Recursos Archivos 2293 1662
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El Rector Mayor viene indicado hace tiempo la importancia de
ahondar en la pedagogía de Don Bosco; pues bien esta intuición
debe traducirse en un programa que llevar a efecto en este segundo
año de preparación a la celebración del bicentenario. Escribía así:
«Hoy es necesario profundizar en la pedagogía salesiana. Es decir, hay
que estudiar y realizar la puesta al día del sistema preventivo… Se
trata, por parte de los agentes y de los estudiosos, de desplegar sus
grandes virtualidades, de modernizar sus principios, sus conceptos y
sus orientaciones, de interpretar hoy sus ideas fundamentales»
Esta aproximación a unas poquitas cartas tiene el modesto objetivo
de ilustrar lo que ya conocemos desde las elaboraciones teóricas del
Sistema Preventivo o desde nuestra práctica educativo-pastoral
cotidiana, y a partir de ello fomentar el diálogo y búsquedas
pedagógicas comunes.
La propuesta de trabajo también es sencilla: en el Grupo de
animadores, Equipo de Dirección, Consejo parroquial, Comunidad, o
cualquier otra instancia que reúna educadores y jóvenes, se puede
hacer la lectura-reflexión-celebración con una o dos cartas, según la
extensión, de modo que se propicie el compartir la experiencia
educativa según el Sistema Preventivo.
Se propone un esquema similar para todos los encuentros: breve
celebración inicial, lectura personal y comunitaria de la carta según
algunas claves, compartir de resonancias y cierre.
Las cartas seleccionadas en este folleto son dirigidas a jóvenes
concretos, otras a todos los alumnos del Oratorio o un colegio, y
otras a los salesianos. Más cartas irán siendo publicadas a lo largo del
año en la página web, la mayoría de ellas tomadas de Motto,
Francesco (1994), Juan Bosco, cartas a jóvenes y educadores).
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En la correspondencia escolar, sobre todo en las cartas enviadas a los
jóvenes del Oratorio de Valdocco y de otras casas, a los salesianos y a
los bienhechores que conocía personalmente, es donde Don Bosco
se manifiesta más personal y original.
En sus casi 73 años escribió muchísimas cartas; veinte mil podría ser
un número que no se aleja mucho de la verdad. Naturalmente, no
nos han llegado todas, pero sí una buena parte; en la actualidad se
poseen algunos miles.
No es fácil distinguir en la correspondencia de Don Bosco los temas
puramente pedagógicos de los espirituales. El santo se siente
constantemente sacerdote, vive en su pellejo la urgencia de la misión
evangelizadora. Su vida está movida por una tensión unificadora,
infatigable, entusiasmante, casi obsesiva: la salvación de los jóvenes.
Pues bien, ese papel de educador de la fe, que actúa mediante los
clásicos instrumentos de la catequesis, de la predicación, de las
«prácticas de piedad», de la dirección espiritual, se conjuga en él
admirablemente con el de educador simple y llano.
Las cartas de Don Bosco buscan una eficacia práctica, inmediata; son
mezcla de tacto humano y sacerdotal, síntesis de afecto, sencillez,
audacia y discreción; tienen más el sabor de una colección de
normas, aunque en un contexto pedagógico, que de una
conversación que se lleva hacia colecciones más amplias.
En esta aproximación a unas poquitas cartas no tiene otro objetivo
que ilustrar lo que ya conocemos desde las elaboraciones teóricas del
Sistema Preventivo o desde nuestra práctica educativo-pastoral
cotidiana. Algunas de las cartas seleccionadas son dirigidas a jóvenes
concretos, otras a alumnos del Oratorio o un colegio, y otras a los
salesianos.
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Los contenidos educativos propuestos a los jóvenes
En las cartas dirigidas a los jóvenes, Don Bosco responde de modo
conciso a sus problemas, les aconseja, les invita a que hagan
propósitos en orden a una vida cristiana comprometida y a una
opción vocacional.
La relación de Don Bosco con los jóvenes es profunda en la esfera
humana y en la espiritual, caracterizada por un afecto recíproco y por
amor sobrenatural, que suscita confianza y lleva a establecer una
relación también con Dios. Don Bosco, como educador, se presenta
como amigo del joven, al que aconseja y advierte, sugiriéndole el
camino para alcanzar la felicidad y la salvación. Con plena
conciencia, trata de evitar una educación intelectualista, solo buena
para individuos preocupados por hacer carrera; insiste, además,
sobre el compromiso, sobre la buena conducta moral,
preocupándose de formar el corazón, la mente, las costumbres. En
otras palabras, vive buscando lo que la moderna pedagogía
humanista considera condición previa fundamental para cualquier
proceso formativo: la genuinidad, la autenticidad.
Educador de educadores
En las misivas personales y en las circulares que envía, Don Bosco
apela a su paternidad espiritual, al afecto mutuo como expresión de
consanguinidad vocacional; se preocupa por la salvación de sus
almas, de la fidelidad al compromiso apostólico y al don de la
vocación. Su interés no descuida tampoco la salud, hasta el punto de
recurrir a imperativos de prohibición y mandatos.
(texto elaborado en base a Motto, Francesco (1994), Juan Bosco, cartas a jóvenes y educadores)
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Celebración para la lectura y reflexión de las cartas.
Hijos míos, les escribo a ustedes porque sus pecados han sido
perdonados por el nombre de Jesús. Padres, les escribo a ustedes
porque conocen al que existe desde el principio. Jóvenes, les escribo
a ustedes porque han vencido al Maligno. Hijos, les he escrito
porque ustedes conocen al Padre.
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Quien preside o alguien de la asamblea proclama la
siguiente oración:
Don Bosco, Padre y Maestros de la juventud,
Intercede por nosotros
Para que los niños, adolescentes
Y jóvenes de nuestra patria
Puedan crecer como personas y como cristianos.
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Leamos las cartas buscando CLAVES EDUCATIVAS
Se puede abordar las cartas en forma personal según este esquema:
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Una vez que se haya compartido se finaliza rezando la...
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Carta manuscrita de Don Bosco que se encuentran en el Archivo del Colegio “Don Bosco”
de San Nicolás de los Arroyos (el primer colegio salesiano de América, erigido en 1875).
Escrita en Turín el 3 de enero de 1881, cuando el santo contaba con 65 años.
El nombre del destinatario (Quaranta, clérigo) y el carissimo inicial no es letra de Don
Bosco, sino de su secretario.
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Al joven Stefano Rossetti
Amadísimo hijo:
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2
Al joven Gregorio Cavalchini Garofoli
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A los jóvenes del colegio de Lanzo
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2º. Saludad a vuestros padres a vuestros párrocos y maestros
de mi parte.
3º. Si encontráis en vuestro pueblo algún compañero
virtuoso, procurad traerlo con vosotros al colegio; pero, a los que no
os parezcan buenos, no les digáis nada de venir a este colegio.
4º. Durante el tiempo que estéis en casa, comulgad al menos
los días de fiesta. A lo largo de la semana, no dejéis de hacer todas
las mañanas vuestra meditación.
5º. Decid todas las mañanas un Pater y un Ave con Gloria
Patri al Sacramento para uniros conmigo que os encomiendo todos
los días en la santa misa, para que ninguno de vosotros sea víctima
del cólera, que se deja sentir terriblemente en vario pueblos
próximos a nosotros.
A propósito de este feo mal, os aconsejaría que los que
tienen esa enfermedad en su pueblo no vayan de vacaciones para
no exponerse al peligro de vida sin necesidad.
Por lo demás, queridos hijos, pedid a Dios por mí y recemos
todos unos por los otros para que podamos evitar la ofensa del
Señor a lo largo de esta vida y, después, nos encontremos todos
juntos un día para alabar, bendecir y glorificar las divinas
misericordias en el cielo. Amén.
Afmo. amigo, padre y hermano,
Sac. Gio. Bosco
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4
A los jóvenes del Colegio de Lanzo
-¡Cómo! ¿No sabes qué hacer? ¿Es que has decidido dejar en
paz a estos queridos jovencitos míos?
- ¿Cuál es la segunda?
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Entonces se conmovió, tomó el aspecto de un perro, de un gato, de
un oso, de un lobo. Tenía tres cuernos, después cinco, luego diez;
tres cabezas, cinco, siete. Y esto casi al mismo tiempo; yo temblaba
el otro quería huir, yo quería hacerle hablar, hasta que le dije:
-Quiero que me digas sin más qué es lo que temes más de todas las
cosas que se hacen aquí. Y esto te lo mando en nombre de Dios
Creador, tu dueño y mío, al que todos tenemos que obedecer
Afmo. en J.C.,
Sac. Gio. Bosco
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5
A los jóvenes del Colegio de Lanzo
Que los sacerdotes estén unidos los unos con los otros en
todo lo que se refiere a la salvación eterna suya y de los jóvenes del
colegio.
Que los asistentes hagan todos los esfuerzos para impedir las
malas conversaciones.
Que los sacerdotes y los clérigos recuerden que son sal térrea
et lux mundi (Mt 5, 13-14).
Afmo. en J.C.,
Sac. Gio. Bosco
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A los artesanos del Oratorio
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7
A los Salesianos y a los jóvenes del colegio de Lanzo
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excesivo, del paso rápido del calor al frío. Éstas son las causas
ordinarias de enfermedad.
Estudio. Estáis en el colegio para haceros con un conjunto de
conocimientos con los que podáis a su debido tiempo ganaros la
vida. Cualquiera que sea vuestra condición, vocación o estado en el
futuro, debéis hacer de modo que, si os faltase toda la ayuda de
vuestra casa y de vuestros padres, pudierais estar en grado de
ganaros un alimento honrado.
Que nunca se diga de nosotros que vivimos de los sudores
ajenos.
Moralidad. El lazo que une la salud y el estudio, el cimiento
sobre el que se levantan es la moralidad. Creedlo, mis queridos
hijos: yo os digo una gran verdad. Si conserváis buena conducta
moral, progresaréis en el estudio, en la salud; os apreciarán vuestros
superiores, vuestros compañeros, vuestros padres, vuestros amigos,
vuestros paisanos, y si queréis que os lo diga, seréis apreciados y
respetados hasta por los malos.
Todos pretenderán estar cerca de vosotros, elogiaros, haceros
favores. Pero dadme algunos de esos seres que no tienen moral.
¡Qué cosa tan desagradable! Serán perezosos y no tendrán más
nombre que el de asno; hablarán mal y se dirá de ellos que son
escandalosos de los que hay que huir. Si se les conoce en el colegio,
todos los rechazan y se canta un Tedeum el día feliz en que se van a
su casa. ¿Y en su casa? Desprecio general. La familia, el pueblo los
detestan, nadie les apoya, todos huyen de su compañía. ¿Y para
el alma? Si viven, son desgraciados; en caso de que mueran, como
no han sembrado más que mal, no podrán más que frutos funestos.
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Ánimo, pues, queridos hijos: tratad de buscar, estudiar,
conservar y promover los tres grandes tesoros: salud, estudio y
moralidad
Algo más todavía: Yo escucho la voz que viene de lejos y
grita: ¡Hijos, alumnos de Lanzo, venid a salvarnos! Son las voces de
muchas almas, que esperan una mano amiga, que vaya a arrancarlas
del borde de la perdición, y las ponga en el camino de la salvación.
Os digo esto, porque muchos de vosotros estáis llamados a la
vocación sagrada, a ganar almas. Sentíos fuertes: hay muchos que os
esperan. Recordad las palabras de S. Agustín: Animan salvaste,
animan tuan praedestinasti.
Finalmente, hijos, os recomiendo a vuestro Director. Sé que
no tiene muy buena salud; rezad por él, consoladlo con vuestra
buena conducta, queredle mucho, tened confianza ilimitada en él.
Estas cosas le ayudarán mucho a él y os resultarán de gran beneficio
a vosotros mismos.
Mientras os aseguro que todos los días os encomiendo en la
santa misa, me encomiendo también yo a vuestras buenas
oraciones para que no me suceda la desgracia de predicar a los
demás y después vaya a perder mi pobre alma. Ne cum aliis
praedicaverim ego reprobus efficiar (1 Cor 9,27).
Que Dios os bendiga a todos y creedme en J.C.
Afmo. amigo,
Sac. Gio. Bosco
N.B. Ruego al Sr. Director que explique lo que tal vez no se pueda
comprender bien.
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A los alumnos de 4º y 5º gimnasial del colegio de
Borgo S. Martino
Afmo.amigo,
Sac. Gio Bosco
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A los jóvenes del Oratorio de Turín- Valdocco
20 abril 1885
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Al llegar aquí, tengo que haceros una recomendación. Pronto
empieza el mes de mayo y querría que lo consagraseis de modo
especial a honrar a María SS. Auxiliadora. ¡Si supieseis cuántas
gracias ha hecho María SS. estos días a favor de sus buenos hijos del
Oratorio!
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A don Luigi Lasagna
Mi querido D. Lasagna:
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apartados de reglas o disciplina que se refieren a los deberes que se
les confían.
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Estoy aquí en Valsalice para los ejercicios espirituales; todos
están bien y te saludan.
Mi salud está un poco floja, pero voy tirando. Que Dios nos
conserve a todos en su santa gracia.
Afmo. amigo
Sac. Gio. Bosco
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Carta de Don Bosco escrita en Turín el 3 de enero de 1881, dirigida a Don Remotti.
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A los Salesianos sobre la difusión de los
buenos libros
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como recuerdo o regalo. Cuando se ofrece a sí mismo, no se
sonroja, y si se le abandona, no se enfada; enseña la verdad sin
prisas si se lee, y, despreciado, no se queja, sino que suscita el
remordimiento aquel que produce deseos de conocer la verdad: él
siempre está a punto para enseñarla. A lo mejor se está, cubierto de
polvo, sobre el pupitre del estudio o en el anaquel de la biblioteca, y
nadie piensa en él; pero, llega la hora de la soledad, del desánimo,
del dolor, de la tristeza, o simplemente de la necesidad de
distracción o de la angustia por el futuro, y entonces este amigo fiel
se sacude el polvo, abre sus páginas ... y se repiten las prodigiosas
conversiones de San Agustín, del beato Colombino y de San Ignacio
de Loyola.
Comprensivo con los miedosos a causa del respeto humano, se
entretiene a solas con ellos sin levantar la menor sospecha;
familiarizado con los buenos, está pronto a darles conversación y a
acompañarlos siempre y a todas partes. ¡Cuántas almas se salvaron
por los buenos libros; a cuantas preservaron de la corrupción y
espolearon al bien!
Quien regala un libro, aunque no obtenga otro resultado que
el de haber suscitado un pensamiento sobre Dios, ya se apunta ante
éste un mérito incomparable. Pero suele lograrse mucho más. Un
libro regalado a una familia, quizás no lo lea aquél en quien
intencionadamente se pensó, pero lo leerá, en cambio, el hijo o la
hija, el amigo, el vecino. Hasta puede darse el caso de que, en un
pueblo, un mismo ejemplar vaya pasando por las manos de
centenares de personas. ¡Sólo Dios sabe hasta qué punto puede
hacer el bien un libro en una ciudad, en una biblioteca circulante,
en un núcleo obrero, en un hospital; libro que, quizá, sólo fue
entregado como señal de amistad!
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Y no se tenga miedo de que un libro bueno pueda ser
rechazado por alguien precisamente por esto, por ser bueno. Al
contrario: Un hermano nuestro, cada vez que se acercaba a los
muelles de Marsella, iba bien provisto de libros buenos que regalaba
a los mozos de cuerda, a marineros y obreros. Pues bien; estos libros
siempre fueron aceptados con alegría y gratitud, y, en no pocos
casos, se ponían a leerlos con avidez inmediatamente.
Por delante, pues, estas consideraciones, y, omitidas otras
muchas que a vosotros mismos se os alcanzan muy bien, os pondré
a continuación, más en concreto, las razones que os tienen que
animar a difundir los buenos libros por todos los medios y con todas
vuestras fuerzas; no sólo como cristianos, sino de manera particular
como salesianos.
1) Esta fue una de las empresas principales que el Señor me
encomendó; y vosotros sabéis que la tomé con infatigable
empeño a pesar de mil otras ocupaciones. El rabioso odio de los
enemigos del bien y la persecución de que fue objeto
repetidamente mi persona son buen argumento de cómo el error
veía en mis libros un formidable enemigo y, por la razón con-
traria, de que se trataba de una empresa bendecida por Dios.
2) Efectivamente, la difusión admirable de estos libros ya es
un argumento que prueba una especial ayuda de Dios. Se
acercan a los veinte millones los opúsculos o volúmenes que, en
menos de treinta años, hemos esparcido entre el pueblo. Si bien
es verdad que algunos de estos volúmenes habrán quedado del
todo olvidados, otros, en cambio, han debido ser leídos por
centenares de lectores; y, en cualquier caso, el número de
personas a las que nuestras publicaciones pudieron hacer bien, se
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ha de dar por muy superior al número de volúmenes publicados.
3) La difusión de buenos libros es, precisamente, uno de los
fines más importantes de nuestra Congregación. El artículo siete
del primer capítulo de nuestras reglas se expresa así, acerca de los
salesianos: «Se empeñarán en la difusión de los buenos libros
entre el pueblo, usando todos aquellos medios que la caridad
cristiana inspira. Con la palabra y los escritos se esforzaran en
poner un dique a la impiedad y a la herejía, que de tantas
maneras tratan de insinuarse entre los rudos e ignorantes. A este
objeto se encaminarán los sermones que de cuando en cuando se
predican al pueblo, los triduos, las novenas y la difusión de los
buenos libros».
4) Por lo tanto, entre los libros que hay que difundir, yo digo
que han de tenerse en cuenta aquellos que tienen fama de ser
buenos, morales y religiosos; y aun han de preferirse las obras
salidas de nuestras tipografías: de una parte, porque lo que pueda
haber de ganancia se transforma en caridad al ayudar a mantener
a tantos de nuestros jóvenes pobres; y de otra, porque nuestras
publicaciones intentan constituir un todo ordenado, en una visión
amplia, con que poder llegar a cuantas clases integran la sociedad
humana.
No insisto en esto; únicamente os señalo con complacencia
una de estas clases sociales: la de los jóvenes, a la que siempre
busqué el modo de hacer el bien; no sólo de viva voz, sino además,
de diversas maneras con la letra impresa, como detallo a
continuación.
En efecto: con las mismas Lecturas Católicas, si bien es
verdad que en una primera intención deseaba instruir al pueblo en
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general, desde otro punto de vista mi plan era entrar en las casas
particulares y dar a conocer el espíritu que reinaba en nuestros
colegios y atraer a la virtud a los jóvenes, sobre todo con las
biografías de Domingo Savio, de Besucco y otras obras parecidas.
Con El joven cristiano me propuse conducirlos a la iglesia,
infundir en ellos el espíritu de piedad y enamorarlos de los
sacramentos.
Con la colección de clásicos latinos e italianos expurgados y
con la Historia de Italia, así como con otros libros históricos y
literarios, me las arreglé para sentarme junto a ellos en la clase y
preservarlos de muchos errores y pasiones que les hubieran sido
fatales para esta vida y la otra.
Deseaba también, con ilusión, acompañarlos en sus ratos de
ocio, y he pensado estructurar una serie de libros amenos que,
espero, saldrán pronto a la luz pública. Finalmente, con el Boletín
Salesiano entre otros fines, perseguí también éste: el de mantener en
los jóvenes que vuelven a sus familias el aprecio por el espíritu y las
máximas de San Francisco de Sales, y el de convertirlos a ellos
mismos en salvadores de otros jóvenes.
No es que diga que haya conseguido plenamente mis
objetivos, pero sí que os toca a vosotros coordinarlos de tal modo
que aún se puedan alcanzar enteramente.
Os invito y os conjuro, por consiguiente, a que no
desatendáis esta importantísima parcela de nuestra misión. Y
comenzad por no limitaros a desarrollar este apostolado únicamente
en favor de los jóvenes; sino que, además, habéis de conseguir de
ellos, con vuestras palabras y ejemplos, que se conviertan en otros
tantos apóstoles de la buena prensa.
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A principio de curso, los alumnos, especialmente si son
nuevos, se entusiasman fervorosamente con estas cosas nuestras;
tanto más que es bien poco el dinero que hay que desembolsar.
Procurad, naturalmente, que sus suscripciones sean espontaneas y
no, en modo alguno, impuestas; pero, razonadamente, exhortadles
a que se suscriban, no sólo a la vista del bien que dichos libros
pueden hacerles a ellos mismos, sino también por el bien que con
ellos pueden hacer a otros, enviándolos a sus familias según se van
publicando: al padre, a la madre, a los hermanos y bienhechores.
Hasta los parientes más fríos en religión se conmueven ante este
recuerdo de un hijo o de un hermano lejano, y, muy fácilmente, se
sienten estimulados a su lectura; si no por otra razón, por curiosidad
al menos. Pongan, eso sí, cuidado en que esos obsequios no tengan
apariencia de sermón ni de querer dar lecciones a los suyos, sino,
sencillamente, de regalo y de cariñoso recuerdo. Y cuando, más
tarde, esos alumnos vuelvan a su casa, que pongan empeño en
acrecentar el mérito de sus buenas obras donándolos a sus amigos,
prestándolos a otros parientes, regalándolos como propina por
servicios recibidos, ofreciéndoselos a los párrocos con el ruego de
que los difundan y buscando nuevos suscriptores.
Estad seguros, mis queridos hijos, de que una propaganda
semejante, inteligente, atraerá sobre vosotros y vuestros jóvenes las
mejores bendiciones del Señor
Termino. Las conclusiones de esta carta toca sacarlas a
vosotros: logrando que nuestros jóvenes se impongan en los
principios morales y cristianos, preferentemente a través de nuestra
producción impresa, aunque sin despreciar la de los otros. He de
deciros, empero, que mi corazón experimentó una gran pena al
enterarme de que, en algunas casas, las obras que hemos publicado
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expresamente para la juventud han sido a veces ignoradas o no
tenidas en cuenta. No os entusiasméis, ni entusiasméis a otros con
aquella ciencia de la que el Apóstol dice que infla; recordad, por el
contrario, a San Agustín, el cual, cuando llegó a obispo, aunque
consumado maestro en el bien decir y orador elocuentísimo,
prefería la impropiedad del lenguaje y la inelegancia del estilo antes
de exponerse al riesgo de no ser entendido por el pueblo.
Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea siempre con
vosotros.
Rogad por mí, afectísimo en Jesucristo,
Sac. Gio. Bosco
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A don Santiago Costamagna
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Inspectoría San José - Uruguay
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