La Escritura
La Escritura
La Escritura
(coordinadoras)
y Sociales.
Una introducción
a la investigación
UAH
Inmaculada Simón Ruiz es doctora en Historia de
América Latina Contemporánea y especialista
universitaria en Archivística. En la actualidad es
docente e investigadora asociada del Instituto de
Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Al-
calá y miembro del Seminario Permanente «Agua,
Territorio y Medio Ambiente» del Consejo Superior
de Investigaciones Científicas.
y Sociales.
Una introducción
a la investigación
El contenido de este libro no podrá ser reproducido,
ni total ni parcialmente, sin el previo permiso escrito del editor.
Todos los derechos reservados.
ISBN: 978-84-15595-92-2
Depósito Legal: M-24179-2012
Págs.
Prólogo......................................................................................................................... 9
PEDRO PÉREZ HERRERO.
Introducción ................................................................................................................. 11
I. Algunas discusiones en torno a la investigación en Ciencias Sociales y
Humanidades ..................................................................................................... 13
EVA SANZ JARA, INMACULADA SIMÓN RUIZ, FRANCIS GARCÍA CEDEÑO.
II. Metodología y técnicas de investigación ........................................................ 25
EVA SANZ JARA, INMACULADA SIMÓN RUIZ, FRANCIS GARCÍA CEDEÑO.
II.1. Metodología histórica .............................................................................. 27
INMACULADA SIMÓN RUIZ.
Págs.
II.8. Cuestiones metodológicas e investigación jurídica ................................ 125
MANUEL LUCAS DURÁN.
cias Sociales y Humanidades. La razón era clara. En sus respectivas licenciaturas y gra-
dos habían aprendido las distintas materias de su especialidad, pero se habían adentrado
poco en el campo de la investigación. Fue entonces cuando decidimos diseñar unos cur-
sos prácticos de introducción a la investigación y de apoyo a la escritura académica. Seis
promociones de estudiantes fueron aprendiendo cómo investigar y cómo presentar los re-
sultados. Estudiantes y profesores ensayaron técnicas, desarrollaron modelos pedagógi-
cos, seleccionaron materiales de trabajo e intercambiaron experiencias. El resultado de
estos años de trabajo constituye la base del presente manual.
El volumen ha sido diseñado para facilitar el aprendizaje de los estudiantes y la la-
bor de los docentes universitarios. Puede ser consultado por los primeros por capítulos
para resolver problemas concretos (dada la clara división temática de los mismos) y uti-
lizado por los segundos como guía para facilitar las labores de aprendizaje en temas de
metodología de la investigación y de formas de expresión académica (escrito y oral). To-
dos los autores que han escrito los capítulos tienen probada experiencia en docencia uni-
versitaria y prestigio en sus respectivas especialidades. Unos apéndices bien selecciona-
dos completan el volumen ofreciendo a los estudiantes indicaciones de cómo deben
elaborar una presentación escrita y oral, cómo se tiene que elaborar un proyecto de in-
vestigación y cómo se deben presentar los resultados. Finalmente, se incorpora unas in-
dicaciones y recomendaciones de cómo debe estructurarse y presentarse un currículum
vitae.
En suma, se trata de un volumen imprescindible para aquellos estudiantes que se ini-
cien en la investigación académica universitaria y para los docentes que tengan que ayu-
darles en esta tarea. Hasta la fecha no existía un texto de estas características. En edi-
ciones posteriores se irán añadiendo algunos capítulos y apéndices, o retocando los
existentes, según lo vaya demandando la interacción entre estudiantes y docentes.
Este libro está pensado para un público que se está iniciando en la investigación, y
tiene un enfoque eminentemente práctico, aunque contiene también algunas reflexiones
de tipo teórico sobre dudas que pueden surgir a quienes están haciendo sus primeras in-
cursiones en la actividad investigadora. Por experiencia, sabemos que para hacer inves-
tigaciones con calidad se requiere una preparación y un rodaje que no siempre se apren-
de en las aulas. A investigar se aprende investigando, y los primeros pasos suelen darse
en solitario. Por ello, queremos hacer llegar a quienes se inician en esta actividad este
manual, con la esperanza de que les sirva de apoyo en sus trabajos de postgrado. Es un
libro que incluye algunos lineamientos básicos, algunas sugerencias; pero que no pre-
tende ser exhaustivo, ni normativo.
El apartado I, «Algunas discusiones en torno a la investigación en Ciencias Sociales
y Humanidades», abordará diferentes conceptos referidos a la investigación que pondrán
sobre la mesa discusiones sobre el sentido de las diferentes disciplinas de estas áreas de
conocimiento y del trabajo de los investigadores en los ámbitos de las mismas. Se tra-
tarán varios conceptos que con frecuencia se utilizan, pero de los que no siempre tene-
mos conciencia clara de su definición y contenido como son: ciencias «puras», ciencias
naturales, ciencias sociales y humanidades; investigación y ciencia; método científico;
paradigma, paradigmas moderno y postmoderno; teórico y empírico, cualitativo y cuan-
titativo; objetividad, subjetividad e intersubjetividad; relativismo y verdad; datos e in-
formación; premisa; hipótesis, tesis y variable; falsación, verificación y replicabilidad.
El apartado II, «Metodología y técnicas de investigación», trata la metodología en
general, así como nociones sobre las metodologías de la historia, de la historia econó-
mica, de la geografía, de la antropología y la sociología, de la politología, de las rela-
ciones internacionales y de las ciencias de la comunicación en particular, para cuya ela-
boración hemos contado con varios investigadores invitados que se han brindado a
aportarnos nociones sobre su quehacer investigador. Se abordan temas como la diferen-
cia entre metodología y técnicas de investigación, así como cuestiones más concretas
como los criterios de selección de las fuentes y su manejo o el trabajo con Internet (usos
y abusos), en bibliotecas, archivos y hemerotecas. Por otra parte, se profundiza en algu-
nas de las técnicas de investigación y recolección de datos que hemos considerado más
relevantes y, por último, se desarrolla un apartado referente al método comparativo y su
pertinencia, sea cual sea la perspectiva desde la que se aborde.
El apartado III, «Trabajos escritos y presentaciones orales», se ocupa de la estructu-
ra de los diferentes tipos de escritos que un estudiante o investigador debe elaborar en
su desempeño académico. En lo que atañe a los distintos textos se explican las princi-
pales características y diferencias de los ensayos de clase, tesinas o trabajos finales de
12 LA ESCRITURA ACADÉMICA EN CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES
máster, tesis doctorales, artículos, capítulos para libros, etc. Asimismo, se incorpora in-
formación relacionada con los distintos tipos de difusión oral de las investigaciones, des-
de la defensa de una tesis o tesina, a las ponencias, conferencias, pósters o carteles, etc.
Finalmente, en lo que se refiere a la elaboración de los proyectos de investigación, se
explican detenidamente los distintos apartados que deben contener como son: el tema de
estudio, las preguntas de investigación, el marco teórico y el estado de la cuestión, la hi-
pótesis, la tesis y las variables dependientes e independientes así como los objetivos, el
diseño metodológico, la planificación temporal, el cronograma, la justificación y la re-
levancia de la investigación o los modos previstos de difusión de los resultados del pro-
yecto, así como los costes previstos.
El apartado IV, «Diseño del proyecto y elaboración del texto final de la investiga-
ción», se hace cargo de la elaboración del escrito final de la investigación, de la orga-
nización, la redacción y la revisión antes de su entrega o publicación, con un apartado
especial sobre las normas de edición y tratamiento a los autores que se citan en el tex-
to. Asimismo, se trata la diversidad de normas que distintas instituciones y publicacio-
nes utilizan, y se proponen algunas normas sobre cómo hacer citas textuales y contex-
tuales.
Se añaden dos apéndices. El primero denominado «El currículo académico», en el que
se dan algunas pautas para diseñar el currículum vitae. Está dedicado a los estudiantes
e investigadores noveles que quieren iniciar una carrera académica, por lo que es impor-
tante, desde un inicio, tomar decisiones sobre las actividades que vamos a realizar: dar
cursos, recibirlos, publicar en revistas o en libros… Es interesante que reflexionemos en
qué vamos a hacer y para qué. Para ello es conveniente que aprendamos también a pen-
sar en quién va a leer nuestro currículo y a qué tipo de trabajos queremos optar.
Por último, el segundo apéndice incluye una «Bibliografía comentada», en la que se
sintetiza el objeto y el contenido de algunas obras que consideramos que pueden ser úti-
les para los interesados en profundizar en los temas de los que trata este manual.
El manual que aquí presentamos es en su mayor parte fruto del Taller de Iniciación
a la Metodología de las Ciencias Sociales y las Humanidades, impartido en la Universi-
dad de Alcalá dentro del programa del Máster Universitario en América Latina contem-
poránea y sus relaciones con la Unión Europea: una cooperación estratégica. Los an-
tecedentes de este libro se sitúan en el curso de postgrado «Métodos y técnicas de
investigación social», impartido por Marisa González de Oleaga y Emilio Luque Pulgar,
que recibimos en 2005; así como en los seminarios «Intercambio de experiencias inves-
tigadoras» y «Describir las prácticas. Metodología de la investigación histórica», impar-
tidos, junto con Cecilia Eseverri Mayer y Eva Martín Coppola, en 2006 y 2007. Nos sen-
timos deudoras con estos profesores y con los estudiantes que participaron en estos cursos.
Agradecemos a los colaboradores de este volumen sus valiosas aportaciones y, especial-
mente, a Pedro Pérez Herrero la confianza depositada en nosotras. Primero, al invitarnos
a participar en el Máster en América Latina contemporánea y sus relaciones con la Unión
Europea: una cooperación estratégica, tanto en labores de docencia en el ámbito de la
metodología como en las de tutoría de Trabajos Fin de Máster del programa. Y después,
por proponernos la elaboración de este texto, que además ha seguido y comentado, lo
que nos ha sido de gran ayuda. A las personas mencionadas les debemos los aciertos de
este manual, mientras que consideramos que sus fallas son exclusivamente responsabili-
dad nuestra.
I. ALGUNAS DISCUSIONES
EN TORNO A LA INVESTIGACIÓN
EN CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES
EVA SANZ JARA,
INMACULADA SIMÓN RUIZ,
FRANCIS GARCÍA CEDEÑO,
tas últimas estudian al hombre en sociedad. Sin embargo, vale la pena que nos detenga-
mos un momento en la denominación de humanidades. Según nos distanciamos de las
ciencias «puras» y nos acercamos a las humanas vemos cómo para hacer referencia a és-
tas suele utilizarse únicamente el vocablo humanidades, mientras que para hacer alusión
a las «puras» basta con decir ciencias. Un cierto carácter de objetividad y credibilidad
parece ir asociado de manera indivisible al concepto de ciencia2, por lo que las ciencias
no sociales y no humanas parecen más cercanas a dicha objetividad y dicha credibilidad.
Otra diferencia fundamental entre las ciencias sociales y las naturales consiste en que
las primeras se caracterizan por la observación y las segundas por la experimentación.
Ambos, observación y experimentación, son los métodos utilizados por la ciencia para
lograr ir más allá de la especulación. Se distinguen por el grado de intervención del in-
vestigador sobre el objeto de estudio, puesto que en la observación simplemente se ano-
ta lo percibido, en tanto que en la experimentación se trata de controlar todas las varia-
bles que influyen en el experimento excepto una, con el fin de comprobar su variación
con la modificación de las restantes3. Añaden J. Francisco Álvarez, David Teira y Jesús
Zamora que lo anterior se refiere al ideal, porque ni la realidad queda sin modificar cuan-
do el investigador la observa, ni todo está bajo control del investigador cuando éste ex-
perimenta. Como hemos dicho, la experimentación es característica de las ciencias na-
turales y la observación lo es de las ciencias sociales. Existen razones para ello:
«En primer lugar, los objetos o sistemas que estudian las ciencias naturales suelen perte-
necer a clases de las que existen numerosos casos individuales, extremadamente parecidos unos
a otros: por ejemplo, una molécula de una sustancia es idéntica a otra molécula de la misma
sustancia, un individuo de una especie animal suele ser muy semejante a sus congéneres; en
cambio, una familia, una barrio, una nación, una cultura, un mercado, se diferencian mucho
de cualquier otra familia, barrio, nación, cultura, mercado, etcétera.
En segundo lugar, los sistemas sociales están obviamente formados por sujetos inteligen-
tes, que actúan en función de sus intereses y de su comprensión de las situaciones a las que
se enfrentan. Esto implica al menos dos cosas: por una parte, los ‘‘sujetos’’ de un experimen-
to social pueden tener una comprensión de la situación del experimento que sea muy diferen-
te de la del científico que lo diseña y lo realiza, y que, en algunos aspectos, puede ser inclu-
so mejor […]; por otra parte, a veces a los sujetos les puede interesar engañar al científico […].
Esto es válido también cuando se realiza una encuesta o una entrevista»4.
2 En este sentido, J. Francisco Álvarez, David Teira y Jesús Zamora afirman lo siguiente: «Desde el origen
mismo de la ciencia moderna se ha tendido a considerar el ‘‘conocimiento científico’’ como ‘‘conocimiento de-
mostrado’’». Álvarez, Teira y Zamora (2005: 19).
3 Ibídem, p. 60.
4 Ibídem, pp. 61 y 62.
5 Ibídem, p. 62.
I. ALGUNAS DISCUSIONES EN TORNO A LA INVESTIGACIÓN EN CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES 15
El método científico, definido tradicionalmente como una búsqueda reglada del sa-
ber, opuesto a la suerte y al azar, está en estrecha relación con el concepto de ciencia y
las divisiones de la misma; o en otras palabras: «[…] es el conjunto de procedimientos
teóricos y observacionales que se utilizan para llegar a obtener conocimientos científi-
cos»10. No sólo hay diferentes métodos para las diferentes disciplinas sino que dentro de
cada una también se aplican distintos métodos. Por ejemplo, la filosofía utiliza el méto-
do dialógico de Sócrates, el dialéctico de Hegel y Marx, el analítico de Rusell, etc. Res-
pecto a la cuestión de la multiplicidad de métodos, hay dos posturas enfrentadas: el mo-
nismo metodológico y el dualismo metodológico. El primero defiende que hay un solo
método tanto para las ciencias de la naturaleza como para las del espíritu. Los defenso-
res del dualismo metodológico, afirman, sin embargo, que si existen diferencias entre los
objetivos perseguidos por unas y otras, la metodología que apliquen debe ser diferente
también.
Otra distinción en cuanto al método puede establecerse entre inductivismo, o con-
cepción baconiana acerca de la demostración de un enunciado científico, propio de la
tradición empírico positivista, y el deductivismo, o concepción cartesiana, propio de la
tradición racionalista. Con el primero se pretende demostrar que lo que es verdad en cier-
tos individuos de una clase es verdad en todos los individuos de la misma clase en cir-
cunstancias semejantes y que el conocimiento científico se prueba partiendo de la ob-
servación de fenómenos, puesto que el inductivismo es el razonamiento que a partir de
diversas observaciones llega a un enunciado general. Los que siguen el método inducti-
vo estudian las causas de un fenómeno observable para determinar que tras todas esas
causas se producirá un fenómeno semejante. El deductivismo no parte de un fenómeno
y sus posibles causas sino de una hipótesis, ya que propugna que los principios científi-
cos se obtienen a través del razonamiento intelectual. Esta corriente critica el sistema
prueba-error de los inductivistas11. Más recientemente encontramos el anythinggoes, que
defiende que la ciencia avanza más cuando se desobedece el método voluntaria o invo-
luntariamente.
La primera de las concepciones expuestas es empirista, se remite a la práctica; por
su parte, la segunda, al restringirse a lo teórico, al razonamiento, no lo es. La concep-
ción inductivista o empirista ha sido formulada de distintas maneras. La más importan-
te de ellas es la denominada Modelo Clásico. Este modelo establece que la función de
los científicos es buscar leyes o regularidades empíricas, que pueden definirse como
«[…] conexiones regulares entre fenómenos observables, conexiones que se describen
mediante enunciados que pueden tener (de acuerdo con algún criterio de razonamiento
inductivo) un grado de confirmación mayor o menor, según la cantidad de veces que
haya sido comprobado experimentalmente»12. Estas leyes constituyen enunciados gene-
rales o universales, puesto que el hecho de que se produzcan ciertas circunstancias ase-
gura que se producirán ciertas otras.
Además, los científicos elaboran teorías, en las que, al contrario de lo que sucede
con las leyes o regularidades empíricas, aparecen conceptos que no se refieren a entida-
des directamente observables. Por tanto, las teorías deben inventarse, porque no pueden
ser inferidas mediante leyes al ir más allá de ellas. Y es así porque introducen concep-
tos no presentes en los datos observables y porque las teorías unifican y explican leyes
conocidas. Además, las teorías permiten descubrir leyes empíricas nuevas. El método hi-
potético-deductivo establece que las teorías científicas no son descubiertas sino inventa-
das, porque se trata de hipótesis que en el mejor de los casos podrán confirmarse a tra-
vés de la contrastación13.
Efectivamente, toda investigación parte de una hipótesis o pregunta de investigación.
Comprobar o refutar esa hipótesis es el objetivo de la investigación. Si se comprueba,
se convertirá en una tesis, que es la conclusión a la que se llega después de una inves-
tigación. Pero para ello las hipótesis deben someterse a falsación, o comprobación de
que una teoría es errónea, a verificación y/o a replicabilidad. El falsacionismo es un mé-
todo, apoyado en el hipotético deductivo, por medio del cual se formulan hipótesis fal-
sables para aceptarlas o refutarlas. La ciencia se construye, de este modo, a través de ne-
gaciones. La verificación constituye la aceptación de la validez de una hipótesis.
La replicabilidad, por su parte, es la capacidad de una hipótesis de ser aplicada a dis-
tintos casos. Por otra parte, en toda hipótesis distintas variables entran en relación. Exis-
ten variables dependientes e independientes, las segundas nunca se modifican, por el con-
trario las primeras sí lo hacen al ponerse en relación con las segundas. La acumulación
de leyes confirmadas consecutivamente y la enunciación de teorías cada vez más pro-
fundas trae consigo el progreso científico. Para algunos autores, como Miguel Beltrán,
lo mejor es no quedarse en esa dicotomía entre inductivismo y deductivismo, dado que
se complementan y es muy difícil una aplicación «pura» de uno de ellos:
«[…] ambos planteamientos son indispensables para la lógica del conocimiento, y que la
deducción permite formular predicciones derivadas de una hipótesis que hacen posible su con-
trastación, esto es, someterla al ‘test’ que implica su confrontación con la realidad de los he-
chos. Por su parte, la inducción es necesaria, pero no suficiente, para el conocimiento de la
realidad; y, en cierta medida, toda deducción está basada en alguna inducción previa obtenida
del mundo real y fundamentadora de las suposiciones de que parte la deducción. De hecho, ni
el induccionismo ni el deduccionismo han sido nunca utilizados de modo exclusivo, y tan raro
es encontrar un baconiano puro como un cartesiano puro (salvo en matemáticas): la ciencia se
ha elaborado siempre en un proceso de interacción entre empirismo y racionalismo, y la po-
lémica científica se ha centrado en desvelar las demasías metafísicas o la aceptación de fenó-
menos irrelevantes en que han podido incurrir unos u otros»14.
En los «períodos de ciencia normal», los científicos nunca cuestionan los principios
básicos del paradigma vigente, a pesar de los problemas que puedan plantear, son, por
tanto, dogmáticos. Sin embargo, en los «períodos de ciencia revolucionaria» el dogma-
tismo se pierde al tratarse, como de hecho sucede, de proponer un nuevo conjunto de
ideas que resuelva los problemas que el anterior plantea. Puede entenderse por paradig-
ma un conjunto de postulados básicos, un lenguaje característico, así como una serie de
valores y de criterios metodológicos17. Todo ello hace que los científicos alineados bajo
un conjunto de postulados determinados perciban y entiendan la realidad de manera di-
ferente a los posicionados en otro, de manera que los distintos paradigmas son incon-
mensurables entre sí y un científico no pasa de uno a otro a causa de que una argumen-
tación científica le convenza más, sino que el cambio es más similar a una «conversión»
y se explica mejor en términos de factores psicológicos o sociales que racionales o cien-
sófico. De hecho, se remontan a Platón (en el sentido de ‘modelo’) y a Aristóteles (en el sentido de ‘ejemplo’).
Corbetta (2007: 4).
18 LA ESCRITURA ACADÉMICA EN CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES
tíficos18. El concepto de paradigma fue introducido por Thomas Kuhn en los años se-
senta y puede definirse del siguiente modo:
«[…] conjunto de ideas que una comunidad científica comparte acerca de a) las clases de
procedimientos metodológicos que resultan válidos para producir observables empíricos; b) las
clases de estructuras de saber que dan cuenta de esos observables (teorías e hipótesis), y c) las
clases de observables empíricos que deben ser tenidos en cuenta a la hora de dar por válidas
o refutar las hipótesis y las teorías. Un paradigma es, en este sentido, un armazón ideológico»19.
De este modo, para Kuhn varían tanto los problemas que se proponen para investi-
gar como los criterios para determinar lo que se debía considerar como un problema ad-
misible o una solución válida para ese problema20. Se produce así un cambio en la es-
tructura conceptual. Se trata, entonces, de una visión más amplia del mundo, más general
que una teoría, una pauta de lectura que precede a la elaboración de una teoría. De he-
cho, un paradigma puede contener varias teorías21.
En una línea parecida a la de Kuhn, Paul Feyerabend se posiciona en contra de la
idea de que exista un conjunto de reglas metodológicas acerca de cómo debe realizarse
la investigación científica. Por el contrario, afirma que el progreso científico se ha pro-
ducido cuando los científicos no han seguido las reglas metodológicas, que favorecen a
las teorías existentes, impidiendo que se difundan las ideas nuevas. Por eso, Feyeberand
defiende el «todo vale», o el anarquismo metodológico al que hacíamos referencia con
anterioridad, y asevera que el éxito de una nueva teoría científica depende más de cues-
tiones externas, concretamente de «la habilidad de sus defensores como propagandistas»,
que de aspectos internos de la propia teoría22.
Por su parte, Imre Lakatos propone una nueva versión de la metodología falsacio-
nista de Karl Popper. Para Lakatos, las teorías no constituyen las unidades básicas de la
actividad científica. Estas unidades básicas son los programas de investigación, com-
puestos por un «núcleo firme» y un «cinturón protector». El núcleo firme serían las hi-
pótesis que por convención no se desechan aunque provoquen anomalías; y el cinturón
protector serían otras hipótesis que se añaden al núcleo firme y que sí pueden cambiar-
se por otras cuando no funcionan correctamente. De este modo, el núcleo firme no va-
ría, lo que se modifica es el cinturón protector. Por ello, un núcleo firme puede perma-
necer aunque genere anomalías si se van proponiendo diferentes cinturones protectores.
No obstante, es conveniente que los científicos sean conscientes de si su programa de
investigación es «progresivo» o «degenerativo». Si es progresivo, genera frecuentemen-
te nuevas predicciones correctas; mientras que si es degenerativo, se ve continuamente
forzado a transformarse. «Lo ‘‘dogmático’’ no es trabajar con un programa de investi-
gación ‘‘degenerativo’’, sino negarse a reconocer que lo es, cuando lo es»23.
El realismo científico, no obstante todo lo descrito, mantiene su defensa de que los
conocimientos científicos deben tomarse como descripciones objetivas, mientras que sus
críticos opinan que constituyen meras construcciones intelectuales que nos resulta útil
aceptar. Entre estos críticos al realismo científico se encuentran los empiristas, entre cu-
movimientos orbitales.
22 Álvarez, Teira y Zamora (2005: 24 y 25).
23 Ibídem, p. 25.
I. ALGUNAS DISCUSIONES EN TORNO A LA INVESTIGACIÓN EN CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES 19
yas posturas más radicales se encuentran los fenomenistas, que afirman que sólo puede
demostrarse lo que los sentidos nos muestran. Puede dividirse a los empiristas entre po-
sitivistas, que niegan la validez científica de las hipótesis sobre entidades inobservables
y los instrumentalistas, que aceptan dicha validez, pero niegan que las hipótesis que sur-
gen de estas entidades sean verdaderas, sino sólo instrumentos de predicción. Los rela-
tivistas, por su parte, defienden la tesis de la inconmensurabilidad, la del relativismo lin-
güístico (Sapir y Whorf) y las de los sociólogos radicales del conocimiento científico24.
Estos últimos aluden por una parte a la forma de la ciencia, poniendo en duda sus
normas sociales (Merton), tanto en lo que se refiere al universalismo (cada contribución
a la ciencia debe ser valorada mediante criterios objetivos), al comunitarismo (los logros
científicos pertenecen a toda la comunidad), al desinterés (los científicos sólo deben per-
seguir el conocimiento), como al escepticismo organizado (toda contribución científica
debe ser examinada y criticada todo lo posible). Y por otra parte, los sociólogos radica-
les del conocimiento científico aluden en sus trabajos críticos al contenido de la ciencia.
Un destacable ejemplo de estos trabajos críticos son los «estudios de laboratorio» de Bru-
no Latour y Woolgar, en los que aparece el trabajo científico visto desde el extrañamiento
antropológico25.
Retomando el primer concepto que proponíamos, el de ciencia, puede venirnos a la
mente el término disciplina, que puede entenderse como sinónimo de ciencia o como
subdivisión de la misma, es decir, denominación que se le da a las parcelas que confor-
man una ciencia. En relación con disciplina, surgen otros vocablos como interdisciplinar
y multidisciplinar, que también nos remiten al trabajo del investigador, a la investiga-
ción, ya que ésta puede ser multidisciplinar si combina dos o más disciplinas o inter-
disciplinar si se sitúa en un campo que varias ciencias comparten.
Toda investigación parte de determinadas premisas y puede incluirse dentro de un
paradigma. Las primeras son ciertas afirmaciones, «verdades», que la investigación da
por válidas sin entrar a discutirlas para construirse sobre ellas. Son necesarias porque
todo trabajo de investigación se fundamenta sobre otros y no puede nunca partir de cero.
Sin embargo, estas premisas deben quedar claras al inicio de la investigación con obje-
to de que otros investigadores puedan criticarlas o criticar la construcción que nuestra
investigación ha hecho sobre ellas.
En lo que se refiere a los paradigmas, o idearios dominantes en cada momento his-
tórico, resultan sumamente influyentes en la investigación, puesto que el saber científi-
co es hijo de su tiempo y ningún investigador escapa a ello. Las preocupaciones de cada
momento, así como sus ideologías, valores… son decisivas en las investigaciones que en
cada uno de ellos se llevan a cabo. Kuhn aludía a los paradigmas como los conjuntos de
prácticas que caracterizan una disciplina en un momento histórico. Y resulta fundamen-
tal esta apreciación porque los paradigmas cambian tanto por las variaciones en las ex-
pectativas generales como en las de cada ciencia en concreto. No sólo cambia lo que im-
porta sino también la manera de estudiarlo.
Un interesante debate en lo que se refiere a cambios de paradigma y al cuestiona-
miento de disciplinas tal y como eran entendidas hasta hace unos años lo abrió Francis
Fukuyama, concretamente en lo tocante a la historia. El libro El fin de los historiadores.
Pensar históricamente en el siglo XXI, editado por Pablo Sánchez León y Jesús Izquier-
do Martín, pone sobre la mesa algunos de los debates a los que nos referimos. Al inicio
de la obra, sus editores aluden a El final de la historia, de Fukuyama, diciendo que el
libro dio inicio a una discusión importante:
«[…] la de si dentro de la modernidad se producen cambios en la percepción de las re-
laciones entre pasado, presente y futuro; y, más concretamente, cuál ha de ser la posición del
tiempo en la sociedad y la cultura del siglo XXI, una vez que buena parte de los grandes rela-
tos –las filosofías de la historia– en que se fundó la modernidad se han derrumbado ante la
proliferación de dramáticos acontecimientos que no encajaban en sus predicciones»26.
No obstante, afirman los autores que el problema va más allá de la historia, afec-
tando de manera general a las ciencias sociales y las humanidades29.
Haremos a continuación alusión a algunos binomios de términos opuestos existentes
en la investigación que resulta relevante, por las implicaciones que tienen, incluir en
nuestra reflexión. La contraposición cuantitativo-cualitativo ha sido utilizada para desig-
nar de modo excluyente el quehacer de los investigadores que se situaban a uno u otro
lado de la supuesta balanza de la «cientificidad» aportada por los métodos cuantitativos
(especialmente la estadística), en contraposición de la «no cientificidad» de los cualita-
tivos. El matemático y científico Henry Poincaré defendía que lo que no se puede me-
dir no puede ser objeto de ciencia. No obstante, no deja de ser un punto de vista. Es tan
equivocado, a nuestro entender, negar la ciencia fuera de esa perspectiva como desdeñar
las posibilidades de ese mismo enfoque.
Ello nos lleva a la división creada en torno a un binomio ya clásico: investigación
cuantitativa e investigación cualitativa. Estos términos suelen enlazarse con algunos pro-
cedimientos, corrientes y técnicas. En el caso de una investigación cuantitativa priman
los procedimientos de medición, mientras que en la cualitativa lo hace la apreciación. En
cuanto a las corrientes que subyacen en ambas, en la primera sería el conductismo y en
la segunda el cognitivismo. En aquella prevalecen las técnicas no textuales, codificadas
(las dimensiones del fenómeno han sido fijadas a priori); mientras que en la cualitativa
priman las textuales, no codificadas, donde existe una interacción personal entre el in-
vestigador y su campo. Son abundantes los argumentos y exposiciones que contradicen
esta aseveración, por la que en las investigaciones cuantitativas prevalecen las técnicas
Estos autores adoptan una posición ecléctica según la cual no es conveniente dividir
las perspectivas sino, por el contrario, seleccionar y adaptar los elementos de interés de
acuerdo con el problema de investigación con el que nos enfrentemos:
«Hemos visto también que un investigador no tiene por qué adherirse ciegamente a uno
de los paradigmas polarizados que han recibido las denominaciones de ‘‘cualitativo’’ y ‘‘cuan-
titativo’’, sino que puede elegir libremente una mezcla de atributos de ambos paradigmas para
atender mejor a las exigencias del problema de investigación con que se enfrenta»32.
Además de los términos relacionados con la ciencia tratados hasta aquí, pueden sur-
gir en nuestro pensamiento otros conceptos al reflexionar sobre la investigación. Es el
caso de la información y los datos, que son la materia prima con la que el investigador
trabaja. Sin embargo, estos datos no pueden calificarse en ningún momento de «objeti-
vos» o de «información fiable»: «Todos los tipos de datos presentan problemas, todos
son producidos socialmente, y ninguno puede ser tratado de forma neutral como no pro-
blemático, o como si fuera una representación transparente de la ‘‘realidad’’»34.
Siguiendo a Corbetta35, este debate podemos resumirlo en las siguientes preguntas:
¿existe la realidad?, ¿se puede conocer?, y si es el caso, ¿cómo? Cada una de estas in-
terrogantes representa una cuestión ontológica, una epistemológica y una metodológica,
respectivamente. La primera tiene que ver con la esencia, con la naturaleza de la reali-
dad y su forma, con la conjetura de si el mundo de los hechos es real y objetivo con
una existencia fuera de la mente humana e independiente de la interpretación que hace
de ese mundo el investigador. Es un clásico debate filosófico sobre la existencia de las
cosas y del mundo exterior, y las ideas de éste (recordemos la parábola de la caverna de
Platón, sólo por dar un ejemplo).
La cuestión epistemológica, relativa al conocimiento, tiene que ver con la relación
entre quién y qué se puede conocer, partiendo de la posibilidad de conocer la realidad y
haciendo especial énfasis entre el investigador y la realidad objeto de estudio. Es decir,
si el mundo existe como tal, con independencia de la actuación humana, es lógico pen-
sar que puede ser conocido con distancia objetiva, sin caer en el riesgo de alterarlo en
el desarrollo del proceso cognitivo, de lo que surgirían leyes naturales deterministas (cau-
sa-efecto), leyes menos imperativas, generalizaciones, o sólo conocimientos específicos
y contingentes. Por último, la cuestión metodológica responde al cómo se puede cono-
cer esa realidad, es decir, la instrumentalización empleada, control de variables y demás
técnicas36.
Para el positivismo, por ejemplo, existe la realidad fuera del individuo. Ésta es ob-
jetivamente conocible y se puede estudiar con los mismos métodos de las ciencias na-
turales. De hecho, es clásica la invitación de Durkheim –conocido como el padre de la
sociología– a que los sociólogos adopten en sus investigaciones la actitud de los físicos,
químicos y fisiólogos. El modo de proceder de este conocimiento positivista es funda-
mentalmente inductivo, que como ya explicamos, es el paso de lo particular a lo uni-
versal. Por su parte, el neopositivismo, revisa profundamente las premisas anteriores a
través de una perspectiva crítica de la ciencia y el uso del lenguaje de las variables. De
este modo se despersonaliza la investigación por cuanto cada objeto de estudio se defi-
ne de manera analítica a partir de una serie de atributos y propiedades (variables). Se
trata de hacer operativos los conceptos (hacerlos medibles), donde las variables (depen-
dientes e independientes), con sus características de neutralidad, objetividad y operativi-
dad se convierten en las protagonistas del análisis, ayudando así a registrar los fenóme-
nos observables de una manera, a medirlos, relacionarlos y formalizarlos, facilitando la
confirmación o invalidación de las hipótesis de una manera más objetiva y sin ambi-
güedades37.
38 Ibídem, p. 26.
II. METODOLOGÍA Y TÉCNICAS
DE INVESTIGACIÓN
EVA SANZ JARA,
INMACULADA SIMÓN RUIZ,
FRANCIS GARCÍA CEDEÑO
1 Sierra Bravo, R., Tesis doctorales y trabajos de investigación científica. Metodología general de su elabo-
Así, las técnicas estarán muy vinculadas al tipo de investigación que vamos a hacer,
y no tanto a la disciplina desde la que queremos acercarnos. En un mismo trabajo po-
dremos necesitar diferentes técnicas de investigación para acercarnos al objeto de estu-
dio. Para estudiar, por ejemplo, el peso de la influencia de la opinión de cierto colecti-
vo científico o académico sobre algún tema de interés podremos servirnos de diferentes
técnicas de investigación como pueden ser: las encuestas, el análisis prosopográfico de
las personas encuestadas, el análisis de artículos científicos y la comparación del conte-
nido de los mismos con las opiniones aparecidas en los medios de comunicación. Esta-
ríamos hablando de cuatro técnicas diferentes y todas, puestas en la práctica, conforma-
rían nuestra propia metodología de investigación. El trabajo descrito podría ser realizado
tanto por historiadores, como por sociólogos o antropólogos pero también podría hacer-
lo un grupo interdisciplinario aportando distintas perspectivas. Eso sí, siempre exigiría
la elaboración previa de un diseño del modo en que dicha investigación se llevaría a
cabo. Esto es la metodología.
Las metodologías han ido cambiando a lo largo de la historia, evolucionando con las
mismas disciplinas que la aplican. Unos trabajos de investigación enriquecen a otros y
no sólo por sus objetos de estudio y por el aumento de los conocimientos alcanzados,
sino también por la forma de abordarlos. Una buena elección metodológica tiene mucho
que ver con el éxito o el fracaso de la investigación y con la evolución de la disciplina
en sí.
2 Ibídem, p. 30.
II.1. METODOLOGÍA HISTÓRICA
INMACULADA SIMÓN RUIZ
4 Hobsbawm (2004).
II.1. METODOLOGÍA HISTÓRICA 29
La elección de fuentes
La elección de fuentes en primer lugar estará condicionada por el tipo de trabajo que
vamos a realizar (trabajo de clase, trabajo fin de estudios, tesis doctoral, etc.). Para un
trabajo de clase las fuentes básicas son las recomendadas por el tutor y rara vez será ne-
cesario acudir a otro tipo de documentación más allá de fuentes escritas disponibles en
bibliotecas o a través de Internet. No obstante, para un trabajo de fin de estudios o para
una tesis doctoral el esfuerzo en la búsqueda de información debe ser más exhaustiva.
En los trabajos de fin de estudios suele ser suficiente acudir a las fuentes secundarias,
mientras que en las tesis doctorales es obligada la utilización de fuentes primarias en la
investigación. Pueden definirse fuentes primarias como las elaboradas durante la época
de estudio o por el sujeto de estudio. Las secundarias serían interpretaciones de éstas.
Pero hay que tener en cuenta que, en ocasiones, las secundarias pueden constituir
también el objeto de estudio y en este caso serían fuentes primarias. Si, por ejemplo, es-
tudiamos la visión de América en los manuales de historia contemporánea, los manua-
les, que normalmente son fuentes secundarias, sería nuestra fuente primaria. Por otra par-
te, las investigaciones tienen necesariamente que combinar ambos tipos de fuentes tanto
primarias y secundarias. En todos los casos las fuentes deben triangularse, es decir, de-
5 Ibídem, p. 10.
6 Geoff (2008).
7 Ibídem, p. 57.
30 LA ESCRITURA ACADÉMICA EN CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES
ben compararse entre sí y comprobar la información sobre un mismo tema que todas
ellas nos dan. También un investigador puede apoyarse en fuentes terciarias, que son
aquellas que compilan datos provenientes de otras fuentes primarias y secundarias, y las
analizan y comentan; tal es el caso de los diccionarios especializados, o de las enciclo-
pedias. También se incluyen en esta categoría los catálogos de bibliotecas o de revistas
especializadas y demás publicaciones periódicas.
Como decíamos, las fuentes primarias son aquellas elaboradas por el (o los) prota-
gonistas de nuestra materia de estudio o que han sido escritas en el momento histórico
que nos interesa. Son fuentes directas los diarios personales, las cartas, las actas de na-
cimiento, los documentos administrativos… Sorprende la cantidad de fuentes de infor-
mación con que podemos contar. Es posible considerar como fuentes no sólo los docu-
mentos escritos sino objetos de la vida cotidiana, instrumentos de trabajo, vestimentas u
obras de arte. Incluso las obras de ficción y las partituras musicales pueden llegar a con-
siderarse como fuentes. Depende siempre de la perspicacia del investigador y del obje-
to de la propia investigación.
Ahora bien, las fuentes son importantes, pero no lo son menos las preguntas que el
investigador se hace al contemplarlas. De esta manera, algo que puede resultar anecdó-
tico para algunos como la noticia de una matanza de unos gatos a manos de un grupo
de trabajadores en torno a 1730, puede terminar presentando un cuadro completo de las
reglas del gremio de impresores y de la jerarquía social de la Francia del siglo XVIII8.
En ocasiones, el oficio de historiar requiere grandes dosis de imaginación. Reciente-
mente, por ejemplo, la historia ambiental se está viendo enriquecida por la curiosidad de
diversos científicos que, careciendo de suficientes herramientas para estudiar el clima en
el pasado, recurren a fuentes tan diversas como puedan ser rogativas de lluvia o los da-
tos de navegación de los barcos que hacían la Carrera de las Indias. En el primer caso
han sido investigadores relacionados con el Instituto Geológico y Minero de España quie-
nes han reconstruido la historia de la sequía en España a través de las rogativas deposi-
tadas en la Catedral de Toledo desde 1506, en demanda de más o menos lluvia por par-
te de los campesinos del lugar9. El segundo de los casos es rescatado por los historiadores
del clima que hasta ahora han contado con buenas fuentes para el análisis del clima terri-
torial, pero que carecían de fuentes idóneas para el estudio del océano hasta que caye-
ron en la cuenta de que las descripciones de las travesías marítimas realizadas entre Es-
paña y sus antiguas colonias, plasmadas en cuadernos de bitácora y diarios de navegación
localizados en el Museo Naval, Archivo General de la Marina o Archivo General de In-
dias, dan suficiente información como para reconstruir el clima marítimo que supone el
de las dos terceras partes de la superficie del planeta10. En el caso de las rogativas ha-
blamos de información realizada no por expertos, aunque sí por personas para las que la
climatología era fundamental; en el segundo se trata, por demás, de una información pre-
cisa, realizada en el momento de su producción y tomada por especialistas en el tema.
Por otra parte, las fuentes secundarias serían aquellas producidas en torno a nuestro
tema de estudio como la bibliografía, los artículos, los libros de texto, manuales o bio-
grafías, así como obras iconográficas, fotografías, u obras conmemorativas realizadas
posteriormente al desarrollo de los acontecimientos. Se trata de una larga serie de fuen-
tes que pueden hacer el papel de secundarias y que resulta imposible enumerar aquí pero
08 Darnton (2006).
09 Sampedro, El País (2008).
10 Rubio Durán, en Marchena y Chust (eds.) (2008).
II.1. METODOLOGÍA HISTÓRICA 31
de las que hay que destacar que, como las primarias, pueden ser documentos escritos o
de otro tipo y que se reconocen porque han sido elaboradas para explicar las cuestiones
que nos interesan.
Pero estas mismas fuentes que pueden ser consideradas de apoyo en muchas inves-
tigaciones, en otras se considerarían fuentes primarias, como decíamos anteriormente, ya
que constituirían ellas mismas materia de estudio. Por ejemplo los libros de texto si que-
remos estudiar, pongamos por caso, la cuestión de la higiene en el siglo XIX nos pueden
servir como elemento primordial de análisis a la hora de analizar los hábitos de higiene
que se querían inculcar en la población en un determinado momento. También la pro-
ducción literaria especializada nos puede servir como fuente primara si queremos hacer
un trabajo historiográfico sobre la evolución de un concepto o una idea a lo largo de la
historia.
El tratamiento de las fuentes también varía si las utilizamos para apoyar una idea
previa, una hipótesis –que es lo más frecuente–, o si el «hallazgo» de una fuente es lo
que nos hace reflexionar y trabajar sobre ella. En el primer caso la fuente será un ins-
trumento de la investigación, pero en el segundo será la materia de estudio y necesita-
remos recurrir a otras fuentes para su investigación para evitar la simple reproducción
del documento sin contrastación ni análisis.
Con esto queremos insistir en que la utilización de una u otra fuente, de un método
de análisis o de una metodología concreta no debe «encajonar» el trabajo que realiza-
mos pero sí guiarlo para, así, orientar también al lector. La elección de una u otra fuen-
te o metodología debe dárnosla su pertinencia y no el gusto por la tradición o el empe-
ño por hacer forzosamente algo que esté de moda.
La búsqueda de fuentes
Con frecuencia, el problema inicial al que nos enfrentamos a la hora de emprender
una investigación es el de la localización de las fuentes de información. Tanto para las
primarias como para las secundarias existen gran cantidad de lugares que guardan in-
formación preciosa para nuestro trabajo. Tanto es así que muchas veces es la gran can-
tidad de datos lo que dificulta el desarrollo de la investigación. Esto y la dispersión de
los fondos. Tenemos que tener en cuenta que los investigadores de las humanidades y
las ciencias sociales utilizamos fuentes de información producidas por el ser humano a
lo largo de la historia y que el criterio seguido, tanto por los generadores de dicha in-
formación como por los depositarios de la misma, no siempre se ha mantenido a lo lar-
go del tiempo.
Para empezar, más allá de la documentación privada que puede estar custodiada por la
propia familia del interesado, el resto de los documentos son responsabilidad de institucio-
nes civiles, eclesiásticas o militares. Las dos últimas, al tener una jerarquía más rígida
suelen mantener normas igualmente rígidas de organización de sus documentos que fa-
cilitan el procesamiento de la misma. En contra, diremos que al estar tan jerarquizadas,
el problema suelen presentarlo en las dificultades surgidas en el momento de acceso a
los fondos, más que en su comprensión y manejo una vez que se ha accedido a ellos.
Por el contrario, la información ubicada en organismos dependientes del Estado sue-
le ser más accesible (pasados x años desde su elaboración y, por supuesto, bajo regíme-
nes no autoritarios), pero su dispersión y su localización son más complejos y exigen un
32 LA ESCRITURA ACADÉMICA EN CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES
pesar de ello, en estos casos es mucho más complicado buscar sin tener una idea previa
de qué se busca. Hay que tener en cuenta la cantidad de documentos que suele haber so-
bre cualquier tema y es una labor absurda acudir a un archivo sin tener referencias más
o menos claras de lo que estamos buscando. Asimismo se requiere un conocimiento bue-
no de la época y de la materia de estudio y de la organización interna de la institución
que resguarda los documentos y de cómo ha ido evolucionando a lo largo de la historia.
Cuando no se trata de archivos personales o de una institución concreta (sea civil o
militar, laica o religiosa) en cuyo caso la clasificación suele ser más simple, los archi-
vos guardan una gran complejidad ya que los más frecuente es que por su dirección ha-
yan pasado múltiples personas con distintos criterios a la hora de clasificar, que hayan
cambiado las normas de organización del organismo e incluso la responsabilidad del mis-
mo o que hayan sufrido avatares propios del paso del tiempo como inundaciones, in-
cendios, guerras, plagas… (problemas a los que, por supuesto, no son ajenos los archi-
vos militares y eclesiásticos).
Pero no todo son malas noticias, los archiveros suelen ser personas que conocen su
oficio y a los que les gusta, y que tienen buena disposición para ayudar. Y, además, exis-
ten con frecuencia buenos catálogos que han realizado para ciertos ramos, archiveros o
investigadores deseosos de agilizar la localización de las fuentes.
Antes de terminar, conviene hacer una recomendación para cuando acudamos a bi-
bliotecas, archivos o hemerotecas. Aunque solemos ir a estos lugares con el ordenador
o el portátil y con cuadernos y bolígrafos para trabajar, es necesario llevar siempre a
mano un lápiz o dos, goma de borrar y sacapuntas y hojas sueltas para tomar notas. En
algunas bibliotecas y en la mayoría de archivos y hemerotecas sólo se permite el uso de
lápiz y, además, se suele exigir el uso de guantes de algodón y tapabocas para no per-
judicar el material de consulta. En ocasiones, permiten el uso de cámaras digitales para
fotografiar el material sin hacer uso del flash, así que puede ser útil llevar siempre una.
transmitía a través de la palabra. En la actualidad las fuentes orales se utilizan para ha-
cer la historia de los «sin historia», de los que generalmente no pueden hacer oír su opi-
nión por otros medios. Existe un conjunto de técnicas específico que consiste en reco-
ger testimonios o hacer personalmente las entrevistas para después tratarlas como el resto
de las fuentes y continuar con los otros dos pasos de criticar y evaluar. Por poner algu-
nos ejemplos, en España se ha utilizado frecuentemente para el estudio de la Guerra Ci-
vil11 y existen archivos específicos como el «Archivo de la Palabra» de la Biblioteca Na-
cional.
Por último, con la microhistoria se pretende reducir la escala del objeto de estudio
pero no por ello dejar de hacer historia total. Parte de un grupo de historiadores italia-
nos en torno a Quaderni Storici, encabezados por Ginzburg y Cipolla, que, centrando su
atención en un personaje aparentemente anodino, un lugar o en un documento trivial, lo-
gran hacer la reconstrucción de todo el mundo que lo rodeaba. Como ejemplo, retomamos
el análisis de la matanza de gatos a que hacíamos referencia al principio de este capítu-
lo pero también el trabajo de Luis González en torno a San José de Gracia (Michoacán),
Pueblo en vilo, donde reconstruye toda la vida del pueblo y con él de la historia de Mé-
xico y sobre todo de la vida social y política durante la cristiada12. Vuelve a ser un tipo
de historia que da voz a los «sin voz».
Otros ejemplos del diverso tratamiento de las fuentes derivado de la tendencia his-
toriográfica serían los de la historia ambiental o la de género y sus vertientes más com-
prometidas como la historia ecológica o la abordada desde el feminismo. En estas in-
vestigaciones no cambia tanto el tipo de fuentes consultadas como el punto de vista, el
enfoque y la crítica que de ellas hacemos, pues desde ambas tendencias se procura aban-
donar el antropocentrismo, bien para ampliar el alcance de la investigación, bien con un
objetivo claramente de denuncia y propositivo en las vertientes que hemos denominado
comprometidas. Así, en el caso de la historia ambiental y la ecológica el abandono del
antropocentrismo se hace para ampliar el ámbito del estudio hacia la naturaleza, dentro
de la cual el hombre es sólo una parte en el caso de la historia ambiental, y un depre-
dador en el de la historia ecológica. Los estudios del primer grupo pretenden encontrar
la interrelación entre hombre y naturaleza mientras que los segundos van más allá al pre-
tender con esa búsqueda denunciar la acción del hombre sobre la naturaleza y proponer
cambios en este sentido.
En lo que se refiere a los estudios realizados desde la historia de género, se amplía
el espectro de la investigación a las mujeres para evidenciar y resaltar su papel en los
procesos históricos y su ausencia en la historiografía; mientras que los realizados desde
el feminismo dan un paso más al pretender colaborar con estos estudios a la emancipa-
ción de la mujer.
Todas las tendencias mencionadas suelen ser muy críticas con las fuentes y con quie-
nes las han utilizado con anterioridad. Por eso hacen grandes esfuerzos por encontrar
otro tipo de documentos para obtener respuestas a sus preguntas de investigación.
Aunque la disciplina es la misma, hay algunas investigaciones de historia con atri-
butos, como la historia económica, que utilizan técnicas específicas como veremos a con-
tinuación.
11 Fraser (1979).
12 González (1968).
II.2. LA HISTORIA ECONÓMICA.
CONCEPTOS, METODOLOGÍA Y FUENTES
ALICIA GIL LÁZARO
Este capítulo tiene como objetivo principal identificar los conceptos claves que es-
tudia la historia económica así como las diversas corrientes historiográficas que se han
dado en su seno desde su configuración como disciplina autónoma. Es esencial en este
sentido aclarar la relación íntima entre la historia y la economía, reconocer las principa-
les herramientas metodológicas que utilizan los historiadores económicos así como las
fuentes y acervos históricos más apropiados para hacer avanzar los estudios histórico-
económicos.
La presencia formalizada de las asignaturas de Historia Económica en los actuales
estudios universitarios relacionados con la economía (en los Grados de Economía y Ad-
ministración y Dirección de Empresas) hace pertinente que dediquemos este breve es-
pacio a la reflexión sobre la importancia de esta disciplina de conocimiento científico en
los ámbitos de las Ciencias Sociales y las Humanidades. Los alumnos que desde estos
grados pretendan iniciarse en la investigación sobre algún aspecto de la economía de hoy
en día deben partir de la base de que no se pueden entender los procesos económicos de
cualquier época –tampoco de la presente– sin un sentido histórico, sin una adecuada con-
textualización en el tiempo histórico. Y es que, a largo plazo, todo cambia. Por princi-
pio de cuentas, la historia económica tiene como eje de estudio el cambio económico1.
1 Una de las más completas enciclopedias de economía, The New Palgrave Dictionary of Economics, en su
edición más reciente de 2008, que puede ser consultada en Internet, ofrece una amplia definición de historia eco-
nómica a cargo de Alexander J. Field. Field, en Durlauf and Blume (eds.) (2008), consultada en http://0-www.dic-
tionaryofeconomics.com.fama.us.es/article?id=pde2008_E000016, última actualización: 2008, consultada: 11 de
agosto de 2011.
2 Tortella (1998: 2-7).
36 LA ESCRITURA ACADÉMICA EN CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES
Así pues, la historia económica ha vivido, vive aún, la ambigüedad de tratar estre-
chamente con dos disciplinas bastante disímiles. Se ha dicho muy a menudo que mien-
tras la economía utiliza un método hipotético-deductivo, suponiendo la reiteración de
ciertos comportamientos, la historia trata de casos únicos, irrepetibles, y por ello no pue-
de formular predicciones. La antinomia olvida, sin embargo, que la economía no predi-
ce comportamientos individuales y que los hechos del pasado no son esencialmente dis-
tintos a los del presente. Aun cuando en la amplia producción historiográfica del siglo XX
todavía podemos encontrar algunos manuales más o menos recientes que defienden una
concepción de la historia económica como una economía «aplicada» o una simple rama
de la economía6, lo cierto es que muy pocos ya sostienen hoy en día la dependencia o
subordinación de una a otra. Frente a la modestia del historiador, afirma José Ignacio
Martínez Ruiz, que tan sólo trata de explicar la especificidad de las situaciones que es-
tudia dentro de un espacio y un tiempo delimitados, el economista suele encontrarse más
interesado por las regularidades y las situaciones de equilibrio a partir de las cuales cons-
truir leyes o principios generales, que por las de cambio7.
Objetivos y conceptos
En la introducción de uno de los textos generales de historia económica más utili-
zados en las aulas universitarias españolas en la actualidad, sus autores, Gaspar Feliú y
3 Existen algunos manuales clásicos de metodología de la investigación histórica en los cuales se pueden en-
contrar amplias referencias a la historia económica: Fontana (1982: 185-200), Cardoso y Pérez Brignoli (1976:
213-289).
4 Cipolla (1991: 21).
5 Ibídem, p. 10.
6 Tortella (1986: 7).
7 Martínez Ruiz (1992: 18).
II.2. LA HISTORIA ECONÓMICA. CONCEPTOS, METODOLOGÍA Y FUENTES 37
Carles Sudrià exponen que la finalidad más propia de la historia económica es el estu-
dio del crecimiento económico a largo plazo. Desde esta perspectiva, el análisis de los
factores que facilitan o dificultan el crecimiento debe ser primordial en cualquier apro-
ximación a la historia económica en general8.
Pero ¿qué es el crecimiento? El manual clásico de Rondo Cameron lo definía bási-
camente como el aumento sostenido del producto de bienes y servicios que se elaboran
en una sociedad dada como totalidad o por persona (per cápita), es decir, en proporción
a la población9. Una definición que, más recientemente, aporta Enric Tello en su obra La
historia cuenta, defiende una noción de crecimiento que conlleva un punto de vista mu-
cho más social, confrontándolo con el término de desarrollo, al sostener que «el de-
sarrollo humano es una conquista social, no una especie de secreción cutánea generada
sin más por esos aumentos de la circulación mercantil y la actividad económica del Es-
tado a los que llamamos crecimiento»10. Es el concepto de desarrollo humano sustenta-
ble el que, en opinión de Tello, debe realmente importar a los historiadores económicos
en una era de crisis global y de claros límites ecológicos planetarios.
Como sea, el conocimiento y la reflexión sobre la evolución económica en épocas
pasadas deben introducir a los estudiantes en los tipos de temas y de razonamiento ló-
gico propios de los economistas y los historiadores (el funcionamiento de los mercados,
el comportamiento de los consumidores y de las empresas, los mecanismos de distribu-
ción y de acumulación, la dinámica temporal del crecimiento económico, etc.), y deben
hacerlo sin olvidar los factores institucionales y sociales que delimitan la acción econó-
mica11. Y es que –es innegable– un mayor aprendizaje sobre la evolución económica en
épocas pasadas debe facilitar la comprensión del mundo actual. En un sistema econó-
mico cada vez más globalizado, el conocimiento –aunque sea superficial– de la historia
económica reciente de los diferentes continentes y de sus raíces más profundas debe for-
mar parte del bagaje propio de los historiadores y economistas profesionales12.
Dos de estos factores institucionales y sociales a los que hacíamos referencia son de-
cisivos cuando examinamos tanto la experiencia histórica como los estudios teóricos: las
instituciones y el cambio tecnológico. Sudrià y Feliú definen las instituciones como el
conjunto de condicionantes jurídicos y sociales que afectan a las actividades económi-
cas13. De manera preferente, entre las instituciones se incluyen las medidas legales que
regulan la propiedad y su uso, al igual que las que configuran en cada momento la po-
lítica económica de las autoridades, y también los valores sociales vigentes en una so-
ciedad y en un período determinado o la forma específica en la que se organizan las em-
presas. «El papel del entramado institucional en el fomento económico o, todo lo contrario,
su obstaculización, es un elemento que se debe tener muy en cuenta para valorar la evo-
lución de cada sociedad en cada fase de su desarrollo»14. Volveremos más adelante so-
bre ellas.
atada en 2008 –y que persiste con fuerza en la actualidad– a la luz de la comparación con crisis similares del pa-
sado, especialmente con la que más rasgos en común comparte, la de 1929. Marichal, Salinas (2010: 85-137 y
273-322).
13 Feliú y Sudrià (2007: 18).
14 Ibídem, p. 18.
38 LA ESCRITURA ACADÉMICA EN CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES
El cambio tecnológico, por otro lado, constituye, según estos autores, el elemento
fundamental que ha permitido al hombre, a lo largo de su historia, mejorar el acceso a
bienes y servicios. Mediante la aplicación de innovaciones logramos obtener más bienes
o más servicios con un esfuerzo menor. Desde el descubrimiento del fuego hasta la in-
formatización, el cambio técnico siempre ha significado la posibilidad de acceder al con-
sumo de más productos o al uso de más servicios dedicando menos horas de trabajo y,
por tanto, «nos ha permitido vivir cada vez mejor, aunque el reparto de la renta sea cada
vez más desigual»15.
Finalmente, además de los cambios institucionales y de la innovación técnica, exis-
ten otros dos factores siempre presentes en el análisis del crecimiento económico a lar-
go plazo: la evolución demográfica y la disponibilidad de recursos naturales. El aumen-
to de la población ha sido en todas las épocas un factor decisivo en la dinámica económica
de las sociedades. Las pautas de crecimiento demográfico y de los movimientos migra-
torios representan, por lo tanto, elementos que deben ser considerados preeminentemen-
te en el estudio de la evolución económica. Asimismo, la lucha del hombre por su bien-
estar se ha realizado a partir del aprovechamiento de los recursos que ofrece la naturaleza,
ya sean orgánicos (flora y fauna) o minerales. El hombre ha alterado los procesos de re-
producción y crecimiento de las especies para sacarle partido, aunque esta manipulación
ha tenido en cada momento sus límites técnicos y naturales. La disponibilidad de mine-
rales, por otro lado, es fija y no depende de la voluntad del hombre16. Aunque la huma-
nidad haya logrado grandes éxitos sustituyendo el uso de materiales escasos por otros
más abundantes, el hecho es que en cada momento histórico las limitaciones al acceso
a las materias primas han influido de manera determinante en la capacidad de las socie-
dades para conseguir mejores niveles de consumo.
Si en el siglo XXI, razona Enric Tello, debemos abrir nuevos caminos para aumentar
la capacidad de opción real de la gente, la libertad de elección, en un mundo que resul-
te equitativo y habitable para diez mil millones de seres humanos, y lograrlo, además,
sin comprometer con ello la satisfacción de las necesidades de los hombres y mujeres
que vendrán después «¿dónde si no es en el estudio pormenorizado de la experiencia his-
tórica, podríamos descubrir alguna orientación verdaderamente útil?»17.
Resulta ilustrativo saber que fue ya Condorcet, en el siglo XVIII, el primer tratadista
que pensó en la posibilidad y ventajas de aplicar las matemáticas a las ciencias «mora-
les»: él fue el precursor de la matemática social a la que luego se llamaría estadística19.
A grandes rasgos, las técnicas cuantificadoras son aquellas que aspiran a medir relacio-
nes, o a descubrir nuevas relaciones fundamentalmente a través de la estadística. Cuan-
tificar las variables que intervienen en un fenómeno histórico y expresar sus relaciones
a través de medidas, de ecuaciones, a través de un lenguaje matemático de más o me-
nos alto nivel, no es jamás el objetivo de una investigación sino, como siempre, un ins-
trumento de preparación de los datos.
Cuantificar, sí, pero ¿para qué? En realidad, la investigación cuantificada tiene los
mismos fines que la cualitativa: explicar al hombre, colectivo e individual. La cuantifica-
ción permite encontrar explicaciones de comportamientos que muchas veces permanecen
ocultas a una investigación cualitativa. Una primera versión de la historia económica se
halla en el cultivo sistemático de la estadística como una «ciencia de la administración»
que halló forma académica en la ilustración alemana. Con la esperanza de poner orden
a una ingente masa de datos creada por el Estado, cuenta Hernández Sandoica20, se re-
forzó la vertiente teórica de las series de datos, en un intento de racionalizarlas y expli-
carlas. La potencia de la cuantificación reside esencialmente en la posibilidad de esta-
blecer relaciones exactas. Pero la cuantificación, insistimos, no es nunca un fin en sí
mismo. Así como para los economistas la cuantificación es algo consustancial al de-
sarrollo de su disciplina, para los historiadores económicos constituye generalmente una
técnica de gran interés. Dado que el análisis de las series históricas, uno de los objeti-
vos fundamentales de la historia económica a lo largo del siglo XX, permite en general
contrastar las relaciones de causalidad entre diferentes variables, esto, en última instan-
cia, ha permitido mejorar las herramientas de análisis con las que cuenta la teoría eco-
nómica21.
Por otro lado, la historia económica desde su configuración como disciplina autóno-
ma ha contado en su haber con un amplio bagaje de relaciones interdisciplinares, esta-
blecidas con la sociología primero y con la antropología después, relaciones que le han
permitido tomar prestados los métodos de los diferentes científicos sociales para la ela-
boración y contrastación de sus propias hipótesis. Para Elena Hernández Sandoica «cuan-
to más teórica y cuantitativa se ha mostrado la historia económica, más compleja se ha-
ría su relación con otras disciplinas»22.
Partiendo de esta constante interrelación de disciplinas, la autora citada define tres
esferas teóricas en las cuales se han movido hasta la actualidad los historiadores econó-
micos: la esfera formalista o neoclásica, la cual a partir del modelo del capitalismo in-
dustrial define la lógica económica como una elección de validez universal entre alter-
nativas, orientada a maximizar los beneficios en un contexto de escasez de recursos; la
teoría económica sustantivista, más reciente, debe a Karl Polanyi el énfasis depositado
en la cultura, que gobierna a su vez toda lógica económica a lo largo de la historia. En
mediados del siglo XX, contribuyó de manera importante a la obtención y ordenación de largas series de datos ho-
mogéneos aunque posteriormente haya sido muy criticada por los nuevos historiadores de la economía por la apa-
rente superficialidad de sus análisis tras una ingente tarea de construcción serial.
22 Ibídem, 2004, p. 204.
40 LA ESCRITURA ACADÉMICA EN CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES
esta teoría, que parte de una racionalidad particular, no universal, producto de un con-
texto social y cultural (se trata de una versión antropológica de la teoría económica), se
hace hincapié en el carácter histórico de la economía de mercado y la existencia de una
distinción crucial entre sociedades con mercado o sin él. Finalmente, las teorías estruc-
turalistas, en las que se han venido agrupando las corrientes históricas del marxismo del
siglo XX, ponen el acento en las relaciones sociales, «cuya constante interacción de re-
des crea las precondiciones que otorgan dirección y significado a las acciones indivi-
duales»23.
A partir de la década de 1960 la corriente más exitosa de la historia económica pro-
tagonizó una renovación metodológica en la disciplina –que, con diversas revisiones y
actualizaciones, llega hasta la actualidad– y cuyas principales características son la utili-
zación, explícita y formalizada, de los conceptos de la teoría económica neoclásica y la
preparación y análisis estadístico del material cuantitativo disponible, al tiempo que plan-
teó un rechazo frontal de la descripción y la narrativa de la historia clásica. La llamada
cliometría introdujo el análisis econométrico de series largas de las cuentas nacionales
para analizar los procesos de crecimiento en el largo plazo, la rentabilidad social de las
inversiones en infraestructura o la productividad de diversas formas de producción24.
Algunos autores reclaman que los métodos cliométricos derivan enteramente de la
economía, y no de la historia; el método incluye la especificación, en primer lugar, de
un modelo matemático, la búsqueda de información en fuentes históricas, y, finalmente,
la contrastación del modelo con la evidencia empírica presentada, con el fin de ofrecer
conclusiones basadas en un conjunto de supuestos cuidadosamente especificados. Para
Joan R. Rosés el principal rasgo distintivo de esta corriente metodológica consiste en la
combinación de la teoría económica con la evidencia de tipo histórico, o dicho con sus
palabras una «comunión entre teoría económica, estadística e historia»25. La insistencia
en seguir métodos hipotético-deductivos (el análisis de regresión, correlación, las tablas
input-output, o la distribución hipergeométrica) sirve en primer lugar para la pondera-
ción de las innovaciones de tipo tecnológico (como veremos, la introducción del ferro-
carril, por ejemplo, o la fabricación de acero), pero también se aplican al estudio de cier-
tas instituciones económicas como la banca o las empresas.
Además, cobró especial relevancia la construcción de hipótesis o formulaciones con-
trafactuales, es decir, el desarrollo de situaciones alternativas a las que se dieron efecti-
vamente en el pasado, con el objeto de cuantificar, con la ayuda de la teoría y estable-
ciendo sus conexiones con las principales variables económicas, el ahorro o el coste social
de un determinado factor26. Los ejercicios contrafácticos, si bien pueden ser útiles por
cuanto iluminan lo que verdaderamente sucedió, no dejan de ser procedimientos de ca-
rácter especulativo. La elección previa de escenarios contrafactuales tiende a predeter-
minar los resultados obtenidos y no parece posible comprobar históricamente el «qué hu-
biera pasado» si borramos algún evento histórico.
A pesar de que la economía nació a fines del siglo XVIII como un saber ligado es-
trechamente al estudio histórico de los fenómenos económicos, la teoría y la historia eco-
nómicas se fueron distanciando progresivamente en los siglos posteriores, ante la exis-
tencia de importantes diferencias metodológicas. Así, la economía se iría convirtiendo en
una disciplina cada vez más abstracta y con pretensiones de validez universal; la refle-
xión sobre las consecuencias de los cambios económicos en el tiempo se hizo a un lado,
abstrayéndose de los fenómenos de la evolución y tratando, por el contrario, de descri-
bir partes de un sistema o mecanismo que permanecen más o menos constantes a través
del tiempo. De este modo, la disciplina económica se consolidó «más teórica, abstracta
y deductiva que histórica»30. En palabras de Enric Tello, la economía «le dio la espalda
a la historia concibiéndose a sí misma como una ‘física de las ciencias sociales’»31. Así,
por ejemplo, para los economistas ingleses de principios del siglo XX la historia econó-
mica era un estudio prácticamente irrelevante y la teorización en el análisis económico
se fundamentó en el empleo de axiomas o hipótesis independientes de la historia. En
otros países como Francia o Alemania, especialmente en el período de entreguerras, las
fronteras entre una y otra disciplina permanecieron mucho más permeables, pero en lí-
neas generales ambas disciplinas siguieron un desarrollo independiente y paralelo.
Aunque la introducción de la historia económica en algunas universidades europeas
fue temprana, de tal modo que absorbió el quehacer de algunos de los más relevantes
historiadores en el tránsito del siglo XIX al XX, fue su entronque con la historia social lo
agosto 2011.
29 Cipolla (1991: 27-28).
30 Martínez Ruiz (1992: 8).
31 Tello (2005: 29).
42 LA ESCRITURA ACADÉMICA EN CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES
que a fin de cuentas la haría no sólo popular sino dominante en las escuelas de pensa-
miento histórico occidental, confiriéndole una legitimación académica y profesional que
se extendería con posterioridad a la I Guerra Mundial. Algunos historiadores abogaron
entonces por una más estrecha colaboración metodológica entre la economía y la histo-
ria, pero no fue sino hasta después de la II Guerra Mundial cuando bajo la influencia de
razones derivadas de la fuerza de la vida económica en aquellas décadas y la ya evidente
mundialización de la economía, la disciplina se institucionalizó.
Justo a fines de los años cincuenta y principios de la década siguiente un grupo de
economistas estadounidenses consiguió superar definitivamente el divorcio secular entre
teoría e historia económica. La llamada Nueva Historia Económica o «cliometría», for-
jada bajo la estela de autores como A. Gerschenkron, R. Fogel, A. Conrad y J. Meyer,
nació con la vocación de abandonar «las vaguedades imprecisas de una historia mera-
mente narrativa» por una ciencia mucho más rigurosa que consistiera en la aplicación de
la teoría económica neoclásica a los problemas históricos32. El impulso de esta corrien-
te y algunas de sus obras más significativas dieron pie a famosos debates como el im-
pacto económico del ferrocarril, la rentabilidad de la economía esclavista del sur de los
Estados Unidos o el análisis comparado del crecimiento económico y la productividad
en el largo plazo. También contribuyó, como dijimos anteriormente, al desarrollo de im-
portantes herramientas metodológicas en la elaboración o contrastación de interpretacio-
nes de la historia económica. La idea de que sólo el dominio pleno de la teoría posibi-
litaría distinguir correctamente entre lo regular y lo irregular, entre lo esperado y lo
inesperado, constituye la convicción esencial que ha inspirado a los cliometras.
La dinámica que desató, no sólo en el continente americano sino también en Euro-
pa, alentó un cambio sustancial en la naturaleza de los trabajos de historia económica y
la revisión de anteriores interpretaciones sobre el pasado. En Gran Bretaña la polémica
historiográfica abierta por los seguidores de esta corriente se centró en el análisis de la
decadencia de la economía británica de 1873 a 1914, el llamado climaterio británico33.
Las primeras décadas de la nueva historia económica fueron muy prolíficas y sus re-
sultados tuvieron gran impacto. Joan Rosés afirma que la corriente se benefició del enor-
me prestigio de que gozaba la teoría económica positiva, con un énfasis en las estadís-
ticas comparativas y la predicción de las variables económicas34. Su difusión en el mundo
académico anglosajón y francés fue más bien lenta pero, durante los años setenta, prác-
ticamente todas las historiografías nacionales se adherirían a los consejos cliométricos,
como bien advierten algunas obras recopiladoras y críticas35; por lo que se refiere a Es-
paña, su influjo no se dejó sentir sino hasta finales del franquismo, cuando historiadores
como Nicolás Sánchez Albornoz o Gabriel Tortella publicaron los primeros trabajos con
métodos de investigación econométricos. En 1985, una obra colectiva La nueva historia
económica en España, coordinada por Pablo Martín Aceña y Leandro Prados de la Es-
cosura, se convirtió en una especie de manifiesto fundacional de la corriente cliométrica
en España. Martínez Ruiz afirma que este nuevo maridaje establecido entre la historia y
la economía habría permitido a la historia económica «recuperar el estatus de disciplina
científica que muchos le negaban por considerarla ateórica»36. Con la econometría y la
32 Ibídem, p. 33.
33 Martínez Ruiz (1992: 20).
34 Rosés (2005: 5).
35 Temin (1984).
36 Martínez Ruiz (1992: 22).
II.2. LA HISTORIA ECONÓMICA. CONCEPTOS, METODOLOGÍA Y FUENTES 43
El planteamiento esencial de esta corriente supone que las reglas básicas del juego
determinan el funcionamiento de todo sistema económico (qué y cuánto se produce y
cómo se distribuye). Del conjunto de investigaciones surgidas al calor de esta nueva
corriente destacan los estudios sobre los derechos de propiedad, especificados mediante
el sistema legal de una sociedad, derechos que definen quién gozará de la posibilidad de
usar, enajenar y recibir la renta de un determinado recurso. Los derechos de propiedad
proporcionan, pues, el marco de incentivos que fomenta o desalienta la actividad eco-
nómica41.
La incorporación del contexto histórico normativo-cultural, en un sentido amplio, se
extendió en las décadas posteriores. En opinión de Carlo Cipolla «no hay nada que sea
42 Cipolla (1991:103).
43 Martínez Ruiz (1992: 35-36).
44 Tortella (1998: 2).
II.2. LA HISTORIA ECONÓMICA. CONCEPTOS, METODOLOGÍA Y FUENTES 45
En los años setenta cobró fuerza un nuevo enfoque o campo de la historia económi-
ca, la historia antropométrica, que establecía la existencia de una correlación positiva en-
tre la renta o el bienestar de las personas y ciertas medidas antropométricas tales como
la estatura. A partir de esta base se elaboraron conjeturas acerca del bienestar y la ri-
queza con datos de carácter biométrico que podían obtenerse con relativa facilidad de
ciertos registros como los militares y hospitalarios, por ejemplo45.
A partir de la década siguiente, el auge de la historia económico-institucional incor-
poró nuevos temas a la discusión académica como el análisis de la segunda revolución
industrial, debido, entre otras cosas, al reto que representaba «explicar el funcionamien-
to de los mercados y las pautas de crecimiento cuando las instituciones jerárquicas, como
son las empresas comerciales, los sindicatos y el Estado, ejercen un fuerte control sobre
la actividad económica»46.
Al calor de la construcción de grandes cantidades de datos tratados con procedi-
mientos estadísticos cada vez más depurados y fiables, florecieron algunas especialida-
des como la demografía histórica o la historia empresarial. En un primer momento la de-
mografía histórica se ocupó del estudio de la transición demográfica, es decir, el proceso
histórico por el que una sociedad pasaría de tener un comportamiento demográfico con
altas tasas de natalidad y mortalidad a contemplar su drástico descenso. Asimismo, fue
abordada en un marco regional la relación entre los movimientos de las poblaciones y
los recursos, así como las perturbaciones accidentales del equilibrio de la población. Las
técnicas econométricas permitieron seguir las curvas de la natalidad y la mortalidad así
como las de fertilidad y las migraciones, internas y externas, al mismo tiempo que abrie-
ron la posibilidad de estudiar la reproducción biológica y social a través de la familia y
sus cambios en el espacio y en el tiempo.
Otra de las más fructíferas subespecializaciones se constituyó en torno a la historia
empresarial (Business history) debido en buena medida al interés creciente en el papel
del empresario y de las empresas como motores del desarrollo económico. La enorme
proliferación de trabajos en los últimos tiempos y la disponibilidad creciente de archi-
vos de empresas han evidenciado que el empresarial constituye un mundo variadísimo y
muy adaptado a las características institucionales y culturales de las sociedades en que
se desarrollan47.
Finalmente, entre los temas que en las dos últimas décadas han atraído la atención a
los historiadores económicos figuran la explicación al incremento de la desigualdad y la
experiencia del Tercer mundo en los últimos cien años, los efectos de la globalización,
la convergencia económica, las diferencias regionales, el papel de la mujer en el merca-
do de trabajo, la formación de capital humano, la eficacia de la política macroeconómi-
ca, el envejecimiento de la población, los efectos de los programas sociales o el creci-
miento del Estado48. Esta fragmentación y la complejidad aledaña de la disciplina
histórico-económica constituyen hoy dos notas distintivas de la historiografía en general,
que también se muestran en la historia económica y han tenido que ver de manera di-
Ibídem, p. 3.
45
tructivo a los estudiantes que inician su investigación y necesitan obtener un panorama amplio de los temas y las
líneas de investigación abiertas en la actualidad: Revista de Historia Económica, Historia Industrial e Investiga-
ciones en Historia Económica. La más veterana, Revista de Historia Económica, fundada en 1983, muestra, ade-
más, la evolución que estos temas han sufrido en los casi treinta años de andadura de la revista.
46 LA ESCRITURA ACADÉMICA EN CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES
recta con el esfuerzo monumental por ofrecer explicaciones amplias, veraces y comple-
tas «lo más cerca posible de la verdad»49.
tro de una base de datos común que integra los fondos de cada una de ellas55. Final-
mente, los organismos internacionales dependientes de las Naciones Unidas y otras en-
tidades supranacionales e incluso grandes organizaciones no gubernamentales o empre-
sas multinacionales privadas han iniciado en la segunda mitad del siglo XX ambiciosos
estudios estadísticos que suelen sacar a la luz pública y que pueden ser consultados como
materia prima para un trabajo de investigación56.
Ahora bien, toda investigación de carácter histórico-económico debe partir de un ex-
haustivo conocimiento de las series históricas. En las últimas décadas se han realizado
valiosos trabajos de edición de estadísticas históricas internacionales. Destacamos la pu-
blicación actualizada en 2007 de la obra de Barry Mitchell, presentada en tres tomos por
continentes: The Americas, Europe y Asia, Africa y Oceania. También se debe señalar el
tomo de estadísticas sobre el crecimiento económico que publicó Angus Maddison en
2001 (editada al año siguiente en castellano por la OCDE bajo el título: La economía
mundial. Una perspectiva milenaria). Los principales contenidos de estas estadísticas his-
tóricas se centran en la población y las estadísticas vitales, fuerza de trabajo, agricultu-
ra, industria, comercio exterior, transportes y comunicaciones, finanzas, precios, educa-
ción y las cuentas nacionales.
La publicación de las estadísticas históricas españolas ha sido llevada a cabo por un
equipo de historiadores económicos coordinados por Albert Carreras y Xavier Tafunell
y consta de tres tomos cuya segunda edición data de 2005. En el primer volumen se
abordan los siguientes aspectos: clima, la población, la educación, el sector agrario y la
pesca, la industria y la urbanización y la vivienda. En el segundo tomo está dedicado a
los transportes y comunicaciones, el sector exterior, el sistema monetario y financiero,
la empresa y la bolsa, la investigación y desarrollo de patentes así como el sector pú-
blico administrativo y el Estado del bienestar. Finalmente, un tercer tomo presenta los
datos del gobierno y la administración, las elecciones y la política, el trabajo y las rela-
ciones laborales, el consumo y los precios y la renta y la riqueza.
No podemos finalizar este somero recorrido por las fuentes para la historia econó-
mica sin resaltar la importancia de las publicaciones periódicas y los libros concebidos
como visiones panorámicas de la economía mundial. En las últimas décadas se ha edi-
tado un número importante de obras colectivas o individuales que ofrecen visiones de
conjunto sobre la economía mundial en el largo plazo. En ellas se acostumbra a presen-
tar un uso exhaustivo de las estadísticas históricas por lo que constituyen un punto de
partida esencial para toda primera aproximación a un trabajo de investigación histórica.
Autores clásicos como Cameron, De Vittorio, Foreman-Peck, Kenwood y Lougheed y
Zamagni, entre otros, orientarán a los investigadores noveles en la interpretación de las
principales herramientas histórico-estadísticas57. En España, los textos más conocidos y
utilizados son los de Albert Carreras y Xavier Tafunell58 y Francisco Comín, Mauro Her-
nández y Enrique Llopis59.
La comunidad científica de los historiadores económicos alimenta con diversa pe-
riodicidad una serie de revistas con arbitraje internacional en las que se publican los úl-
magni (2004).
58 Carreras y Tafunell (coords.) (2007).
59 Comín, Hernández, y Llopis (eds.) (2010).
48 LA ESCRITURA ACADÉMICA EN CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES
Anotaciones finales
La historia económica en la actualidad parece suficientemente preparada para dar res-
puesta a preguntas relevantes (aspiración, esta, la de la relevancia, común e irrenuncia-
ble en todas las ciencias sociales en la medida en que se ocupan de lo general y que,
por tanto, los estudiantes que afrontan la elección de sus temas de investigación deben
tener siempre en cuenta).
El esfuerzo de normalización metodológica y la tensión teórica que los historiadores
económicos han permitido imprimir sobre el trabajo de los historiadores en general cons-
tituyen efectos notables y duraderos que conviene no minimizar. Sin embargo, debemos
resaltar que las técnicas cuantitativas y cualitativas a día de hoy no son para nada ex-
cluyentes en la investigación histórica de los procesos económicos del pasado, aun cuan-
do sea aconsejable que la exploración cuantitativa preceda por regla general a la incor-
poración de otras variables, aquellas no sujetas a medición.
No podemos sino reafirmar, en estas líneas finales, que la aspiración generalizadora
del cuantitativismo seguido por la historia económica ha ampliado hasta límites insos-
pechados el campo de visión del historiador, abriéndole puertas que antes aparecían cerra-
das. Y le ha proporcionado, sobre todo, nuevos métodos, que constituyen no un objeti-
vo sino todo un medio de conocimiento. Cabe resaltar, por supuesto, que también los
economistas han salido ganando de este intercambio disciplinar, por cuanto el trabajo de
los historiadores econométricos ha contribuido, sin duda, a la elaboración y perfeccio-
namiento de la propia teoría económica.
Para terminar, retomamos la idea con la que iniciábamos el texto, en la que explicá-
bamos la necesidad de estudiar la economía desde la óptica de la historia económica. En
estos tiempos críticos, la historia, una y mil veces se ha repetido, constituye un verda-
dero banco de pruebas donde buscar puntos de apoyo para no repetir errores anteriores.
En palabras de Enric Tello: «[…] sólo si comprendemos en qué medida las trayectorias
del pasado condicionan nuestro presente, y de qué modo, podremos realmente cambiar
las tendencias en curso para virar hacia otras dimensiones»61.
60 Coll, y Fortea (1995), Colly Fortea (1995: 42). Véase también un artículo más antiguo pero igualmente es-
Introducción
¿Qué es la geografía? y ¿para qué sirve? siguen siendo preguntas que se hacen los
geógrafos. La palabra geografía procede de los términos griegos geo (tierra) y graphein
(describir), por tanto «descripción de la tierra».
Cómo la mayoría de las disciplinas actuales, posee una larga tradición histórica, que
sería imposible resumir en este apartado. En su evolución, la geografía ha ido variando
y reduciendo su objeto de estudio. Después del Renacimiento y las grandes exploracio-
nes, y de la aparición de la nueva física y de la astronomía, su objeto se limita al pla-
neta Tierra. Desde finales del XVIII y a lo largo del XIX, la geografía experimenta pro-
fundos cambios, concentrándose en el estudio de los fenómenos ocurridos en la superficie
terrestre1. Así, el nacimiento de la geografía como disciplina moderna se produce en Eu-
ropa a partir de la segunda mitad del XIX, al menos esta es la concepción más extendi-
da entre los geógrafos. Por tanto, nace en un contexto cultural determinado y se conso-
lida en unas circunstancias históricas concretas2. Será a finales del siglo XIX, cuando se
institucionalice definitivamente en un gran número de universidades europeas. Este ca-
mino hacia la consolidación como disciplina moderna, variará en los distintos países tan-
to en los tiempos como en las escuelas. Detrás de esta diversidad de situaciones se en-
cuentran las distintas filosofías de la ciencia que explican los modelos de geografía.
«Los distintos enfoques, las diversas concepciones del espacio, los distintos objetos que
se proponen como ‘‘objeto de la geografía’’, las diferencias metodológicas, los campos o cen-
tros de interés, la propia estructura o con la que se organiza y jerarquiza el conjunto de ám-
bitos contemplados por la geografía, tiene su razón de ser en esas filosofías. La geografía no
se constituye al margen de las preocupaciones de la sociedad en que surge; es, por el contra-
rio, un trasunto de tales preocupaciones»3.
por la cual está continuamente preocupada por la búsqueda de su unidad. Esta unidad,
como veremos a continuación, no puede ser metodológica.
En este capítulo se ha considerado oportuno profundizar en las Tecnologías de la In-
formación geográfica por varios motivos. En primer lugar porque, aunque no son tecno-
logías que utilicen en exclusiva los geógrafos si «se han asociado históricamente al que-
hacer geográfico»4. En segundo lugar, por su utilización creciente en las investigaciones
emprendidas desde las diferentes ramas de la geografía, incrementando las posibilidades
de las herramientas de análisis más tradicionales. Por último, por su presencia en inves-
tigaciones emprendidas desde otras ramas de las ciencias sociales y de las humanidades
incluidas en esta obra, como la sociología, la historia o la historia económica.
gación se obtienen los datos y se procesan y se confirma la hipótesis o no. En este últi-
mo caso, se propone una hipótesis alternativa y se procede a una nueva verificación.
Los dos procedimientos no son excluyentes, y en casos especiales, la investigación
directa puede servir de preludio para la formulación de la hipótesis que mediante el se-
gundo camino será verificada.
Cualquier análisis de una realidad espacial exige incorporar la acción ejercida por
múltiples factores. Como consecuencia la geografía es, necesariamente, heterogénea a ni-
vel metodológico. La geografía, ciencia de relaciones, reclama un proceso de pensamiento
específico en tres términos principales: observación analítica, detección de las correla-
ciones y búsqueda de las relaciones de causalidad11.
En definitiva se trata de una ciencia de síntesis que parte de la descripción para des-
embocar en la explicación.
Las fuentes
La propia naturaleza de la geografía, que se ocupa de aspectos tan diversos y a es-
calas tan variadas, implica una enorme variedad de fuentes de información. El geógrafo
se enfrenta tanto a problemas relacionados con la obtención de los datos como a la
determinación de las formas y relación entre ellos, a su representación y a su continua
actualización. La experiencia indica que estos procesos no se pueden separar en fases
aisladas puesto que se retroalimentan y se desarrollan en función del objetivo de la in-
vestigación.
Posiblemente la fase de obtención de la información geográfica necesaria para reali-
zar la investigación, sea la labor a la que el investigador deberá dedicar el mayor es-
fuerzo temporal. La recopilación de los datos, es un trabajo arduo y delicado, que con-
duce al geógrafo hacia el terreno12.
Como se ha descrito ya en esta obra, las fuentes de información se pueden agrupar
en directas o primarias e indirectas o secundarias. Las directas se crean durante el pro-
cedimiento de la investigación. Son obtenidas por el propio equipo investigador y algu-
nas de las más comunes en Geografía son: la observación de campo, la toma directa de
datos GPS, encuestas, entrevistas, etc. En las fuentes indirectas o secundarias, se parte
del análisis e interpretación de las fuentes primarias. Los datos primarios tomados de
otro documento constituyen siempre una fuente secundaria. Destaca por su uso habitual
en la investigación geográfica la cartografía y las series estadísticas.
Uno de los principales problemas a los que se enfrenta el investigador es la recopi-
lación de la información adecuada. Existe un gran cantidad de datos, generalmente dis-
persos e inconexos, como para analizarlos todos. El investigador debe encontrar formas
eficaces y rápidas para filtrar y obtener la información pertinente, ya que la toma ex-
haustiva de datos, en la mayoría de las ocasiones, es imposible. Así pues, será necesa-
rio realizar una observación parcial, seleccionando el número de elementos que propor-
cione el detalle suficiente para llevar a cabo generalizaciones y nos permitan deducir las
características del aspecto que se analiza. En este proceso de observación parcial, el pri-
mer paso es definir la población que aporte una imagen fiable del fenómeno geográfico
11 George (1982).
12 Ibídem.
52 LA ESCRITURA ACADÉMICA EN CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES
a estudiar. El segundo paso será definir el método más apropiado para realizar la mues-
tra. Citaremos aquí los sistemas de muestreo más utilizados:
• Aleatorio, donde todos los componentes de la población tienen la misma probabi-
lidad de ser elegidos.
• Sistemático, por el que se obtiene una muestra a intervalos regulares dentro de la
población.
• Espacial, la diferencia en relación al muestreo no espacial consiste en que se tra-
ta de seleccionar puntos o cuadrados de una superficie continua y no elementos de
una lista13.
• Estratificado, utilizado cuando se pretende asegurar que cada subgrupo está repre-
sentado dentro de la muestra. Así, si estamos recogiendo mediante una encuesta la
visión de los diferentes grupos de agricultores sobre una determinada medida o po-
lítica agraria, el trabajo de campo se diseñará para que estén recogidos en la mues-
tra los propietarios de explotaciones agrícolas pequeñas, medianas y grandes.
Dado que la Geografía, comparte con otras disciplinas un gran número de fuentes
que ya han sido recogidas en esta obra y que la fuentes utilizadas van a variar según el
fenómeno a analizar (la precipitación, la densidad demográfica, el grado de mecaniza-
ción de las explotaciones agrícolas, la renta media, etc.) se ha considerado conveniente
centrarse en la cartografía y en la información espacial o georreferenciada, quizás los re-
cursos de investigación más característicos de la Geografía.
13 Ebdon (1982).
14 Fernández, Muguruza, Martín y Abad (2008).
15 Franco (1999).
II.3. INTRODUCCIÓN A LAS TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN GEOGRÁFICA (TIG)… 53
FIGURA II.3.1
Representación del Geoide
La observación de la tierra
La fotografía aérea, las imágenes de satélite y los datos recogidos por los sensores
LIDAR (Laser Imaging Detection and Ranking), han supuesto un gran salto en la obser-
vación de los fenómenos que acontecen en nuestro planeta. Entre las muchas ventajas
que podríamos citar sobresale la posibilidad de proporcionar coberturas exhaustivas de
amplios territorios. Esto supone la posibilidad de disponer de una información sintética,
completa y renovable periódicamente, sobre las características físicas, sociales y econó-
micas de las zonas de estudio.
Según Chuvieco24 la Teledetección, en sentido amplio, engloba tanto a los procesos
que permiten obtener una imagen desde el aire o el espacio, como a su posterior trata-
miento. Para esta adquisición de información es necesario que exista una interacción ener-
gética entre la superficie terrestre u otro objeto y el sensor. Esta interacción puede pro-
ducirse por reflexión de la energía solar o de un haz energético artificial, o bien por
emisión propia del objeto. Por tanto, va a depender de los desarrollos tecnológicos dis-
ponibles en cada momento.
En geografía, y en general en las ciencias de la Tierra, las técnicas más utilizadas
son la fotografía aérea y la teledetección espacial. Como el lector podrá deducir sólo des-
cribiremos de forma básica algunos de los principio claves de estas técnicas, que espe-
ramos sean útiles para entender las posibilidades y el desarrollo de las mismas.
La fotografía aérea recoge parte del espectro electromagnético (visible e infrarrojo)
reflejado por los elementos de la superficie terrestre, en emulsiones pancromáticas (fo-
tografías en blanco y negro o en color). En la fotografía en blanco y negro, los objetos
más reflectantes (como las superficies desnudas) aparecen en blanco mientras que los
menos (como la vegetación) aparecen en negro. En las fotografías a color las reflectan-
cias se traducen en intensidades de color. También se producen fotografías en falso co-
lor (se modifica la emulsión para destacar un determinado fenómeno geográfico) o mul-
tiespectrales. En esta última cada cámara toma una porción del espectro o banda (azul,
verde, rojo e infrarrojo), de esta forma se obtienen cuatro fotografías de un mismo es-
pacio. Se puede analizar cada banda independientemente, o superponerla, con estos tra-
tamientos se aumenta la posibilidad de reconocimientos de objetos.
FIGURA. II.3.2
Fotografía aérea en color (Alcalá de Henares)
Fuente: Plan Nacional de Ortofotografía Aérea de España. Visor IBERPIX. Instituto Geográfico Nacional.
24 Chuvieco (2006).
58 LA ESCRITURA ACADÉMICA EN CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES
FIGURA II.3.3
Esquema del proceso de Teledetección pasiva
Estos sensores captan una gama mayor del espectro. Así pues, además del espectro
visible y del infrarrojo es posible captar energía ultravioleta y microondas.
25 Ibídem.
II.3. INTRODUCCIÓN A LAS TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN GEOGRÁFICA (TIG)… 59
FIGURA II.3.4
Representación del espectro electromagnético
A esta clara ventaja se suman la posibilidad de obtener una cobertura total del glo-
bo, la observación a diferentes escalas, la toma de datos de una misma área de forma
periódica, la transmisión inmediata y la producción de la información en formato digi-
tal. Es fácil deducir que el rango de fenómenos a estudiar se ha ampliado notablemente.
Las aplicaciones de la teledetección, han ido aumentando con la tecnología. Algunos
de sus usos más conocidos son la meteorología, los estudios sobre la evolución de las
masas de nieve, la clasificación de las cubiertas del suelo, la salinidad de las grandes
masas de agua, su uso para estudiar la deforestación de áreas poco accesibles, etc. Ade-
más de estos estudios, muchas veces desarrollados por grandes organizaciones o centros
de investigación, la teledetección se aplica a la planificación territorial, para analizar la
evolución de superficies afectadas por incendios forestales, a la realización de inventa-
rios de regadío o a la propia gestión de las comunidades de regantes, etcétera.
60 LA ESCRITURA ACADÉMICA EN CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES
FIGURA II.3.5
Representación de un índice de vegetación (NDVI). Satélite MODIS
26 Alonso (2006).
27 Goodchilde y Kemp (1990).
28 Johnson (2006).
II.3. INTRODUCCIÓN A LAS TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN GEOGRÁFICA (TIG)… 61
ubicaciones exactas de los pozos de agua y los sectores donde se habían producido ca-
sos de cólera. De esta forma pudo localizar los pozos de agua contaminados que esta-
ban en la base del brote de cólera.
DeMers29 describe las condiciones para que en 1966 se materializara la primera uti-
lización los SIG, tal y como la conocemos actualmente, el Canadian Geographic Infor-
mation System (CGIS), aunque sin ser en absoluto una herramienta novedosa30. El geó-
grafo inglés Roger Tomlinson recibió el encargo de realizar el Inventario de Tierras
Canadá (Canada Land Inventory, CLI) donde se recogieran: los recursos forestales y mi-
nerales, el estado y las necesidades de conservación de la fauna salvaje y la disponibi-
lidad y calidad de los recursos acuáticos. Además debía establecer qué recursos pueden
ser explotados y su evolución a corto, medio y largo plazo, considerando que el uso de
estos recursos genera conflictos sociales y ambientales.
Para ello Tomlinson necesitaba obtener una enorme cantidad de datos espaciales, or-
ganizarlos, realizar análisis espaciales y modelizar y presentar los resultados. El CGIS
estuvo operativo hasta la década de los noventa llegando a ser la base de datos, sobre
recursos del territorio, más grande de Canadá.
En las décadas de 1980 y 1990 se produjo el gran crecimiento de los SIG. Al co-
mienzo dominaron las iniciativas públicas, pero la adecuación de estos programas a los
ordenadores personales, abriendo una clara posibilidad de negocio, supuso el incremen-
to de la presencia de las empresas privadas en los desarrollos de software SIG.
En los últimos años, a la consolidación de los grandes proyectos empresariales, se
han sumado con una fuerza los proyectos de software SIG de código libre. Pero quizás
el elemento común más destacable, que ya hemos comentado al hablar de las IDE, es la
generalización del acceso y utilización de la cartografía digital y la información geográ-
fica mediante Internet.
A esta «democratización» del acceso a la información geográfica están contribuyen-
do otros fenómenos como:
• El desarrollo de otras tecnologías ya citadas (Teledetección, Lidar, GPS, etc.) que
generan información geográfica en formato digital.
• La inclusión de los SIG en los planes de estudio universitarios y la proliferación
de cursos de especialización y postgrados.
• La evolución del software y hardware, orientados a utilizar los SIG en dispositi-
vos móviles cada vez de menor tamaño.
Por tanto, su potencial de uso se incrementa constantemente en numerosas actividades:
• Como las relacionadas con la gestión y planificación del territorio: gestión de es-
pacios naturales, la planificación sectorial, ordenación del territorio y urbanismo,
gestión del tráfico, etcétera.
• Como soporte de actividades profesionales: diseño de redes de riego, declaracio-
nes de impacto ambiental, estudios de mercado, etcétera.
• En la gestión de emergencias, indispensable en la gestión de vertidos contaminan-
tes, inundaciones, incendios forestales, etcétera.
• En la docencia e investigación científica en numerosos campos: Geografía, Histo-
ria, Meteorología, Sociología, Economía, Geología, etcétera.
29 DeMers (1997).
30 Alonso (2006).
62 LA ESCRITURA ACADÉMICA EN CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES
FIGURA II.3.6
Organización de la información en un SIG
El formato raster, divide el espacio mediante una retícula regular, donde en cada una
de estas divisiones o celdas, se guarda un valor único (igual que las imágenes de una
cámara fotográfica digital). Está destinado a representar valores continuos, con lo que se
centra más en las propiedades del objeto que en la precisión de los límites.
El formato vectorial está diseñado para representar datos discretos que se expresan
a menudo como vectores. A diferencia de los continuos, en estos fenómenos geográficos
la precisión en la representación de su localización y sus límites es muy importante. Se
pueden representar mediante:
• Puntos (o multipuntos), se reducen a pares de coordenadas x,y que marcan la po-
sición del fenómeno modelizado, por ejemplo, pozos, señales de tráfico, estacio-
nes meteorológicas, núcleos de población, yacimientos arqueológicos, etcétera.
• Las líneas o polilíneas, son un conjunto de puntos ordenados en los que los ex-
tremos se denominan vértices. Utilizado para representar vías pecuarias, infraes-
tructuras hidráulicas, curvas de nivel, etcétera.
• Polígonos (o multipolígonos) son líneas cerradas que delimitan superficies. Repre-
sentan usos del suelo, parcelas catastrales, términos municipales, etcétera.
Cada uno de estos elementos gráficos está vinculado a un registro en una base de
datos que contiene atributos que lo caracterizan. De esta forma, señalando un objeto se
conocen sus atributos e, inversamente, preguntando por un registro de la base de datos
se puede conocer a qué elemento gráfico corresponde.
II.3. INTRODUCCIÓN A LAS TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN GEOGRÁFICA (TIG)… 63
31 Moreno (2007).
64 LA ESCRITURA ACADÉMICA EN CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES
FIGURA II.3.7
Análisis espacial de proximidad con gvSIG
Área de influencia
Este geoproceso crea una nueva capa vectorial de polígonos,
generados como zonas de influencia alrededor de las geome-
trías de los elementos vectoriales de una capa de entrada.
Las geometrías de la capa de entrada pueden ser tanto de pun-
tos como de líneas o polígonos. Se pueden generar varios ani-
llos concéntricos equidistantes en torno a las geometrías de
entrada. Además, en el caso de geometrías de entrada poligo-
nales el área de influencia puede ser exterior, interior o exterior
e interior al polígono original.
Fuente: www.gvSIG.org.
Otra de las posibilidades con datos vectoriales es el análisis de redes. Un SIG pue-
de simular flujos a lo largo de una red lineal, tanto natural como artificial (la circulación
del agua por una red hidrográfica o el desplazamiento de bienes o de personas en una
urbe) Además este flujo puede estar ponderado por valores como la velocidad, el senti-
do de la circulación, la pendiente, el límite de velocidad, niveles de servicio, etc., para
modelar con más precisión la realidad.
El análisis raster requiere del conocimiento de una serie de conceptos básicos de este
modelo necesarios para comprender la lógica de la asignación de valores a cada unidad,
los tipos de funciones y análisis. Describir estos conceptos necesitaría de varios capítu-
los como el presente y no es el objetivo de esta obra. Sí podemos resaltar cómo paula-
tinamente las Ciencias Sociales están incorporando en sus investigaciones este tipo de
análisis. Destaca el caso de la Historia. Su idoneidad para modelar fenómenos continuos,
como la superficie de la tierra, y la posibilidad de combinarlo con capas vectoriales (la
representación de un río o el patrimonio arqueológico) nos permite realizar diferentes es-
tudios. Entre ellos el cálculo de rutas óptimas o de menor coste. Así son varios los ejem-
plos de utilización del análisis ráster, para calcular el recorrido que habría seguido un
ejército para entablar batalla o el trazado de una obra lineal, como un acueducto, del que
sólo quedan algunos restos.
Para terminar esta presentación de las TIG, citaremos algunas de las ventajas del uso
de los SIG de software libre frente al software privativo:
• Su instalación y uso no tiene coste de licencia.
• Con una sola descarga, el software se puede instalar en varios ordenadores. Las
nuevas versiones no suponen adquirir otra licencia.
• Fácil adquisición e instalación.
• Existen manuales y presentaciones gratuitas que facilitan su aprendizaje.
• Son proyectos escalables. Esto permite disponer de la versión con las herramien-
tas básicas e ir aumentado la complejidad de uso paulatinamente.
II.4. METODOLOGÍAS ANTROPOLÓGICA
Y SOCIOLÓGICA
EVA SANZ JARA,
FRANCIS GARCÍA CEDEÑO
fundido con el anterior, puesto que el hecho de que se traten de entender las acciones
humanas observándolas siempre en su contexto sociocultural no implica que el antropó-
logo comparta la visión del mundo, la ideología o la moral de los sujetos que estudia.
Sin embargo, como antropólogo debe «arrojar luz y conocimientos sobre las condicio-
nes en que se generan los principios morales de los otros»2.
El paradigma del relativismo cultural lo constituye la antropología norteamericana de
la primera mitad del siglo XX. Esta tendencia postula que la diversidad de comporta-
mientos humanos se explica por factores culturales y no biológicos, así como que la men-
cionada diversidad merece respeto3. En este contexto puede citarse a Franz Boas4, Ruth
Benedict5, Margaret Mead6, y Edward Sapir y Benjamin Lee Worf como principales re-
presentantes de la antropología norteamericana de la primera mitad del siglo XX y del
relativismo que ésta postula7.
En relación con el relativismo, resulta necesario distinguir los dos modos en los que
el antropólogo puede construir su discurso en el producto de la investigación realizada,
en la etnografía. Estos modos son las categorías emic (de fonémico) y etic (de fonético),
conceptos derivados de la fonética y la fonología. Ambos se refieren al punto de vista
en que el investigador se posiciona al elaborar su discurso, el primero «dentro del siste-
ma» y el segundo «fuera del sistema»:
«La fonética (etic) se ocupa de la descripción de los sonidos del habla desde el punto de
vista del observador externo, utilizando dispositivos mecánicos de registro de las ondas pro-
ducidas por los hablantes. La fonémica (emic), o fonología, se ocupa de la descripción de los
sonidos del habla desde el punto de vista del hablante de la lengua, y muestra cómo, en el ni-
vel supuestamente elemental de la recepción de los sonidos, el hablante opera con categorías
mentales que clasifican las longitudes de onda significativamente. O sea, que las diferencias
que un hablante establece, desde su punto de vista, en el flujo del sonido lingüístico, no coin-
ciden con las diferencias que registra una máquina situada fuera del sistema de la lengua»8.
Estos conceptos han de ser unívocos, es decir, que no permitan distintas interpretacio-
nes; precisos, enmarcados en un único contenido semántico (concisos y rigurosamente
exactos); y, finalmente, deben ser sensibles, en el sentido de que deben tener una refe-
rencia a lo empírico. De este modo, cuando hacemos una definición operacional de nues-
tro objeto de estudio, estamos incluyendo indicadores del modo como estamos tomando
el significado del concepto. Cuando los conceptos están convenientemente operacionali-
zados debemos plantearnos cómo vamos a obtener los datos sociológicos para nuestra
investigación. Estos datos podemos recogerlos, como cuando consultamos fuentes docu-
mentales, informes realizados por otros investigadores o instituciones o cuando observa-
mos el comportamiento de otras personas; o bien, producirlos, por ejemplo cuando pre-
guntamos a las personas ya sea mediante entrevistas o encuestas.
Son diversas las técnicas y métodos utilizados en la investigación sociológica. Den-
tro de la perspectiva cuantitativa, suelen ubicarse aquellas técnicas o prácticas que tie-
nen algún tipo de fundamentación estadística y que son utilizadas para conocer la reali-
dad social11, esto requiere que los fenómenos que queremos estudiar sean susceptibles de
ser traducidos operativamente a variables. Así, encontramos la encuesta por muestreo
como la técnica más conocida y extendida, pero no es la única. Existen técnicas basa-
das en análisis de datos procedentes de fuentes estadísticas externas; en estos casos, las
consideradas fuentes secundarias (en la medida en que los datos han sido construidos o
recopilados por otros investigadores o instituciones), se convierten así en fuentes prima-
rias, para su interpretación en el marco de la investigación que estamos llevando a cabo.
El uso e interpretación de estas fuentes requiere de unos conocimientos mínimos de es-
tadística, en unos casos, y en otros de conocimientos técnicos avanzados, dependiendo
también de los programas informáticos que se utilicen. En todo caso, lo que sí es funda-
mental es utilizar los datos estadísticos elaborados por otros investigadores de manera
adecuada, seleccionando los más pertinentes para los objetivos de nuestra investigación,
así como conocer el proceso que se llevó a cabo para su elaboración en la investigación
original y estar conscientes de las limitaciones de esos datos en la nuestra.
Veamos con más detalle algunas de las técnicas cuantitativas y cualitativas más uti-
lizadas en antropología y sociología.
En sociología, el análisis estadístico es una de las técnicas más utilizadas por la cual
medimos matemáticamente los fenómenos sociales, a fin de analizar sus relaciones y lle-
gar a generalizaciones sobre su naturaleza y significado. Es un proceso asociado al sis-
tema de registro adaptado por la empresa IBM a finales del siglo XIX, con el uso de tar-
jetas perforadas que facilitaban el cálculo mecánico-informático a gran escala. Hoy día,
el uso generalizado de ordenadores y la difusión de los paquetes estadísticos ha tenido
un impacto muy positivo en las ciencias sociales. Suelen utilizarse aplicaciones infor-
máticas que faciliten este tipo de análisis, desde las más sencillas como el Excel, a las
más utilizadas como el SPSS (Statistical Package for the Social Sciences), o más sofis-
ticadas como EQS (Structural Equation Modeling Software) y LISREL (Linear Structu-
ral Relations) HLM (Hierarchical Linear and Nonlinear Modeling) para ecuaciones es-
tructurales, y RATS (Regretion Analysis of Time Series) y TSP (Time Series Processor)
para series temporales.
La matriz de datos es la base fundamental sobre la cual se fundamenta la investigación
estadística, dado que es la que permite el cálculo. Consiste en una tabla en la que se in-
troducen los datos, que puede ir generando tablas accesorias de la original, con el fin de
proceder a diferentes tipos de procesos y cálculos, cruzando las unidades de datos con
diferentes variables. Se deben cumplir dos grandes principios, el de clasificación (cada
unidad debe poder tomar un solo valor en cada variable) y el de integridad (un valor
dentro de cada variable para todas las unidades, de ahí la necesidad de reducir las celdas
vacías al mínimo)12. Cuando en un estudio hay muchas variables y una sola unidad, esta-
mos ante una investigación intensiva (caso de estudio, por ejemplo); y cuando se trata de
muchas unidades y pocas variables, estamos ante una investigación extensiva. Lo ideal
sería tener tantas variables y unidades como sea posible. En última instancia, la finalidad
de este tipo de análisis de datos es utilizar las distribuciones y así poner a prueba alguna
proposición teórica «[…] sobre las unidades que pueda ser formulada en el ‘lenguaje de
las variables’, a través de la constatación empírica de una variación conjunta de éstas»13.
Dependiendo del objeto de la investigación, el análisis estadístico puede ser sencillo
o más especializado y complejo. Efectivamente, en investigaciones en pequeña escala
donde la información se ha recogido mediante cuestionario, no es necesario ir más allá de
la estadística descriptiva y de la exploración de las interrelaciones entre pares de variables.
Estaríamos utilizando proporciones, porcentajes y cocientes para datos nominales u ordi-
nales; así como medidas de la tendencia central (media, mediana y moda) y de dispersión
para datos de intervalo o de cocientes (amplitud total o rango y desviación estándar).
Si nuestra investigación requiere de análisis más complejos podemos hacer uso de la
estadística inferencial o de los métodos multivariables de análisis. La inferencial nos ser-
viría para encontrar similitudes y/o diferencias al comparar los datos de una muestra para
una variable con otra muestra o población, siempre y cuando se mantengan ciertos su-
puestos, cuya especificidad escapa del objeto de este capítulo14. Los análisis multivaria-
bles, por su parte, los utilizaríamos para explorar simultáneamente las interrelaciones en-
tre tres o más variables, como sería la regresión múltiple, el análisis de conjunto o el
análisis factorial.
Para la interpretación de los datos estadísticos, recomendamos no perder de vista lo
siguiente:
– Sólo porque dos variables parezcan relacionarse una vez medidas, no significa que
realmente lo están pues a veces la conexión se debe al azar o a una tercera varia-
ble. Para demostrar que existe la causalidad entre dos variables es necesario des-
cubrir el mecanismo que las une.
– Conviene distanciarse de los datos durante un tiempo, para que cuando reinicie-
mos su interpretación no estemos inmersos en la «paternidad» del análisis, con lo
que esto puede significar de cara a discernir de manera más objetiva y realista.
Ibídem, p. 195.
13
14 Para iniciarse en el análisis estadístico, recomendamos la consulta de: Catena, Ramos y Trujillo (2003),
– Estar siempre dispuestos a reconocer que existe la posibilidad de hacer las cosas
de manera distinta: bien en la recolección de datos, bien en la interpretación de
los mismos.
En todo caso, como investigadores no debemos olvidarnos de la significación (pro-
babilidad de que un resultado extraído de una muestra se haya encontrado por azar: cuan-
to más significativo el resultado, mayores son las probabilidades de que represente algo
fidedigno), la representatividad o grado de generalización (posibilidad de que los resul-
tados puedan ser aplicados a otras áreas instituciones, grupos, poblaciones…), la fiabili-
dad (precisión con que se llevó a cabo la investigación en todas sus fases: grado de con-
fiabilidad) y la validez (si los métodos, enfoques y técnicas utilizadas se relacionan con
los temas que se investigan o los miden de forma adecuada)15.
EL EXPERIMENTO
El experimento es otra técnica que viene de las investigaciones en las ciencias natu-
rales (llamado por Bacon ‘experiencia provocada’), y que al aplicarlo a las ciencias so-
ciales conlleva algunas adaptaciones. Para Corbetta el experimento es una «[…] forma
de experiencia sobre hechos naturales que se produce como consecuencia de una inter-
vención modificadora y deliberada por parte del hombre. El experimento se diferencia
de la forma de experiencia consistente en la observación de los hechos en su desarrollo
natural»17. Un ejemplo, dado por este mismo autor, es el estudio mediante experimento
de la influencia de la propaganda televisiva en el voto, en el que el investigador selec-
ciona una muestra de 200 sujetos, los divide en dos grupos de modo aleatorio a fin de
controlar las variables en ambos grupos (proporción semejante de niveles de formación,
sexo y edades), pidiendo a uno de ellos seguir la campaña por televisión y al otro que
se mantenga totalmente al margen de ella. Se puede concluir que hay una influencia en
el voto si tras una entrevista los que debían hacer el seguimiento de la campaña televi-
siva tienden a votar a un mismo candidato, a diferencia de los que no siguieron la cam-
paña por televisión18. Para Corbetta:
«[…] la idea que subyace al experimento es la siguiente: dada la hipótesis de que X es
la causa de Y, si provocamos una variación en los valores de X sobre un determinado núme-
ro de sujetos y mantenemos constantes todas las demás causas posibles de variación de Y, debe
ser posible observar una variación de Y en esos mismos sujetos. La manipulación de la va-
riable independiente y el control de las terceras variables son, por tanto, los dos elementos que
caracterizan al experimento y lo diferencian del análisis de covariación»19.
LA ENCUESTA
verdadera cualquier respuesta que haya sido apoyada por una mayoría de encuestados20.
Ante esto, los investigadores debemos ser conscientes de las posibilidades y limitaciones
de la encuesta, por lo que es fundamental interpretar las circunstancias que han interve-
nido y mediado en la obtención de los resultados en las respuestas, incluyendo el inevi-
table grado de influencia que ejerce el propio cuestionario sobre los encuestados, por
mucho que se haya evitado hacer preguntas y respuestas «neutrales», evitando ambi-
güedades, obviedades, sesgos de ideología o filias, etcétera.
Las técnicas de encuesta podemos adaptarlas para obtener información generalizable
de casi cualquier grupo de población, es por ello que se realizan sobre una muestra de
sujetos representativa de un colectivo más amplio, obteniendo mediciones cuantitativas
de diversas características de la población, lo que permite estandarizar los datos y hacer
análisis estadísticos. No obstante, podemos caer en el riesgo de considerar equivocada-
mente que podemos utilizar los datos obtenidos en la encuesta considerando a la socie-
dad como si se tratase de un simple agregado de individuos, perdiendo los matices, las
diferencias y la complejidad de las realidades sociales.
Cuando hablamos de encuesta casi siempre nos estamos refiriendo a una encuesta es-
tadística, cuyo objetivo principal será la cuantificación de las respuestas obtenidas, que
ha sido realizada mediante un cuestionario pre codificado (o constituido por categorías
previamente definidas, acotadas y cerradas que permiten la unificación de las respuestas
necesaria para su cuantificación, las cuales deberán ser exhaustivas y mutuamente ex-
cluyentes), y que sustenta la representatividad de sus resultados sobre los supuestos del
muestreo probabilístico (selección aleatoria de los individuos destinados a ser encuesta-
dos, con la selección de una muestra estadísticamente representativa de una determina-
da población).
Pero antes de la elaboración del cuestionario, debemos llevar a cabo unas fases pre-
vias: desde la propia formulación del diseño general de nuestra investigación (sobre esto
profundizaremos en el apartado III), a la definición de la población y selección de la
muestra a la que se le presentará la encuesta, con el correspondiente cálculo de las con-
diciones de error y confianza estadística; el llamado pretest o validación del cuestiona-
rio, la aplicación del mismo a la muestra y el posterior análisis de los datos conjunta-
mente con la redacción del informe de la investigación, tras la contrastación de la hipótesis.
Efectivamente, para realizar una encuesta de calidad debemos cubrir varias etapas,
las cuales detallamos a continuación. En primer lugar, debemos formular con precisión
los objetivos de nuestra investigación, así como establecer las hipótesis y variables –de-
pendientes e independientes–, operacionalizar conceptos y diseñar la muestra. Dado que
casi siempre es imposible encuestar a toda una población o un colectivo, es necesario
seleccionar una parte representativa para su estudio, de allí que se defina el muestreo
como «[…] el procedimiento por el cual, de un conjunto de unidades que forman el ob-
jeto de estudio (la población), se elige un número reducido de unidades (muestra) apli-
cando unos criterios tales que permitan generalizar los resultados obtenidos del estudio
de la muestra a toda la población […]»21.
Desarrollar con detalle aspectos como los tipos de muestra (probabilísticas o no, como
el muestreo por cuotas, o por bola de nieve, o el subjetivo o elección razonada), los erro-
res de muestreo, representatividad y tamaño de la muestra, errores de no cobertura o de
no respuesta, ponderación, etc., escapan de los objetivos de este manual, por lo que re-
comendamos al lector a profundizar sobre estos temas en la bibliografía especializada.
En segundo lugar, debemos formular las preguntas que contendrá el cuestionario. En
la encuesta solemos utilizar un cuestionario precodificado mediante el cual hacemos pre-
guntas de hechos de una realidad social (por ejemplo, sobre datos comparables referidos
al propio sujeto, grupo o institución, como puede ser el nivel de renta, tipo de consumo,
partido político al que votó, asociaciones civiles a las que pertenece, nivel de estu-
dios, etc.), y preguntas sobre aspectos subjetivos (opiniones, actitudes, intenciones, va-
lores, expectativas, etc.).
Hay tres grandes bloques de preguntas, las sociodemográficas básicas (descripciones
sociales como sexo, edad, lugar de nacimiento, nivel de estudios, clase social de origen,
profesión, estado civil, etc.), las relativas a actitudes (opiniones, motivaciones orienta-
ciones, sentimientos, juicios, valores), y las que tienen que ver con comportamientos (ac-
ciones, qué ha hecho o dejado de hacer el encuestado). Las segundas, las relativas a las
actitudes son las más difíciles de redactar y las respuestas de los encuestados pueden ser
más fácilmente influenciables según la formulación de la pregunta, su ubicación dentro
del cuestionario o porque son más factibles de no ser contestadas de manera sincera por
parte del encuestado.
Las preguntas también pueden ser abiertas o cerradas; en las primeras, el encuesta-
do tiene la opción de expresarse libremente en el espacio determinado para ello en el
cuestionario; mientras que las segundas incluyen un listado de posibles respuestas de las
cuales el entrevistado debe elegir una o varias opciones de las presentadas. El nivel de
estandarización de la encuesta dependerá de la elección de un tipo de preguntas o de
otras: a mayor cantidad de preguntas abiertas, menor estandarización, y viceversa. Es el
investigador quien debe determinar cómo quiere que sea su cuestionario tomando en
cuenta las ventajas y las limitaciones de cada tipo de pregunta con miras al análisis de
los datos.
En todo caso, el investigador debe primar la sencillez en el lenguaje, que las pre-
guntas y las respuestas –en caso de ser cerradas– sean fáciles de entender, que se ade-
cuen a las características de la muestra a encuestar, que sean breves, no utilizar térmi-
nos ambiguos ni sintaxis complejas, tampoco utilizar palabras con una fuerte carga
emocional, no discriminantes, que no supongan un juicio previo de valor por parte del
investigador, también deben evitarse las preguntas tendenciosas, o embarazosas, o dar
por supuestos comportamientos o conocimientos por parte de los encuestados, o propo-
ner respuestas socialmente deseables en el caso de preguntas cerradas.
Por otra parte, se recomienda que el investigador cuide la secuencia de las pregun-
tas, empezando por las más sencillas de responder (no demasiado indiscretas o persona-
les), y acrecentando el nivel de complejidad de manera gradual dejando para el final las
más comprometidas a fin de evitar la interrupción de la encuesta por parte del encues-
tado. También se recomienda ir pasando de preguntas más generales a aquellas más es-
pecíficas.
No es un trabajo fácil, aunque pudiera pensarse que basta con desarrollar rápidamente
un conjunto de preguntas, por lo que se recomienda no escatimar esfuerzos en la elabo-
ración del cuestionario y su puesta a punto mediante la validación, teniendo en cuenta
que hasta los más mínimos cambios en la formulación de las preguntas pueden provo-
car variaciones sensibles en las respuestas. Efectivamente, cuando ya se tiene una ver-
sión casi definitiva del cuestionario, es necesario validarlo; comienza así la tercera fase,
74 LA ESCRITURA ACADÉMICA EN CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES
la de prueba con el llamado pretest. Es una especie de ensayo del cuestionario con una
muestra similar en sus características a la que será encuestada, con el fin de probar su
funcionamiento, cómo es interpretado, determinar posibles fallos del cuestionario y, en
su caso, introducir las modificaciones pertinentes reformulando las preguntas y/o cate-
gorías de respuestas. Hay que determinar si las preguntas y las respuestas listadas son
bien entendidas o no, el tiempo de duración de la encuesta en caso de ser cara a cara,
fallos en la aplicación informática si se ha decidido hacerla por este medio, etcétera.
En cuarto lugar, tendremos que ocuparnos de preparar el trabajo de campo y proce-
der a la realización de las encuestas. Éstas pueden realizarse cara a cara, y cuyo resul-
tado –de un modo u otro– estarán determinados por su actuación, el modo en que plan-
tea las preguntas, cómo se relaciona con el encuestado… De allí la necesidad de minimizar
el efecto del papel del encuestador, estandarizando su comportamiento y precisando lo
más posible su actuación durante la realización de las encuestas22, para lo cual se re-
quiere prepararse adecuadamente antes de su realización. Dependiendo del alcance y ta-
maño de nuestra muestra, en ocasiones es necesario optar por más de un encuestador, lo
que supone la elección y toma de contacto con quienes vayan a hacer esa función, reu-
nirlos para dar las instrucciones necesarias; todo ello conlleva a realizar los correspon-
dientes cálculos de tiempo y costos de las actividades de campo.
Las encuestas también suelen hacerse vía telefónica, pues permiten abaratar costos,
hacerlas con gran rapidez, permitiendo, incluso, el uso de ordenadores para recoger los
datos; además, da más confianza pues reduce la resistencia al «cara a cara» y aumenta
la percepción del «anonimato».
También las encuestas pueden realizarse mediante cuestionarios autocumplimentados,
que el encuestado rellena sin la presencia de un encuestador, con el correspondiente
ahorro en los costes de la investigación; o mediante aplicaciones informáticas como lo
serían las muy de moda encuestas en línea, cuyo principal limitante es que estaría enfo-
cada solamente a encuestados con acceso a Internet.
Para la realización de las encuestas, tanto si son cara a cara o si son vía telefónica,
recomendamos tener en cuenta:
– Evitar cualquier comportamiento, comentario o actitud que pueda influir en el en-
cuestado: evitar aprobaciones o desaprobaciones, muestras de sorpresa, reinterpre-
tar las preguntas o las respuestas delante del encuestado, etcétera.
– Utilizar frases o gestos neutrales y transmitir la sensación de que todas las res-
puestas son válidas, no se juzgan ni critican.
– Intentar mantener el interés del encuestado para que el cuestionario sea válido y
completo.
– Cuidar el aspecto físico, en caso de entrevistas cara a cara, ni muy llamativo ni
muy excéntrico. Y en las telefónicas, cuidar los ruidos que alteren la comprensión
de las preguntas y respuestas.
– Pronunciar las preguntas con claridad, a una velocidad, tono y ritmo adecuados
para que el encuestado pueda comprenderlas en su totalidad, y sin mayores énfa-
sis que puedan inducir las respuestas.
– Si son encuestas telefónicas, prever los horarios de trabajo, comida y ocio del en-
cuestado, según el objeto de la investigación, y respetar su disponibilidad de tiem-
po. Y si es a móviles, tener en cuenta que puede acabarse la batería…
22 Ibídem, p. 179.
II.4. METODOLOGÍAS ANTROPOLÓGICA Y SOCIOLÓGICA 75
Una vez realizadas las encuestas, debemos procesar la información obtenida. Así, hay
que proceder a la codificación de las respuestas mediante la clasificación en un número
determinado y limitado de categorías que facilite los análisis y las posteriores compara-
ciones. Y, finalmente, debemos analizar los resultados, contrastar la hipótesis y elaborar
el informe final con las correspondientes conclusiones.
ETNOGRAFÍA
Muchas de estas técnicas se engloban en la etnografía, que constituye la metodolo-
gía antropológica por excelencia. En ocasiones, la etnografía se denomina también tra-
bajo de campo, pero de manera incorrecta porque este último no contiene todas las fa-
ses de la etnografía. Ésta no se limita al trabajo de campo, aunque dicho trabajo es una
parte fundamental de ella. La etnografía se compone de «trabajo de mesa», trabajo pre-
vio de diseño y estudio, labor de documentación necesaria antes de entrar en el campo;
trabajo de campo propiamente dicho; y de nuevo «trabajo de mesa», análisis de la in-
formación obtenida en el campo y elaboración de un escrito final.
Puede definirse la etnografía como una metodología o conjunto de técnicas, cuya ca-
racterística primordial es que el científico social que la lleva a cabo, el etnógrafo, parti-
cipa en la vida cotidiana de un grupo de personas a lo largo de un tiempo determinado.
Esta participación puede ser abierta o encubierta y durante ella el etnógrafo observa lo
que sucede, escucha lo que se dice y pregunta, todo ello para recopilar todos los datos
que puedan ser de utilidad para la investigación en curso23.
El trabajo de campo, concepto que procede de las ciencias naturales24, consiste fun-
damentalmente en observación participante y entrevistas a diferentes niveles de profun-
didad, y es frecuentemente puesto en práctica por otras ciencias sociales. El antropólo-
go Bronislaw Malinowski es considerado el fundador del trabajo de campo con su libro
Los argonautas del Pacífico occidental. También resulta relevante la obra del mismo
autor Diario de campo en Melanesia, que genera interesantes debates acerca de la me-
todología del trabajo de campo. Tradicionalmente se ha definido éste como la labor lle-
vada a cabo por un investigador alejado de su comunidad de procedencia; independien-
te, tanto respecto de la administración, como de la Iglesia o de cualquier tipo de empresa;
formado académicamente en la antropología; conviviendo de manera prolongada con una
comunidad local, un grupo social, una organización formal o una mera agrupación rela-
tivamente estable.
23 Hammersley y Atkinson (1994: 15).
24 Field-work es un término que procede del discurso naturalista propio del positivismo decimonónico.
76 LA ESCRITURA ACADÉMICA EN CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES
LA OBSERVACIÓN PARTICIPANTE
Como hemos dicho más arriba, el trabajo de campo se compone básicamente de ob-
servación participante y de entrevistas a diferentes niveles de profundidad. La primera
de estas técnicas, la observación participante, es una aproximación al campo. Exige la
presencia del observador, del investigador, en la escena a estudiar, pero de tal modo que
no perturbe su desarrollo. Dicen Honorio Velasco y Ángel Díaz de Rada que la obser-
vación participante implica, por una parte, relaciones igualitarias, puesto que el investi-
gador recibe información a modo de comentario a los acontecimientos que va observan-
do; por otra parte, lleva consigo el aprendizaje de las reglas de comunicación del grupo
a estudiar, entre las que se incluye el importante sentido de oportunidad para preguntar;
y, por último, implica cierta empatía, que hace que la información se obtenga por con-
fianza, no por obligación27. De este modo, en la observación participante, el investigador
actúa como informante, porque recopila la información, que únicamente es filtrada por él.
Siguiendo a García Ferrando y Sanmartín28, hay dos principios que debemos tener en
cuenta cuando utilizamos la técnica de observación, uno es el de control y el otro el de
LA ENTREVISTA
Sin embargo, parece que hay una tensión entre la necesidad de cubrir todos los epí-
grafes del guión, por una parte, y la «pasividad» que sería aconsejable en el entrevista-
dor a fin de permitir el flujo discursivo del entrevistado. Es curioso cómo, por ejemplo,
en algunos casos, el entrevistado va «soltándose» a medida que avanza la entrevista, ha-
blando más seguido y aportando más opiniones personales, recordando cosas, poniendo
ejemplos… Entonces, el entrevistador hace una pregunta concreta y, de repente, el en-
cuestado vuelve a responder con brevedad, de forma menos subjetiva, e intercalando fre-
cuentes pausas, hasta que vuelve a hablar con fluidez… Suponemos que esto es inevita-
ble, incluso en las entrevistas con un guión (pauta de preguntas) muy abierto.
Una buena recomendación que podemos tener en cuenta es ir anotando, con palabras
o frases clave, posibles preguntas en la medida que escuchamos al entrevistado y lo de-
jamos hablar; cuando veamos que su discurso se ha agotado o se «apaga» de algún modo,
formulamos esa pregunta anotada y así «inyectamos vida» al entrevistado para que siga
hablando de los temas que nos interesan. O, dicho coloquialmente: hay que llevar al en-
trevistado por donde queremos, sin interrumpir su flujo discursivo pero dándole cuerda
al mismo tiempo. Tarea harta difícil, por supuesto, que podría llegar a considerarse casi
como un arte… y mientras más entrevistas realicemos, mejor lo iremos haciendo como en-
trevistadores. Sobre este punto, un sociólogo amigo nuestro reflexionaba de esta manera:
«Pero a mí, personalmente, me hace reflexionar sobre el doble papel del entrevistador –in-
terlocutor en una ‘‘conversación’’ más o menos forzada, e investigador a un tiempo–, que a la
vez se sitúa ‘‘dentro’’ y ‘‘fuera’’ de la situación, como partícipe y como observador. Hacien-
do autocrítica, creo que un error que a veces cometo es el de implicarme demasiado, como
conversador, en la entrevista; cuando recuerdo mis obligaciones como trabajador de campo,
vuelvo al guión y formulo una pregunta directa, cortando el hilo del entrevistado. En resumen:
me recomiendo a mí mismo una mayor consciencia de mi papel de entrevistador, y del hecho
de que, aunque me siento más cómodo –personal y profesional, deontológicamente– tratando
de ‘‘naturalizar’’ la situación, una entrevista es, en realidad, artificial. Tener siempre en men-
te el guión puede ayudarme, paradójicamente, a hacer la entrevista más fluida»37.
Así, este autor nos señala como ejemplos de estímulos exploratorios la repetición de
la pregunta, aunque formulándola de manera distinta o enfatizando determinadas pala-
bras. También sería útil la repetición de la respuesta o sintetizarla (llamada ‘acción eco’),
esperando el feedback del entrevistado, alguna aclaratoria o profundización de la idea
por parte de éste. Otra opción sería manifestar interés en lo dicho por el entrevistado,
37 Cristino de Santiago Alba, investigador de la Universidad Nacional de Educación a Distancia.
38 Corbetta (2007: 362 y 363).
II.4. METODOLOGÍAS ANTROPOLÓGICA Y SOCIOLÓGICA 81
Ahora bien, es necesario aclarar que, aunque la información extraída de las entre-
vistas normalmente constituye el grueso del material sacado del trabajo de campo, no es
el único. Otros materiales lo complementan: las notas de campo, los registros perma-
nentes (fotografías, grabaciones de voz, de vídeo…) y el diario de campo que el inves-
tigador lleva.
39 Ibídem, p. 363.
40 Ibídem, p. 364.
82 LA ESCRITURA ACADÉMICA EN CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES
Debemos establecer en este punto una distinción fundamental entre el diario de cam-
po del antropólogo y su cuaderno de campo o su cuaderno de notas. El cuaderno de cam-
po o los cuadernos de notas son «registros inmediatos», tomados directamente en el cam-
po. Por su parte, el diario de campo se realiza en la mesa, por lo que es «un registro
secundario, sistemático, reflexivo e inteligible» que procede del cuaderno de campo o
cuaderno de notas. Ambos tipos de registro son imprescindibles en etnografía41, y su uti-
lización hoy día es extensible a otras técnicas cualitativas en ciencias sociales.
«Cualquiera sea el proyecto en el cual se ha comprometido e independientemente de la
metodología utilizada, tal vez le resulte útil llevar un diario de investigación donde pueda re-
gistrar, día tras día, sus progresos, sentimientos, pensamientos, inseguridades y certezas […].
El diario de investigación ha demostrado ser un valioso recurso para contextualizar la inves-
tigación y recordarle aspectos específicos de la recolección de datos o del trabajo de campo.
Asimismo, le permitirá generar ideas y practicar regularmente la escritura, registrar preocupa-
ciones y temores e incluso resolverlos. Y puesto que se lo escribe durante el proceso de in-
vestigación, le servirá como un recordatorio físico (no demasiado embarazoso) del alcance de
sus progresos»42.
En todo caso, sean transcripciones de las entrevistas, sean notas de campo, lo cierto
es que es nuestro material para el análisis. De hecho, es importante aclarar que no siem-
pre es necesario transcribir las entrevistas, más cuando son muchas, disponemos de poco
tiempo, estamos trabajando solos o son entrevistas muy largas o cuyo audio no es del
todo inteligible. En estos casos, resulta suficiente con examinar directamente las graba-
ciones y tomar notas, las que analizaremos conjuntamente con las que hemos tomado al
momento de realizar las entrevistas.
Para el análisis podemos ayudarnos de diferentes aplicaciones informáticas, que fi-
nalmente no hacen más que facilitarnos el trabajo43, aunque siempre con mucha cautela
y tomando las previsiones necesarias:
«Si usted grabó y transcribió las entrevistas y sus recursos le permiten entrar esos datos
en un ordenador, recuerde que en el mercado hay un número cada vez mayor de programas
que le facilitarán el análisis […]. Pero dado que cada uno de esos programas tiene sus requi-
sitos y limitaciones respecto de cómo entrar los datos, examínelos antes de transcribir las gra-
baciones. El texto de las entrevistas puede ser codificado durante la entrada de datos o des-
pués. El programa le permitirá entonces encontrar las transcripciones de la entrevista valiéndose
de ciertos códigos o de determinadas palabras»44.
aking. Uno de los más conocidos en ciencias sociales para codificar textos es el software Atlas.ti, en sus diferen-
tes versiones.
44 Blaxter, Loraine, Hughes, Christina y Tight, Malcolm, Cómo se hace una investigación, Biblioteca de Edu-
técnica, nos es útil para conocer cómo la persona cuya vida nos interesa se las arregla
con la sociedad en que vive, y comprender la dinámica y los aspectos adaptativos de sus
diversas experiencias vitales.
Podemos clasificar las historias de vida bajo tres criterios: el primero, como el de la
historia de vida total por la cual investigamos los relatos que van desde el último re-
cuerdo de la persona hasta el momento en que elaboramos la historia; en el segundo,
ahondamos sobre un determinado tema a lo largo de la vida de esa persona; y el terce-
ro, es el que preparamos como investigadores seleccionando segmentos de los relatos
para darle un formato más manejable a partir de diferentes fuentes de datos. Así, para
confeccionar estas historias de vida solemos partir de testimonios, ya sean escritos (me-
morias, cartas, diarios, biografías o autobiografías) u orales.
Esta técnica está formada por un conjunto de entrevistas sobre la vida de una per-
sona, por lo que «[…] se trata de una entrevista sensible a la reconstrucción de la me-
moria por parte del informante: sus modos de ordenar temporalmente sus experiencias y
sus estrategias discursivas para dar coherencia a su propia historia biográfica»45. A pesar
de que la historia de vida puede ser llevada a cabo sin un tema que la vertebre, también
puede hacerse proponiendo a los entrevistados temas determinados para facilitar las en-
trevistas.
Las discusiones de grupo suelen ser el mejor marco para conocer las representacio-
nes ideológicas, valores, formaciones imaginarias y afectivas, dominantes en un deter-
minado estrato, clase o colectivo. De este modo, los grupos de discusión son un tipo de
entrevista colectiva, una técnica de investigación en la que se estimula y registra la con-
versación de varias personas sobre un tema o conjunto de temas determinados. El mate-
rial que resulta de la entrevista se considera como una muestra de discurso público46.
Efectivamente, el objetivo es captar y reproducir el discurso ideológico cotidiano bá-
sico sobre la realidad social de la clase social, estrato o colectivo representado por los
miembros del grupo, para comprender las valoraciones, creencias, expectativas, resisten-
cias y temores sobre el tópico en el que gira la discusión. Es decir, se pretende recons-
truir los principales los razonamientos y representaciones que se asocian a un fenómeno
social, en un lugar y momento determinado, construidos de manera informal y cotidia-
na por los individuos (conversaciones familiares, entre amigos o compañeros de trabajo,
por ejemplo). Luis Enrique Alonso la define de la siguiente forma: «[…] es, fundamen-
talmente, un proyecto de conversación socializada en el que la producción de una situa-
ción de comunicación grupal sirve para la captación y análisis de los discursos ideoló-
gicos y de las representaciones simbólicas que se asocian en cualquier fenómeno social»47.
En lo que se refiere a los participantes en el grupo de discusión, no es necesario que
sean reclutados de acuerdo a procedimientos muestrales rigurosos, sino que basta con
que sean personas que por su trabajo, hábitos de consumo… estén al tanto de los temas
de los que deben hablar48. Suele organizarse en torno a las ocho a diez personas, a quie-
Con el material que el investigador tiene en su poder una vez realizado el trabajo de
campo lleva a cabo un análisis de contenido, que es, según Ángel Díaz de Rada, un con-
junto de técnicas de análisis de datos que se efectúa sobre cualquier tipo de texto. El
autor define «texto» como:
«[…] cualquier forma expresiva, producida con alguna clase de intención comunicativa,
y que en consecuencia se ajusta a alguna clase de intención intersubjetiva. Un texto está cons-
truido en torno a alguna intención de mensaje (o sea, pretende decir algo a alguien), o en tor-
no a alguna intención pragmática (o sea, pretende producir algún efecto en su receptor); y, en
la medida en que se produce con alguna intención comunicativa, siempre pueden ser explora-
das en él las convenciones que hacen que entre el que lo produce y el que lo recibe se esté
suponiendo una comunidad de entendimiento (o sea, una comunidad de gente que se entien-
de entre sí). Por ese motivo, la estructura de las convenciones que dan forma a un texto es
una buena vía de acceso a la estructura de convenciones que ordenan la comunicación entre
los sujetos que lo interpretan, incluidas las categorías por medio de las cuales los sujetos cla-
sifican su realidad […]. El análisis de contenido toma […] el texto como pretexto para estu-
diar las convenciones socioculturales de los sujetos entre los que circula, y sus posiciones so-
ciales en relación con un espacio comunicativo»49.
Pero el análisis de contenido no sólo se lleva a cabo sobre las entrevistas, sino que
cualquier documento puede ser objeto de él. Esta técnica, consistente en el estudio de
las realidades sociales a través de la observación y el análisis de los documentos que se
crean o producen en una sociedad determinada, nos permite la posibilidad de estudiar
los valores, actitudes y orientaciones presentes en esa sociedad.
«El lenguaje no es sólo una premisa importante de la acción social (en la medida en que
ésta descansa sobre la comunicación de significados), sino que el hablar y el escribir son tam-
49 Ibídem, p. 54.
II.4. METODOLOGÍAS ANTROPOLÓGICA Y SOCIOLÓGICA 85
bién, por sí mismos, una forma de conducta social. En lo que los hombres dicen o escriben se
expresan sus intenciones, sus actitudes, su interpretación de la situación, sus conocimientos y
sus supuestos tácitos sobre el entorno. Estas intenciones, actitudes, etc., vienen codetermina-
das por el sistema sociocultural al que pertenecen las personas que han dicho o escrito algo y,
por ello, no sólo reflejan las características personales de los autores, sino también los atribu-
tos de la sociedad que les rodea –valores institucionalizados, normas, definiciones situaciona-
les socialmente establecidas, etc.–. Por esta razón, el análisis de los materiales lingüísticos per-
mite hacer inferencias de fenómenos no-lingüísticos, tanto individuales como sociales»50.
Partiendo de la base de que los fenómenos sociales son complejos y difíciles de co-
nocer, el método comparativo resulta muy útil para acercarse a comprender las diferen-
tes causas que pueden llegar a producir un fenómeno. Depende en gran medida de la efi-
ciencia en la aplicación del método:
Suele utilizarse para analizar un número reducido de casos que permite profundizar
en el conocimiento de cada uno de ellos, o para analizar una muestra grande (estudio de
variables). El primero, conocido como estudio de casos y muy utilizado por Max Weber,
quien se enfocaba en la diversidad histórica para encontrar pautas generales (tipos ideales),
con los que generar enunciados descriptivos y explicativos sobre el mundo. Es un mé-
todo descriptivo en el que se maneja un gran número de variables e indicadores y se bus-
ca describir de la manera más precisa posible una realidad limitada sobre una variedad
de fenómenos, estructuras y procesos en los que se hace resaltar sus características par-
ticulares. Son estudios intensivos que, al mantener el grado de diversidad bajo por el pe-
queño número de casos, se maximiza la posibilidad de encontrar una respuesta inequí-
voca a la cuestión investigada. Se fundamenta en el supuesto de que un caso particular
es representativo para muchos otros casos similares que puede llegar a ser generalizable:
«Los/as investigadores que utilizan esta estrategia trabajan con un número pequeño de ca-
sos definidos de forma teórica. Comparan casos de forma global entre ellos para llegar a ge-
neralizaciones modestas sobre orígenes y resultados históricos. Tratan de aproximarse al rigor
experimental mediante la identificación de efectos comparables de un fenómeno, y el análisis
de las similitudes y diferencias entre ellos. Este punto de vista provee las bases para estable-
cer generalizaciones empíricas concernientes a categorías de fenómenos sociales históricos»55.
Para seleccionar los casos a comparar se puede elegir, de acuerdo con los fines de
la investigación, entre casos similares (most similar systemsdesign) o entre casos dife-
rentes (most different systems design). El conocimiento previo del investigador sobre el
tema objeto de estudio y sus expectativas sobre el resultado del análisis son los que mar-
can cuál de los dos sistemas elegir a fin de que se cumplan esas expectativas. Es decir,
si el investigador espera que una característica o relación sea constante, el sistema de ca-
sos diferentes es el más apropiado pues maximiza el número de factores irrelevantes ais-
lados; mientras que si espera previamente que la característica o la relación variará, lo
más apropiado es que se decante por el sistema de casos similares56.
En la modalidad de casos similares se mantiene constante la influencia de las varia-
bles explicativas que no interesan conocer en profundidad, por lo que se seleccionan ca-
sos muy parecidos o idénticos en esas variables, pero que sí se diferencien en la varia-
ble que se desea conocer. John Stuart Mill lo llamaba método de la diferencia, en el que
se buscan casos que se parezcan en todas sus circunstancias y difieran en alguna; de este
modo, si un caso donde se presenta el fenómeno y otro donde no se presenta tienen to-
das las circunstancias comunes menos una, se infiere que ésta es la causa (o parte de la
causa) del fenómeno. De esta manera, cuando hay dos casos o más similares con resul-
tados diferentes, lo que se busca es descubrir cuál es la diferencia entre ellos para que
cause ese resultado desigual:
54 Ibídem, pp. 119-120.
55 Caïs (1997: 18).
56 Ibídem, pp. 26 y 27.
II.4. METODOLOGÍAS ANTROPOLÓGICA Y SOCIOLÓGICA 87
«Como en toda cuestión científica, la lógica de cada diseño consiste en aislar relaciones
entre variables eliminando las que son externas. En términos causales se explica como el pro-
ceso de aislar factores causales eliminando otras variables como causas posibles. En la técni-
ca de sistemas similares esto se produce escogiendo como objetos de investigación sistemas
que son similares o idénticos en el máximo de variables posibles, con la excepción de la va-
riable que caracteriza el fenómeno que se quiere examinar. Como los sistemas difieren res-
pecto de la variable dependiente, pero no en ninguna de las variables controladas en las cua-
les coinciden, estas variables coincidentes no pueden ser usadas en relación a la variable
dependiente […]»57.
No obstante, el investigador debe saber que este método tiene algunas limitaciones:
«Una de las desventajas de la aplicación del diseño de los sistemas similares es que fre-
cuentemente se tiene más de una variable independiente que explica la diferencia en los va-
lores de la variable dependiente. En esas circunstancias el problema es que se pierden condi-
ciones para determinar qué variable de las analizadas causa el fenómeno que se está estudiando,
o cuál de ellas lo hace en menor medida […]. Otro problema que puede aparecer es que se
restrinja de forma excesiva el marco de análisis, de manera que resulte complicado realizar in-
ferencias y generalizar respecto a un conjunto de casos que no compartan esas características
contextuales que se han controlado mediante el proceso de selección de casos. La selección
de un número reducido de casos similares limita la aplicación y generalidad de los resultados
de la investigación que no podrán extenderse a casos que no compartan esas características
contextuales similares. De esta forma, la validez interna de la teoría se refuerza, pero la vali-
dez externa se ve reducida»58.
57 Ibídem, p. 25.
58 Anduiza Perea, Crespo y Méndez Lago (1999: 121 y 122).
59 Caïs (1997: 11 y 20).
88 LA ESCRITURA ACADÉMICA EN CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES
tica. Se simplifica la tarea de examinar datos empíricos. Esas técnicas no descifran compleji-
dades casuales sino que eliminan elementos extraños o difíciles de medir […]»60.
Por otra parte, las comparaciones bien el estudio de casos, bien el de variables, pue-
den hacerse de manera sincrónica o diacrónica. La estrategia sincrónica busca conocer y
explicar los fenómenos sociales a través de sus relaciones con fenómenos que se dan en
el mismo tiempo. Suele requerir un conocimiento menos profundo de una situación es-
pecífica y menos tiempo. Por su parte, el método diacrónico explica los fenómenos com-
parándolos con otros que se han presentado anteriormente, entendiendo a los fenómenos
sociales como una fase en un proceso dinámico. Ambas estrategias tienen sus limitacio-
nes. En las investigaciones sincrónicas se tiende a estudiar los fenómenos sociales como
una situación fija y no como una fase en un proceso histórico y, por ende, dinámico.
Mientras, en las diacrónicas, muchas veces se queda en una mera descripción histórica
sin facilitar la generalización de sus datos.
Para finalizar este apartado, conviene detenernos en los estudios entre países, cono-
cidos como cross-national, pues es una forma muy útil para determinar si una supuesta
regularidad socioestructural universal es o no sólo una particularidad de un país concre-
to como resultado de su historia, cultura, política, etc.; de allí lo relevante de la compa-
ración entre países, que permite conocer similitudes, diferencias e inconsistencias entre
ellos que son muy difíciles de percibir en un estudio de un solo país. Permite comparar
sistemas políticos, culturas, así como estructuras económicas o sociales, etc. El investi-
gador, de acuerdo con la cuestión a estudiar, deberá optar entre países similares o dife-
rentes:
«Como ejemplo de comparación entre entidades similares se analiza el sistema de esco-
ger áreas geográficas homogéneas. Cuando se buscan analogías entre varios países, una ma-
nera natural de calcularlas es restringiendo el análisis a un área geográfica que delimite un
conjunto homogéneo de ellos. Comparar entre países diferentes es más complejo puesto que
deben distinguirse dos maneras de comparar. Se pueden contrastar países diferentes para iden-
tificar características comunes que permitan ejemplificar un proceso o fenómeno singular con
la intención de descubrir procesos causales comunes, o se puede comparar también para defi-
nir opuestos»61.
60 Ibídem, p. 20.
61 Ibídem, p. 83.
II.4. METODOLOGÍAS ANTROPOLÓGICA Y SOCIOLÓGICA 89
dejando sólo para obtener información más detallada la utilización de las estadísticas na-
cionales, siempre con la cautela debida:
«El problema es que cuando más detallados son los datos estadísticos de un país, mayores
son las dificultades para compararlos con los de otros países. Dos bases de datos no armoniza-
das no pueden ser puestas en el mismo modelo estadístico. Las variables con datos no armo-
nizados de países diferentes no pueden ser ‘‘cruzadas’’; aunque las interpretaciones de los dos
grupos de datos analizados de forma separada sí pueden ser comparadas. Es posible analizar
datos estadísticos secundarios de un país para entender un concepto en ese país, y entonces
compararlo con el mismo concepto conseguido mediante el análisis de los datos de otro país»62.
Es mucho más fácil y económico conseguir datos primarios cuando se trata de estu-
dios de pocos países, no así cuando se somete a estudio un gran número de ellos; as-
pecto éste muy importante que debe tener en cuenta en el momento de diseñar nuestra
investigación. En todo caso, hay organismos internacionales que ponen a disposición sus
bases de datos primarias («en bruto», sin haber sido interpretados), producto de encues-
tas realizadas a muchos países, que podemos utilizar como tales y analizarlas a la luz de
los objetivos de nuestra investigación, en ocasiones previo pago, pero siempre será más
económico que lo que suele invertirse en proyectos de grandes dimensiones en un ele-
vado número de países. Algunos ejemplos de estos organismos serían Eurobarómetro,
Latinobarómetro y Encuesta Mundial de Valores63.
En todo caso, el cross-national suele usarse tanto en estudio de casos (por ejemplo
el análisis binario entre dos países), como en estudio de variables (número de países ele-
vado). En el binario, podemos hacer una comparación implícita o explícita; es decir, ana-
lizando un país en profundidad y comparando –consciente o inconscientemente– con el
país al que pertenecemos, como hacía Alexis de Tocqueville en su archiconocida obra
La democracia en América, todo un clásico de la ciencia política, la sociología y la his-
toria, donde comparaba el sistema político estadounidense con el de su Francia natal.
Esta manera de comparar, permite al investigador ser más perspicaz aumentando su ca-
pacidad analítica y crítica al abrir puntos de referencias aplicables al propio país que no
hubiera tenido de otro modo. En cambio, hacemos comparación binaria explícita cuan-
do se buscamos explicar las causas de la singularidad de cada uno de los países de ma-
nera detallada y en profundidad. Tanto en las comparaciones implícitas como en las ex-
plícitas, podemos elegir entre países similares o diferentes, lo que sea más apropiado para
conseguir los objetivos de nuestra investigación.
En definitiva, como investigadores debemos evaluar la pertinencia de la comparación
y las estrategias que sigamos para llevarla a cabo. No toda investigación requiere un es-
tudio comparado; a veces caemos en la tentación de querer hacer más para conocer más,
cuando a las mismas conclusiones podemos llegar con análisis profundos de un fenó-
meno sin necesidad de invertir esfuerzos, tiempo y dinero en comparaciones complica-
das. El método comparado es, entonces, una herramienta muy útil, pero no la panacea;
un medio, no un fin en sí mismo.
Una vez vistas de manera breve las distintas metodologías y técnicas, es convenien-
te que recordemos que cada problema de investigación nos reclama su propia técnica e,
incluso, en ocasiones conviene utilizar de manera complementaria dos o más de ellas si
Ibídem, p. 88.
62
http://www.worldvaluessurvey.org/, respectivamente.
90 LA ESCRITURA ACADÉMICA EN CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES
así lo requiere nuestro objeto de estudio y contamos con el tiempo y los recursos nece-
sarios para llevar a cabo un diseño mixto. Por eso es importante que nos preguntemos
siempre por qué y para qué utilizar una técnica de investigación concreta. No nos vale
un uso mecánico o ciego de las distintas técnicas de investigación social, cuando a lo
que debemos dar prioridad es a una cierta conciencia práctica y crítica a la hora de uti-
lizarlas.
II.5. METODOLOGÍA
DE LA CIENCIA POLÍTICA
LORENA VÁSQUEZ GONZÁLEZ
La preocupación acerca de la política tiene un extenso pasado relacionado con las for-
mas de organización de la sociedad. Este saber más empírico y reflexivo y como se verá
más adelante, de carácter más normativo, dio paso a finales del siglo XIX a una rama de
conocimiento científico dentro de las ciencias sociales, denominada ciencia política. La
creación de facultades y departamentos universitarios de esta área, tanto en Estados Uni-
dos como en Europa, permitió la formación de comunidades de conocimiento, la deter-
minación progresiva del objeto de estudio y la definición del método para abordar tal
objeto.
Así, la ciencia política como disciplina científica llegó a consolidarse hasta hace poco
más de un siglo. Si bien la política es un campo de reflexión que se remonta a la anti-
gua Grecia, la ciencia política según se entiende en la actualidad surgió a finales del si-
glo XIX y a mediados del XX renació, convirtiéndose en un área de investigación y dis-
ciplina científica con un objeto de estudio propio1.
En ese sentido, aunque las disertaciones alrededor de las dinámicas de organización
social y de configuración de las relaciones de poder, propias de la política, tienen raíces
de varios siglos atrás, su definición como disciplina está vinculada al afianzamiento del
uso del método científico en el análisis del fenómeno político2. Es preciso recordar que
el objeto central de la investigación científica es comprender una parte del mundo em-
pírico mediante el descubrimiento de principios que rigen su comportamiento. De esta
forma, si bien la recopilación de datos, su medición y experimentación son partes im-
portantes de este proceso, únicamente la capacidad de entender dichos datos y dar cuen-
ta de ellos de forma sistemática es lo que puede ser denominado ciencia3. Así, la cien-
cia política empezó a ser denominada como tal en la medida en que fue descubriendo
su propio método, capaz de abordar y sistematizar su amplio objeto de estudio.
En el presente capítulo se expondrán los métodos y la metodología utilizada en la
ciencia política. Sin embargo, antes de hacer referencia directa al apartado metodológi-
co, se hará una pequeña introducción acerca del objeto de estudio de la ciencia política
y de los enfoques al interior de la disciplina, que como se verá más adelante, determi-
narán la selección del método de análisis.
Objeto de estudio
Anterior a la etapa de prevalencia de la «cientificidad», la política se analizaba a par-
tir del entrecruzamiento de distintas disciplinas como la historia, la sociología, el derecho,
la filosofía e incluso, la economía. El estudio de la historia del pensamiento político y de
las instituciones y praxis política que tienen lugar en diferentes contextos históricos y
sociales, que caracterizó a este campo del conocimiento hasta entrado el siglo XX, se va-
lía en particular de los marcos jurídicos y del análisis de los medios, los fines y el sentido
de la experiencia política, propia de la filosofía política para acometer esta tarea. Así, la
influencia tanto del derecho como de la filosofía política en la comprensión de lo político
prevaleció hasta hace poco más de un siglo, «la primera ciencia política se preguntaba
moral o jurídicamente por la naturaleza, origen y evolución del Estado, de la soberanía,
de la justicia y del derecho, intentaba responder a estas cuestiones con ejercicios her-
menéuticos y, paralelamente, motivaba minuciosas descripciones comparadas de los meca-
nismos legales y procesos políticos que determinaban las diferentes formas de gobierno»4.
Desde el surgimiento de la reflexión política en las ciudades-estado griegas, el obje-
to central de análisis, aunque no único, era el poder. Las dimensiones del poder, en cuan-
to su utilización, distribución, quién lo ejerce, su origen y la legitimidad de su ejercicio
ha sido elemento de estudio desde Aristóteles, hasta Max Weber y otros politólogos con-
temporáneos. No obstante el Estado progresivamente fue ganando terreno en las refle-
xiones del campo político, esto derivado de la propia realidad occidental en donde se es-
taban sucediendo procesos de construcción nacional. Así, autores como Maquiavelo y
Hobbes se orientaron a analizar cómo a través del dominio del poder se puede estable-
cer el orden político al interior de unas fronteras. Por otra parte, Locke sentó las bases
de un pensamiento político liberal, de un Estado basado en un gobierno representativo,
constitucional, en donde el «contrato» de los ciudadanos con el Estado, es condicional,
y obedece al cumplimiento de sus funciones de bienestar y libertad. Montesquieu pro-
fundiza en la necesidad de la separación de poderes. Mientras la preocupación de Toc-
queville y los federalistas estadounidenses estaba en establecer un Estado democrático5.
Precisamente del énfasis hacia la estructura estatal o hacia los procesos sociales en-
marcados en las dinámicas políticas, surgen las dos tradiciones existentes en la ciencia
política actual, la tradición anglosajona y la de Europa continental. En la segunda hay
una orientación clara al estudio del Estado, las instituciones y una presencia de la filo-
sofía política como enfoque de análisis de los fenómenos políticos. Por su parte, en la
tradición anglosajona se aprecia su inclinación hacia el estudio de los procesos sociales
y el comportamiento de los actores que tienen lugar en un sistema político, todo ello
bajo una lógica de comprensión empírica de esta realidad.
A partir de la década de 1950 surge una corriente en Norteamérica denominada con-
ductismo, que va a definir la evolución de la ciencia política, en particular la de la tra-
dición anglosajona. Surge como un enfoque basado en la explicación del comportamiento
político a partir de la identificación de las regularidades de dicha conducta que son des-
cubiertas a través de técnicas de observación y medición, todo esto con la pretensión de
alejarse de toda interpretación ideológica o doctrinaria de la política6. Para Easton, uno
de los autores emblemáticos de esta corriente, el objeto de la ciencia política va más allá
del poder y el Estado, por tanto la define como «la asignación imperativa de valores para
una sociedad»7, y en lugar de la política en sí, su interés se centrará en el sistema polí-
tico, definido como un sistema de interacciones, abstraídas de la totalidad de los com-
portamientos sociales, a través de las cuales los valores se asignan de un modo impera-
tivo para una sociedad.
La pretensión de Easton y de la corriente conductista, era dotar de cientificidad al
análisis político, de tal suerte que a partir de la comprensión del comportamiento de los
actores políticos sobre la base de técnicas de investigación como entrevistas, sondeos de
opinión, encuestas y estadísticas, entre otros, fuera posible el contrastar hipótesis, que
permitieran elaborar teorías o proposiciones explicativas de carácter general susceptibles
de ser verificadas.
Desde el enfoque positivista del conductismo los individuos son quienes dan las pau-
tas para explicar el fenómeno político y no tanto las instituciones. El descubrimiento de
sus motivaciones, valores y cogniciones permitían un acercamiento hacia lo político. El
conductismo tuvo una fuerte influencia de la sociología y la psicología, las cuales pro-
veyeron parte de su metodología de investigación.
A partir de la década de los setenta, sin embargo, ha sido la economía la que sin
duda ha contribuido a la evolución de la disciplina, suscitando nuevos debates y formas
de abordar lo político, con una notable diferencia respecto a los enfoques anteriores.
En definitiva, la evolución y el establecimiento de la disciplina de la ciencia políti-
ca como campo científico de conocimiento, no sólo ha derivado en una ampliación de
su objeto de estudio sino en el surgimiento de una diversidad de enfoques para explorar
el campo de lo político. La política puede caracterizarse como el uso limitado del poder
social8, y sobre la base de esta definición, la ciencia política sería «el estudio de la na-
turaleza y el origen de estas limitaciones y de las técnicas para el uso del poder social
dentro de tales limitaciones»9, que a su vez establece dos puntos de análisis: las propie-
dades de las instituciones políticas y los criterios que se usan para evaluarlas.
Easton (1969:79).
07
Goodin y Klingemann señalan que esta definición de poder busca diferenciarse de anteriores tradiciones
08
de la política que aluden al poder en general, o el poder ilimitado, sin embargo, al hacer referencia a su uso li-
mitado resaltan que son precisamente dichas limitaciones bajo las que operan los actores políticos y las maniobras
estratégicas que tienen lugar las que componen la naturaleza de la política. Goodin y Klingemann (2001: 21-82,
p. 28).
09 Ibídem, p. 27.
10 Marsh y Stoker (1995).
94 LA ESCRITURA ACADÉMICA EN CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES
los siguientes supuestos: i) los fenómenos sociales son resultados de las propiedades y conductas de los indivi-
duos; ii) los actores políticos buscan la maximización de sus intereses materiales individuales. Ferejhon, en Can-
sino (1999: 85-102, p. 88).
15 Ward, en Marsh y Gerry Stoker (1995: 85-102).
II.5. METODOLOGÍA DE LA CIENCIA POLÍTICA 95
poco, a partir de su discurso, fue presionando cambios en la sociedad a la vez que ga-
nando terreno teórico al convertirse en un cuerpo analítico que en el campo político per-
mite estudiar las relaciones políticas, no sólo en términos de poder, sino leerlas desde
una perspectiva de género. Así, «el feminismo radical (lo que hizo fue) transformar la
teoría del género en una teoría política, sustituyendo el ‘‘logro de los objetivos’’ y la ‘‘su-
perioridad’’ por el ‘‘poder’’ y la ‘‘dominación’’ en la explicación de los valores mascu-
linos, traduciendo la posición desigual de la mujer y sus restringidos papeles a términos
políticos como subordinación, impotencia y opresión»16. Los contextos sociales y políti-
cos generan un tipo de relación de género particular que se va a reflejar en la política al
tiempo que la estructuración de lo «masculino» y lo «femenino» también tendrán una in-
jerencia en la diferenciación de las esferas público y privadas.
Por último, la teoría del discurso ha procurado analizar cómo operan los sistemas de
significado o discursos en la forma de comprender el universo político. Influido por
corrientes interpretativas como la fenomenología, el estructuralismo, la deconstrucción,
este enfoque busca analizar la dinámica de la sociedad a través de la identificación de
los agentes que operan en ella. Así, procuran comprender cómo se producen los discur-
sos de los actores políticos y sociales, cómo funcionan y cómo se transforman17.
Por último, está el tipo de investigación normativa, que como se señaló anterior-
mente, primó en la etapa inicial de la ciencia política. Los debates normativos buscan
resolver principalmente a preguntas acerca del deber ser.
En definitiva, una investigación puede trazarse la consecución de uno o varios de los
tipos que se señalaron anteriormente, siendo ideal que se trascienda la sola discusión con-
ceptual y se busque la inferencia descriptiva o causal.
Por otra parte, la disciplina académica como marco que contiene tradiciones y prác-
ticas en un campo de saber, se diferencian entre sí de muchas maneras pero en particu-
lar, «por sus preocupaciones sustantivas y por las metodologías que han hecho propias»20.
Así, la ciencia política se diferencia de otras ciencias sociales no sólo por su objeto de
estudio sino por la forma en que lo aborda para analizarlo.
El método científico es el conjunto de reglas y procedimientos que permiten la con-
trastación de hipótesis, teniendo siempre presente las restringidas posibilidades de expe-
rimentación propias en las ciencias sociales. En ese sentido, al emprender una investi-
gación de tipo empírico en ciencia política debe recurrirse a los diferentes métodos
existentes a fin de contrastar la hipótesis, comprender un fenómeno político y los facto-
res que lo producen.
Dentro de este procedimiento que debe guiar las investigaciones en el campo de la
ciencia política se distinguen dos fases: la fase teórica y la fase práctica o empírica, que
a su vez contempla pasos que ordenan el proceso investigación21.
Fase teórica: – Selección del objeto de investigación.
– Formulación de los problemas de investigación.
– Formulación de hipótesis.
Fase práctica o empírica: – Recolección de datos e información.
– Análisis e interpretación de datos.
– Conclusiones.
En ese orden, tanto la selección del objeto como la formulación de los problemas de
investigación, exige la observación del fenómeno político a analizar, no sólo en térmi-
nos estáticos, de mera observación, también de tipo dinámico, que se refiere a la defi-
nición de un problema. La explicación de tal problema es lo que da lugar a las hipóte-
sis, que posteriormente en la fase práctica serán contrastadas a partir de datos empíricos
recolectados por el investigador, cuestión que finalmente se traducirá en las conclusio-
nes como prueba o negación de las hipótesis.
Así, la definición del fenómeno político a estudiar es la primera etapa de la investi-
gación política. Debido a que gran parte de los conceptos que se utilizan en la investi-
gación en este campo son del lenguaje coloquial, no es sólo recomendable sino obliga-
torio precisarlos y clarificar de manera unívoca su significado, ya que de esto dependerán
los estadios siguientes de la investigación y los resultados de la misma. En este sentido,
esta fase es esencial para poder analizar el fenómeno y extrapolar su comprensión a otras
realidades y en caso de que se trate de una investigación empírica, hace posible medir
de manera correcta el concepto en referencia, así como realizar inferencias a partir de
los resultados. La definición de un concepto exige definir sus atributos y la delimitación
del mismo.
Métodos
Para la contrastación de las hipótesis existen diferentes métodos en la ciencia políti-
ca, principalmente se aluden a cuatro: método experimental, método estadístico, método
comparado25 y análisis de caso.
El método experimental se fundamenta en generar intencionalmente modificaciones
en una variable independiente a fin de identificar el efecto sobre la variable dependien-
te, manteniendo constantes todos los demás factores26. La ventaja de este método es que
hace posible que el investigador tenga más control para determinar y probar relaciones
causales. No obstante la aplicación de este tipo de métodos experimentales para com-
prender el comportamiento político aún es limitada por las propias características de los
fenómenos políticos y la dificultad para controlar la influencia de las demás variables y
aislar los fenómenos estudiados del medio en que se encuentran. Lo anterior cuestiona
la posibilidad de generalizar las conclusiones en la medida en que no se tiene plena cer-
teza de cómo será la dinámica de las variables en entornos no controlados.
En ciencia política estos métodos se suelen usar con el objeto de estudiar el com-
portamiento de dos grupos de personas con características similares: el grupo experi-
mental, en el cual los miembros son sometidos un estímulo y el grupo de control, cuyos
miembros no son expuestos a tal estímulo. El comportamiento electoral27 ha sido una de
las áreas en las cuales se ha hecho uso de forma más frecuente de este tipo de método,
principalmente en Estados Unidos. Dentro de los beneficios atribuibles a este método se
cuentan: su capacidad para identificar la causalidad; la habilidad para desagregar relacio-
nes complejas y aislar una variable; y, la precisión en la medición28. Dichos beneficios
se consideran expresión de la alta validez interna del mencionado método, mientras que
su gran debilidad es la validez externa, es decir, la capacidad de generalizar los resulta-
dos a otros entornos. Teniendo en cuenta que los experimentos se realizan en ambientes
controlados, en definitiva artificiales, con sujetos que no necesariamente representan a
una población amplia, las conclusiones obtenidas tienen un grado de generalización li-
mitado.
24 Ibídem, p. 108.
25 Giovanni (2000: 262).
26 Bartolini, en Pasquino (1995: 39-78).
27 La investigación experimental se ha aplicado en estudios que van desde el impacto de los medios de co-
municación en los criterios de la gente para evaluar a los políticos en las campañas electorales así como la in-
fluencia de la información de las campañas en los votantes. Por otra parte, la experimentación ha permitido me-
jorar la comprensión de la metodología de las encuestas. Merolla, Stephenson y Zachmeister (2007: 117-142,
p. 119).
28 Ibídem, p. 121.
II.5. METODOLOGÍA DE LA CIENCIA POLÍTICA 99
TABLA II.5.I
Comparación de los métodos de investigación en ciencia política
Fuente: Elaboración propia a partir de Anduiza, Crespo y Méndez, 2009 y de Pasquino en Pasquino,
1995: 5-38).
Conclusiones
Como se señaló inicialmente, la ciencia política es un campo de conocimiento cien-
tífico reciente y al igual que las demás ciencias sociales se encuentra en una constante
evolución a fin de identificar métodos que hagan posible acercarse de la manera más
científica posible a los fenómenos a explorar. Progresivamente se ha pasado de un cam-
po de reflexión normativo a una disciplina de orientación empírica que busca dar expli-
caciones a los problemas de investigación. Tal evolución no ha estado exenta de polé-
mica y debates al interior de la disciplina, algunas corrientes critican la progresiva
Muchas han sido y siguen siendo las limitaciones que marcan la metodología utili-
zada por los internacionalistas para la realización de sus estudios. Las diferentes escue-
las por las que ha trascurrido esta ciencia social no han facilitado la visualización de mo-
delos que permitan una metodología coherente y capaz de otorgar herramientas para hacer
un riguroso análisis de los acontecimientos internacionales.
Desde la corriente del realismo político en el mundo anglosajón con sus estudios des-
de la ciencia política hasta el llamado neorrealismo, por un lado, y por otro, desde el en-
foque francés basado en la sociología y también utilizado desde la escuela española, po-
demos apreciar que ha sido complicado alcanzar métodos y técnicas propiamente de la
ciencia de las relaciones internacionales de una forma autónoma e independiente.
Esta ciencia todavía presenta un carácter joven. La delimitación de su objeto mate-
rial, tradicionalmente orientado hacia estudios basados en la estructura política y econó-
mica de los Estados de la sociedad internacional, especialmente en el área de seguridad,
no ha sido precisamente una ayuda en la búsqueda de metodologías uniformes y cientí-
ficas con una madurez y consolidación, sino más bien líneas de fractura. Su objeto de
estudio, desde los Estados hasta otros actores transnacionales, y el cada vez más crucial
papel de los nuevos medios de comunicación en la estructura cultural, están haciendo
más difícil su objeto formal.
Por otro lado, el carácter multidisciplinar de las relaciones internacionales, bien en-
riquece la interpretación de la realidad internacional, bien dificulta el uso correcto de téc-
nicas de investigación en cuanto a complejidad se refiere. A todo hay que añadir la gran
tipología de métodos de estudio de las relaciones internacionales.
es más riguroso que el estudio de los elementos constantes a la hora de hacer generali-
zaciones.
Por otro lado, tenemos que tener en cuenta otras dimensiones que condicionan el es-
tudio de la realidad internacional5: el carácter indirecto de la observación, la fragmenta-
riedad y la reconstrucción intelectual. En cuanto al primero hace referencia a las limita-
ciones del internacionalista para tener un acceso directo o participación inmediata de los
fenómenos internacionales. Dificultad que poco a poco se va salvando gracias a la in-
mediatez de la información que ofrecen los actuales medios de comunicación. Inmedia-
tez que permite romper con el desfase temporal entre el conocimiento de los aconteci-
mientos y su interpretación de los mismos.
En cuanto a la fragmentariedad se deben tener en cuenta dos factores: la amplitud
del campo de investigación y la pluralidad de fuentes de observación del mismo fenó-
meno internacional. Esto obliga al internacionalista al uso metodológico de realizar una
reconstrucción intelectual de las informaciones para llegar a realizar una idea general o
visión de conjunto.
Teniendo en cuenta estas dimensiones Gonzalo de Salazar6 ha propuesto un modelo
en el ámbito de las relaciones internacionales basado en la reconstrucción del fenómeno
a investigar a través de una «escala de fuentes de información» que presenta varias eta-
pas. La primera permite recorrer las informaciones públicas que son accesibles con re-
laciones cruzadas que facilitan el ascenso hacia niveles superiores de conocimiento a tra-
vés de la contrastación de las fuentes. En esta primera fase se incluyen las fuentes
secundarias o bibliografía publicada sobre una cuestión. La segunda parte consiste en al-
canzar informaciones restringidas de fuentes secundarias que, sin ser confidenciales, son
accesibles a un grupo limitado. Es decir, se trata de fuentes con un mayor grado de es-
pecialización.
La tercera etapa hace referencia al acceso a informaciones de fuentes primarias, que
a partir del análisis de relaciones cruzadas entre diferentes informaciones se permite el
ascenso hacia niveles superiores de conocimiento. Por último, en la última etapa se tie-
ne acceso directo al fenómeno. En definitiva, el modelo presenta una pirámide de infor-
mación que «por procedimientos permite acceder a una posición privilegiada para tener
una visión amplia de la reconstrucción de la realidad, pero no garantiza un conocimien-
to absoluto de la misma»7.
Paralelamente, podemos señalar varios métodos de investigación que, partiendo de
la observación de la información recabada sobre los fenómenos internacionales, predo-
minan también en la ciencia de las relaciones internacionales. Por un lado, el método
descriptivo que surge de los diferentes tipos de información, desde narrativa, histórica,
estadística, gráfica, etc., y que tiene como resultado la acumulación de observaciones.
Estas nos llevan al método analítico que permite un conocimiento más profundo de cada
fenómeno internacional a través de la descomposición de la información y de la bús-
queda de las variables. Tareas que facilitan el proceso de teorización mediante la con-
ceptualización y la clasificación.
El método sintético, opuesto al analítico, tiene como objetivo el llegar a poseer un
conocimiento general y completo de la realidad internacional. Este se consigue toman-
do cada elemento de una realidad y de las relaciones que les permiten estar enlazados.
Por tanto, este método presenta una mayor complejidad que el analítico pues requiere
del uso de un previo método comparativo.
El método comparativo, que ya hemos mencionado anteriormente y que obliga a rea-
lizar una búsqueda analógica de las semejanzas y diferenciadora de las diferencias, así
como antagónica de las oposiciones. Por tanto, este método nos permite diseñar la di-
mensión dinámica de una misma realidad en diferentes períodos históricos al poder es-
clarecer las variables a corto plazo o coyunturales de las estructurales. También el mé-
todo comparativo constituye un medio para la formulación de leyes científicas al
generalizar conclusiones obtenidas de los fenómenos internacionales.
El método inductivo viene a ser una consecuencia lógica y metodológica del méto-
do comparativo. Se obtiene a través de la descripción y delimitación de los sistemas his-
tóricos de las relaciones internacionales por medio de la comparación de los resultados
del análisis de las diferentes situaciones históricas en diferentes momentos históricos. En
esta tarea la observación tiene la dirección desde lo particular a lo general. Constituye
un método de orientación dirigido hacia el pasado, utilizado frecuentemente por la so-
ciología histórica.
El método deductivo es el método utilizado para la búsqueda de proposiciones gene-
rales intemporales. Toma como punto de partida las leyes científicas de carácter general
para la elaboración de las características o enunciados de los fenómenos particulares.
En cuanto al método dialéctico trata de identificar las leyes o proposiciones a partir
del reconocimiento de las contradicciones entre los elementos que conforman una deter-
minada realidad internacional.
tado al Espacio Europeo de Educación Superior han pasado cuarenta años en los que la
demanda de titulaciones de Periodismo, Comunicación Audiovisual y Publicidad no ha
dejado de crecer y, con ello, el número de potenciales investigadores y de estudiantes
que realizan sus primeros pasos en la investigación en los Másteres y Doctorados.
Objeto y fuentes
Como ha quedado anteriormente apuntado la primera elección que el investigador ha
de llevar a cabo es determinar el objeto de su trabajo. Objeto, en su sentido literal y do-
ble, el que acotan las acepciones 1 y 4 del Diccionario de la Real Academia Española,
es decir «lo que puede ser materia de conocimiento o sensibilidad de parte del sujeto»
y el «fin o intento a que se dirige o encamina una acción». Por una de esas sutiles pa-
radojas del pensamiento humano a las que la lengua nos tiene acostumbrados, en el es-
pacio, irreductible a medida, que existe entre las dos acepciones de la misma palabra, la
auroral y la crepuscular, la utópica y la pragmática se contiene todo el itinerario del in-
vestigación, el deseo que el investigador aspira a ver cumplido: reducir la infinitud de
la materia a la finalidad de la búsqueda.
El primer consejo que cabría dar al investigador en ciernes, especialmente en los tra-
bajos de largo recorrido que exigen una dedicación que va a monopolizar buena parte
de sus días y sus noches, durante meses o durante años, es que el tema elegido haga la-
tir su corazón. Tanto en los casos en los que el investigador tiene libertad absoluta de
elección, como en aquellos en los acepta la propuesta de su tutor o director, o se subor-
dina a la labor coordinada de un equipo de investigación, si la pasión razonada o la ra-
zón apasionada no le sostienen ante la enormidad del esfuerzo emprendido, no le ani-
man a continuar ante los obstáculos y las dificultades, y a seguir avanzando después del
tiempo invertido y la energía empleada en explorar direcciones erróneas, es posible que
la investigación no llegue a buen término: una parte importante de los trabajos de inves-
tigación que se inscriben, especialmente las tesis doctorales, no llegan nunca a leerse por
falta de una motivación sostenida. O, aunque se culminen formalmente, sus resultados
quedan lejos de los objetivos inicialmente trazados: el aburrimiento del investigador, se
transmite a la investigación en forma de pereza, precipitación e imperfección y acaba
contagiando fatalmente al texto y a su presentación.
Pero para investigar hace falta algo más que ilusión: hay que darle al ideal la forma
de lo real, de lo posible, y ello exige, en disciplinas todavía incipientes en sus afanes de
formalización, un cuidado especial en la correcta elección de las fuentes. Huelga decir
que todo lo que se ha dicho en este libro sobre el correcto manejo de las fuentes vale
también para el investigador de la comunicación, con la salvedad de que, en nuestro ám-
bito, el recurso a las fuentes primarias resulta, por su accesibilidad, prácticamente obli-
gado en todos los niveles de investigación.
De forma general podría decirse que, en lo que atañe a las fuentes primarias, el in-
vestigador de la comunicación, se suele enfrentar a dos situaciones que se oponen sin
transición: la escasez y la opulencia. Tanto la falta de textos como la sobreabundancia
pueden frustrar la consecución de los objetivos del trabajo.
De la atinada selección de ese repertorio textual en relación a la escala del trabajo
(curso, fin de máster, tesis doctoral…), de la correspondencia entre las dimensiones del
repertorio y el tiempo razonablemente asignado a la investigación, de la accesibilidad y
II.7. METODOLOGÍA Y TÉCNICAS DE INVESTIGACIÓN EN COMUNICACIÓN 113
3 El nitrato de celulosa soporte utilizado para las películas cinematográficas y fotográficas hasta la adopción
del triacetato de celulosa, es altamente inestable: se descompone con el exceso de humedad y es tan inflamable
que entra en combustión con las altas temperaturas. Esas características han desencadenado verdaderas tragedias:
los miles de metros de película impresionados por Robert Flaherty durante un año entre los inuit de las islas Bel-
cher y la Tierra de Baffin se destruyeron en 1917 por culpa de un cigarrillo mal apagado causando un daño irre-
parable al patrimonio cinematográfico y antropológico. Parte importante de la historia del cine español se perdió
para siempre entre 1940 y 1950 en los incendios de los laboratorios Cinematiraje Riera y Madrid Film en los que
estaban almacenados los negativos. Para prevenir las pérdidas debidas a la degradación de los soportes, en los Es-
tados Unidos, cineastas de la talla de Martin Scorsese, Woody Allen, Francis Ford Coppola, Steven Spielberg, Ge-
orge Lucas, Robert Redford y Sidney Pollack integraron en 1990 la Film Foundation. En 1996 el Congreso de los
Estados Unidos creó la National Film Preservation Foundation por recomendación de la Library of Congress.
II.7. METODOLOGÍA Y TÉCNICAS DE INVESTIGACIÓN EN COMUNICACIÓN 115
abordan los discursos comunicativos desde el interior y que resultan esenciales para ha-
cer consciente al investigador de la dificultad y la exhaustividad que, aun dentro de un
ámbito muy concretamente acotado, exige su tarea. Elegiré un ejemplo, el de uno de los
discursos comunicativos más complejos, el audiovisual, en una de sus manifestaciones
más elaboradas, el cine, para mostrar como las exigencias del abordaje metodológico han
ido cambiado con el transcurso del tiempo y qué actitud metodológica exigen a quienes,
a la luz de lo que hoy sabemos, se acercan a ellos.
A grandes trazos: una vez que el discurso reivindicativo de la afirmación del cine
como arte perdió su razón de ser, la teoría del cine se centró, tanto desde el discurso es-
tético (estilístico-parenético, ensayístico-mítico o técnico en la terminología de Pasolini),
como desde el pretendidamente científico (semiótico), en la individualización, en la es-
pecificidad del cine frente al resto de los lenguajes expresivos lo que presuponía, expli-
cita o tácitamente, la asunción de la politique des auteurs, de la teoría del director como
autor de la obra cinematográfica en la medida en que, fundamentalmente era el creador
en sustancia de esa especificidad, o dicho en la terminología de entonces, de los códi-
gos específicos de su lenguaje autónomo. Eso supuso dejar en el olvido la autoría múl-
tiple de la obra cinematográfica, la corresponsibilidad de un nutrido grupo de autores,
con contenidos no menos específicos, en la creación de la obra cinematográfica y, lo que
es aún peor, ensombrecer la importancia de sus contribuciones hasta volverlas invisibles
para la teoría. Un ejemplo: hace veinticinco años, aún por comodidad, reflejo o costum-
bre lo hacemos, hubiésemos hablado sin rubor The Magnificent Ambersons [El cuarto
mandamiento] de Orson Welles y le hubiésemos atribuido al director, por acción u omi-
sión, todo cuanto aparece en la pantalla6. Hoy, en una sola secuencia de la película, nos
vemos obligados a reconocer y, en esa medida, a convertir en objeto de análisis, la con-
tribución separada aunque compenetrada de una pléyade de autores:
Contemplado en planta ese mismo esquema nos permite apreciar los territorios com-
partidos entre los distintos niveles de significación y entre estos y los distintos registros
de la expresión que, más allá del cine, se dan cita en el texto fílmico. El núcleo que que-
da en el centro, tangente a todos pero irreductible al resto es el depósito de la especifi-
cidad del lenguaje audiovisual.
8 Ley 23/2006, de 7 de julio, por la que se modifica el texto refundido de la Ley de Propiedad Intelectual,
aprobado por el Real Decreto Legislativo 1/1996, de 12 de abril (BOE n.º 162, de 8-7-2006, pp. 25561-25572).
9 VV.AA. (2008: 221).
II.8. CUESTIONES METODOLÓGICAS
E INVESTIGACIÓN JURÍDICA
MANUEL LUCAS DURÁN
Introducción
Se pretende al redactar estas líneas dar una visión general, desde la experiencia per-
sonal, de qué cuestiones metodológicas son relevantes a la hora de realizar una investi-
gación jurídica.
La metodología de la investigación se aplica cualquiera que sea el nivel de la mis-
ma: la elaboración de una tesis de fin de grado, de fin de máster o tesis doctoral; la re-
dacción de un artículo o libro, etc., son sólo representaciones de diversos supuestos de
investigación. Se trata en suma de una cuestión de escala, no de método. Para todos esos
niveles de estudio jurídico sistemático se deberá seguir una serie de pautas que habi-
tualmente no se enseñan en las universidades y que, por ello mismo, constituye acaso
un vacío que ha venido a llenarse por algunos libros y artículos sobre la materia de en-
tre los cuales algunos se refieren en la bibliografía incluida al final de este trabajo.
Así pues se pretende con estas líneas poner en orden unas indicaciones y permitir
conocer referencias más elaboradas sobre metodología de investigación y, particularmente,
sobre las técnicas más habituales que son utilizadas en la investigación jurídica.
Por ello, aunque se realizan algunas referencias respecto de la elección del tema y la
definición del proyecto de investigación, así como sobre el desarrollo del trabajo y la ex-
posición de sus resultados, se considera que las particularidades que tales temas pueden
tener desde la perspectiva de la investigación jurídica no son significativas y por ello no
se ocupa en tales aspectos más tiempo que el que se ha considerado estrictamente nece-
sario, remitiendo por lo demás a textos más generales sobre cuestiones propiamente epis-
temológicas.
No obstante, se ha dedicado un mayor espacio a lo que tiene que ver con las fuen-
tes propias de las investigaciones jurídicas (entre las que destacan la normativa, juris-
prudencia y doctrina, tanto nacional como extranjera), por entenderse que tales aspectos
son quizá los más importantes para enfocar adecuadamente una investigación en ámbi-
tos jurídicos, más allá de las cuestiones propias metodológicas comunes a cualquier in-
vestigación científica en ciencias sociales, como se ha referido previamente.
Sólo resta, desde estas líneas, esperar que la información contenida en los epígrafes
que siguen tenga alguna utilidad para investigadoras e investigadores noveles que se aden-
tran en las tareas de la redacción de trabajos de investigación jurídicos.
126 LA ESCRITURA ACADÉMICA EN CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES
ayudará sin duda al avance científico en este ámbito. Cuando se elige un tema de in-
vestigación jurídica ha de tenerse en mente una pregunta relevante cuya respuesta no es
evidente y de cuya contestación depende la resolución de no pocos casos (y no exclusi-
vamente de supuestos de laboratorio o ficticios), de manera que se trata de una investi-
gación útil para el entorno social en el que nos movemos. Una investigación que no esté
apegada a la realidad, que no pretenda solucionar un problema concreto (o un cúmulo
de problemas relacionados) puede pecar de demasiado genérica o de excesivamente teó-
rica y, por tanto, resultar irrelevante e inútil.
La elección del tema de investigación en cualquier rama del saber es relevante e in-
cluso podría decirse determinante: para obtener respuestas adecuadas han de formularse
las preguntas correctas. Seleccionar un objeto de estudio sin contenido suficiente (o pre-
tender el análisis de un falso problema) conllevará dedicar una energía en vano.
Asimismo, si pretendemos abordar un tema excesivamente amplio –lo cual es un error
habitual en los investigadores noveles–, erraremos igualmente pues no podrán estudiar-
se los distintos contenidos con la profundidad suficiente, y la investigación quedará re-
legada a una mera recopilación de datos o a un análisis y exposición general de poco ri-
gor, más propio de los manuales generales de una determinada rama jurídica que de una
investigación que pretenda solucionar una dificultad real en la aplicación del Derecho.
En definitiva, debe tratarse de un tema suficientemente concreto, pero con posibili-
dades de cierto desarrollo. Por ejemplo, una investigación que llevara por título «el ne-
gocio jurídico» podría sin duda calificarse de excesivamente amplia e inconcreta, pues
existen multitud de negocios jurídicos (unilaterales, bilaterales, con condición resoluto-
ria o suspensiva, con elementos esenciales, naturales y accidentales, con distintos requi-
sitos de validez, etc.), muchos de los cuales se encuentran además específicamente re-
gulados en nuestro ordenamiento jurídico (contrato de compraventa, de arrendamiento,
de cuenta corriente, mandato, etc.) y los problemas que encierran cada uno de los temas
relacionados son inabarcables para una investigación. Y ello porque poco se podría de-
cir con cierto rigor sobre tales cuestiones, sino una visión general y panorámica que no
es propia de una investigación jurídica que merezca tal nombre en los ámbitos referidos.
Son preferibles temas bastante más acotados: la interpretación de un precepto –o inclu-
so de una palabra en una norma jurídica– puede dar juego para una excelente investiga-
ción en Derecho, e incluso a una magnífica tesis doctoral.
El tema de la investigación puede provenir de una inquietud del propio sujeto que
investiga, pues la motivación es un motor importante en todas las acciones humanas. Una
noticia de periódico que nos haya llamado la atención por la injusticia que representa,
una sentencia con resultados llamativos o, simplemente, una vivencia personal o ajena,en
definitiva, cualquier información que nos haya llegado y que nos haga detectar que exis-
te un problema en la aplicación de una norma jurídica, es un buen caldo de cultivo del
que puede salir un excelente tema de investigación en el ámbito del Derecho.
Suele ocurrir también que en los albores de la investigación jurídica quien pretende
iniciar una investigación jurídica no disponga aún de una visión más o menos clara de
los problemas que se pueden plantear en el ámbito del Derecho en el que quiere pro-
fundizar, o bien que disponga de una visión distorsionada de la problemática que puede
plantearse. Pues bien, en el caso de realizarse los primeros pasos en el ámbito de la in-
vestigación jurídica, el sistema universitario prevé la orientación de una persona con más
experiencia en tales lides que pueda orientar al investigador o a la investigadora novel.
Quien dirige una investigación dispone, por su mayor experiencia, de un conocimiento
II.8. CUESTIONES METODOLÓGICAS E INVESTIGACIÓN JURÍDICA 131
mayor de las cuestiones aún no resueltas en una determinada disciplina jurídica y, por
ello mismo, puede plantear a quien inicia sus pasos en los campos de la investigación
una serie de posibles temas de investigación que merecerían un estudio con cierta pro-
fundidad.
Cualquiera que sea la vía por la que se elige el tema de la investigación que se va
a emprender (esto es, ya haya sido sugerido por quien dirige el trabajo y sobre todo si
ha sido elegido el tema por quien inicia la investigación de forma más o menos autóno-
ma), es importante contrastar con la persona que lleva la dirección del mismo el título
concreto de la investigación (básicamente la hipótesis sobre la que se sustentará la mis-
ma) para conseguir una modulación de aquel, pues habitualmente quien lleva más tiem-
po en los avatares de la investigación jurídica conocerá si se trata de un problema en
gran parte resuelto (o que no encierra cuestiones relevantes que hayan de ser argumen-
tadas) o bien que ha planteado posiciones encontradas sin haberse conseguido aún una
solución satisfactoria.
La extensión de la investigación (que vendrá determinada por el título que se elija)
debe resultar adecuada al tiempo de que disponemos para llevarla a cabo, y también con-
dicionará la elección del tema de estudio. Efectivamente, no es lo mismo proponerse la
redacción de un artículo doctrinal de unas 30 páginas que una tesis doctoral, para la cual
la normativa académica aplicable (Real Decreto 99/2011, de 28 de enero, por el que se
regulan las enseñanzas oficiales de doctorado) reserva tres años si se investiga a tiempo
completo y cinco años si la dedicación es a tiempo parcial, prorrogables en su caso. Tam-
bién es cierto que la duración en el proceso de investigación dependerá de la mayor o
menor experiencia de quien investiga, pero en todo caso resulta adecuado.
Una vez que se tiene una intuición sobre un posible tema de investigación, antes de
definirlo tentativamente se requiere una labor de búsqueda previa (esto es, no exhausti-
va) de materiales para conocer si existe jurisprudencia y doctrina que, siguiendo nuestra
intuición, detectan un problema jurídico por resolver. No importa que exista bibliografía
o incluso sentencias –que pueden ser numerosas– sobre el tema que se está evaluando
como posible objeto de la investigación. Importará más que exista la impresión fundada
de que el problema que se quiere investigar ha sido ya aceptablemente resuelto doctri-
nal y jurisprudencialmente, en cuyo caso no tendría mucho sentido incidir sobre él. Por
el contrario, si del examen previo de doctrina y jurisprudencia encontramos posiciones
contrarias unas de otras, ello es buena noticia para quien pretende trabajar en encontrar
una solución que supere tales posturas con argumentos sólidos a favor de una u otra, o
bien con el planteamiento de una solución ecléctica o tercera vía que dirima tales con-
troversias.
En algunas ocasiones ocurrirá que en relación con un determinado problema existe
la idea de que el mismo ha sido resuelto satisfactoriamente y, sin embargo, se pretende
aportar un nuevo enfoque sobre la cuestión: en tales casos, cuando el enfoque es real-
mente novedoso, merece la pena investigar sobre ello para abrir un nuevo derrotero cien-
tífico o una nueva corriente dentro de una rama del saber. Así ha ocurrido en entornos
como la economía (pues existen corrientes monetaristas y keynesianas) o bien en la cien-
cia del Derecho en distintos ámbitos, como sucedió en el Derecho Penal con las teorías
causalistas o finalistas en la teoría del delito o, por poner un ejemplo más, en relación
con la conceptuación de la relación jurídico-tributaria como estática o dinámica. En de-
finitiva, una nueva visión sobre un problema clásico es de lo más estimulante como in-
vestigación jurídica.
132 LA ESCRITURA ACADÉMICA EN CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES
En definitiva, podría concluirse este apartado indicando que la correcta definición del
tema objeto de estudio –en cualquier ciencia, pero también en el Derecho– resulta un
presupuesto necesario de realizar una buena investigación.Por todo ello, será preciso in-
formarse con carácter previo a proponer un concreto tema de investigación leyendo al-
gunos textos jurídicos –acaso sólo los más importantes– que nos sirvan para llegar a unas
conclusiones provisionales sobre la existencia de un tema concreto de investigación que
emprender con cierta perspectiva de éxito. Ello nos lleva al siguiente epígrafe sobre cómo
buscar y encontrar documentación jurídica relevante para tales propósitos.
En lo que respecta a la fuente primaria del Derecho, que son las normas jurídicas,
es preciso seleccionar aquellas que resultan relevantes para nuestra investigación y, de
este modo, acotar el objeto de la misma. Al respecto deben hacerse una serie de consi-
deraciones.
El artículo 1 del Código civil indica, con sabor decimonónico, que «las fuentes del
ordenamiento jurídico español son la Ley, la costumbre y los principios generales del
Derecho». Con ello viene a constatar lo que para los ordenamientos jurídicos continen-
tales constituye la esencia de la norma obligatoria, que vendrá representada por la «Ley»
entendiendo el término en sentido amplio como norma escrita aprobada por la institu-
ción competente, que reina en el universo del Derecho y, residualmente, las normas que
se entienden como obligatorias en una comunidad política, como sería la costumbre pro-
bada y los principios jurídicos que se destilen de un determinado ordenamiento.
Habida cuenta de que nuestro Estado se encuentra descentralizado políticamente, exis-
ten al menos tres ámbitos de entes públicos con capacidad de aprobar normas en el ám-
bito de sus competencias.
– Así, por un lado, el Estado puede aprobar leyes en las Cortes Generales (Congre-
so y Senado) y, por otro lado el gobierno central puede asimismo aprobar una se-
rie de normas (reales decretos, reales decretos-leyes o reales decretos legislativos)
y, por su parte, quienes ostentan la titularidad de los distintos departamentos mi-
nisteriales pueden aprobar órdenes ministeriales, al tiempo que circulares o reso-
luciones que también pueden aprobarse por otros entes públicos distintos de los
ministerios.
II.8. CUESTIONES METODOLÓGICAS E INVESTIGACIÓN JURÍDICA 133
– Por otro lado, las comunidades autónomas aprueban asimismo leyes en sus res-
pectivas asambleas legislativas y, por su parte, sus consejos de gobierno aprueban
normas con rango legal o reglamentario y también en el ámbito de las distintas
consejerías autonómicas y entes públicos diversos, de forma paralela a como ocurre
en el Estado central.
– Del mismo modo, los entes locales (básicamente municipios y provincias, pero
también consejos insulares, mancomunidades, distritos municipales, etc.) aprueban
sus propias ordenanzas locales.
Además existen órganos supranacionales con el poder de aprobar normas jurídicas.
Así por ejemplo, España se encuentra inserta en la Unión Europea, la cual tiene una se-
rie de órganos propios de emanación de normas (reglamentos, directivas, decisiones),
siendo así que las mismas resultan de aplicación también en nuestro país (con primacía,
además, respecto de las propias leyes estatales y autonómicas).
Y adicionalmente, resulta posible para nuestro país y el resto de países del globo
aprobar normas de carácter internacional (denominados convenios o tratados internacio-
nales) que serán vinculantes en España una vez publicados oficialmente en nuestro país
al finalizar el procedimiento de ratificación, tal y como establecen los artículos 93 a 96
de nuestra Constitución.
Es preciso indicar que aunque el Derecho se divide en distintas ramas, disciplinas o
grupos normativos (Derecho Administrativo, Civil, Fiscal, Laboral, Mercantil, Penal, etc.),
el fenómeno jurídico es de hecho una realidad multidisciplinar y, por ello mismo, en mu-
chos casos no podemos ceñirnos a una sola disciplina jurídica para analizar la regulación
normativa de un determinado ámbito de la realidad social. Pongamos algunos ejemplos:
cuando se realiza una operación urbanística (como adquirir un terreno y construir en él
un determinado inmueble), han de tomarse en cuenta no sólo disposiciones de Derecho
Civil en lo que respecta a los negocios jurídicos que han de realizarse por las partes (com-
praventa de terrenos, contrato de obra, etc.), sino también de Derecho Administrativo (nor-
mativa urbanística), de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social (respecto de los con-
tratos laborales con el personal dedicado a la edificación), de Derecho Mercantil
(compraventa de material) o de Derecho Tributario (en relación con los tributos que ha-
brá que pagar entre otros al Ayuntamiento con motivo de la obra); asimismo, cuando se
analizan las responsabilidades jurídicas de los administradores de sociedades mercantiles
por sus acciones u omisiones, deben examinarse varios ámbitos jurídicos, entre los cuales
se encontrarían sin duda el Derecho Mercantil, pero también el Derecho Penal (respecto
de las responsabilidades penales), el Derecho de la Seguridad Social y el Derecho Tribu-
tario (responsabilidades frente al Fisco y a la Seguridad Social), entre otros; y por poner
un último ejemplo, en el caso de reorganizaciones de sociedades mercantiles también
deben tenerse en cuenta no sólo aspectos de Derecho Mercantil, sino también habrá que
considerar al menos el Derecho del Trabajo, de la Seguridad Social y Tributario aplicables.
Bien es cierto que las investigaciones jurídicas suelen ser muy acotadas en su ámbi-
to y, por ello mismo, pueden limitarse a estudiar un determinado aspecto de una con-
creta rama del Derecho. Sin embargo, en muchas ocasiones resultará del máximo inte-
rés tomar en consideración otras ramas jurídicas que complementan aquella en la que se
realiza el estudio y, acaso, dotan a la investigación de una mayor sistemática.
De todo lo anterior se deduce que el sistema normativo aplicable a una determinada
realidad puede ser extraordinariamente complejo y, por ello mismo, conviene por un lado
delimitar las normas que podrían resultar aplicables para, en segundo lugar, ponerlas en
134 LA ESCRITURA ACADÉMICA EN CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES
conexión unas con otras. Ello es así porque, como ya se dijera anteriormente, existe una
jerarquía normativa entre unas normas y otras de modo que deben detectarse incompa-
tibilidades entre las mismas y determinar cuál de ellas ha de aplicarse prevalentemente
en caso de conflicto. Además de ello, existe una distribución de competencias normati-
vas entre los tres niveles territoriales (Estado, comunidades autónomas y entes locales)
contenidas en nuestra Constitución y en la legislación orgánica y ordinaria, y que tam-
bién habrán de tomarse en cuenta a la hora de determinar qué norma resulta aplicable
en cada ámbito concreto.
Asimismo, y aunque pueda considerarse acaso una obviedad, es preciso recordar que
el Derecho es una realidad cambiante al son de la voluntad política de donde el mismo
emana. Y sobre todo en tiempos de crisis como los que estamos viviendo en la actuali-
dad –pero no exclusivamente–, de la noche a la mañana puede aparecer una norma con
vigencia inmediata (aprobada por Decreto-Ley) que en un día derogue un número inde-
terminado de normas, de manera que resulta preciso ser conscientes de esta circunstan-
cia y tomar siempre la versión más actualizada de las normas con las que trabajemos.
Existen repertorios normativos en papel que se actualizan anualmente al inicio del
curso académico, pero ello no resulta una garantía de que la norma que examinamos no
haya resultado derogada por normativa posterior, con lo que conviene siempre contras-
tar con normativa disponible en páginas de internet o repertorios on-line a los que se-
guidamente nos referiremos.
Una cuestión adicional quisiera señalar en relación con el estudio de las normas ju-
rídicas como fuente primaria de Derecho. A menudo resulta relevante acudir al proceso
de elaboración de las normas jurídicas para entender mejor su formulación final o, in-
cluso, para ir detectando los problemas que se han ido identificando en el proceso de
aprobación de las mismas. Por ello, puede ser muy interesante revisar todos los docu-
mentos generados en el procedimiento legislativo: proyecto o propuesta de Ley, enmiendas
presentadas y aprobadas, intervenciones de los distintos parlamentarios, texto definitivo
del Congreso y del Senado o de a asamblea autonómica, etc. Ello no es en absoluto ba-
ladí, pues en muchas ocasiones la redacción final de una determinada Ley no se entien-
de sino examinando la justificación de las enmiendas presentadas y finalmente aproba-
das en el curso de elaboración de dicha norma.
Toda la información relevante a estos efectos a nivel estatal se publica en el Boletín
Oficial de las Cortes Generales, si bien los distintos documentos pueden encontrarse fá-
cilmente en los motores de búsqueda existentes tanto en la página del Congreso de los
Diputados (www.congreso.es) como en la del Senado (www.senado.es). Lo mismo cabe
decir en relación con las asambleas legislativas de las comunidades autónomas (v. gr., la
Asamblea de Extremadura en www.asambleaex.es/ o la Asamblea de Madrid en
www.asambleamadrid.es).
Algo similar cabría decir de los dictámenes e informes que obligatoriamente o no ha
de evacuar el Consejo de Estado(y que pueden encontrarse en www.consejo-estado.es),
o de los consejos consultivos de las comunidades autónomas, en su caso (v. gr., el Con-
sejo Consultivo de Madrid que puede consultarse en la web elaborada al efecto: www.ma-
drid.org/ccmadrid/; o bien el Consejo Consultivo de Andalucía, al que se accede a tra-
vés de su oportuna web: www.juntadeandalucia.es/consejoconsultivo/).
Asimismo, resulta sin duda interesante consultar los informes y dictámenes del Con-
sejo Económico y Social del Estado (disponibles en www.ces.es) y los existentes en las
comunidades autónomas (v. gr. el Consejo Económico y Social de la Comunidad de Cas-
tilla y León en www.cescyl.es/ o el de Aragón en www.aragon.es/cesa).
II.8. CUESTIONES METODOLÓGICAS E INVESTIGACIÓN JURÍDICA 135
3.2. LA JURISPRUDENCIA
Una vez identificadas las normas relevantes para la investigación jurídica que se pre-
tende (esto es, para resolver el problema en Derecho que nos hemos planteado como pre-
misa de la investigación),resulta muy importante –lógicamente– el análisis de la juris-
prudencia aplicable al caso. Al fin y al cabo, se trata de la interpretación que están
realizando los jueces y tribunales que habrán que dirimir la cuestión en el supuesto de
que se plantee el conflicto jurídico respecto de la norma que se estudia.
La jurisprudencia se trata, al igual que la doctrina científica que a continuación exa-
minaremos, de una fuente jurídica secundaria dado que vienen a constituir interpreta-
136 LA ESCRITURA ACADÉMICA EN CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES
ciones de las normas, que constituyen como hemos tenido oportunidad de examinar más
atrás las fuentes primarias o propiamente vinculantes. Sin embargo, y dado que la apli-
cación del Derecho es básicamente una cuestión de interpretación, puede entenderse que
aunque las fuentes secundarias no resulten vinculantes sí tienen una importancia ex-
traordinaria como inmediatamente examinaremos. Varias precisiones deben hacerse al
respecto.
En primer lugar, el término «jurisprudencia» viene reservado, según el artículo 1 del
Código civil, a «la doctrina que, de modo reiterado, establezca el Tribunal Supremo al
interpretar y aplicar la Ley, la costumbre y los principios generales del Derecho» (énfa-
sis añadido). Es decir, en sentido técnico o propio sólo puede entenderse por «jurispru-
dencia» a la doctrina derivada de las sentencias y autos del Tribunal Supremo, lo cual
conlleva dos exclusiones implícitas: en primer lugar, no sería jurisprudencia el conjunto
de resoluciones de jueces y tribunales distintos al Tribunal Supremo; en segundo lugar,
se requiere que exista una reiteración, esto es, al menos dos sentencias o autos en el mis-
mo sentido, siendo así que una resolución aislada del Tribunal Supremo no constituiría
jurisprudencia.
Ahora bien, es habitual referirse al término «jurisprudencia» para indicar no sólo a
las resoluciones del Tribunal Supremo, sino también a sentencias y autos de otros tribu-
nales relevantes, como sería el caso de la Audiencia Nacional, Tribunales Superiores de
Justicia y Audiencias Provinciales o, muy significativamente, del Tribunal Constitucio-
nal, el cual como máximo intérprete de la Constitución tiene una relevancia muy signi-
ficativa en nuestro ordenamiento. Tanto es así que se ha acuñado el término de «juris-
prudencia constitucional» para referirse a las resoluciones del Tribunal Constitucional
como término contrapuesto al de «jurisprudencia ordinaria» referida a la doctrina del Tri-
bunal Supremo, pero también a otros tribunales inferiores a nivel autonómico y provin-
cial que también se conoce con el término de «jurisprudencia menor». Y dado que exis-
ten tribunales con un carácter supranacional, también se refiere habitualmente a la
jurisprudencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, o del Tribunal Europeo de
Derechos Humanos, de la Corte Internacional de Justicia Internacional o de la Corte Pe-
nal Internacional, por citar algunos ejemplos.
Una segunda cuestión relevante que ya ha sido mencionada previamente y que debe
resaltarse, aunque pueda resultar una obviedad, es que la jurisprudencia en nuestro orde-
namiento jurídico no es fuente de Derecho, esto es, no puede invocarse como Derecho
aplicable (como sí ocurre en los países anglosajones que se rigen por el sistema del pre-
cedente judicial). Así, el artículo 1 del Código civil después de citar como hemos visto
las fuentes del Derecho (Ley, la costumbre y los principios generales Derecho), recoge
que la jurisprudencia «complementará el ordenamiento jurídico», negándole con ello su
carácter de fuente vinculante. Ello no obstante debe indicarse que esta labor complemen-
taria no es en absoluto despreciable: dado que los tribunales españoles están jerarquiza-
dos y las resoluciones de los tribunales «inferiores» pueden ser apeladas ante los tribu-
nales «superiores», la alegación de una doctrina jurisprudencial de instancias superiores
(que, en su caso, deberían revisar la resolución del órgano ante quien se interactúa) es
normalmente examinada con el máximo interés por el juez o tribunal que ha de resolver.
En definitiva, resulta muy importante el análisis de la jurisprudencia que ha recaído
en la interpretación de un determinado precepto por puras razones de economía proce-
sal: si existe una doctrina jurisprudencial asentada en contra de la pretensión de la par-
te, no merecerá la pena llevar un caso ante el tribunal, pues en tal supuesto tendremos
II.8. CUESTIONES METODOLÓGICAS E INVESTIGACIÓN JURÍDICA 137
posterior del Tribunal Supremo que contradiga la misma, se quiere criticar la nueva lí-
nea jurisprudencial o para contrastarla (por el motivo que sea) con las resoluciones del
citado Alto Tribunal. Asimismo, puede ocurrir que no exista aún jurisprudencia del Tri-
bunal Supremo sobre una cuestión y, ello no obstante, existan diversas líneas jurispru-
denciales de los tribunales que hemos denominado «menores» (Tribunales Superiores de
Justicia, Audiencia Nacional o Audiencias Provinciales…). En tales casos, puede resul-
tar de un gran interés analizar las distintas líneas jurisprudenciales, encuadrando las re-
soluciones existentes en cada una de ellas, para exponer el estado de la cuestión y, de-
seablemente, tomar partido por alguna de las posturas expresadas por los distintos
tribunales, o bien enunciar una nueva exégesis que podría plantear una vía diferente re-
solución.
Asimismo, resulta importante conocer dónde se puede encontrar la jurisprudencia que
nos interesará consultar. Pues bien, al respecto cabe indicar que la consulta ya clásica de
los repertorios de jurisprudencia en papel se ha sustituido en la actualidad por potentes
bases de datos que permiten utilizar potentes motores de búsqueda para encontrar inclu-
so en el texto de la resolución una determinada palabra o disposición. Las bases de da-
tos más recomendables para ello son las que disponen diversas editoriales jurídicas (por
ejemplo, Westlaw o La Ley) que permiten acceder on-line a muy diversas resoluciones
y que, en algunos casos, han recopilado la jurisprudencia en ramas jurídicas homogéne-
as (por ejemplo, de Derecho Constitucional, Derecho del Trabajo, Derecho Tributario,
Derecho Mercantil, etc.). En tales bases de datos se recogen habitualmente hipervíncu-
los internos que permiten acceder a las normas interpretadas e, incluso, a otras resolu-
ciones judiciales del repertorio o a doctrina científica que haya tratado tales cuestiones.
Dichas bases de datos se convierten en prácticamente imprescindibles para juristas y re-
sulta incluso interesante combinar la búsqueda en varias bases de datos –si ello es posi-
ble–, pues en algunas ocasiones los tesauros están configurados de forma diversa, o bien
no se han incluido las mismas resoluciones judiciales en todos los repertorios.
Sin embargo, suele ocurrir que la incorporación de las resoluciones judiciales al re-
pertorio de la base de datos no tiene la agilidad que acaso desearía quien investiga en
las ciencias jurídicas, con lo que las últimas resoluciones dictadas no se encontrarán por
lo general en las mismas. Por ello, se van a mencionar otras vías de acceso a la docu-
mentación jurisprudencial que, además, pueden consultarse libremente vía internet.
Por un lado, debe citarse la página web del Tribunal Constitucional (www.tribunal-
constitucional.es) donde se encuentran las últimas resoluciones emanadas de tal órgano
y, adicionalmente, un buscador de jurisprudencia constitucional.
Por otro lado, es interesante consultar la página web del Poder Judicial (www.po-
derjudicial.es/cgpj/es/Poder_Judicial) que recoge una serie de temas de interés desde una
perspectiva jurídica y, además, dispone de un buscador de jurisprudencia (www.poder-
judicial.es/search/indexAN.jsp) de tribunales «ordinarios» (es decir, excluyendo la juris-
prudencia constitucional) y particularmente del Tribunal Supremo, Audiencia Nacional,
Tribunales Superiores de Justicia, Audiencias Provinciales y juzgados de todo tipo).
En relación con la Unión Europea, puede consultarse la página de su Tribunal de Jus-
ticia (http://curia.europa.eu/) donde puede encontrarse todo tipo de jurisprudencia del mis-
mo. Asimismo pueden consultarse en esta página las conclusiones de la abogacía gene-
ral del Tribunal sobre los distintos casos planteados, las cuales tienen una importancia
notable en la medida en que resulta un dictamen previo que precede a la resolución del
Alto Órgano y que incluyen habitualmente argumentos jurídicos del máximo interés.
140 LA ESCRITURA ACADÉMICA EN CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES
Y por último se puede citar también la página del Tribunal Europea de Derechos Hu-
manos (www.echr.coe.int/), que se consulta en lengua inglesa y francesa para acceder a
la jurisprudencia emanada de dicho órgano.
Ello no obstante, existen otros tribunales e instituciones internacionales que resuel-
ven sobre casos planteados a tales instancias, y en las páginas web de las mismas suele
encontrarse, asimismo, un nutrido elenco de resoluciones que pueden interesar al estu-
dioso de tales cuestiones.
y que, sin embargo, arrojó una nueva luz a su investigación que le permitió avanzar sig-
nificativamente en la misma. Con ello quiero decir que hay que ser proactivos en la bús-
queda de nueva doctrina intentando aportar alguna obra nueva (nacional o extranjera, de
la misma rama de conocimiento o disciplina jurídica o bien de otra paralela) que no haya
sido tenida en cuenta anteriormente por los estudios sobre la materia.
Dos cuestiones más querría mencionar antes de pasar al apartado de instrumentos
para realizar la busca bibliográfica. Por un lado, resulta clásico en ámbitos de metodo-
logía científica aludir a las fichas de bibliografía que habrán de elaborarse en relación
con las obras leídas. Y ello porque la memoria humana es limitada y después de pasar
un tiempo (que pueden ser años) investigando sobre una cuestión, a la hora de la re-
dacción final del texto que finalmente resulte de dicho proceso podemos acordarnos de
una frase o idea y ser incapaces de atribuir su autoría, o bien querer volver sobre la mis-
ma para revisar la fundamentación jurídica y no saber dónde buscarla. Para ello, y prin-
cipalmente para las obras que no puedan subrayarse y anotarse debidamente por no ser
fotocopias o textos de nuestra propiedad (pueden incluso haberse leído en bibliotecas de
otros países en breves estancias de investigación), se aconseja cumplimentar unas fichas
de bibliografía en las que, en primer lugar, se anoten todas las referencias de la obra en
cuestión a fin de que puedan ser citadas en su momento y, por otro lado, las ideas que
nos han parecido más importantes (con mención de las páginas en las que las mismas se
desarrollan). Obviamente, las fichas que hace tiempo se recogían en papel hoy en día se
recogen habitualmente en medios electrónicos, lo cual puede facilitar sin duda la bús-
queda de cualquier contenido.
Asimismo debe tenerse en cuenta que, como se ha indicado previamente, el Derecho
no se configura como una serie de compartimentos estancos (Derecho Civil, Adminis-
trativo, Laboral), sino que se encuentra íntimamente interrelacionado. Por ello abordar
una cuestión jurídica desde una perspectiva interdisciplinar resulta en ocasiones muy in-
teresante –e incluso imprescindible– pues no existen límites expresos entre las distintas
disciplinas del Derecho. Por ello quien realiza una investigación jurídica debe ser cons-
ciente de que en algunas ocasiones habrá salir del ámbito de su disciplina para entrar
(siquiera tangencialmente) en otra colateral y, de este modo, poder comprender adecua-
damente el fenómeno jurídico que se estudia y permitir llegar a soluciones adecuadas
para el mismo, lo cual resultaría imposible desde la limitación de un determinado cam-
po jurídico. En tales casos, debe acudirse a doctrina que se encuentra extramuros de la
disciplina propia y, eventualmente, consultar otros autores distintos de aquellos a quie-
nes se está acostumbrado a leer.
Por último, es preciso mencionar –siquiera someramente– los instrumentos de bús-
queda de la doctrina científica. Como ya se ha comentado, normalmente encontraremos
bibliografía en el proceso de lectura de otras obras doctrinales. Ello no obstante, es preciso
al inicio de la investigación –aunque también en estadios intermedios, cuando constata-
mos la importancia de algún aspecto en el curso del proceso de creación científica– rea-
lizar una búsqueda autónoma de bibliografía. Ello se puede realizar de diversas formas.
Por un lado, acudiendo al catálogo de la biblioteca de la institución en la que se rea-
liza la investigación. A diferencia de hace unos años, los catálogos de las bibliotecas se
encuentran hoy informatizados y se pueden consultar distintos campos (autor, título, área
de conocimiento, etc.), lo cual permite una búsqueda bastante apurada. También puede
acudirse a los llamados metabuscadores disponibles en las distintas bibliotecas y que per-
miten una búsqueda no sólo entre los fondos disponibles en tales bibliotecas, sino tam-
II.8. CUESTIONES METODOLÓGICAS E INVESTIGACIÓN JURÍDICA 143
bién entre otros recursos disponibles en la red. Asimismo, pueden encontrarse recursos
bibliográficos en el catálogo on-line de la Biblioteca Nacional y en la base de datos
ISOC-CSIC, donde podrán encontrarse un gran número de referencias de artículos de re-
vistas. Del mismo modo es posible acudir a las bases de datos de la Red de Bibliotecas
Universitarias (REBIUN) creada por la Conferencia de Rectores de las Universidades Es-
pañolas (CRUE), o bien de la biblioteca de la Universidad Complutense o del Consor-
cio de Bibliotecas Universitarias de Cataluña, siendo así que en ellas se podrá conseguir
un acceso gratuito no sólo a títulos de monografías sino también a los existentes en las
bases datos del catálogo de revistas.
Ahora bien, en los últimos tiempos uno de los recursos on-line más potentes para la
búsqueda tanto de monografías como de artículos de revista se encuentra en DIALNET,
que es uno de los mayores portales bibliográficos en idioma español, de acceso libre y
gratuito. En el mismo se encuentran no sólo referencias bibliográficas sino, en algunos
casos, el texto completo del documento en formato PDF. Además, pueden registrarse los
intereses de cada investigador o investigadora e inscribirse en un sistema de alertas que
mantendrá informado de las nuevas revistas aparecidas en el mercado.
Finalmente, y como no puede ser de otro modo, existen multitud de portales jurídi-
cos que incluyen asimismo bibliografía. Algunos son gratuitos (v. gr., noticias jurídicas)
y otros de pago. También cabe la posibilidad de buscar directamente en buscadores ge-
néricos (como puede ser el caso de Google) un tema en cuestión sobre el que se esté in-
vestigando: se trata de una búsqueda sin duda burda, pero que puede llevar a resultados
inesperados y sorprendentes, como referencias de foros de expertos, informes, jornadas,
instituciones, etc., que nos pueden arrojar algo de luz sobre el tema que estudiamos y
remitirnos a obras bibliográficas diversas. Asimismo, también las editoriales jurídicas más
prestigiosas que en los últimos años han pasado a un formato on-line las bases de datos
de legislación y jurisprudencia (v. gr., Westlaw o La Ley) están incorporando contenidos
bibliográficos a las mismas, que incluso distribuyen en formato de diario de noticias.
Merece la pena mencionar en este ámbito la Social Science Research Network (http://
www.ssrn.com/), donde pueden encontrarse artículos científicos escritos en inglés a texto
completo.
Una fuente jurídica de importancia en absoluto residual son las resoluciones admi-
nistrativas emanadas en determinados campos del Derecho. Así por ejemplo, en el ám-
bito de la disciplina del Derecho Financiero y Tributario existen los llamados tribunales
económico-administrativos, que a pesar de calificarse como «tribunales» no forman par-
te del poder judicial sino que son órganos administrativos especializados en la resolu-
ción de controversias entre las distintas administraciones tributarias y los contribuyentes
y demás obligados tributarios. Tales órganos pueden pertenecer a la Administración del
Estado o bien de las comunidades autónomas o de los grandes municipios y pueden con-
sultarse on-line de forma gratuita utilizando motores de búsqueda que resultan de la ma-
yor utilidad. Así por ejemplo, la doctrina del Tribunal Económico-Administrativo Cen-
tral (perteneciente al Ministerio de Hacienda) puede consultarse en http://serviciosweb.
meh.es/apps/doctrinateac/; e igualmente algunos tribunales económico-administrativos
autonómicos y locales publican sus resoluciones on-line, como sería el caso del Ayunta-
miento de Madrid (vid. al respecto http://www.madrid.es/portal/site/munimadrid/menui-
tem.9ed3e0dd2ddc95f5e415b041b002a5a0/?vgnextoid=bdf04156a445b110VgnVCM100
000171f5a0aRCRD).
También son relevantes a este respecto las contestaciones a consultas realizadas a las
distintas administraciones para conocer el criterio administrativo aplicable a un determi-
nado caso.Y ello principalmente cuando tales contestaciones, más allá de ser una mera
información al administrado sobre preguntas frecuentes, vinculan a la propia Adminis-
tración como ocurre en el ámbito del Derecho Tributario. Así pues, para conocer la in-
terpretación que realiza la Administración Tributaria de las normas fiscales pueden con-
sultarse las contestaciones a consultas tributarias realizadas por los contribuyentes y que
vinculan a la misma no sólo en relación con la persona que plantea una pregunta sino
respecto de otros obligados tributarios que se encuentren en una situación idéntica
(arts. 88-89 de la Ley General Tributaria). La Dirección General de Tributos dispone de
bases de datos muy interesantes con formularios de búsqueda de la mayor utilidad.
Pues bien, la publicidad de tales resoluciones administrativas (de los tribunales eco-
nómico-administrativos y de la Dirección General de Tributos) resultan de gran interés
habida cuenta de que el contribuyente conocerá con carácter previo a aplicar la norma
fiscal el criterio que la Administración seguirá en caso de revisión por parte de esta de
las actuaciones realizadas por aquel, con lo que puede tenerse una idea de la conflicti-
vidad potencial de una determinada interpretación de la norma. Ello no implica que deba
seguirse tal doctrina necesariamente, pues no constituye fuente del Derecho sino una in-
terpretación de parte que deberá lógicamente someterse a la exégesis que sobre tales nor-
mas realicen los jueces y tribunales. Sin embargo, como se indicaba, constituye un co-
nocimiento interesante sobre el proceder de seguirá la Administración en determinados
ámbitos.
En todo caso, habrá que estar a cada rama del Derecho para constatar cuáles son
–además de la normativa, jurisprudencia y doctrina científica– las otras fuentes jurídicas
relevantes para el análisis de la normativa sectorial que corresponda, resultando en este
momento inabarcable una exposición detallada.
Por último, siempre es interesante acudir a conferencias, congresos, seminarios, jor-
nadas, cursos, etc., que guarden relación con el tema de investigación que se está si-
guiendo, pues ellos pueden permitirnos una nueva perspectiva de cuestiones que no ha-
bíamos considerado, referencias jurisprudenciales, legales o doctrinales que no se habían
tenido en cuenta o bien facilitarnos presentar en un foro experto las líneas básicas de la
II.8. CUESTIONES METODOLÓGICAS E INVESTIGACIÓN JURÍDICA 145
investigación que se está siguiendo con el objeto de recabar sugerencias e ideas al res-
pecto. Asimismo, puede resultar también relevante entrevistarse con operadores jurídicos
habituales (abogados, funcionarios de las diferentes administraciones públicas o de la Ad-
ministración de justicia, profesionales de los mercados de valores y financieros, etc.) ha-
bituados a interpretar una determinada norma jurídica para que nos den su opinión so-
bre los problemas más importantes que presenta la aplicación de la misma, además de
–por supuesto– las conversaciones con los compañeros de la Academia que sin duda po-
drán permitirnos nuevas sugerencias y abrirnos perspectivas en la investigación.
mana, por citar solo algunos ejemplos. En el supuesto de que se encuentre un documento
que interese significativamente para la investigación que se realiza, se puede intentar ob-
tener por préstamo interbibliotecario o bien solicitándolo a una librería jurídica extran-
jera. Adicionalmente, ha de recordarse lo ya indicado sobre la Social Science Research
Network.
Los análisis de Derecho comparado pueden realizarse, principalmente, de dos for-
mas: sin desplazarse al país cuyo ordenamiento jurídico se pretende examinar, esto es,
consultando principalmente la información accesible por internet y la bibliografía dispo-
nible en bibliotecas nacionales, o bien, en segundo lugar, acudiendo a centros de inves-
tigación extranjeros donde lógicamente podrán consultarse más materiales normativos,
así como jurisprudencia y doctrina. Además, en este segundo caso, se tendrá la ventaja
de poder conversar con estudiosos de dicho país, lo cual sin duda será de sumo interés
para la investigación que se pretende. En contrapartida, tales estancias de investigación
suelen requerir financiación adicional y, por otro lado, es preciso conocer el idioma del
país y centro de investigación de acogida.
se analiza, por dos motivos: porque se debería emplear mucho tiempo en ello y, sobre
todo, porque la mente humana es limitada y por mucho que se hayan tomado notas de
la documentación leída, no pueden mantenerse indefinidamente en la memoria un sin fin
de ideas sin riesgo de olvidar esa información. Probablemente la virtud se encuentre,
como argumentó Aristóteles en su Ética a Nicómaco, en el justo medio de ambos extre-
mos.
Así pues, cuando se han leído materiales jurídicos suficientes que permitan formar-
nos una opinión sobre la problemática jurídica que encierra el tema de estudio elegido,
cuando de la lectura de jurisprudencia y doctrina diversa se desprenda que se empiezan
a repetir argumentos o líneas de razonamiento y, sobre todo, cuando se vaya vislum-
brando alguna postura propia sobre lo que se lee, acaso sea el momento de ponerse a es-
cribir sobre ello.
Existe normalmente –sobre todo en investigadores e investigadoras noveles, pero tam-
bién en personas más avezadas en tales lides– una suerte de pánico a la hoja en blanco.
Se trata de un miedo lógico que precede normalmente toda creación, pero que debe su-
perarse para iniciar el trabajo de redacción. Una serie de consideraciones ayudarán a sal-
var ese primer escollo:
– En primer lugar, es preciso ser consciente de que el texto que se escriba distará
mucho de ser el que definitivamente aparezca en el trabajo de investigación. Sin
duda el mismo será posteriormente revisado con ojos nuevos, después de los co-
mentarios de quien supervisa el trabajo y de otras ideas que vayan surgiendo a lo
largo del proceso de investigación. Sin embargo se necesita un primer barro que
moldear y que será posteriormente modificado, descartado, reducido, ampliado, et-
cétera.
– En segundo lugar, no es recomendable iniciar la redacción de un trabajo de in-
vestigación por la introducción del mismo: dado que la introducción cumple la la-
bor de presentar un texto y las partes del mismo, no se puede introducir lo que to-
davía no existe por mucho que se tenga ya una idea sobre ello (sobre todo porque
las ideas iniciales cambian a menudo en el desarrollo de un proyecto de investi-
gación). Y lo mismo ocurre con las conclusiones del trabajo de investigación: será
lo último que se redacte del mismo, después de la introducción, lo cual permitirá
además cerrar los dos extremos del trabajo con una cierta coherencia. Así pues,
resulta más conveniente empezar a redactar un apartado concreto del trabajo, de-
limitado en su contenido, que posteriormente se irá ensamblando con el resto de
la investigación hasta configurar un todo que, una vez leído y revisado, constitui-
rá un trabajo concluido que pueda ya difundirse.
Por otro lado, es preciso tener una disciplina y constancia en el trabajo de investi-
gación y en sus principales tareas: lectura y redacción. Es preferible dedicar todos los
días una serie de horas a la lectura y a la redacción del trabajo que pretendemos elabo-
rar, que intentar concentrar tal dedicación en una serie de días de la semana, mes o año.
Ello es así porque el proceso de creación científica necesita mantener una cierta tensión
con el tema estudiado, tensión que desaparece cuando se relega la investigación en es-
pacios más o menos prolongados de tiempo, causando por lo general –en opinión de la
mayoría de investigadores que conozco– un retroceso en el trabajo ya acometido, pues
es necesario retomar de nuevo un estado de creatividad que desaparece si se relaja la
tensión ya mencionada.
II.8. CUESTIONES METODOLÓGICAS E INVESTIGACIÓN JURÍDICA 149
redactando) no deben ser excesivamente largas para evitar que el lector pierda el hilo
conductor de la exposición principal. En este sentido, es preferible ponerlas citas al fi-
nal de una frase (y no en mitad de ella) e incluso algunos autores prefieren realizarlas
entre paréntesis en el propio texto que se está escribiendo (sobre todo si se sigue el sis-
tema de cita reducida de Harvard).
En todo caso, una de las cuestiones más relevantes del trabajo de investigación será
el contraste de las ideas con otros miembros de la comunidad científica. Si se trata de
trabajos iniciales, la normativa académica contempla la supervisión de un miembro más
experimentado en todo ello. Pero después de haber, incluso, leído la tesis doctoral, re-
sulta siempre interesante permitir la lectura del trabajo a otras compañeras o compañe-
ros de la Academia para escuchar sus sugerencias y matices: de esta forma se mejorará
sin duda no sólo la redacción del trabajo de investigación, sino también la argumenta-
ción, bibliografía, jurisprudencia y, en definitiva, la fundamentación de las tesis pro-
puestas.
Conclusiones
Como colofón a las líneas que anteceden no me resta más que resaltar una serie de
ideas para que sean tenidas en cuenta por quienes se adentren en los caminos de la in-
vestigación jurídica:
Trabajos escritos
A continuación, detallamos los tipos de trabajo más usuales que un estudiante de pos-
tgrado o un investigador se verá obligado a realizar a lo largo de su desempeño acadé-
mico o profesional. Iremos de los más simples a los más complejos:
que lo hayamos localizado). También puede ser útil que destaquemos en otro co-
lor los nombres y los títulos que se repiten más frecuentemente en los libros con-
sultados, pues un indicador de que son fundamentales para nuestro tema de in-
vestigación.
– Llevar a cabo una revisión de la bibliografía. No se trata de hacer una lectura mi-
nuciosa, tomando nota de cada dato que consideremos interesante; se trata más
bien de procurar identificar las líneas de investigación. Para ello es muy útil em-
pezar consultando el índice y los posibles índices temático y onomástico. También
son útiles los resúmenes, las palabras clave. Siempre hay que revisar las biblio-
grafías que citan esos autores, para contrastarlas con la nuestra. Además, en las in-
troducciones de los escritos, los autores suelen marcar sus temas de interés y su
posicionamiento con respecto a otros autores y otras investigaciones, por lo que
es fundamental leerlas.
– Marcar las líneas de investigación e ir cruzándolas con los autores y sus títulos.
Para ello, recomendamos hacer un pequeño cuadro o esquema en el que aparez-
can todos estos temas y autores, y sobre él ir añadiendo información (como su-
blíneas de investigación) permanentemente.
– Identificar la posición del autor y apuntar cuestiones metodológicas, porque estos
datos explican muchas veces avances en las líneas de investigación, o elección de
unas y no de otras… Este punto bien desarrollado a lo largo de la elaboración del
estado de la cuestión lo convierte, finalmente, en un estudio historiográfico, en el
caso de los historiadores.
– Identificar las posibles líneas de investigación no trabajadas. Hay que estar aten-
tos a las dudas sin resolver planteadas por otros autores, pero también a las pro-
pias, las que teníamos previamente o que se nos han presentado en la medida que
avanzamos con las lecturas. En este sentido es recomendable que antes de empe-
zar con nuestro trabajo y con la lectura crítica de cualquier libro, tomemos notas
de las expectativas que tenemos con él, de las lagunas que queremos cubrir, para
comprobar si nos satisfacen las respuestas o quedan aún cosas por resolver.
– Emprender la redacción. Se trata de desarrollar nuestro esquema, que hemos ido
elaborando en el proceso de revisión bibliográfica y con nuestras reflexiones. Es
importante ir sistematizar lo que dicen los autores, de qué y cómo; así como te-
ner cuidado en la redacción a la hora de separar lo que dicen los autores de nues-
tras propias ideas, para que no pasen por nuestras las opiniones de otros, pues es-
taríamos incurriendo en plagio. Es necesario poner en relación entre corrientes
historiográficas, especialidades de los autores, metodologías y líneas de investiga-
ción (quién trabaja, qué trabaja, cómo, por qué).
– Cuidar especialmente la realización de las conclusiones. En ellas debe quedar cla-
ro si las distintas líneas de investigación enriquecen el debate y contribuyen al de-
sarrollo científico. En el caso de los trabajos de fin de estudios, de Máster, es el
momento de formular las cuestiones que quedan abiertas para futuras tesis y pro-
poner cómo podrían abordarse.
El éxito de una investigación dependerá, pues, de la formulación de preguntas ade-
cuadas, de la correcta elección de las fuentes (lo que, en buena medida, es consecuen-
cia de lo anterior) y de la realización de un buen estado de la cuestión que nos permita
reformular la preguntas y elegir adecuadamente las fuentes de información. De esta ma-
nera, el estado de la cuestión toma centralidad en cualquier investigación. Aparezca explí-
158 LA ESCRITURA ACADÉMICA EN CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES
citamente o no en el texto, toda investigación debe contar con un buen estado de la cues-
tión que nos ayudará a la elaboración de un correcto proyecto, a la crítica de las biblio-
grafía y de las fuentes y que nos dará pistas sobre las preguntas más adecuadas y sobre
las necesidades más imperiosas de la historiografía sobre la cuestión de nuestro interés.
TESIS DOCTORALES
Suelen contar –además de con la página inicial con el nombre y el logo de la univer-
sidad, la facultad y el departamento, el nombre del programa de doctorado, el título de
la tesis, los nombres del autor y del director, así como la adscripción institucional de este
último y el año de presentación– con una página de agradecimientos a las personas que
nos han ayudado a realizar el trabajo tanto intelectual como económica o moralmente.
Es fundamental que se incluya un índice. El trabajo debe comenzar con una introduc-
ción y finalizar con unas conclusiones generales. Podemos repetir ese mismo esquema
en cada capítulo si lo creemos necesario. La extensión debe ajustarse a lo exigido por la
institución. No debemos pasarnos ni quedarnos cortos. Se pondrán anexos sólo cuando
sea necesario y nunca para «rellenar». El sistema de notas y la mención de la biblio-
grafía así como los espacios y los márgenes se ajustarán estrictamente a las normas que
nos hayan sido fijadas. En caso de que se nos dé libertad en este sentido es importante
que adoptemos la forma que más cómoda nos resulte o sea más adecuada al tipo de tex-
to que presentamos, pero que la mantengamos a lo largo de todo el trabajo para que el
lector se acostumbre y sepa identificar con rapidez de qué fuente se le está hablando.
En cuanto al fondo, en una tesis es fundamental contar con una hipótesis de traba-
jo. Como no trabajaremos sólo con una idea, debemos exponerlas todas con mucha cla-
ridad y tener bien determinada su jerarquía para poder expresarlas de manera precisa e
inteligible. La exposición debe ser sencilla e inequívoca. Aunque seamos conscientes de
que nos van a evaluar especialistas no debemos dar por sentado que ellos sabrán de qué
se les está hablando porque no siempre es así. Tampoco debemos adoptar un tono dog-
mático bajo la premisa de que no dominan el tema. Hay que explicar sin abusar. Las
conclusiones deben ajustarse a lo planteado al principio aunque con frecuencia se logran
más objetivos de los esperados, o menos, incluso otros… En ese caso se puede señalar
así o ajustar la introducción a las conclusiones. A lo largo de la disertación será perti-
nente acudir a autores especializados, y será beneficioso y enriquecerá el texto acudir a
bibliografía que no necesariamente tiene que referirse al período, lugar o personaje que
estemos tratando. No obstante hay que ser cautos, no se trata de mostrar falsa erudición
sino de ampliar el punto de vista para no caer en el error del exclusivismo.
En cuanto a la organización del trabajo, hay que pensar en el dominio que tenemos
del tema, en nuestras capacidades para explicarnos por escrito y, sobre todo, en el tema
a desarrollar que será muchas veces el que nos dé la clave para optar por un método u
otro. Por ejemplo, para escribir una biografía quizás lo más aconsejable sea utilizar una
organización cronológica. No obstante, si estamos ante una biografía de cuyo personaje
queremos destacar algún dato clave quizás lo aconsejable sería comenzar exponiendo di-
cho dato y luego ir hacia atrás para explicar cómo fueron los acontecimientos que lo lle-
varon hasta ahí y hacia adelante para poner en evidencia las consecuencias que tuvo di-
cha cuestión clave; si el trabajo va a basarse en testimonios de otros personajes quizás
sería adecuado comenzar por explicar quiénes son estas personas y su vinculación con
III. TRABAJOS ESCRITOS Y PRESENTACIONES ORALES 159
ARTÍCULOS DE REVISTAS
Los artículos siempre deben sujetarse a la forma que se nos ha exigido previamente
a través de las normas de edición de la revista que los someta a evaluación y, que en
caso de que ésta sea positiva, los publicará. También hay que tener en cuenta qué tipo
de revista es (científica o divulgativa) y, por tanto, a qué público va dirigida (si se trata
de especialistas o de aficionados). Hay que tener en cuenta también si la revista tiene
una temática concreta o si pertenece a una disciplina específica a las que hay que ajus-
tarse, o si se trata de una publicación más multidisciplinar. Por último, puede ser que el
artículo se realice por encargo o que responda a un llamado en cuyo caso suele ser ne-
cesario que el trabajo se centre en alguna cuestión previamente pactada. Si no es así, se-
rán otros los factores a tener en cuenta tanto en la elección de tema como en la forma
de plantearlo.
Por otro lado, el espacio para desarrollar el discurso es limitado así que hay que pro-
curar que el tema sea relevante, pero también al tratarlo hay que ser muy consciente de
la bibliografía que hay sobre él –sin olvidar la más reciente–, y ser lo más contenido po-
sible en cuanto a extensión. El trabajo presentado en un artículo puede ser un avance de
lo que se va a publicar con posterioridad en un volumen más extenso pero no debe ser
un resumen de algo ya editado; en todo caso puede ser una ampliación de algún traba-
jo anterior, una matización o una ampliación a la luz de nuevos hallazgos o reflexiones
propias o de otros colegas. Creemos que lo más conveniente al pensar en un artículo es
tener en cuenta la posibilidad que brinda de dar a conocer líneas de investigación e in-
vestigadores en el mundo académico; de hecho, una de las recomendaciones que siem-
pre se dan cuando estamos buscando un tema de investigación es leer los debates que se
suscitan y publican en revistas científicas, tanto por la actualidad de los mismos como
por las recomendaciones o líneas a explorar que dejan abiertas.
En cuanto a la forma, aquí no se espera que cuente necesariamente con introducción
y conclusiones como una tesis doctoral, pero sí con un planteamiento general en el que
será necesario exponer un breve estado de la cuestión y una explicación de la hipótesis
o la pertinencia de la exposición que se va a hacer. Seguidamente, el cuerpo contendrá
el desarrollo de esta hipótesis o idea principal y, por último, debe contar con una refle-
xión final acorde con lo planteado al principio.
ma, al igual que los artículos, el capítulo debe ajustarse a las normas que la editorial que
publicará el libro o los coordinadores o editores del mismo nos faciliten. De esta mane-
ra, las citas bibliográficas deben seguir las mismas normas que las del resto de capítu-
los, al igual que la extensión, el tipo de letra, los interlineados, la numeración de los epí-
grafes, etcétera.
Y en lo que respecta al contenido, puede aplicarse lo dicho para los artículos con la
salvedad de que el tema debe ser el mismo o guardar ciertas similitudes con los restan-
tes del libro. En otras palabras, un capítulo para un libro colectivo necesariamente debe
tratar la temática que ese libro aborde, cosa que con los artículos no sucede, a no ser
que estén destinados a un número monográfico de una revista con un tema concreto.
Presentaciones orales
CONFERENCIA
PONENCIAS
Es una exposición algo más breve que las conferencias, de unos veinte o treinta mi-
nutos sobre un trabajo de investigación. Aunque no necesariamente debe tratarse de un
trabajo terminado, puesto que pueden exponerse resultados del curso de la investigación,
tiene más carácter de «finalizada» que una comunicación, por lo que deben enunciarse
algunas conclusiones. Las ponencias y las comunicaciones se proponen por parte de los
investigadores a los organizadores del encuentro o congreso; o a los coordinadores de
las mesas, panel o áreas temáticas, en caso de que el evento cuente con la participación
de muchas personas y deban dividirse en mesas o áreas en función de sus temas. Las
propuestas de ponencias suelen enviarse a los coordinadores en el plazo establecido para
ello y suelen constar de un título, de los datos del ponente y de un resumen del conte-
nido de la ponencia de unas diez líneas; aunque en algunos congresos piden la ponen-
cia completa ya escrita, para lo cual hay que cumplir las formalidades de estilo requeri-
das por los organizadores del congreso.
III. TRABAJOS ESCRITOS Y PRESENTACIONES ORALES 161
COMUNICACIONES
Una comunicación es una exposición muy breve, de cinco o diez minutos, sobre un
tema de investigación. Normalmente, se trata de explicar investigaciones en curso, pero
también algunos congresos admiten comunicaciones sobre investigaciones ya finalizadas.
Suelen estar estructuradas por una breve introducción, los objetivos de la investigación,
la hipótesis y metodología que se ha seguido, así como un avance de los resultados. En
ellas se hace énfasis en las conclusiones, recomendaciones y posibles líneas futuras de
investigación.
PÓSTERS O CARTELES
saltar el contenido, mas no dificultar su lectura, por ello es mejor utilizar colores oscu-
ros en un fondo claro y colores claros sobre fondos oscuros.
Como hemos visto, conferencias, ponencias, comunicaciones y pósters se distinguen,
además de por el manejo del tema o del estado de madurez de la investigación, por el
tiempo de exposición. No obstante, lo dicho sobre los tiempos es orientativo, puesto que
finalmente depende la planificación de los coordinadores del encuentro o congreso, de
lo que estime conveniente el coordinador de la mesa y, en última instancia, del número
de ponentes o comunicantes que deban exponer en un tiempo determinado, es decir, de
los que finalmente hayan asistido.
Todos los tipos de exposiciones orales en encuentros y congresos revisados pueden
ser publicadas en las actas del encuentro o congreso donde hayan sido presentadas, en
caso de que las haya y de que el participante esté interesado en hacerlo. En las circu-
lares que los organizadores del encuentro o congreso difunden se explica el procedi-
miento para ello. Normalmente hay dos alternativas: bien se pide que el texto escrito se
envíe con anterioridad a las fechas de celebración del evento para que en el momento
en que éste se lleve a cabo las actas, en papel o CD, se distribuyan entre los asistentes;
o bien se solicita a los interesados que su texto forme parte de las actas que lo envíen
un tiempo después de celebrado el encuentro o congreso. Esta segunda alternativa tiene
la ventaja de que puede modificarse el escrito definitivo con los comentarios recibidos
que el investigador considere pertinentes. Por supuesto, la versión escrita, para ser pu-
blicada, debe incluir todas las referencias bibliográficas y fuentes que fueron utilizadas
para elaborar la conferencia, ponencia, comunicación o cartel y debe ajustarse a las nor-
mas formales exigidas por los organizadores del encuentro o congreso.
Además de presentarse por escrito, las tesinas, los trabajos finales de algunos más-
teres y las tesis doctorales deben ser defendidos públicamente para ser evaluados. Nor-
malmente, cuando las tesis doctorales llegan a su defensa han sido previamente evalua-
dos por diferentes personas que coinciden en que los escritos cumplen los requisitos
suficientes para aprobar. Sin embargo, la calificación final que obtengan dependerá en
gran medida de la defensa que el autor del trabajo haga del mismo ante un tribunal. No
obstante, no es así en los trabajos fin de máster. En ellos, no necesariamente se garanti-
za el aprobado antes de la defensa pública. Por otra parte, no se trata del mismo tipo de
defensa en una tesina o trabajo fin de estudios que en una tesis doctoral. Las primeras
son más breves y el número de evaluadores suele ser menor que en las segundas.
«Esta es la riqueza que culmina el proceso investigador, la defensa oral que merece un
buen trabajo, presentado en forma escrita con todo lujo de detalles, pero que precisa de la im-
pronta personal de su autor para destacar lo que más valor tiene. En este devenir de las ora-
ciones, no sólo se controlan el tono, sino también la velocidad del discurso de acuerdo a la
mayor o menor importancia de lo que se dice, o las pausas que permitirán una adecuada res-
piración y la mejora general de la claridad de la exposición.
[…] La expresión oral puede presentar diversas irregularidades de las que el mismo in-
vestigador debe tener percepción dentro de lo posible. La primera es que el vocabulario no sea
pobre o escaso, limitado y repetitivo. Si ocurre podría parecer que no domina el tema, del que
se supone es un gran experto. Las palabras mal pronunciadas o excesivamente repetidas por
falta de sinónimos podrían sembrar dudas en el tribunal.
III. TRABAJOS ESCRITOS Y PRESENTACIONES ORALES 163
Aunque no existen normas concretas para las defensas de tesis y tesinas, pueden apun-
tarse algunos consejos para las mismas. En primer lugar, la exposición debe ceñirse al
tiempo establecido. No es conveniente que sea más breve y menos aún que sea mucho
más extensa. Para ello el investigador puede servirse de un guión, del texto por escrito
o de un PowerPoint, si la institución se lo permite. En el primer caso se corre el riesgo
de superar el tiempo establecido si el ponente no tiene la experiencia necesaria para me-
dir la duración de su exposición cuando habla en público; en el segundo caso el proble-
ma es que la presentación puede ser pesada para el auditorio si se lee al pie de la letra;
y en cuanto al tercero, no resulta muy recomendable a no ser que la materia sobre la que
la investigación trata así lo requiera (un trabajo con abundantes estadísticas y gráficos,
por ejemplo).
Otra recomendación se refiere al contenido de la exposición. Debemos estar atentos
a si nuestra institución académica tiene sus propias normas y procurar cumplirlas; así
como tener presente lo establecido en el Real Decreto 778/1998 de 30 de abril, por el
que se regula el tercer ciclo de estudios universitarios, la obtención y expedición del tí-
tulo de Doctor y otros estudios de postgrado:
«Artículo 10. Lectura de la tesis doctoral.
[…]
4. La defensa de la tesis doctoral consistirá en la exposición por el doctorando de la la-
bor preparatoria realizada, contenido de la tesis y conclusiones, haciendo especial mención de
sus aportaciones originales».
Por tanto, cuando nos disponemos a emprender una investigación debemos tener en
cuenta tanto los aspectos teóricos y metodológicos de la misma como los formales de
presentación. Ambos están vinculados y es importante no despreciar los segundos por
dar mayor relevancia a los primeros ni al revés. Lógicamente, en toda investigación el
punto principal es ¿qué investigamos?, lo cual nos lleva a pensar en la teoría, pero no
son menos importante el «para quién», vinculado a lo formal y el «para qué», cuestión
de la que dependen tanto los aspectos teóricos como los formales. Por esta razón habla-
remos indistintamente de fondo y forma a lo largo de este epígrafe.
Aunque en principio no debería ser muy diferente elaborar un proyecto de investi-
gación para uso propio que para darlo a conocer a, por ejemplo, posibles financiadores
o evaluadores, en la práctica hay ciertos aspectos formales y de fondo que hay que te-
ner en cuenta a la hora de elaborarlo. Para empezar, es frecuente que los organismos aca-
démicos (facultades, departamentos organizadores de másteres o doctorados), así como
los evaluadores y/o financiadores nos den un esquema previo sobre el que realizar el pro-
yecto. A continuación, entonces, procuraremos mostrar los apartados que suelen incluir-
se en los proyectos de investigación, con la idea de que sirva de guía especialmente para
aquellos lectores que se están iniciando y que enfrentan sus primeras investigaciones.
TÍTULO
Toda investigación nace de una inquietud, de un deseo por saber más sobre algo o
de la necesidad de profundizar sobre ciertos aspectos de lo que se conoce, para poner-
los en discusión. Ese algo que nos preocupa o ese aspecto con el que no estamos del
todo de acuerdo es la variable independiente de la investigación y es recomendable que
en la formulación del título que demos inicialmente a nuestra investigación aparezca en
primer término para que tanto nosotros como nuestros posibles lectores-oyentes tenga-
mos claridad de qué es lo que se va a tratar. El resto del título estará compuesto por las
principales variables dependientes de la investigación. En líneas generales, dichas varia-
bles serán las que expliquen el objeto de estudio a lo largo de la investigación.
Por ejemplo, si vamos a hacer una disertación sobre la conformación del estado na-
cional en México tras la Independencia, la variable independiente siempre será la con-
formación del estado nacional, nos interesará saber cómo se crea una nación, ese es el
objeto de estudio y no va a variar a lo largo de la investigación. Las variables depen-
dientes serán en este caso México (el espacio sobre el que se conforma la nueva nación)
y las fechas que consideremos como referencia. Por ejemplo, 1808 y 1824, con las cua-
les ya estamos definiendo parte de la variable independiente, el comienzo y el fin del
proceso definirán cuándo consideramos conformada la nación. Si hubiéramos dado como
inicio 1810 en lugar de 1808 ya estaríamos modificando nuestra propia concepción del
proceso al considerar que fue un resultado inmediato del «Grito de Dolores» contra el
«mal gobierno» emanado de la península en lugar de 1808, fecha con el que estaríamos
marcando la importancia de los espacios regionales en el interior de los antiguos virrei-
natos en dicho proceso más que el enfrentamiento con la antigua metrópoli.
Es el momento de comentar que los títulos definitivos de los trabajos, cualquiera que
sea su objetivo, suelen ponerse al final de la investigación precisamente por eso, porque
a lo largo de ella aprendemos cosas sobre la variable independiente, sobre el tema de es-
tudio, y eso que aprendemos son las variables dependientes. Entonces, generalmente, si
no nos hemos desviado del tema de estudio se suele conservar la primera parte del títu-
lo, la conformación del estado nacional, y modificar la segunda si se aprecian cambios
en las variables dependientes tras la profundización en el tema de análisis, como en las
fechas, aunque también podría cambiar el propio espacio geográfico y acotarlo a una re-
gión concreta de México, por ejemplo Michoacán si a lo largo del proceso hubiéramos
contemplado características espaciales en dicha región o si simplemente hubiéramos te-
nido finalmente mejor acceso a las fuentes de dicho espacio.
No obstante, es recomendable tener un título desde el inicio. Lo natural es que al
principio se trate de un título largo y descriptivo, que dé mucha información sobre la in-
vestigación. Este título inicial sirve en cierta manera de guía al trabajo, puesto que al
IV. DISEÑO DEL PROYECTO Y ELABORACIÓN DEL TEXTO FINAL DE LA INVESTIGACIÓN 167
constituir un breve resumen del estudio a realizar, en más o menos una frase, puede ayu-
darnos a centrar nuestra atención en el tema concreto a estudiar cuando nos dispersamos,
cosa que suele ocurrir con frecuencia.
«A menudo resulta habitual la duda ante las palabras a elegir y el sentido del texto. Como
norma general se debe dejar abierta la posibilidad de que pueda cambiarse o matizarse hasta
dar con el título exacto en el que el investigador se vea identificado. No se debe olvidar que
éste supone la puerta que dará entrada al informe de investigación una vez terminado. A modo
de ejemplo, se puede recordar cómo el título de un libro o de una película nos hace recordar
el contenido»2.
RESUMEN
Con frecuencia nos marcarán la extensión pero si no es así, debemos recordar que
un resumen debe ser breve y concreto y para su elaboración será muy importante tener
claro el título para poder decir de manera concisa qué vamos a estudiar y explicar bre-
vemente las variables. Es posible que nos exijan un resumen o abstract en inglés y una
serie de palabras clave en ambos idiomas. Dichas palabras clave pueden ser las varia-
bles mencionadas y si tenemos una hipótesis bien formulada incluirían términos de di-
cha hipótesis. Volviendo al ejemplo anterior, las palabras claves serían Formación del Es-
tado, México, independencia, regionalismo e, incluso, federalismo porque estaríamos
valorando las posibilidades de que en dicho proceso pesaran más o menos la ruptura con
la antigua metrópoli (1810) o el deseo de fortalecimiento de poder local (1808). En todo
caso, debemos elegir muy bien esas palabras clave, toda vez que nos pueden limitar en
un número máximo de ellas (suele oscilar entre tres y cinco palabras).En lo que se re-
fiere al resumen, insistimos en que debe ser breve con el objeto de informar al lector de
todos los elementos importantes de la investigación de manera concisa. Lo usual es que
no ocupe más de un párrafo de diez líneas y que contenga el tema, el marco espacio-
temporal, la hipótesis de partida (si es que la tenemos), las variables, las fuentes, la me-
todología y las preguntas de investigación.
Un problema es una situación que requiere una respuesta, una explicación, una so-
lución. Constituye la delimitación de lo que queremos investigar, lo que implica descri-
bir ampliamente el objeto de la investigación, determinando sus alcances y significación
para las personas, instituciones, localidades, regiones o país donde se va a realizar el es-
tudio. Invertir esfuerzo y tiempo en el planteamiento y concreción del problema siempre
será beneficioso:
«Todo proyecto de investigación está centrado en un objeto o fenómeno social que se pro-
pone conocer, de manera que una parte del proyecto se dedica a la construcción del objeto y
la reflexión sobre el mismo. De hecho, es uno de los elementos que más energías suelen re-
querir a la hora de redactar el proyecto. Pero ha de subrayarse su importancia, pues es el pun-
to de partida de la investigación. La mayor parte de las malas investigaciones han tenido su
origen en objetos mal construidos, difusos o sencillamente inabarcables […]»3.
Inédito: tras la revisión teórica y empírica, el tema debe ser original, si no en el qué,
al menos sí en el cómo, el por qué y el para qué.
Relevancia científica: tiene que ser un tema que interese en la comunidad científica,
por ello es fundamental estar al día en los grandes debates académicos para saber qué
suscita curiosidad o en qué temas aun no hay consensos por falta de investigaciones teó-
ricas o empíricas. En este punto, un consejo práctico es revisar las revistas científicas
del área de estudio que tengan alto impacto, es decir, que son citadas con frecuencia por
investigadores del área, lo que nos situaría en el centro del debate.
Fuentes disponibles: es necesario contar, desde el principio, con acceso a bibliogra-
fía relevante para el tema de estudio, así evitamos entrar en temas de los que luego no
dispondremos de suficiente material documental de referencia.
En todo caso, para definir y precisar el tema de investigación siempre viene bien pe-
dir consejo a profesores, charlar con el tutor, debatir con compañeros de estudio o de
trabajo.
Mientras más claro tengamos el problema, más fácil será determinar una posible ven-
tana de exploración, por una parte, y precisarla de manera clara, por la otra: «cuanto más
se restringe el campo mejor se trabaja y se va más seguro»6. Se pretende delimitar y fo-
calizar lo que nos preocupa y queremos investigar.
«¿Qué es lo que se quiere estudiar? ¿De qué aspectos de la realidad se quieren saber co-
sas? ¿Cuál es el tema de la investigación? Hay que advertir que no vale responder con gené-
ricos como ‘‘la juventud’’, ‘‘la exclusión social’’ o ‘‘las familias inmigrantes’’, pues no se pue-
de saber todo de la ‘‘juventud’’, la ‘‘exclusión social’’, o las ‘‘familias inmigrantes’’, sino qué
dimensiones de eso que es la juventud, exclusión social o familias inmigrantes van a tenerse
en cuenta. Pero, sobre todo, de qué contexto se parte […]»7.
Con esto en la mente, nos volvemos a preguntar qué es un problema. Éste es el enun-
ciado de una dificultad, contrariedad, complicación, dilema, incógnita u ocurrencia que
hemos vivido (nos ha pasado), recogido (nos lo han dicho o lo hemos leído), observado
(lo hemos visto) o imaginado (se nos ocurrió). Así, luego de plantear el problema, pa-
samos a su formulación mediante una pregunta que define exactamente qué queremos
resolver, así como las preguntas que acompañan o se deducen de la principal. Esta for-
mulación tiene correspondencia directa con el objetivo general y los específicos de la in-
vestigación, de los cuales hablaremos más adelante. Según sean las preguntas, el diseño
de la investigación variará. Aquéllas podrán ser descriptivas (¿qué es?, ¿cuál es la opi-
nión?), de relación (¿qué relación existe?, ¿cuál es la influencia de…?), o de diferencia
(¿existen diferencias entre…?)8.
Hay proyectos donde nos pedirán que definamos con precisión el significado de los
términos que vamos a emplear con mayor frecuencia en nuestro estudio, y cuyo signifi-
cado es primordial para captar el alcance y dimensión de la investigación.
«Ha de tenerse en cuenta que en casos como las tesis doctorales, los proyectos de fin de
carrera o los recientemente denominados ‘practicum’, a la hora de definir los conceptos en el
proyecto, seguramente se está iniciando el trabajo de lo que después se convertirá en el mar-
co teórico del informe (tesis, documento, informe, etc.) que se presente. Lo que se vaya ade-
lantando ahora, en el proyecto, es un trabajo que se tendrá para más adelante. Entonces, in-
cluso puede ser conveniente realizar el esbozo de los distintos significados que ha podido tener
el concepto en la disciplina. Las diferentes y comunes posiciones con respecto al concepto
para explicar los particulares fenómenos sociales […].
El esfuerzo de definir los conceptos que serán utilizados en la investigación cobra espe-
cial relevancia en las propuestas de investigación desde la perspectiva cuantitativa. Los con-
ceptos son el origen de las variables que van a utilizarse en la investigación. De hecho, la de-
finición de los conceptos en el proyecto ya ha de ir encaminada hacia su operatividad en forma
de variables […]»9.
Ayuda a los lectores a comprender mejor el trabajo que estamos presentando. Es re-
comendable hacerlo en orden alfabético.
En este apartado se enumeran los trabajos empíricos previos en el tema que nos ocu-
pa y que nos han animado a formular la hipótesis, siempre diferenciando claramente los
trabajos de otros autores o grupos de investigación, de los trabajos nuestros o de nues-
tro grupo de investigación, o de alguno o algunos de sus miembros. Este apartado no
suele estar en todos los proyectos de investigación, solamente en los más avanzados o
en los destinados a formar equipos de investigación, pero hay que tenerlo en cuenta.
«Limitarse a citar una fuente o autor, sin exponer los resultados de la investigación refe-
rida, no es suficiente. Hay que traer al proyecto aquellos resultados más relevantes para nues-
tro objetivo de investigación. Es decir, los datos que mejor conectan con nuestro objetivo y,
si fuera necesario, discutir la validez de los mismos, ya sea por aspectos metodológicos –se
mantiene que no se llevó a cabo el diseño metodológico más pertinente– ya sea por otros as-
pectos, como el paso del tiempo desde que se obtuvieron tales datos, el distinto carácter terri-
torial de los mismos (por ejemplo, son referidos al conjunto del estado o la región, cuando se
puede mantener que serán muy distintos en el ámbito territorial que se propone estudiar) o por
referirse a otros colectivos semejantes, pero que no son los mismos […]»10.
HIPÓTESIS DE PARTIDA
Una vez que nos hemos familiarizado con el estado de la cuestión tendremos que
formalizar nuestra propia hipótesis que puede venir a sumarse a las de anteriores inves-
tigaciones o a refutarla. Una investigación puede sustentarse en premisas, entendidas
como afirmaciones relativamente probadas o aceptadas, necesarias para nuestro trabajo,
que damos por supuestas porque probarlas nos desviaría del objeto de estudio, porque
haría inabarcable la investigación o porque son de dominio general. Sobre estas premi-
sas, si es que las tenemos, se sustenta la hipótesis. Tanto la hipótesis como la pregunta
de investigación pueden ser formulaciones de una misma propuesta. Pero es cierto que
una pregunta admite muchas más formulaciones que abren el abanico de la estrategia de
investigación, mientras la hipótesis es una aseveración que se debe comprobar.
«El conjunto del proyecto de investigación constituye una pregunta a la realidad social.
De hecho, a la hora de entrar en sus objetivos, parece conveniente establecerlos a través de
preguntas […]. Preguntas particulares que podrían constituir el objetivo central de estudio o
subobjetivos de los mismos. Ahora bien, toda pregunta conlleva el conocimiento de las posi-
bilidades de respuesta. Es decir, implica posibilidades de respuestas. Esto es lo que son las hi-
pótesis: puntos de partida sobre los que se baraja las posibilidades de respuesta»11.
Para formular la hipótesis nos apoyamos en la reflexión crítica de los trabajos teóri-
cos y empíricos que hemos leído con anterioridad; éstos no sólo nos permiten plantear
el problema de investigación, sino que también nos iluminan para determinar o intuir la
posible solución o explicación a dicho problema. La hipótesis es la luz del túnel. De este
modo, en la hipótesis ponemos en relación todas las variables del trabajo, tanto la de-
pendiente como las independientes:
«[…] las hipótesis son las que nos conducen directamente a las variables o criterios que
han de tomarse en cuenta durante el diseño y la operacionalización de la investigación. Es de-
10 Ibídem, 97.
11 Ibídem, 100.
12 Sierra (2005: 348 y 349).
172 LA ESCRITURA ACADÉMICA EN CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES
cir, son las que nos llevan a responder a la pregunta: ¿qué es lo que hay que recoger de la
realidad social delimitada previamente?
En su sentido más estricto, una hipótesis no es más que la afirmación sobre la relación
entre dos variables […]»13.
En este apartado se explicarían con claridad los principales objetivos que se preten-
den conseguir con nuestra investigación. El objetivo general constituye la meta que per-
seguimos a los efectos de resolver el problema planteado. Enuncia con amplitud y cla-
ridad el propósito que se pretende alcanzar con la investigación a realizar. Tiene
correspondencia con la formulación del problema y, por lo tanto, una estrecha identidad
con el título de la investigación.
Por su parte, los objetivos específicos, exigen un poco más de precisión y señalan
claramente la acción que ejecutaremos frente a los resultados que la actividad investiga-
dora produce. Se derivan o extraen del objetivo general y tienen como función estable-
cer en términos más operativos el logro de aquellos aspectos concretos, los cuales –lo-
grados uno a uno– conducirán a la obtención del objetivo general. Suelen ser las pequeñas
metas que nos permitirán alcanzar el objetivo general. Si éste es la cima de la montaña,
aquellos son los distintos «campos bases» que instalaremos en la medida en que escale-
mos. Juntos, y sólo así, nos permitirán llegar a la cima; si no logramos uno, la investi-
gación será incompleta.
«En la definición de objetivos específicos es fundamental seguir una secuencia lógica en
la investigación y prescindir de aspectos triviales que se supone que van a ser conseguidos.
De igual forma, serán acciones diferentes unas de otras, que marcarán etapas y sugerirán me-
todologías específicas de trabajo. En caso contrario resultarán inoperantes y no servirán para
nada. Al final, estos objetivos darán respuesta al objetivo general. Esto conviene no olvidarlo.
En definitiva, los objetivos marcan los pasos a dar por el investigador para conseguir unos
resultados que serán los que demuestren o no que se resolvió el problema inicial»14.
De este modo, los objetivos deben ser realistas, alcanzables y congruentes con el pro-
blema de investigación. Siempre utilizaremos infinitivos al enunciar los objetivos, pues
son operativos e implican acción, generan actividades. Hay que hacerlo de forma muy
esquemática y siempre teniendo en cuenta la hipótesis y el estado de la cuestión. Los in-
finitivos más utilizados en este apartado son, entre otros, conocer, comprender, compa-
rar, analizar, discutir, discernir, diferenciar, determinar, comprobar, establecer, descubrir,
recopilar, buscar…
Pasa lo mismo que con otros apartados. No siempre se exige en un proyecto, pero
es interesante tener en cuenta la originalidad de lo propuesto porque suele calificarse con
una puntuación alta.
JUSTIFICACIÓN METODOLÓGICA
RECOGIDA DE DATOS
ANÁLISIS PREVISTOS
Los análisis guardan relación con el tipo de datos que se han recogido. Si se desean
ciertos análisis, es necesario utilizar determinadas estrategias de recogida de información.
Sin grandes alardes técnicos, se pueden realizar análisis interesantes. Por ejemplo, se pue-
den rescatar las principales ideas de una entrevista, un debate o un diario; se pueden re-
copilar con estadística descriptiva los resultados de una encuesta, test o cuestionario; se
pueden recopilar los resultados de los productos o trabajos realizados por los partici-
pantes. Según los instrumentos utilizados, podremos consecuentemente realizar unos aná-
lisis u otros.
FACTIBILIDAD
pongan diseños metodológicos que incluyan el uso de varias técnicas de investigación y, so-
bre todo, varias perspectivas de investigación»16.
JUSTIFICACIÓN Y RELEVANCIA
Contiene las razones por las cuales se plantea la investigación. Justifica el hecho de
hacer la investigación, en este caso referido a un problema determinado. Es el espacio
destinado a convencer a terceros, bien autoridades académicas, bien posibles financia-
dores, de la importancia de invertir tiempo, esfuerzo y dinero para llevar a cabo la in-
vestigación proyectada. Se deben destacar, entre otras, las motivaciones teóricas, meto-
dológicas, prácticas, sociales, institucionales y aportes del trabajo. Para ello, podemos
pensar en qué contribuye nuestra investigación en la construcción de nuevo conocimiento;
así como destacar la originalidad de nuestro estudio (enfoque, criterios, conceptualiza-
ciones, métodos…).
Para concretar la relevancia de nuestra investigación, podemos hacernos las siguien-
tes preguntas: «¿Por qué se quiere investigar lo que se quiere investigar? […]. ¿Por qué
es importante tal problema? […]. ¿Qué indicios de relevancia social del problema exis-
ten? […]»17.
Este apartado tampoco aparecerá en todos los proyectos que tengamos que realizar
a lo largo de nuestro trabajo como investigadores, pero sí es una cuestión que siempre
debemos tener en cuenta porque tiene mucho que ver con la profundidad de la investi-
gación, con su extensión e incluso con la forma no ya de presentarla sino de realizarla,
como veremos con más detalle en el apartado IV.
16 Ibídem, 82.
17 Ibídem, 94.
18 Ibídem, 117.
176 LA ESCRITURA ACADÉMICA EN CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES
FINANCIACIÓN DE LA INVESTIGACIÓN
perspectiva, los distintos apartados que conforman el proyecto deben ser coherentes en-
tre sí.
Una vez diseñado el proyecto estaremos en disposición de emprender la investiga-
ción. Sabremos entonces qué queremos trabajar, dónde, cuándo, cómo, por qué, para qué
y para quién. Y nos ponemos a ello, conforme al plan de investigación que hemos dise-
ñado, con el apoyo y guía de nuestro tutor o director.
La investigación nos aparece, entonces, como un todo coherente de fases o pasos que
contribuyen a alcanzar nuestra meta. Sin embargo, no significa que el diseño inicial no
se vaya a modificar. Por el contrario, al avanzar en el proceso, nos encontraremos con
nuevas informaciones, situaciones, circunstancias o ideas que nos hagan modificar nues-
tras previsiones. No sólo es lícito sino necesario revisar nuestros planteamientos. Desde
esta perspectiva, el problema y el propósito del investigador no es aferrarse al diseño
previsto sino reajustarlo a medida que avanza y provoca el aprendizaje del proceso pro-
curando la cohesión y la coherencia del trabajo desarrollado: «en la investigación cien-
tífica, la previsión no es sinónimo de precisión. Un proyecto nunca es un corsé, sino un
punto de partida»19.
Como fruto de ese diseño flexible y adaptativo puesto en práctica obtenemos los re-
sultados que, aunque suelen tener carácter concluyente, pueden resultar ser nuevos in-
terrogantes que dejan abiertas las posibilidades de respuesta en futuras investigaciones.
Efectivamente, los resultados son esencialmente respuestas a nuestra preocupación, pero
deben destacarse al menos otros dos tipos de resultados: los que casual o fortuitamente
han aparecido sin proponérnoslo, y los obtenidos del desarrollo sobre el propio proceso
de investigación que se modifica, adapta o transforma, provocando cambios en nuestras
previsiones. Este proceso provoca un aprendizaje en el propio investigador, que descu-
bre nuevas estrategias, mejora las que pone en acción y se descubre a sí mismo en sus
limitaciones y capacidades como agente indagador de la realidad que le rodea y que vive.
En este sentido, los procesos de investigación no sólo nos proporcionan conocimiento a
través de los resultados sino también a través de los procesos desarrollados. Y todo ello
debemos darlo a conocer al mundo académico, ya sea en un documento escrito o a tra-
vés de ponencias:
«La investigación que no se registra por escrito tiene corto alcance. Hay, por cierto, otras
formas de transmitir lo investigado y sus hallazgos, especialmente por medio de la presenta-
ción oral, pero la escritura sigue siendo de capital importancia en la mayoría de las áreas de
investigación. El informe de investigación, la tesis o la disertación, el artículo de revista, el
texto académico y la ponencia para un congreso son los principales medios por los cuales los
investigadores se comunican entre sí y con otras partes interesadas a través del tiempo y el es-
pacio. El rápido desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y la computación cam-
biaron la velocidad y el alcance de las comunicaciones, pero no alteraron la relevancia de la
escritura como medio de comunicación»20.
que una redacción correcta es la base de una comunicación clara, efectiva y persuasiva.
Luego, proporcionamos las bases para el reconocimiento de la autoría de otros investi-
gadores, en quienes nos hemos apoyado para realizar nuestro trabajo, y cómo hacer las
citas bibliográficas. Y, finalmente, cerramos el apartado con la recomendación de reali-
zar siempre una revisión final de nuestro escrito de investigación.
En el escrito final damos a conocer lo que hemos aprendido sobre un tema, sobre
nuestro problema de investigación; recogemos los conocimientos encontrados, analiza-
dos y aportados por nosotros; y lo hacemos cumpliendo con los lineamientos académi-
cos requeridos. Es este tratamiento científico lo que lo diferencia de otros tipos de es-
critos, pues en él dejamos en claro el uso responsable y ético de las fuentes consultadas,
hacemos un análisis crítico de la literatura, contrastamos hipótesis, destacamos y des-
arrollamos las ideas relevantes que aporten nuevos conocimientos… todo ello de mane-
ra coherente y convincente:
«Son académicos los escritos expositivos producidos en las diferentes disciplinas […] con
la función general de hacer avanzar el conocimiento; estos textos explican y hacen circular los
resultados de una investigación, presentan hipótesis o conjeturas, o cuestionan otros escritos.
Los géneros académicos presentan (o se espera que presenten) los siguientes rasgos, cual-
quiera que sea la disciplina a la que pertenezcan: un lenguaje preciso, riguroso y relativamente
impersonal, una lógica argumentativa impecable, la máxima objetividad, y un propósito infor-
mativo explícito.
Lo más notable de un texto académico, y lo que nos impide el acceso inmediato, si no
somos especialistas en aquello de que tratan, es el vocabulario. Hay, como sabemos, un len-
guaje, idioma, o léxico exclusivo de cada ciencia o disciplina»21.
Una vez realizada la investigación, cualquier tipo de trabajo bien sea un ensayo, una
tesis, etc., corresponde llevar a cabo la redacción del escrito final, el que se va a entre-
gar o publicar. Para ello «es conveniente tener una idea de cómo se presentará el pro-
ducto terminado»22. Pero, ¿cómo pasar de la gran cantidad de información recabada, da-
tos analizados, fotocopias, notas de campo… a un trabajo o informe final coherente y
bien redactado? La naturaleza y la presentación de los resultados dependen evidente-
mente del tipo de datos recogidos y de los análisis realizados, que, como decíamos con
anterioridad, están en consonancia con las preguntas o con las hipótesis que nos hemos
planteado. Las interpretaciones no fundadas en datos fidedignos son vacías; los datos sin
interpretación carecen de significado: «[…] si no hay tema, no hay investigación. Ésta
no se edifica jamás sobre la base de sospechas, vaguedades y especulaciones»23.
Para vencer el tradicional «miedo a la página en blanco», conviene reflexionar sobre
algunos aspectos:
– ¿Qué quiero escribir? Es fundamental tener presente el objeto de la investigación
y qué queríamos alcanzar con ella, nuestros objetivos. Tener siempre a mano el
problema de investigación, la hipótesis y los objetivos es fundamental para no des-
Y, por último, en las conclusiones se pone fin al estudio destacando lo más relevan-
te del mismo y las ideas novedosas que se desprenden del resto del texto. En general,
en las conclusiones solemos hacer también un balance de los objetivos planteados al ini-
cio de la investigación y su consecución: cuánto hemos logrado y cómo; también en re-
lación al diseño metodológico: qué dificultades tuvimos en el proceso investigativo y de
qué manera las solventamos. Además, es recomendable cerrar las conclusiones con las
líneas de investigación futuras, las preguntas o problemas de investigación que se abren
una vez culminado nuestro estudio.
«No siempre tenemos las conclusiones en la mente, claras y distintas, antes de ponernos
a escribir, pese a lo que aconsejan algunos manuales. En realidad, lo que tenemos o debemos
tener son, como se ha dicho, buenas preguntas. A medida que escribimos, y por el proceso de
descubrimiento del que ya hablamos muchas veces, vamos iluminando más dimensiones de
nuestro tema, rectificando, proponiendo nuevas preguntas, contestándolas. Las conclusiones
constituyen el momento más gratificador del trabajo: son la respuesta a esas preguntas, y a esa
respuesta se incorpora a un conjunto de conocimientos, adquiere generalidad, despierta nue-
vas posibilidades de investigación. Las conclusiones son también aperturas. Recuerde que una
conclusión no es un resumen aburrido de lo que ha dicho, sino una respuesta, una generaliza-
ción, y un planteamiento, explícito o implícito, de nuevas preguntas»25.
24 Ibídem, 107.
25 Reyes (2008: 242).
IV. DISEÑO DEL PROYECTO Y ELABORACIÓN DEL TEXTO FINAL DE LA INVESTIGACIÓN 181
Existen errores a los que todos tendemos y con los que hay que tener cuidado. Por
ejemplo, las generalizaciones que no vienen al caso, plantear interrogantes que no van a
responderse, generar con los títulos expectativas que no se cubrirán, la falta de relación
entre las conclusiones y el resto del trabajo… De ahí la importancia de saber discrimi-
nar entre ideas relevantes y las que no lo son; estructurarlas de manera coherente, con
un sentido lógico, que facilite la lectura y la comprensión de lo que se quiere transmi-
tir; cuidar el estilo, puntuación y el uso de conectores, etc. De manera general, es nece-
sario prestar atención en todo momento al estilo gramatical, a la sintaxis y a la ortogra-
fía. Por otra parte, no confiemos en los correctores ortográficos de programas ofimáticos,
también se equivocan y no siempre captan el contexto y la intención de lo que quere-
mos comunicar. La utilización de diccionarios debe ser constante.
«[…] a veces, un investigador, que no tiene por qué ser un especialista en filología, no
dispone de todos aquellos conocimientos necesarios para llevar a buen término su trabajo: duda
acerca de algunas cuestiones ortográficas, no sabe qué vocablo utilizar en una determinada fra-
se, o cómo enlazar los párrafos. Y eso no debe preocupar en exceso cuando el investigador es
consciente de sus dudas y de sus carencias en materia lingüística, pues no es muy frecuente
que cualquier escritor, incluso el especialista, posea todos los conocimientos de lengua espa-
ñola. No hay problema cuando esta impericia se reconoce, pues en ese caso se está en condi-
ciones inmejorables para solucionarla y la mejor forma de hacerlo es la consulta de manuales
adecuados: diccionarios, gramáticas, enciclopedias y los actuales medios informáticos que fa-
cilitan la rápida consulta de cualquier duda que pueda surgir […]»29.
to o desarrollo mediante el lenguaje escrito, del plan de ideas de cada capítulo. No obstante,
se ha de señalar que la compilación y ordenación no son ajenas tampoco a la redacción en el
sentido estricto, pues ésta implica la ordenación de los elementos de la lengua usada: palabras,
oraciones, períodos y párrafos»31.
En todo caso, antes de empezar a escribir, es importante que nos detengamos a pen-
sar en la mejor longitud óptima del escrito. La longitud es el número de páginas nece-
sarias para comunicar de manera efectiva las ideas y resultados principales del estudio.
Como regla general es preferible seguir esta: «menos es más». Si un documento es de-
masiado largo, se acorta indicando los puntos de forma clara y directa, limitando la dis-
cusión al problema específico objeto de la investigación, eliminando repeticiones.
En cuanto al orden en la redacción del trabajo hay que decir que unos comienzan
por el inicio –la introducción, por ejemplo, aunque luego sea revisada y modificada–,
porque asumen que tendrán en ella un norte, una guía del trabajo. Otros comienzan por
los apartados que más dominan; y hay quienes lo hacen por aquellos aspectos que más
se les dificultan. Sea como fuere, lo importante es comenzar a escribir, pues en este pro-
ceso nos iremos aclarando, nos iremos soltando e inspirando: «cuanto más escribimos
sobre un tema, más sabemos sobre ese tema, y, de paso, sobre el lenguaje, lo que nos
permitirá usarlo cada vez con mayor facilidad, tino y eficacia»32.
El objetivo principal de los escritos científicos es la comunicación clara. Podemos
lograr esto mediante la presentación de ideas de una manera ordenada, expresándonos
con precisión. Este es uno de los mayores retos, pues al inicio del proceso de redacción
lo que tenemos es una gran cantidad de notas, de datos, de citas, y de copias y no sa-
bemos muy bien cómo empezar. Lo aconsejable es tener a nuestra disposición todos esos
elementos a la vista en nuestro escritorio o mesa de trabajo.
«La función de las anotaciones previas es juntar y asociar ideas, plantear preguntas, pre-
parar las estrategias de comunicación que vamos a usar en el texto, preparar el paso al texto
definitivo. Uno de los métodos de exploración o descubrimiento del tema más recomendados
en los libros de composición es la ‘‘asociación libre’’: apuntar todo lo que se nos ocurra so-
bre un tema, aunque muchas de esas cosas parezcan no venir al caso. Se pueden hacer pri-
mero listas de frases o palabras, y luego reorganizarlas en diagramas, clasificando las ideas.
En la reorganización, algunas ideas serán excluidas, y aparecerán otras nuevas. Este método
permite vencer el momento inicial de bloqueo, cuando no sabemos qué escribir. Atacamos por
asalto nuestra memoria y sacamos de allí todo lo que parece remotamente conectado con un
tema, y sobre esos materiales empezamos a trabajar»33.
Además, nuestras ideas deben ser argumentadas, con afirmaciones sólidas, fundamen-
tadas. En la academia no valen meras opiniones, especulaciones. El trabajo de investi-
gación que hemos hecho debe servir para contrastar nuestra hipótesis, pero de una ma-
nera fundamentada: «De nada sirve el esfuerzo si al final no aportamos conocimiento y
si éste no se encuentra validado, contrastado y fundamentado»34.
Algunas sugerencias que podemos tener en cuenta al redactar son las siguientes:
– Es preferible la claridad en la exposición que el uso de oraciones rebuscadas, ba-
rrocas, que sólo complican la comprensión de los contenidos.
– Las frases no deben ser muy extensas, un promedio de unas 15 a 25 palabras sue-
le ser lo usual, pero dependerá de cada caso; no es algo absoluto. Hay que tener
en cuenta que si usamos frases muy largas es más fácil cometer algún fallo de
sintaxis.
– Es preferible evitar el uso excesivo de oraciones subordinadas, explicativas den-
tro de otras oraciones, pues se corre el riesgo de que el lector se pierda entre tan-
tas ideas y no capte la más relevante.
– Eliminemos las palabras repetitivas, las que no aportan nada o sólo ‘embellecen’
lo que queremos decir, si no es estrictamente necesario. Recordemos la máxima:
cuanto menos y más sencillo, mejor. Si podemos decir lo mismo con menos pala-
bras, no dudemos en hacerlo.
– Procurar que cada párrafo contenga una idea principal y las demás sean secunda-
rias, complementarias, ejemplos, explicaciones adicionales. Desarrollar dos ideas
relevantes en un mismo párrafo nos supone el riesgo de que alguna de ellas no
sea captada por el lector.
– Los párrafos deben tener una extensión acorde, aproximadamente unas 20 ó 25 lí-
neas. Y en una hoja o folio se recomienda una media de dos a cinco párrafos, de-
pendiendo del interlineado y extensión de los mismos. Menos de dos ya serían
párrafos muy extensos, y más de cinco, muy cortos.
– Debemos cuidar la cohesión del escrito, en el sentido de que todos los párrafos,
los apartados y los capítulos deben tener coherencia, una relación. No puede ha-
ber nada escrito de manera aislada del resto. Hay que dejar clara la relación entre
las ideas, pero con cierto equilibrio para no caer en el polo opuesto de ser muy
repetitivos y redundantes.
El establecimiento de un tono que transmita los puntos esenciales del estudio de una
manera interesante, comunicará las ideas con mayor eficacia. Debemos asegurarnos, en-
tonces, de que cada palabra significa exactamente lo que queremos decir. Debemos evi-
tar, por tanto, las expresiones ambiguas. Por otra parte, en un escrito académico no de-
bemos utilizar el lenguaje coloquial y tenemos que cuidar el tono y el estilo utilizados
a lo largo de todo el escrito.
«Ante todo, y cualquiera sea el público para el que está escribiendo, es importante ser co-
herente en cuanto al estilo y la organización. Pasar de un estilo a otro sólo sirve para con-
fundir y por tanto no es aconsejable, salvo en circunstancias excepcionales y manejadas con
gran cuidado. Por ejemplo, cuando redacta un informe en tercera persona y en un estilo me-
surado no es sensato emplear de pronto la primera persona, a menos que lo haga en las sec-
ciones preliminares tales como prefacios y agradecimientos que no forman parte del conteni-
do principal de su trabajo»35.
Los lectores comprenderán mejor las ideas si hay continuidad en las palabras, con-
ceptos y desarrollo temático desde el inicio hasta la conclusión. La continuidad se pue-
de lograr de varias maneras, por ejemplo, con los signos de puntuación. Ellos indican al
lector las pausas, las inflexiones y el ritmo. Debemos utilizar toda la gama de signos de
puntuación disponibles siguiendo las normas adecuadas (por ejemplo, las de la Real Aca-
demia de la Lengua Española o consultando manuales sobre la puntuación). Debemos
tener en cuenta que el uso excesivo puede molestar al lector; y su infrautilización pue-
de confundir. Por eso es conveniente leer en voz alta el escrito en caso de duda.
35 Blaxter, Hughes y Tight (2007: 302).
186 LA ESCRITURA ACADÉMICA EN CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES
«Las funciones principales que cumple la puntuación en la redacción son dos: separar las
oraciones y sus partes e indicar el grado de proximidad lógica que existe entre ellas. También
puede cumplir las funciones accesorias de indicar la elipsis de elementos de la oración, que
se dan por sobreentendidos, de evitar la confusión y de dividir las frases demasiado largas.
La puntuación es un elemento esencial en la redacción, hasta tal punto que un texto sin
puntuación alguna resulta prácticamente ininteligible, y otro puede cambiar totalmente de sen-
tido por el simple hecho de la variación en su puntuación»36.
Otra forma de lograr la continuidad es a través del uso de las palabras de transición.
Estas palabras ayudan a mantener el flujo de pensamiento, especialmente cuando el ma-
terial es complejo o abstracto. Un pronombre que se refiere a un sustantivo en la frase
anterior sirve como una transición, pero también evita la repetición. Los lectores no tie-
nen que buscar en el texto anterior para determinar el significado de la palabra. Pero pro-
nombres como esto, aquello, estos, pueden ser también un problema cuando se refieren
a algo o a alguien en una oración anterior. Debemos asegurarnos de que el referente es
obvio. Otros dispositivos de transición son los enlaces de tiempo (luego, después, mien-
tras que, desde entonces), los vínculos de causa-efecto (por lo tanto, en consecuencia,
como resultado), los enlaces (además, por otra parte, de manera similar), y los de con-
traste (pero, por el contrario, sin embargo, a pesar de).
«Las conexiones ayudan al lector a encontrar su camino a través del informe o de la tesis.
Pueden tomar la forma de referencias sistemáticas a los temas que ya identificó, o poner de
manifiesto a través de las referencias cruzadas entre los capítulos, secciones o páginas. El ob-
jetivo de las conexiones es presentar un todo coherente al lector, al margen de cómo se orga-
nice o estructure la tesis. Cuando se lo hace con eficacia, el lector debería ser capaz de com-
prender rápidamente su trabajo, cualquiera sea la página por la que dé comienzo a la lectura»37.
A modo de coda, podemos decir que un escritor concienzudo sabe dominar los matices
de la variación escrita, sabe que debe encontrar un registro adecuado, un tono propicio al ob-
jetivo de su trabajo, una sintaxis correcta y además clara y fluida, y sabe, además, que debe
entretejer en su texto, junto a la dimensión preponderante exigida por el tema y la ocasión, las
demás dimensiones necesarias, siempre que el conjunto sea armonioso, grato y convincente.
Para quien se tome el trabajo de tener todo esto en cuenta, la recompensa es muy grande: un
buen escrito, un acto de creación que nos deje satisfechos38.
En este sentido, una parte crítica del proceso de escritura es aprender a citar a los
autores que nos han influido, y mucho más ahora, en la época del «copia y pega». Es
fundamental citar el trabajo de los individuos cuyas ideas, teorías o investigaciones han
influido directamente en nuestro trabajo. Las referencias se utilizan para documentar las
declaraciones sobre la literatura, así como los datos de las interpretaciones en las que se
apoyan nuestro escrito y nuestras conclusiones. Reconocer la labor de los estudiosos an-
teriores proporciona una manera fiable para localizarlos.
Las referencias citadas en nuestros escritos deberían ser suficientes para apoyar nues-
tras investigaciones y para asegurar que los lectores puedan situarlas en el contexto de
investigaciones y teorizaciones anteriores. «Las citas se hacen con tres propósitos prin-
cipales: a) para ilustrar algo que estamos diciendo; b) para apoyar con una voz y una
autoridad ajena nuestras propias palabras; y c) para mostrar una opinión ajena discre-
pante, y, generalmente, rebatirla»40.
Considerando que el plagio se refiere a la práctica de reclamar crédito por las pala-
bras, ideas y conceptos de otros, autoplagio se refiere a la práctica de presentar como si
fuera nuevo nuestro propio trabajo –previamente publicado, o en caso de estudiantes:
previamente entregado a otras asignaturas–. El núcleo del nuevo documento debe cons-
(AENOR).
42 Disponible en http://www.ugr.es/~pwlac/G00_Referencias_electronicas.html.
43 VILLORO, Luis, El proceso ideológico de la Revolución de Independencia, México, Universidad Nacional
Por otra parte, se desaconseja utilizar el sistema de op. cit. Únicamente debemos
usar ibíd. o ibídem cuando se repita la misma referencia bibliográfica de manera con-
secutiva, aunque no coincida el mismo número de página del texto citado.
Este estilo de citas tiene muchos defensores y usuarios, pero también algunos
críticos. Éstos ven como desventaja la gran cantidad de notas (comentarios) y citas
al pie de la página, que dificultan la lectura de un texto, más aún cuando son ubi-
cadas al final de un capítulo o de toda la obra. Otro inconveniente que se suele ale-
gar es que, al utilizar en el sistema tradicional las palabras ibíd. o ibídem, el lector
tiene que ir hacia atrás para asegurarse a qué obra se está refiriendo el autor del es-
crito, lo que imprime lentitud a la lectura y la comprensión del texto.
Si la cita es menor de tres líneas, debemos colocarla inserta en el cuerpo del texto
(cita inserta); en caso de superar las tres líneas, irá exenta del texto, y se recomienda que
sea con interlineado sencillo, sangría izquierda de 1 cm en todas las líneas y en un ta-
maño menor de fuente (cita exenta). Por ejemplo:
44 REICHARDT, CH. S., y COOK, T. D., «Hacia una superación del enfrentamiento entre los métodos cualitati-
vos y los cuantitativos», en COOK, T. D., y REICHARDT, CH. S., Métodos cualitativos y cuantitativos en investiga-
ción evaluativa, Madrid, Morata, 1986, p. 41.
190 LA ESCRITURA ACADÉMICA EN CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES
Por otra parte, si estamos citando en nuestro escrito varias obras de un mismo autor,
publicadas el mismo año, lo que se hace es colocar una letra inmediatamente después
del año, siguiendo el orden alfabético.
Las citas deben ser precisas. Deben seguir la redacción, ortografía y puntuación de
la fuente original, incluso si son incorrectas (en estos casos, debemos insertar la palabra
sic, en cursiva y entre paréntesis, inmediatamente después del error en la cita). En todo
caso, siempre es conveniente comprobar la fuente original para asegurarnos de que no
hay discrepancias.
Hay normas generales que debemos respetar para incluir alguna aclaración en una
cita, como escribir entre corchetes la palabra explicativa. Y si deseamos hacer hincapié
en una palabra o frase de la cita, podemos utilizar comillas.
«El texto de una cita debe tratarse escrupulosamente. Si no transcribimos parte de la cita,
debemos indicarlo poniendo puntos suspensivos entre corchetes […]. Los corchetes, en estas
anotaciones, indican la intromisión del autor que hace las citas, y son indispensables. Si nos
hace falta poner de relieve partes de la cita, porque nos conviene para apoyar un argumento,
por ejemplo, debemos subrayar esas partes […] e indicar al final de la cita que el subrayado
es nuestro. A veces debemos reponer referencias que faltan: si el original dice ‘‘estos’’ debe-
mos indicar entre corchetes a qué se refiere el demostrativo. Debemos indicar también si so-
mos responsables de la traducción de una cita. Nuestros lectores deben saber siempre quién
dice qué, y cómo lo dice»45.
los profesores quieren conocer «la voz» del estudiante y su capacidad para hacerse «es-
cuchar». «[…] recuerde que por muy de perlas que le parezcan, no debe de sembrar su
escrito de citas, y menos de citas largas. Es usted quien debe hablar, y sólo de vez en
cuando transcribir voces ajenas, si quiere mantener el vigor y el interés de su trabajo»46.
NORMAS DE EDICIÓN
● Libro:
Máster Universitario «América Latina contem- Villoro, Luis, El proceso ideológico de la Re-
poránea y sus relaciones con la Unión Eu- volución de Independencia, México, Uni-
ropea: una cooperación estratégica», UAH versidad Nacional Autónoma de Méxi-
co, 1977.
Anuario de Estudios Americanos, Escuela de Autor (nombre apellidos): título en cursiva, lu-
Estudios Hispanoamericanos, Consejo Su- gar, editorial y año de edición, tomo o vo-
perior de Investigaciones Científicas, Se- lumen si la obra comprende más de uno, y
villa número de la página o páginas citadas.
Hispanic American Historical Review Jeremy Adelman, Frontier Development: Land,
Labour, and Capital on the Wheatlands of
Argentina and Canada, 1890-1914 (New
York: Oxford Univ. Press, 1994).
Subsequentcitations: Adelman, Frontier Deve-
lopment, 122-23.
46 Ibídem.
192 LA ESCRITURA ACADÉMICA EN CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES
● Capítulo de libro:
● Artículos en revistas:
Máster Universitario «América Latina contem- Escobar Ohmstede, Antonio (1996) «Del go-
poránea y sus relaciones con la Unión Eu- bierno indígena al Ayuntamiento constitu-
ropea: una cooperación estratégica», UAH cional en las huastecas hidalguense y vera-
cruzana, 1780-1853», Mexican Studies/
Estudios Mexicanos, volumen 12, núme-
ro 1, pp. 1-26.
Anuario de Estudios Americanos, Escuela de Autor (nombre apellidos): título del trabajo en-
Estudios Hispanoamericanos, Consejo Su- trecomillado, título de la revista en cursiva,
perior de Investigaciones Científicas, Se- número del volumen (y de otras subdivi-
villa siones si las hubiese), lugar y año de edi-
ción y página o páginas primera y última,
seguidas por las páginas concretas.
(Continúa)
IV. DISEÑO DEL PROYECTO Y ELABORACIÓN DEL TEXTO FINAL DE LA INVESTIGACIÓN 193
● Citas documentales:
Estas revisiones, propias y ajenas, son la garantía de calidad de nuestro trabajo. Mu-
chas veces tememos hacer autocrítica y más aun someternos a la de otros. Pero la es-
critura, en particular, y el oficio de investigador, en general, son oficios que se aprenden
con la práctica y con la apertura que tengamos para recibir feedback. Siempre estamos
expuestos a la mirada de otros y a que valoren nuestro trabajo; nosotros mismos lo ha-
cemos cada vez que leemos a otros autores. Por eso la humildad y una actitud abierta al
aprendizaje constante harán de nosotros mejores escritores e investigadores.
«Es bueno tener en cuenta, en todo caso, que ningún texto, tampoco la versión final de
su trabajo, es definitivo: su texto, si circula entre lectores atentos y críticos, será completado,
cuestionado, refutado… o será citado en apoyo de otro, o corroborado con datos o argumen-
taciones nuevas, o será el punto de partida para un trabajo diferente. Unos textos se vierten en
otros, no hay verdad última expresada por la palabra, fuera de los textos que ciertas comuni-
dades consideran sagrados, e incluso éstos están sujetos a interpretaciones a veces discordantes.
La convicción de que todo escrito es relativamente provisional debe ser un incentivo, ya
que le garantiza la libertad de equivocarse y rectificarse luego, siguiendo el fluir normal de la
transformación del conocimiento»48.
Y así como un escrito no estará nunca cerrado, tampoco lo estará una investigación.
Ésta supondrá un cimiento, una base en la que seguir trabajando, explorando… nosotros
mismos u otros investigadores. En definitiva, lo que debemos valorar es nuestro esfuer-
zo en poner un grano de arena en la construcción del conocimiento; nuestra investiga-
ción no puede ser la sola recopilación de datos, es mucho más que eso, en ella dejamos
huella de nuestro hacer como investigadores y es eso lo que quedará testificado en la co-
munidad académica.
«El saber que genera la ciencia mediante la investigación nunca es definitivo, no puede
cobijarse jamás en los riscos de la soberbia y de la estulticia. Está imbuido siempre de una
dosis inexcusable de relativismo. Toda investigación puede ser corregida, enmendada, refuta-
da o ampliada con posterioridad. Eso sí, debe ser ordenada, estar fundamentada y plasmarse,
finalmente, en un documento último que explique el proceso y recoja los hallazgos cosecha-
dos. Sin aportación no se hace ciencia. Estamos obligados a añadir algo más. Ése es el reto:
diferenciarnos del punto de partida»49.
Este último apartado aborda un aspecto importante, aunque no exento de polémicas, de la la-
bor de los investigadores, tanto en formación como consolidados: el currículum vitae. Vamos a
iniciar haciéndonos una serie de preguntas: ¿qué es un currículum?, ¿para qué lo hacemos?, y
¿cómo hacerlo?
El currículum académico es diferente de otros currícula laborales, en los que se valora la bre-
vedad. En el caso del académico, la extensión va aumentando conforme lo hace la experiencia
del investigador, y no supone un problema sino todo lo contrario: se valora la mayor trayectoria
y experiencia. No obstante, es necesario señalar que actualmente esto está cambiando, dado que
algunas instituciones piden el currículum de los últimos cinco años en el caso de investigadores
con una larga carrera.
De modo general, el currículum comienza por los datos personales y el puesto que se des-
empeña en la actualidad. A continuación, debe aparecer la formación universitaria del candidato,
acompañada de la formación complementaria (cursos breves recibidos). Tras ello también deben
consignarse las contribuciones a congresos y las publicaciones, diferenciando si son artículos para
revistas científicas, capítulos en obras colectivas, libros completos u otro tipo de publicación. La
experiencia docente y laboral (en caso de que tenga relación con el mundo académico) también
debe aparecer. Otro apartado es el de las estancias de investigación, donde debe especificarse si
se trata de una estancia nacional o en el extranjero, la institución de acogida, el objetivo de la es-
tancia y su duración. Y, por último, en «otros méritos», puede hablarse de becas y premios reci-
bidos, pertenencia a asociaciones y cualquier otro mérito que consideremos que merece ser re-
saltado.
El currículum no es algo que necesariamente responde a lo que nosotros somos y lo que ha-
cemos, sino más bien algo que sirve para que los demás sepan lo que queremos hacer y con qué
habilidades contamos para hacerlo. Un currículum se hace en función de nuestro perfil académi-
co y profesional, pero se hace para que alguien lo vea, lo evalúe y lo valore, así que a la hora
de confeccionarlo debemos pensar en quién lo va a calificar. De esta manera, si queremos dedi-
carnos a la investigación y/o a la docencia debemos confeccionar nuestro currículum no sólo en
función de lo que ya hemos hecho, sino de lo que nos exigen las instituciones susceptibles de
contratarnos.
No obstante, hay un punto más. Igual que debemos seleccionar los datos que queremos que
aparezcan para que sean evaluados positivamente, debemos seleccionar lo que hacemos y pensar
para qué lo hacemos. ¿Hacemos un curso de fotografía porque queremos iniciarnos en un hobby
que nos gusta y apetece, o porque queremos aprender a utilizar material gráfico para aplicarlo a
nuestro trabajo? En el primer caso haremos cualquier curso que nos convenga, bien por horario
bien porque está cerca de casa, etc.; en el segundo seleccionaremos el curso en cuestión tenien-
do en cuenta qué objetivos persigue y quién lo imparte.
Conviene comenzar a pensar en estos términos desde el principio para seleccionar bien lo que
vamos a hacer tanto en lo que se refiere a nuestra formación como a nuestro propio trabajo como
investigadores. Para ello es útil comenzar por mirar cuáles son los modelos de currículum que
198 LA ESCRITURA ACADÉMICA EN CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES
exigen los ministerios y las instituciones que dan becas o que conceden ayudas a la investigación
o a la docencia. También es interesante familiarizarse con el currículum exigido por la ANECA
(Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación). Esta agencia se dedica a evaluar
los conocimientos y las aptitudes de todas aquellas personas que quieren optar a ocupar alguna
de las plazas ofertadas por las universidades públicas y privadas en España. Cada Comunidad
Autónoma tiene también su propia agencia de evaluación, y la acreditación que proporciona ha-
bilita al candidato a concursar en la comunidad en cuestión. El investigador es libre de solicitar
su acreditación o no y de hacerlo en el ámbito nacional o en el autonómico, todo depende de sus
intenciones laborales. Tras la acreditación se opta a la habilitación, que sirve para obtener una
plaza de titular en la Universidad.
Pues bien, la forma de valorar los currícula depende del grado de acreditación que se desee:
profesor asociado, ayudante doctor, contratado doctor o profesor de universidad privada. En el
primer caso, para ser profesor asociado, se valora tanto la actividad investigadora como la do-
cente y es muy importante que la persona a evaluar tenga experiencia profesional en otros ámbi-
tos distintos de la universidad pues es requisito imprescindible que durante su ejercicio como pro-
fesor asociado esté vinculado laboralmente a otra empresa que cubra con los gastos de la Seguridad
Social.
Para obtener la categoría de ayudante doctor se valora por igual la capacidad investigadora y
la docente. Lo importante para obtener dicha acreditación es sumar determinada puntuación entre
las dos actividades y, además, suma bastantes puntos la formación académica. En este último pun-
to se valoran especialmente los doctorados europeos o con mención de calidad, la nota de doc-
torado y el tener otras titulaciones que guarden relación con la que presentamos para evaluación.
Para las categorías de contratado doctor y profesor de universidad privada los requisitos son
similares a la de ayudante doctor, si bien exigen mayor puntuación y cuenta menos la formación
académica. En el caso de los contratados doctores se exige, además, un mínimo de diez artículos
publicados.
La cuestión de las publicaciones merece que nos detengamos en ella. A la hora de evaluar
los trabajos de investigación de los autores, se valora más un artículo que un libro o capítulo de
libro. Y entre los artículos se valoran más los de las revistas indexadas o, lo que es lo mismo,
que estén incluidas en bases de datos comerciales y que cumplan ciertos criterios de calidad. En
este sentido, al pensar en una revista para enviar un artículo nos conviene acudir primero a estas
bases de datos para saber si merece la pena (curricularmente hablando, otra cosa es que nos in-
terese la revista o nos guste por cualquier otra razón) intentar publicar en ella o en otra.
Uno de los principales criterios de calidad es que los artículos recibidos sean revisados por
pares, por otros investigadores entendidos en la materia. Otros criterios son la antigüedad de la
revista, el cumplimiento de la periodicidad que propone (trimestral, anual…); que admita artículos
en diferentes idiomas; que aparezcan resúmenes y palabras clave de los artículos en más de un
idiomas; que haya un número importante de personas que publiquen que no estén relacionadas
con la institución a la que pertenece la revista; que tenga comité científico internacional, etcétera.
También hay que tener en cuenta el índice de impacto de las revistas, que pude consultarse
en el Journal of Citation Reports del Institute of Scientific Information accesible en http://www.ac-
cesowok.fecyt.es/jcr. Para las revistas de Humanidades y de Ciencias Sociales y Jurídicas hay una
serie de bases de datos que son accesibles desde Internet y que dan noticia de los índices de ca-
lidad de las revistas como son Latindex para las revistas latinoamericanas (disponible en http://
www.latindex.unam.mx/), y DICE para las revistas españolas: http://dice.cindoc.csic.es/. Ambas
son muy útiles porque nos dan información de todos los índices de calidad de las revistas y, ade-
más, la serie de bases de datos en las que aparecen indexadas. También tenemos a disposición el
índice de impacto de revistas españolas de Ciencias Sociales, In-RECS: http://ec3.ugr.es/in-recs/.
Los libros y capítulos de libros se evalúan de distinta manera. En estos casos se valora la ca-
lidad de la editorial y de los editores. Es interesante saber el número de veces que el libro o ca-
pítulo ha sido citado, y si el libro ha sido reseñado. En caso de que sepamos estos datos es im-
Apéndice 1. EL CURRÍCULUM ACADÉMICO 199
portante añadirlos. Además, si tenemos la oportunidad de publicar nuestra tesis, convendrá revi-
sarla y actualizarla lo más posible, pues no tiene el mismo valor si su edición es igual al traba-
jo presentado para obtener el grado de doctor que se si ha revisado, modificado y corregido pos-
teriormente.
Otros datos que se valoran son las direcciones de tesis, transferencia de tecnología, paten-
tes… También hay un apartado para incluir otros méritos como pueden ser las publicaciones en
revistas de divulgación (que pueden consignarse en méritos docentes o investigadores indistinta-
mente), las reseñas que hayamos hecho de publicaciones de otros autores, y todos aquellos mé-
ritos que consideremos que vale la pena destacar y no son incluidos en el currículum vitae oficial.
Antes de continuar, es el momento de indicar que todos los méritos alegados deben ser de-
mostrados con certificados oficiales o con fotocopias de las publicaciones. Por tanto, es impor-
tante que desde que demos inicio a nuestra carrera investigadora tengamos en cuenta este dato y
pidamos siempre certificado de nuestras actividades docentes, investigadoras y laborales. En es-
tos certificados deben consignarse la mayor cantidad de datos y es obligación de las entidades
competentes o de quienes nos hayan encargado el trabajo expedirlos, así que no tengamos repa-
ros a la hora de solicitarlos porque después es más complicado lograr que nos los hagan.
En este sentido hay que señalar que también hay que documentar las asistencias a congresos
como ponentes, ponentes invitados, organizadores, coordinadores, etc. Para acreditar la participa-
ción como ponente exigen en muchas ocasiones que se presente el resumen aceptado por el co-
mité organizador o responsable del simposio, así que recomendamos que desde el principio pro-
curemos archivarlos todos para evitar problemas más adelante.
En cuanto a la actividad docente, también tenemos que demostrar nuestra participación como
profesores, si ha sido compartida o individual, cuáles fueron los objetivos del curso dado, el nú-
mero de horas. Una manera de ahorrar tiempo y de hacer las cosas bien es consignar estos datos
siempre y guardar los trípticos de los cursos o los programas oficiales junto con nuestra progra-
mación y propuesta de curso. También es recomendable solicitar en el Centro donde se impartió
el curso una evaluación por parte de los alumnos, porque es otro de los méritos que podemos ale-
gar. También existe un apartado para acreditar otros méritos docentes en el que podemos consig-
nar la dirección de tesinas, la docencia en niveles distintos del universitario, etcétera.
Algo que valoran bastante en la ANECA es la impartición y la recepción de cursos destina-
dos a mejorar la calidad docente, así como la participación en grupos de investigación dedicados
al Espacio Europeo de Educación Superior. El material docente publicado también se tiene en
cuenta.
En cuanto a la formación, hay que presentar los títulos oficiales de todos los grados que ale-
guemos. Como señalábamos antes, es recomendable contar con más de una titulación siempre que
tengan relación entre sí. Suelen pedirnos las notas obtenidas, por lo que hay que tener actualiza-
do el expediente académico. En caso de haber hecho la tesis doctoral, hay que añadir al currí-
culum la fotocopia del índice de la tesis y de la página en la que aparezcan la institución, el nom-
bre del director, el título, etc., del ejemplar entregado a la institución académica.
En cuanto a la experiencia laboral fuera de la Universidad es interesante que dicha expe-
riencia guarde relación con la disciplina a la que nos dedicamos, y se exigen seis años como mí-
nimo (no necesariamente continuados) para obtener la máxima puntuación. Cuando las universi-
dades buscan contratar un profesor asociado exigen que dicha persona esté trabajando fuera de la
universidad y que, al menos, lleve tres años haciéndolo para tener en cuenta su candidatura.
El trabajo de investigador y de docente requiere de una gran vocación y también de mucha
dedicación. Uno de los aspectos, y no el menos importante, es este de la preparación del currí-
culum. Debemos tener en cuenta que siempre que optemos a un puesto de trabajo nos tocará com-
petir con otros y el currículum es el instrumento que nos distingue del resto. En los concursos,
una décima de punto puede marcar nuestro futuro, y para los que opinen que el enchufe y la suer-
te son factores decisivos les diremos que sí, pero que también cuenta (y para nosotros debería
contar más) el mérito y éste solo se demuestra con datos contrastables.
APÉNDICE 2.
BIBLIOGRAFÍA COMENTADA
CASTRO NOGUEIRA, L.; CASTRO NOGUEIRA, M. A., y MORALES NAVARRO, J., Metodología
de las Ciencias Sociales. Una introducción crítica, Madrid, Tecnos, 2005.
Se hace una reflexión rigurosa, crítica y sistemática sobre los principales tópicos susci-
tados en el campo de la metodología de las ciencias sociales, sobre un sólido fondo teórico
y una contextualización histórica apoyada en ejemplos tomados de distintas disciplinas. Se
divide en tres partes, una primera sobre el lenguaje, realidad y representación, y los métodos
y corrientes metodológicas en las ciencias sociales. Una segunda parte con temas como la ob-
servación (conceptualización y medición), la metáfora como analizador social, una aproxi-
mación histórico-crítica a la noción de explicación científica, la explicación causal en el mo-
delo nomológico-deductivo, la explicación funcional (aspectos semánticos y formales, y su
uso en la teoría social y sus metáforas), la explicación desde la teoría de la acción social, las
leyes y teorías científicas. La tercera parte desarrolla aspectos como las ontologías sociales y
los procesos de subjetivación; el relativismo; las ilusiones filosóficas (estructuras, flujos, caos
y ciencias sociales), la dialéctica, etcétera.
persigue es dejar momentáneamente de lado «los tradicionales oficios del historiador», «las
descripciones del pasado y las discusiones sobre los hechos mismos que explican ese pasa-
do» y resituar a la historia «como problema y no como simple recuento». Para ello, refle-
xionan los autores sobre la historia y sobre las formas de hacer historia: acerca de metodo-
logías, de perspectivas, de revisiones autores como Foucault o de determinados hechos
históricos.
ECO, Humberto, Cómo se hace una tesis. Técnicas y procedimientos de investigación, es-
tudio y escritura, 12.ª ed., Barcelona, Gedisa Editorial, 1990 [Título original: Come
si fa una tesi di laurea, 1977].
Uno de los libros más famosos y utilizados por quienes se inician en la labor investiga-
tiva. Se caracteriza por sus consejos prácticos en torno a qué es una tesis y para qué sirve,
cómo elegir el tema de investigación, cómo organizar el tiempo, cómo llevar a cabo la bús-
queda bibliográfica, cómo organizar el material encontrado, cómo estructurar el informe fi-
nal (la tesis). Un clásico del cual no se puede prescindir en nuestra biblioteca y consulta.
GARCÍA FERRANDO, M.; IBÁÑEZ, J., y ALVIRA, F., El análisis de la realidad social. Mé-
todos y técnicas de investigación, Madrid, Alianza Editorial, 1986.
Presenta una visión de conjunto rigurosa y crítica de las diferentes perspectivas de in-
vestigación social más utilizadas, tanto cuantitativas como cualitativas. Es una compilación
de quince capítulos en los que han intervenido catorce autores. Se ha dividido en tres partes,
dedicadas a presentar los problemas metodológicos y de técnicas de investigación que plan-
tean el Diseño de la Investigación Social (cuestiones previas acerca de la ciencia de la reali-
dad social, perspectivas de la investigación social y criterios operativos para el diseño de la
investigación social), la Obtención de Datos Sociológicos (la observación científica, la en-
cuesta, la entrevista y la discusión en grupo, las historias de vida; medición, teoría y aplica-
Apéndice 2. BIBLIOGRAFÍA COMENTADA 203
ción de la muestra), y su Análisis (de datos de encuestas, análisis de contenido, análisis so-
ciosemiótico de discursos políticos, el enfoque arqueológico y genealógico, uso del ordena-
dor en la investigación sociológica). Al final de cada capítulo se presenta una bibliografía
bastante completa.
del siglo XX. Especialmente recomendado para aquellos que quieran acercarse a la historia de
España, pues toma como perspectiva el panorama historiográfico español reciente y presen-
ta un apéndice bibliográfico muy completo dedicado a autores españoles.
Como ella misma señala en el primer capítulo en el que realiza una visión crítica de los
usos historiográficos actuales, «debería tomarse este ensayo como un conjunto de instruccio-
nes activas para la relectura permanente y el análisis crítico de la obra historiográfica» (p. 36)
tanto si nos acercamos a la disciplina como autores o como lectores. En el capítulo siguien-
te analiza las estrategias y los discursos de la historia y ubica a la disciplina con respecto a
las ciencias sociales y la lingüística.
Después, en un segunda parte nos habla de las transformaciones de la historia a lo largo
del siglo XX presentando un análisis crítico de la historia social, la demografía histórica, la
historia económica, el marxismo, la sociología histórica, la historia de las mentalidades y la
relación de la historia con la antropología.
En la tercera y última parte en dos capítulos diferentes habla de trayectorias historiográ-
ficas: historia oral, historia intelectual y cultural, historia, psicología y biografía, historia y
ciencia política y la nueva historia política. También dedica un capítulo a hacer referencia a
cinco tendencias recientes en historiografía: historia de mujeres y de las relaciones de géne-
ro, historia ecológica y ambiental, microhistoria e historia local, historia de la vida cotidiana
e historia del presente o historia vivida.
MAYNTZ, R.; HOLM, K., y HÜBNER, P., Introducción a los métodos de la sociología em-
pírica, Madrid, Alianza Editorial, 1975 [1969] [Título original: Einführug in die Me-
thoden der empirischen Soziologie].
Expone de manera clara y rigurosa las técnicas que aseguran la correcta reunión, mane-
jo e interpretación de los datos de la realidad social. Incluye un examen del marco teórico y
de las premisas metodológicas del trabajo empírico: la función, contenido y clases de los con-
ceptos en la investigación social, los problemas de validez y fiabilidad en este campo disci-
plinario, las distintas fases del proceso de investigación (desde el planteamiento del proble-
ma hasta la confirmación de las hipótesis), etc. Desarrolla también, con ejemplos: niveles e
indicadores de la medición y forma de utilizar las diferentes escalas; procedimientos de cons-
trucción de muestras; posibilidades y límites de la observación; elaboración de cuestionarios
y criterios de fiabilidad de las encuestas; la sociometría y el análisis relacional; las técnicas
de panel, tabulación y evaluación de resultados; el análisis de contenido; el experimento y
las características de los diversos diseños experimentales; la ordenación y análisis de los datos.
Apéndice 2. BIBLIOGRAFÍA COMENTADA 205
REYES, Graciela, Manual de redacción. Cómo escribir bien en español, Madrid, ARCO/LI-
BROS, 2008.
Es un libro muy útil para reflexionar y aprender a escribir textos académicos, en el que
se presentan diversas técnicas de redacción y normas gramaticales. Particularmente, desarro-
lla distintos géneros textuales, así como los registros, estilos y tipos de textos. La corrección
gramatical y el propio proceso de redacción de los escritos son el eje fundamental del libro.
Cada capítulo es acompañado de actividades y bibliografía especializada; cuenta también con
un apéndice con veinte sugerencias para escribir mejor y un glosario.
REZENDE MARTINS, Estevao de (dir.), y PÉREZ BRIGNOLI, Héctor (codir.), Teoría y meto-
dología en la Historia de América Latina, París, UNESCO-Trotta, 2006.
En este libro se analiza la historiografía latinoamericana y sus corrientes más destacadas,
o, en otras palabras, la manera en la que los historiadores latinoamericanos están escribien-
do su historia. No consiste, como afirman su director y codirector, de «discurso del método
ni tampoco discusiones filosóficas sobre la materia histórica. Se trata, más bien, de una aná-
lisis de la historiografía y sus principales tendencias, sobre todo en el siglo XX». Dos partes
conforman esta obra, la primera centrada en los ejes de investigación latinoamericanista y la
segunda en las áreas temáticas. En el volumen figuran capítulos acerca de «la significación
histórica de América Latina», en el que se pone la historia latinoamericana en un contexto
universal; la periodización, diferenciando entre historia propiamente dicha y ciencia históri-
ca y exponiendo las cronologías más usuales de ambas; perspectivas y problemas novedosos
a partir de la década de 1960; la metodología cuantitativa en la historia de América Latina;
y, ya abordando temáticas concretas aplicadas a la región, demografía histórica; historia eco-
nómica; sociología y su relación con la historiografía; ideologías de raza y nación, en el ám-
bito de la etnohistoria; estudios culturales; cuestiones acerca de democracia, en el campo de
la historia política; y, por último, historia, cultura y el concepto de «América Latina».
SÁNCHEZ LEÓN, Pablo, y IZQUIERDO MARTÍN, Jesús (eds.), El fin de los historiadores. Pen-
sar históricamente en el siglo XXI, Madrid, Siglo XXI, 2008.
Los autores del libro se preguntan cuestiones ineludibles para los historiadores en la ac-
tualidad: «¿Quién o quiénes han de encargarse del conocimiento del pasado en el siglo XXI?,
¿hay una única vía, un solo método de conocimiento histórico?» Las respuestas no necesa-
riamente implican el «fin del historiador», aunque sí la revisión de temas evitados tradicio-
nalmente por los historiadores acerca de su función social en un mundo cambiante. En esta
obra colectiva se reflexiona, con el fin de generar un debate acerca del tema, sobre los cam-
206 LA ESCRITURA ACADÉMICA EN CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES
bios en la disciplina histórica y en las labores de los historiadores. El fin de los historiado-
res que pronostica el título puede evitarse si éstos se amoldan a las exigencias de la socie-
dad que les rodea, de la que forman parte y en con la que tienen ciertas obligaciones. El li-
bro está dividido en dos partes, la primera dedicada al conocimiento y la segunda a la identidad.
En la que trata sobre conocimiento, el tema central es la historia, mientras que la que abor-
da la identidad, gira de manera general en torno a los historiadores.
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Este manual, cuyo origen se sitúa en los programas de postgrado de América Latina Contemporánea
de la Universidad de Alcalá, no pretende ser una guía mágica que garantiza el éxito al usuario.
Tampoco intenta ser un estudio profundo sobre teoría del conocimiento y la metodología de la
ciencia. Sólo aspira a ser una herramienta de utilidad para los investigadores en formación para
ayudarles a ordenar su pensamiento y a enseñarles a presentar sus resultados de forma correcta.