecto al mundo. A pesar de sí mismos, casi
siempre les transmitirán su propio estilo de vida, sus temores, sus
prejuicios, sus ansiedades y frustraciones, al mismo tiempo que sus
alegrías, esperanzas y deseos de realización. No hay nada malo en esto.

44
Es un medio natural para transmitir las costumbres y tradiciones
locales y culturales necesarias para la continua supervivencia y
desarrollo.
Por lo tanto, para alcanzar finalmente la autonomía, una de nuestras
principales funciones en todas las demás etapas de nuestra vida, será
lo que Norton llama “aclarar” el significado de los términos comunes
antes de que podamos decir que el mundo que simbolizan es nuestro.
La infancia y la niñez, no obstante, no son necesariamente sinónimos
de pasividad. Los niños también son actores espontáneos,
diferenciadores, asimiladores y acomodadores. Están descubriendo y
aprendiendo constantemente, y lo hacen a mayor velocidad y con más
eficiencia, que en cualquier otra etapa de su vida.
La niñez es época de juego, de experimento, de fantasía, de
exploración. Todo es nuevo. Todo causa curiosidad. Pocos de nosotros
hemos podido escapar a la fascinación (y frustración) de observar a un
niño explorando. Ningún lugar es demasiado peligroso, ningún objeto
demasiado valioso, ningún obstáculo demasiado insuperable.
Exploran el mundo intrépidamente, viendo, escuchando,
respondiendo. El misterio que el niño quiere descubrir es él mismo y
la clave del misterio yace en su receptividad. Si se le bloquea o se le
impide la búsqueda, el niño se rebelará lleno de frustración. La
naturaleza infantil requiere experiencia, organización, verificación y
confirmación. Todo el material esencial para que el niño surja como
ser único, en pleno funcionamiento, ya está presente en él. Sin
embargo, en la infancia todavía no existe un carácter de persona, el
niño es potencia en su totalidad. Inclusive cuando llega a dominar la
expresión básica, el niño aún sigue siendo una copia de los que con él
conviven. No obstante, ya en el carácter especial de su receptividad y

45
de su ambiente, se está formando su yo único.
La realización del niño se puede considerar, por lo tanto,
principalmente como la tarea de las autoridades responsables. Estos
individuos deben comprender sus necesidades, deben respetar su
valor y

46
La niñez es época de juego, de experimento, de fantasía, de
exploración. Todo causa curiosidad. Pocos de nosotros hemos podido
escapar a la fascinación (y frustración) de observar a un niño
explorando. Ningún lugar es demasiado peligroso, ningún objeto
demasiado valioso, ningún obstáculo demasiado insuperable.
Exploran el mundo intrépidamente, viendo, escuchando,
respondiendo. El misterio que el niño quiere descubrir es él mismo.

47
reconocer su propio papel vital y delicado para que finalmente vaya
surgiendo el yo único del niño. Deben permitir la actividad
espontánea, la adquisición progresiva de conciencia, la evaluación y el
continuo proceso de aprendizaje, para que el niño pueda adquirir
verdadero control sobre su ambienté. El curso* de acción más
peligroso es tratar de alejar al niño de la experiencia propia o
protegerlo del dolor, porque precisamente cuando él experimenta por
sí mismo es cuando aprende que la vida es una cosa mágica, no “un
jardín de rosas”.
Primordialmente el papel del padre es nada más estar cerca con una
buena provisión de curitas.
A pesar de que la niñez es una etapa separada que puede completarse
y realizarse por sí misma, puede también proveemos de muy valiosos
conocimientos que enriquecerán nuestra vida futura. Por ejemplo, nos
mantendrá viva la sed de conocimiento y exploración de la niñez.
Necesitaremos retener parte de ese sentido de sorpresa, de riesgo, de
confianza, tic espontaneidad, de fantasía, propio de los niños.
Desearemos; descartar las actitudes infantiles que fueron esenciales
para el niño, pero que son destructivas para un adolescente o un
adulto, aunque sin perder esa actitud optimista y alegre ante la vida
tan propia de la infancia.

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SEGUNDA ETAPA.
EL ADOLESCENTE QUE FUNCIONA PLENAMENTE

Biff: “sencillamente no me puedo asentar, mamá, no puedo asentarme en alguna


clase de vida”.
ArthurMiller
Muerte de un vendedor

Sucedió durante ese verde y loco verano mando Frankie tenía doce años. Fue el
verano en el que ella ya llevaba mucho tiempo de no ser miembro de nada. Ya no
pertenecía a ningún club y ya no era miembro de nada en el mundo. Frankie se
había convertido en una persona desarticulada que vagaba por los vanos de las
puertas y tenía miedo.
Carson McCullers Miembro de la boda

De todas las etapas de la vida, aquella que más recordamos es, quizá,
la de la adolescencia, pues parece que no hay otra etapa más llena de
conflictos, malentendidos y angustias. Recordamos muy bien la
mezcla de dolor y deleite que durante ella experimentamos.
Guardamos en la memoria lo incomprendidos que nos sentimos, lo
voluble que éramos, cuánto anhelábamos la aceptación de los demás,
qué tan desesperadamente solos nos sentíamos. Nos preguntamos
cómo empezó todo eso y en qué punto, finalmente, nos las arreglamos
para sobrevivir y resolver la etapa, si es que en verdad lo hicimos.
La infancia fue una época de “dependencia activa” en la que estábamos
a merced de los demás. Pero también durante la infancia adquirimos
conciencia de nuestra dependencia luchamos por liberamos, aunque
no nos dimos cuenta de quién o de qué. Inconscientemente nos
percatamos de que, para usar las palabras de Norton, habíamos sido
“mal identificados”, de que no éramos esclavos, sino personas como
los "otros” en nuestra vida y no solamente derivaciones de ellos. Y

49
decidimos descubrirnos a nosotros mismos.
Fue en este punto en el que construimos el puente entre la infancia y la
adolescencia. Pero inclusive una infancia plena no nos preparó
totalmente para la adolescencia. Esta nueva etapa fue para nosotros
totalmente nueva en sus valores, obligaciones y virtudes. Exigía de
nosotros un nuevo y más agresivo modo de vida, en el que lo que
aprendimos en la infancia jugaba un papel mucho menor.
Como cuando éramos niños no teníamos una identidad real, llegamos
a la adolescencia sin ese concepto del “yo” tal cual asimos, ni a las
elecciones inherentes a él. Entramos en la etapa de la adolescencia
viendo a la vida como rebosando posibilidades, sólo para descubrir
que esas posibilidades, en realidad, tenían un acceso muy limitado y
muy a menudo frustrante. Al asumir la lucha por encontrar el “yo”, no
solamente nos Convertimos en un problema para los demás, sino
también para nosotros mismos. Como nuestras autoridades
responsables siempre habían hablado por nosotros, estábamos muy
mal equipados para hablar por nosotros mismos. Teníamos que
descubrir símbolos nuevos y más personales. Esta etapa requirió de
nuestro primer y último acto de liberación de la dependencia de la
infancia. Por lo tanto, necesitábamos nueva información. Por
necesidad tuvimos que proyectamos más aún dentro de nuestro nuevo
y aterrador mundo.
Al igual que en la mayoría de las experiencias de prueba y error,
teníamos que asumir una actitud más defensiva, un modo de vida más
agresivo. Teníamos que estar dispuestos a correr nuevos riesgos y a
entrar de lleno en la experimentación, sin preocupamos mucho por las
consecuencias. Teníamos que llevar los comportamientos a los
extremos, ser agresivos, incluso insolentes, para poder encontrar

50
nuestro camino. Nos descubrimos asumiendo compromisos
apasionados, que abandonábamos tan rápido y abruptamente como
fueron adquiridos.
No es de sorprender que la adolescencia se considere una de las tareas
más hercúleas en el desarrollo humano. Es también una tarea de
capital importancia, pues su primordial propósito es desarrollar y
conciliar, por vez primera, nuestra persona única. En ella, por primera
vez nos damos cuenta de que no somos ellos, sino nosotros. Lo triste
es que los adultos y la sociedad aborrecen las características vitales de
la adolescencia, tan necesarias para la realización del yo y, por lo
tanto, la mayoría de las veces son frustradas.
No es de extrañar que uno de los principales problemas de la
adolescencia es sentir que nadie nos comprende y todos nos juzgan
mal. Nos sentimos proscritos y solitarios. Los demás no comprenden
que no deben tomar nuestra conducta como algo personal, nuestras
inconsistencias, nuestra insolencia, nuestro resentimiento, nuestros
juicios a priori. Ellos constituyen una nueva forma de probar y
explorar nuestras potencialidades. Todavía no podemos tomar
decisiones firmes, ya que ni siquiera estamos seguros de quiénes
somos o qué opciones tenemos. Cada acción imprecisa, cada juicio
controvertible, cada incongruencia, es un medio para concibamos con
el yo que se va desnudando y desdoblando.
Durante años, los psicólogos y educadores se han desconcertado por la
característica de aferrarse a un grupo que se da en la adolescencia. La
han considerado como la manera en la que el adolescente busca
identidad como parte de un grupo. Pero si profundizaran más, quizá
descubrirían, como Norton sugiere, lo superficial de esta observación.
En realidad, él ser humano en la adolescencia se siente más

51
desasociado y aislado que en cualquier otra etapa de su vida. Su apego
a un grupo parece meramente lo que Norton llama “una capa que
cubre una soledad plenamente consciente y profunda”.
Es una forma de encubrirse para no revelar su individualidad hasta
estar más seguro de su realidad.
De hecho, esta desarticulación personal es quizá la fuerza más
importante que puede impulsar al adolescente a autorrealizarse. En
esta soledad encontrará el espacio necesario para explorar,
experimentar e intentar tomar muchas de las decisiones importantes
de la vida. Decisiones respecto al trabajo que desea desempeñar,
decisiones respecto al matrimonio y a los hijos, y decisiones respecto
al estilo de vida que quiere llevar. Tendrá que explorar entre los
cientos de opciones que tiene ante sí y aceptarlas o descartarlas de
acuerdo con sus necesidades personales, si quiere satisfacer su deseo
de independizarse de su hogar y de sus padres y llegar a ser una
persona separada y diferente.
Este es el requisito más importante de la adolescencia. Es una época
para la introspección, para ensayar y probar, para desarrollar la
suficiente autonomía que le permita llegar a los juicios que
determinarán el primer concepto del yo.
Es evidente que el adolescente que funciona plenamente no es
atractivo para el mundo de los adultos, debido a su comportamiento
“ofensivo”, Y casi siempre mal interpretado, pero dicho
comportamiento es absolutamente necesario para que sobreviva como
persona. Tal comportamiento, felizmente, es pasajero, pero se debe
permitir para que el adolescente emerja como individuo, abrace su yo
único y pase a la etapa de la madurez llevando su recién descubierta
identidad firmemente en la mano.

52
TERCERA ETAPA.
LA PERSONA MADURA QUE FUNCIONA PLENAMENTE

El adulto que tiene capacidad para una verdadera madurez, es aquél que deja la
niñez sin haber perdido los mejores rasgos de esa etapa. Es aquél que conserva
las fuerzas emocionales básicas de la primera infancia, la terca autonomía de la
época en que el niño empieza a caminar, la capacidad de asombro, placer y
travesura de los años preescolares, la capacidad de afiliación y la curiosidad
intelectual de los niños escolares, el idealismo y la pasión de la adolescencia. Es
aquél que incorpora todo esto a un nuevo patrón de desarrollo dominado por la
estabilidad, la sabiduría, el conocimiento, la sensibilidad hacia los demás, la
responsabilidad, la fortaleza y la determinación de la edad adulta.
Joseph Stone y Joseph Church Niñez y adolescencia

La madurez es un concepto tanto estático como dinámico. Es estático


en el sentido de etapa separada y definida en sí misma, que surge de
las complejidades, búsquedas y revelaciones de la infancia y
adolescencia. Implica, según lo indica la misma palabra, un estado de
madurez, de pleno desarrollo y crecimiento en el que se ha llegado a
una meta. Sin embargo, a diferencia de las etapas previas de la niñez y
de la adolescencia, a través de las cuales hemos pasado y ahora hemos
abandonado, nuestra madurez estará siempre en desarrollo, y
solamente se puede definir por el grado y la calidad de su presencia a
lo largo de las épocas futuras de nuestra vida. Es igual que los
conceptos de amor y de conocimiento, nunca terminaremos de
poseerlos, solamente anhelaremos experimentarlos cada vez más. Por
eso, la madurez es un concepto, tanto de ser, como de llegar a ser.
Con la madurez adquirimos finalmente un yo, un centro, el cual, a
pesar de no estar plenamente realizado, podemos aceptar como un

53
principio. Reconocemos su naturaleza dinámica, su deuda con el
pasado, pero aceptamos el hecho de que su futura realización es
independiente de ese pasado, de que nuestra vida no es meramente un
epílogo a lo que ya sucedió. Nos escogemos a nosotros mismos en el
presente. Aceptamos el futuro como un reto, no en el sentido de
esperar que llegue, sino en el sentido de vivir el ahora de la manera
más vivida posible. Aceptamos nuestro recién descubierto Yo como un
concepto que está siempre en cambio, debido a que sabemos que sin
un fenómeno tan vigoroso, potente y en constante cambio, la
interacción en un medio ambiente sin límites nunca conocerá la plena
realización.
Cari Rogers es quizá uno de los más destacados exponentes de este
enfoque dinámico de la madurez. Él siente que la buena vida del
adulto es algo más que un estado fijo de tensión reducida a una
condición homeostática a la cual aspira y en la que uno puede
funcionar cómodamente dentro de una sociedad compleja. Él
considera la madurez, no como una realización o un estado de
satisfacción, sino más bien como un proceso que siempre está
cambiando y desarrollando.
Existen muchas teorías sobre lo que constituye una persona humana
madura. Estas teorías tienen significado solamente si se estudian a
través de un contexto que incluye consideraciones únicas culturales,
éticas, históricas y de conducta. Se puede decir, por ejemplo, que
Freud y Erickson ven la madurez como una resolución al conflicto
creado, por un lado, por la persona, y por otro, por la sociedad. La
madurez para ellos, implica un ego con equilibrio dinámico de estas
dos fuerzas, una interna, que ellos llaman el Id, y otra externa, que
denominan el Súper Ego.

54
Por otro lado, los teóricos como Rank, May y Bakan, a pesar de que
concuerdan con un modelo básico de conflicto, consideran que las
fuerzas del conflicto se encuentran en su
totalidad dentro de la persona y que ésta alcanza la madurez a través
de un equilibrio dinámico intrapsíquico, o sea, a través de la
resolución interna de dicho conflicto.
Rogers y Maslow son autores de otros importantes modelos de
madurez, basados en un proceso continuo hacia la realización,
encontrándose la energía para comprender nuestro potencial
inherente de maduración totalmente dentro de cada individuo. Adler,
Allport y Fromm, a pesar de que concuerdan esencialmente con la
teoría de la realización, ven el proceso como un medio para llegar a la
perfección a través de la internalización y de una vida que vaya de
acuerdo con ciertas ideas de excelencia y de significado definidas
culturalmente.
Kelly, Maddi y Fiske consideraron un modelo de consistencia con la
madurez (aunque no le dan este nombre al concepto) el cual consiste
esencialmente en la capacidad para mantener un equilibrio entre las
esperanzas de uno y la retroalimentación que proviene del medio
ambiente que uno escoge. Aquí, la clave se encuentra en la capacidad
de la persona para reducir las inconsistencias entre el yo y la
retroalimentación ambiental. Si esto se logra, la persona llega a un
estado de reposo y tranquilidad, o sea, a la madurez.
Excepto por el modelo de consistencia, todas las teorías de la madurez
se refieren a las actitudes y acciones características de la persona
madura. Aunque existen algunos conflictos entre los teóricos respecto
a qué en realidad significa la plena madurez, todos coinciden en
ciertos puntos esenciales.

55
En términos generales, los teóricos coinciden en que la persona
madura tiene sentido de identidad del ego, el sentido del “Yo” que ya
hemos mencionado, un sentido de quién es como persona separada e
independiente de los demás que intervienen en su vida. Pero esta
persona separada también se da cuenta, y acepta, su necesidad de
establecer una intimidad, tanto física como psicológica con alguien
más con quien pueda relacionarse en forma profunda y significativa.

56
La madurez no es una meta, sino un proceso.

57
La persona madura tiene el deseo sincero de ser productiva y de
beneficiar a los demás con su productividad. Desea crear y compartir
su creación. Acepta su vida y trabajo con alegría y satisfacción. Vive la
vida como un “artista”, según las palabras de Otto Rank, (no en el
sentido estricto de la palabra, de un artista que escribe o pinta, sino en
el sentido más amplio de un artista de la vida). Coloca su talento en
cada tarea que realiza y su imaginación en recrear su vida diariamente.
El artista de la vida maduro es espontáneo, abierto, flexible, receptivo
a las nuevas experiencias, sospechoso de la realidad. Se encuentra en
armonía con las fuerzas externas, pero es autónomo, está ocupado en
el proceso de inventar su propia vida. Ve la existencia como una serie
de alternativas cuya elección depende de él y de la cual él es
responsable. Respeta y aprecia el mundo y la sociedad en los que vive y
se interesa en ellos, así como en las personas con las que cohabita.
Cree en sus propias necesidades y potencialidades personales y se
percata de que éstas a menudo entran en conflicto con las de los
demás, pero reconoce que el conflicto puede ser una fuerza positiva
para crecer y cambiar.
La persona madura tiene un profundo sentido espiritual en su relación
con la naturaleza y con otras personas; se maravilla continuamente
ante la vida y el vivir. Hace uso completo de sus potencialidades, las
acepta como parte del gran misterio de la vida y comparte su amor,
alegría y sabiduría de una manera responsable, abierta y
desinteresada.
Podemos decir, por lo tanto, que en esencia, la persona humana
madura que funciona plenamente está creciendo continuamente, ya
que se da cuenta que la madurez no es una meta, sino más bien un
proceso; que la esencia de la madurez radica en las decisiones

58
creadoras y responsables. Tiene un sentido de identidad flexible, pero
no conformista, un sentido vivido y abierto de quién es, de lo que
puede ser y de dónde radica su poder.
Algo fundamental en la persona madura es su capacidad para
establecer relaciones íntimas, significativas y profundas, basadas en
una “consideración incondicional” del carácter único de las demás
personas. Es afectiva, amorosa y sexualmente receptiva: es sociable,
tiene amigos y sentido de comunidad. Es un trabajador productivo y
dedicado. Está abierta al cambio para su mejoramiento y de los demás,
así como para el de la sociedad en la cual vive. Se autodetermina, casi
siempre está de buen humor, tiene inventiva y se siente cómoda en el
mundo, consigo misma y con los demás.

59
CUARTA ETAPA
LA PERSONA QUE FUNCIONA
PLENAMENTE EN LA INTIMIDAD

Los Budas y los Cristos nacen completos. Ni buscan el amor ni lo dan,


porque ellos son el amor. Pero nosotros, que nacemos una y otra vez,
debemos descubrir el significado del amor, debemos aprender a vivirlos
como la flor vive su belleza.
Henri Miller
Insomnio

Como la intimidad es básicamente una capacidad y un interés por


relacionamos con los demás, tanto en el sentido físico como en el
psicológico, siendo inherente, hasta cierto grado, a todas las etapas
anteriores, a muchos les parecerá extraño que la incluya aquí como
una etapa única y separada.
Las etapas de la vida hasta ahora nos han llevado, hacia el punto del
surgimiento y la aceptación del yo único, del yo que no otorgará
nuestra identidad y dará significado a nuestra vida. Antes de llegar a
ese momento, estamos a merced de los demás. Para sobrevivir, nos
vimos forzados a aceptar como propios su realidad, sus valores y su
estilo de vida. Hablamos sus palabras y nos movimos a sus órdenes.
Tuvimos que enfrentarnos a la lucha que William Blake expresa así en
su poema:
Debo crear un Sistema o me veré esclavizado por el de otro
hombre.
No Razonaré ni Compararé: mi tarea es CREAR.
La verdadera intimidad es fuerza positiva solamente si se combina
con las fuerzas y energías d e otras personas maduras para el
crecimiento constante de cada una.

60
Con esta decisión alcanzamos la madurez temprana y aceptamos la
responsabilidad de declarar y crear una persona nueva, que no estaba
presente antes. Aceptamos el compromiso con el yo.
Intrínsecos a este compromiso existen ciertos conflictos naturales. Si
deseamos liberamos de la esclavitud debemos elegir la libertad y la
responsabilidad que ésta genera. Si no queremos sentir dependencia,
debemos elegir la independencia y aceptar los conflictos inherentes a
esta elección. Si queremos superar la soledad, abracemos la intimidad,
con todas las ramificaciones que esta elección sugiere.
De todas estas decisiones, parece que la última es la que crea mayor
conflicto. Tanto Rollo May como Eric Erickson subrayan la
importancia de la intimidad contra el ajuste a la soledad.
La soledad es un concepto que produce temor en la mayoría de las
personas. Todos tenemos una fuerte necesidad de compañía, de
relaciones que nos den apoyo. Poseemos un impulso natural y
poderoso hacia la gratificación sensual y sexual. Necesitamos
cuidados, ayuda, estímulo, afecto y amor. Y es entonces cuando nos
enfrentamos a la elección cardinal: o entregamos a la intimidad, lo
cual requiere de ciertos reajustes y renuncias del yo autónomo recién
valorado, o vivir en soledad. Esta última decisión es abrumadora y
amenazadora, y quizá nos impone una de las decisiones más
importantes de la madurez. La mayoría de las personas eligen la
intimidad a cualquier precio, porque su alternativa es la soledad.
Siempre necesitamos de los demás para poder crecer y valoramos. La
verdadera intimidad es fuerza positiva, solamente si se combina con
las fuerzas y energías de otras personas maduras para el crecimiento
constante de cada una. Esto implica la renuncia voluntaria de las dos
personas a ciertos aspectos por parte del yo autónomo ante el deseo de

61
obtener más. Es principalmente a través de compañerismos íntimos
constantes, que podemos conocer el mundo único de otro y recibir un
reflejo fiel del nuestro. Por esta razón es tan fácil amar a los amigos
casuales, y tan difícil amar al amante. Lo que le damos a un amigo es
mucho menos revelador y exigente que lo que le damos a un amante,
pero también, a la larga, es mucho menos gratificante en su
compensación para llegar a la madurez.
Podemos encontrar diferentes grados de intimidad en una gran
variedad de relaciones que satisfacen diversas necesidades de
intimidad, desde la sociedad casual y las relaciones sexuales físicas
hasta las amistades profundas y duraderas y los intentos de formar
una unión permanente como el matrimonio. Las relaciones casuales y
las amistades le dan al individuo la oportunidad de compartir
experiencias breves, así como de intercambiar información,
sentimientos e ideas que pueden servir para contrarrestar sensaciones
de soledad y aburrimiento. Pero los estudios demuestran que
solamente aquellas relaciones íntimas que se extienden más allá de la
sociabilidad, y ofrecen oportunidades para una unión prolongada,
como la cohabitación o el matrimonio, nos ofrecen el escenario
estimulante en el cual podemos expresar libremente ese yo dentro de
un ambiente confiable, seguro, estimulante y de aceptación y
confianza. Esas relaciones nos ofrecen la oportunidad más vital de
vencer nuestra soledad, para intentar y explorar la experiencia
humana sin temor ni distracción.
A menudo se dice que el mejor indicio de nuestra madurez es nuestra
habilidad para formar relaciones significativas y duraderas que hagan
crecer a ambas personas involucradas. Como declara Erich Fromm:
“El hombre maduro encuentra sus raíces y a sí mismo solamente en su

62
relación creadora con el mundo y en su sentimiento de unidad con la
naturaleza y con todos los hombres”.

63
QUINTA ETAPA.
EL ANCIANO QUE FUNCIONA PLENAMENTE

El atardecer de la vida también debe tener un significado propio y no ser


meramente un triste apéndice de su amanecer.
Carl Jung

No entres silencioso en esa noche. La ancianidad debe arder y rugir al


cerrar el día.
Dylan Thomas

La tragedia de la ancianidad no es que uno es viejo, sino que uno es joven.


Oscar Wilde
La sociedad actual intenta no solamente quitamos nuestro derecho a la
muerte, sino también nuestro derecho a la vida. A menudo le roba la
alegría a la niñez, relega al rebelde adolescente a una causa vacía,
intimida al adulto con una continua inseguridad, pero lo más trágico
de todo, nos niega la dignidad de nuestra ancianidad.
A las personas de edad avanzada les roba alternativas, precisamente
aquello por lo que han luchado toda una vida, y sin darles oportunidad
de elección, se les relega a que se acaben solos y desvalidos.
No se nos permite envejecer sin experimentar una honda sensación de
vergüenza. Se nos dice que las arrugas son aborrecibles, que la pérdida
del vigor fisiológico nos convierte en inútiles, que al opacarse nuestros
sentidos, perdemos toda esperanza de alegría, de estética y de
productividad. Nos vemos influenciados a ocultar nuestra edad, a
cubrirnos las arrugas y a teñirnos el cabello. Para que no seamos una
carga, se construyen comunidades especiales para la gente de edad en
las cuales se nos dice que encontraremos comodidad y paz con otras

64
personas de nuestra edad.
Todo esto indica que hay algo que no está bien en envejecer
físicamente. Hacemos caso omiso del hecho de que existe algo más que
la edad cronológica en la ancianidad.
Independientemente de las condiciones o vulnerabilidad del
cuerpo externo, la persona no deja de ser un ser humano con
capacidades para sentir, para compartir, para hacer amistades, papa
crear, para producir.
Es verdad que hay cambios biológicos y fisiológicos, obvios y
definidos, que se dan con el avance de la edad, pero los ancianos
siguen siendo personas verdaderas y se comportarán como tales si se
les permite. De hecho, en la mayoría de los casos, los años les han
ayudado a crecer en honestidad y aceptación. La senilidad parece ser
más el resultado de ciertos sentimientos de inutilidad que del
debilitamiento físico y mental.
La ancianidad nos liega a la mayoría como una sorpresa. Muy pocas
veces sentimos nuestra edad. Más bien ésta se nos refleja en función
de los demás, y no porque nosotros seamos conscientes de ella. Desde
luego que nos percatamos de la erosión de nuestra resistencia física,
pero esa no es razón suficiente para que nos tengamos lástima o
indulgencia, para que nos volvamos intolerantes o para que nos
retiremos.
El reto es ser fiel a cada etapa de la vida. La ancianidad también
tiene su propósito y nuestra elección es sacrificarlo o cumplirlo.
La esperanza es parte verdadera del futuro, e inclusive en la
ancianidad se puede escoger la esperanza, no la de la inmortalidad o
de la eterna juventud, no una esperanza de retomo al pasado
solamente porque en él uno encuentra consuelo y porque no hay otra

65
parte a dónde ir, sino más bien una continua búsqueda en cada
momento, del origen de uno mismo. En esta etapa se hace necesario
darle nuevo significado a los valores, a las virtudes y

66
El reto es ser fiel a cada etapa de la vida.

67
a las obligaciones que trae consigo la ancianidad, y a los sentimientos,
sensaciones y experiencias, a menudo más intensos, que esta edad nos
ofrece.
Maslow denomina a esta fase como la “vida posmortum”. La describe
como una época en la que “todo se hace doblemente precioso y
adquiere una aguda importancia. Las flores, los bebés y las cosas
hermosas llegan a lo más hondo del ser y lo traspasan”.
La muerte no es un extraño para el anciano, ya que, en un sentido muy
real, la vida consiste en una serie de muertes a medida que termina
cada acto o escena de la misma. Montaigne sugiere que, de hecho, “la
muerte es el momento en que termina el fin”. En verdad, la muerte
consiste simplemente en la terminación de un tiempo prestado. Sin
embargo, esto tampoco es nuevo para el anciano, ya que nunca, en
ninguna etapa, ha poseído suficiente tiempo. Pero el tiempo en sí
mismo no tiene significado cuando contiene el pasado y el futuro en el
presente. La tarea del anciano es continuar viviendo el ahora.
Inclusive si pensamos que la vida, ya sea que haya sido vivida en la
riqueza o en la pobreza, en la alegría o en la desesperación, en el dolor
o en la comodidad, en realidad, no nos ha llevado a ninguna parte,
tenemos que elegir seguir viviéndola y avanzar. La vida no realizada es
suficiente propósito para hacerlo. La muerte asimismo, tiene su
propósito, No es simplemente a fin a la vida, sino también, como lo
señala Elizabeth Kubler-Ross, la última etapa del crecimiento.
Los ancianos que funcionan plenamente no tienen tiempo de sentarse
a esperar la muerte. Se enfrentan a la tarea de llevar a cabo dos nuevas
etapas y, así, poder realizarlas: su ancianidad y su muerte personal.
Tienen que acrecentar su confianza y darle propósito a su tiempo
limitado en la tierra; tienen que hacer las paces con la idea de que

68
algún día los

69
Si queremos descubrir el significado de la vida, lo encontraremos
intrínseco en cada una de sus etapas, al aceptar el reto de realizar
cada momento de cada día conforme lo vamos viviendo.

70
demás los sobrepasarán y, quizá, hasta los olvidarán, pero que ha sido
suficiente con haber podido experimentar la vida. Pasar por alto esta
tarea es perder la oportunidad de continuar con dignidad una vida
personal, mediante la búsqueda de las experiencias que solamente la
ancianidad puede ofrecer. Pueden elegir la vida; no tienen por qué
elegir la confusión, el miedo, la desesperación, la soledad y el
aislamiento. Pueden elegirse a sí mismos como un potencial aún no
realizado y, al hacerlo, pueden elegir la continua realización.
ooooo
El significado de la vida no se encuentra mirando hacia atrás, hacia ese
hilo continuo que empieza en la infancia y termina en la ancianidad.
La vida es algo más que simplemente nacer, crecer y madurar.
Si queremos descubrir el significado de la vida, lo encontraremos
intrínseco en cada una de sus etapas, al aceptar el reto de realizar cada
momento de cada día conforme lo vamos viviendo.
Tenemos las herramientas básicas necesarias: nuestras
potencialidades natas; nuestro tiempo para vivir y para morir. . . una
vida que es nuestra para que la “vivamos al máximo”.
Lo que somos ahora contiene el potencial de realización que nos dará
satisfación mañana.
El reto es para nosotros.

Leo Buscaglia

71
ALGUNOS ASPECTOS VITALES
DE LA PERSONA QUE FUNCIONA
PLENAMENTE COMO TAL

El hombre ha llegado a controlar todas las demás formas de vida, porque ha


tomado más tiempo para crecer; cuando tome aún más tiempo y lo invierta más
sabiamente, quizá aprenda a controlarse a sí mismo y a volverse a hacer.
Will Durant
Historia de la Filosofía

El propósito de la vida, después de todo, es vivirla, probar la experiencia a su


máximo, tratar de alcanzar, afanosamente y sin temor, nuevas y más ricas
experiencias.
Eleanor Roosevelt

72
CAPÍTULO III

Durante cuatrocientos siglos, desde la época del Hombre de


Neandertal, nos hemos esforzado por descifrar y comprender a la raza
humana. Las criaturas semejantes a nosotros nos desconciertan; la
complejidad y perplejidad de su naturaleza y de las sociedades que han
formado nos abruman. Tratamos continuamente de comprenderlas
con la esperanza de que, así, podremos entenderlas mejor y vivir en
armonía con ellas y con nosotros mismos.
Nos quedamos asombrados por la forma pasmosa en que el ser
humano ha avanzado en un periodo de tiempo tan corto. Nos
quedamos perplejos cuando consideramos que una persona de la
actualidad tiene el mismo cuerpo y cerebro que sus parientes de la Era
Glaciar, y que ese mismo cerebro ha desarrollado ideas, sistemas de
creencias, hábitos y costumbres que han separado sus mundos.
Desde que hace veinticinco siglos el hombre dibujó los primeros
símbolos sobre la pared de una oscura cueva en alguna parte de lo que
es ahora Europa Occidental, hemos descubierto evidencia continua de
la curiosidad creciente de la persona humana respecto a la buena vida
y al diario vivir.
A lo largo de la Historia, han surgido ideas que han persistido y tenido
un fuerte impacto sobre los seres humanos, sobre su moral y su estilo
de vida. Muchas de estas ideas han evolucionado hasta formar
sistemas filosóficos y religiosos formales que millones de personas han
adoptado como su forma de vida.
No se intentó considerarlos todos aquí, pues sería imposible y se
necesitarían varios volúmenes. Se ha escrito mucho sobre esas
filosofías y su ética, y el lector interesado puede encontrar mucho

73
sobre ellas en otros libros. Tampoco se intentó exponer totalmente
aquí los sistemas sociales, religiosos y filosóficos de los que solamente
haré una breve caracterización, ya que sería imposible hacerlo por la
inmensidad del tema y por mis limitados conocimientos al respecto.
(Mi nivel de aficionado como erudito en las filosofías y religiones
comparativas pronto será evidente.) Además, eso está más allá del
propósito y alcance de este libro.
Por todo esto decidí ser simplistamente breve y selectivo; por lo cual
tengo la certeza que se me criticará severamente. Pido de antemano
disculpas a aquellos que se sientan insultados o irritados. Pero tengo
que correr el riesgo de la crítica, ya que mi propósito es remoto, pero
sencillo. Quiero demostrar que aunque podemos diferir mucho en
cómo, a quién y qué es lo que adoramos, el código básico de
comportamiento es común a todos. Es este común denominador el que
nos une a todos los hombres en nuestro carácter de humanos y el que
nos ha ayudado a sobrevivir y seguir creciendo. Servirá como punto de
vista histórico de la universalidad del concepto de la persona humana
que funciona plenamente como tal.

74
EL CAMINO DEL TAOÍSMO

Si se necesitara un nombre, el asombro sirve para nombrar a los dos; y de


asombro en asombro, la existencia se abre.
El camino de la vida Lao Tzu
(Traducción al inglés de Bynner)

A lo largo de dos mil años, un gran número de pueblos han vivido bajo
la influencia de una filosofía de gran vitalidad llamada Taoísmo.
Durante el reinado medio chino, más o menos en el siglo III o IV a. C.,
un hombre llamado Lao Tzu introdujo el Taoísmo a China en una
breve obra de menos de seis mil palabras, llamada El Tao (El camino).
Más tarde, el ingenioso filósofo y poeta Chuang Tzu expandió e
interpretó su filosofía durante la segunda mitad del siglo IV a. C.
El objetivo principal de la filosofía taoísta es la integración y la
armonía interior de cada persona. Como tal, es una forma de
conformidad. Sugiere que cada uno de nosotros puede alcanzar su
plena humanidad personal sólo por medio del proceso de desaprender
lo que ya hemos aprendido, para ofrecemos la oportunidad de regresar
a la armonía con todas las cosas como estaban al principio.
Se considera que el egoísmo es la raíz de toda falta de armonía y, por
lo tanto, el factor principal de todo sufrimiento humano. Por esta
razón, la persona debe luchar por desembarazarse de su egoísmo. Con
la pérdida de los deseos egoístas, la persona se libera también de sus
conflictos internos.
Lao Tzu sugirió que la persona que funciona plenamente debe, por lo
tanto, albergar pocos deseos y no estar ligada a
las personas ni a las cosas. Debe vivir de acuerdo con su propia
autoestima, no con la estima que le brindan los demás. Debe buscar la

75
simplicidad natural y la espontaneidad en el vivir, y tratar de
deshacerse de lo artificial y lo compulsivo.
El taoísta que funciona plenamente no se encuentra a merced de sus
emociones. Se esfuerza por verse a sí mismo con precisión, de acuerdo
con sus fuerzas y debilidades. Se considera único y, por lo tanto, no
está en competencia con nadie. Practica la “no acción”. La no acción
para el taoísta no es una condición pasiva, sino más bien una forma
sutil de acción. El Camino de agua se usa como metáfora para explicar
esta idea. En las palabras de Lao Tzu:
Así como la suave entrega del agua hiende la piedra obstinada,
así la condescendencia en la vida soluciona lo que no tiene
solución:
El ceder, he aprendido, es regresar de nuevo, pero esta lección sin
palabras, este sencillo ejemplo el hombre no aprende ni ve.

Los taoístas creen que la fuerza radica en la moralidad y, por lo tanto,


son sensibles a la sociedad y a los sentimientos ajenos. No son
amantes de la crítica y tratan de responder más a las actitudes que a
las acciones ajenas. Rechazan la violencia, la opresión y el poder. Se
niegan a participar en la conquista de la naturaleza o en la exploración
de los demás. En lugar de eso, se esfuerzan por convertirse en
colaboradores, tanto del hombre como de la naturaleza. Su meta es la
armonía con todas las cosas, y permiten que cada cosa labre su propio
destino. El taoísta ve esto como la última meta en la madurez.
Lao Tzu, y en especial Chuang Tzu, enfatizan que el taoísta que
funcioné plenamente debe comprometerse en su autotrascendencia.
Por medio de este proceso puede ver todas las cosas, no solamente en
relación a sí mismo, sino corno un todo último y sin diferencias. El
dolor y la desesperación surgen del rompimiento con ese todo. “El
Camino” hacia la buena vida, se alcanza por medio de la trascendencia
tic todas las distinciones, diferencias y diferenciaciones, ya que éstas

76
sirven meramente para originar fragmentación que u su vez origina
debilidad e impotencia. Considera que lo opuesto a la fragmentación
es la unidad, la aceptación y el amor universales. En el corazón del
amor taoísta se encuentra la habilidad de fundirse como parte de todas
las cosas.
El taoísta que funciona plenamente está convencido de que el derecho
natural y la bondad son innatos y, por lo tanto, intenta vivir su vida de
una manera natural y de tal forma que promueva la paz en el conflicto,
la unidad en la separación, el amor y la trascendencia en la confusión y
en el caos.

77
EL CAMINO DEL CONFUCIANISMO

En cuanto al camino, el hombre inteligente va más allá de él; el imbécil no avanza


lo suficiente.
De El Chang Yong, 4

Confucio dijo:
. . . Cuando un hombre lleva a cabo los principios de la igualdad y la
reciprocidad, no está lejos de la ley universal. No hagas a los demás lo que no
quieras que los demás te hagan.
De el justo medio del Tsesze XIII

Confucio nació en China en la misma época que Buda en la India y


Pitágoras en Grecia, en el año 552 a. C.
Al igual que la mayoría de los líderes éticos y morales
verdaderamente grandes, no escribió nada. Un siglo después de su
muerte sus discípulos recopilaron sus enseñanzas en cuatro obras
importantes llamadas el Shu (los Cuatro Clásicos). De éstas, la
principal obra sobre ética se considera el Luen Yu.
Confucio fue un hombre, no un Dios. No enuncio máximas teóricas
ni universales. No ofreció fórmulas para la humanidad ni
mandamientos divinos. Evitó tratar el misticismo y los asuntos
espirituales y se dedicó más bien a lo tangible, a las actividades diarias,
a las complejidades y dilemas de la vida.
Se le conoce como el más grande maestro de la historia china, pues
dedicó su vida completa a las enseñanzas humanistas y a la formación
del carácter moral. Se puede decir que, en esencia, fue más un
reformador social que un líder religioso. Su preocupación primordial
fue estimular al individuo para que tuviera la valentía de ser él mismo
y adquiriera la sabiduría necesaria para formar parte activa de la
sociedad en la que vivía. De hecho, el propósito de toda

78
autorrealización, según Confucio, es ayudamos a nosotros mismos a
descubrir la parte que nos corresponde en el proceso de ordenar y
armonizar el mundo.
En el capítulo V de El Gran Aprendizaje Confucio dice:

Los ancianos que desean mostrar al mundo sus caracteres refinados,


primero deben ordenar sus estados. Aquellos que desearan ordenar sus
estados harían bien en primero regular sus hogares. Aquellos que
desearan regular sus hogares deberían primero cultivar su persona.
Y continúa:

Aquellos que deseaban cultivar su persona, primero rectificarían sus mentes.


Aquellos que querían rectificar sus mentes, primero buscarían la sinceridad de
sus voluntades. Aquellos que buscaban la sinceridad de sus voluntades,
primero ampliarían sus conocimientos. La ampliación del conocimiento
depende de la investigación de las cosas.
Cuando se investigan las cosas, el conocimiento se amplía; cuando el
conocimiento se amplía, se adquiere la seguridad de la voluntad; cuando se
adquiere la seguridad de la voluntad, la mente se rectifica, cuando la mente se
rectifica, se cultiva la persona.
En esencia, para los seguidores de Confucio, esto señala el camino
hacia el pleno funcionamiento en el aspecto humano. Sugiere la
investigación activa en nombre del conocimiento; este conocimiento se
dirige a fortalecer la mente así como la voluntad, y el resultado es el
cultivo continuo de la persona y de la sociedad. Así se desarrolla el
“zen”, la armonía perfecta, la cual concierne primordialmente al
crecimiento del respeto así mismo, de la magnanimidad, de la buena
fe, de la lealtad, de la diligencia y de la beneficencia.
La calidad de persona, para Confucio, no era un estado de
perfección, sino más bien un cambio constante, un estado muy
humano, a menudo acompañado por la ansiedad. Dijo de sí mismo lo
siguiente: “No aplicarme en la adquisición de la virtud, no comprender

79
claramente lo que estudio, no cumplir lo que considero es mi deber, no
preocuparme por mis faltas: estas son mis angustias”. (Luen Yu,
VII,3.)
En un excelente libro llamado Confucius and Chínese Humanism
(1969), el autor, Pierre Du-Dunh, describe la persona de Confucio de
una manera muy clara. Sugiere que como Confucio era ejemplo de su
idea acerca de la persona que funciona plenamente como tal, le parece
apropiado describir sus cualidades personales. Relata que “su forma
de ser era tranquila, gentil, era austero e inspiraba respeto sin
ocasionar temor. Era grave y sereno, pero al mismo tiempo cordial y
alegre. Era respetuoso y dado a actuar sensible y espontáneamente.
Era al mismo tiempo noble y humilde. Tenía una imagen precisa y
consciente de sí mismo y dedicaba todas sus energías a ser lo que
quería ser”. ¡Ejemplar, en verdad!
Para Confucio las personas que funcionan plenamente como tales, no
solamente se ocupan del cultivo de sí mismas y de la armonía, sino
también de las relaciones con otros seres humanos. Sentirían
profundamente el que una persona sólo llegara a ser plenamente
humana si se encontrara unida a otra u otras. La esencia de esta unión
sería el amor, ya que sin amor no podría existir verdadera calidad
humana en la persona.
No existe, por lo tanto, lugar para la negligencia, la hipocresía, la
deshonestidad, la falsedad, el egoísmo o el criterio estrecho, ya que la
meta del confuciano que funciona plenamente es la unificación de
todas las cosas en la comunión de las polaridades del darse y amarse a
sí mismo que, para él, son una sola cosa.
La plena humanidad, para la persona, proviene de nuestra lucha por la
cultivación humana y la perfectibilidad y de la

80
aplicación, de esta unificación que perfecciona, de sí mismo ¡i los
demás, al estado y al mundo.

81
EL CAMINO DEL BUDISMO

El hombre perverso que reprocha a uno virtuoso, es como aquél que mira hacia
arriba y escupe al cielo; el escupitajo no ensucia el cielo, sino que regresa y
deshonra a su propia persona.
Buda
El Sutra de 42 secciones

Hermanos, existen dos extremos que el hombre santo debe evitar: la práctica habitual
de... la indulgencia consigo mismo, que es vulgar e infructuosa... y la práctica de la auto
mortificación, que es doloroso e
igualmente infructuosa.
Buda
El sermón de Benarés

La vida religiosa, Malunkyapulta, no depende del dogma de que el mundo es eterno; ni


tampoco la vida religiosa,
Malunkyapulta, depende del dogma de que el mundo no es eterno. No importa cuál sea
el dogma ... el nacimiento, la ancianidad, la muerte, las penas, las lamentaciones, la
miseria, la aflicción y la desesperación siguen existiendo. Y es contra esto, aquí en la
tierra, contra lo que yo prescribo.
Buda
El Majjhima-Nikaya

Las enseñanzas del budismo surgieron de un interés y una curiosidad,


inusitadamente sensitivos, acerca del sufrimiento humano. Surgió de
las ideas de un príncipe hindú del siglo VI, Sidarta Gautama, que se
preguntó cuál era el propósito del dolor, las enfermedades, la
ancianidad y la muerte. A la edad de veintinueve años se propuso
crecer en la experiencia, sensibilidad y conocimientos que, a la larga,
lo condujo a una respuesta: el budismo, y la formación de una ética
que en la actualidad tiene más de ciento cincuenta millones de
seguidores.

82
El budismo moderno ha tomado básicamente tres formas distintas:
una más establecida llamada Hanayana, otra más bien difusa llamada
Mahayana y una forma esotérica llamada Budismo Tántrico. Cada una
de ellas hace una interpretación de las enseñanzas de Buda algo
diferente, y refleja la sociedad o el periodo histórico en el que se
formó. Es por eso triplemente difícil hacer generalidades que
satisfagan plenamente a las tres escuelas. Sin embargo, todas tienen
aspectos comunes en su ética. Por ejemplo, se puede decir con
seguridad, que todas las sectas intentan lograr una resolución del
conflicto humano mediante la integración interna de la personalidad.
Ea meta es alcanzar la armonía con la última Unidad. Este procesa
puede tomar varios ciclos de reencarnación antes de lograr la
verdadera transcendencia, como lo hizo Buda. Este concepto forma la
base de las enseñanzas de Buda.
El principal interés del budismo por lo tanto, radica en la persona y la
vida de la persona en la tierra, con sus sufrimientos y cómo se puede
deshacer de ellos. El budista ve la vida como un devenir dinámico y no
como un ser estático, y todas las cosas de la vida como transitorias y en
constante cambio, ya sea que estén en proceso de producción o en
proceso de deterioro o muerte. Según el budismo, si uno se aferra a lo
transitorio, la consecuencia es el sufrimiento, pero el sufrimiento se
puede suprimir. El método para suprimir el sufrimiento es siguiendo
el Camino Óctuple, el cual consiste
en una perspectiva correcta, una intención correcta, un habla correcta,
una acción correcta, un modo de vida correcto, un esfuerzo correcto,
una atención correcta del ahora y una concentración correcta.
Para los budistas, el conflicto surge del deseo. Es el deseo el que
provoca la avaricia, la lujuria, el odio, el apego. Es necesario

83
trascender esos deseos, ya que ellos constituyen el aspecto irracional
que oscurece una percepción aguda de la realidad. También los deseos
crean dualidades que separan el sujeto del objeto y originan conflictos.
La trascendencia del yo, se puede lograr por medio de un modo de
vida correcto y consciente en el Camino Medio, un sistema ético
moderado, pero práctico y comprensivo. También se puede lograr de
súbito, intuitivamente, de manera espontánea, en una confrontación
directa.
Para lograr una vida plena, los budistas hacen hincapié en la
amabilidad, la virtud, el amor, la compasión, la no ofensa, la
liberalidad, la moderación, la templanza, la Regla de Oro y el deber
mutuo en las relaciones humanas.
El budista que funciona plenamente (que crece) es, por lo tanto, una
persona moral, consciente, que busca constantemente el
conocimiento, y está libre del deseo y la expectativa. Es más
conceptual que emocional, aunque hace énfasis en el amor y la
compasión, y en rasgos tales como la honestidad, el respeto, la
cortesía, la hospitalidad, la generosidad y el respeto a los derechos
ajenos.
El camino budista es un camino solitario, extremadamente
individualista y dirigido al interior. Es auténtico por sí mismo. No
necesita ninguna otra valoración.

84
EL CAMINO DEL HINDUISMO

Conoce al Yo que va sentado en la Carroza, el cuerpo es la carroza, el


intelecto el auriga y la mente las riendas. A los sentidos los llaman caballos
y a los propósitos de los sentidos, sus caminos. Cuando él está en unión con
el cuerpo, sentidos y mente, entonces los sabios lo llaman:
El que disfruta.
Upanishadas, V

No dependas de ningún otro, solamente apóyate en ti mismo... la verdadera


felicidad nace de la confianza en uno mismo.
Las leyes de Manú

El conocimiento es lo más sagrado de lo sagrado, el dios de dioses, e impone


respeto aun a las testas coronadas: el hombre que carece de él no es más que
un animal.
Los ladrones pueden robamos los muebles y adornos de nuestra casa, pero
el conocimiento, el tesoro más grande, está más allá de todo robo.
Los Puranas II

El hinduismo es en realidad una multitud de religiones, es la más


antigua del mundo y cuando menos, tiene 230 millones de seguidores.
Las sagradas escrituras que constituyen la base de la ética del
hinduismo moderno se encuentran en varias obras, pero
principalmente en el Mahabarata y en el Ramayana. El primero
contiene la hermosa y profunda “Canción de Dios”, la Bhagavad Gita.
El hinduismo es una de las religiones más humanas. Lo que falta de
abstracción, inhibición y refinamiento, lo compensa con humanismo.
Hasta sus dioses, a veces, se vuelven
humanos y caminan libres por la tierra entre otros hombres y mujeres,
viviendo activamente y con pasión.
La esencia del pensamiento hindú radica en la creencia de que la vida
sensorial es transitoria y, por lo tanto, carente de significado. Los
individuos deben vivir la vida en el sentido universal. Para alcanzar la

85
salvación, pueden elegir entre una vida contemplativa de inacción,
meditación y conocimiento, o una vida abnegada de acción
desinteresada, asumiendo las obligaciones y deberes de la vida diaria.
Krishna, uno de los dioses hindúes, le da consejo al cariñoso y curioso
Arjina en el “Yoga de la Devoción” del Bhagavad Gita. Le sugiere la
forma en que Arjina tiene que vivir su vida humana y le dice:
El hombre no debe odiar a ninguna criatura viviente sino ser amistoso y
compasivo con todas. Debe liberarse de la ilusión del “yo” y del “mío”. Debe
aceptar el placer y el dolor con igual tranquilidad. Debe saber perdonar, estar
satisfecho, tener control sobre sí mismo. . .
No molesta a sus congéneres ni permite que el mundo lo perturbe a él. No se deja
llevar por la alegría o la pasión, ni por la ansiedad y el temor.
No desea lo que es placentero ni se regocija en ello. No teme lo desagradable ni se
lamenta de ello. Permanece inmutable a la buena o mala fortuna.
Su actitud es la misma hacia el amigo y hacia el enemigo.
Es indiferente al honor y al insulto, al calor y al frío, al placer y al
dolor. Está libre de todo apego. Valora igualmente la alabanza y la
culpa. Controla su habla. Está contento con lo que obtiene. Su hogar
está en todas partes y en ninguna a la vez.
Cuando completa este discurso Krishna añade:
Ahora ya te he enseñado la sabiduría que es el secreto de los secretos.
Reflexiona sobre ella con cuidado. Después actúa como creas mejor.
Estas son las últimas palabras que te dirigiré, la más profunda de
todas las verdades.
¡Así termina el Bhagavad Gita!
En Los Pirranas, 18 libros del “Amor Antiguo” también se dan
consejos para vivir plenamente como persona humana. La Sección II
llamada “Consejo Sabio” sugiere lo siguiente:
Evita la compañía del erudito descontento. Siéntate en la asamblea de
los honestos; júntate con aquellos que son buenos y virtuosos.
El hombre vil siempre está pronto a ver las faltas de los demás, aunque

86
sean del tamaño de la semilla de mostaza, y de continuo permanece
ciego a los suyos, aunque sean tan grandes como un árbol.
La libertad o la emancipación es la única felicidad que ofrece garantía
al hombre.
La verdadera felicidad radica en la extinción de toda emoción.
La angustia se da donde hay afecto. Renuncia al afecto y serás feliz.
Una fe grande, profunda y como de niño en todo, una clemencia
universal y una develación cuidadosa de las buenas virtudes natas, son
los rasgos que marcan el alma noble.
Como se puede ver, el hinduista que funciona plenamente posee una
ética flexible y fácil de asimilar en el centro de la cual se encuentra la
verdad, la bondad y la rectitud. El Mahabharata dice:
Esta es la suma de todo: la rectitud al causar placer o dolor, al hacer el
bien o dañar a otros,
el hombre puede obtener una regla de acción apropiada si mira a su
vecino como a sí mismo.

87
EL CAMINO DEL ISLAMISMO

No hay falla en aquellos que creen y realizan obras de rectitud, Dios


ama a los que hacen el bien.

Verás a los malvados llenarse del temor que se han ganado, que siempre
está a punto de caer sobre ellos; mas aquellos que creen en la rectitud y
ejecutan buenas obras, se encuentran en los Prados de los Jardines.

No te pediré jornal por esto, solamente te pido amor para tus


semejantes, y a quien quiera que se gane una buena acción, le daremos
más bondad como premio.
El Corán

El mahometismo (islamismo) es una de las filosofías religiosas más


jóvenes del mundo y quizá la más extendida, con más de doscientos
millones de seguidores. Fue fundada en la Meca por Mahoma (570-
632 d. C.), un árabe que proclamaba que sus enseñanzas estaban
basadas en revelaciones divinas. Estas enseñanzas se recopilaron más
tarde en el Corán, el libro sagrado del islam.
Es de la opinión general que Mahoma fue un verdadero reformador
moral. Insistió en que cada persona es responsable de la forma en que
vive su vida, pues - “El Día del Juicio cada quien va a ser responsable
de sí mismo”. Promovió la hermandad universal entre los árabes, en la
cual la justicia y la caridad son de suma importancia. Era inflexible en
cuanto a que las virtudes humanas deben practicarse y los males
evitarse.
Entre las virtudes más altas se encuentra la caridad. Igualmente
importantes y relacionadas con ésta, están la hospitalidad, la
amabilidad, el respeto y un profunda sentido de comunidad. No
importa cuán dispersos y alejados se encuentran los musulmanes,
solamente existe una comunidad islámica. Esta comunidad acepta solo

88
aun único Dios absoluto y acepta con compasión el carácter humano
de todas las personas que intentan ser uno con El y con la naturaleza
del mundo en la cual deben trazar su camino.
En la tradición islámica, es un privilegio participar en el estado
humano, ya que esto le da al individuo la posibilidad de llevar a cabo el
Plan de Dios. Dice el Corán (XXXIII, 72): “Mirad, ofrecimos la
creencia a los cielos y a la tierra y a las colinas, pero se acobardaron
ante ella y le temieron. Y el hombre sí la aceptó”. En este yace el
significado, la grandeza y la seriedad de la condición humana para los
musulmanes.
El Corán contiene principalmente tres tipos de mensajes para vivir
como persona humana: un mensaje doctrinal que trata del lugar que
ocupa el ser humano en la estructura de la realidad, un mensaje
metafísico referente a la naturaleza de lo Absoluto y un mensaje
doctrinal sobre la vida y la existencia humanas y su significado. Este
último aspecto trata todas las enseñanzas necesarias para que los
seguidores de Mahoma comprendan quiénes son, dónde están, hacia
dónde van y cómo han de llegar.
A pesar de que los musulmanes, como humanos, aman este mundo y
se sienten fuertemente apegados a él, saben que llevando una vida
adecuada y guiándose por el Corán pueden encontrar la paz, la
armonía y la unidad esenciales para romper su atadura mundana y
hacerse uno con Dios. La lectura y el estudio del Corán constituyen la
guía práctica para que la persona ordene su vida y adquiera los
conocimientos necesarios para trascender a ella.
Para comprender ampliamente el significado de la persona que
funciona plenamente en el islamismo, se recomienda el estudio de la
vida del Profeta Mahoma, ya que él representa no solamente el ser

89
espiritual, sino también el líder de los hombres. Hay que recordar que,
en vida, Mahoma nunca alegó ser Dios, sino su profeta, y de esta
manera fue hombre
entre los hombres. Se le cita como “el más noble de toda la creación”.
Desde el punto de vista musulmán, Mahoma es el símbolo de la
perfección humana y el ideal para la sociedad humana. Nasr, en su
libro sobre el islam declara: “El Profeta, con estas cualidades que
ostenta en forma tan eminente, constituye el prototipo de la perfección
humana y espiritual, así como una guía hacia su realización”. Describe
al Profeta como un hombre que tuvo una vida social activa. Se casó,
mantuvo un hogar, fue padre de familia, gobernante, juez y guerrero.
Pasó muchas penalidades y experimentó la alegría y la desesperación
implícitas en la condición humana. Fue un contemplativo. Era amable
y gentil, pero duro ante la injusticia. Era noble y generoso; amoroso,
compasivo y piadoso.
El profeta era combativo. En su interior luchaba continuamente contra
cualquier aspecto humano que le alejara de la voluntad divina, y
externamente siempre estaba preparado para combatir a cualquiera
que negara su verdad y rompiera la armonía.
Profesaba un gran amor y magnanimidad hacia sus compañeros. Era
generoso, lo demostraba continuamente dando de sí mismo a los
demás y haciendo por ellos. Daba con abundancia sin pedir nada a
cambio. Nasr comenta:
En el islamismo, cuando alguien piensa en el Profeta como ejemplo a
seguir, surge la imagen de una personalidad fuerte, severa consigo misma y
con los falsos y los injustos, pero caritativa con el mundo que la rodea. Con
base en estas dos virtudes de fuerza y sobriedad, por un lado, y caridad y
generosidad por otro, el Profeta se yergue sereno, fundido con la Verdad.

90
Es el guerrero a caballo que se detiene ante la montaña de La Verdad,
pasivo ante la Divina Voluntad, activo hacia el mundo, duro y severo
consigo mismo y amable y generoso con las criaturas que lo rodean.

91
EL CAMINO DEL JUDAÍSMO

Más carne, más gusanos; más riqueza, más preocupación; más


mujeres, más embrujo; más concubinas, más lujuria; más esclavos,
más ratería;
(pero)
más ley, más vida; más estudio, más sabiduría; más consejo, más
instrucción; más rectitud, más paz;
El Talmud (de Mishna)
Hay cuatro clases de hombres que nunca verán el rostro de Dios: el
escarnecedor, el mentiroso, el difamador y el hipócrita.
a I - El Talmud (Satah, 24a)
Escoge la vida que tú puedas vivir, tú y tus descendientes.
Deuteronomio 30:19

El Judaismo, aunque comprende el sistema de creencias del 0.5 por


ciento de la población mundial, es una de las filosofías religiosas más
importantes y básicas, tanto para el islamismo como para el
cristianismo. De esta manera, afecta la vida de casi el cincuenta por
ciento de la humanidad.
El Judaismo tuvo sus orígenes tribales y rituales en un pueblo semita,
nómada, dedicado al pastoreo, que fue el pueblo hebreo. Bajo la guía
de varios profetas ardientes, el Judaismo creció como una religión
profética con una fuerte ética humana. Sus enseñanzas forman un solo
canon con tres divisiones: el Tora (la ley), el Neviim (los Profetas) y el
Kitubien (las Escrituras); los cristianos llaman a este canon “el Viejo
Testamento”. Igualmente sagrado para los judíos es un grupo
secundario de escrituras llamadas los libros apócrifos y el Talmud.
Todas estas obras son morales y éticas y están dirigidas a la persona
humana. Por esto, el Judaismo es importante para el objetivo de este
libro. Representa de forma dramática la lucha persistente de un
pueblo por alcanzar una vida más noble y crear un mundo más feliz

92
para todos.
En esencia, en el Judaismo la persona es creada a imagen y semejanza
de Dios, por lo tanto, el hombre no es pecaminoso por naturaleza, sino
bueno. Desde luego, el mundo le ofrece constantes tentaciones, pero el
judío no renuncia a una participación activa en este mundo. Más bien,
debido a las tentaciones, su tarea principal es elevarse a sí mismo y al
mundo cotidiano en el cual se mueve, al nivel más alto posible, para
que cada uno de sus actos refleje la unidad divina de todas las cosas.
En el Mishna, Avat 3:15, está escrito lo siguiente: “Todo está previsto
por Dios, y al hombre se le da la libertad de elección”. Con la libertad
de elección, por lo tanto, todos los seguidores del Judaismo son
responsables de sus vidas, de sus acciones y de la sociedad que ayudan
a crear. Todo esto requiere de elección personal. Su guía son los libros
sagrados y solamente se pueden culpar a sí mismos de las malas
decisiones, de las malas acciones, de las transgresiones y de la pérdida
del yo.
El judío no puede permanecer apático ante la existencia. Se le ordena
escoger la vida. Se le hace que esté plenamente consciente de que la
vida es dolor, mal y desesperación. “No hay uno solo entre ustedes que
no sea culpable de muchos pecados”. (Tanhuma [Burber] Hukkut 39).
Pero el sufrimiento no carece de significado. La aceptación del
sufrimiento como el sino de la vida, como dice el libro de Job, puede
proporcionar paz, unidad y comprensión. Pero, por otro lado, el judío
recibe estímulos para vivir su vida, plena, activa y alegremente, así
como con entusiasmo. El día del juicio cada hombre tendrá que dar
cuentas por cada cosa buena que pudo haber disfrutado y no lo hizo.
(Jerusalén Kiddrishin, 66d.)
En el Judaismo, el código del comportamiento está claramente

93
establecido en todos sus libros sagrados, en especial en el Tora. Es
aquí donde se encuentra el código de comportamiento más honrado en
todo el mundo: “Los Diez Mandamientos”. No parece necesario
establecerlos aquí, ya que forman un código de comportamiento
mundialmente conocido.
Los aspectos de la vida judía no solamente se encuentran en los Diez
Mandamientos, sino en cada decisión importante del canon sagrado.
Al judío se le dice cómo comportarse en situaciones muy diferentes de
la vida como son entierros, visitas a los enfermos, consejo a los jóvenes
y respeto a los mayores. Se le estimula a ser gentil, instruido, a
aprender continuamente, a fomentar la unión familiar, a ser humilde,
reverente, modesto y a examinarse continuamente. Se le pondera el
valor de la seguridad en sí mismo y se le advierte del peligro de
convertirse en adicto a la “caña rota del apoyo humano”, o sea, a la
alabanza. Se le advierte del peligro de la falsa seguridad que proviene
de la acumulación del oro y se le anima a ser caritativo con todos. Al
judío se le recomienda que viva su vida como si siempre estuviera en la
presencia de su Dios; ya que solamente en este mundo, y no en el
venidero, tendrá la posibilidad de escoger su propio camino y justificar
la vida que Dios le ha dado.
Para el judío, es la vida la que tiene que realizarse, lo cual se logra
participando activamente en ella. “Todo lo que el hombre no haga
mientras tiene el poder que su creador le ha entregado, el poder del
libre albedrío, que es suyo todos los días de su vida, durante los cuales
es libre y responsable, no podrá hacerlo en la tumba o en Shoel, en
donde ya no tendrá ese poder”. (Moisés Luzatto, Yesharian, capítulo
4.)
Los judíos son amantes; amantes de Dios, de la Naturaleza,

94
de la gente, de la vida. Para ellos, el Tora les explica detalladamente
cómo vivir su camino de amor en la sabiduría. Sus palabras son dador
de vida y dador de amor. Les enseña a amarse a sí mismos y a todas
las cosas. Les enseña caridad y establece las leyes del dar y del
compartir, así como del amor a la tierra.
En esencia, el Judaismo considera que sus seguidores tienen una gran
dignidad y un poder innato, así como posibilidades sin límite. Son
criaturas responsables con una profunda reverencia ante la vida y una
gran espiritualidad. Se les pide que vivan como una emanación
continua de Dios. Tienen gran respeto por el estudio y por los
estudiosos. Creen en la grandeza y bondad de su propia naturaleza
interna. Se sienten cómodos en el misticismo y ven la vida tanto como
un misterio sin explicación como una realidad sobre la que tienen
control volitivo y la cual pueden descubrir en la acción.
Elie Wiesel, en su magnífica y emotiva novela Souls on Fire, parece
resumir mejor que nadie la meta de la persona plenamente activa
dentro del Judaismo. Cita las palabras del gran rabí Menahem-Mendl
de Vitebak quien dijo: “Mi misión en la tierra es reconocer el vacío que
hay dentro y fuera de mí y . . . ¡llenarlo!”.

95
EL CAMINO DEL CRISTIANISMO
Por lo cual eres inexcusable, ¡oh hombre! quienquiera que seas tú que
juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo, porque tú
que juzgas, haces lo mismo.
Epístola de Pablo a los romanos 2:1-2
Pero a vosotros los que oís, os digo: amad a vuestros enemigos,
haced bien a los que os aborrecen; bendecid a los que os maldicen, y
orad por los que os calumnian.
Al que te hiera en una mejilla, ofrécele también la otra; y al que te
quita el manto, ni aun la túnica le niegues.
A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no pidas que
te lo devuelva.
Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también
haced vosotros con ellos.
Lucas 6:27-31
¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en
vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios,
Dios le destruirá a él, porque el templo de Dios, el cual sois vosotros,
santo es.
I Corintios 3:16,17

La cristiandad es la fe de casi seiscientos millones de personas en la


actualidad, aproximadamente el treinta por ciento de la raza humana.
Más de la mitad es católica, una cuarta parte protestante de diversas
sectas y el resto lo forman otros ortodoxos. Ninguna otra religión está
tan difundida en el mundo.
El cristianismo tuvo sus humildes orígenes entre un pequeño grupo de
individuos, la mayoría campesinos, encabezados por un notable
profeta judío llamado Jesús de Nazareth, que muchos creyeron que era
el Mesías tan largamente esperado. En su breve vida sobre la tierra les
dio a sus seguidores renovada alegría, esperanza, fe y amor a través de
un vivido ejemplo de sus doctrinas perfeccionistas.

96
Después de Su muerte, se recopilaron sus creencias en varios escritos
que han influido altamente en la ética de la vida diaria de millones de
personas en todo el mundo. Su canon se conoce como el Nuevo
Testamento y, junto con el Viejo Testamento, forma la obra conocida
como la Biblia (El Libro).
Desde la época de Jesús de Nazareth, la historia del cristianismo es la
de una controversia variada y profundamente meditada. Aunque
firmemente fundamentada en un dogma esencial que permanece
básicamente inmutable, y reúne sus energías de la revelación cristiana,
la fuente de la cual es la Biblia, han surgido diferentes instituciones
formales para satisfacer la historia siempre cambiante de la condición
humana. Han surgido varias iglesias diferentes, algunas de las cuales
se dividieron en denominaciones, sectas e iglesias nacionales. Pero
aun así, con Jesucristo, el Hombre, como ejemplo de perfección, se ha
dado poca controversia en lo que se refiere a la vida cristiana. Y es
ésta, y no la diferencia en las estructuras y pedagogías de las iglesias
institucionalizadas, la que nos interesa aquí.
El cristianismo establece que Dios está en todos nosotros en todo
momento de nuestra vida y, además, que siempre hay algo más que
realizar en nuestro futuro. El evangelio según San Juan 17:21 dice:
“Para que todos sean uno; como tú, Oh Padre, en mí, y yo en ti, que
también ellos sean uno en nosotros”. Esto implica y sugiere un yo
ideal, una perfección humana a la que la persona puede aspirar, un
proceso sin fin que, si se sigue, a la larga trasciende al yo, al tiempo y
al espacio. Prácticamente está basado en una fe, un amor, una alegría,
una paz, un perdón, una gentileza y un crecimiento continuo perfectos.
Esto estimula a sus seguidores a integrarse interna y externamente.
Sugiere una armonía interior de la persona, y a su vez una gran

97
armonía de la persona con la naturaleza y con Dios.
Jesús representa también el foco de la madurez humana. Es el que
revela a sus seguidores la verdadera naturaleza humana y se convierte
en el foco de su filosofía de vida. Y así, los cristianos lo consideran el
Gran Maestro que les muestra el “Camino” y les ofrece reglas para
convertirse en personas que funcionan plenamente.
El cristiano acepta su vida, basado en la fe, independientemente de
cualquier manifestación externa. Se le ofrecen opciones. Toma sus
decisiones de acuerdo con lo que él comprende que es la voluntad de
Dios, eligiendo de entre las alternativas que su vida única le ofrece y se
enfrenta a cada nuevo reto. De esta manera él es totalmente
responsable de sus elecciones. La fe, que sólo es otorgada por Dios y
que forma parte integral de la vida interna, se convierte en la fuente
principal de energía en la toma de decisiones y, por lo tanto, se
requiere que la persona esté en constante contacto con sus fuerzas
internas.
La naturaleza humana y la vida real se convierten en la materia prima
del carácter del cristiano. Como las personas que están creciendo son
responsables de su vida, son imperfectas y no carecen de culpa, con
frecuencia toman decisiones equivocadas. En esas ocasiones se aíslan
de su yo verdadero y del mundo y ya no pueden confiar en su propio
criterio. O, también, puede suceder que conozcan el camino correcto,
pero no quieran tomarlo. En este caso la Iglesia se convierte en guía
para sacarlos de la oscuridad, la ignorancia y el egoísmo hacia formas
de actuar más apropiadas.
El verdadero cristiano sabe quién es. Tiene un fuerte sentido de
identidad que desafía el poder político, las riquezas materiales y el
placer mundano. Como el apóstol San Pablo se describe a sí mismo en

98
Corintios II 4:8-9: “que estamos atribulados en todo, mas no
angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no
desamparados; derribados, pero no destruidos”. Este fuerte sentido de
identidad les ofrece a los cristianos lo que Tillich denomina “la
valentía de Ser”. Les da el derecho básico de ser la persona
responsable única que son, funcionando lo mejor que pueden en
congruencia con el mundo y el yo.
Mientras que la esencia interna de la cristiandad radica en la fe, su
expresión externa es el amor. En el corazón del amor cristiano se
encuentra el darse uno mismo. La satisfacción de la individualidad
radica en la trascendencia del yo. El epítome de todo esto es el símbolo
de la cruz en la que Cristo fue asesinado. Representa el modelo del
humanismo de la cristiandad, ya que ésta se abre paso con fuerza
liberadora sin pedir más que el perdón y el olvido. No hay cuerdas que
aten el amor cristiano. Se ofrece libremente con la esperanza de que se
reciba libremente.
También básica, para el amor cristiano, es la integridad de todas las
personas. Respeta su dignidad básica y su derecho a su propia
personalidad. Encierra una necesidad siempre creciente de conocerse
a sí mismo y de participar en una conciencia siempre en expansión a
través del crecimiento en la sensibilidad, en la libertad y en la relación
con los demás.
El espíritu del amor cristiano no da lugar al desprecio de uno mismo,
ni a tenerse lástima o a humillarse, ya que el cristiano cree firmemente
en su capacidad para trascenderse a sí mismo.
El amor cristiano también se manifiesta en una facilidad de relación
con los demás. El amor a sí mismo y el amor a los demás son idénticos.
En la expresión “ama a tu prójimo como a ti mismo” uno siente la

99
unión que tiene con los demás.
El cristiano es persona humilde e integrada. Como Cristo, se identifica
con el hambriento, con el sediento, con el desnudo, con el enfermo y
con el oprimido. Cristo hizo esto sin perder su divinidad. Su ejemplo
fue su acercamiento a la gente. Siempre fue práctico y concreto. Dio de
comer al hambriento, consoló al afligido y curó al enfermo. Se
convirtió en “el compañero” de la persona humana y deseó que la
persona se convirtiera en “su compañero”. De esta manera le dio a la
persona un concepto de amor como algo universal, abierto,
armonioso, mutuo, de respeto a sí mismo y trascendente.
Desde el punto de vista cristiano, por lo tanto, el verdadero cristiano
representa al individuo integrado que se encuentra como en casa en la
tierra y con fuerzas mayores a sí mismo. Está ansioso de participar en
el curso de la historia en unidad, armonía y amor. Es un individuo que
sabe, siente y está dispuesto, consciente de sí mismo y de su
importancia, capaz de alcanzar ideales y de apreciar valores como el
amor, la verdad, la belleza y la bondad. Se siente impulsado a llegar a
ser lo que puede y debe ser, ya que sabe que en un sentido muy
especial, llevan la imagen de su creador.
ooooo

Como se puede observar después de leer este capítulo, existe muy poca
disonancia entre los diversos sistemas filosóficos y religiosos en
cuanto a sus sugerencias dé lo que significa vivir una humanidad
plena.
Si observamos el comportamiento humano en nuestro mundo actual,
salta a la vista la gran disonancia existente entre lo que dice un sistema
filosóficos y religiosos, y su genuina aplicación a la vida diana.
Sin embargo, esto no tiene por qué ser así. Con un cierto grado de

100
creatividad, inteligencia, diligencia y decisión, se aclara el camino de la
persona que funciona plenamente, camino consistente en su mayor
parte y que muchas personas han recorrido ya en el pasado.
La regla general y dominante parece surgir de la máxima que se ha
ridiculizado como una suprema y simplista nimiedad: “Haz a los
demás lo que quieres que te hagan a ti”, y a esto yo añadiría: “Dale a
Dios y al mundo todo lo que eres y todo lo que puedes ser”.
Quizá, como dice Gore Vidal: ‘Toda verdad es una
nimiedad y toda nimiedad es verdad”.
La tragedia es que nos toma toda una vida aprender esto.

101
CRECIENDO COMO PERSONA QUE FUNCIONA PLENAMENTE
COMO TAL

No existimos para nosotros mismos (como el centro del universo) y sólo cuando
estamos plenamente convencidos de esta realidad empezamos a amamos
adecuadamente y, por lo tanto, a amar a los demás. ¿Qué quiero decir con
amarse a sí mismo adecuadamente? Quiero decir, en primer lugar, desear vivir,
aceptar la vida como un don grandioso y un bien inmenso, no por lo que nos da,
sino por lo que nos permite a nosotros dar a los demás.
Thomas Merton

102
CAPÍTULO IV

A excepción de algunos lineamientos generales, vagos, y nebulosos, a


ninguno de nosotros se nos enseña a vivir. No se nos habla del valor de
la vida, ni de lo que significa estar plenamente vivo. No tenemos idea
de las maravillas que la vida nos ofrece ni de la responsabilidad que
tenemos de dar algo a cambio. Nacemos dentro cíe nuestro mundo
particular, nos educan para que nos ajustemos a él de acuerdo cois las
costumbres establecidas y aceptadas, y después nos dejan solos para
que nos hundamos o salgamos a flote.
No hay una escuela de la vida, y sí, una carestía de maestros que
enseñen a vivirla. Si buscamos respuestas en la educación formal,
encontramos, por lo general, conocimientos sin criterio y hechos sin
significado. Si buscamos respuestas en la religión, nos tratan de
persuadir de que acudamos a la fe, para la cual la mayoría no estamos
preparados. Guando somos incapaces de cumplir, nos hacen sentir
incompetentes y dependientes. Si tratamos de aprender de la vida
misma, encontramos que a menudo está llena de malas jugadas
imprevisibles, que nos toman desprevenidos y de las cuales sacamos
muy poco provecho. Si tratamos de imitar ejemplos encontramos muy
pocos modelos.
Sólo cuando ya no podemos más y caemos en el dolor y
la tensión de la no realización, y es cuando nos vemos obligados a
buscar ayuda y a emprender algún cambio. Por lo general esto se
convierte simplemente en un ajuste simbólico, temporal y vago, para
después regresar de nuevo a la vida “real” tan mal preparados como
antes.
La realidad es que si queremos vivir plenamente y en armonía con la

103
vida, tendremos que convertimos en alumnos automotivados.
Tendremos que estar listos para correr riesgos, para ver dentro de
nosotros mismos y proceder con el método del tanteo. El esfuerzo será
principalmente nuestro y tendremos que ser nuestros propios
mentores.
Como todos somos diferentes, no habrá un solo camino. Sin embargo,
será de gran ayuda considerar ciertos prerrequisitos. Por ejemplo,
debemos decidir seriamente iniciar nuestro camino y mantenemos en
él. Tenemos que vemos a nosotros mismos como producto de nuestro
pasado, pero con un futuro rico e ilimitado que no necesariamente
depende de lo que ha sucedido. Debemos establecer una íntima
alianza con la esperanza, mas no con la esperanza ilusoria, sino con la
que nos da fuerza y dirección práctica. Tenemos que recuperar el
respeto por nuestra individualidad en mente y voluntad, para que los
utilicemos a nuestro favor al examinar y seleccionar las alternativas
más sensatas y maduras entre las que el futuro nos ofrezca. Después
debemos dedicamos al proceso con una evaluación prudente y honesta
de cada etapa. Armados con decisión y fortaleza estaremos listos para
considerar algunos de los medios por los que podemos convertimos en
directores de nuestra vida y vivir cada día como personas plenamente
activas.

104
EL PAPEL DE LA MUERTE

El que no está ocupado en nacer, está ocupado en morir.


Bob Dylan

Es posible que el hecho que mejor nos conduce a vivir la vida


plenamente como personas humanas, es la aceptación honesta de la
muerte.
La muerte no tiene secretos. Si estamos dispuestos a mirar, la muerte
se nos hace presente constantemente. Está en todas partes, inclusive
en el primer signo de vida.
Los niños parecen tener cierta fantasía personal de la muerte tan
pronto como empiezan a comprender conceptos, aunque hasta los
nueve años parecen expresar verbalmente su verdadera naturaleza y
aceptar su irrevocabilidad. Pero la muerte está envuelta en su propio
misterio. Nadie puede saber con anticipación cómo o cuándo llegará.
No importa lo preparados que estemos, siempre nos toma por
sorpresa. Aunque estemos sobre aviso, somos incapaces de soportar su
impacto, o de aceptarla sin experimentar profundos sentimientos de
temor, superstición, ansiedad y aislamiento. Siempre es la otra
persona la que muere. A los nuestros ni siquiera se les permite
permanecer muertos, se les revive con demasiada frecuencia mediante
el sentido de culpabilidad de los vivos.
Cuando se funciona plenamente como persona, la muerte no es ni
amenaza ni horror. Sino que sirve como el mejor aliado de la vida. La
muerte nos recuerda que debemos vivir ahora, en el momento, Ya que
el mañana es una ilusión que nunca llegará. Nos dice que no es la
cantidad de nuestros días, horas o años lo importante, sino la calidad

105
del tiempo gastado.

106
Es posible que el hecho que mejor nos conduce a vivir la vida
plenamente como personas humanas, es la aceptación honesta de la
muerte.

107
Cada día es nuevo, cada momento es fresco. El tiempo no tiene
significado en sí mismo, a menos que nosotros se lo demos. Los
momentos pasan veloces o como eternidades, dependiendo de nuestro
estado de ánimo, o, más bien, de qué tan dispuestos estemos a
suspender nuestra mente. A menudo se dice que hay quien puede
experimentar más en un momento de lo que otro en una vida. El
tiempo es relativo. Es nuestro, se nos da gratuitamente para pasarlo
sabiamente o para malgastarlo inútilmente, pero nunca para
atesorarlo. El tiempo pasado ya se fue y por más que lo lamentemos,
nunca regresará. Quizá la frase más irresponsable del idioma es
“debería haber • • •”. La mayor importancia del pasado es simplemente
como fuente de aprendizaje a través de la experiencia, pero inclusive
ese aprendizaje es, en el mejor de los casos, un aprendizaje general.
Como cada experiencia tiene una importancia nueva y diferente, el
pasado solamente se puede utilizar en un sentido vago y general
cuando se aplica al futuro. Mas el futuro, también, es ilusión, una
especie de sueño que en la mayoría de los casos nunca llegará a
suceder como se soñó. Gran parte de nuestro dolor se da por la
desilusión de que la realidad no concuerda con lo que hemos soñado.
La muerte también nos enseña la temporalidad de todas las cosas.
Todo cambia. Todo muere. Esto es una verdad de la naturaleza que
también se aplica a la vida humana. Hasta las montañas de granito se
desintegran y se convierten en polvo, al igual que de los más hermosos
reinos del pasado sólo quedan piedras silenciosas como testigos de su
misterio. Aferrarse a las cosas y a las personas, a sabiendas de que
ambas van a desaparecer, solamente acarrea desesperación, ya que a la
larga lo único que nos queda es un puñado de polvo o un débil
recuerdo. La vida que está libre de ataduras vive el momento y no

108
exige que el momento dure. El interés de la vida no está en el futuro,
sino en el presente. Esperar para vivir es querer esperar, nada más. La
vida implica que la muerte trae cambios consigo y que la única
realidad es vivir tanto el pasado como el futuro en el presente,
aceptándolo con la alegría del momento y dejándolo ir cuando llegue el
momento, abrazándolo con todas nuestras energías antes de que se
vaya, pero sin esperanza de que permanezca. Como ya se hizo notar
anteriormente, los budistas enseñan la futilidad del apoyo de cualquier
clase y lo consideran la raíz de todo sufrimiento. Dicen que mientras
nos aferremos a las cosas, viviremos en la desesperación. Hablan de
tres tipos de personas: la apegada, la despegada y la: no apegada y
relatan un hermoso cuento que ilustra su significado: Nos piden que
imaginemos que vivimos en un lugar aislado donde el agua potable se
tiene que traer desde muy lejos (una situación común en muchas
aldeas y monasterios de Asia), por lo tanto el agua se considera un
bien precioso. Se coloca en un cántaro grande, se usa sin desperdicio y
se resguarda a la sombra de los árboles.

Después de trabajar muy duro todo el día bajo el rayo del sol,
esperamos con ansia ese descanso refrescante para beber agua.
Levantamos la tapa del cántaro con cuidado, tomamos el cucharón y lo
hundimos en el preciado líquido. Cuando estamos a punto de beber
vemos que de alguna manera una hormiga se introdujo a nuestro
cántaro. ¡Nos ponemos furiosos! ¿Cómo se atreve la hormiga a profanar
nuestra isla, nuestra sombra, nuestro cántaro? E inmediatamente la
aplastamos con el pulgar.
Apegado.

O nos podríamos detener un momento a considerar que es un día


caluroso, inclusive para las hormigas; que la hormiga ha obrado por
instinto, que solamente se refugió en el lugar más fresco que pudo
encontrar. Vemos que en realidad la hormiga no daña nuestra agua,

109
nuestro árbol, nuestro cucharon o nuestro cántaro. Después de esta
profunda consideración moral, bebemos y tapamos de nuevo con
cuidado nuestro cántaro.
Despegado.

O, cuando vemos a la hormiga en nuestro cántaro, no nos detenemos a


considerar qué es de la hormiga y qué es nuestro, ni lo que es moral o
inmoral. Reaccionamos por encima de la moralidad y con naturalidad
¡le acercamos, además, un terrón de azúcar!
No apegado.

La muerte nos enseña que nada nos pertenece a largo plazo. Inclusive
si deseamos formar vínculos o posesiones permanentes, en realidad no
podemos. Las cosas se romperán a pesar nuestro. Las personas
partirán cuando llegue su hora, sin importar nuestras protestas. Las
hormigas invadirán nuestros cántaros, no importa las barreras que les
pongamos. La conciencia de la muerte puede damos un sentimiento
profundo de libertad, libertad del apego a nosotros mismos como del
apego a los demás. Mientras menos tengamos a qué aferramos menos
tendremos de qué preocupamos.
Las últimas palabras que me dirigió mi madre fueron muy sabias.
Mientras estaba yo a su lado llorando quedamente, tomó mi mano
amorosamente y me dijo: “Felice, ¿a qué te aferras tú?” Entonces la
dejé ir, y esa actitud hizo el momento muy diferente para los dos. En
ocasiones inclusive culpamos a le s muertos por ¡dejamos!
A la muerte, con mucha frecuencia se le amordaza y disimula. A los
niños no se les deja asistir a los funerales y se dan respuestas evasivas
a sus preguntas respecto a ella. A la muerte se le mantiene como un
misterio oscuro, atemorizante y a menudo totalmente abrumador,
como si fuera un intruso al que hay que excluir a toda costa.

110
Recuerdo el tremendo impacto y horror que sentí cuando llegué a
Benarés, por primera vez. Ahí, ante mí, sin máscara alguna, estaba el
dolor, el hambre y la flagrante muerte. Un desfile de cadáveres
expuestos avanzaba calle abajo entre la multitud, hacia el sagrado río
Ganges. Todo el mundo miraba la cremación pública de los cuerpos en
una ceremonia llena de colorido. Las calles estaban abarrotadas de
mendigos, leprosos y tullidos.

111
Cuando podamos aceptar la muerte como cualquier otro aspecto del
ciclo de la vida, apreciaremos y valoraremos cada encuentro con la
vida sabiendo que nunca más va a ocurrir.

112
Cuando me recobré de mi primera impresión de horror, empecé a ver
madres con ojos brillantes que amamantaban a sus sonrientes hijos,
sonrisas deslumbrantes en la cara de los ancianos, alegría desbordante
en niños y niñas que correteaban por la calle y una sensación espiritual
de paz y aceptación en los rostros como nunca antes había yo visto.
Lo que veía era el panorama de la vida, todo de una vez, sin nada
oculto. Me di cuenta de lo sobreprotegido que había yo estado en mis
años anteriores. En nuestro estilo de vida occidental, la mayoría de las
personas pasan casi toda su existencia detrás de sus ventanas y
puertas cerradas. Lloramos solos, nos enfermamos solos, nacemos
solos y la mayoría morimos en algún cuarto de hospital esterilizado,
solos. ¿Cómo podemos conocer y aceptar el ciclo natural de la vida
cuando éste ha estado oculto para nosotros? ¿Cómo podemos
aprender? ¿Cómo podemos aceptar?
Cuando podamos aceptar la muerte como cualquier otro aspecto del
ciclo de la vida, apreciaremos y valoraremos cada encuentro con la
vida, sabiendo que nunca más va a ocurrir. Y cada uno de esos
momentos se convertirá en fuente de conocimiento de vida.
La muerte es el más grande maestro de la vida. Solamente el ignorante
y aquél que teme vivir, son los que le tienen miedo. El sabio acepta la
Muerte como su amiga íntima y su mejor maestra. Para ser
plenamente activos como personas humanas, debemos hacer de la
muerte un amigo de toda la vida.

113
EL PAPEL DE LA AUTODETERMINACION

No ames lo que eres, sino lo que puedes llegar a ser.


Cervantes

Cada uno de nosotros es una persona individual y diferente.


Constituimos la sutil combinación de factores que probablemente
nunca se dará de nuevo. Todos somos singulares e incomparables.
Quiénes somos y qué somos, es algo que determinó nuestra herencia,
nuestra sociedad, nuestra educación, nuestra familia y amigos. Todos
ellos ayudaron a hacer nuestra vida más rica y más emocionante. Pero
también trajeron consigo complicaciones, frustraciones y
contradicciones que nos han hecho severas demandas de energía
mental y emocional, y que probablemente las seguirán haciendo en el
futuro. Así fue creada nuestra personalidad, tanto con la riqueza y el
entusiasmo como con la frustración y la depresión. En algún lugar
dentro y entre estos dos aspectos se encontrará nuestro verdadero yo.
Como personas que funcionan plenamente, sabemos que tenemos el
derecho a ser lo que somos, inclusive si lo que somos no es compatible
con lo que hemos aprendido a ser. Tenemos el derecho de escoger
nuestro propio yo, aunque ese yo sea diferente del yo de los demás.
Tenemos el derecho a sentir lo que sentimos, aunque esos
sentimientos sean desaprobados por los demás. Esto no significa que
tenemos el derecho a imponemos a los demás más de lo que deseamos
que los demás se nos impongan. Significa que tenemos el derecho de
decidir, de desarrollamos y de vivir congruentemente con nosotros
mismos y de compartir sin justificación.
Un poema que expresa esto con mucha fuerza y sencillez a la vez, tiene

114
el impresionante título de:
“No soy ni sacrilegio ni privilegio, puede que no sea ni competente ni
excelente, pero estoy presente”.

Michele, la joven poetisa, dice con valentía:


Mi felicidad soy yo no tú.
No solamente porque tú puedes ser temporal, sino también porque tú quieres
que sea lo que no soy.
No puedo ser feliz cuando cambio
meramente para satisfacer tu egoísmo;
ni me puedo sentir contenta
cuando me críticas por no pensar
tus pensamientos o por no ver
como tú. Me llamas rebelde,
pero por cada vez que he rechazado
tus creencias, te has rebelado contra las mías.
Yo no trato de moldear tu mente, sé que tratas con firmeza de ser sólo tú y
no puedo permitir que me digas lo que debo ser porque me concentro en ser
yo.

Y añade:
Dices que soy transparente
y fácilmente olvidada,
pero entonces, ¿por qué trataste de usar mi vida
para probarte a ti mismo lo que eres?

En verdad somos nuestra propia felicidad y cada vez que nos alejamos
de nosotros mismos, caemos en la desesperación. No podemos
encontramos en los demás. No podemos vivir para los demás ni
usarlos para nuestra autoafirmación. No podemos ser siempre lo que
los demás quieren que seamos, porque puede ser que lo que ellos
quieren no es lo que nosotros somos, y eso es todo lo que tenemos.
Solamente podemos confiar en nosotros mismos. Este es un hecho tan
simple y, sin embargo, es quizá, la mayor causa de lucha y dolor
psicológicos en el hombre. A menudo es más fácil para nosotros ser lo
que los otros desean, pero al hacerlo renunciamos a nuestros sueños,
abandonamos nuestras esperanzas y hacemos caso omiso de nuestras
necesidades. Esto nos hace sentir abandonados, débiles e impotentes,

115
sin un yo genuino. Tenemos todo lo necesario para llegar a ser lo que
somos, nuestro yo perfecto. Todo lo que tenemos que hacer para
llevarlo a cabo es reconocerlo, desarrollarlo y ponerlo en práctica.
Tenemos que abrazamos y aceptarnos tal y como somos, y como
somos capaces de llegar a ser, antes, podremos abrazar a la vida y a los
demás. Debemos ceder al impulso que nos empuja hacia la
autorrealización en una forma que sea buena, amorosa, pacífica,
alegre, paciente y disciplinada. No debemos desear controlar, poseer o
dominar a los demás, ni permitir que otros lo hagan con nosotros.
Armados con el arrojo para tornamos hacia nuestro interior, liberados
de la tiranía de lo exterior, debemos determinar nuestro camino.
Debemos afirmamos. Continuamos obteniendo la sabiduría, la
fortaleza y la libertad tanto para aceptar como para rechazar, para
provocar el cambio o permanecer estáticos, para afectar a los demás o
dejamos afectar por ellos, para determinar las circunstancias o para
abandonamos a merced de ellas. Ya no somos títeres que se dejan
manipular por poderosas fuerzas externas; nosotros nos convertimos
en poderosa fuerza.
Para todo acto humano existe alguna alternativa; mientras mayor sea
el número de opciones creadoras e imaginativas que tengamos para
nuestro comportamiento, más significado tendrá la decisión y más
auto determinativa será la acción. Algunas personas, por ejemplo,
creen que el único escape a la desesperación está en conductas tan
drásticas y limitadas como el asesinato, el suicidio o la locura; otras se
vuelven totalmente impotentes para actuar. Y existen otras más que
parecen capaces de sobrevivir a cualquier cosa, que experimentan el
dolor, sienten la herida, conocen el miedo, y siguen funcionando.
Mientras más mentalmente enferma está la persona, menores son las

116
alternativas. Mientras más funcione plenamente como persona, más
vastas serán las elecciones. Escogerá la vida sobre la muerte, la
sabiduría sobre la ignorancia, el dolor sobre la apatía y la alegría sobre
la desesperación. Se utilizará a sí misma y utilizará el medio ambiente
para su mayor provecho.
Nadie que intente ser él mismo estará libre de tragedia. Las
circunstancias externas continuamente causarán frustración en
nuestro camino. Estamos tan condicionados a esperar lo peor, que la
paz, la alegría y el amor nos despiertan sospechas y estamos seguros
de que si experimentamos alegría, el horror está a la vuelta de la
esquina. No podemos detener un huracán, silenciar una tormenta o
evitar que un ser amado nos deje. Pero nuestra respuesta y reacción a
estas catastróficas experiencias es la que determinará si seguimos
creciendo hasta llegar a ser una persona plena en todo el sentido de la
palabra. Esta es otra forma de decir que la persona que funciona
plenamente utiliza de igual manera la alegría y el dolor para
determinarse a sí misma. Puede renunciar a la responsabilidad de su
vida dejándola en manos de fuerzas externas como es la sociedad, la
familia, los amigos o los amantas, o bien, puede asumir la
responsabilidad agridulce de su propia autocreación.

117
EL PAPEL DE LA UNIÓN CON EL UNIVERSO

Ningún hombre es una isla. Cada uno es una pieza del continente,
una parte de lo esencial.
John Donne

Así como la persona que funciona plenamente escribe el guion de su


propia vida, también respeta el lazo que la une a todas las cosas a lo
largo del camino. Se percata de que el yo solamente es yo porque
existe un mundo, una estructura de la cual forma parte, parte de ella,
aunque independiente. Constituimos una comunidad de personas y un
mundo de cosas. Somos lo que somos porque existen los pájaros,
porque las plantas crecen, porque las abejas polinizan, porque el
viento sopla, porque la marea sube y baja, porque la lluvia cae y
porque los accidentes suceden. No hay nada que ocurra en el mundo
que no nos afecte a todos de alguna manera. Inclusive el acto más
insignificante que realizamos tiene algún efecto sobre el mundo.
Los filósofos hablan de que todos vamos en la misma corriente de la
vida. Todos tenemos nuestro origen en la misma fuente, pero no
somos la fuente. Surgimos como una calidad especial de la fuente y
volvemos a penetrar en ella, mientras la verdadera fuente permanece.
Recorreremos nuestro camino único, pasaremos sobre los rápidos, por
los estanques tranquilos, a veces furiosamente, en calma otras. Nos
uniremos a otras corrientes y ríos a lo largo de nuestro camino,
ganando fuerza y a veces impulso, o caeremos momentáneamente a un
lado en algún charco lodoso y estancado. Sin embargo, no importa lo
rápida, lenta o apasionadamente que avancemos, a la larga todos
llegamos al mismo fin en el mismo mar. Regresamos a la fuente de la
cual surgimos. Por eso, en un momento u otro, somos el principio, el

118
fin y el camino, pero nunca somos ninguno de ellos permanentemente.
Somos parte importante del proceso dinámico, pero nosotros, como
todo lo demás, solamente vamos de paso. Cada uno es una persona
singular, pero también es una persona universal. Ambas son
igualmente importantes. Nacemos provincianos, egocéntricos,
limitados. Mientras más lleguemos a ser, más universales como
personas seremos. Finalmente, nos damos cuenta de que la mayoría
de los conflictos humanos surgen de nuestro criterio estrecho, del
interés por nuestros problemas personales, de nuestros intereses
egoístas, de nuestros propios conflictos.
La mayoría de nosotros decimos que tuvimos un buen día cuando las
cosas salen a nuestra manera. Creemos que una buena vida es aquella
en la que realizamos nuestros sueños personales. No nos interesa que
cada noche miles de personas se van a dormir con hambre y
desesperación, siempre y cuando no las veamos y nos dejen en paz. No
es asunto nuestro que a los niños del mundo se les golpee y no reciban
una educación adecuada. Nuestros hijos ya han crecido y les va bien, y
no tenemos responsabilidad de los hijos de los demás. Solamente
cuando alguno de esos niños hambrientos nos ataca o nos aterroriza
en nuestro hogar, nos damos cuenta de la relación entre todas las
cosas. No existe lugar dónde esconderse. Nadie es culpable. Todos
somos inocentes en la corriente siempre cambiante de la que cada uno
es responsable. Es una fantasía creer que la paz llega sin que todos nos
movamos juntos dentro de la corriente en unidad, alegría, amor y
sorpresa. Un poeta inglés, Francis Thompson, escribió una vez que no
podía cortar una flor sin afectar a una estrella.
Un arbusto crece. El arrasante viento, los pájaros en su vuelo y los
insectos que zumban, recogen el polen para sembrarlo de nuevo a

119
muchos kilómetros de la flor original.
Pasamos cerca, sin sospechar nada, en nuestro paseo matutino y
también nosotros recogemos el polen con nuestra ropa y sin
sospecharlo extendemos la belleza de la planta a nuevas áreas
desconocidas. La flor nace de la misma fuente, recorre el mismo
sendero y, momentáneamente, nos utiliza para continuar su camino.
Sin nosotros se perdería en el olvido y negaríamos a todos los que
siguen el consuelo y la sabiduría de las flores.
De alguna manera, por insignificante u oculta, dependemos unos de
otros. La persona que funciona plenamente reconoce esta fuerza y
sabe que surge de la fuente que es capaz de producir la luz y la
oscuridad. Una palabra, un acto, un sentimiento expresado, pueden
reverberar formando amplios círculos en el estanque, alcanzando a
viajeros insospechados. Nuestro humor al principio del día puede
afectar a todos aquellos con los que entremos en contacto. El río sigue
su curso. No podemos dejar de avanzar unidos y de afectar a todo lo
que encontremos en nuestro camino. La realización colectiva del viaje
se ve en peligro, aunque sea por el no ser de una sola persona.

120
EL PAPEL DEL PROPÓSITO

Aquél que entre a la esfera de la fe (el estado del interés último) entra al
santuario de la vida.
Paul Tillich

Quizá el propósito de la vida es enriquecerla siendo algo, y procurando


que nuestro yo único y diferente esté presente en ella. Los
existencialistas dicen “ser es hacer”. La persona que funciona
plenamente se da cuenta de que es en el acto productivo en sí, en
donde radica la fuerza y el significado de ser un “individuo”.
Todos estamos involucrados en una especie de evolución progresiva.
Es solamente a través de nosotros, de nuestra individualidad y
productividad, que la humanidad puede comprometerse en la ética del
crecimiento. La base de esto es la creencia en la acción. Cada uno de
nosotros, de cierta manera, tiene algo qué ofrecer, algo con qué
contribuir en el proceso productivo. Somos demasiados los que nos
considerarnos inútiles sin valor y, ciertamente, sin la capacidad de
poder ofrecer algo a nuestro mundo. Decidimos ser seguidores en vez
de líderes. Nos convertimos en conformistas y no tenemos el valor de
ser nosotros mismos y de crear algo nuevo a través de la expresión de
nuestro yo. Y así, nos perdemos nosotros mismos y, al hacerlo, el
mundo también nos pierde.
Uno de los requisitos a cumplir en mis clases en la universidad, es que
el estudiante preste algún servicio a la comunidad, que haga algo por
los demás, sin cobrar por ello y principalmente bajo su propia
supervisión. Este requisito a menudo produce gran ansiedad.

121
Si existe la inmortalidad en alguna forma, ésta se da por medio de la
participación continua en el proceso productivo.

122
Surgen preguntas tales como: “¿Qué hay que hacer?”, o, “¿qué puedo
yo hacer?”. La tragedia en la vida de la mayoría de nosotros, es que
estamos tan aislados y tan alejados de la conciencia del dolor ajeno,
que cuando leemos estadísticas de hambre, de desesperación, de
crimen y de pérdida inútil de potencial, nos es fácil mantenemos
indiferentes e inclusive negar la realidad en la parte consciente de
nuestra mente. Esto fue tristemente evidente cuando escuchamos, de
manera fría y sin emoción, la narración de las estadísticas de muerte
durante el conflicto de Vietnam. El apático locutor profesional
anunciaba: “Novecientos setenta vietnamitas murieron en batalla la
semana pasada. Solamente trescientos treinta soldados
norteamericanos murieron durante ese mismo periodo”. ¡Dios mío,
mil trescientas vidas humanas!

Hace unos años un hombre joven, Joel, confuso acerca de mi


asignatura, vino a verme a mi despacho. No podía imaginar qué era lo
que él podía hacer en la comunidad local. ¿Qué necesidad tenía ésta de
él?
Después de un rato de plática lo acompañé a un asilo para
convalecientes, con el que hacía poco me había comunicado en
relación con ayuda voluntaria. Un breve recorrido contestó la pregunta
en cuanto a necesidad. Ancianos que parecían medio enloquecidos a
causa del aburrimiento y la inutilidad vagaban con apatía por las
monótonas habitaciones. Iban de un lado a otro enfundados en
pijamas y batas sucias, como buscando un espacio que no estuviera
vacío. “¿Que hay que hacer aquí?”, le pregunté.
Joel empezó con una visita semanal a una anciana a quien su familia
tenía casi abandonada ahí para que el tiempo y la muerte terminaran

123
sus días. Su presencia atrajo a otros ancianos, igualmente solitarios,
que empezaron a charlar con este hombre joven y fuerte. Al día de la
visita lo empezaron a llamar el “día de Joel”. Pronto Joel perdió el
miedo de no
tener ninguna cualidad. Se dio cuenta que era suficiente con estar
presente y ser él mismo. La anciana se empezó a vestir y a arreglar el
día que Joel la visitaba. Se hizo lavar y teñir el cabello, que antes tenía
sucio y pegajoso, de un tono apenas perceptible de azul. Asimismo, los
hombres del asilo empezaron a ponerse camisa y pantalón y
empezaron a participar en las actividades y conversaciones.
El “día de Joel”, voluntariamente se convirtió a tres días por semana.
El cambio dentro del asilo, con algo que parecía tan insignificante
como la visita de Joel, empezó a ser obvio. La alegre culminación fue
ver a Joel, como el Flautista de Hamelín, encabezando una procesión
de ancianos felices a través del jardín del asilo para ver un juego de
baloncesto, una obra de teatro o un concierto.
Todas las experiencias de ayuda en la comunidad no son tan
dramáticas como ésta. Sin embargo, en esta en particular Joel
aprendió que sí había una necesidad y que él podía satisfacer una
parte de ella. La carrera que escogió (y en la cual ha triunfado) fue en
la rama de servicio y ayuda.
En cada uno de nuestros actos nos manifestamos. Es en lo que
hacemos, más que en lo que sentimos, o decimos hacer, en lo que se
refleja quién y qué somos en realidad. Cada uno de nuestros actos es
una declaración de nuestros objetivos. Si existe la inmortalidad, ésta se
da por medio de la participación continua en el proceso productivo. Si
las cosas mejoran, se debe a nosotros. Si queda algo de significado en
la corriente de la vida, se debe a que existimos.

124
Esto no quiere decir que solamente podemos encontrar significado
ganando premios Nobel o participando en inventos que sorprendan al
mundo, en empresas que salven miles de vidas o en obras de arte
grandiosas. Significa hacer lo que solamente nosotros hacemos,
cualquier cosa que sea, y hacerlo bien. No necesitamos ser Salk, Curie,
Jefferson,
Keller o King para darle algo al mundo. La señora Smith o el señor
Jones, ninguno de los cuales va a recibir nunca un reconocimiento
nacional, ni verá su nombre en los encabezados de los periódicos,
pueden también dejar su marca indeleble y significativa en el mundo.
Todo lo que lleve a lo bueno, a la alegría, a la comprensión, a la
aceptación, es significativo. Es este conocimiento de la propia
capacidad para contribuir a una productividad infinita, continua y
universal, la que añade un significado especial a nuestra vida y a
nuestra mortalidad.

125
EL PAPEL DE LA COMUNICACIÓN

Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella
darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por
tus palabras serás condenado.
Mateo: 12:36—37

La persona que funciona plenamente está ansiosa de comunicarse.


Quizá el aspecto más difícil, aunque vitalmente esencial de vivir como
una persona que funciona plenamente como tal, entre otros seres
humanos es la capacidad de comunicación. Nadie puede conocernos a
menos que estemos dispuestos a manifestar quiénes somos, y seamos
capaces de decirlo, tanto a través de nuestras acciones como por medio
de nuestras palabras. Constantemente debemos tratar de verbalizar, a
través del lenguaje, de los gestos o de la acción, los cambios que va
experimentando nuestro yo. Las alternativas a esto son la confusión, la
ansiedad y la soledad. La soledad y los malentendidos surgen de
nuestra incapacidad para presentarnos a nosotros mismos con
honestidad y autenticidad en cada encuentro que tenemos con los
demás. Un ejemplo interesante de esto sucedió en una de mis clases de
El Amor. En una de esas sesiones entró un perro a la habitación. Sin
dudar lo más mínimo, se acercó al grupo moviendo la cola con alegría
al descubrir tanto potencial de amor. Su necesidad, tal y como él lo
esperaba, fue satisfecha por cada estudiante al que se acercó. Una vez
que recibía las caricias que deseaba, pasaba a la siguiente persona y
seguía moviendo la cola. La clase continuó sin mayor interrupción
cuando de repente una joven que estaba al fondo de la habitación
gritó: “¡Maldición!”. Esta explosión de ira provoco que le prestáramos
la atención que deseaba. Nos dijo: - No puedo creerlo. He estado
sentada aquí en una desesperada soledad deseando que alguien me

126
mire o me toque, pero nada. Todos ustedes han sido indiferentes a mis
necesidades. Puedo morir de soledad aquí. Pero entra un perro e
inmediatamente el grupo completo le prodiga amor y caricias. ¡Es
increíble! -Bien - respondió un joven que no estaba muy lejos de ella—,
quizá lo hicimos porque el perro nos hizo saber que quería amor.
Movía la cola y se acercaba a nosotros con mirada amable. Yo te vi
sentada ahí cuando entré a la clase y te sentí fría, reservada y metida
en ti misma. No parecías necesitar nada, y menos que yo te tocara.
Quizá el secreto radica en que dejes que la gente sepa honestamente lo
que necesitas antes de que la acuses de ser indiferente. Después de
todo, no podemos leer la mente.

- Bien, entonces escúchenme - añadió - , ¡lo necesito!

Y al decir esto se puso a gatas y con mirada confiada y un valeroso


intento por mover la cola recorrió al grupo. No necesito decir que
todos le prodigaron una caricia.
Sin embargo, la comunicación no siempre es sencilla. Las palabras
también nos pueden tender trampas. Debemos estar seguros de que
cuando nos comuniquemos sepamos con precisión lo que queremos
expresar. La vaguedad solamente produce miedo e inseguridad. Si
alguien nos pidiera que especificáramos los términos que usamos,
¿podríamos hacerlo? No sin alguna dificultad. Pocos pueden.
Entonces, ¿cómo podemos culpar a los demás por no comprender lo
que nosotros solamente somos capaces de expresar vagamente?
La persona que funciona plenamente está consciente de los escollos
ocultos de la comunicación y, por lo tanto, no la toma a la ligera.
Escucha las palabras que dice y las que le dicen. Trata de buscar las
palabras más exactas y las menos amenazadoras para comunicarse.

127
Trata de colocar dichas
palabras en el contexto más conciso para evitar hasta donde sea
posible las malas interpretaciones. A menudo parafrasea lo que piensa
que ha escuchado y anima a su interlocutor a repetir lo que ha dicho
para poder tener una retroalimentación que refuerce su comprensión.
Por eso hay mucha sabiduría en la frase: “el sabio no tiene argumentos
cortos”.
Todos tenemos el derecho a hacer nuestras declaraciones, a que las
escuchen y las comprendan. Pero a menos que estemos satisfechos de
hablar con nosotros mismos, sabremos quiénes somos y lo sabrán los
demás, cuando seamos capaces de decir lo que queremos decir.

128
EL PAPEL DE LA DUDA Y LA
INCERTIDUMBRE

La cosa más hermosa que podemos experimentar es el misterio.


Albert Einstein

La existencia es frágil y cambiante. Siempre es impredecible y llena de


dudas. Sin embargo, estas dudas no tienen que ser negativas. Si
conociéramos todas las cosas sobre nuestra vida, desaparecería gran
parte de la magia que hay en ella. La duda trae consigo el elemento de
sorpresa, de novedad continua. La gente sensible e inteligente siempre
duda. La considera una influencia positiva para la espontaneidad y el
crecimiento continuo. Es el elemento de incertidumbre el que añade
sal a la vida. Qué diferente sería si pudiéramos predecir el mañana con
precisión. Que aburrido sería nuestro mundo. Pero la vida no es así,
siempre está llena de preguntas. Nos demuestra dramáticamente que
no podemos estar seguros de nada. No podemos saber ni siquiera lo
que nos traerá el siguiente momento. Esto ocasiona que la mayoría de
nosotros pasemos gran parte de nuestra vida preocupados por lo que
vendrá, lo cual casi en su totalidad está más allá de nuestro control.
Parece no importar que gran parte de lo que nos preocupa, de todas
maneras no llega a suceder. . . y seguimos preocupándonos.
Todos hemos sentido, en un momento o en otro, que si las personas y
las cosas fueran más predecibles, encontraríamos finalmente un poco
de paz y seguridad. En realidad no descubriríamos tal estado de
sueños, ya que no existe permanencia ni seguridad, ni el concepto de
‘‘para siempre”. Todo es perecedero y está en constante cambio. De
hecho, esto
también es lo que se le entiende por el “proceso de vida”.

129
Y aun a sabiendas de que es así, la mayoría de nosotros todavía
luchamos por dominar la duda convirtiéndonos en planificadores
profesionales, e inflexiblemente nos programamos con meses y hasta
años de anticipación. Queremos asegurar el futuro. Definitivamente
hay alegría en la planeación e inclusive hay necesidad de ella, pero con
frecuencia no es tan necesaria. Como dice Bums: “Los mejores planes
de los ratones y los hombres con frecuencia son malogrados; y nos
dejan sólo pena y dolor en vez del gozo prometido”.
Las cosas rara vez ocurren de la manera en que se planearon. Los
sueños no realizados son la principal causa del dolor inútil. Quizá si
estuviéramos más dispuestos a dejar que la gente, las situaciones y el
mañana contaran sus propios cuentos, éstas traerían consigo un nuevo
elemento de entusiasmo en nuestra vida altamente estructuraba.
Además, nos podrían ayudar a evitar muchas preocupaciones y
desilusiones inútiles.
La duda y la incertidumbre a menudo ocasionan que nos dediquemos
al proceso de buscar externamente la fuerza y los controles. Amasamos
fortunas, escalamos desesperadamente peldaños de poder,
recolectamos títulos de prestigio, todo con la esperanza de superar
nuestro temor hacia lo desconocido y adquirir un cierto sentimiento de
seguridad. Admiramos en secreto a los poderosos, emulamos el éxito y
seguimos a aquellos que parecen seguros de sí. Estamos convencidos
de que si tuviéramos su dinero, su fama y su fortaleza, nuestras dudas
y temores se desvanecerían. Sin embargo, la desolación nos acosa
cuando nos damos cuenta de que aunque seamos más ricos, aunque la
fama sea nuestra, aunque tengamos poder, nada ha cambiado gran
cosa. Simplemente hemos adquirido nuevas ansiedades y dudas
diferentes. La vida y el mundo, por su misma naturaleza, siempre

130
serán una incógnita. No hay otra alternativa más que aceptarlo así. En
esto radica la única certeza, que sólo podemos estar seguros de la
incertidumbre.
Para funcionar plenamente, entonces, debemos estar tan dispuestos a
aceptar lo nuevo como aceptamos la comodidad de lo viejo, sin temer a
lo inesperado, de la misma manera en que nos sentimos falsamente
seguros en lo planeado.

131
EL PAPEL DE LA ESPIRITUALIDAD

Nada aquí abajo es profano para aquellos que saben ver.


Por el contrario, todo es sagrado.
Teilhard de Chardin

La persona que funciona plenamente tiene un sentido muy profundo


de espiritualidad. Sabe que su calidad de persona y el mundo en el que
vive no se pueden explicar o comprender solamente a través de la
experiencia humana. Sabe que debe dar el “salto místico”. Tiene que ir
más allá de sí misma, más allá de su limitada realidad. Posee una
inexplicable sensación de algo más. Siente que existe un intelecto
operativo mayor que el suyo, aunque no encuentre palabras para
nombrarlo. Está consciente de un gran diseño, incesantemente
operativo, en el cual todo es compatible y en el cual no hay
contradicciones.
La vida nos ofrece pocas explicaciones. No podemos estar seguros ni
del verdadero significado de la vida, ni de la fuente de la misma, ni de
la vida después de la vida. Solamente nosotros podemos llenar el vacío
que crea esta incertidumbre. Podemos aceptar con fe o elegir la nada.
Ambas nos sumergen en el misterio. O elegimos creer que todo es
importante, o que nada importa y, sin embargo, en esencia, ambas
posturas son la misma. Ambas implican juegos de la mente, porque
ninguna ofrece pruebas definitivas. Esto no significa que no existen
respuestas. Es como el Zen Koan que dice que no hay diferencia si
pensamos que somos el monje que sueña que es una mariposa o la
mariposa que sueña que es el monje soñando que es una mariposa.

Algunos de nosotros no podemos vivir sin respuestas. El vacío es tan

132
aterrador y desolador, que debemos creamos respuestas. Otros
elegimos vivir sin respuestas. Las encontramos innecesarias. Vivimos
nuestra vida sin hacer preguntas, viviendo en las respuestas. Ambos
sistemas requieren la creación de un sistema de creencias para el cual
no hay confirmación. Ambas posturas encaman un sentido viviente de
espiritualidad que surge de la afirmación del yo a través de la elección
personal misma.
La espiritualidad, la fe y el misterio son inherentes a cada aspecto de la
vida. Recuerdo cuando visité Nueva Inglaterra y tuve mi primera
experiencia con la grandeza del otoño. Nunca había visto árboles con
tal esplendor prismático de color. Lo que me impresionó es que en el
mismo árbol había hojas que variaban desde el amarillo brillante hasta
el morado oscuro, a menudo en la misma rama. Recuerdo que me volví
hacía mis amigos con azoro y estupefacción y pregunté por qué. Ellos
habían vivido toda la vida en el área y no me pudieron contestar. “Así
es” me dijeron por respuesta. Fue una respuesta amable, pero no
suficiente para mí. Seguramente alguien más conocedor que yo ya
había hecho la misma pregunta y llegado a una explicación más
“científica”. Sí, sí había tal respuesta. Explicaciones botánicas que se
referían a la posición individual de la hoja con respecto al sol y a la
sombra, así como al factor de la escarcha. Todo esto estaba explicado
científicamente, pero salí de la biblioteca no menos sorprendido ni
menos asombrado. la respuesta científica no le quitó el misterio a la
experiencia. ¡El hecho de que algo tenga explicación no le resta
maravilla al acontecimiento!
Se pueden predecir las mareas casi por segundos. Podemos saber la
fecha y hora de la migración de las aves y ballenas. Podemos caminar
sobre la Luna. Pero, ¿acaso eso le resta atractivo al mar, magia a las

133
aves o belleza a los planetas?
Estar en contacto con la naturaleza, sentir profundamente
sus estados de ánimo, experimentar plenamente su hechizo, saber
cómo trabajan las cosas que llamamos inanimadas, es sumergirse en la
espiritualidad y divinidad de todas las cosas. Yo nunca he podido dar
por naturales las cosas comunes y todavía tiemblo de emoción cuando
marco un número telefónico directo al otro lado del país, o a Europa, y
escucho la voz de la persona diciendo “hola”, “helio”, “pronto” o
“mushi mushi”. El hecho de que al frotar un cerillo se produce fuego,
de que con sólo apretar un botón produzcamos calor, o frío, o música,
o imágenes en la televisión es algo que no deja de admirarme.
El hecho de que puedo plantar una semilla y ésta se convierta en flor,
de que puedo enseñar algo que pasa a ser parte de otro, que le sonrío a
alguien y recibo una sonrisa como respuesta, son para mí ejercicios
espirituales continuos.
Doy una conferencia y descubro que algo que dije afectó la vida de
alguien. Empiezo a interactuar y tengo el poder de crear tristeza,
alegría o risas. ¡Espiritualidad!
La gran variedad de alimentos me maravilla también. Naranjas,
manzanas, nabos, apios, lechugas, cientos de cortes de diferentes
carnes y aves me dejan en un estado de perplejidad. Un viaje al
supermercado me tambalea y me lleva a un estado de perpetua
sobrecarga. La maravilla de que cada alimento tiene un sabor
diferente, cada flor tiene sus propias características, cada día y cada
noche su propia música. Es fácilmente aparente que no es el mundo el
que está vacío y falto de magia, somos nosotros.
La magia no es prerrogativa única del hechicero. Nosotros mismos
somos magos que tenemos el poder de conjurar y desencantar.

134
Nosotros creamos el misterio cada día, los secretos yacen debajo de
cada árbol, en cada insecto, en cada pensamiento. Las flores
florecerán, nos interesemos en ellas o no, todos los alimentos tendrán
diferentes sabores, aunque no nos molestemos en probarlos. Siempre
habrá deslumbrantes amaneceres, aunque nosotros no nos levantemos
a ver ni uno. El espíritu de cada persona y cosa está presente, aunque
estemos demasiado dormidos para sentirlo, aunque neguemos su
existencia. La espiritualidad abarca una conciencia de todo lo que hay
y una apertura a lo que no hay. Es la fortaleza e intrepidez para
permitimos a nosotros mismos trascender la realidad y trascendemos
a nosotros mismos. El individuo que funciona plenamente sabe que es
la magia la que le da sal a la vida, la que erradica el aburrimiento y la
que eleva la existencia más allá del espacio y del tiempo. Una persona
que funciona plenamente ¡se embelesa ante una naranja y se extasía
ante una brizna de hierba! Funcionar plenamente es estirar la mano
con confianza absoluta y tocar a Dios en todas las cosas.

135
EL PAPEL DEL DOLOR Y LA FRUSTRACION

Cada momento de luz y de oscuridad es un milagro.


Walt Witman

La persona que se desempeña plenamente como tal, acepta el dolor


emocional como una realidad inevitable d e la vida. De hecho, lo toma
como na estáñalo indispensable para cambiar. Esto no quiere decir que
pida de dolor ni que se queda pasiva esperando ser lastimada, sino
comprende que ese dolor significa no solamente incomodidad, pero
también se puede utilizar como una fuerza positiva para crecer en nuestro
aspecto humano. Una vida sin ¿olor, si fuera posible una vida así, no
sería más que una vida en parte, porque el dolor y la alegría están
interrelacionados, a veces dependientes uno d e l otro y, en ciertas
circunstancias, uno crece a partir del otro.
La persona que funciona plenamente está consciente de que el dolor
emocional en gran parte es provocado por uno mismo. No surge, como
muchas veces suponemos, de las acciones ajenas, de una situación
negativa o de un hecho desgraciado. Es nuestra reacción personal a estas
cosas. No son los demás los que ocasionan nuestra infelicidad, somos
nosotros mismos. En un sentido muy real, nosotros somos directamente
responsables de nuestro dolor. O bien podemos atormentamos por
nuestra condición humana y maldecir a nuestros amigos, familia,
sociedad y a Dios, a quienes hacemos responsables de ello, o bien la
aceptamos y hacemos algo constructivo y personal para mejorada. La
primera decisión continuará creándonos dolor inútil, la otra nos dará
soluciones. Puede ser que experimentemos una depresión irremediable
con la idea de nuestra inevitable ancianidad y muerte, depresión que
nos priva de las posibilidades presentes para vivir; o podemos ver la

136
existencia de estos fenómenos como un incentivo para mejorar la
calidad de nuestra vida ahora. Un rechazo personal se puede tomar
como una barrera infranqueable y como razón para mirar nuestro
comportamiento más de cerca y con más carácter crítico y, así,
corregirlo y ocasionar el cambio del comportamiento de los demás
hacia nosotros. La decisión es nuestra. Como sugirió Nikos
Kazantzakas con valentía: “Tenemos pintura y pinceles, pintemos el
paraíso y entremos en él”. Pero, si también lo deseamos, podemos
crear un infierno para nosotros. Sin embargo, si elegimos crear el
infierno percatémonos que es nuestra propia decisión y, por lo tanto,
no podemos culpar a nuestros padres, amigos, familia, sociedad a Dios
por entrar en él. Nada ni nadie puede deprimimos o causamos dolor si
decidimos que no sea así.
Aun así hay mucho que aprender del dolor, y como la mayoría de
nosotros no somos lo suficientemente fuertes para rechazarlo
sanamente, lo podemos seguir usando para nuestros objetivos.
La mayoría de las personas detestan la sola idea del dolor y lo ven
como un aspecto totalmente negativo de la existencia. Buscan evadirlo
por cualquier medio. Realizan toda clase de gimnasia mental, se
tragan prácticamente toneladas de píldoras al día o se ciegan con
fuentes momentáneas de alivio como es el alcohol, los tranquilizantes
y las drogas. Algunos, en la desesperación, eligen inclusive la psicosis,
un escape total de los aspectos dolorosos de la realidad. No se dan
cuenta que el dolor puede ser una fuerza dinámica para ayudamos a
cobrar conciencia. De hecho, estoy seguro que el crecimiento continuo
depende de cierto grado de incomodidades, y que el grado del cambio
está positivamente relacionado con el grado de dolor. El dolor es una
forma muy humana de exigir cambio.

137
Cuando nos aferramos al dolor terminamos castigándonos a
nosotros mismos.

138
Si no fuera por el dolor físico, no sabríamos cuándo estamos enfermos
y en peligro fisiológico, y pronto moriríamos. El dolor físico, aunque
ciertamente desagradable, nos pone en alerta sobre el hecho de que
hay una falla en el sistema que requiere atención inmediata. Si
atendemos enseguida un dolor de muelas, podemos salvar de la
extracción, a la pieza. Si tratamos de pasar por alto el dolor, puede ser
que momentáneamente cese, pero la pieza dental se seguirá
deteriorando y a la larga morirá.
Ese es el caso del sufrimiento mental. Si cada vez que lo
experimentamos lo acogemos con interés y le damos nuestra
inmediata atención haciéndonos la pregunta: “¿De qué se trata este
dolor? ¿Qué hay en él que yo pueda aprender? ¿Cuáles son mis
alternativas además de sufrirlo?”. Entonces, quizá, podamos descubrir
la verdadera razón del dolor y llegar a conductas alternas creativas
para ayudarnos a superarlo. Cuando intentamos culpar a nuestro
dolor, negarlo o sublimarlo, es muy probable que descubramos que
éste se repite y se repite, y como resultado terminamos
experimentando el mismo dolor una y otra vez. Tengo una amiga, por
ejemplo, una adorable aunque solitaria señora, que se ha casado cinco
veces con el mismo hombre, variando la forma. A pesar de que cada
matrimonio le ha producido la misma desesperación, no ha aprendido
nada de cada uno de ellos y, así, es muy probable que repita su error
por sexta vez. Aun cuando, por lo menos, tiene un factor positivo que
la alienta, no se da por vencida.
Hay personas que corren todavía mucho más peligro porque al
experimentar el dolor, crean inmediatamente estrategias protectoras
para el futuro. Se entregan a la apatía, se acobardan y paralizan ante el
temor, o se inhiben ante cualquier interacción. Una vez que han

139
identificado una situación dolorosa específica, nunca más volverán a
intentar, voluntariamente, pasar por otra situación similar. Están
seguros de que los resultados siempre serán los mismos. Si en alguna
ocasión los rechazaron en una relación amorosa es muy probable que
desconfíen del amor, se vuelvan cautelosos ante la ternura y sospechen
de los amantes. Es posible que escojan el aislamiento aunque su
soledad sea más dolorosa que el rechazo original.
También hay personas que se aferran al dolor como a un amante, pero
en igual sentido de que al tratar de retener a un amante cautivo, el
precio es muy alto. El aferrarse al dolor hace que se consuman grandes
cantidades de energía psicológica y destruye la creatividad que se
podrá utilizar en una vida activa. Muchas personas vienen arrastrando
sufrimientos inútiles durante toda su vida, a los cuales no se han
enfrentado o resuelto y que a través de los años han acumulado fuertes
sentimientos de amargura, temor, odio y venganza, esto, inclusive,
hasta cuando el dolor o su causa han sido olvidados. Solamente les
sirvió para sospechar de todo, para convertirse en seres cautelosos
duros y escépticos. Cuando nos aferramos al dolor terminamos
castigándonos a nosotros mismos.
La persona que funciona plenamente saca valentía y fortaleza de su
desesperación. La ve como un sistema positivo de alerta que le
advierte que debe actuar y cambiar y, por lo tanto, la ve como parte
integral del crecimiento. Sabe que el dolor no puede eliminarse de la
existencia, que es real y que debe estar dispuesta a conocerlo como
algo propio. Después de hacer esto y habiendo aprendido de él, está
liberada para perdonar y dejarlo ir para siempre.

140
EL PAPEL DE LA INTIMIDAD Y EL AMOR

Somos tan dos y tan uno


la noche no puede ser tan celeste el cielo no puede ser
tan soleado yo soy, a través de ti, tan yo.
—e e cummings

El individuo que funciona plenamente como persona reconoce que


necesita a sus semejantes, y no por esta necesidad de amor e intimidad
se siente inferior, sino más bien la ve como un medio para reflejar su
vasto potencial y compartirlo con los demás. El amor y la intimidad no
lo hacen sentirse restringido, sino que los ve como una oportunidad
especial para crecer. Comprende que nunca poseerá a la otra persona y
no desea ser poseído. Sabe que la intimidad une a las personas, pero es
responsabilidad de cada una de ellas mantener su autonomía; cada
una debe crecer en forma separada para poder seguir creciendo con
los demás. Las diferencias entre ellas constituyen un desafío para el
amor y la intimidad, no una amenaza. Las personas que funcionan
plenamente como tales saben que cuando dos individuos separados
deciden establecer una relación íntima, están uniendo dos mundos
diferentes y por eso, no solamente están aportando a su unión los
aspectos que tienen en común, sino también sus diferencias. Y son las
diferencias las que seguirán estimulando su crecimiento mutuo. Por lo
general la profundidad de nuestro amor puede medirse por el grado en
el que estamos dispuestos a compartirnos nosotros mismos con los
demás. Empezamos con yos separados. Establecemos un espacio
común para los dos yos y lo llamamos nosotros.

Es en este espacio donde crece la intimidad. Mientras mayor sea la

141
experiencia compartida, mayor el área de nosotros.
El amor y la intimidad tienen muchas etapas y cambian
constantemente. La intimidad del primer encuentro no será la
intimidad de la luna de miel, pero habrá muchas lunas de miel: la luna
de miel del departamento amueblado de una sola recámara de
nuestros comienzos; la luna de miel del primer hijo; la luna de miel del
primer pago de una casa; la luna de miel de la primera promoción
importante; la luna de miel del crecimiento con la familia, viendo a los
hijos formar su propia familia, la luna de miel de envejecer juntos.
Cada luna de miel será nueva y creará niveles más profundos de
intimidad. Por eso es imperativo que la persona que funciona
plenamente esté siempre consciente y abierta al cambio. La persona
que tenemos hoy en los brazos, no es la misma que tendremos
mañana, ni siquiera que la que tendremos la próxima hora. El amor no
se alimenta ni se mejora viendo hacia atrás, siempre vive en el ahora.
La intimidad y el amor maduros no están basados en las esperanzas.
Ya que nadie, ni siquiera un santo, puede conocer y satisfacer todas
nuestras esperanzas. Esperar de los demás es fomentar el dolor y la
desilusión. I a única esperanza válida en el amor radica en la
esperanza de que aquellos que cunamos sean ellos mismos, y
conforme nosotros hacemos lo mismo. El amor que se da por un
sentido de deber u obligación es el mayor insulto y, por lo tanto, no es
amor en absoluto.
El verdadero amor y la verdadera intimidad crecen mejor en la
espontaneidad y ofrecen una abundancia de oportunidades para
experimentar la alegría, la belleza y la risa. Todos hemos
experimentado la maravillosa sensación de compartir una experiencia
cumbre con otra persona, ya sea de alegría o de dolor. Por un

142
momento, una experiencia así afecta a dos personas fundiéndolas en
una sola. Estos momentos de profunda intimidad continuarán
renovando y rejuveneciendo el amor y haciéndolo más emocionante.
La intimidad madura, como sugerí anteriormente, también abarca al
aspecto físico. Un aspecto integral de ella parece ser una necesidad
sensual de estar cerca de la persona amada, de hacer contacto físico
con ella, de abrazarla y «de tenerla cerca. Por eso se necesita que la
persona que funciona plenamente se reconcilie con su propia
sexualidad. Debemos sentimos cómodos con nuestro yo sexual antes
de poder arriesgarnos a revelar nuestra sexualidad libre y
honestamente a otra persona. Esto no quiere decir que deseemos ser
abiertamente sexuales con todos aquellos con quienes estamos
creciendo en amor. En un sentido más amplio, esto se refiere a la
gratificación sexual que nos puede hacer sentir satisfechos por el
simple hecho de estar en el mismo espacio con otra persona, de
abrazar a nuestro hijo o de departir con un buen amigo.
Quizá no hay acción más natural, ni más satisfactoria que pueda
realizar el ser humano que la de lá intimidad sexual madura. En ella
radica, en su forma más sublime, el deseo profundo de fundirse
totalmente con la otra persona. Es la más alta expresión de amor que
combina todas estas manifestaciones positivas: cuidar, dar, compartir,
fomentar, confirmar, aceptar, ceder y asumir. La sexualidad, cuando
es expresión de un verdadero amor puede ser la unidad humana
fundamental.
El amor y la intimidad requieren de cierta expresión verbal. Con
mucha frecuencia suponemos que la otra persona o personas saben lo
que estamos pensando o sintiendo. A menudo nos sorprendemos
cuando descubrimos que esto no es verdad. Es responsabilidad del

143
amante tratar de llegar al corazón de la persona amada: una palabra,
una nota, una flor, un poema sencillo, pueden llevar el tan necesitado
mensaje de confirmación. Uno nunca se cansa de las expresiones de
amor.

El amor y la intimidad requieren compasión. Si no podemos sentir con


el otro, somos incapaces de amar. Esto no significa que podamos
sentir una completa empatía hacia los sentimientos y conductas de
otras personas. Para mí es doloroso escuchar: “Sé exactamente lo que
sientes”. ¡No es verdad! ¡Uno no puede! En el mejor de los casos
podemos comprender solamente lo que ya hemos experimentado
realmente, y cada experiencia es siempre muy personal. Pero cuando
tenemos un conocimiento de nuestros propios conflictos y
sentimientos personales basados en la experiencia humana en general,
podemos empezar a comprender cómo se sienten los demás. Es en este
punto donde empieza la compasión.
El amor y la intimidad no dan lugar a la explotación. Existe un dicho
antiguo, pero que aún tiene validez: “usa las cosas, ama a las
personas”. Es alarmante cuántas personas hacen exactamente lo
contrario en nombre del amor: padres que usan a sus hijos, esposos
que usan a sus mujeres, educadores que usan a sus estudiantes,
radicales que usan a su sociedad. Usan la vida de los demás para
afirmar su propio ser y valor. Por eso, básicamente, es por lo que el
amor se ha convertido en un concepto tan aterrador y cuestionable. Se
usa tan a menudo para violar y no para estimular. La explotación, en
una relación, no importa cuánto racionalicemos sobre ella, ¡no puede
ser amor!
El amor humano perfecto es difícil de encontrar. Parece que tenemos

144
pocos modelos que nos sirvan de ejemplo. Sin embargo, las conductas
que parecen acrecentar el amor son consistentes, observables y
susceptibles de estudio. La persona que funciona plenamente sabe que
el amor lo tiene que aprender por sí misma, y que se logra mejor
siendo sencillamente vulnerable a él y viviéndolo cada día de nuestra
vida como amante dedicado.

145
---------ooooo----------

La conclusión de este capítulo no es que necesitamos ser perfectos


para funcionar plenamente en nuestra calidad de personas, sino al
contrario, la perfección sugiere un estado final, algo que se termina, a
lo que se llega. La persona que funciona plenamente no busca esto, ni
siquiera en la muerte.

146
EL DESAFIO A LA CALIDAD DE
LAPERSONA EN PLENITUD

En primer lugar, a pesar de que los hombres tienen un destino común, cada
individuo también tiene que trabajar solo, trémulo y temeroso, en su propia
salvación personal.
Podemos ayudamos unos a otros a encontrar el significado de la vida, no hay
duda, pero en el último análisis, la persona individual es la responsable de vivir
su propia vida, de “encontrarse a sí misma”. Si persiste en transferirle su
responsabilidad a alguien más, no podrá encontrar el significado de su propia
existencia. Nadie puede decirme quién soy, ni yo puedo decirle quién es. Si no
conoce su propia identidad, ¿quién le va a identificar?
ThomasMerton

147
CAPÍTULO IV

Como no hay límites al potencial de la persona humana, este libro no


puede tener fin. Lo que hemos compartido aquí no es más que un
torpe comienzo, una búsqueda humilde de los miles de hilos
intrincados y maravillosos que forman a la persona humana. Al igual
que la sociedad en la que vivimos, somos un amasijo de alegres
contradicciones, complejidades, imperfecciones, incertidumbres y
magia. La búsqueda de la 1 1 plena humanidad está en el proceso de
tratar de darle sentido a las contradicciones, de intentar desenmarañar
las aparentes complejidades, de luchar con las imperfecciones, de
superan las incertidumbres y de descifrar activamente la magia.
Hoy en día se nos dice que la realización de la persona es algo
obsoleto, así como los fenómenos de la vida y la muerte y las luchas
inherentes a ellos. La ciencia moderna nos asegura que pronto podrá
reproducir en el laboratorio a la persona perfecta, y programar su vida
de acuerdo con un modelo prediseñado de perfección anatómica. Al
mismo tiempo, los educadores se están cuestionando respecto a la
capacidad del ser humano para tratar valores tales como la libertad y
dignidad y están ideando programas de aprendizaje que, nos aseguran,
a través de diseños experimentales, nos librarán de la ilusión de
nuestra individualidad, la cual solamente nos crea conflictos, y dicen
ya estar preparados para proporcionar una especie de estado de
contento que dure toda la vida. Aseguran que el desarrollo de la
persona humana como tal es solamente un sueño que forma parte de
la raíz de todo problema humano, y que si estamos dispuestos a
renunciar a ese sueño, ellos nos liberarán de futuros sufrimientos,
conflictos y angustias.

148
Pero yo soy optimista. Me gusta ser un ser humano. Inclusive con
todas mis debilidades, con mis inclinaciones a lastimar, a olvidar, a
crear conflictos, a conocer los sufrimientos y a sentir el miedo, estoy
encantado con la vida. Y aunque esta vida que estoy viviendo fuera una
ilusión, como me aseguran que es, es por lo menos ¡una ilusión
emocionante que yo voy creando! Además, estoy convencido de que la
raza humana es más parecida que diferente a mí. Que no se le
embauca fácilmente, que no se le puede convencer tan fácilmente de
su inutilidad e impotencia. Tenemos un poderoso instinto de
supervivencia, un deseo intenso de vivir. ¿De qué otra manera
hubiéramos podido soportar tantos siglos de esclavitud, hambre,
dolor, prisión y lucha y, aun así, resurgir buscando la vida?
Nuestra calidad de persona humana no es un don, es un derecho
inalienable. Tenemos derecho a un lugar propio sobre la tierra y en el
universo. Ya hemos tenido suficiente soledad. Estamos cansados de
ser fragmentados viviendo bajo la amenaza constante de la
destrucción total. Considerando todo esto, no somos tan malos.
Nuestro deseo es ser de nuevo un todo. Queremos experimentar la
vida con más intensidad que antes, más holísticamente con todo
nuestro cuerpo, mente y espíritu. Queremos hacer de nuestra vida una
celebración. Nuestra historia, como se nos recuerda con tanta
frecuencia, puede no haber sido muy alegre o estimulante, pero no
estamos irrevocablemente atados al pasado. Queremos participar en el
proceso de crear un ahora más perfecto.

149
Tenemos un instinto poderoso de supervivencia, un deseo intenso de
vivir. ¿De qué otra manera hubiéramos podido soportar tantos siglos
de esclavitud, hambre, dolor, prisión y lucha y, aun así resurgir
buscando la vida?

150
Estamos muy lejos de estar descorazonados. Cada uno de nosotros
todavía lleva dentro lo necesario para rehacer el mundo. La principal
fuerza motivacional para lograrlo, consiste solamente en nuestro
compromiso personal para dedicamos al proceso de vivir plenamente
nuestra vida, no sólo existir en ella, sino experimentarla en su
totalidad. Vuestras vidas son documentos originales que únicamente
nosotros podemos crear. O los creamos, o nunca existirán.
La fuerza individual está dentro de cada uno de nosotros. Depende de
nosotros echar mano de ella siempre que queramos. Esta fuerza nunca
muere. Sólo está adormecida hasta que nosotros venimos a la vida que
estamos plenamente conscientes y que nos comprometemos, con
entusiasmo y abandono, al proceso de vivir.
Este es nuestro reto. Es obvio que es un reto muy personal que cada
quien puede satisfacer sólo por sí mismo, aunque todos debemos
hacerlo para darle validez a la vida del otro. Para alguno de nosotros
esto constituirá una lucha que requerirá de nuevos aprendizajes. Para
otros, será la igualmente difícil tarea de desaprender lo aprendido
porque no les sirve para crecer. Para la mayoría, esto requerirá las dos
cosas. Cualquiera que sea el camino, ninguno será fácil. Sin embargo,
será un poco más sencillo si no tratamos de alcanzar todas nuestras
metas en un día.
La vida siempre está pronta, abierta y de nuestro lado para compartir
con nosotros sus recursos. Espera simplemente nuestro abrazo. Nos
ofrece alternativas, aprueba nuestras decisiones y camina en nuestra
dirección. De continuo está perdonando, se ajusta de manera
sorprendente, siempre está aceptando y animando. Está dispuesta a
empezar en cualquier momento. Siempre está intentando guiamos
hacia nuestro pleno funcionamiento como personas activas, porque de

151
esta manera se mejora a sí misma. Después de todo, solamente la vida
engendra vida.
No hay que temer. Hemmingway dijo: “El hombre no fue hecho para
su derrota. El hombre puede ser destruido mas no derrotado”.
Armados con la vida de nuestra parte, y un periodo de tiempo para
experimentarla, las probabilidades están a nuestro favor.
Su calidad de persona humana es real. Es su posesión más valiosa. Se
puede conocer, experimentar y sentir. Nadie puede sufrir su pérdida
con más desesperación que usted mismo. Mientras permanezcamos en
la vida, esta calidad puede crecer ilimitadamente, desarrollarse y
cambiar. Su génesis es un milagro, que por el momento toma la forma
tuya, y después continúa su camino. Devaluar el milagro es su delito
más imperdonable. Evitar su realización es enajenar su papel en el
proceso necesario de la vida que se recrea en ella misma.
En alguna época de mi vida decidí que quería aprender el arte de la
pintura japonesa. Inmediatamente busqué un maestro famoso,
compré todos los materiales necesarios e hice arreglos para tomar
clases regularmente. Estaba impaciente por producir una de esas
obras de arte que tienen solamente cuatro o cinco sencillos pincelazos,
y que había visto a los maestros japoneses producir en cosa de unos
minutos con resultados prodigiosos, como Mariposa en Rama de
Bambú o Caqui a la Luz de la Luna.
Ya podrán imaginarse mi desilusión cuando, varios meses más tarde,
mi maestro seguía insistiendo en que solamente diera pinceladas
rectas de un lado a otro de la página, una tras otra, formando hileras
de veinte, todas de la misma textura, grosor y “sensación”. ¿Dónde
estaba mi mariposa? ¿Mi caqui? Eso, me decía mi maestro, vendría a
su tiempo. Por ahora, y por algunos meses más, solamente tenía que

152
concentrarme en hacer líneas rectas.
Dominar un arte requiere de tiempo, del conocimiento de los
materiales necesarios y de su comprensión, de una paciencia extrema
mientras se aprenden las habilidades
básicas. Esto incluye la disposición para experimentar, para fracasar,
para conocer la frustración y aun la desesperación antes de que uno
pueda abandonar técnicas aprendidas como pericos y proyectarse uno
mismo en una plena autocreación. Para ser artista de la vida se
necesita esto mismo.
------------OOOOO---------
Meister Eckart, un filósofo cristiano sorprendentemente perceptivo
del siglo XIII dijo: “La vaina se tiene que partir en dos para que pueda
salir lo que hay dentro, porque si se quiere conocer la semilla antes se
tiene que abrir la vaina”.
Lo que he hecho aquí es tratar de romper la vaina. Espero que ahora la
semilla esté más a la vista para nuestro estudio. Ahí, entre sus partes,
vamos a encontrar nuestro aliado en la muerte, nuestra esperanza en
la autocreación, nuestra fuerza en la relación con los demás, nuestra
individualidad en el propósito, nuestro éxtasis en la intimidad y en el
amor, y el recurso para superar nuestras dudas, frustraciones y
sufrimientos. Todavía hay mucho qué descubrir. El consuelo radica en
que ya se ha dado el primer paso.
La vaina se ha abierto, la semilla está a la vista esperándote.

153
La calidad de persona humana no es un don, es un derecho
inalienable.

154
REFERENCIAS

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1972.

155
BIBLIOGRAFÍA

La siguiente es una corta bibliografía de algunos libros que han sido


de importancia en mi viaje hacia el crecimiento como persona
humana. De ninguna manera es una bibliografía exhaustiva y estoy
seguro de que hay algunos libros que sirvieron definitivamente a este
propósito, pero he olvidado sus títulos, y, por lo tanto, es triste, pero
no están incluidos aquí.
Habrá otras obras que el lector podría agregar a la lista lo cual me
daría mucho gusto. Esta bibliografía, al igual que todo este libro, no es
más que un comienzo.
Leo Buscaglia.

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161
ACERCA DEL AUTOR

El doctor Leo Buscaglia, nativo de California, es profesor de


Educación de la Universidad del Sur de California. Durante muchos
años también impartió un curso muy popular que llevaba el título de
EL AMOR, del cual se originó su célebre libro del mismo nombre. Es
viajero infatigable y, como conferencista, ha adquirido la reputación
de ser muy querido y uno de los escuchados con mayor atención en
todo el mundo.
El doctor Buscaglia desarrolló su propia PERSONA a partir de sus
experiencias como educador, autor, estudiante, conferencista y amigo
de todos los que acuden a conocerlo.

Leo Buscaglia

Born: March 31, 1924


Los Angeles, California, US

Died: June 12, 1998 (aged 74)


Glenbrook, Nevada, US

Occupation: Motivational speaker, writer,


professor

Alma mater: University of Southern


California

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