Gandhi
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Gandhi
Los ideales que guiaron toda su vida fueron un espíritu de amor y caridad hacia la
humanidad entera.
Regresó a finales de 1914 a la India, donde llevó una vida retirada hasta 1918,
término de la Primera Guerra Mundial. A partir de este año Gandhi fue prácticamente el
jefe del movimiento nacionalista. Su bandera, al principio una simple autonomía que
tomaba su base de la autonomía económica, a la que había de llegarse mediante la
«no colaboración» y después con la desobediencia civil, pasaría finalmente a ser el
símbolo de la independencia nacional («svaraj»).
1920 señala una fecha importante en la vida de Gandhi, porque fue precisamente en
este año, en ocasión de la sesión extraordinaria del Congreso Nacional Indio en
Calcuta y en la ordinaria celebrada poco después en Nagpur, cuando Gandhi obtuvo
un gran éxito personal: en la primera sesión fue aprobada, y en la segunda
ratificada, la puesta en práctica de una gradual resistencia pasiva, deseada y
ardientemente propugnada por Gandhi como método de lucha contra la opresión
colonial. Aunque la no violencia es un concepto común en el hinduismo y en la cultura
oriental («ahimsa»), Gandhi la reivindicó como un imperativo ético universal,
subyacente en todas las religiones (el budismo, el cristianismo, el islam). Su pensamiento
entroncaba también con eximios representantes de la espiritualidad en Occidente
(desde Jesucristo hasta León Tolstói) y con teóricos de la política y la economía
como Henry David Thoreau, formulador de la doctrina de la desobediencia civil.
Se convirtió entonces en primerísima figura, no sólo en el seno del Congreso, sino
en toda la India. A este año se remonta el título de «Mahatma» que el mismo
pueblo le confirió en un impulso espontáneo de entusiasmo y de devoción; Gandhi
pasaría a la posteridad con dicho apelativo, que significa literalmente «el
magnánimo» y alude a sus dotes de profeta y de santo que las masas le reconocían.
Su influencia, sin embargo, estaba destinada a sobrepasar con mucho los límites de
su vida y de su país, y tanto su doctrina como su personalidad se convertirían en
modelos inspiradores de líderes y activistas como el estadounidense Martin Luther
King y el sudafricano Nelson Mandela, por citar solamente los dos ejemplos más
célebres.
Sus repetidos y dolorosos ayunos (realizó dieciséis, el último de ellos pocos días
antes de su fin en un intento de conseguir la paz religiosa de toda la India) eran la
prueba de una completa entrega a su causa y consiguieron la devoción de las
masas; su palabra apasionada las entusiasmaba, sus plegarias y sus invocaciones al
dios Raro, recitadas en público, conmovían y arrebataban al auditorio. Gandhi actuó
políticamente siguiendo medios que estaban en neto contraste con la práctica
dominante, y consideró despreciable el principio según el cual el fin justifica los
medios, principio que un maestro indio de política, Kautilya, había exaltado y puesto
en práctica con un realismo sin escrúpulos muchos siglos antes.