Manual de Derecho Administrativo - Biglieri
Manual de Derecho Administrativo - Biglieri
Manual de Derecho Administrativo - Biglieri
Administrativo
u
Director
Alberto Biglieri
Coautores
la ley
Biglieri, Alberto
Manual de derecho administrativo. - 1a ed. - Buenos
Aires: La Ley, 2011.
512 p.; 24x17 cm.
ISBN 978-987-03-2099-9
Impreso en la Argentina
Printed in Argentina
I.S.B.N. 978-987-03-2099-9
sap 41227421
Argentina
Director
Alberto Biglieri
Abogado Universidad Nacional de Lomas de Zamora. MBA Universidad de
Baltimore • Máster en Derecho, Economía y Administración de los Servicios
Públicos USAL-Carlos III • Profesor Titular Ordinario de Derecho Adminis-
trativo I en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora • Profesor Adjunto
Ordinario de Derecho de la Integración en la Universidad de Buenos Aires •
Profesor Adjunto de Derecho Administrativo II en la Universidad Nacional de
La Plata • Profesor Titular de Derecho Administrativo en la Universidad del Este
• Subdirector del Instituto de Derecho Administrativo del Colegio Público de
Abogados de la Capital Federal • Docente de Posgrado: Universidad de Buenos
Aires, Universidad Católica de La Plata, Universidad Nacional de Mar del Pla-
ta, Universidad Nacional de Cuyo, Universidad Nacional de Lomas de Zamora,
Universidad Argentina de la Empresa, Universidad Nacional de Tucumán y en
la Fundación de Ciencias Jurídicas y Sociales (CIJUSO).
Coautores
biblioteca o por medio del irregular sistema del fotocopiado. Este libro,
se incluirá en el listado del material bibliográfico que propone nuestra
cátedra, y buscaremos el honor de ampliar la nómina en otras en las
que tantos años encontraron a Hutchinson, Cassagne, Barra, Dromi,
Gordillo y Halperin. entre los clásicos modernos que actualizaron su
obra incorporando las nuevas formas, institutos, reformas y legislacio-
nes actuales.
Por otro lado, abordamos los puntos concernientes al Procedimiento
y al Proceso Administrativo, para cubrir todas las opciones de los cursos
en los que tenemos cátedras, cursos y aulas a cargo. El equipo que ha
trabajado este Manual y tengo el honor de dirigir se desempeña en dis-
tintos rangos en las carreras de grado de las Universidades Nacionales de
Buenos Aires, Lomas de Zamora, La Plata, La Matanza, en la Universidad
Abierta Interamericana, en la Universidad del Este, y en la Universidad
Kennedy.
Como decíamos, cada Facultad ha estructurado su reparto de los
temas y programas, y en la mayoría, se abre paso con mucha fuerza la
tendencia a independizar en los diseños curriculares los contenidos pro-
cesales y procedimentales —como su condición previa de acceso—, de
los institutos sustantivos de la disciplina, para esta “segunda” parte pro-
poníamos, a libre elección del estudiantado, las obras de Hutchinson,
Cassagne y Sarmiento García, el tradicional Procesal Administrativo
de Diez y todas la nuevas obras que surgieron a la luz del impulso que
le dio a esta rama procesal la puesta en funcionamiento del Contencioso
de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y la distribución departamental
del fuero en la provincia de Buenos Aires. En este manual tratamos los
sistemas procesales de la Nación y de la Provincia de Buenos Aires como
base y con algunas referencias y comparaciones con los otros fueros pro-
vinciales.
Alberto Biglieri
Abreviaturas
AA Acto Administrativo
CC Código Civil
CN Constitución de la Nación
CSJ Corte Suprema de Justicia
EE Empresas del Estado
LPA Ley Nacional de Procedimientos Administrativos N° 19.549
PEN Poder Ejecutivo Nacional
SE Sociedades del Estado
SUO Servicio Universal Obligatorio
Aclaración
El Director
Indice General
Capítulo I
Pág.
11. Otras fuentes materiales.......................................................................... 16
a) La jurisprudencia judicial............................................................... 16
b) Jurisprudencia Administrativa...................................................... 16
c) La Doctrina....................................................................................... 17
12. Un caso aparte........................................................................................... 17
a) La costumbre.................................................................................... 17
Bibliografía ...................................................................................................... 17
Capítulo II
Organización administrativa
Por José M. Mira
1. Competencia............................................................................................. 19
1.1. Vicios en el elemento competencia................................................ 22
1.2. Conflictos de competencia............................................................. 23
1.3. Contiendas negativas y positivas................................................... 23
1.4. Recusación y excusación de funcionarios y empleados.............. 24
1.5. Organismos descentralizados........................................................ 24
1.6. A modo de ejemplo, son organismos descentralizados naciona-
les, dependientes.............................................................................. 25
2. Organización nacional............................................................................. 26
2.1. Poder Ejecutivo Nacional (PEN)..................................................... 26
2.2. Atribuciones de naturaleza gubernativas y administrativas...... 28
2.3. Atribuciones de naturaleza Judiciales........................................... 29
2.4. Atribuciones de naturaleza Legislativas....................................... 29
2.5. Atribuciones compartidas con el Congreso.................................. 30
2.6. El Jefe de Gabinete, Ministros y Secretarios del Poder Ejecuti-
vo........................................................................................................ 31
a) El Jefe de Gabinete.................................................................. 31
b) Ministerios.............................................................................. 34
c) Las Secretarías de la Presidencia de la Nación.................... 37
3. Organización consultiva de carácter jurídico....................................... 38
3.1. Procuración del Tesoro de la Nación (PTN).................................. 38
4. Organos de control constitucionales...................................................... 40
4.1. La Auditoría General de la Nación (AGN)..................................... 40
a) Control externo....................................................................... 41
b) Composición de la AGN......................................................... 42
c) Financiamiento...................................................................... 42
Manual de Derecho Administrativo XIX
Pág.
4.2. El Defensor del Pueblo en Argentina............................................. 43
a) Características........................................................................ 43
b) Los Adjuntos............................................................................ 45
c) Características en la República Argentina........................... 45
4.3. Algunas de las diferencias existentes entre las Defensorías del
Pueblo Nacional, Provincial (Bs. As.) y Municipales................... 47
a) Diferencias en cuanto a su legitimación procesal.............. 47
b) Diferencia en cuanto a sus orígenes..................................... 48
4.4. El Ministerio Público....................................................................... 49
a) Ministerio Público Fiscal....................................................... 51
b) Ministerio Público de la Defensa.......................................... 52
5. Organos de control creados por ley......................................................... 52
5.1. Sindicatura General de la Nación (SIGEN).................................... 52
a) Funciones................................................................................ 53
b) Composición........................................................................... 54
5.2. Fiscalía de Investigaciones Administrativas................................ 55
5.3. Unidad de Información Financiera (UIF)..................................... 56
a) Composición y forma de designación de autoridades........ 57
b) Sujetos Obligados a informar................................................ 59
c) Estructura Organizativa........................................................ 61
5.4. Los Entes Reguladores.................................................................... 62
6. Descentralización política....................................................................... 64
6.1. La administración provincial......................................................... 64
6.2. La Ciudad Autónoma de Buenos Aires.......................................... 65
6.3. Los Municipios................................................................................. 66
7. Entidades descentralizadas..................................................................... 67
7.1. Entidades Autárquicas.................................................................... 67
7.2. Universidades Nacionales............................................................... 70
7.3. Empresas del Estado........................................................................ 73
7.4. Sociedades del Estado (SE).............................................................. 76
7.5. Sociedades Anónimas con participación estatal mayoritaria.... 78
7.6. Sociedades de economía mixta...................................................... 79
Capítulo III
Poder de policía
Por Carlos A. Galina
1. Introducción.............................................................................................. 83
XX Alberto Biglieri (Director)
Pág.
2. Origen y evolución del concepto de policía............................................ 84
3. Noción moderna de la policía.................................................................. 85
4. Poder de policía. Legalidad. Criterios..................................................... 86
5. Evolución jurisprudencial argentina...................................................... 87
6. Breve historia de la emergencia permanente como ejercicio del po-
der de policía............................................................................................. 91
7. Limitaciones al poder de policía............................................................. 95
8. Policía de la propiedad. Limitaciones administrativas al dominio
privado....................................................................................................... 97
8.1. Restricciones.................................................................................... 97
8.2. Servidumbres................................................................................... 97
8.3. Expropiación.................................................................................... 98
a) Elementos de la Expropiación Pública................................. 98
i) Elemento Final: Utilidad pública................................ 98
ii) Elemento Objetivo: Bien expropiable......................... 99
iii) Elemento Subjetivo: Expropiante y expropiado........ 99
iv) Elemento Material: Indemnización............................ 99
v) Elemento Formal: Procedimiento y plazo................. 100
8.4. Requisición, decomiso, confiscación y secuestro........................ 100
9. Competencia............................................................................................. 101
10. Conclusión................................................................................................. 104
Capítulo IV
El derecho sancionador
Por Alberto Biglieri
Capítulo V
Pág.
2. La actividad pública de fomento en las fuentes del Derecho Público
argentino.................................................................................................... 122
3. La Cláusula del Progreso (ex artículo 67, inciso 16, texto idéntico)..... 123
4. Preliminar político-histórico 1810-1940................................................. 123
5. Derecho Administrativo Económico...................................................... 125
6. Illia y Frondizi........................................................................................... 132
7. Mandato de Perón 1973-1976................................................................... 133
8. La última dictadura militar..................................................................... 138
9. 1983............................................................................................................. 139
10. 1989-1999................................................................................................... 142
11. La Patria milagrosa................................................................................... 151
12. Bicentenario.............................................................................................. 152
13. Final de la reseña...................................................................................... 153
14. Fomento. Modalidades............................................................................. 154
15. La intervención administrativa en la Economía................................... 156
16. La actividad de impulso económico estatal: La nueva Cláusula del
Progreso..................................................................................................... 157
17. Subvenciones y subsidios......................................................................... 158
18. Préstamos Blandos................................................................................... 158
19. Límites subvencionales en el marco de la integración. Antidumping. 159
20. La función administrativa como método de aplicación de las normas
de fomento. Confusión............................................................................. 160
21. Contrataciones directas........................................................................... 161
22. Institutos públicos y tercer sector........................................................... 161
23. El Azar........................................................................................................ 162
Capítulo VI
Pág.
6. Procedimiento del Decreto...................................................................... 186
7. Síntesis: concepto y alcances................................................................... 188
8. Clasificación.............................................................................................. 189
9. Caracteres.................................................................................................. 190
10. Régimen jurídico....................................................................................... 191
11. Competencia............................................................................................. 192
12. Retribución................................................................................................ 193
13. Régimen jurídico constitucional............................................................. 193
13.1. Derechos de los usuarios................................................................. 193
14. Protección de los usuarios. Acciones...................................................... 195
14.1. Derechos subjetivos del usuario..................................................... 196
14.2. Prestador del Servicio público........................................................ 197
Capítulo VII
Actos administrativos
Por Alberto Biglieri
Capítulo VIII
Reglamentos
Por Laura V. Sagrera
Pág.
5. Los reglamentos en la ley nacional 19.549 de procedimientos admi-
nistrativos.................................................................................................. 227
6. Notificación o publicación de los reglamentos...................................... 227
7. Impugnación de actos de alcance general normativos o reglamen-
tos................................................................................................................ 228
8. Extinción de los reglamentos................................................................... 228
Bibliografía....................................................................................................... 229
Capítulo IX
El Contrato Administrativo
Por Graciela Ritto
1. Introducción.............................................................................................. 231
2. La ejecución de los contratos administrativos...................................... 234
3. Responsabilidad contractual................................................................... 236
3.1. Teoría de la imprevisión.................................................................. 236
3.2. Fuerza mayor.................................................................................... 237
3.3. La excepción de incumplimiento................................................... 237
4. Los contratos en particular...................................................................... 238
4.1. La Obra Pública................................................................................ 238
Bibliografía....................................................................................................... 251
Capítulo X
Empleo Público
Por José M. Mira
.................................................................................................................... 253
Capítulo XI
Procedimiento Administrativo
Por Carlos Bonfiglio
1. Introducción.............................................................................................. 259
1.1. Nociones conceptuales: procedimiento y proceso...................... 259
1.2. El Procedimiento Administrativo.................................................. 260
XXIV Alberto Biglieri (Director)
Pág.
1.3. Procedimiento Administrativo y Proceso Administrativo. Su
ubicación dentro de las ramas que componen el Derecho Posi-
tivo..................................................................................................... 262
2. Axiología procedimental.......................................................................... 266
2.1. Normas y principios......................................................................... 266
2.2. Principios jurídicos que rigen el Procedimiento Administrati-
vo........................................................................................................ 266
a) Principios sustanciales.......................................................... 267
i) Principio de Legalidad................................................. 267
ii) Principio de Transparencia......................................... 269
iii) Principio de Defensa.................................................... 270
iv) Principio de Gratuidad................................................. 271
b) Principios formales................................................................ 272
i) Principio de Oficialidad............................................... 272
i.1) Verdad material/Verdad formal.................................. 273
ii) Principio de Simplicidad............................................. 273
iii) Principio de Informalismo a favor del administra-
do.................................................................................... 274
iv) Principio de Eficacia..................................................... 276
2.3. Elementos del Procedimiento Administrativo............................. 278
a) Las partes en el Procedimiento Administrativo................. 278
b) Los plazos en el Proceso Administrativo............................. 279
c) El trámite en el Procedimiento Administrativo.................. 280
i) Iniciación....................................................................... 280
ii) Vista de las Actuaciones Administrativas.................. 281
iii) Notificación y Publicación de los Actos del Procedi-
miento............................................................................ 281
iv) La Prueba....................................................................... 282
v) Conclusión del Procedimiento Administrativo........ 283
v’) La Resolución del Procedimiento............................... 283
v’’) La Caducidad de las actuaciones................................ 283
v’’’) El Desistimiento del Procedimiento y del Derecho
(la Renuncia)................................................................. 284
3. Clases de procedimientos administrativos........................................... 285
4. Medios de impugnación administrativa................................................ 286
4.1. Parte general: la impugnación administrativa............................. 286
4.2. Los Recursos Administrativos stricto sensu.................................. 287
a) Requisitos de los Recursos Administrativos....................... 288
a’) Requisitos Subjetivos................................................... 288
Manual de Derecho Administrativo XXV
Pág.
a’.1) Administración Pública............................................... 289
a’.2) Administrados.............................................................. 289
a’’) Requisitos Objetivos..................................................... 289
b) Efectos de la Interposición de los Recursos Administrati-
vos............................................................................................. 290
c) Efectos de resolución de los Recursos Administrativos..... 291
4.3. Recursos administrativos en particular........................................ 291
a) Recurso de reconsideración.................................................. 291
b) Recurso jerárquico................................................................. 293
c) Recurso de alzada................................................................... 295
d) Recurso de revisión................................................................ 296
4.4. Los reclamos administrativos........................................................ 297
a) Reclamo previo a la demanda judicial................................. 297
b) El reclamo de impugnación directa contra actos de alcan-
ce general................................................................................. 298
c) El reclamo en queja................................................................ 300
d) Amparo por mora................................................................... 301
4.5. Denuncia de ilegitimidad............................................................... 301
4.6. Otras vías de impugnación administrativa.................................. 303
a) Rectificación de errores materiales...................................... 303
b) Aclaratoria............................................................................... 303
Bibliografía....................................................................................................... 304
Capítulo XII
La selección del cocontratante de la administración
Por Miguel A. Lico
Pág.
a) Del principio de concurrencia.............................................. 313
b) Del principio de igualdad...................................................... 314
c) Del principio de publicidad................................................... 316
d) Del principio de oposición o contradicción......................... 318
e) Del principio de transparencia............................................. 319
2.4. De las fases o etapas de la licitación pública................................. 321
a) De la autorización presupuestaria........................................ 321
b) De la preparación de las bases o pliegos de condiciones... 322
c) De la publicación de la convocatoria o del llamado a licita-
ción........................................................................................... 324
d) De la presentación de las ofertas........................................... 325
e) Del acto de apertura o apertura de las propuestas............. 328
f) De la adjudicación de la licitación de la licitación.............. 329
g) Del perfeccionamiento del contrato de la Administra-
ción........................................................................................... 331
3. De la licitación privada............................................................................. 331
4. De la contratación directa........................................................................ 333
5. De la subasta pública................................................................................ 333
6. Del concurso público................................................................................ 334
Bibliografía....................................................................................................... 335
Capítulo XIII
Límites al dominio
Por Pedro E. Ale Sole
1. Introducción.............................................................................................. 339
2. Fundamento de la regulación de los derechos en general................... 341
3. Fundamento de la regulación de los límites al dominio...................... 342
3.1. Restricciones al dominio. Concepto y caracteres del régimen
jurídico.............................................................................................. 344
a) Concepto.................................................................................. 344
b) Caracteres ............................................................................... 344
3.2. Secuestro. Concepto y caracteres del régimen jurídico.............. 345
4. Fundamento de la regulación de los límites al dominio que conlle-
van su desmembramiento....................................................................... 346
4.1. Servidumbres administrativas. Concepto y caracteres del régi-
men jurídico..................................................................................... 346
a) Concepto.................................................................................. 346
Manual de Derecho Administrativo XXVII
Pág.
b) Caracteres................................................................................ 347
4.2. Ocupación temporánea................................................................... 350
a) Concepto.................................................................................. 350
b) Caracteres................................................................................ 350
c) Clases....................................................................................... 351
4.3. Requisición de bienes...................................................................... 353
a) Concepto.................................................................................. 353
b) Caracteres................................................................................ 354
5. Fundamento de la regulación de los límites al dominio que conlle-
van su extinción........................................................................................ 355
5.1. Expropiación.................................................................................... 355
a) Introducción........................................................................... 355
b) Concepto.................................................................................. 356
c) Análisis del concepto............................................................. 356
d) Expropiación irregular o inversa.......................................... 361
e) Derecho de retrocesión.......................................................... 361
5.2. Decomiso.......................................................................................... 363
a) Concepto.................................................................................. 363
b) Caracteres................................................................................ 363
6. Dominio público....................................................................................... 364
6.1. Concepto........................................................................................... 364
a) Elementos................................................................................ 365
b) Principios................................................................................. 365
c) Afectación................................................................................ 366
d) Uso del dominio público........................................................ 366
e) Protección del dominio público............................................ 367
Abreviaturas..................................................................................................... 367
Capítulo XIV
Responsabilidad del Estado
Por Graciela B. Ritto
Introducción..................................................................................................... 369
1. Evolución histórica: La irresponsabilidad del Estado........................... 370
1.1. La responsabilidad del Estado en el Derecho Comparado.......... 371
1.2. Fundamentos jurídicos de la responsabilidad del Estado en
nuestro derecho............................................................................... 376
XXVIII Alberto Biglieri (Director)
Pág.
1.3. Clases de responsabilidad del Estado: precontractual, contrac-
tual y extracontractual.................................................................... 377
a) Responsabilidad Precontractual.......................................... 377
b) Responsabilidad Contractual............................................... 378
c) Teoría de la imprevisión......................................................... 379
d) Fuerza mayor.......................................................................... 379
e) La excepción de incumplimiento......................................... 379
f) Responsabilidad extracontractual....................................... 380
g) Presupuestos determinantes de la responsabilidad extra-
contractual del Estado........................................................... 380
1.4. Clases de Responsabilidad extracontractual del Estado: por ac-
tividad legítima y por actividad ilegítima..................................... 381
a) Responsabilidad extracontractual por actividad legítima. 381
b) Responsabilidad extracontractual por actividad ilegíti-
ma............................................................................................. 382
c) Presupuestos de la responsabilidad del Estado por activi-
dad ilegítima........................................................................... 383
d) Responsabilidad del Estado por actos normativos............. 383
e) Responsabilidad del Estado por actos jurisdiccionales..... 384
2. La doctrina del error judicial................................................................... 385
3. La responsabilidad por prisión preventiva............................................ 386
4. El proyecto de reforma del Código Penal elaborado por el Ministerio
de Justicia y Derechos Humanos de la Nación....................................... 387
4.1. Algunas reflexiones finales............................................................. 388
5. Plazo de prescripción de acciones vinculadas a responsabilidad ex-
tracontractual............................................................................................ 388
6. Responsabilidad del Estado por Omisión.............................................. 389
7. Etapas de la responsabilidad del Estado en nuestro Derecho............. 390
8. Fundamento de Derecho Público: el principio de la soberanía........... 391
Bibliografía....................................................................................................... 391
Capítulo XV
El Proceso Contencioso Administrativo Federal
Por Valeria Mogliani
Pág.
3. Evolución del contencioso administrativo federal................................ 397
3.1. La venia legislativa........................................................................... 397
3.2. La reclamación administrativa previa y la exigencia de denega-
toria................................................................................................... 397
3.3. La sanción de la Ley 19.549............................................................. 398
4. Presupuestos del Proceso Contencioso Administrativo....................... 399
4.1. El acto de la Administración: el carácter revisor de la jurisdic-
ción contencioso administrativa.................................................... 399
4.2. Los requisitos de admisibilidad de la pretensión procesal admi-
nistrativa........................................................................................... 403
a) El agotamiento de la vía administrativa.............................. 406
b) El silencio administrativo...................................................... 408
c) Las vías de hecho administrativas........................................ 409
d) Plazo para promover el juicio................................................ 410
e) El principio de congruencia.................................................. 416
5. La legitimación en el contencioso administrativo................................ 417
5.1. La legitimación para obrar.............................................................. 417
5.2. La legitimación en el proceso contencioso administrativo........ 418
5.3. Las distintas pretensiones procesales........................................... 419
6. El trámite procesal en el contencioso administrativo.......................... 421
6.1. El traslado de la demanda............................................................... 421
6.2. La notificación de la demanda al Estado....................................... 422
6.3. El plazo para contestar la demanda............................................... 422
6.4. La prueba.......................................................................................... 423
6.5. Casos en que el Estado es actor...................................................... 424
Bibliografía....................................................................................................... 424
Capítulo XVI
El Proceso Contencioso Administrativo
en la Provincia de Buenos Aires
1. Introducción.............................................................................................. 428
2. Del proceso administrativo. Diferencias entre proceso y procedi-
miento........................................................................................................ 429
3. Proceso Contencioso Administrativo de la Provincia de Buenos
Aires............................................................................................................ 429
3.1. Preliminar......................................................................................... 429
3.2. Competencia de los Tribunales contencioso administrativos.... 430
XXX Alberto Biglieri (Director)
Pág.
3.3. Casos incluidos en la materia contencioso administrativa........ 432
a) Impugnaciones contra actos emanados por Tribunales
administrativos....................................................................... 432
b) Prestadores de servicios públicos y concesionarios de obra
pública..................................................................................... 434
c) Aplicación y ejecución de los tributos provinciales y apli-
cación de los tributos municipales....................................... 434
d) Cuestiones relativas a los contratos administrativos......... 434
e) Responsabilidad patrimonial del Estado............................. 435
f) Casos promovidos por entes estatales.................................. 435
g) Cuestiones relativas a las limitaciones al dominio por ra-
zones de utilidad pública, servidumbres administrativas
y expropiación......................................................................... 436
3.4. Competencia en razón de la materia............................................. 436
i) Empleo público............................................................. 436
ii) Casos previsionales...................................................... 437
iii) Controversias entre prestadores de servicios públi-
cos o concesionarios de Obras Públicas y usuarios.. 437
iv) Cuestiones atinentes a los contratos administrati-
vos................................................................................... 437
v) Controversias correspondientes a servidumbres ad-
ministrativas y expropiaciones................................... 437
a) Conflictos de competencia.................................................... 438
3.5. Pretensiones..................................................................................... 439
a) Anulación total o parcial de actos administrativos de al-
cance particular o general..................................................... 440
b) Pretensión de reconocimiento o restablecimiento del de-
recho o interés tutelado......................................................... 440
c) Pretensión de resarcimiento de los daños y perjuicios oca-
sionados................................................................................... 440
d) Pretensión declarativa de certeza sobre una determinada
relación o situación jurídica regida por el derecho admi-
nistrativo................................................................................. 441
e) Cesación de una vía de hecho administrativa.................... 441
f) Se libre orden judicial de pronto despacho......................... 441
3.6. Partes................................................................................................. 441
a) Legitimación Activa............................................................... 441
b) Legitimación Pasiva............................................................... 442
c) Coadyuvante........................................................................... 443
3.7. Agotamiento de vía administrativa............................................... 443
3.8. Plazo para deducir la pretensión.................................................... 445
Manual de Derecho Administrativo XXXI
Pág.
3.9. Pago previo en materia tributaria.................................................. 446
3.10. Admisibilidad de la pretensión. Ampliación o transformación
de la demanda.................................................................................. 447
3.11. Excepciones....................................................................................... 448
a) Excepciones admisibles......................................................... 448
i) Incompetencia del juez................................................ 449
ii) Falta de personería....................................................... 449
iii) Litispendencia.............................................................. 449
iv) Defecto legal en el modo de proponer la demanda... 450
v) Cosa juzgada................................................................. 450
vi) Transacción, conciliación y desistimiento................ 451
vii) Falta manifiesta de legitimación para obrar............. 452
viii) Prescripción.................................................................. 452
ix) Inadmisibilidad de la pretensión................................ 452
3.12. Prueba............................................................................................... 453
a) Audiencia preliminar............................................................. 453
b) La prueba................................................................................. 454
i) Prueba pericial.............................................................. 455
ii) Declaración de funcionarios públicos....................... 455
iii) Medidas para mejor proveer....................................... 456
3.13. Medidas cautelares.......................................................................... 456
a) Oportunidad y caducidad de las medidas cautelares......... 457
b) Suspensión de la ejecución del acto administrativo.......... 458
c) Contracautela.......................................................................... 459
d) Levantamiento de la medida cautelar.................................. 459
3.14. Vencimiento del plazo de prueba. Alegatos.................................. 459
3.15. La sentencia...................................................................................... 460
3.16. Recursos............................................................................................ 461
a) Aclaratoria............................................................................... 461
b) Recurso de reposición............................................................ 462
c) Recurso de apelación............................................................. 462
d) Trámite. Efecto........................................................................ 463
e) Sentencia................................................................................. 464
3.17. Recursos extraordinarios................................................................. 464
3.18. Procesos especiales.......................................................................... 464
a) Sumario de ilegitimidad........................................................ 464
b) Impugnación de sanciones en materia de empleo públi-
co.............................................................................................. 466
XXXII Alberto Biglieri (Director)
Pág.
c) Impugnaciones especiales contra resoluciones de colegios
profesionales y de cajas de previsión social de profesiona-
les.............................................................................................. 466
d) Amparo por mora................................................................... 467
CAPÍTULO I - EVOLUCIÓN HISTÓRICA DEL DERECHO ADMINISTRATIVO. POR NURIA MONTALVÁN
La sociedad política, entendida como conjunto articulado de seres humanos que poseen
un objetivo en común, tiene su origen en las sociedades más antiguas. Apenas superado
el estadio más primitivo, dichas sociedades establecieron alguna forma de organización.
Esta circunstancia nos permite afirmar que, desde que el hombre comenzó a vivir en
grupos, ha existido alguna forma de autoridad con su correspondiente fuente de
legitimidad (en las sociedades más primitivas el más fuerte del grupo era el que mandaba
e imponía su voluntad a los restantes). Todas estas sociedades no sólo generaron
autoridades y sistemas de legitimación, desarrollaron también procedimientos para mediar
entre la comunidad y los titulares del poder. En estos procedimientos podemos encontrar
la raíz más antigua, del derecho administrativo. Cuando el hombre se hizo sedentario y se
dedicó a la agricultura y a la ganadería, aparecieron los deberes para con los dioses —
regulados por la religión—, los deberes para con el estado —cualquiera fuera su forma
concreta de organización en un momento histórico dado, estado en el cual la función
administrativa abarcaba también a la judicial y a la legislativa— y las relaciones entre
particulares reguladas por el ordenamiento jurídico
Las guerras suscitadas entre fines del siglo XIV y principios del siglo XVII impulsaron a
España, Francia e Inglaterra a constituirse como Estados, siendo reconocida España como
la primera entidad política que alcanza el rango de Estado Moderno. En este estado
moderno, la fuerza de la figura del rey desplazó de la escena política a los poderes
tradicionales de la Edad Media (la iglesia, la nobleza y las ciudades) y construyó su
fortaleza basada en una serie de elementos que incluye ejércitos permanentes, un cuerpo
estable de funcionarios públicos organizados burocráticamente, leyes escritas y ejercicio
del patronato. El estado moderno se construirá sobre la base de un sistema que articulará
la sumisión de los actores políticos a una dinastía (los Habsburgo, los Borbón, los
Estuardo) y la homogeneización de la cultura a través de la adopción de lenguas
nacionales (el castellano en España, la langue d'oïl en Francia, el inglés de Londres-
Oxford-Cambridge en Inglaterra y su posterior extensión al Reino Unido). Es en este
estado en el que aparecerá la monarquía absoluta como forma básica de organización
política. Ahora bien, en esta estructura de poder existían evidentes actos autoritarios de
parte del poder público que producían efectos jurídicos que incidían en la vida de los
sujetos (nótese que se hablaba de súbditos para referirse a los gobernados), puesto que
los privaban de la libertad, de sus bienes o les restringían potestades, derechos o
facultades, no reconociéndose los derechos del individuo ni de los colectivos sociales
(como los gremios o las ciudades, la Mesta en España, etc.) frente al soberano. Esto
resultaba lógico, hasta cierto punto, dentro de la concepción política propia de un
absolutismo monárquico que contó con publicistas que lo concibieron como "monarquía de
derecho divino".
Memora Hutchinson que desde que nacemos hasta que morimos, los seres humanos
convivimos en y con situaciones relacionadas directamente con el Derecho Administrativo
en las cuales, inevitablemente, las personas realizamos procedimientos administrativos
ante la administración. Como ejemplo de lo afirmado precedentemente podemos sostener
que cuando nace un ser humano, se lo inscribe a través de un procedimiento
administrativo, y que en caso de ser observado o rechazado el nombre propuesto, se
realiza una información sumaria para discutir la validez del nombre (otro procedimiento
administrativo), continuara nuestro peregrinar ante la administración toda la vida: libretas
sanitarias de empleo, inscripción en establecimientos educativos, casamiento, paternidad o
maternidad, registro de conducir, inscripción matricular, jubilación, etc. Inclusive al
momento de fallecer una persona, se tramita la partida de defunción (procedimiento
administrativo) y un derecho de uso de un nicho o bóveda en el cementerio comunal. Así,
tal y como se afirmaba anteriormente, existe una vinculación permanente entre las
personas y el Derecho Administrativo.
Los principales caracteres del Derecho Administrativo son los siguientes: a) que es de
Derecho Público, por cuanto regula la actividad estatal y los entes no estatales que actúan
en ejercicio de la función administrativa. b) Es común, dado que suministra los principios
comunes al Derecho Municipal, Tributario, Aduanero, Ambiental y Previsional. c) Es
dinámico pues sufre modificaciones de forma constante. d) Es organizacional ya que
responde al orden y regulación de los entes: Nación, Organizaciones Supraestatales como
el Mercosur y Organizaciones subfederales como la Provincia y el Municipio. e) Por último,
es interno, dado que rige hacia adentro de las distintas organizaciones.
2. Las funciones estatales
En el ámbito del Poder Ejecutivo donde la función administrativa tiene carácter principal,
la misma se singulariza en actos interorgánicos o internos, actos intersubjetivos o
interadministrativos y fundamentalmente en el género del Acto Administrativo. Estos actos
si bien son propios y típicos del ejercicio de la competencia del poder ejecutivo, existen
también y son muestras de la función administrativa desarrollada por el Poder Legislativo y
el Judicial. Claros ejemplos de ello son los referenciados nombramientos, promoción y
remoción de funcionarios, o la concesión de diversos servicios, o las contrataciones de
derecho público y privado, mantenimiento edilicio, etc.; que ocupan ingentes esfuerzos a
todos los órganos del Estado.
Son los hechos y los actos realizados por el Poder Ejecutivo y la administración que de
él depende (centralizada y descentralizada) ajustados a la competencia que les fue
atribuida, así como los hechos y los actos realizados por los órganos judiciales y
legislativos, excluyendo sus propias funciones. Este concepto puede aplicarse
también, mutatis mutandi, a los particulares que, por delegación legal expresa aplicable al
caso concreto, ejercen parte de la función administrativa del Estado. No utilizamos la
expresión "entes públicos no estatales" pues, siguiendo a Rodolfo Barra, si el ente es
público, es estatal. Los "entes públicos no estatales" son creados por el Estado y, sin la
norma de creación, no pueden existir. Entonces, concluimos que son estatales. Cuando los
cometidos los realizan personas de este tipo, se trata según este autor, de una "delegación
transestructural de cometidos".
Juan Francisco Linares menciona que el órgano legislativo por excelencia y que ejerce,
en la división del trabajo estatal, la función legislativa como tarea específica y originaria de
primer rango, es el Congreso de la Nación. Las legislaturas provinciales ejercen en su
esfera idéntico cometido. A su vez, "cada una de las Cámaras legislativas cumple función
legislativa material al dictar sus reglamentos internos". Antonio María Hernández y Biglieri,
en te muchos otros, en repetidas ocasiones, sostienen la elevación de la actividad de los
Concejos Deliberantes al nivel de los otros poderes legislativos, basándose en la
referencia jurisprudencial de los Fallos: Rivademar, Promenade y a su corolario: el artículo
123 de la CN en la Reforma Constitucional de 1994.
Por otra parte, la función judicial es la solución de controversias entre partes, realizada
por un órgano del Estado, imparcial e independiente, aplicando el derecho vigente con
fuerza de verdad legal (cosa juzgada).
Existen varias definiciones sobre que considerar como fuentes del derecho. Nosotros
utilizaremos el concepto básico de Llambías, el cual nos indica que las fuentes del derecho
son los medios o formas que dan origen al ordenamiento jurídico. En relación al Derecho
Administrativo, fuentes son los hechos y actos de los cuales surgen principios y normas de
Derecho Administrativo.
Las fuentes formales son las que dan origen al ordenamiento jurídico y son emanadas
de los órganos competentes mediante el procedimiento establecido por la normativa (la
Constitución, la ley y el reglamento).
La reforma Constitucional que tuvo lugar en 1994 también resolvió la vieja discusión
entre el dualismo y el monismo, y, haciéndose eco del criterio jurisprudencial emitido por la
Corte Suprema en el famoso caso "Ekmekdjian c/Sofovich" que tomaba en consideración
lo pautado en el artículo 27 de la Convención de Viena sobre cumplimiento y validez de los
tratados, otorgó a los tratados celebrados con las demás naciones, con las organizaciones
internacionales y los concordatos con la Santa Sede jerarquía superior a las leyes.
Recordemos a su vez que como explicamos en el acápite anterior, los tratados enunciados
en el artículo 75 inciso 22 tienen jerarquía constitucional han dado lugar a la figura del
"bloque de constitucionalidad federal" para resolver el problema de la supremacía,
ampliando la competencia de los jueces tácitamente al incluir el "control de
convencionalidad" entre sus atribuciones, que se suman a las que surgían ya de nuestro
sistema judicial difuso de control de constitucionalidad. Así, nuestro sistema de
supremacía queda establecido del siguiente modo: bloque de constitucionalidad federal,
tratados internacionales y concordatos, leyes infraconstitucionales debiendo recordarse
que estas normas citadas son jerárquicamente superiores a toda normativa provincial (aún
sus constituciones).
9. La ley
Desde el punto de vista técnico se entiende por Ley a todo acto o norma jurídica que
crea, modifica o extingue un derecho de carácter general y obligatorio emanado del órgano
Legislativo según el procedimiento establecido en la Constitución Nacional.
a) Leyes nacionales, dictadas por el Congreso Nacional, pudiendo esta categoría ser
objeto de una subclasificación según que se trate de:
b) Leyes locales, que rigen sólo en el ámbito de la Capital Federal (art. 75, inc. 30, de la
Const. Nacional);
c) Leyes de derecho común, cuya aplicación se halla a cargo de los jueces locales y
nacionales (art. 75, inc. 12, de la Const. Nacional);
d) Leyes federales, que regulan materias de ese carácter atribuidas al Congreso por la
Constitución Nacional, cuya aplicación compete a los jueces federales (art. 75, en sus
demás incisos).
e) Leyes provinciales, que dictan las legislaturas de cada provincia sobre materias que
les atribuyen las respectivas constituciones y cuya aplicación compete a los jueces
provinciales.
Consecuente con esta norma, el artículo 99, inciso 3, segunda parte de la Constitución,
establece la prohibición al Poder Ejecutivo de emitir disposiciones de carácter legislativo; el
incumplimiento de esta prohibición es la nulidad absoluta e insanable de la disposición de
carácter legislativo dictada por el Ejecutivo.
b) Tratados interprovinciales
Son aquellos celebrados entre dos o más provincias, sin participación de la Nación,
pero con conocimiento del Congreso.
d) Decretos
Son los actos de poder por los cuales se expresa la voluntad del Poder Ejecutivo dentro
del orden jurídico. Es la forma de exteriorización jurídica que asumen los actos del
presidente. Por los efectos jurídicos que produzca puede tener forma de acto
administrativo (efectos individuales, directos e inmediatos), o reglamento administrativo
(efectos generales).
e) Contratos administrativos
f) Constituciones Provinciales
Respecto del los Códigos Procesales las Provincias se reservaron cuestiones de forma
el constituyente entonces le dio las de fondo a la nación y se quedo con aquellas
cuestiones de forma y además nunca cedieron el derecho público o sea la organización
administrativa de cada una de las provincias.
g) Estatutos Municipales
h) Ordenanzas Municipales
Las normas dictadas por los Concejos Deliberantes, una suerte de leyes locales para
ordenamiento comunal.
i) Reglamentos administrativos
Las formas de exteriorización del reglamento son diversas: decreto, orden ministerial,
resolución, ordenanza, circulares, instrucciones, etc.
j) Decisiones administrativas
k) Varios
a) La jurisprudencia judicial
La jurisprudencia es, por lo común, sólo fuente material del derecho, en tanto puede
constituir fuente formal en aquellos casos en que la doctrina de los jueces resulta
obligatoria por tratarse de jurisprudencia plenaria o en los supuestos mencionados de
fallos de inconstitucionalidad con efectos derogatorios.
b) Jurisprudencia Administrativa
Se entiende por doctrina a la opinión o teorías de los tratadistas o juristas del derecho,
que no es fuente directa porque no crea Derecho pero configura un ordenamiento
intelectual auxiliar de gran importancia para la interpretación del sistema jurídico.
a) La costumbre
Bibliografía
DROMI, ROBERTO, Ciudad y municipio, Ediciones Ciudad Argentina, Buenos Aires, 1997.
LINARES, JUAN FRANCISCO, Derecho Administrativo, Editorial Astrea, Buenos Aires, 1986.
1. Competencia
Su razón de ser radica en una cuestión de interés público ya que si la totalidad de las
funciones que tiene a su cargo la Administración estuviera en cabeza de un único órgano,
resultaría fácticamente imposible cumplir con los cometidos estatales.
A diferencia de lo que ocurre para las personas físicas —respecto de las cuales rige el
principio de capacidad, según el cual les está permitido todo aquello que no está prohibido
(art. 19CN)—, para los órganos administrativos rige, por el contrario, aquel principio que
llamamos competencia, conforme al cual, ella es la excepción y la incompetencia la regla.
Por ende, toda competencia debe estar conferida por norma o por extensión a lo
razonablemente implícito en el ordenamiento jurídico. En igual sentido se ha entendido que
la competencia no actúa como límite a la posibilidad de actuación de los órganos sino,
como presupuesto de tal actuación.
Este principio —en virtud del cual los órganos administrativos sólo podrán actuar
positivamente cuando en el ordenamiento legal se les confiera competencia para ello— se
denomina "de vinculación positiva de la Administración a la ley".
Por ende, sólo se entenderá que un órgano tiene competencia para desarrollar una
determinada actividad —en el caso, para dictar un determinado acto administrativo—
cuando una norma del plexo jurídico le confiera atribución para ello. Dicha norma puede
estar incluida en la Constitución Nacional, en una ley del Congreso Nacional, Provincial, u
Ordenanza Municipal o en un reglamento dictado en su consecuencia.
Sea cual fuere la norma que le atribuya competencia al órgano, esta debe existir al
tiempo de iniciarse el procedimiento.
Caracteres de la competencia:
Excepciones a la competencia:
c) La sustitución: Es el reemplazo del ejercicio entre dos órganos inferiores que realiza
el superior, normativamente habilitado para ello.
4) De orden público: En virtud de ser de orden público, los particulares no pueden
prorrogar la competencia por medio de un acuerdo, ni siquiera con el consentimiento del
órgano.
b) En razón del territorio: Se toma en cuenta el ámbito espacial en que el órgano o ente
puede válidamente desplegar el ejercicio de sus atribuciones (ejemplo, el Ministerio de la
Producción de la Provincia de Buenos Aires tiene competencia territorial en el ámbito de
dicha provincia; una legislatura comunal tendrá competencia territorial en el ejido de su
municipio).
c) En razón del tiempo: se vincula con el momento temporal en que el órgano puede
ejercer su competencia. Por principio, se entiende que el órgano tiene competencia en
forma permanente. Excepcionalmente, esto no ocurre y se ejemplifica con la situación de
interrupción competencial originada en las intervenciones federales.
d) En razón del grado: Se vincula con la ubicación que el órgano ostenta en la pirámide
jerárquica administrativa (ejemplo, la competencia en razón del grado para resolver los
recursos administrativos contra los órganos inferiores a los ministerios es de estos
últimos).
Ahora bien, puede ser que la falta de competencia de que se trate lo sea en razón de la
materia, del territorio, del grado o del tiempo:
b) En razón del territorio: Se da cuando un órgano ejerce sus atribuciones más allá de
su jurisdicción territorial (por ejemplo, si una municipalidad otorga un permiso de utilización
de un espacio público ubicado fuera de su territorio o si un inspector municipal de la
Provincia de Buenos Aires dicta actas por infracción del tránsito en plena Ciudad de
Buenos Aires).
c) En razón del grado: Se da cuando un órgano inferior ejerce una atribución legal
correspondiente a un órgano superior. En principio, este acto administrativo viciado en
razón del grado puede ser objeto de subsanación.
d) En razón del tiempo: Se refiere a los casos en que un órgano tiene facultades legales
atribuidas sólo por un plazo determinado (por ejemplo, el veto extemporáneo de una ley
por el Poder Ejecutivo).
Nótese, que la incompetencia nulifica absolutamente los actos dictados fuera de las
atribuciones conferidas al órgano en razón de materia, de territorio o de tiempo. Queda a
salvo la posibilidad de sanear el acto ante el supuesto de incompetencia en razón de
grado, pues esa situación se la considerará una nulidad relativa, si en el caso estuviera
prevista la posibilidad de transferir el ejercicio de la competencia por delegación o
substitución.
La decisión final de las cuestiones de competencia se tomará, en ambos casos, sin otra
sustanciación que el dictamen del servicio jurídico correspondiente y, si fuere de absoluta
necesidad, con el dictamen técnico que el caso requiera. Los plazos previstos en este
artículo para la remisión de actuaciones serán de DOS días y para producir dictámenes y
dictar resoluciones serán de CINCO días.
El PEN designa a las autoridades que las conducen, aunque algunas pueden contar con
autonomía estatutaria que les permita elegir a sus autoridades máximas. El ejecutivo
ejerce sobre sus actos el control administrativo (control de legalidad), ya que el control
jerárquico (oportunidad, mérito y conveniencia) queda reservado a los órganos
centralizados.
2. Organización nacional
2.1. Poder Ejecutivo Nacional (PEN)
Para ser elegido Presidente o Vice se requiere haber nacido en territorio argentino, o
ser hijo de ciudadano nativo, habiendo nacido en país extranjero y demás requisitos
exigidos para ser elegido Senador Nacional. Duran en sus funciones el término de cuatro
años pudiendo ser reelegidos o sucederse recíprocamente por un solo período
consecutivo. Para aspirar a una tercera reelección se debe esperar el intervalo de un
período. Esta limitante se aplica a ambos términos de la fórmula presidencial.
Ambos integran la fórmula y son elegidos por el voto directo de la población en doble
vuelta, en una elección que se debe realizar dentro de los dos meses finales de la duración
del mandato presidencial en vigencia. Si corresponde la segunda vuelta electoral, se debe
realizar entre las dos fórmulas más votadas dentro de los treinta días de celebrada la
anterior.
Cuando la fórmula que resulte más votada en la primera vuelta, obtuviere más del
cuarenta y cinco por ciento de los votos afirmativos válidamente emitidos, sus integrantes
serán proclamados como Presidente y Vicepresidente de la Nación.
Cuando la fórmula más votada en la primera vuelta obtuviere el cuarenta por ciento por
lo menos de los votos afirmativos válidamente emitidos y además, existiere una diferencia
mayor de diez puntos porcentuales respecto del total de los votos afirmativos válidamente
emitidos sobre la fórmula que le sigue en número de votos, sus integrantes serán
proclamados como Presidente y Vicepresidente de la Nación.
En todos los demás supuestos habrá que recurrir a la segunda vuelta electoral,
repitiendo la práctica del voto obligatorio, universal y secreto.
El PEN tiene por definición atribuciones propias de naturaleza gubernativas y
administrativas, pero también las tiene de naturaleza legislativas, judiciales y compartidas:
— Expide las instrucciones y reglamentos que sean necesarios para la ejecución de las
leyes de la Nación, cuidando de no alterar su espíritu con excepciones reglamentarias.
— Provee los empleos militares de la Nación: por sí solo "en el campo de batalla".
— Dispone de las fuerzas armadas, y corre con su organización y distribución según las
necesidades de la Nación.
— Puede ausentarse del territorio de la Nación sin permiso del Congreso sólo durante el
receso de éste, y por razones justificadas de servicio público.
— Puede llenar las vacantes de los empleos que requieran el acuerdo del Senado, y
que ocurran durante su receso, por medio de nombramientos en comisión que expirarán al
fin de la próxima Legislatura.
— Nombra los magistrados de la Corte Suprema con acuerdo del Senado por los dos
tercios de sus miembros presentes en sesión pública, convocada al efecto. Nombra a los
demás jueces de los tribunales federales inferiores en base a una propuesta vinculante en
terna del Consejo de la Magistratura, con acuerdo del Senado, en sesión pública en la que
se tendrá en cuenta la idoneidad de los candidatos. Un nuevo nombramiento precedido de
igual acuerdo, será necesario para mantener en el cargo a cualquiera de esos
magistrados, una vez que cumplan la edad de setenta y cinco años. Todos los
nombramientos de magistrados cuya edad sea la indicada o mayor se harán por cinco
años, y podrán ser repetidos indefinidamente, por el mismo trámite.
— Provee los empleos militares de la Nación: con acuerdo del Senado, en la concesión
de los empleos y grados de oficiales superiores de las fuerzas armadas.
a) El Jefe de Gabinete
Tiene junto con los Ministros Secretarios el despacho de los negocios de la Nación y
refrendan y legalizan los actos del Presidente por medio de su firma.
Las competencias del Jefe de Gabinete con responsabilidad ante el Congreso están
estipuladas en el art. 100CN y en el art. 2ºley 26.338 de Ministerios que sustituye el art. 16
del decreto 438/92 que establece:
— Coordinar las relaciones del Poder Ejecutivo Nacional con ambas Cámaras del
Honorable Congreso de la Nación, sus comisiones e integrantes, en cumplimiento de las
atribuciones que le asigna la Constitución Nacional procurando la mayor fluidez en dichas
relaciones y el más pronto trámite de los mensajes del Presidente de la Nación que
promuevan la iniciativa legislativa.
— Producir los informes mensuales que establece el artículo 101 de la CN, relativos a la
marcha del Gobierno y los demás que le fueren requeridos por las Cámaras del Congreso.
— Velar por el cumplimiento de las decisiones que emanen del Poder Judicial en uso de
sus atribuciones.
— Intervenir en los planes de acción y los presupuestos de las sociedades del Estado,
entidades autárquicas, organismos descentralizados o desconcentrados y cuentas y
fondos especiales, cualquiera sea su denominación o naturaleza jurídica en su área; así
como en su intervención, liquidación, cierre, privatización, fusión, disolución o
centralización.
— Entender en la difusión de la actividad del Poder Ejecutivo Nacional (7), como así
también la difusión de los actos del Estado nacional a fin de proyectar la imagen del país
en el ámbito interno y externo.
Alcanza al Jefe de Gabinete lo dispuesto en el art. 71CN cual estipula que cada una de
la Cámaras puede hacer venir a su sala a los Ministros del PEN para recibir las
explicaciones e informes que estime convenientes.
b) Ministerios
Pueden concurrir a las sesiones del Congreso y participar de los debates con voz, pero
sin voto.
Actuando como secretarios del PEN refrendan y legalizan los actos del Presidente,
validándolos y revistiéndolos de eficacia(8).
— Orientar en forma indicativa, las actividades del sector privado vinculadas con los
objetivos de su área;
— Velar por el cumplimiento de las decisiones que emanen del Poder Judicial en uso de
sus atribuciones;
Las tareas necesarias para posibilitar la actividad del Presidente de la Nación son
atendidas por las Secretarías Presidenciales, que en la actualidad son: General; Legal y
Técnica; De Planificación; De Inteligencia de Estado; De Medios de Comunicación; De la
Función Pública; De Ciencia y Tecnología; De Programación para la Prevención de la
Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico.
Tampoco pueden intervenir en juicios, litigios o gestiones en los cuales sean parte la
Nación, las provincias o los municipios, ni ejercer profesión liberal o desempeñar
actividades en las cuales, sin estar comprometido el interés del Estado, su condición de
funcionario pueda influir en la decisión de la autoridad competente o alterar el principio de
igualdad ante la ley consagrado por el artículo 16 de la Constitución Nacional.
Como Director del Cuerpo de Abogados del Estado, del Procurador del Tesoro
dependen en lo estrictamente jurídico los servicios de los distintos organismos que
integran la Administración Pública Nacional, sin perjuicio de la dependencia administrativa
de cada ministerio, secretaría o entidad autárquica. Sus dictámenes sientan jurisprudencia
administrativa, y debe ser receptada por los servicios jurídicos de toda la administración
pública nacional centralizada y descentralizada. Es decir, que los criterios de interpretación
y aplicación de las leyes y reglamentos que sienta el PTN son obligatorios para todos los
abogados del Estado.
Los funcionarios y empleados de la PTN integran la planta del Ministerio pero tienen
relación jerárquica y dependencia funcional con el Procurador del Tesoro.
El ejercicio del control externo del sector público nacional en sus aspectos
patrimoniales, económicos, financieros y operativos, es una atribución propia del Poder
Legislativo, ejercida por la Auditoría General de la Nación. Su creación y funcionamiento la
encontramos en el art. 85CN; ley Nº 24.156 de Administración Financiera y de los
Sistemas de Control del Estado; y en sus normativas internas.
La AGN debe dar a publicidad el material en la memoria anual señalada, pero para ello
se formará expediente indicando la documentación a ser publicada.
La AGN se debe reunir en Colegio en forma ordinaria dos veces al mes, y en forma
extraordinaria cuando lo requiera la CPMRC. El quórum se compone con la presencia de
al menos cuatro miembros y las decisiones se toman por mayoría de los miembros
presentes, correspondiendo al Presidente o a quien lo reemplace doble voto en caso de
empate.
a) Control externo
b) Composición de la AGN
La AGN se compone de siete miembros llamados Auditores Generales, que deberán ser
de nacionalidad argentina, con título universitario en el área de ciencias económicas o
derecho con probada especialización en administración financiera y control. Durarán ocho
años en su función y podrán ser reelegidos.
Seis Auditores Generales serán elegidos por el Congreso Nacional, correspondiendo
tres designaciones a cada Cámara observando su composición. El séptimo Auditor
General será designado por resolución conjunta de los presidentes de ambas Cámaras y
será el Presidente de los auditores. Por imperio Constitucional deberá ser designado a
propuesta del partido político de oposición con mayor número de legisladores en el
Congreso.
Será incompatible con su cargo el ejercicio de su profesión u otra actividad rentada, con
excepción de la docencia.
c) Financiamiento
La Institución Ombudsman o Defensor del Pueblo cuenta con más de 200 años de
antigüedad desde su origen en Suecia. Si bien han existido otras instituciones más
antiguas creadas con la intención de defender los derechos fundamentales de las
personas, lo hacían desde la misma órbita de quién ejercía esa administración. La
particularidad del Ombudsman es que surgió del Poder Legislativo con el fin de controlar al
Monarca en sus funciones, es decir, nació desde el poder que representa al pueblo para
controlar al poder administrador. En nuestro país surgió de la misma manera y es por ello
que consideramos a la figura del Ombudsman como el origen de la institución Defensor del
Pueblo actual.
a) Características
El art. 86CN establece que "es un órgano independiente instituido en el ámbito del
Congreso de la Nación, que actúa con autonomía funcional sin recibir instrucciones de
ninguna autoridad" lo que lo hace independiente de los tradicionales poderes del Estado.
Goza de las inmunidades y privilegios de los legisladores; "durará en su cargo cinco años"
(buscando con ello que no coincida su designación con un período de renovación del
Congreso Nacional, y así desprenderse de todo condimento electoral); "pudiendo ser
nuevamente designado por una sola vez" (nótese que esta redacción permite solamente
una reelección, pero niega la posibilidad de ser designado nuevamente con el correr del
tiempo); "la organización y el funcionamiento de esta institución serán regulados por una
ley especial" (ley 24.284 y 24.379).
El Defensor del Pueblo debe ser argentino nativo o por opción y tener más de treinta
años de edad Es elegido por el Congreso de la Nación de acuerdo con el siguiente
procedimiento(15):
i) Ambas Cámaras del Congreso deben elegir una comisión bicameral permanente,
integrada por siete (7) senadores y siete (7) diputados cuya composición debe
mantener la proporción de la representación del cuerpo;
v) Si los candidatos propuestos para la primera votación son tres y se diera el supuesto
del inciso d) las nuevas votaciones se deben hacer sobre los dos candidatos más
votados en ella.
Una vez culminado el procedimiento, será nombrado por Resolución conjunta de los
presidentes de ambas Cámaras del Congreso de la Nación y su actividad no se interrumpe
en el período de receso del mismo.
El Defensor del Pueblo cesa en sus funciones por: a) Por renuncia; b) Por vencimiento
del plazo de su mandato; c) Por incapacidad sobreviniente; d) Por haber sido condenado
mediante sentencia firme por delito doloso; e) Por notoria negligencia en el cumplimiento
de los deberes del cargo o por haber incurrido en la situación de incompatibilidad prevista
por esta ley.
Goza de las inmunidades establecidas por la CN para los miembros del Congreso.
El Defensor del Pueblo puede iniciar y proseguir de oficio o a petición del interesado
cualquier investigación conducente al esclarecimiento de los actos, hechos u omisiones de
la administración pública nacional y sus agentes, que impliquen el ejercicio ilegítimo,
defectuoso, irregular, abusivo, arbitrario, discriminatorio, negligente, gravemente
inconveniente o inoportuno de sus funciones, incluyendo aquéllos capaces de afectar los
intereses difusos o colectivos.
Dentro del concepto de administración pública nacional, a los efectos de la ley, quedan
comprendidas la administración centralizada y descentralizada; entidades autárquicas;
empresas del Estado; sociedades del Estado; sociedades de economía mixta; sociedades
con participación estatal mayoritaria; y todo otro organismo del Estado nacional cualquiera
fuere su naturaleza jurídica, denominación, ley especial que pudiera regirlo, o lugar del
país donde preste sus servicios. También alcanza a las personas jurídicas públicas no
estatales que ejerzan prerrogativas públicas y las privadas prestadoras de servicios
públicos. Quedando exceptuados del ámbito de su competencia el Poder Judicial, el Poder
Legislativo, la Ciudad de Buenos Aires, y los organismos de defensa y seguridad.
El Defensor del Pueblo puede formular con motivo de sus investigaciones, advertencias,
recomendaciones, recordatorios de sus deberes legales y funcionales, y propuesta para la
adopción de nuevas medidas. En todos los casos, los responsables estarán obligados a
responder por escrito en el término máximo de treinta (30) días.
Pero no es competente para modificar, sustituir o dejar sin efecto las decisiones
administrativas. Sin perjuicio de ello, puede proponer la modificación de los criterios
utilizados para su producción.
b) Los Adjuntos
A propuesta del Defensor del Pueblo la comisión bicameral debe designar dos adjuntos
que auxiliarán a aquél en su tarea, pudiendo reemplazarlo provisoriamente en los
supuestos de cese, muerte, suspensión o imposibilidad temporal, en el orden que la
Comisión determine al designarlos.
Para ser designado adjunto del Defensor del Pueblo son requisitos, además de los
previstos para ser elegido Defensor del Pueblo: a) Ser abogado con ocho años en el
ejercicio de la profesión como mínimo o tener una antigüedad computable, como mínimo,
en cargos del Poder Judicial, Poder Legislativo, de la Administración pública o de la
docencia universitaria; y b) Tener acreditada reconocida versación en derecho público.
Este órgano de control se repite en los tres estamentos del Estado: el Nacional; las
Provincias y los Municipios. Aún así, no todas las provincias crearon esta figura en el
ámbito provincial, ni tampoco todos los municipios la han creado en el ámbito municipal.
Pero se da el caso, de la existencia en algunos municipios cuya provincia no la tiene
estipulada para ella.
Se encuentran grandes similitudes entre las funciones de las distintas Defensorías, en
cuanto a sus objetivos, todas, a grandes rasgos, cuentan con dos corrientes funcionales:
1º) la de defender y proteger los derechos humanos y demás derechos, garantías e
intereses tutelados en la Constitución y las leyes, ante hechos, actos u omisiones de la
administración, y 2º) la de ejercer el control del ejercicio de las funciones administrativas
para una mejor administración(16). Hay que tener en cuenta que cuando hablamos de
administración —como lo adelantamos en las competencias del Defensor del Pueblo de la
Nación— nos referimos a la administración centralizada y descentralizada; entidades
autárquicas; empresas del Estado; sociedades del Estado; sociedades de economía mixta;
sociedades con participación estatal mayoritaria; y todo otro organismo del Estado
cualquiera fuere su naturaleza. Asimismo, controla también a las personas jurídicas
públicas no estatales, en lo atinente a la función pública que desempeña; y a las privadas
prestadoras de servicios públicos.
Creemos que la institución fue creada para ejercer un control destinado a promover la
buena administración. Un control actual y no obstructivo del accionar administrativo, y lo
creemos por varios indicadores: A) Porque carece de la facultad de poder vetar leyes u
ordenanzas municipales (como tenía en Roma 494 a.C. el Tribuno de la Plebe). B) Porque
las mayorías legislativas que se exigen para elegir y destituir al Defensor, usualmente son
difíciles de alcanzar de no tener el apoyo del partido oficialista (dos terceras partes de los
miembros presentes). C) Porque tanto la CN, como la provincial y las Ordenanzas
municipales no colocan a la figura del Defensor en cabeza de partidos políticos opositores
(como la CN en su art. 85 lo hace con la presidencia de la Auditoría General de la Nación).
D) Porque sus decisiones no suspenden la ejecutoriedad de los actos administrativos
emanados por la administración, como así tampoco puede modificarlos, sustituirlos o
dejarlos sin efecto. Sólo puede advertir, recomendar, recordar y proponer modificaciones
de los criterios utilizados para la producción de los mismos(17). Por lo expuesto
consideramos que el Constituyente y el legislador, al momento de crear la figura del
Defensor del Pueblo no quisieron que la institución pudiere obstruir el accionar de la
administración, sino corregirlo, mejorarlo y evitar que se corrompa.
En este sentido, nos parece importante remarcar que los países que componen la Unión
Europea adoptaron un código para la buena conducta administrativa(18), aprobado por
resolución del parlamento el 6 de septiembre de 2001, donde se considera que el control
contribuye a lograr con mejor efectividad los cometidos del Estado, orientado siempre
hacia el bien común y del interés general: "La labor del Defensor del Pueblo Europeo
constituye un medio externo de control, investigando reclamaciones sobre mala
administración y recomendando en su caso acciones correctivas por un lado, y por otro,
ayudar a las instituciones llamando su atención sobre áreas en las que su trabajo puede
mejorarse."
4.3. Algunas de las diferencias existentes entre las Defensorías del Pueblo Nacional,
Provincial (Bs. As) y Municipales
Las diferencias son muchas y no tiene sentido tratar de enumerarlas, no obstante ello
existen algunas que nos interesa remarcar: las que tienen que ver con sus orígenes
(normas formales por las que fueron creadas); y las que tienen que ver con las distinciones
que entre ellas formuló la jurisprudencia Federal y Provincial (como ejemplo: el esquivo
reconocimiento judicial de su legitimación procesal).
a) Diferencias en cuanto a su legitimación procesal
Ejerce sus funciones con independencia en coordinación con las demás autoridades de
la República, pero sin sujeción a instrucciones o directivas emanadas de órganos ajenos a
su estructura.
Posee una organización jerárquica cual exige que cada miembro del Ministerio Público
controle el desempeño de los inferiores y de quienes lo asistan, fundamentando las
facultades y responsabilidades disciplinarias que en la ley se reconocen a los distintos
magistrados o funcionarios que lo integran.
Todos los magistrados del ministerio al tomar posesión de sus cargos deben prestar
juramento de desempeñarlos bien, legalmente y de cumplir y hacer cumplir la CN y las
leyes. Prestan juramento ante el Presidente de la Nación el Procurador General y el
Defensor General, y los magistrados inferiores lo hacen ante estos.
Alcanzan a los integrantes del Ministerio Público las incompatibilidades que establecen
las leyes respecto de los Jueces de la Nación.
El Procurador General y el Defensor General de la Nación pueden ser removidos por las
causales y mediante el procedimiento de juicio político previsto en los Arts. 53 y 59CN. Los
magistrados inferiores del Ministerio Público pueden ser removidos por el Tribunal de
Enjuiciamiento mediando causales de mal desempeño, grave negligencia o por la comisión
de delitos dolosos de cualquier especie. Este tribunal se compondrá de siete miembros: 3
vocales que deberán cumplir con los requisitos para ser miembros de la CSJN y serán
elegidos uno por esta; otro por el PEN y otro por el Senado de la Nación. 2 vocales
deberán cumplir con los requisitos para ser miembros de la CSJN y ser abogados de la
matricula federal y serán elegidos uno por la Federación Argentina de Colegios de
Abogados y otro por el Colegio Público de Abogados de la Capital Federal. Y 2 vocales se
elegirán por sorteo, uno entre los Procuradores Fiscales ante la CSJN o Fiscales
Generales y otro, entre los Defensores Oficiales ante la CSJN o Defensores Públicos ante
tribunales colegiados. La conformación del tribunal y las reglas de procedimiento se
encuentran en los Arts. 19 y 20 de la ley 24.946.
El Ministerio Público se relaciona con el PEN a través del Ministerio de Justicia y con el
Congreso a través de la Comisión Bicameral mencionada.
a) Funciones
i) Dictar y aplicar normas de control interno, las que deberán ser coordinadas con la
Auditoría General de la Nación:
ii) Emitir y supervisar la aplicación, por parte de las unidades correspondientes, de las
normas de auditoría interna:
vii) Aprobar los planes anuales de trabajo de las unidades de auditoría interna, orientar
y supervisar su ejecución y resultado;
ix) Atender los pedidos de asesoría que le formulen el Poder Ejecutivo Nacional y las
autoridades de sus jurisdicciones y entidades en materia de control y auditoria;
xiii) Ejercer las funciones del art. 20 de la ley 23.696 en materia de privatizaciones, sin
perjuicio de la actuación del ente de control externo(21).
Tiene el deber de informar al PEN sobre la gestión financiera y operativa de los órganos
que se encuentran bajo su dependencia; informar a la AGN sobre la gestión cumplida por
los entes bajo su fiscalización; e informar a la opinión pública en forma periódica.
b) Composición
El art. 110 de la ley 24.156 establece que será asistido por tres síndicos generales
adjuntos quienes los sustituirán en caso de ausencia, licencia o impedimento en el orden
de prelación que el propio síndico general establezca. Son designados por el PEN a
propuesta del Síndico General, y necesitan los mismos requisitos que este para ocupar el
cargo. La estructura actual de la SIGEN sólo cuenta con dos síndicos generales adjuntos;
una Unidad de Auditoría Interna, una Secretaría General, un Gabinete de Asesores, una
Secretaría Legal y Técnica; ocho (8) Gerencias, dos (2) Subgerencias y dos (2)
Coordinaciones.
Se encuentra ubicada dentro del Ministerio Público Fiscal como órgano independiente
de la Procuración General de la Nación. Está integrada por el Fiscal Nacional de
Investigaciones Administrativas y demás funcionarios inferiores, como: Fiscales Generales
de Investigaciones Administrativas; Fiscales Generales Adjuntos y Fiscales de
Investigaciones Administrativas. Su integración y funcionamiento se encuentra en la
Sección II Capítulo II de la ley Nº 24.946.
— de denunciar ante la justicia competente, los hechos que como consecuencia de las
investigaciones practicadas, sean considerados delitos. En tales casos, las investigaciones
de la Fiscalía tendrán el valor de prevención sumaria.
Con la sanción de la ley Nº 25.246 en abril del año 2000, se sustituye el Capítulo XIII,
Título XI del Código Penal que pasa a denominarse "Encubrimiento y Lavado de Activos
de origen delictivo" actualizando la legislación en materia de prevención y control de
lavado de dinero acorde a parámetros internacionales; y se crea la Unidad de Información
Financiera UIF encomendándole, entre otras cosas, el análisis, tratamiento y transmisión
de información a los efectos de prevenir e impedir el lavado de activos provenientes de
una serie de delitos graves. Y con la sanción de la ley Nº 26.268 en junio de 2007 se
incorpora al mismo código el capítulo VI en el Título VII del Libro Segundo extendiendo el
mandato de la UIF al análisis de operaciones sospechosas de financiamiento del
terrorismo.
La UIF cuenta con autarquía funcional en la jurisdicción del Ministerio de Justicia y
Derechos Humanos de la Nación. Se domicilia en Capital Federal pero puede establecer
una agencia por cada región del país con el objeto de recibir, complementar y
compatibilizar información de la jurisdicción y remitirla a su oficina central(22).
Y el delito de financiación del terrorismo (artículo 213 quáter del Código Penal).
Está integrada por un Presidente (con voz y sin voto), un Vicepresidente y un Consejo
Asesor de siete (7) Vocales, que sesiona con la presencia de al menos cinco de sus
integrantes, y que decide por mayoría simple de sus miembros presentes. Los integrantes
representan cada uno a un organismo y son designados por el PEN a propuesta de cada
uno de estos, cuales son: el Banco Central de la República Argentina; la Administración
Federal de Ingresos Públicos (AFIP); la Comisión Nacional de Valores; Un experto en
temas relacionados con el lavado de activos representante de la Secretaría de
Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico de la
Presidencia de la Nación; el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos; el Ministerio de
Economía y Producción; el Ministerio del Interior.
Cuando la UIF tuviere elementos de convicción suficientes para sospechar que podría
estar configurándose algún delito penado por la ley 25.246, será comunicado al Ministerio
Público a fines de establecer si corresponde ejercer la acción penal.
b) Sujetos Obligados a informar
Los sujetos obligados a informar son, entre otros(25): Las entidades financieras y las
administradoras de fondos de jubilaciones y pensiones; las personas físicas o jurídicas
autorizadas por el Banco Central para operar en la compraventa de divisas bajo forma de
dinero o de cheques extendidos en divisas o mediante el uso de tarjetas de crédito o pago;
las personas físicas o jurídicas que como actividad habitual exploten juegos de azar; Los
agentes y sociedades de bolsa, sociedades gerente de fondos comunes de inversión; los
Registros Públicos de Comercio, los organismos representativos de Fiscalización y Control
de Personas Jurídicas, los Registros de la Propiedad Inmueble, los Registros Automotor y
los Registros Prendarios; las personas físicas o jurídicas dedicadas a la compraventa de
obras de arte, antigüedades u otros bienes suntuarios, inversión filatélica o numismática, o
a la exportación, importación, elaboración o industrialización de joyas o bienes con metales
o piedras preciosas; las empresas aseguradoras; las empresas emisoras de cheques de
viajero u operadoras de tarjetas de crédito o de compra; las empresas dedicadas al
transporte de caudales; las empresas prestatarias o concesionarias de servicios postales
que realicen operaciones de giros de divisas o de traslado de distintos tipos de moneda o
billete; los Escribanos Públicos; los organismos de la Administración Pública y entidades
descentralizadas y/o autárquicas que ejercen funciones regulatorias, de control,
supervisión y/o superintendencia sobre actividades económicas y/o negocios jurídicos y/o
sobre sujetos de derecho, individuales o colectivos: el BCRA, la AFIP, la Superintendencia
de Seguros de la Nación, la Comisión Nacional de Valores y la Inspección General de
Justicia; los productores, asesores de seguros, agentes, intermediarios, peritos y
liquidadores de seguros; los profesionales matriculados cuyas actividades estén reguladas
por los Consejos Profesionales de Ciencias Económicas; igualmente están obligados al
deber de informar todas las personas jurídicas que reciben donaciones o aportes de
terceros.
Las denuncias de posible comisión de delitos serán recibidas por el Fiscal General
designado por la Procuración General de la Nación (cuando se tratare de la competencia
Federal o Nacional), y en los restantes casos por los funcionarios del Ministerio Fiscal que
corresponda.
c) Estructura Organizativa
La Secretaría General coordina todas las acciones que lleve a cabo la UIF, como
consecuencia de las decisiones y directivas adoptadas por el Plenario.
Fueron creados por leyes del Congreso Nacional (los que llevan la denominación de
Entes) o decretos del Poder Ejecutivo Nacional (los que llevan la denominación de
Comisión) y poseen un status jurídico diferenciado del de los Ministerios y demás
dependencias del PEN.
Por lo expresado concluimos que la mayoría de estos Entes tienen facultades similares,
y que se encuentran establecidas en las normas de creación, y son:
- Regulatorias: al dictar normas a las que deben someterse los sujetos de la ley;
En la mayoría de los casos, las funciones de los entes reguladores de servicios públicos
abarcan todo el ámbito nacional. Por ejemplo: Comisión Nacional de Comunicaciones
(CNC)(27), Comisión Nacional de Regulación del Transporte (CNRT)(28), Ente Nacional de
Obras Hídricas de Saneamiento (ENOHSA)(29), Ente Nacional Regulador del Gas
(ENARGAS)(30), Organismo Regulador del Sistema Nacional de Aeropuertos (ORSNA)(31).
Esos Entes son auditados principalmente por el Congreso Nacional, a través de:
6. Descentralización política
Las provincias conservan todo el poder no delegado al Gobierno Federal; se dan sus
propias instituciones locales y se rigen por ellas; eligen a sus gobernadores, sus
legisladores y demás funcionarios sin intervención del Gobierno Nacional.
La CN establece en su art. 5º que cada provincia dictará para sí una Constitución bajo el
sistema representativo republicano, de acuerdo con los principios, derechos y garantías de
la CN; y que asegure su administración de justicia, su régimen municipal y la educación
primaria. Con respecto a su régimen municipal, el art. 123 de la CN lo complementa
estipulando que debe asegurar la autonomía municipal y reglando su alcance y contenido
al orden institucional, político, administrativo, económico y financiero. Si no se respetara la
forma republicana de gobierno la provincia será intervenida por el Gobierno Federal.
Los mandatos de Gobernador en las provincias duran cuatro (4) años y en la mayoría
de ellas se permite la reelección. Igual duración tienen los mandatos de legisladores
provinciales, aunque éstos sí gozan de la posibilidad de reelección. Los Jueces
provinciales gozan de estabilidad en sus cargos y pueden ser destituidos solamente por
motivos de conducta y por los procedimientos legales locales.
Como las provincias pueden ejercer todo el poder no delegado al Gobierno Nacional a
través de la CN, sus competencias son amplias y es conveniente entonces,
didácticamente, expresar cuál es el poder que NO deben ejercer, y tenemos que:
b) Ninguna provincia puede declarar, ni hacer la guerra a otra provincia. Sus quejas
deben ser sometidas a la Corte Suprema de Justicia y dirimidas por ella. Sus hostilidades
de hecho son actos de guerra civil, calificados de sedición o asonada, que el Gobierno
federal debe sofocar y reprimir conforme a la ley(36).
Concluimos entonces, que las provincias pueden ejercer todas las atribuciones
necesarias, siempre que no afecten las facultades que ellas mismas delegaron en el
Gobierno Federal.
En esta provincia no hay distinción entre municipios de ciudad con municipios rurales, ni
entre municipios de escasa población con otros excesivamente poblados, salvo, por la
cantidad de Ediles a elegir. En similar situación se encuentran las provincias de Santa Fe,
Mendoza y La Pampa.
Pueden ser creadas por el PEN en ejercicio de las atribuciones conferidas por el artículo
99 inc. 1 CN (es el responsable político de la administración general del país); como por el
Honorable Congreso Nacional art. 75 Incs. 8 y 9 (responsable de la asignación
presupuestaria con facultad de crear y suprimir empleos). A las Entidades Autárquicas sólo
pueden modificarlas o disolverlas aquel órgano que las creó, por decreto del PEN si fue
creada por él, o por ley del HCN si hubiese sido creada por éste. Existen Entidades
Autárquicas que sólo pueden ser creadas por ley como las Universidades Nacionales y el
Banco Central, pues estas son competencias emergentes de lo establecido en la CNart. 75
incs. 6 y 18 y reciben una protección especial en el plexo constitucional.
El personal de trabajo de los Entes Autárquicos está comprendido dentro del régimen
de empleados públicos(41), y rige tanto para sus empleados como sus funcionarios
superiores, a diferencia de las Empresas del Estado en las que sus empleados son
considerados trabajadores privados regidos por la Ley de Contrato de Trabajo.
Por tratarse de un ente estatal, las declaraciones que emita y produzcan efectos
jurídicos a terceros serán consideradas actos administrativos, contratos administrativos,
reglamentos administrativos o hechos administrativos, y regido su procedimiento por la ley
de procedimiento administrativo o por otra especial, pero de la misma naturaleza.
Algunos autores señalan dos grupos de Entidades Autárquicas: 1) las que cumplen un
fin específico o un servicio público, estén o no creadas dentro de una esfera territorial
delimitada, que llaman "entidad autárquica institucional" y que venimos explicando; y 2) las
que limitan su actuación a una circunscripción geográfica delimitada pero con competencia
general de carácter local, que llaman "entidad autárquica territorial" considerando como
una de ellas a los municipios(42). Esta apreciación —que no compartimos— se realiza en
base a consideraciones que lo alejan de reconocerles autonomía: 1) a que los municipios
no pueden invocar derechos preexistentes ni poderes originarios, ya que la obligación
institucional establecida en el art. 5ºCN se encuentra dirigida a las provincias; 2) que a
pesar de la autonomía establecida en el art. 123CN a los municipios, sus competencias se
encuentran limitadas por las leyes orgánicas provinciales; y 3) que se trata de una
autonomía relativa o de segundo grado, ya que el reconocimiento de dictarse sus propias
cartas orgánicas, sólo implica un grado mayor de delegación(43).
Entendemos que si bien es cierto que existen grandes diferencias en cuanto al alcance
de la autonomía en los municipios y en las provincias, esto no transforma a los municipios
en Entidades Autárquicas, ya que son mayores las diferencias que tienen con estas. Es
posible, como se dijo, distinguir y enumerar algunas diferencias entre el municipio y otro
organismo autónomo, pero utilizando el mismo criterio de distinción con las Entidades
Autárquicas se advertirán que son mayores —en cantidad e importancia— sus diferencias,
vale decir entonces, que utilizando este criterio negativo los municipios se alejan más de
ser considerados autárquicos que autónomos. Con respecto a estas diferencias tiene dicho
la Corte Suprema de Justicia Nacional: "[...] Por otra parte, aun prescindiendo de las
prescripciones concretas de las constituciones provinciales vigentes, debe reconocerse
que mal se avienen con el concepto de autarquía diversos caracteres de los municipios,
tales como su origen constitucional frente al meramente legal de las entidades autárquicas;
la existencia de una base sociológica constituida por la población de la comuna, ausente
en tales entidades; la imposibilidad de su supresión o desaparición, dado que la
Constitución asegura su existencia, lo que tampoco ocurre con los entes autárquicos; el
carácter de legislación local de las ordenanzas municipales frente al de resoluciones
administrativas de las emanadas de las autoridades de las entidades autárquicas; el
carácter de personas jurídicas de derecho público y de carácter necesario de los
municipios (art. 33, Cód. Civil, y especialmente la distinción hecha en el texto originario de
Vélez Sarsfield), frente al carácter posible o contingente de los entes autárquicos; el
alcance de sus resoluciones, que comprende a todos los habitantes de su circunscripción
territorial, y no sólo a las personas vinculadas, como en las entidades autárquicas; la
posibilidad de creación de entidades autárquicas en los municipios, ya que no parece
posible que una entidad autárquica cree a otra entidad autárquica dependiente de ella; y la
elección popular de sus autoridades, inconcebible en las entidades autárquicas [...]" (44). Es
éste el criterio que compartimos y por el cual sostenemos que el municipio es un
organismo autónomo y no un Ente Autárquico con competencia general de carácter local.
Las Universidades necesitan ser creadas por ley, pero una vez creadas se rigen por la
Ley de Educación Superior Nº 24.521, por sus propios Estatutos ya que les fuera otorgada
autonomía y autarquía en forma Constitucional a través del art. 75 inc. 19, y por las
Ordenanzas y Resoluciones que ellas mismas dicten.
a) Dictar y reformar sus estatutos, los que serán comunicados al Ministerio de Cultura y
Educación a los fines establecidos en el artículo 34 de la presente ley;
c) Administrar sus bienes y recursos, conforme a sus estatutos y las leyes que regulan
la materia;
Los Estatutos de la Universidades Nacionales pueden variar unos con otros, pero en su
gran mayoría contienen: los objetivos culturales y educativos que pretende la Universidad
para la formación profesional; los objetivos de investigación científica; los planes de
estudio; las condiciones de admisibilidad de los estudiantes; la situación de los docentes,
profesores y auxiliares de la docencia; la extensión universitaria; el patrimonio, su
adquisición y disposición; los recursos económicos; el autogobierno de la Universidad; la
Asamblea Universitaria; el Consejo Superior; el Rector; el Consejo Académico; el Decano;
derechos y obligaciones de cada miembro de la comunidad universitaria; las carreras de
grado y de posgrado etc. Las Universidades creadas últimamente, centralizan el poder de
administración en una estructura que sólo desconcentra funciones en Departamentos en
lugar de las clásicas Facultades.
— Promover una adecuada diversificación de los estudios de nivel superior, que atienda
tanto las expectativas y demandas de la población como a los requerimientos del sistema
cultural y de la estructura productiva
Es el PEN quien está facultado para constituir Empresas del Estado, así como también
para adaptar las disposiciones que rigen su actual funcionamiento a nuevas necesidades y
características institucionales, pero dando cuenta al HCN.
Estas empresas funcionan bajo la dependencia del PEN y supervisadas por el ministerio
o la secretaría que corresponda; el Presidente a través de la Secretaría de Hacienda le
designa a un funcionario en carácter de Síndico a cada una de las empresas con el objeto
de asistir con voto consultivo a las reuniones de Directorio; asesorar a la Secretaría de
Hacienda sobre la situación financiera de la empresa y verificar los actos acordados por la
empresa que afecten o puedan afectar al Tesoro Nacional.
Luego de la finalización de cada ejercicio, la ley establecía que las empresas deben
someter la memoria, el balance general y la cuenta de ganancias y pérdidas al dictamen
del Tribunal de Cuentas de la Nación —ente disuelto—, dentro del término de cuatro
meses. Esta documentación juntamente con el dictamen del Tribunal de Cuentas se remite
al PEN, quien a su vez dará cuenta al Congreso de la Nación dentro de un plazo no
superior al próximo período de sesiones ordinarias en que fuera presentado la memoria, el
balance general y la cuenta de ganancias y pérdidas. Como expresamos nuestra opinión
sobre el control que tiene la AGN a partir de la sanción de la ley 24.156 sobre las EE,
entendemos también que cuando la ley impone un deber en cabeza de la Secretaría de
Hacienda debió agregar "o de la que cumpla con sus funciones" ya que el PEN es quien
impulsa —históricamente sin obstáculos— la creación o disolución las Secretarías. No
obstante ello, como es facultad atribuida por la ley al PEN, constituir EE, adaptar las
existentes o disolverlas, es decir, como puede lo más, nada impide a que pueda lo menos,
como es la facultad de intervenir con cualquier otra Secretaría que no fuese la de
Hacienda. Por el mismo motivo creemos que el PEN ejerce sobre estas empresas el
control jerárquico y no administrativo, como sólo puede ejercer sobre las entidades
autárquicas.
Son entes estatales descentralizados, pero que se rigen predominantemente por las
normas del derecho común (ley 19.550/72 de sociedades comerciales) en cuanto a su
constitución y su funcionamiento, pero no en cuanto a su creación y disolución, ya que son
creadas por ley y para ser disueltas se necesita autorización legislativa sin la cual el PEN
no podrá resolver su liquidación. El art. 5º de la ley 20.705 menciona la imposibilidad de
estas sociedades de ser declaradas en quiebra, pero entendemos que este artículo fue
derogado por el art. 2ºley 24.522 que sostiene la posibilidad "[...] de ser declaradas en
concurso las personas de existencia visible, las de existencia ideal de carácter privado y
aquellas sociedades en que el Estado Nacional, Provincial o Municipal sean parte,
cualquiera sea el porcentaje de su participación".
Nos referimos a la creación de estas sociedades por medio de ley formal y disolución
por parte del PEN con autorización legislativa, pero como estas SE pueden constituirlas los
Estados provinciales y municipales, ellas serán creadas por las legislaturas provinciales o
los Concejos Deliberantes locales y disueltas con autorización de estos dispensadas a los
respectivos Gobernadores de provincias o Intendentes municipales. Si la sociedad se
integrara por los tres estratos del Estado —Nación; provincia y municipio— será creada en
conjunto entre los tres órganos legislativos; y podrá ser disuelta por autorización de estos a
los tres órganos ejecutivos. De la misma manera debe entenderse si la sociedad se
integrara con la participación de dos, de cualquiera de estos tres estratos del Estado
mencionados.
En cuanto a los estatutos serán aprobados por los órganos ejecutivos de los que se
traten, de acuerdo a lo indicado en el párrafo anterior.
El art. 4º de la ley 20.705 dispone que las "SE podrán ser unipersonales" lo que resulta
curioso o al menos extraño de entender, ya que el fundamento de las sociedades en
nuestro derecho es la participación de dos o más partes y el afecto de éstas entre sí.
Podríamos decir también que ante la falta de socios el Estado podría constituir una
Empresa del Estado reguladas por la ley 13.653 ordenada por el decreto 4053(48). Este
punto ha llevado a parte de la doctrina —entre la que nos encontramos— a entender que
la creación de esta figura tiene que ver con la idea de que el Estado pueda administrar
empresas comerciales, industriales o de servicios públicos, pero fuera del alcance de las
normas que rigen al derecho público, sometiéndose solamente al derecho privado y regido
por sus controles.
El art. 6º de la ley citada se refiere a "que no serán de aplicación a las SE las leyes de
contabilidad, de obras públicas y de procedimientos administrativos" ya que entiende a
estas sociedades como sometidas solamente al derecho privado y fuera de la órbita
pública, pero veremos que este contundente artículo no será de total aplicación. En cuanto
a la ley de procedimientos administrativos, tenemos que si bien no se relaciona como
administración pública ante sus clientes, en ocasiones éstos pueden interponer el recurso
de alzada previsto en el art. 4º del decreto 1.883/91 que reglamenta la LPA. Y con
respecto a la ley de contabilidad fue derogada en gran parte por la ley 24.156 que
establece un órgano de control del sector público interno (SIGEN(49)) y otro del sector
público externo (AGN(50)) ambos con facultades de control sobre las Sociedades del
Estado(51). Al respecto la Resolución 37/06 de la SIGEN aprueba las "Normas mínimas de
control interno para el buen gobierno cooperativo en Empresas y Sociedades del
Estado" por el cual se incorporan revisiones relacionadas con los deberes de lealtad y
diligencia que deben tener los directores, administradores y fiscalizadores de éstas, con
excepción de las comprendidas en el Régimen de Transparencia de la Oferta Pública". La
Resolución dispone que deben constituir un Comité de Auditoría con amplias facultades,
que funcione en forma colegiada con tres o más miembros del directorio y cuya mayoría
revista la condición de independiente(52). Quedan excluidas de la constitución del Comité
mencionado aquellas sociedades que califiquen como pequeñas y medianas empresas.
Esta resolución 37/06 comprende tanto a las SE como a las Empresas del Estado; a las
sociedades anónimas con participación estatal mayoritaria; a las sociedades de economía
mixta y a todas aquellas otras organizaciones empresariales donde el Estado Nacional
tenga participación mayoritaria en el capital o en la formación de las decisiones societarias.
Por el art. 9º el PEN está facultado para transformar en Sociedades del Estado a las
sociedades anónimas con participación estatal mayoritaria; a las sociedades de economía
mixta; a las empresas del estado; a las constituidas por regímenes especiales existentes al
momento de la promulgación de la ley(54) y a los servicios que presten. Asimismo,
mantiene para las SE los beneficios tributarios, impositivos y arancelarios de que gozan las
entidades que se transformen.
Son sociedades anónimas constituidas por el Estado nacional; las provincias; los
municipios; los organismos estatales legalmente autorizados al efecto; u otras sociedades
anónimas con participación estatal mayoritaria, que ostentan la propiedad en forma
individual o conjunta, de la representación por lo menos del 51% del capital social y que
son suficientes para prevalecer en asambleas ordinarias y extraordinarias. Asimismo,
también lo serán las sociedades anónimas que con posterioridad reúnan estos requisitos,
siempre que una asamblea especialmente convocada al efecto así lo determine y no
mediare oposición expresa de ningún accionista(55).
Queda así de manifiesto que la ley no reconoce como sociedad anónima con
participación estatal mayoritaria a cualquier empresa en la que el Estado pasare a tener
mayoría accionaria, sino que exige para aquellas cuyo contrato de constitución no lo
tuviere estipulado, la realización de una asamblea extraordinaria convocada al efecto y la
NO oposición expresa de ningún accionista. De reunirse estos tres requisitos la sociedad
no cambiará el estatus establecido en su contrato de constitución.
La ley 19.550 en su artículo 312 establece que cuando se alteraren las condiciones
previstas para la constitución de una Sociedad Anónima con participación estatal
mayoritaria, dejarán de aplicarse las disposiciones previstas en su Sección VI creada al
efecto y por lo tanto pasarán a regirse por las normas de las sociedades anónimas.
Este tipo de sociedades se rige desde su creación y hasta su extinción por las normas
de la ley de sociedades y la relación de ellas con sus directores y empleados también se
rigen por las normas del derecho común.
Son las sociedades que forman el Estado Nacional, las provincias, los municipios o las
entidades autárquicas dentro de sus facultades legales por un lado, y capitales privados
por otro, para la explotación de empresas que tengan por finalidad la satisfacción de
necesidades de orden colectivo o la implantación, el fomento o el desarrollo de actividades
económicas(57).
Estas sociedades pueden constituirse como personas de derecho público —si persigue
fines públicos— o como personas de derecho privado. La finalidad de la misma estará
expresada en su instrumento constitutivo. Pero consideramos que como vimos en el título
"sociedades anónimas con participación estatal mayoritaria" cuando las empresas de
economía mixta estén constituidas por mayoría superior al 51 % de participación
patrimonial correspondientes al Estado, también deberá ser considerada de derecho
público.
Las normas que rigen este modelo societario son las contenidas en el Código de
Comercio relativas a las sociedades anónimas, y la Ley 19.550 cuyo art. 389 "aplicación"
dispone: Las disposiciones de esta ley se aplicarán a las sociedades de economía mixta
en cuanto no sean contrarias a las del decreto-ley Nº 15.349/46 (ley Nº 12.962).
1. Introducción
Agrega luego "Por otro lado, no perdemos de vista, como lo desarrollaremos más
adelante, la necesidad de actualizar, de aggiornar, el rico acervo de estas construcciones
para adaptarlo a nuestros días. Veremos cómo avanza el criterio de llamar al viejo instituto
'Poder de Regulación', incorporando algunas ideas de la democracia social, pero sin
regalar ninguna de las fuentes que informaron el crecimiento del Instituto hasta el día de
hoy".
Vemos entonces, que podemos verificar que los actos del poder público con incidencia
negativa sobre los derechos y facultades de los particulares, pueden consumarse en
limitaciones, o en lo que la moderna doctrina denomina como "facultades ablatorias".
Ante lo expuesto, cabe consultarnos cuál sería una primera definición sobre la mentada
actividad administrativa de limitación o de policía, y la respuesta apunta a manifestar
que será aquella forma de intervenir por parte de la Administración, tendiente a restringir
libertades o derechos de los particulares, sin llegar a sustituir en forma plena la actividad
sometida a esta acción.
Alguna doctrina ha dado una desmesurada extensión a la actividad de limitación, que
denomina de coacción, definiéndola como el conjunto de medidas coactivas utilizables por
la Administración para que el particular ajuste su actividad a un fin de utilidad pública.
Resulta un concepto demasiado amplio en el que se identifican actividad de policía y de
coacción, incluyéndose las prestaciones forzosas de los particulares y la actividad
sancionadora. La coacción y la sanción presuponen una situación ilegítima o antijurídica
del particular de la cual no pueden nunca derivarse una limitación de derechos, sino una
acción o actividad administrativa de restablecimiento del orden jurídico perturbado.
Siguiendo al mismo autor, sostenemos que "el término 'policía' proviene de la voz latina
politiae y reconoce su origen en el concepto griego de la politeia. Circunscripto en sus
comienzos a la constitución de la ciudad, se extendió más tarde a toda la actividad estatal,
con la que llegó a identificarse".
En la era moderan, se concibe al poder de policía, como el instituto que evita los actos
que van contra el orden, el derecho o la religión. Por ello, es dable considerar que el poder
de policía surge como una necesidad de concentrar poder en manos del Príncipe, así
nacen las primeras regulaciones de alcance público hacia los particulares. También tiene
su rol protagónico la Iglesia, que toma a su cargo importantes actividades de interés
público.
Con el advenimiento del actual Estado de Derecho, que tiene como característica
esencial el respeto de los derechos individuales, se construye en el marco de lo que se ha
denominado "garantismo" una estructura jurídica con una marcada tendencia a la
protección de los particulares. En ese marco, el concepto de policía sufre una grave crisis,
ante la nueva concepción del instituto que abreva de la exigencia de norma expresa y
previa, como condición que habilita y legitima el ejercicio del poder del Estado para
establecer limitaciones a los derechos privados.
Conteste con este diseño, Hauriou planteó que la norma de policía sólo podía
concebirse como una autorregulación de lo público. Esto es, como el hecho de que la
Administración podía en todo momento regular y ordenar su actividad interna, pero nunca
regular la esfera de los particulares ni limitar sus derechos e intereses patrimoniales.
Ante ello, parecen dos caras de una misma moneda, así, Hutchinson dixit: "la policía
actúa técnicas de atribución de un minus a una situación jurídica del particular, frente a las
técnicas de fomento que implican en todo caso atribución de un plus. La técnica del minus,
la restricción, se opera a través de la coacción administrativa, en tanto que la atribución del
beneficio, la ampliación de la esfera propia del particular opera por medio de la aceptación
voluntaria de parte de éste".
De esta manera el espectro inclusivo del instituto analizado, avanza sobre el restringido
e inicial concepto de seguridad, salubridad y moralidad, en una herramienta idónea para la
promoción del estado bienestar. Esta concepción amplia sobre el "poder de policía", ha
sido adoptada, en reiterados pronunciamientos, por nuestra Corte Suprema de Justicia de
la Nación.
La constitución Nacional enuncia los derechos de los habitantes previendo que las leyes
reglamentaran su ejerció (art. 14 y 28 de la CN), esa reglamentación o limitación a un
derecho individual se justifica en razón de un interés público y lo llamamos policía y poder
de policía. Policía es dentro de la función administrativa una modalidad de obrar, que limita
o prohíbe, es la atribución que tiene el Estado a través de sus órganos ejecutivos de
ejecutar las leyes de policía; es una función no un órgano de la Administración; mientras
que Poder de Policía es dentro de la función legislativa la facultad de limitar los derechos
individuales por razones de interés general. A través de la Ley se limitan los derechos
reconocidos por la Constitución Nacional.
El criterio Amplio restringe los derechos individuales mas allá, entendiendo que su
objeto es tutelar el bienestar general y no sólo cuestiones de seguridad, salubridad y
moralidad, como veremos en la evolución jurisprudencial argentina esa amplitud
comprende los derechos económicos.
Etapa 1922 a 1934: Libertad Contractual: en 1921 a través de la Ley 11.157 se regula
los precios de las locaciones de casas, piezas y departamentos imponiendo a quienes
tienen la posibilidad de ofrecer al mercado inmuebles en alquiler un tope que no podría
superar el valor que se pagaba por los mismo un año antes, el Máximo Tribunal impone
así en el fallo "Ercolano A. c/Lanteri de Renshaw Julieta" la constitucionalidad de la Ley
11.757 en mérito de defender la búsqueda del bienestar general con la justificación
categórica de proteger el interés público. En el fallo "Avico, Agustín O. c/Saúl G. de la
Pesa" se discute la constitucionalidad de la ley 11.741, que declaraba una moratoria
hipotecaria y una fuerte reducción de los intereses, la corte afirma que la gravedad y
extensión de la crisis económica justifica esta intromisión del estado a las relaciones
contractuales y nace a partir de este fallo el poder de policía de Emergencia.
Etapa 1989 a 1993: reforma del Estado: la emergencia económica fue declarada por
Ley y el máximo Tribunal la declaro constitucional y permitió modificar la estructura de la
Administración Pública centralizada y descentralizada a fin de superar la crisis que la ley
declaraba.
Etapa 1998: Desastres Naturales: durante ese año algunas provincia del país sufrieron
intensas inundaciones. Este es un claro ejemplo del criterio positivo del poder de policía,
que a raíz de estos sucesos ha reconocido a los afectados por estas catástrofes beneficios
con el fin de contribuir al bienestar general y en protección de los intereses económicos
colectivos. Así se tomaron medidas en la ANSeS ampliando los plazos de validez de las
órdenes de pago previsional en las provincias afectadas, se faculto a suspender las
disposiciones con respecto a los cheques rechazados por falta de provisión de fondos
libradas en las zonas de emergencia y se dictaron medidas de ayuda financiera.
Etapa 2002 hasta 10/12/2011: Es de hacer notar que la ley 25.561, encontró asaz
justificación en la crisis generada a partir de la ruptura de la ecuación uno a uno del peso
argentino con el dólar. Ahora bien, a partir de esa norma, surge un ininterrumpido proceso
de prórrogas vigentes —por ahora— hasta el día 10 de diciembre de 2011, esto es con la
terminación del gobierno ungido en octubre de 2007. Así las cosas, a pesar de las
sustantivas mejoras en el desarrollo económico del país, en lo que va desde el año 2003
hasta la fecha, la emergencia sigue vigente. Por ello como hemos dicho (ver "Constitución,
Servicios Públicos y Emergencia", Edit. Ad-Hoc), la emergencia dejó de ser un extremo
fáctico a comprobar, sino que mudó a una "simple verificación dativa". En esa pauta se
dictaron —entre otras— las prórrogas respectivas a través de las siguientes leyes
nacionales nos. 25.790, 25.972, 26.077, 26204.
Más allá de las etapas descriptas, entendemos que bien puede hacerse una división,
desde el punto de vista conceptual más restringida o sesgada, y plantear tres grandes
etapas, a saber:
- Seguridad, Moralidad y Salubridad: hasta 1922 con el fallo "Avico".
- Emergencia económica y social, cuya vigencia, más allá de las enseñanzas del fallo
"Massa", que expresa que las normas de emergencia deben llenar "los requisitos de
"transitoriedad y no sustancialidad [...] para superar el examen de constitucionalidad"
(ver voto de la Dra. Argibay), por lo menos, hasta el 10/12/2011.
La doctrina, tanto nacional cuanto internacional, no tiene dudas al respecto, por eso ha
ponderado, con suma razón, que si el surgimiento de una emergencia justifica un ejercicio
más intenso del poder de policía, este mismo efecto determina simultáneamente que las
potestades de control a cargo de los jueces se cumplan más activamente: a mayor poder,
mayor control. En otras palabras, la emergencia debe someterse en forma exhaustiva al
libre y armónico juego de las Instituciones que conforman y consolidan la plena vigencia
del Estado de Derecho. Un primer interrogante versa sobre la aptitud del Poder Judicial
para examinar la validez del acto en cuya virtud es declarada la emergencia.
Inicialmente, la doctrina tradicional, que —sin dudas— se vertebró sobre la base de una
institucionalidad más consolidada y menos crítica, planteaba como una suerte de
intromisión de un poder en el otro, porque dicho decisorio, era "una cuestión
eminentemente política" (cf. Bielsa, Diez, Villegas Basavilbaso, etc.). Dicho criterio, resultó
aceptarse antaño, en estos tiempos, creo que todas y cada una de las situaciones
caracterizadas como de emergencia, se sustentan en circunstancias fácticas que requieren
un insoslayable examen y valoración por los jueces.
Así las cosas, si bien la Corte inicia una línea directriz a partir de su pronunciamiento,
sobre el tema de la emergencia, en el caso "Avico c/De la Pesa", es bueno traer los dichos
del Tribunal en "Russo, Ángel y otros, c/Delle Donne, s/desalojo", sentenciado el 15 de
mayo de 1959, al impugnar disposiciones legales que suspendían transitoriamente los
efectos de una sentencia de desalojo.
Otra cuestión dirimente para nuestro magno tribunal ha sido la vinculada a "la
persecución de un fin público que consulte los superiores y generales intereses del
país". En otras palabras, una declaración de emergencia destinada a la tutela de intereses
particulares no sería aceptable.
Lo dicho debe apuntarse, sobre el bien jurídico tutelado, en esa pauta, me atrevo a
adelantar, que en más de un caso, la tutela de la emergencia, sirvió pura y exclusivamente
a intereses particulares, y en otros, a los intereses particulares del gobierno de turno.
Escasas veces, o quizás nunca, fue utilizada como una política de estado.
Vale la pena insistir previniendo que la emergencia, por su propia índole, es de carácter
ocasional o momentáneo. No podría nunca, por tanto, calificarse de tal un estado de cosas
de indefinida duración, pues, si realmente las circunstancias que la han originado revisten
condición de permanencia, han pasado, entonces, a integrar la realidad fáctica de ese
estado en el cual han ocurrido, incluso por la pasividad de sus gobiernos o por la ineficacia
de las medidas que adoptaron. Dentro de esta idea, es natural que algunas emergencias
se extiendan por lapsos más prolongados que otras, como un estado de guerra, por
ejemplo.
Finalmente, la Corte (Fallos: 68:201) establece uno de los nudos gordianos sobre los
que debe erigirse cualquier normativa vinculada a la emergencia, cual es "la razonabilidad
del medio elegido por el legislador, o sea, adecuación de ese medio al fin público
perseguido" y "respeto del límite infranqueable trazado por el artículo 28 en orden a las
garantías constitucionales".
Hagamos un alto en el repaso, porque esta es, sin duda, la más difícil de las
condiciones impuestas por el Alto Tribunal, pero, al mismo tiempo, la de mayor necesidad.
La manda del artículo 28 de la Constitución Nacional dice que los principios, declaraciones
y garantías reconocidos en los anteriores artículos "no podrán ser alterados por las leyes
que reglamenten su ejercicio".
Pocas cláusulas constitucionales han sido objeto de mayor estudio que la citada.
Comencemos por apuntar que, más allá del sentido corriente del término —cambiar,
modificar etc.—, en el ámbito constitucional argentino significa que un derecho ha sido
irrazonablemente restringido y aún anulado por las normas legales dictadas para regular
su ejercicio, conforme al art. 14 de la C.N. Nuestra Corte Suprema ha tenido oportunidades
—no muchas— de considerar que han existido alteraciones irrazonables.
Pero no es nada sencillo definir este concepto. Para decirlo en pocas palabras: según
reiterada doctrina del Alto Tribunal, la razonabilidad consiste en una adecuada relación o
proporción entre los objetivos perseguidos por el legislador al reglar un derecho y los
medios que ha previsto para lograr ese propósito.
Ekmekdjian nos dice: "Existen intentos de objetivar algún tipo de límite a esta atribución
reglamentaria (la del art. 14, C.N.) para evitar las arbitrariedades, pero ello es muy difícil.
En primer lugar porque existen casos en los cuales los límites entre restricción legítima y la
alteración constitucional son muy sutiles [...] Así, por ejemplo, cabe preguntarnos si las
leyes de prórroga en materia de locaciones urbanas alteraban o no el derecho de
propiedad del dueño del inmueble; si las farragosas reglamentaciones administrativas de
todo tipo alteran o no los diversos derechos que pretenden reglamentar, de comerciar, de
trabajar, de ejercer industria lícita, de viajar, etc."
Los derechos fundamentales y las libertades públicas sólo pueden ser limitados por
normas provenientes del Poder Legislador (art. 14C.N.); los derechos reconocidos en la
Constitución no son absolutos aunque se los califique de inviolables, es decir son limitados
en virtud del bienestar general, esa reglamentación o Limitación a los Derechos
individuales reconocidos por nuestra Constitución precisa encuadrarse en una serie de
principios y reglas de Derecho que condicionan su obrar y se encuentran delimitados por
los siguientes extremos: Razonabilidad, Intimidad y Legalidad.
1. Fin Público;
2. Circunstancias Justificantes;
Los derechos reconocidos por la Constitución Nacional no pueden ser alterados por las
leyes que reglamenten su ejercicio, así lo dispone su art. 28.
e) Local: Le corresponde a los municipios entender en los asuntos locales, es por ello
que tienen regulación y control en cuestiones de salubridad e higiene, en materia edilicia,
de transito y seguridad. La forma jurídica a través de la que se expresa son las
ordenanzas.
Es el Congreso Nacional a través de la atribución del art. 75 inc. 12 quien dicta los
códigos de fondo, por ello las limitaciones a la propiedad en interés privado son fijadas por
él en el Código Civil y uniformes para todo el país, pero las limitaciones en interés público
carecen de uniformidad ya que corresponde a las provincias la competencia para limitarlo.
8.1. Restricciones
8.2. Servidumbres
Las servidumbres se extinguen por Ley las que así son creadas; por un acto de
desafectación expresa que le quite sentido; por convenio siempre que no sean legales; por
renuncia en caso de haberse constituido por convenio o acto liberal; por destrucción de la
heredad sirviente; por desafectación tácita por no uso inmemorial.
8.3. Expropiación
b) Elemento Objetivo;
c) Elemento Subjetivo;
d) Elemento Material;
e) Elemento Formal.
Tiene dicho la Corte que la declaración de Utilidad Pública por ley admite la revisión
judicial solo en los casos que la calificación sea notoriamente arbitraria.
Puede ocurrir además que exista un sujeto beneficiario es el caso que la ley designe a
un tercero, cumplidos los recaudos que la ley menciona nada impide que el bien ingrese al
patrimonio de un particular.
Los plazos de la expropiación son dos años cuando los bienes son determinados y
cinco años para bienes comprendidos en determinada zona y diez años cuando sean
bienes enumerados genéricamente. Los plazos se computan a partir de la entrada en
vigencia de la ley que autoriza la expropiación.
9. Competencia
Todo ello sin perjuicio de aceptar que hayan materias y problemas que tornan
convenientes, y a veces reclaman, la búsqueda de mecanismos de concertación federal,
en donde, sin desfigurar el esquema de la Constitución formal, las convergencias se
procuran alcanzar con base contractual, y con miras siempre a contribuir a la integración y
unidad nacional. En sentido similar se debe prestar especialmente atención a el camino del
marco regional de alianza económica subcontinental en la que nos hemos incorporado —
MERCOSUR— que, lentamente, va formalizando compromisos entre los Estados Parte, en
los que nuestro país continúa haciendo "reservas" a la hora de obligar a sus estructuras
subfederales —Provincia y Municipios—, pero que inexorable avanzará, al menos, como
objeto de responsabilidad internacional.
Esto quiere decir que el ejercicio por el Congreso Nacional de una legislación exclusiva
sobre los establecimientos que por ley son declarados de utilidad nacional y que están
situados en el territorio de las provincias, se limita a la medida necesaria que motivó dicha
calificación. Y esa legislación necesaria queda circunscripta a los fines específicos del
establecimiento, y sobre ellos las provincias y los municipios conservan sus poderes de
policía e impositivos, en tanto no interfieran con los fines que motivaron la calificación de la
utilidad nacional.
10. Conclusión
Todo ello, claro está, de la mano de otra norma de nuestra Constitución, que según
palabras del profesor Cassagne resulta "la herramienta más idónea para superar el test de
legalidad de un acto", que no es otro que el artículo 28.
El problema común, a la hora del ejercicio profesional desde cualquiera de sus aristas
aparece en la aplicación de los principios que informan la disciplina.
Es verdad que las últimas tendencias han abandonado la noción de los principios de
legalidad para referirse a los principios de juridicidad, siendo éstos omnicomprensivos de
todas las modalidades y procedimientos que adoptan las normas para transformarse en
obligatorias. Esta "ampliación", que insistimos no alcanza a las tipificaciones de delitos
constitucionalmente validas UNICAMENTE consagradas en el vehículo normativo "ley",
nos permite encontrar una diferencia notoria del derecho sancionador con el penal: el
reglamento —como fuente cuantitativa más importante del derecho administrativo—
norma, estatuye y propone castigos a conductas disvaliosas. De la multiplicidad de formas
que adopta el reglamento administrativo, la única que podría ser calificada como "legal" y
motivar la confusión con el principio de la legalidad penal, es el DNU, pero esa materia
está vedada expresamente por la Constitución Nacional como sustancia de los DNU.
Salvat se explayaba:
"Llamamos a resolver las diferencias entre los individuos, es indispensable que los
jueces llenen a todos los casos su misión, pues de otro modo el orden social y la
tranquilidad pública estarían seriamente amenazados. En este sentido, el artículo 15
establece: Los jueces no pueden dejar de juzgar bajo el pretexto de silencio, oscuridad
o insuficiencia de las leyes. El juez está obligado, por consiguiente, a dictar sentencia
en todos los casos y si así no lo hace, incurre en responsabilidades severas de distintas
clases: en primer lugar, dentro de la secuela del juicio, las leyes de procedimiento
establecen recurso de queja para ante los tribunales superiores. Por retardo o
denegación de justicia de parte de los jueces de primera instancia y demás tribunales
inferiores; en segundo lugar, un juez que dejara de juzgar, podría ser removido de su
puesto, por faltar al cumplimiento de sus obligaciones (V. Art. 103. Ley org. Trib.; y art.
45, Cont. Nac.; disposiciones análogas en las leyes y constituciones provinciales).
258. Ahora bien, obligado a juzgar en todos los casos, el juez se encontrara
frecuentemente en una situación difícil, ya sea porque la ley no haya previsto el caso, ya
sea porque la ley no sea clara. El juez deberá recurrir entonces, para suplir el silencio o
la oscuridad de la ley, a la teoría de la interpretación de la ley, cuyas reglas generales
las establece el art. 16 en los siguientes términos: si una cuestión civil no puede
resolverse, ni por las palabras, ni por el espíritu de la ley se atenderá a los principios de
leyes análogas; y si aún la cuestión fuere dudosa se resolverá por los principios
generales del derecho teniendo en consideración las circunstancias del caso."
"1. Las Leyes de Partida establecían un sistema distinto: cuando el juez no encontraba
una ley expresa o si la ley no era clara, debía elevar los autos al Rey, para que este
resolviese el juicio, ya sea dando una ley nueva para el caso, ya sea estableciendo cual
era el verdadero sentido de la ley oscura, interpretándola. Este sistema, seguido hasta
el siglo XVIII en casi todos los países, tenía un inconveniente grave: el Rey o los
Parlamentos eran llamados a dictar leyes para casos determinados y podían, por
consiguiente, o bien hacer ilusorios los derechos de una persona, demorando
indefinidamente las sanción de ley, o bien favorecer ex profeso a una de las partes
interesadas con el perjuicio de la otra. El sistema tiene también sus inconvenientes,
puesto que sacando al poder judicial de su función propia, consiste en aplicar la ley,
autoriza al juez para dictar, por vía de interpretación, una ley para el caso. Pero este
inconveniente está limitado por el principio de que sus sentencias sólo tienen valor para
el caso juzgado. Es preferible, por otra parte, el arbitrio limitado y circunspecto de los
jueces, al arbitrio poco menos que irresponsable de los cuerpos legislativos;
2. El artículo 16 sólo se aplica a las cuestiones civiles. En materia penal rigen otros
principios: si no hay ley expresa que establezca penal para un acto dado, el juez no
puede imponer ninguna y debe forzosamente absolver al procesado, por censurable
que sea el hecho de que se trate; si una ley es dudosa, el juez debe interpretarla a favor
del procesado, ya sea para absolverlo, para reducir la pena (in dubio pro reo) (art. 18,
Const. Nac.; art. 3º; código procesal en lo criminal; disposiciones semejantes en la
constitución y códigos de procedimientos penales de todas las provincias)."
Es verdad que hoy, a la luz de los límites impuestos en pos de la preservación el bien
jurídico libertad, el administrativismo quiere desembarazarse de medidas o sanciones
restrictivas, que impulsen la utilización predominante de principios generales del derecho
penal en un procedimiento administrativo, pero —mea culpa— podríamos dedicar unas
líneas, para abrir el apetito de los investigadores del derecho penal sobre la fuente o
naturaleza de la detención personal como instituto jurídico. En sus estudios sobre
seguridad, población, vigilancia y castigo, Foucault memora la figura de la detención en los
castillos medioevales como escala previa y garantía de juzgamiento —bajo las ordenes del
señor feudal, ajeno al proceso— que se desarrollaba en las cortes, generalmente ubicadas
en las cercanías de los séquitos imperiales. Además reconocía en cabeza del jefe local la
potestad de "retener" puertas adentro de su castillo al hijo pródigo o la hija promiscua sin
fallo ni ley alguna. Una función, que dista bastante de las tareas de un "castigador", para
parecerse mucho a las actuales ocupaciones de los guardiacárceles de encausados. En
definitiva desde aquellos tiempos hasta nuestros días, las detenciones aparecían más
cercanas a medidas de administración o seguridad que a las condenas efectivas. En
Beccaria, por ejemplo, las penas en tanto que castigo se identifican con el escarnio
público, el destierro, la ley del talión y en la cúspide de su escala: la muerte. No obstante,
el emblemático penalista, no recepta la detención o reclusión como condena penal
efectiva. También, en el panóptico de Betham, "arquitecto universal" del sistema carcelario
o en 1984 de Orwell, sin condena mediante, todo se trata de medidas de seguridad y
control que se quedaron en el sistema penal, pero se concibieron —para bien o para mal—
en el ámbito administrativo.
2. Penal o Sancionador
Vaya aquí una muy interesante cita jurisprudencial en la que la Suprema Corte de
Justicia de la PBA reconoce la facultad de imponer restricciones y prohibiciones por
razones de moralidad pública, es testimonio de un tiempo y una cultura que los años han
sobrepasado, pero que vale la pena releer:
"La potestad de dictar el Código Penal, atribuida al Congreso por el art. 67 inc. 11 de la
Constitución Nacional, no impide a las provincias el ejercicio de la facultad de instituir
faltas y sancionarlas en materia de moralidad pública, en tanto no se produzca conflicto
con el Código Penal o con otras leyes propiamente nacionales por su fuente y efectos.
No les compete a los jueces discernir sobre consideraciones de política legislativa. La
explotación de comercios nocturnos que emplean alternadoras no constituye por
principio una actividad comercial lícita y honesta, sino meramente tolerada, y por ello
mismo sujeta a renovadas exigencias y restricciones, y aun a prohibiciones
interpretando razonablemente los requerimientos de interés público, aun después de
haber autorizado su funcionamiento, sin que el empresario afectado pueda invocar
derechos para lograr el mantenimiento de situaciones anteriores determinadas por una
circunstancial liberalidad de aquél. Las limitaciones o condicionamientos relativamente
rigurosos impuestos al funcionamiento de establecimientos de 'esparcimiento' nocturno
—entre ellos la prohibición del empleo de mujeres para prestar compañía a
concurrentes—, no importa una violación al derecho constitucional de trabajar
libremente en actividad lícita, sino que, por el contrario, significa el cabal ejercicio del
poder de policía de la moralidad. El ejercicio del poder de policía local lleva como
necesaria implicancia la facultad de adoptar los medios para ponerlo en práctica, y
cuando ese poder se ejerza sancionando una prohibición, la conminación de penas será
el medio natural. La tipificación delictiva que la ley nacional efectúa en materia de
prostitución no veda la posibilidad a los poderes locales para que establezcan
restricciones y prohibiciones, con las consiguientes sanciones, respecto a otras
actividades que, sin configurar un comercio del acto sexual sean susceptibles de
ofender la moralidad pública al facilitar el modo y la ocasión propicios para que ciertas
personas frente a determinadas circunstancias sean atraídas a la concertación de tales
tratos." (SCJ PBA, 02/06/1981, "Roldán, Adrián B.", La Ley Online AR/JUR/6198/1981).
Pero si la tarifa máxima del régimen sancionador no incluye ninguna medida privativa de
la libertad, los principios generales que informen la especialidad, son derecho local,
reservado expresamente, en lo formal y en lo sustancial.
"14) Que esta Corte ha sostenido reiteradamente que la facultad otorgada por ley a la
autoridad administrativa para juzgar y reprimir contravenciones no atenta contra la
garantía de la defensa en juicio en tanto se otorgue al justiciable la oportunidad de
ocurrir ante el órgano judicial con el objeto de que cualquier decisión de dicha autoridad
sea materia del consiguiente control, y a fin de que, al margen de lo actuado en el
procedimiento administrativo, haya ocasión de ejercer en plenitud el derecho
conculcado en el proceso judicial posterior (cf., entre otros, Fallos: 310:360).
"21) Que, a este respecto, esta Corte tiene dicho que la garantía de inviolabilidad de la
defensa en juicio en procedimientos de imposición de sanciones administrativas exige
entre otros requisitos que el Estado provea los medios necesarios para que el juicio a
que se refiere el art. 18 de la Constitución Nacional se desarrolle en paridad de
condiciones respecto de quien ejerce la acción pública y quien debe soportar la
imputación, mediante la efectiva intervención de la defensa (Fallos: 312:1998,
considerando 4º, del voto de la mayoría).
"30) Que si bien el plazo de 48 horas, aisladamente considerado, podría ser visto como
un lapso que satisface el requisito "sin demora" impuesto por la Convención citada,
cuando se incorporan al análisis las demás particularidades del caso se advierte que
semejante conclusión sería equivocada. Ella significaría, además, el incumplimiento de
los parámetros indicados al Estado argentino por la Corte Interamericana en el caso
"Bulacio" (supra cit.). En efecto, no se trata tan sólo del tiempo, sino, además, de la
ausencia de garantía alguna que permita tomar contacto con un abogado o, al menos,
con algún tercero. Una situación que claramente dificulta el cuestionamiento judicial de
las detenciones arbitrarias, objetivo central de la norma constitucional señalada. Una
interpretación de alcance similar ha sido consagrada por el Tribunal Europeo de
Derechos Humanos (cf. caso "Brogan vs. Reino Unido", sentencia del 29/11/1988, p. 58
y s., 62, invocado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso "Juan
Humberto Sánchez vs. Honduras", sentencia del 7/06/2003, '84, nota 106)."
Recién en este considerando, la CSJ, afina la puntería —igual metáfora que la utilizada
para comparar el obrar legislativo con el jurisdiccional—, el problema viene de la cuestión
de las detenciones arbitrarias, como he sostenido, la inconstitucionalidad del régimen
sancionador se identifica con las penas privativas de la libertad. Ni siquiera los principios
generales del derecho administrativo —para estos casos: presunción de legitimidad,
ejecutividad y ejecutoriedad— empecen al ejercicio de los derechos constitucionales del
artículo 18 de la CN, con todas las posibilidades suspensivas existentes mencionadas, ni
tampoco debería ampliarse la noción de pena a las sanciones administrativas, reconocidas
en las facultades legislativas reservadas a la competencia local, el límite constitucional de
ese artículo, efectivamente preserva la noción de juez natural, pero siempre en el marco
del proceso y la causa. Sólo como muestra, a la hora de referirse al arresto no exige orden
del juez.
"5. Que en el art. 3º inc. a, se dispuso que los solicitantes debían acompañar en su
presentación un escrito dirigido al COMFER en el que se indicaría expresamente que
desistían, de manera total e incondicional, de todos los recursos administrativos y
judiciales que se hubieren interpuesto contra las disposiciones legales y reglamentarias
para el servicio en cuestión, como así también contra cualquier acto administrativo
emitidos por el COMFER y la Comisión Nacional de Comunicaciones (CNC).
6. Que el art. 3º inc. a, de la resolución COMFER 16/99 resulta violatorio del art. 18 de
la Constitución Nacional y de las convenciones internacionales de derechos humanos,
que cuentan con jerarquía constitucional, en cuanto resguardan el derecho a la tutela
administrativa y judicial efectiva (arts. XVIII y XXIV de la Declaración Americana de los
Derechos y Deberes del Hombre, 8º y 10 de la Declaración Universal de Derechos
Humanos, 8º y 25 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, 2º inc. 3º
aps. a y b, y 14 inc. 1º del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos).
7. Que ello es así pues la citada disposición, en los términos generales en que ha sido
redactada, restringe en forma ilegítima y arbitraria la posibilidad de que los particulares
que pretendan participar en concursos para la adjudicación de licencias de radiodifusión
puedan impugnar cualquier resolución administrativa del COMFER y la CNC vinculada
al servicio en cuestión, en contradicción de la garantía mencionada en el considerando
anterior, que supone la posibilidad de ocurrir ante los tribunales de justicia —a lo que
cabe agregar, ante las autoridades administrativas competentes— y obtener de ellos
sentencia o decisión útil relativa a los derechos de los particulares o litigantes (Fallos:
310:276 y 937; 311:208) y que requiere, por sobre todas las cosas, que no se prive a
nadie arbitrariamente de la adecuada y oportuna tutela de los derechos que pudieren
eventualmente asistirle sino por medio de un proceso —o procedimiento— conducido
en legal forma y que concluya con el dictado de una sentencia —o decisión— fundada
(Fallos: 310:1819)."
"La Corte es competente para conocer del presente caso, en los términos de los
artículos 62 y 63.1 de la Convención Americana. La Argentina es Estado Parte de la
Convención desde el 5 de septiembre de 1984, fecha en el que también reconoció la
competencia contenciosa de la Corte."
En el numeral 33, se reproduce el texto del acuerdo arribado por las partes en momento
del procedimiento ante la Comisión, en el segundo y tercer párrafo aparece el objeto de la
discusión —el resaltado es nuestro—:
El Estado reconoce que la detención fue ilegal. "Ello porque se aplicó normativa que
luego fue declarada inconstitucional como el memo 40, el cual era contrario a los
estándares internacionales, y, además, porque se incumplieron normas internas que
obligan a los funcionarios policiales a dar aviso a los padres, e informar a las personas
menores de edad sobre las causas de la detención, y dar intervención a un juez sin
demora. Como consecuencia de ello se violaron los incisos 1, 2, 3, 4 y 5 del artículo 7º de
la Convención."
"El Estado reconoce la violación de los artículos 8º y 25. Ello por cuanto, basados en las
circunstancias particulares del caso, se han excedido los estándares internacionales en
materia de plazo razonable y no se ha alcanzado el cumplimiento de los estándares
internacionales en materia de recursos efectivos."
El numeral 38, inciso d, vuelve a citar las normas en conflicto y resalta la incoherencia
entre el PROCESO y las garantías comprometidas por el Estado argentino:
En el numeral 53, lucen agregados los dictámenes periciales de los Dres. Emilio García
Méndez y Máximo Emiliano Sozzo. Del primero de ellos, doctor en derecho y especialista
en legislación sobre menores y adolescentes, destaco:
De la opinión del Dr. Sozzo, se puede extraer una verdadera reseña histórica evolutiva
de la cuestión en el país, merece su reproducción íntegra:
Asimismo, la reforma legal estableció que el tiempo de la detención debe ser el 'mínimo
necesario para establecer la identidad', sin superar 10 horas. Por otro lado, el nuevo
texto legal otorga a la persona detenida por averiguación de su identidad el derecho de
comunicarse inmediatamente 'con un familiar o persona de su confianza a fin de
informar su situación'. De esta forma, se pretende asegurar la 'transparencia' del
procedimiento policial. Finalmente, el nuevo texto legal impone a los funcionarios
policiales intervinientes la obligación de dar 'noticia al juez con competencia en lo
correccional de turno'. Se observa la intención de generar un mecanismo de control
judicial de la utilización de esta facultad policial.
Esta estructura normativa funcionó hasta marzo de 1998, por vía de los edictos
policiales y el Reglamento de Procedimientos Contravencionales emanados de la
Jefatura de la Policía Federal.
Otra opinión —parágrafo 56, c—, desde un abordaje no jurídico, arroja más luz al tema.
Se verá que todas las menciones a faltas, contravenciones o sanciones solo aparecen
atadas al problema de las detenciones:
Las prácticas más habituales de detención de personas por las fuerzas policiales en la
Argentina, particularmente en la ciudad de Buenos Aires, son las denominadas 'razzias',
'detenciones por averiguación de antecedentes', luego convertidas en 'detenciones por
averiguaciones de identidad', así como las 'detenciones por edictos contravencionales
de policía o por los códigos de faltas de policía'.
El vocablo razzia significa 'incursión militar, golpe de manos en territorio extranjero por
sorpresa y por violencia' con el objetivo de despojar, y proviene del árabe argelino, e
incorporado al francés en 1840, cuando Francia empezó su campaña colonial sobre
Argelia. Actualmente se denomina razzia a los operativos policiales sorpresivos que
tienen por objeto rodear un predio, una población, una calle, un recital de rock, un
barrio; impedir los movimientos de las personas que quedan atrapadas en este rodeo,
obligarlas a subir a móviles policiales o a transportes públicos colectivos y conducirlas a
territorio policial; en general, a comisarías. Las razzias pueden estar orientadas a
grupos poblacionales sin distinción de sexo, edad u ocupación, o grupos sectarios,
jóvenes o minorías sexuales. En el caso particular de la Argentina, los sectores que se
ven principalmente afectados por este tipo de 'razzias' son los sectores más jóvenes,
pobres y trabajadores. Lo que se hace en esos procedimientos es 'despojar [a las
personas] de sus más elementales derechos' y, consecuentemente, se presenta un
proceso de deshumanización, en donde la policía 'exige obediencia, cumplimiento
irrestricto de órdenes y gritos [...], sumisión y servilismo".
Veremos ahora, que la sentencia se ha referido a una y única situación fáctica: las
detenciones, éste es el capítulo de los Hechos Probados —parágrafo 69—:
"La Corte ha examinado los elementos de prueba y los respectivos alegatos de las
partes y, como resultado de ese examen, declara probados los siguientes hechos:
"La Corte considera probado que en la época de los hechos se llevaban a cabo en la
Argentina prácticas policiales que incluían las denominadas razzias, detenciones por
averiguaciones de identidad y detenciones por edictos contravencionales de policía. El
Memorándum 40 facultaba a los policías para decidir si se notificaba o no al juez de
menores respecto de los niños o adolescentes detenidos (supra 69.A.1). Las razzias
son incompatibles con el respeto a los derechos fundamentales, entre otros, de la
presunción de inocencia, de la existencia de orden judicial para detener —salvo en
hipótesis de flagrancia— y de la obligación de notificar a los encargados de los menores
de edad".
Bibliografía
— Derecho administrativo, 7ª ed., T. II, Lexis Nexis, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 2004.
SALVAT, RAYMUNDO M., Tratado de Derecho civil argentino, Tipográfica Editora Argentina
(TEA), Buenos Aires, 1954.
ZAFFARONI, ALAGIA, SLOKAR, Manual de Derecho Penal Parte General, Buenos Aires, Ediar,
2005.
CAPÍTULO V - FOMENTO, ESTÍMULOS Y AYUDAS PÚBLICAS. POR ALBERTO BIGLIERI
"Si bien es cierto que hemos adoptado un gobierno que encontramos funcionando,
cuyos precedentes y cuya jurisprudencia deben servirnos de modelo, también lo es que
en todo lo que expresamente nos hemos separado de aquél nuestras instituciones son
originales y no tienen más precedentes y jurisprudencia que los que se establezcan en
nuestros propios tribunales. El punto sometido hoy al fallo de la Suprema Corte, es
precisamente uno de estos. En la constitución norteamericana no existe ninguna
prescripción análoga á la que consigna el inciso diez y seis del artículo sesenta y siete
de la Constitución nacional."
3. La Cláusula del Progreso (ex artículo 67, inciso 16, texto idéntico)
"Artículo 75, inciso 18. Proveer lo conducente a la prosperidad del país, al adelanto y
bienestar de todas las provincias, y al progreso de la ilustración, dictando planes de
instrucción general y universitaria, y promoviendo la industria, la inmigración, la
construcción de ferrocarriles y canales navegables, la colonización de tierras de
propiedad nacional, la introducción y establecimiento de nuevas industrias, la
importación de capitales extranjeros y la exploración de los ríos interiores, por leyes
protectoras de estos fines y por concesiones temporales de privilegios y recompensas
de estímulo."
Fernando Herren Aguillar define al "Derecho Económico", como: "El conjunto de normas
e institutos jurídicos que permiten al Estado ejercer influencia, orientar, dirigir, estimular,
prohibir o reprimir comportamientos de los agentes económicos en un determinado país o
conjunto de países. Derecho económico es también la expresión que designa el estudio de
esas normas e institutos jurídicos".
Bastará como ejemplo un vistazo sobre algunos ejes de Obra Pública en la Argentina:
especulando con una visión superficial utilizaré el péndulo que propone Herren Aguillar
para abordar el eje de nuestro desarrollo infraestructural, aun cuando los ejemplos
jurisprudenciales y normativos sólo obedecen a una línea de relato y no abarcan la
totalidad de la actividad estatal en estos temas por obvias distribuciones del presente
Tratado.
La mayoría de los textos que se ocupan de hablar sobre las principales actividades de
desarrollo e impuso estatal en las características Obras Públicas —en general—, Servicios
Públicos y fuentes de energía— en particular— tienen una tendencia marcada a
individualizar, fijar o determinar como el período máximo de la intervención administrativa y
de la organización de la infraestructura estatal del país en los primeros gobiernos del
General Perón(3), como los momentos cumbres de las políticas de fomento y ayudas
públicas a la economía nacional. A estas expresiones de los historiadores, opongo el
desarrollo anterior de lo que consideramos las fuentes jurídicas de las políticas de fomento
argentinas y de la intervención del estado en la economía, que pueden resumirse desde la
conformación de la Nación hasta 1922 en el célebre fallo "Ercolano", que se presenta
como la bisagra jurisprudencial de toda la actividad policial de la administración,
especialmente visible ante la falta de oferta habitacional y las posiciones dominantes en el
mercado inmobiliario: "Cuando por la naturaleza del negocio, por las condiciones físicas en
que se desenvuelve o por otra circunstancia semejante, no fuere posible la acción eficiente
del regulador común, es decir la competencia, el propietario se hallaría en aptitud de
imponer a la sociedad verdaderas exacciones bajo el nombre de precios."
También me veo en la obligación de dejar asentado que esta óptica agiliza el arribo al
núcleo temático que he elegido para tratar y comparar con la actualidad, y que ha
generado muchos estudios de fácil acceso, pero tiene la profunda injusticia —según
nuestra opinión— de olvidar los gobiernos de Roca, Mitre y especialmente los de Hipólito
Yrigoyen y Marcelo T. de Alvear quienes (entre otras innumerables logros) firmaron los
decretos de creación de la Dirección General de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (Y.P.F.),
la designación al frente de esa repartición del General Enrique Mosconi, y la influencia de
la relación que lo unió a Jorge Newbery y su impulso a la aeronavegación. En idéntico
sentido y tomándonos una licencia cronológica, trataremos más tarde el tendido de las
primeras redes ferroviarias.
Habrá que recordar —amén de la cita constitucional— que la era peronista significó una
constante producción de bienes infraestructurales con recursos del Estado. La obra pública
se desarrollaba íntegramente con mano de obra del empleo público, maquinaria y fondos
públicos y materiales producidos o adquiridos por la misma administración. Es de
entender, entonces, que la relación administrativa de empleo público —y su
sobredimensionamiento— nace más cerca de incorporar fuerza laboral a la maquinaria
estatal y luego ocuparla keynesianamente, que de agrandar directamente la "industria
nacional", aun cuando el crecimiento infraestructural implica indirectamente apoyo público
a la producción al mejorar las obras básicas en comunicación, salud, transporte, etc. En
igual sentido, las normas dictadas para la regulación patrimonial de las maquinarias y las
formas de adquisición de materiales necesarios para el desarrollo de estas actividades,
fluían del puño y letra oficial.
Este fue un período en el cual el estado era el primer actor, director y guionista de un
film en blanco y negro. Reseña Dromi:
Otro plan de Gobierno —como reclama la doctrina al referirse a las políticas de fomento
y ayudas públicas que deben aparecer como implementaciones legislativas de una idea
global y contractualmente aceptada por la ciudadanía —de largo plazo, lo conformó—
independientemente de las valoraciones que se puedan realizar —el peronismo en el
gobierno, al derogar ese plan maestro que fue la constitución alberdiana, impuso su propio
plan estratégico de desarrollo e impulso industrial y económico, claramente visible en los
artículos 38, 39 y 40 de la Constitución de 1949; escueto pero firme en el compromiso
para promover el bienestar general y la cultura nacional en su Preámbulo, y presente en
varias oportunidades en aquel texto: Educación, formación profesional de los jóvenes, el
rol de las Universidades— y su conexión con la realidad local y regional, su cultura, la
explotación de los recursos y el incremento de la actividad económica—, la protección y el
fomento de las ciencias y las bellas artes y un programa de becas para alentar el alto
rendimiento estudiantil (art. 37, Ap. IV). Entre las atribuciones que mantenía en ese plexo
constitucional el Congreso, se destacaba el inciso 16 del artículo 68, que textualmente
rezaba:
En general los gobiernos de facto han sido más liberales —en lo económico— que los
democráticos, al menos en los discursos. Desde la caída del peronismo en 1955 y hasta la
reposición definitiva de la democracia y haciendo la salvedad de o los breves oasis
democráticos— Frondizi, Illia y el Tercer mandato de Perón—, se puede describir
ligeramente un panorama que culminará con la denominada "Patria Financiera", como fue
popularmente conocida, por el desdén que se trató al sector productivo en paralelo al
sobredimensionamiento de los servicios —en especial bancarios y especulativos— durante
la dictadura militar inaugurada en 1976 y que era vista por los historiadores así:
"[...] las Fuerzas Armadas y los sectores del establishment que las acompañaban
habían decidido ir más lejos. En su diagnóstico, la inestabilidad política y social crónica
nacía de la importancia del poder político de los grandes grupos corporativos —los
trabajadores organizados pero también los empresarios— que alternativamente se
enfrentaban, generando desorden y caos, o se combinaban, unidos por una lógica
peculiar, para utilizar en beneficio mutuo las herramientas poderosas del Estado
intervencionista y benefactor. Una solución de largo plazo debía cambiar los datos
básicos de la economía y así modificar esa configuración social y política crónicamente
inestable."
"El criterio de proteger la industria —a la que se achacó su falta de competitividad— fue
reemplazado por el del premio a la eficiencia, y fue abandonada la idea que el
crecimiento económico y el bienestar de la sociedad se asociaban con la industria. Se
trataba de un cuestionamiento similar al del resto del mundo capitalista, pero la
respuesta local fue mucho más destructiva que constructiva. La estrategia centrada en
el fortalecimiento del sector financiero, la apertura, el endeudamiento y —como se
verá— el crecimiento de algunos grupos instalados en distintas actividades, no benefició
particularmente a ninguno de los grandes sectores de la economía." (8)
6. Illia y Frondizi
Los gobiernos de la segunda mitad del siglo XX, no llegaron a imponer un criterio básico
o al menos uniforme. Arturo Frondizi (1958-1962) y Arturo Illia (1963-1966) dos
presidentes constitucionales, formados en el mismo partido político (Unión Cívica Radical)
que los mencionados presidentes Yrigoyen y Alvear, arribaron al poder durante la
proscripción electoral del peronismo, lo que concibió sus gestiones débiles desde el
vamos. Cada uno a su turno, apostó por una posición estatal, diametralmente opuesta en
relación al fomento o impulso de la inversión privada en la exploración y explotación
petrolera, a tal punto que el último de ellos, declaró la anulación completa de los contratos
impulsado por el primero. No obstante, el tiempo ha revalorizado las ideas económicas
del desarrollismo y la decisión inquebrantable de ambos Presidentes a favor de la industria
nacional. Algunas de las medidas implementadas en esa época, producirán efectos —
como veremos— veinte años después.
En 1973, Héctor J. Cámpora ganó las elecciones presidenciales con Perón en el exilio.
Inmediatamente se organizó su regreso y en ese mismo año se convocaron a nuevas
elecciones con el triunfo de la fórmula Perón-Perón. La desaparición física del líder
justicialista —1974— y la sucesión en el poder de su esposa, María Estela Martínez, sólo
interrumpieron en lo formal el período económico de los gobiernos militares. La violenta
interna política en el peronismo, se torno en una batalla ideológica que desatendió la
economía nacional.
"El equipo de Krieger Vasena había intentado aplacar la inflación congelando los
salarios al nivel de 1966 e induciendo a los empresarios a limitar los aumentos de
precios a cambio de facilidades crediticias y ventajas para la licitación de obras
públicas"(11).
"...apelando a los contenidos del acta, vale reiterar el acuerdo logrado para diversos
proyectos de ley que formarían parte de la fase siguiente. Ellos eran el impuesto a la
renta normal potencial de la tierra, el proyecto de transformación agraria, el relacionado
con la conservación de los recursos naturales, el de la promoción industrial —LN
20.560— y el desarrollo nacional, el de creación de la Corporación de la Pequeña y
Mediana Empresa (COPyME), entre otros. Muchos de estos proyectos provenían de las
'Coincidencias programáticas' y otros surgieron de propuestas de los partidos peronistas
y radical." (15)
"La tercera etapa del diseño de la estrategia comenzó luego de la firma del 'Acta de
compromiso nacional'. Durante esta etapa se produjeron la elaboración final, la
discusión y la sanción de las leyes básicas, previamente concertadas, y se celebraron
los acuerdos o actas sectoriales que perfilaron la conformación final del programa. Los
acuerdos sectoriales se llevaron a cabo en tres ámbitos. El primero tuvo lugar en el
interior del Estado en procura de su saneamiento y transformación para poder cumplir
con su nuevo papel de 'estado socio y gestionario'. Teniendo en cuenta la función
revolucionaria que le correspondía al sector agropecuario en el salto exportador y en la
articulación regional del país, el segundo ámbito se desarrolló en la relación entre el
Estado y los agrupamientos representativos de la producción agropecuaria. El tercero
se ubicó en la relación entre el Estado y el sector industrial automotor, matriz del
desarrollo industrial argentino de la década precedente(16).
Los efectos de este plan económico generaron una expectativa favorable, que se
percibía en las crónicas de ese tiempo:
"La intervención cambiaria, impositiva y crediticia del Estado para estimular al sector
industrial consolidó el modelo sustitutivo. El crecimiento industrial— motorizado por la
ampliación del mercado interno— estuvo liderado por las ramas livianas, con una alta
proporción relativa de mano de obra; ese proceso transformó la estructura productiva y
ubicó en el ámbito nacional algunas fuerzas dinámicas de impulso al crecimiento
económico."(17)
"Las leyes que se sancionaron también podían agruparse de la misma manera: aquellas
que establecían nuevas regulaciones internas en el marco del Estado, las que
señalaban nuevas regulaciones en materia agraria y las que establecían nuevas
regulaciones en el marco industrial, con especial énfasis en lo referido a la participación
del capital extranjero."(18)
El último eslabón de ese proyecto, creativo pero de corto alcance y dinamitado por la
violencia que dominó la escena política fue "La Ley de Promoción Industrial incentivaba la
relocalización y creaba condiciones para que se aprovecharan economías de escala y
externalidades —beneficios de entorno y de ambiente de negocios— propias de todo
proceso de desarrollo.(21)"
El último golpe militar, como adelantamos, retomó las hipótesis económicas y fue su
corolario: de la "Patria Peronista" (estatista) pasamos a ser la "Patria Contratista". En esta
última la doctrina aceptó (algunos sólo toleraron) la lógica de la aplicación del derecho
privado para todas las aristas de la relación: Estado-Contratista, Contratistas-Empleados,
Contratistas-Proveedores, etc. Puertas adentro, se creaba la figura de sociedades del
estado regladas fundamentalmente por el derecho privado para poder luchar con las
fuerzas del mercado en igualdad de condiciones, y como máxima expresión de la
intervención administrativa en la economía se creó un holding estatal: la Corporación de
Empresas Nacionales.
Este nuevo orden, beneficiado por un poder omnímodo ante quien nadie se alzaba,
alcanzó su cenit con algunas medidas en las que el Estado, prácticamente reemplazaba al
mercado, aún sostenidas con discursos netamente liberales. Se implementó una "tablita"
del tristemente célebre Ministro Martínez de Hoz que fijaba, día a día, el tipo de cambio del
dólar estadounidense. Su "intención" antiinflacionaria solo alentó el vuelo rasante de
capitales golondrinas. Entre 1981 y 1982, desde la autoridad monetaria (Banco Central de
la República Argentina) D. Cavallo implementa el "hospital de empresas", presentándolo
como un moderno método de apoyo al empresariado nacional, permitiendo a aquellos
contratistas que adeudaban grandes sumas de dinero en impuestos emitir acciones en
forma de garantía de pago o pago, sin perder el control empresario independientemente
del volumen accionario cedido al Estado. La contundente derrota en Malvinas, implica
también una caída del contexto económico "bélico" imperante en todos los gobiernos
militares(22). La hiperinflación, la emigración de capitales y la desaparición de los
"gerentes" de la "Patria Contratista" dejan en manos del Estado una innumerable cantidad
de empresas (quebradas y deficitarias) con las que no había soñado ni el extinto General
Perón.
9. 1983
Es posible —no se desprende de los antecedentes legislativos a los que hemos tenido
acceso ni de las entrevistas realizadas a legisladores de la época— que la Ley
23.614 encuentre entre sus fuentes los fallos referidos en el párrafo anterior. No obstante,
la pulcritud de la técnica legislativa utilizada, cuida con especial esmero y sostiene la
desigualdad flagrante entre las promociones de las dictaduras y las normas de fomento
que instituyen las mandas constitucionales con el Congreso en plenitud de vida
institucional. Nótese las partes destacadas en el nudo argumental del sistema (artículo 55
de la LN 23.614):
"A partir de la entrada en vigencia de los decretos reglamentarios a los que alude el art.
56, quedan derogadas las disposiciones de facto, 21.608, 22.021, 22.702 y 22.973 y sus
respectivas modificaciones, sus decretos reglamentarios, resoluciones y demás normas
complementarias, en todos aquellos aspectos que resulten de aplicación a las
actividades industriales.
En todos los casos de actos administrativos dictados al amparo de las normas aludidas
en el primer párrafo del presente artículo, la autoridad de concesión de los beneficios
mantendrá el carácter de autoridad de aplicación de los mismos".
Podrá descubrir el lector, sin esfuerzo, que el Congreso no reconoció como Leyes de la
Nación a las normas de la dictadura, aun cuando —en pos de la seguridad jurídica—
derogó el vehículo normativo que las contenía, manteniendo los efectos de sus actos
aplicativos y aclaró especialmente que las normas derogadas no "revivían" por la
derogación que las había hecho caer.
10. 1989-1999
A pesar de lo crítico del tono político utilizado, es menester reconocer que la técnica
jurídica utilizada se ajusto a los fines estatales y que estos, insertos en el marco de
transformación llamado Reforma del Estado que —subrayamos— tuvo un gran consenso
social y sindical, pues entre otras conquistas, las centrales obreras recibieron bajo el título
de "programa de propiedad participada" partes de los paquetes accionarios de las
empresas privatizadas, que se reflejó en un cuerpo legal (dictado por el Congreso
Nacional) cuya abanderada fue la ley 23.696 conocida como Ley de Reforma del Estado o
Ley marco de las Privatizaciones. En este contexto salieron de la intervención directa para
quedar en la llamada intervención directiva (26), por ejemplo, ENTel (Empresa Nacional de
Telecomunicaciones, OSN (Obras Sanitarias de la Nación, Aerolíneas Argentinas,
Ferrocarriles Argentinos, Gas del Estado, SEGBA (Servicios Eléctricos del Gran Buenos
Aires), etc.
La Ley Nacional 23696(27) tiñó una época. Fue popularmente conocida como la ley "de
las privatizaciones" aun cuando en su plexo convivieron las diversas formas de relación
que pergeñó el Estado para relacionarse con los capitales privados: Ventas totales de
empresas comerciales: (textiles, metalúrgicas, canales de televisión radios, etc.). Venta de
acciones. Concesiones propiamente dichas. Concesiones con venta de inmuebles
(Telefónica y Telecom), Permisos, Autorizaciones, Licencias, etc. Se utilizó la
definición privatización (que pertenecía a la idea especie) como el género que englobó a
todas las modalidades que se implementaron para estas relaciones estado-particulares.
El fenómeno jurídico de los años noventa dejó en el territorio provincial algunas heridas,
quizás no tan grandes ni significativas como las del orden nacional. Aún así el debate
doctrinario, sobre la posibilidad de aceptar el juzgamiento foráneo como parte del trato
para atraer inversiones de capital extranjero llevó a profundizar el estudio de los alcances
del artículo 1º del Código de Procesal Civil y Comercial de la Nación, en lo atinente a la
facultad administrativa de prorrogar la competencia. En buen romance se interpretó,
utilizando una visión aceptada por gran parte de la doctrina en esa época, que era posible
aceptar como negociable la jurisdicción a cambio de ese ingreso de divisas. Como siempre
en nuestro país prevalecen los antónimos y así lo provisorio aparece como definitivo, lo
excepcional como regla y la emergencia eterna; entonces la opinión de la Procuración del
Tesoro de la Nación: "[...] quienes dirijan las negociaciones de la República no deben
acceder a semejantes cláusulas sino en caso de excepcional importancia y de absoluta
necesidad" (Dict. 129:137)(29) se hizo agua de borrajas y en más de 50 casos descubrimos
esa excepcionalidad y absoluta necesidad. A esta altura, corresponde incorporar el
comentario pertinente a que los artículos 1º y 2º del Código de rito nacional, tienen una
redacción similar —especialmente a la luz de sus efectos— a los del mismo orden
provincial. Es, entonces, altamente recomendable el trabajo sobre el tema de H.
Rosatti(30), aunque elaborado sobre el texto normativo nacional, pues su concordancia
permite comprender su funcionamiento y efectos sobre las provincias, como ocurrió
efectivamente en el caso de Aguas del Aconquija (Tucumán) y Azurix Corp. v. Argentine
Republic (31) (Case Nº ARB/01/12) que se ventila ante el Centro Internacional sobre
Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI). En ese trabajo, el autor, elabora
una receta interesante para discernir también entre la presencia ante tribunales judiciales
extranjeros u otros órganos de resolución de conflictos, y los efectos de sus sentencias.
Estas últimas podrían respetar la inmunidad soberana a la hora de "nacionalizarse" (v. gr.
Exequátur) y correspondiendo la ejecución de sentencias a las modalidades propias de la
reglamentación formal, vuelta a empezar.
"Art. 1º. A los fines de la suspensión establecida por el artículo 2, Capítulo II de la Ley
Nº 23.697 se entiende por SUBSIDIO, SUBVENCIÓN O COMPROMISO DEL MISMO
CARÁCTER, a todas aquellas asignaciones y/o erogaciones de carácter público,
extraordinarias o permanentes, recibidas directa o indirectamente por cualquier persona
de existencia visible o jurídica, fundadas en razones de mérito u oportunidad, sin
compensación, ni contraprestación económica o de otra especie, o que cuando éstas
existan, fueren manifiestamente insuficientes o desproporcionadas al beneficio recibido.
Asimismo estarán alcanzadas por esta norma, las asignaciones, erogaciones o
transferencias que se otorguen con recursos establecidos por leyes especiales, como
también los casos en que directa o indirectamente, el TESORO NACIONAL, el BANCO
CENTRAL DE LA REPÚBLICA ARGENTINA y/o empresas de servicios públicos de
cualquier naturaleza jurídica dejen de percibir ingresos que les correspondan, por
aplicación de leyes, decretos o reglamentaciones especiales. Entre otros, quedan
incluidos en la suspensión dispuesta, los beneficios que se hagan efectivos mediante: a)
asignación de dinero: transmisión de bienes y/o uso de bienes; b) remisión o
diferimiento de deudas; c) reducción o eximición del precio de las tarifas de los servicios
públicos. Se considerará, en general, que existe rebaja o exención de precios cuando
habiendo igualdad entre los usuarios se fije una tarifa diferencial para algunos de ellos
de acuerdo a la modalidad de consumo o cuando se apliquen descuentos o
bonificaciones en los cuadros tarifarios vigentes, cualquiera sea la causa jurídica que
determinó tal resolución; d) otorgamiento de beneficios especiales en cualquier servicio
público ya sea mediante pasajes, pases, permisos, descuentos en precios,
bonificaciones u otros de similar efecto, cualquiera sea el beneficiario; e)
establecimiento de tasas de interés inferiores al costo promedio de absorción de fondos
por parte de la autoridad monetaria y de superintendencia bancaria, sobre los
préstamos otorgados por el BANCO CENTRAL DE LA REPÚBLICA ARGENTINA o el
otorgamiento de créditos que representen riesgos ciertos de cobranza y la fijación de
tipos de cambio inferiores a los establecidos oficialmente. f) la eximición, reducción,
desgravación o diferimiento de impuestos, tasas y contribuciones no reguladas en otros
capítulos de la Ley N. 23.697, en tanto no se encuentren comprendidas en las
excepciones que taxativamente dispone el artículo siguiente."
Algunas partes del articulado ordenan priorizar a las pequeñas y medianas empresas a
la hora de sujetos elegibles de la promoción.
Una medida típica de las promociones y fomentos, son las creaciones de fondos
especiales para el desarrollo de la actividad apoyada. Recordemos las reflexiones
esbozadas en la Opinión del Director y el Análisis Jurisprudencial de los primeros
Capítulos, a la hora de abordar los caos judiciales "Swift", " Frigorífico Anglo" e "
Inchauspe". En este caso se crea el Fondo para la Promoción y Fomento de la Innovación
con un destino específico previsto en la presente ley.
Volviendo al plan general del proyecto económico impulsado por la reforma del estado,
y cerrando el esquema, con un discurso dirigido en mérito a la seguridad jurídica
reclamada por los inversores, y para garantizar las ecuaciones de los contratos se diseñó
un corsé cambiario, similar a la reseñada "tablita", por el cual fue cristalizado en un tipo fijo
la relación 1 dólar = 1 peso conocido como "convertibilidad". Al principio se alentó una gran
ilusión sobre el sistema. Miami, Brasil y el "deme dos" fueron destinos corrientes para la
clase media. El modelo se debilitó con la falta de generación de riquezas y una base
económica diseñada en una economía de servicios. Los años pasaron y el desencantó
creció. Durante una docena de años, sumado a la apertura aduanera, se destruyó la
producción industrial, y especialmente se deterioró la producción agropecuaria que tuvo
que luchar contra la importación de comodities subvencionados de la Unión Europea y de
los Estados Unidos de Norteamérica, por primera vez en la historia "el granero del mundo"
importaba granos. La salida de Menem, no significó grandes cambios, por el contrario el
apego del gobierno de De la Rúa a los órganos rectores de la economía internacional
vaciaron su equipo de aliados políticos que reclamaban una salida ordenada de la
convertibilidad. La vuelta de Cavallo al ministerio de economía disparó una revuelta social
que derivó en la caída del Gobierno. Antes de esta situación, una vez más, se intentó
transformar al Estado en una aseguradora de riesgo. Por tercera vez en la historia volvía el
"hospital", así lo reseña el periodismo:
Igualmente el golpe final fue la medida conocida como "corralito financiero" por medio
del cual se impedía retirar del sistema financiero el dinero ahorrado (y nominalmente
sostenido por la convertibilidad) y sólo permitía contar con $1000.- (o u$s 1000.-) en
efectivo por mes, con la obvia similitud para el giro o disposición de las utilidades. Una
medida muy parecida a las recetas de shock que mencionamos en el inicio de los 90, pero
que en este caso no dio resultado.
Luego de la caída del Presidente De la Rúa —que de todas formas llegó a reordenar la
legislación sobre promoción industrial e impulsó y logró aprobar en el Congreso la Ley
25.551—, el interregno de Duhalde (que salió de la convertibilidad, siendo esta política
monetaria o cambiaria, quizás, la medida de apoyo público más importante de los últimos
tiempos en el aliento a la producción y a la exportación; y ensayó las primeras armas luego
de declarado el default por otro Presidente interino —Rodríguez Saa) comenzó con el
Ministro de Economía Lavagna y la negociación integral de la deuda externa, el Gobierno
encabezado por Néstor Kirchner (quien concluyó esa negociación con el mismo ministro)
incide en el mercado a través de una fuerte política monetaria para sostener un tipo de
cambio alto ($4.- = u$s1.-), fijando altas retenciones a las exportaciones agropecuarias
(especialmente agrarias) que le han permitido saldar las obligaciones con el FMI y reunir
reservas record en el Banco Central —y también utilizarlas para hacer frente a otras
obligaciones internacionales—. El buen momento económico llevó al gobierno a recuperar
la concesión del agua potable, creando una Sociedad Anónima (de capital estatal y
propiedad sindical participada) con un régimen de derecho privado para poder "competir"
fuertemente en el mercado, y a recuperar las concesiones de los principales ferrocarriles,
en ambos casos bajo pretexto de incumplimiento de las inversiones necesarias y
protección del capital nacional. DEJA VU. Siempre hay que destacar las iniciativas que se
enmarcan en las políticas de planes de largo aliento, convalidadas legislativamente: La ley
de promoción de la industria del software —LN 25.922— es de este período y merece
recuerdo.
12. Bicentenario
La última iniciativa del Poder Ejecutivo Nacional sobre el tema en estudio, se tradujo en
los Decretos 1584 y 1585 del año 2010 en los que se consideró necesario reagrupar los
feriados nacionales para fomentar la industria turística, en el último de ellos se
sostuvo "Que los fundamentos del mencionado artículo 3º del Decreto citado en el Visto,
están relacionados con permitir disminuir los efectos negativos de la estacionalidad del
sector turístico, procurando distribuir en el tiempo y en el espacio los movimientos de
turistas y visitantes, aumentando así, los efectos beneficiosos para el sector turístico
contribuyendo al desarrollo de la economía tanto nacional como regional."
"Que en ese sentido, la instauración de estos feriados turísticos permitirá disminuir los
efectos negativos de la estacionalidad del sector turístico, atendiendo a lo preceptuado
por el artículo 3º del Código Ético Mundial para el Turismo de las Naciones Unidas, en
cuanto a procurar distribuir en el tiempo y en el espacio los movimientos de turistas y
visitantes, equilibrar mejor la frecuentación, con el fin de reducir la presión que ejerce la
actividad turística en el medio ambiente y de aumentar sus efectos beneficiosos en el
sector turístico y en la economía local."
Los hitos cronológicos a los que nos referimos destacan pautas indisimulables en la
realidad política y jurídica nacional, y dejan para otra ocasión una innumerable cantidad de
Decretos-Leyes, Leyes, Reglamentos, Ordenanzas y decisiones administrativas también
referidas a las promociones. Pues, siguiendo nuestro nudo argumental fundado en la
planificación estratégica de la economía y su fuente constitucional, obviamente hemos
omitido las reseñas sobre los gobiernos de facto. A nuestro entender, el vicio de origen del
poder que ostentaron, nulificó y fulminó instantáneamente el principio de juridicidad que
debe informar la actividad de fomento, sólo válida y reconocible como tal, en el marco del
pleno ejercicio de la representatividad política del pueblo institucionalizado en la vigencia
de la Constitución Nacional.
Habrán notado que en el párrafo anterior utilicé las palabras: fomento, impulso,
iniciativa, apoyo, aliento, subsidios, garantías de consumo, incentivo, y ayuda. Todos
sustantivos incorporados en el vocabulario de esta rama de la actividad estatal que,
pretendemos diferenciar de los clásicos policía - y poder de policía—, servicios públicos y
coacción. Además, corresponde mencionar otra inmensa cantidad de actividades de
impulso que acomete el Estado, pero que las abordaremos por separado, pues
entendemos que su naturaleza es típicamente tributaria, y consecuentemente su control
judicial es más fácilmente practicable —principio de legalidad mediante— que el que
involucra a las prácticas enunciadas más arriba, demasiado liberadas a la discrecionalidad
administrativa y que sólo han encontrado algún quicio en el control extrínseco de las
decisiones administrativas de fomento.
Habilitar: Hacer a una persona hábil o apta desde el punto de vista legal: habilitar para
suceder. // Proveer de: habilitar un millón de pesetas. //Comanditar. // Disponer,
arreglar, acondicionar: habilitar una casa. (Larousse). Según la Enciclopedia Encarta:
Dar (a las personas) capacidad civil o de representación y (a las cosas) aptitud o
posibilidad legal.* a Pedro comparecer.
En cambio, las otras técnicas de fomento —no impositivas— nacen y crecen a la luz de
la acción positiva, del impulso, del fomento dativo y de la generación normativa creadora.
Son políticas activas que necesitan —en la mayoría de los supuestos— de recursos
materiales para su realización. Su ordenamiento puede ser reglamentario, además de
legal, y en algunos casos —como las Menciones Honorarias, los Reconocimientos
Públicos o un simple obsequio no inventariado (35)— solo basta con un acto o hecho
administrativo que lo cristalice.
Lo cierto, y valga la aseveración para estas dos "ramas" en las que clasificamos la
actividad de impulso público es que los innumerables recursos de fomento con los que
cuenta el Estado sin utilizar sus competencias activas, reglamentarias o de control podrían
equipararse en incidencia dineraria (e incluso superar) a las previsiones presupuestarias
para obras, suministros y servicios públicos. Efectivamente la definición de Fomento de
Jordana de Pazos —utilizada por la mayoría de la doctrina— con una técnica "residual"
deja a la vista que la dicha actividad escapa a los sistemas propios de funcionamiento y
supervisión de las otras actividades típicas de la administración y se constituye, por
descarte, en el movimiento de un inmenso volumen de recursos públicos sin control:
"El conjunto de normas e institutos jurídicos que permiten al Estado ejercer influencia,
orientar, dirigir, estimular, prohibir o reprimir comportamientos de los agentes
económicos en un determinado país o conjunto de países."(37)
Una versión más moderna de estas antiguas herramientas, la constituyen los giros de
fondos públicos al FOCEM —Fondo para la Convergencia Estructural del MERCOSUR—
instituto que se nutre de aportes mayores de los socios principales del grupo (Argentina y
Brasil) —para destinarse a planes de obras infraestructurales y viviendas en los territorios
de los "socios menores"— Paraguay y Uruguay.
No pretendiendo reiterar un concepto que, a esta altura aparecerá como una verdad de
perogrullo, debemos dejar claro que las ayudas públicas, el fomento, las políticas
promocionales se deben inscribir en un marco de planeamiento legislativo —o
constitucional— más amplio que una ley sectorial. Luego, aquí lo obvio, la administración
realizará los procedimientos pautados en las normas para determinar, caso por caso, a
quien corresponde cada ayuda.
Y además, como si fuera poco, el Estado cuenta con un importante aparato estatal de
publicaciones oficiales y difusión que pueden impulsar obras literarias o científicas al
conocimiento —y reconocimiento— público. Muchas veces decididas por el funcionario
que coordina un comité de publicaciones en alguna gran (Boletines oficiales) o pequeña
(universitarias) editorial estatal.
Insistimos que estas actividades parecen aplicativas de un contexto legislativo
indeterminado de promoción, pero su discrecionalidad obliga a razonarlas en detalle. Basta
con algunos ejemplos que no corresponden a límites presupuestarios y controles de
gastos: tiene el Estado —y aquí todos sus órganos en mayor o menor medida— una
increíble potencia de impulso al reconocer trayectorias, personalidades, o las obras de
estas mediante distinciones honoríficas, declaraciones de interés público, nominación de
visitantes o personajes ilustres, etc. que algunas veces llegan al final de una carrera muy
valiosa, pero que en otras sirven de lanzamiento hacia un futuro exitoso o
reposicionamiento de quienes ya han consagrado su actividad.
Nos hemos referido anteriormente en el presente capítulo, al reseñar los años 60, a
algunas normas que implementaron en el marco de las contrataciones públicas el Compre
Argentino, Contrate Nacional, o las más modernas de exigencia de mano de obra local.
También corresponde destacar la fuerte influencia que ejerce el Estado a través de sus
contrataciones públicas cuando no se encuentra atado o logra evitar el régimen de las
Licitaciones Públicas. Ciertamente, la excepción más notable del procedimiento licitatorio
ligada a este estudio, y que se transforma en causa y efecto del impulso estatal es la
contratación directa de obras de arte o científicas, legislado —prácticamente en toda la
normativa local vigente.
En la importante Provincia de Buenos Aires a la cabeza, los juegos de azar han logrado
una —retórica— protección constitucional en la reforma de la Carta Magna de la Provincia
de Buenos Aires en 1994. El artículo 37(40) aparece como otra(41) respuesta del derecho
público provincial a la ola privatizadora de los años 90. La manda remite inicialmente a las
políticas públicas de acción social y salud, casi como una norma presupuestaria, pero al
final permite la participación de capital privado en los emprendimientos turísticos, con la
garantía y el apoyo que significan los ingentes flujos de dinero del juego. Siguiendo con el
caso de la Provincia de Buenos Aires, la ley que reglamenta los Bingos admitió, con un
vericueto legal que culmina en la explotación privada, la titularidad de los mismos para
entidades sin fines de lucro, adjudicándoles un pequeño porcentaje de la recaudación —
cuantitativamente importante— para el desarrollo de sus actividades. Se encuentran entre
las entidades beneficiarias desde hospitales hasta clubes de fútbol de primera división.
CAPÍTULO VI - LA PRESTACIÓN SOMETIDA A CONTROL ESTATAL DEL SERVICIO PÚBLICO. POR
CARLOS A. GALINA
El concepto de servicio público a mediados del siglo XIX comenzó a ser empleado,
tanto por los jueces, como por los legisladores y demás operadores jurídicos, en países
influenciados por el Derecho Administrativo francés. Toda esta corriente tuvo su punto de
inicio en el famoso Fallo Blanco del Tribunal de Conflictos francés atribuida a la
denominada Escuela de Burdeos, uno de cuyos insignes miembros, junto con Jèze y
Rolland, fue L. Duguit, quien definió el servicio público como "toda actividad cuyo
CUMPLIMIENTO debe ser regulado, asegurado y controlado por los gobernantes, porque
es indispensable para la realización y desarrollo de la interdependencia social y porque es
de tal naturaleza que no puede ser asegurada completamente más que por la intervención
de la fuerza gobernante".
La categoría enfrentó varios momentos críticos, por ello, durante la segunda mitad del
siglo XIX el Estado tuvo que asumir las prestaciones asistenciales básicas, tales como, la
sanidad y la educación, además, de adquirir la titularidad de los servicios económicos de
mayor entidad. La Escuela de Toulouse, con Hauriou, a la cabeza, definió entonces el
servicio público como "servicio técnico prestado al público de manera regular y por una
organización pública", introduciendo el elemento subjetivo (titularidad del servicio) como
caracterizador de la noción.
El segundo momento crítico que, a nuestro modo de ver, aún connota nuestro derecho
interno, viene de la mano de la elevación del mercado al cenit de los objetivos de las
políticas públicas, auspiciado por escuelas tales como las de Friburgo "la competencia es
la clave del desarrollo económico" (Eucken); de Viena "principio de no intervención
pública" (Hayek); de Chicago "eliminación de los monopolios" (Friedman); o de Public
Choice "la realidad, en cada caso, aconsejará si lo procedente es la iniciativa pública o la
privada" (Buchanan).
Estas corrientes postulaban que si el mercado asigna los recursos de manera eficiente,
la intervención pública en la economía, especialmente bajo la forma de reserva de
titularidad, es una disfunción a eliminar o, cuando menos, a limitar a su mínima expresión,
de ahí que se hable de la defunción del servicio público tradicional y se acuñen nuevas
nociones, tales como, los servicios de interés económico general.
Para comprender cabalmente una noción jurídica, la doctrina suele realizar una especie
de disección del concepto, con base en criterios generales, tales como, el objeto, sujeto y
fin, de forma tal que cuando se acuña una nueva definición ésta puede explicarse en
términos de privilegio o subordinación de un elemento sobre otro. El servicio público no
escapa a esta tradición. El elemento subjetivo de la noción sitúa al Estado, siempre como
titular de la actividad, y, en algunos casos, también como gestor, llegando al extremo de
que, para algunos autores, no sea posible hablar de servicio público sin monopolio.
En efecto, si volvemos a ubicar el origen del concepto del servicio público, debemos
nuevamente echar mano de la escuela francesa. Ariño Ortiz nos dice que siguiendo las
enseñanzas de Rousseau, "la expresión service public aparece como referida a todas
aquellas materias que constituyen asuntos colectivos de los ciudadanos". Esto es; antes
que un concepto jurídico, el autor aludido define desde la óptica política al instituto. Esa
óptica, no deja de contener un tono idealista sobre las funciones estatales, por un lado, y la
descalificación de lo que podría denominarse como organizaciones intermedias, por el
otro. Dicha ecuación, a juicio del autor citado, lejos de consolidar las libertades
individuales, permitió "acelerar el proceso de concentración y absorción del poder en
manos de una Administración personificada y progresivamente centralizadora". "El
individuo se quedó solo", remata el maestro español. Pareciera entonces, que so color de
las libertades individuales, paradójicamente, esa presunta libertad quedó presa del
desarrollo y avance estatal en la materia que nos ocupa.
Empero lo dicho, nunca se arribó a un consenso definitivo sobre una definición para el
instituto, y es bueno sintetizar este acápite, con los dichos de un vicepresidente del
Consejo de Estado francés, al expresar: "Es la sabiduría, y no la modestia, la que ordena
abstenerse de definir al servicio público" o en la de Chènot "El servicio público no es ya
una institución, es un régimen". Como veremos más adelante, esta noción, encierra auto
contradicciones que definen en sí mismas, su propia crisis.
2. El concepto de Servicio Público en el derecho comparado moderno. El Caso
Comunitario Europeo y la experiencia en el derecho norteamericano
Por un lado, algunos opinan que dicha teoría, al amparo de la influencia del artículo 43
de la Constitución italiana de 1948, que la actividad debe ser ejercida e forma excluyente y
exclusiva a través del Estado. Por el otro, una visión amplia del artículo 128.2 de la
Constitución española, permite el desarrollo de los servicios públicos por la vía
concesional.
Esta última visión, ha servido de base y sustento para arribar a lo que con la creación
de la Comunidad Económica Europea, se ha denominado como "servicio universal", que
reduce la mentada reserva estatal antes comentada.
Una visión diferente sobre el instituto que nos ocupa, podemos verificar en las "public
utilitys" del derecho norteamericano, que a juicio de autores como Mairal, se asemejan en
mucho al esquema de nuestros servicios públicos, con posterioridad al dictado de la ley
23.696, conocida como "Ley de Reforma del Estado". Sobre este tema volveremos más
adelante, pero a la luz de las medidas adoptadas por la Administración, a partir de la crisis
del 2002, es dable plantear serias disidencias con el concepto del destacado tratadista.
Miguel Sendín García en su obra "Hacia un servicio público europeo: El nuevo derecho
de los servicios públicos" define dos elementos esenciales del concepto, al expresar que
serán "servicios públicos" aquellos que "resultan imprescindibles para la vida social", que
requieren "de la intervención del Estado" por la inexistencia de mercado.
Volvemos nuevamente al jurista español Ariño Ortiz que señala, por su parte, que el
concepto tradicional de "servicio público" atendió a la necesidad de un Estado
intervencionista que lo utilizó como un instrumento de gestión y de política económica y
social
Sendín García complementa esta afirmación: "[...] Hoy en día, sin embargo, la situación
ha cambiado, y es que la realidad, que no entiende de nostalgias, manda y ha dictaminado
que el viejo mito ha quedado anticuado. Los progresos tecnológicos y la globalización
económica, a los que se añade una creciente insatisfacción por la escasa eficacia de la
gestión pública, han situado al mundo ante una nueva encrucijada. El Estado se ha
quedado pequeño, y los grandes servicios económicos, con las telecomunicaciones a la
cabeza, demandan nuevas formas de gestión [...]".
Cada país puede definir los servicios que garantiza y las condiciones en las que se
prestan. Por otro lado, las autoridades sectoriales también deben establecer qué
operadores se encargan obligatoriamente de proporcionar estos servicios. En España, por
ejemplo, el artículo 128.2 de la Constitución permite la reserva de servicios esenciales, al
sector público, siempre que medien razones de interés general.
Las características básicas del SUO son las siguientes: a) El SUO está compuesto por
un paquete básico de servicios. A pesar de existir una definición general de SUO, no es
posible definir con detalle cuáles son los servicios que se integran en el SUO ni las
condiciones en que deben ser prestados. En esa inteligencia, cada país puede determinar
qué servicios garantiza y en qué condiciones; b) Los servicios básicos deben ser
accesibles para todo el mundo. Independientemente de su situación geográfica o de su
nivel de renta, todos los ciudadanos deben poder acceder a los servicios definidos como
básicos. Por tanto, se incluyen en la definición del SUO aquellos servicios que conviene
que todos los ciudadanos dispongan pero que el mercado por sí mismo no abastece; c) El
SUO debe ofrecerse con una calidad mínima aceptable. El Estado define las
características mínimas que deben ofrecer los servicios obligatorios. El precio de los
servicios debe ser asequible. El Banco Mundial (2000) calcula que la media de la
población mundial está dispuesta a gastar alrededor de un 2,5% de su renta disponible en
telecomunicaciones y en muchos casos los costos del SUO deben ser financiados por el
Estado sin discriminación alguna.
Sobre este tema volveremos más adelante, para analizar este instituto dentro del
derecho argentino.
Existen varios motivos para garantizar la prestación del servicio universal. En el caso de
las telecomunicaciones, es un mecanismo que garantiza el desarrollo cotidiano de todos
los ciudadanos, transformándose el SUO en una dinámica y útil instrumento redistributivo e
inclusivo.
Ampliando el espectro del SUO, podemos incluir colectivos con necesidades especiales,
como discapacitados, invidentes, etc., pero quizás el roll esencial de este nobel instituto es
la posibilidad de corregir fallos del mercado, una de las externalidades no deseadas en el
desarrollo de la prestación de los servicios públicos.
Esto es, en la inteligencia que las empresas prestadoras de servicios sólo abarcan los
consumidores y las regiones rentables del mercado dejando desatendidas al resto
(consumidores con rentas bajas y regiones rurales), ante la falta de competencia en las
regiones de costos elevados facilita aún más, las conductas abusivas.
No hay dudas, que las telecomunicaciones han sido quizás los grandes progenitores del
concepto de servicio universal. Buscando el origen del concepto, debemos hurgar en el
año 1907, cuando Theodore Vail, presidente de AT&&T, propuso al gobierno de Estados
Unidos que el sector de las telecomunicaciones debía organizarse como un monopolio
para evitar la discontinuidad de la red. Vail denominó a esto "one system, one policy,
universal service". Este principio se acabó formalizando en 1913 en el Kingsbury
Commitment, que permitió a AT&&T adquirir diferentes operadores locales e iniciar la
interconexión de las zonas en las que tenía presencia.
En ese contexto, una buena síntesis del plexo basal en que debe fundarse una política
de implantación exitosa de SUO, más allá del lugar o país donde se aplique, tornan
insoslayables las exigencias de Marcela Basterra, cuando expresa: "Los usuarios y
consumidores sólo podrán ejercer plenamente sus derechos de los que son titulares
cuando: 1) conocen íntegramente la tutela judicial que recae sobre ellos; 2) entienden los
alcances y efectos de cada uno de los institutos, figuras, y principios que han sido
consagrados a su favor, ya que nada vale saber sobre la existencia de un derecho si no se
lo puede ejercer; 3) son informados de todos los aspectos (incluye naturaleza, alcance y
efectos) del contrato que los vincula con el consumidor; 4) son enseñados de los
beneficios de consumir con razonabilidad y racionalidad y 5) acceden a la información que
posibilita que conozcan los regímenes jurídicos, y que los evalúen a los fines de saber
cuáles son sus derechos, permitiendo que en el marco de un vínculo jurídico específico, el
usuario o consumidor pueda conocer sus derechos y obligaciones, las del proveedor, y los
efectos y resultados esperados y deseados de la provisión".
El SUO, se vincula con la tipificación de los servicios públicos, regulados por las leyes
de: continuidad, igualdad y adaptabilidad, formuladas por Rolland, a las que en la
actualidad tendrían que añadirse los principios que garantizan el equilibrio entre la
protección del interés general y la libre acción de las fuerzas del mercado: transparencia,
objetividad, no discriminación, proporcionalidad y mínima distorsión del mercado. Esto es,
esa garantía que mencionamos al inicio del presente trabajo, del acceso irrestricto de toda
la población.
Estas normas suelen emplear dicha noción para referirse a los servicios, sometidos o no
a la disciplina de mercado, que las autoridades públicas consideran de interés general y
están sometidos a obligaciones específicas de servicio público. Dentro de esta categoría
genérica aparecen, de una parte, los servicios sociales y sanitarios de interés general,
basados en el principio de solidaridad y garantes del disfrute efectivo de los derechos
fundamentales de los ciudadanos, así como de un elevado nivel de protección social y, de
otra, los servicios económicos de interés general, que si bien sólo aparecen mencionados,
más no definidos, en los artículos 16 y 86.2 del Tratado, la práctica comunitaria permite
conceptualizarlos como aquellos servicios de naturaleza económica a los que los Estados
miembros o la Comunidad imponen obligaciones específicas de servicio público en virtud
de un criterio de interés general.
El Real Decreto 424/2005 del Reglamento del Servicio Universal (RSU) adopta la
definición de servicio universal que hace la Directiva europea de 2002 y que es la
siguiente: Se entiende por Servicio Universal el conjunto definido de servicios cuya
prestación se garantiza para todos los usuarios finales con independencia de su
localización geográfica, con una calidad determinada y un precio asequible.
Por otro lado, el Real Decreto establece que el Gobierno deberá garantizar los términos
y condiciones para ofrecer tarifas especiales, limitaciones de precios u otros, de acuerdo
con las condiciones de transparencia y no discriminación.
La mentada LGTel establece que los costos netos del servicio universal (CNSU)
soportados por Telefónica deben financiarse por todos los operadores en proporción a su
cuota media en ingresos. Las aportaciones de los contribuyentes se deben depositar en el
Fondo Nacional del Servicio Universal. Este fondo lo gestiona la CMT, que utiliza sus
recursos para financiar a Telefónica y a las demás empresas que presten los servicios
universales obligatorios. En la actualidad, la gran mayoría de los hogares españoles
accede a la telefonía fija en unas condiciones aceptables y la penetración del móvil es
superior a la media europea. No obstante, en los próximos años el reto será la
universalización de las tecnologías que permiten acceder a la Sociedad de la Información y
el Conocimiento. El objetivo es que todo el territorio tenga acceso a las redes de móvil y de
la banda ancha. Por otro lado, hay que proporcionar los medios y la formación a los
potenciales usuarios para que le saquen el máximo provecho de las nuevas tecnologías y
para evitar la formación de la brecha digital.
Abolida la reforma constitucional del 49, renace una suerte de neutralidad, que permite
al legislador tipificar al servicio público como de gestión público y/o privada. Empero lo
dicho, nuestra Corte Suprema expresó "Municipalidad de Rosario c/Cía. Gral. Argentina de
Luz y Fuerza", que "la concesión es un acto administrativo por el cual se da poder a un
individuo sobre una parte de la administración pública", para ejercer actividades que "no
serán accesibles para el individuo por su naturaleza misma"
Para Mairal, con el dictado de la ley 23.696, ya no es posible sostener en nuestro país
que el servicio público es una actividad administrativa que sólo en forma interina puede ser
ejercida por un particular. Apoya su tesitura, en la ley 24.065, que prioriza a las personas
jurídicas privadas para el transporte de electricidad, como así también en la ley
24.076, que dispone que el transporte y distribución de gas debe ser realizado por
personas jurídicas privadas habilitadas. La teoría expuesta, parecería encontrar legitimidad
si acordamos que no existen en nuestra carta magna, normas de reserva, como en el
derecho español, o normas específicas como las que existen en el derecho francés.
En efecto, a partir del dictado de la ley 23.696, en nuestro país se ha generado una
suerte de fundación de un nuevo esquema del servicio público, basado en el cambio de la
titularidad y de la regulación. Dicha corriente de pensamiento, parece gobernar el fallo de
la Corte en el caso Davaro, a pesar de que la disidencia de los Dres. Barra y Fayt, marca
un cono de duda, ya que podría decirse que los nombrados, consideran que hay
"reglamentación del servicio, cuando se delegan cometidos y regulación cuando hay
dejación".
También resulta pertinente manifestar, que la reforma del 94, en materia de servicios
públicos, realiza una suerte de reconocimiento declarativo (no constitutivo), en lo referido a
la protección de los usuarios. Así, en el artículo 42 primera parte, impone la intervención
de la autoridad, en defensa de la competencia, distorsión de los mercados y control de los
monopolios, cuanto la garantía de calidad y eficiencia de los servicios públicos. De esta
manera, debe reconocerse, tan sólo, la consagración de principios que resultan —a no
dudarlo— una herramienta eficaz frente a la "información asimétrica" que deben padecer
los usuarios, frente a los prestadores del servicio.
Distinta es la cuestión, cundo repasamos la segunda parte de dicha norma, que dispone
que será la vía legislativa la que intervendrá para establecer los marcos regulatorios de los
servicios públicos de competencia nacional, que deberá incluir la participación de la
asociación de consumidores y usuarios y de las provincias interesadas. Esto es, a partir de
la reforma, la regulación de los servicios públicos debe instrumentarse a través de una ley.
Ahora bien; los entes reguladores en ejercicio de sus funciones, no pueden ir más allá
de las previsiones del marco regulatorio, caso contrario, violentarían los principios
constitucionales antes referidos. Es más, la potestad del regulador, puede parangonarse
con la de un organismo licitante que emite circulares, en ese caso, el límite en lugar de ser
el marco regulatorio, será el pliego. Este criterio parece haber seguido la Cámara Nacional
en lo Contencioso Administrativo "Aguas Argentinas S.A. c/ETOSS", que con prístina
claridad establece que "que la finalidad y creación de dicho ente regulador obedecería al
ejercicio de poderes de policía y regulación y control en materia de prestación del servicio
público objeto de la concesión".
Así las cosas, adherimos a Mairal cuando dice: "La reforma constitucional del año 1994
exige que los marcos regulatorios sean establecidos por el legislador. Dado que nadie está
obligado a hacer lo que la ley no manda, no es posible establecer un marco regulatorio
obligatorio, en la medida en que imponga obligaciones u otorgue facultades a organismos
administrativos para avanzar sobre los derechos de los particulares, si no hay una ley que
lo autorice. Existiendo una ley reglamentaria, es cuestión diferente afirmar que, si ella no
crea un ente regulador, éste puede ser creado por decreto. Pero debe haber una ley que
establezca la reglamentación del servicio: el Poder Ejecutivo no puede reglamentar el
servicio público sin apoyo legislativo".
Comadira, se suma a los autores antes citados y expresa que la reforma trajo como
resultado, el reconocimiento y protección de los derechos de los usuarios de los servicios
públicos y por otra parte, un plexo de potestades para regulación y control. Sintetiza su
teoría sentenciando que la "reforma de 1994 hace explícitos criterios de intervención
estatal".
Como síntesis de lo expresado, podemos decir que el nuevo perfil de los servicios
públicos, podemos referir a los dichos de Mata, cuando a la luz de la diferentes doctrinas
que hemos repasado arriba a la siguiente conclusión en relación a los servicios públicos:
a) constituyen una forma de regulación; b) tienen los caracteres de obligatoriedad,
uniformidad o igualdad, continuidad, regularidad y calidad; c) su regulación se distingue
básicamente por los instrumentos de la agencia, tarifa y la habilitación; d) su titularidad
corresponde al Estado; e) la licencia es una concesión, sin titularidad de los bienes por
parte del Estado.
En nuestro país, dice Comadira "[...] se llega a la década del 90 con un Estado
prestador de la mayor parte de los servicios públicos. Esa es, también, la época del
comienzo de las privatizaciones con arreglo a normas que no traducen un concepto claro
del Servicio Público [...] los datos caracterizantes del Servicio Público son [...] La
obligatoriedad de la prestación a través de la regulación policial, que asegura, además, las
condiciones y calidades de prestación del servicio [...] La posibilidad estatal de prestar el
servicio, por rescate propio o impropio [...] El Servicio Público, es, pues, a lo largo de la
historia, título para titularizar el ejercicio de competencias prestacionales ejercidas en
forma directa, o indirecta (concesión), o para, simplemente, desarrollarlas en subsidio
cuando no haya prestadores privados o bien para asegurar su prestación mediante el
ejercicio del Poder de Policía. Un fin servicial asegurado por el poder".
Antes de continuar con el presente análisis, puede afirmarse, que a la luz del marcado
divorcio entre la letra de las leyes que lo regulan (al servicio público) y la recurrente y
espasmódica intervención gubernamental: hacer referencia al actual perfil del instituto, es
hacer referencia a una crisis profunda que en forma urgente necesita de una política de
largo plazo. Como sentenciara un viejo líder "sólo la organización vence al tiempo". Con
todo el respeto que nos merece el distinguido tratadista, en nuestro derecho, más que una
regla, ha sido más que excepcional la aplicación de dicho instituto.
Dromi entiende que servicio público "es un medio para un fin próximo o para un fin
mediato (el bien común), que se traduce en actividades públicas, con forma de obra,
función o prestación de interés público y con un régimen jurídico de derecho administrativo
común a todo el quehacer de la función administrativa".
Con arreglo a todo lo expuesto, entendemos que si debemos fijar una posición respecto
al concepto más inclusivo de la realidad y crisis del concepto de SP, podemos arriesgar el
siguiente concepto: "Serán consideradas como Servicios Públicos, las actividades,
entidades u órganos públicos o privados con personalidad jurídica creados por
Constitución o por ley, para dar satisfacción en forma regular y continua a cierta categoría
de necesidades de interés general, bien en forma directa, mediante concesionario o a
través de cualquier otro medio legal con sujeción a un régimen de Derecho Público o
Privado, según corresponda". Más adelante volveremos sobre el concepto vertido.
Bielsa el que comienza a desandar el camino hacia una definición del instituto, pero es
Marienhoff quien la consolida al distinguir, los servicios públicos propios y los
impropios: a) Sería servicio público propio el prestado por el Estado directamente o
indirectamente por un concesionario; b) El impropio es el prestado por personas privadas,
de acuerdo a disposiciones reglamentarias establecidas por la Administración Pública.
Para entender esta clasificación se hace imprescindible ver que visión tenía Marienhoff
con relación al alcance del servicio público. Para él, siguiendo la posición de De Valles, el
elemento público no se refiere al ente que lo presta sino al destinatario, por lo que el
servicio público no es otra cosa que servicio "para" el público. Estira la noción, tomando
una posición material del concepto de servicio público, diciendo que existen servicios
públicos por su carácter objetivo. Cierta doctrina no apoya esta tesis, porque considera
que establece un concepto tan lato de servicio público que cualquier cosa entraría, o
podría entrar, dentro del concepto.
Por eso, este sector, habla de Servicios regulados y no SP. Y dan como ejemplos los
bancos y las farmacias; en otros casos, directamente son normas de Derecho Privado
como lo es la venta de pan, leche, etc. Si se nos permite el paralelismo, alguna vez una
mujer supo sentenciar "donde hay una necesidad, hay un derecho", el sabio Marienhoff,
quizás sin saberlo acudió en su apoyo, al expresar que donde hay una necesidad, debe
concurrir un servicio público a cubrir esa necesidad.
Una medida que ha merecido no pocas críticas, es el contrato que suscribió el PEN con
la Asociación del Futbol Argentino, para transmitir en forma gratuita y para toda la
República Argentina, los partidos de fútbol del campeonato argentino, lo que denominó
"Fútbol para todos" (FPT). Amerita destacarse entonces algunos de los fundamentos de
dicho contrato: "coincidiendo las Partes que el fútbol es el deporte que despierta
masivamente la atención de los argentinos, resulta fundamental procurar que todos los
habitantes del territorio nacional, accedan sin restricciones gratuitamente a los partidos de
los diferentes torneos oficiales organizados por AFA [...] Que en esa inteligencia, las
Partes han decidido asociarse en este emprendimiento, aportando la primera los derechos
de transmisión televisiva cuya titularidad originaria posee y aportando el segundo su
estructura organizacional para que el fútbol pueda ser visto en forma gratuita por todos los
ciudadanos de la República Argentina sin restricción alguna y a través de la televisión
abierta [...]". En cuanto a su parte dispositiva, define su objeto, al establecer: "Gratuidad.
Con la finalidad de permitir el acceso libre y gratuito por televisión abierta en todo el
territorio de la República, y bajo los términos y condiciones de este Contrato, AFA en su
carácter de único titular, cede en forma exclusiva a JGM —con la única limitación de las
normas de orden público— y con la facultad de cesión a terceros, los derechos de
explotación primarios y secundarios, por sí o por terceros, por cualquier sistema o
procedimiento audiovisual en distintos formatos, de las imágenes y/o sonidos obtenidos en
ocasión y desarrollo de cada uno de los encuentros de los torneos de fútbol de primera
categoría organizados por AFA durante la vigencia de este acuerdo".
Fácil es advertir que las condiciones que impone Cassagne antes mencionadas, se
verifican. Ello así, porque el contrato define la gratuidad del servicio en un estado de total
igualdad. Revisando la legislación española al respecto, especialmente la referida a la
financiación de los costos, vemos que en este caso la misma es lo más equitativa posible,
puesto que al ser financiada por el Presupuesto, su costo está dentro de lo que podría
denominarse como gasto social, que a la sazón, es financiado por aquellos que más
aportan. Asimismo, válido es referir la opinión vertida con antelación a la suscripción de
ese contrato, por dos reconocidos constitucionalistas como Germán Bidart Campos y
Andrés Gil Domínguez "El deporte en general y en particular la selección argentina que lo
protagoniza implican una actividad que reviste el carácter de un bien colectivo con los
alcances establecidos en el art. 43 de la Constitución argentina: derechos de incidencia
colectiva en general". Volvemos a los ilustres maestros cuando expresan: "El sistema de
televisación codificado genera un quiebre del derecho a la no discriminación. Aquellas
personas que cuenten con suficientes recursos, accederán al goce y disfrute del bien
colectivo, pero las personas que no cuenten con los recursos económicos suficientes —y
habida cuenta de la actual situación de emergencia no es difícil suponer que son una gran
mayoría— no podrán acceder al sistema televisado. ¿Cuál es la diferencia? La condición
económica. ¿Cuál es la consecuencia? El menoscabo del goce o ejercicio, en condiciones
de igualdad de oportunidades y trato de los derechos fundamentales en la esfera social y
cultural de las personas que no pueden acceder al sistema previsto por los operadores".
Nuestro país reconoce antecedentes normativos al respecto, como los Decretos PEN
Nos. 304/94 y 745/96. Bueno es destacar, finalmente, las enseñanzas de Tomás
Hutchinson, que —seguro sin saberlo— apoya nuestra tesis de generar una mejor
convivencia social desde FPT y a la vez dotarlo de la mayor calidad cultural posible, en
pos de una mejor convivencia social, cuando expresa "Nadie negaría a esta altura de esa
muy contigua relación entre la Economía y el Derecho. Ambas son ciencias cuyo objeto es
el estudio de los fenómenos sociales, y en definitiva se ocupan del hombre dentro de la
sociedad, es decir, de su desarrollo pleno, ordenado dentro de la comunidad social, el
despliegue de todas sus potencias y virtudes. Y es que, claro está, el Derecho y la
Economía han de estar al servicio del hombre, y no a la inversa".
Como bien expresara Ortega y Gasset hace ya unos cuanto minutos, "[...] el deber del
hombre no es poseer, sea como sea, soluciones, sino aceptar, sea cómo sean, los
problemas. Y éstos, son siempre los actuales, son el destino de cada generación (papeles
III, 562).
Como hemos visto, no existe univocidad al respecto. Ahora bien; más allá de todo lo
dicho, la nueva estructura de los servicios públicos prevista por la ley 23.696, estalló ante
la crisis económica post 20 de diciembre de 2001, y nuevamente la emergencia dativa fue
el dato identificador para replantear todo el sistema imperante en la materia. En efecto, el
simple repaso del contenido del artículo primero de la Ley 25.877, que establece con
prístina claridad "Derógase la ley 25.250 y sus normas reglamentarias", nos permite
confirmar el aserto antes mencionado, ya que la norma aludida, como veremos, deja a
nuestro derecho positivo, sin una norma específica que reglamente el tema que nos ocupa.
Por todo ello, para trazar un lineamiento serio y con posibilidades de oponibilidad y
vigencia, sobre la forma y modo que debe reglamentarse el derecho de huelga en los
servicios públicos, resulta un menester previo e insoslayable, intentar definir los alcances
del instituto que nos ocupa. La pregunta que debemos hacernos entonces es: ¿de qué
instituto hablamos, cuando nos referimos al Servicio Público?
Estado de situación en nuestro derecho. Morosidad del P.E.N. [...] Como hemos dicho
más arriba, no existe en la actualidad norma reglamentaria del derecho de huelga en los
servicios públicos vigente y oponible. La ley que derogó la normativa al respecto, establece
lo siguiente:
"ARTICULO 24. — Cuando por un conflicto de trabajo alguna de las partes decidiera la
adopción de medidas legítimas de acción directa que involucren actividades que puedan
ser consideradas servicios esenciales, deberá garantizar la prestación de servicios
mínimos para evitar su interrupción. Se consideran esenciales los servicios sanitarios y
hospitalarios, la producción y distribución de agua potable, energía eléctrica y gas y el
control del tráfico aéreo. Una actividad no comprendida en el párrafo anterior podrá ser
calificada excepcionalmente como servicio esencial, por una comisión independiente
integrada según establezca la reglamentación, previa apertura del procedimiento de
conciliación previsto en la legislación, en los siguientes supuestos: a) Cuando por la
duración y extensión territorial de la interrupción de la actividad, la ejecución de la
medida pudiere poner en peligro la vida, la seguridad o la salud de toda o parte de la
población. b) Cuando se tratare de un servicio público de importancia trascendental,
conforme los criterios de los organismos de control de la Organización Internacional del
Trabajo. El PODER EJECUTIVO NACIONAL con la intervención del MINISTERIO DE
TRABAJO, EMPLEO Y SEGURIDAD SOCIAL y previa consulta a las organizaciones de
empleadores y de trabajadores, dictará la reglamentación del presente artículo dentro
del plazo de NOVENTA (90) días, conforme los principios de la Organización
Internacional del Trabajo." (El destacado me pertenece)
Fácil es advertir, que la norma aludida ha tomado como antecedente lo establecido por
la O.I.T. y en esa inteligencia, cabe colegir que se ha adoptado un régimen mixto, puesto
que por un lado, enuncia y define a los servicios esenciales, y por el otro, admite que
cualquier actividad se incluya, en la medida que se transforme en trascendental.
Ahora bien; cuesta entender que una norma a todas luces trascendente para nuestro
derecho, carezca a la fecha de su debida reglamentación. Dicha morosidad no es casual,
ya que mal puede reglarse una cuestión accesoria, cuando no se conoce el destino y
suerte de la cuestión principal. En otras palabras, si no se ha podido consensuar una
definición y alcance del concepto del servicio público, mal puede reglarse el derecho de
huelga al respecto.
Antes que buscar culpas y responsabilidades en la actitud que tomen tanto dirigentes
sindicales y/o de base, en los conflictos laborales en el ámbito de los servicios públicos y/o
trascendentales, debe exigirse al Poder Ejecutivo Nacional, tal como lo dispone la norma
de fondo, que tome los recaudos pertinentes, para consensuar las bases de una
reglamentación que tenga en cuenta, las previsiones de la ley 25.877, cuanto las mandas
constitucionales que dimanan de los artículos 42 y 43 de la Carta Magna. Esto es, no sólo
deben convocarse a los empleadores y trabajadores, sino que también deben participar de
la futura normativa, los usuarios.
Más allá de la decidida y fulmínea nulidad dictada de la ley 25.250, por mucho tiempo el
Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, ante consultas informaba que "las
normas vigentes en la materia, sean la ley 25.877 y las normas reglamentarias de la ley
25.250, que la propia ley ha derogado (¿?). Esto es, el organismo aludido, decidió
otorgarle ultraactividad al Decreto 843/00, y a las Resoluciones N os. 480/01 y 648/01, a
pesar de que dichas normas perdieron vigencia no sólo jurídica, sino también moral (si
recordamos los términos de la derogación de ley 25.250).
Asimismo, la norma debería ser versátil y flexible, porque actividades que pueden ser
inicialmente del ámbito privado, pueden devenir en prestaciones de interés
público, verbigracia el caso de la huelga de los transportistas de aguas gaseosas, que en
algunos lugares donde no se puede beber agua corriente, se transforma en un servicio
esencial para sus usuarios.
Esto es, a nadie escapa que resulta admisible constitucionalmente, reglamentar y limitar
el derecho de huelga en el ámbito de los servicios públicos, pero so color de lo dicho, no
se puede avanzar sobre derechos del trabajador, sin una norma previamente consensuada
entre los sectores involucrados.
Así las cosas, se ha autorizado al Ministerio de Trabajo, que tiene a partir de sus
competencias un criterio por demás sesgado en la materia, a conformar una Comisión de
Garantías, la cual la integrarán representantes de los gremios involucrados y profesionales
expertos designados por la Federación de los Colegios de Abogados y la Universidad. No
sólo resulta erróneo darle una competencia exclusiva sobre el tema al Ministerio mentado,
sino que resulta mucho más grave aún, no integrar a las organizaciones representativas de
los usuarios en la Comisión de Garantías. En efecto: reiteradamente vemos como en los
hechos cotidianos, las crisis recurrentes que se verifican en la prestación y estructura de
los servicios públicos, o mejor dicho, de los servicios esenciales, amerita evitar lo que
editorialmente se ha calificado como "la pelea de pobres contra pobres", que en este caso
debería definirse como "la pelea de víctimas contra víctimas". Ello por cuanto, tanto
trabajadores como usuarios, no son en absoluto responsables de los desaguisados que
cotidianamente generan tanto la administración pública como los prestadores de los
servicios. En base a lo expuesto, resulta de suma importancia ampliar no sólo el espectro
de participación en la mentada Comisión de Garantías, en lo que hace a los usuarios, sino
también, otorgarle a la misma un nivel jerárquico legislativo. En esa pauta también, sería
bueno ir avanzando, a la luz de las grandes mutaciones y cambios estructurales que se
han implementado en la materia, sobre la tipificación que en la actualidad debe recaer
sobre los servicios públicos y/o servicios esenciales.
Rige al respecto, además del Decreto PEN Nº 272/2006, el Decreto PEN nº 2184/1990,
que establece un procedimiento preventivo. Veamos entonces sus alcances.
Están reglamentados a través del decreto 272/2006 los conflictos colectivos que dieren
lugar a la interrupción total o parcial de servicios esenciales o los que sean calificados
como tales por una comisión independiente, en los siguientes supuestos:
- Consultar y requerir informes a los entes reguladores de los servicios involucrados, a las
asociaciones cuyo objeto sea la protección del interés de los usuarios y a personas o
instituciones nacionales y extranjeras, expertas en las disciplinas involucradas, siempre
que se garantice la imparcialidad de las mismas. Las partes intervinientes podrán solicitar
la actuación de la Comisión o esta podrá ser convocada por el MINISTERIO DE
TRABAJO, EMPLEO Y SEGURIDAD SOCIAL de oficio.
Suscitado un conflicto que no tenga solución entre las partes, cualquiera de éstas
deberá, antes de recurrir a medidas de acción directa, comunicarlo a la autoridad
administrativa, para formalizar los trámites de la instancia obligatoria de conciliación.
Desde que la autoridad competente tome conocimiento del diferendo hasta que ponga fin a
la gestión conciliatoria no podrá mediar un plazo mayor de quince días. Este término podrá
prorrogarse por cinco días más cuando, en atención a la actitud de las partes, el
conciliador prevea la posibilidad de lograr un acuerdo. La parte que se propusiere ejercer
medidas de acción directa deberá preavisarlo a la otra parte y a la autoridad de aplicación
en forma fehaciente y con CINCO (5) días de anticipación a la fecha en que se realizará la
medida. Efectuado el preaviso, las partes acordarán ante la Autoridad de Aplicación sobre
los servicios mínimos que se mantendrán durante el conflicto, las modalidades de su
ejecución y el personal que se asignará a la prestación de los mismos. Se comunicará
entonces por escrito a la Autoridad de Aplicación las modalidades de ejecución de
aquéllas, señalando concreta y detalladamente la forma en que se ejecutarán las
prestaciones, incluyendo la designación del personal involucrado, pautas horarias,
asignación de funciones y equipos.
Si las partes no lo hicieran o si los servicios mínimos acordados por las mismas fueren
insuficientes, la Autoridad de Aplicación, en consulta con la Comisión de Garantías, fijará
los servicios mínimos indispensables para asegurar la prestación del servicio, cantidad de
trabajadores que se asignará a su ejecución, pautas horarias, asignación de funciones y
equipos, notificando a las partes involucradas
Si la actividad no está comprendida dentro del párrafo segundo del artículo 24 de la ley
Nº 25.877, se convocará a la Comisión de Garantías, para que proceda a evaluar la
calificación de manera excepcional al servicio.
2. Los SP se ejecutan a través del Estado per se, o a través de alguna forma de
TÍTULO HABILITANTE, que se especifica en CONCESIÓN, LICENCIA, HABILITACIÓN,
PERMISO, Y/O AUTORIZACIÓN, según se trate de servicios de salud, educación,
farmacia, taxis, luz agua, etc..
3. A partir de la reforma del 94, la CN ha incorporado a través del art. 42, la obligación
estatal de proveer con CALIDAD Y EFICIENCIA los SP. Ello implica darle un derecho
específico al usuario y una paralela obligación al ESTADO que se explica en la parte final
de la norma cuando establece que el ESTADO "PROVEERÁ A LA DEFENSA DE LA
COMPETENCIA CONTRA TODA FORMA DE DISTORSIÓN DE LOS MERCADOS, AL
CONTROL DE LOS MONOPOLIOS NATURALES Y LEGALES [...]
POSITIVA máxima es toda actividad estatal que su cumplimiento deba estar regulado,
controlado y el estado deba asegurar, se entiende que este concepto fue recogido en la
constitución por la reforma del 94 a través del art. 99 inc. 18 expresa que es atribución del
presidente de la nación ausentarse del territorio nacional con permiso del Congreso y en el
receso de este solo podrá hacerlo sin licencia de este por razones justificadas "de Servicio
Público"; media es servicio público toda actividad de la administración Pública; mínima
servicio público es solo una parte de la actividad pública.
8. Clasificación
9. Caracteres
- REGULARIDAD, se trata de las reglas o normas que establecen como debe prestarse
el servicio. Este carácter está íntimamente ligado con lo que el constituyente
incorporó en la reforma de nuestra Constitución en 1994 en el artículo 42
determinando que la legislación establecerá los marcos regulatorios de los servicios
públicos de competencia nacional.
Más allá que el SP sea prestado por el Estado, sea delegado a terceros, o directamente
esté en manos privadas, deben respetarse los siguientes extremos en virtud de que la
relación entre quien preste el servicio y el estado es completamente de derecho público,
Aquí, como sostiene BIGLIERI, no aparece la subsidiariedad que erige Dromi como un
carácter constitutivo de los SP, esta circunstancia solo se torna exigible ante la eventual
caída de las prestaciones por terceros. Sigamos:
4. Eventuales monopolios.
5. Control administrativo.
11. Competencia
Los Servicios Públicos pueden ser creados por Ley o por actos de la Administración. La
provisión de los medios de infraestructura para organizar el Servicio es competencia del
PEN, así lo dispone la CN en el art. 99 en su inc. 1 imponiendo dentro de las atribuciones
del Presidente de la Nación la responsabilidad política de llevar adelante la administración
general del país y el inc. 2 le otorga la facultad de reglamentarlos. En cuanto a la
organización normativa, le corresponde al Congreso de la Nación ya que desde la reforma
de la Constitución en 1994, con la incorporación del art. 42, que establece que será la
legislación la que establecerá los marcos regulatorios de los servicios públicos de
competencia nacional.
12. Retribución
Los Servicios públicos pueden onerosos o gratuitos. Los onerosos son aquellos a los
que se accede a través del pago de una tarifa, tasa o precio por su uso. Tarifa es la
contraprestación por el servicio prestado y recibido, verbigracia: electricidad. Tasa es la
retribución por los servicios obligatorios que presta la Administración, verbigracia:
Alumbrado, Barrido y Limpieza. El precio es la retribución por la prestación de un Servicio
de uso facultativo, verbigracia: transporte. Los gratuitos son aquellos que no se abonan
directamente sino que son retribuidos a través de los impuestos.
1. SALUD. Este el derecho esencial que debe garantizarse a través de los SP, esto es,
so color de una prestación, no puede ponerse en estado de riesgo la salud de la
población, su protección está asegurada por la Constitución Nacional y por los
Tratados Internacionales. Citamos en tal sentido, la promulgación de la ley
25.670 que fijó como plazo el año 2010 para la eliminación del PCB.
1. uso del servicio: frente al derecho del usuario de obtener la prestación existe la
obligación de quien lo tenga a su cargo (ya sea el estado en forma directa o un
privado en forma indirecta) de prestarlo. El usuario debe abonar las tarifas que
correspondan. La interrupción de un servicio público genera para quien debe recibirlo
un Daño resarcible
2. medición del servicio: los usuarios tienen derecho a la medición del servicio,
debiendo las prestadoras instalar medidores de consumo. Se debe brindar la
información en forma clara y detalla para que puedan controlar su facturación.
7. carácter personal de las deudas: Los servicios Públicos generan para el usuario la
obligación de abonar las tarifas correspondientes, las deudas por ellos no se
trasladan a los propietarios de los inmuebles que no hallan contratado el servicio ya
que no se tratan de obligaciones propter rem.
5. El estado per se: el estado presta los Servicios Públicos a través de los órganos de
su administración central o por sus entes descentralizados. Puede tratarse de
servicios creados o estatizados.
CAPÍTULO VII - ACTOS ADMINISTRATIVOS. POR ALBERTO BIGLIERI
"[...] bien se advierte que el título preliminar de las leyes de nuestro código, tiene un
alcance más amplio seguramente porque el codificador, y con él el Congreso que lo
sancionara, quiso que en la portada de este cuerpo, el más importante del derecho
privado, figurasen preceptos generales no sólo obligatorios al campo civil" (Parcial del
voto del Dr. Tobal).
1. El artículo 7º de la LPA
Objeto. c) el objeto debe ser cierto y física y jurídicamente posible debe decidir todas
las peticiones formuladas, pero puede involucrar otras no propuestas, previa audiencia
del interesado y siempre que ello no afecte derechos adquiridos.
Motivación. e) deberá ser motivado, expresándose en forma concreta las razones que
inducen a emitir el acto, consignando, además, los recaudos indicados en el inciso b)
del presente artículo.
Finalidad. f) habrá de cumplirse con la finalidad que resulte de las normas que otorgan
las facultades pertinentes del órgano emisor, sin poder perseguir encubiertamente otros
fines, públicos o privados, distintos de los que justifican el acto, su causa y objeto. Las
medidas que el acto involucre deben ser proporcionalmente adecuadas a aquella
finalidad.
Se habrá notado, que desde la misma denominación del título se impulsa un abordaje
más amplio que el circunscripto a la exteriorización unilateral de la voluntad administrativa
que genera efectos directos e individuales. Veremos que estos requisitos son exigibles
también a la emisión de decisiones con alcance general —normativas o no—, e inclusive a
aquellas relaciones bilaterales que estudiaremos más adelante en el capítulo del Manual
que dedicamos a los Contratos Administrativos.
2. Elementos esenciales
De todas formas las opiniones de los distintos autores, la utilización de una base
incorporada desde el derecho comparado, y el ordenamiento que generó el Fallo
Ganadera Los Lagos no han logrado imponer un criterio único de clasificación sobre los
elementos esenciales del acto. Por ello adoptamos y elaboraremos seguidamente sobre el
texto del artículo 7º de la LPA, el análisis de los requisitos esenciales, utilizando la norma
como guía y principal herramienta pedagógica de este Capítulo del Manual y sólo
reseñaremos al final y muy escuetamente algunas opiniones de la más jerarquizada
doctrina.
b) Objeto: Como en todas las disciplinas jurídicas el objeto del acto debe ser lícito y
cierto o posible. Si el acto es un declaración, el objeto es aquello en lo que consiste la
decisión, valoración, certificación, registro u opinión (Hutchinson). Esta primera parte del
inciso c) no trae demasiadas diferencias con el resto del ordenamiento. Luego, como el
obrar de la administración debe estar ordenado a los fines públicos del estado, puede
ocurrir que la respuesta a las peticiones incluyan situaciones, cargas o supuestos no
incluidos por el administrado, en ese caso deberá correrse traslado previo al decisorio, en
salvaguarda de los derechos del interesado.
Vale la pena señalar que, subyace un sistema de técnica de redacción de normas, —en
la mayoría de los manuales de estilo o pautas reglamentadas para la confección de AA— o
usanza, que entiende que el parcial conjugado en los Vistos debe reflejar el derecho
aplicable al tema en cuestión; y que bajo la órbita de los Considerandos se narraran
sucintamente y se referenciaran los hechos que conoce la administración para encausar
su criterio. Nos ubicamos en la corriente minoritaria, pues a nuestro entender lo Visto es lo
conocido por los sentidos, y por lo tanto corresponden a ellos los hechos que se han
demostrado y comprobado en el expediente administrativo, y son Considerandos las
conclusiones que expondrá el administrador —no parece comprensible que el elemento
motivación, se aloje en otra parte del AA que no sea esta—, así como la legislación que
invocará como aplicable y aquella que lo nutre de competencia. Normas, que son
razonablemente traídas al resolutorio, comprendidas por el acto humano y complejo de
racionalizar su aplicación, pero que— sostenemos— no aparecen como hechos o
antecedentes constatados en el expediente del trámite. Ni siquiera consideramos
reveladas las normas de la atribución de competencias pues, aunque en pocos casos, su
mala interpretación podría salvarse de la nulificación del AA y permitir su salvataje en tanto
que relativamente nulo— ampliar en Nulidades—.
d) Motivación. Si bien el orden de los incisos de la norma que propusimos como guía,
no encuentran a este requisito esencial inmediatamente después que el de la causa, en el
mismo texto se los enlaza. La motivación plasmará en su redacción la expresión de la
voluntad del administrador. En tanto que AA tutor del fin público, la voluntad expresada
debe guardar un correlato con el desarrollo e interrelación de los hechos entre sí y
conjugarse con las conclusiones lógicas que llevan a elegir el marco jurídico aplicable para
resolver la situación. El AA es el resultado de lo que se debe hacer en cada caso, no
hay lugar para las meras intenciones (lo que se puede hacer) ni, mucho menos, para las
pretensiones personales (lo que se quiere hacer). La motivación descubre e informa la
voluntad administrativa, y esta no puede estar atada a los personales deseos del agente
decisor ni a las expresiones particulares de la buena voluntad. Ciertamente, este requisito
aparece tácitamente comprendido en las innumerables formas de AA estandarizados que
se usan a diario en la administración. Vayan como ejemplo — de esta modalidad admitida
por las reglamentaciones que contemplan la celeridad de miles de relaciones idénticas con
muchísimos particulares determinables — las actas de las notas de los estudiantes
universitarios, en cuya simplicidad se omite la redacción de algún texto que grafique como
se ha motivado y formado el docente la noción de la incorporación de los conocimientos
que propuso al estudiante. El acta cumple con las formalidades —que ampliaremos en el
punto referido a la Forma del AA—, expresa el lugar, la fecha, los datos personales del
examinado, los del examinador y la calificación final. De todo ello se concluye que se ha
cumplido— al menos — con los requisitos de competencia, causa y motivación, objeto y
finalidad, puesto que además de los otros requisitos, los antecedentes de hecho —por
ejemplo parciales previos, los trabajos prácticos y el examen último— han sido valorados
por el docente y motivaron su decisión/calificación suficientemente causada y motivada.
Podemos aseverar, que la enorme cantidad de actos-formularios, o actos-modelo se
nutren de una pormenorizada reglamentación que define con preciosismo hasta el más
mínimo detalle. En estos casos, a mayor formalidad, reglamentación y presupuesto, menor
es la necesidad de motivación, por ejemplo: la orden que determina la fecha de inicio de
un calendario de vacunación establecido en los planes plurianuales de puericultura, no
necesitará demasiado esfuerzo motivacional para justificar su imputación presupuestaria ni
su lanzamiento en una fecha determinada, pues ha sido prevista oportunamente su
necesidad, financiación y época del año a realizarse.
La segunda parte trae las noticias de importancia para la cuestión: dice la norma:
"considérase también esencial el dictamen proveniente de los servicios permanentes de
asesoramiento jurídico cuando el acto pudiere afectar derechos subjetivos e intereses
legítimos", aquí el legislador ha tenido en la mira el control de legalidad del AA a priori. Ha
impuesto, para determinados supuestos, el carácter de esencial al dictamen jurídico, y lo
ha imbuido de rasgos especiales. Ha extendido la lista inicial de elementos esenciales
incorporando la opinión obligatoria del asesoramiento jurídico, en forma previa a la
expedición del decisorio. Entre los simples actos administrativos (Ver SAA) el dictamen
obligatorio, luce aquí en todo sus esplendor. Esencial, y por lo tanto obligatorio. Parámetro
formador de la voluntad administrativa, pero no vinculante. El dictamen del servicio jurídico
es obligatorio pues así lo exige la norma, debe constar indispensablemente en el
procedimiento previo al dictado del decisorio. Ahora bien, la LPA, pensada para la
gigantesca estructura del poder federal, establece indefectiblemente la necesidad de la
opinión jurídica previa sobre el caso, y a la vez induce a que esta guarde armonía de
criterios con los utilizados por las demás dependencias del PEN. Que la opinión provenga
de los servicios permanentes implica conocimientos técnicos, estabilidad, independencia
del poder político y homogeneidad de criterios con los sustentados por la Procuración del
Tesoro de la Nación. Y que sea un elemento esencial del AA dependerá de que en el tema
a tratar se puedan afectar derechos subjetivos e intereses legítimos. Veamos.
Adelanto, que, en realidad pocos serán los temas a resolver en los que no aparezcan
afectados los derechos e intereses de los particulares. Pero debemos dejar asentadas
algunas líneas en relación a esta clasificación ociosa que propuso el legislador al
incorporar la distinción entre derechos subjetivos e intereses legítimos. Esta diferenciación,
abundantemente debatida en la doctrina, y ampliada con la incorporación a las distintas
clasificaciones de tipos de intereses (simples, colectivos, grupales, compuestos, etc.), no
implica en la práctica diferenciación alguna para nuestra estructura organizacional. Esa
diferenciación trascendental en lo procesal, es relevante en los sistemas con jurisdicción
administrativa propiamente dicha, o sea con jueces administrativos (no judiciales) con
competencia jurisdiccional. Este no es el caso de nuestro país, en el cual el sistema
judicialista uniforma el control de la actividad administrativa en los órganos judiciales
únicamente, por lo tanto judicializar un acto que deniegue el ejercicio de un derecho
subjetivo (por ejemplo: el derecho de propiedad), nos llevará ante el mismo juez que
controle la negativa a un interés legítimo (por ejemplo: ejercer industria lícita). Ambos
casos deberán contar con el dictamen jurídico obligatoriamente.
4. Nulidades
Nulidad.
Debe observarse con detenimiento, que la norma subdivide en dos incisos los
supuestos de la nulidad absoluta e insanable. Esta subdivisión obedece a la fuente de la
que se informan ambas normas. La primera de ellas —el inciso a)— haya su procedencia
en los principios generales del derecho y en especial del derecho civil. En la segunda parte
—el inciso b)— se han detallado las nulidades típicas del ordenamiento público, y se ha
incluido la posibilidad de una sanción menor, para los supuestos de la falla en razón del
grado de la competencia, si ésta era factible de delegación o sustitución. De aquí, se
produce el reenvío al artículo 19º.
5. Saneamiento
Ratificación. a) ratificación por el órgano superior, cuando el acto hubiere sido emitido
con incompetencia en razón de grado y siempre que la avocación, delegación o sustitución
fueren procedentes.
Confirmación. b) confirmación por el órgano que dictó el acto subsanando el vicio que
lo afecte. Los efectos del saneamiento se retrotraerán a la fecha de emisión del acto objeto
de ratificación o confirmación.
Entonces: por definición negativa: ¿Cómo llamamos, o mejor en cuál voz del Estado
incluimos las respuestas a los oficios o los informes, sino en un simple acto de la
administración?, toda vez que el contenido de éste (si es veraz y está ajustado a lo
solicitado no genera derechos a los administrados, que de tenerlos los hubieran ejercido
contra la repartición generadora oportunamente) no alcanza ni por asomo los requisitos de
un Acto. El ejemplo cada vez más usual de este tipo de situaciones son los informes que
se solicitan entre distintas personas estatales en los casos de concursos o licitaciones,
sobre los antecedentes de los participantes (en dos vertientes: Activa: llamamos así a la
que pide descripción de las relaciones, actuaciones, prestaciones y demás yerbas del
"pretendiente u oferente" y Pasiva a la que se limita a ratificar o rectificar la veracidad de lo
declarado por el "pretendiente u oferente").
Por otra parte, se utiliza la noción de la individualidad en referencia a los efectos del
SAA, pero veamos que ocurre con el dictamen previo a Reglamento o Ley.
Planteada esta digresión, debemos recordar que el sistema normativo distingue entre
dos grandes grupos de dictámenes: los facultativos y los obligatorios. Los primeros son
aquellos que la administración activa se encuentra facultada a solicitar como elemento
formador de su voluntad, no son exigibles y no condicionan en modo alguno la validez del
acto. En cambio, los segundos, están determinados y exigidos por la norma como un
requisito esencial del procedimiento, NO PUEDEN faltar, a la hora de dictar el decisorio
final —el ejemplo que hemos visto es dictamen del servicio jurídico—. Entre estos últimos,
la doctrina y varias normas especiales, han robustecido y formalizado el procedimiento de
algunos de estos dictámenes y les han dado el nombre de Dictámenes Vinculantes. En
casos muy especiales —Licitaciones y juntas médicas— se ordena notificar el dictamen —
de la comisión de preadjudicaciones o el médico— a efectos de salvaguardar los derechos
de los administrados que, se verían desbaratados, de anoticiarse del transcurso del
procedimiento sólo al final del mismo, sin plazo vigente para oponerse a lo opinado por los
órganos técnicos y pudiendo únicamente esgrimir simples objeciones de formalidad sobre
un AA cuya materialidad y motivación se conformó principalmente con las opiniones
ejemplificadas.
7. El silencio
P. NERUDA
Aclaración inicial:
Tratándose de un instituto de muy dispar recepción en cada derecho local, en este caso
las citas normativas utilizadas han sido seleccionadas sostenidas en los siguientes rasgos
distintivos que ameritaban una comparación mayor que la que estamos utilizando a lo
largo de todo el Manual:
La antigua doctrina entendía al silencio como un acto presunto, basado en que el objeto
impugnable por vía recursiva o judicial es siempre un acto administrativo. Pero es
imposible adjudicar caracteres a la denegatoria tácita que corresponden al Acto
Administrativo expreso (firmeza, y a partir de ella, ejecutividad, ejecutoriedad, etc.) y por
ello, el valor adjudicado por el legislador a la inacción de la administración (incumplimiento
de su obligación de emitir la decisión correspondiente) es una ficción, creada para proteger
al administrado de una situación de eterna inseguridad.
"La Suprema Corte tendrá las siguientes atribuciones y deberes, sin perjuicio de los
demás que determine la ley: [...] inciso 5º. Decide las causas contencioso-
administrativas en única instancia, previa denegación expresa o tácita de la autoridad
administrativa competente al reconocimiento de los derechos gestionados por parte
interesada.
De todas formas las "recetas" judiciales son varias, aun cuando se pueden sistematizar
en dos básicas, y sólo una de ellas contempla la figura recién explicada de la denegatoria
tácita.
Bibliografía
BARRA, RODOLFO C., Tratado de derecho administrativo, Editorial Abaco, Buenos Aires,
2006.
BIDART CAMPOS, GERMÁN J., Compendio de derecho constitucional, Editorial Ediar, 1ª ed.,
Buenos Aires, 2004.
DIEZ, MANUEL MARÍA, Derecho administrativo, Editorial Plus Ultra, Buenos Aires, 1965.
DROMI, ROBERTO, Derecho administrativo, 10ª ed., Ediciones Ciudad Argentina, Buenos
Aires, 2004.
El profesor Bielsa, enseña que la potestad reglamentaria consiste: "[...] por una parte,
en ordenar los principios de la ley en preceptos particulares más analíticos y precisos con
referencia a la actividad administrativa, cuando ello es necesario o conveniente para la
mejor o más oportuna aplicación de aquella; y por otra, en precisar, aclarar e interpretar —
a los fines de su mejor comprensión y aun vulgarización— el alcance de la ley, es decir, de
sus principios más generales, y proveer por normas específicas a la ejecución de sus
mandatos, lo que se hace en circulares e instrucciones".
Cassagne, por su parte sostiene que el reglamento es "el acto unilateral que emite un
órgano de la Administración Pública, creador de normas jurídicas generales y obligatorias,
que regula, por tanto, situaciones objetivas e impersonales [...]"
Por su parte Villegas Basavilbaso explica que el reglamento es "En primer término, es
una manifestación emanada de órganos administrativos y en segundo término, crea status
generales, impersonales y objetivos".
Antes de 1994, la Constitución Nacional nada decía con respecto a los reglamentos
delegados y tampoco debería haber sido sustento para el dictado de este tipo de normas
el artículo 86, inciso 2), actual 99 inciso 2), dado que en este supuesto el ejecutivo tenía y
tiene facultades propias atribuidas por la Constitución para reglamentar una ley, no
necesitaba de una autorización o habilitación legislativa para ello.
La Corte Suprema, en este precedente dijo que: "en nuestro sistema no puede
considerarse la existencia de 'reglamentos delegados' o de 'delegación legislativa' en
sentido estricto, entendiendo por tal al acto del órgano legislativo por el cual se transfiere
—aun con distintos condicionamientos— en beneficio del ejecutivo determinada
competencia atribuida por la Constitución al primero de tales órganos constitucionales".
Este tipo de normas no complementa o desarrolla una ley, como lo hacen los
reglamentos de ejecución.
Con el dictado de estos reglamentos el ejecutivo no puede derogar ninguna ley, pero si
una ley fuese dictada sobre una materia contenida en este tipo de reglamentos, éstos
quedarían derogados.
Se dictan para hacer posible la aplicación de una ley por parte de la administración, son
leyes que están relacionadas con la administración y las competencias ejecutivas.
Las leyes entran en vigencia y deben ser aplicadas a los casos particulares
independientemente de que el Ejecutivo haya hecho uso de su facultad reglamentaria
atribuida por la norma. No obstante ello, puede suceder que la norma expresamente
subordine su vigencia al dictado de la reglamentación.
Este tipo de normas tiene límites para su dictado, en cuanto a la materia sobre la que
pueden regular, ellos están expresamente contemplados en el artículo 76 de la CN,
incorporado con la reforma constitucional de 1994: "Se prohíbe la delegación legislativa en
el Poder Ejecutivo, salvo en materias determinadas de administración o de emergencia
pública, con plazo fijado para su ejercicio y dentro de las bases de la delegación que el
Congreso establezca.
Perrino sostiene que "la Constitución no tolera delegaciones abiertas por tiempo
indeterminado y tampoco delegaciones en blanco que no condicionen de ninguna manera
el contenido de la normativa delegada. El legislador debe concretar el ámbito material
sobre el cual se habilita la delegación y suministrar un estándar inteligible, un patrón o
criterio claro, que guíe y enmarque el criterio del poder administrador, cuya vulneración o
exceso por parte de la norma delegada acarreará su invalidez".
Gelli, en su obra ya citada, se pregunta cuál es la delegación que admiten las dos
excepciones mencionadas en el artículo 76 de la CN, para afirmar luego que es la
impropia, siempre que las bases de la delegación estén establecidas, esto significa algo
menos que una clara política legislativa y algo más que el bloque de legalidad.
El Poder Ejecutivo no podrá en ningún caso bajo pena de nulidad absoluta e insanable,
emitir disposiciones de carácter legislativo.
Para Barra, Rodolfo Carlos: "El Constituyente de 1994 'disminuyó', entonces, el requisito
causal fáctico habilitante de aquella competencia del Poder Ejecutivo. No se trata ya de
una necesidad de afrontar la emergencia, sino de dar respuesta a una situación no
habitual, valorada políticamente como fuera de lo ordinario o ajena a él".
Ya con el texto constitucional llega a la Corte la causa "Video Club Dreams" (Fallos:
318:1154), de crucial importancia no ya sobre la constitucionalidad de los mismos, sino
sobre el control que debe hacer el Poder Judicial, es decir hasta dónde puede controlar el
Poder Judicial esta facultad del Poder Ejecutivo, situación que no había determinado en el
referido fallo "Peralta".
En el fallo "Video Club Dreams" la Corte Suprema de Justicia determinó que al Poder
Judicial le corresponde el contralor de la calificación de excepcionalidad que tiene este tipo
de norma y la existencia de la urgencia que sirve de fundamento para su dictado. Para que
esta potestad sea ejercida en forma legítima, el juez debe controlar que las circunstancias
que configuran la situación fáctica de emergencia existan, esto es, si se configuró una
situación de "grave riesgo social".
El Tribunal también destacó, que si bien puede existir una situación de "grave riesgo
social", no puede el Poder Ejecutivo establecer tributos, ello por aplicación del principio de
legalidad tributaria y por la prohibición expresa que hace el artículo 99, inciso 3, cuando
prohíbe el dictado de decretos de necesidad y urgencia en materia tributaria.
Ya en el año 2002, en plena crisis económica y financiera del país, la Corte Suprema
fue rigurosa en el contralor de este tipo de medidas declarando la inconstitucionalidad de
decretos de necesidad y urgencia que restringían la disponibilidad de los depósitos
bancarios, fundada en que la profusión de ese tipo de reglamentos ha generado un inédito
y prolongado estado de incertidumbre (ver Fallos: "Smith").
Al año siguiente, en el fallo "Provincia de San Luis c/Estado Nacional" (Fallos: 326:417),
la Corte advierte que el Estado había recurrido a dos fuentes diferentes para dictar la
norma reglamentaria, estas son las facultades que le otorga el artículo 99, inciso 3 y las
atribuciones otorgadas por el artículo 76 de la Constitución Nacional. De este precedente,
quedó claro que el Poder Ejecutivo en situaciones de emergencia declaradas por el
Congreso, sólo podrá dictar reglamentos delegados dentro del marco de la delegación, los
cuales podrán ser sometidos al control de la Corte Suprema en cuanto a su legalidad y
razonabilidad. Tampoco podrá el Presidente dictar decretos de necesidad y urgencia
mientras esté vigente la ley delegante, a menos que se declare una nueva emergencia y
se compruebe su existencia. Luego con el caso "Bustos" del año 2004, estos límites han
quedado en suspenso.
Las exigencias formales para el dictado de estos decretos deben contemplarse tanto al
inicio de su trámite, como también con posterioridad a ello. Que la Constitución Nacional
exija el acuerdo general de ministros para su dictado, implica que deben debatir el
proyecto y refrendarlo todos, en términos de mayorías podríamos decir que se requiere la
mayoría absoluta de todos los ministros.
Este ordenamiento administrativo, en los Títulos III y IV, refiere tanto a los actos
administrativos de alcance individual como a los de alcance general, para su formación e
impugnación.
Por ello, si bien no toda la doctrina está de acuerdo en considerar a los reglamentos
como actos administrativos, pues entienden que son facultades de orden legislativo, los
reglamentos están sometidos al régimen instituido por la norma de procedimiento en lo que
a ellos expresamente se refiere.
Conviene aclarar aquí, que la norma no distingue entre actos de alcance general
normativos y no normativos, pero sólo nos referiremos en este capítulo a los reglamentos,
los demás exceden el tema aquí propuesto.
El artículo 24 expresa:
Bibliografía
BIELSA, RAFAEL, Derecho administrativo, Tomo I. Quinta Edición, Editorial Roque Depalma
Editor, Buenos Aires, 1955.
CASSAGNE, JUAN CARLOS. Derecho administrativo, Tomos I y II, 7ª ed., Ed. LexisNexis-
Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 2004.
DIEZ, MANUEL MARÍA, Manual de derecho administrativo, Editorial Plus Ultra, Buenos Aires,
1991.
1. Introducción
Cabe destacar que cuando un contrato es administrativo por razón de su objeto, ese
contrato conlleva en forma implícita o virtual cláusulas exorbitantes del derecho privado.
Explica además Marienhoff que en un contrato pueden existir cláusulas exorbitantes del
derecho privado incluidas expresamente, aunque por su objeto el contrato no sea
administrativo y que la sola existencia de esas cláusulas expresas lo tornan administrativo.
Las cláusulas exorbitantes del derecho común son cláusulas que sobrepasan el ámbito
de ese derecho dado que serían inusuales o ilícitas por exceder el ámbito de la libertad
contractual (ej. la que faculta a la Administración a dar instrucciones a su cocontratante,
el ius variandi —potestad que tiene el Estado de modificar unilateralmente las condiciones
contractuales en un 20 % en mas o en menos, art. 12 inc. a) del Decreto 1023/2001, la que
le confiere poderes fuera de lo común, como el de interpretar unilateralmente las
condiciones contractuales, art. 12 inc. a) del decreto citado, la de revocar el contrato por
razones de oportunidad, mérito y conveniencia, la cláusula que para el supuesto de falta
de pago, autoriza al acreedor hipotecario a vender sin intervención de la justicia el
inmueble gravado— art. 44 de la Carta Orgánica del Banco Hipotecario Nacional).
Cabe señalar que para Roberto Dromi, el régimen jurídico que regula la actividad
administrativa contractual es uno y único dado que el Estado tiene una sola personalidad
que es pública aunque su actividad pueda en algunas ocasiones estar regulada por el
derecho privado.
Y ello así, porque aun cuando el Estado actúe en el ámbito del derecho privado,
siempre estarán presentes los elementos del derecho público: competencia y motivación.
El concepto de contrato administrativo para la CSJN: El voto del Dr. FAYT en el caso
Dulcamara (Dulcamara SA contra ENTel SA, La Ley 1990-E, 311) sintetiza toda la doctrina
de la Corte Suprema sobre el contrato administrativo. En dicho caso, el ministró sostuvo
que " los contratos administrativos constituyen una especie dentro del género de los
contratos, caracterizados por elementos esenciales, como que una de las partes
intervinientes es una persona jurídica estatal, que su objeto es un fin público o propio de la
Administración y que llevan insertas explícita o implícitamente cláusulas exorbitantes del
derecho privado.
Asimismo en el caso Gypobras (causa G, 146, XXVIII del 5/04/95) se invocó el régimen
exorbitante para sostener la prerrogativa estatal de los plazos de caducidad de la acción
contencioso administrativa.
Caracteres de los contratos administrativos:
- Efectos respecto de terceros: en el derecho civil, los contratos no pueden ser opuestos
a terceros ni invocados por ellos (art. 1199 cc).
Dromi enfatiza que por el contrario, en el Derecho Público, los contratos administrativos
pueden, en algunos casos, ser opuestos a terceros y tienen efectos que se extienden a
terceros que no son partes. Así en las concesiones de obra pública, el concesionario tiene
derecho a exigir de ciertos terceros el pago proporcional de la obra (contribución de
mejoras), en las concesiones de servicio público, el concesionario puede adquirir
facultades de policía: derecho de expropiar (art. 2º de la ley 21.499) y de imponer
servidumbres administrativas y todo ello afecta a terceros. Asimismo los terceros pueden
exigir que el concesionario de un servicio público preste el servicio en la forma estipulada y
están también obligados a ajustarse al precio convenido en el contrato y a las variaciones
que introduzca la Administración.
Corresponde entonces analizar las prerrogativas de las que goza en la ejecución del
contrato:
3. Responsabilidad contractual
Tiene lugar cuando la Administración no cumple con sus obligaciones, alterando con
ello la ecuación económico financiera del contrato. Por ejemplo, en el caso del ius
variandi consagrado por el art. 12 inc. b) del Decreto 1023/2001 (el Estado puede modificar
unilateralmente las condiciones contractuales en un 20% en más o en menos) cuando se
supera el tope legal, el contratista no está obligado a aceptarlo y puede pedir la rescisión
del contrato y la indemnización de los daños y perjuicios.
Se trata de medidas que repercuten sobre el contrato (en el año 2000 por decreto del
poder ejecutivo nacional se redujo en un 13% el pago de la remuneración del contratista).
En el hecho del príncipe está presente el álea administrativa. Debe tratarse de actos de
alcance general y de carácter imprevisible.
En la antigüedad la fuerza mayor era para los hechos humanos y el caso fortuito para
los de la naturaleza. Nuestro derecho los utiliza como sinónimos.
La ley de obras públicas 13.064 considera casos de fuerza mayor, los que tengan causa
directa en actos de la Administración.
Está regulada en el art. 1201 del CC. En el Derecho administrativo la Procuración del
Tesoro de la Nación ha establecido en numerosos dictámenes que no se aplica para los
contratos de obra pública y de concesión de obra pública porque está en juego el orden
público.
En los casos de rescisión del contrato de obra pública por faltas atribuibles a la
Administración, la indemnización se limita al daño emergente.
Afirma Dromi que la obra pública es una obra artificial porque es producto del trabajo
humano. El contrato de obra pública es sólo un medio de realizarla, los otros dos: son
directamente por la Administración o por contrato de Concesión de Obra Pública.
Material: se refiere al origen de los fondos, para que haya obra pública nacional, los
fondos deben provenir del tesoro de la Nación (art. 1ºley 13.064).
Objetivo: el contrato tiene por objeto: bienes muebles, inmuebles u objetos inmateriales
(ya que existe obra pública por accesoriedad: art. 1º de la ley 13.064: proyectos de obra,
trabajos de estudio y contratos que suscribe la Administración con profesionales para la
supervisión de la obra).
Ajuste alzado: proviene del art. 1633 del CC. Se estable un precio global, total, previo e
invariable.
Coste y Costas: coste se refiere a los gastos de la obra (materiales y mano de obra) y
costas a la utilidad del cocontratante. La suma de los dos rubros da el precio de la obra. Se
usa en casos de urgencia justificada o necesidad comprobada.
Crédito legal: explica Dromi que antes del llamado a licitación, el Licitante debe
asegurarse de que existe crédito legal suficiente o autorización legislativa genérica para
gastar. Es decir que el gasto debe estar previsto en la ley de presupuesto o en una ley
especial, de lo contrario, el llamado es nulo.
Formarán parte del contrato que se subscriba las bases de licitación, el pliego de
condiciones, las especificaciones técnicas y demás documentos de la licitación.
Ejecución del contrato: se inicia con el replanteo o Acta de inicio de los trabajos. A partir
de ese momento comienza a correr el cómputo del plazo. La Administración lleva un libro
de Órdenes de Servicio foliado para su comunicación con el contratista. La orden de
servicio es un acto administrativo por el cual el Inspector de Obra (funcionario público
habilitado por la incumbencia de su título) notifica a la empresa sobre la marcha de los
trabajos, la necesidad de correcciones o modificaciones y la aplicación de multas. El
Representante Técnico de la empresa suscribe la Orden de Servicio y puede hacerlo con
reserva (en el caso de sanciones, los pliegos prevén un plazo para ejercer el derecho de
defensa y si no existiera tal plazo aplica el general de 10 días del artículo 4º de la Ley
19.549).
También existe un Libro de Notas de Pedido a través del cual la empresa se comunica
con la Administración a través del Representante Técnico.
Certificado de Obra: señala Dromi que es el acto administrativo, que revistiendo forma
de instrumento público, refleja la medición de la obra y prueba la existencia de un crédito
parcial o definitivo a favor del contratista.
Los precios a redeterminar no podrán ser superiores a los que informe el Instituto
Nacional de Estadística y Censos (INDEC). El decreto invita a adherir a las provincias a la
metodología de redeterminación que así lo han hecho (algunas con sus propias
peculiaridades en virtud del carácter local del derecho administrativo, como el caso de
Santiago del Estero en que si bien utiliza la metodología emplea un variación promedio del
5%).
Certificado final: refleja el reajuste de las diferencias, en más o en menos, que hayan
surgido a lo largo de la ejecución de la obra. La doctrina considera que es el certificado
definitivo (siendo provisionales los anteriores)
Es así que, Fernando MO afirma que la Corte Suprema nacional y otros tribunales del
país han establecido que en materia de obras públicas la reserva debe hacerse en el
momento del pago del certificado final y no en otra oportunidad.
Multa: es el acto administrativo por el cual la Administración aplica una penalidad por
demoras o incumplimiento del contrato de conformidad con lo regulado por el Pliego y
como todo acto administrativo es susceptible de ser recurrido en los plazos establecidos
por la Ley 19.549.
Fondo de reparo: es el descuento, generalmente del 10% que los pliegos autorizan a
retener de cada certificado a los efectos de asegurar la responsabilidad del contratista por
posibles incumplimientos.
Acta de Recepción Provisional: la obra pública se recibe de modo provisional en función
del plazo de garantía (plazo durante el cual el contratista deberá corregir los defectos y si
no lo hace lo hará la Administración con cargo al contratista).
Modos anormales:
1) Por mutuo acuerdo de las partes: las partes deciden poner fin a las obligaciones
emergentes del contrato en virtud del art. 1200 del Código Civil.
2) Por rescisión unilateral: es siempre por culpa de una de las partes, como derecho del
contratista o como prerrogativa de la Administración.
b) Cuando el contratista proceda a la ejecución de las obras con lentitud, de modo que
la parte ejecutada no corresponda al tiempo previsto en los planos de trabajo y a juicio de
la administración no puedan terminarse en los plazos estipulados;
c) Cuando el contratista se exceda del plazo fijado en las bases de licitación para la
iniciación de las obras;
En el caso del inciso b), deberá exigirse al contratista que ponga los medios necesarios
para acelerar los trabajos hasta alcanzar el nivel contractual de ejecución en el plazo que
se le fije y procederá a la rescisión del contrato si éste no adopta las medidas exigidas con
ese objeto.
En el caso del inciso c), se podrá prorrogar el plazo si el contratista demostrase que la
demora en la iniciación de las obras se ha producido por causas inevitables y ofrezca
cumplir su compromiso. En caso de que no proceda el otorgamiento de esa prórroga, o
que concedida ésta el contratista tampoco diera comienzo a los trabajos en el nuevo plazo
fijado, el contrato quedará rescindido con pérdida de la fianza.
a) El contratista responderá por los perjuicios que sufra la administración a causa del
nuevo contrato que celebre para la continuación de las obras, o por la ejecución de estas
directamente;
c) Los créditos que resulten por los materiales que la administración reciba, en el caso
del inciso anterior, por la liquidación de partes de obras terminadas u obras inconclusas
que sean de recibo, y por fondos de reparos, quedarán retenidos a la resulta de la
liquidación final de las trabajos;
e) Sin perjuicio de las sanciones dispuestas en esta ley, el contratista que se encuentre
comprendido en el caso del inciso a) del artículo anterior (culpable de fraude o grave
negligencia o contravenga las obligaciones contractuales) perderá además la fianza
rendida.
c) Cuando el contratista se vea obligado a suspender las obras por más de tres meses,
o a reducir el ritmo previsto en más de un 50 % durante el mismo período, como
consecuencia de la falta de cumplimiento en término, por parte de la administración, de la
entrega de elementos o materiales a que se hubiera comprometido;
d) Por caso fortuito y/o fuerza mayor que imposibilite el cumplimiento de las
obligaciones emergentes del contrato;
a) Liquidación a favor del contratista, previa valuación practicada de común acuerdo con
él sobre la base de los precios, costos y valores contractuales, del importe de los equipos,
herramientas, instalaciones, útiles y demás enseres necesarios para las obras que éste no
quiera retener;
b) Liquidación a favor del contratista del importe de los materiales acopiados y los
contratados, en viaje o en elaboración, que sean de recibo;
e) Liquidación a favor del contratista de los gastos improductivos que probare haber
tenido como consecuencia de la rescisión del contrato;
En el caso del inciso d) del artículo 53, no será de aplicación el inciso e) del presente
artículo.
Cabe señalar que el artículo 58 de la ley 23.696 de Reforma del Estado extendió el
concepto de concesión de obra a la explotación, administración, reparación, ampliación o
mantenimiento de obras ya existentes.
La diferencia esencial con el contrato de obra pública está dada por la modalidad de
pago, en el primero la Administración paga un precio, en la concesión otorga la explotación
por un tiempo determinado.
Caracteres del contrato: participa de los mismos caracteres que el contrato de obra
pública pero tiene uno que la identifica: es aleatorio para el concesionario dado que los
beneficios dependen de un hecho incierto, las ganancias que se obtengan durante el plazo
de la concesión.
El contrato tiene para el mismo autor, dos fases, la primera que es la de la construcción
de la obra pública o la conservación de la ya existente y la segunda que es la concesión
para su explotación por un plazo determinado.
La tarifa o peaje: El concepto por el cual el usuario de una ruta abona el peaje, reviste la
entidad de un precio, pues se encuentra gravado con el Impuesto al Valor Agregado (del
voto del doctor Zaffaroni en autos Ferreira Víctor Daniel y Ferreira Ramón contra
V.I.C.O.V. S.A, La Ley Online, 2006).
El concesionario vial debe responder ante el usuario por los daños provocados por
animales que invaden la ruta concesionada y tal responsabilidad no resulta enervada, por
lo que recae sobre el dueño o guardián del animal en los términos del art. 1124 del Cód.
Civil, ya que la existencia de esta última no excluye a la primera, en tanto obedecen a un
factor de imputación diverso (del voto del doctor Zaffaroni).
Caracteres del contrato: bilateral, oneroso y conmutativo, intuito personae (la concesión
debe ser ejercida directamente por el concesionario por su propia cuenta y riesgo y el
contrato no puede ser transferido ni cedido sin autorización de la Administración).
Con respecto al plazo, en general las concesiones son temporarias (por un plazo
razonable) que asegure la amortización del capital y una ganancia razonable (ecuación
económica financiera del contrato).
Formas de extinción:
- Por rescisión: unilateral (en caso de culpa: Decreto 303/2006 rescinde el contrato de
Aguas Argentinas S.A. por la presencia de elevados niveles de nitratos en las aguas)
o bilateral.
El Estado responde por falta de servicio por los daños que ocasione su actividad policial
de control que está encarnada en los entes reguladores.
Caracteres: tiene los mismos caracteres que los contratos administrativos en general:
bilateral, oneroso y conmutativo.
Por regla general se lleva a cabo mediante licitación pública (art. 24 del decreto
1023/2001).
Proveedores: pueden serlo todas las personas físicas y jurídicas que no se hallen
comprendidas en las causales de inhabilitación del art. 28 del 1023/2001 y estén inscriptos
en el SIPRO (Sistema de información de proveedores del Estado). Dromi señala que
también pueden actuar como proveedores otros organismos públicos, quedando
comprendidos los que pueden actuar como requirentes del suministro en el orden nacional
o pertenecer a la Administración pública provincial o municipal o al gobierno de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires.
Perfeccionamiento del contrato: el contrato es formal dado que requiere que dentro del
plazo de mantenimiento de oferta se emita la orden de compra y que la misma sea
notificada al adjudicatario para producir el perfeccionamiento del contrato, de conformidad
con el artículo 20 del Régimen de Contrataciones de la Administración Nacional. El
adjudicatario deberá acompañar la garantía de cumplimiento de contrato dentro de los 8
días de la notificación, caso contrario se rescinde el contrato con pérdida de la garantía de
oferta.
Extinción anormal:
- Por rescisión por culpa del proveedor: cuando se produce el vencimiento del plazo de
cumplimiento o de su prórroga, sin que los bienes hayan sido entregados, con
pérdida de la garantía y sin perjuicio de la responsabilidad del proveedor por los
daños y perjuicios sufridos por la Administración.
Otros posibles contratos administrativos: Marienhoff enfatiza que además pueden ser
contratos administrativos:
Sin perjuicio de lo expuesto, consideramos que todos los contratos en que uno de los
sujetos es una persona jurídica estatal, el fin perseguido es público y llevan insertas
implícita o expresamente cláusulas exorbitantes del derecho privado, en un todo de
acuerdo con el concepto de nuestro más Alto Tribunal, son administrativos y por ende los
litigios de ellos derivados se resuelven de conformidad con el art. 25 de la ley 19.549 en el
fuero contencioso administrativo.
BIGLIERI ALBERTO y LICO MIGUEL, "Ámbito de aplicación subjetivo y objetivo de la nueva Ley
de Compras y Contrataciones de la Ciudad de Buenos Aires. Particular referencia al
contrato de suministro", en RDPCA, 2007-2, Rubinzal-Culzoni Editores.
LÓPEZ MESA, MARCELO, "La aceptación de pagos parciales sin reserva". La Ley, 2006, F.
MÓ FERNANDO, Régimen legal de obras públicas, Ediciones Desalma, Buenos Aires, 1977.
El empleo público en el ámbito del personal civil de la Nación se encuentra regulado en la ley Nº
25.164 desde octubre de 1999 y en su decreto reglamentario Nº 1421/02, que vinieron a derogar el
anterior régimen jurídico básico de la función pública (ley 22.140 de enero de 1980). Esta actualización
legislativa se hizo necesaria tras los cambios que produjo la reforma de la Constitución Nacional ocurrida
en el año 1994.
Dentro del personal civil de la Nación quedan exceptuados de esta ley el Jefe de Gabinete de
Ministros, los Ministros, el Secretario General de la Presidencia de la Nación, los Secretarios,
Subsecretarios, las máximas autoridades de organismos descentralizados e instituciones de la Seguridad
Social y los miembros integrantes de los cuerpos colegiados. También quedan exceptuadas las personas
que por disposición legal o reglamentaria ejerzan funciones de jerarquía equivalente a la de los cargos
mencionados. Lo mismo ocurre con el personal diplomático en actividad comprendido en la Ley del
Servicio Exterior de la Nación; el personal comprendido en convenciones colectivas de trabajo aprobadas
en el marco de la Ley 14.250; y el clero. Por supuesto que la excepción alcanza al Jefe de la Casa Militar;
al personal militar en actividad y el retirado que prestare servicios militares; y al personal perteneciente a
las Fuerzas de Seguridad y Policiales, en actividad y retirado que prestare servicios por convocatoria.
Para ingresar al empleo se debe tener condiciones de conducta e idoneidad para el cargo; comprobar
aptitud psicofísica; ser argentino nativo, por opción o naturalizado, aunque este requisito se ve morigerado
por la excepción prevista sobre que el Jefe de Gabinete de Ministros puede realizar fundamentando
precisa y circunstanciadamente de la jurisdicción solicitante.
Como impedimentos para el ingreso en el empleo público existen: el estar condenado por delito doloso
o condenado por cualquier delito en perjuicio de la Administración Pública Nacional, Provincial o
Municipal, ni tener proceso penal pendiente al respecto; el estar inhabilitado para el ejercicio de cargos
públicos, o sancionado con exoneración o cesantía en la Administración Pública Nacional, Provincial o
Municipal; tener la edad prevista en la ley previsional para acceder al beneficio de la jubilación o el que
gozare de un beneficio previsional (salvo excepciones fundadas); encontrarse en infracción a las leyes
electorales y del servicio militar; o ser deudor moroso del Fisco Nacional. Por último y vinculado a la
reforma constitucional: Los que hayan incurrido en actos de fuerza contra el orden institucional y el
sistema democrático, conforme lo previsto en el artículo 36 de la Constitución Nacional y el Título X del
Código Penal, aun cuando se hubieren beneficiado por el indulto o la condonación de la pena.
La relación de empleo puede revistar el régimen de estabilidad (la comprendida en el artículo 14 bis de
la CN); en el régimen de contrataciones (para servicios transitorios no incluidos en las funciones de la
carrera y que no puedan ser cubiertos por personal permanente. Además, las personas que se contraten
no pueden superar el porcentaje que establecen los convenios colectivo); o como personal de gabinete de
las autoridades superiores (son los asesores o asistentes y tienen un régimen similar al de la estabilidad
pero precisamente, sin gozar de ese derecho entre otros. Es decir, tiene derecho a percibir las mismas
asignaciones que el personal estable, pero su designación finaliza simultáneamente con la autoridad que
lo designó, o cuando esta lo disponga). Por consiguiente, la ley vino a derogar al régimen de "personal
transitorio" previsto en la ley 22.140 cuya situación jurídica era incomprensible, ya que cumplía idénticas
funciones, horarios y derechos, a excepción de la estabilidad absoluta del empleado estable. Es decir,
creaba la situación del empleado público sin estabilidad, contrariamente a lo dispuesto en la Constitución
Nacional.
La situación de disponibilidad no opera en los agentes que se encuentren gozando de licencia por
enfermedad, accidente, embarazo o matrimonio, sino, hasta vencida dicha licencia. Para el caso de los
que gozaran de licencia sin goce de haberes, surge efectos desde su notificación y correspondiendo
desde ese momento la percepción de haberes. Tampoco opera la situación de disponibilidad en los
agentes cuya renuncia se encuentre pendiente de resolución, ni en los que estuvieren en condiciones de
jubilarse dentro del período de doce meses.
Los derechos de que gozan el personal estable son: estabilidad; retribución justa por sus servicios;
igualdad de oportunidades en la carrera; capacitación permanente; libre afiliación sindical y negociación
colectiva; licencias, justificaciones y franquicias; compensaciones, indemnizaciones y subsidios;
asistencia social para sí y su familia; interposición de recursos; jubilación o retiro; renuncia; higiene y
seguridad en el trabajo; participación, por intermedio de las organizaciones sindicales, en los
procedimientos de calificaciones y disciplinarios de conformidad con que se establezca en el Convenio
Colectivo Trabajo. Remarcamos que esta enunciación no es de carácter taxativo.
Los agentes tienen los siguientes deberes: prestar el servicio personalmente; observar las normas
legales y reglamentarias y conducirse con colaboración, respeto y cortesía en sus relaciones con el
público y con el resto del personal (esto no lo mencionaba la ley anterior); responder por la eficacia,
rendimiento de la gestión y del personal del área a su cargo; respetar y hacer cumplir, dentro del marco
de competencia de su función, el sistema jurídico vigente; obedecer toda orden emanada del superior
jerárquico competente; observar el deber de fidelidad que se derive de la índole de las tareas que le
fueron asignadas y guardar la discreción correspondiente o la reserva absoluta; declarar bajo juramento
su situación patrimonial y modificaciones ulteriores con los alcances que determine la reglamentación;
llevar a conocimiento de la superioridad todo acto, omisión o procedimiento que causare o pudiere causar
perjuicio al Estado, configurar delito, o resultar una aplicación ineficiente de los recursos públicos (cuando
el acto, omisión o procedimiento involucrase a sus superiores inmediatos podrá hacerlo conocer
directamente a la Sindicatura General de la Nación, Fiscalía Nacional de Investigaciones Administrativas
y/o a la Auditoría General de la Nación); concurrir a la citación por la instrucción de un sumario, cuando se
lo requiera en calidad de testigo; someterse a examen psicofísico en la forma que determine la
reglamentación; excusarse de intervenir en toda actuación que pueda originar interpretaciones de
parcialidad; velar por el cuidado y la conservación de los bienes que integran el patrimonio del Estado y
de los terceros que específicamente se pongan bajo su custodia; seguir la vía jerárquica correspondiente
en las peticiones y tramitaciones realizadas; encuadrarse en las disposiciones legales y reglamentarias
sobre incompatibilidad y acumulación de cargos.
El personal tiene prohibido violar ética o jurídicamente los deberes mencionados. Para el caso de
hacerlo se estipula un régimen de sanciones que incluye el apercibimiento; la suspensión de hasta treinta
días en un año, contados a partir de la primera suspensión; la cesantía y la exoneración. La aplicación de
cada una de ellas depende de la gravedad de la falta, debiendo llevarse adelante sumario administrativo
previo —garantizando al agente el debido proceso adjetivo— para las sanciones graves.
La exoneración conlleva la baja en todos los cargos públicos que ejerciere el agente sancionado, pero
lo novedoso es que puede considerarse su rehabilitación a partir de los cuatro años de consentido el acto
por el que se la dispusiera, o se declarara firme la sentencia judicial, en su caso. De la misma forma pero
a partir de los dos años, sucede con la cesantía. En estos casos la nueva normativa ha transformado la
diferencia sustancial que existía entre ambos institutos. El rasgo distintivo, la imposibilidad de volver a la
función —algo así como una muerte político/laboral— ha desaparecido y por lo tanto, cesantía y
exoneración sólo se diferencian en la cantidad de años que se imponen de exclusión de la función
pública.
Contra los actos administrativos que dispongan la aplicación de sanciones al personal amparado por la
estabilidad prevista en este régimen, el agente afectado podrá optar por impugnarlo por la vía
administrativa común y una vez agotada ésta acudir a sede judicial, o recurrir directamente por ante la
Cámara Nacional de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo Federal o por ante las cámaras
federales con asiento en las provincias, según corresponda conforme al lugar de prestación de servicios
del agente. La opción formulada es excluyente e inhibe la utilización de cualquier otra vía o acción.
El recurso judicial directo sólo puede fundarse en la ilegitimidad de la sanción, con expresa indicación
de las normas presuntamente violadas o de los vicios que se atribuyen al sumario instruido.
La relación de empleo público concluye por: cancelación de la designación del personal sin estabilidad;
renuncia aceptada o vencimiento del plazo de treinta días sin expedirse sobre ella; conclusión o rescisión
del contrato en el caso del personal bajo el régimen de contrataciones; vencimiento del plazo de
disponibilidad; razones de salud que lo imposibiliten para el cumplimiento de tareas laborales; aplicación
de sanciones de cesantía o exoneración; baja por jubilación o retiro; y por fallecimiento.
Por último, la ley facultó al PEN a crear un fondo de capacitación permanente y recalificación laboral
para que funcione en el ámbito de la Jefatura de Gabinete de Ministros, con el objeto de elaborar
programas de capacitación tendiente a facilitar la movilidad y readaptación de los agentes públicos a los
cambios tecnológicos.
CAPÍTULO XI - PROCEDIMIENTO ADMINISTRATIVO. POR CARLOS BONFIGLIO
1. Introducción
Afirma el profesor Jesús González Pérez que es preciso diferenciar los conceptos de
proceso y procedimiento y tal distinción se basa en que el proceso conlleva una valoración
de tipo teleológico, mientras que el procedimiento se concibe sólo como forma.
Son conceptos independientes, el proceso es una institución jurídica a través de la cual
se realiza una función pública, una función específica del Estado, la función jurisdiccional.
En este punto Dromi señala que el Procedimiento Administrativo indica las formalidades
y trámites que deben cumplir: La Administración en el ejercicio de su función específica, y
los administrados en su función de tutela individual colaborando con su participación en el
ejercicio de esa función administrativa.
Claramente podemos distinguir dos fases procedimentales: una por la cual se forma la
voluntad administrativa, y otra de fiscalización control o impugnación.
Sin embargo, conforme al criterio material para definir las funciones del estado, resulta
evidente que cae fuera del ámbito del Derecho Procesal una institución como el
Procedimiento Administrativo, que como se ha dicho constituye el cauce y forma de la
función administrativa.
Señalamos además, como se ha dicho, que existe procedimiento incluso dentro del
proceso judicial, conformado por la serie de formalidades a que deben someterse las
partes y el órgano jurisdiccional durante la tramitación del proceso
Resulta indudable que tanto el proceso como el procedimiento son conceptos análogos
y que, en el lenguaje pueden condensar, en ocasiones, la misma significación.
En conclusión podemos afirmar que en cualquiera de los órganos del Estado (Ejecutivo,
Legislativo y Judicial), puede haber Procedimiento Administrativo en tanto y en cuanto
estos órganos realicen funciones materialmente administrativas, mientras que en los
mismos ámbitos podrá haber Proceso cuando alguno de esos órganos ejerza la función
jurisdiccional, en sentido objetivo.
El argumento que sostienen los defensores de la tesis que pretende colocar ambos
conceptos (Proceso y Procedimiento Administrativo) en un mismo estrato jurídico, radica
principalmente en suponer que la llamada vía contencioso administrativa sería meramente
revisora de la vía administrativa, de tal modo que el Proceso Administrativo ofrecería
características substancialmente distintas a las del proceso civil; el Proceso Administrativo
vendría a ser, afirman sus defensores, un "recurso de casación" respecto de la vía
administrativa.
Esta tesis, a nuestro entender, no logra romper la unidad fundamental del proceso, pues
el Proceso Contencioso Administrativo es una manifestación del fenómeno procesal, como
lo son el proceso civil y el proceso penal. Abona esta postura la sanción del Código
Contencioso Administrativo de la provincia de Buenos Aires que en consonancia con el
texto constitucional local ha superado el carácter meramente revisor de la jurisdicción,
abandonando la idea del "proceso al acto" para pasar a la del "proceso de pretensión". Al
respecto cabe señalar que en los sistemas constitucionales contemporáneos y en el
sistema interamericano e internacional de los derechos humanos, el eje del sistema de
control es el acceso a la tutela judicial efectiva, y dentro de ésta el centro de análisis son
las pretensiones procesales del individuo, no el acto impugnado, que pasa así a un
segundo plano, en tal sentido al analizar el nuevo Código Procesal Bonaerense, Pablo
Perrino afirma que: "En el nuevo sistema, es la pretensión procesal, con sus variables
admitidas y no el acto administrativo denegatorio de derechos, el objeto del proceso".
Sin perjuicio de ello, aún ante el hecho de que el Proceso Administrativo constituya
únicamente una vía revisora de la administrativa —como erróneamente, se ha
proclamado—, tampoco constituye un argumento esgrimible para demostrar que las
normas que regulen el Proceso Administrativo pueden constituir una rama del derecho
positivo sustancialmente distinta a las que componen el llamado Derecho Procesal. Lo
único que demostraría es la presencia de una especie particular de proceso jurisdiccional.
Finalmente siguiendo a Cassagne podemos reseñar las notas que distinguen al Proceso
Jurisdiccional del Procedimiento Administrativo, ello como consecuencia de las distintas
funciones que se encauzan en cada uno de ellos:
2. Axiología procedimental
Con carácter previo a adentrarnos en el estudio de los distintos principios que ilustran al
Procedimiento Administrativo, considero pertinente, a título de introducción, dedicar unos
párrafos a justificar el sustento axiológico que ellos representan.
Los principios son verdades primeras y básicas, que sirven de punto de apoyo para todo
raciocinio siendo evidentes por sí mismos. Los mismos tienen una función fundamental en
derecho porque, en primer lugar, son los que ilustran en el supuesto de inexistencia o
oscuridad de las normas y, en segundo lugar, toda excepción a un principio debe
efectuarse por texto expreso y es de aplicación estricta.
Al respecto señala Javier Urrutigoity, que la diferencia entre norma y principio aparece
ya en el mismísimo diccionario de la Real Academia. Allí el término norma, aparece
significando escuadra, en clara analogía con su utilidad como regla o instrumento de
ajuste. La escuadra es la herramienta que sirve a los artífices para arreglar y ajustar las
cosas que forman una determinada obra. De allí que también se lo aplique a la regla que
se debe seguir, o a la que se deben ajustar las conductas, tareas o actividades. De los
distintos significados del vocablo principio, rescata como el más apropiado, aquel que lo
define como precepto no positivizado y fundante del resto de las normas.
a) Principios sustanciales
i) Legalidad;
ii) Transparencia;
ii) Defensa;
iv) Gratuidad.
i) Principio de Legalidad
b) Jerarquía normativa: Los actos de los órganos superiores jerárquicos, no pueden ser
derogadas ni rectificadas por un órgano inferior jerárquico.
1) fin público (el Estado debe actuar en resguardo del bien común);
2) medio adecuado (el medio elegido debe guardar adecuada relación con el fin
propuesto);
3) circunstancias justificantes (toda restricción de derechos debe hallarse justificada por
los hechos que le dan origen), y
b) Derecho a ofrecer y producir pruebas (artículo 1º, inc. f, ap. 2, Ley 19.549);
b) Derecho a obtener una decisión fundada (artículo 1º, inc. f, ap. 3, Ley 19.549);
a) El derecho a ser oído ofrece a los administrados la garantía de exponer sus razones
antes de la emisión de actos que se refieran a sus derechos subjetivos o intereses
legítimos; el de interponer recursos, reclamaciones y denuncias; el de hacerse patrocinar y
representar por profesionales de la abogacía; el de solicitar vista de las actuaciones; y el
de presentar alegatos y descargos.
b) La facultad de ofrecer y producir prueba está limitada por el plazo que fija la
Administración atendiendo a la complejidad del asunto y la índole de la que deba
producirse, debe ser ampliamente reconocida como principio general del Procedimiento
Administrativo. Este derecho comprende: a) el que toda prueba razonablemente ofrecida
sea producida; b) el que la producción se lleve a cabo antes de que se adopte la decisión
administrativa; y c) la facultad del administrado de controlar las pruebas producidas, tanto
las que ha ofrecido él mismo como las que produzca la Administración en forma
instructoria, por aplicación del principio de la oficialidad.
c) El derecho a una decisión fundada permite al administrado exigir que toda decisión
haga mérito de los principales argumentos y de las cuestiones propuestas, en la medida
en que fueran conducentes a la solución del caso.
d) El debido proceso adjetivo exige que la posibilidad del administrado de impugnar las
decisiones administrativas no sea cercenada con limitaciones inconstitucionales.
Cassagne advierte que se trata de uno de los rasgos característicos del Procedimiento
Administrativo que un sector de la doctrina eleva a la categoría de principio, y que si bien
existen antecedentes en los antiguos Reglamentos Ministeriales de Procedimiento
Administrativo de España que solían prescribir el carácter gratuito del procedimiento, ni la
ley actual de ese país ni la nuestra vigente en el orden nacional lo hacen.
Sin embargo, la gratuidad es una condición de la participación posible e igualitaria en el
Procedimiento Administrativo, que se fundamenta en la necesidad y conveniencia de que
todos los administrados, como colaboradores de la Administración, accedan sin trabas
económicas a los diferentes procedimientos que se realicen. Esta condición lo diferencia
sustancialmente del Proceso Jurisdiccional, donde es común la condena en costas.
Es evidente que existe un verdadero interés público en que los administrados accedan
libremente al Procedimiento Administrativo en tanto nadie se encuentra en mejor posición
que el administrado para señalar a la Administración sus obligaciones y deberes, para
agraviarse cuando se lesiona el bien común y el bien individual que es compatible con
aquél.
b) Principios formales
i) Oficialidad;
ii) Simplicidad;
iv) Eficacia;
i) Principio de Oficialidad
La Administración está obligada a ajustarse a la verdad material de los hechos, sin que
la obliguen los acuerdos entre los interesados acerca de tales hechos, ni la exima de
investigarlos, conocerlos y ajustarse a ellos la circunstancia de no haber sido alegados o
probados por las partes. Si la decisión administrativa no se ajustara a los hechos
materiales verdaderos, su acto estaría viciado.
Esta directriz se concibe siempre a favor del administrado en virtud de la regla jurídica
del in dubio pro actione (la interpretación más favorable al ejercicio del derecho de acción)
y tiene por objeto que el particular pueda superar los inconvenientes de índole formal que
se le presenten en su búsqueda de una decisión legítima sobre el fondo de la cuestión
objeto del procedimiento.
Debe considerarse esencial la formalidad que sea imprescindible para la validez del
acto de que se trate, la existencia de vicios de forma esenciales que configuran una
nulidad absoluta no puede excusarse en virtud de este principio.
En ese sentido se sostiene que el principio del informalismo en favor del administrado
no puede llevarse hasta límites extremos, cabe interpretar que el principio del informalismo
no puede limitarse al favorecimiento del administrado, sino que también debe constituir
una óptica desde la cual examinar el contenido real y verdadero de los actos de la
Administración.
Por su parte Gordillo explica que establecer un procedimiento formal, a semejanza del
judicial, haría perder a esa gran mayoría de administrados la posibilidad de recurrir
administrativamente. La formalización extrema del procedimiento significaría desproveer
de medios de protección administrativa eficiente a la mayoría de los particulares.
El obrar administrativo requiere de una buena dosis de eficacia para cumplir los fines de
interés público que debe alcanzar con su actuación.
Entre las facultades expresamente contempladas, señala Cassagne, que aparte de las
que fluyen normalmente de la jerarquía (avocación, emitir órdenes, circulares e
instrucciones, etc.) se prevé la facultad genérica de delegar atribuciones y de intervenir los
respectivos órganos por parte de los ministros, secretarios de la Presidencia de la Nación y
órganos directivos de los entes descentralizados y de disponer en cualquier momento, la
comparecencia de las partes interesadas, sus representantes legales o apoderados, para
requerir las explicaciones que se estimen necesarias y aun para reducir las discrepancias
que pudieran existir sobre cuestiones de hecho o de derecho.
a) tramitar los expedientes según su orden y decidirlos a medida que vayan quedando
en estado de resolver; la alteración del orden de tramitación y decisión sólo puede
disponerse mediante decisión fundada;
b) proveer en una sola Resolución todos los trámites que por su naturaleza admitan su
impulsión simultánea;
d) señalar, antes de dar trámite a cualquier petición, los defectos de que adolezca,
ordenando que se subsanen, de oficio o por el interesado;
Sin embargo, en nuestra opinión, la eficacia significa algo más que la celeridad,
simplicidad y economía procesal, implica un juicio valorativo sobre el grado de
cumplimiento de los objetivos encomendados.
El Procedimiento Administrativo tiene una doble finalidad: constituir una garantía de los
derechos de los particulares y asegurar la pronta y eficaz satisfacción del interés general,
mediante la adopción de medidas y decisiones necesarias, por los órganos de la
Administración.
Toda persona física o jurídica, de carácter público o privado tiene, en principio, aptitud
genérica para intervenir en el Procedimiento Administrativo, como titulares de un derecho
subjetivo o de un interés legítimo y aun, en ciertos casos, de un interés simple.
Cuando una persona, física o jurídica, tiene una capacidad de actuar y obrar reconocida
por el ordenamiento jurídico, dispone a su vez de la posibilidad de intervenir en el
Procedimiento Administrativo, siempre y cuando acredite ser titular de un derecho
subjetivo o interés que lo legitime (solo en casos excepcionales basta con un interés
simple).
Dicha ampliación debe ser pedida, en su caso, y dispuesta dentro del plazo que se
prorrogue.
Cuando los plazos se fijan en meses o años, por aplicación analógica del Código Civil,
se utiliza el criterio estatuido por su artículo 25 (terminarán el día que los respectivos
meses tengan el mismo número de días de su fecha. Así, un plazo que principie el 15 de
un mes, terminará el 15 del mes correspondiente, cualquiera que sea el número de días
que tengan los meses o el año).
Los plazos se cuentan a partir del día siguiente a aquel en que se produzca la
notificación, si se tratare de actos de alcance general (Reglamentos) rige el principio
prescripto en el art. 2º del Código Civil, en consecuencia, si el reglamento no fija el tiempo
en que comienza su vigencia, el mismo resulta obligatorio después de los ocho días
siguientes al de su publicación oficial.
En los casos que no se establezca un plazo especial para la realización de los trámites,
aquel será de diez días (artículo 1, inciso e] ap. 4 de la Ley Nacional de Procedimientos
Administrativos).
Si el último día del plazo es inhábil, el plazo se entiende prorrogado hasta el primer día
hábil.
Si los plazos vencen cuando finaliza el último día hábil del término fijado en cada etapa
del procedimiento, el artículo 25 del Reglamento de la Ley Nacional de Procedimientos
Administrativos admite expresamente la posibilidad de presentar escritos en las dos
primeras horas hábiles administrativas posteriores al día del vencimiento.
Por su parte el artículo 1º, inciso e) ap. 7, de la Ley, consagra el efecto interruptivo de
los recursos administrativos sobre los plazos del procedimiento, aunque aquellos hubieren
sido mal calificados, adolezcan de defectos formales insustanciales o fueren deducidos
ante órgano incompetente por error excusable.
i) Iniciación
El interesado está facultado para sacar copias de las piezas que solicitare, a su costa.
El acto administrativo no produce efectos hasta tanto no haya sido notificado, por lo
tanto carece de eficacia hasta tanto haya sido puesto en conocimiento del interesado. La
notificación no debe ser imprecisa ni ambigua, sólo la comunicación eficaz confiere efectos
jurídicos a estos actos.
iv) La Prueba
El mencionado precepto legal establece que transcurridos sesenta (60) días desde que
un trámite se paralice por causa imputable al administrado, el órgano competente le
notificará que, si transcurrieren otros treinta (30) días de inactividad, se declarará de oficio
la caducidad de los procedimientos, archivándose el expediente.
Ambos institutos implican un acto del administrado que pone fin al procedimiento, tienen
el mismo efecto instantáneo, sin embargo difieren con respecto al efecto "a posteriori", ya
que mientras en el Desistimiento del Procedimiento el interesado mantiene su derecho a
iniciar nuevamente la pretensión a través de una nueva solicitud, en el Desistimiento del
Derecho (también denominado Renuncia por un sector de la doctrina), se impide volver a
ejercerlo en el futuro, es decir que una vez desistido el derecho no se podrá promover
nuevamente la misma pretensión.
En ambos casos para que se configure el Desistimiento, es necesario el dictado de un
auto que declare concluso el procedimiento.
El estado de inseguridad jurídica provocado por esta situación motivó que se sancionara
el Decreto Nº 722/96 (modificado luego por el Decreto Nº 1155/97), que reduce
sustancialmente el número de procedimientos administrativos especiales,
Al respecto entiende Gordillo, que existe uso convencional del término "recurso" (lato
sensu) en los tres sentidos indicados y que cada una de las acepciones mencionadas
apunta a situaciones de hecho distintas de las otras:
Cuando el profesor explica a sus alumnos qué es un recurso, les está mostrando uno de
los medios de defensa que los particulares tienen contra el Estado. Si un cliente le
pregunta a su abogado qué recurso tiene, quiere saber qué derecho le asiste
procedimentalmente para defender su derecho de fondo y si tiene derecho a interponer un
recurso jerárquico o debe en cambio interponer primero el recurso de reconsideración.
Cuando el abogado prepara el escrito del recurso jerárquico, lo firma y presenta, allí se
está haciendo una manifestación de voluntad privada en el sentido de obtener un nuevo
pronunciamiento de la administración y estamos, en consecuencia, frente a un acto
jurídico. Si el interesado quiere demandar a la administración, el recurso previo es un
obstáculo, una carga. También su breve plazo es un peligro, pues el particular puede
perder su derecho si no reacciona con suficiente velocidad, en término. En conclusión,
ante distintas situaciones de hecho el recurso lato sensu, puede presentarse como un
medio de defensa, como un derecho, como un acto jurídico de impugnación, una carga y
un peligro para el interesado.
En cualquier caso, señala este autor, es el precio que el ciudadano debe pagar para
tener acceso a la vía judicial, incompatible con la garantía de pronto acceso a la instancia
judicial. Por ello la respuesta provisoria que la doctrina contemporánea postula es que
resulta una irrazonable restricción del acceso a la justicia, por ser innecesarios para la
administración, que de rutina no los resuelve; por transformar fugacísimos plazos de
interposición de los recursos en plazos de prescripción de los derechos sustantivos; por
ser una carga injustificable, demorar el acceso a la justicia y de hecho desanimar dicho
acceso.
Para Dromi, se trata de una facultad o un derecho, que se ejerce como un acto de
impugnación, constituyendo un medio de defensa de los derechos e intereses de los
administrados. Frente a este derecho, aparece el deber de la administración de revisar su
propio acto, revocándolo o modificándolo en aquellos casos que hayan desconocido un
derecho subjetivo o interés legítimo, y además con la finalidad implícita de restablecer el
imperio de la legalidad.
En razón de ello, quedan excluidos de la vía impugnatoria aludida, los reglamentos, los
simples actos de la administración y los hechos administrativos.
Esto es así toda vez que el "silencio administrativo" no ha sido instituido para dispensar
a la Administración de su obligación de resolver, sino como una garantía que tiene el
administrado frente a la Pereza administrativa que le habilita a utilizar los medios jurídicos
de protección correspondientes.
En todo recurso intervienen dos sujetos, por un lado la Administración Pública, que es
quien decide o resuelve el recurso y por el otro el particular administrado, llamado también
interesado o recurrente.
a'.2) Administrados
Además, para que sea admisible un recurso, no basta con que se deduzca por persona
con capacidad para ello. Se exige además el carácter de interesado en el presentante,
para ello se le exige una aptitud especial que se denomina legitimación. Para que un
administrado esté legitimado para interponer un recurso, es necesario que el acto
administrativo impugnado haya lesionado un derecho subjetivo o un interés legítimo del
que resulte titular. Por otra parte debe señalarse que un administrado, aunque no esté
legitimado para incoar el recurso, lo puede estar para participar en su trámite como
tercero, si resulta titular de un derecho subjetivo o interés legítimo que pudiera ser
afectado con la resolución del recurso.
a'') Requisitos Objetivos
El requisito objetivo para la procedencia de los recursos, consiste en que los mismos
hayan sido deducidos contra un acto administrativo (estricto sensu) que revista el carácter
de definitivo, los actos de trámite sólo pueden ser recurridos en los casos que determinen
la imposibilidad de continuar el procedimiento o causen estado de indefensión por lesionar
un derecho subjetivo o interés legítimo.
Quedan excluidos de la vía recursiva los actos internos de la administración las medidas
preparatorias de las decisiones administrativas - simples actos de la administración, ya que
los mismos no repercuten directamente en la esfera jurídica de los administrados.
b') Interrumpe el plazo para recurrir: La interrupción del término es el primer efecto de la
interposición oportuna del recurso. A pesar de los defectos que el recurso tenga, ellos
pueden ser salvados, ya que no afectan la posibilidad de continuar la controversia.
b'') Amplía las facultades del órgano: La interposición del recurso amplía la competencia
del órgano administrativo, confiriéndole al órgano competente para su decisión, la facultad
de volver sobre el acto impugnado aunque este sea regular, y en su caso pronunciarse
acerca de su modificación o revocación. Este efecto cobra trascendencia en virtud de lo
dispuesto por el artículo 18 de la Ley 19.549, que establece que el acto administrativo
regular, del que hubieren nacido derechos subjetivos a favor de los administrados, no
puede ser revocado, modificado o sustituido en sede administrativa una vez notificado.
a) Recurso de reconsideración
El artículo 84, del mencionado reglamento establece que: "Podrá interponerse recurso
de reconsideración contra todo acto administrativo definitivo o que impida totalmente la
tramitación de reclamo o pretensión del administrado y contra los interlocutorios o de mero
trámite que lesionen un derecho subjetivo o un interés legítimo. Deberá interponerse
dentro de los diez días de notificado el acto ante el mismo órganos que lo dictó, el cual
será competente para resolver lo que corresponda, conforme a lo dispuesto por el artículo
82".
Por lo tanto lo podemos conceptualizar como aquel recurso que se interpone ante la
misma autoridad que lo emitió, por quienes aleguen derecho subjetivo o interés legítimo,
con la finalidad que lo revoque, modifique o sustituya por contrario imperio.
Procede contra "actos definitivos o que impidan totalmente la tramitación del reclamo o
pretensión del administrado" y contra actos interlocutorios o de mero trámite, cuando éstos
lesionen un derecho subjetivo o interés legítimo. No es procedente contra actos o medidas
preparatorias ni contra hechos administrativos, ni contra el silencio administrativo.
El plazo para su interposición es de diez días hábiles a contados partir del día siguiente
al de la fecha de notificación del acto impugnado.
Mediante este recurso se cuestiona tanto la legitimidad como la oportunidad, mérito o
conveniencia del acto administrativo impugnado, conforme el art. 73 del Reglamento de la
Ley Nacional de Procedimientos Administrativos.
Respecto del órgano competente para resolución, el principio general que instituye que
resolverá el mismo órgano que dictara el acto impugnado, debe complementarse con los
argumentos desarrollados al tratar el tema de los "Requisitos Subjetivos" de los Recursos
Administrativos, en la Parte General de este capítulo, los que encuentran sustento
legislativo en el artículo 85 del Reglamento, que establece: "Si el acto hubiere sido dictado
por delegación, el recurso de reconsideración será resuelto por el órgano delegado sin
perjuicio del derecho de avocación del delegante. Si la delegación hubiere cesado al
tiempo de deducirse el recurso, éste será resuelto por el delegante".
La autoridad debe resolverlo durante los treinta días hábiles administrativos contados a
partir de la interposición del recurso, ello en caso de que no haya producción de prueba, ya
que en este caso el plazo deberá contarse a partir de la presentación del alegato o del
vencimiento del término para hacerlo.
Este recurso en el ámbito nacional tiene carácter optativo. No es requisito previo para la
interposición del Recurso Jerárquico, toda vez que al tratar este último el artículo 89 del
Reglamento establece que no será necesario haber deducido previamente recurso de
reconsideración.
b) Recurso jerárquico
La doctrina entiende que es un medio jurídico para impugnar el acto administrativo ante
un superior jerárquico del órgano que emitió el acto, agregando que puede interponerse
sin previa reconsideración, por quienes aleguen un derecho subjetivo o interés legítimo
(artículos 89 in fine y 73 del Reglamento)
Se interpone ante la misma autoridad que emitió el acto impugnado dentro de los quince
(15) días de notificado y será elevado dentro del término de cinco (5) días y de oficio al
Ministerio o Secretaría de la Presidencia en cuya jurisdicción actúe el órgano emisor del
acto. Los Ministros y Secretarios de la Presidencia de la Nación resolverán definitivamente
el recurso; cuando el acto impugnado emanare de un Ministro o Secretario de la
Presidencia de la Nación, el recurso será resuelto por el Poder Ejecutivo Nacional,
agotándose en ambos casos la instancia administrativa (artículo 90 del Reglamento de la
Ley Nacional de Procedimientos Administrativos)
La diferencia entre estos distintos tipos de denegación, radica en los plazos para
acceder a la vía judicial, que mientras en la denegación expresa comienza a correr con la
notificación de esta denegación, en la denegación tácita por silencio, el único plazo que se
debe tener en cuenta a estos efectos es el de la prescripción.
c) Recurso de alzada
Este recurso está legislado en los artículos 94 a 98 del Reglamento de la Ley Nacional
de Procedimientos Administrativos.
Resulta imperioso que el acto haya emanado de la máxima autoridad del ente
autárquico, por lo tanto si la impugnación lo es contra un acto dictado por un órgano de
inferior nivel, deberá llegarse, a través de los recursos correspondientes, al acto de la
máxima autoridad para que proceda este recurso.
La elección de la vía judicial le hará perder la vía administrativa; pero la interposición del
recurso de alzada no impedirá desistirlo en cualquier estado a fin de promover la acción
judicial, ni obstará a que se articule ésta una vez resuelto el recurso administrativo (artículo
95 del Reglamento de la Ley Nacional de Procedimientos Administrativos).
Por la remisión al artículo 73 del Reglamento, efectuada por su artículo 97, se determina
que el recurso de alzada podrá fundarse tanto en razones vinculadas a la legitimidad,
como a la oportunidad, mérito o conveniencia del acto impugnado, o al interés público, sin
embargo el propio artículo 97 limita esta disposición para el caso de que el acto
impugnado haya emanado de un ente descentralizado autárquicamente de los creados por
el Congreso en ejercicio de sus facultades constitucionales, en cuyo caso el recurso de
alzada sólo será procedente por razones vinculadas a la legitimidad del acto; salvo que la
ley autorice el control amplio.
d) Recurso de revisión
Se lo denomina reclamo de impugnación directa toda vez que otra forma de impugnar
las normas reglamentarias sería de manera indirecta deduciendo Recurso Administrativo
contradiciendo los actos administrativos particulares de aplicación del reglamento.
Por último corresponde señalar que el órgano competente para resolver, en tanto se
trate de la impugnación de actos que no han tenido aplicación por el órgano encargado de
ello, será la autoridad que dictó el acto.
c) El reclamo en queja
Advertimos que la queja se presenta ante el inmediato superior jerárquico del órgano
del cual emanara la conducta u omisión que la provoca, quien, si fuese necesario,
requerirá informe circunstanciado, como única sustanciación antes de resolver el reclamo
dentro del plazo de cinco días, dicha resolución será irrecurrible (artículo 71, segundo
párrafo).
Es importante destacar que la queja se excluye como remedio para los casos de
incumplimiento de los plazos previstos para la resolución de los recursos. Y ello tiene su
razón en que el ámbito recursivo se rige por el sistema de la denegación tácita por la el
cual, vencidos los plazos para resolver, el interesado puede considerarlos denegados sin
necedad de pedir pronto despacho.
Una vez presentado el informe, o vencido el plazo que el juez haya fijado sin que se
haya cumplido el requerimiento, la autoridad judicial deberá resolver lo pertinente acerca
de la mora, librando, si correspondiere, una orden para que la autoridad administrativa
despache las actuaciones en el plazo que determine según la naturaleza y complejidad de
los trámites pendientes.
Al proceso judicial le son también aplicables las disposiciones del Código Procesal Civil
y la sentencia de que contenga la orden será inapelable para la Administración.
Nace como una creación pretoriana de la Procuración del Tesoro de la Nación, que
considera su procedencia formal en numerosos dictámenes, a los efectos de habilitar el
control de legitimidad de los actos administrativos.
Este instituto cubre un posible vacío defensivo al disponer que, aún transcurrido el plazo
para interponer el recurso el administrado puede interponer, no ya un recurso formal sino
la denuncia de ilegitimidad.
El fundamento esencial que valoró la Procuración del Tesoro de la Nación para elaborar
esta figura jurídica (con carácter previo a la sanción de la Ley) radicó en la axiología básica
del Procedimiento Administrativo: legalidad, oficialidad, informalismo a favor del
administrado y la necesidad de asegurar la vigencia de la verdad material y de proteger los
derechos subjetivos e intereses legítimos de los administrados.
Se trata de una vía que proviene del Derecho Procesal, puede advertirse al respecto
que se ha tomado textualmente parte de los términos del artículo 36 del Código Procesal
Civil y Comercial al redactar el artículo 101 del Reglamento de la Ley Nacional de
Procedimientos Administrativos, el cual establece que en cualquier momento del
procedimiento podrán rectificarse los errores materiales o de hecho y los aritméticos,
siempre que la enmienda no altere lo sustancial del acto.
Surge del texto de la norma que no es necesario el pedido por parte del particular, sino
que la iniciativa puede venir de la propia Administración en virtud del principio de
oficialidad y que se trata siempre de corregir un error de forma, nunca de fondo, puesto
que la rectificación está condicionada a que se realice de modo que nada cambie el
sentido del acto.
b) Aclaratoria
La Aclaratoria, concretada en el artículo 102 de la Reglamentación de la Ley Nacional
de Procedimientos Administrativos, es un medio de impugnación administrativa, que
permite al interesado peticionar la rectificación de un acto administrativo en los siguientes
casos:
c) Para suplir cualquier omisión sobre alguna o algunas de las peticiones o cuestiones
planteadas en el acto.
El recurso de aclaratoria es optativo y por ende no implica una carga ineludible para
agotar la vía administrativa.
Procede contra actos definitivos y se presenta por quien posea un derecho subjetivo o
interés legítimo ante el mismo órgano que dictó el acto, quien lo debe resolver dentro del
término de cinco días. Siendo ésta la única autoridad que puede "aclarar" su propio acto,
supliendo la omisión o aclarando la contradicción. BIGLIERI, aconseja su utilización en los
supuestos de ambigüedad, para no caer en la unificación de efectos que deja planteada la
LPA, al equipararla con el silencio.
Bibliografía
DROMI, ROBERTO, Derecho Administrativo, Ed. Ciudad Argentina, Buenos Aires, 2004.
PERRINO, PABLO E., "El régimen del agotamiento de la vía administrativa en el nuevo
Código Contencioso Administrativo bonaerense", en El nuevo Proceso Contencioso
Administrativo de la provincia de Buenos Aires, Librería Editora Platense, La Plata,
2000.
Por ello, "el procedimiento formativo del acuerdo de voluntades es de gran importancia,
y en esencia es semejante para cualquier contrato que celebre la Administración Pública,
aunque puede variar en su forma, dependiendo del objeto que la contratación persiga, y de
acuerdo con el ordenamiento jurídico que lo regule".
Por otro lado, tal procedimiento, como requisito formal del contrato a celebrarse,
deviene en obligatorio para la Administración cuando el ordenamiento jurídico así lo
señale, ya que de no llevarse a cabo daría lugar a su nulidad absoluta. A su vez, dicho
procedimiento es de naturaleza administrativa y, por lo tanto, se encuentra sujeto
fundamentalmente, al sistema normativo emergente del Derecho administrativo en virtud
del cual en él predomina el interés público, en cuya mira se establece.
Tal sistema es el que prevalece en nuestro Derecho positivo, ello de conformidad con
las normas generales y constitucionales emergentes del mismo. Ahora: "¿Por qué el
procedimiento de libre elección constituye el 'principio' en esta materia, y por qué el
procedimiento de la licitación constituye la 'excepción'? La realización de un contrato
administrativo implica, por principio, un 'acto de administración'; siendo entonces de
recordar que, en nuestro país, la 'administración general' del mismo está a cargo y en
cabeza del Presidente de la Nación (art. 99 inciso 1º de la Constitución Nacional). Y si la
Constitución le atribuye al Presidente la 'administración general', sin limitación específica
alguna, va de suyo que para llevar a cabo esa 'administración' no tiene otro límite que el
deber de satisfacer en la mejor forma posible las respectivas finalidades públicas,
deduciéndose de esto que, tratándose de un contrato, para seleccionar a su cocontratante,
el Presidente de la Nación tiene amplia libertad. Tal es el 'principio', que puede no obstante
verse limitado por un criterio excepcional de selección del contratante, lo que ocurrirá
cuando una norma válida así lo disponga, estableciendo, por ejemplo, la obligatoriedad de
recurrir para ello a la 'licitación', que entonces aparece como un procedimiento
'excepcional' y 'extraordinario' pero de inexcusable cumplimiento".
Esto encuentra como fundamento, como bien se ha dicho que: "El principio
constitucional de eficiencia, eficacia y honradez que rige la aplicación de los recursos
económicos estatales, hace que el sistema de libre elección, no implique que deban
realizarse de manera arbitraria e infundadas las contrataciones de la Administración, sino
que obliga a efectuar las mismas de manera clara y conveniente, a los efectos de que no
se haga sospechoso el proceder de los funcionarios públicos que intervienen y deciden en
el campo contractual, y que en concreto tienen la responsabilidad de llevarlas adelante".
1.3. De los sistemas de restricción de selección del cocontratista de la
administración
Estos sistemas restrictivos como se dijo, constituyen una excepción al sistema de libre
elección, puesto que sólo son obligatorios cuando la norma jurídica los establece. Sin
embargo, no podemos dejar de soslayar que: "Tal obligatoriedad es de vital importancia
para la validez del contrato a celebrar, pues su incumplimiento trae aparejada la nulidad de
dicho contrato e inclusive acarrea responsabilidades administrativas para los servidores
públicos que hayan participado en dicha irregularidad".
2. De la licitación pública
Como puede apreciarse "La licitación pública se inscribe en la órbita del procedimiento
administrativo, estando integrada por una serie ininterrumpida de actos y constituyendo
una secuencia, ordenada y metódica, de diversos estadios, cada uno de los cuales tiene
un contenido propio indispensable, para su configuración, pero que, por sí solo, no es
suficiente para darle vida, y poder de este modo alcanzar la oferta más conveniente para
los intereses de la Administración".
Precisamente, conforme con dicha cualidad, "en virtud de la cual la selección debe
realizarse sobre la base de la persona que haya realizado la oferta de mayor conveniencia
para los intereses de la Administración", algunos autores señalan que la licitación es un
procedimiento "automático", ya que consideran que la elección del cocontratante se basa
pura y exclusivamente en la simple determinación de la persona que ha ofrecido el precio
más bajo. Sin embargo, esto resulta muchas veces inexacto, toda vez que si bien la
licitación tiene como finalidad la de seleccionar al licitador que haya ofrecido las
condiciones más convenientes para la Administración, el precio más bajo, en muchas
oportunidades, dista mucho de representar las condiciones más convenientes para la
Administración.
En efecto, "la oferta más barata" no siempre es la que resulta "más conveniente", ya
que en muchas otras ocasiones tal situación puede acarrear innumerables problemas para
la Administración Pública y para la economía nacional. Por ello, es que en este marco
debe rechazarse tal oferta sobre todo, por ejemplo, si el precio cotizado es irrisorio, es
decir, cuando resulta desproporcionado con relación a los precios de mercado, o cuando el
precio más bajo se oferta con tendencias monopólicas.
Lo anterior tiene su apoyo en el hecho de que, en primer lugar, los oferentes tienen el
deber legal de presentar sus propuestas con seriedad y, en un segundo plano, la
Administración cuenta con facultades para resolver y aceptar la oferta más conveniente,
sin que el particular oferente pueda invocar un derecho a la adjudicación, puesto que como
se ha dicho "en este estado del procedimiento la Administración Pública tiene una especie
de derecho de veto respecto a la celebración del contrato, lo cual es consecuencia del
carácter discrecional de la actividad de la Administración en lo atinente a la aprobación de
la adjudicación".
Este principio tiene por objeto promover la máxima concurrencia entre los licitadores
capacitados para la ejecución del contrato e implica que no se establezcan trabas u
obstáculos a la participación de los particulares que puedan ser reputados irracionales o
arbitrarios. Particularmente se trata de evitar que se utilicen requisitos para participar en la
licitación o criterios de selección que favorezcan a determinados licitadores en detrimento
de otros.
Esta igualdad surge de la Constitución Nacional, y debe abarcar todos los estados de la
contratación. Desde su comienzo hasta la adjudicación y firma del contrato, y mantiene su
vigencia incluso luego de celebrarse el acuerdo de voluntades que lo perfecciona, ya que
la Administración no podrá durante el desarrollo de la relación contractual, modificar
indebidamente las bases licitatorias para favorecer ni para perjudicar a su cocontratante.
En este sentido, es de señalar que la igualdad constituye uno de los principios más
importantes de la licitación pública, pues con base en él, se asienta la moralidad, la buena
fe y el adecuado comportamiento administrativo, que rige el procedimiento licitatorio.
En efecto, "si la licitación se basa en la competencia de varias propuestas presentadas
para que la Administración Pública pueda seleccionar la más conveniente para el interés
público, la igualdad se manifiesta en el sentido de que sólo es posible una real
confrontación entre los oferentes, cuando éstos se encuentran colocados en igualdad de
condiciones, sin que existan discriminaciones o tolerancias que favorezcan a unos en
perjuicio de otros".
A su vez, como bien se ha dicho, puede sostenerse que el principio de igualdad abarca
dos etapas claramente diferenciales. La primera de ellas se caracteriza por la obligación
de la Administración de mantener en un pie de total y absoluta igualdad los derechos y
obligaciones de los participantes.
"Esto fulmina de nulidad tanto la actividad estatal de favoritismo hacia alguno o algunos
de los participantes, como la consideración de las ofertas que no hayan cumplido
acabadamente con todos y cada uno de los requisitos emergentes de la documentación de
la licitación".
Sin embargo, lo antes expuesto, no debe ser interpretado como una regla absoluta, ya
que, en determinados supuestos, la Administración puede modificar las bases del contrato
originario, en tanto y en cuanto medie una necesidad pública que haga procedente la
adopción de dicha medida, no se altere la esencia o el sustrato del contrato, no se
desnaturalice la sustancia del objeto del contrato, "y siempre y cuando pueda demostrarse
fehacientemente la inexistencia de otros oferentes, ya sean reales, ya sean potenciales,
que puedan invocar que la modificación afecta su derecho a la igualdad". A lo que cabe
agregar, por supuesto, la necesidad de que se equilibre la situación financiera y comercial
del cocontratante de la Administración y los perjuicios que el mismo pueda sufrir como
consecuencia de la modificación contractual.
Finalmente, cabe señalar y remarcar para el caso que las consecuencias más
destacables que derivan del principio de igualdad de la licitación, sumado al de
concurrencia, serían las siguientes: a) "La prohibición de cualesquiera cláusulas o
condiciones discriminatorias, que pudieran incluirse en los pliegos de bases de la
contratación, de las que pudiera derivarse, 'de iure o de facto', situaciones discriminatorias
o prácticas restrictivas según el domicilio, la lengua, la experiencia regional, la ubicación
de instalaciones, depósitos o talleres en el territorio de cada circunscripción, tipologías o
marcas, especificaciones técnicas, etc., que no respondieran necesidades concretas del
contrato. Queda, pues, prohibida toda práctica de la cual pueda derivarse un trato de
ventaja o privilegio para unas empresas respecto de otras"; b) "Prohibición legal de
derechos de tanteo en las licitaciones. Como puso de manifiesto, ya desde fecha
temprana, la Junta Consultiva de Contratación, el derecho de tanteo en las licitaciones
(que a veces se ha concedido a favor de determinadas entidades), está en contradicción
con los principios y normas de la contratación administrativa, de la licitación, en especial
las que declaran las libertades de concurrencia y la adjudicación al mejor postor";
c) "Prohibición de presentar varias ofertas por un mismo oferente. Es necesario que se
mantenga la prohibición de que un licitador presente diferentes proposiciones. Ello ha de
extenderse al supuesto en que esta presentación se efectúe mediante empresas
participadas o dominadas, en la medida que pueda constituir una restricción de la
competencia, ya que pueden representar un único centro de imputación final";
d) "Prohibición de introducir en el contrato alteraciones sustanciales después de la
adjudicación. Los principios de publicidad y concurrencia en la celebración de los contratos
administrativos, quedarían falseados si con posterioridad a la adjudicación, se realizan
modificaciones que entrañen una alteración sustancial de las prestaciones que constituyen
su objeto"; e) "Prohibición de contratos con artificial amplitud de objeto o con artificial
división en lotes de un mismo objeto. La acumulación innecesaria de objetos en un mismo
contrato supone un atentado contra los principios de concurrencia y libre competencia en
la contratación pública. Los contratos tienen que ser planteados de modo que cada una de
las prestaciones objeto de los mismos sea adquirida por la Administración Pública en las
mejores condiciones de precio, calidad y seguridad. Tan artificial y, por tanto, ilegal, es el
fraccionamiento del contrato cuando la naturaleza de su objeto no lo aconseje como la
acumulación en un único contrato, con altísimos presupuestos, de objetos que podrían ser
adjudicados individualmente o contratos de objeto más reducido"; f) "Para que exista una
efectiva concurrencia en la contratación pública, los criterios objetivos de valoración que
han de servir de base a la adjudicación del concurso deben ser claros y precisos. Deben
evitarse tanto los criterios excesivamente genéricos —que no vinculan en nada a la
Administración— , como los excesivamente específicos, que pueden predeterminar al
adjudicatario"; g) "Particularmente graves son aquellas cláusulas que impiden o dificultan
el acceso a la contratación, bien porque establezcan criterios de territorialidad o vecindad
para participar en procedimientos de adjudicación, bien porque exijan la clasificación de
licitadores cuando la ley no lo exige, o bien porque se exija a los licitadores una
determinada forma jurídica para participar y concurrir a los procedimientos de
adjudicación".
Como bien se ha expresado "la publicidad trata del acceso por parte de los interesados
a una información exhaustiva sobre todo lo referente a la licitación de que se trata, lo cual
requiere la publicidad de los aspectos relevantes del futuro contrato, a efectos de permitir
una mayor concurrencia de oferentes; el libre e irrestricto acceso de los oferentes a las
propuestas de sus competidores, una vez producido el correspondiente acto de apertura
de propuestas, y a las actuaciones administrativas gestadas a tal efecto; y una amplia y
profusa, formal y material, publicidad de todo lo referente y relativo al procedimiento
selectivo y al contrato ya celebrado".
En cuanto a ello, no debe perderse de vista que la evolución tiene como punto de
partida la idea de que la información administrativa debe estar a disposición del público en
general, excepto aquella que expresamente la ley indique que deba mantenerse en
secreto o reservada.
a) De la autorización presupuestaria
Por otro lado, este paso previo tiene raigambre constitucional, ya que tal como lo ha
puesto de manifiesto la doctrina y la jurisprudencia, "si la Administración Pública no tiene
contable y presupuestariamente prevista la erogación, no puede convocar a un
procedimiento público para comisionar la realización de una obra pública. La austeridad
republicana no es virtud sino un presupuesto de convivencia impuesto por la Constitución
Nacional a todo el que maneja fondos públicos, y que consiste simplemente en gastar sólo
lo previsto".
Como es sabido, es característica de las licitaciones que cuenten con una descripción
detallada de la contraprestación requerida por la Administración, que va a constituir el
objeto de la contratación.
A su vez, es importante rescatar que los pliegos cumplen una doble función, ya que: a)
Antes de perfeccionarse el contrato, indican a los interesados las condiciones que deben
reunir sus ofertas, las características de lo que se demanda y aspectos tan importantes
para los proponentes como modalidades de cotización, formas de pago del precio, plazo
de mantenimiento de oferta, monto y formas de la garantía, lugar, día y hora del acto de
apertura, etc. En cuanto a este supuesto, no debe perderse de vista que: "Es uniforme el
criterio en virtud del cual las ofertas deben estar conforme con las condiciones
establecidas para la licitación, sin cuyo requisito las mismas serán inadmisibles".
Incluso "Las ofertas no pueden apartarse de las bases de la licitación aunque por razones
de calidad, pues sería impugnado por los otros oferentes por no ajustar su propuesta a
tales bases". En resumen, "Las ofertas o propuestas que se formulen, deben estar de
acuerdo con las bases de la contratación, vale decir, su contenido debe ajustarse al pliego
de condiciones. De lo contrario, las ofertas serían rechazadas"; salvo obviamente en
aquellos supuestos en donde se trate de incongruencias menores o que no hagan a la
sustancialidad de la propuesta, y siempre y cuando en la medida en que con ellas no se
desnaturalice directa o indirectamente al principio de igualdad licitatoria; y b) Cuando el
contrato se perfecciona, los pliegos de bases y condiciones se convierten en la parte
sustancial del contenido contractual, incorporándose al mismo y constituyéndose, al decir
de la doctrina y la jurisprudencia en "ley del contrato". En efecto, "De admitirse que el
contrato puede modificar el pliego, se destruye todo el sistema de la licitación pública:
publicidad, transparencia, concurrencia, igualdad, etc. Es lo mismo que no hacer licitación
pública sino contratación directa y ello importa la nulidad de las cláusulas del instrumento
del contrato que se apartan de las normas que rigieron el llamado".
Por otro lado y en orden a lo ya expuesto, se ha dicho que los pliegos de condiciones
son el documento fundamental de la licitación. Habitualmente se afirma, en una acertada
observación, que es su "ley interna". En efecto, después de la legislación pertinente a la
materia, es el pliego de condiciones el que establece las reglas propias y especiales de
cada licitación. La Administración queda estrictamente vinculada a las normas y
condiciones que establece y de las cuales no podrá alejarse. Aunque no sea exhaustivo,
pues ha sido complementado por normas anteriores y superiores, aun cuando no han sido
reproducidas en su texto, los pliegos de condiciones, "son la matriz de la licitación y del
contrato, es por ello que no se puede exigir o decidir fuera de los límites del pliego de
condiciones".
En otras palabras, el llamado a licitación, "es la invitación hecha al público para que
presente ofertas con el fin de contratar con la Administración determinada prestación en
las condiciones que allí se definen. En cumplimiento del principio de publicidad, ese
llamado debe ser lo más amplio posible, para garantizar la concurrencia necesaria a fin de
lograr una buena oferta. Su naturaleza es la de un acto administrativo, general como se
dijo, y obviamente serán hechos administrativos las manifestaciones concretas de esa
decisión".
Precisamente en este marco, son las normas del ordenamiento legal o del Derecho
positivo, las que establecen en cuáles medios publicitarios debe difundirse la convocatoria
y, por ello, tales medios resultan obligatorios para la Administración, como por ejemplo, la
publicación de la convocatoria respectiva, la cual debe hacerse como regla de principio en
el diario oficial y en el sitio de internet del lugar que corresponda. Empero, nada impide
que el llamado a licitación pública se haga a través de otros medios de difusión que se
juzgue conveniente para facilitar la concurrencia de los interesados y así lograr la finalidad
de la licitación.
Por otro lado, dicha convocatoria deberá contener los requisitos necesarios a fin de que
los posibles interesados estén en condiciones de presentar sus ofertas, por lo que de
manera general deberá contener en esencia: a) el nombre de la entidad convocante; b) el
objeto de la licitación; c) el lugar, día y hora donde pueden retirarse o consultarse los
pliegos; d) el lugar, día y hora en que tendrá lugar la apertura de los sobres con las
propuestas; etc.
Por otro lado, enseña la doctrina que las ofertas deben reunir tres tipos de requisitos:
subjetivos, objetivos y formales; todos los cuales pueden resumirse y concentrarse,
esencialmente, en los siguientes: a) Deben ser presentadas por los sujetos o personas que
pueden presentar ofertas. "Es decir, por quienes pueden ser oferentes, licitadores o
proponentes. Pueden ser oferentes todas las personas físicas o colectivas, privadas o
públicas, que satisfagan los requisitos que a tal efecto establezcan las disposiciones
legales y administrativas. Y deben hacerse por el oferente o persona debidamente
autorizada"; b) Deben ser escritas y firmadas. "Conforme nuestro sistema de Derecho
positivo, la presentación de la oferta se hará por escrito. A su vez, la oferta debe ser
firmada por el oferente, o en su caso, por su representante legal. Dado que la firma
constituye un requisito formal de todo acto jurídico, ya que a través de ella es como se
exterioriza la voluntad de su autor, la ausencia de ella dará lugar al rechazo de la oferta, en
virtud de que sin tal requisito constituye un documento anónimo sin valor legal alguno"; c)
Debe hacerse y presentarse en el lugar, día y hora previamente establecido en el llamado
a licitación, siendo rechazadas de pleno derecho las presentadas con posterioridad a ese
momento, y sin que quepa hablar en este contexto del principio del informalismo a favor de
los administrados o del ritualismo moderado, ya que el mismo constituye un requisito que
hace a la esencia en que debe desenvolverse la licitación y no a la forma o lo ritual de la
misma. "Las ofertas deben presentarse o llegar por correo antes del acto de apertura de
los sobres. Algunas leyes locales permiten la recepción posterior ante la demora imputable
al correo. Salvo esta previsión excepcional resulta una regla uniforme que no se atenderán
las propuestas presentadas después de la apertura del primer sobre. Sobre este punto
quizás fuera más eficaz la recepción de las ofertas hasta la hora fijada para la apertura y
no hasta el momento en que ésta se hace efectiva, porque con ello se evitarían las
demoras injustificadas en dar comienzo al acto para permitir la llegada de algún oferente
retrasado y tratado con parcialidad"; d) Deben hacerse con y bajo las condiciones
establecidas en los pliegos de bases y condiciones. "La oferta o propuesta, que no es un
acto administrativo sino privado del particular, está sujeta al cumplimiento de una serie de
requisitos formales, cuya omisión puede determinar la ineficacia de la oferta, ya que ello
autorizaría a la Administración al rechazo de la oferta, salvo por supuesto que se tratare de
irregularidades consideradas irrelevantes o que no afecten a los requisitos esenciales de
las mismas ni al principio de igualdad licitatoria". Asimismo, "La oferta debe encontrarse
vinculada al contenido de la prestación requerida (obra pública, servicios, arrendamientos,
suministros, etc.), por lo que la oferta debe ajustarse a las condiciones requeridas por la
Administración y que se encuentran plasmadas en las bases de la licitación y en las demás
normas legales y reglamentarias aplicables. Dentro de tales exigencias, las disposiciones
establecen, por ejemplo: i) origen del bien cotizado, ii) garantía de seriedad y carta de
compromiso, iii) catálogo de conceptos, unidades de medición y contenido de trabajos, iv)
programas de ejecución de los trabajos y utilización de maquinaria y equipo de
construcción, y v) calidad, cantidad, época y lugar de entrega de los bienes o trabajos
ofertados"; e) Debe indicar clara y concretamente el precio. Este requisito consiste en la
contraprestación solicitada por el oferente a la Administración, por la obra, servicio,
arrendamiento, suministro a contratar, etc. "El precio en la oferta debe cumplir con los
requisitos de: i) ser en dinero, ii) cierto e incondicionado, y iii) real e invariable. El precio
ofertado debe reunir los requisitos de certeza e incondicionalidad, por ello cuando el
mismo se presenta de manera indeterminada o no es claro o preciso, o se condiciona, la
propuesta debe ser rechazada. El precio será indeterminado cuando no se fije claramente
la cantidad que como contraprestación pretende el oferente. Tal situación puede
presentarse, por ejemplo, cuando se propongan porcentajes de reducción sobre la base
del precio que cotice el mejor oferente. Por otra parte, el precio será condicionado cuando
el oferente establezca condiciones a cargo de la convocante o de terceras personas, por
ejemplo cuando el precio se mantenga siempre y cuando se rechace a un licitador, o que
no se le impongan sanciones en caso de incumplimiento del contrato, o que la
adjudicación se realice antes del plazo establecido, o que la validez de la oferta se sujete a
la existencia de determinadas divisas, etc."; f) Deben ser secretas, por lo que su entrega
será en sobre cerrado. "Este requisito se estableció con el fin de salvaguardar los intereses
de la Administración, evitando, en la medida de lo posible, confabulaciones y
proposiciones artificiales de los licitadores. Pero esta exigencia de presentar las
propuestas en sobre cerrado, beneficia a la vez a los mismos oferentes, ya que evita los
manejos que los funcionarios públicos pudieran intentar a favor de uno de los licitantes y
en perjuicio de los demás. El secreto de la propuesta salvaguarda el derecho de todos los
concurrentes a ser tratados por igual"; y g) Obliga al oferente a mantenerla durante el
plazo fijado a tal efecto en las bases o hasta el momento de la emisión del fallo. "Esta
última característica implica que durante ese plazo los oferentes no pueden retirar su
propuesta, y si lo hacen perderán la garantía de seriedad que hubieran otorgado".
Por otra parte pero complementando lo antes expuesto, es de destacar que los
interesados que hayan reunido los requisitos establecidos, adquieren un verdadero
derecho subjetivo para participar en tal procedimiento y para presentar su propuesta, por lo
que si la Administración se negara a recibir la oferta, dicho licitador tendría a su alcance
los medios impugnatorios expresamente establecidos en la ley para la defensa de sus
derechos. En tal sentido, "hay que distinguir el supuesto de 'admisión' a la licitación, con la
correlativa presentación de oferta, del supuesto a ser 'adjudicatario' del contrato. Si el
licitador reúne todos los requisitos de idoneidad moral, eficiencia técnica y solvencia
económica, su 'derecho' a ser admitido en la licitación es obvio. Cuando no existe reparo
alguno en el orden administrativo, cabe advertir que la prerrogativa de una persona o
entidad para intervenir en una licitación no es otra cosa que una manifestación o reflejo de
su derecho a trabajar, a ejercer toda industria legal y comerciar. Algo distinto ocurre con su
prerrogativa a ser 'adjudicatario' del respectivo contrato. Para resolver esto, deben
completarse dos posibles situaciones distintas: a) Si la licitación sigue su curso y se llega a
la etapa de la 'adjudicación', el licitador que haya hecho la oferta más conveniente tiene un
'derecho' a contratar con la Administración Pública. Es esa la consecuencia lógica derivada
del procedimiento a que responde la licitación. Resolver lo contrario implicaría desvirtuar la
'ratio iuris' de la licitación pública; y b) Antes de que se llegue a la etapa de la
'adjudicación', el licitador no tiene derecho alguno a que la Administración Pública contrate
con él, pues antes de la adjudicación puede ser dejada sin efecto la licitación y rechazarse
las ofertas, sin responsabilidad ello para con la Administración".
Esto quiere decir que: "La existencia del derecho para participar en la licitación, no
implica que lo tenga para ser adjudicatario del contrato, ya que para ello sólo tiene un mero
interés legítimo, al tener solo una expectativa de ser adjudicatario". No obstante a que el
mismo tenga un verdadero derecho subjetivo a que todo el procedimiento de la licitación
se desenvuelva con arreglo a los causes, principios y normas expresamente consagradas
por el ordenamiento legal.
Esto quiere decir, que la adjudicación es el acto por medio del cual la Administración le
atribuye el objeto de la licitación a un oferente cierto y determinado, en la medida en que
su oferta se haya ajustado a todos y cada uno de los requisitos emergentes de los pliegos
y resulte a su vez la de mayor conveniencia para los intereses de la Administración.
En efecto, luego de analizar cada una de las ofertas presentadas, y de desarrollarse
todos los procedimientos, actos o simples actos que el ordenamiento legal requiere a tal
efecto, se llegará a determinar aquellos licitantes que han hecho la oferta más conveniente
para la Administración.
Por consiguiente y como bien se ha dicho, "la adjudicación evidencia un doble aspecto,
ya que en primer lugar y como consecuencia del estudio detenido y pormenorizado que se
ha hecho de cada una de las ofertas presentadas, se elige a la que reporta el mayor
beneficio o ventaja para la Administración, siendo el precio cotizado como se dijo una de
las variantes a tener en cuenta por la Administración, pero no la regla determinante y
absoluta en la materia; y en segundo lugar, pero al mismo tiempo, se la declara aceptada",
dando lugar con ello al surgimiento del posible contrato, ello en la medida en que se
cumplan con todos los otros requisitos de forma que expresamente establece a tal efecto
el ordenamiento legal.
En ese sentido, cabe recordar que mientras la autoridad competente para efectuar la
adjudicación o para aprobar el contrato, no se haya expedido disponiendo esas medidas,
la Administración no se encuentra obligada a contratar con el oferente, y correlativamente
dicho sujeto no puede intimar a la autoridad administrativa para que le otorgue el contrato,
pues como bien se ha dicho "en ese estado del procedimiento la Administración tiene una
especie de derecho de veto respecto a la celebración del contrato, lo que es consecuencia
del carácter discrecional de la actividad de la Administración en lo atinente a la aprobación
de la adjudicación".
Finalmente, completando el esquema antes expuesto, resta por señalar que "la decisión
de la adjudicación representa un verdadero acto administrativo, puesto que contiene una
expresión de voluntad concreta dirigida a la producción de un efecto jurídico administrativo
y, como tal, deberá reunir todos aquellos requisitos de los cuales depende la validez de
cualquier otro acto administrativo", los que se encuentran consagrados en las respectivas
leyes de procedimientos administrativos, siendo, por otra parte, plenamente recurrible por
los oferentes no beneficiados con la emisión de la misma, sobre la base de los diversos
recursos a los que expresamente se hace referencia en dicha normativa, o por las
acciones judiciales expresamente contempladas por el ordenamiento legal para ello, en la
medida en que se concreten en debida forma los requisitos legales y procedimentales que
condicionan su adecuada procedencia.
3. De la licitación privada
La licitación privada es aquella a la que sólo pueden presentarse como oferentes las
personas o entidades expresamente invitadas a tal efecto por la Administración.
Tal situación, constituye una diferencia con la licitación pública, en cuanto a que en ella,
el procedimiento es abierto, ya que el llamado se hace a personas indeterminadas, y
puede concurrir a él todo interesado que satisfaga los requisitos legales. En cambio en la
licitación privada, sólo pueden concurrir las personas que expresamente hayan sido
invitadas por la Administración.
Por otro lado y como ya se dijo, a la licitación privada le son aplicables los mismos
principios y normas de la licitación pública, salvo casos muy excepcionales y
expresamente vinculados con la misma esencia y naturaleza de dicho procedimiento
licitatorio en particular. "Por ende, lo expuesto con anterioridad con relación a este tipo de
licitación, será a la vez pertinente y aplicable a la licitación privada, obviamente, en todo lo
que no se oponga a las diferencias específicas entre ambas licitaciones".
Por el contrario, el principio de igualdad tiene plena aplicación, ya que los participantes
en una licitación privada deben encontrarse en igualdad de condiciones, sin que ninguno
de ellos pueda tener alguna ventaja, bien sea frente a la Administración Pública o frente a
los demás licitadores.
A su vez, el principio de publicidad tampoco debe ser dejado de lado en este tipo de
licitación, sino que debe aplicarse plenamente, ya que si bien en la licitación privada no
existe un llamado público a los licitadores "todo el proceso de la licitación privada debe
estar cubierto por una adecuada publicidad que lo haga insospechado y correcto, y
mantenga la oposición e igualdad de los participantes. La licitación es privada, sólo en
cuanto al número de oferentes, pero nada más".
Finalmente, las fases o etapas que hemos señalado como integrantes o configurativas
del procedimiento de la licitación pública, también resultan aplicables en su totalidad a la
licitación privada, ya que en esencia son dos procedimientos estructuralmente bastante
similares y congruentes.
4. De la contratación directa
Por eso, el calificativo de directa está aludiendo a ese proceder jurídico que en
determinados supuestos, expresamente habilitados por la ley, tiene la Administración, de
seleccionar discrecionalmente al cocontratante.
5. De la subasta pública
La subasta pública tiene como finalidad obtener el mejor precio posible, a diferencia de
la licitación que, como vimos, su fin es obtener las mejores condiciones, no sólo en cuanto
al precio, sino a la vez en calidad, financiamiento, oportunidad y demás circunstancias
pertinentes, aunque como en la licitación, de la misma manera en el concurso, dicho fin se
logra mediante la concurrencia de una pluralidad de participantes. Por ello es menester la
publicación de la convocatoria respectiva.
Si bien el concurso tiene el sustrato común de la licitación pública, "difiere de ella en que
la oposición emergente de la concurrencia tiene en vista la totalidad de las condiciones de
orden 'técnico —científico', 'económico— financiero' y 'técnico-personal', como ser
culturales o artísticas, y no se efectúa sólo por las ventajas de la oferta económica o por el
precio, sino que el criterio de selección recae fundamentalmente en factores no
económicos".
En otras palabras, es un medio de selección de la persona más idónea para ejecutar
una prestación pública. Por eso es que se tienen en cuenta preferentemente las
condiciones personales del candidato, "por ejemplo, para proveer un cargo de profesor
universitario, para realizar la maqueta de un monumento, proyecto, esbozo o bosquejo de
obra, etc., y su aplicación primordial sea en los contratos 'intuito personae' en los que las
cualidades técnico-subjetivas sirven de mérito para la selección".
Sin embargo, no obstante tal diferencia, al concurso también le son aplicables los
principios jurídicos y generales fundamentales que rigen a la licitación, puesto que de igual
manera que en ella, en el concurso debe existir plena concurrencia de oferentes de
manera ilimitada, que reúnan la capacidad requerida por la Administración. Asimismo, la
publicidad tiene plena vigencia y debe darse tanto en la divulgación del llamado a
concursar, como en las etapas subsecuentes del procedimiento. El principio de igualdad se
hace absolutamente necesario observarlo para no favorecer a algún o algunos
participantes en perjuicio de otros, y lo mismo puede predicarse con relación a los otros
principios de oposición o contradicción y transparencia.
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249/359.
1. Introducción
Con el Tratado de Verdún (año 843 de nuestra era) aparece el feudalismo. En esta
organización social la regulación romana es abandonada. La propiedad se divide entre el
domino feudal y el dominio alodio o alodial (dominio libre). A su vez el dominio feudal se
divide en directo o eminente (propio de los señores feudales) y el dominio útil (propio de
los vasallos y como concesión del señor feudal).
Este capítulo de nuestra disciplina regula las competencias del Estado para restringir y,
eventualmente, extinguir el dominio de otros entes estatales y de los particulares. En
cambio, las restricciones en el interés particular, surgen de la legislación privada (C.N.,
arts. 14, 17, 75 inc. 12) y Cód. Civ., art. 2.611 a "contrario sensu").
Como todas las competencias del Estado, éstas también están orientadas, por el
ordenamiento jurídico, a cumplir una finalidad de bien común (interés público en otra
terminología).
El fundamento jurídico de estos límites emerge de los arts. 14 y 28 de la C.N. y del art.
2.513 del Cód. Civ. Todos los derechos, en nuestro país, se ejercen conforme a las leyes
que reglamentan su ejercicio. Tal reglamentación legal debe cumplir con la exigencia de
razonabilidad imperada por el segundo de los preceptos constitucionales mencionados.
Este interrogante nos lleva a indagar, de manera harto breve, en el fundamento mismo
del derecho. En este sentido, siguiendo a Barra, diremos que toda relación entre seres
humanos está sujeta a normas de conducta, generales o particulares, normas que serán
religiosas, morales y jurídicas, entre otras.
Las normas de derecho regulan siempre conducta humana. En forma mediata cuando
refieren a los sujetos de derecho ideales o al estatuto jurídico de los bienes, o en forma
inmediata, cuando contemplan al ser humano. A su vez la conducta humana objeto de la
regulación jurídica es la conducta interpersonal, o sea, con efectos externos al agente que
las lleva a cabo. A su vez la conducta interpersonal deriva de la tendencia del hombre a
vivir en sociedad, es decir, a convivir con sus semejantes.
Sólo en sociedad tiene sentido hablar de derechos subjetivos (en un concepto amplio
que incluye el interés legítimo y el difuso). La necesidad de ordenar el ejercicio de estos
derechos entre los miembros de la comunidad, para no avasallar las prerrogativas de los
demás ni afectar el bien común de ella, hace necesaria la existencia de un sujeto
ordenador (el Estado, como elemento formal, y en cuanto gobierno organizado por la
Constitución), que cumplirá esta tarea a través del ordenamiento jurídico y sus
instituciones (el legislador que —dentro del marco brindado por la Constitución— dictará
las normas superiores que regulan los límites a los derechos, incluyendo al dominio, y los
jueces y la administración que aplicarán dichas normas, en la medida en que las mismas
sean acordes a la Constitución, especialmente en cuanto a su razonabilidad), todo ello con
fundamento en la justicia general o legal.
También nos parece prudente aclarar que los límites al ejercicio de los derechos tienen,
si se quiere, un doble efecto. Por un lado, ciertamente, disminuyen el alcance de los
mismos, pero por otro amplían las posibilidades de actuación de las personas. Veamos
algunos ejemplos:
a) Cuando debemos admitir que la municipalidad coloque una chapa con el nombre de
la calle y la correspondiente numeración en una pared de nuestra casa, vemos limitado
nuestro derecho de propiedad; pero cuando usamos la vía pública la existencia de estos
carteles, colocados en otros inmuebles, facilitan nuestra circulación;
c) Cuando debemos respetar las señales de tránsito en calles, avenidas y rutas (luz roja
en el semáforo, límites a la velocidad, etc.), y las normas de tránsito en general, vemos
limitado nuestro derecho a circular. Pero cuando los demás automovilistas deben respetar
las mismas señales de tránsito y las demás normas en la materia, somos directos
beneficiados de ellas, pues nuestras posibilidades de conducta aumentan. Si las normas
de tránsito fuesen respetadas en nuestra comunidad ¿existiría la misma cantidad de
muertos, heridos y destrozos que caracterizan a los argentinos?
En suma el ordenamiento jurídico es ordenador (derecho viene del latín "directum" idea
de dirigido), es disciplina. Sólo en una sociedad ordenada (disciplinada) habrá derechos
subjetivos y libertad. Por lo tanto orden (limitaciones) y libertad son términos
inescindiblemente unidos de una ecuación necesaria: la vida en sociedad característica del
ser humano.
a) Ningún ente o realidad (en el sentido más amplio que se les pueda dar a estos
términos) es absoluto. Tal idea es inasible para el ser humano y no permite definir ningún
concepto útil para la dogmática jurídica. Los conceptos y clasificaciones, en el ámbito
normativo, sirven para determinar el sub-sistema jurídico aplicable. En la medida en que
no posibiliten cumplir esta función interpretativa carecen de utilidad para el derecho y, por
lo general, fundan competencias del Estado que arrasan o restringen indebidamente los
derechos de las personas;
c) Una de las notas más importantes empleada por la CSJN para definir el derecho de
propiedad, reconocido por nuestra C.N., además de su contenido patrimonial, es la
posibilidad de defenderlo por medio de una acción judicial. La existencia de este medio de
protección, conlleva la posibilidad jurídica de ejecutar la decisión judicial coactivamente.
Las restricciones son las exigencias normativas, propias y habituales, del ejercicio del
derecho de propiedad, al que no pueden ni desmembrar ni extinguir. Implican, de manera
inescindible, limitaciones y ampliaciones del ejercicio del mismo. Son connaturales al
dominio y mejoran la convivencia social de las personas.
Como ejemplo podemos mencionar la legislación sobre ruidos molestos: El vecino que
desea escuchar determinado género musical podrá hacerlo en su propiedad empleando un
volumen razonable, que no implique obligar a dicha escucha al resto del pueblo.
Correlativamente otro vecino escuchará, en las mismas condiciones, otro género musical
sin que ambos se interfieran mutuamente ni perjudiquen la bucólica tranquilidad del resto
del vecindario.
b) Caracteres
d) Variadas: Son de muy distinta índole, variando conforme a cada época y a las
condiciones culturales y técnicas de cada comunidad.
La indisponibilidad temporal que esta medida implica no es, por su sola ejecución,
indemnizable. Sólo correspondería la reparación de los daños causados si el secuestro fue
ordenada ilegal o arbitrariamente.
Por lo tanto, y sin pretender plantear debates meramente terminológicos, creemos más
apropiado hablar de limitaciones que, para cumplir la función compatibilizadora a que nos
referimos ut supra, implican el desmembramiento del derecho de propiedad.
a) Concepto
Esta figura del derecho público no puede ser asimilada a la servidumbre privada
regulada por el Cód. Civ. en su art. 2.971 pues no hay inmueble dominante. Parece más
adecuado encontrar un paralelo en la figura del art. 2.972, que no exige tal fundo
dominante (aunque tampoco impide su existencia), y que pone el acento en la prerrogativa
concedida a un sujeto de derecho. Además de ello, discute la doctrina, en el caso del art.
2.972, si tal prerrogativa es una servidumbre o un derecho de uso, habitación o usufructo.
Por ello, y por no aceptar que el Estado tiene derechos, creemos más apropiado hablar de
competencia de uso.
b) Caracteres
b) Integra el dominio público: Este competencia de uso integra las prerrogativas del
dominio público.
c) Titularidad: El titular de una servidumbre administrativa es el Estado (por
administración central o descentralizada). Él también puede constituirlas a favor de un ente
no estatal o un particular, en la medida en que presten un servicio público o una actividad
de interés público. Ver las Leyes Nº 24.065,art. 83 para los transportistas y distribuidores
de electricidad y 24.076, art. 22 y su referencia a los arts. 66 y 67 de la Ley Nº 17.319 para
los transportistas y distribuidores de gas.
d) Variadas: Son de muy distinta índole, variando conforme a cada época y a las
condiciones culturales y técnicas de cada comunidad. Encontramos servidumbres de
"ducto": acueducto (Cód. Civ. art. 3.082), electroducto (Ley Nº 24.065, modificatoria de la
Ley Nº 19.352), gasoducto (Ley Nº 24.076), sirga o camino ribereño (Cód. Civ., art. 2.639 y
ss.), ferroviarias (Ley Nº 18.374), aeronáutica (Cód. Aeronáutico, art. 30 y ss.), de minería
reguladas por el código de la materia, etc. No existe una enumeración taxativa de las
mismas.
e) Objeto: El mismo está constituido por una prerrogativa (el uso, no la disposición ni el
goce), que se ejerce sobre el bien inmueble. Por lo tanto divide, sin extinguir, el derecho de
propiedad del afectado. El bien inmueble debe ser ajeno al titular de la competencia de
uso. Esta prerrogativa de uso puede ejercerse sobre bienes del dominio público o privado
del Estado y sobre el dominio de los particulares. En el caso en que afecte un bien sujeto a
la dominicalidad pública, la servidumbre administrativa no deberá afectar el uso común o
especial propio del dominio público. Por ejemplo: el tendido de redes de transporte y
distribución de agua, gas, electricidad y telecomunicaciones, aéreas o subterráneas,
respecto a la vía pública.
ii) En materia de servidumbres reguladas por la Ley Nº 24.076 ver los arts. 22 (su
remisión a los arts. 66 y 67 de la Ley Nº 17.319), 66, 70 y 73.
iv) El proceso judicial a seguir podrá ser ordinario o sumario, según la ley aplicable.
5) no uso por prolongado tiempo. El no uso muestra la desaparición del interés público
que justificó la regulación de la servidumbre (desuetudo de la ley). La derogación tácita de
la ley dará lugar a la desafectación, también tácita, del bien. También podría suceder que
el no uso por tiempo prolongado conlleve la desafectación del bien sin extinguir la ley. En
este último caso se lo podrá afectar nuevamente en el futuro si la ley respectiva continua
vigente;
b) Caracteres
a) Competencia de uso (ius utendi) y goce (ius fruendi): Habitualmente se la asimila con
el derecho real de uso y goce. Se trata de una prerrogativa (reiteramos de uso y goce),
cuyo ejercicio es apreciable en dinero en ciertos casos (expresión ésta cuyo significado
aclararemos infra), incluida en la dominicalidad pública, que establece un vínculo directo
(inmediato) entre el Estado (sujeto de derecho, que actuará por sí o por interpósita
persona) y un bien mueble o inmueble, con una finalidad de bien común (uso público).
Está regulada por el derecho público y su origen es legal (Ley Nº 21.499,arts. 55 a 70).
b) Integra el dominio público: Esta competencia de uso y goce integra las prerrogativas
propias del dominio público.
e) Finalidad: Es siempre una razón de bien común o interés público (no olvidemos que
se trata de actividad estatal, específicamente ejercicio de función administrativa).
No genera derecho a obtener, a favor del sujeto pasivo, canon locativo alguno y, de
suyo, la ocupación temporánea anormal no es indemnizable. Sin embargo, en la medida
en que, como consecuencia directa de la misma, se causen daños al bien afectado, su
titular dominial podrá reclamar la reparación de los mismos (daños que deberá alegar y
probar, tanto en cuanto a su existencia como en cuanto al vínculo causal con la ocupación
temporánea). La indemnización, en este caso, sólo comprende el daño emergente.
b) Normal: Es la privación del uso y goce de un bien por razones de necesidad pública,
sin la urgencia que caracteriza a ocupación temporánea anormal. Requiere la previa
declaración de utilidad pública por el órgano legislativo.
El afectado tiene derecho a ser resarcido por la privación del uso y goce del bien (valor
de uso). Además deberá ser indemnizado por los daños derivados de la ocupación
temporánea normal, si se produjeren (ver al respecto los arts. 62 y 66 de la LE). La
indemnización alcanzará al daño emergente, con exclusión del lucro cesante, por
aplicación supletoria de la LE, art. 10.
El valor de uso, en el caso de bienes inmuebles, y ante la falta de acuerdo, será fijado
por el juez, previo dictamen del Tribunal de Tasaciones de la Nación (LE, art. 13). Ello no
impide la intervención de peritos designados por las partes en el juicio y la producción de
otras pruebas, en la medida que resulten admisibles.
Si se tratare de bienes muebles, para la fijación del valor de uso y ante la falta de
acuerdo entre partes, intervendrán las oficinas técnicas competentes a designarse (LE, art.
13). También podrán intervenir peritos de parte y producirse otras pruebas. Con el
dictamen de dichas oficinas, y producidas las pruebas admisibles, el juez fijará el valor a
abonarse al propietario afectado.
La ocupación temporánea normal tendrá un plazo máximo de dos años, a contar desde
la toma de posesión del bien por el ocupante (arg. en torno al art. 69 de la LE).
Si vencidos los dos años no fuere reintegrado el uso y goce del bien a su propietario,
éste deberá intimar fehacientemente su devolución al ocupante y al Estado (en el caso en
que fueren fuesen diferentes), judicial o administrativamente, por un plazo de treinta días
hábiles administrativos (LE, art. 64). Vencido el plazo sin que la intimación tuviese
resultado positivo, el propietario puede iniciar la acción por expropiación irregular (LE, art.
64) o las acciones necesarias para la devolución del bien, todo ello dentro del plazo de
cinco años a contar desde que el ocupante debió devolver el bien (LE, art. 70). A los
efectos del cómputo de este plazo debe tenerse en cuenta que la intimación del art. 64
suspende la prescripción durante los treinta días de vigencia de ella. La intimación puede
practicarse en el domicilio estatal que corresponda, o en el domicilio del ocupante o en el
lugar del inmueble o mueble sujetos a ocupación temporánea normal. Sin perjuicio de lo
dicho, la constitucionalidad de este plazo es más que dudosa, pues implica la posibilidad
de perder la propiedad en plazos más breves que los del Cód. Civ. para la prescripción
adquisitiva.
El mismo plazo de prescripción es aplicable para exigir el pago del valor de uso y de las
indemnizaciones que correspondan (LE, art. 69). Esta disposición emplea el vocablo
"indemnizaciones" sin distinción alguna, por lo que —entendemos— abarca ambos
supuestos (ubi lex non distinguit nec nos distinguere debemus). El plazo prescriptivo
comenzará a correr desde que el ocupante tomó posesión del bien por imperio de dicha
norma.
El bien sujeto a ocupación temporánea normal no puede ser destinado a un fin de bien
común concreto diferente al que motivó el ejercicio de esta competencia. Si así sucediere y
en atención a la violación de la finalidad específica de la misma y al carácter restrictivo de
toda competencia, el propietario puede iniciar una acción similar a la retrocesión de la
expropiación, resultando aplicables, supletoriamente, las disposiciones de la LE relativas a
la misma.
a) Concepto
La requisición la competencia del Estado, que implica una situación de sujeción general
y permanente de los bienes muebles comprendidos en la misma, a efectos de ejercer el
uso y goce (requisición de uso) o extinguir la propiedad (requisición extintiva), por razones
de bien común (interés público) calificadas por ley formal, e indemnizadas. Tratándose de
bienes es una figura que se confunde, en gran medida, con la ocupación temporánea y
con la expropiación.
b) Caracteres
a) Calificación de utilidad pública y bienes sujetos a ella: Debe existir calificación legal
de utilidad pública sobre cierta clase de bienes muebles. Este instituto no comprende a los
bienes inmuebles.
Por lo tanto, y sin pretender plantear debates meramente terminológicos, creemos más
apropiado hablar de limitaciones que, para cumplir la función compatibilizadora a que nos
referimos ut supra, afectan la indeterminada duración del derecho de propiedad que
habitualmente lo caracteriza.
5.1. Expropiación
a) Introducción
b) Concepto
La expropiación es un instituto de derecho público por el cual el Estado priva
coactivamente de la propiedad a otro sujeto de derecho, por causa de utilidad pública,
calificada por ley y mediante indemnización en dinero.
La calificación de utilidad pública debe ser realizada por ley formal. Como principio
general debe abarcar bienes determinados (art. 5º, LE). En situaciones excepcionales
podrá hacerse una identificación genérica o por áreas geográficas (en este último caso si
la identificación genérica se refiere sólo a inmuebles), observando los requisitos exigidos
por dicho art. 5º. Cuando la calificación es genérica el PEN deberá efectuar la
determinación concreta de los bienes, dentro de los límites de dicha calificación de utilidad
pública.
Entendemos que esta posición es equivocada. La justicia debe asegurar, ante todo, la
supremacía constitucional y los derechos por ella reconocidos. Esta competencia del
Estado, como todas las competencias, es de ejercicio excepcional y de interpretación
restrictiva. Por lo tanto le corresponde al propio Estado acreditar, más allá de una duda
razonable, la existencia de una razón de utilidad pública o bien común que justifique
extinguir el derecho de propiedad de una persona. Además la restrictiva postura de los
jueces consagra la omnipotencia del legislador, desequilibrando el estado de derecho.
Son sujetos pasivos, por excelencia, los particulares. También pueden serlo, más
excepcionalmente, el EN y las provincias (LE art. 3º y C.N.arts. 32 y 75, inc. 32), en su
dominio público o privado.
1) Bienes del dominio público: El EN puede expropiar bienes del dominio público de las
provincias. En situaciones excepcionales estas últimas pueden hacerlo respecto de bienes
del EN, siempre que esté en juego la existencia de la provincia como tal. En caso de
conflicto entre una ley provincial (declarativa de utilidad pública) y una nacional (sujetando
un bien al dominio público del EN) la CSJN deberá resolver teniendo en cuenta tanto la
preexistencia y autonomía de las provincias respecto de la Nación, como la supremacía
federal del art. 31 de la C.N.
2) Bienes de la Iglesia Católica: Los bienes de la Iglesia Católica dedicados al culto (su
enajenación se rige por el CDC) no son expropiables, salvo consentimiento de la autoridad
eclesiástica competente.
Mención aparte nos merece el art. 31 de la LE. El mismo otorga un plazo prescriptivo de
5 años para exigir el monto indemnizatorio, desde que dicho monto queda fijado con
carácter definitivo. ¿Qué sucede si el Estado (sujeto activo de la expropiación) no insta la
inscripción del dominio y el pago de la indemnización durante este plazo? Parecería, en la
letra de la ley, que el expropiado pierde su derecho a reclamar la indemnización y se verá
expuesto a la pérdida de su derecho de propiedad sin compensación alguna. Esta
conclusión es inaceptable. El interés público exige, no sólo que la expropiación se lleve a
cabo, sino que el dominio se transfiera previo pago al afectado de la pertinente
compensación. Entendemos que esta disposición debería ser considerada inconstitucional
o, por lo menos, inaplicable. La expropiación debe llevarse a cabo cumpliendo
rigurosamente todas las exigencias constitucionales y legales, siendo el Estado el primer y
principal obligado a ello (principios de juridicidad en el ejercicio de la función administrativa
y de la verdad material).
El abandono no resulta admisible si: a) leyes especiales declaran inadmisible los plazos
mencionados ut supra; b) cuando leyes orgánicas municipales autorizan a expropiar
porciones de inmuebles afectados a rectificación o ensanches de calles y ochavas y c) en
el caso de la expropiación diferida de bienes inmuebles, sujetos a planes de urbanización
(art. 34, LE). En este último caso rige el procedimiento previsto en el art. 34 de la LE.
Esta acción, en la cual el impulso procesal está a cargo del expropiado, fue admitida por
la jurisprudencia y luego regulada en los arts. 51 a 56 de la LE.
Si estas conductas del Estado fuesen llevadas a cabo sin previa declaración de utilidad
pública, los derechos del propietario estarán resguardados por acciones judiciales
(eventualmente reclamos administrativos, a elección del afectado), tendientes a obtener la
cesación de dichas restricciones y los pertinentes daños y perjuicios. En la medida en que
se acrediten debidamente, el propietario podrá reclamar tanto el daño emergente como el
lucro cesante.
e) Derecho de retrocesión
La acción de retrocesión (medio de defensa judicial del derecho del mismo nombre)
exige cumplir los siguientes requisitos procesales:
a) Si al bien no se le hubiese dado destino alguno, por dos años, contados desde el
perfeccionamiento de la expropiación, el expropiado deberá intimar fehacientemente al
expropiante para que asigne al bien el destino establecido en la ley de calificación de
utilidad pública (art. 39. LE). El Estado tendrá un plazo de 6 meses para darle el destino
pertinente;
La suma a devolver debe ser actualizada (conforme al arbitrio judicial), sin que dicha
actualización pueda ser fuente de ganancias para el expropiante. Se trata, estrictamente,
de mantener el valor de la indemnización.
a) Si la transferencia hubiese sido a título gratuito, sin una finalidad de bien común
declarada en la pertinente ley de utilidad pública previa a dicha transferencia, procederá la
acción de retrocesión;
b) Si la transferencia hubiese sido a título oneroso a un tercero de buena fe
(necesariamente debe desconocer la previa expropiación, o deberá existir una finalidad de
bien común declarada en la pertinente ley de utilidad pública previa a dicha venta), la
transferencia no podrá verse afectada por la acción de retrocesión;
5.2. Decomiso
a) Concepto
Consiste en la extinción coactiva del dominio de bienes muebles privados, por razones
de bien común, a título de sanción.
b) Caracteres
A título penal corresponde en los casos previstos por el art. 23 del Código Penal, el que
impera, como principio general, el decomiso y destrucción de los elementos empleados
para delinquir (en la medida en que se hubiesen fabricado para dicha finalidad, no en los
casos de delitos culposos) o de los efectos obtenidos mediante la comisión de dicho delito,
mediando condena penal firme. La destrucción no será necesaria si dichos elementos y
efectos pueden ser empleados por el Estado. Se trata de una sanción accesoria de la
condena penal firme por delito doloso.
6. Dominio público
6.1. Concepto
Esta noción, cuyos antecedentes remotos vienen del derecho romano, puede ser
caracterizada pero no definida analíticamente. Depende, por lo tanto, de cada
ordenamiento jurídico.
En este sentido todos Estado necesita una organización y definiremos a la misma como
una reunión de personas y de bienes (materiales, inmateriales, muebles e inmuebles),
para lograr determinada finalidad, conforme a determinados procedimientos. En toda
organización el ordenamiento jurídico es uno de los elementos fundamentales.
Un concepto similar podemos usar para el dominio privado del Estado, sólo que en este
último caso la protección jurídica es menor. Ver para ambos casos los arts. 2.339, 2.340 y
2.342 del Cód. Civ., cuya enumeración es enunciativa.
Cabe aclarar que ambos dominios están destinados a cumplir una finalidad de bien
común, por lo que el dominio privado del Estado nada tiene que ver, salvo semejanzas
circunstanciales y de menor importancia, con el dominio de los particulares. En este
sentido el Estado no puede disponer de los bienes del dominio privado a semejanza de un
particular. Sólo puede emplearlos por las causales, conforme a los procedimientos y para
los fines establecidos por el derecho. Por otra parte la jurisprudencia, desde muy antiguo,
estableció que los bienes del dominio privado del Estado no se pueden ejecutar si con ello
se compromete el bien común (interés público).
a) Elementos
a) Normativo: No hay bienes del dominio público por naturaleza. Para que un bien del
Estado integre el mismo debe existir calificación legal (ley formal), a la que se agregará en
ciertos casos un acto administrativo de afectación.
b) Finalista: Los bienes del dominio público del Estado están destinados a cumplir con
una finalidad de bien común o interés público;
d) Objetivo: El dominio público del Estado está integrado por bienes materiales,
inmateriales, muebles e inmuebles.
b) Principios
a) Inalienabilidad: Los bienes del dominio público del Estado no pueden ser enajenados
ni sujetos a gravámenes. En los casos de permisos o concesiones de uso de estos bienes,
el Estado otorga, por tiempo determinado o determinable, el uso de los mismos a otro
sujeto de derecho, sin perder nunca su titularidad. Además los permisos de uso son
siempre precarios y las concesiones de uso están sujetas al rescate del Estado.
Cabe aclarar que los bienes afectados a la prestación de un servicio público también
son inembargables e inejecutables, mientras dure esta afectación.
c) Afectación
Los bienes del dominio público están destinados al uso común de toda la población o a
un uso especial por ciertos sujetos de derecho.
El uso común es libre pues está librado a los habitantes de la comunidad en forma
impersonal y, por ende, no está sujeto a previa autorización administrativa, salvo
excepciones que surgirán de la ley. Es gratuito como principio general, sin perjuicio de ser
oneroso en ciertos casos (peaje de rutas y caminos, canon para acceder a ciertos paseos
y lugares destinados a la población en forma impersonal). La onerosidad debe emanar de
la ley. Entendemos que los habitantes de la comunidad, especialmente después de la
reforma constitucional de 1994, tienen un derecho de incidencia colectiva al uso común del
dominio público.
Mientras los permisos de uso son actos administrativos que otorgan derechos precarios,
y su revocación, por razones de mérito, oportunidad o conveniencia ampliamente
discrecionales, no da lugar a indemnización alguna; las concesiones de uso son contratos
administrativos, cuya revocación (por similares fundamentos a la de los permisos) da lugar
a indemnización.
La opción por una u otra vía es discrecional de la administración, salvo que se trate de
delitos penales contra el dominio público, o el carácter de pública dominicalidad sea
dubitado. En ambos casos deberá recurrir a la justicia.
Abreviaturas
Introducción
Esto no impide que se recurra por analogía a las normas del Código Civil, pero las
mismas cuando son aplicadas están siempre sujetas a las modificaciones del Derecho
Público.
Roberto Dromi explica que se suele hablar de Responsabilidad civil del Estado pero no
se trata de una responsabilidad de derecho privado y sólo podemos decir que es civil en el
sentido en que se traduce en una indemnización de daños y perjuicios.
Recién en 1873 en Francia, con el caso Blanco se admite la responsabilidad del Estado
basada en la noción de falta de servicio y se prescinde de la culpa como presupuesto de la
responsabilidad del Estado.
El padre de la menor Agnés Blanco, embestida por un vagón de una empresa que le
cortó las piernas promovió acción civil de indemnización ante los tribunales judiciales
fundada en los arts. 1382 y ss. del Código de Napoleón.
Afirma Alejandro Dalmacio Andrada que en este caso se planteó un conflicto negativo
de competencia, si debía entender la Corte de Casación o el Consejo de Estado.
Pero la expresión francesa faute tiene un significado mucho más amplio y más objetivo
que el término culpa y tanto la doctrina como la jurisprudencia francesa asignan carácter
objetivo a la falta de servicio (la apreciación de la falta es una apreciación de elementos
objetivos).
La responsabilidad por error judicial está regulada por el art. 446 del Código de
Procedimientos en lo criminal, reformado en 1895, que establece que: "los injustamente
condenados, cuya inocencia resulte luego comprobada a raíz de un examen ulterior del
proceso, así como los familiares en caso de fallecimiento, pueden exigir un resarcimiento a
cargo del Estado, además de una rehabilitación moral consistente en la publicación amplia
del fallo resolutorio".
Cassagne enseña que la falta de servicio significa la alteración del principio de igualdad,
al tener que soportar el particular el ejercicio irregular de la función administrativa que es
debida "por igual" a todos los administrados en forma regular y permanente.
Y que por servicio público debe entenderse la noción amplia que abarca toda la
actividad jurídica o material emanada de los poderes públicos.
Por otra parte piensa que en un sistema jurídico caracterizado por el dualismo (en el
que el Derecho Público aparece separado del derecho privado) como es característica
común en los ordenamientos jurídicos europeos continentales y latinoamericanos, resulta
prácticamente imposible postular la unidad del derecho de daños.
Dicho art. 106, en su segundo párrafo prescribe que: "Los particulares, en los términos
establecidos por la Ley, tendrán derecho a ser indemnizados por toda lesión que sufran en
cualquiera de sus bienes y derechos, salvo en los casos de fuerza mayor, siempre que la
lesión sea consecuencia del funcionamiento de los servicios públicos".
La indemnización por error judicial requiere que el Tribunal Supremo por sentencia
declare la comisión de un error judicial insubsanable y entonces se realiza una solicitud
dirigida al Ministerio de Justicia cuya decisión es revisada por la jurisdicción contencioso
administrativa.
Se prevé la indemnización para los condenados por un delito que no se cometió (error
judicial), para quienes hayan sufrido prisión preventiva si posteriormente son absueltos en
la Ley Orgánica y el mecanismo resarcitorio comienza con la solicitud ante el Ministerio de
Justicia.
En cuanto al error judicial lo prevé el art. 24 de la Constitución italiana que regula que la
ley determina las condiciones y modos para la reparación de los errores judiciales y el 28
regula la responsabilidad directa de los funcionarios que se extiende al Estado.
La ley 117 de 1988 regula el resarcimiento de los daños causados en el ejercicio de la
función judicial y la responsabilidad civil del magistrado.
El art. 288 del Tratado de Roma da como patrón del sistema de responsabilidad los
principios generales comunes a los Estados Miembros (y éstos difieren en cuanto a los
factores de atribución objetivo-subjetivos)
Las dos grandes leyes que regulan la responsabilidad del Estado en Inglaterra y
Estados Unidos, son de 1946 y 1947, recíprocamente, y marcan el desplazamiento de la
responsabilidad del funcionario a la del Estado, aun cuando el sistema general sigue
siendo restrictivo (se requiere autorización legislativa para demandar a EEUU).
El art. 37, apartado 6º de la Constitución de Brasil regula que "las personas jurídicas de
Derecho Público y las de derecho privado prestadoras de servicios públicos responderán
por los daños que sus agentes, en esa calidad, causen a terceros, asegurando el derecho
de repetir contra el responsable en los casos de dolo o culpa".
Bandeira de Mello para la responsabilidad estatal por omisión considera que la misma
es subjetiva basada en la noción de falta de servicio y pone énfasis en las teorías del
riesgo administrativo y del riesgo integral.
Roberto Dromi enfatiza que se encuentra en la Constitución Nacional toda vez que la
actividad de algún órgano del Estado causa un perjuicio especial a un habitante de la
Nación lesionando los derechos consagrados en los artículos 14 a 20.1.
- Sacrificio especial e igualdad ante las cargas públicas: los arts. 4º y 16 in fine
establecen que las contribuciones exigidas a los habitantes deben ser equitativas y
proporcionales. Si se produce un sacrificio especial por acto legítimo o no de
cualquier órgano del Estado, debe restablecerse la igualdad de todos los habitantes,
mediante una indemnización a cargo del Estado que generalice el sacrificio especial
que se ha exigido al damnificado.
- Garantía del derecho de propiedad: el art. 17 estatuye que nadie puede ser privado de
su propiedad sin ser indemnizado, por lo que se impone la consecuente
responsabilidad del Estado. El derecho de propiedad ha sido interpretado por la
Corte Suprema de Justicia en sentido amplio ("Bordieu c /Municipalidad de Capital",
Fallos: 145:307), puede aplicarse a casi todos los supuestos de lesión de derechos
individuales.
a) Responsabilidad Precontractual
Pensamos que dicha normativa es inconstitucional pero es la que rige a nivel nacional y
la inconstitucionalidad que postulamos deberá ser planteada a nivel jurisdiccional.
b) Responsabilidad Contractual
Tiene lugar cuando la Administración no cumple con sus obligaciones, alterando con
ello la ecuación económico financiera del contrato. Por ejemplo, en el caso del ius
variandi consagrado por el art. 12 inc. b) del Decreto 1023/2001 (el Estado puede modificar
unilateralmente las condiciones contractuales en un 20% en más o en menos) cuando se
supera el tope legal, el contratista no está obligado a aceptarlo y puede pedir la rescisión
del contrato y la indemnización de los daños y perjuicios.
Como dice nuestro codificador en la nota al art. 514 del CC se entiende por hechos del
soberano los actos emanados de su autoridad tendiendo a disminuir los derechos de los
ciudadanos.
Se trata de medidas que repercuten sobre el contrato (en el año 2000 por decreto del
poder ejecutivo nacional se redujo en un 13% el pago de la remuneración del contratista).
En el hecho del príncipe está presente el álea administrativa. Debe tratarse de actos de
alcance general y de carácter imprevisible.
c) Teoría de la imprevisión
La prevé el art. 1198 del CC y en el derecho administrativo el cocontratante debe seguir
ejecutando el contrato. Se aplica a los contratos de ejecución continuada o diferida. La
prestación a cargo de la parte debe tornarse excesivamente onerosa y el acontecimiento
perturbador debe ser razonablemente imprevisible y ajeno a la voluntad de las partes y de
efectos temporarios (sino sería fuerza mayor).
d) Fuerza mayor
En la antigüedad la fuerza mayor era para los hechos humanos y el caso fortuito para
los de la naturaleza. Nuestro derecho los utiliza como sinónimos.
La ley de obras públicas 13.064 considera casos de fuerza mayor, los que tengan causa
directa en actos de la Administración.
e) La excepción de incumplimiento
Está regulada en el art. 1201 del CC. En el Derecho administrativo la Procuración del
Tesoro de la Nación ha establecido en numerosos dictámenes que no se aplica para los
contratos de obra pública y de concesión de obra pública porque está en juego el orden
público.
En los casos de rescisión del contrato de obra pública por faltas atribuibles a la
Administración, la indemnización se limita al daño emergente.
En el rescate, en los contratos de concesión de obra pública y de servicio público se
indemniza daño emergente y lucro cesante.
f) Responsabilidad extracontractual
- Ley inconstitucional que lesiona el patrimonio del administrado ("Acuña", Fallos: 259:
39; "Corcemar", Fallos: 262:22).
- Muerte o lesiones causadas con automotores del Estado o por agentes de las fuerzas
armadas o de seguridad.
- Por actos y hechos ilícitos de sus agentes: informes erróneos del Registro de
propiedad, errores de inscripciones.
Los restantes factores de atribución (garantía, enriquecimiento sin causa, riesgo) son
algo así en el Derecho Público como el cajón del sastre, en términos de Cassagne, al que
van a parar teorías que tienen mayor arraigo en el derecho privado.
Juan Carlos Cassagne afirma que en este caso el administrado tiene el deber de
aceptar el sacrificio pero no de soportar el daño.
La reparación se limita al daño emergente (al valor objetivo del derecho sacrificado).
Los casos que la originan son numerosos y muchos tienen su fundamento en la ley
formal.
- Realización de obras públicas que disminuyen el valor de los inmuebles linderos de los
particulares.
La reparación tiene que ser integral: daño emergente y lucro cesante, ya que el
administrado no tiene la obligación de soportarla y menos aún de padecer el daño.
Pero Roberto Dromi resalta que fue un caso aislado y la tesis de la responsabilidad
indirecta se siguió aplicando hasta 1985.
En 1985, en el caso Vadell, Jorge F. c/Provincia de Buenos Aires (La Ley, 1985-B, 3) la
CSJN admite la responsabilidad extracontractual del Estado basada en la noción de falta
de servicio (se trataba de errores en certificados registrables).
El art. 1112 regula la responsabilidad extracontractual del Estado por falta de servicio y
es una norma de Derecho Público que prescribe la responsabilidad de las personas
públicas por el ejercicio irregular de la función administrativa.
- Imputabilidad del acto o hecho a un órgano del Estado: se trata de una imputación
objetiva;
- El derecho afectado puede ser tanto un derecho subjetivo como un interés legítimo:
debe tratarse de un perjuicio apreciable en dinero (tanto patrimonial como moral);
Pero también se admite la responsabilidad por actos normativos lícitos que causan un
daño que sobrepasa los sacrificios normales que pueden imponer una ley o un reglamento
a los particulares, siendo otro de los aspectos de la responsabilidad extracontractual por
actividad legítima (y por ende rigiendo los principios para esta responsabilidad ut supra
enunciados).
Así por ejemplo en Cantón (Fallos, 301:403, La Ley, 1979-C, 19), la Corte descartó la
impugnación relativa a la validez del decreto que prohibía la importación de determinados
productos para defender la industria nacional pero ordenó el resarcimiento resultante de la
actividad lícita (se afectó en el caso una operación de compraventa internacional en vías
de ejecución).
Nuestra CSJN en el caso Vignoni Antonio S. c/Estado de la Nación (el DT 129, 521) ha
establecido que para la procedencia del error judicial es esencial que la sentencia que
origina el daño sea declarada ilegítima y dejada sin efecto.
El error judicial está reconocido por la mayor parte de las Constituciones provinciales
(La Pampa, Chaco, Formosa, Neuquén, Río Negro, Santa Fe, Chubut, Entre Ríos, San
Luis, Mendoza, Santiago del Estero, la Rioja, San Juan).
En el mismo sentido está regulado por el art. 14 del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos.
En las provincias, Dromi explica que los Códigos procesales penales han establecido
los requisitos para su procedencia.
Así, el artículo 10 del Pacto de San José de Costa Rica establece que: "Toda persona
tiene derecho a ser indemnizada conforme a la ley en caso de haber sido condenada en
sentencia firme por error judicial".
La prisión preventiva es la medida cautelar por la cual el juez puede restringir la libertad
de una persona antes de la sentencia definitiva, mediante el dictado previo del auto del
auto de procesamiento, a fin de asegurar la sujeción del imputado al proceso, siendo el
bien jurídico protegido la administración de justicia.
Las posturas doctrinarias relativas a la responsabilidad del Estado por prisión preventiva
y la de nuestro más alto Tribunal han adherido al criterio restrictivo que tiene en cuenta la
existencia de un error judicial para admitir la procedencia de la indemnización.
Tal como se ha señalado, el auto de prisión preventiva debe ser incuestionablemente
infundado o arbitrario, para que surja la consecuente responsabilidad del Estado que se
traduce en la obligación de reparar el daño causado.
Al respecto el artículo 9.5 del Pacto de Derechos Civiles y Políticos (Adla, XLVI-B, 1107)
prescribe que: "Toda persona que haya sido ilegalmente detenida o presa, tendrá el
derecho efectivo a obtener reparación".
Como expresa el Dr. Germán J. Bidart Campos: "Para resumir la cuestión b') la
privación de la libertad durante el proceso exige causales severas e ineludibles; b") si las
hay, queda todavía otra exigencia, que es la duración razonablemente breve de la medida
de excepción [...]"
En este orden de ideas, el Dr. Javier Barraza afirma que "[...] se reconoce actualmente
que existe el derecho a un resarcimiento por parte del Estado cuando se configura alguno
de los siguientes casos: a) error judicial; b) prisión preventiva dispuesta sobre la base de
una actividad policial ilegítima; c) irregular prestación del servicio de justicia —tal es el
caso de la excesiva prolongación de la prisión preventiva— y d) adquisición de certeza
sobre la inexistencia del hecho o falta de participación de la persona encarcelada".
La detención o prisión preventiva sufrida por una persona que resulte absuelta o
sobreseída le dará derecho a ser compensada por el Estado. El importe de la
compensación será fijado por el tribunal superior de aquel que hubiera ordenado la
medida, con intervención del ministerio público. Quien pretenda un importe superior deberá
reclamarlo ante los tribunales competentes por la vía que corresponda.
Compartimos el criterio restrictivo para admitir la responsabilidad del Estado por prisión
preventiva, dada la necesidad de conciliar la necesidad de administración de justicia con el
derecho a la libertad personal.
Y fundamentalmente, consideramos siguiendo al Dr. Tawil, "[...] que al igual que en toda
la responsabilidad estatal, el basamento es de tipo objetivo, por lo que basta la
consideración del error judicial como resultado [...]"
Cassagne sostiene que resulta aplicable el 4023 del CC que establece un plazo de
prescripción de 10 años (para acciones personales por deudas exigibles y acciones de
nulidad) salvo que normas especiales dispongan un plazo menor.
Es decir que el Estado o sus entidades incumplan una obligación expresa o implícita y
debe tratarse de un deber concreto y no de una obligación genérica, en términos de
Cassagne.
Hugo Echarri explica que a nivel nacional y a partir del caso "Vadell", gran parte de la
doctrina se inclina por la postura que considera que la responsabilidad extracontractual del
Estado por omisión es directa y objetiva (Marienhoff, Cassagne, Gordillo).
Gambier afirma que la cuestión debe ser abordada dentro del concepto de falta de
servicio.
Bustamante Alsina explica que el poder de policía instituido para preservar el bien
común constituye un atributo irrenunciable del Estado [...] Esa actividad del Estado no sólo
es lícita sino que su ejercicio constituye un deber implícito de la Constitución y explícito en
las respectivas leyes orgánicas de las policías provinciales. De allí que el incumplimiento
de ese deber, omitiendo hacer aquello que es indispensable para preservar la seguridad
pública, convierte en ilícita esa abstención (art. 1074 del CC) [...] Esa responsabilidad del
Estado por los actos u omisiones de sus órganos es una responsabilidad directa, fundada
en la idea objetiva de falta de servicio, aun cuando no excluye la posibilidad de que se
configure la falta personal del agente público.
Pensamos que el art. 1074 del Código Civil regula las consecuencias de una omisión
legal expresa o implícita y se aplica en forma subsidiaria en el ámbito del Derecho Público,
y por ende sometido a los principios jurídicos de esta rama del derecho.
7. Etapas de la responsabilidad del Estado en nuestro Derecho
Fundamento Civil: la interpretación estricta y literal del art. 43 antes de la ley 17.711 que
impedía ejercer acciones criminales o civiles por indemnización de daños contra las
personas jurídicas, aunque sus miembros individualmente o en grupo hubiesen cometido
delitos que redundasen en su beneficio.
Bibliografía
BUSTAMANTE ALSINA, JORGE, "La responsabilidad del Estado en el ejercicio del poder de
policía", La Ley, 1990-C, 429.
Corte Suprema de Santa Fe, 1950, "Hilbert Santiago y otro c/Provincia de Santa Fe".
RITTO GRACIELA, Acerca de la responsabilidad del Estado por prisión preventiva, La Ley,
2008-C, 670.
RITTO, GRACIELA, "Acerca de la responsabilidad del Estado por omisión", La Ley, 2006,
615.
"Cuando la Constitución establece que nadie debe ser condenado sin forma
de proceso [...] consagra implícitamente el principio de que nadie puede ser
condenado por un proceso cualquiera [...] El proceso debe ser un proceso
idóneo para el ejercicio de los derechos: lo suficientemente ágil como para
no agotar por desaliento al actor y lo suficientemente seguro como para no
angustiar por restricción al demandado. El proceso, que es en sí mismo sólo
un medio de realización de la justicia, viene así a constituirse en un derecho
de rango similar a la justicia misma [...]".
b) La idea de la tutela judicial, entendida como la satisfacción efectiva de los fines del
derecho que posibilita la realización de la paz social mediante la vigencia de las
normas jurídicas.
Las reglas sobre la defensa en juicio que surgen de la citada norma trascienden el
campo de lo estrictamente penal. Sus aspectos sustanciales deben ser respetados en todo
tipo de proceso, sin diferenciar entre causas criminales, especiales o procedimientos
administrativos. Cabe señalar que éste ha sido el criterio de la Corte Suprema de Justicia
de la Nación (Fallos: 237:193; 127:374; 134:242; 198:467; 312:1042, entre muchos otros).
Por otra parte, los artículos 116 y 117 del texto constitucional se refieren al derecho de
acceso a la jurisdicción en juicios contra el Estado al establecer que el poder judicial
federal debe intervenir en todo tipo de causas o conflictos de derechos o intereses en los
que la Nación sea parte. Además, en el artículo 109 la Constitución Nacional veda al poder
ejecutivo el ejercicio de funciones judiciales.
En nuestro país han sido constantes los casos en que, en pos de superar las graves
emergencias económicas y financieras producidas en distintas épocas de nuestra historia,
se dictaron numerosas normas legales y reglamentarias que han socavado los pilares del
derecho fundamental a la tutela judicial efectiva.
Así, cabe señalar que la legislación de emergencia ha tenido efectos en las distintas
etapas del ejercicio de este derecho fundamental: a través de esa legislación de
emergencia se ha obstruido el acceso a la jurisdicción (artículo 12 de la Ley 25.344 y
artículo 12 del Decreto 214/2002), se ha restringido la protección cautelar (artículo 14 de
la Ley 25.453 que modificó los artículos 195 del CPCCN y 62 de la Ley 18.345 de
Procedimiento Laboral; artículo 3º del Decreto 320/2002 y Ley 25.567) y, finalmente, se ha
obstaculizado la impugnación y la ejecución de las sentencias (artículos 13 a 18 de la Ley
25.344; artículos 8º y 9º de la Ley 25.401,Decreto 1873/2002; artículos 39 y 41 de la Ley
25.567).
Es por ello que, dada la inexistencia de un cuerpo legal a nivel federal que regule el
proceso contencioso administrativo, debemos estudiarlo a través del conjunto de normas
aplicables y decisiones judiciales sobre los distintos problemas que ordinariamente se
presentan en nuestro derecho al momento de promover un juicio contencioso
administrativo.
Así, el sistema condujo, en los hechos, a la indemandabilidad del Estado, ya fuera que
actuara en ejercicio del poder público o como persona jurídica en el ámbito del derecho
privado.
Como consecuencia de esa situación, el Congreso Nacional sancionó la Ley 3.952 (Ley
de Demandas contra la Nación) por la cual se admitió —aunque parcialmente— la
demandabilidad del Estado cuando se tratare de "acciones civiles que se deduzcan contra
la Nación en su carácter de persona jurídica".
Posteriormente, por medio de la Ley 11.634 (de 1932) se eliminó el requisito de la venia
legislativa.
En el orden nacional, tanto la Ley 3.952 como la Ley 11.634 establecieron el requisito
de la reclamación administrativa previa y su denegatoria por parte de la Administración
para poder acceder a la justicia.
El último requisito para acceder a la justicia estaba dado por la necesidad de que se
configurase la denegatoria expresa de la reclamación administrativa previa, o bien, la
denegatoria tácita por el transcurso de un plazo de seis meses y un procedimiento para
instar la resolución (denominado pronto despacho) al que se adicionaba un plazo de tres
meses, a favor de la Administración, antes de dar por habilitada la instancia judicial.
Mairal sostiene que el sistema era de avanzada y superior al norteamericano, ya que no
existían plazos de caducidad ni privilegios procesales a favor del Estado.
Por otro lado, no era exigible el agotamiento de la vía administrativa, ya que el recurso
jerárquico era opcional (como en Francia). Esto determinaba, indirectamente, que la
Administración ganara en eficiencia dado que la interposición de recursos administrativos a
los efectos del agotamiento no constituía un presupuesto para demandar al Estado. Los
únicos plazos que hacían caer la acción judicial eran los plazos de prescripción de los
derechos de fondo que fundamentaban la pretensión procesal.
No obstante, la crítica que la doctrina hace sobre este período, que se extendió hasta el
año 1972 en que se sancionó la Ley Nacional de Procedimientos Administrativos Nº
19.549 (LNPA), se refiere a que la protección jurisdiccional se acordaba sólo a los titulares
de derechos subjetivos. Los llamados intereses legítimos quedaban fuera del marco
procesal, a pesar que en el orden mundial contaban con dicha protección en los países
considerados de avanzada en este aspecto, como Francia e Italia.
Por otra parte, la LNPA prescribió plazos de caducidad que operaban como verdaderos
plazos de prescripción de los derechos de fondo, por el mero transcurso de un breve lapso
cuando el particular no promueve la acción judicial. Por ello, consideramos que se afecta la
tutela judicial efectiva al bloquearse el acceso del particular a la justicia al interpretar que
su voluntad ha sido la de renunciar a este derecho.
Para Cassagne, los plazos de caducidad para accionar contra el Estado debieran
reputarse inconstitucionales, en cuanto cercenan el acceso a la jurisdicción, el derecho de
propiedad y el derecho a una tutela judicial efectiva (artículos 17 y 18 de la Constitución
Nacional y artículos 8º y 25 del Pacto de San José de Costa Rica, de rango constitucional
conforme al artículo 75 inc. 22 de la Constitución Nacional) protegidos en lo que se ha
denominado, según expresión de Salomoni, el "contencioso de los Derechos Humanos".
En otro aspecto, cabe señalar que en esta etapa subsistió la tesis de considerar a la
justicia administrativa como una mera jurisdicción revisora de lo actuado en el ámbito de la
Administración (como un proceso al acto administrativo). Esta postura limitó el control
judicial de la actividad reglada y la revisión del derecho, por lo que ha merecido fundadas
críticas en la doctrina.
El ordenamiento federal se considera incluido entre los sistemas que caracterizan a los
procesos de control jurisdiccional contencioso administrativo que exigen la existencia de
un acto previo de la administración.
Tales comportamientos incluyen los casos de responsabilidad estatal por omisión que, a
los fines del proceso revisor contencioso administrativo, deben ser tomados como
comportamientos de abstención de cumplir el deber legal o moral al que alude Marienhoff
al referirse a la responsabilidad del Estado por las consecuencias de su
actitud "omisiva" en el ámbito del derecho público.
Sostiene Perrino que una de las cuestiones que ha ocasionado muchas dificultades
para el acceso a la justicia en los pleitos contra el Estado, concierne al mítico principio de
la decisión previa y su consecuencia: el carácter revisor de actos de la jurisdicción
contencioso administrativa que fue adoptado en aquellos sistemas jurídicos que, como el
argentino, siguió en gran medida el modelo francés.
En Argentina, al igual que aconteció en Francia, en España y en numerosos países
latinoamericanos, tradicionalmente se entendió que la jurisdicción contencioso
administrativa era de carácter revisor de lo actuado en sede administrativa.
Según el citado autor, el error de esta concepción —que no es más que un resabio de la
antigua doctrina francesa del ministro-juez abandonada por el Consejo de Estado en 1889
en el caso "Cadot"— reside en considerar que el objeto del proceso contencioso
administrativo era la impugnación de actos ilegítimos, cuando en verdad —según lo ha
señalado la moderna doctrina administrativa, siguiendo las enseñanzas de Jaime Guasp
Delgado— el objeto de todo proceso, y también el objeto del contencioso administrativo, es
siempre una pretensión.
Tal como señala Tawil, el acto administrativo no es el objeto del proceso, sino que
constituye uno de los presupuestos en un determinado tipo de controversia contencioso
administrativa.
En tal sentido, y conforme a las conclusiones de García Pullés, podemos decir que el
contencioso administrativo en nuestro país tiene ciertas notas características, producto de
la experiencia jurisprudencial, que nos permite concluir que aquellos caracteres no se
reúnen plenamente:
a) La exigencia del acto previo de la Administración está atenuada por las técnicas del
silencio, por la admisión del amparo ante la omisión de la actividad administrativa,
por la responsabilidad estatal por omisión y por acto lícito y por las demandas
prestacionales activas (como por ejemplo, en el caso de estas últimas, la sentencia
dictada en "Arnaudo, Facundo y otros s/Amparo", 17/05/1994, Juzg. Civ. y Com. Nº 6
de Bahía Blanca, en que se responsabilizó al Estado por su omisión prestacional en
materia de salud pública).
Sin embargo, gracias a la labor de los jueces y la doctrina, se fue superando dicho
escollo hasta admitirse la revisión judicial en los supuestos en los que antes ello no era
viable. Así, surgió la técnica del silencio administrativo negativo para posibilitar el
juzgamiento de la Administración a pesar de no existir un acto; por otra parte, a fin de
lograr la impugnación de las vías de hecho o los hechos administrativos se exigió la
articulación de un reclamo en sede administrativa para provocar el acto impugnable en
sede judicial; también se atenúo el principio de congruencia entre lo peticionado en sede
administrativa y lo demandado en sede judicial, al admitirse que se reclamasen en este
ámbito cuestiones que si bien no fueron propuestas a la autoridad administrativa, estaban
implícitas por su naturaleza en la pretensión principal o eran accesorias de ésta;
finalmente, se posibilitó la incorporación en sede judicial de nuevos argumentos jurídicos,
no sometidos previamente a la Administración, en tanto el objeto de la pretensión no
difiriese del planteado ante la autoridad administrativa.
Luego de oscilaciones entre un criterio y otro (Fallos: 200:196; Fallos: 310:1079 "Caja
Nacional de Ahorro y Seguro"; Fallos: 313:228 "Cohen", entre otros) en fecha 4 de febrero
de 1999, en la causa "Gorordo Allaria de Kralj", la Corte Suprema —por mayoría— volvió a
recordar que los presupuestos de admisibilidad de la pretensión deben ser examinados de
oficio por los jueces y que ello no implica agravio alguno al derecho de defensa en juicio ni
a la igualdad de las partes en el proceso, pues las pretensiones deben reunir los recaudos
procesales y, en el contencioso administrativo específicamente, los previstos en el Título
IV de la Ley 19.549.
Opina García Pullés que, en esta cuestión, corresponde realizar una hermenéutica
integradora del texto de la ley con las cláusulas constitucionales, conforme a la doctrina de
la Corte Suprema en la materia y que los magistrados no deben pronunciarse
oficiosamente sobre dichos recaudos en aquellos casos en que la virtualidad, eficacia o
utilidad del procedimiento no cumplido dependa de la estimación de la Administración.
Sin embargo, lo cierto es que la Ley 19.549 ordena al juez constatar de oficio el
agotamiento de las vías administrativas en el actual artículo 31, en forma previa a proveer
el traslado de la demanda.
En cambio, la situación es distinta con relación a los plazos para accionar, previstos en
el artículo 25 de la Ley 19.549, dado que ellos no están sujetos a interpretación alguna. El
juez puede expresarse oficiosamente a su respecto aun antes de la intervención de la
Administración en el proceso, dado que no podría decidir, por sí, no cumplir la ley en una
materia que no admite excepción, salvo que existiera una norma expresa en contrario.
En esta cuestión, Comadira —en opinión que compartimos— considera que la decisión
judicial de habilitar la instancia no genera preclusión sino hasta el momento de la
contestación de la demanda por el Estado, oportunidad en que podrían replantearse las
defensas vinculadas con el instituto y generar un pronunciamiento previo.
Uno de los requisitos exigidos en el ámbito federal para habilitar el control judicial de la
actividad de la Administración es el planteo previo de la cuestión en sede administrativa,
recaudo conocido como "agotamiento de la vía administrativa" o, como expresa Cassagne,
"acto administrativo que cause estado".
Este requisito del agotamiento de la vía administrativa ha sido calificado por García de
Enterría como "una reduplicación del privilegio de la decisión previa".
Canosa, por su parte, señala que los fines de este instituto se resumen en dos: la
necesidad de promover una etapa de conciliación en sede administrativa a fin de evitar
litigios y la preservación del control jerárquico en el seno de la Administración.
Este presupuesto procesal es uno de los recaudos que examinan los jueces frente a la
promoción de una demanda contra el Estado, en el marco del procedimiento que
describimos en los párrafos anteriores, calificado como "habilitación de la instancia".
b) El silencio administrativo
Las dificultades que se han presentado en torno del silencio administrativo, derivan, en
general, de no considerar la razón de ser de este singular instituto y de concebir al silencio
como un verdadero acto, es decir, como un acto denegatorio tácito.
La equivocada concepción del silencio negativo como acto denegatorio tácito dio lugar a
que algunas legislaciones y decisiones judiciales exigieran la aplicación de las reglas para
la impugnación judicial de los actos administrativos expresos, como por ejemplo, el
requisito del agotamiento de la vía.
El instituto del silencio no es el único remedio previsto por el legislador para lidiar contra
las dilaciones de la Administración. Debemos considerar también al "amparo por mora de
la Administración", cuyo objeto es obtener una orden judicial de pronto despacho de las
actuaciones administrativas para que el órgano competente dicte el acto administrativo
definitivo, de mero trámite o preparatorio al que se encuentra obligado. Con relación a este
instrumento provisto por la Ley 19.549 (artículo 28), se encuentra dividida la doctrina
acerca de si es viable frente a la inactividad reglamentaria.
El fundamento del amparo por mora es el derecho de todo particular —que es parte en
un procedimiento administrativo— a que se dicte una decisión expresa. La finalidad de
esta vía es obtener un emplazamiento judicial para que la autoridad administrativa cumpla
con su deber de resolver y dicte el acto administrativo o preparatorio que corresponda. Lo
que el particular busca cuando ejerce esta pretensión es continuar el trámite del
procedimiento administrativo hasta obtener el dictado de la decisión definitiva que resuelva
su petición. En cambio, el silencio administrativo es una técnica para huir del
procedimiento y entrar en el proceso judicial.
Enseña Marienhoff que las vías de hecho no son actos administrativos sino acciones
carentes de naturaleza administrativa que escapan a los principios reguladores de dichos
actos. Es por ello que dichas acciones hacen nacer una instancia de control judicial directa
e inmediata.
La existencia de una vía de hecho exige un comportamiento material, a partir del cual se
abre la competencia de la justicia federal en el control de la Administración, según lo
dispuesto en el artículo 23, apartado d) de la Ley 19.549.
La Ley 19.549 establece en su Título IV, entre los requisitos procesales para demandar
judicialmente a la Administración, que la demanda judicial debe ser interpuesta dentro de
un plazo cuya duración es breve, si se lo compara con los plazos de prescripción previstos
en el Código Civil.
Diversas razones se han esgrimido para justificar este recaudo procesal que,
básicamente, se resumen en la necesidad de dar seguridad jurídica y estabilidad a la
actividad administrativa y evitar una incertidumbre continua en el desenvolvimiento de la
actividad de la Administración. También se ha dicho que se encuentra en juego la eficacia
administrativa, ya que la Administración debe conocer el período dentro del cual sus actos
pueden ser atacados y las consecuencias que de ello pudieran derivarse.
Con relación a este punto, cabe señalar el criterio expuesto por Hutchinson, quien
entiende que no resulta fácil distinguir entre la caducidad y prescripción porque ambos
institutos responden conceptualmente al mismo supuesto de hecho: la inactividad en el
ejercicio del derecho o de la potestad jurídica durante un tiempo determinado que conduce
a la misma consecuencia jurídica: la extinción del derecho.
Por otra parte, ninguna disposición de la ley determina que la acción para impugnar
actos nulos es imprescriptible. Una postura contraria ha expresado que ante la
imprescriptibilidad de la acción judicial para cuestionar los actos viciados de nulidad
absoluta no corresponde aplicar el plazo del artículo 2598 del Código Civil.
Mas ello nos lleva necesariamente a la desaparición del plazo de caducidad en todos
los supuestos, pues bastaría con que el demandante invocara en el escrito de demanda
que el acto impugnado ostenta defectos que lo hacen pasible de la sanción de nulidad
absoluta para soslayar fácilmente este requisito temporal.
En otras palabras, no sería válido que el juez tuviera que examinar —para habilitar la
instancia— el carácter del vicio que adolece el acto, porque estaría incurriendo en
prejuzgamiento ya que dicha cuestión debe ser discernida en la sentencia definitiva.
En nuestro ordenamiento, tanto a nivel federal como provincial se prevén plazos para
promover los juicios contencioso-administrativos.
Por su parte, la jurisprudencia también se ha expedido con relación a los plazos para
demandar al Estado. La Corte Suprema de Justicia de la Nación ha sostenido la validez
constitucional de tales plazos, tanto con relación a los previstos en los ordenamientos
provinciales como el plazo establecido en el artículo 25 de la Ley 19.549. Los argumentos
en los que el tribunal funda su opinión son los siguientes: a) la exigencia constituye una
prerrogativa procesal propia de la Administración que es consecuencia del denominado
régimen exorbitante del derecho privado que impera en la relación ius administrativa; b)
existen razones de seguridad jurídica que justifican la imposición de términos para
enjuiciar a la Administración; c) las normas que establecen los plazos de caducidad son
una reglamentación razonable del derecho de defensa, en tanto no lo suprimen ni
desnaturalizan.
En cuanto a la duración del plazo, cabe decir que un plazo muy exiguo que impida el
ejercicio del derecho defensa puede ser tachado de inconstitucional. Esto puede resultar
de la propia brevedad del plazo fijado como también por no haberse previsto su ampliación
en razón de la distancia. A más, una equívoca o confusa regulación procesal acerca del
plazo de caducidad puede generar una situación de desamparo judicial.
Con respecto al momento a partir del cual se computa el plazo para demandar al
Estado, cabe señalar que ello dependerá del tipo de comportamiento estatal a impugnar.
Los supuestos pueden ser:
d) Para la impugnación de actos por parte del Estado: la solución es bastante disímil
pues en algunos ordenamientos se establece un plazo más amplio que el previsto
para los casos en los que el pleito lo promueven los particulares. En efecto, la Ley
19.549, en su artículo 26, dispone que no habrá plazos procesales para accionar
cuando la impugnación del acto la efectúe el Estado, salvo el plazo de prescripción.
Esta diferencia ha dado lugar a cuestionamientos por parte de algunos autores, como
Tawil, que entienden que la fijación de plazos para accionar más extensos para el
Estado lesiona el principio constitucional de igualdad. En cambio, en otras
legislaciones impera un único plazo procesal para los particulares y el Estado (como
por ejemplo el Código Contencioso Administrativo de la provincia de Buenos Aires).
Por otra parte, obligar al particular a demandar —en este supuesto— en el plazo de
caducidad del artículo 25, desnaturaliza el instituto del silencio cuya finalidad es habilitar al
interesado a iniciar el juicio en base a una ficción legal o esperar el pronunciamiento
expreso de la Administración.
En este sentido, cabe recordar que la técnica de la denegación ficta fue instituida como
garantía de los particulares para conjurar la situación que se planteaba ante la falta de
decisión expresa por parte de la Administración y con el claro propósito de mitigar la
situación de indefensión del particular frente a la teoría del carácter revisor de la
jurisdicción contencioso administrativa.
Otros autores, como Hutchinson, Siseles y Vincenti, si bien son críticos de la solución
adoptada por la norma, entienden que después de la reforma del artículo 31, producido el
silencio es aplicable el plazo de caducidad del artículo 25, que se computa a partir del día
siguiente al del vencimiento del plazo para resolver el pedido de pronto despacho.
e) El principio de congruencia
Por ello, dicho autor sostiene que la regla de la congruencia debe ser referida, al menos
en el ámbito de la vía impugnatoria —ante la ausencia de texto expreso y por el
impedimento que se presenta en el ámbito del reclamo administrativo previo— a la
identidad de la pretensión y no a la inalterabilidad de los hechos denunciados o el derecho
en el que se fundara el pedido en sede administrativa.
En el caso del artículo 24 inciso a) de la Ley 19.549, que regula la impugnación judicial
directa del acto de alcance general, la norma requiere en el pretensor la titularidad de un
derecho subjetivo vulnerado en forma cierta o inminente como recaudo de admisibilidad de
la apertura de la instancia judicial.
Hutchinson señala que la pretensión procesal administrativa es objeto, por parte del
tribunal ante el cual se deduce, de un doble juicio: de admisibilidad, para determinar su
reúne las condiciones de las cuales depende la averiguación de su contenido y, en caso
afirmativo, se produce el segundo juicio referente a la fundabilidad de la pretensión por el
cual se determina si reúne los requisitos necesarios para merecer una sentencia favorable.
Cuando se invoca un interés legítimo sólo puede ejercerse una pretensión de anulación,
de determinación o de interpretación, pero no de plena jurisdicción o de sujeción positiva.
Con la sanción en agosto de 1991 de la Ley 23.982 (de Consolidación de Pasivos del
Estado) se ratificó un sistema de auditoría de juicios a cargo de la Procuración del Tesoro
de la Nación. Así, se exigió a los abogados del Estado brindar información a dicho órgano
asesor a efectos de formar un registro de juicios, dado que ejerce la dirección del cuerpo
de abogados del Estado.
En primer lugar, sustituyó al obligado a brindar la información, ya que impuso esa carga
a la parte contraria al Estado tanto en los juicios en trámite a la fecha de su sanción como
a aquellos juicios por promoverse, suspendiendo los procesos en trámite hasta que no se
realizara tal denuncia (artículos 6º y 8º).
Claramente, el propósito de la citada ley fue suspender los juicios contra el Estado, tal
como lo había hecho el gobierno anterior. En el contexto de ese propósito y con el fin de
conjurar la situación de emergencia declarada, se autorizó una arbitraria regulación de la
garantía constitucional al acceso a la justicia representada en el proceso contencioso
administrativo.
La disposición reseñada carece de todo fundamento válido ya que impone una espera
irrazonable en el proceso contencioso administrativo, con la consecuente imposibilidad de
acceder rápidamente a la tutela judicial del derecho reclamado.
En este punto, la Ley 25.344 establece en su artículo 9º que el traslado debe efectuarse
por oficio dirigido al Ministerio, Secretaría de la Presidencia de la Nación o entidad
autárquica pertinente; y agrega "Cuando la notificación se cursara a Ministerio o Secretaría
de la Presidencia diversa al que legalmente corresponde, los plazos de contestación sólo
comenzarán a correr desde la efectiva recepción del oficio por el organismo competente,
acreditada mediante el sello de su mesa de entradas".
Las dudas que se plantean en torno a esta norma, se refieren en primer término a que
no queda claro quién determinará cuál es el Ministerio o Secretaría de la Presidencia
que legalmente corresponde. Si el oficio ha sido ordenado por el juez interviniente dirigido
a una determinada dependencia, organismo, ministerio, etc., es porque ha juzgado
pertinente o legalmente correcto comunicar allí la resolución judicial que se debe notificar.
Por otra parte, tampoco es claro cómo se recibiría un oficio en una mesa de entradas de
una repartición pública diversa a la que va dirigido por orden judicial. Además, el tiempo
que demore el receptor del oficio en trasladarlo al Ministerio o Secretaría que "legalmente
corresponde" no está previsto en la norma, por lo cual quedará a su exclusivo arbitrio
cuándo realizar esa transmisión y, por ende, diferirá —a su criterio— el comienzo del plazo
para contestar la demanda por parte del Estado.
6.4. La prueba
Ello es así porque, obviamente, la dinámica probatoria es diversa pues la mayor parte
de la prueba se encuentra reunida en el expediente administrativo y porque existen
preceptos ajenos al ámbito del derecho procesal, tal como señala Gordillo.
El Estado también puede promover por sí una acción ante el poder judicial, alegando
ante éste pretensiones civiles o contencioso administrativas.
Podría darse el caso de una demanda del Estado Nacional contra una persona física o
jurídica privada o pública no estatal en procura de la ejecución de un contrato regido por el
derecho privado, la verificación de un crédito en el ámbito de un concurso preventivo o una
quiebra, la fijación de una indemnización por responsabilidad extracontractual fundada en
normas civiles, etc.
Pero el Estado también puede promover una demanda destinada a satisfacer una
pretensión contencioso administrativa, como por ejemplo cuando promueve la acción de
lesividad destinada a obtener la declaración de nulidad de un acto administrativo; cuando
inicia el juicio de expropiación; cuando promueve pretensiones de naturaleza ejecutiva
llamadas vulgarmente "ejecuciones fiscales" cuyo objeto es obtener en la instancia judicial
el cobro de impuestos y tasas.
Bibliografía
MUÑOZ, GUILLERMO A., "Inmunidad del poder: la inactividad administrativa", La Ley, 1990-
B, 891.
PERRINO, PABLO E., "La inactividad administrativa y su control judicial", RAP 269.
PERRINO, PABLO E., "El derecho a la tutela judicial efectiva y el acceso a la jurisdicción
contencioso administrativa", en Proceso Administrativo, dirigida por TOMÁS HUTCHINSON,
Rubinzal-Culzoni, 2003.
1. Introducción
El Código Varela, con todas las limitaciones que pudiera tener, fue un Código ordenado,
con buena técnica y que podría considerarse de avanzada. De ahí que por noventa y ocho
años, reglara el Proceso Contencioso-Administrativo de la Provincia de Buenos Aires.
Vaya en estas cortas palabras nuestro pequeño homenaje a una obra que quedará
incorporada a nuestra literatura jurídica administrativa.
Como dijimos anteriormente la Ley 2.961 rigió, durante noventa y ocho años, el Proceso
Contencioso Administrativo en la Provincia, más precisamente desde el 1 de marzo de
1906 hasta el 14 de diciembre de 2004, fecha en que comenzó a funcionar el Fuero.
Se dispuso, a través de la Ley 12.162, que este Código entrara en vigencia el 1 de junio
de 1999, pero a pesar de ello la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos
Aires, haciendo una interpretación de una disposición transitoria de la Constitución
Provincial, a través del caso "Jirafa Azul", extendió la vigencia del viejo Código Varela y
demoró la entrada en vigor del nuevo ordenamiento.
Para ir terminando esta breve introducción, diremos que con fecha 14 de diciembre de
2003 comenzó a regir para toda la Provincia en el nuevo Código Contencioso
Administrativo junto con el nuevo fuero, finalizando así la era en que la Suprema Corte de
la Provincia actuaba como único juez contencioso administrativo de la Provincia.
De una simple lectura se puede ver que antiguamente un habitante del interior de la
Provincia, si quería reclamar por sus derechos en cuestiones atinentes al Derecho
Administrativo, debía interponer la pertinente demanda por ante la Suprema Corte de la
Provincia de Buenos Aires, la cual se encuentra en la Ciudad de La Plata, con los obvios
trastornos que ello acarrea.
Hoy podemos decir que gracias al nuevo Código y el nuevo Fuero, se ha mejorado la
situación de las personas que viven en el interior de la Provincia, que cuenta con Juzgados
de Primera Instancia y Cámaras de Apelación, solucionando así la situación de
desprotección e impedimentos de acceso a la justicia que se vivía anteriormente.
La primer diferencia que advertimos son las personas que intervienen, ya que dentro del
Procedimiento Administrativo, tenemos por un lado al Administrado que realiza un reclamo
contra la Administración —quien en este sentido y la mayoría de las veces es juez y parte
a la vez—, es decir, que el procedimiento es dirigido y coordinado por una de las partes: la
Administración.
3.1. Preliminar
En ese sentido diremos que el Código Contencioso Provincial, hace una enumeración
de los casos incluidos en la materia como ser la nulidad del acto, las controversias que se
susciten entre prestadores de servicios públicos y los usuarios, la responsabilidad
patrimonial del estado, las relacionadas a la aplicación de los tributos provinciales o
municipales, pero sólo la ejecución de los tributos provinciales, entre otras.
Así, enumera una serie de pretensiones: anulación total o parcial del acto; el
restablecimiento o reconocimiento de un derecho; resarcimiento de los daños y perjuicios;
la declaración de certeza sobre una determinada relación o situación jurídica regida por el
derecho administrativo; la cesación de una vía de hecho; orden judicial de pronto
despacho.
Dicho todo esto procederemos a realizar un análisis primero del Proceso Ordinario para
finalizar con el estudio de los Procesos Especiales.
En este sentido recordemos que con la reforma Constitucional del año 1994, la
provincia, optó por el principio de la doble instancia, determinando de este modo, la
exclusión de la competencia originaria y exclusiva de la Suprema Corte.
Así lo estipula el art. 1º del CCA: "1. Corresponde a los tribunales contencioso
administrativos el conocimiento y decisión de las pretensiones que se deduzcan en los
casos originados por la actuación u omisión, en el ejercicio de funciones administrativas,
de los órganos de la Provincia, los Municipios, los entes descentralizados y otras
personas, con arreglo a las prescripciones del presente Código".
Esto no quiere decir que sea solo el Poder Ejecutivo quien ejerza funciones
administrativas, pero mientras que para aquél es la regla, para los demás poderes
(Legislativo y Judicial), esa función es excepcional.
Consecuentemente con esto, ya sea que se ejerza esta función en forma normal o
excepcional, cuando la misma, además, es regida por el derecho administrativo, la
cuestión pasa a ser competencia del fuero contencioso administrativo.
Sin perjuicio de todo lo que dijimos hasta aquí, debemos tener presente que el inciso 2
del art. 1º del CCA establece una presunción, esto es, que toda actividad llevada a cabo
por los órganos estatales se presume —en principio— realizada en el ejercicio de
funciones administrativas y regidas por el derecho administrativo, aun cuando se apliquen
por analogía normas del derecho privado o principios generales del derecho.
En este sentido cabe dejar en claro que el CCA habla de actos administrativos de
alcance particular o general, a diferencia de las normas de procedimiento administrativo
que denominan actos administrativos solo a aquellos de alcance particular.
Debemos considerar como correcta la solución traída por el CCA, habida cuenta que
contra toda decisión administrativa debe haber una instancia judicial que permita revisar
exhaustivamente lo decidido en sede administrativa (CSJN, Fallos: 249-636, "Fernández
Arias c/Poggio")
Por último quedan excluidas las impugnaciones contra las sanciones previstas en los
artículos 166 segundo párrafo, 176 y 216 del Constitución Provincial y 24 inciso 3 de la ley
11.922.
Estas últimas son las Faltas Provinciales y Municipales, que no podrán ser impugnadas
ante los tribunales contencioso administrativo y sí por ante los Jueces Correccionales. Ello
merece una breve reflexión. Por un lado se advierte que las Faltas pueden ser recurridas
ante los Jueces Correccionales (control judicial de los actos de la administración, en el
caso resolución dictada por el Juez de Faltas) y por el otro no ha quedado establecido cual
es el órgano jurisdiccional competente que estaría llamado a revisar lo sentenciado por el
Juez Correccional.
Así lo ha señalado la doctora Kogan en su voto "la remisión supletoria que el art. 60 del
dec.-ley 8751/77 hace a las normas del Código de Procedimiento Penal para el
juzgamiento de las faltas municipales, no significa considerar que la atribución de
competencias que asigna la ley subsidiaria, ni los remedios que ella contiene en su propio
ámbito de aplicación, deben extenderse automáticamente al procedimiento que la toma
como referencia para las cuestiones de trámite que no aparecen reguladas en detalle" (cfr.
S.C.B.A. causas P. 91.887, sent. de 4-XI-2009 —del voto de la doctora Kogan—; P.
95.219, sent. de 03-III-2010 —del voto de la doctora Kogan—)."
Vemos que al día de hoy no existe una solución a esta cuestión, atento la laguna
legislativa al respecto, aunque cabe aclarar que ya hemos visto algún fallo judicial en el
cual se ha declarado competente la Cámara Contencioso Administrativa como órgano
revisor de las sentencias dictadas por los Jueces en lo Correccional (al respecto ver la
Sentencia del 14/04/2011. Q-2448-MP0, "González Alejandro Gustavo s/Recurso de
queja").
Como ya se dijera con anterioridad, resulta muy común que el Estado encomiende
funciones que le son propias a los particulares, con la finalidad de obtener una mejor
organización y dar un mejor cumplimiento a los intereses de la comunidad, pero siempre
reteniendo la titularidad de las atribuciones concedidas y consecuentemente con ello los
poderes de policía necesarios.
A su vez estos concesionarios tienen una relación contractual con el usuario y esa
relación se encuentra regida por el derecho administrativo y por lo tanto, los conflictos que
se susciten entre estos prestadores y los usuarios son competencia de los juzgados en lo
contencioso administrativo (art. 2º inc. 2 CCA).
c) Aplicación y ejecución de los tributos provinciales y aplicación de los tributos
municipales
En este punto se debe prestar atención a que resulta competente el fuero contencioso
administrativo para la aplicación de los Tributos Provinciales y Municipales, lo que resulta
lógico si nos atenemos a que es una materia que pertenece al derecho público.
Ahora bien, a pesar de tener una naturaleza similar, la ejecución de los tributos
municipales ha quedado en manos de los jueces de paz o civiles y comerciales de las
ciudades en que estén asentados los tribunales departamentales.
Estos últimos son los denominados contratos administrativos, que tienen un régimen
jurídico especial y, consiguientemente, las cuestiones vinculadas a ellos caen dentro de la
órbita del fuero contencioso administrativo.
Como sabemos bien, a pesar de encontrarnos dentro de la esfera del derecho público, a
los fines de resolver las cuestiones relativas a la responsabilidad del estado, debemos
acudir necesariamente a las normas del Código Civil, como los arts. 1109 y 1112. Ello en
virtud de encontrarnos ante la ausencia de normas administrativas que regulen este
instituto (laguna normativa).
Ahora bien, tengamos presente que no debemos emplear directamente estas normas
de derecho privado sino que por el contrario hay que aplicarlas de manera analógica y
adaptarlas al derecho administrativo, el cual, desde ya tiene entidad propia.
A pesar de la aplicación analógica de normas del derecho privado, la Responsabilidad
del estado se encuentra, sin lugar a dudas, dentro de la esfera del Derecho Administrativo
y es por ello que se incorporó dentro del listado de los casos incluidos dentro de la materia
contencioso administrativa.
El art. 2º inc. 7 del CCA establece la posibilidad de que los Entes Estatales actúen como
demandantes.
En el proceso contencioso provincial se va más allá aún, ya que el art. 2º inc. 7 permite
—aunque cabe aclarar que no de manera explícita— que los entes estatales puedan
demandar en otros casos como por ejemplo, demandar a otro ente público por
responsabilidad patrimonial.
Hay que tener presente que originalmente estos casos no estaban contemplados dentro
del listado de casos del Código Provincial, sino que en las cuestiones de expropiaciones
era competente el Juez en lo civil y comercial.
El fundamento principal del mismo es el evitar que los funcionarios tengan que
desplazarse continuamente perjudicando de esta manera el cumplimiento de otras
funciones.
Sin perjuicio de este principio general, se establecieron distintas excepciones, las que
serán analizadas a continuación:
i) Empleo público
En este caso, a opción del actor, resulta ser competente el juez correspondiente al lugar
de prestación del servicio del agente, o al del domicilio del demandado, o al del domicilio
del demandante.
Consideramos esto acertado, habida cuenta que tanto en las cuestiones atinentes al
empleo público como en las previsionales, el reclamo que se efectúa tiene un neto carácter
alimentario, lo que ha hecho que se tuviera una consideración especial.
Siempre que nos encontremos frente a un reclamo judicial que tenga su origen en una
controversia entre un prestador de servicios públicos o un concesionario de obra pública y
un usuario, va a ser juez competente el correspondiente al lugar de ejecución de la
prestación.
iv) Cuestiones atinentes a los contratos administrativos
En este punto debemos diferenciar si el contrato, en modo expreso, admite que estas
controversias puedan plantearse, a opción del demandante, ante el juez del lugar de
cumplimiento del contrato o el correspondiente al domicilio del demandado.
Ahora bien, para el caso que nada diga el contrato, regirá el principio general que
establece el art. 5º inc. D, es decir, será competente el juez correspondiente al lugar de
celebración del contrato.
Teniendo en cuenta que el juez del lugar donde se encuentra el bien inmueble afectado
por una servidumbre administrativa o sujeto a expropiación, resulta ser el más idóneo para
resolver el conflicto que se suscite, se ha adoptado en el Código Contencioso
Administrativo Provincial el principio de forum rei sitae.
Para el caso de las demás limitaciones al dominio en interés público, siempre que
hablemos de pretensiones resarcitorias y que no se haya incluido el pedido de anulación
de un acto administrativo, será de aplicación la regla general del inciso 1, es decir que será
competente el juez correspondiente al domicilio del demandado.
a) Conflictos de competencia
Estos conflictos de competencia pueden darse de dos maneras. El primero cuando más
de un Juez considere que es competente para entender en un mismo proceso, esto es lo
que se conoce como conflicto positivo.
En primer término, estos conflictos deben tramitarse por vía incidental y son resueltos
por la Cámara en lo contencioso administrativo con competencia territorial, causando
ejecutoria su decisión.
Recordemos en este sentido que las decisiones de la Suprema Corte Provincial y de las
Cámaras en lo contencioso administrativo fijan la competencia de modo definitivo, siendo
por lo tanto irrecurribles.
Teniendo en cuenta todo esto podemos decir, en segundo lugar, que cuando se suscita
un conflicto de competencia entre dos jueces en lo contencioso administrativo, dicho
conflicto será resuelto por la cámara del fuero con competencia territorial.
Ahora bien, cuando el conflicto nace entre un juez contencioso administrativo y una
cámara del mismo fuero, dicha controversia es resuelta por la Suprema Corte de Justicia
de la Provincia de Buenos Aires.
3.5. Pretensiones
Dentro del Proceso Contencioso Administrativo Provincial, se han previsto una serie de
Pretensiones que pueden ser articuladas y sobre las que por otra parte deben de resolver
los juzgados del fuero.
En cuanto a la Acción, podemos decir que este es un derecho abstracto, siendo esta
acción el derecho a demandar o mejor aún, es el poder de provocar la actividad de los
tribunales.
Consecuentemente con esto, se advierte que por medio de esta pretensión se solicita la
anulación total o parcial de los actos administrativos de alcance particular o general.
Aquí debemos partir de la base de que existe un derecho que no está siendo
reconocido o se encuentra vulnerado y por medio de esta pretensión se solicita el
Reconocimiento o el Restablecimiento de dicho derecho o interés tutelado.
Ahora bien, pueden darse dos situaciones, en primer lugar que el particular efectúe un
reclamo a la Administración por una violación o por el desconocimiento de un derecho y
que ese reclamo sea rechazado en forma expresa mediante un acto administrativo.
Aquí nos encontramos frente a una pretensión indemnizatoria de los daños ocasionados
por el actuar lícito o ilícito de los entes enumerados en el art. 1º del Código Contencioso
Administrativo, es decir, esta pretensión persigue hacer responsable patrimonialmente a la
Provincia, los Municipios y los demás entes públicos estatales, regidos por el derecho
administrativo.
Sin entrar en discusiones, es bueno dejar en claro que esta pretensión no se agota sólo
con la acción meramente declarativa, sino que resulta ser más abarcativa, ya que cuando
el legislador quiso hacer referencia a la acción meramente declarativa, lo dijo en forma
expresa, tal como surge del art. 19 del CCA.
En el inc. 4 del art. 12 del CCA se establece que esta pretensión tramitará con arreglo a
lo previsto en el art. 322 del Código Procesal Civil y Comercial, esto es las normas que
reglan la acción meramente declarativa.
Aquí se hace referencia al Amparo por Mora regulado en el Capítulo IV del Título II (art.
76) y en ese sentido remitimos a la explicación efectuada más adelante.
3.6. Partes
a) Legitimación Activa
En este punto debemos decir que toda persona capaz puede promover acción
contencioso administrativa, con lo cual se está dando cumplimiento a una garantía básica
como el acceso irrestricto a la justicia.
Sin perjuicio de lo dicho arriba, hay que dejar en claro que no toda persona se
encuentra capacitada para promover este tipo de acción, sino que para poder hacerlo,
debe poder proponer un "caso" o "controversia" (arts. 161, 163, 166, 172 y
174Constitución Provincial).
b) Legitimación Pasiva
En cuanto a la legitimación pasiva, tenemos que la Provincia actúa por medio del Fiscal
de Estado, organismo al cual se le encomienda la protección del patrimonio del fisco
provincial.
Cuando el legitimado pasivo sea un Municipio, este será representado por los abogados
de sus cuerpos de asesoramiento jurídico o de los representantes ad-hoc que fueran
nombrados en cada caso, todo ello en virtud de la ley orgánica de las municipalidades
El único privilegio que tiene la Administración y que rompe en cierta forma con esta
paridad, es que tanto el Fiscal de Estado como en su caso, el Asesor General de Gobierno
deben ser notificados en sus despachos oficiales, pero es bueno tener en cuenta que este
"privilegio" no suele perjudicar a quien litiga.
c) Coadyuvante
Como dijimos anteriormente, este tercero puede intervenir en cualquier parte del
proceso, pero esta intervención jamás hará retrotraer, interrumpir ni suspender el proceso.
A su vez, la presentación del coadyuvante debe cumplir con las mismas formalidades y
recaudos que se le exigen a la parte a la que coadyuva, teniendo a su vez los mismos
derechos procesales.
Antes que nada debemos analizar lo que establece la Constitución Provincial en cuanto
a la obligación o no de agotar la vía administrativa.
Ahora bien, el art. 14 inciso 1 del Código Contencioso Administrativo, el cual dice: "[...]
Sin perjuicio de los demás requisitos previstos en el presente Código, será necesario
agotar la vía administrativa como requisito de admisibilidad de la pretensión procesal en
todos los casos [...]", a lo que cabe agregar que se deberá agotar la vía siempre, salvo en
los casos que específicamente el Código determine que no es necesario.
De la simple lectura surge con claridad la contradicción que existe entre lo enunciado en
la Constitución Provincial y lo reglamentado por el Código que ordena agotar siempre la
vía administrativa —salvo en los casos específicamente determinados por la Ley—,
consagrando de esta manera el principio inverso.
De acuerdo a lo normado por este art. 14, no resulta necesario agotar la vía en los
siguientes supuestos:
Las leyes que regulan los procedimientos especiales de estos Tribunales y Entes
reguladores, establecen la obligación de agotar la vía administrativa siendo
consecuentemente de aplicación estas normas, quedando lo establecido en el art. 14 del
Código contencioso administrativo como norma supletoria.
Asimismo el código determina desde cuándo se debe comenzar a contar este plazo de
caducidad para las distintas pretensiones que se deban interponer.
Así se ha establecido que cuando hablamos de una pretensión anulatoria contra un acto
de alcance particular, los noventa días se cuentan desde el día siguiente al de la fecha de
la notificación al interesado del acto definitivo y que agota la vía administrativa.
El supuesto explicado arriba también tiene su aplicación para los casos en que se
interponga una pretensión anulatoria de actos administrativos de alcance general junto con
la impugnación de los actos administrativos que le hayan dado aplicación a aquél.
Así también, se contará este plazo de caducidad de noventa días desde el día siguiente
al de la fecha de la notificación al interesado del acto definitivo y que agota la vía
administrativa, para cuando lo que se pretenda sea el reconocimiento o restablecimiento
de un derecho (art. 12 inc. 2 CCA).
En este orden de cosas debemos dejar bien asentado que este plazo no rige para los
casos de silencio de la administración, toda vez que en estos casos no existe un acto
administrativo y por ende resulta por demás imposible establecer desde cuando se
comienza a contar este plazo de caducidad.
Sin embargo cabe aclarar que el Código Provincial establece esta regla únicamente en
los casos de impugnación de actos que impongan una obligación tributaria de dar sumas
de dinero y no cuando dichos actos administrativos impongan otro tipo de cargas
económicas.
El cumplimiento de esta carga deberá ser corroborado por el Juez previo a ordenar el
traslado de la demanda, intimando a la parte para que en el plazo de 10 días proceda al
pago de la suma determinada, todo ello bajo apercibimiento de desestimar la pretensión.
Debemos marcar que este principio tiene sus excepciones ya que no procederá el pago
previo cuando el exigirlo configure un supuesto de denegación de justicia, extremo que
deberá ser probado por quien demanda.
Ahora bien, para el caso en que el Juez considere que no se han cumplidos estos
requisitos, deberá ordenar que se subsanen dichos defectos, siempre que ello fuera
posible, y para lo cual establecerá un plazo que no será inferior a cinco días, todo ello bajo
apercibimiento de desestimar la pretensión.
Hay que considerar que muchas veces la parte actora no tiene en su poder el
expediente administrativo, lo cual lleva a que se vulnere el derecho de defensa del
peticionante toda vez que no puede ejercerlo plenamente por no tener en su poder el
mencionado expediente.
3.11. Excepciones
Dentro de los primeros quince días del plazo establecido para contestar la demanda —
el cual adelantamos es de cuarenta y cinco días hábiles judiciales— se debe, de
considerarse pertinente, interponer las llamadas excepciones de previo y especial
pronunciamiento.
a) Excepciones admisibles
Como podemos ver, esta enumeración es muy similar a la contenida en el art. 345 del
Código Procesal Civil y Comercial de la Provincia de Buenos Aires, ya que solo la
inadmisibilidad de la pretensión resulta ser una excepción claramente solo del Proceso
Contencioso Administrativo.
A su vez las excepciones llamadas falta de legitimación para obrar en el actor o en el
demandado, cuando surja manifiestamente de los propios términos de la demanda y la de
prescripción pueden interponerse no sólo como excepciones previas sino también como
defensas de fondo al contestar la demanda.
En caso de hacerse lugar a esta excepción previa, se deberá remitir las actuaciones al
juzgado que se considera competente si perteneciere a la jurisdicción provincial, en caso
contrario se dispondrá el archivo.
Esta excepción comprende no sólo la capacidad para estar en juicio —por no ser
personas jurídicas o ser incapaz el que inicia la demanda sin acudir a los órganos
supletorios de la incapacidad— sino también la carencia de poder para representar o la
insuficiencia de este.
Esta excepción de falta de personería, en caso de prosperar, será resuelta por el juez
mandando a subsanar esta falta de personería y fijando un plazo a tal efecto.
iii) Litispendencia
Esta excepción previa constituye un medio procesal por el cual se puede denunciar el
incumplimiento de las formalidades exigidas para la interposición de la demanda o bien
cuando la misma demanda resulta ser imprecisa, ambigua u oscura.
Ahora bien, la excepción de defecto legal en el modo de proponer la demanda debe ser
apreciada de forma muy restrictiva, ya que a la hora de interpretar y aplicar los requisitos
procesales, los Jueces están obligados a hacerlo en el sentido más favorable a la
efectividad del derecho a la tutela judicial efectiva, evitando la imposición de formalismos
enervantes contrarios al espíritu y finalidad de la norma y el convertir, consecuentemente,
cualquier irregularidad en un obstáculo insalvable para la prosecución del proceso.
Por todo ello, para que proceda la mentada excepción, los vicios de la demanda deben
ser de una gravedad tal que resulte difícil conocer lo que se pretende y cayendo, por ende,
el demandado en un estado de indefensión.
Al ser esta excepción del tipo dilatorio, debe el juez fijar un plazo dentro del cual se
deberá subsanar el defecto, todo ello bajo pena de declarar inadmisible la pretensión.
v) Cosa juzgada
La cosa juzgada es el impedimento jurídico que prohíbe volver a juzgar una cosa ya
resuelta por otro juez entre las mismas partes.
Así también, la cosa juzgada comprende a todas las cuestiones planteadas o que
habrían podido plantearse y que fueron resueltas y omitidas en la sentencia. Si la relación
jurídica que origina el conflicto es una y única, lo juzgado debe abarcar a lo deducido y
deducible.
En este orden de cosas, Palacio sostiene que la cosa juzgada se extiende a aquellas
cuestiones que, si bien planteadas en el proceso, no son objeto de decisión, por ello se
sostiene que hay cosa juzgada tácita o implícita toda vez que se tienen por juzgadas a
aquellas cuestiones que pudieron ser planteadas y no lo fueron.
Demás está decir que la excepción de cosa juzgada, si resulta procedente, trae
aparejada la inadmisibilidad de la pretensión.
La transacción, constituye una figura jurídica basada en un convenio entre partes, este
es el sentido del C.C. que en su art. 832 dice "es un acto jurídico bilateral por el cual las
partes haciéndose concesiones reciprocas extinguen obligaciones litigiosas o dudosas".
Por ser este un acuerdo bilateral, tiene efecto entre las partes y puede utilizarse como
excepción previa siempre que se presenten los instrumentos que la acrediten.
A su vez, la conciliación es un acuerdo por el cual las partes dan término a sus
diferencias, puede ocurrir que como consecuencia de esta conciliación se arribe a una
transacción, aunque no necesariamente debe suceder.
En este sentido, recordemos que se puede desistir tanto del derecho o de la acción
como del proceso.
El del derecho o la acción tiene efectos más graves pues se renuncia al derecho por el
cual fundamos nuestra pretensión y por lo tanto no sólo se extingue el proceso donde lo
realizó sino que además no se podrá utilizar ese fundamento para iniciar otro proceso.
viii) Prescripción
Procede este tipo de excepción cuando no se ha dado cumplimiento con los requisitos
de la demanda como ser la falta de agotamiento de la vía administrativa (arts. 14 y 15 del
CCA) —incluyendo aquí también la necesidad de agotar la vía ante los Tribunales
Administrativos y Entes Reguladores-; la configuración del Silencio de la Administración en
los términos del art. 16 del CCA; no haberse interpuesto la demanda dentro del plazo de
caducidad establecido en el art. 18 del CCA o no haber dado cumplimiento al pago previo
en materia tributaria (art. 19 CCA).
Así también procede para los casos en que se pretende demandar la nulidad de un acto
administrativo consentido o se intenta impugnar un acto que no tiene la condición de
definitivo o asimilable a definitivo.
3.12. Prueba
a) Audiencia preliminar
Ahora bien, a diferencia del Proceso Civil y Comercial de la Provincia, se establece para
el Proceso Contencioso Administrativo, una Audiencia Preliminar (art. 41 CCA).
Esta audiencia preliminar resulta por demás práctica ya que una vez formuladas las
pretensiones, las partes pueden reunirse ante el juez en la que se examinarán distintas
cuestiones.
En dicha audiencia se podrán fijar los hechos conducentes a la decisión del proceso, y
se desestimarán los inconducentes.
Recibirá el juez todo lo pertinente a los hechos nuevos alegados y resolverá en ese
mismo acto lo que considere pertinente.
b) La prueba
También ha sido definida por Palacio como la actividad realizada con el auxilio de los
medios previstos o autorizados por la ley, y encaminada a crear la convicción judicial
acerca de la existencia o inexistencia de los hechos afirmados por las partes en sus
alegaciones.
Esta última definición sin duda alguna puede trasladarse al proceso contencioso
administrativo.
Como se puede ver, hay coincidencia en que la prueba (reglas, actividades o medios)
siempre tienen como finalidad el arribar al esclarecimiento del caso en cuestión. Por ello es
que en el proceso contencioso administrativo provincial se han aceptado todo tipo de
pruebas, aunque cabe aclarar que con algunas salvedades atento el tipo de proceso en el
que actuamos
Teniendo en cuenta todo lo dicho, es que se admite todo tipo de prueba, haciendo
alguna salvedad en cuanto a la prueba de peritos y a la declaración de los funcionarios
públicos, todo lo cual será objeto de estudio a continuación.
i) Prueba pericial
Para que sea procedente este tipo de prueba, es necesaria la existencia de hechos
controvertidos que hagan imprescindible la producción de la prueba pericial.
En este orden de cosas podemos decir que la prueba pericial es el medio por el cual
personas ajenas a las partes, que poseen conocimientos especiales en alguna ciencia,
arte o profesión y que han sido precisamente designadas en un proceso determinado,
perciben, verifican hechos y los pone en conocimiento del juez, y dan su opinión fundada
sobre la interpretación y apreciación de los mismos, a fin de formar la convicción del
magistrado, siempre que para ellos se requieran esos conocimientos.
En este sentido, las preguntas que se formulen, deberán ser realizadas por oficio
dirigidas a la autoridad superior del ente que corresponda y a su vez las contestaciones
deberán ser por escrito dentro de los veinte días posteriores a la recepción del
mencionado oficio.
Más allá de alguna discusión, es claro que para este caso no procede la absolución de
posiciones, todo ello en virtud de que la administración se manifiesta en forma escrita y por
lo tanto la actividad de esta puede ser perfectamente probada por escrito, sin necesidad de
la declaración de los funcionarios.
A su vez cabe dejar en claro que la declaración de los funcionarios, sólo obligan a éstos
y nunca obligan a la Administración.
Sin perjuicio de ello y si bien no resulta ser este el objeto del presente trabajo, cabe
preguntarse si el permitir que los funcionarios públicos declaren por escrito y dentro de los
veinte días de receptado el oficio, no termina siendo violatorio del derecho de defensa, ya
que no sólo se pierde la inmediatez del juez y las partes con quien declara sino que
también se pierde la posibilidad de repreguntar, lo cual parece ser más grave aún.
Sin perjuicio de los medios probatorios ofrecidos por las partes, el juez puede —en
cualquier momento de proceso y de oficio— ordenar la producción o ampliación que
considere conducente a la averiguación de la verdad de los hechos.
Esta facultad podrá llevarse a cabo aún después del llamamiento de autos para
sentencia, siendo la decisión irrecurrible por las partes.
Entre el inicio del proceso judicial y la resolución del conflicto llevado a cabo por las
partes ante el juez, transcurre necesariamente un tiempo en el que las pretensiones
pueden tornarse de difícil o imposible cumplimiento por distintas circunstancias (Balbín
Carlos F., Tratado de Derecho Administrativo, La Ley IV, 66).
Es por esto que, con la finalidad de preservar el objeto del proceso y su cumplimiento,
nacen las llamadas medidas previas o cautelares que pueden ser pedidas con anterioridad
a la interposición de la demanda, juntamente con ésta o durante el desarrollo del proceso.
1) Verosimilitud del derecho (fumus boni iuris) El término fumus boni iuris significa
"humo de buen derecho". Este presupuesto requiere que para la concesión de las medidas
cautelares baste la apariencia del derecho que le asiste al peticionante de la medida
cautelar, a cuyo efecto el procedimiento es meramente informativo y sin intervención de la
persona contra la cual se pide la tutela. La resolución cautelar no declara la certeza del
derecho sino la verosimilitud del mismo.
También se ha querido dar una amplia libertad al juez para utilizar todas las que
considere idóneas, apartándose de esta manera del esquema tradicional de medidas
cautelares y, entrando así, a los denominados procesos urgentes de tutela
autosatisfactiva.
Como todas las medidas preventivas, la medida cautelar anticipada se decretará sin
audiencia de la contraria, es decir, inaudita parte, aunque se faculta al juez para que, de
acuerdo a las circunstancias del caso, se requiera un informe previo a la demandada o a la
alcanzada por la medida, informe que deberá ser contestado en un plazo no mayor a cinco
días.
En este punto cabe aclarar que, como se viera con anterioridad, el art. 18 del CCA
establece un plazo de caducidad para la interposición de la demanda (noventa días hábiles
judiciales) plazo que cede cuando se trata de una medida cautelar anticipada, en el caso
que la pretensión sea de anulación.
También se puede solicitar al juez la suspensión del acto administrativo, para lo cual se
deberá cumplir con los recaudos de verosimilitud en el derecho, peligro en la demora y que
la medida no afecte gravemente el interés público.
A estos recaudos se debe agregar que el juez deberá evaluar si la medida suspensiva
tiende a evitar perjuicios irreversibles incluso aun cuando pudieren ser objeto de
indemnización posterior.
El Código Contencioso Administrativo, establece que para este caso y una vez
presentada la petición de suspensión del acto en sede administrativa, el Estado deberá
expedirse en un plazo de cinco días hábiles y si no lo hiciere se presumirá la existencia de
resolución denegatoria.
c) Contracautela
Se declarará a cargo del peticionante la responsabilidad por los daños y perjuicios que
se puedan causar en el supuesto de hacerse lugar a la demanda.
Así también, para el caso de que cambiaren las circunstancias que determinaron la
imposición de una medida cautelar, podrá el juez a pedido de parte o de oficio, levantar,
sustituir o modificar la cautelar.
Transcurrido el plazo de prueba, el secretario hará constar este hecho al pie de la última
diligencia practicada, y luego de ello sólo se podrá practicar la prueba que el juez
considere pertinente o necesaria para mejor proveer.
Podemos decir que el alegato es el escrito en el cual las partes manifiestan sobre el
mérito de la prueba producida y que no es el estadio donde se puedan introducir nuevas
cuestiones, pues constituye el momento en que debe revalorizarse el proceso en función
de lo ya pedido y de la prueba aportada para demostrar los hechos.
Este alegato no resulta ser una carga para las partes sino una mera facultad y muy
importante para la efectiva defensa de los derechos, lo cual le da una gran importancia
para que cada parte ponga de manifiesto y realce su verdad.
Luego de presentados estos alegatos o vencido el término para hacerlo, el juez llamará
autos para sentencia.
3.15. La sentencia
Las sentencias deben ser claras, precisas y congruentes con las pretensiones
deducidas oportunamente en el pleito, haciendo las declaraciones que éstas exijan,
condenando o absolviendo al demandado y decidiendo todos los puntos litigiosos que
hayan sido objeto de debate.
a) Claridad: Las sentencias deben estar redactadas de modo que sean comprensibles
sus términos y pronunciamientos y refleje, sin posibilidad de duda, la voluntad del órgano
judicial que la dicta.
b) Precisión: Las sentencias deben ser precisas. La falta de este requisito supone la
contradicción entre los distintos elementos del fallo, contradicción que en ningún caso
puede ser resuelta por vía de aclaración sino acudiendo al correspondiente recurso.
El juez no posee facultades para investigar hechos distintos de los alegados por las
partes y de lo discutido en sede administrativa; no puede modificar de oficio el objeto por
ellas delimitado, porque de traspasarse dicho límite se afecta la congruencia misma de la
resolución.
Si se hubiere interpuesto Amparo por Mora en los términos del art. 76 CCA, la sentencia
estimatoria ordenará que cese de la inactividad, obligando a la administración a cumplir o
realizar el acto que proceda en el plazo que fije.
Cuando se trate de una pretensión declarativa de certeza el juez tenderá al dictado de
una sentencia meramente declarativa para hacer cesar un estado de incertidumbre sobre
la existencia, alcance o modalidades de una relación jurídica administrativa.
3.16. Recursos
a) Aclaratoria
Finalmente debemos decir que la aclaratoria se interpone por escrito ante el mismo juez
que dictó la sentencia, debiendo ser resuelta en un plazo de cinco días sin que
corresponda sustanciación alguna.
b) Recurso de reposición
Este recurso constituye un remedio procesal tendiente a que el mismo juez que dictó la
resolución subsane, por contrario imperio, los agravios que aquella haya inferido a alguna
de las partes. (Palacio, Lino...)
c) Recurso de apelación
Como regla general el recurso de apelación procede sólo contra las sentencias
definitivas y por otra parte, a diferencia del Proceso Civil, no todas las sentencias
interlocutorias son apelables.
También procede el recurso contra providencias simples que causen un gravamen que
no pueda ser reparado por la sentencia definitiva.
d) Trámite. Efecto
Continuando con el trámite, debe ser interpuesto por escrito y fundado ante el mismo
juez que dicto la medida que se desea impugnar, debiendo esta fundamentación contener
una crítica razonada y concreta de las partes del fallo que se consideren erróneas.
e) Sentencia
Como se dijera con anterioridad, dentro del Contencioso Provincial se prevé un Proceso
Ordinario y ciertos Procesos Especiales, reglados en el Título II (arts. 67 a 76 bis).
Estos procesos especiales son sin duda sencillos y mas abreviados, teniendo plazos
más cortos, menor amplitud probatoria, reducción de trámites y de cuestiones a decidir,
resultando en definitiva mas agiles para su resolución.
a) Sumario de ilegitimidad
Este tipo de proceso tiene por objeto hacer imperar la legalidad en la actuación de la
administración, mediante la revisión judicial de los actos administrativos de alcance
particular o general que además de violar un derecho objetivo son, a su vez, lesivos de los
derechos o intereses tutelados del actor.
Esta oposición será resuelta por el juez como única cuestión de previo y especial
pronunciamiento.
Dentro del Sumario de Ilegitimidad, este plazo de caducidad se reduce a sesenta días
contados según lo dispuesto en el art. 18 del CCA que ya fuera comentado.
Contestada la demanda o vencido el plazo para hacerlo, se conferirá vista a las partes
por cinco días comunes con la finalidad de presentar sus alegatos.
A su vez se reduce el término para dictar sentencia, el cual será de treinta días
La sentencia deberá limitarse a desestimar la pretensión o a declarar la nulidad total o
parcial del acto administrativo impugnado.
Junto con la declaración de nulidad, el juzgado, de acuerdo con las circunstancias del
caso, ordenará a la demandada la conducta a seguir, con ajuste a la pretensión procesal
articulada o procederá a devolver las actuaciones para que se dicte un nuevo acto.
Aquí también puede el particular optar en forma expresa por este proceso especial o por
el ordinario, opción que deberá llevar a cabo con su primera presentación.
Nada dice acerca del personal comprendido, pues al referirse a los "agentes públicos
provinciales o municipales" supone que podrá accionar tanto el personal de planta
permanente con estabilidad como el temporario, puesto que la ley 10.430 en su art. 120
prescribe que dicho personal, "en caso de incumplimiento y/o quebrantamiento de las
prohibiciones hará pasible al personal temporario de las mismas sanciones que el personal
de planta permanente"; estos últimos gozan de estabilidad de acuerdo a lo dispuesto por el
art. 19 de la norma citada.
Luego del planteo del recurso, el órgano Colegial deberá remitir el recurso a la Cámara
juntamente con las actuaciones administrativas, dentro de los diez días hábiles y se
establece un plazo de sesenta días para el dictado de la sentencia.
Así también, para el caso en que el Órgano Colegial rechace el recurso, se podrá
interponer recurso de queja ante la Cámara competente dentro del plazo de cinco días de
notificado de la denegatoria.
Con la queja deberá adjuntarse copia de la sentencia recurrida y del escrito recursivo.
La Cámara podrá requerir las actuaciones administrativas, las que deberán ser
remitidas por la Autoridad Colegial dentro del plazo de cinco días hábiles, bajo el
apercibimiento antes previsto. La remisión de las actuaciones administrativas tendrá
efectos suspensivos respecto de la sentencia dictada por el Órgano Colegial.
Este Proceso Especial, conocido también como Pronto Despacho Judicial, tiene como
objeto obtener una orden judicial que emplace a la Administración a que resuelva las
cuestiones sometidas a su decisión.
Asimismo, las resoluciones que dicte el magistrado en el transcurso del proceso, serán
irrecurribles. Únicamente se podrá impugnar la sentencia vía recurso de reposición dentro
de los tres días de notificada, mediante escrito fundado.