Criterios Conceptuales de La ESI
Criterios Conceptuales de La ESI
Criterios Conceptuales de La ESI
• La promoción de la Salud
• Las personas involucradas como sujetos de derecho
• La atención a lo complejo del hecho educativo
• Finalmente, la integralidad del enfoque de la ESI y sus implicancias
A. La Promoción de la Salud
La salud es más que eso. Es un proceso que se desarrolla durante toda la vida de las
personas y las comunidades. Es algo que las sociedades generan a través de las
condiciones biológicas, sociales, económicas, culturales, psicológicas, históricas, éticas
y espirituales, y que así juntas, influyen en la posibilidad de estar más sano o más
enfermo, en lo que llamamos el proceso (y no “estado”) de Salud-Enfermedad-
Cuidado. Es un concepto que supera a la de idea de la prevención de los riesgos.
Promover salud es movilizar los recursos individuales y comunitarios (como la
capacidad de organizarse para buscar soluciones, o de demandarlas a quien
corresponda, de sentirse y reconocerse como ciudadano/a que tiene algo para decir,
participar, reclamar, aportar, etc.), para mejorar las condiciones materiales,
institucionales, de acceso a la educación y la cultura, que permitan que las personas se
desarrollen integralmente, en ambientes que tiendan al bienestar, y que contribuyan
a la autoestima y a la autodeterminación de individuos y grupos. De esta manera, la
salud es un asunto colectivo y un derecho social.
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patología, que tiene que ver con cómo generamos mejores condiciones de vida,
ambientes y entornos protectores donde todos y todas nos sintamos valorados/as y
reconocidos/as por los/as otros/as, contemos con personas y redes sociales a las
cuales recurrir y de las que nos sintamos parte. Y sobre todo, podamos contar con
relaciones respetuosas, no violentas ni coercitivas, que nos hagan crecer como
personas y como comunidad. La sexualidad, como la salud, no es algo que “se
padece”; sí es algo que se disfruta, se protege, y se cuida entre todos y todas. Trabajar
para que todas las escuelas incorporen la ESI es un modo de promover la salud.
Trabajar para que todos/as los/as chicos/as sean valorados/as, respetados/as y
acompañados/as en su trayectoria social, también es promover la salud de la
comunidad.
La ley nació en gran medida por la persistente militancia de los colectivos de mujeres y
movimientos feministas, de grupos promotores de salud y de los movimientos LGTB .
Y también se funda sobre nuestra constitución, que a partir de la reforma del ´94,
compromete al país a garantizar el cumplimiento de: la Convención sobre la
eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW, por sus
siglas en inglés) sancionada en 1979, y la Convención sobre los Derechos del niño, de
1989. Estos dos tratados son significativos en tanto visibilizan a las mujeres y a los/as
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niños/as y adolescentes como sectores vulnerables, a la vez que los designa como
sujetos de derecho. En el caso de la infancia y la adolescencia, ello quiere decir que ya
no son personas de menor rango, “menores”, que el Estado debe “tutelar” y
controlar, sino sujetos cuya voz debe ser escuchada, buscando siempre “el interés
superior” del niño/a, su bienestar y mejores condiciones de crecimiento y desarrollo.
Como todo derecho, “iguala”, es decir, que todos/as los/as niños y niñas y
adolescentes son considerados en pie de igualdad y con el mismo valor, como
principio jurídico y de elaboración de otras leyes y políticas públicas, estableciendo un
límite a cualquier tipo de discriminación (por ejemplo, por condición socioeconómica,
etnia, género, territorio, etc.).
El antecedente más directo e influyente de la ESI es mucho más reciente: se trata de la
Ley N.º 25.673 sancionada en 2003 que crea el Programa Nacional de Salud Sexual y
Procreación Responsable. La norma, que representa una conquista fundamental de
promotores de salud y los movimientos de mujeres en materia de derechos sexuales y
reproductivos, encomienda la tarea de desarrollar contenidos y capacitar a los/as
docentes para la tarea de informar, dentro de un contexto sanitario, sobre cuidados
integrales para la vida sexual.
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En relación con la primera de las dimensiones –con el foco en los contenidos-, la
legislación nacional es clara al respecto, y en varias leyes , se alude al derecho de las
personas a recibir información y conocimientos debidamente validados por la
comunidad científica en lo que hace al cuidado, promoción y prevención de riesgos y
daños de la salud, el respeto por el cuerpo propio y por el ajeno, a la prevención de
enfermedades infectocontagiosas y a todos los conocimientos que contribuyan al
ejercicio de una sexualidad sana, responsable y plena. Estos saberes deben estar
inscriptos en una perspectiva multidimensional, multidisciplinaria y respetuosa del
contexto cultural, en el marco de los derechos humanos. Esto implica que la escuela
debe enseñar que ciertas prácticas, aun aceptadas culturalmente por algún colectivo
social, pero consideradas violatorias de los derechos humanos, no pueden ser
aceptadas (tal es el caso del abuso sexual o de otras formas de maltrato y de
vulneración de derechos).
Los derechos de los alumnos y alumnas son reconocidos cuando se trabaja en torno al
suministro de información adecuada, actualizada y científicamente validada. Cuando
se consideran sus opiniones, emociones y sentimientos, y cuando se asume el rol del
adulto mediante el ejercicio de la función de orientación y confrontación en el ámbito
de la contención y la confianza.
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C. La especial atención a la complejidad del hecho educativo
En esa complejidad debemos trabajar todo el tiempo reconociendo las diferencias (de
etnia, clase social, ámbito rural o urbano, creencias particulares, etc.) que hacen que
cada grupo de niños, niñas o jóvenes transite su crecimiento y constituya su
experiencia de maneras muy diferentes. Es la oportunidad que tenemos en el
contexto actual de democratización del sistema educativo, de fortalecer la atención
hacia las particularidades y las trayectorias que van a realizar los/as niños/as y
adolescentes, de hacer que nuestras instituciones y todos/as los/as docentes,
tutores/as, preceptores/as, coordinadores/as, directivos, administrativos/as, atiendan
a la necesidad de afrontar el desafío de la inclusión como un mandato ético y político.
Para ello consideramos elementos tales como la gradualidad, que respeta los
tiempos y las etapas de los chicos y chicas, así como la progresión de un proceso de
enseñanza y aprendizaje; ello se vincula con todo lo que tiene que ver con la
programación de la enseñanza (cómo seleccionamos y vinculamos contenidos a
trabajar en cada momento, las prescripciones curriculares establecidas y los
lineamientos generales que orientan y modelan nuestra práctica; etc.), siempre
atenta a la diversidad (cultural, sexual, étnica, etc.) presente en todo grupo social,
que debe ser retomada como contexto y contenido en la enseñanza, con la
particularidad de las historias y trayectorias de cada uno/a de nuestros/as
alumnos/as.
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La complejidad también viene dada por el supuesto pedagógico y político del cual
partimos.
Un sujeto de aprendizaje que se desprende de la concepción integral de la sexualidad:
A diferencia de la transmisión de conocimientos en materias como Historia o
Geografía, la educación en sexualidad parte del reconocimiento del sujeto, de su
cuerpo y de sus sentimientos como base del trabajo pedagógico. Considera que el
cuerpo es mucho más que una máquina que contiene nuestra razón, que el cuerpo
nutre nuestra experiencia cotidiana, es un espacio de experiencia y de expresión de
nuestros sentimientos y emociones, es también una fuente de sensaciones muy
distintas entre sí -que van del dolor al placer- pero que son, todas ellas, importantes
en la construcción de nuestra subjetividad y de nuestra ciudadanía, en la medida que
podamos comprenderlas. Educar en sexualidad es, por tanto, una forma de apreciar
que la vida sucede en un cuerpo y que, como seres humanos, podemos también
entender, analizar y cuidar lo que sucede con nuestros cuerpos, como parte del
desarrollo integral de nuestra ciudadanía y nuestras relaciones.
La ley 26150, en su artículo primero, establece: “A los efectos de esta ley, entiéndase
como educación sexual integral la que articula aspectos biológicos, psicológicos,
sociales, afectivos y éticos”. Queda planteado entonces que la sexualidad es mucho
más que “el aparato reproductor” y que “integra” otras dimensiones que constituyen
la subjetividad sexuada.
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actitudes, valores, actividades, prácticas, roles y relaciones. La sexualidad es el
resultado de la interacción de factores biológicos, psicológicos, socioeconómicos,
culturales, éticos y religiosos o espirituales. (…) En resumen, la sexualidad se practica y
se expresa en todo lo que somos, sentimos, pensamos y hacemos 1.
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evolutiva, sino también al trabajo sobre los prejuicios y las creencias que sostienen
actitudes discriminatorias, como también el conocimiento de derechos y obligaciones.
2 Se pueden definir como las aptitudes necesarias para enfrentar de manera positiva y
eficaz los desafíos de la vida diaria. «Programa Nacional de mediación escolar» Se
puede consultar el siguiente sitio web:
http://www.me.gov.ar/mediacionescolar/imagenes/mediacion01.pdf
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competencias psicosociales, la Educación sexual integral interroga a la escuela y revé
sus funciones y, en especial, nos obliga a repensar los modelos pedagógicos e
institucionales que atraviesan nuestras prácticas cotidianas
Con todos estos elementos podemos resumir diciendo que la ESI implica: