1 Unidad Logica

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UNIDAD
DIDÁCTICA

HISTORIA
DE LA LÓGICA

Objetivos de la unidad

1. Introducción
2. Efemérides
3. La lógica de Aristóteles
3.1. Aspectos aristotélicos
3.2. Argumento versus implicación
3.3. Enunciados categóricos
3.4. La silogística
3.5. El uso de variables en la silogística
3.6. Errores de Aristóteles

4. La lógica de enunciados en los megáricos y estoicos


5. Sistemas axiomáticos
5.1. Definición
5.2. Demostración, teorema y teoría
5.3. Propiedades de los axiomas: consistencia, completud, decidibilidad o recursividad

Conceptos básicos
Ejercicios voluntarios
Referencias bibliográficas

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LÓGICA

 OBJETIVOS DE LA UNIDAD
• Estudiar el origen de la lógica.
• Analizar los principales hitos que han dado forma a la disciplina de la lógica,
así como conocer a sus protagonistas.
• Comprender la importancia de la lógica en la ingeniería informática.

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M.ª A. Martínez Rey Historia de la lógica

1. INTRODUCCIÓN

Se suele utilizar la palabra «lógica» para designar algo que es «coherente», que tiene
sentido o que se deduce de lo anteriormente dicho o hecho. Precisamente, ese concepto de
«orden de las ideas» es el que está en la base de la lógica como disciplina, pues analiza los
procesos de razonamiento para delimitar si es válido o no. De ahí su importancia pues per-
mite establecer pensamientos rigurosos y coherentes y advierte cuándo se comete un error.

La lógica, pues, estudia las condiciones para que un razonamiento; es decir, un


proceso mental en el que se llega a una conclusión a partir de unos enunciados previos,
sea válido. Este estudio lo realiza analizando la estructura formal del razonamiento,
prescindiendo de los contenidos. De este modo, cuando se habla de razonamiento o
inferencia deductiva, o deducción, uno se refiere a una derivación de un juicio a par-
tir de otro(s).

El empleo de argumentos y razonamientos tiene lugar tanto en la vida cotidiana como


en las tareas científicas, siendo su utilidad evidente, pues ayuda a facilitar el ampliar el
conocimiento y, de este modo, mejorar la información sobre el mundo. Sin embargo, es
conveniente distinguir entre razonamiento y argumento, teniendo en cuenta su finalidad.
El primero busca probar, el segundo convencer.

La lógica también sirve para cosas cotidianas y a veces de mucha trascendencia per-
sonal. Por ejemplo, Para conseguir una cita con la persona anhelada y que, por lo que
sea, incluida la timidez y el miedo al fracaso, se torne una tarea difícil. En efecto, se trata
de rogarle su atención y que responda solo a un par de preguntas, cosa a la que prácti-
camente accede todo el mundo. Para ello se le dice: quiero hacerte un par de preguntas,
que deberás contestar con un sí o con un no, pero antes de formularlas, debes prometer
que contestarás la verdad. Sin duda, la persona estará de acuerdo con el planteamiento.
Entonces se pasa a formular la primera pregunta:

—¿Quieres salir conmigo mañana?

La segunda es:

—¿Tu respuesta a la primera pregunta será la misma que a la segunda?

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No podrá contestar «no» a la primera, porque la respuesta a la segunda sería falsa,


fuese esta «sí» o «no». La única respuesta no contradictoria a las dos preguntas es «sí».
De esta forma, la meta es alcanzada, lo demás ya es cuestión de habilidad teniendo pre-
sente que para que una cita tenga éxito hay que ofrecer al menos dos de estas tres cosas:
diversión, comida y descoloque.

La lógica también sirve para resolver enigmas. Considérese, a título de ejemplo, el


enigma lógico siguiente que se planteó en «Alicia en el País de las Maravillas». Alicia
se encuentra en el bosque con los gemelos, Tweedledum y Tweedledee. Uno de ellos
miente los lunes, martes y miércoles y dice la verdad los demás días de la semana. El otro,
miente los jueves, viernes y sábados, y dice la verdad los demás días de la semana. Uno
de ellos, le dijo a Alicia: «Yo soy Tweedledum» y el otro le dijo «yo soy Tweedledee».
Se trata de saber quién es quién.

La forma de averiguarlo es como sigue: si el primer enunciado es verdadero, entonces


el primero de los hermanos es, realmente, Tweedledum, y, por consiguiente, el segundo
es Tweedledee, y el segundo enunciado es también verdadero. Ahora bien, si el primer
enunciado es falso, entonces, el primero de los hermanos es, efectivamente, Tweedledee
y el segundo Tweedledum y, por tanto, el segundo enunciado es asimismo falso. Con-
siguientemente, no pueden ser ambos falsos, puesto que los dos hermanos no mienten
nunca los mismos días de la semana, ambos enunciados tienen que ser verdaderos. Así,
el primero es Tweedledum y el segundo Tweedledee. Además, obviamente, el día del
encuentro tiene que ser domingo.

Se puede definir la lógica formal como una ciencia abstracta que tiene por objeto
el análisis formal de los razonamientos y argumentos, o, asimismo y más consistente-
mente, como teoría formal de la inferencia.

La lógica es la ciencia o doctrina de la recta consecuencia.


Menne

Las principales partes o unidades lingüísticas que integran un razonamiento o ar-


gumento son los enunciados. Los enunciados iniciales de un razonamiento o argumen-
to reciben el nombre más específico de premisas y el enunciado final, el de conclusión.

Enunciado. Segmento lingüístico que tiene un sentido completo y que puede ser
afirmado con verdad o falsedad.

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La lógica pretende ser una ciencia universal, tan rigurosa como la matemática, que
proporcione la capacidad de realizar operaciones y cálculos de modo exacto. Esta es la
razón por la que no trabaja con el lenguaje «natural» u ordinario. Es decir, requiere un
lenguaje «artificial» que cuente con reglas explícitas por las que se establezca el uso de
términos y la formación de enunciados.

De modo general, puede decirse que toda ciencia ha de recurrir al empleo de un len-
guaje artificial. Pero, en el caso de la matemática y la lógica, el lenguaje artificial reque-
rido ha de ser «formal» o «simbólico». Esto es, constará de los tres elementos siguientes:

• Un conjunto de símbolos: variables, constantes, paréntesis.


• Reglas de formación de fórmulas correctas: bien formadas o bien formula-
das, o sin más, fórmulas.
• Algunas reglas de transformación que permitan pasar de unas fórmulas bien
formadas a otras.

2. EFEMÉRIDES

Como es más que sabido, la lógica es una disciplina antigua. Tuvo un doble naci-
miento en la Grecia clásica. Por un lado, Aristóteles creó la silogística. Por otro, y esto es
menos conocido, en la escuela Megárico-estóica, con Crisipo como máximo exponente,
se inició el estudio de la lógica proposicional o lógica de enunciados.

La lógica se originó en las matemáticas y la filosofía de la Grecia clásica. Los prin-


cipios lógicos, principios que relacionaban la estructura sintáctica de las oraciones o
enunciados o, aun, proposiciones, con su verdad o falsedad, con su significado o con la
validez de los argumentos en donde aparecían, se encuentran diseminados en diversas
partes de las obras de Platón (428-348 a. C.). Sin embargo, el primer estudio sistemá-
tico sobre la lógica fue el de Aristóteles cuya obra fue recopilada por sus discípulos des-
pués de su muerte en el año 322 a. C., en un tratado que se conoce como Órganon. Sin
embargo, la lógica aristotélica resulta demasiado limitada para las necesidades actuales.
En efecto, Aristóteles no tomó en cuenta, excepción hecha de unos cuantos casos, aque-
llos principios lógicos que dependen básicamente de su incorporación en toda estructura
sintáctica dentro de otra estructura del mismo tipo, al igual que los enunciados se incor-
poran en otros enunciados en la lógica proposicional actual. Esta limitación restringió
excesivamente el grado de complejidad interna de un enunciado que se pudiera analizar
utilizando la lógica aristotélica.

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El tipo de inferencia al que más atención dedicó Aristóteles fue al silogismo, que
se estudió en la asignatura de Matemática Discreta. Este se divide en figuras y modos,
dependiendo del orden de los términos, que se pueden denominar predicados, en los
enunciados, del grado de generalidad aplicado, que actualmente podrían interpretarse
mediante cuantificadores, a cada término y de si cada término está, o no, negado. El si-
logismo básico es el del primer modo de la primera figura:

Todos los S son M. Todos los M son P. Por lo tanto, Todos los S son P

Aristóteles intentó demostrar la validez de otros silogismos, reduciéndolos a los de


la primera figura. Pero fue mucho menos preciso en explicar en qué consistía esta reduc-
ción, que en la caracterización de las figuras y modos silogísticos.

Las escuelas estoica y de Megara, estrechamente vinculadas, que surgieron en


el siglo V a. C. y que se prolongaron varios siglos en el tiempo, fueron las iniciadoras
del estudio sistemático de la implicación y otras construcciones básicas que todavía se
emplean en la lógica proposicional actual. Los estoicos afirmaban que su lógica era com-
pleta en el sentido de ser capaz de captar todas las inferencias que fuesen válidas, pero lo
que ha llegado hasta la actualidad de ellas es demasiado fragmentario como para poder
corroborarlo. Benson Mates ofrece una buena historia de ambas escuelas.

Uno de los grandes logros de la lógica proposicional de las escuelas estoica y de


Megara fue su análisis riguroso y claro de las reglas de inferencia. Los estoicos partieron
de cinco reglas de inferencia básicas que consideraban válidas sin necesidad de demos-
tración, y a partir de estas deducían con todo rigor las demás. La primera y más impor-
tante de estas cinco reglas es la que en la actualidad se conoce como modus ponens.
Los estoicos fueron mucho más precisos que Aristóteles acerca de lo que entendían por
derivación, al definir lo que entendían por reducción de un silogismo por otro. También
utilizaron el principio de Condicionalización, que establece que si de manera válida puede
inferirse q a partir de p, entonces la condición p ⇒ q es lógicamente verdadera. Estos
dos principios figuran de manera prominente en la lógica contemporánea.

El primer paso en la dirección de obtener un lenguaje completo y automático para


el razonamiento fue dado por Ramón Lull (1235-1315) hacia el año de 1270, en su libro
Ars Magna; esto es, El Gran Arte.

Lull creía que todo conocimiento científico consistía en la unión o conjunción de una
serie de ideas raíces: el conocimiento es un complejo de ideas simples.

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Dichas ideas se reducían a 54, de las cuales una tercera parte se refería al campo
de la religión o de las teorías del buen o mal comportamiento. La unión o conjun-
ción de grupos de estas ideas es el gran arte; por el cual ha de efectuarse la scen-
tia generalis, la ciencia general o sustancia de la ciencia. Lull no llegó mucho más
lejos investigando el número de modos que permitieran formar uniones complejas de
estas ideas. No dio reglas, solo algunas triviales, para juzgar el valor cognoscitivo de
los diferentes complejos posibles. Parece haber sido su opinión que ningún conoci-
miento científico tiene necesidad alguna de la guía o soporte de la experiencia sensi-
ble, como si pudiera llevarse a cabo el descubrimiento de lo que hay en el fondo del
mar, y su comprobación, sin tener que abandonar la tierra firme: los barcos de pesca
del conocimiento podrían permanecer cómodamente anclados en el puerto, sin que
fuese menester enviarlos a navegar para que echasen sus redes en las profundas aguas
de la experiencia sensible. Al sustentar esta opinión, Lull era representativo de buena
parte del pensamiento de su época.

Después de Lull, las sugerencias de un lenguaje general para una ciencia general no
fueron infrecuentes en filosofía. Pero hubo que esperar hasta la década de 1660 cuando
George Dalgarno (1626-1672) y John Wilkinns (1614-1672) publicaron sus obras al
respecto.

Parece, sin embargo, que fue René Descartes (1596-1650) el primero que conci-
bió la idea de un lenguaje general, en sus términos une langue universelle, como una
especie de aritmética. En efecto, en una carta de 20 de noviembre de 1629, enviada al
padre Marin Mersenne afirmaba que era posible la invención de un lenguaje en el cual

«se establezca un orden entre todos los pensamientos que puedan acudir a
nuestras mentes, [del mismo modo que hay un orden natural entre los números,
aunque estos no encuentren fin, puede llevarse a cabo por completo en no más
de un solo día... a pesar de ser cada nombre una palabra diferente, del mismo
modo podría hacerse una relación con todas las demás palabras que sean nece-
sarias para hablar acerca de todas las cosas que acudan a nuestras mentes...].
La invención de este lenguaje es algo que depende de la filosofía verdadera,
pues sin ella no es posible confeccionar una relación de todos los pensamientos
humanos y ponerlos en orden, ni siquiera separar unos de otros de modo que
se tornen claros y simples, lo cual es, en mi opinión, el secreto de un conoci-
miento bien fundado. Y si alguno lograse una exposición satisfactoria de cuáles
sean las ideas simples que hay en las mentes humanas, ideas que constituyen
el material de construcción de todos los restantes pensamientos... quedaría así
eliminada la posibilidad de error».

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Sin duda, prudentemente, Descartes no hizo el más mínimo intento de dar una rela-
ción de esas ideas simples o de ponerlas en orden de modo que pudiera construirse una
aritmética del razonamiento que permitiera obtener conocimiento cierto y completo de
todo cuanto sea realidad.

Poco después de Descartes, Godfred Wilhelm Leibniz (1646-1716) concibió el pro-


yecto de un nuevo lenguaje general, semejante al de Descartes, pero llevado más lejos. En
efecto, ya en su temprana obra De Arte Combinatoria, sobre el arte de combinar formas,
de 1666, Leibniz presentó la sugerencia de una matemática de las ideas. De la misma
forma que todo número mayor que la unidad o bien forma parte de las clases de los núme-
ros primos o puede obtenerse en base a dichos números primos, de igual modo todas las
ideas o bien son simples o son complejas, y pueden formarse juntando ideas simples.

Las ideas simples se representan por números primos, mientras que las ideas com-
plejas se representan mediante números compuestos, siendo el número que representa
una idea compleja dependiente de los números representativos de las ideas simples que
la componen. En posterior ocasión, Leibniz, refiriéndose a su obra inicial, manifestó que
se había sentido como llevado por un impulso interior a la convicción de que

«era preciso inventar un alfabeto de los pensamientos humanos y juntando


las letras de ese alfabeto descomponiendo en esas letras las palabras con ellas
formadas, se dispondría de un instrumento que capacitaría para el descubri-
miento y comprobación de todo».

Leibniz albergaba la creencia de que la matemática era la ciencia clave; creía que las
operaciones de la matemática eran susceptibles de ser ampliadas con suficiente margen
como para poder decidir toda cuestión que se sometiese a su control. En sus palabras:

«...en la medida en que fuese posible tomar tales decisiones razonando a


partir de los hechos. Porque si bien es cierto que siempre se necesitan algunas
experiencias como base del razonamiento, una vez estas experiencias hubieran
sido dadas, podríamos extraer de ellas todo aquello que cualquier otra persona
pudiera extraer de esas mismas experiencias, e incluso podríamos descubrir
cuánta experiencia más se necesitaría para que nuestras mentes quedasen libres
del resto de nuestras dudas...
Si dispusiéramos de un cuerpo de signos que se ajustasen al propósito
de poder tratar todas nuestras ideas de un modo tan claro, tan verdadero y tan
detallado como son tratados los números en aritmética o las líneas en la geo-
metría del análisis, podríamos llevar a cabo en el tratamiento de toda cuestión,

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mientras se encontrase sometida al control del razonamiento, todo lo que lle-


vamos a cabo en aritmética y geometría. Todo trabajo científico que dependa
del razonamiento sería efectuado recurriendo al cambio e intercambio de sig-
nos mediante una especie de álgebra, una consecuencia de ello sería que el
descubrimiento de hechos de gran interés e importancia resultaría fácilmente
asequible. No habría necesidad de forzar nuestras mentes en el ejercicio de
duras tareas hasta el extremo en que ahora se hace y tendríamos la certeza de
estar en condiciones de obtener todo el conocimiento posible del material que
se nos diera. Además, todo el mundo estaría de acuerdo acerca de los resul-
tados obtenidos, porque sería fácil revisar las operaciones realizadas, o bien,
volviéndolas a hacer, o bien, sometiéndolas a comprobaciones similares a la
popular prueba del nueve en aritmética. Y si alguien abrigase dudas acerca de
alguno de mis enunciados, yo le diría: "hagamos cálculos, y así, tomando papel
y lápiz, pronto llegaríamos a la solución"».

Leibniz jamás desarrolló su idea. El hecho es que se equivocó en dos sentidos. Uno,
no tuvo la prudencia de reducir el campo a cubrir mediante su soñado invento y como dice
el refrán «el que mucho abarca poco aprieta». Ni tuvo en cuenta que la posibilidad de abar-
car arbitrariamente todos los eventuales dominios de la razón, es mínimo, dada la necesi-
dad de un proceso de maduración. Dos, quiso ofrecer simultáneamente dos cosas; a saber:
un sistema de las formas y estructura del razonamiento como tal, un sistema de lógica,
y un sistema en el que pudiera ordenarse todo aquello que sea susceptible de servir de
materia a un argumento, un sistema de física y filosofía. Él pensaba que la materia que
se añade a la forma del razonamiento tenía que ser también parte de su sistema de len-
guaje. Craso error.

Así pues, la idea de crear un lenguaje formal artificial configurado de acuerdo con
la notación matemática que permitiera clasificar las relaciones lógicas y reducir la infe-
rencia lógica a un procedimiento puramente formal y mecánico, se debe a Leibniz. No
obstante, la lógica matemática de Leibniz tenía muchas deficiencias, y a él se le recuerda
más bien por haber introducido estas ideas como metas a alcanzar que por los logros
por él alcanzados.

Sin menospreciar los avances, pocos y no muy relevantes, que se produjeron


durante la época medieval, ni la supuesta anticipación de ideas de Leibiniz, no hay
la más mínima duda que la madurez de la lógica se produjo durante el siglo XX. Por
eso, resulta una boutade la afirmación de Kant según la cual «la lógica nació com-
pleta y acabada, excepto por detalles menores cosméticos, en la obra de Aristóteles».
De hecho, el volumen de conocimientos adquiridos el siglo pasado y la sofisticación

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de los métodos creados y empleados son tan grandes que hacen que, prácticamente,
todo lo anterior pase al olvido. Los dos autores más relevantes de este florecimiento
son George Boole y Gottlob Frege.

Fue George Boole (1815-1864), que se estudió en detalle en Matemática discreta,


el primero en introducir un sistema muy próximo a lo correcto, razonablemente comple-
to, sobre el lenguaje formal artificial. Su lógica está configurada de manera muy cercana
al álgebra de los números reales.

En el álgebra de Boole están integrados los componentes principales de la lógica


aristotélica y también una analogía muy cercana a la lógica proposicional actual.

Si bien es cierto que al sistema de Boole le faltaba mucho para ser una lógica pro-
posicional, lo que ofrecía bastó para que otros autores del siglo XIX completaran rápi-
damente las carencias de Boole.

En 1847 Boole, un modesto profesor irlandés, ajeno a los círculos universitarios,


publicó un breve libro titulado El Análisis Matemático de la Lógica. En este texto se
introduce un simbolismo aritmético; esto es, ecuaciones construidas con operaciones
aritméticas: sumas, restas y productos, para estudiar los razonamientos. En el mismo
lenguaje algebraico en el que se estudian las leyes de la aritmética se puede ahora anali-
zar la validez de los silogismos y la validez de los argumentos proposicionales estudia-
dos por Crisipo. Así, una ecuación como x ∙ y = 0 se interpreta de tres maneras distintas:

• Aritméticamente, como la afirmación de que el producto de los números x


e y da como resultado el número cero.
• En términos de clases, como la afirmación de que las clases x e y no tienen
elementos comunes, lo cual permite expresar que ningún x es y.
• En lógica proposicional, como la aseveración de que la conjunción de los
enunciados x e y es una contradicción.

El ámbito de aplicación del simbolismo para el estudio de razonamientos es muy


superior al disponible hasta la fecha y el uso de un lenguaje algebraico sugiere nuevos
métodos de análisis y justificación de la corrección de los razonamientos. Sin embargo,
la obra de Boole no está exenta de lugares oscuros, particularmente en lo que afecta a
sus intentos de introducir notación para dar cuenta de las afirmaciones de índole exis-
tencial, pero abre las puertas a nuevos horizontes.

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Las ideas de Boole fueron ampliadas y perfeccionadas por la denominada escuela


algebraica a lo largo del siglo XIX. Entre sus más importantes representantes están
Augusto de Morgan (1806-1871), Charles Sanders Peirce (1839-1914) y Ernst Schröder
(1841-1902), quienes logran, finalmente, modificar el lenguaje formal para poder repre-
sentar adecuadamente la cuantificación y la predicación múltiple, las dos grandes lagu-
nas de Boole y sus predecesores. Los enunciados que se podían analizar previamente solo
podían contener predicación de propiedades de individuos, nunca predicación de relacio-
nes entre individuos. La escuela algebraica se caracteriza por la aplicación de la matemá-
tica a la lógica. Con Frege se inició un proceso en sentido inverso; esto es, orientado a la
aplicación de la lógica a la matemática. La primera propuesta completa de la lógica pro-
posicional moderna y de la lógica de primer orden se debe a Gottlob Frege (1848-1925).

A diferencia de los esquemas con validez lógica, las reglas de inferencia no mere-
cieron la atención de Boole ni de Frege. La lógica del primero está conformada con estre-
cho apego al álgebra de los números. Se basa fundamentalmente en la regla de inferencia
de sustitución de igualdad, mediante lo que es posible concluir P (t) dada P (s) y s = t.
Desde luego los esquemas válidos fueron los que se emplearon para obtener ecuaciones
a las que pudiera aplicarse la sustitución de igualdad. Si bien la lógica de Frege es una
lógica más general que la de Boole, también se basaba en una gran cantidad de esque-
mas de validez lógica, además de una sola regla de inferencia que tenga premisas. En
el caso de Frege esta regla fue el modus ponens. Frege aprovechó el hecho de que el
efecto de una regla de inferencia de la forma De p se infiere q puede simularse apli-
cando modus ponens a p junto con un esquema de validez lógica p ⇒ q. El anterior
estilo axiomático de exposición, en el que se emplea el modus ponens además de diver-
sos esquemas de validez lógica, fue utilizado por muchos lógicos después de Frege, el
caso más notable fue el de los Principia Mathematica de 1910.

La obra de Whitehead y Russell Principia Mathematica publicada en tres volú-


menes, respectivamente, en 1910, 1912 y 1913, puede y debe ser considerada como la
culminación de los primeros estadios que van desde 1847 a 1910. Tanto por su calidad,
como por su tamaño, más de 2.000 páginas, es una gran obra. En ella se unen en un sis-
tema general el álgebra lógica de Boole-Schröder y las teorías de Frege, Cantor y Peano,
cuyas finalidades difieren no solo del álgebra lógica, sino también entre sí.

De hecho, la aparición de los Principia marcó el punto culminante de la logización


de la matemática, pudiendo considerárseles como el monumento lógico más importante de
la época y tal vez de la lógica. No solo realizaban el sistema deductivo más completo que
jamás se hubiera contemplado, sino que, además, contribuían a fijar las nociones básicas y
proponían un simbolismo que iba después a generalizarse ampliamente. Por último, pero
no de último, con respecto a ellos se ubicará la mayoría de las investigaciones posteriores.

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LÓGICA

Resumen

Por utilizar la terminología de Bacon, los Principia, no solo fueron lucíferos, al arro-
jar luz sobre las sombras de la lógica anterior e iluminar el camino de posteriores
trabajos, sino que también fueron fructíferos, pues la claridad que trajeron consigo
permitió tomar conciencia de los mecanismos empleados y pensar en construir sis-
temas diferentes como así sucedió.

Así, en 1920, Lukasiewicz imaginó y construyó su lógica trivalente. En 1930 Heyting


publicó Die Formalen Regeln der Intuitionistischen Logic; es decir, Las Reglas Formales
de la Lógica Intuicionista, con el fin de informar acerca de los procedimientos de razo-
namiento utilizados por Brower. Por su parte, Lewis y Langford propusieron varios sis-
temas modales.

Las tablas de verdad que, en cuanto método para explicar los significados de los conec-
tores proposicionales, se remontan a Filo de Megara, como métodos para probar la vali-
dez o insatisfactibilidad de afirmaciones en el lenguaje de la lógica proposicional fueron
aportaciones simultáneas de Emil Post (1897-1954) y Ludwig Wittgenstein (1889-1951).

Simultáneamente, la reflexión en lógica, a raíz de los Principia, se orientaba en otra


dirección. Sea cual fuere el sistema lógico propuesto es imposible eludir cierto número de
problemas que se plantean con respecto a él. Los más importantes son los de su consisten-
cia o no contradicción, su completud y su decibilidad. En 1921 Emil Post demostró que
el cálculo proposicional de los Principia gozaba de las dos primeras propiedades. Siete
años después, en 1929, David Hilbert y W. Ackerman pudieron probar la no contradicción
de la lógica de predicados y Kurt Gödel hizo otro tanto en 1930. Pero al año siguiente,
en 1931, publicó su famoso trabajo titulado Proposiciones formalmente indecidibles de
«Principia Mathematica» y Sistemas Emparentados, en el que restablecía que resulta
imposible formalizar íntegramente la aritmética de Peano, e imposible también probar
dentro del formalismo elegido su no contradicción. La importancia de este resultado, muy
pronto seguido por otros varios, consiste en la fijación de los límites de la formalización.

El teorema de Gödel, tal vez el más importante de la lógica, en realidad no era algo
absolutamente nuevo, pues había habido sugerencias anteriores, por ejemplo, la que hizo
John von Neumann (1903-1957) en un importante artículo publicado en 1927, sobre demos-
traciones matemáticas, de que probablemente era verdadero algo similar. Pero los exper-
tos quedaron sorprendidos de que, con los conocimientos de entonces, se hubiese podido
obtener una demostración. Dicho teorema puede enunciarse diciendo que ningún sistema
axiomático de la aritmética elemental es completo, si tiene la propiedad de consistencia.

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M.ª A. Martínez Rey Historia de la lógica

Posteriormente, Alonzo Church (1903-1995) y, sobre todo, Alan Mathison Turing


(1912-1954), resolvieron el famoso problema planteado por Hilbert en el International
Congress of Mathematicians (ICM). de 1928, acerca de la decibilidad de la matemática;
es decir, si puede haber algún procedimiento automático capaz de decidir cualquier
cuestión matemática. El problema conocido como Entscheidungsproblem requería una
definición precisa del concepto de método automático o algoritmo. Uno lo hizo usando
el concepto de recursividad y el otro el de computabilidad o máquina-a denominada
después por Church, en su honor, máquina Turing.

A raíz de esos hallazgos, las investigaciones en lógica matemática tomaron las


siguientes direcciones:

• Bajo la influencia de Carnap y Tarski, el interés se ha desplazado de los


aspectos sintácticos de los sistemas lógicos, a los aspectos semánticos de
los mismos, y toda una serie de problemas filosóficos se discuten en fun-
ción de las técnicas lógicas. Y también se busca una verdadera pragmática
de los sistemas axiomáticos.
• Los resultados, hasta entonces obtenidos, se presentan desde nuevas pers-
pectivas; por ejemplo, Curry se dedicó a la reconstrucción de la lógica
sin hacer uso de las variables y creó, para ello, lo que se denomina lógica
combinatoria.
• En una dirección completamente distinta, y tras Gentzen, en 1934, Fitch, en
1952, y en especial Beth ajustan instrumentos de deducción que están más
cerca de los procedimientos naturales de pensar.
• Los problemas de los fundamentos continúan reteniendo la atención de los
lógicos: fundamentos de la inducción, del cálculo de probabilidades y hasta
de la teoría de conjuntos por Bernays en 1958.

Uno de los primeros sistemas, luego de Frege, que se enfocó eminentemente en


las reglas de inferencia fue el de deducción natural introducido, en 1934, por Grehard
Gentzen (1909-1945) y Stanislaw Jáskowski (1906-1965). A este sistema se le deno-
mina natural debido a que no necesita de enunciados sujetos a un procesamiento previo
antes de que dicha deducción se les pueda aplicar, como sucede en muchos otros pro-
cedimientos de demostración, y debido a que se considera que sus reglas de inferencia
son más intuitivas que, por ejemplo, la regla de resolución. En la deducción natural se
utiliza ampliamente el principio de Condicionalización. A los objetos manipulados por
las reglas de inferencia de Gentzen, se les conoce como secuelas. Tales secuelas pueden
considerarse bien como argumentos lógicos (un par de un conjunto de premisas y un

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LÓGICA

conjunto de conclusiones alternas destinadas a ser un ejemplo de alguna regla válida de


inferencia) o como un enunciado en forma normal implicativa. Gallier utilizó las secue-
las de Gentzen para mostrar los fundamentos teóricos de la deducción natural.

Las formas normales conjuntiva y disyuntiva, de las fórmulas proposicionales ya


eran conocidas en 1877 por Schröder, aunque los principios subyacentes para la cons-
trucción de estas formas se remontan cuando menos a Boole. El empleo de una fórmula
tipo cláusula, forma normal conjuntiva, para la lógica de primer orden, depende de cier-
tas técnicas para manipular cuantificadores, en particular para la eskolemización. Whi-
tehead y Bertrand Russell (1872-1970) establecieron las, denominadas por Herbrand en
1930, reglas de paso, utilizadas para desplazar los cuantificadores que están al frente de
las fórmulas. Tal desplazamiento se denomina prenexación de la fórmula y a la fórmula
en la que todos los cuantificadores están al inicio se dice que está en forma prenexa. La
forma de Horn de 1951 se debe a Alfred Horn. La denominada forma normal implicativa
fue utilizada, con un signo de implicación de derecha a izquierda, por Robert Kowalski
en 1979. Las funciones y constantes de Skolem fueron introducidas, en 1920, por Tho-
ralf Skolem. Y el procedimiento general de eskolemizacion, junto con el importante con-
cepto de universo de Herbrand, apareció en 1928.

El teorema de Herbrand, en honor a su descubridor Jaques Herbrand (Herbrand,


1930), ha desempeñado un papel determinante en el desarrollo de los métodos de razo-
namiento automatizados, tanto antes como después de la introducción de la resolución de
Robinson. De lo anterior es prueba fehaciente el ya citado universo de Herbrand concepto
inventado por Skolem. En realidad, Herbrand no utilizó de modo explícito las constantes
y funciones de Skolem, sino un elegante, aunque aproximado, dispositivo equivalente.
Herbrand también puede ser considerado como el inventor de la unificación, puesto que
puede observarse una variante del algoritmo de unificación en su trabajo de 1930. Fue
Abraham Robinson quien sugirió que se empleara el teorema de Herbrand para producir
demostraciones automáticas. Y J. A. Robinson, en 1965, quien diseñó el método de reso-
lución que utilizó la unificación en su forma moderna para permitir la demostración de la
inconsistencia proposicional sin hacer uso explícito de términos del universo de Herbrand.

Resumen

La lógica matemática es el resultado de la convergencia de las líneas de pensa-


miento siguientes:

• La lógica antigua, clásica, silogística, común o de Aristóteles, que por estos


nombres se la conoce, que fue invención de Aristóteles.
.../...

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.../...

• La idea de un lenguaje completo y automático para el razonamiento. En este


punto, los nombres de Ramón Lull, Leibniz y Peano, son de obligada mención.
• Los nuevos progresos en álgebra y geometría acaecidos sobre todo a partir
de 1825.
• La idea de que hay partes de la matemática que son sistemas deductivos;
esto es, cadenas de razonamientos que se conforman a las reglas de la
lógica. Son estas, reglas por virtud de las cuales se puede pasar de un enun-
ciado e1 a otro enunciado e2, siendo e2 necesariamente verdadero siempre
que se considere que e1 es verdadero.

3. LA LÓGICA DE ARISTÓTELES

3.1. ASPECTOS ARISTOTÉLICOS

En los escritos de Aristóteles (384-322 a. C.) sobre lógica, cabe distinguir al menos
los aspectos siguientes:

• Discusiones acerca del lenguaje común, principalmente en relación con


diferentes géneros de palabras y su conexión con los posibles órdenes de
existencia; a saber: sustancia, cantidad, cualidad, lugar, tiempo, etc.
• Un conjunto de sugerencias sobre el arte de la argumentación, que es el
arte de lograr la destrucción de los argumentos de aquellos que no estén de
acuerdo con dicha argumentación y de impedir que los argumentos propios
sean refutables.
• Un grupo de enseñanzas sobre el método científico y sobre cómo la inves-
tigación de las ciencias naturales puede determinar el aumento del conoci-
miento de las reglas físicas.
• Una serie de puntos de vista sobre la organización correcta de un sistema
en la ciencia matemática, y una teoría de la forma de razonamiento cierto,
denominada por Aristóteles silogismo.

Es este silogismo, con sus posteriores desarrollos; o sea, este aspecto de los escritos
aristotélicos sobre lógica, el que es relevante y trascendente en el origen y primer desa-
rrollo de la lógica matemática.

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LÓGICA

3.2. ARGUMENTO VERSUS IMPLICACIÓN

Enunciados complejos tales como: << Si todos los animales necesitan alimento y
todos los hombres son animales, entonces todos los hombres necesitan alimento >>. << Si
las líneas que unen tres puntos en un plano forman un ángulo recto en uno de esos pun-
tos, entonces la medida del cuadrado de la línea o lado opuesto al ángulo recto, es igual
a la medida que se obtiene sumando los cuadrados de las otras dos líneas o lados >>.
Estos enunciados son el tipo de enunciados que se proponen como ejemplo de un razo-
namiento cierto: razonamiento por cuya virtud, un enunciado dado es ciertamente ver-
dadero si una serie de enunciados dados, que se presentan como condiciones suyas, son
verdaderos. Con esto no se sugiere, en absoluto, que todo razonamiento que sea propuesto
como cierto sea, en efecto, cierto; pues, como es bien conocido, se cometen muchas veces
fallos de razonamiento.

Dicho más generalmente, imagínese que e1, e2, ..., en sean enunciados cualesquiera.
En la lógica del razonamiento cierto, que se opone, verbigracia, al razonamiento proba-
bilístico o el difuso, se dice que un enunciado complejo de la forma: << Si e1 y e2 y ... y
en-1, entonces necesariamente en >> es una implicación. Usando el término implicación
en sentido estricto; es decir, como nombre para designar la relación << Si x entonces
necesariamente >>. Los enunciados e1 a en-1 son las condiciones o antecedentes, y en es el
resultado o consecuencia de la implicación. Se dice que una implicación posee validez;
o sea, es válida si y solamente si necesariamente el consecuente es verdadero cuando
todas las condiciones sean verdaderas.

Hay que distinguir, clara y netamente, la noción de implicación de la noción de


argumento. Un argumento es un enunciado complejo de la forma: << e1 es verdadero y
e2 es verdadero y... y en-1 es verdadero >> que posee validez si y solamente si la impli-
cación paralela es válida.

Así, un argumento se diferencia de una implicación en que en él las condiciones


del resultado; es decir, las premisas, son tenidas por verdaderas, razón por la cual
el resultado mismo; esto es, la conclusión, es propuesto como verdadero. En cambio, en
una implicación, el resultado es tenido por verdadero si las condiciones son verdaderas,
pero sin afirmar que estas sean de hecho verdaderas o que sean falsas. Por lo demás, el
término argumento puede ser atribuido con un carácter más general a cualquier cadena
de razonamientos, tanto si se trata de una implicación como de un argumento en el sen-
tido más restringido que se acaba de especificar.

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M.ª A. Martínez Rey Historia de la lógica

3.3. ENUNCIADOS CATEGÓRICOS

En la lógica de Aristóteles solo pueden utilizarse, como antecedentes o como con-


secuentes de las implicaciones, cuatro tipos de enunciados, denominados categóricos,
que tienen la estructura siguiente:

• << Todo S es P >>
• << Ningún S es P >> 
• << Algún S es P >> 
• << Algún S no es P >> 

Posteriormente, a los enunciados del primer tipo se les denominó enunciados A; a los
del segundo, enunciados E; a los del tercero, enunciados I y a los del cuarto enunciados O;
y, en todo caso, se denominaba a S el sujeto y a P el predicado del enunciado en cuestión.
El modo en el que el propio Aristóteles hablaba de estas cuatro formas del enunciado era
algo diferente del modo de hablar de ellas que llegó a ser común entre los escolásticos. Así,
en vez de decir << Todo S es P >> Aristóteles decía << P es predicado verdaderamente de
todos los S >> o << P es parte de cualquier cosa que sea S >>; en vez de decir, << ningún S
es P >> empleaba las expresiones << P no es predicado verdaderamente de ningún S >> o
<< P no es una parte de nada que sea S >> y análogamente en los demás casos.

En opinión de Aristóteles, los únicos nombres que tienen sentido en un enunciado


categórico son los nombres comunes o universales; verbigracia, hombre, flor, verde, pero
no los nombres de personas, de lugares o cosas susceptibles de ser consideradas como
unidades reales. De acuerdo con esta opinión, Aristóteles no permite que enunciados tales
como << Sócrates va a morir algún día >> y << Carlos tiene la nariz achatada >>, ejem-
plos de los que frecuentemente hace uso en sus escritos filosóficos, sean antecedentes o
consecuentes de implicaciones.

Es conveniente añadir que Aristóteles otorgó a los enunciados modales y a los ra-
zonamientos silogísticos construidos con dichos enunciados, un importante lugar en su
obra principal sobre silogística: Analíticos Primeros.

Enunciados modales son los que tratan de lo necesario o lo posible; por ejemplo,
<< todo S es necesariamente P >>, << ningún S es necesariamente P >> y << algún
S es posiblemente P >>.

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LÓGICA

La lógica modal de Aristóteles no tuvo mucha influencia en el pensamiento poste-


rior y, al parecer, no jugó papel alguno en el nacimiento de la lógica matemática.

3.4. LA SILOGÍSTICA

La teoría del silogismo es, realmente, una teoría de las implicaciones silogísticas.
Una implicación silogística es una implicación con dos y solo dos antecedentes y un
consecuente, siendo tanto aquellos como este enunciados categóricos. Lo que Aristóte-
les se propuso hacer con su silogística fue proporcionar una relación completa y deta-
llada de las diferentes formas posibles de silogismos y un cuerpo completo de reglas para
comprobar la validez de cualquier silogismo dado. Por ejemplo, si se tiene el silogismo:
<< si todo animal ha de morir y todo hombre es animal, entonces necesariamente todo
hombre ha de morir >>. Esta implicación es de la forma: << si todo P es verdaderamente
predicado de todo M y todo M es verdaderamente predicado de todo S >>. La razón para
decir hombre y animal en vez de hombres y animales se aducirá en el epígrafe siguiente.

Tratándose, como se trataba, de un primer comienzo, no es de extrañar que la teo-


ría lógica de Aristóteles no incluyese algún error o que no fuese la mejor posible. En
todo caso, y sin duda alguna, constituyó un comienzo sólido. Pero, a pesar de que, en el
curso de los siglos, las ideas aristotélicas sobre silogística han encontrado amplia difu-
sión entre las personas interesadas por la teoría del razonamiento, apenas si hubo quien
pudiera decir claramente en qué sentido las respuestas de Aristóteles eran correctas o
equivocadas, ni cuáles de esas respuestas eran más bien cuestiones que necesitaban ser
respondidas. Es cierto que algunos autores, especialmente entre los últimos escolásticos,
realizaron importantes descubrimientos en lógica y que sus investigaciones rebasaron el
ámbito de la silogística. Pero su lógica era una lógica de reglas enunciadas en la lengua
franca del momento: el latín. No se utilizaban símbolos especiales para las operaciones
del razonamiento y no parece, en general, que se pensara que fuese posible convertir la
lógica en una especie de matemática. De ahí que no se diese entonces ningún paso ade-
lante en el sentido de la transformación de la lógica en lógica matemática.

A los escolásticos les hubiera resultado difícil realmente tomar en serio la idea de
considerar a la lógica como una especie de matemática, porque las concebían a una y
otra como disciplinas muy distantes. Lo lógico o ars logica era una de las tres artes del
lenguaje que formaban el trivium, o vía tripartita, que era el campo de aprendizaje que
había que recorrer inicialmente al ingresar en la universidad. Las otras dos ramas del tri-
vium, eran el arte de usar correctamente el lenguaje o ars grammatica, y el arte de usarlo
decorosamente o ars rhetorica.

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M.ª A. Martínez Rey Historia de la lógica

La enseñanza del trivium tenía lugar en las Facultades Universitarias de Artes. En


las Facultades de Ciencias, por otra parte, se enseñaban las matemáticas que unidas a la
geometría, la astronomía y la música, formaban el cuatrivium.

Entre las razones del inmenso respeto de que ha gozado la lógica de Aristóteles
se encuentra el hecho de que su sistema fuese el único del que se conservase docu-
mentación suficiente para poderlo conocer con detalle, y la autoridad de la Iglesia
Romana, que adoptó, con algunos reajustes, gran parte de las enseñanzas de Aristó-
teles en filosofía. Más tarde también jugó a su favor la inercia de la educación supe-
rior, que estaba controlada por personas que habían dedicado largos años de su vida al
aprendizaje de las lenguas, la historia y los escritos de los autores griegos y romanos.
Naturalmente, estos otorgaban, a este género de conocimientos, un valor mucho más
alto que el que estaban dispuestos a conceder a las nuevas ciencias y al nuevo cono-
cimiento de la naturaleza.

3.5. EL USO DE VARIABLES EN LA SILOGÍSTICA

El interés de Aristóteles se dirigía no a los ejemplos, sino a las formas del silogismo,
lo cual es enteramente correcto desde la perspectiva de la silogística. En efecto, esta
investiga las leyes de las implicaciones silogísticas, pues si tales leyes han de ser gene-
rales, será necesario que se las ponga en relación con las estructuras de dichas implica-
ciones y no con los ejemplos materiales de ellas. Es necesario reconocer el gran mérito
de Aristóteles por haber sido plenamente consciente de ello y por adivinar que el camino
que conduce a las leyes generales se recorre con ayuda del uso de variables que se repre-
sentan por letras significativas de toda y de cualquier cosa que pertenezca a un determi-
nado dominio de la realidad: de cualidades, de sustancias, de relaciones, de números o
de cualquier otro tipo o forma de existencia. Las letras S, P y M en la forma implicación
expuesta con anterioridad, son ejemplos de las variables utilizadas en silogística. En la
teoría de Aristóteles, el dominio de tales variables es, a nivel lingüístico, el dominio de
todos los nombres comunes posibles, y a nivel natural las variables son, paralelamente,
representativas de cualesquiera cualidades o cualquier tipo de sustancias como la estre-
lla, el metal o el animal vertebrado.

Si se repara en la circunstancia de que los griegos estaban muy inseguros al res-


pecto y muy lejos de permitir que las variables tomaran el lugar de los números o de las
palabras representativas de números en álgebra, se habrá aminorado el riesgo de pasar
por alto o de no saber valorar adecuadamente la invención aristotélica del uso de varia-
bles en la silogística. Esta es, además, la razón por la cual adelantasen tan poco en esta

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LÓGICA

rama de la matemática, aunque hiciesen proezas en geometría, y la razón también por la


cual la invención de una geometría basada en el álgebra no tuviera lugar hasta el tiempo
de Fermat y Descartes.

Gracias a esta idea de Aristóteles, la lógica se situó desde sus orígenes en el cami-
no correcto. No obstante, fue preciso aguardar 2.200 años, hasta la aparición de Boole,
que vio en la antigua silogística la simiente de un álgebra de la lógica, para que pudie-
ra darse el paso decisivo en la transformación de la silogística en una matemática del
razonamiento cierto, lo que se conoce como álgebra de Boole y que se estudió en Ma-
temática Discreta. La lógica solo llegó a ser fértil después de casarse con la matemáti-
ca. Al poder engendrar y dar a luz entonces un buen número de ideas y enseñanzas de
gran interés, la posición que ocupaba como pariente pobre en filosofía llegó a su fin. El
cambio llegó al extremo de que la nueva lógica viniese a ser considerada y respetada
como si fuese el cabeza de familia. De hecho, ha habido incluso quienes han deseado
que desapareciese el resto de la familia. Entre estos estaban los miembros del Círculo
de Viena. Los representantes de este grupo creían que la lógica tomada en un sentido
amplio; es decir, una lógica que incluyese no solo la lógica matemática, sino también
la lógica de la probabilidad y la lógica de la ciencia natural, partes estas dos últimas de
la lógica que tienen también, al igual que la anterior, estrechas conexiones con la ma-
temática, es la única parte de la filosofía que ofrece un interés y un valor constatables,
porque es la única en la cual es posible un conocimiento verdadero. Juzgaban que en
las restantes partes de la filosofía el pensamiento humano se disipa en ficciones creadas
por las artimañas del lenguaje y en meras exposiciones verbales, que si bien se presen-
tan con la pretensión de ofrecer una clave de los secretos de todo lo que hay, carecen
de pleno sentido, porque están construidas de forma que su poder de abrir las puertas
de la existencia no es susceptible de ser públicamente contrastado por la experiencia.

3.6. ERRORES DE ARISTÓTELES

La silogística, en alguno de sus aspectos, incurrió en errores y en otros era clara-


mente susceptible de mejora. Estos aspectos pueden catalogarse en los dos apartados o
grupos siguientes:

• Dentro de la propia silogística. En la antigua lógica, las implicaciones


silogísticas no admitían como antecedente más de dos enunciados categó-
ricos. Tampoco admitían, cuando se trataba de razonamientos válidos, la
intervención de más de tres nombres universales. Sin embargo, no hay razón
suficiente para imponer estas limitaciones a una implicación, mientras que

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sí la hay para no imponerlas. Dicha razón es porque es oficio de la lógica


ocuparse de toda implicación que posea validez, y hay implicaciones, que
siendo válidas, tienen más de dos enunciados categóricos como anteceden-
tes y hacen uso de más de tres nombres comunes. Un ejemplo es: si todo
animal con alas es vertebrado, ninguna cosa que se desplaza tiene raíces
en la tierra, y todo vertebrado es algo que se desplaza, entonces ningún
animal con alas tiene raíces en la tierra.
Por otra parte, la lógica aristotélica no constituye un sistema tan refinado
como los sistemas matemáticos. En estos, los diferentes enunciados guar-
dan, o se les hace guardar, una relación de dependencia mutua: se selec-
cionan algunos como punto de partida, axiomas, y de ellos se obtienen, por
deducción, los restantes. Si bien es cierto que la silogística de Aristóteles
difiere solo en grado, verbigracia, de la geometría de Euclides, esta dife-
rencia de grado permite afirmar, sin demasiada parcialidad, que la lógica
antigua parece más un simple agrupamiento que una ordenación sistemática
de su material. Además, dicha lógica, al no ir demasiado lejos en el uso de
símbolos no verbales, no era un álgebra. Y esta es la razón primordial por
la que no sirvió de mucha ayuda en el arte de resolver con rapidez y correc-
ción problemas de razonamiento, ni en dejar bien claro que la corrección
de las soluciones es resultado de procesos deductivos que se basan en un
cuerpo de reglas fijado ab initio; o sea, desde el principio.

• Fuera de la lógica. Aristóteles y su escuela no hicieron ningún intento de


tomar en consideración la teoría de las implicaciones que poseen estruc-
turas cuya validez depende de la fuerza de palabras tales como: no, y, o,
solo si, que se utilizan para formar enunciados de un mayor grado de com-
plejidad a partir de otros dados. Ejemplos de tales estructuras son: << si
e1 es falso, pero e1 es verdadero o e2 es verdadero, entonces necesaria-
mente e2 es verdadero >>. O, << si e1 solo si e2, pero e2 es falso, entonces
necesariamente e1 es falso >>. Esta rama de la lógica puede denominarse
lógica de partículas conectivas de enunciados, partículas a las que hoy se
les llama conectivas, conectores o juntores, o más brevemente lógica de
enunciados. Fueron los megáricos y los estoicos los primeros en prestarle
atención. En segundo término, la lógica antigua no tuvo en cuenta impli-
caciones tales como: << si A es mayor que B y B es mayor que C, entonces
necesariamente A es mayor que C >>. O, << si A es B, entonces necesa-
riamente A de X es B de X >>, como en el caso siguiente: << Si Cristo es
el Ser Supremo, entonces necesariamente la madre de Cristo es la madre
del Ser Supremo >>. Estas implicaciones dependen de palabras o ideas

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│ Sumario

LÓGICA

de relaciones entre cosas. La ampliación que permitió a la antigua lógica


cubrir por lo menos alguna parte de la lógica de las relaciones fue llevada
primeramente a cabo por Augusto de Morgan en la década de 1840. En
opinión de De Morgan, la lógica de relaciones era más importante, por ser
más amplia, que la silogística, la cual venía a ser únicamente una pequeña
parte de la lógica. En cualquier caso, el silogismo se explicará con más
detalle en la unidad didáctica 2.

4. LA LÓGICA DE ENUNCIADOS EN LOS MEGÁRICOS Y ESTOICOS

Esta lógica tuvo su origen casi simultáneamente que la lógica aristotélica. En efecto,
el trabajo de los megáricos tuvo lugar aproximadamente entre los años 400 y 275 a. C, y el
de los estoicos, también aproximadamente, entre los años 300 y 200 a. C. La lógica megá-
rico-estoica se diferenciaba de la aristotélica en los dos aspectos principales siguientes:

• Formas de razonamiento. En primer lugar, esta lógica se interesaba por


las formas de razonamiento que tienen la estructura de un argumento y no
la estructura de una implicación.
• Análisis de juntores. En segundo lugar, y esto es más importante aún, la
lógica megárico-estoica no era una lógica que analizase los enunciados cate-
góricos y afines, sino una lógica que investigaba los juntores o partículas
conectivas de los enunciados.

En esta, se estudian los argumentos cuya validez depende de los conectores lógi-
cos: negación (no...), conjunción (...y...), disyunción (...o...), condicional (si...entonces)
y bicondicional (...si y solo si...). En la silogística, se estudia un lenguaje en cierto modo
más amplio y en cierto modo más restringido. Los enunciados que investiga, como ya
se ha visto, son de la forma: << Algún A es B >>, << Algún A no es B >>, << ningún A es
B >>, y << todo A es B >>, y solo estudia argumentos que usan determinadas formas de
combinación de este tipo de enunciados. Hoy día puede verse la silogística y la lógica
proposicional como fragmentos de la lógica de primer orden. El lenguaje de primer orden
contiene los conectores lógicos de la lógica proposicional, los cuantificadores universal
(para todo objeto x ...) y existencial (hay un objeto x tal que...), contiene ecuaciones para
expresar igualdades y contiene predicaciones tanto de tipo monádico [P (x); es decir, el
objeto x tiene la propiedad P], como múltiple o n-ádico [(R (x1, ..., xn)]; o sea, los obje-
tos x1, ..., xn están entre sí en la relación R.

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Los tipos de razonamiento a los cuales prestaron su atención los megáricos y los
estoicos eran del tipo de los siguientes:

• << Si e1 entonces e2 y e1; por consiguiente e2 >>.


• << Si e1 entonces e2 y no e2; por consiguiente no e1 >>.
• << No ambos e1 y e2, y e1; por consiguiente no e2 >>.
• << e1 = e2, y e1; por consiguiente, e2 >>.
• << e1 o e2, y no e1; por consiguiente e2 >>.

Alguna de estas y otras formas de argumento tienen como una de sus condiciones
un enunciado si-entonces. Ahora bien, puesto que solo puede proponerse correctamente
como verdadero el enunciado final de un argumento cuando todos los enunciados en
que se basa son verdaderos, resulta necesario dar una respuesta a la siguiente cuestión:
¿Cuándo es verdadero un enunciado << si-entonces >> ? Sobre esta cuestión se discutió
tanto, en la escuela Megárico-estoica, que Calímaco llegó a decir lo siguiente: << Hasta
los cuervos discuten en los tejados este problema >>. De entre las múltiples y variadas
respuestas que se adujeron cabe mencionar las siguientes:

• Filón decía que todos los enunciados << si-entonces >> son verdade-


ros, excepto aquellos que tienen una parte << si >>  verdadera y una parte
<< entonces >> falsa, porque esos son falsos. Así, << si 2 + 2 = 5, entonces
es de día >> es verdadero en todo tiempo, y cuando es de día. Por su parte,
<< si es de noche, entonces es de día >> es verdadero, mientras que << si es de
día, entonces es de noche >> es falso. Este tipo de relación << si-entonces >>
propuesto por Filón ha sido el normalmente utilizado en la lógica matemá-
tica, y ha sido denominado por Bertrand Russell implicación material.
• Diodoro, por su parte, afirmaba que un enunciado << si-entonces >> es ver-
dadero si y solo si es tal que en ningún momento tiene una parte << si >>
verdadera y una parte << entonces >> falsa. Así, << si es de noche, entonces
es de día >> no es un enunciado verdadero ni aunque se emitiera a plena luz
del día, porque hay momentos, por la noche, en que << es de noche >> es
verdadero y << es de día >> es falso. Como, en opinión de Diodoro, un enun-
ciado << si-entonces >> es verdadero si y solamente si es en todo momento
una implicación material verdadera, su tipo de relación << si-entonces >>
puede denominarse implicación material permanente.
• Otros, finalmente, creían que es correcto defender un enunciado << si-enton-
ces >> como verdadero solo cuando hay alguna conexión entre los contenidos
de sus dos partes. Al respecto afirmaban que puede juzgarse que << si e1,

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LÓGICA

entonces e2 >> es verdadero cuando y solamente cuando e2 es necesariamente


verdadero si e1 es verdadero. Dicho de otra forma, cuando no es posible que
e1 sea verdadero, y e2 sea falso. Este tipo de relación << si-entonces >> es lo
que se denominó simplemente implicación definida anteriormente.

5. SISTEMAS AXIOMÁTICOS

5.1. DEFINICIÓN

Los diccionarios definen los axiomas como enunciados evidentes que se admiten sin
necesidad de justificación. En este sentido, no forman parte de la herencia de la cultura,
sino de las conclusiones a las que un hombre alejado de la civilización podría llegar sin
gran esfuerzo. Euclides distinguió entre nociones comunes y postulados: mientras axio-
mas del estilo si dos cosas son iguales a una tercera, entonces son iguales entre sí, lo
mismo sirven para hablar sobre los polígonos regulares que sobre los dioses, los postu-
lados son específicos de la geometría.

A partir del nacimiento de las geometrías no euclídeas de Gauss (1777-1855), Bolyai


(1802-1860), Lobachevski (1792-1856), Eugenio Beltrami (1835-1900), Riemann (1826-
1866) y Hilbert (1862-1943), se replanteó el concepto de axioma, pues ya no tenía sentido
buscar verdades evidentes. Entonces, axioma no sería ya más que un enunciado que se
coloca por convenio en la base de una teoría para poder deducir teoremas a partir de él.

Lo milagroso de una lengua es que permite combinar palabras al antojo del que la usa,
y mientras que se respeten ciertas normas, los interlocutores podrán entender una frase,
aunque sea la primera vez que se pronuncia. Sin embargo, al inventar un vocablo, uno se
ve obligado a explicar al otro su significado, y es improbable que este sobreviva si no hay
acuerdo sobre su utilidad o su belleza a la hora de nombrar las cosas. Con la lógica ocurre
algo parecido: no se puede demostrar una proposición partiendo de una tabla rasa, sino que
es necesario grabar primero en ella unos principios que todo el mundo comparta y unas reglas
de deducción o de inferencia gracias a las cuales se podrá llegar más allá de los axiomas.

Un ejemplo clásico de estas reglas es el modus ponendo ponens, o simplemente


modus ponens, que en latín significa modo que afirmando afirma y que consiste en
deducir de la implicación: si A, entonces B y de la verificación de A, que B es ver-
dadera. Esquemáticamente: A → B, A = B.

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Sumario │

M.ª A. Martínez Rey Historia de la lógica

Otro ejemplo clásico es el modus tollendo tollens o modo que negando niega, que es
una regla de deducción que consiste en deducir de la implicación Si A entonces B y del
hecho de que B no se verifique, que tampoco lo hace A, como en el razonamiento De lo
que no se sabe hay que callar. Si hablo es porque sé. Su esquema es: A → B, ¬ B = ¬ A.

Según Karl Popper (1902-1994), el modus tollens es la única deducción legítima


en las ciencias naturales. Cuando se trata de explicar algún fenómeno, lo que hace el
método científico, que Popper llamaba hipotético-deductivo, es enunciar hipótesis y dise-
ñar experimentos que permitan contrastarlas. Si de una hipótesis H se sigue una conse-
cuencia observable O, que se comprueba repetidamente en el laboratorio o la naturaleza,
entonces H se convierte en una ley científica. Pero a menos que se puedan verificar una
por una todas las situaciones a las que se aplica la hipótesis, nunca se tendrá la certeza
absoluta de que se cumple. Por ejemplo, para estar seguros que todos los cisnes son
blancos, habría que examinarlos uno a uno en todos los rincones del planeta, y desde
siempre y hasta la eternidad, pero basta que aparezca o haya aparecido uno solo negro,
como les ocurrió a los primeros conquistadores de Australia, para refutar la hipótesis.
Este principio se conoce como falsación y no es sino un modus tollens: si la hipótesis
H es cierta, entonces se seguirá la consecuencia O. Como se observa lo contrario de O,
se deduce que H es falsa.

Hay que insistir en que el significado de las reglas de inferencia es, como el de los
axiomas, puramente formal. Así, la deducción Todos los hombres pueden volar. Ícaro es
un hombre, luego puede volar es correcta, mientras que si llueve el suelo está mojado.
El suelo está mojado, luego ha llovido, es incorrecta; es decir, no puede considerarse una
inferencia válida. Aunque la imagen del suelo mojado a causa de la lluvia sea razonable
y plausible y la del hombre volando, completamente absurda, la primera deducción es
correcta, mientras que en la segunda se han confundido la causa y el efecto. Que llueva
implica que el suelo está mojado, pero que el suelo esté mojado no implica necesaria-
mente que haya llovido; por ejemplo, podrían haber pasado los servicios de limpieza.

En general, una regla de deducción es válida cuando su conclusión es verdadera con


independencia de cómo se interpreten las premisas. Así, la inferencia Si P es Q, entonces
R es correcta si, sea cual sea el significado que se le da a P, Q y R, siempre que P y Q
se verifican a la vez, también es cierta R. Se está de nuevo ante un criterio formal, que
implica, por ejemplo, que la deducción Si cero es distinto de uno y si uno es igual a cero
entonces Aristóteles es padre de Pepe es válida. Como en ninguno de los mundos posi-
bles cero es igual a uno y diferente de uno simultáneamente, las hipótesis no se verifican
nunca y no hay nada que comprobar. De esto ya se habían dado cuenta los escolásticos,
que acuñaron con gran acierto la expresión ex contradictione sequitur quodlibet; esto
es, de una contradicción se sigue cualquier cosa.

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LÓGICA

5.2. DEMOSTRACIÓN, TEOREMA Y TEORÍA

Una vez establecido qué son los axiomas, postulados y las reglas de inferencia, ya
se está en condiciones de precisar los términos demostración, teorema y teoría. Así, una
demostración, que a veces se denomina prueba, es el proceso que permite obtener nuevos
resultados aplicando a los axiomas las reglas de inferencia. En la práctica, consiste en una
sucesión finita de afirmaciones, también denominadas enunciados, de las cuales la primera
tiene que ser forzosamente un axioma, y cada una de las siguientes puede ser un axioma
o deducirse de las afirmaciones precedentes aplicando las reglas de inferencia. El último
enunciado de una demostración se llama teorema, y una teoría es una colección de axio-
mas, de reglas de inferencia y de todos los teoremas que se pueden demostrar mediante
ellas a partir de los axiomas. En ocasiones en lugar de teoría se dice sistema axiomático.

5.3. P
 ROPIEDADES DE LOS AXIOMAS: CONSISTENCIA, COMPLETUD,
DECIDIBILIDAD O RECURSIVIDAD

La lógica no se ocupa, al menos prima facie, de cómo se razona en la vida coti-


diana, sino cómo debería hacerse para estar seguros de que la conclusión a la que
se llega es verdadera. Esta concepción de los axiomas y demostraciones transformó las
teorías que privilegiaban unas pocas verdades evidentes en sistemas democráticos en los
que todos los enunciados tienen el mismo derecho a convertirse en axiomas. Pero eso es
solo a priori, porque al igual que sería insensato permitir que un bebé fuera presidente
de Gobierno, y no por ese motivo una democracia se volvería menos democrática, si los
axiomas no se eligen cuidadosamente, las teorías que resulten de ellos serán estériles.
Euclides tuvo claro cómo hacerlo, pero en cuanto desapareció la brújula de la experien-
cia, hubo que buscar criterios formales sobre la validez de los axiomas, como la consis-
tencia, la completud o la decidibilidad o recursividad, que se consideran a continuación.

• Consistencia. Para explicar qué significa que un sistema de axiomas sea


consistente, permitido es fantasear un poco sobre la tecnología futura. Nadie
impide suponer que dentro de cien años un grupo de científicos diseñará un
misil infalible, que alcance cualquier objetivo y lo destruya instantáneamente.
Y que otro grupo de científicos, tras arduas investigaciones sobre aleaciones,
construyan un avión a prueba de todo tipo de impactos; o sea, indestructible.
En general, se dice que un conjunto de axiomas es consistente si no genera
contradicciones; es decir, si de él no pueden deducirse simultáneamente un
enunciado y su negación.

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Así, los axiomas existe un misil perfecto y existe un avión indestructible


son inconsistentes, porque del primero se sigue que, cuando el misil cho-
que contra el avión, este se destruiría, y del segundo, que permanecerá
intacto.
La palabra consistente es un calco del inglés consistent, que significa no
contradictorio, exento de contradicción. Pues bien, eso es lo mínimo que
se le puede pedir, o mejor exigir, a los axiomas, pues en las teorías que no
son consistentes cualquier proposición es verdadera, y poder hablar de todo
es equivalente a no poder hablar de nada. El problema es que para tener la
garantía de que un sistema de axiomas es consistente, con frecuencia hay
que echar mano de teorías más complejas, cuya consistencia genera más pre-
guntas de las que resuelve. Esta tortuga de caparazón gigante que se sostiene
sobre otra tortuga que, a su vez, se sostiene sobre..., y así hasta el infinito
es una de las bestias negras a las que se tienen que enfrentar los lógicos.

• Completud. Para introducir el concepto de completud, se va a cambiar al


género policíaco. Imagínese que en una habitación cerrada se comete un cri-
men y que, al llegar la policía, junto al cadáver hay dos sospechosos. Cada
uno de ellos sabe toda la verdad sobre el asesinato: sabe si fue él o no fue
él. Sin embargo, a menos que confiesen, los inspectores tendrán que hallar
pruebas, huellas dactilares, restos de ADN o cualquier otro indicio, pri-
mario o secundario, que permita inculparlos. Si esta búsqueda se mostrara
inconcluyente, entonces quedarían libres, pero la verdad de lo que sucedió
seguiría siempre estando ahí. Es decir, aunque la verdad existe, el método
es insuficiente para alcanzarla.
Después de un arduo y duro día de trabajo, los polis salen a tomar algo para
relajarse. Uno de ellos acaba de incorporarse a la comisaría, y los demás
apenas lo conocen. Por lo que les cuenta de su vida, pueden deducir que
nació en Madrid, pero enseguida se mudó a Valencia porque a sus padres
les gustaba el mar. Sin embargo, con los datos de los que disponen, sus
compañeros no consiguen ponerse de acuerdo sobre si está casado o no, y
eso que no hay duda de que solo es posible una respuesta.

• Decidibilidad. Cualquiera de estas situaciones pone de manifiesto que, en


muchos ámbitos del día a día, lo verdadero no coincide con lo demostra-
ble. Eso es a lo que los lógicos se refieren cuando dicen que un sistema de
axiomas no es completo. Lo ideal sería que todas las afirmaciones verda-
deras sobre ciertos objetos pudieran demostrarse a partir de un puñado de
axiomas. Pero eso ocurre raras veces: lo más habitual es que una teoría con-

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LÓGICA

tenga enunciados que no se pueden demostrar ni refutar, que se denominan


indecidibles. Por refutar un enunciado se entiende demostrar su negación.
Por ejemplo, refutar el enunciado Todos los cisnes son blancos, significa
demostrar que Existe un cisne que no es blanco. Las teorías completas son
aquellas que no contienen enunciados indecidibles, o lo que es lo mismo,
los sistemas de axiomas en los que cualquier proposición, o bien puede ser
demostrada directamente, o bien primero negada y luego demostrada. Como
puede verse, en esta segunda definición de completud, el concepto nebuloso
de verdad ha sido sustituido por el de demostración. De este modo consi-
guieron resolverse algunas paradojas que habían preocupado a los filósofos
desde la antigüedad.
Con la mayor parte de las teorías matemáticas ocurre como con el juez que
no acierta a decidir si los sospechosos son inocentes o culpables. Por eso,
es sorprendente el explicar que hay siempre un modo de escoger los axio-
mas para que la teoría resulte completa: consiste en incluir todos los enun-
ciados verdaderos. Con esta axiomatización, las demostraciones solo tienen
una línea, pues lo que se quiere probar ya es un axioma. Si el paraíso de los
lógicos son las teorías completas, ¿por qué no hacerlo así? Lo demostrable
coincidiría con lo verdadero, y las demostraciones no podrían ser más cor-
tas. El problema estriba en que el conjunto de todas las proposiciones verda-
deras es demasiado grande para que se las pueda tomar como axiomas. No
interesa tanto, pues, la longitud de las demostraciones como poder compro-
bar si son correctas mediante algún procedimiento automático. Puesto que
en una demostración cada línea es un axioma o se deduce de las anteriores
aplicando las reglas de inferencia, para saber si un conjunto o lista de enun-
ciados demuestra algún teorema es imprescindible el ser capaz de verificar
si una proposición es un axioma. Pues bien, cuando se eligen demasiados
el tiempo que hace falta es prácticamente infinito.

• Recursividad. Se dice que un sistema axiomático es recursivo cuando esto


no ocurre; es decir, cuando sea posible comprobar, en una cantidad finita
de pasos, si cualquier afirmación es o no es un axioma.
De este modo, la recursividad pone freno a la codicia del lógico, que quiere
demostrar más y más teoremas, pues le impide añadir todos los axiomas
necesarios para completar una teoría. Por supuesto, la geometría y la arit-
mética son teorías recursivas, como lo son, en general, todas aquellas en
las que solo haya un número finito de axiomas. Sin embargo, también exis-
ten sistemas recursivos con una infinidad de axiomas. Pero eso no importa,
porque lo fundamental de los sistemas recursivos no es cuántos axiomas

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M.ª A. Martínez Rey Historia de la lógica

tengan, sino que la validez de cualquier demostración que se construya a


partir de ellos puede verificarse en un número finito de operaciones.
Una de las posibilidades para obtener un sistema recursivo con infinitos
axiomas consiste en desplegar, verbigracia, uno de los axiomas de Peano
en infinitas afirmaciones. De algún modo, cero no es el sucesor de cero,
cero no es el sucesor de uno, y así indefinidamente. Supóngase ahora que
se quiere comprobar si un enunciado es uno de estos axiomas. Desde luego,
solo estará en la lista si empieza por cero no es el sucesor de..., y si lo que
sigue es un número. Recordando que uno en realidad significa el sucesor de
cero; dos, el sucesor del sucesor de cero, etc., lo único que hay que hacer es
contar cuántas veces aparece la palabra sucesor en el enunciado. Por tanto,
este sistema axiomático es recursivo.

En resumen, el método axiomático apareció alrededor del año 300 a. C. con los
Elementos de Euclides. Este consideraba que los axiomas eran verdades evidentes de
acuerdo con la experiencia humana de las cosas físicas. Sin embargo, el descubrimiento,
a mediados del siglo XIX, de otras geometrías distintas de la suya echó por tierra esa
concepción realista. Desde entonces, los axiomas son solo unos enunciados que se eli-
gen por comodidad como base de las investigaciones matemáticas. Cuando se aplican
ciertas reglas de deducción, como el modus ponens o el modus tallens a los axiomas, se
obtienen nuevos enunciados verdaderos, que se denominan teoremas. Precisamente la
verdad de esos teoremas descansa sobre las demostraciones que son cadenas finitas de
enunciados, de los cuales el primero es un axioma y los siguientes, o bien son axiomas,
o bien se deducen de los anteriores mediante las reglas de inferencia. Una teoría es, pues,
un conjunto de axiomas, de reglas de deducción y de todos los teoremas que se pueden
demostrar con esos ingredientes.

La lógica es la rama de la ciencia que se encarga de estudiar las teorías hacien-


do abstracción de lo que dicen. Ante un sistema axiomático, un lógico no se interesa
por su contenido, sino por cuatro cuestiones formales: la consistencia, la decidibilidad,
la recursividad y la completud, del mismo. La primera asegura que en el seno de la teo-
ría no se producirán contradicciones, y es la garantía mínima para poder levantar el edi-
ficio de la ciencia que se trate sobre las bases más seguras. La segunda, decidibilidad,
que todo enunciado es demostrable o refutable. La recursividad, por su parte, controla
que no haya demasiados axiomas, porque de ser así, se correría el riesgo de no saber de-
terminar si una demostración es o no correcta. Finalmente, la completud de una teoría
dice cuándo sus axiomas bastan para deducir todas las afirmaciones verdaderas sobre el
mundo a que se refieren, o dicho de otro modo, sin echar mano del concepto de verdad,
cuándo puede demostrarse o refutarse cualquier proposición.

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LÓGICA

Resumen

Se dice que la lógica consta de:

• Un sistema formal para describir lo que está sucediendo en un momento


dado y se compone de:

– Sintaxis, que explica cómo construir oraciones del lenguaje.


– Semántica, que especifica las restricciones sistemáticas sobre cómo
se relacionan las oraciones con aquello que está sucediendo.

• La teoría de la demostración; es decir, un conjunto de reglas para deducir


las complicaciones a partir de un conjunto de enunciados.

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M.ª A. Martínez Rey Historia de la lógica

 CONCEPTOS BÁSICOS
• Lógica y sus tipos (aristotélica, de enunciados, etc.)
• Efemérides de la lógica.
• Argumento.
• Enunciado.
• Implicación.
• Sistemas axiomáticos.
• Demostración, teorema y teoría.
• Condición necesaria y condición suficiente.

 E
JERCICIOS VOLUNTARIOS

1. Se propone al lector hacer un Linetime de la historia de la lógica. Si se quiere


profundizar en el tema, se anima al lector a hacerlo de forma interactiva,
incluyendo enlaces a páginas web que aporten más datos y bibliografía de
los hechos y personajes referenciados en el Timeline.
2. Luego de estudiar los inicios de la lógica se invita al lector a explicar la
importancia de la lógica y dar ejemplos de aplicación de la misma para la
ingeniería informática.

 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Aristóteles. «Analítica Primera». En Obras. Tomo III. Lógica, Madrid: Aguilar, S. A. de Ediciones, 1964.
Boole, G. The Mathematical Analysis of Logic, Being an Essay towards a Calculus of Deductive Reasoning.
London (England): Macmillan, Barclay, & Macmillan, 1847.

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│ Sumario

LÓGICA

Fresán, J. El Sueño de la Razón. La Lógica Matemática y sus Paradojas. Barcelona: RBA Coleccionables,
S. A., 2010.
Menne, A. Introducción a la Lógica. Madrid: Editorial Gredos, S. A., 1969.
Russell, B. The Principles of Mathematics. Cambridge University Press. Cambridge, 1903. Traducción al
español: Los Principios de la Matemática. Buenos Aires: Espasa-Calpe, S. A., 1948.
— Historia de la Filosofía Occidental (Tomo I). Madrid: Espasa-Calpe, S. A., 1984.

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