HACIAun TEATROesencialweb
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teatrales
de Carlos María Alsina
20 obras teatrales 1
20 obras teatrales ...
Teatro. – 1ª ed.- Buenos Aires: Instituto Nacional del Teatro, 2006.
v. 1; 60 p.; 22x15 cm.
ISBN N°
Esta edición fue aprobada por el Consejo de Dirección del INT en Acta n° 107 / 2004
C O N S E J O E D I T O R I A L
S T A F F E D I T O R I A L
> Carlos Pacheco
> Raquel Weksler
> Elena Del Yerro (Corrección)
> Mariana Rovito (Diseño interior y de tapa)
> Grillo Ortiz (Ilustración)
ISBN:
20 obras teatrales 3
en la que se introducen, tanto personajes de la vida local, como leyendas y
referencias históricas de la cultura del Noroeste argentino.
Nacido en 1958, Alsina inicia su carrera teatral como actor en 1976.
Desde entonces ha desarrollado una intensa actividad en el país y en el
extranjero, como dramaturgo, director y docente. Autor de casi cuarenta
textos teatrales de los cuales fueron representados hasta el momento treinta
y dos, entre ellos: Limpieza (1984), ¡Ay DIU! (1987), Esperando el lunes
(1990), El pañuelo (1991) ¡Ladran, Che! (1994), El sueño inmóvil (1996), El
pasaje (1998), La guerra de la basura (1999), Desde el andamio (2004), Crónica
de la errante e invencible hormiga argentina (2005), Por las hendijas del viento
(2005), muchos de ellos también representados en Italia, Brasil, Suiza,
Alemania, Cuba, Ecuador, y España.
Como Director ha realizado más de 60 montajes en Argentina, Italia,
Brasil y Suiza con títulos como El avaro (1985), Don Juan (1986), Tartufo
(1988) de Molière, Pareja abierta (1989), Aquí no paga nadie (1990), Muerte
accidental de un anarquista, de Darío Fo, Aspirina para dos, de Woody Allen
(1990), Recordando con ira, de John Osborne (1985), Ardiente paciencia, de
Antonio Skármeta, Ópera del malandro, de Chico Buarque (1994), Doña
Flor y sus dos maridos (2001), La Fiaca, de Ricardo Talesnik, que recibiera
en Italia el premio Sandro Camasio (2005), etcétera.
Como docente se desempeña en Argentina, Italia, Suiza y Brasil.
Se realizaron tesis de Maestría sobre su teatro en La Sorbonne VIII, a cargo
de Almendrine Bollard, en la Universidad de Verona por Cristina Lonardoni,
en la Universidad de Arizona por Fernando Pezzino, y de Doctorado en la
Universidad de Trieste, por Marcela Serli.
En el prólogo a la edición del volumen 1 del Teatro de Alsina2 , Jorge Dubatti
señala:
Alsina es un típico exponente de la nueva dramaturgia argentina.
A diferencia de muchos de los nuevos dramaturgos, quienes ya no
escriben desde los grandes dogmas sino desde lo autobiográfico,
Alsina elabora un teatro de fuerte función política y no exageramos
al afirmar que su nombre figura entre los valores más firmes de la
escena nacional.
El teatro de Alsina es un teatro esencial, en su forma y en su contenido. Él
elabora su dramaturgia a partir de lo irreductible: el actor y el espacio escénico.
Por lo general sus obras plantean una escenografía despojada en donde se
introducirán los elementos necesarios para llevar adelante la acción. En sus
acotaciones, algunas veces propone la transformación de un mismo elemento
para distintas utilidades, otras sugiere que los mismos actores, a través de la
acción o el relato, construyan con sus palabras al espacio y los objetos.
20 obras teatrales 5
La otra línea abandona la sátira, aunque en muchos textos la incorpora, y
se interna en una mirada más dolorosa. Aquí, sin perder la intención de
denunciar y de colaborar en la construcción y defensa de una identidad cultural
propia, Alsina busca alertar sobre la peor de las tragedias: la de las repeticiones.
Con la misma agudeza que construye las sátiras, el autor profundiza en el
comportamiento humano -basándose muchas veces en hechos y personajes
verídicos– para demostrar de qué forma el hombre, a través de sus actos,
construye su propio destino. Y, dado que la tendencia a repetir la historia
parece, más que una herencia un castigo, Alsina alerta sobre la necesidad de
construir otras alternativas, otras historias, en definitiva: otros hombres.
Ya desde 1985, con Limpieza (texto que recibiera el premio del Fondo
Nacional de las Artes en 1987), el autor inaugura esta vertiente a través de esta
obra que referencia al episodio ocurrido en 1977, cuando el entonces gobernador
de facto general Domingo Bussi, en ocasión de la visita a Tucumán del presidente,
general Jorge Rafael Videla, ordenó limpiar la ciudad de mendigos. En dicha
oportunidad, todos los mendigos que deambulaban por las calles de la ciudad
fueron recogidos y desechados en parajes inhóspitos de la provincia de Catamarca.
En el prólogo a la edición de esta pieza Roberto Cossa, señala:3
Alsina rehuyó a la anécdota a la que sólo retomó como una excusa
para describir una realidad mayor: la que padeció Tucumán y todo
el país bajo el régimen militar y la destrucción física y mental a la
que fue sometida toda una sociedad. Una metáfora, en definitiva,
del hombre arrinconado, amenazado por un siniestro helicóptero
que, como los de la película Apocalipsis now sembrabran la muerte
indiscriminada. (...) Alsina es, a no dudarlo, un teatrista cabal y un
hombre con un promisorio futuro.
La capacidad del autor para detectar los momentos de la historia argentina
que se articulan con el presente, encontrar sus vínculos y exponer su evolución
queda demostrada en Allá, pieza escrita en 1991 y aún no estrenada. En esta
obra Alsina, pese a la distancia temporal que existe entre sus dos personajes,
Severino Di Giovanni y un joven argentino emigrante contemporáneo, logra
evidenciar casi hasta el absurdo la forma en que la historia puede volverse cíclica.
Sin bien es cierto que repetir la historia es una tragedia, en las obras de Alsina
no intervienen los dioses, ni los héroes, son los hombres y las mujeres quienes
tienen el poder del cambio. Así puede apreciarse en El pañuelo, de 1991, obra
en la que una madre de Plaza de Mayo decide adoptar a todos los desaparecidos
como hijos e inscribe en la blancura de su pañuelo treinta mil nombres.
En Esperando el lunes, estrenada en 1993, el autor nos brinda la posibilidad de
reinventarnos sin movernos del banco de una plaza. Dos personajes que se
encuentran los lunes para contarse mentiras es el germen para construir un vínculo
pleno de ternura, ingenio y humor. Con esta obra el autor recibió el premio Julio
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con anécdotas y datos sobre su vida, colocándose en un segundo plano a
modo de homenaje al gran escritor argentino, ubicándolo escénicamente en
un mágico círculo de arena, el más eficaz de los laberintos.
En La revelación, de 1999 y aún no estrenada, Alsina toma como punto de
partida un capítulo de El Evangelio según Jesucristo, de José Saramago, para
ofrecernos una exquisita versión teatral de un encuentro entre El Padre, Jesús
y el Demonio en el lago de Galilea.
Es un verdadero placer descubrir, a través de la lectura de estas obras, la
evolución artística del autor. Esa madurez se refleja en el equilibrio que
Alsina ha logrado entre profundidad y síntesis. Esto es lo que se observa en
Por las hendijas del viento (Pachamama, kusiya, kusiya... una historia nuestra),
de 2005, obra en la que es posible encontrar, combinados en su dosis justa,
buena parte de los recursos antes descriptos. Sin duda la síntesis es lo que se
logra luego de un largo camino hecho de pruebas, errores y aciertos y eso
mismo es lo que expresa Alsina a través del personaje de esta obra: “Y a una
se le pone el pecho como chiquito porque parece que uno no vive lo que
vive, que las cosas están en otra parte y no al lao de una. Y no es así. Ahora
sé que no es así. ¡Algo hi aprendío! ¿No es cierto? (...) ¿Para qué han de trair
tantas cosas? Si son tan pocas las necesarias”.
Se incluyen tambien en la presente edición tres versiones teatrales de clásicos
de la literatura. Las mismas son tratadas de forma tal que aparecen como teatro
dentro del teatro. En las tres piezas, Alsina introduce personajes, por lo general
aislados o marginales, que a través de su propia historia teatralizan las obras
literarias, guiados por una necesidad absoluta de escapar a los límites de su
existencia. Es la imaginación la protagonista en estas obras, el clima lúdico que
impera en ellas, apoyado por la transformación de objetos cotidianos en
elementos fantásticos, parece decirnos que aún desde el encierro es posible abrir
una puerta para salir a jugar. Así, en El capitán y Moby Dick, de 1993 –sobre la
novela de Hermann Melville– Alsina sugiere al público adolescente y adulto los
mundos sensibles en los que los puede introducir la lectura. Tal vez menos
altruista, pero no menos divertida es ¿Adónde está Huckleberry Finn?, sobre el
clásico de Mark Twain, también estrenada en 1993.
En Los pedidos del Viejo Miseria, Alsina toma como punto de partida el
capítulo XXI de Don Segundo Sombra, de Ricardo Güiraldes para construir
situaciones hilarantes protagonizadas por tres clowns, pertenecientes a una
desvencijada compañía teatral. Los mismos serán los encargados de
interpretar a los diferentes personajes de la pieza, contextualizados en el
Noroeste argentino.
Detrás de todas estas obras hay un autor que tiene mucho que decir, que no
quiere definirse dentro de sólo un estilo porque su búsqueda utiliza las más
variados elementos para llegar al lugar donde quiere: conectarse con quien lo
lee o presencia sus obras. Alsina escribe desde su verdad y define claramente
su posición al hacerlo. Pero, para ello, no se posiciona como un predicador ni
como un hombre preclaro, muy por el contrario; asume el lugar periférico y
reconoce en el olvido y el descrédito a los mayores protagonistas de estos
tiempos. Tal como afirma Nel Diago,4
Alsina no habla tampoco desde los grandes dogmas, sino desde su
ausencia, desde la conciencia de la derrota. En sus obras Alsina se
muestra más tucumano que nunca y es donde cumple con su
determinación de practicar un teatro entendido como servicio a la
comunidad.
Es una persuasión que va de la risa al grito, buscando conmover, movilizar
agitar desde el reconocimiento de las ausencias, las derrotas, las
desapariciones, alentando a la búsqueda de los deseos, a la construcción de
nuevas utopías que estimulen la reinvención de la historia individual y social
del pueblo al que pertenece y al que ha elegido pertenecer.
¡Qué placer la tarea de prologara un compañero de teatro tan querido, con
una conducta fusionada indeclinablemente en la verdad y en la dignidad
humana. Carente de mezquindades, abrazado a su causa y brindando su hacer,
con humildad y amor.
Como dramaturgo, Carlos cava y socava las palabras creando en sus producciones
una poética propia a través de múltiples estilos, sin dogmas ni modas pasajeras,
donde siempre cabe una fina ironía que deja mascullando al espectador.
Saludo la iniciativa de publicar este libro con sus obras.
Saludo a la solvencia moral de Carlos, a su talento y a su culto a la amistad.
En él no hay soledad. Lo acompañan sus amigos y sus personajes.
1
Critica publicada el 2-01-98, en la en la edición del diario L’Arena de Verona, Italia,
en referencia a la obra El pasaje, escrita y dirigida por Alsina.
2
Torres Agüero Editor, Buenos Aires, 1996.
3
Torres Agüero Editor, Buenos Aires, 1988.
4
Investigador y docente de la Universidad de Valencia. Prólogo a la edición de Teatro
de Carlos Alsina. Facultad de Filosofía y Letras de la U.N.T. Tucumán, 2001.
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10 CARLOS MARÍA ALSINA
Esperando el lunes
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12 CARLOS MARÍA ALSINA
> esperando el lunes
PERSONAJES
VIEJO
JOVEN
PRIMER ENCUENTRO
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VIEJO: ¿Y en dos años no se dio cuenta?
JOVEN: ¿De qué?
VIEJO: Además de sordo, ciego.
JOVEN: Perdón... ¿Me quiere agarrar de punto?
VIEJO: Sinceramente... sí.
JOVEN: (Algo desconcertado) Bueno, por lo menos es sincero.
VIEJO: Cuando no soy hipócrita, efectivamente soy sincero.
JOVEN: Mire... (Busca una palabra) abuelo...
VIEJO: ¡Por fin te encontré, por fin!
JOVEN: (Desconcertado) ¿Qué?
VIEJO: ¿Y tu madre? ¿Dónde está tu madre?
JOVEN: ¿Qué madre?
VIEJO: Tu madre, mi hija. ¿Por qué me abandonaron?
JOVEN: Usted está loco.
VIEJO: ¿Tu abuelo loco? ¡No parecés de la familia, Agustín!
JOVEN: Yo no me llamo Agustín.
VIEJO: ¡Ah! Entonces sos el hijo menor. ¡Ricardito! (Se emociona).
JOVEN: (Creyéndolo loco) Bueno... bueno. (Algo conmovido) No se ponga así.
VIEJO: Es que nadie me quiere tener en su casa. (Sollozando).
JOVEN: No, no es así.
VIEJO: ¿Quién, quién quiere? ¡Decime!
JOVEN: Bueno... no sé...
VIEJO: (Destrozado) ¡Ves! Nadie me quiere.
JOVEN: (Realmente conmovido) No. No es así... la mamá lo quiere.
VIEJO: ¿Quién más?
JOVEN: Bueno... no sé... mi hermano.
VIEJO: ¿Y quién, quién más?
JOVEN: Bueno... Yo también lo quiero.
VIEJO: (“Rompe” de pronto volviendo al Viejo de la primera parte). ¡Maricón!
No me toque joven.
Le hace burlas, el Joven queda desconcertado.
JOVEN: ¡Usted está totalmente loco! (Se levanta para irse).
VIEJO: ¡No le dije todavía qué es lo que no terminarán nunca!
JOVEN: ¡No me interesa!
VIEJO: Es muy importante.
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equivoqué. Hoy, lunes, comienzo la semana diciéndole boludo a
un pelotudo que se sentó al lado mío.
JOVEN: Usted se cree muy inteligente divirtiéndose a costillas de los demás
porque sabe que nadie reaccionará.
VIEJO: ¿Por qué?
JOVEN: ¿Quién le pegaría? Es una cuestión de lástima.
VIEJO: Muy amable m’hijo. ¿Y por qué me tenés lástima?
JOVEN: Porque si quiero lo aplasto como a una cucaracha y usted no podría
evitarlo.
VIEJO: Fijate que si hay algo difícil de exterminar en este mundo son las
cucarachas. En fin... de todas maneras, gracias por la comparación.
Esta noche me voy a acordar de vos cuando me meta en el resumidero.
Se produce un pequeño silencio.
¿Y? ¿No te ibas?
JOVEN: Me iré cuando se me antoje. Éste es un lugar público.
VIEJO: ¿Y se puede saber por qué te quedás al lado de una cucaracha parlante?
Tenés curiosidad o estudiás zoología?
JOVEN: Quiero saber por qué me agredió sin motivo. Y no estudio zoología
si no lo habría llevado al zoológico.
VIEJO: ¿Qué estudiás?
JOVEN: Psicología.
VIEJO: Ahora entiendo. Te quedaste para estudiarme.
JOVEN: Es probable.
VIEJO: (De pronto abre la boca desmesuradamente). ¿Se me ve el cerebro? ¿Mi
única neurona se sigue moviendo o está sepultada en la telaraña del
inconsciente?
JOVEN: Muy gracioso. ¿Cuántos años tiene usted?
VIEJO: La mitad del doble que la pirámide de Keops. ¿Y vos?
JOVEN: Tengo veintidós. Soy joven. ¿Ve? (Lo dice con ironía).
VIEJO: No parecés. Dentro de diez años estarás medio pelado, gordito, peleando
por defender un puestito, por el mango, en fin... uno más.
JOVEN: ¿Por qué me subestima? No me conoce.
VIEJO: Porque desde que crucé la primera palabra con vos no me demostraste
otra cosa que clichés, lugares comunes, en fin... lo de siempre.
JOVEN: ¿Lo de siempre?
VIEJO: Claro, lo usual, lo estándar: primero la sorpresa; segundo: el desconcierto;
tercero: la agresión bruta y sin nivel; cuarto: la intriga.
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JOVEN: ¿Qué?
VIEJO: Ahora es diferente. La que se acostó recién con vos venía de acostarse
hace un rato con tu mejor amigo.
JOVEN: (Se pone mal). ¡No le permito!
VIEJO: ¡Ja, ja, ja! ¡Le duele! ¡Al vigoroso amante latino se le aguó la fiesta!
JOVEN: Yo por lo menos lo hago. Usted, aunque tuviera la oportunidad,
no podría.
VIEJO: ¿Por qué no podría?
JOVEN: Usted sabrá. Yo, de eso todavía no entiendo. (Se le ríe).
VIEJO: Prefiero no poder a llevar la cabeza con adornos.
Algo ha tocado al Viejo. El Joven se queda callado.
¿Pasa algo?
JOVEN: (Disimulando) No, no. ¿Por qué?
VIEJO: Digo. Como te has quedado callado.
JOVEN: Si me quedo callado es cosa mía. (Pequeño silencio).
VIEJO: Dicen que los lunes son los peores días. Para mí es lo mismo. Un día
menos, nada más.
JOVEN: ¡Qué optimista!
VIEJO: Cuando navegaba no tenía relación del pasar de los días. Resultaba
igual un lunes a un sábado o a un jueves.
JOVEN: ¿Usted navegaba?
VIEJO: Fui capitán. Era hermoso esperar el amanecer en cubierta. Bueno...
eso al comienzo, después era una cosa más. ¡Qué hermoso! Pensar
que cuando no se tienen las cosas que se hacen comunes, recién se
las valora... (Canta una canción marinera).
JOVEN: ¿Así que era marinero? (Evidentemente le interesa).
VIEJO: ¿Sabés qué es lo que más les agrada a los marineros?
JOVEN: No sé.
VIEJO: Adiviná, pensá.
JOVEN: No sé... el mar.
VIEJO: ¡Qué original! ¡Qué inteligencia portentosa! Esforzate un poco más.
JOVEN: Bueno... puede ser... no sé... hacer nudos.
VIEJO: No, no. Esos son los boy scouts, no, no.
JOVEN: ¡Ya sé! ¡El horizonte!
VIEJO: Bueno... por ahí va queriendo.
JOVEN: Claro, ¡el horizonte! ¡Si yo fuera marinero, me gustaría mirar el horizonte!
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JOVEN: Singapur. ¿Cómo es?
VIEJO: Con calles... con gente que vive, respira, tiene una boca y dos ojos.
JOVEN: Le pregunto en serio.
VIEJO: ¿Qué hora es?
JOVEN: Van a ser las cinco.
VIEJO: (Haciendo un ademán de levantarse) Bueno... llegó la hora de irme.
JOVEN: (Ansioso) ¿Qué le pasó en Singapur?
VIEJO: Unos ladrones... ¿funciona el bebedero?
JOVEN: Sí, creo que sí, pero...
VIEJO: Tengo que tomar la pastilla de las cinco. Se me hace tarde.
JOVEN: Pero cuénteme.
VIEJO: Singapur es una ciudad tan bella que no se parece a nada. Cuando
uno va llegando a sus costas, el cielo y el mar son tan transparentes
que los peces se reflejan en el aire.
JOVEN: ¿Es grande la ciudad?
VIEJO: Tan inmensamente grande como un patio.
JOVEN: ¿Cómo un patio?
VIEJO: (Se va yendo). Claro, ¿o vos te creés que en un patio no podés perderte?
JOVEN: Pero. Escúcheme, ¡Singapur...!
VIEJO: (Mientras se va) No hay caso. Hoy tampoco adelantaron nada.
JOVEN: ¡Espere...!
Las luces bajan mientras la música interviene. Apagón.
SEGUNDO ENCUENTRO
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VIEJO: Es de la división de toxicomanía.
JOVEN: ¿Qué?
VIEJO: ¡Disimule! No haga nada extraño.
JOVEN: Pero...
VIEJO: Ya está en el baile. Ahora levántese como si nada.
JOVEN: ¿Cómo?
VIEJO: ¡Que se levante! ¡Huevón! Disimule que nos podemos podrir en la cárcel.
Ahí lleva tres kilos de cocaína pura.
JOVEN: ¿Hacia dónde voy?
VIEJO: Hacia donde está el cana. Es mejor, así no sospecha. Y no se dé la vuelta
que a nuestras espaldas tenemos otro.
JOVEN: ¿Otro?
VIEJO: Sí, y no le quita los ojos de encima. Camine normalmente hacia el bar.
Cuanto antes se limpie es mejor para usted. ¡Caminá salame!
Tratando de ser natural, por supuesto, sin conseguirlo, el Joven avanza unos
pasos hacia el frente. El Viejo, de atrás, saca un silbato y lo hace sonar.
(Como si lo detuvieran) ¡Yo no tengo nada que ver! ¡Aquél es el que
me la pasa! ¡Agárrenlo!
JOVEN: (Que ha quedado paralizado al escuchar el silbato). ¡Mentiras, mentiras!
¡Yo no tengo nada que ver! (Gira y se encuentra con el Viejo revolcándose
de la risa).
VIEJO: ¡Bravo, bravo, genial!
JOVEN: (Le tira con la bolsa). ¡Hijo de puta!
VIEJO: Perdón, perdón. (No puede contener la risa).
JOVEN: Debería darle una paliza.
VIEJO: ¿Por qué? ¿Por tener sentido del humor?
JOVEN: Por ridiculizarme. ¿Quién se piensa que es?
VIEJO: Un bromista, ¡ja, ja! (Se desahoga riendo. Luego se calma).
JOVEN: Bien. Ya se divirtió. ¿Podemos conversar con seriedad?
VIEJO: (De pronto muy serio). Por supuesto.
JOVEN: Yo le conté que estudio Psicología...
VIEJO: No, no me lo ha dicho.
JOVEN: Se lo he dicho el lunes pasado. ¿Recuerda?
VIEJO: No, pero no importa. Lo escucho joven.
JOVEN: Bueno, estudio Psicología...
VIEJO: ¡Qué bueno! ¡Felicitaciones!
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VIEJO: Todos los viejos tenemos algo de poetas, como los niños. Un poema
es un grito. Los niños gritan por necesidad, los viejos por impotencia.
JOVEN: ¿Qué hizo en Madagascar?
VIEJO: Buscaba restos de una civilización de seres humanos de seis dedos.
JOVEN: ¿De seis dedos?
VIEJO: Sí. Seis dedos en cada mano y en cada pie. Dicen que el que se acuesta
con uno de ellos, luego puede ver en la oscuridad y predecir la
suerte de las cosechas.
JOVEN: ¿Y son como nosotros?
VIEJO: Más bajos. Pero de una belleza tan sorprendente que los espejos pierden
su propiedad después de que los han reflejado.
JOVEN: ¿Y usted encontró algo?
VIEJO: No. Pero un compañero de la expedición vio a una mujer de ésas
totalmente desnuda ocultándose en la maleza.
JOVEN: ¿Y la persiguió?
VIEJO: Lograba verla por momentos. Después desapareció para siempre.
Mi compañero, al poco tiempo, enloqueció. Hablaba solo y juraba
que había conocido la belleza. Desde entonces, en su locura, busca
a esa mujer con la desesperación de los enamorados.
JOVEN: (Para sí) La desesperación de los enamorados.
VIEJO: ¿Qué dijiste?
JOVEN: (Disimulando algo que salió sin proponérselo) Nada, nada.
VIEJO: Ajá. Parece que mi compañero no es el único que enloqueció por
una mujer.
JOVEN: Yo no voy a enloquecer.
VIEJO: (Ante la comprobación) Ajá. O sea que hay un loco: vos, y una mujer que
se escapa.
JOVEN: No quiero hablar de eso.
VIEJO: ¿Por qué? ¿Te duele en la hombría?
JOVEN: No... no... no es por eso. (Como una confesión) No sé cómo hacer
para retenerla.
VIEJO: A veces la mejor manera de retenerla es dejarla volar.
JOVEN: Es que la quiero.
VIEJO: ¿Y ella?
JOVEN: No sé... pero me parece que no.
VIEJO: ¿Por qué?
JOVEN: Es que... es... No puedo contárselo.
VIEJO: Bien. Las mejores historias son las que no se terminan nunca. En fin,
tengo que irme.
JOVEN: ¿Adónde vive?
VIEJO: Justo al lado de la casa del vecino.
JOVEN: ¿Es lejos?
VIEJO: Más cerca que Madagascar. (Se va yendo. Se detiene. Mira hacia el “edificio”).
Hoy tampoco adelantaron nada.
JOVEN: ¿De qué?
VIEJO: Del edificio. Todo está igual.
JOVEN: ¡Espere!
VIEJO: ¿Sí?
JOVEN: ¿Cuándo volverá por aquí?
VIEJO: (Se encoge de hombros). No sé. Cuando los ángeles anden en bicicleta.
Apagón. Música.
TERCER ENCUENTRO
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JOVEN: Se fue.
VIEJO: ¿Adónde?
JOVEN: No me cargue. Se fue con otro.
VIEJO: Es inteligente.
JOVEN: (Ofuscado se levanta). ¡Váyase a la mierda!
El Viejo le impide irse trabándolo con el bastón.
VIEJO: ¿La querés mucho?
JOVEN: ¿Que si la quiero? ¡La amo! ¡No sé qué hacer!
VIEJO: ¿Sabés que los incas hacían el amor sin moverse?
JOVEN: ¡Y a mí qué me importa!
VIEJO: Paciencia. Esa es la palabra. Paciencia. Los incas se acariciaban mucho
tiempo. Se penetraban y no se movían. Continuaban acariciándose.
Sin apuro, con paciencia. Se excitaban de tal manera que llegaban
al orgasmo casi sin proponérselo. Las cosas sin apuro, sin
desesperación, son las más bellas y plenas.
JOVEN: ¿Y qué tengo que hacer? ¿Esperar? ¿Y si el otro es peruano?
VIEJO: Te doy una hoja de afeitar para que te las cortes.
JOVEN: Para colmo ese hijo de puta mide como dos metros. No puedo ni
acercarme a hablar con ella. Y ella ni siquiera me mira.
VIEJO: Si no te mira es porque todavía pasa algo.
JOVEN: ¿Usted cree?
VIEJO: Los ciegos vemos el porvenir.
JOVEN: ¿Y qué hago?
VIEJO: Esperar.
JOVEN: No puedo esperar. ¿Y si ella se acuesta con ése?
VIEJO: Si no se acostó ya es una anormal.
JOVEN: ¿Qué?
VIEJO: Esperar y perdonar. Dos máximas irrefutables.
JOVEN: Si tuviera la oportunidad de hablar con ella...
VIEJO: ¿Qué le dirías?
JOVEN: Que es lo único que me interesa en el mundo...
VIEJO: ¡Qué original!
JOVEN: Es verdad.
VIEJO: (Haciéndose la joven) “Vos ya tuviste la oportunidad, la perdiste, olvidate”.
JOVEN: ¡Intentar de nuevo, eso, pedirle por favor que intentemos de nuevo!
VIEJO: ¿Por favor? ¡Cómo le vas a pedir por favor!
JOVEN: No, no... entonces no puedo pedirle por favor. Tengo que agarrarla
de un brazo y llevarla conmigo.
VIEJO: “¡Soltame, soltame que llamo a mi novio!”.
JOVEN: No... eso tampoco conviene. Tengo que hacerme el piola. ¡Ahí está!
Recordarle el osito que le regalé.
VIEJO: ¿El osito? ¿Cuál osito?
JOVEN: Le regalé un osito de peluche con el que ella duerme.
VIEJO: Dormía. Ahora... (Se arrepiente de seguir). ¿Qué? ¿No decís que ese
otro es grande como un oso?
JOVEN: No le voy a dar más pelota y listo. ¡Que haga lo que quiera!
VIEJO: “Gracias, eso es lo que quería. Que no me molestes más. Chau”.
JOVEN: Y ahí. ¿Qué hago?
VIEJO: Retirarse con altura. Hacerse el comprensivo y dejar siempre una puertita
abierta. (Ahora el Viejo toma el papel del Joven). “Está bien, yo te
entiendo. Pero quiero seguir siendo tu amigo, que me confíes lo
que te pasa, que recurras a mí cuando necesites algo. Sin
compromiso, por supuesto. Yo voy a estar y no te voy a pedir nada
a cambio...”. En fin, todas esas mentiras.
JOVEN: ¿Y si le escribo algo?
VIEJO: Puede ser. Una vez le escribí una carta a una mujer.
JOVEN: ¡Ah! Por fin descubro que usted tiene corazón. ¿Y qué pasó?
VIEJO: No sabía leer. Pero la convenció el perfume con que había rociado
el papel.
JOVEN: ¡Qué antiguo! ¡Perfume en la carta!
VIEJO: No sé, pero yo me la c... (Hace la seña correspondiente).
JOVEN: ¿Quiere escuchar lo que le escribí?
VIEJO: Si no hay otra posibilidad, sí.
JOVEN: Escuche. (Saca un papel y lee). Despertar la mañana / encontrarte
en la luz de una ventana y mirarte / mientras el sol te oculta / y te
desnuda / hoja dorada / viento de vida / claridad inmensa.
El Viejo guarda silencio. El Joven se inquieta.
¿Y...? ¿Qué le parece?
VIEJO: No está mal. Puede que la conmuevas. Pero... estás pervirtiendo la poesía.
JOVEN: ¿Por qué? La poesía no tiene que ser algo necesariamente inmaculado.
Puede servir a un fin.
VIEJO: Y en este caso el fin es... (Lo da a entender).
JOVEN: Supongamos que sea así. ¿Que tiene de malo?
20 obras teatrales 27
VIEJO: Nada. Pero no nos engañemos.
JOVEN: Y usted. ¿Está casado?
VIEJO: Todavía no. Estoy de novio.
JOVEN: (Se ríe). Usted de novio. ¡A su edad! (El Viejo enojado se levanta y
con el bastón, lo golpea “accidentalmente”). ¡Espere! No se ofenda.
VIEJO: ¿Quién te creés que sos?
JOVEN: Está bien. Discúlpeme. (No puede aguantar la risa).
VIEJO: Yo también sé amar y para que sepas soy profundamente querido.
JOVEN: ¿Me está hablando en serio?
VIEJO: ¿Y por qué no podría ser? Mi novia y yo estamos muy enamorados.
¿No podemos acaso?
JOVEN: No, no es eso. Es... que ustedes... bueno...
VIEJO: Decilo: a esta edad suena ridículo. Podríamos ser noticia en una revista
semanal o en “Divúlguelo”.
JOVEN: ¿Y cómo la conoció?
VIEJO: La conocí en Oriente.
JOVEN: ¿Es oriental?
VIEJO: Sí, de Calcuta. Allí la encontré una tarde de lluvia torrencial. Su madre
me la vendió.
JOVEN: ¿Se la vendió?
VIEJO: La compré por 35 rupias, y desde entonces está conmigo. Vivimos juntos
pero jamás nos casamos.
JOVEN: ¿Y cuántos años tenía ella?
VIEJO: Trece. Yo la inicié. Ahora tiene treinta y ocho y hacemos el amor como
la primera vez.
JOVEN: (Sorprendido) ¿Treinta y ocho años? ¿Y no le da miedo?
VIEJO: ¿De qué?
JOVEN: Bueno, de que se la... en fin...
VIEJO: No, ella es la que tiene miedo. Es muy celosa. La primera vez que
hicimos el amor no cruzamos ni una palabra. Nunca me amaron
con tanta ternura y tanto deseo. Gritó como las hojas en el viento
y cuando la penetré, sentí que todos los animales de la tierra giraron
sus cabezas para vernos.
JOVEN: ¿Y entonces la trajo?
VIEJO: En ese momento no podía. Tenía que seguir hasta Hong Kong. Nos
despedimos sin pronunciar palabra. La busqué tres años después.
Ella me vio y me hizo entender que me había sido fiel.
JOVEN: Es inteligente.
Mirada de los dos.
¿Y entonces?
VIEJO: La traje. Desde entonces está aquí. Pero a veces, cuando llueve, tiene
los ojos tristes.
JOVEN: ¿Le costó aprender el idioma?
VIEJO: Nunca lo aprendió. Por eso somos un poquito menos infelices. No
nos comunicamos con palabras.
JOVEN: ¿Y cómo lo hacen?
VIEJO: Con gestos, con intenciones, con miradas. Pero ya estamos un poco
cansados. Por eso estoy aprendiendo a no mirar. Ahora queremos
encontrarnos por los olores, y comunicarnos sólo por el tacto,
tocándonos.
JOVEN: Espero que no se les dé por relacionarse por el gusto. Se van a masticar
enteros.
VIEJO: Esa será la próxima experiencia. Si vivís para ese entonces te la cuento.
Bueno, voy a captar a mi mujer. (Se levanta para irse).
JOVEN: ¿Puedo ir con usted? ¿Conocerla?
VIEJO: Ahora no. Tanto hablar de ella me ha motivado deseo. Y para eso no
necesito lazarillos.
JOVEN: ¡Dígale que quiero conocerla!
VIEJO: No puedo. No hablamos. (Se va yendo).
JOVEN: ¡Espere!
VIEJO: (Se detiene y gira). ¿Sí?
JOVEN: ¿Qué hago?
VIEJO: ¿Con qué?
JOVEN: Con ella... ¿Le entrego el poema?
VIEJO: No sé... No. No es necesario. Simplemente decile que le has escrito
uno y después se lo leerás. (Vuelve a girar para irse).
JOVEN: ¿Y si le leo una imagen del poema cada vez que la vea y le dejo la incógnita
de lo que sigue?
VIEJO: Es cuestión de alargarlo, nada más. A propósito, hoy escuché que
adelantaron algo. (Por el edificio).
JOVEN: Parece que sí. ¿Hago eso?
VIEJO: ¿Con qué?
JOVEN: Con el poema.
VIEJO: La próxima vez que nos encontremos te respondo.
20 obras teatrales 29
Apagón. Música.
CUARTO ENCUENTRO
20 obras teatrales 31
Así fue. En aquella tarde de lluvia, un muchacho como vos me
salvó la vida.
JOVEN: Pero entonces...
VIEJO: Estaba recordando. Yo recuerdo así.
JOVEN: Pero... ¡Me hace pasar por un idiota!
VIEJO: ¿Estabas o no ayudando a alguien?
JOVEN: ¡Pero todo era mentira!
VIEJO: Para vos era verdad. Estuviste realmente dentro de la historia, fuiste
solidario como aquel muchacho español.
JOVEN: Sí, sí, pero hubiera podido ser un poquito menos real. Casi me
muero yo.
VIEJO: Pero lo de la bala es cierto.
JOVEN: ¿Y cómo terminó?
VIEJO: Me desmayé en serio. (Se “desmaya”).
JOVEN: ¿Y dónde se despertó?
VIEJO: (Abre un ojo). En una casa. (Lo cierra).
JOVEN: ¿De quién?
VIEJO: (Actuando) ¿Dónde estoy?
JOVEN: En una casa.
VIEJO: ¿De quién? (Se le ríe. Continúa). ¿Quién vive aquí? ¿Republicanos
o franquistas?
JOVEN: Franquistas.
VIEJO: (Aparta al Joven). ¡Hijo de puta! ¡Me querés matar! (Vuelve a la historia).
¡Viva España, viva Franco! (Hace el saludo fascista).
JOVEN: (Aparte de la historia). Oportunista de mierda. (Vuelve). ¿Seguro?
¿No será un sucio rojo de las milicias? ¿Dónde vive?
VIEJO: En Valencia.
JOVEN: ¿Y qué hace acá?
VIEJO: Vine a ver a mi madre.
JOVEN: ¿Dónde vive su madre?
VIEJO: Vivía. Vine a visitarla al cementerio. (Sale de la situación sacándole
la lengua).
JOVEN: ¿Y en qué lugar del cementerio está enterrada?
VIEJO: No sé. Eso estaba buscando. Murió hace muchos años sin que yo la vea.
JOVEN: ¿Cómo se llamaba?
VIEJO: Rosario López, pero no sé si su lápida lleva su nombre de soltera o
de casada.
20 obras teatrales 33
JOVEN: No sé... es que ser joven es siempre estar un paso más atrás, como
pidiendo siempre permiso.
VIEJO: ¡Queeeé! ¡Permiso! ¿Un joven pidiendo permiso? ¡Nunca! Los jóvenes
no tienen que pedirle permiso a nadie. Tenés que matar esa palabra.
JOVEN: Usted cree que es muy fácil. ¿Pero cómo, a ver, cómo?
VIEJO: Como sea. ¡Pegame!
JOVEN: ¿Qué?
VIEJO: ¡Que me pegués!
JOVEN: ¿Por qué?
VIEJO: Por todo lo que te hice.
JOVEN: Deje de joder.
VIEJO: (Exasperado) ¡Pegame te digo!
JOVEN: Somos amigos. No joda.
VIEJO: Yo no soy amigo de pusilánimes, de blandengues, de maricones.
JOVEN: ¿Por qué me dice eso?
VIEJO: ¡Porque eso es lo que sos! ¡No tenés bolas para defenderte! ¡Gusano!
JOVEN: Escuche...
VIEJO: ¡Me das asco, te tengo lástima, tanto cuerpo, tanta juventud! ¿Para
qué? ¡Para nada! ¡Desperdicio!
JOVEN: Oiga... no me provoque.
VIEJO: ¡Te provoco porque se me da la gana, y no te pido permiso, nene de mamá.
JOVEN: (Levantando presión) ¡Acábela!
VIEJO: ¡Marica, no tenés ni sangre para vivir, oveja, blandengue, infeliz!
El Joven reacciona y de un fuerte empellón arroja al Viejo sentado al
piso. Éste cae y desde el piso aplaude.
¡Bravo, bravo, por fin!
JOVEN: No siga que lo aplasto.
VIEJO: No, ahora ya no sigo. Bueno, por fin reaccionaste.
JOVEN: ¿Cómo?
VIEJO: No me pediste permiso.
JOVEN: Pero... ¿Cómo pude ser capaz de agredirlo?
VIEJO: Yo era el que te estaba agrediendo a vos, y bueno... sos joven, reaccionaste.
JOVEN: Pero... eso es justificar...
VIEJO: No es justificar ningún vandalismo. Sólo sirve como ejemplo. Todas
las cosas tienen una medida y cuando ésta rebasa, las valoraciones
cambian. Vos reaccionaste y eso está bien para un joven de 22 años.
QUINTO ENCUENTRO
20 obras teatrales 35
VIEJA: Seguro a un amigo.
JOVEN: Sí. Bueno... en realidad, no. En realidad espero a alguien que se hizo
pasar por mi amigo.
VIEJA: ¿Está enojado?
JOVEN: Mire, señora...
VIEJA: Sí, se ve que está enojado.
JOVEN: Bueno, sí. Estoy enojado.
VIEJA: ¿Por qué? Está tan lindo el día como para estar enojado…
JOVEN: Es que espero a un estafador para desenmascararlo.
VIEJA: ¿Le sacó plata?
JOVEN: No. Algo peor.
VIEJA: ¿Peor? ¡Por Dios! Disculpe que le pregunte, pero hay que saber cuidarse
de los estafadores. ¿Qué le hizo?
JOVEN: Me mintió, me engañó durante semanas. Me hizo ceer que era una
cosa y en realidad era otra.
VIEJA: ¡Ah! Lo engañó. ¿Con qué?
JOVEN: Bueno... me contó historias falsas, se hizo pasar por marinero, por
capitán, por aventurero, por luchador y combatiente, en fin...
VIEJA: ¿Y no era nada de eso?
JOVEN: ¡Qué va a ser! Es un pobre infeliz. Un anciano que nunca salió de
esta ciudad. Trabajó toda la vida en una biblioteca de barrio. Ahí
debe haber leído lo que con lujo de detalles me contaba: los viajes,
la guerra civil española, Singapur, Calcuta, en fin... sus mentiras.
VIEJA: Debe ser un loco maníaco.
JOVEN: Vivió siempre solo y me mintió que vivía con una mujer hindú de
treinta y ocho años con la que todavía mantenía relaciones sexuales...
VIEJA: (Persignándose) ¡Maníaco sexual!
JOVEN: No sé... pero yo fui el estúpido que le creí.
VIEJA: ¿Y cómo se enteró de la verdad?
JOVEN: Yo había empezado a tenerle afecto. Nos encontrábamos todos los
lunes aquí, y le contaba mis problemas.
VIEJA: ¿Usted tiene problemas?
JOVEN: ¡Y claro! ¿Quién se cree que soy?
VIEJA: Es que es tan joven, tan lindo, tiene tanta vida por delante que pensé
que no tendría problemas...
JOVEN: Tengo muchos, muchos problemas, pero ya se van a terminar, y de
una vez por todas.
20 obras teatrales 37
VIEJA: Sí, las dos veces, hace muchos años, en la casa de unos parientes de
mi marido. Llené los cartones antes que todos.
JOVEN: No... no... esto no es igual. Usted ganó la lotería familiar. Eso es
mucho más fácil.
VIEJA: No importa. Voy a ganar y entonces voy a poder traer a mi mamá
de Polonia.
JOVEN: ¿Qué?
VIEJA: Debe estar viejita la pobre. Tiene ciento catorce años y todavía trabaja
la tierra. Espero que no le suceda una desgracia.
JOVEN: Señora... su mamá ya tiene sus años. ¿No?
VIEJA: No lo digo por eso. Lo digo por la guerra.
JOVEN: ¿En Polonia? ¿Qué guerra?
VIEJA: La de los alemanes. Han ocupado Polonia. ¿No lo sabía?
JOVEN: (Sorprendido) ¿Cuándo? ¿Hoy?
VIEJA: No, ya hace un tiempo. Ese Hitler es un maníaco, sexual, como su amigo.
JOVEN: Pero... señora... la segunda guerra mundial terminó hace años.
VIEJA: ¿Cómo?
JOVEN: En 1945.
VIEJA: ¿Terminó?
JOVEN: ¡Pero claro!
VIEJA: ¿No me engaña? Porque siempre me dicen que las guerras terminaron
y nunca terminan.
JOVEN: La segunda guerra mundial terminó hace mucho.
VIEJA: ¡Terminó, terminó, paz, paz, por fin! (De pronto) ¿Quién ganó?
JOVEN: (Totalmente sorprendido) Los aliados.
VIEJA: (Más alegre aún) ¡Los aliados, ganaron los aliados, victoria! ¡Esto hay
que celebrarlo! ¿Por qué la gente no grita?
JOVEN: Pero... señora, dígame: ¿dónde estuvo usted, dónde pasó todos estos
años que no se enteró?
VIEJA: (Con temor, se retrae). No puedo decírselo.
JOVEN: ¿Por qué?
VIEJA: No lo entendería.
JOVEN: Esto es increíble, señora. ¿Sabe en qué año vive?
La Vieja niega con la cabeza.
¿Dónde estuvo?
VIEJA: En un cuarto.
20 obras teatrales 39
JOVEN: Necesito que me haga un favor.
VIEJA: No puedo. Disculpe, debo irme.
JOVEN: (Saca un sobre de cartas). Necesito que le haga llegar esto a mis padres...
y esto a ella.
VIEJA: (Intrigada) ¿Qué es eso?
JOVEN: Son cartas. Por favor... dígales que me perdonen.
VIEJA: ¿Que le perdonen qué?
JOVEN: Nada, nada. (Le extiende los sobres). Por favor... no tengo a otra persona
que pueda hacer esto. Se lo ruego: recíbalos.
VIEJA: No puedo, no puedo. Disculpe, tengo que ganar la lotería. (Gira
para irse).
JOVEN: (Saca una pistola de sus ropas). Me voy a matar.
VIEJA: (Se detiene. Con cierta mordacidad vuelve). ¿Qué?
JOVEN: Me voy a matar.
VIEJA: ¡Vamos joven! ¡No juegue con eso!
JOVEN: No juego. Nada tiene sentido. No puedo creer en nada. Todas son
mentiras. ¡Llévese esto! En los sobres están escritas las direcciones.
VIEJA: ¡Deje de jugar! ¡Nadie le podría creer! ¡Deme eso!
JOVEN: Estoy hablando en serio (Insiste extendiendo los sobres).
La Vieja con un gesto de hastío gira para irse. Cuando esto sucede,
sorpresivamente, el Joven se dispara. El ruido de la descarga es
estruendoso y verdadero. Debe sorprender a todos. Cae. La Vieja,
asustada y sorprendida, se vuelve y al verlo caído, corre a ayudarlo.
VIEJA: ¡Joven, joven! (Trata de reanimarlo). ¡Ayuda, ayuda! ¿Qué ha hecho?
¡Por Dios! (Lo abraza emocionada. Con dificultad el Joven murmura).
JOVEN: Quería tener ilusiones... vivir... viajar... ser capitán.
VIEJA: No hable, m’hijo... no hable.
JOVEN: ¿Dónde está el Viejo? ¿Por qué me mintió? ¿Por qué? (La Vieja llora
y lo estrecha fuerte entre sus brazos).
VIEJA: ¡No mintió, no mintió!
JOVEN: Los viajes... las aventuras... los ideales... deberían existir.
Sobre estas palabras su vida parece extinguirse. La Vieja le acaricia el
pelo. Luego se quita la peluca y descubrimos al Viejo. Toma el arma.
Lentamente la acerca a su cuerpo. Dispara. Unos segundos de
inmovilidad. Luego su cuerpo cae, inanimado. Momento de quietud.
Música. Ambos cuerpos han quedado uno al lado del otro. De pronto
el Joven levanta la cabeza en dirección al edificio.
No adelantaron nada, capitán.
20 obras teatrales 41
¡Ladran, Che!
44 CARLOS MARÍA ALSINA
> ¡ladran, che!
PERSONAJES
DON QUIJOTE DE LA MANCHA
ERNESTO CHE GUEVARA
ELLA
PRIMER ACTO
CHE: Es tu turno.
DON QUIJOTE: ¡No ha de ser con bravuconadas que ese ejército de bellacos me derrote!
Don Quijote mueve. El Che “come” la pieza contraria.
CHE: (Bromeando) ¡Glup... glup... glup...! (Se relame).
DON QUIJOTE: ¡Caramba! En un segundo desapareció en los aires mi valiente soldado.
¡Pero los designios de los encantadores que me persiguen no lograrán
derrotarme! (Se queda inmóvil pensando en la próxima jugada).
CHE: ¡Dale, gallego, jugá, que aquí tenemos todo el tiempo del mundo
pero no es cuestión de exagerar!
20 obras teatrales 45
De pronto Don Quijote se levanta y con un movimiento brusco extiende
su brazo a un costado. Entra Ella con una espada y se la coloca en la
mano. Luego sale.
DON QUIJOTE: ¡Ahora verán cuál es la fuerza de mi brazo y de mi ánimo! (Mueve la
espada en todas direcciones).
CHE: ¡Pará, pará, che, que ya no sé cuántos juegos vas destrozando!
DON QUIJOTE: ¡Ese rey de negra capa me desafía! ¡La reina que lo acompaña es, en
verdad, una doncella secuestrada! ¡Aquí hay un caballero para
liberarla! ¡Apártate!
Ante la determinación de Don Quijote, el Che se hace a un costado.
CHE: ¡Está bien, está bien! ¡Liberala si querés!
DON QUIJOTE: (Arremete con la espada y corta la cabeza del rey negro). ¡Listo!
Entra Ella con una pieza de reemplazo. El Che la mira. Ella se detiene y
sale con la pieza entre las manos.
Ahora la doncella volverá a su apariencia verdadera. ¡Verás qué
belleza se dibujará ante nosotros!
CHE: Ajá.
DON QUIJOTE: (Coloca a la reina negra a la vista). ¿Ves? ¿Estás en grado de apreciar
la belleza de sus formas?
CHE: (Observándola) Mmmm... parece Dulcinea.
DON QUIJOTE: ¿Qué dices? Dulcinea no es mostrable. Si se mostrara, ¿qué gracia
tendría confirmar una belleza tan notoria? La importancia está en
que, sin verla, la has de creer, confesar, afirmar, jurar y defender.
CHE: Dije que se parece, no que “es”.
DON QUIJOTE: Como Dulcinea ¡no existió, existe, ni existirá jamás dama mejor!
CHE: ¡Vamos gallego! ¡No seas exagerado!
DON QUIJOTE: Ella es mi dueña y yo soy el suyo.
CHE: ¿Y todavía con esa cantinela? Ya hemos discutido demasiado sobre
la propiedad en el amor, gallego, sobre la condición de la mujer en...
DON QUIJOTE: Es natural condición de la mujer desdeñar a quien las quiere y amar
a quien las aborrece. No lo olvides.
CHE: Ésas son ideas propias de tu siglo. En realidad la igualdad entre los
sexos es una conquista que...
DON QUIJOTE: (Lo interrumpe) Hijo, sólo dos linajes hay en el mundo que son: el tener
y el no tener. Sólo el amor, como la muerte, todas las cosas iguala.
CHE: Por eso mismo. El hombre nuevo es una construcción cotidiana del
amor. De un amor más amplio, el amor hacia toda la humanidad.
DON QUIJOTE: Ese hombre nuevo de quien tanto hablas, ya existió en los libros de
caballería. Es el caballero andante, para quien están guardados los
peligros, las grandes hazañas, los valerosos hechos. Es el desfacedor
de entuertos que...
CHE: ¡Sí, claro!... el desfacedor de entuertos que ingenuamente creyó que
sólo bastaba con hacer prometer al patrón de no azotar más a su
criado para que dieras vuelta la esquina y todo volviera a la
normalidad: los azotes al muchacho. Te lo recuerdo, gallego, capítulo
IV del primer volumen.
DON QUIJOTE: Y yo te recuerdo que más adelante, cuando me enteré de aquella deslealtad,
me propuse castigar a ese villano, pero no pude, porque estaba
comprometido en otra aventura, y cuando los caballeros andantes...
CHE: (Lo interrumpe) ¡En qué otra fantasía estarás comprometido! Pero...
está bien, está bien, cambiemos de tema, viejo, que hace años
discutimos de lo mismo.
DON QUIJOTE: Desde que llegaste a este lugar no haces otra cosa que contradecirme.
Me recuerdas, a veces, a Sancho, que no se convencía en primeras
razones de mis razones.
Entra Ella con una carta. La deja y se va. Don Quijote y el Che se miran.
Luego se acercan a la carta y cada uno saca de la misma un papel distinto.
Hablando de Sancho...
CHE: ¡Camilo!
DON QUIJOTE: ¡Hijo, Sancho! ¡Tanto tiempo!
CHE: ¡Camilo Cienfuegos! ¿Desde dónde me escribirá?
DON QUIJOTE: (Leyendo su papel) “Querido Señor Caballero Andante Don Quijote
de la Mancha, Q.E.P.D. Desde esta ínsula maravillosa, donde trato
de gobernar con justicia y equidad...”
CHE: (Leyendo su carta) “Ernesto, luego de algún tiempo de inquietante
soledad, alguien, secretamente, me hizo saber dónde estabas...”.
DON QUIJOTE: (Continúa leyendo) “... le hago escribir estas líneas porque, como Vuestra
Merced entenderá, todavía no he aprendido a leer ni a escribir...”.
¡Dios mío! ¡Han pasado siglos y aún no ha aprendido el animal!
CHE: (Sigue leyendo) “... Como sabes, un día desaparecí entre las nubes y
después de mucho tiempo me enteré de lo que sucedió en Bolivia...”.
DON QUIJOTE: (Continúa) “... Pero mi entendimiento y, sobre todo, el recuerdo de
sus consejos siguen vigentes en mi cabeza. Aquí todo funciona a la
perfección...”. (Al leer esta última frase agudiza la vista).
CHE: (Leyendo) “... Pero a pesar de las caídas reconforta saber que finalmente
hemos alcanzado la victoria final...”.
20 obras teatrales 47
También el Che se esfuerza por leer como entre líneas. Ambos
prosiguen leyendo en silencio. Terminan. Se miran. Después, cada uno,
con la preocupación de no ser vistos desde afuera, utiliza distintos
métodos para leer un supuesto contenido secreto de los mensajes.
Don Quijote descifra mirando a contraluz. El Che raspa el papel. Ambos
leen con la preocupación de no ser descubiertos. Luego se miran
intensamente y con cierta complicidad.
CHE: ¿Todo bien?
DON QUIJOTE: Sí, siguiendo mis consejos, Sancho está gobernando la ínsula en paz
y justicia. Todo está bien. ¿Y tu amigo, qué dice?
CHE: Las cosas marchan como tienen que marchar.
DON QUIJOTE: ¡Qué bueno es saber que el mundo ha revivido los felices tiempos
donde los caballeros andantes tomamos las armas en defensa de los
reinos, el amparo de las doncellas, el socorro de los huérfanos y
pupilos, el castigo de los soberbios y el premio de los humildes. La
Edad de Oro donde los hombres ignoran las palabras “tuyo” y “mío”.
CHE: Sí. Parece que ya comienza a desaparecer la angustia del hombre
enajenado. Ahora se avanza hacia el nuevo horizonte que se vislumbra.
Silencio. Han dicho estas palabras sin verdad, como para que alguien
las escuche. El Che busca algo en sus bolsillos. Entra Ella trayendo un
habano y fósforos. Se los entrega y se va. El Che enciende el habano y,
pensativo, fuma. Don Quijote lo observa. Luego dice:
DON QUIJOTE: ¿Qué pasa?
CHE: Nada, nada.
DON QUIJOTE: Mmmm... recuerdo que Sancho, en mi lecho de muerte, me dijo que
la mayor locura que puede cometer un hombre en esta vida es
dejarse morir por la melancolía.
CHE: ¡“En esta vida...”! ¡“Dejarse morir!”. Hay palabras que aquí ya no
tienen sentido, gallego.
Silencio.
DON QUIJOTE: ¿No percibes algo extraño en el aire, hijo?
CHE: No hay viento. Nada se mueve. No sucede nada, ¿no?
Entra Ella, los mira y vuelve a salir. Inmediatamente se escucha el
ruido de aviones y helicópteros. Vuelve Ella trayendo una caja de
municiones, una mochila que hace de botiquín de primeros auxilios,
una ametralladora y la lanza y el escudo de Don Quijote. Deja todo y
se va. Se escuchan disparos. El Che y Don Quijote tratan de cubrirse.
Corren. El Che dispara su ametralladora hacia lo alto. Don Quijote
revolea la espada.
DON QUIJOTE: ¡Faquines, belitres, cobardes!
20 obras teatrales 49
Entra Ella con una botella de vino y dos copas.
DON QUIJOTE: Allí tienes lo que buscabas pero, cuidado, que vino en demasía ni guarda
secretos ni cumple palabra.
Ella sale.
CHE: ¡Vení, sentate, cabezón y nos tomamos un buen vino juntos!
Ambos se sientan.
¡Salud, che! ¡Por los recuerdos!
DON QUIJOTE: ¡Salud! ¡Por la caballería andante!
CHE: ¡Por la revolución!
Ambos chocan sus copas y beben.
DON QUIJOTE: Los grandes fines son hacer el bien a todos y mal a ninguno, hijo. ¡Salud!
CHE: ¡Salud! Aunque eso no suele ser tan fácil, gallego.
DON QUIJOTE: ¿Por qué?
CHE: Siempre alguien termina perdiendo. La cuestión es que sean siempre
los mismos. ¿No te parece?
Entra Ella con una lapicera. Entrega esto al Che y sale. El Che comienza
a escribir.
DON QUIJOTE: ¿Qué escribes, hombre? Todos los días te veo llenar ese cuaderno.
CHE: Sigo con mi diario. Es una vieja costumbre.
DON QUIJOTE: Pareces Cervantes que, con la única mano que le quedó de la guerra,
llenó miles de páginas. Aunque, en verdad, debo decirte que a mí me
gustó más como combatiente que como escritor, pues has de saber
que no tolero a quienes dicen que las letras hacen ventajas a las armas.
Como si los trabajos del espíritu pudiesen exceder a los del cuerpo.
CHE: En eso podríamos estar de acuerdo.
DON QUIJOTE: ¡Al fin!
CHE: Por sobre todo yo fui un combatiente. Sé lo que significa estar en un
campo de batalla: el rumor de los disparos, el olor de las armas, la
excitación de la lucha...
DON QUIJOTE: Y digo aún más, pues para la batalla es menester también el entendimiento
ya que es necesario conjeturar el intento del enemigo, los designios,
las estratagemas, las dificultades, el prevenir los daños que se temen...
CHE: Así es, gallego. Así es.
DON QUIJOTE: Tanto es así que no es de dudar que las armas tienen un fin más elevado
que las letras.
CHE: A ver, ¿por qué?
20 obras teatrales 51
CHE: Y de ésos es difícil defenderse, gallego.
Don Quijote queda pensativo.
¿Qué pasa?
DON QUIJOTE: Nada. Y eso es lo peor que puede pasar.
CHE: ¿Estás triste?
DON QUIJOTE: Pienso en ella.
CHE: ¡Vamos, che! Ella siempre te acompaña. Está permanentemente en
tu imaginación.
DON QUIJOTE: Me acompaña en la tristeza. Mi derrota no es el resultado de una espada
sino el no poder verla como realmente es.
CHE: Habría que preguntarse qué sucedería si lo lograras.
Silencio.
DON QUIJOTE: ¿Estás mejor?
CHE: Sí. Es cuestión de esperar un poco y el aire vuelve a correr por los pulmones
como si uno aspirase la brisa del mar.
DON QUIJOTE: (Pensando) El mar... el mar. (Mira hacia el horizonte) ¿Te gusta la brisa
del mar?
CHE: Claro. Para mí el mar fue siempre un amigo, un confidente.
DON QUIJOTE: ¿Un confidente?
CHE: Sí. Siempre supo escuchar lo que yo le contaba sin revelar jamás el
secreto. Y, además, siempre me dio los mejores consejos.
DON QUIJOTE: Yo he conocido el mar en Barcelona, un amanecer sangrante. Era
espacioso y largo, mucho más grande que las lagunas de Ruidera,
en La Mancha. Aquel día unas galeras disparaban contra las murallas
de la ciudad. La artillería rompía los vientos, pero el mar estaba
alegre, como ajeno a lo que sucedía. No podía imaginar cómo
podían ser tan grandes esos bultos que por él se movían. Y entonces
pensé, amigo, que el hombre puede hacer pactos con el mar.
CHE: Es cierto. Puede. ¿Sabés?, una vez el mar me defendió.
DON QUIJOTE: ¿Cómo es eso?
CHE: Yo era muy joven. Estaba a punto de comenzar un largo viaje de aventuras
por toda Sudamérica. Tenía una novia, alguien a quien quería mucho
que, claro... demoraba mi partida en una playa argentina. Yo estaba
recostado en su regazo, en la arena, frente al mar. Todo el universo
fluctuaba a mi alrededor, todo lo que me rodeaba me acunaba. De
pronto un soplido más fuerte me trajo, nítida, la voz del amor.
Levanté la cabeza pero no había nada extraño. Apoyé de nuevo mis
sueños en su muslo cálido cuando volví a sentir la advertencia del
20 obras teatrales 53
DON QUIJOTE: ... alabastro su cuello, mármol su pecho, marfil sus manos...
CHE: ... Ellos llegaron de lugares desconocidos trayendo la sabiduría de no
combatir el fatalismo de sus destinos: viajar... viajar...
Ambos se miran.
DON QUIJOTE: ¡Hombre, escucha! Un hombre no es más que otro si no hace más
que otro. ¡Vamos!
CHE: ¡Al carajo con todo esto! ¡Vamos!
Los dos miran hacia afuera. Inmediatamente entra Ella con un mapa y
lo deja. Se va. Los dos se acercan al mapa y comienzan a observarlo.
Gallego, te propongo una cosa: veamos por dónde ir, pero tratemos
de que el único dogma en este viaje sea la improvisación.
DON QUIJOTE: Mientras esa improvisación de la que me hablas no contradiga las
leyes de la caballería, de las cuales no puedo apartarme, puedes
contar conmigo.
Don Quijote y el Che se vuelven sobre el mapa. Cada uno hablará desde
su propia realidad.
CHE: Por aquí es más apropiado, me parece.
DON QUIJOTE: (Señalando el mapa) Estos campos de La Mancha saludarán mis pasos
nuevamente.
CHE: Aquí la selva es más impenetrable...
DON QUIJOTE: La Sierra Morena es ésta y los Campos de Montiel, aquéllos.
CHE: Aquí hay un río que hace de frontera. Cruzándolo nos pondríamos
a salvo de un eventual peligro.
DON QUIJOTE: Si no, basta descender a la Cueva de Montesinos donde existe la más
sabrosa y agradable vida y vista que ningún ser humano ha visto ni
pasado.
CHE: Hay que viajar con lo indispensable. Un equipo...
DON QUIJOTE: ¡Pues, las armas!
Ambos se levantan excitados por los preparativos. Don Quijote
comienza a aprontar su lanza, su escudo y su yelmo. El Che prepara la
mochila-botiquín.
CHE: ¡Son necesarias algunas bolsas de tela impermeable!
DON QUIJOTE: ¡Alto! Que no hay razón para que caballero tan famoso inicie este viaje
de aventuras caminando. Y más aún si debe llegar tan lejos. (Silba
y luego grita) ¡Rocinante!
Entra Ella con una moto.
CHE: ¡La Poderosa II, la moto de mis viajes por Sudamérica!
Ella la deja parada, sonríe y luego sale. Los dos se miran y vuelven a la
actividad de cargar lo que van a llevar en el viaje.
DON QUIJOTE: ¡La celada de encaje! (La revisa).
CHE: La boina...
DON QUIJOTE: ... el yelmo de oro de Mambrino...
CHE: ... la tartamuda y el mate.
DON QUIJOTE: ¡Vamos, hijo, vamos!
Los dos corren hacia la moto-caballo. El Che toma el bidón de nafta
que Ella había entrado en una escena anterior y carga el tanque.
¡Que beba en abundancia ya que la jornada será larga!
Excitados y a los gritos, como dos muchachos, suben a la moto. El Che
adelante. Don Quijote atrás. El Che “patea” la moto pero nada sucede.
No arranca. Don Quijote azuza a Rocinante pero “éste” no reacciona.
CHE: ¡Vamos, carajo, arrancá!
DON QUIJOTE: ¡Muévete, camina, Rocinante!
Insisten “in crescendo” pero nada se modifica. Entra Ella. Se detiene y
los mira. Ellos detienen sus acciones y la miran. Momento de intenso
silencio. Ella, segura, sonríe y se va.
CHE: No hay caso, gallego, la batalla continúa.
APAGÓN.
SEGUNDO ACTO
20 obras teatrales 55
Entra Ella con los ingredientes y un recipiente. Los deja y cuando va a
salir el gesto del Che la detiene.
CHE: Es necesario una llave francesa.
Ella escucha y sale. El Che espera pero Ella no vuelve.
20 obras teatrales 57
CHE: Pero yo soy a...
DON QUIJOTE: ¡Comienza, que todo tiene su tiempo en estos preparados!
CHE: Es que no me acuerdo.
DON QUIJOTE: ¡Inventa, entonces!
El Che, un poco a regañadientes, debe rezar. No sabe, se equivoca.
¡Más alto, que no se siente!
CHE: ¡Estoy ronco, carajo!
Don Quijote lo corrige y continúa. Mientras reza acompaña la plegaria
haciendo repetidas veces la señal de la cruz. Imprevistamente se detiene.
DON QUIJOTE: Bueno, está todo listo.
CHE: Era hora.
DON QUIJOTE: Agora sólo es cuestión de juntar los miembros de Rocinante. Por favor,
alcánzame la pata derecha trasera.
CHE: La pata derecha trasera. (Toma una de las piezas de la moto y se la alcanza).
DON QUIJOTE: Bien. Agora alcánzame el corvejón.
CHE: ¿Qué?
DON QUIJOTE: El corvejón. ¿Estás sordo? Está en la articulación.
El Che, ahora, toma dos piezas y se las ofrece a Don Quijote. Éste las
observa y toma una de ellas.
Cor-ve-jón, hijo. Aprende. Agora sujétalas de manera que no se
separen.
El Che une las piezas y las aprieta. Don Quijote introduce la mano en el
recipiente y, rezando y haciendo pases mágicos, coloca el ungüento
en las partes donde éstas se tocan.
Suficiente. Rocinante tiene la pata trasera unida. Prueba y verás.
El Che separa sin dificultad las dos piezas.
¿Ves? ¡Como nuevo!
CHE: Pero... ¡pará, pará, che! Vos dijiste la pata trasera (Muestra la pieza)
y el crovejón. (Muestra la otra).
DON QUIJOTE: (Lo corrige). Cor-ve-jón.
CHE: ¡Bueno, corvejón! Aquí están bien separados: la pata por un lado y
el corvejón por el otro.
DON QUIJOTE: ¡No es posible!
CHE: ¡Es posible porque...! (Se da cuenta de que su lógica es diferente y que
debe utilizar la lógica de Don Quijote) ¡Ah, claro!
DON QUIJOTE: ¡Por fin has entendido, por fin!
CHE: ¡No, no! Ahora entiendo por qué las partes no se juntaron y es a causa
de la envidia que te tienen los encantadores que te persiguen.
Ellos lograron neutralizar el bálsamo. (Ahora coloca ambas piezas
en lugares muy distantes). ¿Ves? ¡La pata por un lado y el cor-ve-
jón por el otro!
DON QUIJOTE: (Debe rendirse ante la evidencia). ¡Malditos, faquines, cobardes, belitres!
CHE: ¡Calmate, calmate, che! Mediante la magia no podremos porque ellos
son encantadores poderosos. Ahora, ayudame, que quizás yo pueda
hacer algo.
DON QUIJOTE: ¿Y tú, conoces de caballos?
CHE: Algo. Soy médico.
DON QUIJOTE: ¿Médico?
CHE: Sí. Diplomado. ¿No parezco?
DON QUIJOTE: ¿Diplomado?
CHE: Por supuesto.
DON QUIJOTE: ¿En Salamanca?
CHE: No. En Buenos Aires.
Cara de duda en Don Quijote.
Dale, vení, ayudame, así como yo te ayudé a vos.
DON QUIJOTE: Pero tú eres médicos de personas, no de caballos.
CHE: En el fondo no hay muchas diferencias. ¡Vamos! ¡Dejá de hablar y
ayudame! Hay que poner esto aquí.
DON QUIJOTE: Pero... pero... esto no parece de un ser vivo. ¿Qué es?
CHE: Un poco de fantasía, che. Es el corazón.
DON QUIJOTE: ¿El corazón de Rocinante negro y rústico? No puede ser.
CHE: (Le acerca la pieza a los oídos). Escuchá.
Don Quijote coloca la oreja en la pieza.
¿Ves? Palpita... blum... blum... palpita.
DON QUIJOTE: ¿Palpita separado del cuerpo? ¿Todavía late?
CHE: Por supuesto. El corazón de un caballo tan famoso palpitará siempre.
DON QUIJOTE: Entonces, por analogía, si el corazón de Rocinante siempre latirá,
el mío no será menos, y cuando me lo saquen, él gritará el nombre
de mi amada a las cuatro direcciones del viento.
CHE: ¡Dul-ci-nea, blum blum, Dul-ci-nea blum blum, Dul-ci-nea blum blum!
DON QUIJOTE: Y entonces alguien conmovido dirá: “Ese cuerpo que con piadosos
ojos estáis mirando fue depositario de un alma a quien el cielo
puso infinita parte de sus riquezas”.
20 obras teatrales 59
CHE: No seas tan humilde, gallego.
DON QUIJOTE: La humildad es una condición del alma y el alma sólo es visible a través
de los actos de los hombres. Por eso las nuevas generaciones
reconocerán, tanto mis hazañas en los campos de batalla, cuanto la
perseverancia de mi amor.
CHE: No siempre es así, compadre. El honor de los muertos suelen decidirlo
encumbrados estudiosos que no siempre son imparciales y que
salvan o condenan según sus circunstancias.
DON QUIJOTE: Una vida heroica será siempre admirada por la posteridad.
CHE: No es tan difícil convertir a los héroes en traidores y viceversa. Los muertos
ya no pelean, gallego. Bueno, dale, sostené esto así, yo aprieto.
Don Quijote lo hace. El Che, luego da unos golpes para asegurar lo que
está reparando.
DON QUIJOTE: Pues... ¿así tratan los médicos a sus enfermos?
CHE: No exactamente. Todavía peor. Yo tengo manos de lana. Ahora veremos
qué sucede. (Prueba). La bujía funciona.
DON QUIJOTE: ¿Y dónde está localizado ese órgano que llamas bujía?
CHE: En la cabeza, gallego, hace chispas.
DON QUIJOTE: ¿Chispas en la cabeza? Es extraño eso. Nunca oí cosa similar.
CHE: Ni creo que vuelvas a oírla. (Continúa, sin interrumpir, su trabajo).
DON QUIJOTE: Pues... si como tú dices los caballos y los hombres no son decididamente
diferentes, se sigue que si los caballos poseen “bujías” en la cabeza,
los hombres también hemos de tenerlas.
CHE: No siempre, no siempre. Hay hombres con bujías y otros sin bujías.
DON QUIJOTE: ¿Cómo es eso, hombre, que no lo entiendo?
CHE: Veamos... ¿cómo te explico?... Hay algunos que saben encender la
vida. Otros la apagan. La bujía provoca esa chispa que la enciende.
DON QUIJOTE: Ah... entiendo. “Para dar y tener, seso es menester”.
CHE: (Se detiene y piensa). “Para dar y tener, seso es menester...” ¡Carajo,
me jodió el gallego!
DON QUIJOTE: ¿Rocinante ya está recuperado?
CHE: Todavía falta un poco. (Comienza a tener problemas para respirar).
Hay que ajustar bien acá. Con fuerza. Después colocar la tapa y...
DON QUIJOTE: ¿Qué tienes, hijo?
CHE: Ganas de respirar mejor, nada más.
Don Quijote mira hacia fuera esperando que entre Ella.
DON QUIJOTE: ¿Necesitas de esa espada pequeñita que...? (Hace señas de la colocación
de la inyección).
CHE: Sí. Pero me parece que ahora no va a haber “espada pequeñita”. (Saca
una ampolla que había guardado en su casaca y se la bebe. Trata de
continuar con la reparación pero el ataque de asma es más fuerte y le
cuesta mucho hacerlo). ¡Carajo, no me va a vencer!
DON QUIJOTE: Descansa un poco. Deja caer la compuerta de los ojos, como decía
Sancho, y reposa.
CHE: No, no. Otras veces pude superar estos ataques y en momentos todavía
peores, rodeado de enemigos que me buscaban.
DON QUIJOTE: ¿Quién te quita el aire, hijo?
CHE: (Con dificultad, sonríe). No sé. Algún encantador envidioso. Ayudame
con esto.
Don Quijote lo hace.
DON QUIJOTE: ¿Y cuándo comenzó el encantamiento?
CHE: No sé. Ni me acuerdo. Desde siempre, creo. Por eso me parece que
hasta la quiero.
DON QUIJOTE: ¿A quién?
CHE: Al asma. Fue mi compañera inseparable. No sería yo sin ella. ¡Dale,
presioná ahí, por favor, que ya casi terminamos!
DON QUIJOTE: Si encuentro a ese maldito bellaco que te quita el aire, lo atravesaré
de lado a lado con mi espada.
CHE: Dale saludos de mi parte.
DON QUIJOTE: ¿Saludos? ¿Por qué? Si es tu enemigo.
CHE: Puede ser, pero algo le debo. El cansancio de mis pulmones me enseñó
a templar mi voluntad con la paciencia de un artista. Bueno, creo
que ya terminamos.
DON QUIJOTE: ¡Rocinante galopará de nuevo para revivir los felices tiempos donde
los caballeros andantes tomaron sus armas en defensa de los reinos,
el amparo de las doncellas...
El Che, a pesar de su asma, continuará con la cantinela de Don Quijote.
CHE: “... el socorro de los huérfanos y pupilos...”
DON QUIJOTE: “... el castigo de los soberbios...”
CHE: “... y el premio de los humildes...”
DON QUIJOTE: ¿Cómo has hecho para aprenderlo, hijo?
CHE: Por lo que sé, el asma afecta a los pulmones, no a los oídos. Hace años
que estamos juntos aquí, ¿no? Vamos, veamos si Rocinante relincha
de nuevo.
DON QUIJOTE: ¡Claro que lo hará! El cielo no puede abandonarnos.
20 obras teatrales 61
El Che con dificultad y esfuerzo “patea” la moto. No arranca.
(A “Rocinante”) ¡No hubo ni habrá rocín que te supere! ¡Camina!
CHE: ¡Vamos, carajo, arrancá!
El Che insiste. Don Quijote golpea el “anca” de Rocinante pero nada sucede.
Parece que el cielo nos abandonó, gallego.
DON QUIJOTE: ¡Carajo! No hay forma de que arranque. Todo parece a punto pero
no funciona.
De pronto entra Ella. Se detiene. Trae un rey negro del juego de ajedrez.
Avanza hacia el tablero y lo deposita allí. Luego se queda en el lugar como
invitándolos a reanudar la partida. Silencio. Don Quijote avanza hacia el
tablero luego de vivir su conflicto interno entre aceptar o no la derrota.
Donde una puerta se cierra, otra se abrirá después. No es lo mismo
huir que retirarse. ¡Ya vendrán tiempos mejores!
También el Che comienza a aproximarse, todavía castigado por el asma.
De pronto, al pasar cerca de la ametralladora, el Che la toma y apunta
hacia Ella, que ya estaba saliendo.
CHE: ¡Vamos, rápido, sentate ahí!
Ella, sin cambiar de expresión obedece. Don Quijote, sorprendido por
la rapidez de la acción del Che, reacciona.
DON QUIJOTE: ¿Qué haces con eso?
CHE: ¡No hay otra forma! Por las buenas no funciona. No se moverá de aquí
hasta que nosotros nos vayamos. La cambiaremos por nuestro viaje.
Ella no quita los ojos de encima de Don Quijote.
DON QUIJOTE: ¿Estáis encantada, señora?
CHE: Es obvio que te dirá que no. No caigás en la trampa.
DON QUIJOTE: (Que ahora no deja de mirarla) Es sabido que tiene la mujer ingenio
presto para el bien y para el mal, más que el varón. Pero esta dama
clama mi ayuda y un caballero andante no puede recusar el pedido
de los débiles, de los indefensos...
CHE: ¡Pará, pará que nos está dividiendo!
DON QUIJOTE: (Saca su espada) No son esos modos de tratar a una mujer. ¡Déjala
ir entonces!
CHE: Nada le va a pasar si nosotros podemos irnos de aquí. ¡No te olvidés
de que hay muchos más débiles que ella que nos pueden estar necesitando!
DON QUIJOTE: ¡No son formas, hombre! ¡Lárgala, que no se puede hacer el bien si
se parte desde el mal!
CHE: ¡Ella representa lo que nos impide partir, gallego!
DON QUIJOTE: ¡Déjala ir, te digo, que las feridas que se reciben en batallas antes dan
honra que la quitan! (Amenaza con su espada).
CHE: ¡No avancés, gallego! ¡No me obligués a responder! ¡Nos están separando!
¿No entendés?
DON QUIJOTE: ¡Déjala ir, he dicho!
Don Quijote arremete, pero el Che, rápido, salta sobre Ella y la toma de
atrás. Ella en ningún momento ofrece la menor resistencia. El Che la
coloca como escudo para detener a Don Quijote.
CHE: ¡Alto, alto! ¡Si querés protegerla quedate quieto y hacé lo que te digo!
DON QUIJOTE: ¡Traidor, bellaco! ¡Aunque la traición se aplaque, al traidor se aborrece!
CHE: Vos sos el traidor ahora, gallego. Vamos, ¡sentate tranquilo por ahí y
esperemos a ver qué pasa!
DON QUIJOTE: Si no tuvieras esa dama entre tus manos pronto sentirías la potencia
de mi brazo y de mi ánimo.
CHE: Puede ser. ¡Pero, ahora, hacé lo que te digo!
DON QUIJOTE: ¡Maldito! (A regañadientes, se aleja un poco).
CHE: Bien, así está mejor. Ahora esperemos. Algo tiene que suceder.
Con tensión y atentos al mínimo ruido exterior, esperan. Ella
permanece siempre sin ofrecer resistencia, como si ya supiera lo
que va a pasar. Los segundos pasan. Nada sucede. De pronto, Don
Quijote cambia de actitud como si se tratara de un actor que ha dejado
de representar su papel.
20 obras teatrales 63
DON QUIJOTE: ¡Ay amigo! ¿Cuántas veces hemos pensado en ello y cuántas veces lo
hemos intentado? ¡Y nunca pudimos traspasar este cerco de
oscuridad que nos rodea!
CHE: ¡Es necesario arriesgarse siempre!
DON QUIJOTE: Debes comprender que la valentía que no se funda en la prudencia,
se llama temeridad y las hazañas del temerario más se atribuyen a la
buena y circunstancial fortuna, que a su ánimo.
Entra Ella y va sacando, en orden regresivo, los elementos que ha ido
introduciendo anteriormente: los componentes del bálsamo, el mapa, el
diario, etc. mientras se desarrolla el diálogo entre Don Quijote y el Che.
CHE: ¡Vamos, gallego! ¿Más prudencia de la que hemos tenido? ¡Cúanto
hace que tratamos de encontrar una salida! Y todo se repite como
la primera vez.
DON QUIJOTE: No te desesperes, hijo. Es necesario aceptarlo: “Dondequiera que se
encuentre la virtud en eminente grado es perseguida”.
CHE: ¡Dejá de hablar con frases hechas, che!, que me parece que cada vez
nos sirven menos.
DON QUIJOTE: Lo que digo es producto de mi entendimiento, no de mis canas, aunque
es verdad que el mismo mejora con los años.
CHE: ¿Vos sabés por qué nos pusieron juntos acá?
DON QUIJOTE: Pues...
CHE: Dejame decírtelo: yo primero creía que era porque los dos soñábamos,
cada uno a su manera, pero en definitiva, luchábamos por
concretizar nuestros sueños. Luego pensé que no era ése el motivo,
sino porque los dos somos testarudos, nada más. Ahora te confieso
que ya no sé.
DON QUIJOTE: ¿Cómo es que no sabes?
CHE: Te han vencido, gallego.
Ella termina de sacar lo que ha entrado anteriormente y desaparece
entre las sombras dejando todo exactamente igual que al inicio. Don
Quijote se acerca a la posición en donde comenzó la obra.
DON QUIJOTE: Ya he muerto vencido, hijo, bajo mi verdadero nombre de Alonso
Quijano, el Bueno, como un hidalgo más de las tierras de La
Mancha, renegando de Don Quijote, de los libros de caballería y
de lo que se consideraban mis locuras. Sólo que Don Quijote no
es “uno más” y los Alonso Quijano, abundan. Con ese peso he
llegado aquí, a ser el Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La
Mancha, dicho el Caballero de la Triste Figura, el desfacedor de
entuertos y el símbolo de la utopía. Alonso Quijano, el Bueno,
está sepultado en el olvido.
20 obras teatrales 65
CHE: La de dar batalla de una manera diferente de la que conocemos.
¡Seamos realistas, exijamos lo imposible! ¡Probemos, dale,
acompañame! ¡Ahora, juguemos!
Ambos se colocan frente al tablero de ajedrez.
¿Las blancas o las negras?
DON QUIJOTE: Pues... yo siempre jugué con...
CHE: ¿Las negras? Bien, de acuerdo.
El Che cambia de posición el tablero. Comienzan a jugar. Ahora es el
Che quien abre la partida. Don Quijote responde. El Che se saca la
boina y la deja en el suelo. Don Quijote, con dudas, se saca el yelmo y
también lo deja de lado. Entra Ella con el mate.
¡No la mirés!
Ella se aproxima y ofrece el mate. Espera que el Che, como siempre,
se lo reciba. Éste, ahora, no lo hace. Ella duda un poco, luego lo deja en
el suelo y sale. Inmediatamente el Che se saca un botín. Don Quijote
lo imita sacándose una bota.
DON QUIJOTE: ¡Es tu turno!
CHE: No es para asustarse tu jugada.
Don Quijote, de pronto se levanta y estira la mano para recibir la espada,
como al comienzo. Entra Ella con la espada. El Che mira fijamente a Don
quijote. Éste duda y luego se sienta sin haberla tomado. Ella deja caer la
espada y sale. El Che se saca el otro botín. Don Quijote “come” una pieza.
DON QUIJOTE: ¡Ja, ja, ja! ¡Se volatilizó!
CHE: (Juega) ¡Jaque mate!
Hace caer al rey negro. Entra Ella con la pieza de repuesto. El Che no la
mira, como antes. Ella deja caer al rey negro de repuesto y sale. Don
Quijote se saca la otra bota y se levanta.
DON QUIJOTE: ¡No puede ser!
Entra Ella con más prisa con la carta entre las manos. La deja y sale. El
Che toma el sobre.
CHE: ¡Qué raro! Los remitentes son desconocidos. (Se desabrocha la chaqueta).
DON QUIJOTE: (Mientras se saca el “petto” de la armadura). Y los destinatarios también.
CHE: Extraño, ¿no?
DON QUIJOTE: Sí, raro, raro.
Entra Ella con el habano y los fósforos. Se los extiende al Che. Éste
no los recibe. Continúa con la carta entre las manos. Ella deja caer
los elementos y sale.
20 obras teatrales 67
Entra Ella con la moto. Mecánicamente la deja y sale. Los dos se miran
y corren hacia la moto. El Che carga el combustible.
DON QUIJOTE: (Mientras se saca las calzas. Su magra figura se destaca con el enterizo
interior en el que ha quedado). ¡Nunca he visto ni he leído que un caballero
andante deba mostrar sus ocultas partes para participar de una aventura!
El Che “patea” la moto y, ahora, ésta arranca. Gritos de júbilo.
CHE: ¡Bien, carajo! ¡Alguna forma tenía que haber!
DON QUIJOTE: ¡A cabalgar se ha dicho!
CHE: ¡Vamos, gallego, vamos!
DON QUIJOTE: (Vuelve a buscar sus armas). Las armas...
CHE: Ya no nos sirven, gallego. Ahora será cuestión de encontrar otras nuevas.
¡Vamos!
DON QUIJOTE: ¡Pero...! ¿Así? (Se refiere a la ropa interior en que ambos han quedado).
CHE: ¡Sí, claro! ¿De qué otra forma se podría improvisar?
Don Quijote salta sobre la moto, atrás. Entra Ella. Se detiene impotente
y los mira.
¿Ladran, gallego?
DON QUIJOTE: Sí, Che. ¡Ladran, ladran!
El Che acelera la moto. Don Quijote espolea a su “Rocinante”. El rumor
de la moto crece. Se escucha un relincho. Los sonidos suben a medida
que la moto se aleja. Ella, que ha entrado con los elementos del bálsamo
de Fierabrás entre sus manos, los deja caer. Con ese golpe, las luces
desaparecen y al oscuro se sienten los gritos de alegría que se van
perdiendo, a lo lejos, a lo lejos.
FINAL
20 obras teatrales 69
Limpieza
72 CARLOS MARÍA ALSINA
> limpieza
PERSONAJES
MANIX, un demente
PACHECO, un mendigo
LA MUDA, una mendigo
SATÉLITE, un demente
JULITO, un disminuido
RUEDITAS, mendigo y lisiado
LA ALEMANA, una demente
PLAZA, un retardado
PERÓN, un demente
VERA, mendigo y demente.
20 obras teatrales 73
JULITO: (Con cierta alegría). ¡¡Eh, estamo en el campo!!
MANIX: Nos han dejao solos.
La Alemana continúa llorando. La Muda se acerca y la consuela.
PACHECO: Ya no se escucha el helicótero.
MANIX: ¿Para qué nos han traio hasta aquí?
PACHECO: ¡Qué cagada!, estamo en el medio del monte. Y aquí no hay un alma.
JULITO: A mí me habían dicho que nos llevaban pa‘l hospital.
PLAZA: (Que recién se saca las vendas) ¡Eh, que plaza más grande esta!
PACHECO: ¿Y aquélla? (Por la Alemana) ¿Por qué llora tanto?
MANIX: No sé.
VERA: (Se acerca). ¿Por qué llorá vos?
La Alemana no contesta.
¿Tení cinco?
La Muda intenta explicar. Vera escucha muy atento y asiente como
entendiendo.
PERÓN: ( A Vera) ¿Por qué llora?
VERA: No sé.
JULITO: Debe ser porque la han separao de los perros que tiene. Los cuida
como si fueran los hijos.
PLAZA: (Jugando) ¡Los hijos, los hijos, los cuida como los hijos! (Es como
una criatura).
MANIX: Jugá nomás loco i’mierda, que aquí no te van a ayudar tus parientes.
RUEDITAS: (Carece de piernas, se impulsa con los brazos). ¿Qué, tiene familia el
loco Plaza?
MANIX: ¡Claro!, gente de plata, gente bien. Le dan ropa y todo. Lo único que
éste es loco.
VERA: ¿Loco?, no. Éste es boludo.
PACHECO: ¡Miralo a aquél! Está quietito. (Por Satélite, que tímidamente está
acurrucado).
JULITO: ¿Por qué nos habrán traío hasta aquí? Capaz que es culpa del loco
Vera que se la pasa mangueando a todo el mundo.
RUEDITAS: ¡¡Sí, sí, es cierto!!, el otro día le ha querío pedí al gobernador y todo.
VERA: ¡No, mentira!, no es por mí. Es por la loca aquella que lo ortia a todo
los hombres.
La Muda reacciona agrediendo al ofensor.
20 obras teatrales 75
VERA: A nosotro nos conoce mucha gente. Gente importante y todo. Médico,
dotores, políticos...
La Muda gesticula afanosamente.
PACHECO: Tiene razón La Muda. Por eso han tapiao las villas miserias. Ella vive
en una villa.
PERÓN: Está bien que la tapien. ¿Para qué quieren que los vean? Si dan mal
aspecto. Son borracho, vago, de todo hay ahí.
MANIX: Sentilo al loco Perón, hecho el diferente.
PERÓN: ¡Yo soy deportista, juego al fulbo!, la gente me quiere.
SATÉLITE: (Se acerca tímidamente) ¿Así que han tapiao las villas? ¿No se puede
entrar más? (Lleva ese sobrenombre porque carece de pelos. Su cabeza
brilla. La cubre con una gorrita y cuando le dicen el sobrenombre se
transforma totalmente y puede ser agresivo).
VERA: Ahora cobran cinco pa’ pasar.
SATÉLITE: (Como una criatura, haciendo pucheros) Entonces no voy a poder entrar
más... me van a dejar afuera... si yo me porto bien, no soy loco,
¡díganle que yo me porto bien...!
PACHECO: (Le da un cachetazo). ¡Y a quién querí que le digamos, pelotudo i’
mierda!, ¿no ves que estamo solos?
SATÉLITE: (Llorando) Tienen que comprendé, la gente no van a poder saltar las
tapias, son muy altas.
RUEDITAS: (Cínicamente) Quedate tranquilo, hermano. Ya van a cavar túnele.
PACHECO: (A las risotadas) ¡Eso, eso!, igual que topos van a pasar.
SATÉLITE: Ah, claro, van a cavar.
PLAZA: ¡Yo sé cavar, yo sé cavar!
PACHECO: ¿Y qué cavá vó?
PLAZA: Lo que más me gusta es cavar en el cielo.
PERÓN: ¿En el cielo cavá vos?
PLAZA: Yo les hago agujeros a las nubes. Por eso llueve, les duele y lloran.
VERA: ¡Yo sabía que éste era un loco hijo de puta!
PLAZA: Ellas me piden, les gusta llorar parece.
RUEDITAS: Entonces La Alemana es una nube. Desde que ha llegao aquí no ha
dejao de llorá.
VERA: ¡¡Cavale el agujero, Plaza!!
El grupo se entusiasma con la propuesta de Vera. Gran alboroto por lo
obscena de la misma. Ante la expectativa general, Plaza se acerca a La
Alemana pero, dulcemente, se aferra a ella. Los demás golpean a Plaza
por no responder a sus expectativas.
MANIX: Seguro que cuando se vaya ese que ha venío nos van a venir a buscá.
PACHECO: ¿Y cuándo se vá?
MANIX: No sé.
JULITO: Los presidentes no tienen apuro.
RUEDITAS: Es cierto eso. Ellos tienen todo servido, así que...
JULITO: La gente les da plata.
PERÓN: ¿Entonces son mangueros como nosotros?
JULITO: ¡No estúpido! Ellos tienen que repartirla.
VERA: ¡Qué raro!... Cuando encuentre un presidente le vi’ a pedí todos los
cinco que me debe.
PACHECO: ¿Y si no se va?
RUEDITAS: Tiene que irse.
PACHECO: ¿ Y por qué tiene que ise?
RUEDITAS: Porque tiene que vení a buscano pa’ llevano de vuelta a la ciudad.
MANIX: Pero nos han dejao sin comida.
PERÓN: Yo ya tengo hambre.
VERA: ¡Qué mala suerte! Por aquí no pasa nadie pa’ pedile cinco.
PACHECO: Esos milico quieren dejano aquí pa’ siempre.
La Muda gesticula opinando que es necesario caminar.
¿Y pa’ donde vamo a ir?
MANIX: Se quedemo. Ya nos van a venir a buscar.
SATÉLITE: (Muy serio) ¡Señor! (A Manix), ¿no sabe por dónde pasa el ómnibus
17 que se me hace tarde?
RUEDITAS: (Interviene) ¿el 17?... Por allá señor, por allá.
SATÉLITE: Gracias, muy amable. (Se aleja unos metros. Todos ríen pero es Rueditas
quien los agrede).
RUEDITAS: ¡¡¡Satélite!!!
Éste se transforma y como un huracán se abalanza buscando al ofensor.
PERÓN: ¡¡Alto bomberito!!
Perón lo toca “atrás”. Satélite, enfurecido, se arroja sobre Perón. Se
traban en lucha. Los demás ríen y alientan a uno y a otro. Perón es más
fuerte y comienza a ahogar a su contrincante. La Alemana reacciona y
de un fuerte empellón separa a Perón.
LA ALEMANA: ¡Acercate, hijo de puta, y te parto la cabeza!
Ante la convicción de La Alemana, Perón se retira.
VERA: ¿Te has cagao Perón, no?
20 obras teatrales 77
SATÉLITE: (En el piso golpeado) ¿Mamá, mamá? (En el regazo de La Alemana se
queda como dormido).
MANIX: Despué de todo no se quejemo. Nos han traio de viaje al campo. Dentro
de un rato nos buscan y listo. La ciudá ya me tenía podrío.
JULITO: A mí me gusta la ciudad. La parte del Mercao del Norte sobre todo.
(Orgulloso) Ahí canto yo.
RUEDITAS: ¡¡Ahí está!! ¡Que cante Julio pa’ que matemo el tiempo! ¡Dale Julio, cantá!
JULITO: (En pose) “Quiéreme, quiéreme mucho, como si fuera esta noche la
última vez...”
TODOS: ¡Viva Julio pa’ todo el mundo!
MANIX: (Excitado) Hasta que nos busquen aprovechemo el paseo, muchachos.
PACHECO: No nos van a venir a buscar.
MANIX: ¿Qué no? Si a nosotros nos conoce todo el mundo. Si desaparecimo
un día la gente se va a da cuenta.
PACHECO: A la gente no le interesa de nosotro ni de nadie.
MANIX: A nosotros nos tienen lástima, por eso se van a acordar.
PACHECO: Ya van a encontrá a otros pa’ tenele lástima.
RUEDITAS: No señor. Manix tiene razón. Nosotros somos los campione de la lástima.
MANIX: Aquí estamo los mejores. ¿ Quién puede da más pena que Rueditas?
La gente nos necesita pa’ sentise bien ellos.
PACHECO: Mañana van a encontrá a otros. Tenimo que volvé.
JULITO: ¿Y pa’ donde vamo a ir, si no sabemo dónde estamo?
RUEDITAS: Mejor esperemo. Seguro que nos han traío pa’ que no pidamos. Cuando
se vaya el presidente nos van a venir a retirar.
PACHECO: ¿Y ustedes saben por cuánto tiempo se va a quedar el carnero ese?
Si se quedamo quieto se vamo a morí de frío. Aquí no hay zaguanes.
PERÓN: ¡Yo via’ dormí con La Muda!
Perón la toca, ella responde.
RUEDITAS: ¡Muchachos, esta noche hay fiesta!
PLAZA: ¡Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz!
JULITO: ¿Y por qué vamo’ a esperá hasta la noche? ¡Le metamo desde ahora
nomás!
Julito tararea, los demás aplauden y participan. Pacheco, La Alemana y
Satélite son más reacios.
PERÓN: ¡A bailar se ha dicho!
VERA: ¡El que no baila es un maricón, el que no baila es un maricón!
JULITO: Despué de todo aquí podimo hacé lo que querimo. Allá nos viven
controlando.
MANIX: ¡Mostrá la banana, Rueditas!
La Muda toca a todos. También a Pacheco y a Satélite.
PLAZA: ¡Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz!
RUEDITAS: ¡Juguemo al Estrella del Norte!
VERA: ¡Meta, meta!
Todos se ponen en fila. Adelante va La Muda que imita la locomotora.
Atrás los demás la tocan y se tocan. Rueditas trata de alcanzarlos.
MANIX: ¡No vale soltarse de la locomotora!
RUEDITAS: ¡Mamita querida!
RUEDITAS: (Que tiene de las piernas a Plaza) ¡Muchachos, el loco Plaza está rico!
PERÓN: Es cierto, es rubito.
RUEDITAS: Vení papito, que aquí te vamo a hacé pasá la locura.
PLAZA: ¡¡Juguemos, juguemos!!
PERÓN: Mirá el sapito, papá, date la vuelta.
Plaza es acomodado por los demás. Hay un clima de bacanal. Perón se
apresta a desabrocharse el pantalón. Es La Alemana la que intervendrá
nuevamente.
LA ALEMANA: ¡Dejenló tranquilo, sucios!
PERÓN: Ésta siempre se mete en lo más lindo.
VERA: ¡Qué te hací la buenita! Bien que te gusta el pedazo.
LA ALEMANA: ¡Recen, recen...! No se van a salvar del castigo de Dios.
RUEDITAS: ¡Qué rezá ni la mierda! Yo nunca hi’ conseguío nada rezando.
LA ALEMANA: Tienen que abrí los corazones. El Señor va a llegar.
PERÓN: Otra cosa te vua’ a abrí yo.
SATÉLITE: Señora... disculpe, ¿el Señor ese va a tardá mucho?
LA ALEMANA: Él viene llegando, ya está entre nosotros.
PERÓN: ¿Dónde está que no lo veo?
RUEDITAS: ¡Allá, allá está! Mirá bien, en aquel... ¡¡Satélite!!...
La referencia transforma a Satélite que, enardecido, reacciona. Todos
corren y le hacen burlas, gritando su sobrenombre. Desesperado, no
sabe a quién tomar. Llorando como un niño, cae al piso desconsolado.
SATÉLITE: ¡Yo nos soy Satélite... Satélite se ha muerto... no me digan así... mamá,
mamá!...
VERA: Este loco está más loco que la mierda.
20 obras teatrales 79
PERÓN: ¡Pobrecito! (Patea a Satélite).
PACHECO: ¿Qué hora será?
MANIX: No sé. Está atardeciendo.
PACHECO: ¿A qué hora llegaba el carnero ese?
MANIX: No sé, no sé.
PACHECO: Pa’ lo único que sirven los presidentes es pa’ sacarse fotos, nada más.
JULITO: No debería habé presidente, son aburridos.
RUEDITAS: ¡Macanas! Debe ser lindo sé presidente. ¿Sabí las jodas que se hacen
sin que nadie se dé cuenta?
JULITO: ¿Qué joda, qué joda?, ¿no vei que están todo el día trabajando?
RUEDITAS: ¡Qué trabajando ni trabajando!, viven comiendo nomás, eso es lo
que hacen.
PERÓN: ¡¡Muchachos, muchachos!!, el día que yo sea presidente vamo’ a hacé
una cancha de fulbo en la plaza Independencia... un arco va a dar
espaldas al bar Colón, el otro a la Catedral. Ahí van a estar los
vestuarios, adonde atienden los curas, en esos kiosquitos de madera...
JULITO: ¡Pará! ¿Y la Casa de Gobierno?
PERÓN: ¡Ahí va a ser la tribuna oficial con un palco pa’ mí, qué mierda! ¿Han
visto los naranjales que hay? Bueno, ésos van a ser pa’ que se trepen
los negros.
MANIX: ¿Y qué va a hacé con la estatua de la Libertá?
PERÓN: La vuá sacá pa’ la mierda, si no sirve ésa. La podimo llevá a la Terminal
de Onibus pa’ que sirva panchuques.
RUEDITAS: ¡Macana!, ¿no?, ¿pero se han fijao en lo linda que es esa mina...? la
estatua digo... ¿no han visto las tetas que tiene?
JULITO: (Mientras orina) ¡No seas irrespetuoso, ché! ¡Ésa es la Libertá, a ver
si se enoja todavía!
VERA: ¡Qué se va a enojá, qué se va a enojá!, si está como almidonada mirando
siempre pal mismo lao. Nosotro pasamo por abajo y ni bolilla nos da.
PACHECO: Si yo sería presidente le metería estufa a todos los zaguanes. ¿Sabí de
calentito que dormiríamos?
RUEDITAS: Yo me haría hacé unas piernas ortopédica, eso... tipo jugador de fulbo,
me la haría hacé bien forzuda.
JULITO: ¡Yo sabí la orquesta que me contrato! Músicos de todas parte traigo.
¡Como 60 guitarras le meto!
MANIX: ¡Dejá de hablá macana! Los presidente son de Buenosaire. Tení que irte
pa’ ahí si querí sé presidente.
JULITO: ¡Qué Buenosaire ni Buenosaire!, yo vua poné la Casa de Gobierno
20 obras teatrales 81
RUEDITAS: La Muda que sea la que lea los comunicao.
PACHECO: ¡Vo tullido! (Por Rueditas) Podí sé jefe de polecía, en la puta vida nos
vas a podé perseguí.
PERÓN: ¡Yo soy Perón, qué mierda!
JULITO: La Alemana puede ser Obispa. Vive rezando. Ésos sirven pa’ ir disfrazao
a todos los actos, ¿qué no?
PLAZA: ¡Yo, yo, yo!
PACHECO: ¿Qué querí vo?
PLAZA: Yo quiero ser como el viento.
PACHECO: ¡Puta el loco i’ mierda éste! ¡Soplenló, ché. A ver si se va a la mierda!
Todos lo hacen. Placita, como una ráfaga, se deja llevar. Juega.
SATÉLITE: ¿Y yo, qué puedo ser?
PACHECO: Y vo... por la cara que tení... podí ser rector de la Universidá, o director
de un diario.
MANIX: Yo quiero sé juez. Ésos de los Tribunales.
VERA: ¿Cuále son lo juece?
PACHECO: Son uno que parecen conde, ¿que no lo has visto?... Parecen que tienen
un palo metido en el culo como caminan.
VERA: ¡Yo quiero sé director capo del hospital Obarrio!... tipo siquiatra...
bueno, eso... tipo doctor. ¡Mierda, ve!, ¡lo tendría encerrao a todos
los médico!
JULITO: Yo viá sé comandante en jefe.
PACHECO: ¿Otro ma?, ¿y pa’ qué mierda querimo de ésos nosotros?
JULITO: ¡No, Pachequito, vo no me entendí! Yo via se comandante en jefe
de todas las putas de Tucumán.
RUEDITAS: ¿Y vo, rengo, qué puesto querí?
PACHECO: Yo... yo no quiero ninguno. A ve si todavía tengo que laburá. ¡Ya sé!...
mejor vua se de gente, pa’ tenelo cagando a todos ustedes, como
tiene que se!
Se generaliza un tumulto que culmina con el texto de Plaza.
PLAZA: ¡Tengo frío, me hace frío!
PACHECO: Y bueno, tapate.
Esto último los trae de nuevo a la realidad.
JULITO: ¡Muchacho, muchacho! Esta noche va a helar. El cielo está despejao.
RUEDITAS: ¿Que hací? Servicio meteorológico. Hay que hacé fuego.
MANIX: ¿Quién tiene fósforos?
20 obras teatrales 83
RUEDITAS: ¡Yo via’ hacé lo que ustede quieran! Cuando volvamo les via’ dar de
lo que recibo.
PACHECO: ¿Y si no volvimo? ¡Sáquenle el saco y el buzo, nos va a serví pal frío!
RUEDITAS: ¡No, Vera, no... Yo soy amigo de ustedes... átenme a alguno... Yo los
sigo como sea! (Lo despojan de las ropas). ¡No, no, no!
PACHECO: ¡La lástima no corre con nosotros, Rueditas! ¡Cagate! Que la pases bien.
Comienzan a caminar.
RUEDITAS: (Llorando) ¡No me dejen. Me voy a morir. No tengo la culpa de no
tener piernas!
La Alemana toma de una mano a Rueditas que se esfuerza por avanzar
con rapidez. Los demás van más adelantados. Juegan a la aventura.
Los actores miman el caminar. La luz del escenario decrece
paulatinamente, en off se escucha como con interferencias.
20 obras teatrales 85
PACHECO: ¡Ahí no!, al costao del camino.
PLAZA: A mí me gusta con ensalada.
MANIX: ¡No te demoré Ruedita que tenimo hambre!
PACHECO: ¿Y vo sabí hacé asao?
MANIX: Claro, claro. Mirá, está jugoso.
VERA: ¡A comer!
PLAZA: ¿Puedo comer con las manos?
JULITO: No, si vas a comer con el culo.
PACHECO: ¡Eh, mirala a La Muda cómo manda! ¡Qué hací, Mirta Legrand!
JULITO: (Mientras “come”) Macana, no, pero debe se lindo comé ahí, ¿no?
VERA: ¡Qué va a se lindo! En la televisión se hacen los de comé. ¿Qué, no
has visto?
MANIX: ¡Sí, es cierto!, zapallitos de goma les dan.
PACHECO: ¡Callate!, que ésos se comen hasta los manteles. Yo los veo todos los
días en la vidriera de Diker, los tengo chamuyao a los empleaos pa’
que dejen el volumen alto pa’ que pueda escuchá.
RUEDITAS: ¿Y qué mierda querí escuchá?, pa’ las cagadas que hablan. Te hacen
deseá la comida nomá.
JULITO: Sientanló a mediopolvo. Hecho el que sabe.
MANIX: ¿Por qué le decí así?
JULITO: ¿Qué, no vei que a éste lo han fabricao hasta la mitá nomás?
RUEDITAS: ¡Y vo, y vo, parecí tarro que lo ha apretao un auto!
Se pelean.
PACHECO: Pero en serio, ¿no?, debe sé lindo ir pa’ ese programa. ¿Sabé los vinito
que te debí tomá?
PERÓN: ¡Qué te hací el fino, rengo!, si vo tomá hasta kerosene.
VERA: ¡Qué lindo pa’ pedí cinco!
La Muda llama la atención a los demás. Simula ser la conductora del
programa. Éstos van entrando en el juego y adoptan actitudes de
“circunstancia”. La Muda pregunta a Pacheco.
20 obras teatrales 87
VERA: Por el Año Nuevo.
PLAZA: (Cantando) ¡Año nuevo, vida nueva, lalalara...!
SATÉLITE: (Como un niño) ¡No, no chicos! No podemos brindar por el Año Nuevo,
estamos en julio recién.
VERA: ¡Y qué mierda me importa! Pa’ mí es lo mismo, hoy es Año Nuevo,
¿qué no?
Brindan y se saludan.
JULITO: ¡La felicidad ja, ja... (Canta) me la dio el amor, hoy vuelvo a cantar
gracias al amor, y todo gracias al amor...!
MANIX: Eso me ha gustao. ¡El amor!
PACHECO: ¡Ponete en bolas, Muda!
PERÓN: ¡Eso, que se saque la ropa!
Golpean las palmas, mientras La Muda comienza a desvestirse ante el
delirio de todos.
VERA: ¡Mirá qué mina, parece artista de cine!
PERÓN: ¡Te vamo a comé, cosita!
RUEDITAS: ¡Yo también quiero!
SATÉLITE: (A Pacheco) Disculpe señor, ¿puedo?
Plaza también baila imitando a La Muda. El delirio ya es total, algunos se
masturban. Otros se levantan y tocan a La Muda. La acción, de pronto se
realiza como en cámara lenta, mientras La Muda balbucea algo no entendible.
En off una soprano emite un aria muy aguda, mientras La Muda como una
pluma cae en los brazos de los demás. La luz desaparece. Se escucha el
soplar del viento. De pronto el estruendoso sonido del helicóptero corta el
aire, y un potente haz de luz ilumina el oscuro escenario. El seguidor recorre
el espacio como buscando. Los personajes se despiertan sobresaltados.
20 obras teatrales 89
PACHECO: Éstos tienen suerte, no se dan cuenta de nada.
LA ALEMANA: ¡Hay que rezá!, es la única forma de salvarse.
PACHECO: ¡Para qué carajo vamo a rezá!, nos van a ubicá quietitos y nos van a
barré como perro.
MANIX: ¡No hay salida Pacheco! ¿Qué podemo hacé nosotros contra ellos?
Sólo Diosito puede salvarnos.
PACHECO: ¡Que rezá, ni la mierda!, hay que caminar, tenimo que volvé.
Primero con dudas, pero luego más decididos comienzan a rezar. Pacheco
nervioso mira el cielo y comienza a dirigirse uno a uno para convencerlos.
No le hacen caso y apiñados rezan de rodillas. Pacheco, ya sin chance se
dedica a arrastrar el cuerpo de Perón para esconderlo. La Alemana se
acerca rezando, y de pronto comienza a golpearlos ferozmente.
MANIX: ¿Por qué nos pegás, Alemana?
LA ALEMANA: Para que sufran y se salven. ¡Sufran, sufran!
TODOS: ¡Pegame a mí, pegame a mí!
Todos son castigados mientras rezan.
(Rezan) ¡Llena eres de gracia, bendita tu eres entre todas las mujeres...!
RUEDITAS: ¡Muchachos, muchachos, La Alemana es milagrosa, a mí me han dicho!
VERA: ¿Milagrosa?
RUEDITAS: Sí, tiene poderes.
VERA: ¡La Alemana es nuestra santita!
JULITO: ¡Decile a Diosito que nos salve Alemana!
MANIX: ¡Vo so nuestra salvación, santita!
VERA: ¡Santa, santa!
LA ALEMANA: Bienaventurados los pobres, porque de ellos será el Reino de los Cielos...
PLAZA: ¡Santita, santita!
VERA: ¡Hacé que me den cinco en todos los semáforos!
RUEDITAS: ¡Que se me crezcan las piernas, santita!
SATÉLITE: ¡Que destapien las villas, santita!
LA ALEMANA: La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
MANIX: ¡Bendecime Alemana!
SATÉLITE: ¡A mí también!
VERA: ¡No me quiero morir santita!
LA ALEMANA: Ahora somo más fuerte que nunca. El Señor está con nosotro. Estamo
sentado a la derecha del Padre. Ahora hay que hacé un sacrificio.
VERA: ¿Otro má?
LA ALEMANA: Nosotro somo culpable. Hemos nacido cuando no teníamo que nacé,
ahora tenemo que pagár, tenemo que sufrí. (Ha entrado en un delirio
místico).
MANIX: ¿Qué tenimo que hacé, santita?
RUEDITAS: ¡Yo no quiero sufrí má!
SATÉLITE: ¡Yo no he hecho mal a nadie, santita!
LA ALEMANA: ¡Todos hemos pecado! ¡Tenemo que caminar confiados hacia la muerte!
¡Hoy el Señor nos espera!
MANIX: ¡Decile al Señor que nos perdone, Alemanita!
JULITO: ¡No le voy a tocar el culito a nadie, Diosito!
Como en un estallido, el haz de luz aparece en escena. El ruido del
helicóptero estremece. Quedan paralizados. La Alemana encara la luz
y abriendo sus brazos se acerca rezando.
LA ALEMANA: ¡Bienaventurado los pobres, porque de ellos será el Reino de los Cielos...!
El reflector la ilumina. Los demás, que han jugado la posibilidad de
escapar, se han quedado. Prudentemente se acercan. Como una letanía
se escuchan sus rezos. Los disparos doblegan a La Alemana, que en
cámara lenta cae. Nuevamente el desbande se produce. Manix también
es herido en una pierna. Una música angelical interpretada por niños
acompaña la escena. Nuevamente el escenario queda vacío. Sólo la
luz, la ametralladora y dos bultos tirados. Luego la oscuridad. Se escucha
el llanto de La Muda y su intento por rezar. Los mendigos vuelven poco
a poco. Al ver a La Alemana caída, corren hacia ella y tratan de
reanimarla. Quieren pararla para creer todavía que vive. Manix, más
allá, con una gran mancha de sangre en el muslo, se lamenta.
RUEDITAS: ¡Contestanos santita, qué tenimo que hacer!
JULITO: ¡Teniendo su cuerpo tal vez nos proteja!
RUEDITAS: ¡Si está vivita!, ¿no ven cómo nos mira?
PACHECO: (Como un huracán irrumpe en el grupo) ¡Dejen de hablar cagadas, esta
piojosa ya está muerta, nadie nos va a protejé! (Está armado con un
palo. De un manotazo arroja el cuerpo de La Alemana al piso). ¡La
han reventao como nos van a i’ reventando uno a uno. ¿Qué creen,
que rezando van a lograr que no nos liquiden? ¡Tenimo que volvé,
aunque sea uno tiene que volvé, hay que contá lo que está pasando!
RUEDITAS: ¡Callate rengo asqueroso, no le faltés el respeto, ella ha muerto por
nosotros, es nuestra santa!
PACHECO: ¡Qué Santa, ni santa!, ya se está empezando a podrir. Es como cualquiera
de nosotros.
RUEDITAS: ¡Rengo hijo de puta! ¡Agarrenló! ¡Él es el culpable! ¡Él nos ha hecho
caminá, él nos quiere matá!
20 obras teatrales 91
Algunos se predisponen.
PACHECO: ¡Al primero que se acerque lo desnuco!
RUEDITAS: ¡No le hagan caso, es a él a quien buscan, si lo entregamos nos van
a dejá en paz!
Vera y Julito se aprestan a atacar a Pacheco. Manix trata de incorporarse,
La Muda intenta recomponer el cuerpo de La Alemana. Pacheco se
abalanza sobre Rueditas y lo golpea con el palo ferozmente. Esta escena
puede jugarse como las anteriores de violencia o en movimientos más
rígidos, como tomas fotográficas. Los demás quedan sorprendidos y
no atinan a actuar.
¡Ayúdenme, ayúdenme!
Un tremendo golpe lo enmudece, los golpes son salvajes. Rueditas
queda inmóvil. Jadeante, Pacheco se dirige a los demás.
PACHECO: (Por el palo) ¡Esto es lo que vale! ¿Ven? ¡La fuerza! ¡Ése es el único santo
que tiene que rezarle! ¡Le acabo de reventar la cabeza a este infeliz
por que soy más fuerte!
SATÉLITE: ¡Está muerto, no se mueve!
PACHECO: ¡De ahora en adelante me van a obedecé, van a hacé lo que yo diga!
¡Sinó les destrozo la cabeza! ¿Entienden?
Silencio.
¿Entienden?
VERA: ¡Sí, Pachequito!
JULITO: ¡Está bien, Pachequito!
MANIX: No hay diferencia rengo, si no nos reventás vos, nos revientan los milicos.
PACHECO: Tení razón, pero yo tengo una ventaja: esos hijos de puta aparecen
y se van, pero yo estoy al lao de ustede y los puedo reventá antes.
El razonamiento de Pacheco es contundente, La Muda señala al cielo.
SATÉLITE: Se está haciendo de día.
PACHECO: Así va a sé más fácil encontrarnos.
MANIX: ¡Me duele la pierna, me duele mucho la pierna!
JULITO: ¡Le sale mucha sangre!
SATÉLITE: ¡Se está desangrando!
PACHECO: ¡Muda, sacále la ropa a La Alemana y vendale la pierna a aquél!
PLAZA: ¡Qué lindo color tiene la sangre!, los chicos juegan en la plaza con
globos de ese color.
PACHECO: Ahora hay que escondese bien, si logramos resistí un poco, en una
de esa alguien pregunta por nosotro.
20 obras teatrales 93
PACHECO: Ya va a pasá todo esto, Manix.
MANIX: Quiero volvé al hospital, ahí hace calor.
PACHECO: Algún día se van a enterá lo que está pasando.
MANIX: ¡Pa’ lo que va a serví! Estoy mariao Pacheco, veo como nublao.
PACHECO: (Se acerca y le toca la cabeza). Tranquilo, tranquilo, ya va a pasá.
Manix se aferra a la pierna de Pacheco y trata de sentarlo a su lado.
MANIX: No le pueden hacer esto a Manix. Manix no jode a nadie. Los médicos
me han dicho que yo no soy peligroso. Soy loco tranquilo, buenito.
Yo siempre he sido así, pero cuando era chico, los otros changuitos
no me dejaban jugar con ellos. Yo mi criao en la Sala Cuna, una
casa grande era. A todos los que venían yo les decía: ¡papá, mamá!
Pa’ que me adoten, ¿sabí? Yo no soy vago, yo i’ trabajao cargando
bolsas en el mercao. Lo que pasa es que soy enfermo de los nervios,
¡pero no soy malo! Los médicos me han dicho...
PACHECO: ¡No hablé, no hablé!, te va a dolé la herida.
MANIX: (Se saca el antifaz de diario que cubre su rostro). Hace rato que estoy
herido rengo. Desde que i’ nacido me han herido y nunca me ha
dejao de doler. La gente piensa que los enfermos somos estúpido.
¡No es cierto! Somos enfermos. Tenimo bofe adentro como
cualquiera, ¿qué no?
PACHECO: ¿Sabé lo que pasa? Que nosotro pa’ la gente somo pior que animale,
porque si encuentran un perro tirao en la calle lo levantan y lo llevan
pa’ la casa, pero a nosotro... (Interrumpe la idea). ¡Cuando volvamo
te vá a poné bien!, ya vas a vé la cervecita que se vamo a tomá.
MANIX: Vo sabí que no vamo a volvé rengo. De aquí no pasamo, si no nos
liquidan ellos, nos vamor a morí de hambre o de frío, o nos matamos
entre nosotros, hay que resinase.
PACHECO: ¡A mí no me van a agarrar así nomá! ¡Van a tené que transpirá bien
la camiseta!
Entran los demás.
JULITO: ¡Ya lo hemos tapao!
PLAZA: Han quedao bien lindo entre las ramitas.
SATÉLITE: Pobrecita La Alemana. Era buenita.
VERA: ¡Aquí está la ropa de Rueditas! No tenía ni un mango en el bolsillo
ese hijo de puta.
El ruido del helicóptero se siente lejano.
PACHECO: ¡Al suelo, al suelo, al que se mueva lo reviento yo!
20 obras teatrales 95
OFF 1: ¡Sabemos que están ahí! Entréguense y nos les va a pasar nada. No
tengan miedo. Tarde o temprano los vamos a localizar y será peor.
Se trata de un error. ¡Nadie tiene nada contra ustedes!
El haz de luz hiere el espacio. Los cuerpos se mueven acechando la
pelea. La voz en off insiste en crescendo. La pelea comienza. En un
primer momento Pacheco los tiene a raya, pero le resulta cada vez
más difícil, hasta que la situación se le vuelve insostenible.
PACHECO: (En un ataque de furia arroja el palo hacia arriba). ¡Hijos de puta,
hijos de puta!
Julito, Vera y Satélite se aprovechan y se abalanzan sobre él. Lo derriban
y lo patean ferozmente. Uno de ellos recoge el palo y lo fulmina de un
golpe. La luz los ha iluminado. Ellos recogen el cuerpo de Pacheco, lo
levantan hacia arriba y como en una especie de ofrenda, se dirigen
hacia el lugar de donde proviene la luz.
JULITO: ¡Aquí está, aquí está, éste es el que ha matao a Ruedita!
VERA: ¡Aquí está, éste es el hijo de puta! ¡Nosotro querimo irnos!
SATÉLITE: ¡Nosotro no hemo hecho nada, querimo volvé!
La Muda y Plaza han quedado acurrucados a un costado. Manix parece
indiferente a todo lo que ocurre.
JULITO: ¡Somo amigo de ustedes, éste es el culpable!
El ruido del helicóptero es más estruendoso.
VERA: ¡Aquí estamo, aquí estamo!
Una ráfaga de ametralladora barre el espacio. Los actores quedan como
congelados. Luego caen acribillados en cámara lenta. Julito, Vera y
Satélite enredados con el cuerpo de Pacheco. Manix también es
alcanzado. Solo la luz se mueve en escena. La Muda, acurrucada, llora
cerca de los cadáveres. Plaza desorientado corre de un lado a otro. El
seguidor los persigue.
OFF 1: ¿Los boleteamos a estos dos, señor?
OFF 2: ¡No, no! El loquito es de buena familia, no tendrían que haberlo
traído. Además no se da cuenta de nada.
OFF 1: ¿Y con la otra? ¿Qué hacemos, señor?
OFF 2: No, a ésta la dejemos, sirve para distraer a nuestros muchachos. No
hay peligro. Es muda y además no sabe leer ni escribir.
OFF 1: ¿Misión cumplida, señor?
OFF 2: Misión cumplida, hemos evitado que el asunto llegue a la prensa.
Pobres infelices, les costó caro una orden mal interpretada, había
que sacarlos de circulación y nada más. Los muchachos hacen el
trabajo demasiado bien.
APAGÓN FINAL
20 obras teatrales 97
El sueño inmóvil
100 CARLOS MARÍA ALSINA
> el sueño inmóvil
PERSONAJES
VISIBLES
LA JOVEN
LA VIEJA
EL OLVIDADO
EL MARCHANTE
NO VISIBLES
EL NIÑO GRANDE
EL PERRO
EL ALEMÁN
LA JOVEN: No llueve
LA VIEJA: Nunca llueve
EL OLVIDADO: (No hablará hacia el público. Sus textos serán trabajados como un constante
recuerdo). Fueron años de sequía.
LA JOVEN: La tierra está reseca, polvorienta. Y el río es una huella.
EL OLVIDADO: Las casas eran polvo; y el cielo, ceniza.
LA JOVEN: ¿Escuchas?
LA VIEJA: Sí. Sopla como siempre.
EL MARCHANTE: ¿Quién habla? (Trata de mirar hacia donde viene la voz pero no puede
ver nada).
EL OLVIDADO: Contaba casos del mar y la gente lo escuchaba embelesada.
LA VIEJA: No haga caso. Son voces que quedaron con el tiempo.
EL OLVIDADO: Hablaba de barcos, de un azul sin límites...
EL MARCHANTE: ¿Qué dice? Es como un rumor...
LA VIEJA: No se comprende. Es un eco que vive en las paredes.
LA JOVEN: ¡Cuénteme del mar!
EL MARCHANTE: (Todavía sin poder “despegarse” de El Olvidado) El mar...
EL OLVIDADO: ... y del movimiento eterno de las olas.
LA JOVEN: ¿Cómo es?
LA VIEJA: ¡Basta de preguntas! Muestre lo que trae y basta.
EL OLVIDADO: Juraba conocerlo tanto como a una amante.
El Marchante saca de la bolsa un enorme caracol.
LA JOVEN: ¿Qué es?
EL MARCHANTE: Una parte del mar, que lo contiene.
LA VIEJA: No le creas. Está mintiendo.
El Marchante se lleva el caracol al oído y escucha. Silencio. Luego
extiende el caracol a La Joven.
EL MARCHANTE: Serénate.
LA JOVEN: Es como si algo nuevo me cubriera dentro y mi cuerpo ya lo conociera.
EL OLVIDADO: Cuando llegaron a la Casa, apareció El Perro.
EL MARCHANTE: Descansa. Más allá de los cañaverales podrán revisarte.
LA JOVEN: ¿Más allá de los cañaverales?... El Otro Lado...
EL MARCHANTE: Un médico pasa cada tanto.
EL OLVIDADO: Quedaron paralizados. Un hombre dio un paso al frente. Un Puñal
de Plata refucilaba en su mano.
LA JOVEN: ¿Cómo es El Otro Lado?
EL MARCHANTE: ¿No conoces?
LA JOVEN: ¿Qué hay?
EL MARCHANTE: Unas pocas casas.
EL OLVIDADO: De pronto oscureció. Las nubes dejaron de moverse.
LA JOVEN: ¿Cómo son esas casas?
EL MARCHANTE: Pequeñas... humildes.
LA JOVEN: ¿Quién vive en ellas?
EL MARCHANTE: Algunas familias.
EL OLVIDADO: Como un disparo, El Perro le saltó a la garganta...
LA JOVEN: ¿Hay algún camino?
EL MARCHANTE: Sí. Uno angosto que va a las montañas.
EL OLVIDADO: No hubo sangre. Sólo un golpe seco. Y la luna se hizo roja.
LA JOVEN: Las montañas... ¿Hay algo atrás?
EL MARCHANTE: Sí. Poblados.
LA JOVEN: ¿Cómo es la gente?
EL OLVIDADO: Nadie más volvió a acercarse.
EL MARCHANTE: Depende. Conozco uno, lejano, donde los hombres no duermen y
tienen los ojos tan gastados que, cuando miran cansan. En otro, la
gente no conocía la tristeza, y al darse cuenta, se pusieron tan tristes
que olvidaron la alegría.
LA JOVEN: ¿Qué otros lugares conoces?
EL MARCHANTE: Muchos. Hay un lugar de amaneceres tan extensos que jamás anochece,
y en una laguna perdida, resplandece la Ciudad de Oro, esperando
que alguien la encuentre, sumergiéndose en las profundidades.
LA JOVEN: A veces quisiera...
EL MARCHANTE: Habla.
LA JOVEN: No. Es mejor callar.
FINAL
PERSONAJES:
UNA MUJER
LA PAPELERA
EL ORGÁNICO
PLASTIQUITO
LA TRANSPARENTE
SÓLIDO
ASERRÍN
EL ENCONTRAO
EL DECIDOR
LOS PAPELEROS
LOS ORGÁNICOS
LOS VIDRIEROS
LOS PLÁSTICOS
LOS METÁLICOS
LOS MADEREROS
EMPRESARIO 1
EMPRESARIO 2
EMPRESARIO 3
EMPRESARIO 4
COMISARIO
CUSTODIO 1
CUSTODIO 2
PERIODISTA 1
PERIODISTA 2
PERIODISTA 3
PERIODISTA 4
CAMARÓGRAFOS
INTENDENTE
SUS SECRETARIAS
EL DURO
SECUACES
EL ACTOR
EL OBISPO
En la cárcel,
en quilombos,
en la cana pasan cosas,
en la cama, en los baños,
en los taxis pasan cosas.
En los cines,
en los bares,
en los bondis pasan cosas.
No miramos,
no sentimos,
caminamos,
no pasamos,
ya no estamos,
no nos fuimos,
no partimos.
No sufrimos,
nos mentimos,
no escuchamos,
nos gritamos
nos reímos,
nos mentimos,
¡no engañamos!
¡no fallamos!
APAGÓN
ESCENA I
Canción: Ellos
(Canción de los empresarios)
ESCENA II
EMPRESARIO 4: No creo que encuentre a nadie. Esa gente, en estos momentos está
diseminada por la ciudad haciendo lo que nosotros, justamente,
nos negamos a hacer.
COMISARIO: Recolectar la basura.
EMPRESARIO 4: Exactamente.
ESCENA III
Atardecer. Basural. Los grupos de cirujas clasifican con precisión los
desperdicios. Están finalizando la tarea. El Decidor con El Encontrao en
brazos están presentes. La febril actividad termina.
LA TRANSPARENTE:
Ahora hay que repartí la comida.
EL ORGÁNICO: ¡Hay por demá! Sin la empresa en el medio llega mucho más pa’
nuestras manos.
LA TRANSPARENTE:
¡Cuántas cosas se perdían en el camino! No sólo nosotro vivíamo
de la basura ¿qué no?
EL ORGÁNICO: ¡El informe!
ORGÁNICA 1: ¡73 pollo vencidooo!
ORGÁNICA 2: ¡96 confeccione de fiambre pasadooo!
ORGÁNICA 3: ¡128 tomate! 45 aplastaos.
ORGÁNICA 4: ¡51 planta de lechuga marchitaaa!
ORGÁNICA 5: ¡67 zapallitooo, 94 zanahoriaaa!
ORGÁNICA 6: ¡Seción Achuras informa: 18 kilo de carne, medio negrita está, pero
se puede. ¡25 morcillas, 39 chorizo y dos tiras de chinchulineee!
ORGÁNICA 7: ¡Seción Postre informa: 15 kilo de helau chorreau, 4 mermelada diferente
y 8 lata de durazno al natural vencido!
ORGÁNICA 8: ¡Seción Panadería informa: 83 huevo, 5 sanos nomás, 25 cajas de leche
y 32 yogure pasaos! 15 descremaos.
EL ORGÁNICO: Los súper nos han dao todo diretamente a nosotro. Por eso hay tanto.
Ante, lo recoletores de la empresa estaban prendíos con lo empleau,
y vendían las cosas vencida a lo almacene de barrio.
LA PAPELERA: Nosotro ya hemo separao las bandejas de cartón pa’ que cada uno
se lleve su comida.
En Off se escucha una voz amplificada por un megáfono.
OFF: ¡Nadie se mueva, carajo!
Es la voz del Comisario. El grupo de cirujas se asusta y trata de protegerse.
OFF: ¡Todos quietos, basuras! ¡Están rodeados! ¡Habla el jefe de Policía!
LA PAPELERA: ¿Qué hacimo, Encontradito?
EL DECIDOR: “Un círculo. Los hombres adelante”. ¡Sólido y Aserrín, muévanse!
Los hombres se colocan en la posición indicada pero también las
mujeres adoptan una actitud de lucha. Los Aserrines y Los Metálicos
reparten palos y caños. En instantes, hombres y mujeres están
preparados para la lucha.
OFF: ¡Los vamos a cocinar a lonjazos, carajo! ¡Tiren eso y vengan en fila india!
EL DECIDOR: ¡Vení vos, hijo de puta!
Con un grito general y estridente, y de gran energía, todo el grupo corre
ESCENA IV
Día. Basural. Hay Periodistas en el lugar.
ESCENA V
Basural. Amanecer. Entra La Papelera. Inmediatamente después La
Transparente..
LA TRANSPARENTE:
¿Y lo’ otros?
como caído del cielo, sin nada y con ese puñal raro. ¡Y qué rápido
se ha ubicao! Primero parecía que era mudo, pero bien lo ha visto
a El Encontrao, ha empezao a hablá como ametralladora. ¡Ése si
que ha sío un milagro! Pero de conveniencia. ¡Pa’ no laburá!
LA PAPELERA: Callate! ¡Vamo a ve’ si te da el cuero pa’ decirle eso de frente!
ASERRÍN: ¡Claro que le vuá decí, ya va a ve’!
PLASTIQUITO: La cosa aquí debería ser que los que má’ laburemos, ganemos má’.
Los que má’ juntamo, má’ vendemo ¡qué tanto!
SÓLIDO: ¡Está llegando El Encontrao!
Cada uno emite el sonido de cada clan. Los demás cirujas van
apareciendo. Silencio. Luego aparece la imponente figura de El Decidor
cargando a El Encontrao.
EL DECIDOR: “Es mejor comenzar escuchando”.
Momento de tensión. Silencio de los cabecillas. Miradas que se cruzan.
LA PAPELERA: Encontradito, queremos sabé’ si va a pasá’ algo malo, porque si bien
es cierto que ahora no nos joden yo huelo cosas raras.
EL DECIDOR: “Muchas cosas van a pasar. Y ya están pasando. Afuera y aquí también”.
Miradas.
LA TRANSPARENTE:
Han aparecío carteles por todas partes. ¿De quiénes son?
EL DECIDOR: “Los verdaderos poderosos están ocultos y traman para dar el zarpazo”.
SÓLIDO: ¿Y con nosotro, que va a pasá’, Encontradito?
EL DECIDOR: “Depende de nosotros mismos. Aunque aquí no todos dicen lo
que piensan”.
Las miradas de los cabecillas van hacia Aserrín y Plastiquito. Silencio
cargado de tensión.
PLASTIQUITO: Yo... yo quiero decí’ que aquí no todo laburamos por igual... que hay
algunos que no hacen nada, y que... que... (Inventando) quieren
cortarse solos. ¡Hay que poné’ orden, qué tanto!
EL DECIDOR: “Hay que tener paciencia”.
ASERRÍN: (Animándose) ¿Paciencia? ¡No es justo Encontrao! ¡Mientras tenimo
paciencia hay pícaros que se aprovechan!
LA TRANSPARENTE:
¿Quiénes son? ¡A ver, señalalos!
ASERRÍN: No, no... (Dudando) ¡Yo no soy botón, no soy traicionero!
EL DECIDOR: “Llegará el tiempo de las traiciones”.
LA PAPELERA: ¡Qué hacemos Encontrao?
Salen.
APAGÓN
Retazos de ilusión,
fragmentos de pasión,
somos todos pedacitos del después.
Luces de oscuridad,
noches de claridad,
somos todos pedacitos del después.
Todos somos,
pedacitos del después.
ESCENA VI
Basural. Atardecer. Desesperada entra corriendo La Transparente con
otras dos cirujas.
LA TRANSPARENTE:
¡Encontradito, Encontradito, salí, salí por favor!
CIRUJA 1: ¡Te necesitamos, Encontradito!
CIRUJA 2: ¡Somos nosotras, salí, por favor!
VII ESCENA
Atardecer. Basural. Entran ocho secuaces con El Duro. Éste viene
apurado por El Actor.
EL DECIDOR: “Yo sé por qué estoy aquí. Y sé también lo que va a pasar. Sé por qué
me tenía que quedar. Váyanse y cuenten a los que quieran escuchar”.
La Papelera y La Transparente, angustiadas, se miran. La Transparente
abraza a La Papelera y la lleva hacia la salida. El Decidor y El Encontrao
quedan solos.
EL ENCONTRAO:
(Por primera vez se escucha su voz). Llegaste hasta aquí sin saber
hablar, con ese puñal que brillaba y una pregunta en la mirada. Yo
entendí y hablé a través tuyo. Después de hacer lo que es necesario
hacer, caminarás de nuevo por el mundo, solo y sin palabras, con la
misma pregunta en los ojos y una certeza en el corazón. Encontrar
a Otro, como a mí, para prestarle tu Eternidad a cambio de la
Palabra. Y así, quizás alguna vez, tu andar se detendrá para siempre.
Y el amor no será más una palabra imposible.
Ahora, hazlo. Es necesario para poder comenzar a buscar a Otro.
El puñal seguirá uniendo nuestras sangres a través de los siglos
hasta que el Tiempo empiece de nuevo y no sea necesario usarlo
para encontrar al Amor.
El Decidor saca el puñal de sus ropas, deposita el cuerpo de El Encontrao
en la basura. Lo observa un instante y luego de un certero golpe, lo
ultima. Una lágrima contenida se disuelve entre los desperdicios. El
Decidor tapa el cuerpo de El Encontrao con papeles. Por el mismo lado
que entró al comienzo, aparece La Mujer. Ambos se miran. El Decidor
se acerca con el puñal en la mano. La Mujer extrae el mismo trapo
ensangrentado que envolvía al puñal en la primera escena. La música
también es la del comienzo. La Mujer extiende sus brazos ofreciendo
el pedazo de tela. El Decidor deposita allí el puñal ensangrentado. La
Mujer lo envuelve. Se miran intensamente. Luego, cada uno sale de
escena por costados opuestos. Inmediatamente después se escucha
en off el megáfono con la voz de El Duro.
EL DURO: (En off ) ¡El plazo ha terminado! ¡Prendan fuego, carajo!
Se escucha el ruido del fuego que, estruendoso, comienza a crecer
mientras las luces que iluminan el basural y el montículo que cubre al
cuerpo de El Encontrao se van desvaneciendo. Con ello llega el
FINAL
PERSONAJES
ELLA
PERSONAJES
SEVERINO DI GIOVANNI
MARIO
AYUDANTES
SEVERINO: Me dijo Giuseppe que su primo ya encontró trabajo, que allá todo
está por hacerse. Son muchos los que de aquí viajan para «hacer la
América»...
SEVERINO: No pasará mucho tiempo para que nos volvamos a ver, hermana.
Ya verás. (La abraza).
MARIO: (Escribe en una agenda al lado de otro Ayudante, un amigo, a quien
dirige la palabra). ¿Ésta es la dirección de tu amigo en Alemania?
Sí, claro. Si tengo la oportunidad me doy una escapada. ¿A vos te
escribo aquí, a tu dirección actual, Raúl?
SEVERINO: (Al Ayudante) Espero poder seguir con mi trabajo de tipógrafo en
Argentina. Dicen que es un país inmenso.
MARIO: (A otra Ayudante que encarnará a su novia) No te preocupés, mi
amor. Trabajo encuentro seguro. No debe ser como aquí.
SEVERINO: (A otro Ayudante, un compañero de militancia) Compañero: ¡Viva
la anarquía!
MARIO: (A una Ayudante mujer) Mamá, no te pongás triste. Mirá, en uno o
dos años de laburo me junto el dinero para comprarme una casa
aquí, para poder iniciar algo, mantener una familia. Eso aquí no se
puede. La guita de ellos vale mucho aquí ahora.
SEVERINO: (Al Ayudante-compañero) Es peligroso seguir aquí. Sé que allá son
muy activos los grupos antifascistas. Habrá un puesto para luchar
y trabajo seguro también. Aquí no se consigue nada.
MARIO: (A la Ayudante-novia) Mi amor, ni bien pueda te mando el dinero
para el pasaje. Tené confianza. Dicen que, trabajando allá, es muy
fácil comprarlo. No como aquí. ¡Confianza, eh!
SEVERINO: (Al Ayudante-compañero) América... tierra nueva, tierra de nuevos
hombres, tierra para el futuro...
MARIO: (A la Ayudante-novia) Y Europa es Europa. Allá está todo: lo nuevo,
lo último, lo viejo. Y bueno... son miles de años, ¿no?
Severino ha ido abrazando a sus parientes y amigos. Es un momento
de mucha emotividad. Se dirige a su esposa, la misma Ayudante que
hizo de hermana y que ahora se transforma en Teresina, mujer de
Severino y que viajará también hacia Argentina. Teresina carga a un
bebé, Laura, hija de ambos.
SEVERINO: Levantá ese bolso, Teresina, que es más liviano. Laurita ya tiene su peso.
La Ayudante-Teresina lo hace.
MARIO: (A su novia) Espero no estar excedido de peso. Dicen que cobran
una brutalidad por cada kilo de exceso de equipaje.
SEVERINO: (Besa a su hija) Laurita, vamos hacia el otro lado del mundo. Cuando
crezcas espero que te reciba un mundo mejor, más humano, más
justo. Allá o aquí, eso no importa.
MARIO: (A los Ayudantes -amigos y parientes- que lo despiden.) ¡Estúpido el
que llore! ¡Volver es sólo una cuestión de dinero! ¡En avión estoy en
horas de vuelta! ¡Las distancias ya no existen!
SEVERINO: (Con las valijas en las manos. A su lado la Ayudante-Teresina con su
bebé en brazos). Los días en el barco pasarán rápido. (A los demás
que los despiden) ¡No se preocupen por Laurita, el aire del mar le
hará bien! (Saluda).
En este momento las escenas simultáneas coinciden. Ambos
protagonistas colocan sus valijas y bolsos sobre dos plataformas –avión
y barco- que los Ayudantes desplazarán connotando el cruce del océano
en sentido contrario. Luego suben ellos. En el caso de Severino lo
hace con la Ayudante-Teresina. Mario lo hace sólo.
¡Cómo se va alejando la tierra de uno!...
MARIO: ¡Carajo! (Mirando hacia abajo, como si fuese en un avión.) ¡Carajo!
Parece que uno no se mueve y van quedando tantas cosas lejos!
SEVERINO: (A la Ayudante-Teresina) Mirá el mar. Parece tan tranquilo...
SEVERINO: (Mientras le sacan fotos para el prontuario) ¿Ya estoy libre, entonces?
MARIO: (Ante un teléfono público que un Ayudante ha acercado. El Ayudante
hará la voz monocorde, relatada, del interlocutor telefónico de Mario)
Hola, sí. Hablo por el aviso del alquiler...
Severino se coloca su sobretodo negro. Quizás, según la puesta, se
podrían proyectar imágenes del prontuario de Severino. Lentamente
camina hacia otro lugar del escenario.
VOZ TELÉFONO: (A Mario) ¿Usted es extranjero, no? ¿Extracomunitario?
En ese lugar hacia donde se dirige Mario, los Ayudantes han colocado
banderas anarquistas. Es un mitín que se realiza por la libertad de Sacco
y Vanzetti, los dos anarquistas presos en EE.UU. que luego fueron
injustamente fusilados. Un cartel reclama la libertad de los mismos.
Severino hablará en el acto.
SEVERINO: ¡¡Protestar, agitar siempre por la libertad de Sacco y de Vanzetti!!
¡¡La protesta debe centellear con más vehemencia que nunca!!
MARIO: (En el teléfono) Sí, no soy europeo. ¿Por qué?
SEVERINO: ¡Sólo la acción proletaria internacional puede salvarlos!
VOZ TELÉFONO: ¿Por qué no se vuelven a sus países, puercos de mierda! (Cuelga).
SEVERINO: ¡Hoy o nunca! ¡Más acción, sin descanso, hasta lograr la libertad
absoluta de Sacco y de Vanzetti!
Los Ayudantes han preparado otro espacio que representará la escena
sucesiva en la historia de Severino: su habitación.
MARIO: (Con el teléfono en la mano) Pero... ¡Hijo de puta!
Un Ayudante arroja al piso una pesada madera que representa la fuerte
explosión y la puerta de la casa de Severino a causa de un allanamiento.)
AYUDANTE: (Relata al público) Atentado contra la Embajada de EE.UU. en Argentina.
16 de Mayo de 1926.
SEVERINO: (Severino se levanta sobresaltado). ¡No, a ellos no los toquen! (Se refiere
a su esposa e hijos).
MARIO: (En otro sector, limpiando. Alguien lo está apurando y él siente esa presión).
¡Sí, sí! ¡Ya estoy terminando! ¡Ahora voy, ahora voy!
SEVERINO: (Un Ayudante-policía rompe un libro) ¡No! ¿Por qué?
MARIO: ¡Me falta todavía limpiar el baño! ¡Ya voy!
Severino ya está de nuevo en la comisaría, detenido. Un Ayudante-
policía lo golpea mientras interroga. El código del no contacto físico
real, y realizado separadamente, se mantiene.
POLICÍA: ¿En qué trabajás?
SEVERINO: Edito un periódico: Cúlmine.
MARIO: (Ha abierto una mesita plegable y se dispone a vender en la calle. Está
inseguro por los controles de la policía municipal. Se dirige a un
Vendedor-ayudante) ¿Aquí permite vender la policía municipal?
SEVERINO: (A América) Pero... quisiera verte. Tal vez, a través de tus hermanos...
VENDEDOR: (A Mario) No, tenés que estar listo para levantar todo rápidamente.
SEVERINO: (A América) ¿Te molesta si te espero a la salida del colegio?
MARIO: (Atendiendo a un Cliente-ayudante) ¿Éste? Vale diez euros.
AMÉRICA: (A Severino) No, al contrario.
CLIENTE: (A Mario) ¿Y a cuánto me lo podés rebajar?
SEVERINO: (A América) Te traje este libro de poemas. Espero que te guste.
MARIO: (Al cliente) ¿Rebajar? Bueno... no sé...
AMÉRICA: (A Severino) ¿Será posible que los hombres lleguen a ser iguales, Severino?
MARIO: (Al cliente) En fin... está bien. Se lo dejo a ocho euros.
SEVERINO: (A América) Claro que es posible. Es más, es la única esperanza de
que, en el futuro, nuestra especie sobreviva.
MARIO: (Al cliente) ¿Lo lleva?
AMÉRICA: (A Severino) Pero... ¿cómo se puede llegar a esa igualdad? Es muy difícil.
CLIENTE: (A Mario) Lo llevo a siete.
SEVERINO: (A América) Creo que hay dos caminos: el de Cristo y el de Bonnot.
MARIO: (Al cliente) Bueno, está bien. (Recibe el dinero y envuelve lo que vendió).
De pronto Mario se sobresalta. Entrega rápido la artesanía al cliente.
Ha llegado la policía municipal. Apurado trata de guardar todo.
AMIGO ARTESANO:
(A Mario) ¡Apurate, que te pueden secuestrar todo!
SEVERINO: (A América) Cristo predicó el método de la bondad, de la persuasión,
de la resistencia pasiva...
Desesperado Mario trata de guardar con rapidez sus cosas. Se le caen,
lucha por superar la dificultad.
(A América) Bonnot, el “bandido francés” defendió el camino de la
violencia liberadora.
Un Ayudante-Policía Municipal se acerca a Mario.
POLICÍA MUNICIPAL (POLICÍA M.):
(A Mario) Su permiso para vender, por favor.
SEVERINO: (A América) Por supuesto que no coinciden, aunque ambos soñaron
con la redención de los hombres.
MARIO: (Al policía municipal) No, no tengo permiso.
SEVERINO: (Ha dejado de escribir y acomoda duraznos en un cajón) Tal vez Teresina
también quiera volver a Europa con su nuevo compañero. Y
entonces tendría a mis hijos cerca, cerca...
MARIO: (Trabajando) No voy a retroceder, ahora menos que nunca.
AMÉRICA: (Lee) “He mandado a un compañero a casa de Teresina con dinero,
duraznos y treinta kilos de miel pura para mis hijos...”
SEVERINO: Si vas por ahí, probá la miel. Es tan dulce como vos.
MARIO: (Preparando su mesa de venta de artesanías) Algún día voy a volver y
será diferente.
AYUDANTE: (Al público) 12 de diciembre de 1928. La policía detiene a Alejandro
Scarfó, hermano de América y de Paulino.
AMÉRICA: (Con un grito) ¡Alejandro!
MARIO: (Dirigiéndose a un Comerciante-ayudante que no quiere que se instale en
su vereda) ¿Qué me corra de aquí? ¿Por qué?
SEVERINO: ¡Alejandro!
COMERCIANTE: (A Mario) Me tapa el negocio. ¿No se da cuenta?
SEVERINO: (En reunión con sus compañeros) Es necesario e imprescindible liberar
a Alejandro ya los otros compañeros. Necesitamos dinero para eso.
COMERCIANTE: (A Mario, que se ha corrido un poco hacia un costado) ¡Más allá, más
allá todavía!
AYUDANTE: (Al público) Febrero de 1929. Asalto a los pagadores de la empresa
Kloeckner en Buenos Aires.
MARIO: (Al Comerciante) Aquí ya no estoy en la vereda de su negocio.
SEVERINO: (A sus compañeros) Vivir monótonamente las horas de lo adocenado,
de los resignados...
AMÉRICA: (Leyendo) “... de las conveniencias...”
SEVERINO: (A sus compañeros) ... No es vivir la vida.
COMERCIANTE: (A Mario) ¡Váyase de aquí! ¡Vuelva a su país! ¡Váyase a molestar allá!
AYUDANTE: (Al público) Los asaltantes se apoderan de 19.000 pesos.
MARIO: (Al Comerciante) ¿Qué tiene que decir usted de mi país? ¡Mi país le dio
de comer a muchos de ustedes cuando aquí se morían de hambre!
SEVERINO: (A los compañeros) «... es solamente vegetar y transportar una masa
informe de carne y huesos».
MARIO: (Al Comerciante) ¿O ya se olvidaron cuando corrían desesperados
hacia nuestra tierra?
AYUDANTE: (Al público) No sin antes enfrentarse a tiros con los guardianes...
MARIO: (Al comerciante) ¡¡Ustedes ahora son ricos porque nuestros países
son pobres!!
SEVERINO: (En reunión) ... Porque es la sociedad quien le pone los límites a la
palabra...
AMIGO: (A Mario) Aquí no todos comprenden que las personas emigran
por necesidad, no por vocación...
SEVERINO: (En reunión) Traición es traición...
MARIO: (Al amigo) Aquí he visto a perros con impermeables y a africanos
empapados...
AYUDANTE: (Al público) Octubre de 1929. Es asesinado en Buenos Aires Emilio
López Arango, líder del sector moderado del anarquismo argentino
y encarnizado enemigo del grupo de Di Giovanni.
AMIGO: (A Mario) Éste es un país de nuevos ricos...
AYUDANTE: (Al público) Nunca quedó claro quiénes lo asesinaron pero la policía
y la prensa señalaron, como ya se iba haciendo una costumbre, a
Severino Di Giovanni como responsable.
AMIGO: (A Mario) ... y de nuevos pobres.
MARIO: (Al amigo) Que, para colmo, ni hemos nacido aquí.
SEVERINO: (Escribiendo a América) Cada vez el cerco se estrecha más...
AMÉRICA: (Leyendo) “... Los anarquistas de salón...”
SEVERINO: (Escribe) ... La policía...”
AMÉRICA: (Para sí) Mi hermano preso.
AMIGO: (A Mario) Yo tengo permiso para vender. Si estás de acuerdo, podrías
poner tus cosas en mi mesa.
SEVERINO: (Escribiendo) Hoy es fin de año. Un año de un continuo deseo
insatisfecho...
MARIO: (Al amigo) Eso me ayudaría mucho, mucho. Gracias.
Mario, con su amigo, acomodarán las cosas para vender.
AMÉRICA: (Leyendo) “... Año que fue como un columpio de alegrías y tristezas...”
SEVERINO: (Escribiendo) ... Año de días soñados con los ojos abiertos...
AMÉRICA: (Leyendo) “... En mi corazón te has posado como una mano fría,
descarnada, como un símbolo claro de la vida ya pasada...”
SEVERINO: (Escribiendo) Ahora Sirio me indica con su sonrisa el camino y yo
corro, ansiosamente, hacia ese destino...
AMÉRICA: (Leyendo) “... Con su beso sobre la frente”.
Mario está muy abrigado. Es diciembre, la fría Navidad europea. Es
víspera de esa celebración y las ventas aumentan.
MARIO: (A un Ayudante-cliente) Éste cuesta 10 euros. Y éste 15. Es una buena
piedra. Y un buen regalito de Navidad.
AMÉRICA: (A Severino) No saben que son tuyas pero me exigen para que les
diga de quién son. Sospechan de vos.
MARIO: (Al amigo) La distancia es terrible, no haber podido hablar con ella
fue terrible...
SEVERINO: (A América) Te vas a casar, América.
MARIO: (Al amigo) Pero, como todo, ya pasará.
AMÉRICA: (A Severino) ¿Cómo?
MARIO: (Al amigo) Dicen que el amor tiene pasaje de vuelta...
SEVERINO: (A América) Un compañero de confianza se casará con vos. Será la
pantalla para que podamos estar juntos y despistarlos.
MARIO: (Al amigo) ... que vuelve, que siempre regresa. Lo único que espero es
que sea rápido...
AYUDANTE: (Al público) América Scarfó se casó. Pasó a llamarse América Scarfó
de Astolfi, pero no pasó la noche de bodas con su esposo legal.
Severino la espera con un ramo de flores.
MARIO: (Al amigo)... porque me estoy muriendo de soledad.
SEVERINO: (Abraza a América y luego a un Ayudante que tomó el rol de Astolfi)
Gracias, compañero, muchas gracias.
MARIO: (Al amigo) El dinero cambia todo.
SEVERINO: (En reunión con sus compañeros) Ahora es necesario tener dinero...
MARIO: (Al amigo) Y cambia a todos.
SEVERINO: (En reunión) ... para liberar a Alejandro y a los demás detenidos.
MARIO: (Al amigo) Yo no voy a flaquear. Voy a ponerme en pie desde abajo.
SEVERINO: (En reunión) Ése es nuestro deber como compañeros.
MARIO: (Al amigo) Como sea, pateando puertas, si es necesario.
AYUDANTE: (Al público) Asalto de la compañía de ómnibus La central. Los asaltantes
se llevan una importante cantidad de dinero.
MARIO: (Al amigo) Como lo hago yo ahora, lo hicieron hace años muchos
miles de italianos que llegaron allá con una mano atrás y otra adelante.
SEVERINO: (A América, mientras limpia un arma) Ha llegado la hora decisiva.
MARIO: (Al amigo) La pelearon y se hicieron una posición allá.
AMÉRICA: (Para sí) Alejandro libre... pronto estará libre.
MARIO: (Al amigo) Ahora nos toca a nosotros, ¿no?
SEVERINO: (A América) Y nosotros en Europa, cerca de Italia...
MARIO: (Al amigo) Y lo haré pese a todo, pese a los recuerdos que te muerden,
te muerden.
SEVERINO: (Apunta con el arma. Los Ayudantes han preparado la nueva situación) ¡Alto!
MARIO: Todo cuesta, todo. Pero aquí, al menos, hay esperanzas de cosechar
alguna vez...
SEVERINO: (A Teresina) Váyanse, Teresina. No tiene sentido seguir sufriendo.
Cuidalos...
Los Ayudantes que representan a esos personajes giran y se van.
MARIO: En definitiva soy uno de los tantos millones que luchan por sobrevivir,
de los miles que llegan desesperados con el sueño de volver al lugar
del cual jamás desearon irse...
América, escoltada por Ayudantes-Policías, se acerca a Severino.
SEVERINO: (A América) América, te amo.
MARIO: Me he acostumbrado a pensar en términos prácticos...
AMÉRICA: (A Severino) Voy a seguir con tu recuerdo hasta mi muerte.
SEVERINO: (A América) ¡Sos tan joven!
MARIO: ... porque es la única manera de sobrevivir en esta época.
Mario ha terminado de vestirse. Apaga el grabador. Elegante, se mira
al espejo. Se complace con su aspecto. Se prepara para salir.
AYUDANTE: (Al público, mientras los demás Ayudantes se preparan para el fusilamiento)
Di Giovanni rehusó los servicios religiosos y mantuvo todo el tiempo
una actitud inclaudicable. La prensa publicó detalles morbosos
relativos a las últimas horas del condenado.
Un Ayudante se acerca con una venda para taparle los ojos. En el otro
lado, Mario se ha acercado al proscenio. Tiene un papel entre las manos.
Es el documento que esperaba desde Argentina.
MARIO: (Extendiendo el papel, en las oficinas estatales) Aquí está. Llegó de mi
país el papel que faltaba...
SEVERINO: (A los Ayudantes-soldados) No, no quiero que me tapen los ojos.
MARIO: Ahora tengo todo lo necesario para obtener la ciudadanía.
SEVERINO: (Se aferra fuertemente a la silla en la que está atado y alzándose todo
lo que puede, grita) ¡¡Viva la anarquía!!
MARIO: (En el proscenio, con su pasaporte entre las manos) Mi nombre es Mario
Di Giovanni, señor.
El cuerpo de Severino se mueve golpeado por los disparos de un silencio
absoluto. La luz, lentamente, va abandonando a los personajes. Queda
sólo encendida una, sobre un Ayudante que hablará al público.
AYUDANTE: América Scarfó le llevará flores. Y cuando todos estemos muertos,
muertos, América Scarfó nos traerá flores.
La luz se apaga sobre el Ayudante y con ello llega el FINAL.
PERSONAJES
EL POETA
LA NIÑA
EL EXTRANJERO
EL LOCO
LA JOVEN
EL VIEJO
EL PRETENDIENTE
EL PADRE
LA MADRE
LA JOVEN: Sí. Es diferente, pero bastó que me rozara para que la tierra trepara
al cielo y todos los colores fueran uno.
Entran El Padre y El Pretendiente.
EL PADRE: ¿Qué ha sucedido?
LA MADRE: Nada, nada.
LA JOVEN: Déjenme sola.
EL PRETENDIENTE: ¿Por qué?
LA JOVEN: No deseo estar contigo.
EL PADRE: ¿Cómo?
LA JOVEN: No quiero hacerte daño.
EL PRETENDIENTE: No entiendo. Explícate mejor.
LA JOVEN: Amo a otro hombre.
LA MADRE: ¡Cállate, por favor, cállate!
EL PRETENDIENTE: ¡Habla!
LA JOVEN: No puedo mentir. Es verdad.
EL PRETENDIENTE: ¿Quién es?
Arriba aparece la silueta de El Loco.
LA JOVEN: El Extranjero.
Los demás se miran asombrados. El Loco emite un grito desesperado
que sorprende a todos. El viento llena un silencio de muerte. El Loco
desaparece. El Pretendiente sale por un costado con paso apresurado.
El Padre se acerca a La Joven y la castiga. La Joven se desploma. El
Padre, luego, la alza en los brazos.
EL PADRE: Tenemos que consultar al Viejo.
Salen. La Niña, que ha llorado en el momento cúlmine de la escena, se
acerca al pozo. El Poeta también. Escarban. El Poeta encuentra una esmeralda
en bruto. Es la misma piedra que El Loco había querido entregar a La Joven.
El Poeta extrae la piedra y la limpia. Atrás aparece El Pretendiente. Lo hace
en el tiempo en que El Poeta está tratando de descubrir lo que ha pasado.
EL PRETENDIENTE: ¿Has encontrado algo?
EL POETA: Sí.
EL PRETENDIENTE: ¿Qué es?
EL POETA: No creo que sea importante.
EL PRETENDIENTE: Debes entregarlo.
EL POETA: ¿Por qué?
EL PRETENDIENTE: Pertenece a la Comunidad.
EL POETA: Lo haré después. Cuando logre entender lo que ha pasado.
EL VIEJO: Ese hombre pagará por haber destruido lo que nuestra Comunidad
ha establecido.
LA JOVEN: ¿Por qué?
EL VIEJO: No lo verás más. Quedarás encerrada en tu propia casa y tus padres
controlarán que tu vientre no crezca.
LA JOVEN: ¡No! ¡Por favor!
La Joven retrocede queriendo escapar pero los padres le cierran el paso.
EL VIEJO: ¡Llévenla!
El Padre la sujeta. Ella grita.
LA JOVEN: ¡Crecerá dentro mío, como un nuevo Árbol!
Los padres la sacan de escena. El Viejo, extrae de sus ropas el puñal
envuelto de la escena inicial. Entra El Pretendiente. El Viejo le entrega
el puñal. El Pretendiente sale. Luego lo hace El Viejo. El Poeta sigue
buscando al lado de La Niña.
Entra El Extranjero. La Niña lo sigue sin que él la advierta. El Extranjero
llega al lado del Árbol. Como acciona en un tiempo diferente no se relaciona
con El Poeta. Se inclina, toca la tierra, la acaricia. Espera. Arriba se insinúa
El Loco. El Extranjero lo descubre. El Loco se aproxima con cierto recelo.
EL LOCO: La luna sangra.
EL EXTRANJERO: ¿Qué dices?
EL LOCO: Llévatela.
EL EXTRANJERO: ¿Hablas de ella?
EL LOCO: El cielo se quedará solo. Llévala. (Se aleja rápido).
EL EXTRANJERO: ¡Ven aquí! ¡Vuelve!
El Loco ya ha desaparecido. El Extranjero, pensativo y con cierta
preocupación, vuelve hacia el Árbol. Por lugares diferentes entran El
Padre y El Pretendiente. Éste oculta el puñal.
EL PRETENDIENTE: ¿ A quién esperas?
EL EXTRANJERO: ¿Por qué preguntas?
EL PADRE: Hace días que merodeas este lugar. ¿Qué quieres?
EL EXTRANJERO: He venido a conocer al Árbol.
EL PRETENDIENTE: Ya lo has conocido. ¿Por qué te quedas?
EL EXTRANJERO: ¿No puedo hacerlo?
EL PADRE: Tal vez permanezcas aquí para siempre.
EL EXTRANJERO: ¿Por qué dices eso?
EL PRETENDIENTE: Hubiera sido mejor que nunca hubieses salido de tu Patria.
EL EXTRANJERO: Ya no hay patrias.
PERSONAJES
ÉL
Desgarbado y soñador.
Se ubica de frente al público.
Se levanta.
Está preocupado por su aspecto.
Se acomoda el pantalón, la camisa, el peinado.
Es evidente que espera a alguien.
Ensaya distintas maneras de aproximarse a la chica que está
aguardando.
La divisa.
Nervioso, se acomoda con rapidez.
Se sienta, disimulando.
Cuando ella se está aproximando, él se levanta.
Quiere decirle algo, acercarse, pero no se anima.
La chica pasa.
Desilusionado se culpa y se insulta a sí mismo.
Mira hacia donde ella se fue y su cara se ilumina.
Ella se sentó en un banco vecino.
Se entusiasma.
Saca un paquete de cigarrillos con cierta fanfarronería.
Extrae uno.
Saca un encendedor. Todo lo hace ostentosamente hacia ella.
Prende el cigarrillo pero se equivoca y lo hace al revés.
Intenta disimular.
Trata de hacer bocanadas con el humo pero se ahoga y tiene que apagar
el cigarrillo.
Miradas.
De la valija saca un walkman y se coloca los audífonos.
Baila al ritmo de una movida música.
Se muestra.
En un paso de baile, el walkman se le cae al piso.
Lo recoge, enredándose en el cable de los audífonos.
No funciona.
Lo golpea, lo abre, lo revisa, pero no hay caso.
Lo guarda en la valija.
Vuelve a mirarla y comienza a hacer juegos de destreza y acrobacia.
Muestra su habilidad para ello y sus músculos.
Ella no se acerca.
Desiste.
Saca un papel de la valija y piensa en escribirle algo.
Lo hace.
No lo convence y rompe el papel.
Algo se le ocurre.
Saca otro papel.
Escribe.
Prepara un avioncito, calcula la distancia y la dirección del viento.
Lo arroja pero éste cae a centímetros.
Busca una piedrita.
La coloca en el papel, hace un bollito con éste, vuelve a calcular y lo
arroja.
PERSONAJES
LA SEÑORA
LA ENFERMERA
EL REMERO
ESCENA I
UNA BALSA. EN UNA CÓMODA SILLA ESTÁ SENTADA LA SEÑORA. A SU LADO,
MUCHO MÁS JOVEN, LA ENFERMERA. DE PIE, EN UN EXTREMO DE LA BALSA
Y CON UN LARGO REMO QUE APENAS MUEVE, SE DIVISA AL REMERO.
LA SEÑORA: Lo conocí por eso. Fue el destino. Una noche lo escuché pasar.
Cantaba. Entonces lo llamé.
LA ENFERMERA: ¿Cómo se animó?
LA SEÑORA: La verdadera soledad no es muy inhibida.
LA ENFERMERA: ¿Y él, qué hizo?
LA SEÑORA: ¿Por qué me lo preguntas?
LA ENFERMERA: No sé. Curiosidad.
LA SEÑORA: Imagínalo.
LA ENFERMERA: No es muy atrayente.
LA SEÑORA: ¿Te parece? (Pausa). Es joven. Y sabe hacer. (Silencio). ¿Qué pasa?
LA ENFERMERA: ¿Está enamorada?
LA SEÑORA: (Al Remero) ¡Bésame!
Silencio.
EL REMERO: Hay corriente. No puedo dejar de...
LA SEÑORA: ¡Bésame!
Miradas. El Remero deja el remo. Se acerca y “apasionado” la besa.
Ella lo toca. Luego, abruptamente, lo separa.
LA SEÑORA: ¡A tu lugar! ¡La corriente!
El Remero vuelve a su lugar. Intensas miradas con La Enfermera.
(A La Enfermera). Parece que hay un bonito paisaje.
LA ENFERMERA: Hay bruma.
LA SEÑORA: ¡Descríbeme el paisaje!
Silencio.
LA ENFERMERA: Árboles enormes. Y enredaderas.
LA SEÑORA: Hay bruma. No sabes mentir.
Silencio.
Parece que ayer partimos.
LA ENFERMERA: (Luego de mirar al Remero) Fue ayer.
LA SEÑORA: ¿Ayer?
LA ENFERMERA: Sí. Creo que...
LA SEÑORA: ¿Estás totalmente segura de que fue ayer?
LA ENFERMERA: En verdad parece que pasó más tiempo.
LA SEÑORA: Tal vez pasó mucho, mucho más.
La Enfermera busca cada una de las medicinas y comienza a contar las
pastillas mientras La Señora habla.
ESCENA II
CUANDO LA LUZ REGRESA DESCUBRE A LOS PERSONAJES EN LOS MISMOS
LUGARES QUE AL COMIENZO. LA BALSA HA CAMBIADO DE POSICIÓN. LA
SEÑORA, DESENVUELTA Y AMIGABLE, HABLA CON LA ENFERMERA.
Silencio.
No recuerdo haber tomado hoy mi pastilla.
La Enfermera va hacia la caja de los remedios y saca una medicina. Se
la ofrece a La Señora. Ésta la recibe pero todavía no la toma.
¡Alcánzame agua!
La Enfermera gira para extraer de un bidón el agua. La Señora, en
tanto, aprovecha para ocultar la pastilla. La Enfermera regresa con un
vaso de agua.
Gracias. (Realiza la acción ficticia de tomar la pastilla). Cuando este
viaje finalice te recompensaré aún más por tus servicios.
LA ENFERMERA: Sólo espero que termine.
LA SEÑORA: ¿Tan mal te sientes?
LA ENFERMERA: Quiero salir de aquí.
LA SEÑORA: ¡Eres tan joven! ¡Vamos, relájate! Es mejor.
De pronto El Remero parece avistar algo.
EL REMERO: ¡Allá! (Señala hacia un lado).
LA ENFERMERA: (Acercándose) ¿Qué sucede?
EL REMERO: ¡Un reflejo!
LA SEÑORA: ¿Un reflejo?
EL REMERO: Algo brilla... allá... a lo lejos.
LA ENFERMERA: Sí. Algo brilla.
LA SEÑORA: ¡Acerquémonos!
EL REMERO: Ya no lo veo.
LA ENFERMERA: ¡Allí, allí!
EL REMERO: No hay nada. Debe ser un espejismo.
LA ENFERMERA: ¡El sol refleja en algo, es evidente! ¡Vamos, rema en esa dirección!
EL REMERO: ¡No hay nada!
LA ENFERMERA: ¡Rema!
El Remero lo hace. La balsa cambia de dirección, La Enfermera observa
“esperanzada” el horizonte.
LA SEÑORA: ¿Distingues algo?
LA ENFERMERA: Parece una luz.
LA SEÑORA: ¿Una luz? ¿Lejana?
LA ENFERMERA: No estoy segura de la distancia.
LA SEÑORA: ¿Estoy sudada?
gesto, le indica que traiga agua. Ésta lo hace. El Remero le hace tragar
la pastilla sin despertarla. Luego, con otro gesto, le pide a La Enfermera
otra pastilla y la coloca en el lugar en que estaba escondida. La
Enfermera destapa un frasco y lo acerca a la nariz de La Señora. El
Remero regresa a su lugar. La Señora, poco a poco, reacciona.
LA SEÑORA: ¿Adónde está? ¿Adónde está?
LA ENFERMERA: (Como si no se diese cuentas de lo sucedido). ¿Cómo?
LA SEÑORA: Ella... ella... estuvo aquí... frente a mí. (Ahora grita). ¿Adónde está?
EL REMERO: (Acercándose). ¿Qué sucede señora?
LA SEÑORA: Ella me visita. Me mira.
EL REMERO: ¿Quién?
LA SEÑORA: La niña. Me mira.
LA ENFERMERA: Aquí estamos sólo nosotros, señora.
LA SEÑORA: Ella también está, de alguna forma.
LA ENFERMERA: ¿Quién es esa niña?
LA SEÑORA: No sé.
EL REMERO: ¿Cómo es?
LA SEÑORA: Tendrá siete u ocho años.
EL REMERO: ¿No la reconoce?
LA SEÑORA: No puedo distinguir muy bien su rostro. Sé que es ella por sus ojos.
Son... son como un crepúsculo herido, y cuando me miran, mi
pecho se convierte en un embudo que succiona cada imagen del
pasado. Cada recuerdo, cada detalle, se escurre al mismo tiempo
junto a otros miles de detalles, como si el tiempo fuese un río
cansado, un pájaro inmóvil, un sol congelado.
LA ENFERMERA: Tal vez ha sido otro espejismo.
LA SEÑORA: Es posible. Quizás yo la sueñe o ella me esté soñando.
LA ENFERMERA: ¿Esa niña la visita desde hace mucho?
LA SEÑORA: Desde siempre. Pero últimamente lo hace más seguido.
LA ENFERMERA: ¿Por qué?
LA SEÑORA: No sé. Cada vez puedo verla más nítidamente. Antes era sólo una
voz débil... un aleteo delicado. Después comencé a distinguir su
silueta, su vestido, sus piernas, sus brazos, sus ojos, pero aún no
puedo distinguir su rostro. Saber quién es.
EL REMERO: ¿Y qué le dice?
LA SEÑORA: Cosas importantes.
EL REMERO: ¿Cómo cuáles?
LA SEÑORA: Que regresamos.
ESCENA III
PARECIERA QUE LA BALSA, AHORA, VA EN SENTIDO CONTRARIO A LAS ESCENAS
ANTERIORES. EL REMERO SE HA UBICADO EN EL OTRO EXTREMO DE LA MISMA
Y PARECE QUE REMA EN LA DIRECCIÓN CONTRARIA. EN REALIDAD, SIN SER VISTO
POR LA SEÑORA, REMA EN LA MISMA DIRECCIÓN QUE ANTES. LA SEÑORA HA
COLOCADO SU SILLÓN EN EL EXTREMO OPUESTO A LAS ESCENAS ANTERIORES.
LA SEÑORA: ¿Regresamos?
LA ENFERMERA: (Aún con la pistola en la mano). Sí, señora.
ESCENA IV
LA BALSA ESTÁ UBICADA EN LA POSICIÓN DE LA ÚLTIMA ESCENA, PERO AHORA
SE DIRIGE DE REGRESO REALMENTE. LA SEÑORA NO ESTÁ. PERMANECEN LA
SILLA Y LOS BAÚLES. EL REMERO REMA EN SENTIDO CONTRARIO A LAS
ESCENAS ANTERIORES. LA ENFERMERA ARREGLA LOS BAÚLES.
FINAL.
PERSONAJES
ÉL
Es que ese tipo no me gusta. Sale del edificio 5 todos los días bien
arreglado, peinadito, hasta aquí se huele el perfume que se pone,
no hay vidriera en la que no se vea y se admire. Se sube a su auto
último modelo y arranca como si fuera el dueño del mundo. Ya era
así cuando yo estaba todavía abajo. Casi nos atropellaba cuando
entrábamos a trabajar al edificio todos los días.
Y ahora, todas las mañanas, tiene que volver a cambiarse. ¡Jaja!
Él mira para aquí pero no ve nada. Es que estoy bien arriba... y
como ya no hay nadie trabajando, no se explicará desde dónde le
cae la mezcla.
Pausa.
La cosa es no aburrirse... no aburrirse... no aburrirse...
Pregunta a los claveles del aire.
—¡Ey...! hola. Despertate. ¿Cómo están las cosas allá abajo? (Espera
la “respuesta”). Ajá, igual.
Va hacia otra planta.
—¿Y por allá abajo?
Igual.
A una tercera.
—¿Y de ese lado?
Claro, abajo todo sigue igual, en cambio aquí arriba sí que las cosas
cambian.
Las nubes, por ejemplo. ¡Es como ir al cine! ¡Y no pago la entrada!
Me quedo horas mirando las películas de las nubes. Aunque hay
veces en que amanece todo despejado y se suspende la función.
Esos días hago un pic-nic.
Va hacia el otro extremo del andamio cantando una divertida canción,
se arremanga los pantalones, se baja las medias y se sienta mirando
hacia otra dirección.
Hasta los tobillos me voy a tostar.
Me gusta mirar el horizonte sobre los edificios. Y, entonces los techos
de chapas, las torres de agua, las terrazas con sus ropas que flamean
se convierten en copas de árboles, en hojas que bailan. Y arriba, un
cielo inmenso y total que termina en un horizonte mezcla de gris y
de violeta.
Con la mirada sigue un pájaro que pasa. Extrae del bolsillo una plomada
y la arroja sosteniéndola de un extremo.
Es difícil pescar pajaritos. Pero lo bueno es la espera. Una sola vez
pesqué algo.
Yo miraba la línea gris con violeta y de pronto sentí un tirón, algo
suave, como una caricia que uno le hace a un hijo. Bajé la vista y vi
PERSONAJES
EL PESCADOR
JESÚS
EL PADRE
EL DEMONIO
PESCADOR: Dicen que fue una mañana de niebla tan espesa que hasta los peces
se extraviaban en el agua. Y dicen que fue en una época del año que
eso no sucedía.
Ningún pescador se animó a salir.
Sólo Él se asomó a la puerta de la casa donde se alojaba como para
asegurarse de que su día era hoy. Miró el cielo opaco y le dijo a
María de Magdala:
“Voy al lago. El momento ha llegado. Finalmente sabré quién soy y
para qué sirvo”.
Después descendió hasta el agua, subió a un bote y remó hacia el
centro del lago.
La niebla se abría para dejarlo pasar. Él sólo podía ver la punta de
los remos.
A medida que avanza, una claridad indefinida transforma en blanca
y brillante a la niebla.
En un cerco de luz más amplio, el bote se detiene. Es el centro del
lago.
En la popa, sentado sobre una madera, aparece El Padre...
En otro lugar del escenario, la luz ilumina al bote y a los dos personajes.
JESÚS: Aquí estoy.
EL PADRE: Aquí estamos.
JESÚS: He venido para saber quién soy y qué tengo que hacer.
EL PADRE: Son cosas distintas. Vamos por partes.
JESÚS: ¿Quién soy? Creía ser el hijo de mi padre.
Pausa tensa.
EL PESCADOR: (Al público) Dicen que el Demonio sintió una voluntaria
satisfacción.
JESÚS: (Al Padre) Me habías prometido poder y gloria.
EL PADRE: Las tendrás. Pero después de tu muerte.
JESÚS: ¿Y de qué me servirían si ya no viviré?
EL PADRE: Bueno... en realidad no estarás muerto en el sentido común de la
palabra. Siendo mi hijo estarás conmigo. O en mí. Todavía no lo
he decidido muy bien.
EL PADRE: Cada hombre, haga lo que haga, esté adónde esté y vaya adónde
vaya es un pecador. No tiene escapatoria. El pecado es tan
inseparable del hombre como el hombre del pecado. El hombre es
una moneda en la que si la das vueltas, encuentras el pecado. Y la
culpa. La palabra mágica es “arrepiéntete”.
JESÚS: Para lograr eso no es necesario sacrificar mi vida. Bastaría que algún
profeta lo divulgue.
EL PADRE: Hay demasiados profetas en estos tiempos dando vueltas por ahí.
Debemos lograr nuestro propósito con algo más fuerte: golpear la
sensibilidad y sacudir los sentimientos. Que cuelgues de la cruz,
por ejemplo.
JESÚS: Entonces... moriré crucificado.
EL PADRE: Es mi voluntad.
EL PESCADOR: (Al público) Dicen que Jesús volvió a mirar al Demonio, pero éste
tenía una expresión ausente, como si estuviese contemplando un
instante del futuro.
EL DEMONIO: Te veo colgando en la cruz, pero hasta a mí me cuesta creerlo.
EL PESCADOR: (Al público) Dicen que Jesús dejó caer sus brazos como si no tuvieran
vida y que dijo: “Sea hecha en mí tu voluntad”. El Padre se levanta
para abrazarlo...
JESÚS: (Corta la acción de El Padre tajantemente) ¡Con una condición!
EL PADRE: No puedo negar que tienes talento para confundir a las almas y
perderlas. A punto estuviste de convencerme.
EL DEMONIO: ¿No me aceptas? ¿No me perdonas?
EL PADRE: No. Te quiero como eres. Y peor, si es posible.
JESÚS: (Al Padre) ¿Por qué?
EL PADRE: Porque este Bien, que soy yo, no existiría sin ese Mal que es él. Un
Bien sin él no tendría sentido. Sería inconcebible. Si él se termina
yo también me termino. La muerte de uno sería la del otro.
EL DEMONIO: ¿Es tu última palabra?
EL PADRE: La última. Y jamás vuelvas a pedírmelo.
EL DEMONIO: (Mira a Jesús, también al Pescador y se encoge de hombros). Que no se
diga que el Demonio no tentó un día a Dios. Él lo ha querido así.
¡Hasta siempre!
La luz se apaga sobre el bote.
EL PESCADOR: El Demonio volvió al agua y poco a poco fue perdiéndose en la
niebla. Jesús lo siguió con los ojos asombrados. Se escuchaban unos
jadeos bestiales, pero no eran del esfuerzo que hacía el Demonio
para nadar sino de su temor por tener que vivir para siempre. El
Padre también lo vio alejarse hasta que se perdió de vista.
Vuelve la luz al bote.
EL PADRE: Mandaré a un hombre llamado Juan para que te ayude, pero tendrás
que convencerlo de que eres quien dirás ser.
Apagón sobre el bote.
EL PESCADOR: Dicen que fue un segundo. Jesús miró pero su Padre ya no estaba
allí. En ese mismo instante la niebla se disipó y el lago se reflejó en
el aire limpio y diáfano. En el agua, ni señal del Demonio. En el
aire, ni señal de Dios. Jesús miró hacia la orilla y vio un gran número
de personas que allí habían acampado. Es que habían pasado 40
días. Remó hacia la costa...
JESÚS: (Se acerca al Pescador-narrador) ¡Ey!
EL PESCADOR: Espera, ya termino de contar y...
JESÚS: No quiero que termines.
EL PESCADOR: Es que la crucifixión y lo que pasó es interesante y...
JESÚS: Nada ha terminado. (Jesús se sienta al lado de El Pescador) Bah... es
verdad lo de la crucifixión y todo eso, pero todo está aún por verse.
EL PESCADOR: Bueno, mi relato termina en la crucifixión y en tu resurrección. De
allí en más...
APAGÓN FINAL
PERSONAJES
ACTOR-BORGES
PERSONAJES
HOMBRE
JOVEN
HOMBRE: “Quiero que me hagas un arpón. Uno que no puedan partir mil
yuntas de demonios. Algo que se le pegue como su propio hueso a
la aleta. Éste es el material. Mira herrero: aquí he reunido pedazos
de clavos de las herraduras de acero de caballos de carrera. Estos
trozos se soldarán como cola sacada de huesos fundidos de
criminales. ¡Vamos, fórjame el arpón, pero antes fórjame primero
las varillas, para las puntas...!”.
Se alza, busca por la pieza. Encuentra dos escobillones viejos. Les saca
los cepillos y los transforma en los arpones. Ahora se dirige a un
personaje imaginario.
La madera, para las varillas de los arpones. ¿Cómo para qué? Te lo dije,
para los arpones. Lo primero que hay que verificar es que la madera sea
la adecuada. Tiene que ser dura, elástica y sin nudos. Dicen que el pino
rojo del Canadá es la mejor. Para el soporte de las puntas es necesario
hierro dulce, que se pueda trabajar: clavos de herraduras de caballos de
carrera, nada mejor. Y para la punta, acero, el de navajas, insuperable.
¡Ey! ¿Me estás escuchando? Te estoy enseñando cómo se construye un
arpón. ¿Cómo, no te interesa? Sí, es verdad que no te interesa. Sos un
ignorante. Deberías hojear algunos libros cada tanto. Sos afortunado
que por aquí no pasa nunca nadie, si no yo ni te hablaría. ¡Ignorante!
(Se sienta y habla en voz alta para hacerse escuchar). No es cosa de poco
construir un arpón. Es necesario saberlo hacer. No es fácil trabajar con
materiales diferentes. (Se acerca de nuevo a la mesa para “acercarse” al
personaje imaginario) ¿Sabés? La punta es la parte más importante. Va
incrustada en la madera y después va atada. Es necesario hilo de cáñamo
bañado en agua y cola. Se lo envuelve alrededor, para fijar las dos partes
juntas y una vez seco queda duro como madera. Y así está listo el arpón
para ser lanzado. Pero es necesario un blanco. (Coloca la mesa parada
sobre dos patas de manera tal que se convierta en centro). Aquí está. Ahora
HOMBRE: Pero la ballena se había sumergido. Podía resistir una hora, o dos
bajo el agua.
JOVEN: Pero Ahab era un gran cazador de ballenas, me lo has dicho vos.
Conocía todas sus rutas y sabía reconocerlas a distancia. Les sentía
el olor, como un perro de caza.
HOMBRE: ¡Sí! Pero ahora estaba exhausto de la lucha. Empapado, helado.
Trataba de seguir a Moby Dick sólo con la mirada. No podía más.
JOVEN: ¡Estaba detrás de la ballena, no la dejaba escapar!
HOMBRE: Sí, pero ya había llegado la noche. No se puede cazar de noche.
Además era necesario reparar y recuperar las lanchas destruidas.
Forjar nuevos arpones.
JOVEN: Pero aquella noche pasó rápido porque ya había llegado el alba y el
barco desplegó todas las velas. La nave estaba dirigida como una
bala de cañón y Moby Dick volvió a dibujarse sobre los márgenes
del cielo. Las lanchas, ¿dónde están las lanchas?
En el parlamento anterior el Hombre recogió los elementos que han
caído a tierra: tenedores, platos, sillas. Ahora ella utiliza esos elementos
para representar como un campo de batalla sobre la mesa, donde el
pan es Moby Dick.
¿Dónde estaba la lancha de Ahab?
HOMBRE: (Presionado) La lancha de Ahab estaba al centro. (Coloca un plato
en el lugar). Quería tomar la cabeza de la ballena de frente escapando
así a la mirada lateral de Moby Dick.
JOVEN: ¿Y entonces, qué sucedió?
HOMBRE: Las lanchas se acercaron más a la ballena y... (Lo ilustra con los otros platos).
JOVEN: Y Moby Dick se lanzó sobre ellas con la boca abierta...
Lanza el pan que se desliza por el mantel en dirección al plato que hace
de lancha de Ahab. Al costado hay otros dos platos que simulan las
otras lanchas. El Hombre detiene el pan antes de que llegue a Ahab.
HOMBRE: ¡No! Porque las lanchas de los costados le clavaron arpones a la
ballena (Clava tenedores en el pan) y la detuvieron.
JOVEN: Pero Moby Dick no se cuidaba de los arpones que se le incrustaban,
estaba enloquecida y se movió de tal manera y con tanta fuerza que
las hizo chocar entre ellas y después caer al agua (Tira por el aire los
platos). Después se dirigió debajo de la lancha de Ahab y la hizo
saltar en el cielo mandándola a pique. Y con la cola, moviéndola
como una catapulta, destruyó todo, todo, también la nave.
HOMBRE: No, no es verdad. Desde la Pequod los marineros habían observado
todo el combate. El barco llegó rápido en salvataje, recogió a los
marineros, los remos que flotaban y todo lo que se podía recoger.
PERSONAJES
DUQUE
REY
DUQUE: (Rápidamente saca lo que debería hacer creer que es una verdadera
serpiente de cascabel. La mostrará fugazmente). ¿Ven? ¡Es sólo una
serpiente de cascabel…!
El Duque se pasea por la sala buscando clientes. En ese momento las
luces de la sala del teatro se apagan indicando el inminente inicio de la
función. El Rey, rápido, reacciona.
REY: ¡Alto, alto! ¡Que todavía no hemos terminado!
DUQUE: ¡Está por comenzar la función, Su Excelencia!
REY: (Haciendo señas disimuladas al duque) ¡He oído decir que los actores
de la compañía que hoy debía actuar han tenido una inesperada
indisposición…!
El Duque entiende, deja la víbora, y saca, lo más disimuladamente posible,
un revólver del carrito. Lo esconde y sube al escenario entrando detrás del
telón cerrado o, si no lo hay, por las bambalinas. El Rey continúa hablando
con el público para captar su atención y disimular lo que sucede atrás.
¡Pero, como todo el mundo sabe, la función igual debe comenzar!
Desde atrás del telón se escucha...
VOZ DEL DUQUE: ¡Arriba las manos! (Está asaltando a los actores).
REY: Decía que la función lo mismo debe comenzar.
VOZ DEL DUQUE: ¡Ninguno se mueva!
REY: Y como los actores no se encuentran disponibles, estaremos
obligados a reemplazarlos siendo conscientes de que se trata de un
deber moral irrenunciable…
VOZ DEL DUQUE: ¡Si alguno se desata, lo liquido! ¡¡¡Vamos, rápido, entreguen todo lo
que tienen, relojes pulseras, dinero, todo!!!
REY: (Continúa imperturbable tratando que la voz del Duque no se oiga)
… Nuestro deber irrenunciable: ¡ayudar a los santos propósitos de
la Liga desinteresadamente...!
VOZ DEL DUQUE: ¡Ya están ligados!
REY: ... ¡Ligados por este lazo de solidaridad! ¡Al final del espectáculo
ustedes podrán dejar su contribución para ayudar…!
VOZ DEL DUQUE: ¡Que la dejen primero!
REY: (Tose). Es tradición de las compañías más famosas de teatro, como
la que formamos con mi colega que, en caso de que donemos una
función, solicitemos al final…
VOZ DEL DUQUE: ¿Quién te dijo eso?
REY: (Disimulando, al público) ¡La tradición teatral! (Cambia). Entonces,
hoy debido a la casualidad, ustedes tendrán la oportunidad de
presenciar con vuestros ojos, y por única vez, a estos dos actores de
PERSONAJES
CLOWN 1
CLOWN 2
CLOWN 3
Vuelven hacia atrás. Nuevamente sale el perro pila a ladrar, pero cuando
los ve, inmediatamente se oculta llorando. Gestos de aprobación entre
Jesús y San Pedro.
SAN PEDRO: (Llamando) ¡Don Miseria, Don Miseria!
MISERIA: (Saliendo) ¿Qué ha pasau? ¿Se les ha salío la herradura o quieren
pasá al baño?
SAN PEDRO: No, hijo, no. Éste que ves ahí es Nuestro Señor Jesuscristo...
MISERIA: (No creyéndole y tomándolo con picardía) Digalé que se ponga de
frente porque de costao casi ni se lo nota, de lo flaco que está...
SAN PEDRO: Es que andamos por los caminos de Dios y eso lo tiene en forma.
MISERIA: Bué... en forma... en formación, será.
SAN PEDRO: (Retomando) Digo, hijo, que Él es el Señor Jesuscristo que anda
predicando de pueblo en pueblo. Como está agradecido por tu
generosidad te concederá tres deseos que puedes pedir a tu gusto.
MISERIA: (Riendo) ¿Nuestro Señor? ¿El flaco ese?
SAN PEDRO: ¡No seas descreído, Miseria! Es pecado. ¡Vamos! Podés pedir nomás.
MISERIA: (Sin tomarlos en serio) Y bué... ya que insisten. Ma’ver... ma’ver... ¿qué
puedo pedir que me haga falta? Ni lu’ elétrica tengo...
SAN PEDRO: Pensá bien antes de hablar.
MISERIA: ¡Pero qué me van a da’ ustede, si son mas andrajoso que yo! ¡Ni
político deben se’!
SAN PEDRO: ¡No seas irrespetuoso, viejo! ¡Estás hablando con Dios hecho hombre!
MISERIA: ¡Araca la cana! Cada loco con su tema.
SAN PEDRO: (Enojado, a Jesús) ¿Escuchó Señor? ¡Nos ha llamado locos! ¡Vámonos
de aquí, Señor!
JESÚS: Ya te he dicho, San Pedro, que bienaventurados los pobres de espíritu
porque de ellos será el reino de los Cielos. ¡Y no te olvidés más de
eso! (Le da un coscorrón).
SAN PEDRO: Está bien, Señor, está bien.
JESÚS: (A Miseria) Y bien... ¿Ya has decidido?
SAN PEDRO: (Por lo bajo, le “sopla” a Miseria) ¡Pedí el Paraíso!
MISERIA: ¡Callate viejo alcahuete!
San Pedro, mordiéndose de rabia, va a sentarse en la sillita. Miseria lo ve.
MISERIA: Quiero... quiero que el que se siente en mi sillita no se pueda levantá
de ella sin mi permiso.
Como un rayo San Pedro se levanta.
JESÚS: Concedido. Vamos al segundo deseo. Pensá bien, Miseria, pensá.
MISERIA: ¡Y... vamos! ¡Yo ya estoy listo! No se demore, mi amigo. ¡Ja, ja, ja!
¡Levantate si sos diablo!
LUJURIA: (Siempre intentando despegarse) ¿Qué diablos sucede?
MISERIA: ¿Y? ¿No sos el enviao de Lucifer vos? A ver, ¡cómo salí de ésta!
LUJURIA: ¡No me desafiés, viejo ladino! ¡Con el Infierno no se juega!
MISERIA: Y si yo no estoy jugando. ¡Vamo! ¡Cuando quiera nomá! Me parece
que ya estamo atrasaos.
La Lujuria lucha pero no hay caso.
Don Lujuria, me parece que vamo a tené que negociá nomá.
LUJURIA: ¡No hay nada que negociar! ¡Los veinte años se acabaron, viejo ladino!
MISERIA: ¡Eso e verdá! Pero si te querí despegá de mi sillita va a tené que
darme otros veinte año de juventú y dinero a discreción.
LUJURIA: ¡Jamás!
MISERIA: Y bué... vamos yendo, entonces, que su Jefe, el don Diablo, debe
está poniéndose nervioso porque no llegamo.
LUJURIA: (Luchando con la silla) ¿Qué tiene esta silla? ¿Está encantada?
MISERIA: Puede se’. Y yo solito puedo hacé que te levantés de ahí.
Lujuria no se da por vencido y lucha hasta agotarse.
¿Y entonce? ¿Negociamo?
LUJURIA: (Exhausto) ¡Viejo maldito!
MISERIA: ¡Andá sacando el contrato nomá, Lujuria! ¡Y no te hagá el malo!
Con rabia Lujuria saca el papel.
¡Tirameló!
LUJURIA: ¡Vení agarralo vos!
MISERIA: ¡Ooooh! No, don Lujuria. Mejor, tiremeló.
Lujuria debe hacerlo.
(Miseria observa el papel) ¡Que sos diablo, che! ¡Éste e’ el contrato viejo!
LUJURIA: (Tratando de engañar al Viejo Miseria) Ya está tu firma ahí. Sacame
de aquí y te daré lo que pedís sin necesidad de firmar nada.
MISERIA: (Pensando) Y... ¡No! Hacé desparecé mi firma anterior y yo vuelvo
a firmá. Así va a tené otros veinte añito de validez.
LUJURIA: ¡Viejo desconfiado! ¡Ya me la vas a pagar!
Lujuria apunta el anillo y borra la firma. Miseria, entonces, coloca su
dedo pulgar como firma.
¡Ahora soltame!
MISERIA: ¿Y la juventú y el dinero?
PERSONAJES
ACTRIZ-NARRADORA
ACTRIZ: ¡¡Se las llevan!!, ¡¡se las llevan detenidas!! No... no... no se acostumbra
a tanto en estos civilizados hormigueros. Las conducen a una
habitación reservada ¿A ver qué pasa?
—¿Whatwishnatableondichaer?
—Che, me parece que habla de...
—¿De qué?
—De... de la manteca.
—¿Cuál manteca?
—¿Whatwishnatableondichaer?
—Y habrá que devolverla.
—¿Y si nos meten en cana?
—¡Nosotros somos arrrgeentinasss, che, no ladrones!
—¡¡Whatwishnatableondichaer!!
La intención de la frase ahora es imperativa.
—Parece que se puso nervioso el hormigón gringo.
—¡Y bueno, devolvele esa manteca de dos mangos, che!
—¡Y si vos la tenés!
—Pero... ¿por qué se te dio por levantar algo ajeno a vos?
—¿A mí?
—¡El señor va a creer que somos ladrones! ¡Devolvele YA eso al señor!
—Pero... si fuiste...
—¡¡¡Whatwishnatableondichaer!! ¡¡KAPUTTT!!
—No se enoje, hormigón. ¿Cuánto cuesta?
—¿What?
La actriz hace la mímica del valor del dinero. La actriz hace responder al
guardia con los diez dedos.
—¿Diez? Si costaba cuatro.
—¡Pero... si no estamos en Argentina, ahí los precios suben, aquí no!
—Ten, ten, ten, o ¡¡¡Whatwishnatableondichaer!! ¡¡KAPUTTT!!
—Pagale.
—Pagale vos. Si vos fuiste el de la idea.
—Tengo cinco nomás.
—¡¡TEN, TEN, TEN!!
—Espere señor, espere un momentito. ¡¡Dale, desenfundá antes de
que este hormigón tipo mono blanco nos dé un golpe de karate!! Y
aquí estamos solas, nos faltan nuestras compañeras, que si nó...
—¿Y con qué volvemos a la casa? Tengo cinco y nada más.
—Y pasaremos gratis en el metro.
—Tomá, tomá, pagale.
—(Muy amable) Aquí tiene, señor.
—Good, good. Merci. Grazie. Gracias.
PERSONAJES
ACTRIZ-NARRADORA
–Y sí... una pocas veces hi ido. Cuando los patrones de por aquí
nos llevaban pa’ la zafra, algún domingo mi hi tomao un ónibu y
mi hi ido a conocé.
—¿Y cómo e?
—Grande. Llena de calle y de mucha gente. Pero yo no hi estao
mucho ahí, porque ya mi tenía que volvé a la colonia del ingenio.
Usté sabe que en el surco trabajábamo de sol a sol. Ahí no hay tiempo
pa’ descansá. Y los patrones y los capataces nos tenían cortito también.
Es que si uno no cumple, despúes tenimo problema por aquí, porque
la tierra de aquí también es de ellos mismos, ¿qué no?
—Claro, m’hijo. Hay que trabajá, nomás.
—Yo estoy pensando en irme pa’ los Bueno Saires, doña Ramona,
que dicen que e más grande que Tucumán todavía. Ahí se consigue
trabajo mejor y todo.
—¿Qué, vo también te va a ir, como todos los otros?
—Y sí, ¿qué voy a hacé aquí? Aquí no hay trabajo y allá dicen que
hay de todo, hay que progresá, Mama Ramona. Y, después, volvé
con plata y comprá la tierra, aunque sea un pedacito, pa’ quedase
por aquí, como dueño ya, pa’ siempre.
—M’hijo, la tierra ésta e de nosotro. ¿Quién nos va a sacá de aquí,
si vivimo desde antes de los abuelo de los abuelo?
—Hay muchas cosas que han cambiao, Mama Ramona. Por ahora
don Robustiano la deja estar...
—Él me cobra, ¿qué no? Yo le pago, si no e con la platita de la
venta de frutales, es con chivitos y ovejas. Hay veces que me quedo
sin nada, pero le pago. Él no me va a corré de mi tierra. Me ha dao
su palabra. Y mucho meno ahora, que me han elegío la Pachamama.
—¿Pero y sin don Robustiano se muere? Los hijos pueden ser
distinto, ¿qué no?
Ella lo piensa.
—Capaz que me voy pa’ la ciudad, como pa visitala a la Melchora
y, de paso, me llego a la casa de don Robustiano pa’ hablale. Él vive
ahí, me han dicho.
—¿Y usted conoce dónde vive?
—Y no, m’hijo. Pero ahí de seguro que lo conocen. Le pregunto a
cualquiera y me van a sabé indicar. Además yo soy Reina de la
Tierra, la Pachamama, ¿qué no? Bien llegue me van a sabé atendé,
como hacimo nosotro cuando un abajeño llega por aquí. Y también
viá a aprovechá pa’ visitá a las otras chinitas de mi ahijadas, que
todas están criadas, desde chiquitas, por gente de plata de la ciudad.
—¡Ah sí!, ellas están ocupadas en esas casas. Yo las hi visto. Ellas
limpian ahí, cocinan... de todo hacen.
El policía la interrumpe.
—¿No quiere que le dé el nombre de los chivos también? Está el
Manuel, el Luis, el Enrique, el Chino, el Gustavo, el Sebastián, el...
Nueva interrupción.
—Bueno, está bien. ¡No se me lo enoje que ansí va a viví meno!
—¿Edá? ¿Y cuánto me da usté?
Hay un reproche enérgico del otro lado.
—Y... no sé. Dicen que tengo 120 añito.
—¡No abra así lo ojos, que parece más feo de lo que ya es!
—Sí, señor. Soy argentina, aunque no conozco.
—¿Familia? Y... bueno... hijos no hi tenío, pero dos maridos, sí. Y
cumplidores han sío los dos. No había día que no me molestaban.
—No, señor, nunca mi hi casao. Mi hi amichao nomás. Y con el
primero hi estao en sirviñaku antes de juntá nuestra cosita.
—¿Que no sabe que e el sirviñaku usté? ¿Y pa’ qué e polecía si no
sabe nada? El sirviñaku e pa’ probá si la pareja, si los dos, macho y
hembra se llevan bien.
Entonces se vive junto, amichao, por un tiempo y entonces, si se
siguen queriendo y se llevan bien, ahí nomás se juntan con toda las
cositas de cada uno o se casan, como dicen que Dios manda.
—¡No, no soy soltera! ¡Soy amichada! ¡¿Qué no li hi dicho ya?!
—¿Viuda? Y... bueno... sí. Hi quedao viuda las dos veces.
—Y... uno si ha muerto de tristeza y el otro... de tristeza también.
—¿Y por qué? Porque si han ido haciendo viejito los dos. Y hay algunos
que eso los pone triste y de eso se mueren, no de viejitos, sino de tristes.
—¿Domicilio?
—Ah... adonde vivo. Mire, de la ruta usté tiene que agarrá pal
poniente por el senderito de la piedra blanca. Ahí llega hasta un
cactu que tiene la forma doblada, así como si llevara un peso encima...
Se ve que el policía la interrumpe.
—Y... mire, por eso vengo a verlo a don Robustiano, que e el patrón
de la tierra. La tierra es mía pero él es el dueño.
—Le esplico: con don Robustiano, hasta ahora, vamo al “tercio”...
—¿Tampoco sabe que es el “tercio”? No importa m’hijo, hasta cara
de inorante tiene así que no se haga problemas.
—No se enoje, si le digo la verdá, nomás. Ir al “tercio” sinifica que
don Robustiano pone el terreno, porque él dice que e el dueño
porque tiene los papeles, y pone las herramientas pa’ la labranza
que son: una barreta pa’ sacá las piedras de debajo de la tierra, un
aradito de esos de antes y un pico. Nada más. Y yo pongo el trabajo
PERSONAJES
LA DAMA BARBUDA
EL PREDICADOR
EL CIENTÍFICO
PREDICADOR: ¡Estás loco! ¡Nadie puede saber que nosotros estamos aquí! ¡Y menos
ahora! ¡Sería peligroso! ¿Qué hay para comer?
D. BARBUDA: Mortadela y pan.
PREDICADOR: (Enfurecido) ¿Mortadela para una ocasión como ésta?
D. BARBUDA: Es Paladini.
PREDICADOR: ¡En fin...! ¡Qué otra solución hay! Hay que cumplir con la tradición.
Y tal vez algunos, en el futuro, nos pinten mientras comemos la
Ultimísima Cena.
D. BARBUDA: Mejor nos saquemos una foto. Será más seguro.
CIENTÍFICO: Y va a servir de modelo a los pintores del futuro.
PREDICADOR: ¡Está bien! (A El Científico) ¡Traé la máquina vos! (A La Dama Barbuda)
¡Y vos la mortadela!
Ambos se dirigen a cumplir con lo ordenado. El Predicador ubica el
sillón de modo tal de quedar en la posición central.
¡El último retrato del Viejo Mundo! ¡La última imagen de lo que
ha sido!
Los otros dos personajes acercan lo solicitado, La Dama Barbuda trae
tres fetas de mortadela y dos panes y El Científico una vieja cámara de
fotos, con trípode y a magnesio.
¡Y una botella de vino! ¡En las Últimas Cenas se toma vino!
D. BARBUDA: ¡No hay vino, Maestro!
La Dama Barbuda y El Científico cruzan sus miradas.
PREDICADOR: ¿Y qué hay?
D. BARBUDA: Aloja. Pero no la tomemos todavía. La dejemos para el brindis final,
cuando comience a llover.
PREDICADOR: ¡Está bien! ¡Pero no es cuestión de ser tan dogmático! ¡Traé una botella
cualquiera para la foto!
D. BARBUDA: Tengo una de plástico, de litro y medio, pero de Coca Cola.
PREDICADOR: ¡De Coca Cola no!
CIENTÍFICO: Le sacamos la etiqueta, Maestro (Mientras prepara la antigua cámara).
PREDICADOR: Está bien. Traela.
Ella obedece. Los demás preparan la escenografía para la foto. El
Predicador se peina, El Científico mide la luz del lugar. Se ubican debajo
de la inscripción.
D. BARBUDA: (Con la botella de plástico y arrancándole la etiqueta) Aquí está. No
se va a saber si es de Coca o de Pepsi.
PREDICADOR: ¿Y el postre?
El aire se congela.
D. BARBUDA: ¿Traición? ¿Qué significa eso?
PREDICADOR: Siempre hay una traición. En todos los libros sagrados está la traición
y en LAS PEQUEÑAS ESCRITURAS y en la Clave también. Aquí
alguien será traicionado. Toda la literatura universal está en la Biblia.
“Amor” y “traición”: las palabras constantes.
D. BARBUDA: ¿Pero quién podría... de nosotros?
PREDICADOR: Traición.
CIENTÍFICO: Relea mejor, Maestro. Quizás se equivoque. (Le alcanza la achilata).
D. BARBUDA: La hice yo, con mis propias manitos. Tome, Maestro, y relájese.
El Predicador toma el hielo colorado.
PREDICADOR: Lo que tiene que ser, será. Lo mismo comenzará la Nueva Historia.
Pero comenzará como siempre, con la traición.
D. BARBUDA: Y con el amor, mi amor.
De pronto El Predicador se contorsiona en un espasmo, como un golpe
interno, tomándose el estómago.
PREDICADOR: ¡Auuuuuuuuu! (Lucha por pararse pero no puede. Con movimientos grotescos
y espasmódicos trata de hablar) Ustedes dos... ustedes... ¡¡Traición...!!
Cae pesadamente al piso. Los otros dos personajes se miran. Está
inmóvil. Muerto. El Científico se acerca y lo revisa.
CIENTÍFICO: Listo. Liquidado. Y dijo la palabra de la Clave: “Auuu”. (Toma la
Clave. Lee) “¡Auuu!” , “Dos”... ¡Se refiere a nosotros dos! ¡Al fin juntos!
D. BARBUDA: (Le saca el manuscrito de la Clave de las manos) Sí, y unidos por el amor.
¡Ya no lo soportaba más!
CIENTÍFICO: ¿Y qué dice después?
D. BARBUDA: “¡Ay!” y “Colorado”. Y después “Dos” y “¡Splash!”
CIENTÍFICO: “Colorado” por la achilata. Pero no escuché que haya dicho “Ay”.
D. BARBUDA: Sí, dijo: “Auuuu” y después se le escapó bajito un “Ay”.
CIENTÍFICO: ¡Qué raro! ¡Y yo que tengo tan buen oído!
D. BARBUDA: Pero después vuelve a decir “Dos”... O sea: nosotros dos y al final:
“¡splash!”, que es el momento en que el abuelito se sumergirá en el
agua para revivir, como una sirenita. ¡Todo está claro, claro como
el agua! ¡Fijate, fijate en la computadora qué está pasando en el
resto del mundo con El Nuevo Diluvio!
CIENTÍFICO: Bueno, pero antes dame un besito, que me lo merezco. ¡Pero sin
rasparme! ¿No?
D. BARBUDA: Bueno, mi amorcito.