Artículo 155627 1 10 20221102
Artículo 155627 1 10 20221102
Artículo 155627 1 10 20221102
Palabras clave: Litispendencia; inicio del juicio; relación procesal; situación jurídica; proceso
civil chileno.
ABSTRACT: This paper reflects on two fundamental questions in relation to Litis pendentia:
its basis and its initial time. It is intended to demonstrate, on the one hand, that the ratio-
nale of Litis pendentia has constitutional protection and, on the other hand, that neither the
positive nor the dogmatic grounds that have been invoked to justify the initial time of the lis
pendens serve to fully explain the interpretation held so far by the prevailing national juris-
prudence and doctrine.
Keywords: Litis pendentia; start of trial; procedural relationship; legal status; Chilean civil
process.
*
Doctor en Derecho, Profesor de Derecho Procesal, Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de
Concepción. Dirección postal: Casilla 160-C, Correo 3, Concepción (Chile). Correo electrónico: [email protected].
**
Este trabajo fue elaborado en el marco del Proyecto Fondecyt Regular Nº 1210275, titulado “La litispenden-
cia en el proceso civil chileno: una propuesta integradora”, del que el autor es el investigador responsable.
1
Ramos (1990) p. 440.
marca el hito del inicio del proceso, y el derecho aspira a que la situación subjetiva y objeti-
va con que se inició el mismo se mantenga a lo largo de él”2.
Lo señalado evidencia que el significado de la litispendencia va más allá de su traduc-
ción literal etimológica para acercarse a la idea que formuló Chiovenda, designándola como
la existencia de una litis en la plenitud de sus efectos3.
Es importante destacar que no se debe confundir la litispendencia, entendida como
principio general, con la excepción dilatoria de litis pendencia prevista en el artículo 303 3ª
del Código de Procedimiento Civil (en adelante, CPC) que se dirige a evitar un segundo
proceso con el mismo objeto, que es un aspecto específico de la institución que se trata de
explicar. De este modo, aunque se trata de expresiones de un mismo fenómeno, puede ha-
blarse de un estado de litispendencia con un significado que equivale a la situación jurídica
que genera la existencia de un litigio pendiente y de una excepción de litispendencia que
recoge un efecto específico derivado de la existencia de un proceso pendiente, cual es impe-
dir un nuevo proceso respecto de una pretensión que ya es objeto de un litigio pendiente.
A la primera suele denominársele litispendencia in genere y a la segunda in especie4.
En nuestra doctrina, Carocca, siguiendo las explicaciones de Ramos, sostiene que
Por su parte y en la misma línea de razonamiento, Romero enfatiza que “la litispen-
dencia también genera un estado que se pretende perpetuar durante toda la secuela de jui-
cio, tal como estaba la situación existente al comienzo de la relación procesal”6.
En realidad, lo que se procura es que el estado de las cosas y de las personas que
dieron origen al proceso queden determinados de modo permanente, de manera que la sen-
tencia no podrá tener en cuenta las posibles variaciones acontecidas a su respecto7.
2
Montero (2016) p. 903.
3
Chiovenda (1949a) p. 33.
4
Romero (2014) pp. 123-124. Ried (2015) p. 206, recoge esta misma idea, distinguiendo entre litispendencia
en sentido amplio y restringido.
5
Carocca (2003) p. 88.
6
Romero (2015) p. 127.
7
Armenta (2013) pp. 149-150.
8
Montero (2016) p. 908.
9
Nieva (2015) pp. 138-139.
10
Nieva (2015) p. 139.
tionis; c) fijar el estado de las cosas y de las personas tal cual estaban al momento de iniciar-
se el proceso e impedir que se modifique el objeto del proceso11.
11
Armenta (2013) p. 148.
12
Montero (2016) p. 904.
13
Ortells y otros (2017) p. 248.
14
Chiovenda (1949a) p. 5.
15
Málaga (1999) p. 36.
16
Chiovenda (1949a) p. 7.
17
Bordalí (2011) pp. 311-337.
18
Nogueira (2003) pp. 169-170.
19
García y Contreras (2013) p. 244.
20
Bordalí (2011) p. 329.
21
Málaga (1999) p. 37.
22
Aguirrezábal (2017) p. 388.
23
Romero (2002) p. 53.
24
Corte de Apelaciones de Concepción, 09/12/1982; Corte Suprema, 27/04/2011; Corte de Apelaciones de
Concepción, 08/06/2018.
25
Corte Suprema, 21/12/2020.
26
Serra (1969) p. 661.
27
Stoehrel (1993) pp. 43-46; Rodríguez (2003) p. 340; Casarino (2011) p. 31; Anabalón (2015) p. 111;
Romero (2015) p. 125. En similar sentido, Hunter (2009) p. 15.
28
Carocca (2003) p. 89; Romero Rodríguez (2013) p. 237, ha sostenido: “Es pacífico en doctrina que el
estado de litispendencia se genera con la interposición de la demanda y su admisión a trámite por parte del tri-
bunal competente”, sin ahondar en mayores explicaciones, es decir, dándolo por supuesto, pero advirtiendo, a
su vez, la opinión divergente de Romero Seguel, que sitúa este instante a partir del emplazamiento.
29
Corte Suprema, 17/5/2012; Corte Suprema, 23/12/2013; Corte Suprema, 19/11/2015; Corte Suprema,
9/3/2017.
30
Corte Suprema, 30/11/2011.
31
Corte Suprema, 21/12/2020.
32
Corte de Apelaciones de Concepción, 17/4/2006.
33
Romero (2015) p. 125.
34
Chiovenda (1949b) p. 164.
Como señala Romero, “al reconocer que con el proceso surge una relación jurídica
o procesal se deja de lado otras explicaciones que han pretendido precisar la raíz última de
esta institución que denominamos proceso”35.
Esta posición doctrinal y jurisprudencial está desprovista de una base normativa sóli-
da y su fundamento dogmático es bastante controvertible. Al mismo tiempo, su aplicación
en casos concretos genera numerosos problemas prácticos y disfuncionalidades procesales.
Ni el fundamento positivo ni el dogmático que se invocan son idóneos para justificar
de forma solvente la interpretación sostenida hasta ahora por la jurisprudencia y doctrina
nacional, como se pretende demostrar a continuación.
35
Romero (2001) p. 144.
36
En el ordenamiento procesal español no existía, antes de la LEC actual, una norma que determinara el mo-
mento inicial de la litispendencia, pero la doctrina se había uniformado en el sentido de que la litispendencia
nacía con la interposición de la demanda. Sin embargo, antes hubo discrepancia en orden a si ese momento
surgía en el momento en el que el demandado contesta la demanda, en el que se realiza el emplazamiento de de-
mandado o con la interposición de la demanda.
37
Explícitamente hacen aplicación extensiva de este precepto, entre otras sentencias: Corte de Apelaciones
de Temuco, 27/4/2007; Corte de Apelaciones de Antofagasta, 2/7/2014; Corte de Apelaciones de Santiago,
20/10/2014; Corte de Apelaciones de Coyhaique, 22/6/2016; Corte de Apelaciones de Valdivia, 6/1/2017.
38
Aluden al art. 1911 CC, entre otras sentencias: Corte de Apelaciones de Concepción, 5/10/2007; Corte de
Apelaciones de La Serena, 18/4/2016.
39
Ortells (2019) pp. 451-453.
40
“La ley, por tanto, concede a los cónyuges el derecho de afectar los bienes familiares con la sola presentación
de la demanda. El carácter provisorio de esta afectación se debe únicamente a la necesidad de permitir al cón-
yuge perjudicado por dicha afectación controvertir en juicio la concurrencia de los requisitos exigidos por la ley
para su procedencia. Pero si su concurrencia resulta acreditada, se deberá acceder a la demanda confirmando así
la afectación provisoria. La afectación del bien se produce al presentar la demanda. La sentencia se limita a con-
firmar y consolidarla al constatar que se da el supuesto de hecho pertinente. En consecuencia, los hechos que la
justifican deben darse al momento de presentación de la demanda” (Corte Suprema, 30/1/2017).
41
Rojas (1965) pp. 77-78.
42
Corte Suprema, 28/4/1949.
43
Rodríguez (2003) p. 25. En este sentido, Corte Suprema, 31/5/2000.
44
Claro (1992) p. 465. Corte Suprema, 19/5/1998.
contestación de la demanda45. Esto explica la razón de la redacción del artículo 290 CPC46.
Naturalmente que la situación actual es distinta y nadie patrocina la tesis cuasicontractual
del proceso. La disposición del artículo 261 CPC, relativa a las modificaciones que pueden
introducirse a la demanda, coloca como momento preclusivo para ello el acto de la contes-
tación y no el de su notificación, y ello resulta explicable porque en este caso primó la tesis
de la litis contestatio como instante de producción de la litis, como se desprende de la discu-
sión en la comisión mixta47.
Sin perjuicio de lo anterior, el CPC contiene varias disposiciones que atribuyen efi-
cacia procesal a la sola presentación de la demanda. Así, a propósito de la denuncia de obra
nueva, el artículo 565 CPC establece que “presentada la demanda para la suspensión de
una obra nueva denunciable, el juez decretará provisionalmente dicha suspensión…” y, si
la disposición no fuese lo suficientemente categórica, el artículo siguiente agrega que “no es
necesaria la notificación del denunciado para llevar a efecto la suspensión decretada”.
En la acción de jactancia, el jactancioso que ha sido condenado queda obligado a
“deducir demanda dentro del plazo de diez días, bajo apercibimiento, si no lo hace, de no
ser oída después sobre aquel derecho”, sin que se le requiera, además, su notificación (ar
tículo 269 CPC). En la tercería de dominio, su interposición no suspende el procedimiento
de apremio, salvo que se apoye en instrumento público otorgado con anterioridad a la fe-
cha de la presentación de la demanda ejecutiva (artículo 523 CPC).
En el caso de las medidas cautelares solicitadas en forma previa a la demanda, la no
incoación del proceso dentro de cierto plazo opera como una suerte de condición resolu-
toria de la medida acordada, lo que se ve reflejado en la exigencia de presentar la demanda
dentro de un plazo perentorio (artículo 280 CPC), requisito que queda satisfecho simple-
mente con la sola presentación de la demanda, sin que su posterior notificación comporte
una exigencia legal.
También suele invocarse como demostración de esta tesis las disposiciones de los ar
tículos 260 y 327 CPC48. La primera de estas disposiciones se refiere al cómputo del plazo
para contestar la demanda cuando existe pluralidad de demandados, en cuyo caso “correrá
para todos a la vez y se contará hasta que expire el último término parcial que corresponda
a los notificados”, lo que en concepto de la Corte Suprema significa que se trata de un pla-
zo común. En realidad, esta afirmación es discutible toda vez que si bien el término para
contestar la demanda expira en el mismo tiempo para todos, también cabe considerarlo
como individual o parcial, desde que no corre para todos desde la misma fecha y cualquiera
de los demandados está facultado, desde su notificación, para contestar la demanda, aun-
que el plazo aun no haya vencido por falta de notificación a los demás. Casarino ha en-
45
Numerosas evidencias de esta inclinación teórica pueden encontrarse en las actas de las sesiones de la Comi-
sión redactora del Código; entre las que más ostensiblemente lo demuestran pueden citarse las sesiones Nº 5 y
13 de la Comisión Mixta. Véase Lazo (1918) pp. 226-227 y 266-267.
46
Rojas (1965) p. 77.
47
“El señor Riesco observó, respecto del primero, que debía darse mucha mayor amplitud al derecho de la
parte para ampliar la demanda antes de haberse contestado, no solo por no existir litis trabada…” Véase Lazo
(1918) p. 227.
48
Corte Suprema, 08/10/2015; Corte Suprema, 23/3/2016.
tendido que en este caso, se trata de un término individual en cuanto a su inicio y común
para su vencimiento49. En cualquier caso, la disposición se limita a dar una regla sobre el
cómputo del plazo para contestar la demanda, sin que su tenor permita deducir que su ob-
jetivo fue la determinación del momento inicial de la litis. La segunda de las disposiciones
señaladas establece que el término probatorio tiene el carácter de común para las partes, lo
que tampoco arroja ninguna luz acerca del instante inicial de la litispendencia.
En el Código Orgánico de Tribunales, la sola interposición de la demanda es sufi-
ciente para entender que el actor ha consentido en prorrogar la demanda (artículo 187 1º
Código Orgánico de Tribunales (COT)) y en los procedimientos expropiatorios la primera
gestión judicial radica el conocimiento de todos los asuntos a que dé lugar la expropiación
(artículo 39 inciso 4º D.L. 2186).
Un antecedente de derecho positivo lo proporciona la Ley 20.886 sobre tramitación
electrónica de los procedimientos, a propósito de la regulación de su vigencia temporal,
toda vez que en la disposición transitoria Nº 2 se establece que “las disposiciones de esta
ley solo se aplicarán a las causas iniciadas con posterioridad a su entrada en vigencia. Las
causas se entenderán iniciadas desde la fecha de presentación de la demanda o medida pre-
judicial, según corresponda”.
En suma, puede afirmarse que no existe una regla sobre el momento en que se
produce la litispendencia en nuestro ordenamiento procesal civil, que tenga carácter ge-
neralizador. Antes bien, nuestros textos legislativos exhiben una diversidad de reglas para
determinar la época de producción de la denominada litispendencia. Unas disposiciones se
inclinan por situarla al momento de la presentación de la demanda; otras al de su notifica-
ción e incluso algunas al instante de la contestación de la demanda.
49
Casarino (2011) p. 25. En el mismo sentido, Anabalón (2015) pp. 114-115.
50
Málaga (1999) p. 112.
51
Palacio (2003) p. 56.
52
Alcalá-Zamora (1992) p. 308.
53
De la Oliva, Díez–Picazo y Vegas (2013) p. 198.
54
Goldschmidt (1936) p. 23, planteaba que un complejo de actos encaminados a un mismo fin, aun cuando
haya varios sujetos, no llega a ser, por eso, una relación jurídica, del mismo modo que un rebaño no constituye
una relación jurídica porque sea un complejo jurídico de cosas semovientes.
55
Priori (2015) p. 347.
56
Couture (1958) pp. 124 y ss.; Hoyos (1987) pp. 149-167; Montero (1996) p. 145 y ss.; Serra (2008)
pp. 239 y ss.; De la Oliva, Díez–Picazo y Vegas (2013) p. 195 y ss.
57
Chiovenda (1992) p. 30.
58
Alcalá-Zamora (2018) p. 127.
59
Fairén (1992) p. 40.
de la relación jurídica sino que en la segunda parte de su proceso como situación jurídica,
publicado en el año 1925, elaboró una tesis que permite explicar la naturaleza del proceso.
La propuesta de Goldschmidt apuntó precisamente a superar las categorías iusmateriales
propuestas por von Bülow e introducir otras de contenido más dinámico, mucho más cer-
canas a la realidad del fenómeno procesal, situando al proceso como una categoría propia
no reductible a otra más general60. Buena parte de sus aportaciones no solo mantiene vali-
dez hasta el día de hoy, sino que parece que cobra más vigor con el tiempo, bastando como
demostración acudir, por ejemplo, al concepto de “carga”, ya adoptado en forma definitiva
por la ciencia procesal.
Recogiendo los materiales fundamentales de la construcción procesal propuesta por
Goldschmidt, Fairén formuló una definición de proceso señalando que “consiste en una
serie de situaciones jurídicas contrapuestas de las partes, integradas por posibilidades, ex-
pectativas, perspectivas y cargas (de naturaleza jurídica) concatenadas entre sí de modo or-
denado (estructura) y destinada a la consecución de satisfacciones jurídicas (función) bajo
la dirección del juez estatal”61.
Por otra parte, desde la publicación de la obra de Goldschmidt y con marcado acen-
to en el tiempo, la teoría de la relación jurídica ha sido paulatinamente abandonada por la
doctrina62 y en la actualidad, parece predominar la idea de que el proceso es un concepto
en sí mismo, siendo innecesario compararlo con otra noción jurídica para definirlo. Por
ello se ha dicho sucintamente y con contundencia, que el proceso no es más que el proce-
so63. Montero nos dice al respecto que “el proceso constituye por sí solo una categoría au-
tónoma, y por ello no importa ya buscar su naturaleza jurídica en sentido clásico, no tiene
sentido buscar una categoría más general”64, para terminar afirmando que “el proceso no
tiene naturaleza jurídica porque no es una especie que se pueda encuadrar en un género; el
proceso es por sí mismo un género, no encuadrable en otro superior”65.
De hecho, las teorías sobre la naturaleza del proceso ya dejaron de ser expuestas en
las obras generales de la disciplina, en tanto que en otras su exposición es bastante con-
cisa66. Las que continúan haciendo una exposición más detallada de ellas, lo hacen para
terminar concluyendo que el proceso es un concepto jurídico autónomo67. Como lo ha
sostenido Ramos el problema de la naturaleza jurídica del proceso ha dejado de ser el tema
de nuestro tiempo, con el importante añadido de que esta afirmación la formulaba prácti-
camente hace tres décadas atrás68.
Pero, en nuestro medio, el peso de la tradición parece haber sido de tal magnitud
que tanto la doctrina como jurisprudencia nacionales siguen aferradas a una concepción
60
Montero (1979) p. 195.
61
Fairén (1992) p. 42.
62
Serra (2008) p. 245.
63
Nieva (2014) p. 63.
64
Montero (2015) p. 230.
65
Montero (2015) p. 229.
66
Nieva (2014) pp. 63-65.
67
De la Oliva, Díez–Picazo y Vegas (2013) pp. 195-202.
68
Ramos (1990) p. 328.
del proceso que en su momento gozó de bastante notoriedad y tuvo muchos adherentes
pero que hoy no pasa de ser material para iniciar un estudio histórico-jurídico de la evo-
lución de la disciplina. Y esta parece ser la razón primordial por la que se sigue repitiendo
que el proceso es una relación procesal, tal como se sigue hablando de una supuesta “ficta
contestatio” en nuestro ordenamiento69 o de una eventual “transformación” del manda-
miento de ejecución y embargo, cuando el ejecutado no se opone a la ejecución70, aunque
ni una ni otra afirmación descansen sobre una base normativa sólida que las sostenga.
Probablemente a estas alturas cabe preguntarse si existe algún nexo entre las teorías
que explican la naturaleza del proceso con la cuestión sobre el instante de producción de la
litispendencia. Pues bien, para responder esta cuestión hay que partir afirmando que el pro-
blema de la naturaleza jurídica del proceso no es exclusivamente teórico, sino que interesa
de cara a sus repercusiones prácticas71, y he aquí una de ellas. En efecto, habrá que convenir
en que la adhesión a la teoría de la relación jurídica implica poner el acento precisamente
en los vínculos o nexos que unen a los sujetos procesales, por lo que los actos de comunica-
ción y en particular, las notificaciones, cobran un valor significativo a este efecto.
Si el proceso es pues una relación jurídica no existe como tal mientras el vínculo no
se haya perfeccionado a través de una notificación. De este modo, se puede observar clara-
mente que la adhesión consciente o inconsciente a esta tesis condiciona la respuesta sobre
el tiempo de la litispendencia. En nuestra doctrina, Romero sostiene que conceptualmente
debe separarse la existencia del juicio con la existencia de la relación procesal, ya que esta
última se podría configurar sin que esté trabado todavía el juicio72. Con esto se justificaría
la procedencia de declarar el abandono de procedimiento en caso de pluralidad de deman-
dados, aun cuando alguno de ellos no haya sido emplazado. Sin embargo, la separación
conceptual entre juicio y relación procesal solo es posible en la medida que previamente se
descarte la tesis de la relación procesal como explicación de la realidad del proceso. Como
lo plantea Málaga, la concepción doctrinal y jurisprudencial según la cual el juicio y la litis-
pendencia comienzan con el emplazamiento del demandado, tiene su fundamento teórico
en la concepción del juicio como una relación jurídica entre actor y demandado, relación
que no se perfeccionaría hasta que este último conoce de la existencia del proceso, por lo
que antes de la notificación de la demanda no existiría un juicio pendiente73.
Para quienes patrocinan la teoría de la relación procesal –doctrina y jurisprudencia
nacionales incluidas– el juicio no existe sino hasta que dicha relación se hace efectiva, y
no existiendo juicio hasta el emplazamiento, tampoco podría hablarse de litispendencia
antes del mismo74. Como se puede apreciar, la idea de la relación jurídico-procesal es la que
permite a sus sostenedores explicar la unidad del proceso y su estructura. El nacimiento de
la relación jurídico-procesal se produce con la presentación de la demanda, y su comunica-
69
Corte Suprema, 3/10/2017.
70
Corte Suprema, 29/7/2011.
71
Serra (2008) p. 257.
72
Romero (2015) p. 126.
73
Málaga (1999) p. 112.
74
Málaga (1999) p. 112.
ción a la otra parte, porque no se puede estatuir si no es oída o citada la parte contra quien
se ha formulado75.
La existencia de un estrecho vínculo entre la llamada relación jurídica procesal y la
litispendencia es indiscutible, como lo evidencian numerosos pronunciamientos jurisdic-
cionales que centran la esencia del proceso en dicha relación76.
Chiovenda, un entusiasta adherente a la teoría de la relación procesal, idea que sus-
tituye la noción de litispendencia, sostuvo que el acto constitutivo de la relación procesal
es la demanda judicial y que el momento en que existe una demanda judicial es también el
momento en el cual aquella relación tiene vida, pero agregaba luego “la demanda judicial
existe en el momento en el cual es comunicada regularmente a la otra parte, y en aquel
momento existe la relación procesal”77. En otro lugar afirmó que la “relación jurídica pro-
cesal y litispendencia son conceptos que coinciden”78. Lo propio puede decirse de Gómez
Orbaneja, otro partidario de la teoría de la relación procesal, quien planteó que “a los efec-
tos constitutivos del proceso, o litispendencia, debe afirmarse resueltamente que es la cita-
ción, y no la mera presentación de la demanda, lo que los produce”79.
Como se puede observar, no es indiferente, para los efectos de la determinación del
momento inicial de la litis, la opción de la tesis sobre la naturaleza jurídica del proceso que
se patrocine. Esto significa que si se asume que el proceso tiene el carácter de una relación
jurídica y la notificación marca el instante en que los sujetos de esa relación quedan vin-
culados, necesariamente a partir de este momento se producen los efectos derivados de la
existencia un proceso pendiente80. En cambio, para Goldschmidt, el primer efecto de la de-
manda era precisamente la pendencia de la litis, es decir, “la situación jurídica de que una
pretensión se presenta a la sustanciación y decisión judicial”81.
Desde luego, no ha sido el propósito de este apartado reformular o adherir a una de-
terminada tesis sobre la naturaleza del proceso y ni siquiera hacer una sinopsis de las que se
han formulado para explicarla, sino sencillamente evidenciar que la tesis predominante que
sirve de sustento para la determinación del momento inicial de la litispendencia carece en
nuestro ordenamiento de una base normativa sólida y se funda en una concepción doctri-
naria del proceso que hoy resulta muy difícil de justificar porque se apoya en la influencia
histórica de un pensamiento ya superado y en unas cuantas normas desperdigadas, despro-
vistas de pretensión generalizadora.
El origen de esta interpretación, además de la concepción del proceso como relación
jurídica, descansa en la idea de que la demanda es simplemente un acto de carácter uni-
75
Devis (1966) p. 147.
76
Corte Suprema, 4/12/2006; Corte Suprema, 27/4/2011; Corte Suprema, 30/11/2011; Corte Suprema,
7/7/2016.
77
Chiovenda (1925) pp. 62-3. En otra de sus obras, expresa: “Cuando hablo aquí del momento en que la
litispendencia se verifica, hago referencia al momento en el que la demanda judicial es comunicada a la parte
contra la cual es propuesta”. Chiovenda (1949a) p. 33.
78
Chiovenda (1949b) p. 164.
79
Gómez y Hercé (1979) p. 257.
80
Corte de Apelaciones de Santiago, 28/9/2017.
81
Goldschmidt (1936) p. 189.
lateral que carece de la eficacia suficiente para dar origen a un genuino orden procesal, lo
que se vería ratificado por la circunstancia de que, antes de la notificación, el demandante
puede modificarla a su arbitrio e incluso puede retirarla sin trámite alguno, conforme el ar
tículo 148 CPC82.
Sin embargo, esta proposición parece olvidar que todas estas actuaciones previas a la
notificación de la demanda revisten indudable naturaleza procesal y suponen, por lo mis-
mo, un proceso en curso. De lo contrario, no se observa la razón por la cual el legislador
regule actos ajenos al proceso y le atribuya consecuencias jurídico-procesales, como la de
considerar la demanda retirada como no presentada.
Pero, además, si el ejercicio del derecho a la tutela judicial es concebido por nuestra
justicia constitucional como un “derecho fundamental autónomo, que tiene por finalidad
que las personas accedan al proceso como medio ordinario de resolución de los conflictos
jurídicos, lo que resulta un presupuesto mínimo de todo Estado de Derecho”83, no resulta
razonable que su efectividad quede condicionada al acto de un tercero, encargado de prac-
ticar la notificación.
En este mismo orden de ideas, la jurisprudencia del Tribunal Constitucional ha en-
tendido que forma parte de un derecho a la tutela judicial, entre otros, el derecho de acceso
a la justicia, derecho que incluye el de solicitar la apertura y sustanciación de un proceso y
a participar, en condiciones de igualdad, en los trámites del mismo84. Si se considera que la
sola presentación de la demanda y su admisión posterior no son suficientes para la apertura
del proceso, solo cabe entender que el derecho de acceder al proceso solo cobraría virtualidad
al momento de notificarse la demanda pues, únicamente a partir de este momento habría un
genuino proceso y recién entonces dicha garantía podría desplegar toda su intensidad.
82
Corte Suprema, 9/3/2012.
83
“…carecería de sentido que la Carta Fundamental se hubiese esmerado en asegurar la igual protección de la
ley en el ejercicio de los derechos, el derecho a la defensa jurídica, el derecho a ser juzgado por el juez natural,
el derecho a un justo racional procedimiento, si no partiera de la base de la existencia de un derecho anterior a
todos los demás y que es presupuesto básico para su vigencia, esto es, el derecho a toda persona a ser juzgada,
a presentarse ante el juez, a ocurrir al juez, sin estorbos, gabelas o condiciones que se lo dificulten, retarden o
impidan arbitraria o ilegítimamente” (Tribunal Constitucional, 27/10/2009, c. 9).
84
Tribunal Constitucional, 29/5/2018, c. 31; Bordalí (2011) p. 328.
85
Corte Suprema, 16/3/2011.
86
Corte Suprema, 20/9/2016.
87
Corte Suprema, 19/5/2011.
88
Corte Suprema, 31/5/2016; Corte Suprema, 7/7/2017; Corte Suprema, 25/7/2018; Corte Suprema,
3/8/2021. Domínguez (2020) pp. 292 y ss.
89
Peñailillo (2006) p. 415; Domínguez (2020) p. 300.
90
Corte Suprema, 4/1/1994; Corte Suprema, 4/8/1999; Corte de Apelaciones de Concepción, 9/3/2009.
91
Corte Suprema, 19/4/2005; en el mismo sentido, Corte Suprema, 4/12/2006; Corte Suprema, 26/3/2007;
Corte Suprema, 16/5/2007; Corte de Apelaciones de Concepción, 7/12/2007; Corte Suprema, 29/4/2014;
Corte Suprema, 18/5/2016.
92
Corte Suprema, 23/3/2016.
93
Corte Suprema, 25/9/2012.
94
Corte Suprema, 6/10/1970.
pluralidad de partes supone el ejercicio de una pluralidad de pretensiones dado que puede
suceder que estemos frente a una única pretensión (y un único juicio, por consiguiente) si
dos o más personas se constituyen en proceso como actor y/o como demandado, estando
legitimadas para interponer u oponerse a una pretensión (originadora de un único proce-
so), de modo tal que el juez ha de dictar una única sentencia, en la que se contendrá un
único pronunciamiento, el cual afectará a todas las partes95.
En este sentido, se comparte la tesis de que la existencia de pluralidad de demanda-
dos no impide la declaración del abandono de procedimiento, atendiendo a la finalidad de
la sanción procesal, esto es, evitar la dilación innecesaria y la incertidumbre procesal que
genera la pasividad negligente del actor, añadiendo que resulta contradictorio pretender
que una relación procesal reviste la característica de perfecta solo en el evento que se haya
emplazado a todos los llamados a litigar, en perjuicio de quienes ya han sido notificados96.
Ahora bien, lo que se sostiene respecto del abandono del procedimiento es aplicable
a toda otra clase de incidencias que pretendan articular el o los demandados emplazados en
juicio, tales como incidencias de nulidad, acumulación de procesos, suspensión del proce-
dimiento de común acuerdo, todas las cuales suponen la existencia de un proceso pendien-
te, dado que como los incidentes acceden al proceso principal, solo son concebibles en el
lapso en que la litispendencia se encuentra vigente que, para la teoría de la relación proce-
sal, va desde la notificación de la demanda hasta la conclusión del pleito97.
En suma, la asunción de la tesis de la relación procesal conduce a concluir que los
codemandados, pese a haber sido ya emplazados, están desprovistos del derecho a actuar
eficazmente en el proceso mientras no hayan sido notificados los restantes litisconsortes.
95
Montero (1981) pp. 215-256.
96
Corte Suprema, 14/8/2012.
97
Salas (1990) p. 18.
98
Corte de Apelaciones de Santiago, 27/7/2012.
99
Casarino (2011) p. 25.
tenga resuelto que mientras no se haya notificado a todos los demandados no se ha trabado
íntegramente la relación procesal y, por lo tanto, no existe juicio100, considerándose extem-
poránea la contestación presentada por alguno de los demandados antes de notificarse a
todos ellos101.
Sin embargo, lo cierto es que cualquiera de los demandados está facultado para con-
testar la demanda desde su respectiva notificación, aunque el plazo aun no haya vencido por
falta de notificación a los demás. Por este motivo, se tiene resuelto que “la norma legal citada
establece únicamente un plazo extintivo al señalar que se contará ‘hasta’ que expire el último
término parcial, sin que de ello se pueda desprender que resulta extemporánea la contestación
que se presente por alguno de los demandados antes de notificarse a todos ellos”102. Existien-
do una pluralidad de demandados, el hecho de que no se haya notificado a todos, no impide
que en el tiempo intermedio se formulen presentaciones como las excepciones dilatorias103.
De lo expuesto, se concluye que para la tesis prevalente el juicio, en el caso de la
pluralidad de sujetos pasivos, solo se iniciaría cuando se ha notificado al último de los de-
mandados, lo que no impide que en el tiempo intermedio se formulen cuestiones inciden-
tales. Lo cierto es que esta interpretación, que acepta la promoción de incidentes, como las
excepciones dilatorias sin la existencia de un juicio, resulta bastante difícil de conciliar con
la noción misma de acto procesal que siempre está referida a actos jurídicos que producen
sus efectos principales, de modo directo e inmediato, en el proceso. Sin proceso no puede
haber acto procesal alguno, salvo el acto iniciador del mismo, es decir, la demanda.
La doctrina de la relación procesal no ofrece una respuesta satisfactoria para todas
estas actuaciones procesales permitidas antes de la notificación de todos los litisconsortes,
pese a no existir juicio ni proceso conforme lo postula esta orientación doctrinaria.
100
Corte Suprema, 4/12/2006.
101
Corte de Apelaciones de Antofagasta, 11/7/2011.
102
Corte Suprema, 19/8/2011.
103
Corte de Apelaciones de Santiago, 29/11/2009.
104
Corte Suprema, 20/5/1971, en Fallos del Mes Nº 150, p. 75; en similar sentido: Corte Suprema, 8/6/2010;
Corte Suprema, 19/5/2014.
del proceso, cuestión que enlaza con el tema relativo al tiempo de la intervención105, lo que
supone que mientras la demanda no sea notificada al demandado, no puede haber inter-
vención de terceros106.
105
“Que, en general, la figura de la tercería importa la existencia de un juicio pendiente –ordinario o especial–
seguido entre personas directamente interesadas en su secuela por tener un derecho comprometido en el mis-
mo, en el que interviene un tercero invocando un interés actual en sus resultas” (Corte Suprema, 30/3/2016).
106
Corte Suprema, 13/3/1953.
107
Corte de Apelaciones de Valdivia, 16/1/2017.
108
Salas (1994) p. 100.
109
Serra (1969) p. 672.
110
Vegas (2002) p. 188.
–notificación de la demanda– y por otro lado que no se haya terminado el juicio por sen-
tencia definitiva o por algún equivalente jurisdiccional111.
Es más, para quienes defienden esta tesis, en realidad, mientras no se haya notificado
la demanda no hay problema relativo a la litispendencia, porque en su concepto no existe
un proceso pendiente. Esta comprensión abre las puertas al fraude procesal porque frente
a la noticia de la presentación de una demanda la parte demandada en el primer proceso
podría presentar una segunda demanda y obtener su pronta notificación, y lograr con ello
excluir el primer proceso, mediante la oportuna promoción de la excepción que se comen-
ta112. Con ello se desnaturalizaría el requisito de que el proceso en el que se haga valer la
litispendencia haya comenzado con posterioridad al que la origina.
111
Corte de Apelaciones de San Miguel, 25/03/2015; Corte de Apelaciones de San Miguel, 31/03/2015.
“Que, la notificación válida de una demanda permite establecer la relación jurídica procesal entre partes y da
inicio a los efectos jurídicos que devienen de un proceso legalmente tramitado” (Corte de Apelaciones de San-
tiago, 28/09/2017).
112
Málaga (1999) p. 125.
113
Tribunal Constitucional, 18/05/2010, c. 8°; Tribunal Constitucional, 14/03/2017, c. 12°; Tribunal Consti-
tucional, 24/01/2013, c. 36º; Tribunal Constitucional, 10/06/1998, c. 11º.
114
Tribunal Constitucional, 1/7/2008, c. 12º.
115
Tribunal Constitucional, 23/12/2014, c. 5º.
116
Picó i Junoy (1997) pp. 42-43.
117
Gutiérrez de Cabiedes (1969) p. 638.
118
Serra (1969) p. 659.
119
Málaga (1999) p. 124.
120
Corte Suprema, 24/11/1994.
121
Montero (2001) p. 194.
122
De la Oliva, Díez-Picazo y Vegas (2014) p. 64.
ta antes de su contestación –conforme el artículo 261 CPC–, el momento inicial del juicio
coincida con esta última.
Contrariamente a lo que plantea De la Oliva el verdadero problema no se vincula
con las normas que fijan para materias específicas el momento inicial de la litispendencia,
sino precisamente respecto de todas aquellas situaciones en que la ley guarda silencio. Y en
este punto, la respuesta no puede ser otra que la litispendencia comienza con la presenta-
ción de la demanda y desde ese momento despliega toda su eficacia, a menos que la ley es-
tablezca que, para la producción de ciertos efectos, deba considerarse un instante diferente.
Con esta interpretación no se pone el riesgo la adecuada defensa del demandado
que hasta su notificación desconoce la existencia del proceso, puesto que una adecuada
ponderación de los intereses concurrentes impide dejar desprovista de toda protección la
pretensión del actor durante el tiempo que media entre la interposición de la demanda y
su notificación123, máxime si la práctica de esta última no depende enteramente de su vo-
luntad, pues como lo tiene resuelto la Corte Suprema “…la notificación no constituye un
acto dentro de la esfera única del demandante, pues su realización queda supeditada a los
vaivenes del acto procesal del receptor y la no siempre fácil ubicación del demandado”124.
El demandado, por su parte, mantiene intactas sus posibilidades defensivas.
En fin, no se advierte qué interés podría tener el demandante en ocultar la demanda,
que no pudiera ser reprimido por el juez en cumplimiento del deber que le impone la ley
para prevenir, corregir y sancionar toda acción u omisión que importe un fraude o abuso
procesal, contravención de actos propios o cualquiera otra conducta que pudiera calificarse
de ilícita, dilatoria o de cualquier otro modo contraria a la buena fe, de acuerdo con el ar
tículo 2 letra de la Ley 20.886. Antes bien, el único riesgo que se advierte es que, si se com-
parte la tesis predominante, el demandante podría ocultar la demanda en forma indefinida
sin verse expuesto a la sanción procesal del abandono del procedimiento.
IX. CONCLUSIONES
1.- La expresión litispendencia, más allá de su significado etimológico, se utiliza para
designar un conjunto de efectos ligados a un proceso en curso que buscan asegurar la efec-
tividad de la decisión final.
2.- El fundamento de la litispendencia está directamente relacionado con el derecho
a la tutela judicial y, por ende, tiene amparo constitucional.
3.- La doctrina que fija el momento de producción de la litispendencia en la no-
tificación de la demanda está desprovista de una base normativa sólida y su fundamento
dogmático es controvertible. Al mismo tiempo, su aplicación en casos concretos genera nu-
merosos problemas prácticos y disfuncionalidades procesales.
4.- La única norma de carácter general que establece el momento inicial de la litis-
pendencia es el artículo 253 CPC, sin perjuicio de la existencia de normas particulares que
establecen instantes diferentes para determinados casos.
123
Málaga (1999) p. 125.
124
Corte Suprema, 3/8/2021.
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