Docencia Universitaria
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Docencia Universitaria
Este mismo autor distingue también entre docencia formal y docencia informal.
Siendo la primera aquella que se dirige a grupos a través de actividades
sistematizadas, asignaturas teóricas, talleres y laboratorios. Mientras que la
docencia informal es aquella que se da entre profesor y estudiante, pudiendo
tomar las formas de conferencias libres, exposiciones, trabajo extracurricular, etc.
Otra también puede categorizarse la docencia universitaria como docencia
tradicional y docencia innovadora.
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Guzmán-Barrón (2000) aporta al respecto que es necesario entre otros puntos
tener en cuenta que ésta debe responder a un conjunto de pautas generales
basadas en los lineamientos establecidos en un Plan Estratégico y que deben
partir de una postura reflexiva de académicos, investigadores y administradores;
sobre las prácticas docentes prevalecientes, de académicos, investigadores y
administradores a la luz de los objetivos de aprendizaje propuestos.
Martínez, F (1999) propone que la acción del docente universitario del Siglo XXI
debe dirigirse a formar al futuro profesional en 6 aspectos: habilidades de
aprendizaje permanente, habilidades de comunicación, habilidades de
colaboración, habilidades creativas, capacidad para sobrevivir al cambio dinámico
y capacidad de adaptación.
“Los jóvenes que años tras año tocan las puertas de nuestro claustro lo
hacen no sólo para que los docentes les enseñemos a ejercer una profesión,
recibir diplomas o fáciles recompensas. Vienen hasta nosotros para
aprender a ejercer a plenitud su libertad, para comprender con
discernimiento la complejidad del mundo, para entregar su inteligencia y
voluntad haciendo posible que nazca la justicia. Y sólo cuando
correspondemos con estos afanes, cumplimos con el deber de formarlos
como personas y nos legitimamos como maestros.”
Al analizar estos retos que el docente universitario tiene planteados para el siglo
XXI, deducimos la necesidad de implementar cambios de paradigmas en cuanto a
la manera de conducir su competencias docentes dirigidas hacia la formación de
los futuros profesionales que requiere la sociedad para enfrentar las necesidades
de desarrollo y prosecución de niveles de vida dignos y justos para nuestro
pueblo.
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“la finalidad última de la intervención pedagógica es desarrollar en el
alumno la capacidad de realizar aprendizajes significativos por sí solo, en
una amplia gama de situaciones y circunstancias (aprender a aprender)” (p.
133);
su participación es diferente a la del educador, que se orienta por el modelo
positivista y conductista, éste debe dejar de ser el clásico transmisor de
conocimientos que de una manera rígida y ritualista se convierte en el ente activo
de la relación, mientras que el aprendiz asume una actitud pasiva-receptora, que
absorbe el conocimiento del “erudito” que le sirve de modelo y del que debe
absorber su erudición para acumular esa información (conocimientos) y repetirla
de manera axiomática, sin atreverse a cuestionarla, ni modificarla y donde es más
importante saber que entender.
En este contexto resulta a todas luces evidente la necesidad de implementar
paradigmas que trasciendan el modelo de aprendizaje mecanicista, memorístico,
meramente archivista de información, que programa al estudiante para tareas
rígidas y confinadas a la prosecución competencias limitadas. Los modelos de
enseñanza prevalecientes caracterizados por el ritualismo predominantemente
conductista que castran la posibilidad del desarrollo de potencialidades
intelectuales innatas en el ser humano, que desperdicia talentos y que forma
profesionales que “sepan” aunque no entiendan, están lejos de cumplir con estos
propósitos propuestos por la UNESCO.
Es necesario que el docente universitario además de su especialidad, conozca
también de estrategias, técnicas y recursos psicopedagógicos.
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enseñándolo a aprender y transfiriéndole la responsabilidad de de su propio
aprendizaje.
REFERENCIAS