Tema 6
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ECONOMÍA Y SOCIEDAD
ESPAÑOLAS EN EL SIGLO XIX.
se había iniciado con Godoy, pero será con Mendizábal (1837) y con Madoz (1855) cuando se
llegue a su máximo desarrollo.
La Desamortización no fue en realidad un proceso de reforma agraria, sino un medio
para trasferir propiedades de la Iglesia o los Municipios a las élites económicas (cerca de unos
10 millones de Ha., la mitad del territorio cultivable). Sus consecuencias fueron muy diversas:
• Se generó un flujo de recursos que saneó parcialmente la Hacienda pública.
• Se creó un grupo social de grandes terratenientes favorable al sistema liberal,
aunque, por el contrario, impulsó a la Iglesia y al mundo campesino a apoyar al carlismo, que
defendía la vuelta al A. Régimen y la anulación de las Desamortizaciones.
• La Iglesia perdió parte de su patrimonio histórico-artístico.
• Los municipios pierden los bienes comunales.
• No se modernizaron los sistemas de explotación. La productividad siguió
siendo muy baja y si aumentó la producción se debió al aumento de la superficie cultivada, pero
a costa de una reducción de la cabaña ganadera. Por ello, los grandes propietarios eran partidarios
del proteccionismo, oponiéndose a la libertad de importación, que amenazaba sus negocios.
• Los campesinos sin tierras, muy numerosos, se integraron como jornaleros en
el sistema capitalista, perdiendo su derecho al uso de las tierras comunales. Sus niveles de rentas
eran ínfimos, lo que generará una importante conflictividad social en el XIX y parte del XX.
Por ello, la agricultura, a diferencia de otros países, fue incapaz de convertirse en
motor de la demanda de productos industriales, siendo en cambio una de las causas del atraso
general de la economía española.
2.2.- La industria.
Se caracteriza por su atraso respecto de otros países europeos. La forma típica es la
empresa familiar, con métodos casi artesanales, escasos excedentes, baja productividad, en
condiciones de autofinanciación y dispersión geográficamente. Las razones son diversas:
• Una geografía montañosa, con comunicaciones difíciles.
• La escasez de capitales, pues se invierten en Deuda Pública, en la compra de
tierras desamortizadas o en la especulación bursátil. Sólo en Cataluña y País Vasco la burguesía
invertía en la industria; en el resto, dependerá de capitales extranjeros que se llevarán también
los beneficios.
• La pérdida de las colonias americanas, que priva al país de mercados y de
fuentes de materias primas en un momento clave del proceso de modernización.
• El proteccionismo de los gobiernos moderados, que favorece el inmovilismo
de la industria, al tener asegurado el mercado interior frente a la competencia exterior.
La riqueza minera (hierro, plomo, cobre, mercurio) se explotó de forma intensiva,
pero a través de compañías extranjeras, principalmente británicas. Se localizan en las zonas
portuarias, pues se destina a la exportación, por lo que no generó un desarrollo de la industria
nacional.
La industria textil fue la más dinámica, vinculada al sector del algodón de Cataluña,
que desplaza al de la lana (Castilla y León), la seda (Valencia, Murcia) o el lino (Galicia). En
Cataluña, principalmente en Barcelona, se introducen las primeras máquinas de vapor (hermanos
Bonaplata) y los primeros telares mecánicos, que sustituyen los sistemas artesanales. Su principal
desarrollo se produjo entre 1840 (fin de la primera guerra carlista) y 1898 (perdida del mercado
cubano), aunque basado en el proteccionismo y en la mano de obra barata, compuesta de mujeres
y niños, lo que originó las primeras protestas de carácter proletario desde mediados de siglo.
En la industria siderúrgica destacan tres focos que se desarrollan sucesivamente a lo
largo del siglo XIX: Málaga, Asturias y Vizcaya. El más importante es el foco vasco, alrededor
de la ría de Bilbao, desarrollado ya en los años 80 y dedicado a exportar hierro a Gran Bretaña,
aunque siempre con un volumen de producción muy inferior del de otros países europeos.
Y en las industrias agrícolas, destacan la producción de aceite y vino, en Andalucía,
Cataluña y Valencia. En esta época se produce una cierta expansión en el sector del vino,
ambos grupos: los primeros conseguían la respetabilidad aristocrática y los segundos mantenían
o aumentaban su poder económico. Según su actividad, podemos distinguir varios grupos:
➢ La burguesía comercial, vinculada al comercio de cereales y la importación
de productos del exterior.
➢ La burguesía industrial, especialmente en Cataluña y en la costa
mediterránea y asturiana, de ideología moderada-conservadora y proteccionista.
➢ La burguesía financiera, dedicada a la especulación de terrenos o en Bolsa
y a las grandes construcciones públicas de este periodo (ferrocarril, telégrafo, electricidad…).
➢ La burguesía agraria, propietaria de tierras, que aumenta ahora gracias a las
desamortizaciones. Forman la oligarquía agraria, los denominados caciques, que controlan
políticamente un territorio gracias a su enorme poder económico.
• Las clases medias.
Su peso demográfico es escaso, si bien en progresivo aumento, oscilando entre el 5 y
el 10 % de la población en el siglo XIX. Eran las llamadas clases productivas, con unos límites
imprecisos tanto por arriba como por abajo. Así, eran despreciados por las clases altas, mientras
que el proletariado los veía como clase explotadora, similar a la burguesía.
Se incluyen tanto sectores rurales (propietarios medios) como sobre todo urbanos
(comerciantes, funcionarios, profesiones liberales, profesores, rentistas…). Constituyen la base
de la Administración y controlan buena parte de la actividad productiva y de los servicios
básicos. Defendían la propiedad privada, los derechos individuales y la participación política
mediante la ampliación del sufragio.
• Las clases populares.
Constituía el grupo mayoritario, en torno al 70 % del total, si bien se trata de un grupo
muy heterogéneo, entre los que podía distinguirse:
Campesinado.
Es el grupo más numeroso de la población, en torno al 66 % del total:
labradores, ganaderos, pastores, jornaleros, arrendatarios…
En la mitad norte de España predominan los pequeños propietarios. En cambio,
en el sur, la oligarquía agraria controlaba las grandes propiedades agrícolas (latifundios), y la
mayoría de campesinos carece de tierras propias: son los jornaleros, unos 5,3 millones hacia
mediados de siglo. No trabajaban todo el año, sometidos al ritmo anual de las tareas agrícolas, a
lo que se sumaban bajos ingresos, horarios largos y malas condiciones de vida. Apenas si
experimentaron cambios en sus condiciones, con excepción de un lento éxodo rural hacia las
ciudades a partir de los años 70. Se mantuvo, por tanto, el hambre de tierras y una importante
conflictividad social, sobre todo en el sur.
Clases bajas urbanas.
Su número es reducido. Se dedicaban al sector servicios (tenderos, asalariados
del trabajo doméstico, transporte…) o artesanal. A ellos se sumarán los trabajadores industriales,
cuyo número aumentó progresivamente en los escasos núcleos industriales, sobre todo en
Barcelona, Madrid y Bilbao. Sus condiciones de vida y trabajo eran extremadamente duras:
largas jornadas de trabajo, sin ningún tipo de seguridad y con bajos salarios, lo que hará surgir
entre ellos los inicios del movimiento obrero.
Marginados.
Se trata de un grupo formado por aquellos que no formaban parte del sistema
productivo: pobres, minusválidos, huérfanos, prostitutas, gitanos… Dependían de la
beneficencia de la Iglesia, el Estado o los Municipios o acaban derivando hacia la delincuencia.
Su número en el censo de 1877 era de 400.000 personas, el 3 % del total de la población.
En cuanto a la situación de la mujer en esta época, hay grandes diferencias según su clase
social. Así, las mujeres de las clases altas y medias no trabajan fuera de casa y su vida se dedica
casi exclusivamente al hogar, los hijos y el ocio. En cambio, las mujeres de las clases bajas
trabajaban fuera de casa (a mediados del XIX, el 90 % de las mujeres lo hacía). Sus trabajos
solían ser como criada, lavandera o ama de cría, en las zonas urbanas; en las zonas rurales, en
las tareas agrícolas, sobre todo coincidiendo con la época de cosecha; y en el sector textil o el
comercio, en las zonas más industrializadas. Los salarios y condiciones de trabajo son muy
malos. Los sueldos son siempre inferiores a los masculinos y no disponían de días de descanso,
horarios regulares o condiciones de trabajo higiénicas.