Criterios Conceptuales de La ESI

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La propuesta de la Educación Sexual Integral

El enfoque integral de la ESI se basa en 4 FUNDAMENTOS. Son los criterios


conceptuales que orientaron la redacción de los lineamientos curriculares nacionales
aprobados por el Consejo Federal y la base desde la cual la ESI fue y es pensada y
promovida en todas las escuelas:

• La promoción de la Salud
• Las personas involucradas como sujetos de derecho
• La atención a lo complejo del hecho educativo
• Finalmente, la integralidad del enfoque de la ESI y sus implicancias

A. La Promoción de la Salud

Existen distintas concepciones sobre la salud: ¿es un estado de perfecto equilibrio?


¿Es ausencia de enfermedad? ¿Es una situación individual y personal de cada uno/a?

La salud es más que eso. Es un proceso que se desarrolla durante toda la vida de las
personas y las comunidades. Es algo que las sociedades generan a través de las
condiciones biológicas, sociales, económicas, culturales, psicológicas, históricas, éticas
y espirituales, y que así juntas, influyen en la posibilidad de estar más sano o más
enfermo, en lo que llamamos el proceso (y no “estado”) de Salud-Enfermedad-
Cuidado. Es un concepto que supera a la de idea de la prevención de los riesgos.
Promover salud es movilizar los recursos individuales y comunitarios (como la
capacidad de organizarse para buscar soluciones, o de demandarlas a quien
corresponda, de sentirse y reconocerse como ciudadano/a que tiene algo para decir,
participar, reclamar, aportar, etc.), para mejorar las condiciones materiales,
institucionales, de acceso a la educación y la cultura, que permitan que las personas se
desarrollen integralmente, en ambientes que tiendan al bienestar, y que contribuyan
a la autoestima y a la autodeterminación de individuos y grupos. De esta manera, la
salud es un asunto colectivo y un derecho social.

La ESI se fundamenta en la promoción de la salud porque nos permite pensar a la


sexualidad como algo inherente al ser humano, que va más allá de la enfermedad o la

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patología, que tiene que ver con cómo generamos mejores condiciones de vida,
ambientes y entornos protectores donde todos y todas nos sintamos valorados/as y
reconocidos/as por los/as otros/as, contemos con personas y redes sociales a las
cuales recurrir y de las que nos sintamos parte. Y sobre todo, podamos contar con
relaciones respetuosas, no violentas ni coercitivas, que nos hagan crecer como
personas y como comunidad. La sexualidad, como la salud, no es algo que “se
padece”; sí es algo que se disfruta, se protege, y se cuida entre todos y todas. Trabajar
para que todas las escuelas incorporen la ESI es un modo de promover la salud.
Trabajar para que todos/as los/as chicos/as sean valorados/as, respetados/as y
acompañados/as en su trayectoria social, también es promover la salud de la
comunidad.

B. Las personas involucradas como sujeto de derechos

La Ley N° 26.150 adopta tanto el enfoque de género como el enfoque normativo


anclado en la perspectiva de los Derechos Humanos, que plantean como horizonte
deseable el ejercicio pleno de los derechos sexuales, y los derechos reproductivos y no
reproductivos.

Una propuesta de educación en la sexualidad desde el enfoque de género y derechos


humanos no rechaza el estudio de las dimensiones biomédicas de la sexualidad, y
mucho menos pretende eliminar las oportunidades de niños/as, jóvenes y adultos/as
de cuidar su cuerpo y prevenir efectos no deseados. Sin embargo, su propuesta
integral presenta un marco más amplio, con un sustento legal legitimado por
organizaciones civiles y tratados internacionales, que promueve el respeto por las
diversas formas de vivir el propio cuerpo y de construir relaciones afectivas
enmarcándose en el respeto por sí mismo y por los/as demás.

La ley nació en gran medida por la persistente militancia de los colectivos de mujeres y
movimientos feministas, de grupos promotores de salud y de los movimientos LGTB .
Y también se funda sobre nuestra constitución, que a partir de la reforma del ´94,
compromete al país a garantizar el cumplimiento de: la Convención sobre la
eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW, por sus
siglas en inglés) sancionada en 1979, y la Convención sobre los Derechos del niño, de
1989. Estos dos tratados son significativos en tanto visibilizan a las mujeres y a los/as

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niños/as y adolescentes como sectores vulnerables, a la vez que los designa como
sujetos de derecho. En el caso de la infancia y la adolescencia, ello quiere decir que ya
no son personas de menor rango, “menores”, que el Estado debe “tutelar” y
controlar, sino sujetos cuya voz debe ser escuchada, buscando siempre “el interés
superior” del niño/a, su bienestar y mejores condiciones de crecimiento y desarrollo.
Como todo derecho, “iguala”, es decir, que todos/as los/as niños y niñas y
adolescentes son considerados en pie de igualdad y con el mismo valor, como
principio jurídico y de elaboración de otras leyes y políticas públicas, estableciendo un
límite a cualquier tipo de discriminación (por ejemplo, por condición socioeconómica,
etnia, género, territorio, etc.).
El antecedente más directo e influyente de la ESI es mucho más reciente: se trata de la
Ley N.º 25.673 sancionada en 2003 que crea el Programa Nacional de Salud Sexual y
Procreación Responsable. La norma, que representa una conquista fundamental de
promotores de salud y los movimientos de mujeres en materia de derechos sexuales y
reproductivos, encomienda la tarea de desarrollar contenidos y capacitar a los/as
docentes para la tarea de informar, dentro de un contexto sanitario, sobre cuidados
integrales para la vida sexual.

En la ley de ESI, se establece la igualdad para todos/as los niños/as y adolescentes,


cuando dice: “Todos los educandos tienen derecho a recibir educación sexual integral
en los establecimientos educativos públicos, de gestión estatal y privada de las
jurisdicciones nacional, provincial, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y
municipal”. La obligatoriedad del derecho de los/as chicos/as nos ubica en un lugar de
mucha responsabilidad, para garantizar un auténtico desarrollo pedagógico de la
educación sexual integral. Además, se da una definición amplia de la sexualidad que
abarca diferentes dimensiones.

La perspectiva de derechos humanos como marco de la ESI alude a la obligatoriedad


del Estado de garantizar el efectivo cumplimiento de los derechos de las personas. Los
derechos que deben ser considerados a la hora de pensar formas de implementación
de proyectos de ESI en las escuelas podrían pensarse en dos dimensiones: una, la que
está vinculada en mayor medida a los contenidos, y otra, a la metodología.

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En relación con la primera de las dimensiones –con el foco en los contenidos-, la
legislación nacional es clara al respecto, y en varias leyes , se alude al derecho de las
personas a recibir información y conocimientos debidamente validados por la
comunidad científica en lo que hace al cuidado, promoción y prevención de riesgos y
daños de la salud, el respeto por el cuerpo propio y por el ajeno, a la prevención de
enfermedades infectocontagiosas y a todos los conocimientos que contribuyan al
ejercicio de una sexualidad sana, responsable y plena. Estos saberes deben estar
inscriptos en una perspectiva multidimensional, multidisciplinaria y respetuosa del
contexto cultural, en el marco de los derechos humanos. Esto implica que la escuela
debe enseñar que ciertas prácticas, aun aceptadas culturalmente por algún colectivo
social, pero consideradas violatorias de los derechos humanos, no pueden ser
aceptadas (tal es el caso del abuso sexual o de otras formas de maltrato y de
vulneración de derechos).

Con respecto a la segunda dimensión -la metodológica-, un enfoque basado en la


consideración de las personas como sujetos de derecho propenderá a fomentar la
activa participación de los alumnos, alumnas y sus familias en un clima de diálogo
permanente que garantice la búsqueda de consenso y el respeto por las creencias, sin
eludir el abordaje de las tensiones que puedan presentarse.

Los derechos de los alumnos y alumnas son reconocidos cuando se trabaja en torno al
suministro de información adecuada, actualizada y científicamente validada. Cuando
se consideran sus opiniones, emociones y sentimientos, y cuando se asume el rol del
adulto mediante el ejercicio de la función de orientación y confrontación en el ámbito
de la contención y la confianza.

Por último, la consideración de los docentes como sujetos de derecho debería


expresarse en el reconocimiento de su identidad profesional y, a la vez, previendo la
implementación de acciones de capacitación, apoyo y contención para acompañarlos
en la concreción de los propósitos formativos de la ESI.

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C. La especial atención a la complejidad del hecho educativo

Somos muchos y muchas los/as que intervenimos en el proceso educativo, desde


los/as docentes, los/as niños/as, sus familias, el diario que las familias leen, el
sindicato que reúne a los/as docentes, los libros que están disponibles, los recursos
tecnológicos a los que acceden los/as chicos/as, etc.

Atender a lo complejo del hecho educativo en relación a la ESI implica reconocer


la particularidad de la escuela. No se trata de una acción que realiza la Salita, el
Centro de Salud, el Hospital, o una Organización de la Sociedad Civil. Se trata de una
política educativa específica y obligatoria para la escuela, que deben realizar los/as
profesionales de la educación, preparados/as para la tarea pedagógica.

En esa complejidad debemos trabajar todo el tiempo reconociendo las diferencias (de
etnia, clase social, ámbito rural o urbano, creencias particulares, etc.) que hacen que
cada grupo de niños, niñas o jóvenes transite su crecimiento y constituya su
experiencia de maneras muy diferentes. Es la oportunidad que tenemos en el
contexto actual de democratización del sistema educativo, de fortalecer la atención
hacia las particularidades y las trayectorias que van a realizar los/as niños/as y
adolescentes, de hacer que nuestras instituciones y todos/as los/as docentes,
tutores/as, preceptores/as, coordinadores/as, directivos, administrativos/as, atiendan
a la necesidad de afrontar el desafío de la inclusión como un mandato ético y político.

Para ello consideramos elementos tales como la gradualidad, que respeta los
tiempos y las etapas de los chicos y chicas, así como la progresión de un proceso de
enseñanza y aprendizaje; ello se vincula con todo lo que tiene que ver con la
programación de la enseñanza (cómo seleccionamos y vinculamos contenidos a
trabajar en cada momento, las prescripciones curriculares establecidas y los
lineamientos generales que orientan y modelan nuestra práctica; etc.), siempre
atenta a la diversidad (cultural, sexual, étnica, etc.) presente en todo grupo social,
que debe ser retomada como contexto y contenido en la enseñanza, con la
particularidad de las historias y trayectorias de cada uno/a de nuestros/as
alumnos/as.

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La complejidad también viene dada por el supuesto pedagógico y político del cual
partimos.
Un sujeto de aprendizaje que se desprende de la concepción integral de la sexualidad:
A diferencia de la transmisión de conocimientos en materias como Historia o
Geografía, la educación en sexualidad parte del reconocimiento del sujeto, de su
cuerpo y de sus sentimientos como base del trabajo pedagógico. Considera que el
cuerpo es mucho más que una máquina que contiene nuestra razón, que el cuerpo
nutre nuestra experiencia cotidiana, es un espacio de experiencia y de expresión de
nuestros sentimientos y emociones, es también una fuente de sensaciones muy
distintas entre sí -que van del dolor al placer- pero que son, todas ellas, importantes
en la construcción de nuestra subjetividad y de nuestra ciudadanía, en la medida que
podamos comprenderlas. Educar en sexualidad es, por tanto, una forma de apreciar
que la vida sucede en un cuerpo y que, como seres humanos, podemos también
entender, analizar y cuidar lo que sucede con nuestros cuerpos, como parte del
desarrollo integral de nuestra ciudadanía y nuestras relaciones.

De tal modo, educar en sexualidad implica tanto ofrecer conocimientos para la


prevención de embarazos no deseados e infecciones de transmisión sexual, como
formar en valores, sentimientos y actitudes positivas frente a la sexualidad. Una
formación así concebida deberá incluir entre sus objetivos ofrecer información
adecuada y veraz sobre aspectos vitales de la sexualidad, como forma de relación
entre las personas, así como también orientar hacia el acceso a los recursos de salud
pública que permitan vivir la sexualidad de forma responsable, plena y segura.

D. El enfoque integral de la educación sexual

La ley 26150, en su artículo primero, establece: “A los efectos de esta ley, entiéndase
como educación sexual integral la que articula aspectos biológicos, psicológicos,
sociales, afectivos y éticos”. Queda planteado entonces que la sexualidad es mucho
más que “el aparato reproductor” y que “integra” otras dimensiones que constituyen
la subjetividad sexuada.

En este sentido, se retoma la concepción sostenida por la Organización Mundial de la


Salud: El término «sexualidad» se refiere a una dimensión fundamental del hecho de
ser humano. (…) Se expresa en forma de pensamientos, fantasías, deseos, creencias,

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actitudes, valores, actividades, prácticas, roles y relaciones. La sexualidad es el
resultado de la interacción de factores biológicos, psicológicos, socioeconómicos,
culturales, éticos y religiosos o espirituales. (…) En resumen, la sexualidad se practica y
se expresa en todo lo que somos, sentimos, pensamos y hacemos 1.

La Educación sexual integral parte de un concepto de la sexualidad que reconoce:


• Dimensiones biológicas, psicológicas, socio-históricas y culturales, afectivas,
espirituales y éticas de la sexualidad.
• La identidad, diversidad, inviolabilidad y dignidad de los seres humanos.
consideradas en la particularidad y singularidad de cada sujeto y de cada momento
histórico y contexto social
• Las emociones y sentimientos presentes en los modos de vivir, cuidar,
disfrutar, vincularse con uno mismo y con el otro y respetar el propio cuerpo y el
cuerpo de otras personas.
• el conocimiento y la percepción que tenemos sobre nuestros cuerpos
socialmente construidos
• la capacidad que desarrollamos de decir que sí y que no frente a determinadas
situaciones (nuestra autonomía…)
• los modos en que construimos con otros/as las relaciones afectivas, nuestras
fantasías y deseos.
• La promoción de valores que fortalezcan una sexualidad responsable y plena,
con igualdad de género y de derechos.
• La promoción de un abordaje desde distintas miradas disciplinarias.
Todo ello hace una sexualidad integral.

Asumir la educación sexual en la escuela desde esta perspectiva demanda un trabajo


dirigido a promover aprendizajes en tres niveles: el pensamiento, los sentimientos y
las prácticas concretas.

Por propuestas que apuntan a producir cambios de tipo cognitivo, se entenderán no


solo el suministro de información científicamente validada acorde a cada etapa

1 Organización Panamericana de la Salud, Organización Mundial de la Salud,


Guatemala, 2000.

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evolutiva, sino también al trabajo sobre los prejuicios y las creencias que sostienen
actitudes discriminatorias, como también el conocimiento de derechos y obligaciones.

Con respecto al plano de la afectividad, desde la escuela es posible trabajar para


desarrollar capacidades emocionales como la empatía, la solidaridad y la expresión de
los sentimientos en el marco del respeto. Este aspecto puede resultar novedoso, ya
que, en general, las competencias emocionales fueron poco abordadas desde la
escuela tradicional. De alguna manera, se daba por sentado de que se trataba de
cuestiones que se aprendían espontáneamente, con la madurez que va brindando la
experiencia. Sin desmerecer la vía de aprendizaje informal que constituye la
experiencia de vivir, es posible diseñar enseñanzas sistemáticas orientadas a generar
formas de expresión de los afectos, que mejoren las relaciones interpersonales y
promuevan el crecimiento integral de las personas.

Por último, el nivel conductual es el del aprendizaje a través de la práctica. En esta


dimensión, más relacionada con el «saber hacer», se propende a la adquisición de
competencias tales como la posibilidad de decir no frente a presiones de otros, al
fortalecimiento de conductas de cuidado personal y colectivo de la salud, como así
también de aquellas habilidades psicosociales, como la expresión y el manejo de
sentimientos, afectos y emociones.2

Las experiencias de aprendizaje promovidas deberán integrar los tres aspectos


mencionados para poder así dar cuenta de un enfoque integral.

El hecho de considerar a la sexualidad como construcción social y personal nos hace


revisar el modo en que la escuela -como actor social- interviene explícita o
implícitamente en la «construcción de sexualidad». Ser conscientes de estos procesos
nos permite mejorar nuestras intervenciones en este sentido.

Por las dimensiones que involucra, vinculadas a la construcción de subjetividad, las


relaciones interpersonales y sociales, la transmisión de información y al desarrollo de

2 Se pueden definir como las aptitudes necesarias para enfrentar de manera positiva y
eficaz los desafíos de la vida diaria. «Programa Nacional de mediación escolar» Se
puede consultar el siguiente sitio web:
http://www.me.gov.ar/mediacionescolar/imagenes/mediacion01.pdf

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competencias psicosociales, la Educación sexual integral interroga a la escuela y revé
sus funciones y, en especial, nos obliga a repensar los modelos pedagógicos e
institucionales que atraviesan nuestras prácticas cotidianas

Con todos estos elementos podemos resumir diciendo que la ESI implica:

El espacio sistemático de enseñanza-aprendizaje que:


• promueve saberes y habilidades para la toma de decisiones conscientes y críticas en
relación los siguientes EJES que atraviesan toda la ESI: reconocer la perspectiva de
género; ejercer nuestros derechos; valorar la afectividad; cuidar el cuerpo y la salud; y
respetar la diversidad sexual.
• comprende contenidos de distintas áreas y /o disciplinas, y considera situaciones de
la vida cotidiana del aula y de la escuela, así como sus formas de organización;
• responde a la etapa evolutiva de las alumnas y de los alumnos; su situación y su
contexto sociocultural
• se incluye en el proyecto institucional
• promueve el trabajo articulado con los centros de salud, las organizaciones sociales y
las familias.

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